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La evolución de la propiedad de la tierra en Venezuela comenzó con los primeros grupos humanos que se asentaron en el territorio en la época prehispánica. Durante la colonización española, las tierras se repartieron a través de las Capitulaciones reales y se crearon Resguardos Indígenas. Sin embargo, con el tiempo las tierras de los resguardos fueron objeto de muchas injusticias y despojos. Tras la independencia en el siglo XIX, se eliminaron las tierras comunales indígenas y se impus
Descripción original:
La evolución histórica del poblamiento en el territorio venezolano en la era prehispánica, los primeros grupos humanos que ingresaron al continente americano.
Título original
HISTORIA Y EVOLUCIÓN DE LA PROPIEDAD DE LA TIERRA EN VENEZUELA
La evolución de la propiedad de la tierra en Venezuela comenzó con los primeros grupos humanos que se asentaron en el territorio en la época prehispánica. Durante la colonización española, las tierras se repartieron a través de las Capitulaciones reales y se crearon Resguardos Indígenas. Sin embargo, con el tiempo las tierras de los resguardos fueron objeto de muchas injusticias y despojos. Tras la independencia en el siglo XIX, se eliminaron las tierras comunales indígenas y se impus
La evolución de la propiedad de la tierra en Venezuela comenzó con los primeros grupos humanos que se asentaron en el territorio en la época prehispánica. Durante la colonización española, las tierras se repartieron a través de las Capitulaciones reales y se crearon Resguardos Indígenas. Sin embargo, con el tiempo las tierras de los resguardos fueron objeto de muchas injusticias y despojos. Tras la independencia en el siglo XIX, se eliminaron las tierras comunales indígenas y se impus
La evolución histórica del poblamiento en el territorio venezolano comienza en la época
llamada prehispánica con la naturalidad con que los primeros grupos humanos ingresaron al continente americano hasta llegar al actual territorio venezolano. Este hecho estuvo marcado por la movilización que por miles de años llevó a estos grupos a asentarse en los diferentes territorios de América. De igual manera, los estudios históricos realizados sistemáticamente han permitido la reconstrucción étnica, cultural y económica de estos núcleos humanos iniciadores del poblamiento en nuestro territorio. Durante el proceso de poblamiento hispano, el gobierno repartía las tierras a través de las Capitulaciones. Para favorecer a los indígenas dispersas fueron reagrupadas en poblados y se les repartió tierras llamadas Resguardos Indígenas, por medio de una Merced Real. Estos Resguardos Indígenas al principio se respetaron como cualquier otra propiedad creada por los españoles, pero fueron igualmente objeto de muchas injusticias: cuando se adjudicaban tierras a personas extrañas a los indígenas, dentro del área perteneciente a un resguardo o pueblo de indios y por lo tanto propiedad comunal inalienable, los gobernadores ante las solicitudes de tierra "consideraban" que los resguardos de un poblado tenían mucha extensión como para cubrir sus necesidades, y consintieron bajo ese concepto en que se hicieran las correspondientes adjudicaciones. Por lo tanto durante muchos años, las comunidades indígenas lucharon en contra del imperio español, el cual llego a tierras americanas en busca de riquezas y nuevas tierras. Esta lucha y explotación duro por muchos años, donde existieron, maltratos y daños a los pobladores, por parte de la corona española. Esta explotación, maltratos y abuso, llevo consigo a guerras y conflictos de intereses, entre los mismos descendientes de españoles con los venezolanos, la cual comienza a formalizarse de una manera más fuerte en el siglo XVIII y XIX; especialmente el 19 de Abril de 1810. La lucha por las riquezas y poder representaron la principal razón de conflicto, pero los aspectos, económicos, políticos y sociales, representaron un factor determinante en su desarrollo, la necesidad e independencia económica (libre comercio), la lucha de clases por tener más riqueza, la necesidad de establecer políticas individuales, que permitieran afianzar la riqueza o el poder, son algunos de los detonantes de estas luchas. Si bien es claro que el estado no abolió la esclavitud hasta 1.854, este modo de producción ya había dejado de ser predominante a esta época (1.811-1.854), el proceso de cambio del modo de producción se basa principalmente en la proclama de la independencia de Venezuela, sin embargo, muchos de estos seguían sirviendo a sus patronos, posteriormente aprovechando la desarticulación y desajustes de las guerras se liberaron así mismo, abandonando las haciendas incorporándose a los ejércitos. Por otra parte los terratenientes, ansiosos de recuperar la mano de obra perdida implementan la figura de asalariado, siendo importante resaltar que aun cuando recibían pago por sus tareas los exponían a condiciones infrahumanas. Las contrataciones se daban principalmente bajo las figuras de peón, medianero o aparcero todos estos estaban obligados a cumplir las exigencias del propietario; los pagos por estas labores se daban con fichas canjeables en las bodegas dispuestas por los dueños de las haciendas para cambiar por productos de alto costo que escasamente alcanzaban para satisfacer sus necesidades y la de sus familias; obligando a solicitar a los propietarios prestamos o anticipos a cambios de labores a realizar en las cosechas. Además las deudas eran heredables por los hijos y no se podía partir de los hatos y haciendas hasta saldar todos los compromisos con los propietarios, obligando a los individuos a estar arraigados a estas labores “esclavistas”. Estas relaciones de producción, afianzaron y fortalecieron el dominio de los hacendados, convirtiendo una especie de señores feudales denominados en Venezuela como caciques o caudillos. Aun cuando la constitución de 1.830 intentaba adoptar un modo de producción capitalista, la coexistencia de diferentes modos de producción y la lucha de poderes se llevo por delante las leyes consagradas en la constitución, llegando a ser los caciques o caudillos quienes controlaban al gobierno central de Venezuela. La economía Venezolana desde la colonización se caracterizo por subsistir principalmente por los ingresos generados por la agricultura, sin embargo desde 1.811 cuando cambian los personajes del llamado estado, se genera a la par el modo de producción semi feudal, el cual se extiende a un criterio hasta la aparición del petróleo, el cual de algún modo libera o migra del régimen explotador vivido tanto por los cacique o caudillos, como por el gobierno bajo recluta que implanto el General Gómez. El modo de producción a partir de 1.811 se da bajo el concepto de libre comercio internacional, donde Venezuela tiene la libertad de comercializar su producción con el resto del mundo en base a sus mejores oportunidades. Aun cuando durante este largo periodo la estructura productiva ha cambiado y se ha pasado de la agricultura y cría a la exploración petrolera, el modo de inserción se ha mantenido en el tiempo, con sus diferentes canales de importación y exportación como son marítimos, terrestres y aéreos. Por consiguiente los principales aspectos se caracterizaban en los pobladores españoles los cuales se adaptaban a los cargos designados por la corona y los blancos criollos donde se destacaba la formación militar motivada a la lucha de tierras. Es importante resaltar la eliminación de las tierras comunales de los pueblos indígenas, ya que los ideales que inspiraron la organización política republicana se nutrieron de los conceptos generales sobre los derechos del individuo, particularmente sobre su valor como miembro de la sociedad. Los principios de igualdad y libertad del individuo que inspiraron las luchas independentistas, como el fortalecimiento del concepto de propiedad particular y que cimentaron las ambiciones de esa época. De esa manera, en la filosofía individualista aplicada a lo político y lo económico (fundamentada en la capacidad del hombre para ser el más hábil, el más capaz, el mejor dotado), no tenía cabida la tenencia colectiva de la tierra de los indígenas, su modo de vida, en fin, su tradición comunitaria. Justamente, aquellos principios se reflejaron tempranamente en las primeras leyes republicanas, dirigidas a la esquilmada población indígena, a la cual se buscaba integrar a la vida nacional y al nuevo patrón político de molde liberal, para imponerles los patrones socioeconómicos imperantes. Los principios liberales, que bullían en el ambiente de las élites de Hispanoamérica colonial desde el siglo XVIII, permearon las mentes de los hombres de la Independencia, quienes leales a ellos, los plasmaron en la primera Constitución venezolana, aún sin ser territorio independiente. En la Constitución Federal del 21 de diciembre de 1811, quedó plasmada la filosofía que definiría la problemática del derecho a la tierra indígena durante el resto del siglo XIX. No obstante, las primeras leyes republicanas no impidieron los continuos atropellos a las tierras de las comunidades indígenas, ni lograron modificar el miserable estado de los pueblos de indios. Esas eventualidades explican la ratificación promovida por Simón Bolívar el 12 de febrero de 1821, sobre el decreto del 20 de mayo, con ciertas modificaciones, al puntualizar al Gobernador de Tunja que: “no solamente que ha reinado un abuso general en todos los corregimientos de esta provincia, sino que los indios, lejos de ser mejorados y haber adquirido sus tierras, y con ellas los medios para sostener sus familias, han sido despojados de ellas y confinados en muchas partes a terrenos estériles, y reducidos a una menor extensión que la que gozaban antes”. En tal sentido, ordenó que todas las tierras recuperadas, correspondientes a los resguardos, se distribuyeran en su totalidad y de manera particular a las tierras más aptas para cultivos, sin segregar, como se había dispuesto en el decreto anterior, áreas de escuela, ni las destinadas a tributo, aunque se añadía la cuñita de arrendar solamente cuando fueran tan extensos que quedara un sobrante. En aras de la justicia, la razón y la política, se promulgó la Ley Fundamental del 4 de octubre de 1821 que entró en vigencia el primero de enero de 1822. En ella se decretaba que la población indígena, vejada y oprimida por el gobierno español, recuperara todos sus derechos, tal como los tenían los demás ciudadanos. En razón a ello, se determinó la repartición de los resguardos de tierras asignadas por la Corona y la posesión en común o en porciones distribuidas a sus familias, solo para cultivo; tarea encomendada a los jefes políticos en 1820, a la cual dio mayor precisión la Ley de 1821. También, se establecía que, en la asignación de tierra a esas familias hasta entonces tributarias, se proveyera lo que les correspondería al tener en cuenta el número de miembros en la familia y la extensión de los resguardos. Al mismo tiempo, se hacía la salvedad de que se les repartieran en pleno dominio y propiedad, cuando permitieran las circunstancias, antes de cumplirse los cinco años de exoneración del pago de los derechos de parroquia y de cualquier otro gravamen civil sobre los resguardos y otros bienes comunales. Esta medida compasiva y transitoria respondía a las condiciones señaladas de indigencia en las cuales se encontraban los aborígenes y que se atribuyeron al sistema cruel impuesto por la legislación española. Asimismo, se ordenó que, mientras no se repartieran los resguardos en propiedad plena, los indígenas mantuvieran el pequeño cabildo, con atribuciones económicas exclusivas y, particularmente, al manejo de los bienes comunales, pero sujetos al juez o jueces de las parroquias. Por otra parte es de gran relevancia resaltar que entre los bienes inmuebles o tierras propiedad de los entes territoriales están los de carácter rural, que a los fines de la reforma agraria estaban adscritos al antiguo Instituto Agrario Nacional, entre los cuales están evidentemente las denominadas tierras baldías. Respecto de ellas, el cambio de régimen jurídico implica que de haber sido desde tiempo inmemorial, bienes del dominio privado o bienes patrimoniales del Estado, han pasado a ser bienes del dominio público; cambiándose así lo que se había venido regulando tanto en el Código Civil y la vieja Ley de Tierras Baldías y Ejidos de 1936, como en la Ley Orgánica de Hacienda Pública Nacional. Además, conforme a la Disposición Final Segunda de la Ley, se ha transferido la propiedad y posesión de la totalidad de las tierras rurales del antiguo Instituto Agrario Nacional al Instituto Nacional de Tierras. Por ende, las tierras baldías, ahora del dominio público del Estado, que tenían tal condición de baldías al momento de entrar en vigencia la Ley (2001), son, por tanto, las que si llegasen a ser ilegalmente ocupadas, podrían por ejemplo ser rescatadas mediante el procedimiento administrativo regulado en la Ley (que responde al principio de la recuperabilidad de oficio de los bienes del dominio público); procedimiento que, en cambio, es completamente inaplicable en los casos de tierras que para el momento de la entrada en vigencia de la Ley ya hubieran pasado a ser de propiedad privada amparada mediante cualquier título jurídico. Respecto de estas, si el Estado tuviese alguna pretensión de que son tierras baldías, tendría que probar y demandar su reivindicación en vía judicial. Cabe señalar que las tierras baldías, con la sola excepción de los baldíos playeros y situados en islas que desde el Siglo XIX fueron declarados inalienables, siempre han podido ser enajenadas por el Estado de acuerdo con la legislación especial sobre las mismas, los Códigos Civiles y las leyes de hacienda pública en relación con los bienes nacionales. Es decir, desde siempre y en particular desde 1848 en adelante, las tierras baldías pudieron ser adquiridas en propiedad por los particulares, por lo que el origen de la tradición legal de la propiedad privada de tierras rurales puede legalmente fijarse en cualquier año después de 1848 hasta 1960. A partir de esa fecha, con motivo de la entrada en vigencia de la Ley de Reforma Agraria de 1903, se estableció que no podían enajenarse, gravarse ni arrendarse las tierras afectadas a la reforma agraria, entre las cuales estaban las tierras baldías; limitación que, sin embargo, no fue absoluta, pues quedaba a salvo el que el Ejecutivo Nacional lo autorizase, por ser necesarias para otros fines de utilidad pública o social. En consecuencia, hasta 1960 las tierras baldías podían ser enajenadas por el Estado y adquiridas por los particulares, por lo que el origen de la propiedad rural y de la titulación podría ser cualquier año antes de 1960. Por otra parte, la prescripción adquisitiva de las tierras baldías estaba regulada en la misma Ley de 1848 por posesión inmemorial, conforme al viejo derecho castellano que rigió en la Colonia y el inicio de la República, y se estableció expresamente en el Código Civil desde 1867. Si bien no se reguló en forma específica la usucapibilidad en la legislación sobre tierras baldías del Siglo XIX, lo que podía conducir a la interpretación de que durante unas décadas (1848-1909). En fin es por ello que estas podían considerarse como imprescriptibles al no estar regulada expresamente en la legislación especial de tierras baldías la posibilidad de que fueran adquiridas por prescripción, la usucapibilidad de las tierras baldías fue establecida expresamente en la ley especial de tierras baldías desde 1909 y en la Ley Orgánica de Hacienda Pública desde 1918, razón por la cual el origen de la propiedad privada rural pudo estar en la usucapión efectuada con anterioridad a 1960, con la sola excepción general de la que pudo haber ocurrido entre los años 1904 y 1909, única época durante la cual la Ley de Tierras Baldías excluyó expresamente la posibilidad de adquisición por prescripción de las tierras baldías
José Carlos López-Pozas Lanuza - LA GUERRA DE IFNI-SAHARA (1957-1958) Y EL CONFLICTO DEL SAHARA DE 1975. La Guerra de Ifni-Sahara (Págs 72-93) - RUHM 3/ Vol 2/ 2013