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La jornada del Quijote: una aproximación a la novela cervantina a través de la teoría

de Joseph Campbell

Amador Solís Teiccauh

En un lugar de España, de cuyo nombre no es posible acordarse (o identificar), Cervantes

termina en 1605 la primera parte del Quijote (la segunda vendría diez años después).

Novela que inicia y narra la historia de Don Quijote de la Mancha, un héroe, o quizá,

intento de héroe, moderno, que recorre gran parte del territorio español en busca de

aventuras con el fin tanto de glorificarse a sí mismo (añadiendo a su nombre el relato de

grandes hazañas) como para ayudar a los necesitados y acabar con las injusticias (desfacer

tuertos y enderezar sinrazones), siempre fiel en su viaje a seguir las normas de la andante

caballería. La novela es pues en realidad la historia de Alonso Quijano, un hidalgo viejo y

pobre quien, después de abandonarse a la lectura sin fin de los libros de caballería (en la

cual podía consumir días enteros) pierde la cordura, y, enamorado del heroico estilo de vida

de la caballería que se narraba en los libros, decide reproducir en su vida dichos ideales y

sale en un viaje en busca de aventuras. No sin antes, por supuesto, armarse de todo lo

indispensable para un caballero: un par de armas, una armadura, un fiel escudero, y una

heroína a la cual dedicarle todas sus hazañas. El viaje sin embargo no sale como lo

esperado, no sólo porque en la época en la que vive Don Quijote hace mucho que se

extinguió el estrato guerrero que predominó en la Edad Media, sino porque al momento en

el que Don Quijote intenta reproducir los episodios de los libros de caballerías (libros por

naturaleza llenos de episodios hiperbólicos y de fantasía exagerada) en el mundo moderno,

estos terminan en desenlaces ridículos y vergonzosos para nuestro héroe: el Quijote se pasa

la mayor parte del libro tumbado en el piso, apaleado, avergonzado y ridiculizado.

Cervantes pues no intenta escribir el relato o la historia de un héroe, mucho menos un libro

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de caballerías, sino todo lo contrario; su propósito era hacer una burla de una parte de la

literatura popular, que él pensaba había hecho un gran daño en el imaginario colectivo. En

la época de Cervantes una gran parte de la población (el vulgo, para ser más precisos) leían

los libros de caballerías pensando que toda la carga fantasiosa que ahí se contaba sucedía

realmente en el mundo (además de que, al ser lo generalmente leído, eclipsaba de alguna

manera a las grandes obras). La reacción de Cervantes es entonces oponerse al presente de

una tradición (que persistía a través de una interminable serie de títulos) creando una burla

de su propio instrumento, utilizando su fórmula a la vez que la desmantelaba y la destruía

en segmentos ridículos haciendo mofa de ella. Es decir, trataba de extirpar el mal de raíz

creando una burla de la novela de caballería; donde el héroe en lugar de vencer grandes

enemigos peleara contra un grupo de campesinos y terminase apaleado a base de rocazos,

donde las grandes aventuras a sortear son los episodios más cómicos y triviales que se

puedan encontrar en un relato, donde la bella princesa depósito del amor cortés del héroe es

en realidad una campesina promiscua y varonil, y donde la necedad por vivir el estilo de la

vida de la caballería (necedad la cual se había generado por la lectura de tales libros y creer

que los disparates que ahí se contaban sucedían realmente) llevaría al protagonista,

finalmente, a su muerte. Sin embargo, ¿no es el Quijote, en toda su ironía, patetismo y

comicidad, un personaje a la vez sumamente heroico? En este ensayo intentaremos

demostrar que el personaje del Quijote, si bien lleno de paradojas, es, a pesar de todo, un

héroe. En esto propósito habría que responder primero dos cuestiones, ¿qué es un héroe y

cómo se empata el personaje del Quijote con este concepto? Para este fin (explicar la figura

heroica y empatarla con un personaje literario en específico) nos basaremos en la teoría de

“La Jornada del héroe” de Joseph Campbell, expuesta en su célebre y más conocida obra El

héroe de las mil caras.


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En dicha obra Campbell rescata las concepciones del psicólogo suizo Carl Jung y su teoría

del inconsciente colectivo, la cual sostiene que a lo largo de la historia para la raza humana

ha existido siempre una visión compartida del mundo sin importar diferencias de época y

cultura, es decir, ha existido siempre en la mente humana una serie de pensamientos, dudas,

deseos, dolores, inquietudes, etc. (o arquetipos como los llamaría Jung), los cuales

constituyen en su conjunto la naturaleza de la psique humana: todos tenemos miedo a la

muerte, todos tenemos incertidumbre por lo desconocido, todos buscamos algo, todos

estamos a la espera de un acontecimiento culminante. Esto es lo que ha llevado a que, en la

vida de todo ser humano, podamos identificar una serie de conductas y episodios que se

repiten de forma invariable.

Basándose pues en esta teoría, Campbell sostiene que podemos encontrar así mismo

un patrón narrativo en las leyendas e historias sobre héroes de todas las culturas, pues, ¿qué

es la historia de un héroe sino un espejo de la historia del hombre común llevada a la

exageración? Por ejemplo, en diversos relatos clásicos sobre héroes, podemos encontrar en

la construcción del personaje como figura heroica una agrupación de la idiosincrasia propia

de la sociedad en la que fue germinado, es decir, podemos identificar una serie de

costumbres, conductas, cualidades y pensamientos característicos de la cultura y pueblo al

que pertenece, este es el caso de héroes como Ulises (La odisea) para Grecia, Lohengrin (El

caballero del cisne) y Sigfrid (El cantar de los nibelungos) para Alemania, Lancelot

(Materia de Bretaña o Leyendas artúricas) y Beowulf para Inglaterra, Roldán (El cantar de

Roldán) para Francia, y el Mio Cid (Cantar del Mio Cid) para España. Es entonces a través

de Campbell donde existe un concepto de unificación para todas esas obras: todos los

héroes son al mismo tiempo un solo héroe. Dicho esto no es de extrañar que la teoría de

“La jornada del héroe” de Campbell se haya visto, a partir de su publicación, como una
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especie de manual para los creadores de historias de corte épico (por ejemplo Star Wars o

los animaciones japonesas del genero Mecha). Sin embargo los lineamientos de la jornada

del héroe también sirven como una especie de manual para las obras clásicas de corte épico

anteriores a Campbell, lineamiento dentro del cual se inscriben, por supuesto, los poemas

épicos, varias de las obras más importantes del medievo y también las novelas de

caballería. Es aquí donde se empata la aventura del Quijote con el concepto paradigmático

de la figura del héroe propuesto por Campbell, pues la novela Cervantina está construida (si

bien a modo de burla) a espejo de lo que eran las aventuras de las novelas de caballerías de

la época.

Entendemos por libros de caballería las historias sobre grandes caballeros

legendarios que desarrollan aventuras extraordinarias bajo el código de la andante

caballería, en esta línea nos encontramos con clásicos del género como Amadís de Gaula de

Feliciano da Silva, Espejo de caballerías de Mateo Boyardo y El palmerín de Inglaterra de

Francisco de Moraes, todos de gran popularidad en la España durante la época en la que

escribió Cervantes. Además también se presentan en dichas novelas héroes que ya

encontraban eco anteriormente tanto en la historia de la literatura como en la cultura

popular, en éstos podemos identificar la mayoría de los clásicos antes mencionados, y otros

tantos como Tristán, Percival y Reinaldos de Montalbán, todos historias que, como ya

dijimos, se ciñen a la perfección a la teoría de “La jornada del héroe” de Campbell. Don

Quijote de la Mancha es pues un resumen y una burla a la vez de todas estas obras, pues,

como ya se ha mencionado, Cervantes echa de mano de los elementos comunes de una

historia de caballería para construir la patética transformación de Alonso Quijano en un

héroe a través de su viaje.

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Dice entonces Campbell que la historia del héroe conforma (o implica) una

mitología (“conjunto de mitos de una cultura, un pueblo o una religión” DRAE) a los ojos

del pueblo, conjunto que implica a la vez el concepto de una unidad, es decir, toda la serie

de mitologías que narran la historia de un héroe pueden ser resumidas o interpretas como

una sola, concepto que el autor norteamericano denomina con el nombre de monomito (12).

Dice además que éste puede ser explicado paso por paso (recordemos que estamos ante un

análisis estructuralista) a través de la teoría de “La jornada del héroe”, un teoría que explica

en doce pasos universales el viaje que el héroe realiza a lo largo de su aventura en toda

historia literaria.

Pasemos pues ahora a la problemática que nos preocupa, ¿es realmente el Quijote

un héroe? Ya hemos visto con Joseph Campbell un par de nociones sobre el significado o

las implicaciones de lo que es ser un héroe, sin embargo, ¿podemos empatar el viaje del

Caballero de la Triste Figura con la teoría de “La jornada del héroe” de Campbell? Pasemos

entonces a analizar la novela Cervantina a través de la lupa de la teoría de los doce pasos

del viaje heroico del autor norteamericano.

Nos dice Campbell que dentro del viaje del héroe primero nos encontramos con la

etapa del mundo ordinario, que es la descripción o presentación del mundo normal del

héroe antes de que la historia comience. En este punto tenemos en Don Quijote de la

Mancha la famosa descripción que hace Cervantes de su personaje y su estilo de vida en el

proverbial primer párrafo de la novela:

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho


tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco
y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches,
duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura

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los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían
sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y
los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa
una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un
mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba
la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de
carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que
tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en
los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja
entender que se llamaba Quijana. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta
que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.” (Cervantes, Don Quijote
I, 27)

En él encontramos pues una breve descripción de Alonso Quijano, hombre pasado

de la mediana edad quien, a pesar de ser hidalgo (descendiente de nobles) lleva una vida

austera y de pobreza.

Luego tenemos la segunda etapa, la de la llamada del héroe, en la que al héroe se le

presenta un problema, desafío o aventura. Alonso Quijano entonces se enfrasca en la

lectura de los libros de caballería a la que dedica todo su tiempo, saltándose incluso las

horas de dormir, lo cual lo lleva a perder la cordura:

”En efeto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que
jamás dio loco en el mundo; y fue que le pareció convenible y necesario, así para el
aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero
andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a
ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se
ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y
peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama. Imaginábase el pobre
ya coronado por el valor de su brazo, por lo menos, del imperio de Trapisonda; y
así, con estos tan agradables pensamientos, llevado del extraño gusto que en ellos
sentía, se dio priesa a poner en efeto lo que deseaba.” (Cervantes, Don Quijote I, 31)

. Romantizando los hechos que ve relatados en su lectura, Alonso Quijano toma la

determinación de edificar su existencia a imitación del proceder de la caballería andante, y

para ello, busca salir de viaje en busca de aventuras, quizá también movido por el

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aburrimiento y cansancio de su pobre estilo de vida, es decir, como una forma de escape a

la realidad.

Tenemos luego la tercera etapa en la jornada del héroe, la de la del rechazo de la

llamada, en este punto el héroe presenta un momento de duda en donde rechaza el llamado

al desafío o a la aventura, principalmente por miedo al cambio. En la novela de Cervantes

no encontramos propiamente un rechazo por parte del Alonso Quijano a salir de viaje (éste

nunca pierde la convicción y la alegría que la idea de su salida le provoca) pero sí una

especie de obstáculo. Nuestro protagonista descubre que no está listo para salir en su viaje

como caballero, pues no posee los armamentos necesarios que debe tener todo caballero

andante. Dedica entonces una serie de días para preparar su armamento: desempolvar las

armas de sus bisabuelos, construir una celada, bautizar a su caballo, fiel compañero de sus

aventuras, a su amada, depósito de toda su honra como guerrero y, finalmente, se bautiza

también a sí mismo como caballero, eligiendo el nombre de Don Quijote de la Mancha.

Veamos ahora la cuarta etapa en el viaje del héroe, la del encuentro con el mentor o

ayuda sobrenatural. Si bien Cervantes, como ya dijimos en reiteradas ocasiones, lleva a

cabo en su novela más bien un desdén de todo elemento sobrenatural que se presenta de

modo constante en las novelas de caballería, sí encontramos en el

viaje del Quijote el recibimiento de una ayuda por parte de varios personajes. La primera y

más clara quizá (la que más se ajusta a la etapa propuesta por Campbell) sucede en el

episodio en el que el Quijote es armado caballero. Don Quijote, en su locura, llega en su

primera salida a una venta que él cree ser un castillo, y a cuyo ventero identifica como el

alcaide de ésta. Después de un episodio bastante cómico en el que el Quijote guarda sus

armas durante una noche entera en un corral (gracias a la burla del ventero que busca
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tomarle el pelo, y de la cual finalmente saldrá perjudicado) el Quijote es armado

“oficialmente” caballero andante. Será fundamental resaltar aquí además la introducción

del personaje de Sancho en la historia, fiel acompañante y escudero de nuestro protagonista

Don Quijote. Sancho no funge propiamente como mentor (más bien como auxiliar del

héroe), sin embargo, juega un papel determinante en la realización del viaje del Quijote así

como en la visión fantasiosa que el caballero tiene de éste. El campesino, en a su

ignorancia, termina por interpretar como verdades varios de los disparates de Don Quijote,

ayudándolo en la recreación y reafirmación de este mundo maravilloso que pasa, en muchas

ocasiones, de la cabeza del Caballero de la Triste Figura, al mundo ordinario de la novela.

Existen además en la historia otros elementos de “ayuda sobrenatural”, los cuales toman

dicha condición gracias a la manipulación (o interpretación) de la realidad que se presenta

en la novela. Este el caso del Bálsamo de Fierabrás, el cual, a pesar de ser en realidad una

mezcla de porquerías y menjurjes preparada por el propio Quijote, éste llega a decir en

algún momento que la poción realmente lo hace curarse o sentirse mejor respecto a sus

heridas. Así mismo tenemos el episodio Clavileño, un caballo de madera que es en realidad

(según el Quijote) un mítico caballo volador, producto de una broma gastada por los duques

al caballero de la Mancha, no obstante, al término de la aventura, tanto el Quijote como

Sancho están convencidos de haber volado de verdad, transmutando la concepción de

verdad en la novela y desvaneciendo el límite entre fantasía y realidad.

Pasemos entonces a la quinta etapa, la del cruce del primer umbral, en donde el

héroe abandona el mundo ordinario para adentrarse en el mundo especial o mágico. La

relación aquí es evidente, dicha etapa se produce cuando Don Quijote logra salir finalmente

en su viaje de aventuras. No obstante, será importante quizá resaltar aquí el hecho de que

nos encontramos en la novela del Quijote no con una sino con tres salidas por parte
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protagonista. La primera se produce al principio de la novela, en donde el Quijote sale con

el propósito de armarse a sí mismo caballero, y de paso vivir sus primeras aventuras. Ésta

podría considerarse como un producto de transgresión por parte de Cervantes al

lineamiento común de las novelas de caballerías, pues, en su salida, Don Quijote, a pesar de

“lograr” armarse como caballero, fracasa inmediatamente en su búsqueda de aventuras y es

apaleado por un grupo de viajeros, necesitando ser llevado de vuelta a su casa por uno de

sus vecinos. Cervantes propone pues aquí (como en toda la novela) una parodia del héroe,

el héroe fracasa justo al inicio de su aventura y debe ser llevado de vuelta al mundo

ordinario, sin embargo, también será importante destacar que este episodio sólo tiene

vigencia de forma temporal en la novela (pues de no ser así no habría historia que contar).

La tercera salida se produce en la segunda parte de la obra, en la que el Quijote, después de

ser traído de vuelta a su casa por sus amigos (el cura y el barbero), decide salir nuevamente

en busca de aventuras a lado de su compañero Sancho Panza. No obstante en este caso es

importante destacar que esta salida se puede considerar no sólo como una consecuencia

directa de la primera (una breve interrupción en el viaje) sino que podemos argumentar que

Cervantes la lleva acabo únicamente por cuestiones de sentido narrativo, pues al terminar la

primera parte y darle cierre a esta sección de su novela, es evidente que necesitaba un final

natural, y para esto, necesitaba llevar al Quijote de vuelta a su casa en función de un

desenlace lógico.

Pasemos ahora a la sexta etapa, en la que el héroe se encuentra con una serie de

pruebas, aliados y enemigos. Este también es uno de los puntos más fáciles de identificar

en la novela pues, aun en su propósito de hacer una burla de la novela de aventuras,

Cervantes lleva a su protagonista a vivir una larga serie de las mismas. En este punto pues

el Quijote enfrenta una prolongada sucesión de pruebas y aventuras que ponen a ensayo su
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ingenio y su cómica condición de caballero andante: conoce a enemigos, como Fristón el

encantador, quién fue el culpable, según el caballero, de la desaparición de su biblioteca, de

tornar una serie de gigantes en molinos, y de muchas cosas más; conoce aliados, como

Cardenio, Luscinda, Dorotea, Ruy Pérez de Viedma, Zoraida, etc.; y sobrevive una gran

serie de pruebas que abarcan la mayor parte del libro.

En cuanto a la séptima etapa del viaje del héroe nos encontramos con la del

acercamiento, etapa en la que el héroe logra conseguir éxito en las pruebas que enfrenta (es

decir, es un acercamiento a su condición como héroe). Si bien, como ya dijimos, Don

Quijote se la pasa la mayor parte de la novela apaleado en el suelo y ridiculizado, también

es verdad que durante su viaje logra cosechar diversos triunfos y éxitos en las aventuras que

acomete, no sólo las ficticias (o falsos triunfos, como los que tiene en el castillo de los

duques) sino éxitos de verdad. Este es el caso de su enfrentamiento con el vizcaíno en la

primera parte de la novela, al que logra derrotar en combate de igual a igual de forma

valerosa; o también el caso de su lucha contra el Caballero de los Espejos (que es en

realidad el bachiller Sansón Carrasco) a quien derrota de forma contundente en un

enfrentamiento caballeresco. Es verdad que en el segundo caso logra derrotar a su

contrincante debido a que su caballo es un espécimen ganadero y a la hora de la batalla éste

no quiere arrancar, sin embargo, este episodio marca un contraste importante con la serie de

fracasos que se venían presentando hasta el momento en la aventura del Quijote. Otro

episodio que es un gran éxito (quizá el más importante y sorprendente de todos) para

nuestro protagonista a lo largo de su viaje, es el caso de su encuentro con una compañía

circense, en donde el Caballero de la Triste Figura se enfrenta cara a cara con un León. En

este episodio nos encontramos con un suceso heroico franco y verídico en la aventura del

Quijote, en donde incluso podemos apreciar una resonancia de una de las historias sobre
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héroes más representativas de la literatura española, el Mio Cid. En el Cantar de Mio Cid

nos encontramos con un episodio en donde un León, propiedad del Cid, escapa y siembra el

pánico y el terror en el palacio, la mesnada del Campeador entonces dándose cuenta de esto

acude a defender a su señor (quien en ese momento se encontraba durmiendo) rodeándolo,

a la vez que se protegían con su ropaje (pues estaban desprovistos en ese momento de

armas). El Cid entonces despierta y, abriéndose paso entre su mesnada, enfrenta cara a cara

al León sometiéndolo con una sola mano. (142) Este es uno de los episodios más

emblemáticos en la construcción de la figura del Cid como héroe, pues la carga del episodio

es completamente simbólica: el León representa aquí la virtud, la valentía, el liderazgo, la

fuerza, lo que se trata de ejemplificar en este capítulo entonces es el que Cid es mayor a la

bestia en cada una de esos aspectos. Lo mismo pasa en el episodio del Quijote y el León, en

donde, cegado y envalentado por su locura, el Quijote pide a una compañía de circo que

abran la jaula de un León que llevan enjaulado para enfrentarse con él, cuando el domador

por fin accede a hacerlo, la bestia, dice Cervantes, por una razón desconocida, no se atreve

a atacar al Quijote. El Caballero de la Triste Figura sortea pues con éxito la aventura y

desde ahí pide ser llamado El Caballero de los Leones, ganando, a su vez, todos los

atributos simbólicos antes mencionados para su propia persona. El Quijote se reviste

entonces de héroe en este episodio, y pasa a estar en igualdad de condiciones con los héroes

más grandes de la literatura. Conforme va avanzando la novela entonces el Quijote ira

creciendo en cuestión de gloria, tanto verídica (como en este episodio del León) como

ficticia, en la actitud de los personajes secundarios que tienen contacto con él (este es el

caso los duques), pues éstos, encontrando divertido burlarse de la figura del caballero, le

siguen a la vez el juego y lo tratan de la misma forma que tratarían un héroe real, logrando

a través de su burla el engrandecimiento del ego del Quijote. Esto es lo que llevó a autores
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como Julio Cortázar a decir que el personaje del Quijote se le salió a Cervantes de las

manos (Soler Serrano), pues si bien su propósito ordinario era ejemplificar los males de las

novelas de caballería en la patética figura del Quijote, el avance de la novela conseguirá

que la figura del Quijote ser vaya sublimando y revistiéndose de las características de un

héroe real.

Vayamos ahora a la octava etapa, la de la prueba difícil o traumática, en ella el

héroe debe enfrentarse a la crisis más grande de la aventura, con implicaciones de vida o

muerte. En este apartado nos encontramos en la novela con lo que podemos considerar

como la batalla final o el último enfrentamiento en la aventura del Quijote, es decir, su

pelea contra El Caballero de la Blanca Luna. El bachiller Sansón Carrasco (introducido en

la segunda parte de la novela) es un estudiante fascinado por la figura disparatada del

Quijote y, en su intento por ayudarlo (lo cual hace por encargo del Cura, el amigo del

Quijote) tiene el propósito de vestirse como caballero y retar a duelo al mismo para que,

una vez vencido, éste tenga que acatar sus órdenes y voluntad (lo cual consistirá en que el

Quijote regrese a su pueblo). Dicha acción la lleva a cabo ya una vez, cuando se viste como

el Caballero de los Espejos, sin embargo en dicho episodio termina siendo derrotado por el

Quijote. Es entonces en su faceta como El Caballero de la Blanca Luna donde su

enfrentamiento con el Caballero de los Leones tendrá por fin el efecto deseado: el Quijote

es pues vencido y es obligado a regresar a su tierra natal. El episodio se inscribe

correctamente en el concepto de prueba traumática, pues la batalla y el fracaso le dejarán al

Quijote la factura psicológica de una depresión (la cual quizá sea el detonante que lo lleva a

su muerte). Es importante destacar además aquí la ironía del episodio, pues Cervantes, en

su burla del lineamiento habitual de la aventura del héroe canónica, hace que su

protagonista falle la prueba final, sin embargo, éste hecho (acaso junto con todos los demás
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reveces del Quijote durante su viaje) tendrán al final el efecto contrario al de un fracaso en

la historia de nuestro héroe.

Pasemos ahora a la novena etapa, la de la recompensa, en la que el héroe, después

de enfrentarse a la muerte, se sobrepone a su miedo y gana por ello una recompensa. En

este punto nos encontramos con que el Quijote, después de ser derrotado, se sobrepone a su

desgracia y depresión, aceptando su destino de no ser caballero ándate por el largo plazo de

un año. Éste le dice entonces a Sancho que no habrá necesidad de interrumpir su viaje, pues

pueden convertirse ahora en dos pastores que lleven una vida sentimental en el campo

mientras componen versos a sus amadas, es decir, a la manera de los pastores de las

Églogas de Garcilaso de la Vega (otra mala concepción de un recurso puramente literario,

que el Quijote intenta extrapolar a su vida real).La recompensa del Quijote es pues la de la

resignación ante la idea del fracaso, y la preservación de su espíritu (y las consecuencias

que esta resignación desembocará): el Quijote ya no ve su derrota como un fracaso en su

camino, sino como una oportunidad de continuar, aunque de un modo diferente, su vida

bajo los lineamientos de la virtud.

Revisemos la décima y siguiente etapa, la del camino de vuelta, en la que el héroe

debe emprender su regreso al mundo ordinario. Después de lo relatado nos encontramos

entonces en la novela con que el Quijote inicia su viaje de regreso a casa (pues el fiel

seguimiento del código de la caballería lo obliga a acatar las órdenes de su vencedor), el

Caballero de los Leones entonces vuelve finalmente en compañía de Sancho hasta su mutua

tierra natal, la Mancha. Este el caso de otro de los conceptos de los doce pasos de la teoría

del viaje del héroe de Joseph Campbell que se cumple también a la perfección dentro de la

novela.

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Pasemos a la onceava etapa en la jornada de Campbell, la de la resurrección del

héroe, en la que el héroe se encuentra con otra prueba en la que se enfrenta a la muerte y

debe usar todo lo aprendido para superarla. En este aspecto nos encontramos con el punto

culminante de cierre en la novela cervantina: el episodio en el que el Quijote recupera la

cordura. El Quijote pues se enfrenta con una última prueba en su aventura, la de su propia

redención. Al despertar en una mañana ya de vuelta en su casa, Alonso Quijano se

encuentra con la restauración de su razón y, echando mano de todo lo aprendido en su

descabellado viaje, declara que se ha dado cuenta del enorme error en que se ha sumido a sí

mismo:

Yo tengo juicio ya libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia que
sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las
caballerías. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este
desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna
recompensa leyendo otros que sean luz del alma. Yo me siento, sobrina, a punto de
muerte: querría hacerla de tal modo, que diese a entender que no había sido mi vida
tan mala, que dejase renombre de loco; que, puesto que lo he sido, no querría
confirmar esta verdad en mi muerte. (Cervantes, Don Quijote 2, 1100)

Llegamos pues así a la doceava y última etapa en la jornada del héroe, la del regreso

con el elixir, en donde el héroe regresa a casa con el elixir y lo usa para ayudar a todos sus

semejantes en el mundo ordinario. El Quijote, o más bien, Alonso Quijano, a través de su

ejemplo, intenta escarmentar a todo aquel que se deje engañar por las mentiras de los libros

de caballería y tenga la pretensión de seguir un camino semejante al suyo; su error de haber

llevado a cabo una serie de disparates y malentendidos lo han llevado hasta la desgracia su

propia muerte, error del que todas las personas deben de aprender y jamás deben

reproducir. Las conclusiones de Cervantes para su novela son entonces que el Quijote sirva

como ejemplo (para la sociedad) de lo que la necedad y el mal empleo de la lectura pueden

provocar en un individuo. Es aquí donde retomamos nuestro concepto de que el Quijote,


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aun en sus fracasos, funge como héroe en sus acciones, pues al final el elixir con el que

regresa, si bien no es una espada encantada ni una princesa de ensueño, es un ejemplo

didáctico y sumamente valioso que sirve para todo el que lo conozca y lea sobre él. El

Quijote es un héroe no porque haya intentado reproducir los episodios fantásticos relatados

en los libros de caballería, ni porque haya conseguido cosechar verdaderos éxitos como las

batallas ganadas o el episodio del León, sino porque a través de su vida (a grandes rasgos,

lejos de toda manipulación de la realidad, la de un hombre común y corriente) su figura

sirve en beneficio y provecho de la humanidad; salva y rescata a otros individuos de caer en

el mismo destino fatídico que él padeció, es decir, es un ser cotidiano y de la vida diaria que

alcanza finalmente proporciones heroicas. Es también aquí donde las conclusiones de

Cervantes empatan así mismo con las de Campbell, pues el autor norteamericano en el

cierre de su obra El héroe de las mil caras nos dice que lo que podemos entender y concluir

de la relación de la construcción de la figura del héroe con la cosmovisión y vida general

del ser humano, es que, finalmente, un héroe somos todos: el hombre moderno es un héroe

en sí mismo porque su vida es de alguna manera un espejo del lineamiento de vida de los

héroes de antaño, todos desarrollamos, a nuestra forma, nuestra propia jornada del héroe

(212). Alonso Quijano entonces, en su extraordinaria y disparatada aventura, no hace más

que hacer uso de esa propiedad, de ese derecho inherentemente humano; Alonso Quijano es

un héroe por el simple hecho de que es un ser humano ceñido a su propia naturaleza, como

todos nosotros.

Bibliografía:

“Mitología”. Diccionario de la Lengua Española. 23ª ed. 2014. web.

Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras. México: FCE. 1959. pp. 241
15
Cervantes Saavedra, Miguel. Don Quijote de la Mancha. Ed. Francisco Rico. Madrid:

Alfaguara. 2015. pp. 1258

Montaner, Alberto, Ed. Cantar del Mio Cid. Madrid: Real Academia Española. 2011. pp.

1188

Soler Serrano, Joaquín. Entrevista completa a Julio Cortázar - Programa "A fondo", en

Fernando Berti, Youtube. 11 de febrero del 2014. Disponible en red:

https://www.youtube.com/watch?v=_FDRIPMKHQg . Consultado: 8 de junio del 2016.

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