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Revista lnteramericana de Bibliotecología III Medellín Vol. 20 No. l.

Enero-Junio de 1997

ELEMENTOS PARA UNA TEORIA DE LA LECTURA:


(LECTURA E INTERPRET ACION)*

Juan Fernando Pérez Salazar**

RESUMEN
Concepción de la lectura como un movimiento en tres tiempos, denomi-
nados en su orden: lectura intratextual: aquella que aspira a investigar
un texto para intentar establecer sólo desde el texto mismo lo que éste
dice; lectura intertextual, segundo tiempo de lectura en el cual se
pretende cotejar y someter a discusión párrafos, conceptos, enunciados,
de dos o más textos, yfinalm entelectura extratextualque pretende ubicar
un enunciado o un conjunto de ellos, como campo referencial explícito
donde debe inscribirse el texto base y que no es obj eto de discusión. El
conjunto de los tres tiempos se denomina lectura analítica. Hay un
énfasis en la lectura intratextual pues se considera estrictamente indis-
pensable para los otros dos tiempos y es condic/611 de una ética de la
discusión, presupuesto fundamental de una lectura enriquecedora.
Palabras-clave: LECTURA
TEORIA Y PRACTICA DE LA LECTURA.

Este trabajo fue presentado en forma parcial en la «Jornada de Caneles» de laAsociaci611 del Campo Freudia110
de Colombia (ACFC) en Medellín , el 26 de noviembre de 1994. Anteriormente había sido discutido en otros
espacios, también en forma parcial. Aquí se divulga la versión completa.

Opto por utilizar el vocabulario que he empleado en diversas panes para referirme al tema. Fue del profesor
Saúl Sánchez, profesor de la Universidad de Antioquia, de quien conocí aspectos esenciales de su contenido
y denominación; igualmente obtuve sugerencias y precisiones valiosas del profesor Jairo Montoya de la
Universidad Nacional (Secciona) de Medellín), así como de miembros de un canel declarado en la ACFC, cuyo
tema fue la interpretación. Otro tanto ocurri ó con algunos panicipantes de una mesa de lectura de la ACFCy
con algunos estudiantes de la Universidad de Antioquia. No obstante, los planteamientos que aquí se hacen
son sólo responsabilidad de quien suscribe este texto. Empleo los términos propuestos por el profesor Sánchez,
si bien estos son también utilizados en semiótica con propósitos y sentidos que no coinciden estrictamente con
aquellos que aquí les asigno (ver entre otras referencias Greimas y Counés, 11, 1986).

** Exdirector y actual profesor del Depanamento de Psicoanálisis. Facultad de Ciencias Sociales y Humanas.
Universidad de Antioquia.

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Se trata aquí básicamente de discutir algunos aspectos acerca de qué significa leer.
También de la relación de la lectura con la investigación y dos o tres puntos más
relativos al tema. Asumo la lectura como un acto de interpretación de un texto.
Aludiré en lo fundamental a un procedimiento que se puede denominar lectura
intratextual. Es un primer tiempo, que es complementado por otros dos. El segundo
le designo lectura intertextual y el tercero lectura extratextual, términos estos que
ya sugieren su definición. El conjunto de los tres tiempos es lo que propiamente
llamo lectura analítica. término que en este contexto, lo subrayo, no es utilizado
para designar lo que en forma eventual alguien quisiera denominar como «lectura
psicoanalítica».

DEFINICIONES

Las definiciones básicas que aquí se utilizan son:

La lectura intratextual es un primer tiempo de lectura que aspira a investigar un


texto, para intentar establecer, sólo desde el texto mismo, lo que éste dice.

La lectura intertextual, segundo tiempo de lectura, en el cual se pretende cotejar


y someter a discusión unidades de análisis (párrafos, conceptos, enunciados, etc.)
de dos o más textos, de uno o varios autores.

La lectura extratextual, tercer tiempo de lectura, que pretende ubicar un enuncia-


do, o un conjunto de enunciados, como campo referencial explícito en el cual, se
supone, debe inscribirse la lectura del texto de base.

La diferencia entre la lectura intertextual y la lectura extratextual radica en que ésta


última, más que proponer una discusión entre unidades de análisis, sitúa un campo
referencial que explícitamente define, y que no es objeto de discusión, pues se le
considera como doctrina aceptada desde donde deben entenderse aspectos impor-
tantes de lo que dice un texto. La lectura extratextual es sólo un tiempo, es la forma
de lectura desde la que se pretende producir una interpretación con la ayuda de un
saber cualquiera. Cuando esta se convierte en la forma básica de lectura, es claro
que la doctrina que opera como campo referencia, se torna así lenguaje de nivel
superior, ubicado en ese lugar con el fin de penetrar un texto al cual se le asume
como un discurso de nivel inferior.

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Eventualmente, el campo referencial es corregido a partir de la lectura así efectua-


da, es decir, deja de ser considerado como doctrina para la interpretación de aquello
que es objeto de discusión . En tal caso, hecho no muy habitual en general, la lectura
extratextual pasa a ser propiamente intertextual. A menudo estas dos formas de
lectura se realizan sin haber efectuado una lectura intratextual del texto que se
pretende leer. Uno de los planteamientos que aquí se expone consiste en considerar
las prácticas de lectura así e mprendidas como un error frecuente e importante. En
principio aquí no es indispensable que el segundo tiempo preceda al tercero , pero
sí es necesario tener en cuenta sus diferencias.

Haré énfasis en la lectura intratextúal en la medida en que la considero estrictamente


indispensable para las otras dos indicadas. La estimo indi spensable para un bien
leer, lo cual , antes que un propósito técnico, o de un mero interés para la simple
comprensión de un escrito, es condición de una ética de la discusión . Conviene
considerar que leer es un acto de discusión , amistoso o no, que a menudo se
prolonga más allá de la lectura misma.

En este sentido, se concibe aquí la lectura intratextual como una manera de


interrogar en el lector su tendencia espontánea a la autoafirmación en sus posicio-
nes, fundamentales o triviales. Se considera aquí esta tendencia cuestionable como
tal, desde el punto de vista de una ética de la di scusión, desde los presuntos fines
de enriquecimiento intelectual que, se dice, pretende la lectura, o si se tienen en
cuenta los efectos prácticos que de ella eventualmente se deriven , o aún sus
posibilidades lúdicas. Haré énfasis en ella porque, en forma rigurosa, es la menos
practicada, así sea ineludible, al menos en algún momento para todo lector, si se la
toma como la relación más «directa» posible entre un lector y un texto.

DE LA LECTURA INTRATEXTUAL

Conviene destacar que si bien una lectura analítica es algo deseable, dadas las
exigencias específicas de la misma (algunas de las cuales son precisadas más
adelante) , se espera que su realización efectiva se produzca especialmente en la
investigación. Sería deseable que ella fuera el fundamento de toda posición como
lector, en la que no se haya renunciado de antemano al pensar en favor de cualquier
manera simple de autoafirmación.

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La lectura intrate xtu al es un a fo rma de lectura de un texto cualquiera. Po r tanto


impli ca que e l lector, en este primer ti empo, se sitúe de tal manera que tenga como
ún ico objeto de lectura el texto mismo, en su mayor integralidad y literalidad
posible, es decir, que realice una lectura só lo a partir de l conoci mi en to que debe
tener de los códi gos lingüísti cos all í utili zados.

El texto en cuesti ón constitu ye entonces, insisto, e l único objeto manifiesto de


lectura dable al lector. Durante este ti empo se propone la suspensión de toda
lectura o referencia adicional , in vocada como necesaria para poder estab lecer
qué dice allí, salvo que algún hecho lo ex ij a ex plíci tamente como condición para
una comprensión adecuada de la dimensión denotativa de los términos
empleados en el texto 2 , por ejemplo, que impli que obligatoriamente conocer un
dato no brindado, que e l lector ignore e l significado de algunas palabras e mpleadas,
que ex istan dudas fund adas acerca de la validez de la traducción uti li zada, cuando
se trate de textos ori gin almente escritos en o tra lengua, u otras pos ibilid ades
análogas. En tal es casos el di cc ionari o, o las notas aclaratorias puntuales son los
únicos complementos cl aramente previstos en la lectura intratex tual.

Uno de los principios básicos para la lectura intratex tual, principi o que a .su vez
plantea los límites del procedimiento, es que la condición necesari a y suficiente
para el lector sea sólo el conocimiento de la dimensión denotativa de los términos
utili zados en e l texto. Por insó lito que parezca, las connotaciones de un término o
expresión, casi siempre son deducibles a partir de la dimensión denotativa de los
mi smos, o susceptible de ser establecidas a posteriori, a parti r de la decis ión efecti va
por parte del lector de pensar el texto. En este sentido aparece la exigencia de ser
complementado por lecturas inter y extratextu ales, si se aspira a interpretaci ones
más acabadas, lo cual no significa que las interpretaciones q ue se consigan en fo rm a
intratextual no sean básicas ni carentes de compleji dad en muy di versas ocasiones.
Sin embargo, el hecho de proponerle como momento necesario y previo a otras
formas de lectura, impli ca, que, a través del mi smo, aquell o que esencialmente se

2. Utilizo aquí el término «de notativa» en su sentido más corriente (véase un diccionario cualquiera de la lengua.
por ejemplo el Dicc ionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española}, es decir en él signi fi cado
de una palabra (o de una expresión) en el cual coi ncide toda la comunidad lingüística en la cual está escrito
el texto en c uestión. «Arbol» puede tener di versos significados, pero hay pan ic ul armente un o de estos en el
cual coi nc iden los habl antes de la lengua española, en su conj unto.

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pretende, sea crear algunas condiciones necesarias para que , en efecto, se eje rza el
pen sar en e l acto de lectura ; y a través de ese pen sar real , se puedan establecer
interpretac iones que permitan (y permiten) acuerdos básicos con relación a lo que
dice un texto , lo cual considero que se con sigue en la observancia de lo indicado.

Establecer ac uerdos básicos es una ventaja indudable para diversos propósitos,


entre ellos para cualquier discusión y para la construcción de una ética de la misma.
Consi dero que en la mayoría de los campos, la imposibilidad del acuerdo se suscita
por la producción de inte rpretac iones qu e se basan en lecturas de términos y de
unidades en discusión, en las que juegan un lugar prioritario las dimensiones
connotativas de los mi smos, cuando no sustentadas en invocaciones meramente
arbitrari as , interpretaciones propuestas por e l lector desde su erudición o cualquiera
otro lugar semejante , pero no a partir de la demostrac ión de su presencia en el texto .
No hay duda e nto nces que lo que se pretende es evitar que la proliferación de
sentidos propi a del lenguaje obligue a considerar la lectura como un acto finalmente
imposible, o simplemente imaginativo o erudito, lo cual sin duda también es.

O para decirlo en otro lenguaje, se trata de reducir al máximo posible el mal enten-
dido propio de la comunicación humana, hecho omnipresente tanto en la lectura
como en cualquier vínculo entre los hombres, fundado en la polisemia de los
signifi cantes. La ciencia proporciona una enseñanza en este sentido , al establecer
signifi cados unívocos en su lenguaje, lo cual hace que los acuerdos básicos allí sean
más firmes. Esto, sin embargo, de ninguna manera impide que en la ciencia se
presente tambi én el malentendido, puesto que ella sólo es posi ble gracias al sujeto
y por tanto se introduce la polisemia de los significantes. Es la univocidad del
lenguaje c ientífico la razón de la llamada objetividad de la ciencia, punto tan difícil
de entender para el positivi smo.

Por otra parte, conviene tener en cuenta que la dimensión denotativa de un término
constituye un delicado problema, en particular cuando se trata de la lectura de
traducciones, más si son de textos antiguos. Provisionalmente indico que para la
di scusión acerca de traducciones en la lectura intratextual , es necesario suponer el
texto en cuestión como texto original, pues de lo contrario lo que se inicia es una
lectura intertextual. Cabe aquí anotar que esto subraya el carácter incompleto del
procedimiento propuesto, "incompletud" que, sin embargo, todo método posee.

Ahora bi en, cuando el lector ignora el significado de algunas palabras empleadas,


o algún dato necesario en el texto, o existen dudas fundadas acerca de la validez de

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la traducción utilizada u otras posibilidades análogas, y parece necesario apelar al


diccionario o a notas aclaratorias, es corriente constatar que, desde el mismo texto
que se lee, se puede establecer el significado de un vocablo, al menos en el texto ;
también, insisto, las diversas connotaciones y matices de una expresión o de un
concepto o de un dato para el autor en referencia, inclusive en muchas de las
circunstancias en las que se les ignore de antemano. No siempre es posible esto
desde luego, pero sí con mayor frecuencia de la que se puede suponer.

En este sentido también se insiste aquí, en que las referencias a otros textos del
mismo autor no deben ser consideradas , hasta tanto se produzca una interpretación
intratextual de aquel que es objeto inmediato de lectura. Se trata pues de leer lo que
se lee, y no algo que la erudición o cualquier otra razón invoque como complemento
o condición de comprensión. Es sólo a partir de la dimensión denotativa de los
términos de un texto, que se aspira, en principio a través de la lectura intratextual ,
a establecer otros sentidos que los términos o conceptos empleados allí puedan
tener, sin necesidad de apelar a otros textos o referencias que los indiquen , salvo que
lo imponga una de las razones anotadas.

Conviene no olvidar, como quedó antes indicado, que cuando se trata de traduccio-
nes, se produce algo particularmente significativo para la lectura intratextual. Es el
hecho de que el lector se encuentra ya ante otra interpretación previa y específica
del texto, interpretación introducida por el traductor y particularmente activa para
el lector. Por tanto, no se halla ante aquello que muchas veces asume
desprevenidamente como texto original. Es conocida la importante cantidad de
controversias y de malentendidos que desde allí se engendran. No es posible
examinar en este lugar el sinnúmero de interrogantes que plantea la lectura de textos
traducidos, aspecto que sería necesario tratar si aspira a una teoría más elaborada
acerca de la lectura. Llamo la atención sobre los dos puntos señalados, es decir, la
presencia de otro texto, si se quiere invisible, en la lectura, y la necesidad de asumir
el texto traducido como texto original, para la lectura intratextual, lo cual será objeto
de eventuales correcciones posteriores.

Subrayo que el procedimiento contiene el presupuesto de que tanto la estructura


sintáctica como los significados de las palabras que el texto utiliza, son conocidos
(o establecidos), asumidos y utilizados en la lectura por el lector. Se reduce a esto
toda la erudición exigible. Es necesario destacar que conocer el significado de un

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término no siempre equivale a utilizarlo en la lectura, y que con no poca frecuencia


los lectores llegan a des-conocer tales significados , en virtud de los imperativos de
producir prematuramente sentencias acerca de un escrito. Tampoco se dice aquí que
conocer el significado de un término sea conocer toda la dimen sión conceptual que
un autor le otorgue.

Todo lo anterior constituye una propuesta para poder asumir lo qu e debería. ser
obvio, es decir, situarse como lector en la di sposición de aceptar que un texto dice
algo en su literalidad misma; y que por e llo establecer ese algo es condición de toda
lectura.

DEL PROPOSITO

Es claro, como lo plantea R. Chartier, que la lectura es por definición rebelde y


vagabunda y que son infinitos los procedimientos y astucias tendientes a no ·
someterse a la voluntad que propone el creador de un texto. Por ello debe precisarse
un poco más lo anteriormente indicado. ¿Qué pretende la lectura intratextual, tal
como la concibo y acabo de definir? Producir una interpretación básica acerca de
la cual se pueda disponer de un grado de certidumbre altamente razonable. Esa
certidumbre . se funda en el hecho de que la interpretación en cuestión está
construida esencialmente a partir de lo que debería considerarse como la fuente
básica de toda lectura, es decir el texto mismo, y no desde tesis o decires importados
al mismo por el lector; en la consistencia lógica que se espera que rija su
construcción; y en la posibilidad efectiva de ser sometida a cualificaciones
sucesivas a través de otros tiempos de lectura, y de contrataciones por la discusión
que ella pueda suscitar.

Es decir, la lectura intratextual intenta establecer, con el mayor rigor posible, qué
es lo que esencialmente dice un texto que se pretende haber leído, a partir de lo que
allí dice, no de lo que se le atribuye o se exija como condición de lectura, más allá
del texto. Se trata entonces de un procedimiento para producir una interpretación
básica e incompleta, en principio necesaria a cualquiera otra; no pretende que desde
allí se puedan responder a todas las preguntas pertinentes que le sean formulables
a un texto, ni tampoco entonces estar exento de la posibilidad del error. Tampoco
se plantea como posible el que sea practicada con todo tipo de textos, aun cuando

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sí con una cantidad muy significativa. No se habla por tanto aquí de lecturas muy
particulares o circunstanciales, como la de algún manuscrito antiguo y enigmático
hallado en alguna isla solitaria en una botella de origen desconocido.

Que existe un más allá del texto y del lector, no hay duda. Que ese más allá incide
en la lectura, y no de cualquier manera , no sólo es cierto sino que desconocerlo sería
necio. Que los hábitos y las teorías de lectura imperantes han establecido que para
leer correctamente es necesario invocar erudiciones crecientes que lo iluminen. y
así se colmen las dudas y vacíos que ésta suscit a, es igualmente cierto. Que resulta
muy exigente para muchos lectores intentar poner en suspenso momentáneamente
sus concepciones, saberes y posiciones cuando lee, es indudable. Que el ejercicio
propuesto contradice las más variadas tradiciones. prácticas y teorías de la lectura,
y que en consecuencia es legítimo sospechar del mi smo, también es cieno.

No obstante, este procedimiento ha mostrado validez y fecundidad como forma de


investigación de un texto. Exige como condición mínima, pero no única. un a
posición ética como lector, un poco de «buena voluntad », de esfuerzo, en especi al
para poner en suspenso, al leer, algunos preconceptos. También exige que se tenga
en cuenta que se trata sólo de un primer tiempo. sucedido por otros que consideran.
éstos sí, ese «más allá del texto», tan socorrido en general.

La interpretación obtenida a través de una lectura intratextal se considera, en este


lugar, como una conclusión y por tanto, como el resultado de un proceso regido por
las premisas señaladas, y por una temporalidad lógica, la de la organización
sintáctica del texto, y la de su(s) significación(es).

Quizá convenga añadir que, de acuerdo con lo observado en experiencias de lectura


intratextual, uno de los efectos que suscita la utilización del procedimiento es el de
la pacificación del lector, en especial cuando se trata de abordar textos complejos.
Esto, en principio parece explicable por el hecho de que no se está supeditado,
esencialmente, a nada diferente del texto que se asume. En este sentido el
procedimiento implica asumir una posición de sujeto responsable de la lectura y no
de eco de interpretaciones, erudiciones y saberes, que se supone debería conocer
e interponer entre el texto y su lectura, las cuales no pocas veces introduce
etéreamente, sin comprender con claridad su razón de ser, para así nublar su acto
y suscitar de esta manera cantidades de angustia. muchas veces significativas, que
terminan por producir los más variados e indeseables efectos.

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. En suma, se trata de proponer una forma de lectura en la que se considere al lector


como sujeto que valoriza ante todo el pensar, es decir que aspira a establecer lo
esencial , de un texto para el caso, no como sujeto convocado para la autoafirmación
y la repetición. Todo ello fundado en una posición que aspira a una ética, vigente
también en el acto de leer.

DE LA TEMPORALIDAD EN LA LECTURA INTRA TEXTUAL

Es ya conocid_a con cierta amplitud la tesis de Lacan sobre la temporalidad lógica


que rige en una indagación cualquiera (ver Lacan, J., 1984. pp. 187-203). Lacan
establ ec ió que en procesos tales se produce la vigencia de tres tiempos que es
necesario diferenciar. Los designa como el instante para ver, el tiempo para
comprender y el momento para concluir y estos definen una sucesión lógica más
que una cronología. Los términos propuestos por Lacan describen en forma ·
adecuada, el sentido que les asigna. Puede notarse que tales denominaciones
comportan un orden lógico, orden que parte del ver, pasa por el comprender y
termina por concluir. A la vez establece cómo hay una cierta cronología diferenciable
entre ellos. Para el primer tiempo habla de un «instante», para el segundo de
«tiempo» y para el tercero de «momento» . Esto sugiere una cierta brevedad para el
primer tiempo, una posibilidad de detención en el segundo, y nuevamente una cierta
brevedad para el último.

Considera el instante para ver como el momento inicial de confrontación con el


objeto, en el cual se produce la percepción de su globalidad, pero de ninguna manera
la comprensión cabal del mismo. Es tiempo de lo imaginario. Es tiempo de
formulación de las hipótesis más generales y provisionales. El tiempo para
comprender es el tiempo del análisis, de la formulación de preguntas, de confron-
tación con las hipótesis iniciales, y de adición de nuevos ~lernentos, antes no
captados en el objeto. Finalmente, el momento para concluir es el tiempo de la
decisión , de la síntesis, de la formulación de la interpretación más o menos
definitiva, obtenida a través de todo el proceso. Es un tiempo en el que se espera
haber franqueado lo imaginario para acceder a una interpretación conclusiva.

Planteo estos tiempos lógicos para la lectura intratextual como aquellos que
constituyen el conjunto del proceso así designado, los cuales deben darse en la

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sucesión indicada, para producir la interpretación. Lo anterior implica algunas


prec1s10nes.

Como quedó señalado el instante para veres el tiempo inicial, de percepción global
del objeto. Esto implica en la lectura intratextual una lectura inicial, no detallada,
que permita una primera aproximación general. Pretende disponer de una primera
visión , una lectura provisional; es un tiempo de información, pero lectura indispen-
sable, por que es fuente de datos de importancia para los otros tiempos, que de otra
manera el lector no podría disponer sin apelar a otros lectores. Lectura que pretende
establecer la «confección» (según la vivaz expresión del profesor Montoya) de la
escritura del texto . Exige, si el leer quiere ser pensante, ser complementado por un
tiempo para comprender, tiempo de preguntas.

Esto significa que es necesario interrogar al texto, pero inicialmente interrogarle


desde sí. E interrogarle en forma pertinente, es decir, con relación a lo que se ha
logrado discernir. A ello contribuye eficazmente el poder di sponer de una primera
aproximación global al mismo. El segundo tiempo es entonces tiempo de interro-
gación de las primeras hipótesis establecidas, de adición de nuevos elementos a la
lectura inicial, tiempo de la captación de las consistencias o inconsistencias internas
que lo definen . Por lo tanto, es tiempo de la definición de las relaciones internas que
rigen su construcción, de revisión de cómo su gramática incide en la producción de
sentido, o de sus inconsistencias; tiempo de la precisión, lo más puntual posible, de
los significados que tienen los términos que constituyen el texto y del sentido que
lo orienta.

Finalmente, y como resultado de lo anterior, se da el momento de concluir. Es el


momento de formulación de una interpretación acerca de lo que dice el texto,
momento de producción de uno (ovarios) enunciados que expresen una conclusión
acerca de lo que el texto dice.

Se podrá observar cómo en las prácticas de lectura corrientes se pasa de lo que aquí
se designa como el instante para ver en la lectura, a lecturas intertextuales o
extratextuales, sin haber realizado los dos tiempos lógicos adicionales indicados
para la lectura intratextual, es decir, sin disponer, en estricto sentido, de una lectura
mínima necesaria, al menos para las exigencias de la investigación científica, y sin
haber efectuado una lectura rigurosa del (de los) textos(s) que se le opone(n). Esto

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significa que, de lecturas propiamente imaginarias, por tanto fragmentarias e


imprecisas, se pasa a menudo a instaurar discusiones u oposiciones de tesis y
doctrinas, sin haberse permitido, como lector, establecer lo que efectivamente un
autor puede haber consignado en su texto. Los efectos que ello produce son sin
duda, muy diversos.

Hugo de San Víctor, filó sofo y gramático del siglo XII, propone dividir e_l
comentario de un texto en tres tiempos, los cuales no dejan de evocar diversos
aspectos aquí mencionados .

Son ellos litera, sensusy sententia. J. A. Miller los describe de esta manera: «Litera
es el nivel de comprensión del texto, el nivel más gramatical. Sensus es el niveldel
significado, de la manera más explícita y fácil ( .. . ).Sententia, inteligencia profunda
de la significación. Es solamente este nivel de la sententia el que puede justificar
la di sciplina del comentario». (Miller, J. A. 1987. pp. 14-15) 3 • Los términos
señalados indican ciertos énfasis que el comentarista de la Edad Media hacía en su
lectura. En la litera rige la letra, la literalidad. En el sensus el objetivo es el
desciframiento. En lasententia el propósito es la construcción de la síntesis, a través
de las sententiae. Quizás se podrá reconocer que los tiempos lógicos propuestos
aquí para la lectura intratextual podrían también considerar el vocabulario del
filósofo medieval, y así observar cómo un leer medieval se fundaba en la importan-
cia concedida a proceder desde la literalidad del texto. También cómo la significa-
ción que tenía la interpretación del mismo se establecía a partir de sentencias, es
decir de esfuerzos de reflexión y de síntesis precedidos del análisis.

Con esto se trata de destacar la significación del leer cuando el texto se asume como
algo digno, en sí, de ser explorado, como algo que merece ser oído. Ello no
garantiza, desde luego, que los resultados siempre sean incontrovertibles. Sólo
revelan una posición ante el texto que aquí intento resaltar como necesaria, posición
que lectores de diversas épocas cultivaron y que ha servido para construir prácticas
de lectura pensantes; lectura posible, cuando el texto es considerado como objeto
valorizado efectiva y no formalmente , decantación, no pocas veces, de una historia
compleja y de difícil acceso. Es una postura pues ante el texto que se da desde

3. Un examen más amplio de diversos aspec!Os de la relórica medieval puede hallarse e ntre 01ros lex1os en J. J. Murph y.
La relórica en la Edad Media. F.C.E., México, 1986, (1974).

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tiempos lejanos, postura que la época actual en general , época de poubellications4,


tiende a olvidar en forma casi total , seguramente por la lógi ca que la prisa impone .
Téngase en cuenta, sin embargo, que prisa aquí quiere decir también impedimento,
obstáculo que el lector coloca para e l pensar, como lo testimoni an de mane ra
elocuente las llamadas formas de lectura rápid a, para las cuales la in fo rmac ión
sustituye radicalmente el pensar, revelando de esta fo rm a la perspectiva de los
ideales que caracteri zan lo propi o de la época.

Lacan di o pruebas reiteradas de ser un lector ag udo, rig uroso , prov isto de un a
escucha prec isa y metódica; en es te sentido tambi én anali sta, es decir algui en que
se deja permear por el di scurso de otro, para intent ar captar los puntos esenciales
( «puntos de almo hadillado» les ll amó) que arti cul an un discurso_. No puede por
tanto sorprender que su obra esté ll ena de anotac iones, críticas e indicaciones acerca
de la lectura, lo cual será necesari o que alguna vez alguien ordene en fo rm a
sistemática.

Es te texto se pretende in spirado, en más de un punto, en tes is y conceptos de L acan


y pretende as umir, con todo el rigor posible, un fund amento metodológico de su
obra, expresado en diversos lugares. Me refi ero a lo que por ejempl o en un a
entrevi sta con Paolo Caruso indica: «Mi retorno a Freudsignifica simpleme nte que
los lectores se preocupen por saber qué es lo que Freud qui ere dec ir, y la primera
condición para ello es que lo lean con seriedad. Y no basta, porque co mo una parte
de la educación secundari a y superior consiste en impedi r que la gente sepa leer, es
necesario todo un proceso educati vo que permita aprender a leer de nuevo un texto.
Hay que reconocerl o, antes no se sabía hacer otra cosa, pero al menos se hacía bien;
en cambi o, actualmente tampoco sabemos hacer otras cosas , aunque estamos
convencidos de ello; no basta con hablar de método experimental para saberlo
practicar. Sentado esto, saber leer un texto y comprender lo que qui ere decir, darse
cuenta en qué modo está escrito (en sentido musical), en qué regi stro, implica
mucha otras cosas, y sobre todo penetrar en la lógica interna del texto en cuestión».
(Lacan, 1969, p. 95 ).

4. Neologismo propuesto por Lacan para indicar, ent re otros hechos , la posición corriente del lector contempo·
ráneo, donde el texto a men udo se hall a fi nalmente desti nado a terminar en la basura, destino que orie nta la
posición del lector como tal. P11blicació11 se d ice en fr ancésp11hlicatio11 , palabra que queda deformada en este
neologi smo, introduciendo en él el ténnin o pouhelle, basura.

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significa que, de lecturas propiamente imaginarias, por tanto fragmentarias e


imprecisas, se pasa a menudo a instaurar discusiones u oposiciones de tesis y
doctrinas, sin haberse permitido, como lector, establecer lo que efectivamente un
autor puede haber consignado en su texto. Los efectos que eJlo produce son sin
duda, muy diversos.

Hugo de San Víctor, filósofo y gramático del siglo XII, propone dividir el
comentario de un texto en tres tiempos, los cuales no dejan de evocar diversos
aspectos aquí mencionados .

Son ellos litera, sensusy sententia. J. A. Miller los describe de esta manera: «Litera
es el nivel de comprensión del texto, el nivel más gramatical. Sensus es el niveldel
signifi cado, de la manera más explícita y fáci l( ... ). Sententia, inteligencia profunda
de la significación. Es solamente este nivel de la sententia el que puede justificar
la di sciplina del comentario». (Miller, J. A J 987. pp. 14-15)3 • Los términos
señalados indican ciertos énfasis que el comentarista de la Edad Media hacía en su
lectura. En la litera rige la letra, la literalidad. En el sensus el objetivo es el
desciframiento. En lasententia el propósito es la construcción de la síntesis, a través
de las sententiae. Quizás se podrá reconocer que los tiempos lógicos propuestos
aquí para la lectura intratextual podrían también considerar el vocabulario del
filósofo medieval, y así observar cómo un leer medieval se fundaba en la importan-
c ia concedida a proceder desde la literalidad del texto. También cómo la significa-
ción que tenía la interpretación del mismo se establecía a partir de sentencias, es
decir de esfuerzos de reflexión y de síntesis precedidos del análisis.

Con esto se trata de destacar la significación del leer cuando el texto se asume como
algo digno, en sí, de ser explorado, como algo que merece ser oído. Ello no
garantiza, desde luego, que los resultados siempre sean incontrovertibles. Sólo
revelan una posición ante el texto que aquí intento resaltar como necesaria, posición
que lectores de diversas épocas cultivaron y que ha servido para construir prácticas
de lectura pensantes; lectura posible, cuando el texto es considerado como objeto
valorizado efectiva y no formalmente , decantación, no pocas veces, de una historia
compleja y de difícil acceso. Es una postura pues ante el texto que se da desde

3. Un examen más amplio de diversos aspec1os de la re16rica medieval puede hallarse enlre otros 1extos en J. J. Murphy.
La retóri ca en la Edad Media. F.C.E., Méxi co, 1986, (1974).

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Revisla lnteramericana de Bibliotecología • Medellín Vol . 20 No. l. Enero-Junio de 1997

tiempos lejanos, postura que la época actual en general, época de poubellications4,


tiende a olvidar en forma casi total, seguramente por la lógica que la prisa impone.
Téngase en cuenta, sin embargo, que prisa aquí quiere decir también impedimento,
obstáculo que el lector coloca para el pensar, como lo testimonian de manera
elocuente las llamadas formas de lectura rápida. para las cuales la información
sustituye radicalmente el pensar, revelando de esta forma la perspectiva de los
ideales que caracterizan lo propio de la época.

Lacan dio pruebas reiteradas de ser un lector agudo, riguroso, prov isto de una
esc ucha precisa y metódica; en este sentido también analista. es decir alguien que
se deja permear por el discurso de otro, para intentar captar los puntos esenciales
( «puntos de almohadillado» les llamó) que articulan un discurso . No puede por
tanto sorprender que su obra esté llena de anotaciones , críticas e indicaciones acerca
de la lectura, lo cual será necesario que alguna vez alguien o rdene en forma
sistemática.

Este texto se pretende in spirado, en más de un punto, en tesis y conceptos de Lacan


y pretende asumir, con todo el rigor posible, un fundamento metodológico de su
obra, expresado en diversos lugares. Me refiero a lo que por ejemplo en una
entrevista con Paolo Caruso indica: «Mi retorno a Freudsignifica simplemente que
los lectores se preocupen por saber qué es lo que Freud quiere decir, y la primera
condición para ello es que lo lean con seriedad. Y no basta, porque como una parte
de la educación secundaria y superior consiste en impedir que la gente sepa leer, es
necesario todo un proceso educativo que permita aprender a leer de nuevo un texto.
Hay que reconocerlo, antes no se sabía hacer otra cosa, pero al menos se hacía bien;
en cambio, actualmente tampoco sabemos hacer otras cosas, aunque estamos
convencidos de ello; no basta con hablar de método experimental para saberlo
practicar. Sentado esto, saber leer un texto y comprender lo que quiere decir, darse
cuenta en qué modo está escrito (en sentido musical) , en qué registro, implica
mucha otras cosas, y sobre todo penetrar en la lógica interna del texto en cuestión» .
(Lacan, 1969, p. 95).

4. Neologismo propueslo por Lacan para indicar, entre olros hechos, la posición corrienle del lec1ór contempo-
ráneo, dond e el 1ex10 a menudo se halla finalmenle deslinado a 1erminar en la basura, deslino que orienta la
posición del leclor como !al. Puhlicació11 se dice en francésp11h/ica1io11, palabra que queda deformada en esie
neologismo . introduciendo en él el 1énnino pu11helle, basura.

18
Rev isia lntcra nwri cana de B1 bli otéco l11gía Sil Mcdd lín Vn l. 20 No. l. Enero-Jun io de 1997

para la lectura intratextual. Es te pl anteamiento no es, es tri ctamente hablando, una


in venc ión rec iente, como quedó indi cado atrás; hunde sus raíces en un a antigua
tradi c ión, rica en producc ió n, tradi ción de investigació n que desarroll a la pregunta
¿q ué significa leer?, y que ti ene uno de sus-más notabl es expos itores en Borges,
erudito sin gul ar y hombre de letras. Consúltese al respecto, si se co nsidera
necesari o, su ino lvid ab le re lato Pierre Menard, autor del Quijote, entre otros5 .

Es ev idente que un tex to as í indagado se convierte e n un obj eto de atención


prolo ngad a para e l lector, lo cual signifi ca que si se le as igna tal pri vileg io, es porque
las razones para hacerlo están definid as de antemano. Por ejemplo, en una
in ves ti gac ión cuando se considere necesario es tablecer lo que en efecto di ce un
esc rito, en la fo rm a más ri gurosa pos ibl e. Tex tos de interés c ircun stancial, como los
peri ódi cos, difícilmente pueden ser so metidos a esta for ma de lectu ra, al menos en
todo su ri gor. Sin embargo, tal dificultad pone de presente , entre otras cosas, la
im precisión de los juicios que a menudo establ ecen los lecLOres, y más allá de esto,
el confli cto que exi ste entre las concepc iones as í fo rj adas y e l pensar. Esa dificultad
efectiva que plantea en espec ial la lectu ra intratex tu al, pone de presente igualmente
e l porqué se la propone en lo esenc ial como procedimi ento de investigación, as í
co mo para cualqui er ambici ón de una real fo rmac ión inte lectu al, las que en última
in stanc ia deberían ser consideradas como coexi stentes, en cualquier circunstanc ia.

Fin almente debo destacar, en este orden de referenc ia, que a partir de la lectura
intratextu al se de fend erá la construcci ón obtenida, contra todas aquellas que antes
que leer, obli gan a un tex to a dec ir lo que ese lector desea que aquél di ga. Reconoce
as í, de hecho, que la defensa de un a interpretaci ón elaborada es tanto un compro-
mi so ético como teóri co-práctico.

5. Es claro que destaco vol untariamente el carácter de eru dito de Borges , entre otras razones para señalar que
existen dive rsas fonnas y funciones de la erud ición. Queda así planteada la necesidad de una discusión más
detall ada acerca de la erud ic ión en general, como también acerca del concept o de ignorancia. Por ahora señalo
que lo indicado tiene en cuenta que la ignorancia es posible definirl a, o bi en como un estado de carencia, o
por el contrario, como «u n estado de ll enura» y por tanto como correlato regul ar de las di versas fonnas de
erudición aquí interrogadas. Esto implica que si se considera la ignorancia como llenu ra, («y su consecuencia
natu ral, el espíritu arrogante» al decir de O. Paz) no es este el senti do al que aquí me refiero como condición
de la investigac ión y como posición del lector int eresado en realid ad en establ ecer qué es lo que dice un texto.

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Revista lnteramericana de Bibliotecología • Medellín Vol. 20 No. l. Enero-Junio de 1997

OTRAS CONSIDERACIONES ACERCA


DE LA RELACION LECTURA-PSICOANALISIS

Como queda indicado, la lectura intratextual adquiere parte importante de su


fundamentación en el psicoanálisis, aunque no implica que se considere aquí el acto
analítico como un acto de lectura. Tampoco he intentado plantear que la lectura
in tertextual sea considerada como una réplica de la actividad del analista, como
algún comentarista de esta propuesta lo ha sugerido, así contenga ciertamente
diversos elementos de aquella. Significa esencialmente que desde el psicoanálisis
es posible contribuir a la fundamentación de actos diferentes de aquellos que le son
suyos; porque si el psicoanálisis se interroga por el sujeto a partir del significante,
consiguiendo con ello una teoría del sujeto y del significante, esto le autoriza para
emprender exámenes diversos sobre fenómenos significantes, más allá de la clínica
misma, tal como lo ha mostrado una ya larga tradición inaugurada po r Freud; o
dicho de otra manera, el psicoanáli sis puede contribuir a prácticas diversas (la
lectura es un ejemplo de ello) y concepciones, como también al esclarec imiento de
fenómenos, que no pertenecen en forma específica a su campo y que, sin embargo,
le pueden competir en forma directa, justamente porque el sign ificante se halla en
juego. ¿Será acaso necesario recordar que un texto es materia significante?

Por lo anterior parece pertinente hacer algunas consideraciones adicionales sobre


lo que acabo de esbozar.

Si bien el psicoanálisis, a partir de Lacan, no reduce todo al orden significante, su


acto se define como un tratamiento de lo real por lo si mbólico. La consigna según
la cual «en Lacan no todo es significante» sin embargo no parece posible de ser
entendida como una exclusión de la noción de significante del orden de lo
simbólico, o como el simple olvido y abandono del significante, como implícita-
mente (no al teorizarlo) parece que quisiera sugerirse en algunos ámbitos. Estimo
prudente recordar que no es correcto arrojar el niño con el agua sucia en la cual se
le ha bañado, para decirlo tal como se acostumbra en una cierta jerga.

Sólo me es posible en este lugar llamar la atención sobre lo que considero una
confusión importante, confusión relativa a la noción de lo real en Lacan. Estimo que
la noción lacaniana de lo real se toma impropia y se la simplifica y altera en forma
harto significativa, cuando de hecho o por confusión legitimada, se la hace
equivaler a los conceptos de lo material y lo existente.

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Rcvisra l111crarncnca11a de B1hl1l>1ccnlngía III Mcdd lín V11 l 20 No. l. Enero-Jun in de 1997

Lo real en Lac an no es equiv ale nte a las noci ones indicad as y é l mi smo se es forzó
por diferenciarl as , al inc luir e n lo real segmentos que han quedado tradi cionalmente
ex cluidos de la mi sma, o mal definidos allí. Será necesa ri o otro lu gar más específi co
para mostrar las diversas consecuenci as de es ta confusión, que ha obturado e l
acceso al psicoanáli sis a impo rtantes co rri e ntes del pensa mi ento de la época.

Considero que darle un lugar re levante a lo rea l e n ps icoanáli sis y exigir una
e lahoració n c lara de l concepto, no equival e a ahandonar toda re ferencia al
signifi cante. Pero darl e un lu gar no es lo mi smo que abu sar de é l, como ha sucedido
e n di versos momentos de la hi storia de l psicoanáli sis. Ese lu gar específi co lo
rec uerd an múltipl es pro pos ic iones y es trateg ias q ue conform an la doctri na
ps icoanalíti ca ace rca de la direcc ión de la cura. Baste aq uí recordar un princ ipi o
freudiano, elocuente al res pecto, según e l cual en psicoanáli sis se rech aza la
interpretación a través de di ccionari os o claves preconcebidas; se pl antea así en la
med id a en que éstos irían en contradicc ión con la escucha de la cadena significante
de l paciente. T ampoco propone exámenes y es tudi os co mpl ementari os a la palabra
de l pac iente co mo condi ción del acceso a su di scurso .

Desde allí se han co nstruido aspectos decisivos respecto a la pos ición del anali sta,
caracteri zada por la escucha, la cual a su vez, co mo lo he destacado atrás , se de fin e
por hall arse articul ada a la ignoranc ia, no al saber. Se trata de un pl anteami ento que
también Freud de fini ó como el fundam ento del acto de l anali sta y que se establece
en el reconocimiento de que e l saber no equi vale a la verd ad, sino que por el
contrari o generalmente está allí para obstruirl a. En gran medida este es el princ ipio
que de fine el recorrido, la experi encia y la causa analíti ca.

De todas formas parece aquí pertinente recordar una fó rmula de Lacan : «La
ignorancia en efecto no debe entenderse aquí como una ausencia de saber sino , al
igual que el amo r y e l odio, como pasión del ser; pues puede ser, como ellos, una
vía en la que el ser se form a. ( ... ) El fruto positivo de la revelac ión de la ignoranc ia
es e l no-saber, que no es una negación del saber, sino su fo rm a más e laborada».
(Lacan, J. 1984. pp. 344-5 ).

De lo indi cado también puede reconocerse que aquí se de fin e la interpretación en


la cura, más que como el obj etivo del acto del an ali sta, es decir como el propósito

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Revista lntcramericana de Bibli otecología * Mcde llín Vol. 20 No. l. Enero-Jun io de 1'197

de procurar un sentido a una conducta o a un significante, como el medio para crear


las condiciones para que se produzc a en el sujeto una nuev a posici ón relativa a sus
formas de goce. Por tanto , no se concibe al psicoanáli sis como una hermenéutica.
Ello no significa que se renuncie a la interpretación, si no que se reconocen «los
poderes de la palabra», poderes que, no son todos loables, es necesario saberlo. En
este espíritu está inspirada la propuesta que aquí se hace para la lectura, propuesta
que se expone para que pueda ser enriqueci da y corregida con argumentac iones
consistentes.

Cabe aún anotar algo al respec to, a título de ilu straci ón . En cierta oportunidad en
la que planteaba esta propuesta de lect ura ante un círculo de expertos (profesores
y especialistas en materias de espec ial proximidad con lo que aquí se expone), se
me reprochó vivamente la supuesta inspiración hermenéuti ca de la misma. En
realidad no me fueron claras las razones de tal reproc he. Este se apoyaba en un a
simple descalificaci ón adjetiva y no argumentada de la hermenéutica.

No es mi propósi to aquí examinar este cuestionamiento. Lo menciono para indicar


una de las vías de formación del mal entendido en la di scus ión. Sin embargo , si se
tratara de entrar a considerarlo, habría que exigirle al mi smo, al menos, la eventual
demostración acerca del error que existe en permitirle a un texto decir lo que éste
pretende decir. Y esto, antes de atribuirle al empeño de no leer pensante, califica-
ciones, adjetivos, o in spiraci ones que le son ajenas. También sería exig ible un
esclarecimiento de las nociones de interpretación, hermenéuti ca, sentido, signi fi -
cado y significación, en psicoanáli sis, cuando se le in voca como obv io respaldo de
dicho cuestionamiento.

Es de interés subrayar que el psicoanálisis ha establecido que el malentendido es


esencial en la comunicación humana y no un accidente en este proceso. Por tanto
el bien-entender(se), no equivale a bienestar; implica una ética, una ética constitu-
yente, que no puede ser el resultado de esfuerzos circunstanciales que los sujetos
deban realizar para di sipar hechos aleatorios que participarían en los vínculos
humanos. Se le piensa como el efecto de posiciones subjetivas definidas, que
interroguen la amplitud de los malentendidos que desde sí siempre se generan en
cualquier vínculo (por ejemplo con el decir de alguien en un texto), para poder
disponer de un lugar desde donde el decir del otro pueda ser escuchado.

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Re visia lnterarnerican a de Bib li otecología * Medell ín Vol. 20 No. l. Enero-Junio de 1997

OBSERVACIONES COMPLEMENTARIAS

1. Algún lector de esta propuesta podría considerarla como un esfuerzo más, en esa
empresa insistente de la época de supresión del sujeto; en este caso, en el acto
de leer. O dicho en un lenguaje más semiológi co, un intento por soslayar la
intervención interpretativa del destinatari o de un tex to. En este sentido la
propuesta contendría un ideal de objetividad , ideal que esperaría lograrse a
través del proced imiento indicado. Lejos estoy de proponerlo y muy diversos
elementos del texto mi smo (que aspiro que sea n notados) pretenden subrayar la
participación del sujeto en cualquier acto ll amado humano, y que por tanto
parti cipa igu almente en la lectura, sea ésta o no analítica. Sin embargo, a partir
de allí lo que se plantea es la posibilidad de un debate sobre la func ión y
significació n del suj eto en general. Debo señalar que situar tal debate en
término s de legitimación, o por el contrario de posibilidad de conseguir la
supres ión del sujeto, no sólo no es el propósito, sino que a su vez estimo que se
trata de una muy deficiente manera de abordar este punto. Permítaseme una
breve consideración al respecto.

Estimo que tal di scusión exige, a mi juicio, definir muchos puntos con relación
a la posición de la época relativa al sujeto, y lo que desde el psicoanálisis se
pretende rescatar con la causa analítica. Exige considerar en extenso y en forma
puntual, el problema relativo al malentendido esencial en los vínculos humanos,
y la función de la ética para reducirlo; también , en lo más específicamente
semiológico de la lectura, examinar conceptos y problemas como los de
cooperación del lector, las estrategias generativas del autor, el marco generativo
del texto, los elementos neutros del texto o los mundos posibles de un texto,
entre otros. De todas formas aquí, de una u otra manera, éstos han sido
considerados: así sea sólo parcialmente y bajo otras designaciones. Aún así es
posible al menos añadir algo al respecto.

Umberto Eco, ese singularísimo intelectual contemporáneo, autor de una


novela casi inigualable en las letras de la segunda mitad del siglo, semiólogo de
un justo reconocimiento internacional, hombre obsesionado con la interpreta-
ción textual , erudito no pocas veces abusivo e inútil (¡no siempre desde luego!
para fortuna de sus innumerables y admirativos lectores, entre los cuales me
incluyo), y ejemplo notable, en algunas de sus actividades intelectuales, para

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Revista lnteramericana de Bibliotecología * Mede llín Vol . 20 No. 1 Ene ro-Junio de 1997

tener en cuenta en el cuestionamiento que aquí se hace de una función que


adquieren ciertas formas de la erudición en la lectura, ha discutido con
argumentos lúcidos y variados, la inevitable intervención del lector en la
interpretación de un texto. Examinar los planteamientos de Eco al respecto
puede resultar de gran interés en diversos sentidos, entre otros en la medida en
que pone de presente la posibilidad de establecer, junto con la que aquí se ha
expuesto, dos maneras diferentes , y sin duda no las únicas , de ubicar la
participación del sujeto en la interpretación de un texto . Esto im plica que
suponer la participación del sujeto tampoco conduce simpl e y llanamente a
idénticos resultados , como se puede inferir a partir de lo que acaho de indicar.
Señalo lo anterior porque hay en Eco una valiosísima referencia para considerar
el punto planteado.

2. Antes de finalizar quisiera destacar otro punto que da lug ar a diversos equívo-
cos : la exposición de los resultados de un trabajo de lectura como el que aquí se
ha descrito no equivale al trabajo mismo de lectura. La exposici ó n puede incluir,
además de diversos aspectos de una lectura, los comentarios , las tesis o
elaboraciones que el lector, (ahora convertido en expositor, autor si se quiere),
considere necesario indicar, productos éstos de actividades cuyo origen puede
ser muy diverso . La exposición de resultados puede ser examinada en otro
contexto, por ejemplo con relación a la naturaleza y función de la escritura.

3. Estimo que en todos los lugares donde se pretende proporcionar formación y


enseñanza, se debería discutir más y mejor sobre qué significa leer. En una
época (época también de la informática), donde la «lectura rápida» no sólo es
proposición sino ideal, cuasi-exigencia y aún deseo, la degradación del leer es
casi inevitable. A esta degradación se está contribuyendo decisivamente desde
las universidades, de las más variadas maneras; piénsese si no en la fu nción que
éstas le han llegado a conceder al manual en procesos llamados de formación
y enseñanza, en la confusión promovida entre educación e información, en la
transformación de las universidades en institutos politécnicos, en los obstáculos
que se elevan también allí contra la investigación, etc. , devaluando explícita o
implícitamente las posibilidades de la lectura y por consiguiente del pensar. La
lectura ha pasado a ser simplemente una actividad complementaria, de
procuración de información y, en últimas , simplemente una «actividad útil », es
decir, de interés. De esta manera llega a equiparársela con otras cosas más hacia

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Revista lnt erame ri cana de Biblioteco logía • Medc llín Vo l. 20 No . l. Ene ro-Junio de 1997

las cuales se torn a hoy nuestro interés. Y se ti ene que record ar que no es
señalamiento desacertado dec ir que «para el interés de hoy sólo vale lo
interesante, que es aquell o que permite ser indiferente un instante des pués, para
ser supl antado por otra cosa, que nos toca tan poco de cerca como la anterior»,
co mo lo indica al gún pensador fundamental de nuestro ti empo.

BIBLIOGRAFIA

Ex iste una amplísima bibliografía sobre la lectura. Se indican a continu ación


algunos tex tos que pueden ser considerados como guías para qui en desee proseguir
alguna elaboraci ón sobre el problema. No se pretende, de ningun a manera, ser
ex hausti vo , ni si qu iera mencionar algunos textos clásicos sobre el leer. En este
sentido ya se hi zo aq uí mención a Cervantes o a un cuento de Borges, y la li sta·de
este tipo puede ser muy extensa. Tampoco se dice aquí, al mencionar un te xto en
esta bibliografía , que siempre se comparten plenamente las tesis que allí se
sosti enen.

ARISTOTELES
Poéti ca/ Ari stóteles. -- Madrid : Gredos, 1974, (Biblioteca Románica Hi spánica.
IV . Textos, 8).

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Análi sis estructural del relato/ Roland Barthes. -- Buenos Aires: Ti empo Contem-
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BARTHES , Roland .
El Susurro del lenguaje/ Roland Barthes. -- Barcf lona: Paidós. 1987, ( 1984). (Col.
Paidós Comunicación, No. 28). (En particular allí «Sobre la lectura», aun cuando
el libro en su conjunto contiene otros textos de interés sobre el tema).

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El Libro/ Jorge Lui s Borges. // En: Selección del cuento latinoamericano de Vélez
Doss han, H. y Torres Aparicio, M . -- Bogotá: Taller Gráfico, 1982.

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El orden de los libros/ Roger Chartier. -- Barcelona : 1994, ( 1992). Gedisa, (Col.
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Carta al Cangrande della Scala / Dante Alighieri .

DUCROT, Oswald y TODOROV , Tzvetan.


Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lengu aje/ Oswald Ducrot y T zvetan
Todorov . Buenos Aires : Siglo XXI. 1974, ( 1972). (Texto por lo demás de gran
interés para una bibliografía más específica sobre diversos problemas que el lema
plantea).

ECO, Umberto
Lector in Fabula/ Umberto Eco. -- Barcelona : Lumen , 1993 , ( 1979).

· FREUD, Sigmund
Construcciones en el análisis / Sigmund Freud. (Vol. XXII). Buenos Aires
Amorrortu , 1989, ( 1937).

FREUD, Sigmund
La interpretación de los sueños/ Sigmund Freud. (Vols. IV y V). Buenos Aires :
Amorrortu . 1989. ( 1900).

FREUD, Sigmund
Lo inconciente / Sigmun Freud. (Vol. VII) . Buenos Aires : Amorrorlu, 1989,
(] 915).

GADAMER, Hans-Georg.
¿Qué debe saber el lector / Hans-georg Gadamer. // En : Poema y Diálogo --
Barcelona: Ed. Gedisa, 1993, ( 1971 ). p. 100- 106.

GARCIA PALACIOS, lván Rodrigo (Compilador).


Leer es/ lván Rodrigo García Palacio// En: El Colomhiano, Dominical. Medellín
14 de marzo de 1993. p. 8-16. (Esta compilación acerca de la lectura contiene textos
de B. Sanín Cano, Cervantes, E. Zuleta, Dosloyevski, A. Muti s, C. Couffon , J.
Guillén , W. Somerset Maugham , E. Obregón, C. Sagan, C. Pavese, G . Cadavid
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le nguaje. (Tomos I y II). -- Madrid : Gredos, 199 I , ( 1986). (Bibli oteca Románica
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a lo indicado aquí a propósito del di ccionario de Ducrot y Todorov).

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De L' éthique de la discu ss ion / Jürgen Habermas. Cerf. -- Parí s: 1992, (1991).

HEIDEGGER, Martín .
El ser y el tiempo/ Martín Heidegger. -- México: Fondo de Cultura Económica,
1967, ( 1927).

ISER, Wolfang.
El acto de leer/ Wolfang Iser. (Col. Persiles, No. 176). -- Madrid: Taurus 1987,
( 1976). (En este texto se podrá encontrar una abundante bibliografía, especialmen-
te sobre la crítica literaria y la lectura. También un examen del problema desde el
punto de vista lingüístico).

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Ensayos de lingüística general / Roman Jakobson. -- Barcelona: Ariel , 1984.

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El saber del psicoanalista/ Jacques Lacan . (Charlas de J. Lacan en Sainte Anne
1971-1972). [s.l. , s,n]. Notas de curso.

(Las anteriores son algunas referencias de importancia, no las únicas, que pueden
considerarse en la obra de Lacan, a propósito de algunos de los puntos aquí
planteados. Esto sucede igualmente con otros autores citados en esta bibliografía.
No hemos mencionado en este lugar sus referencias a la lectura consignados en la
mayor parte de sus seminarios, las cuales son numerosas, por no haber establecido
un seguimiento puntual de las mismas. Sin embargo en seminarios como Aún u
otros es posible hallar consideraciones valiosas al respecto).

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Regarder Ecouter Lire / Claude Levi-Strauss . -- París: Pion, 1993.

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Acerca del malentendido en los vínculos humanos/ Juan Femando Pérez. // En:
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1989. -- Medellín : Imprenta Muni cipal , p. 100-103.

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Sobre la lectura/ Marce! Proust. -- Valenc ia: Pre-textos, 1989. (Ensayo No. 104).

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