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OREJAS Y RABITO

Hace muchos años en un bosque verde y lleno de hermosos árboles, plantas y flores, vivía
Orejas comiendo y disfrutando todas las zanahorias que cultivaba para él y su familia.

Un día Orejas como de costumbre salió a buscar sus alimentos, sus preciadas zanahorias,
pero algo raro sucedió, no encontró ni una sola zanahoria, ni grande ni chiquita.

¡Quizás vine muy lejos!, exclamó Orejas, y decidió entonces ir al prado más cercano que él
conocía y al cual algunas veces acudía en busca de alimento, pero allí tampoco había ni una
sola zanahoria, ni muy fresca ni muy madura.

Ya había atardecido y Orejas no había podido encontrar la respuesta a tan insólito


acontecimiento 'Será mejor que pida ayuda', dijo. Fue entonces que apareció Rabito, un
blanco y hermoso conejo de abolengo, luciendo una inmensa panza, ¡rebosante de felicidad!

- ¡Hola! - ¡Soy Rabito!

- ¿Quién eres tú? - ¿Qué haces por aquí? Ante tantas preguntas Orejas estaba desconcertado
y muy enojado, yo diría que nunca había visto a un conejo tan molesto como éste. Pero le
contestó:

- Soy Orejas y vivo en este bosque desde hace mucho tiempo y aquí cultivo el alimento para
mi familia, pero hoy extrañamente desaparecieron todas las zanahorias que con mucho
esfuerzo cultivé durante bastante tiempo. ¿Sabes algo tú?, le preguntó a Rabito.

- Yo, je, je, je, yo no sé na, na, na, nada de nada, y será mejor que de una vez yo me marche
llevando este encargo de mi familia. Además son pu, pu, pu, puras pelusas, dijo Rabito, muy
nervioso.

- Está bien, pero no te enfades, contestó Orejas. Y Rabito siguió su camino. Caminó largo
rato, pero su conciencia pesaba más que la bolsa que llevaba, decidió regresar y confesar la
verdad a Orejas.

Cuando volvió encontró a Orejas muy triste así que le confesó toda la verdad:
- Orejas yo fui quien recogió todas tus zanahorias, es que tengo una gran familia, muy
numerosa y no me quedó otro remedio. Orejas, que tenía buen corazón, decidió perdonar a
Rabito, y además le invitó a que viniera a vivir con su familia, y que trabajasen juntos.

Desde entonces Orejas y Rabito viven muy felices comiendo zanahorias todos los días.

FIN
PEDRO Y EL LOBO

Érase una vez un pequeño pastor que se pasaba la mayor parte de su tiempo paseando y
cuidando de sus ovejas en el campo de un pueblito. Todas las mañanas, muy tempranito,
hacía siempre lo mismo. Salía a la pradera con su rebaño, y así pasaba su tiempo.

Muchas veces, mientras veía pastar a sus ovejas, él pensaba en las cosas que podía hacer
para divertirse. Como muchas veces se aburría, un día, mientras descansaba debajo de un
árbol, tuvo una idea. Decidió que pasaría un buen rato divirtiéndose a costa de la gente del
pueblo que vivía por allí cerca. Se acercó y empezó a gritar:

- ¡Socorro, el lobo! ¡Qué viene el lobo!

La gente del pueblo cogió lo que tenía a mano, y se fue a auxiliar al pobre pastorcito que
pedía auxilio, pero cuando llegaron allí, descubrieron que todo había sido una broma pesada
del pastor, que se deshacía en risas por el suelo. Los aldeanos se enfadaron y decidieron
volver a sus casas. Cuando se habían ido, al pastor le hizo tanta gracia la broma que se puso
a repetirla. Y cuando vio a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar:

- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo!

La gente, volviendo a oír, empezó a correr a toda prisa, pensando que esta vez sí que se había
presentado el lobo feroz, y que realmente el pastor necesitaba de su ayuda. Pero al llegar
donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos, riéndose de ver cómo los aldeanos
habían vuelto a auxiliarlo. Esta vez los aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon
terriblemente enfadados con la mala actitud del pastor, y se fueron enojados con aquella
situación.

A la mañana siguiente, mientras el pastor pastaba con sus ovejas por el mismo lugar, aún se
reía cuando recordaba lo que había ocurrido el día anterior, y no se sentía arrepentido de
ninguna forma. Pero no se dio cuenta de que, esa misma mañana se le acercaba un lobo.
Cuando se dio media vuelta y lo vio, el miedo le invadió el cuerpo. Al ver que el animal se le
acercaba más y más, empezó a gritar desesperadamente:

- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Qué se va a devorar todas mis ovejas! ¡Auxilio!
Pero sus gritos han sido en vano. Ya era bastante tarde para convencer a los aldeanos de que
lo que decía era verdad. Los aldeanos, habiendo aprendido de las mentiras del pastor, de
esta vez hicieron oídos sordos. ¿Y lo qué ocurrió? Pues que el pastor vio como el lobo se
abalanzaba sobre sus ovejas, mientras él intentaba pedir auxilio, una y otra vez:

- ¡Socorro, el lobo! ¡El lobo!

Pero los aldeanos siguieron sin hacerle caso, mientras el pastor vio como el lobo se comía
unas cuantas ovejas y se llevaba otras tantas para la cena, sin poder hacer nada,
absolutamente. Y fue así que el pastor reconoció que había sido muy injusto con la gente del
pueblo, y aunque ya era tarde, se arrepintió profundamente, y nunca más volvió burlarse ni
a mentir a la gente.

FIN
UGA LA TORTUGA

Los valores son las reglas de conducta y actitudes según las cuales nos comportarnos y que
están de acuerdo con aquello que consideramos correcto. Este cuento, Uga la tortuga,
especialmente, fomenta el esfuerzo y la perseverancia.

Además de educar en valores, a través de los cuentos, fábulas o poemas los niños aprenden
sobre su entorno, potencian su imaginación, desarrollan la creatividad y generan interés por
la lectura.

- ¡Caramba, todo me sale mal!, se lamenta constantemente Uga, la tortuga.

Y es que no es para menos: siempre llega tarde, es la última en acabar sus tareas, casi nunca
consigue premios a la rapidez y, para colmo es una dormilona.

- ¡Esto tiene que cambiar!, se propuso un buen día, harta de que sus compañeros del bosque
le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas.

Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como
amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de camino hacia
la charca donde chapoteaban los calurosos días de verano.

- ¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis compañeros?
Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.

- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el
trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes, pues
siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido.

No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren tiempo y
esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y siempre te quedarás
con la duda de si lo hubieras logrados alguna vez.
Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La constancia
y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te
aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz.

- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien que
me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo intentaré.

Pasaron unos días y Uga, la tortuga, se esforzaba en sus quehaceres.

Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía porque era
consciente de que había hecho todo lo posible por lograrlo.

- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles metas,


sino acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes fines.

FIN
LA VACA SOÑADORA.
Había una vez en un campo de Santa Fe una vaca soñadora, que no veía las horas para que
pase el tren. Será tal vez, por su aire de grandeza, es que movía su cabeza, para verlo pasar.

Todos los días la misma historia, para ella sería la gloria si algún día pudiera viajar. Conocer
Buenos Aires, los teatros y las revistas. Y conseguir alguna entrevista con algún galán de
novela, ese hombre que tanto la desvela y lo ve sólo por la tele.

Ella no lo podía fingir tanto nervio que sentía, su televisión. Como soñar no cuesta nada,
todas las noches le pedía a su hada que se hiciera realidad.

Por esas cosas del destino o a lo mejor fue respuesta a sus pedidos, es que el tren un día
paró, por desperfecto de la maquina y frente al campo se quedó.

La vaca soñadora no lo podía creer y le pidió con tanta fe a su santo San Roque, ¡por favor
que hoy me toque! y le inviten a subir. El corazón le latía, mientras se despedía de las demás.

Y así partió la vaca rumbo a la gran ciudad, sentada en soledad por la ventanilla saludaba, a
sus amigas le tiraba besitos de despedida, prometiéndoles regresar. Mucho tiempo pasó,
nadie supo mas de ella, quizás ya sea una estrella, que triunfa en Buenos Aires y de nosotras
se olvidó.

Pero un día el tren paró, en el campo de Santa Fe y no podían creer cuando ella se bajó.
Estaba distinta, estaba delgada y de las piernas le colgaba unas cadenas importantes y
aunque no era como antes, sus amigas la querían igual y con gran algarabía la salieron a
encontrar.
Ya hablaba distinto, hablaba aporteñada, decía que añoraba a sus amigas de la infancia y con
tantas ansias volvió a su campo natal.

Contaba con lágrimas en los ojos que no pudo cumplir sus sueños ni antojos y que por
caminar en una avenida estuvo presa en Buenos Aires. ¡Esto sí que es vida! ¡Esto es
tranquilidad! Aquí en mi campo puedo caminar, aunque arrastrando mis cadenas. No será
Buenos Aires, pero sí, es un Aire Distinto, si se vive en libertad.

FIN
ITZELINA Y LOS RAYOS DE SOL

Itzerina quería coger para ella sola todos los rayos de sol, pero se encontró con varios
animalillos del bosque que le hicieron cambiar de opinión. El cuento de Itzerina y los rayos
de sol enseña a los niños las ventajas de respetar a los demás y de compartir.

El valor del respeto y la bondad convierte a los niños en mejores personas. El bien común
debe perseguirse como una de las metas a seguir en nuestras vidas.

Itzelina Bellas Chapas era una niña muy curiosa que se levantó temprano una mañana con la
firme intención de atrapar, para ella sola, todos los rayos del sol.

Una ardilla voladora que brincaba entre árbol y árbol le gritaba desde lo alto. ¿A dónde vas,
Itzelina?, y la niña respondió:

- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así tenerlos
para mí solita.

- No seas mala, bella Itzelina - le dijo la ardilla - Deja algunos pocos para que me iluminen el
camino y yo pueda encontrar mi alimento. -

Está bien, amiga ardilla - le contestó Itzelina -, no te preocupes. Tendrás como todos los días
rayos del sol para ti.

Siguió caminando Itzelina, pensando en los rayos del sol, cuando un inmenso árbol le
preguntó. ¿Por qué vas tan contenta, Itzelina?

- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así tenerlos
para mí solita, y poder compartir algunos con mi amiga, la ardilla voladora.

El árbol, muy triste, le dijo:

- También yo te pido que compartas conmigo un poco de sol, porque con sus rayos seguiré
creciendo, y más pajaritos podrán vivir en mis ramas.
- Claro que sí, amigo árbol, no estés triste. También guardaré unos rayos de sol para ti.

Itzelina empezó a caminar más rápido, porque llegaba la hora en la que el sol se levantaba y
ella quería estar a tiempo para atrapar los primeros rayos que lanzara. Pasaba por un corral
cuando un gallo que estaba parado sobre la cerca le saludó.

- Hola, bella Itzelina. ¿Dónde vas con tanta prisa?

- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así poder
compartir algunos con mi amiga la ardilla voladora, para que encuentre su alimento; y con
mi amigo el árbol, para que siga creciendo y le dé hospedaje a muchos pajaritos.

- Yo también te pido algunos rayos de sol para que pueda saber en las mañanas a qué hora
debo cantar para que los adultos lleguen temprano al trabajo y los niños no vayan tarde a la
escuela.

- Claro que sí, amigo gallo, también a ti te daré algunos rayos de sol – le contestó Itzelina.

Itzelina siguió caminando, pensando en lo importante que eran los rayos del sol para las
ardillas y para los pájaros; para las plantas y para los hombres; para los gallos y para los niños.

Entendió que si algo le sirve a todos, no es correcto que una persona lo quiera guardar para
ella solita, porque eso es egoísmo. Llegó a la alta montaña, dejó su malla de hilos a un lado y
se sentó a esperar al sol.

Ahí, sentadita y sin moverse, le dio los buenos días, viendo como lentamente los árboles, los
animales, las casas, los lagos y los niños se iluminaban y se llenaban de colores gracias a los
rayos del sol.

Este cuento quiere enseñarnos lo importante que es el respeto al bien común.

Ejercicios De Comprensión Lectora

Entender el mensaje del cuento es importante a la hora de inducir al niño a la lectura. Por
eso te dejamos algunas preguntas para saber si el estudiante ha entendido el significado del
cuento.

La comprensión lectora es uno de los primeros pasos de iniciación a la lectura.


1. ¿Por qué quería Itzelina coger los rayos de sol?
2. ¿A quién se encontró en un árbol?
3. ¿Qué le pidió el gallo?
4. ¿Dónde fue Itzerina a coger los rayos del sol?
5. ¿Cogio la niña los rayos de sol?
6. ¿Por qué no los cogió?

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