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PENSAMIENTO BOLIVARIANO II
MATURÍN-EDO. MONAGAS
PROFESORA: ESTUDIANTE:
CI: 20918063
Durante la primera mitad del siglo XIX, Venezuela se encontraba bajo el dominio colonial español.
A pesar de que la economía estaba en auge debido a la producción de cacao y café, la población
venezolana estaba sufriendo bajo el régimen colonial, que les negaba sus derechos y les sometía a
una serie de restricciones y abusos. Fue en este contexto que surgió un movimiento de patriotas
que buscaban la independencia y la liberación de Venezuela.
Nosotros, los Representantes de las Provincias unidas de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita,
Barcelona, Mérida y Trujillo, que forman la Confederación Americana de Venezuela en el
Continente Meridional, reunidos en Congreso, y consiguiendo la plena y absoluta posesión de
nuestros derechos, que recobramos justa y legítimamente desde el 19 de abril de 1810, en
consecuencia de la Jornada de Bayona y la ocupación del Trono español por la conquista y
sucesión de otra nueva dinastía constituida sin nuestro consentimiento, queremos antes de usar
de los derechos de que nos tuvo privados la fuerza, por más de tres siglos, y nos ha restituido el
orden político de los acontecimientos humanos, patentizar al Universo las razones que han
emanado de estos mismos acontecimientos y autorizan el libre uso que vamos a hacer de nuestra
Soberanía.
No queremos, sin embargo, empezar alegando los derechos que tiene todo país conquistado, para
recuperar su estado de propiedad e independencia; olvidamos generosamente la larga serie de
males, agravios y privaciones que el derecho funesto de conquista ha causado indistintamente a
todos los descendientes de los descubridores, conquistadores y pobladores de estos países,
hechos de peor condición, por la misma razón que debía favorecerlos; y corriendo un velo sobre
los trescientos años de dominación española en América, sólo presentaremos los hechos
auténticos y notorios que han debido desprender y han desprendido de derecho a un mundo de
otro, en el trastorno, desorden y conquista que tiene ya disuelta la nación española.
Este desorden ha aumentado los males de la América, inutilizándole los recursos y reclamaciones,
y autorizando la impunidad de los gobernantes de España para insultar y oprimir esta parte de la
nación dejándola sin el amparo y garantía de las leyes.
Es contrario al orden, imposible al Gobierno de España, y funesto a la América, el que, teniendo
ésta un territorio infinitamente más extenso, y una población incomparablemente más numerosa,
dependa y esté sujeta a un ángulo peninsular del continente europeo.
Las Sesiones y abdicaciones de Bayona; las jornadas de El Escorial y de Aranjuez, y las órdenes del
lugarteniente Duque de Berg, a la América, debieron poner en uso los derechos que hasta
entonces habían sacrificado los americanos a la unidad e integridad de la nación española.
Venezuela, antes que nadie reconoció y conservó generosamente esta integridad por no
abandonar la causa de sus hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de salvación.
La América volvió a existir de nuevo, desde que pudo y debió tomar a su cargo su suerte y
conservación; como España pudo reconocer, o no, los derechos de un Rey que había apreciado
más su existencia que la dignidad de la nación que gobernaba.
Luego que se disolvieron, sustituyeron y destruyeron entre sí las varias formas de gobierno de
España y que la ley imperiosa de la necesidad dictó a Venezuela el conservarse a sí misma para
ventilar y conservar los derechos de su Rey y ofrecer un asilo a sus hermanos de Europa contra los
males que les amenazaban, se desconoció toda su conducta anterior, se variaron los principios, y
se llamó insurrección, perfidia e ingratitud, a lo mismo que sirvió de norma a los gobiernos de
España, porque ya se les cerraba la puerta al monopolio de administración que querían perpetuar
a nombre de un Rey imaginario.
Sin hacer el menor aprecio de nuestras razones, sin presentarlas al imparcial juicio del mundo, y
sin otros jueces que nuestros enemigos, se nos condena a una dolorosa incomunicación con
nuestros hermanos; y para añadir el desprecio a la calumnia se nos nombran apoderados, contra
nuestra expresa voluntad, para que en sus Cortes dispongan arbitrariamente de nuestros intereses
bajo el influjo y la fuerza de nuestros enemigos.
Para sofocar y anonadar los efectos de nuestra representación, cuando se vinieron obligados a
concedérnosla, nos sometieron a una tarifa mezquina y diminuta y sujetaron a la voz pasiva de los
Ayuntamientos, degradados por el despotismo de los gobernadores, la forma de la elección: lo que
era un insulto a nuestra sencillez y buena fe, más bien que una consideración a nuestra
incontestable importancia política.
Sordos siempre a los gritos de nuestra justicia, han procurado los gobiernos de España
desacreditar todos nuestros esfuerzos declarando criminales y sellando con la infamia el cadalso y
la confiscación, todas las tentativas que, en diversas épocas, han hecho algunos americanos para la
felicidad de su país, como lo fue la que últimamente nos dictó la propia seguridad, para no ser
envueltos en el desorden que presentíamos y conducidos a la horrorosa suerte que vamos ya a
apartar de nosotros para siempre: con esta atroz política, han logrado hacer a nuestros hermanos
insensibles a nuestras desgracias, armarlos contra nosotros, borrar de ello las dulces impresiones
de la amistad y de la consanguinidad y convertir en enemigos una parte de nuestra gran familia.
Cuando nosotros, fieles a nuestras promesas, sacrificábamos nuestra seguridad y dignidad civil por
no abandonar los derechos que generosamente conservamos a Fernando de Borbón, hemos visto
que a las relaciones de la fuerza que le ligaban con el emperador de los franceses ha añadido los
vínculos de sangre y amistad, por lo que hasta los gobiernos de España han declarado ya su
resolución de no reconocerle sino condicionalmente.
En esta dolorosa alternativa hemos permanecido tres años en una indecisión y ambigüedad
política, tan funesta y peligrosa, que ella sola bastaría a autorizar la resolución que la fe de
nuestras promesas y los vínculos de la fraternidad nos habían hecho diferir; hasta que la necesidad
nos ha obligado a ir más allá de lo que nos propusimos, impelidos por la conducta hostil y
desnaturalizada de los gobiernos de España, que nos ha relevado del juramento condicional con
que hemos sido llamados a la augusta representación que ejercemos.
Mas nosotros, que nos gloriamos de fundar nuestro proceder en mejores principios, y que no
queremos establecer nuestra felicidad sobre la desgracia de nuestros semejantes, miramos y
declaramos como amigos nuestros, compañeros de nuestra suerte, y partícipes de nuestra
felicidad, a los que, unidos con nosotros por los vínculos de la sangre, la lengua y la religión, han
sufrido los mismos males en el anterior orden; siempre que, reconociendo nuestra absoluta
independencia de él y de toda otra dominación extraña, nos ayuden a sostenerla con su vida, su
fortuna y su opinión, declarándolos y reconociéndolos (como a todas las demás naciones), en
guerra enemigos, y en paz amigos, hermanos y compatriotas.
En atención a todas estas sólidas, públicas e incontestables razones de política, que tanto
persuaden la necesidad de recobrar la dignidad natural, que el orden de los sucesos nos ha
restituido, en uso de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos para destruir todo
pacto, convenio o asociación que no llena los fines para que fueron instituidos los gobiernos,
creemos que no podemos ni debemos conservar los lazos que nos ligaban al gobierno de España, y
que, como todos los pueblos del mundo, estamos libres y autorizados, para no depender de otra
autoridad que la nuestra, y tomar entre las potencias de la tierra, el puesto igual que el Ser
Supremo y la naturaleza nos asignan y a que nos llama la sucesión de los acontecimientos
humanos y nuestro propio bien y utilidad.
Sin embargo, de que conocemos las dificultades que trae consigo y las obligaciones que nos
impone el rango que vamos a ocupar en el orden político del mundo, y la influencia poderosa de
las formas y habitudes a que hemos estado, a nuestro pesar, acostumbrados, también conocemos
que la vergonzosa sumisión a ellas, cuando podemos sacudirlas, sería más ignominiosa para
nosotros, y más funesta para nuestra posteridad, que nuestra larga y penosa servidumbre, y que
es ya de nuestro indispensable deber proveer a nuestra conservación, seguridad y felicidad,
variando esencialmente todas las formas de nuestra anterior constitución.
Por tanto, creyendo con todas estas razones satisfecho el respeto que debemos a las opiniones del
género humano y a la dignidad de las demás naciones, en cuyo número vamos a entrar, y con cuya
comunicación y amistad contamos: nosotros, los representantes de las Provincias unidas de
Venezuela poniendo por testigo al Ser Supremo de la justicia de nuestro proceder y de la rectitud
de nuestras intenciones, implorando sus divinos y celestiales auxilios, y ratificándole, en el
momento en que nacemos a la dignidad, que su providencia nos restituye el deseo de vivir y morir
libres, creyendo y defendiendo la Santa Católica y Apostólica Religión de Jesucristo. Nosotros,
pues, a nombre y con la voluntad y autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela,
declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias unidas son, y deben ser desde hoy, de
hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e independientes y que están absueltos de toda
sumisión y dependencia de la corona de España o de los que se dice o dijeren sus apoderados o
representantes, y que como tal Estado libre e independiente tiene un pleno poder para darse la
forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general de sus pueblos, declarar la guerra,
hacer la paz, formar alianzas, arreglar tratados de comercio, límite y navegación, hacer y ejecutar
todos los demás actos que hacen y ejecutan las naciones libres e independientes. Y para hacer
válida, firme y subsistente esta nuestra solemne declaración, damos y empeñamos mutuamente
unas Provincias a otras, nuestras vidas, nuestras fortunas y el sagrado de nuestro honor nacional.
Dada en el Palacio Federal y de Caracas, firmada de nuestra mano, sellada con el gran sello
Provisional de la Confederación, refrendada por el secretario del Congreso, a cinco días del mes de
julio de año de mil ochocientos once, el primero de nuestra independencia.-Por la Provincia de
Caracas
Simón Rodríguez inició su vida de maestro en una escuela de primeras letras en Caracas en 1791.
Es conocido en el campo educativo por haber sido el maestro del Libertador Simón Bolívar, con
quien desarrolló una estrecha y sólida relación.
Para Simón Rodríguez, la República como “cosa pública”, era el resultado de múltiples
combinaciones donde la educación del hombre estaba en el centro de la discusión, dada la
necesidad de construir nuevas relaciones sociales que exigía el orden político republicano.
“Acostumbren al niño a ser veraz, fiel, servicial, comedido, benéfico, agradecido, consecuente,
generoso, amable, diligente, cuidadoso, aseado; a respetar la reputación y a cumplir con lo que
promete. Y déjense las habilidades a su cargo; él sabrá buscarse maestros, cuando joven”.
Para él fue sustancial la diferencia entre instruir y educar: Instruir no es educar; ni instrucción
puede ser equivalente de la educación, aunque instruyendo se eduque. Lo uno significa
conocimiento; lo otro, orientación, criterio, conciencia. Se educa al instruir, pero solo en
pequeña parte, con acumular conocimientos extraños al arte de vivir, nada se ha hecho para
formar la conducta social. Mientras que a la educación la concebía como conciencia, y a la
instrucción como conocimiento, consideró a la primera como un deber de la política pública y a la
segunda como el medio de lograr su generalización, afirmando que “lo que no es general, sin
excepción, no es verdaderamente público, y lo que no es público no es social”.
La educación era el mecanismo por el cual las repúblicas podrían llegar a con-solidarse. Hacía un
llamado a los gobiernos liberales para que vieran en la primera escuela el fundamento del saber y
la palanca a través de la cual se levantarían los pueblos al grado de civilización que el siglo XIX
reclamaba. Era menester consolidar una educación popular o generalizada para que fueran
instruidos los que hasta ahora habían sido excluidos de la educación, haciendo referencia
principalmente a los indios quienes, a su juicio, eran los verdaderos dueños del país.
Consideraba que los maestros de la escuela tendrían ocasión durante todo el día de instruir a los
niños en los preceptos sociales ya que estos eran el objeto principal de la escuela, además del
tiempo que le deberían dedicar a enseñar a hablar, escribir y calcular. Para Rodríguez el fin social
de la escuela era la sociabilidad, saber las obligaciones sociales era el primer deber de un
republicano.
“El título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no
al que manda aprender o indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El
maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñando virtualmente todo lo que se
aprende después, porque enseñó a aprender”.
La obra educativa de Simón Rodríguez plantea la nueva educación como el camino fundamental
para superar la condición colonial en todo lo que ella significaba de atraso, exclusión, marginación
e ignorancia y así poder asumir la nueva condición republicana. Su primera experiencia como
maestro de primeras letras en Caracas, le permitió ver el estado de postración de la educación
colonial. Es allí donde comienza su reflexión y su acción en torno a lo educativo, actividad que no
abandonó hasta el momento de su muerte.
El hecho de ser un pedagogo que vivió la transición de la vida colonial a la republicana, lo puso de
manera privilegiada en la comprensión del cambio social de la época, y en la importancia que le
dio a la educación para lograr las transformaciones propuestas.
“Toca a los maestros hacer conocer a los niños el valor del trabajo, para que sepan apreciar el
valor de las cosas“.
Para dar cierre a este recorrido, Simón Rodríguez (Simón Narciso de Jesús Carreño Rodríguez) o
Samuel Robinson, como era conocido en el exilio, ha sido el padre de las ideas de independencia y
libertad en América, pues fue el maestro de Simón Bolívar; a quien le inculcó una educación
general basada en ideas de igualdad e independencia para los ciudadanos y el continente.
Bolívar era para una época y una realidad, para una situación social, política y económica concreta,
era el caso de Venezuela. No tenía como propósito el mantener una situación existente, sino que
pretendía una transformación en forma radical.
Se educaría con el objetivo de construir la noción de patria americana y no para mantener la idea
de España como patria; no se buscaría el conservar una estructura político administrativa caduca,
sino justamente, para destruirla y construir una adecuada; no para la idea de una ficticia paz y
armonía. Bolívar sugería una educación revolucionaria; una educación para el futuro de
Venezuela. No debemos olvidar que Simón Rodríguez fue el maestro que más influencia tuvo
sobre Bolívar y que él era un revolucionario en el campo educativo hizo que su ilustre alumno
pusiera en práctica las ideas por él fomentadas.
Bolívar fue un visionario para su época; además de la educación para el trabajo, buscó
innovaciones en Educación Superior, en formar escuelas donde las niñas pudieran formarse al
igual que los varones, buscó la promoción de la educación popular, de la integración social en las
escuelas y hasta llegó a enviar becarios a Europa. Bolívar siempre le concedió al proceso educativo
especial importancia y en el cifró las esperanzas de poder inculcarle a los ciudadanos las ideas de
patria y prepararlos para el desarrollo integral de la nación. El Libertador tuvo claras las ideas de lo
que debería hacerse con la educación. En su opinión las personas debían ocuparse de estudios.
Las ciencias aplicadas, las técnicas y oficios, y buscaba que los jóvenes de su época compartieran
con él sus ideas. Su idea era que cooperaran con el desarrollo económico del país. El pionero de la
Educación para Simón Bolívar es considerado el Trabajo. Es importante resaltar el alto maestro;
esto se evidencia en el maestro Simón Rodríguez: "Usted formó mi corazón para la libertad, para
lo grande, para lo hermoso". Dio gran importancia al educador como forjador de naciones y dijo: El
objeto más noble concepto que tuvo del oficio de frases en que se refirió a su que puede ocupar al
hombre, es ilustrar a sus semejantes. Para el Libertador el trabajo docente estaba en el lugar más
elevado, de él dependía la formación de la juventud. La educación tenía que ser popular y
complemento de la acción de patria, la comprensión plena de sus deberes ciudadanos, y una
formación intelectual que impidiera que le quitasen sus derechos.
También la educación ayudaría a comprenderla necesidad del cumplimiento del deber; para el
libertador de nada valía ser libre si se continuaba en la ignorancia de ahí que para él:
"Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción De la manera más sencilla
esbozó Bolívar este tema es de su Discurso de Angostura: "La educación popular debe ser el
cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y Luces son los polos de una
República, moral y luces son nuestras primeras necesidades".
"Esas delicadezas, esas habilidades de las gentes comunes, son indígenas de usted: la gloria está
en ser grande y en ser útil. Yo jamás he reparado en miserias, y he creído siempre que lo que no es
indigno de mí tampoco lo era de usted.
"Si usted quiere venir a ponerse a la cabeza del ejército, yo me iré atrás, y usted marchará
adelante para que todo el mundo vea que el destino que he dado a usted no lo desprecio para mi.
Esta es mi respuesta" (Bolívar a Sucre, 4 de Septiembre, 1824). De modo que su lección era
permanente. Cuando estaba en la peor de las adversidades, exclamaba: " ! Triunfar!".
Se ha dicho, que Bolívar recibe de la influencia roussoniana sus ideas educativas. Esto es falso.
Bolívar ciertamente leyó a Rousseau y, en materia política, no dejó de mencionarlo. Pero en
cuanto a la educación, distan mucho los dos pensadores. Mientras el Libertador, crea en el Cuzco
escuela para niñas, porque considera que la educación de éstas es la base de la constitución
familiar, el escritor ginebrino sostiene que la mujer no debe ser educada, porque la mujer letrada
es un azote para su marido, sus hijos, sus amigos, y todo el mundo.
Según Rousseau la mujer debía ser preparada para que piense, juzgue, ame, conozca y cultive.
Dice La Chalotais: "La ignorancia de nada sirve, y a todos perjudica. Es imposible que brote alguna
luz de las tinieblas, y no se puede andar en las tinieblas sin perderse".
La escritora Marisa Vannini ha dicho claramente: Hay diferencias profundas y substanciales entre
el pensamiento de Rousseau y el bolivariano; si contraponemos lo fundamental de las ideas de
Rousseau y de Bolívar, las del Libertador podrían permitir formar un anti-Rousseau" Sabia el
Libertador juntar varios elementos para la enseñanza fructífera, en la que como siempre, se
adelantó en muchas años a sus contemporáneos.
En Perú decía Bolívar: "Estos países no pueden progresar en los primeros cien años. Se debe
fomentar la emigración europea y de la América del Norte para que establezcan aquí las ciencias y
las artes.
Con esto y con un gobierno independiente, escuela gratuita y matrimonios europeos cambiaría el
carácter del pueblo y seria libre y feliz. Educando a Fernando. En 1822, el Libertador envió a su
sobrino Fernando Bolívar, a estudiar en un Instituto de los Estado Unidos.
"La educación de los niños ha de ser siempre adecuada a su edad, inclinaciones, genio y
temperamento.
Teniendo mi sobrino más de doce años, deberá aplicársele a aprender los idiomas modernos, sin
descuidar el suyo. La geografía y cosmografía debe ser de los primeros conocimientos que haya de
adquirir un joven…
"Las Naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso con que camina la
educación. El 21 de Junio de 1820, desde Cúcuta, el Libertador, considerando "que la educación
civil y literaria de la juventud es uno de los primeros y más paternales cuidados del gobierno".
Cámara de Educación.
Ésta se encargará de la educación física y moral de los niños desde su nacimiento hasta los doce
años. Habla de la necesidad de educar a las madres, para que éstas puedan asumir el papel de
formadoras dentro del hogar.
Establecer, organizar y dirigir las escuelas primarias, así de niños como de niñas, que les enseñen
pronunciar, leer y escribir correctamente, que se les instruya en los derechos y deberes del
hombre y del ciudadano, se les inspiren ideas y sentimientos, amor a la patria, a las leyes y al
trabajo, respeto a los padres, ancianos, magistrados y adhesión al gobierno.
Figueroa: "Ser educador, y Bolívar lo era en grado máximo, porque la obra de la educación mira al
futuro. Sólo quien tiene la fe en su obra de formación humana puede educar. De su obra de
legislador nos queda poco, de su obra de educador conservamos el aliento, para decir que por
entre nuestras dificultades la educación hará el camino de nuestro bienestar y de nuestra
felicidad"
PAPEL DEL ESTADO EN LA EDUCACIÓN
Cuando Bolívar cumple con su última permanencia en Caracas, en 1827, se da por entero a la
reorganización de Venezuela en todo los órdenes, incluyendo la educación. Al revisar los Estatutos
de la
Cesa desde hoy la prohibición, de elegir para el Rectorado de la Universidad a los Doctores en
Medicina. Cesa también la obligación de que alternen en dicho Rectorado un doctor secular y uno
eclesiástico.
Es así como el Dr. José Maria Vargas, el científico más importante en Venezuela, puede ser elegido
Rector, con Vargas y con José Rafael Revenga, Bolívar acomete la redacción de una nueva
Constitución para la Universidad de Caracas.
Una buena síntesis de esas Reformas, contenidas en el reglamento de 289 Artículos, es la que nos
presenta Ildefonso Leal:
Eximió a los estudiantes del servicio militar, para garantizar una buena marcha de la enseñanza.
Consideró indispensable la enseñanza de las matemáticas, los idiomas modernos.
"Señores: Yo marcaré para siempre este día tan hermoso de mi vida. Yo no olvidaré jamás que
pertenezco a la sabia Academia de San Marcos.
Conclusión