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Las relaciones entre oralidad y escritura representan uno de los puntos de reflexión y de

renovación en materias cercanas a la literatura oral. Desde el clásico trabajo de W. J. Ong Oralidad


y escritura,  las obras posteriores han venido a profundizar en las reflexiones del teórico
norteamericano. En nuestro país han aparecido recientemente dos obras que renuevan las
perspectivas de pensamiento sobre las teorías de encuentro entre las dos disciplinas: El texto de
David R. Olson El mundo sobre el papel  y la reunión de artículos Estudios lingüísticos sobre la
relación entre oralidad y escritura  de Claire Blanche-Benveniste.

Generalmente se ha pensado que la oralidad y la escritura son dos herramientas distintas que
crean sistemas diferentes de cognición, de acercamiento a la realidad. Quizás fuera la obra de W.
J. Ong, ya citada, la que de manera más didáctica y clara creaba dos mundos referenciales: el de
las sociedades que no conocían la escritura y el que surge en las sociedades alfabetizadas. Para
explicarlo de una manera simple, Ong mostraba en un capítulo excelente, que lleva por título
«Psicodinámica de la oralidad», que ésta no sólo producía una retórica que ayudaba a la
conservación memorística del saber tradicional, sino que creaba una «forma de pensar».

Una de las conclusiones básicas es que existe una diferencia de cognición entre las culturas orales
y las alfabetizadas, de forma que se entendía que la filosofía, por ejemplo, era fruto de una cultura
alfabetizada, que puede reflexionar sobre aquello que se refleja en un discurso fijo, y no
cambiante, como sucede en la oralidad.

Más tarde la tesis se ha discutido, porque, quizás expresada de forma radical, muestra dos
mundos separados. Las investigaciones posteriores muestran una diferencia entre oralidad y
escritura que tiene que ver con la estructura del conocimiento, pero matizan la forma en que se
produce, prestan atención al modo en que se produce, y diversifican las razones para ver la
diferencia en ese salto entre una forma de cognición y otra.

En esta senda que se produce tras las tesis de Ong, se sitúan los dos libros que comentamos. La
nítida y radical diferenciación entre las dos culturas, oral y escrita, ya no es sostenible, además ya
no puede defenderse que la escritura lleve a la cultura, en un solo paso, a los logros técnicos y
epistemológicos de la cultura occidental. De hecho, una crítica seria a Ong insiste en que su visión
se ciñe excesivamente al Occidente moderno, dejando de lado formas de la oralidad, producidas
en China e India, que se muestran estables en el tiempo, sin cambios, apoyados en una memoria
excepcionalmente educada.

En esa brecha que enriquece lo que sabemos sobre los cambios culturales producidos en la Grecia
clásica por la democratización –relativa– de la cultura, se sitúa el libro de Olson. Como en otros
aspectos de nuestra cultura, aquí también ha llegado la hora del lector. La tesis que Olson
defiende consiste en mostrar que la interpretación que el lector realiza de un texto escrito puede
modelar la estructura del conocimiento. Olson, y también en otros aspectos BlancheBenveniste,
afirma que, en contra de lo que se supone habitualmente, la escritura no muestra lo dicho:
aspectos importantes de la oralidad, como el tono, la ironía, no se reflejan en la escritura, y por
tanto, quedan lugares vacíos que la lectura debe llenar. Es el momento de la interpretación,
porque la escritura no representa todo lo que la oralidad muestra.

De forma muy didáctica, Olson divide su libro en cuatro grandes ciclos: el examen de lo que hasta
ahora ha producido la ciencia que podemos llamar oralidad, con especial atención a las teorías que
unen en Grecia escritura con renovación conceptual; las relaciones entre habla y escritura; una
interpretación de la historia de la lectura, que termina por ser una historia de la interpretación;
una mirada circular, que ejemplifique la hipótesis sobre los artefactos materiales como mapas,
dibujos y pinturas y sobre la filosofía del tiempo, para terminar con un resumen del libro.

Olson ha sabido escribir un libro apasionante, como él mismo dice balanceándose a veces «entre
lo obvio y lo abstruso», pero siempre un libro que atrapa al lector y que no se queda en el dato,
sino que teje una red de lecturas, que lleva al lector de la mano en un viaje de los grandes
maestros: enseñándole cómo se acercan regiones alejadas a una interpretación. En este aspecto el
capítulo sobre los mapas y la pintura resulta magistral.

El libro de Claire Blanche-Benveniste es una reunión de artículos, lo que lleva a una articulación
menos unitaria, con alguna repetición, en torno a una hipótesis central, que ya hemos descrito: la
inadecuación de la escritura para transcribir toda la riqueza de modulación del habla. Olson
resulta, pues, uno de sus guías. La vertiente de análisis del habla, la vertiente más lingüística y
menos especulativa guía sus pasos. Oralidad significa aquí registro utilizado por la persona
moderna en el habla coloquial –de ninguna manera oralidad primitiva–, y a este respecto, resultan
interesantes dos parcelas que se aportan en el libro: la descripción de las características de esa
oralidad, y la revisión del concepto saussuriano de que el habla es la intersección del eje
sintagmático y paradigmático. Blanche-Benveniste observa que en el habla el eje paradigmático
actúa de manera factual, y no sólo en ausencia, en el eje sintagmático.
1. Oralidad y escritura
Nuestro tema de estudio es la oralidad y la escritura y la relación entre ambas. Seguimos para el
presente trabajo los estudios de Olson y de Ong.
Siempre se ha creído que la escritura es una muestra más de la evolución del hombre camino
al conocimiento. La escritura, se cree comúnmente, ha sido responsable, históricamente, de la
evolución de nuevas formas de discurso que reflejaban un nuevo enfoque o comprensión
del lenguaje y una nueva mentalidad, más subjetiva y reflexiva. Pero si consideramos la
escritura como un paso de esa evolución y celebrarla es a la vez considerar la "oralidad" como
inferior, como algo que hay que superar y de ser necesario erradicar.
En este tipo de pensamiento quedan encubiertos varios errores de fondo con respecto al tema.
Se termina adjudicando a los que saben leer características "superiores" que también están
presentes en sociedades ágrafas.
Hay culturas que tienen escritura pero no está relacionada con la modernidad ni considerada
como superior a la oralidad.
No hay diferencias sistemáticas entre las estructuras léxicas, sintácticas o de discurso de
la producción oral y de de la escrita.
Si bien las premisas a partir de las cuales extraían conclusiones los miembros de distintas
culturas eran diferentes, los procesos lógicos en sí mismos no lo eran, y la cultura escrita per se
no tenía ningún efecto apreciable sobre las soluciones propuestas para esos problemas.
Ong dice que es "tiempo de retirar la hipótesis de la cultura escrita" y por eso se encarga de
reformularla y limar sus asperezas para volverla defendible en sus aciertos. Esta hipótesis de la
cultura escrita no es sólo la capacidad de leer y escribir de un individuo sino que es más general
y se refiere a la competencia general requerida para tomar parte en una tradición de escritura.
Las condiciones para que se concrete esta cultura escrita incluyen cuatro factores:
- Debe haber algún mecanismo para "fijar" y acumular textos. El principal medio para fijar
textos es un sistema de escritura. Es cierto que los textos pueden fijarse también mediante la
oralidad apoyándose en el ritmo, la métrica y las expresiones formulares. Pero la escritura tiene
una enorme ventaja en tanto permite acumular una cantidad de textos que excede en mucho la
capacidad de almacenamiento de cualquier experto individual.
- Debe haber instituciones para usar los textos. El desarrollo de la cultura escrita requiere
algunas instituciones que utilicen los textos: la iglesia, la corte, el gobierno, la academia, la
familia. De hecho, la cultura escrita es un factor de enorme importancia para la especialización
y la diferenciación de esas instituciones.
- Debe haber instituciones para incorporar aprendices a esas instituciones. Entre éstas se
cuentan la familia, la iglesia y, sobre todo en las sociedades con cultura escrita, la escuela.
- El más importante de los factores es que debe desarrollarse un metalenguaje oral, ligado a un
"lenguaje mental", para hablar y pensar sobre las estructuras y los significados de esos textos
acumulados y sobre las intenciones de sus autores y su interpretación en determinados
contextos. Este metalenguaje es el que permite a quienes hablan y escriben referirse a un texto,
a sus propiedades y su estructura, así como a su significado y su apropiada interpretación.
Ong plantea cuatro hipótesis sobre el vínculo de la cultura escrita y el pensamiento.
2. La hipótesis de la modalidad: ojo por oído
McLuhan (1962) fue uno de los primeros en opinar sobre este vínculo entre cultura escrita y
pensamiento. La escritura puso, según él, en juego una modalidad sensorial estrechamente
asociada con el espacio; el ojo venía a sustituir al oído.
Se observó que cuando los niños empiezan a revisar sus textos, comienzan a escribir de un
modo más complejo. A partir de los 12 años las producciones orales y escritas divergen,
mostrando las escritas un mayor grado de complejidad estructural, cuando hasta esa edad
producían textos orales y escritos en los que no había ninguna diferencia.
En adultos, la presencia del texto escrito permite repasar, releer, revisar. Las revisiones sobre
un texto leído van más a la estructura básica del texto que las que se pueden hacer sobre un
texto escuchado, que apuntan más a lo superficial.
Estas observaciones hicieron suponer que la visión permitió un avance en el tipo de
pensamiento. En parte es cierto el cambio pero es falso el avance. El pensamiento cambió su
forma, mutó en otra cosa pero no por eso es mejor. Es injusto, además, pretender estudios
exhaustivos de un discurso oral en una cultura como la observada que fue educada en esta
cultura escrita. Es muy diferente –y no por ello inferior - la estructura mental de un pueblo oral
de la de uno con cultura escrita.
Pero no está claro que existan efectos cognitivos específicos que se asocien exclusivamente con
los procesos visuales de leer y escribir. La fórmula "ojo por oído" de McLuhan es una metáfora
y no una explicación de las implicaciones de la cultura escrita.
La hipótesis del medio: el habla y la escritura como formas distintivas de discurso
De acuerdo con esta hipótesis, las implicaciones cognitivas de la cultura escrita surgen no sólo
de usar el ojo (la modalidad) sino de aprender a aprovechar los recursos de este medio
de comunicación con sus géneros especializados. Estos géneros se especializan para cumplir
determinadas finalidades:
- Alfabetización: para recuperar información,
- Categorías y listas: para organizar la información,
- Ficción: para entretener,
- Prosa ensayística: para examinar las implicaciones de una exposición, otros.
Y además ha cambiado el destinatario de este discurso. Ya no se trata de los primitivos
auditorios orales sino de una extensa red de lectores, unidos sólo por su acceso a estas formas
de discurso.
Pero las funciones que cumplen estas formas de discurso, incluyendo las de describir, explicar,
ordenar, prometer, recordar y demás, tienden a ser comunes a todas las culturas humanas, y
las formas escritas especializadas quizá tan sólo suministren otros medios posibles para
alcanzar los mismos fines.
La hipótesis de las destrezas mentales: aprender a pensar como un lector o escritor
Esta hipótesis soslaya las objeciones formuladas a las dos anteriores pues admite que esas
destrezas son transferibles entre los distintos medios y modalidades. Así, el conocimiento
adquirido al leer y escribir puede aplicarse al hablar y al escuchar; habiendo aprendido a
descomponer en letras las palabras escritas, uno podría pasar a dividir en sonidos las palabras
habladas. Habiendo aprendido a reconocer las palabras presentes en textos escritos, se podría
pasar a reconocer las palabras presentes en su habla. Y habiendo aprendido a leer un texto y
analizar sus implicaciones, se podría llegar a tratar una emisión como si fuera un "texto" y
someterla al mismo tipo de análisis, y así sucesivamente.
Pero hoy en día está prácticamente confirmado que las destrezas de la cultura escrita pueden
ser transmitidas y adquiridas, al menos en parte, oralmente. Las destrezas en cuestión, aunque
propias de la cultura escrita, se desarrollan a través del medio oral. Por ejemplo, los maestros
emplean un modo de hablar que contribuye a desarrollar una orientación propia de la cultura
escrita. Por consiguiente, el carácter directo del vínculo entre la práctica concreta de leer y la
adquisición de destrezas propias de la cultura escrita es, por cierto, indirecto.
La hipótesis metalingüística: convertir al lenguaje en un objeto de pensamiento y discurso
Si la capacidad de usar el lenguaje es la "capacidad lingüística", la de reflexionar sobre el
lenguaje usado es la "capacidad metalingüística". Si hablar y escuchar son capacidades
primariamente lingüísticas, entonces la lectura, siendo una actividad secundaria, depende de
la conciencia que tenga el lector de esas actividades primarias.
El vínculo entre la cultura escrita y la conciencia metalingüística surge del hecho de que al leer,
y especialmente al escribir, el lenguaje puede convertirse en objeto de pensamiento y análisis.
3. La cultura escrita y la metalingüística
La propuesta de Olson es que la escritura es, por naturaleza, una actividad metalingüística.
Existe, además de las relaciones de representación entre el lenguaje y la escritura, un
metalenguaje oral que consta de términos como "letras", "palabras", "oraciones", "relatos",
"ensayos" y demás, para referirse a aspectos de la forma escrita.
Hay cuatro niveles de análisis:
1. El mundo de los objetos
2. El lenguaje oral que toma al mundo como su objeto (forma lingüística de conciencia del
mundo)
3. la escritura que toma al lenguaje oral como su objeto (conciencia lingüística)un metalenguaje
oral que
4. Toma a la escritura o a cualquier otro aspecto de una emisión o texto como su objeto
(conciencia metalingüística).
La escritura es en principio metalingüística por cuanto es una representación del lenguaje, y se
puede usar un metalenguaje oral para referirse a ciertos aspectos de la escritura. Y la escritura
es metalingüística en el sentido de que convierte al lenguaje en un objeto.
El metalenguaje oral puede dirigir la atención hacia las características de la ortografía,
convirtiéndola en un objeto de discurso, mientras que la ortografía, por sí misma, convierte al
lenguaje en un objeto del que se tiene conciencia. Pero el metaleguaje oral tiene una ventaja
adicional. El metalenguaje oral no está limitado a la cultura escrita. Por ejemplo, existe
también un metalenguaje más complejo que se emplea para referirse al lenguaje, parte del cual
es compartido por el habla y parte del cual está especializado para la escritura. Este
metalenguaje incluye conceptos verbales como contar, decir, preguntar, y conceptos nominales
como cuento, charla, canción y otros semejantes. Estos conceptos, de manera similar a la
escritura, convierten a algunas estructuras verbales en objetos del discurso.
Olson introduce dos niveles de estructura metalingüística:
El sistema de escritura que marca, y por lo tanto representa, los aspectos de la estructura
lingüística. Incluye distinciones entre sonidos, representados por letras; distinciones entre
palabras, representadas pro espacios; distinciones entre cláusulas, representadas por la
puntuación; distinciones entre elementos temáticos, representados por oraciones y párrafos, y
distinciones entre tipos de discurso, representados por géneros.
El metalenguaje oral para referirse al contenido del texto.
Pero hay que reconocer, dice Olson, que la escritura no es el único medio de convertir al
lenguaje en un objeto de discurso. Todo lenguaje contiene un metalenguaje. Todas
las lenguas poseen términos para referirse a lo que se dijo y a las distintas formas de discurso
como cuentos, plegarias y otros. Pero si bien los conceptos metalingüísticos no son exclusivos
de las sociedades con cultura escrita, la escritura en estas sociedades tiende a utilizarslos más
que el habla.

LA REPRESENTACIÓN DE LA ORALIDAD EN LA ESCRITURA


La Oralidad y la Escritura Desde siempre el estudio del lenguaje, ya
sea oral o escrito, ha sido motivo de debate y centro de los estudios
lingüísticos. Se ha discutido si el lenguaje tiene raíces orales o escritas
o se ha tratado de establecer predominios de una sobre la otra. Pero
la realidad nos demuestra que donde haya dos seres humanos, habrá
comunicación. La escritura es en principio Metalingüística por cuanto
es una representación del lenguaje, y se puede usar un metalenguaje
oral para referirse a ciertos aspectos de la escritura. La Oralidad ha
sido cuestionada y desprestigiada desde la aparición de la escritura y
de la imprenta ya que las últimas se han transformado en las
modalidades establecidas para la transmisión del conocimiento.
En cuanto al proceso de adquisición y desarrollo en la lengua oral está
sujeto a una serie de factores de la maduración del individuo, o
cognoscitivos, que exigen la consolidación de todas las etapas del
proceso, dentro de un lapso restringido de la vida humana.
En el caso de la lengua escrita parece limitado solamente al hecho de
haberse alcanzado un estado neuro-lingüístico específico, entre los
cuatro y seis años, que queda abierto por un largo período.
La Evolución de la Escritura
En realidad, la aparición del alfabeto y la escritura fue tardía.
Pasando por los primeros pictogramas (representación de
objetos), ideogramas (representación de un código), hasta la escritura
rebus (representación de sonidos), se vio profundamente marcada por
la aparición del alfabeto. Este permitió que se realizara un profundo
análisis del mundo del sonido para encontrar equivalentes visuales, lo
cual llevo a que se perdiera el vínculo con las cosas (pictogramas,
ideogramas). Este paso del mundo oral al visual produjo algunos
cambios ideológicos. Al principio la escritura era solo aprendida y
utilizada por sectores restringidos y era considerado un instrumento de
poder que posicionó a la Oralidad a un segundo plano hasta a veces
ignorado y considerado no serio para estudio. 

¿Cuál es la relación entre lenguaje


oral y lenguaje escrito?
Comparto esta información otorgada por Jessy Lax.¡Muchas Gracias!

Existe gran evidencia de la estrecha relación que existe entre lenguaje oral y
lenguaje escrito. Es importante explicitar que en el lenguaje escrito nos
encontramos tanto con la escritura como con la lectura, los cuales implican una
construcción social.
Según Orellana (2010) el dominio del lenguaje oral determina en gran
medida el aprendizaje posterior del niño. A su vez, este bagaje léxico le facilitará la
comprensión de que la lectura es un medio para obtener información y para
entretenerse.
Por otra parte Orellana (1996) señala que el desarrollo del lenguaje oral se
da a partir de dos situaciones:
- La Interacción lingüística à el lenguaje se autoconstruye, es decir, el niño
descubre las reglas del comportamiento lingüístico a partir de la interacción que
tiene con el adulto. En esta interacción, el niño realiza hipótesis de la utilización
del lenguaje, el cual, confirma o rechaza según su propia experiencia. Así, el niño
realiza una autoconstrucción semántica, sintáctica y fonológica. Esta idea se
relaciona con lo que plantea Bravo (2011) al señalar que, la adquisición del
lenguaje oral depende del nivel sociocultural  en el cual esté inmerso el niño y el
vocabulario que se emplea en éste. La interacción con los medios escritos (leídos
o escucharlos) también influirá en el desarrollo de dicho vocabulario. Por otro lado,
el lenguaje no sólo se usa para comunicarse, dice el autor, sino que también es
una expresión de la elaboración de los procesos mentales y del nivel intelectual,
los que están influidos por procesos culturales y sociales. Así, la complejidad de
los sistemas lingüísticos exige mucho más que poseer un sistema fonoarticulatorio
en buenas condiciones, exige la interacción interpersonal, en donde el niño reciba
mensajes orales, de los cuales pueda ir construyendo el desarrollo de su lenguaje.
- El conocimiento metalingüístico à Este aspecto del lenguaje no se desarrolla a
partir de la interacción e implica un proceso de matacognición. Se relaciona la
“habilidad de reflexionar sobre el lenguaje, separando la forma del significado (…)
se refiere al conocimiento del lenguaje y no al uso de éste para la
interacción.”[1] Dentro de este aspecto cabe señalar los aspectos semánticos,
sintácticos y fonológicos:
 * Aspectos semánticos: “Se relacionan con la toma de conciencia de la
organización de los contenidos lingüísticos en la memoria y con la fluidez para
establecer relaciones significativas dentro de los contextos específicos en los que
se usa el lenguaje”[2]. Se refiere a la simbolización a partir del lenguaje y a la
organización de los contenidos lingüísticos en la memoria, es decir, del léxico
interno y las redes semánticas.
* Aspectos sintácticos: Se refieren a la organización de las palabras dentro de un
mensaje, con el fin de que éste sea consecuente con la intencionalidad del
hablante. A su vez, este aspecto, también permite obtener información de los
mensajes recibidos.
* Aspectos fonológicos: Se refieren a la toma de conciencia de las unidades
mínimas que componen las emisiones lingüísticas. Según el resultado de
diferentes estudios éste es el aspecto que tiene mayor poder predictivo respecto al
éxito o fracaso en la lectura inicial (Orellana, 2000).
            Ahora, según Villalón (2008) el aprendizaje de la lectura y la escritura
requiere de una atención conciente hacia las características del lenguaje oral, que
se dominan inicialmente de manera inconsciente y se automatizan
progresivamente durante los primeros años de vida. De esta manera, la calidad de
la educación que se entregue durante los primeros años de vida, aporta la base
para el desarrollo de las destrezas lingüísticas de comprensión y expresión.
Orellana (2010) señala que la lectura es el cómo se produce el lenguaje oral
a partir del lenguaje escrito, y la escritura es un proceso gráfico, por lo tanto se
produce una interacción entre ambos. Leer sería entonces acceder al significado
del texto, para lo cual, basándose en el estudio de Piras (2006), señalado por la
misma autora, el lector despliega estrategias que lo llevarían a una determinada
“competencia lectora”. Estas estrategias se relacionan con la identificación de
palabras, predicción, confirmación e integración. 
Así mismo, la autora (Orellana 2000) postula que aprender a leer es más que
conocer el principio alfabético, sino que implica además, ser capaz de reconocer los
signos gráficos con el sonido que cada uno representa. Es decir, al conocimiento de
código en necesario y fundamental en el aprendizaje de la lectura dado que es la base
para la decodificación.
Además de lo señalado en el párrafo anterior, en el aprendizaje de la lectura, es
necesario potenciar la metalingüística en el niño con el fin de que puedan manipular de
manera conciente sus componentes semántico, sintáctico y fonológico, señalados en
párrafos anteriores.
De esta manera, “el aprendizaje normal de la lectura necesita que los niños hayan
alcanzado el desarrollo de una base psicolingüística para poder efectuar una
discriminación conciente de sílabas y fonemas, que les permitan reconocer las palabras
como un conjunto articulable y con significado. Este proceso específico debe ir
acompañado de una red de contenidos semánticos mínimos”[3] . Además, el aspecto
fonológico ayudará, principalmente, al proceso de decodificación de las palabras; en
relación al aspecto semántico, al tener redes semánticas ricas y flexibles facilita la
comprensión de lo escrito, pudiendo encontrar información no explicita en el texto y
accediendo de manera logográfica a las palabras; por último, en cuanto al aspecto
sintáctico, permite entre otras cosas, familiarizarse con ciertas estructuras, lo cual facilita
la fluidez al leer.
            De esta manera, aprender a leer es aprender a desarrollar una vía de
acceso a la información escrita. En relación a esto, cabe señalar que, según
Alegría (2005) las palabras frecuentes se identifican más rápido que las menos
frecuentes, lo que hablaría de un desarrollo de la vía directa de lectura. Esto se
relaciona con las vías de acceso a la lectura, las cuales serán explicadas más
adelante.
            Por otra parte, se observa una estrecha relación entre el lenguaje oral y
escritura. La escritura es un lenguaje expresado por signos gráficos,
convencionales, sistemáticos e identificables, es decir, es “una reformulación del
lenguaje hablado, con el propósito de ser leído” [4].
            La escritura es antecedida por el habla y por la lectura, por lo mismo, todo
lo que puedan aprender y potenciar en estas etapas anteriores, enriquecerá el
proceso de escritura, y por el contrario, cualquier dificultad que se tenga, podrá
causar alteraciones al momento de iniciarse en el proceso de escritura. Cabe
señalar también que, es posible que un niño tenga un buen desarrollo en el habla
como en la lectura, pero puede presentar dificultades motoras que afecten en su
escritura, específicamente en la grafía.
            Así, la escritura no es sólo la capacidad de poder escribir ciertos signos
gráficos. Además de la grafía, la escritura conlleva la ortografía (lineal, puntual y
acentual) y la transmisión de un mensaje.
            Ahora, es importante señalar cómo los elementos del lenguaje oral están
implicados en la escritura:
- Aspecto fonológico à A través de este componente se logra la toma de
conciencia de la lengua y de cómo ésta se puede segmentar en unidades más
pequeñas que se representan a través de ciertos símbolos establecidos
arbitrariamente. Así, lo mencionado anteriormente se logra por medio de dos
mecanismos, la metacognición, la cual se refiere a la vía indirecta de acceso al
lenguaje escrito; y la autoconstrucción, es decir, la vía directa de acceso al
lenguaje escrito. (Ambas vías fueron descritas en párrafos anteriores).
- Aspecto semántico à En este aspecto, hay dos procesos que se retroalimentan.
Por un lado, encontramos la simbolización, la cual se relaciona estrechamente con
la formación de conceptos a un nivel mental. Esta simbolización de conceptos
influye directamente en la expresión y comprensión del lenguaje escrito. Por otra
parte, se encuentra la velocidad de transformación simbólica, la cual está influida
por organización de la memoria, es decir, por la calidad y organización de las
redes semánticas que posea una persona (categorizaciones); de esto se
desprende además, que en la velocidad de transformación simbólica, influye el
bagaje léxico que se haya construido a través de distintas experiencias. Así, el
aspecto semántico del lenguaje, facilita la construcción de mensajes pudiendo
utilizar términos más precisos en cada expresión escrita.
- Aspecto sintáctico à Es importante señalar que en este aspecto de la escritura,
es necesario realizar una metacognición de los elementos que componen una
oración, y la función que cumple cada una de estas partes. Así, además de poder
estructurar de manera adecuada un escrito, éste tendrá un significado coherente.
            Por otra parte, aprender a escribir implica que los niños conozcan los
procesos de transformación del habla en signos gráficos, los cual se realiza a
través de la caligrafía y de la ortografía. Además, es necesario que el niño
conozca los proceses de transformación del mensaje en un escrito con estilo. Esto
se refiere a cuando se escribe, no se utilizan las mismas expresiones que en el
lenguaje oral, y para poder transmitir el mensaje de la manera más eficaz posible,
es necesario apoyarse en los signos de puntuación y realizar una organización
clara de las ideas que se quieren transmitir.
            Lo mencionado anteriormente lo ratifica Diaz (1996) al señalar que para el
desarrollo del lenguaje escrito, el niño requiere una serie de competencias
lingüísticas y cognitivas.
Así, por último, se puede decir que el proceso de lectura y escritura, no sólo
es relacionar grafema – fonema, sino que además, se debe procesar “información
sintáctica y semántica, lo que llevaría a pensar que un adecuado desarrollo de los
sistemas fonológico, semántico y morfosintáctico es necesario e indispensable
para afrontar con éxito el aprendizaje de la lectura y escritura” [5]. De esto se
desprende, que en el desarrollo del lenguaje escrito, además de las habilidades
psicolingüísticas, el niño debe desplegar sus conocimientos previos los cuales
están determinados por el entorno cultural en el cual este inserto. Desde esta
perspectiva, el niño no un agente pasivo, sino que es un agente constructor del
lenguaje, interactuando con éste y utilizando para satisfacer múltiples
necesidades.

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