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Si bien los pocos ejemplos de cantares de gesta que nos han llegado pudieran
hacernos creer que están en el origen del género, estos son tan distintos entre
sí que muy poco tienen en común. Nacen en prosa en las distintas lenguas
romances que se iban afianzando en toda Europa tras arrinconar el latín a las
altas esferas de intelectuales. Y, además, son libros para ser leídos,
abandonando, por tanto, el carácter oral de la literatura popular medieval.
testamento antes de su muerte, con otras cosas de que todos los demás libros
Porque si bien las obras del mester de juglaría estaban también diseñadas para
el ocio, los cantares que nos han llegado manifiestan una realidad y
verosimilitud que se asemeja (con sus salvedades) a la prensa contemporánea.
Los oyentes de estos poemas querían saber de las aventuras reales de los
guerreros de la época. Un dragón, un mago hechicero o un encantamiento que
hace volar ejércitos por los aires no sería aceptado de ninguna manera. Sin
embargo, el siglo XV ya demandaba esta fantasía y el lector suscribía el pacto
de ficción con naturalidad y gusto.
Y eso que no contó demasiado con el favor del público general, precisamente
porque las aventuras del Tirant lo Blanc están narradas en un tono realista
ajena al género. En esta obra, que fue traducida al francés y al italiano, se
cuentan los avatares del capitán homónimo en su lucha contra los turcos. El
idealismo (aún estando presente) está pergeñado con notas de la vida
cotidiana y el héroe presentado de una manera humana (con sus pocos vicios y
sus grandes virtudes).