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Capra, F. (1992).El punto crucial. (Trad: por Graciela de Luis).

Argentina:
Troquel S. A.
El costo de esta locura nuclear colectiva es asombroso. En 1978, antes de la
última subida de precios, el gasto mundial en armas era aproximadamente de
unos 425 mil millones de dólares —más de mil millones de dólares por día. Los
países que participan en el negocio de compra de armas son más de cien, la
mayoría de ellos del Tercer Mundo. Las ventas de equipos militares superan la
renta nacional de casi todos los países del mundo excepto diez. Mientras tanto,
cada año mueren de hambre más de 15 millones de personas —niños en su
mayoría—; otros 500 millones padecen enfermedades causadas por la
desnutrición. Aproximadamente el 40 por ciento de la población del mundo no
tiene acceso a una asistencia sanitaria profesional y, a pesar de ello, los países
en vías de desarrollo gastan tres veces más en armas que en sanidad. El 35
por ciento de la humanidad carece de agua potable, mientras que la mitad de
los científicos e ingenieros del mundo trabajan en tecnología armamentista
(11).
Para justificar su confusión y su retirada, los intelectuales alegan «las nuevas
circunstancias» y «el curso de los acontecimientos» —Vietnam, Watergate y la
imposibilidad de eliminar los barrios bajos, la pobreza y el crimen. Sin embargo,
ninguno de ellos identificó el verdadero problema oculto tras nuestra
crisis ideológica: el hecho de que la mayor parte de la élite académica tiene
una percepción limitada de la realidad que resulta totalmente inadecuada para
entender los principales problemas de nuestro tiempo.
Estos problemas —como veremos en detalle— son intrínsecos al sistema, lo
que significa que están íntimamente vinculados y que son interdependientes;
no es posible entenderlos dentro de la metodología fragmentada que
caracteriza a nuestras disciplinas académicas y a nuestras agencias
gubernamentales.
Enfocando el problema de esta manera jamás podremos resolver nuestras
dificultades y no haremos sino cambiarlas de sitio dentro de la compleja red de
nuestras relaciones sociales y ecológicas. Sólo será posible encontrar la
solución cambiando la estructura misma de la red, y esto exige una
profunda transformación de nuestras instituciones sociales, de nuestros valores
y de nuestras ideas (13).
A pesar de estar lleno de conjeturas, el Estudio de la Historia de Arnold
Toynbee es uno de los primeros y más importantes análisis sobre los ciclos de
desarrollo y decadencia de las civilizaciones. Según Toynbee, una civilización
nace cuando pasa de una condición estática a una actividad dinámica. Esta
transición puede ocurrir de manera espontánea, o bien puede ser influida por
otra civilización ya existente;
también puede ser el resultado de la desintegración de una o varias
civilizaciones inmediatamente anteriores. Toynbee ve el modelo básico del
nacimiento de una civilización como una interacción que él llama «estímulo y
respuesta» (14).
Ahora bien, durante el penoso proceso de desintegración una sociedad no
pierde del todo su creatividad, esto es, su habilidad para responder a los
impulsos. A pesar de que la corriente cultural de mayor envergadura se ha
paralizado aferrándose a ideas fijas y a modelos rígidos de comportamiento,
van a surgir otras minorías creativas que llevarán adelante el proceso de
«estímulo y respuesta». Naturalmente, las instituciones sociales dominantes se
negarán a entregar las riendas del poder a estas nuevas fuerzas culturales.
Pero las viejas instituciones están destinadas a decaer y a desintegrarse y las
minorías creativas quizá puedan transformar los viejos elementos, dándoles
una nueva configuración. Entonces el proceso de evolución cultural podrá
continuar, aunque con nuevos protagonistas y en nuevas circunstancias (15).

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