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Universidad Sergio Arboleda

Escuela de Filosofía y Humanidades


Filosofía de la Educación
Andy Joel Suárez Delgado
Bogotá D.C. 11 de noviembre de 2020
Informe del libro filosofía de la educación de Concepción Naval y Francisco Altarejos (156 –
184)
Continuando en la exposición que nos propone el libro en cuestión que nos va dando
puntos importantes para profundizar en lo que implica la filosofía de la educación, destaca la
diferencia que podemos ver entre autoridad y potestad. “De la autoridad deben dimanar consejos
y de la potestad, mandatos” [CITATION Alt11 \p 144 \l 3082 ]. Pero estos dos conceptos se pueden
confundir al momento de su aplicación resultando la autoridad como fuente de mandatos y la
potestad de consejos, que traen consigo el autoritarismo y permisivismo que siempre se deben
condenar; en aquellas desviaciones me parece que el autor intenta que veamos que la soberbia
humana puede pintar como bueno lo que ya esta distorsionado, pues se ve esa facultad de mandar
no tanto por ayudar, sino como dice el libro: porque sé. Con todo, parece que el maestro o
educador tiene esa facultad de autoridad con la capacidad de dar consejos u opiniones fruto de lo
que sabe, de lo que ya tiene adquirido; la potestad viene al maestro, no debido a su saber, sino
debido a su misión de enseñar y por la dimensión social del aprendizaje. También nos menciona
el texto un tipo de autoritarismo que más que consejos, se da un abuso de autoridad en cuanto a la
educación; es verdad que “… el docente es a la vez fuente de opiniones y de órdenes, de saber y
de poder” [CITATION Alt11 \p 145 \l 3082 ] , mas no se refiere a un poder de mandar por mandar,
sino un aconsejar y ordenar con el fin de ayudar a que el educando aprenda, a que el educando se
conozca, sin obviar órdenes que parezcan un poco de prohibición, pero me parece que también
apunta a la intención con la que se dan esas órdenes de ‘prohibido esto, evita esto, no hagas esto,
etc.’. Que la orden, que la intención siempre apunte a ayudar al educando, que contribuya al
crecimiento de la persona, que ayuda al hombre a ser más hombre (virtuoso).
Haciendo esa precisión entre autoridad y potestad en el educador que, si no se entiende y
aplica correctamente, puede convertir al educador en una persona que corrompe a otra pues
sabemos por experiencia que cuando se enseña para alcanzar un interés, para agradar a alguien o
para evitar castigos, la persona no siempre posee ese rendimiento al máximo en el trabajo y en el
estudio, en el aprendizaje. Entonces, me parece que los autores no niegan esa autoridad y
potestad que debe tener, o mejor dicho, tiene el educador, pero que es una autoridad y potestad
encaminadas siempre a ayudar al educando a conocerse a sí mismo, a que vaya creciendo como
persona, que se vaya perfeccionando.
La tercera parte (como las anteriores) nos presenta un tema bastante interesante y
profundo. Hemos hablado a lo largo de los trabajos entregados y el libro ha mencionado en varias
ocasiones la finalidad de la educación que es ayudar a la persona, al educando a desplegar todas
sus potencialidades para su propia perfección. Desplegar todas las potencialidades en la persona
humana es formarse, es darle forma al hombre, es ayudar a dar forma a lo que debe ser el
hombre, forma que se da con ayuda de la comunidad pero que depende principalmente de la
disposición del que debe ser educado. La tercera parte del libro filosofía de la educación nos
hablará de la formación humana e iremos viendo que la educación apunta a la formación y no a la
deformación que lamentablemente muchos educadores pueden estar haciendo esto último en los
educandos.
El hombre es el único sujeto que puede ser educado, el hombre es el único sujeto que
puede ir en contra de sus instintos y puede encauzarlos porque muchas veces buscan cosas que
hacen esclavo a la persona.
Ninguna otra tarea como la educación —ninguna otra entre las más menudas o las más
trascendentes de la existencia— se ocupa tan directa y necesariamente de la persona. La educación debe
encarar en primer lugar ‘la realidad más importante de este mundo, a la vez más misteriosa y elusiva, y
clave de toda comprensión efectiva: la persona humana. [CITATION Alt11 \p 153 \l 3082 ].
La educación entonces está dirigida única y exclusivamente hacia el hombre, principalmente el
hombre en sentido particular – individual y a los hombres como comunidad – grupo; mas se
destaca que “… la dedicación y el compromiso en el aprendizaje es un asunto personal”
[CITATION Alt11 \p 152 \l 3082 ]. Principalmente la educación es algo personal individual que luego
recae en la comunidad o se manifiesta o se refleja en la comunidad, pero comienza de manera
personal y es algo único en cada persona, por eso el despliegue de las potencialidades también es
de manera individual y personal, cada uno apuntando a la perfección según las propias
capacidades.
El valor eminente de la educación se funda en su directa e inmediata relación a la persona; de la
suprema dignidad de esta resulta la excelencia de la educación: “La dignidad es una preeminencia
o excelencia (excellere significa destacar) por la que algo resalta entre otros seres por razón del
valor que le es exclusivo o propio”. La tarea de educar es excelente así, no por su consistencia
intrínseca, esto es, por su eficacia productiva, sino que destaca sobre otras tareas —por eso es
excelente— por su objeto propio, que es la persona. [CITATION Alt11 \p 156 \l 3082 ].

En la educación no hablamos de producción o de un cúmulo de cosas buenas sino de


formación, de dar forma a lo ya formado, en ese sentido podemos decir que lo que apunta es a
formar la intimidad del hombre, lo que sale de él pues eso que sale da pistas de lo que es el
hombre, en la manifestación de la intimidad del hombre es donde se expresa lo que el hombre es,
allí el hombre da y sobre todo se da, esa donación es producto de su elección libre, de un querer
comunicar aquello que le hace feliz y le forma como persona, comunicar y darse a los demás para
ayudar a que los demás también desplieguen sus potencialidades, el hombre entonces es un ser
social que se dona.

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