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Tema 1.

El hombre como ser educable: papel de la educación.

Según Dilthey, una filosofía es una concepción histórica del universo, una “Weltanschauung”. Un
filósofo se limita a interpretar el espíritu de su época, el pedagogo lo realiza, lo pone en práctica. La finalidad
de cada filosofía es elaborar la teoría de la formación del hombre, es dar paso a una pedagogía. Para
Tomorso Bugoss resulta evidente que es propio de la filosofía describir y profundizar sobre la pregunta
¿Quién es el hombre? y por ello sostiene que no es posible una Ciencia de la Educación sin estar enraizada
en el discurso filosófico.
La filosofía de la educación surge del vínculo entre filosofía y educación, al respecto señala Freire:
“No es posible hacer una reflexión pedagógica sobre lo que es la educación, sin reflexionar sobre el
propio hombre” por esto la Filosofía de la Educación debe comprender en sus reflexiones, todos los
problemas que atañen a la formación del hombre en tanto finalidad, proceso, acción, medio y resultado, por lo
que debe incluir la posibilidad teórica de reflexión filosófica sobre el valor de la educación y sus
posibilidades, los fines de la educación y su dependencia de las exigencias sociales, el sentido de la
educación, el quehacer educativo, el lugar y rol del maestro, de la escuela y de otros factores como la familia,
el entorno y la sociedad. La filosofía de la educación, es, en primer lugar, una filosofía del hombre. A través
de la historia de los pueblos, se puede rastrear, en cada grupo social, una idea de hombre que responde a las
condiciones de la cultura por eso, según Gentile, la educación fue orientada en cada tiempo y lugar según los
diversos conceptos del hombre que se concibieron. Las variaciones en la educación guardan relación directa
con las variaciones del concepto antropológico. No siempre se ha tenido una idea definida sobre el hombre.
Hay momentos históricos en que ese concepto es firme, claro y universal, por ejemplo para los sofistas
griegos “el hombre era la medida de todas las cosas”, ya que creían en el Subjetivismo. Otras épocas se
caracterizan por una situación de crisis que presenta una contraposición de doctrinas y modos de ver al
hombre, lo que sucede en la actualidad, por ejemplo para la filosofía neoliberal el hombre es un medio y no
un fin, para referirse a este se utilizan los términos “recurso humano”, el hombre es considerado medio para
fines netamente mercantiles, por lo que la educación, en cuanto mercancía y “medio de producción” es una
especie de fábrica de recursos humanos. Para la filosofía marxista el hombre es ante todo el conjunto de sus
relaciones sociales, relaciones que no son puramente espirituales, entre conciencias, sino la unidad de lo
espiritual y lo material. El hombre es un ser material de naturaleza material, de ella nace, en relación laboral
con ella vive, en esa relación mediante el trabajo se humaniza y se naturaliza, a ella vuelve después de la
muerte. La educación era vista como modernización de la estructura productiva porque las habilidades
aprendidas en la escuela mejoraban la producción (para un uso adecuado de la tecnología), además ayudaba a
impedir la explotación del hombre por el hombre.
Es en este contexto, donde conviven diferentes filosofías y paradigmas en el que la filosofía de la
educación reflexiona sobre los problemas de la educación, analiza las acciones pedagógicas y situaciones
educativas porque el fenómeno educativo está unido al significado de lo que es el ser humano, a entender las
relaciones de este con el medio, con sus pares y con el mismo, para poder establecer líneas de acción más allá
de las modas y tendencias importadas. La obra educativa debe consecuentemente admitir una posibilidad de
acción del hombre sobre sí mismo, en sus dimensiones poliédricas (sentimientos, razón, deseo, voluntad,
inteligencia) y en las instancias de él (éticas, estéticas, religiosas, sociales, políticas, económicas). La tarea
educativa debe promover la realización libre del ser integral quién, en cuanto integral, es espíritu encarnado;
espíritu y cuerpo, espíritu unido al propio cuerpo, el cuerpo debe ser educado para actuar con el espíritu y el
espíritu para expresarse mediante el cuerpo. El equilibrio del hombre reside en la justa relación de espíritu y
cuerpo, de lo interno y externo: la corporeidad no debe ser ignorada o vuelta esclava sino ordenada dentro de
la esfera de la libertad.
Tomorso Bugoss afirma que la educación es un proceso poliédrico de desarrollo de las dimensiones
multiformes de la naturaleza humana, las cuales se sitúan libremente y tienen su raíz en la interioridad, de
manera que el hombre se constituya como síntesis de lo creado: el hombre es considerado como un
poliedro, cada una de sus caras concurre al acto mismo de su formación y su configuración. Se ha subrayado
la palabra “libremente”, porque sin libertad no hay educación, ni formación, en cuanto sin ella no puede
subsistir el pensamiento, el pensar. La obra educativa no puede reducirse a una o algunas dimensiones del
hombre, si fuera así, se instauraría un peligroso empobrecimiento del hombre cuanto se desarrollaría sólo una
o algunas de sus dimensiones. El hombre estaría privado de su unidad, de su integridad, carencias que
implicarían reduccionismos. El pensar es un acto esencialmente libre. El hombre es un todo, vive en la
historia, pero existe en la historia y más allá de la historia y es precisamente por esto que San Agustín dice

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que el hombre es siempre una historia personal; por lo tanto, cada hombre construye y edifica su propia
historia.
Octavi Fullat afirma que históricamente la Filosofía de la Educación se ha ocupado de cuatro tareas
fundamentales: analizar el lenguaje educativo, indicar el sentido general del proceso educador, explicar los
fines de la educación (teleología) y mostrar la estructura educanda del hombre.
Si bien se mira, la antropogénesis y la educación se dan la mano, aún más, coinciden, resolviéndose
ambas en una sola peripecia. Ser hombre consiste en tener que educarse. El ente humano es constitutivamente
animal educando. A nadie extrañará que la filosofía de la educación se ocupe de estudiar esta cuestión ya que
es cosa propia indagar acerca de los principios. El Arkhe de la educación, o sea el hombre mismo y sus
peculiares estructuras y funciones.
El hombre es forzosamente educando; porque no es cuestión de si quiere, uno, educarse o quedar
deseducado; es que o nos educamos y alcanzamos la constitución humana o nos paramos antes y persistimos
en una elemental animalidad. La naturaleza del hombre exige el proceso educativo, por lo tanto hay que
educar, quiérase o no, a menos que uno se desdiga de ser hombre. Estamos condenados a ser educandos, sólo
después podrá hablarse de buena o mala educación. Hacer nuestra vida en el mundo (físico y social) viene a
ser lo mismo que educarnos; es educándonos como fabricamos nuestras biografías.
Si se indaga el origen del proceso educador, irremediablemente se cae en la cuenta que no es otro que
el hecho que haya hombres, los cuales consisten no tanto en ser esto o aquello sino, de entrada, en tener que
ser. Ser hombre es tener que educarse. El ente humano es constitutivamente animal educando. Como se
desmaye un solo instante, en tan apremiante faena, deja de haber hombre. Sólo los cadáveres y las
civilizaciones periclitadas han abandonado la educación.
No solo hay que educar; es necesario, además, educar honestamente. Se discutirá que es lo honesto,
pero no se pondrá en duda que la educación tiene que ser conforme a honestidad y justicia. La máquina
educadora encierra una necesaria referencia a los valores. De hecho, se puede educar según tal código de
valores o según aquel otro, en el plano de la conciencia, educar conlleva siempre el tener que optar, preferir o
decidirse por uno y otro sistema de valores. La libertad, pues, juega un papel primordial en la faena
educadora.
El animal al no poder preferir, estando como está desprovisto de libertad, tampoco es sujeto de
educación. Con él únicamente es posible la doma o la domesticación. El hombre, por el contrario, es libre
para preferir ésta o la otra educación; se responsabiliza ya que se educa de acuerdo a lo que quiere ser. El
hombre posee estructura educanda –el qué educacional- y es también un proyecto educativo –el para qué
educacional-. Los fines educativos se montan necesariamente sobre el hecho que la realidad humana es
constituidamente educanda. La “forma” educativa demanda sin cesar un contenido axiológico con el que
llenarse. Tales contenidos o valores proceden del modelo antropológico que cada época y clase social
privilegian.
Expuesto anteriormente los cometidos de la filosofía de la educación, Mauriño Mozquera señala
que lo que perturba la educación es la ausencia de reflexión filosófica, esto quiere decir la falta de
conocimiento de la realidad, la función de las ideas que fundamentan las acciones pedagógicas, y
principalmente las modas, que son importadas y que realmente son evaluadas y afirma que la inocencia y la
omisión también son dos pecados capitales a la hora de analizar lo que representa la educación y lo que
produce socialmente.
Según Fermoso Estebanez la educabilidad es una posibilidad y una categoría humana. Una
posibilidad, porque significa la viabilidad del proceso educativo y la afirmación de que la educación es
factible; una categoría humana, por cuanto se predica del hombre esta cualidad. Del hombre se dice que es
sociable, histórico, perfectible y educable. Entre todas las categorías humanas, la educabilidad ocupa un
lugar de privilegio y hasta es, para muchos, la más esencial de todas ellas. La educabilidad es la condición
primordial del proceso educativo, es la cualidad específicamente humana o conjunto de disposiciones y
capacidades del educando, básicamente de su plasticidad y ductibilidad que le permiten recibir influencias y
reaccionar ante ellas, con lo que elabora nuevas estructuras, que lo personalizan y socializan, la adaptabilidad,
asimilación y acomodación, en virtud de las cuales se operan la personalización y socialización, estas
disposiciones permiten que el educando sea influenciado y asimile cuanto le estimula, cualidad que suele
significarse con la palabra plasticidad, de forma que todo cuanto afecta al educando se hominiza, porque el
hombre lo convierte en suyo mediante la vivencia.
El hombre concreto está en medio de coordenadas del tiempo y del espacio, rodeado por una cultura
específica, en el seno de una sociedad donde cada hombre ha de realizarse por la capacitación y vivencia de
los valores predominantes en el momento y lugar que le condicionan. El hombre no sólo tiene derecho a

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realizarse, sino que debe realizarse. La educabilidad es un poder “ser”, una esperanza de acercarse al
“deber ser”, una autoexigencia de perfección, una insaciable búsqueda de un sí mismo mejor.
La primera razón por la cual el hombre es educable, ha de buscarse en su apertura, que es la
capacidad opuesta al instinto ciego y fijo, la capacidad de realizaciones múltiples, la capacidad de elección
entre muchas opciones. Por la apertura se opone la educabilidad al desarrollo espontáneo, que sólo puede
recorrer el camino preestablecido de la naturaleza. El existencialismo, principalmente Jaspers, ha insistido en
esta característica del ser humano, radicada últimamente en la inteligencia y en la libertad, que son las
ventanas abiertas en los planos cognoscitivos. Si el hombre fuese privado de su apertura, quedaría
automáticamente sin educabilidad, porque sólo el ser abierto puede proyectar su autoperfeccionamiento.
El hombre presenta una memoria existencial o autoconciencia, que difiere de la memoria funcional
de los animales o “memoria asociativa” en expresión de Max Scheler.
El hombre por su “estado permanente de apertura, puede rechazar ciertos modelos de vida en
obsequio de otros que, a veces, precisa inventar... Nuevos conocimientos, nuevos estilos artísticos, nuevas
instituciones sociales, nuevas liturgias religiosas.”
El ser del hombre es educable, porque puede autorrealizarse, consecuencia de su apertura y su falta
de programación, en los niveles de su libertad, donde quien programa es él mismo. La autorrealización tiene
una doble vertiente: como individuo –personalización– y como miembro de una sociedad –socialización–.
Justamente educarse es autorrealizarse y auto programarse, privilegios exclusivos del hombre.
El hombre es educable, porque puede comunicarse, en una doble esfera: la del saber y la de la
relación personal. El hombre es un ser cultural, activa y pasivamente, es decir, puede crear y recibir cultura.
La comunicabilidad de los saberes es posible, gracias a la coincidencia de ambos extremos –maestro y
alumno– en la racionalidad, en la posesión del lenguaje, en la disposición de métodos y técnicas hábiles para
estos fines, y porque hay una verdadera donación y participación, también la comunicación personal,
interviniente en el proceso educativo, es real.
El hombre es educable en virtud del principio de convergencia, que aúna lo hereditario, lo ambiental
y “las intervenciones independientes del individuo en su propia evolución” o línea fundamental de la
vivencia y de la acción que cristaliza la personalidad en evolución. Esta línea fundamental es la dirección
impuesta por la persona, espoleada por su historia íntima y los valores ya elaborados por ella se hace
intervenir un tercer factor, además de la herencia y el medio ambiente, y este tercer factor es la libre decisión,
filtro por el que han de tamizarse los influjos ambientales, que resonarán superficial o profundamente, según
lo permita la dirección libre de la persona.
Fermozo Estebanez destaca las características de la educatibilidad:
La educabilidad es personal, es decir, es una exigencia individual inalienable e irrenunciable. La
educatibilidad no es otorgada por los estados, sino que son éstos los que, reconociéndola en cada ciudadano,
ofrecen opciones y modos de actualizarla. Los estados reconocen el derecho existente ya, no añaden nada,
sino que brindan facilidad para que lo posible pase a ser real.
La educabilidad es intencional, es decir, la posibilidad no está a merced de unas leyes naturales,
sino que el sujeto es dueño de sí mismo y se fija en su vida metas o ideales.
La educabilidad es referencial, porque no es una fuerza ciega, sino una capacidad ilustrada, que
sabe hacia dónde se dirige: en otras palabras es teleológica.
La educabilidad es dinámica, pues la realización del programa existencial de cada hombre supone
actividad y dotación de potencialidades que buscan pasar al acto.
La educabilidad es necesaria pues sin ella el hombre se vería privado de posibilidades de
autorrealización, de personalización y de socialización.
Estos dos últimos procesos postulan la existencia de la educabilidad. Ser educable y poder a llegar
a ser hombre es la misma cosa, pues la educabilidad comprende por igual las potencialidades realizables por
simple desenvolvimiento natural y las realizables bajo la dirección de la actividad definida y programada; lo
que llamaría Rousseau educación de la naturaleza, de los hombres y de las cosas.
Fue Herbart el primero en levantar la bandera de la educabilidad como concepto clave en ciencias de
la educación, cuando escribió “El concepto fundamental de la pedagogía es la educabilidad del alumno”. Para
Herbart la educabilidad es sinónimo de “plasticidad” y “ductibilidad”, características casi aplicables a los
elementos materiales, como si se tratara de la maleabilidad y blandura de algunos cuerpos inorgánicos; es este
un sentido físico.
Definido los términos de educando, educable y educabilidad como una de las características que
definen al hombre se analizará el papel de la Educación.
En los inicios de nuestra escuela Varela ya destacaba la diferencia radical que existía entre el hombre
y los seres inferiores de la creación, marcando su condición de debilidad al nacer y la necesidad de educación

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para completar su desarrollo a lo largo de su existencia. También cita Varela en la Educación del pueblo, “El
hombre es la única criatura que necesita ser educada: una generación educa a la otra, sin que escapen a esa
ley de educación universal, ni aún los pueblos y los individuos que se conservan en estado de la mayor
ignorancia”, “la familia, primero, debe preparar y vigorizar la enseñanza: la sociedad, después debe
desarrollarla y completarla”.
Según Tomorso Bugoss cualquier hombre, si quiere, se hace persona (el hombre no nace persona)
entonces el concepto de persona implica el acto de voluntad. El hombre es ser personal, irrepetible, de donde
se infiere el concepto de personalidad: caracterizada por la actitud personal distinta de los valores de cada
individuo. Cada uno de nosotros está llamado mediante la obra educativa a ser nosotros mismos, a realizar los
valores de manera diferente según las propias capacidades y posibilidades. De todo lo dicho, se puede
puntualizar que la educación contempla y propone teóricamente un máximo desarrollo sin olvidarnos de las
posibilidades concretas de cada uno. Ser hombres integrales es la finalidad de la educación porque la
educación es un proceso de perfeccionamiento, no tiene límites, sino solamente el límite antológico,
proporcionado por la constitución ontológica, el ser de hombres, concretamente tiene un límite interno
propio: cada hombre singular esta llamado a realizar su propio ser específico según su vocación peculiar.
Se puede decir que la educación es ciertamente aquel proceso personal que se cumple por cada uno
de nosotros, pero esta particularidad puede ser orientada, estimulada guiada desde el exterior por un
semejante propiamente adecuado. La educación es una obra de colaboración abierta entre seres inteligentes.
Esto significa que la acción educativa ejercida desde el exterior en el periodo de la infancia, de la
adolescencia, de la juventud, prepara la capacidad de cada persona para el autogobierno, o sea el dominio de
nosotros mismos. Del ambiente el hombre recibe estímulos y alimentos para la formación de una
personalidad propia, en este contexto resalta la obra del educador porque este contribuye a la formación de la
personalidad eliminando aquellas demandas que puedan ejercer una influencia negativa, jerarquizando las
positivas. Esta obra de formación debe favorecer exclusivamente el desarrollo del educando evitando el
adoctrinamiento, o sea la educación debe apuntar hacia un autogobierno, una vez conseguido lo primero, debe
proseguir libremente dentro de una mirada individual personal para hacer del educando un ser libre y
consciente capaz de pensar y querer por si mismo. El verdadero educador para Rodríguez Mariscal tiene que
” saber más, para ser más” o sea aquél que conoce la verdad y el valor de las cosas y hacia ella encamina su
conducta y su propio modo de actuar. El educador es aquel que mas allá de conocer la verdad es aquel que la
comprende. Para comprender es necesario el amor, para comprender el saber es necesario aquello que
ninguna tecnología educativa nos puede enseñar, es decir se requiere el amor del saber.
Sin conocimiento y sin discernimiento no hay libertad. La libertad no consiste en elegir lo que se le
antoje a la persona sino que implica el conocer, la elección, la capacidad de elegir, de conocer, unida a la
libertad.
Para Paulo Freire, “el hombre debe ser sujeto de su propia educación. No puede ser el objeto de ella.
Por eso nadie educa a nadie. Los hombres se educan entre si mediatizados por el mundo.”, La educación es
un acto de amor por lo tanto de coraje que debe “permitirle al hombre llegar a ser sujeto, construirse como
persona, transformar el mundo, estrechar con los otros hombres unas relaciones de reciprocidad, hacer su
cultura y hacer la historia,”
“No existe educación sin sociedad humana y no existe hombre fuera de ella..." Mientras los animales
se adaptan al mundo a fin de sobrevivir, los hombres son capaces de modificar el mundo, a fin de “ser más”.
Los hombres hacen la historia que los hace a ellos, y además pueden relatar la historia que ellos mismos
hacen. Su naturaleza se constituye social e históricamente. Más que un ser en el mundo, es “presencia en el
mundo, con el mundo y con los otros” por ello verdadera educación debe justamente contribuir a eso, a la
superación constante del hombre. La alfabetización va más allá de la mera instrucción porque implica una
comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado, al que a su vez
se le tiene que respetar sus saberes, experiencias, decisiones, etc. “Nadie es, si se prohíbe que otros sean”.
Según Reina Reyes la educación cumple un papel verdaderamente importante para el hombre,
porque es crucial para construir el hombre situado y comprometido con los otros y para conquistar su libertad
autónoma y participativa.
Para esta autora educar debería ser preparar al hombre de la sociedad del futuro en el entendido de
que se quiere que esa sociedad fuese mejor que la del presente. En su notable libro «Para qué futuro
educamos», nos decía hace ya siete lustros: "Hoy, educar para el presente es educar para un pasado que nunca
volverá, la escuela tiene que proporcionar una educación revolucionaria entendiendo como revolucionario
"no al rebelde en el campo político sino al que es capaz de independizarse de las formas de vida que le ofrece
el medio en que nació para poder juzgarlas". La educación debe brindar los medios para que el individuo
pueda participar de su medio, para construirse como hombre situado; para vivir en situación.

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Es mediante la educación que el hombre integra dos aspectos, lo racional y lo irracional, también
estructura las condiciones innatas de pensamiento reflexivo y estabilidad emocional, el mayor valor en la
educación está marcado por la afectividad, por la manera de vincularse con un sentido de igualdad.
Es importante realizar una acción integradora que satisfaga las necesidades afectivas del ser y
encauce la emotividad pues de lo contrario quedaría lo irracional a merced de los instintos favoreciendo
tendencias regresivas sobre lo que la razón no puede dominar.
Para Javier Galdona el objetivo último de la educación es la búsqueda de la realización de la
persona por lo que un objetivo intrínseco al proceso educativo debe ser la conformación de una “persona
ética” , el ser humano es un todo por lo tanto no puede haber desarrollo integral de la persona sin un
desarrollo ético de la persona, el objetivo de la educación no se encuentra exclusivamente en el campo
cognitivo, sino que abarca también -y con igual importancia- otras dimensiones humanas como lo son la
actitudinal-comportamental, la relacional interpersonal y social, y la espiritual-existencial.
El desarrollo de las capacidades y habilidades necesarias para que un ser humano pueda desarrollar
su existencia de manera satisfactoria y realizante para sí, al mismo tiempo que constructiva y respetuosa en
referencia al conjunto social que integra, lo implica en todas sus dimensiones y le exigirá un proceso
consciente, ponderado, continuo y global a lo largo de toda su vida. La educación formal solamente podrá
acompañar al sujeto en una etapa de su vida, aunque se trata de una etapa fundamental en la construcción del
conjunto de su vida. En gran medida, lo que la persona pueda construir a lo largo de toda su existencia
depende de lo desarrollado en su etapa educativa por ello no podemos sobrevalorar las posibilidades sociales
de la educación formal en campo ético, pero tampoco debemos minimizarlas. Un trabajo educativo en esta
perspectiva implicará, por lo tanto, acciones simultáneas y coordinadas en varios frentes. El objetivo central
del proceso de educación ética" consiste en perseguir la construcción de una personalidad ética sólida,
apoyada en el desarrollo de una conciencia moral autónoma .
El horizonte en el que estamos trabajando, como ya se ha expuesto, implica la búsqueda de la
realización personal por parte de cada uno de los seres humanos. Para ello, se entiende como un presupuesto
educativo la necesidad de apoyar el desarrollo de todas las capacidades humanas, especialmente aquellas
referidas a la libertad e independencia del individuo porque para la realización plena del ser humano es mejor
ser dueño de su vida que no serlo. A su vez, irse "haciendo dueño de la propia vida" (sinónimo de ir creciendo
en libertad) implica necesariamente ir creciendo en conciencia moral acerca de las posibi lidades y limitaciones de
cada situación, e ir discerniendo la validez ética de sus opciones. Esto exige el desarrollo de una personalidad tal
que sea capaz no solamente de ir tomando opciones en perspectiva de una creciente autonomía, sino que al mismo
tiempo también descubra, acepte y asuma las consecuencias que se desprenden de sus opciones. Este es el
paso de la "responsabilidad", a nivel personal, interpersonal y social del sujeto.
Para realizarse plenamente como persona uno de los objetivos de la educación incluye enseñar al menos
tres niveles diferenciados que deben interactuar de modo permanente e integrado. Esos tres niveles hacen
referencia al desarrollo del sentido de vida, al desarrollo de un proyecto de vida realizable y al desarrollo de
una estructura ética personal.
El desarrollo del sentido de vida implica la capacidad de dar respuesta personal y autónoma a la
pregunta fundamental de la vida. ¿Qué puedo esperar de la vida, o de mí mismo? ¿Para qué existo? ¿Qué quiere
Dios, o la historia, o ... , de mí?, La vida entera se desenvuelve en torno a una cuestión esencial que podemos, en
términos generales, denominar como la necesidad de encontrar un sentido a la vida.
La construcción de un proyecto de vida supone el intento consciente y deliberado de procurar la
mayor coherencia personal posible, como camino de realización, estableciendo las opciones históricas que de
cara al futuro hagan posible la concreción real de los propios ideales y de la propia escala de valores.
La estructuración ética de la persona implica una serie de contenidos que deben ser escogidos
conscientemente por el propio individuo, pero este proceso es competencia del instrumental pedagógico que
se implemente en el proceso de educación ética.
Existen algunos elementos constitutivos propios de este proceso:
Formación para la configuración de referentes éticos. El desarrollo de una estructura ética
personal, es por lo tanto la construcción de un marco de referencia de lo que es éticamente bueno y de lo que
no lo es.
Aprender a clarificar lo que “cree”, lo que “siente”, lo que “puede.
Aprender a no auto- justificarse algo que el individuo tiende a hacer ante sí mismo y ante los
demás; a enfrentar la verdad, situación para nada sencilla que demanda una fuerte conciencia crítica y de
aceptación.
Aprender a buscar la verdad pese a todo el sacrificio que demande. Esto supone una capacidad de
diálogo para confrontar con los demás, en especial aquellos que piensan diferente y a los que se les debe

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respetar sus opiniones, las certezas y las propias dudas presentando argumentos válidos en definitiva ser
auténtico.
Formación para el discernimiento, aquí el docente debe hacer hincapié y dedicarle mayor
importancia e incentivar al alumno para éste pueda desarrollar la habilidad que le permita llegar decidir con
certeza sobre cuál es el mayor bien posible “aquí y ahora” porque en el discernimiento se encuentra la base de
una persona verdaderamente ética.
Formación para la autenticidad, ser auténtico consiste en actuar siempre de acuerdo con el
dictamen de la conciencia moral. Este actuar sistemático en coherencia ética es lo que permite a la persona
una autoconstrucción genuina y autónoma, llegando así a ser él mismo.
Como se ve, los contenidos éticos no se pretenden universales, pero sí el modo de estructurar la
personalidad moral, de modo de lograr seres humanos con conciencia moral autónoma y, por ende, con
capacidad de autenticidad y desarrollo personal integral.
En el libro “La educación encierra un tesoro”, UNESCO, 1997, Jacques Delors afirma que la
educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales
de paz, libertad y justicia social ya que una nueva concepción más amplia de educación debería llevar a cada
persona a descubrir, despertar e incrementar sus posibilidades creativas, actualizando así el tesoro escondido
en cada uno de nosotros.”
Pensando en ese animal hombre-educando-educable de este siglo XXI, que vive en un mundo
complejo, la educación debe cumplir el conjunto de las misiones que le son propias, debe estructurarse en
base a cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto
sentido, los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es decir adquirir los instrumentos de la
comprensión, aprender a hacer, para influir sobre el propio entorno, aprender a vivir juntos, para
participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas y por último, aprender a ser, un
proceso fundamental que recoge los aprendizajes anteriores. Este concepto implica una educación que dure
toda la vida, responde al desafío de un mundo en rápida evolución, se impone como una necesidad con todas
sus ventajas de flexibilidad, diversidad y accesibilidad en el tiempo y en el espacio, va más allá de la
distinción habitual entre educación tradicional y educación permanente. Es importante que la escuela
contribuya en esta construcción del hombre, que inculque aún más el deseo y el placer de aprender, la
capacidad de aprender a aprender, la curiosidad intelectual. Tendríamos que imaginar incluso una sociedad en
que cada individuo fuera alternativamente educador y educando. La educación debe pues adaptarse
constantemente a los cambios de sociedad, pero sin dejar de transmitir los logros, las bases y los frutos de la
experiencia humana.

Bibliografía:

-FULLAT, Octavi Filosofías de la Educación CEAC, Barcelona 1978,


-Bugoss, Tomorso. “El hombre como ser educable, papel de la educación”. Antropología y educación. Multiversidad
Franciscana de América Latina.
-“La transversalidad en el Currículo”. La formación de la estructura ética de la persona. Pbro. Lic. Javier Galdona. Profesor
de Ética. Universidad Católica de Uruguay.
-FERMOSO ESTEBANEZ, P. (1990): "Sociología de la educación", Alamex, Barcelona,
-Reyes, Reina. "Para que Futuro Educamos". Ediciones de la Banda Oriental. 1970.
-Paulo Freire, La educación como práctica de la libertad. México. Siglo XXI. 1980.
-Mouriño Mozquera, “El acto de filosofar y sus significados”

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