Está en la página 1de 243

INVIERNO/PRIMAVERA 1992 • REVISTA DEL INSTITUTO DE CULTURA «JUAN GIL-ALBERT» • N? 23/24 • 1.

500 ptas

NANCY SPERO C MARGARITA BORJA □ GOMEZ REUS □ PAMELA STOLL □ EMILIA


CELIA AMORÓS □'M?.ELENA SIMÓN CABALLERO ÁLVAREZ □ NIEVES SIMÓN
RODRÍGUEZ □ VICTORIA GUILLÉN NIETO RODRÍGUEZ □ M? ÁNGELES CREMADESU
.□ ROSA M? RODRÍGUEZ MAGDA □ ESTHER
ROSA BALLESTER □ ÁNGEL PAJARES YELA
SÁNCHEZ-PARDO □ ELIZABETH RUSSELL
□ M? JOSÉ RAMÓN-BORJA CARRATALÁ
□ CONSUELO JIMÉNEZ DE CISNEROS
Y BAUDíN □ ISABEL ROBLES GÓMEZ □ □ ISABEL ALONSO DÁVILA C CRISTINA

SILVIA CAPORALE BIZZINI □ CARMEN SÁNCHEZ C ALICIA HERRERA □ PAZ


MARIMÓN □ MARÍA DOLORES MARTÍNEZ ESPEJO NOVOA □ JOSÉ FERRATER MORA
□ M? CARMEN ÁFRICA VIDAL □ TERESA □ MIRTA VIDELA BRAVO C ÓSCAR STRADA

V
W CM1€LOBR£
Revista del Instituto de Cultura

Juan Gil-Albert

~W1
INSTITUTO DE CULTURA
JUAN GIL-ALBERT
ORGANISMO AUTÓNOMO DE
LA DIPUTACIÓN DE ALICANTE

«Canelobre» es una
publicación del Instituto de
Cultura Juan Gil-Albert,
de la Diputación de Alicante

Número 23/24
Invierno-Primavera 1992
1.500 ptas.

Depósito Legal: A.227-1984


I.S.S.N. 0213-0467
Director:
Miguel Angel Lozano Marco
Secretaría:
Juan Martínez Leal
José Luis Wander-Berghe Lozano

Consejo de Redacción:
Enric Balaguer Pasqual
Rosa Ballester Anón
Carlos Barciela López
Màrius Bevià García
Enrique Cerdàn Tato
Vicente Díaz Rodríguez
Antonio Estévez Rubio
Segundo García López
José Ramón Giner Mallol
Enric Llobregat Conesa
José Marín Guerrero
Mario Martínez Gomis
Ana Melis Maynar
Luis Poveda
Margarita Ramón-Borja Berenguer
Juan Antonio Ríos Carratalà

Diseño:
José Piqueras
Llorenç Pizà

Este número monográfico de


CANELOBRE
titulado:
«Reflexiones sobre el género
(en los espacios de la cultura)»
ha sido coordinado por:
Margarita BORJA
Emilia CABALLERO
Teresa GÓMEZ REUS
Documentación gráfica:
Alicia CAMPOS CERVERA

Agradecimientos: Archivo Municipal de Alicante, Biblioteca del Institut de la Dona de Alicante, Biblio­
teca Gabriel Miró, Centro de Documentación del Instituto de la Mujer (Madrid), Diario «El País», Revista
«Emakunde», Firestone Library (Universidad de Princeton), Beineckee Library (Universidad de Yale). Gru­
po de Teatro Sorámbulas, Vecinas del Casco Antiguo. Jaime Giménez de Haro, Constance Sullivan, Fer­
nanda Monasterio, Ana Teresa Ortega, Amparo Escrivá, M? Dolores Mulá, Dori Marín Lázaro, Mar Moreno,
José Antonio Martín, Priscila Cohén, Salvador Perezpérez, Christian Poveda y en especial a Nancy Spero,
por su generosa aportación y a cuantas personas nos han alentado en la confección de este número.
IMDIC€
2524
INVIERNOPRIMAVERA 1992

e Portada: Nancy SPERO. «Sky Goddess, Mouming Women, Woman w/Bound Feet», 1990

E Editorial

E Cuatro poemas en el límite de la aurora


Margarita BORJA

E I. ESPEJOS

E El feminismo como exis emancipatoria


Celia AMORÓS

Olimpia de Gouges: del sueño del pacto a la guillotina


29
M? Elena SIMÓN RODRÍGUEZ

El teatro feminista: la búsqueda del yo perdido


41
Victoria GUILLEN NIETO

De la modernidad olvidadiza a la usurpación postmoderna


53
Rosa M.a RODRÍGUEZ MAGDA

Roland Barthes: reescribir lo materno


65
Esther SÁNCHEZ-PARDO

Tomando la palabra: el acto de creatividad literaria de Mary Shelley


75
Elizabeth RUSSELL

El prevenido engañado de María de Zayas: una novela feminista del siglo XVII
83
Consuelo JIMÉNEZ DE CISNEROS Y BAUDÍN

Isabel-Clara Simó: Júlia o algunas variaciones sobre el mito de Atenea


91
Isabel ROBLES GÓMEZ

Daydanda o el encanto del discurso


101
Silvia CAPORALE BIZZINI
La mujer-narciso. De la imaginación feminista de Ángela Cárter o la positiva levedad del ser
105 María Dolores MARTÍNEZ

Leer / escribir como mujer


109 Carmen MARIMÓN

Fotógrafas norteamericanas contemporáneas


117 M? Carmen África VIDAL

125 Portfolio: NANCY SPERO

Entre significados comprendidos, entre líneas: Nancy Spero y las imágenes de la mujer
126
Teresa GÓMEZ REUS

137 II. REFLEJOS

Entre espejos cóncavos, reflejos convexos: las mujeres en la Prensa Alicantina


139
Pamela STOLL

Reflexiones a propósito de una nueva regulación sobre la interrupción voluntaria del embarazo
147 Emilia CABALLERO ÁLVAREZ

Del pacto cínico a la doble exigencia


157
Nieves SIMÓN RODRÍGUEZ

Sobre la atención a la infancia y la emancipación de la mujer


165
M? Ángeles CREMADES NAVARRO

Mujer y Ciencia
175
Rosa BALLESTER

Aproximación a la delincuencia femenina: el Departamento de Mujeres de Fontcalent


183
Ángel PAJARES YELA

Memoria de mujeres. Un siglo de actividad laboral


191
María José RAMÓN-BORJA CARRATALÁ

Nada de soledades. Algunas notas sobre redes sociales entre mujeres. El Casco Antiguo
199
de Alicante, años 40-50. Isabel ALONSO DÁVILA. Transcripciones: Cristina SÁNCHEZ LÓPEZ

209 III. EXILIOS

Conversaciones con Alicia Herrera


211
Emilia CABALLERO y Margarita BORJA

Exilios
223
Paz ESPEJO NOVOA

El triunfo del machismo


229
José FERRATER MORA

Los caminos del exilio y del desexilio cultural


232
Mirta VIDELA BRAVO

Marie Langer. Una vida ejemplar o el Discurso de la Modernidad


240
Óscar STRADA

242 Publicaciones

NOTA DE LAS COORDINADORAS: Al igual que en otras ediciones feministas, en el presente monográfico hemos mantenido
como criterio la utilización del término varón/varones cuando se refiere al ser humano de sexo masculino, cuyo correlativo en feme­
nino es mujer/mujeres. Sin embargo, el término hombre/hombres lo reservamos para su uso significante comprensivo de todo el
género humano.
EDITORIAL

os cambios fundamentales en el panorama político e histórico-social de estas

L últimas décadas hacen que resulte cuando menos arriesgado y reductor continuar
analizando los fenómenos culturales sin tener en cuenta el riquísimo caudal que ha
supuesto la incorporación de la temática de las mujeres en los diversos ámbitos de
interacción humana, de la vida pública y del saber. Fin y resultado de las prácticas
feministas de los últimos años ha sido una revisión epistemológica profunda, que se
ha mostrado crucial para toda disciplina que aspire a crear un punto de vista crítico
sobre las concreciones sociales y culturales del discurso. En Estados Unidos, por
ejemplo, el impacto de los llamados gender studies y el debate sobre la problemática
feminista ha sido grande: no sólo ha obligado a revisar repertorios de obras, curricula
y cánones historiográficos, para incluir entre sus marcos de referencia obras realizadas
por mujeres, sino que ha empezado a modificar la orientación decididamente
androcéntrica de unas disciplinas (como la Filosofía, la Crítica Literaria o la Historia,
por citar sólo unos ejemplos) que hasta ahora se tenían por neutrales.

Es así como a los feminismos de la igualdad y de la diferencia se suma un tercer y


poderoso afluente: el feminismo de los estudios de género. Considerado ya hoy como
«una de las fuerzas de renovación más poderosas en la crítica contemporánea»
(Jonathan Culler, 1985), este indudable paso hacia adelante no sólo está efectuando
una valiosa labor de recuperación, crítica y revisión cultural, sino también de
transformación de la mirada, situándonos en un nuevo lugar para que, en palabras
de María Zambrano, «el Hombre pueda seguir naciendo». Aun con tantos retrocesos
propiciados por las resistencias que amplios sectores residuales todavía oponen, esta
indiscutible fuerza de renovación emerge en el horizonte finisecular como un proceso
hacia un nuevo paradigma, hacia la consecución de un nuevo Speculum Justiciae.

El avance teórico, sin embargo, no debe rebajar ni la atención ni la acción sobre una
realidad que nos muestra a diario la escasa presencia de mujeres en los órganos de
representación, el aumento del paro femenino, la feminización de la pobreza o el
incremento de violaciones y muertes por malos tratos, que sólo podemos cuantificar
muy por debajo de su extensión real. La redacción del anteproyecto del Nuevo
Código Penal proporciona la medida de la fragilidad en el mantenimiento de los
derechos conseguidos: contra toda lógica en derecho se contempla ahora la regresión
en normas que hace apenas dos años fueron modificadas con talante igualitario.
Es evidente, pues, que nos hallamos en una encrucijada de reacción cultural que
conviene contemplar desde muy distintos ángulos y nombrar desde muy distintas
voces. Como sustantiva Celia Amorós, la estructura patriarcal aún propicia inercias,
mentalidad y hábitos de aplicación práctica, ya sea en su versión más sutil y seriada,
o juramentada y dura: su «no-pensamiento sobre la mujer», empero, deslegitimiza su
violenta razón y la autoridad de sus discursos monolíticos. En este estadio del
conocimiento, el feminismo —nos dice— «como todo proceso emancipador, es fuente
de pensamiento interpretativo».

Este número monográfico ha tratado de presentar desde una pluralidad de voces,


prácticas y tendencias diferentes un panorama amplio de trabajos que tienen al género
como principal hilo conductor, ya sea como motivación inicial, como objeto de
estudio o como punto de partida para analizar su construcción en las prácticas
culturales o en los sistemas de representación. A los análisis sobre la creatividad,
el pensamiento y el lenguaje más amplios y globales, añadimos algunos artículos de
especial significación en nuestro contexto histórico-social más cercano y propio,
y otros que reclaman por medio de nuestra lengua común el sesgo soral de la
experiencia en los exilios. Entiéndase tan abigarrada pluralidad como un modo de
recordar que praxis y teoría no deben ocupar lugares distanciados y que los espacios
contemporáneos deben reconocerse en el punto más inmediato, así como en aquel de
la «aldea global» que nos referencia y trama. No sin fundamento, Francisco Ay ala
escribía recientemente que «las gravísimas dificultades que plantea el necesario ajuste
en la estructura de las relaciones entre los individuos y entre los pueblos apremian
demasiado como* para no incitar al trabajo de ingeniería social tendente a resolverlos».

Las mujeres, que —no se olvide— sobrepasamos la mitad de la población, necesitamos


no sólo desenmascarar la endémica cultura de la misoginia, sino también adquirir
herramientas de análisis para poder delinear una cartografía en la que tengan holgada
presencia otras metáforas interpretativas, otros sujetos de discurso, otras formas de
identidad y nuevos haremos de participación. Las palabras, decía Adrienne Rich, son
mapas. Y también los mapas para ser fidedignos han tenido que sufrir importantes
procesos de revisión y de modificación a lo largo de los siglos. En este sentido camina
nuestro esfuerzo. □

Las coordinadoras:
MARGARITA BORJA
EMILIA CABALLERO
TERESA GÓMEZ
CUATRO POEMAS EN EL LÍMITE
DE LA AURORA

Margarita BORJA

JAIME GIMÉNEZ DE HARO


BLANCANIEVES
(antecedente literario)

En el espejito mágico
de la Reina no estaba
el rostro de su Musa
porgue no ha existido
el rostro de su Musa
en el espejito mágico
de la reina sin Sueño
de Palabra de Autora.

SELVÁTICO a Andrés y a Mario

Ahora que No me reconozco


posterior a La Cultura,

Tú te esperas a ti mismo
con un fulgor en la mirada
anterior a La Cultura.
ESPACIO INTERGALÁCTICO

Bellísimo Sileno,
tronco de árbol en el
Paraíso Sorambular,
cuida la tercera desenvoltura
de Dionyssos niño.

—En la hoja oscura de


su vaginal mirada
permanece, deseante,
una imagen desplazada del gozo.
LISIPO, Sileno y Dionisos
JAIME GIMÉNEZ DE HARO, «Minerva Sorente»
a Jaime Giménez de Haro,
pintor sorambular

CELEBRACIÓN DE LA LLEGADA DE MINERVA


SORENTE AL INTERIOR
(en el momento de la muerte de María Zambrano)

Oh, Diosa...

para que las gaviotas penaran en lo alto,


suspendidas en lagos fríos de aire,
ocultó el mar el cascarón de tu navio
tras el azoque líquido de sus abanicos

... más

finalmente y por la misma mar allegas,


en ese arrebato de rachas calientes de los
aires que descuelgan de una en una a las
bandadas hasta su pedestal de cobre.

Por

las playas transparentes del deshielo de los sueños


has venido, Sorente Diosa, al centro perfecto
del felino umbral
donde aguarda, paciente,
el Ojo Pictórico del Ser.

Vienes

en interior y a la deriva,
desde la roca abrupta de Lefkás
hasta los campos de olivos de Abra
donde las sorámbulas de la Aurora
se han reunido a cantar, a danzar y a beber.
si fuera tiempo
de lunas negras,
músicas huecas
se estrellarían
por los pozos del oído,
llegadas de cielos remotos
de suicidios anteriores,

Más

la dulce onda de miradas que


originan, de una en otra, claridad
de pensamiento, ha dispuesto por el aire
una epifanía de ritmos que ya no van
a morir.

Oh, tú... [inmortal Minerva!...

María Zambrano mantuvo a la Parca en su


antesala
en tanto no regresaras, por la claroscuro senda,
del entierro de Aristóteles.

Al

vislumbrarte murió como siempre estuvo,


traspasando el confín azul de la ventana
con esa su sabia mirada de mujer
que supo incluir su cuerpo
en el Cuerpo-Hombre: Universal.

Por la emoción ardorosa de su muerte


quedaron prendidas sus manos
al hogar de las entrañas; cual
raíces inaugurales del Nuevo Árbol del
Pensamiento del Amor,
que va a retoñar la Primavera próxima.

FE DE ERRATAS:
Esta página sustituye a la del mismo número, aportando los versos omitidos por error
en el poema «Celebración de la llegada de Minerva Sorente al interior (en el momen­
to de la muerte de María Zambrano)».
También hacemos constar que la dedicatoria que figura en «Selvático» corresponde
a «Espacio intergaláctico».
Igualmente observamos una errata en la línea 36 de la página 128 que dice «egocen­
trismo» y debiera decir «logocentrismo».

12

Hi
NANCY SPERO, «Artemis Fleeing & Women irradiated», 1985


EL FEMINISMO
COMO EXIS
EMANCIPATORIA

Celia AMORÓS

ON POSIBLES VARIAS CONCEPCIONES


de una ética feminista. Una de ellas consistiría
en legitimar y magnificar el orden de los senti­
mientos morales que le vendrían, con mayor o
menor fundamento ín re, adjudicadas al genéri­
co femenino esencialísticamente concebido en
cualquiera de sus variantes. No se trata de de­
sestimar de modo sistemático la calidad de ta­
les sentimientos. Sin embargo, si es que se acepta
la existencia de un sistema de dominación pa­
triarcal, las adjudicaciones caen bajo la sospe­
cha de ser interesadas y las reapropiaciones de
las mismas bajo la de ser mistificadoras. Suena
parecido a la macabra invitación a los pobres
al cultivo de los sentimientos y las virtudes as­ esclavo estoico sus cadenas— o en desddentifi'
céticas: desfachatez si no se es pobre y el peor carme reivindicando una universalidad que, no
de los estoicismos si se es. Este tipo de propues­ por no haberla definido yo —si no ¿dónde es­
tas no suele interesarse demasiado por la un/- taría el problema?— resulta necesariamente di­
versalidad, si es que no la impugnan con el suasoria.
curioso argumento de que es ella la que, en cuan­
Lo que habría que preguntarse es ¿qué da
to definida por los otros y hecha a medida de
más juego a mi libertad? ¿Creerme libre reinven­
los otros, nos ha excluido a nosotras. Es tenta­
tando por mi cuenta autoinstituyéndome para­
dor impugnar la universalidad porque, se diga
dójicamente como el Otros, como lo hace, por
lo que se diga, es una operación más fácil que
ejemplo, Luce Irigaray —el discurso de la dife­
impugnar nuestra exclusión de ella. Y suele adu­
rencia—? ¿Hacerme ser en el modo del para-sí,
cirse para justificarlo que tal universalidad se de­
como lo diría Sartre, lo que sólo se puede ser
finió, precisamente, sobre la base de nuestra
en el modo del para-Otro? En tal caso, como nos
exclusión. Claro está que puede contraargumen­
han expulsado del logos deducimos —¿y cómo,
tarse que, si así se definió, razón de más para que
si se trata de una operación lógica?— que ése no
tengamos que apropiárnosla como condición sine
es nuestro terreno y que, como siempre perde­
qua non para poder redefinirla. Porque no es ver­
remos en él, es mejor minar el poder del logos
dad que al oprimido le sea dada la opción de po­
masculino, dedicir que el logos deje de tener po­
nerse a hablar autoinstituyendo el lenguaje abso~
der. Es como si, ya que no podemos tomar las
lutamente/Otro: si la tuviera, por definición no
armas porque ello no está en nuestro poder, de­
sería el oprimido. El oprimido, o la oprimida en
cidiéramos que las armas —los misiles, por ejem­
nuestro caso —para eso son oprimidos— no pue­
plo— dejaran de tener poder. Expediente esti-
de responder sino, como muy bien lo sabían los
pulativo y voluntarista que raya en la magia: ex­
mudéjares, mediante el expediente de lare-szg'-
propiación por conjuro del poder, desactivación
nificación: hablar «las palabras del infiel» y ha­
del poder sin más poder que el supuesto más acá
cerlas rimar en rima musulmana... El expedien­
del logos, presuntamente subversivo por el he­
te es duro, pues implica una cierta des-identifica­
cho de haber sido reprimido.
ción. Pero es más veraz que creer que se hablan
las propias palabras cuando una, en realidad, se La mujer —el inconsciente femenino, en rea­
está viendo obligada a tejer sus versos en la ri­ lidad, para Irigaray— no ha sido colonizada sin
ma del infiel. Dicho de otro modo, quizás me­ residuos por el lenguaje del Otro, y el residuo
nos sibilino: el razonamiento «la universalidad sería de suyo el lugar rebelde al logos, un reduc­
no me vale porque ha sido definida por el Otro to subversivo. Subversivo sin lenguaje, y justa­
es de mala fe. La mala fe, en el sentido sartrea- mente por ello. Inefable. Es el precio que paga
no, consiste en renegar de la facticidad para no por sustraerse al control del logos masculino: jus­
asumir la libertad. O, dicho de otro modo, en tamente, el que la ha designado como inefable...
creer que tengo opción en el ámbito en que no La opción por la universalidad es opción de
la tengo para no asumir que si la tengo donde buena fe porque abre a la libertad posibilidades
realmente me es dada. Que es el Otro quien ha difíciles y duras, pero reales. No me ahorra el
definido tanto la universalidad como la diferen- trabajoso camino de ser individuo y a la vez re­
cialidad que me la sustrae pertenece, obviamen­ constituir —que no regenerar, como bien dice
te, al orden de la facticidad, de lo que no me Amelia Valcárcel— mi genérico (por solidaridad
es dado no asumir salvo ilusoriamente —cayendo pactada, no por mística esencialista). Debo ha­
en lo que podríamos llamar el voluntarismo va- cer de mi libertad, como su condición de posi­
lorativo del oprimido—. Mi opción está entre bilidad teniendo en cuenta el factum de que un
identificarme con la diferencia y abrazarme a ella referente constitutivo de mi identidad es perte­
como mi diferencia —haciéndola mía como el necer a un genérico «herero<lesignado», una li­
bertad juramentada. Es decir, una soridad que
no es la emergencia mística de un cuerpo rege­
nerado, autorrescatado de su propia alienación
tirándose de los propios cabellos como el barón
de Münchlausen, sino un constructo ético —pro­
ducto de la operación ética de reasumir como
pacto emancipatorio común lo que era comu­
nidad de heterodesignación en el indiscernible
espacio de las idénticas —y político— en cuan­
to parte de la convicción pragmática, la única
lúcida, de que el referente último del poder o
no poder de cada mujer es el poder o la relativa
impotencia de su genérico.

Hablemos, pues, mejor de sentimientos mo­


rales feministas. Sentimientos significativamente
vinculados a los valores ilustrados. «Una mano
divina parece difundir por todos lados el atri­
buto del hombre, la libertad; sólo la ley tiene
el derecho de reprimir esa libertad si degenera
en licencia, pero debe ser igual para todos; la
Ilustración del libro «El voto femenino y yo», de CLARA CAMPOAMOR
Asamblea Nacional debe sobre todo reasumirla
en su decreto, dictado por la prudencia y la jus­
ticia», escribiría Olympe de Gouges, la autora
de la «Declaración de los Derechos de la Mujer
y de la Ciudadana». El sentimiento de la igual­
dad aparece expresado ya con particular preg- sido como yo en eso... Yo soy, simplemente, yo,
nancia en Poullain de la Barre, como vamos a es decir, un individuo». El sentimiento de liber­
verlo. Y el de soridad como solidaridad emanci- tad es así un momento de des-solidarización con
patoria de las mujeres aparece recurrentemente el genérico en cuanto «nosotrasobjeto», por de­
en la literatura feminista de la Revolución fran­ cirlo en la terminología de J.P. Sartre, des-so-
cesa: la invocación «a mi sexo» será constante. lidarización íntimamente unida a la percepción
El sentimiento de libertad en la experien­ de un yo individual descodificado. En las bio­
cia ética del feminismo aparece íntimamente uni­ grafías de mujeres existencialmente feministas
do a lo que podríamos llamar su momento no- aun antes de haber sido militantes, como en las
minalista, el momento por el cual, tomando co­ Memorias de una joven formal de Simone de
mo referente necesario los sujetos a los que so­ Beauvoir o en la Autobiografía de una mujer
cialmente se concede la individualidad —es emancipada de Alejandra Kollontai encontra­
decir, a los varones—, la mujer concreta, con mos descrita en su complejidad y peculiaridad
nombre y apellido propio, se desmarca de las atri­ esa tonalidad afectiva, a la vez autoafirmativa
buciones que se hacen recaer sobre ella en vir­ y un tanto desgarrada que acompaña la sinuosa
tud de su genérico, se des-identifica, por así emergencia de la individualidad femenina.
decirlo, de la heterodesignación. «Yo no me re­ Los sentimientos morales que reivindica el
conozco en eso que dicen ser propio de las mu­ feminismo van, pues, como decíamos, íntima­
jeres; soy, pues, a este respecto, según dicen, mente unidos a las ideas ilustradas. Vamos a tra­
como un varón; pero tampoco todos los varo­ tar ahora de hacer de ellos una sumaria recons­
nes son así y también alguna otra mujer es o ha trucción histórica.
FEMINISMO Y EXIS EMANCIPATORIA

El feminismo como pensamiento emancipa-


torio, unido desde sus orígenes a la Ilustración
como a la vid los sarmientos, se configura signi­
ficativamente en un principio como la ética del
cartesianismo. Michéle le Doeuff ha puesto de
manifiesto en contundencia el malentendido de
la moral «par provisión» cartesiana, traducido
inadecuadamente por «moral provisional», con
lo que se sugiere algo así como que se podía es­
perar de Descartes la fundamentación de una mo­
ral definitiva desde los cimientos de su sistema
ya formalmente asentados. Ahora bien, en pri­
mer lugar, desde un punto de vista filológico «par
provisión» no significa «provisoire»; es, aclara
nuestra autora, según un diccionario del siglo
XVII, «un término jurídico que significa “aqué­
llo que se adjudica por adelantado a una par­
te”», algo así como «lo que va por delante» a
título de abastecimiento necesario y que, en cual­
quier caso, puede «ser completado», incremen­
tado, pero no retirado. En el Discurso del mé­
todo, Descartes hace explícita la funcionalidad
del conjunto de conocidas máximas que com­
ponen esta «moral par provisión», y la ratificará
al final de su vida, en su correspondencia con
la princesa Isabel del Palatinado: afianzarse en
el cultivo de su razón y en el conocimiento de
la verdad. Ello le produce la mayor gratificación:
«He experimentado satisfacciones tan grandes
desde que empecé a servirme de este método que
Sufragista (de «She’s Nobody’s Baby», a History of American
no creí que se pudiera recibirlos más dulces e woman in the Twentieth Century, Ed. Suzanne Brauh Levine. N.Y.
1983)
inocentes en esta vida; y al descubrir todos los
días, por medio de ellos, algunas verdades que
me parecían bastante importantes y comúnmen­
te ignoradas por los otros hombres, la satisfac­
ción colmaba a tal punto mi mente que todo
lo demás no me interesaba en absoluto». Pero, conocimiento porque la vida buena depende del
como lo señala Le Doeuff, «Descartes no teori­ saber. Pero si la ética dependía de lo teórico,
za el valor de felicidad del conocimiento». Y, so­ si la ética era la finalidad de la empresa especu­
bre todo, la tercera parte del Discurso «lleva a lativa, entonces lo teórico estaba ordenado a la
cabo una inversión histórica notable. Por esque­ ética. Descartes no sólo separa la práctica de la
matizarlo de manera rápida: las teorías antiguas teoría, excluya la moral de la empresa metódi­
de la sabiduría son discursos sobre el valor de ca, sino que además invierte el esquema de la
la filosofía y descansan sobre la idea de que la sabiduría antigua: si se da una moral con el de­
ética depende de lo teórico: hay que buscar el signio de continuar instruyéndose, entonces la

18
ética está ordenada a lo teórico; se da una regla muchas cosas mal conocidas e inciertas, hay que
de vida tal que le permita la empresa especula­ escoger una y determinarse a ella, y, tras ésto,
tiva». ¿Por qué lo hace así Descartes? No vamos creerla con igual firmeza... que si la hubiéramos
a entrar aquí en los problemas que plantea para escogido por razones ciertas y evidentísimas, se­
la ética el que la idea weberiana, retomada por gún expliqué ya en Discurso del Método». Pues
Heidegger, de «la investigación como empresa» bien: las cosas que conciernen a la práctica de
genere la dinámica de una razón instrumental la vida pertenecen al ámbito de la unión del al­
que instituye su propio ámbito de inmanencia ma y el cuerpo, y, según escribe nuestro filósofo
al margen de la ética... Por otra parte, en el pro­ a la princesa del Palatinado, «sólo usando de la
pio Descartes los sentimientos filantrópicos, co­ vida y de las conversaciones ordinarias... se
mo claramente los expresa a propósito de la aprende a concebir la unión del alma y el cuer­
medicina, figuran explícitamente a falta de una po». Le Doeuf insiste, pues, con razón, en que
determinación racionalmente fundamentada de en la base del problema de la fundamentación
los fines a que ha de servir ese método innova­ de la ética cartesiana —por tanto, de la mal lla­
dor basado en el «buen sentido». ¿Le faltó tiem­ mada «moral provisional»— se encuentra el es­
po, como creen algunos intérpretes, para rematar tatuto epistemológico de la unión sustancial. La
su diseño del árbol de la ciencia, una de cuyas certeza propia de la moral es, redundantemen­
ramas, brotando del tronco de la física y nutrién­ te, corteza moral, «es decir, como lo afirmara Des­
dose de la savia de una metafísica del subiec- cartes en los Principios, suficiente para servir de
tum, era, al lado de la medicina y la mecánica, regla de nuestras costumbres, o tan grande co­
la moral? No parece demasiado plausible tenien­ mo corresponde a las cosas acerca de las cuales
do en cuenta, como lo señala Michéle Le Doeuf, no acostumbramos en absoluto a dudar en lo que
que Descartes remite a la princesa Palatina al respecta al comportamiento de la vida, aunque
Discurso del Método cuando ésta le pregunta so­ sepas que es posible, hablando en términos ab­
bre cuestiones de moral, en su carta del 4 de agos­ solutos, que sean falsas».
to de 1645: «Me parece que cualquiera puede
¿Acerca de qué cosas no acostumbramos en
estar contento de sí mismo y sin esperar nada
absoluto a dudar en lo que respecta al compor­
más con tal de que observe solamente tres co­
tamiento de la vida? Por ejemplo, acerca de la
sas, a las cuales se refieren las tres reglas de mo­
desigualdad de los sexos. ¿Y porqué no aplicar
ral que yo formulé en el Discurso del Método».
«la regla de verdad, que es la de no admitir na­
Y, en definitiva, cabe preguntarse, tal como hace
Le Doeuf, si tenía sentido y cabida en el siste­ da por verdadero que no haya sido sustentado
ma cartesiano la promesa de una moral edifica­ sobre ideas claras y distintas», a las concepcio­
da sobre las bases de certeza exigidas como nes comúnmente admitidas sobre esta desigual­
sustento de la ciencia. Al respecto es significa­ dad? Quien así se plantea la pregunta es un
tivo que Descartes, en la Respuesta a las segun­ peculiar epígono del cartesianismo, Francois Pou-
das objeciones de sus Meditaciones Metafísicas, llain de la Barre. ¿Porqué no radicalizar y con­
afirme «Os ruego que recordéis que, tocante a trastar el programa cartesiano de lucha contra
lo que la voluntad puede abrazar, he puesto siem­ el prejuicio en el ámbito de «les moeurs» y res­
pre sumo cuidado en distinguir entre la prácti­ tringirlo solamente al de «las sciences»? El men­
ca de la vida y la contemplación de la verdad. saje cartesiano es así descodificado en un nuevo
Pues, en lo que concierne a la práctica de la vi­ registro, el de la ética, por parte de un pensador
da, no pienso ni mucho menos que sólo deban de tu tiempo— es decir, buscador de conceptua-
seguirse aquellas cosas que conocemos con per­ lizaciones para entender fenómenos como elpre­
fecta claridad, sosteniendo, al contrario, que in­ ciosismo, la implantación de las lenguas verná­
cluso no siempre puede aguardarse a conocer culas, la génesis de nuevos ámbitos de «publici­
las más verosímiles, sino que, a veces, entre dad», como lo ha estudiado Habermas, así como

19
las implicaciones últimas de la característica del en modo alguno iguales entre sí. Si se indaga
«bon sens» de ser «le plus repandu» para la auto- sobre qué se fundamentan todas estas opiniones
conciencia de nuestra especie y del principio del diversas, encontraremos que no se fundan sino
libre examen para la hermenéutica bíblica. Si, en el interés o en la costumbre, y que es incom­
como lo afirma Habermas, «El proyecto de la parablemente más difícil librar a los hombres de
Modernidad, formulado en el siglo XVIII por los los sentimientos en los que están sumidos úni­
filósofos de la Ilustración (Poullain escribe De camente por prejuicio que de aquéllos que han
l’Egalité des deux sexes en 1673), consiste en abrazado por el motivo de las razones que les han
desarrollar las ciencias objetivadoras, los funda­ parecido las más convenientes y las más fuer­
mentos universalistas de la moral y el derecho... tes». La razón, para Poullain, está claramente del
y, al mismo tiempo, en liberar de sus formas eso­ lado de la debilidad. La dominación masculina
téricas las potencialidades cognoscitivas que así está universalmente impuesta por costumbre, «y
manifiestan y aprovecharlas para la praxis, esto como se juzga que los hombres no hacen nada
es, para una configuración racional de las rela­ más que por la razón, la mayoría no pueden ima­
ciones vitales», con Poullain de la Barre nos en­ ginarse que no ha sido consultada para introdu­
contramos ya y significamente en la Ilustración. cir unas prácticas, las cuales van implantadas con
Su proyecto teórico: «demostrar que estamos lle­ tal universalidad, que se imaginan que son la ra­
nos de prejuicios y que es preciso renunciar ab­ zón y la prudencia las que las han creado, a causa
solutamente a ellos para tener ideas claras y de que tanto la una como la otra obligarían a
distintas», es inseparable de su proyecto eman- conformarse a ellas, siendo así que no podría­
cipatorio: «establecer, dirá, el sentimiento de la mos ser dispensados de seguirlas sin que se pro­
Igualdad entre los sexos». Si ello se logra —contra dujera algún trastorno». Sin embargo, «cuando
el prejuicio más arraigado en intereses, más an­ se consideran las cosas humanas en el pasado
cestral—, se pone de manifiesto a fortiori la po­ y en el presente encontramos que todas ellas se
sibilidad de la lucha contra cualquier prejuicio parecen en un punto: que la razón ha sido siem­
y la viabilidad de un programa de reforma de pre la más débil y da la impresión de que todas
la mente y de las costumbres. las historias no hayan sido hechas más que para
mostrar lo que cada cual ve en su tiempo: que
Victoria Camps, en su artículo «Etica y Re­ desde que hay hombres, la fuerza ha prevaleci­
tórica», cita muy oportunamente el pasaje de la do siempre».
Etica de Spinoza (Ética, IV, prop. XIV) en que
se afirma: «El conocimiento verdadero del bien Contra la fuerza, Poullain recurrirá, a títu­
y del mal no puede reprimir ningún afecto en lo de medicina, a la regla de evidencia cartesia­
la medida en que ese conocimiento es verdade­ na, transponiendo de este modo al ámbito de
ro, sino en la medida en que es considerado él la ética el estatuto epistémico que esta ciencia
mismo como un afecto». «Es decir, comenta nues­ tenía en el programa cartesiano. (El deslizamien­
tra autora, por sí sola la verdad carece de poder to que aquí se produce es análogo al que tuvo
suficiente para superar los afectos, éstos única­ lugar, en las escuelas helenísticas, de la medici­
mente son vencidos por otros afectos más fuer­ na como saber, tal como se encuentra en Aris­
tes». Poullain, spinozista avant la lettre, trata en tóteles, a la medicina como remedio del alma).
sus obras, como vamos a verlo, no ya de demos­ En el Traité de l’éducation des Dames pour la
trar more deductivo la igualdad entre los sexos formation de 1’esprit dans las sciences et dans
como idea verdadera, sino de potenciarla como les moeurs, escrito en forma de diálogo entre dos
sentimiento moral, con virtualidades en orden damas y dos caballeros, Estasímaco le dice a Eula­
a la transformación de las costumbres. «La desi­ lia en tono socrático: «Me alegra que estéis con­
gualdad de los bienes y de las condiciones hace vencida de que no sabéis nada con certeza, sino
juzgar a mucha gente que los hombres no son que tenéis una voluntad firme y constante de

20
conocer las cosas de la mejor manera que os sea
posible encontrar. Es un método lo que buscáis,
es decir, una regla segura que os proporcione dis­
cernimiento y justicia en todas las cosas, os en­
señe a distinguir por sus propias características
lo verdadero de lo falso, el vicio de la virtud,
la felicidad de la desgracia. Lo que pedís es un
remedio eficaz que, curándoos de la prevención
y el error, os devuelta una salud perfecta, y pue­
da serviros al mismo tiempo para preservaros
contra los males y las recaídas que pudierais te­
mer. Deseáis una luz que, disipando las tinieblas,
la confusión y el desorden del espíritu, vuelva
a traer la claridad, la tranquilidad, y restablezca
en vuestros pensamientos el buen orden que debe
haber en ellos. Al desear llegar a sabia deseáis,
en fin, encontrar una situación natural, y una
vez instalada en ella, poder observaros a vos mis­
ma y a todo lo que os rodea, según la depen­
dencia y la relación en que la naturaleza os ha
colocado». Estamos, pues, en el camino que lle­
va de Descartes a Rousseau, curiosa senda per~
dida en la que se producen unas inflexiones
características: el «bon sens», entendido como
salud moral en que pensamientos y sentimien­
tos se encuentran en su «situación natural» —la
invocación a la naturaleza como paradigma re­
gulador en sentido ilustrado aquí es clara—,
apunta a «la bonne sauvage», como hemos teni­
do ocasión de poner de manifiesto en otra par­
te al reconstruir la significativa versión pre-
rousseauniana del «estado de naturaleza» que se
encuentra en Poullain de la Barre.

La mujer es aquí analogado supremo de la


igualdad de un modo característico: en cuanto
portadora por excelencia del «bon sens» carte­
siano frente a esos «sabios de profesión: gentes
a quienes el estudio sólo ha servido para hacer
NANCY SPERO, «Gestures III», 1983

de su cabeza una fortaleza frente al buen senti­


do, donde la razón no puede penetrar sin hacer
brecha». No deberían parecerse a ellos esos se­
res razonables que son las mujeres, sino a la in­
versa: «no sería un gran bien para las mujeres
el ser cultas como los hombres. Por el contra­
rio... se las perjudicaría mucho dándoles los me­
dios para ello, pues perderían esas excelentes

21
cualidades que (se alude al primer libro de Pou- cia de conocer vos misma la indisposición en
llain, De l’Egalité) la primera parte les atribuye que es posible os encontréis, a fin de que poda­
para adquirir esa mente y ese aire de sabias que mos examinar conjuntamente los remedios que
describís en el mismo lugar». Las mujeres no de­ os sean más adecuados...». La idea socrática del
berían dedicarse «al estudio de las ciencias del saber como medicina del alma resuena aquí junto
modo en que se hace en nuestras Escuelas; pero con una invitación al sapere aude, la primera
si ellas se aplicaran siguiendo el método que se que oímos en la Modernidad, dirigida justamente
describe en la segunda parte del Libro..., encon­ a las eternas menores. Invitación que se une a
trarían allí su medida. Las ciencias serían para un programa metódico de reforma de la mente
ellas un ejercicio agradable y sencillo que, cul­ que lo es también de reforma social, a través del
tivando su espíritu sin alterar el cuerpo, las pon­ protagonismo emancipatorio de las mujeres. «Pa­
dría en situación de hacer valer en gran manera ra convenceros más, dirá Estesímaco a Eulalia,
su mérito». La unidad del método apunta a la pensad que los intereses de la verdad son inse­
unidad de la especie; como lo expresa Poullain, parables de los vuestros propios, y que al mismo
el título «Education des Dames» responde al he­ tiempo que sus armas os resultan necesarias pa­
cho de estar dedicado a las damas que quieran ra extender vuestro imperio, ella necesita de
dedicarse al estudio, «aunque no sean menos úti­ vuestros encantos [el encanto del «bon sens» don­
les para los hombres por la misma razón de que de éste aparece con menos interferencias, es de­
las obras dirigidas a los hombres sirven igualmen­ cir, en «la bonne sauvage»] para poder restablecer
te para las mujeres, pues no hay más que un mé­ el suyo». Para Poullain, la emancipación de las
todo para instruir a unos y a otras, siendo como mujeres ha de tener efectos notables de calidad
son de la misma especie». No sé bien hasta qué civilizatória— entendiendo por tal la regulación
punto la razón es mujer en Poullain, da hija pri­ normativa de la sociedad por el paradigma de
mogénita de la naturaleza» que «ilumina nues­ la naturaleza—. «¡Ah! ¡Qué gran servicio haríais
tras almas, las alegra y las fortalece» —aunque vos y vuestros semejantes a nuestros sabios! Dán­
coextensiva a la especie— por ser débil o es dé­ doles cabida en vuestros círculos..., quitándo­
bil por ser mujer; en cualquier caso, la debili­ les..., lo que tienen de duro y grosero, los pon­
dad no está connotada negativamente: «el acuer­ dríais en condiciones de ser bien recibidos en
do de varias personas sobre una misma cosa in­ sociedad.
dica tan sólo que ha sido aprobada, pero no que Obtendríais con ello un beneficio que no
sea verdadera»; por ello «no debemos juzgar de sabríais valorar lo bastante, ya que reconducien­
la oposición a una idea sino el hecho de que ha do al buen sentido a estos espíritus salvajes y bár­
sido combatida, no que sea errónea; que ha te­ baros que os evitan y os huyen, les obligaríais
nido la mala suerte de ser la más débil, no la a cambiar de sentimientos y a sentir admiración
peor». La fuerza está del lado del prejuicio, que por un sexo que han menospreciado durante tan­
tiene —a diferencia de lo que ocurrirá en el to tiempo. Tened valor, pues. Demostrad que
romanticismo— connotaciones masculinas: es tenéis un espíritu de hombre en un cuerpo de
«duro y grosero». Pero la debilidad de la razón mujer». «Despacio, terció Sofría, sonriendo, nos
no destina su causa al almacén de las causas per­ injuriáis tras habernos hecho justicia. Recordad
didas; la apuesta por la razón no es un querer que somos tan inteligentes como los hombres».
de las impotencias, pues ella podrá hacerse fuerte «Os pido perdón, prosiguió Estasímaco. El pre­
por el camino del auto-esclarecimiento que es juicio es tan fuerte que me he dejado arrastrar
el de su emancipación: siguiendo el método. Así, por él sin pensar. Responded, pues, a esta justa
dirá Estesímaco: «podéis considerar las ciencias igualdad, añadió, y demostrad que la verdad os
como semillas fecundas que fertilizan la mente es propia al mismo título que la virtud y la be­
o como remedios curativos que le devuelven la lleza. Confundid a la injusticia y a la ceguera
salud. Ello os debe hacer juzgar de la importan­ de los hombres, haciendo que por un ingenioso

22
giro el término afeminado que ha sido siempre
injurioso se convierta en un término honorífi­ CLARA CAMPOAMOR
co; que en lugar de lo que hasta ahora ha veni­
do sucediendo, que se haya creído hacer un
elogio a las mujeres diciéndoles que tienen una
inteligencia masculina, se alabe, por el contra­
rio, a los hombres al decirles que tienen la inte­
ligencia de una mujer. ¿No es ya suficiente con
EL VOTO
que la costumbre os haya sometido a los hom­
bres en lo que al cuerpo se refiere para que, ade­
FEMENINO
más, os sometáis también a ellos en lo que con­
cierne a la mente?». Lo que para Poullain desle­ y YO
gitima e irracionaliza la subordinación de la mu­
jer es la radical igualdad de todos los seres huma­
INTRODUCCION DE CONCHA FAGOAGA
nos en su sujeción a la falibilidad y al prejuicio:
Y PALOMA SAAVEDRA
no hay, así, razón suficiente, en sentido leibni-
ziano avant la lettre, para que nadie incline su
asentimiento ante nadie: «Para empezar por el
principio, reconoceréis imprudente dar nuestra
aprobación a lo que un hombre os dice, por la
simple razón de que lo afirma, ya que en esta
igualdad debemos creer a nosotros mismos tan­
to como a los demás. Si nos rendimos a alguien,
por la misma razón debería él rendirse a noso­
tros, y cada uno en particular a todos los demás
igualmente y cargarse con las opiniones y las su­ dad implica de este modo libertad. Pero, tam­
posiciones de todos sus semejantes, al no haber bién, libertad implica igualdad, ya que el bon
razón para preferir uno a otro». De este modo, sens, que se plasma en el ejercicio del método,
hay en Poullain de la Barre una relación pro­ es coextensivo a la especie. Así, dirá Poullain
fundamente orgánica entre libertad e igualdad: en De l’Excellence des hommes: «el amor a la
la igualdad de todos los hombres y mujeres de­ libertad lleva a la mayoría de los hombres a ha­
termina que yo no pueda ni deba guiarme más cer esfuerzos extraordinarios para disfrutar ple­
que por la libertad, entendida como capacidad namente de la igualdad natural que existe entre
autónoma de suspender el juicio en tanto que ellos». El que hombres y mujeres posean, en lo
no me aparezcan las ideas claras y distintas des­ concerniente a determinadas funciones, cuerpos
prendiendo una evidencia que no puede ser si­ distintos no debe ser obstáculo para el sentimien­
no mi evidencia. Soberanía de la facultad de to de la igualdad. Tienen en común —lo que
juzgar, en suma. Como lo dice el propio Pou­ para un cartesiano es indudable— «l’esprit». Y
llain en boca de Estesímaco: «No entiendo por aunque los cuerpos sean distintos, l’esprit está
[libertad de la mente] una libertad ciega y te­ unido al cuerpo correspondiente a cada uno de
meraria propia de los llamados libertinos, sino los sexos «de la misma manera» (frente a la tram­
una libertad juiciosa y esclarecida, fundada en pa de Rousseau para quien, en el libro V de El
el amor a la verdad, sin hallarse sujeta ni cons­ Emilio, tener un cuerpo sexuado solamente tie­
treñida por la prevención, el error, la ignoran­ ne consecuencias para la mujer, al decir del va­
cia y el escrúpulo». No deja de haber resonancias rón que habla como sujeto desde la posición del
en esta concepción de cuño tan cartesiano, de neutro. Para Poullain, «Dios une la mente al
la ideapaultina «la verdad os hará libres». Igual- cuerpo de la mujer, del mismo modo que al del

23
hombre, y los une por las mismas leyes. Los sen­
timientos, las pasiones y las voluntades realizan
y mantienen esta unión, y como la mente no
opera de un modo distinto en un sexo que en
el otro, es igualmente capaz de las mismas co­
sas» (De l’Egalité, p. 60). Por otra parte, Pou-
llain, en consonancia con su vocación de refor­
mador social —pues de «le sentiment de l’egali-
té» se desprende un programa igualitario de ac­
ceso de las mujeres a todos los empleos públicos
y a todos los cargos, desde el sacerdocio hasta
el generalato—, pragmatiza el «cogito» cartesia­
no: «J’agis, done je suis», desplazando y amplian­
do con ello el ámbito de la certeza a aquellas
cosas conemientes a la unión del alma y el cuer­
po que para Descartes, al quedar fuera del ám­
bito de inmanencia de «l’esprit», quedaban ex­
cluidas del ámbito de incidencia reformadora de
«la méthode». Los sentimientos morales, en es­
pecial, como lo hemos visto, «le sentiment de
l’égalité», cobran en este contexto un nuevo real­
ce y una función en un programa de reforma de
las costumbres que llega hasta el nivel que de
forma más radical configura las relaciones hu­
manas.
El feminismo es, pues, un producto tempra­
no de la Ilustración con respecto al cual se pro­
duce una curiosa —o no tan curiosa— amnesia
de los orígenes. Un siglo más tarde, la Revolu­
ción francesa dará traducción política precisa a
standars universalizadores como el buen senti­
do ilustrado y promoverá en su dinámica un nue­
vo sujeto social de vindicaciones que emergerá
en el espacio público... y al que se sumergirá de
nuevo en el espacio privado. El sentimiento de
la igualdad activó vigorosamente la irracionali­
zación de las bases del poder patriarcal por apro­
piación resignificativa por parte de las mujeres
de los mismos argumentos con que la razón ilus­
trada deslegitimaba los antiguos poderes cons­
tituidos. «Señores, dirá “la pauvre Javotte”...,
la Revolución no hizo nada por las pobres mu­
jeres...; la desigualdad de las ventajas perpetúa
a su costa la aristocracia masculina y... forzadas
a ver en vosotros al sexo privilegiado, se consi­
deran como el segundo estamento del Reino des­
NANCY SPERO, «Licit exp. series», 1974 de la abolición de los del Clero y la Nobleza».

24
Otras mujeres hablarán de sí mismas como «Ter­
cer Estado dentro del tercer Estado». Se trata de
voces de mujeres no precisamente ilustradas ni
i
con especial capacidad de abstracción: se limi­
tan a constatar cómo han movido ellos los lis­ A
tones y qué es lo que han dejado «en su sitio».
Lejos de asociarse con ideas abstractas ni pura­
mente formales, el sentimiento de igualdad se
carga de contenidos concretos, precisos y con­
trastables; se nutrirá de una experiencia real de
protagonismo que servirá de plataforma para una
nueva autoestima. Así, se podrá leer en el pe­
riódico femenino Etrennes Nacionales des Da-
mes: «... El 5 de octubre último, las parisinas
probaron a los hombres que eran por lo menos
tan valientes como ellos e igual de emprende­
doras. La historia y esta gran jomada me han
decidido a haceros una moción muy importan­
te para el honor de nuestro sexo. Volvamos a
poner a los hombres en cintura y no aceptemos
que con sus sistemas de igualdad y de libertad,
con sus declaraciones de derechos, nos dejen en
el estado de inferioridad, digamos la verdad, de
esclavitud en el que nos mantienen desde hace
tiempo». Desde esta nueva plataforma de auto-
conciencia, el sentimiento de igualdad se con­
cretará en sentimiento de agravio comparativo:
«Si encontráramos algunos maridos lo bastante
aristocráticos en sus hogares como para oponerse
a compartir los deberes y honores patrióticos que
reclamamos, nos serviremos contra ellos de las
armas que ellos han empleado con tanto éxito.
Yo les diría: «Habéis vencido al hacer conocer
al pueblo su fuerza, al preguntarle si veintitrés
millones cuatrocientas mil almas deberían estar
sometidas a las voluntades... de cien mil fami­
lias privilegiadas..., en esta masa enorme de opri­
midos ¿no eran la mitad al menos de sexo CD
CO
femenino?, ¿y esta mitad debe ser excluida, cuan­
do tienen los mismos méritos, del gobierno que E
o
o
hemos retirado a quienes abusaban de él?». «Di­ h-
O)
Ç
cen, leemos en otro de los Cahiers de Doléan- ‘c
c
ZJ
ces, que se trata de acordar la libertad de los cr

negros..., estas ventajas serán debidas a la filo­ O


cc
LLJ
sofía que ilustra a la nación, ¿será posible que Q_
C/D

permanezca muda a nuestro respecto?». Ahora


nuestro sentimiento se llama perplejidad.

25
Cuando las mujeres se sienten individuos, O: «... no basta con ser los iguales de los
irracionalizan el doble código de moralidad (por Grandes, hay que encontrar pan. (...) Mi padre,
éso, entre otras cosas, Hegel, en su tratamiento mi tío y mis hermanos fueron a pedir trabajo;
de «lo femenino» en la Fenomenología del Espí­ lo consiguieron con mucho esfuerzo. Mi madre,
ritu, tuvo buen cuidado de que Antigona no fue­ mi hermana y yo lo pedimos también; se nos dijo
ra un individuo): «En el hogar mismo probaréis que para las mujeres no había». (Es que es usted
a los infieles y a los ingratos que la mujer es igual una mujer desengañada). Cuenta Paule Marie
al hombre en derechos y también igual al hom­ Duhet en su libro Las Mujeres y la Revolución
bre en placeres». que, después de que los jacobinos ordenaran el
cierre de los clubs de mujeres y acabaran por pro­
Hasta aquí, el sentimiento de igualdad puede
hibirles el uso público de las escálpelas, dos mu­
todavía recibir un nombre honorable: sentimien­
jeres las pisotearon por la calle diciendo que para
to de agravio comparativo. Nombre que toda­
eso no había valido la pena hacer la Revolución
vía no tiene connotaciones peyorativas, es casi
ni haber matado a un rey. (Es que eran unas re­
aséptico, presentable en sociedad. Sólo que se
sentidas. Siempre las ha habido). En 1855, una
sitúa en un punto crítico a partir del cual los
sufragista americana, Lucy Stone, pronunciaba
que ponen nombres a las cosas empiezan a po­
el siguiente discurso: «El último orador se ha re­
nerlos tales que suenan mal. Nombres feos. Por
ferido a este movimiento como promovido por
ejemplo, sentimiento de desengaño. «Perdóna­
unas pocas mujeres desilusionadas. Desde los pri­
me ¡oh sexo mío! si he creído legítimo el yugo
meros recuerdos a que alcanza mi memoria, yo
en que vivimos desde hace tantos siglos. Yo es­
he sido una mujer desilusionada. Cuando con
taba persuadida de tu incapacidad y de tu debi­
mis hermanos yo trataba de averiguar los oríge­
lidad; sólo te creía capaz, en la fase inferior o
nes del conocimiento, se me reprendía dicién-
indigente, de hilar, de coser y de consagrarte a
dome: «ésto no es adecuado para ti; no es para
las ocupaciones económicas del hogar; y, en un
rango más distinguido, el canto, la danza, la mú­ mujeres». Después me encontré con que no exis­
sica y el juego me parecían debían ser tus ocu­ tía más que un colegio en el mundo en el que
paciones esenciales. Pero ¡cómo me desengañé se admitía a las mujeres, y éste estaba en el Bra­
cuando vi, con tanta sorpresa como admiración, sil..., cuando estaba preparada para irme, se abrió
en esa clase en la que... los hombres permiten uno en el joven Estado de Ohio —el primero
a las mujeres compartir sus trabajos, a unas la­ en los Estados Unidos en que los negros y las
brar la tierra, sujetar la reja del arado, conducir mujeres podían disfrutar de las mismas oportu­
la posta; a otras emprender largos y penosos via­ nidades educativas que los hombres blancos—.
jes, con motivos comerciales, bajo el tiempo más Me desilusioné de nuevo cuando llegó el mo­
inclemente!». mento de buscar una profesión digna de una al-

26
ma inmortal —todo tipo de trabajo me estaba
vedado excepto el de maestra, el de costurera
o el de ama de llaves—. En su educación, en el
matrimonio, en religión, en todo, lo que le es­
pera a la mujer es la desilusión. Y la principal
tarea de mi vida consistirá en hacer más profunda
la desilusión en el corazón de toda mujer hasta
que deje de ceder ante ella! «¡Vaya! Ahora se
llama amargura y, además, amargura que hace
proselitismo». Los hombres se pueden afear o
también volverse más sofisticados: inadaptación
al rol, dirá el funcionalismo; envidia del pene,
dirá el psicoanálisis, etc., etc. ¿Tiene ésto algo
que ver con el sentimiento de igualdad como
sentimiento moral? Quizás podemos aún vislum­
brar la potencia del referente en esta maniobra
anti-eufemística. Pues si el eufemismo transfi­
gura connotaciones para poder designar lo feo,
el antieufemismo las desfigura, como se hace con
el rostro del reo a quien se quiere condenar.

El feminismo como movimiento social, co­


mo experiencia emancipatoria, y la cultura fe­
minista que ha promovido, han educido, no ya
sentimientos morales inéditos, sino registros de
sensibilidad muy finos en zonas antes impermea­
bles. El rechazo indignado de la violencia y los
malos tratos a las mujeres, así como del acoso
sexual en el trabajo, por ejemplo, tienen como
su reverso el sentimiento de una plena humani­
zación de la experiencia sexual, ámbito al que Arriba:
La Alianza de las Muchachas Madrileñas.
se aplican exigencias de libertad e igualdad allá
Abajo:
donde no había, en lo concerniente al punto de Mujer votando.
vista de la mujer como sujeto, más que ceguera
(Fotografías de la 2? República, cortesía del Centro
axiológica. Esperemos que, progresivamente, lo­ de Documentación del Instituto de la Mujer, Madrid).
gren mayor permeabilidad social estos sentimien­
tos y vayan penetrando la propia piel de elefante
patriarcal de nuestra sociedad.!

27
OLIMPIA DE GOUGES:
DEL SUEÑO DEL PACTO
A LA GUILLOTINA

M.a Elena SIMÓN RODRÍGUEZ

... Augustos legisladores, ¿cargaréis de ca­


denas las manos que con tanto ardor os
ayudaron a construir el altar de la patria?
¿Haréis esclavas a aquellas que han con­
tribuido con celo a haceros libres?...
...los poderes del esposo y de la esposa de­
ben ser iguales e individuales... ¿No sería
injusto consagrar en el esposo toda la fa­
cilidad del vicio, mientras que a la espo­
sa, cuya existencia es frágil y sometida a
males sin fin, le tocaría en suerte toda la
dificultad de la virtud?
Etta PALM D’AELDERS. Junio, 1791

... Llegado ya es el momento en que las


mujeres salgan de la vergonzosa nulidad en
que la ignorancia, el orgullo y la injusti­
cia de los hombres las tienen sumidas des­
de antaño...
THÉROIGNE DE MÉRICOURT. 1792

... Pues no tengo derecho a controlar el


empleo de mi dinero, no quiero entregar­
lo. Si no tengo derechos, no tengo cargas.
—Todo francés es contribuyente —le res­
pondió el Prefecto del Sena.
... Puesto que Francés no significa Fran­
cesa ante el derecho, Francesa no signifi­
ca Francés ante el fisco. No voto, ¡pues no
pago!...
HUBERTINE AUCLERT. 1880

29
1. INTRODUCCIÓN

La iniciativa de este trabajo es como el pro­


ceso de una excavación arqueológica: se intuye
que hay restos materiales y estratos ocultos por
otras construcciones superpuestas que, probable­
mente nos impedirán la reconstrucción, aun im­
perfecta, de lo que fue. Pero nuestro interés es
tal que queremos escarbar no obstante y conta­
mos con un equipo, en el que cada quien cono­
ce a la perfección su tarea: alguien nos enseñó
a encontrar indicios por los alrededores y a dar­
les nombres técnicos y expresivos, alguien efec­
túa con la pala y el pico la tarea de despeje, un
equipo reconstruye con paciencia infinita los
utensilios y habitáculos, otras gentes describen
lo que están viendo y finalmente llega alguien
que se prenda de la obra y le hace una foto, que
guarda celosamente y desea mostrar al público
para dar a conocer el descubrimiento. Seguirán
otras gentes incorporando los nuevos datos y ha­
ciendo cambiar las bases de aquella ciencia que
se creía acabada.

Mi múltiple condición de profesora de fran­


cés e historia, pensadora feminista, mujer curiosa
y crítica, devota practicante de los principios de
Pág. siguiente:
progreso e igualdad y aficionada a las artes de Las «Damas de Orleans» desfilan en buen orden, flor en el som­
brero y fusil al hombro. Mezcla calculada de atributos y funciones
la comunicación, me ha impelido a hacer la fo­ en el espacio ordenado de las fiestas en 1793 (París, Biblioteca
to de esta excavación que ahora os muestro Nacional).

y en la que quiero reconocer a las múltiples


trabajadoras que hicieron posible su alumbra­
miento. sijas y levantaron los muros básicos de un habi­
táculo antes oculto. «1789-1793. La voz de las
Celia AMORÓS y Amparo MORENO: pu­
mujeres en la Revolución Francesa» (BELIN-
sieron nombre a los indicios sospechosos. «Crí­ CHÓN y ALONSO). Las modernas teorías de
tica de la razón patriarcal», «Los iguales y las
la negociación empresarial desvelaron los com­
idénticas» (Celia AMORÓS). «El arquetipo vi­
ponentes... Y... ésta que les habla queda pren­
ril, protagonista de la historia» (Amparo MO­
dada de la belleza de la escena y se decide a
RENO).
iluminarla, para hacer una foto sugerente en to­
Paule-Marie DUHET y Benoîte GROULT: dos sus contrastes de luces y sombras...
con su pico y pala, nos sacaron a la luz los do­
Esperamos que alguien nos suceda y vaya in­
cumentos, clasificados e interpretados. «1789.
corporando el invento reproduciéndolo y demo­
Cahiers de doléances des femmes et autres tex­
cratizándolo, para que invada textos y manuales
tes» (Paule-Marie DUHET). «Olympe de GOU­
que presenten, con las nuevas aportaciones, una
GES. Oeuvres» (Benoîte GROULT).
visión más completa —y más científica— de los
Mila BELINCHÓN e Isabel ALONSO: re­ hechos ocurridos y de sus consecuencias, pues
construyeron las piezas dispersas de hermosas va- la CIENCIA NO ESTÁ ACABADA.

30
2. DEL SUEÑO DEL PACTO A to y universal, a lo relativo y restringido, abrió
LA GUILLOTINA un nuevo camino de interpretación de los siste­
mas democráticos actuales.
Quisiera, con estas reflexiones, poner al al­
cance de muchas más manos una serie de docu­ Al igual que hemos asistido a la orientación
mentos y apreciaciones que nos den ciertas bases crítica de algunos pensadores respecto a la uni­
para un análisis de los principios de la moderni­ versalidad y a la evidencia de que la burguesía
dad que rigen todavía nuestras mentes y nues­ no trabajó los principios revolucionarios e ilus­
tros sistemas sociopolíticos, si por nuestros en­ trados sino en su propio beneficio, y para con­
tendemos los de Occidente. Porque es bien cierto seguir relevar a los notables del Antiguo Régi­
que con el desconocimiento de los hechos só­ men, sin que el sentido de fraternidad o justicia
lo llegamos a interpretaciones parciales y ses­ pudiera matizar sus logros y ampliarlos a otras
gadas. clases sociales, del mismo modo tenemos que evi­
denciar que esa burguesía representaba una vez
1989 fue pródigo en conmemoraciones en más el arquetipo viril: para abrirse camino tuvo
el país vecino y en casi todos los foros europeos que empujar al enemigo visible del pasado y tu­
de la Historia y de la Cultura. Y, con ello, se vo que ahogar a los potenciales adversarios que
han realizado estudios y exposiciones, encuen­ emergían: las mujeres y disidentes de su propia
tros y debates sobre la Revolución Francesa y clase, los campesinos y obreros todos y todas,
su legado, y, afortunadamente, se ha posibilita­ los negros y negras, y otros pueblos a los que ten­
do la rehabilitación de algunos personajes rele­ drían que someter con las viejas armas que co­
gados o incluso vituperados en otras celebracio­ nocían, heredadas de sus predecesores los no­
nes de la efemérides (piénsese, por ejemplo en bles: las de la expansión territorial imperialista,
Condorcet, que fue, por cierto, el único femi­ y las del reparto patrimonial. Armas androcén-
nista de la Revolución al reclamar para las mu­ tricas donde las haya y patriarcales por antono­
jeres la admisión a los derechos de ciudadanía). masia.
La puesta en cuestión de los principios de Los principios de la Ilustración no habían
igualdad y libertad, en el tránsito de lo absolu­ logrado socavar las mentes hasta extremos re-
volucionarios en verdad. Los pactos entre igua­ audaz, no pudo insertar toda la potencialidad de
les fueron tan reducidos que, cuando algunas vo­ sus propuestas políticas en el seno del foro don­
ces se alzaron abogando por la puesta en marcha de se estaban jugando los destinos de Europa,
de propuestas arriesgadas y radicales, se las si­ aun sin saberlo.
lenció con métodos que contradecían vivamente
las bases ideológicas de la propia Revolución, Su lógica aplastante y su visión de futuro
y que de hecho, pusieron en marcha una con­ la impulsaron a hacer un llamamiento continuo
trarrevolución: al buen sentido de los legisladores y gobernan­
tes, con la esperanza de que su espíritu genero­
1?) Contra la igualdad: se pudo haber da­
do un pacto interclasista e interracista. Traspa­ so acogiera e incorporara sus propuestas.
sar el ámbito ilustrado-burgués-europeo. Acoger Acusada de mujer mundana, «femme galan­
a todas y todos para quienes la Revolución po­
te», bacante enloquecida, monstruo impúdico,
dría haber resultado rentable. Pero el relevo en
neurótica e histérica revolucionaria, fue casti­
el poder no hacía sino vaciar de contenido los
gada por la revolución por su audacia, moder­
conceptos cuando se empezaban a llevar a la
nidad e imaginación. Lo que ella vio como ya
práctica.
en su tiempo no lo hemos tenido las demás si­
2?) Contra la libertad: las sucesivas etapas no un siglo y medio después, en los casos afor­
del proceso revolucionario son un paradigma pa­
tunados.
ra evidenciar el enterramiento de este sagrado
principio: Libertad, sólo para quienes se adscri­ No pudo pactar. Ni tan siquiera discutir sus
bieron a la tribuna en nombre de la Soberanía propuestas. Su empeño no cejó usando de to­
de la Nación. dos los medios de difusión a su alcance: repre­
3?) Lo conseguido no fue universalizable. sentaciones teatrales, panfletos, carteles en los
La apropiación de los nuevos privilegios sólo al­ muros, ediciones de documentos que hacía lle­
canzaba a los que podían usar el uniforme pro­ gar a los personajes más diversos y significados,
tocolario de la Asamblea Nacional. No tendrían desde los Diputados hasta la Reina. ¡Cómo hu­
cabida en ella ni los sans-culottes ni los corsés, biera podido hacerlo situada como estaba en una
ni los taparrabos de indígenas y esclavos de ul­ profunda brecha que aún estaba abierta! Todas
tramar, ni, por supuesto, las levitas y pelucas de las virtudes que se hubieran elogiado en un va­
los notables. La bandera tricolor no representó rón público las poseía ella: orgullo e impudor,
más que un tono —el de la sangre— que se im­ inteligencia, obstinación, capacidad de seduc­
ponía a los demás, anegando su resurgir. Con­ ción, ambición, audacia, heroicidad, espíritu
tra la fraternidad. creativo, vocación de popularidad, y todos los
En este concierto discordante y frustrado, defectos —los mismos— que se fustigaban e in­
las mujeres pudieron haberse significado con el tentaban ahogar en una mujer. No era apropia­
rango que, como grupo, les debería haber corres­ da a su condición y por el mero hecho de su sexo,
pondido —como apuntó Michelet en el siglo se le impidió sentarse a la mesa y subir a la tri­
siguiente—, en el proceso de cambio acelerado. buna. Y, para quitarse de encima la molesta pi­
cadura de este insecto libador, se inventaron
• Olimpia de Gouges todo tipo de argumentos, y entre ellos, los más
Olimpia de GOUGES, hija no reconocida contundentes para invalidar sus iniciativas crea­
de un noble, hombre de letras, nacida en el se­ doras: lo sellos de loca y mundana. Con locas
no de una familia de carniceros de Occitania, y putas no se pacta, ni con sumisas y decentes
analfabeta, indómita, bella, libre, madre y viu­ tampoco; no se pacta más que entre iguales; no
da adolescente, mezcla de orgullo e ingenuidad, se pacta por ser mujer; se silencia, se niega, se
abolicionista, dramaturga, pactista, feminista y ataca, se prohíbe, se ridiculiza, se condena.

32
Y, sin embargo, mirando sus escritos, senti­ mana», OLIMPIA DE GOUGES; nacida en
mos cómo lo que para ella era la base de la igual­ Montauban Marie Gouze, y guillotinada a los
dad, lo concebía en forma de actos políticos: su cuarenta y cinco años el 3 de noviembre de 1793,
Declaración de los Derechos de la Mujer y de por orden de Robespierre, contra quien arreme­
la Ciudadana, la propuesta de contrato social sus­ tiste sin piedad.
titutorio del matrimonio, la reivindicación de
Vuelve y pica con tu aguijón de avispa in­
paternidad para los hijos ilegítimos, la petición
discreta, y revolotea molestona por comités y
de divorcio, el reconocimiento de los negros co­
Consejos de Ministros, por Asambleas Legisla­
mo seres humanos, las medidas para socorrer a
tivas y Concejos Municipales, e inspira con tu
los desdichados parados o enfermos, la creación
veneno picante y con tus colores seductores, y
de un hospital de maternidad, en el que todo
respóndeles siempre que puedas como a aquel
el lujo fuera la limpieza, la implantación de un
insensato que se jactaba de haberse beneficiado
impuesto sobre el lujo, la dignificación a través
de tus favores sin conocerte:
de la educación, el derecho de asociación y ma­
nifestación pública, la libertad de expresión, la ... Señor, he escuchado vuestros necios
abolición de la pena de muerte, todos los avan­ propósitos con la calma de un filósofo,
ces que los Estados de Bienestar han asumido el valor de un hombre y el ojo de un ob­
sin las mujeres, haciendo gala de los trasnocha­ servador. ¡Aprovechadla lección que os
dos principios del Despotismo Ilustrado, en pleno doy: Normalmente se encuentran hom­
siglo XX! bres de vuestra especie, pero sabed que
hacen falta siglos para hacer mujeres de
¿Ilustración? ¿Revolución? ¿Democracia?...
mi temple...
¿Para quiénes y por quiénes?... Desgraciadamente
las respuestas tuvieron y aún tienen una morfe­
ma de género masculino. La prohibición de vo­
to, asociación y acceso a la Universidad volvie­
ron a las mujeres a sus hogares y las convirtie­
ron durante más de un siglo todavía en damas
victorianas, obreras alienadas por la doble jor­
nada o enfermeras de soldados. Ni la Libertad,
ni la Igualdad ni la Fraternidad alcanzaron a la
otra mitad, sino con la nueva Declaración de
los Derechos Humanos de 1948, promulgada por
la ONU, y que aún suena innovadora para mu­
chos estados.

Aún hoy se habla tímida y jocosamente de


la «cuota» y se sonríen removiendó sus traseros
los varones que no tienen el suficiente sentido
común como para abolir y perseguir los privile­
gios derivados de los pactos patriarcales de los
iguales contra las idénticas que irrumpen, mo­
lestan y ocupan tribunas, tribunales y cátedras,
para neutralizar el derecho a subir al cadalso, que
es el único del que Olimpia de Gouges pudo dis­
frutar.

Nuestro agradecimiento y mi propuesta de


que se te nombre «Matrona de la Condición Hu­ Françaises devenues libres

33
DOCUMENTO I sistencia de que es capaz. Esta obra no
DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS es el trabajo de un día, por desgracia pa­
DE LA MUJER ra el nuevo Régimen. Esta Revolución
Y DE LA CIUDADANA no se realizará más que en el momento
en que todas las mujeres se den cuenta
Dedicada a la Reina (1791) de su deplorable destino y de los derechos
que han perdido en la sociedad. Apoyad,
SEÑORA: Señora, una causa tan hermosa, defen­
ded a este sexo desdichado y tendréis
Poco hecha al lenguaje que se emplea con pronto de vuestra parte a una mitad del
los Reyes, no utilizaré ninguna adulación reino y el tercio, al menos, de la otra.
de cortesanos para haceros un homena­
Aquí tenéis, Señora, aquí tenéis las ha­
je con esta singular producción. Mi ob­
jetivo, Señora, es hablaros con franqueza; zañas en que debéis empeñaros y a las que
debéis aplicar vuestro prestigio. Creed­
no he esperado, para expresarme de este
me, Señora, nuestra vida es muy poca co­
modo, a la época de la Libertad: me he
sa, especialmente para una Reina, cuando
manifestado con la misma energía en
unos tiempos en que la ceguera de los
no está embellecida por el amor de los
pueblos y por los encantos eternos de las
Déspotas castigaba una tan noble audacia.
buenas acciones.
Cuando todo el Imperio os acusaba y os
Estos son, Señora, mis principios. Ha­
hacía responsable de sus calamidades,
blándoos de mi patria, pierdo de vista el
únicamente yo, en un tiempo de turba­
objeto de esta dedicatoria. Y es así como
ción y tempestad, tuve el atrevimiento
todo buen ciudadano sacrifica su gloria,
de defenderos; nunca estuve convenci­
da de que una Princesa, educada en el sus intereses, si no tiene como objetivo
más que los de su país.
seno de la grandeza, tuviera todos los vi­
cios de la bajeza. Con el más profundo respeto,

No incumbe, sino a la que el azar elevó Señora,


a un lugar eminente, el dar importancia Soy vuestra muy-humilde y muy-obe-
al surgimiento de los Derechos de la Mu­ diente servidora,
jer y acelerar así su triunfo. Si fuérais me­
DE GOUGES
nos instruida, Señora, podría yo temer
que vuestros intereses particulares prima­
ran sobre los de vuestro sexo. Amáis la
gloria: Pensad, Señora, que los grandes
crímenes se inmortalizan al igual que las
grandes virtudes; pero, ¡qué diferencia de
celebridad en los fastos de la historia! És­
tas son tomadas sin tregua como ejem­
plo y los otros son eternamente horror
para el género humano.

No se os tomará jamás como crimen el


trabajarpor la restauración de las costum­
bres, para dar a vuestro sexo toda la con­

34
DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS las únicas causas de la desgracia pública
DE LA MUJER y de la corrupción de los gobiernos, re­
Y DE LA CIUDADANA suelven exponer en declaración solem­
ne, los derechos naturales inalienables y
A decretar por la Asamblea Nacional en
sagrados de la mujer, con el fin de que
sus últimas sesiones o en la de la próxi­
esta declaración constantemente presen­
ma legislatura.
tada ante todos los miembros del cuerpo
social, les recuerde sin tregua sus dere­
P REÁ M B U L O
chos y sus deberes, con el fin de que los
Hombre, ¿eres capaz de ser justo.'’ Es una actos de poder de las mujeres y los de po­
mujer quien te hace esta pregunta. Al der de los hombres, siendo susceptibles
menos no le negarás este derecho. ¿Di- de comparación a cada instante con la
me!¿Quién te dio el soberano imperio finalidad de toda institución política,
para oprimir a mi sexo!, ¿tu fuerza!, ¿tu sean más respetados, con el fin de que
talento! Observa al creador en su sabi­ las reclamaciones de las ciudadanas, fun­
duría; recorre la naturaleza en todo su es­ dadas en lo sucesivo en principios sim­
plendor, a la que parece deseas aproxi­ ples e incontrovertibles, tiendan siempre
marte, y dame, si te atreves, algún ejem­ al mantenimiento de la constitución, de
plo de este imperio tiránico. las buenas costumbres y a la felicidad de
Remóntate hasta los animales, consulta todos.
a los elementos, estudia los vegetales, Por consiguiente, el sexo superior tanto
echa un vistazo a todas las modificacio­ en belleza como en entereza por los su­
nes de la materia organizada y ríndete a frimientos de la maternidad, reconoce y
la evidencia cuando yo te dé las armas; declara, en presencia y bajo los auspicios
busca, indaga y distingue, si puedes, los del Ser Supremo, los
sexos en el gobierno de la naturaleza. En
DERECHOS SIGUIENTES
todo lugar los hallarás fundidos, en todo
DE LA MUJER
lugar cooperan como un conjunto armo­
Y DE LA CIUDADANA:
nioso para esta obra maestra inmortal.

Sólo el hombre se ha manifestado como


principio de esta excepción. Extraño, cie­
go, empedernido de ciencias y degene­
rado en este siglo de las luces y de la
sagacidad, en la más crasa ignorancia,
quiere mandar como déspota sobre un se­
xo que recibió todas las facultades inte­
lectuales; que pretende gozar de la revo­
lución y reclamar sus derechos de igual­
dad, por no entrar en detalles.

Las madres, las hijas, las hermanas, re­


presentantes de la Nación, piden cons­
tituirse en Asamblea Nacional. Conside­
rando que la ignorancia, el olvido o me­
nosprecio de los derechos de la mujer son

35
DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS
Artículo

DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO DELA MUJER Y DE LA CIUDADANA


(1789, Lafayette) (1791, Gouges)

I Los hombres nacen y continúan siendo libres e igua­ La mujer nace libre y es igual al hombre en derechos.
les en derechos, las diferencias sociales no pueden Las diferencias sociales no pueden fundarse sino en
fundarse sino en el bien común. el bien común.

II La finalidad de toda asociación política es la conser­ La finalidad de toda asociación política es la conser­
vación de los derechos naturales e inalienables del vación de los derechos naturales e inalienables de la
hombre: estos derechos son la libertad, la propiedad, Mujer y del Hombre: estos derechos son la libertad,
la seguridad y la resistencia ante la opresión. la propiedad, la seguridad y, sobre todo, la resisten­
cia ante la opresión.

III El principio de toda soberanía reside esencialmente El principio de toda soberanía reside esencialmente
en la Nación: ninguna corporación, ningún indivi­ en la Nación, que no es sino la reunión de la Mujer
duo puede ejercer autoridad alguna que no emane ex­ y el Hombre: ninguna corporación, ningún indivi­
presamente de ella. duo puede ejercer autoridad alguna que no emane ex­
presamente de ella.

IV La libertad consiste en poder hacer todo lo que no La libertad y la justicia consisten en restituir todo lo
perjudique a los demás. De este modo el ejercicio de que pertenece a los demás: de este modo el ejercicio
los derechos naturales de cada hombre no tiene más de los derechos naturales de la mujer no tiene más
límites que los que aseguren a otros miembros de la límites que la perpetua tiranía a que el hombre la so­
sociedad el disfrute de esos mismos derechos. Estos mete; estos límites deben ser reformados por las le­
límites no pueden ser determinados más que por la yes de la naturaleza y de la razón.
ley.

V La ley no puede prohibir más que las acciones noci­ Las leyes de la naturaleza y de la razón prohíben to­
vas para la sociedad. Todo lo que no está prohibido das las acciones nocivas para la sociedad: todo lo que
por la ley no puede ser impedido y nadie puede ser no esté prohibido por estas leyes, justas y divinas, no
obligado a hacer lo que ésta no prescriba. puede ser impedido y nadie puede ser obligado a ha­
cer lo que ellas no prescriben.

VI La ley es la expresión de la voluntad general; todos La Ley debe ser la expresión de la voluntad general;
los ciudadanos tienen derecho a contribuir personal­ todas las Ciudadanas y Ciudadanos deben contribuir
mente o por medio de sus representantes, a su for­ personalmente o por medio de sus representantes,
mación; debe ser ésta la misma para todos, tanto para a su formación; debe ser ésta la misma para todos:
proteger como para castigar, siendo todos los ciuda­ todas las ciudadanas y todos los ciudadanos, siendo
danos iguales ante sus ojos, son asimismo aptos para iguales ante sus ojos, deben ser igualmente aptos pa­
todas las dignidades, puestos y empleos públicos, se­ ra todas las dignidades, puestos y empleos públicos,
gún su capacidad y sin otra diferencia que la de sus según sus capacidades, y sin otra diferencia que la de
virtudes y talentos. sus virtudes y talentos.

VII Ningún hombre puede ser acusado, detenido ni arres­ Ninguna mujer será exonerada; será acusada, dete­
tado más que en los casos determinados por la ley, y nida y arrestada en los casos previstos por la ley. Las
según las formas que ella prescriba. Los que soliciten, mujeres obedecerán como los hombres a esta riguro­
despachen, ejecuten o hagan ejecutar órdenes arbitra­ sa ley.
rias, deben ser castigados; todo ciudadano citado o
apresado por la ley debe empero obedecer al instante.
La resistencia le convierte en culpable.

36
VIII La ley no debe establecer más penas que las estricta La ley no debe establecer más más penas que las es­
y evidentemente necesarias, y nadie puede ser casti- tricta y evidentemente necesarias y nadie puede ser
gado sino en virtud de una ley establecida y promul­ castigado más que en virtud de una ley establecida
gada con anterioridad al delito y aplicada con ga­ y promulgada con anterioridad al delito y aplicada
rantías legales. a las mujeres con garantías legales.
IX Como se presume inocencia en todo hombre hasta Sobre toda mujer que fuera declarada culpable, cae­
que se le declare culpable, si se juzga necesario el de­ rá todo el peso de la ley.
tenerlo, se deberá severamente reprimir todo rigor in­
necesario para la retención de esa persona.
X Nadie debe ser molestado por sus opiniones, incluso Nadie debe ser molestado por sus opiniones, incluso
religiosas, siempre que su manifestación no perturbe fundamentales; la mujer tiene derecho a subir al ca­
el orden público establecido por la ley. dalso; debe tener igualmente el de subir a la tribuna
siempre que sus manifestaciones no perturben el or­
den público establecido por la ley.
XI La libre comunicación de los pensamientos y opinio­ La libre comunicación de los pensamientos y opinio­
nes es uno de los derechos más preciados del hom­ nes es uno de los derechos más preciados de la mu­
bre, por tanto todo ciudadano puede hablar, escribir, jer, puesto que esta libertad garantiza la legitimidad
imprimir libremente, salvo en los casos en que tenga de los padres con respecto a sus hijos. Así que toda
que responder del abuso de esta libertad, casos de­ ciudadana pueda decir libremente: soy madre de un
terminados por ley. hijo que os pertenece, sin que un prejuicio bárbaro
la fuerce a disimular la verdad; salvo en los casos en
que tenga que responder del abuso de esta libertad,
casos determinados por ley.

XII La garantía de los derechos del hombre y del ciuda­ La garantía de los derechos de la mujer y de la ciuda­
dano necesita de una fuerza pública; se instaura esta dana necesita de un bien mayor; esta garantía debe
fuerza en beneficio de todos y no para utilidad parti­ instaurarse en beneficio de todas y no para utilidad
cular de aquellos a quienes se confíe. particular de aquellas a quienes se confíe.

XIII Es indispensable una contribución común para el sos­ Para el sostenimiento de la fuerza pública y para los
tenimiento de la fuerza pública y para los gastos de gastos de administración, las contribuciones del hom­
administración, que debe ser repartida equitativamen­ bre y de la mujer son iguales; ella participa en todas
te entre todos los ciudadanos en base a sus posibi­ las cargas y en todas las tareas penosas; debe, pues,
lidades. tener derecho a participar en el reparto de puestos,
empleos, dignidades e industria.

XIV Los ciudadanos tienen derecho a controlar por ellos Las Ciudadanas y Ciudadanos tienen derecho a con­
mismos o por medio de sus representantes la necesi­ trolar por ellos mismos o por medio de sus represen­
dad de la contribución pública, a aceptarla libremen­ tantes, la necesidad de la contribución pública. Las
te, a controlar su empleo y a determinar la cuota, el Ciudadanas no pueden aceptarla más que a partir de
asiento, la recaudación y el plazo. un reparto igualitario, no sólo de la fortuna, sino de
la administración pública y tienen derecho a estable­
cer la cuota, el asiento, la recaudación y el plazo del
impuesto.

XV La sociedad tiene derecho a pedir cuentas a todo La masa de las mujeres, coaligada para la contribu­
agente público de su administración. ción a la de los hombres, tiene derecho a pedir cuen­
tas, a todo agente público, de su administración.

XVI Toda sociedad en que no se garanticen los derechos Toda sociedad en que no se garanticen los derechos
ni se determine la separación de los poderes, no tie­ ni se determine la separación de los poderes, no tie­
ne constitución. ne constitución; la constitución es nula, si la mayo­
ría de los individuos que componen la Nación no ha
contribuido a su redacción.

XVII Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagra­ Las propiedades son de todos los sexos, unidos o se­
do, nadie puede ser privado de ella, sino en el caso parados; son para cada uno un derecho inviolable y
de que el bien común, comprobado fehacientemen­ sagrado; nadie puede ser privado de ellas, como verda­
te, lo exija, con la condición de una previa y justa dero patrimonio de la naturaleza que son, sino por­
indemnización. que la necesidadpública, legalmente comprobada, lo
exija fehacientemente, con la condición de una pre­
via y justa indemnización.

37
POSTÁ M B UL O Cualesquiera que sean las barreras que se
os opongan, en vuestra mano está el za­
¡Mujer, despierta! el resonar de la razón
faros de ella. No tenéis más que desearlo.
se deja oír por todo el universo; recono­
ce tus derechos. Ya no está el poderoso Pasemos ahora al horrendo cuadro de lo
imperio de la Naturaleza rodeado de pre­ que habéis sido en la sociedad, y, puesto
juicios, de fanatismo, de superstición y que en este momento se habla de una
de mentiras. La antorcha de la verdad ha educación nacional, veamos si nuestros
disipado todas las nubes de la necedad y sabios Legisladores piensan sanamente en
de la usurpación. El hombre esclavo ha la educación de la mujer.
multiplicado sus fuerzas necesitando re­ Las mujeres han hecho más mal que bien.
currir a las tuyas para quebrar sus cade­ Su bagaje fue la intriga y el disimulo. Lo
nas. Una vez libre, se tomó injusto contra que la fuerza les había arrebatado, la as­
su compañera. ¡Oh, mujeres! ¡Mujeres!, tucia se lo devolvió. Echaron mano de
¿cuándo dejaréis de estar ciegas!¿Cuáles todos los mecanismos de sus encantos y
son las ventajas que habéis obtenido de ni el más irreprochable se les resistía. El
la revolución! Un desprecio más profun­ veneno, el puñal, todo les obedecía; go­
do, un desdeño más señalado si cabe. En bernaban tanto el crimen como la virtud.
los siglos de corrupción no reinasteis más El gobierno francés, ante todo, dependió
que sobre la debilidad de los hombres. durante siglos de la administración noc­
Vuestro imperio está destruido. ¿Qué os turna de las mujeres; la alcoba no tenía
queda, pues!La convicción de las injus­ ningún secreto para su indiscreción; em­
ticias del hombre. La reclamación de bajada, comandancia, ministerio, presi­
vuestro patrimonio fundada sobre los sa­ dencia, pontificado, cardenalato, en fin,
bios mandatos de la naturaleza. ¿Qué ten­ todo lo que caracteriza la estupidez de los
dríais que temer por una empresa tan hombres, profano y sagrado, todo se so­
hermosa! ¿El buen consejo del Legisla­ metió a la codicia y a la ambición de es­
dor de las Bodas de Cana!¿Teméis que te sexo en otros tiempos despreciable y
nuestros Legisladores franceses, correcto­ respetado y desde la Revolución respe­
res de esta moral, largo tiempo pendida table y despreciado.
de las ramas de la política y que ya no En este ejemplo de antítesis, ¡cuántas pre­
está en boga empero, os repitan: muje­ cisiones no debería hacer! No tengo más
res, ¿qué hay de común entre vosotras y que un momento para hacerlas, pero es­
nosotros! Todo, tendríais que decir. Si te momento llamará la atención de la
ellos se obstinaran, por su debilidad, en posteridad más remota. Bajo el Antiguo
poner esta inconsecuencia en contradic­ Régimen, todo estaba viciado, todo era
ción con sus principios, oponed valien­ culpable, pero ¿no se podía atisbar la me­
temente la fuerza de la razón a las vanas jora de las cosas en la sustancia misma
pretensiones de superioridad; reunios bajo de los vicios! Una mujer no tenía nece­
los estandartes de la filosofía; desplegad sidad más que de ser bella o amable; cuan­
toda la energía de vuestro carácter y ve­ do poseía estas dos ventajas, veía caer
réis pronto a estos presumidos, nuestros cien fortunas a sus pies. Si no sacaba par­
serviles adoradores arrastrándose a vues­ tido de ello es que tenía un carácter ra­
tros pies, pero orgullosos de compartir con ro, o una filosofía poco común que la
vosotras los tesoros del Ser Supremo. llevaba al menosprecio de las riquezas; en­

38
ronces, se la consideraba como una in- La pobreza y el oprobio. Si no destaca pre­
sensata. La más indecente se hacía de res- cisamente en música o en pintura, no se
petar con el oro. El comercio de mujeres la podrá admitir para ninguna función pú­
era una especie de industria aprobada en blica, aun teniendo para ello toda la ca­
un primer nivel, que, en adelante no ten­ pacidad. No quiero más que esbozar las
drá ya crédito... Si aún lo tuviera, la re­ cuestiones, pero profundizaré en ellas en
volución estaría perdida y con nuevas la nueva edición corregida de todas mis
relaciones empero, continuaríamos estan­ obras políticas que me propongo ofrecer
do corrompidos. Sin embargo, ¿la razón al público, dentro de unos días.
se puede disfrazar hasta el punto de que Vuelvo a mi texto sobre las costumbres.
cualquier otro camino a la fortuna esté El matrimonio es la tumba de la confianza
cerrado para la mujer que el hombre com­ y del amor. La mujer casada puede im­
pra, como a esclava en las costas de Afri­ punemente dar bastardos a su marido y
ca! La diferencia es grande, ya se sabe. la fortuna que no les pertenece. La que
La esclava suplica al amo; pero si el amo no lo está no tiene más que un mínimo
le da la libertad sin recompensa alguna derecho: las leyes antiguas e inhumanas
y a una edad en que la esclava ha perdi­ le negaban este derecho sobre el apelli­
do todos sus encantos, ¿qué será de esta do y sobre los bienes de su padre a los
desdichada! Juguete del desprecio será, hijos, y no se han hecho nuevas leyes so­
las mismísimas puertas de la beneficen­ bre esta materia. Si intentar dar a mi se­
cia se le cerrarán. Ya es pobre y vieja, se xo una honorable consistencia y justa a
dirá, ¿por qué no supo hacer fortuna! un tiempo se considera ahora mismo co­
Otros ejemplos aún más impresionantes mo una paradoja por mi parte y como un
se presentan a la razón. Una joven sin intento de lo imposible, dejo a los hom­
experiencia, seducida por un hombre al bres del futuro la gloria de tratar esta ma­
que ella ama, abandonará a sus padres pa­ teria, pero entretanto se podría preparar
ra seguirlo; en pocos años el ingrato la por medio de la educación nacional, la
dejará y cuanto más haya envejecido con regeneración de las costumbres y los con­
él, más inhumana resultará su inconstan­ tratos conyugales.
cia. Aunque tenga hijos, él la abandonará
igualmente. Si él fuera rico, se creería dis­
pensado de compartir su fortuna con sus La única palabra que cambió en el Artícu­
nobles víctimas. Si algún compromiso le lo I de la Declaración de los Derechos del Hom­
liga a sus deberes, violará su poder espe­ bre: «Todas las MUJERES nacen libres e iguales
rándolo todo de las leyes. Si está casado, en derechos», esta única palabra, era un desafío
cualquier otro compromiso perderá sus lanzado a los hombres. Procedía de una idea tan
derechos. ¡Qué leyes quedan aún por ha­ distorsionante, tan innovadora, tan revolucio­
cer para lograr extirpar el vicio de raíz! naria en suma, que amenazaba el equilibrio de
La de la separación de fortunas entre el la familia y de la sociedad. Justificaba a los ojos
hombre y la mujer y la de la administra­ de la mayoría de sus contemporáneos el que
ción pública. Se concibe fácilmente que Olimpia fuera condenada al ridículo, a la vio­
la que nació de familia rica, gane mucho lencia y, en último extremo, a la muerte y que
con la separación de bienes. Pero para la dejara para la posteridad la memoria de una irres­
que nace de una familia pobre, aun con ponsable.
mérito y con virtudes, ¿cuál es su parte! (De la Introducción de Benoîte
Groult en «Olympe de Gouges. Oeuvres», op. cit.)
ALBERT MORROW, «The new woman», 1897
EL TEATRO FEMINISTA:
LA BÚSQUEDA
DEL YO PERDIDO

Victoria GUILLÉN NIETO

Recuerda, hubo un tiempo en que no eras


esclava. Recuerda que podías caminar so­
la, reír con júbilo, y bañar, libre, tu cuer­
po desnudo. Dices que se han borrado
todos tus recuerdos. Dices que no hay pa­
labras para describir este tiempo, dices
que no existe. Sin embargo, recuerda.
Haz un esfuerzo por recordar. O, si te fa­
lla la memoria, invéntalo». (Traducción
del texto de Monique Witting, «Les Gue-
rilléres». New York: Avon, 1971).
INTRODUCCIÓN destacan: la debilidad de la voz femenina; la in­
capacidad para leer textos; la falta de formación;
Sabemos que en una sociedad, tan liberada
y el peligro que corrían los teatros si permitían
y moderna, como la nuestra todavía sigue sin
la participación de actrices, ya que al ser consi­
resolverse el drama de la mujer que, a las puer­
deradas éstas como «mujeres de vida alegre», se
tas del siglo XIX, continúa sufriendo la discri­
pensaba que convertirían el espacio escénico en
minación y la violencia; el drama de la mujer
un centro de perversión. Así papeles femeninos
que, embarcada en su odisea personal, busca
como la Julieta o la Cleopatra de Shakespeare
errante el Yo perdido, un Yo que le fue negado
fueron representados en su día por jóvenes de
en el paraíso o que, acaso, perdió entre las pági­
aspecto andrógino.
nas de la historia.
Hoy en día las mujeres pueden ir al teatro,
En este sentido, Sue-Ellen Case enFeminism
representar papeles en la escena y escribir obras
and Theatre (London: MacMillan, 1988) estu­
de teatro; sin embargo, ¿podemos afirmar que
dia la pérdida de identidad, desconstruyendo el
exista un teatro feminista? Y si hubiera indicios
concepto de Mujer que el hombre ha creado y
del mismo, ¿no nos encontraremos ante el es­
establecido como pensamiento ideológico. El
pejismo de una corriente experimental, margi­
análisis de Case nos descubre cómo el nacimien­
nal y efímera, como cualquier moda pasajera?
to de las polis griegas y de la unidad familiar fue­
El objetivo de esta reflexión es precisamente ser
ron las causas que prohibieron la participación
osados y atrevemos a demostrar, en primer lu­
de la mujer en la vida pública y, por tanto, su
gar, la existencia de una larga tradición, princi­
intervención en las grandes transformaciones
palmente en Estados Unidos y en Gran Bretaña,
socio-políticas que acontecieron en la época. La
que nos permite hablar de una corriente, en la
mujer perdía así su identidad para convertirse
que la mujer (su mundo, sus sueños, sus fanta­
en un objeto reproductor, cuyo fin era asegurar
sías, su sexualidad y su experiencia) es el centro
la perpetuidad de las ciudades. Se le asignó, por
del texto y discurso dramáticos; y, en segundo
tanto, el contexto de la vida privada, esto es,
lugar, analizar la presencia de una serie de ras­
las labores domésticas, la crianza de los hijos y
gos distintivos que pueden defender y avalar su
los deberes conyugales.
inmanencia dentro de la era de la posmoder­
Estas grandes transformaciones también se nidad.
reflejaron en el arte dramático donde no sólo
Seguramente habrá lectores que al llegar a
la mujer no podía representar ningún papel, ya
este punto y disponerse a leer los primeros pa­
que éstos eran escenificados por jóvenes, sino
sos y balbuceos del teatro feminista en el con­
que tampoco se autorizaba que pudiera asistir a
texto anglosajón, se pregunten qué ocurre con
los espectáculos. Asimismo, la Poética de Aris­
las dramaturgas españolas; España, nos duele te­
tóteles continuó extendiendo los prejuicios pa­
ner que decir, como siempre, va a remolque de
triarcales en contra del género femenino, el cual
lo que ocurre a su alrededor y, por ello, todavía
no era apto para la tragedia por varias razones,
no se puede decir que a las escritoras españolas
a saber, era un ser inferior, carecía de bondad,
se les haya permitido «pisar con fuerza» y «dejar
de inteligencia, de poder de decisión y no tenía
sentir su voz» en los escenarios, ya que casi siem­
autoridad para hablar. La mujer era excluida del
pre se recurre a traducciones de obras extranje­
género dramático, y, como éste representa la vi­
ras. Sin embargo, A. Gala sí ha creado desde
da, de los grandes pasajes que han edificado la
uña perspectiva femenina el mundo que nos des­
historia de la humanidad.
cubre uno de sus más entrañables personajes: Do~
El teatro isabelino también prohibió la pre­ ña Jimena, la esposa del Cid. Y en el mundo de
sencia de la mujer en el escenario. Entre algu­ la novela y del cine, el reciente texto Cómo ser
nas de las razones que intentan explicar el hecho mujer y no morir en el intento, escrita por Car­

42
men García-Godoy, y dirigida por la actriz y can­
tante Ana Belén, debe servir de incentivo para
la producción de obras de teatro que exploren
los estereotipos que han representado a la mu­
jer española, y nos revelen un mundo visto con
ojos femeninos.

DE HROSVITA A DORIS LESSING

Ya en el siglo X se descubren las obras de


la hermana benedictina Hrosvita, cuyo prólogo
contiene un mensaje muy interesante y revela­
dor sobre la peculiar naturaleza de la mujer: Todo
el mundo sabe que la mujer es menos inteligem
te que el hombre, no obstante, ella ofrece su tra-
bajo a los sabios para demostrar que es una
criatura a la que se puede enseñar (traducción).
Aunque estas líneas fueron escritas en la Edad
Media, en ellas se respira un aroma de contem­
poraneidad, ya que la ironía y el humor son las
armas que la autora utiliza para combatir la agre­
sividad de un mundo gobernado exclusivamen­
te por hombres.

Después de Hrosvita, se extiende un largo


paréntesis en el que no se encuentran nombres
de dramaturgas en las páginas de la historia li­
teraria hasta el siglo XVII en Inglaterra y el si­
glo XIX en los Estados Unidos. ¿Qué ocurrió?
¿Las mujeres no supieron escribir durante siglos?
¿Se quemaron sus manuscritos? ¿Se extraviaron?
¿Se ocultaron? Numerosos interrogantes, nume­
rosas dudas, numerosas respuestas, acuden a nues­
tra mente, pero, en definitiva, ninguna que
explique de modo convincente las causas de tal
genocidio literario. Los estudios feministas en­
cuentran lagunas insalvables en su reconstruc­
AUBREY BEARDSLEY, ilustración, detalle

ción de los hechos y, como bien apunta Sue-


Ellen Case en su artículo «Classic Drag: The
Greek Creation of Female Parts» (en Theatre
Joumal, vol. 37, n.° 3, 1985), la mayor parte
de las investigaciones llevadas a cabo durante
este amplio período tienen por objetivo descons­
truir los estereotipos que tradicionalmente han
representado al género femenino, inventado por
el hombre para dar forma a su ideal de mujer.

43
A partir de las numerosas revisiones que se oportunidad para desafiar y erradicar la discri­
han hecho sobre las tragedias de Esquilo y de minación sexual que padecían; así fue como las
Shakespeare, se han clasificado los personajes mujeres empezaron a reconocer el constructo
femeninos en dos tipos básicos, a saber, el posi­ ideológico en el que se les había encerrado des­
tivo o aquel que representa a una mujer inteli­ de la Antigüedad. Esta etapa se caracteriza por
gente y con un alto grado de independencia; y una visión romántica que creía firmemente en
el misógino que la identifica con «la bruja», «la la posibilidad de renovación cultural. Sin em­
prostituta», «la mujer fatal», «la diosa/virgen», en­ bargo, las mujeres pronto despertaron del sue­
tre otras posibilidades. ño y empezaron a ser conscientes de que, una
vez más, habían sido utilizadas, pero no inclui­
En líneas generales, podemos decir que en­
das en los planes de transformación social. El
tre 1919 y 1960, el incipiente teatro feminista
efecto más inmediato de esta toma de concien­
se centró principalmente en estudiar los perso­
cia fue la fundación de la Organización Na­
najes femeninos y los obstáculos que éstos en­
cional de Mujeres en 1965. Poco después, en
cuentran por el mero hecho de ser mujeres. Por
1967, se formaron grupos para la liberación de
ejemplo, la obra de Susan Glaspell Trifíes, pu­
la mujer en Chicago, Nueva York, Boston y To-
blicada en 1920, es una de las más representati­
ronto.
vas de aquella época. En ella se parte de la
estructura tradicional del melodrama policíaco Paralelamente, el mundo del teatro se con­
donde el personaje central está encamado por virtió en el laboratorio experimental de las nue­
el audaz y astuto policía; sin embargo, el diálo­ vas ideas revolucionarias. Pensamos con Patti
go que sostienen dos campesinas de mediana P. Gillespide en su artículo «Feminist Theatre:
edad, de forma progresiva, llega a ocupar el cen­ A Rhetorical Phenomenon» que los grupos fe­
tro de la trama. La estrategia estructural de la ministas escogieron el género dramático para di­
obra consiste en ir tejiendo una complicidad en­ fundir su contra-ideología y concienciar a la
tre las dos mujeres que hay en el escenario y el opinión pública de la necesidad de un cambio
público, el cual descubre la opresión a la que social por varias razones, entre ellas, el hecho
estaba sometida una de ellas cuando vivía su ma­ de que el teatro sea un constructo hipotético en
rido, ahora asesinado en circunstancias extrañas. el que todo es posible, todo se puede represen­
• tar, experimentar; el teatro, además, tiene un
Los años sesenta fueron escenario de impor­
carácter social, inmediato, didáctico, y es un gé­
tantes cambios estéticos, económicos y sociales.
nero simbólico, esto es, en él no se nombra, si­
En el mundo de la política proliferaron las ma­
no que se sugiere a través de múltiples canales
nifestaciones contra las instituciones estableci­
de transmisión.
das, la violencia y la discriminación racial y
sexual. Las mujeres ayudaron a difundir una ideo­ Los nuevos aires de renovación introduje­
logía de izquierdas que criticaba durámente la ron un concepto dinámico que desafiaba al tra­
estructura familiar, el imperialismo, el armamen­ dicional estatismo del drama, y que consideraba
to nuclear, la pobreza y el racismo; al tiempo la obra de teatro como un paisaje donde se pue­
que reclamaban la importancia de la comuni­ de llevar a cabo una exploración arqueológica
dad y del trabajo colectivo, claves éstas qye mar­ de los fragmentos de la realidad socio-cultural,
can un interés por volver al origen, a las comu­ e incluso descubrir formas y pensamientos des­
nidades primitivas, en busca de la identidad per­ gastados por el uso u olvidados por el paso del
dida con el nacimiento de los códigos cultura­ tiempo; asimismo se hizo hincapié en la impro­
les: unidad familiar, ciudadanía y propiedad pri­ visación, en la obra de creación colectiva, y en
vada. la representación en escena de pasajes pertene­
Muchas mujeres americanas vieron en el cientes a la experiencia personal y a las peque­
modelo del movimiento negro (filack Power) una ñas aventuras de la intimidad.

44
Poco después de que el movimiento para la saber, obras de carácter estático y muy al gusto
liberación de la mujer surgiera en los Estados tradicional de la clase media. Esta reflexión le
Unidos, sus resonancias llegaron a Gran Breta­ llevó a crear, después de la segunda guerra mun­
ña. Para las mujeres de ambos países, la clave dial, el Theatre Workshop (Taller de Teatro),
de las reivindicaciones feministas residía en el donde se produjeron obras clásicas con un esti­
lema: «Lo personal es político». El reto que su­ lo renovado y fresco que procedía de la impro­
ponía dicho enunciado tenía diferentes impli­ visación. Littlewood se propuso transmitir la
caciones según el contexto de interpretación necesidad de un cambio social y la importancia
fuera americano o británico. En el primero, sig­ del trabajo colectivo; su teatro debía divertir y
nificaba integrarse en la conciencia pública; en atraer la atención del público; por dicha razón,
el segundo, por el contrario, la lucha se debía prestó especial atención a la función dramática
enfocar hacia el conflicto de clases. de la música, a la improvisación de los actores,
y a la comunicación directa con el espectador.
A continuación ofrecemos una visión pa­
ralela de cómo el teatro feminista se va gestan­ Joan Littlewood fue directora, productora y
do en ambos contextos: el británico y el ame­ descubridora de nuevos talentos; entre las escri­
ricano. toras que apoyó se encuentra Shelag Delaney,
autora de A Taste ofHoney, donde se explora
el uso de la música como parte integrante de la
EL TEATRO FEMINISTA EN LOS
estructura dramática, y cuyo objetivo principal
ESTADOS UNIDOS
es impresionar al espectador mediante una ape­
A partir del filón creado por el llamado Li- lación directa: Te pregunto, ¿qué harías tú si es-
ving Theatre (Teatro Contemporáneo), nació el tuvieras aquí! El teatro se convertía así en una
teatro experimental de los años sesenta; Joseph experiencia personal y política, puesto que el pú­
Chaikin fundó The Open Theatre (El Teatro blico dejaba de ser el mero receptor pasivo que
Abierto) en 1963 para buscar nuevas formas de había sido hasta entonces para convertirse en
expresión teatral y técnicas de ensayo; de este el Otro activo y responsable.
modo, escritores y directores, entre los que des­
Por otra parte, Ann Jellicoe, autora de obras
tacan Megan Terry y Roberta Sklar, participa­
como The Rising Generation y The Knack, y
ron en los juegos de improvisación creados por
perteneciente a otra compañía innovadora, The
Viola Spolin. A medida que este grupo se fue
English Society (La Sociedad Inglesa), introdu­
desarrollando, se fomentó la combinación de sig­
jo y cultivó un estilo anti-intelectual, primiti­
nos verbales y no-verbales en la representación
vo, que puede llegar al espectador por medio del
teatral; además los actores podían representar
ritmo, del ruido, y de la música; al mismo tiem­
múltiples personajes y transformarse ante los ojos
po que le puede hacer reaccionar a partir de es­
del espectador. La técnica de metamorfosis era
tímulos básicos. Jellicoe buscó en sus obras lo
una forma de explorar los papeles que la cultu­
irracional y lo hostil; la evocación de sentimien­
ra asigna a las personas por cuestiones sexuales;
tos íntimos; la liberación de emociones tanto en
al mismo tiempo que analizaba cualquier jerar­
los actores como en el público; y la exploración
quía social preestablecida.
de los papeles sexuales. En ese mismo período,
escritores como S. Beckett, H. Pinter, E. Albee,
EL TEATRO FEMINISTA entre otros, también estaban experimentando
EN GRAN BRETAÑA nuevas formas de expresión teatral y de discon­
En Gran Bretaña destaca la labor llevada a tinuidad con la estética tradicional. Sin embar­
cabo por Joan Littlewood, Shelagh Delaney y go, sus trabajos estaban dirigidos a un público
Ann Jellicoe. Para la primera, la mayoría de los culto y, como se suele decir en estos casos, en­
teatros eran museos de reliquias dramáticas, a tendido.

45
Finalmente, deberíamos incluir entre los pre­ ños, fantasías, sexualidad, experiencia, etc.), un
cursores del teatro feminista la obra de Doris Les­ mundo que estamos acostumbrados a ver trivia-
sing, Play with a Tiger. En esta obra, siguiendo lizado, ridicularizado, y todavía silenciado. De
a H. Keyssar en su libro Feminist Theatre, to­ forma progresiva, se ha ido reconociendo la obra
dos los elementos del drama feminista, que apa­ de escritoras como Megan Terry, María Irene
recen por separado en las obras de las autoras Fomes, Rosalyn Drexler, entre otras, en Amé­
anteriormente citadas, se funden componiendo rica; y la de autoras como Caryl Churchill, Pam
un conjunto coherente en el que no sólo apare­ Gems, en Gran Bretaña.
ce un personaje femenino con carácter fuerte y
El surgimiento público de un teatro femi­
bien definido, sino que también se ofrece una
nista ha facilitado la publicación de coleccio­
visión femenina del mundo.
nes de obras como las editadas por Michelene
Wandor en Gran Bretaña y por Honor Moore
EL TEATRO FEMINISTA: LA INMANENCIA en los Estados Unidos. Asimismo la publicación
DEL GÉNERO en 1981 de estudios rigurosos sobre la concien­
cia femenina, como Understudies de Michele­
Desde sus orígenes, la definición del teatro
ne Wandor, y Women mAmerican Theatre de
feminista ha presentado serias dificultades, ya
Helen Chinoy y Linda Jenkin, supone otro re­
que el simple hecho de intentar concentrarlo en
conocimiento del teatro hecho por mujeres co­
una definición supone someterlo a restricciones
mo un trabajo serio, constante, e innovador que,
y limitaciones, cuando su esencia radica en la
por fin, parece salir del destierro del anonimato.
diversidad y en la apertura.
En Nueva York, el primer indicio del reco­
Otro problema que se presenta es el recelo
nocimiento del teatro feminista fue la fundación
que expresan los escritores cuando se interpre­
del Women ’s Theatre Council (El Instituto de
ta el feminismo como movimiento socio-político.
Teatro de Mujeres) en 1972, formado por un gru­
Algunos niegan la existencia de una sensibili­
po de seis escritoras consagradas al descubrimien­
dad femenina distinta, y argumentan que cuan­
to y a la producción de obras escritas por mujeres;
do abordan el tema de la mujer, o presentan el
dichas fundadoras son Megan Terry, María Ire­
sexo como tema político, simplemente están ex­
ne Fomes, Rosalyn Drexler, Adrienne Kennedy,
presando puntos de vista personales.
entre otras. Podemos resumir la filosofía del gru­
Además, hay otras tesis que defienden un po con las palabras que Fomes declaró al New
carácter didáctico y panfletario (pro-liberación York Times: Nuestros sueños son femeninos.
de la mujer) en el teatro feminista; incluso hay Ahora podemos decir sí, somos mujeres (traduc­
opiniones que relacionan el feminismo con el ción). Esta declaración anunciaba la ruptura con
lesbianismo; con el odio hacia el sexo masculi­ los estereotipos femeninos creados por los hom­
no; con la disolución de la familia; con el de­ bres, a saber, «el ángel de la casa», «la loca», «la
sorden y el caos social. mujer fatal», «el ama de cría», «la institutriz per­
versa», «la profesora ciruela», «la solterona», etc.,
A pesar de todas estas consideraciones, des­
y daba la señal de partida a la creación de la mu­
de principios de los años sesenta, varios cente­
jer desde una óptica femenina.
nares de obras se han publicado en Gran Breta­
ña y en los Estados Unidos que bien pueden ser Asimismo, en Gran Bretaña, el primer gru­
reunidas bajo el epígrafe de teatro feminista, tam­ po de escritoras que contribuyó a la difusión
bién, curiosamente, conocido como teatro de los del género feminista nació a partir de grupos
oprimidos o teatro obsceno. H. Keyssar y Rose- de izquierdas, como ya hemos dicho anterior­
mary K. Curb coinciden en definirlo como aquel mente, y de grupos experimentales como el lla­
teatro que explora a través de múltiples refle­ mado agit-prop theatre y el lunch-time theatre,
xiones el mundo interior de la mujer (sus sue­ entre otros.
A principios de los años sesenta, el Arts
Council (Instituto de Arte) empezó a prestar ayu­
da a los nuevos proyectos e iniciativas y, como
respuesta más inmediata, treinta escritores crea­
ron el Theatre Writer’s Group (Grupo de Escri­
tores de Teatro), y posteriormente el Theatre
Writer’s Unión (Unión de Escritores de Teatro).
No obstante, nos parece interesante poner de
relieve el hecho de que aunque la mayoría de
sus miembros eran hombres, su labor estuvo en­
caminada a potenciar y consolidar el teatro fe­
minista, el cual, conviene matizar, no significa
teatro escrito exclusivamente por mujeres y de
mujeres, sino que es aquel teatro que reconoce
y analiza los estereotipos que tradicionalmente
han representado al signo cultural Mujer; es
aquel teatro que asume que sólo desconstruyen­
do el pensamiento ideológico se puede tener es­
peranza en un nuevo ser: Hombre y Mujer.

Después de este fugaz viaje en el que hemos


seguido las semillas que, desde el siglo X al si­
glo XX, las mujeres, han ido dejando en las pá­
ginas de la literatura (o quizás sería más apropiado
utilizar el término intra-literatura por tratarse de
una literatura que aunque existía, era invisible,
no se le adjudicaba un rostro, un nombre), cree­ AUBREY BEARDSLEY, «La toilette de Salomé»
mos que no nos precipitamos al decir que exis­
te una corriente de teatro feminista en la que
se reclama al pasado, a la historia, una identi­
dad y una voz para la nueva mujer. Nuestro ob­
jetivo ahora es identificar los rasgos que definen
tal inmanencia y que le distinguen del teatro pos­ • crear personajes femeninos de gran fuerza
y profundidad;
moderno con el que tiene numerosos puntos en
común por ser ambos dos discursos que desafían • revisar y desconstruir la conducta social
los códigos culturales establecidos; de ahí que y sexual que las normas culturales imponen a
haya sido considerado por muchos como subgé­ los seres humanos;
nero del teatro posmodemo. Sin embargo, en la • revisar el conocimiento del mundo del es­
búsqueda de una nuera poética, la corriente fe­ pectador;
minista persigue una visión femenina del mundo • explorar el mundo femenino;
que releve a la Poética de Aristóteles, texto don­
• plantear los problemas de la mujer como
de yacen todas las normas y prejuicios que duran­
reivindicaciones sociales y políticas; y
te siglos han rechazado a la mujer como escri­
• potenciar el principio dinámico de la trans­
tora, como actriz, como espectadora, como ser.
formación o metamorfosis de contextos, accio­
Siguiendo la tesis de H. Keyssar, en todo tea­ nes y personajes, como estrategia de ataque
tro feminista existen algunas de las siguientes contra el pensamiento ideológico y excluyente
constantes, entre otras: de la cultura patriarcal.
EL TEATRO FEMINISTA Y LA SEMIÓTICA algo que siempre habíamos visto y conocido y
TEATRAL que ahora se presenta como extraño y distante.
Aunque este rasgo está presente en el teatro pos­
A nuestro modo de ver, el teatro feminista
modemo, el teatro feminista añade dos notas te­
desconstruye el signo cultural Mujer; busca una
máticas que, decimos con Jeanie Forte, son: la
forma de expresión femenina; intenta codificar
descomposición del constructo género y del pen­
un nuevo sistema de comunicación tanto en el
samiento ideológico patriarcal.
texto dramático como en el discurso teatral. Por
dichas razones, creemos necesario analizarlo den­ Los interlocutores que participan en el tea­
tro de los parámetros de la semiótica teatral, don­ tro feminista también están desautomatizados,
de debemos considerar la estructura, el emisor, ya que el protagonista es la mujer; o una paro­
el receptor, el mensaje, el código, el canal y el dia de los estereotipos sociales y sexuales que tra­
contexto espacio-temporal y cultural, entre otros dicionalmente nos han representado en la
elementos; y observar si efectivamente se advier­ literatura. Además, en algunas obras no existen
ten aportaciones exclusivas del teatro feminis­ identidades definitivas, ya que los personajes se
ta dentro de la corriente del posmodemismo; transforman ante nuestros ojos; se desnudan; de­
jan de ser para convertirse súbitamente en otros.
Si empezamos analizando la estructura del
drama feminista, deberemos hablar de una es­ Por otra parte, la interacción no sólo se es­
tructura serial, abierta y dinámica, que se erige tablece entre las actrices/actores, sino que tam­
frente a la tradicional estructura cerrada y está­ bién se extiende al público, quien deja de ser
tica del drama burgués. La serie intenta cons­ receptor para convertirse en actor. El protago­
truir nuevas estructuras comunicativas y no nismo de la mujer como personaje central y co­
descubrir formas anteriores y constantes; la se­ mo problema; la transformación de los perso­
rie es un modelo expansivo y transformable; la najes, y el travestismo, esto es, el hecho de que
serie, en definitiva, no es la negación de la es­ un actor pueda hacer de mujer o a la inversa,
tructura, sino la estructura que duda de si mis­ sí se puede considerar como un dato peculiar del
ma como realidad universal y se reconoce como teatro feminista; sin embargo, el contacto directo
histórica y perturbable. Nada es definitivo; to­ con el público está presente en el teatro experi­
do es y no es; no hay una solución, sino un aba­ mental y en el posmodemo.
nico de múltiples soluciones. Aunque estas
El teatro feminista combina ampliamente
características no son exclusivas del teatro fe-
signos verbales y no verbales en la codificación
menista, ya que es una nota constante en el tea­
del mensaje escénico; es decir, además de utili­
tro posmodemo, el hecho de que la represen­
zar el llamado diálogo confesional como medio
tación escénica pueda servir para analizar, y des­
de interacción y, por tanto, un canal audio-oral;
componer, el constructo ideológico Mujer, sí es­
se utiliza con gran frecuencia el ritmo y el ruido
timamos que sea un rasgo intrínseco del femi­
(canal auditivo); la imagen y el movimiento (ca­
nismo.
nal visual); el tacto. No obstante, estas caracte­
El mensaje de las obras feministas es poéti­ rísticas también se emplean en el teatro posmo­
co, desautomatizado, esto es, un mensaje que po­ demo y en el teatro de los llamados Black
ne en duda el código porque nos muestra una Groups. En este sentido, J. Verma, director del
forma imprevista de combinar los signos y de ar­ grupo Yogesh Bhatt nos explicaba en una con­
ticular sentidos inéditos. Se trata de una ambi­ versación informal, después de la representación
güedad productiva que invita al receptor a llevar de la obra Tartuffe (inspirada en la obra de Mo-
a cabo un ejercicio activo de interpretación. El liére que lleva el mismo nombre) en Alicante,
actor utiliza las palabras, los gestos, los movi­ que la estética hindú basa la puesta en escena
mientos, de un modo distinto, para descubrir de una pieza dramática en tres elementos que
A. TERZI, ilustración de la revista VER SACRUM

enumero según su importancia: el ritmo, el mo­ en Magnolias de acero (traducción de Steel Mag'
vimiento y la palabra. nolias) de R. Harling; o un simple espacio cen­
trípeto en for coloredgirls who have considered
El contexto espacial de la obra dramática
suicide when [he rainbow is enuf de Ntozake
feminista se caracteriza por el intimismo, esto
Shange.
es, lejos del mundanal ruido, las mujeres pare­
cen recogerse en escenarios tan poco comunes El escenario suele recrear aquellos lugares
en el género dramático como son, por ejemplo, que tradicionalmente han sido el espacio vital,
una cocina en Buenas noches, madre (traduc­ el territorio, asignado a las mujeres. Además, al
ción de night, Mother) de Marsha Normal; una contrario de lo que ocurre en el teatro posmo-
escuela de claqué en Paso a Paso (traducción de demo, en el feminista, la proximidad espacial
Footsteps) de R. Harris (actor y escritor); un ba­ hace que las mujeres entren en contacto, se ha­
ño en Steamíng de Nell Dunn, una peluquería blen, siendo sus sueños y fantasías la materia

49
con la que se llena el escenario. Este subjetivis­
mo no es frecuente en el teatro posmodemo por­
que en él se apuesta por la disolución del valor
de la palabra y por la imposibilidad de encuen­
tro con el propio Yo y con el Otro. En nuestra
era, esa búsqueda es una quimera, un imposible,
un viaje sin retomo.

Desarrollando lo anterior con mayor preci­


sión, no resulta extraño pensar que quien ha ha­
blado siempre, quien ha asumido el papel de Yo
agente, llegue un momento en el que no tenga
nada que decir; llegue un momento en que ha­
ya agotado el valor de la palabra; en el que du­
de de todo lo que ha dicho y hecho, e intente
huir, inventar, mediante el artificio y el simu­
lacro, una nueva salida del laberinto de la exis­
tencia. Sin embargo, en el teatro feminista se
advierte un proceso inverso, la mujer habla; deja
de ser TU paciente para convertirse en Yo agen­
te; ataca a los principios estables de la cultura;
desconstruye el signo cultural Mujer en que se
encuentra apresada; busca su identidad a través
del diálogo confesional; abre su corazón a la co­
munidad de mujeres; y se transforma.

Este último presupuesto sobre la transforma­


ción nos conduce a reflexionar sobre uno de los
pilones básicos del género dramático. Tradicio­
nalmente, el drama se ha basado en una escena
de reconocimiento como piedra angular de su
estructura. Dicho instante de revelación hunde
sus raíces en la función catártica a la que hace
FRANZ HEIN, «Ondina del estanque de los peces rojos referencia Aristóteles en su Poética; según di­
cha función, la experiencia dramática ayuda al
hombre a conocerse mejor, y le alivia, al servir­
le de vía de liberación de sus terrores, miedos
y sentimientos ocultos. Por el contrario, en el
drama feminista, el reconocimiento está enfo­
cado hacia el descubrimiento del Otro y hacia
una transformación múltiple del Yo y del mundo.

A lo largo de la segunda parte de nuestra


reflexión, hemos puesto de relieve algunos pun­
tos comunes entre el teatro feminista y el pos­
modemo, ya que ambos están encaminados a
evaluar y reconsiderar el drama tradicional, en
el que durante mucho tiempo ha imperado una

50
ideología patriarcal y un realismo cortado con
los patrones de la clase media burguesa. La co-
rriente feminista, si bien se sirve de las nuevas
teorías y modelos de interpretación que le brin­
dan disciplinas como la antropología, la socio­
logía, la semiótica, la psicosemiótica, la crítica
posmodema, entre otras; así como de las nue­
vas técnicas y juegos de representación teatral,
también es cierto que aporta un ejercicio de psi­
coanálisis en el que todo: estructura, mensaje,
personajes, canales y códigos, contexto y cultu­
ra, gira en tomo a un problema, aún sin resol­
ver, QUÉ ES SER MUJER..., QUÉ ROSTRO
TIENE..., QUÉ VOZ.«
ANA TERESA ORTEGA AZNAR, sin título, 1990
DE LA MODERNIDAD OLVIDADIZA
A LA
USURPACIÓN POSTMODERNA

Rosa M.a RODRÍGUEZ MAGDA

ABLAR HOY DEL FEMINISMO, DE SU


prospectiva de futuro, es situarlo en la imagen
del mundo que nos pertenece, delimitar su lu­
gar en el debate del pensamiento último. Sin
embargo, el binomio feminismo-postmodemidad,
al menos en España, ostenta una marca sospe­
chosa; como si de nuevo nos introdujéramos en
el suelo resbaladizo del margen consuetudina­
rio y la teoría prescindible. ¿Habría que recor­
dar que en otros lugares ambos son epígrafes
enteramente respetables? No hay razón para apre­
suradas descalificaciones. Pese a quien pese, la
Teoría Crítica feminista goza de una excelente
salud, y las nomenclaturas culturales esconden
mucho más que una frívola moda. Así pues, pen­
sar hoy el feminismo es enfrentarlo a los emba­
tes de la postmodemidad, ya sea para asumir esta
denominación o para rebatirla. Los trabajos al
respecto empiezan a ser numerosos, sobre todo
en EE.UU., mientras la mujer palia un olvido
histórico, bueno será tomar posición en las con­
troversias presentes. Hay que estar a la altura
de los tiempos, aunque sea para disentir de ellos
con justeza.

Habrá, pues, que reflexionar en primer lu­


gar, sobre las características de la Modernidad,
atender a sus retos pendientes y a sus gestos pro­
gramáticos, para, a continuación, considerar has­
ta qué punto el discurso feminista se halla
presente en ella. Rememorar su crisis, y el pa­
pel que lo femenino puede jugar en la hecatom­
be, valorar si la condición postmodema puede
ser un lugar habitable, lisonjero y fértil para las
mujeres.

MODERNIDAD

La modernidad es, recordémoslo, para el do­


minio del pensamiento, el proyecto ilustrado,
su programa de autonomía de la Razón, del su­ Pág. 57:
ANA TERESA ORTEGA AZNAR, sin título, 1990
jeto como ciudadano de derecho, el diseño, pues,
del espacio de la eticidad y de la libertad. Un Descubrimientos científicos, industrialización, ser educadas para soportar el yugo... y someter­
Esta lesión práctica de los derechos de la mu­
horizonte político fundacional de la democra­ tecnología, nuevos sistemas de comunicación de se a la voluntad de los demás». Ante el princi­
jer como ciudadana, tiene su contrapartida teó­
cia representativa, cuyo sustento es, como lo ha masas, movilidad económica y cultural. rica en la deslegitimación filosófica llevada a pio de que «ningún ciudadano ha de ser tan rico
señalado Habermas, la consolidación y cientifi- como para poder comprar a otro, ni tan pobre
cabo por dos de los padres indiscutibles de la Mo­
cidad de los tres saberes: el cognitivo-instru- La ausencia de la mujer en la Modernidad
dernidad: Rousseau y Kant (por elegir a dos de como para verse forzado a venderse» (Contrato
mental, el ético y el estético; la mayoría de edad se consuma de forma desigual en los diversos
los más representativos), el repaso somero de al­ Social), en el Emilio se ratifica que la mujer «de­
de la humanidad, que expresara Kant, en la asun­ frentes. Políticamente debemos recordar cómo
gunas de sus afirmaciones y datos, nos ayuda­ pende de nuestros sentimientos, del precio que
ción del reto del sapere aude. a la Declaración de los Derechos del Hombre
rán a refrescar el olvido sesgado y a enjuiciar la ponemos a su virtud, y de la opinión que nos
y del ciudadano, promulgada en 1789, sucede
Si en el campo de la filosofía hablamos de cuestión con mayor claridad, con mayor «ilus­ merecen sus encantos». ¿Cómo pretender, pues,
en 1791 la Declaración de los Derechos de la
Ilustración, para caracterizar a la Modernidad, tración». estar hablando del acceso de la humanidad a la
Mujer y de la Ciudadana, escrita por Olympia
en el terreno estético deberemos recordar los ma­ de Gouges. El hecho, necesario para solventar Razón, cuando el mismo autor concluye que «La
La lectura comparada que ya efectuara Eva
nifiestos baudelerianos de «El pintor de la vida la engañosa universalidad del término «hombre», búsqueda de verdades abstractas y especulativas,
Figes4 del Contrato Social y el Emilio puso de
moderna» y «El heroísmo de la vida moderna» de los principios y los axiomas científicos, de to­
tuvo, como sabemos, consecuencias funestas: di­ manifiesto la doble verdad y moral del ginebri-
(1859-60), y en el espacio social: la revolución do lo que tiende a la generalización, queda fue­
solución en el 93 del Club de Republicanas Re­ no, no por conocida menos silenciada desde la
francesa y la revolución industrial. ra del alcance de la mujer», y aún más que «la
volucionarias, prohibición de asociarse y de heurística académica. Frente a la proposición
Así pues, resumiendo brevemente las carac­ ejercer los derechos políticos generalizados a to­ universal de que «el hombre nace libre»... y de desigualdad de las leyes promulgadas por el hom­
terísticas: Autonomía de la Razón, Grandes Re­ das las mujeres, detención de su presidenta, Clai- que «renunciar a la propia libertad es renunciar bre... no es obra del hombre, o cuando menos
latos (Sujeto, Razón, Realidad, Progreso, His­ re Lacombe, y ejecución en la guillotina de a la condición de hombre» (Contrato Social), en no se debe a meros prejuicios sino a la Razón»
toria...), dinamismo, creatividad, vanguardia. Olympia de Gouges. el Emilio se afirmará que las mujeres «habrán de (El Emilio)?

55
En el espacio de la eticidad, libertad y ejer­ universalidad requeridas. Lo sublime inspira res­
cicio social no saldremos mejor paradas, basta peto, lo bello amor. Y de aquí la temida con­
recordar cómo Kant (véase Geminspruch, La Paz clusión: lo sublime se adecúa a la esfera mascu­
perpetua, Metaphysik der Sitten) establece los lina, lo bello a la femenina. Henos, pues, como
principios a priori del' estado jurídico, sinteti­ hermosos floreros, candil auxiliar en la Gran fies­
zándolos en «libertad de cada miembro de la so­ ta de las Luces. La intimidad del hogar parece
ciedad en cuanto hombre (Mensch); igualdad de no sólo alejada de la cosa pública, sino además
éste con cualquier otro en cuanto súbdito; y la éticamente oscura cual boca de lobo (acaso por
independencia (Selbstsandigkeit) de cada miem­ esta penumbra: el eterno femenino y su misterio).
bro de la comunidad en cuanto ciudadano».
Pongamos que hoy nos encontremos espe­
Parecería, pues, que el estatuto civil para cialmente comprensivas, pongamos que la con­
cualquier ser humano debería implicar dichos descendencia sea una generosidad que no nos
supuestos, sin embargo, la sorpresa, el desencan­ limita; a fin de cuentas Kant es padre de la Mo­
to, para nosotras las mujeres, se perfila cuando dernidad, pero también un viejo solterón puri­
observamos que el término ciudadano no es una tano, ajeno a las picardías de la galantería, y
globalidad unívoca adjudicable a todo ser hu­ Rousseau un pobre tipo resentido frente a la bri­
mano por el hecho de serlo, sino que Kant dis­ llantez de los salones ilustrados, capaz de aban­
tingue entre ciudadanos activos (los varones, donar a sus hijos en un orfelitano. Pero ni Leibniz
éstos sí de pleno derecho) y ciudadanos pasivos con su filosofía para princesas, ni Hume, gen­
(las mujeres y los niños), éstos últimos poseen tilhombre mundano, nos ofrecen más que una
realidad moral-jurídica pero no son capaces de galante condescendencia para sus nobles inter­
participar efectivamente en la legislación del locutores ocasionales. Bien cierto, están Mon­
Estado. tesquieu y Condorcet, y Olimpia de Gouges y
Así, a la vez que se instituyen los elemen­ todos los defensores y defensoras en las sempi­
tos universales de la ciudadanía, queda legitima­ ternas «querelles des femmes», pero los hechos
da la minoría de edad de más de la mitad de esa fueron los hechos, y ahí están los textos olvida­
ciudadanía, recluida en una potencialidad pri­ dizos que han quedado como programáticos. Mo­
vada e inoperante. dernidad, pues, cojitranca, mendaz y disuasoria,
que no acoge a la mujer, ni siquiera como com­
Mal comienzo en una Modernidad, cuyo
parsa, y constante ocultación semántica en el
principal baluarte va a ser la gestión racional del
genérico «hombre», cuando, con ambigüedad, se
espacio público. Acaso las mujeres podríamos
pretende hablar de «ser humano», siendo que úni­
pensar que, clausuradas en lo privado, nadie nos
camente se está pensando desde el varón y en
podría negar la dimensión ética en la esfera ín­
el varón.
tima del hogar si se quiere, lejos de las alhara­
cas pero con la solidez de la virtud, abnegado De todo lo anteriormente dicho parece con­
rubor del reto moral y su logro. cluirse la ausencia de la mujer en la constitu­
ción de la Modernidad, tanto teórica como
Si recalamos las Observaciones sobre el sen­
práctica. Podríamos abundar más en ello, pro­
timiento de lo bello y lo sublime, podemos re­
fundizar en los autores y los hechos citados, ana­
cordar cómo en esa obrita el pietista de Kónis-
lizar otros textos, ocupamos del fenómeno en
berg, va a realizar una curiosa y descorazonado-
la revolución científica e industrial..., pero no
ra distribución. Estaría, por un lado, la verda­
es este nuestro cometido, sino la tarea que esta
dera virtud (lo sublime), y por otro, algunas
ausencia deja pendiente.
virtudes bellas y amables, que no deben ser in­
cluidas, en sentido estricto, en la intención vir­ Habrá que esperar casi un siglo para que se
tuosa, dado que carecen de la invariabilidad y palie en parte esa «ilustración» insuficiente, la

56
vindicación de los derechos de la mujer que Mary
Wollstonecraft reclamó en 1792 y que quedó
truncada tras la ejecución de Olympia de Gou-
ges. Habrá que esperar hasta hechos como La
Primera Convención sobre los Derechos de la
Mujer en Seneca Falls (1848) y la fundación de
la National Women Suffrage Association en
1868 encabezada por Cady Stanton y Susan B.
Anthony o la publicación en 1869 de La escla-
vitud de la mujer por Stuart Mili. Y habrá que
seguir esperando posteriormente...

Pero, en líneas generales, dos interrogantes


nos asaltan: ¿nos afecta y engloba la crisis de una
Modernidad que no nos incluyó? ¿Hemos de re­
construir a destiempo nuestra Modernidad, nues­
tra Ilustración pendiente?

Completar la Modernidad implica construir


el genérico «mujer», y ello para asegurar su pre­
sencia en los cuatro conceptos que habíamos en­
tresacados como líneas de la modernidad: la
identidad de la mujer como Sujeto, legitiman­
do su acceso a la universalidad y su ejercicio de
la Razón, configurando su presencia en la Rea­
lidad, realidad social del reconocimiento y el pac­
to, que nos hará también protagonistas de la
Historia. Ahora bien, ¿podemos, tras la crisis de
la Modernidad, creer en la consistencia de esos
conceptos que hoy se tambalean? Como afirma
Amelia Valcárcel: «El feminismo ha sabido y en
dura escuela que no puede abandonar la defen­
sa de la igualdad y que no debe dejarse atomizar
individualistamente si quiere ser eficaz, esto es,
que debe entonces asumir un “nosotras” que ne­
cesariamente lo lleva hacia la diferencia. El fe­
minismo conoce que su horizonte es la indivi­
dualidad, el nominalismo, así como que el no­
minalismo forma parte de sus estrategias, pero
no ignora que también el nosotras está exigido
por la heterodesignación y por la pragmática que
se autoimpone»2. Son éstos los dos peligros que
acechan a la tarea pendiente: por un lado la for­
mulación de un genérico «fuerte», necesario pa­
ra la defensa en bloque de nuestra presencia y
nuestros intereses, puede abocamos á un sustan-
cialismo y recluimos en una diferencia, que nor­
malizada como tal, nos condena a la inoperancia

57
del margen admitido; por otro lado, el nomina­ Cabe, sin embargo, asumir esta época co­
lismo, la crítica metafísica del genérico, aún asu­ mo postmodema, y reconsiderar si sus caracte­
miendo el perfil del presente, acaso nos disgrega rísticas pueden ser benéficas para la Teoría
en la confusa mirada individual, disolviéndonos feminista, puesto que la crisis del discurso mo­
en la ruptura de un concepto; el sujeto femeni­ derno, lo es también del discurso androcéntri­
no, que, por nuestra ausencia de la Modernidad, co. Para ello, bueno será detenemos en las líneas
nunca ha sido efectivamente construido por y generales del saber postmodemo.
para nosotras. Habrá, por tanto, al menos, que
admitir la necesariedad de un «genérico opera­ POSTMODERNIDAD
tivo» que garantice el paso del «vosotras», defi­
Una de las primeras características, siguiendo
nido desde el Sujeto androcéntrico, hacia el «yo»
a Lyotard, consiste en la caída de los Grandes
y el «nosotras».
Relatos; si incluimos en éstos al marxismo y al
Pienso que este genérico operativo puede es­ psicoanálisis, nos situamos en un terreno amplia­
tar en la línea del nominalismo moderado pro­ mente debatido por el feminismo, donde se han
puesto por Celia Amorós: «Hay que construir la dado desde rechazos totales hasta interesantes
individualidad femenina como regla de la serie, relecturas y reapropiaciones, dado que la mayor
hacer que el colectivo mismo se estructure con­ producción feminista ha sido contemporánea de
forme a reglas de troquelado de individualida­ la hegemonía de estos Grandes Relatos, tenién­
des. Ni floreros ni ramilletes. Ni Venus ni difusas dose, pues, que definir en o frente a ellos. Así,
Pléyades. Espacios estructurados de las iguales: por ejemplo, Evelyn Reed, Shulamith Firesto-
constelaciones entre constelaciones»3. Lograr la ne, Sheila Rowbotham, Christine Delphy, Li­
igualdad y el reconocimiento como genérico, no dia Falcón o Sacramento Martí, entre otras, y
requiere la substancialidad, el realismo de este cada una en un diferente sentido, habrían apos­
universal «mujer», basta con el nominalismo que tado por una recuperación del discurso marxis-
recoge en su seno las individualidades. No es tan­ ta, en su aspecto revolucionario, materialista,
to un problema gnoseológico-metafísico, sino un dialéctico, de aplicación económica a la produc­
efectivo juego entre lo particular y lo universal ción doméstica, etc. Frente a las críticas más o
legitimado en la práctica social. Acceder, como menos radicales de Germaine Greer, Kate Mi-
afirma Celia al «espacio de los iguales» —aquéllos llet, Annie Leclerc, Carmen Elejabeitia o Vic­
que se reconocen como sujetos del contrato so­ toria Sendón. El psicoanálisis ha sido por ejem­
cial en el espacio público—, salir del espacio pri­ plo asumido por Juliet Mitchell, Julia Kristeva,
vado, el «espacio de las idénticas», en el que no Helene Cixous o en su vertiente lacaniana por
hay razón suficiente para el principio de indivi­ Luce Irigaray, mientras fue también ampliamente
duación, en el que nada se discierne y nada se criticado desde Simone de Beauvoir a Eva Fi-
reconoce. ges entre otras.

Nominalismo pues o genérico operativo, am­ Por tanto, no obtendríamos de todo ello un
bas posturas implican la prosecución de la Mo­ consenso uniforme para subscribir o rechazar
dernidad, pero en su mismo formalismo gnoseló- unas teorías que aún habiéndonos obviado pue­
gico ético y pragmático nos hablan de la distan­ den releerse. En cualquier caso, como Gayle Ru­
cia que con respecto a su primera configuración bín sintetiza en «The traffic in women» una
hay que tomar desde la perspectiva mujer. Con­ política económica del sexo —una relectura de
siste en completar la Modernidad hoy. No aque­ los grandes relatos contemporáneos— implica en­
lla, tal vez algo ingenua, que se perfiló en el siglo frentarse al problema de la mujer como mercan­
XVIII, sino la que nos exige nuestra contempo­ cía, a la división marxiana entre trabajo pro­
raneidad. ductivo y reproductivo, al complejo de Edi-

58
po y los lugares psicoanalíticos de las figuras pa­ ferance, no sólo en la libre interpretación de Hé­
terna y materna, al mito del incesto y el inter­ lène Cixous, sino explorando también nociones
cambio de mujeres que la antropología estruc­ como «cuerpo sin órganos» en Deleuze o las apor­
tural sitúa como origen de la civilización..., por taciones de Barthes y Kristeva. Cabe destacar
sólo citar tres narraciones básicas de nuestro pre­ a este respecto los trabajos de Linda Kaufman,
sente cultural. Ann-Louise Shapiro, Linda Alcoff, Rosi Brai-
El fin de la historia, otro tópico postmoder­ dotti, Silvia Vegetti, Susan Hekman, Jane Ga-
no, tratado por Canetti, Baudrillard, Gehlen, llop o las investigaciones en curso de Rey Chow
Loewith, Fukuyama..., responde a un más pro­ y Giulia Colaizzi.
fundo cambio, desde el estructuralismo, en la for­ Otra corriente filosófica presente en el plan­
ma de concebir el acontecimiento histórico teamiento postmodemo corresponde a la Teo­
(Foucault, Veyne, Duby, Aries, le Goff...). Si ría Crítica alemana. Ciertamente el pensamiento
bien a partir de éstos últimos autores ha sido fac­ feminista debe mucho a la escuela de la sospe­
tible el estudio de la evolución de ciertos aspec­ cha, y al desmantelamiento que la de Frankfurt
tos rechazados por la Historia —con mayúscu­ operó sobre la razón instrumental, la dialéctica
la—: la sexualidad, el matrimonio, la vida coti­ negativa de Adorno se emparentaría así con la
diana, etc., no hay que olvidar el peligro seña­ negatividad semiótica propuesta por Kristeva.
lado por Nancy Armstrong de que también la Todas las racionalidades «regionales» se han be­
historia de la mujer quede incluida como un neficiado de la crisis de la Razón, y del desvela­
anecdotario marginal que no modifica la cons- miento del «interés» que guía sus enunciados
movisión histórica clásica. Ahondar en la muerte presuntamente objetivos y universales. No obs­
de la historia puede ser beneficioso para la pers­ tante, estamos, como siempre, en una reapro­
pectiva feminista, pues hace tambalear una se­ piación posterior y adaptación de estos ejes a la
rie de tópicos basados, como han señalado Silvia temática feminista, ya que únicamente en Mar-
Campese o Amparo Moreno, en una historia he­ cuse encontramos la presencia de lo femenino,
cha según el «arquetipo viril» (varón, adulto, y esto vía la reivindicación del eros y lo andró­
blanco), pero no nos libra sin más de la inercia gino como liberación del hombre unidimensio­
de ese arquetipo, ni de efectuar una revisión del nal y la desublimación represiva.
discurso histórico desde una óptica no androcén-
trica. Tarea ésta emprendida por gran número Siguiendo la tónica de las características que
venimos analizando, cabría interrogarse sobre
de investigadoras —hemos visto las aportacio­
nes en Italia señaladas por Annarita Buttafuo- qué beneficios interpretativos ofrecen a lo feme­
co— y que ya empieza a dar sus frutos. nino los dos filósfos emblemáticos —sin su im­
posible consentimiento— de la postmodemidad:
El discurso postmodemo de los 80 incorpo­ Nietzsche y Heidegger. Seguramente sólo por­
ra las aportaciones de la filosofía postestructu- que una obra constituye una lectura múltiple y
ralista; y si bien hay que señalar que en la abierta. Así, la misoginia de un Nietzsche pue­
llamada filosofía de la diferencia existen pocas de desestimarse para convertirlo tras la lectura
referencias explícitas a la mujer y que el femi­ deleuziana, en adalid del margen —y por ello cer­
nismo de la diferencia no siempre asume la an­ cano a lo feminino— hasta la reversión efectuada
terior filosofía, parece que el entrecruzamiento por Luce Irigaray en Amante marine. Y en el
entre estos dos últimos discursos puede dar fruc­ otro caso ¿qué Heidegger elegiríamos? No el de
tíferos resultados. Algo de ello intenté perfilar Farias, acaso el de Vattimo o su inspiración poé­
en mi libro: La seducción de la diferencia. Aca­ tica en la obra de María Zambrano. Se trata de
so el terreno más explorado sea la crítica al Lo- releer, transformar, asumir..., retomar lo que una
gocentrismo por Derrida —Falogocentrismo—, obra filosófica puede desvelamos aplicada a una
su oposición a la dialéctica y su concepto de dif temática y una perspectiva que, en principio, fue

59
Finalmente, se ha venido catalogando la
postmodemidad como la época de las microlo-
gías, la fragmentariedad, los mass-media, la ima­
gen, la moda, el narcisismo... y a partir de aquí
ha sido fácil la adjetivación de femenino a este
fin de siglo. Corremos con ello el peligro de caer
en lo que denomino la falacia de la feminiza­
ción, en la que parcialmente incurriría también
Victoria Sendón: «La postmodemidad apunta a
la construcción de un orden simbólico diferen­
te al patriarcal... en el cambio propuesto por la
postmodemidad la mujer es una pieza clave, ya
que invertir en esta dirección el orden simbóli­
co significa que la mujer se integra en ese or­
den como sujeto, cuestión que en la civilización
patriarcal ha sido imposible»4. No creo conve­
niente, sin más, admitir todas estas categoriza-
ciones como pertenecientes a lo femenino, co­
rresponden a la distribución binaria del pensa­
miento androcéntrico. En el momento de una
Modernidad fuerte, el Gran Relato, la Unidad,
el pensamiento Logocéntrico, la visión positi­
vista del objeto... eran los ejes valorados —y ejer­
cidos por el varón en nombre de la humanidad—,
con la crisis de la Modernidad, aparecen como
alternativa los otros ejes en principio menospre­
ciados, que por este menosprecio secular se ha­
bían asimilado a grupos marginales, entre ellos
y por supuesto las mujeres. Sólo ambiguamente
ésto va a representar una hegemonía de «los
otros», nos encontramos ante una cierta moda
alternativa o frívola gestionada igualmente desde
el Logos tradicional. Se reclaman esos lugares,
ANA TERESA ORTEGA AZNAR, sin título, 1990 falazmente femeninos, desde la razón y el deseo
masculinos identificándose con espacios «débiles»,
dejándose blandamente —¡¿femeninamente?!—
ajena a su autor, Pero esta tarea es la de cual­ seducir por lo objetual fragmentario. Las muje­
quier pensadora crítica con la historia de la fi­ res tendremos que decidir si ese lugar seductor
losofía, y no sabría ver en qué sentido los autores es el nuestro, o al menos podemos utilizarlo ren-
mencionados ofrecen un mayor venero. Tal vez tabilizando el equívoco que nos lo atribuyó.
Heidegger, en cuanto que su tematización de la
Esta identificación, que en principio proble-
diferencia ontològica, la superación de la meta­
matizo, es también la desarrollada por Craig
física y trabajo sobre el lenguaje poético, ha po­
Owens en «El discurso de los otros: las feminis­
sibilitado, vía Derrida, un horizonte deconstruc­
tas y el postmodemismo» 6.
tivo reconocible en la crítica y creación de al­
gunas teóricas femenistas (recuérdese otra vez a Para Owens la representación es el núcleo
Cixous). de la modernidad, pero el sujeto de la represen­

60
tación es masculino. Cabría por tanto pensar que tancia y las mantiene distanciadas, en nuestra
con la crisis del sujeto de la representación, emer­ cultura, el predominio de la vista sobre el olfa­
gieran los objetos hasta ahora prohibidos. «En­ to, el gusto, el tacto y el oído ha producido un
tre las prohibidas de la representación occidental, empobrecimiento de las relaciones corporales...
a cuyas representaciones se les niega toda legi­ Cuando la mirada domina, el cuerpo pierde su
timidad, están las mujeres. Excluidas de la re­ materialidad». Existe sin embargo un cierto ma-
presentación por su misma estructura regresan niqueísmo en este planteamiento que oculta as­
a ella como una figura, una representación de pectos benéficos de la visión como metáfora
lo irrepresentable (la naturaleza, la verdad, lo su­ gnosealógica. Sin ir más lejos en la misma filo­
blime, etc.). Esta prohibición se refiere a ser su­ sofía postestructuralista nos encontramos encen­
jetos de representación, no objetos de la misma, didas defensas de la pupila (materialidad, exterio­
pues la mujer ha sido por excelencia objeto de ridad, escritura: Blanchot, el Lyotard de Discur­
representación masculina, y de ahí su reclusión so, figura, o incluso la crítica al pensamiento lo-
en la simulación, la seducción... Es de esta ob- gocéntrico derridiana). También, al hilo de la
jetualidad de la que habría que emerger, según noción de verdad y desvelamiento heideggeria-
el autor, para adquirir la óptica propia del suje­ na, recordemos la síntesis entre claridad, reve­
to femenino en su diferencia. Esta es básicamente lación y presentimiento, tomada como suma de
también la postura de Rey Chow cuando denun­ todos los sentidos en la discontinuidad del pen­
cia a la modernidad-visualidad como occiden­ sar de que nos habla María Zambrano: «Se mues­
tal y masculina, objetualizando y haciendo visi­ tra ahora el claro como espejo que tiembla,
bles —por academicismo postmodemista— unos claridad aleteante que apenas deja dibujarse al­
reductos: orientales, femeninos, marginales, a los go que al par se desdibuja. Y todo alude, todo
que otorga presencia anecdótica, pero no voz. es alusión y todo es oblicuo, la luz misma que
La asunción de las múltiples diferencias, las tri- se manifiesta como reflejo se da oblicuamente,
vializa, anula y confunde, sumiéndolas en la in­ más no lisa como espada...
diferencia, en la «implosión» baudrillardiana.
... discontinuidad irremediable del saber de
Es indudablemente sugerente partir del tán­ oído, imagen fiel del vivir mismo, del propio pen­
dem Modemidad-representación-visualidad pa­ samiento, de la discontinua atención, de lo in­
ra reivindicar el discurso de los otros, y en él, concluso de todo sentir y apercibirse, y aún más
el femenino. Explícita la tematización sujeto/ de toda acción. Y del término mismo que trans­
objeto de la gnoseología moderna, y desentra­ curre a saltos, dejando huecos de atemporalidad
ña su génesis de dominio (recuérdese el análisis en oleadas que se extinguen, en instantes como
foucaultiano del «panopticismo» como origen dis­ centellas de un incendio lejano. Y de lo que llega
ciplinario de las ciencias humanas), conecta tam­ falta lo que iba a llegar, y de eso que llegó, lo
bién con la cultura mass-mediática de la imagen, que sin poderlo evitar se pierde. Y lo que ape­
y con la reivindicación feminista de una mira­ nas entrevisto o presentido va a esconderse sin
da propia. Sin embargo, tomado esto en un sen­ que se sepa dónde, ni si alguna vez volverá; ese
tido demasiado radical, simplifica, a mi modo surco apenas abierto en el aire, ese temblor de
de ver, el fenómeno de una forma unilateral e algunas hojas, la flecha inapercibida que deja,
incluso mentirosa. sin embargo, la huella de su verdad en la herida
que abre, la sombra del animal que huye, cier­
La tesis de partida sería la defendida por Luce
vo quizá también él herido, la llaga que de todo
Irigaray, desarrollada entre otras obras en Spe- ello queda en el claro del bosque»7.
culum, y citada ahora por Owens: «La mirada
no se privilegia tanto en las mujeres como en Otro punto a discutir sería la posible reuti­
los hombres. Más que los otros sentidos, el ojo lización de la objetualidad de la mujer. ¿Es la
objetiva y domina. Coloca las cosas a cierta dis­ simulación y la seducción siempre una falsa y

61
CLOENDA

No resta espacio ya para el desarrollo de una


síntesis entre ambas posturas —que debería ser
tratado en otro lugar—. Basten, pues, las notas
que se han ido perfilando y los datos suminis­
trados para la personal reflexión.

Simplemente avanzar que el reto pendien­


te de la Modernidad deberá consolidar sus res­
puestas asumiendo «transmodemamente»7 la
quiebra de ese principio de Razón y Realidad que
nos fue ajeno.

El vaciamiento de la metafísica no nos arran­


ca la esencialidad que nunca tuvimos, nos su­
merge en el fluir transmodemo, en la reasunción
«rebajada» de los criterios de fundamentación,
en su legitimación a posteriori, por los resulta­
dos; plenas de escepticismo, ironía y distancia-
miento. El simulacro retoma, libre de su conno­
tación de falsedad óntica, como alivio gnoseo-
lógico de un tiempo halogramático; dueñas de
nuestra imagen, el ejercicio de la seducción, re­
to estético y de superviviencia, nos encuentra,
quizás, expertas desde siglos. El ideal democrá­
tico ilustrado para la sociedad y el retomo del
individuo a la vida privada concuerdan bien con
un femenino transmodemo, fin de siècle, al que
no asusta encontrar bajo su maquillaje la arcadia
nocturna, el desencanto, o tal vez nada.B

&

NOTAS

' FIGES, Eva: Actitudes patriarcales: las mujeres en sociedad. Alianza Edito­
rial. Madrid, 1972-80.
2 VALCÁRCEL, Amelia: «Las figuras de la heteronomía: del vosotras al yo»,
en Actas de las VI Jornadas de Investigación Interdisciplinarias, eds. Uni­
versidad Autónoma. Madrid, 1989, pág. 94.
3 AMORÓS, Celia: «Espacio de los iguales, espacio de las idénticas. Notas
sobre poder y principio de individuación». Rev. Arbor, Madrid.
4 SENDÓN, Victoria: MásalládeHaca, ed. Icaria. Barcelona, 1988, pág. 141.
5 OWENS, Craig en La Postmodernidad, ed. Kairós. Barcelona, 1985.
6 ZAMBRANO, María: Los ciaros de/bosque, ed. Seix Barral. Barcelona, 1977.
7 Para ampliar dicho concepto véase mi libro La sonrisa de Saturno. Hacia
una teoría transmoderna, ed. Antrhopos. Barcelona, 1989.

63
CLOENDA

No resta espacio ya para el desarrollo de una


síntesis entre ambas posturas —que debería ser
tratado en otro lugar—. Basten, pues, las notas
que se han ido perfilando y los datos suminis­
trados para la personal reflexión.

Simplemente avanzar que el reto pendien­


te de la Modernidad deberá consolidar sus res­
puestas asumiendo «transmodemamente»7 la
quiebra de ese principio de Razón y Realidad que
nos fue ajeno.

El vaciamiento de la metafísica no nos arran­


ca la esencialidad que nunca tuvimos, nos su­
merge en el fluir transmodemo, en la reasunción
«rebajada» de los criterios de fundamentación,
en su legitimación a posteriori, por los resulta­
dos; plenas de escepticismo, ironía y distancia-
miento. El simulacro retoma, libre de su conno­
tación de falsedad óntica, como alivio gnoseo-
lógico de un tiempo halogramático; dueñas de
nuestra imagen, el ejercicio de la seducción, re­
to estético y de superviviencia, nos encuentra,
quizás, expertas desde siglos. El ideal democrá­
tico ilustrado para la sociedad y el retomo del
individuo a la vida privada concuerdan bien con
un femenino transmodemo, fin de siècle, al que
no asusta encontrar bajo su maquillaje la arcadia
nocturna, el desencanto, o tal vez nada.B

NOTAS

1 FIGES, Eva: Actitudes patriarcales: /as mujeres en sociedad. Alianza Edito­


rial. Madrid, 1972-80.
2 VALCÁRCEL, Amelia: «Las figuras de la heteronomía: del vosotras al yo»,
en Actas de las VI Jornadas de Investigación Interdisciplinarias, eds. Uni­
versidad Autónoma. Madrid, 1989, pág. 94.
3 AMORÓS, Celia: «Espacio de los ¡guales, espacio de las idénticas. Notas
sobre poder y principio de individuación». Rev. Arbor, Madrid.
4 SENDÓN, Victoria: Más allá de /taca, ed. Icaria. Barcelona, 1988, pág. 141.
5OWENS, Craig en La Postmodernidad, ed. Kairós. Barcelona, 1985.
6 ZAMBRANO, María: Los daros del bosque, ed. Seix Barral. Barcelona, 1977.
7 Para ampliar dicho concepto véase mi libro La sonrisa de Saturno. Hacia
una teoría transmoderna, ed. Antrhopos. Barcelona, 1989.

63
EL BOSCO, «El jardín de las delicias» (detalle)

64
ROLAND BARTHES:
REESCRIBIR LO MATERNO

Esther SÁNCHEZ-PARDO

A ESTRATEGIA RETÓRICA MÁS ACUSA-


da en el discurso crítico de Roland Barthes es
la de la seducción, y no es difícil sucumbir a las
sutilezas de su estilo asertivo, persuasivo y tre­
mendamente sugerente. La última etapa de su
quehacer crítico se inaugura con Le Plaisir du
Texte (1973). Con anterioridad Barthes se ha­
bía ocupado del estudio «científico» de la litera­
tura, y del análisis ideológico de la cultura desde
su perspectiva de intelectual de izquierdas.

El objeto de Le Plaisir du Texte es nuevo


por cuanto que el placer no constituye exclusi­
vamente un objeto y en el ámbito de lo que
podríamos llamar placer textual es muy difícil

65
Shu separando a Sibu y Nut

separar sujeto de objeto. El placer no es sólo un tica barthesiana verdaderamente radical que po­
objeto en el texto, sino algo que le ocurre al lec­ ne en cuestión su propia autoridad, la autoridad
tor. Mientras que la estructura, por ejemplo, po­ de la crítica pretendidamente objetiva y cien­
dría considerarse como algo inmanente al texto, tífica.
susceptible de ser estudiada y verificada en cual­
A juicio de Annette Lavers, en esta última
quier posible lectura (lo cual confiere al estruc- fase, «Barthes takes refuge in passivity and the
turalismo su carácter científico), el placer depen­ pleasures identified with the mother» (1982: 21).
de exclusivamente de la lectura individual y es La valoración del cuerpo y sus placeres, su in­
incierto. Barthes, apoyándose en la lectura sub­ sistencia en que hemos de «escribir el cuerpo»,
jetiva, afirma: «... el placer del texto no es fijo: que la escritura ha de desvelar la esencia de la
no hay nada que pueda asegurar que el mismo voz, y su especial énfasis en la idea de «jouissan-
texto nos gustará en una segunda ocasión: es un ce»1 marcan la pauta para nuestra reflexión en
placer frágil, transido por el capricho, el hábi­ este trabajo.
to, la circunstancia, un placer precario» (1973:
Es sobradamente conocida la vinculación de
83). De esta manera podemos afirmar que el pla­
Barthes con el grupo de intelectuales y escrito­
cer produce un efecto subjetivo, y lo que cierta­
res franceses en tomo a la revista Tel Quel, Phi-
mente es nuevo en esta obra y se intensificará
lippe Sollers, Jean-Pierre Richard, Julia Kristeva
en los últimos textos de Barthes es la subjetivi­
y el psicoanálisis lacaniano. Del discurso psicoa-
dad explícita en su escritura.
nalítico toma precisamente la noción de «des­
La última etapa de la carrera de Barthes, des­ plazamiento». En su libro Roland Barthes par
de la publicación de Le Plaisir du Texte en 1973 Roland Barthes (1975), el desplazamiento que­
hasta su muerte en 1980, podría caracterizarse da como principal movimiento estratégico de la
como epílogo del estructuralismo y preludio de última escritura fragmentaria y discontinua de
su nueva actividad postestructural. 1973 es un nuestro autor. «Desplazarse» implica acceder a
año importante, pues marca el inicio de una crí­ un locus discursivo totalmente imprevisible pa­

66
ra el «yo» y el «otro». Barthes repite de manera leerse como una alegoría del corpus barthesia-
obsesiva en sus reflexiones autobiográficas ideas no. La meta de este viaje discursivo a través de
como «glissement», «flottement», «derive», como las aguas maternas es finalmente «l’entièrement
formas de prevenir la consistencia y la solidez nouveau», sin que le quede «plus rien de l’ori­
del sujeto y su discurso. gine».

Desde Platón hasta Jung, «solidez» y «flui­ Esta visión utópica aparece de manera sis­
dez» han sido metáforas de lo masculino y lo fe­ temática en los textos de Barthes. A pesar de
menino, lo paterno y lo materno en el pensa­ que la conciencia de tal utopía representa «le
miento occidental. En su análisis de la temáti­ désir de l’impossible» (Leçon, 1978: 23), la vi­
ca de la obra de Michelet, Barthes subraya una sión asume gran variedad de formas en base a
oposición binaria entre la piedra estática y opa­ la sustitución —«la lengua total» en Sollers, Ecri­
ca, y el mar líquido y móvil, «el elemento gené­ vain (1979), lo «nuevo absoluto» en Le Plaisir
tico, primordial..., el arquetipo de la sangre y du Texte (1973) y Sade, Fourier, Loyola (1979).
la leche», emblema de la mujer (1954: 110). En Diez años antes, lo denomina «lenguaje revolu­
el universo de Michelet, Barthes destaca, «La ciu­ cionario» en Mythologies (1957), y de manera
dad demoníaca es, pues, la ciudad de los hom­ aún más significativa, «lenguaje adámico», tér­
bres solos..., la ciudad ideal no puede ser otra mino que aparece por primera vez en Le Degré
Zéro de L Ecriture (1953). En este texto capi­
cosa que matriarcal» (1954: 137). Su lectura de
tal, afirma «La escritura... se apresura hacia un
Michelet sugiere que existe para nuestro autor
lenguaje soñado, en cuya frescura, por una es­
una asociación entre «desplazamiento» (o movi­
pecie de anticipación ideal, figuraría la perfec­
lidad) con el principio materno, considerando
ción de un nuevo mundo adámico» (1953: 64-5).
a ambos como medios de autorrenovación y fi­
Barthes reescribe el mito, y el hijo adámico busca
nes en sí mismos. De hecho, la imagen del bar­
una frescura e inocencia prelapsaria en un sis­
co holandés, purificado por las aguas maternales
tema simbólico sin el padre o más allá del Pa­
que le rodean y que materializa lo que Barthes
dre. En su intento por ir más allá de la negación
cree que es el ideal de Michelet, se puede com­
de lo paterno, el concepto de lo «neutro» de Blan-
parar a la evocación que el propio Barthes hace
chot, se convierte en sinónimo del lenguaje adá­
de la mítica nave Argo:
mico a partir de Le Degré Zéro. Sin embargo,
Imagen frecuente la de la nave Argo (lu­ la idea de lo «neutro» no se elabora en los tex­
minosa y blanca), en la que los argonau­ tos de Barthes, a excepción de S/Z (1970). El
tas fueron sustituyendo poco a poco cada interlocutor de Leçon no tiene más remedio que
pieza, de modo que al terminarse encon­ confesar: «estoy obligado a elegir siempre entre
traron con una nave completamente nue­ el masculino y el femenino, lo neutro o lo com­
va, sin necesidad de haber variado el plejo me están prohibidos» (1978: 13). Así, for­
zado a elegir un término en el sistema de opo­
nombre ni la forma. Esta nave Argo nos
siciones occidental, y a pesar de su deseo utópi­
es muy útil: facilita la alegoría de un ob­
co por alcanzar la libertad de «la prisión bina­
jeto eminentemente estructural, creado
ria» (RB 1975: 137), Barthes optó por lo feme­
no por el genio, la inspiración, la deter­
nino en los años setenta, y específicamente por
minación, la evolución, sino por dos ac­
lo materno como «Otro», lo no-fálico o antifáli-
tos modestos...: la sustitución... y la no­
co. Este desplazamiento hacia la madre emble-
minación..., a base de combinar en el
matiza la búsqueda barthesiana para aproximar
seno de un mismo nombre, no queda ya la visión del hijo adámico. No olvidemos que,
nada del origen (1954: 50). en términos lacanianos, el desplazamiento es la
La luminosa nave, ejemplo de la continua manifestación del deseo del sujeto para recupe­
«sustitución», análoga al desplazamiento, puede rar el sentimiento de dicha original en/junto
a la madre, antes de la caída en lo simbólico- sencia paralizadora. Sin embargo, este estado de
patemo2. En La Chambre Claire (1980), el hi­ cosas puede ser muy difícil de alcanzar como su­
jo subraya la función catalizadora de la madre, giere el propio texto de Barthes. En Le Degré
«ella, tan fuerte... era mi ley interior» (1980: 113). Zéro, nuestro autor se halla atrapado entre los
Esa .fuerte ley interna, reprimida tras Michelet parámetros de la institución patriarcal de la li­
par lui-même y a lo largo de su etapa del análi­ teratura, a pesar de su radical deseo de libertad.
sis semiológico, vuelve y se materializa en la obra De manera aún más pesimista, podríamos pen­
de Barthes desde S /Z hasta La Chambre Clai­ sar que no existe un lugar desde donde pueda
re: la madre se convierte en el centro del texto. elaborarse un discurso de la oposición. Para Bart­
hes, un sujeto discursivo puede poseer la «vio­
En su autobiografía Roland Barthes par Ro­
lencia» necesaria para franquear los límites de
land Barthes, el padre queda representado co­
la ideología dominante, esta práctica revolucio­
mo una ausencia no problemática, cuya tempra­
naria es lo que nuestro autor da en llamar «écri-
na muerte crea un vacío liberador: «Un hogar
ture» (1953: 16). La creencia idealista en el poder
sin anclaje social: sin padre a quien matar, sin
subversivo y excesivo de la «écriture», celebra­
familia a la que odiar» (1975: 49); en última ins­
do junto al Texto y la literatura como «esa tram­
tancia, confiesa que la memoria del padre, a tra­
pa saludable, ese ardid, ese magnífico engaño,
vés de la madre, no fue nunca opresiva «me hacía
que permite escuchar a la lengua fuera-del-poder,
venir a la mente la infancia con una gratifica­
en el esplendor de una permanente revolución
ción casi silenciosa» (1975: 19). Sea cual fuere
del lenguaje» (¿epon, 1978: 16). El hijo piensa
el proceso de reacción subyacente a esta «liber­
que esta «lengua fuera-del-poder» podría inscri­
tad» del padre, la filiación matrilineal establece
birse por medio del desplazamiento y por me­
la posibilidad de elegir un padre simbólico para
dio de la incorporación de la Madre.
este hijo «no anclado»; «el único Padre que he
conocido (que me he dado) ha sido el Padre po­ Como antídoto frente al lenguaje paternal
lítico» (1975: 130). No obstante, en términos es­ de los años 70, el hijo invoca a «la langue ma-
trictamente intertextuales, el corpus barthesiano temelle» («la langue des femmes», RB 1975: 119).
exhibe un buen número de padres «formativos»: El significado de estos términos está poco cla­
Sartre y Brecht, desde Le Degré Zéro hasta La ro, sobre todo cuando en francés Barthes la de­
Chambre Claire y, en fases particulares, Lévi- signa como «la langue ombilicale» (1975: 119).
Strauss y Saussure, Freud y Lacan, o Gide y Los pies de foto que acompañan al pequeño ál­
Proust. Por el contrario, la única Madre que pue­ bum familiar que Barthes adjunta en su auto­
de incluirse en la constelación intertextual es biografía apuntan hacia una asociación exclusi­
Julia Kristeva, citada con asiduidad en los tex­ va del lenguaje con lo materno: el abuelo en
tos de los años setenta como «l’étrangère», y aso­ ambas familias «no tenía discurso alguno... en
ciada con el desplazamiento y la subversión de estas dos grandes familias, el discurso era de las
la autoridad. Sin embargo, estos padres elegidos mujeres. ¿Matriarcado?» (1975: 14, 16). Esta iden­
nunca desaparecen de la escritura barthesiana. tificación de lo materno y lo discursivo encuentra
Pueden ser interpretados de manera muy libre su formulación abstracta en Le Plaisir du Texte
e incluso cuestionados, pero ¿hasta qué punto cuando afirma: «Ningún objeto está en relación
podemos decir que el peso de la autoridad pa­ constante con el placer (Lacan lo dice de Sa-
terna eclipsa o presagia el desplazamiento ha­ de). No obstante, para el escritor, este objeto
cia lo materno? existe: no es el lenguaje, es la lengua, la lengua
materna» (1973: 60). La afirmación de este pla­
Podríamos pensar que Barthes sigue a los pa­ cer ininterrumpido en la relación del escritor con
dres intertextuales seductores/destructores para la «lengua materna» choca contra la idea psicoa­
socavar la hegemonía fálica y crear un espacio nalítica del Padre y es sintomático de la reescri­
para inscribir al Otro materno fuera de su pre­ tura barthesiana de lo materno.
Diosa Primigenia

La elaboración más destacada de su idea de perdura como modalidad que puede volver a sub­
la «lengua materna» tal vez se encuentre en sus vertir el orden paterno en el proceso radical de
ensayos sobre la música de Schumann. Según producción de significado que Kristeva denomina
nuestro autor, sus lieder surgen «a la sombra lu­ «signifiance». Aunque lo semiótico es enteramen­
minosa de la madre» (1982: 263). En particular, te preverbal para Kristeva y no constituye un
la presencia de términos alemanes y no italia­ lenguaje —del mismo modo que implica la «lan-
nos para designar el movimiento o el tono en gue matemelle» de Barthes—, el cuerpo, para la
sus partituras es prueba evidente de la «irrupción Madre intertextual y el hijo que efectúa su re­
de la Muttersprache en la escritura musical, cier­ escritura, es el locus de la subversión por exce­
tamente la restitución declarada del cuerpo co­ lencia. La Madre se materializa en los textos de
mo si... con respecto a la música, la lengua ma­ Barthes en contraposición a la idea falocéntri-
terna ocupara el lugar de la chora (noción que ca de la asociación de lo femenino con el cuer­
Julia Kisteva toma de Platón)» (1982: 275) (3). po, desprovisto de pensamiento.
Al menos en este ejemplo, la lengua materna En Le Plaisir du Texte, Barthes afirma que
es el signo que Barthes atribuye al concepto de «El escritor es alguien que juega con el cuerpo
lo «semiótico» de Kristeva. En el momento hi­ de su madre para glorificarlo, embellecerlo o para
potético en el que el hijo está en relación di­ desmembrarlo, para llevarlo hasta el limite de
recta con los ritmos del cuerpo materno, lo aquéllo que puede reconocerse del cuerpo» (1973:
semiótico ha de ser reprimido para que el suje­ 60). Sirviéndose de la metáfora del escritor co­
to pueda acceder a lo simbólico. Sin embargo, mo hijo, Barthes desplaza al cuerpo materno el

69
juego del significante, que es el rasgo principal Todo aquello que puede ocurrirme a tra­
de la «écriture»». El cuerpo materno queda iden­ vés de un cerco, de una desgarradura, es
tificado con la materialidad del signo. Leyendo capaz de arrebatarme» (1981: 227).
su autobiografía sabremos que esta teoría de la
Para Barthes, «el texto es un objeto-fetiche»
«palabra camal» aparece en principio en su es­
y a partir de Le Plaisir du Texte observa en va­
tudio sobre Michelet, para quien ciertas pala­
rias ocasiones que el texto puede leerse como
bras «amadas» se convirtieron en fetiches, de la un cuerpo. El potencial revolucionario de la
misma manera que un niño compensa con el jue­ «écriture» se une al de la lectura creativa:«... leer
go con distintas partes de su cuerpo la ausencia es reencontrar —al nivel del cuerpo y no al de
del objeto por excelencia, el cuerpo materno la conciencia— cómo algo ha sido escrito: es en­
(1973: 133-34). trar en la producción, no en el producto... leer,
La importancia del cuerpo para Barthes que­ es en verdad escribir: yo escribo —o reescribo—
el texto que leo, mejor y más allá de lo que hi­
da de manifiesto en su autobiografía, donde lle­
ciera su autor» (1981: 333). La Chambre Claire
ga a decir:
(1980) ilustra bien este procedimiento y es a
el léxico de un autor, ¿no ha de ha­ nuestro juicio la obra más significativa en la que
ber siempre una palabra-maná cuya sig­ Barthes desarrolla su vinculación con lo mater­
nificación ardiente, multiforme, inasible no. Frente a una serie de fotos escogidas, demues­
y casi sagrada, dé la ilusión de que me­ tra la manera en la que analiza una especial
diante esa palabra se puede responder a variedad de texto, en el que el sujeto de su aten­
todo? Esta palabra es a la vez inmóvil y ción primordial es el cuerpo, y el retrato de ma­
transportada, a la deriva, nunca se quie­ nera específica. La segunda parte del libro no
bra, siempre a-tópica (huye de cualquier es tan sólo una simple lectura, sino más bien una
tópico), resto y suplemento a un tiempo, tentativa de reencontrar el cuerpo de su madre.
significante que ocupa el lugar de todo En La Chambre Claire, Barthes se enfrenta
significado. Esta palabra aparece en su con la reciente muerte de su madre, su recuer­
obra poco a poco... ahora, se expande; do y su imagen fotográfica. Una foto de Hen-
esta palabra-maná es la palabra «cuerpo» riette Barthes a los cinco años de edad le revela
(1975: 133). aquéllo que había estado buscando largo tiem­
po sin saberlo: la verdadera representación de
Esta palabra sagrada que se hace cuerpo no
la esencia de su madre. La foto del Jardín de In­
nos parece a-tópica, sino muy al contrario, co­ vierno la lleva al reconocimiento de la totali­
mo sugieren los términos «transportar» y «deri­ dad de su ser y la fusión de lo que hasta entonces
va», la palabra-maná es el cuerpo materno. había percibido como fragmentos inconexos en
A partir de Le Plaisir du Texte, la fragmen­ fotos anteriores. Con este testimonio íntimo y
sobrecogedor, Barthes se propone reescribir su
tación que caracteriza a la escritura de Barthes
relación con su madre. Como el poeta Valéry,
corresponde a una fetichización del texto. Es im­
pretende «escribir una pequeña compilación de
portante tomar en cuenta sus definiciones de lo
ella», sólo para sí, para que su recuerdo conti­
«erótico» para comprender lo que aprecia en los
nué mutuamente ligado en el tiempo.
textos y en los cuerpos:
La foto del Jardín de Invierno queda carac­
El lugar más erótico de un cuerpo, ¿no terizada brevemente y no se reproduce, a dife­
es aquél donde la ropa queda entreabier­ rencia de otras muchas que Barthes utiliza para
ta?... es la intermitencia... lo que es eró­ ilustrar sus ideas. Estudia a la niña de la foto y
tico: la de piel que brilla entre dos piezas, finalmente redescubre a su madre en su inocen­
entre dos bordes (1973: 19). cia infantil, su gesto ligeramente ingenuo, su

70
discreción. La fragilidad de la infancia le trae
a la memoria los días finales de su enfermedad
en los que se dedicó a su cuidado.

A partir del espacio emocional de la madre,


Barthes elabora un espacio teórico, un marco que
escapa a la tiranía de la significación y se sepa­
ra de la historia. Las fotos familiares que reúne
localizan el recuerdo y provocan la narración:
un pasado supradefinido, selectivo, casi inven­
tado, y material biográfico de una novela sin tí­
tulo. Nuestro autor se aferra a su propia biografía
personal y arraiga su pasión por el sentido en
un espacio teórico egoísta del «sentido-para-sí»,
del «sentido en todo aquéllo que puede ser vo­
luptuoso» (1982: 240). El recuerdo fotográfico
desencadena la leyenda y el discurso literario gira
en tomo al pasado infantil, operando un autén­
tico psicoanálisis de sus reliquias personales.

En La Chambre Claire, la presencia sagra­


da de la madre anula el tiempo y el devenir, la
alteridad, la segunda persona, subraya el desasi­
miento del mundo y del amor humano. El ro­
mance familiar comienza con la viudedad de
Henriette Barthes, de cuya energía emana en su
totalidad la reconstrucción del hogar de los Bar­
Imagen de nacimiento. La mujer representa las formas de la sensibilidad,
thes. Roland, el hijo mayor, vendrá a ocupar el
con arreglo a la terminología kantiana. lugar del padre desaparecido: «Desde antiguo, la
familia para mí era mi madre, y, a mi lado, mi
hermano, nada más acá ni más allá (de no ser
el recuerdo de los abuelos)» (1980: 116). Vivirá
con Henriette hasta su muerte. La suya es una
figura incompatible y nutricia para el Barthes
creador, de modo que, a su muerte, deja por to­
da herencia un profundo dolor dentro de un
tiempo paralizado: un presente inhabitable y ca­
rente de afectos, sin sentido tras la desaparición
del objeto amado.

Sobre el escritor se cierne un espacio de in­


comunicación que no puede salvar con la pala­
bra. En vida de su madre no le era necesario
verbalizar el afecto, pues ambos pensaban sin ne­
cesidad de decirlo que «la ligera insignificancia
del lenguaje, la suspensión de las imágenes de­
bía ser el espacio del amor, su música» (1980:
112). En la Chambre Claire, la foto del Jardín
de Invierno se convierte para Barthes en una
Una especie de cordón umbilical une al
cuerpo de la cosa fotografiada a mi mira­
da: la luz, aunque impalpable, es aquí un
preludio camal, una piel que comparto
con cualquiera que haya sido fotografia­
do (1980: 81).

La foto no es proustiana: no invoca al pasa­


do, atestigua lo que fue en el pasado, y por con­
siguiente, anuncia la muerte en el futuro. Indis­
cutible pues, el vínculo de la fotografía con la
muerte, así como con la locura. El individuo psi-
cótico siente temor frente a una catástrofe que
ya ha ocurrido. Cada foto es, por tanto, una pe­
queña catástrofe de lo ya sucedido. La foto del
Jardín de Invierno se traduce para nuestro autor
en la crónica de una muerte anunciada. La fo­
tografía es también, y antes de nada para el se-
miólogo, un mensaje sin un código que nos
permite olvidar la cultura, reivindicando tal vez,
la única certidumbre que siempre alimentó la
tarea de Barthes, la desesperada resistencia frente
a cualquier sistema reduccionista.

Sus ensayos en tomo a la fotografía y el ci­


ne señalan un desplazamiento hacia el terreno
de lo imaginario en el sentido filosófico/psicoa-
nalítico. Como figura en su dedicatoria, La
Chambre Claire pretende ser un homenaje a
L ’Imaginaire de Sartre. En R. Barthes par R.
MARC CHAGALL, «Pintura»
Barthes, nuestro autor afirma: «El esfuerzo vital
de este libro es llevar a la escena un imagina­
rio, imaginaire en 1963, no es más que un tér­
especie de «esencia de la fotografía» (1980: 144), mino vagamente bachelardiano..., pero en 1970
si bien decide no «revelarla» del todo (no repro­ (S/Z, 17) ya está rebautizado, pasando por com­
ducirla) para conservar intacta la integridad del pleto a adoptar el sentido lacaniano (incluso de­
significante y el deseo. No obstante, a la ilusión formándolo)» (1975: 19). Mientras que, por un
de la recuperación sobreviene una pérdida. El lado se subraya la deformación del Padre psicoa-
referente en fotografía es lo mismo que el refe­ nalítico, la referencia a Lacan sugiere el moti­
rente en otros sistemas de representación: el ob­ vo por el cual el Hijo otorga un valor importante
jeto real que se ha colocado frente a la lente. a lo Imaginario. Del mismo modo que Lacan
En pintura y en el propio discurso, la mimesis contempla la relación entre el sujeto y el imago
suplanta a la realidad; en el medio fotográfico materno como «la identificación original» (Ecrits,
no podemos negar que la cosa ha estado allí, de 1966: 115), el hijo halla lo imaginario «a través
modo que la realidad y el pasado se superponen. de la Madre, presente al lado del espejo» (1975:
La fotografía se construye sobre el orden de la 156). En La Chambre Claire, el Hijo fetichiza
referencia. Para Barthes, ésta es literalmente una la foto del Jardín de Invierno que da acceso a
emanación del referente: la esencia materna. De este modo se alinea con

72
un «catolicismo cultural» que valora de manera De hecho, así como el cuerpo (para Bar­
especial a la Madre como vehículo para trascen­ thes el más imaginario de todos los objetos ima­
der la Ley del Padre. Barthes señala: ginarios), es una metonimia de la Madre, tam­
bién la Madre resulta ser una metonimia de un
J.J. Goux explica que el judaismo recha­ Imaginario que mantiene la expectativa de un
zó la imagen para librarse del riesgo de espacio personal más allá de lo simbólico. Si
adorar a la madre, y que el cristianismo, bien, la asociación de la Madre con el desplaza­
posibilitando la representación de lo ma­ miento, la movilidad, la fluidez, el cuerpo o la
terno femenino, sobrepasó el rigor de la fragmentación, en la práctica barthesiana reve­
Ley en beneficio de lo imaginario. Aun­ la una serie de tópicos paternalistas, su incor­
poración demuestra un claro esfuerzo por tomar
que descendiente de una religión sin imá­
la otra alternativa posible en un orden simbóli­
genes donde no se adora a la Madre (el
co fundamentado sobre la oposición binaria. Des­
protestantismo), y sin duda alguna, for­ de esta perspectiva, la revalorización y la elabo­
mado culturalmente por el arte católico, ración de una serie de topoi femeninos y mater­
frente a la foto del Jardín de Invierno, nos en la «écriture» de Barthes desplaza indiscu­
me abandonaba a la Imagen, a lo Imagi­ tiblemente la preeminencia del Padre y subvierte
nario (1975: 117). su autoridad.■

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

BARTHES, Roland: Le Degré Zéro de L’Écriture. París: Seuil, 1953. Michelet


par Lui-Même. Paris: Seuil, 1954. S /Z. Paris: Seuil, 1970. Sade, Fou-
rier, Loyola. Paris: Seuil, 1971. Le Plaisir du Texte. Paris: Seuil, 1973.
R. Barthespar R. Barthes. Paris:.Seuil, 1975. Sollers. Écrivain. Paris: Seuil,
1979. La Chambre C/aire. Paris: Gallimard/Seuil, 1980. Le Grain de ia
Voix. Entretiens 1962-1980. Paris: Seuil, 1981. Essais Critiques III. Pa­
ris: Seuil, 1982.
LAVERS, Annette: RolandBarthes. Structuraiism andAfter. Cambridge: Har­
vard Univ. Press, 1982.

1 La idea de «jouissance» procede de Lacan y alude a la forma más intensa


posible de placer sexual. Las feministas francesas la han reivindicado como
específicamente femenina. Barthes en Le Plaisir du Texte contrapone los tex­
tos que producen placer y aquéllos que generan «jouissance», incontrola­
bles, subversivos y provocadores. Por su característica complejidad es muy
difícil poder llegar a una definición aproximada de este concepto. En su edi­
ción del volumen NewFrench Feminisms (A.Y.: Schocken, 1980) Elaine Marks
e I. de Courtivron observan que «[jouissance] is a word used by Hélène Ci-
wous to refer to that intense, rapturous pleasure which women know and
men fear» (1980: 95 n. 6).
2Véase Jacques Lacan. Écrits. París: Ed. du Seuil, 1966.
3 Para Julia Kristeva «chora» es un espacio rítmico que precede a la figura­
ción y la especularización. Platon define el receptáculo de la «chora» como
ámbito nutritivo y maternal en el Timeo. La idea de Kristeva incluye una or­
ganización vocal y gestual sujeta a un ordenamiento dictado por imperati­
vos naturales o sociohistóricos tales como la diferencia biológica entre los
sexos o la estructura familiar. La investigación psicolingüística ha determi­
nado en los individuos un estadio funcional preverbal que rige las relacio­
nes entre el cuerpo, los Objetos y los elementos de la estructura familiar. La
«chora» es el ámbito de lo «semiótico» (el «estadio kinético funcional de lo
semiótico» en palabras de Kristeva) y precede al establecimiento del signo:
un espacio materno anterior a la simbolización. Véase Julia Kristeva: Révo­
lution in Poetic Language. Trans. Margaret Waller. N.Y.: Columbia Univ. Press,
Ma ry Shelley

MONTESINOS
TOMANDO LA PALABRA:
EL ACTO DE CREATIVIDAD
LITERARIA DE MARY SHELLEY

Elizabeth RUSSELL

El impulso de los poetas románticos ha­


cia la búsqueda del ego, del «yo», y de una
óptica característica, carece de preceden­
te en la literatura. Convencidos de que
un agente autónomo y poderoso estimu­
la la creación en el interior del indivi­
duo, luchan por controlarlo y manipular
su energía; luchan por el autodominio
—un estado en el que el individuo se ha
adueñado de su genealogía, de sus con­
tradicciones internas, de las dudas sobre
su poder de dominio y del mundo que pa­
rece obstruir su camino; un estado en el
que el «yo» ha conseguido contemplar el
mundo en su totalidad y conjugar así Mary Shelley también fue escritora del ro­
tiempo y espacio en una visión que es si- manticismo pero, hasta hace poco, fue identifi­
multáneamente individual y colectiva. cada simplemente como autora secundaria,
Este estado consigue reunir todos los as­ autora de Frankenstein. Escribe Mario Praz en
pectos conflictivos del «yo» y emplearlos su obra La agonía romántica, que «todo lo que
creativamente asegurando, de este mo­ la Señora Shelley hizo fue proporcionar un re­
do, el poder del «yo» para engendrarse a flejo pasivo de algunas de las extrañas fantasías
sí mismo. (Ross: 1988, pág. 26). que, dada la situación en que estaba, flotaban
en el aire a su alrededor» (Praz: 1985, pág. 116).
Con estas palabras, Marlon B. Ross descri­ Es bien cierto que Mary Shelley introdujo en
be el acto creativo del poeta del Romanticismo. su novela gran parte de la herencia literaria que
La búsqueda de su identidad literaria implica la le venía por su educación, pero la intertextuali-
conquista de sus antecedentes literarios, «los pa­ dad que Praz señala es el resultado de una lec­
dres literarios», el dominio sobre la Madre Na­ tura puramente masculina de Frankenstein. La
turaleza, el apoyo a los débiles, por los que el crítica feminista (Ellen Moers, Rosemary Jack-
poeta tomará partido, y la dependencia de una son, Mary Poovey, Sandra Gilbert y Susan Gu-
mujer que se convierte en la «musa iluminado­ bar) ha coincidido en señalar que las novelas de
ra» o «fuente de inspiración». La reivindicación Mary Shelley no sólo feminizan pero también
del «yo» implica tomar más que dar, profetizar subvierten los ideales románticos. En una épo­
desde las más altas cumbres de las montañas, ca en que el poeta romántico (y Mary Shelley
crear castillos en el aire, optimismo en una nueva estaba rodeada de ellos: Shelley, Byron, Keats)
raza de seres que el propio poeta romántico ayu­ intentaba —como Prometeo— rebasar los lími­
dará a engendrar. En resumen, pues, el poeta del tes de la humanidad, la obra de Mary Shelley
romanticismo tenía que reivindicar su ego a tra­ le hace bajar a tierra, intenta socavar el roman­
vés de una batalla contra sus «padres literarios» ticismo, y se centra en la desintegración de sus
para poder autoafirmarse. El romántico creía que ideales.
el poder se constituía a base de ideas —el cono­
Lo que yo quiero desarrollar aquí es mostrar
cimiento científico, histórico, político, filosófi­
que Frankenstein y la otra novela de Mary She­
co o incluso, tecnológico (Ross: 1988, pág. 31).
Dirigir y controlar estas ideas y manipularlas de lley, El último hombre, son metáforas de la crea­
ción literaria femenina —un acto que no se
tal manera que formaran una unidad orgánica,
era igual que gobernar el mundo entero. La re­ materializa desde las cumbres más elevadas, si­
no desde las profundidades de las cavernas sub­
lación entre el poeta romántico y la naturaleza
es una relación de dominio —aunque Word­
terráneas.
sworth escribe que hay que aprender de la na­ Rodeada de poetas románticos ensimisma­
turaleza. El romántico muestra una obsesión por dos, Mary Shelley escribe antiutopías donde el
escalar y conquistar montañas, poner a prueba hombre Prometeico fracasa: él, que intenta rei­
los límites de sus capacidades físicas. Simbóli­ vindicar su «yo» pero que no puede identificar­
camente, la altura de la montaña representa no se con el colectivo. No obstante, al otro extremo,
solamente las cumbres de su imaginación sino el cándido Angel del hogar también fracasa: es
también el eterno riesgo de caerse y perder su ella que malgasta toda su energía en hacer evi­
identidad. Es desde las montañas que los profe­ dente a los demás su absoluta carencia de iden­
tas proclaman sus verdades y el hecho de estar tidad.
solitarios en la cumbre simboliza también la mag­ El «yo» poético de Mary Shelley insiste en
nitud y soledad de los líderes de los hombres. un camino intermedio, un camino que implica
La escritora que vivía durante esta época jamás dar y recibir. La búsqueda de la identidad se crea
podía escribir desde tal perspectiva. en la esfera doméstica, eso sí, pero sólo a través

76
del amor de solidaridad y la «interdependencia»
familiar.

Cuanto más alta la montaña, más dura la


caída. A medida que Víctor Frankenstein se aleja
de sus amigos y del entorno familiar, se convierte
en un ser monstruoso. Su ambición por crear una
nueva raza de seres que la venerarían como su
creador, culmina en la creación de un monstruo,
elaborado con trozos de varios cadáveres, o sea,
con naturaleza muerta. Víctor viola la natura­
leza (que es femenina) en todos sus niveles y es
por ello que ésta le castiga, negando al científi­
co la capacidad de engendrar, tanto natural co­
mo científicamente, una nueva raza. Además,
«uno de los horrores más evidentes de esta no­
vela es el objetivo implícito de Frankenstein de
crear una sociedad exclusivamente para hom­
bres» (Mellor: 1988, pág. 220), negando con ello
el principio femenino.

En el momento en que el Monstruo empie­


za a vivir, su creador, Frankenstein, se horrori­
za y, lleno de odio contra lo que ha conseguido,
lo abandona. El Monstruo no tiene nombre, no
sabe hablar, ni tiene amigos. En vez de una ma­
dre biológica, tiene un padre tecnológico. En
muchos aspectos es como el «hombre natural»
de la Ilustración o el buen salvaje. Entra en la
existencia siendo potencialmente bueno, con
instintos bondadosos, pero esta bondad natural
se pervierte y se toma maligna a causa del en­
torno social. Cada intento que hace de integrarse
en una sociedad a la que nunca ha pertenecido
choca contra el rechazo, la crueldad y la vio­
lencia, debido a su desagradable físico.

Hay una escena que es importantísima por­


que refleja la problemática de la escritora. El
Monstruo llega a una casita que habita la fami­
lia De Lacey. Cuando mira a través de la venta­
na ve una escena idílica de armonía y felicidad.
Dentro está Safie, una mujer árabe de origen tur­
co, que aprende francés en una zona suiza de ha­
MARY SHELLEY

bla alemana. La descripción de esta escena es


en lengua inglesa. Tenemos, pues, una torre de
Babel en donde las diferentes lenguas no impi­
den la comunicación entre seres humanos, sino
Imagen de «Remando al viento», film de Gonzalo Súarez (1988)

que la estimulan. El Monstruo, no obstante, es­ es sólo posible si el niño y la niña reprimen su
tá afuera, mirando hacia adentro. Representa la deseo de regresar al vientre materno. Pero, dice
frustración de la escritora porque no tiene nom­ Lacan, la entrada del niño en el orden simbóli­
bre —ni tiene derecho a tenerlo— porque no co (también conocido como la Ley del Padre)
puede usar el lenguaje como vehículo de su crea­ es diferente de la de la niña. El niño puede iden­
tividad literaria, ya que no puede identificarse tificarse sexualmente con el padre y su entrada
con este lenguaje. y aceptación son más completas. La niña, en
cambio, no puede identificarse sexualmente con
Podríamos interpretar la problemática del
el padre, ya que no renuncia a su madre, de modo
Monstruo / Mary Shelley según las teorías de La-
que su entrada es menos fuerte, menos segura
can. Lacan afirma que el niño y la niña pasan
y su posición en la cultura y de la civilización
por dos etapas importantes en la infancia. Pri­
carece de consistencia.
mero, la etapa del espejo, que es cuando el ni­
ño y la niña ven una imagen separada de sí ¿Cuál sería la situación del Monstruo/Mu-
mismos en un espejo y se dan cuenta de que son jer? El Monstruo nunca ha tenido madre, no ha
un ser independiente de su madre. La segunda conocido el calor, y el amor maternales, no tie­
etapa es cuando adquieren el lenguaje y entran ne ninguna referencia de su concepción ni la
en el orden simbólico, que es el orden de la cul­ posibilidad de volver hacia el vientre de su ma­
tura y la civilización. La entrada en este orden dre. Mary Shelley tampoco conoció a su madre.

78
Es más, su madre murió al nacer ella y cuando en el seno de la tierra, sube a la superficie y de­
Mary Shelley dio a luz (cuando estaba redactando vasta la civilización patriarcal y toda la huma­
Frankenstein) perdió su hijo. No cabe duda de nidad, hasta que quede un solo hombre, que vaga
que Mary Shelley se identificase con el Mons­ por el mundo entero buscando a otro ser huma­
truo destacado y estéril. no. Si el poeta romántico encontró consuelo y
aliento en la Madre Naturaleza al mismo tiem­
Hay una escena en la que el Monstruo des­
po que ésta le proporcionaba el impulso nece­
cribe a Frankenstein su reacción al ver refleja­
sario para construir su identidad, el mismo poeta
da su imagen en un estanque e intenta encontrar
encontraba en la obra de Mary Shelley una im­
su identidad:
placable devastación en ella. La plaga no des­
Mi persona era horrorosa, mi estatura gi­ ciende de los cielos como la ira de Dios sino que
gantesca: ¿qué significaba esto? ¿Quién surge de la tierra, destruyendo a las jerarquías,
era yo?¿Qué era?¿De dónde venía?¿Cuál las distinciones entre clase y género, en fin, des­
era mi destino? Estas preguntas volvían truye el orden simbólico para crear un espacio
una y otra vez a mi mente pero era inca­ puramente femenino. Es esta una aniquilación
paz de responderlas. a la que seguirá una re-creación. En la lucha en­
FRANKENSTEIN, pág. 128 tre mente y materia, entre transcendencia e in­
manencia en las novelas de Mary Shelley, es el
Esta escena es una parodia no solamente del «aquí y ahora» lo que vence: lo grotesco y lo in­
Paraíso Perdido de Milton donde Eva se ve re­ manente. La regeneración es posible sólo tras
flejada en el agua y se enamora de su efigie, si­ una completa transformación moral.
no también un planteamiento de la problemática
En El último hombre, Mary Shelley se auto-
de la mujer que busca su identidad literaria. El
rretrata junto a su marido, Percey Shelley en las
paso hacia adelante, la entrada al orden simbó­
figuras de Perdita y Lionel Vemey. Ambos per­
lico, le es negado. Buscando su creatividad en
sonajes se entregan a la creación literaria. Lio­
la tradición de escritoras, sus madres literarias,
nel escribe de sí mismo:
también resulta imposible porque sus voces ha­
bían sido silenciados a través de los siglos. No De repente me vi como el padre de toda
es de sorprender que Frankenstein, la novela, la humanidad. La posteridad se transfor­
apareció anónimamente. mó en mi heredera. Mis pensamientos
eran yemas destinadas a enriquecer el te­
En las páginas finales de la novela el Mons­ soro de las posesiones intelectuales del
truo y su creador vagan sin cesar a través de una hombre; cada sentimiento era una pre­
tierra cubierta de hielo y nieve, reflejando así ciosa ofrenda que yo le concedía.
la esterilidad de la tierra, incapaz de proveer ca­
El proceso creativo de Perdita (su nombre
lor, amor y seguridad pero también representa
ya indica que ha perdido su paraíso) implica una
la esterilidad de la escritora misma, una esteri­
trayectoria diferente:
lidad que tendrá su venganza en otra obra suya,
El último hombre. Después de un tiempo, descubrió que...
su propia personalidad, que creía enten­
La naturaleza en la época del romanticismo der completamente, ocupaba la primera
inglés era femenino, y llevaba los pronombres categoría entre las «terrae incognitae», las
femeninos todo lo que fluía, lo que no tenía lí­ desconocidas tierras salvajes de un país
mites, lo que era misteriosa. Pero la naturaleza que carecía de mapa. De forma errante
produce monstruos y lo que es cierto es que la y extraña empezó la tarea del autoexa-
naturaleza en la obra de Mary Shelley siempre men a través de la auto-condena. Fue en­
produce monstruos. En El último hombre, es una tonces cuando volvió a tomar conciencia
Plaga, también femenina, que tiene su origen de sus propios méritos...
Lionel confía en el hecho de que tiene an­ tal, ni prototipo que la guíe. Su vuelo tiene que
tepasados que le asesorarán como guía; por con­ ser necesariamente hacia su interior más que ha­
siguiente estudia «la comparación de opiniones cia lo alto, a través de desconocidas tierras sal­
filosóficas..., hechos históricos, la adquisición de vajes inexplorables. Su «yo» sólo puede ser rei­
lenguas». Busca su inspiración en la naturaleza, vindicado mediante la condena de su identidad
y es entonces cuando sus ideas «parecían aban­ y el auto-análisis, y es aquí, en este acto, donde
donar sus moradas mortales; batían sus alas y la naturaleza cumple su papel creando un espa­
emprendían el vuelo, navegando en la plácida cio femenino, un espacio alcanzable sólo a tra­
corriente del pensamiento, llenando la creación vés de un aniquilamiento total del sistema pa­
con una nueva gloria, y suscitando imágenes su­ triarcal, un espacio que Mary Shelley intenta­
blimes que de otro modo hubieran permaneci­ ba encontrar mientras se esforzaba por escribir
do ignoradas». contra la influencia de Percy Shelley, Byron,
Perdita, por otro lado, está desamparada. Al Keats y un largo etcétera. En El último hombre,
igual que el Monstruo no encuentra espacio vi­ Mary Shelley lo explica así:

80
Hubo un tiempo en que el hombre era
el favorito del Creador, como cantaba el
salmista real... «Dios le creó para tener
poder sobre sus propias obras, y puso to­
das las cosas a sus pies». Hubo un tiem­
po en que fue así; ¿es ahora el hombre
el señor de la creación'’ Contempladlo
—¡Ah! ¡ Veo la Plaga! Ella le ha confia­
do su forma, se ha encamado en su ser,
se ha entrelazado con él y le ciega la vis­
ta anhelante del más allá. Reposa, oh
hombre, sobre la tierra cubierta de ño­
res; abandona toda demanda de tu heren­
cia; todo lo que puedes poseer de ella es
elpequeño nicho que los muertos requie­
ren. ■

BIBLIOGRAFÍA

MARY SHELLEY, Frankenstein, Oxford University Press, 1969.


The Last Man, University of Nebraska Press, 1965.
ANNE K. MELLOR (ed.), Romanticism and Feminism, Indiana University Press,
1988.
Possessmg.Nature. The Female in «Frankenstein», en: Mellor, 1988, op.
cit., págs. 220-232.
MARLON B. ROSS, Romantic Quest and Conquest. Troping Masculine Po­
wer in the Crisis of Poetic Identity, en: Mellor, 1988, op. cit., págs. 26-51.

81
EL PREVENIDO ENGAÑADO
DE MARÍA DE ZAYAS: UNA NOVELA
FEMINISTA DEL SIGLO XVII

Consuelo JIMÉNEZ DE CISNEROS Y BAUDÍN

ARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR FUE LA


más importante mujer escritora del siglo XVII.
Ocupa un puesto privilegiado en la novela cor­
ta, aunque también cultivó otros géneros, al la­
do de Cervantes, Tirso, Castillo Solórzano,
Montalbán y otros. Su estilo es tan sencillo y
natural —ella confesaba que escribía de la mis­
ma manera que le enseñaron a hablar sus pa­
dres— que hasta hoy día podemos leerla sin esa
sensación de vetustez que producen habitual­
mente las obras con tres siglos a sus espaldas.
Y en cuanto a su fondo, nos conmueven toda­
vía sus ideas liberales, su defensa de la condi­
ción de la mujer, y hasta su sentido moral.

83
t

f
La sociedad de su época la aceptó y acla­
mo: Lope de Vega y Montalbán la citan y en­
He seleccionado una de sus novelitas más
admiradas, perteneciente a la primera serie: El
salzan. La posteridad la juzgó bien como escri­ prevenido engañado. Sobre ella haré un breve
tora, aunque los críticos puritanos tacharan de análisis de los aspectos que más nos puedan in­
inmorales algunas de sus historias, que, recor­ teresar, esto es, la visión del mundo femenino
demos, fueron todas publicadas en el siglo XVII, que presenta, sumamente rico, variado y com­
el de la Inquisición y Contrarreforma. Críticos plejo.
más recientes han intentado hacer de ella una La línea argumental se configura en tomo
campeona del feminismo antes de que éste a un protagonista masculino: D. Fadrique, quien
existiera. busca la mujer ideal para casarse. En esta bús­
queda a partir de unos esquemas que se le van
De su biografía no se sabe gran cosa. Nació
deteriorando al contacto con la realidad, D. Fa­
en Madrid en 1590 de familia media acomoda­
drique se relacionará con varias mujeres con las
da, hija de un capitán. Y en Madrid vivió, ex­
que vivirá diversas historias, algunas de ellas en­
ceptuando cortas estancias en otras capitales
lazadas las unas con las otras, y finalmente aca­
peninsulares, como Zaragoza, donde aparecieron
bará víctima de su propia obsesión y aun de su
publicadas sus novelas; Valladolid, Granada, To­
propia trampa.
ledo, ciudades que describe con precisión. Mu­
rió no se sabe si en el 1661, pues se han encon­ Esto dicho, podría parecerse a otras muchas
trado dos partidas de defunción con su mismo historias del mismo tipo, que, con una preten­
nombre, y aun hay quien dice que ninguna de sión jocosa o moralizante, presentan al burlador
las dos corresponde a nuestra autora. burlado. Sin ir más lejos, El curioso impertinen­
te, de Cervantes. Pero hay algo que la hace muy
Publicó dos conjuntos de novelas cortas ti­
diferente, y es desde luego el realismo nunca en­
tuladas Novelas amorosas y ejemplares (1637)
dulzado de los episodios y el análisis psicológi­
y Novelas y saraos (1647). Añadamos una obra co de las cuatro figuras de mujer predominantes.
de teatro, La traición en la amistad, y muchos
versos, incluidos los presentes en sus novelas. Sobre lo primero, pondremos un ejemplo.
Los diez años que separan las colecciones de és­ En la literatura de la época era frecuente pre­
tas debieron de ser intensos para la autora, pues sentar historias sentimentales con aparentes de­
el tono optimista y boccaciano de la primera serie sigualdades sociales, pero éstas quedaban siempre
cambia a otro mucho más agrio y pesimista en eliminadas al descubrirse que el criado era un
la segunda. Se supone que tendría algún disgus­ caballero encubierto para poder acceder a la da­
to sentimental o quizá una concatenación de ex­ ma: véanse Boccaccio, Cervantes o Lope. En
periencias que entenebrecieron su visión del María de Zayas, el criado es un criado de ver­
mundo, y fundamentalmente del comportamien­ dad, encima negro, y para colmo no enamora­
to de los hombres frente a las mujeres. do de la dama, sino acosado por ésta. Recor­
demos cómo los negros constituían la casta ra­
No se conoce mucho de su vida privada.
cial más baja en la consideración social de la
Asistiría a reuniones literarias, seguramente si­
época, menos aún que los indígenas americanos,
milares a las que describe en los prólogos de sus
a quienes, al menos en las leyes, se les conside­
novelas... Pero llevaría una vida solitaria, al me­
raba súbditos de la Corona. Así, la madre de Lá­
nos en el sentido de que no llegó a casarse, sien­
zaro de Tormes se amanceba con un negro, que
do una mujer con un fuerte componente pasional
es como decir que ya no puede caer más bajo.
en su personalidad, por lo que no se le puede
suponer la soltería como una elección, especial­ Pasemos a lo segundo. Para ello, trazaremos
mente en su época. un breve bosquejo de las cuatro mujeres princi­

84
pales que aparecen en la vida de D. Fadrique la bella y la bestia. El oculto D. Fadrique piensa
por orden cronológico. inicialmente en un acto de caridad, hasta que
los gestos y conversación le muestran otra cosa.
SERAFINA es una mujer que une belleza
El negro no tiene fuerzas para juegos amorosos
y discreción, lo que en la lengua de hoy diría­
—morirá esa misma noche— y aún se queja a
mos talento. D. Fadrique la pretende y regala,
su señora y enamorada: «¿No basta que tu viciosa
pero ella ama a otro más pobre, menos conve­ condición me tiene como estoy, sino que quie­
niente socialmente, y que acabará abandonán­ res que cuando estoy ya en el fin de mi vida acu­
dola tras dejarla embarazada. La aparente libertad da a cumplir tus viciosos apetitos?». D.a Bea­
de elección amorosa de la protagonista se ve cer­ triz, tras la muerte del negro y ser abandonada
cenada por la falta de respuesta del varón elegi­ por D. Fadrique, decide casarse con otro de sus
do, que claramente la utiliza sin amarla ni llegar muchos pretendientes y así sale de nuestra his­
con ella al compromiso amoroso que la salvara toria.
de la deshonra y, en este caso, del convento, en
La siguiente figura es la de dos primas, D.a
el que ingresa Serafina tras dar a luz a una niña,
Ana y D.a Violante, ambas símbolos de la mu­
Gracia, y abandonarla. D. Fadrique, testigo ca­
jer libre..., o que intenta serlo mientras pueda.
sual del parto y subsiguiente abandono, recoge
Parecen, en efecto, exentas de tutela masculi­
en secreto a esta niña y la hace criar en un con­
na, pero sólo lo parecen: D.a Ana, huérfana, he­
vento.
redó la hacienda de sus padres a cambio de
Serafina representa la mujer media típica del casarse con un primo «que está en Indias». D.
siglo. Ha de casarse por concierto de sus padres: Juan mientras tanto, un pariente de D. Fadri­
a ellos la pide D. Fadrique, aun conociendo que que, la pretende, pero sabe que no podrá tener
su amada ama a otro. El matrimonio es un con­ acceso a ella mientras no llegue su marido, «por­
trato económico: él espera obtenerla por ser más que ahora —confiesa él— ni su estado ni el mío
rico que el otro. Pero al no cumplirse un requi­ dan lugar a más amorosas travesuras». Tanto ella
sito previo: la virginidad de la novia, la boda como D.a Violante son mujeres cultas, artistas,
nunca se efectuará. D. Fadrique cambia de pro­ músicas y poetas. En la novela aparecen versos
pósito tras conocer la situación real de su pre­ puestos en la pluma de estas mujeres. Hay que
tendida. decir que D. Fadrique está desengañado de las
mujeres cultivadas, porque considera que el ta­
De Granada, donde le sucediera esta histo­ lento y el vicio son inseparables. Después de la
ria, parte D. Fadrique a Sevilla para olvidar. Allí aventura de Beatriz, vuelve «con su antiguo te­
se encuentra a la segunda mujer, D.a BEATRIZ, ma de abominar de las mujeres discretas, que fia­
una viuda rica y hermosa. Como podemos ob­ das en su saber, procuran engañar a los hombres».
servar, se trata de una novela galante, donde el Ya el primer tropiezo con Serafina le provocó
único nudo posible es un conflicto amoroso. D.a las siguientes reflexiones: «él decía que no ha­
Beatriz es pretendida por muchos, pero parece bía de fiar de ellas, y más de las discretas, por­
aceptar a D. Fadrique, aunque con un plazo de que de muy sabias y entendidas daban en tra­
un año, escudándose en su viudez. Sin embar­ viesas y viciosas, y que con sus astucias engaña­
go, la realidad es que D.a Beatriz está enamora­ ban a los hombres; pues una mujer no había de
da apasionadamente de su criado negro. La saber más de hacer su labor y rezar, gobernar su
escena entre ella y éste moribundo tiene una es­ casa y criar sus hijos, y lo demás eran bachille­
tética de contrastes casi valleinclanescos: la in­ rías y sutilezas que no servían sino de perderse
dumentaria de la dama, en la que destaca el brillo más presto». Aquí podemos apreciar una opi­
blanquecino de las perlas, la toalla «blanquísi­ nión que ha perdurado por desgracia en la men­
ma», el servicio de plata que porta contrastan talidad hispana casi hasta nuestros días, y que
con el negro, «tan atezado», como contrastaría sin embargo es citada con una carga irónica in-

85
da como «sibila española» por su arte versifica­
dor, y esto nos recuerda que la autora fue lla­
mada por Montalbán «décima musa» en glorifi­
cación de su obra poética; es seguro que la autora
encuentra un cierto gusto en describir mujeres
con las que puede identificar rasgos de su pro­
pia personalidad.

Como era de esperar, D. Fadrique caerá en


brazos de D.a Violante, en una relación que es
quizá la más libre y fresca de la obra, y que vie­
ne precedida de un engaño, engaño utilizado en
esta ocasión sólo con el valor de juego amoro­
so, en un sentido positivo y liberador. Pero Vio­
lante es muy consciente de lo precario de su
situación: no puede aficionarse en exceso a al­
guien si no quiere perder su libertad. Así, D. Fa­
negable por una mujer del siglo XVII que va a drique no se atreve a solicitarla en matrimonio
tratar de demostrar la tesis contraria. porque sabe que ella «verdaderamente aborre­
cía el casarse, temerosa de perder la libertad que
En fin, pese a sus prevenciones, D. Fadri-
entonces gozaba». Por lo que Violante acabará
que continuará enamorándose de mujeres dis­
buscándose otro amor, aunque al final de la no­
cretas, esto es, con talento e ingenio. Con su
vela se nos indica que terminó casándose. Y D.
primo D. Juan, D. Fadrique discurre sobre esos
Fadrique, tras descubrirla con su nuevo aman­
temas. D. Juan tiene una visión mucho más mo­
te, se reafirma en su mala opinión de las muje­
derada y moderna que la de D. Fadrique.
res «sabias».
«No sé qué hombre apetece una mujer ne­
cia —dice D. Juan— no sólo para aficionarse, Desengañado, parte para Italia, donde vive
mas para comunicarla un cuarto de hora, pues diversas aventuras, y a su regreso se tropieza con
dicen los sabios que en el mundo son más cele­ una dama valenciana casada con un duque ca­
brados que el entendimiento es manjar del al­ talán, la cual lo invita a pasar un rato agradable
ma; pues mientras los ojos se ceban en la blan­ con ella.
cura, en las bellas manos, en los lindos ojos y El queda admirado de la astucia de esta mu­
en la gallardía del cuerpo, y finalmente en todo jer, así como del buen trato que hay en este ma­
aquello digno de ser amado en la dama, no es trimonio, que no excluye que ella se divierta por
razón que el alma no sólo esté de balde, sino que su cuenta si tiene ocasión, quizá para compen­
se mantenga de cosas tan pesadas y enfadosas sarse del hecho de tener un marido mucho ma­
como las necedades; pues siendo el alma tan
yor que ella. La duquesa es por supuesto una
pura criatura, no la hemos de dar manjares gro­
dama cultivada, con la que D. Fadrique reanu­
seros».
da su obsesivo tema de que la mujer perfecta para
Vemos en estas palabras una reivindicación esposa ha de ser ignorante. «¿Y cómo —dijo la
del placer de una relación que trasciende lo fí­ duquesa— sabría ser honrada la que no sabe en
sico y se deleita también en lo intelectivo y mo­ qué consiste el serlo? ¿No advertós que el necio
ral. Un ideal de relación donde se armonice la peca y no sabe en qué, y siendo discreta sabrá
belleza del cuerpo con la de la mente y la sensi­ guardarse de las ocasiones? Mala opinión es la
bilidad. Parece que estas dos mujeres, como he­ vuestra, que a toda ley una mujer bien entendi­
mos dicho, lo reúnen todo. D.a Ana es nombra­ da es gusto para no olvidarse jamás...».

86
Pero D. Fadrique no queda convencido, y tuario, de acciones seguidas con minuciosos de­
de regreso a su ciudad natal busca a GRACIA, leites, como la observación y persecución de Se­
la hija abandonada de Serafina, su primer amor, rafina o de D.a Beatriz por parte de D. Fadrique;
y constatando su ignorancia natural y su falta rupturas con lo habitual: en una época en que
de experiencia del mundo, porque se ha criado las relaciones sentimentales aparecen fijadas en
en un convento, decide casarse con ella. Lo que la literatura mediante patrones estables, homo­
desea es «una mujer tan inocente que no sepa géneos, Zayas presenta relaciones múltiples, li­
amar ni aborrecer». A cambio, Gracia es her­ bres, desiguales, como las que podían suceder en
mosa y dócil. Ella va a pagar los resentimientos la vida y no en el amañado teatro de Lope o de
de D. Fadrique contra las mujeres: pues él, en Calderón; los maridos que aparecen son confor­
vez de mostrarle lo que es la consumación del mistas, no calderonianos: aceptan su «deshon­
matrimonio, la engaña para autoconvencerse ra» con comprensión, como el protagonista, o
mejor de su ignorancia. Y este engaño y esta ig­ hacen la vista gorda, como el duque.
norancia serán los que motiven la infidelidad
inocente de la esposa. La literatura cumple aquí perfectamente su
papel de espejo social y a la vez modelo reflexi­
Con esto, la autora demuestra su tesis de que vo: la aparente libertad de elección amorosa de
la ignorancia no salvaguarda la virtud mejor que la mujer está coartada siempre por la hipocre­
el conocimiento. D. Fadrique acaba sus días ala­ sía, el encubrimiento, el engaño. ¿Cómo cono­
bando «las discretas que son virtuosas, porque cer de verdad a la pareja a la que se ha de tratar
no hay comparación ni estimación para ellas; a escondidas y a oscuras? ¿Cómo decidir sobre
y si no lo son, hacen sus cosas con recato y pru­ lo ya decidido de antemano? Así, el adulterio
dencia». Esta última reflexión viene a justificar, aparece como la única forma posible de amar
con cierto cinismo, los comportamientos ante­ libremente, porque sólo la mujer casada goza de
riormente reprochados en las mujeres que pasa­ las condiciones necesarias para poder disponer
ron por la vida de D. Fadrique. su elección amorosa si el marido no elegido por
La novela termina recogiendo los destinos ella no la satisface.
de todos los personajes para que el lector siga
Este adulterio liberador, engañosamente li­
la evolución de cada cual y pueda comprobar
berador también, pues la mujer sigue estando im­
el fatalismo de ciertos destinos o el conformis­
potente en manos del hombre, sea marido o
mo con los usos sociales dominantes: cada una
amante, aparecerá profusamente en la novelís­
se casa con quien le ha sido asignado de una u
tica de dos siglos después: las heroínas de las
otra manera, pero no por libre elección.
obras realistas y naturalistas no sólo españolas,
La estructura de la obrita es perfecta: nove­ sino también francesas o rusas: las de un Gal-
la episódica, quizá no original en el sentido de dós, un Clarín,, un Flaubert, un Tolstoi. De es­
que las historias pudieron ser tomadas de obras ta insatisfacción en la relación causada por su
italianas, pero sí en la sabia amalgama de las mis­ imposición forzosa, se deriva la venganza entre
mas, y en la intención que las preside: romper sexos: la mujer avisada sabe que el hombre es
una lanza en pro de la inteligencia y la libertad traidor, que la puede utilizar impunemente, así
de actuación de la mujer. que si ella se adelanta en el engaño, eso gana.
El tono de la novela es bienhumorado, co­ En cuanto al hombre, en el caso de la novela
mo corresponde al de la serie a la que pertene­ que nos ocupa, D. Fadrique, es víctima también
ce. Encontramos elementos humorísticos que de la insinceridad de las mujeres a las que pre­
recuerdan a Boccaccio y la tradición medieval tende, y decepcionado por ello, la paga con su
celestinesca. Por ejemplo, los engaños entre ena­ inocente esposa, que a su vez le va a devolver
morados; descripciones muy complacidas de ves­ inadvertidamente la pelota.

87
Las mujeres de esta obra no son unas vicio­ to libre y decisor de su destino amoroso. A la
sas, como señala cierto crítico (J. Hesse, Tau- mujer sólo le resta una aparente libertad en la
rus, Madrid, 1965). Son mujeres prisioneras de iniciativa amorosa del momento, tomada como
sus circunstancias sociales y personales. La pri­ lance o episodio: así la duquesa, con su peque­
mera, la voluntad de sus padres en concertar su ña aventura sin trascendencia personal para ella,
boda; el abandono de su amante que la obliga se comporta en ese sentido como un varón. La
a tener su bebé en secreto y abandonarlo, con viuda, por su condición de tal, es relativamen­
el remordimiento que esto después causará tan­ te dueña de su destino siempre que elija, claro
to a ella como al padre, quien demasiado tarde está, la pareja socialmente adecuada.
se arrepentirá de su irresponsabilidad. La segun­
Críticas recientes, de los años 70, hablan del
da, una viuda que, para pasar por honesta, ha
de vivir un largo luto obligatorio, en el cual en­ «subido erotismo y la encendida defensa de la
cuentra como impensado consuelo a su criado mujer» en nuestra autora {Historia y Crítica de
negro. La tercera, la más libre, no lo es tanto la Literatura..., Ariel, p. 458), y de su predilec­
como para ahondar en una relación que no sea ción por lo alegórico, lo macabro y lo sobrena­
superficial, justo por temor a involucrarse y per­ tural. En la presente novela, hay un rasgo
der su libertad con el matrimonio, lo que aca­ macabro, que podría ser la citada escena de D.a
bará sucediendo. Así, para ésta el matrimonio Beatriz con el moribundo negro. Por lo demás,
no es un estado de vida en la compañía y ayu­ la novela discurre por cauces realistas y cotodia-
da, sino una especie de cárcel, debido a las con­ nos, ajenos a lo sobrenatural y simbólico. Ha­
diciones perjudiciales para la mujer en las que blar de «subido erotismo» me parece un poco
se ha movido esta institución casi hasta nues­ exagerado, porque simplemente las novelas ita­
tros días. En cuanto a la última, con su igno­ lianas de siglos anteriores superan con mucho
rancia natural unida a la falta de cultivo inte­ las fantasías eróticas de María de Zayas, pero si
lectual, ejemplifica el problema de la educación la comparamos con lo que se escribe en la Espa­
de la mujer, un tema que la literatura del siglo ña de su época, sí tenemos que admirar su de­
XVIII abordará con decisión, por ejemplo en las senvoltura y lamentar la pusilaminidad en que
obras teatrales de Moratín, un alegato en favor se caería más tarde hasta desembocar en una Fer­
de la formación moral e intelectual de la mujer nán Caballero a la que su pazguata tertulia co­
y de su libertad de elección matrimonial. rregía los más ingenuos renglones.

El aparente descaro de algunos episodios en­ La consideración que esta novelita alcanzó
cierra un fondo de amargura pesimista: la im­ en su tiempo mereció los honores de inspirar es­
posibilidad de cuajar una relación sincera, libre; cenas de L’Ecole de Femmes, de Molière, y La
de conciliar honestidad y sabiduría en la mujer, précaution inutile, de Scarron. Entre los críti­
pues las sabias, ya sólo por serlo, dejan de ser cos que la tildan de inmoral, destacaremos a
honestas al percibir lo que supone esa honesti­ Pfand con la siguiente «perla» del puritanismo
dad basada sólo en apariencias y en voluntades machista: «¿Se puede dar algo más ordinario y
ajenas. Así, en la novela la mujer implacable­ grosero, más inestético y repulsivo que una mu­
mente ha de ser infiel, mientras D. Fadrique in­ jer que cuenta historias lascivas, sucias, de ins­
tenta siempre la fidelidad en su relación con cada piración sádica y moralmente corrompidas?» (cit.
dama; incluso su boda con Gracia, cuya belleza por Diez Echarri-Roca Franquesa, Historia Ge'
recordaba la de su madre, parece un rasgo de fi­ neral de la Literatura..., Aguilar, p. 268).
delidad hacia sus primeras memorias amorosas Por fortuna, otros opinan con mayor mesu­
y cierra su ciclo de correrías sentimentales. Pe­ ra. Para terminar, ofrezco una cita de Diez Echa-
ro la fidelidad y el equilibrio de D. Fadrique se rri {op. cit., loe. cit.) que sustento por entero
deben a su misma condición de varón, por tan­ y que recoge las ideas fundamentales que yo mis-
ma daría como conclusión de lo expuesto: «La
Zayas, y éste es acaso su más relevante mérito,
se constituye desde el primer momento en la
auténtica campeona del feminismo, frente al
concepto subestimativo de la mujer en la lite­
ratura de la época; bien entendido que su entu­
siasta defensa de las prerrogativas del sexo débil
no le impide reconocer los defectos de éste, cuan­
do realmente los hay, ni fustigar a sus congé­
neres, haciéndolas responsables incluso de la co­
rrupción general. Lo que proclama la Zayas, y
lo hace con singular gallardía, es la igualdad de
deberes y derechos de los dos sexos, especialmen­
te en el terreno amoroso y cultural. En la nega­
ción de los unos radica para ella la infelicidad
de muchos matrimonios; en la negación de los
otros, el complejo de inferioridad de la mujer.
Para la Zayas sólo puede exigirse plena respon­
sabilidad a la mujer cuando ésta pueda, a su vez,
actuar libremente».■

BIBLIOGRAFÍA

DIEZ ECHARRI-ROCA FRANQUESA, Historia General de la Literatura Espa­


ñola e Hispanoamericana, Aguilar, Madrid, 1979.
VAÍLLO, Carlos, «La novela picaresca y otras formas narrativas», en Historia
y Crítica de'la Literatura Española, t. 3, Ed. Crítica, Barcelona, 1983.
Edición utilizada de El prevenido engañado: María de Zayas, Novelas, Tau-
rus, Madrid, 1965.

89
ISABEL-CLARA SIMÓ:
JÚL/A O ALGUNAS
VARIACIONES SOBRE EL
MITO DE ATENEA

Isabel ROBLES GÓMEZ

ÚLIA, DE ISABEL-CLARA SIMÓ, AUTORA


nacida en Alcoi y residente en Barcelona desde
hace muchos años, fue publicada en 1983. Aun­
que se trataba de su primera novela, ya había
publicado antes un libro de narraciones cortas,
Es quan miro que hi veig ciar, que ganó el pre­
mio Víctor Català en 1978. Con posterioridad
han ido apareciendo las novelas Idols, T’estimo
Marta y El Mossèn*, y, entre los libros de na­
rraciones cortas Bresca y Alcoi-Nova York; en
el campo de la literatura juvenil es autora de El
secret d’en Toni Trull; en el del ensayo colabo­
ró en el libro Dona i societat en la Catalunya
actual, y en del teatro es coautora de Dones i

91
Cataluña. En cuanto a su labor periodística hay Dolors —suegra del señor— que la ven como in­
que destacar la dirección de la revista Canigó, trusa y competidora. La perspicacia e inteligen­
que desempeñó durante muchos años. cia de Júlia, sin embargo, encauzará la vida
familiar y conquistará a las amistades.
De toda esta considerable producción, me
interesa presentar una serie de reflexiones sobre Puede que esta breve relación no dé idea de
la primera novela de Isabel Clara Simó porque las grandes posibilidades de interpretación que
además de ocuparse de un tema valenciano y de la novela ofrece, porque sin duda Júlia es una
un período histórico relevante, ha sabido des­ obra rica en sugerencias.
velar la otra cara de la historia: la de la partici­
Siguiendo los pasos que Sandra Gilbert da
pación de las mujeres en las luchas políticas y
en su Introducción a The A wakening, de Kata
sociales.
Chopin1, me inclino a pensar que a partir de
A pesar de ello, no es mi intención anali­ una lectura «realista» de la obra, se nos presenta
zar este fenómeno, pues aunque el acontecimien­ como la búsqueda de la propia identidad, deter­
to protagonista es la llamada revolución del minada por la clase, tal y como lo indica la ob­
«petróleo» de Alcoi de 1873, aunque recrea y no­ sesión de la protagonista por indagar en lo que
vela su historia también durante los primeros originó la muerte de su padre, José Solbes. Esta
años del siglo XX —desfilando por sus páginas búsqueda, sin embargo, desembocará en un ale­
un rico mosaico de clases y grupos sociales, en jamiento de las propias raíces y se convertirá en
sus actuaciones de vida pública y privada—, que la historia de un desclasamiento y ascenso so­
sirve de fondo a una relación más o menos amo­ cial —que no renuncia a la venganza—, conse­
rosa entre un industrial poderoso y una trabaja­ guido a cambio del alto precio que impone el
dora de su fábrica, lo que a mí ahora me interesa celo burgués por mantener la transmisión de su
resaltar es otra historia. herencia.

Recordemos el argumento. Júlia, prometi­ Pero Júlia ofrece, además, otras lecturas di­
da con un muchacho de su clase, se ve atrapada ferentes. Haciendo una lectura «simbólica», a tra­
en la oferta de matrimonio que el propietario, vés de esa estructura oculta que en más de una
Josep Romeu, y su propia madre, Vicenta, or­ ocasión ha sugerido Sandra Gilbert, aprovechan­
ganizan. Vicenta, además de ver prosperar a su do, por otra parte, el psicoanálisis como guía en
hija, espera obtener ventajas económicas del tra­ aquello que nos permita entender mejor la cons­
to. Lejos de ser una joven inocente, incluso a trucción de la subjetividad de las mujeres, pero
sus dieciocho años, frente a los más de. cuaren­ intentando no caer en el ahistoricismo o el esen-
ta de Josep, Júlia, ambiciosa y deseosa de olvi­ cialismo, lo primero que se presenta con clari­
dar penurias económicas, rechazada por gente dad es que la mujer en la cultura patriarcal
de su clase, decide aceptar después de ciertas re­ siempre ha estado considerada como un ser in­
ticencias. completo, un ser castrado. Y puede que esta no­
vela nos lo quiera sugerir de entrada.
Lo que ni Júlia ni su madre podían imagi­
nar es que, para acceder a la boda y al ascenso Ya en una apreciación más atenta, pienso
social, se le impone una condición innegocia­ que la condición de castración física impuesta
ble: la joven tendrá que ser esterilizada, castra­ a Júlia para poder acceder a la familia y la fortu­
da, para que se resuelva el problema de su posible na de Josep, el hecho de que se le imponga tam­
reproducción y el reparto de la herencia. Ella, bién la separación de Vicenta rompiendo así el
con rabia, acepta para entrar a formar parte de vínculo existente entre ella y su hija —[«aquella
la nueva familia. A pesar de todo ello, le costa­ vella bruixa, ni vore-la. L’imprescindible per a
rá ganarse el lugar de señora de la casa ante la la boda, i la porta no s’obrirá més per ella»2, di­
guerra declarada de los dos hijastros y la señora rá Josep Romeu ante las condiciones económi-
vF

C5)

<
Q
tr
Ll_

cas que Vicenta le impone en el trato]— repre­ los pequeños trabajos y placeres en común, las
sentan el inicio de la crisis edípica y la entrada comidas, los olores a ropa limpia, a la limpieza
de la mujer en el orden simbólico. recién hecha, de los guisos preferidos; la sabi­
duría en el uso de las hierbas y la magia de «l’oui-
Entrada que implica la aceptación del falo
já»3. Un ámbito que, en cierto sentido, recuer­
que representa la ley del padre, pero sobre todo
da el chora semiótico de Julia Kristeva, al me­
el rompimiento de la unidad dual, del vínculo
nos en lo que se refiere al lugar en el que el su­
imaginario y narcisista entre madre e hija. Por­
jeto es generado y negado, el lugar donde su
que hasta ese momento, la relación con la Vicen-
unidad sucumbe4.
ta-madre, una especie de fase pre-edípica o de
orden imaginario lacaniano, es el reducto que Y, como decía antes, frente a esa relación
a Julia le confiere reconocimiento narcisista. Ese —menos idílica en la novela que en el psicoa­
reducto interior’que, como cápsula cerrada, re­ nálisis, pero reconfortante al fin y al cabo—, la
cuerda el útero materno aislado del trabajo de castración (la propia y la de la madre), que más
la fábrica; donde tienen lugar las complicidades, que una envidia es sobre todo esa gran separa-

93
ción de la madre todopoderosa, de la madre fá- dre saliendo como una idea, como una construc­
lica. «El descubrimiento de la castración, sin em­ ción de su menta. Si a Júlia se le separa del ám­
bargo —dice Kristeva— desliga al sujeto de su bito de la madre, a Atenea se le ha privado de
dependencia de la madre, y la percepción de esa toda posible relación con ella. Como a Metis,
carencia (manque) hace de la función fúlica una como a Júlia, también se le ha privado de la re­
función simbólica —la función simbólica». Éste producción y la maternidad y, por consiguien­
es un momento decisivo; «el sujeto, al encon­ te, del posible poder absoluto de la madre. Sin
trar su identidad en lo simbólico, se separa de embargo, en la medida que Atenea permanece
su fusión con la madre, confina su jouissance a ajena a cualquier pasión amorosa, en la medida
lo genital y transfiere la movilidad semiótica al que Júlia nunca tendrá una hija o un hijo, la
orden simbólico»5. primera es creada con todos los atributos y el
Quizá no pueda ser de otra manera. (O qui­ poder de los dioses y a la segunda se le abrirán
zá sí). Por lo que respecta a Júlia, es evidente las puertas del prestigio social y del poder eco­
que acepta y entra —en principio— en el orden nómico.
simbólico, en la ley del padre, al casarse con Jo- Una y otra, con todas las reservas que se
sep Romeu; la figura que a sus ojos, y dadas su quiera, pueden ser contempladas desde una pers­
clase social y sus condiciones de vida, detenta pectiva actual como variaciones sobre un mis­
poder y le puede dispensar poder. Lo que no po­ mo tema: el de María y su virginidad. Atenea
demos olvidar, por otra parte, es que en su de­ por no conocer varón, y Júlia por conocer va­
cisión influye poderosamente el fantasma real rón sólo a medias y carecer no precisamente de
de la miseria económica, el cierto rechazo o te­ aquello que la imaginación masculina cree in­
mor por gente de su clase debido a la fama de teresadamente (carencia de pene), sino de lo que
bruja de la madre y al pasado anarquista de José toda mujer en principio posee (un cuerpo pre­
Solbes, su padre. parado para la procreación). Y en la base de am­
Podemos dejar brevemente en suspenso la bas variaciones, por una parte, el horror hacia
historia de Júlia y recordar la de Atenea. El mi­ la sexualidad femenina, hacia ese cuerpo desea­
to la presenta como hija de Zeus y de la oceáni­ do y a la vez temido, y, por otra, el reconoci­
ca Metis, pero más hija de padre que de madre, miento tácito del poder de la procreación/ma-
una hija atípica que no nace de mujer sino de temidad que la esfera del falo, cuando convie­
varón. Porque el padre, por revelación de Ura­ ne, intenta controlar. En definitiva, formas varias
no y de Gea, sabía que si Metis tenía de él una y complementarias —y es deseable que las mu­
hija, a la hija seguiría un hijo que le destrona­ jeres lo acepten— de construir lo que conoce­
ría, y, para evitarlo, se tragó a su esposa en cuan­ mos por feminidad. Porque parece que... «Una
to supo que estaba encinta. Al llegar el momento mujer sólo podrá elegir entre vivir hiperabstracta
del parto, le ordenó a Hefesto que le abriera la («inmediatamente universal», decía Hegel) para
cabeza de un hachazo. De la frente del dios sur­ merecer así la gracia divina y la homologación
gió Atenea «totalmente armada y lanzando un con el orden simbólico o simplemente diferen'
grito de guerra»6. Y, como dice Dorothy Din- te, otra, caída («inmediatamente particular», de­
nerstein, posiblemente «formada por completo cía Hegel). Pero no podría acceder a su comple­
y presumiblemente seca» en cuanto a mucus y jidad de ser compartida, heterogénea, pliegue-
sangre se refiere, en el momento de cualquier catástrofe-del «ser» («nunca singular», decía He-
nacimiento7.

Si Júlia entra en el orden simbólico a partir En cuanto a la sexualidad se refiere, sin em­
de la castración, Atenea ve la luz directamente bargo, existen algunas diferencias entre Júlia y
en este orden; llega al mundo de la ley del pa­ Atenea. Ésta, como corresponde a la creación

94
exclusiva de la mente masculina, asume —diga­ le dice cuando él le pide algún beso), y le pro­
mos— su papel de manera activa y sin reservas; duce desagrado el deseo que adivina en Josep
pues cuentan que siempre estuvo orgullosa de Romeu, pero esta sensación empieza a difumi-
haber conservado la virginidad y estuvo presta narse a partir del momento en que se casa con
a esquivar los deseos libidinosos de los persona­ él, ya en la esfera del padre y roto el vínculo
jes divinos —el intento de Hefesto de unirse a con la madre —(«La Júlia també se sentia satis­
ella por la fuerza—, o a castigar incluso las mi­ feta, perquè del fàstic que li produïen els homes
radas del mismo tipo —la ceguera que le aca­ ja no en quedava gairebé res... ( )... ara fins i
rreó al divino Tiresias por haberla visto bañarse tot havia tastat el plaer»)—; o todavía despierta
desnuda—. Por lo que a Júlia respecta, es cierto más su sexualidad y su deseo el episodio de Bar­
que muestra desagrado y hasta cierta repulsión celona con el desconocido que la besa y en el
por el sexo del varón: no podía soportar que su que ella «sentí una glopada infinita de desig, una
novio, Rafelet, se le acercara («No em toques!», mar, immensa, inacabable que l’engolia»9.

95
de

Por lo tanto, todos los indicios conducen a la reciben los hijos de Josep, se ocupa de ellos
pensar que en su caso, esa repulsión inicial, se contribuyendo activamente en su formación pro­
trata de una resistencia a ser objeto del deseo fesional y humana. Atenea es diosa guerrera, y
del hombre, la cual conduce a posponer la elec­ Júlia es valiente y combativa ante las burlas de
ción del objeto sexual propio; y, en último ex­ las compañeras de trabajo, las canciones ofen­
tremo, a un descubrimiento y a una aceptación sivas, la actitud de los hijastros y la señora Do-
tardíos de la propia sexualidad en los que inter­ lors, y ante el acto mismo de su esterilización.
vienen factores psicológicos y sociales, como co­ La diosa además de bélica es de carácter pacífi­
rresponde a la ardua tarea de armonizar la sexua­ co, protectora de la casa, laboriosa y artesana;
lidad de la mujer con un género totalmente «era la patrona de los constructores de naves y
devaluado10. Que a partir de ese momento Jú- de los herreros ( ), al mismo tiempo que presi­
lia aparezca como una mujer sexualmente insa­ día las labores manuales femeninas como el hi­
tisfecha, que conserva un cierto miedo hacia el lado, el bordado y el tejido»13; Júlia por su parte
sexo del varón, tal y como se manifiesta en sus se convierte en la señora de la casa y en la autén­
sueños, y que llegue a prescindir de la relación tica patrona de la fábrica de Josep, gracias a su
sexual ante la impotencia de Josep y posterior­ personalidad, a su tenacidad y a su trabajo. Ate­
mente la viudedad, es un asunto del que ahora nea con el tiempo acabó personificando la sabi­
sólo quería apuntar que, posiblemente, es una duría y la prudencia, al prevalecer su carácter
de las consecuencias de las relaciones entre «ese protector sobre el de diosa bélica; también la sa­
sexo que no es uno», sino múltiple, diversifica­
biduría de Júlia, la perspicacia y la prudencia le
do, complejo, sutil, y otro que se polariza hacia
conquistarán el lugar tradicionalmente ocupa­
un solo goce11. O bien la consecuencia de lo
do por el varón.
que significa constatar que la dominación ejer­
cida tradicionalmente por un sexo sobre el otro, A poco que recapacitemos, y a excepción
suele utilizar la relación sexual como vehículo del carácter bélico, los valores atribuidos a es­
para otras servidumbres; concretamente las que tos personajes: comprensión, protección, cuidado
denunciaba hace ya bastante tiempo Kate Mi­ y vigilancia de la casa y de los hijos, laboriosi­
llett en su Sexual Politics (1969). Sólo en este dad, supervisión de las artes manuales femeni­
contexto entiendo la conversación de Júlia con nas, etc., normalmente suelen asociarse con la
Lluís Montllor, siendo ella una mujer madura, llamada feminidad. Por tanto, y en principio,
y en la que le dice que con él tendría una aven­ parecen desempeñar a la perfección el lugar que
tura amorosa, sin remordimientos y sin otros la­ se les ha encomendado en la esfera del padre y
zos, sin otros vínculos; pero solamente eso12. su orden social. El mundo se nos presenta per­
fectamente ordenado.
Volviendo a las concomitancias que creo ob­
servar entre Atenea y el personaje de Júlia, hay Vistas así las cosas, en cuanto a la construc­
que recordar que la primera ejercía un papel tu­ ción de género se refiere y según indica el psi­
telar con respecto a los héroes, y la segunda que­ coanálisis, todo parece indicar que no hay resis­
ría mejorar las condiciones de vida de los obreros tencia posible dentro de las normas del orden
de la fábrica, los auténticos héroes de la rebe­ simbólico. Las mujeres que no quieren reprimir
lión que tuvo lugar en su infancia y en la que sus auténticas capacidades no pueden tener ac­
participó su padre. Que Atenea fue magnánima ceso a él: o se someten —son hiperabstractas—,
al criar como hijo propio y en su propio templo o se organizan una vida paralela —simplemente
a Erictonio, nacido del semen que Hefesto de­ diferentes—, otras, caídas. Pero la historia, aun­
rramó en la tierra, fecundándola, cuando quiso que sea en un proceso lentísimo, la vida diaria,
apoderarse de su cuerpo por la fuerza; y que Jú­ evidencian lo contrario. Y en ocasiones la lite­
lia, a pesar de la crítica y el desprecio con que ratura también.

96
Kylix con Atenea, Jasón y el dragón

Porque si a Atenea no le es posible ni está fíciles y, sobre todo, domina y se venga de la


interesada en hacerlo —pero ahí están todas las figura que refuerza y ejerce más directamente esta
hijas de Lilith—, Júlia subvierte dentro de sus ley, más directamente que el propio Josep, la Sra.
posibilidades la ley del padre y el orden social. Dolors.
Puesto que si se le ha arrebatado el poder abso­
Y además lo hace demostrando que se so­
luto de la madre, sustituye éste por el de la in­
brevive psicológicamente en ese orden, y ocu­
teligencia y la astucia al ocupar, primero, el lugar
pando lugares relevantes, sin responder al móvil
de señora de la casa; después, reemplazando la
que según Freud sería primordial: el de la envi­
figura del varón— padre a todos los niveles an­
dia del pene, o del falo imaginario, al que susti­
tes y después de la muerte de Josep: introduce
tuiría el hijo que le redimiría de la humillación
innovaciones en el funcionamiento de la casa,
vivida con el descubrimiento de la castración.
dicta las normas'que enderezan la vida ligera y
abúlica de los hijastros, hace florecer los nego­ Creo que vale la pena recordar lo que Hé­
cios y los mantiene a flote en los momentos di­ lène Cixous opina al respecto: «El embarazo no

97
que a pesar de representar a la madre, actúan
como socializadoras de la ley del padre, si bien
desde posturas diferentes. Cuando Vicenta in­
duce a Júlia al matrimonio y es la primera artí­
fice del enredo, además de tener un interés
económico, está poniendo de manifiesto a la ma­
dre que desea el falo del padre y como tal lo rei­
vindica ante la hija. La Sra. Dolors, por su parte,
como responsable de la iniciativa de la castra­
ción de Júlia, además de defender sus intereses
de clase, es también el impulso desencadenan­
te de la fase edípica que pone de manifiesto que
para entrar en la esfera del falo, hay que alejar­
se del ideal narcisista anterior. Una y otra, con
mayor o menor intensidad, aceptan las reglas del
juego simbólico y las transmiten. Una y otra me­
recen, por tanto, un análisis cuidadoso para no
incurrir en errores por exceso de ideal femi­
nista15.

Porque creo que la resistencia es posible,


NANCY SPERO, «Instalación». Terraza Círculo de Bellas Artes, Madrid aunque sea a costa de ese rictus de dureza que
se le va marcando a Júlia en la cara con el paso
del tiempo (ya se sabe que cualquier resistencia
es dura); porque creo también que la relación
con la madre tiene mucho que ofrecer con res­
puede ser atribuido, excepto dentro de los lími­ pecto a un saber que desvela la propia subjeti­
tes históricos de la antigüedad, a alguna forma vidad y marque pautas para un cambio. Y es en
de destino, a esas sustituciones mecánicas sur­ ese sentido, no cabe duda, que apuntan las apro­
gidas del inconsciente de alguna eterna «mujer ximaciones feministas del psicoanálisis reivin­
celosa»; ni a envidias de pene; ni al narcisismo dicando la fase pre-edípica.
ni a alguna clase de homosexualidad unida a la
Pero no cabe duda tampoco de que la difi­
madre siempre presente. Engendrar un hijo no
cultad estriba en la adecuación de la teoría a la
significa que la mujer o el varón deban caer ine­
práctica, una práctica que desbroce en cada una
ludiblemente en los patrones o que deban re­
de las diferentes propuestas y discursos las im­
cargar el circuito de la reproducción. Si existe
plicaciones involuntariamente esencialistas, bio-
un riesgo no tiene por qué ser una trampa ine­
logistas o excesivamente idílicas, por mitifica-
vitable: ojalá las mujeres puedan sustraerse a la
doras, de las mujeres. Una práctica que permita
presión, bajo el disfraz de la concienciación, de
la relación entre la construcción psíquica y el
ese conjunto de prohibiciones. Una quiere un
contexto socio-histórico específico, que permi­
hijo o no lo quiere, eso es cosa suya»14.
ta a las mujeres el cambio de su vida material
En cuanto a esa madre «siempre-presente», y de su subjetividad de forma colectiva. Y que
a ese estadio feliz pre-edípico o imaginario, to­ en literatura, que es lo que ahora nos ocupa, pue­
davía hay algo que quisiera comentar. Como fi­ da disminuir la presencia del conflicto entre los
guras periféricas, pero no menos importantes, sexos y los géneros para dar rienda suelta a otras
aparecen en la novela los dos personajes feme­ fantasías. Aunque, mientras eso ocurre, por suer­
ninos ya mencionados, Vicenta y la Sra. Dolors, te podemos celebrar la existencia de obras co-

98
mo Júlia y escritoras como Isabel-Clara Simó que
crean y recrean sin concesiones a las mujeres,
entre otros mundos, imaginando formas positi­
vas de rebelión. ■

NOTAS

1 The Awakening and Selected Stories, Penguin Books, 1986.


2 Júlia, Ed. La Magrana, Barcelona, 1983, pp. 121-122.
3 «L’“ouijà” són tot de paperets de l’abecedari, posats segons determinades
fórmules a sobre una taula, i tancant els ulls, u emben^nt-Sos, Ja mà va deixant-
se caure ara ací ara allà. L’animeta invocada conferva preguntes», ibi­
dem, p. 104.
4 Revolution in Poetic Language, en The Kristeva Reidor, ed. Toril Moi, Basil
Blackwell, Oxford, 1987, p. 95.
5 ibidem, p. 101.
6 Sigo básicamente a C. Falcón, E. Fernández-Galíano y R. López, Dicciona­
rio de la Mitología Clásica, Alianza Editorial, Madrid, 1980, pp. 99-102.
7 Es interesante señalar lo que la autora apunta conr^pecto a la procrea­
ción de la mujer y la consideración, evidentemente por-parte de los fantas­
mas masculinos, de su cuerpo obsceno y por tanto del.nacimiento. Cuando
esta concepción cambie, dice, «la procreación no sçpé menos milagrosa
de lo que hoy es, sólo menos horrible al espíritu que Cjuiere afirmar su clara
distinción, su no-identidad con el mucus y la sangre; «the spirit that at pre­
sent still resonates to the image of Athena springing (fui formad and presu­
mably dry) from the forehead of Zeus». The Mermaid and the Minotaur,
Harper Colophon Books, Harper & Row, New York, p. 150.
8 Julia Kristeva, Historias de amor, Siglo XXI, México, 1988, p. 220.
9Júlia, pp. 173 y 208, respectivamente.
10 Dice Emilce Dio Bleichmar: «La sexualidad femenina y la elección de obje­
to se logran a plenitud siempre y cuando la mujer armonice el narcisismo
ligado a su género y la narcisización de su sexualidad, proceso más tardío
y sujeto a mayor número de factores conflictivos, psicológicos y sociales».
El feminismo espontáneo de la histeria, Adotraf, Madrid, 1985, p. 66.
11 Obviamente me estoy refiriendo a Luce Irigaray en su Ese sexo que no es
uno, y concretamente a la parte que da nombre al libro. Ed. Saltés, Madrid,
1982, pp. 22-31.
12 Julia, p. 223. Los dos personajes mantienen una conversación curiosa y
algo cómica, porque aquí los papeles se han invertido.
13 E. Falcón, E. Fernández-Galiano y R. López, op. cit., pp. 101-102.
14 «Utopías», en French Feminisms. An Anthology. Ed. E. Marks e I. de Cour-
tivron, The Harverster Press, Brighton, 1985, p. 261.
15 Dice D. Dinnersteiñ: que aunque la mujer es el primer testigo en el que se
refleja y se confirma la existencia del niño, la primera que aplaude sus pri­
meras adquisiciones, también es la voluntad externa todopoderosa en cu­
ya presencia el niño aprende la necesidad de sumisión. Véase op. cit., p. 29.

99
J
DAYDANDA
O EL ENCANTO
DEL DISCURSO MARGINAL

Silvia CAPORALE BIZZINI

ICHEL FOUCAULT AFIRMA QUE NO


existe nada más vacilante y empírico que un or­
den de las cosas. Empírico y vacilante como la
mítica construcción de la sexualidad que, a su
vez, nos domina y nos encierra en la prisión del
género. En su obra La voluntad de saber, pri­
mer volumen de la Historia de la sexualidad,
Foucault sugiere cómo se ha construido un «ar­
tefacto para producir discursos sobre el sexo,
siempre más discursos» cuya última función es
la de participar del poder público. En una pala­
bra, se habla de sexo sólo porque la epistemolo­
gía dominante participa de ello, lo usa para
demostrar la presunta univocidad de su pensa-

101
miento. A través del discurso del sexo filtrado nalidad/racionalidad, en suma, gran parte de lo
por el discurso dominante, «El Discurso», lo que que hemos definido como la epistemología do­
vemos es la representación de un reflejo de al­ minante o Discurso. Al mismo tiempo encierra
go que no conocemos por sí mismo, sino que en él el concepto de género, de la construcción
nos es dado a conocer sólo a través de la media­ ficticia de la imagen de las mujeres, una repre­
ción del Discurso aceptado y reconocido por la sentación sin espesor reducida a puro significan­
sociedad. te, encerrada en los límites de lo hiperreal.
Todo esto nos lleva al «encierro» del géne­ ¿Cómo encaja todo esto en el discurso de
ro, encierro al que nos empuja nuestra cultura la ciencia ficción femenina?, ¿qué transcenden­
con su «vacilante orden» y caduco discurso bi­ cia puede tener dicho tipo de discurso marginal?
nario. Nuestros seres y nuestras almas se deba­ La respuesta se podría encontrar en la obra de
ten en las mallas de una supuesta y obligada Merril que, si se lee según una óptica foucaul-
sexualidad y en un cuerpo cuya formación y be­ tiana, se presenta como el tentativo de «provo­
lleza se rige por unas prácticas discursivas que car una ruptura irremediable en el sistema de
ya no nos pertenecen. transmisión del saber». Claro está que el cuen­
Si al extranjero de Kristeva no le queda na­ to de Judith Merril en sí mismo no es determi­
da más que el silencio para afirmar su existen­ nante en el sistema de la literatura, sin embargo,
cia, nosotras, al revés, tenemos que hacer uso lo hemos escogido y usado como ejemplo para
de la palabra y multiplicarla por mil. Nuestras demostrar cómo la literatura femenina y además
palabras sirven para entrar en el santuario del dentro de un discurso marginal puede llegar a
Discurso y fragmentarlo en una multiplicidad de sugerir la existencia de otros discursos, de otra
nuevos discursos. Una historia para cada mujer, lectura de la realidad.
un discurso para representar cada mundo, cada
Judith Merril, americana que optó por vi­
raza: nuestras palabras, y no nuestros silencios,
vir en Toronto y cuyo verdadero nombre es Ju­
nos abren las puertas hacia los discursos que la
dith Grossman, empieza su carrera literaria como
literatura oficial ha tenido siempre en muy po­
cronista deportiva y escritora de «western» y de
ca consideración. Los discursos marginales en
historias de detectives; sólo al final de los años
realidad son las múltiples representaciones de
cuarenta decide dedicarse a la ciencia ficción.
una sociedad que ya no refleja una imagen es­
La suya es una obra que usa la ciencia ficción
pecular sino que la ha fragmentado en cientos
como instrumento social y ella misma en una
de mundos diferentes. La unidad de Europa y
la todavía difícil aceptación de las diferentes cul­ entrevista declaró que la considera como «una
turas de los inmigrantes nos enseñan un mun­ búsqueda del conocimiento en forma experi­
do más amplio, pero sobre todo, muchos puntos mental».
de vista que a veces se enfrentan y otras com­ El cuento «Homecalling» se publicó en 1956,
plementan lo que es para nosotros la Cultura. y como en toda la obra de Merril las voces pro­
El discurso de la ciencia-ficción femenina tagonistas son femeninas. Deborah y su familia
abarca todo esto, amplía sus confines hasta lle­ hacen un aterrizaje de emergencia en el que los
gar a otras galaxias, a otros pueblos y planetas, padres de la niña fallecen, dejándola sola con
fragmenta el Discurso, lo multiplica, acepta co­ un hermano que es poco más que un bebé. El
mo normal la convivencia de razas, idiomas y cuento desarrolla la difícil relación entre la ni­
culturas diferentes, elimina la diferencia entre ña de ocho años y una peculiar figura maternal
lo Mismo y lo Otro y, al mismo tiempo, acepta que se llama Daydanda.
la diferencia.
Daydanda se preocupa por la suerte de es­
El cuerpo es un concepto terrenal, representa tas dos criaturas tan diferentes de sus hijos y al
la oposición cuerpo/mente, mujer/varón, irracio­ mismo tiempo tan parecidos. Nos muestra un

102
espíritu maternal muy fuerte y nos brinda la po­
sibilidad de descubrir poco a poco su reino que
ella controla con el poder de la mente. Es a tra­
vés de la mente como se comunica con todos
sus numerosísimos hijos/súbditos y con su con­
sorte. La relación con Deborah, sin embargo, en
sus comienzos se presenta compleja y frustrante
porque la niña opone la fuerza de su mente a
la de Daydanda y se resiste a cualquier comuni­
cación antes de ceder y aceptarla como madre,
olvidándose de su cuerpo y aprendiendo a que­
rer su calor y su capacidad de comunicar y dar
amor y seguridad.

Con esta entidad entramos en un universo


RUTH THORNE THOMSEN. Head with Plane de la serie «Expedición»
femenino, gobernado por valores única y exclu­ (de «Women Photographers» Constance Sullivan, 1990).
sivamente femeninos y dominado por el fuerte Pág. 100
AENNE BIERMANN. Retrato con Campos Elíseos (c. 1929)
sentimiento materno de Daydanda, cuyo cuer­ (de «Women Photographers» Constance Sullivan, 1990).
po es enorme y peludo porque es un insecto. Me-
rril elimina el concepto de cuerpo tradicional,
usa la mente de una mujer para que ésta rija su
pequeño país según su filosofía y a través de sus
poderes mentales. Nos lleva a quererla, a enten­
derla, nos olvidamos de su cuerpo, no lo toma­
mos en consideración, ella es cálida, inteligente,
unas veces sutil y otras veces no, pero es siem­
pre muy humana. No estamos dominados por
su cuerpo, por los estereotipos que conocemos
tan bien, sino por su mente y por su capacidad
de dar amor. Su cuerpo existe y es diferente, es
enorme como el poder de su mente que es ca­
paz de atraemos y encantamos.

La mente de Daydanda es irresistible, su


cuerpo escapa a toda definición, rompe las re­
glas, el canon. Este personaje acaba con las di­
cotomías citadas anteriormente. Es al mismo
tiempo cuerpo y mente, racional e irracional,
fuerte y amorosa. Con Daydanda el Discurso se
fragmenta, cae por sí mismo, nos deja entrar en
un mundo hecho por muchos mundos que se
abren a la diferencia y multiplican sus imáge­
nes hasta perder la que antes de Daydanda esta­
ba encerrada en el concepto de género. ■

103
ANA TERESA ORTEGA AZNAR, «Espejo»

104
LA MUJER-NARCISO
DE LA IMAGINACIÓN FEMINISTA
DE ANGELA CARTER
O LA POSITIVA LEVEDAD DEL SER

María Dolores MARTÍNEZ

MÍ •’

N SU OBITUARIO SOBRE ANGELA


Cárter (1940-1992) Simón Watney, amigo per­
sonal de la malograda autora, la describe como
«una de las escritoras más vitales y edificantes
de nuestra época»... Y más adelante comenta:
«pareciera que hubiera nacido para convertirse
en una maravillosa, completa y festiva octoge­
naria» (City Limits, 27, 2, 92). En efecto, tanto
la obra como la persona de Angela Cárter nos
invitaban a imaginar a la que hasta hace pocas
semanas muchas lectoras consideraban la mejor
escritora viva en lengua inglesa, como enorme­
mente vieja y complejamente sabia: uno de los
pocos ejemplos donde edad es sinónimo de ma-
durez. Su muerte —«de un buen cáncer proleta­ cología del sí-mismo (fundada por Kohut) llama­
rio, pasado de moda y masculino», en las iróni­ ría «una deprivación narcisista» y las crueles ma­
cas palabras de la misma Cárter— nos ha dejado drastras y hermanastras sugieren aquella parte
en vilo, desesperando de que otra escritora pue­ del yo que no se ama a sí misma. Así, el hada
da rellenar el gran vacío de su ausencia. Margaret madrina que las obras de Carter conjuran en la
Atwood la describe en The Observer (17-2-92) imaginación de numerosas lectoras es liberado­
como el hada madrina de nuestros sueños, por ra narcisísticamente: libera a la Cenicienta que
su exuberante apariencia, con una profusa me­ todas llevamos dentro del peso de su herida nar­
lena prematuramente blanca y su generoso su­ cisista (o insuficiente auto-estima), de la empo­
ministro de sorpresas estupendas —aconteceres, brecida y débil imagen de nosotras mismas que
extravagancias, libros para leer y retazos de coti- la figura harapienta de Cenicienta representa.
lleos—. Inspirándonos en la feliz metáfora de A cambio le otorga alas y coraje, alas para ele­
Atwood podemos añadir que Angela Cárter es var su auto-estima, para escapar de la sombra de
el hada madrina de los sueños feministas. Su obra su madrastra y hermanastras: de la propia voz
a menudo funciona como una varita mágica (el auto-acusadora, auto-denigrante. Y también co­
género favorito de Cárter es oportunamente el raje para atreverse a volar. De este modo Car­
«realismo mágico») que restaura la auto-estima ter metamorfosea la humilde y sobrecargada
y el coraje de muchas de sus lectoras. Su men­ Cenicienta en la nada modesta y excepcional­
saje (Cenicienta también irá al baile) es conven­ mente alada Fevvers de la novela Nights at the
cional sólo en la superficie. Lo que diferencia Circus, un personaje emblemático de una «po­
subversivante la varita mágica de Cárter de la sitiva levedad del ser».
del cuento de nuestra infancia es el hecho de
Milán Kundera observa en La insoportable
que, gracias a ella, Cenicienta puede ir al baile
levedad del ser que cuando queremos expresar
tal y como es, sin necesidad de cambiar radical­
una situación dramática en nuestras vidas ten­
mente la presentación de sí misma. En este sen­
demos a utilizar metáforas de pesadez. Parméni-
tido, la varita de Cárter en su papel de hada
des, recordémoslo, veía el mundo en pares de
madrina es incluso mucho más mágica y eficaz
opuestos positivos y negativos. En la oposición
desde el punto de vista narrativo que la del cuen­
«levedad-pesadez» el filósofo griego privilegiaba
to, pues lo que hace posible que la pobre Ceni­
la levedad, al contrario que Kundera, para quien
cienta vaya al baile es lo que podríamos llamar,
la oposición levedad-pesadez es la más ambigua
aprovechando nuestra herencia católica, «un ac­
de todas las dicotomías. En este sentido pode­
to de fe»; esto es, la creencia mágica —porque
mos decir que en la obra de Angela Carter no
no necesita ser justificada— de poseer un valor
existe ninguna ambigüedad en la representación
y dignidad ignatos, un derecho inalterable de par­
de la levedad: en su obra la balanza se inclina
ticipar en el baile. La famosa transformación de
en dirección a Parménides en un intento de con­
la Cenicienta sucedería sólo como un efecto
trapesar —valga la redundancia— milenios de
secundario, no como una condición sine qua pesadez («la feminidad como carga» podría ser
non. La auto-estima y el coraje que el hada Cár­
el título de otro artículo). Un ejemplo emble­
ter concede transformaría, si así se quisiera, la
mático lo tenemos en la figura de la trapecista
apariencia, el modo de auto-presentación del ser
Fevvers, asombroso personaje que parece crea­
femenino. La mejor receta para resultar atracti­ do para los ojos maravillados y encantados de
va sería un narcisismo en su punto, sin fanta­ sus mujeres lectoras. Fevvers es la mujer-narciso
sías, grandiosidades ni auto-denigraciones: hu- de la imaginación feminista de Angela Carter.
bris, imaginación y deseo, tal como deberíamos Sus alas representan la levedad del ser femeni­
ser. no que su vigoroso narcisismo le concede, y es
Para muchas de sus lectoras, la Cenicienta contagioso: el narcisismo de la lectora se robus­
que nos presenta Cárter simboliza lo que la psi­ tece y la levedad del ser que resulta no es en

106
absoluto insoportable. La sensación tiene, por imagen del varón en tamaño doble», como nos
lo menos, el valor de novedad. decía Virginia Woolf, sino que se contempla a
sí misma y además a gran escala. La voz narrati­
Para Simón Watney, este aspecto utópico-
va en Nights at the Circus nos dice que Fev­
contagioso de Cárter, su mágica y visionaria cor­
vers parece «el modelo por excelencia de aquella
dura, es una de las características más felices de
estatua que en su estado roto e incompleto ha
la autora: «Angie representa el principio según
entretenido la imaginación durante milenios con
el cual tenemos la responsabilidad de procurar
la promesa de una belleza activa y perfecta, pe­
decir la verdad e intentar imaginar el mundo tal
ro que ha sido, por así decirlo, mutilada por la
como podría ser, sin por ello perder de vista có­
historia». La misma voz nos dice que Fevvers,
mo es en realidad». Como el narcisismo feme­
«una mujer simbólica», representa la promesa de
nino triunfante que Cárter anima a imaginar y
«La Nueva Mujer» en una mítica «Nueva Era».
perseguir, no es todavía una realidad, sino una
Su cuerpo alado trasciende utópicamente las ata­
utopía, un mito que expresa un deseo por una
duras que impone el tejido social, transmitién­
realidad todavía inexistente. En el personaje de
donos el deseo de «una libertad sin fronteras...
Fevvers Angela Cárter ha creado el reverso li­
La libertad para hacer juegos malabares con el
berador y optimista del narcisismo herido que
ser», es decir, la libertad absoluta para inventar­
describe en The Sadenian Woman, donde el per­
nos a nosotras mismas: «lo que somos, lo que he­
sonaje de Sade, Justine, interpreta el antecedente
mos elegido ser».B
literario de una generación de personajes feme­
ninos creados por mujeres escritoras contempo­
ráneas (ejemplos abundan pero podríamos remi­
timos a las heroínas perpetuamente lacrimóge­
nas y de corazón dañado de Jean Rhys) que se
caracterizan, al igual que la Cenicienta de Pe-
rrault, por ser «buenas chicas», por poseer una
virtud femenina que sólo parece acarrear servi­
dumbre o mal pagados sacrificios. Tal como ex­
plica Cárter, Justine ofrece el modelo de «una
especie de masoquismo femenino» en «mujeres
que encuentran que el mundo no estaba hecho
para ellas, tal como les habían prometido, y que
carecen —porque no se les han dado— de las he­
rramientas existenciales para rehacerlo a su
medida».
Las alas de Fevvers no la hacen parecer
angelical, al igual que su autora, cuyo nombre,
«Angela», no está en armonía con el tamaño y
carácter de su persona. El mito o utopía que Fev­
vers representa se expresa en el hecho de que
sus alas no la convierten en el mito o ideal Vic­
toriano del «ángel del hogar», en palabras del fa­
moso verso de Coventry Patmore, sino en el mito
a gran escala de «La Victoria Alada». Fevvers
no es ciertamente el ángel doméstico de la ima­
ginación especular masculina: su narcisismo utó­
picamente triunfante significa que ella no ve «la

'r-
TAMARA DE LEMPICKA, «Kinzette en rose», 1927
LEER / ESCRIBIR
COMO MUJER

Carmen MARIMÓN

CERCARSE A LA CRÍTICA LITERARIA


contemporánea no es una tarea fácil, como tam­
poco lo es adentrarse en los resortes de la crea­
ción. Por otro lado, explorar la huella literaria
dejada por las mujeres a lo largo de la historia
de la literatura de una lengua, supone aún una
tarea de búsqueda y recuperación de obras y nom­
bres cuyo estudio revela en muchos casos una
evidente singularidad.

f
Podemos detectar una sucesión ininterrum­
pida de escritoras desde el siglo XVI hasta nues­
tros días; evidentemente son los grandes nombres
los que han quedado —Isabel de Villena, Tere­
sa de Jesús, María de Zayas...—. Nuestro inte-

109
rés por ellas, sin embargo, no está centrado esta
vez en hacer historia de la literatura. Lo que in­
tentaremos será planteamos a la luz de su obra
algunas cuestiones que la teoría literaria femi­
nista contemporánea pone de manifiesto si que­
remos acercamos a un producto literario escrito
por una mujer. Empezaremos, pues, dando un
repaso a la última crítica literaria feminista pa­
ra centramos después en algunos aspectos de es­
tas escritoras que nos ayudarán a entender mejor
la relación de la mujer con el hecho literario
y su evolución a lo largo de la historia.

MUJER Y LENGUAJE

Un problema que viene siendo planteado


desde lejos y que la crítica feminista angloame­
ricana especialmente se cuestionó desde sus pri­
meros momentos es la relación de la mujer con
el lenguaje (Toril Moi: 1988, 159), ¿existe un
lenguaje femenino frente a uno masculino? ¿Hay
una verdadera relación, una relación determi­ GEORGE SAND (1804-1876) (Fotografía de NADAR, c. 1864)

nante entre pertenecer a uno u otro sexo y una


determinada forma de hablar o escribir? No pa­
rece que haya una respuesta categórica a estas La labor de desterrar el sexismo del lenguaje va
preguntas. Los primeros tanteos en este sentido naturalmente acompañada de una lucha políti­
se dirigieron fundamentalmente al estudio es­ ca a través de la cual se pretende acabar con el
tadístico del uso de cierto vocabulario, a la can­ predominio de un sexo sobre otro. Nadie debe
tidad de nombres masculinos que se utilizaban dudar de la trascendencia e importancia de esta
como neutros, a comprobar si realmente las es­ labor, como tampoco se debe restar mérito al
critoras utilizaban el subjuntivo —modo de la hecho de querer renovar los hábitos expresivos
duda, de la posibilidad— más que el indicativo de una comunidad de hablantes; siendo esto ne­
—modo de la afirmación, de lo asertivo, etc...—. cesario y realista, deja sin embargo sin contes­
Estos estudios sin embargo, no tuvieron el éxi­ tar las cuestiones que nos planteábamos sobre
to pretendido. Las estadísticas aunque eviden­ las implicaciones entre las mujeres y el lenguaje.
ciaban que, efectivamente, la estructura misma
La última teoría literaria feminista, libera­
del lenguaje estaba hecha desde unos presupues­
da ya en parte de la responsabilidad de la lucha
tos falocéntricos, no había en la práctica una social militante, parece ir por otros derroteros.
diferencia realmente significativa en el uso que Johanna Drucker en su artículo «Women & Lan­
de éste hacían hombres y mujeres; lo único que guage» plantea la relación de la mujer con el len­
pudieron reseñar —y no es poco— es que las mis­ guaje en primer lugar, analizando la situación
mas expresiones estaban sujetas a distintas in­ desde la que la mujer, anatómicamente diferente,
terpretaciones si éstas eran dichas por una mujer escribe y en segundo lugar intentando clasificar
o por un hombre (Toril Moi: 1988, 165). La con­ el concepto de «femenino» ya no o no sólo co­
clusión fue la siguiente: el problema no está en mo una diferenciación genérica sino como una
el lenguaje en sí si no en las relaciones de poder actitud diferenciadora ante el lenguaje (Druc­
que en él se han reflejado de forma automática. ker: 1984, 57).

110
sión a través de un lenguaje no manipulado. En
cuanto al concepto de lo femenino, una corrien­
te de teoría literaria ciertamente innovadora, la
crítica del lector, ha posibilitado una nueva pers­
pectiva, la mujer lectora.

La crítica del lector centra su atención en


el papel del receptor en cuanto que parte del
proceso de creación del texto. Parten de la plu-
risignificación del texto —debido a la incapaci­
dad del verbo para reflejar la realidad— y de la
necesidad de que el lector sea consciente de ello
y recree la obra. Esta nueva valoración del tex­
to abre sin duda un amplio y novedoso campo
de posibilidades tanto a la propia creación lite­
raria como a la crítica. Teniendo en cuenta la
existencia de un receptor —activo, la pluralidad
del texto se multiplica por tantos lectores co­
mo la obra tenga. La forma como codifiquemos
el texto estará condicionada por nuestra indivi­
dualidad. La deconstrucción derrideana, lanza­
da hacia un permanente proceso de anulación/
JULIA KRISTEVA
recreación se justifica así misma por la certeza
de estar poniendo en tela de juicio la lógica lin­
güística y filosófica occidental, la capacidad del
lenguaje para nombrar las cosas y de nosotros
para interpretar (ser mujer parece ser una posi­
En cuanto al primer aspecto, se trata de su­
ción idónea para intentar una interpretación re­
perar las teorías de Freud y Lacan, para los cua­ volucionaria del texto literario). Para Culler
les cuando la niña entra en la fase edípica, toma (Culler: 1984, 42) la propia evolución de la crí­
conciencia de su ausencia de pene y esto se con­
tica feminista se ha dirigido en la misma direc­
vierte en un sentimiento de castración que con­ ción que la deconstrucción. En la crítica femi­
diciona el desarrollo de la mujer y su acceso al nista de los últimos años —lo que se ha venido
mundo simbólico falocrático en el que el len­ denominando el post-feminismo— nos encon­
guaje es una de sus manifestaciones. Luce Iriga- tramos ante el predominio absoluto del lector.
ray, entre otras, apuesta por una mujer que, Si en un primer momento las mujeres se acer­
indiferente a lo que tiene, sea consciente, em­ caron a las obras de otras mujeres basándose úni­
pero de la multiplicidad de su sexualidad y por camente en la certeza de una experiencia propia,
tanto de sus infinitas posibilidades de rebatir una si en un segundo estadio, la mujer puso en duda
psicología que acaba justificando científicamente el hecho de poseer una auténtica experiencia,
el papel secundario de las mujeres. Desde la evi­ en este tercer momento «la labor de la crítica
dencia de las diferencias anatómicas entre hom­ feminista es investigar si los procedimientos, su­
bres y mujeres, parece claro que el análisis basado puestos y logros de la crítica corriente están en
en la presencia (ausencia del falo) debe superar­ complicidad con la preservación de la autoridad
se en favor de otro en el que la marginación so­ del hombre y explorar alternativas» (Culler:
cial regular no quede perpetuada. De ahí que los 1984, 59), lo que importa en este tipo de enfo­
estudios sobre el mundo simbólico femenino co­ que ya no es tanto que el texto a analizar con­
mo reflejo de su identidad sexual se dirijan a de­ tenga rasgos feministas o no como que el recep­
finir ese mundo y a buscar sus canales de expre­ tor-lector de dicho texto realice el acto de de-
codificación desde una nueva perspectiva: en
tanto que no hombre. A través de este postula­
do se pone definitivamente en cuestión la orga­
nización del mundo en que vivimos.

Más allá del puro análisis literario, ciertos


sectores de la crítica se plantean si es posible un
auténtico acercamiento feminista cuando nues­
tros esquemas filosóficos mentales se encuentran
formulados desde esquemas falocéntríeos. Una
posible vía para salir de este callejón sin salida
es la deconstrucción, la búsqueda de la hegemo­
nía del contrario; invertir los roles de la otre-
dad, la mujer y la literatura que con ella se
relaciona se encuentra en una situación privi­
legiada para poner en cuestión lo que conven­
cionalmente se admite como una literatura, un
lenguaje, un punto de vista, una relación de opo­
sición. No parece muy complicado encontrar el
punto de enlace con la deconstrucción, ¿qué es
ésta sino la búsqueda de «otredades» distintas para
significados convencionales?

MUJER Y PRÁCTICA LITERARIA

Desde esta perspectiva abordar la tarea crí­


tica desde la posición no-varón, o lo que es lo
mismo desde la perspectiva femenina o mujer,
supone adoptar ante la literatura en primer ins­
tancia y ante las estructuras de poder vigentes,
finalmente, una actitud subversiva que no ne­
cesariamente tiene que estar adoptada por mu­
jeres sino también por hombres que deseen poner
en cuestión las bases sobre las que está construido
el lenguaje. Para algunas autoras, sin embargo,
este punto, el de la inclusión del hombre en la
práctica de la crítica literaria feminista, es uno
de los más débiles y discutibles de la teoría de
Culler. Showalter, en su reseña de On Decons­
truction, concluye diciendo: «El camino hacia
la crítica feminista para los teóricos masculinos,
debe comprender una confrontación con qué es
lo que podría implicar leer como un hombre y
el cuestionamiento o abandono de sus privile­
gios patriarcales» (Showalter: 1987, 126-127).
Hay pues, no sólo un cierto temor de que el hom­
bre ocupe una parcela de la ciencia (quizá la úni-
VACLAV OLIVY. Cartel para el periódico «Zlata Praha»

112
ca) reservada a las mujeres, como señala Mary
Jacobus refiriéndose a Showalter Qacobus: 1986,
12), sino la certeza por parte de estas autoras de
que un hombre podrá leer «como un hombre y
como un feminista» pero nunca como una mu­
jer. En definitiva, piensa Showalter que Culler
encuentra en la crítica feminista el soporte prác­
tico para las teorías derrideanas y con tal moti­
vo se acerca al feminismo teórico —a nuestro
juicio ahora— de forma lúcida, rigurosa y respe­
tuosa.

Ahora bien, ¿se corresponde esa actitud crí­


tica hacia el lenguaje con una determinada prác­
tica literaria? Lo que queremos plantear ahora
es si esta actitud deconstructiva ante el texto
ya producido se puede mantener en el momen­
to de la producción textual. Se trata de plan­
tearse si es posible otra clase de escritura. La

MONTSERRAT ROIG
literatura escrita por mujeres ha pasado por 3
etapas —no necesariamente en sucesión crono­
lógica que nos desvelan el cuadro evolutivo de
la relación mujer—, lenguaje desde un punto de
vista activo. Una primera postura sería la de la
escritora que sintiéndose marginada de la cul­
tura intenta acercarse a ella imitando las acti­
tudes masculinas; esta mujer escribe como un
hombre. Esta actitud es propia no sólo de muje­
res completamente al margen del feminismo (co­
mo Fernán Caballero, cuya ocultación le lleva
a inventar un pseudónimo masculino), sino de
un primer momento del feminismo militante en
el que se entendía la consigna igualdad como
identidad con lo masculino, imitación de unas
formas que habían llevado a dicho sexo al poder.

Un segundo momento —no necesariamen­


te posterior en el tiempo— es aquel en el que
la mujer, consciente de su diferenciación, bus­
ca una expresión artística propia.

Es el principio de la toma de conciencia de


la identidad femenina. La mujer en este momen­
to busca formarse un mundo aparte, que la dis­
VIRGINIA WOOLF

tancie de la hostilidad de la hegemonía de lo


masculino. Son mujeres que escriben con sus
nombres y apellidos, que hablan de sus proble­
mas, que escriben sobre otras mujeres y cuyos

113
libros, no necesariamente escritos para otras mu­
jeres, son recibidos por éstas como únicas vías
de expresión de sus propias señas de identidad.
En este grupo están, entre muchas, las primeras
mujeres escritoras de nombre conocido.

Finalmente, el momento más avanzado y


que se correspondería con la mujer lectora es el
de la escritura que obviando la oposición mas-
culino/femenino propone una nueva forma de
expresión que obligue al lector a hacer un es­
fuerzo interpretativo. Se trata de practicar una
escritura femenina, entendiendo este concepto
más allá de la oposición genérica, interpretán­
dolo como una opción liberadora, un resquicio
que ponga en crisis lo establecido, las relacio­
nes previas entre significante y significado. Una
escritura de mujeres ¿y hombres? que se cuestio­
EDITH WHARTON
nan la vigencia del concepto autoridad o certe­
za como propios del lenguaje aprendido. Esta
pasivo en la ficción. Dividida en esta dicotomía
práctica es sin duda la más ambiciosa y difícil, imposible, la mujer a lo largo de su historia ha
la menos practicada pero irremediablemente, el tenido que buscar los resquicios que esta férrea
punto convergente hacia el que la teoría y la construcción le dejaba y, a través de ellos, ha­
práctica literaria se han dirigido en busca de una cer oír su voz, delatar su presencia activa más
salida al convencionalismo crítico y expresivo allá del papel de comparsa que tenía asignado.
en el que el mundo occidental capitalista se en­ Es la historia, en fin, de un constante proceso
cuentra inmerso. de ruptura, de agrietamiento, de transgresión,
Así pues, la relación mujer-lenguaje parece de violencia, violencia que ha venido siendo más
estar inmersa en un proceso mucho más inte­ intensa cuanto más asentado y seguro se encon­
grado, que sobrepasa lo estrictamente lingüísti­ traba el sistema. Un recorrido panorámico ge­
co para colocarse en el centro de una polémica neral a la presencia de las mujeres en la literatura
da resultados que pueden resultar curiosos, éste
sobre los derroteros del postcapitalismo y se cues­
es el caso de las mujeres que escribieron en los
tionan las bases mismas del sistema de pensa­
siglos medievales. Paradójicamente sus obras nos
miento sobre el que está levantado el gran edi­
delatan que se sintieron menos criticadas y no
ficio de la sociedad occidental.
tuvieron mayores problemas en firmar las obras
Pero para llegar hasta aquí, la escritura y el con su nombre, que aquéllas que lo hicieron en
pensamiento feminista han tenido que recorrer los siglos XVIII y XIX que, en general, fueron
un largo camino. La historia de la presencia de más rechazadas, se vieron obligadas en muchos
la mujer en la literatura y en la vida pública, casos a firmar con pseudónimo y a trabajar mu­
es la historia de una batalla ininterrumpida. La chas veces también a la sombra o bajo la pro­
sociedad feudal —primer punto de referencia, tección de algún elemento masculino (Wilson
pues el pensamiento cristiano sienta sus presu­ M.K., 1984, 13). La sociedad feudal precapita­
puestos y se convierte en el eje de la visión del lista resulta así más permisiva con todo que la
mundo cuyas consecuencias vivimos hoy— se en­ sociedad europea de la primera revolución in­
cargó de asignar a las mujeres un papel secun­ dustrial, firmemente asentada sobre sus princi­
dario y servil en la realidad y otro idealizado y pios burgueses. Lo mismo ocurrió en el terreno

114
de lo literario. Establecidos claramente los cá­
nones del buen gusto y del decoro, y perfecta­
mente constituida una comunidad literaria y
estética básicamente masculina, fue más difícil
para la mujer encontrar un vehículo de expre­
sión literaria en el siglo XVIII que en la transi­
ción de la Edad Media al Renacimiento en el
que a la presencia activa de la mujer en la vida
política se unió la circunstancia de estar viviendo
la eclosión de la literatura en lengua romance
en la que la formalización genérica y estilística
aún no se encontraba establecida. Es ahora cuan­
do se empiezan a escribir las primeras poéticas
en lengua vernácula, aunque los principios de
la formalización retórica eran conocidos desde
las etapas latinas y fue esta ausencia de una nor­ HENRI MATISSE, «Lectora»
mativa férrea lo que dio a ciertas mujeres cultas
la posibilidad de utilizar el lenguaje escrito —la
literatura— con menos condicionantes que co­
mo lo harían sus sucesoras varios siglos después.
Insistía, al hablar más arriba de las distintas fa­
ses por las que había pasado el uso que la mujer
había hecho del lenguaje literario, en que éstas
no tenían necesariamente una sucesión crono­
lógica. Así vemos que la mujer empezó buscan­
do un lenguaje propio, una identidad estética
y literaria, en un segundo momento, buscó imi­
tar los modelos, ser uno de ellos y por último,
hoy en día, desde estas dos posiciones aún no
superadas busca sin embargo una tercera vía a
través de la cual crear un nuevo orden estético-
expresivo al margen de tantos siglos de margi­
nalidad e incomprensión.®

BIBLIOGRAFÍA

CULLER, Jonathan (1984): Sobre la Deconstrucción, Madrid, Cátedra.


DERRIDA, J. (1977): «Signature event context», GLYPH, John Hopkins tex­
tual studies, Baltimore and londons, the John Hopkins University Press.
DRUCKER, Johana (1984): «Women & Languaje», Poetics Journal, n.° 4.
JACOBUS, Mary (1986): Reading Woman, London, Methuen.
MOI, Toril: Teoría literaria feminista, Madrid, Cátedra.
SHOWALTER, Elaine (1987): «Reading as a woman: Jonathan Culler and the
Deconstruction of Feminist Criticism», Alice JARDINE, Paul SMITH, Men
in Feminism, London, Methuen.
WEEDON, Chris (1987): «Languaje and Subjectivity», Feminist Practice and
Postestructuralist theory, Oxford, Basil Blackuell.
WILSON, Katharina (1984): Medieval Women Writers, Georgia, University of
Georgia Press.

115
I
POWER
COMES AS
MO SURPRìSl
FOTÓGRAFAS
NORTEAMERICANAS
CONTEMPORÁNEAS

M. Carmen ÁFRICA VIDAL

A FOTOGRAFÍA ES HOY UN ARTE; ESTÁ


en los museos más importantes del mundo, y se
va a ver esas exposiciones como se va a otra de
cuadros o esculturas. Pero lo que me interesa des­
tacar aquí no es la relevancia contemporánea
de la fotografía, sino otro aspecto que afecta di­
rectamente a la obra de artistas como Barbara
Kruger, Martha Rosler o Sherrie Levine: que la
fotografía, al igual que el arte contemporáneo,
ha dejado de ser puramente contemplativo, ha
olvidado las ideas wildeanas del arte por el arte
y desea comprometerse en la medida de lo posi­
ble con las contradicciones e injusticias que de­
tecta en la sociedad.

117
Un ejemplo muy claro es Jenny Holzer, que e imágenes. Le preocupa mucho la influencia po­
colocaba sus obras en las paredes de su barrio, lítica de los medios de comunicación en las ma­
el Lower East Side de Manhattan, y también en sas (desde 1981 escribe regularmente para Art-
forma de pegatinas en teléfonos públicos. Algu­ forum artículos sobre la televisión). La unión de
nos de sus mensajes son provocativos y tópicos imágenes y lenguaje da lugar a unas creaciones
a la vez, pero en todos los casos tienen, obvia­ mucho más agresivas que las de Holzer, y sus te­
mente, fines más políticos que estéticos: «Tor­ mas son igualmente más duros y variados: ata­
ture is barbarie», «Private property created ques al capitalismo, a la energía nuclear, a la
crime», «It is man’s fate to outsmart himself», dominación de la mujer por el hombre, a la mi­
«Put food out in the same place every day and litarización de las naciones, etc. La obra de Kru-
talk to the people who come to eat and organi­ ger tiene un claro compromiso político, en el
ze them», «Men don’t protect you anymore». que imágenes y lenguaje aúnan fuerzas para lo­
Por su parte, desde 1975, Barbara Kruger ha grar su objetivo. Como ella misma ha señalado,
evocado principios estructuralistas en sus obras lo que pretende es llevar a cabo cambios pro­
fotográficas y ha utilizado yuxtaposiciones grá­ fundos en las relaciones de poder, en las rela­
ficas muy atrevidas en las que mezclaba palabras ciones sociales, y esta actitud es, a la vez, opuesta

118
a la de Jean Baudrillard; en efecto, la artista se
muestra contraria a algunas de las opiniones del
filósofo francés en su ensayo para el catálogo de
la exposición de Kruger. Según Baudrillard, el
poder ha dejado de existir, y, con él, el lengua­
je político.

Estamos ante un tipo de fotografía que ac­


túa en los márgenes, aunque un crítico como
Víctor Burgin prefiere, en vez de «margin», la
expresión «fringe interference», por considerar­
la más dinámica y descentralizadora, caracterís­
tica ésta muy importante, en tanto la fotografía
de mujeres es hoy, en la mayoría de los casos,
política, y pretende cuestionar, poner en duda,
las diferencias entre hombre y mujer, las rela­
ciones entre texto e imagen, entre el arte y el
no-arte, entre teoría y práctica; y lo cuestiona
adoptando dichas convenciones y, al mismo
tiempo, subvirtiéndolas, construyéndolas y des­
construyéndolas. Estas tensiones son típicas del
arte postmodemo, pues, como dice Linda Hut-
cheon, el arte contemporáneo es, por naturale­
za, paradójico en relación con su historia: critica
y es cómplice del arte que lo precede. Su rela­
ción con el pasado estético y social, del que pro­
cede abierta y directamente, se suele caracterizar
por la ironía. Es decir, el arte está íntimamente
ligado a aquello que intenta cuestionar; como
dice Foster, su campo de actuación está «entre,
a través de o afuera»; desestabiliza las conven­
ciones en las que está inserto.
BARBARA KRUGER
La fotografía actual es un ejemplo clave, se­
gún Hutcheon; es un arte que tiene que ver di­
rectamente con la muerte de la representación
y con la disolución del concepto de originali­
dad. La fotografía ofrece el espectáculo de la iro­
nía: la paralela incorporación a y crítica de lo
que Jameson denomina «la lógica cultural del ca­
pitalismo tardío».

En este sentido, un ejemplo clave es la obra


de Sherrie Levine, quien ataca el concepto tra­
dicional de representación, de referente, de rea­
lidad, y, en consecuencia, los de sujeto y origi­
nalidad. Se trata de una obra que tiene que ver
con lo que Víctor Burgin llama, no la represen-

119
tación de la política, sino la política de la re­
presentación. Sherrie Levine es, en efecto, una
de las artistas norteamericanas que más polémi­
ca y estudios críticos ha suscitado durante los
últimos años, tal vez porque sus fotografías y cua­
dros reflejan algunos de los conceptos básicos
de la llamada sociedad posmodema: la muerte
del sujeto, la noción de juego, la importancia
de la parodia de la Historia y la consiguiente di­
solución de las ideas de originalidad y de pro­
greso, típicas éstas de la modernidad. Levine es
famosa por sus fotografías de fotografías: es de­
cir, hace fotos de fotos o de cuadros tan conoci­
dos (recordemos sus series basadas en Walker
Evans o en Joan Miró, por ejemplo) que la origi­
nalidad, la idea de un yo capaz de crear algo ori­
ginal nacido de su propia imaginación, se disuel­
ve (Levine cita la famosa frase: «Es imposible
Autora: SHERIE LEVINE saber si algo es original hasta que todo el mun­
do haya hecho lo mismo»). Con las referencias
históricas de sus cuadros o fotografías, Levine
pretende crear en el espectador una cierta in-
quietud, y, según ella misma le comentó a Paúl
Taylor en una entrevista, es precisamente esa
inquietud ante algo que carece de toda origina­
lidad el tema de toda su obra. Se trata, una vez
más, de la ansiedad de la influencia, para decir­
lo con Harold Bloom: el artista como ángel mal­
vado que se rebela contra los grandes maestros
de la Historia, contra la figura del padre.

Así, es importante destacar que Levine, so­


bre todo en sus primeros trabajos, se apropia de
imágenes procedentes de obras creadas por hom­
bres, y éste fue un acto de rebeldía, pues a fina­
les de los años setenta y principios de los ochen­
ta, le cuenta a Paúl Taylor, «el mundo del arte
sólo quería imágenes del deseo masculino. Así
que adopté la postura de niña mala: eso queréis,
pues os lo voy a dar. Pero, claro, soy mujer, así
que esas mismas imágenes se convirtieron en la
obra de una mujer». Por «imágenes del deseo mas­
culino», Levine se refiere a las imágenes de los
grandes cuadros modernistas como representa
ciones del deseo masculino. En este punto, Le­
vine se apoya en Lacan, y une, por tanto, una
visión sociológica con otra psicoanalítica. Así
se relaciona el concepto de originalidad con el
de la muerte del sujeto en la sociedad «post­
contemporánea»: para Levine, como para Lacan,
el yo es incapaz de originalidad, no puede ser
origen de nada, porque no es un todo coheren­
te, sino una simple construcción del lenguaje.
El sujeto origen de estos cuadros, el yo que ha
hecho estas fotografías, no se cree centro de su
propia historia, sino que es simplemente una vi­
sión del mundo. El inconsciente revela un suje­
to fragmentado y cambiante.

La propia Levine ha comentado que «me


siento dividida en dos personas, de las cuales una,
la real, la genuina, se erige solitaria, mientras
que la otra, feliz imitación de la primera, tiene
relaciones con el mundo. El primer yo queda a
distancia, impasible, irónico, observándolo to­
do pasivamente». Como el sujeto, un cuadro no
es para Levine un todo coherente, sino más bien
una serie de imágenes, ninguna de ellas origi­
nal, que se mezclan y chocan entre sí. Un cua­
dro es un mosaico de citas con procedencias muy
diversas. Levine recuerda a los eternos copistas
que fueron Bouvard y Pécuchet y al Don Qui­
jote de Borges, un hombre que no deseaba ha­
cer una reproducción mecánica del original, no
quería copiarlo, sino que sus páginas coincidie­
ran con las de Cervantes, seguir siendo Pierre
Menard y llegar a Don Quijote. Los cuadros de
Levine son membranas permeables por ambos
lados, de tal modo que hay un flujo continuo CINDY SHERMAN
entre pasado y futuro, entre su historia y la nues­
tra. Así, Levine parodia a los grandes maestros
de la Historia: como las de Kathy Acker (escri­
tora en quien ha influido muchísimo), sus apro­
piaciones son tan evidentes que disuelven com­
pletamente toda originalidad, todo origen, to­
do sujeto y también todo telos y el aura del ar­
te. Y, en este sentido, Levine está de acuerdo
con Roland Barthes cuando éste afirma que el
texto ideal, la imagen ideal, es aquella que pre­
senta redes múltiples con las que juega el crea­
dor y el observador, sin que ninguna reine sobre
las demás; se trata de jugar con la digresión en
la escritura misma del comentario y observar de
esa manera la reversibilidad de las estructuras
con que está tejido el cuadro. Levine es «realis­
ta» en el sentido de Barthes, quien opina que

121
CINDY SHERMAN

ese adjetivo no se debería aplicar a aquel que che anunció la muerte de Dios y, más tarde, con
copia directamente de la naturaleza, sino al que la del ser humano, muertes que, a su vez, Paúl
hace un pastiche, al que crea una copia de una Virilio asocia con la de la representación.
copia. Describir es, según Barthes y Levine, re­
Las de Levine son fotografías que conforman
mitir de un código a otro, y no de un lenguaje
toda una ética de la visión, una manera pecu­
a un referente: el realismo no consiste en co­
liar de apresar el mundo y, sobre todo, de refle­
piar lo real, sino en hacer una copia de lo real.
jarlo, pues, parafraseando a Susan Sontag, podría
Lo real es plagio antes que copia, pues es mime­
decirse que coleccionar fotografías es coleccio­
sis secundaria, copia de lo ya copiado.
nar el mundo, no como afirmaciones sino a ba­
En las «refotografías» o «relecturas» de Levi­ se de fragmentos que seducen con la magia de
ne, el «re» es el prefijo de la simulación, del pla­ lo real, o, mejor, de lo hiperreal, que es el mo­
gio, y tal vez esto sea reflejo de la era «post-con- delo de algo sin origen y sin realidad. Estas obras,
temporánea» que nos ha tocado en suerte, una al negar la realidad, el sujeto masculino y el ori­
era en la que, como dice Terry Eagleton, no hay gen patriarcal, destruyen todo vestigio del aura
nada que reflejar, no hay realidad alguna que del arte y del hombre-artista, y el yo se toma
no sea, en sí misma, ya imagen, espectáculo, si­ constructo imaginario que decepciona a todo
mulacro, ficción gratuita. No en vano, Guy De- aquél que busca en él coherencia y respuesta a
bord la ha llamado la «sociedad del espectáculo» sus preguntas. Así, la fotografía se convierte en
y Baudrillard «del exceso». No puede haber ori­ vehículo esencial para poner de manifiesto al­
ginalidad cuando el sujeto, el origen, ha muer­ gunas de las cuestiones centrales del arte y la
to (según anunciara Foucault), cuando todo es filosofía contemporáneas, así como su resisten­
apariencia, look, superficie; la ilusión de la pro­ cia a todo análisis formal y a la contextualiza-
fundidad, sueño de la metafísica occidental tra­ ción dentro del paradigma modernista. Artistas
dicional, se empezó a desmoronar cuando Nietzs- como Barbara Kruger, Cindy Sherman o She-

122
rrie Levine demuestran una amplia y variada ga­
ma de intereses, pero comparten un rechazo fren­
te a las nociones de subjetividad, originalidad
y autoría patriarcales, al sabotear un sistema que
privilegia el eliotiano «talento individual». Se
impugna la historia lineal que ha sometido des­
de siempre al autor a una representación, a un
sentido, y se pretende mostrar un universo flo­
tante, cada vez más ausente. De ahí que Bill Ni-
chols comente que lo que la fotografía quiere
evitar es que toda ideología, cualquier foco de
poder, use la creación de imágenes para estable­
cer puntos de partida y principios fijos, con el
fin de lograr acciones sociales coherentes y es-
tabilizadoras. O, para decirlo con Lucy Lippard,
el arte fotográfico analiza hoy lo que se oculta
tras los poderes imperantes. En este sentido, la
fotografía es, según Hutcheon, el arte que me­
jor refleja la herencia política de los sesenta y
setenta, la protesta contra Vietnam, la ideolo­
gía de la escritura femenina y las interferencias
entre política, teoría y arte. El arte fotográfico
de estas artistas es el arte de la complicidad y
la crítica, el arte que critica el concepto de arte
y niega la representación y la historia patriarca­
les al representar la Historia privándola de to­
do sentido histórico lineal, mostrándola en
función de simulaciones fragmentarias. La foto­
grafía de estas mujeres tiene que ver con lo que
Foster llama la impureza textual de los medios
artísticos, con la pérdida del viejo decoro ilus­
trado y con la desconstrucción del objeto y su
campo y la consiguiente descentralización del
sujeto como artista y como espectador. Las obras
de estas artistas se convierten en síntomas del
colapso esquizofrénico del sujeto masculino y de
la narratividad histórica típica del patriarcado
—signos del mismo proceso de reificación y frag­
mentación del capitalismo tardío.!

123
ENTRE SIGNIFICADOS COMPRENDIDOS, ENTRE LÍNEAS: NANCY SPERO Y LASIMAGENESDELA MUJER

Teresa GÓMEZ REUS


NANCY SPERO

Teresa GÓMEZ REUS

Para una artista contemporánea comprometida con el feminismo, trabajar


con imágenes de mujeres puede ser un problema y puede serlo,
principalmente, porque el concepto «mujer», aunque central en la teoría
feminista, resulta difícil formular sin caer en el riesgo de duplicar
estrategias misóginas. La reciente alianza de ciertos sectores del feminismo
con el post-estructuralismo ha sido útil en tanto en cuanto ambos se han
enriquecido al interrogar la supuesta neutralidad de conceptos tales como
«subjetividad», «lenguaje» o «representación». Sin embargo, las
posibilidades de un feminismo posmoderno, bien en filosofía, literatura
o arte, también pueden ser problemáticas. Un aspecto central en este
sentido es determinar si el feminismo puede sobrevivir a la crítica del
sujeto, pues, como dice Myra Jehlen, si el posmodernismo invoca su
desconstrucción, ¿acaso no existe para las mujeres el riesgo irónico de
desaparecer a través de una (aparente) neutralización?1. Por otra parte, si
conceptos como el yo, el lenguaje y la representación son sospechosos,
otras preguntas emergen. ¿Podemos las mujeres hablar desde una posición
que intentamos subvertir —aun a riesgo de resultar incomprensibles—
o estamos destinadas a copiar el lenguaje del hombre? Y si la categoría
de «mujer» es una ficción ¿es posible hablar como tales, y pueden las
imágenes de mujeres hablar de y por nosotras?

Nancy Spero es un caso interesante en el que se dan la mano el


feminismo y la estética posmoderna, al abrazar una poética hecha de
pastiches y de un flujo acumulado de imágenes de mujeres que Nancy
Pag. anterior:
«Artemis & The Dildo Dancer & redescubre en el acto de pintar. Se trata de una narrativa que no admite
Acrobats», 1990 (Fot.: David Rey­
nolds). relaciones de causalidad, ni desarrollo lineal, ni coherencias de ningún
tipo. Por eso, en lugar de ofrecernos retratos auténticos de nuestra
«diferencia», sus collages ofrecen imágenes de otras imágenes, y se
deleitan en la repetición, la parodia y la confrontación estilística. Como
Lisa Tickner dice, «existe una cierta narrativa en el movimiento, pero eso
1 Men in Feminism, eds., Ali­
es todo. No hay enigma que se solvente ni posición en la que todo
ce Jardine y Paul Smith (New encaje. Empiezas donde quieres y te mueves en cualquier dirección»2.
York: Methuen, 1987), p. 100.

2 Lisa Tickner, «Form and La dirección que Spero ha tomado desde que empezó a pintar en los
Conontext. It doesn’t have to
años 50 ha sido hacia la péinture féminine, ya que «no hay otro camino...
be a story with a beginning,
middle and end», Nancy Spe- Las feministas francesas hablan de l'écriture féminine y yo estoy
ro (Fruitmarket Gallery, Lon­
don: Institute of Contemporary
intentando la péinture féminine.-»3 En 1974, con su obra Torture in Chile,
Art, 1987), p. 16. decidió emplear únicamente imágenes de mujeres, «no sólo para dar la

126
vuelta a la historia convencional, sino también para ver el mundo a través
de imágenes femeninas.»4 Este proyecto, desplazar el sujeto masculino
como categoría única de lo humano, implica una energía considerable a
causa de lo que Elaine Showalter llama «la fuerza centrípeta del
patriarcado.»5 Como Derrida dice, «cuando decimos que el ego cogito,
el Yo pienso, no es ni hombre ni mujer, verificamos que se trata de un
hombre y no de una mujer. Siempre es así»6.

Nancy Spero no siempre ha pintado en código femenino. The Black


Paintings (1959-64) es una obra caótica y oscura donde abundan las figuras
andróginas, y en el Codex Artaud (1970-71), monstruos enigmáticos
poseen genitales masculinos y femeninos. The War Series, producida
durante la guerra del Vietnam, es una obra colérica, poblada de imágenes
que apuntan al metadiscurso sexual de la guerra. Aviones con formas
fálicas o de insectos aparecen con colores metálicos y elegantes,
subrayando el aspecto monstruoso y antiséptico del aparato bélico actual.
Estas bestias del Apocalipsis llevan a cabo ciegamente su destrucción,
vomitando fuego, sangre o napalm e implantando el terror demente de la
violencia. Delineados cuidadosamente sobre papel de arroz, los dibujos
combinan una fractura extremadamente delicada con una increíble
ferocidad pictórica. Sus líneas rotas e irregulares irradian espasmos de
dolor, recordándonos esos versos de Mina Loy: «Soy el centro / de un
círculo de dolor / expandiendo sus límites / en todas direcciones.»7

Tras esta serie, Spero modificó su técnica de forma radical. Trabajando


en casa, recortaba figuras diminutas, que cubría cuando sus hijos se 3 Nancy Spero, entrevista con
acercaban para que sus formas ambiguas y amenazadoras no les Nicole Jolicoeur y Nell Ten-
haaf, «Defying the Death Ma­
asustaran. Una vez terminadas, las juntaba en rollos largos de papel, junto chine», Parachute, 39, julio y
con citas superpuestas de Antonin Artaud. La ferocidad explícita de las agosto, 1985, p. 53.

obras anteriores se torna en estos Codex Artaud en sibilina y hermética. 4 Nancy Spero, citada por
Jon Bird, «Nancy Spero. Ins­
Como muchas escritoras de siglos anteriores, Spero se esconde aquí bajo cribing Woman -between the
nombre viril para dar salida a su rabia y a su falta de voz como artista. lines», Nancy Spero, p. 20.

De ahí, la proliferación de figuras sacando la lengua, y la analogía entre 5 Elaine Showalter, Speaking
of Gender (New York and
lengua y falo recurrente en sus dibujos. En The Madwoman in the Attic,
London: Routledge, 1989), p. 3
Sandra Gilbert y Susan Gubar han ofrecido un brillante excursus sobre el
6 Jacques Derrida, «Women
carácter universal de la lengua fálica como símbolo de poder lingüístico in the Beehive: A Seminar with
Jacques Derrida», Men in Fe­
y sexual. En este sentido, las figuras carnavalescas de Spero son exactas
minism, p. 194.
como metáforas. «En francés —nos dice— lengua es a la vez "lengua" y
7 Mina Loy en Virginia Koui-
"lenguaje". Estaba sacando la lengua a la sociedad e intentando encontrar dis, Mina Loy. American Mo­

una voz propia tras sentirme silenciada durante muchos años. Y utilicé a dernist Poet (Baton Rouge:
Louisiana State University
Artaud como medio para hacer oír mi voz, y quizá en aquel tiempo tenía Press, 1980), p. 41.

que tener esa voz masculina, el ejemplo más extremo de alienación 8 Nancy Spero citada en Nan­
cy Spero, p. 24.
personal»8.

127
Esconderse tras la máscara de Artaud, a pesar de la misoginia legendaria
ARTAUD del poeta, no es un acto gratuito después de todo. Su ostracismo, la
historia de su cuerpo «domesticado» a través de la histeria, y la naturaleza
fragmentada y dolorosa de sus escritos convierten a Artaud en un vehículo
t A^u., apropiado para la voz silenciada femenina en la cultura patriarcal. «Soy un
1 ah, . hombre que ha sufrido mucho y a ese título tengo el derecho de hablar.»9
Vestida de hombre que se puede leer en código femenino, el disfraz de
v Spero es un acto apropiado de suplantación y la angustia que percibimos
en esta alteración psíquica reduplica las imágenes de confusión y
heterogeneidad corporal repetidas en estas obras. Como Spero, también
Artaud rechazó el carácter estático del Ser en favor de lo que Derrida
«Artaud Painting», 1969 llama «el teatro de la diferencia», que expande la presencia pura sin que
intervengan la mimesis o la representación. Se trata, en gran medida, de
Pag. anterior: encontrar un nuevo lenguaje visual, de fragmentar aún más la escritura ya
«Hanging Totem» I (detalle), 1987
rota de Artaud. Sin embargo, estos trabajos de Nancy Spero no son
Pag. siguiente:
«Hanging Totem» II, 1989
adaptaciones de las intenciones formales del poeta, ni siquiera de sus
dilemas personales, pues eran las circunstancias de ella, no las de Artaud,
las que estaban en juego.

Al sacar la lengua al establishment artístico, Spero vio con claridad que


quería pintar en activo femenino: mujeres en control de su cuerpo y de su
propia voz. Su peinture feminine se puede entrelazar así —de manera
general— con lo que ha sido una de las tareas más características del
nuevo feminismo francés: explorar un proceso de significación que escape
a la rígida estructuración de las oposiciones binarias, unachora integradora
de los actos y los deseos de las mujeres, una écriture féminine. En una
9 Antonin Artaud, Oeuvres
Completes, I (Paris: Gallimard, entrevista efectuada hace ya años, Spero manifestaba su intención de
1956-71), p. 38.
pintar en femenino, pero como Martina Sciliano dice, «¿desde qué
10 Martina Sciolino, «Kathy presupuestos puede una mujer pintar/escribir como tal y rescatar su
Acker and the Postmodern
Subject of Feminism», College
experiencia, en una época en la que las inflexiones del género y de la
English, vol. 52, 4, abril, 1990, identidad se han puesto en duda?»10. La pregunta está elaborada en
p. 439.
relación con la crítica literaria pero su respuesta se puede aplicar
11 Lisa Tickner, «Form and
igualmente a Nancy Spero: en este caso, podríamos decir, a través de una
Context. It doesn't have to be
a beginning, middle and end», técnica de inclusión y a la vez de disgregación de voces e iconografías
Nancy Spero, p. 16.
femeninas, así como de una continua reapropiación de imágenes dialógicas
12 Luce Irigaray, Speculum de que burlan las rígidas posiciones de la lógica especular (masculina). Toril
1'autre femme. Citado por To- Moi ha observado cómo el egocentrismo requiere siempre un centro fijo,
ril Moi, Teoria Literaria Femi-
nista (Madrid: Catedra, único, estable. Spero, sin embargo, responde con pastiches en donde
1988?), p. 141.
historias repetidas se cuentan de nuevo para reinscribir otro sujeto de
13 Nancy Spero entrevistada discurso, otras formas de mirar. Nancy Spero reclama la figura de las
por Susan Jenkins, «An Inter­
view with Nancy Spero», Nan­
mujeres pero lo hace, paradógicamente, reciclando en muchos casos lo
cy Spero (Los Angeles: The que es ya una reproducción, boicoteando así la idea de «mujer» como
Museum of Contemporary Art,
October 4-December 31,
categoría estable y fija. En cierto sentido, los collages de Spero son una
1988), n.p. glosa del Speculum de Luce Irigaray, copiando la copia hasta el punto en

128
que la mímica se convierte en estrategia. Como Liza Tickner dice, «la idea
es deshacer los efectos del discurso patriarcal a través de su
exageración.»" Entre hablar cual varón (como en Codex Artaud} o a través
de la histeria (como sus figuras a veces hacen), Spero deja que lo
femenino se descifre «entre señales, entre significados comprendidos, entre
líneas.»12

Si Torture of Women (1974) todavía destila angustia, a partir de 1976 sus


obras expresan en su mayoría imágenes mucho más lúdicas y juguetonas.
En Notes in Time on Women (1976-79), mujeres irreverentes saltan y
danzan sobre citas de poetas y filósofos misóginos; sus piernas extendidas
hacen burla a Nietzsche cuando dice que las feministas son hombres
castrados. Como ocurre en tantos otros de sus trabajos, esta obra está
cargada de referencias textuales y figurativas extraídas de una plétora de
fuentes dispares, recicladas ahora en una red polifónica de
yuxtaposiciones. Imágenes de los medios de comunicación se ensamblan
con figuras femeninas procedentes de diversas culturas y étnias, junto con
versos de escritoras como H.D. y Mina Loy, o canciones de ceremonias
de iniciación femenina én Nueva Guinea. En Goddess I y Sky Goddess se
reciclan asimismo imágenes de Heela-na-Gig (diosa celta de la fertilidad
y de la destrucción), de Artemisa (que cura las heridas de las mujeres) o
de mujeres torturadas en el medievo. El efecto acumulativo de este
continuo reciclar de información dispar —comenta Spero— es que no
puede haber nada que se privilegie13. Sus collages son la antítesis de una
concepción del mundo basada en divisiones genéricas, raciales o sociales.
Son «palimpsestos», textos que esconden otros textos, y si miramos bien
a ellos veremos que hay voces que vuelven para contarnos otra historia: la
(silenciada) de las mujeres. Sin embargo, se trata de una narrativa
hilvanada con voces polifónicas que nunca cohesionan ni nos ofrecen
soluciones definitivas.

Las últimas obras de Spero combinan gesto y movimiento como una


especie de venganza maliciosa a los atributos sedentarios de la feminidad
oficial. En Sky Goddess, Mourning Women, Woman w/Bound Feet (1990)
una acróbata se arquea protectora sobre el cuerpo deformado de una
mujer china que se halla sentada inmóvil, quizá soñando con la libertad
exultante de la bailarina. En To Soar II (1990) y en la más reciente Sky
Goddess, Minerva, Madrid (1991), Spero sacó sus figuras del papel y las
extendió por las paredes, las columnas, los techos e incluso la terraza, con
un gesto de apertura que permitía a sus figuras huir de una arquitectura
evocadora de encierros involuntarios. Pocas de estas pinturas han
sobrevivido pero muchas de sus heroínas han permanecido para contarnos
una historia de amor, de tesoros enterrados, de danza, de poemas no
escritos y de intolerables violencias. Como Aracné, la habilísima bordadora
que Atenea convirtió en araña, Spero ha tejido un tapiz que lleva los

129
14 Nancy Spero, citada por viejos emblemas de una poética feminista. Sus textos (palimpsestos) son
Jon Bird, «Rites of Passa- también «aracnologías» —por usar el neologismo de Nancy Miller— y si
ge», Nancy Spero, p, 36.
tiramos del hilo de sus tejidos nos topamos con la textura de la cultura
del género, con las inscripciones, a veces perversas, de sus estructuras
políticas.

Estos trabajos, por otra parte, no sólo apuntan a una feminidad primaria
y celebratoria; sus Madres Terribles, sus diosas ambivalentes y sus figuras
a veces andróginas nos insisten en la relación fértil —y siempre inestable—
entre las partes de la ecuación. Por eso Jon Bird nos asegura que su obra
no debe leerse como una inscripción ingenua de lo femenino. Consciente
del riesgo que implica construir la feminidad en el espacio de lo pre­
simbólico, Spero ha comentado: «creo que mi obra permite el ritual
estático, el momento utópico, pero también intento que no alcance cotas
de irrealidad. Por supuesto, existe un juntar de culturas dispares en el
tiempo pero también tiene que haber un cierto control en el éxtasis del
carnaval.»'4

El proyecto de Spero no está exento de paradojas, sobre todo porque se


trata de un arte compuesto, en gran medida, de imágenes creadas por
los hombres. La ironía es que las mujeres siempre hemos estado ahí, pero
como portadoras, no como creadoras de sentido. Su obra disrumpe el
orden misógino, minando sus estructuras desde dentro. En estos trabajos
se reclaman las imágenes de mujeres de las representaciones ajenas pero
se hace, irónicamente, reciclando lo que ya está producido. Estas copias
de copias es lo que distancia a Spero de la rama de la crítica feminista
conocida por «imágenes de la mujer» —un proyecto interesado
fundamentalmente en explorar imágenes reales frente a estereotipos
patriarcales. Por eso siempre habrá un cierto desequilibrio entre el
proyecto «imágenes de la mujer», y el carácter usado y heterogéneo de
elementos que componen su trabajo. Si su obra alude a las imágenes
femeninas, también señala hacia otra dirección: el reconocimiento de que
nos hallamos en un mundo kaleidoscópico y multicultural en el que todas
las certezas se han puesto en duda. La obra de Nancy Spero, elusiva y
pródiga en yuxtaposiciones, inconsistencias y falta de unidad estilística
AGRADECIMIENTOS responde a una estética posmoderna, pero su empeño en pintar figuras
Quisiera dar las gracias femeninas nos recuerda que debemos reafirmar las diferencias que el
a la Dirección General patriarcado ignora y desautoriza. Con ello acomete una nueva exploración
de Investigación
Científica y Técnica
de la imagen visual que parece apuntar no tanto a una estética sino a una
(GSG CYT) por una beca especie de aestética feminista. Como la mimesis polisémica de Irigaray,
de perfeccionamiento esta aestética opera de tal forma que reconoce los elementos dispares de
en la Universidad
de Princeton.
la historia de las mujeres y también propone una pluralidad de posiciones
Mi agradecimiento más desde las que no se niega a la mujer ni se la neutraliza en in-diferencia
especial a Nancy Spero posmoderna. Todo lo contrario, se trata más bien de una mimesis astuta y
por su generosa
con doble intención, remedando el lenguaje del hombre y al mismo
aportación de material
y por una preciosa tarde
tiempo inscribiendo, explorando y reinventando una pluralidad de
entre sus lienzos. diferencias sepultadas bajo las propias imágenes de la mujer.!

130
NANCY SPERO, «Hera Diptych» III (general y detalle), 1988. (Fot.: David Reynolds)

131
NANCY SPERO, «Goddess & Centaur», 1987

132
NANCY SPERO, -Sky Goddess» (detalle), 1987-88

133
NANCY SPERO, «Victimage» (díptico), 1990

134
NANCY SPERO, «Artemis & The Dildo Dancer & Acrobats» (general y detalle), 1990. (Fot.: David Reynolds)

135
NANCY SPERO, «Artemis II» (1985)

Pág. siguiente: NANCY SPERO, «Notes in time» (1979)


Pág. siguiente inferior: NANCY SPERO, «Torture of women» (detalle), 1976

136
HER.L uf-
ARTE' 1 PERMANt .1 CCN-' b II
j ■ r- tg ■
IS THt W Y*. TON'
,O H!:K iM -.P '-l Vi
-"W.

II. REFLEJOS

137
ALMA LAVENSON, «Egg Box», 1931
ENTRE ESPEJOS ilM
■■■T CÓNCAVOS,
REFLEJOS CONVEXOS:
■ LAS MUJERES EN LA
PRENSA ALICANTINA

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS,


sin duda alguna han llegado a constituir un fe­
nómeno decisivo en la sociedad moderna. Su
origen se sitúa en los albores de la revolución
industrial, cuando comienzan a conformarse
factores, hasta ahora inéditos, que dan paso al
proceso de laicización y desplazan a la religión
como forma más antigua de transmisión cul­
tural.
No se trata empero de la simple sustitución
de un sistema de valores pre-industrial por otro
nuevo. Una de las innovaciones más llamativas
respecto a la época anterior es la capacidad de
los medios —la «industria cultural», como decía

139
Adorno— de crear un público vasto y homogé­
neo que no está ya condicionado por los lími­
tes de tiempo, espacio y cultura. Las audiencias
surgen y se mantienen mediante una publica­
ción continuada y selectiva de hechos y ficcio­
nes, noticias y fantasías. La función de los me­
dios, según subrayan muchos autores, no es tan
sólo informativa; actúan asimismo como defini­
dores de la realidad e incluso, según llega a de­
cir Eco, como «instrumento del olvido». Se
ofrece a la llamada «opinión pública» un siste­
ma de creencias, un marco interpretativo para
dotar de significado y coherencia a la realidad
social. Así entendidos, los medios no sólo re­
producen o reflejan esa realidad; en gran me­
dida contribuyen a crearla, proponiendo y
confirmando en su audiencia valores y mode­
los de referencia. De ahí el interés de un estu­
dio de los mensajes mediáticos, no tanto por su
Algunos ejemplos de ofertas de empleo sexistas contenido informativo como por la «mitología»,
las concepciones implícitas de la sociedad y de
la vida que transmiten.
Si nos detenemos a reflexionar sobre la mu­
jer en las noticias, destaca fundamentalmente
su ausencia como protagonistas, que diversas
estudiosas han llamado «aniquilación simbóli­
ca». Estudios lingüísticos y sociológicos descri­
ben detalladamente cómo la representación de
las mujeres es desproporcionadamente inferior
a su presencia en el mundo laboral y cultural.
Ni su actividad ni su historia son consideradas
como objeto de noticia; por otra parte, la repre­
sentación de la mujer es a menudo estereotipa­
da, con particular énfasis sobre aspecto físico
y vínculos familiares. Asimismo, se ha destaca­
do a menudo que ambos sexos no son mencio­
nados de igual modo, empleándose para las
mujeres los tratamientos que connotan más fa­
miliaridad. Estas características de la represen­
POR DERECHO tación femenina en las noticias tienen relación
La institutriz de Heidi con la posición social y, de modo igualmente
importante, con las expectativas y valoraciones
La esposa del fallecido cineasta francés animó la jornada en torno a las mujeres.
Un análisis de los titulares en la prensa lo­
Mía Farrow, cal alicantina, «Información» y «La Verdad»,
«tupermadre»______
■ Después de diez años de
vida en común con Woody
arroja datos coincidentes con los rasgos men­
Alien, la actriz Mía Farrow
está pensando seriamente en
cionados. La representación femenina es con­
casarse. Divorciada de Frank
siderablemente menor que la masculina —dife­
rencia obvia a primera vista—; la proporción

140
global en los titulares de «Información» y «La
Verdad» es aproximadamente del 28% de mu­
jeres y 72% de hombres. La prensa local ali­
cantina, por tanto, apenas considera «noticia-
bles» a las mujeres. Sin embargo, semejante di­
ferencia cuantitativa en la representación de uno
y otro sexo varía de manera considerable según
los diferentes apartados temáticos.
En contraste con el varón, las actividades
femeninas más frecuentemente representadas
se encuentran muy alejadas de las funciones
«serias», como las políticas o profesionales; el
papel «ornamental», en cambio, está sobrerre-
presentado respecto de la realidad social: en­
tre el 44% («La Verdad») y el 33% («Informa­
ción») de las mujeres mencionadas en los titu­
lares son «famosas» pertenecientes al mundo del
espectáculo o la llamada «jet society». En el ca­
so de los varones, los actores, locutores de te­
levisión y aristócratas constituyen un porcentaje
notablemente inferior de los varones represen­
tados; entre un 23% («La Verdad») y un 10%
(«Información»).
Pero también hay que destacar en los titu­
lares de la prensa local un segundo perfil feme­
nino, en cierto sentido opuesto al anterior, que
indudablemente tiene su origen en la realidad:
la mujer víctima de la violencia. Entre el 29%
(«La Verdad») y el 40% («Información») de las
mujeres mencionadas lo es en relación con al­
gún suceso violento o accidente. Sólo entre un
11% («La Verdad») y un 3% («Información») de
los varones es mencionado en una situación
análoga.

Alberto Cortina le
compra a Marta
«Madrugada», un drama de Buero
Vallejo con su mujer de protagonista
Señores, ¡a votar!
una parcela de 176
millonee
• El financiero Alberto Cor-
tina ha comprado a su actúa!

Las piernas de Rosa Conde Gritos de «¡guapa, guapa!» en el


primer mitin de Carmen Romero
La mlnlfalda retrasa
jos juicios_________
® Una mujer de cincuenta y
Jos anOS inventó, sin preten­
derlo, un nuevo sistema para
grasar juicios en Estados
«Tengo un alma de portera que no
Unidos: Que las acusadas
"even minifalda.
me la merezco» (José Sacristán)

141
Por otro lado, tan sólo el 27% de las men­ Así, por un lado, las mujeres son revestidas
ciones femeninas en los titulares de ambos dia­ de atributos que suponen una evaluación posi­
rios refieren a mujeres en el contexto de su tiva a la vez que extremadamente convencional,
actividad política, profesional o cultural. Las mu­ tales como «belleza», «leyenda», «misterio», «di­
jeres mencionadas en relación con su trabajo, va», «ángel», «ninfa», «reina»...: (1)
por poner un ejemplo, están infrarrepresenta- —Un misterio llamado Jacqueline V 22-11-89.
das, ya que el 4% de mujeres mencionadas en —Una diva a orillas de La Concha 18-10-89.
este contexto está muy lejos de las cifras de ocu­ —Tres ninfas de «Bellea el Foc» V 9-12-89.
pación femenina. La escasez de las menciones —La reina de Rumania conmociona al mun­
tienen su causa en el hecho de que generalmen­ do I 3-12-89. Otro de los papeles positivos es el
te las mujeres ocupen las escalas laborales más de la «buena madre», opuesto a la «mala madre»
bajas, no estén presentes en los órganos de de­ que aparecerá en las crónicas de «sucesos»:
cisión y por tanto no sean fuente de informa­ —Mia Farrow, supermadre V 20-12-89.
ción convencional. En cambio, entre un 66%
También se enfatiza a menudo el aspecto fí­
(«La Verdad») y un 87% («Información») de los sico de la mujer, convirtiéndolo en tema de la
varones son representados en un contexto po­ noticia:
lítico, profesional o cultural.
—Gritos de ¡guapa, guapa! en el primer mi­
La posición ideológica muchas veces implí­ tin de Carmen Romero I 2-10-89.
cita en las noticias no afecta meramente a su —Las piernas de Rosa Conde V 24-10-89.
selección y contenido; también se manifiesta en En otras ocasiones se menciona a la mujer
un nivel más elemental y sutil, el propio lengua­
metonímicamente, «la parte por el todo» —sea ges­
je. La sesgada representación numérica se ve
to, parte del cuerpo o prenda de vestir—:
reforzada por el uso que de éste se hace; con
—Sonrisas en Hong Kong V 16-11-89.
harta frecuencia las mujeres de unos y otros ám­ —Por tocar un trasero X 24-10-89.
bitos son mencionadas mediante expresiones
—La minifalda retrasa los juicios V 1-12-89.
estereotipadas, verdaderos «topoi sociales» que
constituyen modelos de pensamiento siempre
disponibles y transmiten expectativas normati­ (1) Empleamos las siguientes abreviaturas: V para «La Ver­
vas sobre los géneros masculino y femenino. dad»; I para «Información».

POR CIERTO Tres ninfas de «Bellea del Foc»


Mari Angeles
quiere seguir
bailando

Comaneci podría estar en


En Villajoyosa una la embajada USA de Suiza Sonrisa» on Hong Kong
señora se enfadó por ■ Todo son sonrisas antes de la elección, el próximo día 22,
no poder votar al PNV de Miss Mundo. Estas cinco atractivas jóvenes se distraen y
distraen al fotógrafo mientras esperan alzarse con el título en
el desfile que este año tendrá lugar en Hong Kong.

La* mujeres de la
La envenenadora de
La castañera,
campaña__________
Alacuás, absuelta por
■ Cuando comienza una
campaña electoral, la otra una institución que
cara de los políticos, el as­
pecto familiar, los hobbies y
demás ligerezas salen a la
falta de pruebas llega en otoño

142
Un anciano se
POR CIERTO entrega después POR CIERTO
Tiemble con Blanca de matar a su
esposa La nena
tiene razón

Las mujeres de los candidatos coinciden con la ideología de éstos

Ellas los ven así


La* bruja*, contra el ■ EMPEÑADA ESTUVO
príncipe Cario* UNA SEÑORA EN VOTAR
POR PODERES, que se pre­
■ Las brujas pertenecientes sentó en un colegio electoral del
al grupo La Tierra Mágica barrio de Las Trescientas con
intentaron ayer que el prínci­ la pretensión de introducir la
pe Carlos cayera bajo sus papeleta de su marido, que se
poderes psíquicos para que encontraba imposibilitado en la
anule sus proyectos de cons-

Además de esta «fragmentación», las muje­ Sin embargo, frente a estos modelos, pre­
res son nombradas mediante diversidad de ape­ sentados como positivos, también existen otros
lativos, algunos de los cuales denotan infanti­ ambiguos o peyorativos, tales como «brujas»,
lismo: «castañeras», «institutrices», «porteras»...:
—La nena tiene razón V 25-10-89. —Las brujas, contra el príncipe Carlos V
22-11-89.
O un peculiar estado de «niña-mujer»:
—La castañera, una institución V 13-11-89.
—Arancha Sánchez Vicario, la niña-mujer V
—La institutriz de Heidi V 1-10-89.
5-11-89.
—«Tengo un alma de portera que no me la
O bien expresan modelos de género estereo­ merezco» V 12-11-89.
tipados: Tampoco es excepción la prensa alicanti­
—Dos mujeres para un Nobel I 1-11-89. na cuando considera noticia a la mujer por su
—Chica dulce, chicos duros V 3-12-89. relación sentimental, familiar o matrimonial:
El resultado de estas representaciones es una —Lasmujeres délos candidatos coinciden
feminidad mítica cuyos ingredientes son el atrac­ con la ideología de éstos I 22-10-89.
tivo físico —las piernas, la sonrisa, la belleza—, En otros casos se relega la identidad de la
la maternidad como hecho ante todo biológico — mujer protagonista, identificándola a través del
mujeres «nacidas para ser madres»— y cualida­ vínculo familiar:
des propias de una «ninfa» —dulzura, misterio, —«Madrugada», un drama de Buero Valle-
leyenda—. El discurso de esta prensa, más que jo con su mujer de protagonista V 19-10-89.
reflejar la «verdad» o «la realidad», construye una —La esposa del fallecido cineasta francés
versión particular de esa realidad. animó la jornada I 5-10-89.
(FOTO de una perra con cachorros, con pie Y cuando leemos un titular como:
de foto «Madre no hay más que una»; V 10-11-89). —Las mujeres de la campaña V 23-10-89.
(Mi pie de foto: «La naturaleza» como mo­ Comprobamos que no se refiere a las can­
delo de maternidad...). didatas, sino a las mujeres casadas con los can-

143
La «reina» de Rumania conmociona al mundo
Constitución, dueña y señora
Nadia Gomaneci ya es libre

Arancha Sánchez Vicario, la niña-mujer

Una holandesa consintió que la


arrastraran antes que dejarse violar

didatos. En titulares de este tipo los roles de gé­ El caso de «señora» es particularmente in­
nero siguen pues un esquema prescrito clara­ teresante. Mientras el término masculino ape­
mente: las mujeres no son presentadas como nas aparece, y es usado ceremoniosamente:
sujetos autónomos; más bien desempeñan un —¿Señores, a votar! I 23-10-89.
papel complementario, un rol mediado por su Su homólogo femenino suele emplearse con
relación con el varón. cierta frecuencia, en situaciones ambivalentes:
Otro aspecto llamativo de la prensa local —Empeñada estuvo una señora en votar
consiste en el tratamiento desigual que a me­ por su hijo V 30-10-89.
nudo reciben hombres y mujeres en un mismo —En Villajoyosa una señora se enfadó por
titular: nombre abreviado femenino frente a no poder votar al PNV I 30-10-89.
nombre de pila o apellido masculino, etc. La re­ El empleo meliorative del término «señora»
ferencia personal tiene, según una hipótesis de aparece, excepcionalmente, en la sección de
larga tradición antropológica y sociolingüística, sucesos:
un especial significado, ya que constituye una —Un argelino asaltó a una señora en el par­
codificación de las relaciones sociales en el ni­ que V 29-12-89.
vel lingüístico. En un mismo contexto, el trata­ Que contrasta con «mujer» —una prostitu­
miento diminutivo, de familiaridad, suele ser ta— en:
empleado para referir a la mujer: —Un argelino atracó a un transeúnte valién­
—BurtonyÁrz, amor continuo V 14-10-89. dose de una mujer V 11-10-89.
—Alberto Cortina le compra a Marta una Es obvio que «mujer» y «señora» no son in­
parcela de 176 millones V 21-10-89. tercambiables en estos titulares, puesto que son
Además, la referencia mediante nombre de portadores de un significado social, y más con­
pila, a veces abreviado, se emplea usualmente cretamente, de clase o estatus. El empleo me-
para mujeres del mundo del espectáculo y, sor­ liorativo aparece también en la metáfora:
prendentemente, también para las mujeres po­ —Constitución, dueña y señora I 6-12-89.
líticas, en cuyo caso puede llegar a tener un Otra asimetría respecto al varón es el em­
significado peyorativo o frívolo: pleo del artículo para mencionar a las mujeres.
—Mari Angeles quiere seguir bailando V Mientras que el apellido sin artículo es neutral:
10-10-89. —Comaneci..., ex-gimnasta I 1-12-89.
—Tiemble con Blanca V 2-10-89. El empleo del artículo, exclusivamente pa­
—Rita, bien, gracias I 4-10-89. ra referirse a mujeres, tiene connotaciones pe­
—El renuncio de Doña Mati V 13-11-89. yorativas:

144
—Y la Comaneci se hizo mujer V 8-12-89. —Aplazado el juicio contra el parricida de
Así, «la Comaneci» es clasificada bajo la rú­ Ibi I 17-10-89.
brica de «frivolidades femeninas», a la que tam­ Las mujeres, por el contrario, suelen ser
bién pertenecen titulares como el siguiente: mencionadas sin eufemismo alguno:
—La Pantoja y la Preysler pasaron por el —La envenenadora de Alacuás absuelta por
quirófano I 13-10-89. falta de pruebas I 26-10-89.
En el extremo opuesto a las «famosas» se
Por otra parte, en algunos casos se minimi­
encuentran las mujeres de la sección de suce­
za el componente agresivo de los atentados con­
sos —la otra cara de la moneda— que son en
tra la libertad sexual. Así, en los siguientes
gran parte anónimas, y de las que a la prensa titulares implícitamente se atribuye un compo­
sobre todo interesa su relación personal con el nente subjetivo a la víctima («dejarse violar», «se
agresor o su papel en la situación del suceso sienten amenazadas sexualmente»):
(«hija», «secretaria»...). Mientras que la violen­ —Una holandesa consintió que la arrastra­
cia masculina, a menudo en el seno de la pro­ ran antes que dejarse violar V 5-10-89.
pia familia, en ocasiones es representada de —Dos profesoras se sienten amenazadas
manera atenuada —el varón no suele ser des­ sexualmente I 1-12-89.
crito como «padre»—.
Obviamente, una descripción ambigua no
—dn invidente mata a sus tres hijos y se sui­
contribuirá a crear un clima de repulsa a la vio­
cida V 3-10-89. lencia contra la mujer.
—Un vecino de Ibi, procesado por violar a
sus tres hijas V 7-11-89. VIÑETA sobre acoso sexual («¿Y a mí cuan­
do me vas a acosar?») fecha?
En el caso de la mujer se suele definir una [Mi pie: La mujer desea la agresión del
situación análoga desde una perspectiva deter­ hombre].
minada: la de «la mala madre»:
—«Detenida una madre por abandono de Hemos intentado ilustrar brevemente cómo
sus hijos» I 12-1-89. el discurso periodístico, que a menudo pasa co­
—«Mueren tres niños de corta edad...» / «Su mo neutral y objetivo, en realidad presupone y
madre los dejó solos unos minutos...» V 3-10-89. alude a una implícita «naturaleza femenina», una
ideología profundamente restrictiva que opera
También se aprecia una tendencia a califi­ mediante una selección de aquellos símbolos
car de manera diferente a parricidas varones y ajustados a los esquemas imperantes. Podemos
mujeres: por ello decir, con Balletbó, que, al menos en los
—Un anciano se entrega después de matar casos analizados, los medios «desempeñan una
a su esposa I 23-10-89. función de reforzamiento de la cultura normali­
—Amores que matan I 17-10-89. zada y no de transformación de la misma. ■

Una «diva» a
orillas de
La Pantoja y la Un vecino de Ibi, procesado
por violar a sus tres hijas

La Concha Preysler pasaron


por el quirófano
POR LA CALLE
Chica dulce,
Un invidente mata a sus Un argelino atracó a un transeúente valiéndose
tres hijos y se suicida de una mujer chicos duros

145
CONSUELO KANAGA, «La muchacha en flor (Francis)», 1928
REFLEXIONES A PROPÓSITO ■■■
■■DE UNA NUEVA REGULACIÓN
SOBRE LA INTERRUPCIÓN■■■■
■- VOLUNTARIA DEL EMBARAZO

VARIAS SON LAS RAZONES QUE NOS


impulsan a profundizar en una cuestión que has­
ta el momento presente se han contemplado úni­
ca y exclusivamente desde los derechos (en
buena medida absolutos) del embrión humano,
motivo por el que el aborto se encuenta inclui­
do en el Código Penal, y línea directriz que in­
forma la actual Ley de indicaciones.
Sin embargo, en lo que podríamos conside­
rar como breve espacio de tiempo, se ha expe­
rimentado un importante cambio social que
irreversiblemente conduce a la aparición de una
pluralidad de concepciones e incluso a un nue­
vo sistema de valores que la sociedad comien-

147
za a reclamar para sí, dejando obsoleto el pris­ escuchen otros criterios, argumentos y posicio­
ma desde el que se ha venido legislando hasta nes que, con distintas perspectivas, existen so­
la fecha en esta materia y causa directa de que bre la interrupción de embarazo; a fin de llegar
los desajustes y el incumplimiento de la Ley a conclusiones comunes y aceptadas por todos.
sean cada día más evidentes; hechos en los que
no poco ha influido la actual posición de la mu­ Confianza en la mujer
jer y la razón por la que precisamente sea, la
ley de interrupción de embarazo, la que más rá­ Curiosamente, en el proceso histórico se­
pidamente se resiente de estos cambios, con­ guido por la humanidad, nada hay más cierto
virtiéndose en punto de mira de amplios colec­ que la comprobación de que las mujeres son
tivos de la sociedad civil. quienes directamente se han ocupado de la su­
pervivencia de la especie humana, luchando y
Efectivamente en una sociedad donde la esforzándose permanentemente en crear las
masculinización de la razón y la lógica ha sido
mejores condiciones para ello. Sobran ejemplos
la norma, no es extraño que se produzcan reac­ para acreditarlo incluso antes de que hiciera
ciones y conflictos cuando se intenta abrir pa­ aparición la cultura, ya que posteriormente na­
so el concepto de igualdad entre mujeres y die dudará cómo la diferencia de roles femeni-
varones. Pero el nuevo paradigma hacia el que no/masculino, culturalmente definidos y norma-
se camina como acertadamente afirma Josefi­ tivizados, encomiendan a la mujer dicha tarea
na Sanz, con la incorporación del pensamiento
en exclusiva y ésta rinde cuenta de la misma
propio de las mujeres a la comunidad científi­
con extraordinaria pulcritud, porque no otra es
ca y su punto de vista crítico ante una ciencia
su razón de ser en tal estructura social.
y una cultura que han prescindido o fragmen­
tado sistemáticamente al género femenino, ha­ Ahí están los innumerables datos que ofre­
cen que con toda urgencia y desde los ámbitos ce la vida cotidiana: quien se cuida de la infan­
más responsables de la sociedad, se propongan/ cia, quien sacia sus necesidades, quien asume

148
la responsabilidad en su gestación y crianza, cer bandera del feto contra la mujer. Extraño
quien ocupa su tiempo en escucharles, quien ob­ ejercicio de defensa donde ésta se convierte en
serva y analiza el menor síntoma, la menor irre­ un peligro para la vida humana. Así no sólo se
gularidad que manifiestan, quien sabe traducir hace innecesario escucharla, conocer sus temo­
sus deseos antes de que aprendan la lengua en res o deseos, su capacidad y recursos, su senti­
que han de comunicarse... do de responsabilidad, por el contrario resulta
imprescindible actuar contra ella de forma ver­
Ahí están las Madres de la Plaza de Mayo,
daderamente numantina y ciega, reflejándose
las que integran los comités de desaparecidos,
tal actuación en el rigor sin paliativos de unas
las que crean y sostienen asociaciones antidro­
normas, dictadas desde el alejamiento más ra­
ga, las que visitan a los presos en las cárceles.
dical de la realidad, con total desconocimiento
Ahí el imponente espectáculo, las estremecedo-
de la cuestión y un progresivo agravamiento de
ras imágenes de las mujeres kurdas alimentan­
la visión misógina. Desde la Edad Media hasta
do, lavando, vistiendo, llevando entre sus brazos
el pasado siglo sólo se consideraba punible
a los más pequeños, en el éxodo más dramáti­
el aborto voluntario de un feto a partir de los
co que hemos conocido.
ochenta días de gestación, en tanto que a partir
Sin embargo, esta rica experiencia parecie­ de finales del s. XIX, el aborto se castiga desde
ra no existir, de manera que ante una abruma­ la fecundación.
dora y expresiva realidad de lo cotidiano la
Realmente tamaño despropósito cuando me­
respuesta de la sociedad ha consistido en ha-
nos debería resultar «chocante», pero tristemen­
te y contra todo razonable pronóstico tan mani­
fiesta contradicción incluso se ha pretendido «ra­
Imagen superior: zonar» (?), hasta la coherencia del absurdo.
Concentración de madres contra la droga (28-XI-1991).
(Fot.: MIGUEL NOVACK / EL PAÍS).
Indudablemente nos encontramos ante un
Pág. anterior: fenómeno que sólo puede explicarse en base a
Maestra y escolares en el campo (Archivo Quinto Centenario de
la Ciudad de Alicante / Archivo Municipal de Alicante) la estructura de un sistema jurídico que por su

149
propia función constituye la expresión máxima dificultad añadida, como es el hecho de que las
de masculinización social; y desde esa convic­ propias mujeres se infravaloran y encuentran
ción se han ocupado primero de ir concedien­ grandes obstáculos para reconocer su propia va­
do cada vez más derechos del embrión y más lía, rendimiento o esfuerzo, teniendo —por los
tarde de establecer cuándo, cómo y en qué con­ valores que se transmiten educativamente a tra­
diciones la mujer puede interrumpir su emba­ vés de los modelos de género— un sentido me­
razo, pero sobre todo quienes son los encar­ nor del merecimiento, como la socióloga Brenda
gados de decidir en su caso. Major de la Universidad de Búfalo ha puesto de
manifiesto en su trabajo sobre «El género como
Así se produce el auténtico sarcasmo de in­
determinante en el tratamiento psicológico del
sertar el aborto en el Código Penal, así es co­
sentido de la justicia».
mo se tipifica el delito con penas tan altas, así
es como se da la paradoja de «proteger» a los En suma, si mujeres y varones padecemos
más débiles —embriones que no tienen forma un plus de sufrimiento impuesto por la socie­
humana— precisamente frente a las mujeres; dad patriarcal, universalmente establecida, sin
sin tener en cuenta que, para la mujer, la deci­ embargo al priorizar ésta lo masculino sobre lo
sión de interrumpir un embarazo tiene un cos­ femenino, el diferente proceso de socialización,
te personal de tal envergadura, que sólo está en al que son sometidos unas y otros, deviene dis­
relación con la gravedad de las causas que la criminatorio para las mujeres y desigual para
impulsan a tomar tal determinación y la grave­ las relaciones de género
dad también de las consecuencias que acarrea­ En este panorama no puede ser una excep­
ría el hecho de no interrumpirlo. ción lo relativo al Derecho, a la organización so­
Pero si nos adentramos en el análisis de los cial por excelencia, al contrario, como ya hemos
mecanismos que llevan a desconocer esta situa­ tenido ocasión de comprobar, éste es un lugar
ción de las mujeres, nos encontramos con una privilegiado para confirmar lo expuesto.

150
La severidad del castigo
Ciertamente la situación de los varones es
muy otra; sus intereses, ocupaciones, el rol que
la sociedad les asigna, hacen que, en primer lu­
gar, desde sus conocimientos, patrones de con­
ducta y estándares de comparación, la defensa
de sus principios, privilegios y patrimonio de­
ba realizarse a través del castigo más riguroso
para quien individualmente le ataque, con total
independencia de quien sea el atacante y/o ata­
cado, de cuáles sean las razones, las causas,
los efectos, e incluso en qué consiste el ataque
y a quien va dirigida a la postre la auténtica
agresión.
No son gratuitas estas afirmaciones, son so­
lamente el resultado del tratamiento diferencia­
do destinado a configurarnos como género. Las
investigaciones realizadas (1982,1987 y 1989)
por la profesora Brenda Major, a la que antes
hemos hecho referencia, han puesto de relieve
la existencia de un sistema plural de reglas de
justicia rectoras del comportamiento humano.
Los resultados de la investigación han encon­
trado llamativas diferencias de género: ante una
misma situación los varones se guían por crite­
rios de EQUIDAD (La justicia equitativa se po­
dría ejemplificar en el clásico principio bíblico
del «ojo por ojo, diente por diente»); en tanto las
mujeres parecen regir sus decisiones por una
normativa basada en la IGUALDAD (la justicia
igualitaria estaría más en consonancia con el ob­
jetivo de «a cada cual según sus necesidades»),
Pero este diferente sistema por el que se rige
uno y otro género no ha tenido traducción en
el sistema jurídico durante siglos, cuya inercia
continúa tiñendo el raquítico concepto de igual­
dad que pugna por abrirse paso.
Unida al proceso de socialización está la
prioridad que la sociedad otorga al pensamien­
to masculino creando una quiebra profunda en
la que a los varones, como género, les resulte
incomprensible la globalidad y complejidad de
la dinámica que viven las mujeres. Razón por
la que la protección del feto se establece frente
a alguien que, como la mujer, les es ajena, des­
conocida, o en el mejor de los casos ante las
que tienen irracionales prejuicios. En conse­
Pág. anterior:
cuencia al redactar la norma ésta expresa no Manifestación del comité de madres de desaparecidos y prisione­
sólo su propia forma de ser, sino la mayor, la ros políticos. El Salvador, 1984. (Fot.: CHRISTIAN POVEDA).

151
más incomprensible y más irreprimible descon­ ejercer todo el control, ya que el poder de la re­
fianza. «Una importante relación debe existir en­ producción es fundamentalmente femenino y el
tre la antigüa costumbre de los hombres varo­ único que por sus características no puede ser­
nes de matar y su imposibilidad de concebir, le arrebatado materialmente, por lo que no han
gestar y parir una vida humana» afirman Pere dudado en arrebatárselo moralmente, hacién­
Enguix y Enrique Lebrero en su artículo «El po­ dola inconsciente del mismo.
der de la reproducción» publicado en el diario
Y de este modo, con esa lógica y esa pri­
«El País» (13-04-91, pág. 24).
macía, es como se construye el cerrado entra­
Así pues, la sociedad parte de los mecanis­ mado jurídico/científico/cultural, generador de
mos y criterios que el género masculino tiene discriminación, que irreversiblemente produce
y desde él protege una peculiar «propiedad pri­ carencia a quien se le ha negado la capacidad
vada» (su descendencia) sobre la que, a dife­ de decidir y además la palabra: la mujer como
rencia de otras propiedades, el varón no puede género siente y ve pero no dice, no construye
un pensamiento propio, y por consiguiente es­
ta carencia lleva directamente al déficit que pa­
decen las mujeres, tanto para reconocerse,
como para hacerse reconocer. Gomo la filósofa
Celia Amorós dice, en la sociedad patriarcal sólo
los varones son «los iguales», dejando a las mu­
jeres el sitio de las «idénticas», sin que exista
más visión que una foto distorsionada y fija en
la que, las mujeres como género, no han parti­
cipado.
El tratamiento que la sociedad aplica a la
Pág. siguiente:
Manifestación de madres unidas contra la droga (15-V-1988, interrupción del embarazo es un dato, un sín­
EL PAÍS).
toma más aunque relevante de esa realidad,
pues como hemos visto, siquiera someramen­
Manifestación pro libertad de aborto ante el Tribunal Constitucional te, deja al descubierto el auténtico «continente
(HISTORIA 16). negro»; aquél en el que más patente se revela

152
la falta de valorización y reconocimiento del gé­ Mención aparte merece el delito de aban­
nero femenino. dono de familia que (aunque pudiendo come­
terlo las mujeres) cometen continua y constante­
En este paradigma masculino en el que nos mente los varones. En este caso, tal delito, ni
encontramos, ciertamente sólo las mujeres pue­ constituye rechazo social, ni está castigado con
den abortar, sin que al parecer sea «lógico» de­
pena equiparable en su proporción al aborto, ni
ducir que cuando un varón abandona a su perseguido con la eficacia y celo que la Admi­
compañera embarazada o no reconoce ni se ha­ nistración de Justicia despliega cuando sospe­
ce responsable de un hijo, pueda considerarse cha la posible existencia de un aborto. En su
delito. Ciertamente resulta paradójico que el cri­ lugar levanta obstáculos de todo tipo y emplea
men horrendo consista precisamente en «aban­ toda la laxitud y negligencia de que es capaz
donar» un microscópico número de células que hasta límites de verdadero escándalo, con el de­
comienza a iniciar las fases de evolución ani­ seado resultado de vaciar de contenido la nor­
mal. Pero más paradójico aún resulta el hecho ma que fija el citado delito.
de que, la flamante Ley de Reproducción Asis­
tida, ponga al alcance de la clase médica (fuer­ En definitiva, la sociedad es radicalmente
temente masculinizada por cierto) la posibilidad incapaz de poder contemplar y recoger cómo
legal de «extraer» del útero de una mujer los em­ razonan o actúan las mujeres; cuáles son sus
briones que hayan logrado implantarse (es de­ íntimas expectativas, sus percepciones con res­
cir sobrevivir), dejándole uno sólo de éstos. Lo pecto al ajuste y resolución de conflictos, res­
que lejos de tener la consideración de aborto pecto a la interacción. En suma, el modo de ser
constituye una posibilidad que la Ley ofrece, no y estar en el mundo las mujeres, su visión de
ya sin la menor traba o control, sino con todas éste, la realidad en que viven, no existe so­
las garantías. cialmente.

153
A modo de conclusión
Este apresurado y ligero esbozo sobre el
proceso seguido hasta aquí, sin embargo en el
momento actual es sólo una inercia, una posi­
ción residual por amplia que ésta sea, pues, co­
mo avanzamos en la introducción, la incorpora­
ción de las mujeres al quehacer social, político
y cultural, ya no se da sólo reproduciendo y
transmitiendo valores y saberes establecidos, ni
siquiera sólo criticándolos, sino empeñadas co­
lectivamente en crear y construir un nuevo pa­
radigma de IGUALDAD en el que el poder
Madre e hija (EMAKUNDE}
reconocer/reconocernos.
Indudablemente ha sido un largo y arduo
Indias en el mercado de Cuzco, Perú
camino el recorrido por las mujeres, donde nin­
gún sufrimiento nos ha sido ahorrado, sin que
hayamos de agradecer a nadie la defensa y el
respeto a nuestra intimidad y dignidad. Quizá
por eso las etapas que hemos cubierto lo han
sido firmemente y, a pesar de no haberse pro­
ducido señales en los cielos, sino con la nor­
malidad aparente de los hechos excepcionales
—hermosa frase que le oí pronunciar al minis­
tro Fernández Ordóñez en otro contexto—, co­
mienza a instalarse en nuestro entorno cultural
una nueva forma de concebir las relaciones so­
ciales, donde cada vez tiene menos cabida la
imposición, y el castigo, la rigidez y uniformi­
dad producidos por la visión masculinizada que
mujeres y varones hemos debido soportar. Hoy
día una sociedad más rica y compleja, en la que
se contemplan los diferentes ángulos que cual­
quier cuestión presenta y la relativización es un
valor, resulta imprescindible y urgente llegar a
otra solución para poder legislar acertadamen­
te sobre la interrupción voluntaria de embarazo.
Porque ya no es posible mantener unas nor­
mas que secularmente han respondido a las as­
piraciones de una parte de la sociedad sin que
se pueda ignorar por más tiempo la existencia
del género femenino, ni es cuestión de mante­
ner un conflicto sin solución porque han desa­
parecido las condiciones para sostener el en­
frentamiento abierto, de suerte que, como en los
últimos años hemos tenido ocasión de compro­
bar, al intentar aplicar con todo rigor e inflexi­
bilidad la Ley de indicaciones, es la Adminis­
tración de Justicia la que queda malparada.
También ha quedado superado el momento de

154
hacer concesiones, una vez desaparecido el ob­ guen a cumplir, habremos de convenir que hoy
jeto de las mismas, por lo que ceder a la tenta­ día es la herramienta más adecuada para conti­
ción de reformar la actual Ley añadiendo el nuar avanzando sin sobresaltos ni brusquedades.
manido «supuesto socioeconómico», sería un
Y si bien es cierto que esta fórmula sirve
gesto gratuito y ahistórico de imprevisibles y de­
para cualquier ocasión, en la cuestión que aquí
sastrosas consecuencias.
nos convoca se hace de todo punto necesario
En el momento actual comienza a tomar acercar posiciones, porque así lo exige la reali­
consistencia la idea de la negociación, del PAC­ dad actual, so pena de repetir un nuevo y más
TO como única fórmula viable. Parece llegado estrepitoso fracaso. Porque frente a posturas que
el tiempo de la igualdad y, en tales circunstan­ mantienen la penalización absoluta del aborto
cias, ya no es posible continuar tratando a la mu­ o las que se decantan por las estrechas y cor­
jer como irresponsable o criminal, según los tas concesiones de la insuficiente Ley de indi­
casos, y con ellas a otros grupos o individuos caciones, la nuestra sólo puede desembocar en
cada vez más numerosos, empeñados en su­ la total despenalización, si queremos ser cohe­
marse y profundizar conjuntamente ese inci­ rentes con el proceso social seguido hasta aquí
piente concepto de igualdad que se complejiza y el bagaje histórico que hemos adquirido, lo
y abarca otros aspectos de la realidad, por lo que nos legitima no ya para ser interlocutoras
que sin duda en su desarrollo ha de presentar válidas en este debate, sino las únicas con ca­
nuevas dificultades y resistencias. pacidad para decidir en última instancia.
Si pensamos que el pacto se caracteriza por De tal manera que, como no entra en nues­
la flexibilidad entre las distintas partes para lle­ tros objetivos ejercer la prepotencia y torpeza
gar al acuerdo y la posibilidad de revisar el mis­ que tan bien conocemos y sufrimos, habremos
mo en la medida que cambien las condiciones de concluir que el único PACTO posible con­
que lo produjeron; si por tanto sólo se puede siste en llegar a establecer una Ley de plazos
pactar entre iguales a la vez que éstos no tie­ en la que dignamente se contemplen los dere­
nen otra vía para dirimir sus diferencias y al­ chos, expectativas y aspiraciones de TODAS las
canzar así un compromiso que todos se obli­ partes implicadas. ■

155
ANA TERESA ORTEGA AZNAR, sin título, 1990

156
DEL PACTO CÍNICO ■
■■■■ A LA DOBLE
EXIGENCIA ■ ■■■■

NIEVES SIMÓN

EL PRESENTE ARTÍCULO ES FRUTO DE MI


experiencia como dirigente comercial que gus­
ta de la negociación y de mi incurable adicción
al feminismo. Son, pues, reflexiones persona­
les que se derivan de mis lecturas, observacio­
nes y vivencias aunque espero sirvan a inte­
lectuales de mayor peso y hondura (en la me­
jor tradición del movimiento feminista) para ela­
borar las necesarias teorías que den luz al
cotidiano quehacer. Manifiesto así los engrana­
jes que nos unen en un pacto sórico. «La soro-
ridad, nos dice Amelia Valcárcel, se construye
entre individuas que libre y mutuamente se la
concedan».

157
Debo el hig/i concept PACTO CÍNICO a mi — Un ciudadano pretende votar por toda su
hijo Juan, quien define así las relaciones entre familia.
docentes y discentes que ni exigen ni se exigen. — Una anciana desea que su perro vote.
El pacto cínico nos rodea por doquier. Vivi­ — Una urna tiene papeletas dentro antes de
mos una democracia en la que la mayoría, en comenzar las votaciones.
el mejor de los casos, supone el 40% del 70%. — Alguien pretende identificarse con la
Las reiteradas denuncias acumulan miles de VISA.
procedimientos, y la lentitud de la justicia la — Se tiró por la ventana un presidente de
vuelve inoperante. La falta de inspección y re­ mesa depresivo.
cursos destinados a estas tareas hace que la pi­ Tuve la fortuna de leer el libro de Amelia
caresca prospere. «Tú me pagas poco yo trabajo Valcárcel «Sexo y Filosofía». Su clarividencia ar­
poco» o a la viceversa, puede resumir, quizá por gumentando su famoso derecho al mal, me pro­
falta de mayor elaboración, las insatisfactorias curó una brisa de aire fresco. Sí, es cierto (me
relaciones laborales. decía), existe un pacto cínico, pero... es mucho
Las relaciones personales tampoco se li­ mejor que esa LEY DEL EMBUDO de la que for­
bran. Están en demasía marcadas por quienes malmente hemos salido. Otra cuestión es que
acostumbran a ejercer los históricos privilegios algunas personas pensábamos que la supera­
de sexo, raza, clase y edad, como si de lo más ción de dicha ley nos llevaría a un estadio de
natural del mundo se tratara, y quienes preten­ responsabilidad y democracia mayor, que de­
den, sin esfuerzo, beneficiarse de unos dere­ sembocara no en dejadez sino en tolerancia, en
chos de los que ignoran tanto su costo como su una doble exigencia armoniosa y eficaz. Pero
fragilidad frente a tradiciones y costumbres de ya se sabe, los logros siempre vienen con reba­
gran peso. jas y a más de una persona nos crea un conflic­
Y si nos fijáramos en las informaciones de to ético que la igualdad sea todavía tan incom­
los medios, veríamos que siguen dando relevan­ pleta. Conviene tener presente que Amelia Val-
cia a lo que Amparo Moreno llama «el arqueti­ cárcel dedica su libro a Victoria Camps, quien
po viril protagonista de la Historia» y rara vez en el 90 nos ofreció su texto: «Virtudes pú­
a esta mezcla heterogénea que somos. La rea­ blicas».
lidad, pues, queda desvirtuada, la visión es par­
cial y en pocas ocasiones cambia de signo. En estas reflexiones me encontraba yo
cuando me enviaron el artículo que Peter Druc-
Pero cuando lo hace, por ejemplo a propó­ ker (santón del management por más señas) pu­
sito de unas elecciones, evento que parece obli­ blicó en la Harvard Deusto Bussines Review,
gar a una mayor democratización, nos brinda titulado: «Qué se puede aprender de las organi­
el abanico de diversidades que tuve oportuni­ zaciones altruistas». De ahí extraigo los siguien­
dad de escuchar por radio, cuando se celebra­ tes párrafos:
ron las últimas elecciones municipales y que
transcribo por lo curioso que resulta: ... «Dirigir al trabajador con conocimien­
— Una monja presidenta de una Mesa elec­ tos hacia la productividad es el desafío
toral, bendice el acto antes de dar comienzo las que tiene delante la dirección en Nortea­
votaciones. mérica. Los altruistas nos están mostran­
— Un drogadicto componente de una Me­ do cómo lograrlo. Exige una misión bien
sa, se inyecta allí mismo. definida, una colocación personal cuida­
— Un presidente de mesa candidato hace dosa, un continuo proceso de aprendi­
su arenga. zaje y enseñanza, una dirección basada
— Un líder político espera a votar cuando en los objetivos y el autocontrol, exigen­
haya más gente. cias elevadas pero responsabilidad co­
— Los gitanos fueron escoltados por la rrespondiente. Una responsabilidad per­
Guardia Civil en los pueblos en que se desató sonal respecto a la actuación y a los re­
el conflicto racial días antes. sultados».

158
... «Los estudiantes del programa para voluntad y el compromiso para llevar al mejor
ejecutivos medios y altos en el que en­ fin los comunes objetivos. Su propuesta de or­
seño trabajan en una gran variedad de ganigrama plano me pareció el paradigma de
negocios: bancos y compañías asegura­ la igualdad.
doras, cadenas de minoristas, compa­ Pero los beneficios de cambiar del pacto cí­
ñías aeroespaciales y de ordenadores, nico a la doble exigencia no siempre son tan evi­
desarrollo de bienes raíces, etc... Pero la dentes como en un balance comercial o en un
mayoría de ellos también sirven como grupo altruista.
voluntarios en organizaciones altruis­
tas... Cuando les pregunto por qué lo ha­ He tenido oportunidad de saborear las ven­
cen muchos me dan la misma respuesta: tajas que comporta la doble exigencia y no me
porque en mi trabajo no hay suficiente extraña que los estudiosos de la motivación es­
desafío, ni alcance, ni suficiente respon­ tén confitados con los modos de hacer de quie­
sabilidad; y no existe ninguna misión, so­ nes se reconocen en la igualdad; reparten bene­
lamente conveniencia». ficios y poder; intercambian información; ense­
ñan y aprenden unos de otros y aprovechan to­
La conferencia que dictó Javier Palom (ca­ do esto para, en común, llevar adelante una
talán experto también en management) para el misión. Tampoco me extraña que se fijen en las
C.L.A.D.E. (Club de Alta Dirección Empresarial) organizaciones altruistas, al fin y al cabo las tie­
me esperanzó. Javier nos presentó como primi­ nen mucho más cerca que a los japoneses.
cia su libro: «Organización base cero» una cla­
ra apuesta por la doble exigencia en el seno del Existe, pues, un pacto cínico pero, qué du­
quehacer empresarial. Las relaciones pueden da cabe, tampoco se ha renunciado a buscar la
y deben cambiar gracias a la formación de to­ excelencia.
das las personas involucradas en el proceso pro­
ductivo, a la información en el punto de decisión Congreso Internacional sobre la Acción Positiva para las Mujeres,
que nos procuran las nuevas tecnologías, y a la Vitoria, junio 1989 (EMAKUNDE).

159
PERVIVE VIVE SE ALUMBRA ACTORES
Algunos
ESTRATEGIAS ¿PARA CUÁNDO LA IMPLICADOS
aspectos ANTECEDENTES ESTRATEGIAS
HOY DE DOBLE EXIGENCIA? EN
LEY DE
de EVOLUCIÓN
PACTO CÍNICO EVOLUCIÓN PERSPECTIVAS: EL CAMBIO
DEL EMBUDO

• Sistemas Conjuntos naciones • Finaliza guerra fría Solidaridad Idea de O.N.U. • Naciones
entre naciones • Sistemas sociales
SOCIEDAD G LO BAL

territoriales con intereses • Exportación guerras


• Conflictos estratégicos • Discordias internas por la igualdad. globales.
fronteras coincidentes. • Gendarme USA
• Guerras mundiales OTAN - UEO...
• Explotación y uso Especialización • Acumulación patrimonial • Denuncia ecologista Equilibrio entre • Todos:
local de recursos, e intercambio monial por expansión • Freno y control legal necesidades —Sistemas globales
naturales renovables desigual. territorial. y recursos. —Subsistemas.
o no. • Confort/sobreexpl. —Categorías
• Depredación • Desequilibrio patrimonial
y ecológico.

SUBSISTEMAS --------- > ACCIÓN GRUPOS DE INTERÉS

Trabajo: Fuerza obrera • Poco trabajo • Negociar • Formación


• Escíavismo • Huelga japonesa • Nuevas tecnologías
ECONOMÍA

• Poca paga
• Servidumbre • Concepto paro y de • Responsabilidad
población activa. • Sindicatos
• Empleadores
Empresa: Mejoras condiciones Libre mercado Responsabilidad Organigrama plano • Empleados
• Taylorismo de trabajo. dominio + fuerte. pacto social reparto trabajo y ■
beneficios.

• Negociación •Democracia plena • Partidos políticos


POLÍTICA

• Dictaduras • Luchas populares Democracias


• Absolutismos • Reconocimiento de inercia • Acción positiva con o radical. • Grupos de interés
de la fuerza o formales. los discriminados/as. • Anarquía utópica y poder (Lobbys).
del pueblo.

Alienante: Intelectuales que se • Polarización • Evolución personal Intercambio rico entre • Instituciones
CULTURA

• Religiones oponen y denuncian • De consumo • Individuos libres y categorías e • Intelectuales


• Mecías depend. junto a movimientos • Conflicto autístico creativos. instituciones. • Artistas
• Media tecnocr. de liberación. • Oficialización Comunicación. • O.N.G.
• Medias independ.

• Apoyo dictaduras • Fin guerra mundial • Antagonismos • Fe y trabajo por la paz • Disgregación del Ejércitos
de ios pueblos. conflicto.
MILITAR

• Guerras convencionales • Formación de bloques. • Pasividad


• Miedo nuclear • Desarme • Fuerza global de
consenso
sin hegemonías.
• Idea de O.N.U.

• Paternalismo • Oposición • Incumplimientos sin • Acción judicial • Intercambio y • Burocracias


ESTADO

• Proteccionismo • Rechazo del dominio. inspección. • Oposición de individuos colaboración entre • Instituciones
con dominación • Administraciones y grupos de administraciones, • Ciudadanos
autocràtica. incompetentes. interés al Estado. mercado y agentes soc. • Mercados
• Equilibrio ae poderes

• Protección con • Enfrentarse a la alienación • «No estudio, no trabajo». • Protestas organiz. • Consenso Socializados y
SOCIALIZACIÓN

dominación. • Denunciar la discriminación Aprovecho la protección • Romper el circulo. • Intercambio socializantes.


EDUCATIVA

• Segregación categorías y el elitismo. pasivamente. Permisiv. Protección / dominación • Colaboración


en familia y escuela. • Escuela mixta y de masas. • Pautas claras de
convivencia.
• Escuela coeducativa
para todos.

CATEGORÍAS--------- > Cotidianeidad y conflicto intereses individuales potenciado en el sistema capitalista occidental

• Machismo Enfrentarse: • «Ni más ni menos» • Negociar desde la • Igualdad en la • Mujeres


• Misoginia • Sufragismo • Guerra erótica: sinceridad. diversidad • Hombres
SEXO

• Discriminación • Feminismo de la igualdad. aprovechar privilegios • Acción judicial


Huir: Feminismo de la históricos. • Planes igualdad y acción • Valor de los individuos
diferencia. • Descenso demografía positiva.
• Reconocimiento de las
• Control natalidad
personas sin importar
• Autoritarismo • Emergencia valor • Agresividad entre • Reconocimiento categorías. Pirámide de edades
• Estructuras rígidas juventud. grupos de edad. del conflicto.
• Sobrevalor imagen joven • Negociación • Tolerancia
• Sobrevalor de la • Preocupación por la
EDAD

experiencia. niñez y ancianidad y dominio de adultos. • Humanismo


Marginalidad y alta
dependencia niñez, • Armonía
juventud, ancianos. • Intercambio
• Opresión • Luchas movimiento Mayor movilidad social más • Exigencia de igualdad • Igualdad social real Clases sociales:
CLASE

• Rigidez estamental obrero. aparente que real. de oportunidades sentimientos


• Acción judicial • Responsabilidad de pertenencia.
• Aportación teóricos
• Ligera móvil, social • No descasamiento personal.
• Formación para
• Genocidio • Valor de la igualdad • Descolonización • Aceptación de las • Color piel individ.
• Sentido colonial por oposición al terror. • Dejadez, desigual. diferencias. todos. • Distintas culturas
RAZA

• Imperialismo • Mestizaje • Emigración masiva • Respeto de todos por • Pactos entre ¡guales.
al primer mundo. otras culturas
• Desnivel norte-sur. • Ejercicio de los poderes
Desequilibrio demog. individuales.
Dos organizaciones sin ánimo de lucro, poder de las partes. No siempre se puede ne­
Cruz Rojajuventud y Mujeres Jóvenes, me invi­ gociar la salida.
taron a dar un par de seminarios sobre la ne­
Sólo podremos usar de la negociación co­
gociación como vía para agilizar los planes de
mo vía para resolver estas diferencias de modo
igualdad de oportunidades. Preparando el ma­
pacífico cuando las partes sean iguales y se re­
terial para estas intervenciones cuajé mis inquie­
conozcan el poder que tienen. Por tanto, lo pri­
tudes en un cuadro que os ofrezco. Agradezco
mero que tendremos que hacer es buscar la
a mi hijo Juan que lo ordenara, y a mi hermana
igualdad, y no sólo como instancia ética desea­
María Elena sus pertinentes observaciones. A
ble, sino como condición necesaria para abor­
pesar de estos acertados retoques, es sólo un
dar los conflictos con el instrumento de la
esbozo que requiere trabajo posterior.
negociación y encontrar así una solución satis­
No obstante, espero que sea suficiente pa­ factoria para los implicados.
ra mostrar la complejidad e interacción de las
Mientras no logremos las premisas anterio­
relaciones tanto de los sistemas y subsistemas
res tendremos que tomar otras vías de salida co­
como de las categorías y por tanto, la dificultad
mo aguantar, huir o enfrentarse abiertamente
que entraña pasar de unas etapas a otras supe­ hasta lograr la igualdad, al menos formal, que
rando las viejas concepciones y logrando que nos permita iniciar una negociación. Ejemplos
cada vez seamos más libres y responsables, no nos faltan ni en nuestra vida privada ni en el
más profundamente justos y democráticos has­ sindicalismo, pacifismo, ecologismo o feminismo.
ta alcanzar mayores cotas de igualdad para ma­
yor número. Y todo esto sin perder de vista la Además negociar exige presentar alterna­
calidad con la que deseamos dotar a la igual­ tivas para llegar a acuerdos. La innovación y
dad, no sea que perdamos libertad en el inten­ creatividad que hay que poner a concurso tie­
to. Mayormente, una fruslería. ne un costo elevado. Ir de pioneras, transitar ca­
minos no trillados, abrir nuevas perspectivas es
A la vista del cuadro observaréis que en duro e incómodo por cuanto se aparta de la ¿có­
tiempos pasados lo teníamos más crudo. Creo moda? convención. Se rompe la inercia. Dar sal­
sinceramente que pasar del PACTO CÍNICO a tos en el vacío genera miedo a lo desconocido
la DOBLE EXIGENCIA, no es tan difícil como y hacen falta grandes dosis de seguridad en una
pasar de LA LEY DEL EMBUDO al PACTO CÍ­ misma y de confianza en tu grupo de interés.
NICO y esto se va consiguiendo y de hecho en En resumen, hay que asumir el riesgo que com­
muchos aspectos está conseguido ya, pese a re­ porta toda invención, todo cambio. Y hay que
conocer que el etnocentrismo occidental con­ reconocer y usar el poco o el mucho poder que
diciona cualquier análisis. se tiene.
También espero que el cuadro nos dé ele­ Pensando en esto os transcribo un par de
mentos de juicio para reflexionar sobre los com­ citas con las que estoy totalmente de acuerdo.
portamientos propios y extraños y podáis, a la
De «Sexo y Filosofía», de Amelia Valcárcel:
vista de los mismos, usar la mejor estrategia de «Cuando abandonamos al poder y nos llevamos
evolución para solucionar los conflictos que se la canción, simplemente mentimos. La legitima­
nos presentan. ción del poder ha llevado a ser en el presente
Los conflictos surgen de las diferencias de casi tan importante como el poder mismo. Uno
poder y como concluimos en el Feminario (gru­ de los deberes de cualquier discurso alternati­
po de mujeres que durante 10 años se dedicó vo es reconocer su poder y reconocer el poder
al estudio de la discriminación sexual) NO SE a que se enfrenta»... «El denunciar el mal poder
SOLUCIONAN SI SE OCULTAN O SE MINUS- que es dominación bajo los disfraces que tiene.
Hemos de optar por defender el poder del suje­
VALORAN. Pero los conflictos no siempre son
to, por una ética de la potencia».
evidentes y por ello es fundamental desenmas­
cararlos. Atención, pues, a las diferentes nece­ De «La Historia a ras de piel», de Amparo
sidades, los diferentes intereses y el diferente Moreno: «Poco a poco vamos perdiendo la fe en

161
mo nos muestra el rechazo generalizado hacia
las acciones contundentes que dejan muertos,
en el camino, por tanto vislumbro posibilidades
para las personas que desean contraer un com­
promiso moral (y no lo digo necesariamente
desde el punto de vista religioso) consigo mis­
mas y con la sociedad.
Usemos, pues, nuestra parte de poder, por
pequeña que ésta nos parezca, para alumbrar
el cambio. Declinar la propia responsabilidad
comporta, quizá, riesgos mayores. Se abdica del
poder que da el desempeño de una tarea. Se
cae en el círculo vicioso donde los haya de la
protección a cambio de dominación. Se silen­
cian situaciones, y por tanto, se es cómplice de
modos que en nada contribuyen a mejorar.
Superados, o al menos revueltos, los con­
MARÍA MONTES, operadora (EMAKUNDE) ceptos de izquierda y derecha, patrón y obre­
ro, masculino y femenino, junto a la certeza de
ese dogma que atribuye el protagonismo de la que la miseria económica, de formación o de
Historia a quienes ocupan las altas instancias espíritu, separa más que el sexo, la raza, o la
institucionales, y empezamos a reconocer que religión, veamos qué actitudes y comportamien­
la vida colectiva es el producto de las innume­ tos deseamos seguir para conseguir una ética
rables y diversas actividades cotidianas de las no sólo personal sino pública, que defienda la
personas concretas que, por tanto, somos tam­ igualdad en la diversidad. Una diversidad que
bién responsables del mundo en que vivimos». ya no entrañe discriminación.
Y aquí traigo a colación aquel artículo de la Estas actitudes y comportamientos que aún
Harvard Deusto Bussines Review publicado en perviven, viven o se alumbran y que están re­
el tercer trimestre del 87. Era una encuesta a flejados en el cuadro, nos dirán más de una per­
directivos y comparaba las expectativas que te­ sona, un gobierno, una institución o un país que
nían las personas según pensaran como jefes las viejas concepciones. En última instancia hay
o como subordinados. Lo que los directivos es­ una clave sencilla para desvelar toda retórica:
peraban de sus subordinados era ante todo un ¿quién hace qué?, ¿hacia dónde canaliza­
buen desempeño de sus tareas, lealtad, obe­ mos los recursos?
diencia y honradez. En cambio lo que espera­
ban de sus jefes era liderazgo, estímulo y apoyo,
delegación y autonomía. Conclusión

Tenemos suficiente luz para ver: que la di­ Las relaciones que genera el PACTO CÍNI­
versificación es, no sólo norma democrática si­ CO ya no comportan humillación, ocultación o
no de consumo y apareja la obligación de elegir; desprecio de la otredad en la misma medida que
que la cualificación, la instrucción y la respon­ en la LEY DEL EMBUDO porque están formal­
sabilidad personal junto a la información que mente regladas, sancionadas por Ley. Siempre
nos procuran los medios de comunicación y las cabe el recurso de exigir su cumplimiento. No
nuevas tecnologías, pueden hacer cambiar has­ obstante el peso de la legalidad vigente, está am­
ta las más encorsetadas relaciones como las de pliamente aceptado que vulnerarlas queda, en
empleadores y empleados; que la transparen­ muchas ocasiones, impune. El esfuerzo que hay
cia está muy solicitada, «galdnost» hasta en eso que aplicar para denunciar y exigir su cumpli­
que llamábamos URRSS; que los procedimien­ miento parece, a muchas gentes todavía, ma­
tos son tan importantes como los objetivos, co­ yor del que están dispuestas a realizar. Como

162
contrapartida se entiende que la no exigencia A pesar de todo no dejo de alegrarme al en­
apareja la patente de no cumplimiento también contrar indicios de que en distintos ámbitos gru­
de la otra parte. Este «no exigir a cambio de que pos de interés o personas están en condiciones
no te exijan», este «entre bobos anda el juego» de crear o aprovechar las oportunidades de tra­
hace creer a las partes que obtienen mayor be­ bajar por la doble exigencia.
neficio del incumplimiento que del cumplimien­
Perseguir la igualdad y el reconocimiento
to. ¡Ojo! no conviene ceder al espejismo. La
del poder individual derivado de la responsabi­
parte más débil sigue perdiendo más.
lidad, que reclamo como atributos del ser, jun­
No por ello dejamos de reconocer que en to al cuidado y atención hacia los procedimien­
las relaciones cínicas existe ya una base de tos y las relaciones, tan ligados a la crianza y
igualdad que posibilita la negociación. Otra co­ el discurrir de la vida, son caminos para quie­
sa es llegar a acuerdos y compromisos. Al pa­ nes, libremente, elegimos cabalgar los sueños
recer, se prefieren relaciones desiguales a cam­ y hacer realidad las utopías. Con María Zam­
bio del señuelo de otros beneficios: perder an­ brano creo que todo cuitar viene de que ser y
tes que realizar el esfuerzo de la negociación vida se dan por separado al hombre más que
y con demasiada frecuencia antes incluso de ex­ a ningún otro de los seres vivientes que habi­
plicitar el conflicto. Así se juega antes con valo­ tan el planeta.!
res entendidos que se posibilitan acuerdos explí­
citos. Se abandona a la inercia lo que precisa
responsabilidad y compromiso; se perpetúan así
viejos hábitos y se imposibilita el acuerdo y el
trabajo por superar los desacuerdos.
Podemos ya desde la igualdad legal desen­
mascarar, denunciar y no entrar en el juego; po­
demos negociar porque tenemos esa igualdad
y no aceptar dominación, concesiones, paterna-
lismos o generosidad que es lo único que se pue­
de obtener en la Ley del embudo. Podemos, en
definitiva, profundizar en esta igualdad por la
que venimos clamando hasta apuntar a la do­
ble exigencia cuando el máximo beneficio del
mínimo esfuerzo no nos baste.
Tampoco vamos a engañarnos. Si no cam­
bian todos los actores implicados corremos el
peligro no sólo de no llegar a la doble exigen­
cia, sino de retornar a la ley del embudo. Dolo-
rosa experiencia a la que de vez en cuando
MARÍA ZAMBRANO. Fotografía del pasaporte diplomático para
asistimos. Baste recordar los brotes de racismo el viaje a Chile, 1936.
y las reacciones de los justicieros frente a los
drogadictos. No hay atajos, nos previene Celia
Amorós, pero por algún cabo hemos de comen­
zar a ovillar la madeja.
La complejidad de los tiempos hace que
convivan (cuando no que entren en franca con­
nivencia) muchas casillas del cuadro cuyas di­
visiones son solamente por mor del orden y la
comprensión. Quiero dejar claro que hay que
relacionarlas y buscar su interdependencia.

163
ALMA LAVENSON, «Niña con muñeca», 1932

164
SOBRE LA ATENCIÓN
■ A LA INFANCIA ■■
Y LA EMANCIPACIÓN
DE LA MUJER »■■■

EL CUIDADO Y LA ATENCIÓN A LA INFANCIA


siempre estuvo vinculado a la condición feme­
nina. Este vínculo específico se ha configurado
y caracterizado históricamente en función de la
división sexual del trabajo y de las distintas con­
cepciones de la infancia en la organización so­
cial de la familia. Hasta la Revolución Industrial,
ser niño o niña no significaba vivir una etapa
diferente de la del adulto. En términos genera­
les podemos decir que no existía una concep­
ción de la infancia como período evolutivo con
características singulares. A partir de una mí­
nima autonomía, niños y niñas se incorporaban
a la sociedad adulta como aprendices de oficios

165
o colaboradores en el trabajo productivo do­
méstico.
Recordemos que el modelo de familia an­
terior a la Revolución Industrial, la «familia pa­
triarcal extensa», era una institución de dere­
cho privado encargada de transmitir el patrimo­
nio, oficio, linaje y apellido. Varias generacio­
nes cohabitaban y trabajaban juntas, consti­
tuyendo una unidad de producción económica
y de reproducción humana. Además de atender
aspectos de la economía relacionados con la
subsistencia, las mujeres se ocupaban de la in­
fancia en su estricto sentido de cuidado físico
y alimentario. El rol materno, así pues, consti­
tuía un eje fundamental en la vida de la mujer,
un centro en torno al cual giraba su vida de for­
ma centrípeta.
Con el paso de la «familia extensa» a la «fa­
milia nuclear» —transformación derivada del
proceso de industralización generado por la Re­
volución Industrial— este rol va cobrando ma­
yor importancia y contenido en los aspectos
relaciónales, afectivos y de soporte emocional.
Es así como la mujer ve reforzado su tradicio­
nal papel al permanecer en casa como máxima
y única responsable del bienestar familiar. Y así
como se crea un nuevo arquetipo de feminidad
que resitúa el rol materno sobre las tradiciona­
les cualidades de abnegación, sacrificio, entre­
ga, donación y acatamiento; de modo a prefi­
gurar esa ética femenina que hace de la nece­
sidad virtud.
A causa de este nuevo modelo familiar, la
concepción de la infancia también sufre una im­
portante modificación. El discurso predominan­
te consideraba esta etapa de la vida con carac­
terísticas sociales, psicológicas y culturales. Se
hacía necesario preparar y educar a los niños
y niñas para su posterior inserción en el sis­
tema social, por lo que surge el concepto de
menor.
Las instituciones y sistemas educativos de­
finidos, susceptibles de asumir las funciones so-
cializadoras anteriormente reservadas a las
familias, se desarrollaron a lo largo de los si­
glos XVIII y XIX. Aparece la escuela segregada
finalmente. Convenía impartir una educación di­
EUSEBI ARNAU I MASCORT, «Amor maternal». (Fot.: Carlos G.
PÓRCEL). (Escultura de la Exposición «Metonimia en gris para un ferenciada por sexos al objeto de preparar los
deseo»), USA, 1896. roles masculinos y femenino que la división se-

166
xual del trabajo determina. Escuela y «familia en los roles complementarios, preparándoles
nuclear» se reforzarán mutuamente en la trans­ para ganarse la vida, mantener una familia y
misión de una educación acorde con las pau­ conseguir un puesto en la sociedad. Todavía es­
tas culturales vigentes, reservándole a la mujer tá reciente la valoración social peyorativa de la
la responsabilidad del cuidado de la prole y al mujer soltera, sinónimo de «solterona», o de la
varón las funciones de sostén económico, la pa­ mujer de carácter independiente a quien, por
tria potestad y la autoridad familiar. Los espa­ el mero hecho de serlo, se le aplicaba el califi­
cios público y privado quedaron así configu­ cativo de mala reputación.
rados de modo más excluyente y opuesto. Pero serán las propias mujeres las encar­
Apartada, como hecho generalizado, de la gadas de socavar esta realidad. En el decurso
calle (del café, la biblioteca, las manifestacio­ del siglo XIX comienza y se organiza la lucha
nes o el Parlamento) la mujer deviene, en esos colectiva que permitirá alterar este estado de co­
siglos, un constructo ideológico apto para ser sas aparentemente tan inamovible. Como sabe­
mujer-madre-portavoz del padre. Ella misma se­ mos, el Sufragismo fue el primer movimiento de
rá la encargada de transmitir las pautas y mo­ mujeres organizado. Con anterioridad, otras mu­
delos de lo masculino y lo femenino de modo jeres habían protagonizado protestas, habían he­
acorde a los valores mantenidos por la socie­ cho patente su rebeldía respecto de los papeles
dad. Lo que equivale a decir que la madre, res­ que la sociedad les asignaba, pero fue necesa­
pondiendo a expectativas dadas, socializaba a rio aguardar la llegada del siglo XIX, aprovechar
las hijas hacia el matrimonio como proyecto de la coyuntura de la revolución industrial y bur­
vida, como forma de subsistencia y a los hijos guesa de las sociedades occidentales. Sus pro-

167
in v.niKin<MKis Mninip
»lb I ouise Cliandh-i
Moulton atotjK Pictur­
ed b/Ethel Reed m ut

pugnados ideales de igualdad, libertad y frater­ que hay que proteger. Es lo que F. Fabboni lla­
nidad hacían posible que las mujeres, por el me­ ma la tercera identidad del niño como sujeto
ro hecho de pertenecer a la categoría de lo hu­ social.
Bos (on:< xipelnnd and
hnv'*m Price S2.(M> mano, pudieran reivindicar lo que se les negaba:
Sin embargo no perdamos de vista que el
sus derechos. Esos derechos que la propia De­
descenso de la natalidad tiene una relación di­
claración Universal de los derechos del Hom­
recta con la conquista del derecho a una ma­
bre no recogía. Sin embargo, la lógica de la
ternidad libre y opcional, conseguida por las
Declaración iba, por suerte, a permitir la posi­
mujeres. La anticoncepción de uso femenino ha
bilidad de luchar por alcanzarlos.
supuesto una ruptura de la equivalencia mujer-
Mas retomemos la evolución de la infancia madre y ha hecho posible sustituir destino y na­
y veamos cómo el discurso actual se ha venido turaleza, pasivamente aceptadas, por una deci­
modificando en el presente siglo. sión o elección consciente. En definitiva, la
mujer puede controlar, al menos teóricamente,
Cualquier análisis de la situación infantil ha
su propia reproducción. Aún así, sabemos que
de vincularse por una parte a una serie de fac­
estos avances posibles para la mujer no depen­
tores socio culturales y por la otra a las investi­
den exclusivamente de su libre voluntad. Están
gaciones científicas que la psicología y la peda­
sujetos a flujos y reflujos sociales y dependen
gogía han aportado, para la comprensión de la
de la situación político-económica de los paises
infancia, en tanto que etapa evolutiva con unas
y sus gobiernos. Por tanto, es factible su mani­
características peculiares. Hoy en día no se va­
pulación cuando existen intereses sociales a fa­
lora a los niños y a las niñas exclusivamente co­
vor de un aumento de la natalidad. La materni­
mo un factor económico o como una garantía
dad biológica puede llegar a ser una opción per­
de futuro, como sucedía en otras épocas. Por
sonal, pero también es una decisión política ma­
el contrario, su valor es meramente emocional
terializada por medio de disposiciones, dictadas
y son considerados como bienes de inversión,
para favorecer el control de la natalidad, legis­
tanto en lo privado como en lo público.
lar el aborto o regular los permisos de natali­
Los principales problemas de la infancia en dad. En definitiva, pues, al concretar una serie
nuestra sociedad post-industrial y postmoderna de medidas legislativas, se favorece o impide
son diferentes a los de sociedades más tradi­ el derecho a la propia reproducción, se decide
cionales o menos desarrolladas. Si en otro mo­ una política familiar o su contraria. Como prin­
mento se debieron a carencias básicas tales cipio establecido, en nuestra sociedad los pro­
como desnutrición, condiciones sanitarias ina­ genitores biológicos son responsables del man­
decuadas, falta de instrucción, alta tasa de mor­ tenimiento, cuidado, educación y crianza de la
talidad y explotación de mano de obra infantil, prole y la familia sigue siendo una institución
en la actualidad el núcleo de problemas guar­ determinante para la infancia. A la vez, el dis­
da una mayor relación con cuestiones de tipo curso teórico de los gobiernos proclama los de­
personal e interpersonal asociadas a la inesta­ rechos de la infancia.
bilidad familiar, a cambios estructurales que van
acaeciendo en el seno de la familia, a conflic­
tos de pareja, cuando no se trata de situaciones
más graves denominadas de alto riesgo. Porque
también existen carencias y déficits básicos en
sectores marginales de población donde apare­
cen, por ejemplo, las toxicomanías y con ellas
la incapacidad para cuidar a los hijos propios
y la evidencia de malos tratos y abandonos. De­
bido a un fuerte descenso de la natalidad en tér­
minos globales, la concepción más generalizada
en los paises occidentales desarrollados es que
el niño y la niña son un bien social escaso al

168
La Declaración de la Asamblea General de
las Naciones Unidas del 20 de noviembre de
1959 desarrolla cuanto sigue:
• La igualdad.
• El superior interés del niño.
• La identidad y la nacionalidad.
• La salud y la seguridad social.
• El especial tratamiento de los impedidos
o disminuidos.
• El desarrollo pleno y armonioso en el ám­
bito familiar.
• La educación.
• La preferencia en caso de desastre.
• La prohibición de la explotación.
• La protección contra la discriminación.
Dichos principios resumen los valores bá­
sicos de seguridad, libertad e igualdad que to­
do sujeto social debe tener reconocido.
Resulta curioso que sea coincidente el re­
conocimiento de la conquista de las mujeres a
su derecho a ser sujeto social con el de la in­
fancia.
El proceso emancipatorio ha ido avanzan­
do según hemos ido adquiriendo los derechos
fundamentales que cito:
• El voto nos da la legitimidad de ser suje­
to social («lo público»).
• El control de la reproducción nos desvin­ Esculturas de la Exposición «Metonimia en gris para un deseo».
cula de la naturaleza y nos incluye en la Palacio Gravina / Universidad de Alicante, 1992. (Dori Martín Lá­
zaro, Mar Martínez Moreno y José Antonio Martín Lázaro)
cultura como creación específica de lo
humano.
• El acceso a la educación nos permite ad­ —¿Podemos vislumbrar lugares de encuen­
quirir una identidad ideológica configu- tro y reconciliación entre nuestra identidad y la
radora de libertad. atención a la infancia?
• El acceso al mundo público, laboral pro­ A partir de la década de los 70, la mayoría
fesional y político nos da una identidad de los países occidentales han experimentado
social. cambios importantes en los principales indica­
Llegados a este punto cabe plantearse va­ dores demográficos y sociales que inciden en
rias cuestiones. el proceso de cambio de la familia. Ésta sigue
siendo valorada y considerada como una insti­
—¿Hasta qué punto los cambios operados tución básica para la atención a la infancia y pa­
en la familia han modificado su estructura? ¿qué ra la sociedad. Junto con la aparición de nuevos
roles ejercemos las mujeres en relación a la in­ modelos familiares, coexiste la familia tradicio­
fancia? nal y en todos ellos la mujer sigue desempeñan­
—¿Qué problemática existe desde nuestras do un rol maternal, aunque haya cambiado su
perspectivas derivada del proceso emancipato­ posición y situación.
rio de la mujer? Veamos algunos cambios demográficos sig­
—¿Cómo afecta ésto a nuestra vida privada? nificativos:

169
• Brusca disminución de la fecundidad. cónyuge y el mantenimiento y gestión de la eco­
• Retraso en la edad de casarse y tener nomía doméstica. Este modelo familiar, con ser
hijos. decimonónico, se mantiene sin embargo vigente
• Incremento de la natalidad fuera del ma­ en amplios sectores de la población, aunque la
trimonio. sociedad postindustrial y consumista actúe vir­
• Incidencia de los abortos voluntarios. tualmente en su contra.

Como cambios sociales destacaríamos: FAMILIA SEMITRADICIONAL: en su seno


se ha modificado sobre todo el papel de la mu­
• Una mayor permisividad social e ideoló­ jer, pues realiza la doble jornada, es decir, tra­
gica sobre pautas y comportamientos se­ baja fuera de casa, aportando un ingreso econó­
xuales al margen del matrimonio, inicián­ mico igual, menor o excepcionalmente mayor
dose las relaciones sexuales en la adoles­ al del marido, y se ocupa de todo lo relaciona­
cencia o bien manteniéndose fuera de la do con el rol expresivo.
institución familiar.
• Liberación de los controles que canaliza­ En tanto que modelo reformado de la fami­
ban la sexualidad hacia el matrimonio. lia tradicional, también está fundamentada en
Tolerancia de la cohabitación. la idea de la complementariedad de los sexos,
• Mayor tolerancia de las relaciones entre que en realidad es de los géneros, es asimétri­
ca y la jerarquía sigue estando implícita, aún
las personas del mismo sexo.
cuando no se explicite de modo ostensible. La
• Mayor aceptación hacia las madres sol­
Cartel de ETHEL REED. teoría sociológica de T. Parson y alguna otra,
USA, 1896 teras.
justifican su funcionamiento como necesario pa­
• Cambios importantes en el status social
ra cumplir con la función de ser un factor de
In Childhood's Country de la mujer:
«B? Louise Chandler estabilización social.
Moulton ««as Pictur­ —Elevación del nivel educativo.
ed byEthel Reed«»
—Incremento de la cualificación profesio- FAMILIA SIMÉTRICA: es una forma adop­
nal/ocupacional. tada minoritariamente —acaso debamos consi­
—Incorporación al mundo público y al tra­ derarla como tendencia— donde ambos sexos
bajo extradoméstico que permite la inde­ comparten los roles en situación de igualdad.
pendencia económica y el proyecto de FAMILIAS AGREGADAS: se denominan así
vida autónomo al margen del matrimonio. las uniones no legalizadas, con un funciona­
—Cambios en la legislación española en miento similar al de las familias semitradicio-
materia familiar, ley del divorcio, filiación, nales o simétricas.
etc., que han permitido y normalizado las FAMILIA MONOPARENTAL: es la que re­
Boston:Copeland unit separaciones matrimoniales. sulta de la convivencia de un solo progenitor,
Day MM Price
Todos estos factores han incidido en la es­ varón o mujer con hijos e hijas emancipadas.
tructura familiar, emergiendo otros modelos Bajo esta denominación se incluyen situaciones
que, pese a no estar generalizados, abren posi­ muy heterogéneas y diferentes en status, reco­
bilidades distintas. nocimiento social y problemática:
La «familia nuclear» se estructura en su fun­ Bajo esta denominación se incluyen situa­
cionamiento según varias tipologías que descri­ ciones muy heterogéneas y diferentes en status,
reconocimiento social y problemática:
biremos sucintamente:
• Madres.
FAMILIA TRADICIONAL: se organiza por • Solteras.
medio de la división sexual del trabajo. El va­ • Separación de matrimonio de hecho o
rón desempeña el rol instrumental y por lo tan­ legal.
to es responsable de la subsistencia económica, • Divorcio.
siendo así el proveedor de los bienes materia­ • Viudedad.
les y quien ostenta la posición social. A la mu­ • Anulación del matrimonio.
jer corresponde el rol expresivo, que incluye: el • Abandono de familia.
cuidado, atención y crianza de la prole y del • Adopción.

170
FAMILIAS DE PERSONAS DEL MISMO SE­ de población está supeditada a dificultades fi­
XO: de reconocimiento social muy reciente. To­ nancieras, problemas laborales, inseguridad en
davía no están jurídicamente reguladas. la vida de sus miembros, generadora de tensio­
Además de estas tipologías, podemos enu­ nes en las relaciones familiares y obstaculiza-
merar algunos cambios situacionales dora del desarrollo de los hijos. Por ello, surge
• La permanencia en el hogar de jóvenes la tendencia a demandar y buscar medios y re­
dependientes hasta edades avanzadas. cursos sociales, a fin de que los hijos puedan
recibir una mayor atención fuera del contexto
• El incremento de convivencia de segun­
familiar. Se precisa de una política familiar en
dos matrimonios en los que algunos de
la que se refleje que el niño es un bien social
los padres carece de relaciones de con-
sanguineidad con alguno de los hijos. Son y no solamente una cuestión privada.
familias reconstruidas. Una vez hechas todas las consideraciones
• Mayor demanda social de servicios de anteriores, podríamos reflexionar a propósito del
protección y asistencia social. papel y la función que tenemos las mujeres en
relación a la infancia, en el contexto actual. Se­
En efecto, en lo que se denomina el Estado
de Bienestar propio de países desarrollados, ría interesante ver cuales son los problemas de­
existen déficits y carencias básicas en un sec­ rivados del proceso emancipatorio y cómo
tor de población familiar que precisa ayuda pa­ afecta a nuestra vida privada. Sería bueno que
ra asumir a sus hijos e incluso evitar la propia tratáramos, entre todas, de buscar espacios de
disgregación de sus miembros, con la consi­ encuentro posible, deseable o utópico, que nos
guiente institucionalización de los menores a su reconciliara con nosotras mismas y abriera pers­
cargo. pectivas de esperanza.
En otro orden de cosas, el modelo urbano Por superado que parezca a simple vista,
de sociedad consumista y competitiva se ha ex­ voy a realizar un retrato robot caricaturizado de
tendido a todas las capas sociales y exige un una pobre mamá. Acaso descubramos así que
ritmo de vida que influye en la calidad de las todavía refleja un denominador común para tan­
relaciones familiares. tas mujeres, en el ejercicio del rol materno. Así
Los progenitores no tienen tiempo ni se pues, preguntémonos qué es una pobre mamá
sienten capacitados o se encuentran con gran­ y si respondemos, al modo tradicional, que es
des dificultades para procurar el nivel de aten­ una mujer que sacrifica su destino personal por
ción que la infancia precisa. Esto ocurre sobre el cumplimiento de su misión de madre, halla­
todo en las familias semitradicionales, simétri­ remos enseguida que se la reconoce por la
cas y monoparentales. abundancia de carencias que cito:
La idea tradicional de que los progenitores, • Falta de sueño: última en irse a la cama
la mujer especialmente, deben dedicar su vida y primera en levantarse.
a los hijos sacrificando su propio bienestar y su • Privaciones alimenticias: lo mejor, «el mus­
realización personal, está perdiendo valor, re­ lo», para los demás, las sobras para ella.
sultando imposible para muchas familias pro­ • Inhibiciones sexuales: apenas tiene tiem­
veerse de una atención física, psicológica, social po para el goce.
y de un contacto emocional estable para los hi­ • Incapaz de ser ella misma, prefiere que­
jos, a la vez que se pretenden aspiraciones de jarse, expresando por este medio sus frus-
libertad y autorealización individual. ¿Acaso no taciones corporales.
entran en contradicción los derechos de los ni­ • Ausencia de desarrollo cultural: en vez de
ños y de los progenitores o de la mujer en cuan­ leer, calceta un jersey para algún hijo. Va
to máxima responsable del orden familiar? ¿No al circo en lugar de ir al teatro.
existe contradicción entre la emancipación de • La falta de tiempo personal conduce a una
la mujer y la atención a la infancia? degradación de las facultades intelectua­
Si consideramos a la familia en su globali- les. (¿De qué habla?, ¿qué opinión tiene
dad, podemos ver que en sectores muy amplios del mundo que la rodea?).

171
La falta de independencia afectiva que en­ crianza, educación y socialización. Ser madre
traña el vivir para los demás miembros del gru­ no es sólo parir; es ser la persona que socializa
po familiar le conduce, indefectiblemente, a una y alimenta, la que básicamente se hace cargo.
carencia de identidad propia. Históricamente, las dos formas de materni­
Esta caricatura responde al modelo de ma­ dad han coincidido y han sido ejercidas por la
dre decimonónica citada, en quien las virtudes mujer, porque se ha creido que la biología y la
propias se estimaban en función de sus capaci­ naturaleza conllevaban la función maternal. Ser
dades de entrega, sacrificio, abnegación y de­ madre y ejercer exclusivamente como tal era el
pendencia afectiva y económica. Si estamos destino de la mujer, el rol nos definía nuestra
ante un prototipo que debiera haber desapare­ identidad impuesta. Hasta que el feminismo y
cido, porque no se corresponde a los tiempos el control de la reproducción por nuestra parte,
que vivimos, cuando rastreamos un poco, no cuestionó este destino y planteó la maternidad
nos parece que esté tan alejado. Aunque los ras­ como opción libre y personal. Dentro de la ins­
gos se hayan amortiguado, existe todo un co­ titución familiar esta opción es decidida por la
lectivo de mujeres amas de casa que siguen pareja y fuera de la misma —lo que resulta
haciendo del rol maternal el eje de su existencia. excepcional— lo es por la mujer.
Coetáneamente existen otras generaciones Los roles productivos y reproductivos de las
de mujeres más jóvenes que han incorporado mujeres están cambiando. La mujer asume nue­
comportamientos maternales nuevos. Entre vas tareas y funciones acotadas y reservadas al
ellas, un sector: las que triunfan o sobreviven varón. Gana espacio público e identidad social
en el mundo profesional, lo ha hecho a costa al incorporarse al trabajo. Su naturaleza no se
de mantener bajo mínimos su vida familiar, re­ reduce exclusivamente a parir y criar hijos. Se­
nunciando a la vida en pareja, a los hijos. Man­ xualidad y reproducción se separan y diferen­
tener la extenuante jornada, en casa y en el cian y se aspira a una familia simétrica donde
trabajo, o huir del sometimiento y la renuncia el varón esté incorporado, comparta e intercam­
que dadas las condiciones supondría la existen­ bie las funciones.
cia de hijos en el matrimonio, son las causas
A partir de los años 40, algunas investiga­
que llevan a las mujeres a optar por la renun­
ciones detectaron contradicciones y problemas
cia a la maternidad. Con todo la opción por la
en el ejercicio de la función materna de las mu­
jornada doble, unida a un número menor de hi­
jeres y el hecho alertó a psicólogos, pedagogos
jos es la más generalizada. Para mantenerla, se
y sociólogos. Datos que demostraban cómo de
adoptan soluciones parciales: escolarización
madres sobreprotectoras surgían hijos difíciles
más precoz, contratación de personas que rea­
e inseguros, se relacionaron con la reclusión de
licen el trabajo doméstico a cambio de un sala­
la mujer en el hogar y su abrumador protago­
rio... etc. La razón de este estado de cosas es
el conflicto de intereses dé la mujer como ma­
nismo, unido a la relativa, cuando no total,
dre con sus intereses laborales o profesionales. ausencia del padre. Los hijos varones educados
Sea cual fuere la opción, hay un hecho genera­ en semejante circunstancia, acusaban resenti­
lizado: cuando la mujer tiene los hijos es ella miento y temor hacia la figura femenina y, lle­
la que ejerce el maternaje. gados a la edad adulta buscaban relacionarse
con mujeres dependientes o infantiles. En las
Este ejercicio de la maternidad asumido en hijas, el exceso de celo maternal provocaba re­
exclusiva por las mujeres, es una consecuencia beldías, problemas de identificación y de sepa­
de la identificación entre maternidad biológica ración. Tampoco las madres se hallaban exen­
y maternaje. tas de dificultades. En la medida que todo su
La maternidad biológica es obvio e induda­ proyecto de vida se limitaba a la maternidad,
ble que corresponde a la mujer. El maternaje, desarrollaban síndromes depresivos al sobre­
o función social de la maternidad, es una rela­ venir el período de independización de la célu­
ción psicosocial que se establece con el hijo/a, la familiar de los adolescentes, o incluso antes,
y que abarca el cuidado, protección, dedicación, durante la etapa de crecimiento infantil.

172
También debemos tomar a modo de mues­ ble marcha hacia la igualdad entre los sexos,
tra la situación de otras mujeres madres que se y el facilitar este proceso. Descargar a las fami­
incorporan al trabajo asalariado con una multi­ lias, a las mujeres de su responsabilidad domés­
plicidad de intereses y proyectos vitales, que ne­ tica en exclusiva, y organizar sistemas de pres­
cesitan de una disponibilidad de tiempo libre taciones sociales que permitan el maternaje sin
a añadir a la que el propio trabajo profesional que suponga discriminación para la mujer. Es­
y su promoción demandan. Los sentimientos de tas medidas podemos exigirlas toda la ciudada­
culpa y actitud ambivalente vendrán a sumar­ nía a nuestros políticos, y van desde un sistema
se a los ya consabidos trastornos de energía ge­ fiscal que contemple a los hijos como bienes de
nerados por el agotamiento de la doble jomada. inversión hasta leyes que regulen los permisos
Por todo ello se precisa un cambio en la pre­ de paternidad/maternidad concediendo exce­
sente organización social de los roles masculi­ dencias voluntarias sin perder status, hasta la
no y femenino, tendente a superar la simetría protección a las familias monoparentales.
parental y la desigualdad sexual; lo que supo­ La demanda social es clara en relación a
ne enfocar el tema simultáneamente desde dos la necesidad de escuelas infantiles, ludotecas,
perspectivas: la personal y la social. Desde el parques, en definitiva, de una red pública de ser­
punto de vista personal podemos considerar la vicios de atención a la infancia, de calidad y ase­
necesidad de un maternaje compartido por am­ quible para la mayoría de las familias, que
bos progenitores. La sociedad en su conjunto mejoren las condiciones materiales de vida y
saldría ganando, nosotras no perderíamos ni la den respuesta a las necesidades actuales fami­
relación de pareja ni nuestra capacidad mater­ liares, más explicitadas por las mujeres.
nal y los varones podrían enriquecer su desa­
rrollo y psicología personal con un innegable Como mujeres debemos tener claro que es
valor que la mayoría de los varones-padres no posible luchar por hacer compatibles nuestras
ha experimentado. opciones personales con un sistema familiar —se
tenga o no descendencia— y social, capaz de al­
Adoptar el maternaje sin vincularlo al sexo-
bergarnos a todos en condiciones de igualdad.
género puede ser un proceso educativo y de so­
cialización largo y no exento de dificultades. Su­ Necesitamos caminar hacia un modelo de
pone incidir tanto en las hijas como en los hijos comportamiento basado en la semejanza.®
preparándolos por igual para la vida doméstica
y para su autonomía y emancipación, a la vez
que se les prepara para la vida profesional y la­
boral. Es educar en la igualdad real sin que me­
dien estereotipos y roles de género; tarea que
podemos llevar a cabo tanto en el ámbito fami­
liar como en el educacional.
Desde la perspectiva social, contamos con
la intervención de los gobiernos que estudian
y estipulan medidas o políticas de protección a
la familia. Pero ajustemos lo que se quiere de­
cir con este concepto, porque conocemos polí­
ticas que favorecen la vuelta al hogar de las
mujeres (sueldo al ama de casa, contratos even­
tuales peor remunerados, despidos por mater­
nidad camuflados, negativa a contratar mujeres
en cargos de responsabilidad a causa de su ser­
vidumbre materna... etc.). No se trata de prote­
ger a la familia en el sentido de frenar la
emancipación de la mujer. Es posible concebir ANDREA MODICA, «Treadwell». N.Y., 1986
otras políticas que tengan como eje la irreversi­

173
Marie y Pierre Curie, premios Nobel de Física en 4903, delante de su casa, cerca de París.
Pág. siguiente: Marie Curie, h. 1905

174
■■■■■■■ MUJER
Y CIENCIA ■■■■■

ROSA BALLESTER

LOS TRES APARTADOS EN QUE SE DIVIDE


«Mujer y Ciencia» son otros tantos puntos de vista
desde los cuales se puede enfocar el título. Pese
a que se trata de facetas diferentes, tienen entre
sí una coherencia interna dada por las interac­
ciones que se producen entre lo que son 1,°) las
bases biológicas y médicas que históricamente
han servido para justificar la escasa participación
de la mujer en la creación científica, 2.°) las si­
tuaciones que de hecho se han dado en el curso
de las primeras academias surgidas en los ini­
cios de la Revolución Científica en toda Europa
y 3.°) la actividad desarrollada por las mujeres
en el área de las Ciencias Médicas como elemen­
to ejemplificador de estos procesos.

175
I. La mujer como objeto de conocimiento
científico-médico
La aparición de la Ginecología y Obstetri­
cia como especialidad médica con todos los re­
quisitos que las ciencias sociales consideran
para su institucionalización: enseñanza regla­
da, instituciones profesionales, monopolio de
una parcela del saber y la técnica, etc., tuvo lu­
gar en el siglo pasado aunque con anterioridad
y desde los inicios de la biología y la medicina,
en el área occidental, en la Grecia Clásica, se
contaba con abundante material empírico y con
hipótesis y modelos sobre el funcionamiento del
organismo femenino.
Muy sucintamente se puede hablar de la
existencia de tres grandes modelos en los es­
critos científicos: el primero, vigente desde el
siglo V a.C. hasta el período renacentista, su­
braya diferencias cualitativas entre los dos se­
xos: la mujer, fría y húmeda según la teoría
humoral vigente, es biológicamente inferior al
varón desde la fecundación por un exceso de
fluidos y por la influencia del útero sobre todo
su cuerpo. Esta inferioridad biológica hace que
en ella predominen los aspectos instintivos y no
los racionales. A esta imagen, de procedencia
aristotélica-galénica, la teoría escolástica medie­
val añade la connotación negativa de pecado­
ra: Eva incitó a pecar a Adán y su subordinación
deriva de su pecado. En los textos teológicos y
morales se plantean cuestiones como las si­
guientes: si la mujer es un ser humano, de qué
forma resucitará el último día, en qué cosas es
inferior al varón, en qué cosas es igual y en cua­
les es superior. Lo único positivo es la imagen
de la Virgen María, la segunda Eva que con sus
virtudes de humildad, obediencia y prudencia
es el modelo de perfección que deben seguir
las mujeres para su redención. En el período
moderno, sobre todo, a partir del siglo XVII y
especialmente en el mundo de la Ilustración, la
naturaleza femenina es precisada con gran de­
talle y la razón fija unas pautas que pueden ver­
se por ejemplo en los artículos específicos de
L ’Enciclopedie de Diderot y D’Alambert, en los
escritos de Buffon o Rousseau y en las obras de
los médicos. Nos encontramos aquí con dos as­
pectos claramente diferenciados: por un lado se
asiste a un interés creciente por el tema de la
El frontispicio de Andreas Cellarius, «Harmonia Macrocósmica», 1661 mujer y ya no se habla de inferioridad sino de

176
complementariedad de la inteligencia del varón
y la sensibilidad y belleza de la mujer. Pero por
otro lado, esta toma de conciencia invalida a es­
ta última: la debilidad y sensibilidad extremas
la incapacitan para la vida pública y profesio­
nal, para una instrucción avanzada. La mujer
está hecha para el interior, para llevar una vida
protegida, pero dependiente, «dulce sujeción»
de la que habla el enciclopedista Virey Ence­
rrada en su sexo, su única perspectiva es el ma­
trimonio y la maternidad, su anatomía y su fisio­
logía están claramente destinándola a estos
fines. Jean-Leon GÉRÔME. Phryné ante el Areopago (1861)

A lo largo del siglo XIX y los incicios del


XX, la «naturaleza femenina» tradicionalmente
definida, resiste mal los avances de las ciencias
positivas: por ejemplo la teoría evolucionista va
en contra de la concepción de una naturaleza
femenina eterna y universal y en el mundo de
los antropólogos físicos y de los médicos se pro­
duce el gran debate sobre la cuestión. De este
modo decae el discurso de la debilidad obser­
vándose, por ejemplo, que la esperanza de vi­
da de las mujeres es más alta que la de los
varones; las medidas craniométricas o las teo­
rías sobre funciones cerebrales tampoco permi­
Lección clínica de Jean Charcot en la Salpêtrière
ten invalidar el cerebro femenino. En el área del
saber patológico se define en términos psiquiá­
tricos la histeria como una afección no exclusi­
va de las mujeres y no debida a la influencia
de su útero, como tradicionalmente se consi­
deraba.
A partir de esos momentos y coincidiendo
como hemos dicho con la aparición de la espe­
cialidad de Ginecología y Obstetricia, se asiste
a un importante despegue de conocimientos y
aplicaciones de técnicas diagnósticas y terapéu­
ticas de gran relevancia y prestigio social, so­
bre todo en el área de la reproducción. Pese a
ello, todavía es posible encontrar, aunque cada
vez más de forma residual, escritos médicos en
los que no está ausente un componente ideoló­
gico y en los que se pretende justificar con ar­
gumentos científicos, determinadas formas de
entender la sociedad y el papel que la mujer de­
be desempeñar.
Desde otros puntos de vista como el epide­
miológico o el de la promoción de la salud, las
investigaciones se centran en analizar en pro-

177
fundidad las diferencias entre varones y muje­
res en cuanto a morbilidad, mortalidad y espe­
THE ranza de vida, por las repercusiones que este
FEMALE conocimiento puede tener tanto en la modifica­
ción de hábitos y conductas individuales y co­
MALADY lectivas para mejorar la salud, como en la plani­
ficación de políticas sanitarias.

II. La historia de María Winkelman:


la mujer en las Academias Científicas
A lo largo del siglo XVII se produjo en Euro­
pa el fenómeno que los historiadores denomi­
nan «Revolución Científica» que supuso un
cambio cualitativo con respecto a lo que repre­
sentó la ciencia antigua y tradicional y que dio
como consecuencia el importante despegue de
la ciencia occidental en todos los campos. Esta
nueva visión del mundo y del hombre, crítica
con el pasado y utilizando un método distinto
del tradicional, se desarrolló en gran medida al
margen de las Universidades y en el seno de
instituciones creadas ex profeso como la «Ro­
yal Society» Londinense (1662), la «Academie
de Sciences» Francesa (1666) o la «Berlin Aka­
demie der Wissenschaft» (1700). Las mujeres
sin embargo, no llegaron a ser miembros regu­
lares de estas academias hasta mucho más tar­
díamente. Por ejemplo, la Royal Society admi­
tió en 1945 a Marjory Stephenson y Kathleen
Londsdale y la prestigiosa academia francesa
arriba citada tuvo su primer miembro femeni­
no en 1979. La propia Marie Curie, la primera
persona a la que se le concedieron dos premios
Nobel, fue rechazada en su tiempo pese a su
indudable prestigio.
Un ejemplo paradigmático de esta situación
es el que ha estudiado recientemente Londa
Schiebinger sobre la figura de Maria Winkel­
On science. women. and the Russian intelligentsia: see page 208
man, quien pidió el ingreso en la Academia ber­
VOLUME 79 NUMBER 297 JUNE I9KH
linesa en 1712. Maria, que había nacido en
1670 cerca de Leipzig, era hija de un pastor lu­
terano quien cuidó su educación y fue respon­
sable de su temprano interés por la astrono­
Sofía Kovalevskaia (1850-1891), la primera mujer que alcanzó una mía. Hay que tener en cuenta que en aquél mo­
cátedra de Universidad en el área de Matemáticas.
mento gran parte de la instrucción en los aspec­
tos prácticos de esta actividad científica, corría
Pág. siguiente:
En los siglos XVII y XVIII fue bastante frecuente la participación a cargo de artesanos e ingenieros que cons­
de la mujer en las investigaciones astronómicas. En la ilustración
se muestra a Elisabeth y Johannes Hevelius trabajando con un sex­
truían los instrumentos para la observación as­
tante («De Machine Coelestis», Danzig, 1673). tronómica; aunque también hay que decir que

178
tanto esta área como en otras relativas a la nue­
va ciencia fueron en realidad el resultado de la
fusión de una triple tradición: la práctica, ya ci­
tada; la tradición humanística y la lógico-mate­
mática propia del escolasticismo aristotélico me­
dieval. El astrónomo era tanto un teórico como
un técnico. En cualquier caso el desarrollo cien­
tífico fue posible por la nueva y positiva valora­
ción de la técnica frente a la situación anterior
que separaba claramente entre la esfera de los
saberes teóricos y la de los aspectos aplicados,
despreciando a estos últimos como «artes ser­
viles» propios de estamentos sociales inferiores.
En este contexto, hubo no pocas mujeres
trabajando en talleres y en ellos sus contribu­
ciones —como las de los varones— dependie­
ron menos de la lectura de libros y más de las
innovaciones prácticas en el cálculo o la obser­
vación. Sabemos que la participación de las mu­
jeres entre 1650 y 1720 fue alrededor del 14%
entre los astrónomos alemanes, sin duda la ci­
fra más alta en toda Europa. Sin embargo la ex­
clusión de las mujeres de las Universidades
acrecentaba las diferencias en cuanto a la ins­
trucción en relación con los varones. De haber
sido varón, Maria probablemente hubiera con­
tinuado sus estudios en Leipzig o Jena, como
lo hizo su propio marido y también importante
astrónomo, Gottfried Kirch.
La exclusión de la mujer de las Universida­ tos bíblicos comenta: «El sexo femenino como
des, aunque limitaba su participación en astro­ el masculino posee los talentos de la mente y
nomía, no la excluía enteramente puesto que en el espíritu que Dios les ha dado, con esfuerzo
gran medida las grandes discusiones científicas y estudio una mujer puede llegar a ser tan há­
se dieron en otros lugares como los observato­ bil como un hombre en la observación y cono­
rios astronómicos privados, cuya puerta les era cimiento del firmamento».
habitualmente abierta a través de sus padres o Como el caso de Winkelman, la ausencia
maridos, como en el caso de Winkelman. Gra­ de representación femenina en las Academias
cias a ello pudo, por ejemplo, descubrir en 1702
no puede ser entendida simplemente por la ine­
un cometa hasta entonces desconocido, y de cu­
xistencia de mujeres con un nivel científico su­
ya prioridad no hay ninguna duda, aunque pa­
ficiente sino que la exclusión resultaba de una
ra dar publicidad a su hallazgo, tuvo que utilizar
el nombre de su marido. Pese a que más ade­ política llevada a cabo conscientemente y que
lante publicó algunos trabajos con su propio se expresaba en los estatutos de fundación de
nombre sobre diversos temas y participó en la dichas instituciones. Más adelante, la profesio-
reforma del calendario de la Academia berline­ nalización de la actividad científica hizo desa­
sa, no consiguió que se le aceptara en dicha ins­ parecer estos talleres artesanales, el único lugar
titución, cuando intentó ingresar ocupando la posible de formación de las mujeres, y con la
plaza de su marido muerto años antes. Maria creciente separación de la esfera privada fami­
luchaba no sólo por obtener unos honores sino liar y la esfera profesional y pública, éstas fue­
para poder vivir de ese oficio. En la introduc­ ron confinadas al rol doméstico durante muchos
ción de una de sus obras científicas, citando tex- años.

179
Con los cambios en la estructura social de por sexos, especialidades escogidas o actitud
la ciencia, la participación de la mujer cambió frente al enfermo y el sistema sanitario.
cuando comenzó a ser formalmente admitida en
Las investigaciones de Álvarez Ricart, E.
las Universidades europeas, a partir de 1860 en
Rosado y T. Ortiz, entre otros, nos han permiti­
Suiza, en la década de los 70 en Gran Bretaña
do conocer cómo se fue produciendo la incor­
y más tarde en Francia y Alemania. Pero tam­
poración de la mujer a los estudios universi­
bién se le abría una segunda opción, y era la
tarios médicos en España. Con un cierto retra­
de continuar participando en el trabajo científi­
so en relación con otros países europeos (Sui­
co de su marido o padre, como ayudante invisi­
za 1864, Francia 1878), fue en la década de los
ble, sin dejar el ámbito doméstico; esta opción
80 del siglo pasado cuando aparecen las prime­
es de algún modo el reflejo del legado histórico
ras estudiantes en la Universidad de Barcelo­
de la tradición artesanal.
na. C. Alvarez haciendo un seguimiento del
periodismo médico de la época ha podido con­
trastar las opiniones de los médicos con respec­
III. La actividad científica en el Campo de
to a sus compañeras, que fueron en general
la Medicina y la situación de la mujer
bastante negativas. La presión social exigía una
El interés despertado por esta cuestión se mayor capacidad intelectual en las mujeres que
pone de manifiesto claramente si tenemos en se atrevían a dar este paso. Como ejemplo, po­
cuenta que en una revisión bibliográfica reali­ demos citar el testimonio de Margarita Nelken
zada en los últimos cinco años y utilizando ex­ en 1922: «Mientras que en los estudiantes va­
clusivamente una base de datos biomédica rones cabe todo, entre nuestras estudiantes no
(Comprehensive Medline de la National Library caben hoy día más que aplicadas, muy aplica­
of Medicine) el volumen de trabajos supera los das, de ahí que puede verse con qué brillantez
quinientos títulos. El número es mucho más ele­ cursan sus áridos estudios». Las argumentacio­
vado si se incluyen artículos o libros proceden­ nes utilizadas en apoyo de los que se oponían
tes del área de las ciencias sociales aplicadas a la entrada de las mujeres en el mundo de la
a la medicina. El denominador común de los es­ profesión médica —no así en la de enfermería
tudios que se acercan a la mujer como profe­ considerada tradicionalmente como «adecuada»
sional es el intentar mostrar cual es el perfil de a la condición femenina— carecían de funda­
la médica versus el médico en características mentos rigurosos y estaban relacionados con
como la productividad, número y distribución problemas de posibles competencias profesio­

180
nales y con el temor a que esta situación actua­ Pág. anterior:
Miss Garret (xilografía de «Harper’s Weekly», julio de 1870)
ra como revulsivo del papel de la mujer en la
sociedad: «La mujer, absorbida hasta ahora por
el hogar doméstico, al verse dueña de la liber­
tad hace lo que los pueblos ignorantes y mal
aconsejados cuando se sacuden la opresión:
malversan esta libertad y la convierten en mo­ Dra. Gerti Theresa Corti, primera mujer Premio Nobel de Medicina
tivo de descrédito».
Pese a todo, el crecimiento del número de
estudios y profesiones ha sido creciente en to­
do el mundo a lo largo de este siglo. En España
en 1920 era muy escaso el número de estudian­
tes de medicina mujeres (cerca 1%) y una dé­
cada más tarde, sólo 50 médicas ejercían en
todo el país. Sin embargo, a partir de los años
70, el ascenso ha sido muy importante siendo
en 1990 de un 50% en el caso de las estudian­
tes y de un 19% en el de los profesionales, con
tendencia a ir aumentando estas cifras, existien­
do una clara asociación entre grado de desa­
rrollo económico y participación de la mujer en
el mundo sanitario. Que existen diferencias en
la elección de especialidad y dentro de ellas, en
la forma concreta de trabajo, es bastante claro:
obstetricia, pediatría, oftalmología y análisis clí­
nicos, son todavía las especialidades elegidas,
y la medicina interna y cirugía las menos prac­
ticadas. Sin embargo, este y otros factores es­
tán variando sensiblemente en las últimas gene­
raciones y por tanto no pueden considerarse co­ BIBLIOGRAFÍA
mo situaciones estables.
(1) ÁLVAREZ RICART, M.C.: (1969) La mujer en la
Al contrario, lo que sí merece un comenta­ medicina española del siglo XIX: Las primeras
rio es la creencia, ampliamente extendida, de mujeres que obtuvieron el título de medicina. As-
que las mujeres médicas funcionan de forma di­ clepio, 27, 43-48.
ferente a la de sus compañeros en la vida pro­ (2) DE MIGUEL, J: (1979) El mito de la Inmacula­
da Concepción. Barcelona, Anagrama.
fesional. Fue este punto el que utilizaban mu­
(3) DOMÍNGUEZ ALCÓN, C.; RODRÍGUEZ, J.; DE
chos médicos para racionalizar la exclusión de MIGUEL, J.: (1983) Sociología y Enfermería. Ma­
las mujeres de la profesión. A principios de si­ drid, Pirámide.
glo, la posición adoptada por los movimientos (4) EISENBERG, C.: (1983) Women as physicians.
feministas era considerar que las mujeres eran J. Med. Educ. 58, 534-541.
«médicos» y no «mujeres médicas» es decir, ne­ (5) MACLEAN, I.: (1980) The Rennaissance notion
gaban que existieran diferencias entre sexos. of woman. Cambridge, Cambridge U.P.
Hoy sin embargo, se empieza a sostener que la (6) ORTIZ, T.: (1987) Médicos en la Andalucía del
siglo XIX. Granada. Fundación Averroes.
mujer puede ofrecer una visión distinta de los
(7) SCHIEBINGER, L: (1987) Maña Winkelmann at
problemas sanitarios y hacer importantes con­
the Berlin Academy. A turning point for women
tribuciones en el marco de lo que son las estra­ in science. Isis, 78, 174-200.
tegias sanitarias globales de este fin de siglo, (8) UHLENBERG, P.; COONEY, T.: (1990) Male an
centradas en la prevención y la promoción de female physicians: Family and Career compari­
la salud y en un acercamiento más profunda­ sons. Soc. Sci. Med. 30, 373-378.
mente humano al paciente. ■

181
Escultura de la Exposición «Metonimia en gris para un deseo». Palacio Gravina / Universidad de Alicante, 1992.
(Dori Martín Lázaro, Mar Martínez Moreno y José Antonio Martín Lázaro).

182
APROXIMACIÓN A LA ■■■■■
■■ DELINCUENCIA FEMENINA:
EL DEPARTAMENTO DE ■■■■
■■■ MUJERES DE FONTCALENT

ÁNGEL PAJARES YELA

EL FENÓMENO SOCIAL DE LA
delincuencia despierta en general gran interés
y preocupación en la sociedad. Reflejo de ello
es el gran número de aproximaciones teóricas
y empíricas que ha generado. Sin embargo, la
tendencia se invierte cuando centramos nues­
tro objeto de estudio en la delincuencia feme­
nina, pues nos encontramos que tanto el número
de investigaciones como el de explicaciones teó­
ricas es bastante reducido, por lo que su desa­
rrollo actual se encuentra en niveles de inicia­
ción. No parece sino que falle el interés debido
a un tema de esa importancia. Se argumenta co­
mo motivo el escaso peso estadístico de la de-

183
lincuencia femenina en el conjunto total de la expresados anteriormente. Se refieren a diver­
delincuencia. Únicamente cuando se ha apre­ sas características físicas y recurren incluso a
ciado un aumento de estos datos y la posibili­ la medición de cráneos, esperando encontrar
dad de una creciente agresividad en los delitos aspectos atávicos, que en el caso femenino no
cometidos por mujeres, se ha desarrollado el in­ aparecen de forma tan manifiesta. Por lo que
terés en dicho estudio; que lleva retraso com­ concluyen que dicha ausencia no era sino indi­
parativo respecto al de la delincuencia mascu­ cador de su escasa evolución, de su estadio evo­
lina, en el que contamos con un número de es­ lutivo más pobre que el del hombre delincuente.
tudios muy superior. En líneas generales, estos autores caracteriza­
ban a las delincuentes señalando su pasividad
Por ello intentaré una breve aproximación
psicológica, su mayor capacidad de adaptación
al sujeto mujer delincuente y presa, a lo largo
que el varón, a la vez que las consideraban se­
de este artículo, realizando un sucinto repaso
res amorales, fríos, calculadores. Concluiríamos
histórico, en un primer apartado, de las princi­
que la mujer delincuente se caracterizaba por
pales corrientes teóricas que han tratado la de­
su masculinidad.
lincuencia, deteniéndome en aquellas conclu­
siones que hagan referencia a la problemática Pese a sus raíces lombrosianas, el enfoque
delictual femenina. A continuación expondré al­ liberal posterior alumbra la nueva idea de la
gunos datos y experiencias del Departamento existencia del tratamiento del sujeto delincuen­
de Mujeres de la Prisión Provincial. te, al considerar su problemática centrada en
el ámbito social y debida a una deficiente so­
cialización. Así pues, delincuente sería quien no
Evolución histórica en el estudio
se ha adaptado a los valores sociales. Ha de que­
de la delincuencia femenina
dar claro que para la tradición liberal el delin­
Iniciaremos nuestra revisión citando a un cuente era un «enfermo» no biológico sino so­
representante de la Escuela Positiva de Crimi­ cial, que podía curarse.
nología, Cesare Lombroso (1835-1909), consi­
derado como el creador de la Antropología Cri­ Dentro de esta línea teórica, los trabajos de
minal. W.I. Thomas se centran en el estudio crimino­
lógico de las mujeres, tras una etapa fuertemen­
Una de las características de esta escuela te lambrosiana (el varón era considerado crea­
es la constatación de diferencias entre crimina­ tivo porque destruía energía y pasivas las mu­
les y no criminales, y que éstas se producen en jeres, por limitarse a absorberla) pasa, en 1923,
las condiciones biológicas-antropológicas que a una postura interactiva, en su obra «The Unad­
determinan el comportamiento individual. De justed Girl». El papel fundamental de la familia
esta forma la teoría de Lombroso, partiendo de en el proceso de socialización se hace visible,
hipótesis evolucionistas y dejando de lado el ni­ a la vez que se patentiza la influencia de los fac­
vel ambiental o interactivo, sugería que los de­ tores ambientales en la conducta humana, pa­
lincuentes se diferenciaban de los no delincuen­ sando a definir el concepto de deseo desde un
tes por la manifestación de diversas anomalías punto de vista más social. Tales deseos se rela­
físicas que tenían su etiología en una degene­ cionarían con el sistema nervioso y con una se­
ración o atavismo, con lo que consideraba al de­ rie de instintos básicos, diferentes tanto en cali­
lincuente como un paso atrás en la evolución
dad como en cantidad en varones y mujeres.
hacia un tipo humano primitivo o subhumano.
Desde esta óptica, al reconocerle, por ejemplo,
Este ser atávico tendría una mentalidad primi­
a la mujer, mayor variedad amatoria, su deseo
tiva, se caracterizaría por una carencia de sen­
concomitante a este instinto será más fuerte que
timientos, de compasión, crueldad, desprecio
en el varón y resultará así que su compulsiva
por la vida propia y ajena, insensibilidad moral...
necesidad de sentir amor, la llevará a la comi­
Este autor, junto con Ferrero, en 1893, pu­ sión de delitos de tipo sexual, como por ejem­
blica «La donna delinquente», donde estudian plo la prostitución. Pero además de ello existe
la delincuencia femenina bajo los postulados otra fuente de la conducta criminal femenina,

184
basada en la ruptura del control social ejercido
a través de la familia. Esto es, a causa de la gran
represión sufrida por las mujeres y al debilitar­
se el control informal ejercido sobre ellas por
la sociedad, es más probable que éstas caigan
en un comportamiento desajustado y se integren
en el mundo del delito.
En los años cincuenta, la Criminología re­
cibe influencias de otras ciencias sociales co­
mo la Sociología y la Psicología. Muestra de ello
es la obra de Pollak. «The Criminality of Wo­
men», en la que expone la idea de que la tasa
de criminalidad femenina es mayor de lo que
se suponía. En los años sesenta y setenta el in­
terés de la investigación se centra más en el es­ En la actualidad el movimiento de libera­
tudio de las mujeres en prisión y en las influen­ ción de la mujer, que ha cambiado el papel tra­
cias de las relaciones familiares en la delincuen­ dicional de la mujer en la sociedad, muestra
cia femenina. Una conclusión unánime es que claramente la importancia de la teoría del rol
las mujeres que desarrollan conductas delicti­ en la explicación del comportamiento femeni­
vas provienen de familias desunidas en un por­ no en el mundo delictivo. Dentro de esta línea
centaje mayor que los varones. Lo que estos Weis (82) distingue entre teoría de reversión del
autores defienden es que la génesis de la delin­ rol y de convergencia de roles.
cuencia femenina habría que encontrarla en fac­ La primera propone que el movimiento de
tores afectivos y emocionales, mientras que en liberación ha virilizado a las mujeres y con ello
el varón predominarían los económicos. se ha sufrido un aumento de la delincuencia fe­
Todos los estudios llevados a cabo dan pie menina, tanto cuantitativa como cualitativa, al
a pensar que lo determinante en el desarrollo cometer delitos cada vez más violentos.
de la conducta delictiva no es la falta de alguna En la teoría de los roles convergentes, lo
figura parental sino, más bien, la forma de inte­ que se preconiza es un movimiento paralelo de
raccionar que tienen los miembros de la fami­ convergencia del rol masculino y femenino, en
lia, su ajuste familiar, el sentimiento de la soli­ el que se produce una masculinización del rol
daridad, etc. (Maskin y Brookins, 74). femenino y una feminización del rol masculino,
Las últimas explicaciones del comporta­ con lo que se supone que las tasas de delincuen­
miento delictivo femenino adoptan un marca­ cia masculina y femenina se aproximen.
do tinte psicosocial. Se trata de abordar su estu­ Los datos trabajados por Weis proveen ma­
dio en términos distintos a los exclusivamente yor apoyo a la teoría de la convergencia de roles,
psicológicos y biológicos. De esta forma la ex­ mostrando que las tasas de delitos sociales de
plicación se realiza desde el punto de vista de mujeres y hombres eran parecidas en ambien­
la diferenciación social de los roles sexuales. tes en los que ambos sexos poseen un nivel
Con esta nueva línea de trabajo se comienza a idéntico de oportunidades para cometerlos, aun­
realizar un análisis del fenómeno con variables que en lo que se refiere a la tipología sí que
tales como la socialización diferencial de hom­ cometen menor número de delitos de carácter
bres y mujeres, las oportunidades ilegítimas di­ agresivo.
ferenciadas, las diferentes reacciones sociales,
etc. De aquí que autores como Hoffman-Busta-
mante (73) pongan su interés en las diferen­
tes pautas de socialización de mujeres y va­ Escultura de la Exposición «Metonimia en gris para un deseo».
rones. Palacio Gravina /'Universidad de Alicante, 1992.

185
Una derivación de la teoría del rol sería la
teoría de la igualdad de oportunidades que ex­
presa básicamente la idea de que al aumentar
el número de oportunidades, legítimas aumen­
taría también la criminalidad femenina. En es­
te sentido Figueira y Macdonough (80) estable­
ce que al crecer el número de oportunidades,
también sus aspiraciones se incrementan, pre­
diciendo que un alto nivel de aspiraciones y un
bajo nivel de acceso a las oportunidades legíti­
mas genera un alto nivel de frustración que lle­
va a la comisión de delitos. Una menor resisten­
cia a las opciones delictivas, producto de una
baja cohesión con las normas sociales, escasa
relación con los grupos primarios de socializa­
ción y pobre participación en las instituciones
sociales, favorece del mismo modo la comisión
En el intento de relacionar criminalidad de de actos delictivos. En definitiva, este modelo,
la mujer y movimiento de liberación, existe una predominantemente motivacional, aventura que,
gran divergencia de opiniones. Autores como bajo unas mismas condiciones de nivel de opor­
Adler piensan que la participación de la mujer tunidades y de alienación, la realización de una
en la comisión de todo tipo de delitos es cada conducta delictiva es independiente de la varia­
vez mayor: esto es, se produce una masculini- ble sexo.
zación de la mujer. Otros, como Simón y Stef-
feusmeir, están de acuerdo con la mayor parti­ Otra variable es la dependencia económi­
cipación de la mujer en la comisión de delitos, ca estudiada por Krultschnitt (82). Basándose
pero no en todo tipo de delito. En el polo opuesto en la teoría sociológica de la ley, comprobó en
a Adler, Smart (79) explica que el movimiento su estudio que a mayor nivel de dependencia
de liberación ha producido un cambio de este­ económica, las mujeres recibían, por parte del
reotipo femenino que nos lleva a percibir los ac­ sistema de justicia, un trato más benévolo, que
tos de las mujeres como más violentos, aunque llevaba aparejado sentencias más leves. La uti­
en realidad no se haya producido un aumento lización de la ley como concepto cuantitativo ha
en el número de delitos cometidos. Por último llevado a conclusiones muy dispares: desde la
en esta línea Austin (82), para rechazar la rela­ postura de un trato más benigno por parte del
ción entre criminalidad y movimiento de libe­ sistema de justicia (paternalista e inclinado a
ración, manifiesta que el movimiento tiene como protegerlas), a otras que indicaban que el trato
fin parar y prevenir cualquier tipo de explota­ que recibían era más duro porque además de
ción de la mujer. Si fuera cierto que el movi­ ir contra la ley, la mujer también iba contra la
miento de liberalización incrementa la delin­ moral. Krultschitt en este marco, establece la hi­
cuencia femenina, ésta tendría que haberse lo­ pótesis de que la discrepancia de sentencias es­
calizado fundamentalmente en la clase media, tá en función del control social que es ejercido
ya que dicho movimiento está integrado y diri­ sobre la mujer. Esto es: a mayor control social
gido, fundamentalmente, por mujeres pertene­ menor control legal. La dependencia económi­
cientes a esa clase social. Para concluir los datos ca de la mujer estaría en relación con el mayor
aportados por Leventhal (77) muestran cómo o menor control social que sufre.
las mujeres que se encuentran en prisión tienen
una autoimagen caracterizada por la sumisión La prisión de Fontcalent: Departamento
y la pasividad, hecho que va contra la idea pre­ de Mujeres, algunas características
conizada por un movimiento de liberación, que
apuesta por la construcción de la propia identi­ La Prisión Provincial de Alicante cuenta con
dad como primera toma de conciencia. una serie de módulos o departamentos, en fun­

186
ción de las características de los internos que
en ellos residen. De esta forma, tenemos depar­
tamentos de menores, penados, preventivos, en­
fermería, alta seguridad y por fin un departa­
mento de mujeres. Ha de quedar claro que en
Alicante, con lo que contamos es con una pri­
sión fundamentalmente de varones en la que
existe un departamento de mujeres, razón por
la que las características sobre las internas cam­
biarían, seguramente, si fuera una prisión de
mujeres exclusivamente.
Podemos fijar el momento clave del depar­
tamento en el año 1990, cuando se realizaba
ampliación y remodelación arquitectónica. La
población reclusa femenina que antes de esas
fechas ascendía como media a unas 15 a 20 in­
ternas, va creciendo a partir de ese momento En lo que se refiere a la formación acadé­
hasta llegar a la media actual de 85 internas, mica y a la realización de estudios dentro del
aproximadamente, que supone el 10% de la po­ departamento, las cifras aproximadas son las si­
blación total. guientes: del total de la población un 22% son
analfabetas, un 10% tienen algún conocimien­
Si nos referimos a su estado de conserva­ to de lectura y escritura, el 16% está realizan­
ción y limpieza, el llevado a cabo por las pro­ do estudios correspondientes para la consecu­
pias internas, es mucho mejor que en el caso ción del Certificado de Estudios Primarios y
de los varones. Existen en el departamento: una aproximadamente un 17% preparan el título de
escuela, despacho del médico (la visita es dia­ Graduado Escolar. En un 2% se cifra las inter­
ria para quien lo solicite), otro para personal del nas que cursan estudios de B.U.P. y universita­
área de tratamiento, una sala de televisión y es­ rios. El porcentaje total de mujeres que realizan
tar, un comedor, un espacio dedicado a tareas algún tipo de estudios se aproxima al 50%. En
ocupacionales y el patio. Es de destacar la falta este área parece notarse un mayor nivel de mo­
de espacio para llevar a cabo tareas que con­ tivación y constancia a la hora de asistir a las
lleven el uso de maquinaria o por lo menos pa­ clases que en los otros departamentos de
ra una máxima ocupación de las mismas. El varones.
personal del área de tratamiento adscrito al mó­
En el área ocupacional el nivel dentro de
dulo consta de: un psicólogo, un jurista, un edu­
la población femenina ronda el 64%, desglosán­
cador y una trabajadora social; estos trabaja­
dose en: tareas propias del módulo, como se­
dores tienen que compatibilizar su tiempo de
rían los puestos fijos de limpieza, reparto de
trabajo con la atención a otros departamentos.
comida, economato, etc. También estarían in­
También cuenta con dos maestros de E.G.B.,
cluidas las internas que realizan tareas predo­
que en horarios de mañana y tarde trabajan ex­
minantemente ocupacionales y, por último,
clusivamente en este módulo. La atención sa­
aquéllas que desarrollan su trabajo fuera del
nitaria la lleva a cabo un doctor en medicina
propio departamento: nos estamos refiriendo a
general.
dos experiencias novedosas que se están llevan­
En cuanto a los aspectos que caracterizan do a cabo en el departamento de cocina y en
a la población femenina interna, la edad media el de panadería. Primero, ante todo, debe de­
ronda los 30 años, la procedencia social predo­ cirse que ambos se encuentran dentro del re­
minante es la clase media-baja o marginal y que cinto destinado a varones, aunque con inde­
aproximadamente el 10% son extranjeras, con pendencia arquitectónica de los módulos, y se­
predominio de mujeres provenientes de Suda- gundo, que dentro del departamento de cocina
mérica. se encuentran trabajando mujeres y varones

187
conjuntamente, siendo su misión la elaboración • Tercer grado: en este caso el penado cla-
de la dieta alimenticia que surte al conjunto de sificado en tercer grado tiene un régimen de vi­
la población penitenciaria. En lo referente a la da en semilibertad, pudiendo desarrollar algún
panadería, este trabajo, antes, era llevado a ca­ tipo de trabajo o estudio en la calle y regresan­
bo exclusivamente por varones; y en la actuali­ do al departamento de Sección Abierta a dor­
dad se realiza por un equipo formado en su mir, disfrutando con normalidad de permisos de
totalidad por mujeres, habiendo aumentado la fin de semana y en los casos necesarios y que
calidad de los productos elaborados. En cuan­ haya posibilidad de estar en tratamiento de de­
to al desarrollo de algún trabajo en la calle an­ sintoxicación del consumo de drogas en algu­
tes de ingresar en prisión, predominan, sobre na institución pública o privada. En general en
todo, las que desarrollan tareas de amas de ca­ el tercer grado el nivel de control y vigilancia
sa conjugadas con algún tipo de trabajo clan­ es mínimo.
destino y sin asegurar. El porcentaje de mujeres
• El cuarto grado: sería la denominada Li­
que poseen un trabajo en regla es ínfimo y por
bertad Condicional que requiere estar en tercer
supuesto muy por debajo del encontrado en la
grado y haber cumplido las tres cuartas partes
población reclusa masculina.
de la condena. En esta situación el interno aban­
Antes de continuar creo necesario realizar dona la prisión realizando su vida normal, sien­
algunas aclaraciones. Existen cuatro grados o do supervisado periódicamente por un traba­
situaciones penitenciarias de cumplimiento de jador social.
condena, pero parecería más conveniente ha­
El funcionamiento del sistema es fundamen­
blar de grados o formas de cumplimiento de
talmente progresivo, lo que no lleva implícito
condena que llamarlos grados de tratamiento,
que los internos a lo largo de su condena ten­
como establece la Ley, ya que lo que les dife­
gan que pasar por cada uno de los grados, sino
rencia es fundamentalmente el régimen de vi­
que los internos puedan ser clasificados inicial­
da que se desarrolla en cada uno de ellos.
mente en cualquier grado (con excepción del
Las características, tanto de las personas cuarto).
como del régimen de vida al cual están adscri­
En concreto, dentro de la población feme­
tas, muy brevemente descritas serían:
nina: un 1% está clasificada en primer grado,
• Primer grado: es el régimen de vida más un 36% ya está propuesta su clasificación o cla­
severo. Dividido en la actualidad en dos fases, sificada en segundo grado y un 11% en el
existe una limitación del número de horas de tercero.
salida al patio, así como de comunicaciones; el Dentro de aspectos más de carácter penal,
nivel de vigilancia y control es elevado. Las ca­ diremos que la duración media del tiempo de
racterísticas de los sujetos clasificados en pri­
condena es aproximadamente de cuatro años
mer grado es su comportamiento claramente y medio. El tipo delictivo predominante (entre
inadaptado al régimen de vida normal, así co­ un 80 y un 90%) se encuentra relacionado con
mo su agresividad y peligrosidad manifiesta. Las las drogas, ya sea para costear su consumo o
condiciones personales quedan reflejadas en el para obtener un beneficio económico. Encon­
artículo 43 del Reglamento Penitenciario. tramos una diferencia en función de la etnia, así,
• Segundo grado: éste sería el régimen de en las mujeres de etnia gitana predominan los
vida ordinario en el que los sujetos pueden dis­ delitos de tráfico de estupefacientes no con el
frutar permisos de salida ordinarios de hasta sie­ objetivo de mantener su consumo, sino de ob­
te días, siempre que tengan cumplida la cuarta tener un beneficio económico o, en todo caso,
parte de la condena, observen una buena con­ mantener el consumo de su compañero. El nú­
ducta y se compruebe que va a ser beneficioso mero de mujeres de etnia gitana consumidoras
para el interno. El número de comunicaciones de drogas es bastante inferior al de otras etnias,
con el exterior aumenta con respecto al primer pero los varones pertenecientes a la misma es­
grado, así como la posibilidad de realización de tán equiparados en el nivel de consumo con los
actividades. varones de otras etnias.

188
Para finalizar, nuestra experiencia y obser­ prisión y más concretamente en nuestro depar­
vación en el medio penitenciario de la pobla­ tamento, su nivel de motivación para llevar a
ción femenina, nos lleva a pensar que el papel cabo cualquier tipo de actividad es más eleva­
de la mujer en la comisión de delitos es me­ do generalmente, así como lo es su nivel de ex­
nos violento y lleva aparejada la figura de un presión de afectos y su preocupación por el
varón, directa o indirectamente. Puede llegar­ cuidado del hábitat en el que viven.
se a la equiparación, en caso de encontrarse ba­
jo el síndrome de abstinencia, aunque tampoco Como conclusión diremos que la habitual
aquí alcanzan casi nunca la violencia de los marginación que las mujeres sufren en la socie­
varones. dad adquiere su grado máximo de expresión en
la delincuencia femenina y sobre todo en el ca­
En lo referente a su comportamiento en la so de la mujer presa. ■

189
AMPARO ESCRIVÀ, sin título, h. 1975

190
MEMORIA DE MUJERES.»
UN SIGLO DE ACTIVIDAD
■■■ LABORAL ■■■

MARÍA JOSÉ
RAMÓN-BORJA CARRATALÁ

EN 1846, LA MITAD DE LOS 19.042


habitantes que poblaban la ciudad de Alicante
eran mujeres. Esta constante se mantuvo hasta
el censo de 1877, en que la población femeni­
na comienza a superar a la de hombres debido
a las guerras coloniales, y a las repetidas epi­
demias de cólera que asolan la ciudad en el úl­
timo tercio del pasado siglo. La mujer en esa
época trabajaba fundamentalmente en labores
básicas para la subsistencia de su propia fami­
lia, ya que la población masculina dependía de
un jornal de trabajo que no era seguro, sino que
sufría constantes vaivenes debido a los años de
crisis en la agricultura, a la situación socio-polí-

191
tica y también al carácter estacional de las fae­ En su «Topografía médica de Alicante», el
nas agrícolas. Otros trabajos en iguales condi­ Dr. Mañero en 1883 valoraba así la situación
ciones de inseguridad eran los portuarios, de en Alicante:«... la mujer tiene ocupación cuan­
marinería o de navegación de cabotaje. do su pobreza lo exige, en la Fábrica de Taba­
La mano de obra femenina se concentraba cos, empresa que sostiene alrededor de 5.000
en trabajos de jornaleras, pescadoras, y labra­ operarías, de las que 3.000 son de la capital,
doras gue fundamentalmente se dedicaban a la y el resto acude los días que hay trabajo desde
elaboración del esparto, también llamado «filet» pedanías y lugares cercanos, desplazándose
o pleita, vegetal muy abundante en la zona y que con las primeras luces del día». Este trabajo se
las campesinas convertían con su habilidad ma­ realizaba en unas condiciones higiénicas deplo­
nual en objetos útiles para el trabajo o sus ca­ rables, que eran causa de enfermedades y ano­
sas. Capazos, esteras, persianas, escobas, se malías de diverso tipo.
hacían con este material y después eran utili­ La fábrica se encontraba —y aún hoy la po­
zados como moneda de cambio para obtener demos localizar—, en un viejo edificio que en
alimentos. Con la aparición de nuevos materia­ aquél tiempo estaba destinado a Palacio Epis­
les y el desarrollo de industrias en la ciudad, copal y Casa de Acogida y Misericordia, del que
las mujeres más jovenes fueron ocupando em­ se cedió parte para la instalación de la industria.
pleos ligados al sector secundario, especialmen­
te a partir de 1801, en que se establece en Ligadas al tipo de sociedad que les había
Alicante la Fábrica de Tabacos. Todos los auto­ tocado vivir, otras mujeres a destacar en oficios
res de la época coinciden en señalar como cau­ como los de parteras o comadronas, realizan­
sa para la incorporación de la mujer a tareas do una labor de ayuda solidaria en momentos
de tipo industrial la penuria económica que afec­ tan difíciles. Viajaban en carro o en caballerías
taba a las capas más débiles de la sociedad es­ y eran muy solicitadas en el medio rural, adon­
pañola. de los médicos todavía no se habían estableci-

192
do. Sus conocimientos eran de tipo práctico in­ El Código de Comercio favorecía esta situa­
tuitivo, y sólo les guiaba la experiencia y la ha­ ción, ya que una mujer necesitaba autorización
bilidad. de su padre en caso de ser soltera, o de su ma­
rido si era casada, para poder regentar cualquier
En 1842 tenían licencia de comercio en Ali­
tipo de negocio, además de ser mayor de 21
cante un total de cincuenta y ocho mujeres, que
años. Mediado el siglo y con el fin de propor­
regentaban establecimientos dedicados a la ven­
cionar nuevas ofertas a la creciente burguesía
ta de pescado y carne de aves, panaderías y en
de la ciudad aparecen los primeros comercios
general establecimientos dedicados a la alimen­
dedicados a tejidos, corseterías y tintorerías. De
tación. Más tarde existirán pequeños comercios
esta época son: «Tintorería Pamblanco» (1874),
de mercería, abaniquería y sastrería que serán
Mercería «El Porvenir» (1879), «Tejidos Ramón»
regentados por mujeres que al enviudar debe­
(1884), «La Casa del Tejedor» (1885), que ce­
rán hacerse cargo del negocio familiar para
rró definitivamente sus puertas el pasado año
mantenerlo hasta la mayoría de edad del pri­
de 1990 y por último la «Sombrerería Acevedo»,
mogénito.
fundada en 1889. En todos estos establecimien­
tos existían talleres dedicados a la confección
Fábrica de Tabacos (Archivo Quinto Centenario / de prendas en los que numerosas mujeres en­
Archivo Municipal de Alicante)
contraron trabajo. Hoy todavía continúan abier­
tos la mayor parte de ellos siendo atentidos por
las familias de sus fundadores, habiendo sido
Pág. anterior:
La Comadrona de Villafranqueza (Archivo Quinto Centenario sustituidos los talleres por la introducción en el
Archivo Municipal de Alicante)
mercado de la ropa confeccionada, con la con­
siguiente reducción de personal femenino. En

193
en aquel tiempo, dadas las deficiencias sanita­
rias y científicas, llevaban fácilmente a la muer­
te. Mañero nuevamente aporta el dato sobre esta
población marginal de la que en 1873 estaban
controladas sanitariamente un total de setenta
mujeres, entre las que la sífilis hacía estragos.
El incremento de este grupo social fue debido
al descalabro económico que suponía para mu­
chas familias modestas la marcha de los hom­
bres a las guerras coloniales, a lo que se unieron
repetidos episodios de cólera que diezmaron la
población masculina.
A finales del siglo XIX, la ciudad se engra-
dece con nuevos barrios y embellece su facha­
da al mar. Por otro lado, la Administración poco
a poco fue mejorando la infraestructura de ser­
vicios de la ciudad con nuevos centros sanita­
rios, contando a finales de siglo con el Hospital
de San Juan de Dios y la Casa de Beneficencia,
que acogía la Maternidad, el Hospicio y la Casa
de la Misericordia, que desde 1842 fueron aten­
didos por las Hijas de la Caridad y un cuadro
de profesionales médicos, destacados en el es­
tudio de los condicionamientos sociales y prin­
cipales males endémicos de la ciudad y provin­
cia. Aparecen en este tiempo otros empleos con
el aspecto cultural, el abandono de la Adminis­
la incorporación de la mujer al comercio, no sólo
tración era patente, por lo que las tasas de anal­
en el ramo de la alimentación, sino en esta­
fabetismo eran muy altas en la sociedad espa­ blecimientos dedicados a proporcionar nuevas
ñola y más en la población femenina, donde en ofertas a la creciente burguesía de la ciudad. Así
Alicante se detecta en 1887 un sesenta por cien­ funcionan numerosos talleres dedicados a la
to de mujeres sin ningún tipo de instrucción. costura, hay planchadoras, lavanderas, peina­
Ésta era la causa de que las jóvenes de en­ doras, costureras y en las nuevas tiendas se
tre 15 y 25 años de las clases más necesitadas ofrecen las últimas novedades llegadas de Pa­
buscaran empleo en el servicio doméstico, pro­ rís en tejidos, calzado y sombreros, además de
fesión de la que cada vez había mayor deman­ corsetería y belleza, dando así oportunidad a ca­
da vez un mayor número de jóvenes, que se
da. Cocineras, doncellas, niñeras, amas de cría,
convertían en dependientas asalariadas según
encontraban acogida a cambio de comida y ca­
sus conocimientos.
ma en las casas de la burguesía alicantina, for­
mada por comerciantes, —exportadores e im­ La presencia de la mujer en el Comercio
portadores— de origen italiano o francés que se mantiene durante el primer tercio del siglo
traen nuevas costumbres aceptadas e imitadas XX, incrementándose el acceso a empleos de
por los propietarios de las fincas de la huerta carácter mercantil que hasta entonces habían
alicantina, entre los que se encuentran las fa­ sido ocupados por personal masculino, que pa­
milias de mayor poder económico. sará a desempeñar mejores puestos dentro de
la empresa. Lo mismo ocurre en la enseñanza
El último recurso laboral para cientos de y en la sanidad, donde la mujer será útil, pero
mujeres sin ninguna cualificación, era la pros­ siempre en segundo plano, hasta bien entrado
titución, que se ejercía de forma oficial, —con­ el siglo. El deseo patronal de mano de obra ba­
trolada por Sanidad— o extraoficial, con el con­ rata, encontró en la situación social de las mu­
siguiente peligro de contraer enfermedades que jeres, el terreno abonado para ello.
También progresa lentamente la Instruc­
ción Pública a partir de la Ley de 1838, que or­
denaba la creación de escuelas en poblaciones
de más de quinientos vecinos. Esta ley, que in­
cluía la separación de sexos en la Enseñanza,
favoreció el desarrollo de los colegios privados
en las ciudades de mayor número de habitantes.
Las niñas eran atendidas por maestras, a
las que se exigía un serio informe sobre su vi­
da y costumbres, además de ser examinadas de
las asignaturas reglamentarias: Lectura y escri­
tura, Principios de Religión y Moral, las cuatro
reglas del Cálculo, Gramática, Ortografía, Eco­
nomía y Labores Domésticas.
En Alicante se crea en 1859 la Escuela de
Maestras, con el fin de ofrecer a las jóvenes ya
alfabetizadas la oportunidad de acceder a unos
estudios que en el futuro pasarían a ser profe­
sión muy difundida entre la población femeni­
na de clase media. Según los datos recogidos
en el Archivo de la Escuela, fueron tres las alum-
nas matriculadas en el primer curso, de las que
llegaron al final sólo dos, por enfermedad de la
tercera. A partir de entonces el interés de las
jóvenes por la nueva profesión fue en aumen­ como profesora de la Escuela en las asignatu­
to, matriculándose quince alumnas en el si­ ras de Pedagogía, Derecho y Legislación Esco­
guiente curso. lar. Fue. esposa del Diputado de Izquierda Repu­
blicana Elíseo Gómez Serrano, fusilado tras la
Desde su creación, la Escuela de Maestras guerra civil, y como consecuencia de ello, la
estuvo dirigida por mujeres. En sus comienzos Administración la expedientó y trasladó suce­
fueron asistidas por tres profesores de la Escue­ sivamente a Teruel, Castellón y Valencia, don­
la de Maestros que se encargaban de impartir de siguió ejerciendo sin poder regresar a Ali­
las asignaturas de Ciencias, Matemáticas, Dibu­ cante hasta su jubilación, por enfermedad, a los
jo e Historia. Numerosas alicantinas de la capi­ sesenta y cuatro años. Miembro de una familia
tal y provincia han asistido desde entonces, liberal y progresista, recibió una educación
primero como alumnas y después como profe­ avanzada para su época, y tanto ella como su
soras, a esta Escuela. Destaca en el recuerdo hermana Blanca, que fue la primera alumna de
por su labor, Sofía Capelli y Pascual, que ingre­ la Escuela de Comercio de Alicante en obtener
só como alumna en 1883, siendo más tarde pro­ el título de Contador Mercantil en 1916, son re­
fesora de Geografía e Historia hasta 1939, en cordadas con respeto y admiración.
que fue expedientada por sus ideas, pasando
desde entonces a ocuparse de la Secretaría de Años más tarde, María Puigcerver Soler,
la Escuela hasta su jubilación. Otra alicantina, después de finalizar sus estudios como alum­
Emma Martínez Bay (1893) fue alumna de la na, accedió al cargo de profesora de Ciencias
Escuela y posteriormente estudió pedagogía en en 1918 y al de Directora de la Escuela de
Cuenca y Granada, donde participó junto a la Maestras en 1940, permaneciendo en este pues­
esposa de Fernando de los Ríos en la creación to hasta su jubilación veinte años más tarde al
de la primera Escuela Maternal bajo los prin­ cumplir la edad reglamentaria.
cipios de la Institución Libre de Enseñanza Con el auge de la Enseñanza se establece
(I.L.E.). Regresó a Alicante en 1928, y ejerció en Alicante por primera vez el Colegio privado

195
de religiosas de Jesús y María, que desde 1895
imparte una educación de moldes profunda­
mente católicos. Más tarde, a principios de si­
glo y con la llegada a Alicante de un importante
grupo de comerciantes y empresarios de origen
francés, se crea en la ciudad y para atender a
las demandas de estos ciudadanos y sus fami­
lias, el llamado Colegio Francés, con un tipo de
enseñanza de acuerdo con las leyes educativas
francesas. Como consecuencia de la mayor de­
manda de enseñanza religiosa, se establecieron
en Alicante en los primeros años' del nuevo si­
glo las Órdenes Carmelitas, las Salesianas, y en
1924 la Institución Teresiana, con un Colegio-
Academia que desarrolló una pedagogía de mol­
des católicos progresistas.
El nombramiento de tres mujeres conceja­
les por parte del Ayuntamiento en 1924, cons­
tituyó un hecho insólito dentro de la sociedad
alicantina, que evidenció el paulatino acceso de
la mujer a la vida social y política. Fue durante
la Dictadura del General Primo de Rivera y pre­
cisamente las nuevas concejales fueron tres dig­
nas representantes de la Enseñanza. Sus nom­
bres tal como consta en el Acta del Archivo Mu­
Colegio Francés de Alicante. Años 30
nicipal, eran: Catalina García-Trejo del Campo,
natural de Alpera (Albacete), que estudió en Ali­
cante, donde desarrolló su carrera profesional
y política y sus compañeras Cándida Jimeno
Gargallo y Maria Socorro Solanich, que tuvie­
ron un menor protagonismo en las tareas mu­
nicipales. Las tres fueron recibidas con admi­
ración y simpatía en el Ayuntamiento y supie­
ron ganarse el respeto de toda la Corporación
hasta que finalizaron el período de su nombra­
miento.
El desarrollo económico y aires de mayor
libertad hacen que las jóvenes emprendan ca­
mino hasta ahora desconocidos y generalmen­
te prohibidos o no aceptados en una ciudad
provincial. Así en este tiempo aparecen las pri­
meras mujeres universitarias, que desplazándo­
se a las más importantes ciudades del país y aún
del extranjero, consiguen obtener un título.
La primera universitaria de nuestra provin­
cia fue Josefina Pascual Devesa (Alicante 1899-
1978), que alcanzó la licenciatura en Farma­
cia en la Universidad Complutense de Madrid
(1923) con Premio Extraordinario. Fundadora

196
del Colegio Residencia de Estudiantes Maria de sar de no ser metge»—, tan increíble resultaba
Maeztu, de la Institución Libre de Enseñanza, para esas pobres gentes que una mujer hubie­
fue becada en 1924 por esta Institución para ra llegado a tal categoría.
realizar su tesis doctoral en París, en el Institu­
A su jubilación en 1975 acudieron muchos
to Pasteur, profundizando en Microbiología so­
de sus antiguos pacientes, y ella guardaba con
bre el tema «La vacuna de la rabia». A su regreso
especial cariño la medalla de oro que le regala­
de Francia, tras la obtención del Doctorado, ins­
ron sus amigas, las gitanas de Alicante. Pocos
taló su primera Farmacia en la población de Be­
meses antes de su fallecimiento en 1990 el Co­
nissa, por lo que adquirió uno de los modernos
legio de Médicos de la ciudad le rindió su últi­
vehículos que entonces se ofrecían como «re­
mo homenaje nombrándola Colegiada Decana
volucionario invento», consiguiendo ser la pri­
de la Institución. ■
mera mujer que obtuvo el Carnet de Conducir
en Alicante. Después de su matrimonio con el
médico pediatra D. Juan Pascual-Leone Forner,
trasladó su residencia a Valencia de donde re­
gresó a su ciudad al enviudar, para hacerse car­
go de la farmacia heredada de su padre, donde
trabajó asiduamente hasta dos años antes de su
fallecimiento. Relacionada también con la Sa­
nidad, —una de las profesiones con mayor por­
centaje de mujeres, junto con la Enseñanza—,
Damiana Zaragoza Zaragoza (Villajoyosa 1909-
1990), fue la primera alicantina que alcanzó el
título de Doctora en Medicina, realizando sus
estudios en la Universidad de Barcelona, don­
de se licenció en 1933. Previamente había ob­
tenido el título de Maestra en la Escuela de
Alicante, adonde regresó tras su paso por la Uni­
versidad. Obtuvo la plaza de Médico de la Ca­
sa de Socorro por Oposición y allí conoció a su
marido el Dr. Vivancos, con el que tuvo tres hi­
jos que continúan la profesión familiar. Fue la
primera mujer Colegiada médica, con el núme­
ro 579, y durante la entrevista que con ella man­ Damiana Zaragoza Zaragoza, primera mujer médica de Alicante

tuve poco antes de su fallecimiento, recordaba


que en los tiempos de sus estudios en Barcelo­
na eran siete mujeres en su promoción, de las
que finalizaron la carrera sólo tres. Con gracia
y cierta picardía me contaba que cuando algún
Catedrático de Anatomía tenía que explicar al­
gún tema «difícil» del cuerpo humano, decía pru­
dentemente: «Las señoritas no hace falta que
vengan mañana porque el tema creo que no les
va a interesar». Otra anécdota reveladora de la
prevención con que la sociedad acogía a estas
primeras tituladas, era el hecho de que al des­
plazarse por los barrios más humildes, D.a Da­
miana oía comentarios sobre su persona, en los
que alababa la confianza que los médicos tenían
en ella, que la enviaban a sustituirles —«a pe­

197
Fotografía de la colección de María Oficial (Fot.: CORTÉS RÍOS, 1959).

198
NADA DE SOLEDADES:
ALGUNAS NOTAS SOBRE
REDES SOCIALES ENTRE
MUJERES. EL CASCO
ANTIGUO DE ALICANTE.
AÑOS 40-50 ■■■■

ISABEL ALONSO DÁVILA


Transcripciones: Cristina Sánchez López

EL 19 DE OCTUBRE PASADO, DENTRO DE


las sesiones del Seminario «Historia sociocultu­
ral en los años 90: experiencias, debates y pro­
puestas», organizado por el Instituto de Cultura
«Juan Gil-Albert», el historiador italiano Giovanni
Levi, de la Universidad de Turin, afirmaba que
era un apasionado del estudio de las redes so­
ciales. Según él, dibujar la estructura relacional
de las personas, permite una nueva forma de
acercarse a la interpretabilidad de las biogra­
fías, estableciendo comparaciones entre las mis­
mas que escapaban a los estudios más tradi­
cionales.

199
El concepto de red social surgió en el campo vés de las intervenciones de Jacques Le Goff y
de la antropología a partir de los estudios reali­ de Giovanni Levi.
zados por Elizabeth Bott. Esta autora británica
No son ajenas a este enriquecimiento y
inauguró, mediante la aplicación del concepto complejización de los estudios históricos las
de red, una forma distinta de analizar la estruc­ aportaciones que han colocado como centro de
tura de las sociedades. Su obra, ya clásica, «Fa- su atención las relaciones que se establecen en­
mily and social network», publicada por primera tre las mujeres, las redes de solidaridad entre
vez en 1957, ha tardado más de treinta años ellas.
en ser traducida al castellano. La publicación
del estudio de Bott supuso un verdadero alda- Los primeros estudios en este sentido in­
bonazo en antropología y los estudios sobre re­ tentaban valorizar las experiencias colectivas fe­
des sociales no han hecho sino multiplicarse meninas frente a visiones cargadas de tópicos
desde entonces. Sin embargo, y a pesar de lo o a la invisibilidad impuesta por la historia tra­
fructífera que ha resultado ser la acuñación de dicional. Esta invisibilidad se apoya en lo que
este nuevo concepto en otros países para la re­ la antropòloga Dolores Jualiano, profesora de la
novación de los estudios sociológicos, antropo­ Universidad Central de Barcelona, explica así:
lógicos, históricos, etc., apenas hay alusiones «En el paso a la sociedad capitalista..., mientras
al concepto de red en la bibliografía especiali­ que las agrupaciones formales van adquirien­
zada en castellano. Elizabeth Bott presenta en do reconocimiento e institucionalizando su fun­
esta obra los resultados del estudio realizado cionamiento, las informales van haciéndose
sobre veinte familias urbanas «corrientes» inten­ cada vez más invisibles en una sociedad que
tando desarrollar interpretaciones e hipótesis de aprende a considerar trabajo sólo al que se pa­
relevancia general. Dedica gran parte de su es­ ga y asociaciones sólo a las contractuales. La
fuerzo al análisis de las diferencias en la reali­ proliferación de los contratos (capitulaciones
zación de los roles conyugales y afirma que matrimoniales, compra-venta o cesión de tierra
«tales diferencias de roles no son puramente o trabajos, herencias)... nos habla de este cam­
idiosincrásicas, pero tampoco se puede afirmar bio de óptica según el cual sólo existe lo que
que sean consecuencia inmediata de la perte­ está escrito. Esto nos permite entender que de­
nencia a categorías sociológicas generales ta­ saparecieran, del campo de la percepción, la cir­
les como las clases sociales, los grupos de renta, culación de prestaciones de bienes y servicios
los grupos ocupacionales y otras por el estilo» que se realizaban entre las mujeres» (2). Pero
(1). La novedad de su aportación estaba clara. no sólo será la obsesión por el documento es­
crito lo que hará invisibles estas redes a los acer­
Algunas corrientes historiográficas actuales camientos más tradicionales, sino que sólo un
miran con atención a la antropología, para en­ cambio del punto de vista y la utilización de nue­
riquecer su metodología y ensanchar sus cam­ vas fuentes como la oral —el acercamiento di­
pos de investigación hacia temas hasta hace
recto a las voces de las protagonistas de estas
poco desprestigiados por la historia «oficial» co­ redes— nos permitirá ver que «la actividad do­
mo antropológicos. Sin embargo, estos temas
méstica proporciona la ocasión de relaciones e
no dejan de mostrar su interés para la renova­
intercambios que permanecen invisibles a una
ción de una historia atrapada en sus propias re­ aproximación tradicional que privilegia el mun­
des metodológicas, que en algunos casos pre­ do de las relaciones “públicas” como el único
senta síntomas de lo que se podría considerar
posible» (3).
como una esclerosis que se ha manifestado tra­
dicionalmente en una fijación obsesiva en el da­ Tras los primeros estudios centrados en las
to cronológico o más recientemente en el dato relaciones de solidaridad entre mujeres, que
cuantitativo. Los estudios cualitativos, realiza­ pueden ser vistos como transmisores de una vi­
dos en profundidad, están demostrando una ca­ sión idealizada de las mismas (4), han sido los
pacidad para enriquecer y complejizar los temas estudios antropológicos los que han comenza­
históricos de los que en el mismo seminario ci­ do a situar el problema de la solidaridad en tér­
tado anteriormente se tuvo buena cuenta a tra­ minos de comportamientos comunes. Así, se-
convierten en objeto de investigación todas las
relaciones que puedan ser estudiadas, no sólo
las de amistad y amor, sino también las de alian­
za, complicidad y estrategias de supervivencia
o los cálculos para afrontar momentos difíciles
o para ensanchar los espacios considerados co­
mo femeninos. En este sentido, las especiales
circunstancias que se viven en Alicante al fina­
lizar la Guerra Civil harán aparecer frecuente­
mente un tipo de redes de solidaridad muy
estrechas, que en el Casco Antiguo trascienden
claramente los ámbitos de las familias nuclea­
res para implicar a un colectivo más amplio li­
gado entre sí por relaciones de vecindad o por
las circunstancias, entre los grupos de mujeres
jóvenes, de compartir un trabajo fabril común
en algún lugar alejado de su residencia. Así, a
través del estudio de las redes de solidaridad
se puede hacer visible la capacidad de iniciati­
va de las mujeres, sus relaciones para reducir
la común posición de debilidad en un espacio
público que a determinadas horas les estaba ve­
dado. En los testimonios de muchas de las ve­
cinas entrevistadas aparecen relatos que ponen
de manifiesto la costumbre entre las mujeres tra­
bajadoras de hacer juntas el camino entre sus
casas y las fábricas, especialmente cuando los
turnos de trabajo las obligaban a un desplaza­
miento casi nocturno.
Los estudios antropológicos sobre redes de
solidaridad entre mujeres han hecho evidentes
que las formas y los resultados de las relacio­
nes son diversos, porque dependen de los con­
textos en los que se desarrollan y de la finalidad
perseguida. Así la concentración del poder en
el seno de la familia hará difícil la existencia de
redes femeninas, como ha puesto en evidencia
la investigación llevada a cabo por Elizabeth
Handmann en un pequeño pueblo griego en los
años 60 (5). Sin embargo, las investigaciones
de Vanessa Maher sobre mujeres en la socie­
dad marroquí, han demostrado que incluso en Fotografías de la colección de Enriqueta Gomis

contextos de una fuerte polarización del poder,


es posible encontrar redes femeninas. El estu­
dio de estas redes es de gran relevancia para
comprender la situación real de las mujeres tan­
to dentro de la familia como de la sociedad, ya
que ignorar su existencia y su función social sig­
nifica condenarse a leer la historia y la socie­
dad desde una óptica victimista, que si bien ha

201
Boda de Luis y Pepita, 1953

tenido el mérito de colocar el tema de la subor­


Pág. siguiente superior: dinación femenina en el centro de la problemá­
Fotografía de la colección de María Oficial. (Fot.: TONDA) tica historiogràfica, puede también constituir un
freno y llevar a una visión deformada de la si­
tuación de las mujeres, sus poderes y sus es­
Fotografía de la colección de Enriqueta Gomis.
trategias.
Un caso de gran interés para el estudio de
las redes de solidaridad entre mujeres lo ofre­
cen las relaciones establecidas por las «muje­
res solas» normalmente implicadas en fuertes
relaciones de solidaridad. Para la que perma­
nece «sola» la construcción de redes de solida­
ridad representa una manera de contrarrestar
la debilidad que la sociedad suele atribuir a es­
ta condición. Pero, no hay que olvidar que la his­
toria ofrece algunos ejemplos de cómo algunas
mujeres «solas», sobre todo las viudas, han ac­
cedido a espacios de estrecha competencia
masculina, como la gestión del patrimonio. Es­
to ha sucedido, por ejemplo, cuando las corpo­
raciones profesionales han consentido a las
mujeres viudas suceder a sus maridos difuntos
en la gestión del negocio artesano. Un derecho
que, cuando viene concedido —y no es siem­
pre la norma— compete sólo a la viuda. Ella no
puede transmitirlo nada más que a los hijos va­
rones o a las hijas casadas. Las solteras han si­
do siempre excluidas de esta posibilidad, como
aparece reflejado en los estudios de M. Prior y

202
B.J. Tood (6). Para las mujeres de grupos so­
ciales más modestos la condición de soledad no
tiene solamente consecuencias de carácter so­
cial, sino que determina también un empeora­
miento de la condición económica. La solida­
ridad puede adquirir, en esta situación, una fun­
ción de verdadera estrategia de supervivencia.
Este aspecto cobra especial relevancia para la
comprensión de las redes que se establecen en
circunstancias excepcionales como las de la
postguerra española, con un número mayor de
viudas, esposas de exiliados o de encarcelados
y con unas condiciones, como las del Casco An­ mo punto límite la ayuda para la reintegración
tiguo, en el que un número importante de varo­ de la joven a la familia, siempre que se escon­
nes estaban ligados al trabajo en el puerto, de da lo sucedido. Es en el ámbito del vecindario
mayor precariedad e inseguridad que algunos en donde estas mujeres encuentran apoyo y co­
de los trabajos fabriles realizados por las muje­ laboración para su vida como madres «solas»:
res de este barrio en fábricas que reclutaban vecinas, coinquilinas, compañeras de habitación
mayoritariamente a sus trabajadores entre las y amigas constituirán el punto de referencia más
mujeres. importante con respecto a la precariedad de una
vida señalada por un comportamiento conside­
Un caso muy curioso y particular de «sole­ rado como transgresivo por la sociedad. Esta
dad» femenina plantea el libro de Ronald Fra- cooperación tiene un cierto carácter defensivo,
ser, «Escondido» (7), que nos ofrece el relato de estrategia de superviencia, pero tiene tam­
en primera persona de una mujer que no esta­ bién como resultado el permitir un modo de
ba sola privadamente, puesto que tenía a su ma­ vida que de otra manera no sería sostenible. Es­
rido escondido en su propia casa, pero que se tas madres, sin la ayuda de otras mujeres ha­
encontraba sola «públicamente» y, por lo tanto, brían debido, seguramente, renunciar a vivir
recaía sobre ella la responsabilidad del mante­ con sus hijos (8). En el Casco Antiguo de Ali­
nimiento de su familia y las relaciones públicas cante, en algunas de cuyas calles se asentaba
de la misma. El análisis de las redes de solida­ la prostitución femenina durante los años 40-50,
ridad establecidas por esta mujer nos acerca al se daban de una manera muy extendida unas
caso de muchas otras mujeres que habían per­ redes de solidaridad que Cristina Sánchez ha
dido a sus maridos durante el conflicto civil o comenzado a denominar como de «madrinaje»,
por el exilio o el encarcelamiento posterior. pues una serie de mujeres se autodenominan
La historiadora italiana Margherita Pelaja ha y son reconocidas por el resto de vecindario co­
estudiado los nacimientos ilegítimos en la Ro­ mo «madrinas» de una serie de niños y niñas,
ma del siglo XIX y a través de su estudio ve­ que no siendo sus hijos biológicos, permanecen
mos aparecer otra de las figuras de mujeres durante muchos años a su cuidado, desarrollán­
«solas», la de las madres solteras. En sus inves­
dose unas verdaderas relaciones de maternidad
tigaciones aparece como, frecuentemente, el cir­ social, llena de afectos y responsabilidades y
también, muchas veces, de rupturas dolorosas
cuito de la solidaridad familiar puede actuar
en el caso de que la criatura «amadrinada» sea
solamente dentro de límites bien definidos por
una niña que vuelva al ámbito de su madre bio­
la capacidad de coacción de la familia, límites
sólo superados en el ámbito de las relaciones
lógica al llegar a la adolescencia.
extrafamiliares. Madres, hermanas y cuñadas Otras historiadoras han estudiado redes de
colaboran activamente en la búsqueda de la co­ solidaridad femenina establecidas para la con­
madrona, del lugar donde parir y en la defensa secución de fines más inquietantes, complicida­
del secreto, pero la solidaridad familiar se de­ des criminales como las que aparecen en los
tiene en el momento del nacimiento y tiene co- procesos por envenenamiento (9). Otros estu­

203
dios antropológicos han aclarado cómo en al­ antropológicos e históricos pueden hacer visi­
gunas ocasiones el rol de la madre aparece bles espacios de poder ocupados por las muje­
como decisivo respecto a las decisiones y las res, espacios que la historiografía ha ignorado
opciones de la familia. Es el caso, entre otros, frecuentemente. También se ha intentado plan­
de las redes activadas entre las mujeres de las tear cómo la aplicación del concepto de red so­
clases sociales más débiles o para hacer frente cial puede dotar de inteligibilidad e interpreta-
a momentos de crisis, de precariedad económi­ bilidad a un conjunto complejísimo de relacio­
ca, de soledad, etc. nes establecidas entre las vecinas del Casco An­
tiguo de Alicante. Démosles la palabra ahora a
Sirva este breve recuento de algunos de los ellas mismas a través de estos fragmentos de
estudios sobre redes sociales femeninas para las transcripciones de las entrevistas manteni­
dejar de manifiesto cómo este tipo de estudios das con ellas. ■

(1) BOTT, Elizabeth: «Familia y red social». Ed. Taurus. gue, Ch. Klapiscch (ed.) «Madame ou Mademoise­
Madrid, 1990. lle? Itinéraires de la solitud femenine». Paris, 1984. O.
Hufton: «Women without men. Widows and Spensters
(2) JULIANO, Dolores: «Introducción al estudio de redes
in Britain and France in the Eigteenth Century», Jour­
sociales femeninas». Inédito.
nal of Family History», número 4, 1984. También el
(3) LAURENZI, Elena: «Estudio de redes sociales feme­ número 18 de la revista «Memoria», monográfico de­
ninas». Inédito. dicado a «Donne senza uomini», 1986.
(4) DI CORI, Paola: «Unite e divise. Appunti su alcuni pro­ (7) FRASER, Ronald: «Escondido. El calvario de Manuel
blemi di storia della solidarità fra done». En «Ragna­ Cortés». Ediciones «Alfonso el Magnànimo». Valen­
tele di rapporti. Patronage e reti di relazione nella storia cia, 1986.
delle donne». Centro de documentazione delle don­
(8) PELAJA, Margherita: «Segmenti orizzontali. Madri e
ne de Bologna. Ed. Rosemberg & Sellier. 1989.
madrine a Roma nell’ottocento». En «Ragnatelle di
(5) HADMANN, Elizabeth: «Las violence et la ruse. Hom- Rappoti. Patronage e reti di relazione nella storia de­
mes et femmes dans un village grec». Ed. Edisud. Aix lle donne». Ya citado.
en Provence, 1983.
(9) FIUME, Giovanna: «Il sordo marcello dei mariti. Un
(6) Sobre las mujeres «solas» es también interesante la processo per veneficio nella Palermo di fine Settecen­
consulta de Annales de Démographie Historique, to». En «Regnatene di Rapporti». Ya citado.
1981, sección dedicada a «La femme seule». A. Far-

204
Conversaciones con: Fina Lon, Matilde Santulario, María T. Oficial, Encarna Rubio, Maruja Berrutti, Vicenta, Pepita y Marianita De-
vesa, Lola Grau, Enriqueta Gomis. Transcripción de Cristina Sánchez López.

205
Fina Lon: María J. Oficial:
Ella me hablaba de todo esto, y, mira... Si Las madres estaban trabajando, y no los po­
hubiera vivido la madre de Enriqueta, ¡esa mu­ dían criar, yo conozco a otra señora, que ya es­
jer!... María se llamaba, y... Tona, ¡ay Tona!Ella tá muerta, que cogía a los chiquitos para aguan­
que era el valle de lágrimas de todos; que ha­ tar, y cogió uno que le daban a la semana 7 du­
bía un enfermo..., «yo te acompañaré». Ysu ma­ ros, y luego la madre se lo dejó y se perdió, se
dre también. A su madre la llamábamos «la fue con un taxista de por aquí, y luego, el chico
Mare»; que una iba a operarse..., pues Consue­ para irse al servicio, su madrina que vivía en
lo, que así se llamaba «la Mare»; y Tona, pues la calle del Carmen le tuvo que firmar.
heredó ese don de su madre.
«Hijos adoptados no, porque adoptarlos es
Había un señor allí en el Barrio, que lo lla­
cuando son para uno. Porque, aunque no sé leer
maban el torero, le cortaron las piernas de la
ni escribir, eso lo sé. No, porque ellos, su ma­
cangrena, del azúcar, era diabético, y las hijas
dre es su madre siempre, ahora que, a la hora
iban a trabajar y te lo veías en el balcón chillan­
de la verdad, siempre lo he dicho: «que mi vi­
do «desesperao» y allá que «anaba». Tona...
da, por cada uno de los que son, la daría». Por­
«¿qué te pasa...?, ¡hala, hala!» y lo curaba. Te­
que los quiero. Tanto para los grandes como
nía un... lo curaba, le ponía pomada y él: «¡ay!
«m ’he quedao» en la gloria». Yo quisiera tener para los pequeños... que el tenerlos son 8 mi­
ese don... él me decía: «Fina, ¡sime alivia hasta nutos o media hora, o una hora, pero la que los
el hueso!». tiene aguantando de noche y de día...

Matilde Santulario: Encarna Rubio:

Yo estudiar no, ahora, que yo sabía leer, yo Allí en la fábrica de sacos era diferente, allí
sabía escribir, yo sabía coser..., me enseñó mi entrabas si hacía falta. Ibas a hablar, y si hacía
madre que también era un poco lista. Yyo, te­ falta entrabas, aunque no tuvieras a nadie que
nía abuela, ¿sabéis lo que os digo? Mi abuela conocieras. Si no, te decían «ven a tal o cual».
era la que se encargaba de guisar y todo, pero Esta chica de la que hablaba yo y que tra­
mi madre también era mañosa. bajaba allí, pues le llamaba a mi padre tío y a
¡Allí era un Barrio! Lo llevábamos todo al nosotras nos decía mis primas y venía y nos vi­
horno en la Plaza del Puente. Yo... era dar la sitábamos mucho, y ella se llamaba igual que
vuelta y estaba en el horno; allí llevábamos to­ yo, y le dijo a mi padre: «tío, no se preocupe,
do y hasta los niños sabían cuando estaban las que yo me llevo a la chiquilla y la enseño yo,
monas buenas... «Señora Vicenta estas monas la tengo yo y la enseño y soy su maestra, y así
ya están buenas». «¡Chicos, qué listos!». se enseña y cuando veo yo que se suelta en el
telar... y tal». Antes, en vez de autobuses eran
Cuando salíamos de costura... decíamos:
los coches y claro, las cigarreras como gana­
«mamá, la merienda», pan y chocolate y al ci­
ban más iban y venían en coche, pero nosotras,
ne, tres o cuatro chiquillas pues al cine, y ha­
pues, aunque trabajábamos también distantes,
bía unas butacas que no eran butacas, eran
no. Quedábamos algunas amigas en el Panteón
sillas. Eran películas mudas, y luego pusieron
uno de esos que explicaba, con carteles para de Quijano, allí nos reuníamos; nos esperába­
leer y como la mayor parte de las personas no mos unas a otras y nos veníamos, ypor las ma­
sabía leer, pues había un señor que leía los car­ ñanas igual, nos esperábamos.
teles... Yo leía los carteles, no es que me haga A mí no me costó mucho encontrar traba­
de lista pero yo desde pequeñita ya sabía leer, jo, porque yo ya de pequeña, desde los cinco
y siempre llevaba a mi lado alguna vecina o ami­ años como aquel que dice, ya estaba dándole
ga que me decía: «léemelo, léemelo». Se ente­ a la aguja con mi madre, haciendo vainicas y
raban mejor que del hombre que leía. servilletas que no veas para Valcárcel.

206
Éramos las mujeres las que nos ocupába­
mos. Nosotras íbamos más a San Agustín, me­
nos al Ayuntamiento y a la misma Plaza del
Puente. Lo de la cola era que como caía un hili-
to, pues estabas tranquila, tú dejabas el cacha­
rro a la cola y si la de detrás llegaba y tú no
estabas, pues dejaba el cacharro atrás y ¡chica!
ya me toca.

Vicenta, Pepita y Mañanita Devesa:


Fotografía de la colección de María Oficial. (Fot.: REY)
Las señoras que trabajaban en la fábrica de
sacos se reunían para ir andando, que fíjate el
paseíto, invierno y verano.

Le escribía a todas las compañeras, cartas, Y en invierno, la gente que venía con ca-
y..., si tenían al novio en el servicio y les ponía charritos para que nosotros les pusiéramos unas
cualquier cosita y decían: «mira, mi novio me brasitas para calentarse porque no tenían ñipa­
ha mandado una poesía» y decía otra: «Dice que ra comprar carbón para calentarse en casa. No­
su novio le ha “mandao” una poesía». Yyo les sotros es que el horno era de esos morunos que
decía: «pero y por qué no», «pero... ¡cómo va a se quemaba con leña, que no es como ahora que
saber él de poesía!» y yo: «Y quién ha dicho que son eléctricos ni «gasoi», era de leña y enton­
no se puede escribir poesía, ahora mismo ve­ ces, claro, nosotros lo manteníamos por la no­
rás cómo le vamos a escribir una poesía a tu che que lo quemabas y se mantenía para que
novio». Y a continuación le escribía yo la poe­ mantuviese el calorpara la mañana... y venían:
sía. «Verás cómo tu novio verá que también tú «¡Aypor favor! unes brasetes per a calfarme que
sabes hacerpoesías, y si no tú, yo» y decía otra: fa molí de freí» y nosotras ¡hale! una palaeta, ve­
«Pues tú no te sacarás eso de tu cabeza» y yo nía otra... y mipadre a veces nos renegaba por­
les decía: «pues claro que de mi cabeza, ¿de que decía: «elforn esta buit y després io si abría
dónde lo voy a sacar? De mi cabeza, pues cla­ de gastar un sac necesite tres sacs pa calentar
ro que lo saco de mi cabeza. Y allá que lo escri­ el forn» pero es que venían las mujeres y: «es
bía y ¡hala! que tiñe el xiquetmalalt que esta constipat y...»
y las casas aquellas que las puertas que no ajus­
Teresa, que vive por el Arrabal Roig, la del taban ni nada.
carpintero... y Carmina, que está hoy en el Sa­
natorio de Valencia, ella también iba a la esta­
ción; preguntaba si querían habitación y me los Lola Grau:
traía a mí, alquilaba, tenía que darle el primer
Luego por la tarde, me quedaba un poco
día a ella; nos teníamos que arreglar».
más de tiempo en la escuela para que la maes­
tra me diese lecciones. Ella vivía también en el
Maruja Berruti: Barrio, en la calle Maldonado: en la calle Tole­
do, a continuación, abajo, está la calle Maldo­
Empecé a trabajar a los 15 años en un ta­ nado, que es donde está ahora la escuela, pues
ller de costura y claro la ropa, me la hacía yo allí iba yo al colegio.
y se la hacía a mi madre y a mi tía y a alguna
vecina... o que alguna se ponía a hacer alguna Yo le decía: «mire Tonico, despiérteme a las
cosa y no sabía y entonces venía yyo: «pues chi­ tres y media», y él me despertaba. A las cuatro
ca traémelo» no cobraba nada nunca, jamás en quedábamos cuatro o cinco chicas: «bueno,
la vida». pues en tal sitio nosjuntamos». Bueno, pues ha-

207
ciamos todo el paseo Gomis, la Explanada, el padre se ha muerto», pues iba y decía: «a ver
Parque de Canalejas... todo eso, y llegábamos si te lo sé yo curar» y resulta que los curaba.
hasta allí andando. Era por intuición y de verlo, no porque na­
Cuántas veces salían del Casino, que esta­ die se lo hubiera enseñado. Más que nada cu­
ba en la Explanada, de jugar a las cuatro de la raba las roturas de los huesos, luxaciones...;
mañana-, en aquel entonces, yparaban y decían: alguna vez que traían a los niños que estaban
«suban, suban», pero nosotras nunca jamás he­ «herniaos» pues como ella lo habría hecho con
mos subido a ningún coche, y ellos: «sinopasa sus hijos, pues los vendaba y los curaba y eso.
nada, suban, suban» y nosotras: «sigan, sigan, Venían de todas partes, de los pueblos de
márchense, que nosotras no hemos pedido na­ todos los sitios. Primero buscaban a mi abuelo
da». Bueno, pues luego a la una salíamos y otra «ahí está el tío Vicent», el tío Vicent de Polop
vez lo mismo, el mismo caminito y hasta casa. que lo llamaban, y luego, pues ya: «se ha muer­
Que yo llegaba a casa y, claro, si mi madre no to el tío Vicentpero ahora está la hija», y busca­
había preparado nada y yo no había «dejao» la ban a mi madre.
comida, pues yo me ponía a hacerla para que
cuando ella llegase, tuviera algo. Aprendí a trabajar de modista, iba enfren­
te del Ayuntamiento. En aquella casa estaba
Eulalia que me enseñaba y luego cuando ya
Enriqueta Gomis: pensé yo que sabía pues, la verdad es que me
buscaron, me dijeron: «nos hace falta una chi­
Mi madre no trabajaba, pero hacía las co­
ca que esté ya adelantada para el taller», y en­
sas, digamos que curaba por voluntad, porque
tonces me puse a trabajar porque entonces se
sabía hacerlo, y la gente venía y la buscaba y
cosía todo: las combinaciones, las braguitas...
eso..., y curaba. En la guerra, ¿te acuerdas? (a
todo, todo.
su hermana), la gente casi toda tenía tumores,
bultos y muchísimas cosas. ..y mi madre, pues Teníamos una especie de cocina económi­
desde muchísimo tiempo, ella conocía al farma­ ca que se encendía por la mañana y estaba to­
céutico Agatángelo Soler, el de ahora no, elpa­ do el día encendida. Se ponía unas especies de
dre, que vivía allí en la ésta, y que entonces era teas que eran unas maderitas pequeñas y se po­
muy amigo de mi madre, y le enseñó a mi ma­ nían con un papelito de aceite o con algo y se
dre a hacer un compuesto de unas aguas, un prendía fuego y aquello ardía muy bien, y por
desinfectante (que entonces no había penicili­ el alrededor ya se ponía el carbón que tardaba
na ni muchísimo menos), y que no me acuerdo más en prender fuego; y cuando aquello empe­
ahora de lo que llevaba pero él, le enseñó a mi zaba ya otra vez a quedarse en brasa, pues vol­
madre, y cuando se acababa la marraja pues víamos a poner otra vez carbón, o sea, no lo
hacía otra, y todo el que tenía un problema, pues apagábamos nunca. Entonces, como mi casa es­
iba allí y la buscaba. Mi abuelo también cura­ taba así muy soleada y la cocina siempre en­
ba, y es que al morir mi abuelo, la gente, que cendida, pues había un calorcito que la gente
seguía viniendo a buscarlo, y a mi madre que venía a estar allí al ratito de tertulia y al ca­
le daba apuro mandarlos, decirles: «no, que mi lorcito.

Pág. siguiente: '■


MARÍA DOLORES MULÁ, grabado

208
209
Mi papá era policía. Por razones políticas
CONVERSACIONES estuvo varias veces alejado del servicio. En esos
períodos lógicamente mermaba nuestra economía.
CON ALICIA Y sin embargo, no puedo llamar pobreza a mi
recuerdo de la escasez familiar. La vitalidad de mis
HERRERA padres, su optimismo para enfrentar la vida eran el
antídoto. Además, la comida no faltaba nunca. Era
Una Navidad en Valparaíso, 1932 Emilia CABALLERO y Margarita BORJA una cuestión primordial. Una forma de entender el
amor. Recuerdo a nuestro padre inventando siem­
pre algo para que nuestra vida fuera divertida. De
una temporada a otra mi madre cosía las dos mita­
des de las sábanas rasgadas, cambiaba de izquierda
a derecha las mangas de los jerseys para que el des­
gaste de los codos se disimulara en el pliegue del
brazo.
Yo era la tercera entre las hijas de la familia;
un día, siendo ya universitaria, sugerí a alguno de
mis compañeros que fuéramos juntos a compartir la
fiesta de cumpleaños de mi papá. Habían dispuesto
veladores y mesitas por los patiecitos de la casa, en
el cuarto de estar y en el comedor y podríamos
escoger un rincón para nosotros. En un momento
del ágape, cuando mi padre debió considerar que el
ambiente estaba ya suficientemente caldeado y
propicio, convocó un brindis. Reunidos todos los
invitados, lo que anunció mi padre fue que la Olga,
mi madre, iba a recitar. «La Olga: un metro cuaren­
ta y ocho, ama de casa y regordeta, iba a recitar».
Mis hermanas y yo, con un miedo al ridículo
verdaderamente solemne, nos dimos la mirada. Sin
muestras de azoramiento, mi madre se dirigió al
centro de la estancia y comenzó a recitar un poema
de Sor Juana Inés de la Cruz, «La Carta», que decía
así: «Hombre vanidoso y vano que a solas lloras
conmigo, en cuanto llega un testigo, tú me retiras la
mano...». Mi madre crecía en estatura a medida que
avanzaba la recitación, apareciendo, para nuestro
asombro, como un ser distinto y con una desenvol­
tura para interpretar que delataba sus condiciones
naturales de actriz. Hasta ese momento, desde
chicas, había sido nuestro padre el encargado de
despertar en nosotras la devoción por la literatura
española. Los domingos por la mañana, mientras
mi mamá preparaba los desayunos, nosotras, las
tres, ocupábamos la cama de matrimonio a su
alrededor y le escuchábamos leer a Lope, Calderón,
Gabriel y Galán, Garcilaso, Espronceda. A veces
llorábamos muchísimo porque nos embargaba la
emoción. Pero aquel día comprendimos que nues­
tra madre había negado su carrera de actriz para
tejer, zurcir, cocinar, lavar pañales. Fíjense que mi
padre la había conocido en uno de sus trabajos
como corresponsal del periódico «El Mercurio»,
cuando tuvo que cubrir la información de una
experiencia teatral piloto en que mi madre era
protagonista. En el tiempo que siguió, mi madre,
sabiéndose reconocida porque le habíamos hecho

211
I

patente lo orgullosas que nos habíamos sentido en hay una posibilidad latente de transacción, una
su intervención ¡con un poema tan feminista!, tomó disposición al pacto, a ese pacto por el que aposta­
la costumbre de aparecer de vez en cuando en mos tanto las feministas en este momento.
nuestros cuartos, durante la siesta. Echadas sobre
las camas, en esa hora en que hasta las persianas se —En este momento que es el del feminismo
entornan como párpados, la voz acariciadora de del género, porque hasta fecha reciente todavía
nuestra madre siguió cultivando esa afición a los estábamos luchando por la igualdad ante la ley. Y
textos literarios que no vinculaba, en lo más tem­ como bien dice Celia Amorós, sólo puede darse el
prano de nuestra formación, a la cultura española. pacto entre iguales. Pero, de otra parte, ¿crees tú
que el pacto entraña demasiadas claudicaciones?
—Es decir, que llegar a España después de los
primeros años de exilio en Rumania, primero, y en —El pacto proviene, como posibilidad, de la
Alemania del este, después, debió ser un alivio. Un toma de conciencia de la realidad. Por ejemplo, en
importante reencuentro con las voces... una ocasión hablé con un ministro del actual pre­
sidente Alwyn. Había recibido carta de unos cam­
—Imagínenselo. Aunque también es cierto pesinos del sur en estos términos: sabemos dónde
que por el modo como se desarrollaron las cosas, están enterrados nuestros parientes torturados.
al poco de mi llegada a España yo entré en una Pero como no queremos crearle problemas al
depresión profunda: las circunstancias me conver­ Gobierno, sólo decimos que lo sabemos para cuan­
tían por primera vez en ama de casa, solamente, ni do ustedes nos digan adelante, entonces denuncia­
tan siquiera en «dueña de casa» como hubiera sido remos las 100 sepulturas clandestinas que hemos
en Chile. descubierto. Aquel ministro opinó que un modo tal
de plantear tan difícil problema sólo podía ser
—¿Hay una diferencia?
fruto de una conciencia cívica impresionante.
—Sí, ya lo creo. Verán: en la sociedad chilena
hay experiencia en esto de suavizar las contradic­
ciones. No en vano nuestra democracia, con 150
años de historia y de primogenitura en el continen­
te latinoamericano, ha penetrado en las costum­
bres de las gentes. En Chile ante un conflicto, que
no sea del orden de la pura intransigencia, siempre Los padres de Alicia Herrera en Puerto de Valparaíso

212
—Esa conciencia no se improvisa. ¿Dónde, a —Sí, pero ¿cuándo nos hablas de las mujeres?
tu juicio, están en Chile esos orígenes de la capaci­ ¿De esa Inés de Suárez, española y amante de Pedro
dad de estrategia de los que no tienen poder? de Valdivia que le acompañó en toda la conquista
y cuya historia es tan mal conocida aquí?
—El espíritu libertario chileno, a mi juicio,
tiene su historia y hay que remontarse bastante —Desde luego, en Chile es más importante
atrás. Recordemos que en la lucha con los españo­ ella que Marina de Gaete, la mujer de Valdivia. Su
les, los araucanos, que en realidad son los hazaña más célebre muestra hasta qué punto supo
mapuches, los «hombres de la tierra que habitaban comportarse como lo hubiera hecho un varón. En
al otro lado del Arauco», nunca fueron vencidos. el fuerte donde tenía Valdivia su cuartel general
Estaban en un estadio inferior a los peruanos y estaban presos algunos caciques. En un cierto
mexicanos porque los imperios azteca e inca eran momento, Valdivia se ausenta y le deja la respon­
formas estructurales, jerarquizadas, allí donde los sabilidad de decidir. Los mapuches atacan al obje­
mapuches no eran sino tribus dirigidas por el to de liberar a sus jefes. Están acorralados. Ella no
cacique (jefe político) y el toqui (jefe guerrero), y ve más solución que decapitarlos a todos y da la
ninguno de los dos era designado sino que tenía orden. Estoy refiriéndome al año de la Fundación
que pasar pruebas. El célebre Caupolicán, por de Santiago, en la que ella había participado
ejemplo, tuvo que pasar ocho días, con sus corres­ activamente, y del primer ataque que los indígenas
pondientes noches, con el trono al hombro para ser inflingen a la ciudad, suponiendo seguramente que
elegido toqui. la ausencia de Valdivia y el gobierno temporal de
una mujer la hacían más vulnerable. Doña Inés de
Los españoles no tuvieron que entenderse con Suárez supo tomar con rapidez todas las iniciativas
una persona que impartía el poder. Es decir, no era de avituallamiento que aseguraran la resistencia.
cuestión de sacar al Inca Atahualpa del trono para Hecho lo cual arengó confuego a sus compatriotas
ocuparlo. En este caso, los españoles se encuen­ soldados. Se cuenta que ella misma decapitó a
tran con muchos poderes y grupos que estaban algunos de los caciques prisioneros para mostrar
interrelacionados. «Llegó Lautaro en traje de re­ sus cabezas a los atacantes. La vida de esta mujer
lámpago», dice Neruda en su Canto General... es muy interesante. De ser una mujer analfabeta
«De tumbo en tumbo la capitanía iba retroce­ que viaja a América en busca de marido, no sólo se
diendo desangrada». con vierte en poderosa aliada de Valdivia sino que
aprende a leer y enseña después a otros. Funda un
¡Claro!, si es que los españoles nunca vencie­ hospital, una ermita, otras cosas. Las mujeres
ron a los mapuches en Chile. Transcurrió mucho chilenas, aún en el exilio, hablamos de Inés de
tiempo antes que los chilenos, liberados de los es­ Suárez. Precisamente hace poco estuve con la es­
pañoles, hicieran un tratado de paz con la Arau-
canía. «De atrasito pica el indio», decimos allí.
—Explícanos el significado de ese dicho po­
pular.
—Miren, Lautaro era un cacique guerrero
que se fue a trabajar con Pedro Valdivia para
«conocer» a su enemigo. Le sirvió como un escla­
vo. Se cuenta que hasta le ponía el hombro para que.
subiera al caballo. Que le velaba el sueño. Una vez
consideró Lautaro que conocía suficientemente a
los españoles, sefue a la Araucanía y organizó una
guerra de guerrillas. Una guerra «de ola en ola»,
como expresa Neruda tan bellamente. Muchas
derrotas de los españoles en Chile se deben a
Lautaro.

Inés de Suárez (siglo XVI)

213
critora chilena Ruth González Vengara que lleva en que dejé oír mi voz: «tú eres una vieja chora»,
tiempo estudiando y escribiendo su biografía. Es me dijo con orgullo. Jamás sintieron mis hijos
ya un personaje incorporado a la historia chilena. vergüenza ante mi rebeldía. Entre ustedes, por el
contrario, he oído demasiado el consabido «mamá
—¿Se trata pues de un antecedente de esa cállate». Sin embargo, en Chile, quienes han que­
mujer chilena que tiene algo de irreductible? dado incorporadas como heroínas de las que el
—Sí. Las figuras femeninas con aura de he­ pueblo se siente orgulloso son las mujeres españo­
roísmo todavía están grabadas en nuestro recuer­ las, y ni uno solo de los varones conquistadores...
do y es cierto que la mujer chilena tiene un valor y He tenido que reflexionar sobre el valor del rol de
una capacidad de rebeldía importante. Fresia, la la mujer en la sociedad chilena para explicarme
mujer de Galvarino, otro cacique famoso de los expresiones como «es un madre, o es una madre».
que se adornaban con plumas, cuando su marido es Tal calificativo es sinónimo de persona experta y
apresado por los españoles, le lanza el bebé a los valiosa a un tiempo. Pero cuando una persona ac­
pies retándole: «Yo no soy la madre de un niño túa en forma incorrecta, con pérdida de sus valo­
cuyo padre se deja apresar por el enemigo». res, se dice: «se salió de madre».

El auracano era un pueblo guerrero. Prepa­ —La verdad es que resulta lamentable que
raban a los niños recién nacidos para ser fuertes. entre nosotros sólo exista la última de las expresio­
Los tiraban al agua helada, imagínense. Ahora nes que acabas de citar y no las demás, que nos
recuerdo a otra mujer célebre de nuestra historia gustaría tanto recibir.
chilena: Paula Jaraquemada. Era noble, rica, hija —Cuando regresé después de trece años de
de españolesy,por lo tanto, criolla. En la guerra de exilio a Chile, se me hizo más evidente todo esto.
la Independencia esconde en su casa a unos solda­ Allí cambié impresiones con una antropòloga, por­
dos perseguidos. Cuando los del bando contrario que me parecía que en muchas cosas los varones
lleganyle exigen que les dé la llave, ella responde: hablaban con melodía de mujeres y tenía que haber
«¿Las llaves?... eso ¡jamás!». «Entonces, incen­ una razón. La antropòloga lo razonaba diciendo
diaremos-las bodegas», amenazaron los soldados. que al fundarse la nación chilena del cruce de
Ella no se dejó amedrentar y replicó, pasando de la español con india, la india, que es sometida o
palabra a la acción: «Que se queme la casa ya». Y violada antes de ser desposada, se ve en la coyun­
volcó el brasero. En todos los colegios públicos en tura de formar pareja con quien castiga a su
los que estudié de niña miré con orgullo ese cuadro pueblo. Atrapada, la única opción de preservar su
en que ella, muy arrogante, aparece frente a los mundo es crear un vínculo fuerte con el hijo que
soldados realistas volcando el brasero con su pie. acaba significando la transmisión de un legado de
Sí, ahora, cuando he podido regresar a mi país, he identidad cultural y un reducto de resistencia, casi
comprobado, empezando por las mujeres de mi una conquistada parcela de libertad. Sí, después de
familia, ese fondo de irreductibilidad mantenido ese viaje comprendí más profundamente porqué la
durante la dictadura y transmitido a los hijos. mujer chilena es escuchada en sus opiniones y
«Pero si a mis hijos los han detenido a todos», me valorada. Por eso, cuando una mujer se separa,
recordó un día una de mis hermanas, ante mi nadie duda de que quien ha de salir sea el marido.
reacción de sorpresa por lo enterado que estaba mi
sobrino más pequeño del alcance que tenía el
referéndum del NO. «Qué quieres, ¿que les ense­
ñara que se puede vivir en dictadura?».
—De tu relato se desprende que hay un lega­
do, que las mujeres de la historia ejemplifican el
coraje.
—Naturalmente. Las madres chilenas trans­
miten un espíritu y unos valores. Están prestigia­
das. En Chile, cuando se quiere expresar valor,
arrojo, se dice «es una choreza». «Chora» es el ór­
gano sexualfemenino y sin embargo hasta se apli­
ca al varón; «es un choro». Ypor el contrario: «una
huevada, o un huevón», significa lo despreciable.
Recuerdo, por ejemplo, la reacción de mi hijo
Rodrigo tras una tempestuosa reunión del colegio

214
Porque en la casa familiar se queda la «dueña de
casa» con los hijos.
—Eso es lo que tú llamas las leyes supletorias
de las costumbres, no la «ama de casa».
—Sí, eso es.
—De aquel reencuentro chileno trajiste tam­
bién una nueva visión en la eficacia de la capacidad
de transmisión cultural y política que tenemos las
madres. Te parecía que era una cuestión que, de
hacerse consciente y articulada, se convertiría en
un arma de transformación social importante. Bue­
no, ha llegado el momento de que nos cuentes lo de
Caperucita Roja.
Alicia ríe con esa abundancia que le permite la
amplitud de su sonrisa y la fresca sonoridad de
aljibe de su voz y cuenta, una vez más, esta historia
de ternura, sin perder el mirar sorente y rectilíneo,
tan culturalmente innovado en el mirar sentimental
femenino.
—Hace unos años, estando yo en España,
viajé a Ecuador para ver a mi hijo Rodrigo y
conocer a Lucas, mi nieto de tres años. Aprovecha­
ba la circunstancia de que ellos estuvieran allí,
porque ellos vivían en Chile, donde yo no podía
entrar. Un día, el pequeño Lucas, me preguntó:
«¿Abuelita, quieres que te cuente el cuento de
Caperucita Roja?». Y en el cuento, resultaba que
tenía modificado el final. Mi hijo Rodrigo, que
escuchaba nuestra plática, terció: «Fíjese, madre,
hijos y aquella piadosa invención de urgencia que
aquí en Ecuador tienen una versión de Caperucita
absolutamente salvaje: el lobo se come a la abue­ se había convertido en artículo defe para Rodrigo.
lita y a Caperucita». Le respondí: pero, mi hijo, si —A lo largo de esos primeros momentos de
es así el cuento. «Ah, eso si que no», atajó Rodrigo. vivir en España también hiciste observaciones res­
Usted nos contaba que el lobo se comía la comida pecto de la importante capacidad de transmisión
del cestito: el queso, la miel, el pansito... y las cultural que tenemos las mujeres.
dejaba muertas de hambre». En aquel instante
recordé la escena, las caras de terror de mis cuatro —Sí, creo que me dediqué a hacer antropolo­
gía urbana casera, lo tenía al alcance de la mano.
Mi vecina tenía cuatro niños y era la típica ama de
casa, pero yo fui descubriendo poco a poco que
tenía una capacidad de juicio político que no se co­
rrespondía con lo que ella aparentaba ser. Un día
nos encontramos en el ascensor, le acompañaba su
marido. Yo llevaba en la mano un librito de la
Constitución: «Nosotros no somos políticos», dijo
al descubrirlo, a lo que ella replicó: «Juan, nunca
hables por mí, en política no somos “nosotros” ».
Alicia Herrera, recién casada (1954) La contundencia de su respuesta sólo podía deber­
se a un criterio bien formado, así es que me decidí
a interrogar. Su abuela era una vieja sindicalista,
sin embargo su madre se había casado con un
hombre cobarde que le prohibía hablar de política.
Pág. anterior:
En la Casa del Greco. Viaje de estudios «fin de carrera» (1954). Las persecuciones franquistas le proveían de bue­
Comienzo de noviazgo que terminó en 1984. nas razones que su madre parecía respetar. Pero

215
■Pág. siguiente: eso sólo ocurría durante el día... Por la noche, la
En el interior de la casa de Alicia Herrera, septiembre de 1974 (fo­
tografía destinada a Alejandro Filiberto), en el campo de concen­
madre se iba a la habitación de sus hijas con la
tración de Ritoque (septiembre de 1974). radio y escuchaban las noticias. Luego, apagaba la
radio y decía: «Ahora las vamos a comentar». Así
Imagen inferior: les enseño a tener criterios propios frente a la
Convención Nacional de Magistrados. Viña del Mar (diciembre de
1969). información oficial... Después les enseñófrancés y
escuchaban el diario francés de noticias, porque
Juramento como Abogada ante el Presidente del Tribunal Supre­ les permitía comparar. Un día, mi vecina me dijo:
mo (julio de 1954).
«Yo vivo en ' un medio conservador y tengo que
transmitirles a mis hijos todo lo que yo sé». Y luego,
con cierto deje de orgullo añadió: «Piensa que
tengo cuatro hijos y tres de ellos ya patean con la
pierna izquierda. Además, los 17, entre hijos e
hijas de mis hermanas, son progresistas». Confie­
so que cuando escuché de mi vecina este modo de
razonar, perdí el sueño. Había mucho que reflexio­
nar al hilo de sus palabras.
—De lo que cuentas se deduce una semejanza
de estrategias entre la indiecita que triunfa frente al
invasor que la somete haciendo de su hijo un aliado
y la historia de tu vecina.
—¡Cómo no!
La hija mayor de mi vecina estudiaba en un
colegio de monjas. Un día vino a consultar conmi­
go: les habían pedido un trabajo sobre alguna
realidad actual de temática de libre elección y ella
quería hablar de lo que pasaba en Chile porque en
su colegio ese era un tema desconocido. Es decir,
porque existió la abuela sindicalista, la dictadura
L chilena se hizo visible en un medio donde la ocul-

216
tación de semejantes realidades históricas es una los jueces para la democracia no se mezclan con
afianzada costumbre. Por su parte, uno de los los empleados. Hasta ese momento, pues, me consi­
hijos, que estudiaba en los Salesianos, a las doce, dero como persona de éxito en el mundo masculino.
cuando se acordó en todo el país guardar un Era agente en un poder progresista y se contaba
minuto de silencio tras la intentona golpista de conmigo.
Tejero, se puso en pie y fue secundado por el resto Después del Golpe de Estado fui perseguida
de los compañeros. Luego resultó ser la única clase por elTribunalSupremo. Primero se me trasladó a
en todo el colegio que había adoptado esa postura Concepción y cuando tomé la defensa del que era
de solidaridad cívica. ¡Y el marido de mi vecina mi marido, Alejandro Jiliberto, que estaba deteni­
ignorando todo el proceso cultural que estaban do, fui removida de mi cargo arbitrariamente. A
haciendo sus hijos por mediación de la madre! pesar de ello, mi marido se salvó y así aprendí un
—Desde que llegas a España hasta hoy se poco cómo se podía defender a los presos políticos
inicia un camino personal nuevo para ti. ¿Cuál es el de la Dictadura. Por último,fui detenida por medio
sentido de su evolución? de la policía secreta (la temible DINA) y a raíz de
esa detención me vi obligada a salir de mi país con
—Tengo que retrotraerme un poco. En Chile
mis cuatro hijos, quedando mi marido preso, pero
ya era Ministra de la Corte de Justicia. Fui la pri­ al menos ya no en situación de desaparecido,
mera mujer que llegó a la Audiencia de Santiago; porque su retención había sido reconocida. Desde
en provincias ya había alguna. También fui diri­
el exterior, me dediqué intensamente a trabajar en
gente de la «Asociación de Magistrados» desde su el Partido Socialista Chileno, en la Defensa de los
fundación: asociación en la que participa la mayor Derechos Humanos de Naciones Unidas. Actué
parte de la magistratura y que ha sobrevivido a la
ante la Comisión Internacional de Juristas con
dictadura... Luegofui Presidenta de la Federación juecesfranceses,juristas italianos, belgas, en suma,
de Trabajadores Judiciales, que nació durante el con todos los demócratas que podían ayudarnos.
Gobierno de la Unidad Popular, y que era una
organización más adecuada, propia del proceso En 1976 viajé a España a pedirle a Felipe
que se vivía en Chile. En ella se daba una mezcla González que viajara a Chile en defensa de los
progresista: jueces y oficiales estaban juntos; co­ presos y colaboré mucho en la preparación de su
sa que, por ejemplo, no ocurre en España todavía: . viaje y en los informes que elaboró a su regreso. Un

217
tiempo antes,yo había mantenido una entrevista en Pág. siguiente:
París con Felipe. Tuvo lugar en un modesto barrio Alicia Herrera y Hortensia Busi de Allende, en el Congreso Inter­
y en una habitación inundada por la lluvia. El nacional de Mujeres de Nairobi (1985).
entendió perfectamente la urgente necesidad que
tenía el pueblo chileno de que se conociera la
indefensión que vivía, por causa del abandono en
el ejercicio de sus funciones protagonizado por el
poder judicial. Fue muy importante aquel viaje de
Felipe González. Algunos presos, incluso conde­ En Berlín Oriental, celebrando la liberación de Luis Corvalán,
nados a muerte, fueron puestos en libertad. .secretario general del P.C. chileno (1976).

—Pinochet no pudo consumar el desman- —Sospecho que tendrás que explicarnos quién
telamiento de 150 años de democracia, ¿no es así? era ese personaje.
—Nos quedaban algunos recursos, el recurso —Era un vagabundo que desapareció tras
de amparo, por ejemplo, fue un gran instrumento una detención policial y falleció por malos tratos.
para conocer la verdad de lo que estaba pasando. La historia se supo porque la dueña de un albergue
En cada detención losjueces obtenían la narración de mala muerte fue a la audiencia a presentar un
de lo ocurrido, y aunque los jueces no cumplieran recurso de amparo, donde alegaba que después de
con su deber, por esa inhibición de funciones que la detención no había vuelto a verlo. El caso
practicaban, podíamos remitir a Naciones Unidas significó la caída del Director General de Carabi­
las copias de todos esos relatos donde se neros y condena de muchos años de cárcel para
pormenorizaban detalles testimoniados por gentes quienes lo detuvieron.
con nombres y apellidos. Así llegaba la informa­ —Eso no sería durante la dictadura.
ción a Amnistía Internacional, a la Comisión Inter­
nacional de Juristas, etc... Todavía recuerdo el én­ —Sí, fue antes. Pero de todos modos, y con
fasis que puse cuando presen té el recurso de ampa­ dificultades serias, el recurso de amparo nos sirvió
ro de mi marido en la Audiencia. «¡Pero si este es para reclamar y liberar a gente.
el país del “Pata de Jamón” », le dije a los ma­ —Estábamos en España y hemos vuelto a
gistrados. Chile.

218
—Claro, claro. En España, pues, le dieron desaliento para el que yo no contaba confuerzas de
trabajo sólo a mi marido. Entré en una depresión reserva que me permitieran superarlo. Finalmen­
muy profunda y poco a poco la casa se me convirtió te, me dieron el título de abogada en España y me
en el «Hogar del pobre». presenté a Cristina Alberdi con una carta. Al poco,
Yo cocinaba lo más barato posible y muchos me desplacé a Bilbao para asistir, togada, a un
exiliados como nosotros venían a nuestra casa a juicio contra un aborto. Las compañeras que me
comer. Comencé a observar que ejercer lafunción acompañaban tenían 24 años. Mi marido se pre­
de cocinera conllevaba que dejaran de dirigirse a guntaba qué estaba haciendo yo entre tanta gente
mí cuando se establecía una conversación. Un día tan joven. Asífue como empecé a relacionarme con
mujeres feministas.
la gota rebasó el vaso, llegó un compañero antes
que Alejandro mi marido, se acercó a saludarme a Por aquel entonces, el Alcalde de Fuenlabrada
la cocina y me dijo: «Voy a la salita a leer el diario creó un Gabinete Asesor de la Mujer como expe­
mientras Alejandro llega». Indignada, contesté: riencia piloto. Lo atendíamos: una psicólogo, una
«En esta casa, cuando yo trabajo todos trabajan». biólogo, una asistente social, una sociólogo y yo.
Otra cosa bien distinta es que yo decida atender a Empecé a escuchar un relato de malos tratos tras
alguien en especial, pero no debe suponerse que otro. Además, iba a la comisaría, vivía la agresivi­
ésta sea mi obligación. El enojo me llevó a tomar dad de los policías. En una ocasiónfui a hablar con
concienciay a pasar de la depresión a la búsqueda. el Juez de Paz y con asombro escuché que justifica­
ba la agresión diciendo «en la casa manda el
—Nosotras creemos deberle muchas cosas a marido, yo no puedo hacer nada». «¿Es que no ha
la rabia. Sin ese motor de arranque muchas mujeres leído usted la Constitución?», le respondí. Desde
no habríamos pasado del modelo tradicional de luego, me hice feminista en Fuenlabrada. Recuer­
sometimiento y abnegación. do que me sobrecogió especialmente atender a una
—Sin duda. A consecuencia de esto decidí mujer de mi edad. La tenía frente a mí, hablando
meterme en la Escuela de Práctica Jurídica como como una niña chica. «¿Lloras de verdad porque
si fuera una adolescente que acabara de terminar se va tu marido? ». «Alguien me recogerá», decía
la carrera. Tenía la sensación de estar tejiendo un sollozando con una indefensión infantil verdadera­
hilo tan débil que no permitía que nadie se metiera, mente patética. El franquismo necesitó una mujer
por si la opinión de otra persona me aportaba un victimizada hasta esos niveles.

219
—Y no eran suficientes las abuelas sindica­
listas para neutralizar esa situación, ¿verdad?
—Los rasgos diferenciales de una cultura de
izquierdas no necesariamente llevan implícito un
proyecto de integración de las mujeres en pie de
igualdad, como nosotras bien sabemos, ¿no es
cierto?
—Por desgracia cuántas hemos tenido que
descubrir un día que aquellos varones compañeros
de generación acaban contradiciendo su declarado
progresismo con actitudes de abuso de poder y trato
desigual hacia la mujer, y hasta qué punto reprodu­
cen esa misoginia internalizada tan difícil de descu­
brir y, por supuesto, de erradicar.
—Desde luego yo he sufrido esa situación.
Cuando hice ostensible mi nueva conciencia femi­
nista cambiaron las actitudes de muchos hacia mí.
Yfue duro advertirlo en quienes habían comparti­
do conmigo una lucha por la libertad en Chile.
—La verdad es que al declararnos feministas
atentamos contra cuestiones neurálgicas sobre las
que la convivencia social se asienta, y los varones,
Juzgado de la Serena, donde empezó su carrera de juez. Foto­
de forma difusa e instintiva, se sienten amenazados
grafía tomada a su regreso, en 1987. y les asusta que podamos llegar a deslegitimizarlos
un día.
Con la Rosa, en su visita a la Serena, en 1987 —El poder ha necesitado, desde siempre,
transmitir su ideología y para ello legitima una
cultura que lleva en sí el modo de socializar perso­
nas. Es la manera de conseguir que las gentes se
sientan interpretadas dentro de unas estructuras
de dominación dadas. Los medios de comunica­
ción, por ejemplo, son un instrumento idóneo para
la consecución de estos fines, una de las bases de
gobierno de la vida de la mujer. Por condición
biológica, las mujeres parimos y socializamos al
cien por cien durante la primera infancia de todos
los seres humanos. Luego resulta que las mujeres
hemos sido transmisoras neutras de ideas ajenas,
aunque yo creo que esto está empezando a cam­
biar.
Algunas hemos escapado a ese control por
diversas razones. Padres como el mío, demócratas
y liberales en el sentido humanista de la palabra,
quisieron educar a sus hijas para ser personas
libres. Algunas madres, por razones coyunturales,
debieron trabajar y luchar para sacar a sus hijos
adelante, sin apoyo de varón. Y así, sin percatarse,
al no tener en el ámbito más próximo una presión
directa, ellas iban elaborando una concepción del
mundo distinta. Transmitían una concepción dis­
tinta respecto del modo de ser o sentirse mujer,
además de mantener el criterio de semejanza de los
sexos en cuanto a capacidad intelectual, laboral,
etc... Otro de los casos a tener en cuenta es el de las

220
abuelas españolas, como la de mi vecina, que per­ Alicia accede una vez más. Con pausada co­
tenecieron a una generación republicana y progre­ municabilidad relata cómo los zorzales, los
sista y a través de sus hijas han recibido las nietas «panchitos» (pues así los bautizó la Rosa, su pro­
un valioso legado cultural. Tengo varias amigas tectora, aprendieron a volar amaestrados por ella).
que han vivido esta circunstancia. Cuántas veces Y cómo un día ella supo, sin titubear, que era el
las he escuchado exclamar... ¡es que tú no conocis­ momento de emanciparlos, incitándoles ella mis­
te a mi abuela! ma al gusto por la libertad. Los zorzales regresaron
al poco y la Rosa interpretó que consumaban un
—Alicia, por qué no nos cuentas, para termi­
gesto de agradecimiento. Luego se instalaron en
nar, la historia de los zorzales que compartían el
regiones más asequibles, pero seguramente su vue­
tazón de leche del desayuno con tus hijos y se
lo todavía con-suela los sueños de los integrantes
subían en la cabeza de la Rosa cuando pasaban la
de aquella, a la fuerza, disuelta casa familiar.
aspiradora.
—Pero cómo son ustedes... siempre me piden —La Rosa trabajó casi 20 años con nosotros
que les cuente la misma cosa. y su sabiduría todavía se transmite en los hogares
que, una vez alzado su propio vuelo, consolidaron
—Es que le hemos tomado el gusto a esos re­ «nuestros» zorzales. Y digo «nuestros» porque si
latos propios de un García Márquez oral. mis hijos reconocen en la Rosa a su segunda ma­
dre, yo sé hasta qué punto es cierto.

Imagen superior: —Alicia, hemos consumido el tiempo sin


Lago Esmeralda. Alicia en su viaje de 1989. (Elección de Alwyn) aludir a la Comisión de Malos Tratos que creaste en
el Senado en plena transición, ni a la Asociación de
Mujeres Juristas Themis que presides.
Izquierda:
Directiva de la Federación de Trabajadores Judiciales, de la cual —Esto no es un programa de la tele ¿no es
era presidenta, que con otros jueces le pagaron un pasaje en 1987
para que viajara a Chile, cuando se publicó su posibilidad de
cierto?, responde haciendo gala, una vez más, de su
volver. buen humor. ■

221
EXILIOS «Los españoles son crueles por naturaleza; fí­
jense lo que hicieron con los moros y luego con los
indios», decían los profesores de liceos y universi­
dades del Estado en las décadas 30 y 40. «España es
Paz ESPEJO NOVOA universal y eterna: lo demuestra el espíritu misio­
nero y visionario de Isabel: luego España es inmor­
tal...». Esta vez eran los hispanistas ya devotos de
Franco, los que pretendían sentar cátedra. ¡Qué
1.° de Mayo de 1988. Paz Espejo, que porta a la derecha pancarta, era presidenta del Colectivo de Mujeres Chilenas en el Exilio. problemas...! ¡Qué contradicciones! Con los fas­
cistas no se podía estar de acuerdo ni aunque
chispearan destellos de verdad aparente: ellos, en
sí, eran un desprestigio académico. Con los reac­
cionarios no se puede estar de acuerdo en nada.
Corrían ya los años en que el pueblo español
defendía Madrid palmo a palmo porque defendía a
la República. El pueblo español libraba su epopeya.
Lamentablemente, la hipocresía y la astucia opor­
tunista de sus vecinos demócratas la dejaban
desangrarse. El drama español adelantaba la em­
bestida nazi. Al tiempo, las juventudes latinoame­
ricanas se ubicaban en las ideologías dominantes;
los progresistas y los diferentes tipos de iz-
quierdismo contemplaban como alternativa válida
la lucha de las democracias y digerían sin mucha
conciencia la leyenda negra vehiculizada por el
padrastro anglosajón; como si un denso olvido
hubiera neutralizado y dejado sin vigencia legados
culturales tan importantes como la obra precursora
de Fray Bartolomé de las Casas, inspirador de un
derecho internacional cuyo fundamento teórico
provenía de la teorización filosófica de Francisco
de Vitoria.
Los hispanistas llegados, en su mayoría, a lo
largo del siglo, instalados en la política de los
mayorazgos como oligarquía terrateniente, carentes
de visión y estrategia frente a los factores históricos
que imponía ya el capitalismo ascendente, se que­
daron estáticos y, creando una «cultura de árboles
genealógicos», como definió el historiador Barros
Arana, ignoraban los excesos cometidos por los
conquistadores. Además, no dejaban de pensar en
la pérfida Albión y sus derivados norteamericanos,
por más que se dejaban devorar por ellos como en
el cuento de Caperucita y el Lobo.
En esta primera etapa franquista, en los me­
dios burgueses evolucionados chilenos, profesio­
nales con espíritu de empresa, donde los hijos se
educaban en colegios ingleses o franceses, fueran
religiosos o laicos, se miraba con mucha descon­
fianza todo lo español. No a causa de los presuntos
crímenes de la colonización, pues ellos mismos
despreciaban a los indios y los consideraban una
pesada carga, y así alababan la colonización del
«White Anglo-saxon and Protestant» que, sin tan­
tos problemas, habían eliminado a los indios del
norte.

223
En realidad tal desconfianza estaba basada en Imposible destacar en unas líneas lo que signi­
la creencia de que Europa empezaba en los Pirineos ficó la venida de estos extraterrados españoles para
y lo que no fuera liberal capitalista se consideraba el desarrollo de la cultura de nuestros países y la
retrógrado. De este antiguo criterio nacieron ade­ configuración de una nueva imagen espiritual de
más nuestros libertadores. No por azar Lord Ca­ España. Desde México a Chile y Argentina, por
rrington había dicho en la época: «América del Sur todo el continente, centenas de ellos abrían nuevos
es libre y si nos preocupamos seriamente, será in­ caminos de reflexión y de creación, nuevas escue­
glesa». Como recuerdo en el Foreing Office queda las: Rafael Alberti, María Teresa León, María
el «Salón de los Conspiradores», a donde llegaban Zambrano, León Felipe, José Gaos, García Vaca,
nuestros visionarios para ser ayudados pecuniaria­ etc..., en una espontánea integración de lengua y
mente y recibir orientación. cultura. El exilio se hizo mínimo, al poder comuni­
Sin embargo, por todas esas gentes corría san­ carse en el milagro del verbo, haciendo que de
gre española, en su mayoría mestiza, de un mestizaje alguna manera el diálogo genere una casa común.
logrado e integrado. Estaban en su casa. Aunque vivir el drama de año­
rar la propia casa estando en ella, como expresó
En Chile del 39, ya conocíamos la huida ma­
María Zambrano, fuera también una situación do-
siva hacia la frontera francesa de refugiados espa­
lorosa.
ñoles, que llegó a alcanzar más de medio millón. No
era fácil el problema de esos refugiados: muchos En Chile se han quedado muchísimos refugia­
miles de ellos fueron a parar a campos fronterizos, dos españoles, sus hijos, sus nietos.
guardados por senegaleses de poca paciencia, don­ Mi experiencia como alumna de un insigne
de el hacinamiento y la hambruna no hicieron sino
profesor español, José Ferrater Mora, que había
aumentar sus sufrimientos. Sufrimos el trágico fin
colaborado con la República como traductor del
de Antonio Machado.
ejército y tras la caída de Barcelona huyó hacia la
frontera francesa oculto sobre la cubierta de un tren
LA VENIDA A CHILE DE LOS REFUGIADOS de mercancías. Después de su exilio en Francia,
«EL WINNIEPEG» Méjico y Cuba fue contratado por la Universidad de
Pablo Neruda, nuestro poeta, había vivido en Chile. Joven filósofo, antes de los 30 años ya tenía
España. Conoció la lucha del pueblo de Madrid. numerosa obra publicada: «Cóctel de verdad»,
Conoció a tantos y tantos que tuvieron que huir. «Variaciones sobre el espíritu», «Las formas de la
Como intelectual y como diplomático se asocia a vida catalana», «Unamuno», y ya bastante conoci­
otras iniciativas, que desde nuestros países se ini­ do y elaborado cuando llega a Chile la primera
cian para acoger a estos refugiados que en su edición de su Diccionario de Filosofía es ya cono­
mayoría eran gentes destacadas por su lucha en cida. Este trabajo de recopilación de la obra filosó­
defensa de la libertad, de la vida política, intelec­ fica mundial, en el correr posterior de cerca de
tual, sindical, obrera, etc. cuarenta años de trabajo, iría completándose hasta
alcanzar un tamaño monumental.
Finalmente Pablo logra hacer fletar para Chile
desde Bordealux un barco, EL WINNIEPEG, que El fue uno de aquellos que llegaron al exilio,
llega a Valparaíso atestado de familias españolas. aunque no en El WINNIEPEG, creando influencia
y escuela, siendo varios de sus alumnos y alumnas
Estos españoles no eran ni los hispanistas que
quienes más tarde llegarían a ocupar no sólo la
habíamos conocido, ni los comeindios de la tradi­
cátedra universitaria, sino puestos de responsabili­
cional leyenda negra. Eran poetas, escritores, pro­
dad en el desarrollo de la democracia chilena.
fesores, trabajadores que venían con sus familias a
buscar un pedazo de mundo en este continente que Junto a él, también otros profesores extranje­
de alguna manera era también su patria. ros como el húngaro Neuchloft, profesor de Filoso­
fía de las Ciencias, y Jasnowsky, polaco y profesor
José Ricardo Morales: escritor y profesor;
de Filosofía, como él decía, «Antigua», pitagórico,
Arturo Soria: editor; Leopoldo Castedo: historia­
dor... y tantos otros, traen a Chile una España anti­ soñador y alma lúcida, con tanta pasión por la sín­
fascista, progresista, inteligente y culta, comba­ tesis que habría querido meter la totalidad de su
tiente y también, por cierto, combatida por la dere­ pensamiento en una cajita de música.
cha chilena; aunque, para su fracaso, sólo al princi­
pio; tan fuerte fue el bagaje cultural que trajeron y
compartieron. Ellos representaban una España no Pág. siguiente: de izquierda a derecha: Paz Espejo, Luz María Ed-
sectaria, no encasillada en consignas con ese estilo ward, Embajadora de Chile ante la UNESCO; Payita, secretaria
de Salvador Allende, y Anne Lamocke, secretaria de la Presiden­
propio de sempiterno conflicto consigo misma. cia de la República Francesa. (Fot.: ALVARO YÁNEZ, París, 1991).

224
Me cabe la felicidad de haber sido alumna de intelectuales, a Eugenio d'Ors, a Santiago Montero
todos ellos y de llevarlos en el espíritu y hacerlos Díaz, al pintor Caneja, a otros y otras, en fin, que
presentes en mis largos años de enseñanza en Chile, pintando, escribiendo poesía o rebelándose, lleva­
en el extranjero y también en el exilio. Merece aquí ban a cuestas el peso de aquellos primeros tiempos
una mención especial el uso que a lo largo de todo de dictadura. A ellos accedí a través del trabajo so­
ese tiempo docente he venido haciendo del Diccio­ bre Unamuno de Ferrater, dando a conocer su obra
nario de Filosofía de Ferrater. Obra rica en constan­ «Las cuatro visiones de la Historia Universal», que
te actualización, búsqueda de antecedentes e in­ él estaba preparando y que iba a ser publicado por
fluencias, de sistemas, de corrientes de pensamien­ Losada.
to, obra que cualquiera supondría escrita por mu­ Fui recibida, acogida y hasta agasajada. Tuve
chos expertos, que sin embargo fue llevada a cabo la oportunidad de dar conferencias, hice y concedí
por Ferrater en una incansable decisión de trabajo entrevistas. Sin embargo no todo fue miel sobre
exhaustivo. hojuelas en esas recordadas estancias en Madrid,
Avila y Toledo. El Gobierno que me había permi­
tido llegar gracias a que yo era licenciada en Filo­
EPILOGO
sofía, situación poco común para las mujeres en
Esta presencia española en Chile y el trato más aquellos años, comenzó sin embargo a sospechar
cercano con el profesor Ferrater Mora fue decisivo cuando esta joven chilena, demasiado activa e in­
en mi vida y punto de partida de otras múltiples y dependiente, elegía amistades no adeptas al régi­
variadas situaciones que contribuyeron a mi deci­ men y de dudosa reputación para los fascistas. A la
sión de ir a España en 1947. Terminé mi licencia­ vuelta de un viaje a París, donde tuve el gusto de
tura y con mis veintitrés años decidí partir a España conversar con María Zambrano de su maestro Ortega
para hacer un doctorado. A pesar de Franco y de su y Gasset y de leer sus trabajos, fui acusada de in-z
pésima fama, a pesar de todo lo que sobre él se co­ coherencia y de presuntos espionajes en favor de
nocía. Así llegué a Barcelona, a la casa de la familia «los enemigos de España», y luego de pasar por la
del profesor Ferrater. Hice grandes y recordados Dirección General de Seguridad, compartí un buen
amigos, entre angustiados y esperanzados en el mes en la cárcel de Ventas, la suerte trágica y el do­
mundo intelectual de Madrid. Por Ferrater conocí a lor desgarrado de muchísimas mujeres prisioneras
Julián Marías, quien me introdujo en los medios políticas. Todo esto duró hasta que mi país realizó

225
Pág. siguiente: gestiones y fui devuelta, custodiada por dos poli­
Paz Espejo, con Saúl Yurkievick, el día de su jubilación en la Uni­ cías, hasta el puerto de Buenos Aires. Ese aspecto
versidad de Vincennes (París, 1991).
de la «madre patria» me fue indispensable para co­
nocer y luego escribir y denunciar.
Posteriormente, comencé mi vida de profeso­
ra en Chile, Cuba y de nuevo Chile, hasta que el
golpe brutal de Pinochet en 1973 me hizo partir de
urgencia el exilio. Conocí allí lo que con anteriori­
dad habían padecido tantos otros y sus secuelas de
Paz Espejo en los Campos Elíseos después de una manifestación desubicación, sensación de abandono, esperanzas
del 8 de marzo de 1988. (El globo.es para la nieta).
complejas, extrañamiento de las propias raíces. Por
esas extrañas coyunturas del destino, en 1988 fui
invitada por el Aula de Cultura de la C.A.M. de
Alicante y por el Gabinet de la Dona de la Conselleria
de la Generalitat Valenciana a participar en las
Jornadas de Filosofía Feminista, tituladas «Un pen­
samiento contemporáneo “otro”». A estas Jornadas
seguía, poco después, un Ciclo de Cine y Literatura
en que participaba el profesor Ferrater como cineasta
(porque también se aventuró en la cinematografía
como una de sus facetas de actividad creativa). Ese
casi encuentro que no llegó a serlo auspició sin
embargo que reanudáramos nuestra corresponden­
cia, largo tiempo interrumpida. Yo desde París, él
desde Pensylvania. Muchas ideas, recuerdos y nue­
vas experiencias pasaron por esa relación epistolar
que duró hasta sus últimos días. Espíritu lleno de
vitalidad, vitalidad llena de proyectos de creación
(novela, cine, filosofía).
En esta relación epistolar tuve ocasión de ar­
gumentar las serias crisis a que me habían enfren­
tado los muchos y complejos acontecimientos de
los últimos años. Yo había definido de nuevo mi
condición de mujer, desde una visión y discurso
crítico del patriarcado (de este patriarcado tan vio­
lento como ineficaz del que pienso somos víctimas
todos, mujeres y varones), un discurso que hemos
elaborado en la búsqueda de una conciencia lúcida,
de identidad propia. Una verdadera carrera de obs­
táculos.
Ironía atenta y comprensión recibía en res­
puesta. Quién sabe, le dije en la última carta, si esta
guerra que prepara el patriarcado capitalista árabo
financiero nos permitirá encontramos y si será po­
sible viajar, hasta un punto tal está invadido nuestro
espacio de artefactos de muerte, sofisticados y arte­
ros... ¡Quién sabe cuales serán los objetivos deesas
muertes! Los objetivos de todos los machismos más
o menos dominantes, más o menos encubiertos.
Este fue nuestro último modo de relación, an­
tes de que el destino, de nuevo, se metiera de por
medio. Habíamos pensado reencontrarnos y discu­
tir cuestiones y proyectos en ese final de enero de
1991. José Ferrater Mora fallece inesperadamente
el 30 de ese mismo mes, y su último y genial esbozo

226
de ideas, que bajo el título «El triunfo del machis­ sus sucesivos trasplantes y en condiciones siempre
mo», fue publicado dos días después de su muerte adversas, e incluso desarrollarse hasta cuajar en el
en el diario «El País». artículo de Ferrater que constituye su última re­
Esta circunstancia permite una reflexión am­ flexión.
plia. El artículo postumo de Ferrater tiene a mi jui­ En el momento de redactar este artículo, una
cio un valor indudable porque se agrega a los apor­ nueva fase más desconcertante que nunca se abre
tes del feminismo teórico, como un punto de con­ en esta postguerra de tristeza infinita sin que toda­
fluencia al que se llega desde distintas líneas de vía nadie rinda cuentas de este mortífero y cínico
pensamiento. «nuevo orden'internacional». Un tiempo para el
que no hemos de contar ya con este profeta lúcido
Por lo que yo pude constatar en esos días de la
y neto, muerto prematuramente en su edad madura.
guerra, entre las voces no reclamadas a terciar con
el rango que merecen se cuentan las feministas Vino a morir a su tierra. Como él, tantos otros
españolas. Y ello apareció como más evidente en intelectuales y con ellos otros refugiados latinoa­
un momento así. Por ello, lo que Ferrater viene a mericanos vienen a vivir en ella. El proyecto trans­
reconocer en su artículo es el valor de proyecto formador que estos españoles fueron obligados a
hacia la paz que subyace en el feminismo como dar a conocer y a desarrollar fuera de su país, es el
ideología. Lo que se destaca en él es su posibilidad bagaje que yo ofrezco para analizar la nueva reali­
personal de acogerse a tal proyecto sin prejuicios, dad .española, tan rica y compleja.
que, por lo que conozco y sé de la evolución el El avatar de unas circunstancias políticas ad­
pensamiento del profesor Ferrater, ni es casual, ni versas de un lado y de otro, ha generado esta si­
es coyuntural, sino que obedece al talante abierto, tuación cultural y vivencial que permite devolver
especulador y creador del pensamiento español, los conocimientos que se recibieron y recibir los
cuyo rigor y potencial transformador, adelantándo­ que se dan. Sin duda es ésta una situación gratificante
se al europeo, comenzó a singularizarse en la II que contribuye a reforzar nuestra más íntima y fe­
República y ha sido capaz de sobrevivir, a pesar de cunda vinculación.»

227
El triunfo del Hay que rendirse a la evidencia: las feministas
(y los feministas, que también los hay, a Dios gra­
cias) tienen razón. Claro que porfeminismo pueden
machismo* entenderse muchas cosas, algunas de ellas bastante
extravagantes. Pero permítaseme subrayaren el fe­
minismo dos rasgos muy importantes y que pare­
José FERRATER MORA cen en buena medida contrapuestos.
’ Artículo postumo publicado en «El País» el 31 -1 -91
JOSÉ FERRATER MORA (16-11-1946) Por un lado, se puede entender porfeminismo
la justa reivindicación de los derechos de las muje­
res en todos los órdenes de la vida y a todos los
niveles de la sociedad, lo que lleva a pensar que
todas las funciones que desempeñan, o han solido
desempeñar, los hombres deberían ser igualmente
accesibles, y en la misma medida, a las mujeres, de
manera que así como hay hombres soldados, debe­
ría de haber también, y acaso en igual proporción,
mujeres soldados.
Por otro lado, por feminismo se puede enten­
der la idea de que es, o en todo caso ha sido hasta el
presente, más propio de las mujeres (o de su mayo­
ría) que de los hombres (o de su mayoría) cierta
actitud ante la vida que subraya el valor de la
ternura frente a la dureza, de la compasión frente a
la crueldad, de la placidez frente a la violencia, y un
largo etcétera.
En mi opinión, los rasgos contrapuestos indi­
.... .AaA&í. í&é? ■ cados no son —o no deberían ser— incompatibles
con tal que se subrayen los aspectos positivos y se
. descarten al máximo los negativos. Así, la igualdad
social, económica, profesional y jurídica tendría
que aplicarse a muchas funciones, pero no a todas.
Por ejemplo, me parece de perlas que las mujeres
disfruten de tal igualdad en lo que toca, por ejem­
plo, a ser jefe de empresa, jefe de gobierno, minis­
tro, diplomático, médico, juez, químico, etcétera,
pero dudo de su valor en lo que concierne a ser
verdugo o matador de todos, que de todos modos
son funciones que deberían desaparecer en cual­
quier sociedad razonablemente civilizada. En cuanto
a la compasión, el cuidado, etcétera, me parecen
igualmente excelentes si no los confundimos con la
sentimentalidad, o la sensiblería, pero no es abso­
lutamente inevitable (aunque también ocurre) que
lo primero desemboque inevitablemente en lo se­
gundo. Puede que sí, pero puede que no: en asuntos
humanos las cosas suelen ser más complejas de lo
que, por mor de la brevedad, estoy presentando.
De todos modos, en este momento no me
importa el feminismo, que ya no tendría sentido en
una sociedad donde no persistieran problemas de
discriminación respecto a la mujer, sino más bien el
machismo, que no tiene sentido en ninguna especie
de sociedad. En la medida en que el feminismo,
entiéndase como se entienda, contribuya a denun­
ciarlo y a tratar de eliminarlo, puede ser extremada­
mente beneficioso.

228 229
El machismo del cual hablo es primordial­
mente una mentalidad, entendiendo por ésta un
cierto sistema de actitudes y de valores (o disva­
lores). Es la mentalidad que hoy, con la guerra del
Golfo Pérsico arreciando fuerte, está triunfando.
• No hablaré de esta guerra ni de quién tiene
José Ferrater Mora en La Habana, 3-XI-1940. Al dorso, manuscri­
razón o deja de tenerla en ella, primero porque en
to por José Ferrater: «Puerta de nuestra casa. Las dos ventanas una guerra nadie tiene enteramente razón (guerra y
de la izquierda —las más altas— son de la casa. Las otras, no». razón se dan de bofetadas), y segundo, porque me
he ocupado del asunto en una serie de artículos
recientes en la prensa diaria. Hablaré únicamente
de un hecho que me parece indiscutible: que duran­
te las guerras el feminismo, entiéndase como se
entienda, pero especialmente en el sentido antes
apuntado, se marchita y agota y hasta parece un
contrasentido, mientras que el machismo reverde­
ce y florece.
■ Por lo poco que se puede ver en las pantallas
de televisión de la vida en Irak y en países donde
Sadam Husein es celebrado como un héroe, la
impresión de machismo —violencia, agresividad,
ferocidad— es impresionante. Aun descontando la
nada incierta posibilidad de que las multitudes —
que, como es sabido, se desmandan fácilmente ante
las cámaras de televisión— se hallen regimentadas
por un poder que, ¿quién sabe?, puede inclusive ser
despreciado o sentido como oprimente en otras
situaciones, no se puede por menos que sentirse
abrumado, y hasta aterrorizado, por esas manifes­
taciones ultramachistas en las que, para descoyun­
tar aún más las cosas, participan, a veces incluso
con mayor furia, las mujeres.
Muy bien, se dirá, pero ésos son rasgos cultu­
rales, a diferencia de los naturales, que pueden ser,
si bien se mira, menos violentos o menos arbitraria­
mente violentos: los leones despedazan a sus pre­
sas, pero sólo en la medida en que satisfacen sus
apetitos carnívoros y no por un quítame allá esas
pajas o por el petróleo, y desde luego no se despe­
dazan unos a otros. En todo caso, los occidentales
—valga lo que valga, que no es mucho, la palabra—
somos diferentes.
¿Se está tan seguro?
Los que se llaman rasgos culturales están a su
vez asociados a tipos de mentalidad que pueden
manifestarse de modos muy diversos; una gran mul­
tiplicidad de rasgos culturales pueden pertenecer a
un mismo tipo de mentalidad. Y si se dice de tales
o cuales rasgos que son valiosos y de tales o cuales
otros que no lo son, se comete la falacia de suponer
que hay una correspondencia unívoca entre rasgos
cultural y mentalidad. En este sentido, es impropio,
o por lo menos dudoso, pensar que hay un tipo de
mentalidad —en este caso, machista— que se ma-

230
nifiesta en el mundo árabe, o en ciertas porciones mismo una manifestación de machismo. ¿Y qué
del mismo, pero que no aparece en el cuestionable diremos de las fanfarronadas que vomitan algunos
Occidente. Es, además de impropio, doblemente de los miembros de las fuerzas armadas hoy en con­
machista. flicto acerca de la tarea que se les ha pedido llevar
Una multitud exaltándose crecientemente en a cabo, o de lo bien que la llevaron a cabo en tal o
el curso de un partido de fútbol es una manifesta­ cual coyuntura, o acerca de si, y cuándo, se le va a
ción de machismo. No pocos conciertos de rock son dar al enemigo una buena patada en el culo? Et­
machistas a machamartillo. Del toreo y del boxeo, cétera.
no digamos. Las innumerables películas consisten­ Pero, señor mío, le estoy oyendo decir a un po­
tes esencialmente en tiros, explosiones y de­ sible contradictor: nada de eso va realmente en se­
fenestraciones son versiones, corregidas y aumen­ rio. Es juego, diversión, entretenimiento, expresión
tadas, del modo de ver, y de maltratar, el mundo a de civismo, natural e inevitable rudo lenguaje sol­
lo John Wayne, que fue un machista a ultranza. Los dadesco, etcétera. ¿Me va usted ahora a decir que
programas electrónicos que permiten a un febril beber cerveza amorrándose a una botella es tam­
jugador, agarrando a tiempo una palanquita, destruir bién una expresión de machismo?
5.000 tanques con todas sus tripulaciones, o elimi­
Tengo que contestar que no, por supuesto, y
nar un par de planetas supuestamente enemigos (con
que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa,
varios millones de semejantes a bordo) meramente
como escribió hace un par de siglos un obispo an­
apretando un botón, son ejemplos de premachismo,
glicano doblado de filósofo. Pero a la vez siento una
y escribo pre porque, por lo común, se trata de un
comezón que me hace pensar: no, pero, bueno, casi,
entretenimiento propio de chicos (chicas, mucho
casi; por ahí se va o, por lo menos, por ahí se puede
menos) adolescentes y puede muy bien ocurrir que
ir donde juzgo que no se debería.
no tengan luego mayores consecuencias; en mi
infancia, hace ya décadas sin cuento, jugábamos a En todo caso, hay una mentalidad de guerra co­
soldados y hasta a la guerra, y no por eso hemos mo hay una mentalidad de paz. La mentalidad de
terminado todos aspirando a devastar el universo. guerra se halla estrechamente asociada al machismo.
No hay que concluir, pues, que todos los intendis- La de paz, íntimamente ligada al feminismo. La
tas del presente vayan a seguir en el futuro des­ cuestión, pues, es: ante varios sistemas de valores,
viviéndose para aniquilar galaxias enteras. Aun­ ¿cuál se prefiere? En mi caso, uno que esté más bien cer­
que bien mirado, sin embargo... Desde luego, el pa- ca del feminismo. En cualquier caso, uno diametral­
trioterismo, a diferencia del patriotismo, es asi­ mente opuesto al machismo. Definitivamente. ■

231
Posiblemente nadie haya definido con tanta
LOS CAMINOS justeza el doloroso proceso del exilio, como el
escritor argentino Julio Cortázar. La diferenciación
DEL EXILIO Y entre exilio político-ideológico forzado, exilio cul­
tural y exilio interno, nos han servido como base
DEL DESEXILIO para la comprensión de este «limbo de penum­
bras», pleno de vacíos e incertidumbres, al que las
CULTURAL dictaduras de aquí y de allá nos obligaron a padecer.
La historia de Sudamérica es una historia de
despojos y de invasiones, de renunciamientos, de
Mirta VIDELA BRAVO explotación, de dolor y de caminos de resistencia.
No es desde luego su patrimonio exclusivo, ya que
la gran mayoría de los pueblos han sabido en algún
momento de su historia de procesos semejantes de
autoritarismo, abuso de poder y persecución irra­
cional para los que opinan diferente, poseen otro
color de piel o no profesan iguales credos.
Profesores de las Universidades de Córdoba y La Plata, Rosario, En estos dolorosos hechos existen matices di­
1964. Congreso Internacional de Psicología Aplicada y O.P.. (a la ferentes. Por un lado, en lo que se refiere a quienes
Izquierda Fernanda Monasterio, en primer término Mirta Videlá).
deben huir ante el peligro real o temido, de perse­
cución y amenaza de tortura, desaparición o muerte
propia, o de sus seres queridos. Por otro lado, están
quienes irremediablemente se quedan y no pudien-
do partir deben callar, renunciar a la manifestación
de sus ideas, quemar los libros «peligrosos al siste­
ma» y engrosar las filas de las catacumbas de la
resistencia cultural. En lo que a mí concierne, es­
tuve en el segundo grupo.
Nuestra generación ha sabido de enterrar fusi­
les, ideales y textos, quedarse con los dientes apre­
tados esperando lo tan temido. Pero también supi­
mos de la búsqueda incesante de formas de resis­
tencia pasiva, tratando de preservar nuestra estruc­
tura mental, para mantenemos íntegros en el marco
de la locura fascista, del autoritarismo esterilizante
y de la influencia de las campañas psicológicamen­
te montadas, para demostrarnos la traición de nues­
tros compañeros exilados, de la misma forma que a
ellos el tratar de convencerlos de nuestro supuesto
proceso de asimilación al sistema.
Los que no tuvieron la posibilidad de pertene­
cer a organizaciones políticas o de derechos huma­
nos, fueron sujetos pasivos y principales víctimas
de los mensajes de la dictadura, destinados a crear
la desconfianza y la duda entre hermanos. Mensa­
jes tales como: «Si se lo llevaron, en algo raro an­
daría», intentan justificar e insensibilizar ante los
secuestros y las desapariciones cotidianas. De la
misma forma se hacían correr rumores en relación
a los exilados «que ganaban miles de dólares» y es­
peculaban en otros países con su situación, «des­
prestigiando al país con relatos de hechos falsos».
Se referían a las denuncias por la existencia de
campos de concentración y tortura, de todo aquello

232
sobre lo que se tendió un manto de ocultamiento Creo sinceramente que el exilio de los repu­
organizado. blicanos españoles en América del Sur no debe
haber sido igual que el de los que se fueron a París,
Pensar, crear, producir en estas condiciones,
Londres o algún otro país nórdico. Como tampoco
ha sido verdaderamente una empresa casi imposi­
fueron lo mismo para nosotros, los latinoamerica­
ble. La energía está concentrada en el sobrevivir y
nos, el llegar de nuestras pampas del Martín Fierro
se comienza a permanecer en lo que Paulo Freire
a las tierras del Quijote.
llama «la cultura del silencio». El miedo, la muerte
y el terror neutralizan y desequilibran nuestra capa­ Los espejos en que nos miramos son los espe­
cidad creadora. jos de la misma madre-lengua, los reflejos que allí
se producen han tenido la fuerza de los lazos de an­
Sin embargo, los psicólogos que se dedicaron
tepasados comunes y la fecundidad necesaria para
específicamente a estos hechos, opinan que los exi­ la permanencia.
lados políticos que se marchan de sus países suelen
ser más fecundos que quienes deben quedarse su­ Alguna vez los abuelos vinieron y trajeron se­
mergidos en condiciones que los acorralan y hos­ millas que fecundaron en este sur, más tarde otros
tigan, conviviendo con familiaridad con la muerte llegaron buscando protección y formas de sobre­
y el horror. vivencia. Nuevas semillas de ideas desparramaría
el pampero en nuestras tierras, mezclándose armo­
Ellos también deben padecer un proceso vio­ niosamente en una nueva síntesis criolla-ibérica.
lento de pérdidas y de duelos por amigos y compa­ La dolorosa historia de los totalitarismos sudame­
ñeros, muchas veces por familiares muy queridos. ricanos volvió a condenarnos a una nueva diàspora,
Estos desaparecen, se mueren o se escapan. La ma­ y otra vez los brazos de la primera madre-tierra de
yoría de las veces sin lugar para el adiós o la des­ nuestros antepasados hizo de nosotros un puñado
pedida. Aquellos que se marchan se sienten arran­ de hijos protegidos y cobijados. Esto sucedía casi
cados de cuajo, como el árbol de su tierra, de su paralelamente a la finalización de la dictadura en
cotidianeidad, de sus casas, de sus barrios, de su España y la muerte del dictador que los sometiera
lengua y su cultura. Quizá sea por eso que, como durante cuarenta años.
dice Cortázar, «el exilio y la tristeza van siempre de
la mano». A esta altura de la reflexión sobre los aconte­
cimientos de uno y otro extremo del Atlántico, que
Es precisamente este mismo escritor argenti­ produjeron esta especie de hemorragia cultural, es
no, condenado por años a vivir fuera de su país, posible que a nuestro «exilio de Gardel» se le pue­
quien convocaba desde sus discursos y sus libros dan realizar lecturas muy distintas, con un monto
para que los exilados convirtieran este disvalor menor de tristeza tanguera y un poco de más de hu­
nostálgico en un valor positivo de combate intelec­ mor de chamamé, cueca cuyana y ritmo de sevilla­
tual, que borrara definitivamente el triunfo y la nas.
afirmación de la dictadura, para que cuando algún
exilado entrara en el lento y penoso camino de la Quisiera ser entendida, ya que temo que quie­
nes han padecido el dolor del exilio supongan que
renuncia de sus ideas, no se convirtiera en un
este hecho pueda ser valorado positivamente por
«escriba de la amargura», del resentimiento o de la
mí. Nada tan lejos de los propósitos o sentimientos
desesperación melancólica.
de quien escribe. Yo también formé parte de las
Todo desarraigo requiere de un complicado filas de quienes apretaron los dientes y callaron
proceso de reajuste a la nueva vida, acompañado de para no morir. Mi intención, estimulada por pala­
una reflexión sobre sí mismo y los demás. Es una bras de Julio Cortázar, es la de aportar algunas ideas
forzada manera de convivir con otros en el marco que rescaten para nuestros nietos un valor al disvalor,
de una historia y de una geografía diferente. Mucho una riqueza a la devastación y un acento especial a
se ha escrito acerca de todo esto. Pero posiblemente todo lo que pudo nacer y vivir dentro del terror y de
no se haya analizado lo suficiente acerca de los las pérdidas.
acontecimientos consecuentes para aquellos que se
La idea de escribir acerca de estas circunstan­
exilan en países con una lengua común y una raíz
cias me apareció ante un hecho que se reitera en mi
cultural consanguínea, como el caso de España y
vida profesional en España. Colegas y alumnos
los países latinoamericanos.
suelen repetir que «el psicoanálisis llegó gracias a
Es posible, como dicen los indios mapuches los argentinos exilados de los años setenta», o que
de la Patagonia, que uno sólo sabe definitivamente «todos los psicólogos de allí somos psicoanalistas
qué clase de persona es «cuando se recorren, reco­ de raíces inglesas o francesas». Esto es una verda­
nociéndolos, los caminos de nuestros abuelos». dera falacia que requiere su rectificación. Aunque

233
es posible que inclusive algunos compatriotas míos
también la padezcan.
Para rectificarlo, me propongo relatar algunos
hechos históricos que me posibiliten demostrar dos
afirmaciones: la primera: muchos psicólogos ar­
gentinos, sobre todo los egresados de las primeras
camadas de las universidades estatales, fueron for­
mados por profesionales españoles exilados, repu­
blicanos que trajeron hacia Sudamérica el cúmulo
del pensamiento y las ideas que no pudieron desa­
rrollarse en España por la dictadura; la segunda: el
psicoanálisis fue hacia Sudamérica, iniciándose en
Argentina, gracias a psicoanalistas españoles, hijos
de españoles y europeos que procedían de combatir
en las brigadas voluntarias de la Guerra Civil.
Nuestra tierra se fertilizó con ellos y se crearon teo­
rías y nuevas formas de abordaje técnico, que luego
clandestinamente se leían en España, hasta que la
diàspora del 76 devolvió enriquecido el legado
recibido.

Psicólogos argentinos formados


por republicanos españoles
Alrededor de 1957 a 1960 se fundaron las
carreras de Psicología en las universidades.de todo
el país. En las ciudades de Buenos Aires, Rosario,
Córdoba y Tucumán, la mayoría de los docentes
fueron psicoanalistas argentinos. En las ciudades
de La Plata (capital de la provincia de Buenos
Aires) y de Mar del Plata, el plan curricular tenía
peculiaridades absolutamente diferentes a las ante­
riores.

Mar del Plata, 1960. Congreso de Psiquiatría. Profesores de la En lo personal, pertenezco a la primera pro­
Universidad de La Plata. moción salida de la Facultad de Humanidades de
La Plata, como psicólogos, en el año 1962. Nuestra
formación fue realizada por la creadora de la carre­
Congreso Uruguayo de Psicología, 1963. En el centro Fernanda ra, la médica española madrileña, Fernanda Mo­
Monasterio. nasterio. Junto a ello don Juan Cuatrecasas, médico
catalán e integrante del gobierno de la República
Catalana en el exilio, don Emilio Mira y López y en
los comienzos don Angel Garma, psicoanalista
vasco (uno de los fundadores de la Asociación
Psicoanalítica Argentina), quien junto con la Dra.
Monasterio fueron discípulos de don Gregorio
Marañón.
Seguramente escribo por otros, cuando re­
flexiono acerca de la influencia que tuvo en mi vida
personal y profesional, el pensamiento de españo­
les como Fernanda Monasterio, a quien cariñosa­
mente apodábamos «la gallega». Me tocó además
el ser protagonista de un hecho de doble valoración:
mi condición de estudiante de bajos recursos se
benefició con una beca universitaria y esto a su vez
me posibilitó el cursar mi carrera «bajo el ala» de
Fernanda.

234
Evalúo esto doblemente porque ella me tomó Cuarenta años es un montón de tiempo. Por
en forma personal la responsabilidad de transfor­ eso algunos no volvieron a España y quedaron con
marse y formarme, lo cual me puso en un lugar de nosotros, como Garma o Cuatrecasas. «La Galle­
exigencia, no sólo en el resultado de mis estudios y ga» retomó a su Madrid querido. En 1977 dicté mi
exámenes, sino en la ampliación de mi visión del primer curso allí y ella estaba sentada entre los
mundo, el desarrollo de una conciencia política y alumnos. Mi emoción era tal y ese hecho tuvo para
un compromiso personal con los hechos socio- mí tanta fuerza, que quizá no pueda ser objetiva
políticos de mi país y del resto del mundo. para describirlo. Allí estaba yo con mi exilio cultu­
ral, hablando de lo que en mi país no se podía
Cuando todas las formaciones universitarias
hablar. De la democracia, del pensamiento republi­
de los psicólogos se orientaban hacia una clínica de
cano, enfrente de quien me alfabetizó en ello,
lo individual, con fundamentos psicoanalíticos,
durante su propio largo exilio. Yo estaba diciendo:
casi excluyentes de otros estilos de pensamiento,
la interdisciplina en el campo de la Medicina y de
nuestra formación se diseñaba hacia actividades en
la Psicología es como la democracia en política.
el campo del trabajo, de la justicia o la educación.
Una es forma de convivencia laboral y otra es forma
Agreguemos a ello las sólidas bases biantropo-
de convivencia social. La intolerancia entre los
lógicas que Cuatrecasas y Monasterio incluían en
profesionales de la salud y las posturas omnipoten­
las asignaturas.
tes y hegemónicas se asemeja a la intolerancia e
Don Angel Garma inicia en 1942 el pensa­ irracionalidad del fascismo y las dictaduras.
miento psicoanalítico en la Medicina Psicosomática Fernanda estaba emocionada y yo también.
y años más tarde sus compatriotas, en La Plata,
Mi segunda actividad docente en España fue
introducían el pensamiento teórico de Gregorio
en Barcelona, allí me di cuenta del real significado
Marañón, Roff Carballo y Lain Entralgo. Los psi­
cólogos platences sabíamos de Freud, pero también de la dialéctica en las ideas. Los psicólogos españo­
de Germain, Chauchard, Merleau Ponty, Sartre o les, formados durante el régimen, se encontraban
Paulov. despojados de lo que nosotros habíamos recibido,
pero también se había logrado con mucha habilidad
Estudiar Psicología en Argentina, en «el sur- generar prejuicios hacia el psicoanálisis, de tal suer­
sur», alternando textos con poemas de García Lorca, te que poseían un esquema teórico de tal magnitud
no fue precisamente un hecho muy habitual. Pero, como lo era en la obstetricia la ignorancia y el
lo que seguramente fue definitivo en el legado rechazo por la anestesia epidural.
recibido, se trató de una especialización en el
campo de la Psicología aplicada al área laboral, que Tuve en ese entonces la oportunidad de escu­
nos permitió cursar materias con los estudiantes de char y de discutir en Madrid con un médico espa­
ingeniería, hacer prácticas en fábricas y recorrer ñol, don Alvaro Aguirre de Cárcer, acerca del tema.
centros fabriles, hornos de fundición de acero, Mi asombro me dejó sin palabras, al escucharle
represas, fabricaciones militares y sindicatos, a lo intentar demostrar que «la sofrología era la forma
largo de todo el país. De ello me queda el respeto más desarrollada del pensamiento psicológico»
por quien padece en su trabajo, y mi dedicación (mezcla de sugestión e hipnosis), y «que Freud ha­
actual al tema. En el campo de la clínica, nuestra bía sido superado por ello». Cuando se trata preci­
práctica de estudiante iniciada en un hospital de sa-mente de lo contrario.
tuberculosos, mucho antes de conocer un loquero, En la tierra de Cuatrecasas inicié entonces una
al menos en mi formación fue demarcatoria de un tarea, que continuo hasta el presente, tal como la
interés por las instituciones médicas y lo que más hacen muchos compatriotas desde esa época. Pero
tarde se convertiría en mi especialidad en temas de esto nos lleva hacia el segundo punto del análisis
interdisciplina en ginecobstetricia. que propuse.
Para una adolescente de 17 años en esos años,
proveniente de una provincia al pie de Los Andes, El psicoanálisis parte de España
no había muchas oportunidades privilegiadas como hacia Sudamérica
ésta descrita. No me alcanzaba aún mi precaria
El «mapa rutero» del pensamiento psicoana­
cultura de familia humilde para entender, pero sí
lítico estuvo signado por los acontecimientos de las
podía sentir el dolor que nuestros docentes mani­
guerras y sus consecuencias en la migración y el
festaban cuando hablaban de la Guerra Civil, del
exilio.
tirano y compartían con nosotros ese exilio descar­
nado, tremendamente productivo y fertilizante para En 1904 nace en Bilbao Angel Garma, sus
sus alumnos, hasta me atrevería a definirlo también padres emigran a la Argentina cuatro años después
como ejemplificador. y él que se queda con la abuela en España. Estudia

235
Pichón era amigo de un acaudalado comer­
ciante e industrial de Buenos Aires, Francisco
Juliet Mitchell Muñoz, quien agradecido por la curación que éste
le había realizado de una agorafobia se convirtió en
-
el mecenas de los primeros psicoanalistas y, sin
querer, favoreció la difusión de este pensamiento
por Sudamérica. Creó una «beca Muñoz», con lo
cual se fundó la Revista de Psicoanálisis y se becó
a colombianos, brasileros, mexicanos, uruguayos,
que querían estudiar en Buenos Aires.
Enrique Pichón Riviere estaba profundamen­
te involucrado en la solidaridad con la España
Republicana y había realizado una colecta popular
con los conductores de autobús (los «colectiveros»),
Psicoanàlisis yfeminismo quienes fueron los primeros en enviar una ambu­
lancia a España. En tanto, Marie Langer formaba
Freud, Reiche Laings parte en Uruguay y Buenos Aires de la Comisión de
y las mujeres Solidaridad con la República Española. Dando una
conferencia para juntar fondos para ésto, cuando
trabajaba de cocinera en Montevideo, Marie vuelve
al psicoanálisis abandonado en Viena, luego de
escapar de ser fusilada en Barcelona.

EDITORIAL ANAGRAMA En mi formación personal Marie Langer ha


sido la consolidación de todo aquello que comencé
con Fernanda Monasterio. «Mimi fue mi psicoana­
en Madrid, discípulo de Marañón. Se traslada hacia lista, mi colega y finalmente mi amiga. Por eso creo
Alemania a perfeccionarse en Neuropsiquiatría y que es esencial explayarme hacia el final de este
en el año 1929 comienza su carrera psicoanalítica. artículo, en su historia, su relación con España y su
En 1936 emigra a París por la Guerra Civil y la influencia sobre el pensamiento argentino, en el
proximidad de la Guerra Mundial le hace partir psicoanálisis y en los movimientos feministas.
definitivamente a Buenos Aires. Llevaba una pro­
funda formación psicoanalítica y muchos trabajos Quizá debiera tomar su historia en un punto
ya publicados. que me conmueve especialmente, lo relata Juan
Carlos Volnovich (psicoanalista exilado nueve años
En un hogar de españoles en la ciudad de La en Cuba). Cuando Mimi introduce el psicoanálisis,
Plata, nació en 1903 Celes Amesto Cárcamo, quien como broche final de sus empeños vitales en la
estudió Medicina, Filosofía y Literatura, y al leer a tierra revolucionaria, Fidel conoce a Marie Langer,
Freud decide trasladarse a París para estudiar psi­ «abriendo los brazos enormes y apoyándola contra
coanálisis en 1936. Allí conoce a Garma y deciden su pecho, mientras acariciaba sus cabellos blancos
trabajar juntos en el tema en Argentina. y reflexionaba sobre el honor que para él era, decía,
En 1907 nace en Lyon, Francia, Enrique Pi­ que una persona como tú simpatice con la Revolu­
chón Riviere y casi inmediatamente sus padres se ción Cubana, tú que naciste en Viena, si hasta prima
trasladan hacia la Argentina, estableciéndose en el ' de Freud debes ser, que estuviste en el Partido
noreste del país, en la selva chaqueña. En 1938, ya Comunista Austríaco, que estuviste en la Guerra
médico, dedicado a la psiquiatría y estudioso teóri­ Civil Española, que eres la madre del psicoanálisis
co del psicoanálisis, se reúne con Garma, Cárcamo latinoamericano...».
y un médico argentino, hijo de rusos-judíos, Ras- Cuando Mimi se recibe de médica en Viena en
covsky, y comienzan un grupo-conjunto de estu­ 1935, ya Freud había sido traducido en España por
dio, que en síntesis llevaría más tarde, agregándose
López Ballesteros en 1922. Era leído por profesio­
a ellos una mujer, Marie Glas de Langer, a fundar
nales e intelectuales españoles. Posiblemente por
la Asociación Psicoanalítica Argentina.
muchos de los que, junto a ella, germinarían
Garma, Cárcamo y Langer fueron los prime­ Sudamérica con el pensamiento de quien proponía
ros psicoanalistas con formación y psicoanalizados, levantar las barreras de la represión sexual y explo­
que a su vez fueron los psicoanalistas y controles en rar los oscuros senderos de la mente para recono­
la formación de todos los que le sucedieron. cerse a sí mismo. Ideas tan molestas a los sistemas

236
totalitarios y fascistas, que como en el caso del razón / Pero no hemos perdido nuestra patria / nues­
dictador español, prefirieron apadrinar teorías que tra patria está ahora frente a Madrid”».
consideraran al ser humano como un cobayo a
El exilio de Mimi en Argentina la lleva a
entrenar y adoctrinar, sugestionar, dominar y so­
silenciar su ideología política y sólo puede compar­
meter, castigando a martillazos, duchas frías, y
tirla con Pichón Riviere. Dice: «Me asusté mucho
descargas eléctricas, lo que se resistiera lo que
cuando llegó Perón; pensé que era el fascismo
fuera diferente a lo propuesto.
cuando escuché su discurso. La manera de hablar
Marie Langer era militante del Partido Comu­ era para mí la de Hitler. Con mi marido considera­
nista Austríaco y psicoanalista. Ambas activida­ mos la posibilidad de irnos. Efectivamente sustituí,
des, alrededor de 1934, entran en absoluta contra­ en dedicación y lealtad, durante varias décadas, mi
dicción. Los libros de Freud son quemados por los militanciapolítica por una “militancia” institucional
nazis y los psicoanalistas pasan a ser «mal vistos» psicoanalítica, sin por eso romper nunca del todo el
por la Gestapo. Freud era judío (también Freud fue vínculo con la izquierda. Me gustaría hablar de las
prohibido por Franco). En 1936 Mimi es arrestada consecuencias del exilio. Yo era ciudadana de
por trabajar «a favor de la paz» y es amonestada por segunda categoría. Tenía que callarme mi marxis­
los psicoanalistas. Allí toma su decisión de irse a mo; me callaba la crítica a determinado estilo de
España y combatir al fascismo, como médico de las vida hipomaníaco, derrochador, consumista e
Brigadas Internacionales, convocadas por La exhibicionista... Me autocensuré hasta cuando es­
Pasionaria. Trabajó allí como anestesista y colabo­ cribí “Maternidad y sexo”».
radora de su marido, Max, cirujano. Podría hablar y escribir sin parar de Mimi, ya
Dice Mimi de su llegada a España: «Nunca que su vida y su obra es por demás fascinante. Pero
antes, ni después, vi una ciudad tan alegre, tan llena aquí me toca decir que tomé la posta de sus ideas en
de música y entusiasmo, tan excitada como Barce­ 1963, cuando trabajando con las mujeres humildes
embarazadas de los hospitales públicos, intenté
lona de entonces. Desbordada de afiches, de con­
aplicar sus ideas y sus teorías, pero no me alcanza­
signas y hasta de ornamentos, hechos de tira de
ban. Mi formación universitaria me permitía enton­
papel sobre los escaparates, aunque todos sabíamos
ces preocuparme por la injusticia que veía en el
que estaban puestos para proteger el vidrio contra
trato con las pacientes, pero también en los salarios
los ataques de la aviación enemiga, parecían existir
diferenciales de las comadronas y las enfermeras,
únicamente para embellecer la ciudad y realzar su
en el machismo de los médicos y directivos de
alegría. La rambla parecía una fiesta. Por error
salud. Así nació mi primer libro «Maternidad, mito
estudiábamos catalán, creyendo que era español y
y realidad», cuyo prólogo escribiera Marie Langer.
luego, como nos confundieron con ingleses, no nos
Yo nada sabía entonces de su vida y sus ideales
daban destino en los comienzos». políticos. Tiempo pasó hasta descubrir cuánto
Lo peor de todo quizá fue que también la compartíamos. España vuelve a marcar la vida de
confundieron con una espía, cuando intentó inte­ Mimi. En 1966 su hija Ana le pide que hable en un
grarse al partido comunista catalán, porque no tenía acto que organizaba en su colegio, en homenaje a
su carnet austríaco, que lo había quemado. Poste­ las Brigadas Internacionales de la Guerra Civil
riormente se supo que estaba siendo investigada Española, con la intención de organizar algo seme­
para un fusilamiento y que la salvó la intervención jante para la Guerra de Vietnam. Ella duda, final­
de un sindicalista austríaco. mente lo acepta y frente a un público en el que
habían muchos sobrevivientes, toma la decisión de
Mimi relata en uno de sus libros el impacto retomar su actividad política en la izquierda.
que le produjo conocer a Dolores Irribarri, por su
simpatía e inteligencia y además por representar la Se iniciaría entonces toda una etapa de
participación de las mujeres de la izquierda españo­ cuestionamiento de la institución psicoanalítica
la en el poder de decisión. tradicional, de los psicoanalistas aburguesados y
olvidados de los orígenes militantes del psicoaná­
Dice Mimi de la Guerra Civil: «Aprendí mu­ lisis, de la técnica al servicio de una buena adapta­
cho y no solamente de cirugía. Vi que mi pobre ción al sistema, de la negación del marco social,
“español Tarzán” era, sin embargo, suficiente para político y económico. Un grupo de colegas, pacien­
atender a los heridos graves, moribundos, ya que lo tes y alumnos de Marie Langer, engrosaría las filas
único que pedían era “agua” o “madre”. Madrid era del movimiento denominado «Plataforma» y «Do­
símbolo y mito. A Madrid cantábamos en todo los cumento», encargados de mover los cimientos
idiomas de las brigadas “Nosotros que nacimos en burocratizados de la práctica psicoanalítica sud­
un país lejano / salimos llevando sólo odio en el co­ americana.

237
MARIE LANGER
NOES
UNA DAMA "■"■"MONTSERRAT RD IG—

LA JOVEN VIENESA No podía preguntar otra cosa. Enton­ só que quizás su padre, aquel pacificó

1
ces la Viena imperial estaba segura de oficial de reserva que creyó en ella desde
QUE NO QUISO que iba a ganar todas las batallas contra que naciera, no iba a volver jamás. Pero
SER UNA DAMA el tiempo, y que éste era preciso e inamo­ regresó, como regresaron otros soldados
vible. Las mujeres y los niños despedían que la pequeña Marie vio hechos trizas y
Cuando a la pequeña Mario Langer le con flores a los soldados, en una ciudad con el rostro sombrío. Y entonces Marie,
dijeron que su padre iba a ir a la guerra, que olía todavía a un Danubio de leyen­ que lloró el día en que murió el empera­
sólo preguntó: da. Y cantaban: «Jeder Schuss, ein dor Francisco José como si se hubiera
—¿Quien lo matará, un ruso o Russ/Jeder Stoss, ein Franzos». Signifi­ muerto Dios, decidió que ella también
francés? caba que los austríacos iban a matar un iría un día a la guerra, si no como solda­
ruso por cada bala, un francés por cada do, por lo menos como médica, Y así fue:
estocada. Así que Marie Langer dio la muchos años después, Marie Langer es­
vuelta a aquel eslogan triunfalista y pen­ tuvo en la guerra de España encerrada
día y noche en un quirófano intentando
Quizás Marie Langer componer lo que la brutalidad de los
se hizo psicoanalista hombres despedazaba en las trincheras.
para comprender La historia de Marie Langer es la his­
cómo se destruía toria de este siglo. Nació en 1910, ha vi­
a la mujer-tipo, vido de cerca todo lo que en- la Viena
a la dama imperial era imprevisible: una Europa en
de entonces. ruinas, la desaparición de los seres ama­
dos en los campos nazis, la esperanza
que significó la guerra civil española co­
mo inicio de una época que no iba a sur­
gir jamás, el exilio a Argentina, el ascen­
so de los genocidios en Latinoamérica,
las torturas y los desaparecidos... Y, sin

238
Los textos, trabajos y publicaciones de todos Es bastante frecuente que quien analiza he­
ellos, serían parte de la corriente clandestina de for­ chos desde su óptica personal pueda resultar pedan­
mación de los psicólogos españoles, por ese enton­ te. En este caso, me ha resultado imposible genera­
ces adiestrados para repetir un conductismo inamo­ lizar hechos de mi historia profesional que me per­
vible, en el marco de la experimentación cientificista tenecen y de los que me siento feliz poseedora. Se­
más alejada de la realidad social. Dos o tres gene­ ría reduccionista si afirmara que otros hayan com­
raciones de colegas españoles supieron de Mimi, de partido el regalo que Fernanda Monasterio y Marie
Pichón Riviere, Bleger, Rodrigué, Bauleo y tantos Langer me brindaron. Ignoro si ellas se conocieron,
otros. pero yo les tengo dentro mío a las dos.
Luego un nuevo golpe militar fascista en Ar­ Es posible que otros colegas puedan analizar
gentina provocó la hemorragia intelectual de la el desarrollo de «la vuelta psicoanalítica» a España
cual he formado parte, que llevó a Marie Langer a a partir de 1976, o también la partida de la diàspora
México, a Rodrigué a Brasil, Bauleo a Italia y la psicoanalítica hacia la Sudamérica de comienzos
muerte dolorosa de Pichón Riviere y Bleger. de los años cuarenta. En este caso mi intención fue
Quisiera sintetizar, pero me cuesta. Quizás la de relatar hechos encadenados y significativos de
este trabajo me estimule para ampliarlo en un libro. la mutua influencia, a partir de los exilios y desexilios
Sólo he querido intentar una reflexión en apretada experimentados.
síntesis de los vaivenes de los exilios y desexilios Finalmente, me sumo a la voz de Julio Cortázar,
entre España y Argentina, de este callar y de este nuevamente, y junto al homenaje a su memoria su­
gritar, de este sembrar y de esperar los frutos de las giero que «intentemos puentes, intentemos cami­
ideas maltratadas.
nos hacia aquellos que desde muy lejos escucharán
Soy un producto de estos avatares y vaivenes. nuestra voz y la convertirán un día en ese clamor
Voy y vengo, fui y volví y lo seguiré haciendo. He que echará abajo las barreras que hoy los separan de
recibido y seguiré dando. la justicia, de la soberanía y de la dignidad». ■

TEXTOS REFERIDOS Grupo Colat y Cola: «Psicopatología de la tortura y el exilio».


Ed. Fundamentos. Madrid, 1982.
LANGER, Marie: «Mujer, marxismo y psicoanálisis». Recopi­
lación del J.C. Voinovich y S. Werthein. CORTAZAR, Julio: «Argentina: años de alambradas cultura­
Ed. Contrapunto. Bs. As. 1989. les». Ed. Muchnik. Bs. As., 1984.
—«Memoria, historia y diálogo psicoanalítico». Folios
ABERASTURY, Arminda: «Historia, enseñanza y ejercicio le­
Ediciones. México, 83.
gal del psicoanálisis en Argentina». Ed. Omega. Bs. As.
—«Maternidad y sexo». Ed. Paidos. Bs. As. 1965.
—Copiladora de «Cuestionarios I y II». Ed. Granica. Bs. VIDELA, Mirta: «Maternidad, mito y realidad». Ed. Nueva Vi­
As. 1974. sión. Bs. As. 1990.

239
MARIE LANGER. La última vez que vi a Marie Langer fue en el
V Congreso Argentino de Psiquiatría, celebrado en

UNA VIDA EJEMPLAR la ciudad de Córdoba en 1972.


Yo asistía como delegado de la C.O.P.R.A.
O EL DISCURSO DE (Confederación de Psicólogos de la República Ar­
gentina) y Carlos Castilla del Pino fue el invitado es­
LA MODERNIDAD pecial que inauguró ese Congreso con una conferen­
cia sobre los «Aspectos Sociales del Alcoholismo».
Oscar STRADA En 1972, Marie Langer encamaba en su bella
y esbelta figura lo mejor de todo aquello que
soportaban los ideales de la generación de los 60: la
convicción de que la Salud dependía de las condi­
ciones de vida y de trabajo y que la ideología do­
minante era el lubricante social que impedía la
transformación estructural de esas condiciones.
Era necesario contar con instrumentos teórico-
Paidós Marie Langer clínicos para desenmascarar las prácticas tecno-
Biblioteca cientificistas y denunciar la función de encargo
Maternidad social con que la ideología de la burguesía recubría
de psicologia
profunda y sexo dichas prácticas.
El Marxismo y el Psicoanálisis se constituye­
ron entonces en los instrumentos teórico-concep-
tuales idóneos para explicitar los discursos de la
sobredeterminación de la estructura social y de la
estructura psíquica del inconsciente. Marie Langer
representaba todo ello y estaba además comprome­
tida desde su juventud con las luchas y reivindica­
ciones de la mujer.
Educada en la Viena socialdemócrata, asistió
al Realgymnasium regentado entonces por una
mujer formada en Zürich, primera universidad eu­
ropea que admitía a las mujeres. Conoció no sólo a
Lou Andreas Salomé, al pertenecer al Círculo Vie-
nés del profesor Freud, sino que también se nutrió
de las enseñanzas de Alexandra Kollontai y admi­
raba a las primeras revolucionarias rusas como
Vera Figner y Vera Zasulich.
Como psicoanalista perteneció a la tercera
generación de mujeres que se formaron al lado de
Freud. Esto le permitió tomar en el campo de la
sexualidad femenina una posición ideológica más
libre que las mujeres que le precedieron. Pudo
superar las limitaciones biologistas de Helen
Deutsch y de Jeanne LampI de Groot, que partici­
paban de las concepciones involucionistas de
Marañón en cuanto al desarrollo biológico y fun­
cional sexual de la mujer.
Tampoco cayó en el culturalismo que desarro­
llarían Karen Horney, Fromm y Sullivan, años más
tarde en EE.UU., evitando así el discurso del
relativismo cultural y de la adaptación a la realidad,
en la que concluyeron finalmente los representan-

240
tes de la Escuela de Frankfurt, con Marcuse, Ador­
no y Horkheimer.
Marie Langer creía firmemente que la sociali­
zación de los medios de producción y los frutos de
una educación solidaria conducirían necesariamente
a crear lazos igualitarios entre el hombre y la mujer,
y entre padres e hijos.
Psicoanalíticamente, partió de la intuición freu-
diana de que la sexualidad femenina debía situarse
no en el espacio edípico, sino el pre-edípico. El
espacio edípico está dominado por el significante
del Padre y del Nombre del Padre. El espacio pre-
edípico por la línea materna; o sea, tiene que ver
más con la madre y la abuela que con el padre.
Si la mujer se funda en el intercambio, y esta
es la cuestión que la cultura no tiene aún resuelta,
será necesario la variación de esas premisas para
evitar la opresión que ello implica. Por eso apostó
por la posibilidad de variar las leyes del intercam­
bio. Esto la acercó, sin reconocerlo demasiado, a la
posición de Lacan, cuando plantea que lo que se
juega en la mujer no es sólo del orden del Ser o del
Tener, sino de la producción, entendiendo produc­
ción como creación.
Obviamente, la creación para Marie Langer
no es sólo la Maternidad y el Sexo, sino algo que
sitúa más allá del cuerpo y de su existencia: el
compromiso con las luchas sociales y la liberación
de los pueblos.
Desde esta posición podemos entender su
pertenencia al primer grupo de Médicos por la Paz,
en Viena, su incorporación a la Brigadas Interna­
cionales durante la Guerra Civil española, su apoyo
incondicional a Cuba, su colaboración con el San-
dinismo y sus denuncias de la represión y la tortura
en Chile y Argentina.
Esta dimensión ejemplar eleva su figura pa­
radigmática de mujer modelo de compromiso
profesional y militante, representación y símbolo
de un siglo que desplegó en el discurso de la mo­
dernidad la tarea de desmitificación y desciframiento
ideológico de las formaciones sociales en la fami­
lia, los grupos y las instituciones.
Tuvo además la elegancia y el buen gusto de
silenciar su voz grave y apagar sus increíbles ojos
azules al regreso de su exilio mexicano, en Buenos
Aires, anticipándose así a la declinación de los dis­
cursos totalizadores y globalizadores, denuncian­
do la precariedad existencial del ser parlante que
sitúan los discursos en la provisoriedad de los
objetos discretos.■

241
PUbUGKICffi

ÚLTIMAS PUBLICACIONES DEL INSTITUTO DE CULTURA «JUAN GIL-ALBERT»

Ensayo e Investigación Narrativa


P.A. BARTOLOME PINA: Geografía de la Enseñanza en la provincia J. L. MIRA CANDEL: Las brujas y los demás son cuentos chinos, 1992,
de Alicante. 1991, 462 pp., gráfs. 107 pp.
J.L CRUZ OROZCO: La Masonería durante la II República, 1992
Libros de Arte
J.A. MIRANDA ENCARNACIÓN: Hacia una sociedad industrial (El­
che, 1850-1930), 1991, 152 pp. E. RODRÍGUEZ BEWABZU-. El matíde les filies, 1992, 54 pp. (4 h.).
G. CHEYNE: Epistolario Altamira-Costa, 1992.
Ciencia
C. JÚAREZ SÁNCHEZ-RUBIO: Planificación hidrológica y desarrollo (En coedición con Edicions «Alfons el Magnànim», Valencia).
económico: el trasvase Tajo-Segura, 1991, 167 pp., gráfs.
AA. W.: Catàleg dels fons científic (segles XVI-XVIII) de la Biblioteca
P. DÍAZ MARÍN, J.A. FERNÁNDEZ CABELLO: Los mártires de la
«Fernando de Loaces», Oriola, 1991, 417 pp.
libertad. (La revolución de 1844 en Alicante), 1992, 177 pp.
Fuera de Colección
Espejo de Clio
PÉREZ BAYER, F.: Por la libertad de la literatura española. Estudio pre­ W.AA.: Iglesia, Sociedad y Estado en España, Italia y Francia (ss. XVIII-
liminar de A. Mestre Sanchís, 1991, 597 pp. XX). (Actas del Encuentro celebrado en Alicante los días 14 al 17 de
noviembre de 1990). Ed. a cargo de E. La Parra y J. Pradells, 1991, 549 pp.
Sermones revolucionarios del Trienio Liberal (1820-1823). Ed. de Gé-
rard Dufour, 1991, 211 pp. M. HERNÁNDEZ: Viento del Pueblo. Ed. facs. Ed. a cargo de J.C. Ro­
vira y C. Alemany, 1992, 168 pp. (Coed. con Ed. de la Torre).
Patrimonio Món de Néstor Basterretxea, 1991, 72 pp.; láms. (Coed. con Ed. de la
F. MASS1P: La Festa d’Elx I. Els misteris medievals europeus, 1992, 391 Guerra).
pp., figs. (Coed. con el Ayuntamiento de Elche). M. BEVIÁ-F. OLZINA: Món dArcadi Blasco, 1991, 71 pp., láms. (Coed.
con Ed. de la Guerra).
Recuperación
J. R. DE VERA FERRE: La formación de la red de carreteras de la pro­
J.V. MATEO, Alicante aparte, 1991, 163 pp. vincia de Alicante, 1833-1982, 1991, 160 pp. (Coed. con la Universi­
dad de Alicante).
Divulgación
AA. W.: Análisis morfoestructural del sector suroeste del campo de Ali­
L. HERNÁNDEZ: Pintura decorativa barroca en la provincia de Ali­
cante, 1991. (Coed. con la Universidad de Alicante), 1992, 152 pp., láms.
cante II (Antonio Villanueva, 1714-1785), 1990, 258 pp.
J. V. CABEZUELO: La guerra de los dos Pedros en tierras de Alicante, AA.W.: Emigración de España y Portugal. (Actas del II Congreso de
1991, 175 pp. la Asociación de Demografía Histórica. Alicante, abril de 1990). 5 vols.
Coord. por A. Eiras Roel, 1991.
Documental E. DIZ et al.: Orihuela: un patrimonio arquitectónico, rural y urbano
AA. W. El vínculo de los Bou: la documentación de Callosa d’En Sa­ en peligro, 1990, 136 pp.
rria y Tárbena en el archivo de los Condes de Orgaz, 1991, 165 pp., láms. AA.W.: VIé Congrés de Filosofía al País Valencia (Elx, 1989), 1991,
J. CHOFRE: Codificación de las normas aprobadas por las Cortes 278 pp. (Coed. con el Ayuntamiento de Elche).
(1810-1837), 1991, 240 pp. F. RODRÍGUEZ: Prensa y lenguaje político, 1991, 308 pp. (Coed. con
Edit. Fundamentos).
Actual
Cañisaes. El llibre de Munove. Selecc. y comentarios de F. Montoro Pi­
L. T. POVEDA: Innovación tecnológica y modernización industrial, 1991, na, 1991, 281 pp. (Coed. con la Asoc. de Est. Monoveros).
170 pp.
E. LLOBREGAT: llucant: un cuarto de siglo de investigación arqueoló­
J.L. MURCIA: La agricultura española ante el reto del Mercado Único,
1992, 209 pp.
gica en tierras de Alicante, 1992.
E. SEVA ROMÁN: Arqueología en Pinoso, 1991, 221 pp., láms. (Coed.
Paraarte con el Ayuntamiento de Pinoso).
E. MIRA PASTOR: La vanguardia fotográfica de los años setenta en
España, 1991, 205 pp. Catálogos
C.A. VIDAL CLARAMONTE: Pintura posmodema en España, 1991, AA.W.: Miguel Hernández 50 x 50, 1992, 117 pp. (4 h.).
91 PP- AA.W.: Miguel Hernández. Poeta. Catálogo de la exposición celebra­
da en Alicante, 1992.
Literatura y Crítica AA.W.: Gótico y Renacimiento en tierras alicantinas: arte religioso,
G. MIRÓ: El abuelo del rey. Ed. de G. Torres Nebrera, 1992. 1990, 225 pp.; láms. (Coed. con la Caja de Ahorros del Mediterráneo
M. MOLINA, Versos escogidos. Ed. de Cecilio Alonso, 1992. y el Patronato Municipal Quinto Centenario Ciudad de Alicante).

Indicios Seminarios
W.AA.: A Alacant: els dimartspoétics de la Naia (1987-1989). Edició W.AA.: Poder político e instituciones en la España Moderna, 1992,
a cura de Lluís Roda, 1992, 252 pp. 193 pp.

242
CN1€LpBg€

SOBRE EL MEDITERRÁNEO

AMoMUHMÑ
«MMBMÓe
Joooe-UlM SAMCHtZ UZASO
O>om» GA29UCZ
MmA'mñdina rubio

►•rrKi'HGUU
Caito* GARCÍA CUAL
MarlwMVlÁ

> MUÑOZ HAEOO

ChH€LOBR€

w 16
Ems ROOFIGULZ-BERNA8EU - LkM ALPERA - SaMOOt FORñER MUÑOZ -
BORREGO COLOUER - Sofá GUTTÉSREZ UCRET • Htaw IttxO GARCIA - Mwto
CASTRO BALSERA - Fr»oc*co FRANCO SANCHEZ - EmM» GARCIA GARUO - Jra*
CCLSALVEZ UOfiET - HMtor LESTE GARCIA toa Twe« FLOR TOMAS ■ Aisíwu
GARCIA Amo - Usr» Amia SERRANO YANEZ - Jow Ramtn HAWfflO VERA ■ AMA
AflteM MIRAROA ENCARNACION • AHÍ SANTACREU SOLER ■ Robsrta GARCIA
PAYA-torta«! Ganare AFRICA WtML-Emáo LA PARRA • Asa A tóOS ■ AM-ÑM MSTíg

i <» -■ ■ .- <>>

ChN£LOBR€
ESPACIOS

243
Este número de Canelobre
se acabó de imprimir
en mayo de 1992 en los talleres
de Gráficas Díaz
de San Vicente/Alicante.

244
INSTITUTO DE CULTURA
«JUAN GIL-ALBERT»
ORGANISMO AUTONOMO DE LA
EXCMA. DIPUTACION PROVINCIAL
ALICANTE

También podría gustarte