Considero al Derecho como un sistema normativo, en el cual se debe
considerar, por una parte, la realidad social, y por otra, los valores y los fines del Derecho para alcanzar una visión integrada que supere la rigidez de la doctrina pura del Derecho. También es necesario comprender la relación del Derecho con el poder y con la moral y de su característica propia de ser un sistema u ordenamiento de normas jurídicas que hacen difícil definirlo a cabalidad. Actualmente el Estado, rompe los poderes por la pretensión de dominar de forma autoritaria en el uso de toda la fuerza legítima que convierte al Derecho en Derecho del Estado, de allí que la primera función del ciudadano sea extender las doctrinas democráticas de la soberanía popular donde debe tratar de producir Derecho y organizar la vida social, defendiendo los logros de la sociedad civil organizada, como por ejemplo los contratos colectivos del Derecho Laboral, en las normas del Derecho Comunitario, el Poder Constituyente, la Asamblea, gobierno, jueces, el Poder Judicial, entre otros. En el funcionamiento normal de una sociedad donde el Derecho es obedecido habitualmente, la necesidad del apoyo de la fuerza de los órganos estatales para ejecutar lo que no es cumplido voluntariamente se evidencia de la fuerza legítima o cuando la desobediencia o la falta de eficacia aparecen en la aplicación de una norma estatal directa. Por ello debemos ser conscientes de que el Derecho no puede basarse en varias fuentes y un solo procedimiento para el cumplimiento de las normas, todos debemos ser garantes y cumplidores del Derecho. Pero considero que para lograr lo anteriormente expuesto, el Derecho debe ser justo para ser considerado como tal porque, según veo, comienza a debilitarse y a perder fuerza en la cultura jurídica, fundamentalmente debido al poder político y su monopolio en la producción del Derecho. En ese sentido, resulta necesario asumir en el Derecho la existencia de valores, de dimensiones materiales para completar los contenidos de la validez que permitan una nueva forma de relación entre moral y Derecho, implícito en la separación de poderes y la garantía de los derechos humanos. Este punto de vista es el que me parece más adecuado para establecer la importancia del Derecho en la interpretación de la ley. Por lo tanto, el Derecho debe existir con independencia y moralidad. Todo ordenamiento jurídico expresa un punto de vista sobre la justicia, y tiene unos determinados contenidos morales, pero estos no determinan su juricidad. Son necesarios para identificar al Derecho, junto con los órganos de producción y los procedimientos, pero vale cualquier contenido moral para que esté cumplido el trámite. Otra cosa es que desde el punto de vista histórico parezca más adecuado una ética pública que se sitúe en el ámbito de los valores liberales, democráticos, sociales y republicanos. Aunado a ello, la moralidad debe ser crítica para juzgar a ese ordenamiento como justo o injusto donde claramente debemos entender que el Derecho no utiliza sólo criterios formales sino también una moral crítica y a la vez legalizada en los artículos 2, 3 y 7 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y en el artículo 4 del Código Civil Venezolano, para resaltar el carácter flexible y una capacidad de adaptarse a los momentos históricos. Asimismo, se debe ser consciente de la importancia del poder político, como hecho básico que apoya la existencia de un sistema jurídico concreto. La inclusión de los valores de justicia, de los criterios de moralidad, de ética pública, como los valores de libertad, de igualdad, de solidaridad, propios de una concepción democrática, dependerá de la voluntad del poder, que asume e interioriza esos valores y esos fines. Sólo un poder democrático apoya y desarrolla un Derecho positivo democrático, al asumir esos valores y esos fines como propios. La participación política, el sufragio universal, los derechos fundamentales como límites al poder, y como promoción desde el poder y todos los principios de identidad de un poder político democrático, serán así muy importantes para juzgar un ordenamiento jurídico. La seguridad es también importante, en cuanto a la protección de las personas sometidas a un ordenamiento jurídico concreto y del que aparecerán las garantías personales y procesales, los derechos de seguridad jurídica, en la detención y en la prisión y en el proceso, especialmente en el penal. La legitimidad del poder y la justicia del Derecho son las dos caras de una misma moneda, donde la ética pública carece de otro cauce para acceder al Derecho, que no sea el poder soberano. Nuestro sistema jurídico, según lo establecido en la constitución es un sistema justo, que tiende a la justicia, apoyado en un poder democrático del Estado parlamentario representativo. El sistema de justicia está representado por el órgano productor de normas jurídicas, partiendo del soberano y llegando hasta el último funcionario, pasando por el Parlamento, o los Parlamentos, por el gobierno central y los jueces y tribunales y para que la norma sea producida regularmente se pretende producir, la utilización de los procedimientos parlamentarios, ejecutivos, administrativos o judiciales. Estas reglas procedimentales en un sistema constitucional democrático deben ser siempre seguidas, para obtener la producción normativa buscada. De los contenidos materiales, valores, principios y derechos se puede discrepar, incluso de aquellos, que están en la raíz del sistema, pero sólo dejan de ser válidos si se cambian respetando los procedimientos, especialmente el principio de las mayorías, y evitando siempre que el escenario suponga un claro y presente peligro de violencia, lo que excluye cualquier legitimidad de los promotores y de los intervinientes en ese tipo de cambio. En los casos normales los principios que dirigen y sirven para interpretar, el sistema o subsistemas dentro del ordenamiento, y los derechos fundamentales que actúan como derechos subjetivos, libertades, potestades o inmunidades, y también como principios que guían la producción e interpretación del Derecho. Una norma será reconocida como perteneciente al ordenamiento jurídico si está producida por el órgano competente, de acuerdo con el procedimiento adecuado, y si está conforme con los valores, principios y derechos, que forman parte de la constitución material y siempre que no haya sido derogada. El ordenamiento tiene en su base el respeto a la dignidad de la persona como fundamento y razón de la convivencia y tiene el vínculo con los ciudadanos ante el Derecho y ofrece buenas razones para defender la obediencia como la opción más razonable en una sociedad abierta y libre. Por ello, es común el dicho “La ley sólo dispone para el porvenir", por la ley no debe ser retroactiva, excepto en casos especiales previstos normalmente en favor del ciudadano, por lo que cabe reconocer que la ley está sometida a interpretación, lo que no es otra cosa que un proceso que puede llevar un enunciado a cambiar su significado. Precisamente la ley escrita, en principio, es un acto de voluntad de uno o más sujetos que actúan como legisladores, es decir dadores de la ley, creadores de Derecho, pero quien puede hacer la ley también puede deshacerla, es decir abrogarla y cambiarla. Así que carece de sentido decir que el soberano se somete voluntariamente a la ley que crea. Una ley previa que regule el procedimiento de elección del legislador y que lo pone en la cúspide del sistema de las fuentes de Derecho. Por ello es importante el razonamiento jurídico como actividad intelectual discursiva dirigida a interpretar e integrar las normas de un ordenamiento jurídico dado y a determinar su pertinencia para fundar y para justificar una decisión jurídica, la cual sirve para una nueva norma jurídica general o individualizada, previa utilización de ciertas técnicas argumentativas y el recurso a los tópicos jurídicos con la finalidad de suministrar una solución jurídicamente razonable. En la interpretación existe una gran dicotomía entre la teoría de la doctrina y la realidad de las normas y de su aplicación cotidiana: por un lado tenemos la teoría que la explica como una operación perfectamente reglada y exacta, mientras que, por el otro, nos enfrentamos a la realidad de los jueces, humanos cuyas decisiones no sólo se hayan determinadas por las normas -como ellos las entienden- sino, también, por sus sentimientos y concepciones sobre lo "justo" y lo "correcto". Las reglas de la interpretación en Venezuela, basadas en el artículo 4 del Código Civil, nos dejan ver que nuestras leyes son conjuntos sistemáticos de frases atractivas y de significado impreciso que pueden fácilmente ser manejadas de manera tal que conduzcan a resultados contradictorios. Dado que no existen criterios objetivos que indiquen cuándo debe aplicarse una máxima y cuándo otra, ellas ofrecen gran amplitud para que el juez llegue al resultado que considera deseable. No obstante, el sistema dota al juez de las herramientas necesarias para que cuando desee aplicar la sanción de una norma a una situación que no entra dentro del supuesto de hecho de ésta, se sirva del razonamiento analógico o sostenga la existencia de un principio implícito. Además, la interpretación restrictiva puede lograrse recurriendo al propósito probable de la ley. Las interpretaciones extensivas se apoyan en el argumento de que están reunidas las condiciones para el uso de la analogía. Sin embargo, considero que la interpretación debe estar de acorde con las reglas de consistencia, es decir que los enunciados y su negación no pueden existir al mismo tiempo en la misma configuración de justificación, las reglas de eficiencia, la interpretación no sólo deben tener un lenguaje común sino que también deben usar cada expresión de una manera uniforme, las reglas de sinceridad, no se puede invocar una justificación que sabe es inválida y las reglas de generalización, no se puede invocar un juicio de valor que él mismo no está dispuesto a generalizar para cubrir otros casos similares. Referencias
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, (1999). Gaceta
Oficial de la República Bolivariana de Venezuela, 5453 (Extraordinario). Marzo 24, 2000.
Petzold-Pernía, H. (2008). Sobre la Naturaleza de la Metodología Jurídica.
Frónesis, Revista de Filosofía Jurídica, Social y Política, 15 [Revista en línea] Disponible: https://bit.ly/2ZTdxPf [Consulta: Febrero 24, 2021]
Código Civil de Venezuela, (1982). Gaceta Oficial de la República
Bolivariana de Venezuela, 2990 (Extraordinario). Julio 26, 1982.