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Este documento describe la Nouvelle Vague francesa, un movimiento cinematográfico de mediados del siglo XX liderado por directores como François Truffaut, Jean-Luc Godard, Jacques Rivette y Claude Chabrol. Los directores se rebelaron contra el viejo sistema de producción cinematográfica y abogaron por mayor creatividad y libertad artística. Aunque los unía su espíritu rebelde, cada director tenía su propio estilo y visión. La película Los 400 golpes de Truffaut se considera un manifiesto de este movimiento por
Este documento describe la Nouvelle Vague francesa, un movimiento cinematográfico de mediados del siglo XX liderado por directores como François Truffaut, Jean-Luc Godard, Jacques Rivette y Claude Chabrol. Los directores se rebelaron contra el viejo sistema de producción cinematográfica y abogaron por mayor creatividad y libertad artística. Aunque los unía su espíritu rebelde, cada director tenía su propio estilo y visión. La película Los 400 golpes de Truffaut se considera un manifiesto de este movimiento por
Este documento describe la Nouvelle Vague francesa, un movimiento cinematográfico de mediados del siglo XX liderado por directores como François Truffaut, Jean-Luc Godard, Jacques Rivette y Claude Chabrol. Los directores se rebelaron contra el viejo sistema de producción cinematográfica y abogaron por mayor creatividad y libertad artística. Aunque los unía su espíritu rebelde, cada director tenía su propio estilo y visión. La película Los 400 golpes de Truffaut se considera un manifiesto de este movimiento por
Jean-Luc Godard, Jacques Rivette, Claude Chabrol, entre otros)
El bello Sergio, Los primos (Claude Chabrol), Los amantes (Louis
Malle), Los 400 golpes, Jules et Jim (François Truffut), Sin aliento, Una mujer es una mujer (Jean-Luc Godard), Hiroshima, mon amour, El año pasado en Marienbad (Alain Resnais), París nos pertenece(Jacques Rivette), Lola (Jacques Demmy), Cleo de 5 a 7 (Agnès Varda).
Los cahiers se dispusieron a realizar sus propios filmes, películas
que consideraban debían ser creación personal del director, quien debía controlar todos los detalles. En definitiva abogaban por una mayor creatividad y una libertad a la hora de plasmar su idea inicial. De esta forma sus pensamientos, ideales e incluso miedos quedan plasmados en sus películas. Para los cahiers “el director lo era todo”.
Los unía su espíritu rebelde contra el viejo sistema y su hambrienta
vocación de explorar las posibilidades expresivas, temáticas y narrativas del cine, liberándose de convenciones y academicismos. Pero, por otro lado, los separaban sus universos individuales y sus obsesiones personales. En otras palabras, se puede identificar una película de la Nueva Ola frente al cine contra el que se rebeló, pero ya dentro del movimiento no existen dos obras o dos directores iguales.
El cine que hicieron, Truffaut lo definía a partir de la sinceridad de
los autores y las obras, mientras que Godard decía que fue hecho para demostrar que todo estaba permitido. Y es justamente con estos dos directores, los más celebrados del movimiento, con quienes se puede ilustrar el carácter heterogéneo de la Nueva Ola. Porque si al primero le interesó concentrarse en sus universos personales, cruzados por la obsesión por los sentimientos amorosos y su melancólica visión del mundo, el segundo se empecinó en crear lo que prácticamente fue una nueva gramática cinematográfica, construida a partir de la contravención de las reglas existentes y la exploración de los recursos formales del cine.
Características de esta nueva corriente son:
1. Simplicidad técnica. 2. Bajos presupuestos. 3. Mayor libertad narrativa. 4. Rodajes con mayor presencia de escenarios naturales. 5. Los sonidos, luz y música debían emanar de la misma historia. 6. El director lo es todo.
Se considera la película de Truffaut, Los cuatrocientos golpes, un
auténtico manifiesto de la Nouvelle Vague, una representación de sus postulados en estado puro. Considerada como el primer capítulo de un ciclo de carácter semiautobiográfico, en la que se muestra la compleja personalidad de Antoine, reflejo de las obsesiones del propio director. Con ella ganó el Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes de 1959, dedicándoselo a la memoria de su maestro y amigo André Bazin.