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CONSEJO DE ESTADO

SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO


SECCION TERCERA
Consejero Ponente: ALIER E. HERNÁNDEZ ENRÍQUEZ

Bogotá, D.C., siete (7) de diciembre de dos mil cuatro (2004)


Radicación: 7644
No. Interno: 14.767
Actores: Armando Redondo Arteta y otros
Demandados: Hospital General de Barranquilla y Hospital Universitario de Barranquilla

Procede la Sala a resolver el recurso de apelación interpuesto por la parte actora contra la sentencia proferida
el 26 de noviembre de 1997, por el Tribunal Administrativo del Atlántico, mediante la cual se resolvió declarar
no probadas las excepciones propuestas por la entidad demandada, negar las pretensiones de los
demandantes y condenarlos al pago de las costas del proceso.

ANTECEDENTES:

1. LO QUE SE DEMANDA.

En ejercicio de la acción de reparación directa y mediante escrito presentado el 4 de junio de 1993, a


través de apoderado (folios 32 a 47), los señores Armando Redondo Arteta y Cecilia Salas de Urrea –obrando
en nombre propio y en representación de su nieto Jorge Luis Donado Redondo–, Armando Iván Donado
Redondo, Mayely Mendoza Redondo y Mario Estrada Salas, solicitaron que se declarara la responsabilidad del
Hospital General de Barranquilla y el Hospital Universitario de Barranquilla, por los perjuicios materiales y
morales sufridos como consecuencia de la muerte de Leonor María Redondo Salas, ocurrida el 16 de junio de
1992.

Solicitaron, en consecuencia, que se condenara a las entidades demandadas a pagar, por concepto de
perjuicios morales, la suma de dinero equivalente al valor de tres mil gramos de oro, para cada uno de los
demandantes Armando Redondo Arteta, Cecilia Salas Urrea –padres de la víctima–, Armando Iván Donado
Redondo y Jorge Luis Donado Redondo –hijos de la víctima–, y la suma equivalente al valor de mil gramos del
mismo metal para cada uno de los demandantes Mayely Mendoza Redondo y Mario Estrada Salas, de quienes
se dijo que tenían la condición de sobrinos de la víctima. Adicionalmente, pidieron que se condenara a dichas
entidades a pagarles a los demandantes Donado Redondo, la suma equivalente al valor de mil gramos de oro,
por concepto de “perjuicios morales subjetivos”, “[t]eniendo en cuenta que... son estudiantes y su futuro es
incierto al fallar la madre que aportaba los dineros para tales fines...”.

De otra parte, solicitaron que se reconociera “el lucro cesante, el daño emergente, intereses y
corrección monetaria”, a favor de los padres y los hijos de la fallecida, calculando dichos conceptos con base
en el 75% de los ingresos devengados por ésta.

2. FUNDAMENTOS FÁCTICOS.

Sustentó la parte actora sus pretensiones en los siguientes hechos:

2.1. El 10 de junio de 1992, a las 4:10 p.m., la señora Leonor María Redondo Salas ingresó al Hospital General
de Barranquilla, “por cuanto, desde tempranas horas de la mañana, refería fuertes dolores en el hipogastrio y
por presentar un estado de preñez que se encontraba a término.

2.2. Al momento de su ingreso a ese centro hospitalario, el estado de salud de la paciente era bueno y la
fetocardia indicó que los gemelos estaban vivos.

2.3. Sometida a la interconsulta en el Departamento de Gineco-obstetricia, fue llevada a la sala de alto riesgo
(ARO), en donde se diagnosticó: pre-eclampsia severa + DPPNI + coagulopatía de consumo.
Inexplicablemente, esta interconsulta no fue respondida, ni se “fechó, ni sentó su nombre en dicho documento”.

La paciente se dejó hospitalizada, teniendo en cuenta que el parto estaba previsto para el 14 de junio.

2.4. El 15 de junio, a la 1:20 a.m., la paciente fue valorada por el doctor Bernal, quien consideró que aquélla
tenía “una incersión (sic) baja (placenta parcial)” y ordenó practicarle urgentemente una cesárea. Ésta sólo se
practicó a las 3:30 a.m.; los gemelos nacieron muertos y la paciente quedó en estado crítico.

2.5. A las 6:00 a.m. del mismo día, varios médicos, entre ellos una doctora de nombre Ana, informaron que a la
paciente no se le podía practicar una histerectomía “tendiente a corregir la coagulopatía de consumo que
presentaba y los hematomas producidos en la operación de cesárea practicada, POR CUANTO LA PLANTA
ELÉCTRICA NO FUNCIONA”.
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2.6. A las 9:30 a.m., la paciente fue valorada nuevamente y se llegó a la conclusión de que podía ser
intervenida, con un alto riesgo quirúrgico.

2.7. Ante la falta de sangre útil para la paciente, se le ordenó a los familiares que compraran sangre. De ello se
encargó la señora María Olmos De la Hoz, el mismo 15 de junio, entre las ocho y las nueve y media de la
mañana. Sin embargo, cuando la señora Olmos regresó con la sangre, se le informó que la paciente había
sido trasladada al Hospital Universitario de Barranquilla, “porque allá se contaba con mejores implementos y
equipo humano más capacitado para atender la emergencia”.

2.8. Entre las diez de la mañana y las doce del día, la paciente fue intervenida en el Hospital Universitario, por
el doctor Anillo, quien informó a los familiares de aquélla “que había encontrado un útero grande y en mal
estado”. A la 1:00 p.m., una médica ordenó unos exámenes de laboratorio en la Clínica Bautista (gases
arteriales: un catéter (14) N.A.K. (receta #82856)). Una vez practicados, se llevaron al hospital, “pero la médica
que los ordenó salió de su turno a las siete de la noche, y a las nueve y quince aproximadamente de la noche,
falleció LEONOR MARÍA REDONDO SALAS”.

Se expresó, con base en lo anterior, que, en el caso concreto, se presentaron varias fallas en la prestación del
servicio médico, así:

Se trataba de una paciente con alto riesgo obstetricio (ARO), que debía ser atendida por médicos de alta
calidad, contando con una infraestructura científica adecuada. Sin embargo, el Hospital General de
Barranquilla no contaba con dicha infraestructura; tampoco tenía “laboratorios indispensables”, y no tenía
sangre “para atender a una mujer que tenía más de tres días de estar sangrando”.

Dado el diagnóstico de la paciente, lo más aconsejable era practicar una cesárea inmediata, cualquiera que
fuera la edad gestacional de los fetos, y no esperar cuatro días para practicarla. En efecto, la prolongación de
la patología podía producirle a la paciente, como en efecto ocurrió, “coagulopatía de consumo”.

La no remisión oportuna de la paciente al Hospital Universitario de Barranquilla “trajo como consecuencia una
intervención quirúrgica tardía (prolongada en el tiempo), que ocasionó y generó una nueva INTERVENCIÓN
QUIRÚRGICA y como consecuencia de ello, LA APLICACIÓN DE UNA NUEVA DOSIS DE ANESTESIA EN
MENOS DE DOCE HORAS”.

Si, desde su ingreso al Hospital General de Barranquilla, se supo que se trataba de una paciente del alto grado
obstetricio, ha debido trasladarse al Hospital Universitario, caso en el cual “lo más seguro es que la paciente se
hubiera salvado, porque el personal médico se supone más selecto y se cuenta con mayor infraestructura para
sortear las complicaciones que se presenten”.

CONTESTACION DE LA DEMANDA.

Admitida la demanda y efectuadas las notificaciones respectivas, intervinieron oportunamente las entidades
demandadas, dentro del término de fijación en lista.

3.1. El apoderado del Hospital General de Barranquilla (folios 94 a 107) se opuso a las pretensiones
formuladas. Precisó, en relación con los hechos alegados, que la paciente ingresó a dicha institución con pre-
eclampsia severa no confirmada, por falta de exámenes de laboratorio, y que, en ese momento, no hubo
interconsulta. Agregó que el parto estaba previsto para el 21 de junio, y no para el 14.

Manifestó que, durante todos los días en que estuvo hospitalizada, la paciente fue atendida en forma adecuada
por los médicos del Departamento de Ginecología. Indicó, respecto de hecho quinto, que “el término
histerectomía médicamente significa extraer la matriz de la mujer para disminuir el sangrado” y no corregir
como se manifiesta (sic), además se le debía ingresar al cuerpo... sangre fresca por transfusión para intentar
aguantar la coagulopatía que en ese momento presentaba, pero en ese momento el cuerpo no había sufrido
ningún tipo de hematomas”.

Expresó, sobre el hecho sexto, que el Hospital inicialmente hizo las transfusiones necesarias a la paciente”, y
que el apoderado de los demandantes se refiere al día en que la misma fue trasladada a otra institución.

En relación con las fallas del servicio que, según la demanda, se presentaron en el caso concreto, adujo lo
siguiente:

“a) La calificación de alto riesgo obstetricio... no sólo se le da a las pacientes que, como la difunta, presentaba
(sic) al momento de su ingreso... 1) Embarazo gemelar ambos en cefálica (de cabeza), 2) Embarazo de más o
menos 38 semanas por amenorrea, 3) Entra al hospital... sin trabajo de parto, 4) Presenta pre-eclampsia
severa, 5) Gestación por tres veces, partos dos veces, abortos ninguno, cesárea ninguna”.
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Esta calificación también se le da a otras personas que en cualquier momento entran a un centro de atención
hospitalaria, con antecedentes de cesáreas, de partos dificultosos...”.

De otra parte, expresó que el Hospital General de Barranquilla es un centro de atención hospitalaria de
segundo nivel, por lo cual, “cuando hay extrema gravedad en el paciente, éste se remite a un centro
hospitalario de mayor capacidad”. Indicó, sin embargo, que no es cierto que no hubiera sangre para atender a
la paciente, ni que ella se estuviera desangrando. En efecto, “el hospital en su momento..., el último día, con la
coagulopatía presentada, fue cuando se le dio sangre y posteriormente se le solicitó a los parientes antes de
ser remitida al Hospital Universitario de Barranquilla”.

Precisó, además, que lo expresado en la demanda, en relación con la necesidad de practicar la cesárea
inmediatamente, “riñe con los preceptos médicos, ya que esto no es cierto... en ningún momento se pensó en
cesárea porque la paciente difunta ya tenía antecedentes de partos normales y por lo tanto médicamente se
conceptuó que la misma podía tener un parto normal, cuando... su conducta clínica no urgía ese
procedimiento”. Agregó que el desprendimiento de la placenta no se presentó el día del ingreso de la señora
Redondo al hospital, por lo cual no era recomendable hacer una cesárea en ese momento.

Afirmó que la remisión de la paciente al Hospital Universitario se hizo “en el tiempo y en el momento justo”, y
que, mientras estuvo en el Hospital General, fue atendida en la forma en que su estado ARO exigía y conforme
a su desarrollo clínico.

Presentó, luego, un resumen de la historia clínica, en el que se indica que la paciente llegó con pre-eclampsia
severa e infección de vías urinarias y que ingresó a “alto riesgo” a las 4 p.m. del 10 de junio de 1992, donde se
le aplicó un tratamiento que allí se describe y se le ordenaron varios exámenes. A las 6 p.m. se descartó “la
posible placenta previa clínicamente”. Al día siguiente, la paciente evoluciona “estable”, no se han recibido los
resultados de los exámenes y se agrega un antihipertensivo.

El 12 de junio, a las 11 a.m., la paciente fue revisada por el doctor Lara, quien consideró que se debía
“desembarazar, sin decir por qué vía”, pero aún no habían llegado los exámenes de laboratorio. Continuaba
estable y se pidieron exámenes complementarios.

El 13 de junio se reciben los resultados de los exámenes, y al día siguiente, fue revisada, a las 8:05 a.m.,
encontrándose que su evolución no ponía “de manifiesto ninguna inminencia grave de la paciente”.

El 14 de junio, a las 8:00 p.m., fue revisada por los doctores Ricciardone y Benjumea, quienes consideraron
que se debía “dejar evolucionar el trabajo de parto por vía vaginal”.

El 15 de junio, a la 1:20 a.m., la paciente presentó sangrado por los genitales externos, por lo cual fue
trasladada a la sala de partos. Allí, el doctor Francisco Bernal decidió llevarla a cirugía. Ingresó al quirófano a
las 2:30 a.m., en mal estado. “En nota de enfermería se consigna que la cesárea era por placenta previa, lo
cual fue descartado inicialmente por la dra. Nancy Wilches y se hizo ecografía como ayuda diagnóstica”. La
cirugía inició a las 2:50 a.m., y se extrajeron los dos gemelos muertos. “...se comprobó que se trataba de un
APRUPTIO PLACENTAE = ACRETISMO PLACENTARIO”.

Luego de terminar la cirugía, la paciente se complicó y presentó tensiones arteriales de 20/0; no se alcanzó a
trasladar a la sala de alto riesgo obstetricio, se utilizaron varias unidades de sangre total y se transfundió, pero
la continuó en estado crítico. A las 5 a.m., la doctora Ricciardone encontró “cifras tensionales de 140/100...,
escaso sangrado estabilizadores y con sangre instalada”; a las 6 a.m., estaba tranquila, consciente, con
sangrado escaso, presión arterial 80/20, y refirió dolor en región abdominal. A las 6:30, presentó sangrado
abundante, con coágulos, y presión 80/60; se ordenó reintervenirla y pasó al quirófano para histerectomía
abdominal, a las 8 a.m. Dado que en las horas de la madrugada se habían tomado muestras de sangre que,
media hora después, no había coagulado, se consideró muy probable que estuviera haciendo una “C.I.D.”, pero
“no fue posible hacer otras pruebas de coagulación por el mal estado en que se encontraba la paciente con
sangre instalada y venoclisis en ambos miembros superiores”.

El doctor Lara solicitó interconsulta a medicina interna, que fue respondida a las 9:30 a.m., y concluyó que la
paciente podía ser intervenida, a pesar de presentar C.I.D. + insuficiencia renal aguda. Se decidió, entonces,
remitirla al Hospital Universitario de Barranquilla, donde había una buena unidad de cuidados intensivos.

Finalmente, interpuso el apoderado del Hospital General de Barranquilla la excepción de ineptitud de la


demanda, por falta de requisitos formales, dado que no se indicó el nombre de los representantes legales de
las entidades demandadas, y no se expresó el concepto de la violación.

3.2. El apoderado del Hospital Universitario de Barranquilla consideró que, de las afirmaciones de la demanda,
se concluye que esa institución no tiene responsabilidad alguna. En efecto, en ella se expresa que si la
paciente hubiera sido remitida oportunamente a dicho hospital, lo más seguro es que se hubiere salvado.
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De otra parte, indicó que, conforme a la historia clínica, la señora Redondo estuvo internada en el Hospital
General de Barranquilla desde el 10 hasta el 15 de junio de 1992, y que sólo llegó al Hospital Universitario en
esta última fecha, a las 10:35 a.m., donde permaneció hasta las 8:00 p.m. del mismo día, cuando falleció.

Agregó que, cuando ingresó al Hospital Universitario, la paciente se encontró en mal estado general, con
severas complicaciones “originadas en su enfermedad”, y que allí se le brindó la asistencia adecuada, no
obstante lo cual, encontrándose en la unidad de cuidados intensivos, falleció a causa de las complicaciones
citadas.

4. ALEGATOS DE CONCLUSIÓN.

Practicadas las pruebas decretadas, se corrió traslado a las partes para que alegaran de conclusión, y al
agente del Ministerio Público para que rindiera concepto. Dentro del término respectivo, intervinieron la parte
demandante, el Hospital Universitario de Barranquilla y el Procurador Judicial (202 a 256).

4.1. La parte demandante se refirió a algunas afirmaciones del apoderado del Hospital General de
Barranquilla, y manifestó que no son ciertas, teniendo en cuenta las constancias de la historia clínica, y
especialmente el “documento llamado de hospitalización”, que obra a folio 111, donde se indica que la señora
Redondo fue hospitalizada el 10 de junio de 1992, que presentaba dolor en el hipogastrio, que irradiaba a
región lumbosacra, y que su estado general era “BUENO”. Igualmente, expresó que a folio 138 consta que se
hizo una interconsulta que no fue respondida, y que no se consignaron los datos del médico que la hizo, ni su
fecha, ni sus motivos.

Afirmó que, a folio 120, aparece la anotación del médico que atendió a la paciente en el momento de su
ingreso, en la que se indica que debía ser hospitalizada en la sala de alto riesgo obstetricio, por placenta de
inserción baja más pre-eclampsia y posible cesárea. Cuestionó el hecho de que no se hubiera practicado
inmediatamente una cesárea y que se hubiera dejado evolucionar el trabajo de parto, a pesar de que “la
técnica moderna indica y enseña que es muy peligroso esperar el trabajo de parto espontáneo cuando se está
en presencia de una paciente con preeclampsia severa”.

Adujo que el 15 de junio, a la 1:20 a.m., se ordenó preparar a la paciente para cesárea, no obstante lo
cual la intervención sólo comenzó a las 2:50 a.m. Además, a las 6:30 a.m. no se había comenzado la
histerectomía porque no había luz en el hospital. Indicó que ello consta en una hoja que tenía en su poder y
que anexó en ese momento al proceso, donde se lee que la planta eléctrica no funciona, y se preguntó por qué
el Hospital General de Barranquilla omitió remitir este documento con la historia clínica.

Sin embargo, dijo, a folio 129, en el documento denominado “DIARIO CLÍNICO”, consta que, frente al sangrado
abundante que presentaba la paciente, se ordenó reintervenirla, a las 6:30 a.m., y prender la planta eléctrica,
dado que no había servicio de energía desde las 4:00 a.m., pero no se pudo, porque no funcionó, por lo cual
aquélla siguió preparada para la histerectomía.

Consideró contradictorias las afirmaciones del citado hospital, en relación con la práctica de la histerectomía y
concluyó que, si se le practicó, ello “es un claro indicativo de que la intervención de CESÁREA primaria
practicada... había fracasado, y con la HISTERECTOMÍA se pretendía corregir los hematomas y lesiones
ocasionadas al útero de la interfecta; para parar el sangrado que la estaba matando”. Se preguntó por qué no
se remitió a la señora Redondo, con urgencia, al Hospital Universitario desde la última hora mencionada, si el
sangrado era abundante y con coágulos, “Y SE LE ESTABA PASANDO SANGRE A CHORROS?”, y si,
además, “la intervención terminó a las 3:15 a.m. y a esa misma hora se dieron cuenta que se habían
equivocado y la paciente había empeorado su estado...”.

Cuestionó, entonces, que se dejaran pasar 7 horas antes de tomar la decisión de remitir a la paciente al
Hospital Universitario, a pesar de que su estado requería “TRATAMIENTO INMEDIATO, URGENTE,
INMINENTE, APREMIANTE, INAPLAZABLE, PERENTORIO”, y de que el Hospital General de Barranquilla era
de 2º nivel y no contaba con la infraestructura necesaria para salir avante en caso de agravarse la condición de
la paciente y, sin embargo, “aceptó deliberadamente desarrollar un procedimiento médico que, conforme a la
patología de la paciente, no debía asumir, por existir el riesgo de graves complicaciones, las cuales, tal como
se esperaba, se presentaron”. Por esa razón, dijo, la obligación de medio se convirtió en obligación de
resultado, “con el consecuente reconocimiento de responsabilidad en caso de fracasar en la empresa
aceptada”.

De igual manera, criticó el hecho de que la interconsulta sólo se hubiera realizado a las 9:30 a.m., y no a las
3:00 a.m., y que, una vez ordenado el traslado de hospital, se hubieran demorado una hora y cinco minutos en
llegar al Hospital Universitario. Advirtió que la información del folio 138 vuelto se encuentra borrada, y se
preguntó por qué se sometió a la paciente a tres intervenciones quirúrgicas (cesárea, histerectomía e
histerectomía abdominal total) en un lapso no mayor de 10 horas, y si ello sería correcto, visto que se trataba
de un “organismo lastimado, cansado y ofendido”, que debió ser sometido a varias anestesias.
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Citó, luego, varios textos de doctrina y consideró cuestionable que no se hubiera practicado un monitoreo fetal,
al punto que no se sabe en qué momento murieron los gemelos, y que no se hubiera optado por salvar a éstos
y a la madre dentro de las 24 horas siguientes a su hospitalización. Indicó que los resultados de los exámenes
ordenados el día del ingreso sólo se obtuvieron 3 ó 4 días después, cuando la situación de los fetos y de la
paciente era distinta.

De otra parte, en relación con la responsabilidad del Hospital Universitario de la misma ciudad,
manifestó que “las circunstancias que motivaron a dirigir la acción” en su contra están referidas a los siguientes
hechos:

“1) Por qué se practicó una nueva histerectomía a una mujer a quien previamente se le había realizado una
cesárea y una histerectomía abdominal, en menos de 5 horas?

2) Por qué la doctora Nelly Beltrán se niega a llenar la hoja de defunción (ver folio 69);

3) Quién dio la orden para desconectar a la paciente (ver folio 69 parte final);

4) Cómo es que a una paciente en grave estado se le diga (sic) que no hay un quirófano disponible?

5) Cómo es que una paciente en grave estado (ver folio 60), de quien se predica QUE ES POSIBLE QUE LA
PACIENTE SE ENCUENTRE SANGRANDO POR CAVIDAD Y CUYOS GASES ARTERIALES MUESTRAN
UNA HIPOXEMIA SEVERA, NO SE HAGA HASTA LO IMPOSIBLE POR UBICARLA EN UN QUIRÓFANO?

6) Acaso no es cierto que, mientras la paciente esperaba el quirófano que pudiera salvar su vida, llegó la
muerte y la abrazó?

7) Por eso es que en el dictamen médico legal, el dr. VELASCO certifica que la causa de la muerte fue SHOCK
HEMORRÁGICO”.

Agregó, entonces, que a la paciente nunca se le detuvo el sangrado vaginal abundante, y que en el
hospital Universitario ello se explicó “con el pobre argumento de que no había quirófano disponible”

Finalmente, consideró infundadas las excepciones propuestas por el Hospital General de Barranquilla y
reiteró los argumentos expuestos en la demanda respecto del perjuicio reclamado, que consideró demostrado
en el proceso.

4.2. El apoderado del Hospital Universitario de Barranquilla reiteró los argumentos expuestos al
contestar la demanda, indicando que de lo expresado en la misma se deduce que no puede atribuirse a dicha
entidad ninguna responsabilidad por la muerte de la señora Redondo Salas.

4.3. El representante del Ministerio Público, por su parte, solicitó declarar la responsabilidad del
Hospital General de Barranquilla. Consideró que, en este caso, “hay que recurrir a lo que denominamos... el
sentido común, ya que el proceso adoleció (sic) de sustento probatorio, al no existir una prueba técnica... que
pudiera decir al fallador... a qué se debió la muerte de la madre y de sus hijos”.

Manifestó que, de la historia clínica, aun un lego en la materia médica puede deducir que la paciente
requería de cuidados especiales, y se preguntó por qué no se le remitió en seguida a un centro hospitalario con
mejores condiciones tecnológicas, y por qué “se tuvo a la paciente sin desembarazar a pesar de su estado...,
tal como lo recomienda el médico RAFAEL LARA... el día 12 de junio de 1992”, y por qué se demoraron tres
días los resultados de los exámenes ordenados.

Concluyó que, “ante la falta de diligencia, cuidado y prontitud y eficiencia, el estado de la paciente se
agravó, al punto que los gemelos que esperaba... y que el día de su ingreso se encontraban vivos –lo dice la
historia clínica– nacieron muertos”. Agregó que el hospital no pudo explicar la causa de la muerte de dichos
gemelos, y que “la operación de cesárea que se le practicó, al parecer tardíamente, le produjo complicaciones
posteriores hasta el punto de ocasionar una hemorragia post-parto y una histerectomía abdominal”. Precisó
que: “cuando se afirma que la cesárea ocurrió tardíamente recurrimos al sentido común para deducir que si se
le hubiera practicado a tiempo, las criaturas no hubiesen muerto”.

Cuestionó, además, la forma en que se manejó la decisión de traslado a otro hospital, dado que la
paciente llegó a éste “prácticamente en shock hipovolémico, debido a la hemorragia interna que presentaba”.

Adicionalmente, consideró que no puede declararse, en cambio, la responsabilidad del Hospital


Universitario de Barranquilla, y que ella no puede deducirse del solo hecho de que, al momento del ingreso de
la paciente, no hubiera cama disponible en la unidad de cuidados intensivos, ya que se le prestaron los
servicios requeridos en forma inmediata, y no se estableció la existencia de “algún elemento de conexidad”
entre el procedimiento seguido y “la muerte que sobrevino”.
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Finalmente, en relación con la cuantía de la condena por imponer al Hospital General de Barranquilla,
consideró demostrado el perjuicio moral de los padres e hijos de la víctima, y, respecto del perjuicio material,
indicó que no hubo prueba que determinara los ingresos de la misma, por lo cual debía recurrirse al salario
mínimo legal, para tasar el perjuicio sufrido por aquéllos, teniendo en cuenta su edad.

Respecto de los sobrinos de la señora Redondo, indicó que, “en materia de responsabilidad
extracontractual, no se tiene en cuenta la calidad de herederos, porque no se trata de una sucesión..., por lo
que legitima la pretensión es (sic) la condición de víctima en que incurre (sic) con la muerte causada”. En el
caso concreto, agregó, Mayely Mendoza es una mujer mayor de edad, casada, comerciante, de modo que “no
se infiere su condición de víctima con la muerte de su prima”, y Mario Estrada no aportó prueba de su condición
de damnificado. Así, expresó que el perjuicio solicitado por estos dos demandantes debía ser negado.

5. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA:

Mediante sentencia del 26 de noviembre de 1997, el Tribunal Administrativo del Atlántico decidió declarar no
probadas las excepciones de la parte demandada y negar las pretensiones de la demanda (folios 343 a 372).

Se refirió, en primer lugar, a las excepciones propuestas, las cuales consideró infundadas.

En segundo lugar, presentó un resumen del contenido de la historia clínica elaborada en el Hospital General de
Barranquilla, así como de los testimonios recibidos, y las conclusiones del dictamen pericial decretado de oficio
antes de fallar, y concluyó:

“De manera que de acuerdo a las conclusiones a que llegó el experticio (sic) del Instituto Nacional de Medicina
Legal y Ciencias Forenses, sobre el contenido de la historia clínica... abierta en el Hospital General de
Barranquilla, a la paciente Leonor María Redondo Salas, en la cual se describen las atenciones médico-
quirúrgicas que le fueron prestadas durante su estadía en el centro asistencial, para ser tratada al finalizar un
embarazo gemelar, y de las afecciones que padecía al ser recluida en el hospital, se infiere con toda claridad
que las causas que desencadenaron la muerte de la mencionada paciente no fueron, como lo afirma la aparte
actora, la falta e inadecuado tratamiento suministrado por el cuerpo médico que asumió tal responsabilidad, la
falta de cuidado en la prestación del servicio médico, la falta de adopción de medidas necesarias para evitar el
desarrollo anormal de la enfermedad, sino a causas (sic) intrínsecas al paciente debido a los factores
predisponentes que comportaba, que dieron lugar a que se desencadenaran otros factores que concurrieron
para agravar, en forma irreversible, su salud a tal punto que no obstante las acertadas decisiones adoptadas no
surtieron los efectos normales esperados para un manejo favorable de la paciente, en la evolución de sus
enfermedades.

En el anterior orden de ideas y con fundamento en los analizados elementos probatorios, la Sala estima que se
encuentra descartada la responsabilidad extracontractual de la demandada, por concepto de falla del servicio,
pues se encuentra acreditado que hubo esmero, mística y dedicación en el servicio médico prestado a la
paciente pero que por causas no atribuibles a la entidad prestadora de dicho servicio no fue posible alcanzar su
mejoría y recuperación”.

6. RECURSO DE APELACIÓN Y ACTUACIÓN EN SEGUNDA INSTANCIA:

Dentro del término de ejecutoria de la decisión de primera instancia, la parte actora interpuso contra
ella recurso de apelación (folios 374 a 404), insistiendo en los argumentos planteados en otras etapas
procesales. Adicionalmente, luego de precisar que el embarazo de la señora Redondo era “a término”, dado
que el parto estaba previsto para el 21 de junio, citó apartes de un texto denominado “Manual de Conductas
Obstétricas” utilizado tanto por el Hospital General como por el Universitario de Barranquilla, en relación con el
caso de preeclampsia severa, y llamó la atención sobre la referencia que allí se hace al evento en que la
sintomatología sea controlada, indicando que la gestación debe llevarse hasta las 36 semanas y, después, se
debe inducir el parto, previa comprobación de la madurez pulmonar fetal, y que si falla la inducción o no hay
posibilidad de vigilar adecuadamente al feto, se practicará cesárea. Además, si la respuesta es desfavorable al
tratamiento o existe evidencia de insuficiencia placentaria, se debe interrumpir el embarazo antes de la fecha
prevista y preferiblemente por cesárea.

Consideró que el Hospital General de Barranquilla no siguió estas indicaciones y que remitió a la paciente al
Hospital Universitario “cuando ya sus complicaciones eran más que críticas”, y agregó que la muerte de los
fetos en el vientre materno desencadenó la infección y el sangrado vaginal abundante.

Se refirió, luego, al D.P.P.N.I. (desprendimiento prematuro de placenta normoinserta”, y citó doctrina sobre su
significado y sobre la conducta médica recomendada. Indicó que, cuando ésta no es seguida, se puede
producir “una atonia uterina, una C.I.D., o una insuficiencia renal”, que “fue exactamente lo que sucedió”.

En cuanto al dictamen pericial practicado, solicitó que fuera descartado como prueba, “por ser irresponsable,
inserio y falto de profundidad científica”. Manifestó, de un lado, que del mismo no se corrió traslado a los
sujetos procesales, y de otro, que “sólo miró lo que su tiempo le permitió ver, pero no repasó, estudió, ni
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profundizó en el tipo de conducta que se desarrolló, si era el más adecuado o si el Hospital debió adoptar un
sistema alterno posible”, y que se limitó a hacer un “relato de lo que los médicos dicen que hicieron...”.

Indicó que, conforme al “Manual de Conducta Gineco-obstetricia”, la hemorragia postparto secundaria o


coagulopatía es bastante rara, a menos que exista el antecedente de desprendimiento de placenta, retención
de feto muerto o embolia de líquido amniótico, y que “[l]a coagulopatía de consumo se produce por una
prolongación de un estado de coagulación, por lo cual los elementos que intervienen en este proceso se agotan
debido al RETARDO PARA SUBSANAR LA PATOLOGÍA QUE DESENCADENA ESTE PROCESO DE
COAGULACIÓN PERMANENTE”. Insistió, entonces, en que la espera del parto normal prolongó
innecesariamente la solución de la complicación.

Citó, de nuevo, algunos textos de doctrina médica, e insistió en que está probado el perjuicio cuya
indemnización se reclama.

Presentó también los argumentos expuestos con anterioridad en relación con el fundamento de la imputación
hecha al Hospital Universitario de Barranquilla, y concluyó que “si bien ese centro no inició el tratamiento de la
paciente, cuando llegó a sus manos, incurrieron (sic) en la misma prolongación innecesaria de dejar hacer y
dejar pasar”.

Con fundamento en lo anterior, solicitó revocar la sentencia apelada y declarar la responsabilidad de las
entidades demandadas y condenarlas al pago de los perjuicios causados a los demandantes.

El recurso fue concedido el 2 de febrero de 1998 y admitido el 27 de mayo siguiente. Corrido el traslado a las
partes para alegar, y al representante del Ministerio Público para rendir concepto, aquéllas y éste guardaron
silencio (folios 407, 411, 413 y 415).

CONSIDERACIONES:

OBSERVACIONES INICIALES SOBRE LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR LA PRESTACIÓN DEL


SERVICIO DE SALUD:

En relación con este tema y con el fin de aclarar algunos aspectos planteados en el proceso acerca del
régimen de responsabilidad aplicable al caso concreto, se considera pertinente citar algunos apartes del fallo
proferido el 10 de febrero de 2.000, dentro del expediente 11.878. Manifestó la Sala en aquella oportunidad:

“El problema de la responsabilidad por la prestación del servicio médico asistencial fue resuelto por esta Sala,
durante mucho tiempo, con apoyo en la teoría de la falla del servicio probada, partiendo de la base de que se
trataba de una obligación de medios y no de resultados. Esta postura, sin embargo, comenzó a cuestionarse
en algunos fallos1, hasta llegar a la unificación de criterios en torno al tema, con la expedición de la sentencia
de 30 de julio de 1992, con ponencia del Magistrado Daniel Suárez Hernández2, donde se adoptó la tesis de la
falla del servicio presunta.3 Expresó la Sala en esa oportunidad:

“…Por norma general corresponde al actor la demostración de los hechos y cargos relacionados en la
demanda. Sin embargo, con mucha frecuencia se presentan situaciones que le hacen excesivamente difícil,
cuando no imposible, las comprobaciones respectivas, tal el caso de las intervenciones médicas,
especialmente quirúrgicas, que por su propia naturaleza, por su exclusividad, por la privacidad de las mismas,
por encontrarse en juego intereses personales e institucionales, etc., en un momento dado se constituyen en
barreras infranqueables para el paciente, para el ciudadano común obligado procesalmente a probar aspectos
científicos o técnicas profesionales sobre los cuales se edifican los cargos que por imprudencia, negligencia o
impericia formula… contra una institución encargada de brindar servicios médicos u hospitalarios.

Sin duda, resultaría más beneficioso para la administración de justicia en general…, si en lugar de someter al
paciente… a la demostración de las fallas en los servicios y técnicas científicas prestadas por especialistas,
fueren éstos los que por encontrarse en las mejores condiciones de conocimiento técnico y real por cuanto
ejecutaron la respectiva conducta profesional, quienes satisficieran directamente las inquietudes y
cuestionamientos que contra sus procedimientos se formulan…”.

En relación con esta posición, reiterada por la jurisprudencia de esta Sala a partir de la expedición del fallo
citado, se considera necesario precisar que, si bien tiene origen en el llamado principio de las cargas
probatorias dinámicas -cuya aplicación, aunque no tiene sustento en nuestra legislación procesal, puede
decirse que encuentra asidero suficiente en las normas constitucionales que relievan el principio de equidad-
ha resultado planteada en términos tan definitivos que se ha puesto en peligro su propio fundamento. En
efecto, el planteamiento ha llevado a aplicar, en todos los casos de daño causado en desarrollo de la

1
Ver, entre otros, Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección III, 24 de octubre de 1990.
Expediente 5902. Actora: María Helena Ayala de Pulido.
2
Expediente 6897.
3
De esta evolución da cuenta el fallo expedido por la misma Corporación el 24 de agosto de 1992. Expediente 6754. Actor
Henry Enrique Saltarín Monroy.
8
prestación del servicio médico asistencial, la teoría de la falla del servicio presunta, exigiéndosele siempre a las
entidades públicas demandadas la prueba de que dicho servicio fue prestado debidamente, para poder
exonerarse de responsabilidad.

Resulta, sin embargo, que no todos los hechos y circunstancias relevantes para establecer si las entidades
públicas obraron debidamente tienen implicaciones técnicas o científicas. Habrá que valorar, en cada caso, si
éstas se encuentran presentes o no. Así, habrá situaciones en las que, sin duda, es el paciente quien se
encuentra en mejor posición para demostrar ciertos hechos relacionados con la actuación de la entidad
respectiva. Allí está, precisamente, la explicación del dinamismo de las cargas, cuya aplicación se hace
imposible ante el recurso obligado a la teoría de la falla del servicio presunta, donde simplemente se produce la
inversión permanente del deber probatorio.

(...)”.

Así las cosas, se concluye que la demostración de la falla en la prestación del servicio médico asistencial será
carga de la parte demandante, a menos que aquélla resulte extraordinariamente difícil o prácticamente
imposible y dicha carga se torne, entonces, excesiva. Sólo en este evento y de manera excepcional, será
procedente la inversión del deber probatorio, previa la inaplicación del artículo 177 del Código de
Procedimiento Civil –que obligaría a la parte actora a probar siempre el incumplimiento por el demandado de su
deber de prestar debidamente el servicio mencionado–, por resultar la regla en él contenida, en el caso
concreto, contraria a la equidad, prevista en el artículo 230 de la Constitución Política como criterio auxiliar de
la actividad judicial.4

Ahora bien, tratándose de los casos referidos a la prestación del servicio médico de obstetricia, expresó
esta Sala lo siguiente, en sentencia del 17 de agosto de 2000, proferida dentro del proceso radicado con el No.
12.123:

“Es cierto que, en forma pacífica, se ha aceptado la tesis según la cual, por regla general, en la actividad
médica la obligación es de medio, no de resultado; se ha dicho que el compromiso profesional asumido en
dicha actividad tiende a la consecución de un resultado, pero sin asegurarlo, pues la medicina no es una
ciencia exacta. En otros términos, el galeno no puede comprometer un determinado resultado, por que éste
depende no solamente de una adecuada, oportuna y rigurosa actividad médica, sino que tienen incidencia, en
mayor o menor nivel, según el caso, otras particularidades que representan lo aleatorio a que se encuentra
sujeta dicha actividad y a que se expone el paciente.

Sin embargo, en el campo de la obstetricia, definida como “la rama de la medicina que se ocupa principalmente
del embarazo, parto y los fenómenos posteriores al alumbramiento, hasta la involución completa del útero”5, la
responsabilidad médica tiende a ser objetiva, cuando ab initio el proceso de embarazo se presentaba normal,
es decir, sin dificultades o complicaciones científicamente evidentes o previsibles...

En casos como éstos, parte de la doctrina se inclina por encontrar una obligación de resultado, puesto que lo
que se espera de la actividad médica materno-infantil, es que se produzca un parto normal, que es
precisamente la culminación esperada y satisfactoria de un proceso dispuesto por la naturaleza, en donde la
ciencia médica acude a apoyarlo o a prever y tratar de corregir cualquier disfuncionalidad que obstaculice su
desarrollo normal o ponga en riesgo a la madre o al que está por nacer. Lo especial y particular de la obstetricia
es que tiene que ver con un proceso normal y natural y no con una patología.

Al respecto, el profesor CARLOS ALBERTO GHERSI, señala:

“... más allá de los riesgos inherentes a todo embarazo y parto –o a pesar de ellos–, lo cierto es que el
resultado final lógico de un proceso de gestación que, debidamente asistido y controlado por el médico
obstetra, se presenta como normal, habrá de ser el nacimiento de una criatura sana, por ello, ante la frustración
de dicho resultado, corresponderá al galeno la acreditación de las circunstancias exculpatorias. Éstas deberán
reunir, a dichos fines, las características de imprevisibilidad o irresistibilidad propias del caso fortuito”.6

Debe precisarse, en esta oportunidad, que las observaciones efectuadas por la doctrina, que pueden
considerarse válidas en cuanto se refieren a la naturaleza especial y particular de la obstetricia, como rama de
la medicina que tiene por objeto la atención de un proceso normal y natural, y no de una patología, sólo
permitirían, en el caso colombiano, facilitar la demostración de la falla del servicio, que podría acreditarse
indiciariamente, cuando dicho proceso no presenta dificultades y, sin embargo, no termina satisfactoriamente.
No existe, sin embargo, fundamento normativo para considerar que, en tales eventos, la parte demandante
pueda ser exonerada de probar la existencia del citado elemento de la responsabilidad. Y más exigente será,

4
Sobre la aplicación de la equidad como criterio auxiliar de la actividad judicial, que permite la corrección de la ley para
evitar una consecuencia injusta no prevista por el legislador, ver sentencias de la Corte Constitucional C-1547 de 2000 y
SU-837 de 2002.
5
MELLONI. Diccionario Médico Ilustrado. T. IV, p. 412.
6
CARLOS ALBERTO GHERSI. Responsabilidad Profesional. Buenos Aires: Ed. Astrea, 1998, p. 114.
9
en todo caso, la demostración del mismo, cuando se trate de un embarazo riesgoso o acompañado de alguna
patología.

Por otra parte, observaciones similares a las ya mencionadas en relación con las dificultades que ofrece para el
demandante la prueba de la falla del servicio, se han hecho respecto de la demostración de la relación de
causalidad existente entre el hecho de la entidad demandada y el daño del cual resultan los perjuicios cuya
indemnización se reclama. En efecto, también en ello están involucrados elementos de carácter científico, cuya
comprensión y demostración resulta, en ocasiones, muy difícil para el actor. Refiriéndose a este tema, la Sala
expuso lo siguiente, en sentencia del 14 de junio de 2001 (expediente 11.901):

“Por esta razón, se ha planteado un cierto aligeramiento de la carga probatoria del demandante, a quien,
conforme a lo dispuesto en el artículo 177 del Código de Procedimiento Civil, corresponde demostrar los
supuestos de hecho del artículo 90 de la Constitución Política, que sirve de fundamento a sus pretensiones.

Así, en sentencia del 3 de mayo de 1999, está Sala manifestó:

“En consideración al grado de dificultad que representa para el actor la prueba de la relación de causalidad
entre la acción del agente y el daño en los casos en que esté comprometida la responsabilidad profesional, no
sólo por la complejidad de los conocimientos científicos y tecnológicos en ella involucrados sino también por la
carencia de los materiales y documentos que prueben dicha relación causal, se afirma que cuando sea
imposible esperar certeza o exactitud en esa materia “el juez puede contentarse con la probabilidad de su
existencia” (Cfr. Ricardo De Ángel Yagüez. Algunas previsiones sobre el futuro de la responsabilidad civil (con
especial atención a la reparación del daño), Ed. Civitas S.A., Madrid, 1995, p. 77), es decir, que la relación de
causalidad queda probada “cuando los elementos de juicio suministrados conducen a un grado suficiente de
probabilidad.” (ibídem, p. 77). Al respecto ha dicho la doctrina:

“En términos generales, y en relación con el „grado de probabilidad preponderante‟, puede admitirse que el juez
no considere como probado un hecho más que cuando está convencido de su realidad. En efecto, un
acontecimiento puede ser la causa cierta, probable o simplemente posible de un determinado resultado. El
juez puede fundar su decisión sobre los hechos que, aun sin estar establecidos de manera irrefutable,
aparecen como los más verosímiles, es decir, los que presentan un grado de probabilidad predominante. No
basta que un hecho pueda ser considerado sólo como una hipótesis posible. Entre los elementos de hecho
alegados, el juez debe tener en cuenta los que le parecen más probables. Esto significa sobre todo que quien
hace valer su derecho fundándose en la relación de causalidad natural entre un suceso y un daño, no está
obligado a demostrar esa relación con exactitud científica. Basta con que el juez, en el caso en que por la
naturaleza de las cosas no cabe la prueba directa, llegue a la convicción de que existe una „probabilidad‟
determinante”. (Ibídem, p. 78, 79)...”.7

En sentencia del 7 de octubre de 1999, la Sala expresó que, “...aceptada la dificultad que suele presentarse en
la demostración directa de la causalidad en materia médica, puede probarse indirectamente –indiciariamente–
...”8. Y en el mismo sentido, precisó posteriormente lo siguiente:

“...de acuerdo con los criterios jurisprudenciales reseñados, la causalidad debe ser siempre probada por la
parte demandante y sólo es posible darla por acreditada con la probabilidad de su existencia, cuando la
complejidad de los conocimientos científicos y tecnológicos involucrados o la carencia de los materiales y
documentos que prueben dicha relación impidan obtener la prueba que demuestre con certeza su existencia”.9

Se observa, conforme a lo anterior, que, tratándose de la relación de causalidad, no se plantea la inversión –ni
siquiera eventual– del deber probatorio, que sigue estando, en todos los casos, en cabeza del demandante.
No se encuentra razón suficiente para aplicar, en tales situaciones, el citado principio de las cargas probatorias
dinámicas. Se acepta, sin embargo, que la demostración de la causalidad se realice de manera indiciaria,
siempre que, dadas las circunstancias del caso, resulte muy difícil –si no imposible– para el demandante, la
prueba directa de los hechos que permiten estructurar ese elemento de la obligación de indemnizar.

En la valoración de estos indicios tendrá especial relevancia el examen de la conducta de las partes,
especialmente de la parte demandada, sin que pueda exigírsele, sin embargo, que demuestre, en todos los
casos, cuál fue la causa del daño, para establecer que la misma es ajena a su intervención. En efecto, dadas
las limitaciones de la ciencia médica, debe aceptarse que, en muchas ocasiones, la causa de la muerte o el
empeoramiento del paciente permanece oculta, aun para los propios médicos.

Por lo demás, dicha valoración debe efectuarse de manera cuidadosa, teniendo en cuenta que –salvo en casos
excepcionales, como el de la cirugía estética y el de la obstetricia, entre otros, que han dado lugar a la
aplicación de regímenes de responsabilidad más exigentes para el demandado– los médicos actúan sobre
personas que presentan alteraciones de la salud, lo que implica el desarrollo de diversos procesos en sus

7
Expediente 11.169.
8
Expediente 12.655.
9
Sentencia del 22 de marzo de 2001, expediente 13.284.
10
organismos, que tienen una evolución propia y, sin duda, en mayor o menor grado, inciden por sí mismos en la
modificación o agravación de su estado, al margen de la intervención de aquéllos. Al respecto, considera la
Sala acertadas las siguientes observaciones formuladas por el profesor Alberto Bueres:

“...creemos que el mero contacto físico o material entre el actuar profesional y el resultado, no siempre ha de
ser decisivo para tener por configurada la relación causal, pues en la actividad médica el daño no es, de suyo,
en todos los casos, revelador de culpa o de causalidad jurídica (adecuada). En rigor, a partir de la evidencia de
que el enfermo acude al médico por lo común con su salud desmejorada, a veces resulta difícil afirmar que
existe un daño y, en otras oportunidades, los tropiezos se localizan en el establecer si ciertamente el daño
(existente) obedece al actuar médico o si deriva de la evolución natural propia del enfermo (Ataz López, Los
médicos y la responsabilidad civil, Edit. Montecorvo, Madrid, 1985, p. 340. Sobre las causas concurrentes y la
concausa, y la factibilidad de interrupción del nexo causal, ver Mosset Iturraspe, Responsabilidad Civil del
médico, Edit. Astrea, Buenos Aires, 1979, p. 267 a 269).

Esta última afirmación nos conduce de la mano a reiterar que en tema de responsabilidad galénica, el contacto
físico entre un profesional y un paciente que experimenta daños, no permite indefectiblemente imputar estos
daños al susodicho profesional, pues las pruebas aportadas al proceso, con suma frecuencia, suscitan dudas
acerca de si el obrar médico fue en verdad el que ocasionó los perjuicios... Frente al daño médico, es muy
común que las constancias procesales pongan de manifiesto que el perjuicio pudo ocurrir por el hecho del
profesional o por una o varias causas ajenas derivadas fortuitamente del propio estado de salud del enfermo –
amén de los supuestos de hecho (o culpa) de éste último–...”10

(...)”.

Solo resta advertir –como también lo hizo la Sala en el fallo que acaba de citarse– que el análisis de la
causalidad debe preceder siempre al de la existencia de la falla del servicio, en los casos en que ésta se
requiere para estructurar la responsabilidad de la entidad demandada. En efecto, sólo aquellas fallas a las que
pueda atribuirse la producción del daño tendrán relevancia para la demostración de dicha responsabilidad, de
manera que la inversión del orden en el estudio de los elementos citados puede dar lugar a que la falla
inicialmente probada resulte inocua, o a valorar indebidamente los resultados del examen de la conducta,
teniendo por demostrado lo que no lo está.11

Y debe insistirse en que la presunción de la causalidad será siempre improcedente; aceptarla implicaría incurrir
en una evidente contradicción, en la medida en que supondría la aplicación, tratándose de la responsabilidad
por la prestación del servicio médico asistencial, de un régimen más gravoso para el demandado inclusive que
el objetivo, dado que si bien en éste la falla del servicio no constituye un elemento estructural de la obligación
de indemnizar, el nexo causal está siempre presente y la carga de su demostración corresponde al
demandante, en todos los casos.

2. EL CASO CONCRETO:

Con fundamento en las pruebas practicadas legalmente dentro del proceso, se tiene lo siguiente:

2.1. Está demostrado que la señora Leonor Redondo Salas murió en la ciudad de Barranquilla el 16 de junio de
1993. Lo anterior consta en el certificado del registro civil de la defunción, donde se anotó, además, como
causa del deceso: “SHOCK HEMORRÁGICO” (folio 11). Así, está probado el daño del cual se derivan los
perjuicios cuya reparación solicitan los demandantes.

2.2. También obra en el proceso el acta de la necropsia practicada al cadáver de la señora Redondo por la
Dirección General de Medicina Legal, Regional del Norte. Allí constan las siguientes observaciones: el
abdomen presentaba “herida suturada quirúrgica de 15 cms. en línea media infraumbilical”; los pulmones
estaban edematosos; el corazón estaba “pálido, flácido, con huella de punción pericárdica y miocárdica
ventricular”; en la zona del peritoneo, mesenterio y retroperitoneo presentaba “hematoma de 500 c.c. en lecho
quirúrgico de histerectomía”; los riñones estaban “pálidos, edematosos” y había ausencia del útero y anexos,
por intervención quirúrgica reciente. Como conclusión, se anotó: “Causa de muerte: shock hemorrágico post
estado de histerectomía total más anarectomía bilateral reciente” (folios 165 a 168).

10
BUERES, Alberto J. Responsabilidad civil de los médicos, Edit. Hammurabi, Buenos Aires, 1992, p. 312, 313.
11
Teniendo en cuenta observaciones similares, la Sala ha hecho afirmaciones como estas, en fallos anteriores:
“Lo que interesa para los efectos de resarcimiento, y naturalmente, de la estructuración de la responsabilidad es, ante todo,
la posibilidad de imputación o reconducción del evento dañoso al patrimonio de quien se califica preliminarmente
responsable; esto ha de aparecer acreditado cabalmente, para no descender inoficiosamente al análisis culpabilístico”
(sentencia del 7 de octubre de 1999, expediente 12.655).
“Ni aun en el evento de que se hubiera probado una falla del servicio habría lugar a declarar la responsabilidad del Estado
mientras el vínculo causal no hubiera sido establecido, al menos como probable” (Sentencia del 22 de marzo de 2001,
expediente 12.843).
11
2.3. De otra parte, se allegó al proceso la historia clínica de la señora Leonor Redondo Salas, elaborada en el
Hospital General de Barranquilla, donde constan los siguientes datos:

La paciente ingresó el 10 de junio de 1992, a las 4:10 p.m.. En ese momento, se anotó: “paciente que consulta
el día de hoy a la consulta (sic) de alto riesgo por presentar dolor en hipogastrio irradiado a región lumbosacra,
acompañado de disuria y polaquiuria, refiere igualmente presentar el día de ayer fosfenos y en horas de la
tarde presenta cefalea pulsátil......”. Sobre el examen físico se hizo constar, entre otros datos, que tenía una
presión arterial de 160/110, “estado general bueno”. Se verificaron los “ruidos fetales”, y se indicó que ingresó
con “embarazo gemelar” (folios 305 y 306).

Se ordenó (folio 315):

Hospitalizar en ARO
Valoración por médico de planta para posible cesárea por placenta de inserción baja más pre-eclampsia.
Hemograma..., TP – TPT - TC
Binotal...
DAD 5%, PMV 500 cc
Control de signos vitales y avisar cambios.
Fenobarbital...
Sulfato de magnesio...
Control de T.A. y anotar c/ 4 h.

A las 6:00 p.m. de ese mismo día, se indicó que la paciente tenía sintomatología de I.V.U., confirmada por el
parcial de orina, que no había cedido luego de tratamiento con amoxacilina por 7 días, y que se hospitalizaba
por preeclampsia severa e IVU severa (folio 306).

El 11 de junio, a las 12 m., se anoto que la paciente fue presentada al dr. Bernal, quien consideró que se debía
“dejar evolucionar espontáneamente” (folio 306 vuelto).

El 12 de junio, a las 11:40, se anotó que la paciente fue valorada por el doctor Lara, quien consideró que, de
acuerdo con su cuadro clínico y evolución, se debía “desembarazar” (folio 322)

Desde el 11 de junio y durante los días siguientes, se anotaron resultados de controles, indicándose que, en
general, la situación continuaba igual (folio 315, 316, 322).

El 15 de junio, a la 1:20 a.m., se indicó que la paciente fue valorada por el doctor Bernal, quien consideró que
tenía una “inserción baja placenta parcial” y ordenó prepararla para cesárea urgente (folio 323).

La intervención, denominada “cesárea segmentada transperitoneal”, comenzó a las 2:50 a.m., y terminó a las
3:15 a.m. Los hallazgos se describieron en la siguiente forma (folio 331):

“...se observa útero grávido, luego se procede a realizar historotomía en el segmento inferior, para luego
extraer primero un producto de sexo masc. en presentación cefalica con apgar 0; el segundo producto de sexo
masculino, en presentación podalico, con apgar 0, luego se extrae la placenta, una en cara anterior estaba
desprendida y la otra placenta en el segmento inferior está..., que al desprenderla se trae parte del endometrio.
Se limpia cavidad uterina, se sutura en dos planos, el útero, con puntos continuos, no cruzados y ..., después
de... y comprobar hemostasia, se observa buena... uterina, se cierra por planos. La paciente tolera bien el acto
quirúrgico y sale con presión arterial 70/30... del quirófano.

Dx postquirúrgico: 1) Desprendimiento de placenta normoinserta


2) Acretismo placentario
3) Pre-eclampsia severa

En la nota de anestesia, se lee (folio 332):

“... En el acto quirúrgico se encuentra desprendimiento placentario en una y placenta acreta en la otra.
Paciente sangra abundantemente; fetos nacen muertos; paciente comienza a hacer hipotensión, se le canaliza
otra vena con..., la TA se estabiliza en 70-60/30. Termina acto quirúrgico, comienza la TA a bajar
nuevamente, dificultad respiratoria, llega TA a 0/0, pulso 60 min., respiración 36 min., se le pasa sangre a
chorro, Hartman a chorro, IOT, oxígeno y... Sangrado abundantísimo por vagina, paciente consciente, queda
con IOT, 2 venoclisis (sangre y Hartman)... TA 60/40, pulso 100/min., resp 30/min.

A las 3:30 a.m., del mismo día, se anotó (folio 323):

”Paciente en estado crítico, TA= 0/0, pulso 120 x m., FR= 32 x m., sangrado vaginal abundante, útero
contraído, pasando sangre total 1.000 c.c., se aplica bicarbonato 2 amp. + atropina + oxígenoterapia, se
efectúa intubacionpara mejor ventilación + 40 u... en dext +...
Dra. Ana María Rodríguez... – Bernal.
12

A las 5 a.m., se anotó (folio 323):

“Paciente en estado crítico, TA 60/40, CONSCIENTE, fr 36 x m., puso 100 x m., sangrado moderado,
hematuria franca (50 c.c.), útero contraído”.

Y luego se leen las siguientes notas (folio 324):

“6 a.m. Paciente tranquila, consciente, manifestó dolor en región abdominal, sangrado escaso, con...
tensionales 80/70

6:30 a.m. Paciente presenta sangrado abundante acompañado de coágulos... 80/60, se pasa sangre a chorro,
se ordena reintervenir a la paciente, preparar quirófano y se ordena prender la planta eléctrica y no funciona,
dicen que está ahogada y por medio de ella no funciona el aspirador. El dr. Bernal y la doctora Ana María
recomiendan probar de nuevo. Insisten en prenderla, pero no funciona, no hay luz desde las 4:00 a.m. en esta
institución.

8:15. Entrego paciente consciente... con... tensionales 80/60, preparada para histerectomía, y se presenta el
caso a ronda médica Departamento ginecología y médico por la sala de Rafael Lara.

8:45 Paciente valorada por el dr. Lara, quien ordena pasar a cirugía. TC 120 x´, PA 80/60, FR 42 x´.
Dx : 1) Pre-eclampsia severa
2) Hemorragia uterina secundaria C.I.D.
3) Insuficiencia renal”.

Se observa que forma parte de la historia clínica una hoja de interconsulta, en la que se indica la hora (9:00
a.m.), mas no la fecha (folio 333). Allí se anotó que el Departamento de Gineco Obstetricia, Sección de alto
riesgo, pidió valoración de medicina interna. Como diagnósticos, se consignaron: pre-eclamsia severa +
DPPNI + coagulopatía de consumo. Este folio tiene una nota larga tachada en su reverso.

Luego, el 15 de junio a las 9:30 a.m., se anotó:

“Enterado del caso. Paciente con hemorragia vaginal postcesárea, paciente con ID de coagulopatía de
consumo, al examen físico se encuentra paciente lúcida, consciente, quien responde al interrogatorio. TA
80/60, p 120 x ´, TR 40 x ´, RC rítmicos taquicárdicos, sin soplos, pulmones con buen..., abdomen con cicatriz
de cesárea. Se palpa globo de...
La paciente ha presentado una diuresis de 20 c.c., post cirugía.

CONCLUSIÓN Paciente puede ser intervenida con un alto riesgo Qx. En la actualidad, la paciente presenta
sangrado por T. de coagulación + insuficiencia renal por lesión tubular”.

Obra también una nota que indica que “el tiempo de coagulación, no coaguló en 30 minutos”, y que a las 4 a.m.
no se pudieron obtener muestras, por el mal estado de la paciente, que tenía de un lado la dextrosa y del otro
la sangre (folio 338). También obran los resultados de varios exámenes practicados durante los días en que la
paciente estuvo internada en el Hospital General de Barranquilla.

En las notas de enfermería de ese mismo día, 15 de junio, se indica que, a las 8:55, se reclamaron exámenes
de T.C. y se entregaron al dr. Lara. Además, que éste ordenó preparar a la paciente para cirugía. Se anota
también que se sangró para hemograma y se trasladó a la sala de cirugía, y se da cuenta de la respuesta de
interconsulta hecha a medicina interna (folio 330).

Finalmente, en la hoja resumen de la historia consta que, por el estado crítico de la paciente, se decide remitirla
al H.U.B., para “mejor manejo, por falta de sangre y... recursos de la institución” (folio 302 vuelto).

2.4. Se allegó también al proceso la historia clínica elaborada por el Hospital Universitario de Barranquilla. En
el oficio remisorio, suscrito por el jefe de la División de Atención Médica, se expresó que “aun con las medidas
terapéuticas suministradas y estando la paciente en la unidad de cuidados intensivos”, falleció “a causa de las
complicaciones que presentaba al momento de su ingreso”. En dicha historia consta lo siguiente:

Ingresó el 15 de junio de 1992, a las 10:35 a.m., remitida del Hospital General de Barranquilla. Al examen
físico, en ese momento, presentó TA 0/0, Pulso 0, y se anotó:

“Idx 1. Puerperio... postcesárea.


2. Hemorragia post parto sec. a 1.
3. Placenta acreta.
4. (...)
Shock hipovolémico.
13
Se hace esta Idx con base en descripción quirúrgica enviada en nota de remisión del hospital de Barranquilla,
se decide llevar a cirugía de urgencia, para histerectomía abdominal con base en la historia” (folios 275 y 275
vuelto).

La “histerectomía abdominal total + salpingo oforectomía...” comenzó a las 11 de la mañana del 15 de junio y
terminó a la 1 de la tarde. Si bien la nota de descripción quirúrgica es ilegible, en la última parte se expresó
que la paciente quedó con presión 80/60 “y sin eliminación urinaria”, en “estado general delicado” y con
“pronóstico reservado”. (folios 277 y 277 vuelto).

A las 2:00 p.m., se anotó, en hoja de interconsulta, que la paciente “fue sometida a histerectomía por un gran
hematoma intrauterino. El médico consultado hizo constar que la paciente se encontraba en shock
hipovolémico, por lo que había sido remitida al hospital luego de practicada la cesárea. Agregó que se
encontraba en mal estado en la sala de quirófano, con respirador, palidez marcada e intubada, con PA 0 y FC
140´. Se indicó que, durante la cirugía, la paciente recibió 3.000 c.c. de LEV Hartman y 1.000 c.c. de sangre
total, Se prescribieron varios medicamentos y se ordenó “traslado a U.C.I. al desocupar una cama”, porque
actualmente no había disponibilidad (folio 278 y 278 vuelto).

A las 6:00 p.m., se indicó que la paciente tenía aproximadamente 5 horas de haber sido operada, que
continuaba con tensión arterial 0/0, P 0, “a pesar de todas las medidas realizadas por medicina interna”. Se
consideró que estaba en fase fría del shock hipovolémico, que en ese momento era irreversible. El mismo día,
se expresó que la paciente estaba “en grave estado”, con mala perfusión y la P.A. en 0, a pesar de la dopamina
–adrenalina. Se sugirió, con signo de interrogación, la posibilidad de que la paciente se encontrara sangrando
por cavidad (folio 276).

A las 6:50 p.m. se expresó que continuaba en mal estado general y que no había sangrado (276 vuelto).

A las siete de la noche, en las notas de enfermería, se hizo constar la recepción de la paciente en mal estado
general, con palidez y edema generalizado, estado en que permanecía a las siete y cuarenta y cinco (folio
295).

A las ocho, se valoró a la paciente, que estaba con ventilación asistida, y se anotó que no respondió a
estímulos y que la presión arterial continuaba en 0/0, la frecuencia cardiaca en 0, y que presentaba cianosis
periférica. Se tomó un electrocardiograma para demostrar actividad cardiaca, que mostró línea isoeléctria. Así,
se diagnosticó “muerte” y se retiró el ventilador (folio 276 vuelto).

Nuevamente, en las notas de enfermería, se anotó, a las 9:45 p.m., que la doctora Nelly Beltrán se negó “a
llenar hoja de defunción, porque la doctora Zulema Soto contestó la interconsulta, y que la doctora Salinas,
médica de planta dijo que no la llenaba, porque “G.O. no fue quien dio la orden de desconectar a la paciente”
(folio 295).

2.5. Adicionalmente, por orden oficiosa del Tribunal, el Coordinador de Servicios Forenses del Instituto
Nacional de Medicina Legal, Regional Norte, rindió un dictamen pericial. En él se presentó, inicialmente, el
siguiente resumen del caso (folios 270 a 272):

“Se trata... de una paciente de 36 años quien el día 10 de junio de 1992 consulta al hospital de Barranquilla por
presentar dolor en hipogastrio irradiado a región lumbosacra, acompañado de disuria y polaquiuria, además de
fosfenos y cefalea pulsátil. Al examen de ingreso se le encuentra como dato importante una tensión arterial de
160/110.

Le hacen impresión diagnóstica de 1. Embarazo de +/- 38 semanas por amenorrea, 2. Embarazo gemelar en
cefálica, 3. Sin trabajo de parto, 4. Preeclampsia severa, 5. Infección de vías urinarias.

Se le inicia tratamiento con fenobarbital, sulfato de magnesio, ampicilina y dieta hiposódica, la paciente persiste
en sus cifras tensionales elevadas.

El día 15 de junio, por presentar sangrado abundante y pensando en la inserción baja de plancenta, es llevada
a cirugía para la práctica de cesárea, encontrándose en la cirugía un desprendimiento de placenta
nomoinserta, un acretismo placentario y una preeclampsia severa. Durante el postoperatorio inmediato, la
paciente sigue sangrando, haciéndose un diagnóstico de coagulopatía de consumo, decidiéndose remitir al
hospital universitario, donde la hospitalizan en cuidados intensivos, falleciendo 7 horas después de su ingreso”.

Posteriormente, en el mismo dictamen, se expresó:

“ANÁLISIS Y CONCLUSIÓN:

Revisada la historia clínica de ingreso al hospital de Barranquilla, observamos que la paciente acude a la
consulta obstétrica donde al encontrarse una sintomatología considerada grave dentro de un embarazo,
14
decidiéndose (sic) acertadamente hospitalizar a la paciente y clasificarla como paciente de alto riesgo
obstetricio.

El tratamiento iniciado a base de fenobarbital, sulfato de magnesio y ampicilina es un tratamiento acorde a los
diagnósticos realizados, y se puede observar por lo descrito en las órdenes médicas que se aplicó en forma
adecuada y siempre bajo supervisión médica como se debe hacer en estos casos, especialmente con el
medicamento sulfato de magnesio. La paciente a pesar del tratamiento siempre estuvo manejando cifras
tensionales elevadas, lo cual probablemente se debía a la combinación de la preeclampsia con la infección de
vías urinarias que comprometía con mayor magnitud la función renal de la paciente, sin embargo, no podemos
cuantificar el daño renal, ya que no se practicó necropsia y por lo tanto no se tomaron muestras de riñón.

Cuando la paciente comienza a sangrar, se decide desembarazarla mediante una cirugía cesárea, lo cual se
esperaba permitiera detener el sangrado, suprimir el factor desencadenante de la preeclampsia y salvar la vida
de los productos. Pero la paciente se complicó con un mayor sangrado, debido al desprendimiento de la
placenta y al acretismo placentario que desencadenó una alteración en los factores de coagulación conocida
como coagulopatía de consumo que anemizó a la paciente y finalmente la llevó a la muerte.

Es importante tener en cuenta que esta paciente reunía una serie de factores predisponentes para realizar un
cuadro de preelampsia, como son:
Edad materna mayor de 35 años.
Gestación múltiple.
Enfermedad renal.

Se desconoce si la paciente antes del embarazo venía presentando cifras tensionales elevadas, lo cual agrava
el cuadro de la paciente al momento de embarazo y en especial cuando es múltiple...

Luego de establecida la hipertensión por embarazo, la paciente desarrolla un desprendimiento prematuro de


placenta normoinserta, el cual tiene como factores predisponentes la preeclampsia y en especial cuando existe
un daño renal previo.

Luego de todo lo anterior y a pesar de haberse tomado medidas para el manejo de la paciente, tanto médicas
como quirúrgicas, la paciente desarrolla una coagulopatía de consumo, es decir, un trastorno en la activación
de la coagulación, presentando un sangrado profuso que finalmente anemizó y choqueó a la paciente
causándole la muerte. Esta coagulopatía tiene factores causales, como son la hipertensión inducida por
embarazo que la paciente padecía, el desprendimiento de la placenta, la infección renal.

En conclusión, tenemos una paciente añosa (36 años) en la que desconocemos antecedentes patológicos, que
se embaraza, presentando un embarazo gemelar que desencadena una hipertensión inducida por embarazo
(preeclampsia severa), la cual produce un desprendimiento prematuro de placenta y desencadena un trastorno
severo y grave de la coagulación conocida como coagulopatía de consumo, que a su vez produce toda una
serie de daños que causan la muerte. Por lo anotado en la historia clínica, se puede observar que a la señora
LEONOR MARÍA REDONDO SALAS se le hicieron diagnósticos adecuados a la sintomatología que fue
presentando y se tomaron las medidas médicas para estabilizar y manejarla, pero la paciente se fue
complicando con patologías más graves que hicieron necesario su traslado a un centro hospitalario de mayor
nivel, donde, a pesar de las medidas tomadas, debido a la magnitud de los daños ocasionados por las
enfermedades padecidas, se produjo su deceso.

Todas las medidas tomadas fueron adecuadas para mejorar la salud de la paciente y no podrían tomarse otro
tipo de medidas desde el punto de vista médico, todo lo que se debía y tenía que hacer con la paciente fue
realizado, según lo anotado en la historia clínica”. (Se subraya).

Teniendo en cuenta que, en la oportunidad correspondiente, el Tribunal omitió correr traslado a las partes de
este dictamen, el Consejo de Estado ordenó surtir este trámite, mediante auto del 6 de agosto de 2004. Dentro
del término respectivo, las partes guardaron silencio (folio s 421 y 422).

2.6. Por último, se recibieron en el proceso las declaraciones de los señores María Inés Olmos de la Hoz,
Armando Enrique Redondo Arteta, Mayely del Socorro Mendoza Redondo (folios 155 a 163).

La primera, quien manifestó ser “amiga, cliente y comadre” de la víctima, y desempeñarse como enfermera en
“Distrisalud”, hizo un relato de la forma en que se desarrollaron los hechos durante la hospitalización de ésta y,
preguntada al respecto, manifestó, sin ofrecer explicaciones, que, en su opinión, las causas de la muerte de la
misma fueron “la negligencia médica y la demora en haberle practicado la cesárea”.

El segundo y la tercera, padre y prima de la señora Leonor Redondo, respectivamente, y demandantes en el


proceso, hicieron también un relato de lo sucedido. El señor Redondo indicó expresamente que quien estuvo
cerca de aquélla, durante todo el tiempo de hospitalización, fue María Inés Olmos, y Mayely Mendoza, por su
parte, quien dijo ser “comerciante”, expresó que visitó a la paciente todos los días, por lo cual supo que los
doctores consideraron que podía tener un parto normal, y agregó que “según el conocimiento” que tenía, “la
15
cesárea era necesaria, por cuanto era un parto gemelar y, además de eso, presentaba placenta previa”. Y
agregó:

“El estado de salud de Leo era óptimo cuando ella ingresó al hospital. Anteriormente, se le había practicado
ecografía y los fetos estaban en buen estado, entonces cuando siendo aproximadamente las 2 de la mañana
del día 15 de junio Leo comenzó a presentar manchas de sangre y aun así no se le practicaba la cesárea. La
hemorragia fue aumentando y es cuando la doctora corre a practicarle la cesárea ocurriendo que los niños
mueren ahogados. Leo sale del quirófano, luego inmediatamente la regresan al quirófano porque parece que
la sangre no se le detiene, continúa la hemorragia, pero ella entra al quirófano y vuelven y la sacan porque
dicen que el equipo estaba dañado. Desde las dos de la mañana hasta las seis de la mañana no le hacen
nada para detenerle la hemorragia, lo que le están colocando esas pintas de sangre y así nos manifiestan a los
familiares que se necesitan más pintas de sangre y que es necesario conseguirlas urgentemente... Hablo con
un médico y le pregunto que por qué no opera a Leo y me dice que él no se arriesga y que él va a hacer un
traslado para el hospital universitario, aproximadamente entre las nueve y nueve y media de la mañana del 15
de junio nos trasladamos con Leo en una ambulancia del Hospital de Barranquilla hacia el Hospital
Universitario. El médico que la recibe nos comenta que Leonor viene en mal estado, que es necesario operar,
pero que las posibilidades de vida son muy pocas, aproximadamente... a las nueve y media de la noche fallece
Leo...”.

Interrogada sobre si en el hospital General de Barranquilla no había sangre para el tratamiento que requería la
señora Leonor María Redondo Salas”, dijo que, “en el momento no había sangre para la paciente...”. Y sobre
los nombres de los médicos con los que dijo haber hablado, expresó: “...sé del nombre de la doctora llamada
Ana María, no recuerdo si el apellido es Richardiú y un doctor de apellido Bernal, no sé qué cargo tenían dentro
del hospital”.

Finalmente, al preguntársele si tenía algo que agregar, manifestó: “Lo que puedo decir es que si a Leo le
hubiesen practicado la cesárea a tiempo esto no hubiese ocurrido”.

Con fundamento en lo anterior, concluye esta Sala que no se estableció en el proceso la existencia de una
relación de causalidad entre la conducta de las entidades demandadas y la muerte de la señora Leonor María
Redondo Salas. Ninguna prueba aportó el demandante para demostrar este elemento estructural de la
responsabilidad, y del dictamen rendido por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses,
decretado oficiosamente por el Tribunal (folio 257) –que no fue objetado por los actores–, se deduce, por el
contrario, que dicha relación no existió.

En efecto, manifiesta el Coordinador de Servicios Forenses de dicho instituto, en sus conclusiones, que la
paciente ingresó al Hospital General de Barranquilla con “una sintomatología considerada grave dentro de un
embarazo” y que se le aplicó el tratamiento adecuado, de acuerdo con los diagnósticos realizados
(preeclampsia severa e infección de vías urinarias), no obstante lo cual aquélla siguió presentando una tensión
arterial alta, lo que consideró explicable por “la combinación de la preclampsia con la infección de vías urinarias
que comprometía con mayor magnitud la función renal de la paciente”.

Agrega que la cesárea fue practicada cuando la paciente comenzó a sangrar, con el fin de detener la
hemorragia, suprimir el factor desencadenante de la preeclampsia y salvar a los gemelos, pero la misma se
complicó, porque aumentó la hemorragia, “debido al desprendimiento de la placenta y al acretismo placentario
que desencadenó una coagulopatía de consumo que le produjo anemia y la llevó a la muerte. Explica,
además, que el desprendimiento de la placenta “tiene como factores predisponentes la preeclampsia, en
especial cuando existe un daño renal previo”, como ocurría en este caso, y que la coagulopatía, a su vez, tiene,
como “factores causales”, la hipertensión, el desprendimiento de la placenta y la infección renal.

Por lo anterior, concluye el experto que los diagnósticos hechos, en cada momento, a la paciente,
fueron correctos y que se tomaron oportunamente las medidas adecuadas para tratarla, no obstante lo cual, se
produjo su deceso, “debido a la magnitud de los daños ocasionados por las enfermedades padecidas” (se
subraya). Resulta relevante tener en cuenta, adicionalmente, lo expresado por aquél en el sentido de que “no
podían tomarse otro tipo de medidas desde el punto de vista médico”, y que “todo lo que se debía y tenía que
hacer con la paciente fue realizado”.

Así las cosas, de este dictamen se desprende claramente que la muerte de la señora Leonor María Redondo
Salas se produjo como consecuencia de la evolución propia de su enfermedad, y que no pudo ser evitada, a
pesar del manejo oportuno de su caso por parte de las instituciones que tuvieron a su cargo su tratamiento.

Ahora bien, afirma la parte demandante que el Hospital General de Barranquilla incurrió en varias fallas del
servicio. Al respecto, expresa que la señora Redondo Salas ingresó al mismo en buen estado de salud, lo que
resulta claramente desvirtuado con la historia clínica citada, a la cual, además, se refieren expresamente los
peritos al mencionar el diagnostico inicial de preeclampsia severa e infección urinaria. También afirma dicha
parte, incurriendo en contradicción, que, en el momento de su ingreso, se diagnosticó a la paciente, además de
la preeclampsia, “DPPNI + coagulopatía de consumo”, patologías que, sin embargo, sólo se presentaron 5 ó 6
días después. Debe advertirse que si bien, en las observaciones que constan en la hoja de ingreso (folio 120),
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se alude a “placenta de inserción baja”, no es claro que hubiera pretendido aludirse al denominado DPPNI, que
la parte demandante define como “desprendimiento prematuro de placenta normoinserta”, y, en todo caso, ello
sólo se hace para indicar que debe hacerse “valoración por médico de planta para posible cesárea”, de modo
que no puede considerarse como una referencia a un diagnóstico comprobado.

También alegan los actores que el doctor Bernal ordenó la cesárea el 15 de junio de 1992, a la 1:20 a.m., y que
ésta sólo se practicó a las 3:30 a.m. Sin embargo, consta en la historia clínica que dicha intervención comenzó
a las 2:50 a.m., y puede pensarse que fue necesaria una preparación previa que tomó una hora y media. Por
lo demás, no obra en el proceso prueba alguna que indique que este tiempo pueda ser considerado excesivo,
en cuanto determinante para generar la agravación de la paciente.

Lo mismo debe observarse en relación con lo expresado en la demanda, en el sentido de que, “dado el
diagnóstico..., lo más aconsejable era practicar una cesárea inmediata..., y no esperar cuatro días para
practicarla”. Esta conclusión sólo habría podido ser respaldada mediante la práctica de una prueba técnica, y,
como se ha observado, de la rendida dentro del proceso puede deducirse precisamente lo contrario, dado que
en ella se expresa que el tratamiento aplicado resultó correcto y oportuno. Adicionalmente, si bien algunos
declarantes manifiestan que si tal intervención se hubiera practicado desde el ingreso de la paciente al Hospital
General, su muerte no se habría producido, es evidente la falta de preparación de los mismos para formular
una afirmación de esa naturaleza.

Expresan, igualmente, los actores, que la histerectomía tenía por objeto “corregir la coagulopatía de consumo...
y los hematomas producidos en la operación de cesárea...”, y que no se pudo practicar en el citado hospital,
dado que no había servicio de energía y la planta no funcionó. En relación con estas afirmaciones, debe
decirse, de una parte, que no existe constancia en la historia clínica de que durante la cesárea se hubieran
producido hematomas, y de otra, que si bien está demostrado que existía el daño en la planta eléctrica y que
ello impidió practicar la histerectomía en el Hospital General de Barranquilla, que había sido ordenada desde
las 6:30 a.m. del 15 de junio y sólo se practicó a las 11:00 a.m. en el Hospital Universitario de la misma ciudad,
no está demostrado que esa circunstancia hubiera generado la muerte de la paciente.

Una afirmación similar puede hacerse en relación con la alegada falta de sangre en el hospital mencionado –
dado que en la demanda se afirma que, en cuanto se requirió, para la práctica de la cesárea, fue proporcionada
por los familiares de la señora Redondo Salas, y posteriormente, se consideró conveniente la remisión al
Hospital Universitario–, y también respecto de la demora en obtener los resultados de los exámenes ordenados
en la fecha de ingreso, visto que ninguna injerencia tuvieron los mismos para la adopción de la decisión de
practicar la cesárea, que fue motivada por la hemorragia presentada por la paciente el 15 de junio.

Finalmente, en cuanto a la afirmación relativa a la aplicación de “una nueva dosis de anestesia en menos de
doce horas”, para practicar la histerectomía, se advierte que tampoco está demostrado su efecto negativo en el
caso concreto, y debe aclararse que no se practicó inicialmente una “histerectomía” y luego una “histerectomía
abdominal”; según consta en la historia clínica, luego de la cesárea, se practicó ésta última en el Hospital
Universitario de Barranquilla.

Por lo demás, no hay razón para considerar que haya algo irregular en el hecho de que el texto de la historia
que obra a folio 138 vuelto se encuentre tachado, dado que no existen indicios de que el Hospital General de
Barranquilla tuviera la intención de ocultar información, y bien pudo tratarse de la corrección de un error
involuntario.

Así las cosas, se concluye que varias de las fallas del servicio alegadas por la parte demandante no se
encuentran demostradas, y que no se estableció que otras que sí lo están hubieran tenido relevancia causal
respecto del resultado producido, esto es, la muerte de la paciente, por lo cual no puede considerarse
demostrada la responsabilidad del Hospital General de Barranquilla. Debe recordarse, al respecto, lo
expresado por esta Sala en la sentencia del 14 de junio de 2001, citada en el acápite inicial de estas
consideraciones, en el sentido de que únicamente aquellas fallas a las que pueda atribuirse la producción del
daño resultan relevantes para la demostración de la responsabilidad.

Sorprenden, por esa razón, las afirmaciones del representante del Ministerio Público ante el Tribunal, quien,
desconociendo la obligación que tiene la parte demandante de acreditar, en todos los casos, cualquiera que
sea el régimen de responsabilidad aplicable, la relación de causalidad existente entre la acción u omisión de la
entidad demandada y el daño sufrido, manifiesta que “hay que recurrir a lo que denominamos... el sentido
común, ya que el proceso adoleció (sic) de sustento probatorio, al no existir una prueba técnica... que pudiera
decir al fallador... a qué se debió la muerte de la madre y de sus hijos”, y agrega que “cuando se afirma que la
cesárea ocurrió tardíamente recurrimos al sentido común para deducir que si se le hubiera practicado a tiempo,
las criaturas no hubiesen muerto”.

Por otra parte, observa esta Sala que le asiste razón al apoderado del Hospital Universitario de Barranquilla, en
cuanto expresa que, de la lectura de la demanda, se desprende que no se imputa falla alguna a esa institución,
dado que, por el contrario, se afirma que si la paciente hubiera sido trasladada oportunamente a dicha
institución, “lo más seguro es que... se hubiera salvado, porque el personal médico se supone más selecto y se
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cuenta con mayor infraestructura para sortear las complicaciones que se presenten”. Y dado que no hay más
afirmaciones en la demanda respecto de la atención que allí recibió la señora Redondo Salas, puede concluirse
que lo expresado posteriormente por la parte actora, al alegar de conclusión ante el Tribunal, en relación con la
práctica de “una nueva histerectomía”, con la ausencia inicial de quirófano disponible, con la negativa de una
médica a llenar la hoja de defunción y con la orden de desconectar a la paciente, constituyen hechos nuevos
que modifican indebidamente la causa petendi frente a la mencionada entidad. De cualquier manera, debe
precisarse que no está demostrado que de alguno de tales hechos pueda deducirse la existencia de la
obligación de indemnizar a cargo del mencionado hospital.

Conforme a lo anterior, se impone confirmar el fallo apelado, en cuanto por él se negaron las pretensiones de la
demanda.

Finalmente, dado que no se observa que la parte actora haya incurrido en conductas dilatorias o temerarias, se
revocará la condena en costas impuesta en la misma providencia, de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 171 del C.C.A., modificado por el artículo 55 de la Ley 446 de 1998.

En mérito de lo expuesto, el Consejo de Estado, en Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera,


administrando justicia en nombre de la República de Colombia y por autoridad de la ley,

FALLA:

CONFÍRMASE la sentencia proferida por el Tribunal Administrativo del Atlántico el 26 de noviembre de


1997, en cuanto negó las pretensiones de la demanda.

REVÓCASE la condena en costas impuesta en la misma providencia a cargo de la parte actora.

CÓPIESE, NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE.

RAMIRO SAAVEDRA BECERRA RUTH STELLA CORREA PALACIO


Presidente de la Sala

MARÍA ELENA GIRALDO GÓMEZ ALIER E. HERNÁNDEZ ENRÍQUEZ

GERMÁN RODRÍGUEZ VILLAMIZAR


MCM

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