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Universidad Sergio Arboleda

Escuela de Filosofía y Humanidades


Filosofía de la Educación
Andy Joel Suárez Delgado
Bogotá D.C., 14 de octubre de 2020
Informe del libro filosofía de la educación de Francisco Altarejos y Concepción Naval (69 – 99)
En el presente trabajo se continuará con el recorrido que se comenzó respecto al libro de
filosofía de la educación que se nos propone. En esta ocasión se continuará profundizando sobre
el sentido y significado de la educación, lo que ella comprende y exige que no es un saber más,
no es un saber, no es acertar en las cosas que los hombres llevamos a cabo; F. Altarejos y C.
Naval apuntan a un realidad más a fondo que por la superficialidad en la que vive el hombre
muchas veces se olvida, la realidad de la educación que es o apunta a la mayor perfección del
hombre de manera individual y colectiva.
No cabe duda que a lo largo de la historia de la humanidad hemos sido testigos de los
muchos avances tecnológicos e intelectuales que el hombre ha venido descubriendo, avances que
muchas veces apuntan sólo a la soberbia de algunos y que no apuntan del todo a dar o
proporcionar medios para el perfeccionamiento de los hombres; no todo es negativo, podemos
pensar en aquellos hombres y mujeres que sin recibir nada a cambio se han desgastado por
perfeccionarse ellos y ayudar a otros, en ese sentido se puede mencionar al venerable José
Gregorio Hernández que en su época fue un médico muy célebre del pueblo venezolano pues por
él llegaron varios avances en el campo de la biología y la medicina, más adelante la vida de este
hombre está dedicada a superar sus límites intelectuales y no ser conformista apuntando a
perfeccionarse y estimular a las personas con las que se encontraban para apuntar a metas más
altas sin prestar tanta atención a las dificultades; José Gregorio Hernández es uno de los muchos
hombres que apuntan al perfeccionamiento en el servicio desinteresado a los demás. Es lo que al
parecer muestran los autores del libro en cuestión al mencionar que Aristóteles no menosprecia el
saber práctico, y da importancia a que el conocimiento será mejor si no se pretende modificar de
manera arbitraria e individual, es decir, que el conocimiento será mejor si se respeta más el
objeto, si se acoge más fielmente.
La similitud que establece Aristóteles entre el saber práctico y los trabajos manuales es ilustrativa;
pues, en efecto, no cabe pedir la misma pulcritud al que modela el barro, que a quien esculpe el
mármol; sólo la falta de sentido o instrucción puede pretender nivelar ambas tareas. Respecto del
conocimiento y la argumentación, tampoco debe esperarse el mismo rigor en el estudio de la
naturaleza (physis) que en el estudio del carácter moral (ethos). Esta aclaración no conlleva un
menosprecio hacia los saberes prácticos, al menos, no para Aristóteles. [CITATION Nav11 \p 64 \l
3082 ].

Aunque podemos recordar que en la modernidad esto no es así, pues se da un valor o


importancia mucho mayor a lo que el agente (la persona) pueda pensar o producir,
arbitrariamente el objeto debe adaptarse a lo que pienso. Los modernos se pierden de una realidad
hermosa, ya que no aceptan conocer las cosas según su esencia, según lo que cada uno es. Es
verdad que nuestro intelecto es bastante perfecto que lo material, pero el sólo intelecto no da
sentido pleno o no sostiene totalmente que una ciencia o saber estén bien, también es necesario el
campo empírico. También podemos llamar a todo esto como nos lo propone el texto,
conocimiento teórico y práctico, conocimientos presentes en los hombres y que no se dan o no
deberían darse de manera aislada, o considerarse como potencias diferentes sin olvidar que se
consideran como dos usos racionales diversos.
El conocimiento teórico y práctico apuntan a un mismo objetivo en el hombre, la verdad,
el bien. “La verdad teórica es la adecuación entre el entendimiento y la realidad conocida”
[CITATION Nav11 \p 67 \l 3082 ] . Verdad que apunta al conocimiento de los seres en general y el
conocimiento de las propias acciones. La verdad práctica apunta a la verdad en la acción, al
obrar. La verdad teórica o el conocimiento teórico apunta al bien en los juicios que nos podemos
formular.
Aunque no hace mención de manera directa, en cuanto al conocimiento teórico y práctico
se puede mencionar el hecho de que como pertenecen o se llevan a cabo en el hombre, el hombre
no está exento de equivocarse, pues en varias ocasiones en nuestras clases de filosofía de la
educación se ha mencionado que actos malos repetitivos se vuelven hábitos y aunque el hombre
no busque el mal en sí, ese bien o esa verdad que se busca con el conocimiento práctico y teórico
respectivamente, se verá nublado y puede llegar la oportunidad de ver lo malo como bueno. Es
necesario la autoeducación, la vigilancia para que la finalidad que busca el hombre, el
perfeccionamiento, aquello que lo haga más hombre, no se nuble y lo haga esclavo de sus
pasiones.
El saber educativo es un determinado saber práctico, nos lo indican Altarejos y Naval, que
es conocido también como pedagogía. La pedagogía como saber práctico está destinado a
transmitir conocimientos que formen a la persona por medio de diferentes métodos o lecciones.
“Es buen
pedagogo el que sabe enseñar de modo que se aprenda formativamente… según sepa producir o
impartir eficaces lecciones. Pero la finalidad de la lección producto de la actividad de enseñar es
promover o suscitar una acción inmanente, que resulta ser formativa” [CITATION Nav11 \p 68 \l
3082 ]. Podemos ver una vez más lo que exige la actuación educativa que está dirigida al intelecto
y a la vida.
Con todo lo expuesto hasta aquí y en los capítulos pasados es conveniente mencionar los
distintos saberes.
Según esto, se distinguen clásicamente tres órdenes de saberes: a) el saber teórico o especulativo,
ya caracterizado, donde el conocimiento sólo busca la verdad como adecuación entre la razón y la
realidad; b) el saber práctico o ético, donde el conocimiento pretende dirigir la acción inmanente o
moral, y se expresa en la verdad práctica o adecuación entre la razón y el apetito recto; c) el saber
práctico técnico —productivo o artístico—, donde el conocimiento pretende dirigir la elaboración
de un producto terminal, y cuya verdad —llamada también eficacia— es la adecuación entre la
razón y la idea o modelo del producto a obtener. [CITATION Nav11 \p 69 \l 3082 ].

En la pedagogía se dan pues un conjunto de saberes es todo un proceso en armonía que se da en


el hombre primero para conocer cosas nuevas mediante los sentidos, para conocer lo que otros le
comuniquen y para comunicar lo que él contempla o conoce. En esta primera parte del libro se ha
evidenciado que la educación está destinada principalmente a la perfección de cada hombre, es
decir, cada uno de los hombres somo responsables por descubrir y poner a trabajar todas esas
potencialidades a las que somos capaces de llegar, pero no sólo al perfeccionamiento individual,
el hombre también está llamado a compartir aquello que es verdadero y bueno, aquello que pueda
hacer bien a los demás hombres. “La Pedagogía es un arte técnico, y de naturaleza muy especial:
es un arte moral, pues no pretende elaborar nada, sino ayudar a la acción ética —conformadora
de los fines de la acción— del que se forma aprendiendo”[CITATION Nav11 \p 73 \l 3082 ].
En la segunda parte del libro en estudio, C. Naval y F. Altarejos quieren tratar sobre la
finalidad de la educación. Desde la introducción hasta los últimos capítulos de su libro, de
manera implícita, en palabras más sencillas creo que en las primeras páginas hasta el final de la
primera parte nos van dando pistas de la finalidad o lo que debe buscar la educación y ya también
se han dado precisiones respecto a ese punto, pero miremos lo que ellos comentan al respecto en
los primeros dos puntos.
Dentro de los diversos seres que encontramos en nuestro mundo están unos que son más
perfectos1. Algunos intelectuales comentan sobre grados de la vida, en el primer grado y más
básico estás los seres vegetales, luego los animales o de la vida sensitiva y finalmente los seres
racionales; el hombre participa de esos tres grados de la vida porque crece, se reproduce, tiene
sentidos al igual que los demás animales irracionales por los que percibe los demás entes
materiales y finalmente tiene inteligencia y voluntad libre. Recordando esas facultades propias y
exclusivamente de las personas como lo es su racionalidad, gracias a ello podemos hablar de que
el hombre obra por un fin, pero diferente al de los demás seres y es que la finalidad que el
hombre busca él la puede elegir o puede optar por los diferentes medios; el hombre no solo
busca, sino que siempre obra por un fin. En la acción educativa también se busca un fin, que es lo
que comentaremos. “En toda actuación humana, el primer principio de intelección es el
conocimiento del fin. En la actuación educativa, el conocimiento del fin es el principio
conformador de la acción educativa y del saber pedagógico” [CITATION Nav11 \p 75 \l 3082 ].
Es en la finalidad, en el fin donde podemos encontrar sentido a la actuación humana. Pero
la finalidad en el obrar humano no es algo sin sentido, es decir, que los hombres obran como unos
robots a modo de lo que propone el mecanicismo, un fin ya predeterminado; el hombre es libre, y
por eso puede decidir este u otro fin, bueno o malo, el hombre tiene esa poderosa decisión.
La doctrina conductista ha quedado relegada, pero el esquema estímulo-respuesta aún sigue
operando latentemente en muchas propuestas pedagógicas que ponen su mayor énfasis en la
potencia excitante de la enseñanza antes que en la reflexión sobre la finalidad. La determinación
de la conducta queda fundada en la inducción de los objetos externos, antes que en la
autodeterminación de la voluntad libre. [CITATION Nav11 \p 76 \l 3082 ].

Los autores nos hace mención de las maneras o la manera en la que muchos hombre
obran, que es sobre todo mediante estímulos, es decir, se obra para recibir algo a cambio, pero
muy pocas veces por la voluntad libre. Mediante los estimulas ciertamente la persona puede
aprender, puede perfeccionarse, pero se presenta un mayor valor cuando se actúa desde la
voluntad libre, por propia iniciativa y elección sin esperar nada a cambio. La pedagogía
generalmente se lleva a cabo mediante el estímulo.
En la finalidad presente en el actuar del hombre encontramos o el texto nos hace una
distinción verdaderamente esencial, una doble finalidad en el hombre, el fin natural y el fin libre.
“Fin natural es aquél determinado por la misma naturaleza del sujeto… El fin libre no está dado
de antemano respecto a la acción, sino que es puesto por el sujeto mediante la elección de la
voluntad” [CITATION Nav11 \p 77 \l 3082 ] . En los hombres podemos encontrar esos dos tipos de
1
Por la racionalidad que es una facultad sólo del hombre y que lo ubica por encima de los demás seres naturales.
fines, que en ocasiones dificulta el poder entender de manera sencilla el obrar del hombre, pero
que se dan en el hombre en concreto y no de manera aislada. Podemos preguntarnos sobre a qué
fin se orden la educación o dónde está si en el natural o en el fin libre. “El quehacer educativo no
se ocupa directamente de la finalidad natural, pues ésta es actualizada espontáneamente por el
sujeto; la acción pedagógica no puede pretender incidir en la modificación o transformación de
los fines naturales en cuanto que tales” [CITATION Nav11 \p 78 \l 3082 ]. Pero como en el hombre
los fines naturales también están bajo el objeto de la elección, el hombre puede elegir una u otra
necesidad o fin natural, la voluntad y razón bien educadas llevaran al hombre a elegir la mejor
comida según su necesidad, en esa libre elección también entra la educación en la elección de la
comida, de los modos y modales.
Los fines de los que venimos hablando están en todos los seres como ya se ha
mencionado, todo ser está por un fin, hasta la piedra que parece no hacer nada, cada ser Es y obra
por un fin. Entre los animales irracionales y los racionales vemos que por un lado los irracionales
parece que buscan muchos fines que parecen no terminar; de igual manera en los hombres
encontramos que son muchos los fines que persiguen. ¿Tiene el fin un fin final? En el mayor de
los casos se obra por un fin que caduca, es decir, un fin que no llena del todo y en el caso del
hombre se ve con más claridad. Por ejemplo, una persona que quiere ser feliz y lo encuentra en la
bebida, aquello es parcial porque no permanece no es algo que sacia ese deseo espiritual del
hombre. Santo Tomás de Aquino nos habla de la bienaventuranza perfecta que busca el hombre,
bienaventuranza que no se alcanza en este mundo pues lo material no es lo más perfecto no puede
saciar un deseo espiritual del hombre, lo inferior no puede ocupar o saciar lo superior; en ese
sentido sí podemos hablar de fin final, pero en este mundo material sólo se pueden alcanzar los
parciales que van acercando y disponiendo para el final. Lo que busca el hombre es la felicidad,
un deseo inscrito en su corazón por su creador que no cesará o descansará hasta obtenerlo. “La
aspiración a la felicidad es una certeza radical para cualquier sujeto…” [CITATION Nav11 \p 91 \l
3082 ]. No es un fin ciego, incierto o sin sentido por el que obra el hombre sino por un fin que
llena o que debe llenarle, fin que debe ser también espiritual pues ese deseo de verdad y felicidad
a la que el hombre aspira sin descanso también es inmaterial. “Aunque sólo fuera por esta
evidencia, si la educación quiere ser preparación para la vida, en Filosofía de la Educación se
deberá reflexionar sobre la felicidad, fin de la vida humana, y consecuentemente, fin final de la
educación” [CITATION Nav11 \p 92 \l 3082 ].

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