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Freidenberg - Los MDC Tambien Son Actores
Freidenberg - Los MDC Tambien Son Actores
Flavia Freidenberg
La clasificación ideada por Lasswell puede ser completada con otras funciones que, si
bien son diferentes unas de otras, no tienden a autoexcluirse. Entre ellas se encuentran
a) la identificación de los problemas sociopolíticos; b) la provisión de plataformas para
la defensa de causas o intereses; c) la trasmisión de contenidos a través de las diversas
dimensiones y facciones del discurso político; f) el análisis y control de la actividad de
las instituciones políticas y g) la provisión de información a los ciudadanos para que
conozcan lo que ocurre y puedan participar activamente (Gurevitch y Blumer, 1990:
270).
Un resumen de todas las funciones de los medios puede observarse en la TABLA I. Estas
funciones reflejan la idea de que los medios de comunicación no sólo informan a los
ciudadanos o dan marcos explicativos que le ayudan a comprender la información que
les proporcionan sino que también desempeñan un papel significativo como actores en
el sistema político. Cada vez más los medios están ocupando funciones que le
corresponden a las instituciones, con lo cual usurpan temas y tareas que no les competen
(Muñoz Alonso y Rospir, 1999: 32) e incluso en algunos lugares llegan a ser más
confiables que los políticos o las instituciones del sistema, con lo cual se consigue
muchas veces deslegitimar al sistema político.
TABLA I: FUNCIONES DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS
Los medios desarrollan tres papeles sustantivos en cualquier sistema político moderno:
son eco, comparsa y protagonistas (Vallès, 2000: 362). En la mayoría de las situaciones,
los medios son responsables de transmitir el eco de lo que otros actores comunican: los
dirigentes, los partidos, el gobierno, los ciudadanos. En otros casos, los medios
acompañan como comparsas a otros actores: se convierten en sustento de otros que
apoyan o critican a los que representan a las instituciones, a sus políticas o a otros
actores del sistema. En algunas situaciones, los medios se convierten en protagonistas
cuando desarrollan una actuación o una estrategia propia promoviendo una determinada
política, candidato o lucha contra una injusticia (por mencionar algunos). Si bien no
todos los medios asumen estas tres funciones de manera simultánea (e incluso no todos
las asumen como propias), cuando lo hacen pasan a tener una influencia fundamental
sobre el proceso político y la vida de los ciudadanos. En este sentido, los medios actúan
como actores políticos, en el sentido de formar parte del triángulo que permite a los
ciudadanos obtener información política y, al mismo tiempo, ejercer control o vigilancia
sobre las instituciones; son productores culturales; y, finalmente, se comportan como
instituciones que hacen políticas públicas o influyen en el proceso de elaboración y/o
control de las mismas.
a) Los medios de comunicación de masas como actores políticos. Los ciudadanos deben
disponer de información plural e independiente acerca de las diferentes alternativas
existentes para definir y formular sus preferencias en el marco de cualquier sistema
poliárquico. Los medios de comunicación desempeñan un papel fundamental como
transmisores de información, creadores de opinión y agentes de socialización, esto es,
instrumentos de difusión y transmisión de los valores políticos. Especialmente durante
las campañas electorales, los partidos y candidatos transmiten de forma directa e
indirecta información sobre sus proyectos políticos. Cuando lo hacen de manera directa
utilizan vías como internet, cartas, mítines, entrevistas, contacto personal, pero cuando
lo hacen de manera indirecta emplean la prensa, la radio, la televisión. Los medios de
comunicación también tienen un papel importante como agentes de movilización. Ellos
dan visibilidad a los actos participativos, especialmente si estos son de protesta, lo que
ayuda a su eficacia, y son instrumentos que contribuyen a que los líderes políticos
movilicen a diversos sectores en su favor e incluso con su mera cobertura periodística
puede contribuir a esa movilización. Los medios de comunicación son actores políticos
que expresan o articulan intereses de diversos sectores económicos y sociales ligados a
los mismos.
Los estudios sobre los efectos de los medios de comunicación de masas comenzaron en
las tres primeras décadas del siglo XX. Con ellos se ha intentado observar la manera en
que los medios de comunicación influencian sobre las percepciones de los ciudadanos;
el modo en que contribuyen en los procesos de formación de la opinión pública; su
papel en la socialización política y su influencia en los cambios de actitudes. Desde esta
perspectiva, los medios son analizados como variable independiente. Desde los trabajos
originarios hasta la actualidad se han desarrollado tres grandes paradigmas, cada uno de
los cuales postuló una particular visión de los efectos que los medios de comunicación
producirían sobre las percepciones de las personas.
Desde principios de siglo hasta fines de la década del 1930, se defendió la idea de que
los medios de comunicación de masas ejercían una poderosa influencia sobre las
actitudes y conductas políticas de los individuos. Se afirmaba que eran
significativamente potentes y que cualquier mensaje presentado adecuadamente
producía efectos instantáneos y masivos sobre la audiencia. Esta visión se sustentó en
un presupuesto particular acerca del funcionamiento psicológico: el receptor de la
comunicación es comprendido como un ser pasivo que sólo responde a los estímulos de
manera mecánica, prevaleciendo el modelo conductista de “un estímulo externo - una
respuesta” [E-R]. En este sentido, se proponía que los medios ejercían un poder
omnímodo y se postulaba que tenían la capacidad de manipular por completo a una
audiencia de carácter pasivo.
Posterior evidencia sugirió que si bien los procesos selectivos operan en el corto plazo,
en el largo plazo, los puntos de vista defendidos por los medios no serían tan
inofensivos y podrían dar lugar a otros efectos, ejerciendo considerable influencia sobre
las opiniones que los individuos manifiestan respecto de las cuestiones de la esfera
social. Desde esta perspectiva lo que se afirma es que los medios tienden a reforzar las
actitudes ya existentes. En este sentido, los argumentos de la Teoría de la Disonancia
Cognitiva (Festinger, 1957) apoyan esos argumentos, ya que se propone que cuando un
individuo se enfrenta con mensajes tendientes a la producción de disonancia o
desequilibrio, puede utilizar la estrategia de rechazar la información productora de
disonancia o reinterpretarla selectivamente en un sentido consonante con sus creencias,
a los fines de evitar el desequilibrio y la tensión y restablecer la consonancia entre sus
cogniciones.
Todas estas conceptualizaciones destacan un papel central para los medios en cuanto a
la definición de los problemas políticos por parte de la opinión pública debido a su
poder para definir los temas acerca de los cuales una sociedad “debe” pensar y debatir,
atrayendo la atención sobre ciertas cuestiones mientras otras son dejadas de lado,
ocultadas o distorsionadas; y brindando los estándares y parámetros a partir de los
cuales los distintos acontecimientos “deben” ser comprendidos, explicados y analizados.
La comunicación es un eslabón fundamental de la cadena que relaciona las decisiones
individuales con la actividad política. Las conexiones que los individuos sean capaces
de establecer entre sus problemas o experiencias políticas personales con un contexto
político más general dependen de numerosas variables de entre las cuales los medios de
comunicación parecen jugar un papel decisivo.
El papel del establecimiento de la agenda fue sometido por primera vez a prueba
empírica en un estudio llevado a cabo por McCombs y Shaw en 1968, durante las
elecciones presidenciales en Estados Unidos. Se efectuó un sondeo entre los votantes
indecisos de Chapel Hill (North Carolina) y se encontró que las cuestiones que los
votantes consideraban más importantes coincidían con la cobertura que de esas mismas
cuestiones habían efectuado los medios de comunicación locales. El procedimiento que
utilizaron consistía en preguntar a los sujetos, mediante un cuestionario, cuáles eran los
problemas públicos que más los preocupaban. Luego se comparaban sus respuestas con
categorías derivadas del análisis de contenido de periódicos y programas de televisión.
La evidencia indicó que los medios ejercen un poderoso impacto sobre las percepciones
de los votantes: la correlación entre la importancia que un tema asumía en la agenda de
los medios y la importancia percibida fue positiva y superior a .9. De 24 pruebas
realizadas, 18 favorecieron claramente la función del establecimiento de la agenda,
demostrando que la agenda de los electores se parecía más a la de los medios de
comunicación que, por ejemplo, a la establecida por los partidos políticos. Así, la
hipótesis que postularon acerca de la función de establecimiento de la agenda redirigió
la mirada de los expertos hacia el poder de los medios y hacia una nueva manera de
entender las relaciones entre opinión pública y medios de comunicación de masas
(D’Adamo, García Beaudoux y Freidenberg, 2000).
Con este efecto, se sostiene que los medios fuerzan la atención hacia determinadas
cuestiones, construyen imágenes del mundo político y proponen los objetos acerca de
los cuales el público debe pensar. Al describir y precisar la realidad externa, los medios
dan al público un listado de las cuestiones en torno a las cuales se debe opinar y
discutir. La comprensión de la realidad social que los individuos elaboran es modificada
por el accionar de los medios. La función del "establecimiento de la agenda" tendría dos
consecuencias y características principales. En primer término, los medios sesgan la
atención del público hacia determinados objetos o cuestiones de la escena político
social; y, en segundo lugar, la asignación de importancia otorgada a cada una de esas
cuestiones por los medios de comunicación influye sobre el grado de importancia que el
público atribuye a esos temas.
Algunos autores (Rogers y Dearing, 1994) sostienen que al analizar la función del
establecimiento de la agenda es necesario comprender la dinámica que se establece
entre tres agendas diferenciadas: la de los medios, la agenda pública y la agenda
política. La primera se refiere a la agenda de los medios de comunicación sobre los
distintos acontecimientos, eventos y cuestiones. Conceptualmente tiene que ver con
aquellos issues que los medios retratan como los más importantes en un momento
determinado. La segunda alude al contenido y orden de los tópicos establecidos por la
opinión pública. La última se vincula con las prioridades establecidas por las élites
políticas como los temas que “deben” ser importantes para la sociedad. Diversas
investigaciones avalan la existencia de la influencia que existiría desde la agenda de los
medios hacia la agenda pública o relación "agenda de los medios-agenda pública”. La
primera influye significativamente sobre la construcción del temario realizada por los
encuestados. Otros autores hallaron que la agenda de los medios produce cambios en las
actitudes y en la agenda pública, e Iyengar y Kinder (1987) concluyeron que las
creencias, actitudes y juicios públicos son el resultado de la fijación de la agenda por
parte de los medios y que la agenda sólo tendrá efectos en aquellos temas que la persona
pueda comprender fácilmente. En resumen, los tres tipos de agenda se relacionan entre
sí y un buen análisis de este tipo de vinculaciones contribuyen a conocer cuál es el papel
de los medios en una sociedad.
Experiencias personales e
interpersonales
Comunicación entre las élites y
otros individuos
Filtros
Influencias Agenda de Agenda Agenda
Eventos y los medios Pública Política
noticias
espectaculares
- El efecto “priming”
La información que las personas encuentran más accesible para juzgar políticos y
candidatos proviene de diversas fuentes. Pero, indudablemente, entre ellas se destacan
los medios de comunicación ya que tienen capacidad para favorecer que ciertos
elementos se mantengan presentes mientras otros son ignorados u olvidados. Los
medios ayudan a los ciudadanos a evaluar objetos y procesos políticos. Así, se está ante
un efecto de priming generado por los medios cuando estos consiguen activar ciertas
ideas y tendencias que luego fomenten un determinado comportamiento político. En
este sentido, se está ante un efecto de priming cuando “al llamar la atención sobre
algunas cuestiones, al tiempo que otras son ignoradas, las noticias transmitidas por la
televisión influencian los estándares que las personas utilizarán para juzgar a
gobiernos, presidentes, políticas, y candidatos” (Iyengar y Kinder, 1987: 63).
Concretamente, y con relación a los medios de comunicación, el priming sugiere que la
exposición que se da a un contenido o mensaje aumenta la probabilidad de que los
pensamientos relacionados con él sean fácilmente accesibles para la mente (Berkowitz y
Rogers, 1986). El priming en la esfera política supone que las noticias televisivas tienen
la capacidad de modificar los índices de valoración del público.
El concepto de priming se sustenta de este modo en un importante corpus teórico que
sugiere que la presentación de estímulos favorece vía enlace asociativo otros conceptos
semánticamente relacionados, aumentando así la probabilidad de activar pensamientos
de significado semejante. Uno de los heurísticos más comúnmente utilizados es el de la
“accesibilidad”. Los heurísticos son reglas informales de pensamiento que utilizamos
los seres humanos y que están al servicio de simplificar el procesamiento de la
información. La disponibilidad heurística se define como la tendencia a juzgar un
acontecimiento como más probable cuanto más fácilmente pueda ser representado o
recordado y se apoya principalmente en la hipótesis de la vividez, esto es, en el hecho
de que se recuerda mejor la información que más intensamente afectó nuestros sentidos.
Los datos presentados por los medios de manera emocional reciben mayor
consideración y se les otorga mayor peso que a los datos que son más válidos desde un
punto de vista estadístico, pero que son emocionalmente neutrales. Así, se propone que
los estímulos y casos vívidos atraen más la atención y, de este modo, resultarían los que
“vienen primero a la mente”, quedando como las categorías más accesibles o fácilmente
recuperables de la memoria. La hipótesis del priming sostiene que aquellas noticias más
destacadas por los medios, a las que los medios les dedican más cobertura
presentándolas como los temas más importantes o que despiertan más preocupación,
(por ejemplo, la posición del candidato en política exterior), se transformarán en los
estándares que los individuos utilizarán para decidir a quien dar su voto. En caso de que
los medios de comunicación cambiaran el foco de atención hacia otro tema (por
ejemplo, la economía), entonces se esperaría que los ciudadanos también cambiaran el
criterio de selección, pasando a juzgar a los candidatos según sus propuestas en esta
área.
Las teorías sobre los efectos negativos de los medios de comunicación de masas
sostienen que las prácticas habituales de los medios impiden el compromiso cívico,
entendiendo por éste el aprendizaje acerca de los asuntos públicos, la confianza en el
gobierno y el activismo político. En este sentido, uno de los factores explicativos del
desinterés de los ciudadanos por la política estaría en la cobertura y en las prácticas
periodísticas que realizan los medios de comunicación. Se parte de dos premisas: a) que
los procesos de comunicación política tienen un impacto significativo sobre el
compromiso político y b) que ese impacto es negativo. La hipótesis clásica sostiene que
la exposición a los medios informativos desincentiva el aprendizaje sobre la política,
erosiona la confianza en los líderes y en los partidos y reduce la movilización política.
El resultado de ello es un declive en el activismo democrático de los ciudadanos. Como
señala Nye Jr. (1999), los estudios muestran que durante las tres últimas décadas, los
medios y los filmes han tendido a dar una visión más bien negativa de la política y del
gobierno. Eso no importaría si la única víctima fuera la vanidad de los políticos. Pero,
mantenida durante largos períodos, la devaluación del gobierno y de la política puede
afectar la fortaleza de las instituciones democráticas.
El primer estudio que conectó el creciente desinterés por la política con la cobertura
mediática se desarrolló en Estados Unidos en la década de 1960. Lang y Lang (1966)
asociaron el crecimiento de las cadenas de noticias con la extensión de actitudes de
cinismo político en los ciudadanos norteamericanos. Este efecto, según los autores,
tenía más valor sobre la “audiencia accidental”, los que se topaban con la política de
casualidad, al coincidir su presencia frente a la televisión con la emisión de noticias
políticas pero que tenían baja formación política y carecían de interés por los asuntos
públicos. A pesar de lo sugerente de estas presunciones, estas ideas fueron retomadas
recién en la década de 1970, por el trabajo de Michael Robinson (1976), quién vinculó
el auge del periodismo televisivo y los sentimientos de cinismo político, desconfianza
social y falta de eficacia política. Este autor sostenía que una mayor exposición a las
noticias de televisión, con su visión negativa, el énfasis en el conflicto y los temas anti-
institucionales, generaba desafección política, frustración, cinismo, duda y malestar.
Este proceso alcanzaba mayores proporciones durante las campañas electorales, cuando
los medios de comunicación se centraban en la campaña como “una carrera de caballos”
más que en la atención a cuestiones políticas y había una sobreabundancia de noticias
negativas sobre los candidatos (Norris, 2001: 10).
Durante la década de 1990, esta visión pasó a ser dominante, en particular, porque cada
vez más el papel de los medios fue criticado y porque hubo un regreso a las teorías que
sostenían que los medios tenían gran poder sobre la formación y predisposición de las
actitudes, como se ha podido ver en secciones anteriores. Autores como Capella y
Jamieson (1996) señalaron que la manera en que los medios remarcan las noticias
políticas activan el cinismo hacia las políticas públicas; Entman (1989) concluyó que la
prensa (por lo menos la americana) estaba lejos de cumplir con sus funciones y
objetivos ideales y Putnam (2002) argumentó que la televisión produce sentimientos de
malestar entre la ciudadanía, lo que se refleja en actitudes como el cinismo político y la
menor participación. Las críticas a esta teoría sostienen que no hay aún evidencia
empírica suficiente como para responsabilizar a la cobertura de los medios o a las
campañas electorales de que los ciudadanos sean más cínicos, estén desencantados o no
tengan interés en la política. Las investigaciones de Norris (2001) no consiguen sostener
estas hipótesis y llaman la atención sobre la existencia de pruebas que ponen dudas
sobre los argumentos de la teoría de los efectos negativos.
Por otra parte, está la visión pesimista, que señala que el acceso a Internet puede generar
una nueva sociedad "dividida digitalmente" con tres características principales: la
división global, la división social y la división democrática (Norris, 2001). La división
global se refiere a las desigualdades sustanciales que la difusión de tecnología está
poniendo en evidencia entre las naciones, incluso entre los más prósperos miembros del
G-7 y los de la Unión Europea, y a nivel mundial. La división social está caracterizada
por las desigualdades de acceso de los diferentes grupos sociales a las nuevas
tecnologías; incluso dentro de los países que se encontraban a la vanguardia en la era de
surgimiento de Internet, el uso de las nuevas tecnologías y el acceso a ellas varía
enormemente dependiendo de los ingresos, educación y edad de los ciudadanos. Pero
incluso si el número de usuarios informatizados se normaliza gradualmente y el acceso
básico se hace omnipresente en las sociedades postindustrializadas, existe todavía una
gran preocupación por el posible surgimiento de una división democrática entre
aquellos que usan y no usan los recursos políticos disponibles en Internet o entre
ciudadanos participativos y ciudadanos no participativos. Además, es importante tener
en cuenta tanto la cultura digital de la población y ajustarse a lo que señalan las leyes
electorales.
Los estudios realizados señalan que el uso de recursos políticos a través de la web
tienden a estar limitados a aquellos ciudadanos que anteriormente estaban involucrados
en cuestiones políticas, reforzando sus recursos pero no alcanzando a aquellos sectores
de la sociedad que otras formas de comunicación política no habían logrado captar. Es
más, se duda de las potencialidades democratizadoras de la aplicación de las nuevas
tecnologías (Owen y Davis, 1998). El voto electrónico en las grandes elecciones sólo
será posible cuando el parque de ordenadores conectados sea masivo, mejore la
velocidad de transmisión y sobre todo, esté garantizada la identidad del votante y la
privacidad de la conexión. En tanto, hay algunas experiencias de voto electrónico en
Brasil, Paraguay, Venezuela, Estados Unidos, Gran Bretaña, y algunos ensayos
recientes en España, como el que se dio en Zamora en las últimas elecciones. Las
experiencias son diferentes entre sí, toda vez que no hay una única forma de votar de
manera electrónica e incluso con diferentes consecuencias sobre la emisión del voto y la
naturaleza de la democracia.
Pero estas no son las únicas transformaciones y efectos que proceden de Internet. El uso
de este tipo de medios ha fraccionado a la audiencia, haciendo que “la gran audiencia”
tienda cada vez más a ser “audiencias particulares” y ha afectado a los otros medios de
comunicación, quitándoles el monopolio de la información al gran público y su papel de
guardianes (gatekeepers) de la información. El público puede elegir qué quiere leer,
cuando puede hacerlo y cómo hacerlo. El público puede estar informado a cada instante
y por múltiples vías, no sólo a través de los medios que tiene de acceso más próximo
sino a través de aquellos medios que cubren el lugar de los acontecimientos. Como
señalaba Swett (1997), “Internet no sólo lleva noticias y forma comunidades sino que
conforma valores y opinión pública sin ayuda de los guardianes, que tradicionalmente
han decidido qué información era importante y cómo debía presentarse”. Además,
Internet facilita la emergencia y estructuración de nuevos movimientos de protesta
política (las Asambleas Barriales en Argentina); la visibilización de nuevos
movimientos sociales (como el de la antiglobalización) e, incluso, como vía de
comunicación de grupos antisistema como ocurrió con el fenómeno del Zapatismo y el
Comandante Marcos o entre grupos de derechos humanos y minorías étnicas, siendo un
elemento estructurador y generador de redes como en el movimiento indígena de
América Latina.
3. Referencias clásicas
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4. Fuentes en Internet
5. Ejercicios de autoevaluación
2. Elije una noticia relevante, realiza un seguimiento de la misma durante una semana
en diferentes periódicos de ámbito nacional y responde a las siguientes preguntas: a)
¿cuál es el contenido de la noticia en el periódico A, en el B y en el C?; b) revisa si ese
contenido es igual en los tres medios seleccionados; y c) señala cuáles son las
semejanzas y diferencias en el tratamiento de la información.
4. Reflexiona y debate sobre los cambios que han provocado la televisión e internet en
la manera de hacer política y en las campañas electorales de tu entorno más cercano.
¿Esto ha supuesto una mayor participación de los ciudadanos en los asuntos públicos?
¿Percibes una mayor participación en las instituciones en tu entorno más cercano?
7. Según Lasswell (1948), ¿cuáles son las funciones clásicas de los medios de
comunicación con relación a la sociedad?
a) identificación de problemas, provisión de plataformas y transmisión de contenidos
b) vigilancia, correlación y transmissión de la cultura
c) control de las instituciones políticas, correlación y provisión de información
d) vigilancia, identificación de problemas y transmisión de contenidos
e) ninguna de las alternativas
8. Los tres grandes paradigmas sobre los efectos de los medios de comunicación son:
a) impacto directo, influencia selectiva y efectos agenda setting, priming y framing
b) modelo hipodérmico, impacto directo y efectos limitados
c) influencia selectiva, modelo hipodérmico y función de agenda setting
d) efectos negativos, relaciones entre agendas y efectos priming y framing
e) ninguna de las alternativas
6. Bibliografía