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“Las Ciencias Sociales nos quieren confundir”: El debate por la aprobación de la Unión
Civil en el Perú, ley que permitía el reconocimiento del Estado Peruano a las parejas
homosexuales, trajo consigo una serie de argumentos que evidenciaron no sólo un posición
conservadora; sino una clara desinformación sobre la diversidad de las formas de
emparejamiento, de entendimiento de la filiación y las configuraciones familiares. Durante el
debate surgió una frase en contra del proyecto por parte de un Congresista de la República que
aludía a las disciplinas de las Ciencias Sociales, por su esfuerzo por comprender los fenómenos
relacionados a las relaciones interpersonales, el género, la(s) familia(s), la heteronormatividad,
etc. El presente artículo es un ejercicio de reflexión para aportar al debate desde la
Antropología, a partir de cuestionar el entendimiento tradicional del parentesco, la construcción
legal y social de la paternidad, el sistema sexo/género inscrito en un paradigma
heteronormativo y los argumentos en contra de la Unión Civil que parten desde la biopolítica.
¿Qué es “la familia”?
El divorcio, la adopción, las familias transnacionales, los vínculos extramatrimoniales, etc. son
rasgos que caracterizan a la(s) familia(s) de nuestro tiempo. La antropología del parentesco
estudia, desde sus autores clásicos, la diversidad de las formas de familia que existieron y
existen en las distintas culturas humanas. Sin embargo, casi siempre se desarrolló desde un
enfoque heteronormativo, porque estaba basado en el entendimiento de la reproducción y la
descendencia como hechos biológicos y sociales determinantes para la construcción de “lo
familiar”.
En los últimos años, se han desarrollado estudios de antropología del parentesco a partir de los
estudios transculturales, el análisis de las familias homoparentales y las nuevas tecnologías
reproductivas, haciendo un esfuerzo por enfocar la discusión superando el paradigma
heteronormativo. A continuación analizaremos un caso específico que irá hasta el fondo de la
discusión sobre la descendencia y su configuración biológica y social.
Paternindad(es) y maternidad(es)
Para procrear a una niña o un niño, ya no se necesita del encuentro sexual de un hombre y una
mujer. Las nuevas técnologías de reproducción como la inseminación artificial, la donación de
ovocitos o las madres portadoras, reconfiguran las nociones clásicas del parentesco y de la
filiación. Es en ese sentido que presentamos el caso de Basile y Theo[1], trabajado en la
Revista de Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid[2], una pareja gay
que utilizó técnicas reproductivas para tener hijos. Lo particular de este caso es lo siguiente:
pidieron una donación de ovocitos a dos mujeres diferentes, para así tener “mellizos” a través
de una madre subrogada. Asimismo, Basile fue quién proporcionó los espermatozoides que
fecundaron los óvulos. Además, Theo ya tenía un hijo a partir de un matrimonio heterosexual
anterior y, al mismo tiempo, la madre subrogada ya tenía un matrimonio heterosexual, mientras
que la otra donante estaba ligada a una relación lésbica. De esta manera, como podemos ver en
el cuadro número 1[3], la “procreación” de estos mellizos incluía una serie de actores con
vínculos particulares, que difieren mucho de la noción clásica de “familia”:
En ese sentido, la reciente discusión sobre el proyecto de ley de unión civil entre parejas
homosexuales revela el alto grado de prejuicio y miedo que contienen los argumentos en
contra, el poder de los sectores conservadores y de las iglesias, la falta de separación entre
Estado e Iglesia Católica, pero sobre todo, abre la puerta al debate mencionado líneas arriba,
des-naturalizando los paradigmas tradicionales construidos a partir del régimen
heteronormativo. Por otro lado, se pone en evidencia la construcción de un
biopoder[7] ostentado por sectores conservadores –enquistados en los poderes del Estado-a
partir de una biopolítica que ejerce control sobre un otro, en este caso homosexual,
restringiendo su autonomía a través de la regulación, traducida en leyes, de su cuerpo y de su
vida.
Este biopoder se refleja en la negativa del congreso al proyecto de unión civil, pues así controla
la sexualidad y forma de vida de personas homosexuales negándoles la posibilidad de constituir
una familia a partir de su emparejamiento. Así, los congresistas que votaron en contra
entienden una única forma de ‘familia’ cuya única misión es la reproductiva. De esta forma,
una familia homosexual no calificaría como tal pues no podría ser capaz de reproducirse
‘naturalmente’ (no tomando en consideración las nuevas tecnologías reproductivas
mencionadas en el presente artículo o inclusive la adopción). Esta reproducción no debe ser
entendida sólo en términos biológicos –reproducir vidas- sino que a través de esta terminología
de ‘vida’ se teje todo un sistema de reproducciones sociales, como bien apunta Jaris Mujica [8]:
“la vida que los conservadores defienden encierra sustancialmente un discurso reproductivo: la
reproducción biológica a través de la familia monogámica heterosexual; la reproducción de la
moral católica a través de la educación y la Iglesia; la reproducción de las divisiones sociales de
clase, económicas, desde la política. Se trata de un sistema complejo de reproducciones
sociales”.
Por ello, en contraposición a la unión civil, la congresista fujimorista Martha Chávez presentó
el proyecto de unión solidaria que reconocía algunos derechos patrimoniales pero negaba la
posibilidad de emparejamiento de personas homosexuales, es decir, negaba el ejercicio de su
sexualidad y la posibilidad de la formación de familias diversas. Ante ello, movimientos y
colectivos LGTBI se mostraron en contra de que este se apruebe y a pesar de cuestionar
también el propio proyecto de unión civil –algunos sectores apuestan por el matrimonio
igualitario-, consideran que se trata de una herramienta política que los visibiliza y les reconoce
su condición de ciudadanos/as constituyéndose como un primer paso para conseguir una plena
igualdad de derechos. Sin embargo, resulta necesario resaltar que la unión civil es una figura
creada que legaliza las uniones homosexuales que reconoce ciertos derechos, pero evita
modificar los requisitos tradicionales del parentesco, continuando con la legitimación de una
forma de familia tradicional. Como señala Butler[9]: “contar con la aprobación del estado es
ingresar en los requisitos de la legitimación que allí se ofrecen y descubrir que la noción
pública y reconocible que una tiene como persona depende fundamentalmente del léxico de esa
legitimación. En consecuencia, los límites dentro de los que se dará la legitimación sólo
ocurren a través de algún tipo de exclusión”.
Para confundirnos (aún) más:
Es fundamental que la discusión generada no se circunscriba sólo a términos legales sino que
escale hacia el cuestionamiento de todos los paradigmas construidos dentro de una cultura
hegemónica que niega no sólo derechos sino también distintas formas de ser. Entonces, el rol
de la antropología resulta fundamental para “confundirnos más”, es decir, radicalizar los
márgenes de la normalidad y cuestionar aquello que permanece inmutable; abrir nuestra mente,
sacudirnos de los prejuicios y visibilizar los sistemas de dominación bajo los cuales vivimos.
Tarea nada sencilla pero crucial en un país desigual, injusto y discriminador como el Perú. Es
nuestra oportunidad para contribuir y salir del clóset del academicismo, generando espacios de
reflexión sobre nuestra vida cotidiana.