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CAPITULO III

MANEJO INTEGRADO DE PLAGAS

3.1 Marco teórico.

3.1.1. Manejo Integrado de Plagas.

Se le conoce como MIP, es una ciencia que busca combinar las ventajas de

los diferentes métodos de control, de acuerdo a las características específicas

de cada especie vegetal. Asimismo, supera el viejo concepto de erradicar o

exterminar todos los animales o insectos dañinos y benéficos del campo de

cultivo, buscando más bien mantenerlos en un nivel de población que no

ocasione daños. Debe conceptualizarse que el MIP, busca aplicar un

enfoque preventivo, es decir, la realización oportuna y adecuada de las

prácticas agrícolas. Según el MIPE, la elección de uno o varios métodos

debe sustentarse en un conocimiento profundo sobre:

- El cultivo, su estado fenológico, sus niveles de resistencia y tolerancia.


- La plaga o enfermedad, su ciclo biológico, síntomas, sus hábitos o

preferencias y su nivel de vulnerabilidad.

- Los insectos-benéficos que puedan convertirse en enemigos naturales de la

plaga y ser usados como controladores biológicos.

- Las condiciones ambientales que pueden favorecer o limitar el avance de la

plaga o enfermedad.

CIAT (1977), El manejo integrado de plagas (MIP), intenta el más eficiente

uso de las estrategias disponibles para el control de las poblaciones de las

plagas por medio de la toma de acciones que prevengan problemas, suprima

niveles de daño y haga uso del control químico solamente cuando y donde

sea extremadamente necesario. En lugar de tratar de erradicar las plagas el

MIP, se esfuerza en prevenir su desarrollo o a suprimir el número de las

poblaciones de plagas a niveles por debajo de lo que podría ser

económicamente dañino.

3.1.2. Control de una Plaga.

Mary Luise Flint, Patricia Gouveia (2001), afirman que el control de una

plaga consiste en mantener la densidad de su población debajo del nivel en el


cual comienza a causar daño al cultivo o genera un perjuicio económico al

agricultor. Los sistemas de manejo de plagas son dinámicos y cambian

constantemente. Los cultivos son amenazados por las diferentes plagas las que

cambian de un año a otro, de una estación a otro y también de un área o lugar a

otra. La nueva plaga invade. La economía y el cambio de estrategia de mercado

pueden cambiar el rendimiento del manejo de plagas. Combinar todas estas

cosas para el manejo efectivo de plagas involucra inteligencia, técnica e

información recogida a través de monitoreo, visita al campo, antecedentes

históricos de cada sitio, con el conocimiento de los cultivos, de plagas y el

ecosistema. El manejo de plagas efectivo es un servicio de mano a mano, uno a

uno, huerto a huerto provisto por los profesionales capacitados con uso del

manejo integrado.

3.1.3. Método de control de plagas.

Castillo Barrientos (2009), Afirma que todo sistema natural o artificial que da

como resultado la prevención, represión, contención, destrucción o exclusión

de una plaga. Incluye también a las medidas profilácticas que protegen las

cosechas contra las plagas.

3.1.4. Control Cultural.

Castillo (2009), Señala que el control cultural consiste en la utilización de las

prácticas agrícolas ordinarias, o la realización de acciones que generen un

ambiente negativo para el desarrollo de las plagas, destruirlos, o disminuir sus

daños siempre con el propósito de contribuir a prevenir los ataques de los

insectos. No se trata de asumir medidas de manera improvisada, ante la


presencia de las plagas, sino que responden a una planificación previa dentro

del proceso normal de la producción agrícola e incluye medidas como: labores

de preparación del terreno, sistemas y métodos de siembra, selección de

variedades, ejecución de deshierbas, aporques, manejo del agua y de los

fertilizantes, cosechas oportunas, períodos de campo limpio, etc. La adecuada

aplicación de las prácticas agrícolas con estos fines, requiere de conocimientos

apropiados sobre la fisiología y fenología de las plantas cultivadas y de sus

características agronómicas; de las modalidades de las prácticas agrícolas

propiamente dichas; y naturalmente, un buen conocimiento del ciclo biológico

de las plagas locales, sus hábitos y su ocurrencia estacional. Las labores

culturales se orientan fundamentalmente a la destrucción de las fuentes de

infestación de las plagas; a la interrupción de sus ciclos de desarrollo; a la

vigorización de las plantas para conferirles mayor tolerancia a los ataques; a

formar condiciones microclimáticas desfavorables para el desarrollo de las

plagas; a eludir las estaciones del año que resultan favorables para los insectos;

y al empleo de plantas-trampa. También se suele considerar dentro del control

cultural, la utilización de plantas resistentes o tolerantes a las plagas.

Figura 1

Principales Prácticas Culturales.


3.1.4.1 Destrucción de las fuentes de infestación.

Castillo (2009), Afirma que puede definirse hasta dos tipos de fuentes o focos

de infestación de donde las plagas se introducen a los cultivos: (a) aquellos

fuentes de infestación que permiten la sobrevivencia de las plagas de una

campaña a otra y (b) aquellas que favorecen el incremento de las poblaciones

de insectos en el transcurso de la campaña agrícola. Con frecuencia, una plaga

pasa de una campaña a otra entre los residuos de la cosecha anterior o en el

suelo; sea en formas invernantes especiales o simplemente en forma pupales

no invernales. En otros casos las plagas permanecen en plantas hospederas

intermedias o alternantes incluyendo plantas voluntarias o "huachas". Dentro

de la misma campaña, el incremento de los insectos dañinos puede favorecerse

con la presencia de malezas hospederas y la persistencia de frutos y otros

órganos infestados que caen al suelo. En el caso de plagas migrantes, como las

langostas, en las áreas de reservorio se producen las multiplicaciones intensas

antes de que ocurran las migraciones masivas a los campos cultivados. Para

eliminar las fuentes de infestación se recomiendan las siguientes medidas;

destrucción de los residuos de cosecha, eliminación de malezas y limpieza de


los bordes del campo, podas y quema de órganos infestados, y destrucción de

pupas en el suelo mediante araduras.

3.1.4.2 Destrucción de residuos de cosecha.

Herrera (2011), señala sobre la destrucción de los residuos de cosecha,

recogiéndolos y quemándolos, o incorporándolos dentro del suelo por medio

de araduras, acaba con las poblaciones de insectos que se albergan en el

rastrojo. De esta manera se reducen las poblaciones iniciales de ciertas plagas

para la siguiente campaña agrícola. En la aplicación de estas medidas debe

tenerse en cuenta los riesgos de erosión que puedan presentarse bajo ciertas

circunstancias. En la costa del Perú, donde no existen vientos fuertes,

pendientes pronunciadas, ni lluvias intensas no hay mayores riegos de erosión;

en cambio en la sierra y en la ceja de la selva deben tenerse en cuenta estas

consideraciones. El pastoreo de los animales sobre los restos del cultivo puede

ayudar a eliminar un gran número de insectos, siempre y cuando no existan

residuos de insecticidas.

Muchas hortalizas dejadas en el campo o en las inmediaciones de los centros

de empaque albergan diversas plagas por lo que es recomendable su

destrucción o utilización en la alimentación del ganado lo más pronto posible.

3.1.4.3 Destrucción de malezas y limpieza de los bordes del campo.

Castillo (2009) indica que las malezas de los canales de irrigación, acequias y

bordes de campo suelen constituir refugios intermedios de diversas plagas

entre una campaña agrícola y la siguiente. También constituyen reservorios de

diversas enfermedades. Desde este punto de vista su destrucción es


aconsejable; pero esta medida debe sopesarse con la posibilidad de que la

misma vegetación albergue y asegure la permanencia de la fauna benéfica,

parásitos y predadores de las plagas, que se encuentran transitoriamente

viviendo sobre insectos hospederos alternantes.

3.1.4.4 Podas y destrucción de órganos infestados.

Castillo (2009), señala que las podas de los árboles frutales suelen ser prácticas

comunes en la conducción de los huertos. Desde el punto de vista fitosanitario

deben considerarse las podas de las ramas infestadas fuertemente por queresas

y otras plagas como los insectos barrenadores. En ambos casos se produce

debilitamiento de las ramas infestadas que puede extenderse hasta producir la

muerte de las plantas o, por lo menos, reducir la capacidad de recuperación de

la planta si las ramas no son podadas oportunamente. Las ramas cortadas

deben ser retiradas del campo y quemadas para evitar el traslado de migrantes

de queresas o de insectos adultos barrenadores a las plantas sanas.

3.1.4.5 Destrucción de pupas en el suelo.

Jiménez (2008) afirma que muchos insectos empupan en el suelo para

completar su ciclo biológico o para pasar el período invernal en estado de

diapausa. En tales casos la roturación del suelo con el arado provoca la

destrucción de las cámaras pupales, o la profundización de las pupas

imposibilitando la emergencia normal de los adultos o, por el contrario, las

extrae exponiéndolas al frío, a la desecación por el calor, o a la acción

predatora de los enemigos naturales. Entre éstos últimos son comunes los

escarabajos predatores del suelo. También las aves ejercen su acción predatora

sobre pupas y larvas expuestas con las araduras.


Las araduras después de las cosechas incorporan el suelo los restos de tocones,

malezas y plantas aisladas conjuntamente con los insectos que albergan y que

quedan así enterrados. Las araduras afectan también a las larvas de vida

subterránea como los gusanos de tierra, los gusanos alambre y los gusanos

blancos, que quedan expuestos a los predatores y privados de alimentos por la

destrucción de las plantas hospederas.

3.1.4.6 Vigorización de las plantas y uso de fertilizantes.

Castillo (2009), indica que en general se considera que las plantas más

vigorosas; es decir aquéllas que crecen en suelos naturalmente fértiles o que se

encuentran bien fertilizados, son capaces de tolerar mejor los ataques de las

plagas. En' muchos casos ocurre lo contrario; las plagas prefieren y se

desarrollan mejor en plantas lozanas, bien fertilizadas y sobre todo cuando

existe algún exceso de nitrógeno. El tipo de fertilizante influye en la

multiplicación de ácaros e insectos así como en el favorecimiento del

desarrollo de ciertas enfermedades, estando sus efectos influenciados por el

tipo de suelo, la clase de planta y, naturalmente, la especie de insecto o acaro.

3.1.4.7 Evitación de estaciones favorables a las plagas.

Castillo (2009), afirma que el cultivo de las plantas anuales en la época del año

en que las plagas se encuentran ausentes o con baja incidencia natural, es una

práctica agrícola que permite escapar a las fuertes infestaciones de ciertas

plagas. Según las características de las plantas, de las plagas y de las

condiciones ecológicas, la práctica puede consistir en siembras adelantadas o,

por el contrario y más raramente, en siembras tardías. En las zonas de climas

templados se trata de explotar el reducido período de oviposición de las


hembras de insectos que emergen en la primavera; o el tiempo en que se

producen los movimientos migratorios de las plagas.

3.1.4.8 Interrupción de la sucesión de las generaciones de los insectos.

Castillo (2009), afirma que es un hecho ampliamente conocido que la sucesión,

campaña tras campaña, de un mismo cultivo sin mayores intervalos tiende a

agravar los problemas de plagas y enfermedades. Esta situación se da tanto en

un solo campo como en áreas más extensas; y cuando más amplias son las

zonas sujetas a la sucesión del mismo cultivo, más graves son los problemas

que se crean. Un efecto parecido ocurre cuando las campañas sucesivas se

realizan con cultivos susceptibles a las mismas plagas, o cuando las campañas

agrícolas de un cultivo se extienden excesivamente debido a períodos se

siembra demasiado dilatados. En todos estos casos los insectos encuentran

hospederos favorables para su desarrollo durante todo el año o gran parte de él.

Para interrumpir la sucesión de los ciclos de vida de los insectos se emplean

dos prácticas básicas: los "períodos de campo limpio" y la "rotación de

cultivos".

Período de campo limpio

SENASA (2010), Consiste en recoger todos los frutos y remanentes después de

la cosecha. Es decir no debe quedar ningún fruto en la Planta ni en el suelo

disponibles para que las moscas coloquen sus huevos.


Carrillo (2009), señala que el período de campo limpio consiste en mantener el

área agrícola y sus alrededores libres del cultivo y de otras plantas hospederas

de las plagas principales por un período relativamente prolongado,

generalmente no menor de dos o tres meses. En ese lapso, los insectos adultos

que emergen de la campaña anterior no encuentran plantas para ovipositar y

los estados larvales que no completaron su ciclo en el cultivo previo mueren

por falta de alimento. Para obtener resultados satisfactorios la medida debe

aplicarse sobre un área extensa. La amplitud en tiempo del período de campo

limpio se logra estableciendo fechas determinadas para la siembra, para la

cosecha y para la destrucción de los residuos del cultivo.

Rotación de Cultivos

Carrillo (2009), indica que la rotación de cultivos, desde el punto de vista

fitosanitario, consiste en alternar, en campañas agrícolas sucesivas, cultivos

diferentes que no sean atacados por las mismas plagas. Esta medida es

particularmente eficiente contra insectos que tienen rangos restringidos de

plantas hospederas y escasa capacidad de migración. Al establecer las

rotaciones deben tenerse en cuenta también los aspectos agronómicos y

económicos de los cultivos. Si un cultivo susceptible a una plaga es seguido

por otro igualmente susceptible se favorece el desarrollo de la plaga y sus

daños se acentúan.

3.1.4.9 Formación de condiciones desfavorables de las plagas.

Cisneros Fausto (2010), señala que las diversas prácticas agrícolas pueden

resultar desfavorables para el desarrollo de las plagas al modificar las

condiciones microclimáticas del cultivo, la morfología y fisiología de la planta,


o al interferir directamente en la sobrevivencia de la plaga. Entre estas

prácticas se encuentra la densidad de siembra, la regulación de los riegos y las

fertilizaciones, el control del desarrollo vegetativo de la planta, y las podas de

los árboles frutales.

Control de la densidad

Cisneros Fausto (2010), En general se considera que una densidad alta, como

consecuencia de la poca distancia entre plantas y/o entre surcos, tiende a

producir un ambiente de alta humedad y reduce la insolación debajo del

follaje. Estas condiciones favorecen a numerosas especies de insectos y

enfermedades de las plantas.

Control de los riegos y la fertilización

Cisneros Fausto (2010), En áreas en que la agricultura se hace

fundamentalmente a base de riegos, como es la costa del Perú, el control de la

intensidad y frecuencia de los riegos tiene particular importancia. Si bien los

factores determinantes del riego son el tipo del suelo y los requerimientos

hídricos del cultivo, el manejo del riego, dentro de ciertos límites, influye en la

tasa de crecimiento vegetativo de la planta, su arquitectura, desarrollo y

consistencia de las hojas, la formación de los frutos y su maduración. Estos

factores a su vez tienen influencia sobre el desarrollo de las plagas.

Práctica del "despunte"


Cisneros Fausto (2010), Un control adicional del desarrollo vegetativo de las

plantas como el algodonero se logra mediante la práctica del "despunte",

"desmoche" o "topping". Esta práctica consiste en el corte del brote terminal de

la planta con el fin de detener el desarrollo de altura en beneficio de las ramas

ya formadas. El despunte ayuda a retener los órganos de fructificación y

favorece una maduración más temprana y uniforme.

Práctica del aporque

Cisneros Fausto (2010), En los cultivos de tubérculos como la papa, sobre todo

cuando la tuberización ocurre muy superficialmente, se recomienda efectuar

buenos aporques para que los tubérculos queden bien protegidos. Se considera

que esta práctica reduce las infestaciones de campo de la polilla de la papa

Phthorimaea operculella en los tubérculos; y si posiblemente también tenga

algún efecto contra el gorgojo de los Andes. Aunque esto no ha sido

verificado.

Plantas trampa

Cisneros Fausto (2010), Se consideran plantas trampa a aquéllas que son

preferidas por la plaga y que normalmente son infestadas antes de que se

produzcan las infestaciones en el cultivo principal. El valor de las plantas

trampa como medio de control de plagas no está muy bien establecido y con

frecuencia hay discrepancias entre los especialistas; hasta se dan reportes

contradictorios. Es posible que la falta de consistencia en los resultados de los

pocos experimentos que se han llevado al respecto se deba a los múltiples

factores que intervienen en cada caso, incluyendo la relativa atractividad de la

planta trampa, su estado de desarrollo respecto al cultivo, la proporción de área


que cubre, y su localización respecto al cultivo principal y a las fuentes de

infestación.

En general, aunque no siempre, se recomienda que las plantas trampa se

siembren antes que el cultivo principal. Estas plantas pueden ser destruidas

conjuntamente con las plagas antes que éstas lleguen a completar su primer

ciclo o, alternativamente, en ellas se pueden concentrar las aplicaciones de

insecticidas para destruir a los insectos que albergan antes de que éstos puedan

pasar al cultivo principal.

Cultivos asociados

Cisneros Fausto (2010), Los pequeños agricultores suelen asociar dos o más

cultivos con el objeto de asegurarse diversidad en la cosecha, reducir el riesgo

frente a condiciones desfavorables y optimizar el uso del terreno. Se considera

que, adicionalmente, la asociación de cultivos contribuye a reducir las

incidencias de plagas y enfermedades en comparación a los monocultivos. No

hay una evidencia clara de este efecto; aunque hay reportes que indican que la

asociación de maíz y frijol contribuye a reducir las plagas del maíz.

3.1.4.10 Resistencia de las plantas a los insectos.

Cisneros (2010), Las variedades de plantas que se cultivan, en la mayoría de

los casos, son el resultado de selecciones y mejoramientos genéticos en los que

se ha buscado fundamentalmente mejorar la calidad de los frutos y/o aumentar

los rendimientos. El aspecto sanitario, sobre todo en lo que a resistencia o

tolerancia a plagas se refiere, no ha constituido un criterio básico de selección;

con algunas excepciones, como la selección de cereales resistentes a las royas.

Por el contrario, con frecuencia se ha sacrificado la capacidad de las plantas


para defenderse de las plagas y enfermedades en aras de la mejor calidad y

rendimientos de las cosechas. Este criterio está cambiando en forma

substancial debido a los casos, cada vez más comunes, de cultivos "mejorados"

que resultan particularmente susceptibles y que requieren condiciones de

protección que muchas veces no están al alcance de los agricultores. En la

naturaleza, afortunadamente, se presentan plantas que exhiben ciertos grados

de resistencia; es decir que resultan menos dañadas que otras plantas en

condiciones similares de infestación. El reconocimiento de este fenómeno es

bastante antiguo.

3.1.5. Control físico.

Cisneros (2010), Afirma que el Control Físico consiste en la utilización de

algún agente físico como la temperatura, humedad, insolación, fotoperiodismo

y radiaciones electromagnéticas, en intensidades que resulten letales para los

insectos.

El fundamento del método es que las plagas sólo pueden desarrollarse y

sobrevivir dentro de ciertos límites de intensidad de los factores físicos

ambientales; más allá de los límites mínimos y máximos, las condiciones

resultan letales. Los límites varían según las especies de insectos; y para una

misma especie, según su estado de desarrollo. Además, los límites de cada

factor varían en interacción con las intensidades de los otros factores

ambientales y con el estado fisiológico del insecto. Los insectos en diapausa,

por ejemplo, son capaces de soportar temperaturas muy bajas que resultarían

letales para los individuos que no se encuentran en ese estado. Los factores

físicos del ambiente en el campo son esencialmente los constituyentes del

clima, factores que hasta el presente no pueden ser manipulados


significativamente por el hombre. En unos pocos casos es posible lograr

algunas variaciones microclimáticas que tienen efecto sobre las plagas; como el

manejo de la densidad del cultivo (distancia entre plantas y entre surcos), la

orientación del surco respecto al movimiento del sol; la utilización de sombra

para ciertos cultivos como el cafeto y el cacaotero. Algunos de estos manejos

se tratan dentro del Control Cultural puesto que son precisamente las prácticas

culturales las que permiten estas variaciones.

El manejo efectivo de los factores físicos del medio, como la temperatura,

humedad y radiaciones electromagnéticas, sólo es posible en ambientes

cerrados. En esas condiciones se les puede utilizar para combatir plagas de

frutas y hortalizas cosechadas, y plagas de productos almacenados.

3.1.5.1. Manejo de la temperatura.

Cisneros (2010), Indica que las temperaturas extremas, altas o bajas, pueden

utilizarse para combatir los insectos que dañan frutos, granos y otros productos

cosechados.

Las temperaturas altas.

Las temperaturas altas suelen ser más efectivas que las temperaturas bajas en

un rango más estrecho. La mayoría de las especies de insectos mueren

expuestos a temperaturas de 52°C a 55°C por el período de 3 a 4 horas.


Muchas otras especies mueren a temperaturas menores o en períodos más

cortos.

Sin embargo, el uso de altas temperaturas tiene muchas limitaciones pues muy

pocos son los productos vegetales capaces de soportar calentamientos sin

dañarse. Además existen otros problemas como la lenta penetración del calor

en la masa del producto almacenado: requiriéndose exposiciones prolongadas.

Sistemas muy elaborados, como hacer pasar granos almacenados por tubos en

un sistema de calentamiento, resultan anti-económicos. Cuando se deja secar el

grano al sol sobre tendales en capas muy delgadas, es posible lograr

temperaturas letales para los insectos en los granos mas expuestos.

Hace muchos años en los Estados Unidos se desarrolló un método de

calentamiento por vapor para destruir los huevos y larvas de moscas de la fruta

en naranjas Valencia pero el método afecta el sabor de la Naranja Washington

Navel. Posteriormente, este método se ha utilizado con éxito para controlar la

mosca de la fruta en mangos. Frutos de la variedad Haden soportan

inmersiones en agua caliente a 46 ± 1°C por período de 80 a 90 minutos

suficiente para controlar larvas de las moscas de la fruta.

Las temperaturas altas se aplican para combatir insectos, nematodos y hongos

en los suelos de los invernaderos y viveros. Para tal fin se puede utilizar vapor

o un sistema eléctrico. Una forma simple de tratar pequeñas cantidades de

tierra es aplicando agua hirviente.

También existe la técnica de solarización que consiste en cubrir el suelo

húmedo de una cama de vivero con plástico transparente y dejarlo expuesto al


sol por varias semanas. La temperatura del suelo se eleva a niveles que son

letales para insectos, hongos y nemátodos (Alcázar y col. 1991)

Las temperaturas altas pueden aplicarse también contra insectos que dañan

vestimentas, telas, muebles, fibras y cualquier otro producto que no se deteriore

con el calor.

El fuego directo tiene algunas aplicaciones limitadas en el campo. Por ejemplo,

la destrucción con lanzallamas de la vegetación invernal de las acequias en los

climas templados para destruir al pulgón Myzus persicae y evitar que en

primavera este insecto migre a los campos de remolacha azucarera y propague

virosis. En los Estados Unidos se ha encontrado que la aplicación de fuego

durante el invierno a los campos de alfalfa, después del corte, controla al

gorgojo. La práctica de la quema de la caña de azúcar sin duda destruye a

diversas plagas de este cultivo, aunque también, desafortunadamente, a sus

enemigos naturales.

Las temperaturas bajas

Las temperaturas bajas pueden llegar a producir la muerte de los insectos pero

normalmente sólo después de exposiciones muy prolongadas; de lo contrario,

el insecto se recupera del estado de sopor ocasionado por el frío. En muchos

casos, el uso de bajas temperaturas no tiene como intención principal provocar

la muerte del insecto sino retardar su desarrollo en los productos vegetales

almacenados. Los insectos en estados invernales suelen ser muy resistentes a

las bajas temperaturas; las larvas invernales de la polilla de la manzana, por

ejemplo, llegan a soportar temperaturas de -20°C sin congelarse.


Los insectos de granos almacenados son bastante susceptibles a las bajas

temperaturas. En lugares con inviernos muy fríos se recomienda abrir los

almacenes o trasvasar el grano de un silo a otro con el fin de enfriarlo.

Temperaturas de almacenamiento de granos y semillas de 8° a 10°C inactivan a

los insectos; sin embargo debe tenerse cuidado que la humedad sea menor de

12% para evitar el desarrollo de ácaros que sí pueden estar activos a esas

temperaturas.

El almacenamiento de frutos infestados con la mosca mediterránea, Ceratitis

capitata y otras especies, a temperaturas de 1°C por 12 días ó 2°C por 20 días

mata a todos los estados de desarrollo de esos insectos.

Estos tratamientos son apropiados para peras, manzanas, uvas, kiwi, kaki y

granada. Entre las frutas tropicales, algunas especies como mangos y papayas

son afectadas por estas condiciones. En cambio los cítricos y la carambola

soportan los tratamientos.

Las termitas que se encuentran atacando la madera, mueren cuando son

expuestos a temperaturas de -9°C por 4 días. La refrigeración de telas y pieles

protege a estos productos de los insectos que las dañan.

3.1.5.2. Manejo de la humedad.

La humedad tiene gran influencia sobre las poblaciones de los insectos pero su

manipulación como medida de control es muy limitada. En algunos casos es

posible reducir la humedad en el espacio cubierto por el follaje, mediante la

eliminación de las malezas y seleccionando plantas que tienen hábitos de

crecimiento foliar abierto o erecto. Estas posibilidades se discuten dentro del

capítulo de Control Cultural.


La alta humedad de los granos almacenados favorece el desarrollo de las plagas

y hongos; de allí que se recomiende el almacenamiento de los granos cuando

su humedad no sea mayor al 12 por ciento.

En el campo, los riegos pesados matan gusanos de tierra y otros insectos por

ahogamiento.

3.1.5.3. Manejo de la luz.

La iluminación es otro factor que tiene influencia en el desarrollo pero sobre

todo en el comportamiento de los insectos. Su utilización no ha sido

mayormente desarrollada para combatir plagas. Uno de los pocos casos es la

utilización de la luz como fuente de atracción de insectos, tema que se trata

más extensamente en el capítulo sobre Control Etológico.

Experimentalmente se ha demostrado que la iluminación artificial de un huerto

de manzanos disminuye las infestaciones de la polilla de la manzana.

Igualmente, se conoce que la luz tiene efectos inhibitorios de la oviposición de

varias especies de insectos; pero la iluminación total de los campos con estos

propósitos resultaría totalmente antieconómica. Un caso de utilización práctica

de la luz solar, aunque no en el campo agrícola, es la exposición periódica de

ropa almacenada a la insolación directa. La luz y el calor hacen que los

insectos abandonen los tejidos infestados.

En forma experimental se ha demostrado que luces intermitentes o "flashes"

nocturnos pueden provocar el bloqueo de la diapausa de la polilla de la

manzana y otros insectos; pero no se ha probado que esto pueda lograrse en el

campo (Harwood 1968).

3.1.5.4. Manejo de atmosferas controladas.


Las atmósferas controladas constituyen una alternativa moderna al uso de

fumigantes contra insectos de las frutas y otros productos en almacenamiento.

El propósito es matar a los insectos por asfixia, alterando las concentraciones

de oxígeno, dióxido de carbono y nitrógeno que son componentes naturales de

la atmósfera. Con tal fin, el oxígeno generalmente es reducido a menos del 1

por ciento y el dióxido de carbono se eleva notablemente sobre el 10 por

ciento.

El efecto letal contra los insectos suele ocurrir entre unos pocos días a dos

semanas, según la especies de insecto, tipo de producto almacenado,

temperatura, humedad y calidad de la atmósfera controlada. El tratamiento no

debe afectar la calidad de productos almacenados.

La atmósfera normal del almacén debe ser desplazada por la atmósfera

controlada en uno o dos días. El oxígeno se suele disminuir por combustión

(generalmente con quemadores de gas natural o propano); el bióxido de

carbono se libera de galones de gas concentrado; y el nitrógeno a partir de

nitrógeno líquido o separado del aire comprimido.

Algunos insectos de granos almacenados son controlados exponiéndolos por 2

0 3 días a 0.5 por ciento de oxígeno y 11.5 por ciento de dióxido de carbono; o

dióxido de carbono sobre 70 por ciento a 27°C y 60% de humedad relativa.

Temperaturas más bajas y humedades relativas más altas requieren mayor

tiempo de exposición (Mitchel y Kader, 1992).

3.1.5.5. Manejo de la radiación.

Desde la década de 1960 se ha tratado de utilizar comercialmente el

tratamiento de productos agrícolas secos y frescos con radiaciones (rayos


gamma y rayos X) usando fuentes de Cobalto y Cesio radiactivos, para

controlar plagas y enfermedades. Los insectos son más sensibles a la radiación

que los hongos, bacterias y virus, y mueren dentro del límite de radiación

máxima aprobada por razones de seguridad (100 kilorads).

Las radiaciones utilizadas no deben dañar la calidad del producto (apariencia,

sabor, color, valor nutritivo, etc). Las dosis efectivas están entre 45 y 60 kr. y

pueden ser toleradas fácilmente por la fruta seca y las nueces. En cambio,

productos frescos suelen sufrir cambios fisiológicos indeseables por acción de

las radiaciones. En general es un procedimiento costoso y complicado.

3.1.6 Control mecánico.

El control mecánico de las plagas comprende las técnicas más antiguas y

simples de la lucha contra los insectos. Estas técnicas consisten en la remoción

y destrucción de los insectos y órganos infestados de las plantas. También se

incluye la exclusión de los insectos y otros animales por medio de las barreras

y otros dispositivos. La aplicación de estas técnicas demanda mucha mano de

obra por lo que tienden a desaparecer de las grandes y medianas áreas de

cultivo. En ciertos casos, particularmente cuando se trata de la pequeña

agricultura, el control mecánico puede aplicarse con relativa eficiencia. Entre

las diversas técnicas de control mecánico se pueden mencionar las siguientes:

3.1.6.1. Recojo de insectos.

La práctica más conocida de control mecánico, e indudablemente el método

más antiguo de control de plagas, es el recojo manual de insectos y caracoles.

Para que esta práctica sea factible los insectos, larvas o adultos, o masas de

huevos, deben ser de tamaño grande y fácilmente visibles.


Se recomienda el recojo de larvas de esfíngidos, como los gusanos cornudos

del tomate, tabaco, vid, y yuca; de escarabajos adultos de la familia

Scarabaeidae; En el Perú, se ha practicado por mucho tiempo la recolección

manual de bajas poblaciones remanentes del arrebiatado del algodonero.

Los insectos recolectados pueden eliminarse por diversos medios; una forma

muy común consiste en sumergirlos en recipientes con kerosene y agua. En el

recojo del arrebiatado, cada recolector va provisto de una botella con kerosene

y agua en la que va introduciendo a los insectos que captura.

3.1.6.2. Trituración de insectos.


En los países industrializados, particularmente en los Estados Unidos, se han

ensayado destrozadoras (desbrozadoras) mecánicas de residuos del algodonero

con el fin de eliminar el gusano rosado que se cobija en el rastrojo, restos de

bellotas y semillas, que quedan después de la cosecha; pero la eficiencia de

estas máquinas parece ser limitada. En la industria de la molinería se ha

desarrollado una máquina llamada "Entoleter" que destruye a los insectos de

los granos por impacto. En esta máquina el grano es lanzado por fuerza

centrífuga contra las paredes de un cilindro causando la muerte del insecto y el

quebrado de los granos infestados. Los insectos y los granos quebrados son

separados luego por medio de tamices.

En casos muy particulares, como cuando sé realizan podas de renovación en

duraznos y otros frutales dejando solo los troncos y las ramas maestras, se

pueden eliminar las infestaciones de queresas utilizando escobillas de fibras

duras, como aquellas que se utilizan para lavar ropa. Puede incluirse también

en esta forma de control a la acción mecánica de los chorros de agua a alta

presión que destruyen a los migrantes de queresas, cochinillas harinosas, ácaros


y otros insectos pequeños de arbustos, árboles y otras plantas en jardines

caseros.

3.1.6.3. Recojo de órganos infestados.


Cuando los botones y frutos que se encuentran infestados se distinguen

fácilmente, puede procederse a su recolección manual. Los órganos

recolectados se destruyen para eliminar a los insectos que se encuentran en

ellos; o se les aprovecha para recuperar los parásitos que pudieran encontrarse

atacando los insectos en los órganos infestados.

La destrucción de los frutos se logra quemándolos o enterrándolos en fosas

suficientemente profundas que no permitan la emergencia de los insectos.

Cuando se trata del recojo de frutos infestados por la mosca de la fruta y otros

insectos, y que normalmente se encuentran caídos en el suelo, el recojo debe

hacerse a intervalos frecuentes para evitar que las larvas abandonen los frutos y

penetren al suelo o busquen un lugar apropiado para empupar.

Cuando se trata de recuperar los insectos benéficos, el material recogido se

coloca en bandejas apropiadas dentro de “cámaras de recuperación”.

Estas cámaras normalmente poseen ventanas con mallas apropiadas que

permiten la salida de los parásitos pero retienen a las plagas, aprovechando las

diferencias en el tamaño. En otros casos, los parásitos pueden ser recolectados

con aspiradoras pequeñas para ser liberados posteriormente.

3.1.6.4. Exclusión de los insectos.


La exclusión, o sea el uso de barreras artificiales que imposibiliten el acceso de

los insectos dañinos, es de aplicabilidad bastante limitada en agricultura. La

práctica más conocida es el "embolsado de los frutos" que consiste en cubrir


los frutos con bolsas de papel o plástico para protegerlos contra las moscas de

la fruta y otros insectos. La aplicación de esta práctica se justifica en frutos

valiosos, en huertos pequeños, y en racimos de frutos de gran tamaño.

La exclusión de las hormigas de los árboles, donde resultan perjudiciales por

interferir con el control biológico de las queresas cóccidas, se logra

impregnando los troncos con substancias adhesivas especiales. También puede

utilizarse barreras con insecticidas a base de un producto formicida.

Cualquier insecto que no vuele es susceptible a barreras que se colocan en los

tallos de los árboles. Las barreras pueden construirse con bandas de papel,

cartón o plástico impregnadas con insecticida.

Hay referencias antiguas sobre el uso de barreras de insecticidas contra las

migraciones masivas de orugas de noctuideos conocidos como gusanos

soldados. La barrera consiste en zanjas espolvoreadas con insecticidas. Es

posible que esta técnica también funcione con insectos que no puedan volar,

como el gorgojo de los Andes en la sierra y el gorgojo del camote en la costa

La exclusión se usa más frecuentemente contra plagas caseras y de almacenes.

En muchos lugares es común el uso de mallas metálicas o plásticas en las

ventanas y puertas para evitar el ingreso de moscas, zancudos, arañas y otros

animales al interior de las casas; o de polillas y roedores a los almacenes.

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