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Contra las tesis que proponen una economía del Verbo eterno válida también fuera de la
Iglesia y sin relación a ella, y una economía del Verbo encarnado. La primera tendría
una plusvalía de universalidad respecto a la segunda, limitada solamente a los cristianos,
aunque si bien en ella la presencia de Dios sería más plena. La Declaración afirma que
debe ser firmemente creída la doctrina de fe que proclama que Jesús de Nazaret, hijo de
María, y solamente él, es el Hijo y Verbo del Padre. Contra la tesis de la doble
economía salvífica: la del Verbo eterno, que sería universal y por lo tanto válida
también fuera de la Iglesia, y aquella del Verbo encarnado, que estaría limitada
solamente a los cristianos, la Declaración afirma la unicidad de la economía salvífica
del único Verbo encarnado, Jesucristo, Hijo unigénito del Padre. Su misterio de
encarnación, muerte y resurrección es la fuente única y universal d salvación para toda
la humanidad. El misterio de Cristo tiene en efecto una intrínseca unidad, que se
extiende desde la elección eterna de Dios hasta la parusía: Dios "nos ha elegido en él
antes de la fundación del mundo" (Ef. 1,4). Jesús es el mediador y redentor universal.
Por esto, es asimismo errónea la hipótesis de una economía salvífica del Espíritu Santo
investida de un carácter más universal de la economía del Verbo encarnado, crucificado
y resucitado. El Espíritu santo es de hecho el Espíritu de Cristo resucitado, y su acción
no se pone fuera o al lado de la acción de Cristo. Se trata, en efecto, de una única
economía trinitaria, querida por el Padre y realizada en el misterio de Cristo con la
cooperación del Espíritu Santo. En conclusión, la acción del Espíritu no está fuera o al
lado de la acción de Cristo. Se trata de una sola economía salvífica de Dios Uno y
Trino, realizada en el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de
Dios, llevada a cabo con la cooperación del Espíritu Santo y extendida en su alcance
salvífico a toda la humanidad y a todo el universo: «Los hombres, pues, no pueden
entrar en comunión con Dios si no es por medio de Cristo y bajo la acción del Espíritu».
Conclusión