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Aceleración Social: Consecuencias Éticas y Políticas de una Sociedad de alta

Velocidad Desincronizada.
JORGE MONCAYO.

Según el historiador Reinhart Koselleck, la sensación general de una aceleración, ha


acompañado a la sociedad moderna desde a mediados del siglo XVIII. De hecho, la
historia de la modernidad parece estar caracterizada por una aceleración de gran alcance y
consecuencia de todo tipo de procesos tecnológicos, económicos, sociales y culturales, y
por un esfuerzo por alcanzar el ritmo general de vida.

Hartmut Rosa, con este artículo nos da a entender, que la aceleración social se da a partir de
unas consecuencias éticas y políticas de una sociedad de alta velocidad desincronizada;
entendiendo la desincronización como algo que no se produce al mismo tiempo que otro
hecho, fenómeno o circunstancia.

Con este artículo el autor busca desarrollar un concepto coherente de la aceleración social
mediante la distinción entre aceleración tecnológica, aceleración del cambio social y
aceleración del ritmo de vida. También el autor pretende identificar los motores impulsores
y las consecuencias éticas y políticas de la aceleración.

Definición de la Aceleración Social

Se parte de que, existe un gran número de fenómenos sociales a los cuales se les puede
aplicar el concepto de aceleración. Los atletas parecen correr y nadar cada vez más rápido,
los computadores procesan cada vez a una mayor velocidad, la comunicación y el
transporte necesitan sólo una fracción de tiempo con relación al siglo pasado, las personas
parecen dormir cada vez menos, los vecinos se instalan y se mudan de sus apartamentos
con mayor frecuencia. Este fenómeno se lo puede separar en 3 categorías distintas:

1. La aceleración tecnológica: Esta es definida en relación con los procesos intencionales


y dirigidos a un objetivo de acelerar el transporte, la comunicación y la producción. Los
efectos de la aceleración tecnológica en la realidad social son ciertamente grandes. En
la era de la globalización y del internet, el tiempo se concibe cada vez más como
aniquilador del espacio.

2. La aceleración del cambio social: Las actitudes y los valores como la moda y los estilos
de vida, las relaciones sociales y las obligaciones, así como los grupos, las clases, los
lenguajes sociales y también las prácticas y hábitos, se dice que cambian a un ritmo
cada vez mayor.
El filósofo alemán Hermann Lübbe (1998), afirma que las sociedades occidentales
experimentan lo que él llama una “contracción del presente” como consecuencia de las
aceleradas tasas de innovación cultural y social.
Existe un cambio en los ámbitos del trabajo y de la familia: antes en las sociedades
premodernas el hijo heredaba la ocupación del padre. En la modernidad clásica los
hijos son libres de elegir su propia profesión para toda la vida. En la modernidad tardía,
los trabajos cambian a un ritmo más rápido que las generaciones.
3. Aceleración del ritmo de vida: El ritmo de la vida está relacionado con la aceleración
tecnológica; ya que esta última describe la disminución del tiempo necesario para
llevar a cabo procesos y acciones cotidianas de producción y reproducción,
comunicación y transporte. Hay una tendencia a comer más rápido, dormir menos y
comunicarse menos con nuestros familiares en comparación con nuestros ancestros
(Garhammer 1999). Se hacen más cosas simultáneamente, como cocinar, ver televisión
y hacer llamadas telefónicas al mismo tiempo (Benthaus-Apel 1995).

¿Qué impulsa a la aceleración social?

La aceleración tecnológica, que con frecuencia se asocia con la introducción de nuevas


tecnologías, provoca una serie de cambios en las prácticas sociales. La gente se siente
presionada a mantener el ritmo de la velocidad del cambio que experimenta en su
mundo social y tecnológico para evitar la pérdida de opciones y conexiones
potencialmente valiosas. Existen tres motores que provocan la aceleración social:

1. El motor económico: En el occidente la lógica del capitalismo conecta crecimiento con


aceleración, en la necesidad de incrementar la producción y la productividad.

2. El motor cultural: Existen ideales culturales dominantes de la modernidad, estos han


cambiado el equilibrio entre tradición e innovación hacia la prioridad del cambio. La
idea de la vida plena ya no supone una “vida superior”, sino más bien consiste en la
realización de tantas opciones y posibilidades que el mundo ofrece. Saborear la vida en
sus altibajos y complejidad se convierte en una aspiración central del hombre moderno.

3. El motor estructural: En una sociedad que está estructurada a lo largo de las líneas de
los “sistemas” funcionales, como la política, la ciencia, el arte, la economía, la ley, etc.,
la complejidad aumenta inmensamente. La creciente complejidad y contingencia crean
una abundancia de opciones y posibilidades.

Forma y relevancia de la desaceleración social


Se pueden distinguir cinco formas de desaceleración e inercia:

1. Los límites de velocidad naturales y antropológicos, algunas cosas no se pueden


acelerar. Por ejemplo: los procesos físicos, el proceso en nuestros cerebros y cuerpos, o
el tiempo que necesitan los seres vivos para reproducirse.
2. Existen “nichos” territoriales, sociales y culturales que aún no han sido afectados por la
modernización y aceleración: islas olvidadas, grupos excluidos, o sectas religiosas
como los Amish o formas tradicionales de práctica social.
3. Existen fenómenos de ralentización como una consecuencia no intencionada de la
aceleración y la dinamización. Por ejemplo los atascos de tráfico, la exclusión
estructural de los trabajadores de la esfera de producción, etc.
4. Existen formas intencionales de desaceleración (social) que incluyen movimientos
ideológicos en contra de la aceleración moderna y sus efectos.
5. Paul Virilio, Jean Baudrillard y Francis Fukuyama afirman: que no existen nuevas
visiones ni energías disponibles para la sociedad moderna y, por tanto, la enorme
velocidad de los acontecimientos y las alteraciones es un fenómeno superficial que
apenas cubre una inercia cultural y estructural profundamente arraigada.

Implicaciones políticas y éticas

Las estructuras temporales de las sociedades modernas transforman la esencia misma de


nuestra cultura, estructura social, identidad personal y nuestra experiencia de la naturaleza.
Encontramos dos transformaciones relacionadas entre sí:

1. La identidad situacional y la destemporalización de la vida: La aceleración del ritmo de


vida está vinculada con la personalidad, esta se da por dos factores: Por un lado, los
individuos se sienten presionados a acelerar, en respuesta al cambio social que los
rodea. Por otro lado, es en respuesta a la concepción que tienen las personas de la buena
vida. Por lo tanto, ni la vida laboral y familiar se pueden planear para toda la vida.

2. El “final de la política” y la destemporalización de la historia: La pérdida de autonomía


política es una consecuencia de las estructuras temporales de la sociedad moderna. El
presente pierde su capacidad de moldear y planificar, dado que no se puede moldear
dicho futuro debido a las dinámicas, los riesgos y la gran cantidad de simultaneidad
dentro del presente, las cuales no se pueden controlar en absoluto.

La política se vuelve un mero ‘salir del paso’ (descrito por Luhmann como la primacía
del corto plazo) con soluciones cada vez más provisionales y temporales, asegurando
que los temas continúen reapareciendo en la agenda.

Este artículo concluye, con la reflexión de que en un mundo moderno tardío globalizante,
no sólo la estructura psíquica de los individuos, sino también las pautas temporales de la
democracia corren el riesgo de verse sobrecargadas por la presión que emana de la rápida
aceleración de las transacciones económicas, el progreso tecnológico y el cambio cultural.

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