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Sapito Lindo

Autora: Patri

Ilustradora: Marta

Auxiliares creativas: Inés y Julia

11 de Marzo 2019
"Sólo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos"

El Principito
Érase una vez...
un niño que iba paseando por el parque, le gustaba
pisar las hojas secas que habían caído de los árboles y
siempre miraba todo a su alrededor para descubrir
cosas nuevas.

También le gustaba mirar al cielo, donde siempre


había algo que llamaba su atención, a veces pasaba un
avión y lo señalaba con el dedo, y otras veces
descubría la luna cuando empezaba a anochecer ¡mira
la luna! gritaba siempre que la encontraba en el cielo.

Ese día el sol brillaba mucho, así que jugaba por


debajo de las ramas de los árboles.
De repente escuchó algo, parecía venir de arriba, se
quedó en silencio a ver si lo volvía a escuchar.

¡Miauuuuu! escuchó de nuevo, miró hacia arriba y vio


unos ojos grandes y amarillos entre las hojas marrones
del árbol.

-¡Hola! ¿cómo te llamas?- le preguntaron esos ojos...

-Me llamo Pablo ¿qué haces ahí arriba?-

-Te estaba esperando- le contestó

-¿A mí? ¿por qué?- preguntaba Pablo sorprendido

-Porque me he encontrado una campana y tengo que


llevarla a su campanario-

-¡Una campana! ¡a mí me gustan mucho las campanas!-


-Lo sé- respondieron los ojos misteriosos

-¿Y cómo lo sabes?- Pablo estaba sorprendido de que


supiera eso

-Me lo ha dicho Patri-

-¿Patri? ¿y tú de qué conoces a Patri?-

-Mejor bajo y te lo cuento-

Suavemente empezaron a salir unas patitas entre las


ramas, después unas pequeñas orejitas puntiagudas,
una cola laaarga y unos bigotitos.

-¡Eres un gatito!- dijo Pablo


El gatito dio un salto y frotó su cabecita entre las
piernas de Pablo para que supiera que se alegraba
mucho de verlo. Pablo se reía, le hacía cosquillitas.

Se sentaron en el césped y comenzaron a hablar como


si fueran amigos de toda la vida. El gatito le contó
que se había encontrado una campana y tenían que
devolverla a su sitio, así que necesitaba la ayuda de
Pablo. Era un experto en campanas y campanarios, se
sabía los nombres de todas las campanas de Valencia,
así que seguro que juntos podrían llevar la campana
de vuelta a su casa.

-¡Ven, súbete a mi lomo!- le dijo el gatito a Pablo

-¿Para qué?-

-Tendremos que ir por toda la ciudad, yo te llevaré


para que no te canses-

-Pero las campanas están arriba y nosotros estamos


abajo, no vamos a poder verlas desde aquí- dijo Pablo

-¡Confía en mí!- dijo el gatito

Pablo se subió a su lomo y de repente aparecieron


unas enormes alas a cada uno de sus lados. Se
desplegaron como las velas de un barco.

-¡Tienes alas! ¡y puedes volar!- Pablo estaba


sorprendido y emocionado

-¿Por qué puedes volar? ¡los gatitos no vuelan!-


Emprendieron el viaje por toda la ciudad, y mientras
iban entre las nubes y los pájaros el gatito se lo explicó
todo a Pablo.

Podía volar porque era de otro mundo, en su mundo


todos los animales tenían alas, eran libres y podían
volar, y además eran muy felices.

Para vivir en ese mundo primero tenían que haber


vivido en este, y fue entonces cuando el gatito había
conocido a Patri.

-Patri es mi tía- le dijo Pablo

-Ya lo sé, ella me lo ha contado. Aunque sea de otro


mundo puedo venir a este si ella me necesita. Me ha
contado muchas cosas de ti -el gatito continuó
hablando

-Dice que estás un poco loquito, que toses de


tramposi y que te gusta mucho que te haga pompas
gigantes-

-¡Es verdad!, jajaja- Se reía Pablo

-También me ha dicho que a ella le gusta mucho hacer


bailes contigo, el de las pompas, el de Ikea....y hacerte
naranja y limón, aunque prefiere hacerte besito o
abrazo porque así le das uno-

-¡A mí también me gusta eso!- dijo Pablo


-Patri te quiere mucho y dice que eres muy lindo.
Cuando yo vivía con ella me ponía muchos nombres, a
mí me gustaban todos porque me los decía con el
corazón, igual que cuando te pone nombres a ti- le
contó el gatito

-¿Y también sabes cómo me llama a mí ?- preguntó


Pablo

-¡Sí! ¡Sapito Lindo!-

Pablo se puso muy contento porque entendió que


Sapito Lindo era lo mismo que decirle Te Quiero.

Siguieron su viaje por el cielo, Pablo iba contándole al


gatito todo lo que conocía. Desde las estrellas podían
verlo todo.

Pasaron por Xirivella, donde está su casa normal, con


su mamá y su papá. También pasaron por San Isidro,
allí estaba la casa de los abuelos, Mari y Juan, y su
cole, con sus amiguitos y sus profes, y muy cerquita
estaba la casa de Nieves y Ramón.

Siguieron volando por las nubes y pasaron por Mislata,


allí estaba la casa de los yayos, Mari y Pedro.

Un poquito más adelante estaba Burjassot, allí estaba


la casa de Inés y Julia, con sus papás, Marta y Manolo.
Y también estaba Kinépolis, y Madagascar, y la piscina
de nadar…
-¡Qué suerte tienes de que te quieran tanto y de ir a
tantos sitios chulis!- dijo de repente el gatito
-¡Si! ¡siempre vamos todos juntos!- dijo Pablo mientras
reía

Después de estar todo el día volando todavía no


habían encontrado el campanario que no tenía
campana, pero de repente Pablo dijo:

-¡Ya sé donde tenemos que ir! ¡corre vamos hacia el


ayuntamiento!

Fueron hasta el reloj del ayuntamiento y Pablo le


contó al gatito que la fuente se ponía de colores y el
agua subía muy fuerte hacia arriba y luego bajaba.

Un poquito más adelante, por fin, encontraron el


campanario sin campana.

-¡Mira gatito! Esa es Santa Catalina, y ese San Martín,


y ahí está el sitio de la campana ¡El Miguelete!-

-¡Es verdad! ¡bajemos a su torre y pongamos la


campana en su sitio!

Juntos devolvieron la campana a su lugar y de repente


empezó a sonar muy fuerte....tolón,tolón...

-Nos está dando las gracias- le dijo el gatito a Pablo

-¡De nada Miguelete! Adiós.......-


Volvieron al parque donde se habían encontrado y el
gatito dejó a Pablo en el césped de nuevo, bajo su
árbol.

Pablo estaba agotado ¡menuda aventura! conocer al


gatito, volar por la ciudad, poner la campana en el
Miguelete...pero lo más importante es que Pablo tenía
un nuevo amigo y que además lo quería mucho.

-Tengo que volver a mi mundo- dijo el gatito-


Recuerda que siempre que quieras puedes venir a
verme, sólo tienes que venir al árbol y pensar en mí-

Pablo se tumbó en el césped y apoyó su cabecita en el


tronco del árbol. Sintió que lo abrazaban y empezaba
a quedarse dormido.

Con los ojos cerrados y una sonrisa en la boca dijo:

-Te quiero Gatito Lindo-

y escuchó...

-Te quiero Sapito Lindo-

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