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CONSEJO DE ESTADO

SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO


SECCION TERCERA

Bogotá, D.C., veintiocho de septiembre de dos mil.

CONSEJERO PONENTE: DR. ALIER E. HERNÁNDEZ ENRÍQUEZ

REF: Expediente No. 11.405


ACTOR: JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMIREZ Y
OTROS.
DEMANDADO: LA NACION - MINISTERIO DE
DEFENSA - POLICIA NACIONAL y HOSPITAL
SANTO DOMINGO DE MALAGA.

Resuelve la Sala el recurso de apelación interpuesto por el Hospital Santo


Domingo de Málaga, en contra de la sentencia proferida por el Tribunal
Administrativo de Santander, el 18 de septiembre de 1995, y revisa la misma
sentencia, en grado de consulta, en cuanto condenó a la Nación – Ministerio de
Defensa – Policía Nacional. Mediante esta providencia se decidió lo siguiente:

“PRIMERO: DECLARAR no probadas las excepciones propuestas por el apoderado


judicial de la Nación - Ministerio de Defensa - Policía Nacional.

SEGUNDO: DECLARASE administrativamente responsable a la NACION - MINISTERIO


DE DEFENSA - POLICIA NACIONAL y al HOSPITAL SANTO DOMINGO DE MALAGA por
la muerte de OSCAR GUERRERO VELAZCO ocurrida el día 18 de enero de 1992, en
la ciudad de Málaga (S).

TERCERO: CONDENASE a la NACION - MINISTERIO DE DEFENSA - POLICIA NACIONAL


y al HOSPITAL SANTO DOMINGO DE MALAGA a pagar por concepto de perjuicios
morales, a JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMIREZ y MARIA ROSA TULIA VELAZCO DE
GUERRERO el equivalente a mil (1000) gramos oro para cada uno de ellos, y a
DIEGO ALBERTO, CARLOS ARNULFO y OMAIRA GUERRERO VELAZCO, el equivalente
a quinientos (500) gramos de oro para cada uno.

El reconocimiento de estos valores se efectuará con base en la certificación que


expida el Banco de la República sobre el precio del oro a la fecha de ejecutoria
de la sentencia.

La condena aquí impuesta se pagará por partes iguales con cargo a los
respectivos presupuestos.

CUARTO: DENIEGANSE las demás pretensiones de la demanda.” (flS. 306 A 324 C.


ppal.).

I. ANTECEDENTES
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Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

1. Mediante escrito presentado el 11 de enero de 1994, los señores JUAN


BAUTISTA GUERRERO RAMIREZ y MARIA ROSA TULIA VELAZCO DE GUERRERO,
obrando en su propio nombre y en representación de sus hijos menores DIEGO
ALBERTO, CARLOS ARNULFO y OMAIRA GUERRERO VELAZCO, actuando
mediante apoderado y en ejercicio de la acción de reparación directa,
formularon demanda contra la NACION- MINISTERIO DE DEFENSA - POLICIA
NACIONAL y el HOSPITAL SANTO DOMINGO DE MALAGA (S), con el propósito de
que se declarara que son solidariamente responsables de los perjuicios sufridos
por aquéllos con la muerte de su hijo y hermano OSCAR GUERRERO VELAZCO,
ocurrida en Málaga, Santander, el 18 de enero de 1992, “por la manifiesta
desprotección y abandono a que lo sometieron las entidades demandadas”
(folios 115 a 144 C. ppal.)

Como consecuencia de lo anterior, solicitaron que se las condenara a


pagar a los padres del fallecido el valor de los perjuicios materiales, por
concepto de daño emergente y lucro cesante, más los intereses compensatorios,
en la cuantía que resultara probada en el proceso, y pidieron que se efectuara
la actualización de la suma correspondiente, teniendo en cuenta el incremento
del índice de precios al consumidor. Adicionalmente, solicitaron que se
condenara a las demandadas a pagar los perjuicios morales sufridos por todos
los demandantes, que tasaron en el valor de mil gramos de oro, para cada uno.

La parte demandante fundó sus pretensiones en los siguientes hechos:

1. El frente subversivo “Efraín Pabón” del autodenominado Ejército de Liberación


Nacional acusó a los hermanos OSCAR, OMAR DE JESUS y NELSON GUERRERO
VELAZCO, de la autoría de los asaltos a los buses de transporte intermunicipal que,
en la época de los hechos, se venían presentando en la vía que comunica a
Bucaramanga con la Provincia de García Rovira.

2. El día 16 de enero de 1992, siendo aproximadamente las 2:00 de la mañana,


llegó a la vereda “El Saladito”, municipio de San Andrés, un grupo de guerrilleros,
que sacó de su vivienda a los hermanos Guerrero Velazco, y los condujo al
perímetro urbano de San Andrés (Barrio la Primavera), “pregonándolos” como
atracadores de buses. Posteriormente, los llevaron al polideportivo municipal, en
donde dieron muerte a NELSON GUERRERO, hirieron a OSCAR – quien fingió estar
muerto y logró huir – y se llevaron a OMAR DE JESUS GUERRERO VELAZCO.
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Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

3. El lesionado fue trasladado al HOSPITAL SAN JOSE DE SAN ANDRES (Santander),


para su asistencia médica, donde se ordenó su remisión al HOSPITAL SANTO
DOMINGO DE MALAGA (S), con el fin de practicarle una intervención quirúrgica de
exploración vascular, dado que había recibido heridas con arma de fuego en el
muslo derecho. Esta última institución prestó oportuna y eficiente atención
médica al herido, y su condición física mejoró notablemente.

4. El 18 de enero del mismo año, a las cinco de la tarde, se presentaron dos


hombres en el HOSPITAL SANTO DOMINGO DE MALAGA, y luego de intimidar al
celador, uno de ellos se dirigió a la Sala quirúrgica de hombres, en donde se
encontraba OSCAR GUERRERO VELAZCO y le disparó en dos oportunidades,
causándole la muerte.

5. El citado hospital no brindó protección alguna a Oscar Guerrero Velazco y,


adicionalmente, omitió dar aviso a alguna autoridad administrativa, policiva,
militar o judicial “sobre las circunstancias anómalas y de riesgo” que lo rodeaban.

6. De los hechos ocurridos en San Andrés, el 16 de enero de 1992, tuvo


conocimiento el comandante de la estación de policía de ese lugar, agente
Mario Alonso Forero Toscano, quien informó de lo ocurrido al Mayor Luis Gustavo
Barrios Bustos, comandante del Séptimo Distrito de Policía, con sede en Málaga, y
éste, a su vez, reportó el percance al Comandante del Departamento de Policía
de Santander.

Sin embargo, estos funcionarios no realizaron acción alguna para investigar la


autoría de los delitos, planear estrategias de restablecimiento del orden público y
evitar que se violara el derecho a la vida de Oscar Guerrero Velazco.

7. Oscar Guerrero Velazco mantuvo siempre una estrecha relación afectiva con
sus padres y hermanos, con quienes convivía.

8. Oscar Guerrero Velazco era agricultor y había colaborado, durante toda su


vida, en la pequeña finca de sus padres, en San Andrés. Desde comienzos de
1991, alternó esta actividad con el comercio de productos agropecuarios, a
órdenes del señor Alirio Bohórquez González.

2. Notificada la demanda, la Nación – Ministerio de Defensa – Policía


Nacional le dio contestación, formulando las siguientes excepciones (folios 164 a
168 C. ppal.):

1. Falta de legitimación en la causa por activa. Expresó que los demandantes


carecen de legitimación en la causa, dado que no fueron allegados al proceso
los documentos que, de conformidad con la ley, demuestran la existencia de
relaciones de parentesco entre ellos y la víctima. Manifestó, adicionalmente, que
el estado civil de padres legítimos se demuestra por medio del registro civil de
matrimonio de los padres, y no basta la partida eclesiástica correspondiente.

2. Inexistencia del centro de imputación jurídica frente a la Nación Ministerio de


Defensa - Policía Nacional. Indicó que las autoridades de Policía de Málaga, lugar
donde fue muerto Óscar Guerrero Velazco, desconocían la presencia de éste
último en la ciudad, así como las causas de sus lesiones y todas las demás
circunstancias que les hubieran permitido inferir que corría grave peligro y que, por
lo tanto, requería de protección especial. Ninguna persona denunció el hecho
ante las autoridades encargadas de protegerlo. Por esta razón, no es posible
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Expediente No. 11405
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declarar la responsabilidad administrativa de la Nación - Ministerio de Defensa, ya


que no existió acción u omisión reprochable por parte de la entidad demandada;
en efecto, si bien sobrevinieron circunstancias extraordinarias que hacían
necesaria la presencia especial de la autoridad policial tendiente a salvaguardar
la vida del ciudadano agredido por la subversión, las autoridades no las
conocieron, ya que sólo recibieron un reporte en el que se hacía referencia al
hecho criminal atribuido a la guerrilla, en el que murió NESTOR GUERRERO
VELASCO y fue secuestrado OMAR GUERRERO VELASCO, ambos hermanos de la
víctima. Y aunque “fue herido en los mismos hechos OSCAR GUERRERO VELASCO,
nadie informó a las autoridades el destino que éste tomó, ni se solicitó la seguridad
y protección requeridas”.

3. El a quo decretó pruebas mediante auto del 31 de mayo de 1994 (folios


173, 174 C. ppal.). Vencido el período probatorio, se citó a audiencia de
conciliación, en la cual las partes no lograron llegar a un acuerdo (folios 279 a
281 C. ppal.)

4. Dentro del término de traslado respectivo, la parte demandante y el


Hospital Santo Domingo de Málaga presentaron alegatos de conclusión, en la
siguiente forma:

La parte actora se refirió a los hechos de la demanda y a las pruebas que


permiten demostrarlos. En relación con la responsabilidad de la Nación, indicó
que está probado que la Policía Nacional tuvo conocimiento de las
circunstancias en que fue herido Óscar Guerrero Velazco y, no obstante, no le
prestó ninguna protección, lo que permitió la acción de los guerrilleros.
Adicionalmente, manifestó que el director del Hospital Santo Domingo de
Málaga reconoció que no requirió a las autoridades, como era su obligación, en
procura de protección para el citado paciente; ni siquiera les suministró
información alguna (folios 287 a 290 C. ppal.).

El apoderado del hospital, por su parte, manifestó que las directivas de


esa institución desconocían las circunstancias en que se produjeron las heridas
de Óscar Guerrero. Para ellas, “el ingreso de Óscar Guerrero Velasco fue el de
un paciente común, sin ninguna notoriedad, tal vez un campesino herido en
reyerta doméstica dominguera, al calor de los aguardientes, un suceso de los
que a diario ocurre en nuestra provincia santandereana”. Como era su deber, le
brindó la atención médica debida, y hasta allí llegaba su obligación, ya que la
protección es función de “otros entes gubernamentales”. Finalmente, se
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Expediente No. 11405
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pregunta por qué si los familiares y el mismo paciente sabían que su vida corría
peligro, no informaron de ello a las directivas del hospital y a la Policía, ni les
pidieron protección (folios 291 a 294 C. ppal.).

II. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA

Mediante sentencia del 18 de septiembre de 1995, el Tribunal


Administrativo de Santander resolvió acceder a algunas de las pretensiones de la
demanda y negar otras, en la forma indicada en la parte inicial de esta
providencia (folios 306 a 324 C. ppal.)

Se refirió a los testimonios rendidos dentro del proceso penal adelantado


por el Juzgado 8º de Instrucción Criminal de Málaga y la Fiscalía Regional de
Cúcuta, por los mismos hechos, los que valoró como indicios, teniendo en cuenta
que no fueron ratificados en el proceso administrativo y que “concuerdan con la
prueba documental”.

Manifestó que, sin lugar a dudas, el informe rendido por el Comandante


de la Estación de Policía al Comandante del Distrito de Málaga no podía
“quedarse en una simple comunicación”, ya que el objetivo de los reportes es
permitir la adopción de las medidas necesarias para prevenir la acción de la
delincuencia. De manera que, “...conociendo la policía de los hechos y motivos
por los cuales fue herido OSCAR GUERRERO, estaba obligada a prestarle
vigilancia y protección, habida cuenta que el artículo 123 de la Carta Política
ordena a las autoridades ejercer sus funciones en la forma prevista por la
Constitución, la ley y el reglamento...”. Y agregó:

“Así pues, resulta inaudito e inconcebible que una persona perseguida y lesionada
sea abandonada a su suerte para que un grupo de insurgentes dispusiera de su
vida..., ya que el atentado a la vida de OSCAR GUERRERO VELAZCO, el día 16 de
enero de 1992, fue mirado inadvertidamente por las autoridades, cuando el
sentido común indicaba que una vez localizado sería víctima nuevamente de sus
agresores, quienes seguramente intentarían concluir la acción delictiva.

En síntesis, la conducta en extremo negligente e imprevisiva del Comandante del


Distrito de Policía de Málaga al no interesarse por establecer las condiciones de
seguridad de OSCAR GUERRERO después de acaecido el ataque contra su vida,
permitió o por lo menos facilitó el reprochable asesinato que originó los perjuicios
aquí impetrados...”.
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Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

En relación con la responsabilidad del Hospital Santo Domingo de Málaga


y teniendo en cuenta lo dispuesto en el artículo 336 del Código de
Procedimiento Penal, expresó:

“...no se requiere en verdad un exhaustivo análisis para arribar pronto a la


conclusión de que incurrió en responsabilidad al no actuar en forma eficaz para
salvaguardiar (sic) la vida de OSCAR GUERRERO VELAZCO, quien había llegado a
ese centro asistencial gravemente lesionado con arma de fuego, por lo que su
obligación, según mandato legal, era informar a las autoridades correspondientes
para que le hubiesen brindado protección y seguridad...”.

Finalmente, consideró procedente la condena por perjuicios morales,


siguiendo los criterios de esta Sala, en relación con su cuantía, y respecto de los
materiales, concluyó que no están probados, por lo cual negó la pretensión
correspondiente.

III. RECURSO DE APELACIÓN

Tanto la Nación como el Hospital Santo Domingo de Málaga apelaron la


sentencia de primera instancia; sin embargo, sólo esta última entidad presentó la
sustentación correspondiente, por lo cual se declaró desierto el recurso
formulado por la primera.

El apoderado del Hospital sustentó su impugnación insistiendo en los


argumentos planteados al alegar de conclusión, en el curso de la primera
instancia, y agregó (folios 326, 327 C. ppal.):

“...4. El Hospital Santo Domingo como institución de salud, no puede convertirse en


cuartel del ejército o policía para que pueda endilgársele responsabilidad por
hechos de orden público. No es su competencia.

5. El manual de funciones y requisitos de los distintos cargos del hospital Santo


Domingo conforme se allegó al proceso, en ningún momento establece la
obligatoriedad para que el hospital deba informar a las autoridades sobre el
ingreso de pacientes con heridas de fuego o similares. Si no existe obligación legal
en el reglamento por qué se le debe condenar por esta omisión?

6. Es preciso señalar a los honorables magistrados las condiciones peculiares de la


zona donde ocurrieron los hechos. La Provincia de García Rovira en Santander, es
de mayoría campesina con arraigadas costumbres de violencia. Ordinariamente
ingresan (sic) al hospital una gran cantidad de heridos, y nadie puede prever que
un paciente vaya a ser ultimado en sus instalaciones. El hospital mantiene un
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personal de celadores adecuado para el cuidado de la institución. Lo que nadie


podía prever tampoco fue el asalto y sometimiento del personal de celadores por
un grupo guerrillero, de ordinario mejor armado, preparado y entrenado para las
delictuosas acciones, frente a indefensos celadores con armas desuetas y
sorprendidos ante el mal llamado profesionalismo guerrillero.

Al hospital le corresponde suministrar la salud a los ciudadanos, a las fuerzas de


policía y ejército le corresponde brindar la seguridad.

7. La Policía de Málaga conforme a las pruebas, sí estaba informada de los hechos


y al parecer no tomó las medidas de seguridad previsibles en esos casos...”.

IV. CONSIDERACIONES DE LA SALA

1. VALOR DE LA PRUEBA TRASLADADA:

Teniendo en cuenta que la providencia de primera instancia valoró


algunas de las pruebas practicadas dentro del proceso penal adelantado con
ocasión de los hechos que dieron lugar al presente proceso, cuyas copias
auténticas fueron allegadas en cumplimiento del auto del 31 de mayo de 1994,
la Sala considera necesario reiterar lo expresado en anterior oportunidad,
respecto del traslado de pruebas. En sentencia del 13 de abril de 2.000,
proferida dentro del proceso radicado con el No. 11.898 (actor: José Francisco
Montero Ballén), se expuso lo siguiente:

“El artículo 168 del Código Contencioso Administrativo dispone que “En los
procesos ante la jurisdicción en lo contencioso administrativo, se aplicarán, en
cuanto resulten compatibles con las normas de este código, las del Procedimiento
Civil en lo relacionado con la admisibilidad de los medios de prueba, forma de
practicarlas y criterios de valoración”.

En relación con el traslado de pruebas, debe aplicarse, entonces, el artículo 185


del Código de Procedimiento Civil, según el cual:

“Las pruebas practicadas válidamente en un proceso podrán trasladarse a otro en


copia auténtica y serán apreciables sin más formalidades, siempre que en el
proceso primitivo se hubieren practicado a petición de la parte contra quien se
aducen o con audiencia de ella”. (Se subraya).

De otra parte, el artículo 229 del mismo código dispone:

“Sólo podrán ratificarse en un proceso las declaraciones de testigos:

1. Cuando se hayan rendido en otro, sin citación o intervención de la


persona contra quien se aduzcan en el posterior.

2. Cuando se hayan recibido fuera del proceso en los casos y con los
requisitos previstos en los artículos 298 y 299.
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Se prescindirá de la ratificación cuando las partes lo soliciten de común acuerdo,


mediante escrito autenticado como se dispone para la demanda o verbalmente
en audiencia, y el juez no la considera necesaria.

Para la ratificación se repetirá el interrogatorio en la forma establecida para la


recepción del testimonio en el mismo proceso, sin permitir que el testigo lea su
declaración anterior”. (Se subraya).

Conforme a lo anterior, se tiene que los testimonios practicados en un proceso


diferente de aquél en el que se pretende su valoración sólo pueden ser tenidos en
cuenta por el juzgador cuando son trasladados, en copia auténtica, y siempre
que hayan sido practicados con audiencia de la parte contra la cual se aducen,
o cuando, sin cumplir este último requisito, son ratificados en el nuevo proceso,
siguiendo el procedimiento previsto en el artículo 229 del C. de P. C.. Si no se dan
estas condiciones, las pruebas aludidas no podrán apreciarse válidamente.

En relación con la indagatoria de un agente estatal, practicada dentro de un


proceso penal, debe tenerse en cuenta, adicionalmente, que no puede ser
trasladada a un proceso administrativo, ya que no puede valorarse, en ningún
caso, como prueba testimonial ni someterse a ratificación. En efecto, si bien se
trata de una declaración rendida por un tercero, que no se identifica con la
entidad estatal que tiene la calidad de parte dentro del proceso administrativo,
no cumple los requisitos del testimonio, porque no se rinde bajo juramento. Así las
cosas, siempre que se quiera hacer valer la declaración del respectivo agente
estatal, dentro de este tipo de procesos, debe ordenarse la práctica de su
testimonio.

En cuanto a los documentos, públicos o privados autenticados, podrán ser


valorados en el proceso contencioso administrativo al cual son trasladados,
siempre que se haya cumplido el trámite previsto en el artículo 289 del Código de
Procedimiento Civil. En efecto, una vez allegado el documento, deberá expedirse
un auto que ordene tenerlo como prueba; la parte contra la cual se aduce podrá
tacharlo de falso dentro de los cinco días siguientes a su notificación. Debe
tenerse en cuenta que, según lo dispuesto en la misma norma, no se admitirá la
tacha de falsedad cuando el documento impugnado carezca de influencia en la
decisión, o se trate de un documento privado no firmado ni manuscrito por la
parte a quien perjudica.

Sobre los informes técnicos y peritaciones de entidades y dependencias oficiales,


el artículo 243 del Código de Procedimiento Civil establece que deberán ponerse
en conocimiento de las partes por el término de tres días, para que puedan pedir
su complementación o aclaración, de manera que, una vez trasladados a un
proceso administrativo, deberá surtirse este trámite para garantizar el derecho de
contradicción de la parte contra la que se pretenden hacer valer.

Finalmente, las inspecciones judiciales y los dictámenes periciales no pueden


trasladarse a procesos distintos de aquéllos en los que fueron practicados, cuando
ello no se hizo a petición o con audiencia de la parte contra la cual se aducen.
En efecto, para garantizar el derecho de contradicción, estas pruebas deben
practicarse, en todo caso, dando oportunidad a las partes de estar presentes,
según se desprende de lo dispuesto en los artículos 237 y 246 del Código de
Procedimiento Civil, lo que, obviamente, no podrá lograrse con el simple traslado
posterior del acta o del informe respectivos. Por lo anterior, la inspección o el
peritazgo deberán practicarse nuevamente en el nuevo proceso...”.
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Expediente No. 11405
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De acuerdo con lo anterior, es claro que las pruebas practicadas en un


proceso distinto al contencioso administrativo no pueden ser valoradas para
adoptar la decisión que corresponda dentro del mismo, salvo que, siendo
procedente su traslado, éste se efectúe dando cumplimiento a los requisitos
antes referidos. Si éstos no se cumplen, no podrán ser tenidas en cuenta por el
juzgador; tampoco podrá dárseles el valor de indicios, como equivocadamente
lo afirmó el a quo.

En el presente caso, resulta claro que ninguna de las pruebas practicadas


dentro del proceso penal adelantado por el homicidio de Óscar Guerrero
Velazco, hecho que, a su vez, dio origen a este proceso contencioso
administrativo, puede ser valorada en éste último, dado que tales pruebas no
fueron trasladadas de acuerdo con lo dispuesto en el Código de Procedimiento
Civil.

Ahora bien, respecto del valor de la sentencia penal condenatoria, se


expresó en el fallo antes citado, lo siguiente:

“De otra parte, es necesario aclarar que no ocurre lo mismo con la sentencia
proferida en el citado proceso penal... En efecto, la sentencia penal
condenatoria tiene valor de cosa juzgada, en el proceso administrativo, en
relación con la responsabilidad del agente estatal. Así las cosas, si tal
responsabilidad ha sido declarada en un proceso penal, mediante providencia
debidamente ejecutoriada, ella no puede ponerse en duda...

Debe precisarse, sin embargo, que la responsabilidad penal del agente estatal no
implica, necesariamente, la declaración de la responsabilidad patrimonial de la
administración, ya que debe demostrarse que aquél actuó en desarrollo de un
acto propio de sus funciones o que su actuación estuvo en nexo con el servicio
público...”.

En el caso que ocupa a la Sala, sin embargo, no hay constancia de que se


hubiera proferido fallo definitivo dentro del proceso penal adelantado por el
homicidio de Óscar Guerrero Velazco. Obra, en el cuaderno No. 2, copia
auténtica de la providencia del 6 de abril de 1992, por la cual el Juzgado
Octavo de Instrucción Criminal de Málaga suspendió la investigación, dado que
habían transcurrido más de 60 días desde su iniciación, sin que se hubiera
logrado identificar o individualizar a los posibles autores del delito (folio 105).
Remitidas las diligencias a la Fiscalía Regional de Cúcuta, ésta ordenó, mediante
auto del 10 de octubre de 1994, practicar algunas diligencias adicionales (folios
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119, 120), y no obra en el proceso contencioso administrativo copia de la


actuación posterior.

2. HECHOS PROBADOS Y RESPONSABILIDAD DE LAS ENTIDADES


DEMANDADAS:

Con fundamento en las pruebas practicadas válidamente dentro de este


proceso, se encuentran demostrados los siguientes hechos:

a. Mediante oficio 014 del 16 de enero de 1992, el comandante


encargado de la estación de San Andrés (Santander) informó al mayor
Comandante del Séptimo Distrito de la Policía de Málaga, lo siguiente:

“Siendo aproximadamente a las 3:00 horas del día de hoy y según manifestó el
personal que se encontraba efectuando Primer Turno de Seguridad, se
escucharon varios disparos de arma de fuego de diferentes calibres; de
inmediato, se efectuó el Plan de Defensa a las Instalaciones, ya que se pensaba
en primer lugar que se trataba de una incursión guerrillera, luego a eso de las 6:30
horas, según manifestó un ciudadano, que la subversión había llegado (sic) a la
vereda El Saladito, aproximadamente a las 2:00 horas, un grupo de 13 hombres y
varias mujeres, los cuales vestían uniformes de Policía y Ejército y portaban
diferentes clases de armamento y sacaron de su residencia a los hermanos
GUERRERO VELAZCO (OMAR, OSCA Y NELSON), de los cuales se dicen (sic) que son
atracadores de buses, a quienes condujeron hacia el perímetro urbano (Barrio la
Primavera) de esta localidad, haciéndolos pregonar en voz alta por las calles de
ese barrio lo siguiente: “AQUÍ VAN LOS ATRACADORES DE BUSES”; luego fueron
conducidos hacia el frente del Polideportivo Municipal, donde ajusticiaron al
NELSON; igualmente hirieron a OSCAR, el cual trató de huir y se hizo el muerto; de
OMAR, según informaciones se lo llevaron. Aproximadamente a las 7:00 horas, se
practicó levantamiento del cadáver en asocio de Inspolicía; asimismo, se hicieron
las diferentes averiguaciones sobre el caso” (folio 16 C. ppal.).

b. Ese mismo día, Óscar Guerrero Velazco fue remitido por el Servicio de
Salud de Santander al Hospital Santo Domingo de Málaga, para que le fuera
practicada una exploración quirúrgica con urgencia, dado que presentaba
heridas de bala en el muslo derecho (folio 27 C. ppal.).

c. Conforme a la hoja de salida de este hospital, el 18 de enero de 1992, se


produjo el homicidio del citado paciente, en las instalaciones de dicha institución
(folio 28 C. ppal.). Obra también en el expediente el certificado del registro civil
de defunción, donde consta que la muerte de Óscar Guerrero Velazco se
produjo en la fecha antes indicada, a las 5:30 p.m. (folio 35 C. ppal.).
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El levantamiento del cadáver fue realizado por el inspector de policía


departamental, a las 5:50 p.m. del mismo día, en las instalaciones del hospital.
Efectuado el reconocimiento correspondiente, se encontraron varias heridas
causadas con arma de fuego: una en la cara lateral derecha de la nariz, con
orificio de salida en la región occipital izquierda, con exposición de masa
encefálica, otra en la parte baja del pómulo derecho, y otra a la altura del
cuello. Además, el cadáver presentaba trece heridas ocasionadas con arma de
fuego, en diferentes partes de las piernas, por causa de las cuales había
ingresado al hospital. Lo anterior consta en el acta de levantamiento de
cadáver, que obra a folios 31 y 32 del cuaderno principal.

En el acta de necropsia se dejó constancia, igualmente, de la existencia


de las heridas antes mencionadas. Se indicó que las heridas del muslo derecho
fueron sufridas tres días antes de la muerte, y que ésta se produjo por “Shock
neurogénico (Lesiones de masa encefálica)” (folios 33, 34 C. ppal.).

d. Obra también en el proceso el oficio 026, del 21 de enero de 1992, por


el cual el comandante de la estación de San Andrés informa al Alcalde de dicho
municipio que, aproximadamente a las 11:00 a.m. del día anterior, tuvo
conocimiento de que en la vereda El Saladito fue muerto Omar Guerrero
Velazco, al parecer por miembros de la guerrilla, que lo dejaron “tirado en medio
de la vía”. Dado que no se encontraban en el lugar los funcionarios encargados
de practicar el levantamiento del cadáver, éste fue recogido por los familiares y
dejado en el anfiteatro (folio 19 del C. ppal.).

De acuerdo con lo anterior, se concluye que Óscar Guerrero Velazco


ingresó al Hospital Santo Domingo de Málaga, el 16 de enero de 1992, debido a
que presentaba varias heridas en su muslo derecho, causadas ese mismo día,
con arma de fuego, al parecer por miembros de un grupo guerrillero, que lo
acusaba, junto con sus hermanos, de asaltar buses. El 18 de enero siguiente,
aproximadamente a las 5:00 p.m., fue asesinado dentro del mismo hospital. Su
muerte se produjo como consecuencia de los disparos recibidos en la cabeza,
que le causaron un shock neurogénico.
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Está demostrado, además, que el comandante de la estación de San


Andrés remitió un informe, el 16 de enero de 1992, al comandante del 7º Distrito
de la Policía de Málaga sobre lo ocurrido ese mismo día en aquel lugar. Se
advierte que la información sobre la forma en que sucedieron los hechos fue
obtenida por la Policía del testimonio de un ciudadano, como consta en el
reporte citado. Parece claro que, cuando la Policía llegó, encontró el cadáver
de Nelson Guerrero Velazco, cuyo levantamiento se efectuó por el Inspector de
Policía, y fue informada por el citado ciudadano de que los homicidas se habían
llevado a Omar Guerrero Velazco y habían herido a su hermano Óscar, pero no
hay claridad sobre si conoció o no el destino de éste último y, concretamente, si
supo que lo hubieran llevado a algún centro asistencial y había sido atendido en
San Andrés o en otro lugar.

De otra parte, no está demostrado que, con posterioridad a lo sucedido el


16 de enero de 1992, Óscar Guerrero Velazco o algún miembro de su familia
hubiera solicitado la protección de la Policía Nacional. Tampoco se hace
referencia a ello en la demanda, donde simplemente se alude al conocimiento
que tuvo la Policía de los hechos en que aquél resultó herido, para concluir que,
no obstante, dicha institución no realizó acción alguna para evitar que se violara
su derecho a la vida.

Hay constancia, además, de que la Policía tuvo conocimiento,


posteriormente, de la muerte de Omar Guerrero Velazco, y no obra en el
proceso, en cambio, reporte alguno sobre el fallecimiento de su hermano Óscar
(folios 25, 26 C. ppal.).

Así las cosas, si bien es claro que, luego de ser internado en el Hospital
Santo Domingo de Málaga, Óscar Guerrero no contó con protección especial
por parte de la Policía Nacional, considera la Sala que este hecho no resulta
suficiente para concluir que su muerte es imputable a esta institución. En efecto,
no está probado que el comandante de la estación de San Andrés o el
comandante del Séptimo Distrito de Policía de Málaga hubieran tenido
conocimiento de que el herido había sido remitido al Hospital Santo Domingo de
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esa ciudad; no hay constancia de que así lo hubiera informado el ciudadano


que sirvió de testigo y mucho menos los familiares de la víctima. Ni siquiera existe
claridad sobre la fecha en que fue recibido en Málaga el informe interno de la
Policía que, en relación con lo ocurrido el 16 de enero de 1992, se envió desde
San Andrés, en el que, en todo caso, no se incluye información alguna sobre el
paradero de Óscar Guerrero.

Y en relación con la situación de riesgo en que pudiera encontrarse Óscar


Guerrero, considera la Sala que la Policía no contaba con elementos suficientes
para evaluarla, dada la forma en que fue enterada de lo ocurrido y teniendo en
cuenta, sobre todo, la ausencia de información adicional o de alguna solicitud
especial por parte del herido o de su familia.

No desconoce la Sala que la Policía Nacional debe obrar


espontáneamente, en muchas ocasiones, suministrando a los ciudadanos en
peligro la protección necesaria para cuidar de su vida o de sus bienes, conforme
a lo dispuesto en el artículo 32 del Código Nacional de Policía, citado por la
parte actora en la demanda; sin embargo, el alcance de esta obligación debe
ser evaluado en cada caso concreto, teniendo en cuenta las circunstancias que
rodean la situación. Y no hay en el presente, elementos suficientes para concluir
que el comando de Policía de San Andrés o el de Málaga debían efectuar el
seguimiento del caso, averiguando sobre el paradero del herido, a fin de
brindarle protección especial.

Conforme a lo anterior, se tiene que la muerte de Óscar Guerrero Velazco


fue causada por un tercero, extraño a la institución demandada, y si bien, a
pesar de esta circunstancia, este hecho podría resultar imputable a la Nación, si
se encontrara que la actuación de ese tercero fue facilitada por una acción u
omisión de ésta última, caso en el cual aquélla no tendría el carácter de causa
extraña respecto de la conducta estatal y, por lo tanto, no tendría virtud para
exonerarla de responsabilidad, considera la Sala que tal situación no se presenta
en este caso.
14
Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

Es importante aclarar, finalmente, que la norma contenida en el artículo 26


del Reglamento de Vigilancia Urbana y Rural para la Policía, relativa a la
obligación que tiene todo agente de observar cuidadosamente a los heridos o
accidentados que sean conducidos a los hospitales o clínicas y establecer las
causas de los hechos acontecidos, dado que las víctimas pueden haber sido
objeto de algún crimen o delito, hace referencia a la obligación que tiene la
Policía Nacional de realizar las diligencias necesarias para colaborar con las
autoridades judiciales en la investigación de los hechos punibles. No establece
esta disposición una obligación general y permanente a cargo de la citada
institución, de brindar protección especial a todas las personas que resulten
heridas o accidentadas.

Se revocará, entonces, la sentencia de primera instancia, en cuanto


declaró responsable a la Nación – Ministerio de Defensa – Policía Nacional, de la
muerte de Óscar Guerrero Velazco y la condenó a pagar a los demandante los
perjuicios sufridos.

Ahora bien, en relación con la responsabilidad del Hospital Santo Domingo


de Málaga, la Sala considera necesario hacer algunas precisiones respecto de la
naturaleza y el alcance las obligaciones asumidas por los hospitales, clínicas y
demás establecimientos prestadores del servicio de salud.

El tema ha sido abordado por la jurisprudencia y la doctrina desde


diferentes ángulos. En el campo civil y dado que allí se considera superada la
discusión acerca del carácter contractual de la responsabilidad de los médicos
y las clínicas, la discusión se ha desarrollado en el ámbito del alcance de las
obligaciones que asumen éstas últimas en virtud de los contratos respectivos.

En sentencia del 12 de septiembre de 1985, manifestó la Corte Suprema


de Justicia:

“2. Si, en orden a determinar el contenido de las obligaciones originadas en los


contratos de hospitalización, se examina esta clase de acuerdos a la luz de las
previsiones del artículo 1501 del Código Civil, resulta necesario admitir que de él,
al igual que en los demás contratos, surgen para la entidad asistencial
obligaciones que pertenecen a la naturaleza misma del acuerdo, que hacen
15
Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

parte suya en condiciones normales de contratación, tales como las de suministrar


habitación y alimentos al enfermo, lo mismo que las drogas que le prescriban los
facultativos, la de un debido control y la atención por parte de los médicos
residentes y enfermeras del establecimiento, que para excluirlas válidamente se
debería pactar en contrario con tal que no se desnaturalice el contrato. Dentro
de este mismo género de obligaciones es indispensable también incluir la llamada
por la doctrina obligación de seguridad, en este caso de seguridad personal del
enfermo, que impone al centro asistencial la de tomar las medidas necesarias
para que el paciente no sufra algún accidente en el curso o con ocasión del
cumplimiento del contrato.

Además de esas obligaciones, pueden distinguirse en el contrato de


hospitalización otras que no son de la esencia ni le pertenecen por su naturaleza,
sino que requieren de estipulaciones especiales, como los servicios de laboratorio,
Rayos X, enfermera permanente, custodia y vigilancia especial, acompañante,
etc. Se trataría en este caso de estipulaciones que, al decir de la doctrina de los
autores, imprimen a los efectos jurídicos propios del contrato una dirección
diferente a la establecida por las normas subsidiarias del derecho, por ejemplo
agravando o atenuando la responsabilidad del deudor, señalando plazos o
condiciones, etc.

3. En armonía con lo dicho se tiene que, en virtud del contrato de hospitalización,


el establecimiento asume frente al enfermo una obligación de seguridad que le
impone la de evitar que le ocurran accidentes con motivo o con ocasión del
cumplimiento del contrato, obligación que comprende también la de “custodia y
vigilancia” si se trata de establecimientos para enfermos con afecciones mentales,
pues en tal caso además del tratamiento se busca la propia seguridad personal.
De tal suerte que si trata (sic) de hospitales o clínicas que prestan servicios
generales, distintos de los psiquiátricos, y por causa de la clase de padecimientos
que presenta el enfermo, éste requiere de una enfermera permanente o de una
“custodia y vigilancia” especial, el contrato de hospitalización requerirá de una
estipulación expresa respecto de la prestación de ese servicio, por cuanto en tal
caso no sería de su naturaleza.

Naturalmente, en la práctica pueden presentarse situaciones que no


correspondan exactamente a las planteadas, verbigracia que a un alienado,
dada la urgencia del caso, se le tenga que hospitalizar en un establecimiento de
servicios generales o que habiendo ingresado a él una persona para recibir los
servicios que ordinariamente ofrece, durante el tratamiento presente síntomas o
anomalías o perturbaciones mentales que requerirían, entonces, de cuidados
especiales. En tales eventos, la solución exigirá de considerandos también
particulares de acuerdo con todas las circunstancias del caso...”.1 (Se subraya).

Estos planteamientos fueron duramente criticados por el profesor Jorge


Santos Ballesteros, en los siguientes términos:

“Es ciertamente incomprensible la doctrina sentada por la Corte Colombiana...


No se observa razón jurídica alguna para establecer una diferencia sustancial
entre la obligación de seguridad y la obligación de cuidado y vigilancia. El
paciente y sus familiares se confían plenamente a la competencia y
profesionalismo de los establecimientos clínicos cuando celebran el contrato de

1Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, sentencia del 12 de septiembre de 1985, M.P.
doctor Horacio Montoya Gil.
16
Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

hospitalización... Si el paciente sometido a una intervención quirúrgica pierde su


lucidez y se causa una herida o, como en el asunto debatido, huye del sanatorio,
es evidente la falta de cuidado, y de competencia en el cumplimiento de la
obligación asumida, aún más agravado si el establecimiento conocía de las
intenciones de la paciente. En estos supuestos, solo podría predicarse la
irresponsabilidad del sanatorio si la pérdida de lucidez del paciente constituye en
sí mismo un riesgo imprevisto. Pero de ninguna manera puede absolverse al
establecimiento clínico afirmando que dicha obligación de cuidado debe
estipularse cuando no se trata de un enfermo mental... En juego están intereses
vitales, la salud, la vida, la seguridad personal, que deben ser tenidos en cuenta
para imponer a los establecimientos clínicos deberes rigurosos...

Los deberes jurídicos puestos de presente, el de seguridad, el de cuidado personal,


integran así el contenido de la prestación contractual de hospitalización, cuyo
incumplimiento genera la obligación indemnizatoria correspondiente... Sin duda
alguna, si en estos supuestos el daño ocasionado fuere consecuencia de la fuerza
mayor o caso fortuito, culpa exclusiva de la víctima o hecho del tercero, no se
darían los supuestos de la responsabilidad civil...”.2 (Se subraya).

En sentencia del 1º de febrero de 1993, la Corte reiteró su doctrina anterior,


al precisar lo siguiente, sobre el contenido de la llamada “obligación de
seguridad” asumida por las clínicas:

“1. Siguiendo de cerca la jurisprudencia sentada por los tribunales franceses desde
los primeros años del presente siglo..., hoy en día se tiene por admitido en nuestro
medio que en un buen número de contratos... ha de entenderse incluida la
llamada “obligación de seguridad” para preservar a las personas interesadas o a
sus pertenencias de los daños que la misma ejecución del contrato celebrado
pueda ocasionarles, obligación que en pocas palabras cabe definírsela diciendo
que es aquella en virtud de la cual una de las partes... se compromete a devolver
sanos y salvos – ya sea a la persona del otro contratante o sus bienes – al concluir
el cometido..., pudiendo tal obligación ser asumida en forma expresa , venir
impuesta por la ley en circunstancias especiales o, en fin, surgir virtualmente del
contenido propio del pacto a través de su entendimiento integral... Y uno de los
eventos en que hay lugar a reconocerle vigencia a este crédito a la seguridad de
las personas, como algo que le atañe al vínculo “...en condiciones normales de
contratación...”, es precisamente el de la prestación de servicios asistenciales por
entes hospitalarios de cualquier clase...

2. En el mismo orden de ideas y tratándose de enfermos mentales internados en


casas de salud, asilos de residencias de reposo y demás organismos asistenciales
especializados en suministrar los cuidados adecuados para esta clase de
padecimientos, ninguna duda queda de que estas entidades, a la par de las
obligaciones atinentes a las prestaciones médicas propiamente dichas, contraen
así mismo una obligación sobreentendida de seguridad junto con el deber de
custodia que a ella le es consustancial, obligación que naturalmente no requiere
de estipulación expresa, tampoco de advertencias explícitas de los interesados
acerca de la necesidad de cumplirla a cabalidad, y cuyo objeto no es otro que el
de vigilar al paciente con el grado de diligencia que demanden las
circunstancias, determinadas ellas en principio por la clase de enfermedad que
sufre y las manifestaciones que ofrece, y así poder evitar que experimente daño

2 SANTOS BALLESTEROS, Jorge. La responsabilidad civil de los médicos y de los establecimientos


clínicos. Revista Universitas, No. 70, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, mayo de 1986.
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Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

alguno mientras permanezca en las instalaciones del establecimiento...”.3 (Se


subraya).

Refiriéndose a la misma obligación, aunque de manera mucho más


general, manifestó la Corte, en sentencia del 8 de septiembre de 1998:

“...Como es suficientemente conocido, las clínicas y hospitales también pueden


incurrir en responsabilidad contractual por culpa para con los usuarios de las
mismas, entre otras, cuando por negligencia de aquéllas en la asepsia del
instrumental quirúrgico transmiten enfermedades al paciente, o cuando éstas son
adquiridas por contagio causado por sus dependientes, o cuando el paciente las
adquiere a través del medio ambiente del establecimiento respectivo, así como
cuando por imprudencia o impericia, o falta de cuidado y atención no se
suministran los medicamentos formulados a los pacientes, o se cumple con esta
actividad de manera inoportuna, o se le aplican por equivocación otros distintos
con consecuencias negativas para la salud del enfermo...”.4

Refiriéndose a la obligación de seguridad en cuanto a la persona, que


surge del contrato de hospitalización, han expresado los Hermanos Mazeaud y
Tunc,:

“...a la obligación de los cuidados se agrega a veces una obligación de


seguridad, consistente en la obligación de evitar que le ocurran accidentes al
enfermo; y ... esa obligación es normalmente una obligación “determinada”. Pasa
así cuando el contrato médico va acompañado de un contrato de
hospitalización.

... La situación es aquí diferente de la del cliente de un hotel. Por el hecho de su


estado, el enfermo no tiene la misma libertad, y no quiere tenerla: le entrega
enteramente a la clínica el cuidado de garantizar su seguridad; se confía a ella;
exige que no se produzca ningún accidente. Tan sólo, en caso de accidente, la
prueba de la causa ajena liberaría, pues, al que haya hospitalizado a un enfermo.

La solución es indiscutible cuando se trata de un alienado o de un nervioso agudo,


por consistir la finalidad esencial en garantizar, contra el propio enfermo, la
seguridad de él”.5

Muy interesante resulta el planteamiento del profesor argentino Alberto


Bueres, quien, al referirse al deber jurídico de las clínicas de preservar la
integridad física de los enfermos, distingue entre los establecimientos sanitarios
corrientes, esto es, los que asisten a pacientes por motivos ajenos a las patologías

3 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, sentencia del 1º de febrero de 1993, M.P.
Carlos Esteban Jaramillo Schloss.
4 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, sentencia del 8 de septiembre de 1998, M.P.

Pedro Lafont Pianetta.


5 Tratado teórico y práctico de la responsabilidad civil delictual y contractual, Tomo primero, vol. I,

Ediciones jurídicas Europa-América, Buenos Aires, 1961, p. 236.


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Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

psiquiátricas, y las clínicas psiquiátricas, y afirma que mientras las primeras


asumen un deber de resultado, consistente en el mantenimiento de la integridad
física de los pacientes, las segundas asumen un deber de medios.

Llega, pues, Bueres, a la siguiente conclusión, abordando el tema desde


otro punto de vista, relativo no ya a la existencia o inexistencia de la obligación,
según las características del establecimiento y del padecimiento sufrido por el
enfermo, sino a la naturaleza de aquélla, teniendo en cuenta los mismos
aspectos:

“Ciertamente, si un enfermo se encuentra normalmente lúcido, sin problemas de


orden mental (circunstancias que suponen que la internación se llevó a cabo para
asistirlo por una patología ajena al campo siquiátrico), la clínica podrá aducir
como límite de responsabilidad un casus, siempre y cuando la perturbación
mental que lleva al individuo a autolesionarse o al suicidio constituya un hecho
imprevisible. Es indudable que si el acontecimiento fuera previsible no existiría
entonces un caso fortuito y, en supuesto semejante – y más allá de la culpa que
pudieran cometer los médicos o auxiliares –, la entidad asistencial ha de responder
de manera objetiva si se demuestra simplemente la frustración del resultado. No
obstante, es preciso aclarar que si el enfermo es internado en una clínica común y
corriente o por razones de urgencia, y está afectado por un mal psiquiátrico,
dicha entidad, hasta tanto pueda derivar al paciente a un establecimiento
especializado, asumirá una obligación de medios, pues si las clínicas de salud
mental contraen deberes de esta última especie – como veremos enseguida – a
fortiori ha de aplicarse idéntica solución a las clínicas comunes o corrientes que
deben afrontar una emergencia de la señalada naturaleza.

(...)

Un sector de la opinión entiende que la vigilancia del enfermo que padece una
afección psiquiátrica constituye una obligación de resultado.

Otros autores consideran que dicha prestación es objeto de un deber de medios,


argumentando que las autoridades de un establecimiento de la especialidad
tienen serias dificultades para garantizar un resultado, frente a la inestabilidad
psicológica de los pacientes.

Asimismo, los partidarios de la precedente tesis resaltan, para nosotros con acierto,
que las clínicas modernas de salud mental emplean tratamientos progresivos
compuestos de fases sucesivas, hasta obtener la rehabilitación del enfermo.

De esta manera, van acrecentando su libertad a fin de permitirle paulatinamente


su adaptación al medio social... Es por ello que imponer a estos entes una
obligación determinada sería poco valioso, pues de tal manera se los induciría a
prescindir de la utilización de los mencionados tratamientos en detrimento de la
salud del paciente”.6

6BUERES, Alberto. La responsabilidad civil de los médicos, Edit. Hammurabi, 1ª reimpresión de la 2ª


edición, Buenos Aires, 1994, p. 441 a 443.
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Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

Advierte la Sala, con fundamento en el estudio de la doctrina y la


jurisprudencia citadas, que el contenido de la obligación de seguridad y aun del
deber de cuidado y vigilancia, que puede formar parte de aquélla, asumidos
por las clínicas y hospitales en relación con los pacientes –al margen de su
existencia o inexistencia en determinado tipo de contratos y de la naturaleza
que puedan tener–, resulta siempre referido al deber que tienen tales
establecimientos de evitar que los pacientes sufran algún daño, durante el
tiempo que permanezcan internados, en el desarrollo de actividades que, si bien
son distintas y están separadas del servicio médico propiamente dicho, son
necesarias para permitir su prestación.

Así, la responsabilidad derivada de la prestación del servicio de salud


puede tener por causa actos de diferente naturaleza. Al respecto, cita Bueres la
clasificación propuesta por José Manuel Fernández Hierro, en su obra
“Responsabilidad civil médica sanitaria” (Edit. Aranzadi, Pamplona, 1984), que
distingue tres supuestos:

“1. Actos puramente médicos.- que son los de profesión realizados por el
facultativo;

2. Actos paramédicos.- que vienen a ser las acciones preparatorias del acto
médico y las posteriores a éste; por lo común, son llevadas a cabo por personal
auxiliar para ejecutar órdenes del propio médico y para controlar al paciente (por
ejemplo suministrar suero, inyectar calmantes o antibióticos – o proporcionarlos por
vía oral-, controlar la tensión arterial, etcétera). También en esta categoría queda
emplazada la obligación de seguridad que va referida al suministro de
medicamentos en óptimas condiciones y al buen estado en que deben
encontrarse los instrumentos y aparatos médicos;

3. Actos extramédicos.- están constituidos por los servicios de hostelería


(alojamiento, manutención, etcétera), y por los que obedecen al cumplimiento
del deber de seguridad de preservar la integridad física de los pacientes”.7 (Se
subraya).

El caso que ocupa a la Sala plantea, entonces, una situación diferente, en


la medida en que discurre sobre la existencia de la obligación de prestar a los
enfermos un servicio de seguridad especial, que garantice la preservación de su
integridad física, no frente a los denominados actos extramédicos, conforme a la
propuesta de Fernández Hierro, que estarán siempre relacionados, directa o

7 Ibídem, p. 424, 425.


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Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

indirectamente, con la realización de actividades necesarias para el


cumplimiento de la obligación médica propiamente dicha, sino frente a los
actos de personas ajenas a la institución. Se plantea, entonces, si además de las
obligaciones que surgen de la prestación del servicio de salud, las clínicas y
hospitales deben asumir una obligación adicional, relativa al deber de
protección de los pacientes frente a actos de terceros, o si ésta corresponde a la
Policía Nacional o a otros organismos del Estado, especializados en la prestación
del servicio de seguridad.

En un proceso similar, en el que se demandó a la Nación – Ministerio de


Salud y al Departamento de Sucre – Hospital Regional de Sincelejo, para que se
los declarara responsables de la muerte violenta de un paciente que se
encontraba internado en el citado hospital, accedió la Sala a las pretensiones
de la demanda, y respecto de la obligación de los establecimientos de salud,
expresó:

“No comparte la Sala los razonamientos del Tribunal al reducir el planteamiento de


la controversia a una falla en la prestación del servicio de vigilancia por parte de
la Policía Nacional. La solución en este caso no puede ser tan simplista, ni
limitada, por cuanto desde el momento mismo del ingreso del paciente al
hospital, este centro adquiere diversos compromisos y obligaciones frente al
usuario. Deberá además de realizar las diligencias y procedimientos inherentes a
la recuperación del enfermo, suministrarle techo y alojamiento, auxilios médico-
quirúrgicos, tranquilidad, condiciones ambientales adecuadas y en casos
especiales para poder cumplir sus obligaciones hacia el paciente o pariente,
deberá tomar también algunas medidas especiales, por ejemplo: en la atención y
custodia de un menor; en los tratamientos de personas mentalmente afectadas;
en aquellos casos en los que por su propia naturaleza implican un riesgo personal
del paciente, etc., situaciones en las que la administración del establecimiento
hospitalario deberá extremar las medidas de control, protección, atención y
vigilancia de estos pacientes, sin que ello implique la necesidad de integrar un
cuerpo armado para la custodia de cada centro hospitalario oficial”.8 (Se
subraya).

Reconoció la Sala, entonces, en esa oportunidad, la existencia de factores


de riesgo para los pacientes –diferentes de los generados por la misma institución
prestadora del servicio de salud– respecto de los cuales éstas últimas debían
asumir deberes especiales.

8Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, sentencia del 21 de


enero de 1993, expediente 7435.
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Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

Se trata, sin duda, de un planteamiento fundado en la necesidad de


encontrar respuestas para la solución de situaciones que, lejos de ser insólitas o
excepcionales en nuestro país, se presentan con alguna frecuencia y exigen, por
lo tanto, la adopción de medidas concretas, a fin de garantizar debidamente los
derechos de los ciudadanos que se encuentran en situaciones especiales de
riesgo.

Atendiendo consideraciones similares y con fundamento en las facultades


conferidas por la Ley 100 de 1993, el Ministerio de Salud expidió la Resolución 741
del 14 de marzo de 1997, por la cual estableció procedimientos e impartió
instrucciones encaminadas “a garantizar la seguridad, vigilancia, custodia,
protección y cuidado de los usuarios del servicio de salud, por la ocurrencia de
hechos ajenos o diferentes a las condiciones iniciales de la enfermedad
diagnosticada o al motivo de consulta y que atente (sic) contra la integridad
personal y la libertad del individuo”. Así, entre otras disposiciones, se incluyeron
en la citada resolución las siguientes:

“ART. 2º- Obligaciones de las instituciones.

(...)

PAR. 3º- Las instituciones y demás prestadores de servicios de salud establecerán


las medidas de seguridad y protección necesarias en la infraestructura,
especialmente en lo que se refiere a iluminación, señalización y accesos como
puertas, ventanas, techos, paredes, muros, zonas verdes e instalaciones
deportivas, de tal forma que contribuyan a la seguridad personal.

PAR. 4º- En los diseños de instituciones prestadoras del servicio de salud, se


incorporarán elementos que minimicen los riesgos de robo de menores o de
agresiones por parte de terceros hacia los usuarios.

(...)

PAR. 6º- Las instituciones prestadoras de servicios de salud implementarán


mecanismos de comunicación interna entre los diferentes servicios externos,
especialmente con las autoridades de policía con el fin de disponer de un apoyo
oportuno en los casos que se requiera.

(...)

ART. 6º- Las instituciones y demás prestadores de servicios de salud deberán


establecer las normas que restrinjan el ingreso de armas o cualquier otro elemento
que se considere peligroso para la seguridad de los trabajadores y usuarios que se
encuentren en el interior de la institución o prestador del servicio. Esta norma no
será restrictiva para el personal de seguridad del Estado previamente identificado.
22
Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

(...)

ART. 9º- Las instituciones dedicadas a la atención de pacientes psiquiátricos y las


que con ocasión de la prestación del servicio de urgencias reciban este tipo de
pacientes, establecerán medidas de seguridad que conlleven a minimizar los
riesgos para que el usuario no cause daño a sí mismo o se lo cause a terceros”.

Se observa que regula esta resolución aspectos relacionados con la


seguridad de los pacientes, en los casos en que ella puede ponerse en peligro
por la realización de actividades relacionadas con la prestación del servicio de
salud (par. 3º del artículo 2º, artículo 9º), y también en aquéllos en que el peligro
proviene del hecho de terceras personas, ajenas a la institución (par. 4º y 6º de
artículo 2º, artículo 6º).

Es claro que estas normas no son aplicables al presente caso, dado que
no se encontraban vigentes cuando ocurrieron los hechos; sin embargo, como
ha quedado explicado, ya la jurisprudencia había hecho alusión, en el año 1993,
a la existencia de situaciones especiales en las que los administradores de los
hospitales deben extremar las medidas de control y vigilancia de los pacientes,
dadas las condiciones de riesgo en que éstos pueden encontrarse.

Es necesario, de cualquier modo, estudiar siempre el caso concreto, a fin


de establecer si el hospital ha incurrido en la violación de estos deberes
especiales y si a su incumplimiento puede imputarse el daño sufrido por el
paciente. En efecto, considera la sala que tales deberes de seguridad, en
cuanto se refieren al control y vigilancia necesarios para evitar la acción de
terceros, no pueden dar lugar al surgimiento de obligaciones de resultado.

En el proceso que ocupa a la Sala, no obran testimonios u otras pruebas


que permitan obtener conclusiones sobre la forma en que ocurrieron los hechos;
no se sabe cómo se produjo el ingreso del homicida al hospital, si venía
acompañado de otras personas, si el personal de la institución trató de evitar la
entrada, si ésta contaba con medidas de vigilancia adecuadas para impedir el
ingreso de personas armadas, etc.
23
Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

Al respecto, se afirma en la demanda que el 18 de enero de 1992, a las


5:00 p.m., se presentaron dos hombres en el hospital e intimidaron al celador,
luego de lo cual uno de ellos se dirigió a la Sala quirúrgica de hombres y le
disparó a Óscar Guerrero. A este hecho hace referencia también la parte
demandada, cuando expresa, al sustentar la apelación, que “nadie podía
prever... el asalto y sometimiento del personal de celadores por un grupo
guerrillero, de ordinario mejor armado, preparado y entrenado para las
delictuosas acciones...”.

Así, aunque no se practicaron pruebas para corroborar estas afirmaciones,


de ellas podría inferirse que existían en la institución algunas medidas de
seguridad para evitar la entrada de armas, al punto que los delincuentes sólo
pudieron ingresar sometiendo al celador de turno.

De otra parte, si bien conforme al oficio que obra a folio 48 del cuaderno
principal, suscrito por el Director del Hospital Santo Domingo, se concluye que no
existen registros en esta institución de que se hubiera informado a las autoridades
sobre el ingreso del herido Óscar Guerrero Velasco, el 16 de enero de 1992, ni de
que se hubiera tomado alguna medida de seguridad especial, con el fin de
proteger al citado paciente entre esa fecha y el día 18 siguiente, considera la
Sala que estas circunstancias no resultan suficientes para establecer la
responsabilidad de dicha institución.

Debe advertirse que del incumplimiento de la obligación contenida en el


artículo 336 del Código de Procedimiento Penal no puede derivarse la
imputabilidad del daño al hospital demandado. Dispone la norma citada lo
siguiente:

“Quien en hospital, puesto de salud, clínica u otro establecimiento similar, público


o particular, reciba o dé entrada a persona a la cual se le hubiere ocasionado
daño en el cuerpo o la salud, dará aviso inmediatamente a la autoridad
respectiva.

El incumplimiento de lo previsto en este artículo acarreará multa de diez a cien


salarios legales mínimos mensuales, decisión contra la cual procede el recurso de
reposición”.
24
Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

Para la Sala resulta evidente que el objeto de la disposición transcrita es


facilitar la iniciación de las investigaciones penales respectivas, por los delitos
cometidos contra las personas que ingresan al establecimiento de salud. Así, la
autoridad destinataria del aviso es, sin duda, la autoridad judicial encargada de
adelantar el proceso correspondiente. Sería absurdo pensar que la norma
obliga a estos establecimientos a solicitar protección especial de la Policía para
todas las personas que ingresan, por habérseles ocasionado daño en el cuerpo o
la salud. No hay razón para considerar que, en todos los casos, las personas que
han sido lesionadas por otros corren el riesgo de ser atacadas mientras
permanecen en la institución de salud. Por esta razón, no comparte esta Sala los
argumentos expuestos por el Tribunal para sustentar la condena impuesta al
hospital demandado.

Adicionalmente, observa la Sala que no existe constancia en el proceso


de que los funcionarios del hospital hubieran sido informados sobre las
circunstancias en que el paciente resultó lesionado el 16 de enero de 1992, y
mucho menos de que la propia víctima o sus familiares los hubieran advertido
sobre el hecho de que aquél corría el riesgo de ser atacado dentro de las
instalaciones de la institución. No está demostrado, entonces, que las directivas
del hospital tuvieran conocimiento de que el paciente se encontrara en una
situación excepcional de peligro, de modo que pudiera pensarse en que,
eventualmente, resultaran obligadas a reforzar sus mecanismos de seguridad o a
solicitar la protección especial de la Policía Nacional.

Se advierte, entonces, que existen importantes diferencias entre la


situación que se presentó en el caso fallado por esta Sala el 21 de enero de 1993
y la que aquí se debate. En efecto, en el caso citado, encontró demostrado el
Consejo de Estado que el atentado cometido contra el paciente, en las
instalaciones del hospital, ocurrió en circunstancias muy particulares, que le
permitieron establecer la existencia de una falla en el servicio. En efecto, se
evidenció la falta total de control y atención por parte del personal del hospital,
respecto de los visitantes, lo que permitió a sus atacantes ingresar armados a la
institución, en horas distintas a las de visita, además de atar y encerrar a la
acompañante de la víctima, sin que nadie se diera cuenta de lo sucedido.
25
Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

En el presente caso, en cambio, como se observó anteriormente, no


obra en el proceso prueba alguna que permita establecer cómo sucedieron los
hechos. Y si bien se pueden hacer inferencias al respecto con base en las
afirmaciones de las partes, éstas no cuentan con respaldo probatorio en el
proceso y, en todo caso, no permitirían concluir que la muerte de Óscar Guerrero
Velazco es imputable al Hospital Santo Domingo de Málaga. Así las cosas,
también se revocará el fallo apelado, en cuanto declaró la responsabilidad de
dicha institución y la condenó a pagar los perjuicios sufridos por los
demandantes.

En mérito de lo expuesto, el Consejo de Estado, en Sala de lo Contencioso


Administrativo, Sección Tercera, administrando justicia en nombre de la
República de Colombia y por autoridad de la ley,

FALLA:

REVÓCASE la sentencia proferida por el Tribunal Administrativo de


Santander, el 18 de septiembre de 1995, dentro del presente proceso, y en su
lugar, deniéganse las pretensiones de la demanda.

CÓPIESE, NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE

MARÍA ELENA GIRALDO GÓMEZ ALIER E. HERNÁNDEZ ENRÍQUEZ


Presidenta de la Sala

RICARDO HOYOS DUQUE GERMÁN RODRÍGUEZ VILLAMIZAR


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Expediente No. 11405
JUAN BAUTISTA GUERRERO RAMÍREZ Y OTROS

JESÚS MARÍA CARRILLO BALLESTEROS


MCM

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