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Enero-Junio de 1997
RESUMEN
Concepción de la lectura como un movimiento en tres tiempos, denomi-
nados en su orden: lectura intratextual: aquella que aspira a investigar
un texto para intentar establecer sólo desde el texto mismo lo que éste
dice; lectura intertextual, segundo tiempo de lectura en el cual se
pretende cotejar y someter a discusión párrafos, conceptos, enunciados,
de dos o más textos, yfinalm entelectura extratextualque pretende ubicar
un enunciado o un conjunto de ellos, como campo referencial explícito
donde debe inscribirse el texto base y que no es obj eto de discusión. El
conjunto de los tres tiempos se denomina lectura analítica. Hay un
énfasis en la lectura intratextual pues se considera estrictamente indis-
pensable para los otros dos tiempos y es condic/611 de una ética de la
discusión, presupuesto fundamental de una lectura enriquecedora.
Palabras-clave: LECTURA
TEORIA Y PRACTICA DE LA LECTURA.
Este trabajo fue presentado en forma parcial en la «Jornada de Caneles» de laAsociaci611 del Campo Freudia110
de Colombia (ACFC) en Medellín , el 26 de noviembre de 1994. Anteriormente había sido discutido en otros
espacios, también en forma parcial. Aquí se divulga la versión completa.
Opto por utilizar el vocabulario que he empleado en diversas panes para referirme al tema. Fue del profesor
Saúl Sánchez, profesor de la Universidad de Antioquia, de quien conocí aspectos esenciales de su contenido
y denominación; igualmente obtuve sugerencias y precisiones valiosas del profesor Jairo Montoya de la
Universidad Nacional (Secciona) de Medellín), así como de miembros de un canel declarado en la ACFC, cuyo
tema fue la interpretación. Otro tanto ocurri ó con algunos panicipantes de una mesa de lectura de la ACFCy
con algunos estudiantes de la Universidad de Antioquia. No obstante, los planteamientos que aquí se hacen
son sólo responsabilidad de quien suscribe este texto. Empleo los términos propuestos por el profesor Sánchez,
si bien estos son también utilizados en semiótica con propósitos y sentidos que no coinciden estrictamente con
aquellos que aquí les asigno (ver entre otras referencias Greimas y Counés, 11, 1986).
** Exdirector y actual profesor del Depanamento de Psicoanálisis. Facultad de Ciencias Sociales y Humanas.
Universidad de Antioquia.
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Revista lnteramericana de Bibliotecología • Medellín Vol. 20 No. l. Enero-Junio de 1997
Se trata aquí básicamente de discutir algunos aspectos acerca de qué significa leer.
También de la relación de la lectura con la investigación y dos o tres puntos más
relativos al tema. Asumo la lectura como un acto de interpretación de un texto.
Aludiré en lo fundamental a un procedimiento que se puede denominar lectura
intratextual. Es un primer tiempo, que es complementado por otros dos. El segundo
le designo lectura intertextual y el tercero lectura extratextual, términos estos que
ya sugieren su definición. El conjunto de los tres tiempos es lo que propiamente
llamo lectura analítica. término que en este contexto, lo subrayo, no es utilizado
para designar lo que en forma eventual alguien quisiera denominar como «lectura
psicoanalítica».
DEFINICIONES
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Revi sta lnteramerica na de Bibliutec ulogía • Medellín Vnl . 20 No. l. Enero -Junio de 1997
DE LA LECTURA INTRATEXTUAL
Conviene destacar que si bien una lectura analítica es algo deseable, dadas las
exigencias específicas de la misma (algunas de las cuales son precisadas más
adelante) , se espera que su realización efectiva se produzca especialmente en la
investigación. Sería deseable que ella fuera el fundamento de toda posición como
lector, en la que no se haya renunciado de antemano al pensar en favor de cualquier
manera simple de autoafirmación.
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Revista lnterameri cana de Bibli otecología • Mede ll ín Vol. 20 No. 1. Enero-Ju nio de 1997
Uno de los principios básicos para la lectura intratex tual, principi o que a .su vez
plantea los límites del procedimiento, es que la condición necesari a y suficiente
para el lector sea sólo el conocimiento de la dimensión denotativa de los términos
utili zados en e l texto. Por insó lito que parezca, las connotaciones de un término o
expresión, casi siempre son deducibles a partir de la dimensión denotativa de los
mi smos, o susceptible de ser establecidas a posteriori, a parti r de la decis ión efecti va
por parte del lector de pensar el texto. En este sentido aparece la exigencia de ser
complementado por lecturas inter y extratextu ales, si se aspira a interpretaci ones
más acabadas, lo cual no significa que las interpretaciones q ue se consigan en fo rm a
intratextual no sean básicas ni carentes de compleji dad en muy di versas ocasiones.
Sin embargo, el hecho de proponerle como momento necesario y previo a otras
formas de lectura, impli ca, que, a través del mi smo, aquell o que esencialmente se
2. Utilizo aquí el término «de notativa» en su sentido más corriente (véase un diccionario cualquiera de la lengua.
por ejemplo el Dicc ionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española}, es decir en él signi fi cado
de una palabra (o de una expresión) en el cual coi ncide toda la comunidad lingüística en la cual está escrito
el texto en c uestión. «Arbol» puede tener di versos significados, pero hay pan ic ul armente un o de estos en el
cual coi nc iden los habl antes de la lengua española, en su conj unto.
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Revista lnt crame ricana de Bibli ntcrn logía :111 Mede llín Vol. 20 No. l. Enéro-Jull!o de 1997
pretende, sea crear algunas condiciones necesarias para que , en efecto, se eje rza el
pen sar en e l acto de lectura ; y a través de ese pen sar real , se puedan establecer
interpretac iones que permitan (y permiten) acuerdos básicos con relación a lo que
dice un texto , lo cual considero que se con sigue en la observancia de lo indicado.
O para decirlo en otro lenguaje, se trata de reducir al máximo posible el mal enten-
dido propio de la comunicación humana, hecho omnipresente tanto en la lectura
como en cualquier vínculo entre los hombres, fundado en la polisemia de los
signifi cantes. La ciencia proporciona una enseñanza en este sentido , al establecer
signifi cados unívocos en su lenguaje, lo cual hace que los acuerdos básicos allí sean
más firmes. Esto, sin embargo, de ninguna manera impide que en la ciencia se
presente tambi én el malentendido, puesto que ella sólo es posi ble gracias al sujeto
y por tanto se introduce la polisemia de los significantes. Es la univocidad del
lenguaje c ientífico la razón de la llamada objetividad de la ciencia, punto tan difícil
de entender para el positivi smo.
Por otra parte, conviene tener en cuenta que la dimensión denotativa de un término
constituye un delicado problema, en particular cuando se trata de la lectura de
traducciones, más si son de textos antiguos. Provisionalmente indico que para la
di scusión acerca de traducciones en la lectura intratextual , es necesario suponer el
texto en cuestión como texto original, pues de lo contrario lo que se inicia es una
lectura intertextual. Cabe aquí anotar que esto subraya el carácter incompleto del
procedimiento propuesto, "incompletud" que, sin embargo, todo método posee.
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Revisia lnteramericana de Bibliotecología • Medellín Vol. 20 No. 1. Enero-Junio de 1997
En este sentido también se insiste aquí, en que las referencias a otros textos del
mismo autor no deben ser consideradas , hasta tanto se produzca una interpretación
intratextual de aquel que es objeto inmediato de lectura. Se trata pues de leer lo que
se lee, y no algo que la erudición o cualquier otra razón invoque como complemento
o condición de comprensión. Es sólo a partir de la dimensión denotativa de los
términos de un texto, que se aspira, en principio a través de la lectura intratextual ,
a establecer otros sentidos que los términos o conceptos empleados allí puedan
tener, sin necesidad de apelar a otros textos o referencias que los indiquen , salvo que
lo imponga una de las razones anotadas.
Conviene no olvidar, como quedó antes indicado, que cuando se trata de traduccio-
nes, se produce algo particularmente significativo para la lectura intratextual. Es el
hecho de que el lector se encuentra ya ante otra interpretación previa y específica
del texto, interpretación introducida por el traductor y particularmente activa para
el lector. Por tanto, no se halla ante aquello que muchas veces asume
desprevenidamente como texto original. Es conocida la importante cantidad de
controversias y de malentendidos que desde allí se engendran. No es posible
examinar en este lugar el sinnúmero de interrogantes que plantea la lectura de textos
traducidos, aspecto que sería necesario tratar si aspira a una teoría más elaborada
acerca de la lectura. Llamo la atención sobre los dos puntos señalados, es decir, la
presencia de otro texto, si se quiere invisible, en la lectura, y la necesidad de asumir
el texto traducido como texto original, para la lectura intratextual, lo cual será objeto
de eventuales correcciones posteriores.
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- Revi s1a ln1cra111ericana de Bihlio1ccología U M.:dellí11 Vul. 20 N11. 1 Enero-Junio ele 1997
Todo lo anterior constituye una propuesta para poder asumir lo qu e debería. ser
obvio, es decir, situarse como lector en la di sposición de aceptar que un texto dice
algo en su literalidad misma; y que por e llo establecer ese algo es condición de toda
lectura.
DEL PROPOSITO
Es decir, la lectura intratextual intenta establecer, con el mayor rigor posible, qué
es lo que esencialmente dice un texto que se pretende haber leído, a partir de lo que
allí dice, no de lo que se le atribuye o se exija como condición de lectura, más allá
del texto. Se trata entonces de un procedimiento para producir una interpretación
básica e incompleta, en principio necesaria a cualquiera otra; no pretende que desde
allí se puedan responder a todas las preguntas pertinentes que le sean formulables
a un texto, ni tampoco entonces estar exento de la posibilidad del error. Tampoco
se plantea como posible el que sea practicada con todo tipo de textos, aun cuando
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Revisla lmerarnericana de Biblimecología • Medcllín Vo l. 20 No. l. Enero-Junio de 1997
sí con una cantidad muy significativa. No se habla por tanto aquí de lecturas muy
particulares o circunstanciales, como la de algún manuscrito antiguo y enigmático
hallado en alguna isla solitaria en una botella de origen desconocido.
Que existe un más allá del texto y del lector, no hay duda. Que ese más allá incide
en la lectura, y no de cualquier manera , no sólo es cierto sino que desconocerlo sería
necio. Que los hábitos y las teorías de lectura imperantes han establecido que para
leer correctamente es necesario invocar erudiciones crecientes que lo iluminen. y
así se colmen las dudas y vacíos que ésta suscit a, es igualmente cierto. Que resulta
muy exigente para muchos lectores intentar poner en suspenso momentáneamente
sus concepciones, saberes y posiciones cuando lee, es indudable. Que el ejercicio
propuesto contradice las más variadas tradiciones. prácticas y teorías de la lectura,
y que en consecuencia es legítimo sospechar del mi smo, también es cieno.
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Rev ista lnteramerican :, de Biblioteéolugfo • Medcllín Vol. 20 No. l . Enero-Jun io de 1997
Planteo estos tiempos lógicos para la lectura intratextual como aquellos que
constituyen el conjunto del proceso así designado, los cuales deben darse en la
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Revista lnteramericana de Bibliotecología • Medellín Vol. 20 No. 1. Enero-Junio de 1997
Como quedó señalado el instante para veres el tiempo inicial, de percepción global
del objeto. Esto implica en la lectura intratextual una lectura inicial, no detallada,
que permita una primera aproximación general. Pretende disponer de una primera
visión , una lectura provisional; es un tiempo de información, pero lectura indispen-
sable, por que es fuente de datos de importancia para los otros tiempos, que de otra
manera el lector no podría disponer sin apelar a otros lectores. Lectura que pretende
establecer la «confección» (según la vivaz expresión del profesor Montoya) de la
escritura del texto . Exige, si el leer quiere ser pensante, ser complementado por un
tiempo para comprender, tiempo de preguntas.
Se podrá observar cómo en las prácticas de lectura corrientes se pasa de lo que aquí
se designa como el instante para ver en la lectura, a lecturas intertextuales o
extratextuales, sin haber realizado los dos tiempos lógicos adicionales indicados
para la lectura intratextual, es decir, sin disponer, en estricto sentido, de una lectura
mínima necesaria, al menos para las exigencias de la investigación científica, y sin
haber efectuado una lectura rigurosa del (de los) textos(s) que se le opone(n). Esto
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Re visla hneramericana de Bibli oleco logía * Medellín Vol. 20 No. l. Enero-Junio de 1997
Hugo de San Víctor, filó sofo y gramático del siglo XII, propone dividir e_l
comentario de un texto en tres tiempos, los cuales no dejan de evocar diversos
aspectos aquí mencionados .
Son ellos litera, sensusy sententia. J. A. Miller los describe de esta manera: «Litera
es el nivel de comprensión del texto, el nivel más gramatical. Sensus es el niveldel
significado, de la manera más explícita y fácil ( .. . ).Sententia, inteligencia profunda
de la significación. Es solamente este nivel de la sententia el que puede justificar
la di sciplina del comentario». (Miller, J. A. 1987. pp. 14-15) 3 • Los términos
señalados indican ciertos énfasis que el comentarista de la Edad Media hacía en su
lectura. En la litera rige la letra, la literalidad. En el sensus el objetivo es el
desciframiento. En lasententia el propósito es la construcción de la síntesis, a través
de las sententiae. Quizás se podrá reconocer que los tiempos lógicos propuestos
aquí para la lectura intratextual podrían también considerar el vocabulario del
filósofo medieval, y así observar cómo un leer medieval se fundaba en la importan-
cia concedida a proceder desde la literalidad del texto. También cómo la significa-
ción que tenía la interpretación del mismo se establecía a partir de sentencias, es
decir de esfuerzos de reflexión y de síntesis precedidos del análisis.
Con esto se trata de destacar la significación del leer cuando el texto se asume como
algo digno, en sí, de ser explorado, como algo que merece ser oído. Ello no
garantiza, desde luego, que los resultados siempre sean incontrovertibles. Sólo
revelan una posición ante el texto que aquí intento resaltar como necesaria, posición
que lectores de diversas épocas cultivaron y que ha servido para construir prácticas
de lectura pensantes; lectura posible, cuando el texto es considerado como objeto
valorizado efectiva y no formalmente , decantación, no pocas veces, de una historia
compleja y de difícil acceso. Es una postura pues ante el texto que se da desde
3. Un examen más amplio de diversos aspec!Os de la relórica medieval puede hallarse e ntre 01ros lex1os en J. J. Murph y.
La relórica en la Edad Media. F.C.E., México, 1986, (1974).
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Revista lnteramerican a de Bibliotecología III Medellín Vol. 20 No. 1. Enero-Juni o de 1997
Lacan di o pruebas reiteradas de ser un lector ag udo, rig uroso , prov isto de un a
escucha prec isa y metódica; en es te sentido tambi én anali sta, es decir algui en que
se deja permear por el di scurso de otro, para intent ar captar los puntos esenciales
( «puntos de almo hadillado» les ll amó) que arti cul an un discurso_. No puede por
tanto sorprender que su obra esté ll ena de anotac iones, críticas e indicaciones acerca
de la lectura, lo cual será necesari o que alguna vez alguien ordene en fo rm a
sistemática.
4. Neologismo propuesto por Lacan para indicar, ent re otros hechos , la posición corriente del lector contempo·
ráneo, donde el texto a men udo se hall a fi nalmente desti nado a terminar en la basura, destino que orie nta la
posición del lector como tal. P11blicació11 se d ice en fr ancésp11hlicatio11 , palabra que queda deformada en este
neologi smo, introduciendo en él el ténnin o pouhelle, basura.
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Re vis1a ln1eramericana de Bibliolecología lit Medellín Vol. 20 No. 1. Enero-Junio de 1997
Hugo de San Víctor, filósofo y gramático del siglo XII, propone dividir el
comentario de un texto en tres tiempos, los cuales no dejan de evocar diversos
aspectos aquí mencionados .
Son ellos litera, sensusy sententia. J. A. Miller los describe de esta manera: «Litera
es el nivel de comprensión del texto, el nivel más gramatical. Sensus es el niveldel
signifi cado, de la manera más explícita y fáci l( ... ). Sententia, inteligencia profunda
de la significación. Es solamente este nivel de la sententia el que puede justificar
la di sciplina del comentario». (Miller, J. A J 987. pp. 14-15)3 • Los términos
señalados indican ciertos énfasis que el comentarista de la Edad Media hacía en su
lectura. En la litera rige la letra, la literalidad. En el sensus el objetivo es el
desciframiento. En lasententia el propósito es la construcción de la síntesis, a través
de las sententiae. Quizás se podrá reconocer que los tiempos lógicos propuestos
aquí para la lectura intratextual podrían también considerar el vocabulario del
filósofo medieval, y así observar cómo un leer medieval se fundaba en la importan-
c ia concedida a proceder desde la literalidad del texto. También cómo la significa-
ción que tenía la interpretación del mismo se establecía a partir de sentencias, es
decir de esfuerzos de reflexión y de síntesis precedidos del análisis.
Con esto se trata de destacar la significación del leer cuando el texto se asume como
algo digno, en sí, de ser explorado, como algo que merece ser oído. Ello no
garantiza, desde luego, que los resultados siempre sean incontrovertibles. Sólo
revelan una posición ante el texto que aquí intento resaltar como necesaria, posición
que lectores de diversas épocas cultivaron y que ha servido para construir prácticas
de lectura pensantes; lectura posible, cuando el texto es considerado como objeto
valorizado efectiva y no formalmente , decantación, no pocas veces, de una historia
compleja y de difícil acceso. Es una postura pues ante el texto que se da desde
3. Un examen más amplio de diversos aspec1os de la re16rica medieval puede hallarse enlre otros 1extos en J. J. Murphy.
La retóri ca en la Edad Media. F.C.E., Méxi co, 1986, (1974).
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Revisla lnteramericana de Bibliotecología • Medellín Vol . 20 No. l. Enero-Junio de 1997
Lacan dio pruebas reiteradas de ser un lector agudo, riguroso, prov isto de una
esc ucha precisa y metódica; en este sentido también analista. es decir alguien que
se deja permear por el discurso de otro, para intentar captar los puntos esenciales
( «puntos de almohadillado» les llamó) que articulan un discurso . No puede por
tanto sorprender que su obra esté llena de anotaciones , críticas e indicaciones acerca
de la lectura, lo cual será necesario que alguna vez alguien o rdene en forma
sistemática.
4. Neologismo propueslo por Lacan para indicar, entre olros hechos, la posición corrienle del lec1ór contempo-
ráneo, dond e el 1ex10 a menudo se halla finalmenle deslinado a 1erminar en la basura, deslino que orienta la
posición del leclor como !al. Puhlicació11 se dice en francésp11h/ica1io11, palabra que queda deformada en esie
neologismo . introduciendo en él el 1énnino pu11helle, basura.
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Rev isia lntcra nwri cana de B1 bli otéco l11gía Sil Mcdd lín Vn l. 20 No. l. Enero-Jun io de 1997
Fin almente debo destacar, en este orden de referenc ia, que a partir de la lectura
intratextu al se de fend erá la construcci ón obtenida, contra todas aquellas que antes
que leer, obli gan a un tex to a dec ir lo que ese lector desea que aquél di ga. Reconoce
as í, de hecho, que la defensa de un a interpretaci ón elaborada es tanto un compro-
mi so ético como teóri co-práctico.
5. Es claro que destaco vol untariamente el carácter de eru dito de Borges , entre otras razones para señalar que
existen dive rsas fonnas y funciones de la erud ición. Queda así planteada la necesidad de una discusión más
detall ada acerca de la erud ic ión en general, como también acerca del concept o de ignorancia. Por ahora señalo
que lo indicado tiene en cuenta que la ignorancia es posible definirl a, o bi en como un estado de carencia, o
por el contrario, como «u n estado de ll enura» y por tanto como correlato regul ar de las di versas fonnas de
erudición aquí interrogadas. Esto implica que si se considera la ignorancia como llenu ra, («y su consecuencia
natu ral, el espíritu arrogante» al decir de O. Paz) no es este el senti do al que aquí me refiero como condición
de la investigac ión y como posición del lector int eresado en realid ad en establ ecer qué es lo que dice un texto.
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Revista lnteramericana de Bibliotecología • Medellín Vol. 20 No. l. Enero-Junio de 1997
Sólo me es posible en este lugar llamar la atención sobre lo que considero una
confusión importante, confusión relativa a la noción de lo real en Lacan. Estimo que
la noción lacaniana de lo real se toma impropia y se la simplifica y altera en forma
harto significativa, cuando de hecho o por confusión legitimada, se la hace
equivaler a los conceptos de lo material y lo existente.
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Rcvisra l111crarncnca11a de B1hl1l>1ccnlngía III Mcdd lín V11 l 20 No. l. Enero-Jun in de 1997
Lo real en Lac an no es equiv ale nte a las noci ones indicad as y é l mi smo se es forzó
por diferenciarl as , al inc luir e n lo real segmentos que han quedado tradi cionalmente
ex cluidos de la mi sma, o mal definidos allí. Será necesa ri o otro lu gar más específi co
para mostrar las diversas consecuenci as de es ta confusión, que ha obturado e l
acceso al psicoanáli sis a impo rtantes co rri e ntes del pensa mi ento de la época.
Considero que darle un lugar re levante a lo rea l e n ps icoanáli sis y exigir una
e lahoració n c lara de l concepto, no equival e a ahandonar toda re ferencia al
signifi cante. Pero darl e un lu gar no es lo mi smo que abu sar de é l, como ha sucedido
e n di versos momentos de la hi storia de l psicoanáli sis. Ese lu gar específi co lo
rec uerd an múltipl es pro pos ic iones y es trateg ias q ue conform an la doctri na
ps icoanalíti ca ace rca de la direcc ión de la cura. Baste aq uí recordar un princ ipi o
freudiano, elocuente al res pecto, según e l cual en psicoanáli sis se rech aza la
interpretación a través de di ccionari os o claves preconcebidas; se pl antea así en la
med id a en que éstos irían en contradicc ión con la escucha de la cadena significante
de l paciente. T ampoco propone exámenes y es tudi os co mpl ementari os a la palabra
de l pac iente co mo condi ción del acceso a su di scurso .
Desde allí se han co nstruido aspectos decisivos respecto a la pos ición del anali sta,
caracteri zada por la escucha, la cual a su vez, co mo lo he destacado atrás , se de fin e
por hall arse articul ada a la ignoranc ia, no al saber. Se trata de un pl anteami ento que
también Freud de fini ó como el fundam ento del acto de l anali sta y que se establece
en el reconocimiento de que e l saber no equi vale a la verd ad, sino que por el
contrari o generalmente está allí para obstruirl a. En gran medida este es el princ ipio
que de fine el recorrido, la experi encia y la causa analíti ca.
De todas formas parece aquí pertinente recordar una fó rmula de Lacan : «La
ignorancia en efecto no debe entenderse aquí como una ausencia de saber sino , al
igual que el amo r y e l odio, como pasión del ser; pues puede ser, como ellos, una
vía en la que el ser se form a. ( ... ) El fruto positivo de la revelac ión de la ignoranc ia
es e l no-saber, que no es una negación del saber, sino su fo rm a más e laborada».
(Lacan, J. 1984. pp. 344-5 ).
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Revista lntcramericana de Bibli otecología * Mcde llín Vol. 20 No. l. Enero-Jun io de 1'197
Cabe aún anotar algo al respec to, a título de ilu straci ón . En cierta oportunidad en
la que planteaba esta propuesta de lect ura ante un círculo de expertos (profesores
y especialistas en materias de espec ial proximidad con lo que aquí se expone), se
me reprochó vivamente la supuesta inspiración hermenéuti ca de la misma. En
realidad no me fueron claras las razones de tal reproc he. Este se apoyaba en un a
simple descalificaci ón adjetiva y no argumentada de la hermenéutica.
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Re visia lnterarnerican a de Bib li otecología * Medell ín Vol. 20 No. l. Enero-Junio de 1997
OBSERVACIONES COMPLEMENTARIAS
1. Algún lector de esta propuesta podría considerarla como un esfuerzo más, en esa
empresa insistente de la época de supresión del sujeto; en este caso, en el acto
de leer. O dicho en un lenguaje más semiológi co, un intento por soslayar la
intervención interpretativa del destinatari o de un tex to. En este sentido la
propuesta contendría un ideal de objetividad , ideal que esperaría lograrse a
través del proced imiento indicado. Lejos estoy de proponerlo y muy diversos
elementos del texto mi smo (que aspiro que sea n notados) pretenden subrayar la
participación del sujeto en cualquier acto ll amado humano, y que por tanto
parti cipa igu almente en la lectura, sea ésta o no analítica. Sin embargo, a partir
de allí lo que se plantea es la posibilidad de un debate sobre la func ión y
significació n del suj eto en general. Debo señalar que situar tal debate en
término s de legitimación, o por el contrario de posibilidad de conseguir la
supres ión del sujeto, no sólo no es el propósito, sino que a su vez estimo que se
trata de una muy deficiente manera de abordar este punto. Permítaseme una
breve consideración al respecto.
Estimo que tal di scusión exige, a mi juicio, definir muchos puntos con relación
a la posición de la época relativa al sujeto, y lo que desde el psicoanálisis se
pretende rescatar con la causa analítica. Exige considerar en extenso y en forma
puntual, el problema relativo al malentendido esencial en los vínculos humanos,
y la función de la ética para reducirlo; también , en lo más específicamente
semiológico de la lectura, examinar conceptos y problemas como los de
cooperación del lector, las estrategias generativas del autor, el marco generativo
del texto, los elementos neutros del texto o los mundos posibles de un texto,
entre otros. De todas formas aquí, de una u otra manera, éstos han sido
considerados: así sea sólo parcialmente y bajo otras designaciones. Aún así es
posible al menos añadir algo al respecto.
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Revista lnteramericana de Bibliotecología * Mede llín Vol . 20 No. 1 Ene ro-Junio de 1997
2. Antes de finalizar quisiera destacar otro punto que da lug ar a diversos equívo-
cos : la exposición de los resultados de un trabajo de lectura como el que aquí se
ha descrito no equivale al trabajo mismo de lectura. La exposici ó n puede incluir,
además de diversos aspectos de una lectura, los comentarios , las tesis o
elaboraciones que el lector, (ahora convertido en expositor, autor si se quiere),
considere necesario indicar, productos éstos de actividades cuyo origen puede
ser muy diverso . La exposición de resultados puede ser examinada en otro
contexto, por ejemplo con relación a la naturaleza y función de la escritura.
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Revista lnt erame ri cana de Biblioteco logía • Medc llín Vo l. 20 No . l. Ene ro-Junio de 1997
las cuales se torn a hoy nuestro interés. Y se ti ene que record ar que no es
señalamiento desacertado dec ir que «para el interés de hoy sólo vale lo
interesante, que es aquell o que permite ser indiferente un instante des pués, para
ser supl antado por otra cosa, que nos toca tan poco de cerca como la anterior»,
co mo lo indica al gún pensador fundamental de nuestro ti empo.
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(Las anteriores son algunas referencias de importancia, no las únicas, que pueden
considerarse en la obra de Lacan, a propósito de algunos de los puntos aquí
planteados. Esto sucede igualmente con otros autores citados en esta bibliografía.
No hemos mencionado en este lugar sus referencias a la lectura consignados en la
mayor parte de sus seminarios, las cuales son numerosas, por no haber establecido
un seguimiento puntual de las mismas. Sin embargo en seminarios como Aún u
otros es posible hallar consideraciones valiosas al respecto).
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