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   Técnicas y estrategias para ayudar al niño hiperactivo 

    La forma de tratar el "trastorno de déficit de atención con


hiperactividad" es modificar o compensar lo más posible aquellas
conductas típicas que repercuten negativamente en la vida diaria del
niño y de su familia. El objetivo principal es reducir su impulsividad e
inquietud motriz y aumentar su atención, que son la fuente de sus
principales problemas. Las corrientes psicopedagógicas conductista y
cognitivista ofrecen diversas estrategias para tratar la hiperactividad.
La corriente conductista centra su atención en cómo el ambiente en el
que se mueve el niño (la familia, los profesores, etc.) interactúa con
él para, manejando esta interacción, modificar las formas de
comportamiento. La corriente cognitivista actúa directamente sobre el
niño enseñándole a ejercer su propio control a través del
entrenamiento en estrategias.
TALLER EN GRUPO

TÉCNICAS Y ESTRATEGIAS PARA AYUDAR AL NIÑO


HIPERACTIVO

LEER EN GRUPO Y REALIZAR PRESENTACION AL GRUPO CONTRARIO

(Pueden elaborar carteleras, dibujos, dramatización…)

Corriente conductista: cambiar una conducta


inadecuada a través del ambiente
    Para modificar determinadas actitudes, como la agresividad o la
desobediencia, se emplean técnicas de cambio conductual que se
apoyan en la psicología conductista. La base de todas ellas es la idea
de que todo comportamiento es una forma aprendida de responder a
determinadas circunstancias. Cuando lo que obtenemos al responder
de determinada manera es bueno, agradable o sirve a nuestros
propósitos, esa respuesta se instaura en nosotros, es decir, la
aprendemos y siempre que nos vemos en circunstancias similares
respondemos igual.

Por el contrario, si con nuestra actuación no logramos lo esperado,


desechamos la respuesta como "no válida" y dejamos de emplearla.
Esto supone que tu actitud es fundamental a la hora de manejar la de
tu hijo, ya que es la que le proporciona la información de si sus
respuestas son adecuadas y sirven a sus propósitos o, por el
contrario, debe sustituirlas por otras.

Los padres pueden, sin darse cuenta, fomentar las respuestas


inapropiadas. Un ejemplo muy claro es cuando se cede a un capricho,
que se ha negado en un principio, para contener una rabieta. La
conclusión del niño en esta ocasión es clara (y muy lógica):
"enfadándome, gritando y tirando las cosas consigo lo que yo quiero".
Resultado: cada vez recurrirá con más frecuencia a las pataletas.

    Las técnicas de cambio de conducta lo que hacen es controlar las


consecuencias de las acciones convirtiéndolas en agradables, a través
del "refuerzo positivo", o desagradables mediante el "castigo".
Aquellas conductas del niño a las que siga un "refuerzo positivo"
serán aprendidas como útiles y se repetirán; aquellas otras a las que
acompañe un "castigo" terminarán desapareciendo. Los refuerzos
pueden ser muy variados.
Al principio, cuando una actitud está muy instaurada, se recurre a
recompensas de tipo material (un juguete, una chuchería, etc.).
Posteriormente se van restringiendo este tipo de refuerzos para que
el niño no haga las cosas por el premio sino por que realmente ha
adquirido nuevas actitudes con las que se siente más satisfecho.

Para ello, desde el principio (junto con las recompensas materiales) y


a lo largo del tiempo (cuando ya se han eliminado aquellas) el niño
debe recibir refuerzos sociales como abrazos, alabanzas o cualquier
otra manifestación de afecto por lo bien que ha actuado. Por otra
parte, los castigos que siguen a las conductas que deseamos eliminar
serán cosas como quedarse sin ver la tele o recoger el cuarto, pero
jamás castigos físicos. Además, todo castigo debe ir acompañado del
refuerzo de la conducta alternativa.

    ¿Cómo puedes aplicar todo esto?

Una forma es hacer un trato con tu hijo. Piensa en alguna cosa que
quieras cambiar de él, por ejemplo, que no se levante de la mesa
mientras come. Ya tienes establecido el objetivo general. Ahora, en
función de la problemática, piensa cuándo y cómo vas a reforzar el
cambio de comportamiento: si tu hijo no aguanta más de tres
minutos seguidos en la mesa, empieza por reforzar que consiga estar
sentado al menos cinco minutos. Según le vaya resultando más
sencillo cumplir el objetivo ve aumentando el tiempo hasta que,
finalmente, reciba el premio sólo si permanece toda la comida sin
levantarse.

El siguiente paso es acordar el premio o refuerzo. En este caso lo más


apropiado es un sistema de puntos o fichas canjeables. Elabora con
tu hijo una lista de cosas que le gustaría hacer o conseguir y pon a
cada cosa un valor en función de sus características: un caramelo 2
puntos, media hora más con el computador 8 puntos, ir al cine 14
puntos, comprar un juguete determinado 20 puntos, etc. Ya sólo
queda ponerlo en práctica: cada vez que tu hijo cumpla el objetivo
marcado refuérzale con un punto y cuando desee canjearlos dale la
recompensa que le corresponda según acordasteis.
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Corriente cognitivista:

Enseñar a hacer las cosas mejor

Según la corriente cognitivista, la forma más adecuada de ayudar a


un niño hiperactivo a resolver sus problemas correctamente es
entrenarle en los pasos que debe seguir, es decir, darle estrategias
para que sepa cómo actuar. Por ejemplo, mantener la atención es
una habilidad casi automática en la mayoría de las personas, pero
para un niño hiperactivo es todo un triunfo. Para facilitarle esta tarea
debemos enseñarle cómo se presta atención facilitándole una serie de
instrucciones que resuman eso que hacemos las personas cuando
prestamos atención (centrarnos en lo importante, ignorar los
estímulos irrelevantes, etc.).

En este caso estaríamos hablando de estrategias atencionales. Dicho


así parece muy abstracto, sin embargo lo puedes aplicar de forma
particular a cada una de las tareas con las que tu hijo tenga
dificultades. Una manera de hacerlo efectivo es el "modelo de
autoinstrucciones" que debéis practicar cada día tantos días como sea
necesario hasta que tu hijo sea capaz de realizar el quinto paso de
forma natural: 

1. Modelado: haz tú la tarea mientras vas diciendo en voz alta los


pasos que sigues, mediante instrucciones claras y concisas.

    2. Guía externa manifiesta: ahora es él quien realiza la misma


tarea mientras le ayudas repitiendo junto con él los pasos.
    3. Autoguia manifiesta: el niño repite solo las instrucciones, en
voz alta, mientras hace la tarea.

    4. Autoguía manifiesta atenuada: en vez de hablar en voz alta


debe cuchichear las instrucciones.

    5. Autoinstrucciones encubiertas: finalmente el niño realiza la


tarea en silencio mientras se guía por las instrucciones a través del
pensamiento.
¿Cómo se manifiesta un Trastorno por Déficit de Atención
con o sin Hiperactividad?

    Podemos encontrarnos con un niño como Miguel que no para


ni un momento o con una niña como Nuria que está en las
nubes. En ambos casos el problema es el mismo, pero el
trastorno se manifiesta de forma diferente. Los tipos de TDAH
son:

- Inatento: predomina la dificultad de atención.


- Impulsivo-hiperactivo: predomina la dificultad en el auto-
control.
- Combinado: presenta síntomas de inatención, de impulsividad
y de hiperactividad.

  Algunas características…

    En principio, que nuestro hijo sea despistado o


excesivamente movido o impulsivo no es malo (salvo para
nuestra paciencia y la de los maestros). Los problemas
comienzan cuando, a causa de estas dificultades, nuestro hijo
con TDAH ve alterada su vida cotidiana en casa y en la escuela,
y aparecen otros problemas como: 

 Roces o peleas con los amiguitos que no entienden esa forma


tan efusiva de saludar o esos empujones que da porque
necesita ser el primero en llegar a donde sea. De aquí pueden
salir algunos problemas de adaptación en la guardería o en el
parvulario.
 Los padres y maestros agotan su paciencia y optan por los
castigos que, encima del desgaste que implican, no solucionan
la situación y empeoran las relaciones interpersonales.
 Dificultades para regular el sueño o los hábitos de comer.
 Mayor facilidad para sufrir accidentes. Cuando nuestro hijo se
pasa mucho tiempo curioseando encima de una mesa es lógico
que aumente la posibilidad de tener más accidentes.
 Más pataletas y rabietas que otros niños porque lo necesita
todo "¡ya, ahora mismo!".
 Retrasos en el habla o en el desarrollo motor.

    ¿Cómo saber si sólo es movido o despistado o si tiene un


TDAH? 
    Durante la edad preescolar es difícil hacer un diagnóstico definitivo
de TDAH, ya que muchas de las conductas de nuestros hijos (saltar,
correr, gritar…) forman parte del comportamiento normal de la
mayoría de los niños pequeños. La clave para el diagnóstico del TDAH
es que los síntomas se mantengan de forma crónica e inadecuada
para la edad de nuestro hijo y que dichos síntomas no sean
consecuencia de otras causas. Se necesita la evaluación de un
profesional clínico (psicólogo o psiquiatra infantil) que diagnostique el
trastorno y determine las causas de ese comportamiento.
Para establecer el diagnóstico, el especialista necesita tanto la
información de los padres, del parvulario y del pediatra como la
observación directa del comportamiento del niño. Con estos datos, él
puede juzgar la frecuencia y la intensidad de las conductas
inadecuadas y establecer así un diagnóstico adecuado diferenciándolo
de los comportamientos propios de esta edad. No es lo mismo un
niño que a veces corre por el pasillo o que le gusta saltar, que otro
que no sabe desplazarse sin correr y que se golpea con frecuencia
por ir rápido y sin mirar.

    ¿Qué podemos hacer?

    Actualmente se sabe que entre 1/3 y 2/3 de los niños que son
diagnosticados de TDAH seguirán teniendo alguna dificultad cuando
lleguen a adultos. Pero también se sabe que, aunque la causa de este
trastorno es de carácter neurobiológico, los síntomas se pueden
agravar si se vive en unas condiciones ambientales adversas. Por eso
es importante cuidar el entorno en el que se mueve nuestro hijo y la
forma cómo lo tratamos. Por eso es importante:

    Sugerencias para los padres 

1.       Saber cuál es el comportamiento normal del niño en


edad preescolar. Pretender que un niño se comporte
perfectamente en situaciones creadas para adultos (comer en
un restaurante o ir de compras al supermercado) es algo irreal.
Los padres han de adaptar las actividades que realizan con sus
hijos a las edades de los niños.

2.       Aprender a controlar la conducta del niño. Lograr que


los niños con TDAH hagan aquello que los padres suponen que
deben hacer es un reto muy difícil de conseguir. Por ello es
conveniente acudir a seminarios o cursos donde se aprenden a
utilizar estrategias educativas eficaces, a adecuar las
expectativas a las capacidades de los niños y, a la vez, conocer
a otras familias que se encuentren en situaciones semejantes y
que les comprenden.
3.       Intentar conservar la calma por muy tensa que sea la
situación. Antes de "perder los nervios" es conveniente
respirar profundamente, contar hasta 10 y, si es necesario,
retirarse un momento y regresar de nuevo para intentar
solucionarlo de forma calmada.

4.       Ir paso a paso. Es mucho más razonable y menos


decepcionante proponernos pequeñas metas e, incluso, intentar
conseguir (y valorar) pequeños avances dentro de un mismo
objetivo. Por ejemplo, si queremos conseguir que Miguel se
ponga él solo el pantalón, podemos empezar porque se siente
en la silla, después tendrá que meter los pies por su sitio,
aprender a subírselo, aprender a abrocharlo y, ¡por fin! ponerse
el cinturón.

5.       Buscar las conductas positivas. La mayoría de los


padres tienden a prestar más atención a las conductas
negativas de sus hijos, ya que estas son las que molestan y
llaman la atención. Es muy importante descubrir a nuestro hijo
haciendo algo bueno y felicitarle por ello.

6.       Cuando hay más hermanos. Cuando tenemos a un hijo


que reclama la atención constante de los padres, éstos suelen
dedicar menos atención al hermano más tranquilo porque corre
menos peligros. Los padres se sienten mal porque no pueden
descuidar a uno de los hijos pero también encuentran a faltar la
dedicación hacia su otro hijo. Es conveniente buscar un tiempo
especial (cuando el niño hace la siesta o está en la guardería)
para dedicarse plenamente al otro hermano.

    Sugerencias para los maestros 

 Procurar un ambiente tranquilo, ordenado y sin demasiados


cambios. La estabilidad les ayuda.
 El maestro ha de ser flexible; a un niño muy activo no se le
puede pedir que se esté quieto en su mesa mientras se prepara
alguna actividad, pero tampoco se le puede dar rienda suelta
para que haga lo que quiera ya que también necesita tener
límites y saber hasta donde puede llegar. Es conveniente
tenerlo cerca y hacerle repetir las instrucciones en voz alta,
haciéndole preguntas y felicitándole si acierta la respuesta.
 No es extraño que los niños excesivamente activos tengan
algún otro problema en las relaciones con sus compañeros. Ha
de ser corregido pero siempre buscando una solución, nunca
culpabilizando ni etiquetando al niño. El maestro debe valerse
de sus recursos para ayudar al niño en la buena integración en
el aula y la escuela.
 El parvulario coincide con una etapa en la que hay que dar más
importancia al aprendizaje del control de la conducta y de la
relación con los compañeros que a las habilidades meramente
académicas. 
 Todos los niños pueden destacar en algo. Si tenemos a un niño
que tiene dificultades para destacar en el aprendizaje podemos
ayudarle favoreciendo otras actividades que desarrollen la
creatividad como las manualidades o las canciones.

      Relación padres - escuela

    El TDAH no es consecuencia de una educación incorrecta por parte


de las familias ni por parte de los maestros. Este hecho es importante
que lo asuman tanto los padres como el parvulario y que, a partir de
ahí, comiencen a trabajar conjuntamente para mejorar las
capacidades de los niños con dificultades, porque una buena relación
entre las personas que más tiempo pasan con el niño es un factor
muy importante y decisivo para su desarrollo.

    Es responsabilidad de los padres facilitar información sobre el


TDAH al maestro y por parte del maestro el formarse
profesionalmente para dar la respuesta más adecuada a cada uno de
sus alumnos.

 Cómo ayudar al niño hiperactivo

Muchas veces habéis pensado que vuestro hijo es demasiado


inquieto para su edad, es desobediente, nunca os escucha, no
se entera de lo que le decís, no permanece quieto ni un
segundo y siempre está cambiando de actividad sin terminar
lo que empieza. Además, en el colegio sus profesores os han
confirmado el mismo malestar con el añadido de su dificultad
para relacionarse con sus compañeros y, tal vez, un retraso
escolar con respecto a los otros niños.

Es probable que vuestro hijo sea hiperactivo o, más correctamente,


que padezca lo que se denomina Déficit de Atención con
Hiperactividad, un trastorno que se caracteriza por tres rasgos: la
impulsividad, la hiperactividad (excesivo movimiento corporal) y
la falta de atención o dificultad para mantener la concentración. Si
sospecháis que este es vuestro caso debéis llevar a vuestro hijo a un
especialista para que le realice un buen diagnóstico.

La hiperactividad es uno de los trastornos más diagnosticados


durante la infancia; se estima que lo padece entre el 3 y el 5 % de la
población infantil. Detectarla a tiempo es importante pues permite
prevenir un gran número de problemas asociados, como las
dificultades escolares. Las causas que provocan este trastorno no se
conocen bien y pueden ser muy variadas (neurológicas, genéticas o
ambientales), sin embargo, las formas de tratarlo están bastante
estudiadas y su efectividad está comprobada, por lo que os
recomiendo que no os obsesionéis con el "¿por qué es hiperactivo?" y
paséis rápidamente al "¿cómo debemos actuar?"
Tratamientos para la hiperactividad

En el tratamiento de la hiperactividad pueden distinguirse dos clases de


terapias: la psicopedagógica y la médica. La primera puede darse sin la
segunda, pero nunca al revés. En la terapia médica sólo se tratan los
síntomas, no la causa del trastorno, por eso no existe una cura que sea
exclusivamente médica. Lo que se hace es controlar las conductas que hacen
que el niño tenga dificultades para así permitirle llevar una vida
perfectamente normal. Por este motivo, el tratamiento psicopedagógico,
que trabaja directamente sobre el comportamiento del niño enseñándole
nuevas y más correctas formas de actuar, es imprescindible. El tratamiento
médico es muy útil como complemento del anterior, especialmente cuando
se da una hiperactividad extrema que no permite sacar partido de nada de lo
que se le enseña. La medicación ayuda a reducir la agitación motriz y le
permite atender y comprender mejor las indicaciones que se le dan.

Para que la terapia psicopedagógica sea efectiva debe estar apoyada tanto
en técnicas de modificación de conducta, como en la enseñanza de
estrategias que permitan al propio niño ser el controlador de su
comportamiento.

Dentro del entrenamiento de estrategias las más habituales son:


estrategias atencionales, solución de problemas y autoinstrucciones.
También el autocontrol y la relajación dan buenos resultados. El modelo de
autoinstrucciones, por ejemplo, consiste en dar al niño una serie de
instrucciones pequeñas y marcadas que le guíen para realizar una tarea
correctamente. Al seguir estos pasos siempre que tiene que realizar una
actividad consigue grandes mejoras ya que aprende a organizar la tarea, lo
que evita en gran medida la distracción, le ayuda a centrarse en lo
importante, mejora la ejecución y le estimula ya que las autoinstrucciones
no se centran sólo en cómo se hace algo (ejecución), sino que abordan otros
campos tan importantes como la autoevaluación y el autorefuerzo.
Las técnicas de modificación de conducta tratan de evitar las conductas
inadecuadas fomentando formas de comportamiento más apropiadas. Lo que
hacen es controlar las consecuencias, de modo que a una conducta
apropiada seguirá un "refuerzo positivo", es decir, un estímulo agradable
que haga que dicha conducta se repita. Cuando el niño muestra una
conducta inapropiada recibe un "castigo", un estímulo desagradable como,
por ejemplo, quedarse sin ver su programa favorito de la tele, con lo que
poco a poco esa conducta desaparece. Entre las más utilizadas están: la
economía de fichas, los contratos de contingencias, el coste de respuesta, la
sobrecorrección y el tiempo fuera.

Pero, sin duda, lo que más os interesa conocer es ¿en qué va a afectar a
vuestro hijo tener hiperactividad? y ¿qué podéis hacer vosotros para
ayudarle? El principal problema de la hiperactividad no son sus síntomas
sino lo que éstos provocan, sus consecuencias. Las más comunes son:
 Debido a la dificultad para prestar atención: problemas de aprendizaje.
 Debido a su comportamiento inquieto e impulsivo: problemas de
disciplina, deficiente ejecución de las tareas que realiza y dificultades
para relacionarse con otros niños.
 Debido a que continuamente están siendo recriminados por su forma
de actuar, acusados de desobedientes y a la alta tasa de actividades
que abandonan a medias o que realizan mediocremente, es muy
frecuente que tengan asociados problemas afectivos y emocionales
como: baja autoestima, dependencia, baja tolerancia a la frustración,
"indefensión aprendida" (él piensa que no está en sus manos hacer las
Tener un hijo hiperactivo acostumbra a complicar ciertas
cosas como el orden, las salidas, los deberes o los resultados
escolares. Habitualmente se pone énfasis en las deficiencias
que estos niños tienen dejando de lado sus muchas
capacidades: su energía inagotable, su derroche de ideas
cuando algo les interesa, su capacidad para emprender algo
que se han propuesto, su gran creatividad o sus grandes
aptitudes físicas, musicales o artísticas. Podemos, como
padres darle la vuelta a "nuestro querido hiperactivo" y
organizar actividades y proyectos en casa o con los de casa
que permitan a nuestro hijo triunfar, empezar y acabar cosas
que planea. Con todo ello lograremos conocer más a nuestro
hijo y podremos establecer vínculos positivos de relación con
él.

"No podremos modificar esta predisposición innata (diferencia en el


funcionamiento cerebral), pero no cabe la menor duda de que lo que
sí está en nuestras manos es modificar el ambiente familiar y escolar
para ayudar a estos niños a comportarse de forma adecuada y a
desarrollar su máximo potencial"
Christopher Green. Kit Chee

Pero si intentamos aproximarnos a los niños con TDAH desde una


perspectiva global, viendo lo positivo que hay en ellos, recogiendo las
aportaciones que pueden hacer a la familia, a la sociedad y a la
escuela, observaremos que también tienen áreas fuertes, áreas en
las cuales pueden y deben sobresalir:
 Capacidades musicales o artísticas sobresalientes
 Destreza y habilidad física superior a la media
 Gran iniciativa en los temas que son de su interés
 Creatividad
 Habilidad manual
 Energía inagotable

Ayudar a estos niños a descubrir cuáles son las áreas en las que son
buenos; guiarles para que identifiquen cuáles de sus habilidades les
ayudarán a tener éxito en la escuela y en la vida son aspectos que
deberían ser contemplados por los profesionales que estudian y
ayudan a los niños con TDAH y, por supuesto, por los padres. Es por
ello necesario que el ambiente educativo que les rodea sea
estimulante, rico, variado y que, siempre que sea posible, favorezca
el movimiento, la investigación y la iniciativa.

Los niños afectados por el TDAH suelen necesitar también un


buen programa de ejercicio físico diario, a ser posible en
actividades que no requieran competir (suelen tolerar mal la
frustración) y que no demanden excesiva interacción social (la auto-
regulación de su implicación en grupo y de su respuesta a las
demandas acostumbra ser deficitaria). Así son especialmente
recomendables:
 La natación
 El excursionismo
 La bicicleta
 Las artes marciales
 La gimnasia individual

Para ayudarles en los problemas de lectura, comprensión lectora o


expresión oral, los padres debemos establecer rutinas diarias de

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