Catauro

Revista cubana
de antropología.
Año 13, No. 25,
C A T A U R O
enero-junio de 2012.
Publicación semestral
de la Fundación
Fernando Ortiz.
Director:
Miguel Barnet
Subdirectora:
Trinidad Pérez EDITORIAL 4
Jefe de redacción:
Daniel Álvarez Durán
Editor:
Magaly Silva CONTRAPUNTEOS 5
Director artístico
y diseño de cubierta:
Presentación 5
Eduardo Moltó Michele
Miyares Cultura ganadera en la historia de Cuba. Una aproximación
Ilustración REINALDO FUNES MONZOTE 5
de cubierta
y contracubierta: Conocimientos ganaderos antes de 1959
FERNANDO PÉREZ INFANTE 27

Otras intervenciones
Diseño gráfico:
Lázaro Prada
LEONEL SIMÓN GUELMES 33
Composición:
Beatriz Pérez
ANDRÉS SENRA PÉREZ 33
Consejo editorial:
María Teresa Linares BRUNO MESA FUENTES 35
Savio, Jesús Guanche, Ana
Cairo, Sergio Valdés VÍCTOR RODRÍGUEZ DOMÍNGUEZ 36
Bernal, Aurelio Francos,
José Matos, Roberto MIGUEL RICARDO GINARTE 38
Zurbano, Rosa María de
Lahaye, Armando Rangel JOSÉ MATOS ARÉVALOS 40
Rivero, Esteban Morales,
Michael Cobiella.
JESÚS GUANCHE 41
Todos los derechos
reservados EMERIO SERRANO MARTÍNEZ 41
© Sobre la presente
edición: Fundación ALEJANDRO GARCÍA ÁLVAREZ 43
Fernando Ortiz, 2012
BERTHA ÁLVAREZ MARTENS 44
ISSN: 1681-7842
Fundación ENRIQUE BERRA ALDANAS 48
Fernando Ortiz
Calle L no. 160, EVELIO RODRÍGUEZ SUÁREZ 49
esq. a 27. El Vedado,
Ciudad de La Habana, Cuba. MICHAEL COBIELLA 52
Código Postal 10400.
Teléfono: (537) 832-4334
Telefax: (537) 830-0623
ANDRÉS SENRA PÉREZ 53
E-mail:
ffortiz@cubarte.cult.cu
FERNANDO PÉREZ INFANTE 55
www:fundacionfernandoortiz.org FERNANDO FUNES MONZOTE 57
Cada trabajo expresa
la opinión de su autor. MILAGROS MILERA RODRÍGUEZ 60
 IMAGINARIO 64

Ubre Blanca
JORGE HERNÁNDEZ BLANCO (YOYI) 64

ARCHIVOS DEL FOLKL ORE

FOLKLORE 74

Cuestión ganadera. Informe

MANUEL MONTEVERDE 74

La ganadería en Cuba
MIGUEL PENABAD FRAGA 92

Diálogo con Oscar Valdés (Vaqueros del Cauto,

ganador de medalla de plata en Moscú)
RAÚL MOLINA 101

ENTREVIST
ENTREVISTAA 203

Experiencia, sabiduría y pasión por la ganadería

REINALDO FUNES MONZOTE 103

DESDE L Y 27 208

Recibe Miguel Barnet Orden al Mérito

de la República Italiana 108

Recibe la revista Signos Premio Internacional

Fernando Ortiz 108

Intercambio académico con la Universidad

Johns Hopkins 109

Presentación del libro Los puentes de la memoria:

Vascos en Cuba 110

Premios para la antropología cubana 110

IV Encuentro de Jefes de Templos de Cuba 111

Presentación del libro Léxico intercultural sobre

religiones afroamericanas 112

Presentado el libro Tatuados: Deformaciones étnicas

de los cimarrones en Cuba 113

CATAURO
EX-LIBRIS 114

El cuerpo humano y sus símbolos

SERGIO O. VALDÉS BERNAL 114

La cultura rastafari en Cuba

ILEANA SANZ 115

Diccionario bio-bibliográfico de escritores españoles en Cuba

AURELIO FRANCOS 117

Arqueología aborigen de Santiago de Cuba

SERGIO O. VALDÉS BERNAL 119
C A T A U R O

CATAURO
 LL a cultura ganadera en Cuba, su historia e impacto en la vida
económica, y su presencia en la vida cotidiana, integran los temas
de esta edición de la revista Catauro.
El diálogo sobre las problemáticas que afectan, desde una perspecti-
va cultural, el desarrollo de la ganadería vacuna en el país, pone de
manifiesto la estrecha relación que existe entre las prácticas culturales
asociadas a la actividad de la ganadería y sus implicaciones económi-
cas. La recuperación de la cultura, como instrumento productivo que se
transmite a través de la experiencia acumulada por la savia popular,
aporta también elementos favorables en este campo.
La sección “Contrapunteos” recoge dos valiosos artículos, resultados
del seminario “La cultura ganadera en Cuba”, que ofrecen una panorá-
mica histórica de la ganadería cubana en el siglo XIX y antes de 1959; así
como el impacto, contribuciones y limitaciones de la modernidad y la
tecnología en esta cultura. Se privilegian, en esta sección, en lugar de
otros ensayos, los debates e intervenciones que se realizaron en el semi-
nario, en particular sobre el productor ganadero, el papel de los monteros,
el aprovechamiento de los pastos, la selección de los animales, el tiempo
de ceba, la ganancia del peso vivo, el cuidado del ganado, entre otros
temas.
En la sección “Imaginario” el artículo “Ubre Blanca” testimonia la
relación entre Jorge Hernández (Yoyi), médico veterinario, y la vaca Ubre
Blanca, así como los sucesos que hicieron famosa a la gran productora de
leche. Su historia nos acercará a la realidad y a todo aquello que convirtió
a Ubre Blanca en un mito en el imaginario popular cubano.
La sección “Archivo del Folklore” incluye el Informe inédito del abo-
gado, poeta y naturalista Manuel Monteverde, sobre la “Cuestión ga-
nadera” (1862), escrito a solicitud de la Sociedad Económica de Ami-
gos del País; el artículo “La ganadería en Cuba” de Miguel Penabad
Fraga, publicado en el Diario de la Marina (1957); y “Vaqueros del
Cauto: un oeste cubano. Diálogo con Oscar Valdés”, obra fundamen-
tal de la documentalística cubana.
Esta entrega de la revista Catauro nos permite, una vez más, transi-
tar por temas de la antropología, con sus peculiaridades, siempre aso-
ciadas a los aspectos que preocupan a la sociedad cubana actual, desde
una perspectiva transdisciplinaria, tal como lo hizo Fernando Ortiz en
su obra para definir y encausar lo cubano.

EL DIRECTOR

4
CATAURO
PRESENTACIÓN

5
CATAURO
Cultura ganadera en la
historia de Cuba. Una
aproximación
REINALDO FUNES
MONZOTE
Poeta, novelista, ensayista, etnólogo.
Presidente de la Fundación Fernando Ortiz.
1. BREVE PREÁMBULO
La existencia de una cultura ganadera en
la historia de Cuba es algo que no debería
cuestionarse. Desde que se inició la colo-
nización europea, los animales domesti-
cados en el llamado viejo mundo comen-
zaron a formar parte inseparable de los
nuevos paisajes socio-ecológicos, de las
diversas actividades económicas y de la
cultura criolla, forjada lentamente tras el
encuentro colombino. Es obvio que en la
actualidad esa presencia es menos eviden-
te, en la misma medida en que se fue ex-
pandiendo la moderna sociedad industrial
y urbanizada, por lo que no es necesario
profundizar en esta dimensión.
Los trabajos que se ocupan en específi-
co del tema de la ganadería o de los ani-
males en la historia de Cuba son escasos.
Entre estos se deben destacar los capítu-
los o epígrafes que aparecen dentro de
obras generales, como las historias socio-
económicas de Le Riverend (1974) y
Marrero (1984). De fecha más reciente,
se pueden citar autores como Balboa
(1991), Velásquez y Rodríguez (1996),
6
CATAURO
Novoa (2008) y González (2008). La gran
mayoría de obras que abordan la ganade-
ría o los animales, lo hacen desde una
perspectiva técnica o científica, aunque
en ocasiones se incluyan también referen-
cias históricas (por ejemplo, Olivé, 1953;
González et. al., 2004). Con este antece-
dente, no es raro que se ponga en duda la
existencia de una cultura ganadera en
Cuba.
Es indiscutible que en épocas pasadas
la relación con los animales fue más es-
trecha y determinante que hoy, pero al
mismo tiempo, vista a largo plazo, la cul-
tura ganadera cubana ha mostrado una
gran capacidad de adaptación a los cam-
bios provocados por la civilización indus-
trial. Se requiere pues del estudio de sus
diferentes etapas y de su mutación en el
tiempo a medida que se producían trans-
formaciones más amplias de índole eco-
nómica, social o tecnológica, así como de
sus implicaciones ecológicas. Y desde lue-
go, no solo en el ámbito de la cultura ma-
terial y de las personas que se han dedi-
cado directamente al manejo o la crianza
de los animales. En estas páginas apenas
se ofrecerán algunas líneas generales de
una historia que en lo esencial se en-
cuentra por escribir, que de momento se
centrará más en el ganado vacuno y que
como todos los temas de los que se cono-
ce poco, se presta a evaluaciones superfi-
ciales. Por otra parte, esa historia deberá
hacerse en un diálogo con los procesos si-
milares en Latinoamérica y el continente
americano en general, en donde se apre-
cia una reevaluación del importante pa-
pel de la ganadería en la mayoría de los
países, aunque su estudio aún diste mu-
cho de la amplia bibliografía dedicada
a los principales cultivos de exportación
o a los temas urbanos y de la moderniza-
ción industrial. 1
Vale advertir que muchos temas que-
darán fuera de este breve acercamiento
en el que apenas se podrán esbozar algu-
nas líneas generales y en tono “estructu-
ralista”, de toda la riqueza de una cultura
ganadera multifacética. Una cultura que
va desde los sabaneros, peones o vaque-
ros, la ubicuidad de los potreros y los pas-
tos africanos a las ferias ganaderas y la labor
de los técnicos, ingenieros y veterinarios.
De las vacas y toros canadienses a la
recordista mundial Ubre Blanca o a “la
vaquita Pijirigua” de la famosa guaracha
de Pedro Luis Ferrer, a la obsesión cubana
por comer un buen bistec o de tomar un
vaso de leche con café en el desayuno
matinal.
2. LA GANADERÍA DE HATOS
Y CORRALES
La ganadería fue una de las primeras ac-
tividades económicas de los conquistado-
res españoles tras el inicio de la coloniza-
ción de Cuba. Las crónicas de Indias
relatan la rápida multiplicación de gana-
do vacuno y de los cerdos en los bosques y
sabanas de la Isla, así como de caballos,
en menor medida. El primer florecimien-
to ganadero se vincula a la empresa de la
conquista del continente americano, como
una de las bases para su aprovisionamien-
to, a lo que se sumó el rápido agotamiento
de los escasos yacimientos auríferos. Se
menciona también la preferencia de los
españoles por la ganadería en compara-
ción con el cultivo de la tierra, de modo
1
Tan solo para dar una idea de algunas publicaciones, se pueden mencionar los trabajos de Aguilar Robledo
(2001), Van Ausdal (2008), Bell (1998), Jordan (1993), Slatta (2001) y Edelman (1998).
que ya a mediados del siglo XVI la cría de
ganado era la principal alternativa eco-
nómica de la colonia.
Los cabildos de las primeras villas de la
Isla comenzaron a “mercedar” grandes
extensiones de tierra desde mediados del
siglo XVI, para establecer los llamados ha-
tos y corrales destinados a la cría de ga-
nado vacuno y de cerda, respectivamen-
te. Este proceso se extendió hasta inicios
del siglo XVIII, cuando por una Real Cédu-
la del 23 de noviembre de 1729 se prohi-
bió continuar con esa práctica, aunque
en no pocos casos se mantuvo de una for-
ma u otra. El procedimiento para otorgar
esas mercedes de tierras fue establecido
en 1574 por medio de varios puntos de las
denominadas Ordenanzas de Cáceres, des-
tinadas a regular la vida municipal de la
villa de La Habana.
Las dimensiones de las haciendas para
la cría de ganado pueden dar una idea de
la desproporción entre su tamaño y la es-
casa población de Cuba por entonces. Los
hatos comprendían una circunferencia de
dos leguas (1 680 caballerías), mientras
que los corrales tenían una legua a la re-
donda (420 caballerías). Las tierras repar-
tidas abarcaron la mayor parte del terri-
torio insular y solo en la región de Oriente
quedaron espacios de terrenos sin ser
mercedados como hatos y corrales. Esa
forma casi circular de los repartos y la fal-
ta de deslindes en los primeros siglos, pro-
vocó que en muchos casos se superpusie-
ran unas haciendas sobre otras, lo que daría
lugar a numerosos litigios en el futuro.
Aparte de las mercedes para esas grandes
haciendas, los cabildos concedían licen-
cias para establecer estancias dedicadas
7
CATAURO
a los cultivos, que se ubicaban en las zo-
nas más cercanas a las principales pobla-
ciones.2
La entrega de la tierra, no obstante,
estaba sujeta a una serie de limitaciones
puesto que con la merced no se otorgaba
la plena propiedad. Se trataba más bien
de un derecho de uso y aprovechamiento
de las tierras y de sus productos natura-
les, con determinadas obligaciones como
la de abastecer de carnes a las poblacio-
nes bajo cuya jurisdicción estaban com-
prendidas, al sistema de flotas para el co-
mercio entre España y sus colonias
americanas, a las fuerzas militares y el cle-
ro. Ese carácter de usufructo fue lo que
permitió más tarde que se pudieran con-
ceder por los ayuntamientos nuevas licen-
cias dentro de las mismas haciendas. Por
otra parte, si bien se entregaban los terre-
nos para su explotación particular, se ten-
dría que considerar en una categoría apar-
te a los montes, aguas y pastos, estimados
como bienes comunales de acuerdo con
la tradición castellana.
Durante más de dos siglos las grandes
haciendas ganaderas tuvieron una reper-
cusión limitada sobre los paisajes, lo que
obedecía al tipo de explotación ganadera
que se practicaba. En el caso de los corra-
les, la mayor parte de sus tierras estaban
cubiertas de bosques, de cuyos frutos se
alimentaban los cerdos. En los hatos, se
alternaban las áreas de bosque con las sa-
banas, bien de origen natural o las abier-
tas periódicamente para establecer
pastizales. Asimismo, en la época de seca
–de octubre a marzo– los buenos pastos
comenzaban a escasear y el ganado se in-
2
Con el tiempo se cultivaron también los espacios que quedaban entre los círculos de corrales y hatos,
considerados como tierras realengas. Las vegas de tabaco penetraban el área de las haciendas siguiendo el
curso de los ríos.
8
CATAURO
ternaba en la zona boscosa de las hacien-
das para alimentarse de los frutos en el
suelo, ramas y bejucos.
Hasta mediados del XVIII ese sistema
sufrió pocos cambios, salvo en las zonas en
donde se combinaba el aumento de la po-
blación y el despegue de la agricultura
comercial. Esto ocurría, ante todo, en el
radio de La Habana, puerto de escala de
la flota y núcleo principal de la industria
azucarera y las vegas de tabaco. Fueron
estos cultivos comerciales los que primero
rebasaron el área destinada para las es-
tancias y comenzaron a propiciar el inicio
de la disolución de los corrales y hatos más
próximos al puerto habanero desde me-
diados del siglo XVII. No obstante, en la
mayor parte de la Isla el paisaje agrario
seguía dominado por las haciendas gana-
deras, en su mayoría constituidas por di-
ferentes formaciones boscosas.
3. AZÚCAR EN LA HABANA
Y DEMOLICIÓN DE LAS
HACIENDAS GANADERAS
La historia azucarera de Cuba es bien co-
nocida. Su despegue se produjo tras la
revolución de los esclavos en Haití en 1791
en la zona habanera y de allí partieron las
principales líneas de expansión. En pocos
años la mayor de las Antillas se elevaría a
la cima entre los territorios productores y
exportadores de azúcar de caña, condi-
ción que mantuvo de una forma u otra
durante gran parte de los dos siglos siguien-
tes. Si hay un caso que simboliza las ven-
tajas y los peligros de la especialización
económica, ese es el de Cuba con el azú-
car, lo que tuvo que ver en gran medida
con el momento en que se produjo el sal-
to azucarero. Es decir, en los albores de la
revolución industrial y la transición ener-
gética a la era del vapor, que contribuyó a
configurar un nuevo orden económico
mundial. Pero también en los inicios del
proceso de industrialización del norte de
los Estados Unidos, convertido en poco
tiempo en el primer socio comercial para
la compra de la mayor parte del azúcar
producido en la isla vecina y para proveer
maquinarias, materias primas y los más
diversos artículos de consumo.
El crecimiento constante de la produc-
ción de azúcar se produjo por medio de la
ocupación de la frontera ganadera, que
coincidía casi siempre con la de los bos-
ques. La voracidad de tierras no se debía
solo a la urgencia de extender los caña-
verales en suelos vírgenes, sino además, a
su necesidad de abundante combustible
en forma de leña y de maderas de cons-
trucción. Esto motivó largos conflictos
entre los dueños de ingenios, que lo eran
a la vez de hatos y corrales, con la Marina
Real española, pues el astillero de La Ha-
bana era uno de los principales de todo el
imperio español. Mediante varias disposi-
ciones entre 1772 y 1789, los funcionarios
de la Marina lograron controlar en la Jun-
ta de Maderas el proceso de demolición
(o subdivisión) de las grandes haciendas
ganaderas para dar paso a las plantacio-
nes esclavistas.
No quiere decir que la subdivisión eli-
minara del todo la actividad ganadera en
el área de las antiguas haciendas. Desde
mediados del siglo XVIII, junto a los inge-
nios y las estancias para el cultivo, se mul-
tiplica un nuevo tipo de explotación ga-
nadera que recibió la denominación de
potrero. Se trataba de unidades de mu-
cha menor extensión y con mejores pas-
tos, destinadas fundamentalmente al en-
gorde de los animales antes de destinarlos
al matadero y al consumo de los habitan-
tes en la ciudad. Debido a los cambios en
la estructura agraria en los territorios
habaneros, se produjeron debates en tor-
no a las causas que incidían en la deca-
dencia de la ganadería. El director de los
Cortes del Rey, el sistema para el aprovi-
sionamiento de maderas al astillero intro-
dujo el tema en la Junta de Maderas, pues
en su opinión no se ocupaban y cultiva-
ban las tierras de las haciendas demoli-
das, de forma que las “pequeñas labran-
zas equivalgan o superen las dotaciones
de las respectivas haciendas” (Funes,
2010).
Los hacendados criollos y sus represen-
tantes replicaron con una visión muy di-
ferente, basada en que la propagación de
nuevas razas de cerdos, que equivalían a
tres ejemplares de las criollas y en que se
incrementara la crianza “en las innume-
rables Haciendas que en lo interior de la
isla se hallan casi despobladas”. Por poner
un caso, el informe del regidor José
Armenteros mencionó la demolición del
hato Bainoa para concluir que las demo-
liciones beneficiaban no solo a la agricul-
tura, sino también a la propia ganadería y
al crecimiento de la ciudad, gracias a que
“una res cebada, y aún la nacida en pasto
labrado, vale más que dos de las que se
crían en hatos por su rendimiento y con-
dición, de que proviene también el que
se multiplique el número de todo gana-
do” (Funes, 2010).
En la primera década del siglo XIX per-
sistieron esos debates sobre la incidencia
de las demoliciones en el estado de la cría
de ganado y el abasto de carne a las po-
9
CATAURO
blaciones; se incluía el tema de la crisis
del sistema de la rueda o la pesa, o sea, la
obligación de las haciendas para abaste-
cer de carne a precios ínfimos para deter-
minados estamentos o grupos de la socie-
dad. Hay que tener en cuenta que el salto
azucarero dependió en gran medida de la
entrada masiva de esclavos a partir de ser
decretada su libre introducción en 1789 y
que al mismo tiempo se produjo en estos
años un crecimiento de la población li-
bre. Entre 1774 y 1827 la población se
cuadruplicó, de unos 172 000 habitantes
a 704 500 en toda la Isla. Sin embargo,
esto no significó necesariamente una ma-
yor demanda de carne hacia la ganadería
cubana, pues dependió en gran medida
de la importación de tasajo y otros pro-
ductos de origen animal con destino a las
plantaciones esclavistas y los principales
núcleos urbanos. Quedaba aún el notable
empleo de la tracción animal por la in-
dustria azucarera, pero esto comenzó a
cambiar a partir de 1820 con los nuevos
medios mecánicos de fabricación y trans-
porte del dulce.
Las transformaciones descritas en la ga-
nadería, los debates sobre su posibilidad o
no de abastecer la demanda interna o la
expansión de los potreros, se circunscri-
bieron sobre todo a La Habana y su cre-
ciente área de influencia. Pero la mayor
parte de la Isla, salvo el hinterland de los
principales núcleos poblacionales y ciuda-
des con puertos abiertos al comercio ex-
terior, mantenía las estructuras agrarias
tradicionales basadas en las extensas ha-
ciendas ganaderas. Su dependencia de
esta actividad y otras paralelas, como la
obtención de miel o las maderas, era fun-
damental como medio de vida. También
se conoce el activo contrabando desde
diversas zonas hacia las colonias de plan-
10
CATAURO
tación vecinas, lo que permitió una salida
económica alternativa al monopolio ejer-
cido desde el puerto habanero.
Si atendemos a los autores que argu-
mentan la formación de la patria criolla
como un lento proceso desde los primeros
tiempos de la colonización, se podrá decir
que el surgimiento de la cultura cubana
está indisolublemente ligado a la gana-
dería. Y no es de extrañar que así sea,
debido al papel central de los animales en
una economía de base orgánica, no solo
para la alimentación y el transporte sino
también para otros numerosos usos del
cuero, el cebo o los cuernos.
4. EL ESPLENDOR AZUCARERO
Y LA GANADERÍA DE
POTREROS, 1815-1898
El definitivo despegue de las plantacio-
nes esclavistas azucareras a fines del siglo
XVIII, que estuvo acompañado hasta la dé-
cada de 1830 por el auge temporal de las
plantaciones cafetaleras, se extendió por
buena parte de la mitad occidental de
Cuba hasta la década de 1860. A esto con-
tribuyeron disposiciones como la absoluta
libertad de talar los bosques por parte de
los propietarios particulares en 1815, el li-
bre comercio con extranjeros en 1818 y el
reconocimiento de la propiedad plena de
las mercedes de tierras concedidas por los
cabildos cubanos en 1819. Pero sobre todo
lo que explica el gran incremento de la
producción y la exportación de azúcar fue
la temprana irrupción de las tecnologías
de la era industrial con el empleo de la
fuerza del vapor en los ingenios y la llegada
del ferrocarril desde 1837. Ambos factores
permitieron el gran esplendor de la pro-
ducción de azúcar, pero al mismo tiempo
contribuyeron a acentuar la decadencia
de la ganadería, tanto adentro como fue-
ra de la frontera plantacionista.
La idea de la Cuba A y la Cuba B ex-
puesta por Juan Pérez de la Riva (2004
[1968]) retrata muy bien esa diferencia
entre las dos mitades de Cuba al estallar
la Guerra de los Diez Años y coincide a
grandes rasgos con la zona dominada por
las plantaciones esclavistas azucareras y
los cultivos comerciales y las zonas en don-
de la ganadería mantenía el peso princi-
pal. Si se hace un análisis más preciso se
podrá ver que el peso de una u otra de
esas actividades socio-económicas era más
importante que la simple separación en-
tre la mitad occidental y la oriental de la
isla. Pero lo más significativo en este sen-
tido es que el auge y la opulencia de la
Cuba A no fue ajeno al estancamiento o
decadencia de la Cuba B. No solo se tra-
taba de la fuerte competencia de las im-
portaciones de origen animal por los prin-
cipales puertos de la primera región, en
las mismas embarcaciones que sacaban el
azúcar, sino de la pérdida paulatina de una
gran fuente de sustento para la ganadería
criolla, como lo era el ganado de tracción
y de tiro.
En la zona ocupada por las plantacio-
nes esclavistas azucareras se puede obser-
var un claro predominio de los bueyes.
Estos eran utilizados en los ingenios du-
rante el tiempo de la cosecha y luego se
trasladaban a los potreros de las propias
fincas azucareras o en sus cercanías para
su recuperación. Al mismo tiempo se man-
tuvieron los potreros para la ceba del ga-
nado que era llevado desde largas distan-
cias a los mercados de La Habana y de
otras ciudades en expansión dentro de las
zonas plantacionistas. Por el contrario, el
peso de la cría de ganado se desplazó ha-
cia las grandes haciendas o los potreros
establecidos en la mitad centro oriental o
parte de la región de Pinar del Río, don-
de predominaban de un modo u otro los
sistemas de crianza tradicionales.
A mediados del siglo XIX las haciendas
ganaderas originales, los hatos y corrales,
estaban en franco retroceso en toda la Isla.
La mayor parte de las que permanecieron
se le conocería con el término de hacien-
da comunera, sin subdividir formalmen-
te. Pero la tendencia fue a la creación de
los llamados sitios de crianza y de potreros.
En el caso de estos últimos, que poco a
poco se convirtieron en el tipo de unidad
ganadera predominante, se trataba de fin-
cas cercadas con menor extensión y con
pastos más abundantes, destinadas a la
ceba. Respecto al número de reses que se
podían mantener en uno u otro caso, se
indicaba que en los hatos y corrales de-
pendía de su proporción de sabanas o de
bosques, si contenían más de las primeras
el número sería mayor y viceversa. Los
potreros, si estaban bien atendidos, se es-
timaba que podían criar y cebar hasta 25
animales como promedio por cada caba-
llería. Aunque por lo general se les indica
una carga animal más adecuada de unas
doce cabezas por caballería (Monteverde,
1856: 48).
A mediados del siglo XIX se ocuparon
del tema de la ganadería varios autores
reconocidos como José Jacinto de Frías
(1844) y su hermano Francisco de Frías
(conde de Pozos Dulces) (1849) o Anto-
nio Bachiller y Morales (1846), bien en
las páginas de publicaciones periódicas o
en forma de libros o folletos independien-
tes. Desde luego, no faltaron autores que
residían en las principales zonas ganade-
ras del país, como los casos de Gaspar
Cisneros Betancourt, El Lugareño (1950),
11
CATAURO
Manuel Monteverde (1856, 1858) y Juan
Arteaga (1864). Tampoco fueron ajenos
al tema los más importantes naturalistas
españoles que pasaron por la Isla, como
fueron Ramón de la Sagra (1862) y Miguel
Rodríguez Ferrer (1876). En uno de los tra-
bajos publicados en un número de las Me-
morias de la Sociedad Económica de La Ha-
bana (MSEH), en 1851, puede leerse
acerca del impacto del crecimiento azuca-
rero sobre la frontera ganadera y boscosa:
...imagínense los lectores una línea des-
de Sagua la Grande hasta Trinidad (...)
e investiguen en el mapa geográfico y
topográfico de las localidades, que como
el Río de la Palma, Guamutas, Sagua,
Banagüises, Macuriges, Artemisal, Cien-
fuegos, etc., constituyen hoy numerosos
y colosales ingenios, y conocerán desde
luego, que este grande aumento de pro-
ducción e industria agrícola se ha veri-
ficado a expensas de la industria pecua-
ria (Escalada, 1851: 323).
Se indicaba, no obstante, que la causa
de la decadencia de la ganadería no era
la importación de tasajo u otros productos
animales, sino la consecuencia del atraso
en la crianza del ganado, cuyos productos
no eran suficientes para abastecer las ne-
cesidades de la Isla ni ofrecían remunera-
ción ventajosa a los criadores. Pero entre
los inconvenientes más perjudiciales se
destacaba la ausencia absoluta de todo
cultivo en las haciendas ganaderas, lo
mismo que a la inversa: “porque el culti-
vo debe producir los pastos de mejor cali-
dad y en mayor abundancia, y el ganado a
su vez rendir al terreno el poderoso abono
de su estiércol” (Serrano, 1847: 118-119).
Sin excepción, todos los autores coinci-
dían en señalar como una de las causas
12
CATAURO
fundamentales del atraso de la ganadería
esa falta de asociación con los cultivos.
Entre los autores que abordan el tema
ganadero sobresale el citado Manuel de
Monteverde, hacendado de Puerto Prín-
cipe, de origen dominicano. En sus escri-
tos lamentaba la desastrosa decadencia de
una industria que a su juicio debía y po-
día constituir una mejor base que la azu-
carera para una prosperidad constante.
Para él la regeneración de la ganadería
estaba unida a la prosperidad del país, pero
solo sobre la base de un sistema nuevo y
fecundo que tuviera en cuenta la crianza
de animales para el alimento, la produc-
ción de estiércoles y el cultivo perfeccio-
nado y variado. Censuraba que se consi-
derase como utilidad y rendimiento lo que
en realidad no lo era. En este sentido, cri-
ticó que en los gastos se omitieran la pér-
dida progresiva de la fertilidad de los te-
rrenos de las haciendas –por insolaciones,
vientos y lluvias torrenciales– la invasión
de plantas “más duras y menos útiles que
las que poblaban las sabanas” y el deterioro
del ganado, los edificios y “caducidad” de
los esclavos. Ramón de la Sagra indicaba
al respecto que la doctrina de Monteverde
introducía en la contabilidad rural “la luz
que necesitaba” (Sagra, 1862: 76).
Monteverde y otros ganaderos de Puer-
to Príncipe y la mitad centro oriental de
la Isla, iniciaron la importación de ejem-
plares de nuevas razas de ganado vacuno
desde los Estados Unidos, con el objetivo
de mejorar el ganado criollo. La primera
experiencia se concretó en 1846 con varios
animales de raza Durham comprados por
Monteverde, el marqués de Santa Lucía, y
El Lugareño. El propio Monteverde y otros
principeños, como Juan Guzmán y los her-
manos Juan y Manuel Arteaga hicieron
nuevas importaciones de Durham y Devon
en 1853, 1854 y 1855. Esta práctica fue
secundada desde otras jurisdicciones ga-
naderas, por hacendados como José Galí,
de Sancti Spíritus, en 1847 y Francisco
Vicente Aguilera, de Bayamo, en 1853 o
1854 (Monteverde, 1858: 12). Otra ten-
tativa fue hecha en 1848 cuando el geó-
grafo José María de la Torre cumplió el
encargo de la Junta de Fomento de traer
a Cuba desde Estados Unidos ejemplares
de las nuevas razas vacunas mejoradas,
que serían entregados a hacendados de
la zona de La Habana sin resultado algu-
no (Torre, 1849: 293-302). En cambio, a
pesar de negárseles el apoyo oficial, los
ganaderos de Puerto Príncipe y otras lo-
calidades del centro oriente de la Isla sí
llegaron a obtener avances con las prácti-
cas de los cruzamientos entre el ganado
criollo y el extranjero.
Un hito importante para la mejora de
la ganadería y para la cultura ganadera
en general fue el inicio de las ferias gana-
deras a partir de la primera celebrada en
Puerto Príncipe en 1843.3 Tras una prime-
ra fase hasta 1847, estas se reanudaron en
1856 en un nuevo espacio mejor acondi-
cionado en el Casino Campestre y desde
ese año se celebraron con éxito hasta 1868
(Monteverde, 1858). Otras poblaciones
del centro y oriente tuvieron también sus
ferias ganaderas, como Remedios y
Bayamo. En la zona plantacionista del oc-
cidente el esfuerzo más sistemático para
llevar a cabo ese tipo de certámenes fue
el promovido por Fernando Diago en el
pueblo de Colón (Nueva Bermeja), que
3
“Informe dado a la Sección de Agricultura y Estadística de la Diputación Económica de Puerto Príncipe
por su Secretario D. Antonio Freyre sobre la primera exposición pública de ganados... 25,26 y 27 de junio
de 1843”, MSEH, t. 27, 1843, pp. 393-396.
4
“Exposición de ganados”, en El Ateneo, 15 de septiembre de 1868.
incluyó la construcción de un hipódromo
para las carreras de caballo y que tuvo un
primer momento en 1857 y luego se repi-
tió por siete años seguidos a partir de 1859
(Villanueva, 1932: 122-144).
Esas ferias o exposiciones de ganado
fueron el escenario de los esfuerzos por
perfeccionar la ganadería en general, tan-
to del vacuno, como del equino, porcino,
aves, ovino, etc. Una peculiaridad de las
celebradas en Puerto Príncipe fue la crea-
ción de una categoría específica para pre-
miar a los ejemplares que eran producto
de los cruzamientos entre el ganado crio-
llo y los diferentes tipos de razas introdu-
cidas. Sin embargo, esta práctica fue cri-
ticada de forma sistemática desde La
Habana por el conde de Pozos Dulces y su
hermano José Jacinto, quienes defendían
el método de la selección como sistema
más adecuado. En los años siguientes man-
tendrían un largo debate con los partida-
rios de los cruzamientos desde periódicos
como El Porvenir del Carmelo y El Ateneo.
A pesar de estas opiniones y de los con-
tratiempos, los esfuerzos de los hacenda-
dos de Puerto Príncipe se tradujeron en
un notable aumento del peso del ganado
resultante, si bien sus anhelos no estuvie-
ron exentos de contratiempos. Así puede
verse en el caso del premio concedido en
la feria de 1868 al toro Sultán, por ser la
res vacuna nacida en el país de más peso
(1 784 libras), el que “engalanado de cin-
tas y moños y dorados los cuernos, fue pa-
seado por la hermosa calle de La Caridad,
al son de una brillante orquesta”.4
13
CATAURO
 Por otra parte, no se puede dejar de
mencionar la transformación de los paisa-
jes ganaderos que representó la introduc-
ción de pastos exóticos, por lo general de
origen africano. Entre estos ocupa el pri-
mer lugar la hierba de Guinea, pero tam-
bién otros como la hierba de Brasil o de
Pará y el arrocillo de Puerto Rico, fomen-
tados como pastos artificiales en los nue-
vos potreros. Al respecto, la mayoría de
los autores coinciden en que estas unida-
des adolecían de los mismos males que las
haciendas; pero al tener menor tamaño y
mejores terrenos, disminuían los inconve-
nientes que resultaban de la escasez de
pastos y de la falta de cuidados con los
animales. El conde de Pozos Dulces des-
tacaba la preferencia por los animales cria-
dos en potreros, en donde los pastos eran
superiores en general y más abundantes,
sin embargo esas cualidades podían des-
aparecer con la llegada de la seca, cuan-
do la situación se emparejaba con las ha-
ciendas y se veían “errar malicientos los
míseros rebaños, si ya no sucumbe el ma-
yor número al hambre y a la sed” (Frías,
1849: 11).
La evolución de la ganadería entre fi-
nes del siglo XVIII y el estallido de la Gue-
rra de los Diez Años es un tema que
amerita de nuevos enfoques. Si bien no
de manera tan acelerada como la indus-
tria azucarera, se puede hablar de la len-
ta gestación de una nueva cultura gana-
dera ilustrada que tuvo como pilares la
expansión de los potreros con pastos más
nutritivos, la celebración de las ferias de
ganado y los intentos por mejorar el gana-
do criollo a partir de los cruzamientos o
de la selección. Al menos en el contexto
latinoamericano y del trópico, no sería
sorprendente encontrar que los promoto-
res de estos cambios estuvieron entre los
14
CATAURO
pioneros. No es casual que varias de las
primeras obras en idioma español acerca
de la ganadería o la industria pecuaria
hayan aparecido en Cuba a mediados del
siglo XIX.
En paralelo a esa cultura ganadera más
o menos ilustrada o erudita, no se puede
olvidar la cultura más extendida entre
los criollos que vinculaba aún a buena
parte de estos con las formas de crianza
extensiva tradicionales o con los potreros
y que tanto tiene que ver con la elabora-
ción citadina de la imagen del guajiro
cubano, el tierra-adentro, el montero, el
sabanero, el montuno. Uno de los efec-
tos de la forma de modernización
agroindustrial que impuso el avance azu-
carero fue la identificación del atraso con
las zonas que quedaban fuera de su órbi-
ta y la negación del estatus de “civiliza-
dos” a muchos de los habitantes de la Isla
al margen de esos procesos. Se puede
pensar que la dicotomía de civilización y
barbarie sea más un producto latinoame-
ricano de las grandes extensiones conti-
nentales, pero en verdad este tipo de
oposiciones no estuvo ausente de Cuba
en su proceso de formación de la nacio-
nalidad, aunque fuera el esclavo el pel-
daño más bajo de la pirámide social.
Al mismo tiempo, tampoco es de extra-
ñar que en busca de los valores más in-
trínsecos del alma criolla se acudiera a
las bellezas del mundo natural y a la vida
campestre, de un mundo que estaba re-
trocediendo de cierta manera ante el
empuje de las plantaciones azucareras tra-
bajadas por esclavos africanos, imagen
opuesta a la libertad y la sencillez de la
vida rural. No parece casual que uno de
los poetas más populares de estos años sea
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El
Cucalambé, quien retrató el mundo de las
zonas ganaderas más tradicionales, como
lo era Las Tunas, su terruño natal y lugar
de residencia. De su poema Las vaquerías,
podemos citar a modo de ejemplo estas
estrofas: “Ya se aproximan los días/ Her-
mosos como ninguno, / En que damos los
montunos/ Principio a las vaquerías.”...
“Con mi sombrero de guano/ Y con mi rús-
tico equipo, / Seré el verdadero tipo/ Del
guajirillo cubano.”...”Vosotros los que vi-
vís/ Del pueblo entre las riquezas, /No com-
prendéis las bellezas/ Campestres de mi
país./ ¡Oh! Vosotros no sentís/ El dulce
placer que siento/ No veis como arrulla el
viento/ Nuestras flores al nacer/ Ni alcan-
záis a comprender/ La dicha que experi-
mento.” (Nápoles, 1938 [1856]: 121-125).
Quedaría pendiente un asunto tan im-
portante como tratar de explicar por qué
la Guerra de los Diez Años estalló en es-
tas zonas que mantenían el predominio de
la actividad ganadera y no donde era
hegemónica la plantación esclavista azu-
carera y sobre todo por qué se limitó a las
primeras a lo largo de toda la contienda.
Más allá de los factores políticos que des-
encadenaron el conflicto y del creciente
antagonismo entre criollos y españoles, no
se puede dejar de lado la profunda crisis
de la ganadería por algunos de los facto-
res señalados antes. De hecho, cada vez
más los historiadores que estudian las rea-
lidades del centro oriente de la isla apun-
tan en esa dirección (Abreu, 2005; Ibarra,
2007). Un hecho que se debe tener en
cuenta es la autorización por parte de la
administración colonial desde 1859 para
la entrada en La Habana y Matanzas de
ganado en pie procedente de otros países
con destino al matadero, lo que motivó
airadas protestas por parte de las zonas
ganaderas, como en el caso de los hacen-
dados de Puerto Príncipe (Funes, 2012).
Evidencia de la crisis de la ganadería
puede ser la constatación a través de los
principales censos del período de la dis-
minución de la cantidad de cabezas de
ganado vacuno por habitante. En 1827 la
correlación era de 400 000 reses por enci-
ma de la población total de 704 489 habi-
tantes. Pero en 1862 la proporción se ha-
bía invertido hasta llegar a existir un déficit
de unas 200 000 cabezas respecto a los 1
359 238 habitantes, aunque habría que
tener en cuenta otros factores como el
posible incremento del peso promedio de
los animales. Las estadísticas sobre la exis-
tencia de animales son en verdad muy
imprecisas, entre otras razones porque
buena parte del ganado se encontraba
suelto. El naturalista Rodríguez Ferrer
(1876: 806) afirmó que el número de re-
ses en Cuba antes del inicio de la guerra
de 1868 pasaba de tres millones, sobre
todo en las haciendas y bosques centro-
orientales.
La reconstrucción de los territorios que
fueron escenario de la primera guerra por
la independencia se haría en algunas zo-
nas a partir de la erección de los nuevos
ingenios centrales, con condiciones más
favorables para levantar las grandes fábri-
cas de azúcar gracias a la abundancia de
territorios boscosos y la posibilidad de
emprender proyectos de colonización agrí-
cola. No obstante, las nuevas empresas
azucareras agroindustriales ocuparon por
el momento una pequeña porción de la
mitad este de la Isla. Buena parte de la
reactivación económica de las zonas de-
vastadas por la guerra dependió más bien
del resurgimiento de los potreros y de la
ganadería. Por ejemplo, un informe de 1886
sobre la reconstrucción en la jurisdicción
de Sancti Spíritus daba cuenta de que la
rehabilitación de los valiosos potreros de
15
CATAURO
hierba de Guinea se había mostrado más
activa que en los demás ramos de la ri-
queza pública y contabiliza gran parte de
los ingenios demolidos como cercados y
convertidos en potreros, en su totalidad o
en una porción de sus terrenos, así como
numerosos potreros independientes de
Guinea sin casas y sin cercas.5
A fin de contribuir a la reconstrucción
de las zonas ganaderas, se concedieron
facilidades para la importación libre de
derecho de animales con destino a la crian-
za desde puertos de Estados Unidos, Jamai-
ca, México, Colombia, Centroamérica y
Puerto Rico, entre otros (Le Riverend,
1971). Aunque estas importaciones fue-
ron de gran importancia para el restable-
cimiento de los potreros, se les atribuye la
entrada de al menos dos enfermedades
letales para el ganado vacuno y el de cer-
da. En vísperas de la guerra de 1895, apa-
recen estadísticas que reflejan una suma
superior a los 2,5 millones de cabezas de
ganado vacuno en toda Cuba. En esta re-
cuperación ganadera, por lo menos en sen-
tido cuantitativo, pudo influir la mayor
organización de los distintos grupos vin-
culados a la actividad a través de nuevas
asociaciones creadas al amparo de los cam-
bios políticos tras la paz del Zanjón. Entre
estas se pueden mencionar la Asociación
de Propietarios de las Riquezas Rústica y
Pecuaria de Sancti Spíritus y la Asocia-
ción de Ganaderos de la Provincia de San-
ta Clara. De un corte diferente, pues es-
taba más ligada al parecer a grupos que
controlaban el consumo en los mercados
y los transportes urbanos en La Habana,
fue el Centro General de Ganaderos es-
tablecido en la década de 1890.
5
“La Reconstrucción de Sancti Spíritus”, en Revista de Agricultura, año 7, no. 1, enero de 1886, pp. 65-69.
16
CATAURO
No se puede descartar que las grandes
existencias de ganado en los potreros de
las principales zonas criadoras hacia me-
diados de la década de 1890 tuvieran que
ver también con la competencia de la im-
portación de carnes y producciones de
origen animal desde el extranjero, en con-
diciones mucho más ventajosas que las de
la industria pecuaria local. Entre estas
sobresalían el tasajo de Argentina y las
carnes en conserva, manteca, tocino u
otras producciones procedentes de los
mataderos de Chicago. La entrada de las
carnes extranjeras, a las que se concedían
amplias ventajas en el mercado cubano
para favorecer a productos españoles o a
los cultivos comerciales de la colonia como
el azúcar y el café, contrastaba con las ele-
vadas cargas impositivas que se mante-
nían sobre la ganadería. Se decía enton-
ces que entre dos terceras partes o tres
cuartas partes de los presupuestos muni-
cipales se cubrían con impuestos a la ga-
nadería y sus industrias derivadas. En una
airada protesta sobre este tema en el año
1894, la asociación de ganaderos de Sancti
Spíritus se expresaba así acerca de las fa-
cilidades que se concedían a una produc-
ción extranjera que tenía su similar en la
isla:
...facilidades que se convierten en li-
beralidades que nos lastiman, que nos
ofenden porque envuelven un sobera-
no desprecio para los poseedores de la
tercera, sino la segunda, de las fuentes
de bienestar de los habitantes de esta
infortunada Antilla, de la riqueza que
ocupa mayor extensión de nuestro te-
rritorio, de la industria que alimenta a
 un número mayor de su población du-
rante todo el año, y a la cual se refu-
gian los trabajadores cuando pasan las
tareas de las otras dos.6
En comparación con etapas anteriores,
se ampliaron las posibilidades de la nave-
gación por barcos de vapor para llevar el
ganado a las principales ciudades de la
isla. También en el orden interno de las
fincas, se extiende la utilización de las
cercas de alambre de púas, aunque aún
resultaba caro y sería difícil de momento
determinar el impacto real. Buena parte
de los ingenios demolidos en la mitad oc-
cidental de la isla, fueron reconvertidos
en potreros para la ceba de ganado con
destino al mercado de la capital y de otras
ciudades en zonas plantacionistas; o bien,
los más próximos a los núcleos urbanos, a
la producción de leche para abastecer la
demanda de una creciente urbanización.
Para aumentar ese consumo se acudió a
la importación de ejemplares de nuevas
razas lecheras procedentes de Estados
Unidos. Por ejemplo, en la vaquería esta-
blecida por la Escuela de Agricultura aus-
piciada por el Círculo de Hacendados de
la Isla de Cuba y por la iniciativa privada,
se introdujeron en 1881 varias vacas y un
toro de la raza escocesa de Ayrshire, con
el objetivo de incrementar la obtención
de leche. Entre las primeras estaba la vaca
Flora 44, ganadora del Primer Premio en
una Exposición del Estado de Nueva York
en 1880. La producción de estas vacas y
6
Memoria que la Asociación de Propietarios de las Riqueza Rústica y Pecuaria de Sancti Spíritus dedica
al Sr. D. José A del Cueto Pazos, Diputado a Cortes por este Distrito. Imprenta de C. Canto, Sancti Spíritus,
1894, p. 29.
7
“La vaquería de la Escuela de Agricultura”, en Revista de Agricultura, año 3, enero 31 de 1881, no. 1,
pp. 9-12.
otras de la raza holandesa Holstein en la
misma vaquería, sobrepasaban como pro-
medio los diez litros y en algunos casos
llegaba hasta los veinte litros, cantidades
significativamente superiores a las conse-
guidas con las vacas criollas.7
La importación de nuevas razas más
productoras de leche para el mejoramien-
to de la ganadería criolla formaba parte
del énfasis cada vez mayor en la agricul-
tura científica, de la que se hacían eco
un grupo de profesionales en ascenso como
fueron los agrónomos. Cada vez más, en
las revistas científicas agrícolas se dedi-
can espacios a los temas de la ciencia pe-
cuaria, a las discusiones sobre el mejor
modo de alimentar a los animales, a en-
fermedades que les afectaban, entre otros
de la denominada zootecnia. También
aparecieron nuevos libros de carácter téc-
nico sobre la ganadería y sus condiciones
peculiares en el país, entre los que mere-
ce un lugar destacado la obra El potrero
Paraíso, de Juan Bautista Jiménez (1888).
En la relación de los avances de la ga-
nadería durante el último tercio del siglo
XIX no podría faltar la reactivación de las
ferias ganaderas en varias ciudades de la
isla o su apertura en otras. Por esto no es
raro que en el proyecto de la sociedad por
acciones Fomento Pecuario de Sancti
Spíritus, de 1881, se contemplara como
tercer punto el de “Celebrar cada año
durante la vacante de Navidad una Ex-
posición pecuaria en Sancti Spíritus, en
la cual se distribuirán los premios a que se
17
CATAURO
hayan hecho acreedores los hacendados
más inteligentes y laboriosos y que más
dignamente hayan secundado los benéfi-
cos fines de la Sociedad.”8 Acciones de
este tipo contribuyeron a la rápida recu-
peración de la ganadería cubana en el
período entre las dos guerras, o sea, en
poco más de tres lustros. Se estima que en
1878 la jurisdicción de Sancti Spíritus ape-
nas tenía unas ocho mil cabezas de gana-
do. Sin embargo, en 1894, el municipio del
mismo nombre contaba con 163 954 cabe-
zas y solo era superado por el municipio de
Puerto Príncipe, con 234 087 cabezas. Se-
gún la nueva división política de la Isla en
seis provincias, la primera en cantidad de
cabezas de ganado era la de Santa Clara,
con 730 203; a la que seguían Puerto Prín-
cipe, con 398 866 y La Habana, con 316
810. La menos ganadera era Matanzas, con
208 360 cabezas, pero que al mismo tiempo
era la principal provincia azucarera de Cuba
en aquel momento.9
Llama la atención la cantidad de gana-
do vacuno en La Habana a fines del siglo
XIX, lo que muestra la sustitución por la
ganadería de buena parte de las tierras que
antes estuvieron dedicadas al azúcar. En
parte se debía a la creación de potreros para
la ceba más próximos a la capital. Pero so-
bre todo a la aparición de vaquerías más
especializadas en la producción de leche
para abastecer la creciente demanda del
principal núcleo consumidor de la Isla. De
esta época data la paulatina eliminación
del antiguo método de la venta directa de
la leche por medio de vacas (burras o ca-
bras) en las puertas de casas y estableci-
mientos comerciales, por la formación de
establos de vacas en ordeño, a donde los
consumidores se dirigían en busca de la
leche a tempranas horas de la mañana.
En las últimas décadas del siglo XIX se
reiteraban los discursos citadinos y en par-
ticular, habaneros, sobre la supuesta des-
aparición de los guajiros, monteros,
sabaneros u otros personajes criollos vin-
culados a la actividad ganadera. El he-
cho de que buena parte de los territorios
de la mitad centro oriental no hubieran
sido ocupados aún por la industria azuca-
rera, puede explicar la siguiente descrip-
ción de Suzarte a la altura de 1881: “Hoy
el tipo legítimo del guajiro no se encuen-
tra sino en algunos puntos del interior de
la Isla, donde no imperan aún el ferroca-
rril, el telégrafo, el teléfono y las demás
gollerías de la civilización. En el departa-
mento Occidental ya no existe el guajiro
que cantaron Domingo Delmonte, Ramón
de Palma, Ramón Vélez Herrera y otros
poetas notables. Hay que ir a algunos l
ugares del Centro y el Oriente para dar
con él.” Esto lo afirma en su artículo in-
cluido en el famoso libro sobre tipos y cos-
tumbres de la Isla de Cuba, con ilustra-
ciones de Víctor Patricio Landaluze.10 La
lámina dedicada al guajiro, que al decir

8
Consideraciones sobre el proyecto de una Sociedad Anónima con el título Fomento Pecuario de Sancti Spíritus
por un accionista. Imprenta del Avisador Comercial, La Habana, 1881, p. 15.
9
Memoria de los trabajos realizados por la directiva de la Asociación de Propietarios de las Riquezas Rústica y
Pecuaria de Sancti Spíritus durante el año de 1893. Imprenta La Paz, Sancti Spíritus, 1894.
10
Colección de artículos: Tipos y costumbres de la Isla de Cuba por los mejores autores de este género. Obra
ilustrada por D. Víctor Patricio Landaluze. Fototipia Taveira... Edición facsimilar, Biblioteca Nacional de
Cuba José Martí, La Habana, 2010.

18
CATAURO
de Suzarte trasmitía uno de los mejores
tipos del personaje, era la estampa de una
familia reunida en el colgadizo de la casa
del potrero, en un día cualquiera de tra-
bajo. Al detallarla, nos ofrece esta versión
particular del perfil psicológico de uno de
los personajes representados, el “tacitur-
no y ensimismado” padre de familia:
Parece que su pensamiento, siguiendo
las espirales de su veguero, computa el
número de añojos, toretes y yuntas que
puede vender en el año, y las fanegas
de maíz, las aves y los huevos que ha
de mandar a la ciudad, y calcula si todo
eso le alcanzará para completar el pre-
cio de unas caballerías montuosas que
lindan con sus terrenos, y que ansía
comprar, aunque se cuida de no demos-
trarlo.
6. GANADERÍA EN LA PRIMERA
MITAD DEL SIGLO XX. EL
ACENTO EN LA CARNE
La Guerra de Independencia, del 1895 al
1898, representó una nueva debacle para
la riqueza ganadera de Cuba. De acuerdo
con los resultados del censo de 1899, la
existencia de ganado vacuno en el país se
había reducido en cuatro quintas partes
respecto al inicio de la contienda bélica.
Sin embargo, una vez más la actividad
mostró una gran capacidad de recupera-
ción. Entre las medidas adoptadas con ese
objetivo, los criadores consiguieron en 1900
una legislación favorable para la adquisi-
ción en el extranjero de animales para
restablecer la masa vacuna. Esto se vio
reforzado tras la inauguración de la Re-
pública de Cuba, con nuevas disposicio-
nes a favor de la ganadería y facilidades
crediticias. Entre otras, la importación ofi-
cial de ejemplares para la reproducción,
que se entregaban a los criadores a pagar
en un plazo de doce a treinta meses y con
solo un cuatro por ciento de interés anual.
Muestra de la exitosa política seguida fue
que en apenas tres o cuatro años la masa
vacuna se incrementó en un millón de
cabezas aproximadamente (Romero, 1905:
517-519). Esta tendencia se mantuvo has-
ta fines de la década de 1930, cuando se
llegó a superar las 5 273 000 cabezas de
vacuno.
En un primer momento, buena parte de
ese gran incremento podría atribuirse a
las crecientes necesidades de tracción
animal por parte de la industria azucare-
ra, que quintuplica su producción en los
primeros veinticinco años del siglo hasta
alcanzar en 1925 las 5 386 303 toneladas.
Aunque los enormes latifundios integra-
dos por los antiguos y nuevos centrales que
llegaron a cubrir la mayor parte de la isla
contaban con sus propias redes de ferro-
carriles privados, los bueyes seguían cons-
tituyendo una pieza clave para el tiro de
la caña desde los campos hasta los vago-
nes. Sin embargo, de forma paulatina co-
mienza desde la segunda década del siglo
la utilización en la agroindustria de los
tractores y más tarde la de los camiones,
con lo que se abre el camino para la me-
canización del sector agrícola y con esto a
la sustitución cada vez más amplia del uso
de los bueyes. Este fue un cambio de gran
trascendencia para la ganadería, pues
desde entonces fue mayor el énfasis en la
carne y otros productos alimenticios de la
especie bovina. La pérdida de importan-
cia de los animales como medio de trans-
porte fue más notable en el caso de los
caballos, que bajan de 840 mil en 1923 a
412 mil en 1952.
19
CATAURO
 El historiador Ramiro Guerra (1924)
afirmó que el aumento de la riqueza pe-
cuaria en el país había mostrado una pro-
porción mayor que la propia industria azu-
carera y lo más importante, sin acarrear
los peligros de esta. Si en 1899 por cada
tres personas existía una res, menos de un
cuarto de siglo después la relación era de
dos reses por cada persona. Al mismo tiem-
po, resalta que se logró mejorar la calidad
de las razas del país, con la introducción y
cruzamiento con ejemplares importados de
países como los Estados Unidos y Holan-
da. De esta manera, según sus palabras,
se lograba satisfacer las necesidades de
consumo interno de carne, que había re-
gistrado un gran incremento por el mayor
bienestar de la población. No obstante,
aún se importaban grandes cantidades de
tasajo, carne fresca y otros productos de-
rivados de la actividad ganadera, lo que
fue motivo constante de reclamos por par-
te de los intereses locales afectados por la
competencia extranjera.
La adopción de reformas arancelarias
en 1927 a favor de producciones naciona-
les y los nefastos efectos sobre Cuba de la
gran crisis económica mundial con el crack
de 1929, que mostró la vulnerabilidad es-
tructural por su gran dependencia del azú-
car y del mercado norteamericano, con-
tribuyó a importantes cambios en la
ganadería nacional. A pesar de la difícil
coyuntura económica, el número de ca-
bezas de ganado continuó en aumento y
se abrió una clara tendencia hacia la di-
versificación de sus producciones. En 1939
se resaltaba, por ejemplo, que se obtenían
cantidades suficientes de carne, leche,
pieles y otros derivados de la ganadería
para el consumo local y que solo se impor-
taban algunos ejemplares vivos para me-
jora de las razas. Los progresos se expresa-
20
CATAURO
ban en el hecho de que, en lugar de im-
portar varias de esas producciones, se ha-
bía pasado a tener las condiciones para
convertirse en una potencial exportadora
de carne y otros derivados de la ganade-
ría. En el caso del tasajo, gravado con fuer-
tes aranceles en 1927, se instalaron en
estos años unas 35 fábricas en varias pro-
vincias, mientras que antes de esa fecha
no existía ninguna y se importaban, como
en 1925, más de 20 000 toneladas. Otros
incrementos notables se lograron en la
producción de leche y mantequilla, así
como en la instalación de fábricas para
leche condensada, evaporada y concen-
trada (Arteaga, 1939).
A partir de la década de 1940 la canti-
dad de ganado vacuno disminuye en tér-
minos relativos en comparación con el in-
cremento de la población, aunque en
términos absolutos habría que destacar que
la proporción del destinado a producir ali-
mentos era mayor. En 1952 el censo gana-
dero recogió una cifra de poco más de cua-
tro millones de cabezas y hacia 1959 se
estiman en unas 5 100 000. Una de las ca-
racterísticas del período fue la concentra-
ción de gran parte de la riqueza ganadera
del país en unas pocas manos. Siguiendo
los datos del censo ganadero de 1952, se
observa que entonces el 85 por ciento de
los poseedores de ganado considerados po-
bres (con menos de 50 reses) tenían el 25
por ciento del total de fincas, mientras que
el grupo de los grandes ganaderos, el dos
por ciento de los poseedores de ganado,
controlaban el 42,4 por ciento del total. A
esto se sumaba, como es obvio, la concen-
tración de tierras en un pequeño número
de fincas ganaderas, propiedad de un nú-
mero aún menor de familias y compañías.
De acuerdo con Pino Santos (1973), la
historia de la ganadería en Cuba en esos
años “es la historia de una privilegiada
clase de altos terratenientes que ha adop-
tado como política la limitación de la pro-
ducción con el fin de obtener un aumen-
to secular de los beneficios”. Se podría
decir que de cierta manera esta activi-
dad se convirtió en uno de los destinos
más importantes de los capitales naciona-
les. Para el año 1959 se calculaba que del
valor de la producción agropecuaria, co-
rrespondía a la caña de azúcar el 34,8 por
ciento, a la ganadería el 34,5 por ciento y
al resto de la producción agrícola el 30,7
por ciento (Chonchol et. al., 1961:15).
En la producción pecuaria el peso de-
cisivo lo tenía la ganadería vacuna. Entre
1945 y 1955 se estima un consumo per
cápita anual de 60 a 65 libras de carne de
res y hacia 1958 se eleva a 70,4 libras como
media, todo de producción nacional. En
cuanto a la leche, se consumían en el úl-
timo año unos 130 litros al año, de estos
75-80 como leche fresca (Coleou, s/f: 2).
No obstante, se debe advertir que estos
valores no muestran las profundas desigual-
dades en la distribución. Por estos mismos
años una encuesta de una agrupación ca-
tólica universitaria sobre el consumo de
los trabajadores agrícolas, dio a conocer
que solo el cuatro por ciento de los entre-
vistados mencionó la carne como parte de
su alimentación y un once por ciento, la
leche (Gastón et. al., 1957: 21). A fines
de la década de 1950 se destinaban al
matadero un promedio anual de 800 mil
reses y existían unas 940 mil vacas leche-
ras, aunque de estas menos de la mitad
en producción efectiva todo el año
(Nelson, 1976: 103-108). En unas 200 in-
11
Ver el número extraordinario del Diario de la Marina del 15 de septiembre de 1957 por su aniversario
125, en particular la representación de los sectores de la economía nacional vinculados a la ganadería
vacuna en la p. 112.
dustrias de derivados de la ganadería, se
elaboraban carnes en conserva, tasajo,
quesos, mantequilla, leche condensada,
evaporada y en polvo, entre otras produc-
ciones.11
El ganado porcino tuvo una evolución
mucho más discreta, en parte debido a la
gran importación de productos de ese ori-
gen desde Estados Unidos. En 1939 se afir-
maba que urgía fomentar la cría de cer-
dos, a la que no se dedicaba la debida
atención. Por esa época se importaba al-
rededor de cinco millones de pesos de
manteca estadounidense, junto a otros
productos como tocino y jamón (Arteaga,
1939). Entre 1945 y 1958, se estima un
consumo anual de catorce a diecisiete li-
bras per cápita de carne de cerdo por par-
te de la población cubana y cerca del 50
por ciento del consumo procedía de la
importación, aunque no se debe descar-
tar otras cantidades en el campo que po-
dían no entrar en la contabilidad (Coleou,
s/f: 2). Pero, sin duda, se puede afirmar
que el famoso estribillo del cerdo como el
“mamífero nacional” es más reciente de
lo que muchos piensan, al menos hasta la
primera mitad del siglo XX reinaban los
toros y las vacas.
La mejor muestra del énfasis en la car-
ne fue el gran predominio del ganado
Cebú hasta alcanzar cerca del 90 por cien-
to de la masa ganadera del país, de forma
pura o mediante disímiles cruces con ga-
nado criollo o de otras razas. Para la leche
ya destacaba la que se obtenía a partir de
vacas Holstein. También se introdujeron
razas como Santa Gertrudis, Brown Swiss,
Charolais. Se fundaron varias asociacio-
21
CATAURO
nes de criadores de cada una de éstas y se
canalizaron los intereses colectivos de los
propietarios a través de corporaciones
como la Asociación Nacional de Gana-
deros. Una vía para defender los intereses
ganaderos y difundir los conocimientos
científicos y las nuevas técnicas e insumos,
fueron las revistas como El Ganadero, pu-
blicada en Bayamo y la Revista Ganadera,
órgano oficial de la Asociación de Gana-
deros de Cuba.
Al igual que en el siglo XIX, la celebra-
ción de ferias ganaderas fue un importan-
te estímulo para los esfuerzos individua-
les. Entre las más conocidas se pueden
mencionar las efectuadas en Sancti
Spíritus y en Guáimaro. Pero sobre todo
se destacó la apertura de una sede nacio-
nal para estos eventos, con el recinto ferial
inaugurado en Rancho Boyeros en 1933.
De esta etapa también se debe resaltar la
aparición en Cuba del rodeo moderno de
influencia norteamericana, más tarde vin-
culado a las ferias expositivas.12
El potrero mantuvo su primacía como
unidad ganadera, aunque con mayor va-
riedad de pastos y otras mejoras técnicas
para combatir las enfermedades del gana-
do, proveerles de agua a partir de molinos
de viento, cercados con alambre, tanques
garrapaticidas. El personaje vinculado a
esas fincas, en donde se mantenía el pre-
dominio de la hierba de Guinea, seguía
siendo el montero o el peón de ganado, al
que cada vez más se le va a identificar
como vaquero y que a las tradiciones crio-
12
Se pueden ver imágenes de las ferias de 1956 y 1957 en la página dedicada a la ganadería y la historia del
rodeo en Cuba http://elmaspurorodeocubano.webgarden.es/menu/historia.
13
Mayra Cue Sierra. “Eran tres, los tres Villalobos (I parte)”, “Los tres Villalobos en imágenes impresas (II
parte)”, “Los tres Villalobos” en el cine mexicano (III parte y final), en Cubarte 09/2009 (ed. digital)
http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/.
22
CATAURO
llas, sumaría una fuerte influencia del cine
mejicano y de las películas del oeste nor-
teamericano. En 1920, dos profesores de
lenguas, uno estadounidense y otro cuba-
no, describían así su llegada a una de las
más importantes zonas ganaderas: “Sí; esos
son los grandes potreros de Camagüey.
Esta provincia es famosa también por su
fauna; tiene inmensas cantidades de ga-
nado, y ofrece la nota particular de que
es el único lugar de Cuba en que se pue-
den ver los célebres cow boys” (Mapes y
Velasco, 1920: 85). Años más tarde, un
especialista francés que estudiaba la pro-
ducción animal en Cuba hacia el año
1960, encontró una imagen muy similar:
“Diez obreros en seis mil hectáreas cons-
tituyen ya todo un programa. Pero cuan-
do se sabe además que estos son
‘monteros’, especie de cow boys a caballo,
que no trabajan casi nada con sus manos,
es fácil comprender que no puede espe-
rarse de este sistema un alto nivel de in-
tensificación” (Coleou, s/f: 8).
El arraigo popular de la estirpe de los
vaqueros de los campos de Cuba se podría
inferir por el éxito de la famosa novela
radial “Los tres Villalobos”, que estuvo en
el aire por más de diez años a partir de
1943 con gran audiencia.13 La existencia
de una cultura ganadera, claro está, no
podría limitarse a los potreros y sus perso-
najes emblemáticos. Se podría ampliar
también hacia las numerosas industrias
que trabajaban con los diferentes
subproductos, así como a los científicos y
veterinarios que ejercían sus funciones de
forma privada o que pertenecían a insti-
tuciones públicas como la Estación Expe-
rimental Agronómica de Santiago de las
Vegas o al Ministerio de Agricultura.
Además de las fincas más especializadas,
la cría y ceba de animales también fue
acometida por numerosos colonos dedica-
dos a la caña de azúcar y por los propios
centrales azucareros. Esta actividad fue
un complemento y una alternativa viable
en tiempos de la aguda crisis económica a
partir de 1929. Asimismo, los bueyes con-
tinuaron prestando valiosos servicios para
el tiro de la caña, si bien con una tenden-
cia descendiente en comparación con el
rápido aumento desde la década de 1940
del uso de camiones y tractores. Como
segunda actividad económica del país y
con fuertes ramificaciones en la primera
fuente de ingresos como lo era la
agroindustria azucarera, no hay duda de
que al triunfar la Revolución en 1959 la
ganadería continuaba presentando mu-
chos de los rasgos más tradicionales sin
que esto impidiera mostrar aires de reno-
vación y avances significativos en el con-
texto latinoamericano y de los países tro-
picales.
7. BREVE EPÍLOGO. LA GANADERÍA
REVOLUCIONADA: EL ACENTO
EN LA LECHE
La cultura ganadera que llega al cambio
revolucionario de 1959, como se ha visto,
se conformó en un largo proceso en el que
la lenta evolución secular se combinó con
otros procesos más dinámicos para acom-
pañar las grandes transformaciones socio-
ecológicas impulsadas por la industriali-
zación. Si hay algo que se puede resaltar
es esa capacidad de recuperación mostra-
da por la ganadería cubana, aún sin rom-
per con su estructura básica de un núcleo
integrado por extensos potreros con una
baja carga animal y con un grado de pro-
ductividad ciertamente limitado, pero
que a la vez mostraba su adaptación a las
condiciones climáticas y ecológicas loca-
les. El reto a partir de entonces fue transi-
tar hacia una intensificación cada vez
mayor de la ganadería, a fin de lograr
mayores producciones en similar o menor
extensión de terrenos.
De modo más general se puede decir
que esta es la etapa de la transformación
desde una ganadería vacuna en donde
prevalecía el acento en la carne hacia otra
que se orientó a dar prioridad a la leche y
los productos lácteos, así como a otras fuen-
tes de proteína animal como los huevos y
la producción porcina. Se trata de un
tema complejo y con muchos matices en
los que ahora no es posible abundar. Pero
sí es evidente que ese cambio no estuvo
ajeno a las principales líneas políticas,
económicas y sociales del proceso revolu-
cionario, como tampoco a la imposición
del bloqueo económico por parte de Esta-
dos Unidos y el alineamiento con la URSS.
Un elemento que tuvo gran impacto fue
el salto en la mecanización de las princi-
pales ramas agrícolas y sobre todo, en la
industria azucarera, lo que condujo a una
constante disminución de las necesidades
de tracción animal. De unos nueve mil
tractores en 1960 se pasó a 85 mil tracto-
res en 1990, además de aumentar su po-
tencia promedio, de 40 HP a 75 HP; en
cambio, se redujo la cantidad de bueyes
de 500 mil a 163 mil (Ríos y Cárdenas,
2003: 6).
Uno de los mejores símbolos de los cam-
bios en la ganadería fue la estrategia de
23
CATAURO
la modificación genética de la masa a par-
tir de la importación masiva de ejempla-
res de razas con mayor potencial lechero.
Una vez cerradas las fuentes tradiciona-
les de ese tipo de introducciones, desde
Estados Unidos, el gobierno implementó
una ambiciosa política de adquisición en
Canadá de toros sementales y de vacas,
así como de ejemplares de razas porcinas,
avícolas y de otros animales. Junto a esto
se dieron los pasos para aplicar en gran
escala la inseminación artificial. Los prin-
cipales esfuerzos se dedicaron al cruce del
ganado cebú aclimatado con ejemplares
de Holstein que condujeron a la creación
de nuevas razas mejor adaptadas a las con-
diciones climáticas del país, que recibie-
ron nombres como Mambí y Siboney. Los
frutos de estas políticas se reflejaron en el
incremento de la obtención de leche, aun-
que no en la magnitud deseada, que se
triplicó de los 60 a los 80 y en el desarrollo
de la industria láctea y el cambio de hábi-
tos alimentarios como el incremento del
consumo de yogurt. El máximo símbolo de
esa política lo fue la vaca Ubre Blanca,
que en 1981 se convirtió en recordista
mundial con 110,9 litros en un día y 27
mil litros en una lactancia.
Para impulsar el sector agropecuario se
creó una amplia red de instituciones cien-
tíficas, como el Instituto de Ciencia Ani-
mal (ICA), el Centro Nacional de Salud
Animal (CENSA), el Instituto de Pastos y
Forrajes de Indio Hatuey (Matanzas) y
numerosos centros docentes, como la Uni-
versidad Agraria de La Habana. Junto a
la mejora genética de la masa vacuna, se
buscaron las vías para elevar el potencial
de la alimentación con pastos y se poten-
ció el vínculo de la veterinaria con la rama
pecuaria, así como el cuidado de la salud
animal y el control de enfermedades. De
24
CATAURO
forma paralela, se hicieron numerosas
obras de infraestructura con las más mo-
dernas técnicas y una alta mecanización,
con miles de vaquerías modernas en don-
de se implantó el ordeño mecanizado. El
peso de la ganadería de leche estuvo más
concentrado en la mitad occidental del
país y sobre todo en la provincia de La
Habana, tanto por la tradición como por
su mayor densidad poblacional. En la dé-
cada del 1980 esta provincia superó en
varias oportunidades el record de un mi-
llón de litros de leche diarios.
Sin embargo, al no lograrse consolidar
una alimentación basada en pastos y fo-
rrajes, ese modelo dependía de grandes
dosis de concentrados, sales minerales,
harina de pescado y otros insumos prove-
nientes del exterior. La vulnerabilidad de
esta dependencia se puso de relieve con
todo dramatismo a raíz de la desintegra-
ción de la URSS y el inicio del llamado
período especial, que llevó a la brusca
caída de indicadores de la ganadería y a
agudizar el descenso ya perceptible des-
de la década de 1970 de la masa vacuna.
La caída en cerca de la mitad de la im-
portación de combustibles fósiles, de ve-
hículos automotores, piezas de repuesto,
agroquímicos y otros insumos externos,
tuvo un fuerte impacto en el modelo ga-
nadero diseñado desde la década de 1960
(Monzote et. al., 2002: 191-192). En la car-
ne vacuna se bajó de 303 mil toneladas
en 1980 a 152 mil toneladas en 1992;
mientras que la leche cayó de más de 900
millones de litros en 1980 a unos 425 mi-
llones en 1992. Tan solo entre 1990 y 1992
la cantidad de leche por vaca disminuyó
de seis a tres litros como promedio (Pérez,
1999).
Ese impacto fue mucho mayor en las zo-
nas más especializadas y con un potencial
genético más exigente, mientras que las
zonas menos dependientes de los insumos
externos resistieron mejor la embestida de
la crisis. En sentido inverso, la situación
creada fue un estímulo para muchos pro-
ductores y científicos en la búsqueda de
alternativas a una agricultura altamente
industrializada, cuyo mayor símbolo era la
producción de azúcar, pero seguida muy
de cerca por la ganadería intensiva y cul-
tivos como los cítricos o la papa.
Y al igual que en épocas anteriores, a
pesar de los esfuerzos que se hicieron, fue
limitada la integración o complementación
entre la agricultura y la ganadería en ge-
neral, de modo más concreto, entre la in-
dustria azucarera y la ganadería vacuna.
Una de las lecciones de la crisis de los
años 90 fue la reconsideración del uso de
la tracción animal, pues ante la falta de
tractores y combustible hubo que poner
en práctica planes de contingencia para
retomar en las labores agrícolas el empleo
de los bueyes, que pasan en diez años de
los indicados 163 mil a cerca de 400 mil
en el año 2000 (Ríos y Cárdenas, 2003: 9).
En este período, el incremento de los
flujos migratorios de las zonas rurales a las
urbanas y las políticas de urbanización del
campo, pudieron acentuar la tendencia
histórica a la separación de las poblacio-
nes urbanas respecto a actividades agra-
rias como la ganadería. No obstante, al
menos durante buen tiempo, la migración
a las ciudades estuvo acompañada de
grandes movilizaciones desde estas hacia
el campo, en parte por razones ideológi-
cas o educativas y en parte para suplir la
carencia de fuerza de trabajo en las zonas
rurales. En el caso de la ganadería, la po-
lítica de modernización llevada a cabo
estuvo acompañada de la creación de
nuevos pueblos y de activas campañas de
comunicación que calaron en la pobla-
ción, en donde aparecían personajes como
el inseminador o la vaquita Matilda. Du-
rante las décadas de 1960 a 1980, se pro-
dujeron varios materiales fílmicos sobre el
tema de la ganadería, como fueron los
documentales Vaqueros del Cauto, de
Oscar Valdés (1965); Pedro, cero por cien-
to, de Luis Felipe Bernaza (1982) (en el
que se inspiró la película del mismo di-
rector De tal Pedro tal astilla, 1984); y Jíba-
ro (1982) y la película del mismo nombre,
de 1984, en ambos casos, del director Da-
niel Díaz Torres.
Entre los ejemplos de la persistencia de
la cultura ganadera tras la Revolución de
1959, no puede faltar la realización de las
ferias ganaderas en varias provincias del
país y en especial la Feria Agropecuaria
de Rancho Boyeros, con gran seguimien-
to del público. En estos eventos, la prácti-
ca del rodeo como deporte profesional
comenzó a recibir mayor respaldo. No es
fortuito que en las obras del gran parque
suburbano de La Habana inaugurado en
1972, el conocido Parque Lenin, se cuen-
te entre sus principales instalaciones la de
un Complejo de Rodeo. En el fomento de
las tradiciones ganaderas, así como en la
capacitación y la aplicación de la cien-
cia, se ha destacado la Asociación Cuba-
na de Producción Animal (ACPA), fun-
dada en 1974. En esta sociedad se
aglutinan numerosas agrupaciones de
criadores de diferentes especies de ani-
males, de ganado de carne o de produc-
tores de leche; y a partir de los años 90
tiene un papel importante en la
implementación de proyectos de colabo-
ración internacional. Tanto la ACPA,
como otras asociaciones de su tipo en las
ramas agropecuarias y las instituciones
científicas, han contado con revistas pro-
25
CATAURO
fesionales y de divulgación que promue-
ven la cultura y los nuevos conocimientos
ganaderos.
Reivindicar la cultura ganadera cu-
bana no es mera cuestión de nostalgia.
Sigue hoy presente entre nosotros, tanto
que no es difícil que el tema se convier-
ta en centro de los debates económicos,
políticos e ideológicos. Al nivel popular,
muchas expresiones en el pasado y el pre-
sente hablan de la larga presencia de la
ganadería en la historia de Cuba. Comer-
se un buen bistec de res sigue estando
en la cúspide de las aspiraciones alimen-
ticias, con independencia del estatus so-
cial, un deseo que fue cada vez más un
anhelo antes que una realidad para bue-
na parte de los habitantes de la isla tras
el despegue de la plantación esclavista a
fines del siglo XVIII. De hecho, hay una
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26
CATAURO
expresión que se ha puesto de moda re-
cientemente que consiste en decir de una
persona considerada “atractiva” que es
“un bistec de res”. Sobre todo con los
cambios a partir de la crisis de 1990 y el
colapso de la industria azucarera, todo
parece indicar que la ganadería podría
resurgir nuevamente como en épocas
anteriores y algunas señales apuntan en
esa dirección. Cuando visitamos hoy zo-
nas como el emblemático Valle de los
Ingenios en Trinidad, patrimonio de la
humanidad, el paisaje que se observa ya
tiene poco que ver con el mar de cañas
de cuando dominaba el azúcar. En cam-
bio, sí podemos divisar en todas las di-
recciones muchos potreros y ganado. Es
así que tras doscientos años de hegemo-
nía azucarera, la ganadería podría vol-
ver a regir en los campos de Cuba. C
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27
CATAURO
Conocimientos
ganaderos antes
de 1959
FERNANDO PÉREZ
INFANTE
Investigador científico en la rama
ganadera. Jubilado.
Es muy necesario que los nuevos ganade-
ros de esta época conozcan, aunque sea
someramente, lo que sabían y cómo
actuaban los ganaderos antes de la Revo-
lución. A pesar de que la gran mayoría eran
analfabetos, pero con experiencia cente-
naria de trabajo, pudieron producir más de
seiscientos millones de litros de leche y
aproximadamente 400 mil toneladas de
carne en pie por año. Cantidades que en
estos momentos no estamos alcanzando,
pero que se lograron antes, sin piensos con-
centrados y otros recursos que ahora utili-
zamos; además, la mayoría del ganado era
cruzado con raza Cebú, su potencial
genético era menor al que tenemos ahora,
pero el cuidado y el manejo que se daba a
esa ganadería era mucho mejor. Los resul-
tados productivos así lo confirman.
Muchos creyeron que la ciencia y la
técnica por sí solas iban a resolver los pro-
blemas y le dieron poca importancia a la
experiencia de trabajo. La vida nos ense-
ñó que para aplicar las técnicas es nece-
sario e imprescindible tener la experien-
cia práctica que nos da el trabajo año tras
año. En caso de que la experiencia no
aparezca, entonces se requerirá la exigen-
28
CATAURO
cia por los jefes, para hacer cumplir las
acciones que necesita la ganadería para
salir adelante y producir lo que el país as-
pira. Todo esto ya está probado en la prác-
tica productiva.
Los ganaderos antes de 1959 conocían
cuándo y cómo cosechar la semilla de hier-
ba de Guinea, cómo secarla y almacenarla
para siembras futuras, según condiciones
del suelo y composición botánica
prevalente, sabían las cantidades para re-
gar. Además, como cosa curiosa, conocían
los lugares donde se cosechaban las mejo-
res semillas con altas germinaciones. Ejem-
plo, partes en la Sierra Maestra eran luga-
res con garantías de buena semilla, en otras
áreas la producción y la germinación eran
pobres.
En las siembras los ganaderos sabían la
cantidad de semillas de hierba de Guinea
que tenían que esparcir en áreas de te-
rrenos preparados, y en aquellos sin pre-
paración alguna, en ambos casos tomaban
en consideración la calidad de la semilla,
que tenía relación con la germinación,
aunque ellos no lo supieran. Además sa-
bían muy bien en cuáles suelos se compor-
tarían mejor la hierba de Guinea y el
Paraná y cuáles eran los lugares para los
pastos llamados naturales.
Más importante aún es que conocían
el número de animales, sobre todo los de
engorde, que se podían mantener en cada
pastizal y estimar el tiempo requerido para
lograr un buen engorde, según el momen-
to de entrada y salida del pastizal. Hay
que recordar que los animales en engor-
de salían hacia el matadero habanero con
un peso vivo (PV) aproximado de 1 150
libras (530 kilogramos) y más en ciertos
casos. Compare con los PV actuales.
No conocían los estreses, pero sabían
seleccionar los animales para el engorde
que fueran muy aproximadamente igua-
les en peso vivo, edad y mezcla racial. Así
y sin saberlo, evitaban problemas sociales
en el hato. Y con el mismo fin, evitando
estreses, sabían que estos animales reque-
rían de lugares secos con buena sombra y
agua cerca, para descansar durante los
momentos más calurosos del día. Además
proclamaban que la hierba que sobraba
era la que engordaba. Todos estos princi-
pios los conocían muy bien y los aplicaban
sin fallo alguno.
Sabían que las vacas no debían parir
en estado de flaquencia, por los proble-
mas que esto después traía, como un
calostro de mala calidad y que esta pri-
mera leche después del parto la tenían que
consumir los terneros para que se mantu-
vieran en buen estado de salud, para un
posterior desarrollo y destete que se hacía
en el momento según decisión del gana-
dero a cargo.
Sabían del daño que podía hacer el
período de sequía a la salud y a la produc-
tividad de los animales, la aliviaban con
abundante pasto a partir de pastizales con
cargas adecuadas, con reducción del nú-
mero de animales en la finca o suminis-
trando caña de azúcar, principalmente a
vacas lactantes. En este último caso, cuan-
do la alimentación era muy deficiente,
dejaban de ordeñarlas y las soltaban a los
pastizales con sus terneros, para que am-
bos se mejoraran físicamente.
Los buenos ganaderos trataban de no
tener animales flacos en el hato; si estos
les interesaban por algún motivo, los
situaban en buenos pastizales para que
mejoraran y recuperaran su PV; en caso
contrario, los mandaban al matadero lo
antes posible.
Además de todo lo anterior, los gana-
deros viejos conocían para lo que servía
cada pastizal, para engorde, leche o me-
jora, lo que producen los animales en cada
una de las categorías, según las especies
de pastos en los diferentes suelos y
entornos.
Conocían en cada ocasión y sitio cuá-
les eran los momentos más productivos del
año y los resultados que podían lograrse
con pasto tierno, pasado, seco, escaso y
de buena disponibilidad.
Conocían cuándo castrar a los anima-
les, cuándo descoronarlos, marcarlos o
trabajarlos en corrales para que sufrieran
menos.
Cuándo cultivar nuevas siembras, las
chapeas de potreros y las desorillas de cer-
cas para evitar fuegos en la sequía.
Conocían los aportes positivos o nega-
tivos de lo que calificaban como bejucos,
que en la mayoría de los casos eran legu-
minosas.
Mantenían una relación hembras-
sementales de veinte a veinticinco por
semental, pero a pesar de todo, la natali-
dad general siempre fue baja, no rebasaba
el 45 al 50 por ciento, aunque en algunas
ganaderías podían alcanzar hasta el 85 o
el 90 por ciento de natalidad.
Por regla general, los ganaderos más
malos eran comerciantes de ganado, no
amaban la ganadería.
Ahora quiero referirme a la ceba de
ganado. Yo fui ganadero y voy a hablar de
lo que yo hice. Antes lo que se cebaba era
el ganado macho, es decir, que era un
ganado que no estaba castrado, iban a los
mejores potreros y a los mejores suelos,
mucho mejores que los que tenía la cría,
y mucho mejores que los que tenía la va-
quería. El negocio era ese porque era el
negocio más rentable, el que más dinero
daba, independientemente de que el pago
era barato, porque aquí se habló de la ga-
29
CATAURO
nadería barata, que era barata, pero en
aquella época la ganadería era barata tam-
bién, pero los ganaderos, los latifundistas,
ganaban dinero con eso, porque casi no
tenía, había muy poco gasto en este as-
pecto porque era un sistema extensivo
basado en pastos; voy a hablar de la gana-
dería basada en pastos.
Como ya se ha dicho, se tenían los me-
jores suelos, pero había hierba de Guinea
fundamentalmente, en las áreas mejores,
y entonces, en las áreas un poco más ba-
ratas la que tenían era el Paraná. El gana-
do allí entraba alrededor de setecientas
cincuenta, ochocientas libras, setecientas
cincuenta libras, y salían, al cabo de cin-
co o seis meses salían con más de mil cien-
to cincuenta libras, más de mil ciento cin-
cuenta libras, que venían para La Habana;
tenían un rendimiento alrededor del cin-
cuenta y cinco por ciento, y tenían aproxi-
madamente un poquito más de un treinta
por ciento de carne limpia –estoy hablan-
do de la época aquella.
En aquella época se mataban en La
Habana, semanalmente cerca de cinco mil
toros para el mercado de aquí de La Ha-
bana que era el mercado ideal para hacer
el negocio, porque en las provincias el
negocio, el pago era menor, y lo que se
hacía era matar los animales más flacos,
los animales que no cumplían con las nor-
mas de La Habana, y ese era el negocio
que había en las provincias.
Claro, en aquella época, para dar una
idea de cómo era la cosa, allí, igual que
ahora, había unidades productivas sobre-
salientes, indiscutiblemente había gente
que tenían, por ejemplo en Camagüey
mismo, en algunas partes de Oriente, me
imagino que en Las Villas igual, había
cebaderos, cebadores, que tenían una se-
rie de cosas; sí, urea; les daban miel, pero
30
CATAURO
el pasto tenía suficiente calidad en el
momento en que lo daban para poder apro-
vechar aquel alimento, que era un alimen-
to fundamentalmente con muchos azúca-
res, que podía interferir en el volumen del
animal, pero bueno, ellos lo hacían, algu-
nas, mucha gente de esas hacían eso y les
daban miel, sobre todo en Camagüey; en
Camagüey daban también minerales en
muchos lugares. Como decía, había luga-
res buenos y había lugares regulares, y
había lugares malos, igual que ahora, no
se crean ustedes que antes todo era bue-
no, y había bien malos también, bien ma-
los; los animales morían, yo me acuerdo,
por ejemplo, de morirse cientos de reses
durante el período de seca, de vacas so-
bre todo, y no de gente pobre, sino de com-
pañías como la Compañía Santa Lucía, de
un ingenio azucarero. Yo recuerdo que
empezaron a vender vacas que valían en
aquella época alrededor de ochenta, no-
venta y cien pesos, las estaban vendiendo
en veinte, veinticinco pesos, porque se
estaban muriendo una a una. Me acuerdo
que las cargaban en camiones y cuando
iban al destino, el que tenía pasto en aque-
lla época aprovechaban eso para mejorar
esos animales y después venderlos en se-
tenta, ochenta, noventa pesos, pero ven-
día la empresa esa, la compañía esa, ven-
día, supongamos, a veinticinco pesos la
vaca y entonces por el camino se moría,
cuando las metían en los camiones se
morían por el camino dos o tres vacas, que
era un desastre, no sé si ahora aquí, que
ya yo estoy muy lejos de la ganadería, no
sé si ocurre lo mismo, pero yo creo que no,
que no ocurre.
Otra cosa que es importante, otra cosa
que es muy importante. La productividad
económica y la productividad en todos los
aspectos era mucho mayor, a partir de pasto
era mucho mayor antes porque ahora no
cebamos con pasto, ahora cebamos con
concentrados, pero se puede y se debe
cebar con pastos, que ese es otro proble-
ma que algún día se debe discutir porque
eso sí está demostrado por cientos de años
que se puede hacer, esa no es una cosa
nueva ni un invento nuevo, eso que está
ahí se hizo en aquella época con muy bue-
nos resultados, porque esa es otra cosa,
un problema técnico, científico, que hay
que discutir, no lo vamos a discutir ahora,
pero yo tengo mis ideas sobre eso; eso es
importante.
Pero hay otra cosa que yo quiero resal-
tar. Los monteros, que eran gente que
amaban de verdad la ganadería, ahí us-
ted los veía que amaban... ¿Por ejemplo?,
en la ceba recoger toros, recoger, vender
a La Habana –estoy hablando de los lati-
fundistas, yo no era latifundista, pero bue-
no, pero tenía parte de eso–, remover,
mandar para La Habana un tren lleno de
ganado; el tren tenía que llevar seiscien-
tos veinticinco toros, para mover seiscien-
tos veinticinco toros se seleccionaban los
toros y había que tener los monteros para
eso. Para mover seiscientos veinticinco
toros hacían falta, por lo menos, de cator-
ce a dieciséis monteros, para recoger los
animales y para después llevarlos al lugar
donde se cargaban, por ejemplo. En Las
Parras –vamos a suponer en Las Parras–,
allí se recogía el ganado y ya cuando esta-
ba seleccionado –porque allí estaba el
comprador–, como es lógico, había que
mover por lo menos setecientos toros para
que el comprador seleccionara los seiscien-
tos veinticinco, y después que se tiraban
para el camino real los seiscientos veinti-
cinco toros tenía que haber una guía, te-
nía que haber personas, monteros, que
tenían que estar por alrededor, otros por
atrás, con calma, yo vi que había perros,
en aquella época eso no se podía hacer
con perros, eso tenía que ser con calma,
porque el ganado no se podía azorar ni
mucho menos. Eso se hacía, eso era como
una fiesta, era como una fiesta. En aque-
lla época, yo me acuerdo que para mover
seiscientos veinticinco toros había que
matar una novilla, y todo el mundo comía
carne ese día, y los perros, hasta los perros
comían carne, entonces los monteros de-
cían, “bueno, los perros con una hartera
que se dieran al año ya es suficiente para
ellos”, ya no necesitaban más comida, que
se la buscaran, eso no se me olvida.
Los monteros, que es ese montero, mu-
chos monteros eran analfabetos, muchos
no, pero muchos eran analfabetos pero se
las sabían todas, sabían cuándo cosechar
las semillas de hierba de Guinea, dónde
estaba la mejor semilla de hierba de Gui-
nea, cuál era la mejor, qué cantidad te-
nían y en qué perforación del suelo tenía
que tener de acuerdo con la cantidad de
semillas que había que dar, todo eso que
está ahí lo sabían, todas esas cosas las sa-
bían por un período de docenas y doce-
nas, o de cientos de años, en que apren-
dieron eso con la práctica. Entonces
cuando tenían el potrero, sabían cómo
manejar el potrero ese, que nosotros no lo
sabíamos, nosotros hemos sembrado quién
sabe cuántas caballerías de pasto y nos han
durado tres años, pero ahí estoy hablando
de potreros que tenían veinte, veinticin-
co y treinta años de hierba de Guinea,
que cuando venía la época de primavera,
casi no se podía ni caminar por ahí. Para
que ustedes sepan cómo era la hierba de
Guinea en aquellos lugares, una hierba
de Guinea robusta, con una salud tremen-
da, una productividad tremenda, que era
lo que se le suministraba a esos animales
31
CATAURO
en los pastizales. ¿Los pastizales de qué
tamaño eran?, allí no había ningún pasti-
zal chiquito, era pastoreo continuo, pero
los pastizales eran de ocho, diez, doce,
catorce, dieciséis, veinte y hasta más de
veinte caballerías, sobre todo allí, ahora
que me acuerdo, en Las Parras, había un
potrero que era todo de hierba de Gui-
nea, con agua asegurada en todos los lu-
gares, y tenía –me acuerdo yo–, veintidós
caballerías, y de ahí se sacaba casi, en la
época aquella, casi trescientos toros ce-
bados, de allí se sacaban. Porque, ¿cuál
era el proceso? No sé si yo estoy hablando
de cultura o estoy hablando de aprove-
char bien la época de primavera y enton-
ces para allá para octubre, noviembre y
diciembre se empezaban a vender los ani-
males y entonces ya cuando viene el pe-
ríodo de seca en los potreros había menos
animales, ya el daño que podían hacer los
animales sobre el pasto aquel era mucho
menor, la planta aquella que no sufrió daño
cuando el período de seca, cuando venía
la época de primavera, que venían las llu-
vias, tenía suficiente salud para hacer un
rebrote tremendo y para poder ofrecerles
a los animales lo que se requería, para
defenderse ella por veinte, veinticinco y
ni se sabe cuántos años. Y hay que ver los
potreros cómo eran, y eso era rentable,
porque lo que no es rentable es tener
potreros que a los tres o cuatro años ten-
gamos que volverlos a hacer porque eso
ni se sabe cuánto cuesta hacer un potrero.
Los monteros, ellos sabían de la siem-
bra, el aprovechamiento de los pastos, la
selección de los animales. Hay gente, por
ejemplo, en Camagüey, en Oriente –por-
que en Camagüey había mejor ganado,
los ganaderos camagüeyanos indiscutible-
mente se habían adelantado en eso, te-
nían ganado cruzado con el ganado forá-
32
CATAURO
neo, con el ganado Cebú, y tenían ani-
males de buena calidad; en Oriente ha-
bía también buenos cruzamientos pero
había mucho ganado criollo que no te-
nía las posibilidades del cruce del gana-
do Cebú. Pero en Camagüey, para que
ustedes tengan una idea de cómo esta-
ban los monteros, en primer lugar el due-
ño, el latifundista, casi nunca estaba ahí
en eso, allí el que estaba era el mayoral,
la gente de confianza de él que era el
que resolvía los problemas, él no estaba
allí para mirar, como dice la gente: “los
ojos del dueño engordan el caballo”; allí,
que yo sepa, estoy hablando de los lati-
fundistas, que eran los que tenían la
ceba. Entonces ellos sabían la selección
de los animales, el aprovechamiento de
los pastos, el tiempo de ceba, la ganan-
cia del peso vivo, el cuidado del ganado,
todo eso, ellos lo sabían increíblemente;
por ejemplo, ellos sabían el problema de
los estreses, y nunca en la vida habían
oído hablar de los estreses, pero lo sabían.
Yo me acuerdo, que había latifundistas
de esos que eran tan, que no dejaban
pasar, cuando había un potrero y estaba
el ganado empotrerado allá no podían
meterse allí ni yuntas de bueyes ni po-
dían meterse vacas, y las personas tenían
que ir montadas en los caballos, tenía
que estar eso libre de todas las cosas; ha-
bía extremistas, había latifundistas extre-
mistas que no dejaban pasar por sus
potreros a los hombres a pie. Yo me acuer-
do de familias que tenían que dar una
vuelta, de aquí a allá, por ejemplo, había
un kilómetro para llegar adonde ellos que-
rían y tenían que dar una vuelta de cinco
o seis kilómetros porque por el potrero no
los dejaban, y aquí tengo compañeros que
pueden decir si es así o no es así, todas
esas cosas pasaban en aquella época.
 Pero la carga animal, ¿cómo ellos sa-
bían lo de la carga animal? Ahora viene
aquí cualquiera y empieza a hablar de
carga, o sea, ustedes saben lo que es car-
ga, carga animal, viene cualquiera y me
dice: “No, esa es una carga baja”, no es
ninguna baja; esa es una carga adecuada
de acuerdo con más de cien años de ex-
periencia que tienen allí, porque con ese
carga es que habrán tenido los potreros
veinte, veinticinco años, y con esa carga
han mantenido el dinero, y han entrado
el dinero, y han sido productivos en todos
los sentidos, entonces no es una carga baja,
es la carga que lleva, es la carga que debe
ser, porque tiene que ser. Sin saberlo ellos,
buscaron el equilibrio entre lo que produ-
ce el pasto y lo que se come el animal; si
se rompe ese equilibrio pasa lo que nos ha
pasado a nosotros aquí.
La carga es el número de animales que
soporta una caballería de tierra; en aquel
potrero que les decía, de veintidós caba-
llerías, se echaban trescientos toros, ¿cuán-
ta es la carga? 1,2 caballerías o algo así,
más o menos. En algunos lugares, en
Camagüey, tenían otra cosa; a veces au-
mentaban la carga en los potreros buenos,
y durante el período de seca mantenían
aquello en cero, esa es otra técnica, ha-
bía otras formas de hacerlo, pero sí sabían
aprovechar los potreros.
Otra cosa que sabían los monteros era,
por ejemplo, los principios del pastoreo,
porque para poder producir y aumentar
un kilogramo, porque eso es lo que au-
mentaban, dos libras, más de dos libras,
eso ahí se puede sacar, dos libras, en mu-
chos lugares aumentaban un kilogramo
durante todo el tiempo ese a pasto solo,
sin un grano de pienso, ¿y cómo lo hacían
ellos?, ¿por qué?, porque ellos aplicaban
los principios del pastoreo –no les voy a
explicar el principio del pastoreo–, porque
sabían aprovechar los pastos basados en
los principios del pastoreo, porque eso lo
sabían del abuelo, el bisabuelo, el tatara-
buelo, todas esas cosas las sabían, eso es
importante.
Los potreros eran una fiesta, la gente
se compenetraba mucho; yo recuerdo que
venían todos aquellos catorce, dieciséis
monteros, para ellos era una felicidad
aquello, les gustaba. C
33
CATAURO

LEONEL SIMÓN GUELMES
Investigador. Estación Experimental
de Pastos y Forrajes Indio Hatuey.
Yo quería aclarar un poquito porque aquí
dice la ganadería cubana, sin embargo en
la exposición de Reinaldo yo veo que se
trata de la ganadería vacuna, porque ga-
nadería es todo lo que sea animal, ¿en-
tonces de qué vamos a hablar aquí?, pri-
meramente, antes de yo intervenir. (Le
aclaran: Vacuna.) Es sobre ganadería va-
cuna. Pero esto es vacuno, porque gana-
dería es todo lo que es ganado, ¿no? (Le
apuntan: Ligados a la vacuna siempre están
el caballo y el mulo.)
Sí, quiero hablar de eso. Que en la ex-
posición de Reinaldo tampoco vi que es-
tuviera presente el rodeo, ¿no?, el rodeo;
y el rodeo fue una actividad –bueno, no
escuché hablar nada sobre el rodeo–, y el
rodeo fue siempre una actividad muy im-
portante y posiblemente una de las activi-
dades de tipo efectivo, del campesino, que
utilizaba con mucha frecuencia, sin em-
bargo no veo que esté puesto aquí, igual
que la carrera de caballos en muchos lu-
gares, y esas cosas, es decir, estoy relacio-
nando un poquito la ganadería con el de-
porte, un deporte en que prácticamente
nunca participamos: el hipismo, la equi-
tación, porque se hace muy costosa ha-
cerla fuera del país.
34
CATAURO
Entonces yo veo que el rodeo, por ejem-
plo, ha dejado de existir, yo pregunto si se
hace rodeo, no sé, porque ya nunca voy,
ese que está aquí en el Parque Lenin,
prácticamente. Y antiguamente yo recuer-
do que en las pequeñas comunidades, en
los caseríos y esas cosas, los domingos, fi-
nes de semana, fiestas así, se organizaban
muchas veces los rodeos, actividad que
se trató de rescatar pero después volvió a
decaer completamente.
Yo quería hacer, sobre la intervención
–no sé la opinión que tú tienes, pero bue-
no–, que la cultura ganadera cubana, en
sentido general, me parece que ha estado
siempre muy influida por la importación
de otras culturas, es decir, a través de tec-
nología, a través de estas cosas, creo que
fue muy influida, y entonces creo que esto,
como mismo alguien aquí comentaba en
un momento dado, por la introducción de
productos y esas cosas en el país, esta cul-
tura cubana no se vio impedida de un
mayor desarrollo propio, sino que estuvo
muy influenciada después, por todo lo que
vino del exterior, por la incorporación de
tecnologías que no tienen nada que ver
con nuestro clima ni con nuestra idiosin-
crasia ni nada de eso. Entonces quería
hacer un poquito esa reflexión.
ANDRÉS SENRA PÉREZ
Investigador del Instituto de Ciencia
Animal, ICA.
Hay muchas cosas que se han menciona-
do que son parte de la cultura ganadera
pero no quiero meterme en eso ahora por-
que otros pudieran hacerlo. Yo quisiera
festejar esta oportunidad sin pensar en que
esa cultura ganadera, independiente-
mente de todas estas cosas tan arraiga-
das en la ganadería de tiempo atrás, bas-
tante lejano, que es la cultura ganadera
actual y la falta que requiere en esa cul-
tura que el nivel del productor ganadero
se eleve para que sea capaz de cumplir lo
que no han podido cumplir hasta ahora
adecuadamente en la etapa reciente que
hemos pasado, cuál es, ser capaz de asi-
milar y haber asimilado, con las buenas
capacitaciones que hubiéramos podido
dar, y los buenos cursos que hubiéramos
podido dar, de que el productor tuviera
los conocimientos fundamentales y los
principios generales de la ganadería, y las
habilidades para que fuera capaz en su
entorno, en su finca, en su medio, de
aplicar las tecnologías pero ajustándolas
a sus condiciones, y no la idea equivoca-
da, de hacer experimentos en todas las
condiciones y aplicar lo mismo en todas
las condiciones, sino ajustarlas a cada
condición.
Eso requiere habilidades, requiere cul-
tura ganadera que no hemos tenido, qui-
zás en aquel que tiene un predio peque-
ño, un agricultor pequeño lo haga hasta
cierto nivel, agrediendo un poco el medio
y sea capaz de obtener beneficios para su
familia y trabajo para su familia, aunque
no aporte mucho al comercio ni a los de-
más, pero que por lo menos cuide su en-
torno; o sea, nosotros no hemos podido ser
capaces –y en América creo que no en
muchos lugares–, de cuidar el recurso
aquel que nosotros llamamos capital ocul-
to, que son nuestros recursos naturales,
porque estamos obteniendo eficiencia con
sostenibilidad, sustentabilidad, que sea no
la preocupación de obtener beneficios a
corto plazo, sino garantizar que el benefi-
cio ese sea también a largo plazo.
Eso requiere controles –que no hemos
tenido–, para poder controlar cifras fun-
damentales con eficiencia, y poder lle-
var eso con la seguridad de un impacto
final positivo, y no ser capaz de ver que
el beneficio inmediato puede ser negati-
vo porque me compromete la
sostenibilidad del sistema. Padecemos
actualmente de problemas en el conti-
nente, y esa es la primera cosa que se
debe tener, que esto debe seguirse en
otros encuentros para ir hurgando en eso
que tanta falta hace, de tomar una cul-
tura del productor adecuada para ser
capaces de cumplir con su deber elemen-
tal y hacer que su tierra produzca con la
eficiencia necesaria y de forma sosteni-
ble. No nos podemos equivocar más, no
podemos cometer más errores, no pode-
mos querer resolver el problema de la
ganadería a partir de siembras masivas
cuando el problema era el mal manejo
de los pastos y tener que sembrarlos cada
cuatro años; eso no lo resiste ningún país
del mundo, y no podemos tener rebaños
en condiciones insostenibles. El rebaño
primero hay que alimentarlo consciente-
mente y para eso está el coeficiente
alimentario, que debe conocerlo de for-
ma elemental; hay cuestiones que debe-
mos priorizar, para que el productor ten-
ga una cultura que sea capaz de..., que
sea la confianza del resto del pueblo de
que tenga esa tierra y que él no la com-
pra con el derecho de afectar el suelo,
no se vende la tierra, se compra la finca
y se tiene el deber de cuidar ese suelo, es
decir, tener controles para obligarlo a
hacerlo bien, y el que lo haga mal se san-
ciona, y el que lo haga bien se estimula.
Creo que estamos en eso ahora, y no nos
queda mucho tiempo para rectificar bien,
debemos crear una cultura del control
35
CATAURO
adecuada, para que el trabajador sea ca-
paz de cumplir su deber, de hacer eficien-
te el uso de la tierra.
BRUNO MESA FUENTES
Especialista en ganadería. Perteneció
al Ministerio de la Agricultura.
Actualmente soy administrador de una
finca, jubilado de la agricultura y de la
aviación civil y ahora me estoy dedicando
a poner a producir una finca.
Yo quiero comenzar, primeramente, por
lo siguiente. Yo creo que hay que estable-
cer, –me gustaría que posteriormente el
compañero Reinaldo, y Félix se proyectó
en ese sentido–, hay que definir un poco
el tema cultura y el tema tradición, por-
que estamos hablando de tradiciones ga-
naderas, del rodeo, el caballo, y todas esas
cosas, que un poco como añoranza esta-
mos hablando, y otra cosa es cultura ga-
nadera.
Creo que con el triunfo de la Revolu-
ción es cuando llega realmente la entro-
nización y el desarrollo de una verdade-
ra cultura ganadera; primero, nosotros no
podemos obviar, y eso lo decía, que el
montero no sabía ni leer ni escribir, fir-
maba con los dedos, hacían una cruz, se-
ñores, los alfabetizamos, los enseñamos a
leer, los enseñamos a escribir, los enseña-
mos a qué era una vaca, a qué era un
buey, a qué era un caballo, por miles y
miles de gente, que están por ahí, que
eso es cultura. ¿Cuántos institutos de in-
vestigación había aquí antes del triunfo
de la Revolución?: eso es cultura, noso-
tros lo podemos decir, ese es realmente
el desarrollo cultural de una sociedad,
36
CATAURO
visible, porque, ¿cuántos doctores en
ciencias, cuantos candidatos había?,
¿cuántos?, y no había nada de eso, no ha-
bía nada, señores, todo eso es cultura, y
no han montado a caballo.
Yo me recuerdo siempre la idea que
expresó en una oportunidad el Comandan-
te en Jefe cuando alguien preocupado le
dijo: “¿Para qué vamos a formar tantos téc-
nicos en mecanización?”, y él dijo: “Un
día voy a tener montado en una combina-
da cañera a un ingeniero mecánico, se-
guro que va a ser”, y le dijo al que estaba
al lado: “Va a ser mejor operador que tú
que eres un analfabeto, que lo que sabes
es montarte”, entonces es distinto hoy.
Me vienen muchas cosas a la memoria,
esto no es así, porque pienso que tal vez
nosotros podamos contribuir, con los his-
toriadores, a que lo que no podamos ex-
poner aquí hoy después pasarlo por escri-
to, se escriban algunas anécdotas, algunas
cosas, para enriquecer, porque si no, ha-
cemos este evento interminable.
Pero yo me acuerdo, ¿quién era el or-
deñador de Ubre Blanca, de nuestra vaca
insignia?, aquí está el compañero, Rudy.
¿No era un guajirito con bomba?, ya no es
con bomba, ni nada de eso, porque esta-
mos en otra época, compañeros, estamos
en otro momento de la historia, ya hoy el
caballo es importante, pero vamos en bi-
cicleta a la vaquería, y la gente cree que
es mejor una bicicleta: no le tienes que
dar comida, sino echarle aire, otras cosas
que son, que hacen más viable la vida.
Un proceso de extraordinaria importan-
cia en la vida cultural y en la vida social
de Cuba fue el proceso de la urbanización
del campo, porque nosotros hablamos del
campo, la añoranza del campo, pero,
¿cuántas comunidades rurales se han he-
cho?: más de dos millones de viviendas en
el campo, casi es la ciudad de La Haba-
na. ¿Cuántas comunidades hicimos?, los
planes ganaderos en zonas que no eran
ganaderas, porque la Revolución en su
transformación de la agricultura tuvo ne-
cesidad de utilizar mejores tierras –eso lo
podemos discutir después–, pero después
hubo que desarrollar la ganadería por otras
tierras como muchas hoy, como Valle de
Picadura, la genética de Matanzas y eso,
que no eran tierras ganaderas porque tuvo
que ponerlas ganaderas, las tierras bue-
nas de Jovellanos y de Colón y eso, y hubo
que hacerlo así, con valentía e inteligen-
cia. Eso es cultura ganadera también. Hoy
tenemos, por ejemplo, aquí está nuestro
director de veterinaria, ¿qué sistema de
veterinaria había antes del triunfo de la
Revolución?, ¿cómo se combatían aquí la
brucelosis y la tuberculosis?, porque nos
pusimos en un plano de romanticismo, no
podemos equivocarnos. Estoy de acuerdo
en que recojamos la tradición, el punto
guajiro, me gusta muchísimo Palmas y
Cañas, lo veo todos los domingos, cada vez
que puedo voy y lo veo, pero la ganadería
de hoy no es así, y la ganadería de hoy
también no escapa del proceso de
globalización del mundo, donde hay que
buscar la inseminación artificial, trasplan-
tes de embriones, si no, nos quedamos
atrás; si no, no producimos, independien-
temente de nuestros planes. Ese era el
mensaje que yo quería transmitir, esa idea
a grandes rasgos, porque tenemos que de-
limitar, pero hay que ver muy bien cómo
es tradición y cómo es cultura. Hoy tene-
mos mucha más cultura ganadera porque
la gente sabe más, la gente sabe mucho
más que antes del triunfo de la Revolu-
ción. Había casos aislados. Ganaderos bri-
llantes como Pincho, ganaderos de
Camagüey, que en la mayoría se fueron
del país, pero hoy sabemos más de todas
esas cosas.
VÍCTOR RODRÍGUEZ
DOMÍNGUEZ
Asesor de AZCUBA y del Instituto Cubano
de Investigaciones de los Derivados
de la Caña de Azúcar, ICIDCA.
Yo les voy a hablar de la década del cin-
cuenta hasta hoy, de ahí para atrás yo no
tengo conocimientos de lo que era la ga-
nadería.
En la década del cincuenta, dentro de
la sociedad en que yo iba a las ferias gana-
deras –de las que no me perdía eran las de
Sancti Spíritus y Bayamo– no tenía cultu-
ra, porque allí había..., ya los genéticos or-
deñaban mecánicamente a las vacas que
llevaban allí, les daban suplementos de vi-
taminas y minerales a los animales, bueno,
ya tenían un adelanto, en lo que era la
ganadería.
Nosotros hicimos más de tres mil va-
querías aquí en Cuba; la cultura cambió
por completo, ya no era la vaquería, el ter-
nero atrás de la vaca, no, eran tres mil
vaquerías, la cría artificial del ternero, ¿tú
me entiendes?, toda una serie de cambios;
pero, cuando el Período Especial perdimos
casi el noventa por ciento de esa cultu-
ra..., pero ya vimos un desarrollo. Por ejem-
plo, yo estaba en Santa Cruz, en la
Genética del Este en lo que era la leche.
Había vaquerías que daban un millón de
litros de leche, vaquerías de un millón de
litros de leche; yo tenía una en Santa Cruz,
una en Jibacoa y otra en Flor de Itabo;
después salió una allá, en el Tablón; y yo
veo en la televisión que cuarenta y una
37
CATAURO
vacas Cebú van a producir un millón de
litros de leche. Vaquerías de un millón.
Toda esa cultura se ha perdido y yo creo
que es muy importante rescatarla.
Aquí hay compañeros, como Vilar, es-
tán Rudy y otros compañeros, son testigos
de lo que nos pasó con el subproducto de
la leche: la carne, no teníamos cebaderos,
no teníamos las condiciones idóneas para
cebar esos animalitos y empezamos a man-
dar para el Rectángulo, de Camagüey, iba
para allá la tropa, se moría el cincuenta
por ciento y venía de regreso para acá.
Fíjense ustedes lo que significaba el am-
biente, el ganado Holstein no puede pas-
tar en potreros, la garrapata..., eso no hay
quien lo controle; bueno, en fin, pensába-
mos hacer una ceba de esas, la famosa ceba
barata, aquí están Pilar, y Felito... la fa-
mosa ceba barata..., con ochocientos gra-
mos ganaba, no como dicen ahora que un
toro comiendo hierba, pastando y eso,
gana un kilo, bueno..., yo eso no lo creo,
no lo creo, hay que asesorar a esos perio-
distas y decirles que no vean más visio-
nes, porque es malo. Cuando voy ahora a
comprar mis mandaditos, me dicen los vie-
jos: “¿Cuándo vamos a comprar bisté? Va-
mos a ver, yo creo que sí. A lo mejor eso
no lo vemos nosotros, pero otra gente lo
va a ver. No tengo ni cómo decirles nada.
Entonces, compañeros, la cultura ha cam-
biado muy fuertemente en este período.
Es una lástima que de esas tres mil va-
querías típicas que están todas destrui-
das, mayormente, se han conservado al-
gunos elementos, como en Cienfuegos, en
Pinar, aquí, en La Habana, en Matanzas,
y en otros lugares, se han mantenido al-
gunas vaquerías típicas de esas, pero no
con la producción que teníamos en aquel
momento. Eso es de lo que quiero que ha-
blen, cuando hablemos de la cultura, esa
38
CATAURO
parte. Porque, miren, déjenme decirles
una cosa: los dueños de la vaquería San
Bernardo –que estaba ahí, en Campo Flo-
rido–, el hijo del dueño se iba a los Esta-
dos Unidos, a la Florida, y venía en una
avioneta con un termo lleno de ámpulas
logradas, y estaba en Campo Florido. Los
que no conocieron la vaquería San Ber-
nardo –era un techo blanco, una cinta
negra y el amarillo que era excelente–:
ese litro costaba, en aquella época, trein-
ta y dos centavos. Y el que compraban en
mi casa, costaba nueve quilos; ese costa-
ba veintiuno; el pomo con su tapa, no se
cortaba la leche... Entonces, qué bueno
que se habla de esas culturas, de esa par-
te del los años cincuenta y pico y más que
del cincuenta y nueve para acá. Porque a
mí me tocó recibir todo ese ganado de Ca-
nadá, en el año 72, ahí en El Pilar, y yo no
era vaquero, yo venía del tabaco, yo nada
más tenía unos meses en ganadería, yo
venía del tabaco; y me tuve que fajar allí
con las vacas aquellas, aclimatándolas con
el viejo Santos. Entonces, ¿con qué cul-
tura? Me mandaron en el año 72 a Cana-
dá veinte días a que me enseñaran allí
cómo se preparaba.
Cuando hablemos de la cultura en la ga-
nadería, empecemos a cambiar nosotros
todo eso después del triunfo de la Revolu-
ción para acá. Cómo fue la cosa, porque la
gente no conoce. Nadie sabe que Fidel le
dedicaba más del cincuenta por ciento del
tiempo a la ganadería; caballeros, monta-
ba en el yipy aquel, iba una semana sí y
una semana no, y a veces iba todas las se-
manas, cuando él tenía algo... Y todas esas
vaquerías típicas y todo eso es obra de él,
¿de dónde salió? Entonces, yo creo que hay
que rendirle un honor a esa consagración
de él a la ganadería; yo quiero mencionar
esa parte de la cultura ganadera.

MIGUEL RICARDO
GINARTE
Director del Centro Fílmico de la Televisión
Cubana.
Yo les voy a decir y pedirles perdón a los
científicos ganaderos. Yo soy un ganadero
más, ganadero no; el que cría animales
más regados del país; clandestino, con to-
das las palabras que las pueden concen-
trar ustedes. El compañero de Veterina-
ria, el compañero Tamayo, pueden decir,
lo mío es clandestino, lo mío es tener; yo
no sé ni quién es el padre ni quién es la
madre ni nada de eso.
Y lo que decía el compañero del pasto-
reo; yo tengo un cuarto de caballería en
la ciudad, tengo ciento quince vacas, en-
tre terneros, toretes, y eso, sin ningún pro-
blema; y ciento diez caballos, entre bu-
rros, mulos y todo; y treinta y cinco
muchachos con problemas de conducta.
Sale todo el mundo por la mañana por ahí
para allá, dondequiera que halla una
guardarraya ahí se queda el ganado co-
miendo, todos. Por la noche recojo todo
el rastrojo de maíz que hay por ahí y lo
echo en un cuartón en el piso, yo no ten-
go canoa ni quiero comedero americano
ni nada, en el piso y que coma todo el
mundo ahí; ¿por qué?, porque como yo tra-
bajo para el cine, yo no soy producción de
ganado ni nada, cuando yo voy a hacer
una película me llevo a todos los anima-
les, y yo no puedo clasificar a aquel que
come en comedero, aquí todo el mundo
come de esto.
El otro día me hizo una visita el minis-
tro de la Agricultura y me dijo que yo te-
nía, en el buen sentido de la palabra, tre-
mendo relajo genético, y yo le dije: “Estoy
de acuerdo con usted, pero es muy bonito
ese relajo genético que yo tengo, todo el
mundo junto ahí, los burros, y hasta los
ponnies paren de los burros. Yo tengo
ponnies bonitos, y en caso de la recría, que
se recríe el que le dé la gana.”
Yo pastoreo en Niña Bonita, en los
potreros, ahí tengo problemas, cuando vie-
ne un administrador nuevo, me manda
botar, que tengo que hacerles análisis a
mis vacas y todo, y estoy de acuerdo con
todo lo que dice la gente, con los peones,
porque yo fui al revés de todo. Mi padre
vivía del ganado que se moría, que le de-
cían rastrojo, Pedro Manuel Planas, que
era la finca Isla de Cuba, que está antes
de llegar a Bayamo, en Cautillo, ahí te-
níamos nosotros una finquita y arreába-
mos ganado, nosotros éramos peones de
ganado desde la punta de Carlos Manuel,
Estrada Palma, a Santiago de Cuba, al
barrio Eminencia, para llevarle el ganado
para el matadero; y lo que decía él, no
había un fuete ni un perro; las vacas sa-
lían de doce, trece arrobas, catorce, lle-
gaban con quince allá. En Puerto Bonia-
to, teníamos que atravesar Puerto Boniato.
¿Y por qué nos llevaban nuestros padres,
que no íbamos a la escuela?, porque un
tiro –en aquel tiempo, los monteros, ga-
naban cinco pesos–, mi papá ponía tres
hijos y se ahorraba quince pesos, que en
aquel tiempo eran más importantes quin-
ce pesos que ir a la escuela, porque así
manteníamos a los otros hermanos que
teníamos allá, y yo sí sé lo que era eso.
Nunca fui ganadero de escuela ni fui a
ningún lado, todo el mundo. Pero bueno,
yo tengo lo mío, porque yo trabajo en el
cine todo lo que es del año cincuenta para
atrás, empezando que yo tengo una finca
del año cincuenta para atrás que es una
finca destruida de Oriente, donde hay
caballos, empezando por mi casa, que tie-
39
CATAURO
ne una luna arriba del techo llena de pie-
dras. Mi hermano me dice que yo tengo
alma de haitiano, pero bueno, yo le he
dado una respuesta a la cultura, que es
para la que yo trabajo y para la que me
preparé, en la cultura.
Cuando yo fui a hacer La primera carga
al machete a Bayamo, yo me encontré un
herrero que herraba con goma; y entonces
le dije al herrero: “Usted se tiene que ir
conmigo para La Habana”, y me dijo: “¿Us-
ted está loco?, yo a La Habana no tengo
que ir a nada”, le dije: “Está bien, eso no lo
vamos a hablar ahora.” Entonces yo empe-
cé a trabajar, porque como lo mío no es le-
gal ni es autorizado por nadie, ni puedo ir a
la ganadería para decirle a usted que me
dé una vaca gratis, pues yo, empecé prime-
ro buscando los muchachos pre-delincuen-
tes, para respetarlos a todos, para no decir-
les delincuentes, esos eran mis empleados
que no ganaban salario, vivíamos en los
caminos, y ahí fui preparándome; pero yo
tenía en cuenta que en el cine, solamente
si yo me dedicaba a los animales, me moría
de hambre, porque yo compré una mona
en trescientos pesos: duró quince minutos,
tenía que tener un hombre para que me la
cuidara y tenía que darle un litro de leche.
Se la devolví al dueño, le dije: “Usted me
la presta cuando me haga falta.” Yo iba a
hacer un micro zoológico, pero me di cuenta
que el micro zoológico no funcionaba por-
que yo tengo ciento veinte caballos, y me
piden uno que tenga una pata blanca. Yo
tengo que ir a buscar uno de pata blanca.
Lo que aprendí fue a saber quién tenía los
animales que le hacían falta a la televisión
y lo que soy es un mercader de la televi-
sión, buscando todo lo que le hace falta.
Entonces estoy creando una especie de
un museo del cine, todo lo que le hace
falta, todo lo viejo que botan. Yo pasé aho-
40
CATAURO
rita por La Habana Vieja y ahora me voy a
llevar un lavamanos antiguo que hay tira-
do por ahí por un lugar, que ahora lo voy a
recoger. Porque en el cine hay un secreto,
que todo lo que existió...; yo puedo hacer
mañana una película más moderna y yo
pongo una cafetera que no es moderna y
no es anacrónica: es una cafetera que se
conservó, al contrario; yo no puedo hacer
unos mambises con una computadora,
nada de eso, es distinto y entonces yo he
hecho como especie de un museo; tengo
herrero, tengo talabartero, todo con mu-
chachos. Ya los muchachos con problemas
el ministro me autorizó a que les pagaran
y que los reconocieran, porque a mí me
decían “El bandido de Río Frío” y “Alí Babá
y los cuarenta ladrones”, eso era todo y a
mí me dicen “Miguel el mulo”, todo el
mundo. Tengo el honor de tener muchos
muchachos. Felito Lahera, ese gran actor
que ustedes ven, ese pasó por la finca, ese
es Julito, ustedes lo verán cuando hace
los papeles de delincuente qué bien ac-
túa, ese fue un delincuente provisional.
Pero, bien, yo los quiero como a mis hijos,
a todos.
Ayer tuve que quitarles los lazos, por-
que estaban haciendo una cosa mal he-
cha: se iban con lazos por los potreros,
donde tengo el mulo para el pastoreo, que
tengo que ir corriendo, me cogen los ca-
ballos buenos, y los sorprendí por la Auto-
pista. Bueno, los sancioné y quité todos
los lazos, pero a la vez tengo que enseñar-
los a que anden con lazos, porque cuando
tú vas para las filmaciones tienes que lle-
var terneros, pero la vaca es más difícil,
entonces los cambié para las novillas. Yo
sé que ahí no pasa nada, eso está ahí todo.
Bueno, pues una vaca voló, y se fue por
una zona, pensé que la habían cogido, y
como a las ocho de la noche siento unos
golpes, le digo al sereno: “¿Tú sientes unos
golpes allá abajo?”, y veo una tonga de
caballos. “Oye, que se están robando los
caballos”, eran los muchachos que aque-
lla vaca se había ido hasta Los Siboneyes,
por allá atrás, brincando; y ellos la traían
por la noche, no me habían dicho nada, y
andaban como con siete u ocho caballos,
al pelo. Tienen trece, catorce años, quin-
ce, entonces no digo nada, que ya están
todas las vacas en el potrero.
Y ustedes van a ver aquello cómo está,
que es un museo. Allí, cualquier cosa del
cine está ahí. Yo hice una película con
Francia, una película que llevaba muchas
cosas de poliespuma, y vino una firma fran-
cesa de cine a ver toda la exposición, y
ganamos nosotros, nos ganamos cinco mil
ochocientos euros por tener las cosas más
originales del cine de aquel tiempo que
las habíamos guardado, pusimos todo de
adorno en la finca y los traje a la finca.
Pero nada, ustedes vayan a la finca y
cualquier cosa... Allí hay hasta una mata
que echa agua, la mata de salvadera es
una de las matas más fuertes que hay en
esa altura. Eso era americano, un basure-
ro, y entonces, yo la barrené, le eché agua
por el hueco y vi que era agua bendita;
usted va a tomar agua de la mata de sal-
vadera.
JOSÉ MATOS ARÉVALOS
Investigador. Miembro de la Junta
Directiva de la Fundación Fernando Ortiz.
Yo creo que la idea es reflexionar e inclu-
so debatir sobre este tema, porque hemos
rehusado un poco la palabra debatir, sin
embargo en la exposición hay puntos de
vista diferentes, y yo, que realmente lo que
he hecho en este momento es aprender
de las exposiciones, para mí han sido mag-
níficas, son exposiciones que francamen-
te se deben publicar para que se conoz-
can, para que el pueblo realmente conozca
qué son las tradiciones, qué cosa es la
cultura ganadera en Cuba.
También es importante saber qué exis-
tió antes de la Revolución, yo creo que
eso es necesario para que haya puntos de
comparación, pero puntos de comparación
favorables a lo que queremos hacer, como
había explicado el señor Pérez Infante,
cómo las características, la manera en que
se pastoreaba, la manera en que se criaba
al ganado, esa cultura, que es una cultu-
ra no solo dedicada a la artesanía o al arte,
sino la cultura productiva.
Nosotros queremos hacer hincapié no
solo en la tradición –y eso ha quedado de
manifiesto aquí–; no solo en la tradición
sino también en la cultura productiva, en
la cultura económica, porque finalmente
todos estos productos, todo lo que está
alrededor de la cultura económica son
subproductos de la ganadería como eco-
nomía fundamental.
Yo tengo una pregunta. Yo visité recien-
temente el Valle de Picadura, creo que
está dentro de esas tres mil vaquerías aban-
donadas, es una pena porque la infraes-
tructura es extraordinaria, el mirador
maravilloso pero lleno de hierba, horrible,
y yo tengo una pregunta que me ha surgi-
do en la medida en que se van escuchan-
do las diferentes opiniones, que era el pa-
pel de la familia, el papel de la familia en
la transmisión de esta cultura ganadera
es muy importante, ¿será que con la Re-
volución, con esa gran utopía nuestra de
crear estos planes o grandes mega-planes
para todo, eso ha sustituido el papel de la
41
CATAURO
familia por el papel de la institución para
que lo asuman, y los resultados no han
sido los esperados?; ¿será que ese es uno
de los factores que ha influido en que esta
cultura ganadera haya pasado más a una
cultura tecnológica que, como ha expli-
cado Funes, siempre tuvo un impacto ne-
gativo cuando no se ha sabido manejar
correctamente?
JESÚS GUANCHE
Investigador. Miembro de la Junta
Directiva de la Fundación Fernando Ortiz.
Muy brevemente yo quería hacer varios
comentarios, en primer lugar, comentarios
a la ponencia de Funes.
Qué bueno sería hacer una revisión
crítica de la literatura de viajeros que tan-
to hablaron sobre la ganadería; recordaba
dos vacas de aquella imagen de traer la
vaca a la puerta de la casa, la narración
que aparece en Cirilo Villaverde, una vieja
tradición.
Es muy importante la primera interven-
ción que hizo el compañero, porque me
recordó un tema que está cobrando fuer-
za a escala internacional en otras prácti-
cas culturales, que en el caso nuestro ha-
bría que hablar algún día de buenas
prácticas de la cultura ganadera, es decir,
es adecuar los usos y las tecnologías al
contexto concreto de la finca o del potrero
y no generalizar a tabla rasa con niveles
distintos en que se comporta el tipo de
ganado que es objeto de crianza y pro-
ducción.
Es muy interesante el comentario que él
hacía, en la experiencia de Holguín, por-
que había un ciclo productivo, yo diría en
42
CATAURO
el sentido más favorable del término
autosuficiente, para crecer, es decir, no
había la constante dependencia que se
generó después para hacer posible la
sostenibilidad de una producción, en este
caso ganadera. Tenían resuelto el alimen-
to del ganado suficiente, tenían estudiada
la carga suficiente, y tenían garantizada la
distribución suficiente para la venta opor-
tuna; eso crea un espacio de libertad, un
espacio de libertad productiva y no un es-
pacio de dependencia. Esto, por supuesto,
da lugar a una pregunta: ¿hasta qué punto
en esta reflexión histórica determinados
componentes han sido objeto de evolución
o cuáles componentes en este proceso han
sido objeto de involución?, ¿en qué medi-
da se ha avanzado, en qué medida hemos
retrocedido? Independientemente de la
creación de una fuerza técnica cada vez
más especializada, ¿hasta qué punto esta
fuerza técnica especializada no fue capaz
de dar un resultado mucho más favorable
respecto de aquella fuerza que tenía un
sustrato de personas analfabetas, pero que
eran capaces de conocer, gracias a una
cultura heredada, todo el proceso sosteni-
ble de la producción, en este caso ganade-
ra? Era mi comentario.
EMERIO SERRANO
MARTÍNEZ
Especialista. Instituto de Medicina
Veterinaria.
Soy del Instituto de Medicina Veterina-
ria, hasta hace un tiempo, director, ahora
soy especialista. Yo pienso que hay varios
compañeros que, lógicamente, hablar de
ganadería en estos momentos y no entrar
en una discrepancia o en anhelos por
muchos compañeros que han dado la vida
por que la ganadería nuestra prospere, es
un poco difícil.
Yo pienso que en la primera pregunta,
que dice: ¿Ha existido cultura ganadera
en Cuba y existe actualmente? Pienso que
sí, que ha existido cultura ganadera; tam-
bién comparto que no podemos ver las
cosas desde el punto de vista del período
revolucionario, sino también hay que ver
la historia ganadera, incluso las partes
positivas y negativas tienen que exponer-
se en todo momento, o sea, no se pueden
obviar los problemas que hemos tenido.
Y sí comparto con Funes en el sentido
de que hay que delimitar, aunque están
bastante relacionados, y cuando se respe-
tan las tradiciones ganaderas mejoran, es
mi criterio. Yo soy un guajiro de allá de la
Sierra de Cubitas y bueno, gracias a la
Revolución soy médico veterinario, pero
realmente yo pienso que tienen que estar
muy ligadas las tradiciones, el respeto de
las tradiciones ganaderas con lo que pue-
de influir después en una cultura econó-
mica como expresaba el doctor. Yo creo
que es muy importante.
Nosotros pensamos que, lógicamente,
la Revolución hizo un esfuerzo, que hubo
gran esfuerzo para que la cultura gana-
dera, desde el punto de vista más am-
plio, lógicamente, con una ganadería más
tecnificada, se mantuviera y expresara,
que es lo más importante, porque puede
haber mucha cultura pero no produc-
ción; pero indudablemente que no he-
mos obtenido los resultados requeridos.
O sea, yo pienso que tenemos necesi-
dad de que, lógicamente, por ejemplo,
en lo que es la forma del tratamiento del
ganado, lo que es la cultura tecnológica,
garantizar el bienestar animal, que es
como nosotros enseñamos desde el niño
hasta el adulto cómo se debe tratar a un
animal; un animal bien tratado es un
animal que lógicamente puede expresar,
si hablamos de salud, expresar su máxi-
mo estado de salud porque es cuando
puede producir más.
Yo creo que esto sí nos falta, tenemos
muchos técnicos, tenemos muchos profe-
sionales, y hay que hacer un trabajo. No-
sotros hemos estado mucho tiempo ligados
a la actividad de divulgación del Ministe-
rio, siempre pensando qué nos falta, y ha
sido el principio de muchos compañeros
que han estado al frente del Ministerio, la
parte social en las investigaciones que se
hagan. Ya incluso se dieron muchos pasos
relacionados con eso pero yo creo que to-
davía no son suficientes porque es eviden-
te lo que usted decía, no puede haber un
buen conocimiento ni tampoco, aunque us-
ted sea un doctor en ciencias, pero que no
se puede llevar a la vaquería, al lugar de
origen, si no hay un trabajo con la familia.
Pienso que para muchos compañeros
que trabajando, que incluso nos pasó el
Período Especial, que hemos tenido mu-
chas de las lecciones que se habían he-
cho, pero se nos perdieron de las manos,
sí podemos decir que en este momento
estamos en una etapa de florecimiento,
hay todas esas cosas que usted decía, el
Valle de Picadura, realmente, sí, pero tam-
bién hay lugares donde ya, por ejemplo, yo
estuve antes de ayer en una granja genética
en Cienfuegos, El Abra, y bueno ahí se ve
cómo realmente ya se ha ido rescatando,
está la Empresa Camilo Cienfuegos, es de-
cir, que hay muchos lugares, tanto en la
parte estatal como en la privada, donde
ya se ve un renacer y, por lo menos, son
los lugares que tenemos que propiciar para
que eso resplandezca.
43
CATAURO
 También los medios de comunicación
por supuesto tienen una influencia muy
importante, lo malo es que existe, como
siempre, que un toro engorde aquí, como
sea, mil gramos en un día y no vemos la
carne, pues esto una de las cosas negati-
vas, pero también hacer muchas críticas
sobre los aspectos negativos de la gana-
dería desestimula. Creo que esto siempre
tiene que tener un equilibrio, como tam-
bién los medios masivos, así por ejemplo,
cuando Ginarte hizo una intervención muy
práctica y muy buena, y tiene una tremen-
da importancia en esto porque si Ginarte
no tiene un animalito en buen estado físi-
co para presentarlo en la televisión, qué
cosa; a veces también un maltrato en una
novela o algo de eso sobre un animal tie-
ne un aspecto negativo, porque eso lo ven
los niños, y eso es parte de la cultura, es
parte de la cuestión.
Ya para finalizar, pienso que sí: nosotros
tenemos la necesidad de seguir, profundi-
zar rápido, a veces nos queda poco tiempo
en algunas cosas para poder sumar mu-
chas personas, porque la ganadería es el
patrimonio de un país igual que los bos-
ques y el suelo. Si nosotros no mantene-
mos una ganadería desarrollada, pues so-
mos un país muy vulnerable, y por supuesto,
en la cadena alimentaria todo el mundo
sabe que representa un elemento impor-
tante.
Desde el punto de vista sanitario, el
profesor Pérez Infante, que también apren-
dimos mucho de él cuando éramos estu-
diantes en Niña Bonita, y Funes lo decía
también, expresaba que realmente la si-
tuación sanitaria, existente antes del triun-
fo de la Revolución era muy negativa. Una
de las cuestiones es que podemos decir,
en el campo de la salud animal, que Cuba
es libre del setenta y cinco por ciento de
44
CATAURO
las enfermedades de notificación obliga-
toria a la Organización Mundial de Sani-
dad Animal. Esto se dice muy fácil pero
es muy difícil de cumplir; no muchos paí-
ses, incluidos muchos países desarrollados,
no tienen, no pueden alcanzar esos resul-
tados en su sistema de salud y pienso que
es parte también de la obra de la Revolu-
ción, es parte también de una cultura ga-
nadera, de una cultura tecnológica que
tenga que introducir en el campo de la
salud animal cubana.
ALEJANDRO GARCÍA
ÁLVAREZ
Historiador. Universidad de La Habana.
Los historiadores tenemos la manía de
mirar hacia atrás, es decir, buscar en los
orígenes de nuestros problemas y buscar
cómo se han comportado para poder en-
tender mejor las situaciones. Nosotros es-
tamos en el año 2011 y el compañero Funes
ha explicado la antigüedad que tiene la
ganadería en Cuba, que hay cinco siglos y
pico, desde el siglo XVI ha venido evolu-
cionando, cambiando con el tiempo, y so-
bre todo para nosotros es sumamente im-
portante que no haya un eslabón perdido
en la explicación de los procesos históri-
cos para entender el presente.
La imagen de la hacienda ganadera del
siglo XX, vamos a decir así, es la imagen
de una hacienda de pasto parecida a las
estancias argentinas, uruguayas, con la
casa de tejas, una aguada con un molino
de viento, que es una imagen idílica, di-
gamos, de la estancia ganadera. Pero yo
quería sobre todo señalar como dos cues-
tiones de importancia, para revisar nuestro
recorrido y podernos explicar nuestra si-
tuación actual, dos cosas: una, lo que se
refiere a la ganadería desde el punto de
vista de la producción, que pasa por mu-
chas etapas distintas; pasa por la etapa de
la hacienda, el matadero municipal, las
empresas curtidoras y el sistema de trata-
miento de las pieles, sobre todo por el año
97, y que los aranceles evitan que se siga
exportando las pieles, y se comienzan a
curtir aquí. Todo esto tiene que ver con
la producción, y también la producción
lechera, distribuida en fincas que se en-
cargaban sobre todo del abastecimiento a
las ciudades; quiere decir que además de
la producción, que es un proceso que vie-
ne desde hace cinco siglos y que ha ido
evolucionando, y que tiene elementos de
continuidad que se refieren a la tradición
cultural de la ganadería que se hereda,
también hay grandes fuerzas que fluctúan
en ese proceso que pueden ser violentas y
transformar profundamente esos cambios.
Una de ellas tiene lugar a finales de la
Guerra de Independencia, prácticamen-
te la ganadería se queda con 600 o 1 000
cabezas de ganado, pero después también
tenemos un proceso en el cual hubo un
cambio sumamente violento.
Pero al otro aspecto que quería referir-
me no era la producción, sino el consumo,
que es de suma importancia, y que tiene
que ver con el sacrificio de los animales y
la distribución sobre todo en las zonas ur-
banas, es decir, el matadero municipal,
como decía anteriormente, las casillas
distribuidoras de carne y el consumo físi-
co de carne, además de la distribución de
leche a la población urbana, que en el
campo se resuelve de otra manera, pero
en las zonas urbanas el consumo está ga-
rantizado por parte de la ganadería, a tra-
vés del matadero municipal, a través de
las casillas, que tienen el expendio de
carne, las talabarterías, de las cuales se
ha hablado aquí también, donde se pro-
cesaba y usted podía comprar una montu-
ra y un par de botas, es decir, también era
parte de una cultura que prácticamente
no la notamos ahora, sin embargo, en nues-
tra cultura quedan pervivencias, entre
ellas yo creo que la fundamental es que
para la mayor parte de nuestra población
el paradigma del buen comer sigue sien-
do un bistec de res con papas fritas –y eso
está arraigado totalmente en la cultura–,
es decir, que hay que mirar para atrás, pero
mirar para atrás sin una disposición com-
pleta para poder entender la realidad del
presente, no podemos discutir nada; y esa
es más o menos la invitación que les quiero
hacer para un poco hablar.
BERTHA ÁLVAREZ
MARTENS
Historiadora. Universidad de La Habana.
Quiero decir que independientemente de
todas las definiciones, cultura, tradición,
con las que estoy de acuerdo –aquí todo
el mundo ha visto a lo que nos referimos–
, el asunto nuestro es ver cómo se mueve
hoy día, teniendo en cuenta el conjunto
de experiencias que Cuba puede aportar,
el problema de la producción del ganado,
su producción, su consumo, su distribu-
ción y su posible comercialización; ese es
el problema, o sea, el problema producti-
vo, la productividad es el asunto funda-
mental; cómo rinde en este momento un
sector importante como es la ganadería;
esa es, y en torno a eso, los elementos de
cultura que pueden haberse vuelto
45
CATAURO
deficitarios y que sin embargo el germen
todavía está, que se pueden rescatar.
Aquí, por ejemplo –decía el compañe-
ro Matos– está el problema de la familia.
Yo diría un poco más, dentro del ámbito
de la cultura campesina –porque el pro-
blema ganadero no es aislado, el proble-
ma ganadero es un problema que está den-
tro de otros problemas; hay problemas
generales de la Revolución que son gené-
ricos, generales, de toda la sociedad, del
país, pero hay problemas concretos que
también están relacionados con la cultu-
ra campesina–, tenemos un déficit de cul-
tura campesina, de hacer fuerza en lo que
es la cultura campesina en nuestro país.
Eso es lo otro que yo quería decir.
Yo tengo una experiencia personal de
la década del cincuenta, como muchos
compañeros, porque el padrino del her-
mano de un hacendado, de un ganadero
de Camagüey, que era dueño de La Guía
y de La Federal, que se llamaba Julio
Ulloa, casado con Ernestina de Varona, e
íbamos a pasar siempre las vacaciones a
su finca: era una maravilla de finca, una
maravilla de estancia, pero bueno, yo no
me voy a referir a las cuestiones persona-
les, voy a tratar de hacer una interven-
ción que pueda complementar en algo lo
que aquí se está haciendo. Camagüey, por
tanto, era el paraíso, el paraíso para noso-
tros de la ganadería.
Yo quiero referirme a algo más recien-
te, y es al período de la República. Mu-
chas de las cosas que ocurrieron hasta la
guerra pueden luego generalizarse, porque
si hay algo que es interesante, que man-
tiene un proceso yo diría ascendente, es
el ganado y la producción del ganado, la
productividad de cabezas, la productivi-
dad del empleo, o sea, de la actividad de
empleo de la población cubana en torno
46
CATAURO
al problema de la ganadería, la comercia-
lización del ganado.
Y aquí solamente quiero terminar con
un dato, que es un dato que manejamos
aunque no científicamente: se dice que
en el 58 había una res por persona en el
país.
A mí me interesa, entonces, este otro
dato traerlo a colación: ¿qué pasa con el
triunfo de la Revolución?, no se puede ol-
vidar. El triunfo de la Revolución en el 59
coloca al país en una condición en extre-
mo radical y compleja, y es el problema de
la pasividad. Yo sí quiero siempre recor-
dar este fenómeno, y es un fenómeno que
todavía nos está afectando a nosotros.
Y además, la población empieza a du-
plicarse, de seis millones pasamos a doce
millones (no hemos llegado todavía a doce,
pero estamos en su cercanía). Este fenó-
meno, que es un fenómeno que se puede
dar en cifras, y el otro, el problema de ex-
pansión cultural, son dos elementos que
afectan absolutamente todo. Nosotros
ahora en la educación superior estamos
afectadísimos con el problema de la
masividad y la calidad; masividad-calidad;
esa relación es una relación compleja que
podría para ustedes ser masividad-produc-
tividad, pienso yo, en cuanto al problema
del ganado.
Pero hay cosas muy interesantes, por
ejemplo, lo criollo, lo criollo –y lo dicen
los autores de la década del cuarenta, es-
toy hablando de la República–, lo criollo
se concentra en la ganadería, y siempre
hay una referencia, y la referencia es que
los empleados en la ganadería eran el
ochenta y cinco por ciento de criollos, eso
está en los registros de cifras anuales que
se hacen en la década del cuarenta.
Otro elemento que es interesante en
la República, se consideran –yo estoy
hablando ahora de los censos– hasta cin-
cuenta mil los ganaderos. Y hay un dato
interesante, de treinta y cinco por ciento
ganaderos mayores aproximadamente die-
cisiete mil quinientos, pero había sesenta
y cinco por ciento de ganaderos menores,
y esos ganaderos menores llegaban a la cifra
de treinta y dos mil quinientos –estoy ha-
blando de los datos que da el censo de
1943, que como bien ustedes saben tiene
mucho contenido de agricultura, de da-
tos de agricultura.
No voy a hablar de los potreros, de la
extensión de los potreros y demás. Aquí
se habló ya de las plantas de leche de
Bayamo y de la de Sancti Spíritus; evi-
dentemente en torno a estas plantas se va
creando una especie de microsituación
que es diferenciada a la del resto de la
Isla.
En el año 58 las cabezas de ganado se
consideran cinco millones trescientas
treinta y cuatro mil ochocientas tres, o sea,
que está cercana a la población cubana,
comíamos un bistec todos los días, o sea,
en la mesa de comer había equis, equis,
equis, ye, zeta, pero había un bistec, eso
era obligado, y la carne era muy barata.
Nosotros comprábamos la carne en
Marianao, y en Marianao usted veía los
chiquiticos descalzos que venían con vein-
ticinco centavos a comprar su picadillo,
su tal y su más cual; o sea, la carne era de
relativamente fácil acceso para una po-
blación disminuida económicamente. El
otro aspecto que a mí me parecía muy
importante y hay que tenerlo en cuenta
es que la carne es la comida de la pobla-
ción pobre, pobre.
El otro elemento –y eso es tradición, y
es cultura, y es futuro, y es todo–, el otro
elemento que me parece interesante es
que en datos más recientes dados por la
FAO, se considera que Cuba en este mo-
mento está al nivel de Guatemala, Domi-
nicana, se menciona Colombia, que a mí
me llamó la atención en cuanto a la pro-
ducción, la producción está disminuida
evidentemente, las cabezas de ganado muy
disminuidas, la producción de carne muy
disminuida, y la leche un poco recupera-
da, ese es más o menos el balance muy
rápido y muy sintético que yo pude tomar
de los datos de FAO de 2003, que son los
datos que tengo, de 2003.
Hay otros datos interesantes en CEPAL,
que también pude tener la información
hasta 2003-2004, donde se habla que la
economía general cubana está en un dé-
ficit todavía de 1,7 por ciento en relación
con lo que había en el 89, por lo tanto, si
la economía está disminuida todavía en
1,7 en el 2003, podemos considerar que
dentro de ello la ganadería, por supuesto,
está también disminuida. Y la otra, en esto
se considera la carne vacuna en el veinte
por ciento disminuida en el 2003 con re-
lación a 1989; las cabezas de ganado, el
catorce por ciento y la leche de vaca, sie-
te por ciento; ese es un dato que da CEPAL
y es un informe que yo tengo de Carmelo
Mesa Lago, ustedes saben que es una fi-
gura muy seria en cuanto a las cifras y a
todos estos asuntos.
Y el análisis que se ha hecho aquí en
la mañana de hoy, yo pienso que con la
ganadería quizás más que, bueno, no más,
casi igual que todo, afecta. En historia
trabajamos la larga duración y la coyun-
tura y las rupturas, bueno, más peque-
ñas; ha habido, yo diría, un poco de
voluntarismo increíble en las medidas
tomadas en relación con la ganadería, y
es un voluntarismo irreversible, porque
en la economía las decisiones que se to-
man se vuelven irreversibles, y entonces
47
CATAURO
a partir de ahí no se tuvieron en cuenta
determinados indicadores iniciales que
hicieron cambios urgidos por una nece-
sidad de responder a cifras y a demandas
muy superiores, como todo proceso revo-
lucionario implica, y a partir de ahí se
cayó en voluntarismos y en deseos de
hacer cosas de tope sin tener en cuenta
las cosas de la tradición y de lo que aquí
se ha señalado.
Oscar Pinos Santos en sus trabajos sobre
los años cincuenta marca un problema
con la ganadería que tiene que ver –yo voy
a mencionarlo, porque no lo hemos men-
cionado tanto, se ha mencionado– con los
intermediarios del factor ganado, de la
comercialización del ganado, y él consi-
deraba que para la época de los cincuen-
ta era horrible dentro de la ganadería el
factor de todos los intermediarios; cuan-
do él menciona el intermediario él habla
del criador, el mejorador, el cebador, el
encomendero, el expendedor, o carnice-
ro. Pero, ¿por qué voy a hablar del inter-
mediario?, porque yo creo que todavía
nosotros no hemos resuelto el intermedia-
rio en lo que es la cultura o la producción
de la ganadería. Si un mensaje se puede
enviar a los niveles que toman decisiones
es el problema de resolver el problema de
los intermediarios. Yo no puedo dar nin-
gún dato porque yo no soy experta e te-
mas de economía, yo soy historiadora, his-
toriadora de Cuba, esa es mi función, y mi
función es interpretar la realidad mía y
tratar de transformarla en el mejor senti-
do posible. Sí pienso que si hay un mensa-
je importante es trabajar con relación al
intermediario y trabajar con relación al
que trabaja el campo, la tierra, o el gana-
do, tenga participación directa, de algu-
na manera, en el proceso producción -
distribución - cambio y consumo, eso está
48
CATAURO
incluso en las recomendaciones que hizo
el Equipo de Economía de la Universidad
de La Habana, que yo creo que no se han
tenido en cuenta... En los Lineamientos yo
no vi, realmente, la toma de decisiones
en relación con estas cosas, y ojalá que se
haga, porque yo sí creo que ese es uno de
los problemas que no está resuelto.
En primer lugar, la ganadería, como
cualquier otro elemento de agricultura,
tiene que ser regionalizada, no pueden ser
tomadas las decisiones generalizadas para
la Isla completa, tienen que presentar ca-
racterísticas regionales para cualquier
decisión. Lo segundo es que el productor,
el que está en la producción directa, tie-
ne que tener directamente una participa-
ción en el proceso de producción general,
que relaciona al productor, al cambio y a
la distribución y al consumo para poder
generar interés, para poder generar incen-
tivos para mejorar las condiciones relati-
vas a tan importante tema.
Los dirigentes de la ganadería tienen
que ser personas que sepan de la ganade-
ría, no pueden ser decisiones de adminis-
trativos ni de políticos, ese es un proble-
ma que tenemos en todos los sectores:
llegan personas que no conocen el sector,
que no han tenido una experiencia de
dirección en ese medio, y desbaratan ab-
solutamente, pueden desbaratar absoluta-
mente todo, y desbaratar es muy fácil pero
crear es muy difícil; luego, cuando usted
tiene algo desbaratado volver a remontar-
lo eso es mucho más complicado.
Desde dentro del proceso mismo, y des-
de el ganadero, así como desde la base de
la producción - distribución - cambio y
consumo, como debemos entender el pro-
ceso productivo, deben partir las decisio-
nes para la ganadería como para otros sec-
tores productivos del país.

ENRIQUE BERRA ALDANAS
Perteneció al Instituto de Ciencia Animal,
ICA. Jubilado.
Se hablaba del problema de la cultura
agrícola en general. Indiscutiblemente yo
considero que Cuba ha sido ejemplo de
cultura agrícola en los años que llevamos
de Revolución. Ha habido un desarrollo
científico considerable, se ha aplicado una
metodología científica muy actualizada,
muy seria, considero que el grupo de cien-
tíficos, que nunca hemos tenido catego-
ría científica, está muy bien preparado para
trabajar en Cuba y fuera de Cuba.
Uno se monta aquí en un avión para
América Latina, por ejemplo, para cual-
quier país de América Latina, y se pone a
hablar con alguien ahí: “No, yo soy profe-
sor cubano de la universidad tal”, y en
algunos de Europa también, o sea, eso es
reconocido en la práctica, con creces, en
el mundo entero. Ahora, hay mucha gen-
te también con experiencia técnica, no
tienen que ser solamente la gente con
categoría científica, hay mucha gente que
tiene un conocimiento técnico, científi-
co, respetable en este país, muy respeta-
ble, y eso está diseminado a lo largo y an-
cho del país; creo que es un tesoro lo que
tenemos en ese sentido.
Cuba es un país que ha superado una
serie de problemas en la agricultura que
yo creo que ningún otro país del mundo
los ha tenido, todo el problema de la pla-
ga, las enfermedades, todo lo que se ha
hecho con la guerra bacteriológica, in-
dependientemente del problema econó-
mico y de la guerra conocida, que hemos
tenido también que dedicarles un poco
de tiempo y de recursos a esos proble-
mas.
Nosotros, en la agricultura, empezamos
en la parte de la estructura económica con
un desarrollo empresarial que ya no po-
demos mantenerlo: fincas, empresas enor-
mes, miles de caballerías de tierra imposi-
bles de manejar bajo los sistemas actuales,
montadas sobre ruedas, que era como úni-
co se le podía llegar a todo eso, y este an-
damiaje ha habido que irlo desmontando;
no es fácil a esa realidad física darle una
fisonomía práctica, digamos, aceptable,
que tenga eficiencia; es un trabajo lento,
es un trabajo difícil, como decía la com-
pañera, que cuando tenemos que darle
marcha atrás a las cosas es más difícil que
cuando..., pero bueno, este es un proble-
ma ineludible, una cuestión que tenemos
que enfrentar porque con el mal que ha-
bía no es posible continuar.
Pienso que en general él habló del pro-
blema del campesino. Es verdad que se le
dio más importancia a la gran empresa,
había que darle más importancia a la gran
empresa estatal que al campesino, el cam-
pesino yo digo que se quedó relegado.
Ahora volvemos a retomar, yo creo que
por un camino mucho más cierto, estamos
haciendo una redistribución de la tierra,
estamos manejando cosas que podemos
llevar con más firmeza, más certeza, me-
nos complicación, a la actividad práctica
productiva. Incluso, hablando de la reali-
dad, por ejemplo, del campesino, una cosa
que dio duro fue el bajo precio de la res –
porque el precio de la res aquí se mantu-
vo prácticamente desde el año 58 para acá
sin variar, se mantuvo cincuenta años sin
variar el precio de la res–, entonces em-
pezaron a ser precios muy bajos, aparte de
que eso se manejó mal, y entonces la pro-
ducción campesina de ganadería se de-
primió, el campesino tenía la vaca para el
consumo de su leche y punto, no era ren-
49
CATAURO
table otro tipo, además que era cuestio-
nable, en muchos casos.
Hablando de la ganadería, yo trabajé
en sistemas de rotación de cultivos, y con-
sidero que la ganadería es un factor, es un
tratamiento ineludible en la rotación de
cultivos en el trópico, yo diría que en la
agricultura en general, pero en el trópico
es ley, en el trópico es ley, entonces esa
cosa hay que potenciarla. Todas las em-
presas agrícolas, aunque no tengan que
ver con la ganadería tienen que tener
ganado para tener un buen manejo, una
buena utilización de la tierra y de los re-
cursos.
Quiero hablar de otro aspecto que es
el de la mecanización. No vamos a ex-
tendernos en estas cosas porque, bueno,
ya estos son aspectos para hablarlos en
detalle y quizás dar soluciones, criterios,
resultados. La mecanización mal mane-
jada puede convertirse en un bumerán,
eso hay que tenerlo bien en cuenta, en
toda la agricultura del mundo pero en el
trópico más todavía, en las condiciones
nuestras. Cuidado con las super combi-
nadas, con los sistemas de riego super
mecanizados, que hay que acabar con
todo el arbolado, que hay que acabar con
todas las cercas, que hay que hacer de
eso una especialidad, que hay transfor-
mación, conmigo no hay transformación,
porque yo digo que tiene que haber ga-
nadería, en todo sistema de rotación agrí-
cola tiene que haber ganadería para que
haya un inicio y haya resultados
sustentables, llegó la palabrita sustenta-
ble, o sea, tenemos que tener sistemas
de agricultura sustentables, sistemas de
agricultura ecológicos, que tengo la ple-
na seguridad que son más productivos
que los monocultivos. No es que yo esté
en contra de la mecanización, que hay
50
CATAURO
que tener ojo con esto. Si nosotros pode-
mos obtener una máquina segadora o una
yunta de bueyes, cómprela; si podemos
acceder a una voladora, una yunta de
bueyes, cómprela igual; así por el estilo,
una secadora, por ejemplo, que las ven-
den igual, las hay excelentes, las tuvie-
ron los americanos en los años veinte, las
crearon, las usaban por millones en sus
estancias, en los años veinte del siglo
pasado.
Estamos en un momento de estrategias,
estrategias que se están definiendo y que
no pueden fallar, tienen que ir con la car-
ga de todo lo positivo que sobre nosotros
ya la citamos: en cuanto a investigación,
en cuanto a ciencia, en cuanto a prácti-
ca, o sea, que estamos en el momento de
la estrategia y no podemos fallar, y esto
necesita el concurso de todos nosotros.
Una vez en una reunión dije una cosa,
sin reuniones no hay agricultura, y hoy voy
a decir otra, sin ganadería no hay equili-
brio agrícola.
EVELIO RODRÍGUEZ
SUÁREZ
Ex director del programa nacional de
Inseminación Artificial.
Conozco, por un poco de tradición, la cosa
del campo de Cuba. En Cuba sí existía,
hasta el triunfo de la Revolución, cultura
ganadera, una cultura fundamentada en
las tradiciones, es decir, tradiciones que
se hacen prácticas sociales y se convier-
ten en cultura de todos los campesinos,
cultura que tenía vastos conocimientos,
una cultura desposeída de conocimientos,
como los tenía yo, y de muchas prácticas
que siguen siendo hasta el día de hoy muy
válidas tanto en la ganadería como en la
actividad agrícola.
Y pueden imaginarse que en aquella
época, sin uno percatarse, en donde yo
nací y donde yo me crié con mis padres,
mis abuelos y todos mis descendientes, sin
apenas conocer el problema ni imaginar-
nos el problema de la conservación de los
suelos, ¿cómo hacían esa práctica los cam-
pesinos de aquellas zonas en tierras que
eran vinculadas haciendo las barreras vi-
vas?, ¿con qué?, con cercas de piña, que
servían además para dividir los campos y
además para hacer la contención de la
materia orgánica que no se degradaba
completa. Y ni imaginarse que eso, nadie
sabía lo que era la conservación de suelos
ni las prácticas de desaguar para el pro-
blema de los encharcamientos de agua en
los cultivos, no había ese conocimiento,
lo que sí había era una práctica que se
constituía en cultura de que usted al ta-
baco no le puede dejar encharcar el agua,
debajo del aguacero usted sale con la gua-
taca a sacarle el agua al tabaco, y esa es.
Entonces esas prácticas se convirtieron en
una cultura, que es la cultura que existía
en el ámbito de la ganadería, relatada por
mis compañeros, de las que uno también
vivió, ¿verdad?, relatada cómo era esa
práctica que se fundamentaba en una
cultura.
¿Qué tenía aquella cultura ganadera,
que no tenía ningún apoyo de ningún sis-
tema social para poder incrementar aque-
lla cultura? ¿Qué escuela formaba técni-
cos en ganadería? ¿Qué formación había
en Cuba?, ¿verdad?, no había ni diez ve-
terinarios en Cuba, y los que había no se
dedicaban a eso sino a lo que se dedica-
ban era a otras cosas que no tenían nada
que ver con la cultura ni mucho menos,
ni profesionales que contribuyeran, ni cen-
tros que contribuyeran a desarrollar la
cultura ganadera en Cuba.
La Revolución llega y la primera inten-
ción, el primer problema importante de la
Revolución, a mi modo de ver, es el in-
crementar y desarrollar la cultura gana-
dera en Cuba. Me tocó enfrentar una cosa
en una rama, en una cosa tecnológica,
una introducción tecnológica en Cuba que
no existía, indispensable para las transfor-
maciones que se pretendían hacer en la
ganadería, y que era necesari0 hacerlas
junto con una nueva, yo no diría una nue-
va, sino una incrementada cultura gana-
dera, porque la cultura es única, no es
que sea nueva, la cultura es una, a mi
modo de ver, lo que se incrementa, se de-
sarrolla también el problema de la cultu-
ra. Y me tocó este problema de la insemi-
nación, relato para que nos demos cuenta
de lo que es la cultura y para que tenga-
mos conciencia de lo que es realmente la
cultura. Con imposiciones tecnológicas,
por muy eficientes que sean, no se llega a
ninguna parte, y no se desarrolla una cul-
tura de lo que usted pretende hacer, de lo
que usted quiera en el campo tecnológi-
co, o en el campo científico, no va a lo-
grar nada, es mi opinión, y lo voy a relatar
como ejemplo fehaciente.
Cuando llegué a una tarea, a la tarea
esa de la inseminación artificial, en la que
llevaba varios años nuestro jefe de la Re-
volución empeñado –y aquí algunos lo
conocen bien de ese empeño y de las ac-
ciones que había hecho para desarrollar
esa tecnología, que antes de la Revolu-
ción la conocían cuatro o cinco, como dijo
Víctor–, era con un semen importado que
traían de Estados Unidos, gente que te-
nía su billete y esas cosas, un señor que
no le interesaba ni conocía el ganado,
51
CATAURO
porque el desarrollo de una cultura tec-
nológica es el enemigo, se convierte en
enemigo a las pretensiones egoístas y a los
individualismos esos capitalistas, es decir,
eso es contra el trabajar con criterios de
egoísmos e individualismos capitalistas.
¿Entonces qué ocurría?, que aquello no
caminaba, no caminó, no caminaba, y me
tocó a mí la tarea esa.
¿Qué me encontré cuando llegué ahí
y empecé a darme cuenta?, repito, por la
experiencia que tenía de mi trabajo polí-
tico, de mi procedencia campesina, del
trabajo político, porque yo era cuadro
profesional de la Juventud Comunista, y
mi condición de maestro, porque cono-
cía el maestro, y el concepto que yo te-
nía de la cosa innata a la formación que
yo tenía desde bastante joven. El proce-
so del semen que se hacía así en ese lu-
gar, ahí en el Centro de Investigación de
la Mejora Animal [CIMA], ahí donde
está el CIMA, en Loma de Tierra, era
secreto y solamente conocido por tres
personas; no se le daba capacitación a
nadie, y de los inseminadores que exis-
tían en aquella época, que se han forma-
do, prácticamente aplicaban esa tecno-
logía en secreto, eso no se le explicaba a
la gente, a los..., y esa fue de las primeras
cosas que las personas que había allí se
acercaban a plantear, eran problemas de
esa índole, preocupaciones, bueno, que
rallaban en el ámbito del conocimiento,
y el conocimiento es por la práctica, es la
base para tener una cultura, es decir, para
desarrollar una cultura, no es, no había
otra manera para lograr una cultura.
Aquí en este lugar, en este mismo edifi-
cio, se hizo la primera graduación de los
primeros laboratoristas para el procesa-
miento del semen para todo el país, hubo
dos bastante grandes, a unos los sacaron
52
CATAURO
del Instituto Libertad, no me acuerdo del
otro..., Carbó Serviá, para formar, allí –
que entre paréntesis, los muchachos, los
muchachas, el traje que usaron se los
diseñó, se los regaló Celia Sánchez. En-
tonces, ¿por qué tuvo eso?, y hasta los días
de hoy, ¿qué puede tener?; no se puede
confundir lo que es un detrimento por
cuestiones económicas en la aplicación,
en el resultado económico de algo, con
la cultura. Yo no lo veo de esa manera;
es decir, puede haber un detrimento eco-
nómico en determinado momento que
disminuya eso, pero ese problema de la
inseminación y la producción... Se hicie-
ron las escuelas y no había manera, es
decir, el trabajo de preparar, de enseñar,
de educar desde los círculos de interés
en las escuelas, en todos los niveles para
brindar un conocimiento generalizado a
toda la población acerca de este proble-
ma, con revistas, con prensa, usando to-
dos los medios y todas las posibilidades,
para contribuir a crear una cultura.
Cuando en el Período Especial hubo un
deterioro grave de esta actividad por ra-
zones económicas y se pretendió de nue-
vo reanimarla, nada más que un correta-
je, y volvió de nuevo, porque está la
cultura, es decir, hay una cultura, hay una
experiencia, hay un conocimiento acumu-
lado ahí y puede detenerse en determina-
do momento, pero enseguida se puede le-
vantar porque existe la cultura, es decir,
que existe la cultura ganadera en Cuba.
Creo que no siempre hemos logrado una
cultura ganadera. Hemos tenido muchas
buenas intenciones de muchas prácticas
tecnológicas, pero no han sido trabajadas
culturalmente, es decir, crear la base cul-
tural en la población, en la población so-
bre todo, que la debe dominar y la debe
conocer por el impacto va a brindar; me
parece que ese ha sido uno de nuestras
fallas y de nuestras limitaciones, en de-
terminados momentos en el tiempo. No
basta solo con tener grandes conocimien-
tos científicos ni tecnológicos si eso no tras-
pasa a las personas que tiene al lado; si
eso no traspasa a las personas que tiene al
lado no tendrá impacto ni formará parte
del quehacer de la población; ese, en mi
opinión, es el problema de la cultura en la
ganadería. Muchas cosas hemos tenido de
las que he sido participante durante mu-
chos años, hasta hace un año, que me ju-
bilé.
El problema de la alimentación de la
ganadería en Cuba es una de las grandes
limitantes, ya, y desde mi época campe-
sina, de allá, las vacas comían hierba, era
el concepto, la vaca come hierba; y des-
pués creamos, empezamos a crear otros
conceptos, otras tecnologías, otras tec-
nologías de alimentación. La producción
de pastos, como fundamento de la ali-
mentación, decía, de pasto de la gana-
dería sobre las bases, partiendo de don-
de vivimos, en el trópico, en las
condiciones que nos genera el trópico y
no sobre productos importados, de pro-
ductos industriales, ha sido uno de los
problemas muy serios en nuestra gana-
dería, y no tenemos cultura, hoy no te-
nemos cultura de... No hay quien sepa
hacer en el campo –lo que decía Pincho–
, un balance alimentario de cuántos ani-
males son los que se pueden tener, cuán-
to alimento, es lo que me produce lo que
tengo y cuántos animales puedo tener,
para alimentar esos animales, porque des-
graciadamente sabemos mucho de eso
pero no hemos sabido transmitírselo a los
demás ni crear una cultura acerca de un
problema vital y fundamental para la
ganadería, eso es lo que quería decir.
MICHAEL COBIELLA
Investigador. Fundación Fernando Ortiz.
Quería hacer una acotación: Funes dijo,
habló sobre eso, creo que el doctor Simón
también lo mencionó, y el profesor Ale-
jandro García estuvo hablando sobre esto,
yendo al pasado.
Yo quería señalar sobre cierta influen-
cia de la cultura material de origen britá-
nico o si se quiere, por extensión
anglosajona, norteamericana, en la gana-
dería cubana del siglo XIX y también del
siglo XX; o sea, cómo un conjunto de nue-
vas razas de ganado vacuno de origen so-
bre todo británico llegaron aquí a Cuba;
yo le decía a Funes, a partir de la década
del cuarenta del siglo XIX, él lo tiene do-
cumentado, o sea, quizás desde mucho
antes.
En verdad que esta cultura de lo mate-
rial británica tuvo, o pudo tener, una in-
fluencia muy directa; sabemos, está de-
terminado que, básicamente, fueron
introducidas por los norteamericanos, por
todos los miembros de la colonia norte-
americana que estaban desde el siglo XIX
aquí y quizás por los mismos propietarios
cubanos e hispanos que las conocían, que
estaban desarrollando la ganadería. Pero
incluso en revistas de la época, del siglo
XX, revistas de agricultura, de economía,
se encuentran nombres de razas de gana-
do, como Ayrshire, Devon, Guernesy,
Hereford, Jersey, Polled Angus, Shorthorn,
etc. O sea, nombres que remiten de las
localidades históricas de Inglaterra, de
Escocia, de las Islas Anglonormandas en
lo fundamental, y que están siendo intro-
ducidas ya en el XIX.
Mi pregunta era ¿qué resultado positi-
vo tuvo el impacto, la introducción de
53
CATAURO
toda esta ganadería con respecto a las que
se conocían anteriormente?; es decir, ¿fue
beneficioso a largo plazo para la ganade-
ría cubana o fue negativo, o impidió un
desarrollo autóctono, nacional –como
quizás decía el doctor Simón–, o significó
una evolución para el desarrollo ganade-
ro nacional?; ¿eran especies que empiezan
a surgir –como decía Funes–, a raíz de la
revolución tecnológica industrial inglesa,
que no solamente fue industrial, fue una
revolución en el campo agrícola-ganade-
ro a partir de finales del siglo XVIII, cuando
fueron creados animales especializados
para la tracción, los cárnicos y el consu-
mo o la producción láctea?; ¿pudieron los
ganaderos cubanos, hispanos, criollizar este
ganado, cubanizarlo, o les fue un impedi-
mento?; ¿significó una dependencia tec-
nológica, entre comillas, para después te-
ner que seguir importando todos estos
animales desde Estados Unidos, de Cana-
dá, o mucho más lejanamente, desde In-
glaterra, porque había que cruzar, por
ejemplo, el Atlántico (bueno, a lo mejor
podían ser transportados desde Jamaica,
que era posesión británica)?; ¿significó un
avance en la ganadería cubana la intro-
ducción de todas estas nuevas razas, más
cualificadas supuestamente, que toda la
fauna bovina de origen hispano que exis-
tía con anterioridad, del siglo XVI al XIX?
Y otra cosa de la que se ha hablado
muy poco. Se habló del montero, pero,
¿qué impacto también tuvo ese vaquero
de origen norteamericano llamado cowboy,
en todas estas prácticas de consumo cul-
tural, el vestuario y otros consumos, en
los vaqueros cubanos?, porque muchas
veces vemos películas mexicanas, de Ar-
gentina, de Estados Unidos, donde apa-
recen los vaqueros y hay semejanza en el
vestuario, pero, ¿hubo en Cuba algún apor-
54
CATAURO
te concreto, hubo aportes en la indumen-
taria, en el vestuario, en los aparejos de
trabajo de estos vaqueros norteamerica-
nos? Quería dejar esas dos preguntas a los
especialistas que se encuentran reunidos
aquí hoy.
ANDRÉS SENRA PÉREZ
Investigador. Instituto de Ciencia Animal,
ICA.
Se habló de las familias, elemento clave
en esto de la ganadería. Realmente las
familias insignia de la Isla... ¿Quiénes eran
las familias insignia de la Isla? Fundamen-
talmente Manuel Estrada, eso es funda-
mental aquí y creo que aquí, y en todo lo
que es ganadería tiene que ver lo que se
ha hecho y no seguir los defectos de todo
lo que no hemos podido conseguir. En lo
que es las familias ganaderas no hay du-
das de que el nivel de educación tecno-
lógico en Cuba ha logrado elevar el nivel
de la población, entre ellos, incluso, la
familia ganadera. Los mismos ganaderos,
ante determinadas situaciones, ya se iban
a otras cosas, ya a los hijos no los sustituían,
se iban a hacer otras cosas y dejar aquello
en manos de alguien que no tenía la expe-
riencia de ellos, esa experiencia que tanto
vale se fue perdiendo en buena parte, y
aquellos que abandonaron aquello, no pu-
dieron seguir. También el fracaso con algu-
nas cuestiones que no se hicieron lo mejor
posible crea incertidumbre al que está ahí
en el campo, porque ustedes saben, las si-
tuaciones del campo para ayudar, efectiva-
mente, a que sea más adecuado el ambien-
te... y desestimula, y se pierde autoestima,
y eso es muy importante; tiene que ver
mucho con el que tiene la propiedad.
Cuando uno sabe dónde está, y vive bien,
eso es una parte importante para la
autoestima.
Pero, bueno, vamos a hablar de otra
cuestión; ya vamos a referirnos a la fami-
lia donde está el productor; y nosotros te-
nemos necesidad de prepararnos adecua-
damente en el proyecto que se refiere a
que todo está ahí junto, diferenciado...
Alguien habló de llevar el asunto a otras
esferas, hay muchos involucrados en lo de
la ganadería, entonces, escapan muchos.
Y una de las cuestiones es el campo de la
docencia, de la investigación. La docen-
cia está de acuerdo con que se preparen
los programas, se ajusten los programas de
acuerdo con lo que realmente necesita el
productor, lo que es capacitación, un cur-
so, etc., y que se les enseñe lo que es, no
es convertirlos en filósofos; enseñarlos a
hacer lo que haya que hacer allí, donde
quiera, para que sea eficiente su gestión,
y no que no sea eficiente y con la
sostenibilidad que se requiere y no com-
prometer el capital oculto, ese de que se
habló ahorita: del suelo.
Se habló de otras cosas, el agua; bue-
no, eso hay que medirlo de alguna forma
y enseñarlos a medir de una forma especí-
fica, vamos a enseñarles no conceptos
sofisticados, ni complejos, como ustedes
saben, sino limitados, sencillos, donde él
pueda llevar el control del índice de efi-
ciencia de su trabajo. ¿Para qué? Senci-
llamente para que él sea capaz de ver esos
indicadores que mantienen el plano de
eficiencia y seguridad y de hacer los ajus-
tes que tienen que hacerse, el ajuste ne-
cesario de cualquier mejoría de la pro-
ducción que tiene..., con alguna
condición igual a otra, no hay condición
igual a otra, es una condición para cada
cual. No, hay que saber ajustar en las tec-
nologías las condiciones para que el efec-
to de la aplicación se amplíe, porque, si
no, es incosteable cualquier tecnología que
se vaya a aplicar. Eso es lo importante y ya
toqué, entonces, la docencia y todo lo de
la investigación.
Señores, vamos a hablar claro: ¿se co-
rresponde lo que se ha investigado siem-
pre, con lo que más falta hace, de acuer-
do con los planes fundamentales de la
eficiencia industrial? Yo diría que no. Yo
quiero que haya muchos másters, muchos
doctores en ciencias, hasta especialistas,
aunque en menor escala, y el especialista
es el más indicado para el productor. No,
no se corresponde aquella cantidad que
graduamos con los impactos en la parte
social. Ah, ¿qué tiene que ver el impacto?
Ah, si no controlo eficientemente la tec-
nología que voy a aplicar, la ajusto a mis
condiciones, porque tengo los conocimien-
tos precisos, fundamentales para hacerlo
adecuadamente. Esa tecnología tiene un
impacto, hasta hace años, positivo. Pero si
yo la uso nuevamente, aseguro el impacto
positivo a largo plazo también. Si yo voy a
ver el impacto inmediato, me deslumbro,
y estoy comprometiendo el capital oculto,
nuestros recursos naturales y llego a lo que
hemos visto en Cuba y en América Lati-
na: que se deterioren los pastos de los sue-
los, y ahora estemos locos buscando cómo
evitar que siga en estos tiempos la devas-
tación incontrolada, la utilización insufi-
ciente de los suelos, porque no se ve la
utilización total, porque... No, no, tú me
perdonas, pero ya han hablado algunos
cuantos, y yo tengo derecho a hacer esto,
porque creo que esto sucede en cualquier
parte y con cualquiera.
Se gana la batalla en el terreno, mu-
chos que vayan a hacer asesoría, pero el
55
CATAURO
consejo tiene que estar preparado para que
él sea el que ajuste la teoría a sus condi-
ciones, que sepa hacer lo que tenga que
hacer en el momento en que tenga que
hacerlo. Cuidado con eso que es una pie-
dra angular del éxito que tenemos que
lograr haciendo esto que hemos hecho hoy.
FERNANDO PÉREZ
INFANTE
Especialista en ganadería. Perteneció al
Instituto de Ciencia Animal, ICA.
Yo tengo esto aquí un poco mezclado, por-
que se han dicho muchas cosas y yo quie-
ro decir algo sobre algunas cosas en rela-
ción con la familia en la ganadería.
En primer lugar, la mayoría de los que
están aquí no saben cómo vivía la gente
en el campo antes del 59. Por lo menos,
los hijos míos, no tienen ni idea; y miren
que yo he tratado de explicarles; los nie-
tos, peor todavía, porque no entienden que
pueda haber un bajareque con piso de tie-
rra, donde vive una familia. Y que no tie-
nen... Lo más difícil de todo y lo que más
les ha dado la Revolución al pueblo es que
le da la esperanza de ser esto, de ser esto
otro, de ser otra cosa. Esa gente no tenía
ninguna esperanza de nada; esa gente te-
nía que vivir allí, y ajustarse a lo que ha-
bía allí. Usted dice que los ganaderos le
tenían amor a la ganadería, y era verdad
que le tenían amor a la ganadería. Pero el
que nacía en un bohío de tierra, ¿me en-
tiende?, que no tenía nada, que tenía que
buscar la comida como quiera, y buscar
las otras cosas porque muchas veces ni tan
siquiera les podían dar educación... Por-
que, bueno, hay muchos problemas: de
56
CATAURO
sustentación, de esto, de lo otro, porque
todas las familias no eran iguales. Todo
eso hay que tomarlo en consideración, en
relación con nosotros. ¿Por qué? Porque,
en definitiva, a lo mejor las necesidades
estaban allí y los obligaba a ser ganaderos.
Aparte del amor que podían tener, estas
dos cosas funcionaban. Ahora mismo, en
este momento: ¿qué hacemos nosotros para
que haya más ganaderos?, ¿qué hacemos?
Yo, por lo menos, lo que veo en la televi-
sión y lo que veo por ahí, o lo que oigo, yo
no veo nada que verdaderamente motive
a la gente a ser ganadero. Sinceramente
se los digo, no. En la forma en que están
llevando las cosas, no es lo que yo creo
que debe ser. Ese es el criterio mío, proba-
blemente esté equivocado, pero, bueno...
Yo creo que debe haber otra forma, tiene
que haber otra forma que obligue, no que
obligue..., sí, que obligue espiritualmente
a la gente a reconocer lo que es la gana-
dería y a hacer por la ganadería; yo eso no
lo veo. Eso yo creo que es una cosa que
debe ser aparte. Por ejemplo, aquí noso-
tros tenemos mucha necesidad; nos faja-
mos por la papa, porque no hay papa en
Oriente; el ajo, la cebolla, que no hay ce-
bolla, que no hay frijoles, todas esas co-
sas, claro. Pues ¿quiere que le diga una
cosa? Lo digo porque el suegro mío era
almacenista, ¿entiende? Y todo eso no lo
había en Cuba tampoco. Todo eso había
que importarlo del exterior, para que us-
tedes sepan. Aquí tenían que importar la
papa de Canadá y de los Estados Unidos;
tenían que importar la cebolla de los Esta-
dos Unidos también... Sí, pero más, los fri-
joles y el ajo los tenían que importar mu-
cho de México y de otro país. Eso no lo
sabía nadie. El suegro mío, que era un isle-
ño, pero un isleño muy progresista, noso-
tros le enseñábamos unos ajos, unos ajitos
así, que producíamos allá por Velasco; el
decía: “Pero, por qué, si estos ajitos se pro-
ducen, por qué no se pueden producir los
otros?”Miren, ya la Revolución resolvió este
problema... O está en proceso de resolver-
lo. Todas esas cosas hay que saberlas, por-
que hay que saber la historia, hay que sa-
ber del pasado, para saber lo que tenemos
ahora. Eso es muy importante.
Ahora, otra cosa: hablando de mí, por-
que yo estoy tratando de decir algo rela-
cionado con lo que se ha dicho. La
sustentación de la ganadería. Nosotros nos
hemos desviado de lo que ha dicho Fidel
y de lo que tiene posibilidad el país. Por-
que aquí, nosotros, no podemos tener una
ganadería sustentada en los concentrados,
porque la humanidad no puede preservar,
digo, no puede evitar de ninguna mane-
ra, que se mantengan en África doscien-
tos niños que se mueren todos los días de
hambre. Eso que está ahí, la humanidad
no puede aguantar eso, nada más se
aguanta por el problema del capitalismo,
o sea, todas esas cosas que ustedes cono-
cen, que es una necesidad de ellos man-
tener el África como la tienen, tratar de
mantener Latinoamérica igual, por eso no
se puede resolver. El problema de los mil
millones de gente que hay en el mundo,
tiene que resolverse, y va a tener que re-
solverse, fundamentalmente, sobre la base
de los granos. Que va a haber poco grano
dentro de poco. Que nosotros tenemos
mucha posibilidad con los pastos que no
los utilizamos. Esas son cosas que tenemos
que, dentro de la postura nuestra tene-
mos que resolver.
Estoy totalmente de acuerdo con Evelio
que –les voy a decir algo: me esclareció
muchas cosas referentes a lo que uno tra-
baja. Voy a decir algo: te lo agradezco,
Evelio. Muchas gracias.
Bueno, yo voy a hablar ahora de otro
asunto. Nosotros tenemos más de cuaren-
ta y cinco mil ingenieros agrónomos gra-
duados. Óigame, ¡cuarenta y cinco mil!
Vaya contando a ver dónde los encuen-
tra; y más de doscientos mil técnicos me-
dios en ganadería. Búsquenlos. Son dos-
cientos mil, no son dos, ni tres, ni cuatro.
Son más de doscientos mil. Ahora deben
ser más de doscientos veinte mil. Eso es
importante: ¿cuánto costó eso? ¿Dónde
está lo que han producido? ¿Y saben por
qué? Por lo que yo creo, por lo que dijo
Evelio; yo creo que, efectivamente, todos
los conocimientos que nosotros tenemos,
toda esa ciencia que aplicamos, desde que
cambiamos la ganadería aquella, que era
una ganadería a partir de pastos, y una
ganadería en la cual predominaba –y yo
ahí, voy a tratar de hablar de eso.
Yo creo que, en aquella época, la raza
brava y la Cebú eran las razas que predo-
minaban y eran las que querían los gana-
deros, porque era la que se adaptaba me-
jor a las condiciones aquellas. Pero cuando
nosotros cambiamos todo lo que hemos
hecho, todo lo que cambiamos, y empeza-
mos a buscar animales de mayor producti-
vidad, que son el Holstein y etc., etc., que
ustedes conocen, esos animales requerían,
para poderse mantener y poder producir
las altas producciones, necesitaban un
concentrado. Todo eso que está ahí lo
cambiamos; eso lo cambiamos y no supi-
mos y no sabemos todavía manejar los pas-
tos. No sabemos, todavía, manejar los pas-
tos, al pie de otra cosa. Yo me acuerdo
cuando yo estaba en tercer grado (eso
hace rato), que nos dijeron –yo estaba en
tercer grado y yo recuerdo perfectamente
que una de las lecciones de aquella épo-
ca–, yo recuerdo cuando nos decían que
para preservar el suelo y para fertilizar el
57
CATAURO
suelo, una de las mejores cosas que se po-
dían hacer era mantener pastizales. Yo me
acuerdo de eso. Y ahora resulta que los
pastizales son degradantes del suelo. Es-
tamos acabando con los pastizales y esta-
mos acabando con el suelo. Bueno, y en-
tonces, ¿qué es esto? Pienso que eso es
así. Primero, el bosque. Está bien, yo creo
que el bosque es un preservante del sue-
lo. Después vienen los pastos, seguro; cuan-
do los manejamos bien, cuando aprenda-
mos a manejarlos bien. Esas son cosas que
habrá que ver en algún momento.
Yo creo sinceramente que la mala apli-
cación de la ciencia y la técnica nos ha
traído el desastre que tenemos nosotros
en la ganadería. ¿Saben por qué? Porque
hemos aplicado la ciencia no en la forma
que dijo Evelio, sino que hemos aplicado
la ciencia “al golpe” a como quiera, sin
saber; y hemos dejado fuera lo que se sa-
bía de antes; siempre nosotros creíamos
que la ciencia iba a resolver todos los pro-
blemas, y la ciencia lo que ha hecho es
multiplicar todos los problemas en la ga-
nadería. Y eso tenemos nosotros que ver-
lo, porque la ciencia puede hacer mucho,
mucho más de lo que nosotros nos imagi-
namos, si la aplicamos bien.
FERNANDO FUNES
MONZOTE
Investigador. Estación Experimental
de Pastos y Forrajes Indio Hatuey.
En el momento actual Cuba está definien-
do su modelo agrícola hacia un modelo
más eficiente, menos dependiente del ex-
terior, más soberano. Hay una pregunta
que se hizo sobre la independencia que,
58
CATAURO
de alguna u otra manera se ha tocado,
pero yo pienso que sería pertinente decir
un poquito más sobre ella.
La agricultura como forma de transfor-
mación de la naturaleza, para la produc-
ción de alimentos y bienes para el ser hu-
mano es una actividad del hombre
dependiente de recursos naturales. Y, des-
de la época colonial, en Cuba, las formas
predominantes eran formas de agricultu-
ra no solamente dependientes de esos re-
cursos naturales, sino extractivista de esos
recursos naturales. Y se diseñaron mode-
los agrícolas desde la época colonial, para
extraer, de manera indiscriminada estos
recursos. Hay muchos relatos y momentos
de la historia que nos demuestran que los
bosques se talaron, se acabaron, cómo se
deterioraron los suelos, cómo se hizo de-
predación indiscriminada de esos recur-
sos. Esta depredación nos llevó cada vez
más a depender del exterior; depender del
exterior de esclavos para que cortaran la
caña de azúcar cuando se implantaron los
sistemas de caña de azúcar en grandes
extensiones y hay varios componentes que
confluyen, no quiero seguir explicando o
seguir abundando en este tema, pero una
de las cuestiones es la escala de produc-
ción. Mientras más se incrementa la es-
cala de producción, más necesidad hay
de recursos naturales o de otros recursos
que no son naturales, pero que mueven
esa industria.
Otra es la homogeneización de la agri-
cultura: mientras más se homogeneiza la
agricultura, más necesidad hay de traer
recursos del extranjero. Y vuelvo a lo que
planteaba como eslogan Enrique, que de-
cía: “sin ganadería no hay equilibrio agrí-
cola”, porque el ganado es el que cierra los
ciclos en la agricultura en general y el que
logra que ese equilibrio se mantenga en el
suelo. El ganado compite con el hombre,
es una cuestión un poco contradictoria. El
ganado compite con el hombre –con los
seres humanos, con los hombres y las mu-
jeres–, con los seres humanos por el terre-
no, por la tierra, pero también el ganado
proporciona una función importante en el
reciclaje de ese nutriente; esos recursos son
renovables, pero son renovables y, dentro
del sistema agrícola se diseña de manera
que esos recursos puedan utilizarse.
Desde la época colonial se subvaloró la
existencia de esa gran cantidad de recur-
sos en nuestro país, un país que tiene con-
diciones excepcionales para la agricultu-
ra, aunque sea muy criticado por muchos
y, recientemente, economistas que dicen
que no se crean que la agricultura en
Cuba puede ser un Edén; la agricultura
en Cuba sí puede ser un Edén. En cual-
quier lugar, por muy degradado que esté
ese suelo o por muy deforestado que esté,
se puede volver a recuperar todo lo que
se puede producir y todo ese bienestar y
puede ser un Edén.
Desde la época colonial esa agricultu-
ra fue desactivista y por eso se fomenta-
ron patrones de dependencia de energía
que venía de fuera. Todo el sistema agrí-
cola se basa en flujos energéticos, y mien-
tras más la energía se fomente hacia aden-
tro, hacia dentro del sistema, mayor
posibilidad tendrá de ser sustentable su
sistema agrícola, y menos necesidad ten-
drá de recursos externos.
Cualquier sistema agrícola, sea cual
sea, desde... Yo no tengo duda de que la
familia de Pincho, la familia Infante, haya
tenido mucho ganado, y haya sido muy
próspera y haya habido muchos latifundis-
tas que hayan ganado mucho dinero, pero
no me cabe duda –y hay que revisar en la
historia, y eso está claro–, que aquellos
que lo hacían con mayor eficiencia y ma-
yor productividad, no eran latifundistas.
Lo que pasa es que ellos disponían de una
abundancia de recursos naturales que les
permitía producir gran cantidad en volú-
menes, economía de escala, les permitía
enriquecerse. Pero, donde mejor se utili-
zaban los recursos naturales era en las fin-
cas ganaderas y agrícolas de pequeña y
mediana escala. Y ahí viene, entonces, un
componente importante de esta discusión
que, por cierto, no se ha tocado, indepen-
dientemente de que se ha hablado de una
cuestión de la agricultura que es la inte-
gración de la agricultura y la ganadería.
No puede haber una agricultura que
prescinda del componente ganadero; como
no puede haber una ganadería que pres-
cinda de la agricultura, y por muchos años
que se han estado investigando los siste-
mas agrícolas ganaderos a diferente esca-
la, desde una finquita hasta una hectá-
rea, que nos decían a principios de los años
noventa, con la guía de mi madre, que
fue mi tutora profesional también, desde
una finquita de una hectárea hasta miles
de hectáreas, la integración ganadería-
agricultura puede ser una manera efecti-
va para lograr rentabilidad y la indepen-
dencia de los sistemas agrícolas.
Yo pienso que nosotros, siguiendo pa-
trones de ganadería a nivel mundial, que
se basaban en la rectificación de la gana-
dería, disminuimos el área ganadera en
Cuba que, al triunfo de la Revolución, era
de cuatro unidades de hectárea; se llevó
a una hectárea, se le quitó la mitad de la
tierra a la ganadería con la idea de incre-
mentar la eficiencia de la productividad
a través de la producción de leche, como
Víctor se refería.
La producción de leche es más eficien-
te, es decir, desde el punto de vista
59
CATAURO
genético, que la producción de carne; sin
embargo, se sobrevaloró esta eficiencia
tratando de utilizar gran cantidad de
insumos que venían del exterior y que les
hacía, desde el punto de vista económico
y social probablemente factible, pero des-
de el punto de vista energético y biológi-
co, no era factible este sistema de pro-
ducción ganadero especializado; por eso
es que, desde el punto de vista revolucio-
nario nosotros hemos visto cómo en los
últimos veinte años esa ganadería se ha
ido adaptando a la situación actual que
presenta nuestra economía, y se ha ido
integrando cada vez más y ha ido redu-
ciendo su estado. No por gusto cuando
triunfó, cuando en el año 90, por eso, a
principios de los años noventa, cuando lle-
gó la crisis total de nuestra economía y
nuestra agricultura la primera decisión del
gobierno fue la creación de las UBPC, que
fue la descentralización de la gran empre-
sa agropecuaria que era insostenible, ya
aquí se trató el tema de la sostenibilidad
de este modelo a gran escala, que necesi-
taba una gran cantidad de recursos que
venían del exterior.
Escribí tres o cuatro cosas que les quie-
ro decir para llegar al punto que es donde
quería llegar, lo digo en menos de un mi-
nuto.
La primera, que la cultura no se circuns-
cribe a los avances tecnológicos, la cultura
ganadera, de los avances tecnológicos,
como se ha dicho aquí, tiene cuestiones
económicas, cuestiones sociales, incluso
imaginarias, las tradiciones, etcétera, es la
unión de muchos componentes que deben
estar, deben ser, digamos, un poco armóni-
cos en su unión, y dependientes de cada
uno de los lugares.
Segundo: más importante es que esa
cultura ganadera es dinámica, es dinámi-
60
CATAURO
ca, y bebe constantemente de diferentes
fuentes, sean internas o externas, que por
eso es que la cultura, sea ganadera o sea
cualquier cultura, es adaptable, la cultura
es adaptable a diferentes situaciones histó-
ricas, a diferentes contextos
socioeconómicos, es adaptable, y además
de que es adaptable es recipiente, que aquí
se decía el concepto de recipiencia, –lo
decía Evelio–, pero tal vez algunos de us-
tedes no conocen ese concepto: la
recipiencia es la capacidad que tiene un
sistema agrícola, un sistema cualquiera,
ecológico, social, lo que sea, de recuperar-
se después de un shock determinado, y la
cultura tiene esa capacidad, aunque haya
interferencias dentro de su desarrollo, ella
tiene la capacidad de volver a recuperarse
y de tomar lo mejor, o lo peor, o lo que se
considere por los grupos humanos que es
mejor o peor, no lo que quieran personas,
sino lo que grupos humanos van probando
en la historia; por eso la cultura es percibida
por diferentes grupos humanos de diferen-
tes formas y en su desarrollo se permean
ideas y por ósmosis estas ideas cambian, es
decir, en la interacción entre agricultores,
entre las administraciones ganaderos, y por
eso es tan importante lo que decía Senra,
de darle ese protagonismo necesario a los
productores, a los agricultores, a la gente
que está practicando, independientemen-
te de la importancia, la necesidad que hay
de seguir desarrollando la ciencia y la téc-
nica.
La ganadería, como la vida y la historia
de los países, es el resultado de su mo-
mento histórico, y yo pienso que en este
momento histórico de Cuba eso está cam-
biando porque estamos revalorizando mu-
chas cosas para seguir avanzando en el
futuro. En la diversidad y heterogeneidad
de la forma de hacer ganadería estará el
mayor valor cultural que pueda proporcio-
nar este sector a la economía y la socie-
dad, es decir, en esta diversidad y en esta
heterogeneidad, y esto, a tono con las ideas
de Fernando Ortiz, de quien tiene el nom-
bre esta Fundación, yo entiendo que esto
es como una transculturación ganadera.
MILAGROS MILERA
RODRÍGUEZ
Investigadora. Estación Experimental de
Pastos y Forrajes Indio Hatuey y
presidenta de la Sociedad de Pastos de la
Asociación Cubana de Producción Animal,
ACPA.
Quería empezar dando las gracias a la
Fundación, para que se entienda cuál es
la forma de acción y las diferentes formas
de divulgación, la televisión, la prensa,
ya que estamos muy carentes de que la
cultura ganadera, ya sea desde el punto
de vista del sector productivo como el de
la ciencia, se aborden los problemas, se
aborden los programas, creo que esta es
una gran iniciativa y les doy las gracias
por eso.
Yo nací en el 48, en una finca, soy cam-
pesina de nacimiento, pero en la región
occidental de Cuba lo que había era caña
de azúcar; donde yo vivía apenas si había
una vaca y algunas chivas que eran las
que nos proporcionaban la leche que nos
tomábamos los muchachos que vivíamos
en esa finca; no tenemos, de esta etapa
una visión de ganadería en la finca don-
de yo viví con mis padres, que era una
herencia de mis abuelos.
Yo creo que antes del 59, Cuba tuvo
quizás una cultura de tradición y de lo
que... –en el libro que escribió Reinaldo
se muestra, y muy bueno, por cierto, este
libro, pero obviamente coincido con él en
algunas cosas–, a partir del año 59, es que
hay un desarrollo de la ganadería, un de-
sarrollo que estuvo, creo, a la par con la
industria, con el sector de la veterinaria,
con el desarrollo de las comunidades, el
desarrollo social creo que estuvo muy uni-
do, se hicieron cines, círculos en bateyes,
en muchos lugares y creo que empieza un
desarrollo de la cultura no solo ganadera,
es decir, la cultura ganadera arrastró el
desarrollo en muchas comunidades de la
cultura en general.
Menos mal que Leonel mencionó, y
quiero hablar de esta primera etapa, que
se había introducido, por la Estación de
Santiago de las Vegas desde su creación
por allá por 1920, 1917, se habían comen-
zado a introducir variedades de pasto; en
una ocasión, en un evento habló de eso, y
después yo tuve la suerte también de es-
tar en un evento en Indio Hatuey, y de
sacar de los libros, toda la..., cómo se ha-
bía introducido, inclusive los tengo clasi-
ficados, gramíneas, cómo se introdujeron,
desde cuándo se introdujeron variedades
de pasto mejoradas en Cuba, porque en
Cuba, las gramíneas endémicas no tienen
un alto valor nutricional, solo las que vi-
nieron después, por eso fue que se empe-
zaron a introducir desde otros países va-
riedades de pastos para la alimentación
del ganado; es decir, que los cinco géne-
ros que son gramíneas, en cuanto a los
pastos, no tienen alto valor forrajero. Uni-
do a eso, después que triunfa la Revolu-
ción, tomando en cuenta las variedades
que estaban, y otras que se empezaban a
introducir, se hizo un programa de intro-
ducción y evaluación de especies del ex-
terior y de producciones nacionales, es
decir, que hay un estudio en Cuba muy
61
CATAURO
interesante a partir del triunfo de la Re-
volución, eso empiezan a llevarlo. En el
62 se comienzan a construir las instala-
ciones ganaderas y se empieza todo un
programa de desarrollo en relación con la
alimentación del ganado. En el año 63
viene Voisin a Cuba, invitado por el Co-
mandante en Jefe, se establece aquí en
Cuba y nos dicta un grupo de conferen-
cias, en total fueron diez las conferencias,
donde él resume un conjunto de cosas que
no son solo el manejo de los pastos y las
hierbas; él maneja elementos de ecología,
elementos de salud animal y de salud hu-
mana. Creo que eso fue muy bueno para
todos los que de alguna manera somos
mayores y tuvimos que estudiar y tener
esos libros por todos los mensajes, que no
son solo el manejo de los pastos, son los
mensajes que lleva, ecológico,
agroecológico y de todos puntos de vista,
creo que fue una marca importante en la
ganadería cubana. sin embargo, después...,
al principio se tuvo en cuenta en los pro-
gramas pero después no se tuvo en cuenta
en los programas, en los programas para
capacitar técnicos y para capacitar inge-
nieros, no se tuvieron en cuenta; toda esa
obra de Voisin la teníamos en cuenta, la
leíamos, pero no estaba realmente incor-
porada a los programas que estábamos es-
tudiando.
Yo creo que, paralelo a todo el desarro-
llo que fue haciendo la Revolución en la
ganadería, hubo un tremendo desarrollo
de la ciencia y se desarrollaron institucio-
nes que marcaron un hito. Cuba tuvo pri-
micias desde que hablamos del ferrocarril
pero tuvo primicias con el CENSA, que
fue uno de los centros más desarrollados
en América Latina en la sanidad, y en-
tonces, el ICA, por otro lado, el Indio
Hatuey, el Instituto de Pastos... Había en
62
CATAURO
la ganadería una serie de instituciones
que me parece que marcaron un hito en
el desarrollo de la ciencia en la ganade-
ría, que eso iba aparejado al desarrollo
ganadero de Cuba.
¿Qué sucedió? Creo que ya en el año
90 se había dicho que la ganadería había
tenido grandes problemas –está escrito en
el libro de González y de otros especialis-
tas–, porque realmente ya la ganadería no
estaba sobre las bases a partir de las cua-
les se había querido hacer un uso suficien-
te de los pastos y los forrajes de la indus-
tria azucarera, sino que ya estaba
sustituyendo los pastos por concentrados,
en algunos concentrados ya no era nada,
ni eficiente, ni factible.
A partir del año 1990 empezaron a ocu-
rrir muchas cosas, pero pienso que en la
etapa actual faltan políticas y estrategias
–y eso lo decía cuando estaba Ulises Ro-
sales del Toro de ministro–, y creo que si
ahora tuvimos una reunión, vuelvo a re-
petir lo mismo: no ha habido –creo que se
está tratando de hacer–, no ha habido
políticas y estrategias en relación con la
alimentación del ganado que tengan en
cuenta todos estos resultados que se al-
canzaron para ponerlos en manos de los
productores de la mejor forma, no con sis-
temas de perfeccionismo con oferta, con
tecnología, con paquetes. Todavía nos fal-
ta, ya se elaboró un programa, lo tengo
ahí, pero todavía no está en práctica, es
decir, que no solo no hubo políticas y es-
trategias con la alimentación del ganado,
con la producción de semillas –del no-
venta para acá me estoy refiriendo–; des-
apareció todo el sistema de certificación
de semillas, desaparecieron todos los sis-
temas de certificación de variedades.
Nosotros solos producimos más de treinta
variedades, y hay muchas más que han
propuesto otras instituciones, entonces
todo eso desapareció cuando empezó el
Período Especial, eso no se volvió a estruc-
turar, y entonces nos enfrentamos a toda
la situación que teníamos del bloqueo, a
perder el ochenta y dos por ciento del co-
mercio, a todas estas cosas, y además, sin
una estructura, sin una política, sin una
estrategia; creo que en la década del no-
venta era lógico que no la tuviéramos, ya
más para acá existe, pero creo que no se
ha puesto en práctica, y pienso que hay
que cambiar la mente en la gente que
cambia las cosas, no solo hacer estrate-
gias, sino que la mente que está dirigien-
do hoy en muchos lugares no está a tono
con las acciones que se desarrollaron en
muchos lugares. Esa es una de las cosas
más importantes que tenemos que lograr.
Todo el mundo pretende una sociedad
de pastos, se han pronunciado en muchas
tribunas. Yo, que elaboré con los mejores
especialistas de Cuba la estrategia nacio-
nal de semillas, ahora fue que la puse en
buen recaudo en manos de la empresa que
se acaba de lograr, porque eso rodó dos
años, en el 2008, rodó, rodó..., no tuvo
acá un organismo receptor, para una es-
trategia hecha de verdad, como se debe
hacer. Sin semillas no hay evolución del
ganado, por supuesto, y gastamos, y gasta-
mos doscientos mil pesos anuales, a ve-
ces, en semillas, y en algunos casos en
híbridos, que no las podíamos –estoy ha-
blando en ganadería– que no las podía-
mos reproducir.
En el año 2010 se inició con sesenta y
tres millones. ¿Cuántas cosas se pueden
hacer con sesenta y tres millones? Noso-
tros no tenemos hoy una finca de semillas
de verdad, de verdad, con todas las de la
ley, no la tenemos; sobrevivieron dos o tres
en el Período Especial; visité una no hace
mucho en Granma que pudiéramos decir
que es un banco. Yo diferencié en esa es-
trategia qué es banco y qué finca; el ban-
co puede reproducir semillas agámicas, por
esteras, por trozos, pero la semilla espe-
cializada de granos, en los pastos, que tie-
ne una serie de requisitos, que no es como
la del frijol, en los bancos no se puede re-
producir. Entonces solamente existen dos
o tres lugares donde hay conocimientos,
se formaron algunas personas y pueden
hacer algo en ingeniería, en maquinaria y
otras cosas. Esa es una de las cosas, lo de-
cía el Gallego Fernández en el informe que
hizo a las instituciones científicas cuando
empezó todo este proyecto de hacer un
nuevo programa de las ciencias, que real-
mente el Ministerio de la Agricultura es
uno de los ministerios que más problemas
tiene en el trienio en la obtención de re-
sultados por no darle la prioridad en el
financiamiento que llevan.
Yo sé que es importante, por eso, cam-
biar la mente de la gente que cambia las
cosas y no las cosas, si no, podemos tener
recursos o podemos tener proyectos, pero
si las personas que son las que tienen que
trazar las estrategias y las políticas en Cuba
no están conscientes de eso, no vamos a
lograr un verdadero cambio.
Quería decir que, para mi satisfacción,
que soy una campesina, no ganadera pero
campesina, creo que hay más de mil pro-
ductores en el país, hay como diez mil,
que practican la agroecología y eso, pero
que tienen agricultura y ganadería, inte-
grales, que tienen ganadería, y que no los
vemos en un evento.
Se está rescatando la ganadería cubana
de una forma diferente a la estatal y a la
del campesino que teníamos al inicio, cuan-
do la Reforma Agraria; es un campesino
que lo mismo te encuentras un técnico en
63
CATAURO
inseminación, un ingeniero agrónomo que
trabajó en una empresa, un licenciado en
pedagogía, con conocimientos, algunos ya
con correo electrónico, muy buena casa –
yo creo que son hacendados del socialis-
mo, ¿no?, digo yo a veces–, con muy buena
casa en la ciudad, y algunos con una bue-
na casa en el campo o en la ciudad, que
defienden la agroecología, que defienden
todos esos conceptos que defendemos no-
sotros de cuidar el medio ambiente, de sem-
brar árboles, de integrar la agricultura y la
ganadería, porque sin ganadería en la agri-
cultura cómo va a fertilizar.
Tengo la satisfacción de que estamos
rescatando eso, de que en el sector pro-
ductivo hoy se produce más del cincuen-
ta y cinco por ciento de la carne y la le-
che, y además, está todo el ganado
prácticamente ahí ya, porque ¿qué tiene
el sector estatal?, ¿cuarenta y cinco?, eso
me da dolor, pero el sector estatal sigue
centralizado y tenemos que descentrali-
zar la administración; no es un problema
de propiedad privada, lo que yo reporto,
64
CATAURO
lo que veo en la finca. Yo les puedo decir
que yo tomé una vaquería en Holguín
que se llama El Vapor, es una vaquería,
no es particular... Ah, pero esa vaquería
tiene una administración descentraliza-
da, y cuando yo le pregunto a ese vaque-
ro: “¿Por qué tú tienes éxito?”, me dice:
“Yo tengo éxito porque comemos calien-
te, porque la gente gana y porque las
vacas tienen comida.” “¿Y cómo que co-
men caliente?” “Sí, porque antes tenía-
mos que ir al comedor ese con bandejas
y estaba fría; hoy, mire, tenemos plátanos,
–no sé cómo le dicen ellos a los plátanos–
, tenemos plátanos, tenemos carneros, te-
nemos..., y entonces nosotros elaboramos
nuestra propia comida, el salario nos está
saliendo en mil y tantos pesos, pero esta-
mos produciendo más de doce litros
Siboney certificado.” Y es una vaquería,
no es propiedad privada. Y está Desem-
barco del Granma, que ahí se cobran
cuentas, que es una de las que tienen
nueve vaquerías, y tiene iguales resulta-
dos, pero no es propiedad privada. C
Ubre Blanca

JORGE HERNÁNDEZ BLANCO (YOYI)

...Radio Reloj reportando: Alcanza

Ubre Blanca los 93,5 litros de leche.
La ya famosa vaca Ubre Blanca impu-
so una nueva marca en la producción
de leche al alcanzar 93,5 litros el día 28
de julio en la Isla de la Juventud. Ubre
Blanca produjo 16, 2 en el primer or-
deño; 26,2 en el segundo; 25,2 en el
tercero; y cerró con 25,9 para un total
de 93,5 en un día... 10:03 minutos...1

La historia de Ubre Blanca comienza en

mayo de 1980. Los vaqueros, hábiles y co-
nocedores del ganado, la tenían diferen-
ciada entre las vacas que más producían
leche en condiciones de ganadería comer-
cial: pastando y comiendo pangola.
Martínez, su celador, la llamaba Ubre
Blanca por el color nevado e inmaculado

1
El día 28 de julio en la mañana de 1980 Radio
Reloj reportaba este nuevo récor de Ubre Blanca
que superaba el anterior anunciado por Fidel
Castro Ruz en acto por el 26 de julio, en aquella
ocasión el líder de la Revolución dijo: “puedo
JORGE HERNÁNDEZ añadir una noticia grata, incluso muy grata, Ubre
BLANCO (YOYI) Blanca produjo ayer 89, 9 litros de leche,
Médico veterinario. estableciendo un nuevo y extraordinario récord,
Zoológico Nacional. quizás como saludo al 26 de Julio.”

65
CATAURO
de toda la ubre y parte abdominal, que
contrastaba con el negro parduzco del resto
del cuerpo. Los vaqueros, atentos al or-
deño, se sorprendieron cuando en el se-
gundo parto, Ubre Blanca llegó a produ-
cir 63 litros de leche. Despuntaba como
una gran campeona que acaba de descon-
certar a todos por la cantidad de leche
que aportaba y porque era una vaca
genéticamente lograda en Cuba.
Conmovidos por la noticia, Manolo
Piñeiro, el jefe del Distrito de Ganadería
La Victoria le comunica a Armando
Manresa, primer secretario del Partido en
la Isla y a Oscar de la Portilla, delegado
de la Agricultura, que la vaca de 63 litros
podía subir la producción. Manresa me
manda a buscar como director de Veteri-
naria de la Isla de Juventud y me encarga
que formule una dieta especial para Ubre
Blanca; mejorar sus condiciones de vida y
velar por su salud con la colaboración del
ingeniero Macías y las personas que esta-
ban en ese Distrito ganadero.
La Victoria es una zona muy bonita, está
aguas abajo de los manantiales de La Ca-
ñada, que es la elevación más alta de la
Isla de la Juventud, con 400 m sobre el
nivel del mar y en dirección al Hotel
Colony, a 32 km de Gerona. Tiene arroyos
y por las noches es una zona muy fresca, lo
que propicia un microclima adecuado: aún
en días de calor intenso se siente el fresco
de noche, lo sé por las madrugadas que
estuve ahí.
Los dueños de esas tierras eran los her-
manos González del Valle; uno de ellos se
llamaba Gustavo, que era el apoderado
de la finca ganadera propiedad del her-
mano. Tenían patios finos de Cebú –estoy
hablando de antes de la Revolución. Re-
cuerdo algunas cosas de cuando era niño
–soy nativo de la Isla, y el primer médico
66
CATAURO
veterinario–: mi padre me llevaba a La
Victoria y había desde aquel entonces allí
vacas Cebú con algunos animales que
aportaban hasta veinte litros de leche dia-
rios, en pequeños patios ganaderos con 20
vacas y un toro. Era un ganado de com-
plexión fuerte. Creo que ese Cebú de una
forma u otra está en el origen genético de
Ubre Blanca, porque fue a inicios de 1968
que, con esas vacas Cebú y otras que se
introdujeron en la granja se inició el pro-
grama de inseminación artificial, cruzán-
dolas con semen de la raza Holstein. En
este lugar había patios finos de Cebú y una
pequeña pero eficiente ganadería.
Después del hallazgo de Ubre Blanca
se organizaron estudios genéticos en esta
zona. Al frente de esa investigación parti-
cipó el doctor Alberto Granados, orienta-
do por el Centro Nacional de Sanidad
Agropecuaria (CENSA), para conocer la
historia genética de esta región y entre-
vistar a los campesinos más viejos sobre
las razas ganaderas. Por esos años el doc-
tor Julio Pérez Miralles, que era mi jefe,
quedó al frente de la distribución del se-
men congelado para la inseminación arti-
ficial de la Isla. Como en aquel entonces
yo era solo técnico medio en Medicina
Veterinaria y del laboratorio de insemina-
ción artificial, me liberan para terminar
la carrera de Medicina Veterinaria, por lo
que el doctor Julio distribuyó en ese pe-
ríodo. para la zona de La Victoria, semen
del toro Holstein hijo de Rosafé Activo,
con el código 123-C. Esto permite supo-
ner que este sea el bisabuelo materno de
Ubre Blanca.
En la vaquería 4 conocí una vaca que
se llamaba Tonina, una F-1 que llegó a 71
litros de leche; era un animal de un ca-
rácter especial y curioso: no podía entrar
a la vaquería una persona desconocida
porque no daba más leche. Lo cierto es que
hay una media sangre por ahí que fue muy
productora de leche, que genéticamente
aún está en la Isla. En este contexto de la
ganadería pinera y con las limitaciones
normales de la ganadería comercial cuba-
na, surge Ubre Blanca. Una vaca lechera
F-2 con 75 por ciento sangre Holstein y 25
por ciento Cebú. Su talla era de 136 cm y
un largo corporal de 225 cm. Ocho horas
del día las dedicaba al consumo de ali-
mentos, otras ocho, a la rumia, el resto, al
descanso; tenía un peso corporal de más
de 600 kg, y su alimento preferido era la
pangola.
En una ocasión, Hermeregildo Curbelo
(Merejo), jefe de la Dirección Nacional
de Genética de Ganadería, durante una
visita a la vaquería 134-5 de La “Victoria,
dice: “Me parece que ahí está la vaca de
los cien litros de Fidel.”
Fidel, al tanto de estos acontecimien-
tos, inmediatamente visitó la vaquería y
en su segunda estancia me dice: “¡Ni ca-
tarro me le puede dar a este animal, sabe!”
Cuando terminó de decir la palabra
“sabe”, yo ya estaba solo. ¡Cosas de la vida,
no! El primer secretario del Partido, en
aquel momento Armando Manresa
González, me pasó por el lado y me susu-
rró, en tono jocoso pero firme: “Yoyi, la
columbina pa’cá.” ¡Más claro ni el agua!
¡A vivir en la vaquería para cuidar a Ubre
Blanca! Y además llevar mi trabajo, como
director de Veterinaria de la Isla. Yo prác-
ticamente pernoctaba en la vaquería. Por
eso días, muchos compañeros del CENSA
visitaron la vaquería. La compañera Rosa
Elena Simeón2 fue seleccionada para aten-
der la salud de la vaca con mi colabora-
ción como médico directo de la vaca y
2
En esos momentos Rosa Elena Simeón era la directora del CENSA.
con el apoyo total para lo que hiciera fal-
ta. Fue muy bonito, porque nunca sentí
ese apoyo en la ganadería desde hacía
muchos años; lo sentí en ese momento,
un trabajo diferente.
Otros papeles relevantes lo desempe-
ñaron el doctor José Miguel Alarcón, mé-
dico veterinario principal de la Empresa
Genética Los Naranjos, quien colaboró
con nosotros en el trabajo referido a la
salud de la vaca y el ingeniero Omar
Martínez, del Instituto de Ciencia Ani-
mal (ICA), quien se ocupaba del balance
alimentario.
Muchas personas piensan que Ubre
Blanca fue el resultado de un proyecto.
Lejos de esto, Ubre Blanca fue el resulta-
do de la ganadería cubana orientada por
Fidel, el cruzamiento dirigido y controla-
do de razas fue lo que propició que sur-
giera una vaca tan notable por su produc-
ción como lo fuera ella, de la misma forma
que surgieron otras tantas altas producto-
ras, aún cuando no llegaron a alcanzarla.
“¡ENTRA, UBRE BLANCA!”
La vaca tenía un vientre increíble, no solo
para albergar al ternero sino para procesar
todo lo que comía por día: consumía más de
230 kilos de forraje, concentrado, miel de
purga y el pasto; bebía 130 litros de agua
que más o menos equivalen a 130 kilos, es
decir, que era un animal excepcional tam-
bién por la forma en que se alimentaba.
Hacía 88 prehensiones (lenguazos) por mi-
nutos, o sea, las veces que capturaba hierba
con la lengua, por cierto, muy suave, ca-
racterística poco común para la lengua de
un bovino. En la rumia hicimos medicio-
67
CATAURO
nes comparativas con relación a las de-
más y en esto también era más eficiente.
Si las otras hacían 49 masticaciones por
bolo alimenticio, ella daba de 42 a 45; a
esto seguía el descanso y de nuevo la
rumia, distribuida de manera tal que cada
una promediaba ocho horas al día aproxi-
madamente, lo que resulta un eficiente
empleo del tiempo. Podía descansar más y
alimentarse más que las otras vacas del
rebaño, tomaba el forraje de la canoa con
la boca y lo ponía en la canoa de miel para
comerla como ensalada, o sea, no comía
como el bovino normal, tenía cosas pro-
pias de ella, pastoreaba incesantemente
en los cuartones disponibles para ella con
pangola, principalmente.
A mi modo de ver tenía una conducta
poco común para un bovino. Se compor-
taba, más como lo hacen los caballos de
cuadra. El bovino es un animal muy rústi-
co y poco “inteligente”, actúa por instin-
tos y muy rara vez aprende a sistematizar
una actividad. Sin embargo, no ocurre así
con el caballo, que uno puede adiestrar.
Lo sé porque desde pequeño estoy criado
entre ganaderos y no conocí nunca una
vaca con esa conducta.
Ubre Blanca identificaba a las perso-
nas, tenía afinidad con uno y no tanta con
otros. La ventaja de contar con un vaque-
ro como Arnoldo Carreño fue otro factor
para lograr que la vaca se manifestara como
alta productora. Él solo era como una
maquinaria dentro de la vaquería. A pe-
sar de su juventud, hacía de todo, pero lo
más importante era que de manera fija
ordeñaba a Ubre Blanca con el equipo de
ordeño mecánico tipo Alfa-Laval. Era una
persona muy diestra y organizada y sobre
todo, mantenía la higiene del ordeño, el
ritmo, el horario y el manejo apropiado del
ganado.
68
CATAURO
Esta vaca era un reloj biológico: se su-
bía con sus patas delanteras en el borde
del comedero cuando faltaban apenas cin-
co minutos para la alimentación entre
ordeños. En este punto se inquietaba y
comenzaba a “guapear” su pienso. Tam-
bién reaccionaba ante extraños, como
cualquier otra vaca, no aceptaba mucho
a personas ajenas al lugar. Otro ejemplo
de su conducta particular es que yo la
adapté a ponerle la mano abierta delante,
para saber su estado de ánimo o de salud,
como hacemos los cubanos “para entrar”.
Le decía: –“...¡Entra, Ubre!”, y ella me
daba con el hocico en la palma de la mano.
Si esto no ocurría era porque algo pasaba,
entonces yo iba y analizaba los datos de
los estudios clínicos que a diario se le rea-
lizaban: acidez de la orina y de las heces
fecales, la temperatura corporal y la fre-
cuencia respiratoria.
Uno tiene sus métodos propios para com-
probar el estado clínico de un animal. Si
reaccionaba con tristeza, entonces se le
hacía la prueba de nitroprusiato para ver si
había cuerpos cetónicos en la orina y en
leche como un indicador del mal funcio-
namiento de su metabolismo, se trataba de
detectar precozmente cualquier alteración
metabólica que hubiera en el animal.
A Fidel no le gusta perder con los ame-
ricanos al igual que a mí. Me di cuenta
que la idea era preparar a Ubre Blanca
para romper el récord, que hasta el mo-
mento lo mantenía la vaca Arlinda Allen-
de, de Illinois, Estados Unidos, con la pro-
ducción de 89 litros de leche en un día y
en el año de 25 272.4 kilos de leche, era
el récord impuesto desde 1974.
Entonces Fidel me pregunta: “¿Y qué pasa
si le tiramos al récord?” Sin apenas pensarlo
le contesté: “Leí lo que usted me man-
dó (un escrito sobre la vaca americana)
y sabía, desde que comencé a leerlo, que
la vaca de Illinois debió haber muerto por
lo que se comía: ...no sé cuántas cestas de
remolachas y zanahorias, heno de alfalfa...,
era imposible digerir todo aquello y mue-
re al final por problemas digestivos, como
yo pensaba. Bueno –continué diciéndo-
le– “si no le tiramos al récord, nadie más
que nosotros va a conocer a Ubre Blanca,
y si le tiramos al récord, ella será mun-
dialmente conocida y tiene para eso. Pue-
de ser que la vaca se ‘nos vaya pa’l pomo’,
como dicen los vaqueros –afirmé– y que
se produzca demasiado tejido mamario y
se le descuelgue la ubre por falta de resis-
tencia de los ligamentos suspensorios a
tanto peso. Por otra parte, ya la vaca tiene
14 años y tres partos, por lo que no sobre-
vivirá mucho más después de esto”. En
este breve diálogo acordamos intentarlo.
LA FAMA DE UBRE BLANCA
Ubre Blanca alcanzó su mayor producción
de leche cuando tuvo el tercer parto3 del
que nació Reina Amalia. Fueron momen-
tos muy tensos para todos los que estába-
mos relacionados con el animal y de ma-
nera particular para mí, pues todo el mundo
tenía la mirada fija sobre la vaca recordista.
¡Es terrible! Tus amigos ya no son tus ami-
gos, ahora son tus controladores. Resolver
el problema me tocaba a mí, criticar le to-
caba a todo el mundo, y el criticado era yo.
Me bequé en la vaquería. Todos daban
opiniones pero me decían: “¡Se hace lo que
tú digas!”
El tiempo que duró en convertir a la
vaca en recordista fue de un año. El ré-
cord de un día fue de 110,9 kg el 25 de
3
Después del tercer parto, tuvo otro más. Dio a luz al ternero Tropical.
enero de 1981, pero lo más importante
como recordista es la producción que al-
canzó en 365 días, el que implantó con 27
674,2 kilos de leche. ¿Qué pasa? ¿Cuál es
la desventaja de ella en relación con las
vacas finas o de razas puras lecheras? Su-
cede que ella es un F2 resultante del cru-
ce de la raza Holstein (ganado puro de
leche) con otro de la raza Cebú, el que
tiene una lactancia más corta, por lo tan-
to, lograr superar en un año la produc-
ción que alcanza la raza pura no resulta
fácil y es lo meritorio. Otro hecho rele-
vante es el contenido de esta leche en
grasa y proteína, ambos superiores al tres
por ciento y por encima de la vaca
recordista americana.
El mismo día del récord visitan la va-
quería 25 o 26 periodistas para presenciar
el ordeño del mediodía y el de las 8:30
p.m., los que consideraron innecesario
permanecer para el siguiente ordeño, el
que correspondía a las 4:30 a.m. Venía un
señor que yo le puse “Míster kilogramo”
(que ya murió). Me dijeron que era el
hombre encargado de reportar los récords
para la Agencia Latin Reuter. Fidel me
insiste en que le explicara bien en qué
consistía la diferencia entre un litro y un
kilogramo de leche. Que le indicara cuá-
les eran nuestras medidas de peso y volu-
men. Él era un hombre muy recto y tenía
un concepto diferente de las medidas.
Cuando Ubre Blanca produjo 102,5 litros
de leche, este fue el dato que apareció en
la prensa, es decir, se reportaron en litros
lo que eran realmente kilogramos, que es
de la manera en que lo mide el equipo de
ordeño (Alfa-Laval), con el que se traba-
jaba en la vaquería, pero en nuestro léxi-
co común y cotidiano les decimos litros.
69
CATAURO
Entonces, un litro de leche que se repor-
taba de Ubre Blanca, con seguridad tenía
1,034 kilogramos de densidad, pero por
mucho que yo le explicaba esto al señor,
no me entendía. Y yo, como recién había
regresado de Etiopía creía saber inglés, le
hablaba pero no había forma de que el
hombre entendiera.
¿Qué ideé? Cogí, leche de la produc-
ción de Ubre Blanca (algo interesante era
que yo mandaba a poner las ocho mues-
tras de las vacas de su tanda de ordeño
en pomos de suero iguales y sabía distin-
guir entre todas cuál era la leche de ella
sin haberlos visto ubicar, pues era una le-
che de consistencia particular, con un color
diferente), y acompaño a “Mister kilogra-
mo” a la bodega de La Victoria en la que
trabajaba Bienvenido Pérez, amigo mío, y
le digo: “Bienve, hoy no robes, ponme la
pesa al fiel –fastidiando, por supuesto– y
después de esto, fijó en la pesa un kilo. Le
eché en el propio plato de la pesa un litro
de agua que llevaba preparada de la va-
quería y le pregunté al señor que estaba
evaluando: “¿Ya vio usted que en un kilo-
gramo hay un litro de agua?” Entonces
sustituyo el agua por la leche y, por su-
puesto, la pesa demostró que había más
de un kilogramo de peso para este líqui-
do. Fue la única forma que pude demos-
trarle a tan tozudo visitante dónde estaba
su error, pienso que influido por la barrera
del idioma. Cogí el litro de leche y se vio
como aumentaba el peso y empezó aquel
hombre: “¡Ooooh! ¡Ahora sí!” ¡Se fue de
lo más contento!
Lo más curioso es que el día que hizo el
récord, ese 25 de enero de 1981, da la
casualidad que es el día de la visita inter-
nacional a la vaquería y es también el de
mayor producción de leche de Ubre Blanca
en su historia, como si ella lo supiera: 110,
70
CATAURO
9 kg de leche en un día, en tres ordeños.
La noticia se la dimos al Comandante
Fidel ese mismo día a las 9:30 p.m., desde
la vaquería. ¡Fue una emoción tremenda!
EL OCASO DE UBRE BLANCA
Imagínate qué orgullo para la Isla de la
Juventud, la Isla que no era el mejor lu-
gar de ganadería de Cuba y que de pron-
to surgiera un acontecimiento tan grande
como Ubre Blanca. Yo estaba en el centro
de la noticia del país. Cuando tú oías eso
de que hoy Ubre Blanca produjo tantos
litros de leche, era yo el que los había
dado. En la Isla hubo dos canciones dedi-
cadas a Ubre Blanca. Las tengo guarda-
das con mucho celo. Se publicaron en el
periódico Victoria, una era cantada por el
grupo Los Gracias y otra la escribió y can-
tó Mongo Rives, al ritmo del sucu sucu.
Te podrás imaginar lo famosa que era
la vaca, pero la fama la cargábamos noso-
tros, porque la presión era bastante para
todos los que allí trabajábamos. En fin...
pa’lante y había que tomar muchas deci-
siones rápidas y a veces valientes. Por ejem-
plo, una vez Ubre Blanca estuvo siete días
sin rumiar, un tiempo después del récord.
Ese cuadro en un bovino es grave, con un
día sin rumia es suficiente para que mue-
ra. Al tercer día de estar sucediendo esto,
decidimos sacrificar dos vacas de la pro-
pia vaquería (que ya eran de desecho)
para obtener el líquido ruminal bien fres-
co y administrárselo a Ubre Blanca por vía
oral con sonda, porque el bovino hace la
digestión a partir de los infusorios que tie-
ne en este compartimiento de su tracto
digestivo, o sea, a la micro y macro fauna
de la panza, que es al final la que aporta
la proteína verdadera al abomaso o estó-
mago verdadero del rumiante, pasando
primero por el saco de la panza. Cuando
se acidifica mucho ese contenido, mue-
ren los infusorios de los que antes te ha-
blaba y ocurre una fermentación anormal
gaseosa, que en medicina llamamos
timpanismo. Esa producción de gases in-
tensiva provoca al animal la muerte por
asfixia. Imagina, esto estuvo siete días
ocurriendo en la panza de Ubre Blanca.
Pero aún así no resolvimos el problema.
Al tercer o cuarto día de esta complica-
ción, preocupado llamé al director nacio-
nal de Veterinaria, doctor Ramón Ortiz,
que era mi jefe y le pedí apoyo técnico
con asesores. Esta vez me dice que ahora
lo resuelva solo y me fajé con lo de la vaca
con la ayuda de la gente de la Isla. De
modo que al sexto día fui en el “polaquito”4
para el matadero y ya me estaba esperan-
do un matarife que conocía (Gerardo),
con el que de manera previa había coor-
dinado. A él le quedaba una vaca por sa-
crificar (cuando una vaca no se deja cap-
turar, en el campo le dicen “un pincho” o
“un diablo en la vaquería”). En nuestro
caso, era una vaquita Cebú flaca que él
no la había podido coger. Entonces la en-
lacé, la sacrificamos y le saqué ocho litros
de líquido ruminal. Además le encontra-
mos en la panza: piedra de mármol, clavos
de herrar, clavos, fragmentos de alambres...
¡Un muestrario de objetos había en su in-
terior! La vaquita aquella era de un
potrero del Distrito lechero Dos Ríos. En
diecinueve minutos llegué con el líquido
a la vaquería y de inmediato con la sonda
le pasamos los ocho litros.
Esto fue por la tarde del sexto día sin
rumiar. Por la noche busqué un libro de
4
Pequeño automóvil del modelo Fiat Polski, producido en Polonia, al que se conoce en Cuba como
“polaquito”.
Medicina Interna para consultar y en le-
tras pequeñas (donde se suelen encontrar
las cosas más interesantes, como decimos
nosotros los veterinarios), leo la descrip-
ción de un tratamiento basado en esencia
de veratrina, administrado a razón de un
cuarto de la dosis indicada para el peso
del animal, por vía subcutánea (bajo la
piel), inyección que se aplica en la “tabla
del cuello” con el propósito de estimular
el movimiento de los pre-estómagos a las
doce horas y no el de los intestinos. Como
ella tenía además diarrea, si yo le admi-
nistraba un producto que moviera los in-
testinos la podía matar.
Busqué en mi arsenal farmacéutico de
reserva el producto que por su acción se-
mejara la esencia de veratrina y a las 7:15
de la mañana le puse un cuarto de la do-
sis por vía subcutánea, como había leído.
Esto fue al séptimo día. No me separé de
la vaca durante esos siete días con sus
noches. Dormía junto a ella y por suerte
para los dos, a las doce horas (casi exac-
tas) después del tratamiento, con alegría
observé que Ubre Blanca comenzó a ru-
miar. Conservo una foto en la que estoy
recostado a Reina Amalia (para amorti-
guar el frío) y, como me había quedado
dormido, dicen mis compañeros que tam-
bién hacía con la boca movimientos como
si estuviera rumiando. ¡Aquello resultó
una fiesta! Se puede afirmar que ese día
volvió a nacer la vaca.
En el concepto productivo Ubre Blan-
ca era una vaca vieja, no se notó tanto
porque se inseminó tarde (la primera vez
a los 40 meses de edad) y murió en fe-
brero de 1985, de 17 años, es decir, tres
años después del récord. En realidad fue
71
CATAURO
sacrificada, pues además de su avanzada
edad, padecía de la ubre descolgada y
un epitelioma en la parte superior izquier-
da de la grupa. Su edad coincide con el
promedio de vida que alcanzan las vacas
de la ganadería comercial, incluso si ana-
lizamos el período en que fue recordista,
se puede considerar que lo fue a una edad
avanzada.
Algunos piensan que murió porque la
ordeñaron mucho, la exprimieron. No fue
así. El exceso de tejido mamario que pro-
dujo después del parto del ternero Tropi-
cal (también le llamábamos Camaraco, en
alusión al primer nombre con el que se
conoció a la Isla), finalmente provocó el
desprendimiento de los ligamentos
suspensorios de la ubre, pero esto solo en
sí no era necesariamente mortal. Enton-
ces, se decide su traslado para el CENSA,
para tratar de obtener sus óvulos con fi-
nes de investigación y para preservarlos.
En este centro va a permanecer tres años.
Participé con el doctor Luboys Holy, un
profesor de la entonces República Socia-
lista de Checoslovaquia que asesoraba a
Cuba en materia de Fisiopatología y el que
era muy querido por la comunidad veteri-
naria cubana, en los tratamientos que se
le aplicaron para obtener de ella óvulos
por técnicas de super ovulación. Lo hacía
inyectando proteínas raras al organismo
para exacerbar la producción de los óvulos
que después se colectaban y depositaban
en el útero de los animales receptores. Pero
esta práctica a la vez profundizó la lesión
tumoral de la piel (epitelioma) que tenía
en la grupa, propia del ganado Holstein y
que aparece en las zonas blancas expues-
tas a la acción de los rayos ultravioletas
del sol por lo que se llaman zonas de
fotosensibilidad. Tratamos de protegerla
pero ya era tarde.
72
CATAURO
Este epitelioma podía evolucionar y
enraizarse a través del nervio ciático, lo
que en efecto sucedió. Antes de llegar a
la postración total de un animal insigne
como este, se tomó la decisión, para mí
muy dolorosa pero sin duda correcta, de
sacrificarla e inmortalizarla. Su cuerpo fue
trabajado por taxidermistas del Museo
Felipe Poey y colocado después en una
urna de cristal con clima controlado. Hoy
se encuentra expuesta a la entrada del
CENSA, en el municipio San José de las
Lajas, de la provincia Mayabeque.
Existe un mito en la población cubana
de que los óvulos de Ubre Blanca son un
gran reservorio para crear miles de Ubres
Blancas, pero no es así. Creo que lo im-
portante de Ubre Blanca es que constitu-
ye un indicador de las reservas de mate-
rial genético del que Cuba dispone, con
el que aún no hemos hecho un trabajo
consecuente para que se exprese ese po-
tencial. Indica lo mucho que nos queda
por hacer en materia de reproducción y
selección genética para retomar el movi-
miento de vacas altas productoras o se-
guidoras de Ubre Blanca.
LA CULTURA GANADERA EL
CUBANO LLEVA EN LA MÉDULA
El rendimiento de la producción de leche
en aquellos años se incrementó de mane-
ra notable y te voy a decir más, se puede
recuperar, porque la reserva genética que
atesora la masa ganadera cubana no se
pierde ni diluye tan fácilmente en la po-
blación animal. Con la experiencia que
tenemos de Ubre Blanca se puede afirmar
que trabajando con los productores gana-
deros se pueden diferenciar, entre toda la
masa, aquellas hembras que expresan sus
genes de altas productoras, cuestión que
solo lleva constancia y amor a lo que se
hace. Algo doloroso para mí es que pasé
unas vacaciones enteras escribiendo el
Manual de Prevención de las Enfermeda-
des de las Altas Productoras o Seguidoras
de Ubre Blanca (movimiento propuesto
por ese entonces en el país), proyecto que
finalmente no se realizó ni se tuvo en cuen-
ta la experiencia pinera.
Todo esto fue aleccionador, si estuvie-
ra joven lo volvía a hacer todo de nuevo,
sin omisión.
El caso de Ubre Blanca no deja de asom-
brarme; mira, un animal que produzca 100
litros de leche siempre está en crisis orgá-
nica por lo que tiene que comer para con-
vertirlo en leche, cualquier fallito en su
cuidado puede complicar el juego, su vida,
el animal en estas condiciones es muy vul-
nerable, por eso es que a mí me maravilló
tanto la dureza de Ubre Blanca que la re-
cibe de sus antecesores de raza Cebú, la
tolerancia al clima y a la cantidad de pro-
ductos que tenía que ingerir y digerir para
hacer esa producción, mantenerse y parir.
Por esa razón mereció el calificativo de
vaca excepcional, porque no es común
que expresen así ese potencial ya que
genéticamente los bovinos tienen 360
serogrupos genéticos, cosa que conversa-
mos con el doctor Alberto Granado, quien
se ocupó de hacer encuestas para conocer
el origen genético del ganado de la Isla
de la Juventud, principalmente los de la
raza Cebú.
Imagínate la cantidad de combinacio-
nes probables que existen en la naturale-
za cuando se realiza un cruce entre dos
razas. Si a esto le sumas los genes que se
manifiestan de manera dominante, los que
casi siempre resultan ser los malos o los
menos buenos (en ello obra hasta la ca-
sualidad), pero la repetitividad o la ma-
yor presencia de genes buenos es lo que
propicia la mayor probabilidad de que es-
tos sean los que se encuentren y expresen
con más frecuencia. Pero eso es algo que
no ocurre con exactitud matemática, es
al azar en la naturaleza, una coincidencia
de muchos factores que influyen incluso,
para que estos se manifiesten.
Es como encontrar animales con la tri-
ple cuña propia de la vaca lechera que
definió Martí hace dos siglos (mayo 24 de
1887), en Nueva York, admirado por lo
que él vio en Tampa en una feria lechera:
...“Lady Fay” la que ganó por lechera
el premio de la feria, mira con su dulce
rostro a todos lo que la contemplan
admirados: su ubre, tamaña como las
ancas, ha dado de sus firmes y francos
pezones 97 libras y cinco onzas de le-
che en un día, y 20.4.12 en un año. Y
el premio de mantequilla también fue
de una Holstein, de “Clotilde”, que
viene como “Lady Fay” de los establos
de Lakeside, y con el ordeño de veinti-
cuatro horas dio dos libras y dos onzas y
media.
Creo que a Cuba le hacen falta mu-
chas vacas de más de 25 o 30 litros, por-
que no hay ganadería ni ganadero que
soporte trabajar con muchas vacas de 100
litros. Esto aumentaría la producción de
leche para la alimentación humana, con
mejor calidad y al alcance de todos, no
porque existan una o dos vacas de 100 li-
tros al día se puede conseguir lo anterior.
El valor de Ubre Blanca es que se mani-
festó el trabajo de mejoramiento genético
que se comenzó en Cuba por los años 60,
el que debemos rescatar y desarrollar en
los tiempos actuales. No es que sea “la
73
CATAURO
vaca non plus ultra”, pero ella demostró el
potencial genético que tenemos en Cuba
y ese es su valor principal. Me siento or-
gulloso de haber participado en esto de
alguna manera y de haber sido uno de sus
protagonistas. No puede uno pecar de in-
modesto nunca. Sin vaquero no hay vaca
y el día que en Cuba se logré que sean
mejores los vaqueros por este movimiento
de productores individuales diferenciados
por su manera de hacer y alcanzar la iden-
tificación vaquero-vaca, se resolverán
muchos de los problemas subjetivos que
74
CATAURO
hoy agobian a la ganadería. Esta es mi
experiencia personal. El médico puede
salvar la vaca en un momento determina-
do, pero el vaquero la salva todos los días,
la tiene que atender y tener bien todos
los días. Esa es la realidad.
Existe una cultura ganadera en Cuba,
lo que hay que rescatar es la organización
de la cultura ganadera que no es lo mis-
mo, el cubano la tiene en su médula. Como
tenemos los pineros, en el poblado La Vic-
toria, esculpida en mármol a la bella y vi-
tal Ubre Blanca. C
Cuestión ganadera. Informe1

MANUEL MONTEVERDE

INTRODUCCIÓN

Manuel Monteverde nació en Santo Do-

mingo el 31 de marzo de 1795 y falleció en
Puerto Príncipe en 1871. Fue abogado, poe-
ta y naturalista. De acuerdo con el dic-
cionario biográfico cubano de Francisco
Calcagno, llegó a Puerto Príncipe (actual
Camagüey) en el año de 1822. En esta ciu-
dad fundó en 1839 las cátedras de juris-
prudencia y economía política, que ocu-
pó durante varios años en el colegio El
Siglo. Fue hacendado ganadero en esa
región y promovió importantes mejoras en
esta actividad a partir de la importación
de ejemplares de nuevas razas para su cru-
zamiento con el ganado criollo y de la ac-
tiva implicación en las ferias ganaderas
de la misma ciudad. Se destacó por sus
trabajos científicos sobre la ganadería, por
lo que mereció los elogios de Ramón de la
Sagra en su libro Cuba en 1860. Dos de
sus más importantes estudios fueron pu-

MANUEL MONTEVERDE 1
Fondo Gobierno Superior Civil. Leg. 1186/46485,
(1795-1891) años, 1859-1861. Sobre introducción de ganado
Abogado, poeta vivo del extranjero y aves y huevos para el
y naturalista. consumo de esta Isla.

75
CATAURO
blicados por la Imprenta del Fanal, de
Puerto Príncipe, en 1856 y 1858, respecti-
vamente: Estudios prácticos de las condicio-
nes económicas de la industria pecuaria en el
distrito de Puerto Príncipe y Memoria de la
Feria y exposición de ganados y productos
agrícolas y pecuarios celebrados en la ciu-
dad de Puerto Príncipe del 1 al 13 de sep-
tiembre de 1857. Pero otros permanecen
inéditos en el Archivo Nacional de Cuba,
como el titulado “Memoria sobre la ne-
cesidad de mejorar por cruzamiento la
raza de ganado del país”, de 1850 (Fon-
do: Real Consulado y Junta de Fomento.
Leg. 96/4046) y el que damos a conocer
aquí en una versión extractada, que con
el título de “Cuestión ganadera. Infor-
me”, fue escrito en 1861 a solicitud de la
Sociedad Económica de Amigos del País
de Puerto Príncipe.
Excelentísimo señor presidente
y señores vocales:2
He leído las dos exposiciones, que en
nombre, puede decirse, de todos los ha-
cendados de esta y las demás comarcas
criadoras de la Isla, desde Holguín a Vi-
lla Clara, de Pinar del Río hasta el Cabo
San Antonio y del Saltadero a Punta
Maisí han presentado al Excelentísimo
Señor Teniente Gobernador de esta ciu-
dad y su jurisdicción los cinco señores
que la suscriben y sobre que pide SE a
esta Sociedad el voto competente, que
le atribuye la especialidad de su cometi-
do económico; e informándola a mi vez
por virtud de la comisión con la que se
2
En este trabajo se ha actualizado la ortografía para acercarlo a las normas editoriales vigentes hoy.
(N. de la E.)
76
CATAURO
ha servido honrarme, debo decirle con
la franqueza que acostumbro, y que es la
conciencia de nuestros deberes sociales,
que ambas exposiciones expresan una
triste y terrífica verdad: la inminencia de
la ruina particular de infinitas familias, y
lo que es más grave todavía, la de la Isla
entera en el ramo principal de sus subsis-
tencias; no dudando añadir que pocas
veces o nunca se ha invocado el testimo-
nio de la corporación en asunto más ur-
gente ni más grave por sus numerosas ra-
mificaciones con los primeros y más
esenciales elementos de la riqueza pú-
blica, de la vida y de la independencia
industrial del país.
Y no exageramos: bajo este punto de
vista la industria pecuaria, o sea la cría
de animales propios para el abasto, enla-
zándose como se enlaza, por mil puntos
diversos con todas las demás que concu-
rren a la alimentación pública y al bienes-
tar y creces de la población, se eleva a la
altura de una cuestión social, después de
asumir en muchos casos la importancia de
una cuestión política.
[...]
Vasta y complicada por sus ramificacio-
nes la grave materia, exige método para
ser tratada con alguna claridad, y lo ha-
remos con el que parece más natural, a
saber, exponiendo la situación de la in-
dustria ganadera antes y después de la
franquicia con relación a todos los inte-
reses ligados con ella, y a los derechos de
la administración pública, supremo inte-
rés de los pueblos y primer deber del Go-
bierno para con ellos. Este será nuestro
plan.
Situación de la industria pecuaria
en los años de 1856 y 1857
Empobrecidos de muchos años atrás los
hacendados de esta y las demás jurisdic-
ciones de la Isla, dedicados a la cría de
ganados, en primer lugar, por la conjunta
y funesta acción que venían ejerciendo,
desde principios de la centuria que veni-
mos atravesando, en las tierras en las es-
pecies vacuna y caballar y en su industria
en general diversas causas físicas y eco-
nómicas, bien conocidas; como lo son, en
primera línea, por un lado el creciente
depauperamiento del suelo de las dehe-
sas naturales, por la continua succión des-
de más de tres siglos de los herbajes mis-
mos que las pueblan; la calcinación y
vaporización que obra en ellas su propia
desnudez bajo un sol de fuego como el
nuestro; la disolución y arrastre de las par-
tes solubles del terreno, que ocasionan las
lluvias diluviales de esta abrasada zona; y
en sus bravos estíos y secos inviernos los
vientos vendavales que le barren a toda
hora; y el endurecimiento y consiguiente
infertilidad que producen en la costa su-
perficial el continuo pisoteo de los anima-
les, y la capa de sílice, que anualmente
depositando la incineración que sufren
cada año las yerbas que constituyen el pra-
do por las quemas anuales que damos a las
sabanas para renovarlas; y por último, las
largas y asoladoras sequías que vienen
experimentándose de 30 años acá con una
regularidad casi periódica; por el otro, y
consecuencia necesaria, ora de este mis-
mo empobrecimiento de las tierras, ora del
fatal sistema de nuestros arrendamientos,
merced a la cortedad del término a que los
sujeta la suspicacia de la ley, la disminu-
ción en el tamaño o volumen que viene
notándose en las especias vacuna y caba-
llar, alimentadas de mucho tiempo atrás en
pastos cada día más desustanciados, y pro-
ducto ellas mismas de los tipos más misera-
bles, y ruines de las vacadas y yeguadas,
que son los que no logra vender el arren-
datario.
Por otro, del encarecimiento excesivo
de los salarios y de los brazos de toda con-
dición; el recrudecimiento de los impues-
tos fiscales y municipales, que una orga-
nización civil y militar más vasta ha hecho
necesarios, y que vienen a gravar la in-
dustria ganadera y a hacerla más onerosa
todavía, por una parte, los frecuentísimos
hurtos en grave escala, de que son predi-
lecta presa los ganados; por la otra, las
cargas vecinales del servicio de rondas,
bagajes y cordilleras, aumentados en mu-
cho con el incremento de la población,
de las guarniciones y su movilización, y la
inextricable behetría de las cédulas, pa-
ses, licencias, guías y partes del régimen
policial, que con tan laudable celo, y tan
escaso fruto por desgracia para el orden
público, ha venido complicando la vida y
la administración de estos pueblos; que
tanto tiempo y dinero absorben al hacen-
dado, y tanto le disgustan y desalientan
en sus trabajos.
Empobrecidos, decíamos, nuestros cria-
dores por este conjunto de causas desas-
trosas para una industria, como la suya,
que venía ya siendo infructífera por el solo
depauperamiento de las tierras; pues don-
de antes se criaban 500 reses hermosas,
apenas pueden vivir hoy 100 miserables;
seguían luchando con la naturaleza y la
sociedad, víctimas de una y otra, espe-
ranzados de que volviendo algún día el
Gobierno sus paternales miradas al lamen-
table estado de esta industria matriz, base
y fuente de todas las demás sobre que re-
posa la alimentación pública, reconociera
77
CATAURO
la doble necesidad administrativa de ali-
viarle por un lado sus cargas y de impar-
tirle por la otra una eficaz protección, ase-
gurándole por lo menos por un justo
recargo a la importación en la Isla de todo
artículo de producción pecuaria, como las
carnes, los quesos y mantecas, la coloca-
ción de las suyas a precios remuneradores,
y que no obtenía desde muchos años atrás.
En efecto, los precios del ganado de
saca, esto es, de los toros de tres años arri-
ba, después de haber fluctuado en años
anteriores entre 14 y 17 pesos, fueron en
esta jurisdicción:
En 1856...... de 18 a 20
En 1857...... de 19 a 21
Ahora, cada cabeza de ganado, calcu-
lados todos los impuestos directos e indi-
rectos que pesan sobre la cría para adqui-
rir carta de naturaleza en las tierras de la
Isla, vivir y reproducir en ellas bajo domi-
nio privado, no paga menos de 4 pesos 4
reales [rs] y no podemos todavía [tener]
en cuenta el derecho de tres y medio pe-
sos, por un lado, y 12 rs por otro con que y
bajo los nombres de consumo, puñalada y
otros de matadero tiene que contribuir
cuando se presenta al abasto público, y
que ofrece de menos de su legítimo valor
el mercader, porque tienen que contarlos
como una baja necesaria en el rendimien-
to de sus carnes.
Con tamaño recargo en sus medios de
producción; recargo, que representa el 41
% del valor comercial de toda res presen-
tada a consumo, ¿qué utilidad podrían
dejar al ganadero aquellos precios? Nin-
guna, y en la generalidad de los casos, pér-
didas.
Empero, no era solamente la masa de
los impuestos lo que reducía a escala tan
78
CATAURO
baja el precio de nuestros ganados, sino
que obraban conjuntamente para amino-
rar el resultado efectivo del decisorio gua-
rismo, por un lado, los crecidos precios de
la mano de obra, libre y esclava, y del in-
terés del dinero, tasa y merma obligada
de toda refacción; y por el otro, la ruinosa
competencia que le vienen haciendo de
muchos años atrás los productos pecua-
rios de otras regiones, a que se daba en-
trada en la isla con derechos inferiores a
los que se cobran a los nuestros, princi-
palmente en los rastros de La Habana, que
siendo nuestro principal punto de expen-
dio, es lo mismo que si se impusieran en el
de esta ciudad, y venían a reobrar sobre
ella; de suerte que lo mismo los agriculto-
res que los criadores estábamos en una si-
tuación desesperada. Tanto nos perjudi-
caba la carestía de nuestros medios de
producción, como la baratura de los de
otras regiones del mundo.
En efecto, amenguando así el rendi-
miento líquido de la producción agrícola
y pecuaria por la malas condiciones eco-
nómicas y fiscales que les fueron recar-
gando año sobre año, no luchaban solo con
estas causas de ruina las pobres industrias,
sino que por un inevitable efecto de soli-
daridad de los bienes y de los males socia-
les e industriales, que la facilidad de las
comunicaciones ha hecho para el mundo
entero, venía también a obrar una influen-
cia desastrosa en los precios de nuestros
frutos de todo género la baratura con que
los prodigios de la mecánica y las artes
agrícolas, por un lado, y por otro, mejores
condiciones económicas para las granje-
rías de los ganados y sus esquilmos, de que
disfrutan la Europa, los Estados Unidos y
otros lugares, permitían dar a los produc-
tos similares y suplentes de los nuestros; y
cogidas y estrechadas así en este círculo
de hierro nuestras industrias, faltas, por
decirlo así, de aire que respirar, se ahoga-
ban en el apretado brazo de la competen-
cia extranjera, y no nos era posible conti-
nuar como estábamos en aquellos años y
desde antes.
En tal y tan apuradas circunstancias dos
partidos se abrían a la desesperación del
ganado; el uno abandonar su infructífera
granjería; el otro, acudir al Gobierno a
exponer su angustiosa situación, y solici-
tar no solamente un alivio en las cargas
que pesaban sobre su industria, sino con-
juntamente alguna protección contra los
artículos pecuarios, de procedencia ex-
tranjera, que le hacían una ruinosa com-
petencia, como se ha dispensado en los
aranceles a la ebanistería, carruajería y
otras artes menos importantes y
merecedoras, habiendo aprovechado para
esta gestión la visita que se dignó hacer-
nos en 1856 el Excelentísimo Señor Go-
bernador y Capitán General entonces de
la Isla, don José de la Concha.
En efecto, no había otros recursos de
inmediatos resultados para el ganadero; y
vióse entonces el inaudito y significativo
ejemplar de malvender varios criadores y
sacar de raíz todo su ganado, y abandonar
sus haciendas, para buscar otro modo de
vivir menos avieso; y otros, de menos re-
solución, y en espera, ora de mejores pre-
cios, ora de los socorros del Gobierno, con-
denar a inclemente matanza todas sus
vacas y novillas, para impedir toda repro-
ducción posible, y el consiguiente e in-
evitable aniquilamiento de sus potreros.
Pero pasaba tiempo, y por todo alivio
en tanto desastre, se nos suprimió el in-
significante derecho de extracción, o sean,
los 4 rs que pagábamos por cada res al sa-
carla de esta abarrotada comarca para
otras de la Isla.
Mas en estos extremos del enfado y la
desesperación, algunos buenos amigos del
país, mirando a fondo y desde mucho tiem-
po atrás la cuestión de las subsistencias
de la Isla, habíamos emprendido la lenta
y costosa obra de la mejora de nuestras
empobrecidas razas. Aunque tan rezaga-
dos del movimiento intelectual e indus-
trial del mundo en este oscuro rincón de
tierra adentro, algo se nos había alcanza-
do de las prodigiosas mejoras obtenidas en
la cría de ganados por la industria y la
perseverancia inglesas; e imponiéndonos
sacrificios superiores a nuestras fuerzas,
después de invocar en vano la ayuda de
la Real Junta de Fomento, para introdu-
cir varios tipos reproductores de las privi-
legiadas razas de Durham y Devon, no solo
planteamos un entendido cruzamiento, en
particular con la primera de ellas, sino que
gravamos nuestro presupuesto munici-
pal con los costos de las exposiciones pú-
blicas, donde se presentasen los resulta-
dos de nuestros esfuerzos, y estimulasen
los de todas las clases de la sociedad ha-
cia la mejora de todos los ramos de la in-
dustria agrícola y pecuaria, único patri-
monio y fondo de producción de los
pueblos nuevos y abundantes en tierras
como nosotros.
Pero éramos pocos y no éramos ricos,
como consta a VSS, los que metimos el
cuerpo a este esfuerzo industrial, más one-
roso todavía que por los crecidos gastos y
la compra e introducción de reproductores
de aquellas carísimas razas, por lo de su
larga y ocasionada aclimatación; y no des-
mayamos sin embargo en la difícil empre-
sa. Estas mejoras importaban demasiado a
los fines de una abundante alimentación
en artículo tan necesario como la carne;
importaban mucho a la riqueza de la Isla
y a los incrementos del Real Erario, y de-
79
CATAURO
bía de ser de más peso todavía para la ad-
ministración pública, por cuanto asegura-
ban la independencia de la Isla de toda
contribución extranjera, y sus subsisten-
cias contra toda vicisitud en la produc-
ción o en la política, o el comercio de los
países productores; y ante tan altos fines,
aunque tan pobres, no cejó nuestro pa-
triotismo y fue cada vez más activa nues-
tra propaganda, a pesar de no haber ha-
llado el menor auxilio en ninguna
institución pública, fuera de esta socie-
dad, iniciadora de tantos buenos pensa-
mientos, pero que no gozando ni de un
solo maravedí de entrada, no podía
auxiliarnos sino con sus votos; y de en-
contrar incrédula y desconfiada a la opi-
nión de nuestros hacendados en general.
Hasta las aduanas nos repetían, hacién-
donos pagar crecidos derechos por la im-
portación de los reproductores, adquiri-
dos en el extranjero a tan altos precios.
Empero las dificultades mismas estimula-
ban nuestros esfuerzos, con la satisfacción
de ganarnos cada día un nuevo adepto
para la grande obra que habíamos acome-
tido bajo los consejos de ajenas experien-
cias.
Estaba en efecto superabundantemente
demostrado pos buenos escritores
geopónicos del día que el antiguo sistema
de la producción de la carne con razas de
animales tardíos como los nuestros, no
podía ya bastar a las necesidades nuevas
de los pueblos modernos, más dados que
los antiguos a los goces y comodidades de
la vida. De aquí en su sentir esa crecien-
te escasez de aquel artículo en vista de
una demanda que en todas partes y cada
día se viene multiplicando; de aquí tam-
bién un alza sucesiva e incesante de su
precio, que no dejará de crecer sino ante
un equilibrio nuevo entre el sistema de la
80
CATAURO
producción y el efectivo de las poblacio-
nes; añadiendo que solo el estudio y la
industria, pueden darnos los medios de
restablecer este equilibrio de la produc-
ción con el consumo, aumentando el vo-
lumen de los ganados por la mejora de las
razas en tamaño y precocidad, y el mejo-
ramiento de los pastos; pero que para ello
es menester que el criador halle ganancia
en la granjería; pues de lo contrario aban-
donará, retrocederá en su camino y bus-
cará otro empleo a su capital. Esto nos lo
decían la ciencia y la experiencia euro-
peas y lo veníamos experimentando noso-
tros. Sin embargo, no desmayábamos en
medio del desaliento general, y a cada
dificultad oponíamos un esfuerzo nuevo.
La observación había demostrado a los
ingleses que existía una relación constante
entre ciertas formas de un animal y su poder
de asimilación del alimento; y concluyen
de aquí que creando animales de este tipo
escogido, obtendrían mayor cantidad de
carne, y que esta carne les saldría más
barata: el resultado correspondió de todo
punto a su propósito; y el tipo de Durham,
creación suya, resumió todas esas cuali-
dades.
Este fue pues nuestro ideal, y a intro-
ducirle y propagarle se concentrarán, pues,
todos nuestros esfuerzos, sin descuidar por
eso la mejora de la raza antigua del país
por sí misma, y el método de la selección;
y mientras que en los años de 56 y 57 los
precios desalentaban a tantos ganaderos,
nosotros continuábamos cada vez más en-
tusiasmados, derramando la sangre de
Durham sobre muy crecido número de
hembras de nuestra raza, hasta haber
conseguido triunfar de las preocupaciones
de [la] localidad a la fuerza de la evidencia
de los soberbios animales que presentamos
en nuestras exhibiciones, frutos de nuestros
cruzamientos, y que a la edad igual a los
de raza criolla, les llevaban una conside-
rable ventaja en volumen y en carne.
Entregados ya en más número al mesti-
zaje de nuestra raza criolla con la procera
y precoz de Durham, nos alentaba la es-
peranza de un próximo porvenir que nos
compensase en algo de nuestros sacrifi-
cios y trabajos; y mejorando repentinamen-
te los precios de nuestros azucares en la
zafra de 1857 a 1858, hubieren también
de subir, como era consiguiente y al mis-
mo tipo proporcional, no solo los servicios
de trabajo, sino todos los frutos de él. El
de nuestras crianzas, merced también las
artes de un hábil monopolio, subió en la
misma proporción, para sostenernos en
nuestra empresa.
En efecto, en este año de 1858 alcanza-
ron nuestros ganados el precio de 23 a 25
pesos, y fueron en ascenso hasta conse-
guir en 1859 el de 28 a 31 pesos.
Esta alza repentina de nuestros gana-
dos no era en verdad sino puramente no-
minal, pues la relación de su valor con los
demás corrientes de la plaza se conserva-
ba la misma que en 1856 y 1857. [...] Vino
a desconcertar todos nuestros planes y es-
peranzas la franquicia concedida a prin-
cipios del último de estos años a la intro-
ducción del ganado extranjero, que
cerrándonos el mercado de La Habana y
Matanzas, principales salidas del nuestro,
nos sumía de nuevo despiadadamente en
mayores conflictos que los de aquellos años
desastrosos. [...]
¿Cuáles han sido en efecto los precios
del ganado en los dos años que estamos
acabando de pasar?
En 1860 y mientras se arreglaba el can-
je y comercio de los ganados extranjeros,
y sus medios de transporte a la Isla, que
no se podían improvisar, de 24 a 28 pesos.
En 1861, con un curso inverso, de 26 a
20, que han sido los últimos, pero sin de-
manda y desahuciados de toda compra y
extracción para los años siguientes, no ha-
biendo pasado la del reciente, según los
datos recogidos por el informante de las
cuatro únicas personas que hacen algunos
años acá por comisiones de La Habana todo
el comercio de nuestros ganados, de 8 000
reses las que se han extraído de esta juris-
dicción para la de aquella ciudad.
Situación de nuestros criadores
en el presente y en un próximo porvenir
Las exposiciones de los cinco hacendados
que ha provocado este informe, la trazan y
reasumen con una fidelidad casi gráfica.
Cubiertas, dicen, las necesidades de
este distrito y las de la reproducción de
los hacendados, salían de ellas anualmente
para la vuelta arriba de 36 a 40 mil toros
de 3 a 4 años, y en el presente de 1861,
según los datos, y personas a que antes
nos contrajimos no ha pasado el número
de las extraídas de 8 000.
[...]
¿Y está justificada esa ruinosa y tras-
cendente medida de la franquicia contra
la cual venimos informando? Volvamos
algo atrás en la historia que venimos bos-
quejando.
Ya hemos dicho que aprovechando la
visita que en 1856 se dignó hacernos el
Excelentísimo Señor Marqués de La Ha-
bana hubimos de representarle los males
de nuestra sobrecargada industria, y los
remedios que en alta voz reclamaba su
situación; y como tuvimos por primera se-
ñal de que no nos había olvidado la su-
presión del insignificante derecho de ex-
tracción, o sea, de los 4 rs que pagábamos
por cada cabeza de ganado al salir de esta
81
CATAURO
para otras jurisdicciones de la Isla, que a
poco de su regreso a la capital decretó
SE, íbamos pasando así los años, cada día
más pobres y desalentados, pero confia-
dos siempre en la justicia de la adminis-
tración. Cuando apenas empezábamos a
respirar un tanto con la alza repentina,
que por consecuencia de la subida de los
precios de nuestros azúcares desde prin-
cipios de 1858, y de un hábil juego de
una rica sociedad de abastos de la capi-
tal, alcanzaron nuestros ganados en 1859;
alza, que aunque casi enteramente no-
minal, pues lo que nos daba el mercader
con una mano, nos lo descontaba por la
otra el recrecimiento de todos los demás
valores de la plaza y sobre todo la mano
de obra, al fin alagaba a la generalidad
de nuestros hacendados; y cómo si
estuviere condenada la industria pecua-
ria por un destino funesto a ser y haber
de ser siempre la víctima de la sociedad,
o mejor, de los frívolos y egoístas consu-
midores de las grandes poblaciones, al-
zaron el grito los de La Habana y Matan-
zas contra el precio de las carnes, y
traduciendo el hecho de lo que llama-
ban carestía por una insuficiencia de la pro-
ducción pecuaria de la Isla, alarmaron
la solicitud del Gobierno y sorprendien-
do su religión administrativa, hubieron
de arrancarle, no solamente la libre en-
trada del ganado extranjero, sino, lo que
es más todavía, exento de todo derecho
de importación, cuando ni la carestía lo
era, ni siéndolo daba la medida exacta
de la existencia de ganados; ni dándola
permitía la justicia se abriesen así con
tanta franqueza los puertos a un artículo
que venía a rivalizar con manifiesta ven-
taja a la producción del país y a conde-
nar a completa ruina y extinción una in-
dustria tan importante y esencial, no solo
82
CATAURO
a su riqueza sino a su vida y a su inde-
pendencia, sin hacerse algo a favor suyo.
No había falta de carne, sino que se decía
cara; y como por un lado este pequeño
aumento de precio era una correlación
forzosa con la alza de todos los demás fru-
tos y valores de la Isla; y por el otro, entra-
ban por mucho en los precios del abaste-
cedor, fuera de sus artes, el derecho de
consumo, y los diversos del rastro, y en los
del hacendado que le provee, aparte de
los crecidos costos de producción, el diez-
mo, el impuesto municipal, la alcabala de
tierras y esclavos y los de policía de orden
y tránsito, parecía natural, en vez de ocu-
rrir el partido extremo de abrir una ruino-
sa competencia a la producción territo-
rial, tan gravada, empezar por alzarle todos
sus cargos, para provocar la baja de los
precios, que eran los que arrancaban los
gritos; y si no hubiera bastado esta medi-
da, y la necesidad hubiera continuado tan
urgente, que no lo era, porque no faltaba
carne en el mercado, abrir entonces con
la misma franqueza la mano al ganado
extranjero que al del país; no que conser-
vando a este todos los impuestos que le
exige el Gobierno para tener el derecho
de nacer y criarse en el país y aplicarse al
consumo de sus habitantes; impuestos,
que le encarecen en un 41 % por lo menos
de su precio de venta, le condenan a una
total estancación o a venderse con una
pérdida que había de acabar de arruinar
al hacendado; mientras el ganado extran-
jero, favorecido en su tierra por condicio-
nes económicas más ventajosas a la pro-
ducción agrícola y pecuaria; entrando en
absoluta franquicia y exención de dere-
chos, y pudiendo por lo mismo venderse
más barato, dejando ganancias al criador
ultramarino, y al comerciante importador,
podía monopolizar, como monopolizaba
en efecto, todos los mercados de la Isla,
lanzando de ellos al del país.
[...]
Y en efecto, no fue necesaria esa rui-
nosa medida, porque no la justificaba la
razón única atendible para todo Gobier-
no, que era la escasez de ganado para las
necesidades del consumo, y esa escasez
relativa no se comprobó: Dos medios te-
nía la administración para apurar los gua-
rismos de ese balance: La estadística com-
parada de la población pecuaria y humana
de la Isla, y la experiencia de los años an-
teriores; ni se practicó la una, y la otra
disipaba toda aprensión.
[...] se creyó comprometida la alimen-
tación pública, y aunque ante preocupa-
ción semejante quedan justificadas en su
intención aquellas franquicias como me-
didas de momento, no así las varias prórro-
gas que se le han otorgado sin el profundo
examen de la situación en ganados de la
Isla, que no se han consultado, como pa-
recía justo y lo inculcaban los ejemplos
mismos que nos ha dado el Gobierno Su-
premo de la circunspección que debe pre-
sidir a estas resoluciones, y de los cuida-
dos que deben tenerse para no perjudicar
en lo más mínimo a la producción nacio-
nal [...] Contábamos con que después de
atendida la que se estimó necesidad de
momento, y antes que pasasen los seis
meses de su concesión primitiva, se hu-
biera procedido a levantar una estadísti-
ca completa de la población pecuaria de
la Isla en relación con la humana, como
que sin este dato comparativo de la fuer-
za de una y otra, el Gobierno, que tiene el
alto e indeclinable deber de asegurar a
los pueblos las previsiones necesarias a su
consumo en los artículos de primera ne-
cesidad, como la carne, se ve en el duro
trance, o de desalentar esta suprema ley
de su tutela, o de perjudicar acaso a la
producción territorial. Sin embargo, sin
apurar ese inventario de nuestra riqueza
pecuaria, y cediéndose a la presión de la
titulada carestía, que sabía entretener el
sagaz monopolio, se le otorgó una y otra
prórroga sin marcados beneficios de los
consumidores de la vuelta arriba y con
notoria ruina de estas comarcas criadoras.
[...]
Y nada lo prueba mejor que el surtido
de los mercados de La Habana y Matan-
zas en ese año nefasto de 1859, en que se
creyó deber llamar en ayuda de las subsis-
tencias de la Isla al ganado extranjero: no
faltó la carne en ninguna parte; pero en La
Habana y Matanzas, lo mismo que en el
resto de los pueblos de la Isla, estaba más
cara, que en 1856 y 1857; y era natural;
todo había subido de precio con los
azucares, como artículo regulador, que lla-
mando así la mayor parte de los brazos de
todas condiciones y estableciendo com-
petencias en sus servicios, hubo de pujar
los precios, encareciendo por consecuen-
cia los costos de toda producción del tra-
bajo, lo mismo de los frutos menores, que
de los mayores y de la carne, uno de tan-
tos, y objeto además de la predilección,
de los impuestos, que al paso de mayores
en número han ido recreciendo también
en intensidad, como ha sucedido contra
todas nuestras esperanzas y las que se die-
ron al país en artículos del Diario de la
Marina, al parecer, semioficiales, con el diez-
mo, que en su tránsito del régimen de los
remates al de los colectores, que se nos pro-
metía más benigno, nos ha sido, dos, tres
o cuatro veces más adverso.
Pues bien, olvidados todos los antece-
dentes históricos y económicos del abasto
de la Isla en el ramo de carnes, esto es, las
existencias que siempre había habido en
83
CATAURO
ella, y las causas naturales y legítimas del
alza de los precios de aquel artículo, como
de los demás mantenimientos; pues los
salarios que en 1857, no pasaban aquí en
Puerto Príncipe de 12 pesos, llegaron en
1859 hasta 20 y 25, y así de los demás ren-
glones de primera necesidad para la vida
y la habitación, no se tuvo sin embargo
otro dato que la llamada carestía de los
mercados de La Habana y Matanzas, que
ni era una verdadera carestía, ni siéndolo,
bastaba a acreditar una escasez tal de ga-
nados que justificase la franquicia del
extranjero.
[...]
Así ha sucedido siempre y en todas par-
tes con las pobres industrias del campo,
que en su natural modestia no acostum-
bran frecuentar los palacios, ni exponer
en ellos sus quejas; no sabemos qué injus-
ticia instintiva hay con ellas en las profe-
siones urbanas. Se las deja soportar solas,
sin ningún alivio ni ayuda los malos años;
no ocurre ni aun el aflojarle siquiera el
peso de las contribuciones; tienen que
sustentar la sociedad a sus expensas, por
decirlo así; y nadie se conduele con ellas,
ni viene en su socorro. La sociedad se come
su capital y devora los frutos de sus
irretribuidas fatigas con indiferencia, si no
con alegría; y en el momento en que cir-
cunstancias que ellas no han creado, como
por ejemplo entre nosotros el alza de los
precios de los esclavos y de los salarios, de
las tierras y demás valores corrientes, co-
sas a que ellas no han contribuido; que
las han hecho sus primeras víctimas, y vie-
nen a hacer puramente nominal e ilusoria
para su granjería una pequeña alza en el
precio de sus frutos, levanta el grito el
egoísmo de los consumidores de las ciu-
dades, y se apresura la administración a
quitar a las pobres industrias la menor es-
84
CATAURO
peranza de retribución o de vender sin
perdida ¡Qué destino es este, se les exige
todo y no se les da nada!
Será necesario sin dudas que los habi-
tantes de las ciudades coman barato; pero
¿la equidad no pediría se discerniese a
aquellas pobres industrias, ya que no al-
guna indemnización a este sacrificio que
se le impone para ventaja de todos los que
han vivido tanto tiempo a su costa, a lo
menos el descargarlas de los impuestos que
gravan en tanto extremo su trabajosa pro-
ducción?
Sin pensar en las cuitas de la ganade-
ría la administración oyó las quejas de los
consumidores, y sintió el grito del egoís-
mo urbano: la carne no estaba cara con
relación a los demás valores corrientes; ni,
bien meditada esa tildada carestía, acre-
ditaba una escasez tal de ganados, que
justificase la franquicia del extranjero.
¿Habían variado por ventura tanto las cir-
cunstancias estadísticas de la Isla que re-
sultase demostrado para la administración
que la existencia de ella en ganados no
bastaba al consumo de la población? Y
hemos visto que no y estamos profunda-
mente convencidos de que en el conflic-
to y aprehensiones que ocasionaron los gri-
tos de carestía de la carne, que lanzaron
los habitantes de La Habana y Matanzas,
que así sabían ellos de crianzas de gana-
dos y de sus costos, como de los secretos
de las manufacturas chinas, no hubo en
la administración bastante serenidad de
espíritu para apreciar la situación, como
lo pedían los datos estadísticos, que te-
nía, y los de la experiencia de años ante-
riores, que no debieran olvidarse, y dar al
desprecio la alharaca de los que querían
vivir a expensas de aquellas pobres indus-
trias, y arruinarlas de una vez, como lo han
conseguido. Los habaneros nada sabían sino
que querían comer barato, y llamaron caro
lo que numéricamente les costaba algo
más que en otros años, sin hacerse cargo
que esta pequeña diferencia se la com-
pensaba con ventaja el doble precio que
ellos pedían, los ricos, por sus azúcares,
los pobres, por sus salarios.
[...]
Por la inversa, los trabajadores del cam-
po, que han ayudado a producir los frutos
del consumo de las ciudades, lo mismo que
los ganados: que saben lo que cuestan, y
lo que les han pagado a ellos mismos los
agricultores y ganaderos, para sembrar y
cosechar los unos, para criar y apacentar
los otros, tienen una idea exacta de los
gastos y trabajos que el cultivo y la cría
hacen necesarios, y el valor real de las
materias alimenticias.
[...]
Todo lo contrario sucede con los arte-
sanos y jornaleros de las ciudades: ellos
no entienden nada de ganados ni de siem-
bras: ellos no conocen sino la carne y las
viandas: no tienen idea alguna de lo que
cuesta criar y producir esos frutos, sino de
lo que tienen que pagar al abastecedor.
Ellos no ven con sus ojos los apuros y con-
flictos del agricultor, cuyos productos es-
tancados no obtienen sino precios ruino-
sos; y estos apuros no tienen sobre ellos
sino una influencia indirecta, que no co-
lumbran, ni viene a afectarlos, sino cuan-
do la ruina de los hacendados, que son los
principales propietarios de las ciudades, vie-
ne a imponerles una severa economía en
todos sus gastos, así de fabricaciones y or-
namentación, como de todo linaje, y que-
dan en la calle artesanos y jornaleros.
Pero como al fin esto es más tarde, y al
subir el precio de las subsistencias, sus
necesidades reales o ficticias aumentan,
mientras su jornal no crece, se inquietan
desde el momento en que sube el precio
de los artículos de alimentación, y de uno
en otro se propaga esta inquietud hasta
que alarma a la sociedad y la administra-
ción.
Esto sucedió con la pequeña subida que
tuvo en 1859 el precio de la carne en La
Habana y Matanzas, por obra en parte de
las artes del monopolio, y en mucho, como
antes dijimos, del alza general que habían
alcanzado desde mediados de 58 todos los
frutos y valores de la Isla, a consecuencia
del considerable crecer que tuvieran en
sus precios los azúcares de la zafra de 57 a
58 y del inmenso y desatentado desarrollo
que con este aliciente se dio en toda la
Isla al cultivo de la caña, levantándose
por todas partes y con un verdadero vérti-
go ingenios nuevos y aumentándose en
mucho los plantíos de los antiguos, oca-
sionando este ciego y vertiginoso ardor de
hacer azúcar, tal demanda de brazos y de
refacciones, que hizo subir de un golpe al
doble de su tasa anterior el precio de los
esclavos y de los salarios, y por una conse-
cuencia forzosa el de todas las cosas que
eran producto del trabajo, como el gana-
do y sus carnes.
[...]
Empero, aún considerando efectiva la
titulada carestía de la carne, y signo in-
equívoco esta carestía de escasez de ga-
nados para la alimentación pública, va-
rias y de mucho peso eran las
consideraciones que, a ser mejor consul-
tada la administración, como sin duda lo
hubiera sido, tomando sus informes fuera
del seno de las poblaciones interesadas,
debieron obrar en su ánimo antes de re-
solverse al partido extremo, a que en mal
hora la precipitara la grita insensata de
aquellas poblaciones.
[...]
85
CATAURO
 Sin duda se pretendió con esa grave
medida obtener a favor de La Habana y
Matanzas la baja de esos 4 centavos de pre-
cio, y volver al mercado a los mismos pre-
cios de 1857, que no nos pagaban ni el
gasto material de la yerba que nos consu-
mían los ganados. Dios no favoreció el
pensamiento: los precios siguieron siendo
lo que eran. Pero supóngase que se hu-
biera logrado ¿qué importaba para la Isla
esa baja insignificante en comparación con
la ruina del inmenso capital de su indus-
tria pecuaria, fuente de tantas otras y ga-
rantía de vida e independencia industrial
para el país? ¿Loa habitantes de aquellas
dos ciudades no más tenían derecho a la
protección del Gobierno? ¿Debía sacrifi-
carse el porvenir a circunstancias transi-
torias del presente?
Mientras esa pequeña baja de centa-
vos hubiera pasado inadvertida para el
consumidor habanero y matancero, el tra-
bajador de las comarcas criadoras, que no
encuentra, como ya está sucediendo,
quien le emplee a ningún precio, despe-
dido por el ganadero arruinado por la fran-
quicia, vive con su familia en una miseria
espantosa que no le aliviaría el bajo pre-
cio de la carne, que no tendría con qué
comprar, como se está tocando en la ac-
tualidad en Puerto Príncipe, en que la
arroba de carne fresca no pasa de 20 rea-
les sencillos, y están pasando hambre los
trabajadores.
En efecto, es poco importante para el
trabajador de campo (y cuenta que esta
clase representa las dos terceras partes por
lo menos de toda la población de la Isla)
es poco importante, decíamos, al pagar la
libra de carne cuatro centavos de más,
cuando está seguro de encontrar trabajo a
buen salario, como sucedía hasta hace poco;
mientras que tienen mucho que sufrir,
86
CATAURO
cuando la fuente de los beneficios del agri-
cultor queda agotada, o aún solamente
disminuida; porque en último análisis, con
el excedente de sus productos sobre sus gas-
tos es que el agricultor, es decir, el más gran-
de y más noble empresario de Cuba puede
pagar sus trabajos de todo género.
[...]
Empero ya se hizo el daño: para reme-
diarlo en cuanto sea posible y guarecer el
porvenir, veámosle en sí, y en todas sus
consecuencias y relaciones: el mal que
obró, los bienes que frustró y las repara-
ciones que demanda.
Bajo el primer aspecto, ya lo han dicho
por nosotros las exposiciones de los hacen-
dados que motivan este informe. Estanca-
da la venta de nuestros ganados por la
imposibilidad en que se les ha puesto de
competir en los mercados de La Habana,
mediante los gastos de conducción, con
el ganado extranjero, ha faltado a milla-
res de familias su única entrada, y sobre
los conflictos y privaciones en que les ha
sumido este déficit absoluto de todo in-
greso, ha provocado numerosas quiebras
que han arrastrado otras y otras, que Dios
sabe a dónde irán a parar. Ni podía dejar
de suceder: la cría de ganados es la in-
dustria general de un país de pastos como
este y casi la única fuente de producción
para ricos y pobres.
Traído a tal extremidad tan crecido nú-
mero de propietarios, han tenido que sus-
pender todo trabajo, toda empresa de ade-
lanto de sus haciendas; limpiezas de carriles,
tumbas de montes, siembras de pastos, cha-
peas de potreros, cuidados de cruzamiento
y de educación; todo ha quedado parado;
y despedido los muchos operarios que an-
tes se ocupaban en estas faenas, y que ya
no pueden pagar, han quedado reducidos
estos a una miseria espantosa, que ha de
traer, si Dios no lo remedia, graves conse-
cuencias a la propiedad y al orden público.
Por otra parte, no habiéndose dispen-
sado, como se dispensan al ganado extran-
jero por la ominosa franquicia los dere-
chos que hubiera tenido que satisfacer al
Real Erario, para, como el nuestro, tener
el de nacer y vivir, en el territorio cubano
y aplicarse al consumo de los habitantes,
las contribuciones hubieran podido sernos
aliviadas en todo el importe de esos dere-
chos; y como no ha sido así, puede decirse
que sufrimos el recargo de todo el alivio
dispensado al ganado extranjero, que le-
jos de venir a compartir con nosotros las
cargas públicas, nos ha lanzado de los
mercados que eran nuestros por los títu-
los más legítimos; por los de nuestra na-
cionalidad; por los crecidos impuestos que
satisfacemos al Estado por su adjudica-
ción; y por último, por el incuestionable
derecho de haberlos alimentado tantos
siglos sin ayuda ni socorro ajeno, ya fue-
ran buenos, ya malos los años; ya tuviése-
mos ganancias, ya pérdidas, que nadie nos
resarcía.
[...]
En los momentos mismos en que son-
reían a nuestro patriotismo, fruto de he-
roicos sacrificios y de una perseverancia
dignas de mejor suerte, las halagüeñas
esperanzas de la transformación en que
veníamos trabajando por entendidos cru-
zamientos de nuestra pequeña raza en otra
doble por lo menos en volumen y carnes
útiles, que hubiera asegurado la alimen-
tación pública a la mitad de su coste ac-
tual. Este era el ideal de nuestro amor
patrio.
Comprendiendo lo mucho que impor-
taba, así en el interés de los consumido-
res, como en el de la agricultura en gene-
ral, desenvolver la producción y mejora
de los animales propios para el abasto, y
favorecer la propagación de las razas que
por la perfección de sus formas y su preco-
cidad para la ceba, proveen más abundan-
temente el consumo, nos habíamos entre-
gado, como ya se dijo, algunos buenos
patricios a la mejora de nuestros ganados
por medio de la mezcla de la generosa san-
gre de Durham; con tanto mayor motivo,
cuanto nos prometíamos que la aplicación
general de los principios de economía en
este importantísimo ramo, desenvolvería
la riqueza del país en proporciones enor-
mes, y sería una prenda de seguridad para
el porvenir, porque este es el solo medio
de proveer a las necesidades de la alimen-
tación pública, la cuales se hacen cada
día más imperiosas, porque la población
aumenta sin cesar, mientras que la tierra
no crece... ¡Y todo, todo, el presente y el
porvenir, los bienes y las mejoras, los es-
fuerzos y los sacrificios, los goces y las es-
peranzas, todo ha sido condenado a ruina
y exterminio, por conseguirse a favor del
consumidor habanero una baja de 4 centa-
vos en libra de carne, que no ha logrado, y la
Isla le deberá por muchas generaciones
miserias indecibles, de que participarán
él y las suyas! ¡No lo quiera Dios!
[...]
En las altas aguas del revuelto mar de
las opiniones sobrenadan de cierto tiem-
po acá algunas, que lisonjeando el espíri-
tu de emancipación que se ha apoderado
del mundo, son recibidas como verdades
absolutas de la ciencia económica, gran
tribuno de la sociedad moderna y que no
han alcanzado tan elevado timbre, sino
por falta de sonda en los observadores: tal
es el libre cambio. Móvil y fundamento
principal de los males que estamos deplo-
rando, principio de numerosos partidarios,
seanos permitido combatirle en este me-
87
CATAURO
morial de nuestra industria pecuaria, que
por las necesidades de hoy, que pueden
ser también las de mañana, debe hacer
frente a todos sus enemigos, a este princi-
palmente, que tienen tantos adeptos en-
tre los observadores poco profundos, que
deslumbrados con la luz del día presente,
se dejan arrebatar de los nombres nuevos
y sonoros, y a quienes hace caso interesa-
do el numeroso bando de los amigos de lo
barato.
Muchos en efecto son los partidarios de
la baratura. Y a primera vista parece injus-
to todo derecho de protección al produc-
tor nacional, por cuanto por este derecho,
se hace pagar, en beneficio de unos pocos,
a la mayoría de los consumidores, algunos
artículos de su consumo, más caros de lo
que pudiera adquirirlos del extranjero, que,
ora por más adelantado en las artes indus-
triales y mecánicas; ora por estar favoreci-
do por un clima más propicio para ciertas
producciones, ora en fin por tener menos
costos en ellas, merced a una mano de obra
más barata, o menos gravámenes fiscales y
de todo género que pagar, puede darlos a
menos precio que el productor nacional:
pues bien, esta razón, que parece implicar
un principio de rigurosa justicia, que justi-
fica la libertad y franquicia de las importa-
ciones extranjeras y su libre competencia a
las nacionales, suele ser, como todo princi-
pio absoluto, falso y pernicioso en muchos
casos para los mismos a quienes se propone
beneficiar: sacrifica su porvenir a pocos días
del presente.
En 1er. lugar: el consumidor, hostil
siempre al productor, no tienen cuenta con
los gastos y con los gravámenes que pesan
sobre él, y afectando sus producciones, les
determinan un precio que deja de ser jus-
to si no remunera estos costos y gravámenes,
y le resarce de sus trabajos y desvelos, y de
88
CATAURO
los riesgos de su capital; el consumidor no
quiere sino baratura, y fomenta la compe-
tencia de las industrias, y acaba por arrui-
narlas con daño del país a quien
depaupera, y de los mismos consumido-
res, a los cuales priva de muchos consu-
mos a los que estaban acostumbrados, o
que tienen que pagar más caros al pro-
ductor que, por más rico, o más afortuna-
do, sobrevive a la ruina de sus competi-
dores, o al extranjero que viene siempre a
aprovecharse del botín que le hace y pre-
para esta guerra insensata del consumi-
dor al productor nacional.
En 2do. lugar: el principio económico,
que justifica la libertad y franquicia de
las importaciones, o sea, la libre compe-
tencia de la producción nacional y extran-
jera, y en otros términos, el libre cambio,
solo es justo cuando se trata de industrias
facticias o artificiales, por decirlo así, puro
producto, muchas veces forzado, del inge-
nio o de la habilidad manual de un cierto
número de hombres; pero no de aquellos,
cuyo productor principal es el suelo nacio-
nal, y para los cuales tiene este todas las
condiciones naturales; es decir, los pro-
ductos de la fabricación mecánica, pero no
los de la agricultura.
En efecto, a menos del caso de una
nación que por la escasez relativa de sus
tierras respecto de su población se vea
obligada, como Inglaterra, a ser manufac-
turera, no es justo se nos obligue a com-
prar, por ejemplo, la ropa o los zapatos más
caros a los pocos fabricantes nacionales
que quieran dedicar su capital y su inteli-
gencia a plantar telares o zapaterías, cuan-
do el extranjero, más adelantado en las
artes mecánicas, o el curtido y adobe de
las pieles, a pesar del gasto de los fletes,
puede darnos las telas y el calzado más
barato.
 La riqueza en general del país, lejos de
perder en este caso con la franquicia de
los tejidos y los zapatos, gana, porque gas-
ta menos, y entre tanto los capitales, y la
habilidad manual del corto número de
hombres que emplean esos talleres, pue-
den tomar otro giro y ocupación, tanto más
útiles para la generalidad de los habitan-
tes y el fomento de la riqueza pública.
No es así cuando se trata de productos
del territorio, que es el gran capital nacio-
nal y la herencia y patrimonio común de
todos sus habitantes, al cual vienen a en-
riquecer las influencias de su clima, los
dones de fertilidad que le ha departido la
providencia, los esfuerzos del amor patrio
y los desvelos del amor de la familia; que
todos pueden explotar, y que asegura la
subsistencia de cada uno.
En esta clase de producciones, ya sean
frutos, ya ganados, ya materias primas de
otras industrias siempre que el suelo ten-
ga abundantes veneros de ellas y los ele-
mentos condicionales de estas produccio-
nes; en estos casos, si por atrasos en las
artes agrícolas o mecánicas, por escasez
de brazos o por pobreza de sus razas, rela-
tivamente a las de otros países; o por ig-
norancia de los buenos métodos de cul-
tivo, de educación y mejora de las
especies, o del régimen de los pastos, sale
algo más cara la producción indígena que
la extranjera, siempre que esté asegurada
la alimentación pública en la cantidad de la
producción, se la debe favorecer, ora con
la prohibición de las importaciones ex-
tranjeras de artículos similares, o con el
recargo a estas de un derecho, que no
solo las fuerce a nivelar sus precios con
los de las nacionales, y les permita com-
petir con ellas en el mercado, sino que
les asegure su ventaja y expendio a su
pesar.
De esta manera, y obrando el deseo
natural en el hombre de economizar por
un lado los gastos de su producción, y
mejorar por el otro sus productos, procu-
rará el país adquirir la ciencia que le fal-
ta, y adoptar los medios por los cuales ob-
tiene el extranjero los suyos, a la vez más
perfectos y más baratos. Introducirá ins-
trumentos de labor más ingeniosos, estu-
diará mejor sus tierras, su clima y sus re-
cursos naturales; cambiará sus sistemas de
cultivo: mejorará sus simientes y sus ra-
zas, y merced al pequeño recargo en los
precios, tan insensible para el consumidor
en los pocos años que necesite el país, para
ponerse en los costos y la calidad, al nivel
de los productos extranjeros, desarrollará
el país sus recursos, pondrá en contribu-
ción las riquezas y ventajas naturales de
su suelo y del genio de sus habitantes, y
llegando a poner en producto todo el te-
rritorio nacional, enriquecerá a sus pobla-
dores y al Estado, y logrando por este co-
mún concurso de todos sus esfuerzos
naturales e industriales, los límites de la
protección, llegará a producir a menos
precio de lo que puede venderle el ex-
tranjero por el recargo que impondrán
siempre los fletes o sus importaciones;
mientras que si no se protege la produc-
ción territorial, y se la sacrifica a la ex-
tranjera, para satisfacer, como a menudo
sucede, la codicia o la tacañería de los
vecinos de las ciudades, queda siempre
estacionario el país; y al cabo arruinado
por la competencia extranjera, renuncia-
rá a toda industria propia y morirán el país
y sus habitantes sobre los elementos de su
riqueza, que no se les ha permitido des-
envolver.
[...]
Empero, si no a la sombra de este nue-
vo título social del libre cambio, no falta-
89
CATAURO
ron algunos que abogaran también por la
fatal medida de la franquicia, que veni-
mos combatiendo, bajo el de la convenien-
cia de excitar el espíritu de mejora y mo-
ver hacia el progreso la indolencia y
apatía de nuestros ganaderos por el agui-
jón de la competencia extranjera. Ad-
mitimos la utilidad posible del aguijón
que excita, pero rechazamos con todas
las fuerzas de nuestra convicción el pu-
ñal que asesina; y tal es y ha sido para la
industria pecuaria de la Isla la libre in-
troducción de productos similares a los
de nuestro suelo en el ramo de ganados,
que está para matarnos con ruina general
del país; y ya sin necesidad de este mortal
aguijón, habíamos emprendido y trabajá-
bamos sin descanso en la mejora de nues-
tra raza, ora por entendidos cruzamientos
con la sangre de Durham, ora por selec-
ción dentro de la nuestra, mejorando tam-
bién como medio condicional su régimen
alimenticio.
¿Y al cabo es culpa de la agricultura
cubana, si ella tiene que sufrir más im-
puestos y cargas que ciertos productores
extranjeros, cuyos costos, por lo mismo,
vienen a ser menores, y les permiten ven-
der sus frutos más baratos que al produc-
tor cubano? ¿No es, por otra parte, justo,
que ya que no vienen a ayudarnos a so-
portar los malos años, que cargamos solos
sobre nuestros hombros, pague al menos
el ganado con que nos arruinan tanto
como el nuestro su parte de contribución
a los gastos generales de nuestra organi-
zación social, que vienen a explotar?
Lo mismo la economía pública que el
natural sentimiento de la propia tuición,
instinto del individuo, ley de la sociedad
y base de todo gobierno en punto al cam-
bio de los productos de su suelo, hacen
un canon de justicia administrativa en
90
CATAURO
todas las legislaciones, aun las más libera-
les, el exigir de todas las mercancías ex-
tranjeras, admitidas a circular en el terri-
torio nacional, su parte de contribución a
los gastos de la organización pública. Cuan-
do no lo hace así y no se reducen estos
gastos en otros tantos como dejan de con-
tribuir aquellas mercancías, es menester
que el déficit que deja en los fondos pú-
blicos la franquicia, tenga que suplirlo la
producción nacional. A este paso, y de
franquicia en franquicia quedaría extin-
guido el capital territorial, y esta nación,
tan generosa con el extranjero y que así
descuida su propia tuición, no vendría a
ser otra cosa que una provincia tributaria
de aquella.
Pero eso en materia de legislación fis-
cal y aduana con relación a la agricultura
en todos sus ramos profesamos el principio
que venimos inculcando, de que los pro-
ductos agrícolas y pecuarios, similares a
los de nuestra producción territorial, de-
ben pagar a su entrada en la isla un dere-
cho tal, que cuando menos eleve su precio
hasta la tasa de los corrientes de aquella
producción en nuestros mercados; mien-
tras que los menos artefactos deben satis-
facer una cantidad equivalente a la suma
de impuestos que estos productos hubie-
ran pagado, si hubiesen sido elaborados
en el país.
Eso es lo que nos parece justo: no aven-
tura ningún derecho legítimo, ni compro-
mete los de la alimentación pública en
ningún caso. Y en esta virtud apoyamos
con todas las veras de nuestra convicción
las solicitudes en que concluyen las ex-
posiciones que venimos informando; y
como quiera que convenga establecer re-
glas fijas en materia de abastos que así
guarezcan contra todo monopolio los de-
rechos de los consumidores, como ilustren
el interés de los productores nacionales y
extranjeros, nos parecía que serían de fi-
jarse las siguientes:
La importación de ganado extranjero
queda sujeta a una escala móvil, fundada
a los precios corrientes del mercado de Puer-
to Príncipe, principal proveedor de la Isla
en este ramo; a saber:
Permitida, desde que el precio de los
toros de tres años arriba pase de 25 pesos.
Prohibida, mientras el precio no exce-
da de este límite prometido.
En el caso de permitirse la importación,
cada cabeza de ganado extranjero pagará
a su entrada por los puertos de la Isla 4
pesos 4 rs; o sea, el equivalente de lo que
por sus impuestos directos e indirectos sa-
tisface a las arcas públicas el ganado cu-
bano antes de presentarse a consumo.
El límite de esta escala se retocará cada
cinco años.
Para la debida comprobación de estas
mercuriales del comercio de ganados de
Puerto Príncipe, un miembro de su Ayun-
tamiento intervendrá todo contrato de
compra o venta de los ganados de extrac-
ción.
Empero, no solo necesita nuestra indus-
tria agrícola y pecuaria defensa para no
morir, sino protección para crecer en be-
neficio general. Y en efecto: insuficientes
todos los precios corrientes para remune-
rar al agricultor y al ganadero cubano de
sus gastos de producción, como lo hemos
demostrado en un trabajo especial desde
el año de 1856.3 La agricultura y la gana-
dería clamaban por algún remedio a su
antiguo y hondo padecer. No estaba en
manos del gobierno proveer fácilmente a
esta situación, originada en su mayor par-
te de la escasez y carestía de los brazos
3
Estudios prácticos de las condiciones económicas de la industria pecuaria en el distrito de Puerto Príncipe.
trabajadores y de la dura ley que ellos les
imponen, demándales salarios que ningu-
na industria puede pagar; pero sí estaba
en sus facultades y en los fines de toda
administración solícita el darles el alivio
que estuviese a sus alcances.
Este alivio no podía ser otro que la su-
presión o reducción de los impuestos que
gravan todas nuestras producciones y la
exportación de nuestros frutos principales
y cuando lo esperábamos de su notoria so-
licitud por la conservación de la Isla y el
fomento de su riqueza, que va en un
decremento acelerado, como que ambas
industrias están viviendo hace años de sus
capitales; y cuando nos atrevimos a espe-
rar la declaratoria, tan justa y elucidada,
de comercio de cabotaje el de la Isla con la
Península, como se ha declarado reciente-
mente a favor de Aunobón y Fernando Poo;
y contábamos también con un buen trata-
do de comercio con la vecina Unión Ame-
ricana; en lugar de esos beneficios, sin pen-
sar ni querer el Gobierno arruinarnos más
de lo que lo estamos, no solo se sostiene el
statu-quo tributario y aduanero respecto de
nuestros frutos y la propiedad cubana; no
solo no se ha procurado obtener de aquella
república, principal mercado de nuestros
azucares, tabacos y maderas, las ventajas
comerciales que dispensan sus tratados a
los frutos peninsulares; sino que se decreta
la ruina de nuestra industria pecuaria,
abriendo de par en par las puertas de la
Isla al ganado extranjero con un formal
privilegio sobre el nuestro, que imposibilita
su venta, y disminuyendo las entradas del
tesoro nos obliga a llenar el déficit que esta
franquicia deja en las arcas públicas.
Y es menester pensar seriamente en
esto: nuestra ruina es infalible, si por un
91
CATAURO
lado no se consigue una inmigración en
tan grande escala que haga bajar los sala-
rios al maximum de ocho pesos; por otro,
no se alzan o se reducen a la agricultura y
ganadería los impuestos fiscales; por otro,
no se gravan con derechos protectores los
artículos similares a los de nuestra pro-
ducción pecuaria; por otro, no se propor-
ciona salida segura y libre de todo dere-
cho de exportación a sus frutos principales
en los Estados Unidos y más particular to-
davía en la Península bajo el pie de una
perfecta reciprocidad de intereses y de
nacionalidad; y por último, reduciendo a
lo indispensable para el movimiento de la
vida y defensa pública la planta guberna-
tiva, judicial y militar de la Isla, no pasa-
rán muchos años sin que ella venga a ser
un desierto abandonado de toda indus-
tria; pues no hay que alucinarse con los
ejemplos de prosperidad o progreso agrí-
cola de estos últimos tiempos, que, bien
estudiados, no son en lo general sino es-
pléndidas apariencias, falsa arquitectura
levantada sobre las arenas del crédito:
cada un mil pesos de su haber reconoce
92
CATAURO
un debe próximamente igual, que lo está
devorando, si no lo ha devorado ya.
Pero aún es peor la suerte de nuestra
industria pecuaria: a la agricultura le
amenaza la quiebra; a nuestra ganadería,
la muerte.
Tal es nuestra situación: la he expues-
to con lealtad y franqueza, porque como
dije al principio, la franqueza es la con-
ciencia de nuestros deberes sociales, y ya
se oyen los angustiosos balidos de nues-
tros rebaños, muertos de hambre y sed,
vagando errantes por nuestras desoladas
dehesas, agotadas por el excesivo número
de bocas que la franquicia del ganado
extranjero ha inmovilizado en ellas. El
peligro es inminente, el mal espantoso;
pero aún es tiempo de conjurarle: deba la
Isla su salvación a la justicia del encum-
brado y esclarecido administrador, a cuya
previsora solicitud la ha confiado el mag-
nánimo corazón de nuestra Reina, y que
pase alguna parte de su gratitud a esta
pobre y oscura sociedad.
Puerto Príncipe, 21 de noviembre de 1861 C
La ganadería en Cuba1

MIGUEL PENABAD FRAGA

Cuatro siglos y medio nos separan del des-

cubrimiento de estas tierras por hombres
llegados a playas del Nuevo Mundo, pro-
cedentes del Viejo Continente europeo.
Más de una cuarta parte de ese período
ha servido el Diario a la economía del país
y defendido los fundamentales valores de
la sociedad.
Simultáneamente a la conquista de un
Nuevo Mundo para la Corona de Castilla,
el colonizador quiso mantener en este sue-
lo la vieja pugna sostenida en ciertas re-
giones de Europa entre ganaderos y agri-
cultores, y se amplió esta vez el problema a
la minería por la enorme existencia de
metales preciosos acumulados en el suelo
americano. Los más preocupados por la
Hacienda Real lo preferían por ser más ex-
pedita su conquista, si a mayor abunda-
miento, el minero era esclavo. Otros que
llegaron a estas tierras a trabajar preferían
MIGUEL PENABAD FRAGA. la agricultura, pero los más, basándose en
Periodista. Obtuvo la fertilidad maravillosa del suelo, lucha-
cinco veces el premio ban por imponer la ganadería.
periodístico Álvaro
Reynoso y seis veces
el Rodrigo de Xerez.
Trabajó también como
1
Diario de la Marina, La Habana, 15 de septiembre
reportero en varios de 1957, número extraordinario por los 125 años
diarios nacionales. de la publicación.

93
CATAURO
PLENO RESPALDO OFRECEN LOS
MONARCAS AL CONSEJO DE LA
MESTA
En tierras castellanas, tres siglos antes,
durante el gobierno de Alfonso VIII
(1158-1204), había triunfado la tenden-
cia a favor de la ganadería, que vencía a
la agricultura, falta de elementos. A fa-
vor del pleito se pusieron Juan III, Enri-
que IV y especialmente los unionistas
Reyes Católicos, que para favorecer a la
ganadería aumentaron sin cesar los privi-
legios a los criadores agrupados en una
poderosa organización reconocida oficial-
mente y que se denominaba Consejo de
la Mesta. Llegó a ser de tal magnitud su
importancia e influencia, que sus reunio-
nes anuales eran presididas por los pro-
pios monarcas en persona. No se crea que
las 1 300 mestas y ligallos en que se agru-
paban los pastores en todo el agro hispano
gozaron los propios derechos o disfrutaron
de análogos privilegios para apacentar sus
rebaños, que unas veces se hallaban en
las tierras llanas y otras en las serranías,
según lo permitiera el clima en su alter-
nativa.
ZANJADAS LAS PUGNAS DE
PASTORES Y LABRADORES EN
CUBA
En las 1 300 mestas o ligallos, las manadas
se clasificaban en tres tipos, a saber: es-
tante, cuando pastaban en la localidad
residencia de su dueño; trasterminante,
cuando la manada pacía de un sitio a otro
dentro de la misma región o provincia de
su propietario, y trashumante, cuando el
ganado era llevado a las montañas en bus-
ca del pasto verde en los meses cálidos y
94
CATAURO
concentrado en tierras templadas en el
otoño. Este tercer grupo de trashumante
fue el más beneficiado y en favor del cual
se perjudicaron las tierras de laboreo. El
propietario de suelos labrantíos asimilaba
el castigo, pero al llegar a tierras de Amé-
rica, la pugna se hizo más intensa, por la
fertilidad del suelo para el cultivo, que
era también el más adecuado para el fo-
mento de grandes pastizales. Agricultores
y ganaderos intensificaron sus luchas. Al
comienzo del año 1511 el Virrey de La
Española, Diego Colón, siguiendo instruc-
ciones de los Reyes Católicos, nombró
Adelantado al capitán Diego Velázquez,
para que procediera a conquistar y colo-
nizar la Isla de Cuba, por estar reputado
como el hombre más rico de La Española,
amante de la minería y en especial del
oro, que había acumulado en cantidades
enormes en la isla que su enemigo mortal,
el indio Hatuey, abandonó, al ser derro-
tados sus hombres en Gualcaba. Hatuey
se dirigió a Cuba para prevenir a los abo-
rígenes contra los conquistadores y colo-
nizadores, advirtiéndoles de los procedi-
mientos que empleaban, aconsejándoles
que para aplacar al dios de los blancos,
celebraran grandes areítos en su honor y
que, como final del programa, arrojaran
al mar, al río, o al lago, o escondieran en
cuevas y criptas, todo el oro y la plata, las
piedras preciosas, el nácar, el carey y las
finas conchas para que, al no hallarlas, el
colonizador, sediento de oro a su llegada,
los dejara en paz y se alejara hacia otras
tierras. Diego Velázquez, en su viaje, tra-
jo yemas de caña de azúcar y a falta de
minerales áureos y ante el dilema que se
presentaba por las pugnas de ganaderos y
agricultores, trató de armonizarlos, y se dio
a la tarea de fundar las villas Baracoa,
Bayamo, Puerto Príncipe, Sancti Spíritus,
Trinidad, La Habana y Santiago de Cuba,
y al reparto de tierras de las llamadas
realengas por orden del rey, para
mercedarlas a sus soldados más brillantes
o a sus vasallos más distinguidos. Otorga-
ba como merced caballerías, peonías, ha-
tos, corrales, lo cual benefició a agricul-
tores y ganaderos que se dieron a la tarea
de cultivarlas o apotrerarlas, utilizando
para las labores agrícolas y ganaderas los
esclavos indígenas que a la vez les había
encomendado Velázquez. Pero el aborigen
se negó a ser esclavo, unos huyeron al
monte, otros se suicidaron y el resto fue
muerto en combate, en la horca o acuchi-
llado, y fue necesario recurrir al esclavo
africano y al asiático posteriormente.
NACEN UNIDAS LA GANADERÍA
Y LA PRODUCCIÓN CAÑERA
Los terrenos realengos, denominados ca-
ballerías y peonías, fueron cultivados, y los
llamados hatos, con un radio de dos le-
guas, se destinaron a la cría de ganado
mayor y los corrales, que eran parcelas de
un radio de una legua, se destinaron a la
cría de ganado menor. Los primeros gana-
deros procedieron a importar reses vacu-
nas y cerdos de Jamaica y La Española,
que previamente habían sido traídos allí
desde Andalucía y Canarias. La feracidad
de nuestras tierras produjo un rápido cre-
cimiento en la ganadería y en el cultivo
de la caña de azúcar, y desde entonces
ambas riquezas iban hermanadas, pues el
azucarero necesitaba animales para el cul-
tivo y la conducción de la caña, y yeguas,
asnos y caballos para el fomento de ele-
mentos de trabajo, transporte y paseo.
Pronto llegó a fomentarse gran número
de haciendas ganaderas; la Isla contaba
con unos mil hatos, que contenían más
de un millón de cabezas de vacunos.
POR QUÉ SE CONVIRTIÓ LA
GANADERÍA EN UNA GRAN
RIQUEZA
La posición geográfica privilegiada de
Cuba, crucero de galeones y escuadras que
se dirigían hacia México, Perú y otras pla-
yas del sur, que se abastecían de ganado,
carnes saladas o curadas al sol, cueros y
pieles, enriquecía a los ganaderos, que pe-
dían o compraban mayor cantidad de tie-
rras. Se llegó así a la segunda mitad del
siglo XVIII, en que se apoderaron los ingle-
ses de La Habana, lo que determinó más
auge en el comercio, un considerable au-
mento en el valor de la tierra y mayor pre-
cio para el ganado. Se gestaron las prime-
ras dificultades entre ganaderos y vegueros,
que culminaron en la desaparición de los
grandes latifundios pastoriles y su sustitu-
ción por potreros. Cuba era proveedor a los
galeones, a las escuadras y a su población,
de carnes, leche, azúcar, café y tabaco,
cuatro fuentes de riqueza, de las cuales el
café, el tabaco y la caña, no podían pres-
cindir de la ganadería, productora de la
carne y de la leche, necesarias para la ali-
mentación; de bueyes para la labranza de
la tierra y para tiro, y de ganado equino,
auxiliar poderoso para el trabajo en las fin-
cas y esencial para el transporte.
LA FALTA DE MEDIOS
DE TRANSPORTE CREÓ
AL ENCOMENDERO
Surgió el encomendero, señor situado en
las zonas de consumo o de embarque, a
95
CATAURO
quien se le consignaba el ganado, las car-
nes curadas, los cueros, las astas, las pe-
zuñas, el sebo, los quesos y la mantequi-
lla, para el abasto de las poblaciones, para
surtir a los barcos o exportarlas a países
cercanos, por estar imposibilitados los ga-
naderos, que atendían personalmente el
negocio, de efectuar esas gestiones, pro-
pias del encomendero en aquella época.
CELEBRA CAMAGÜEY LA I
EXPOSICIÓN AGROPECUARIA DE
CUBA
Los impuestos que originariamente habían
gravado la explotación ganadera, como
contribuciones a las tierras mercedadas y
que consistían en un pago pecuniario de-
terminado a favor del Cabildo; el sumi-
nistro de carnes a la población a un pre-
cio prefijado de común acuerdo; la
construcción de casas de pasajeros para
facilitar las comunicaciones entre las dis-
tintas mercedes y la obligación de explo-
tar el terreno mercedado, que se aumen-
taron con el derecho de pesas, duró hasta
el año 1848, en el que se estableció la fran-
quicia completa en el expendio de carne.
Tan potente se encontraba ya la ganade-
ría cubana, que en el año 1843 se organi-
zó en Puerto Príncipe una gran exposición
ganadera y agrícola y se presentaron en el
evento magníficos ejemplares de razas de
carne y de leche; parejas de mulos y yun-
tas de bueyes poderosas, que constituían
un galardón para el criador, así como be-
llos ejemplares equinos para monta o tiro,
de puras líneas; por ello, dicha exposición
fue el espaldarazo definitivo de la gana-
dería y hacia ella se inclinaron peninsula-
res y cubanos ricos, que fomentaron gran-
des potreros, pues la introducción de la
96
CATAURO
hierba de Guinea en 1837 y el cultivo de
pastizales, aumentaron la manutención a
diez reses promedio por caballería, en lu-
gar de tres, que era lo corriente en los
hatos tradicionales.
PODEROSOS APORTES DE LA
GANADERÍA A LA LIBERTAD DE
CUBA
Llega el año 1868 y en sus finales se inició
la guerra llamada de los Diez Años, de-
terminada por el ansia de libertad políti-
ca de los cubanos, estimulada por la pre-
sión fiscal que oprimía a los grandes
terratenientes, especialmente, por los exa-
gerados gravámenes que pesaban contra
la riqueza ganadera, el exceso de inter-
mediarios, los derechos de aduana venta-
josos, fijados al tasado importado y otros
derivados de la carne. Grandes patriotas
todo lo ofrendaron por la libertad; sus do-
taciones de esclavos, los ingenios de azú-
car, los cafetales y las inmensas existen-
cias de ganado que pastaban en los
potreros, sirvieron como medio para levan-
tar dinero, o para la alimentación para las
tropas revolucionarias. Carlos Manuel de
Céspedes, Ignacio Agramonte, Salvador
Cisneros Betancourt, Francisco Vicente
Aguilera, Fernando Figueredo, Miguel
Gerónimo Gutiérrez, Eduardo Machado,
Manuel de Quesada, Manuel Sanguily, y
tantos y tantos patriotas, pusieron al ser-
vicio de la causa libertadora su hacienda
y la propia vida. Terminada la guerra del
68, los potreros quedaron exhaustos y fue
necesario reconstruirlos de tal modo, que
en el año 1894, en vísperas del Grito de
Baire, en los potreros cubanos había ya 2
485 766 reses vacunas, que también ali-
mentaron los caudales de la revolución y
sirvieron en gran parte para nutrir al ejér-
cito invasor y fortalecer a sus hombres para
que dieran las famosas batallas que reco-
gen en páginas de honor nuestras efemé-
rides.
Al finalizar la guerra de 1895 y tomar
posesión de la Isla los Estados Unidos, se
hizo en el año 1899 un censo y solo apare-
cieron 376 650 cabezas de vacunos. ¡Más
de 2 100 000 reses costó a la ganadería
esa campaña libertadora!
SURGE DE NUEVO LA RIQUEZA
PECUARIA Y ABASTECE
PLENAMENTE AL PUEBLO
Aniquilada la riqueza y necesitados los
sectores del azúcar, del tabaco y del café,
de alimento sólido para sus trabajadores y
de animales para las faenas agrarias, el tiro
de carga y pasaje y el país en general, de
carne, leche y sus derivados como alimen-
tos esenciales, se dieron facilidades aran-
celarias para la reconstrucción de la ga-
nadería; se trajo ganado vacuno
procedente de la Florida, Texas, Tampico,
Puerto Rico y Venezuela, y los ganaderos
se dieron a la tarea de fomentar de nue-
vo, y por cuarta vez, esa riqueza. Se llegó
a formar un stock en el año 1910 de 3 200
000 reses vacunas. La Primera Guerra
Mundial iniciada en 1914, sometió a otra
dura prueba a la ganadería. Las dificulta-
des de transporte, la guerra submarina y
la demanda de los frentes de batalla, re-
dujeron a la mínima expresión la importa-
ción de alimentos, y por otra parte, la enor-
me demanda de azúcar y de tabaco,
exigieron del ganadero un recio soporte
de la alimentación del obrero sobre la base
de carnes, leche y derivados, mientras que
el fomento de ingenios y colonias deman-
dó yuntas de bueyes para cultivo y el tiro
de la caña. Fue de tal naturaleza el es-
fuerzo realizado por los criadores,
mejoradores y cebadores, que al realizarse
en el año 1918 un censo, la ganadería
cubana contaba en sus potreros con 3 955
000 cabezas de vacunos, no obstante el
consumo excesivo de carne en las colo-
nias e ingenios, para poder efectuar las
grandes zafras y la creación de colosos
centrales azucareros. Posteriores censos
han demostrado el esfuerzo de la ganade-
ría por llenar su cometido de abastecedora
de carne, y la reforma arancelaria de 1927
dio oportunidad para que se crearan po-
derosas industrias de derivados, que im-
pidieron la salida de torrentes de divisas
hacia el extranjero en pago de alimentos,
porque se pudieron elaborar en Cuba y así
ofrecer trabajo permanente y bien retri-
buido a millares de ciudadanos, que em-
pleaban sus sueldos y salarios en el comer-
cio, la industria, el transporte, los
espectáculos. De este modo, desde luego,
a los sectores empleadores citados la ca-
pacidad de producción y venta, consumi-
dores que, a su vez, compraban carne, le-
che y sus derivados manufacturados en
Cuba.
LA GANADERÍA ES UNA RIQUEZA
REPARTIDA ENTRE 147 772
CIUDADANOS
No ha habido una norma respecto a la
confección de los censos ganaderos, pues
en cada evento el número de fincas
chequeadas fue distinto. Hubo, además,
en la mayoría de estas justas, personal no
entrenado y tiempo muy limitado. El me-
jor censo realizado en todas las épocas de
Cuba, fue el de 1945, que registró las exis-
97
CATAURO
tencias de ganado en junio de 1946. Se
dispuso de una maquinaria humana efi-
ciente, se revisaron planillas, hubo cote-
jos, inspecciones de técnicos y en total se
visitaron 159 958 fincas, y de ellas tenían
existencia de ganado vacuno 119 780, lo
que arrojó un promedio de 34,3 reses por
finca, justificado, porque estábamos en
estado de guerra y la demanda de ganado
para el abasto fue mayor que en ninguna
época.
En el censo de 1952, que sólo duró cien
días y no se pudieron visitar nada más que
100 780 fincas, se notó una reacción en
las existencias, pues el promedio por finca
en las 89 934 que declararon ganado va-
cuno, fue de cuarenta y cinco animales, y
aplicándole ese promedio al número de
fincas que no se escrutó y que poseían
ganado, arroja una existencia total de 5
391 100 reses vacunas, que se aproximan
más a la realidad, pues es absurdo aceptar
que con cuatro millones de cabezas de
ganado en existencia se pueda sacrificar
anualmente un millón de unidades, por-
que al no existir suficiente cantidad para
reponer los añojos, ni las reses mejoradas
para la ceba, en poco tiempo desaparece-
ría la riqueza ganadera.
Un asunto que debe citarse también,
es el stock por finca ganadera y el número
de personas poseedoras de ganado, que
supera siempre al de las fincas. El censo
de 1952 registró en las 89 994 fincas igual
cantidad de dueños o arrendatarios, con
una existencia de 3 312 296 reses. En esas
mismas fincas, 11 340 personas tenían ga-
nado a piso y el total era de 11 340 reses;
20 369 partidarios poseían 318 285 anima-
les y, por último, 25 859 personas, por otros
conceptos, tenían en las referidas fincas
147 772 propietarios de ganado. ¿Cuántos
propietarios, partidarios o tenencias dis-
98
CATAURO
tintas había en el número de fincas que
se dejó de escrutar? En materia de fre-
cuencias, el censo de 1946 prueba la no
existencia de latifundios ni de grandes
concentraciones de ganado, con estas ci-
fras: 104 747 fincas tenían existencias de
una a cuarenta reses; 7 209 fincas tenían
de cincuenta a noventa y nueve reses; 6
851 fincas poseían de cien a quinientas
reses, y en 973 fincas las existencias reba-
saban de quinientos animales. Es absurdo
hablar de latifundios, de multimillonarios
y de que la riqueza ganadera está en po-
cas manos, porque es evidente que es la
más difundida, pues cuenta con 147 772
poseedores por lo menos.
BRILLANTE PONENCIA DEL
DOCTOR LAMAR ROURA AL
PRIMER CONGRESO DE
ALIMENTACIÓN
En el año 1943, el doctor Justo Lamar
Roura, a la sazón presidente de la Asocia-
ción Nacional de Ganaderos de Cuba, pre-
sentó una brillante ponencia ante el Pri-
mer Congreso Nacional de Alimentación,
en la cual demostró que en el año 1942 el
consumo de carne había demandado el
sacrificio de 772 716 reses; que desde el
año 1926 al año 1939, la ganadería y sus
industrias derivadas habían reducido el
valor de las importaciones en un prome-
dio anual de $ 29 081 673. Las reduccio-
nes mayores fueron las siguientes: de car-
ne de puerco fresca, de $ 429 467 en 1926
bajó en 1939 a $ 73 000; de carne de puer-
co salada, desde $ 5 432 675 a $ 503 457;
de manteca de puerco, de $ 12 833 166 a
$3 485 646; de jamones, desde $ 1 041 625
a $ 28 453; de tasajo desde 4 720 030 a $ 1
180 000; de mantequilla natural, desde $
939 268 a $ 3 402; de quesos, desde $ 1
140 349 a $ 54 499; de leche condensada,
de $ 5 185 881 a $ 52 716, y de conservas
de carne, las demás carnes y productos de
carnes, se eliminaron importaciones por
un valor de $ 1 510 631.
Otro cuadro ofrecido por el doctor
Lamar Roura presentaba el valor de las
exportaciones de productos de la gana-
dería en un decenio ascendente a $ 14
954 359. Demostró el doctor Lamar que
en el decenio 1931-40 entre exportacio-
nes realizadas e importaciones ahorradas,
se había producido un beneficio global de
$ 80 051 001 para Cuba, sin dañar en lo
más mínimo el abasto del país de esos pro-
ductos.
FUENTE DE RIQUEZA,
PRODUCCIÓN Y EMPLEO QUE
DISTRIBUYE CIENTOS DE
MILLONES
Como fuente de empleo y de circulante,
es la ganadería con sus sectores de deri-
vados, industrias y comercios afines, un
orgullo para Cuba, pues cuanta con 165
004 empleadores; con una inversión en
tierras, ganado, edificios, equipos, maqui-
narias y enseres de $ 1 456 619 870; una
producción por valor de $ 348 280 200;
emplea permanentemente 193 859 adul-
tos, que ganan salarios y sueldos por valor
de $ 105 977 943.
INJUSTO SACRIFICIO IMPUESTO
A LOS PRODUCTORES DE
GANADO VACUNO
El sacrificio más grande impuesto a la ri-
queza ganadera cubana fue mencionado
de manera brillante por el doctor José
Manuel Cortina, en información publica-
da en diversos periódicos y revistas de
nuestro país, durante el bienio de su man-
dato como presidente de la Asociación
Nacional de Ganaderos de Cuba. Desde
el año 1942 al año 1951, según demostró
el doctor Cortina con cifras irrefutables,
los ganaderos cubanos entregaron para el
consumo del país 9 300 000 reses vacunas,
con un peso promedio de ochocientas li-
bras en pie, por las que recibieron $ 687
600 000, y en ese mismo período de tiem-
po, una cantidad similar de ganado, al que
se supone el mismo peso en pie, los gana-
deros de Estados Unidos percibieron un
total de $ 1 782 600 000, con una diferen-
cia en contra para los ganaderos cubanos,
de mil noventa y cinco millones ciento sesen-
ta mil pesos ($ 1 095 160 000).
CRECE Y SE VINCULA CADA DÍA
MÁS LA GANADERÍA A LA
RIQUEZA AZUCARERA
En los años 1955 y 1956, según datos ofre-
cidos por el Ministerio de Agricultura,
se importaron 11 845 animales de pura
raza, lo cual prueba la intensa labor de
fomento y superación de la riqueza ga-
nadera, que además viene exportando
animales maravillosos –de la estampa de
los que figuran en esta plana, proclaman-
do que son de pura raza registrados–, a
diversos países de América y establecida
la producción de alta calidad, que des-
plaza totalmente a la importada de Esta-
dos Unidos. Un estudio estadístico reali-
zado por el ingeniero José Tamargo, jefe
del departamento de Estadísticas del
Ministerio de Agricultura, estima un stock
de ganado vacuno en el año 1956 de 5
99
CATAURO
325 472 reses, y de ellas, 1 339 922 vacas.
Esa cantidad de ganado, a un promedio
de catorce centavos la libra en pie para
el ganado de matadero, que rigió duran-
te el año (autorizado o tolerado) $ 90.00
para la añojería; $ 60.00 para los terne-
ros; $ 300.00 para la yunta de bueyes; $
100.00 como promedio para la vaca de
cría, y $ 150.00 la lechera, sin contar el
ganado de pura raza fina registrado, arro-
ja un valor de $ 581 528 320 y agregados
$ 477 500 000, valor mínimo de 300, 000
caballerías que se destinan a la ganade-
ría, y $ 291 475 000 invertidos en casas,
cercas, aguadas, pastizales y equipos de
las fincas y potreros, suman un gran total
de $ 1 350 503 320 invertidos en la ri-
queza ganadera, solo en el sector de bo-
vinos, que la colocan en el segundo lu-
gar de las fuentes de riqueza y de ingresos
del país. Segunda riqueza que ampara y
colabora con la primera, que es el azú-
car, pues la ganadería le suministra a la
cañera alimentos para quinientos traba-
jadores, que tienen que realizar una dura
labor en las zafras, y que la carne, la le-
che y sus derivados les proporcionan ca-
lorías, vitaminas, proteínas y sales mine-
rales a plenitud; y que, además,
necesitan aun para el tiro de las cañas,
ingenios y colonias y ciertas labores en
los cañaverales, yuntas de bueyes, de las
cuales se utilizan en Cuba unas 250 000.
Prueba del mantenimiento a través de los
siglos, de su afán de servir al país y de
sostener a todo trance la afinidad exis-
tente entre ganaderos y azucareros, está
en que la mayoría de los ingenios azuca-
reros y millares de colonos crían ganado.
Entre los centrales considerados más pro-
gresistas en materia ganadera y que en
su mayoría son criadores de animales de
razas selectas, figuran: Manatí, Santa
100
CATAURO
Marta, Senado, Vertientes, Agramonte,
Francisco, América, Punta Alegre,
Boston, Preston, Jaronú, Cunagua,
Morón, Cuba, Estrada Palma, San
Germán, Jobabo, Fidencia, Bahía Hon-
da, Isabel, Niágara, Ermita, Soledad (Ma-
tanzas), Soledad (Guantánamo), Trini-
dad, Orozco, Vitoria, Esperanza, San
Agustín y Río Cauto, que envasaron en
la zafra de 1956 doce millones sesenta y
seis mil ochocientos ochenta y ocho sa-
cos de azúcar, equivalentes a 1 960 869
toneladas cortas.
Entre los ganaderos poseedores de gran-
des colonias, hay un grupo de diecisiete
que molieron en el año 1956 cañas pro-
pias por 59 601 566 arrobas, figurando como
grandes cultivadores el doctor José Ma-
nuel Cortina, los señores Lorenzo W.
Lamadrid, Aurelio Vigil, hermanos
Rodríguez Penín, Álvaro Sánchez, José
Sosa Calcines, René Núñez Batlle, her-
manos Remedios, Adriano Valle, Antonio
Pereiro, Baldomero Casas, hermanos Co-
lina, Amado Aréchaga, los doctores To-
más F. Puyans, Teobaldo Rosell, Ramiro
Areces y Estanislao del Valle.
Existen, además, como criadores de
ganado en mayor o menor escala, unos dos
mil colonos, con lo cual se justifica sin
lugar a dudas la afinidad y compenetra-
ción existente entre los componentes de
dos riquezas que surgieron simultánea-
mente a la llegada del Adelantado Diego
Velázquez, en el año 1511, con el encargo
del Virrey Diego Colón de conquistar y
colonizar a Cuba. A través de cuatro si-
glos y medio los cañeros y los ganaderos
han sido el soporte mayor de la economía
nacional y en lo que respecta a los gana-
deros en particular, han demostrado en
todas las épocas figurar entre los puntales
más sólidos de la soberanía.
NUESTRA FÉRTIL TIERRA
PROPUGNÓ LA PAZ ENTRE
PASTORES Y LABRADORES
Los colonizadores que trajeron de la Pe-
nínsula criterios cerrados de tipo pastoril
o agrícola, influenciados por la feracidad
de nuestro suelo, renunciaron a sus tradi-
cionales polémicas. La fértil tierra cuba-
na brindó en su espesa capa de mantillo
acumulada por la naturaleza en millones
de años, rica materia orgánica, y en sus
perfiles, abundantes minerales para ali-
mentar a los productos agrícolas y
forrajeros. Por ello, en lugar de funcionar
ahora el Consejo de la Mesta, litigante
institución existente en tierras castella-
nas antes del descubrimiento del Nuevo
Mundo, ganaderos y azucareros, que fue-
ron los primeros colonizadores de la Isla,
se agrupan en poderosas asociaciones de-
fensoras de sus intereses, pero que tam-
bién luchan con celo y devoción por el
engrandecimiento y el progreso de la na-
cionalidad.
La empresa propietaria del Diario de la
Marina, al cumplir un siglo y cuarto de
vida laboriosa y constructiva, debe sentir-
se satisfecha de disfrutar entre esos dos
sectores importantes de la economía que
nacieron con la era colombina, y de cuan-
tos surgieron posteriormente, de enormes
simpatías. Los descendientes de los colo-
nizadores ganaderos y agricultores fueron
en 1832 sus más fieles amigos y todas las
generaciones posteriores han respaldado
su actuación constructiva y nutrido sus
listas de suscriptores y anunciantes, por-
que no ha variado su línea de conducta y
se ha mantenido como defensora de todos
los valores morales en su historia, al res-
paldar plenamente toda iniciativa tenden-
te a enaltecer la religión, la sociedad, el
hogar y la familia, y luchar, con la visera
levantada, por la consolidación y el en-
grandecimiento de la nacionalidad. C

MONITOR CERO, FORMIDABLE TORO DE LA RAZA SUIZA PARDA, DEL SEÑOR PEDRO RODRÍGUEZ PENÍN,
ANIMAL PRECISO QUE HA ACUMULADO MÁS DE UN CENTENAR DE GRANDES PREMIOS, ADQUIRIDO
POR EL GENERAL RAFAEL L. TRUJILLO POR LA SUMA DE $ 16 000, PARA DESTINARLO
A MEJORAS DE LAS CRÍAS DE ESA RAZA EN SU HACIENDA FUNDACIÓN DE LA REPÚBLICA DOMINICANA.

101
CATAURO
 DIÁLOGO CON OSCAR VALDÉS1
(VAQUEROS DEL CAUTO, GANADOR DE MEDALLA DE
PLATA EN MOSCÚ)

RAÚL MOLINA

El cine documental cubano es una realidad

que ya muestra productos bien terminados
dentro del mejor empaque. Vaqueros del
Cauto es un ejemplo representativo de esos
filmes que, día tras día, marchan hacia un
profesionalismo seguro. Con motivo de la
medalla de plata que recibiera en el IV Fes-
tival Cinematográfico de Moscú y de la aco-
gida calurosa que le ha ofrecido nuestro
público, traemos al lector este conversatorio
con Oscar Valdés, director del film.
—¿Cómo surgió la idea para este “oeste”
cubano?
—Estaba en la búsqueda de un asunto
relacionado con el hombre enfrentado a
trabajos de características violentas, peli-
grosas, duras, es decir, el hombre frente al
peligro, el hombre en la aventura. Un dis-
curso de Fidel, en el cual hablaba del tra-
bajo del vaquero, me interesó en esa reali-
dad. Fui con Timossi a visitar cooperativas
y granjas agropecuarias. El comandante
Escolana nos ofreció todos los recursos para
investigar esa realidad. Y descubrimos que
el tema que nos interesaba para el cine lo
RAÚL MOLINA
Pooooo 1
Revista Bohemia, año 57, no. 34, agosto 29 de
1965, p. 23.

102
CATAURO
teníamos allí. Y nos entusiasmó la idea. Nos
fue muy fácil la factura del guión; esa rea-
lidad era muy rica y nos proporcionaba to-
dos los elementos para un argumento. En
muy pocas sesiones lo dejamos terminado.
—¿Llevaban ustedes la idea de hacer un
documental del género “oeste”?
—No, no nos preocupamos de antema-
no porque el documental fuera similar a
un “oeste”. Lo que pasa es que esa reali-
dad tiene similitudes con el ambiente de
los “oestes”; aunque también, antagónicos.
Es lógico que un trabajo similar dé a los
hombres una idiosincrasia psicológica y
hasta física también similares. Probable-
mente todos los vaqueros del mundo ten-
gan características parecidas. Estos del
Cauto, por ejemplo, caminan y se visten de
manera parecida a la de los vaqueros que
vemos en los “oestes”. Tienen también la
misma pasión por la violencia que esos per-
sonajes. Pero también tienen diferencias
profundas: son gentes que viven en latitu-
des distintas, en sistemas políticos y socia-
les distintos. Es interesante el hecho –y tra-
tamos de acentuarlo en el film– de que el
vaquero tiene por su mismo oficio, deter-
minadas características psicológicas. Es muy
orgulloso, quizás algo vanidoso. Valoriza
sobre todo, como cualidad fundamental en
el hombre, su mérito profesional. Pude apre-
ciar, además, que estos vaqueros del Cau-
to tienen una aguda conciencia social.
Saben la importancia que tiene su trabajo
y la necesidad que hay de que ellos lo rea-
licen bien. Saben que trabajan para ellos
mismos, para su pueblo. Hay en ellos men-
talidad colectiva. Creo que estas son ca-
racterísticas propias que los diferencian del
resto de los vaqueros. Fue por esto que no
nos preocupamos en evitar semejanzas con
el “oeste”, pues ello hubiese sido falsear la
realidad. Además, como amantes del cine,
nosotros respetamos y amamos ese género
cuyo aporte a la cinematografía no se pue-
de soslayar, y cuyos lineamientos de estilo
se reflejan en nuestra película. Indepen-
dientemente del contenido reaccionario
que puedan tener muchas de sus películas
(no todas) es un género cuyos valores ci-
nematográficos son indiscutibles. Me sien-
to satisfecho de haber realizado la primera
película cubana que pueda ubicarse den-
tro de ese género. Nunca tomamos como
modelos determinados oestes conocidos o
importantes –clásicos del género– sino que
seguimos los “clichés” (si se les quiere lla-
mar así) de los oestes que veíamos en las
matinés cuando éramos niños; y que son
tal vez la manifestación más pura de ese
género que después llegó a manifestarse en
grandes ejemplos de otro rango artístico.
—¿Está la música de Brouwer inspirada
en los “oestes”?
—Si la música tiene algunas reminis-
cencias del género es porque esas remi-
niscencias están en la imagen. Leo
Brouwer interpretó fielmente el espíritu
de la imagen.
—¿Qué puedes decirnos en cuanto a la
filmación?
—Realizamos un trabajo bien planifica-
do. Luis García, el director de la fotogra-
fía, y yo, planteamos que el film necesitaba
una fotografía objetiva. Una fotografía que
fuese lo menos “bella” posible. Que fuese
sobre todo funcional, como consideramos
que debe ser la fotografía para el cine. Y
creo que Luis García lo logró.
—¿Y en cuanto a la realización de la es-
tampida?
—En realidad no ofreció tantas dificul-
tades como pudiera pensarse. La planea-
mos muy cuidadosamente junto a los va-
queros que fueron, podemos decir, los
directores técnicos del documental. Uti-
lizamos cinco cámaras, de las cuales una
estaba en una trinchera y otra en un jeep
para hacer los dollys. Y todo salió bien en
la primera toma. C
103
CATAURO
 Experiencia, sabiduría y pasión
por la ganadería

REINALDO FUNES MONZOTE

Fernando Pérez Infante (Pincho) es un

destacado científico cubano vinculado a
la ganadería, con una experiencia teórica
y práctica de más de setenta años. Nació
en 1929 en la ciudad de Holguín. Gra-
duado en la Universidad de Geinsville,
en los Estados Unidos, en el año 1951, rea-
lizó allí también el máster en 1952. Obtu-
vo el doctorado en Ciencias Veterinarias
en Cuba en 1983. Perteneció a una de las
familias ganaderas más ricas del país, los
Infante en la antigua provincia de Orien-
te. Él mismo calcula que llegaron a tener
más de 70 mil cabezas de ganado y no
menos de cinco mil caballerías de tierra.
A su abuelo Wenceslao Infante y sus des-
cendientes directos se debieron obras
emblemáticas de la ciudad de Holguín
como el Teatro Infante (hoy Suñol), la
plaza del mercado o el matadero. En la
etapa prerrevolucionaria Pincho fue pro-
pietario del potrero La Bartola, de 30 ca-
ballerías, que califica como una finca ex-
REINALDO FUNES MONZOTE celente, con buena provisión de agua y
Historiador. abundante pasto de hierba de Guinea,
Fundación Antonio dedicado a la ceba de ganado. Participó
Nuñéz Jiménez en actividades clandestinas durante la
de la Naturaleza
y el Hombre. lucha contra la dictadura de Batista. Con

104
CATAURO
el triunfo de la Revolución se incorporó a
las actividades del gobierno revoluciona-
rio, siempre vinculado a la rama ganade-
ra. Fue el primer presidente de la Asocia-
ción de Ganaderos Libres, aunque por
poco tiempo. Desempeñó distintas funcio-
nes dentro del INRA en el área de la ga-
nadería. Trabajó directamente con Fidel
Castro en los planes de desarrollo de la
rama pecuaria, sobre todo en la experi-
mentación con pastos y forrajes. Fue
subdirector del Instituto de Ciencia Ani-
mal de 1965 a 1970 y director de la Esta-
ción de Pastos y Forrajes del Ministerio de
Agricultura, que considera una idea fun-
damental para las estrategias de la recu-
peración del ganado vacuno.
Pincho, usted ha sido un protagonista
desde el principio de los esfuerzos por
mejorar la ganadería cubana tras el triun-
fo de la Revolución en 1959. Por esta
razón quisiéramos preguntarle su opinión
sobre cuáles han sido las prioridades a
partir de ese momento.
Los objetivos principales de la ganade-
ría fueron aumentar la producción de le-
che y mantener la producción de carne,
aunque se podían haber hecho las dos
cosas. Después de la Revolución todo el
esfuerzo se fue para la producción de le-
che, se potenció la inseminación para pro-
ducir mejores animales, se pensó primero
en el Holstein, pero tuvo problemas, como
los ha tenido en todas partes del mundo,
por el asunto de la temperatura y la hu-
medad. Entonces rápidamente se pensó en
otras estrategias y Fidel fue el máximo
impulsor de crear nuevas razas para au-
mentar la producción de leche.
Las dificultades con las Holstein noso-
tros las vimos desde el primer instante con
los animales que venían de Canadá con-
sumiendo todo lo que podían consumir de
concentrado, buen forraje y que produ-
cían mucha leche. Pero llegaban aquí y
con esas mismas condiciones y sin embar-
go, bajaba la producción. Esto está estu-
diado en el mundo entero, que es un pro-
blema de clima, además de que los
animales que tienen alta producción son
animales con un metabolismo muy alto,
entonces ellos por el estrés se afectan más
que los otros.
A partir de su larga experiencia de más
de cincuenta años con la ganadería en
Cuba y en el mundo, ¿cómo cree usted
que debería ser el manejo para una ga-
nadería sostenible en las condiciones del
trópico?
Mira –para que quede bien claro–, es-
toy seguro de que nosotros podemos tener
una ganadería sostenible basada en pasto
nada más; nosotros casi no tenemos que
usar concentrados, cuando sabes manejar
los pastos –y que nosotros desgraciadamen-
te creemos que sabemos manejar los pas-
tos y realmente no hemos podido todavía
lograr eso–, puedes sacar todo de los pas-
tos. Considero que la ganadería del futu-
ro tiene que tener tres bases: La primera
es el balance alimentario, o sea, nadie sabe
el daño que les hacemos a los animales
cuando damos dieta desbalanceada, esto
afecta el metabolismo, la producción y lo
afecta todo. Lo mejor que tiene el balan-
ce alimentario es que te dice el consumo
del pasto, que eso es importantísimo por-
que para manejar el pasto tienes que te-
ner conocimientos. ¿Cómo es posible que
manejes bien los pastos si no sabes lo que
produce el pastoreo, si no sabes lo que se
aprovecha, si no sabes lo que se consume,
si no sabes tampoco el valor nutritivo?
Entonces, ¿cómo puedes manejar esto?
Tienes que manejarlo aplicando el balan-
105
CATAURO
ce alimentario para tener los conocimien-
tos que te permitan hacer el manejo que
se requiera.
La segunda base, la carga animal, es
fundamental para producir la base del
pasto porque la carga animal es el balan-
ce entre lo que produce el pasto y lo que
come el animal, y ¿de dónde salió eso?, de
hace cien años. Antes del año 1959 los
potreros que yo iba a ver, que tenían 25 y
30 años de estar allí y tenían la hierba de
Guinea como el primer día, tenían una
carga, un balance y un equilibrio entre
esos dos factores y se mantuvo. Ese equili-
brio es para mantener los pastizales, por-
que no puedes tener pastizales que ten-
gas que estar reponiéndolos cada seis, siete
u ocho años porque económicamente no
te lo permite. Además cuando tienes un
pastizal con un desbalance, y el
desbalance es negativo, ¿qué ocurre?, que
cada año va teniendo menos alimentos y
entonces se va afectando el animal.
Yo veía pastizales allá y de ahí sacaba
las cuentas de todos los potreros que yo
me conocía, de cómo entraban y salían
los animales y me di cuenta de esas cosas.
Pero además, que decían ellos allí, que la
hierba que produce o la que engordaba
era la que sobraba, o sea, que el aprove-
chamiento, lo que le ofreces es un apro-
vechamiento que la gente cree que es muy
poco, pero no es poco porque cuando pro-
duces maíz, por ejemplo, el maíz represen-
ta de la planta completa el 25 por ciento,
entonces ¿por qué tú dices que en el pas-
to es poco si es la planta completa? Eso
para mí es fundamental, primero es el ba-
lance alimentario, después la carga; no
puedes romper ese equilibrio, porque el
alimento tuyo básico es el pasto. Es lo que
te va a dar la productividad, la rentabili-
dad, las posibilidades de mantener el ne-
106
CATAURO
gocio por años y sin grandes inversiones.
Y eso tiene mucha relación con la tercera
base que yo pongo que se llama “princi-
pios del pastoreo”.
¿Cuáles son los principios del pastoreo?,
todo el mundo lo sabe pero nadie lo apli-
ca. El primer principio es que cuando el
animal va al pasto tiene que haber sufi-
ciente pasto y cierta disponibilidad para
que el animal seleccione, por eso es que
el aprovechamiento es bajo, porque me-
tes al animal y cuando se enfrenta al pas-
to ¿qué encuentra?, encuentra el pasto
joven, mediano y el viejo, entonces le tie-
nes que dar oportunidades al animal para
que seleccione, pero para que seleccione
en abundancia; cuando seleccionan bus-
can el mejor pasto, el más nutritivo, el más
digerible. Cuando él consume eso hace
un alto consumo si se lo permites, está
haciendo un alto consumo de nutrientes,
energías, minerales, vitaminas. Si hay un
alto consumo, un pasto de alto valor
nutrimental, ¿qué ocurre?, que hay una
alta producción. Entonces cuando haces
los cálculos de la carga, tienes que hacer
cálculo a partir de alta producción, no
puedes hacer el cálculo como hemos he-
cho nosotros de cuatro o cinco litros y la
gente se conforma, no, si tienes la posibi-
lidad –porque el pasto tuyo te permite pro-
ducir catorce litros de leche–, tienes que
hacer el balance de tu manejo a partir de
eso porque a eso es a lo que aspiras, ese es
tu objetivo.
¿Cuánto cree usted que puede ser el
óptimo de la producción lechera en Cuba?
Empezando depende de la raza y el fac-
tor genético, con la misma raza que tene-
mos aquí y el potencial genético de los
animales. Pero el pasto tiene posibilida-
des para producir de catorce a dieciséis
litros. Además, ¿tú sabes quién probó eso?,
Fidel Castro, que lo probó en el año 1961.
Con ganado cruzado en el año 1961, él
tenía un pasto fertilizado y bien cuidado y
tenía leguminosa, pero eso te demuestra
que hay potencial para eso porque él lo-
gro para dieciséis litros, eso fue por Ma-
druga, eso no es una teoría, es una cosa
probada, pero no como objetivo, se com-
probó porque dio resultado.
Ahora que el azúcar ha decaído tras
casi dos siglos de ser Cuba el principal
exportador mundial, ¿cómo ve hoy el fu-
turo de la ganadería cubana? ¿Cree que
esta coyuntura permitirá aprovechar me-
jor sus potencialidades?
La veo con más potencialidad porque
cuando viene la seca, si no tienes riego y
fertilización, tienes que suplementar y la
suplementación de la ganadería nuestra
viene y puede venir de la industria azuca-
rera, esto está más que demostrado en
Brasil y hasta en Estados Unidos.
Yo abogo por que se piense bien y se
manejen bien los pastos, que la produc-
ción sea de pasto de verdad y que la gen-
te aprenda a manejar los pastos entre la
parte científica y la práctica. No puedes
separar una cosa de la otra, entonces la
cosa no puede ser suplemento, tiene que
ser complemento. Entonces hay que erra-
dicar esa palabra ya, para dar una dieta
tienes que dar la dieta que complemente
para poder producir lo que quieres.
Para concluir con algo que centró nues-
tros debates en el seminario, ¿cree que
exista en Cuba una cultura ganadera y
en ese caso, cómo podría ayudar el fo-
mento de esa cultura para que se logren
los objetivos que usted nos propone?
Yo no creo que exista al punto que ne-
cesitamos. Lo que sí creo es que hay mu-
cha gente que siente la ganadería y eso es
bueno, en toda Cuba, la gente responde
pero no saben cómo responder porque hay
que enseñarla a responder con lo que sa-
bemos hasta ahora y cosas nuevas que hay,
sobre todo el balance alimentario y ¿quién
sabe de balance alimentario, quién lo ex-
plica? Esto es lo que dice lo que hay, lo
que pueda haber y cómo resolver los pro-
blemas. No puede haber producción ba-
sada en pasto si la carga no es la idónea.
Es el balance del equilibrio entre ambas
cosas, porque de lo contrario no tienes
potreros de 25 o 30 años.
Nosotros pensando que con las rotacio-
nes íbamos a resolver los problemas empe-
zaron a meter animal, a meter animal y
acabamos con los pastizales.
Se aumentó la carga, pero se pensó que
se iba a resolver con los cuartones y los
cuartones no resolvieron, además de que
los cuartones tienen sus limitantes –yo
también tengo explicación para eso.
Yo creo que vamos a tener una gana-
dería futura muy grande, creo yo, since-
ramente te lo digo, basada en el pasto.
Además, creo que la base de esa ganade-
ría es la micro estación de pasto que pidió
Fidel, allí se iba a preparar a la gente que
iban a dirigir la ganadería porque allí iba
a haber biblioteca, salón de reuniones para
discutir los problemas, salas de conferen-
cias, computación. Iba a haber todo lo que
hacía falta para el desarrollo de la técni-
ca, pero el desarrollo de la técnica tiene
que ser a partir también de la práctica; si
no hay práctica no es posible aplicar la
ciencia y si no hay ciencia, no se puede
aplicar la técnica, esas dos cosas tienen
que ir juntas y sin eso no se pueden hacer
las micro estaciones de pasto. Si estas no
se arreglan y se mejoran y se hace lo que
quería Fidel, vamos a seguir con lo que
dijo Raúl que la gente no quiere cambiar
y no vamos a avanzar en eso.
107
CATAURO
 Hace poco terminé un libro que tiene
412 páginas y Fernando Funes hizo el pró-
logo; el libro tiene una dedicatoria a
Fidel, yo siempre me he puesto en el lu-
gar que me corresponde. Pero ya tengo
83 años, de acuerdo con la ley de proba-
bilidades la cosa se está poniendo más
mala todos los días. He tratado, a partir
de la experiencia que tengo en la gana-
dería, que llevo más de 70 años en eso,
108
CATAURO
de transmitir una explicación con los
conocimientos que tengo, aparte de otras
cosas que he copiado, sobre el manejo,
balance alimentario, proteína, energía,
minerales, agua. Es un libro para los es-
tudiantes y los profesores de la universi-
dad. Además es un libro donde no men-
ciono un solo pasto, es sui géneris: lo que
busco es que se entienda, que se inter-
prete y que piensen. C
 Recibe Miguel Barnet Orden al Mérito
de la República Italiana

En una ceremonia celebrada en la Sala Villena de la UNEAC, el

miércoles 23 de noviembre de 2011, fue entregada por decisión
del presidente de la República Italiana la Orden al Mérito en el
grado de Cavaliere a Miguel Barnet.
El excelentísimo señor Marco Baccini, embajador de Italia en
Cuba, destacó la obra literaria de Barnet, y nombró entre los más
conocidas en Italia sus libros Biografía de un cimarrón (1966), Can-
ción de Rachel (1970) y Gallego (Premio de la Crítica, 1984).
Miguel Barnet, presidente de la Fundación Fernando Ortiz y
de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, fue merecedor de
esta distinción, por su labor como “promotor y defensor de los va-
lores de sensibilidad y belleza”, y por su contribución a la difusión
de la cubanía en diversas regiones del mundo.

Palabras de Miguel Barnet en la ceremonia de entrega

DESDE L Y 27

de la Orden al Mérito de la República Italiana

Queridos amigos:
Me honra y satisface recibir este reconocimiento del Estado ita-
liano. El escritor, el artista, posee un Olimpo personal donde na-
vegan nombres queridos, países amados, sitios de calor humano.
Italia siempre estuvo dentro de ese Olimpo personal que guardo
celosamente en mi cuaderno de bitácora.
Italia, la Italia de Dante y Petrarca, de Miguel Ángel Buonarotti,
de Rafael y de Da Vinci, de Caravaggio y Paulo de Ucello, la
Italia musical de Donizetti y Rossini, de Scarlatti y Vivaldi, de
Caruso y Pavarotti, de Tebaldi y Callas, la de Moravia y Calvino,
de Montale y Quasimodo, la de Visconti y Fellini, la patria de
todos los artistas, porque el arte no tiene patria pero el artista sí, y
cubanos y latinoamericanos, todos dueños de un país, de un Esta-
do, de una nación y de una patria, tenemos además, una patria
adoptiva, la patria de todos, la patria del arte: Italia. ¡Qué bella
cosa!

Recibe la revista Signos Premio Internacional

Fernando Ortiz

Por su destacada trayectoria en favor de la cultura, la revista Sig-

nos, de Villa Clara, resultó merecedora del Premio Internacional

109
CATAURO
 Fernando Ortiz, otorgado por la Fundación que lleva el nombre
del eminente intelectual cubano, reconocido en el mundo como
“el tercer descubridor de Cuba”, atendiendo a sus valiosas contri-
buciones a la identidad y la cultura nacionales.
El galardón fue entregado por Trinidad Pérez, vicepresidenta
de la Fundación, quien reconoció el trascendental aporte de la
publicación al desarrollo de las ciencias sociales y humanísticas,
además de ser una obra de referencia para el conocimiento de la
cultura popular cubana, especialmente las tradiciones orales y los
valores patrimoniales de la nación.
Explicó que la revista Signos constituye un símbolo de resisten-
cia de la cultura cubana, a la cual la caracteriza su fidelidad al
legado de su fundador, Samuel Feijóo, uno de los hombres más
preclaros del acervo cultural del país.
En el acto de entrega, celebrado en la Sala Caturla, de la
Biblioteca Provincial Martí, de Santa Clara, estuvo presente la
hija de Feijóo, Adamelia. Al recibir el galardón, el director de
la publicación, Manuel Martínez Casanova, agradeció a la Fun-
dación el reconocimiento y explicó que el premio constituye un
estímulo al trabajo de escritores, cuenteros, poetas y artistas de
varias generaciones que lograron mantener viva la esencia de la
revista.
FREDDY PÈREZ CABRERA

Intercambio académico con la Universidad

Johns Hopkins

Ernest Hemingway en Cuba es el título del seminario que ha pre-

parado la Fundación Fernando Ortiz en conjunto con la Univer-
sidad Johns Hopkins, de Estados Unidos.
El programa de quince días contempló conferencias y recorri-
dos por sitios y ciudades donde perduran la huellas del autor de
El viejo y el mar.
El grupo de estudiantes, coordinado por el profesor Eduardo
González, sostuvo intercambios académicos con Miguel Barnet,
presidente de la Fundación Fernando Ortiz y de la Unión de Es-
critores y Artistas de Cuba; Enrique Cirules, destacado escritor y
Ana Cairo, profesora de la Facultad de Artes y Letras de la Uni-
versidad de La Habana. Temas como Hemingway en el cine cu-
bano y la visión crítica de su obra literaria, fueron tópicos trata-
dos en otros encuentros.

110
CATAURO
Presentación del libro Los puentes de la memoria:
Vascos en Cuba

Como parte de la Feria Internacional del Libro de La Habana, el

15 de febrero del 2012 fue presentado al público el sexto volumen
del Archivo de la palabra: Españoles en Cuba, un proyecto de
investigación biográfica desarrollado en la Fundación Fernando
Ortiz por el doctor Aurelio Francos con el fin de contribuir a “co-
nocer, conservar y difundir la memoria hispana en la Isla”.
Bajo el título de Los puentes de la memoria: Vascos en Cuba, la
obra editada por el Servicio de Publicaciones del Gobierno Vasco
contó con palabras de presentación a cargo del señor Ramón
Molina, consejero cultural de España, y el señor Raúl Duque,
representante en Cuba de la Sociedad para la Promoción Indus-
trial del País Vasco (SPRI). Tras la intervención de Marta
Egusquiza, a nombre de los testimoniantes entrevistados por el
autor, se produjo una animada participación del público en torno
a la presencia migratoria de origen vasco en Cuba.
En representación de las instituciones que colaboraron en la
realización de este libro de entrevistas asistieron Trinidad Pérez,
vicepresidenta de la Fundación Fernando Ortiz, Eduardo Vilas,
gerente de la empresa vasca Viroex S.L., Raúl Duque, por la SPRI,
así como Javier Landa, Consejero Económico de la embajada de
España, y Luis Felipe Vázquez, director del Centro de Coopera-
ción Internacional del Ministerio de Cultura cubano.

Premios para la antropología cubana

Tres títulos publicados por la Fundación Fernando Ortiz y el Instituto

Cubano de Antropología resultaron premiados por la sección de Cien-
cias Sociales y Humanas de la Academia de Ciencias de Cuba.
Las obras galardonas, resultados de investigaciones del Institu-
to Cubano de Antropología (ICAN), fueron los números 35 y 36
de la colección La Fuente Viva: Las relaciones raciales en Cuba.
Ensayos antropológicos, de un colectivo de autores y Los marginales
de las Alturas del Mirador. Un estudio de caso, del investigador Pa-
blo Rodríguez Ruiz. Ambos trabajos tratan temas relacionados con
racialidad, marginalidad y pobreza durante la década de los no-
venta. También recibió distinción El cacao y el chocolate en Cuba,
compilación de textos realizada por Niurka Núñez González, en la
que se aborda la historia, evolución e influencia del cacao y el
chocolate en la cultura cubana.

111
CATAURO
 Para la Fundación Fernando Ortiz es motivo de satisfacción
que estos tres volúmenes hayan alcanzado este alto reconocimiento
en la esfera científica de nuestro país y refuerza, el compromiso
de la institución con la difusión y desarrollo actual de las ciencias
sociales cubanas.

IV Encuentro de Jefes de Templos de Cuba

Durante los días 17, 18 y 19 de marzo sesionó el IV Encuentro de

Jefes de Templos de Cuba organizado por la Casa Templo de Oyá
con el auspicio del Instituto Cubano de Antropología y de la Fun-
dación Fernando Ortiz.
El evento, dedicado en esta ocasión a Jamaica, presentó un
amplio y diverso programa de actividades a través de disertacio-
nes, ponencias, música, poesía, presentaciones de libros, danzas y
muestras cinematográficas. También contó con la presencia de
representantes del movimiento socio-cultural y religioso rastafari
de Cuba, Haití y Trinidad y Tobago.
Nancy Pullés, presidenta del evento, inició el encuentro junto
a Sergio Valdés Bernal, miembro de la Junta Directiva de la Fun-
dación Fernando Ortiz. Las palabras pronunciadas para la oca-
sión, se presentan a continuación.

Palabras pronunciadas por Sergio Valdés Bernal en el acto

de inauguración del IV Encuentro de Jefes de Templos de Cuba

A nombre de la Fundación Fernando Ortiz deseamos manifestar

nuestro agradecimiento a la apreciada y admirada colega Nancy
Pullés por invitarnos a participar en este importante encuentro
de jefes de casas-templo de Cuba como coauspiciadores. Estos
encuentros son sumamente importantes para el intercambio cons-
tructivo, para el mejor conocimiento de nuestras raíces religiosas
de origen subsaharano, de nuestra mestiza cultura. Para practi-
cantes y no practicantes de estas religiones, encontrarnos aquí,
en el Instituto Cubano de Antropología, que siempre ha abierto
sus puertas para actividades de este tipo, una gran ocasión para
confraternizar y estudiar más a fondo este importante legado del
frondoso árbol de la cultura cubana.
En esta oportunidad, este cuarto encuentro está dedicado a
Jamaica, desde donde nos ha llegado una religión que se ha ido
popularizando en nuestro suelo: el rastafarismo. Personalmente,
hace mucho tiempo, conocí por primera vez a los rastafaris en

112
CATAURO
Santiago de Cuba, su original punto de expansión por el resto del
país. En aquella oportunidad, nos llamaron la atención los peina-
dos, ropas y colores alusivos a la bandera etíope, toda esa simbología
que hoy conocemos. Conversamos un buen rato. Además, como
tuve la oportunidad de conocer al nieto de Haile Selassie y a su
esposa en un congreso al que asistí en Europa, el intercambio con
los rastafaris cubanos se volvió más interesante.
Desde aquel entonces ha pasado mucho tiempo, pero quiso la
casualidad que, años después, conociera a una joven estudiante
argentina en nuestro país, Agustina Larrañaga, quien realizó una
muy útil investigación sobre la tradición oral rastafari en Cuba,
cuyos resultados fueron una excelente tesis de doctorado que tuve
el orgullo de dirigir y en cuya defensa fungió como oponente al
doctor Samuel Furé, una de las personas que, sin dudas, tiene
mayor conocimiento sobre el rastafarismo en nuestro país. Así pues,
todo esto me ha permitido comprender mejor el sentido del
rastafarismo que, por ignorancia, a veces es incomprendido y en
parte criticado por algunas de sus prácticas y costumbres.
En fin, estimados amigos, aprovechemos esta oportunidad de
encontrarnos aquí para este fructífero intercambio al que nos in-
vita la incansable Nancy Pullés, del que todos saldremos enrique-
cidos en cuanto a un mejor conocimiento de nuestra gran diversi-
dad cultural como pueblo.

Presentación del libro Léxico intercultural sobre

religiones afroamericanas

En la tarde del 10 de mayo de 2012 se presentó el libro Léxico

intercultural sobre religiones afroamericanas, de Jesús Guanche.
Este volumen, el número 37 de la colección La Fuente Viva, de
la Fundación Fernando Ortiz, recoge un conjunto de términos y
expresiones religiosas de estirpe africana. La información recogi-
da en el análisis semántico de los vocablos compilados en esta
obra posibilita adquirir un mayor conocimiento de las religiones
del África, al sur del Sahara que, mediante la transculturación y
el sincretismo religioso, han tenido continuidad en las Américas y
el Caribe.
El libro fue presentado por el doctor Sergio Valdés Bernal y
contó con la presencia de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes;
Edgardo Antonio Ramírez, Embajador Plenipotenciario de la Em-
bajada de la República Bolivariana de Venezuela y Herman van
Hooff, director de la Oficina Regional de Cultura para América
Latina y el Caribe (ORCALC).

113
CATAURO
 Presentado el libro Tatuados: Deformaciones
étnicas de los cimarrones en Cuba

El número 38 de la colección La Fuente Viva, de la Fundación

Fernando Ortiz, fue presentado en la Casa del Alba con la pre-
sencia de Miguel Barnet, presidente de la Fundación y de la Unión
de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y de la antropóloga
estadounidense Gwendolin Hall, entre otros destacados intelec-
tuales e investigadores.
El riguroso estudio de Gabino La Rosa Corzo titulado Tatuados:
Deformaciones étnicas de los cimarrones en Cuba es el resultado de
más de una década de investigación, basada fundamentalmente
en fuentes primarias.
La historiadora María del Carmen Barcia realzó los valores de
esta obra donde se mezclan la antropología, la etnología y la his-
toria y destacó su importancia para los estudios etnográficos en
Cuba. El autor identifica los diversos grupos étnicos africanos que
llegaron a nuestro país, a partir de los tatuajes, escarificaciones y
otras deformaciones del cuerpo de los cimarrones cubanos.
Al finalizar la presentación, Gabino La Rosa expuso algunos
tipos de deformaciones étnicas que actualmente se practican en
regiones de África de donde fueron desarraigados muchos de
nuestros antepasados. C

114
CATAURO
 El cuerpo humano y sus símbolos

SERGIO O. VALDÉS BERNAL

La habanera Ediciones Adagio nos entrega un nuevo libro de la

autoría del doctor Jesús Guanche: El cuerpo humano y sus símbolos
(2010, 159 pp.). Se trata de una útil aproximación al estudio del
cuerpo humano desde el prisma de la antropología contemporá-
nea, una de cuyas tendencias resalta la importancia que se adju-
dica al cuerpo humano en diversas culturas como portador de
JESÚS GUANCHE: EL símbolos.
CUERPO HUMANO Y SUS Una parte del libro (pp. 7-90) está dedicada al estudio de di-
SÍMBOLOS. EDICIONES
ADAGIO, LA HABANA,
versos aspectos del cuerpo que se utilizan como símbolos externos,
2010, 159 P. como es el caso del sexo de la persona, la desnudez, la piel, la
cabeza, el rostro, el cabello, el vello, los ojos, la nariz, la boca, los
dientes, las orejas, los dedos, la mano, el brazo, los senos, el ombli-
go, el vientre, los genitales, los muslos, las piernas y los pies. Inte-
resante es poder apreciar cómo diversas culturas utilizan una va-
riada interpretación de estos componentes externos de nuestro
cuerpo, muchas veces mezclados en figuras antropomórficas o
zoomórficas.
La simbología generada a partir del esqueleto, el cráneo, los
huesos, la sangre, el corazón, la digestión, el hígado y los intesti-
nos es objeto de estudio en la segunda sección (pp. 91-113) de
este importante libro.
Las secreciones del cuerpo humano utilizadas como símbolo y
con diversas interpretaciones (pp. 114-129), también han sido
objeto de descripción: la respiración, el soplo, la saliva, el sudor, la
leche, los excrementos, la orina, el vómito.
No escapan a la atención del autor las modificaciones genéticas
y culturales como la ceguera, la circuncisión, el enanismo, el gi-
gantismo y la oposición binaria juventud y vejez (pp. 130-147).
El libro concluye con las consideraciones finales (pp. 148-150),
en las que el autor nos recuerda la “...constante capacidad que
tenemos las personas para generar símbolos, ambivalentes y
multivalentes, donde el cuerpo se erige como centro de cualida-
des que sobrepasan las propias capacidades adquiridas y desarro-
lladas por los humanos, muchas veces centradas en el propio cuer-
po y alejadas de su particular condición biológica, que es parte de
su propia naturaleza viviente”.
Una variada bibliografía especializada e ilustraciones apropia-
das redondean este estudio antropológico sobre el cuerpo huma-
no, en lo que se mezclan lo físico, lo cultural y lo místico.

115
CATAURO
 Agradecemos al doctor Guanche por este interesante recorri-
do por el cuerpo humano y las diversas culturas que lo han utili-
zado o utilizan como manifestación de determinadas creencias y
SERGIO O.
VALDÉS BERNAL cultos relacionados con la sabiduría popular. También debemos
Lingüista reconocer la acertada decisión de Ediciones Adagio a la hora de
y ensayista. imprimir este libro y ponerlo a disposición de un público ávido por
Instituto de
Literatura conocer este aspecto escasamente abordado en los estudios
y Lingüística. antropológicos de nuestro país.

La cultura rastafari en Cuba

ILEANA SANZ

La construcción del ser caribeño ha sido el resultado de una

interacción permanente y dinámica entre diferentes etnias y cul-
turas en un medio violento y en un tiempo breve. Pero el ser
caribeño ha revertido esta aparente desventaja y desarrollado
extraordinarias habilidades para absorber, transformar, adaptar y
crear.
SAMUEL FURÉ ÁLVAREZ: La política migratoria de principios del siglo XX en Cuba impli-
LA CULTURA RASTAFARI có la introducción de una cifra importante de anglo caribeños
EN CUBA. EDITORIAL
ORIENTE, SANTIAGO DE
que se asentaron fundamentalmente en la zona oriental del país y
CUBA, 2011. lograron mantener su lengua y sus tradiciones al tiempo que fu-
sionaban y reconstruían sus identidades en el nuevo espacio de
adopción. Los contactos con las islas de origen se mantuvieron así
como movimientos, como el garveysmo, se hicieron sentir dentro
de la población de origen anglo y en parte de la población
afrocubana.
El libro La cultura rastafari en Cuba, del doctor Samuel Furé
Davis (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2011) aborda una
expresión cultural cuyo origen jamaicano ya le abre el camino
para insertarse dentro del contexto cultural cubano. El autor se
sitúa en la óptica de los estudios culturales desde una perspec-
tiva transdisciplinaria para abordar un fenómeno cultural de
origen popular con estrechos vínculos con las problemáticas re-
ligiosas, raciales, de género y de grupos sociales, especialmente
los jóvenes.
Y aunque, como lo explicita el autor, su propósito es analizar el
sistema rasta reggae o sea, caracterizar el surgimiento y las condi-
ciones actuales de la cultura rastafari en Cuba y examinar los
textos del reggae cubano como su principal manifestación cultu-
ral, se brindan los elementos esenciales que nos permiten

116
CATAURO
 contextualizar este rastafari cubano dentro del medio que lo ori-
ginó tanto regional como nacional.
Este texto es resultado de una vocación caribeña del autor sur-
gida en su etapa de estudiante universitario, así como de una
rigurosa formación académica que lo llevó a culminar con éxito
sus tesis de maestría y doctorado sobre este tema. En la introduc-
ción Furé comparte con el lector, de forma amena y casi confiden-
cial, el proceso de gestación de esta investigación a partir de su
inicial interés por el tema como cubano negro, vecino de un ba-
rrio suburbano donde reside una comunidad rasta, lo cual le faci-
litó la entrada a ese grupo así como la posibilidad de vivenciar el
proceso de primera mano. El libro está organizado en dos partes
que abordan los dos grandes temas y cada tema subdividido en
acápites lo que facilita la comprensión del texto.
En la primera parte, fija su posición teórico-metodológica ante
el objeto de estudio a partir de un análisis de cómo se ha abor-
dado el tema de los rastafaris tanto en su país de origen como a
escala global, lo que prepara al lector para el plato fuerte que es
la definición del rastafari cubano problematizando conceptos de
raza, religión, marginalidad, dentro del contexto cubano. El he-
cho de haber realizado una investigación nacional en los puntos
geográficos donde la existencia de un grupo rastafari lo ameritaba,
valida este estudio. La inserción de fragmentos de entrevistas
nos permite acceder a las voces de los rastas cubanos y conocer
de primera mano sus opiniones, sentimientos, vivencias. La in-
clusión de tablas estadísticas (rastadata), fotos, ilustraciones,
un valioso glosario así como una amplia bibliografía enriquecen
esta obra.
Tenemos la primicia de poder adquirir el primer texto, no solo
publicado en Cuba sino en lengua castellana, que aborda el fenó-
meno del rastafarianismo en una isla también caribeña, muy cer-
cana a Jamaica
Es asimismo una importante contribución para los estudiosos
de Cuba desde diferentes disciplinas. La lectura de este libro, más
allá del conocimiento puntual que podamos obtener sobre la cul-
tura rastafari en Cuba, es un llamado a repensar cuestiones
medulares que están presentes en nuestra realidad actual: la ne-
cesidad de asumir con mayor conocimiento nuestra pertenencia a
la región caribeña, de repensar una identidad que reconozca la
existencia de una identidad particular que comparta y armonice
ILEANA SANZ
con una estructura identitaria nacional, la existencia de prejui-
asdasda
cios raciales, la marginalidad. Todos estos temas ameritan futuras

117
CATAURO
 investigaciones que contribuyan a una percepción más
desprejuiciada y abierta de nuestra realidad nacional.

Diccionario bio-bibliográfico de escritores

españoles en Cuba

AURELIO FRANCOS

Emprender la realización de un diccionario, ya sea de carácter bio-

gráfico, etimológico, bilingüe..., constituye uno de los retos más
difíciles que puede asumir el investigador científico en cualquier
área de conocimiento. Por ese motivo, inicio estas breves palabras
sobre el nuevo libro que el doctor Jorge Domingo dedica a la huella
JORGE DOMINGO de los intelectuales españoles en nuestro país, recordando el sabio
CUADRIELLO: DICCIONARIO proverbio de origen africano que sentencia: “La muerte de cada an-
BIO-BIBLIOGRÁFICO DE
ciano significa la pérdida de una biblioteca”, en alusión a haber leído
ESCRITORES ESPAÑOLES
EN CUBA. EDITORIAL esta especie de enciclopedia con el mismo respeto que siento cuando
LETRAS CUBANAS, LA escucho a las personas de más edad en todo grupo humano, desde
HABANA, 2010.
una familia a una asociación de emigrantes.
Considero que el Diccionario bio-bibliográfico de escritores espa-
ñoles en Cuba. Siglo XX, publicado por el Instituto Cubano del
Libro a través de la Editorial Letras Cubanas, es mucho más que
un material de referencia o consulta complementaria, observado
desde la introducción analítica que nos aporta una elocuente
caracterización de los vínculos hispano-cubanos nacidos del Tra-
tado de París en 1898, hasta el ensayo final que evalúa la expre-
sión alcanzada por el asociacionismo español en la Isla a través de
sus múltiples publicaciones periódicas, dos sugestivos textos que
enmarcan el contenido central de este repertorio: la obra desa-
rrollada en el espacio cubano durante la pasada centuria por au-
tores nacidos en las más diversas regiones de España.
Entre los elementos que me hacen recomendar este compen-
dio vital a los lectores de Catauro deseo destacar los siguientes,
agrupados en tres indicadores clave para poder justipreciar su
contenido: elaboración, estructura y redacción.
Todo el Diccionario bio-bibliográfico de escritores españoles en Cuba
evidencia una sólida preparación, desde el certero diseño con-
ceptual hasta la equilibrada ejecución del trabajo investigativo,
con notable rigor científico en cada uno de sus eslabones (autoría,
fuentes de información, método de análisis, técnicas de exposi-
ción, etc.), lo que garantiza la calidad y utilidad de sus resulta-
dos en función de estudios literarios, históricos, socio-culturales,

118
CATAURO
etc., con énfasis en el objetivo de sistematizar el conocimiento en
torno al valioso aporte efectuado por tantos naturales españoles al
desarrollo de las letras en Cuba, considerando una perspectiva
amplia, no limitada a la creación literaria como tal.
En cuanto a su estructura, celebro la forma de inventario espe-
cializado que adopta este libro, donde cada una de las entradas
ordenadas alfabéticamente, así como el conjunto de información
dispuesto en sus 335 páginas, ofrecen al lector una visión integral
de la participación alcanzada por la inmigración de origen espa-
ñol en la producción editorial cubana en el período 1900-2000,
tanto a través de obras monográficas como de revistas y periódi-
cos; algo que cobra especial interés por el hecho de que es mucho
más frecuente encontrar indagaciones centradas en determina-
dos autores españoles establecidos en Cuba, individualmente, que
estudios dedicados a la comprensión de este fenómeno a escala
colectiva.
Leer fichas bio-bibliográficas cuidadosamente redactadas so-
bre Rafael Alberti, Herminio y Néstor Almendros, entre muchos
otros escritores españoles que viajaron a Cuba en el transcurso
del siglo XX, reporta la doble satisfacción de conocer nuevos deta-
lles de sus vidas y obras, a la vez que nos permite comprobar as-
pectos de gran importancia, no solo literaria sino también históri-
ca y cultural, que nutren las profundas relaciones protagonizadas
por cubanos y españoles, entre los que destaca el legado debido a
entidades como la Institución Hispanocubana de Cultura, funda-
da por Fernando Ortiz en 1926, de cuya mano llegó a la Isla el
genuino talento intelectual del alma hispana: Américo Castro,
Alejandro Casona, María Zambrano, Juan Ramón Jiménez, Fede-
rico García Lorca...
Pero antes de continuar enumerando los autores españoles
incluidos por Jorge Domingo en su excelente Diccionario, debo
mencionar al menos dos elementos –entre otros que he tenido
ocasión de transmitir directamente al autor– que podrían tener-
se en cuenta en las próximas ediciones que seguramente esta
obra tendrá, tanto en Cuba como en España: me refiero a deta-
lles que pueden pasar inadvertidos ante algunos lectores, pero
no para los formados en la creencia de que “el hábito hace al
monje” o, sin ir más lejos, para quienes simplemente profesamos
el culto al texto.
Por ejemplo, al terminar la primera lectura de estas páginas me
pregunté: ¿por qué el subtítulo “Abreviaturas, advertencias y señal”
que aparece casi al final de dichas explicaciones, en la página 298,
no se encuentra al inicio de estas?, o ¿por qué en la Ficha de Autor

119
CATAURO
 algunos títulos precisan el lugar de publicación, y otros no, aunque
estos últimos no hayan sido impresos únicamente en La Habana?
Para concluir, resulta suficiente añadir una sola afirmación, al
AURELIO FRANCOS
expresar la certeza de que este nuevo libro de Jorge Domingo se
Investigador.
Fundación erige entre los pilares básicos del puente literario, cultural, hu-
Fernando Ortiz. mano, construido a lo largo del tiempo entre Cuba y España.

Arqueología aborigen de Santiago de Cuba

SERGIO O. VALDÉS BERNAL

Arqueología aborigen de Santiago de Cuba, de José Jiménez Santander,

libro publicado por Ediciones Santiago en 2009, constituye otro aporte
al estudio de nuestro pasado precolombino que trata de superar la
visión romántica y no tan científica de lo que ha prevalecido a
través del tiempo, como el propio autor señala. Por ese motivo, una
JORGE DOMINGO parte de su libro lo dedica a las clasificaciones de las comunidades
CUADRIELLO: DICCIONARIO aborígenes de Cuba (pp. 7-15), en la que explica los diferentes
BIO-BIBLIOGRÁFICO DE
ESCRITORES ESPAÑOLES intentos por identificarlas. El autor, apoyándose en los trabajos de
EN CUBA. EDITORIAL Ernesto Tabío y José M. Guarch, propone una interesante cronolo-
LETRAS CUBANAS, LA
HABANA, 2010. gía dividida en etapas, la de apropiación, constituida por grupos de
cazadores, recolectores y pescadores, y la productiva, formada por
grupos alfareros, también cazadores, recolectores y pescadores. La
primera etapa la divide en tres períodos: temprano, medio e interme-
dio o rayano; mientras que la segunda etapa, de producción, com-
prende dos períodos: tardío y postrero.
Como muy bien señala el autor, “Los grupos del Período Postrero,
por ser los más cercanos en ese tiempo y haber recibido todo el
furor, la fuerza y la brutalidad de los conquistadores españoles, así
como por su propia herencia, son los más conocidos de todos los
aborígenes que poblaron el Caribe” (p. 15). Y a continuación seña-
la que “Se han localizado en los municipios de Santiago de Cuba y
Guamá, en zonas donde podían desarrollar sus actividades econó-
micas. Los de tierra adentro solamente se han descubierto en Pal-
ma Soriano y Contramaestre, vinculados con el río Cauto y sus
afluentes” (ibíd.), y remite a los muy necesarios anexos 1 y 2.
Otro capítulo de este interesante y útil libro está dedicado a
los sitios aborígenes (pp. 16-21), en el que relaciona y explica, a
partir del Censo Arqueológico de Cuba, la terminología utilizada
en cuanto a las categorías ocupacionales de los asentamientos
aborígenes: sitio de habitación, paradero, cueva habitada, cueva
funeraria, conchal y taller lítico.

120
CATAURO
 El capítulo acerca de los trabajos arqueológicos (pp. 11-34) ofrece
amplia información sobre esta actividad en la provincia de San-
tiago de Cuba, enriquecida con importantes tablas en las que se
recogen los sitios de apropiación y de producción hallados hasta
el momento por municipios.
El capítulo Fisionomía y apariencia aborigen (pp. 35-39) brinda
una noción de cómo eran nuestros indígenas y los diversos obje-
tos, peinados y colorante que utilizaban para adornar sus cuerpos.
Por otra parte, el siguiente capítulo se refiere a la costumbre de
andar desnudos y al uso de la nagua entre las mujeres.
No menos interesante es el capítulo referido al lenguaje (pp.
47-52), en el cual el autor explica que “Aún no se ha podido de-
terminar la raíz idiomática de los primeros pobladores de Cuba,
los grupos Medios y Tempranos; e incluso existen muchas tenden-
cias entre los investigadores al momento de definir las lenguas
habladas por los grupos de la Etapa Productiva: unos defienden
un único origen ligado al tronco aruaco –el cual yo apoyo– y otros
la existencia de distintos orígenes (p. 47). Después de analizar lo
que el autor considera un error, o sea, la deficiente interpretación
de las notas tomadas por Colón en su segundo viaje a América,
durante el cual recorrió todo el sur de la isla de Cuba, desde
Maisí hasta una zona muy cercana a Vuelta Abajo, en Pinar del
Río, sin llegar a la bahía de Cortés, concluye que “De todos mo-
dos, el aruaco fue la lengua de América que mayor impacto tuvo
sobre la castellana, sus vocablos han recorrido el mundo en boca
de los hispanohablantes, y así será mientras vivan los hombres so-
bre la Tierra” (p. 52). Y en efecto, los estudios sobre el español
general (o sea, a ambos lados del Atlántico) y sobre el español
americano demuestran que tres fueron las lenguas que más apor-
taron a esta lengua internacional, la aruaca insular, en primer
lugar, seguida del náhuatl de Centroamérica y del quechua del
área andina.
Los capítulos que mencionamos a continuación, enriquecen
considerablemente este interesante libro, pues en ellos el lector
encontrará una muy útil y variada información sobre las comuni-
dades precolombinas de Cuba y, en específico, de Santiago de
Cuba: Economía (pp. 53-60), Instrumentos de trabajo (pp. 58-60),
Elaboración de cazabe (pp. 61-66), La cerámica (67-74), Creen-
cias religiosas (p. 75-79), El areíto (pp. 80-83), Costumbres fune-
rarias (p. 84), Uso del fuego (pp. 85-87) y Transporte (88-89).
El capítulo dedicado a la conservación del patrimonio arqueo-
lógico (pp. 90-94) también reviste su importancia, pues alerta so-
bre los problemas de todo tipo que afectan el patrimonio arqueo-

121
CATAURO
 lógico, tanto naturales como debidos a la intervención humana,
además de señalar que este está protegido por la Constitución y
los artículos que explican los tipos de sanciones aplicables a la
profanación de los sitios arqueológicos. Por otra parte, el autor
explica los diversos aspectos que se deben tomar en considera-
ción para preservar el patrimonio arqueológico. Además, reco-
mienda las medidas que se deben tomar en caso del hallazgo for-
tuito de piezas o sitios arqueológicos, a qué instituciones informar
al respecto, a lo que se suma una serie de advertencias en cuanto
a la penalización de la comercialización de estos objetos.
El libro comprende necesarios y útiles anexos. Los anexos 1 y 2
engloban la clasificación que propone este autor respecto de las
comunidades cubanas precolombinas, dividas en etapa de apro-
piación y etapa productiva. El tercer anexo relaciona los sitios
arqueológicos aborígenes localizados en la provincia de Santiago
de Cuba con sus respectivos nombres y municipio en que se ha-
llan, clasificados según la etapa de apropiación o productiva.
Arqueología aborigen. Santiago de Cuba concluye con la extensa
SERGIO O.
VALDÉS BERNAL bibliografía en la que se basó el autor para elaborar esta obra.
Lingüista Felicitamos a José Jiménez Santander por este interesante traba-
y ensayista. jo, así como a Ediciones Santiago por la publicación de este libro
Instituto de
Literatura de gran utilidad para los interesados en conocer mejor, más cien-
y Lingüística. tíficamente, nuestro pasado precolombino. C

122
CATAURO
 Presentación
de originales
Catauro ha sido concebida fundamentalmente para el estudio de la vida sociocultural
cubana, sus entornos menos conocidos, el imaginario cotidiano y la cultura popular. Es
una publicación que servirá para atesorar el acervo de nuestra cultura nacional, caribeña
y latinoamericana.
El interés principal de Catauro es la compilación y divulgación del saber antropológico
y etnológico, tanto nacional como internacional. Es un espacio de debate científico en
donde se promueve la creación y la profundización en los estudios de estas especialida-
des, y la contribución de sus investigaciones a las ciencias sociales. Catauro recibe artícu-
los en español, inglés, portugués y francés.

NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES

• Los trabajos serán inéditos, o
no deben haber sido publicados
en español.
• La extensión máxima de los tex-
tos no excederá de 25 cuartillas
para la sección “Contrapunteos”,
ni de 15 para las secciones “Ima-
ginario” y “Entre-Vistas”.
• Los artículos se presentarán con
impresión legible, a dos espacios,
Los autores en párrafo español, en tipografía
deberán enviar sus
colaboraciones a: Times New Roman, 12 puntos, y
un total de 28 a 30 líneas por cuar-
Revista Catauro
Fundación tillas foliadas. Además una co-
Fernando Ortiz pia en disquete en Word sobre
Calle 27 No. 160 Windows.
esquina a L.
El Vedado, Plaza, • Los autores adjuntarán sus cré-
Ciudad ditos más importantes (profesión,
de La Habana, especialidad, filiación institucio-
Cuba.
Telefax: (537) 830 06 23 nal y nacionalidad), tanto en la
Telf.: (537) 832 43 34 versión impresa como en la
e-mail: digital.
ffortiz@cubarte.cult.cu
Daniel Álvarez. • No se devolverán los originales
Jefe de Redacción recibidos.
• Las notas explicativas o biblio-
gráficas deberán aparecer a pie de
página.
El orden de la información en las
referencias bibliográficas al final
del artículo es el siguiente:
Para libros:
Apellido, Nombre de autor. Títu-
lo de libro (en cursiva). Editorial,
ciudad, fecha.
Para artículos:
Apellido, Nombre de autor.
“Título” (entre comillas). Título en
cursiva de la publicación, ciudad,
año, página(s) citada(s).
• Los autores deben entregar un
breve resumen del contenido tra-
tado en el artículo (no debe ex-
ceder de diez líneas).
• En caso de que se entreguen
imágenes digitalizadas junto con
los trabajos es indispensable, por
normas de impresión, que sean
escaneadas a 300 dpi.

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CATAURO