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Cardeno C. - Serie Home 01 - de Nuevo en Casa
Cardeno C. - Serie Home 01 - de Nuevo en Casa
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tenía unos labios rojos y llenos, la nariz recta, mandíbula fuerte y una cara
guapa perfectamente simétrica, que cualquier modelo podría haber
envidiado.
Estaba en las alineaciones de los equipos de baloncesto, béisbol y
fútbol del instituto. Pertenecía al consejo estudiantil, a los cuadros de
honor y dos tardes a la semana se ofrecía como voluntario para enseñar
inglés a estudiantes que lo tenían como segundo idioma. En el último año
había sido votado rey de la promoción, de la graduación, el más guapo y el
que más opciones tenía para triunfar. Y además, era mi mejor amigo.
Ahí estaba yo, el nuevo en la ciudad, pasando mucho tiempo con el
señor-tú-eres-demasiado-perfecto-para-ser-real. Esta debería ser la parte
en la que cuento que estaba colado por Ben. Y en un cuento de fantasía
hecho realidad, diría que después de meses y hasta años de angustia y
trauma, él habría admitido que estaba loca y profundamente enamorado de
mí. Pero no era el caso. A Ben le iban las chicas y yo nunca había tenido
más sentimientos que los de una amistad platónica. Simplemente no era mi
tipo. Aunque por otro lado, su hermano me había cautivado desde el
momento que lo vi. Noah Forman fue mi todo desde el primer día.
Intentar describir a Noah es como tratar de describir el viento durante
una tormenta. Uno puede sentirlo y olerlo alrededor aunque no lo pueda
ver. A veces, el viento es tan palpable que literalmente se puede probar sin
abrir mucho la boca. Y, si es una gran tormenta, el viento puede ser
salvaje y caótico, como si viniera de todas partes. Ese es Noah. No es que
uno no lo pueda ver, por supuesto; el hombre no es invisible. Es que su
esencia es tan poderosa que los ojos no son necesarios para verlo. Por lo
menos yo nunca los he necesitado; mi reacción hacia él siempre ha sido
visceral y abrumadora.
Ya sé que describir a alguien como salvaje, caótico y que se acerca a
uno desde todas las direcciones puede hacerlo parecer como una persona
voluble, alguien sin dirección o compromiso. Pero ese no es Noah, para
nada. De algún modo, logra unir lo salvaje y libre con la dedicación y la
seguridad. Y siempre ha estado comprometido conmigo, desde que lo
conocí, cuando yo tenía diecisiete años y Noah trece.
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—Clark.
Él asintió y cerró los ojos.
—Clark. Bien. Soy Noah y chico, eres la última cosa que me
esperaba.
Estaba a punto de preguntarle qué había querido decir cuando noté
las marcas en su cuello. Me recorrió una ola protectora. De algún modo
logré controlarme y solo pasé los dedos por las marcas con suavidad,
queriendo curarlas y alejar el dolor.
—¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado? ¿Alguien te ha hecho daño?
Mis preguntas parecieron confundirlo. Me di cuenta de que llevaba
mucho tiempo tocándolo y dejé caer la mano. Noah fue hasta el cuarto de
baño y encendió la luz, luego se inclinó sobre la encimera y miró por el
espejo mientras se tocaba los moretones.
—Uf. Mis padres están destinados a tener una bronca conmigo por
esto mañana. —Se dio la vuelta y me miró—. Son chupetones. No los
tenía cuando me fui esta noche a la cama, así que se van a dar cuenta de
que me escabullí.
Se encogió de hombros indicando que en realidad, no le importaba lo
que pensaran sus padres.
—Bueno, a lo mejor esto les enseña a no intentar castigarme.
Tras eso se quitó la camisa y dejó caer los pantalones y la ropa
interior al suelo.
—Voy a darme una ducha. Odio el olor a humo de cigarrillos.
Lo escuchaba mientras intentaba procesar lo que me estaba diciendo
y envolver mi cerebro alrededor de este chico tan diferente a cualquiera
que hubiera conocido. Pero entonces me distrajo su pene. No, no de modo
sexual. En esos momentos mis sentimientos hacia él, aunque
innegablemente intensos, no eran sexuales. La razón por la que se lo
miraba era porque se veía…colorido.
Él se dio cuenta de lo que miraba y bajó la vista antes de echarse a
reír.
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él también las había hecho? Sacudí la cabeza, pensando que tenía que estar
alucinando.
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Me eché a reír.
—Guau. De entrada con las cosas duras, ¿eh? Mi nombre es Noah
Asher Forman.
Miró la tablilla que tenía sobre el regazo e hizo unas anotaciones.
—Estupendo. ¿Cuándo es su cumpleaños, Noah?
—El 29 de octubre. ¿Puede adivinar el tema de la mayoría de mis
fiestas de cumpleaños cuando era niño? Le voy a dar una pista; había
mucho negro y naranja.
Se rió, hizo otra anotación y volvió a mirarme.
—¿Sabe qué fecha es hoy, Noah?
—Mire, esta es una pregunta con truco, porque Ben ha dicho que he
estado aquí durante varias semanas. No es exactamente un período claro
de tiempo.
El asintió.
—Es justo. ¿Qué le parece si simplemente me dice la última fecha
que recuerda y yo haré las matemáticas necesarias, teniendo en cuenta que
sé el tiempo que lleva en este hospital?
—26 de diciembre.
El médico me miró fijamente y frunció las cejas.
—¿Y…Y el año?
Permaneció con los ojos clavados en los míos y con expresión
tranquila. Pero la tensión de su voz traicionaba su calma exterior.
—Aquí no hay respuestas equivocadas, Noah. La fecha completa,
incluido el año.
Me estaba cansando. Me recosté sobre las almohadas y cerré los ojos.
—26 de diciembre de 2007.
No hubo respuesta. El largo silencio era extraño. Abrí los ojos y lo
encontré con una mirada preocupada. Sacudió la cabeza, parpadeó y
empezó a escribir en su tablilla.
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—He oído a tu padre decir treinta y seis horas. ¿Lleva fuera todo ese
tiempo?
—Sí.
Me mordí la uña y obligué a mi corazón a relajarse.
—¿Se había ido antes tanto tiempo?
Ben se sentó, cruzó los brazos sobre la mesa y apoyó la cabeza en
ellos.
—No. Por lo general, solo se escapa por la noche. Nunca se había ido
siquiera todo un día. Me estoy asustando. Mis padres no quieren llamar a
la policía porque no quieren que nadie conozca los problemas de la
familia. Pero entre las peleas de los últimos días y esta desaparición, estoy
verdaderamente preocupado por él.
Yo también lo estaba, y no solo porque no estaba bien que un chico
de trece años desapareciera durante tanto tiempo. Me preocupaba por
Noah. Él me importaba. Me dolía el estómago a causa de un sentimiento
que reconocía como miedo. El pecho me dolía por algo que no lograba
identificar. Me levanté y le di un codazo a Ben.
—Cámbiate. Vamos a buscar a tu hermano.
—¿Cómo? —me miró.
—Yendo puerta por puerta a casa de sus amigos. Uno de ellos dirá
dónde está con tal de perdernos de vista.
De inmediato, Ben se levantó con la primera mirada esperanzada que
le veía desde mi llegada.
—Sí. Es una buena idea. Conozco a algunos con los que suele
juntarse en el colegio. Siempre me pareció raro que fuera amigo de gente
bastante mayor que él, pero por lo menos no son chicos que dejaran de
estudiar, como otros.
Tenía razón. Por decirlo de alguna forma, el grupo de amigos de
Noah era raro. Ben y yo nos juntábamos con otros deportistas. Íbamos de
fiesta: lo que significaba beber cerveza con nuestros amigos y chicos con
sus novias. Noah iba con gente que no encajaba en un grupo social
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afectuoso conmigo. Bueno, por lo menos desde que por fin había logrado
que accediera a tener una cita conmigo. Cita, que risa; nunca tuvimos una.
Pasamos de una amistad a un compromiso de por vida en un glorioso
momento. El recuerdo de ese día hizo que, a pesar del dolor, mi pene se
despertara.
—No. He dormido tanto que es bonito estar consciente de vez en
cuando. Escucha Clark, ahora mismo no tengo energías para lidiar con mi
hermano y mis padres. ¿Podríamos obviar todo eso de “son tu familia y te
quieren”, por favor? ¿Por lo menos durante un tiempo?
Debió verme muy mal, porque estuvo de acuerdo conmigo y dejó de
intentar convencerme para arreglar las cosas con el resto de la familia.
Bueno, supongo que es lo bueno de estar enclaustrado en una cama de
hospital.
Aunque la parte mala era la sensación de humedad que tenía en la
pierna.
—Hum, algo no va bien, no se siente bien —me moví lo mejor que
pude.
—¿Dónde, Noah? ¿Dónde te duele?
La enfermera vino y apartó a Clark del camino. Empezó a mirarme la
cabeza y los ojos antes de que pudiera atraer su atención.
—Aquí arriba no. Tengo la pierna…mojada o algo.
Levantó la sábana y la volvió a bajar con rapidez.
—Parece que la bolsa de la sonda pierde. Tenemos que cambiarla —
se volvió hacia Clark—. ¿Puede esperar fuera, señor Lehman?
Se me aceleraron los latidos del corazón y no de buen modo. Era
como si un elefante acabara de sentarse encima de mi pecho.
—No me dejes, ángel.
Clark me tomó la mano con la suya, me la apretó tranquilizándome y
miró a la enfermera.
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—Me quedaré aquí. Necesito que me explique por qué tiene que
cambiar la bolsa. Ahora ya está despierto y creo que puede quitarle la
sonda.
La enfermera pareció un poco asombrada por el tono firme de la voz
de Clark, pero se recuperó con rapidez y le contestó.
—Bueno, tendré que preguntarle al doctor, pero imagino que la
sonda sigue siendo necesaria porque el señor Forman aún no puede
caminar ni ir al cuarto de baño y sigue teniendo limitados los movimientos
de los brazos, por lo que de momento, negociar con la cuña es demasiado
arriesgado.
Clark frunció el ceño, me miró evaluándome y volvió la vista a la
enfermera.
—Me gustaría hablar con el doctor. Puedo ayudarlo a usar la cuña
hasta que sea capaz de ir al cuarto de baño y luego también lo ayudaré con
eso. No hay razón para que lleve la sonda durante más tiempo. También
deseo que le quiten las vías. Me aseguraré de que beba el suficiente
líquido y tome todos los medicamentos necesarios.
Sé que algunas personas pueden llegar a sentir vergüenza o
incomodidad ante la idea de que su pareja haga esas cosas, pero yo solo
sentía gratitud. Era tan bueno que estuviera cuidándome. Siempre
habíamos hecho eso el uno por el otro (resfriados, gripes, resacas). Nos
turnábamos para frotar la espalda, hacer sopa, limpiar vómito. Los
hospitales y los catéteres eran algo nuevo para mí, pero no para Clark, que
ayudó a su madre con cosas mucho peores. Además, no sería la primera
vez que me sostenía el pene para ayudarme a hacer pis, solo que en
aquella ocasión fue a causa de una pierna rota, no de demasiado alcohol.
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Nota del traductor: En el argot inglés, pork, además de cerdo, vulgarmente, significa
tener sexo con alguien (es un juego de palabras)
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—Lo sé, Ben. Es probable que solo intente salvar el tipo, porque ha
estado peleándose contigo. ¿Qué importa quién de nosotros logra entrar
ahí? Lo importante es que saquemos a Noah y lo llevemos a casa. ¿No es
cierto?
Ben asintió reacio y murmuró algo entre dientes. Era la mejor
reacción que podía esperar, dada la situación, así que la aproveché y volví
al apartamento. Tras un golpe rápido, la puerta se abrió un poco. Sonreí
débilmente al ojo que me miraba del otro lado.
—Estoy solo. Gracias otra vez por dejarme pasar.
Dio un paso atrás y yo me escurrí por la abertura. El chico que me
había abierto la puerta era enorme, estaba tatuado, tenía piercings y,
basándome en cómo olía, estaba borracho a más no poder. El apartamento
era pequeño, oscuro y apestaba. Había algo en el aire que me quemaba los
ojos y los pulmones. Mi reacción natural hubiera sido dar la vuelta y salir
volando de ese lugar sucio y espeluznante. Pero no era lo que quería hacer.
No: en ese momento lo único que quería era a Noah.
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—Ya estás, Noah. Todo liso. Es bueno ver de nuevo tu cara guapa,
aunque he de decir que el aspecto barbudo también resultaba sexy y
maravilloso.
Lo decía en serio y yo lo sabía; pero el guapo era Clark. Mis
facciones eran más duras que las suyas. Me sentí muy afortunado, porque
¿a cuántos sus parejas los amaban lo suficiente como para cuidarlos de ese
modo y pensar que, a pesar de estar tirados en una cama de hospital, eran
guapos?
—Gracias, ángel. ¿Me das otro beso?
Me miró con los ojos humedecidos y se inclinó para volver a
besarme en los labios con gentileza, suavidad y amor. Maldición, era
divino.
—Toda esa actividad me ha dejado agotado, Clark. ¿Te importa si
duermo una pequeña siesta?
Volvió a colocar la silla al lado de la cabecera de mi cama. Supongo
que el personal del hospital la había movido al cambiarme las sábanas.
Luego se sentó a mi lado, me tomó de las manos y me besó con ternura.
—Duerme, cielo. Estaré a tu lado cuando te despiertes. Para siempre.
Sí, lo haría.
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embarazada, que no sabía de quién y que los padres de ella están forzando
a nuestros amigos a hacerse las pruebas de paternidad. Entonces mamá me
preguntó si yo era el padre.
Oh, Dios querido. Padre a los trece años; era una pesadilla. Sabía que
la familia de Noah podía ayudar económicamente, pero no creía que
estuvieran dispuestos a ayudar a criar al niño. Además, siempre les había
preocupado lo que pensaban sus amigos y si se llegaba a saber que su hijo
adolescente iba a ser padre, estarían furiosos.
—Oh, Noah, lo lamento.
—Es irónico, ¿no? Mi madre está asustada pensando que dejé
embarazada a una chica. Mientras tanto, soy uno de los pocos del grupo
que claramente no es candidato. ¿Sabes que se lo dije? Le dije que no
estaba en la lista, pero no me creyó; me dijo que sabía que yo practicaba
sexo ¿Y qué se supone que podía responder? ¿Sí, es cierto, pero a no ser
que se hayan logrado unos curiosos avances en la anatomía masculina,
nadie a quien yo penetre puede quedar embarazado? Es un modo seguro
de que me pateen el trasero y que me echen de casa, así que no se lo dije.
Es mejor tenerla pensando que voy a ser padre que informarle que soy
maricón. Jodidamente impagable, ¿verdad?
¿Era gay? Por el modo en que hablaba, parecía asumir que yo lo
sabía. Estaba claro que Ben no y Noah nunca me lo había dicho; no sabía
por qué pensaba que yo lo suponía.
Quizá, porque la primera vez que nos conocimos me dijo que había
estado haciendo felaciones en esa habitación arcoíris, pero la verdad es
que había pensado que era cosa de una fiesta rara que había tenido con sus
amigos. No me di cuenta de que era gay.
—¿Por qué piensas que te echarían si lo supieran? No hay nada de
malo en ser gay. ¿Te das cuenta, verdad?
Basándome en lo que me decía, asumí que se odiaba por su
orientación sexual y que quizá esa fuera la razón de su comportamiento
autodestructivo. Sabía que había grupos de adolescentes homosexuales y
supuse que podría encontrar uno para que Noah recibiera ayuda. No quería
que siguiera consumiendo drogas o algo peor.
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—Por supuesto que lo sé, me encanta ser gay. Son mis padres los que
tienen problemas. Ya sabes cómo son.
Sí, lo sabía. Agradables y educados, eran personas que iban a la
iglesia y que aguantaban una interminable retahíla de porquería
proveniente de Noah. Cuando pensaba en los señores Forman, me venía a
la mente la palabra “sufridores”. Decidí que estábamos en un lugar dónde
lo mejor era la honestidad.
—Noah, me gustan tus padres. Piensa en todo lo que te aguantan.
Se me estaba durmiendo la pierna por la postura, pero Noah
temblaba y se aferraba con fuerza a mí y no quería soltarlo. Extendí las
piernas y me senté. Luego me apoyé contra la pared y lo seguí meciendo.
—Ah, claro, parecen agradables y que se preocupan, pero deberías
escuchar lo que dicen. Hace unos años, papá y yo estábamos en el centro
comercial y dos chicos iban de la mano. Él los miró con mala cara y me
sacó de allí como si fueran a hacerme daño o algo así. Empezó a hablar en
voz muy alta sobre maricones y cómo no les debían permitir actuar así
frente a personas decentes. No era algo poco habitual en él; dice cosas así
todo el tiempo. Y mi madre no es mucho mejor. Un día estábamos viendo
las noticias y hablaban sobre el aniversario de los disturbios de Stonewall,
ya sabes, ¿la cosa de los derechos civiles de los homosexuales en New
York? Mi madre cambió de canal y dijo que deberían haberlos matado a
todos.
No tenía idea. Había oído a Ben alguna que otra vez hacer
comentarios peyorativos sobre los homosexuales, pero siempre pensé que
eran charlas de vestuario, nada serio. Pero ser un chico gay creciendo en
una casa, con una familia así, tenía que doler.
—Oh, Noah, no lo sabía.
Lo abracé con más fuerza para darle un apretón reconfortante. Él
suspiró feliz.
—Sí, bueno, tú no pasas tanto tiempo con ellos. Si así fuera,
escucharías toda esa bazofia. Además, tu madre es tan estupenda que
probablemente no te des cuenta de lo poco tolerantes que pueden ser otros
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Nota del traductor. PFLAG es la Asociación de Padres, Familia y Amigos de Lesbianas
y Gays
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—¿Lo ha despertado?
Clark estaba con el ceño fruncido. Desde que llegó al hospital había
sido como un pit bull. Se aseguraba de que durmiera lo suficiente. Me
traía comida de la calle porque insistía que era más nutritiva, leía cada
papel que venía del laboratorio, de los escáneres y se pasaba horas en su
ordenador portátil buscando el significado. Al menos yo pensaba que eran
horas, porque seguía durmiendo la mayor parte del día y no era consciente
de ello. Aunque despierto o dormido, le estaba agradecido por el modo en
que siempre se había ocupado de mí, por cómo me había cuidado. Estaba
agradecido cada día de mi vida.
—No, ángel. Ya estaba despierto.
Supuse que el celador necesitaba un respiro. Era probable que
trabajara duro y no había razón para que sufriera la ira de mi amante por
cometer el atroz crimen de “sueño interruptus”.
—Oh, bien.
Tiró la toalla de papel a la papelera, se acercó a mi cama y ocupó su
asiento habitual a mi lado. Me acarició la frente y me retiró el pelo de la
cara. Su mirada de adoración me robaba el aliento y me derretía el
corazón. El celador se aclaró la garganta.
—Es hora de bañar al señor Forman, así que puede esperar fuera.
No había modo de que Clark permitiera eso. Era tan solo un escalón
menos posesivo de lo que yo era con él. Bueno, quizá más que un escalón.
¿Qué puedo decir? Él es mío. Mío. Y no me tomo bien que alguien cometa
una equivocación al respecto.
—¿Sabe qué, por qué no deja el carro con la esponja y el agua aquí?
Mi pareja puede llevar a cabo la tarea de bañarme. No necesitamos
ninguna ayuda.
—¿Baño?
Clark parecía sorprendido. El celador no podía simplemente
marcharse. Se acercó más a la cama, me puso la mano en el brazo, me
volvió a mirar con lascivia y se lamió los labios.
—No me importa, señor Forman. Es mi trabajo.
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—No, ángel, no lo hago. ¿Por qué iba a elegir estar con alguien más
cuando te tengo a ti? Eres el único hombre que siempre he querido y
nunca cambiará. Te quiero, Clark.
Me besó profundamente, luego me mordisqueó el labio inferior, la
garganta y el lóbulo. Joder, qué sexy. Me miró a los ojos, como si buscara
algo. Luego apoyó la cabeza en mi hombro y suspiró.
—No, cielo. No creo que sea así para toda la gente. Tú haces que mi
cuerpo reviva, Noah. Te quiero con todas las fibras de mi ser, siempre.
Me dolió el corazón por la fuerza de mi amor hacia él.
—Oh, Clark, tú también me haces lo mismo. Lo que siento por ti es
tan…grande, que lo consume todo. Te necesito, ángel.
—Yo también te necesito, Noah. Más que a nada.
Clark me colocó unas toallas debajo del cuerpo y miró las cosas que
el celador había traído en el carro. Mientras preparaba todo para lavarme,
ahí estaba yo, sentado en una cama de hospital intentando no correrme en
la ropa ante la mera anticipación de él tocándome.
Se acercó a la cama con una toalla mojada y noté que seguía teniendo
el pene duro. Atraje su cara para más besos dulces y suaves. De repente,
sentí humedad contra la mejilla. No recordaba haber visto llorar a Clark
antes que esa vez en el hospital. No lo hizo cuando murió su madre,
tampoco cuando mi hermano lo abandonó o cuando sus amigos lo
acosaron, ni siquiera cuando mis padres lo amenazaron.
Pero en los últimos días parecía algo frecuente. Solía despertarme de
la siesta y lo encontraba mirándome con los ojos llenos de lágrimas. O
decía algo inocuo, como ahora y él se ponía a llorar. No le encontraba
sentido, pero sí sabía que teníamos que salir de ese hospital. No era bueno
para ninguno de los dos.
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—Quiero ver.
Me puso la mano en la espalda y me desató la bata. Sentí que sus
dedos me rozaban la piel y gemí. Con cuidado, me fue bajando las mangas
primero por un brazo, luego por el otro, acariciándome la piel.
—Clark.
Se quedó helado.
—¿Te hago daño, Noah?
—Dios, no. Se siente tan bien, ángel. Es tan bueno sentir que me
tocas.
Me resultaba difícil identificar la expresión de su cara: alivio o quizá
sorpresa, no estoy seguro. Tenía problemas para concentrarme porque me
estaba bajando la bata por el pecho y luego me la quitaba con suavidad.
Yo me estaba concentrando en respirar y no eyacular, pero cuando sentí
sus dedos apenas rozarme el pene mientras bajaba la bata, perdí la batalla.
—¡Oh! ¡Clark, Clark!
Grité con sorpresa y satisfacción mientras soltaba largos y espesos
chorros de semen en la barbilla, pecho y estómago. Diablos, no recuerdo
la última vez que me corrí tanto o tan rápido. Supongo que era por el largo
mes en el hospital.
Le sonreí con timidez y el corazón casi se me paró ante su mirada de
puro deseo. Estaba petrificado frente a mí, con la bata apretada en el puño,
el pene claramente queriendo salir de los pantalones, los ojos fijos en el
semen que tenía en mi cuerpo, la boca ligeramente abierta y la lengua
lamiendo esos dulces labios.
—¿Quieres un poco, ángel?
Él se puso rojo, pero asintió.
Con un dedo, recogí un poco de mi barbilla y se lo ofrecí. Él abrió la
boca y se metió el dedo dentro, chupándolo como si fuera mi pene. Gruñí.
—¿Puedes desabrocharte los pantalones para que pueda tocarte?
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Suspiró y sentí cómo relajaba el cuerpo detrás de mí. Cerré los ojos y
me quedé inmediatamente dormido, con la paz que me daban el calor y la
seguridad del cuerpo de Clark.
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pantalones de algodón que le envolvían esa firme vara que tenía debajo,
que me hizo desear querer tocar y apretar; una camiseta de kickboxing que
se había quedado estrecha a medida que él se hacía más grande y que le
marcaba los músculos bien definidos. Se lo veía bien, muy bien. Cuando
terminó, trepó a la cama y se metió dentro.
—Ven, Clark. Prometo no intentar nada contigo. Se te ve fatal. Hoy,
durante el funeral, me tenías preocupado. ¿Cuándo ha sido la última vez
que dormiste en condiciones?
Hacía tanto tiempo que no podía contestar. Ciertamente no desde que
mi madre había muerto e incluso antes, porque al final estaba tan enferma
que gemía y estaba inquieta todo el tiempo. Había sido imposible dormir
con todo eso.
—No recuerdo —me encogí de hombros—. Supongo que estoy muy
cansado.
Sonreí con timidez y Noah extendió la mano.
—Solo dormir, Clark. Te lo prometo. Ven aquí; soy más adorable
que un osito de peluche. Te garantizo una buena noche de sueño o te
devuelvo el dinero.
Me metí en la cama, apoyé la cabeza en la almohada y me cubrí hasta
los hombros.
—No te pagué nada.
Noah sonrió, me dio la espalda, se acomodó contra mi pecho y apoyó
la cabeza en mi almohada.
—Uh. Buena respuesta. Sí señor, buena. Buenas noches, Clark. Te
amo.
—Noah —mi tono era de advertencia.
—No me digas “Noah”. Tengo catorce años, no soy un anfibio de
sangre fría y sé lo que siento. Entiendo que no lo quieras escuchar porque
te hace sentir incómodo, o lo que sea. Pero eso no significa que no sea
cierto. No lo volveré a decir, pero es verdad. Ahora cierra los ojos y
duerme.
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Increíble, pero eso fue lo que hice. Por primera vez desde que podía
recordar, dormí bien y profundamente toda la noche. Y sostuve a Noah
Forman en mis brazos todo el tiempo.
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—Pero si voy allí tendría que estar separado de ti. Yo…no quiero
eso.
Oh, Noah. Ese chico me rompía el corazón sin siquiera intentarlo. Le
apreté la mano.
—Hay teléfonos. Podemos hablar todas las veces que quieras;
además, es posible que sea lo mejor. A medida que vayas creciendo, me
tendré que preocupar más por mis habilidades para resistir tus encantos.
Me reí hasta que vi la mirada ardiente de Noah.
—¿Sí? —Me aclaré la garganta, aparté la mano y me removí
incómodo en mi asiento—. Para, Clark. No te cierres a mí. Es una simple
pregunta. Lo que se interpone entre nosotros, ¿es el tema de la cárcel o
porque no estás interesado en mí, porque me consideras un pozo sin fondo
de necesidades emocionales? La verdad, Clark. Eres la única persona en
quien puedo confiar, no te atrevas a quitarme eso por miedo.
Ese era el problema de resistirse a Noah. No hablaba como una
persona de catorce años. Tenía que recordarle constantemente a mi pene
que él era muy joven, para que se bajara y no me avergonzara. Diablos, no
solo era mi pene; sentía una sacudida en todo el cuerpo por la necesidad de
envolverlo, tocarlo, olerlo, saborearlo.
—Creo que es seguro decir que estoy muy interesado en ti, Noah.
Pero es verdad que eres muy joven para mí, así que no puede pasar nada
entre nosotros.
—Por ahora —parecía determinado.
Me relajé un poco ante el pensamiento de que algún día podría dejar
de refrenarme.
—Sí. Por ahora.
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Capítulo 11
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CLARK – PASADO
ESA mañana temprano, llevé a Noah a casa de sus padres para que pudiera
volver a escabullirse a su dormitorio antes de que el resto de la familia se
despertara y lo llevara al aeropuerto, fuera de mi vida. Nos dijimos adiós,
prometimos mantenernos en contacto a través del teléfono y del correo
electrónico, luego nos quedamos sentados en el coche, mirándonos.
Vi necesidad y esperanza en sus ojos y sí, quizá hasta amor, pero no
estaba seguro de que no fuera un reflejo de mis sentimientos hacia él.
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Esperé que no; más que nada, deseé que lo que sentía por mí fuera real y
que siguiera ahí cuando terminara el instituto.
—Ah, a la mierda —murmuré mientras me inclinaba sobre la
consola, lo agarraba por la nuca y lo atraía hacia mí para besarlo.
Él emitió un quejido y se derritió contra mí, con el cuerpo flexible y
deseoso, tan diferente del chico tenso y controvertido que era ante el resto
del mundo. Tenía los labios suaves y cálidos y compartimos una caricia
tierna de labios y lenguas antes de obligarme a apartarme.
—Cuatro años.
Noah jadeó mientras ponía la mano detrás de la espalda y abría la
puerta del coche. Salió, se despidió en silencio con la mano y se metió en
la casa de sus padres.
PASÉ los cuatro siguientes sin verlo. Logró encontrar excusas para evitar
viajar a su casa durante las vacaciones: escuela de verano, un viaje al
extranjero, vacaciones con amigos, torneos de kickboxing, etc. etc. etc.
Los señores Forman fueron algunos fines de semana a visitarlo. Por lo que
me decía Ben, cuando los acompañaba en alguna ocasión, Noah estaba
realmente ocupado y tenía muy poco tiempo para estar con ellos. Por
supuesto, yo sabía la verdad y es que no quería estar con su familia, así
que daba todas las excusas posibles para evitarlos.
Los Forman estaban tristes porque lo echaban de menos, pero
encantados con lo bien que le iba en el colegio. Creo que todos, menos yo,
esperaban problemas disciplinarios y una posible expulsión en las
primeras semanas, pero eso nunca pasó. Noah no iba a hacer nada que lo
hiciera tener que volver a vivir con sus padres.
Así que se quedó en el internado al otro lado del país y yo me quedé
en Emily City para ir a la universidad. Me costaba menos dinero ir a la
estatal que a las privadas o a las que estaban fuera y pude estirar un poco
más el dinero del seguro de vida de mi madre.
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—No tienes que irte, Clark —se escuchó la voz alta de la chica—,si
te quieres unir, eres muy bienvenido.
Se me desencajó la mandíbula y miré a como-se-llamara. Tenía valor
para hacer proposiciones a otro, estando su novio al lado, diablos, hasta
posiblemente dentro de ella. Era extraordinario, pero Ben no parecía
afectado y me pregunté si estaba borracho.
—Um, sí, no creo que a Ben le gustara, Cher…ejem. Simplemente
me iré.
En ese momento, Ben intervino en la conversación.
—No me importa, Clark, puedes unirte.
Eso sí que me sorprendió aún más. Ben era un chico muy generoso; a
menudo me invitaba a cenar, a viajar y cosas de ese tipo. Nunca acepté, a
pesar de que sus padres le habían dado una tarjeta de crédito ilimitada.
Tenía bastante y no necesitaba nada más. De todos modos, eso llevaba la
generosidad a un nivel nuevo y extraño.
—Estoy bien, Ben, gracias.
Y con esas palabras salí de la habitación tan rápido que pensé que
dejaría detrás de mí el dibujo del sendero del Correcaminos. ¿Qué diablos
era eso?
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Capítulo 12
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CLARK – PASADO
EL OTOÑO del último año, Ben rellenó los papeles para el Máster. Un día
llegué y lo encontré en su escritorio, mirando pensativo una carta. Fui
hasta él y le revolví el pelo antes de sentarme en una esquina del sofá.
—¿Qué pasa, hermano?
Me miró, se mordió el labio inferior y dejó caer la carta sobre el
escritorio antes de unirse a mí en el sofá. Se sentó, apretando su costado
contra el mío, pero sin mirarme a los ojos. Tenía la mirada clavada en el
regazo y se mordía las uñas.
—Me han aceptado en la Universidad de Chicago.
Intenté girar el cuerpo para abrazarlo.
—¡Es genial! ¿No es uno de los mejores programas del país? ¡Debes
estar encantado!
Ben siempre había sido una persona tan feliz, el alma de la fiesta.
Aparte de la preocupación por su hermano, nada lo entristecía y hasta ese
día, nunca lo había visto nervioso.
—Um, si, supongo. Tú te quedas aquí, ¿verdad?
En la estatal, básicamente lo que había logrado era que en vez de
cuatro años, haría la carrera en cinco y me graduaría con un BS y un
Máster.
—Sí, un año más.
—También he sido aceptado aquí. Puedo quedarme.
Me reí y le palmeé la pierna mientras intentaba salir del sofá.
—Claro que la lograste, eres brillante. Pero vas a dejar atrás a estos
patanes y Chicago será increíble. Vamos a celebrarlo, hermano.
Él me agarró del brazo. Cuando lo miré sorprendido, no fui capaz de
reconocer su expresión.
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POR suerte, los exámenes de ese año finales tuvieron lugar pronto y antes
de la graduación, tuve tiempo de llevar mis cosas de la fraternidad al
apartamento. Seguiría yendo a la universidad estatal otro año más, pero ya
no sería miembro activo de la fraternidad (cuatro años habían sido más
que suficientes. De todos modos, la mayoría de mis amigos se estaban
marchando para hacer algún máster, volver a casa o trabajar en otra parte).
Ben volvió a casa de sus padres después de la graduación. Se
quedaría allí unos días para hacer compras y luego se iría a Europa durante
el verano, antes de empezar a estudiar otra vez. Intentó convencerme para
que me fuera con él, pero me negué, aduciendo falta de dinero y
negándome a aceptar su invitación. Todo era cierto, no me estaba
inventando nada. Aunque lo que más me contenía era la esperanza de
volver a ver a Noah.
Él había terminado el instituto la misma semana que la graduación de
Ben. Seguíamos manteniendo nuestra charla telefónica semanal y nos
escribíamos todo el tiempo, pero no me había dicho qué iba a hacer al
terminar el colegio y no quise preguntar. No estaba seguro si era para no
hacerlo sentirse obligado a cumplir la promesa que me había hecho hacía
cuatro años, o porque no quería oírle decir en voz alta lo que siempre
había sabido, que se le había pasado y que ya no estaba interesado en mí.
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Capítulo 14
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Nota del traductor: conocido también como Tots, es una fritura de patatas. Esta marca
es conocida por ser crujiente, pequeña y de forma cilíndrica. En slang, tater significa
patata.
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DESPUÉS del desayuno nos dimos una ducha, fuimos a hacer compras y
al final nos sentamos en el sofá con unos pantalones de algodón. Yo estaba
apoyado en el brazo del sofá y Clark sentado entre mis piernas y recostado
contra mi pecho. Tenía el ordenador portátil y estuvo trabajando mientras
yo cambiaba los canales y hacía ver que miraba la televisión, cuando lo
único que hacía era disfrutar con la sensación del cuerpo de Clark,
sabiendo que estaba en casa conmigo y sintiendo la calma y la seguridad
que siempre me había transmitido.
—Si sigues haciendo eso, no va a haber manera de concentrarme.
—¿Haciendo qué? Si no me he movido.
Movió el trasero y me di cuenta de que me había puesto tan duro que
presionaba con insistencia mi zona favorita.
—Mmm. Me encanta sentirte así, pegado a mí, Noah.
Seguía frotándose y pensé que iba a perder la razón si no me dejaba
que lo penetrara.
—Dios, Clark, han pasado tres años. ¿Vas a hacer que te suplique?
Él se rió por lo bajo y siguió así, sin darme nada más. Después, dejó
el ordenador en el suelo, se desnudó y me cubrió con su cuerpo.
—¿Quieres mi trasero, Noah? —Asentí, me lamí los labios y esperé
no estar babeando—. Muy bien, pero lo hacemos a mi manera. Siéntate.
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el mío. Mi pene se había llenado con tal rapidez que casi se me doblaron
las rodillas. Estaba seguro de que podía explotar en los pantalones solo
besándolo y sintiendo su cuerpo apretado contra el mío. Pero quería más.
Le recorrí el pecho, las tetillas, le acaricié el estómago y por fin le
metí la mano debajo de la camisa.
—Agh.
Noah gimió cuando sintió mi piel contra la suya; fue el sonido más
excitante que había escuchado en mi vida. Bajé la mano hasta su pene
duro y ambos temblamos.
Bueno, si el hecho de que aún no hubiera demostrado ningún interés
por las chicas y las horas pasadas estos últimos años viendo porno gay no
habían sido suficientes para convencerme, el hecho de estar
completamente perdido por el tacto, el olor y el sabor de Noah,
ciertamente sí fueron suficientes para certificar el hecho: era gay. «Bueno,
mamá», pensé, «supongo que ya sabemos hacia dónde van las cosas. Por
fin».
—Dime lo que quieres, Noah —murmuré contra su cuello mientras
le mordisqueaba la piel.
Él se separó reacio y bajó el bolso, luego abrió un bolsillo lateral y
rebuscó con manos temblorosas.
—Dime qué podemos hacer. Traje mi partida de nacimiento para
probar que tengo dieciocho años, los papeles que indican que estoy
empadronado en el estado, así estamos en el mismo escenario o lo que sea,
y los análisis que demuestran que estoy limpio de cualquier maldita
enfermedad conocida. Los tengo aquí, déjame buscarlos.
—Sé cuándo fue tu cumpleaños y en el resto te creo, Noah.
Cuando me incliné para levantarlo, pude ver su nuca. Recorrí con los
dedos la tira de números que le bajaba por el cuello largo hasta meterse en
la camisa.
—¿Qué es esto? ¿Te has hecho un tatuaje?
Me cubrió la mano con la suya y la apretó antes de hablar con voz
grave.
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—Es un recordatorio constante del día que supe que existía una razón
para seguir adelante, para ser un hombre decente. El día que conocí a mi
ángel.
240396…
Veinticuatro de marzo de mil novecientos noventa y seis, el día que
conocí a Noah. Se había marcado por mí. Gruñí excitado y recorrí con la
lengua los números tatuados en la piel, lo giré y chupé, dejándole una
marca en la parte delantera del cuello. De repente sentí un abrumador
deseo de continuar hasta dejarle el cuerpo entero cubierto de pequeños
moretones, y fuera evidente que yo era su dueño.
—¿Te gusta, Clark?
—Diablos, sí. Me hace sentir que me perteneces.
—Eso es porque te pertenezco. Siempre fue así y siempre lo será,
ángel.
Con un gruñido, hundí los dedos en ese firme trasero y apreté su
entrepierna contra la mía.
—¿Quieres ir al dormitorio?
Noah me apretó, jadeando. Cuando por fin logró recuperar el control,
se separó y agarró el bolso.
—Joder, sí. Si no consigo tener un poco de acción pronto, mi pene va
a comprar un billete de ida al pantalón de alguien.
Fue por el pasillo hacia el dormitorio. «Qué gran trasero», pensé con
un gemido bajo y gutural, luego tragué y fui detrás de mi futuro.
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Nota del traductor: literalmente, The Swallows Nest significa El Nido de la Golondrina.
Pero “swallow” también significa tragar, engullir y tiene una connotación sexual. Es un
juego de palabras.
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Zach dejó a Clark y levantó la cabeza para mirarme. Tenía unos ojos
marrones que le llenaban la cara de duende.
—Oh, mierda, por supuesto, Noah. Te reconozco por todas las
fotografías que había en la habitación de Clark. Es genial conocerte por fin
y gracias por lograr que salga. Necesito con desesperación un compañero
de escenario.
Estaba tan ocupado tratando de procesar a ese duendecillo angelical
con vocabulario de marinero, que no registré del todo el comentario de
haber estado en el dormitorio de mi ángel. Él lo miró y suspiró.
—Aaron se niega a subir al escenario. Yo estaba listo para cantar la
canción de Sonny & Cher, pero se negó. Dice que no quiere cantar en
público, aunque sea Cher. ¡Cher! Te juro, Clark, que si esta tarde no me la
hubiera chupado y me hubiera penetrado hasta volverme loco, habría
empezado a preguntarme si el hombre era uno de los nuestros.
Detrás de mí, una voz profunda se unió a la conversación.
—Otra vez no. Pensé que ese tema ya lo habíamos resuelto hace
mucho; aquí mismo, si no me equivoco.
Di vuelta la cabeza y vi a un rubio alto de mirada amable que se
acercó y miró a Zach con adoración mientras lo abrazaba y lo besaba en la
cabeza. La cara de Zach se iluminó al verlo, entrelazó los dedos con los
suyos y le besó la mano. Después de darle otro beso en la cabeza, el rubio
miró a Clark.
—Hola, Clark, siento que no hayamos estado en tu casa. La mudanza
ha sido una locura.
Se separó de Zach, abrazó a Clark, se dio la vuelta y me abrazó.
Apenas era unos cinco centímetros más bajo que yo y pudo hablarme al
oído.
—Tú debes ser Noah. Hemos oído hablar mucho de ti, no podemos
esperar para conocerte mejor.
Me palmeó la espalda antes de soltarme y volver a colocar a Zach
delante de su cuerpo, apoyarse en su hombro y acariciarle el estómago.
Clark tenía los ojos brillantes y sonreía; era obvio que se alegraba de
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verlos y no quise hacer una escena. Además, estaba más sorprendido que
enfadado.
—Noah, estos son mis amigos Zach Johnson y su pareja, Aaron
Paulson. Conocí a Zach cuando me mudé a Los Ángeles y fue mi
salvavidas. Me llevó por ahí, me presentó a sus amigos e incluso me
ayudó a encontrar un apartamento. Y ahora vive en E.C. Oeste.
Aaron miró con alegría a su pareja, pero Zach hizo caso omiso a los
elogios.
—Por favor, no ha sido nada. Pero ya que piensas que fui tan útil,
entonces te pido que me devuelvas el favor. Tú eres Sonny, yo soy Cher y
vamos a cantar, así que sacúdete el pene y en marcha.
Clark soltó una risotada.
—Creo que el dicho habla de sacudir la pierna, Zach.
Este besó a su pareja, tomó a Clark de la mano y lo separó de mí para
llevarlo al escenario.
—Oh, por favor, Clark. ¿Por qué diablos alguien querría sacudir una
pierna? Ahora bien, sacudir penes…
Frank y Tim seguían en el mismo sitio, paralizados y mirando el
intercambio sin decir palabra. Yo miraba a Clark mientras trataba de
procesar lo que acababa de pasar, cuando oí la voz de Tim.
—Eh, Aaron, quizá quieras decirle a Zach que se tome con calma el
tema del toqueteo. En realidad, a Noah no…
—No te preocupes, Tim, Zach y Clark son viejos amigos. Además
Noah no tiene motivos para preocuparse y lo sabe.
Luego se giró hacia mí.
—Te ves estupendamente bien, Noah. Cuando Clark nos dijo que
habías tenido un accidente, nos preocupamos. Pero nadie diría que
estuviste herido.
No sabía por qué estar más enfadado, si porque Clark hubiera
hablado con Aaron o porque en este momento estuviera en el escenario
con Zach, que prácticamente se restregaba contra él mientras hacía una
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—Sí, parecen felices juntos. Son una buena pareja. Extraña, pero
buena.
Cuando le acaricié los testículos pesados y cálidos, ya empecé a tener
problemas para hablar, porque Clark gemía en mi boca. Empezó a bajar y
me besó el cuerpo, me succionó y lamió las tetillas, enterró la lengua en
mi ombligo y me chupó el pene. Temblaba mientras enredaba los dedos en
su suave cabello.
—Qué bien se siente, ángel. No te detengas.
Chupó un poco más antes de retirarse. Gemí en señal de protesta,
pero Clark me empezó a besar los testículos.
—Esta noche quiero saborearte entero.
Los lamió y siguió por el perineo y más abajo. Se me cortó la
respiración anticipando lo que venía y doblé y levanté las rodillas para
darle mejor acceso, luego…
—Dame un minuto, tengo que ir a buscar algo al armario. —Gruñí y
lo atraje hacia mí—. No te preocupes, cielo. Prometo comerme ese
maravilloso trasero que tienes, la boca se me hace agua. Enseguida vuelvo.
Salió de la cama, fue al armario y volvió de inmediato. Levanté la
vista y lo vi con unas cuantas corbatas. Mi pene se estremeció y empezó a
soltar un líquido perlado. Clark me miró apreciativamente.
—Supongo que eso es un sí.
¿Me había hecho alguna pregunta? Levanté los brazos hasta el
cabecero, esperando haber interpretado bien, hecho que Clark confirmó
atándome las muñecas a la cama. Cuando terminó, metió los dedos entre la
piel y la corbata.
—No están muy apretadas, ¿verdad, cielo? —Era tan malditamente
dulce y ferviente.
—Están perfectas, ángel. Me siento muy bien.
—Cierra los ojos. —Suspiró con alegría y relajó los hombros.
Obedecí y sentí que me deslizaba otra corbata por la mejilla y los
ojos. Me los tapó con un nudo flojo.
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en el colchón y levanté las caderas y separé las piernas, pensé que para
Clark, pero en cambio sentí algo resbaladizo, frío y duro rozarme la
entrada y solté un grito ahogado.
—¿Qué es esto?
—Un consolador frío. ¿Te parece bien?
¿Qué diablos? Me empujó esa dureza helada a través de los músculos
internos del ano, primero masajeando, luego penetrándome y jadeé.
—Frío, está muy frío.
Clark se inclinó y me besó, metiendo y sacando la lengua al mismo
ritmo que movía el consolador. Al principio la sensación no era cómoda,
aunque sí extrañamente erótica. Después de unos cuantos embistes, la
incomodidad dio paso al placer y mi pene empezó a pulsar y chorrear
contra mi estómago, mientras sentía que mi trasero se abría a la invasión.
—Más, por favor. Sí, oh Dios, penétrame, sí.
Mi cuerpo se acostumbró a los embates fríos y en algún momento se
volvió insensible. En ese momento Clark lo retiró y con un solo empujón,
metió muy profundamente su pene largo, grueso y caliente. El cambio de
temperatura fue tan súbito que me produjo hormigueos por todo el canal.
—¡Agh!
—Te necesito, Noah, te necesito tanto.
Gruñía al embestirme, yo jadeaba y le salía al encuentro. Los sonidos
secos de piel contra piel llenaban el aire y nos movimos juntos una y otra
vez, con su cuerpo en el mío y la mano volando por mi pene, hasta que
sentí cómo se tensaba y empezaba a correrse en mi interior mientras yo
bañaba nuestros pechos con semen.
Clark se inclinó y me chupó la oreja. Podía sentir los latidos
acelerados de su corazón y los esfuerzos que hacía por respirar. Después
de unos cuantos segundos, se separó, me quitó la venda de los ojos y me
soltó las muñecas.
—¿Estás bien, cielo?
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Fui hasta la cocina y le hice una seña para que me siguiera. Era la
habitación más alejada del dormitorio y allí podíamos hablar sin despertar
a Clark. Además, era una apuesta segura decir que una conversación con
cualquier miembro de mi familia podía mejorar con una buena dosis de
alcohol.
—Lo siento. Fui a la puerta lo más rápido que pude. Todavía no
estoy al cien por cien, ¿sabes?
Me señalé las piernas. La verdad es que iba realmente bien; en mi
futuro inmediato no habría maratones ni patadas estilo mariposa, pero ya
llegarían.
Ben me alcanzó en la cocina y me dio un abrazo apretado.
—No me refería a la puerta, Noah. Desde que me echaste, he
llamado al hospital cada tanto y ellos se han negado a decirme nada.
Esperé que recobraras la maldita memoria y me llamaras, pero nunca lo
hiciste. Así que hoy decidí ir allí, pensando en escabullirme en tu
habitación, pero no pude encontrarte. Después me dijeron que ya no eras
paciente.
Me apartó pero me mantuvo agarrado por los hombros mientras me
miraba malhumorado.
—Pensé que habías muerto, imbécil. Eres mi hermano y te quiero.
No me apartes, Noah.
Lo empujé y fui al frigorífico a sacar un par de cervezas.
—Tranquilízate, Suzie Q, estoy bien. No tienes que enloquecerte. Se
supone que el mariquita Forman soy yo, no tú —le alcancé la cerveza y
me senté. Ben puso los ojos en blanco.
—No eres mariquita, Noah.
—No te pongas políticamente correcto conmigo, hermano mayor.
Recuerdo todas las palabras que utilizaste a lo largo de los años. Es
posible que sigas usándolas, solo que ya no lo haces delante de la oveja
rosa de la familia.
Ben se echó a reír.
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Parecía tan perdido que sentí pena por él. Ya habíamos dejado atrás
aquello de sentirse traicionado cuando pensó que su amigo había seducido
a su hermano y su reacción cuando le dije que estaba enamorado de Clark.
Le expliqué bastantes veces que había sido yo el instigador, que Clark no
me había convertido en gay. Sí, de hecho había tenido que deletreárselo.
No me preguntéis cómo el señor Magna Cum Laude no lo había
averiguado él solo.
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—No sabes lo que me hubiera gustado que tus motivos hubieran sido
otros; aburrimiento, deseos de experimentar, incluso pensar que yo no era
bueno en la cama. Cualquiera de las miles de razones que barajé en esas
interminables noches sin dormir hubiera sido mejor que la única que no
tuve en consideración: tu traición. Él es tu hermano y los dos necesitáis ser
parte de la vida del otro, siempre animé a Noah a ello. Pero permíteme ser
muy claro al respecto: no lo perderé otra vez, Ben, ni siquiera durante un
minuto. No me voy a marchar. Ahora dile la razón por la que lo hiciste o
lo haré yo.
Cuando vi cómo lo miraba a través de la mesa de la cocina, por fin
logré encajar todas las piezas, en ese momento lo supe, supe lo que había
pasado. Una oleada de celos me recorrió y solté un rugido mientras mi
cuerpo se sacudía. Cerré los puños y salté sobre mi hermano, iba a
romperle el cuello.
Me miró con pánico y Clark me tocó el pecho con mucha suavidad.
—Es tu hermano, Noah. Tu hermano. Siéntate, cielo, por favor.
Lo agarré por los hombros y lo puse detrás de mí para protegerlo de
Ben, luego estiré los brazos hacia atrás y lo pegué a mi cuerpo. Ben nos
miraba con la boca abierta. Clark me acarició la mejilla, se sentó y me
puso entre sus piernas abiertas y se quedó detrás de mí mientras yo miraba
a mi hermano. Bueno, le lanzaba dardos con los ojos, pero ese es un modo
de mirar, ¿no?
Ben mantenía los labios apretados y se negaba a hablar, así que lo
hizo Clark.
—Bien, lo diré yo.
—No tienes que decirme nada, ángel —seguí con la mirada clavada
en Ben—, ya me lo imagino. Intentó ligarte.
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Capítulo 20
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—Ben soy gay, ya lo era antes de conocer a Clark; era gay cuando se
fue todos estos años y lo seré el resto de mi vida. Tengo amigos, un buen
trabajo y él me ha dado lo más parecido a una verdadera familia que he
tenido. Y me importa un bledo si cuando voy por la calle la gente sabe lo
que he estado haciendo, aunque puedo asegurarte que no creo que su
imaginación se aproxime a lo que de verdad compartimos, y no hay modo
de que puedan captar lo jodidamente bien que uno se siente.
—Noah, tómatelo con calma —dijo Clark sobre mi hombro.
—¿Por qué debería hacerlo? Comprendo que él no quiera pensar en ti
con otro hombre, ¿pero estás escuchando las tonterías que dice? —Me
volví hacia mi hermano—. Deberías ganar el premio del homosexual-más-
patéticamente-sobre-compensado del año. ¿De verdad te acuestas con
todas esas novias bonitas como un modo de seguir manteniendo tu penoso
trasero en el armario? ¿Qué planes tienes a largo plazo, hermano mayor,
casarte con alguna de ellas, vivir una agradable pequeña vida en el exterior
mientras por dentro te mueres poco a poco? ¿O quizá vas a correr a las
saunas o a los bares para lograr un poco de acción hombre-hombre? Eh, si
tienes suerte, podremos leer las memorias de tu mujer contando todo
cuando los niños sean mayores y ella te abandone. ¿Eso te suena a vida
normal, Ben?
Mi hermano nunca nos había visto como pareja. Cuando empezamos,
él estaba fuera haciendo el máster y solo nos veíamos en las vacaciones,
cuando íbamos a pasar el día a casa. Siempre me pregunté la causa de que
él y Clark no se hablaran por teléfono y que, en las raras ocasiones que
visitaba a mi padres, Ben nunca hubiera insistido en pasar tiempo con su
amigo. Pero no había pensado mucho en el tema, porque eso nos había
ayudado a ocultar la relación a mi familia.
Luego, casi al mismo tiempo que se graduó y volvió a Emily City, yo
salí del armario y no nos vimos mucho por una razón totalmente diferente.
En ese momento pensé que mi hermano no podía lidiar con el hecho de
que Clark y yo fuéramos homosexuales. Pero al parecer, lo que había
podido con él, había sido el modo de manejar sus propios sentimientos y la
idea de que nosotros éramos pareja.
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Esta historia es ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la
imaginación del autor o usados para la ficción y cualquier semejanza con personas vivas o muertas,
negocios, eventos o escenarios, es mera coincidencia.