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1.1 Kendrick Walter El Museo Secreto La Pornografia en La Cultura Moderna Compress
1.1 Kendrick Walter El Museo Secreto La Pornografia en La Cultura Moderna Compress
EL MUSEO SECRETO
La pornografía en la cultura moderna
Walter Kendrick
Traducción de
J. Eduardo Jaramillo-Zuluaga
cultura Libre
Título original en inglés: The Secret Museum
Primera edición en lengua española: febrero de 1995
Impreso y hecho en Colombia
Walter Kendrick El museo secreto-La pornografía en la cultura
moderna
Para Dan,
que tuvo que soportarlo
2
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ÍNDICE
4
AGRADECIMIENTOS
5
PRÓLOGO
10
LOS ORÍGENES
38
LA ERA PRE-PORNOGRÁFICA
67
AVENTURAS DE UNA PERSONA JOVEN
90
JUICIOS A LA PALABRA
115
LA OBSCENIDAD NORTEAMERICANA
143
BUENAS INTENCIONES
169
PORNOGRAFÍA HARD-CORE
191
LA ERA POST-PORNOGRÁFICA
213
POSTDATA A LA VERSIÓN ESPAÑOLA
219
OBRAS CITADAS
AGRADECIMIENTOS
3
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PRÓLOGO
∗
El traductor quiere expresar aquí sus agradecimientos al Fondo de
Investigaciones de la Universidad de Dentson, que la hizo posible, y a Walter
Kendrick por su ayuda incondicional y por sus sugerencias y aclaraciones en
algunos momentos de ella. El traductor quiere dedicar su trabajo a Carlos Ramírez
Aissa.
4
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1
Jonathan Swift, Viajes de Gulliver. Traducción del inglés por Javier Bueno.
Madrid: Espasa-Calpe, 1921, p. 142.
2
Op. Cit, p. 148.
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LOS ORÍGENES
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3
John Ward-Perkins y Amanda Claridge, Pompeii A.D. 79 (Nueva York: 1978),
p. 11.
4
Critical and Miscellaneous Essays and Poems (Nueva York, 1860), p. 347.
13
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6
The Last Days of Pompeii (1834; reimpresa en Boston, 1893), p. 12.
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20
Ancient Art and Its Remains; or a Manual of the Archaeology of Art, trad.,
John Leitch (Londres, 1850), p. 619. Para la traducción, Leitch se sirvió de la
segunda edición del Handbuch de Müller, el cual había sido revisado y aumentado
después de la muerte del autor por F. G. Welcker. Tal es, pues, la primera vez que
aparece la forma "pornograph-" registrada en el Oxford English Dictionary.
21
Histoire de la Prostitution chez tous les peuples du monde depuis l’antiquité
la plus reculée jusqu'a nos jours, 6 vols. (París, 1851-53), 1:84-85.
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Pues, por otra parte, la mayoría de las reliquias que aquí nos
conciernen son castas en verdad y esto a pesar de su
obscenidad; ello se debe al estilo y a la precisa intención del
artista, lo mismo que a la santidad de ideas que tales reliquias
quieren inspirar [...]. Veamos estas burdas representaciones
con los mismos ojos de aquellos que habitaron las llanuras del
Lacio, gente ignorante y rústica que, por ello mismo,
permaneció pura y virtuosa aun en los más perversos y
elegantes días del imperio [...]27.
23
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28
Ibid., 8:11-12.
29
El catálogo de Pistolesi, por ejemplo, acudió a este expediente.
30
Barré, 8:12.
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31
Carta a Walter Theodore Watts-Dunton, 27 de julio de 1896, en Cecil Y.
Lang, ed. The Swinburne Letters, 6 vols. (New Haven, 1959-1962), 6:103-105.
32
Citado por J. Rives Childs, Restif de la Bretonne: Témoignages et Jugements.
Bibliographie (París, 1949), p. 212.
27
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28
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35
Ibid, 1:6.
36
Ibid, 1:6.
37
Ibid., 1:7.
29
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42
Prostitution, p. 144.
43
Citado por Fryer, "Introduction", p. 15.
∗
La isla Blackwell en el East River, en Manhattan, fue originalmente una
colonia penal; en 1921 cambió su nombre a isla Welfare, y a partir de 1973 se la
denomina isla Franklin D. Roosevelt [n. del t.].
44
History of Prostitution (1858; "nueva ed.", Nueva York, 1895), p. 22.
45
Ibid, p. 25.
32
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47
Reseña anónima de Prostitution, en Sanitary Review and Journal of Public
Health, 3 (1857-1858), 327-335; citado por Fryer, p. 227.
48
The History of Sexuality, vol I, An Introduction, trans., Robert Hurley (Nueva
York, 1978), p. 18.
49
Ibid., p. 25.
50
Ibid., p. 69.
51
Ibid., p. 18.
35
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Las noches en Cremorne eran las del mismo Acton. Al visitar los
conocidos jardines de Chelsea, "una agradable noche del mes de
julio", con la decidida intención de tomar notas sobre "el
comportamiento de las prostitutas londinenses", nada en su más bien
apático informe permitiría prever una falta de discreción de su parte.
Y sin embargo, a diferencia de los demás pasajes de La prostitución,
el estilo de Acton en estas páginas tiende a lo exuberante, como si en
la evocación de imágenes y sonidos reales hubiese encontrado un
descanso a la monotonía gris de sus estadísticas:
∗
Belgravie: distrito de moda en el West End de Londres (n. del t.]
52
Citado por Fryer, p. 229.
53
Ibid., pp. 4748.
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LA ERA PRE-PORNOGRÁFICA
40
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54
Jeffrey Henderson, The Maculate Muse: Obscene Language in Attic Comedy
(New Haven, 1973), p. 5.
55
"On Translating Homer", en R. H. Super, ed., The Complete Prose Works of
Matthew Arnold, Vol. 1, On the Classical Tradition (Ann Arbor, 1971), p. 138.
56
. George Gordon, Lord Byron, Poetical Works (Londres, 1945), p. 683.
41
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42
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60
Ibid., p. 518.
61
Ibid., p. 520.
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65
S. H. Butcher, Aristotle's Theory of Poetry and Fine Art with a Critical
Textand Translation of the Poetics, 4a ed. (1911; reimpreso en Nueva York, 1951),
p. 23. En su Política, Aristóteles declaró que la música también producía un
"desahogo de la emoción", y prometió explicar en detalle lo que esto significaba
aunque nunca llegó a hacerlo. (The Politics of Aristotle, trad. Ernest Barker [Nueva
York, 1958], p. 349).
66
Butcher, p. 243.
67
W. K. Wimsatt y Cleanth Brooks, Literary Criticism: a Short History (Nueva
York, 1957), pp. 36-37.
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68
Ars Poetica, 333-334, 343-344; Smith Palmer Bovie, trad., The Satires and
Epistles of Horace (Chicago, 1959), p. 285.
69
Prefacio a An Evening's Love; or the Mock Astrologer, en Of Dramatic Poesy and
Other Critical Essays, ed. George Watson, 2 vols. (Nueva York, 1962), 1:152.
70
Prefacio a Lyrical Ballads, en Poetical Works, ed. Ernest de Selincourt (Lon,
1936), p. 738.
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Los voy a joder por el culo y se las voy meter por la boca
Aurelio cacorro, y tú, Furius maricón,
que han considerado, por mis pequeños versos,
pues son un tanto delicados, que soy homosexual.
Que es propio de un poeta devoto ser casto
él mismo, y no hay necesidad de que también sus versos
lo sean [...J76.
72
The Poetry of Catullus (Nueva York, 1967), p. 8, citado y corregido en
Thomas Nelson Winter, "Catullus Purified: A Brief History of Carmen 16", Arethusa, 6
(1973), p. 258. El original de Sisson dice así: "All right, I’ll bugger you and suck your
pricks". (n. del t.)
73
Catullus: The Complete Poems for American Readers (Nueva York, 1970), p.
23. (N. del T.: La versión de Myers y de Ormsby dice así: I’ll fuck you both right up
the ass, / Gay Furius, Aurelias...")
74
The Garden of Priapus: Sexuality and Agression in Roman Humor (New
Haven, 1983), p. 146. (N. del T.: La versión de Richlin dice: "I will bugger you and I
will fuck your mouths, / Aurelius, you pathic, and you queer, Furius...")
75
John Boswell, Christianity, Social Tolerante, and Homosexuality: Gay People
in Western Europe from the Beginning of the Christian Era to the Fourteenth
Century (Chicago, 1980), p. 73&64n.
76
Richlin, p. 146. Dice la versión inglesa de Richlin: "I will bugger you and I will
fuck your mouths, / Aurelius, you pathic, and you queer, Furius,/who have tought
me, from my little verses, /because they are a little delicate, to be no quite
straight/For it is proper for a pious poet to be chaste/ himself, but there is no need
for his little verses to be/ so.," (n. del. t.).
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78
"Comic Dramatists of the Restoration", en Selected Writings, ed. John Clive y
Thomas Pinney (Chicago, 1972), p. 81.
51
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79
Sanger, p. 521.
80
Ibid., p. 522.
81
Macaulay, p. 81.
82
"Science and Culture", en Science and Education (Londres, 1899), p, 149.
52
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88
Our Mutual Friend (Harmondsworth, 1971), capítulo 1.1.
89
Noel Perrin, Dr. Bowdter's Legacy: A History of Expurgated Books in England
and America (Nueva York, 1969), p. 25.
55
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90
Macaulay, p. 81.
91
Life of Johnson, ed. R. W. Chapman (Londres, 1953), p. 869.
92
Perrin, pp. 52-54.
56
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93
G. Gregory Smith, ed., The Spectator, 4 vols. (Londres, 1907), 1:148.
94
Arthur Sherbo, ed, Johnson on Shakespeare, Vol. 7 de The Yale Edition of the
Works of Samuel Johnson (New Haven, 1968), p. 704.
57
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95
The Faerie Queene, ed. J. C. Smith, 2 vols. (Oxford, 1909), 2:27.
96
Perrin, pp. 189-190.
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97
M. H. Abrams et al., eds., The Norton Anthology of English Literature, 2 vols.
(1962; ed. rev., Nueva York, 1968), 1:194.
98
Reimpreso en Mark Caldwell y Walter Kendrick, eds. The Treasure of English
Poetry: A Collection of Poems from the Sixth Century to the Present (New York,
1984), p. 10.
99
Prefacio a Fables Ancient and Modern, Translated into Verse from Homer,
Ovid, Boccace, and Chaucer, with Original Poems, in Of Dramatic Poesy, 2:284-285.
100
F. N. Robinson, ed., The Works of Geoffrey Chaucer (Boston, 1957), p. 265.
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105
Para un relato completo de este estrafalario incidente, véase Graham
Greene, Lord Rochester's Monkey, Being the Life of John Wilmot, Second Earl of
Rochester (Nueva York, 1974), pp. 108-113.
106
John Hayward, ed., Collected Works of John Wilmot, Earl of Rochester
(Londres, 1926).
107
Greene, p. 9.
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109
David Foxon, Libertine Literature in England 1660-1745 (New Hyde Park,
Nueva York, 1965), p. 5.
63
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110
Lives of the Most Eminent Painters, Sculptors, and Architects, trad., Gastón
DaC. De Vere, 10 vols. (Londres, 1912-1914), 6:104-105.
111
Selected Letters, trad., George Bull (Harmondsworth, 1976), p. 156.
112
Lacroix, 5:326.
64
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118
Ibid., 2:374n.
119
Rosenthal, p. 13.
120
Ibid., pp. 285-286.
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121
Citado por H. Montgomery Hyde, A History of Pornography (N.Y., 1965), p.
104.
122
Ibid., p. 76.
123
Citado por Pisanus Fraxi (Henry Spencer Ashbee), Catena Librorum
Tacendorum (1885; reimpreso en Nueva York, 1962), p. 331.
124
Citado por Greene, p. 109.
125
William Wycherley, The Country Wife, ed. Thomas H. Fujimura (Lincoln,
Nebraska, 1966), p. 10.
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Dos siglos más tarde, Lacroix lamentaría que libros como los del
Aretino desaparecieran de este modo; y sin embargo, todavía en
1828, el encanto que había seducido al para entonces legendario
Pepys, aún conservaba su vigencia. El festival de las pasiones, una
novela publicada ese año, describe el momento en que un hombre
descubre a una mujer que se está masturbando mientras lee: "él le
dijo lo que había visto, y le pidió que le enseñara el libro, el cual, en
vez de ser un libro de devoción, resultó ser Los amores de Pietro
Aretino. Este tipo de libertades son ahora comunes y permitidas, y la
126
Robert Latham y William Matthews, eds., The Diary of Samuel Pepys, 11
vols. (Berkeley y Los Angeles, 1970-1983), 9:21-22.
127
Ibid., p. 9:58.
128
Ibid., p. 9:59. Pepys llevaba su diario en clave, y su código se volvía
particularmente políglota cuando, como aquí, se ocupaba de temas espinosos. El
código fue descifrado en 1825, y nuevas ediciones del Diario aparecieron a
intervalos regulares desde entonces; pero este pasaje no fue completamente
descifrado hasta 1976. La historia detallada de cómo se llevó a cabo la gradual
debowdlerización de Pepys, es referida por Perrin, pp. 229-238. [N. del T.: Al
redactar su indiscreto paréntesis, Pepys alterna vocablos españoles, franceses e
ingleses. Dice la versión original: "but it did hazer my prick para stand all the while,
and una vez to decharger"].
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dama resultó ser ella misma una completa libertina" 129, y sin duda lo
era con tal libro entre las manos.
Antes del siglo XIX, el hecho más singular acerca de la
pornografía "dura" o "hard-core" es cuán pocas obras había y cuán
obsesivamente se alimentaban unas de otras. Como si tuviese un
especial magnetismo, el nombre del Aretino se evocaba ante
cualquier cosa que de cerca o de lejos se asemejara a sus diálogos y
sonetos. Un buen ejemplo de ello es La puttana errante, una
combinación de esos dos géneros, publicada probablemente en 1660
y que llegó a inspirar el título de un efímero periódico inglés, The
Wandering Whore. La puttana era anunciada como si hubiera salido
de la misma pluma del Aretino, aunque él nada tuviera que ver con su
composición, y todavía hoy se desconozca a su autor 130. A todo lo
largo de Europa, el "Aretino" —"Aretine" o "Aretin"— se convirtió,
pues, en un sinónimo de la descripción de acrobacias sexuales al
punto de que, sin duda, su nombre se invocaba más a menudo de lo
que sus propias obras eran leídas, como si se tratara de una forma
abreviada de aludir a una actitud que parecía sólo suya. El efecto que
este precursor y sus imitadores tuvieron en las prácticas sexuales del
siglo XVII es imposible de determinar, aunque podría decirse que no
existió; a pesar del aretinismo, dice lacónicamente Roger Thompson,
"la posición misionera dominaba"131. Con esto cabe suponer que la
notoriedad del Aretino se debió al hecho de que nadie antes de él, y
muy pocos escritores en los tres siglos siguientes, consideraron el
acto sexual como un escenario hecho para la variación y la
experimentación.
Esto no quiere decir, por supuesto, que la lujuria nunca fuera
reconocida como una forma especial de deseo, o que las técnicas
para hacer el amor nunca fueran discutidas en la página impresa
pero, en cualquier caso, el "Aretino" se convirtió en una etiqueta para
designar una nueva y poco común aproximación a la mecánica y a la
hidráulica del sexo, una manera de considerar éstas desde un punto
de vista analítico y evaluativo. Presentar el acto sexual gráficamente,
con la intención de que las ilustraciones sean imitadas en la vida real,
es un asunto muy diferente al de elogiar o maldecir la lujuria en
abstracto, cosa que lleva al estilo moralizante adoptado por todos los
antecesores del Aretino y por muchos de sus sucesores. Como ha
dicho David Faxon en forma tan precisa, la sola posibilidad de que el
sexo pueda ser realizado de manera premeditada, sin importar el
escaso número de gente que realmente llegó a hacerlo, refleja un
cierto grado de intelectualización del tema, una actitud que apareció
a co-mienzos del siglo XVII y que no ha dejado de desarrollarse a
partir de entonces132. Esta intelectualización, que sólo vino a
consolidarse ya muy entrado el siglo XIX, permitió concebir el "sexo"
129
Ashbee, Catena, p. 301.
130
Foxon, p. 28.
131
Unfit for Modest Ears: A Study of Pornographie, Obscene and Bawdy Works
Written or Published in England in the Second Half of the Seventeenth Century
(Totowa, New Jersey, 1979), p. 187.
132
Foxon, p. ix.
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Un catálogo más completo ha sido publicado recientemente por Patrick J.
Kearney, The Private Case: An Annotated Biblioghraphy of the Private Case- Erotic
Colletion in the British (Museum) Library (Londres, 1981).
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138
Ibid., p. xxii.
139
Ver Ibid., passim; y también la introducción de Kearney.
140
Especialmente en el capítulo dos.
141
Index Librorum Prohibitorum (1877; reimpreso en Nueva York, 1962), pp. li-
lii.
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142
Centuria Librorum Absconditorum (1879; reimpreso en Nueva York, 1962),
pp. Mi.
143
Marcus, p. 34, Aunque muy limitada incluso para los criterios de la época,
estas cantidades no fueron tan reducidas como parecen a un espectador moderno.
Los libros "serios" solían tener una edición de 750 ejemplares, y las novelas
"ordinarias" rara vez excedían el número de 1.250. Ver Richard D. Altick, The
English Common Reader: A Social History of the Mass Reading Public, 1800-1900
(Chicago, 1957), pp. 263-264.
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145
Catena, p. lví
146
Centuria, p. lii.
147
Index, p. Ivii.
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148
Catena, p. 345.
149
Catena, p. lxvii.
150
Ibid., p. xxxviii.
151
Marcus, p. 45.
152
Ibid., pp. 268-271
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este estado ideal más que otras153, pero no existe ninguna obra
conocida que lo alcance. Para nosotros, un siglo después de Ashbee,
el modelo de la pornotopia puede definir con precisión lo que
entendemos por pornografía "dura" o hard-core, pero para Ashbee y
sus contemporáneos, que no habían aprendido todavía a hacer estas
distinciones, la zona de conflicto se encontraba precisamente donde
lo imposible lindaba con lo verosímil y donde las obras de "crapulosa"
fantasía podían confundirse con la "ficción doméstica".
Los libros que Ashbee incluye en su bibliografía y que nosotros
consideraríamos sin ninguna duda como "pornográficos", fueron
reconocidos como tales por él. Pero Ashbee no sólo evitó emplear la
palabra, sino que, para el caso, no quiso ver ninguna diferencia
esencial entre las Curiosidades de la flagelación (una fantasía de
1875) y un tratado anticlerical del siglo XVIII. Juzgó que el "sexo" era
el principal tema de ambas obras; juzgó, además, que ambas eran
obras escasas, y, en consecuencia, las colocó a una y a otra bajo la
misma categoría. Podemos atribuir esta incapacidad de hacer
distinciones a una libido sobrecargada, sólo que, si es verdad que
Ashbee llegó a padecer tal incapacidad, también la debió padecer
casi toda su generación y las de aquellos que lo antecedieron y
sucedieron. Lo cierto es que cuando los lectores de esa época
condenaban un libro, pasaban por alto asuntos como el tono, el estilo
y la intención, y sólo se concentraban en el "sexo" y en el hecho de
que el "sexo" significaba un peligro. Por lo demás, muy pocos de los
libros consignados por Ashbee llegaron a ser lo suficientemente
públicos como para inspirar la indignación o ser llevados a juicio. Las
causes célèbres más escandalosas del siglo XIX y de comienzos del
XX se concentran en libros que se sitúan en la frontera entre la
pornotopia fantástica y la ficción realista. La exacta determinación de
esta frontera representaba para Ashbee un problema, al tiempo que
inspiraba la desesperación de sus contemporáneos.
La Persona Joven estaba protegida de la influencia corruptora
de las bibliografías de Ashbee por su circulación limitada y, aún más,
por su alto costo: esas mismas defensas que poseían muchos de los
libros mencionados en ellas. Así por ejemplo, Los misterios de la casa
Verbena (1882) fue publicado en una edición de 150 ejemplares y
vendido al precio exorbitante de cuatro guineas, y esto a pesar de
que sólo contenía 143 páginas y cuatro litografías coloreadas que,
según Ashbee, eran "obscenas y de ejecución vil" 154. Por esa misma
época, el ingreso promedio de una familia inglesa de clase media baja
153
Marcus comenta que Las 120 jornadas de Sodoma (1785, publicada por
primera vez en 1931-1935) "representa una de las formas de perfección del
género", gracias a su "psicótica rigidez y precisión" (p. 270), Como candidato a
ocupar el primer lugar en esta búsqueda del ideal, Marcus elige Romance de lujuria
(The Romance of Lust, 1873-1876), la cual "llega como ninguna otra obra que yo
conozca a ser una pura pornotopia en el sentido de que casi ninguna otra
consideración humana distinta del sexo, es contemplada en ella" (p. 274). A
primera vista, podría creerse que Ashbee estaría de acuerdo con Marcus, si hubiese
conocido su terminología; en vez de ello, sin embargo, desaprueba La novela... "Los
episodios", escribe, "son casi siempre improbables, por no decir imposibles, y por
regla general resultan crapulosos e inmundos en exceso" (Catena, p. 185).
80
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154
Ibid., p. 260. En ese turbio mundo de las publicaciones, no podemos estar
muy seguros de que el precio y el número de copias mencionados por Ashbee
fueran correctos. Sin embargo, aún en el caso de que se tratara de un ardid
publicitario, su propósito era presentar La casa Verbena como una obra costosa y
exclusiva.
155
Leone Levi, Wages and Earnings of the Working Classes (Londres, 1885), p.
53; citado en Altick, p. 306.
156
Albert Ellery Berg, ed., The Universal Self-Instructor and Manual of General
Reference (1883; reproducción fascimilar en Nueva York, 1970), p. 627.
81
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82
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83
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162
La historia de Mudie's es referida de forma muy amena por Guinevère L.
Griest en su Mudie's Circulating Library and the Victorian Novel (Bloomington,
1970).
163
"Penny Novels", Spectator, 36 (28 de marzo de 1863), 1808.
164
For Ever and Ever, Saturday Review, 22 (6 de octubre de 1866), p. 432.
84
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de mucho para determinar qué debería leer quién. Era un público sin
gusto ni discreción que sentía predileción por las diversiones fuertes y
reaccionaba ante ellas con una inmediatez brutal e infantil. Tal, al
menos, es la imagen de este nuevo público que acecha en la
imaginación de los comentaristas autorizados, no importa qué tan
lejos estuviese de ser real. La Persona Joven de Dickens y el obrero
del arzobispo Thomson fueron sólo dos versiones de este mismo
monstruo: un lector al que nadie conocía y en el que nadie podía
confiar.
El opio favorito del lector eran las novelas, las cuales devoraba
(especialmente cuando se trataba de una lectora) sin ningún
miramiento por su calidad literaria o por su efecto moral. Desde sus
comienzos, en los primeros años del siglo XVIII, la novela fue la forma
artística predilecta de la clase media, no obstante que afirmar que la
consideraran un "arte" en aquella época es incurrir en un
anacronismo; ciertamente, la elevación de la novela a una estatura
semejante a la de la poesía y la pintura sólo ocurrió a mediados de la
época victoriana. Muchos de los primeros novelistas tomaron su obra
muy seriamente y esperaron grandes cosas de ella; así lo ilustra el
famoso prefacio de Henry Fielding a Joseph Andrews (1742), en el que
define la novela como "un poema épico y cómico escrito en prosa" 168.
Pero para la mayoría de los comentaristas, y para una gran cantidad
del público lector que entonces no cesaba de aumentar, las novelas
continuaron siendo una diversión. Fueron consideradas como una
entretención propia de cierta clase de mujeres y de muchachas
jóvenes, la mayoría de las cuales pertenecía a la burguesía urbana y
cuyo descubrimiento del ocio, además de sus pretensiones a la
nobleza, las había liberado del trabajo y dejado con muy pocas cosas
que hacer como no fuera leer. Los clásicos eran inaccesibles para
ellas, y la historia y la filosofía les resultaban demasiado pesadas. Fue
para esta clase social que crecía con rapidez, que se escribió la
novela durante su primer siglo de existencia, y a pesar de la maestría
de Fielding, Richardson, Jane Austen y algunos otros, continuó siendo
considerada como un género inferior. Así fue hasta la aparición de sir
Walter Scott169.
La principal diferencia de la novela frente a la poesía y los
romances en prosa que la antecedieron, fue la predilección de la
novela por personajes, escenarios y eventos que se asemejaban a la
vida real, esto es, a la experiencia misma del lector. Las audiencias
aristocráticas bien podían complacerse con alegorías inverosímiles a
las que embellecía el vistoso giro de una frase, pero los lectores de
clase media preferían historias contadas de manera simple sobre
gente con la que ellos guardaban algo en común. En el siglo XIX, esta
inclinación por lo probable recibiría el título de "realismo" y produciría
168
Joseph Andrews and Shamela, ed. Martin C. Battestin (Boston, 1961), p. 7.
169
El estudio pionero sobre la primera audiencia de la novela se debe a Ian
Watt, The Rise of the Novel, capítulo dos. A conclusiones semejantes llegan Altick,
capítulo dos; Lennard J. Davis, Factual Fictions: The Origins of the English Novel
(Nueva York, 1983); y, con un agudo tono polémico, Terry Eagleton, The Rape of
Clarissa (Minneapolis, 1983).
87
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170
Rambler, 4 (31 de marzo de 1750), en The Rambler, ed. W. J. Bate y
Albrecht B. Strauss, 3 vols., Vol., 3-5 de The Yale Edition of the Works of Samuel
Johnson (New Haven, 1969), 1:21-22.
88
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171
Citado por un reseñista anónimo en The Analytical Review, 11 (diciembre de
1791), reproducido por Ioan Williams, ed., Novel and Romance 1700-1800: A
Documentary Record (Nueva York, 1970), p. 375.
89
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172
Citado en Pernicious Literature (1889), reproducido en George J. Becker, ed.,
Documents of Modern Literary Realism (Princeton, 1963), pp. 354-355.
173
Reproducido en Williams, p. 29.
174
Gay, p. 295.
90
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175
L'Onanisme, 6ª. ed. (Lausanne, 1775), pp. 2-3.
176
Ibid., p. 37.
91
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177
Ibid., p. 60. La frase pertes blanches del francés arcaico significa
literalmente "pérdidas blancas" y era análoga a pertes séminales o
"spermatorrhea", esto es, emisión involuntaria de semen.
178
Es tentador considerar el viejo modismo inglés "to spend" [gastar] como un
reflejo de la relación imaginaria entre el sexo y el dinero, en especial cuando se
compara la frase con su versión más moderna y menos angustiosa, "to come"
[venir]. Es probable, sin embargo, que "to spend" retuviera su sentido fisiológico
original hasta muy entrado el siglo XIX —la sangre y la fuerza se "gastaban", lo
mismo que el semen—, y que el sentido fiscal se derivara de allí. También se podría
pensar que la exigencia de la autopresentación implicada en "venir" produce
significativamente menos angustia que la pérdida implicada en "gastar".
92
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179
A la mujer onanista se la relacionaba estrechamente con las lesbianas, cuya
"profanación clitórica" se asemejaba mucho a la de sus hábitos manuales. De
acuerdo con Tissot, las consecuencias del lesbianismo y de la masturbación eran
parecidas: "la extenuación, la languidez, el dolor, la muerte" (L'onanisme, pp. 66-
67).
180
Gay, p. 303.
181
Ibid., p. 304.
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94
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183
Mary S. Hartman, Victorian Murderesses: A True History of Thirteen
Respectable French and English Women Accused of Unspeakable Crimes (Nueva
York, 1977), p. 63.
95
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Por regla general, hasta el último cuarto del siglo XIX, las
novelas inglesas y americanas ejercieron esta forma de autocensura.
En Francia, sin embargo, las cosas ocurrieron de una manera
diferente. Tanto en su país como en el extranjero, la novela francesa
fue la primera que se rehusó a ser gobernada por esta preocupación
que inspiraba el bienestar de la Persona Joven. De manera creciente a
medida que avanzaba el siglo, los novelistas de todas partes se
propusieron otras metas —desarrollar las exigencias de su arte o los
encantos de temas inexplorados hasta entonces— que los llevaron no
sólo a las "tierras fronterizas" de Trollope, sino también a las
"regiones del vicio absoluto". Con el colapso de las barreras externas,
la rebeldía novelística generó una crisis: si todo el mundo estaba
leyendo novelas, y si los novelistas ya no se preocupaban por el daño
que hacían, el único recurso que quedaba era llevar los libros a juicio.
JUICIOS A LA PALABRA
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185
Emmanuel Le Roy Ladurie, Montaillou, The Promised Land of Error, Trad.,
Bárbara Bray (Nueva York, 1978), p. viii.
186
Lucien Febvre y Henri-Jean Martin, The Coming of the Book: The Impact of
Printing 1450-1800, trad., David Gerard, ed. Geoffrey Nowell-Smith y David Wootton
(1976; reimpreso en Londres, 1984), p. 186.
187
Ibid., p. 290.
188
Christiane Andersson, "Polémica Printis during the Reformation", en
Censorship: 500 Years of Conflict (Nueva York, 1984), p, 38.
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pintura. Las primeras, ediciones de Fanny Hill tenían ese frontispicio" (586). La
imprecisión bibliográfica indica que el autor de este pasaje no pudo haber sido
Henry Spencer Ashbee. Si es verdad que Ashbee incluía en su bibliografía una
edición de las Memorias de una mujer de placer que contenía un "juego de
elegantes grabados", ésta era una edición sin fecha (Caleña, p. 60); además,
Ashbee sabía que las primeras ediciones no tenían ilustraciones. La investigación
reciente sugiere que la primera Fanny Hill con grabados coloreados no se produjo
antes de 1760 (Foxon, p. 63).
195
Citado en Foxon, p. 54.
196
Ibid.,p. 63.
197
Citado en Donald Thomas, A Long Time Burning: The History of Literary
Censorship in England (Nueva York, 1969), p. 113.
198
De acuerdo al menos con Lord Campbell, citado en Ibid., p. 213.
100
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199
L. W. Connoly, The Censorship of English Drama 1737-1824 (San Marino,
California, 1976), p. 182.
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107
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215
Ibid., p. 1:222.
216
Las citas del juicio han sido traducidas del texto de Thibaudet y Dumesnil,
1:615-683.
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la misma manera en que ocurriría una y otra vez con libros tan
diversos como Ulises, Lolita y Trópico de Cáncer. Y hasta la naturaleza
interminable del debate puede observarse en esta primera
representación: la exoneración de Madame Bovary no produjo ningún
impacto en la ley por la cual había sido juzgada ni tampoco en las
normas no escritas que esa misma ley debía hacer respetar. En la
misma medida en que Flaubert tan amargamente se oponía a la
hegemonía de las bonnes moeurs de la clase media, y en que su obra
constituye una extensa crítica de la respetabilidad convencional; en
esa medida también las otras partes que intervinieron en el juicio —lo
mismo la fiscalía que la defensa y el jurado— aprobaban la corrección
del statu quo y no veían ninguna amenaza en hacer una única
excepción. Conducido en tales términos y con tales resultados, el
debate estaba condenado a reaparecer; aun la cuestión sobre la
legitimidad de la censura, que apenas sí había sido ventilada en el
juicio, volvería a surgir. La lección final, que la condena de un libro
incrementa sus ventas de modo asombroso, hubiera podido ser
aprendida entonces, pero no lo fue... excepto quizá por los editores
mismos.
El juicio contra Flaubert suele considerarse como un primer
enfrentamiento en la batalla centenaria del artista comprometido con
su arte y los filisteos hipócritas y remilgados. Y sin embargo, no
parece de ninguna manera evidente ni natural que los artistas deban
levantarse contra aquellos que no son de los suyos. No fue así en el
pasado; la noción de que la vida del artista es la de una solitaria
vigilia, que sus obras son admirables en proporción a ia dificultad de
su realización y comprensión, era nueva en los tiempos de Flaubert
aunque, por supuesto, no fue inventada en ese entonces. Habían
existido precursores —Sade fue uno, pero también hubo otros
sufridores condenados y autocondenados como Chénier en Francia, y
Chatterton, Byron y Shelley en Inglaterra— a quienes los artistas
posteriores veneraron porque les habían allanado el camino. Esta
concepción del artista disfrutaba de un éxito que continúa creciendo
aún hoy en día y que sugiere, por su misma magnitud, que no pudo
ser la invención de unos pocos individuos. Posee un aire de
inevitabilidad histórica al que los tres capítulos anteriores han aludido
como un conjunto de desarrollos que se produjeron de manera
paralela o en relación directa con el descubrimiento de la otredad del
arte.
No el menor de ellos, representado si no comprendido en el
juicio a Madame Bovary, fue la creciente brecha que separaba dos
conceptos de representación. El fiscal público concebía las
representaciones —palabras o pinturas por igual— como si su valor
residiera en el efecto que producían. Su Persona Joven, tan hiper-
susceptible, era una ficción nacida de sus propios temores y deseos a
la que, sin embargo, concedía una mayor soberanía sobre el arte
porque, para él, el arte existía antes que nada en la medida en que
tocaba a una audiencia, no importaba si ésta era imaginaria. Sénard
se sintió compelido a atacar el argumento de Pinard llamando la
114
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221
Education of the Senses, p. 359.
222
Citado y traducido en Alex de Jonge, Baudelaire, Prince of Clouds (NY, 1976),
p. 154.
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228
"Regina vs. Hicklin", en David Copp y Susan Wendell, eds., Pornography and
Censorship (Búfalo, 1983), pp. 325-326.
118
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119
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91).
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LA OBSCENIDAD NORTEAMERICANA
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124
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125
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236
Reproducido en Ernst y Schwartz, p. 12.
237
Citado en Ibid., p. 14.
238
El mismo problema se presentó seis años más tarde en Massachusetts, en el
juicio que se le siguió a un tal Peter Holmes por hacer la primera edición americana
del libro de Cleland, Memorias de una mujer de placer. Este volumen contenía una
"figura impúdica y obscena", seguramente la misma figura grotesca en que se
había complacido al autor de Mi vida secreta; tanto el libro como la ilustración
fueron llevados a juicio, pero no se permitió que fueran vistos. El juez supremo
Parker respondió a la posible objeción de Holmes de que se le exigiera al jurado un
veredicto sin haber inspeccionado la evidencia: "Sólo si la descripción de los cargos
fuera insuficiente, se podría exigir a la corte que incluyera en sus actas una pintura
o un libro obscenos; en caso contrario, sería como pedir que se castigara la
indecencia haciéndola más notoria y permanente entre el público" (citado en ibid.,
pp. 15-16).
126
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127
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243
Ibid, pp. 90-91.
128
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244
Marshall Cushing, The Story of Our Post Office: The Greatest Government
Department in All Its Phases (Boston, 1893), p. 615.
129
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245
Citado por Broun y Leech, p. 83.
246
Ibid., p. 85.
130
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131
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249
Dauphin vs. Key, 11 MacArthur 209-210, citado por Comstock en Traps, p.
217.
132
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250
Broun y Leech, p. 135.
251
Citado en Ibid., pp. 15-16.
133
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252
D. M. Bennett, Anthony Comstock: His Career of Cruelty and Crime, a
Chapter from "The Champions of the Church" (1878; reimpreso en 1971), p. 1046.
Por desgracia, el único recuento detallado del episodio de Prosch, y en el cual me
he fundado, proviene de una fuente llena de prejuicios: DeRobigné Mortimer
Bennett, fundador de la Liga Liberal Nacional, la bête noire para Comstock. En
1878, Bennett incluyó en su vasta diatriba anticlerical The Champions of the Church
[Los campeones de la Iglesia] un capítulo de la supuesta carrera criminal de
Comstock, la cual fue publicada más tarde en forma de panfleto. Por la misma
época en que apareció The Champions..., Comstock estaba tratando de cerrar el
periódico de Bennett, The Truth Seeker, porque promovía la anticoncepción y
ofrecía consejos prácticos sobre la materia. Aunque el odio de Bennett por
Comstock es obviamente feroz, los hechos que menciona son verosímiles.
253
Ibid., p. 1047.
254
Ibid., p. 1049. Quizá la magnanimidad de Colgate no fuera tan
desinteresada. Ese mismo año, 1878, el Truth Seeker de Bennett informaba
jubilosamente a sus lectores que la Compañía Colgate distribuía un panfleto en el
que proclamaba que la vaselina Colgate, mezclada con ácido salicílico, era un
anticonceptivo eficaz. En realidad no lo era, pero este hecho no tiene nada que ver
con que el panfleto desapareciera de circulación, "como si fuera un rayo bien
aceitado", según las palabras de un moderno historiador (Peter Fryer, The Birth
Controllers [Nueva York, 1966], p. 194).
134
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135
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256
Ibid., p. 9.
257
Ibid., p. 154.
136
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258
Ibid, p. 52.
259
Ibid., p.41.
260
Ibid., p. 132.
137
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∗
Mrs. Baker aludea la bailarina Pequeño Egipto (Litlle Egypt), cuya danza, el
Hootchy-Kootchy, se hizo célebre en la Feria Mundial de Chlcago y consistía de una
serie de movimientos rotativos de las caderas [n. del t.].
261
Citado por Braun y Leech, pp. 226-227.
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262
Traps..., p. 198.
263
Citado en ibid., p. 192.
264
Broun y Leech, p. 244.
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141
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266
Traps..., pp. 168-172.
267
Broun y Leech, pp. 238-239.
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Veo aquí que este señor Shaw dice reconocer que sus obras
pueden seguramente hacer daño a la gente débil y deshonesta.
Pues bien, eso mismo lo delata a él y a sus obras, a sus
editores, a la gente que presenta sus obras de teatro y a todas
las cosas y personas que tengan algo que ver con la producción
o la diseminación de ellas; los hace responsables ante una ley
que fue hecha primordialmente para proteger al débil. Él se
condena a sí mismo270.
269
Carta a Robert W. Welch, ca. 22-23 de septiembre de 1905, en Dan H.
Laurence, ed., Bernard Shaw: Collected Letters 1898-1910 (Nueva York, 1972), pp.
559-561.
270
Citado por Broun y Leech, p. 230.
271
Ibid, p. 231-232.
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Hombres y mujeres dicen a sus amigos todos los días que ellos
no desean aumentar su familia. Con esto quieren decir, sin
embargo, que desean gozar de las bendiciones del matrimonio
evitando sus responsabilidades. Casi no hay médico en la
ciudad al que personas de alta condición no les pregunten
acerca del mejor medio de prevenir la concepción. Los médicos
de Nueva York son hombres de honor y no sólo se rehúsan a
responder a dicha pregunta sino que, además, advierten a sus
pacientes sobre la verdadera naturaleza física y moral de la
decisión que quieren tomar. Y no obstante, esta advertencia no
los desanima de su propósito. Habiendo fracasado en su deseo
de asegurarse la asistencia de un científico, piden entonces
consejo y compran drogas de las brujas cuyo negocio es el
asesinato de niños275.
272
Esta opinión, de una fuente no identificada, es citada por James D. McCabe
hijo, Lights and Shadows of New York Life; or, The Sights and Sensations of the
Great City (1872; reimpreso en Nueva York, 1970), p. 627. Al parecer, el gusto
excepcional de Madame Restell no cobijaba las cortinas de sus ventanas, que eran
"de un diseño muy llamativo y vulgar [...]. No había otra casa en la Quinta Avenida
ni en todo Nueva York que poseyera tales cortinas y, ciertamente, nadie en toda la
ciudad las hubiera querido" (p. 626).
273
Cari Sifakis, The Encyclopedia of American Crime (Nueva York, 1982), p.
611.
274
Broun y Leech, pp. 158.
275
McCabe, pp. 629-630. En bajo tono, el escritorzuelo de McCabe también
compartía la visión apocalíptica de Comstock. "Es una verdad aterradora", escribió,
"el que tantas esposas norteamericanas practiquen el horrible pecado de la
'prevención', hasta el punto de que en muchas secciones del país la población
nativa se mantiene estable o está muriendo" (p. 629).
146
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276
Broun and Leech, pp. 159-160.
277
Ibid., p. 192-193.
147
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278
My Fight for Birth Control (Nueva York, 1931), pp. 54-55.
279
An Autobiography (1938; reimpresa en Nueva York, 1971), pp. 93.
280
Ibid., p. 75-77.
148
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281
My Fight, p. 80.
282
An Autobiography, p. 111.
283
Ibid., p. 114.
149
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sorprendentemente, allí oyó por primera vez acerca del juicio que se
le había hecho en 1877 a Annie Besant y Charles Bradlaugh, un caso
célebre que prefiguraba el suyo propio284. En septiembre de 1915, fue
citada a juicio y regresó a los Estados Unidos: su esposo había sido
arrestado por nadie más ni nadie menos que el mismo Comstock.
Aunque dos años antes, cuando Margaret dejó a William en París, los
Sanger habían suspendido de facto su matrimonio, conservaban
relaciones amistosas y William apoyaba incondicionalmente la
campaña de Margaret en pro del control natal. Unos pocos meses
después, un tal Mr. Heller se había presentado en el estudio de
William en Nueva York aduciendo que era un conocido de Margaret y
que estaba interesado en su trabajo. El crédulo de William le entregó
una copia de un panfleto de Margaret, La limitación familiar, que ella
había impreso secretamente antes de huir a Europa pero que no
había publicado en forma oficial.
Heller resultó ser un fanático de Comstock: William había sido
víctima de ese viejo truco que casi no había cambiado nada desde los
tiempos del infortunado Prosch, cuatro décadas atrás. Según William,
pocos días después de la visita de Heller, "se le presentó una criatura
de un metro ochenta de estatura, con patillas y pelo gris, que le había
dicho: Soy Mr. Comstock y tengo conmigo una orden de arresto".
Malhumorado como siempre, Comstock intentó aún engatusar a su
víctima; trató de persuadir a William de que se declarara culpable (le
prometió suspender la condena); intentó pescar algún detalle
sospechoso en el arreglo matrimonial poco convencional de los
Sanger; y buscó la manera de averiguar las señas de Margaret,
prometiendo exonerar a William si cantaba; pero por primera vez en
su larga carrera, Comstock había subestimado a sus enemigos.
William no confesó nada; y cuando éste le preguntó a Comstock "qué
cosa le haría al autor de un panfleto como La limitación familiar", el
azufre del viejo fulguró de nuevo: "dijo que recomendaría que a tal
individuo le diesen el máximo de cinco años de trabajos forzados por
cada ejemplar impreso"285.
En la imaginación de Comstock, tal habría sido el destino de
Margaret si ella hubiera sido tan ingenua como para volver a su
patria, y esto a pesar de que nunca se había pronunciado una
sentencia tan extravagante contra quienes atestaban su tren de
víctimas. En cambio, sí logró que le dieran a William una condena
típica de 150 dólares o treinta días de cárcel. William, desafiante,
optó por lo último. Y Margaret, que arribó a Nueva York a mediados
de octubre de 1915, triunfaría al final, sólo que Comstock no viviría
para sufrir tal humillación. Es verdad que no pudo hacer nada para
ayudar a su esposo, quien cumplió su condena; pero ella, sobre quien
pesaba la acusación más seria de haber huido del país escapando al
castigo, nunca fue llevada a juicio. Su caso fue cerrado el 18 de
febrero de 1916. En sus dos memorias, Sanger atribuye el hecho de
que el gobierno abandonara la acción judicial al sentimiento popular
284
My Fight, p. 99.
285
Citado en Ibid., pp. 120-121.
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en favor del control natal que había surgido durante su exilio y que
había evolucionado en crescendo al momento de su precipitado
regreso. Su opinión es correcta hasta cierto punto; olvida mencionar,
sin embargo, que el principal instigador de las condenas que pesaban
sobre William y sobre ella, Anthony Comstock, había muerto el 15 de
septiembre de 1915, más o menos por la misma fecha en que ella
emprendía en Burdeos su peligroso viaje de regreso a casa. Desde el
comienzo en Winnipauk, Connecticut, Comstock había sabido insuflar
su propio entusiasmo en los indiferentes magistrados y los oficiales
del orden; privados de su intimidante presencia, volvían ahora a la
somnolencia. Sanger siguió peleando en otras muchas batallas contra
la comstockería y ganó la mayoría de ellas, y si bien ella y su
archienemigo nunca llegaron a enfrentarse cara a cara, por más de
medio siglo continuó luchando contra su fantasma.
En Mi lucha por el control natal, Sanger declara que "Anthony
Comstock, habiendo contraído un resfriado en el juicio de Sanger, fue
llevado a su casa en un taxi y murió unas semanas más tarde" 286. En
realidad, Sanger tampoco tuvo nada que ver con la muerte de
Comstock, quien, como delegado del presidente Wilson al Congreso
Internacional de la Pureza, en la Exposición de Golden Gate, en San
Francisco, cruzó el país en tren dando numerosas conferencias y, de
regreso a casa, de nuevo en tren, sucumbió de neumonía a causa del
esfuerzo excesivo. Toda una época, con su peculiar intimidación, su
resistencia y su crueldad, murieron con él. La "comstockería", como la
llamó Shaw, perduraría todavía y aún está viva, sólo que las
condiciones sociales de la Norteamérica que la produjeron ya habían
cambiado en vida de Comstock. En el futuro, ningún individuo sería
capaz de concentrar en sí mismo todo el poder autocrático que
Comstock llegó a monopolizar durante 42 años. El mismo desarrollo
que él tanto había temido —la creciente distribución de información—
no haría sino acelerar como movida por su propio impulso y obligaría
a aquellos que la hubiesen restringido a formar organizaciones de un
tamaño sin precedentes o a contentarse con ejercer una jurisdicción
local.
De muchas formas, Comstock y Sanger fueron productos
gemelos de una Norteamérica decimonónica. Separados en el tiempo
por dos generaciones, compartieron, no obstante, esa convicción del
cruzado según la cual grandes y loables cosas deben hacerse,
acompañada además por esa creencia cínica en que la autoridad
formalmente constituida nunca llegará a hacerlas. Ninguno de los dos
era revolucionario; ambos querían mejorar el orden ya establecido,
antes que echarlo por tierra. Pero también ambos eran inescrupulosos
en su celo por causas que, a sus ojos, estaban más allá de cualquier
escrúpulo. Y ambos prefiguraron un inexorable apocalipsis, si bien el
de Sanger era real y presente, y el de Comstock acechaba en un
futuro poblado por sueños de odio. En un solo punto, sin embargo,
diferían de manera absoluta. Sanger ponía su fe en los efectos
benéficos del conocimiento y, por tanto, deseaba asumir cualquier
286
Ibid., p. 126.
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BUENAS INTENCIONES
153
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289
Roger Manvell, The Trial of Annie Besant and Charles Bradlaugh (NY, 1976),
p. 44.
290
Citado en Ibid., p. 61
154
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291
Citado en Ibid., p. 114.
292
Citado en Ibid., p. 129.
293
Ibid., p. 120.
294
La inevitable repetición de los juicios contra la obscenidad se puede ilustrar
con la semejanza que guardan las tácticas de la defensa empleadas por Besant y
Bradlaugh, y las que empleó Sénard al defender a Flaubert veinte años antes.
Besand deseaba citar en la corte un pasaje del Tristam Shandy para demostrar
"cómo una obra meritoria puede ser condenada por obscena a causa del tono
particular de un pasaje extraído de su contexto" (citado en Ibid., p. 76). No pudo
hacerlo por cuestiones legales, pero publicó más tarde un panfleto, ¿Es la Biblia
condenable?, en el que enumeraba más de cien pasajes del Viejo y del Nuevo
Testamento que podían ser considerados como "literatura obscena según las reglas
del Magistrado de Justicia". Su lista aparece reimpresa en Ernst y Seagle, pp. 303-
304.
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156
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298
Citado en Ibid., p. 358.
299
Citado en Ibid., p. 201.
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161
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1970), p. 30.
313
John Morley en el Saturday Review, 4 de agosto de 1886, pp. 145-147;
reproducido en Ibid., p. 23.
314
Index, p. 345.
315
Clyde K. Hyder, ed., Swinburne Replies (Syracuse, 1966), p. 30.
316
"A Defense of Poetry", en Bruce R. McElderry, Jr., ed., Shelley's Critical Prose
(Lincoln, Nebraska, 1967), p. 36.
162
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317
Ibid., p. 11.
318
Autobiography of John Stuart Mill (Nueva York, 1964), Capítulo cinco.
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están abiertas a tan inmorales influencias, y en cuyas manos puede caer una
publicación de este tipo". El hecho de que las manos en las que El Renacimiento
hubiese podido caer, pertenecían muy probablemente a los estudiantes de
pregrado de Oxford (Pater fue miembro de Brasenose College desde 1864 hasta su
muerte en 1894) otorga a su nota un cierto matiz perverso y picante. Y no obstante,
los pasajes más dañinos de la "Conclusión" se conservaron intactos en la versión
revisada.
324
Studies, p. 213.
325
Works, p. 17.
326
Ibid., p. 985.
327
Citado por H. Montgomery Hyde, The Other Love: An Historical and
Contemporary Survey of Homosexuality in Britain (Londres. 1970), p. 134.
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167
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330
In re Worthington Co. 30 N.Y.S. 361 (1894), citado por Ernst y Schwartz, pp.
39-40.
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331
Rosen vs. los Estados Unidos, 161 U.S. 29 (1896), citado en James Jackson
Kilpatrick, The Smut Peddlers (Garden City, Nueva York, 1960), pp. 44-45.
332
Swearmgen vs. los Estados Unidos, 161 U.S. 446 (1896), citado en Ernst y
Schwartz, p. 44. En estos primeros casos, la vulgaridad tuvo más importancia. En
1892, por ejemplo, una corte del estado de Indiana declaró el mismo veredicto —
vulgar pero no obsceno— con respecto a un agrio mensaje del día de los
enamorados, el Día de San Valentín: "Puedes conservar esto para limpiarte tu sucio
culo con él" (Los Estados Unidos vs. Males, 51 Fed. 41 (D.C. Indiana, 1892], citado
en Kilpatrick, p. 41).
169
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333
Los Estados Unidos vs. Kennerley, 209 Fed 119 (S.D.N.Y., 1913) citado en
Ibid., pp. 118-119.
334
"Nana", The Parisian (26 de febrero de 1880), reproducido en León Edel, ed.,
The Future of the Novel: Essays on the Art of Fiction (Nueva York, 1956), p, 94.
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335
Halsey vs. la Sociedad para la Supresión del Vicio de la ciudad de Nueva
York, 234 N.Y. 1, 136 N.E. 219, 220, citado por Augustus N. Hand en Los Estados
Unidos vs. un libro llamado 'Ulises', 5 Fed. Supp. 182 (S.D.N.Y., 1933), reproducido
en Robert B. Downs, ed., The First Freedom: Liberty and Justice in the World of
Books and Reading (Chicago, 1960), p. 87.
∗
Con el nombre de "Annuals" o "Keepsakes" ("Recuerdos") se designaba a
ciertos álbumes o anuarios literarios en los que se coleccionaban versos, prosas o
estampas, y que eran muy populares a principios del siglo XIX. Se les llamaba
"Recuerdos" porque se ofrecían siempre como regalos (n. del t.)
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173
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338
John Chandos, '"My Brother's Keeper'", en John Chandos, ed. 'To Deprave
and Corrupt...': Original Studies in the Nature and Definition of Obscenity'(Nueva
York, 1962), p. 34.
339
El ácido prúsico (o ácido cianhídrico, una solución acuosa del cianuro
hidrogenado) es una de las substancias más tóxicas que se conocen; era proverbial
en el siglo XIX usarlo como último recurso a causa de su fácil consecución y su
efecto casi instantáneo. Se dice que antes de recurrir al hacha, Lizzie Borden*
consideró el ácido prúsico como medio de eliminar a su padre y a su madrastra. Los
primeros adversarios de la obscenidad dieron al ácido prúsico un uso extenso,
especialmente contra niños metafóricos. Preferencias como la de Douglas eran
expresadas con frecuencia en la confianza de que el horror que despertaban
acabaría de una vez con la discusión. La química, sin embargo, como la literatura,
está sujeta a la moda: cuando Douglas invocó el ácido prúsico, recibió de Aldous
Huxley una respuesta que había esperado en el aire por décadas. Así la recordaba
Huxley jactanciosamente tres años más tarde: "Me ofrecí a procurar a Mr. Douglas
un niño, una botella de ácido prúsico y una copia de El pozo de la soledad, y
también (en caso de que guardara su palabra y decidiera administrar el ácido) una
hermosa lápida de mármol que se erigiría en su honor dondequiera que él quisiera
después de su ejecución. La oferta, lamento decirlo, no fue aceptada" ("To the
Puritan All Things are Impure", en Music at Night [1931], reproducido en Music at
Night and Other Essays including 'Vulgarity in Literature' (Londres, 1949), pp. 184-
185. [*Hija de un banquero de fortuna, Lizzie Borden (1860-1927) fue acusada de
asesinar a su padre y a su madrastra con un hacha; su juicio fue célebre en la
época, y aunque fue declarada inocente en 1893, el caso no ha sido resuelto
todavía. N. del t.].
340
The Diary of Virginia Woolf, 3:207.
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175
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344
Prólogo a Ulysses (Nueva York, 1961), p. v.
345
Ulysses, p. 358.
176
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346
Ibid, p. 370.
347
Richard Ellmann, ed., Letters of James Joyce, Volume III (Nueva York, 1966),
p. 28n.
348
Letters, 2:231.
349
Diary, 2:69.
350
The Outlook, 28 de mayo de 1922; citado en St John-Stevas, p. 95.
351
Carta a Gerald Brenan, 1 de diciembre de 1923, Letters, 3:380.
352
Citado en Richard Ellmann, James Joyce (Nueva York, 1959), p. 578n.
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353
Todas las citas de Woolsey pueden encontrarse en el texto reproducido en
Ulysses, pp. vii-xii.
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PORNOGRAFÍA HARD-CORE∗
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Como es de imaginarse, Gran Bretaña y los Estados Unidos se encontraban
bastante atrasados en este respecto frente a Francia y Alemania, y especialmente
en relación a ésta última. La primera edición de Psychopathia Sexualis, de Richard
von Krafft-Ebing, que databa de 1886 y había tenido once rediciones seguidas,
contenía material mucho más escandaloso sobre la "inversión" que el libro
prohibido de Ellis; y no obstante, la Psychopathia Sexualis nunca fue llevada a juicio
en su patria. Cuando las cosas se ponían picantes, Krafft-Ebing empleaba la
ancestral estrategia de saltar del alemán al latín. La primera traducción inglesa de
Psychopathia Sexualis data de 1893; sus frases latinas, sin embargo, no fueron
descifradas para el lector inglés hasta 1965.
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355
Ernst y Schwartz, p. 81.
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189
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367
Richard Ellmann, James Joyce, pp. 592-599.
368
H. Montgomery Hyde, A History of Pornography, p. 185.
369
Felice Flanery Lewis, Literature, Obscenity, and the Law (Carbondale y
Edwardsville, Illinois, 1976), p. 185.
370
Citado en Downs, pp. 114-115.
190
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191
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373
Al parecer, la encuesta realizada por la Oficina de Higiene fue única en su
género durante muchas décadas. Una estudio completo sobre sus hallazgos ha sido
realizado por Ernst y Seagie, pp. 239-245.
374
Kilpatrick, p. 86.
192
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195
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380
Ernst y Seagle, pp. 266-269.
381
Ibid., p. 283.
382
Esto de acuerdo con el testimonio de Herbert C. Muskett, "un crítico literario
sin credenciales", citado por Harry T. Moore, The Priest of Love: A Life of D. H.
Lawrence, ed., rev„ (Harmondsworth, 1981), p. 310.
383
Selected Literary Criticism, ed. Anthony Beal (Nueva York, 1966), p. 81.
384
Dorothy Brett, Lawrence and Brett (Filadelfia, 1933), p. 81, citado en
Ellmann, James Joyce, p. 628n.
196
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385
"Literatura y censura", Books on Trial, 14 (1956), 393-395; reproducido en
Downs, p. 218.
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199
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200
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394
Citado en Charles Rembar, The End of Obscenity: The Trials of Lady
Chatterley, Tropic of Cancer, and Fanny Hill (Nueva York, 1968), p. 479.
395
Ibid., p. 473.
201
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observa a través de una mirilla a dos hombres que tienen relaciones homosexuales;
el texto presentado en el juicio omitía este pasaje aduciendo que se trataba de una
adición posterior, no atribuible a Cleland. No obstante, David Foxon ha demostrado
de manera convincente que "el pasaje sodomítico" es original de Cleland y que
aparece en la primera edición de 1749 (Libertine Literature, pp. 61-62).
399
Catena, p. 345.
400
The End of Obscenity, p. 467.
203
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LA ERA POST-PORNOGRÁFICA
204
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401
Citado en The Report of the Commission on Obscenity and Pornography (NY,
1970), p. 1.
205
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206
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405
Ibid., pp. 45-46.
406
Ibid, p. 57.
207
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407
Ibid., p. 456-457.
408
Ibid., p. 62.
208
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409
Ibid., p. 458.
410
Ibid., p. 578.
209
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411
New York Times, 25 de octubre de 1970, p. 71.
210
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212
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413
"The Pornographic Imagination", en Styles of Radical Will (Nueva York:
1978), p. 35.
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417
Against Our Will: Men, Women and Rape (Nueva York, 1975), p. 376.
418
Ibid., p. 394.
218
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419
Report, p. 23.
420
The Interpretation of Dreams, trad., James Strachey (Nueva York, 1965), p.
155.
219
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421
Pornography: Men Possesing Women (Nueva York, 1980), pp. 29-30.
422
Ibid., p. 223.
220
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221
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424
Citado en Mary Kay Blakely, "Is One Woman's Sexuality Another Woman's
Pornography?", Ms., abril de 1985, pp. 46 s.s.
222
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425
Comisión sobre la Pornografía del Fiscal General, Final Report, 2 vols.
(Washington, D.C., 1986), 2:1709.
426
Ibid., 1:383.
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427
John Preston, "Introduction: My Life with Pornography", en John Preston, ed.,
Flesh and the Word; An Anthology of Erotic Writing (Nueva York: Plume, 1992), p.
11.
230
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428
John Leland, Maggie Malone, Marc Peyser y Pat Wingery, "The Selling of
Sex", Newsweek (2 de noviembre de 1992), pp. 95-96.
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OBRAS CITADAS∗
∗
A título de información se incluyen en esta bibliografía las traducciones al
español de algunas obras consultadas por Kendrick. La lista ha sido preparada por
RebeccaParajón (n. del t.).
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