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Universidad de Málaga

Tesis doctoral

Isabel Oyarzábal Smith:

una intelectual de la Edad de Plata.


Nuevas aportaciones para una
biografía literaria

María del Mar Mena Pablos


Málaga, 2015
UNIVERSIDAD DE MÁLAGA
Departamento de Filología Española, Italiana,
Románica y Teoría de la Literatura

Isabel Oyarzábal Smith:


una intelectual de la Edad de Plata.
Nuevas aportaciones para una
biografía literaria
I
Tesis doctoral dirigida
por la Profª. Dra. Amparo Quiles Faz

María del Mar Mena Pablos

Málaga
2015
AUTOR: María del Mar Mena Pablos
http://orcid.org/0000-0001-5449-3742

EDITA: Publicaciones y Divulgación Científica. Universidad de Málaga

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Esta Tesis Doctoral está depositada en el Repositorio Institucional de la Universidad de


Málaga (RIUMA): riuma.uma.es
A mi madre, Mónica y Manuel
que, a pesar del drama de la vida,
hacen de ella una comedia.
1. Introducción
9

1. Introducción
Esta tesis doctoral tiene como objeto ahondar en la figura de Isabel Oyarzábal
Smith (Málaga, 1878-Ciudad de México, 1974), una de las mujeres más
prominentes de su época, adelantada a su tiempo y que más y mejor trabajó para
promover el desarrollo de España en todos los ámbitos a los que dedicó sus
esfuerzos. Pero más aún, su trabajo en el escenario internacional, tanto en la Liga
de Naciones como en la Organización Internacional del Trabajo, contribuyó
también a sentar las bases del progreso mundial.

Dada la idiosincrasia del personaje investigado y debido a los diversos campos a


los que dedicó su actividad, se hace harto difícil abarcar, en un trabajo de esta
índole, los largos años de vida de la autora por lo que hemos optado por trazar su
trayectoria vital hasta el exilio en México, esperando poder profundizar en la etapa
posterior a 1939 en futuras investigaciones.
Así pues, nos hemos centrado en la vida de la autora hasta la finalización de la
Guerra Civil y ulterior exilio, haciendo especial hincapié en su obra periodística y,
sobre todo, literaria de la que hemos abordado el estudio, tanto de la que ha sido
publicada como de la inédita, esta última insuficientemente estudiada aún, y que
comprende obras de género narrativo y dramático.

El punto de partida para iniciar la investigación fue la lectura y traducción de las


dos autobiografías de la autora: I must have liberty y Smouldering freedom -esta última
dio como resultado su publicación en 2009- para, a partir de ello, y a través de
fuentes primarias y secundarias, dilucidar cuáles fueron los hechos más relevantes
de la vida de la autora e indagar en los rasgos característicos de su obra literaria y
la concepción vital que en ella subyace.

Durante los años que han transcurrido desde el inicio de esta investigación, el
desarrollo de los estudios de la Edad de Plata ha sido considerable y las
publicaciones que han abordado la obra de las mujeres más prominentes de esta
época, tanto desde un punto de vista colectivo, como las que las abordan de una
manera monográfica, son ya, afortunadamente, numerosas, ya que todas estas
autoras habían sufrido un doble olvido, por una parte, por su condición de mujeres
y, por otra, por haber sido figuras destacables de la II República española. Así, en
los últimos años se han rescatado las figuras de Carmen de Burgos, Colombine,
10

Margarita Nelken, María Zambrano, María Teresa León, entre otras y sin
embargo se hace necesario seguir ahondando y difundiendo las vidas y obras de
estas mujeres que, junto con sus compañeros masculinos, constituyeron la
vanguardia del pensamiento de comienzos del siglo XX y visibilizaron el papel de
la mujer en la sociedad progresista de la II República.

En relación con Isabel Oyarzábal, el hecho de que los estudios sobre su figura
han alcanzado un importante desarrollo lo demuestra el hecho de que cuando se
comenzó el presente trabajo, apenas si existían los estudios de Antonina Rodrigo y
la entrada sobre la autora en el Diccionario de escritores de Málaga y su provincia a
cargo de la profesora Dª. Amparo Quiles Faz, 1 mientras que su nombre ha
bautizado ya una sala de la Diputación de Málaga y un aulario de la Universidad de
la misma ciudad.

Y en esta línea investigadora, la semblanza de la autora ha sido abordada por


Antonina Rodrigo, su labor periodística por Amparo Quiles, Carmen Servén y
Concha Bados; su labor diplomática por Rosa Ballesteros y Matilde Eiroa; su obra
teatral por Carlos Rodríguez; su trabajo en las distintas organizaciones
internacionales por Olga Paz Torres; su autobiografía por Isabel Lizárraga. Todos
ellos reflejan el poliédrico universo ideológico de Isabel Oyarzábal y su papel
preminente en la cultura y progreso españoles. Por último, y en relación a las
aportaciones para el conocimiento de la figura de Isabel Oyarzábal, debemos
destacar la próxima creación de la página de autor en el Cervantes Virtual a cargo
de la profesora Dª. Amparo Quiles Faz y que albergará toda la documentación
existente sobre la autora.

El trabajo presentado se centra en los primeros años de vida, formación y la obra


literaria de la autora, para lo cual, hemos acudido a fuentes primarias como la
prensa malagueña, madrileña y sueca, el legado procedente de México que se halla
depositado en el Archivo Nacional de Cataluña, las primeras ediciones de sus obras,
I must have liberty, Smouldering Freedom, Alexandra Kollontay, Ambassadress from
Russia, El sembrador sembró su semilla, Juan: son of the fisherman, Saint Anthony’s Pig,
Alcayata y los manuscritos inéditos de Amellali, Lo que se lleva el mar o Sangre de

1 Quiles Faz, A., “Isabel Oyarzábal Smith”, en C. Cuevas García (dir. y ed.), Diccionario de

escritores de Málaga y su provincia, Madrid, Castalia, 2002, pp. 683-687.


11

Mar, Yunque y martillo o Semillas de odio, procedentes del Archivo Nacional de


Cataluña, así como El gran delito, cuyo manuscrito debemos agradecer a Carlos
Rodríguez, quien nos lo cedió generosamente.

Para la consecución de todas estas fuentes hemos acudido al Archivo Nacional de


Cataluña, al Museo de Teatro de Almagro, al Archivo Municipal de Málaga y nos
hemos servido de la Biblioteca Nacional de España, el Archivo Díaz Escovar, la
hemeroteca del diario Abc, La Vanguardia, la Biblioteca de Prensa Histórica y
hemos consultado la prensa sueca.

Nuestra investigación se ha dividido en diversos apartados, partiendo de su


autobiografía I must have liberty, que hemos traducido y analizado en nuestro
trabajo. Por tanto, hemos abordado su infancia, el nacimiento en el seno de una
familia burguesa malagueña, siendo hija de un matrimonio mixto, de padre español
y madre escocesa y las implicaciones relacionadas con este hecho, así como las
relaciones de la autora con otros miembros de la familia Oyarzábal; su formación
en un colegio católico y posterior entrada en la vida social, que hemos podido
reconstruir gracias a las noticias en la prensa malagueña, especialmente en la
publicación periódica La Unión Mercantil de la capital, consulta que ha aportado
datos inéditos hasta el momento y su posterior salto al mundo del teatro de la
mano de Ceferino Palencia, padre del que sería su marido años después. En este
sentido, hemos dedicado un apartado al proceso vital por el que la autora pasó, de
ser una joven cuya vida estaba abocada simplemente al matrimonio con un
miembro de la alta burguesía y a la consecuente maternidad, a protagonizar, junto
con otras de sus coetáneas, la época de mayor progreso de la mujer en las primeras
décadas del siglo XX. Así, hemos profundizado en los hechos que la autora registró
en su autobiografía, que muestran una transformación paulatina en su ideología y
que constituyen su despertar politico. A su vez, hemos documentado el comienzo
de una vida independiente lejos de las fiestas de sociedad a las que estaba
acostumbrada en su primera juventud, su dedicación y posterior renuncia de la
profesión teatral para fundar la revista La Dama y sus primeros trabajos como
corresponsal extranjera para la agencia Laffan News Bureau y el periódico The
Standard. En el plano personal, dedicamos un capítulo a su relación y matrimonio
con Ceferino Palencia, extrapolando dicho capítulo de su vida al contexto general
de las mujeres de la época en torno al matrimonio, la maternidad y el divorcio.
12

Un tercer apartado lo constituye la vinculación de Isabel Oyarzábal al activismo


social y político a partir de 1913, fecha en la que se organizó el movimiento
sufragista en España, haciendo referencia también al contexto mundial y nacional
en este sentido, deteniéndonos en el Congreso celebrado en Ginebra en 1920 y en
el que la autora tuvo un papel protagonista contribuyendo a visibilizar la lucha
feminista en nuestro país. Hemos dedicado otro capítulo a la actividad periodística
de Oyarzábal, siempre siguiendo una línea cronológica en su actividad y, en
concreto, hemos abordado sus colaboraciones en las publicaciones más importantes
de la época: El Día, El Sol, Blanco y Negro, el Heraldo de Madrid, entre otras.

Enmarcada en la etapa más comprometida social y políticamente, que se extiende


desde 1915 al final de la Guerra Civil, merece capítulo aparte, su vinculación con el
Lyceum Club, el primer club femenino en España y que supuso un revulsivo en la
sociedad madrileña, protagonizando algunos de los ataques más acres del momento
contra la actividad femenina. Durante la dictadura de Primo de Rivera y la II
República la actividad política de Oyarzábal se multiplicó y, a través de la
documentación depositada en el Archivo Nacional de Cataluña y de la prensa del
momento, hemos logrado consignar los múltiples cargos y actuaciones llevados a
cabo por la autora hasta su exilio en 1939.

Una segunda parte de la investigación la constituye el análisis de la obra literaria


de la autora y, así en primer lugar, hemos analizado su vinculación al teatro,
primero como actriz, bajo el pseudónimo de Isabel Aranguren y, después su labor
como traductora y dramaturga, que revela una concepción muy personal y
vanguardista del teatro. Del mismo modo, hemos abordado su obra narrativa
apenas estudiada, consistente en novelas, cuentos, novelas cortas, traducciones,
biografías y participaciones en prensa. Además de las obras publicadas hemos
abordado el estudio de obras inéditas tales como Lo que se lleva el mar, Yunque y
martillo, El gran delito o la traducción de la obra de Eugene O’Neill, Anna Christie,
en relación a su obra dramática y Amellali, en lo referente a su obra narrativa.

Por último, hemos dedicado un capítulo a sus dos obras autobiográficas, I must
have liberty y Smouldering freedom, esta última traducida por mí y publicada en 2009
bajo el título, Rescoldos de Libertad. Así, hemos estudiado la tradición biográfica en
España y hemos vinculado las obras de Oyarzábal a las firmadas por otros
13

exiliados y exiliadas y que constituyen un testimonio valiosísimo para el


conocimiento de la reciente historia de España.

Finalmente, queremos expresar nuestro agradecimiento a mi directora de tesis, la


profesora Amparo Quiles Faz, por sus aportaciones, ayuda y entusiasmo, al
Departamento de Filología Española, Italiana, Románica y Teoría de la Literatura
de la Universidad de Málaga y a todas las personas que generosamente han
propiciado y apoyado nuestra investigación: a Antonina Rodrigo, quien me facilitó
muchos de los documentos que se hallan en el Archivo Nacional de Cataluña; a
Carlos Rodríguez Alonso, quien me cedió el manuscrito de la obra teatral inédita
El gran delito, y por último, a mis padres, a Mónica y a Manuel, que me han
ayudado más de lo que puedo agradecer y a todas las mujeres y hombres que con
sus investigaciones y de manera generosa favorecen el conocimiento de una época
que, por razones espurias, ha intentado ser silenciada.
2. Infancia
17

2. Infancia
2.1. Los orígenes de “una pequeña rebelde”
Isabel Oyarzábal Smith nació el día 12 de junio de 18782 a las ocho y media de la
noche en el número 31 de la Calle Peligro,3 de la capital malagueña, en el seno de
una familia perteneciente a la alta burguesía. Su pertenencia a una clase
privilegiada en la Málaga y en la España de la época implicó que numerosas
costumbres burguesas marcaran muchos aspectos de su adolescencia y juventud. El
hecho de que sus padres, Juan Oyarzábal y Bucelli 4 y Ana Smith y Guthrie 5
formaran un matrimonio mixto, él, aunque andaluz, de ascendencia vasca y ella
natural de Glasgow (Escocia), hacía prever ciertas peculiaridades en la vida de la
autora y de su familia. Se habían conocido en un viaje de Ana Smith a Málaga para
visitar a una amiga del colegio que se había instalado en la capital malagueña y se
casaron en 1874 en Glasgow. En este sentido, son bastante reveladoras las
primeras palabras de Isabel en su primer volumen de memorias titulado I must have
liberty:
“Tuve muy pronto la impresión de que nosotros, esto es, mi hermana María
de la Asunción, mi hermano Juan y yo, éramos desaprobados. La mayoría de
los niños tienen, por supuesto, esta impresión a veces, pero en la mayoría de
los casos, son extraños quienes expresan esa desaprobación, y no las adoradas
abuelas y los familiares cercanos. Esta impresión mía, pronto se convirtió en la
convicción de que la Sociedad de Málaga, con ‘S’ mayúscula, se temía que la
nueva generación de la familia Oyarzábal, de la cual yo era el tercer miembro,

2 Así consta en la partida bautismal que se encuentra en el Archivo Nacional de Cataluña.


Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).
3 La calle Peligro (actual Trinidad Grund) está situada en los alrededores de la Alameda

Principal, zona urbana donde residía la élite local de la ciudad.


4 Juan Oyarzábal Bucelli (1835-1903), hijo de Juan Oyarzábal Herrera y María Asunción

Bucelli, se dedicó al negocio de exportación de uvas pasas, después de un periodo de


escolarización en el colegio británico de Clewer Green entre 1846 y 1850. También fue
consignatario de buques y agente de seguros de la firma escocesa “The Scottish Union &
Natura” y uno de los fundadores del Círculo Malagueño y diputado provincial por el
partido liberal de Málaga.
www.orueta.net y http://juandeoyarzabal.blogspot.com.es. Vid. La Unión Mercantil,
Málaga, 28-3-1898, p. 1 y 5-1-1897, p. 4, respectivamente.
5 Nacida en Glasgow (1855-1930) y de nacionalidad americana, con residencia en Baton

Rouge. Fue hija de George Smith y de Elisabeth Guthrie, ambos naturales también de
Glasgow.
18

iba a cometer estragos con la buena reputación, largamente establecida en el


riguroso y fiel cumplimiento de las costumbres de Málaga”.6

Efectivamente, el hecho de que su madre fuera extranjera, y por tanto, menos


encorsetada que la pacata sociedad burguesa española, y más libre, por ende, vino a
remover los cimientos del círculo social al que pertenecía la familia Oyarzábal.
Isabel consideraba a su madre como “un elemento de la más inquietante influencia”.
Ella era escocesa, protestante y se había casado con un hombre veinte años mayor,
a la corta edad de diecisiete años:
“En ambos casos, tanto mi madre como mi padre, había sido “amor a primera
vista”. Ella se había dejado llevar por la elocuencia del español apuesto, de ojos
oscuros, quien había ido al colegio en Inglaterra y que podía hablar su lengua
perfectamente, y él, simplemente fue hechizado por la preciosa chiquilla
escocesa de pelo rubio y un poco traviesa”.7

La ciudad de Málaga había iniciado un despegue económico considerable hacia la


mitad del siglo XIX, que atrajo a una cada vez más numerosa colonia de residentes
extranjeros y que junto a la oligarquía ya existente, constituyó una clase elitista
que poseía los medios productivos y económicos. La llegada de extranjeros supuso
la creación de numerosas sociedades comerciales, cuyo objeto prioritario era la
importación y exportación de productos del lugar. 8 Las actividades que
desarrollaban fundamentalmente eran las del comercio y delegación de grandes
compañías internacionales dedicadas al tráfico de productos del lugar, vino y pasas,
etc. Por el contrario, los malagueños solo aparecían como socios de empresas
extranjeras. Entre los apellidos extranjeros que tenían su residencia en la Málaga
de la época destacaban: Nagel, Rein, Quilhin, Klentze, Livermore, Hoppe, Keets,
Pettersen, Kirkpatrick, Clemens y otros muchos. De igual forma, en Málaga se
asentaron nombres escoceses y anglosajones de idéntica procedencia que la madre

6 Oyarzábal de Palencia, I., I must have liberty, New York-Toronto, Longman, Green & Co.
Inc., 1940, p. 1. Citaremos el texto siguiendo la traducción realizada por mí.
7 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 1.
8 Quiles Faz, A., Málaga y sus gentes en el siglo XIX. Retratos literarios de una época, Málaga,

Arguval, 1995, pp. 30 y ss. Trabajo que analiza, a través de los textos literarios, la
idiosincrasia de la sociedad malagueña decimonónica.
19

de Isabel Oyarzábal: Timoteo MacNamara, Timoteo Power, Mathias Mandly,


Mateo Hudsor, John Lovelacke, Guillermo Lovefoy…9
En principio, fueron vistos con recelo por la sociedad malagueña, pues ejercieron
un control casi omnímodo sobre el tráfico de productos, lo que provocó duras
críticas por parte de los cosecheros, lo cual, tal como señala Amparo Quiles, fue
explicable, pues se aprovecharon con frecuencia de la desprotección de los
campesinos, fijando unilateralmente el precio de los artículos. Del mismo modo,
fijaban el precio de venta de los productos y se les imputaba el monopolio de las
mercancías que llegaban a puerto procedentes de Europa. Otra de las acusaciones
de las que se les hacía objeto era la de no pagar a los vecinos de la ciudad, teniendo
incluso que intervenir las autoridades municipales, encarcelando a los comerciantes
bajo múltiples cargos y también se les acusaba de ser espías y de comunicar a las
naciones enemigas datos de importancia militar. Las críticas no solo se dirigían
contra aquellos que ostentaban el poder económico, pues las clases populares
también polemizaron, por ejemplo, sobre los dependientes extranjeros, sobre todo,
alemanes que trabajaban por menos salario y tenían la ventaja del conocimiento del
idioma.
Por otra parte, el auge económico de la Málaga del siglo XIX no solo atrajo a
ciudadanos extranjeros, sino también a aquellos provenientes de otras ciudades
españolas, así como de zonas rurales de la provincia. Málaga incrementó
notoriamente su población en estos años, tal y como señala J. Aguado Santos, quien
cifra en aproximadamente 50.000 los habitantes censados en 1834, frente a los
86.577 en 1848.10
Siguiendo las pautas de la burguesía comercial a la que pertenecía el padre de la
familia Oyarzábal Smith, Juan había sido educado en un colegio de Inglaterra,11

9 La nómina de extranjeros en Málaga ha sido estudiada por Villar García, Mª. B., Los

extranjeros en Málaga en el siglo XVIII, Córdoba, Caja de Ahorros de Córdoba, 1982.


10 Aguado Santos, J., “Málaga en el siglo XIX. Comercio e industrialización”, Gibralfaro,

Málaga, 6 (1974), p. 45. Cit. en A. Quiles, Málaga y…, op. cit. p. 16. La llegada a Málaga de
los Larios y Heredia ha sido estudiada por García Montoro, C., Málaga en los comienzos de
la industralización: Manuel Agustín Heredia (1786-1895), Córdoba, Universidad e Instituto
de Historia de Andalucía, 1978 y “El cuerpo social del comercio malagueño en el siglo
XIX”, en Camacho, R., Homenaje a D. Francisco Bejarano, Málaga, Real Academia de Bellas
Artes de San Telmo, 1991, pp. 83-102.
11 El colegio británico de Clewer Green, fue un centro educativo de gran prestigio entre

los comerciantes de Málaga. Allí estudió Juan Oyarzábal Bucelli entre 1846 y 1850 y
también Domingo de Orueta, Juan Crooke, Matías Huelin, entre otros hijos de la alta
burguesía local. Estaba dirigido por Mr. Wilkinson. Cfr. “Cartas manuscritas de Domingo
Orueta”, legado familiar de Mª Victoria Pariente Benítez, a quienes agradecemos la
consulta de estos manuscritos.
20

mientras que Ana era huérfana y siempre había vivido sin apenas limitaciones a su
voluntad. Esto había sido un aliciente adicional para el padre “que estaba, quizás,
cansado de la habitual sumisión de las chicas españolas de su clase”. Sin embargo,
en primera instancia, el matrimonio sufrió la resistencia de la familia de la madre,
que no aprobaba el hecho de que ella uniera su vida a la de un católico. Por su parte,
el padre tuvo que sufrir las recriminaciones de sus familiares por “permitir” que su
esposa fumara o saliera a la calle sin acompañante, afrentando las “buenas
costumbres”. De ahí que la autora, al hilo del efecto que causó el casamiento en el
círculo de la familia paterna, dijese:
“Pero el gusto de mi padre en la elección de su esposa, no era, según parece,
compartido por toda su familia, especialmente por su madre. Un extranjero era
entonces, y aún es, a menudo, objeto de desconfianza para los españoles.
Tienen razón para pensarlo, considerando que ellos han sido frecuentemente
invadidos y traicionados ¡Pero un protestante! Un protestante estaba
realmente excluido. La Inquisición no había hecho su trabajo en balde, e
incluso ahora, en las clases altas de España, se puede decir que no hay sino
algún caso raro de matrimonios mixtos. Al menos yo no conozco ninguno. Los
protestantes son tolerados cuando son extranjeros, especialmente si son
miembros de cuerpos diplomáticos. Pero, para un español casarse con una
protestante, era como una especie de suicidio social” (p. 2).12

Sin embargo, ese recelo no hizo mella en la decisión del padre y, hasta su muerte,
vivió para hacer feliz a su mujer, según palabras de la propia Isabel Oyarzábal:
“Pues, en verdad, hubiera sido difícil encontrar un marido más devoto que el
que resultó ser. Justo hasta el día de su muerte, su principal propósito en la
vida fue hacer feliz a mi madre y todos nosotros estuvimos llamados a
colaborar en esta tarea absorbente” (p. 1).

Al calor de la revolución de 1868, la comunidad protestante de Málaga, que


había actuado hasta entonces en la clandestinidad, pudo profesar su religión sin
temores gracias a las libertades que promulgó la Constitución. La divulgación o
expansión del culto supuso una ruptura en el código de valores de la burguesía
malagueña. El crecimiento del protestantismo hizo recelar tanto a la jerarquía

A fin de evitar excesivas notas en este apartado, todas las referencias a la autobiografía I
12

must have liberty, se señalarán en el cuerpo, anotando las páginas correspondientes.


21

eclesiástica como a la alta burguesía, porque junto con el creciente anticlericalismo,


ponían en peligro la hegemonía católica.13
En efecto, después de un dilatado periodo de unidad religiosa en España, durante
la crisis del Antiguo Régimen y el advenimiento del Estado liberal se asistió al
auge del protestantismo. Precisamente este se produjo en las ciudades más
cosmopolitas y económicamente activas del país, 14 constituyendo la colonia
británica de Gibraltar el centro desde el que difundía el credo protestante, y
convirtiéndose Andalucía en el objetivo más inmediato. Málaga, que durante los
siglos XVII y XVIII se había convertido en un floreciente puerto comercial, atrajo
a inmigrantes extranjeros y protestantes desde temprana época. De esta manera,
hacia 1850, la comunidad inglesa había aumentado considerablemente en Málaga,
hecho favorecido por el auge económico de los años 30 y 40 en la capital. Pero la
presencia del protestantismo en Málaga no solo se hizo evidente a raíz del
asentamiento de la colonia extranjera, sino también por la proliferación, a partir de
la época liberal, de las Sociedades Bíblicas Inglesas que enviaron a España a
numerosos pastores protestantes y cuya misión se centraba en “divulgar las
Sagradas Escrituras en romance y sin notas, y extenderlas hasta los últimos
rincones de la Península”.15
Tras el destronamiento de Isabel II, y la posterior aprobación de la Constitución
de 1869, el protestantismo se asentó definitivamente y alcanzó un desarrollo
considerable, con apertura de nuevos templos y ante el desconcierto de los
católicos más intransigentes. Así, los artículos 21 y 11 establecían la libertad de
culto y la tolerancia a las religiones distintas a la católica.
Según el Censo de Población de España de 1877, en Málaga capital había unos
doscientos cincuenta hombres y ochenta y dos mujeres que profesaban esta religión,
y en toda la provincia, alrededor de 361 hombres y mujeres. Estos ciudadanos,
sobre todo aquellos que, siendo católicos habían decidido renovar su profesión de fe
a favor del protestantismo, sufrían una relativa inseguridad jurídica y podían ser
procesados judicialmente por cualquier motivo y por tanto, dependían del trato y
buena voluntad que les dispensaran las autoridades. En general, los protestantes
eran observados negativamente por el pueblo, y en el caso concreto de Málaga, la

13 Albuera Guirnaldos, A., “La vida íntima de los malagueños en el siglo XX: Valores y
temores”, Jábega, 87 (2000), p. 111.
14 Vid. Mateo Avilés, E. de., Masonería, protestantismo, librepensamiento y otras heterodoxias en

la Málaga del siglo XIX, Málaga, Diputación Provincial de Málaga, 1986.


15 Ibidem, p. 23.
22

religión era un elemento de confrontación con los comerciantes extranjeros que no


practicaban la religión católica. Las clases más populares sostenían que escondían
un apéndice diabólico al final de la espalda. Son reveladoras, a este respecto, las
líneas de la novela La Tribuna, de Emilia Pardo Bazán, en las que se narra el
episodio en el que dos pastores protestantes acuden al lugar donde se estaba
celebrando una fiesta popular entre las cigarreras, con el fin de conseguir adeptos:
“- ¿Tú no sabes, Guardia? La Pitinga se metió protestanta.
- ¿Y eso qué es?
- Una religión de allá de los inglis manglis.16
- No sé por qué se consienten por acá esas religiones. Maldito sea quien trae
por acá semejantes demoniuras. […]
- ¡Condenar el alma por mil pesos! Yo tampoco chicas- interviene la maestra.
[…]
-Y diga… ¿qué le hacen hacer los protestantes a la Pitinga? ¿Mil
indecencias?”17

Así las cosas, no es de extrañar que, una vez aceptado el casamiento entre la
protestante y el católico, la familia Oyarzábal presionara para la conversión al
Catolicismo de la esposa. A pesar de la mixtura religiosa, los hijos fueron
bautizados en la religión católica, concretamente en la parroquia del Apóstol
Santiago, sita en la calle Granada de la capital malagueña.18 Y así, sabemos que
Isabel Oyarzábal fue bautizada el día 24 de junio de 1878 por el sacerdote Rafael
Solís, siendo sus padrinos Rafael López Oyarzábal y su hermana María Oyarzábal
y siendo sus abuelos paternos Juan Oyarzabal Herrera y Mª Asunción Bucelli y sus
abuelos maternos: Jorge Smith y Mª Isabel Guthrie, naturales de Glasgow.

2.2. La familia Oyarzábal-Smith


Si atendemos a los datos que la autora aporta de su familia, constatamos que su
infancia y juventud se desarrollaron en un entorno familiar placentero. Ya hemos
visto cómo el amor a primera vista del padre hacia la madre se prolongó hasta el

16 El escritor leridano afincado en Málaga, Emilio de la Cerda Gariot describió al tipo


malagueño educado al modo sajón como “Inguilis-Manguilis” en Tipos de mi tierra, Madrid,
Lib. de Simón y Cía, 1885, pp. 59-63.
17 Pardo Bazán, E., La Tribuna, Madrid, Alianza Editorial, 2002, pp. 60- 61.
18 Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario

núm. 687, Registro 1812).


23

final de su vida y que, según las afirmaciones de la autora, vivió para hacerla feliz,
misión a la que estuvo dedicada también el resto de la familia:
“Nunca, nada le apartó de ello. Si familiares o amigos discutían con él por
dejar a mi madre salir sin ser acompañada por algún familiar o sirviente, como
lo hacían otras damas de Málaga, o si le permitía que remara en su bote dentro
y fuera del puerto19, bailar, o incluso fumar, desafiando de este modo, todas las
ideas malagueñas de buen comportamiento para las mujeres, él
invariablemente encogía sus hombros y decía: ‘¿Qué importa si así es feliz?’ ”
(p. 1).

El carácter tolerante del padre fue consignado por la autora en muchos de los
episodios de su autobiografía, como se aprecia en el hecho de que hasta la
conversión al Catolicismo de la madre, los hijos alternaban la asistencia a los cultos
de ambos progenitores. Sin embargo, llama la atención que el padre fuese el artífice
de la desaparición de libros “prohibidos” por la Iglesia en la biblioteca familiar. Así,
algunos de sus actos provocaron cierta desazón en la sociedad malagueña, como el
que narraba la autora en una salida a la playa:
“Durante el verano teníamos bastante alegría, pero de otra manera. Había
una feria anual y batallas de flores. Después del dieciséis de julio, la fiesta de
Nuestra Señora del Monte Carmelo, que es también la patrona del mar, la
gente también se metía en el mar para bañarse. No hubiera sido excitante si
nos hubiéramos ajustado a la costumbre, pues se supone que las mujeres no
podían salir de unos monótonos recintos cerca de la orilla y debían llevar
largas batas que arrastraban, de un material pesado con el que era imposible
nadar. Afortunadamente, mi padre alquiló un pequeño vestidor privado y nos
llevó a María y a mí con él hacia el mar abierto, donde nos reunimos con Juan
y Ricardo. Esta nueva salida de los Oyarzábal fue severamente criticada, todo

19El deporte femenino fue una actividad común entre las élites malagueñas desde finales
del siglo XIX, debido al influjo de las costumbres extranjeras y el afán de modernidad que
asimilaba dicha clase social. Practicaban el tenis en la Finca de la Concepción y desde 1912
existieron dos tripulaciones femeninas de remo en el Real Club Mediterráneo de Málaga.
Cit. en Quiles Faz, A., Mujer, voto y libertad. Textos periodísticos de Isabel Oyarzábal Smith,
Sevilla, Renacimiento, 2013, pp. 264-265. La familia Oyarzábal-Smith estaba muy
vinculada al Club Mediterráneo como lo muestra la pertenencia al jurado del cabeza de
familia en la celebración de algunas de las regatas, como la que reseña El Avisador
Malagueño, el 20-7-1884, o la presidencia de las regatas con motivo de las fiestas de la
ciudad que recayó en Ella Oyarzábal, entre otras jóvenes, el 23 de agosto de 1895. Vid.,
VV.AA., Real Club Mediterráneo de Málaga 1873/1998, Málaga, Benedito Editores, 1998, p.
64. Edición de Amparo Quiles Faz.
24

el mundo nos miraba con desaprobación, con nuestros trajes de baño de dos
piezas, aunque casi llevaban cuello alto y tenían mangas hasta el codo” (p. 27).

En sus años de primera juventud el padre fue el que decidió que había llegado el
momento de presentar en sociedad a Isabel y el que le aconsejó acerca de los
pretendientes que mostraban interés por ella. De mentalidad conservadora, el
padre animó a Isabel en sus gestas caritativas, pero le aconsejó que no alentara
demasiado a los que ayudaba. Tampoco se mostró de acuerdo cuando Isabel le
confesó que quería hacer algo con su vida:
“Llévate todo lo que quieras de la casa para cualquiera que lo necesite, dijo
mi padre, ‘pero debes tener cuidado de no alentar a la gente que es
indisciplinada. Ese hombre es probablemente un socialista’, y nunca lo olvidé
[…]
¿Qué quieres hacer?, preguntó.
No lo sé. Tan solo algo, no me atreví a decirle que quería seguir con el teatro.
Pienso que debo ganarme la vida. Esto le impactó aún más.
No lo necesitas, dijo, puedes tener todo lo que quieras en casa.
Vi que esto le afligía tanto, que no insistí, y más tarde me alegré, pues aquel
invierno mi padre se cayó, se rompió la cadera y murió después de seis
semanas de gran sufrimiento. Murió en mis brazos…” (pp. 30 y 34).

Isabel confesaba que la pérdida de su padre fue la primera “gran pena” de su vida:
de no haber sido por la necesidad de reaccionar ante la frágil salud de la madre,
afectada sobremanera por la muerte, reconocía que se hubiera dejado llevar por la
desesperación.
En cuanto a la madre, por su doble condición de escocesa y protestante, pudo ser
considerada como un elemento subversivo en la provinciana sociedad malagueña y
aún más, si tenemos en cuenta su carácter independiente y libre. Ya hemos
apuntado que era huérfana y siempre se había regido por sus propios dictados.
Algunas de sus “excentricidades” fueron reprobadas en su círculo social: salir sin
carabina, remar, fumar… El modo en que educaba a los hijos también fue
censurado por la familia paterna. Sin embargo, su pronta conversión al Catolicismo,
presionada por el ambiente, mejoraría considerablemente su imagen. De cualquier
forma, nunca dejó de vivir libremente en la medida en que pudo y, desde luego, fue
quien más alentó a su hija en sus proyectos y la persona que más comprendió a la
25

autora, como refieren las distintas anécdotas de su infancia. La imagen que nos
muestra es de una persona totalmente indulgente con las travesuras infantiles de la
autora y comprensiva con sus ilusiones, sin importarle las repercusiones en la
reputación familiar.
Cuando Isabel ingresó interna en el colegio de la Asunción de Málaga, lo que
más anhelaba era el calor de su madre, y así lo expresaba:
“Creo que mi madre hubiera preferido enviarme solo como interna de día,
pero la madre superiora le advirtió que no lo hiciera. Pensaba que no sería
bueno para nosotros apartarnos de la disciplina del convento cada noche y
aseguró a mi madre que sería realmente más duro para mí. Yo no estaba de
acuerdo con ella, como interna de día podía ver a mi madre cada noche.
Daba vueltas en la cama, anhelando solo que mi madre viniera y me deseara
buenas noches y pensando en mis muñecas.
No me hubiera quejado, pues siempre obedecíamos sus órdenes
incuestionablemente, pero quizá ella hubiera entendido un poco por lo que yo
estaba pasando” (p. 17).

Intentó inculcar en Isabel la desatención al “qué dirán” desde muy pequeña, como
lo demuestra el siguiente fragmento que ocurrió tras de la muerte de la abuela
paterna:
“¿No vas a vestir luto por tu abuela? me dijo una de las niñas pocos días
después.
No, le contesté, a mi madre no le gusta vernos de negro y piensa que el
uniforme gris es suficiente. Tenemos que llevarlo también en domingo.
¡Qué extraño! dijo. Cuando mi abuela murió vestí de negro durante todo un
año. Y se sintió muy superior. Yo sentí que no estábamos en absoluto
cumpliendo nuestro deber hacia abuelita. De todos modos no me preocupó
demasiado” (p. 20).

El luto era una costumbre impuesta en la sociedad española que se seguía de


manera estricta en todas las capas de la sociedad, especialmente para las mujeres,
pues el viudo, por ejemplo, lo guardaba la mitad de tiempo que la viuda. La propia
Isabel lo apuntaba: “El luto riguroso en la ciudad era tan rígidamente observado,
que no era posible abrir las contraventanas o marcharse de casa, excepto para ir a
la iglesia, sin provocar severas críticas” (p. 34).
26

Del parentesco con el finado dependía la duración del luto. Si el finado era el
padre de familia, se fijaban seis años de luto, si se trataba del hermano, tres años,
los abuelos y tíos carnales exigían dos años de luto. Se establecían tres fases del
luto: el luto riguroso, el medio luto y el alivio de luto. Este se producía a los seis
meses y admitía pequeños lunares blancos en el traje negro o colores más claros,
así como la relajación de las prohibiciones.20 Pero si durante ese tiempo fallecía
otro miembro de la familia, nunca se dejaba el luto.21
La muerte del padre que tuvo lugar el 10 de enero de 1903, a los 77 años de
edad22 causó una profunda impresión en la familia, pero en el caso de la madre, se
creyó que iba a perder la razón. Había estado tan unida a su marido, que la vida sin
él le resultaba imposible. Para mejorar las condiciones de salud de Ana Smith, y en
vista de que en la ciudad debían seguir un estricto luto, decidieron mudarse a las
afueras de la ciudad. Este cambio les reportó notables mejoras e Isabel confesaba
que fue entonces cuando madre e hija volvieron a acercarse. Sin duda, la
maternidad de la madre -tuvo seis hijos-, los años de internado en el colegio y su
frágil salud, las habían distanciado:
“El cambio le hizo a mi madre muchísimo bien y ella y yo empezamos a
acercarnos la una a la otra más de lo que habíamos hecho durante años. Tan
cerca que, después de unos pocos meses, cuando hablé con ella sobre mi deseo
de hacer algo, no me desalentó” (p. 34).

Desde ese momento, la madre se convirtió en la persona que alentó y confortó a


Isabel en su deseo de sentirse independiente y “ganarse la vida”. Fue su madre
quien la animó, cuando Isabel dudaba en nadar a contracorriente. Más tarde,
cuando conoció a la actriz María Álvarez Tubau y sus hijos y decidió ir a Madrid a
finales de 1905 para probar suerte con el teatro, la madre, lejos de desanimarla,
decidió acompañarla a la capital y, de este modo, evitar las habladurías: “Si
realmente piensas que quieres hacerlo, dijo, no veo ninguna razón para rehusar.
Solo que, añadió, yo estaré contigo todo el tiempo, así la gente no podrá criticarte”
(p. 37).

20 Checa, F. y Molina P., La función simbólica de los ritos. Rituales y simbolismos en el


Mediterráneo, Barcelona, Icaria, 1997, p. 142. Cit. en Quiles A., Mujer, voto…, op. cit., pp.
290-291.
21 Albuera Guirnaldos, A., Vida cotidiana…, op. cit., p. 339.
22 Vid. Acta de defunción, legajo 1671, Censo Municipal del Archivo Municipal de Málaga.

La causa de la muerte que se cita es “albuminosis”. El sepelio se celebró en la Parroquia del


Sagrario y fue inhumado en el Cementerio de San Miguel.
27

Fue la única persona del círculo familiar y social que apoyó su decisión, pues,
cuando el rumor de su marcha a Madrid se extendió, provocó “una ola de
justificada indignación” 23 hasta el punto de que su hermano Juan les retiró la
palabra al saber la noticia y su hermana María, desde el convento,24 les escribió
para asegurar que tal decisión traería una desgracia a la familia. Pero la madre,
ante los ataques, contestaba indefectiblemente: “Mi hija María eligió la vida que
creía mejor e Isabel puede hacer lo mismo, era su respuesta” (p. 38).
A pesar del apoyo mostrado, una vez en Madrid, la madre, probablemente
influida por su religiosidad o ante el temor de ser reprobada, consultó a varios
sacerdotes sobre la idoneidad de la dedicación al teatro de su hija. No pudieron
asegurarle que fuera pecado, pero le recordaron que podía constituir un grave
peligro. Poco antes de abandonar la afición al teatro, ambas, madre e hija, se
instalaron definitivamente en Madrid. Tomaron un apartamento y allí trasladaron
sus enseres desde Málaga. Finalmente, y como recordaba Oyarzábal, su madre
debió sentirse aliviada por la decisión posterior de renunciar al teatro. En este
sentido, las referencias a su madre son constantes en la autobiografía, conformando
el retrato de una mujer moderna, que desarrolló un sentido crítico en la hija.25
Así pues, Ana Smith se convirtió la compañera de Isabel y fue la persona que le
inspiró la confianza necesaria para afrontar los retos que la vida le iba imponiendo,
tal como lo demuestra el episodio en el que la autora fue invitada el 2 de diciembre
de 1906 a dar una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre Henry Irving:
“Durante algunos horribles momentos pensé que no iba a ser capaz de leer.
Las líneas del manuscrito parecían saltar arriba y abajo, mi lengua se atascó en
el techo de mi boca y mis pies no podían alcanzar el suelo, lo cual me daba la
sensación de estar colgada en el vacío. De repente recordé que mi madre
estaba sentada en la primera fila y que no podía fallarle” (p. 45).

23 Scanlon G. M., La polémica feminista en la España contemporánea, (1868-1974), Madrid,


Siglo XXI, 1976, p. 66. A la ignominia que suponía que la mujer burguesa trabajara, se
unían lastres especiales en la profesión de actriz como eran el sacrificio de la vida
doméstica, la necesidad de una vasta instrucción -si bien Isabel Oyarzábal aún no era
Palencia en aquella época, y como hemos visto, su cultura era superior a las de otras
mujeres- la rivalidad y envidia y los constantes ataques a la virtud.
24 Su hermana María Asunción (conocida por María o Molly), profesó como monja del

convento de la Asunción de Málaga, el 23 de junio de 1898. La Unión Mercantil, Málaga,


24-7-1898, p. 2. En marzo, Molly había entrado en el noviciado francés de Anteniul. La
Unión Mercantil, Málaga, 28-3-1898, p. 1.
25 Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal de Palencia (1878-1974). Diálogo con la

maternidad, la política y el dolor”, en Autoras inciertas, Madrid, Horas y horas, 2008, pp.
53-54.
28

Cuando Ceferino Palencia Tubau frecuentaba a la joven Isabel y ante la


insistencia de otro joven pretendiente, Gabriel, la madre le aconsejó:
“Querida, no molestes a tu pequeña cabecita, pensando que deberías casarte
con Gabriel. No serías feliz con él. Si no fueras lo que eres, quizá debería darte
otro consejo, como eres así, debes casarte por amor o arruinarás tu vida. […]
No mencionó a Cefe aquel día, pero pocas semanas después se refirió al tema,
diciendo: Estoy segura de que vas a hacer lo que todo el mundo considerará
extremadamente imprudente, pero conociéndote como te conozco, creo que se
te debe permitir hacer lo que creas mejor. Después de todo, el amor es un gran
pacto” (p. 46).

Ceferino Palencia consultó con Ana Smith la posibilidad de que Isabel dejase
todas sus ocupaciones una vez que estuvieran casados, a lo que la madre se opuso:
“Pienso que sería un terrible error, dijo ella, Isabel es demasiado vital para estar
satisfecha sin hacer nada. Al contrario, ella debe tener algo que hacer, y la solución
ideal sería que trabajarais juntos” (p. 53).
Establecido el compromiso, y conocido en su círculo, muchos se lamentaron de
que la autora se fuese a casar con un hombre sin medios y sin embargo, la madre
apoyó indefectiblemente a su hija: “Si alguien debe estar preocupada, esa debía ser
yo, decía pero yo conozco a Isabel y estoy segura de que todo irá bien” (p. 53).
Durante su noviazgo, la madre, no despreciaba los convencionalismos y solo
aceptaba que Isabel saliese acompañada de su otra hija, Anita: “Ella era muy
convencional acerca de nuestro compromiso y no nos permitió salir solos. No hay
ninguna necesidad de que hablen de vosotros, decía, y Anita está encantada de salir
con vosotros” (p. 53). 26
Justo antes de que Isabel decidiera casarse, su madre planeó viajar a Estados
Unidos, donde otro de sus hijos, José, quería estudiar Química. De esta manera se
iniciaba una separación de la madre de ocho años. Creemos sin duda que la madre
constituyó una de las piedras angulares en la formación de la autora, no solo

26Era costumbre en España que las jóvenes casaderas salieran siempre acompañadas,
excepto las de la clase obrera y las cocotes. Así, la propia autora, en su autobiografía, explica
quién era la figura de “la dama de compañía”, Vid. Oyarzábal de Palencia, I., I must have…,
op. cit., p. 38. A este respecto, Isabel Oyarzábal escribió un artículo sobre este mismo tema:
Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La señora de compañía”, El Día,
Madrid, 29-3-1917, p. 6. Véase Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., notas 82 y 83, pp. 32-
33 y 252.
29

porque, indudablemente, heredó de ella su carácter rebelde, sino porque se


convirtió en su guía durante los años más críticos de la juventud de la autora.
Tras quince años de estancia en Estados Unidos, Inés, la hermana pequeña, y
Ana Smith, volvieron a España, estableciéndose en Cáceres, donde la primera había
conseguido una plaza de enfermería. Poco tiempo después a la madre le fue
diagnosticado un tumor, que resultó ser irreversible. La fortaleza de espíritu de la
mujer no le abandonó ni en los últimos momentos:
“Todos habíamos tomado la determinación de que mi madre no debía saber
lo que le estaba pasando. Afortunadamente no tenía ningún dolor. Inventamos
todo tipo de excusas para explicar la presencia de casi toda la familia y
pensamos que nos las arreglaríamos para engañarla.
No pasó mucho tiempo, de todos modos, antes de que ella me dijera un día:
“Hija, sé lo que me pasa, pero no dejes que los otros lo sepan todavía”.
Mantuvimos la farsa durante dos meses, y tuvimos unas buenas navidades con
regalos para todos, la mayoría para mi madre, por supuesto. Y el diez de enero,
el aniversario de la muerte de mi padre, se fue de nuestro lado.
La muerte, ciertamente, no ejerció ningún temor sobre ella. Recibió los
últimos sacramentos, liquidó todos sus asuntos, y entonces, sonriendo, se fue,
con su espíritu triunfante. Todos nosotros tratamos de ser dignos del
privilegio de estar cerca de ella en tal momento” (p. 100).27

Pero no solo la figura materna fue decisiva en la personalidad de Isabel


Oyarzábal, pues otros miembros de su familia, por los datos que nos aporta en su
autobiografía, influyeron en ella. Tal es el caso de su abuela paterna, María
Asunción Bucelli, viuda y de carácter algo infantil, a decir de Isabel, la cual fue
retratada por la autora en relación con el hecho de que Isabel y sus hermanos no
estuvieran siendo educados en la religión católica, pese a haber sido bautizados:
“Recuerdo a mi abuela, más bien vagamente y mi impresión es la de una
corpulenta anciana que salía muy raramente y solo iba a la iglesia. Siempre
vestía de negro, nunca, según parece, se había quitado su traje de luto, aunque
mi abuelo había muerto hacía muchos años. Puedo verla sentada en un sillón
bajo, bordando, cerca de la ventana, en una de las salitas de la casa de su hija.
Revisaba sus abalorios constantemente y nos sonreía cuando íbamos a verla,

La muerte de Ana Smith, ocurrida un día antes, fue reseñada en el diario El Imparcial,
27

Madrid, 11-1-1930, p. 6.
30

pero estas sonrisas iban siempre seguidas de profundos suspiros y palabras


entre dientes como: ¡Ay, Señor!, ¡Ay, Dios Mío!, todas las cuales significaban,
evidentemente, la manera en que se lamentaba de que nosotros no estábamos
siendo educados dentro de la fe católica, y por lo tanto, estábamos en peligro
de convertirnos en herejes” (p. 2).

Otro de los miembros de la familia, ampliamente retratado en la obra, es su tía


María Oyarzábal, única hermana de su padre y que ejerció un importante
ascendente sobre la niña. En relación a sus costumbres infantiles y a la de sus
hermanos escribía que ella “nunca mostró desaprobación con gestos o palabras,
sobre lo que mis hermanos o yo hacíamos, y por tanto no la percibíamos como una
extraña” (p. 2). Era descrita como una persona inteligente que aceptaba sus
modales ingleses, quizá porque la monarquía estaba introduciendo las costumbres
inglesas en la sociedad española. De su tía María, Oyarzábal narraba cómo conoció
a su marido: ella había sido la “bella” de Málaga durante muchos años y había visto
a muchos hombres ricos y con títulos de propiedad a sus pies, pero un buen día
sorprendió a su familia anunciando que había decidido casarse con un viejo y
bigotudo general, que poco después se convertiría en el gobernador militar de
Málaga. Su tío, marido de María, sin embargo, no causaba tan agradable impresión
en la pequeña que, confesaba, le producía cierto desasosiego:
[…] recuerdo estar muerta de miedo, cuando mi extraño tío acercaba su
cabeza para besarme. En verdad, no había nada particularmente raro en él,
excepto su gran altura, su extrema delgadez y sus reservados modales. De
cualquier manera, para nuestras mentes infantiles, él no era el compañero que
tía María merecía. Como ella era tan encantadora y él nos parecía tan feo, les
llamábamos “la Bella y la Bestia”. Ella no sólo era bonita, también era
ingeniosa, encantadora e inteligente. Nunca olvidaré cómo me agradaba
cuando mi madre decía, como solía hacer, que yo era la imagen fea de mi tía.
Hasta me parecía un cumplido y es verdad que yo tenía sus ojos oscuros, su
cabello y su pálida tez, pero yo nunca esperé ser llamada la “rosa de Bengala”,
como ella lo era” (p. 3).

Son muchos los momentos de su infancia vinculados a su tía María Oyarzábal


que denotan la profunda admiración que causaba en la niña, primero, y luego en la
joven Isabel. Especial atención merece el episodio en el que narraba la rivalidad
31

entre su tía María y su tía Amalia,28 esposa de uno de los primos de su padre, Jorge
Enrique Loring Oyarzábal, marqués de la casa Loring.29
Ambas damas se posicionaban en lados opuestos de la política del momento e
Isabel, a la edad de quince años, observaba atentamente los avances de ambas en el
terreno político, decantándose por su tía María:
“Tía María, que era cuñada del General López Domínguez, encabezaba a los
miembros del llamado partido liberal de Málaga. Tía Amalia, cuyo marido
había ayudado en la lucha, al joven profesor Antonio Cánovas del Castillo,
quien después se convirtió en primer ministro español y uno de los principales
apoyos de la corona española, lideraba a los conservadores” (p. 25).

Sobre quién era la depositaria de las simpatías de la autora se hace evidente en el


siguiente fragmento, en el que nuestra autora incluía una descripción, no muy
generosa, de la tía Amalia:
“La tía Amalia tenía unos rasgos bastante duros, una nariz picuda y una
forma de ser severa, pero podía contar con la lealtad de la jerarquía eclesiástica
de Málaga y de los ‘conocidos’, esto es, ‘los pudientes’ y los profesionales de la
ciudad.
Tía María era adorada por la clase media y los profesionales, por los pobres
sacerdotes de pueblo y por los campesinos, a quienes ella estaba dispuesta a
prometer cualquier cosa. Los trabajadores de Málaga no estaban todavía
organizados, así que no contaban mucho. La mayoría de nuestros familiares
estaban de parte de tía Amalia” (p. 25).

28 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 25. Vid. Ramos Frendo, E. M., Amalia
Heredia Livermore, marquesa de Casa Loring, Málaga, Universidad, 2000 y “El colegio de La
Asunción de Málaga y Amalia Heredia Livermore: Historia de dos vidas paralelas”, Boletín
de Arte de la Universidad de Málaga, 20 (1999), pp. 191-210.
29 Jorge Enrique Loring Oyarzábal (1822-1900), quien recibió el título de Marqués de

Casa-Loring por su intervención caritativa en las epidemias de cólera de 1855 y 1860,


contrajo matrimonio en 1850 con Amalia Heredia Livermore (1839-1902), hija de Manuel
Agustín Heredia Martínez. Tuvieron nueve hijos, que alcanzaron justa celebridad en el
mundo de las finanzas y notable estima en la alta sociedad. Cfr. Quiles Faz, A., Málaga y sus
gentes…, op. cit., p. 48; Albuera Guirnaldos, A., Vida cotidiana…, op. cit., p. 178; Campos
Rojas, M. V., “Jorge E. Loring Oyarzábal: primer marqués de Casa-Loring: 1822-1900”,
Jábega, 58 (1987), pp. 32-38; Cabrera Pablos, F., y Olmedo Checa, M., Malagueños en la
historia, Málaga, Benedito Editores, 2006, pp. 302-309; Ocaña, J. M., “Tiempo pasado:
Loring Oyarzábal”, Diario Sur, Málaga, 2-5-2007,
http://www.diariosur.es/prensa/20070502/malaga/tiempo-pasado-loring-
oyarzabal_20070502.html.
32

En cuanto al resto de la familia, Oyarzábal describió a los hijos de la tía María,


Rafael, el mayor, María, Juan, Rosario e Isabelita, que la autora caracterizaba
apresuradamente y en relación con una anécdota de infancia, pero por sus palabras
se desprende que no eran “santos de su devoción”, al menos en sus años infantiles.
Mencionaba también, aunque más someramente, a otros hermanos de su padre:
“Conocí poco a los hermanos de mi padre, pues, uno había vivido en el
extranjero y los otros dos, que eran oficiales de la armada, estaban situados en
diferentes ciudades de España. Lo mismo ocurría con la familia de mi madre,
excepto por una hermana mayor que se casó con un inglés y también se asentó
en Málaga, todos vivían en Escocia” (p. 3).

Respecto a sus propios hermanos, Isabel siempre estuvo muy unida a ellos y son
numerosas las anécdotas de su infancia referidas a ellos. Era la tercera de siete
hermanos, la hermana mayor se llamaba María de la Asunción, también conocida
como Molly, era cinco años mayor que Isabel y pronto vistió los hábitos en la
orden religiosa del Convento de la Asunción;30 Juan era dos años y medio mayor
que Isabel y fue con quien más unida estuvo en la infancia; 31 Ricardo, que fue
ingeniero civil en Cuba;32 Anita, quien acompañó a Isabel en sus paseos durante el
noviazgo con Ceferino Palencia y en la aventura de la revista La Dama; José Luis e
Inés, los más pequeños. Esta última, que para Isabel fue como su propia hija,
decidió vestir los hábitos junto con su hermana María:
“La última lágrima, y la más amarga, fue una carta que recibí de mi hermana
más pequeña, Inés, diciéndome que iba a Bélgica a ver a María y había pensado
quedarse en el convento. La noticia casi me deja sin sentido. Inés era como una
hija para mí. Había estado en los Estados Unidos con una beca Rockefeller.
Había sido a su vuelta, cuando había llegado a esta extraña decisión. Nunca he
sido capaz de averiguar qué le indujo a dar semejante paso, pero sospecho que
el miedo a la guerra le había asustado” (p. 131).

30 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 29.


31 Nació el 30 de septiembre de 1876, fue profesor mercantil y se dedicó al negocio familiar,
la exportación de pasas, bajo la firma “Pasas Oyarzábal”. Fue también delegado de una
compañía inglesa de seguros y vicecónsul de Colombia. Murió en 1939 de una afección
pulmonar. Vid. www.orueta.net.
32 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 70.
33

Cuando Isabel fue a Suecia para hacerse cargo de la embajada de la capital en


1936, María e Inés se hallaban en el convento de la Asunción en Bélgica.33
Isabel recordaba con dolor la muerte de su hermano Ricardo aquejado de una
neumonía durante la Guerra Civil en Málaga en 1937:
“La primera vez que fui devuelta intensamente a la órbita de nuestra vida
familiar, fue cuando Anita me dio la noticia de la muerte de mi hermano
Ricardo a través del teléfono. Había estado ayudando a nuestra gente en
Málaga. Había estado llevando comida a los hombres del frente, cuando un
ataque de neumonía llevó su vida a un repentino final. Sentí su muerte
terriblemente. Ricardo había sido hermano y compañero a la vez. Durante el
movimiento reaccionario en 1934, había sido encarcelado, acusado del terrible
crimen de dar a los campesinos que pasaban por su pequeña granja, dinero y
comida, si la necesitaban. La experiencia no le había desalentado, al contrario,
había continuado siendo un firme republicano. Soñé que llegaría un día en que
me sentiría contenta de que nos hubiera sido arrebatado. Tres meses después
de su muerte, Málaga cayó en manos de los rebeldes. Si Ricardo hubiera
estado vivo, habría sido casi seguramente asesinado por ellos. Al menos, todos
nos habíamos ahorrado esa tragedia, pero durante muchos días me resultó
duro encontrarme con mi audiencia. De todos modos, continué. ¿No
continuaban todos también en España?” (p. 134).

2.3. El convento y la religión


La religiosidad de Isabel Oyarzábal, si bien se aprecia en muchas de sus obras,
como, El miedo, Gestas, el mal ladrón o La cruz del camino, todas ellas obras teatrales,
no se trata de un catolicismo ferviente, sino más bien de una moralidad cristiana o
una religiosidad heterodoxa, como lo muestra sobre todo la última de las obras
mencionadas, y que podríamos definir como humanismo cristiano. Que su
religiosidad no era estrictamente católica, lo muestra su defensa de la laicidad de la
educación,34 su defensa de la enseñanza pública frente a la religiosa y su crítica a la
mayor dotación de medios de esta última35 o sus artículos criticando la hipocresía
de algunas asociaciones católicas.36

33 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 137.


34 La Voz, Madrid, 5-5-1931, p. 3.
35 Heraldo de Madrid, 2-8-1930, p. 1.
36 “Apostillas al Congreso Católico. No se ha hablado en él del más alto concepto de la

moral cristiana: la paz”, Heraldo de Madrid, 28-11-1929, p. 12.


34

Nuestra autora fue educada en un colegio de monjas, el colegio de La Asunción


de la capital malagueña, en el que estuvo escolarizada desde 1885 hasta 1892.37 La
clase acomodada de Málaga solía educar a sus hijas con institutrices o en
internados extranjeros hasta que esta élite apoyó y promovió la implantación de
colegios religiosos en la ciudad, como es el caso de La Asunción y el de San
Estanislao de Kotska, donde estudió Juan Oyarzábal Smith. De hecho, la tía de la
autora, Amalia Heredia, fue la impulsora de la fundación del colegio de la Asunción,
al que, por supuesto, también acudieron las primas de Isabel. En efecto, la
fundación del colegio de La Asunción se produjo en marzo de 1865, inicialmente en
el centro de la ciudad. De las dependencias que ocupaban en una residencia
provisional, sita en la calle de Nosquera, número 7 y debido al temprano aumento
de alumnas, se trasladaron a otro local en la Plaza del General. Después de la
revolución de 1868 y tras la huida de las hermanas a Gibraltar y posterior regreso,
en 1878 se instalaron en la Huerta de Natera y desde 1882 se produjo el traslado
del colegio a la Hacienda de Barcenillas, un lugar a las afueras de Málaga.38 El
colegio estuvo activo hasta el 12 de mayo de 1931, fecha en la que desapareció
debido a la quema de conventos que se produjo en la ciudad, a pesar de que el
cónsul francés mandó izar una bandera francesa. Actualmente la orden de
religiosas permanece en Málaga, en el barrio de Pedregalejo de la capital.
Como sabemos, la educación de las malagueñas de la alta burguesía era impartida
en el propio hogar por la madre o alguna institutriz, mientras que otras eran
enviadas a estudiar al extranjero. El hecho de que dos de las sobrinas de Amalia
Heredia murieran en Francia, donde habían ido a estudiar,39 provocó el interés de
la aristócrata por fundar en Málaga un colegio donde las jóvenes de su clase
pudieran ser educadas con propiedad. Acorde con su ideario, su pretensión no solo
era que adquirieran la formación adecuada en aquella época, sino también crear
almas caritativas, honradas y virtuosas, dentro de la religión católica. 40 En
principio cursaron sus estudios las hijas de la propia Amalia, Amalia e Isabel

37 Esta institución educativa ha sido estudiada por Mondéjar, P. F., “Centenario de la


Asunción en Málaga. Preludios de Barcenillas. IV”, Sur, Málaga, 16-2-1965, s. p. y Quiles
Faz, A., “En el surco del ayer…Contexto histórico de la llegada de la Asunción a Málaga”,
en I Jornadas de Educación La Asunción, Universidad de Málaga, 2014 (en prensa).
38 Ibidem, pp. 25 y ss.
39 Se trataba de las hermanas Concepción y Mercedes Heredia Livermore, hijas del

hermano de Amalia, Ricardo Heredia Livermore. Cfr. Heredia Grund, Mª P., Memorias de
una nieta de Don Manuel Agustín Heredia. Edición, introducción y notas de Amparo Quiles
Faz, Ayuntamiento de Málaga, 2011, p. 12.
40 Ramos Frendo, E. M., “El colegio de La Asunción de Málaga…, op. cit., p. 193.
35

Loring, junto con dos primas suyas Julia y Concha Heredia Grund, hijas de Tomás
Heredia Livermore y Julia Grund Cerero y cuatro jóvenes más, María y Trinidad
Moreno Castañeda, Brígida Ávila y Margara Cámara.41
El colegio era, de este modo, el lugar donde las jóvenes damas podían adquirir
los conocimientos necesarios para “ejercer su labor” en la sociedad. Las alumnas
adquirían “nociones de ciencias, labores, idiomas y métodos de educación, cierto
hábito de sociabilidad y la agilidad en los músculos que favorece el desarrollo
personal. Desde pequeñas se acostumbra a las niñas a socorrer a los pobres, para
que del colegio salgan no sólo instruidas sino también caritativas; allí se educa la
inteligencia lo mismo que el corazón, el cuerpo, sin olvidar el alma, para que en
todo puedan servir de modelo a sus hijos y semejantes”.42
Fue en 1886 cuando se creó el internado en el que residió la pequeña Isabel
Oyarzábal. Este se ideó debido a la buena fama que alcanzó el colegio y que hizo
que acudieran alumnas de toda la provincia y de otras ciudades andaluzas. Por esas
fechas, se organizó el colegio de niñas pobres llamado San José, al que hacía alusión
nuestra autora en su autobiografía y en el que se impartieron clases gratuitas y
nocturnas, pero manteniendo separadas las distintas clases sociales.43 El colegio
contaba con amplias aulas, dotadas de los adecuados materiales, una sala de dibujo,
un refectorio, un locutorio y un claustro. Como agradecimiento las monjas donaron
una de las dos criptas de la capilla a su benefactora, Amalia Heredia.
La férrea educación católica en el convento contrasta con la relativa relajación de
la que hacía gala su madre tras su conversión al catolicismo y así, en las primeras
líneas de su autobiografía, la autora contaba una anécdota en la que el cardenal
Bucelli, primo de su abuela le había regalado a Ana Smith un rosario, que ella,
ajena a la simbología del objeto, se colocó a modo de colgante. Algunas líneas más
adelante, narraba uno de sus primeros recuerdos, la asistencia a un oficio
protestante, “que se celebraba en una pequeña habitación mal ventilada en el
consulado británico, porque la llamada ‘tolerancia religiosa’ expresada en la
constitución española de aquel tiempo, realmente no significaba nada, y los
protestantes tenían que realizar su culto en pequeñas capillas improvisadas, tan

41 Cfr. Quiles Faz, A., “En el surco del ayer…”, art. cit., pp. 15-16.
42 Padrón Ruiz, J. M., Málaga en nuestros días, Málaga. Imp. y Lit. de Herederos de Fausto
Muñoz, 1896, pp. 276-277.
43 Ramos Frendo, E. M., “El colegio de La Asunción de Málaga…”, art. cit., p. 196.
36

solo frecuentadas por residentes ingleses y alemanes”.44 Y en este punto, la niña


tenía sus propias preferencias:
“(…) y pensaba cuánto más agradable hubiera sido ir con mi padre a su
iglesia en vez de ser llevada por mi madre a la suya. En raras ocasiones mi
madre había insistido en que mi padre nos llevara a ‘su’ iglesia” (p. 4).

En Málaga se erigió un templo destinado al culto protestante en 1839, fruto de


las gestiones del cónsul inglés William Penrose Mark, en el cementerio fundado
por su padre en 1829, para dotar a la colonia inglesa de un lugar digno para los
enterramientos, pues, hasta su construcción, se veían obligados a enterrar a sus
difuntos en las playas de la ciudad.45
En cualquier caso, y aunque Ana Smith fuera protestante, los hijos fueron
bautizados en el seno de la Iglesia Católica. Y de la misma manera que Oyarzábal
describía los preparativos a la hora de asistir a un oficio protestante, la autora
también narraba su asistencia a una misa en la Catedral malagueña, acompañada de
su padre y sus hermanos.
Como narraba en el capítulo III de su autobiografía, después de un viaje que
realizaron a Escocia, siendo Isabel y sus hermanos aún niños, Ana Smith anunció
su deseo de convertirse al catolicismo. A nuestra autora le agradó la idea, puesto
que no tendría que volver a los largos ministerios que tan tediosos le resultaban.
La madre, después de darles un rosario para salir de paseo, les advirtió que si

44 Cfr. Rodríguez Marín, F. J., “Patrimonio, mentalidades y tolerancia religiosa: el


Cementerio Inglés de Málaga”, Pasos de arte y cultura, 6 (2008), pp. 72-75.
45 Sobre el Cementerio Inglés, véase el artículo de Rodríguez Marín, F. J., “Patrimonio y

ciudad. Valores artísticos y culturales en el Cementerio Inglés de Málaga”, Isla de Arriarán,


25 (2005), pp. 23-60. Marchant Rivera, A., El cementerio inglés de Málaga: tumbas y epitafios,
Universidad de Málaga, 2005 y “Escritura femenina y viajera: visiones de Lady E.
Grosvenor, Louise M. A. Tenison, M. C. Jackson y Olive Patch sobre el cementerio inglés
de Málaga”, en Gómez Yebra, A. A. (ed.), Estudios sobre el patrimonio literario andaluz,
Málaga, Aedile, 2008, pp. 141-159. El uso de la capilla estuvo limitado a la colonia
extranjera protestante y en ella también se celebraban oficios, además de hacerlo en la sede
del Consulado inglés y en un local anejo situado en la Calle Vendeja. A partir de 1871, se
tiene constancia una capilla situada en el barrio del Perchel, calle Cerrojo y durante la
década de 1880 funcionaba una capilla situada en la calle San Agustín, número 11. Otros
centros importantes de la ciudad aparecerían en esa época con una continuidad que alcanza
hasta la Guerra Civil, el situado en la actual calle Carretería, entonces Torrijos,
número109 y otro en el número 21 de la calle Mariblanca y hacia finales del siglo XIX se
abrió una capilla protestante en la calle de Álamos, número 44. Cfr. Mateo Avilés, E. de,
Masonería, protestantismo…, op. cit., p. 42.
37

encontraban a algún conocido dijeran que había sido “el día más feliz de su vida” (p.
17).
La educación religiosa marcaría manifiestamente los primeros años de la vida de
Isabel. Sus primeros recuerdos infantiles estuvieron relacionados con la religión: el
primero de ellos se trataba de una anécdota con una chivita que le había regalado
su padre en una Semana Santa, y las palabras de un pastor protestante sobre
pastores y prados. Acto seguido, Oyarzábal describía en su autobiografía el menú
de la cena de uno de los días festivos de esa Semana Santa en la que se reunía toda
la familia. Tanto las anécdotas infantiles, como estas descripciones costumbristas
nos dan cuenta de las superiores condiciones de vida de la familia Oyarzábal- Simth.
En el capítulo II, mencionaba un viaje a Alhaurín El Grande, localidad
malagueña donde la familia poseía una casa que utilizaban para sus periodos
estivales. Esta era una costumbre arraigada en la alta burguesía malagueña que,
además de sus casas en la capital, poseían otras en los alrededores de la misma,
donde transcurrían sus vacaciones, con el fin de evitar los rigores del verano.
Además de las zonas de El Limonar y La Caleta, en la zona este de la capital, los
burgueses malagueños eligieron localidades como Alhaurín o Cártama como
residencias estivales. En la localidad de Alhaurín el Grande, todos los años se
representa tradicionalmente la Pasión de Cristo en Semana Santa por parte de las
cofradías del pueblo, y la propia Isabel afirmaba que, “todo el mundo que era
alguien en Málaga”, asistía a la representación. La anécdota más destacable y
enternecedora la constituye el hecho de que la niña no entendía por qué el público
hostigaba y pedía la muerte del personaje de Judas ni la terrible acritud del pueblo
hacia dicho personaje.
Entre los ritos católicos, la autora narraba cómo después de la conversión de su
madre, su hermana María y ella misma fueron preparadas para recibir la primera
comunión. Ese mismo otoño, con siete años, ingresó como alumna interna en el
colegio de la Asunción, a los pies de la colina de Gibralfaro, y su hermano Juan, en
el colegio de jesuitas a las afueras de Málaga.46
Quizá fuera este periodo uno de los más penosos en la biografía de la autora. En
primer lugar, por la obvia separación de su madre, tal y como lo consignaba la
autora en la obra y que ya hemos mencionado en este trabajo.

46 Mateo Avilés, E. de, “El clero regular en Málaga en 1898”, Isla de Arriarán, 12 (1998),

pp. 15-24. El colegio de jesuitas al que aludía es San Estanislao de Kostka, situado en la
barriada de El Palo.
38

En segundo lugar, por la uniformidad en todo lo cotidiano, que suponía para ella
una especie de robo de “identidad”: la vestimenta, los utensilios cotidianos, todo era
marcado con un número y cualquier otro objeto que le dotara de diferencia
respecto de las demás alumnas, simplemente, estaba prohibido:
“No puedo recordar mucho acerca de esos primeros meses, excepto que yo
era infeliz. Tan infeliz que ni siquiera podía sentir pena por mí misma y tener
algo de consuelo. Tenía solo siete años y todo lo que yo quería me había sido
arrebatado y nada me habían dado a cambio” (p. 17).

Respecto al uniforme y los utensilios que tuvieron que adquirir para ingresar en
la institución, la autora recordaba que le habían comprado tazas de plata, cubiertos,
costureros y confeccionado tres uniformes, dos grises y otro azul para los
domingos, que debía marcar con un número. Efectivamente, en el ajuar de las
alumnas se debían incluir un cubierto y vaso de plata con el nombre de la alumna;
un cuchillo de mesa; un redondel de servilleta de plaqué; 3 pares de sábanas; 12
toallas; 6 servilletas adamascadas; 12 camisas; 4 camisas de dormir; 24 pañuelos de
bolsillo; 12 pares de medias blancas; 2 batas de percal; 6 gorras de dormir; 2
papalinas (gorro de dos puntas que cubre las orejas o cofia de mujer); 6 pañuelos
blancos para el cuello; 6 enaguas blancas; 1 refajo negro; 8 cuellos lisos con
camisolín; 3 velos de muselina clara; 3 delantales negros de lana; 2 capotas de
chaconada de color rosa para el jardín; 2 grandes pañuelos de seda; 2 pañuelos para
el cuello, de seda o de lana; 2 colchas de pekin blanco; 1 alfombra de cama; 1 caja
para sombreros; 3 pares de zapatos o botas; 1 almohadilla con los útiles de labor; 1
par de chanclos y todos los objetos de tocador. Y en cuanto al uniforme, este debía
consistir en invierno en un vestido de merino, azul de Francia, para los domingos,
con esclavina igual; dos vestidos negros, de lana, para diario, con esclavina igual y
para verano, un vestido de muselina de lana, azul de Francia, con esclavina, un
vestido blanco para los días de fiesta, dos vestidos negros, de lana, con esclavina
igual.47
En tercer lugar, el internado tenía unas reglas muy estrictas para una niña de
siete años:
“Las reglas del convento eran muy estrictas. Nos levantábamos a las seis
menos cuarto y éramos llevadas a la capilla para la misa y la meditación.

47 Vid. Quiles Faz, A., “En el surco del ayer…”, art. cit., pp. 17-18.
39

Después nos daban un cuarto de hora para desayunar e íbamos a nuestras


clases hasta las once y media, hora en la que comíamos, seguido de nuestra
primera hora de recreo fuera. […] Quizás el horario en sí mismo hubiera sido
más soportable si nos hubieran dejado un poco más de libertad, si no
hubiéramos sido forzadas a andar en línea, decir nuestro rosario, y sobre todo,
si nos hubieran dejado hablar, al menos, durante las comidas. Pero hablar
estaba estrictamente prohibido durante todo el día, y la más pequeña
infracción era castigada con una mala nota o besando el suelo en público” (pp.
17-18).

Efectivamente, la disciplina en el colegio era severa, pues el horario y días de


visitas eran reducidos y las internas debían llevar guantes durante todo el día,
hacer genuflexiones constantemente y mantener un absoluto silencio.48
El caso de su hermano Juan era peor, pues los jesuitas no le dejaban salir del
colegio ni siquiera en vacaciones. Si la aclimatación de Isabel a sus nuevas
circunstancias no fue agradable, el segundo año en el internado comenzó peor que
el primero:
“Cuando volví al convento en el mes de septiembre, me sentí peor que
cuando entré por primera vez. No cabía ni siquiera el sentimiento de novedad.
Todo era exactamente lo mismo. Cuando la hermana portera cerró la puerta
detrás de nosotras, tuve la sensación de estar atrapada. Esa sensación nunca
me abandonó del todo” (p. 19).

Muy distinta fue la reacción de su hermana María, que posteriormente “vistió


hábitos”: “No pude entender el placer de volver que sentía mi hermana. Ella estaba
realmente encantada de ver a las monjas otra vez y a todas las niñas de su clase” (p.
19). María o Molly, como se la conocía familiarmente ingresó en el convento de la
Asunción de Barcenillas el 23 de junio de 1898 49 y el 26 de julio de ese año se
trasladó al convento de Auteuil de París.50
Estamos pues ante la imagen de “una pequeña rebelde”, tal y como ella misma se
describía en el título del primer capítulo de sus memorias.51 Ni siquiera la primera

48 Ibidem, p. 21.
49 La Unión Mercantil, Málaga, 24-7-1898, p. 3.
50 La Unión Mercantil, Málaga, 27-7-1898, p. 2.
51 Compárense estas muestras de heterodoxia femenina con las que mostraba en el mismo

sentido, Constancia de la Mora Maura. Vid., Quiles Faz, A., “Dos mujeres modernas: Isabel
40

comunión trocó su más importante anhelo: volver a casa. Cuando murió su abuela,
al poco tiempo de nacer su hermana pequeña, no se mostró tan devota como sus
compañeras de colegio: “Mi hermana y yo fuimos informadas de nuestra pérdida
por la madre superiora, que nos aconsejó ir a la capilla un rato y decir una oración
por su alma. María y yo nos sentamos en la silenciosa capilla, pero yo no recé” (p.
20).
La beneficencia era uno de los emblemas del colegio de La Asunción donde fue
creada una escuela para niñas con pocos recursos en la sede de Barcenillas y, en
este sentido, Oyarzábal narraba un episodio muy significativo en esta época de
colegio, que daba cuenta del concepto de caridad que practicaban los miembros de
esta clase privilegiada:52
“Durante mi último año pedí poder ayudar en el ‘colegio pobre’. Abajo, cerca
de las puertas del convento, las monjas dirigían un pequeño colegio de día para
algunos de los niños pobres, que vivían en cabañas al lado de la colina.
El colegio era gratis. El único precio era la absoluta subordinación a las
prácticas y creencias de la Iglesia Católica Romana por parte de la familia.53
Muchos de los padres de estos niños eran indiferentes a estas cuestiones, así
que estaban dispuestos a cumplir, mientras su descendencia recibiera un
vestido nuevo y una comida ocasional y se les enseñara a leer y a escribir. No
había escuelas primarias en esa parte de la ciudad. De hecho, el ochenta y cinco
por ciento de toda la población de Málaga era entonces analfabeta.
Encontré a los “niños pobres” mucho más interesantes que los otros,
pequeños pilluelos capaces de todo tipo de aventuras. Ellos también
eran’disciplinados’ después de un rato, pero nunca tanto como nosotros” (p.
23).

Efectivamente, de las palabras de la autora se pueden extraer dos conclusiones:


por un lado, lo narrado da muestra de la situación de la educación en Málaga, con
un alto índice de analfabetismo; y por otro, revela la praxis de la Iglesia Católica en

Oyarzábal Smith (1878-1974) y Constancia de la Mora Maura (1906-1950)", en Memoria,


escritura y voces de mujeres, Universidad de Málaga, 2011, pp. 93-118.
52 Quiles Faz, A., “En el surco del ayer…”, art. cit., p. 17.
53 Los testimonios y textos memorialísticos de la época revelan que los actos benéficos de

los miembros importantes de la sociedad requerían una promesa de sumisión a la Iglesia


católica. Mangini, S., Recuerdos de la Resistencia. La voz de las mujeres de la Guerra Civil
española, Barcelona, Península, 1997, p. 223.
41

cuestiones como la educación de los más desfavorecidos, que consistía en ejercer la


“caridad” con aquellos que acataban los usos habituales de la Iglesia.
En este sentido, el desequilibrio social no era visto por la Iglesia ni por las clases
altas como algo digno de ser neutralizado, sino que, para la primera, era algo
natural y querido por Dios, exaltando incluso la pobreza como medio para
conseguir la gracia eterna, mientras que, para los segundos, era la manera de
perpetuar sus privilegios e, instados por la Iglesia, participaban en actos caritativos
que les proporcionarían la salvación del alma y que, lejos de mejorar la situación de
las clases obreras, acrecentaba el problema y distanciaba en el tiempo la mejora de
la situación. El obrero no era considerado como tal, sino que cumplía la función
social de ser pobre, para que las clases privilegiadas desarrollaran la caridad
paternalista que consiguiera “acallar sus conciencias”.54
La Iglesia ejerció un papel fundamental en la conducción de la sociedad del siglo
XIX. Implantó la caridad y la beneficencia paternalista en las capas privilegiadas y
permitió que la religión se utilizara como medio para evitar la subversión social, no
solo a través de sus prédicas habituales, sino también con un programa social que
intentaba disuadir a la clase obrera de hacer huelgas, debido a su coste, y de la
participación en política, pues podría esclavizarles aunque, en verdad, la Iglesia
temía el impulso de las ideas socialistas y comunistas. Por el contrario, promovían
el arbitraje, la educación y el asociacionismo apolítico. 55 De hecho, a finales del
siglo XIX y principios del XX, se crearon los Círculos Católicos de Obreros y los
Sindicatos Católicos, que pretendían la intervención del obrero en su promoción
social.
En el periodo de 1855 a 1860, se instalaron en España en general, y en Málaga
en particular, varias órdenes religiosas de origen francés, como las Hermanitas de
los Pobres y las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, a las que se les
encargó casi siempre la gerencia de diversas instituciones benéficas.56
Las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas se vieron agravadas con
el correr del siglo. Aunque es muy difícil contabilizar la cantidad de pobres y
asilados en Málaga, el censo de 1887, establecía la cifra de 1685 personas, de las
que 454 eran menores de doce años. La situación llegó a ser tan acuciante que los

54 Mateo Avilés E. de, Paternalismo burgués…, op. cit., p. 11.


55 Ibidem, p. 25.
56 Ibidem, p. 28.
42

periódicos recogían habitualmente llamadas de socorro de familias que sufrían


hambre física y desamparo sanitario.
Por tanto, durante el siglo XIX, en Málaga coexistían instituciones de
beneficencia que habían permanecido activas después del hundimiento del Antiguo
Régimen, y otras nuevas, surgidas a partir de la mitad del siglo y que eran
sostenidas con la ayuda de la alta burguesía, mientras las instituciones públicas
intentaban dotar de infraestructuras a estas instituciones. Las clases altas
coadyuvaban al mantenimiento de estas iniciativas mediante cuestaciones, comités,
funciones benéficas, etc., o, en otra vertiente, y hablando de las familias más
adineradas, el sostenimiento económico o patronato casi exclusivo de dichas
instituciones regidas por la Iglesia. Esta práctica fue más común en la segunda
generación de las ilustres familias capitalinas, que se tornaron más conservadoras.
En muchos casos, el sostenimiento de estas instituciones por parte de dichas
familias constituía un símbolo externo más de poderío económico y social57 y la
pertenencia a comités o consejos, como por ejemplo, las conferencias de San
Vicente de Paúl, constituían una señal de buen tono para los pertenecientes a ellas.
En muchos casos, las damas de la alta sociedad que dedicaban su tiempo a este
tipo de actividades eran ponderadas por las autoridades eclesiásticas. Sin embargo,
como ya se ha dicho, el fin último de todas estas iniciativas no era mejorar el nivel
de vida de los obreros o el reconocimiento de sus derechos, sino el de paliar en
cierta medida la situación, desde un prisma paternalista. Algo que finalmente no
constituyó la solución al problema, como lo demostraba el intento de esconder a los
menesterosos de la ciudad, ocultándolos en recintos extramuros o
proporcionándoles medios para su emigración a otros lugares. La impostura de la
Iglesia en este sentido era palpable, por ejemplo, al afirmar el obispo Muñoz
Herrera, que la pobreza obrera era más moral e intelectual que material, y que el
camino que debían seguir era el del catolicismo, como única fuente de bienestar.58
Por último y en este mismo sentido, las obras caritativas siempre fueron
tendentes a lograr la adhesión al catolicismo de la clase obrera, que parecía ser
culpable de todos sus males por no ser poseedora de unos principios morales y
religiosos. Como consecuencia, una de las labores del proselitismo católico
consistió en la enseñanza de los miembros más jóvenes de la clase obrera. Por otro
lado, la asistencia caritativa tenía, en muchos casos, una contraprestación: los

57 Ibidem, pp. 50 y ss.


58 Ibidem, p. 104.
43

pobres eran atendidos tras demostrar que se habían sometido a los sacramentos de
la confesión y la comunión, como lo demuestra un artículo de La Unión Mercantil
de Málaga, que aludía a la existencia de “una asociación que socorre a los pobres
concediéndoles un pan cuando están en grave apuro”, tras haber presentado la
papeleta de haber confesado y comulgado.59
En este mismo sentido, Isabel Oyarzábal narraba otro episodio, ocurrido tiempo
después, incomprensible desde el punto de vista de la justicia social tal como hoy la
entendemos:
“Trini Álvarez […] se ocupaba de visitar a personas que necesitaban ayuda
y me llevó con ella, pero pronto fue defraudada por mi falta de disciplina. Ella
estaba trabajando en colaboración con una organización y se esperaba que la
gente a la que prometía ayuda fuera a confesarse y tomar la comunión. Yo
odiaba hacer un trueque con mujeres y hombres enfermos, que ni siquiera
tenían un colchón en el que tumbarse. Un día fuimos a ver a un hombre joven,
cuya mujer había muerto, dejando cuatro niños pequeños. Estaba tumbado en
el suelo. Las chinches corrían por las paredes, arriba y abajo y no había ni un
solo mueble en la habitación. Habían sido vendidos para comprar pan. Los
vecinos intentaban ayudar, pero ellos también eran miserablemente pobres.
Corrí de vuelta a casa y amontoné colchones, ropa de cama y comida en un
coche y volví. Trini intentó sacar a la fuerza al hombre, la promesa de que
recibiría al sacerdote. El hombre rehusó. Ella quería que me lo llevara todo de
vuelta. No hice caso y ayudada por los vecinos, hicimos que el hombre
estuviera un poco más confortable. Dos días después me dijeron que no podía
hacer las cosas así.
‘Llévate todo lo que quieras de la casa para cualquiera que lo necesite’, dijo mi
padre, ‘pero debes tener cuidado de no alentar a la gente que es indisciplinada.
Ese hombre es probablemente un socialista’, y nunca lo olvidé” (pp. 29-30).

En definitiva, el código de valores sobre el que se asentaban las clases


privilegiadas del siglo XIX giraba en torno a dos aspectos fundamentales: la
religión y la propiedad, de manera que la religión justificaba el ejercicio de la
propiedad, y no se concebía la religión sin el orden moral y social originados de ese

59 La Unión Mercantil, Málaga, 12-5-1888. Cit. en Albuera A., Vida cotidiana…, op. cit, p. 99.
44

modelo de sociedad. 60 Religiosidad e intereses de clase se hallaban fuertemente


imbricados.
Por otro lado, para la mujer malagueña la religión era necesaria para garantizar
su respetabilidad. Rosa Ballesteros se refiere a la bipolaridad religiosa en la ciudad
de Málaga: de un lado la indiferencia religiosa y, por otro, el seguimiento de la fe
católica que conllevaba la práctica de la caridad paternalista y proselitista
burguesa.61 Para esta tarea fue muy provechosa la mano operante de las mujeres.
Ellas eran las encargadas del proceso de “recatolización” de los grupos que se
acercaban peligrosamente al socialismo o al anarquismo. Y así, vemos cómo se
reiteraba la postura de aquellos privilegiados que, en nombre de la Iglesia,
otorgaban ayuda solo a cambio de cumplir sus sagrados preceptos. Resulta
llamativo que Oyarzábal fuera regañada por ayudar a la familia sin esperar ningún
“pago” a cambio. Negarse a asumir la fe o los mandatos eclesiales, conllevaba
también la negación de la ayuda. Afortunadamente para nuestra autora, estos
acercamientos a las clases desfavorecidas de la sociedad fueron despertándola a la
realidad española del momento y a su compromiso social. Y así, y siguiendo su
relato autobiográfico, tras la vivencia citada, la autora partió de vacaciones al
pueblo malagueño de Yunquera donde vivió otra situación similar, que pese a su
extensión, consideramos relevante insertar íntegramente:
“El deseo de hacer algo heroico empezó a crecer en mí. Fui a la iglesia
bastantes veces y traté de oír alguna ‘llamada’ especial. Esta finalmente cogió
la forma de una pequeña aventura. Había una niñita, mal vestida, de aspecto
sucio, de alrededor de tres años de edad, que me cogió tal cariño, que no podía
deshacerme de ella. No tenía madre y su padre estaba siempre fuera,
trabajando en la tierra de otros. Su tía, que cuidaba de ella, tenía siete niños
propios. Empezamos dándole dos buenas comidas al día. Después pensé que
podíamos celebrar el día de Nuestra Señora del Rosario vistiéndola
decentemente. Tuvimos que bañarla primero, por supuesto, y se asustó tanto
que casi le dio un ataque, su pelo estaba tan sucio, que tuvimos que cortárselo,
pero pasó la prueba pareciendo un ser bastante diferente.
Me empecé a preocupar acerca de lo que la niña haría cuando nosotros nos
hubiéramos marchado y al final decidí llevármela a casa conmigo. El sacerdote

Albuera Guirnaldos, A., Vida cotidiana…, op. cit., p. 108.


60

Ballesteros García, R. M., “El Folletín, (1872-1873). Imagen social de las burguesas
61

malagueñas en la coyuntura de la Primera República”, Jábega, 85 (2000), pp. 42-54.


45

a quien consulté pensó que era buena idea y me recomendó enviarla a algún
orfanato de Málaga, donde fuera educada apropiadamente. Me dije a mí misma
que consideraría esto más tarde. Tata y ama se disgustaron conmigo, pero era
sorda a sus quejas. Todo el pueblo vino a ver cómo la familia de Málaga
llevaba a la ciudad a la huérfana, como todo el mundo llamaba a la niña. No
dije nada a mis padres de la nueva llegada, así que su sorpresa es fácilmente
imaginable. Mi madre trató de explicarnos que era una gran responsabilidad
para todos nosotros... Como para la gente de Málaga, que se escandalizaron
seguramente, ante la idea de acoger a una extraña y pobre huérfana en la
familia. Nunca descubrí qué sucedió realmente, pero sospecho que al sacerdote
de Yunquera se le dijo que la niña debía volver al pueblo, pues pocos días
después, su padre vino y se la llevó. Más tarde pensé que la crítica de Málaga
era tan mordaz que dio origen a la sospecha de que la pobre niña debía ser la
consecuencia de un secreto pecado y en vista de esto, mis padres se vieron
forzados a tomar una decisión” (p. 31).

En primer lugar, resulta sorprendente la iniciativa de una joven que, desoyendo


el sentido común, arrancó a una niña necesitada del seno de su propia familia,
llevando a extremos insospechados el asunto de la caridad. En segundo lugar, se
pone de manifiesto que, la clase privilegiada se veía legitimada para cometer tales
atropellos. Por último, no podemos negar la especial personalidad de nuestra
autora, asistida de un arrojo y tenacidad tales, que podían impresionar en una chica
de tan solo catorce años. Según la autora, el suceso transcrito vino motivado por
un deseo creciente de hacer algo heroico, afirmando que más que de los santos, le
inspiraban las hazañas de los mártires. En esta línea, anduvo con piedras en los
zapatos hasta herirse,62 caminó durante un tiempo por las calles sin levantar los
ojos del suelo para erradicar la vanidad… Desde su perspectiva de narradora adulta
reconocía, que no había más que vanidad en estos actos. Incluso en esa época pensó
en ingresar, atendiendo el consejo de su nuevo confesor, en una orden religiosa,
pero ante el apremio del sacerdote, cambió de opinión:
“Ese invierno también cambié de confesor. Un sacerdote jesuita se encargó
de ‘dirigir’ mi vida espiritual. Al principio nos entendimos bastante bien.

62 Al parecer esta manera de mortificarse no era original de Isabel Oyarzábal, pues Isabel

Heredia Livermore, hermana de Amalia, tía de Isabel Oyarzábal, quien era observada como
una mujer buena y penitente, introducía garbanzos en sus zapatos. Cfr. Heredia Grund, Mª
P., Memorias de una nieta…, op. cit., p. 21.
46

Empezó a insinuarme la posibilidad de entrar en una orden religiosa. Me


temía que ese fuera el gran sacrificio que estaba llamada a hacer. Aun así era
halagador pensar que yo era ‘un alma elegida’. De todos modos, un día, todos
esos sueños fueron destruidos también. Mi confesor me había dicho que fuera
temprano a la iglesia, ya que tenía algo importante que decirme. Resultó que
había escrito a la superiora del convento del Sagrado Corazón en Madrid
acerca de mí y había contestado que estaba deseando probarme.
‘Hablaremos con tus padres enseguida’, dijo, ‘y podrás ir a Madrid la semana
que viene’.
Escuché con asombro. Mi idea, si alguna vez entraba en un convento, era
elegir una orden donde fuera necesaria una real y visible abnegación. Me veía
a mí misma, bajando algún río africano en canoa, una misionera entre tribus
salvajes o siguiendo el ejemplo del padre Damián cuidando leprosos. Dedicar
mi tiempo a enseñar como me habían enseñado, era muy soso.
Tenía tal susto, que abandoné el confesionario y corrí a casa con ama,
jadeando detrás de mí. No mencioné a nadie lo que había pasado, pero nunca
volví a ese confesor” (p. 32).

En su autobiografía, Isabel Oyarzábal apenas si volvía a referirse a algún aspecto


relacionado con la religión. En el capítulo VII, en el que narraba el parto de su
primer hijo, Cefito, aludía a una costumbre, que atribuía a la flor de Jericó
propiedades cuasi divinas y que consistía en colocarla cerca de la madre para que
avisara del momento en que se iba a producir el parto, a la vez que, por supuesto,
alguna mujer de la familia rezaba el rosario en la estancia contigua. A esta liturgia
se unían otros elementos, como la colocación de velas que no debían apagarse para
proteger a la madre, estampas religiosas a las que pedir por su bienestar y el del
recién llegado y una botella de agua del río Jordán, que protegería la vida del niño
y con la que posteriormente se le bautizaría.63
Así pues, la relación de todas estas circunstancias que ocuparon la infancia de la
autora, resumen la tremenda influencia que tuvieron la religión y las tradiciones en
la vida cotidiana de la escritora. Tal influencia religiosa se aprecia en primer lugar

63Las mujeres eran víctimas de la superchería y el fanatismo debido a su escasa instrucción,


por lo que cualquier situación o fenómeno naturales estaban siempre imbuidos de religión.
Albuera Guirnaldos, A., Vida cotidiana…, op. cit., p. 109.
47

por la conversión de la madre al catolicismo; en segundo lugar, por el ambiente


burgués que la empujaba a ejercer el tipo de caridad que hemos descrito y por
último, la separación casi permanente durante siete años de su familia y su
internamiento en un colegio católico.

2.4. Sociedad y costumbres de la alta burguesía malagueña


La narración de la infancia y juventud de Isabel Oyarzábal constituye un
interesante documento histórico-social del que se pueden extraer datos
significativos sobre la sociedad malagueña y, por extensión, española y en una capa
social determinada: la alta burguesía.
En Málaga, el impulso de la alta burguesía era deudor de la iniciativa de
desarrollo industrial de una minoría, con algunos de cuyos miembros nuestra
autora estaba emparentada; las familias Larios, Heredia, Loring, Huelin, que
vinculadas a capitales extranjeros, habían propiciado el progreso de la ciudad. La
burguesía autóctona casi no existía y los raros ejemplos que se daban, más que
crear riqueza, se afanaban tan solo en imitar las formas de la alta sociedad.
Los grandes comerciantes de la ciudad, como se ha visto, foráneos en su mayoría,
consiguieron acumular un importante capital en poco tiempo, pues lo aumentaban
mediante préstamos a los agricultores con los que estos a su vez pagaban sus
rentas y lo devolvían en especie, es decir, con su cosecha. El comerciante la vendía,
cobraba el préstamo y los intereses y entregaba el resto al campesino, muchas
veces en especie: artículos de subsistencia, tejidos, utensilios, etc., que el
comerciante importaba.64
Además de los comerciantes extranjeros, también llegaron a la ciudad
comerciantes de otras latitudes de la península. Se produjo una emigración desde el
norte, atraída por la prosperidad de la ciudad y de entre los emigrados
predominaron los vascos, gallegos, asturianos y, sobre todo, santanderinos y
catalanes. Recordemos, por ejemplo, que tanto los Heredia, como los Larios,
provenían del norte de la península, concretamente de la zona de Laguna de
Cameros en La Rioja. Dentro del grupo de comerciantes se puede establecer una
clasificación: en primer lugar, los grandes comerciantes, dedicados al comercio de
importación y exportación a gran escala. Se trataba de un grupo reducido que
acaparaba la mayoría de las actividades económicas de la provincia. En segundo

Morilla Critz, J., Acumulación de capital, banca y ferrocarriles en Málaga. Siglos XVIII y XIX,
64

Universidad de Málaga, 1975, pp. 15-18.


48

lugar, los pequeños comerciantes que, ocasionalmente, participaban en el comercio


internacional, pero también poseían comercios al por menor. Por último, los
comisionistas, fabricantes y criadores de vinos. Esta diferenciación en cuanto a las
actividades económicas conllevó una fuerte estratificación dentro de la burguesía:
la alta burguesía capitalina, las burguesías medias y liberales en zonas urbanas y la
pequeña burguesía.65
La infancia de Isabel Oyarzábal fue la de cualquier niña perteneciente a la clase
burguesa malagueña. Málaga, durante la infancia de la autora, había empezado a
despegar comercial e industrialmente, convirtiéndose en una ciudad moderna y
dinámica. En las zonas rurales, de un lado, se asentaban los terratenientes que
acaparaban las tierras, pero, que muchas veces no explotaban y, por otro, los
campesinos y jornaleros. 66 Tanto los asalariados rurales como los urbanos
malvivían con el fruto de su trabajo. Por último, existía una escasa aristocracia,
formada por treinta y tres individuos67 aproximadamente que se fundió con la alta
burguesía local mediante casamientos.
Como ya hemos señalado, nuestra autora nació en la calle Peligro, número 31,
actualmente calle Trinidad Grund, en honor a otra ilustre mujer de la alta sociedad
malagueña. La sola ubicación de su casa, en la zona de la Alameda, nos da una idea
de la clase social a la que pertenecía. En efecto, la Alameda, que se formó en un
terreno ganado al mar en el siglo XVIII, se convirtió en una zona residencial de la
ciudad, donde los grandes comerciantes se trasladaron a vivir desde otras partes
más altas de la ciudad, constituyéndose en la llamada “oligarquía de la Alameda”.
Se erigieron magníficas mansiones en la Alameda y las zonas cercanas al puerto,
donde se desarrolló toda la actividad económica y vital.68 El paseo de la Alameda
llegó a convertirse en todo un símbolo en la Málaga de la época y nuestra autora
recordaba los paseos infantiles por dicho lugar. La Alameda se tornó en escaparate
social donde se reunía lo mejor de la población:69 “Nos encontrábamos con nuestros
primos en la Alameda, un largo y amplio paseo sombreado por enormes castaños
donde la élite de Málaga solía hacer ejercicio por la tarde, paseando tranquilamente
arriba y abajo” (p. 2).

65 Quiles Faz, A., Málaga y sus gentes…, op. cit., pp. 41-45.
66 Ibidem, p. 16.
67 Ibidem, p. 26.
68 Ibidem, pp. 46-51.
69 Ibidem, p. 52.
49

En general, las mansiones de la Alameda eran unifamiliares, con bodegas y


almacenes en las plantas bajas, el entresuelo dedicado a oficinas, y el primer piso, el
segundo y el ático, se dedicaban a la vida familiar.70 Así pues, en la zona de la
Alameda, la burguesía encontró el espacio ideal -fuera del casco antiguo- como
representativo de su posición preeminente.
Por otro lado, esta oligarquía presentaba rasgos de conciencia de clase y un
apego incondicional a las normas establecidas como grupo dominante. Es decir,
mantenía una actividad económica siempre en ascenso, se relacionaba con la
aristocracia, adoptando sus modos y llevó a cabo un sistema de matrimonios
endogámicos que les hizo ingresar en la nobleza y, además, controlar en pocas
manos la actividad política, económica y social de Málaga.
Esta burguesía determinó las normas de conducta del espectro social,
imponiendo un estilo de vida y un sistema de valores de carácter inmovilista que
ponía de manifiesto la distancia que los separaba del resto de la población.
Isabel Oyarzábal recordaba que existía cierta tolerancia en la sociedad
malagueña de esa época hacia las costumbres inglesas, dejando a un lado el asunto
de la religión:
“[…] y parecía entonces, como si los modales ingleses, de cualquier manera
excéntricos, debían ser tomados en consideración, ya que iban a ponerse de
moda, pues el rey Alfonso XII, padre del exiliado rey Alfonso XIII, que había
sido restituido en el trono español algunos años después de la caída de la
Primera República española y del fracaso de la dinastía italiana de don
Amadeo de Saboya, estaba intentando introducir las costumbres inglesas en
las diferentes esferas de la vida española.
El nuevo soberano había sido educado en Gran Bretaña durante su exilio y
estaba ansioso por borrar algunas de las viejas nociones que él consideraba
incompatibles con el progreso. En Madrid, mucha gente estaba siguiendo la
directriz real, y yo estoy segura de que a tía María le habría encantado hacerlo
si se hubiera atrevido, pero viviendo en una ciudad provinciana, esto no era
fácil. Además, la posición de su marido era un obstáculo para semejantes
frivolidades” (pp. 2-3).

Efectivamente, debido a la influencia extranjerizante, la oligarquía solía educar a


sus hijos en el extranjero, normalmente en Inglaterra y Francia. Del mismo modo,

70 Ibidem, p. 51.
50

adoptaron costumbres, gustos e indumentarias sajonas, lo cual provocó cierta


prevención y alejamiento del resto de la sociedad, si bien también fueron imitadas
por la burguesía, como lo refleja el siguiente fragmento de Salvador López
Guijarro:
“La malagueña aristocrática es, por tanto, la señorita de la Alameda, la hija,
el vástago femenino de ese patriciado de almacén. Esta señorita, hija de padres
extranjeros, o de hijos o nietos de extranjeros, o lo que es peor, de imitadores
fanáticos, a fuer de improvisados en todo lo extranjero, se cría bajo la
intención paterna de hacer de ella una extranjera distinguida, y se educa bajo
la tutela de un aya, de una institutriz amarilla y melancólica, en cuya compañía
hace ejercicio y aprende a desdeñar a las niñas que no son del comercio y que
la miran todas las tardes de reojo. La institutriz le enseña idiomas y buenas
maneras, y la resigna a llevar el gorro o sombrero; porque la institutriz, cuya
nostalgia la hace desdeñar todo lo del país menos su sueldo, aborrece la
mantilla y la toca; convencida, por otra parte, de que, si intentase usarlas, sería
lo mismo el prenderlas en su cabeza que el colgarlas de un clavo”. 71

Así pues, la nobleza y la alta burguesía eran proclives a asumir algunas de las
costumbres inglesas, probablemente más en lo superficial que en lo sustancial. Y
acorde con ello, solían encargar la educación de las niñas a las afamadas cuidadoras
inglesas, que proporcionaban una educación muy básica. Consecuentemente, las
costumbres extranjeras eran toleradas como pose esnobista, pero recordemos que
lo foráneo era mirado con recelo por una sociedad donde los privilegios y valores
burgueses por un lado, y la influencia eclesiástica católica, por otro, tenían tal peso,
que hacía imposible modificar el statu quo.
Otro aspecto que Isabel Oyarzábal destacaba en su autobiografía y que en
ocasiones describió con gran prolijidad de detalles era la gastronomía. Este hecho
vino seguramente condicionado por el público al que iba dirigida la obra, un
receptor de habla inglesa, especialmente norteamericano, pues la editorial que hizo
el encargo del texto era neoyorquina. El lector que se acercara a la vida de la
autora, era desconocedor de los detalles cotidianos de las costumbres españolas,
muy apreciadas y estudiadas por ella, además. Por otro lado, parece que la

71López Guijarro, S., “La mujer de Málaga”, en Las mujeres españolas, portuguesas y
americanas, Madrid, Imp. de Miguel Guijarro, 1873, pp. 175-176. Cit. en Quiles Faz, A.,
Málaga y sus gentes…, op. cit., p. 56.
51

descripción minuciosa de las opíparas comidas que tenían lugar en las celebraciones
de su niñez, contrasta con las carencias que la autora observaba en la realidad que
se extendía más allá del círculo privilegiado de su entorno. Compárense en este
sentido, los dos fragmentos siguientes, y de los cuales, el primero de ellos aparece
en el capítulo I:
“No sé si la cena que recuerdo haber comido, era realmente la cena de
aquella noche, pero, si no, el menú sería seguramente el mismo, pues nadie
podía soñar cambiar el habitual orden de las cosas en semejante día, mientras
mi abuela estuviera ahí para impedirlo. Así que supongo que cenamos primero,
una rica sopa de arroz del cocido, el pot au feu nacional que ha sido siempre, y
es, la comida básica en cada hogar español, y que como todas las comidas de
esta clase, podía ser más o menos nutritiva conforme a los recursos de la
familia, pues para los trabajadores, una tira de hueso, trozos de pollo y
verduras eran suficientes. Pero para la gente acomodada, el cocido está hecho
con abundante jamón y pollo, arroz, cocidos en agua durante horas, después de
lo cual el caldo es colado y servido aparte, mientras salchichas rojas y negras,
además de verduras, se añaden como segundo plato. En algunos de los hogares
más ricos, la familia solo condescendía en tomar la sopa, el resto del menú
estaba elaborado con otros selectos platos.
Esa Semana Santa, imagino, como cualquier otro año, también teníamos
langosta, pollo en pepitoria, una deliciosa salsa que encanta a los españoles,
todo un cordero asado, que traté de olvidar que una vez había estado vivo y
que tragué sin masticar para aliviar mi conciencia, jamón cocido en rico jerez y
cubierto con azúcar quemada, e innumerables postres: natillas, con su gruesa
capa de canela, pastel de almendra, pastas y frutas de todas clases: naranjas,
cerezas, almendras, plátanos y manzanas, ciruelas y unas uvas especiales
guardadas desde la vendimia del año anterior. Mi madre no nos dejó beber
vino, pero todos mis primos tenían un vaso de jerez con el primer plato y otro
de anisete con el postre” (p. 6).

Una imagen que contrastaba con la otra realidad española que se plasmaba en el
capítulo IV de su autobiografía:
“Un comentario de un campesino de Alhaurín, de repente, me hizo darme
cuenta de la existencia de mucha gente que carecía de todo. Él estaba
52

esperando para ver a tía María y me paré a preguntar por su familia, a la que
yo conocía.
‘¿Cómo quiere que estén, señorita?’, dijo. ‘Tienen hambre. Solo hambre, día
sí, día no, es siempre lo mismo. Hambre...’
Le miré con asombro. Nunca antes me había dado cuenta de que el hambre
pudiera ser algo más que un malestar pasajero.
‘Bien, pero... ¿no tienes nada que darles? ¿No estás trabajando?’, le pregunté.
‘Estoy trabajando, sí’, dijo, y sus ojos tenían la paciente mirada de un perro.
‘Estoy trabajando en las tierras del marqués’-la suya era una enorme
propiedad perteneciente a uno de los innumerables y ausentes propietarios de
España- ‘pero, ¿cómo puedo alimentar a una familia de seis miembros con
cincuenta céntimos al día? Trabajo desde que sale el sol hasta que se pone, por
cincuenta céntimos. Nos las arreglamos solo para conseguir un plato de
gazpacho una vez al día’.
A mí me encantaba el gazpacho, una ensalada andaluza hecha con cebolla,
pepino y pimientos verdes, aceite, vinagre, uvas y trozos de pan, todo nadando
en fresca agua de manantial. Pero, ¡solo tener gazpacho para comer cada día!
‘Así es la vida’, dijo, poniéndose derecho, ‘un mal negocio para los que somos
pobres’.
No sabía qué decir. Me hizo sentir muy incómoda. Deseé que tía María le
encontrara un trabajo mejor” (p. 26).

Estas palabras son el fiel reflejo de la realidad del campesinado malagueño, que
constituía el 45 por ciento de la población activa, y dentro del cual existían
pequeños propietarios, jornaleros, arrendatarios, braceros, etc. Tenían básicamente
una economía de subsistencia y en muchas ocasiones una vida miserable. El
pequeño campesinado podía tener una porción de tierra: diez hectáreas de secano o
una de regadío, útiles de labranza y algunos animales. Fundamentalmente, su
economía se basaba en la autosuficiencia y en la dependencia del mercado. Se
enfrentaban a múltiples dificultades: descapitalización, usura, pésimo estado de las
comunicaciones, un débil movimiento cooperativista, falta de asistencia médica,
impuestos, embargos y analfabetismo. Y debido a sus terribles condiciones de vida,
fueron constantes los levantamientos y protestas durante el siglo XIX y principios
del siglo XX.
53

De hecho, y según el Diccionario Geográfico de Madoz los jornaleros “echan mano


en estío a las seis de la mañana o antes y concluyen al ponerse el sol, recibiendo a
cambio, un jornal que se fija de antemano y apenas basta para cubrir sus más
perentorias necesidades”. Y añade: “Y eso, en los días que trabajan, pues los días
que no lo hacen, no se ejercitan nada y solo están en las plazas públicas esperando
el trabajo”.72 Así, los jornaleros solo cobraban el salario de hambre unas 3/5 partes
del año. Si se unían las inclemencias del tiempo o la elevación de precios de
artículos de primera necesidad, la situación se volvía insostenible.73 Y a ello había
que unir también el hecho de que muchos de los propietarios de tierras consentían
en no trabajarlas, es decir, muchas de las tierras laborables permanecían paradas a
voluntad de los señoritos, con lo que los trabajadores no podían conseguir su jornal.
En lo referente a la alimentación, esta había mejorado de manera evidente en el
siglo XIX. Sin embargo, tal como se ha visto, la dieta alimenticia de la alta o
mediana burguesía distaba mucho de la de las clases trabajadoras. En la obra
Comedia sentimental de Ricardo León se describía lo abundante del menú de una
familia burguesa malagueña, servida por dos doncellas y preparada por un cocinero
francés en honor de un visitante extranjero. Además de las viandas, todo el menú
era regado por varios vinos: manzanilla, Burdeos, Jerez y vino de naranja de las
bodegas del cabeza de familia:74
“La clásica sopa de rape, los famosos boquerones, amén de la gran copia de
frutos y golosinas de la tierra que han traído a la hora de los postres; batatas
en dulce, pasas moscateles, plátanos y chirimoyas, uvas confitadas, naranjas
mandarinas y otras lindezas”.75

La clase media seguía el ejemplo de la clase alta, reduciendo el consumo de


cereales y aumentando el de verduras, frutas, carne, pescado y grasas animales. Por
el contrario, las clases populares basaban su dieta fundamentalmente en el pescado,

72 Madoz, P., Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de


Ultramar, Madrid, Imp. del Diccionario Geográfico, 1850, tomo XI, p. 50.
73 Quiles Faz, A., Málaga y sus gentes…, op. cit., pp. 132-133.
74 Reflejo de la excelencia de la cocina de esta clase social es el libro de Moyano, G., El

cocinero español y la perfecta cocinera, instruidos en lo mejor del arte culinario de otros países.
Libro muy útil para los gefes de casa, fondistas, etc., Málaga, Librería F. Moya, 1867. Reeditado
en Málaga, Real Academia de San Telmo y Fundación Málaga, 2007 y considerado como
el primer libro de cocina malagueño, fruto del cocinero valenciano que estuvo al mando de
los fogones de los marqueses de la casa Loring durante años.
75 León y Román, R., Comedia sentimental, Málaga, Imp. Zambrana Hermanos, 1909, p. 70.
54

mucho más asequible para ellos que la carne76 y en muchas ocasiones tenían que
sufrir la adulteración de alimentos, sobre todo de la carne, siendo habitual la venta
de carne de perro o de burro. En este sentido, en El Palo, barriada de Málaga con
1300 habitantes se mataban dos cabras por día para toda la población77 y de modo
análogo, se expresaba Rubén Darío tras una estancia en Málaga:
“Entrando a la realidad de la vida, halláis un pueblo pobre, falto de sangre y
de trabajo. El exceso de población apenas halla salida escasa en los
inmigrantes que atraviesan el Océano. […] Hoy veo en el diario que el
número de reses vacunas sacrificadas es de 20; Málaga tiene más de 130 mil
habitantes […] la carne, para los pobres, resulta un artículo de lujo”.78

El escritor y viajero inglés Henry Swinburne también comentaba la frugalidad


de las comidas del campesinado: “Los campesinos parecen muy pobres, y son muy
frugales en sus comidas: pan mojado en aceite, y en ocasiones sazonado con vinagre,
es el alimento corriente de los campesinos, entre Barcelona y Málaga”.79
El plato principal del labriego andaluz eran las migas y el gazpacho que solían
acompañar con un trozo de tocino. Una dieta a la que se refirió Ortega y Gasset en
su ensayo “El ideal vegetativo”, en su obra Teoría de Andalucía y otros ensayos y en la
que explicaba la costumbre de no comer de los andaluces, fuera cual fuera su clase:
“En cuanto a la alimentación, la sensiblería socialista nos ha hecho notar
innumerables veces que el gañán del campo andaluz no come apenas y está
atenido a una simple dieta de gazpacho. El hecho es cierto y, sin embargo, la
observación es falsa porque es incompleta. Sería más verídica si añadiese que
en Andalucía come poco y mal todo el mundo, no sólo el pobre. La cocina
andaluza es la más tosca, primitiva y escasa de toda la Península. Un jornalero
de Azpeitia come más y mejor que un ricacho de Córdoba o Jaén. Hasta en esto
imita el andaluz al vegetal: se alimenta sin comer, vive de la pura inmersión en
tierra y cielo. Lo mismo el chino”.80

76 Este hecho era conocido por la autora que describía la dieta de los protagonistas de su
obra Juan, the son of the fisherman. Vid. Palencia, I. de, Juan: son of the fisherman, Nueva
York-Toronto, Longmans, Green and Co., 1941, pp. 24-25.
77 Quiles Faz., A. Estudio socio-literario de la vida cotidiana en la Málaga de la segunda mitad

del siglo XIX. Tesis doctoral, vol. I, Universidad de Málaga, 1993, p. 265.
78 Darío, R., Tierras solares. Reedición de Cristóbal Cuevas García, Universidad de Málaga,

1997, pp. 29-30.


79 Canales, A., “La Málaga de Henry Swinburne”, Jábega, 8 (1974), p. 80.
80 Ortega y Gasset, J., “El ideal vegetativo”, en Teoría de Andalucía y otros ensayos, Madrid,

Revista de Occidente, 1944, p. 27.


55

Al margen de la apreciación del filósofo, lo cierto es que la clase trabajadora no


gozaba de una alimentación conveniente, tal como conoció Oyarzábal del
campesino que alimentaba a su familia con gazpacho.81
Por último, no hemos de olvidar la falta de alimentos en las clases más
menesterosas, y que a los numerosísimos ciudadanos que vivían en la mendicidad,
muchas veces se les consolaba con una cantidad de pan, sobre todo en fechas
señaladas, lo que corrobora la gravedad de la situación mísera de no pocas capas de
la sociedad.82
En la narración de su vida, sobre todo de su infancia, Isabel Oyarzábal no
recordaba simplemente los hechos que a su manera de entender resultaban más
destacables, con sencillo propósito nostálgico, sino que eligió los hechos que mejor
verificaban su privilegio de pertenecer al estrecho círculo de la sociedad malagueña.
Así, la elección de episodios tendía a constatar el hecho de que a su alrededor
existían seres menos afortunados. Una de las costumbres burguesas era la
adquisición de un cordero para los niños de la familia e Isabel Oyarzábal relataba
cómo había adquirido, en su lugar, una cabritilla. La anécdota finalizaba con una
conversación con su prima Rosario:
“¿Por qué no elegiste un cordero en vez de una cabrilla negra? -me preguntó
en voz alta. ‘Porque me gustan más’, contesté.
‘No te pueden gustar más. Las cabritillas son más baratas que los corderos’.
No veía qué tenía que ver.
‘Solo los pobres compran cabras’, continuó, frunciendo sus labios.
‘No me importa si lo hacen’. […] El pensamiento de lo que Rosario había
dicho sobre Morenita todavía retumbaba en mi cabeza. La pequeña cabeza con
forma de triángulo, los ojos oscuros y suaves orejas, y los minúsculos cuernos
que rompían a crecer en aquel momento, eran encantadores para mí.
‘No me importa si ellos piensan que es fea’, dije.

81 Son muchos los escritores nacionales y foráneos a lo largo de la historia que se han
sorprendido de este sencillo plato andaluz. Por poner algunos ejemplos, citaremos a
Teófilo Gautier, quien en su obra Viaje por España, describía una cena en la que se había
tenido que conformar con gazpacho, que definía como “una sopa infernal” que los perros de
su país se negarían a tomar. Muy distinta era la opinión de Gregorio Marañón, quien en
“Sobre la cocina española”, en el tomo IV de sus Obras Completas, la definía como
“sapientísima combinación empírica de todos los simples fundamentales para la buena
nutrición”, si bien, admitía que era mucho mejor unirlo a un buen trozo de carne. Cit. en
Mapelli López, E., Gazpachos, sopas y ajoblancos, Málaga, Editorial Arguval, 2001, pp. 207-
220.
82 Mateo Avilés, E. de, Paternalismo burgués…, op. cit., p. 46.
56

‘Por supuesto que no’, contestó Juan.


‘Y no me importa si solo los pobres compran cabritillas’.
No nos lo parecía a ninguno de los dos, ni a Juan ni a mí, pero la idea de que
se suponía que nosotros no teníamos que hacer lo que hacía la gente pobre,
nació en mí por primera vez entonces” (p. 7).

Oyarzábal relataba así la costumbre de “La Pascua de los borregos”, que era una
celebración que tenía lugar en Málaga durante los días de la Pascua de
Resurrección y que, a pesar de ello, no tenía nada que ver con una celebración
religiosa, sino que no era más que una feria de ganado. Se ubicaba en una
explanada en el Pasillo de Santo Domingo, en el barrio del Perchel, lugar donde los
borregos eran introducidos en compartimentos, arreglados con moños, lazos y
cascabeles. La variedad era mucha: borregos, corderos, cabras y chivas… A la feria
acudían padres e hijos de las clases medias para comprar un borreguito que,
finalmente, acababa siendo parte del menú de la familia. 83 Acorde con este hecho,
Antonio Fernández y García escribió el siguiente artículo en La Unión Mercantil:
“En las afueras de la ciudad, los terrenos baldíos presentaban el aspecto de la
mayor animación.
Con motivo de celebrarse la pascua de los borregos, llamada por otro
nombre la pascua de la inocencia, en razón a que es de regocijo para los
muchachos; no pocas familias habían ido con sus pequeñuelos llevando su
correspondiente cordero.
En aquel alegre concierto de risas y voces infantiles, resaltaba una nota
triste, representada por los chiquillos, vagabundos y desarrapados, que a cierta
distancia contemplaban con pena aquel cuadro.
Al principio la diferencia de clases fue como una barrera para aquellos
infelices. Su miseria contrastaba con el lujo de aquellos venturosos seres.
Descalzos unos y con lujosas botitas de charol sus vecinos, al aire las cabezas
de los pilletes, cuyas greñas anárquicas parecían ser un símbolo mientras los
señoritos llevaban sus preciosos sombreros a la marinera de finísima paja,
marcábanse allí los dos polos de la sociedad en lo que respecta a la infancia, el
extremo horrible del abandono y la orfandad, y el extremo de los mimos y
caricias.

83 Quiles Faz, A., Málaga y sus gentes…, op. cit., p. 305.


57

Generalmente aquellos campos solitarios servían de teatro a los chicos


vagabundos aficionados en su selvático atraso a la bárbara diversión de las
pedreas.
Tenían el dominio de la continua posesión sobre aquellos lugares, donde sin
rey ni Roque, campaban por sus respetos, a tanta distancia del pan como de la
escuela. La pascua de los carneros abría un paréntesis en sus costumbres.
Había que dejar en reposo la crujiente honda y dar tregua a las piedras, por
que sabían por experiencia que toda descalabradura traía cola de azotes en la
prevención y días de cárcel.
El tropel de niños ricos, corriendo detrás de sus corderos, rebasó pronto el
límite establecido por las conveniencias sociales.
Mezcláronse los guiñaposos y los bien vestidos, los sucios y los limpios,
como en otras esferas suelen mezclarse y confundirse las distintas clases
sociales, bien que bajo distintas apariencias.
Pero esto duró un segundo no más. Las familias al apercibirse de tan
extraña confusión, apresuráronse a establecer el equilibrio social.
Corriendo algunos padres en pos de sus hijos para apartarlos del asqueroso
contacto de los granujas e os (sic) apestados de la miseria, dando voces otros
para que sus chicos regresaran enseguida, y amenazando no pocos con sus
bastones a los pilluelos, con el fin de ahuyentar semejante langosta
consiguieron bien pronto limpiar el haza.
Quedó uno solo, un chiquín de cinco años, familiarizado ya con el hambre, a
juzgar por las huellas de su rostro; de ojos grandes y tristes que miraban con
pena el grupo más inmediato formado por un niño rubio acariciando a su
ovejita.
- Si yo tuviera padre, decía con voz tan tierna como el suspiro de un ángel,
también me hubieran comprado mi carnerito.
Y al decir esto miró al cielo, como si a través de las nubes, le parecieran
distinguir el rostro de Dios sonriendo a la infancia abandonada, ya que tan
parcos en sonreír a estos desgraciados son los hombres.
El niño rubio había oído aquella exclamación y visto la codiciosa mirada que
le acompañaba.
- Papá, díjole al caballero que estaba a su lado. Permite que ese niño se acerque.
Quiero que juegue con mi carnero. ¡Pobresito!
- ¡Tan sucio y tan abandonado!
58

- ¿Y qué culpa tiene él de eso?


- Es verdad, exclamó el padre, admirado de aquella lógica tan sencilla y tan
severa.
- Es verdad, repitió como un eco. La culpa la tenemos los pulcros.
Y permitió que aquel pequeño paria fraternizara con su hijo y el borrego,
hermosa trinidad de la inocencia, formada por tres seres humildes y cariñosos.
Esta fue la nota más alegre de la feria”.84

Por otra parte, los viajes realizados desde muy pequeña por la autora denotan
también su pertenencia a la clase privilegiada. Simbolizaban un signo de
pertenencia a la clase alta y cuando la clase media osaba imitarla, era objeto de
burla en la literatura de la época. El que los trabajadores pudieran viajar era
considerado un cataclismo social. 85 La oligarquía realizaba asiduamente viajes
comerciales, de salud o de placer y en el caso de un destino extranjero, los
preferidos eran Inglaterra, Gibraltar y París. 86 En muchos casos, los miembros
pertenecientes a esta clase consideraban imprescindible que sus vástagos viajaran
al extranjero para formarse con vistas a la mejora del negocio familiar.87
Son prolijas las anécdotas que la autora dedicó a estos viajes, algunos de ellos
para “cambiar de aires”, como era costumbre entre la clase alta, pues se creía que el
cambio de condiciones atmosféricas favorecía la salud. El primero de nuestra
autora tuvo como destino Granada, con su madre y hermano, precisamente por
esta razón:
“No estoy muy segura si fue ese año o el siguiente, cuando mi madre nos
llevó a Granada por primera vez. No importa mucho, porque nuestras visitas
anuales a la capital del viejo reino moro, estaban siempre cortadas por el
mismo patrón. ¡Y cómo nos gustaban! El viaje se hacía en tren, por lo que
disfrutábamos la siempre emocionante sensación de atravesar los diecisiete
túneles que cruzaban las montañas de Málaga antes de llegar a la vega
granadina que nos permitían tener la fugaz vista de maravillosas rocas rojas y

84 Fernández y García, A., “La Pascua de los borregos”, La Unión Mercantil, Málaga, 25-3-
1894, p. 1.
85 Albuera Guirnaldos, A., Vida cotidiana…, op. cit., p. 248.
86 Quiles Faz, A., Málaga y sus gentes…, op.cit., p. 57.
87 Recuérdese en este punto, la estancia del padre de la autora, Juan Oyarzábal Bucelli en el

colegio británico de Clewer Green entre 1846 y 1850.


59

doradas, que eran como torres encima de nosotros y, a veces se cortaban


abiertas por los profundos y estrechos barrancos en el “Paso de los Gaitanes”.
La cena a bordo era también emocionante. No había cenas en los trenes
españoles en esa época, así que comíamos en nuestro departamento y se nos
permitía sostener el pollo frío que siempre cenábamos, con nuestros dedos” (p.
7).

Posteriormente describió un viaje a Alhaurín, para pasar la Semana Santa, en el


que lo que más destacaba fue la honda impresión que causó en la autora la
representación de la Pasión de Cristo, y su dilema moral con la figura de Judas a la
que la niña no veía tan detestable como los demás. También destacaba de este viaje
su primer encuentro cara a cara con la muerte, de la mano de su prima Rosario,
quien le arrastró a ver a un difunto, hecho que le causó una profunda angustia.
Realizó también un viaje a Prestwick, Escocia, donde su hermano Juan y ella
sufrieron un buen correctivo por romper la paz del domingo protestante:
“En el camino de regreso de Alhaurín, mi padre nos había dicho que mi
madre no estaba bien. Los doctores habían ordenado que se fuera de Málaga
en verano y los niños iríamos todos a Escocia con ella. Juan estaba tan
encantado, que yo pensé que también debía estarlo. […] Pasamos la mayor
parte del tiempo en Prestwick, donde mis tíos tenían una casa para el verano y
donde podíamos bañarnos en el mar y aprender a jugar al golf. Uno de
nuestros primeros domingos conseguimos meternos en un horrible apuro” (pp.
13-15).

Años más tarde, siendo ya jovencita viajaría a Yunquera y Álora, pueblos


malagueños, donde se produjo el episodio de la niña que ya se ha señalado
anteriormente. El último viaje que destacó en su infancia es el que realizó a Gran
Bretaña, años después que el anterior y que se convirtió en una suerte de viaje
iniciático.

2.5. Educación y juventud


Como sabemos, la educación de la mujer en el siglo XIX y hasta principios del
XX, era una “educación de cascarilla” como ya había sentenciado Emilia Pardo
Bazán:
60

“Este sistema educativo, donde predominan las medias tintas, y donde se


evita como un sacrilegio el ahondar y el consolidar, da el resultado inevitable;
limita a la mujer, la estrecha, la reduce, haciéndola más pequeña aún que el
tamaño natural, y manteniéndola en perpetua infancia. Tiene un carácter
puramente externo; es, citando más, una educación de cascarilla; y si puede
infundir pretensiones y conatos de conocimientos, no alcanza a estimular
debidamente la actividad cerebral”.88

La brecha, en este sentido, entre hombres y mujeres era infranqueable. En 1860


había en España un 81% de analfabetos, 62% de varones y 90,4% de mujeres. En
1900 el porcentaje poco había disminuido: el 71,4% de las mujeres eran analfabetas,
frente al 55,8% de los hombres.89 Así pues, por un lado, la tasa de analfabetización
femenina era muy superior a la masculina y, por otro, cuando tenía acceso a la
educación, esta era muy superficial. En Málaga, según el estudio de Carmen
Sanchidrián,90 se superaba con creces la media española. Así en 1860, el 84,09% de
la población era analfabeta y en 1900, el 78,06%. Además hay que tener en cuenta
que, aquellos que no se podían considerar analfabetos, leían con lentitud y apenas si
sabían firmar. Según Sanchidrián, esta situación se debió a la estructura de la
sociedad malagueña, con una clase media apenas existente y donde el 85% de la
población pertenecía a la masa obrera, muchas veces desempleada y que, por tanto,
no consideraba prioritario el tema de la educación.
Los poderes públicos tampoco realizaron una labor de promoción de la educación
en la época, como lo demuestran los escasos recursos que se destinaban a este fin.
En Málaga, los centros educativos públicos eran escasos, más en el caso de las
escuelas para niñas, y la situación de los mismos era lamentable; esto, cuando eran
puestos en funcionamiento, pues, en muchas ocasiones, el Ayuntamiento no tenía
presupuesto para ello. El porcentaje de escolarización era de un tercio de los niños
y niñas de 7 a 12 años a finales del siglo XIX y muchos de ellos, aunque fueran
escolarizados durante un tiempo, abandonaban la escuela por las malas condiciones
de los locales destinados a este fin. De esta manera la enseñanza privada tuvo un

88 Pardo Bazán, E., “La mujer española III. La clase media”, La España Moderna, Madrid,
julio de 1890, p. 125.
89 Datos recogidos en Kirkpatrick, S., Mujer, modernismo y vanguardia en España (1898-

1931), Madrid, Cátedra, 2003, p. 9.


90 Vid. Sanchidrián Blanco, C., Política educativa y enseñanza primaria en Málaga durante la

Restauración (1874-1902), Universidad de Málaga, 1986.


61

papel predominante en la educación de la época, aunque solo estaba al alcance de la


clase burguesa, sobre todo si nos referimos a la enseñanza superior.
Pocos años antes del nacimiento de nuestra autora, en 1857, se había establecido
la obligatoriedad de escolarización de todos los niños, sin distinción de sexos, entre
los 6 y los 9 años, en virtud de la entrada en vigor de la Ley de Instrucción Pública
de 9 de septiembre de ese año, conocida como la Ley Moyano.91 Si hablamos de la
Universidad, esta no fue accesible sin impedimentos para la mujer hasta la primera
década del siglo XX. La propia Emilia Pardo Bazán intervino en un Congreso
Pedagógico Hispano-Americano, que tuvo lugar en 1892 en Madrid, donde
sentenciaba que la educación de la mujer en ese momento no se podía considerar
sino doma, pues su finalidad era “la obediencia, la pasividad y la sumisión”.92
En la mayoría de los colegios de niñas se les enseñaba: “un poco de lectura,
escritura sin ortografía generalmente, algo de aritmética para el uso doméstico y
algunas, muy pocas, nociones de gramática, el catecismo de Ripalda y muchas
oraciones en prosa y verso”. En las escuelas públicas de niñas la materia
fundamental eran las labores propias de su sexo y de ahí que se creara, incluso, la
figura de una inspectora municipal de labores. Las labores eran consideradas la
asignatura más importante de cuantas se daban en las escuelas de niñas. Se
distinguía entre labores de adorno y costura, y esta última era la que merecía más
atención “porque las niñas que asisten a estas escuelas necesitan coser bien, no solo
porque algún día han de ser madres de familia y harán uso diario de esta habilidad,
sino también porque algunas podrán proporcionarse por su medio el sustento de su
familia”.93
La enseñanza para las niñas de las clases superiores consistía en todo lo que
debía aprender una señorita. A las materias habituales, se unían la música y
nociones de francés. Según la publicación La Luz, la educación de las mujeres se
dividía en tres partes: religiosa, de utilidad doméstica y de adorno. En el caso de la
capital malagueña, aparecieron paulatinamente en el periodo de la infancia de
Oyarzábal colegios de señoritas en los que se impartían enseñanzas adecuadas para

91 Espigado Tocino, G., “Pautas de socialización femenina en la escuela elemental


decimonónica”, en Jiménez Morales. Mª I., y Quiles Faz, A., (coords.), De otras miradas:
reflexiones sobre la mujer de los siglos XVII al XX, Universidad de Málaga, 1998, p. 95.
92 Ponencia de Emilia Pardo Bazán, titulada “La educación del hombre y de la mujer”. Cit.

en Rodrigo, A., María Lejárraga. Una mujer en la sombra, Barcelona, Círculo de Lectores,
1992, p. 115.
93 “La mujer española, su educación actual y medios de mejorarla”, La Luz, Barcelona,

mayo 1877, pp. 69 y 71. Cit. en Sanchidríán, C. Política educativa…, op. cit., p. 174.
62

su cometido en la sociedad, que incluían la primera enseñanza elemental y a veces


superior, acompañada de conocimientos de música, idioma francés y labores de
adorno. El periodo lectivo se extendía a todos los días del año excepto domingos y
festivos en horario de mañana y tarde, aunque se suprimían las clases vespertinas
en verano y con la ley de 1887, se establecieron 45 días de vacaciones al año, del 18
de julio al 31 de agosto.94
Ya hemos referido la educación católica que recibió nuestra autora en el colegio
de la Asunción de Málaga, complementada por las enseñanzas de una profesora de
verano, que le enseñaba “los misterios del encaje”, aunque también practicaba otras
disciplinas como la danza o la música. Isabel Oyarzábal describía la dura rutina en
el internado y las actividades a las que dedicaba el tiempo:
“Después, dos horas de costura, mientras alguien leía en voz alta las vidas de
los santos. Más estudio hasta la cena de las seis en punto, después de la cual,
teníamos supuestamente una hora de tiempo libre, pero que teníamos que
emplear en cantar o en unirnos en una especie de conversación general bajo el
control de la monja de guardia. […] No me importaban las lecciones, aunque
apenas puedo decir que me esforzara en ellas. Pero esas largas horas, sentada
delante de mi libro, durante los periodos de estudio, con mis manos cruzadas
encima del pupitre y sin ningún tipo de apoyo para mi espalda, eran una
tortura” (p. 18).

Más adelante revelaba sus preferencias académicas y analizaba el papel de las


órdenes religiosas en la educación femenina del momento:
“Estaba ligeramente interesada en algunas de mis asignaturas del colegio:
Historia, Literatura y Geografía. Las órdenes religiosas de enseñanza fueron
las primeras que hicieron algo por la educación de las mujeres en España.
Introdujeron idiomas y adoptaron el curriculum de los colegios estatales, pero
con libros de su propia elección. Después se detuvieron y en un tiempo, los
colegios estatales adelantaron mucho” (p. 22).

Al tiempo que la autora describía su estancia en el internado, denunciaba los


hábitos y modas a las que las mujeres, desde jovencitas, estaban sometidas:
“Probablemente yo tenía un temor subyacente al ridículo. Pero de momento,
ellos eran de lejos, más reales para mí, que ninguna de las monjas y las niñas

94 Quiles Faz, A., “En el surco del ayer…”, art. cit., p. 7.


63

con las que vivía. Había también un pequeño sentimiento de venganza. Me


habían arrebatado todo, pero no me importaba porque tenía todo un mundo
propio. El ridículo era mucho más temido que el castigo en el convento. El
opresivo silencio arruinaba los nervios de cualquiera y la cosa más
insignificante podía llevar a las niñas a un ataque de risa. Un error sin
importancia cuando leíamos oraciones atraía tal atención y provocaba tal
hilaridad, que muchas de las niñas seguramente tenían miedo de acometer las
tareas más simples. Las críticas sobre la apariencia física, rayaban a veces en la
crueldad. A mí me molestaron durante un tiempo, porque mi madre no me
dejaba llevar corsé. ‘Podrás meter tu cintura cuando seas mayor y no te hará
ningún daño’, decía. Las otras niñas se enorgullecían de sus minúsculas figuras
de avispa. ‘Serás conocida como la niña sin cintura’, me decían. Al principio me
preocupaba, pero me hice indiferente también a ello” (p. 21).

A los catorce años acabó su formación académica en el colegio de la Asunción, y


sobre ello reflexionaba: “Cuando el año terminó, aconsejaron a mi madre que me
llevara a casa. Las monjas no tenían nada más que enseñarme” (p. 23).
Efectivamente, terminada la escolarización, la mujer no se ocupaba más de su
desarrollo intelectual, al contrario que el hombre, que podía seguir estudiando y
tener acceso a centros culturales como Círculos, Academias o Liceos. Para obtener
una cultura más extensa de la que era propiciada por la escuela, las niñas tenían
que acudir a la enseñanza a domicilio, lo cual era prohibitivo para la mayoría de las
familias. En Málaga no existían escuelas públicas de adultas, salvo alguna
parroquial y tenía socialmente vedado el acceso a la segunda enseñanza y a los
centros de enseñanzas técnicas y profesionales, de modo que la Escuela Normal de
Maestras era el único centro de enseñanza superior accesible para la mujer.95
En el caso de la familia Oyarzábal, una vez terminada esta etapa, la madre de
nuestra autora consideró que aún era joven para entregarse a la vida social, por lo
cual, y gracias a la llegada a la familia de dos nuevos miembros, Isabel se convirtió
en toda una hermana mayor, cuidando de ellos y sobre todo de su nueva hermana
Inés.
En ese tiempo, se dedicó a la lectura, aunque era consciente de que muchos de los
libros de la biblioteca familiar habían desaparecido:

95 Ibidem, pp. 6-7.


64

“Tenía bastante tiempo libre a pesar de los niños, y leía la mayor parte del
día, pero encontré grandes huecos en la biblioteca. Muchas de nuestras obras
habían desaparecido.
‘¿Qué ha pasado con todos los libros de Benito Pérez Galdós?’, pregunté un
día a Juan.
‘Padre los ha quemado’, contestó.
Entonces busqué por todos lados Los tres mosqueteros de Dumas. Todos los
libros de este autor, así como los de Maupassant y Balzac habían desaparecido.
En mi pequeño altercado con mi padre, dijo, ‘Esas obras son desaprobadas
por la Iglesia y no deben ser leídas por los católicos’.
‘Lee a Dickens’, dijo mi madre.
Pero yo conocía la obra de Dickens de memoria y no estaba de humor para sus
obras justo en ese momento. Al final me topé con una divertida colección de
libros de caballería que habían escapado de la ‘purga’. Olvidé el nombre del
autor. Mi cerebro se alimentó de narraciones de bravos caballeros y bellas
damas, pajes y torneos. Pensé que algún día tendría un caballero a mi servicio
y que el blanco y el carmesí serían mis colores” (p. 24).96

2.6. El despertar de la conciencia. De la infancia a la juventud


El paso de la infancia a la juventud se hace patente para la autora en el momento
en que se produjo el siguiente comentario por parte de uno de los amigos de su
padre:
“Aquella primavera uno de los amigos de mi padre le dijo en mi presencia:
‘Juan, realmente deberías hacer que tu hija se cubriera esas preciosas piernas
suyas. Son una auténtica tentación’. Hubiera deseado no haber tenido piernas.
Mi padre decidió que lo mejor era que yo ‘saliera’ y vistiera faldas largas” (p.
25).

96Shirley Mangini destacaba que muchas de las mujeres prominentes en la II República


expresaron en sus escritos memorísticos la vergüenza que experimentaron sus familias a
causa de su afición por la lectura o sus deseos de realizar una carrera. Mangini, S. Recuerdos
de la Resistencia…, op. cit., p. 17; Castillo Martín, M., “Contracorriente: memorias de las
escritoras de los años veinte”, Espéculo: Revista de estudios literarios, 17 (2001).
http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero17/memor_20.html y “La
fémina insurgente: personaje femenino y modernidad en la vanguardia española de los
años veinte”, Espéculo: Revista de estudios literarios, 23 (2003),
http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero23/mcastill.html
65

A este aspecto, se refiería el artículo titulado “El vestido corto” aparecido en El


Ateneo de Málaga, el 17 de febrero de 1899, donde una muchacha de catorce años
comprendía que había de alargar su vestido cuando un hombre que pasaba a su lado
posaba la mirada sobre su pie.97 Así, el cuerpo de la mujer fue siempre motivo de
escándalo,98 como lo muestra la narración de la autora del inofensivo baño en el
mar antes mencionado.
Los baños en el mar se constituyeron en costumbre a lo largo del siglo XIX,
pero solo entre las clases medias, pues ni la oligarquía ni la clase obrera los
practicaban. En relación a ello, el traje de baño de dos piezas que las mujeres
Oyarzábal vistieron el día del baño, podía ofender gravemente a la moral, teniendo
en cuenta que en 1852, el municipio de la capital malagueña había dictado un bando
en el que se impedía el baño con traje que no cubriera de modo que la moral se
viese afrentada.99
Así pues, era ya el momento, con quince años, de salir a la palestra social,
práctica habitual de la alta sociedad del momento. Generalmente, esta era la
circunstancia más anhelada por cualquier joven, pues constituía el paso hacia la
vida adulta. Sin embargo, los metafóricos corsés que ceñían las cinturas femeninas
no eran del agrado de nuestra autora:
“El día en que me recogieron y anudaron las trenzas en la parte superior de
mi cabeza, me sentí como si toda yo fuera una horquilla. Mis faldas largas eran
incómodas y me hacían tropezar, para entretenimiento de mi padre.
Mi madre me hizo ver y ser vista por todos nuestros parientes y amigos. No
logré demasiados cumplidos. Todo el mundo observaba mi pálido cutis.
Durante muchos años envidié a toda mujer que pudiera presumir de ‘un bonito
color’.
Habían pensado que era mejor para mí ‘salir’ aunque solo tuviera quince
años, porque si no, parecía no haber para mí sitio en la vida de Málaga. Una
vez que las visitas acabaron, fui considerada una ‘joven dama’. Mi madre le
dijo a todo el mundo que se iba a celebrar un baile en nuestra casa, ese
invierno, después de que mi hermana María volviera” (p. 25).

97 Albuera Guirnaldos, A., Vida cotidiana…, op. cit. p. 328.


98 Isabel Oyarzábal recordaba que, sin embargo, las mujeres no mostraban ningún pudor
en dar de mamar a sus hijos en público, costumbre que sorprendía en el extranjero.
99 Quiles Faz, A., Málaga y sus gentes…, op. cit. p. 110.
66

Debido a su educación y valores distintos a los habituales en la sociedad del


momento, Ana Smith decidió que sus hijas no llevaran corsé, hecho que las
diferenciaba del resto de las niñas del colegio de La Asunción de Málaga. Por otro
lado, “el paso de la niñez a la pubertad y su consiguiente entrada en la vida adulta
suponía todo un proceso simbólico que conllevaba cambios estructurales en el
cuerpo: corte y recogido del pelo; de usar trenzas a recogido moño y el
alargamiento de faldas y cubrimiento de las piernas”, sin embargo, nuestra autora
siempre detestó aquellas ropas que la constreñían, haciéndose eco del nuevo
modelo de mujer que apareció a principios del siglo XX.100
La prensa del momento dio buena cuenta de la vida social de la autora en ese
momento de su juventud. Durante varios años aparecieron en los periódicos
malagueños profusos datos de la frenética vida social de las hermanas Oyarzábal,
Molly -María, su hermana mayor- y Ella o Ela, como llamaban familiarmente a
Isabel Oyarzábal. El periódico que relataba las actividades de la burguesía
malagueña era La Unión Mercantil y ya en mayo de 1893 relataba su asistencia a las
fiestas organizadas en honor a los acorazados franceses Caïman y Richelieu de visita
en el puerto de Málaga. 101 Desde julio formó parte de la Junta de Damas del
Patronato de los Festejos de agosto, presidida por Trinidad Grund102 y participó
junto a otras damas de la Junta en la organización de una comida a los pobres en la
plaza de toros de Málaga.103 Por otro lado, en el mismo periódico del día 12 de
agosto de 1893, se relataban los pormenores de una kermese, una suerte de feria
benéfica, en la que las hijas de la buena sociedad malagueña vendían o subastaban
productos para conseguir fondos, con motivo de las fiestas veraniegas: “Vestían
ricos trajes de floristas napolitanas las Sras. Gómez de Janer, de Valcarcel, y las
señoritas Oyarzábal, Zalabardo, María Scholtz y Emilia Werner. Este fue uno de
los kioscos más concurridos, y como las flores no tienen precio, hubo rasgos de
esplendidez que dieron beneficiosos resultados para los pobres”.104
En agosto de 1894, Ella participó, junto a su hermana Molly en una kermese
benéfica celebrada en la Plaza de la Merced de Málaga, donde sirvió a los invitados

100 Quiles Faz., A., “Cuerpo y mujer: el discurso feminista de Isabel Oyarzábal”, en Cantos,
Mª E., Espigado, G. e Morales, I. (eds.), Resistir o derribar los muros. Mujeres, discurso y poder
en el siglo XIX, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2014, pp. 415-425.
http://www.cervantesvirtual.com/obra/-8/
101 La Unión Mercantil, Málaga, 27 y 29-5-1893, pp. 4 y 3.
102 La Unión Mercantil, Málaga, 11-7-1893, p. 2 y 4.
103 La Unión Mercantil, Málaga, 5 y 6-8-1893, pp. 1 y 4.
104 La Unión Mercantil, Málaga, 12-8-1893, p. 4.
67

vestida de “camarera francesa” en el restaurant organizado por Francisco Crooke y


Loring105 y el 28 de diciembre, la familia Oyarzábal celebraba una fiesta en la casa
familiar. 106 Ya en enero de 1895, el mismo periódico describía la fiesta que los
señores Oyarzábal habían organizado en su casa para celebrar el nuevo año:
“Un baile al que asistió lo más granado de la sociedad malagueña, durante el
cual se sirvió un delicado té, con profusión de pastas, dulces y bizcochos,
siendo servido por las bellas señoritas Oyarzábal. Durante la agradable velada
se practicó una ceremonia, extraña a nuestras costumbres, muy en boga en
Inglaterra, donde se verifica el primer día del año. Consiste en colocar en el
centro del salón un trípode con una bandeja llena de pasas entre las cuales se
oculta una moneda, una sortija y un dedal. Todos los concurrentes agarrados
de la mano y ejecutando la farandole van girando alrededor del trípode, una
vez prendido fuego a las pasas, que habrán sido antes rociadas con alcohol.
Según la tradición, la que tiene la dicha de sacar la moneda, será la más
afortunada y feliz durante el año; la que coge la sortija, aquella que más pronto
contraerá enlace, y por último, la que saca el dedal se halla destinada a
permanecer soltera […] Los dueños hicieron los honores con su amabilidad
acostumbrada”.107

El 20 de enero de ese año asistió a la soirée que organizó la condesa de


Benahavis108 y el 24 de enero la prensa daba cuenta de una fiesta organizada por
los Oyarzábal en la casa familiar, donde se ofreció un “the, que resultó como
siempre muy bien servido”.109 En febrero de ese año se anunciaba un picnic que
tuvo lugar en la hacienda de Santa Tecla, propiedad de los señores Gross, a las que
fueron invitadas entre otras, Ela y Molly Oyarzábal y el hermano de ambas,
Juan.110
Otra fiesta, reseñada en la publicación malagueña en la sección de “Notas de
sociedad”, refería la que dos días antes se había celebrado con motivo del
cumpleaños de la hija mayor de los señores Oyarzábal, Molly, en el domicilio
familiar. La fiesta tuvo la peculiaridad de que todas las jóvenes iban vestidas de la

105 La Unión Mercantil, Málaga, 10-8-1894, p. 4.


106 La Unión Mercantil, Málaga, 30-12-1894, p. 3.
107 La Unión Mercantil, Málaga, 4-1-1895, p. 2.
108 La Unión Mercantil, Málaga, 22-1-1895, p. 1.
109 La Unión Mercantil, Málaga, 25-1-1895, p. 3.
110 La Unión Mercantil, Málaga, 3-2-1895, p. 3.
68

misma forma: “elegantes dominós blancos adornados con lazos de cinta celeste,
antifaz de raso del mismo color y guantes blancos”. Vestían así las señoras y
señoritas de Oyarzábal, Macala de Clemens, Patti Orueta, Elisa Loring, Sofía
Hoffman, Emilia y Pepita Heredia… todos nombres bien conocidos de la sociedad
malagueña.111
El día 29 de diciembre de ese año el conocido periodista, José Carlos Bruna
realizaba una extensa crónica acerca de la celebración de una soirée (función privada)
dramática en casa de los Oyarzábal. Estas funciones eran habituales en la alta
sociedad malagueña, y se celebraban con el pretexto de reunirse, aunque eran más
ambiciosas que las simples fiestas o bailes familiares. En ocasiones se contrataban
aficionados locales para llevar a cabo la representación y en otras, como en este
caso, colaboraban los invitados con dotes para el espectáculo. Las veladas tenían
sus propias normas en lo referente al calendario, ya que habitualmente se iniciaban
en primavera y acababan al principio del otoño, ralentizándose o desapareciendo
durante la cuaresma.112 Así, la velada fue celebrada en la época navideña y debido a
razones de espacio, se celebró durante tres noches: la primera se dedicó a los niños,
la segunda, a los matrimonios y la tercera a los solteros. El periodista elogiaba
hasta el cartel anunciante de la velada que ilustraba los títulos de las obras a modo
de jeroglíficos.
En cuanto a la interpretación, sorprendente y equivocadamente, si tenemos en
cuenta las posteriores aspiraciones teatrales de nuestra autora, afirmaba Bruna:
“Donde se busca un rato de esparcimiento entre amigos y no la sanción de un
porvenir artístico, ante el público, parece como traspasar los límites de la
conveniencia entrar en un juicio crítico, que ni puede ser exacto respecto a quien se
juzga en una sola obra, ni de utilidad para los que no piensan dedicarse al
teatro”.113
A pesar de ello, Bruna elogiaba a los actores, afirmando haberse encontrado ante
verdaderos artistas. Isabel Oyarzábal actuó en el juguete cómico titulado De tiros
largos, y estuvo admirable en el monólogo, a juicio del periodista, recibiendo
reiterados aplausos. También actuó Juan Oyarzábal, siendo bien valorado por el
cronista. A continuación, se citaba una larga lista de señoritas asistentes al evento.
Finalmente, atribuía el buen resultado de la velada a los señores Oyarzábal y a sus

111 La Unión Mercantil, Málaga, 10-2-1895, p. 3.


112 Albuera Guirnaldos, A., Vida cotidiana…, op. cit., p. 177.
113 La Unión Mercantil, Málaga, 29-12-1895, p. 2.
69

hijos, cuya casa estaba finamente engalanada. La fiesta se prolongó hasta las tres de
la madrugada con un baile y, posteriormente, un té.
El 8 de enero de 1896, Bruna volvía a consignar una soirée celebrada en casa de
los Oyarzábal, para celebrar la fiesta de la Epifanía, alabándola como una de las
más brillantes de las que se habían realizado en Málaga. Se trataba de una “soirée de
las cabezas fantásticas” y sobre nuestra autora decía:
“Ella Oyarzábal presentaba un lindo busto de folie, palabra que traducida
por locura, perdería su verdadera acepción ultra-pirenaica. Era la
manifestación de un carnaval festivo y culto a la vez; de una alegría expansiva,
y de un feliz augurio para la velada en cuestión. […] Su hermana Molly, se
había transformado en preciosa gata blanca, del género angorino. Para no
omitir ni un detalle, hubiérase atrevido a ponerse los ojos color de rubí como
los tienen los gatos de Angora. Pero esta era ya demasiada abnegación, y
además hubieran ganado en propiedad lo que en dulcísima expresión hubieran
perdido. Ella misma se puso el cascabel, y para probar su destreza, llevaba
sobre el pecho una rata (género goma elástica) que a haber sido de carne, la
improvisada felina no se hubiera atrevido a cazarla”.114

A continuación describía los disfraces de la larguísima lista de asistentes: “Entre


la nómina de asistentes masculinos, Juan Oyarzábal iba de quinto. A las doce se
sirvió la torta de Reyes con su correspondiente haba y posteriormente hubo baile”.
El 10 de febrero del mismo año y con motivo del cumpleaños de Molly, se
celebró una fiesta, cuya crónica apareció al día siguiente en La Unión Mercantil. En
esta ocasión se celebraba un baile de trajes que los Oyarzábal bautizaron como
“Baile de Caprichos”. El salón, ampliado respecto a otras ocasiones, simulaba la
cámara de un buque, en el que había pasajeros de todas las épocas y clases. De
nuevo, José Carlos Bruna realizaba la crónica desde la misma fiesta a las dos de la
mañana y aseguraba que la fiesta aún no había decaído. 115 Al día siguiente
continuaba la crónica del baile de trajes con el título: “Baile de trages en casa de los
señores de Oyarzábal”. En ella, dedicaba unas líneas a la madre de Isabel Oyarzábal:
“La amabilísima dueña de la casa doña Annie Smith de Oyarzábal tuvo el buen
acuerdo de recibir de etiqueta, para que si algunas otras, se presentaban lo mismo,
no se encontraran desolées". Y más adelante aludía al atuendo de Molly: “Molly

114 La Unión Mercantil, Málaga, 8-1-1896, p. 2.


115 La Unión Mercantil, Málaga, 11-2-1896, p. 4
70

Oyarzábal vestía clásico traje del primer imperio con escrupulosa propiedad en los
detalles. Su hermana Elena, de joven aldeana de Nápoles, traje que llevaba con
mucha gracia”. Obviamente había confundido el nombre y se refiere a Isabel.116
El día 13 aún continuaba la crónica, tal era la larga lista de invitados, donde
Bruna describía los trajes de las jóvenes asistentes. De entre las jóvenes asistentes
a la fiesta podemos destacar a Raimunda, Munda Avecilla, gran amiga de Isabel,
con la que luego fundaría la revista La Dama.117
Por fin, concluía la crónica del baile el día 14 y en la que el periodista se refería a
otros miembros de la familia:
“Y permítaseme ahora, que ya he hablado de mujeres, decir algo respecto a
dos muñecas: Anita e Inés Oyarzábal, preciosos bebés que al imitar a los
artificiales en el traje, lo imitaban también en los sonidos, suponiendo tener
resortes, lo que era del efecto más cómico que se pueda imaginar. Pepito
Oyarzábal (y dispense que entre los muñecos y no entre los caballeros se le
incluya) compartió con sus hermanas el gusto de tomar parte en este baile […]
Juan Oyarzábal Smith [vestía] de Wellington, perfectamente bien. […] A
Molly Oyarzábal, que estaba lindísima con su traje estrecho y talle alto, así
como Ella, con el suyo de vosonna napolitana, les llamo yo las víctimas del té.
Desde el momento que empieza a servirse, Molly, sobre todo desaparece del
movimiento general para dedicarse exclusivamente a hacer el té, a fin de que
cada uno lo tome a su gusto. Las peticiones de los caballeros la asedian, para
llevar tazas a las señoras, y allí entre las elegantes cafeteras, y la azúcar y el
agua hirviendo, despacha a los peticionarios con extraordinaria prontitud y
amabilidad extraordinaria, oyendo, sin embargo, las armonías, de un precioso
wals, o la acompasada música de un pas de Quatre, o la pausada de un rigodón,
sin moverse de su sitio, como al pie de cañón lo está el artillero esclavo de sus
deberes. En este caso, los deberes son sociales y el gusto de cumplir con ellos
dignamente, casi compensa el sacrificio. Pero no por eso dejaré de llamarlas,
como antes he dicho, las víctimas del té”.

Concluía que el matrimonio Oyarzábal se deshizo en atenciones hacia los


invitados y solo reprochaba la falta de espacio de los salones.118

116 La Unión Mercantil, Málaga, 12-2-1896, p. 2.


117 La Unión Mercantil, Málaga, 13-2-1896, p. 2.
118 La Unión Mercantil, Málaga, 14-2-1896, p. 2.
71

Estas son algunas referencias en prensa de las fiestas a las que nuestra autora
acudió para presentarse en sociedad, muchas de las cuales fueron organizadas por
su madre. Durante todos estos años, Oyarzábal apareció en la prensa incluso en
relación a los paseos de la autora por la Alameda y así, en agosto de 1896 se podía
leer en la prensa malagueña que la “simpática y bella señorita Ella Oyarzábal” se
encontraba restablecida de un percance que había sufrido en el pie por una caída en
el baño y no, como se había afirmado en otra revista, por “ciertos jugueteos
suyos”.119
La intensa vida social de la autora prosiguió en 1897 y así sabemos que acudió a
sendas fiestas celebradas en El Círculo Malagueño los días 24 de enero y 8 de
febrero, acompañada de sus hermanos Juan y Molly.120 Y, de nuevo, se celebraron
fiestas en la casa familiar, como la “recepción de máscaras” anunciada el día 27 de
febrero.121
A partir del año 1898, aumentó su participación en actos benéficos, que
compaginaba con su asistencia a otros de índole lúdica. Y así, Oyarzábal formó
parte de la Junta de Damas de la Cruz Roja, institución que colaboró en el auxilio a
los soldados repatriados de Cuba 122 y el 5 de noviembre fue voluntaria en el
desembarco de heridos procedentes del vapor “Gran Antilla, que arribó al puerto
de Málaga.123
El 7 de septiembre de 1900 participó en la comisión de la presidencia de la
Batalla de flores junto con otras damas de la alta sociedad local, celebrada en
Málaga con motivo de los Festejos de la Victoria y que consistía en un desfile de
300 coches desde los que se lanzaban serpentinas y flores y en el que Isabel
Oyarzábal lució un distintivo con una margarita, su flor favorita. 124 Dos días
después participó en una kermese benéfica celebrada en la Plaza de la Merced de la
capital125 y el 16 de ese mes participó en el Baile de Beneficencia que tuvo lugar en
el Palacio de la Aduana de la capital.126 En marzo de 1902 formó parte de una mesa
petitoria en la Catedral para recaudar fondos para los asilos de la ciudad junto a la

119 El Crepúsculo. Revista Semanal, Málaga, 8-8-1896, p. 7.


120 La Unión Mercantil, Málaga, 25-1-1897, p. 4 y 9-2-1897, p. 4.
121 La Unión Mercantil, Málaga, 27-2-1897, p. 1.
122 La Unión Mercantil, Málaga, 23-10- 1898, p. 1.
123 La Unión Mercantil, Málaga, 6-11-1898, p. 2.
124 La Unión Mercantil, Málaga, 6-9-1900, p. 2 y 7-9-1900, p. 1.
125 La Unión Mercantil, Málaga, 10-9-1900, p. 2.
126 La Unión Mercantil, Málaga, 17-9-1900, p. 2.
72

condesa de Benahavis. 127 Al año siguiente, fecha del fallecimiento de su padre,


obviamente no existen referencias a la vida pública de la escritora, que retomó en
1904, cuando a finales de abril, el día 28, participó en la comitiva de bienvenida al
rey Alfonso XIII en el puerto de Málaga, constituida por las jóvenes de las familias
más ilustres de la ciudad, que vestían mantillas blancas con un lazo de los colores
nacionales 128 y que consistió en una lluvia de claveles, al tiempo que proferían
vítores al monarca y comentaban su singular apostura.129 En estas celebraciones
también participó su hermano Juan Oyarzábal Smith, quien formaba parte de la
tripulación de una embarcación del Club Mediterráneo en calidad de remero
honorario junto con otros miembros del club, transportando al rey desde el yacht
“Giralda” a tierra.130 Algunos meses después, el 8 de noviembre de 1904, la prensa
anunciaba un viaje de la autora con su madre a Córdoba.131
En esta época y como cualquier joven se desarrollaba en ella la idea de su propia
imagen como mujer. Según ella misma afirmaba, creció avergonzada de su propio
cuerpo, pero además, mantuvo una conciencia no demasiado generosa de su
fisonomía. En este sentido, cuando años más tarde su marido le pintó un retrato,
dijo: “Deseaba que hubiera elegido a alguien más hermosa, alguien de pelo rubio y
complexión apropiada. Sentía que mi cuadro jamás atraería a nadie” (p. 62). Más
allá del juicio propio sobre su aspecto, fue el escritor Rafael Cansinos Assens, quien
describió más detalladamente a la escritora:
“Isabel Oyarzábal si bien no tiene una obra literaria considerable, es una
gran mujer, a la moderna, de espíritu amplio, comprensivo, y de una
sensibilidad muy femenina, pese a su actitud feminista, acreditada en miles de
artículos y gestos políticos; pertenece a ese número de nobles mujeres, de
ideología moderna, desligadas de la tradición clerical, libres, pero no libertinas,
en que figuran Teresa de Escoriaza, Clara Campoamor y otras menos célebres,
que continúan la línea de Carmen de Burgos y las llamadas damas rojas de
principios de siglo. Viste con sencillez trajes de corte viril, como su pluma,
fuma tabaco rubio, lleva el pelo corto a lo garçon, y no gasta pendientes,
símbolo de la antigua servidumbre del sexo; pero su falda corta deja ver unas

127 La Unión Mercantil, Málaga, 28-3-1902, p. 1.


128 La Unión Mercantil, Málaga, 29-04-1904, p. 1.
129 Urbano, R. A., La visita regia. Crónica de la estancia en Málaga de S. M. el rey D. Alfonso

XIII, Málaga, Tip. Juan Giral, 1904, p. 31.


130 Ibidem, p. 29 y La Unión Mercantil, Málaga, 29-04-1904, p. 1.
131 La Unión Mercantil, Málaga, 8-11-1904, p. 1.
73

piernas estupendas, dignas de Demetrio, involuntariamente excitantes y que


cruza con toda naturalidad. Es una mujer seria, sin coquetería, una
intelectual”.132

En Isabel Oyarzábal, sin duda, influyeron la educación recibida y la figura


materna, en relación con la visión que tenía de sí misma y la rebeldía que siempre
la acompañó. Y consecuencia de lo anterior, hizo que tuviera una concepción muy
personal de las convenciones en relación al aspecto femenino. Así, en sus distintos
escritos sobre moda, siempre se mostraba contraria a las prendas que constreñían y
destacaba la necesidad de usar prendas cómodas y prácticas. 133 La sencillez y
practicidad en la moda fue plasmada en muchos artículos de El Sol, consciente de
que se producían cambios ostensibles en la imagen de la mujer, que darían paso a la
conocida como “la mujer moderna”. La propia autora describía a la nueva mujer:
“Es evidente que el tipo de la mujer española va cambiando mucho en los
últimos tiempos. Aquellas muchachas lánguidas y ojerizas, de tez pálida y
grasienta, de movimientos cohibidos y andares recatados; de cuerpos rígidos y
excesivamente gruesos, que hermanaban de un modo extraño, a veces grotesco,
la pusilanimidad con la corpulencia, la falta de energía y salud con una
exuberancia sorprendente, pero que hacían las delicias de nuestros padres y
abuelos, van cediendo su puesto a la mujer esbelta, delgada, de cutis sonrosado
y fresco, de mirada inteligente y despierta. La mujer, menos voluptuosa,
indudablemente, que su antecesora, pero más espiritual, más sana y más
limpia”.134

El discurso de Isabel Oyarzábal sobre “el cuerpo femenino representa un modelo


icónico”, en el que, en torno a la mujer moderna, giran la naturalidad y la
practicidad. En suma, el ideal de una mujer femenina que mantenía cierto equilibrio
entre la tradición y la modernidad. “Sus reflexiones estaban destinadas a convertir
a las españolas en emblemas de modernidad, y ser, tal y como ella misma había sido

132 Cansinos Assens, R., La novela de un literato. (Hombres, ideas, escenas, efemérides,
anécdotas…) 3 (1922-1936), Madrid, Alianza Editorial, 2005, p. 373.
133 Tal es el caso de “La moda para los niños”, El Sol, Madrid, 31-12-1917, p. 2. Los

consejos prácticos con respecto a la indumentaria infantil se vertieron en sus crónicas


periodísticas: “El niño”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, mayo 1908, p. 15 y “La moda
y los niños”, El Sol, Madrid, 9-8-1918, p. 2.
134 “El cutis y el paseo”, El Sol, Madrid, 4-1-1918, p. 2. Cit. en Quiles Faz, A., “Cuerpo y

mujer…” art. cit., pp. 415-425.


74

definida, iconos de mujeres serias… En suma, ser unas madres femeninas y unas
modernas intelectuales”.135
Por otra parte, la asistencia a las fiestas reseñadas le hizo conocer a muchos
jóvenes, muchos de los cuales se convirtieron en pretendientes de la autora:
“Ese invierno tuvimos muchas fiestas. Nuestra casa se convirtió en uno de
los centros de la vida social de Málaga. Conocí muchos hombres jóvenes, pero
los encontré poco interesantes. La dorada juventud de Málaga no era atractiva.
La mayoría era del tipo del clásico señorito. Hijos de padres adinerados, no
pensaban en otra cosa que en caballos, toros y en casarse con una esposa rica.
Había algunos otros jóvenes que no eran ricos y tenían que trabajar duro.
Buenos chicos pero no “caballeros”. Algunas veces, oficiales británicos que
venían desde Gibraltar o la visita de algún crucero extranjero, hacían revivir a
la ciudad durante varios días. El duque de Abruzzi vino una vez en un barco
de guerra italiano. Era extremadamente guapo, alto, delgado y con ojos azules.
Me sentí halagada cuando me pidió bailar con él y me habló de su expedición
polar, de la que había vuelto recientemente. Pensé que debía ser un héroe” (p.
27).

Y así Isabel se vio rodeada por un grupo de admiradores con los que acudía a
fiestas, tal y como mandaban las imposiciones sociales: “Empecé a tener algunos
admiradores. Me cortejaban a la manera habitual española: largas y tiernas miradas,
paseos arriba y abajo de mis ventanas, tratando de conseguir el mayor número de
bailes posibles. Era bastante divertido” (p. 27).
Otra de las costumbres de la alta burguesía malagueña era la asistencia a
festivales taurinos con la clásica pátina benéfica:
“Ese verano fui a una corrida de toros por primera vez. Era una función
benéfica y, en compañía de otras cinco chicas jóvenes, me pidieron presidir la
fiesta. Bajo la protección de una carabina, por supuesto, fue divertido vestirse
con el traje de satén rojo español y la mantilla. Fuimos conducidas a la plaza
de toros en un gran carruaje abierto, tirado por caballos alegremente
enjaezados, acompañados por un grupo de jóvenes a caballo.
Cuando entramos, todo el mundo se levantó, aplaudió y gritó cumplidos.
Todas nosotras nos sentamos seguidamente en el gran palco presidencial,
usualmente ocupado por el alcalde de Málaga, y seguimos las instrucciones de

135 Quiles Faz, A., “Cuerpo y mujer…”, art. cit., p. 20.


75

un experto que permanecía de pie, detrás de nosotras y nos decía cuándo


mover nuestros pañuelos para que cambiara el tercio. Un famoso torero
llamado ‘el Guerra’ mató los seis toros aquel día. Sus honorarios eran muy
altos y se suponía que estaba amasando una fortuna. Cuando los toreros dieron
la vuelta a la plaza antes de que la corrida empezara, yo estaba bastante
entusiasmada. Sus trajes brillantes, bordados en oro y plata eran magníficos,
pero yo pensaba que sus medias rosas eran demasiado llamativas. Después del
paseo, el Guerra y otros dos toreros nos tendieron sus capas bordadas para
que las colocáramos encima del enrejado de nuestro palco. La función en sí
misma fue un terrible choque para mí. No pude soportar la visión de los
caballos ensangrentados y los toros chorreando sangre. Todo el mundo se reía
de mí.
‘Está claro que eres medio inglesa’, decían desdeñosamente. Le dije a mi
madre que odiaba las corridas. Juan también se rió de mí y esto me decepcionó.
‘Será a beneficio de los pobres’, dijo María. ‘Conseguirán reunir varios miles
de pesetas’.
Me preguntaba si ello permitiría a algunas familias conseguir algo más que
gazpacho. Este pensamiento me hizo sentir bastante digna” (p. 27).

Además de la descripción costumbrista de la fiesta, sobre todo en lo que a


adornos e indumentaria se refiere, es destacable que nuestra autora perteneció años
después a la Federación Ibérica de Sociedades Protectoras de Animales y Plantas,
sección de Madrid, formando parte de la Junta Directiva con el cargo de
bibliotecaria. 136 Esta Federación aunaba una serie de sociedades protectoras de
animales de diversas ciudades de España y Portugal y realizaba diversos actos,
tales como la celebración de mítines antitaurinos o la convocatoria de premios
escolares…137 En esta línea se integró la publicación de un folleto titulado La fiesta

136 Fue miembro de la Federación Ibérica de Sociedades Protectoras de Animales y Plantas


(sección de Madrid) con fecha 13 de julio de 1926, si bien La Voz, Madrid, 3-7-1925, p. 5,
la señalaba como bibliotecaria ya en esa fecha, y con fecha del 8 de enero de 1932 fue
nombrada vocal del Patronato Central para la Protección de Animales y Plantas. Fondo
documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812), Archivo
Nacional de Cataluña.
137 La prensa se hizo eco de las distintas actividades en las que la autora participó en

relación con la Sociedad Protectora de Animales y Plantas. Así, el Heraldo de Madrid (24-
10-1927, p. 2) reseñaba la petición de la Sociedad en relación a la supresión de las corridas
de toros, discutida en una Asamblea General en la que participó Oyarzábal. El Abc, Madrid,
(14-8-1931, p. 40) hacía referencia a las charlas que, junto con Mariano del Pozo y el
76

taurina y su urgente e inexcusable dulcificación, editado en Madrid en 1931, firmado


por Luis Lozano Rey y con notas complementarias de Isabel de Palencia y Ricardo
Ruiz Ferry. 138 La autora, en un breve prólogo, hacía un llamamiento a la
sensibilidad de los que habían de procurar la protección de otros seres de la
“Creación” que se hallaban en inferioridad de condiciones. Del mismo modo,
constataba la importante labor llevada a cabo por las Sociedades Protectoras de
Animales y Plantas, apoyadas por los representantes del pueblo, es decir, los
socialistas y agrupaciones obreras. Tras dar a entender que la fiesta taurina no se
hallaba en su momento de mayor apogeo, creía indispensable la “dulcificación” de la
fiesta, como un paso previo a su total abolición. Por último, reproducía los acuerdos
tomados en el Congreso Internacional de Sociedades Protectoras de Animales y
Plantas, celebrado en Madrid en octubre de 1927, y concluía afirmando que España
no sería una nación culta hasta que no fueran dominados los “instintos perversos y
crueles” que llevaban a celebrar las fiestas taurinas. Firmaba como ex presidenta de
la Sección VII, “Espectáculos y deportes crueles”, del Congreso Internacional de
Madrid de 1927. En el citado folleto se analizaba el papel del elemento femenino en
la fiesta nacional como factor cómplice de la barbarie que constituía el espectáculo
taurino y se describía una escena similar a la de la autora, en la que, efectivamente,
se constataba la influencia de la participación de las mujeres jóvenes, como reclamo
del festejo. Ciertamente, tal como afirmaba Isabel Oyarzábal, la alta sociedad, bajo
el pretexto de la beneficencia, acudía a las corridas de toros, si bien y
paradójicamente eran consideradas como propias de gente inculta.
Por otra parte, su primer acercamiento al sexo masculino se produjo en una de
esas fiestas a las que acudía y no fue muy tranquilizador para la autora, de tal grado
que, creyendo que había actuado mal al permitir el acercamiento de un desconocido,
acudió a su confesor:
“El grupo se rompió en parejas. Nuestras carabinas permanecían sentadas en
sus mecedoras, cerca de la casa. Estaba a punto de ir y unirme a ellas, cuando
dos brazos, de repente, me agarraron y dos manos, asiendo el enrejado de la
puerta, me hicieron prisionera. Me di la vuelta. ‘No te muevas’, dijo una voz
grave de hombre. Miré hacia arriba. Era una de las principales atracciones

secretario de la Federación Ibérica de Sociedades Protectoras de Animales y Plantas darían


sobre las actividades culturales de la Verbena de la Paloma, en las que se programarían,
por primera vez, fiestas infantiles de cultura humanitaria.
138 Lozano Rey, L., La fiesta taurina y su urgente e inexcusable dulcificación, Madrid, 1931.

Publicado por la Federación Ibérica de Sociedades y Protectoras de Animales y Plantas.


77

masculinas de Málaga, el primo de una amiga nuestra. Casi siempre vivía en


Madrid y se suponía que era un hombre de mundo. Algunas de las chicas
deliraban por él, pero yo jamás le había hablado.
‘Te tengo al fin’, dijo. ‘¿Por qué nunca me prestas atención?’ Yo estaba
pasmada. Él era al menos diez años mayor que yo. ‘Te he visto a menudo y
nunca me prestas atención. Mírame ahora’, insistió.
‘Me tengo que ir’, dije tratando de escaparme.
‘No, vas a mirarme primero’, dijo con sus manos rodeando mi cara.
Le miré, sus ojos parecían estar encendidos. El pesado perfume de los árboles
de magnolia me hizo sentir extrañamente mareada. Las dos manos dejaron mi
cara y acariciaron mi garganta desnuda.
‘¡Pequeña!’, murmuró. Yo estaba petrificada. ‘¿Estás contenta? ¿Me quieres?’
De repente mi hermana me llamó. Le empujé y corrí hacia la casa. Me siguió
lentamente. Cuando nos fuimos, apretó mi mano dos o tres veces. No lo miré.
Me sentía miserable. Algo extraño había ocurrido. ¿Por qué había actuado así?
Apenas le conocía. Cuando mi madre nos preguntó quién había estado en la
fiesta la noche antes, no mencioné su nombre. Mi hermana lo hizo.
‘Es solo un derrochador’, dijo mi padre, ‘y un vanidoso’. ‘Piensa que todas las
mujeres están enamoradas de él’ ”.
Me sentí furiosa. Bien, yo no estaba enamorada de él. Hubiera querido
haberle golpeado en aquel momento. No pude averiguar qué me había forzado
a permanecer allí mirándolo. Empecé a pensar que debía haber hecho algo mal.
Pero había también una mezcla de otros sentimientos. Sentí que tenía un
poder en mí que nunca hubiera sospechado. Evité ir a confesarme. Pensé que
tendría que contárselo al sacerdote y no quería hacerlo.
Un día recibí una carta del primo de mi amiga. ‘Me gustaría verte’, escribió.
Escondí la carta en una vieja cesta de ropa. Le siguió otra carta. ‘Me voy fuera
y necesito verte’. Tiré la carta junto con la primera. ¿Se va fuera? Eso era un
alivio. Se iba y nunca le volvería a ver. Finalmente fui a confesarme y le di al
sacerdote cuenta de lo que había ocurrido. Me regañó y me hizo prometer que
nunca volvería a permitir ser abordada a solas por un hombre” (p. 28).

Y en este punto, resulta interesante abordar el tema de las señoras de compañía,


mujeres que acompañaban a las jóvenes en cualquier acto social fuera del ámbito
familiar. Nuestra autora insistía en este tema constantemente en la narración de su
78

juventud, pues las normas de la estricta sociedad española reprobaban la salida de


cualquier mujer sin acompañamiento. En efecto, la vida de la mujer estaba
circunscrita al domicilio familiar, siempre y cuando se considerase “decente”, frente
a la situación de los hombres, quienes, debían mantener una animada vida social en
cafetines, tertulias o en burdeles. No estaba bien visto la asistencia de las mujeres a
cafés, ni siquiera acompañadas de sus maridos, y en caso de que así lo hicieran
tenían su propio reservado. De esta manera, adoptaron la costumbre anglosajona
de reunirse a la hora del té en las casas, hábito que consideraban de buen gusto y
elegancia.139
En el caso de las jóvenes solteras, las normas de salida eran muy estrictas hasta
bien entrado el siglo XX y en este sentido, hemos de recordar la rebeldía de Ana
Smith, la madre de Isabel, en este asunto, quien se negaba a salir constantemente
acompañada y la actitud tolerante del padre a este respecto, si bien la costumbre
era mucho más laxa con las mujeres casadas.
Sin duda, esta actitud rebelde le fue transferida a nuestra autora quien, en
muchos pasajes de su autobiografía, aludía a este tema. Ya en el viaje realizado a
Yunquera, Isabel recordaba la sorpresa de los habitantes del pueblo al observar que
no llevaba carabina y, de alguna manera, se disculpaba aludiendo a la probidad de
su proceder en todo momento. Cuando madre e hija decidieron marcharse a Madrid
para probar suerte en el teatro, ambas declinaron la oferta de llevar una
acompañante que les hicieron sus primas para pasear por las calles de Madrid y
añadía sobre la figura de la dama o señora de compañía:
“La dama de compañía era una institución en Madrid. Como regla general,
era una mujer de mediana edad, elegante pero necesitada, que se ofrecía por
horas para acompañar a alguna joven dama en sus dedicaciones y compras en
la mañana y en sus paseos o visitas por la tarde. Era una visión patética ver a
esas desafortunadas damas, siguiendo a sus jóvenes y a menudo atolondradas
cargas a lo largo de las calles y parques de Madrid, convirtiéndose en una
incómoda tercera persona cuando un pretendiente aparecía” (p. 38)

Siguiendo la costumbre social, durante el noviazgo con Ceferino Palencia, sin


embargo, la madre no consintió que la hija saliera a solas con él, por lo que la
autora había de ir acompañada irremediablemente por su hermana Ana:

139 Quiles Faz, A., Málaga y sus gentes…, op. cit., p. 63.
79

“Ella era muy convencional acerca de nuestro compromiso y no nos permitió


salir solos.
‘No hay ninguna necesidad de que hablen de vosotros’, decía, ‘y Anita está
encantada de salir con vosotros’. Así que durante algunos meses, la pobre
Anita tuvo que ‘llevar la vela’, como se dice en España a las carabinas de las
parejas comprometidas.
En la casa no nos permitían ver al otro sin ser constantemente observados,
la libertad no era una costumbre en España” (p. 53).

La educación recibida en el convento, el miedo inculcado a los “peligros”


mundanos, hacía que las relaciones afectivas fueran poco naturales -viéndolas desde
la perspectiva actual- y que los hombres fueran observados con especial recelo:
“Intentaba pensar en el convento y en los peligros de los que nos habían hablado.
Este debía ser uno de ellos” (p. 28).
Por otro lado, la autora enseguida tomó medida del poder que podía tener como
mujer y así lo refería:
“Pero yo me di cuenta de otras cosas. ¿Ese poder? Miraba a mis admiradores
con ojos diferentes. Mis visiones de caballería desaparecieron, pero averigüé
que podía hacer que los hombres hicieran lo que yo quisiera. Parecía muy fácil.
Podía reír y hablar y contradecirles y ponerles furiosos, pero siempre me
prestarían atención” (p. 28).

Y a continuación hablaba por primera vez del matrimonio y del sentimiento que
le provocaba la idea en ese momento: “De todas formas no escuché ninguna
proposición de matrimonio. La sola idea de estar ‘atada’ para siempre, me parecía
triste. A veces me deprimía tan solo pensando que un día, quizá, tendría que ceder”
(p. 28).
En Málaga y en plena juventud, Isabel vivió el cortejo de un joven que obtuvo el
beneplácito del padre de Isabel, aunque ella no se lo otorgó:
“Uno de mis nuevos galanes era muy pudiente. Tenía una barba negra. Yo
pensaba que era horrible.
‘Todo el mundo me dice que debes casarte con ese joven’, me dijo un día mi
padre. ‘Es sensato y rico’. Le miré con consternación. ‘Pero no quiero que te
cases con nadie’, agregó riéndose. ¡Oh, socorro! Ese joven solía enviarme
camelias de regalo y marrón glacé. Odiaba las dos cosas, los dulces y las flores
80

tanto como su barba, pero mis amigos me pidieron que no le desalentara


mucho, porque a él le gustaba hacer regalos” (pp. 28-29).

Más tarde, ya en Madrid, ante la insistencia de uno de sus pretendientes más


pertinaces, afirmaría: “Desde un punto de vista mundano era un buen partido, con
un título y una fortuna que no podía ser despreciada. Al menos así pensaban mis
amigos, pero no estaba enamorada y el matrimonio me parecía más odioso que
nunca” (p. 41).
Finalmente y ni siquiera cuando Ceferino Palencia entró en su vida, se mostró
proclive al matrimonio, de tal forma que comentaría a su hermana Ana: “Además,
no quiero estar atada, añadí después de un rato. Cuando pienso en el matrimonio,
siento lo mismo que cuando estaba en el convento” (p. 48).
Lo cierto es que, con el tiempo, la relación con Ceferino Palencia se fue
consolidando y su compromiso con el pintor no pasó desapercibido para la sociedad
de la época, ya que no se veía con buenos ojos la unión de la autora con un hombre
de posición poco solvente:
“Cuando la noticia de mi compromiso se extendió, la gente pensó que yo
debía estar loca. Todo el mundo sabía que Cefe no tenía un penique a su
nombre y nadie podía entender por qué yo había elegido un hombre sin medios,
cuando podía conseguir un buen matrimonio” (p. 53).

2.7. La evolución social y política de Isabel Oyarzábal


Como hemos visto en algunos de los fragmentos reseñados de su autobiografía,
los acontecimientos de la vida de la autora, los hechos que separaban su modo de
vida de otras vidas menos afortunadas, avivaron pronto su conciencia social.
En su autobiografía narraba la conversación con un jornalero, cuando aún estaba
en el internado, que le hizo darse cuenta, según sus propias palabras, de que “había
gente que carecía de todo”. A su vez, el episodio en que relataba su colaboración en
el colegio pobre, o su ofuscado empeño en llevarse consigo a la niña de Yunquera,
son muestras de una paulatina concienciación social.
En ese viaje a Yunquera, la autora observó a las trabajadoras que manipulaban
las pasas para su venta y le fascinó la visión de las mujeres con sus flores en el pelo
y tal como explicaba, se le ocurrió pensar que le gustaría haber trabajado en ello,
pero: “cuando me dijeron que solo ganaban una peseta por un largo día de trabajo y
81

que solo duraba dos o tres meses, llegué a la conclusión de que no merecía la pena”
(p. 30).
Además de su creciente concienciación social, Isabel Oyarzábal adquiriría
también una temprana conciencia política. Así, con casi veinte años, estalló la
guerra entre España y Estados Unidos, hecho que caló hondo en la autora:
“Esos sueños se hicieron añicos, cuando mi padre entró inesperadamente
una tarde en la casa. ‘Estamos en guerra’, dijo sentándose con un gesto
deprimido. ‘España está en guerra con los Estados Unidos’.
Era verdad. Al día siguiente y muchos después hubo disturbios en la calle.
La gente rompió la bandera del consulado americano. Estábamos todos muy
excitados y seguros de que íbamos a ganar, pero mi padre estaba preocupado.
Empezaban a circular misteriosos rumores acerca de la ‘flota fantasma’ del
almirante Cámara. Era amigo de mi padre, así como su hermano, que vivía en
Málaga. Nadie sabía dónde estaba la flota. La gente decía que iban a atacar
algún puerto de Estados Unidos. Nunca nos dieron una explicación de las
razones que habían provocado la guerra. El Parlamento no nos decía nada.
Después de algún tiempo, empezaron a llegar malas noticias de Cuba. Nadie
pudo creer los informes hasta algunos meses después, cuando barcos llenos de
soldados enfermos llegaron a Málaga. Fue la primera impresión que tuve de
que habíamos perdido.
Durante semanas se podía caminar a duras penas a través de la Alameda o de
las principales calles de la ciudad. Cientos de hombres se amontonaban en el
suelo, moribundos y no podían ser trasladados, porque los hospitales estaban
atestados, no había sitio para ellos. Nos llamaron para ayudar. Cuando un
barco que cargaba parte de los restos de la armada española entraba en el
puerto, las campanas de la catedral llamaban a todo el mundo para llevar
comida rápidamente al lugar del desembarco. No vi un solo hombre de aspecto
saludable entre todos los miles que desembarcaron en nuestra ciudad, después
de haber sido embarcados a prisa desde Cuba, sin comida ni ropa.
Estaban amontonados en las cubiertas como ovejas, la mayoría de ellos,
enfermos con lo que en un tiempo fue el azote de Cuba, la fiebre amarilla.
‘El Atlántico es un enorme cementerio’, nos dijeron. ‘Cada noche cincuenta o
sesenta hombres muertos son arrojados por la borda desde cada transporte
que lleva las tropas a casa’.
82

La gente parecía deprimida, pero nadie protestaba. Se culpaba a Inglaterra.


‘Nadie ha ayudado a España’, se lamentaban” (pp. 24-25).

Los disturbios de los que hablaba la autora, hacían referencia a los


levantamientos llevados a cabo por la mesocracia y las clases populares en abril y
mayo de 1898. Los precedentes eran notables: la guerra había supuesto un desastre
material y moral sin antecedentes en nuestra historia,140 y debido a esta se produjo
una crisis de subsistencia de las clases populares, así como la caída de las bolsas, la
especulación y dificultades para el intercambio comercial.
La burguesía local malagueña y la Iglesia apoyaron la defensa militar de las
colonias españolas económicamente, debido en gran parte a la relación de la
burguesía malagueña con los intereses españoles en las colonias. Por otro lado, las
clases populares tuvieron que soportar el retorno de los soldados españoles en
condiciones deplorables y la escasa y lenta recepción de retribuciones, la
insolidaridad de los que eran dispensados de la lucha a cambio de una suma de
dinero, la falta de información de los sucesos acaecidos y la hipocresía de los actos
que promovían la obtención de fondos para el combate.
Los soldados ya salían de La Habana en un estado de salud y condiciones
lamentables, de modo que, muchos de ellos morían en el trayecto, tal como se
destacaba en los diarios malagueños. Cuando los más afortunados conseguían
arribar al puerto malagueño, apenas si se les ofrecía ayuda y eran evitados por las
autoridades. Lo cierto es que las acciones benéficas realizadas en pos de los
soldados y sus familias no eran suficientes para paliar la situación, pues los
periódicos relataban la “procesión” de damnificados que acudían a ellos en busca de
ayuda. Lo cierto es que el peso de la guerra recayó sobre el campesinado y la clase
trabajadora, lo que ahondó aún más el malestar social que el conflicto bélico había
provocado.
Toda esta situación desembocó, en los meses de abril y mayo de 1898, en una
serie de levantamientos populares en la ciudad malagueña, que se unieron a los que
se produjeron simultáneamente en otras ciudades españolas. En total, en la
provincia malagueña, se contabilizaron trece motines. Según afirma Arcas Cubero

140Arcas Cubero, F., “Málaga en el 98. Repercusiones sociales de la guerra hispano-cubano-

norteamericana”, Baética, 12 (1989), pp. 279-298.


83

la protesta en el fondo, se producía contra las injusticias del sistema capitalista,


encarnado en el sistema de la Restauración.141
Los sucesos de abril de 1898 fueron protagonizados, originalmente por la clase
media urbana -mesocracia, estudiantes- a los que les siguieron las clases populares
que ejercieron su violencia contra la autoridad, la cual se vio, en principio, superada
por los acontecimientos. El grito de los disturbios de mayo, fue el elocuente “¡Pan a
real!”, en protesta por la carestía del pan.
Y en el caso concreto de Isabel Oyarzábal, otro desencadenante de la mencionada
concienciación política lo constituyó la “beligerancia” entre sus tías Amalia y María,
que mantenían dividida a la familia en dos bandos:
“Se estaba gestando una guerra en ese momento entre mi tía María y mi tía
Amalia,142 que era la mujer de uno de los primos de mi padre, el Marqués de la
Casa Loring. Se habló bastante de ello. Ambas damas eran las principales
figuras de dos de los más importantes partidos políticos, que entonces
luchaban por la supremacía en España. […] La mayoría de nuestros familiares
estaban de parte de tía Amalia. Mi padre estaba entre las dos. Tan lejos como
yo pude entender, él no estaba interesado en el asunto de los dos partidos,
pero su confesor le aconsejó apoyar a tía Amalia, mientras su corazón estaba
totalmente con su única y querida hermana.
Ambas, tía Amalia y tía María pasaban sus días escribiendo cartas a Madrid,
tratando de conseguir favores para sus respectivos apoyos, un trabajo aquí y
allí, la concesión de la construcción de una carretera... Si un colegio era abierto,
el tanto era apuntado para una de las partes, luego para la otra, así el balance
de popularidad se mantenía entre las dos.
La muerte de uno de los sobrinos de mi tía Amalia, que fue disparado en un
café, y se afirmó que fue asesinado por uno de los oponentes políticos de mi tía,
produjo una crisis.143 La gente empezó a temer que la enemistad de la familia
pudiera crear problemas en la ciudad. Justo en ese tiempo, además, el marido
de tía María empezó a sufrir ataques epilépticos. Se dijo que había estado

141 Ibidem, p. 289.


142 Amalia Heredia Livermore, casada con Jorge Loring Oyarzábal. Cfr., los trabajos de la
profesora Eva Ramos Frendo ya citados.
143 Manuel Loring fue asesinado por el periodista y director del periódico del Diario

Mercantil, Francisco de Asís García Peláez en 1891en la Plaza del Carbón, tras una reyerta
debida a las acusaciones del periodista sobre un presunto caso de corrupción de uno de los
apoyos de Manuel en el concurso de las elecciones municipales que se celebraron poco
tiempo después. Quiles Faz, A., “Biografía de Francisco de Asís García Peláez”, en Cuevas,
C. (ed.), Diccionario de escritores de Málaga y su provincia, Madrid, Castalia, 2002, p. 333.
84

enfermo por un tiempo, pero su mujer había logrado ocultarlo a todo el mundo.
El pobre general tuvo que ser jubilado por el gobierno. Tía María nunca se
recobró de esto. Cuando ella abandonó el castillo de Gibralfaro, se retiró a
Alhaurín y vivió allí durante ocho años, sin salir nunca de casa. Pero continuó
tirando de los hilos políticos en Madrid, a través de su cuñado, que se había
convertido en primer ministro y encabezaba el partido liberal español.
Tía Amalia también se fue a vivir a Madrid y, algún tiempo después, una de
sus hijas se casó con el prometedor y joven abogado, Francisco Silvela, que al
tiempo se convirtió en el líder del partido conservador de España y fue varias
veces primer ministro. Fue sucedido por el líder mallorquín, Don Antonio
Maura. Tía Amalia mantuvo su influencia en los círculos políticos justo hasta
el día de su muerte.
Yo no entendía qué estaba pasando. Me parecía que todo el mundo estaba
intentando conseguir lo mismo, así que no veía por qué no unían sus fuerzas”
(pp. 25-26).

Por otra parte, tras el ofrecimiento de su confesor para entrar en una orden
religiosa y la negativa de Isabel, sus padres decidieron que sería oportuno que
hiciera un viaje a Inglaterra. 144 Su estancia allí, en principio, le pareció muy
deprimente, por la diferencia de costumbres respecto a Málaga y porque le pareció
que la preocupación principal en dicho país era el deporte; aunque su visita se
tornaría en una suerte de viaje iniciático, en el que conoció a personas muy
interesantes que le mostraron otra forma de ver el mundo. En primer lugar dos tías
escocesas, hermanas de la madre, que a pesar de su vida retirada, “raramente he
conocido mujeres de mentes más cultivadas o más en contacto con los temas del
mundo y los nuevos progresos intelectuales. Aprendí mucho de ellas sobre
literatura inglesa” (p. 32).
También conoció al poeta escocés Robert Burns, a David Murray, cuya hija
Eunice Murray, fue una importante activista en favor del sufragio femenino,
mientras que España estaba lejos aún de unirse a la lucha sufragista, tal como
afirmaba nuestra autora:
“Fue de ella de quien primero escuché acerca de la gran lucha que se estaba
llevando a cabo en Inglaterra por los Derechos de las Mujeres. Me llevó con

144El viaje tuvo lugar en 1901 para visitar a su familia en Park Road, Beckenham, según
consta en el censo.
85

ella a algunos pueblos de los lagos de Escocia, donde dirigió varias reuniones
improvisadas. La gente, por regla general, se reía de ella.
Confieso que yo misma no estaba muy convencida de que tuviéramos razón,
pero hice todo lo que pude para entenderlo. Eunice me presentó a la gran
sufragista, Mrs. Despard, quien expresó la esperanza de que España se uniera
pronto al movimiento. No podía imaginar a ninguna de mis amigas deseando
hacer semejante cosa” (p. 33).

Que este viaje fue significativo para la vida de la autora lo demuestran sus
palabras, que explican que a su vuelta, el constreñido ambiente de Málaga le
pareciera asfixiante, por lo que continuó viajando a Gran Bretaña en años
posteriores:
“Encontré difícil adaptarme a la antigua vida de Málaga otra vez. Nuestros
círculos sociales parecían más restringidos que nunca. Mis amigos estaban
todos casándose y yo no encajaba en el plan. La falta de libertad y el constante
chismorreo me ahogaban. Volví a Inglaterra y Escocia, los dos o tres veranos
siguientes y llegué a conocer a más gente interesante” (p. 33).

La “gente interesante” a la que se refería, era, por ejemplo, el actor Sir Henry
Irving, admiradísimo en Gran Bretaña, y cuyas conferencias, “The theatre such as
it is” y “The art of acting”, traduciría Isabel años después.145 Allí también conoció a
la bailarina Anna Pavlova, para quien Isabel tocó las típicas castañuelas andaluzas
y en un viaje posterior conoció a Sir Arthur Pinero, otro famoso actor británico.
Estos viajes fueron un revulsivo para la autora, como lo demuestra el hecho de
que a su vuelta, decidiera tomar las riendas de su existencia. Sin duda, la vida a la
que estaba destinada no era de su agrado; quería tener independencia y así se lo
hizo ver a su padre, quien se mostró preocupado ante la decisión de su hija.
Desgraciadamente, poco después el padre sufrió una caída y falleció.
“Cuando fui a casa aquel año, me prometí que no iba a continuar viviendo
como lo había hecho. Se me debía permitir elegir mi propio camino y
encontrar los medios de expresión que yo sentía que necesitaba. Era obvio que
nunca lo iba a conseguir en Málaga.
Un día consulté a mi padre mi deseo de hacer algo. No disfrazó su
consternación.

145 Irving, H., El arte tal cual es y El arte de representar, Madrid, R. Velasco, 1905.
86

‘¿Qué quieres hacer?’, preguntó.


‘No lo sé. Tan solo algo’, no me atreví a decirle que quería seguir con el teatro.
‘Pienso que debo ganarme la vida’. Esto le impactó aún más.
‘No lo necesitas’, dijo, ‘puedes tener todo lo que quieras en casa’ ” (p. 34).
3. El anhelo de una vida independiente
89

3. El anhelo de una vida independiente


Comenzaba entonces el periodo de la vida de la autora que constituyó su
incorporación definitiva a la vida adulta, pero a un tipo de vida elegida por ella y no
impuesta por la sociedad. Tras la muerte de su padre, ocurrida el 10-1-1903,
recobró la idea de dedicarse a algo más allá de lo que se esperaba de una joven de
su posición. Empezó a revivir en ella la idea del teatro y comenzó a leer y aprender
los dramas clásicos, a la vez que comenzó a escribir. Fue una ocupación mantenida
en secreto: escribía por las noches y guardaba celosamente el manuscrito, pero, sin
embargo, seguía albergando dudas sobre la idoneidad de rebelarse contra las
costumbres establecidas:
“Gracias a todo esto, sentí que estaba haciendo algo que finalmente me
separaba de la gente que yo conocía. A veces estaba asustada y me preguntaba
si no sería mejor y más seguro no tratar de nadar contra corriente. Pero la
respuesta era siempre ‘no’ ” (p. 34).
Fue entonces, cuando consiguió su primer trabajo remunerado, que relataba de la
siguiente manera:
“De repente, tuve la oportunidad de empezar a ser económicamente
independiente. Alguien, que tenía un amigo que conocía a los ImThurns, dijo
que había una familia inglesa con negocios en Buenos Aires, ansiosa por
practicar español durante los meses de verano. Me preguntaron si yo quería
acometer el trabajo. De todos modos iba a ir a Inglaterra. Mi madre dijo, ‘sí’.
Se suponía que iba a vivir con la familia en su casa de campo en Sussex. Acepté
la oferta, después de una larga deliberación y, un día, cogí el tren en la estación
de Haslemere, donde me esperaban […] Me sentí muy orgullosa cuando volví
a Málaga aquel año y le enseñé a mi madre la primera cantidad de dinero que
había ganado. No eran solo libras, chelines y peniques para mí, sino algo que
significaba mucho más. Era, pensé, la prueba de que yo podía ganarme la vida,
era la llave de mi futuro” (p. 35).

Se inició así una nueva vida de independencia. Una vez que, tras la muerte del
padre, ya no existía ninguna oposición frontal a que nuestra autora decidiera su
propia vida, recuperó sus ilusiones y así, se puso manos a la obra intentando
encontrar su camino. Seguía decidida a encontrar el modo de expresión adecuado a
90

sus inquietudes, por supuesto, fuera de Málaga, y en principio, decidió dedicarse al


teatro.
Dado que dedicaremos un amplio apartado al teatro, tan solo apuntaremos aquí
que, aunque la entusiasta experiencia fue breve, le reportó, por un lado, el
matrimonio con Ceferino Palencia, y por otro, el conocimiento del mundo teatral
desde todas las perspectivas posibles, lo que sin duda influyó posteriormente en su
faceta como dramaturga.
Su relación con ambos, el teatro y Ceferino Palencia, nació de la invitación de su
primo Rafael, una vez finalizado el periodo de luto de la familia, para acompañarle a
una fiesta que se iba a celebrar en honor a María Tubau. 146 Desde el primer
momento Isabel Oyarzábal comenzó a pergeñar un plan para hacer realidad sus
deseos de una vida propia: “¡Qué oportunidad, madre! ¡Qué oportunidad!, le decía.
Mi madre pensó que realmente era muy interesante para mí conocer a María
Tubau, pero no sabía la corriente oculta de mis pensamientos” (p. 36).147
Desde el principio, Isabel quedó fascinada por la actriz María Tubau, por la
fuerza y elegancia de sus facciones, tal y como la describía: “Ella era todavía
hermosa. Se podían ver algunos mechones grises, mezclados con rizos de brillante
pelo castaño. Los ojos, de un curioso color azul verdoso, estaban llenos de luz y
fuego. La expresiva boca y los deslumbrantes dientes blancos desmentían sus años”
(p. 36).
Por otro lado, el autor teatral, Ceferino Palencia, causó admiración y simpatía en
la autora, por su talante liberal y su defensa de un teatro de nivel:
“ ‘Encuentro este lugar muy cambiado’, dijo Don Ceferino, ‘solía ser bastante
liberal y ahora, ¡mira los periódicos!’
Manejaba recortes del periódico de Málaga en los que se lamentaban de que
María Tubau hubiera incluido dos obras de Alejandro Dumas en su repertorio.
“Dumas es desaprobado por la Iglesia”, decía un periódico.
‘¡Desaprobado por la iglesia!’, exclamó Don Ceferino. ‘¿Habéis oído alguna
vez algo semejante? ¿Qué pueden encontrar en La dama de las Camelias o en
Francillon para desaprobarlas?’ ‘pero’, añadió amargamente, “esas cosas

146 Considerada como una de las mejores actrices de principios de siglo XX, estuvo
vinculada a las empresas teatrales de su marido y fue distinguida con el título de “Doctora
en Bellas artes”.
147 El encuentro tuvo lugar en mayo de 1905 en una fiesta en el hotel Hernán Cortés de

Málaga. La compañía teatral Tubau-Palencia se encontraba de gira por España y en


Málaga ofreció 22 representaciones en el teatro Cervantes de la capital. Cfr. La Unión
Mercantil, Málaga, 18-5-1905, p. 1.
91

mantienen a la gente lejos del teatro’. […] Don Ceferino, por otro lado, no
pensaba más que en María. ‘Veremos quién es más fuerte’, dijo, refiriéndose
otra vez a los periódicos de Málaga, ‘el talento de María o el miedo a Dumas’ ”
(p. 36).

Pero quienes, sin duda impactaron en la autora fueron los hijos de María y
Ceferino, Julio y Ceferino, a los que enseguida consideró jóvenes muy distintos a
los que había conocido anteriormente, aunque quien gozó de su predilección fue el
mayor de los hermanos, Ceferino:
“Los hijos de María Tubau estaban llenos de vida y alegría. Nadie podía
estar mucho tiempo preocupado en su compañía. Los dos se habían graduado
en la Escuela de Leyes de Madrid y hablaban con animada confianza de sus
planes de futuro. No podía entender, siendo hijos de artistas, que hubieran
elegido algo que me parecía una carrera tan poco interesante. Los abogados
son muy numerosos en España. De hecho, los hombres jóvenes de las familias
acomodadas siempre elegían esta profesión como excusa para ir a la
universidad. Esto había dado lugar a la afirmación de Antonio Cánovas:
‘Todos los españoles son abogados a menos que se demuestre lo contrario’. El
líder conservador había recogido esta experiencia de sus seguidores,
evidentemente.
‘Me gusta mi profesión’, dijo Julio, el hermano más joven. ‘Yo he estudiado
leyes, simplemente para agradar a mi madre’, dijo Ceferino.
Le encontré muy diferente a los jóvenes que yo conocía, que podían hablar
interminablemente sobre sus asuntos amorosos, pero nunca lo hacían sobre
libros o arte.
Ceferino y Julio estaban ya ocupados con sus propias obras literarias.
Conocían a toda la gente interesante de la época y hablaban sobre ellos de un
modo familiar, que yo encontré fascinante.
Los dos eran rubios y de ojos azules y a primera vista parecían casi gemelos.
María Tubau simplemente los adoraba. Cada ocurrencia de Julio, que era el
más brillante, era escuchada con ilimitada admiración por su madre. […]
‘Bien, ¿Cómo son los hijos de María Tubau?’, me preguntó mi madre cuando
llegué a casa.
‘Son los dos encantadores’, dije, ‘pero creo que me gusta más el mayor’ ” (p.
37).
92

Su primo Rafael Oyarzábal, conociendo el interés de la autora por dedicarse al


teatro, le pidió a Ceferino Palencia que le hiciera una prueba como actriz en su
compañía. Este aceptó e Isabel, al conocer la noticia, se lo comunicó a su madre,
quien, no solo no puso ninguna objeción, sino que la apoyó en todo momento. Por
supuesto, el resto de la familia encontró que dicha decisión estaba fuera de toda
discusión e intentaron persuadir a ambas mujeres de que abandonaran la idea. A
pesar de ello, nada quebrantó la determinación de la joven, quien se trasladó a
Madrid, junto a su madre en octubre de 1905, para llevar a cabo sus pretensiones
teatrales.
Llegaron a Madrid la primera semana de octubre de 1905 y se instalaron en una
pequeña pensión.148 Su primer cometido fue visitar a la tía María, que vivía en la
capital con su hija y sus nietos después de la muerte de su esposo. En la primera
conversación que mantuvieron sobrina y tía, se puso de manifiesto que, además de
su madre, era el único miembro de la familia que apoyaba la decisión de la joven
Isabel. Las primas e hijas de María, Rosario, Isabel y Lola, enseguida se ofrecieron
a llevar a nuestra autora a los sitios adecuados, acompañadas por una dama de
compañía que estaba a su disposición todas las mañanas y algunas tardes. Ana
Smith e Isabel Oyarzábal prefirieron conocer la ciudad por su cuenta, paseando por
la Puerta del Sol, la calle Sevilla o visitando los cafés:
“Los cafés bien amueblados y muy ornamentados, con sus nombres
extranjeros importados: Lion d’Or, Masion Dorée, Savoy, en el nuevo sector
de la ciudad, eran menos interesantes que los típicos en el viejo Madrid, con
sus largos espejos, asientos cubiertos de felpa y mesas de mármol, donde las
parejas recién casadas de la pequeña burguesía daban sus recepciones de boda,
seguidas de una cena de siete platos; los hombres viejos jugaban al dominó y
juntaban su dinero para comprar un boleto de lotería al final de mes; los
genios incipientes encontraban sus primeros oyentes; los camareros
habladores daban información voluntariamente acerca de cualquier posible
materia, desde los logros de los toreros favoritos o las primadonnas, a cómo
plantar tomates en un tiesto” (p. 39).

148 Así lo anunciaba la prensa local: “Es probable que en el próximo otoño debute en una

compañía dramática de primer orden, una apreciable y distinguida señorita de la buena


sociedad malagueña. Cfr. La Unión Mercantil, Málaga, 13-5-1905, p. 6.
93

Madre e hija solían pasar las mañanas en el Museo del Prado y por las tardes
eran invitadas a visitar a los familiares que vivían en Madrid, muchos de los cuales
intentaban disuadirla de dedicarse al teatro. Finalmente, cansada de los
argumentos en contra, intentó buscarlos a favor escribiendo a “distinguidos
católicos” en Inglaterra y hablando con sacerdotes que no le podían aseverar que el
teatro fuera pecaminoso, tan solo peligroso, lo cual acrecentaba su deseo de ser
actriz: “Me temo que esto incrementaba, más que disminuía, mi deseo de dar el
salto. Era casi heroico ir contra una opinión como esa y ¡por el arte!” (p. 39).
Después del estreno de la obra Pepita Tudó, en la que actuó en enero de 1906, su
madre y ella alquilaron un apartamento, adonde trasladaron algunos de los
muebles de la casa de Málaga.
Dejando a un lado su experiencia en la actuación, puesto que se dará cuenta de
ella más adelante, nos centraremos en el camino que se fue abriendo para la autora,
en su experiencia personal y profesional en esos años, que constituyeron los años
de noviazgo y casamiento con Ceferino Palencia, por un lado, y de definitiva
dedicación a la política y a la cultura, por otro.
Efectivamente, su experiencia teatral supuso el comienzo de la relación con el
hijo mayor de Ceferino Palencia y de María Álvarez Tubau, si bien poco después
abandonó por completo sus aspiraciones como actriz en la escena e inició otro
camino vinculado al periodismo.

3.1. La Dama y La Vida Ilustrada (1907- 1911)


Los inicios de la prensa femenina se remontan a 1687, con la publicación de
Noticias principales y verdaderas de Francisca de Aculodi, 149 pero no fue hasta la
segunda mitad del siglo XVIII, cuando apareció la primera publicación periódica
femenina: La Pensadora Gaditana.150
La prensa en España era accesible tan solo a una minoría de las principales
ciudades españolas que tuvieron un papel importante en el desarrollo económico
del país. Estas ciudades, Madrid, Barcelona, La Coruña, Cádiz, Bilbao, Valencia,
fueron los lugares donde se publicaran las primeras revistas femeninas.
En esa época empezaron a tener popularidad las revistas de modas francesas y en
1822 se publicó El Periódico de las Damas, el primer semanario dedicado a la moda,

149 Marrades, M. I., “Feminismo, prensa y sociedad en España”, Papers, 9 (1970), pp. 89-
134, ddd.uab.cat/pub/papers/02102862n9p89.pdf
150 Apareció en Cádiz en 1768 y se publicó en Madrid simultáneamente. Ver al respecto

Canterla, C., La pensadora gaditana, Universidad de Cádiz, 1996.


94

siguiendo el modelo de Ladies Journal y del Joumal des Dames. Además de la moda,
se publicaban algunos consejos de belleza e higiene, distracciones en prosa y verso
y acertijos.151 De mimbres parecidos a la revista de nuestra autora, sin embargo,
solo duró seis meses, si bien es cierto que casi un siglo antes de que Isabel
Oyarzábal publicara su revista.
Durante la última etapa del reinado de Fernando VII se derogó la legislación
liberal, se anuló la reforma universitaria y se cerraron la mayoría de periódicos
existentes. Hasta los años 40 del siglo XIX no se puede hablar del desarrollo de la
prensa femenina, cuyo auge se produjo en los años 50 de ese siglo. De entre estas
revistas, destacó La Moda de Cádiz, fundada en 1841, por el periodista conservador,
Francisco Flores Arenas, que seguiría publicándose hasta 1927 y que fue
ampliando el ámbito de publicación. Esta revista ofrecía información de la vida
cotidiana de la época y en ella colaboraron Robustiana Armiño de Cuesta y
Gertrudis Gómez de Avellaneda, entre otras importantes escritoras.
Otra de las revistas que se puede considerar precedente de la que nos ocupa es El
Defensor del Bello Sexo (1845), publicación sobre literatura, moral, ciencias y modas,
dedicado exclusivamente a las mujeres y en la que publicaba, por ejemplo, la
escritora Carolina Coronado.
Fue a partir de la segunda mitad del siglo XIX cuando se sucedieron
publicaciones dispuestas a reivindicar el papel de la mujer en la sociedad moderna.
De entre ellas, podemos destacar hacia 1850, Ellas, en la que volvió a colaborar
Carolina Coronado. En estos años se produjo una agria polémica que acabó con las
pretensiones de la revista como órgano de reivindicación de la participación social
y política de la mujer. Los dos polos de esta disputa lo constituyeron sendos
periódicos satíricos: El Sueco, que se burlaba de las pretensiones reivindicativas de
la mujer y El Toboso, capitaneado por un joven de ideología fourierista, Sixto
Cámara, que animaba a las mujeres a reclamar la igualdad y emancipación respecto
del hombre y la participación política.
Este hecho puede hacernos comprender la dificultad que este tipo de
publicaciones tenía para sobrevivir en el tiempo, pues al escaso número de
población que sabía leer, se unía el hecho de que ni siquiera a los sectores
progresistas les interesaba un cambio social como el que las publicaciones referidas
defendían, por lo que la prensa femenina hubo de adaptarse a esta situación. La

151 Marrades, M. I., “Feminismo…”, art. cit., p. 97.


95

mujer de la alta burguesía era la que podía escribir y no podía luchar contra la
sociedad y la religión que la mantenían maniatada ideológicamente.
Si bien esta situación fue cambiando paulatinamente a medida que se acercaba el
siglo XX cuando las publicaciones femeninas siguieron apareciendo, hemos de
tener en cuenta los antecedentes mencionados anteriormente para entender la
naturaleza de La Dama y su continuación La Dama y La Vida Ilustrada, en los
albores del nuevo siglo.
Este primer proyecto periodístico de Oyarzábal constituyó, además, su inicio
empresarial. En el verano de 1907, una vez que su hermana Ana hubo acabado su
vida escolar, se forjó el proyecto:
“Ese verano, mi hermana Anita volvió a casa del colegio para siempre. Me
encontró preparada para empezar algo nuevo. Ese “algo” adquirió la forma de
una revista para mujeres. Sería la primera de este tipo que se publicara en
España. Estaba segura de que había una gran necesidad de ello. Las mujeres,
en nuestro país, leían pocos periódicos, porque no se les daba ninguno que leer.
Con la excepción de un limitado número que podía suscribirse a revistas de
moda inglesas y francesas, nadie soñaba con echar un vistazo, ni siquiera, a los
periódicos locales. Se pensaba que solo podían interesar a los hombres.
Me daba cuenta, por supuesto, de que era necesario tener precaución para no
asustar a nuestras futuras lectoras y a los censores. La Dama, como decidimos
llamar a la revista, debía ser lo suficientemente frívola para ser atractiva, lo
suficientemente profunda para conseguir su propósito, lo suficientemente
subordinada a la clientela para no provocar críticas” (p. 42).

Junto a una amiga, Raimunda Avecilla,152 con quien consiguió reunir un capital
de dos mil pesetas, publicó el primer número el 8 de diciembre de 1907:
“El primer número de La Dama fue publicado el siguiente mes de diciembre.
Tenía veintiocho páginas impresas y- así nos parecía a nosotras- una bonita
cubierta de papel azul verdoso con la reproducción del retrato de la actriz

152Raimunda Avecilla y Aguado, fue hija del abogado Federico Avecilla y Delgado y de
Raimunda Aguado y Cabañas, ahijada de José de Murga y Reolid, primer marqués de
Linares y primer vizconde de Llanteno, de quien legó el Palacio de Linares. Fue apodada
cariñosamente “Mundita” y compartió con Isabel Oyarzábal y sus hermanas las fiestas de
juventud en Málaga. Posteriormente se casó con el segundo conde de Villapadierna, Felipe
Padierna de Villapadierna y Erice y falleció el 10 de mayo de 1949 en Málaga. Cfr. Quiles
Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., p. 245.
96

inglesa, Mrs. Siddons, obra del pintor Sir Joshua Reynolds, que parecía
enormemente impresionante.
Anita actuaba como secretaria general y hacía casi todos los escritos, pero con
diferentes nombres. ¡Qué divertido era! Nunca entenderé cómo nos las
arreglamos para hacer que La Dama cubriera gastos durante los siguientes
dos años. No hay duda de que la escasez de otras revistas era la raíz de nuestro
modesto éxito” (p. 42).

Sin duda, el entusiasmo de Isabel y sus colaboradoras hicieron que en esa fecha
viera la luz el primer número de La Dama. Revista quincenal ilustrada. Mundo, música,
modas. El título fue modificado a partir de 1908 por el de La Dama y la Vida
Ilustrada. Su precio fue de una peseta hasta el primer número de enero de 1911,
último año de publicación -se publicó solo hasta marzo-, en que se rebajó a 50
céntimos en Madrid y 60 céntimos en provincias. También se podía comprar en el
extranjero -en la revista se anunciaba dónde se podía adquirir en París- y en
Ultramar, como se señalaba en ciertas portadas. Su primera redacción se ubicaba en
la calle Serrano, número 53 de Madrid, pasando en enero de 1909 a la calle Ramón
de la Cruz; en junio de 1909, a la calle Ayala, número 18 y al número 26 de la
misma calle en 1911. Los precios de suscripción también fueron rebajados al final
de su recorrido. El semestre en Madrid se podía adquirir por 11 pesetas y 22
pesetas al año. En el resto de provincias el semestre se podía adquirir por 12
pesetas y el precio por la anualidad era de 24 pesetas. En el extranjero el año se
adquiría por 25 francos y 20 shillings. A partir de 1908, en Madrid, por ejemplo, el
semestre costaba 5, 50 pesetas.153
La periodicidad de la publicación fue consolidándose con el tiempo. Si bien en el
primer número se anunciaba una revista quincenal, sin embargo, solo se cumplió en
los dos primeros números, que datan del 8 de diciembre de 1907 y del 21 de
diciembre del mismo año y a partir de 1908, año en que en el mes de febrero
aparecen otros dos números. Con el título, La Dama y la Vida Ilustrada, se publicó
cada dos meses, en marzo, mayo, julio de 1908, para publicarse a partir de
septiembre ininterrumpidamente cada mes hasta su desaparición, salvo el número
de agosto que se unió al de septiembre en 1909 y 1910. En total cinco números

153 Cfr. Quiles Faz, A. "Isabel Oyarzábal Smith: mujer, prensa e ideología”, en P. Nieva de

la Paz et alii., Mujer, literatura y esfera pública, (1900-1940), Londres, Tamesis Book, 2008,
pp. 61-72.
97

como La Dama, y treinta y tres números como La Dama y la Vida Ilustrada. El


número de páginas osciló entre dieciocho y treinta y cinco, siendo mayor el número
de páginas en 1908 y menor, a partir de julio de 1909. La drástica reducción de
páginas se debió, en parte, a que la propia autora consideraba la revista un proyecto
acabado y, sin duda también por las dificultades que la propia autora relataba en su
autobiografía:
“Finalmente llegó el día en que encontramos imposible mantener la
publicación, debido a la subida del coste de la mano de obra y del papel. Si
hubiéramos tenido algo de capital, nos habríamos embarcado en una
reorganización global. Había en aquel entonces ciertos grupos de mujeres
inteligentes que habrían acogido bien una revista que estaba a su nivel
intelectual. Sin embargo, aquel paso estaba fuera de nuestro alcance. Entonces,
intentamos vender la revista a otra editorial, pero su editor acababa de
empezar a publicar una revista para mujeres y no estaba interesado en invertir
más capital. Así que dije adiós a otra aventura y seguí adelante” (p. 61).

El público al que iba dirigida la revista era, evidentemente, burgués y por tanto,
la línea editorial, debía respetar, en este sentido, los gustos de sus virtuales lectoras.
Se observa, sin embargo, una evolución en los contenidos culturales que
aumentaron en número con el paso del tiempo; si bien, nunca estuvo la publicación
desprovista de ellos. La dedicación de la revista a la moda y la belleza, a pesar de su
consideración como temas menores, son en muchos casos un instrumento de
búsqueda de representación social y de acceso a la visibilidad. La moda en las dos
primeras décadas del siglo XX sufrió una profunda transformación, en la que se
desterraba la ocultación del cuerpo femenino y este constituía un símbolo de salud
y vigor.154
Así, en el primer número del 8 de diciembre de 1907 se marcaba cuál sería el
público al que iría dirigida y los contenidos que se abordarían, afirmando que no
solo darían cuenta de cuanto pudiera parecer útil a la mujer del momento, sino
también de lo bello: música, arte, etc., y no solo en el ámbito nacional, sino también
extranjero, sobre todo europeo. De esta manera, se afirmaba que:

Servén, C., “La labor de María Luz Morales en El Hogar y la Moda (1921-1936)”, en
154

Bernard, M. e Rota, I., (eds.), En prensa. Escritoras y periodistas en España (1900-1939),


Bergamo University Press, 2010, p. 94.
98

“El conocimiento de lo hermoso es tan necesario como el de lo útil, hoy que


la mujer en vez de pasar sus días bordando é hilando, esperando en su castillo
el regreso de su dueño y señor, sale con él y con él comparte las
responsabilidades, ambiciones y dificultades que asedian al hombre en la lucha
por la vida”.155

Sin duda, la publicación intentaba mantener un equilibrio entre los contenidos


más frívolos: moda, ecos de sociedad, labores del hogar, consejos de belleza y
cocina… y los contenidos culturales: teatro, arte pictórico y escultórico, páginas
literarias, viajes, música, incluyendo partituras de obras de los músicos más
importantes y traducciones de novelas victorianas.156
Sin embargo, los contenidos culturales no eran del agrado o interés de todas las
lectoras, tal y como lo explicaba la propia Isabel en su autobiografía, cuando
recordaba el final de la revista:
“Con frecuencia me había preguntado qué debería hacer si algún día tuviera
que enfrentarme a la posibilidad de que La Dama dejara de publicarse. Cuando
esto sucedía, me sorprendía de lo poco que parecía importarme.
Había luchado durante más de tres años para que la publicación se
mantuviera, pero, de algún modo, sentía que la habíamos agotado. La vida
parecía mucho más amplia de lo que mostrábamos en aquellas brillantes
páginas, en las que nada nuevo o progresista podía ser publicado.
A veces intentábamos introducir un estilo diferente, pero inmediatamente
nuestras jóvenes lectoras o sus madres protestaban.
A ellas les encantaban las escenas de la encantadora sociedad femenina, las
hermosas novias y las descripciones de los bailes y las fiestas de las dulzonas
novelas sentimentales, generalmente traducciones del período inglés
victoriano medio. Habíamos introducido cuatro páginas sobre música clásica y
alguna reproducción eventual de una obra famosa para mejorar el mediocre
material del que disponíamos, sin embargo, este intento no consiguió

155La Dama, Madrid, 8-12-1907, p. 2.


156Isabel Oyarzábal tradujo del inglés la novela Dafne en un total de 36 entregas, desde el
primer número de fecha 8 de diciembre de 1907 hasta marzo de 1911, quedando, sin
embargo, inconclusa, pues en la última entrega se indicaba que continuaría.
99

estimular la curiosidad de nadie. Los desnudos, aunque famosos, fueron, por


supuesto, cuidadosamente evitados”.157

La Dama comenzó su andadura con veinte páginas y en ellas se incluían muchas


de las secciones que se perpetuarían en el tiempo. En este caso, como en muchos
otros a lo largo de la vida de la revista, ocuparon la portada noticias relacionadas
con los eventos de la alta sociedad y la aristocracia. Una sección fija en la revista
fue: “El teatro en España y en el extranjero”, que a partir de julio de 1910, aparecía
con el nombre “Teatros” e iba firmada por Thalie, aludiendo a la musa de la
comedia y en ocasiones fue rubricada por I. de O (diciembre de 1908, enero de 1909,
febrero de 1909) y Uno (a partir del número de agosto y septiembre de 1909).
Podemos afirmar casi con total seguridad que Thalie es pseudónimo de la propia
Isabel, así como, evidentemente, I. de O. Sin embargo, el estilo y forma de los
artículos firmados por Uno, difieren en profundidad de los anteriores y, por tanto,
podrían no estar escritos por ella. En esta sección, se comentaban no solo los
estrenos más interesantes en las salas de Madrid, sino también, especialmente en
los artículos firmados por Thalie e I. de O., se analizaba el arte de grandes actrices
y actores de la época, españoles y extranjeros y, de igual forma, se ofrecían
interesantísimos comentarios sobre la concepción del arte escénico de quien
firmaba y que serán glosados en el epígrafe correspondiente al teatro. En este
primer número aparecieron sendos comentarios sobre María Guerrero y Ellen
Terry, dos de las actrices más importantes del panorama europeo del momento.158
Otras secciones del primer número eran: “Carta de París”, sobre moda, firmado
por Jeanne de Leconte -la revista contaba con corresponsalías en París, Berlín y
Londres; “La Dama y la moda”, que aparecía sin firma; la entrega de un capítulo de
la novela traducida del inglés por la propia Isabel Oyarzábal, Dafne, que en los
primeros números de la revista aparecía sin firma; un poema firmado por María
América Balbás; “Música”, que incluía una biografía de Schubert, firmado por

157 En los distintos estudios consultados sobre la prensa del momento, La Dama y su
sucesora La Dama y la Vida Ilustrada se inscriben dentro de lo que se llama revistas de
moda y de salón o prensa no alineada, es decir, apolítica. Sus contenidos son, en principio,
los de cualquier otra publicación del estilo de las que se publicaban en la época y desde
segunda mitad del siglo XIX. Cfr. Perinat, A. y Marrades, M. I., Mujer, prensa y sociedad en
España. 1800-1939, Madrid, CSIC, 1980, p. 85.
158 Cfr. Bados Ciria, C., “Isabel Oyarzábal, editora y redactora: La Dama y la Vida Ilustrada”,

en Bernard, M. e Rota, I. (eds.), En prensa: escritoras y periodistas en España (1900-1939),


Bergamo, University Press, 2010, pp. 15-44.
100

Siegfried -nombre de una ópera de Wagner-, y la partitura de “Impromtu en sí


bemol” de Schubert. El número incluía también fotos de modelos parisinos, dibujos
de bordados, una imagen de la Virgen y una breve sección de publicidad, que iría
ampliándose con el tiempo, llegando en algunos momentos a constituir una parte
importante de la revista, pues a las páginas dedicadas a ella expresamente -a partir
de enero de 1909, se incluía una sección que ocupaba toda una página titulada,
“Casas recomendadas”-, se unían artículos en los que se hacía mención a algún
producto recomendado por la dirección, constituyendo en muchas ocasiones
verdaderos “publirreportajes”.159
Como señalaba la propia autora, además de las últimas tendencias de la moda en
París y Londres, labores del hogar de utilidad para la mujer del momento, consejos
de belleza y para el hogar, información sobre mascotas y noticias de la aristocracia
y la alta burguesía, en todos los números se constataba el esfuerzo por divulgar la
cultura y el arte en todas sus facetas. Así en La Dama escribieron autores literarios
como José María Gabriel y Galán, Enrique de la Vega, Pedro Balgañón, Ricardo de
la Vega (hijo) y Juan Martínez Nacarino. Además, en La Dama y la Vida Ilustrada
colaboraron notables figuras como Enrique de Mesa, Enrique López Alarcón -
malagueño y redactor de varios periódicos de la época-, Emma Calderón y de
Gálvez, Cristóbal de Castro, Antonio de Zayas, Carlos Fernández Shaw o los
hermanos Álvarez Quintero. También colaboraron Ceferino y Julio Palencia Tubau;
en concreto Ceferino publicó por primera vez un dibujo en el último número de
1908. Sin embargo, su contribución fue asidua a partir de octubre de 1909, con
estudios sobre los pintores más relevantes del panorama del momento, en una
sección titulada: “Los jóvenes maestros”; o de la historia: “Los maestros del arte”.
Julio Palencia colaboró además con varios relatos, tales como “La muerte de
Julieta”, “La bruja blanca” y “La antorcha”.
Lo cierto es que a lo largo de los treinta y ocho números de la revista fueron
muchos los artículos firmados con pseudónimo o iniciales, aunque si tenemos en
cuenta las palabras de Isabel Oyarzábal en su autobiografía podemos sospechar la
identidad de sus autoras:
“Anita actuaba como secretaria general y hacía casi todos los escritos, pero
con diferentes nombres. ¡Qué divertido era! Nunca entenderé cómo nos las

159Véase por ejemplo el número de enero de 1909, ya en la época de La Dama y La Vida


Ilustrada, donde aparecían sendos reportajes a una página sobre las excelencias de Pulveol,
un producto para las vías respiratorias y de una marca de corsés.
101

arreglamos para hacer que La Dama cubriera gastos durante los siguientes
dos años. No hay duda de que la escasez de otras revistas era la raíz de nuestro
modesto éxito” (p. 42).

Lo cierto es que algunos de estos pseudónimos o iniciales son rastreables. Así,


podríamos aventurar que Isabel Oyarzábal se escondía bajo los siguientes
heterónimos: Thalie, quien firmaba la mayor parte de los artículos sobre teatro, si
bien a partir del número de agosto y septiembre de 1909, estos fueron firmados por
Uno, a excepción del número de octubre, firmado por A.C.; I.O.S. [Isabel
Oyarzábal Smith], en el número de invierno de 1908 de La Dama, que firmaba el
artículo: “Solo para damas”; I.[sabel] de O.[yarzábal] quien rubricaba algunos
artículos de la misma índole y otros como el que aparecía en el número de febrero
de 1909 sobre el Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón. Otras firmas que
podríamos relacionar con la autora son: Oya, como acortamiento de Oyarzábal,
aunque bien podría tratarse también de su hermana, o I. Tennant o E. Tennant,
apellido relacionado con la familia de su madre. B. G. son las iniciales que se
pueden corresponder con Beatriz Galindo, pseudónimo utilizado por la autora en
muchos de sus trabajos periodísticos, con las que firmaba un relato titulado “La
paloma mensajera”, en el número de abril de 1909 y tres poemas, uno en marzo de
1909, titulado “Cuento de hadas”, otro en el número de abril de ese año titulado “La
paloma” y uno más en el número de junio de ese año, titulado “Pena y consuelo”,
dedicado a Asunción García de Arias. Por último, Isabelle, quien firmaba en
noviembre de 1910 un artículo sobre moda. Como dato significativo, la autora solo
firmaba con su nombre la traducción de la novela por entregas Dafne a partir del
número de febrero de 1909, aunque se publicó desde el primer número de la revista.
Eran también colaboradores asiduos, fueran cuáles fueran sus identidades
verdaderas: Jeanne de Leconte, corresponsal en París; Siegfried que se encargaba
de los artículos sobre música; René Mével, corresponsal en París, quien rubricaba
todos los artículos sobre viajes; Helya d’Arvel, que hacía lo propio con los
relacionados con la moda; Kitty, artículos de moda y labores y My Lady, que tenía
una sección fija en la revista con consejos de belleza y recetas de cocina.
Fueron colaboradoras asiduas, María de Perales -que también firmaba M. de P.-,
quien escribió desde los primeros números de La Dama, acercando la vida de los
aristócratas a las lectoras y también fue autora de algún relato; y Lesbia,
102

pseudónimo de Isabel Elías, autora sobre todo de relatos y poemas, y de un


interesante artículo del que se dará cuenta posteriormente.
Otras colaboraciones, muchas de las cuales tan solo aparecían puntualmente,
fueron: M. Bouyer (viajes), Miramar (crónicas mundanas), L. Dubois (belleza), H.
Raynaud (traducción de un artículo francés sobre el corsé), Vidi (aristocracia y
moda), Verax (realeza), Psiquis (viajes), Chiets (animales), Docteur M. Serin
(consejos médicos), Gladys Smith (nombre que rubricaba un reportaje sobre la
sierra de Madrid, que escondía las bondades de los coches de la marca Hispano
Suiza), Luis Palomo, que firmaba un poema sobre El Escorial, Andante (viajes con
tintes feministas), Rafael de Montesa, con el relato “El árbol deseado”, Ida
(sociedad), Manuel F. Villegas (en la sección “Páginas Literarias”, quien firmaba el
relato “La gloria”), Neelda de Garay o Nulda, que de ambas formas firmaba, en
“Páginas Literarias”, M. Fernández Lasso y Emilio Tubau Sanz (también en
“Páginas Literarias”), Antonio de Zayas, diplomático y poeta (autor de Las manolas),
María Concepción Tamarit y Eguía, (autora del cuento: “Haced bien a los que os
aborrecen”), Gil Filliol (quien pudo ser el afamado crítico de arte, que firmaba un
relato titulado: “La mala noche de Nochebuena”), y finalmente, Yo (sobre la casa),
que bien podía ser alguno de los miembros del equipo editorial.
Las iniciales proliferaban en todos los números: muchas veces pertenecían a la
autora y sus pseudónimos y otras, a colaboradores asiduos, tales como Ceferino
Palencia Tubau, quien firma en numerosas ocasiones como C. P. T. Otras iniciales
eran: F. H. (sociedad), I. A. (arte), A. C. (teatro, y en otro número, sociedad), R. V.
(arte), F. S. (moda), L. H. G. (sobre el abanico), A. D. (animales), L. R. (sobre el
encaje), S. F. (moda), E. S. (labores), R. I. M. (artículo médico sobre la necesidad del
uso del jabón), C. de S. (viajes), Docteur X. (artículo médico), E. S. (recuerdo al
autor Ruperto Chapí), M. L. (viajes), S. G. (animales), C. O. (deportes), H. S.
(deportes y relato), Doctor B. (la higiene y la moda).
Desde los primeros números de La Dama fueron habituales las secciones
dedicadas a informar sobre los eventos de la alta sociedad o alabar a las figuras de
la realeza más destacadas de toda Europa, si bien, con el tiempo, su número fue
disminuyendo en importancia. Como ejemplo, podemos citar los artículos
dedicados a un viaje de Alfonso XIII y el Príncipe de Asturias a Gran Bretaña, en
el primer número de diciembre de 1907; en el número siguiente, se daba cuenta de
un viaje de los Condes de Villapadierna; en el número de invierno de 1908, se hacía
una semblanza de la Princesa Pilar de Baviera, nieta de Isabel II, o por poner otros
103

ejemplos, destacamos un artículo del número de enero de 1909, ya en La Dama y la


Vida Ilustrada, sobre Guillermo II y la familia imperial alemana o el artículo
titulado “El rey de la moda”, sobre la elegancia del rey Eduardo VII.
Fueron secciones habituales también las referidas a la moda y al hogar, pues no
olvidemos que la mujer era considerada “el ángel del hogar” y por lo tanto en el
arreglo de sí misma y de su entorno doméstico debía emplear buena parte de sus
fuerzas y desvelos. Ello, a pesar de las palabras de la autora en el primer número, y
encomiando los esfuerzos realizados por ampliar la cultura y las miras de las
lectoras. Sin embargo, muchas fueron las páginas dedicadas a la moda: artículos,
fotografías, publicidad; a las labores (con patrones, incluso), a la decoración y a la
casa. En suma, un conjunto de artículos encaminado a hacer del hogar un lugar
agradable y sofisticado: “El arte de adornar la morada, de hacer de ella un lugar
elegante, distinguido, y amueblado con gusto, es innato en la mujer, que se
esforzará siempre para hacer del ‘home’ ese retiro de reposo y felicidad al que todos
aspiramos”.160
Destacaron las secciones que se abrían a la modernidad, y así, junto a las
secciones de moda o en ellas, aparecían también artículos dedicados a la higiene161
como el que hemos destacado anteriormente sobre el uso del jabón o las secciones
de viajes, por España, Europa, América, África… También fueron frecuentes los
artículos sobre automóviles, que incluían su publicidad, el deporte -automovilismo,
golf, tenis, aviación o deportes de invierno-162 e incluso modernos tratamientos de
belleza para los problemas estéticos de la mujer, como la obesidad, que el firmante
del artículo, Dr. Serín, afirmaba que se curaba con descargas eléctricas.163
En la línea editorial aparecían curiosas paradojas, como lo demuestra el hecho de
que, por ejemplo, en el número de mayo de 1908, el artículo firmado por Helya
D’Arvel, en la sección “Frivolidades”, afirmaba que el corsé era un instrumento de

160 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, octubre de 1908, p. 10.


161 Se habla de la higiene a partir de 1880 en la publicidad de las revistas y alcanza su
apogeo hacia 1910. Cfr. Perinat, A y Marrades, M. I., Mujer, prensa y sociedad…, op. cit., p.
119.
162 El deporte había adquirido notoriedad entre la aristocracia cuando las damas de esta

clase acompañaban a la reina en sus periodos estivales. Hasta la primera o segunda década
del siglo XX no se generalizó hablar de ello, pero fue en los años veinte cuando se
popularizó entre la alta burguesía.
163 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, febrero de 1909, p. 22.
104

tortura para la mujer y, sin embargo, en ese mismo número y en otros posteriores
se publicitaba esta prenda.164
Pero, sin duda, los artículos que más interés despiertan son aquellos dedicados a
la cultura. 165 La música tuvo una presencia importante en la revista desde los
primeros números. Así desde el primer número de La Dama apareció una sección
firmada por Siegfried, que daba cuenta de los músicos más importantes de la
historia de la música, concretamente, este primer número se interesaba por la
biografía de Schubert y en él se reproducía una partitura de su composición
“Impromptu en sí bemol”. En el segundo número continuaba la biografía de
Schubert y en los números posteriores, aparecían las de Andrés Bretón (número de
enero de 1908); Beethoven (febrero de 1908) con partitura de una “Romanza”;
Emilio Serrano y Ruiz, en el primer número de La Dama y la Vida Ilustrada,
también con partitura; José Bernardo Lope Tragó y Arana (en el número de mayo
de 1908) con partitura de la obra “Charmante” de P. E. Lindner; una biografía de
Mozart, en el número de julio de 1908, con partitura de “La flauta mágica”; Chopin
(octubre de 1908), con partitura de “Nocturno”; Mendelssohn (número de
noviembre de 1908), con partitura de Andante Cantabile; Bach (enero de 1909), con
partitura de “Concierto italiano”; Valentín de Arín y Ganeaga (febrero de 1909) y
José Reventos (número de mayo de 1909), con partitura de la “Marcha fúnebre” de
Beethoven. En el número de junio de 1909 apareció una reseña de la velada musical
celebrada en el Teatro Español por el Centro Instructivo y Protector de Ciegos e
incluía una partitura de la obra “Teresa”, del músico invidente Eugenio Canora. A
partir del número de agosto y septiembre de 1909 desaparecieron los artículos
sobre música, pero no así las partituras que se ofrecían en casi todos los números
hasta el cierre de la revista. Ejemplo de ello es el número de noviembre de 1909,
con partitura de “Pierrot y de Arlequín” de Schumann.
Del mismo modo, fue relevante el interés por ofrecer a las lectoras artículos de
arte, muchos de ellos firmados por los hermanos Palencia Tubau. Así, desde los
primeros números de La Dama aparecieron reproducciones de obras pictóricas,
como el “Nacimiento de Jesús” de Murillo en el número del 21 de diciembre de

164 Recordemos que Isabel Oyarzábal era contraria al uso del corsé, tal como le había
inculcado su madre.
165 Son habituales en este tipo de publicaciones contenidos relacionados con los aspectos de

la cultura referentes al “universo de las emociones y formas estéticas”: música, poesía y


eventualmente pintura y escultura. Cfr. Perinat, A. y Marrades, M. I., Mujer, prensa y
sociedad…, op. cit, p. 72.
105

1907 de la revista o la “Epifanía” de Rubens en el número de enero de 1908. En el


número de mayo de 1908 de La Dama y la Vida Ilustrada aparecía un artículo sobre
el arte gótico, firmado por Ren-Vel. En septiembre de ese año se publicaba una
sección titulada: “Notas de arte” que, en este número, estaba dedicada al pintor
Meissonier (firmado por R.V.). En el número de enero de 1909, se avisaba de una
nueva sección dedicada al comentario de obras de arte que, sin embargo, no
aparecería sino a partir del número de octubre de 1909, con un artículo firmado por
C. P. T. [Ceferino Palencia Tubau], dentro la sección titulada: “Arte inédito”. En
este caso se trataba de un comentario sobre el lienzo de Goya: “El retrato de la
Duquesa viuda de Veragua”. En el número de enero de 1910 se abría otra sección
bajo el título: “Los jóvenes maestros”, que abordaba, en esa ocasión, la figura del
pintor Eduardo Chicharro. Julio Palencia Tubau firmaba otro artículo en el número
siguiente, dentro de la misma sección, sobre Valentín y Ramón Zubiaurre. El
número de mayo de 1910 estudiaba la figura del pintor Ignacio Zuloaga, y aparecía
firmado por Ceferino Palencia.166 Basten estos ejemplos para reflejar el afán de la
publicación por dar a conocer distintos aspectos de la cultura, sin duda poco
conocidos para la mayoría de sus lectoras.
Otro tanto ocurría con el teatro. Las reseñas teatrales fueron habituales en casi
todos los números, aunque con distintas autorías, aspecto que estudiaremos a lo
largo de esta tesis. A partir de octubre de 1909 aparecía la sección “Bibliografía”,
donde se reseñaban obras literarias recientemente publicadas y que podían ser
adquiridas por los lectores. En ese número, Nuevos misterios y aventuras de Sir
Arthur Conan Doyle y Los Deodards, de Ruydard Kipling.
En cuanto a la temática de la revista, señalaremos la especial atención que dedicó
a los problemas sociales, la caridad, el feminismo,167 la educación o los animales. En
primer lugar, la actitud ante la pobreza, seguía teniendo un cariz paternalista. Así

166 Isabel Oyarzábal le dedicó un artículo en El Sol, Madrid, 19-4-1918, p. 2, titulado “La
mujer española y el homenaje a Zuloaga”, con motivo del homenaje promovido por el
periodista Mariano de Cavia al pintor español. En él Oyarzábal afirmaba que era uno de los
pocos pintores que había sabido retratar el espíritu de la mujer española en sus cuadros y
animaba a las mujeres a contribuir al homenaje. Zuloaga era amigo personal del
matrimonio Palencia-Oyarzábal. Cfr. Quiles A., Mujer, voto…, op. cit., pp. 131-132 y 287-
288.
167 En los cinco años que duró la publicación de La Dama y la Vida Ilustrada solo se

publicaron seis artículos de contenido feminista: “La carrera de la mujer”, (julio de 1908);
“Impresiones. La sufragista” (octubre de 1908); “Ecos de acá y de allá. Feminismos”
(octubre de 1908); “Ecos de acá y de allá. Las que quieren votar” (noviembre de 1908) y “El
rincón de las lectoras. Feminismo” (octubre de 1909). Cfr. Quiles Faz, A., “Isabel
Oyarzábal Smith: mujer, prensa e ideología”, art. cit., pp. 61-72.
106

en el número del 21 de diciembre de 1907, se afirmaba que “los ricos hacen más
feliz la navidad de los pobres con su generosidad”, después de exponer un típico
menú festivo navideño inglés. En el número de diciembre de 1908 y tras dar a
conocer la existencia de un almanaque dedicado a un asilo de huérfanos, hablaba de
los “caritativos aristócratas”, y en el artículo titulado “Nuestras instituciones” y
firmado por I. de O., el tema era el Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de
Jesús, en el que, de nuevo, se adoptaba una concepción paternalista de la caridad.
Por otro lado, es destacable la preocupación por el bienestar de los animales -ya
se ha apuntado la existencia de una sección dedicada al cuidado de los animales
domésticos- y también conocemos la pertenencia de la autora a la Federación
Ibérica de Sociedades Protectoras de Animales y Plantas y así, en el número de
julio de 1908, J. García de Toledo, Presidente en España de la Sociedad Protectora
de Animales y Plantas firmaba un artículo en el que se hacía una declaración de
principios en la lucha contra el maltrato animal:
“Está ampliamente probado que la indiferencia hacia los sufrimientos de los
animales influye de una manera perniciosa en los sentimientos del pueblo, y en
particular, de los niños…
Uno de los medios más eficaces para infundir estos sentimientos en el
corazón de los niños, ha sido la fundación de las Sociedades Escolares
Humanitarias y de Protección a los animales…”

Y reproducía una circular del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes,


con el fin de crear un sentimiento propicio en la opinión pública para aprobar una
ley protectora de animales como existía en “los países cultos”.168
Por último, la revista intentó tratar el tema de la educación de la mujer y su papel
en la sociedad. Hasta entonces, las revistas consideradas feministas rehusaban
incluir contenidos e ideas consideradas tradicionales, aunque muchas de ellas, junto
a las proclamas a favor de los derechos de las mujeres y su educación, publicaban
novelas rosa que reflejaban los estereotipos habituales.169 Así, en el número de julio
de 1908 apareció un artículo firmado por Lesbia, titulado “La carrera de la mujer”,
en el que se defendía su educación:
“La mujer, como el hombre, necesita que se la eduque, que se la instruya,
procurando que su desarrollo intelectual sea igual a su desarrollo físico.

168 La Dama y La vida Ilustrada, Madrid, julio de 1908, p. 12.


169 Perinat, A. y Marrades, M. I., Mujer, prensa y sociedad…, op. cit., pp. 320 y ss.
107

Teniendo en cuenta que si la mujer de hoy, como la de siglos ha, está llena de
prejuicios, el hombre, por el contrario, no piensa lo mismo que los antiguos,
que prefería que la mujer no supiera leer ni escribir; el hombre moderno busca
en la mujer una compañera en sus trabajos, un corazón en sus alegrías y sus
pesares, un alma dispuesta a todos los sacrificios…Así pues, atendiendo al
espíritu del hombre actual, la mujer debe saber algo más que ponerse un
sombrero y un vestido de mejor o peor gusto (que de todo hay en la viña del
Señor), y pasear por la Calle de Alcalá, pues es sabido que esta calle no es el
camino más directo para la Vicaría; que aunque por todas partes se va a Roma,
siempre la recta ha sido más corta que la curva…Y ya que todas aspiramos a la
carrera única de la mujer, instruyámonos para evitar que algún alcornoque,
para darse tono, diga que las mujeres tenemos la cabeza de corcho…”170

Como se ve, a pesar de reivindicar el derecho a la instrucción de la mujer, esta


había de realizarse con el fin de obtener un casamiento conveniente y convertirse
en la compañera perfecta para el marido. Un asunto que fue tratado en otras
publicaciones de la época, siempre desde un punto de vista conservador, porque la
mujer intelectual era considerada amenazante y monstruosa.171
En esta línea y en el número de octubre de 1908, en la sección titulada,
“Feminismo” y que aparecía sin firma, se reseñaba la obra de dos retratistas
londinenses, y en él se exaltaban las cualidades de la mujer para el arte y la
literatura172 y el autor o autora se preguntaba por qué no se le otorgaban a ella las
facilidades que a los hombres, al tiempo que destacaba la necesidad de que las
jóvenes se instruyesen:
“En estos días de exuberante independencia feminista, interesa saber en qué
ramos particulares ha logrado la mujer nivelar su trabajo con el del hombre.
Desde luego, en las Artes y la Literatura ha logrado éxitos de indiscutible
importancia, que demuestran claramente que sus facultades no son en manera
alguna despreciables. […] Es indiscutible que la delicadeza de la imaginación
y la intuición natural de la mujer la conceden en ciertos terrenos una ventaja

170 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, julio de 1908, p. 4.


171 Perinat, A. y Marrades, M. I., Mujer, prensa y sociedad…, op. cit., p. 207.
172 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit., p. 66, recordaba la consideración general

de que la mujer no estaba capacitada para el arte, pues no lo estaba para la investigación
profunda y el pensamiento abstracto; su imaginación creadora se creía deficiente y las
artistas que hubieron logrado algún mérito en este campo fueron excepciones de dudosa
sexualidad.
108

considerable sobre el hombre, cuya imaginación más dura y realismo


acentuado les impiden, a veces, comunicar toda esa espiritualidad -digámoslo
así- de la expresión de la modelo.
¿Por qué, pues, no dar a la mujer todas las ventajas y facilidades para
desarrollar los dones con que esté dotada? […] En literatura sucede otro
tanto. Qué pocas, qué contadas son las mujeres que escriben en nuestro país y,
sin embargo, muchas de ellas podían dedicarse con éxitos a hacer cuentos,
novelas, aun cuando solo fuese por distracción y como disciplina mental,
mucho más provechosa que esas largas horas que se emplean en charlas
pueriles o en interminables arreglos de trapos. Pero para escribir es preciso
también leer; ¿y qué mujeres leen en esta tierra? Primero y principal, porque
hay muy pocos libros modernos que puedan dejarse entre las manos de
mujeres solteras. ¡Perversidad de la mente humana! Habiendo tanto hermoso
de que hablar en el mundo, nos complacemos en meternos por lodazales para
encontrar asuntos repugnantes, y así resulta que las novelas españolas, no
puede leerlas ninguna persona de mente sana y alma delicada, y tenemos que
buscar lectura amena en países extranjeros…”173

Al final recomendaba una librería de Madrid con libros extranjeros que “las
muchachas pueden leer”. A pesar de que el objetivo de la última parte del artículo
fuera publicitar la librería aludida, no pasa desapercibida la intención reivindicativa
que subyace en estas palabras.
Por otra parte, en el número de noviembre de 1908, apareció un artículo sin firma,
“Las que quieren votar”, en la sección “Ecos de acá y de allá”, que, a pesar de no
proponer abiertamente el voto femenino, al menos se atrevía a exponerlo a la
opinión pública. Recordemos, en primer lugar, que hacía relativamente pocos años
se había aceptado el sufragio universal masculino, el 26 de junio de 1890, y que el
voto femenino no era visto como una desfachatez solo por los hombres, sino
también por una gran mayoría de mujeres, tanto conservadoras como progresistas,
que consideraban que el voto de la mujer era un voto que favorecería a los partidos
conservadores. Tengamos presentes también las polémicas parlamentarias
protagonizadas años después por Victoria Kent y Clara Campoamor sobre la
idoneidad del voto de la mujer, estando la primera a favor de un aplazamiento de la

173 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, octubre de 1908, p. 12.


109

decisión o de imponerle condiciones y siendo la segunda, una firme defensora del


sufragio:
“La causa de las sufragistas de Inglaterra ha seguido dando que hablar en
estos últimos tiempos. La serie de ridículas manifestaciones femeninas con que
han tratado de demostrar la fuerza de sus argumentos, se ha visto coronada
con la defensa sensacional de miss Pankhurst174 en el juzgado municipal de
Bow Street. La bella defensora de la causa ha incurrido en sofismas y
evasiones ridículas y absolutamente faltas de sinceridad, que han sido en gran
parte motivo del espíritu de división que al presente se observa en el famoso
partido. Sin embargo, hay que reconocer que el voto de la mujer es hoy algo
más que una probabilidad, es una cuestión amenazadora á la que muchas
personalidades políticas ven un fin próximo y decisivo”.175

En la edición de octubre de 1909 y en la sección, “El rincón de las lectoras”, y


subtitulada “Feminismo”, aparecía un artículo firmado por Andante, en el que se
denunciaba el “retraso” de las mujeres africanas:
“He aquí dos fotografías feministas de un género completamente distinto: la
una viene del centro de África y nos hace lamentar la suerte de esa pobre
mujer de Bambana, tratada brutalmente y con extraordinaria amalgama de
carga. Esa pobre no conoce aún los beneficios del feminismo, y no creo le
llegue jamás el día de reclamar su derecho al voto, como las inglesas, ni el
acceso a las carreras profesionales, como sus colegas francesas”.176

Mientras que al comentar otra foto en la que una mujer parisina pegaba un cartel,
afirmaba:
“Resulta verdaderamente curiosa la fotografía que en esta página
reproducimos, y que nos muestra a una valiente feminista cara a cara con uno
de sus colegas del sexo fuerte; y dígase lo que se quiera, la conversación, al
parecer, no tiene nada de agresiva.

174 Miss Emmeline Pankhurst fue una de las mujeres fundadoras del movimiento sufragista
británico, fundó la Liga en Favor del Derecho al Voto de la Mujer, y en 1903, la Unión
Política y Social de la Mujer (WSPU). Debido a sus tácticas en defensa del voto femenino
fue encarcelada varias veces. Su liderazgo fue discutido, y el movimiento que fundó se
dividió en varias facciones. Van Wingerden, S. A., The women’s suffrage movement in Britain
(1866-1928), Nueva York, Palgrave Macmillan, 1999, pp. 14, 77 y ss.
175 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, noviembre de 1908, p. 15.
176 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, octubre 1909, p. 6.
110

No sin dificultad han logrado las mujeres entrar en el sagrado círculo de


carreras profesionales, que hasta aquí parecían ser propiedad exclusiva del
hombre, y a veces ha sido preciso por parte de los apóstoles del feminismo de
un valor inmenso para alcanzar las plazas deseadas y uno no menos grande
para retenerlas, una vez obtenida.
Es que el temor, la sorda envidia, las pequeñas maldades, más temibles por
lo mismo que no confiesan su existencia, han descorazonado, a pesar de su
valor, a muchas de las que se esforzaban en lograr para la mujer un lugar a la
vez más grande en la vida y en la sociedad moderna; pues si a veces es factible
defenderse de la fuerza brutal de animosidad franca y abierta, es mucho más
difícil, más honroso y más valiente resistir a la calumnia, a la mentira y a la
burla de las masas imbéciles, cuya malicia y asperidad conocen todas las que
han querido reivindicar los derechos de la mujer. Para luchar contra esto es
preciso tener una gran fuerza de voluntad y una serenidad a toda prueba”.

También se comentaba la situación de la mujer en Turquía que, según la revista,


gozaba de mayores libertades gracias a un movimiento liberador que se había
producido en el país, y por ejemplo, ya podían caminar solas por las calles, sin el
acompañamiento de eunucos y servidores.177 A su vez, es destacable por curioso un
artículo en el número de octubre de 1908, titulado “Impresiones. La sufragista”
firmado por Oya, quien reseñaba una manifestación de sufragistas en Londres y
destacaba lo mal parecidas que eran las manifestantes.
Esta revista ha sido clasificada por Mª Cruz Seoane y Mª Dolores Sáiz178 como
revista de sociedad, que, sin dirigirse exclusivamente a mujeres, sin embargo, tenía
un público eminentemente femenino. Junto a esta publicación, existían también
otras dos: Gente Conocida y Gran Vida y en alguno de los epígrafes de la misma
clasificación se destacan otro tipo de revistas, como las de corte tradicional, que
imitaban las revistas de modas francesas. Por tanto, según estas autoras citadas, no
se consideró una revista de modas al uso, pues el espectro de temas era bastante

177 Con posterioridad, Isabel Oyarzábal eligió a las mismas protagonistas para un artículo
en El Sol, el 27-2-1918, p. 2, con el título “La mujer turca en la guerra”, en el que se hacía
eco de la organización de un ejército femenino en Turquía y en el que utilizando el tópico
literario se sorprendía de la transformación de la sociedad turca, la liberación de las
mujeres del país, pero también del sacrificio que les habían impuesto. Cfr. Quiles A., Mujer,
voto…, op. cit., pp. 106-107.
178 Citado por Sánchez Fernández, Mª F., “Evolución de las publicaciones femeninas en

España. Localización y análisis”, Documentación de las Ciencias de la Información, 32 (2009),


pp. 217-244. revistas.ucm.es/inf/02104210/articulos/DCIN0909110217A.PDF
111

más amplio, aunque como se ha señalado, las páginas dedicadas a la moda y al


hogar eran numerosísimas.
Sin duda, la publicación de Isabel Oyarzábal constituyó un exponente de la
prensa femenina digno de mención, puesto que, por un lado, fue una revista
dirigida por una mujer y elaborada por mujeres, sin moralinas, casi aséptica en lo
que a religión se refería, y con unas aportaciones a la cultura y a la modernidad
dignas de encomio, además de cierto acercamiento a las posturas feministas y lo
que es más reseñable, con el mérito de publicarse durante cuatro años
ininterrumpidos, hecho que no era habitual en las publicaciones de esta índole.
Pese a ello, las alusiones a la revista en la autobiografía de Isabel Oyarzábal
fueron bastante escasas, de modo que, además de las que ya se han consignado,
aparecían otras dos menciones a La Dama:
“Las noticias de la agencia requerían atención constante y La Dama, aunque
con menos presión, también llevaba bastante tiempo. Nuestro número especial
de Navidad había tenido bastante éxito, principalmente porque las jóvenes
intelectuales de nuestro grupo se habían prestado voluntarias para ayudar.
Gracias a todas ellas, fuimos capaces de repartir un almanaque con la
contribución de nuestros doce escritores más conocidos, por cada uno de los
doce meses del año. Julio también envió una historia y Cefe un dibujo que me
pareció precioso” (p. 50).

De nuevo mencionaba la revista, en relación al dilema que le suponía aceptar la


proposición de matrimonio de Ceferino, aunque finalmente decidió irse una
temporada a Inglaterra:
“Un día, las cosas llegaron al clímax. Era casi seguro que yo iría a Inglaterra
aquel verano. Tenía mucho que hacer y no quería dejar La Dama mucho
tiempo, pero tan pronto habíamos tomado esa decisión, unos viejos amigos de
Málaga nos escribieron pidiéndome que me fuera con ellos a Londres durante
dos o tres semanas. No sabían inglés y habían esperado mucho tiempo para
viajar conmigo. Mi madre me impulsó a aceptar la invitación. ‘Estás
trabajando muy duro’, dijo, ‘y el cambio te hará bien. Además podrás ver a tu
corresponsal de La Dama cuando pases por París’ ” (p. 51).

Ya en sus primeros años de matrimonio, cuando esperaba su primer hijo,


recordaba que la revista “se las arreglaba para financiarse por sí misma”. Y por
112

último, pasados tres años desde el inicio de la publicación, narraba el final de la


aventura:
“Finalmente llegó el día en que encontramos imposible mantener la
publicación, debido a la subida del coste de la mano de obra y del papel. Si
hubiéramos tenido algo de capital, nos habríamos embarcado en una
reorganización global. Había en aquel entonces ciertos grupos de mujeres
inteligentes que habrían acogido bien una revista que estaba a su nivel
intelectual. Sin embargo, aquel paso estaba fuera de nuestro alcance. Entonces,
intentamos vender la revista a otra editorial, pero su editor acababa de
empezar a publicar una revista para mujeres y no estaba interesado en invertir
más capital.
Así que dije adiós a otra aventura y seguí adelante”.179

Según la autobiografía de la autora, ese mismo año le ofrecieron colaborar para la


agencia de noticias Laffan News Bureau y para el periódico The Standard:
“Pero La Dama no fue mi único experimento aquel año. Un poco después de
la publicación de la revista, una amiga de Inglaterra me escribió para
preguntarme si quería ser la corresponsal española para el Laffan News Bureau.
Era una agencia de Londres que requería información de todas clases. No dudé
y, con la osadía que nace de la ignorancia, me ofrecí voluntaria para cubrir
cualquier campo para ellos, desde la política, a un vulgar crimen o sucesos
pintorescos.
A esto siguió una petición para que cubriera también las noticias para el
periódico de Londres, The Standard. Gracias a muchos de nuestros amigos y
familiares en altos puestos, fui capaz de enviar información política fiable, pero
desde entonces he pensado cuán divertidas le parecerían al editor esas
historias de mi mano inexperta. Supongo que él las aceptaba por su intrínseco
valor como noticias” (p. 43).

Aunque esta nueva ocupación también desagradó a parte de la familia. Un día su


prima Amalita le dijo: “las mujeres pueden hacer bastante daño trabajando para los
periódicos extranjeros que no están bajo la censura eclesiástica” (p. 51). La propia

179 Palencia, I. de, I must have…, op. cit., p. 61.


113

autora admitió que gracias a estos trabajos tomó conciencia de la situación política
y social española:
“Indudablemente le debo mucho a mi nuevo trabajo, pues gracias a él,
empecé a entender por primera vez lo que era España realmente, cómo y
dónde estaba en relación con el resto del mundo y, sobre todo, qué nuevos
progresos iban a tener lugar dentro de sus fronteras.
Descubrí que los pequeños partidos políticos y la interposición de la iglesia y
el ejército en la vida pública, habían mantenido al país en un estado abyecto de
pobreza e ignorancia. Alrededor del cincuenta y dos por ciento de la población
era analfabeta. Los salarios, especialmente los de los trabajadores de la tierra,
eran vergonzosamente bajos. No había límite de horas de trabajo y las
condiciones de vida, incluso en la ciudad eran ignominiosas. La mortalidad
infantil en España estaba entre las más altas de Europa y, en cuanto a la
política exterior, no existía. Mientras, en Madrid, los partidos conservadores y
liberales se sucedían entre sí, en una pobre imitación de los ingleses. Cada vez
que había un cambio de gobierno, una legión de empleados civiles perdían sus
puestos de trabajo con las nuevas llegadas y se iban a casa a jugar con sus
pulgares y a esperar una pronta derrota de sus oponentes políticos. El único
signo esperanzador se encontró en el movimiento obrero. Bajo la guía de
Pablo Iglesias, los trabajadores estaban siendo organizados en sindicatos y
luchaban contra los políticos corruptos, mientras intentaban conseguir
mejores condiciones para la gente. Las palabras sufragio universal no habían
significado nada hasta entonces, pero cada nueva elección traía un cambio, al
menos en las grandes ciudades, donde había diferentes candidatos a pesar del
nepotismo” (p. 43).

Se puede asegurar que este momento que nos narra la autora constituye el inicio
de su activismo social y político y también el afianzamiento de su carrera
profesional, así como de su lucha personal por la independencia económica y el
trabajo remunerado.
Uno de sus primeros trabajos como corresponsal consistió en informar sobre el
nacimiento del primogénito del rey Alfonso XIII, Alfonso de Borbón y Battenberg,
el 10 de mayo de 1907, hecho que tuvo eco en toda la prensa europea:
“Yo me mantenía extremadamente ocupada describiendo la rutina oficial:
cómo los miembros del gobierno español tenían que esperar fuera de la
114

habitación de la reina hasta que el Rey Alfonso sacara al recién nacido,


tumbado desnudo sobre una bandeja de plata, para ser debidamente examinado
por el gobierno; cómo el ministro de justicia entonces, tenía que calificar el
certificado de nacimiento del heredero varón ; cómo la reina, antes y durante el
parto, tenía que vestir una faja perteneciente a una imagen de la Virgen que, se
suponía que protegía a las mujeres durante el parto. Sumados a todos estos
informes históricos, tenía que enviar descripciones de las celebraciones del
séquito. El nacimiento de su hijo fue anunciado por el rey en la sesión de
apertura del parlamento, que tuvo lugar en el senado. Como fueron reservados
sitios especiales para los representantes extranjeros y su séquito, solo un
escaso número de sitios fue reservado para la prensa. Hubo una gran disputa
por las entradas y muchos de los corresponsales no residentes no pudieron
conseguirlas. La noche antes de la sesión, el corresponsal especial del
Illustrated London News me llamó con desesperación.
‘Oh, señorita Oyarzábal’, dijo, ‘he oído que ha conseguido una invitación para
la sesión de mañana y quiero saber si puede dibujarla, pues si es así, me
gustaría pedirle un gran favor’.
‘¿Dibujar? No sé dibujar una línea’, contesté, ‘Pero, ¿qué es lo que quiere?’ Me
explicó que tenía que conseguir un plano del senado con indicaciones de dónde
se iban a sentar el rey, la familia real y los delegados británicos.
Verdaderamente me persuadió a hacerlo. ¡Y que plano dibujé!
Serví a este propósito, aunque, pocas semanas después, recibí una copia del
Illustrated London News con un magnífico dibujo de la ceremonia y un mensaje
escrito que decía: ‘Con mi agradecimiento a una amigable colaboradora’ ” (pp.
43-44).180

El trabajo como corresponsal no solo modificó su visión sobre la sociedad


española del momento, sino que, por primera vez, también lo hizo sobre su relación

180Isabel Oyarzábal entrevistó, años después, a la reina Victoria Eugenia, inaugurando sus
colaboraciones en El Día de Madrid, en concreto en su artículo “Una audiencia con S. M. la
Reina”, El Día, Madrid, 5-12-1916, p. 1. Vid. Quiles Faz, A., “El porvenir de la mujer
española: Isabel Oyarzábal y El Día de Madrid (1916-1917)”, en Palomares Perraut, R.
(coord.), Historia(s) de mujeres en homenaje a María Teresa López Beltrán, I, Universidad de
Málaga, Perséfone. Ediciones electrónicas de la AEHM/UMA, 2013, pp. 34-49.
http://www.aehm.uma.es/persefone/Homenaje_Maite2_ISBN.pdf
115

con el sexo masculino, considerado de forma muy distinta hasta entonces y debido,
en gran parte, a la educación recibida:
“El trabajo como corresponsal también alteró todos mis valores
convencionales. Entre otras cosas me acostumbré a tratar a los hombres en la
base de la simple camaradería. Hasta ese momento, habían sido siempre seres
algo misteriosos, siempre dispuestos a cortejar, tendencia que a veces odiaba,
otras despreciaba o me resultaba atrayente, quizá no siempre en este orden.
Ahora trataba a mis colegas en un plano de absoluta igualdad y daba o
recibía ayuda sin sentir que les estaba poniendo a ellos o a mí bajo ninguna
obligación. No había ninguna mirada insistente o tierna, ningún cumplido,
ningún significado sutil, sujeto a sus comentarios. Solo eran “buenos
amigos”.181 Estaba bien mantener el amor fuera de la vida, supongo, y por otro
lado, permitía trabajar serenamente. Quizá no lo echaba mucho de menos,
porque conseguía la suficiente atención masculina, fuera de mi trabajo” (p. 44).

Después de las corresponsalías, le fue encargada una conferencia en el Ateneo


madrileño. Al menos así lo apuntaba en su autobiografía, pues según hemos
averiguado, este encargo se hizo un año antes del inicio de su proyecto editorial,
concretamente el 2 de diciembre de 1906 y de acuerdo también con la revista del
Ateneo que hemos consultado.182
La primera de las conferencias se anunciaba como “Lectura de conferencias del
eminente actor inglés Irving sobre El arte del teatro y el arte de representar”.
Después de esa fecha, el 27 de enero de 1907 volvió al Ateneo, esta vez

181 En este sentido, apuntaremos que eran muchas las teorías antifeministas que abogaban

por la imposibilidad de la amistad entre el hombre y la mujer. Por ejemplo las de Urbano
González Serrano quien en su libro Estudios Psicológicos, afirmaba que la mujer en todos los
ámbitos en los que había de tener roce con el hombre se sentía inclinada sexualmente hacia
él. Emilia Pardo Bazán mantuvo una enconada polémica desmintiendo las palabras del
autor. Véase La Correspondencia de España, Madrid, 8-1-1892, p. 1. Las cotas de libertad
que iban alcanzando las intelectuales de la época que nos ocupa provocó una
transformación en las relaciones con el otro sexo, que no pocas veces provocó la desazón
del personaje masculino, pero que terminaba adaptándose a esta nueva forma de
convivencia. María Zambrano o Concha Méndez destacaban las nuevas relaciones que se
establecían con el sexo opuesto que calificaban de “unidad fraternal” o de “limpia
camaradería”. Vid. Castillo-Martín, M., “Contracorriente…”, art. cit.
http://www.ucm.es/info/especulo/numero17/memor_20.html
182 Villacorta Baños, F., “El Ateneo de Madrid (1896-1907). La Escuela de Estudios

Superiores y la Extensión Universitaria”, Hispania, 141 (1979), pp. 101-158. Su conferencia


aparece fechada antes incluso, el 2 de marzo de 1906.
Y http://www.ateneodemadrid.net/biblioteca_digital/RevistaAteneo.htm. Ateneo, Madrid,
julio-diciembre de 1906, tomo 2, pp. 532 y ss.
116

pronunciando una conferencia titulada “Las flores”, 183 en la que destacaba su


importancia para el ser humano, comparándola con la de las artes y analizaba las
relaciones que las distintas clases sociales mantenían con el mundo vegetal, en
especial, rememoraba la imagen de una “casita” familiar cercana a la playa en la que
existía un jardín. Este nuevo salto arbitrario en la sucesión de los acontecimientos
se une a la casi total ausencia de fechas a lo largo de la autobiografía de Isabel
Oyarzábal, que aquí intentamos dilucidar. La falta de fecha de nacimiento, por
ejemplo, es común en otras autoras de autobiografías y no es estrictamente propio
de las mujeres autógrafas, sino más bien de una época, la del memorialismo
moderno, finisecular o noventayochista, en la que la que el género autobiográfico
empezó a cobrar auge.184
El Ateneo tuvo un afán divulgador y de especialización acorde con el clima
pedagogista de comienzos de siglo. En los primeros años del siglo XX, un grupo de
intelectuales promovió los proyectos de reforma pedagógica fuera del ámbito
político, pues era necesario apartar la docencia de la burocracia.
La Extensión Universitaria comenzó en Oviedo en 1898, a imagen de las inglesas
de Cambridge y Oxford y sus conferencias, destinadas fundamentalmente a la
formación obrera, eran una manifestación más del afán pedagógico, que también se
materializó en otras instituciones como las Universidades Populares, los Fomentos
de las Artes o Centros Instructivos de Obreros, etc.
En esta línea, la Extensión Universitaria Ateneísta surgió como consecuencia de
la “ley de descanso dominical” de 1904, en cuyo programa se afirmaba que, de esta
manera, el proletariado podría dignificar sus horas de descanso.185 Este proyecto
decayó pronto, principalmente debido a la escasa formación profesional que ofrecía,
y que parecían estar destinadas más a la burguesía que a la clase obrera, al
contrario que en otros países.
Para las mujeres, como cualquier otro espacio de la vida pública, el Ateneo estaba
vedado. Solo cincuenta años después de su fundación, se permitió intervenir a una

183 Ateneo, Madrid, Enero de 1907, tomo III, pp. 65-68.


184 Hurtado, A., “Mirando con lentes aquel certificado que prueba que nació…”, Lectora:
revista de dones i textualidad, 3 (1997), pp. 97-103.
http://www.raco.cat/index.php/Lectora/article/viewFile/211174/280983
La autora apunta como caso digno de consideración, precisamente el de nuestra autora, no
solo no consigna su fecha de nacimiento, sino casi ningún episodio de su vida y en palabras
de Hurtado: “como resultado, en ausencia de estas referencias temporales, se desarticulan
sus memorias y se desdibuja su personalidad: como si no tener edad supusiera borrar su
propia historia.
185 Villacorta Baños, F., “El Ateneo de Madrid…”, art. cit., pp. 101-158.
117

mujer, la escritora Rosario de Acuña, que no se libró de la reprobación en la


prensa.186 Después, Emilia Pardo Bazán sería la primera mujer nombrada socia de
número en el Ateneo de Madrid en 1905. Por tanto, en la época en que Isabel
Oyarzábal dio su primera conferencia en el Ateneo, era bastante inusual que una
mujer dirigiera sus palabras en tal auditorio. Desconocemos, quiénes de sus amigos
le instaron para que diera la conferencia, pero lo que es cierto, es que sus conocidos
intelectuales en Madrid en esas fechas, casi recién llegada a la capital, eran
influyentes en las instituciones más progresistas del país. Se reunían en la casa de
la propia Isabel Oyarzábal en la calle de Ramón de la Cruz187 y muy seguramente,
sus conocidos fueran los de su futuro marido: “Nuestra casa en Madrid era ahora el
centro de reunión de muchos jóvenes y ambiciosos intelectuales, poetas, escritores
y artistas. Yo era la única mujer. Ceferino y Julio Palencia estaban entre los más
asiduos visitantes” (p. 44). Así la propia autora recordaba cómo se gestó su
participación en el Ateneo:
“Un día, el grupo [un grupo de intelectuales que se reunía en su casa]
decidió que yo debía dar una conferencia en el Ateneo, que era el eje de la vida
intelectual de Madrid. Este auditorio había sido el escenario de muchos
debates y todo español conocido, así como muchos famosos extranjeros, se
habían hecho oír dentro de ese recinto.
‘Tú serás la primera mujer joven que hable aquí’, dijo la secretaria del grupo
literario y gran amiga nuestra, ‘y mi sección desea tener el honor de
organizarlo’.
Le respondí que nunca me había atrevido a hacer semejante cosa. ‘¿De qué voy
a hablar?’, le pregunté.
Pero ellos estaban resueltos. Recibí una invitación formal de la dirección
ejecutiva y alguien sugirió que debía hablar sobre Sir Henry Irving, al que
sabían que había conocido, y sus ideas sobre el teatro.
Después de una larga deliberación decidí que aceptaría, pero dije que leería mi
discurso si iba a pronunciarlo. Con el corazón encogido oí la fecha que se había
fijado. Incluso si leía mi conferencia, podía ocurrir cualquier cosa. Recuerdo
cómo solía tropezar leyendo las oraciones de la escuela, de puro nerviosismo”
(p. 44).

186 Véanse El Globo, Madrid, 20-4-1884, pp. 1-2 y El Día, Madrid, 20-4-1884, p. 4.
187 Rodrigo, A., Mujer y exilio 1939, Barcelona, Flor del Viento Ediciones, 2003, p. 265.
118

Oyarzábal decidió que escribiría sobre la influencia de Henry Irving en la escena


inglesa. El día de la conferencia el auditorio estaba lleno y su intervención fue
acogida con un gran aplauso. La prensa de Madrid, al día siguiente, ensalzó el
hecho de que “una jovencita había honrado el Ateneo consintiendo en sentarse en el
venerable estrado del auditorio”, incluso algunas reseñas apuntaban que, con el
tiempo, se convertiría en una buena oradora. Enseguida le fueron encargadas más
disertaciones, lo que constituyó el principio de su actividad como conferenciante.188

3.2. Ceferino Palencia Tubau


Las páginas siguientes de la autobiografía de Isabel Oyarzábal están dedicadas al
noviazgo y compromiso con Ceferino Palencia Tubau, hijo de María Álvarez
Tubau y Ceferino Palencia y al que conoció en el homenaje a su madre, celebrado
en Málaga en 1905. Sin embargo, el joven tuvo que contender con otro
pretendiente, Gabriel, un pintor amateur con bastante fortuna. Su madre ya le
advirtió que no concibiera la idea de casarse con Gabriel, de mejor posición que
Ceferino, pues, conociéndola, no sería feliz, ya que ella debía casarse por amor o
arruinaría su vida. Ceferino Palencia había estudiado Derecho, igual que su
hermano Julio,189 por deseo de la madre, que no quería que se dedicaran al mundo
del arte, a pesar de que ambos jóvenes pintaban y eran aficionados a la literatura.
En la autobiografía Oyarzábal reproducía las palabras de Ceferino Palencia al
respecto:
“Mi madre quiere que tengamos una profesión y no depender del arte, me
había dicho Cefe un día en respuesta a mis protestas […]
Como todas las profesiones son iguales para mí, y a Julio le gustaba estudiar
leyes, yo me hice abogado también” (p. 50).

Ana Smith, la madre de Isabel, también le advirtió de que si decidía casarse con
Ceferino, todos lo considerarían lo más imprudente, puesto que no tenía una
holgada posición de futuro, pero, nuestra autora, obviamente, siguió adelante. La
proposición no fue formal, tal como le gustaba a Isabel, y con miedo a la nueva
situación, le comentó a Anita:

188Analizaremos el contenido de la conferencia cuando tratemos el tema del teatro.


189El periódico El Diario Oficial de Avisos de Madrid del 21-6-1905, p. 3, daba cuenta de la
celebración de los últimos exámenes de graduación de ambos hermanos y del término de
su carrera de derecho.
119

“Anita, le dije después de un rato, ¿sabes lo que he hecho? Creo que me he


prometido a Ceferino Palencia.
¿Creer?, gritó. Debes saber seguro si te has prometido o no.
No, dije desanimadamente, no, porque no hemos dicho una palabra sobre
compromiso. Pero ahora sé que le importo y que piensa que yo le quiero.
¿Y no es así?, preguntó Anita.
Bien, no estoy segura del todo” (p. 46).

Efectivamente, el miedo a las ataduras hacía que la autora albergara ciertas dudas
acerca de su boda:
“Además, no quiero estar atada, añadí después de un rato. Cuando pienso en
el matrimonio, siento lo mismo que cuando estaba en el convento.
¡Cielos!, Cefe no te atará” (p. 48).

Este mismo planteamiento es el que le trasladó a él en una conversación


posterior, por lo que la pareja se dio un tiempo hasta que ella estuviera segura. La
respuesta definitiva llegó tras un viaje de verano a Inglaterra. Antes de su marcha
ella le dio a Ceferino Palencia una carta para que la leyera después de que hubiera
partido, y reconocía que su orgullo era lo que le impedía darle la contestación que
él esperaba. En la carta le citaba para verse en París pues, consultados sus parientes,
no habían puesto ninguna objeción para que pudiera salir allí a solas con Ceferino.
En la ciudad de la luz, se puede decir, que se comprometieron definitivamente. Sin
embargo, la autora relataba una situación que, sin duda, le incomodó sobremanera:
Ceferino le propuso que dejara toda actividad remunerada a lo que ella se negó con
rotundidad:
“Un día dijo que le gustaría que yo abandonara todo mi trabajo después de
que nos casáramos. La gente en España todavía pensaba que era reprochable
para el marido que una mujer trabajara. Fue muy indignante. ¿Dejar todo por
lo que había luchado durante tanto tiempo? Nunca” (p. 53).190

Ceferino consultó también con Ana Smith, quien le dijo:

190 Efectivamente, la mujer de clase media solo podía aspirar a conseguir un matrimonio

más o menos provechoso y una vez casada, cuidar del hogar. “Las señoritas no tienen más
carrera que el matrimonio”, decía Emilia Pardo Bazán. Cfr. Pardo Bazán, E., “La mujer
española III…”, art. cit., pp. 120-130.
120

“Pienso que sería un terrible error, dijo ella, Isabel es demasiado vital para
estar satisfecha sin hacer nada. Al contrario, ella debe tener algo que hacer, y
la solución ideal sería que trabajarais juntos” (p. 53).

Por supuesto, cuando el compromiso se hizo oficial, todo el mundo se lamentó de


que Isabel no se casara con una persona de posición más holgada. A pesar de ello, y
debido a que su madre se iba a Estados Unidos para acompañar a su hermano José,
que quería estudiar Química allí, llevándose también a Anita e Inés, decidieron
casarse cuanto antes. La boda se fijó para el día ocho de julio de 1909.191 Ni que
decir tiene que Isabel no quería una ceremonia convencional, sino algo sencillo,
pero finalmente tuvo que claudicar en algunos detalles, como el traje de novia:
“Todo estaba preparado en la manera que yo quería, excepto el vestido de
novia. Cuando María Tubau, que había estado de gira, oyó que yo no iba a
llevar el convencional traje de novia blanco, se disgustó espantosamente. Me
di por vencida. Después de todo, no me importaba y como Cefe había insistido
en que tocaran la Marcha Nupcial de Lohengrin durante la ceremonia, pensé
que el vestido blanco, después de todo sería más apropiado.
El ocho de julio de aquel año fue uno de los días más calurosos que Madrid
había conocido nunca, pero yo no me di cuenta.
Nos casamos a las doce en punto. Cefe y yo nos arrodillamos entre nuestros
padrinos, María Tubau y Don Ceferino, mientras los diez testigos
permanecían de pie cerca de nosotros. Mi madre había rehusado ser la madrina.
La separación que se avecinaba iba a resultar muy dura y no quería que yo me
enterara si rompía a llorar.
De hecho, todo el mundo, excepto Cefe y yo, lloraba o parecía estar tan
abatido como si fuera un funeral. Podía oír claramente sollozos, justo detrás de
mí y después, supe que era Inés.
Cuando la misa nupcial con sus ceremonias terminó y habíamos firmado en
el registro, fuimos a casa de Cefe a tomar un tranquilo almuerzo de boda” (p.
54).

La boda fue reseñada en la prensa de la época: Abc, Madrid, 16-6-1909, p. 13, La Época,
191

Madrid, 11-7-1909, p. 1. La ceremonia se celebró en la capilla del Asilo de Huérfanos del


Sagrado Corazón.
121

Con el dinero obtenido por su boda, pues Isabel había preferido que le regalasen
dinero en vez del típico ajuar, iniciaron el viaje de novios con destino a Inglaterra,
si es que les llegaba el presupuesto. Primero hicieron una parada en Valladolid,
donde Ceferino había estudiado, luego hicieron escala en Hendaya, marcharon a
París y finalmente llegaron a Inglaterra.

3.3. Primeros años de matrimonio y maternidad


Isabel contrajo matrimonio con 31 años, una edad nada temprana para la época y
en esta nueva etapa fue cuando despegó su carrera profesional, a la vez que formó
una familia, ya que al año siguiente de su matrimonio, nació su primer hijo, Cefito,
nacido el 29 de mayo de 1910. Las circunstancias familiares y económicas hacen
resaltar una vez más la singularidad del personaje.
Durante el viaje de novios, se desencadenó la guerra contra Marruecos y se
produjeron los disturbios en Barcelona conocidos como “La Semana Trágica”.
Cuando estalló la Guerra del Rif, muchos españoles tenían aún en mente la terrible
derrota de 1898. Maura inició rápidamente el reclutamiento de tropas, aun de
reservistas, lo que fue acogido de manera negativa por las clases populares, ya que
la legislación permitía la exención a filas mediante el pago de una cantidad de
dinero, imposible de afrontar por los trabajadores, muchos de los cuales además
eran los únicos que sustentaban a la familia. El conflicto, en Barcelona, estalló
inmediatamente después de conocerse las primeras y numerosas bajas en
Marruecos, el 18 de julio de 1909 y el 26 de julio, se concertó una jornada de
huelga. Isabel lo recordaba de la siguiente manera:
“El día que volvimos a Londres, encontramos las calles llenas de hojas de
colores con noticias. La guerra había estallado en el Marruecos español.
Decidimos volver a casa rápidamente, pues la agencia de noticias requería ser
atendida. En París, los periódicos no hablaban más que del desastre sufrido
por nuestras tropas en el Norte de África y de oscuros rumores sobre
acontecimientos en Barcelona. Evidentemente, estaban teniendo lugar serios
disturbios” (p. 55).

Cuando hubieron cruzado la frontera fueron informados de que un gran número


de soldados españoles habían muerto en Marruecos. La lucha en la colonia era
impopular salvo para aquellos que la utilizaban como habían utilizado la guerra de
122

Cuba.192 La población que se veía impelida a luchar en una guerra que no era suya,
comprendía que sus enemigos eran hombres como ellos y estaban convencidos de
que la guerra solo servía para enriquecer a unos pocos. En este contexto, los
trabajadores de Barcelona iniciaron una serie de acciones de protesta, apoyados por
los separatistas catalanes que utilizaron el levantamiento para promover sus
propios fines y como consecuencia de las revueltas, muchos conventos e iglesias
fueron saqueados y quemados por ser un símbolo del abuso de poder. Isabel
Oyarzábal expresaba así su temor por el futuro de su marido:
“Personalmente estaba más asustada de que Cefe fuera llamado para ir a
Marruecos, que de estar inmersa en una revolución. No podía evitar
simpatizar con las mujeres de Barcelona, que se lanzaban en persona contra las
líneas de guardias civiles, situadas alrededor de los barcos de transporte que
llevaban cargas humanas a África. De todos modos, había tanta confusión en
mi cabeza acerca de lo que el “patriotismo” me demandaba, y lo que yo pensaba
que era humano y justo, que no me atrevía a expresar mis sentimientos
abiertamente, ni siquiera a Cefe. ¿Por qué esas mujeres no intentaban retener a
sus hombres en casa? Después de todo, África no era nuestro país. Este era mi
constante pensamiento. Para mi alivio, no se llamó a filas a ninguna otra
reserva. La guerra hizo añicos algunas de nuestras esperanzas en el terreno
económico” (p. 56).

En efecto, a Ceferino Palencia le habrían ofrecido un puesto como consejero legal


en una empresa, pero la situación inestable hizo que el proyecto no prosperase. Por
otro lado, Laffan News Bureau también cerró, por lo que la economía de la familia
Palencia-Oyarzábal se vio quebrantada. El único ingreso eran las 90 pesetas que
Ceferino ganaba como abogado en el tribunal municipal, pero Isabel confesaba en
sus memorias un episodio que demostraba la insatisfacción que producía en su
marido este trabajo, pues pronto descubrió que el tribunal era un nido de
corrupción, donde se abusaba de quien menos tenía. Ceferino no había abandonado
su vocación por la pintura y, a instancias de Isabel, comenzó a estudiar con

192 Después de la pérdida de las colonias en el 98, España había buscado el control sobre la

zona norte de Marruecos. El 9 de julio de 1909, los obreros españoles que trabajaban en la
construcción de un ferrocarril para la explotación de las minas propiedad de una sociedad
formada por el marqués de Comillas y el conde de Romanones, fueron atacados por los
cabileños, población que ocupaba la zona. Este fue el desencadenante de la guerra de
Marruecos.
123

Eduardo Chicharro en su estudio, donde, por casualidad también lo hacía en ese


momento el famoso pintor mexicano, Diego de Rivera.
A pesar de que sus ahorros se habían esfumado, de los escasos ingresos que
tenían y de que Isabel estaba esperando su primer hijo, le ofreció a su marido la
posibilidad de dejar el juzgado para dedicarse a la pintura por completo, si bien no
lo hizo inmediatamente, puesto que ella misma afirmaba que el día en que dio a luz,
su marido “se acababa de ir al trabajo del gobierno que le mantendría ocupado
hasta la hora de comer” (pp. 58-59). Sea como fuere, pasaron apuros económicos,
aunque nuestra autora contribuía escribiendo artículos que vendía a algunos
periódicos de Londres: “Vivíamos sin muchas cosas, combustible entre otras. Por
primera vez en mi vida me di cuenta de que los sellos postales, el betún de los
zapatos y los billetes de tranvía eran artículos que contaban en el presupuesto del
hogar” (p. 58).
El 29 de mayo de 1910 nació su hijo Ceferino e Isabel dedicó en su autobiografía
una pormenorizada descripción de los sentimientos que le provocó la maternidad,
si bien, no era la primera vez que hablaba de ella:
“La maternidad ha sido siempre tal objeto de reverencia para los españoles,
que una mujer podía exponer sin rubor su pecho en público, aunque no le
estuviera permitido enseñar una pulgada del tobillo o del cuello en otras
ocasiones” (p. 11).

La narración de los acontecimientos relacionados con el parto es bastante


elocuente:
“Una mañana, hacia finales de mayo, de repente enfermé. ¡El bebé estaba
aquí! […] No tenía la menor idea de cuándo llamar al doctor. El médico que
iba a cuidar de mí era uno de los más famosos especialistas españoles del
momento. […] Además, yo quería estar sola el mayor tiempo posible.
Durante meses había soñado con este momento. Desde que yo sintiera a mi
bebé moverse dentro de mí, parecía como si estuviera viviendo un poco aparte
de todo el mundo, incluso de Cefe. No estaba asustada, aunque un poco
temerosa […] Ninguna mujer en España, en esos años, era aliviada en
semejante momento. Nadie, excepto la Reina que, se rumoreaba, había
insistido en ser ayudada con algún novedoso método, cuando el Príncipe de
Asturias y después, su segundo hijo, habían nacido, pero semejante
procedimiento había encontrado la desaprobación general. Mi doctor era
124

demasiado anticuado para ceder en este punto, durante tres días y sus noches
me vigiló con atención, sin descanso, pero cuando le imploré que me diera algo
que facilitara la tortura, movió su cabeza y murmuró:
‘Toda mujer está destinada a traer a sus hijos al mundo con dolor’. […] Nadie
me había dicho que me sentiría como un animal cazado, inconsciente de todo,
excepto de los dolores que roían mi torturado cuerpo. Solo un pensamiento era
más fuerte: ‘El bebé no debe ser una niña. No puede estar condenada a sufrir
eso” (p. 59).

Isabel Oyarzábal describía también el rito tradicional que pretendía proteger a la


madre y al bebé: una vela que debía permanecer encendida hasta su fin para
garantizar la buena suerte, una botella con agua del río Jordán, fotos de la virgen y
una rosa de Jericó que marcaba cuándo tendría lugar el parto. Finalmente, dio a luz
por la tarde, tal como había predicho la rosa de Jericó: “Durante un fugaz minuto,
previne todas las alternativas de alegría y agonía, de esperanza y temor, que
sufriría en el futuro a causa de ese pequeño bulto. Se llamaría Ceferino, como su
padre” (p. 60).193
En estas líneas Isabel refería las dificultades y sufrimiento que suponía el
alumbramiento de un nuevo ser humano, teniendo en cuenta que su caso era
afortunado, pues contaba con la presencia de un médico a los pies de la cama, lo
cual no era habitual en el caso de las mujeres obreras. Por otro lado, evocaba el
ceremonial supersticioso que ayudaba a la parturienta en tales momentos y por
último, confesaba los temores que, ante la incipiente vida de la que era artífice,
albergaba. Temores estos, aunque por otros motivos, que se repitieron con su
segunda hija, Marissa, nacida cuatro años después, en 1914:
“El ocho de diciembre de aquel año, nació nuestro segundo hijo. Una vez
más el dolor siguió al amor y la tortura desbordó toda la conciencia, porque un
nuevo ser estaba en este mundo. Esta vez, yo estaba tremendamente
impaciente porque fuera una niña. Desde que la guerra había empezado194, no

193 Isabel Oyarzábal no idealizó la maternidad en sus memorias, como sí lo hizo en otras de
sus obras, como El alma del niño o Diálogos con el dolor, pues para ella fue un
acontecimiento traumático y le interesó más desde un punto de vista político,
convirtiéndose su dignificación en la propuesta de regeneración nacional de la autora y de
su concepción del papel que debía desempeñar la nueva mujer. Cfr. Capdevila-Argüelles, N.,
“Isabel Oyarzábal de Palencia (1878-1974). Diálogo con la maternidad…”, art. cit., pp. 66-
67.
194 Se refería a la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
125

quería un niño. Logré mi deseo. […] Solía mirar a la cunita con su pequeña
ocupante y pensaba que, como mujer, mi niñita tendría que superar, quizá,
grandes pruebas. Tendría que sufrir el dolor para dar vida, pero, al menos no
estaría obligada a perder su vida para dar muerte a otros en la guerra” (pp. 68-
69).

En ambos casos, la autora confesaba sus miedos sobre el futuro de sus recién
nacidos; en cuanto a Marissa, debido a que en 1914 había empezado la Primera
Guerra Mundial, se alegraba de que, al ser una niña, no tuviera que ir a la guerra:
aunque sufriera para dar vida, no lo haría para quitarla.
Al respecto del nacimiento de Marissa, Juan Oyarzábal Smith, hermano de Isabel
le envió una carta a Ceferino, alegrándose de la noticia del nacimiento del nuevo
miembro de la familia. En ella, Juan recordaba cuánto había sufrido Isabel con su
primer parto:
“Mi querido Cefe:
A mi regreso esta tarde de Alhaurín el Grande donde tengo desde hace unos
días a la familia me encuentro con tu telegrama comunicándome la fausta
nueva del nacimiento de María Isabel. Me alegro muchísimo que haya sido una
niña. Espero carta tuya con detalles del parto y del estado de Ella que espero
será completamente satisfactorio y que la pobre no haya sufrido tanto como la
vez anterior […] Cefito me figuro estará celoso estos primeros días, pero eso
pasa después”.195

En este sentido, un amigo de la familia, el malagueño Domingo Orueta,


recordaba en una carta enviada a Isabel su preocupación ante este segundo
embarazo, “con que pudiera descomponerse la cosa…”196
En relación a la maternidad, Josebe Martínez Gutiérrez llama la atención sobre
la narración de su primera maternidad, en la que la autora recordaba que había
soñado con el momento durante meses y que lo había vivido apartada de todos,
incluso de su marido. Pero enseguida trasponía su caso al ámbito social: ninguna
mujer en España en aquellos años tenía paliativos en el parto… Desde esa soledad
del parto, la autora compartió sus angustias con el lector de manera confidencial. A

195 Carta fechada el 9 de diciembre de 1914. Citada por Ballesteros García, R.M., “Isabel
Oyarzábal: una malagueña en la corte del rey Gustavo”, Jábega, Málaga, 92 (2002), p. 116.
196 Citado por Rosa Ballesteros, “Isabel Oyarzábal: una malagueña…”, art. cit., p. 117.
126

pesar de saber que sufriría dando a luz, nunca hubiera pensado que el dolor
provocara la ruptura de la comunión entre la madre y el recién nacido.197
En efecto, Josebe Martínez destaca que cuando Isabel de Palencia hacía este
análisis de su maternidad, habían pasado treinta años desde el nacimiento de su hijo
y, por tanto, sus palabras eran producto de una reflexión muy posterior al hecho en
sí. El recuerdo se explicita al “lector como criterio acerca de lo injusto de su
condición y de la situación de descuido y desatención en la que se encontraban las
mujeres de su tiempo (con excepción de la reina)”.198
Efectivamente, a pesar de que el siglo XIX se definió como el siglo de la madre, y
era considerada un bien socialmente útil,199 no fue hasta el final del siglo cuando,
algunos colectivos de mujeres, como las comadronas, empezaron a generar una
corriente de opinión a través de publicaciones para mejorar las condiciones
salubres e higiénicas de la maternidad. Pero sobre todo eran los médicos los que
aconsejaban sobre la higiene y cuidados de los niños, como garantía de la higiene
de la raza.200 Y desde finales del siglo XIX se introdujeron en los tratados para
educar a las mujeres, ciertos conocimientos para la formación de las jóvenes como
madres.201 En el caso concreto de Isabel Oyarzábal y, como reflejo de una situación
generalizada, a los precarios conocimientos sobre el tema, se unían otras absurdas
creencias adulteradas por la religión y la moral de la época.
El relato del momento crucial del alumbramiento conmueve por su sinceridad.
No se trata de un relato entusiasta y apologético de la maternidad, sino una sincera
confesión de los sentimientos más íntimos en tal momento. No solo se había
considerado la maternidad como la función primordial de las mujeres, sino que
también se había supuesto que disfrutaban con ella y que suponía su mayor

197 Martínez Gutiérrez, J., Las intelectuales de la Segunda República al exilio, Victoria Kent,
Margarita Nelken e Isabel O. de Palencia, Madrid, Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 2002,
pp. 115 y ss.
198 Ibidem, pp. 115 y ss.
199 Recordemos que tal como afirma Josebe Martínez en la época en la que Isabel

Oyarzábal escribía en El Sol, lo hacía también el doctor Gregorio Marañón, quien


influenciado por las teorías de Otto Weininger y otros intelectuales europeos, argumentó
que la mujer no era inferior al hombre, sino diferente y que la diferencia radicaba
precisamente en su función biológica de ser madre. Martínez Gutiérrez, J., Las
intelectuales…, op. cit., pp. 115 y ss.
200 A finales del XIX y principios del XX, se empezó a llamar la atención respecto de los

cuidados del cuerpo femenino, higiene, deporte… sobre todo de la burguesía, como
generador de una raza mejor, tal como se apreciaba en la prensa de la época. Cfr. Perinat.
A. y Marrades, M. I., Mujer, prensa…, op. cit., p. 133.
201 González Pérez, T., “El aprendizaje de la maternidad: discursos para la educación de las

mujeres en España (siglo XX)”, Convergencia, México, 46 (2008), pp. 91-117.


127

vocación. Sin embargo, la maternidad no dignificaba a la mujer especialmente, ni el


hijo por el hecho de nacer aportaba nada a la madre, sino que más bien le exigía.202
En referencia al debate sobre los derechos de la mujer, Bernard Shaw, por
ejemplo, afirmaba que la mujer había de consagrar la mayor parte de su energía a la
maternidad y que, por ello, se observaba su superioridad en algunas ocupaciones
como enfermeras, maestras de escuela, etc. 203 Acorde con ello, valga el siguiente
ejemplo, recogido de la autobiografía de Constancia de la Mora, para ilustrar lo
anterior. El relato del momento es, aunque menos prolijo, muy similar al de
nuestra autora:
“…Yo no quería que mi madre ni mi suegra estuviesen conmigo en aquellos
momentos; deseaba estar sola, pero con los debidos cuidados médicos, y,
viviendo a alguna distancia de la ciudad, esto resultaba aún más complicado y
difícil de conseguir. Tampoco tenía yo ningún conocimiento de las atenciones
que necesita un recién nacido y me asustaba encontrarme sola, aislada entre
aquellas mujeres, todas tan ignorantes o más que yo”.204

Si la autora admitía, como otras muchas mujeres de la época, desconocer lo


relacionado con la maternidad, no era menor el desconocimiento acerca de la
sexualidad. Isabel reconocía que se familiarizó con algunos detalles de este tema
debido a la traducción de parte de la obra de Havelock Ellis.205
Ya se ha abordado el tema del pudor, como castrante ideológico sobre el cuerpo
femenino. Ejemplo de ello es que Isabel Oyarzábal creció avergonzada de su cuerpo,
como podemos recordar en dos episodios: el amigo del padre que le advirtió de que
su hija debía llevar falda larga y el escándalo que provocaron las mujeres de la

202 Ibidem, p. 95.


203 “Las sufragistas inglesas”, El Globo, Madrid, 14-5-1913, p. 1.
204 Mora, C. de la, Doble esplendor, op. cit., p. 121. Las biografías de estas dos mujeres se

podrían considerar, en muchos sentidos, paralelas. Cfr. Quiles Faz, A., “Dos mujeres
modernas…”, art. cit., pp. 93-118.
205 Henry Havelock Ellis, (1859-1939), médico, sexólogo inglés, que influyó en Freud entre

otros. Creó los términos autoerotismo y narcisismo, escribió el primer libro en inglés que
abordó la homosexualidad (para Ellis homosexualidad y heterosexualidad son condiciones
complementarias), defendió que el deseo sexual en las mujeres no es un síntoma de
ninfomanía, sino que era algo normal, defendió la eugenesia y la educación sexual en edad
escolar. También trató temas como el fetichismo y otras parafilias. Entre sus muchas obras,
podemos destacar: Studies in the psicology of sex (7 volúmenes publicados en 1913), Man and
WomanA Study of Secondary and Tertiary Sexual characteristics (1894, revisado en 1929),
Analysis of the Sexual Impulse, Love and Pain, The Sexual Impulse in Women (1903) y un largo
etcétera.
128

familia al ir a la playa en traje de dos piezas. Al hilo de ello, Isabel recordaba cuánto
le abrió los ojos la traducción de Havelock Ellis antes mencionada:
“La traducción de los volúmenes quinto y sexto de la obra de Havelock Ellis
sobre psicología sexual me mantuvo ocupada durante algunos meses y me
permitió tener un plato de comida caliente en casa. Incluso, diría que me
benefició mucho más que eso.
Como la mayoría de las mujeres de aquella época en España, me habían
mantenido en una ignorancia total acerca de los hechos básicos de la vida, de
hecho, me mantuvieron al margen de este tipo de información hasta la fecha de
mi matrimonio.
Incluso después de convertirme en esposa, muchas cosas siguieron ocultas
en la oscuridad, cosas tales como enfermedades concretas y aberraciones de
todo tipo. Havelock Ellis me abrió los ojos de un modo tan repentino, que
durante meses estuve muy impactada e impresionada. Mis responsabilidades
como madre parecían haber aumentado mil veces más y durante un tiempo
contemplé el mundo desde el horror. Tenía la impresión, a veces, de que todo
al que conocía debía ser víctima de alguna fuerza oculta y terrible.
Al poco tiempo, me calmé y fui capaz de considerar estas cuestiones con más
sentido común. Los sentimientos de repugnancia e intolerancia se esfumaron y
la vida volvía a parecer aceptable una vez más. Había ganado en
entendimiento” (p. 61).

Los volúmenes de la obra de Havelock Ellis, Estudios de Psicología Sexual, que


tradujo en 1913, sin embargo, no son el cinco y el seis, sino el cuatro y el seis. El
volumen cuatro, titulado: “La selección sexual en el hombre. I. El tacto. II. El
olfato. III. El oído. IV. La vista”; y el volumen sexto: “El sexo en relación con la
sociedad”. Ambas traducciones aparecen firmadas por Ceferino Palencia Tubau,
pues probablemente el escándalo no habría sido menor si las hubiera firmado la
propia autora.
En el volumen cuarto se trataban los estímulos sensoriales externos que
afectaban a la selección sexual en el hombre en los cuales estaban involucrados los
cuatro sentidos con que titula el volumen. En el análisis de estos sentidos se
trataban también algunos aspectos clínicos como el fetichismo, el incesto, el
narcisismo, el pigmalionismo, etc.
129

En el sexto volumen se analizaba el sexo en relación con la sociedad: la


maternidad, mortalidad infantil y sus causas, los avances en puericultura, la
protección social ante la maternidad, diversas cuestiones de educación sexual y la
importancia de su impartición desde edades tempranas, la importancia de
acostumbrarse a la desnudez desde la infancia, el amor, la castidad, la abstinencia
sexual, la prostitución, las enfermedades de transmisión sexual, la moral sexual, el
matrimonio, el arte de amar y la ciencia de la procreación.
Como afirma Josebe Martínez, Isabel Oyarzábal, cuando abordó en sus memorias
su experiencia sexual, no lo hizo directamente, sino que lo convirtió en factor de
análisis social, ya que como la mayoría de las mujeres en España en esa época era
totalmente ignorante sobre los principales hechos de la vida hasta la hora del
matrimonio. Para la investigadora, las vidas narradas de estas mujeres aún estaban
condicionadas por prejuicios que les impedían hablar abiertamente de lo que atañía
a su cuerpo “el cual ni siquiera se menciona en el texto, sublimado como está en lo
político general”.206
De cualquier modo, en los primeros años del siglo XX, sobre todo durante la
República, se produjeron cambios en cuanto a la concepción del cuerpo y a las
relaciones afectivas y sexuales. Hacia 1914, descendió en España la mortalidad
infantil y la natalidad, a causa de varios factores, el retraso o renuncia al
matrimonio; el control en la reproducción dentro del matrimonio que, debido al
descenso de la mortalidad infantil, inclinaba a tener menos hijos; el proceso de
urbanización que empujaba a reducir el tamaño de la familia y el cambio en el
concepto mismo de familia: los hijos no eran considerados una carga, sino un bien
que amar y educar y, por último la aparición de un nuevo concepto de mujer.
Las ideas eugenésicas se extendieron en los años veinte del siglo XX y estas
abogaban por la salud de la especie, mediante una maternidad consciente, además
de cuestionar el papel de la mujer en las relaciones afectivas.
Durante la II República se desarrolló un nuevo concepto de mujer que
modificaba los modelos culturales e ideológicos tradicionales: la mujer avanzaba
hacia una maternidad que le permitía desarrollar sus anhelos en campos de la vida
pública que antes le habían sido vedados. La mujer se liberó del corsé, aunque las
reglas que regían las relaciones afectivas y sexuales se inscribían dentro de cada
clase social y sin embargo, las nuevas pautas de comportamiento eran propugnadas

Martínez Gutiérrez, J., Exiliadas. Escritoras, Guerra Civil y memoria, Barcelona,


206

Montesinos, 2007, pp. 142-143.


130

por una minoría de mujeres que accedieron a nuevos espacios políticos, sociales y
académicos y cuyos logros tuvieron un importante impacto social.207
Por cuestiones metodológicas, abordaremos aquí el tema de la relación
matrimonial entre Isabel y Ceferino, si bien cronológicamente, no es hasta algunos
años después cuando se produjo la primera crisis conyugal, provocada por la
infidelidad del marido.
Dos años antes del nacimiento de Marissa, el matrimonio seguía teniendo
problemas económicos que paliaron trasladándose a otro apartamento más pequeño.
Ceferino acudía al estudio del pintor Eduardo Chicharro, cuando este decidió
marchar al extranjero. Ceferino, no sabía muy bien qué hacer, pues algunos
estudiantes pretendían mantener el taller, pero esta solución no le convenía del
todo. Finalmente decidió pintar por su cuenta en casa, comenzando en primer lugar
con un retrato a tamaño real de su esposa. Isabel refería el episodio, haciendo
hincapié en la inseguridad que sentía ante su físico:
“Le escuché con una extraña mezcla de sentimientos. Deseaba que hubiera
elegido a alguien más hermosa, alguien de pelo rubio y complexión apropiada.
Sentía que mi cuadro jamás atraería a nadie.
‘¿No estás contenta?’, preguntó mirándome impaciente.
‘¿Contenta porque vas a pintar algo nuevo y aquí en casa conmigo? Por
supuesto, lo estoy. Tan solo’, añadí tímidamente, ‘deseaba que tuvieras una
modelo más guapa. Yo no soy suficientemente bella’.
‘Querida’, dijo él, acercándose y besándome, ‘tú eres mucho más que bella.
Tú eres interesante. Preferiría pintarte a ti, antes que a nadie en este mundo’.
Sin embargo, yo no estaba realmente convencida. Evidentemente, me dijo
esto para contentarme. Bien, yo le compensaría siendo una buena modelo” (p.
62).

Animando constantemente al pintor, y a pesar de las precarias condiciones


económicas en las que se encontraban, pudieron conseguir los útiles precisos para
llevar a cabo el proyecto, excepto el caballete, pero a instancias de Isabel, Ceferino
utilizó una silla como sustituto. Una vez terminado el retrato, lo enseñó y obtuvo
el beneplácito de algunos amigos pintores, incluso de Aureliano Beruete. Al poco

Folguera, P., “Mujer y cambio social”, Ayer, 17 (1995), pp. 155-172 y Quiles Faz., A.,
207

“Cuerpo y mujer…”, art. cit., pp. 415-425.


131

tiempo recibió un encargo: hacer un retrato al rey Alfonso XIII. Esta vez, el
resultado fue mostrado al maestro Sorolla, quien, al parecer, aconsejó a Ceferino
que no hiciera nada más que pintar, y que lo hiciera solo, pues ningún pintor,
llegado a ese punto, tenía nada más que enseñarle. Isabel recordaba que Ceferino,
por aquel entonces, trabajaba en la Biblioteca Nacional y si dejaba ese destino, no
tendrían nada y finalmente decidieron que pintara por la tarde, después del trabajo.
Paralelamente, la familia hubo de sufrir el 13 de marzo de 1914 la muerte de María
Álvarez Tubau tras un episodio de gripe:
“La muerte de la gran actriz conmocionó al mundo del arte dramático en
general, aunque llevaba varios años sin actuar, su nombre era un estandarte en
el mundo del teatro. Un modelo de vida y ferviente dedicación al arte. Para su
familia, la muerte resultó una pérdida inimaginable. Don Ceferino quedó con
el corazón destrozado. Ella había sido no solo su estrella e inspiración como
dramaturgo, sino también el gran amor de su vida. Para sus dos hijos, ella
había sido la más devota de las madres. Su pérdida dejó un gran vacío en mi
propia vida, ya que habíamos llegado a ser buenas amigas” (p. 66).

Esto provocó un cambio en la vida del matrimonio, pues se trasladaron a casa del
padre de Ceferino, una casa con veintitrés habitaciones en la Carrera de San
Jerónimo y que, como recordaba la autora, restó intimidad a la vida de pareja.
Entretanto, Ceferino consiguió que le aceptaran el retrato que había realizado a
su esposa en la Exposición Nacional y, contra todo pronóstico ganó una medalla y
un premio en metálico que ayudó a sanear la precaria economía de la familia.
Después del nacimiento de Marissa, no necesariamente de inmediato, se mudaron
a otro apartamento cerca de la Castellana, alquilando además un estudio para que
Ceferino pudiera pintar cerca del domicilio.
El capítulo X de la autobiografía de nuestra autora estaba dedicado
exclusivamente al primer episodio de infidelidad del marido, un hecho que supuso
un punto de inflexión en el matrimonio y una ruptura espiritual, que no física, con
Ceferino. Es significativo que Isabel Oyarzábal, tan remisa a tratar de su intimidad,
sin embargo, dedicara un capítulo completo a este episodio de su vida, justificado
así: “Esto me asusta, y lo evitaría de buen grado, incluso creyendo que no es
correcto saltarme un capítulo de mi vida, aun cuando explicarlo me haga daño” (p.
76).
132

La conclusión que se puede obtener de estas palabras es que tal episodio supuso
una herida irreparable en la autora, que acabó con sus sentimientos hacia Ceferino
y le causó un estado emocional en el que ni si quiera sentía dolor:
“Pensé en las palabras que había escrito en el dorso de la fotografía que le di
hacía algún tiempo, ‘ser o no ser’. ¿Por qué el amor nos había negado? Una
pena de otro tipo me invadió. Todo parecía erróneo. Se nace para sentir, sufrir
y disfrutar. Vivir como yo lo hacía, no merecía la pena.
Pensé que no era justo que, después de todo, Cefe fuera el más feliz de los
dos. Él podía ver que se había producido un cambio en mí. Aunque tuviera
pánico de lo que esto podía significar, aún era capaz de amar.
Él estaba vivo” (p. 80).

El episodio se había iniciado hacia 1917, el matrimonio conoció a una pareja que
había llegado del extranjero y que comenzó a frecuentar la casa familiar. Isabel
sentía, en cierto modo, lástima de la mujer, pues, al parecer, no era feliz en su
matrimonio. Ceferino decidió pintarla. Al principio, lo que parecía entusiasmo por
el trabajo, se convirtió en una obsesión. La autora recordaba que Ceferino la
evitaba y su temperamento se volvió iracundo y reservado. Oyarzábal empezó a
sospechar que algo ocurría, una sospecha que le provocaba remordimientos: “Cómo
me odiaba a mí misma. Durante días luché contra lo que consideraba que era mi
deslealtad. ¡Tener dudas de él... de Cefe!” (p. 76).
Lo cierto es que el tiempo despejó todas estas dudas y se confirmaron sus peores
temores. Ceferino, a pesar de todo, le confesó que aquello era una locura transitoria
y que a quien verdaderamente amaba era ella, a pesar de lo cual, siguió con la
aventura. Isabel le propuso que la solución más digna para ambos era separarse y le
sugirió que se fuera a París como corresponsal de un nuevo periódico para el que le
habían propuesto trabajar como crítico de arte. Pero Ceferino no podía vivir sin
ella. En esta tesitura, nuestra autora además tuvo que soportar la humillación de
que la amante quisiera reunirse con ella para aclarar las cosas. Isabel esperaba que
la mujer tomara una determinación: o dejar a Ceferino o marcharse definitivamente
con él. Incluso le propuso que ambos se fueran al extranjero. Pero estas opciones
no estaban dentro de los planes de ninguno de los dos.
La infidelidad continuó e Isabel soportó la situación en la más absoluta soledad y,
a decir de la autora, nadie supo nunca de su boca lo que estaba sucediendo. La única
solución era marcharse, si Ceferino no lo hacía. Se iría con los niños y con el padre
133

de Ceferino, si este quería acompañarla. Sin embargo, Isabel refería una


conversación con un hijo de padres separados que, sin duda, influyó en la decisión
de la autora:
“Adoro a mis padres, pero jamás les perdonaré que se hayan divorciado. No
pedí venir a este mundo y era su responsabilidad, puesto que ellos me trajeron
aquí, el haberme dado, al menos, un hogar. La gente que tiene niños no es libre
de hacer lo que le venga en gana. Ellos no tienen por qué vivir como marido y
mujer, si no quieren, pero deberían mantener las apariencias por el bien de los
niños. Estoy seguro de que no hay ni un solo niño de padres divorciados que
no sienta como yo” (p. 78).

Para la autora, marcharse suponía una liberación, “solo quería alejarse de la


tortura que estaba pasando”, pero a la vez, sentía el peso del deber hacia sus hijos.
Los adulterios consentidos, perdonados o silenciados constituían una situación
común en muchas de las escritoras de la época, caso de María Martínez Sierra,
Concha Méndez o María Teresa León.
Isabel Oyarzábal también vivió como una tortura el hecho de que Ceferino le
aseguraba que era ella a quien amaba mientras le hablaba de la otra mujer de
manera obsesiva, aunque ella le rogaba que no lo hiciera. La autora llegó a tal
agitación e inquietud que: “la fatiga espiritual me recordó las horribles horas en las
que había dado la luz a nuevas vidas. Pero en aquel entonces, había algo
maravilloso que esperar, ahora no había más que vacío” (p. 79). Isabel reconoció la
ruptura con su marido:
“Sentía que debía mucho a nuestro amor y a él. Él había abierto muchos
caminos hacia el entendimiento de la belleza y la pasión. La vida había sido
completa: la perfecta fusión de nuestros dos yo, física y espiritualmente, en uno
solo. Ahora debo mantenerme sola, pensar sola, y vivir sola, con esta insistente
desesperación en el corazón. Me rebelé. Me dije a mí misma que no lo
soportaría” (p. 79).

Poco a poco, descubrió que su lucha interior había acabado. No sentía más que
vacío y una suerte de entumecimiento que le hacía sentirse menos viva. Entonces
Ceferino quiso mostrarle el retrato que había realizado de la amante. La sorpresa
fue mayúscula cuando Isabel descubrió que el parecido con ella misma era mayor
que el que tenía con la mujer. Ceferino le aseguró que, al pintar, no podía quitarse
134

su rostro de la cabeza. El marido acabó definitivamente con la amante e intentó


reconquistar a nuestra autora, pero para Isabel ya era demasiado tarde. Había
muerto un poco, al menos sentimentalmente y se refugió en el trabajo.
La razón última de la narración de este episodio de su vida más íntima es incierta.
Quizá fuera cierto que no podía omitirlo y tal vez lo relató con la intención de
ilustrar la situación de la mujer en el matrimonio. No hay que olvidar que la propia
Isabel más adelante, afirmaba que, antes de la aprobación de la Ley del divorcio en
1932, “las leyes matrimoniales de la época únicamente permitían la separación legal
entre marido y mujer, jamás el divorcio” (p. 70).208
Además, las presiones de todo tipo -social, familiar, religiosa- sobre las mujeres
para que soportaran todo tipo de vejaciones antes que enfrentarse a un divorcio
eran una realidad cotidiana.
De todos modos, tras la aprobación de la Ley del divorcio el 2 de marzo de 1932,
muchas fueron las mujeres que se acogieron a este derecho recientemente
adquirido. Entre ellas podemos destacar a Concha Espina, Josefina Blanco (esposa
de Valle-Inclán), Constancia de la Mora, Pastora Imperio... Otras mujeres ya se
habían separado de sus maridos y comenzado una nueva vida, como Carmen de
Burgos o María Teresa León. Y, por último, algunas siguieron casadas
formalmente con sus maridos, aunque haciendo una vida independiente, tal es el
caso de María Lejárraga y el de la autora que nos ocupa.
Reproducimos unas palabras de Antonina Rodrigo, que refrendamos totalmente
y quien, al respecto del matrimonio de Isabel Oyarzábal, sentencia:
“La primera aventura amorosa del marido fue un duro golpe para la
estabilidad emocional de Isabel. Su reacción fue proponerle la separación, pero
al final reconoció que de quien estaba enamorada era ‘de ella’. Así lo confiesa
ingenuamente en sus memorias y deja escapar su duda y decepción en esta
frase: ‘pero ya nunca fue igual’. En aquellos tiempos este proceder era moneda
corriente. Durante toda su vida permaneció atada a este marido parásito,
superficial y conquistador, con título de pintor muy poco dotado para el arte.

208Sobre la petición de divorcio, Consuelo Álvarez Pool, Violeta, publicó su artículo “El
divorcio”, El País, Madrid, 18-10-1904, p. 1 y con posterioridad, “El divorcio se impone”,
El País, Madrid, 5-11-1905, p. 1 y “Sobre el divorcio”, El País, Madrid 30-6-1918, p. 1. Por
su parte, Colombine, también en 1904, desde su columna “Lecturas para la mujer” en el
Diario Universal, publicó una encuesta sobre la necesidad de una ley de divorcio en España.
Todo ese material fue publicado ese mismo año en un libro tiulado El divorcio en España.
Cfr. Núñez Rey, C., Carmen de Burgos Colombine en la Edad de Plata de la literatura española,
Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2005, pp. 115-126.
135

Tras el desamor se entregó “ardorosamente” al trabajo, intensificando su


actividad en pro del movimiento feminista”. 209

Efectivamente, toda su vida siguió al lado de Ceferino Palencia: al principio,


siguieron conviviendo, y no fue por razones de estabilidad económica, porque
Isabel asumió en ocasiones el peso de la economía familiar y actuó como cabeza de
familia, como cuando se produjo el despido de Ceferino de la Biblioteca Nacional y
su arresto y posterior exilio en París. Más tarde se separaron físicamente por lo
que hicieron vidas independientes. De hecho, Ceferino fue nombrado gobernador
civil de Almería, Guadalajara, Teruel y más tarde aún, diplomático en Riga,
mientras que Isabel se encontraba en el mismo puesto en Suecia. Luego, debido al
exilio, toda la familia se reunió en México.
Frente a las relativas fuerzas y, en cierto modo, esperanza que la autora mostró
ante su nueva vida de exiliada en México dadas las circunstancias, Ceferino tardó
en asumir su nueva situación y constituyó un motivo de preocupación más para
Isabel, ya bastante angustiada por hacer “un nuevo nido” en el país que tan
generosamente les había acogido,210 así pues, parece evidente que Ceferino Palencia
siempre estuvo al socaire de Isabel.
Lo cierto es que como afirma Josebe Martínez en cuanto a su matrimonio,211 el
proceder de Isabel de Palencia fluctuaba entre el apoyo a las ideas feministas y una
posición más tradicional en relación al comportamiento conyugal. En su juventud
no se manifestó nunca a favor del matrimonio que, como hemos visto, le parecía
una atadura: no quiso admitir un matrimonio por conveniencia y atrasó el
momento de su boda hasta los 31 años, nada usual en la época, y, una vez casada, se
negó a abandonar su actividad ante la propuesta de Ceferino. Una negativa que
seguramente fue providencial a tenor de los acontecimientos que vivió la pareja
posteriormente.
En la época que examinamos, efectivamente, el matrimonio para la mujer
constituía una atadura, 212 pero, para la mayoría de mujeres era preferible un

209 Rodrigo A., Mujer y exilio…, op. cit., pp. 266-267.


210 Como explicaba Oyarzábal en Rescoldos de libertad. Oyarzábal Smith, I., Rescoldos de
libertad. Guerra civil y exilio en México, Málaga, Editorial Alfama, 2009, pp. 161-162.
211 Martínez Gutiérrez, J., Exiliadas. Escritoras… op. cit., p. 148.
212 “ ‘La que se casa es la mujer’, suele decirse en las conversaciones corrientes; y en efecto,

el matrimonio tiene muchas veces apariencias de servidumbre, porque la mujer ha de


someterse al trato desigual que solo regulan y dulcifican generosidades del marido. La
sociedad lleva sus rigores hasta pedir que la víctima ni se queje ni menos busque
136

casamiento malo y un matrimonio infeliz que la ignominia de ser solterona o tener


que admitir la necesidad de trabajar.213
El concepto “atadura” al que aludía Isabel Oyarzábal en la narración de su vida,
no era solo un concepto metafórico, era una realidad. Al hilo del debate que se abrió
para reivindicar derechos civiles para las mujeres, la propia autora afirmaba:
“En aquella época, y de hecho hasta que la nueva constitución redactada por
la república estuvo vigente años más tarde, las españolas no solo no tenían
derechos políticos, sino que además eran tratadas casi toda su vida, como si
fueran menores de edad. Si se casaban no podían abrir una cuenta en el banco
o vender una propiedad, ni conseguir el pasaporte sin la autorización de sus
maridos. No tenían derechos sobre sus hijos. Si no se casaban, o si quedaban
viudas, rara vez afirmaban su independencia. Las leyes matrimoniales de la
época únicamente permitían la separación legal entre marido y mujer, jamás el
divorcio. La separación se concedía en casos de adulterio, el maltrato
reiterativo o el abandono del hogar: no era difícil conseguirla, especialmente
para los hombres. Volverse a casar era, por supuesto, impensable” (p. 70).

Cuando la mujer se casaba veía disminuida su personalidad jurídica. Debía


obediencia al marido, que se convertía en su representante legal y administrador de
los bienes de la sociedad conyugal 214 y estaba asimismo prohibido que la mujer
ejerciera el comercio.215

represalias; lo del proverbio: hilar, parir y llorar.” Francos Rodríguez, J., La mujer y la
política españolas, Madrid, Librería de los Sucesores de Hernando Arenal, 1920, pp. 179-180.
El escritor, periodista y médico José Francos Rodríguez fue ministro en dos ocasiones, en
los gobiernos de García Prieto y de Antonio Maura y conocido de Isabel Oyarzábal, a
quien prologó su libro El alma del niño.
213 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit., p. 60. Sobre la denostada imagen de la

solterona, véase Quiles Faz, A., “Soltera tenía que ser: una imagen invisible en la
literatura”, en Vilches de Frutos, F., y Nieva de la Paz, P. (coords. y eds.), Imágenes
femeninas en la literatura y las artes escénicas (ss. XX y XXI), Philadelphia, Temple: Society of
Spanish-American Studies, 2012, pp. 185-201.
214 “El artículo 57 del Código prescribe la protección del marido a la mujer. Que conste

bien; la situación de la esposa es de protectorado, el que suele aplicarse a los países salvajes
por las naciones colonizadoras. Frecuentemente la mujer tiene tanto, si no más sentido
común que el marido; puede distribuir mejor los ingresos de su casa; se abstiene de
dispendios inútiles, posee acierto para resolver cuestiones prácticas de la vida, pero el
Código lo dice con rotunda solemnidad: el marido debe proteger a la esposa. Sin duda lo
dispone por las supuestas deficiencias psicológicas y fisiológicas del sexo femenino, que ya
hemos combatido, y a las cuales suelen referirse quienes generalmente nunca se asomaron
ni a la psicología ni a la fisiología”. Cfr. Francos Rodríguez, J., La mujer y la política…, op.
cit., pp. 180-181.
215 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit., pp. 128-137.
137

El Código Civil de 1889 acomodó el concepto de matrimonio a los


planteamientos de la jerarquía eclesiástica. Sus principios eran la obediencia al
marido, la obligación de adoptar su nacionalidad y de seguirle donde fijara su
residencia -siempre que fuera dentro del país-, la imposibilidad de adquirir,
rechazar o aceptar una herencia, o de disponer de sus propios bienes. Si la mujer
desobedecía al marido recibía tratamiento penal según el artículo 603 del Código
Penal de 1870. No obstante, la ley era más comprensiva con los abusos cometidos
por el marido, que en la mayoría de los casos no transgredían los límites físicos del
hogar.
A pesar de que el Código Civil de 1889 establecía en su artículo 56 la obligación
de fidelidad por parte de ambos cónyuges, existía un desequilibrio a favor del
hombre en casos como el adulterio, el abandono del hogar o la separación. De
hecho el concepto de adulterio se aplicaba, estrictamente, solo a la infidelidad de la
esposa. El adulterio era considerado en el Código Penal de 1870 como un delito
cometido por una mujer casada y el varón que con ella cohabitara, sabiendo que lo
era. Dicho delito se perseguía solo si el marido se querellaba y la pena establecida
era de prisión menor. De hecho, la infidelidad de la mujer se consideraba un
atentado al derecho de propiedad del hombre.
La doble moral también se reproducía en caso de los crímenes pasionales. La
pena establecida en el Código Penal para el marido que, sorprendiendo a la mujer
en adulterio, la matara a ella o al otro hombre, era la de destierro, quedando exento
de toda pena si no les había producido lesiones graves, según el artículo 438. Sin
embargo, la infidelidad del esposo se castigaba si era notoria o prolongada, y la
pena, de cualquier modo, era menor. En definitiva, ejemplos estos de que el Código
Civil consideraba a la mujer como menor, no así el Código Penal. No existiendo el
divorcio, la mujer española podía acogerse a una separación legal con la que
recuperar parte de sus derechos y, por supuesto, no podía volver a casarse con lo
que se le exigía que se mantuviera fiel al marido y le mantuviese en caso de
necesidad. Es por ello que muchas mujeres preferían una separación de carácter
privado.
4. Activismo. Mujeres en acción
141

4. Activismo. Mujeres en acción


4.1. El debate feminista en España
Pese a que nuestra autora contactó muy joven con el sufragismo, pues conoció
en sus primeros viajes veraniegos al Reino Unido a sufragistas, como la escocesa
Eunice Murray o la inglesa Charlotte Despard, ambas miembros de la Women
Freedom League, Oyarzábal citaba la fecha de 1915 216 para dar cuenta de la
intensificación del debate acerca del sufragio femenino en España:
“Durante 1915, un grupo de mujeres comenzó un debate sobre el sufragio de
la mujer en el Ateneo de Madrid. Por aquel entonces, le estaba dedicando
mucho tiempo a estar en casa y ninguna de mis amigas más cercanas estaba
participando en dicho debate, de modo que no pude enterarme mucho. A
juzgar por lo publicado en los periódicos, todo parecía desarrollarse de una
manera admirable.
Gran cantidad de hombres habían secundado las peticiones de las mujeres y
una cuestión, que habría sido despiadadamente ridiculizada poco tiempo atrás,
era ahora tratada con el mayor de los respetos. La guerra nos había hecho más
conscientes a nivel político.
El primer resultado del debate fue establecer un compromiso solicitando que
todas las mujeres de España se unieran y defendieran sus derechos […] Pocos
meses después de que la llamada tuviera lugar, las mujeres se agruparon en
asociaciones y empezaron a trabajar en serio. Me pidieron que me uniese, pero
por aquel entonces no me apetecía” (p. 70).

De cualquier forma, Oyarzábal ya 1913 había publicado un artículo en La


Tribuna,217 donde auguraba que el sufragismo sería una causa universal en poco
tiempo, pues se trataba de una causa justa y razonable, y ello lo afirmaba, a pesar de
declararse no sufragista. En poco tiempo, su implicación en la defensa por el
reconocimiento de los derechos de la mujer sería mucho más decidida y de ello dan
prueba tanto sus artículos en la prensa diaria, como sus conferencias y su labor en
ANME y el Lyceum Club.

216 Isabel Oyarzábal lo situaba en 1915, pero lo cierto es que en 1913, concretamente entre
el 7 de febrero y el 18 de abril de ese año, el abogado y secretario del Ateneo madrileño
Ángel Galarza presentó su memoria sobre “El problema feminista español”, en unas
sesiones que desataron una exaltada polémica en la prensa. Vid. Quiles Faz, A., Mujer, voto...
op. cit., pp. 244.
217 “La mujer. ¿Qué es el sufragismo?”, La Tribuna, Madrid, 14-5-1913, p. 3. Cit. en

Aguilera, J. e Lizárraga, I., De Madrid a Ginebra, Barcelona, Icaria, 2010, p. 81.


142

De los derechos civiles que las mujeres pugnaban por alcanzar, el que más
polémica causó fue el del derecho al voto. Si bien el inicio del sufragismo en España
ha sido tildado como tibio por la historiografía, el debate alcanzó encendidas cotas
hasta su aprobación durante la Segunda República.
En cualquier caso, en 1915 el debate ya estaba en los foros de opinión. En los
años precedentes, las publicaciones españolas se habían hecho eco del movimiento
sufragista en Inglaterra, por ser el más beligerante y, en la mayoría de los casos,
bastante incomprendido. El debate sobre el sufragio corría paralelo al de la
consecución de otros derechos civiles hasta entonces vedados a la mujer, pues hay
que recordar que como la propia Isabel Oyarzábal afirmaba, la mujer española era
considerada menor de edad en la legislación civil de la época. Como ejemplos de
que el debate era ya notorio en 1915, sirvan dos ejemplos del periódico La Época.
El primero se refería a la celebración de una conferencia convocada por la Unión de
Damas, muy lejos de ser progresista, en el teatro Príncipe Alfonso en la que disertó
el político Antonio Goicoechea, sobre “El ministerio social de la mujer”. En ella se
minimizó el problema del voto femenino, a favor de otros más acuciantes,
aduciendo además que la conquista del voto por las clases populares no había
servido de mucho. Añadía Goicoechea que la mujer no estaba preparada para
“realizar su obra de influencia en la vida contemporánea” y que la Revolución
francesa le había hecho mucho daño. Estudiaba la capacidad jurídica incompleta de
la mujer y negaba su inferioridad mental, aducida incluso por la ciencia, pues su
problema era la ignorancia y su preparación debía consistir en las herramientas
para su desenvolvimiento en la familia, la beneficencia y la patria.218 El segundo
ejemplo, esta vez, fue una conferencia de María de Echarri, titulada “Cómo somos y
cómo podemos ser” y en la que daba la razón a Goicoechea en relación a la escasa
preparación de las mujeres para asumir sus deberes sociales. La mujer había de ser
instruida incluso para los deberes domésticos y se cuestionaba si la mujer
verdaderamente quería obtener el derecho al voto y afirmaba que nunca
pretendería ser elegida y que el voto sería positivo si lo era para la religión y la
patria. Su misión había de ser el hogar, donde podían tener un campo de acción en
el que desenvolverse. Terminaba recordando que su mayor obsesión era la
situación de la mujer obrera y pedía la intervención del Estado en la regulación del
trabajo y el salario de la mujer.219

218 “Conferencia de la Unión de Damas”, La Época, Madrid, 4-3-1915, p. 3.


219 “Conferencia de María de Echarri”, La Época, Madrid, 16-5-1915, p. 3.
143

El movimiento sufragista se había iniciado a nivel internacional en la segunda


mitad del siglo XIX, con la convocatoria de la primera asamblea sobre los derechos
de la mujer en Seneca Falls (Estados Unidos) en 1848 y con la publicación de la
obra de John Stuart Mill -primer diputado que defendió el voto femenino en 1866-,
The subjection of woman, que fue decisiva en la expansión del sufragismo a nivel
internacional.
Los países en los que surgió en primer lugar el movimiento eran, generalmente,
protestantes y fuertemente industrializados -Alemania, Estados Unidos o
Inglaterra- o tenían una tradición librepensadora. 220 De hecho, las causas del
impulso del movimiento feminista fueron las doctrinas de la Revolución Francesa y
los cambios económicos que provocó la Revolución Industrial. El feminismo
adquirió carácter de movimiento social donde el industrialismo había incidido con
más fuerza, Estados Unidos y Gran Bretaña221 y, de hecho, en la década de los
noventa fue concedido el voto femenino en varios estados de los Estados Unidos y
Australia. De manera que, a principios del siglo XX, el movimiento feminista se
hallaba bien organizado en esos países. En 1903, en Gran Bretaña, Emmeline
Pankhurst fundó un movimiento militante sufragista: Woman’s Social and Political
Union (WSPU) en Manchester y dado el escaso interés que suscitaba el tema del
voto femenino en los medios de comunicación en aquellas fechas, utilizó medios
más ruidosos y expeditivos en sus reivindicaciones que, además del voto,
comprendían también el divorcio y el control de natalidad, 222 por lo que fue
encarcelada varias veces.
En España y otros países el mensaje cuajó sobre todo en el periodo de
entreguerras y Fagoaga citaba una de las razones del tardío asentamiento del
movimiento feminista español: “El semillero del sufragismo está en esos empleos
respetables a los que fueron accediendo las mujeres de las clases medias”, 223 donde
no hubo movilidad social no se implantó el sufragismo y es por ello que en España
cogió impulso a raíz del conflicto de la primera gran guerra. El temor a los reveses
financieros provocó que las jóvenes procurasen los medios adecuados para ganarse

220 En Alemania el sufragio femenino se conquistó en 1919, en Estados Unidos, en 1920,


solo para las mujeres blancas y en Inglaterra en 1917, para las mujeres mayores de 30 años.
En todos los casos su consecución fue también un efecto de la I Guerra Mundial. Quiles
Faz, A., Mujer, voto… op. cit., p. 254.
221 Fagoaga, C., La voz y el voto de las mujeres. El sufragismo en España (1877-1931),

Barcelona, Icaria, 1985, p. 15.


222 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit., p. 3.
223 Fagoaga, C., La voz y el voto de las mujeres…, op. cit., p. 17.
144

la vida, aunque el matrimonio seguía siendo la opción más común para ellas. La
escasa industrialización en España, la debilidad de la Ilustración en nuestro país y a
la influencia de la Iglesia en asuntos políticos, económicos y educativos,
constituyeron las causas del retraso del feminismo en España.224
Por su parte, Giuliana Di Febo225 y en este mismo sentido, atribuye la inactividad
feminista al atraso económico español, que se apoyaba en estructuras agrarias de
corte feudal, confirmadas por la Restauración y el catolicismo.
La primera vez que se planteó el voto femenino en el Congreso de los Diputados
fue en 1877, mediante una enmienda de los diputados del grupo ultraconservador
Unión Católica. En ella se demandaba la concesión del sufragio censitario para las
mujeres, siendo las viudas propietarias y cabezas de familia las favorecidas por la
propuesta que no salió adelante.226 El 28 de diciembre de 1878 se restableció el
sufragio censitario, basado en las condiciones económicas de los votantes. En 1886,
solo tenía derecho al voto el 2,1 por ciento de la población, 227 mientras que el
sufragio universal masculino no se logró hasta 1890.
Concepción Gimeno de Flaquer aseguraba en su conferencia impartida en el
Ateneo y titulada El problema feminista que el feminismo, que ya había provocado
encendidos debates en el extranjero, no había tenido eco en España y reivindicaba
para la mujer una consideradación civil equiparable a la del hombre”. 228 Sin
embargo, no estaba en su discurso la petición del voto para la mujer: “Los
feministas templados no pedimos para la Eva moderna derechos políticos […] Si
la mujer tuviera voto, haríanla responsable de la falta de sinceridad electoral que
aquí se observa y que hoy no le pueden achacar”.229
Con posterioridad, en 1907 se presentaron dos nuevas enmiendas a favor del voto
femenino, que a pesar de ser muy restrictivas, no lograron la aprobación del
Senado. 230 Y ese mismo año, Carmen de Burgos planteó una encuesta en el Heraldo
de Madrid sobre el voto femenino y cuyo resultado no fue nada halagüeño: 30.640

224 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit., pp. 5-7.


225 Di Febo, G., “Orígenes del debate feminista en España. La escuela krausista y la
Institución Libre de Enseñanza (1870-1890)”, Revista Sistema, 12 (1976), pp. 49-82.
226 González García, S., “La situación jurídica y legal de las mujeres en la España

contemporánea”, Ayeres en discusión [recurso electrónico], 2008, p. 13.


http://www.ahistcon.org/PDF/congresos/publicaciones/Murcia.pdf
227 Fagoaga, C., La voz y el voto de las mujeres…, op. cit., p. 83.
228 Gimeno de Flaquer, C., El problema feminista. Conferencia, Madrid, Asilo de Huérfanos

del S. C. de Jesús, 1903, pp. 6-7.


229 Ibidem, pp. 13-14.
230 Fagoaga, C., La voz y el voto de las mujeres…, op. cit., pp. 93 y ss.
145

votos en contra del sufragio femenino, 20.025 a favor, de los cuales 9.500 se
opusieron a que la mujer pudiese ser elegida para un cargo público.231 Colombine se
lamentaba de la indiferencia de las mujeres españolas ante esta cuestión y
rechazaba la excusa dada por aquellos que se mostraban contrarios al voto: que “la
mujer pondrá la influencia política en manos del cura”.232
El 9 de marzo de 1908, Alcalá-Galiano intervino en el Senado para informar de
su petición al ministro de Gobernación de un proyecto de Ley que concediera el
voto a las mujeres en paridad con los hombres. El proyecto de ley llegó a tener
entrada en la Cámara de los Diputados, aunque el texto fue tramitado al
Parlamento once años después de su solicitud,233 concretamente en 1919, y nueve
días más tarde fue propuesta una nueva enmienda pidiendo el voto en las elecciones
municipales para las mujeres mayores de edad, emancipadas y cabezas de familia,
que también fue rechazada.
En definitiva, la “cuestión femenina”, como se le bautizó después, estaba ya de
actualidad. El simple hecho de que existiera, fuera cual fuera la institución que
promoviese el debate, era ya importante y no solo se circunscribía al derecho al
voto, sino que, como vemos, se extendía a otras facetas de la lucha por la igualdad:
educación, trabajo, derechos civiles.
En este punto, habremos de recordar las palabras de Emilia Pardo Bazán en
relación a la situación de la mujer a finales del siglo XIX:
“La distancia social entre los dos sexos es hoy mayor que era en la España
antigua, porque el hombre ha ganado derechos y franquicias que la mujer no
comparte. [...] Cada nueva conquista del hombre en el terreno de las
libertades políticas, ahonda el abismo moral que le separa de la mujer, y hace
el papel de esta más pasivo y enigmático. Libertad de enseñanza, libertad de
cultos, derecho de reunión, sufragio, parlamentarismo, sirven para que media
sociedad (la masculina) gane fuerzas y actividades a expensas de la otra media
femenina. Hoy ninguna mujer de España —empezando por la que ocupa el
trono— goza de verdadera influencia política; y en otra cuestiones no menos

231 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit., p. 156. Sastre y Lizárraga en su libro De
Madrid a Ginebra, advierten que no es este el resultado de la encuesta de ese año, sino de
otra posterior de 1920. Colombine publicó el resultado de la encuesta: Total de encuestas:
4962. ¿Debe concederse el voto a la mujer? No: 3640, Sí: 922. ¿Debe ser extensivo a todas
el sufragio? No: 815, Sí: 107. ¿Pueden ser elegibles? No: 68, Sí: 39. Cfr. Heraldo de Madrid,
25-11-1906, p. 1.
232 Colombine, “Femeninas. Nuestra indiferencia política”, Heraldo de Madrid, 22-3-1908, p.

2.
233 Fagoaga, C., La voz y el voto de las mujeres…, op. cit., p. 107.
146

graves, el pensamiento femenino tiende a ajustarse fielmente a las ideas


sugeridas por el viril, el único fuerte”.234

En efecto, el entramado social y político español del momento fomentaba desde


diversas perspectivas la entelequia de la inferioridad de la mujer: leyes, opinión
pública, creación literaria, educación, e incluso ciencia, demostraban el status que
ocupaba, y sobre todo, el que debía ocupar la mujer en la sociedad del momento.

4.2. El estado de la “cuestión femenina”


En el ámbito de la ciencia fueron planteados dos argumentos para demostrar la
inferioridad de la mujer:235 la menor capacidad craneal y la particularidad de las
secreciones de cada sexo. La literatura científica antifeminista patria, entre la que
se encontraban la de Edmundo González Blanco y Roberto Novoa Santos, se vio
revalidada por autores europeos que tuvieron un importante eco en la sociedad:
Max Nordau y Moebius. El libro de este último, La inferioridad de la mujer. La
deficiencia mental fisiológica de la mujer (1901) fue traducido a varios idiomas,
incluido el castellano. Su tesis consistía en afirmar que el hombre era más perfecto
por naturaleza que la mujer y llamaba la atención de los médicos para que
combatieran las “tendencias contra natura de las feministas”. Ante estos y otros
argumentos se alzaron voces en contra, que denunciaban la falta de fundamento de
estas teorías.236
Otro de los argumentos esgrimidos por los científicos fue el de la definición del
alma humana, que era diferente en hombres y mujeres. 237 Por su parte, Novoa
Santos, sostenía que si bien la mujer tenía alma, todos los animales la tenían.238 En

234 Pardo Bazán, E., “La mujer española”, La España Moderna, Madrid, mayo 1890, pp. 101-
113. Editado por Gómez- Ferrer Morant, G., La mujer española y otros textos, Madrid,
Cátedra, 1999, p. 89.
235 Cfr. Aresti Esteban, N., “Pensamiento científico y género en el primer tercio del siglo

XX”, Revista Vasconia, 25 (1998), pp. 53-72.


236 Aún en 1926, Blanca de los Ríos apuntaba que una de las mayores preocupaciones

femeninas en ese año había sido que persistiesen algunos artículos injuriosos para las
mujeres, como el 237 que al declararlas inhábiles para cualquier cargo tutelar, las
equiparaba a los ladrones, estafadores, corruptores de menores y los penados que
extinguían condena. Ríos, B. de los, “Las mujeres españolas en 1926”, Abc, Madrid, 2-1-
1927, pp. 10-12.
237 González Blanco, E., La mujer según los diferentes aspectos de su espiritualidad, Madrid,

Reus, 1930.
238 Cfr. Novoa Santos, R., La indigencia espiritual del sexo femenino (Las pruebas anatómicas,

fisiológicas y psicológicas de la pobreza mental de la mujer. Su explicación biológica), Valencia, F.


Sempere, 1908.
147

su compilación de ensayos La mujer, nuestro sexto sentido y otros esbozos, la


comparaba con un niño, por su débil voluntad, y la definía como un ser caprichoso,
egocéntrico, e incapaz de distinguir lo real de lo imaginario, dominado por los
sentimientos y deficiente en el poder de abstracción y síntesis. El cráneo femenino
fue también objeto de atención. El menor peso, volumen y desarrollo del cerebro y
unas circunvoluciones menos sofisticadas eran pruebas de su inferioridad.
En esta línea y en la conferencia impartida en 1903 por Concepción Gimeno de
Flaquer, El problema feminista, afirmaba:
“Respecto al menor volumen del cerebro femenino y que del mayor peso de
la masa cerebral dependa la capacidad intelectual, es teoría desacreditada. El
sabio antropólogo Broca demuestra que el cerebro es igual en ambos sexos, y
que las manifestaciones intelectuales dependen de la educación que cada
individuo recibe: lo mismo asegura Simms.
Refiere Voodruff que al morir un sabio ruso, propagador de la inferioridad
del sexo femenino, basada en el menor volumen del cerebro, se observó que el
suyo era más pequeño que el de la generalidad de las mujeres. […] Ningún
antropólogo afirma seriamente que dependa del peso de la masa cerebral, de la
cantidad o calidad de la substancia gris o del número de células, la medida de
la capacidad mental. […] El fisiólogo Lapic opina que la intelectualidad de la
mujer no depende de su organismo físico, sino del organismo social a que está
sujeta”.239

Y a este respecto, Margarita Nelken apuntaba en 1919, fecha de la publicación de


su libro La condición social de la mujer en España:
“El argumento en contra del valor intelectual de las mujeres, de la
inferioridad del peso del cerebro femenino se ha venido a tierra desde que se
ha demostrado que muchos sabios y hombres geniales tuvieron
excepcionalmente cerebros de las dimensiones de un cerebro de mujer. […]
Manouvrier ha demostrado fehacientemente que, teniendo en cuenta la
desproporción del peso total del cuerpo y comparando, además,
proporcionalmente el peso de los tejidos activos (es decir, los tejidos salvo la
grasa), el cerebro de la mujer pesa más que el del hombre. Añadamos a esto la
diferencia de desarrollo que proviene de la diferencia de ejercicio, ya que el

239 Gimeno de Flaquer, C., El problema feminista…, op. cit., pp. 15-16.
148

cerebro del hombre se ejercita, por lo general, mucho más que el de la


mujer”.240

Afortunadamente, con el nuevo siglo esta creencia fue abandonada por los
científicos anglosajones y a ello contribuyó el éxito que alcanzó la mujer en
ámbitos antes vedados como el acceso a la educación universitaria y al trabajo. Esta
teoría dejó paso a otra más sofisticada, inspirada en Darwin, Herbert Spencer y
W.K. Brooks: la de menor variabilidad femenina. Ello significaba que el número de
mujeres geniales y subnormales era inferior al de hombres de estas características.
A finales del siglo XIX y principios del XX, incluso las feministas inglesas y
norteamericanas aceptaron esta teoría.
En España, estas tesis convivieron apoyándose unas a otras y así, Novoa Santos
afirmaba que el cerebro de la mujer “estaba entre el de las bestias y el del macho”,
por lo que su genialidad nunca podría compararse con la del hombre. Y afirmaba:
“La mujer, por muy sabia que sea, no puede llegar a adquirir un estado mental que
iguale al del hombre superior; es decir, que la hembra humana no puede pasar, a lo
sumo, de los linderos del talento, pero sin penetrar jamás en el jardín de la
genialidad”.241
Por último, la teoría de la degeneración de Benedict Moret sostenía que, a veces,
la naturaleza falla y produce individuos “anacrónicos”, individuos que nacen en un
momento que no es el que debería tocarles vivir. Los científicos españoles
definieron a las mujeres como seres atávicos y esta teoría fue esgrimida contra las
feministas, representándolas como seres degenerados.
Así pues, las mujeres, basándose en las propuestas de Novoa Santos, estaban
incapacitadas para la actividad intelectual, porque, en resumen, esta era
incompatible biológicamente con las labores de reproducción, aduciendo además
razones de tipo endocrinológicas.
De esta forma, a principios del siglo XX, el feminismo se considerada algo
exótico y las pretensiones de las feministas, ridículas, aunque el estatus del
problema varió en los años inmediatamente anteriores a la I Guerra Mundial. A
partir de ese momento, los científicos y médicos debían convencer a la mujer de la

240Nelken, M., La condición social de la mujer en España, Madrid, CVS, 1975, p. 62.
241Novoa Santos, R., La indigencia espiritual..., op. cit., p. 122. Cit. en Aresti Esteban, N.,
“Pensamiento científico…”, art. cit., p. 60.
149

importancia de la maternidad, hecho que había sido minusvalorado en los años


anteriores al conflicto. La mujer no era inferior, sino distinta.
Lo cierto es que, debido a la guerra y la posguerra, la igualdad de la mujer ya no
era considerada una utopía, sino algo posible. Edmundo González Blanco afirmaba:
“Comprenderá el lector que mi actual redacción de 1929 no puede ser
completamente igual a la primitiva redacción que de mi trabajo hice en 1913.
Entonces todas las novedades feministas se reducían al sufragismo inglés, que
no fue, como lo demostraron sus actos de sabotage [sic], sino patente de
locura, por lo que su impugnación resultaba fácil en extremo. Hoy no sucede
lo mismo. La guerra y la posguerra, con su horrenda disminución de varones,
con sus revoluciones hondas e inauditas, […] han traído al mundo cambios, y
han planteado a la humanidad problemas, con los cuales es preciso ponerse a
tono”.242

En España, hubo de surgir, por tanto, una nueva teoría que fuera más acorde a la
situación de la postguerra. Esta fue esgrimida por Gregorio Marañón: las mujeres
podían desempeñar trabajos masculinos, pero no debían. Se trataba de la teoría de
la diferenciación sexual. Lo importante entonces era convencer a las mujeres de
que debían renunciar a la emancipación y nunca a la maternidad y al “cuidado de la
prole”. Patrick Geddes y J. Arthur Thomson, inspiradores de los supuestos de
Marañón, explicaron en su obra The evolution of sex en 1899, que el organismo
femenino era pasivo y conservador de energía, mientras que el masculino era activo
y consumidor. La distinta naturaleza de ambos era inalterable por causas históricas
y culturales. En definitiva, el hombre era progresivamente más masculino y la
mujer desarrollaba su feminidad a medida que la especie evolucionaba. La teoría de
la intersexualidad, inspirada en Weininger, también fue desarrollada por Marañón
y según esta, ambos sexos compartían caracteres masculinos y femeninos en origen,
y el predominio de unos u otros marcaban el sexo. El progreso se basaba en la
evolución de la diferenciación sexual: “ser hombres y mujeres en toda su plenitud”.
Obviamente el feminismo era retrógrado en sus planteamientos y contrario al
progreso de la especie. Marañón, en el prólogo a la obra de Carmen de Burgos
Seguí, Quiero vivir mi vida (1931), explicó que cuando una mujer actuaba de forma

242Cfr. González Blanco, E., La mujer según los diferentes aspectos…, op. cit. El sabotaje y la
locura a las que se refiere tienen que ver con el feminismo más “combativo” de algunas de
las sufragistas inglesas, que dieron con sus huesos en la cárcel.
150

masculina, era su componente viril el que actuaba contra el otro femenino: “cuando
una mujer quiere emanciparse, no es ella, sino el hombre que hay en ella el que
quiere emanciparse”.
Este argumento sirvió también para explicar los casos de mujeres científicas,
artistas, literatas, que constituían casos de patología sexual. La importancia y
divulgación de la teoría de la intersexualidad tuvo relación con el momento
histórico: el cambio en el modelo tradicional de mujer.
De cualquier forma, las teorías antifeministas de los más reaccionarios científicos
evolucionaron después de la Primera Guerra Mundial y, sin duda, debido a los
acontecimientos que demostraron que las mujeres eran tan aptas como los hombres
en el desempeño de labores antes catalogadas como masculinas. Se abandonó la
creencia de que la mujer era un ser enfermo, acogiendo la de que la mujer tenía una
misión muy concreta dentro de la sociedad y que no debía abandonarla bajo ningún
concepto.

Por otra parte, la situación de la mujer en cuanto a su educación tampoco era


muy halagüeña. Tan solo después de la revolución de 1868 se cuestionó el lugar de
la mujer en la sociedad. Una Real Cédula de 14 de agosto de 1768 proclamó la
necesidad de enseñar a las niñas, porque: “han de ser madres de familia, siendo
cierto que el modo de crear buenas costumbres depende, principalmente, de la
educación primaria...”243
La Real Cédula mandaba que se establecieran casas de educación en las ciudades y
pueblos más importantes, comandadas por matronas para enseñarles las
habilidades propias de su sexo y los principios y obligaciones de la vida civil y
cristiana. En 1780 se creó la primera escuela de niñas pobres, que se generalizaría
por una Real Cédula del 11 de mayo de 1783. Las enseñanzas que se impartirán
eran lectura, catecismo y labores comunes.244

243 López Moreno, A., “Feminismo y educación: análisis histórico-jurídico”, Anales de la


Universidad de Murcia, XXXII, 3-4 (1974), p. 664.
244 La educación de las mujeres en el siglo XIX ha de estudiarse en Capel Martínez, R. Mª,

El trabajo y la educación de la mujer en España (1900-1930), Madrid, Ministerio de Cultura,


1986. Respecto a la educación en el siglo XVIII, véanse Fernández Quintanilla, P., La
mujer ilustrada en el siglo XVIII, Madrid, Ministerio de Cultura, 1981 y Bolufer, M., Mujeres
e ilustración. La construcción de la feminidad en la España del siglo XVIII, Valencia, Alfons el
Magnanim, 1998. Respecto a la educación de las niñas tuvieron mucha influencia los
trabajos de las Juntas de Damas de la Sociedad Económica de Amigos del País en pro de
las Escuelas Patrióticas. Cfr. Palma García, D., “Las escuelas patrióticas creadas por la
Sociedad Económica Matritense de Amigos del País en el siglo XVIII”, Cuadernos de
151

A lo largo del siglo XIX, se implementaron distintas medidas en relación a la


educación femenina como la aprobación de la Real Orden de abril de 1816 que
otorgaba una importancia clave a las labores, aunque también se potenciaban la
enseñanza de la lectura y la escritura; el Plan y Reglamento de la Educación de
1825 que establecía la impartición de unas asignaturas domésticas y la necesidad de
enseñar a leer y escribir a las niñas, hecho que no se cumplía en todas las escuelas,
o la Ley de Instrucción Pública de 1857, conocida como la Ley Moyano, en la que
jugó un papel muy importante Pablo Montesino -el primer pedagogo que se
preocupó de la educación de la mujer-, y que en su artículo 114, otorgaba el
permiso del gobierno para la creación de Escuelas Normales de Maestras, con el fin
de mejorar la instrucción de las niñas. La Escuela Normal de Maestras fue creada
al año siguiente, a pesar de lo cual, a las mujeres les seguía estando vedado el
acceso a los estudios superiores.245 A este respecto, Gregorio Herráiz, director de la
Escuela Normal de Maestras de Segovia afirmaba que los institutos de educación
superior deberían estar abiertos para las mujeres con “carácter varonil”.246
En concordancia con la hostilidad hacia la vida intelectual de la mujer, la
erudición era sinónimo de soltería.247 Scanlon señalaba la publicación de la Guía de
señoritas en el gran mundo de J. Manjarrés, publicada en Barcelona en 1854, en la
que se aconsejaba a las mujeres no hacer nunca ostentación de sus conocimientos
en público. Frente a ello, y años después, afirmaba María Lejárraga:
“Por saber más no es una mujer menos mujer; por tener más conciencia y más
voluntad no es una mujer menos mujer. Por haber vencido unas cuantas
perezas seculares, y encontrarse capaz de trabajo y de interés por la vida, no es
una mujer menos mujer. Por haber adquirido medios de defenderse y defender
a sus hijos sin ayuda ajena, no es una mujer menos mujer. Al contrario, puesto
que todo ello, ciencia, conciencia, voluntad, capacidad, cultura al cabo, o
cultivo, si ustedes lo entienden mejor, no puede dar de sí más que un

Historia Moderna y Contemporánea, 5 (1984), pp. 37-55 y Capel Martínez, R. Mª, “Las
mujeres de la Matritense: un ejemplo de asociacionismo ilustrado”, Asparkía, 17 (2006), pp.
19-38.
245 Scanlon G. M., La polémica feminista…, op. cit., pp. 15 y ss.
246 Ibidem, p. 27.
247 El papel de la mujer soltera en la literatura del siglo XIX ha sido estudiado por Quiles

Faz, A., “Soltera tenía que ser…”, art. cit., pp. 185-201.
152

perfeccionamiento de sus facultades naturales, nunca un cambio de


naturaleza”.248

En la mejora de la situación para la educación de la mujer, mucho influyeron los


discípulos de Julián Sanz del Río quienes, siguiendo los postulados del krausismo
que, sin duda, aunque con limitaciones, constituyó uno de los esfuerzos más
significativos en favor del feminismo, se plantearon la necesidad para la sociedad de
que la mujer alcanzara un papel digno en ella a través de la educación como eje de
la renovación civil del país.249 Julián Sanz del Río, que fue expulsado de su cátedra
en 1867,250 tradujo la obra de Krause: Ideal de la humanidad para la vida, del cual
reproducimos algunos fragmentos que dan cuenta del concepto de familia, mucho
más igualitario respecto a los sexos que el tradicional. Para Sanz del Río y, por
ende, Krause, el progreso de la Humanidad pasaba porque sus dos mitades, hombre
y mujer, se desarrollaran conjuntamente, mejorando la educación de la mujer. La
finalidad del matrimonio era originar un “individuo superior” y la función de la
familia era educar a los hijos y, “por tanto, la influencia educadora de la familia se
proyecta gradualmente sobre el destino de la Humanidad, y dicha influencia no
puede ser favorable si la mujer permanece “en la oscuridad”.251
Otro de los artífices de la mejora educativa para las mujeres fue el krausista
Fernando de Castro, quien en 1869, creó el Ateneo Artístico y Literario de Señoras,

248 Martínez Sierra, G., Feminismo, feminidad, españolismo, Madrid, Renacimiento, 1917, p.
15.
249 El positivismo posterior defendía la idea del determinismo biológico y negaba dos de las

ideas principales del krausismo: la perfectibilidad humana y la capacidad reformadora de la


educación. Buena parte de las ideas positivistas presentaban argumentos sobre la
inferioridad e incapacidad femenina. La propia Concepción Arenal, vinculada al krausismo,
admitía, en 1881, “que no albergamos hoy aquel íntimo convencimiento en la igualdad de
la inteligencia de los dos sexos manifestado en La mujer del porvenir. Nuevos datos
observados y una reflexión más detenida nos han inspirado dudas que sinceramente
exponemos”. La introducción del positivismo constituyó un paso atrás en el debate
feminista y el acceso a la educación. La influencia de la ciencia positivista se hizo evidente
en el Congreso Pedagógico de 1892. El profesor González Serrano declaraba: “Da usted,
sin embargo, un alcance a la educación de la mujer, que yo no concedo” y concluía; “No lo
dude usted: el calor del ovario enfría el cerebro. (….) La ley de la diferenciación se impone”.
Cit., en Posada, A., y González Serrano, U., La amistad y el sexo. Cartas sobre la educación de
la mujer, Madrid, Fernando Fe, 1893. El feminismo, en definitiva, se vio perjudicado, por la
secularización del saber científico a partir de la década de los setenta del siglo diecinueve y
la pérdida de crédito del krausismo debido a sus intentos por hacer compatibles religión y
ciencia. Citado por Aresti Esteban, N., “El ángel del hogar y sus demonios”, Revista del
Departamento de Historia Contemporánea, 21 (2000), pp. 363-394.
250 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit., p. 9.
251 Krause, K. y Sanz del Río, J., Ideal de la Humanidad para la vida. Madrid, Orbis, 1985, pp.

106 y ss.
153

las Conferencias Dominicales para la Educación de la mujer y la Asociación para la


Enseñanza de la Mujer.
El Ateneo Artístico y Literario de Señoras, Asociación de Enseñanza universal,
científica, religiosa y recreativa tenía como objetivo enseñar a la mujer para que
pudiera educar a sus hijos y dotarla de las capacidades necesarias para que pudiera
brillar en la sociedad.
Por otra parte, las Conferencias Dominicales fueron inauguradas por Fernando
de Castro en febrero de 1869 y tuvieron lugar en la Universidad Central de Madrid.
En el discurso inaugural pronunciado por Fernando de Castro el 21 de febrero de
1869, se expuso el objetivo que perseguían las conferencias: “Despertar en unas y
arraigar en otras la firme convicción de que la mujer debe educarse en más amplia
esfera que antes, si ha de cumplir su destino en la vida, es solo nuestro actual
intento. Por esto, la serie de conferencias […] constituirán un bosquejo de cómo
deba ser esa educación, abrazándola en todas sus principales fases y elementos”.252
No obstante, establecía las diferencias entre hombres y mujeres, aunque afirmaba
que ambos sexos estaban dotados de las mismas cualidades, pero se diferenciaban
en “su combinación y predominio de unas u otras”. No había diferencias, sino
distintas funciones. Por supuesto, la función de la mujer era la maternidad: era
“madre del hogar doméstico y madre de la sociedad”.
A pesar del propósito último de estas conferencias, instruir a los “ángeles del
hogar”, no se puede negar la importancia de este segundo intento de acercamiento
a la cultura en las fechas en las que se llevaron a cabo. En cualquier caso, el ensayo
fue breve, pues solo se llevaron a cabo quince sesiones.
Los conferenciantes eran diversos en ideologías: algunos de ideología
conservadora y otros de un talante abiertamente progresista. Este es el caso de
Rafael Mª Labra que, en cuya conferencia del día 21 de marzo de 1869, titulada “La
mujer y la legislación castellana”, después de recordar la ignorancia de todos los
ciudadanos, hombres y mujeres, acerca de sus derechos, instaba a las mujeres a
prepararse para que, al reivindicar sus derechos, no pudiesen argumentar su escasa
instrucción. Para el jurista, “el derecho está por cima del sexo […] y pues que el
Código Penal no reconoce vuestras flaquezas siquiera como una causa atenuante,

252Jagoe, C, Blanco, A. y Enríquez de Salamanca, C., La mujer en los discursos de género:


textos y contextos en el siglo XIX, Barcelona, Icaria, 1998, p. 169.
154

que consigne todos vuestros derechos, y que así como os impone toda la
responsabilidad de un hombre, os dé la plenitud de su libertad”.253
Lo más relevante de estos esfuerzos es que, representaron el germen de una serie
de instituciones creadas con la firme intención de promover seriamente la
educación de la mujer, incluso a nivel profesional. Por otro lado, era la primera vez
que en España se creaban centros educativos privados fuera del influjo de la Iglesia
católica que paliaron la indiferencia estatal por la educación superior de la mujer.
En 1868, el ministro de Educación Ruiz Zorrilla había posibilitado, mediante
decreto, el acceso de la mujeres a las universidades, aunque no se dictaron
disposiciones especiales para ellas, pues no era bien visto por la opinión pública. Es
decir, constituyó un avance solo sobre el papel. Por otro lado, las mujeres que
estudiaban en las universidades solo recibían certificados de suficiencia y no títulos
oficiales que les capacitaran para ejercer sus carreras.254
El 1 de diciembre de 1869 se creó la Escuela de Institutrices 255 y al año siguiente,
el 1 de octubre de 1870, la Asociación para la Enseñanza de la Mujer. Esta nueva
institución tuvo “como objeto contribuir al fomento de la educación e instrucción
de la mujer y al mejoramiento de su condición social, en todas las esferas y
condiciones de la vida social”.256 Sus bases y reglamentos estarían vigentes hasta
1878, año en que se le agregó una Escuela de Comercio para Señoras. En 1881, la
Asociación absorbió a la Escuela de Institutrices, que pretendía ser el paso previo
para el ingreso de la mujer en las universidades, y en 1883 se fundó una Escuela de
Correos y Telégrafos. La fundación de las Escuelas de Correos y de Comercio,
surgieron ante la necesidad de enseñar otras profesiones distintas a las de
maestra.257 Y así, el ejemplo de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer cundió
también en provincias: Vitoria, Granada, Barcelona o Málaga.

253 Labra, R. Mª, La mujer y la legislación castellana, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M.


Rivadeneyra, 1869, pp. 18-19. Conferencia celebrada el 21-3-1869.
254 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit. p. 47.
255 En ella impartían clases Castro, Giner de los Ríos y Azcárate. De alguna manera,

relevaba a la única escuela superior que existía en Madrid, la Escuela Normal de Maestras,
fundada en 1858, cuya finalidad era formar a las perfectas mujeres de su casa. La alumna
Concepción Sáiz la definió como “organismo fosilizado”, donde los exámenes más duros
eran los de costura y bordado. En cambio, la Escuela de Institutrices ofrecía por primera
vez en sus programas de estudio nociones de Psicología, Historia Natural, Pedagogía y
Física. Cit. en Di Febo, G., “Orígenes del debate feminista…”, art. cit., pp. 62-63.
256 Jiménez-Landi Martínez, A., La Institución Libre de Enseñanza y su ambiente: los orígenes

de la Institución, Madrid, Editorial Complutense, 1996, p. 237.


257 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit., p. 38.
155

Vinculadas con estos nuevos proyectos educativos, aparecieron diversas revistas


para la mujer inspiradas en el afán de ampliar su cultura. Una de las figuras
femeninas más importantes de esta época, vinculada con los krausistas, fue la de la
penalista Concepción Arenal, miembro de la Junta Directiva del Ateneo Artístico y
Literario de Señoras, y autora de La mujer del porvenir (1869) y una serie de
artículos sobre las Conferencias Dominicales. Esta y otras obras supusieron la
denuncia más patente de la educación tradicional femenina por parte de una mujer
que se vio obligada a asistir a las clases de la Facultad de Derecho de Madrid
vestida de hombre.
En un artículo aparecido en La Época el 4 de marzo de 1915, 258 se citaba a
Concepción Arenal quien afirmaba, con ironía, que aún en esa época la mujer solo
servía para cuatro oficios: reina, telefonista, maestra y estanquera, opinión que
compartía Emilia Pardo Bazán, quien señalaba: “Suele decirse que en España las
mujeres no pueden desempeñar más cargos que el de estanqueras o reinas, a lo cual
ha venido a añadirse últimamente el de telegrafistas y telefonistas”.259
Tras el golpe de estado de Pavía y la Restauración Borbónica posterior, que
pusieron fin a la Primera República, se tomaron varias medidas en el ámbito
educativo, y así, se suspendió la libertad de cátedra si se atentaba contra los
dogmas de fe o si se arremetía contra la monarquía constitucional, mientras que el
decreto Orovio, apartó a muchos profesores de la Universidad260 y así muchos de
ellos se unieron para fundar La Institución Libre de Enseñanza, que tanto hizo por
el desarrollo cultural, educativo e intelectual en España en las siguientes décadas.
Los profesores apartados de la actividad docente, Francisco Giner de los Ríos,
Nicolás Salmerón y Gumersindo Azcárate, tras varios proyectos, idearon la
creación de un establecimiento de enseñanza libre, 261 la Institución Libre de
Enseñanza.262 En sus bases, acordadas el 10 de marzo de 1876, se asentó el objetivo
de propagación y cultivo de la ciencia y el establecimiento de estudios profesionales.

258 “Conferencias de la Unión de Damas”, La Época, Madrid, 4-3-1915, p. 3.


259 Pardo Bazán, E., “La mujer española. La aristocracia”, La España Moderna, Madrid,
junio 1890, p. 9.
260 Giner de los Ríos, Salmerón, Azcárate y González Linares, entre otros.
261 En 1876 se aprobó una nueva constitución que posibilitaba el derecho de asociación, la

tolerancia religiosa en la práctica privada, la libertad de imprenta y de enseñanza.


262 Los profesores e intelectuales que participaron inicialmente en el proyecto fueron:

Giner de los Ríos, Salmerón, Figuerola, Azcárate, Linares y Ruiz de Quevedo. Otros
mostraron su adhesión: Ruiz Zorrilla, Echegaray, Pi y Margall, Valera o Campoamor.
Colaboraron Concepción Arenal, Gabriel Rodríguez y Labra, rector de la Institución
durante treinta años, entre otros. Di Febo, G., “Orígenes del debate feminista…”, art. cit.,
p. 66.
156

Se mostraba ajena a cualquier interés religioso, escuela filosófica o partido político,


y proclamó el principio de la libertad e inviolabilidad de la ciencia, siendo la única
autoridad a la que someterse la de la conciencia.263 La apertura del curso tuvo lugar
el 29 de octubre de 1876 en el número 9 de la calle Esparteros de Madrid y los
primeros estudios que se impartieron fueron los de bachillerato y preparatorio
universitario. La Institución puso en práctica métodos novedosos de enseñanza y
mostró una preocupación especial por la educación de la mujer. 264 Con los
postulados del krausismo, se pretendía el cultivo de sus facultades para promover
la felicidad de la familia. Francisco Giner de los Ríos le otorgó una importancia
especial a la coeducación y se mostraba a favor de que las mujeres tuvieran acceso a
las carreras universitarias.
Otro puntal importante en la mejora de la educación femenina lo constituyeron
los Congresos Pedagógicos. El primero de ellos a nivel nacional se celebró en 1882,
con participación de la Institución Libre de Enseñanza, pero en él no se abordó aún
y convenientemente el debate femenino. A partir de esa fecha se sucedieron
diversos Congresos Pedagógicos, siendo el más destacado, en lo referente a la
educación de la mujer, el Congreso Hispano-Portugués-Americano celebrado en
Madrid en 1892. Emilia Pardo Bazán, quien participaba en el Congreso, afirmó que
la educación de la mujer no se podía considerar más que “doma” pues su finalidad
era la obediencia, la pasividad y la sumisión265 y abogó por el acceso de la mujer a
todos los niveles educativos, y por el derecho a desarrollarse profesionalmente.
Los asistentes al congreso, mediante votación, concluyeron, que la educación
debía ser la misma para los dos sexos; que solo a la mujer se le debía encargar la
enseñanza de párvulos; que podría ejercer la Medicina y la Farmacia, que se la
debía capacitar para el ejercicio de diversas profesiones (correos, telégrafos,

263 Jiménez-Landi Martínez, A., La Institución Libre de Enseñanza…, op. cit., p. 376.
264 Pero también por su situación jurídica. Giner de los Ríos, en su obra Resumen de
Filosofía del Derecho, abogaba por un sistema jurídico en el que se garantizase la libertad
individual sin tener en cuenta razas, cultura o sexo. Y en cuanto al derecho al voto
femenino afirmaba: “Si el ejercicio, por ejemplo, de ciertas funciones profesionales políticas
parece más adecuada a la naturaleza del varón, sería difícil hallar razón para negar a toda
mujer el voto electoral”. Giner de los Ríos, F., Resumen de Filosofía del Derecho, XIV, p. 179.
Cit. en Di Febo, G., “Orígenes del debate feminista…”, art. cit., p. 75.
265 Pardo Bazán, E., La mujer española. Madrid, Editora Nacional, 1981, p. 92. Cfr. Gómez-

Ferrer Morant, G., “La imagen de la mujer en la novela de la Restauración: hacia el mundo
del trabajo”, en VV. AA., Mujer y sociedad en España. (1700-1975), Madrid, Ministerio de
Cultura, 1982, pp. 151-173.
157

ferrocarriles, bibliotecas…) y que se debía promover urgentemente la creación de


centros de educación secundaria, especial y superior.266
Con el nuevo siglo, los avances en materia educativa se hacen más visibles. En
1901, se reformaron los programas de las Escuelas Normales de Maestras, en 1909
se fundó la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio, se estableció la
coeducación en el nivel primario y la Real Orden de 8 de marzo de 1910 permitió
que las mujeres se matriculasen sin el consentimiento previo de las autoridades.267
En 1910 se creó la Residencia de Estudiantes, un nuevo hito en la educación para
el progreso de nuestro país. Fue creada por la Junta de Ampliación de Estudios,
que había sido aprobada en 1907, mediante un Real Decreto, y heredado los
postulados de las Institución Libre de Enseñanza. No en vano, su secretario fue
uno de los discípulos de Francisco Giner de los Ríos, José Castillejo, y su
presidente Santiago Ramón y Cajal. El objetivo de la Residencia de Estudiantes era
complementar la enseñanza universitaria, mediante la creación de un ambiente
intelectual. Y cinco años más tarde, en 1915, se fundó la Residencia de Señoritas,
dirigida por María de Maeztu, que nació con la misma pretensión que la Residencia
de Estudiantes y que como afirma Shirley Mangini supuso la ruptura del “techo de
acero” del patriarcado, 268 abriendo una nueva brecha a favor de la educación
superior de la mujer al proporcionar un lugar de residencia a aquellas mujeres que
querían estudiar en la Universidad, así como una amplia gama de facilidades
culturales y científicas.269 Así, en el curso 1915-16, las alumnas de la Universidad
de Madrid eran 108 (el total en todo el territorio español, 438) y la capital acogía al
37,2% de los varones y al 24,6% de las mujeres.270
La Residencia se ubicó en los locales que habían sido ocupados anteriormente por
la Residencia de Estudiantes en la calle Fortuny. La Junta de Ampliación de
Estudios vio la oportunidad de crear un centro análogo al de los alumnos, con el fin
de facilitar a las alumnas su acceso a los estudios medios y superiores.

266 Labra, R. Mª “Los resultados del Congreso Pedagógico de 1892”, B.I.L.E. nº 412 (31 de
julio de 1894), p. 212.
267 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit., p. 56.
268 Mangini, S., “Resistencia a la memoria y memorias de la Resistencia”, Duoda. Revista

d’Estudis Feministes, 10 (1996), pp. 101-114.


269 Ibidem, p. 55.
270 Anuario Estadístico de España. Año III. 1916, Madrid, Imp. de los sobrinos de la sucesora

de M. Minuesa de los Ríos, 1917, pp. 478-481. Citado en Vázquez Ramil, R., La Institución
Libre de Enseñanza y la educación de la mujer en España: La Residencia de Señoritas (1915-
1936) (tesis doctoral), Universidad de Santiago, 1989, p. 148.
158

En la apertura de la Residencia de Señoritas, la población femenina estudiante en


Madrid no dejaba de ser exigua: tan solo 65 estudiantes estaban matriculadas
oficialmente en la Universidad y 43 acudían por libre, mientras la Escuela de
Estudios Superiores de Magisterio impartía docencia a 74 señoritas. Las primeras
residentes eran en su mayoría alumnas de la Escuela Superior de Magisterio o
aspirantes a serlo, aunque en poco tiempo, las expectativas se vieron rebasadas por
la demanda.271
Al desarrollo de la labor de la Residencia contribuyó de manera importante la
colaboración del International Institute for Girls in Spain272 que, con profesorado y
recursos materiales ayudó en su labor educativa.
La figura de María de Maeztu273 se convirtió también en un pilar fundamental en
el desarrollo de la Residencia de Señoritas, siendo su directora desde la apertura y
desarrollando su labor de manera elogiable. En relación a nuestra autora, Maeztu
estuvo vinculada a la vida de Isabel Oyarzábal en lo referente al asociacionismo
femenino, como se verá posteriormente y, de otro lado, la propia Oyarzábal
mantuvo relación con la Residencia al impartir conferencias en su sede.274

4.3. Los derechos civiles de la mujer


Uno de los escollos que la mujer debía salvar para dejar de ser “ciudadana de
segunda” en la sociedad decimonónica, era la cuestión del trabajo y del
reconocimiento de sus derechos civiles. No solo tenía dificultades para acceder al
trabajo, sino que su situación, cuando accedía a ello, era servil respecto a la del
varón. Por otro lado, el estatus legal de la mujer también estaba totalmente
subyugado al del hombre.

271 Ibidem, p. 152.


272 Isabel Oyarzábal analizó estas instituciones en sus artículos periodísticos: sobre la
Residencia de Estudiantes (“Presente y porvenir de la mujer en España. La Residencia de
Estudiantes”, El Día, Madrid, 29-1-1917, p. 6), sobre el Instituto Internacional: (“Un curso
de Literatura Inglesa del S. XIX”, El Sol, Madrid, 16-1-1920, p. 3).
273 María de Maeztu estudió Magisterio y se licenció con posterioridad en Filosofía y letras.

También estudió en Marburgo (1912-1913) gracias a una beca concedida por la Junta de
Ampliación de Estudios. Se incorporó en 1914 al área de Filosofía Contemporánea de la
Sección de Filosofía del Centro de Estudios Históricos bajo la dirección de Ortega y
Gasset. Viajó por toda Europa para conocer los nuevos métodos de enseñanza. Además fue
traductora, conferenciante, articulista, dirigió el Instituto Escuela y de la Residencia de
Señoritas (1915-1936) y presidió el Lyceum Club en 1926. Cfr. Sánchez-Gey Venegas, J.,
“Voces silenciadas en los foros de la UIMP”, en Mujeres con voz. Voces desde el silencio,
Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 2010, pp. 161-177.
274 Mangini, S., “Resistencia…”, art. cit., p. 102.
159

Margarita Nelken afirmaba que el feminismo obedecía fundamentalmente a la


necesidad económica y, sobre todo, era a la mujer de clase media a quien el
problema económico se presentaba con caracteres apremiantes, a lo que se unía el
fuerte prejuicio que condenaba el trabajo femenino.275 Efectivamente, el trabajo se
consideraba degradante para la mujer de clase media, mientras que la mujer de
clase trabajadora quedaba exenta de estas consideraciones por motivos obvios. Esta
creencia suponía una barrera psicológica para ella y el problema se duplicaba si la
mujer era casada, pues su trabajo deshonraba también al marido. Tal vez por ello
Ceferino Palencia le rogó a Isabel Oyarzábal que abandonara sus ocupaciones una
vez que contrajeran matrimonio, a lo que ella se negó.
El concepto “ángel del hogar” y el ideal de domesticidad fue un elemento
fundamental en el proceso de construcción de la clase burguesa. Sin embargo, esta
acepción tiene distintos significados en el ámbito anglosajón y español, puesto en
España se observaba desde un punto de vista católico y tradicional. Fuera ángel o
demonio del hogar, la educación debía enseñar el camino de la religión a todas las
mujeres.276 Sin embargo, en los países anglosajones la iglesia protestante jugó un
papel primordial en la construcción de la nueva sociedad e influyó en el desarrollo
de los primeros movimientos feministas.
Recordemos que aparte del matrimonio o de la posibilidad de vestir hábitos, la
única actividad permitida era la filantropía.277 Como también hemos apuntado con
anterioridad, la oposición hacia los derechos profesionales de la mujer era menor en
aquellas labores que se consideraban una prolongación natural de su carácter. Las
mujeres que se dedicaban al arte eran pocas y mal vistas y ya vimos las dificultades
que tuvo que superar Isabel Oyarzábal cuando decidió dedicarse al teatro. Aunque
había algunas actrices muy bien consideradas como María Guerrero o la propia
María Tubau, la vida teatral para la mujer le obligaba a sacrificar su vida doméstica
-nada más lejos de la verdad, como lo demuestra la vida de la propia María Tubau-
y a defenderse de los constantes ataques a su virtud. Para otras facetas artísticas, el
espíritu femenino, simplemente, estaba negado, pues carecía de inteligencia para el
pensamiento abstracto y su capacidad creadora era deficiente. Las excepciones eran
consideradas pervertidas. El oficio de escritora también se consideraba

275 Nelken, M., La condición social…, op. cit., pp. 45, 49 y 52.
276 Aresti Esteban, N., “El ángel del hogar…”, art. cit., pp. 363-394.
277 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit. pp. 61-62.
160

censurable,278 aunque el autor J. Criado y Domínguez279 enumeraba una lista de


revistas editadas por mujeres y colaboradoras en periódicos, al tiempo que
mencionaba a 56 novelistas y poetas españolas,280 muchas de las cuales escribían
con pseudónimo.281
Por su parte, la mujer obrera sufría una situación doblemente desfavorable: tenía
que trabajar una larguísima jornada fuera de casa y también atender a sus
obligaciones domésticas, sin olvidar que su salario era menor al del varón.282
Hasta la Primera República y gracias a la Ley de 24 de julio de 1873 no fue
regulada la jornada laboral. Posteriormente, en la Conferencia Internacional del
Trabajo, celebrada en Berlín en 1890, España se abstuvo de votar a favor de una
legislación protectora del trabajo de la mujer. En 1900 se reguló el trabajo de los
niños y, por ejemplo, se estipuló una hora de lactancia para las madres en el trabajo,
mientras que el trabajo a domicilio, no se legisló hasta 1926. Como se puede
observar, la legislación para la mejora de la situación de la clase obrera no se

278 A este respecto, llaman la atención las palabras de Juan Valera, que a pesar de ser

colaborador de la Institución Libre de Enseñanza, en su obra La educación general de las


mujeres, se manifestaba en contra de la apertura de las jóvenes a la carrera artística: “No va
encaminada esta educación general a que la mujer sea artista, literata o aprenda este o
aquel oficio mecánico, sino a que sea, como ya he dicho, mujer cabal o todo lo perfecta de
cuerpo y de alma… Por tanto, lo primero que hay que procurar en la mujer es que sea o
que pueda ser perfecta casada, buena madre de familia”. Cit. en Di Febo, G., “Orígenes del
debate…”, art. cit., p. 71. Según González Posada el tipo de mujer más aborrecido era el de
literata. Giuliana Di Febo destaca el caso de Pardo Bazán, primera mujer en lograr una
cátedra universitaria en 1896 y que hubo de renunciar a ella por falta de estudiantes.
Ibidem, p. 81.
279 Criado y Domínguez, J. P., Literatas españolas del siglo XIX. Apuntes bibliográficos,

Madrid, Imprenta de Antonio Pérez Dubrull, 1889, pp. 65 y ss.


280 La nómina de escritoras españolas se ha fijado gracias a la obra de Simon Palmer, M. C.,

Escritoras españolas del siglo XIX. Manual bio-bibliográfico, Madrid, Castalia, 1991.
281 Sobre los pseudónimos de las escritoras españolas, véase Simón Palmer, M.C., “La

ocultación de la propia personalidad en las escritoras del siglo XIX”, en Actas del IX
Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Neumeister, S. (ed.), Berlín, Verveuert
Verlag, 1989, Tomo II, pp. 91-97. La escritora y periodista María Luz Morales se refería
así a los pseudónimos, tan habituales en los periodistas de la época: “Es grato hablar desde
detrás de la cortina, y en la sombra hacer que rían y lloren y se muevan a plena luz los
muñecos de nuestra fantasía… Ellos piensan por nosotros en voz alta ante el espectador -
llámese lector en este caso- que no ve el hilo misterioso que los guía; y así el autor, borrada
la propia personalidad bajo la gasa más o menos transparente del pseudónimo, dispone y
maneja a su antojo ese hilo invisible, sutil, de simpatía, que va del que escribe al que lee, y
vuelve luego del que lee al que escribe”, Cit. en Servén, C., “La labor de María Luz
Morales en El Hogar y la Moda (1921-1936)”, en En prensa. Escritoras y periodistas en España
(1900-1939), Bernard, M. e Rota, I., (eds.), Bergamo University Press, 2010, p. 91.
282 En 1919, el sueldo de una telegrafista era de 62,50 pesetas al mes, inferior al de

cualquier ordenanza varón y un dependiente ganaba 15 duros al mes, frente a los 6 o 7 de


la mujer que realizaba la misma tarea. Nelken, M., La condición social…, op. cit., pp. 72 y
162.
161

desarrolló hasta bien entrado el siglo XX, en parte gracias a la labor de mujeres
como Isabel Oyarzábal.
La mejora de las condiciones de las obreras industriales fue un proceso lento.
Aunque la industria española recibió un importante impulso como consecuencia de
la Primera Guerra Mundial, los salarios nunca estuvieron a la altura de los
beneficios que se obtenían y la situación empeoró con el rápido aumento de precios.
Ello unido a la escasez de alimentos provocó numerosas protestas de mujeres en
varias ciudades españolas.283
El aumento de la población obrera en el siglo XIX había empujado a las clases
altas a desarrollar un espíritu filantrópico, cuyo mayor adalid fue la aristocracia,
que intentaba mejorar sus condiciones de vida, pero siempre desde un punto de
vista paternalista y caritativo: las clases más pobres, lo eran por mandato divino y,
por tanto, resultaba inútil cualquier intento de mejora. Mientras las mujeres de
clases medias pugnaban por el derecho a la educación y la independencia económica,
las mujeres obreras lo hacían por una legislación protectora que las amparase ante
el capitalismo.
A las mujeres de la clase obrera les estaban destinados los trabajos de escasa
cualificación en industrias textiles, fábricas de conservas, en los talleres de
hojalatería, en las minas, en las fábricas de tabacos, en la carga y descarga de
buques… Trabajos escasamente valorados, de largas jornadas y todos ellos
perniciosos para la salud.284
La primera Ley Laboral establecida en España que legislaba el trabajo de
mujeres y niños data del 13 de marzo de 1900. Su objetivo era proteger los
derechos de los últimos de la ferocidad del capitalismo y pretendía evitar el
descenso de las tasas de natalidad y la mejora de la especie, como defendían la
Medicina y el pensamiento de la época. Así, el artículo nº 9 de la Ley permitía una
“baja por maternidad” hasta las tres semanas posteriores al alumbramiento,
reservándose su puesto, aunque sin remuneración salarial, por lo que en la práctica,
la ley era incumplida por las propias trabajadoras.285 También se establecía en la
Ley el permiso de lactancia de una hora al día, dividida entre la mañana y la tarde

283 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit., pp. 86 y ss.


284 Cfr. Nelken, M., La condición social…, op. cit., pp. 126-127.
285 Nielfa Cristóbal, G., “Trabajo, legislación y género en la España contemporánea: los

orígenes de la legislación laboral”, en Gálvez Muñoz, L. y Sarasúa García, C. (eds.),


¿Privilegios o eficiencia?: mujeres y hombres en los mercados de trabajo, Universidad de Alicante,
2003, pp. 39-56.
162

sin que se pudiera descontar del jornal, aunque esta medida se veía dificultada por
el hecho de que muchas obreras cobraban a destajo,286 y el descanso semanal para
las obreras en domingos y festivos. Posteriormente, la Ley de 8 de enero de 1907
amplió el periodo de puerperio y establecía la posibilidad de conceder vacaciones
remuneradas a partir del octavo mes de embarazo. El 26 de junio de 1902, un Real
Decreto regulaba la jornada laboral de mujeres y niños en establecimientos
industriales y mercantiles, establecida para estas “medias fuerzas”, como se les
llamaba, en once horas diarias. Por su parte, el Real Decreto de 25 de enero de
1908 legislaba la prohibición total o parcial a los niños menores de 16 años y a las
mujeres menores de 23 por su peligrosidad o insalubridad en la industria, con
riesgo de intoxicación o lesión, incendio o explosión, emanaciones tóxicas, etc. Con
posterioridad, la Ley de 11 de julio de 1912 prohibió el trabajo nocturno para las
mujeres; asunto controvertido pues, de un lado, convenía a los intereses
empresariales por el ahorro nocturno de energía y los reducidos salarios que se
pagaba a las mujeres y, por otro, contaba con la desaprobación de las propias
obreras, pues el estipendio nocturno les convenía más económicamente. Finalmente
fue posponiéndose su aplicación hasta 1920, y la Ley de la Silla del 17 de febrero de
1912 estableció la obligatoriedad de proporcionar asientos a las mujeres que
trabajaban en tiendas y almacenes. Los Reales Decretos del 23 de abril de 1919 y
de 25 de enero de 1920 redujeron la jornada laboral a ocho horas para ambos sexos.
En definitiva, a pesar del incipiente desarrollo de una legislación laboral
propicia para la mujer a finales del siglo XIX y primeros años del siglo XX, en
cuya elaboración, sin embargo, no intervino en absoluto, en la práctica estaba
garantizado su incumplimiento, pues la Inspección de Trabajo no se creó hasta
1907 y aún tardó algunos años más en contar con medios suficientes. A este
respecto afirmaba Margarita Nelken: “El día que se consiga que las modistas
tengan una jornada que no sobrepase ocho o nueve horas y que una maestra de
taller no pueda despedir a una oficiala por mero capricho, el feminismo español
habrá progresado más que con todos los escritos y todas las proclamas”.287
Si bien hemos apuntado algunas de las trabas jurídicas que impedían a la mujer
ser ciudadana de pleno derecho, analizaremos ahora más pormenorizadamente la
legislación que la consideraba menor de edad en cualquier circunstancia.

286 Ibidem, p. 8.
287 Nelken M., La condición social…, op. cit., p. 160.
163

El Código Civil de 1889, 288 basado en la influencia del código napoleónico de


1804, incapacitó civilmente a la mujer. La existencia de la figura penal de la
imbecillitas sexus o fragilitas establecía una minoridad jurídica genérica y legitimaba
la subyugación respecto del hombre y así, la mujer casada la que debía sacrificar su
independencia y libertad al casarse. Después de estar bajo la tutela del padre, la
mujer se sometía a la del marido y, de hecho, el artículo nº 321, establecía que las
hijas solo debían abandonar el lugar paterno si era para casarse.
Según el artículo nº 57, el marido debía proteger a la mujer y esta obedecer al
marido: “autoritas maritales”. Solo las mujeres “solteronas” o viudas tenían casi los
mismos derechos que los hombres. Así las mujeres debían obtener permiso del
marido o del padre para estudiar, trabajar, viajar, abrir una cuenta bancaria o
recibir atención médica y no estaban capacitadas para actuar ante la justicia, como
quedaba expresado en el artículo nº 60, salvo para defenderse en juicio criminal, ni
para demandar o defenderse en los pleitos con su marido. Tampoco estaba
capacitada para adquirir ni enajenar sus bienes, sin licencia o poder de su marido -
artículo nº 61- ni eran dueñas de su salario en caso de que trabajaran.
En relación a la familia, las madres no ostentaban la tutela ni la patria potestad
de sus hijos, que recaía en el padre y en caso de fallecimiento del padre, este podía
conceder la patria potestad a la madre, o bien, podía nombrar un Consejo de
Familia, formado exclusivamente por varones del grupo familiar, según el artículo
nº 294. El marido fijaba la residencia familiar y administraba los bienes de ambos
(artículo nº 59).
El artículo nº 22 establecía que la mujer casada había de seguir la condición y
nacionalidad del marido. En el caso del matrimonio entre una mujer española con
un hombre extranjero, ella debía adoptar la nacionalidad del marido, si bien una
vez disuelto el matrimonio, podía recobrar la nacionalidad española y si la
extranjera era la mujer, esta adoptaba la nacionalidad del marido.
En caso de divorcio, los dos cónyuges tenían un tratamiento desigual: así el
artículo nº 105 describía las causas legítimas de divorcio, entre las que se

288En esta época ya se habían producido importantes cambios en los códigos de países. Así,
en Francia, la Ley de 1884 decretaba la igualdad de ambos sexos para la obtención del
divorcio; las leyes de 1880, 1886 y 1889 eximían a la mujer de la autorización del marido
para invertir en la Banca y en las Cajas de Ahorro. En Inglaterra, la Ley de 1870 concedía
el derecho de propiedad de la dote y la posesión y administración del dinero ganado o
recibido en dotación; la Ley de 1882 establecía el derecho de la mujer a contratar. En los
Estados Unidos, a finales de siglo, el movimiento sufragista había obtenido el derecho al
voto en los estados de Wyoming, Idaho, Utah y Washington. Cfr. Di Febo, G., “Orígenes
del debate…”, art. cit., p. 77.
164

encontraba el adulterio de la mujer en todo caso, y el del marido, tan solo cuando
resultara escándalo público o menosprecio de la mujer. De la misma manera, el
Código Penal de 1870 establecía que se castigaría en cualquier caso el adulterio de
la esposa -yacimiento con varón distinto de su esposo- y del marido cuando
“notoriamente tuviese manceba fuera del domicilio conyugal”. El mismo Código
establecía que si el marido asesinaba a la esposa adúltera o a su amante, al ser
sorprendido sería castigado con el destierro de 6 meses a 6 años, sin embargo, en el
caso de la mujer, el asesinato del marido era considerado parricidio y, por ello, la
sentencia era prisión perpetua. En el caso de una maternidad fuera del matrimonio
la ley protegía al supuesto padre.
Aún en 1919 en España la situación de inferioridad legal de la mujer respecto del
hombre se extendía hasta los 25 años:
“Mientras una francesa o una alemana se encuentran a los 21 años
completamente libres, una española queda bajo tutela hasta los 23, y según
dispone el artículo 321, no puede hasta los 25 años, nada menos, dejar la casa
paterna sin licencia del padre o de la madre en cuya compañía vivan, como no
sea para tomar estado, o cuando el padre o la madre hayan contraído ulteriores
bodas”.289

Tal era la situación de la mujer hacia 1915, época en que Isabel Oyarzábal se
implicó en el asociacionismo femenino de principios del siglo XX y si tenemos en
cuenta las palabras de Antonina Rodrigo, su entrega ardorosa al trabajo tuvo que
ver con el desengaño del que fue objeto por causa del adulterio de su marido. Si
bien cronológicamente el episodio de infidelidad que narra la autora es posterior a
la fecha en la que afirma que un grupo de mujeres estaba trabajando en pro de los
derechos femeninos, no debe ser muy posterior. Recordemos que, en pleno
desarrollo de la Primera Guerra Mundial, se produjo en España un importante
avance en la organización de grupos feministas que abogaban por la prosecución de
sus derechos. En el ámbito personal también la guerra afectó a nuestra autora, tal
como reflejaba en su autobiografía:
“El influjo del extranjero también afectó a nuestro grupo. Los escritores
españoles que habían estado viviendo en algunos de los países en guerra,
muchos de los cuales habían contraído matrimonio con mujeres extranjeras,
regresaron a la seguridad de su tierra natal. Una duradera amistad surgió

289 Nelken, M., La condición social…, op. cit., p. 176.


165

entre algunas de estas mujeres y yo. Trudy Graa, esposa de Luis Araquistain,
y su hermana Luisi, que más tarde se convertiría en la señora de Alvarez del
Vayo, fueron quizá las que más se acercaron a mi corazón. Eran como dos
hermanas pequeñas para mí.
Llevábamos tres años en guerra. Mi hermano pequeño, José, se alistó como
voluntario para ir al frente, aumentando, así, mis temores. Mi madre estaba
todavía en América. Estaba impaciente por venir y visitarnos, sin embargo, la
convencimos para que se esperase, por miedo a una guerra submarina. Además
Anita e Inés estaban estudiando y esperando graduarse en la universidad y
Ricardo, ahora ingeniero civil, estaba en Cuba. Sentía que estaban a salvo al
otro lado del océano” (p. 70).

Al estallar la Primera Guerra Mundial, y a decir de Isabel, el inicio del conflicto


conmocionó a los españoles. Las discusiones a favor de uno u otro bando eran
enconadas, tal como lo explicaba la escritora:
“Como norma, los clérigos, especialmente la jerarquía eclesiástica, el ejército
y la aristocracia estaban del lado de los alemanes, mientras que los
intelectuales y la clase obrera, eran partidarios de los aliados.
Multitud de escritores y artistas se dieron cuenta de la necesidad de ayudar a
cualquier cosa que simbolizase el progreso contra la tiranía. Aquellos más
dados a satisfacer las necesidades nacionales, estaban convencidos de que la
victoria de los aliados sobre el militarismo alemán, con sus castos prejuicios y
su concepto feudal de la organización de un país, favorecería a España.
Pensaban que la victoria de los aliados ayudaría a derrotar a los combinados
esfuerzos de reacción por mantener España en su estado de atraso.
Francia era particularmente aborrecida por la mayoría de los pro-alemanes,
porque era la cuna de la revolución y la creadora de aquella “perniciosa
doctrina”: los derechos del hombre. Inglaterra era protestante, así pues un
enemigo del catolicismo. Ignoraban la inclinación religiosa de Alemania,
porque la propaganda alemana había insinuado que el kaiser iba a restaurar el
poder temporal de la Santa Sede” (p. 68).

La propia autora nos daba las pautas de la situación que se vivió en España
durante la guerra. Como afirmaba Isabel, “el gobierno consiguió mantener al país
166

en una postura neutral”290 y apartarse de ella hubiera supuesto poner en peligro la


estabilidad política y social y la pervivencia del régimen monárquico. Por otro lado,
España tenía serios problemas económicos y militares, como el propio Azaña
reconoció, al afirmar que la neutralidad española era impuesta por la indefensión y
por la carencia de medios militares que fueran capaces de enfrentarse a los ejércitos
europeos. 291
La neutralidad española potenció su política exterior: Madrid se convirtió en un
centro favorable a todo tipo de negociaciones y cuando el conflicto se hubo
extendido, la diplomacia española asumió la representación de un número creciente
de beligerantes, mientras que el Rey organizó una oficina para el socorro de las
víctimas de la guerra, mediando para obtener garantías de los presos de guerra.292
Con el tiempo, la opinión pública y política, a pesar de la teórica neutralidad, se
postuló en uno y otro lado.
La extensión de la guerra durante cuatro años, favoreció, además, circunstancias
provechosas para la economía española, aunque, el análisis de Oyarzábal resultaba
contundente:
“[…] en general, los españoles podrían haber derivado grandes beneficios
de esta postura, si hubieran sabido cómo manejarla. Pero el río de oro que
entró en España, no se invirtió como se debía en una total renovación de las
viejas industrias y en el desarrollo de las fuentes de energía naturales del país.
Toda la riqueza fue acumulada en los bancos y, más tarde, se usó para comprar
marcos alemanes. Cuando el marco alemán cayó, muchas firmas españolas se
estrellaron también. Cefe y yo estábamos naturalmente del lado de los aliados”
(p. 68).

Más adelante, describía el ambiente que se vivía en la capital española durante la


guerra, en el mismo tono de denuncia:
“Las noticias de la guerra eran terriblemente deprimentes. Me amargaba ver
como estaba cambiando Madrid. Nuestra capital jamás había estado tan

290 El gobierno de España, en la persona de su presidente Eduardo Dato había proclamado


un decreto, el día 30 de julio de 1914, en el que anunciaba la neutralidad estricta del estado
Español.
291 “Los motivos de la germanofilia”, conferencia celebrada en el Ateneo de Madrid el 25-5-

1917.
292 Ponce Marrero, F. J., “La neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial:

Nuevas perspectivas”, Ayeres en discusión (recurso electrónico), p. 107.


http://www.ahistcon.org/PDF/congresos/publicaciones/Murcia.pdf
167

contenta. Mucha gente se había refugiado en España para escapar de las


privaciones de la guerra. Querían que se les divirtiese. Se abrieron nuevos
cabarets. Los beneficiarios de la guerra se apresuraron a disfrutar de su
recientemente adquirida riqueza” (p. 70).

A pesar de que el 20% de los marinos mercantes españoles fueron destruidos en


la contienda, la guerra provocó el crecimiento económico en muchos órdenes:
alimentos, armamento ligero, minerales, metales… El poder adquisitivo, debido a
la inyección de capital en la grande y mediana industria, aumentó en los grupos
sociales de la aristocracia y la burguesía, cuyos intereses se unieron, mientras la
pequeña burguesía tuvo que trabajar como asalariada, y junto a la clase obrera, vio
su poder adquisitivo disminuido293, sobre todo a partir de 1917, debido al desgaste
bélico y al hecho de que la escasez de alimentos, gracias a las exportaciones y la
especulación, hizo encarecer los precios.
Personalmente, Isabel Oyarzábal sufrió las consecuencias de la guerra. Tres de
sus primos escoceses murieron al principio de la conflagración y, por otro lado, su
hermano pequeño, José, se alistó voluntariamente en el frente.
Hacia estos años Isabel visitó por primera vez La Casa del Pueblo para dar una
conferencia sobre “La educación de las mujeres”, en la que tomó por primera vez
contacto con las obreras y militantes feministas, y ello tuvo una importante
repercusión posterior en su vinculación con la política. 294 Isabel Oyarzábal
recordaba en su autobiografía que estaba muy interesada en escuchar cómo se
desarrollaba el movimiento feminista y reconocía que había estudiado los
problemas de las mujeres de la clase alta y que había descuidado lo que ocurría en
los barrios. Dos miembros del comité ejecutivo del Partido Socialista le
propusieron la conferencia y por primera vez se percató de cuáles eran los
problemas del pueblo:
“Enfoqué la situación desde el viejo punto de vista de la caridad, en lugar del
de la justicia. Aún eran ‘los pobres’. Yo no sabía nada de las relaciones entre el
capital y el trabajo o la contribución de los trabajadores a la economía del país.
Para mí, eran los asalariados que eran miserablemente pagados, alojados y

293 Martínez Gutiérrez, J., Exiliadas. Escritoras, Guerra Civil…, op. cit., p. 157.
294 No se tienen datos concretos, aunque Matilde Eiroa calcula que se produjo alrededor de
1912 o 1913. Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia. Diplomacia, periodismo y militancia
al servicio de la República, Málaga, Universidad, 2014, p. 103.
168

alimentados, e intentar convencer a sus patrones para que fueran más


humanos, era nuestro deber.
Mi primera visita a la Casa del Pueblo, así como las sucesivas, me abrieron
los ojos a muchas cosas. Allí encontré hombres y mujeres formales,
inteligentes y comprometidos, con una sabiduría de los asuntos del país y del
mundo, muy superior a la mía” (p. 81).

Esta reflexión le sirvió para, a continuación, rememorar largamente los hechos


que se sucedieron tras la huelga de 1917, analizando también las causas. Como
recordaba en sus memorias, aún no “captaba el verdadero sentido de lo que estaba
sucediendo” (p. 82) y fue Ceferino quien le informó de que la huelga era el preludio
de un movimiento revolucionario para derrocar a la monarquía:
“El gobierno estaba tomando serias medidas para mantener el orden. Don
Ceferino se puso nervioso.
- ¿Qué quieren los trabajadores?, preguntaba.
- Todo lo que les falta, dije más bien con impaciencia.
-Bien, ¿y no lo pueden decir de manera calmada?
Las palabras me hicieron reaccionar. Sentí lo injusto que era.
-¿Con calma? ¿De qué otro modo se han mantenido siempre, sino en calma?
¿Y han conseguido algo así? No, nada” (p. 82).

Estos hechos hicieron que sus posiciones ideológicas, ante la vida y la sociedad
que le circundaba, se fueran afianzando y adoptara una posición activa en relación a
sus ideas políticas. Poco a poco, su compromiso político-social iba forjándose.
La huelga de 1917 fue la consecuencia de una importante crisis social, producto
de los desequilibrios económicos que polarizaron a la burguesía y proletariado. Por
otro lado, la situación política tampoco era nada halagüeña. La monarquía, como
sistema de gobierno, tenía muchos detractores y el pueblo no se veía representado
en los gobiernos, que se alternaban en el poder. La crisis española de 1917 ocasionó
la desarticulación orgánica del Estado absolutista español. 295 Tras el
encarecimiento del coste de la vida en un 37,5 por ciento, los representantes de los
partidos obreros firmaron un manifiesto con el fin de avisar de una convocatoria de
huelga general ilimitada para obligar a las “clases dominantes a aquellos cambios

Lacomba, J. A., Tuñón, M., de Riquer, B. y Fortes, J., “La huelga de 1917”, Cuadernos de
295

Historia 16, 254 (1985), pp. 4-31.


169

fundamentales de sistema que garanticen al pueblo el mínimo de las condiciones


decorosas de vida y de desarrollo de sus actividades emancipadoras…”296
Se habló incluso de la preparación de una huelga revolucionaria. Una delegación
del PSOE y de la UGT visitó a Melquíades Álvarez para acordar la formación de
un Gobierno provisional que convocara a las Cortes Constituyentes. Se estableció
un comité de enlace: Álvarez y Lerroux por los republicanos y Pablo Iglesias y
Largo Caballero por el PSOE y UGT, pero, dada la mala salud del primero, se
nombró como suplente a Julián Besteiro. Así lo recordaba Isabel Oyarzábal:
“A lo largo de la tarde, algunos vecinos vinieron a vernos. La huelga estaba
llegando a otras ciudades. Había disturbios.
La respuesta del Gobierno no tardó en hacerse notar. En los días venideros,
Madrid quedó tomado bajo el control militar. En varias calles instalaron
ametralladoras.
Un número de personas, entre ellos, un niñito sordomudo, fue asesinado en
los salvajes ataques de los guardias civiles. Tuvo lugar una masacre de
trabajadores en la cárcel. Al final, consiguieron arrestar al comité
revolucionario formado por los socialistas y líderes del sindicato, entre ellos
Don Julián Besteiro, un profesor de la Universidad de Madrid, que se uniría al
General Casado en la rendición de Madrid en 1939, y Don Francisco Largo
Caballero, presidente del gobierno español en 1937” (p. 82).

En junio, el gobierno temía el estallido de una huelga de ferroviarios en el norte


de España que promovería un movimiento sedicioso general. En julio, los
metalúrgicos de Bilbao expusieron sus reivindicaciones, en pocos casos aceptadas, y
como consecuencia, se produjo un endurecimiento de las condiciones de la patronal,
hecho que, a su vez, provocó nuevas movilizaciones. Pronto, se convocaría también
huelga en Valencia, apoyada por los republicanos, de entre los cuales, uno de los
más entusiastas fue Marcelino Domingo, quien luego sería compañero de fatigas en
la labor de Isabel de Oyarzábal de buscar apoyos para la República. La situación se
hizo más tensa a finales de julio y principios de agosto, pues, aunque la huelga de
Valencia se desconvocó, la empresa, la Compañía de Caminos de Hierro del Norte
de España, se negó a readmitir a 36 huelgistas, a pesar de las presiones recibidas
desde todos los ámbitos. Es por ello que fue convocada una huelga de ferroviarios
en todo el país para el 10 de agosto y a la que, tras muchas deliberaciones, los

296 Ibidem, p. 10.


170

partidos políticos y sindicatos de izquierda decidieron apoyar. El 13 de agosto


España estaba paralizada: a las dos de la tarde de ese día se declaró el estado de
guerra y el ejército fue movilizado. Isabel Oyarzábal lo rememoraba así:
“Siguió un desastre general. Las casas eran registradas y mucha gente de
ideas progresistas tuvo que huir. Luis Araquistain, que estaba en el norte, al
principio de los disturbios, fue arrestado en su casa algunos días después. Esto
acercó el movimiento a nosotros. Estaba preocupada por Trudy. Su casa
estaba continuamente bajo vigilancia y toda la comida que enviaba a su marido
era cortada en pedazos, por si hubiera papeles escondidos dentro.
El juicio de las principales personas envueltas en el movimiento, nos
mantuvo en suspense durante días. Todo el mundo estaba seguro de que iban a
ser condenados a muerte, pero la sentencia de muerte fue conmutada por
cadena perpetua. Ellos solo habían deseado lo mejor para aquellos que lo
necesitaban. Parecía terriblemente injusto. En las siguientes elecciones
generales todos los hombres condenados en ese juicio fueron llevados de
vuelta a Madrid y liberados. Por fin el pueblo había empezado a imponer su
voluntad” (p. 82).

La huelga obtuvo un mayor seguimiento en Asturias y, por tanto, el ejército


actuó allí con más contundencia. Hacia el 20 de agosto, la huelga había terminado
en toda España, excepto en Asturias, donde se extendió hasta el 17 de septiembre.
El número de encarcelados en todo el país fue aproximadamente de dos mil
trabajadores. El 29 de septiembre se juzgó en Consejo de Guerra a los miembros
del comité de huelga y sus colaboradores. Entre otros, efectivamente, Julián
Besteiro y Largo Caballero fueron sentenciados a cadena perpetua. En las
elecciones municipales de noviembre de 1917, los miembros del comité de huelga
consiguieron la mayoría de votos en sus respectivos distritos, a pesar de lo cual,
siguieron detenidos en el penal de Cartagena. Posteriormente fueron también
elegidos diputados y solo entonces, el recién constituido gobierno de Maura
decretó la amnistía, solicitada por la mayoría de españoles.
5. El compromiso feminista de Isabel
Oyarzábal
173

5. El compromiso feminista de Isabel Oyarzábal


A pesar de que en un primer momento, Isabel Oyarzábal no se consideró
feminista en sentido estricto, con el paso de los años, el aumento de sus artículos
periodísticos y escritos dedicados al sufragismo y los derechos de la mujer da
cuenta del grado de implicación de la autora en la lucha que, en esos momentos, se
estaba llevando a cabo ya por fin en España. Oyarzábal relata así su definitiva
dedicación al movimiento feminista:
“Un día, el grupo de mujeres que había iniciado el movimiento por el
sufragio de la mujer vino a verme. Querían que me uniera a ellas. Al principio
no dije nada. Estaba demasiado ocupada. Además personalmente todavía no
estaba interesada. No obstante, parecían deseosas de mi ayuda y sentían que
yo les podría ser muy útil para ponerlas en contacto con otros grupos del
extranjero, de modo que acepté, y unas semanas más tarde, encontré, para mi
propia sorpresa, que había sido elegida vice-presidenta de la asociación. Aquel
invierno di algunas charlas públicas. Di otra conferencia en el Ateneo y dos
más en diferentes asociaciones. Cefe me animó, pero nunca se atrevió a venir.
Decía que esto le ponía nervioso. Encontré que el único modo para olvidar la
guerra, era estar ocupada todo el tiempo y justo, cuando empezaba a pensar
que lo estaba consiguiendo, algo sucedió que condujo todos mis pensamientos
hacia una sola vía y paralizó todas mis energías durante un tiempo. Cambió
toda mi vida”.297

En efecto, el feminismo era ya en 1920 un movimiento, que con muchas


dificultades, se hallaba desarrollado y articulado en España. El Congreso de
Ginebra, objeto de numerosos artículos de nuestra autora en el periódico El Sol, fue
una meta en el largo camino que recorrieron las distintas agrupaciones femeninas
que, finalmente, arribaron a Ginebra para luchar por los derechos de la mujer a
nivel mundial. Inicialmente, dicho Congreso iba a celebrarse en Madrid, tal y como
anunciaba Beatriz Galindo el 1 de diciembre de 1919, en su sección de El Sol, pero
diversos problemas hicieron que su sede se trasladara a la ciudad suiza.

297 El episodio que cambió su vida es el referido a la infidelidad del marido. No podemos

asegurar a ciencia cierta si, como se ha escrito, esto provocó que la autora se volcara en su
labor intelectual y su vida pública, pero, de hecho, su actividad se multiplicó en esta época.
Ella misma afirmaba: “Me sumergí de lleno en mi trabajo. Era el único modo de olvidar o
al menos de no pensar. Los acontecimientos a mi alrededor me ayudaron” (p. 81).
174

Hasta esa fecha y desde 1913, fecha en la que Oyarzábal se involucró en la lucha
de una manera más activa, el camino había estado lleno de numerosos obstáculos
que estas mujeres tuvieron que superar. Ya vimos las distintas teorías que alejaban
a la mujer de la normalidad biológica, psicológica e intelectual. María Lejárraga, en
boca de su marido, Gregorio Martínez Sierra y en su obra Feminismo, feminidad y
españolismo, desmitificaba la imagen que la opinión pública pudiera tener sobre la
mujer feminista, que había sido acusada de querer acabar con la familia y a la que se
imputaban todos los vicios posibles: “El feminismo quiere sencillamente que las
mujeres alcancen la plenitud de su vida, es decir, que tengan los mismos derechos y
los mismos deberes que los hombres, que gobiernen el mundo a medias con ellos,
ya que a medias lo pueblan, y que en perfecta colaboración procuren su felicidad
propia y mutua y el perfeccionamiento de la raza humana”.298
Por otro lado, en caso de existir un feminismo, solo se toleraba uno que fuera
profundamente cristiano y nacional, lo que era apoyado por asociaciones femeninas
cristianas.299
Las mujeres implicadas en la reivindicación feminista y, en general, la opinión
pública tenían la percepción de que las sufragistas no estaban unidas y reclamaban
su organización. En 1917, Consuelo González Ramos, de sobrenombre, Celsia Regis,
habló por primera vez de la necesidad de creación de una asociación femenina, que
aunase los esfuerzos de todas las activistas, la Asociación Nacional de Mujeres
Españolas (ANME). Justo después, en abril de 1918, se materializaron estas
aspiraciones con la creación de la Liga Española para el Progreso de la Mujer. En
efecto, la Liga reunió a mujeres de todas las asociaciones feministas españolas.300
Una de las primeras acciones de la Liga consintió en elevar al Congreso y al
Senado, el 5 de noviembre de 1918, la petición de rectificación o supresión de
aquellos artículos del Código Civil que colocaran a la mujer en inferioridad
respecto al hombre, aunque su principal objetivo fue la consecución del voto. La
Liga, con motivo de la presentación de proyecto de Ley Electoral promovido por
Burgos Mazo, mandó una circular a los diputados de izquierdas para que el voto
femenino fuera reconocido sin limitaciones.301

298 Martínez Sierra, G., Feminismo, feminidad…, op. cit., p. 20.


299 Aguilera, J. e Lizárraga, I., De Madrid a Ginebra…, op. cit., pp. 90 y ss.
300 Ibidem, pp. 107-108.
301 Ibidem, pp. 117-118.
175

Entretanto, la Agrupación Femenina Socialista de Madrid impulsó la celebración


de una serie de conferencias en la Casa del Pueblo para apoyar el proyecto. 302
Dichas conferencias fueron iniciadas el 11 de octubre de 1919 por Carmen de
Burgos y en ellas participó Isabel de Oyarzábal, subiéndose al estrado el 28 de
noviembre de 1919 para pronunciar la conferencia: “Responsabilidad de la mujer
ante el sufragio”. 303 En ella, la oradora inició su discurso resaltando la
trascendencia del proyecto de ley relativo a la concesión del sufragio femenino,
cuyo simple anuncio había despertado gran interés y expuso argumentos que
demostraban que la mujer española estaba tan capacitada como el hombre para
ejercer el derecho de sufragio. Resaltó la necesidad de emancipar a la mujer de la
tutela a la que estaba sometida, advirtió que se había generalizado una falsa noción
de la misión de la mujer en el mundo y aclaró que tal misión tenía una doble
vertiente social e individual. Por otro lado, puso de relieve la necesidad de la
promulgación de leyes protectoras hacia la mujer en la infancia, la juventud y el
trabajo que redundarían en la mejora de la raza. Abogó también por la
implantación del divorcio para determinados casos, la idéntica remuneración del
trabajo del hombre y la mujer, la adopción de leyes protectoras de la maternidad y
por la necesidad de que la mujer luchara sin tregua para conseguir el sufragio que
constituiría un arma poderosa para la defensa y protección de los hijos ilegítimos.
Por último, terminó con un “elocuente apóstrofe” contra la guerra, que acabaría en
cuanto la mujer consiguiese suficiente poder, pues ostentaba un privilegio
inasequible al hombre: el saber lo que se sufre para dar la vida.304
En esas mismas fechas fueron surgiendo asociaciones femeninas de distinto
signo, que posibilitaron la intensificación y extensión del debate. Sin embargo y a
pesar de defender intereses comunes, la falta de consenso y unión las llevó al
fracaso.

302 Cfr. Moral Vargas, M. del, “El Grupo Femenino Socialista de Madrid (1906-1914).
Pioneras de las acción colectiva femenina”, Cuadernos de Historia Contemporánea, 27 (2005),
pp. 247-269 y Acción colectiva femenina en Madrid (1909-1931), Universidad de Santiago de
Compostela, 2012.
303 Ibidem, p. 123. No sería la única vez que participaría en los actos de la Agrupación

Femenina Socialista, como lo mostraba la reseña del Heraldo de Madrid, 2-4-1926, p. 5, que
daba cuenta de su intervención en la celebración del aniversario de esta entidad y de la
Juventud Socialista madrileña o en la del mismo diario el 22-4-1926, p. 5, donde señalaba
que tomó parte en un acto para solicitar a los poderes públicos la investigación de la
paternidad.
304 La Moda Práctica, Madrid, 5-12-1919, p. 2.
176

Una de las primeras asociaciones que se crearon fue la Asociación Nacional de


Mujeres Españolas (ANME), que fue ideada por Celsia Regis desde su periódico La
Voz de la Mujer, aunque se alejó del grupo en su misma constitución. Se presentó el
16 de noviembre de 1918 y se constituyó el 4 de diciembre de ese año, presidida
por María Espinosa de los Monteros y Díaz de Santiago.305 Tras una reunión en el
propio domicilio de María Espinosa (en Calle Barquillo, número 4) el 20 de octubre
de 1918, se constituyó formalmente el grupo. Las conexiones de este grupo se
extendían a otros de Valencia, Liga para el Progreso de la Mujer y Sociedad
Concepción Arenal, así como con otros dos núcleos de Barcelona, La Progresiva
Femenina y La Mujer del Porvenir. Estos cinco grupos se coordinaron a través del
Consejo Supremo Feminista de España, que en un primer momento presidió María
Espinosa y después, Isabel Oyarzábal. El 2 de mayo de 1920, era constituida la
Junta Directiva y entre las vocales se encontraba nuestra autora. La vicepresidenta
sería Dolores Velasco de Alamán; secretaria general, Julia Peguero de Trallero;
vicesecretaria, Luisa Salim de Gorostidi; tesorera, Ana Picar; contadora, Benita
Asas Manterola; vocales, María Valero de Mazas, Isabel Oyarzábal de Palencia,
María Martos de Baeza, Pilar Gutiérrez, Emilia Pastor de Arce y señoritas
Araquitain e Isabel Alda. Como vocales natos figuraban Elisa Soriano, presidenta
de la Juventud Universitaria Feminista y Josefa Martínez, presidenta de la
Asociación Profesional de Modistas.
De entre las integrantes de la asociación predominaban las mujeres casadas y su
edad oscilaba entre los 47 años que tenía Benita Asas Manterola y los 22 de
Victoria Kent, aunque la media era de 30 años y recordemos que Isabel Oyarzábal
tenía en esa fecha 42 años. Fue un grupo heterogéneo en cuanto a extracción social,
en la que la clase aristocrática era minoritaria, siendo lo habitual la pertenencia a
las clases medias, así como que muchas de sus integrantes fueran escritoras o
periodistas. Desde 1921 y hasta 1936, la revista Mundo Femenino fue su órgano de
propaganda.306

305 María Espinosa de los Monteros (1875-1946) fue una malagueña perteneciente a la
clase burguesa, trabajadora (representaba a la compañía de máquinas de escribir Yost) y
divorciada. Aunque su nombre fue unido a la ANME hasta 1936, a partir de 1924 se
desvinculó de su dirección. También presidió el Consejo Supremo Feminista, dirigido
posteriormente por Isabel Oyarzábal. Como presidenta de la ANME, promovió la campaña
pro derechos civiles de la mujer. En 1920, promovió la formación de la Juventud
Universitaria Feminista (JUF) y en 1934 del partido político Acción Política Feminista
Independiente (AFPI). Fagoaga, C., La voz y el voto…, op. cit., pp. 127 y ss.
306 Ibidem, pp. 127 y ss.
177

La primera actividad que pusieron en marcha fue la publicación de su manifiesto


“A las mujeres españolas”, publicado en la revista pedagógica La Escuela Moderna,
firmado por la presidenta y que contenía un total de 36 puntos, dividido en tres
bloques, una parte político-social, otra dedicada al niño y, por último, un bloque
dedicado a la economía.307 Reivindicaban la reforma del Código Civil, el desempeño
de cargos públicos, la participación en el Jurado, la igualdad en el Código Penal en
caso de adulterio y la supresión de la prostitución. A pesar de incluir en este
manifiesto la posibilidad de ser elegible para cargo público, no reclamaban el
sufragio activo, que incorporarían más tarde. En el bloque destinado a la
protección infantil destacaban la investigación de la paternidad y las demandas
sobre leyes laborales infantiles. En cuanto a la economía abogaban por la supresión
de los intermediarios capitalistas, la creación de establecimientos para los hijos de
las obreras,308 y sobre todo la idea de que la ANME mediaría en el trabajo de las
obreras para “evitar la gran explotación de que son objeto”.309 De la misma manera,
se hizo patente el compromiso de la asociación con el pacifismo y así, Benita Asas
Manterola, como presidenta de la ANME escribía un artículo en 1928, como
descargo a otro en que se afirmaba que el feminismo no estaba comprometido con
el pacifismo. En él, recordaba que el feminismo español databa de 1913 y que su
cuna había sido el Ateneo de Madrid, en el que se discutió una Memoria sobre el
feminismo presentada por Ángel Galarza. Pero había sido el estallido de la Primera
Guerra Mundial cuando la preocupación por la paz había pasado a primer término
y habían logrado reunir 12.000 firmas que presentaron a Eduardo Dato, presidente
del Consejo de ministros, solicitando su intercesión para que la lucha terminara
cuanto antes.310
Paralelamente, nacieron otros grupos, como es el caso de la Federación
Internacional Femenina, fundada por Celsia Regis, una vez se hubo disociado de la
ANME. De otra parte, se creó la Unión de las Mujeres de España (UME),
constituida formalmente en junio de 1919 y situada a la izquierda de la ANME. Su
presidenta fue la marquesa del Ter y una de sus mayores valedoras, María de la O

307 El “Manifiesto” concluía: “Compatriotas no asociadas aún: por honor nacional, por
virtud social que diría la gran Concepción Arenal, por vuestra misma dignidad, venid a
engrosar las filas de nuestra Asociación. Necesitamos de vuestro concurso intelectual,
moral y económico; necesitamos crear la fuerza del número; necesitamos mantener el
crédito ante el mundo civilizado”. Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., p. 300 y Sastre,
J. e Lizárraga, I., De Madrid a Ginebra…, op. cit., pp. 129-133.
308 Sastre, J.e Lizárraga, I., De Madrid a Ginebra…, op. cit., p. 131.
309 Fagoaga, C., La voz y el voto…, op. cit., p. 132.
310 Asas Manterola, B., “La mujer y la paz”, La Libertad, Madrid, 13-8-1928, p. 6.
178

Lejárraga. Esta organización tuvo un marcado carácter internacionalista y obtuvo


el apoyo de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer (IWSA). El
feminismo católico también tuvo su representación en el grupo Acción Católica de
la Mujer (ACM), nacida también en 1919 y comandada por María de Echarri.311
De vital importancia para la mejora del movimiento feminista español, que era
tan diverso en agrupaciones de distintas tendencias, fue la Alianza Internacional
para el Sufragio de la Mujer, que desde los primeros albores del movimiento en
España intentó crear una alianza mundial que aunara esfuerzos en todos los países
en los que aún no se hubiera conseguido el derecho al voto. El periódico que daba
voz a la Alianza, Jus Suffragii, se lamentaba en 1914 de que los únicos países sin
representación en IWSA fueran Luxemburgo, Grecia y España.312
Desde esa fecha hasta 1919, el camino fue arduo. En esa época parecía hacerse
necesaria la creación de una asociación que aunara a todas, una especie de Consejo
Nacional de Mujeres, que además fuera portavoz ante los poderes públicos. Este se
constituyó en noviembre de 1919, con gran participación de la UME. Sin embargo,
algunas asociaciones como la ANME no estuvieron incluidas en él. Casi
simultáneamente se creó el Consejo Supremo Feminista de España integrado por la
ANME y otras asociaciones valencianas y catalanas que habían sido excluidas del
primero y que fue presidido por María Espinosa.
Al comienzo de la Primera Guerra Mundial se había planificado una Conferencia
Internacional de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer en un país
neutral, en principio, en Holanda, pero finalmente, no se llevó a cabo. Tras la
guerra, se planteó la necesidad de hallar una sede en la que celebrar el octavo
Congreso. España constituía una interesante posibilidad debido al aumento del
interés por el sufragismo patrio y las importantes posibilidades que suponía
nuestro país para el sufragismo hispano-americano, sin olvidar que España había
sido un país neutral durante el conflicto. De modo que, en 1919, Madrid era una
firme candidata a albergar el Congreso. La revista de la Alianza anunciaba en
diciembre de 1919 que el Congreso de 1920 tendría lugar en Madrid a principios
de abril, aunque posteriormente se anunció en Jus Suffragii la fecha del 2 al 8 de
mayo.
La implicación de Isabel Oyarzábal en el proyecto se evidenciaba en la
publicación Jus Suffragii de diciembre de 1919, por la publicación de un artículo en

311 Sastre, J. e Lizárraga, I, De Madrid a Ginebra…, op. cit., pp. 137 y ss.
312 Ibidem, p. 113.
179

el que anunciaba la presentación de un proyecto de ley por parte del Partido


Conservador (el proyecto de Burgos y Mazo) que podría otorgar el voto a las
mujeres incluso antes de solicitarlo. En el artículo refería su pertenencia a la
Asociación Nacional de Mujeres Españolas, entidad que estaba trabajando
intensamente para concienciar a las españolas de la importancia del derecho al
sufragio y se congratulaba de la celebración del Congreso de la Alianza en
España.313
Posteriormente, Isabel Oyarzábal volvía a destacar en un artículo de El Sol del 1
de diciembre de 1919 la celebración del Congreso en España, del mismo modo que
lo había hecho en la conferencia que tuvo lugar en la Casa del Pueblo, el 28 de
noviembre de ese mismo año.
En los números de enero y febrero de 1920 de Jus Suffragii se anunciaba la
preparación del Congreso de Madrid y se planteaba cuál debía ser el futuro de la
Alianza que pasaba por su participación en la Liga de Naciones.
La revista también analizaba las dificultades económicas a las que se enfrentaban
las representantes de los distintos países, muchos de ellos afectados por la
devaluación de sus monedas después de la guerra y también por el hecho de que en
este caso, al contrario que en ocasiones anteriores, el país anfitrión no podía
hacerse cargo de los gastos generados por la celebración del Congreso. Tras la
llegada en diciembre a Madrid de la encargada de preparar el Congreso, la
secretaria de la IWSA, Chrystal Macmillan, las discrepancias entre las asociaciones
feministas no se hicieron esperar, pues en la primera reunión celebrada se obvió al
Consejo Supremo Feminista, además de que cabía la posibilidad de que el español
no se aceptara como uno de los idiomas del Congreso. Poco tiempo después, en
enero de 1920 y en una conferencia dada por María Espinosa de los Monteros en la
Academia de Jurisprudencia y Legislación, aclaraba este punto, reproduciendo la
conversación que había mantenido con Macmillan, en la que instaba a las
feministas españolas a formar cuatro comités al cargo de una secretaria general.
María Espinosa lamentaba que las asociadas españolas no fueran a tener ni voz ni
voto en el Congreso, pues no había sociedades españolas afiliadas y que,
efectivamente, el español no iba a ser uno de los idiomas hablados.

313 O. de Palencia E., “Spain. A Woman Suffrage Bill to Be Introduced”, Jus Suffragii,

diciembre 1919, p. 44. Nota fechada en Madrid, el 12 de noviembre. Cit. en Aguilera, J. e


Lizarraga, I., De Madrid…, op. cit., pp. 178-179.
180

A pesar de las discrepancias y la negativa a participar de asociaciones como la


Acción Católica de la Mujer, continuaron los preparativos, promovidos por las
mujeres de la UME. De cualquier modo estas no estaban dispuestas a tolerar que el
español no se declarara idioma oficial y aclararon que si tal cosa ocurría, se
retirarían del Congreso.
Los preparativos para el Congreso, sin duda, insuflaron nuevos ánimos en el
movimiento sufragista, de tal manera que, en el periódico El Fígaro se promovió
una curiosa encuesta -que fue seguida por otros diarios- para dilucidar qué diez
mujeres merecían ser las primeras en sentarse en un escaño. Entre las mujeres
elegidas, “con un respetable número de votos” se encontraba Beatriz Galindo.314
Las reuniones para dar a conocer la celebración del Congreso fueron también
motivo de confrontación, ya que contaban con la aquiescencia del Ministro de
Instrucción Pública, ante lo que la Acción Social Católica de la Mujer, protestó
agriamente. La polémica llegó al punto de planificar una Asamblea Nacional de la
Acción Católica de la Mujer para las mismas fechas que el Congreso de la Alianza.
Incluso interesaron a los Reyes de España, que habían declinado reunirse con las
representantes de la Alianza Internacional. Desde las otras asociaciones feministas,
se clamaba por un feminismo no religioso y se quejaban de ser acusadas de
representar al feminismo anticristiano.
Otro motivo de disensión lo constituyó el centenario del nacimiento de
Concepción Arenal, figura que todos los grupos feministas pugnaban por hacer
suya. Todos los periódicos reseñaron los actos conmemorativos, como el citado de
Isabel Oyarzábal, publicado en El Sol el 9 de enero de 1920, en el que la autora
ponderaba la figura de Concepción Arenal al tiempo que se lamentaba de que el
proyecto de ley para la celebración del centenario su natalicio, presentado por José
Francos Rodríguez hubiera sido relegado al olvido. 315
Las posiciones de María Espinosa y su grupo se radicalizaron en contra de la
celebración del Congreso en Madrid sin que la Asociación permitiera hablar
español, que consideraban una cuestión de patriotismo, y sin otorgar voz y voto a
las españolas. Sin embargo, sus esfuerzos por cambiar la situación, incluso viajando
a Londres para reunirse con la organización, resultaron infructuosos.

314Aguilera, J. e Lizárraga, I., De Madrid…, op. cit., p. 216.


315Galindo, B., “Grandes figuras del feminismo español. Centenario de Concepción Arenal”,
El Sol, Madrid, 9-1-1920, p. 2.
181

En las páginas de La Tribuna y en febrero de 1920, la plana mayor del Consejo


Supremo y de la Asociación Nacional contestó a Magda Donato quien, a su vez,
había arremetido contra María Espinosa a raíz de la polémica sobre si el idioma
español sería permitido en el Congreso. Firmaban el escrito Benita Asas Manterola,
María Valero de Mazas, Julia Peguero, Isabel O. de Palencia, María Martos de
Baeza, Luisa Salín de Gorstidi, Dolores de Velasco, Felipa Moreno, viuda de
Getino, Carmen Gatuellas de Griñón, Ana Picar, Elisa Soriano y Josefa Pérez
Marín, “de las directivas del Consejo Supremo feminista y de la Asociación
Nacional”.316
Importantes escritoras como Clara Campoamor o Magda Donato, en su artículo
de La Tribuna317 insistían en la torpeza de María de Espinosa al interferir en la
celebración del Congreso en nuestro país, pues consideraba más importante su
celebración -para los intereses feministas y el progreso de la mujer- que la
admisión del idioma español en la reunión.
A medida que se acercaba la fecha de esta cita internacional, la oposición de los
sectores católicos y conservadores hacía peligrar su consecución. Además de la
organización de la ya citada asamblea paralela, la intención de los sectores más
reaccionarios era impedir que se les concediera el permiso para celebrar el evento
en el Teatro Real. Un artículo de The New York Times, fechado el 21 de febrero de
1920 y publicado dos días después, con el título “Suffragist to ask King’s Alfonso
aid”, refería las dificultades que había expresado la Marquesa del Ter en sus
esfuerzos por obtener el permiso para celebrar el Congreso en el Teatro Real y no
descartaba la posibilidad de celebrarlo en otro lugar fuera del alcance del poder de
la Iglesia. La marquesa apelaba directamente al Rey Alfonso XIII y aseguraba que
él no permitiría que España hiciera el ridículo ante los ojos de la opinión pública
mundial. También se aseguraba la radical oposición del Arzobispo de Madrid,
quien sí se mostraba a favor de la formación de asociaciones femeninas bajo la
presidencia y control del clero. Por si todo ello fuera poco, se extendió el rumor de
que la Alianza pretendía perjudicar a la Iglesia Católica en España.
Así las cosas, la IWSA renunció a celebrar el Congreso en España, lo que no es
difícil de entender, pues no podían arriesgarse a que se malograra dicha celebración,
ya que era la primera desde 1913, antes de la guerra. En marzo de 1920, Jus

316 “El feminismo. Es preciso evitar el pseudo españolismo”, La Tribuna, Madrid, 24-2-
1920, p. 9.
317 Donato, M., “La vida femenina. Contestación”, La Tribuna, Madrid, 26-2-1920, p. 7.
182

Suffragii, anunciaba el cambio de sede del Congreso a Ginebra, que finalmente se


celebró del 6 al 12 de junio de 1920. La propia Isabel Oyarzábal juzgaba prematuro
celebrar el congreso en España en tanto no estuviera afiliada a la Alianza y con ello
se hubiera logrado el derecho a tomar parte en los debates y votar las conclusiones.
Y una vez celebrado el Congreso comprendió las dificultades con que hubieran
tropezado de haberlo organizado.318
De hecho, la autora anunció desde El Sol la celebración del Congreso en Ginebra.
A la cita acudieron por separado el Consejo Supremo Feminista de España y el
Consejo Nacional. La unión de todas las mujeres del mundo que anunciaba nuestra
autora, no se cumplía en el caso español. Así explicaba Isabel Oyarzábal su
participación en el Congreso de Ginebra, si bien, de nuevo situado erróneamente en
la línea del tiempo en su autobiografía:
“La Asociación de Mujeres Españolas estaba realmente creciendo en
importancia. Había una gran cantidad de miembros, y mujeres de toda España
estaban intentando establecer grupos auxiliares.
Un día, nuestra presidenta, una mujer con gran capacidad de organización,
me pidió si estaba dispuesta a actuar como delegada de la asociación en el
Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio que iba a llevarse a cabo
en Ginebra el mes siguiente.
Nosotros ya habíamos pedido una afiliación con la alianza. Le dije que
nuestra presidenta era la apropiada para representarnos.
‘No’, dijo, 319 ‘yo no hablo inglés ni francés apropiadamente. Tú eres la
vicepresidenta y harás el trabajo maravillosamente.’ Su moción fue apoyada en
una asamblea general, así que no hubo nada más que decir.
Otros dos miembros de la asociación se ofrecieron voluntarias para pagar
sus gastos y venir conmigo […] Mrs. Carrie Chapman Catt era la presidenta,
una mujer admirable también. Bajo su docta dirección, las mujeres de
alrededor de cincuenta países trabajaban de un modo maravillosamente serio.
Conocí a todas las mujeres prominentes del movimiento sufragista mundial:
Mrs. Corbett Ashby, Chrystal Macmillan y Kathleen Courtney de Gran
Bretaña, Dr. Jacob de Holanda, Madame Malaterre Sellier de Francia, Frau
Adele Schreiber de Alemania, Fröken Kerstin Hesselgren de Suecia, Emilie

318 Galindo, B., “Impresiones del Congreso de Ginebra”, España, Madrid, 26-6-1920, p. 6.
319 María Espinosa de los Monteros, quien finalmente no acudió al Congreso.
183

Gourd de Suiza, Rosa Manus de Bélgica y otras muchas de toda Europa, de


China, Japón, la India Británica y Sudamérica.
El principal objetivo de la conferencia era el mantenimiento de la paz […]
Las mujeres de los Estados Unidos, Gran Bretaña, los países escandinavos,
Alemania y Holanda, no solo habían garantizado el derecho al voto, sino que
eran elegidas en sus respectivos parlamentos y ocupaban altos puestos en la
administración. Estábamos seguras de que los demás países, pronto harían lo
propio y con esas armas en nuestras manos, pensábamos que éramos
invencibles […] Desafortunadamente en el siguiente congreso, llevado a cabo
en Roma dos años después, nos dimos cuenta de que nuestras esperanzas
habían sido echadas por tierra. A Alemania y Austria les enfrentaban
problemas imposibles de solventar sin la ayuda de otros poderes europeos y
esa ayuda, para sorpresa de los verdaderos demócratas, estaba siendo negada.
En Italia, Benito Mussolini estaba haciendo la vida imposible a todos los
italianos amantes de la libertad” (pp. 84-85).

Lo cierto es que, según refirió con posterioridad la escritora y periodista Magda


Donato en un artículo de La Tribuna, Mrs. Catt se había lamentado de la desunión
de las feministas españolas.320 Esto, unido a la frontal oposición de la Iglesia y su
influencia en todos los estamentos constituyeron las causas del fiasco en la
celebración del Congreso en España.
Los acuerdos consensuados en el Congreso suizo afectaban a los derechos
políticos y civiles relativos al matrimonio, la paternidad, derechos educativos y
económicos: reconocimiento del derecho al sufragio, en los países en los que no se
hubiera alcanzado y derecho a ser elegidas; protección contra la esclavitud;
derechos relativos a la posesión de bienes en el matrimonio; sobre los hijos,
derecho al reconocimiento de la paternidad, igualdad de oportunidades en
educación y acceso al trabajo, a un mismo salario que los hombres por el mismo
trabajo y abolición del tráfico de mujeres. Todo ello adoptó la forma de Carta de la
mujer.321

320 El artículo referido fue el publicado en “Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA.
Antes del Congreso”, La Tribuna, Madrid, 22-6-1920, p. 8.
321 La Carta Internacional de la Mujer, Carta de la Mujer o Programa de los Derechos de

la Mujer, se redactó, a petición de Holanda y recogió en sus 12 artículos los derechos más
importantes para la igualdad de los sexos, reivindicaciones que años más tarde se
recogerían en documentos internacionales. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., p. 305.
184

No sin dificultades en un principio, la ANME o, mejor dicho, el Consejo Supremo


Feminista de España, consiguió que, tal como había ya ocurrido con la UME, se le
permitiera participar en el Congreso, de manera que, en sus actas aparecen como
delegadas tres mujeres de cada uno de los grupos. En el Consejo Supremo las
delegadas estaban encabezadas, como ya vimos, por Isabel Oyarzábal de Palencia,
junto con Luisa Gorostidi y Ana Picar. Allí nuestra autora además de representar
al Consejo Supremo y de enviar crónicas del Congreso a los periódicos españoles,
actuó como encargada de redactar en castellano el material del Congreso para la
prensa internacional y como corresponsal del Congreso, envió sus crónicas a los
periódicos El Sol y La Esfera.322 Algunas de sus compañeras corresponsales fueron
Magda Donato para La Tribuna, Eugenia (Ana Picar) para El Mundo y María
Lejárraga para el Abc.
Tal vez la crónica más interesante de nuestra autora la constituye la publicada
por el periódico El Sol, el día 1 de julio de 1920.323 En ella Oyarzábal reconocía que
el feminismo se había convertido en una realidad que no podía ser por más tiempo
ignorada: en todos los países de Europa, excepto ocho, entre los que se encontraba
España se había logrado el derecho al sufragio femenino y también en ellos la
mujer participaba activamente en la vida política, como miembro del Parlamento o
de la administración local y ponía de ejemplo a Alemania, donde 4.000 mujeres
formaban parte de los consejos municipales. La mujer había aceptado enseguida la
gran responsabilidad que se derivaba de ese derecho y puesto a trabajar para paliar
los grandes males que acuciaban a los distintos países participantes en el Congreso.
Las mujeres concejales de Inglaterra, Checoeslovaquia, el Transvaal, Alemania,
Austria, Dinamarca, Suecia, Noruega y Norteamérica, por ejemplo, habían hablado
de las medidas adoptadas desde su advenimiento a los Consejos municipales, tales
como el reparto de alimentos, limpieza de las ciudades o la inspección sanitaria en
establecimientos y viviendas. Señalaba también el interés que habían suscitado las
conferencias “a favor de la igualdad de remuneración del trabajo de la mujer y del
hombre”. Una de las cuestiones fundamentales del Congreso era la absoluta

Véase también, Galindo, B., “Impresiones del Congreso de Ginebra”, España, Madrid, 26-
6-1920, p. 6.
322 “Comentarios al Congreso de Ginebra”, El Sol, Madrid, 16-6-1920, p. 5; “Comentarios

de nuestra compañera Beatriz Galindo al Congreso de Ginebra”, El Sol, Madrid, 25-6-1920,


p. 3; “Comentarios al Congreso de Ginebra”, El Sol, Madrid, 1-7-1920, p. 2; “Del Congreso
de Ginebra”, La Esfera, Madrid, 10-7-1920, pp. 34-35.
323 Galindo, B., “Crónicas femeninas. Comentarios al Congreso de Ginebra”, El Sol, Madrid,

1-7-1920, p. 2.
185

igualdad de derechos entre ambos sexos y varias delegadas habían protestado


“contra las restricciones impuestas al trabajo de la mujer por la Conferencia
Internacional del Trabajo de Washington, tales como la prohibición del trabajo
nocturno”. Ante el hecho de que el voto femenino se había conseguido casi
totalmente, el Congreso había decidido ampliar la acción de la Alianza en la defensa
de todos los derechos de la mujer. España formaba parte de varias Comisiones, por
ejemplo, las constituidas para mejorar las condiciones de las madres, mediante la
obtención de pensiones a la maternidad y para estudiar el porvenir de la mujer en
la Prensa, en la que trabajaba el Consejo Supremo Feminista de España.324
El Congreso de Ginebra, tal como refirió Isabel Oyarzábal en sus crónicas de El
Sol, inició la discusión de la idoneidad de participación de las mujeres en los
partidos políticos. El feminismo se disponía a tomar partido activo en la política y
en este sentido, era primordial la participación femenina en la recién creada Liga de
las Naciones. La Alianza iba a solicitar la admisión de una organización femenina
permanente y de una comisión encargada de encarar los problemas femeninos y
exponerlos en la Liga.
Por otro lado, gracias a sus crónicas, Isabel Oyarzábal contribuyó a desmitificar
la imagen de la mujer sufragista que provocaba miedo y hostilidad en la sociedad
española 325 y que había generalizado la idea de que el feminismo conllevaba la
pérdida de feminidad, y así afirmaba:326
“El feminismo opone un dique eficacísimo al temido mal de la vejez […] En
ellas los años no han hecho sino aumentar la fuerza de su personalidad y el
encanto de su trato. Los cabellos blancos son corona gloriosa y triunfante de
un esfuerzo prolongado. No se ven rostros ensombrecidos por el hastío, ojos
privados de luz y de expresión por el tedio, sino caras en las que el tiempo no
dejó más huella de su paso que una alegre serenidad, una suprema dignidad,
una vibración de irresistible atractivo; ojos de profundo y magnético encanto,

324 En la crónica no hacía mención del otro grupo español, el Consejo Nacional de Mujeres
que también había asistido al Congreso, producto de la rivalidad entre ambas agrupaciones.
325 Véase como muestra el artículo: “El feminismo en Inglaterra. Psicología de las

sufragistas”, La Esfera, Madrid, 6-6-1914, p. 21, en el que se aseveraba: “¿Cómo son


espiritualmente estas inglesas, conquistadoras del sufragio femenino? Las mujeres
españolas contestarían unánimemente que, por dentro y por fuera, las sufragistas son unas
solemnísimas marimachos”.
326 Quiles Faz, A., “Mujer y prensa: artículos periodísticos de Isabel Oyarzábal Smith

(1907-1921)”, en Servén, C. y Bernard, M. (eds.), Escritoras españolas en los medios de prensa


(1868-1936), Sevilla, Renacimiento, 2014, p. 188.
186

animados por las llamaradas de entusiasmo, dulcificados por un sentimiento


infinitamente tierno de humanidad”.327

Finalmente, y como resultado del Congreso ginebrino, Isabel Oyarzábal impartió


una conferencia en el Ateneo de Madrid el día 24 de junio de 1920, donde dio
cuenta de los acuerdos tomados y los avances alcanzados en el Congreso. Una
reseña de dicha conferencia apareció en El Sol, el día 26 de junio, bajo el título:
“Acción feminista. Beatriz Galindo relata en el Ateneo los trabajos del Consejo de
Ginebra”.328 Además, en ella se explicaba la causa por la que no se llevó a cabo en
Madrid y se nombraba a las representantes de la delegación española: “[…] de
Valencia, La Liga Española para el Progreso de la Mujer, cuya presidenta es doña
Ana Bernal, directora de la revista Redención, y la Sociedad Concepción Arenal, que
preside doña Amalia Carvia. De Barcelona, La Mujer del Porvenir, cuya presidenta
es doña María Pallarés de Suñol, pedagogo que ha dedicado muchos años a laborar
a favor de los derechos de la mujer, y la Progresiva Femenina, cuya presidenta es
doña Carmen López Ayala, propagandista y sociólogo. De Madrid, la Asociación
Nacional de Mujeres Españolas, que preside doña María Espinosa, personalidad
altamente conocida en su labor beneficiosa para el feminismo. La Juventud
Universitaria, que preside la profesora Elisa Soriano, y la Sociedad de Modistas,
que preside la señorita Josefa Martínez”.
Nada aludía a las mujeres de la UME, razón por la que la conferenciante fue
criticada en diversos medios, como el caso del articulista del periódico Hoy que no
se explicaba tal omisión.329
En su conferencia, Oyarzábal, después de exponer los puntos que aparecían en la
Carta de la Mujer acordados en Ginebra, aludía también a la necesidad de
participar en la Liga de Naciones y para ello “se solicitaría de esta la convocación
anual de un Congreso formado por representantes de los distintos Gobiernos y de
las grandes Asociaciones feministas internacionales, de las que la mitad serán de
los partidos obreros y todas serán propuestas por dichas Asociaciones, consejeras
peritas entendidas en los asuntos a discutir en el Congreso, tales como el trabajo de

327 “Comentarios de nuestra compañera Beatriz Galindo al Congreso de Ginebra”, El Sol,


Madrid, 25-6-1920, p. 3.
328 “Acción Feminista. “Beatriz Galindo relata en el Ateneo los trabajos del Congreso de

Ginebra”, El Sol, Madrid, 26-6-1920, p. 3.


329 “El sufragio femenino. La labor del Congreso Internacional de Ginebra”, Hoy, Madrid,

25-6-1920, p. 4. Cit. en Aguilera, J. e Lizárraga, I., De Madrid…, op. cit., pp. 358-359.
187

la mujer, higiene general y moralidad. El ‘Bureau’ de la Alianza pedirá a la Liga de


Naciones que se emprenda una activa campaña contra las enfermedades venéreas,
compatible con los principios de libertad y de justicia y la abolición de la
prostitución reglamentada”.
Isabel Oyarzábal también participó activamente en otros Congresos posteriores:
el primero de ellos fue el celebrado en Roma del 12 al 19 de mayo de 1923 al que,
según Cristobal de Castro, Oyarzábal acudió como representante española y
presidenta del Consejo Supremo Feminista330 y que la propia autora recordaba:
“El dictador [refiriéndose a Benito Mussolini] dio el discurso de apertura en
nuestra conferencia ese año, después de la presentación de Mrs. Catt, con una
enorme fotografía de sí mismo. Era curioso ver la pequeña figura achaparrada,
la mandíbula cuadrada del ‘Hombre de Italia’ y la boquiabierta admiración con
la que las delegadas italianas escuchaban su floreado discurso, dado con una
aguda voz staccato.
Unos de los puntos de nuestro programa era una audiencia con el Papa. Las
delegadas prepararon sus negros hábitos y mantillas para el evento, pero la
representante de una de las repúblicas sudamericanas no se había dado cuenta
de que esos vestidos de manga corta no pueden ser llevados en una visita al
Vaticano. Ella y yo habíamos convenido ir juntas y, cuando la vi mostrando
sus brazos a través de la mantilla, le previne que no iban a permitir que pasara.
No se lo creyó y se entristeció mucho cuando, a punto de entrar en el salón de
recepción, un joven sacerdote nos paró y nos prohibió el paso, apuntando a sus
brazos. ‘¿Qué puedo hacer?’, me preguntó mientras nos volvíamos. ‘Es
demasiado tarde para conseguir otro vestido y los miembros de mi
organización nunca me perdonarán si les digo que no vi a Su Santidad,
mientras estaba aquí’. […] ‘Permanece tan cerca de mí como puedas’, le dije
cuando alcanzábamos los últimos escalones. Ella obedeció. Rápidamente,
desabrochando mi vestido de un lado, rasgué las tiras de los hombros de mi
combinación de satén, la dejé caer en el suelo y salté fuera de ella. Entonces la
doblé, la dejé caer sobre sus hombros debajo de la mantilla y la prendí

330Castro, C. de, “Alianza Internacional Femenina”, La Esfera, Madrid, 13-9-1924, p. 12.


El mismo autor escribía un artículo en el que destacaba la labor de la Alianza Internacional
en relación a la erradicación del alcoholismo, cuyo organismo federado estaba representado
en España por Isabel Oyarzábal, quien era nombrada como presidenta del Consejo
Supremo Feminista y cuyo domicilio estaba situado en Madrid, Villamagna, 2. Cfr. La
Esfera, Madrid, 27-9-1924, p. 10.
188

firmemente sobre sus brazos. El resultado era la modestia perfecta. Ni un


átomo de blanca carne se podía ver por encima de sus muñecas […]
Cuando la conferencia de Roma se acercaba a su fin, nos sentimos todas algo
deprimidas. El júbilo de dos años atrás se había evaporado. Sin embargo,
continuamos nuestros caminos, esperando que las victorias obtenidas después
de una larga lucha no se perdieran. ¡Ay! ¿Dónde estarán ahora?” (p. 85).

A este Congreso asistieron ochenta delegadas de casi todo el mundo que


consensuaron una serie de cuestiones, tales como la necesidad de apremiar a los
gobiernos que aún no lo hubieran hecho a conceder el voto femenino, crear una
Alianza Internacional para el diálogo que promoviera una legislación internacional
para evitar conflictos armados, la igualación de salario con el hombre y una
preparación académica similar, la posibilidad de acceso a trabajos administrativos y
judiciales, la protección de la mujer durante el embarazo y lactancia, la educación
sexual, la supresión de la trata de blancas y niños, la conservación de nacionalidad
de la mujer casada, la seguridad económica para las mujeres casadas y sus hijos, la
pensión para las viudas y huérfanos, investigación de la paternidad, la abolición de
la esclavitud, la prohibición del casamiento de la mujer al menos hasta los dieciséis
años, y preferiblemente a los dieciocho, la persecución del tráfico de drogas, y la
abolición en los Códigos Civiles de los países adheridos a la Alianza de lo que aún
persistiera de denigrante para la mujer.
En dicho Congreso nuestra autora fue nominada por Brasil, Alemania, Uruguay,
India, Francia y Argentina y obtuvo 56 votos, que no le permitieron formar parte
de la Junta directiva. En el Congreso que se celebró en París en 1926, fue nominada
por Perú y España, compitiendo con la marquesa del Ter, que sí consiguió formar
parte de la Junta directiva.331

5.1. La ANME tras el Congreso de Ginebra


La lucha de la ANME prosiguió después del Congreso hasta la obtención del
voto para la mujer. Propuso también la reforma de los Códigos Civiles con el fin de
alcanzar la igualdad de derechos de ambos cónyuges: pedían que la mujer se viera
posibilitada para vender y contratar, que el hombre recibiera el mismo castigo en
caso de abandono de hogar, la igualdad de derechos de los hijos ilegítimos y que la

331 Aguilera, J. e Lizárraga, I., De Madrid…, op. cit., p. 304.


189

embriaguez fuera considerada causa de divorcio. Dichas peticiones fueron


valoradas como moderadas en la prensa y desatendidas en los foros políticos. Esta
campaña en pro de los derechos civiles fue impulsada por María Espinosa y
liderada por la portavoz, Benita Asas Manterola, cuya dilatada presidencia,
sustituyendo a Espinosa, comenzó en 1924. En 1932, asumió el liderazgo Julia
Peguero hasta 1936. En esta época proseguía la lucha denodada por conseguir el
voto hasta su consecución en 1932. Posteriormente, el reto consistió en conducir la
opinión de las mujeres sobre su intención de voto. Apremiada por su líder, la
ANME fundó un partido político Acción Política Feminista Independiente (APFI),
cuyo manifiesto fue publicado en Mundo Femenino en 1934. De marcado signo
plural en cuanto a ideología, sin embargo, su presidenta lideró en ese tiempo,
también la Asociación Femenina Cívica (AFEC), de tendencia socialista y fundada
por María Martínez Sierra.
En las elecciones de 1936 se plantearon su participación a las elecciones
generales, pero la Unión Republicana Femenina, presidida por Clara Campoamor,
tenía más posibilidades de conseguir un puesto en la coalición del Frente Popular,
por lo que la ANME echó marcha atrás y en febrero de 1936 decidieron
definitivamente no participar en la lucha electoral.332

5.2. La lucha por del voto


Mucho se ha escrito sobre la fuerza del movimiento sufragista en España, siendo
la opinión más generalizada la que afirma que el sufragismo tuvo escasa relevancia
en nuestro país.333 Y ello puede ser refrendado por el hecho de que la primera
manifestación callejera en pro del derecho al voto fue promovida en 1921, por la
Cruzada de mujeres españolas,334 y en ella se difundió un manifiesto firmado por
millares de mujeres, desde la marquesa del Ter hasta las federaciones de obreras de
varias provincias y que fue presentado en el Congreso y el Senado. El Heraldo
calificó el acto como el “amanecer de un serio movimiento feminista”.335
Poco tiempo después y tal y como reflejó el periódico La Época,336 un grupo de
mujeres encabezadas por Isabel Oyarzábal, Julia Peguero y Benita Asas Manterola,

332 Fagoaga, C., La voz y el voto…, op. cit., pp. 132-138.


333 Tal es la opinión de Geraldine Scanlon, Giuliana Di Febo, Concha Fagoaga y Mary
Nash, entre otras.
334 Fagoaga, C., La voz y el voto…, op. cit., p. 153.
335 Heraldo de Madrid, 31-5-1921, p. 2.
336 La Época, Madrid, 31-10-1923, p. 2.
190

en nombre de la ANME y de otras asociaciones femeninas se entrevistó con


Miguel Primo de Rivera para entregarle un mensaje de la Asociación Internacional
para el Sufragio de la Mujer, en el que le solicitaban el derecho al sufragio
femenino, a lo que el dictador les aseguró que este entraba en sus planes, si bien no
de modo integral. Sea como fuere, el voto femenino, aunque con restricciones, fue
concedido en 1924. El Estatuto Municipal fue aprobado el 8 de marzo de 1924 y
ratificado por el Real Decreto del 12 de abril, y en él se reconocía a las españolas
mayores de 23 años y jurídicamente libres, la calidad de electoras y de elegibles,
aunque quedaban excluidas las casadas y prostitutas. Pero, no sería hasta el
advenimiento de la II República, cuando las mujeres consiguieran plenamente sus
aspiraciones en este sentido.
La postura de Isabel Oyarzábal sobre la cuestión femenina se puso de manifiesto
con el artículo titulado “Carmen se convierte en ciudadana”, haciendo referencia a
la Carmen del mito español y en el que hacía un resumen de la historia del
feminismo en España.337 La autora destacaba que en el ámbito de la independencia
femenina, como en otros, España no había destacado por seguir el ejemplo de otros
países y que había sucedido con el feminismo lo mismo que con el desarrollo, se
había pasado del carro al vehículo a motor, sin pasar por el ferrocarril. Sin duda, el
empuje de las mujeres había provocado que invadieran los campos que les habían
sido vedados por la tradición y la adhesión a la causa femenina había crecido con
gran rapidez, pues la idiosincrasia española lo había favorecido y el esfuerzo
individual y la ambición se habían convertido en necesidad colectiva. Hacía también
un recorrido por las mujeres insignes que, a lo largo de la historia, habían dejado
de lado las convenciones, Isabel la Católica, Santa Teresa, Catalina de Arauso, la
monja-teniente y en el siglo diecinueve Mariana Pineda o Concepción Arenal,
aunque reconocía que el feminismo en ese siglo no había tenido resonancia y que,
como esfuerzo colectivo, este había nacido en el siglo XX. El primer paso hacia el
feminismo organizado había comenzado en 1913, fecha en la que tras un debate
público sobre los derechos de la mujer, se había formado una pequeña asociación
para la defensa de todos los principios de igualdad para la mujer y, por supuesto, la
obtención del sufragio. 338 Un empuje decisivo para la causa femenina lo había

337 “Carmen becomes a citizen”, The North American Review, Boston, 226-2 (1928), pp. 183-
188.
338 Es la fecha que apuntaba Benita Asas Manterola como comienzo del feminismo en

España en “La mujer y la paz”, La Libertad, Madrid, 13-8-1928, p. 6.


191

constituido el estallido de la guerra europea que había provocado la propagación de


las nuevas ideas a la vez que la mujer asumía roles laborales antes impensados y
acuciaba en ella la necesidad de prepararse para conseguir la independencia
económica. Con posterioridad, la celebración del primer congreso celebrado
después de la guerra por la Alianza Internacional del Sufragio había incorporado a
España en el movimiento mundial y en el Congreso de París, celebrado cinco años
después “España pudo alardear de ser el primer país latino en conceder el sufragio
a la mujer así como el derecho de ser elegida a cargos públicos sin restricciones,
salvo las que la legislación nacional imponía”. 339 De manera que, en cuanto a
derechos educativos y profesionales la mujer en España tenía paridad con el
hombre, pues no le era prohibida ninguna actividad salvo los servicios militares,
navales y diplomáticos. En cuanto a los derechos políticos, la mujer gozaba de los
mismos que los hombres, excepto en lo referente al matrimonio, que hacía que la
mujer casada fuera dependiente del marido. Las mujeres solteras mayores de edad,
divorciadas o viudas podían votar o ser elegidas, debido a la ley que había aprobado
Primo de Rivera al respecto. Pero, sin embargo, la mujer casada era privada de sus
derechos como ciudadana y además era tratada como una menor de edad en los
aspectos más cotidianos de la vida. Por último, exponía la preocupación por cómo
se desarrollaría la lucha por la consecución de los derechos civiles para las mujeres,
pues “el sufragio se ha concedido en España casi sin lucha, lo cual no es del todo
afortunado, ya que impide que la mujer se dé cuenta de por qué tiene que votar y
que estudie los problemas que se le pide resolver” 340 y en este sentido, el
movimiento sufragista tenía la responsabilidad de esforzarse por defender y
reforzar sus argumentos.

339 “Carmen becomes…”, art., cit., p. 187.


340 “Carmen becomes…”, art. cit., p. 188.
6. Actividad periodística
195

6. Actividad periodística
La propia Isabel Oyarzábal se refería al periodismo femenino en su época,
actividad que aún no contaba con muchas profesionales, pero sí con algunas de las
más destacadas intelectuales y escritoras. Así, nuestra autora nombraba a Salomé
Núñez Topete, Colombine, María de Perales, María de Echarri y Margarita Nelken,
sosteniendo que de todos los campos de la actividad femenina ninguno estaba tan
en consonancia con las “aptitudes y dones especiales de la mujer como el del
periodismo”, por su espíritu observador, intuición y fantasía, condiciones esenciales
para ejercer el oficio. 341 Oyarzábal recordaba en el mismo artículo cómo había
evolucionado el contenido editorial rubricado por mujeres, que había evolucionado
desde los artículos de moda, recetas y labores a posturas más comprometidas
ideológicamente, produciendo crónicas de más amplios intereses e informaciones de
carácter educativo, artístico y, principalmente, social.342

6.1. El Día
La labor periodística de Isabel Oyarzábal había comenzado con la publicación de
la revista La Dama desde 1907 hasta 1911, como ha quedado ya expuesto, pero el
desempeño de esta labor se convirtió en una de las más constantes y exitosas de la
autora a lo largo de su vida. Con posterioridad a esa fecha, fue corresponsal de la
agencia de noticias londinense Laffan News Bureau 343 y de la publicación The
Standard, trabajos supusieron un aprendizaje para la autora:
“Indudablemente le debí mucho a mi nuevo trabajo, pues gracias a él, empecé
a entender por primera vez lo que era España realmente, cómo y dónde estaba
en relación con el resto del mundo y, sobre todo, qué nuevos progresos iban a
tener lugar dentro de sus fronteras” (p. 43).

341 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La periodista”, El Día, Madrid,
14-4-1917, p. 5. Cfr. Quiles Faz, A., “Isabel Oyarzábal: Periodismo feminista”,
http://riuma.uma.es/xmlui/bitstream/handle/10630/9898/Conf.%20Oyarz%C3%A1bal.
%20Riuma.pdf?sequence=1. Las cualidades y características de la periodista habían sido
notadas ya por Emilia Pardo Bazán y Consuelo Álvarez Pool, Violeta, y también aludieron
a ellas, Margarita Nelken o Carmen de Burgos, Colombine. Cfr. Quiles Faz, A., “Isabel
Oyarzábal: una voz feminista en la prensa”, Espéculo, 2014 (en prensa).
342 Véase Eiroa San Francisco, M., “Espacio para mujeres en El Sol de Urgoiti y Ortega: las

columnas de Beatriz Galindo”, Revista de Occidente, 384 (2013), pp. 52-53.


343 Trabajó para esta agencia hasta su cierre motivado por la guerra de Marruecos.

Palencia, I. de, I must have…, op. cit., p. 56 (de la traducción).


196

La incursión de Isabel Oyarzábal en el periodismo se enmarca en la tendencia


desarrollada a principios del siglo XX, cuando las editoriales se percataron del
potencial de las lectoras burguesas y comenzaron a incluir artículos
exclusivamente destinados a ellas y de autoría femenina, como fue el caso también
de otras escritoras como Margarita Nelken, quien colaboró en las páginas de El
Día desde 1916 a 1918; Carmen de Burgos, Colombine, que comenzó a publicar en
1904 en el Diario Universal, María Martínez Sierra que escribió la columna “La
mujer moderna” en Blanco y Negro en 1915 y 1916 o Consuelo Álvarez Pool,
Violeta, quien escribió en El País desde 1904 hasta 1919.344 Esta coyuntura sirvió
para visibilizar las reivindicaciones de las mujeres y concienciar a las lectoras de su
situación,345 al tiempo que eran conscientes de la fuerza de la propagación de sus
nuevas ideas a través de la prensa.346
En 1916 Beatriz Galindo comenzó a firmar en el periódico El Día,347 una serie
artículos titulados “Presente y porvenir de la mujer en España”, casi todos ellos
con el formato de columna. Se trataba de un conjunto de veintiséis artículos que
comenzaron a publicarse el 5 de diciembre de 1916 hasta el 25 de octubre de 1917,
apareciendo entre dos y cuatro veces al mes y acompañados de fotografías.
En esta serie de artículos Beatriz Galindo hacía un repaso por las ocupaciones que
podía desempeñar en ese momento la mujer, fundamentalmente de clase media,
pero también ahondaba en las condiciones desempeñadas por mujeres de la clase
obrera. En las páginas de ese diario aseguraba: “Quizás de todos los campos
abiertos a la actividad y a la energía femenina, ninguno esté tan en consonancia con
las aptitudes y dones especiales de la mujer como el del periodismo”.348 La serie de

344 Quiles Faz, A., “Mujer y prensa…”, art. cit., p. 175.


345 Quiles Faz, A., “El porvenir de la mujer española: Isabel Oyarzábal…”, art. cit., p. 37.
346 Es el caso de Isabel Oyarzábal: “Salomé Núñez Topete, Colombine, María de Perales,

María de Echarri y Margarita Nelken forman ya un contingente de valía, cuya labor


repercutirá beneficiosamente en el porvenir de la mujer española” (“La periodista”, El Día,
Madrid, 14-4-1917, p. 5). Cit. en Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., p. 20.
347 El Día, reinició su andadura el 2 de diciembre de 1916, como continuación de El Día de

Madrid (1908-1916) que había sido fundado por Camilo Hurtado de Amézaga. En esta
segunda época su presentación fue modernizada, incorporando la fotografía, hecho del que
daban cuenta los artículos de Isabel Oyarzábal Esta segunda andadura acabó en enero de
1920 y fue dirigida por Francisco Gómez Hidalgo. De tendencia monárquica y liberal
moderada, colaboraron en él Miguel de Unamuno, Emilia Pardo Bazán, José Francos
Rodríguez, Margarita Nelken, José Ortega Munilla, José Ortega y Gasset y Ramón
Gómez de la Serna, entre otros. Quiles Faz, A., Ibidem, p. 38.
348 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La periodista”, El Día, Madrid,

14-4-1917, p. 5. Véase Quiles Faz, A., “El porvenir de la mujer española…”, art. cit., pp.
34-49.
197

artículos pretendía “estudiar los medios de que hoy por hoy dispone la mujer de
nuestra patria para labrarse, en los casos en que sea necesario, un porvenir
independiente o para encauzar su actividad intelectual”.349 Su prioridad era dar a
conocer desde la prensa los medios al alcance de la mujer para lograr la
independencia económica y la mejora de su educación.350
Valga como ejemplo de esta postura, la primera de sus participaciones en El Día,
que fue una entrevista titulada “Audiencia con S.M. la reina” y en el que la
periodista abordaba el tema de la mujer con la soberana. Esta se sorprendía del
escaso desarrollo del trabajo femenino de la mujer de la clase media, afirmando que
era más feliz la mujer que tenía independencia económica. La reina también
abogaba por una educación más amplia y terminaba aseverando que la prensa podía
tener un papel importante en la difusión de estas ideas. 351 Si bien el tono del
artículo era amable con la soberana, en su biografía expresaba la idea que los
ciudadanos españoles tenían sobre ella: “La Reina Victoria de España, con su rígida
esquivez, ciertamente fue incapaz de hacer mella en la indiferencia de los españoles,
aun suponiendo que hubieran estado dispuestos a aceptarla desde un punto de vista
político” (p. 65).

Con estos textos, nuestra autora analizó algunas ocupaciones femeninas,


exceptuando ciertos artículos dedicados a la moda o el hogar. Con ellos, Oyarzábal
pretendía dar a conocer a las lectoras las posibilidades de formación y trabajo y
animarlas a tomar cartas en el asunto. Los trabajos sobre los que versaban sus
artículos iban desde las artes decorativas (“Las ceramistas”), el mundo comercial
(“Las empleadas de comercio”) y bancario (“La empleada del banco”), los medios de
comunicación (“La periodista”), hasta los empleos estatales (“La bibliotecaria”, “La

349 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España”. La esposa”. El Día, Madrid, 4-
6-1917, p. 1.
350 Quiles Faz. A., “El porvenir de la mujer…”, art. cit., p. 39 y “Mujer y prensa: artículos

periodísticos de Isabel Oyarzábal Smith (1907-1921)”, en Servén, C. y Bernard, M. (eds.),


Escritoras españolas en los medios de prensa (1868-1936), Sevilla, Renacimiento, 2014, pp.
169-206.
351 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. Audiencia con S.M. la Reina”,

El Día, Madrid, 5-12-1916, p. 1. En los primeros años de oficio, Isabel Oyarzábal utilizó un
pseudónimo, hecho común en las periodistas de la época, que en su caso fue el de Beatriz
Galindo, nombre de la preceptora de la reina Isabel de Castilla. “Salamanca era el lugar de
nacimiento de Beatriz Galindo, la institutriz de la Reina Isabel la Católica y una genial
erudita del latín. Yo había usado su nombre como pseudónimo para alguno de mis
artículos, así que los miembros del Ateneo de Salamanca pensaron que sería interesante
para mí, dar una conferencia desde la misma silla que la verdadera Beatriz Galindo había
acostumbrado a ocupar” (p. 72).
198

telegrafista” y “La mecanógrafa”), sin olvidar los sanitarios (“La enfermera”, “La
doctora en Medicina”) y el magisterio (“La alumna de la Escuela de Estudios
Superiores de Magisterio). Desde las páginas del diario también denunció las
injusticias de las trabajadoras de la clase obrera (“La sirvienta”), situaciones
anacrónicas (“La señora de compañía”) e instó a las trabajadoras a sindicarse (“Las
modistas deben asociarse”).352
Oyarzábal abogaba por la formación en todas las facetas de la vida y destacaba en
sus artículos la posibilidad de otorgar la independencia económica a la mujer que
ofrecían los empleos que describía, a la vez que revelaba las dificultades de algunas
de esas ocupaciones. Así, el 23 de diciembre de 1916 dedicó su sección a las actrices,
alabando la labor del Real Conservatorio de Música y Declamación y aprovechando
también para criticar, de manera soslayada, la situación del teatro español de ese
momento:
“[…] pero también lo es que los teatros de entonces no estaban como los de
hoy, casi todos encomendados a personas cuyo fin principal es el negocio;
había siempre en ellos un director de escena competente; y él con sus
enseñanzas suplía en lo posible las que debió recibir el artista en los primeros
años de su vida…”353

La autora lamentaba las dificultades materiales que tenían los profesores del
Conservatorio para llevar a cabo su labor, mientras que auguraba mucho más
provechoso el porvenir de aquellas actrices que poseyeran conocimientos de la
historia del teatro. La autora aportaba también los sueldos de las actrices, que tras
la primera temporada de prueba, partían de cinco o seis pesetas diarias y
alcanzaban rápidamente diez, quince y hasta veinticinco. La primera actriz podía
ganar ocho, diez o doce duros y la estrella dramática, veinticinco o treinta.354
El 29 de diciembre de 1916, publicó en su sección el artículo “La bibliotecaria”,
ensalzando el caso de la primera archivera de la Biblioteca Nacional y doctora en
Historia que, por encima de otros aspirantes masculinos, había obtenido un puesto
en tan importante institución.355 Por otra parte, el artículo del 13 de enero de 1917

352 Quiles Faz, A., “El porvenir de la mujer…”, art. cit., p. 40.
353 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. Las actrices”, El Día, Madrid,
23-12-1916, p. 1.
354 Ibidem, p. 1.
355 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La bibliotecaria”, El Día,

Madrid, 29-12-1916, p. 1.
199

trataba de analizar las ventajas e inconvenientes del trabajo de telegrafista. En él


refería la queja de las trabajadoras del gremio que, además de las largas jornadas de
trabajo, habían de someterse a horas de prolongación, por lo cual, cada cuatro días,
además de su jornada, habían de permanecer en el trabajo de ocho a doce de la
noche, lo que se veía dificultado por la costumbre femenina de no salir de casa una
vez hubiera anochecido, con la consiguiente pérdida de sueldo. Criticó también la
reticencia a trabajar fuera de de la localidad en la que se residía, costumbres estas
que Isabel creía perentorio modificar, de manera que la mujer en este puesto se
viera equiparada al hombre y no se encontrara coartada por unas costumbres
impropias de la vida moderna.356
En el artículo del 16 de enero de 1917 se analizaba el trabajo de la enfermera
calificado de “interesante profesión”. La carrera de enfermera no había sido objeto
de atención hasta ese momento en España y no contaba con el apoyo oficial. El
oficio del cuidado de enfermos habitualmente había sido llevado a cabo por
religiosas y nuestra autora recordaba que, cuando esta labor empezó a secularizarse,
muchos tomaron la iniciativa como una herejía. A pesar de esto, la Escuela de
Enfermeras de Santa Isabel de Hungría, primera institución seglar de esta índole,
obligaba a sus trabajadoras a presentar un certificado de las parroquias. La autora
recalcaba, como en otros artículos, la necesidad de mejorar la preparación de estas
trabajadoras.357

356 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La telegrafista”, El Día,


Madrid, 13-1-1917, p. 6. Isabel Oyarzábal trató de nuevo esta profesión en un artículo en
El Sol, “Las empleadas de telégrafos sostienen la palabra empeñada”, 19-3-1918, p. 6,
donde elogiaba la actitud solidaria y luchadora de estas mujeres ante los recortes de
plantilla y empeoramiento de las condiciones de trabajo. Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…,
op. cit., pp. 115-116. Además de Oyarzábal trataron este tema en sus artículos, Violeta,
Consuelo Álvarez Pool: “De feminismo. Las reformas de Correos y Telégrafos”, El País,
Madrid, 31-3-1909, p. 1 y “Por las telefonistas”, El País, Madrid, 14-9-1909, p. 1 y
Margarita Nelken: “La vida y las mujeres. Una ingenuidad oficial: la situación de las
mujeres empleadas en Telégrafos”, El Día, Madrid, 6-10-1918, p. 4 y “La vida y las
mujeres. Una carta. Las telegrafistas”, El Día, Madrid, 22-10-1918, p. 5.
357 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La enfermera”, El Día, Madrid,

16-1-1917, p. 6. Posteriormente y sobre este tema, escribió Isabel Oyarzábal: “La nueva
institución de ‘Las enfermeras a domicilio’. Una obra humanitaria que debe realizarse
pronto”, en el diario El Sol, 10-5-1919, p. 2, en el que ponía de manifiesto la necesidad de
poner en marcha este servicio con el fin de mejorar la asistencia a los enfermos más pobres
y la enseñanza de prácticas de higiene; “De la falta de asistencia técnica en los Institutos de
Beneficencia. Cómo en América del Norte, las enfermeras profesionales colaboran con las
Hermanas de la Caridad”, El Sol, Madrid, 9-7-1918, p. 2, Además, sobre la importancia de
las enfermeras profesionales frente a las monjas escribió también en las páginas de El Sol
su artículo “De la falta de asistencia técnica en los Institutos de Beneficencia. Cómo en
América del Norte, las enfermeras profesionales colaboran con las Hermanas de la
200

El 29 de enero de 1917, Beatriz Galindo dedicaba su sección a la labor que


realizaba la Residencia de Estudiantes (Residencia de Señoritas), alabando a la
institución en sus tres variantes (Estudiantes, Señoritas, Niños) que “está llamada a
ser una de las más sólidas bases de nuestra cultura moderna”. Valoraba muy
positivamente también las instalaciones de las que gozaba la institución,
principalmente, la biblioteca de la que se ofrecía una fotografía y halagaba a su vez
la labor de la directora de la Residencia, María de Maeztu:
“María de Maeztu, minuciosa observadora de caracteres y que ha tratado a
fondo a mujeres de distintas razas y países, opina que la mujer española posee
cualidades de abnegación, perseverancia y amor al sacrificio incomparables.
Quizás lo que fue fanatismo en otros tiempos, y que expurgado hoy y unido a
grandes dotes de inteligencia, inherentes también a la raza, van a hacer de ella
un elemento de incontestable valor en el desarrollo cultural y espiritual de la
patria…”358

Ejemplo de su importancia era que tras solo un año después de la fundación de la


institución, esta tenía que rechazar solicitudes de admisión y se había visto
duplicado el número de alumnas. Para terminar, la autora lamentaba que las
madrileñas no pudieran aprovechar los cursos que en la Residencia se llevaban a
cabo, debido a que no les estaba autorizada la asistencia.359
Con el título “La alumna de la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio”,
analizaba Isabel Oyarzábal esta profesión tan denostada, a decir de la autora, que
había sido objeto de mofa en nuestro país, a la vez que mal remunerada y poco
dignificada. Ensalzaba el esfuerzo de aquellas mujeres que, a pesar de tan complejo
panorama, no dudaron en dedicarse con denuedo a la enseñanza. La escritora
señalaba una nueva era de regeneración en la que se había intentado dignificar la
figura del maestro. Tras varias reformas, se había llevado a cabo una
reorganización que consiguió la división en elemental y superior de la carrera y la
creación de la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio que la periodista
consideraba:

Caridad”, El Sol, Madrid, 9-7-1918, p. 2. Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., pp. 190-
192 y 143-146.
358 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La Residencia de Estudiantes”,

El Día, Madrid, 29-1-1917, p. 6.


359 Ibidem, p. 6.
201

“La piedra angular de nuestro edificio de cultura nacional. Inspirado en las


corrientes de pedagogía moderna y en un espíritu amplio y libérrimo, es
verdaderamente admirable. Equiparados en todo, alumnos y alumnas, pues en
muchas asignaturas se sigue el sistema de coeducación, con excelentes
resultados, puede decirse que en la Escuela Superior del Magisterio se están
echando los cimientos de la futura felicidad e independencia de la mujer
española”.

El examen de oposición cubría en ese momento cuarenta plazas, veinte de ellas


para hombres y otras tantas para mujeres y para Galindo era una de las
ocupaciones más importantes a las que una mujer se podía dedicar.360
El siguiente artículo databa del 15 de marzo de 1917, bajo el epígrafe “La doctora
en Medicina”, en el que recordaba la valía de la mujer en el campo de la ciencia y su
idéntica “potencia cerebral” respecto al hombre. Las mujeres que se dedicaban a la
Medicina en España tenían que afrontar arcaicos prejuicios, luchar contra los
convencionalismos sociales y poseer una inquebrantable abnegación. Ejemplo de
ello fue el caso de la doctora González Barrio, buen ejemplo de las cualidades que
debía tener la mujer que dedicaba a la Medicina y que, lejos de haber sido elogiada
por su valía y brillantez, había sido denostada por la prensa:
“En un país en donde se trata de inculcar el sentimiento del pudor en las
niñas de tal modo que antes de llegar a la edad llamada de la razón, se las
cohíbe en sus trajes y en sus juegos; en donde se considera pecaminoso el
escote y casi ilícito el trato amistoso con los hombres; en donde hasta en las
iglesias de muchos pueblos se impone la separación de sexos durante los
Divinos Oficios; en un país, digo, en donde se mueren muchas mujeres por no
pasar por la vergüenza de un tratamiento médico, debiera ser lógico el mirar
con complacencia el advenimiento de la doctora en Medicina”.361

360 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La alumna de la Escuela de


Estudios Superiores de Magisterio”, El Día, Madrid, 14-2-1917, p. 6. La autora
denunciaba posteriormente, en un artículo titulado “El calvario de unas maestras”, desde
las páginas de El Sol, 16-12-1917, p. 2, la situación de unas maestras que habiendo
conseguido una plaza por oposición, se habían encontrado las plazas ya cubiertas con
anterioridad. Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., pp. 51-52.
361 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La Doctora en Medicina”, El

Día, Madrid, 15-3- 1917, p. 6. Recordemos cómo en su autobiografía exponía, por ejemplo,
los usos arcaicos y supersticiosos que rodeaban el momento del parto.
202

El artículo del 29 de marzo de ese mismo año versaba sobre la ocupación de


señorita de compañía y nuestra autora recordaba que las señoras de familias
distinguidas venidas a menos encontraban en este trabajo una salida a sus
estrecheces económicas, sobre todo en los siglos XVIII y XIX y hasta el siglo XX
y así analizaba las características del puesto y de las aspirantes a ocuparlo:
“A pesar de que el puesto en sí, y por ser asalariado, significaba dependencia
de la voluntad de otras personas y llevaba consigo las humillaciones y
vejaciones consiguientes, como la mayoría de las mujeres de aquella época
recibían una educación en extremo menguada y mezquina, puede decirse que
la señora de compañía gozaba, por su mayor cultura, de un prestigio que la
confería cierta superioridad sobre sus amos. Llegaba, además a convertirse en
persona indispensable, ayudando a todos, llevando la correspondencia y hasta
recibiendo a sus huéspedes y visitas de mayor etiqueta, en sustitución de la
madre o jefe de familia”.362

Recordaba que, posteriormente, y debido a la mayor independencia y libertad de


la mujer, esta figura había desaparecido en otros países de Europa, siendo habitual
tan solo en la España del momento. Calificaba este puesto como “triste, humillante
y precario” y finalmente, desaconsejaba que las jóvenes se dedicasen a este oficio
tan “monótono y de escaso porvenir”.363
El artículo del 14 de abril se titulaba “La periodista”, oficio este que encajaba
como ningún otro con la idiosincrasia de la mujer y detallaba la dedicación
absorbente que este trabajo demandaba y la relevancia que habían alcanzado, con
mucho esfuerzo, algunas de sus colegas. Por ello resultan interesantes sus palabras
acerca de la evolución del género periodístico femenino, por cuanto revelaban su
propia experiencia:
“Casi todas han empezado su labor dentro de los límites estrictamente
femeninos, ciñéndose a lo que hasta aquí ha constituido la única distracción y
necesidad intelectual de la mujer en nuestra patria: me refiero a los bordados,
encajes y a las modas.
Ni siquiera despertó interés en algún tiempo lo que a la casa, como hogar, se
relacionaba. Pero a medida que se amplía el horizonte femenino y que la

362 Oyarzábal aludía varias veces en su biografía a esta figura muy común en la España de

la época.
363 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La señora de compañía”, El Día,

Madrid, 29-3-1917, p. 6.
203

lectora exige lo que no exigiera antes, aumenta también su actividad y produce


crónicas de interés más extenso, informaciones de carácter educativo y
artístico, o se dedica a desentrañar y buscar la solución de aquellos problemas
sociales que más afectan a la mujer”.364

El mismo periódico daba cuenta al día siguiente, con una foto y un escueto pie de
foto, de la celebración durante la jornada anterior de una conferencia a cargo de
Beatriz Galindo en el Centro Instructivo Iberoamericano de Cultura Femenina.365
Y precisamente sobre esta institución trataba el artículo de la autora del día 6 de
mayo. En él defendía que las mujeres dedicadas exclusivamente a las labores del
hogar también necesitaban una preparación para llevar con éxito “el timón de su
casa”, objetivo que se había propuesto el Centro Iberoamericano de Cultura
Popular.366 Por otra parte, el día 4 de junio, el tema de la sección fue la esposa, y en
este texto la autora aclaraba que tras analizar los medios que tenía la mujer para
labrarse un porvenir independiente o encauzar una actividad intelectual, solo le
restaba considerar el lugar que ocupaba en el mundo y la preparación que recibía la
mujer para desempeñar su labor como aliada del hombre y como colaboradora de
su obra social. También apuntaba la importancia que se le daba en nuestro país,
más que en otros, al matrimonio como ocupación primordial de la mujer:
“Las cabecitas inconscientes de las niñas se ven repletas de los
conocimientos más varios, más frívolos y más inútiles; saben cuando ya son
mujercitas cuanto deben hacer para agradar, para atraer, para sugestionar a
los hombres y despertar su admiración y su deseo; pero no lo que deben hacer
para merecer su confianza y su amistad -que también el sentimiento de la
amistad debe existir en el matrimonio-, y así ocurre que pasados los primeros
meses de luna de miel, la esposa se entrega en absoluto a sus pequeños
quehaceres, a sus visitas, a su inapreciable e inalterable placer de publicar su
ascenso a la dignidad de esposa, y el marido se dedica a su trabajo y a su

364 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La periodista”, El Día, Madrid,
14-4-1917, p. 5.
365 Galindo, B., “La conferencia de anoche”, El Día, Madrid, 15-4-1917, p. 1.
366 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. Centro Ibero-Americano de

Cultura Popular Femenina”, El Día, Madrid, 6-5-1917, p. 6. El Centro IberoAmericano de


Cultura Popular fue fundado en 1906 por María Vynials de Lluria con la intención de
lograr “el entrenamiento intelectual de la mujer española”, como ampliación del sistema
educativo existente. Vid. Tiana Ferrer, A. Maestros, misioneros y militantes. La educación de la
clase obrera madrileña, 1898-1917, Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1992, pp.
233-238.
204

Casino, depositando en el primer amigo las confidencias que debiera recibir la


mujer. […] Existe en nuestro país tal miedo, tal oposición a que la mujer se
desarrolle intelectualmente, a que se convierta en un ser consciente,
responsable e independiente, que los padres primero, los novios más tarde, y
por último los esposos, hacen cuanto humanamente pueden por limitar su
cultura y restringir su entrenamiento y desenvolvimiento mental.
Que la mujer sea buena, que sea bonita y que no se ocupe de más es lo único
que le exigen aquellos hombres -la mayoría- que son los primeros en disculpar
su desvío hacia la esposa bajo pretexto de su incompetencia intelectual. Hasta
tal extremo llega esto, que se dan casos en España en que la mujer no sólo no
dispone de libertad de criterio ni de acción, no sólo no posee la confianza de su
marido en lo que respecta a sus negocios y estado económico -hay muchas
esposas que ignoran el capital o la renta con que cuenta el jefe de familia-, sino
que ni siquiera es merecedora de que éste la permita administrar el dinero que
se invierte en el hogar”.

Terminaba culpando también a los hombres de la escasa educación de la mujer y


alababa la compenetración que sí parecía existir entre los matrimonios de jóvenes
intelectuales que colaboraban juntos en la construcción de un hogar digno.367
El día 24 de ese mismo mes Beatriz Galindo trató el tema de la madre. La mujer,
gracias a los movimientos feministas y a aquellos que estudiaban la mejora de sus
condiciones de vida, aspiraba a ocupar el lugar que le correspondía en el mundo.
Sin embargo, la autora se lamentaba de que aún no eran suficientes los esfuerzos
por mejorar la situación de las madres obreras:
“Mientras veamos mujeres en los últimos y más penosos meses de su prueba
trabajar en el campo, lavar en los arroyos, cargar con las pesadas faenas que
constituyen la ocupación de la llamada ‘asistenta’, laborar en las fábricas hasta
el último momento; luego cumplir con su misión, y dos o tres días después, a
veces, con el breve intervalo de unas horas solamente volver de nuevo a la
lucha, débiles, extenuadas, y con un hijo a las espaldas, cuya vida por algunos
meses depende casi exclusivamente de la suya: mientras veamos esto -digo:
mientras no tengamos- como en Francia algunas leyes que remedien tales
crueldades, ni renglón en el presupuesto que facilite a la mujer necesitada un

367Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La esposa.”, El Día, Madrid, 4-


6-1917, p. 1.
205

auxilio pecuniario que durante los días de su convalecencia, por lo menos, la


ponga al abrigo de la miseria, no se conseguirá mejora alguna de importancia;
las mujeres enfermarán como ahora lo hacen por falta de alimentación y de
cuidado, y sus hijos esa base de nacionalidad, de cuya trascendencia
empezamos a darnos cuenta ahora morirán raquíticos antes de ser hombres a
cientos, a millares, como ocurre, por desgracia, en nuestra patria; y si en este
sentido se ha hecho poco aún, en lo que al aspecto moral y espiritual del
asunto se refiere, aquí en España, por lo menos, estamos en ayunas por
completo”.

Se lamentaba también de la falta de preparación de las madres que no eran


capaces de inculcar valores a las criaturas a las que daban vida. Y así anotaba que la
actitud de los hijos dependía de la de sus madres y que, a pesar de que las quisieran,
solo las respetarían, si se hacían merecedoras de su respeto:
“Si todas al ser madres, nos revistiéramos, no de amor, que este por instinto,
lo tenemos, pero sí de filosofía, de amplitud de criterio, de sentido común, de
justicia, de valor, de magnanimidad y de paciencia, ¡Ah!, es seguro que habría
menos madres desgraciadas y más hombres fuertes y preparados para la vida y
capaces para grandes empresas”.368

El 13 de julio tituló su artículo “La mujer y su hogar. Elección de la vivienda,


orientación, situación y reparto”y en él reconocía que de poco le servía a la mujer
saber las cuestiones básicas para hacer de su hogar un lugar sano, si las casas hasta
diez años antes, habían carecido de los requerimientos higiénicos que se podían
exigir. La autora reconocía que se había mejorado mucho en este sentido y daba
una serie de consejos para elegir la vivienda, su orientación, etc. Finalizaba
apuntando que era necesario desterrar las costumbres del momento, pues habían
primado el vestir sobre el comer y proponía que se habían de aunar las voluntades
del inquilino, el casero y el arquitecto.369

368 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La madre”, El Día, Madrid, 24-
6-1917, p. 4.
369 Galindo, B., “La mujer y el hogar. Elección de la vivienda, su orientación, situación y

reparto”, El Día, Madrid, 13-7-1917, p. 4. En sus artículos posteriores, Isabel Oyarzábal


vuelve a tratar este tema por su importancia para el bienestar de la familia, en sus artículos
en El Sol. Cfr. Quiles Faz., A. Mujer, voto…, op. cit., pp. 74-75, 82-83, 151-153 y 196-199.
206

“La mujer colonizadora” fue el título del artículo fechado el 23 de julio de 1917 y
en él analizaba el fenómeno de la emigración, que suponía para España una
verdadera “sangría humana”. Centraba su reflexión no en la cantidad de emigrados,
sino en su calidad. En otros países europeos, a diferencia del nuestro, aquellos que
emigraban eran “obreros técnicos y muchachos de las clases medias” y ponía el
ejemplo de Inglaterra. En esta situación, se hacía primordial la labor de la mujer
que acompañaba al hombre. Terminaba el artículo recordando que no era necesario
que los jóvenes emigrasen al Nuevo Mundo, Marruecos o incluso, zonas de España
que se hallaban deshabitadas, podían ser destinos propicios para labrarse una nueva
vida.370
Las protagonistas del artículo del 5 de agosto fueron las modistas.371 Este oficio
era el preferido para las mujeres de la clase obrera, pero a pesar de ser una
ocupación que podía considerarse superior a otras, escondía largas jornadas de
trabajo en talleres infectos, bajo luz artificial y como recompensa recibían un
sueldo miserable. La autora recorría todas las ocupaciones que podían desempeñar
las modistas en su carrera y los exiguos sueldos que cobraban, deteniéndose
también en aquellas que trabajaban en sus casas para las firmas de ropa y que
tenían, si cabe, unas peores condiciones de vida. Para la autora, eran las mujeres
que compraban en esas firmas las que deberían mirar por el bienestar de las que
confeccionaban sus ropas. En las grandes capitales de los países extranjeros se
habían organizado asociaciones de señoras que se comprometían a no comprar
prendas que no hubieran sido fabricadas por mujeres convenientemente
remuneradas. Por otro lado quería que las modistas reclamasen mejoras, tal como
ocurriera en París, en donde se logró la jornada de trabajo de 8 horas. Pero, para
lograr dichas mejoras era indispensable la unión de todas las integrantes del
gremio.372
La de la sirvienta fue la figura en la que se centró Isabel Oyarzábal en su artículo
del 28 de agosto de 1917 y lo presentaba como la ocupación más sufrida y
susceptible de mejoras de todas cuantas pudiera realizar la mujer. A pesar de que

370 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. La mujer colonizadora”, El Día,
Madrid, 23-7-1917, p. 2.
371 Sobre el trabajo de las modistas, véase Aguado, A. y Ramos, Mª D., La modernización de

España (1917-1939). Cultura y vida cotidiana, Madrid, Síntesis, 2002, pp. 131-142.
372 Galindo, B., “Presente y porvenir de la mujer en España. Las modistas deben asociarse”,

El Día, Madrid, 5-8-1917, p. 2. Véase también el artículo “A favor de la obrera del arte
textil”, El Sol, Madrid, 24-3-1919, p. 3. Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., pp. 165-
166.
207

en su mayoría carecían de preparación, alababa su adaptabilidad y docilidad,


comparándolas con las de Inglaterra, que trabajaban menos horas, tenían mejor
salario y habitaban dormitorios muchos más sanos y hasta dotados de baño. De
nuevo, instó a las empleadoras a mejorar las condiciones de las sirvientas y
reivindicó una mejora en su preparación y cultura. Asimismo, quería fundar para
ellas una “Caja de Beneficios y Ahorros”, para cubrir casos de enfermedad y retiros
de vejez y una “Asociación de Sirvientas”, amparada por las señoras.373
Los dos últimos artículos localizados ya no aparecían bajo el epígrafe de la
sección “Presente y porvenir de la mujer en España”, uno de ellos del 16 de
septiembre se titulaba “Las mujeres y la moda. Los vestidos estrechos” y el
siguiente, del 25 de octubre, “La mujer y la casa. Del modo de distribuir, ventilar y
calentar las piezas de la nueva vivienda”.374
En definitiva, desde las páginas de El Día, Isabel Oyarzábal puso de manifiesto
su compromiso con el feminismo, abogando por la educación y preparación de la
mujer como herramienta para conseguir su independencia, y por el asociacionismo
como medio para mejorar su situación económica y laboral y la solidaridad de todas
las mujeres, burguesas u obreras, para lograr la justicia social. Mes y medio
después de terminar su colaboración con este diario, comenzaría su colaboración
con el periódico El Sol en el que continuaría con esta labor, que llevó a cabo desde
todos los ámbitos de su vida.

6.2. El Sol
El nuevo reto periodístico y su consagración como escritora le llegaron a Isabel
Oyarzábal desde las páginas del periódico El Sol de Madrid. Este rotativo fue
fundado el 1 de diciembre de 1917 por Nicolás María de Urgoiti y fue clausurado al
final de la Guerra Civil. 375 En palabras de la autora, el diario era de ideología

373 Galindo, B., “Presente porvenir de la mujer en España. La sirvienta”, El Día, Madrid,
28-8-1917, p. 1. Los estatutos de la ANME, fundada un año después por María Espinosa
de los Monteros establecían entre otras necesidades, la mejora de salario de las mujeres
obreras “para evitar la explotación de que son objeto”. Cfr. Fagoaga, C., La voz y el voto de
las mujeres…, op. cit., p. 132.
374 Galindo, B., “Las mujeres y la moda. Los vestidos estrechos”, El Día, Madrid, 16-9-1917,

p. 3 y “La mujer y la casa. Del modo de distribuir, ventilar y calentar las piezas de la nueva
vivienda”, El Día, Madrid, 25-10-1917, p. 4.
375 Fue considerado en su momento uno de los mejores periódicos de Europa y el mejor de

España. Estaba formado por doce páginas de gran formato sin información taurina ni
lotería y con muy poca información de sucesos, por lo que se le tachó de intelectual y
elitista, e iba dirigido a un público de burgueses liberales cultivados. Su plantilla de
redactores estuvo dirigida hasta 1918 por Félix Lorenzo y después, hasta 1922, por
208

liberal, afín a los sectores progresistas de la burguesía y preocupado con los


problemas de la clase obrera. Sobre sus colaboradores, Oyarzábal destacaba que
habían sido elegidos con sumo cuidado y entre ellos nombraba a Luis Araquistáin,
Ramón Pérez de Ayala, Salvador de Madariaga, Gregorio Marañón, José Ortega y
Gasset, Emilia Pardo Bazán, o el dibujante Bagaría. Desde sus inicios, el periódico
además contó entre sus filas con colaboradoras asiduas como la propia Oyarzábal o
María Jesús Morales, quien tenía una página fija los domingos y a la que sustituyó
Carmen Icaza, Cil.376
Según su propio relato, le fue asignada la tarea de comentar las funciones
teatrales de la temporada madrileña, firmando una sección titulada “Revista de
trajes”, desde septiembre de 1918 hasta 1921, pero paralelamente y datada desde
diciembre de 1917, escribió otra sección titulada “Diario de la mujer” hasta el 14 de
mayo de 1918, denominada desde junio y hasta septiembre de 1918 como “Crónica
femenina”, por lo que su participación en el periódico supone un total de ciento
ochenta y seis artículos fechados desde el 3 de diciembre de 1917 al 4 de febrero de
1921:377
“Una de las tareas que me asignaron en el periódico, fue la de enviar un
escrito sobre el vestuario y los decorados de cada una de las obras de cierta
categoría, producidas durante la temporada teatral en Madrid. Como había un
gran número de teatros, y los productores estaban continuamente renovando
los programas, mi trabajo no era precisamente algo fácil. Los teatros en
Madrid daban dos actuaciones al día. Lo que se llamaba la matinée, tenía lugar
a la seis p.m. La segunda actuación a las diez cuarenta y cinco de la noche, que
rara vez terminaba antes de la una de la madrugada. Las nuevas producciones,
casi de manera invariable, tenían lugar entonces, en la segunda actuación y

Manuel Aznar. En 1924 se unió a la plantilla Ramón J. Sender, aunque la colaboración


estrella fue la del filósofo José ortega y Gasset, que abandonó El Imparcial para convertirse
en el máximo inspirador ideológico de El Sol. Cfr. Quiles Faz, A., “Mujer y prensa…”, art.
cit., p. 183.
376 Servén Díez, C., “Mujeres y prensa: la página femenina de El Sol (1917-1936)”, en

Congreso Internacional de Comunicación y Género, Sevilla, 2002, pp. 1061-1074.


377 El primero de los artículos “La triste vida de los funcionarios que tienen poco sueldo”

fue publicado el 3-12-1917 y el último, “A orillas del Sena. Madame Gabrielle Reval”, el 4-
2-1921. Vid. Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., p. 82. Según Eiroa
algunos de estos artículos fueron firmados con el pseudónimo Lisette: véanse, por ejemplo,
“La toilettes, la higiene, el masaje general, los baños, las duchas (6-11-1919, p. 2), “De la
higiene y la toilettes. El cuidado de los pies antes de acostarse” (30-12-1919, p. 4) o “El
cuidado de la garganta” (29-1-1920, p. 2), artículos a los que seguía el epígrafe “Nuestra
estafeta”, sección a la que las lectoras enviaban sus consultas de belleza.
209

todos los reportajes sobre las nuevas obras, supuestamente, tenían que
aparecer publicados en la edición de la mañana, así que tenía que escribir mi
columna inmediatamente después de salir del teatro. Raramente me acostaba
antes de las tres o las cuatro de la mañana” (p. 72).

En cuanto a la temática de sus artículos, además de los dedicados al teatro, que


analizaremos a lo largo de este estudio, destacaron, en primer lugar, los dedicados
a los temas sociales, relacionados con los grupos más desfavorecidos de la sociedad,
y femeninos -los artículos de temática feminista abarcan un total de veintiocho
artículos-, así como los que trataban sobre la moda, la higiene y belleza femeninas y
los cuidados infantiles y otros artículos de interés general que reflejan la
sensibilidad de la autora por los temas de actualidad. 378 De hecho, en no pocas
ocasiones Oyarzábal extraía las reflexiones para sus crónicas de una noticia
nacional o internacional.379 Destacaremos los títulos de algunos artículos, de por sí
bastante elocuentes: “La triste vida de los funcionarios que tienen poco sueldo” (3-
12-1917, p. 2), “De la enseñanza. Aprendamos de Ceylan” (28-12-1917, p. 2), “Una
criaturita muerta de frío” (1-1-1918. p. 2), “El señor director de Primera Enseñanza
y los libros de texto” (2-1-1918, p. 2), “El problema del carbón en las casas” (12-1-
1918, p. 2), sobre la carestía de precios y el monopolio del carbón, “El bombardeo
de París” (3-2-1918, p. 2), “La madre del recluta” (26-2-1918, p. 2) o “Los asilos a
media ración” (21-3-1918, p. 6). Nos detenemos sobre todo en aquellos que reflejan
su inquietud por la causa feminista. Y así, en sus artículos ahondaba en las
principales reivindicaciones del feminismo de principios de siglo, tales como la
educación o la independencia económica -preocupaciones de las que se había hecho
eco en el diario El Día- a las que sumó en esta nueva etapa, el voto de las mujeres,
cuya discusión adquirió en esa época su punto álgido. En este sentido, y con el fin
de dar a conocer los avances en relación a los derechos de la mujer en otros países,
y en concreto de la consecución del voto, escribió varios artículos, que en muchas
ocasiones iban unidos a sus reivindicaciones pacifistas, teniendo en cuenta que
escribía estos artículos durante el desarrollo de la I Guerra Mundial y que el logro
de la paz era una de los anhelos de las organizaciones feministas. Así, el 17 de
diciembre de 1917 y en su columna “Diario de la mujer” escribió “El feminismo y la
paz” (17-12-1917, p. 3) al hilo de la elección de una mujer entre los encargados de

378 Cfr. Quiles Faz, A., “Mujer y prensa: artículos periodísticos…”, art. cit, pp. 197 y ss.
379 Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., p. 19.
210

“concluir el armisticio”. Recordaba que la revolución rusa había otorgado a la


mujer el derecho a votar y se pregunta qué pensarían “los férreos mariscales
representantes del Kaiser, al verse obligados a medir sus armas diplomáticas con
un cerebro de mujer”. En su artículo “Un monumento a la mujer austriaca” (6-2-
1918, p. 2) destacaba la labor de la mujer durante la guerra en todos los campos:
“En verdad que lo menos que pueden hacer los gobernantes de todos los
países beligerantes es reconocer las magníficas cualidades de que se ha
mostrado capaz la mujer en estos años de espantoso sufrimiento, ya que en
todos ellos ha dado ésta pruebas de increíble serenidad, fortaleza y abnegación.
Su colaboración con la Patria no ha sido, por lo demás, de carácter pasivo,
sino estrechísima y abarcando todos los terrenos, aun aquellos que antes
creíansele vedados por su debilidad física y la delicadeza de sus sentimientos.
En el campo y en la ciudad, en las oficinas y en las fábricas, en los centros de
cultura y en los de beneficencia, la mujer viene supliendo desde hace cuatro
años a los hombres, y eso con el corazón constantemente atormentado por la
ansiedad, lacerado por la pérdida de los seres más queridos…”

La autora terminaba reivindicando un monumento para todas las mujeres de las


naciones en lucha, un monumento que consistiese en la promesa de paz y el
desarme mundial.380
En el artículo “La mujer turca en la guerra” (27-2-1918, p. 2), recordaba una
noticia acerca de la organización en Turquía de un ejército femenino. La autora se
preguntaba: “¿Dónde quedan, hombres de Turquía, los fueros de superioridad que
se abrogó vuestro sexo, hoy que la mujer no solo trabaja y hace frente a las
necesidades civiles del país, sino que junto a vosotros, comparte los dolores y
amarguras y triunfos de la lucha?” A pesar de su notorio pacifismo, Oyarzábal veía
este hecho como una liberación, teniendo en cuenta la subyugación de la mujer
turca al sexo masculino.
En su artículo “El sufragio femenino en Alemania” (14-9-1919, p. 3), se
congratulaba del avance de las mujeres en este terreno, pero lamentaba también de

380 Isabel Oyarzábal militó activamente en la Liga por la Paz y la Libertad, formando parte

del comité directivo. Este organismo fue fundado en Madrid en 1929 para trabajar por la
aplicación de los principios incorporados al pacto de la Sociedad de Naciones. Cfr. Luz,
Madrid, 26-11-1932, p. 7. Además su preocupación por la paz se hizo evidente, como se
verá, en diversos artículos periodísticos, su participación en la Liga de Naciones a partir de
1931, y en la organización Mujeres contra la Guerra y el Fascismo en 1933.
211

que solo se concediera derecho de representación parlamentaria a las personas que


tuvieran trabajo remunerado, privando a las madres de familia de tal derecho.
También hacía referencia al voto femenino en Francia, en el artículo “El sufragio
de la mujer en Francia” (9-9-1918, p. 2) que se hacía eco del proyecto de ley para
que se concediera el voto a las mujeres de más de veinticinco años en las elecciones
de representantes. El artículo “Lecturas femeninas. El trabajo de la mujer y la
guerra” (27-5-1918, p. 2) analizaba los cambios que, sobre la situación económica
de la mujer, se habían producido en Europa debido a la guerra381 y la dedicación de
la mujer a trabajos que antes le habían sido vedados y además hacía referencia a la
concesión del voto en muchos de los países occidentales. Asimismo, se lamentaba
de que a España “no llegaba sino el eco de tales innovaciones y reformas” y de que
la labor femenina se hallaba restringida a “terrenos que cree compatibles con su
sexo”.
En este sentido, algunos de sus artículos hacían referencia a la situación laboral
de la mujer y en muchos casos denunciaba situaciones de injusticia, no solo en
nuestro país, sino también en el extranjero. Tal es el caso del artículo “La mujer en
el extranjero” (18-10-1919, p. 2) que reflejaba la decidida posición de la autora ante
el trabajo femenino y en el que denunciaba la situación femenina en lo que a su
acceso a una ocupación remunerada en igualdad de condiciones que el hombre se
refería y daba cuenta de la organización de las agrupaciones sindicales de mujeres a
nivel internacional, que proliferaron a medida que el siglo XX avanzaba:
“La Liga Nacional de la Trade-Union femenina de Norteamérica ha remitido
invitaciones a 34 países, rogando a estos que envíen delegadas a Washington,
antes de que en dicha ciudad llegue a reunirse el Congreso Internacional del
Trabajo, organizado por la Sociedad de las Naciones.
Cada uno de los países en cuestión tendrá derecho a mandar diez
representantes, pertenecientes a Sociedades tradeunionistas acreditadas, y la
finalidad que deberán perseguir estas es la de ejercer presión e influir en las
decisiones de la Conferencia Internacional del Trabajo, de los gobiernos
aliados, en la que, dados los términos de la Carta del Trabajo de la Sociedad de
Naciones, no tiene representación adecuada la mujer. Para los que creyeron
que el final de la guerra determinaría una paralización y hasta un retroceso
quizá en el desarrollo del movimiento feminista, intensificado de modo tan

381 Colombine también había analizado el papel de las mujeres en la guerra desde las páginas

del Heraldo de Madrid. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., p. 289.
212

extraordinario por las necesidades mismas de la lucha, constituirá una


sorpresa la resolución de la Liga Nacional Femenina de América.
[…] En el momento de iniciarse la desmovilización entablose en los países
combatientes la lucha entre hombres y mujeres, una lucha desigual y enconada,
por los puestos que ellos hubieron de abandonar y que ellas desempeñaron con
general aplauso. Todo se hubiera resuelto fácilmente, sin embargo, si en el
nuevo orden implantado se hubiera tenido para la mujer la consideración a que
se había hecho acreedora, si no se hubiera tratado de prescindir de su
intervención, de colocarla, en cuanto a la remuneración de su trabajo, en
condiciones de inferioridad respecto del hombre, con el absurdo propósito de
seguir sosteniendo la ficción de la inferioridad femenina mediante un desnivel
económico de manifiesta injusticia. […]
Es de esperar que al alcanzar tales extremos no se altere el espíritu de
cordialidad que durante los últimos años mantuvo unidos en una acción
general a los hombres y las mujeres que soportaban las duras consecuencias de
un desastre común”.382

Otro de los artículos que se hacía eco de la reivindicación femenina era el titulado
“Las manifestaciones femeninas” (21-1-1918, p. 2), que escribió con motivo de las
manifestaciones femeninas en las ciudades de Valencia, Barcelona y Málaga por la
imposibilidad de acceder a los artículos de primera necesidad debido a su carestía y
exhortaba a todas las mujeres a unirse a la protesta:383
“Y no podemos por menos de admirar su valor y su energía; lo triste, lo
lamentable, es que no se vea secundada la justificada actitud de la obrera por
mujeres de otras y más elevadas esferas. Debieran prestarle inmediato y
práctico apoyo las que pertenecen a la clase media, porque a ellas también
atañe, y en grado sumo, la escasez y la carestía de las subsistencias, y las de la
clase rica y aristocrática, para quienes no es una cuestión de tanta monta un

382 Recordemos que Isabel Oyarzábal fue representante del gobierno de España en la OIT,
delegada del Comité contra la Esclavitud ante la Asamblea de Naciones e Inspectora de
Trabajo.
383 Debido a la I Guerra Mundial, como denunciaba Oyarzábal en su autobiografía, se

produjo un incremento en los precios entre un 40% y un 60%. En Málaga, por ejemplo, las
manifestaciones, que se saldaron en aquella ocasión con cuatro mujeres muertas y varios
heridos, se sucedían desde enero de 1918, por la carestía del pan. Vid. Quiles Faz, A., Mujer,
voto…, op. cit., pp. 77-79, 267-268.
213

mayor o menor dispendio, por solidaridad, por humanidad, hasta por caridad
cristiana”.

Por su parte, el artículo titulado “Las empleadas de Telégrafos sostienen la


palabra empeñada” (19-3-1918, p. 6) celebraba que las mujeres de la clase media
asumieran sus obligaciones para con la sociedad:
“La mujer de clase media, alejada en este país de la lucha, ajena a toda
responsabilidad nacional, dedicada a una vida infructuosa y frívola, lo mismo
dentro del bienestar que del malestar económico, responde, al fin, al
llamamiento y a las obligaciones de la ciudadanía, siente y piensa como
persona, como siente y piensa, desde hace algún tiempo, la de clases más
humildes, y se aúna y solidariza con el esfuerzo común y colectivo”.384

En esta línea, la autora se convirtió en la voz que se alzaba para denunciar las
penosas situaciones laborales de algunas profesiones. Así, en el artículo “A favor de
la obrera textil” (24-3-1919, p. 3) señalaba la insalubridad del trabajo en las
fábricas textiles y la necesidad de mejora de las condiciones laborales, tal como se
había hecho en otros países, a la vez que se congratulaba de la defensa que los
obreros hacían de sus compañeras:385

384 La Ley de Autorizaciones aprobada en febrero de 1917 provocó la protesta de los

funcionarios debido al recorte de plantillas y el empeoramiento de las condiciones de


trabajo. El movimiento juntista, que había surgido en Madrid y Valencia, rápidamente se
extendió por todo el país, pues se comunicaban a través del telégrafo. Ante la falta de
respuesta por parte de las autoridades, el 20 de febrero de 1918 los telegrafistas decidieron
plantear una huelga de celo y el mismo día, la Junta Superior de Correos de Barcelona
convocó una huelga en todas sus dependencias. El 14 de marzo se militarizó el servicio de
Correos y Telégrafos y la Guardia Civil ocupó las oficinas del país. Tres días más tarde se
aprobaba la disolución del Cuerpo de Telégrafos y un día después, de Correos. Tras la
dimisión del gobierno de Manuel García Prieto en pleno, el nuevo gabinete de Antonio
Maura restituyó al personal en sus puestos. Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., pp.
115-116 y 282.
385 Los obreros reaccionaban con hostilidad ante sus compañeras, ya que su contratación

les perjudicaba, al ser menores los salarios y peores las condiciones. Por otro lado, la falta
de organización de las obreras favorecía a los industriales y su participación en los
sindicatos hacían muy difícil la mejora de sus condiciones laborales. Los talleres textiles
carecían de las condiciones mínimas de salubridad, con poca iluminación, insuficientemente
ventiladas y las obreras tenían que soportar largas horas en ese ambiente, adoptando
posturas forzadas, inhalando sustancias poco saludables, lo cual les producían afecciones
tales como problemas pulmonares, pérdidas de visión, sarna o desequilibrios nerviosos. En
marzo de 1919, el Comité de la Federación Nacional del Arte Textil y Fabril en España
presentó a la patronal sus propuestas de mejora incluyendo la equiparación de todas las
condiciones para las trabajadoras y acabando así con la competencia industrial entre
214

“Al fin parece que llega a España un eco del clamor universal a favor de la
mujer obrera. Al fin, el hombre de las clases proletarias, que desdeñó y olvidó
los derechos de su compañera en el trabajo, hasta tal punto que ni como arma
política, y hubiéralo sido de indudable fuerza, supo aprovechar las aspiraciones
y los ideales de la mujer, parece que se apresta a luchar por ella. ¿Obedece tal
decisión a un sincero espíritu de altruismo, a una comprensión de los fatales
resultados que para la salud y fuerza de la raza supone el que la mujer siga
trabajando en tan nefastas condiciones como hasta aquí? No lo sabemos.
Tan absoluto y feroz ha sido el egoísmo del hombre, en este terreno, que no
faltará quien atribuya tan inesperado cambio y desacostumbrada defensa a
intereses sindicalistas y de clases, quizás también a miedo de las consecuencias
que para el obrero puedan derivarse de seguir trabajando la mujer en
condiciones que tanto favorecen a los grandes industriales. A un despertar, en
fin, del hombre a los peligros de la competencia femenina. Imposible es saberlo,
mas poco o nada importa, ya que el movimiento en sí es justo y ha de poner
coto a la explotación indigna de que ha sido y sigue siendo víctima la mujer
obrera en nuestra patria.
No dejará, por lo demás, de arraigar a su tiempo, entre nosotros, la
convicción de que la protección a la mujer es no sólo el reconocimiento de un
derecho presente, sino la previsión, el afianzamiento del porvenir del Estado.
[…] De momento solo hemos de expresar la satisfacción que en nosotros
produce la petición formulada por los obreros del arte textil para que sean
limitadas las horas de trabajo de la mujer, petición que deberán hacer suya y
apoyar incondicionalmente toda mujer individual y cuantos grupos,
asociaciones y entidades feministas existen en España”.

En el artículo “De la falta de asistencia técnica en los institutos de beneficencia.


Cómo en América del Norte, las enfermeras profesionales colaboran con las
Hermanas de la Caridad” (9-7-1918, p. 2) precisaba la necesidad de establecer un
cuerpo de enfermería femenino que atendiera en las instituciones benéficas,
aduciendo que no solo mejoraría la situación de estos establecimientos, sino
también la situación económica de la mujer y comparó este tipo de instituciones
españolas con las norteamericanas. La autora aludía directamente a la Inclusa,

trabajadores y trabajadoras. Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., pp. 165-166 y 300-
301.
215

donde la mortandad de los niños allí recluidos había sido denunciada ese mismo
año, y que era regentada por las Hermanas de la Caridad que, si bien dispensaban
cuidados abnegados y asiduos, no podían suplir la carencia de conocimientos
pediátricos, por lo que se hacía indispensable formar un cuerpo de enfermería que
atendiera estos establecimientos.386
Sobre la educación de la mujer y sus avances escribió “La bachillera” (29-6-1919,
p. 4), donde publicó sus elocuentes reflexiones acerca de los progresos en lo que se
refería a la enseñanza de la mujer, que harían en años futuros igualar los derechos
de hombres y mujeres:
“Desde hace algunos años también figuran, entre las filas de esa juventud
que ya ve en nosotros a la generación pretérita, algunas muchachitas, algunas
niñas cuya educación más amplia que la que hasta aquí disfrutó la mujer,
igualándolas culturalmente al hombre, afianzará en España, como ocurrió en
otros países, los primeros e inseguros esfuerzos de las precursoras del
feminismo.
Fue costumbre en el mundo, y sigue siéndolo muy general, por desgracia, en
nuestra patria, el dar a la mujer una educación inferior al hombre. Nada de
bachilleratos ni de estudios superiores; leer, escribir, bordar y tocar el piano
con algunas rudimentarias nociones de historia y geografía, considerábase
como preparación más que suficiente para una lucha que cada vez se hace más
tenaz y difícil. Y la mujer sufrió plenamente las consecuencias de tan
disparatado sistema: como que es uno de los motivos, quizás el único
trascendental, del atraso que sufre la cuestión feminista en España.
La igualdad de educación para ambos sexos fue casi siempre la base y
fundamento de la consecución de una igualdad de derechos.
En Inglaterra, país en donde quizás haya luchado con mayor tesón que en
otro alguno el sexo débil, no hubo movimiento feminista, propiamente dicho,
en tanto, y merced a la iniciativa de la reina que por entonces ocupaba el
Trono británico, no se dio a la mujer una educación adecuada a su alta misión.
[…]
Pensando en ello, aplaudimos la actitud y la decisión de las que, prescindiendo
de todo miramiento y convencionalismo, han dado el primer paso definitivo

386 Los conocimientos de Isabel Oyarzábal acerca de la formación de las enfermeras en

Estados Unidos provenían seguramente de su hermana Inés, licenciada en enfermería por


el Carney Hospital de Boston. Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., pp. 143-146 y 292-
293.
216

hacia la independencia cultural femenina en nuestra patria, y hacia la igualdad


de la educación que han de valer a las generaciones futuras los mismos
privilegios y derechos que hoy gozan las mujeres de casi todos los países del
mundo, menos el nuestro. Los esfuerzos que hoy emprendemos nosotras se
verán afianzados mañana por ellas y por las que en lo sucesivo sigan dando
pruebas de su capacidad intelectual en lucha abierta con el hombre, y labrando
para la nueva generación española un porvenir más feliz por mejor preparado
y consciente”.387

El artículo “Un curso de Literatura Inglesa del S. XIX” (16-1-1920, p. 3) hacía


referencia a un curso celebrado en el Colegio Internacional acerca de la literatura
inglesa del siglo XIX, en el que señalaba la necesidad de dotar de medios a las
diversas instituciones para que la enseñanza superior de la mujer se convirtiera en
una realidad:
“Felices nosotros el día en que nuestro elemento adinerado se convenza de la
urgente necesidad de dotar al país de centros de enseñanza superior para la mujer,
que permitan a esta desarrollar plenamente las facultades naturales que posee y de
las que es prueba elocuente el hecho de disfrutar una española, la señorita María de
Maeztu, de uno de los dos únicos títulos honorarios que ha concedido a mujeres
extranjeras la gran Universidad americana”.388

387 El artículo daba cuenta de las instituciones que habían nacido durante el siglo XIX en

Inglaterra con el fin de educar a la mujer. Isabel Oyarzábal tenía conocimiento directo de
las aspiraciones feministas en Inglaterra, pues había conocido a Eunice Murray o Charlotte
Despard. Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., pp. 199-201, 310-311. Sobre la
trascendencia de la educación de la mujer para la consecución de sus derechos había escrito
algunos artículos en El Día: “La alumna de la Escuela de Estudios Superiores del
Magisterio” (14-2-1917, p. 6) o “La Residencia de Estudiantes” (29-1-1917, p. 6). En El Sol
abordó el tema de la educación de la mujer en otros artículos como “De la enseñanza.
Aprendamos de Ceylán” (28-12-1917, p. 2), “Lo que lee la mujer” (22-2-1918, p. 2), “Curso
elemental de Maternología y Puericultura” (16-3-1918, p. 2), “Biblioteca femenina” (11-5-
1918, p. 2), “De la cultura y educación de la mujer en España” (31-3-1919, p. 6).
388 El curso se llevó a cabo en el Instituto Internacional, de la calle Miguel Ángel, 8 de la

capital, fundado por Alice Gordon Gulick y se dedicó a la educación de las hijas de la
burguesía católica liberal ofreciendo enseñanzas diversas como bachillerato, magisterio,
música e inglés. Estuvo en contacto con la Institución Libre de Enseñanza y se convirtió
en uno de los centros educativos más importantes de Madrid. María de Maeztu formó
parte del profesorado del Instituto Internacional y fue nombrada doctora honoris causa por
el Smith College, centro del que procedía la profesora Louisa Cheever, quien impartía el
curso, que se celebró desde el 3 de noviembre de 1919 al 2 de junio de 1920. Quiles Faz, A.
Mujer, voto…, op. cit., pp. 219-222 y 320-321.
217

La preocupación de la autora por la educación de la mujer se hizo también


patente con el artículo titulado “Las mujeres. La necesidad de una gran revista”389
donde reivindicaba la creación de una publicación dirigida a mujeres que ofreciera
una “información generalizada de todo el movimiento social, político, artístico y
literario del mundo” que sí se podían encontrar en otros idiomas.390 Y continuaba
con esta línea de pensamiento en el artículo “Biblioteca femenina” 391 donde
defendía la necesidad de una biblioteca femenina que ampliara el horizonte y
acabara con la falta de criterio de las españolas.392
Otro apartado de la temática de sus artículos en torno a la cuestión femenina lo
constituyen aquellos que trataban de las nuevas relaciones que se establecían con el
otro sexo y de las costumbres que dificultaban, precisamente, la naturalidad en
dichas relaciones. Tal era el caso del titulado “Prejuicios arcaicos” (19-4-1918, p. 2.)
que recogía la queja de la autora sobre la persistencia en la sociedad española de la
costumbre de que la mujer soltera fuera siempre acompañada y aseguraba que “la
evolución de las costumbres y la independencia económica de la mujer acabarían
con esta ridícula usanza”.393
El día 22 de ese mismo mes publicó una reflexión, titulada simplemente
“Comentario a un artículo” (22-3-1918, p. 6) con motivo de una carta recibida por
un lector preguntándole su parecer por unas declaraciones del escritor Filson
Young, quien afirmaba que la simpatía era más común entre hombres que entre
mujeres. El autor de la carta se preguntaba por qué tal como pasaba en Francia o
Alemania, esto no era así en España. Oyarzábal, tomando el significado literal de
simpatía, aprovechaba para recordar que tal diferencia se debía a la desproporción
educativa y social entre hombres y mujeres y sentenciaba: “Puede, en verdad,
decirse que la mujer que nace y vive en estas condiciones será infantilmente amable
hasta los veinticinco años, despechada o resignada con su suerte hasta los cuarenta,
de allí en adelante, indiferente…” Y auguraba: “No tardará, por fortuna, el país en
nivelar la injusta desproporción que ahora dificulta su pleno desarrollo…” Señalaba
Oyarzábal que debido a la falta de cultura general en España y la estrechez de

389 “Las mujeres. La necesidad de una gran revista”, El Sol, Madrid, 18-2-1918, p. 2.
390 Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., p. 26.
391 “Biblioteca femenina”, El Sol, Madrid, 11-5-1918, p. 2.
392 Cfr. Quiles Faz, A., “Mujer y prensa…”, art. cit., p. 191.
393 Sobre la visión de la mujer soltera en la literatura, véase Quiles Faz, A., “Soltera tenía

que ser: una imagen…”, art. cit., pp. 185-201. Oyarzábal ya había tratado este tema en “La
señora de compañía”, El Día, Madrid, 29-3-1917, p. 6, y lamentaba la situación de estas
mujeres en su autobiografía, Cfr. Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 38.
218

miras, la mujer había limitado su interés al terreno del hogar, empujada por el
hombre, privándose así de lo que es más bello a la existencia humana.394
Sobre la situación legal de la mujer y los nuevos planteamientos acerca del
matrimonio versaba el artículo titulado “Una nueva obra feminista” (13-7-1919, p.
4) en el que reseñaba una obra titulada Adulterio de Manuel Góngora Echenique
quien, según la propia autora, “diseccionaba” el contrato matrimonial. La autora
resaltaba que, con obras como esta, parecía que los hombres se hacían eco de la
necesidad de revisar la situación de la mujer. El libro analizaba la institución
matrimonial y proponía la implantación del divorcio, la investigación de la
paternidad y el reconocimiento de los hijos adulterinos, la supresión del artículo
438 del Código Penal, 395 la reforma del artículo 140 del Código Civil sobre las
causas de nulidad matrimonial y la total equiparación del adulterio de la mujer al
del hombre. La autora aclaraba que varios de estos puntos eran también
reivindicados por la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, a la que
pertenecía.396
Que el colectivo femenino se había concienciado sobre la necesidad de reivindicar
sus derechos, lo demuestra el artículo “Las grandes figuras del feminismo español.
Centenario de Concepción Arenal” (9-1-1920, p. 2) publicado con motivo del
centenario de su nacimiento. La autora se lamentaba de que, desde las instituciones
no se hubiera prestado la atención que merecía el recordatorio de una figura de tal

394 El artículo al que se refería la autora era el titulado “El rey de España”, que había sido
publicado el 5 de marzo de ese año en el Daily Mail y El Sol de Madrid, donde Filson
Young, conocido escritor y periodista inglés, había destacado la simpatía del monarca en
un país donde “esta cualidad es más corriente entre los hombres que entre las mujeres”. Cfr.
Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., pp. 118-120, 284.
395 Este artículo establecía la pena de destierro para el marido que, habiendo sorprendido a

la mujer en adulterio, la matara o le causara lesiones graves y quedaría libre si le causara


lesiones de segunda clase.
396 En efecto, las 36 propuestas de la ANME incluían la igualdad de la mujer frente al

Código Penal en caso de adulterio, Cfr. Aguilera, J. e Lizárraga, I., De Madrid a…, op. cit., p.
131. A este respecto, véanse también Hernández, C., “La historia social en el aula: el
divorcio matrimonial, entre el rechazo y la solidaridad (siglos XVIII-XIX)”, Clío, 39 (2013)
http://clio.rediris.es/n39/articulos/historiasocial/MonHernandez.pdf y Becerril Ruiz, D.,
“La percepción social del divorcio en España” Revista Española de Investigaciones Sociológicas,
123 (2008), pp. 187-189. El debate sobre el divorcio fue también planteado por Colombine
desde las páginas de El Diario Universal, en el que publicó una encuesta sobre el divorcio
en 1904 y por Violeta, Consuelo Álvarez Pool, en las páginas de El País en artículos como:
“¡Despertemos!” (18-9-1904, p. 3), “Crónica del divorcio” (18-10-1904, p. 1), “El divorcio se
impone” (5-11-1905, p. 1), “Adúlteros y adúlteras” (21-12-1909, p. 1), “Plumazos” (13-4-
1914, p. 3), “Asesinas honradas” (11-6-1914, p. 3).
219

importancia y esperaba que su labor sirviera de inspiración al feminismo del


futuro.397
Por último, durante su colaboración en El Sol fueron cada vez más frecuentes los
artículos referidos directamente al sufragio femenino y la lucha por la consecución
de los derechos civiles. El primero al que nos referimos es el titulado “El sufragio
femenino. Lo que significa el derecho a votar” (10-12-1917, p. 2) en el que hacía un
resumen de los países que habían aprobado el sufragio femenino y revisaba los
tímidos avances que se habían dado en España, si bien no fue hasta la dictadura de
Primo de Rivera, cuando en 1924 otorgó el voto a las mujeres en las elecciones
municipales, pero con muchas restricciones, pues solo podían votar las mujeres
emancipadas mayores de 23 años. Oyarzábal se lamentaba de la desinformación a la
que habían sido sometidas las mujeres a este respecto:
“La mujer no se ha dado del todo cuenta de lo que es el voto, ignora lo que
puede valerle, y por lo mismo, no lo desea. En el momento en que se percate
de que el sufragio no es ni más ni menos que el reconocimiento por el Estado
de la personalidad femenina, en cuanto afecta a sus derechos, acudirá al
llamamiento universal en este terreno.
Merced a las atávicas costumbres que aún rigen en España, las mujeres de
nuestra raza han llevado hasta hace poco una existencia tan limitada, han
vivido tan apartadas de la lucha, seguras y tranquilas, dentro de su hogar, que
no han podido afectarlas directamente las conmociones que han sacudido al
mundo para que hombres y mujeres pudieran lograr una santa y fuerte
independencia”.

El voto, aseguraba, era “la garantía por la que eran defendidos los intereses de los
que colaboran con el desarrollo nacional y, ejerciendo este derecho, se hacía
responsable y acreedora de la misma consideración que los hombres”. 398 Una

397 Las peticiones para que se celebrara un homenaje nacional a Concepción Arenal se
sucedieron a lo largo de 1919 y 1920, año del centenario. La más notoria fue la de J.
Francos Rodríguez, diputado demócrata que presentó una proposición de ley para ello,
pero que quedó en el olvido. Sin embargo, se realizaron varios actos de distinta índole por
toda España, incluyendo conferencias, reedición de sus obras, inauguración de escuelas y
calles con su nombre y actividades en presidios. Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit.,
pp. 215-217 y 319-320.
398 “¿El voto de las mujeres? ¿Quién solicita tal dislate? Porque veamos lo que representa

el voto. Es, sin duda, la expresión con que el ciudadano marca su interés en el gobierno del
país a que pertenece. La mujer forma parte de ese país y tiene también interés en que esté
bien regido y sea justo, noble y progresivo. Así, de repente, sabiendo lo que significa el
220

segunda parte de este artículo es el titulado “El sufragio femenino II. Por lo que
debe votar la mujer” (20-12-1917, p. 2) y en él explicaba la razón por la que la
mujer debía ejercer el derecho al voto: la elección de los representantes del pueblo
que defiendan a la mujer y al niño, al tiempo que enunciaba las necesidades que
acuciaban a estos dos colectivos y que constituían la “bandera del movimiento
feminista”: la legalización del trabajo femenino y el final del “sweated labour”-
trabajo domiciliario realizado por mujeres en condiciones de explotación, por
ejemplo, las costureras-, la reglamentación del trabajo fabril y homologación de la
retribución con los hombres, así como ayudas a la mujer embarazada o lactante,399
implantación del derecho al divorcio en algunos casos, sobre todo cuando fuera
necesario preservar los derechos de los hijos, abolición de la prostitución, 400
“reconocimiento del poder maternal”, oposición al alcoholismo e implantación de
leyes que protegieran a los niños expósitos. A estas peticiones se podían sumar
otras relacionadas con la mujer y el niño, tales como como la creación de asilos
para ancianas y niños o jardines de infancia.
En el artículo “El sufragio femenino en España mediante la reforma de la Ley
Electoral” (27-9-1919, p. 2) Beatriz Galindo reflexionaba acerca de la reforma de la

voto, no se concibe por qué ha de negársele a la mujer. El voto político, ¿es para que la
vida municipal y la provincial y la del Estado se realicen con justicia, orden, moralidad y
progreso? Indudablemente; pues si en ello, de ello y para ello ha de participar la mujer, su
derecho a votar es indiscutible”. Cfr. Francos Rodríguez, J., La mujer y la política…, op. cit.,
p. 199.
399 El trabajo domiciliario era “más conveniente” para la mujer que el del taller, pero la

realidad es que las jornadas laborales en el domicilio eran interminables y el jornal muy
escaso. Así por ejemplo, en Valencia en 1914 se abonaban 1’50 pesetas por la confección de
una docena de camisas en 28 horas de trabajo. En cuanto al trabajo en las fábricas, el jornal
femenino era aproximadamente la mitad del masculino. La ley de 13 de marzo de 1900
había otorgado a la mujer un descanso de tres semanas tras el parto y una hora de
lactancia y en 1930 se implantó el seguro obligatorio de maternidad que daba a la mujer
seis semanas de descanso tras el parto y asistencia médica gratuita. Cfr. Quiles Faz, A.,
Mujer, voto…, op. cit., pp. 258-260.
400 Isabel Oyarzábal tuvo un papel muy activo en el campo del abolicionismo. Disertó sobre

el tema en varios círculos, como lo muestran las reseñas de prensa de la época. Así, el
Heraldo de Madrid, 23-2-1924, p. 6, anunciaba un mitin de la Sociedad Española de
Abolicionismo en el teatro Eslava, que se celebraría al día siguiente y en el que tomaría la
palabra junto con Victoria Kent o María Martínez Sierra. Al año siguiente, el mismo
periódico, el 14-2-1925, p. 4, reseñaba la presidencia de un acto abolicionista por parte de
Oyarzábal en el que: “Se defendió la conclusión de los congresos de Roma y Ginebra: Debe
autorizarse la investigación de la paternidad, disponiendo que el procedimiento pueda
iniciarse antes del nacimiento del niño, o bien en época posterior bien por la madre, por el
Estado u otro cualquier tutor del niño o este mismo al llegar a la mayor edad”. De nuevo,
el Heraldo de Madrid (22-3-1930, p. 2), anunciaba la conferencia de la autora en la Sociedad
Española de Abolicionismo y en el Teatro Reina Victoria a las once de la mañana.
221

ley electoral. Era esta la tramitación de la reforma de la que dimos cuenta


anteriormente y que después de más de diez años de su entrada en el Parlamento,
reclamaba la paridad del voto femenino:
“Está elaborándose el proyecto de reforma de la ley Electoral, que
comprende una concesión a la mujer española del derecho adquirido ya por el
contingente femenino de otros países civilizados, mediante el cual
disfrutaremos del responsable privilegio de elegir a los representantes cuya
gestión consideremos más beneficiosa para la patria y de mayor garantía para
el feliz porvenir de nuestros hijos. […] Ha sido tendencia y empeño muy
español en todo tiempo borrar la personalidad de la mujer, el mantener en
estado letal su conciencia y relevarla -fuera del terreno de lo sexual- de toda
responsabilidad propia. Lo mismo en lo religioso como en lo civil, la mujer
española ha sido sometida a perpetua y asfixiante tutela, a una sujeción moral
que ha dificultado en grado sumo el desarrollo de su sentimiento, su
inteligencia y su voluntad y su fuerza espiritual. Ello es causa de que al llegar
fatalmente la hora de su desenvolvimiento, de su colaboración, como ser
humano, en la obra de reconstrucción universal, se halle tan desprovista de
preparación. […] El conceder a la mujer facilidades para delegar su voto en la
persona de su marido o su hermano, es sencillamente, tenerla como antes, y en
un nuevo radio de influencia, sujeta a la tutela del hombre de que antes
hablábamos; es favorecer su alejamiento de la vida colectiva nacional; es
fomentar la abdicación de su voluntad”.401

Este y otros artículos ponían de manifiesto que Isabel Oyarzábal era partidaria de
la idea, que también sostuvieron otras intelectuales como Margarita Nelken,402 de
que la mujer aún no estaba preparada para ejercer su derecho al voto, pero por otro

401 El proyecto de reforma de la Ley Electoral de Burgos y Mazo en 1919 no prosperó


finalmente por la caída del Gobierno. Otorgaba a la mujer el derecho a votar, pero no a ser
elegible. Las votaciones tendrían lugar en días distintos para los dos sexos y las electoras
podrían emitir el voto por delegación. Cfr. Fagoaga, C., La voz y el voto de las mujeres…, op.
cit., p. 107.
402 A este respecto afirmaba Margarita Nelken: “Sí, podemos y hasta debemos, en bien de la

colectividad luchar por ahora en España, contra el voto femenino; pero para que ese voto
sea posible un día, para que la mujer, en España como en cualquier otro país, adquiera
conciencia de su personalidad y de su verdadera dignidad, es preciso y urgente que cuantos
se preocupan, no ya de feminismo, sino de progreso, trabajen porque cesen leyes inicuas y
grotescas, que hacen de la española, no un ser europeo sino un ser retrasado y, a la fuerza,
confinado en su atraso. Nelken M., La condición social…, op. cit., pp. 176-177.
222

lado, era imprescindible que pudiera hacerlo para inculcar en ella “el sentido de
obligaciones cívicas intransferibles”.403
El asociacionismo femenino también fue referido por la autora en otra serie de
artículos. El primero, “Asociación Nacional de Mujeres Españolas de Acción
Feminista Política-Económica-Social” (9-2-1919, p. 10), daba cuenta de la
fundación de una de las asociaciones más importantes que hubo en España, la
ANME. En palabras de la autora nacía para “resolver cuanto antes los problemas
más apremiantes de la mujer obrera y otros de aspecto jurídico y cultural” que
afectaban a todas las mujeres y, para ello apelaba a su colaboración.404
“El próximo Congreso de feminismo” (1-12-1919, p. 10), inició una serie de seis
artículos sobre el VIII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la
Mujer. En este artículo incidía en la idea de que muchos de los gobiernos
involucrados en la I Guerra Mundial no habían reconocido el importante papel de
la mujer durante la conflagración, destacando el ejemplo de Francia que ni siquiera
había aprobado el sufragio femenino, pero, sin embargo, advertía de la necesidad de
proseguir en el empeño:
“[…] Íntimamente unidas en el ansia común las feministas de todos los
países se preparan a emprender la lucha preparando al contingente femenino
de otros países para la ampliación de su misión en el mundo, que exigen las
nuevas circunstancias de nuestro vivir, e incluyendo en sus filas a las que hasta
ahora se mantuvieron alejadas de las corrientes modernas y civilizadas,
España quedó en este, como en otros tantos problemas, al margen de la lucha;
pero felizmente, ya no será así; para lo que al feminismo se refiere quedará
bien pronto incorporada al movimiento universal, al movimiento feminista
culto, desprendido, cuya finalidad es poner a la mujer en condiciones de vida
que favorezcan su desarrollo intelectual y afiancen la paz y la prosperidad del
mundo.
Se desea vivamente que el próximo Congreso de Feminismo se celebre en
España, y a esta ferviente aspiración de las mujeres españolas ha respondido

403 Muchas voces se alzaron para opinar que la mujer aún no estaba capacitada para ejercer
el derecho al voto, tal es el caso de Margarita Nelken, quien así lo expresó en una
conferencia en la Casa del Pueblo. A favor, se posicionaron otras, como la de J. Francos
Rodríguez. En cualquier caso, si el proyecto de ley de Burgos y Mazo hubiese prosperado
las mujeres habrían votado en una jornada distinta a la de los hombres y así se hubieran
analizado las posiciones ideológicas de electores y electoras, aclarando las dudas al
respecto. Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., pp. 313- 314.
404 En el manifiesto fundacional se llamaba a todas las mujeres a participar, pues

necesitaban su “concurso intelectual, moral y económico”. Ibidem, p. 300.


223

con verdadero entusiasmo la Alianza Internacional del Sufragio Femenino,


cuyas representantes llegarán a Madrid en día no muy lejano para
entrevistarse con las fuerzas vivas del feminismo español y conjuntamente
llevar a cabo las gestiones indispensables al caso.
De realizarse este proyecto, España sería, por espacio de algunas semanas,
centro del movimiento feminista mundial…”

El artículo “Ante el Congreso Internacional de Ginebra. La doctora Paulina


Luisi” 405 (16-5-1920, p. 4) daba cuenta de la organización del Congreso que se
celebraría del 6 al 12 de junio en Ginebra. El texto “Ante el VIII Congreso
Internacional del Sufragio” (1-6-1920, p. 3) explicaba las intenciones y
organización del congreso aludido:
“Uno de los aspectos más interesantes del Congreso feminista que se
celebrará en Ginebra próximamente es la solidaridad y unión que en él
demostrarán las mujeres del mundo entero, cuyas diferencias de clase, de raza,
de religión y de nacionalidad quedarán relegadas al olvido ante la
imprescindible necesidad de resolver problemas que afectan al porvenir de la
mujer y al bienestar de la Humanidad toda.
Por primera vez en la historia del feminismo darán expresión a sus legítimas
aspiraciones las mujeres de Oriente, del Japón, la China, Egipto, Palestina y la
India inglesa. Su presencia disipará, de una vez y para siempre, la leyenda de
inferioridad cultural que rodeó a las dulces y enigmáticas madamitas de los
países del loto y la crisantema. […] Entre los asuntos de palpitante interés
que habrán de discutirse en el Congreso, se destacan por su trascendencia en
la vida de las naciones, el porvenir de la Alianza Internacional del Sufragio
Femenino, cuya misión como promulgadora de los elementales derechos de la
mujer toca ya a su fin: La elaboración de una Carta para la mujer.406 La Liga
de las Naciones en sus relaciones con el feminismo. El valor económico del
trabajo doméstico de la mujer casada y de las madres de familia, etc., etc. […]

405 Paulina Luisi Janicki, médica, profesora y activista feminista fue la única representante
oficial de los países latinos en el Congreso. Cfr. Quiles Faz., A., Mujer, voto…, op. cit., p. 323.
406 La Carta de la Mujer fue redactada a petición de Holanda y recogía los derechos más

apremiantes para el logro de la igualdad: derechos políticos, derechos civiles, derechos


relativos al matrimonio y la paternidad, derechos educativos y económicos y derechos
morales. Cfr. Aguilera, J. e Lizárraga, I., De Madrid a…, op. cit., pp. 291-292. El artículo
“La Carta Internacional de la Mujer”, El Sol, Madrid, 29-4-1919, p. 9, es uno de los
artículos recogidos por A. Quiles Faz en Mujer, voto…op. cit., pp. 182-186.
224

El Congreso Supremo Feminista de España,407 que integra ocho Asociaciones


feministas de distintos matices, pero animado por una misma y primordial
aspiración, desea, entre otras cosas, proponer al Congreso la creación de un
espíritu de educación internacional. […] Una instrucción homogénea daría
por resultado, en primer lugar, la apreciación fraternal que hoy echamos de
menos en las relaciones que entre sí sostienen los diferentes países…”

Con el título “Comentarios al Congreso de Ginebra” (16-6-1920, p. 5), publicó


sus elogios a los esfuerzos realizados por las congresistas en su afán de lograr la
unión entre todos los países, incluidos aquellos que combatieron en la guerra. Una
nueva crónica titulada “Comentarios de nuestra compañera Beatriz Galindo al
Congreso de Ginebra” (25-6-1920, p. 3) daba cuenta, de nuevo, de la labor que se
estaba realizando en el Congreso en el que ese momento estaban representados
treinta y cinco países, ya se había elaborado la Carta de la Mujer y se había
acordado la formación de una oficina central que estudiara los intereses de las
mujeres con el fin de presentarlos en la Liga de Naciones, principalmente todo lo
que se refería al bienestar del niño.
Junto a la temática feminista, cultural o de denuncia de situaciones precarias de la
sociedad, Isabel Oyarzábal abordó en el diario El Sol otros temas de índole más
cotidiana, también dirigidos a mejorar el bienestar de la mujer, relacionados con la
higiene, la moda o el hogar. Así lo demuestran títulos como “La casa de verano”
(31-7-1918, p. 2), “De la silueta de la mujer moderna” (17-5-1919, p. 4), “Del hogar”
(19-6-1919, p. 4), “Minucias de la moda” (4-10-1919, p. 2) o “La moda en los
sombreros” (2-2-1918, p. 2), por poner algunos ejemplos.408
El año de 1921 es el último de la sección “Crónicas femeninas”: el día 22 de enero
de ese año, se anuncia una nueva, “Fémina”, una página semanal a seis columnas
dedicada a la mujer que recogía las secciones habituales de Beatriz Galindo. Más

407 El Congreso Supremo Feminista se fundó en noviembre de 1919, presidido por María
Espinosa de los Monteros, Benita Asas Manterola e Isabel Oyarzábal en los que se
integraron: la ANME, La Liga Española para el Progreso de la Mujer, la Sociedad
Concepción Arenal de Valencia, La Mujer del Porvenir y la Sociedad Progresiva Femenina
de Barcelona. En noviembre de 1919, se había fundado el Consejo Nacional de Mujeres
Españolas, presidido por la Marquesa de Ter. Aguilera, J. e Lizárraga, I., De Madrid a…,
op. cit., Icaria, Barcelona, 2010, pp. 159-160.
408 Estos y otros artículos se hallan recopilados en Quiles Faz. A., Mujer, voto,… op. cit.
225

tarde la dirección del periódico eliminó la página por discrepancias acerca de los
contenidos.409
Con estos textos Isabel Oyarzábal se convirtió en punta de lanza de la lucha
feminista y en la representación de la mujer que intentaba romper con el papel
establecido para ella en la época, al desafiar al poder patriarcal.410

6.3. Blanco y Negro


El feminismo de Isabel Oyarzábal se hizo de nuevo patente en su colaboración en
el semanario del diario Abc.Comenzó en junio de 1925, fecha desde la que escribió
treinta y cinco artículos, muchos de ellos dentro de la sección de la revista “La
mujer y la casa”, hasta el 23 de diciembre de 1928, aunque escribió otros artículos
esporádicamente. En varios de los artículos se preocupaba de la emancipación de la
mujer y así podemos destacar el titulado “El hogar español. La jornada de un ama
de casa” (3-1-1926, pp. 130-133), en el que describió los quehaceres hogareños de
la mujer burguesa y en el que insistía en la necesidad de preparación cultural de la
mujer dada la importancia de su labor como ama de casa. En el artículo, “En el país
de la libertad, Impresiones de un viaje a América” (7-3-1926, pp. 14-16), narraba
su estancia en una universidad canadiense y afirmaba:
“La emancipación de esta [la mujer] y la obligación en que hoy se halla de
ganarse el sustento ha echado por tierra las vallas divisorias erigidas por la
costumbre entre los dos sexos, y ello traerá consigo una más perfecta
colaboración y también un conocimiento de las debilidades y fuerzas de unos y
otros.
Ya no irá la mujer al matrimonio, creyendo que el hombre es un semidiós, un
adorador perpetuo, y el amor, un estado de exaltada admiración mutua.
Tampoco sufrirá los crueles desengaños que en el pasado, cuando la realidad
se encargaba de abrirla los ojos, destrozando casi siempre el cariño basado en
tan absurdos y falsos conceptos.”

El artículo “El Club para señoras. La mujer y la vida moderna” (28-11-1926, pp.
111-114), hablaba del recién inaugurado Lyceum Club, del que la autora aseguraba

409Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., pp. 81-82.
410Quiles Faz, A., “Periodismo y mujer: Isabel Oyarzábal y El Sol de Madrid (1917-1919)”,
en VV. AA., Patrimonio literario andaluz II, Málaga, Universidad y Unicaja, 2008, pp. 111-
132.
226

era “punto de convergencia de muchos ideales” y vaticinaba el final del “ángel del
hogar”, afirmando que el transcurso del tiempo había propiciado que la mujer
saliera del “sagrado hogar”, para lo que se había inaugurado el club madrileño.
Posteriormente y siguiendo con su dedicación a la mujer de clase media, dedicó el
artículo “Los problemas de la vida moderna. Cooperativas maternales” (25-12-1927,
pp. 99-101) a reivindicar, por ejemplo, un salario para el ama de casa. Debido a las
dificultades que tenía la mujer para solventar los problemas cotidianos afirmaba:
“La vida moderna, asaz complicada de suyo para la mayoría de los mortales,
ofrece problemas de solución dificilísima para la mujer de clase media, madre
de familia. Resulta muy cómodo clamar, como lo hacen algunos moralistas,
contra el egoísmo de las mujeres de educación esmerada, que en número
creciente, se niegan a contraer matrimonio y a constituir una familia, so
pretexto de que se hallan desprovistas de fuerzas con que llevar a cabo,
debidamente, las tareas anejas al cumplimiento de su misión”.

Teniendo siempre presente que la misión fundamental, aunque no la única, de la


mujer era la maternidad y que, como afirmaba “el hogar es el factor esencial de la
vida moral y espiritual del mundo”, aspiraba a que en España se crearan
cooperativas maternales, centros en los que las madres asistieran a los niños por
turnos y que ya existían en los países más avanzados. Al hilo de la educación
infantil y de su preocupación por la cultura, escribió “Notas femeninas. La mujer
bibliotecaria” (23-1-1927, pp. 99-100) solicitando la creación de bibliotecas
infantiles, que eran abundantes en países como Estados Unidos y animaba a la
mujer a que ayudara en la tarea, que redundaría en la alfabetización del país. En su
afán por dar a conocer las reivindicaciones feministas, publicó “El feminismo en
tiempo de los faraones” (22-1-1928, pp. 99-101) donde hacía un recorrido por la
vida de la mujer en Egipto.
Aunque la autora no desaprovechaba ningún tema para reivindicar la valía de la
mujer y la necesidad de que formara parte activa de la sociedad, terminamos la
relación de artículos de temática más reivindicativa, con el titulado “Feminismo
mundial. La mujer sigue extendiendo su radio de acción” (4-3-1928, pp. 99-102), en
el que se mostraba más radical que en artículos anteriores acerca de la función de la
mujer en la sociedad y se congratulaba de los avances que la mujer había hecho en
muchos campos en todo el mundo: “Decíase en disculpa de semejante limitación
que su fin temporal era el de la maternidad; mas tal afirmación no era sino velado e
227

hipócrita afán de retenerla en una condición de inferioridad”. Proseguía diciendo


que no negaba que fuera su fin primordial, además de un privilegio, pero ello había
impedido desarrollar por completo su personalidad y demostrar su valía en todos
los órdenes. La mujer trataba de afianzar su posición en el mundo y su
emancipación había desmentido a los que sostenían su incapacidad, pero también le
había hecho concienciarse de que la formación de las generaciones venideras era
una función superior a todas.
Oyarzábal homenajeaba a la mujer anónima que había ayudado a fundar
sociedades en el artículo “La mujer invisible. La formadora de pueblos” (20-6-1926,
pp. 112-113), en el que hacía referencia a las mujeres que habían dejado sus
orígenes para colonizar nuevas tierras, como lo hicieron las mujeres en muchos
lugares de Norteamérica. Se trataba de mujeres que habían creado una nueva
generación de hombres fuertes y capaces en condiciones dificilísimas.
Otra serie de artículos se dedicaron a resaltar la labor creadora de la mujer en
todos los campos del arte, 411 cuestión que había sido debatida ampliamente por
aquellos que se negaban a admitir que la mujer pudiera dedicarse al cultivo de las
distintas disciplinas artísticas. Así lo denunciaba en “La mujer y el arte.
Interesantes aportaciones femeninas” (27-3-1927, pp. 95-100), donde afirmaba:
“Siempre la sensibilidad femenina, flexible y proteica, supo adaptarse a las
circunstancias de tiempo y de ambiente y sacar partido de las condiciones más
difíciles para crear en torno suyo una atmósfera de belleza y de exquisitez a la
par que solucionar momentos de crisis verdaderamente angustiosos”.

Al tiempo que criticaba a aquellos que afirmaban que la mujer no poseía “fuerza
creadora”. En el artículo “La mujer en el arte. Las grandes intérpretes de la danza”
(25-9-1927, pp. 94-95), Oyarzábal hacía un recorrido por las grandes bailarinas y
destacaba a Angna Enters o a Antonia Mercé, La Argentina, quien acompañó a la
autora en alguna de sus conferencias, de quien decía era “sin duda alguna la
danzarina más sensible y de más depurado y vigoroso estilo de esta época”. El
grado de excelencia alcanzado por estas y otras mujeres lo habían conseguido, “no
solo por la perfección estética con que realizó su labor, sino por la fuerza espiritual

411 Mateos Ruiz, M. L., “Isabel Oyarzábal de Palencia y sus artículos en Blanco y Negro
(1925-1928)”, en Jiménez Tomé, M. J. e Gallego Rodríguez, I. (coords.), Escritoras españolas
e hispanoamericanas en el exilio, Universidad de Málaga, 2005, pp. 205-218.
228

que en ella puso, haciendo de la danza una acabada expresión de pasiones


determinadas”.
Una serie de artículos, en este mismo sentido, analizaban la vida de escritoras,
“La mujer en la literatura. La escritora sueca Selma Lagerlov” (30-10-1927, pp. 97-
100), en la que hacía una breve semblanza de la autora, primera mujer que recibiera
el Premio Nobel y “La mujer y la novela. Emily Bronté” (19-6-1927, pp. 89-90) en
el que hacía lo propio con la autora de Cumbres borrascosas. En otro curioso artículo
de esta serie, “Madres de artistas. La infancia de Edgar Allan Poe” (29-5-1927, pp.
99-100), destacaba la influencia de la madre en el escritor.
En otras fechas, Oyarzábal ya había retratado en sus artículos a mujeres insignes.
Así ocurría en “La mujer en el arte. Las esculturas de Laura Rodig” (8-2-1925, p.
111), “La mujer y la cultura. Irene Wright, ilustre historiadora” (12-4-1931, p. 101)
y “La mujer y el arte. Madame Cappiello, la pintora inspirada” (19-10-1930, pp.
100-102).
Diversos artículos trataban otras facetas artísticas, como la moda, pero siempre
desde una perspectiva reivindicativa. Así, y dado su interés por el arte popular,
defendía en el artículo “Majas y manolas” (20-2-1927, pp. 86-87) el tipo popular
madrileño como esencia del pueblo. En este mismo sentido se pronunciaba en
“Trajes regionales. Indumento femenino y belleza” (4-11-1928, pp. 63-69)
destacando que el sentido estético se presentaba del modo más genuino en las
expresiones del arte popular y hacía un recorrido por las indumentarias regionales
de los países escandinavos. Años más tarde declararía:
“Yo estaba muy interesada en conocer algo acerca del arte popular
escandinavo. Los trajes, la alfarería, canciones y bailes, que constituyen la
principal manifestación del gusto de un pueblo, son, al menos para mí, los más
fascinantes hitos que se pueden encontrar en el estudio de un país que es
nuevo para alguien. Yo había investigado mucho en nuestra amada España,
una tierra tan rica en estos tesoros, que llevaría años agotar sus posibilidades”
(p. 189).

En otros artículos relacionaba la moda con el arte, como en el titulado “El pintor
de la moda. El indumento femenino visto por Gavarni” y en él se cuestionaba:
“¿Quién hubiera podido sospechar que de aquellas delicadísimas criaturas
que hicieron de la debilidad una fuerza, impulsando a los hombres a temerarias
empresas sin más que una mirada de súplica o una sonrisa prometedora,
229

consiguiendo lo que se proponían en fuerza de hacer resaltar la propia


inutilidad, nacerían las mujeres decididas, enérgicas, de nuestros días; las que
han conquistado derechos; realizado reformas y convirtiéndose de
preocupación del varón en su apoyo y compañera?”412

En “El arte y el verano. El sombrero femenino, visto por el pintor” (4-7-1926, pp.
107-108) la autora hacía un recorrido por los distintos modelos de sombreros de
distintas épocas a través de la pintura, en el que contraponía la costumbre francesa
de llevar sombrero a partir del siglo XVIII y la española de la mantilla o el manto,
reflejada en las pinturas de Goya. En el artículo “En el centro del arte de la moda.
Los grandes modistos de París” (17-7-1927, pp. 95-100) la autora hacía alarde de
su conocimiento sobre la moda parisina, así como de los grandes modistos de la
capital francesa. En “La mujer y su indumento. El siglo del uniforme” (27-11-1927,
pp. 94-97) destacaba la importancia del indumento como reflejo de las costumbres
y del sentir de una época y afirmaba que la mujer había vivido siempre al socaire de
los “convencionalismos impuestos por las costumbres” ya que no le “era permitido
al sexo débil elegir su indumento”. Afortunadamente la moda se transformaba en
consonancia con los logros que la mujer conseguía y, alertaba del peligro de la
uniformidad y de la pérdida de la coquetería, en una sociedad en la que el individuo
se veía absorbido por la colectividad. Y por último se lamentaba: “si la implacable
tendencia niveladora borrara las diferencias que nos separan socialmente, podría
darse por bien empleado; pero estas subsisten y subsistirán largo tiempo…”
En “De la moda. Su importancia como elemento industrial” (19-9-1926, pp. 109-
111) el tema fue tratado desde la perspectiva mercantil, que unía industrias de todo
el mundo y que tenía una gran repercusión en otras muchas actividades económicas.
Curiosamente ponía como ejemplo el caso del abandono del corsé:
“El desuso del corsé, por ejemplo, ha llevado a la ruina a los
confeccionadores de dicho artefacto, siendo innumerables las compañías
dedicadas a la manufactura de ballenas y confección de corsés que se han visto
arrastradas al más completo desastre en poco tiempo, porque en este campo de
la indumentaria femenina, como, por supuesto, en todos los de la industria
humana, cada elemento forma eslabón en una interminable cadena de valores,
a los que afecta la más leve tensión producida en aquella”.

“El pintor de la moda. El indumento femenino visto por Gavarni”, Blanco y Negro,
412

Madrid, 24-10-1926, pp. 111-114.


230

Con el título “La Eva moderna y el derecho a la belleza” (20-10-1929, pp. 96-98),
defendía la autora el deporte como forma de desarrollar la salud y la belleza con el
fin de mejorar la raza. El derecho a la belleza se hallaba incluido en los que eran
patrimonio del ser humano, pues “la belleza no es más que la expresión de una
salud perfecta, unida a la higiene y al buen gusto”, para terminar: “el deporte y la
higiene son los instrumentos con que la Humanidad está borrando las diferencias
de casta que antes separaban a unos seres de otros, y la Eva moderna se aprovecha
de ellos para reclamar los privilegios que antes se le negaban.
En el artículo “Indumentaria femenina. El traje de la bachillera” (16-5-1926, pp.
111-112) la autora reivindicaba el tipo de la bachillera, valorando el uso de un traje
especial para las ocasiones en las que las jóvenes y los jóvenes americanos
conseguían su grado de bachiller, como distintivo y muestra de orgullo.
También siguiendo su gusto por el arte popular, pero en este caso por la danza,
escribió “Los orígenes del baile moderno. La inspiración de una raza desaparecida”.
(5-12-1926, pp. 95-96) en el que defendía, además, a la raza afroamericana
afirmando:
“Ahora bien, convendría que los creadores de emoción de la gran República
se dieran cuenta de que la inspiración más fecunda se halla soterrada en el
alma del pueblo y que América no logrará poseer una música propia en tanto
no sepa nutrirse plenamente del arte popular de los negros y del de los pieles
rojas, creadores también de un bellísimo concepto del ritmo y del sonido”.

Atenta siempre al contraste entre las distintas sociedades que conocía en sus
viajes, escribió “La Florida. La Riviera norteamericana” (2-9-1928, pp. 51-52) en el
que la autora aplaudía la cualidad americana de aprovechar cualquier ventaja que
les fuese ofrecida y lamentaba que la ciudad de Málaga, que tenía cualidades
mejores que las de Florida, no estuviera explotada tal como lo estaba el estado
americano, lo que quizá se debiera a las distintas formas de concebir la vida en
España y Norteamérica. Precisamente, a partir de sus viajes a América entre 1923
y 1924, 413 escribió una serie de crónicas tituladas “Impresiones de un viaje a

413 En este viaje se reencontró con su madre y sus hermanas Inés y Ana e impartió

alrededor de cincuenta conferencias por el país, en universidades y centros culturales sobre


los trajes regionales españoles y su percepción histórica, lo que le proporcionó importantes
ingresos. De este viaje surgieron catorce artículos publicados en Blanco y Negro. Vid.
Quiles Faz, A., “El oficio de escribir. Isabel Oyarzábal en el Heraldo de Madrid (1927-
231

América” publicadas entre 1925 y 1926. En el primero de ellos, titulado “Junto a la


Estatua de la Libertad. Impresiones de un viaje a América” (7-6-1925, pp. 32-34)
narraba su llegada al nuevo continente, aunque reconocía que no había visto la
Estatua de la Libertad por haber sufrido un mareo en el barco “La France” que la
había llevado a Nueva York. Explicaba cómo eran desembarcados los pasajeros, en
primer lugar, los de primera clase y los norteamericanos y, después, todos los
demás. Criticaba el profundo escrutinio que sufrían aquellos que aspiraban a
permanecer de manera estable en el país, procedentes sobre todo del centro y sur
de Europa, y que debían exhibir el contrato de trabajo para “que alejasen el temor
de que el bagaje humano pudiera convertirse en inútil carga”. Una vez en tierra,
recordaba la primera impresión que le había causado la ciudad, que luego, había
descubierto errónea, pues, las calles le parecieron al día siguiente un hormiguero
humano, a pesar de lo cual, le había parecido un conjunto de armónica belleza y
como si de una pintura se tratara, describía el “skyline” neoyorquino. Una
impresión más negativa le causó la gente, demasiado ocupada y vulgar y las calles
de aceras desgastadas. La segunda entrega llevaba el mismo título que la anterior,
“Junto a la Estatua de la Libertad. Impresiones de un viaje a América. II” (14-6-
1925, pp. 42-43), y en él se narraba su segundo día de estancia en Nueva York, en
el que tuvo que ultimar los detalles logísticos de su gira, que incluía la compra de
dos maletas para sustituir al baúl que llevaba con los trajes objeto de las
conferencias, pues resultaba más cómodo para el viaje. Visitó dos o tres grandes
almacenes en los que una abigarrada multitud compraba todo tipo de objetos,
descansaba en la sala de lecturas y comía por un dólar y medio. Resultan muy
expresivas las sensaciones que la gran urbe provocaron en la autora: “… yendo y
viniendo a las oficinas, corriendo tras los tranvías, dirigiéndose a los trenes
‘elevados’, medio de locomoción que no contribuye, por cierto, al embellecimiento
de la población. Las calles cubiertas y oscurecidas por el pesado andamiaje trepidan
y tiemblan sin cesar bajo el férreo peso…” y en esta serie de artículos llamaban
constantemente su atención, la organización y cooperación que se respiraban en
todos los lugares que visitaba. Así lo recordaba en otro de sus artículos “Junto a la
Estatua de la Libertad. Impresiones de un viaje a América IV” (20-9-1925, pp. 38-
41), en la que destacaba la magnificencia de la estación Grand Central, por la cual
paseaba, de nuevo, un hervidero humano, ensimismado en sus pensamientos. Pero

1929)”, en Gómez Yebra, A. A. (ed.), Patrimonio Literario Andaluz, Libro Homenaje al


Profesor Cristóbal Cuevas García, V, Universidad de Málaga, 2013, p. 170.
232

también aludió a varias de las universidades femeninas, centros culturales motivo


de orgullo de alumnas y exalumnas: Vassar, Smith, Mt. Holyoke o Wellesley, en
los que se “cultivan con elevado concepto, los principios de absoluta igualdad de
educación entre la mujer y el hombre”. Vassar era el primero de los centros en los
que debía impartir sus conferencias, del que destacaba la vida que se respiraba
dentro de sus paredes y el orden interior, basado en el autogobierno, detalle que
también advirtió en el Smith College. Precisamente este autogobierno, afirmaba la
autora, provocaba siempre la asunción de decisiones que mejoraban la convivencia
y el desarrollo de los implicados. Los edificios, donados por exalumnos o
millonarios deseosos de promover la cultura patria, tenían todos los adelantos
científicos y demostraban “la fuerza colectiva del país”. Desde Vermont, nuestra
autora había iniciado un trayecto hacia otro de los destinos que esperaban sus
palabras, y escribía sobre él en “Junto a la Estatua de la Libertad. Impresiones de
un viaje a América V” (18-10-1925, pp. 8-10), en el que narraba el accidentado viaje
en un “pullman”, un vagón cama, donde dormían hombres y mujeres juntos y
terminaba afirmando que “las preocupaciones puramente sexuales, casi siempre
basadas en convencionalismos, no tienen importancia en América”.
Cuando escribió “Junto a la Estatua de la Libertad. Impresiones de un viaje a
América VI” (7-3-1926, pp. 14-16), se hallaba en Dakota del Norte, en un centro de
coeducación donde Oyarzábal pudo ser testigo de la convivencia “casi total” de los
estudiantes de ambos sexos.
Finalmente y, exceptuando los artículos que Isabel Oyarzábal escribió acerca del
teatro, de los que trataremos en el epígrafe correspondiente, destacaremos el
artículo “Lo mejor de octubre” (2-1-1927, p. 119) en un número especial al
comienzo del año en el que distintos autores escribían acerca de las sensaciones que
les producían los meses del año y, la traducción de la novela inglesa de Concordia
Merrel, Julia aprovecha la ocasión, que se publicó por entregas desde julio hasta
octubre de 1927.

6.4. Heraldo de Madrid


Isabel Oyarzábal aparece con el el título de redactora-corresponsal del diario
Heraldo de Madrid el 5-11-1927, 414 pero el primero de sus artículos en este diario
data del 15 de agosto de 1927. Sus colaboraciones se extienden desde ese año hasta

414Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812),
Archivo Nacional de Cataluña.
233

1929, formando un corpus de diecisiete textos periodísticos. Los dos primeros


artículos, “Contestación a una circular” (15-8-1927, p. 1) y “Contestación a una
circular. Las lecturas perniciosas o desde El Corán al Ripalda” (16-9-1927, p. 16)
contestaban a los acres ataques que los sectores más conservadores lanzaron contra
el Lyceum Club, el primer club de mujeres creado en España. Ambos textos
contestaban, concretamente, a la circular publicada por la Unión de Damas
Españolas del Sagrado Corazón415 que acusaba al Lyceum de ser una organización
gobernada por elementos internacionales, enemigos de la Iglesia Católica y de
contener en su biblioteca lecturas perniciosas. Isabel Oyarzábal respondía, con fina
ironía que, de ese modo, muchas de esas damas tenían que abandonar otras
asociaciones y dejar de asistir a lugares a los que acudían y aseguraba que las
convicciones religiosas de estas mujeres debían estar poco arraigadas si cualquier
influencia podía desmoronarlas. En septiembre de 1927 y cansadas de los ataques
publicaron en varios medios su intención de no seguir alimentándolos.416
En muchos de los artículos publicados en el Heraldo de Madrid, Oyarzábal
criticaba el conservadurismo de la sociedad española del momento, demostrando
así lo avanzado de sus ideas. Así, en el artículo “Según algunos, cualquier tiempo
pasado fue mejor” (24-9-1927, p. 1), realizaba un análisis de las costumbres del
momento para contradecir a los que así opinaban. Las costumbres licenciosas
siempre existieron, pero lo que antes eran rumores y noticias que llegaban a un
centenar de personas, a esas alturas del siglo XX, viajaban de un continente a otro.
La indumentaria femenina, los gestos, movimientos y andares de las mujeres eran
para la autora mucho más naturales que antes, fruto de una relación más franca y
sencilla entre hombres y mujeres; la falta o desaparición del principio de autoridad,
del que se quejaban muchos de sus coetáneos, se había conseguido, a decir de la
autora, gracias al aumento de la cultura: la obediencia era necesaria, pero razonada
y no servil o incondicional. 417 En el mismo sentido criticaba Oyarzábal en el

415 Asociación católica fundada en 1908 por María Piedad de Arana Iturribaría, marquesa
de Unzá del Valle, compuesta en su mayoría por damas de la aristocracia y que tenían
como objetivo fundamental desterrar la inmoralidad en las costumbres. Cfr. Quiles Faz, A.,
“El oficio de escribir…”, art. cit., pp. 155-179.
416 “El Lyceum Club Femenino no quiere la lucha con ninguna otra asociación”, Heraldo de

Madrid, 21-9-1927, p. 1.
417 El cambio en las formas indumentarias femeninas constituían una señal del cambio que

se había producido en sus relaciones sociales. El corte de pelo a lo garçonne, la ausencia de


corsé y enaguas, el acortamiento de las faldas… fueron signos exteriores del cambio de
paradigma en la sociedad española de la época. Cfr. Mangini, S., “Relaciones de género y el
papel de las republicanas en la sociedad madrileña”, en Gómez Blesa, M., (ed.), Las
234

artículo “Una asamblea. Las ligas contra la inmoralidad” (16-11-1927, p. 1) la


celebración de una asamblea a la que habían acudido organizaciones conservadoras
como la Junta de Acción Católica, la Legión Católica o la Unión de Damas del
Sagrado Corazón y que pretendía la persecución de los creadores de pornografía,
la reforma del código penal, la censura, el castigo a la prostitución o la defensa del
matrimonio, entre otros aspectos.418 Al respecto, la autora argüía:
“Mientras las relaciones entre mujeres y hombres se consideren desde un
solo punto de vista, mientras no se diga y se sostenga que toda unión basada
en la conveniencia económica, aunque esté legalizada cien veces, es una
prostitución indigna; mientras no se haga comprender a la juventud de que es
responsable de su cuerpo, porque de ella depende, no la felicidad suya, sino la
de quienes les suceden en la vida; mientras no se inculque en el ánimo de la
mujer que cuanta más altura moral exija al hombre más hará él por elevarse y
que su misión más elevada -la de ella es la maternidad, pero una maternidad
consciente y, sobre todo, asegurada de todo riesgo de herencia para los que
traiga al mundo-; mientras no se procure divulgar la cultura, por modo que las
gentes tengan aficiones y distracciones que las aparten de aquello que pueda
serles nocivo, y mientras claramente no se les explique por medio de la
educación sexual científica y razonable a los niños cuanto ahora procuran
saber y aprenden de una manera bien poco limpia, no se conseguirá nada”.

También se lamentaba de que en ninguna de las charlas se había tratado la


abolición de la prostitución y concluía: “también la hipocresía, la cobardía moral, la
mentira y el engaño son atentados contra las buenas costumbres”. Contra la
hipocresía arremetía también en “El desnudo. El pudor. La hipocresía” (16-8-1929,
p. 16) en el que se preguntaba:
“¿Quién no ha oído discutir acerca del asunto? Por lo menos en lo que afecta
al sexo femenino… ¿Quién no ha censurado o alabado las mangas cortas, las
faldas por las rodillas, la ausencia de medias, el escote pronunciado y, en estos
momentos sobre todo, el ‘maillot’ de baño? ¡Cuánta conversación acerca de la

intelectuales republicanas. La conquista de la ciudadanía, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, p. 57.


Marcia Castillo-Martín hace referencia a la provocación que supuso el “sinsobrerismo”,
costumbre que se instauró en la época y que consistía en ir sin sombrero y sin guantes.
Castillo-Martín, M., “Contracorriente…”, art. cit.
http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero17/memor_20.html
418 Quiles Faz, A., “El oficio de escribir…”, art. cit., p. 166.
235

falta de pudor! ¡Qué rotunda condenación del desnudo! Y muchas veces, ¡qué
repugnante hipocresía en torno a todo ello!” […] “No es preciso ser muy
psicóloga para saber que, a la larga, el desnudo apagará la sensualidad del
hombre y que la mujer tendrá que apelar a otros medios, no físicos, sino
espirituales, para atraerle. ¿Será este el motivo, la razón fundamental, de la
cruzada contra el desnudo que se entabla en todas aquellas esferas en donde
conviene que la mujer no desarrolle su inteligencia para que jamás logre
manumitirse de ciertas tutelas?”

En su desvelo por dar a conocer la necesidad de una nueva educación sentimental


para la mujer, basada en la igualación de los dos sexos, escribió “El amor en el siglo
XX. Una señorita, empleada del Metro, de diecinueve años de edad, pone fin a su
vida por… contrariedades amorosas” (5-10-1927, p. 1), donde se hacía eco de una
información plasmada en la prensa tres días antes y que había tenido como
resultado el suicidio de una joven por el engaño de su novio. La autora atacaba de
nuevo la falsa moral y la indiferencia social. 419
Siguiendo con su preocupación por los sectores más vulnerables de la sociedad y
por la mejora de todos los aspectos que podían conducir definitivamente a España
por la senda del progreso, escribió “El sentido de la proporción. Las reformas de la
enseñanza” (2-8-1930, p. 1), en el que se describía las protestas surgidas desde
todos los ámbitos a raíz de una propuesta de la Junta de Instrucción Pública, por la
cual, se le otorgaban a los centros privados, casi todos religiosos, los derechos que
antes solo tenían los Institutos Nacionales, de ámbito público. Denunciaba el
deplorable estado de la enseñanza pública y aseguraba que la decisión mermaría las
posibilidades de estudio de la clase obrera o de medios limitados.
Amiga del progreso, sin embargo, en muchos artículos criticaba sus aspectos más
desfavorables, defendiendo, asimismo, a los eslabones más débiles de la sociedad.
Así lo hacía en el artículo “El niño de la calle” (24-12-1927, p. 16), en el que
apuntaba lo que consideraba una nefasta consecuencia del desarrollo industrial y
que estaba lejos de lo que podía considerarse civilización: el nacimiento de un
nuevo tipo de humanidad, el niño de la calle, provocado por el hacinamiento de los
que no disponían de medios. Describía la vida de estos niños que poblaban las
calles sin que nadie les llevara a los parques y cuyas vidas a menudo tenían el
trágico final de morir atropellados por un automóvil.

419 Quiles Faz, A., “El oficio de escribir…”, art. cit., pp. 167-168.
236

Con la llegada de un nuevo modelo de sociedad, basado en el progreso, la


industrialización y la rapidez con que evolucionaban tantos aspectos de la vida,
Isabel Oyarzábal no perdió la oportunidad de criticar, desde las páginas de los
periódicos en los que colaboraba, aquellas actitudes que se estaban estableciendo en
la sociedad y que le parecían negativas. Así lo hizo con el artículo “Bluff, bluff. El
siglo de la incredulidad” (8-4-1929, p. 1), en el que se mostraba contraria a la idea
generalizada de que el siglo XX era el siglo de la incredulidad pues habían surgido
muchos “bluff”, porque: “¿De dónde surgió ese ampuloso director del negocio
mundial que, como muchos directores de grandes empresas, deben su autoridad y
su prestigio a la generosa curva del chaleco más que a la solidez de su cerebro?”
En otro sentido, pero dentro de su denuncia de los males de España, redactó el
artículo “Las delicias del veraneo. Ilusión y realidad” (4-7-1929, p. 16) en el que
criticaba las deficientes comunicaciones en el territorio español.420
Efectivamente, el progreso provocaba en la autora cierta fascinación, no falta de
crítica en muchos aspectos, y así lo muestran los artículos que tenían como tema
fundamental la vida en los Estados Unidos, punta de lanza del progreso mundial,
escritos en el segundo viaje que la autora emprendió en 1928 al nuevo continente.
En el primero de ellos, “La caldera de fundición” (5-3-1928, p. 1), identificaba la
entrada a los Estados Unidos por Nueva York con una caldera de fundición en la
que se amalgamaban todos los orígenes y costumbres de los pasajeros que
arribaban a aquellas costas desde lugares y los orígenes dispares. En el artículo
titulado “Desde América del Norte” (16-3-1928, p. 1), la autora se asombraba de la
efectividad con que resolvían los americanos aquellos problemas que tenían que ver
con el bienestar físico del individuo, haciendo un repaso por todos los avances que
facilitaban su vida cotidiana. Con el mismo sentido de asombro ante la modernidad,
se expresaba la autora en el artículo titulado “América del Norte erige templos a la
velocidad”, en el que explicaba que los americanos habían construido símbolos de
culto a la velocidad que no eran otros que las estaciones de ferrocarril, en su afán
por ganar tiempo al tiempo, de la misma manera que los europeos habían
construido templos como centros de reposo espiritual.421 El artículo titulado “Reloj
en mano” (11-5-1928, p. 16), escrito en Columbia, Ohio en marzo de ese año, sin
embargo, criticaba la sistematización excesiva de las sociedades industrializadas, ya
que, a pesar de que la vida en ellas se hallaba totalmente reglamentada, el progreso

420 Quiles Faz, A., “El oficio de escribir…”, art. cit., pp. 168-169.
421 “América del Norte erige templos a la velocidad”, Heraldo de Madrid, 24-3-1928, p. 1.
237

y el consumo habían introducido el régimen de masas y a fuerza de uniformar


todos los aspectos de la vida, había eclipsado la personalidad del individuo,
elemento indispensable de todo desarrollo espiritual.
Al inicio de su viaje y desde París, había escrito “El retorno del artesano” (2-2-
1928, p. 16) en el que enfrentaba el oficio artesanal a la industrialización americana
y se lamentaba de la desaparición de la artesanía a causa de la propagación de
“máquinas insensibles”.422
Los dos últimos artículos de 1928 escritos en Estados Unidos trataban sobre otra
de las grandes preocupaciones de la autora: la paz. El primero de ellos, titulado
“Las listas negras de las D.A.R. En todas partes cuecen habas” (14-5-1928, p. 1),
firmado en abril desde Nueva York y “Las mujeres norteamericanas ante el pacto
Kellog y el origen de este” (27-11-1928, p. 1), en los que la autora arremetía contra
los sectores norteamericanos más conservadores que trataban de impedir la
entrada del país en La Liga de Naciones por temor al comunismo. Así se habían
manifestado las Dangliters of the America Revolution, las Hijas de la Revolución
Americana, que habían elaborado listas negras, que incluían a intelectuales e
incluso a obispos. Afortunadamente, Oyarzábal manifestaba que muchas personas
cultas se habían dado cuenta de la necesidad de conducir a la humanidad hacia la
paz. En el segundo de los artículos, la autora explicaba el origen del Pacto Kellog,
un documento firmado por quince países, según el cual, estos renunciaban a la
guerra como instrumento de política internacional y se comprometían a encontrar
una solución pacífica a los conflictos.423
Siguiendo su labor de difusión de las ideas pacifistas, tituló un artículo “Apostillas
al Congreso Católico. No se ha hablado en él del más alto concepto de la moral
cristiana: la paz” (28-11-1929, p. 12), en relación al primer Congreso Católico
celebrado en Madrid, y en el que se lamentaba de que “entidades cuya finalidad,
según dicen, es extender las doctrinas de Cristo, no se hayan preocupado de
fomentar la obediencia al más excelso de sus mandatos”. La autora también
destacaba las palabras de uno de los congresistas, quien había señalado que la
familia estaba compuesta por los padres, hijos y criados, sobre lo cual Oyarzábal
recordaba que la servidumbre esclava era propia de tiempos pretéritos.
Otro de los artículos en que criticaba las modernas costumbres de la sociedad,
aunque escrito ya en España, fue “El triunfo del cocktail” (24-4-1930, p. 1). Pese a

422 Quiles Faz, A., “El oficio de escribir…”, art. cit., p. 173.
423 Quiles Faz, A., “El oficio de escribir…”, art. cit., pp. 176-178.
238

que Isabel Oyarzábal se declaraba “internacionalista”, sin embargo, no estaba de


acuerdo con la importación del cocktail que había desterrado la costumbre del té,
porque España no estaba preparada para tal hábito y la mujer española estaba
demasiado protegida para tomarlo. También se lamentaba de que la gente de su
tiempo, y debido al cocktail, elegía el bar a la biblioteca y afirmaba que la mezcla de
bebidas era lo que la pornografía para el arte y la literatura y la prostitución para el
amor.
En 1932, titulaba el artículo “La mujer ante el desarme. Ellen Keller, ciega y
sordomuda, aboga apasionadamente por la paz” (3-8-1932, p. 11), en el que ante el
aplazamiento de la reunión sobre el tema en la Sociedad de Naciones hasta
septiembre, culpaba de la guerra a los intereses capitalistas y a los nacionalismos y
vaticinaba que el único remedio a la guerra era el desarme total: “La única
alternativa frente a la paz es una catástrofe sin igual en la historia de la
Humanidad”. Centrándose en la figura de Ellen Keller, destacaba que la mujer tenía
la obligación sagrada de trabajar contra el desarme y afirmaba rotundamente que:
“si los enemigos de la guerra se deciden a actuar en forma verdaderamente
enérgica contra el capitalista sin conciencia que se lucra de la muerte ajena; contra
la Prensa inicua que desvía y desorienta a la opinión; contra los mercaderes que se
enriquecen a costa de sus hermanos…”

6.5. Otras colaboraciones periodísticas


No fueron solo estos los medios en los que colaboró Isabel Oyarzábal. Lo hizo
también en la revista La Esfera desde 1921, y en ella autora firmaba la sección “La
Moda Femenina”, en la que analizaba las tendencias del momento.424 Asimismo, en
su afán de divulgación del buen hacer de las mujeres más relevantes de la cultura
europea, escribió por ejemplo reseñas sobre la escritora inglesa Beatrice Steuart
Erskine (13-8-1921, p. 7), la escritora de cuentos Lucie Delarue-Mardrus (19-2-
1921, p. 5) o la poetisa portuguesa Virginia Victorino (30-8-1924, p. 30).
Destacamos también un curioso artículo titulado “El valor de una iniciativa” (15-
10-1921, p. 13) donde daba cuenta de la celebración de una corrida de toros en la
que las Damas de la Cruz Roja habían recaudado medio millón de pesetas a favor
de los heridos en la campaña marroquí. Este hecho constituye un ejemplo único de

424 La Esfera, Madrid, 14-5-1921, p. 17; 21-5-1921, p. 20; 28-5-1921, p. 21; 11-6-1921, p. 19.
239

la defensa de las corridas de toros, teniendo en cuenta las ideas de la autora al


respecto.425
Otro de los medios en los que participó desde 1922 y hasta 1923 Isabel de
Palencia fue la revista Nuevo Mundo, de cuya colaboración destacamos dos artículos
dedicados a analizar el perfil de la mujer: “La mujer ideal. La candorosa” (18-8-
1922, p. 36) en la que establecía las características físicas y morales que debía tener
la mujer candorosa, ejemplificando sus aseveraciones con ejemplos literarios.
Publicó también “Siluetas de mujer. Magdalena” (19-1-1923, p. 16) en el que la
autora describía, no sin ironía, a una típica mujer de clase media sin más ambición
que contraer matrimonio con un empleado al que dedicaría su vida: “Magdalena se
casará próximamente, y las recetas, las coplas, su entusiasmo por limpiar guisar y
zurcir, como el de defender un ideal político, se trasladarán, sin sufrir
modificaciones, a un pisito interior, sostenido sin gran esfuerzo por el modesto
empleado”.
Isabel Oyarzábal también colaboró en La Correspondencia de España 426 y en la
revista Elegancias desde 1924, donde hasta 1925 dio a la luz por entregas una
narración titulada “Las edades del amor”, de la que daremos cuenta en el epígrafe
dedicado a la producción narrativa de la autora. De 1926, data el artículo “El
abuelito de todos los niños” (1-1-1926, p. 11) en el que analizaba la figura de Papá
Noel en las distintas culturas y con el título “De cómo nace y cómo se extingue el
amor” (15-3-1926, p. 36 y 15-6-1926, p. 22) reflexionaba en la primera entrega,
acerca del imaginario colectivo que había inculcado en las mujeres falsas creencias
acerca del amor y, en la segunda, abundando en los sentimientos amorosos de las
mujeres, narraba la historia amorosa de Lucía, quien un día, después de muchos
años de matrimonio, descubría que el amor por su marido se había esfumado.
Oyarzábal también fue colaboradora de La Época desde 1927 y dos años más
tarde, también le fue encargada la colaboración en el periódico británico Daily
Herald, para el cual y a tenor de los datos que se conservan estuvo trabajando al
menos hasta 1936.427

425 O. de Palencia, I., “El valor de una iniciativa” La Esfera, Madrid, 15-10-1921, p. 13.
426 Galindo, B., “A propósito de una nuevo libro de la Sociedad Histórica del Estado de
Florida”, La Correspondencia de España, Madrid, 20-6-1924, p. 4.
427 En el Archivo Nacional de Cataluña se conservan dos documentos a este respecto, una

autorización para dirigir telegramas con tarifa especial como corresponsal española del
Daily Herald fechada 1 de marzo de 1930 y otro documento como corresponsal de prensa
extranjera del 7 de febrero de 1936. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario
núm. 687, Registro 1812), Archivo Nacional de Cataluña.
240

Por otro lado, fue también importante la colaboración de la autora en


publicaciones de las agrupaciones feministas del momento. Así, participó en la
revista Mundo Femenino, órgano de expresión de la Asociación Nacional de
Mujeres Españolas (ANME), revista gratuita de periodicidad mensual durante la
dictadura de Primo de Rivera y bimestral en la II República. En ella, la directora,
Benita Asas Manterola, se rodeó de conocidas escritoras y periodistas como
Matilde Huici, María Martínez Sierra y la propia Isabel Oyarzábal, que no solo fue
autora de varios artículos, sino que, y sobre todo, colaboró en la toma de decisiones
de la revista a nivel ejecutivo. A partir de 1931, con el cambio de dirección que
asumió Julia Peguero y el giro en la línea editorial hacia posturas más
conservadoras, nuestra autora se alejó de la toma de decisiones, aunque siguió
colaborando esporádicamente.428
Con posterioridad, Oyarzábal participó en el órgano de expresión de la
Asociación Femenina para la Educación Cívica, “La Cívica”, fundada por María
Lejárraga, la revista Cultura Integral y Femenina, que se convirtió en el portavoz del
asociacionismo feminista de la época. El comité de redacción estuvo capitaneado
por Clara Campoamor y en ella participaron María Lejárraga, Elisa Soriano,
Halma Angélico e Isabel Oyarzábal entre otras destacadas líderes del movimiento
feminista español. 429 Nuestra autora, como en la anterior publicación aludida,
participó de las gestiones ejecutivas.430
La revista Cosmópolis, en cuya redacción se encontraban los escritores e
ilustradores más importantes de la época, también contó con la colaboración de la
autora entre su fundación en 1927431 y 1930.
Por último, ocasionalmente publicó artículos en la revista España en 1920, donde
publicó sus impresiones sobre el Congreso de Ginebra432 y en la misma línea y

428 Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., pp. 93-94.
429 Cultura Integral y Femenina comenzó a publicarse el 15 de enero de 1933 hasta 15 de
julio de 1936. No se trataba de una revista típicamente femenina, en ella destacaba su
reivindicación de los derechos y libertades y del reconocimiento de la independencia y
valor de la mujer. A pesar de que el comité editorial estaba compuesto por mujeres, los
colaboradores eran fundamentalmente hombres, exceptuando la de Marie Curie. Se
proponía llenar un vacío editorial, tratando asuntos que desterraran la ignorancia en la
mujer, tratando asuntos médicos y científicos, políticos y sociales. Cfr. Rota, I., “Apuntes
sobre Cultura Integral y Femenina (1933-1934)”, En prensa. Escritoras y periodistas en España
(1900-1939), Bernard, M. e Rota, I., (eds.), Bergamo University Press, 2010, pp. 135-157.
430 Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., pp. 95-97.
431 Fue fundada por Enrique Meneses el 4 de diciembre de 1927.
432 Galindo, B., “Impresiones del Congreso de Ginebra”, España, Madrid, 26-6-1920, p. 6.
241

fecha en La Lectura; 433 en El Imparcial donde publicó el cuento Alcayata; 434 en


España Forestal, donde publicó un artículo titulado “El campesino y el árbol” en el
que hacía gala de sus inquietudes ecologistas;435 en la revista Ondas, donde publicó
“La madre y la telefonía”, un relato en el que el teléfono alejaba de una madre el
temor por sus hijos que vivían en la ciudad;436 y en el periódico quincenal Línea
incluyó sus artículos al menos en 1935. Por último, es destacable su participación
en el periódico londinense The Times en el que escribió un artículo sobre el baile
español el 25 de septiembre de 1926. Además participó en medios radiofónicos y así
impartió una conferencia en Radio Sevilla sobre la misión de la mujer el día 21-1-
1927 y en Unión Radio, colaboraciones recogidas en la revista Ondas.437

433 “Comentarios al Congreso de Ginebra”, La Lectura, Madrid, mayo 1920, pp. 294-296.
434 El Imparcial, Madrid, 12-12-1926, p. 6.
435 “El campesino y el árbol”, España Forestal, Madrid, noviembre 1927, p. 195.
436 “La madre y la telefonía”, Ondas, Madrid, 19-6-1927, pp. 1-2.
437 Ondas, Madrid, 3-12-1932, p. 2. Sobre la participación de las intelectuales españolas en

los medios radiofónicos, vid: Simón Palmer, M. C., “Imagen sonora: escritoras en los inicios
de la radio”, en Vilches de Frutos, F. y Nieva de Paz, P. (eds.), Imágenes femeninas en la
literatura española y las artes escénicas, Filadelfia, Society of Spanish and Spanish-American
studies, 2012, pp. 135-150 y Marteles, E., “Notas sobre la historia de las mujeres en la
radio española”, Arbor, 720 (2006), pp. 445-467.
7. Una época de gran actividad
245

7. Una época de gran actividad


En 1921 publicó el libro El alma del niño. Ensayos de psicología infantil,438 donde la
autora recopilaba los artículos publicados en el diario El Sol sobre el mismo tema
entre 1917 y ese mismo año. Con esta obra, Oyarzábal se adentró en el ámbito de la
pedagogía, constituyendo un antecedente de las prácticas educativas progresistas
que se instaurarían durante la II República. El alma del niño contenía consejos
innovadores en relación a la educación infantil que concordaban con las ideas
preconizadas por el krausismo a la vez que abogaba por la mejora legislativa y
laboral del trabajo femenino y sugería la necesidad de conciliación familiar y
profesional para las madres, argumento de gran modernidad para la época.439 Sin
embargo, y aunque algunos postulados de la autora puedan parecer conservadores
mirados desde la perspectiva actual, no hay que perder de vista la situación de la
mujer a principios del siglo XX, el embrionario movimiento feminista que apenas si
acababa de promover las reivindicaciones de mejora de vida y que, la idea
fundamental, no solo en el presente ensayo, sino en muchos escritos de la autora,
era que el Estado debía asumir la protección de la maternidad.
Esta edición apareció prologada por José Ortega Munilla, padre del filósofo José
Ortega y Gasset, quien en el prefacio definía a la autora como mujer de delicada
mentalidad, cultura extensa y singular capacidad de observación y alababa el
logrado análisis llevado a cabo por Beatriz Galindo en un tema de trascendental
importancia. Finalizaba su presentación afirmando que el libro constituía una
suerte de proclamación de los derechos del niño y que “la autora ha prestado a la
pedagogía un servicio eminente”.
En el preámbulo, la autora aclaraba que no pretendía crear un corpus estricto de
recomendaciones sobre la educación infantil, ya que “un alma es demasiado
complejo y sutil para que podamos someterla a ordenanzas ajustadas y estrictas y a

438 Oyarzábal, I., (Beatriz Galindo), El alma del niño. Ensayos de Psicología infantil, Madrid,
Editorial V.H. Sanz Calleja, 1921. La segunda edición mexicana fue contratada el 10-8-
1958 y fue muy reseñada en la época: Claridades (México, 16-11-1958); Novedades (México,
noviembre 1958) y El Socialista Español (París, enero 1959). Fondo documental Isabel
Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812), Archivo Nacional de Cataluña.
Recientemente ha sido reditado por Bados Ciria, C. (ed.), El alma del niño. Ensayos de
psicología infantil, Barcelona, Octaedro, 2014.
439 Bados Ciria, C., “El alma del niño, de Isabel de Oyarzábal: educación infantil y

maternidad en los años veinte”, en Nuevos modelos. Cultura, moda y literatura (España 1900-
1939), Bernard, M. e Rota, I., (eds.), Bergamo University Press, 2012, pp. 11-32.
246

una enseñanza unilateral”.440 No se trata, pues, de un estudio académico, sino más


bien de una reflexión sobre las condiciones de la maternidad, consecuencia de sus
preocupaciones regeneracionistas, como lo es también su primera novela El
sembrador sembró su semilla.441
En las primeras páginas recordaba la importancia de la educación en las
generaciones futuras y la misión trascendental de las madres en esta tarea, a la vez
que reivindicaba la necesidad del reconocimiento por parte del Estado del valor de
la maternidad. En este sentido, aunque reconocía que algo se había hecho para
“aliviar la situación de las mujeres que van a ser madres y la de aquellas que se
dedican a amamantar a sus hijos,” no desaprovechaba la ocasión para demandar las
medidas necesarias encaminadas a mejorar la situación de las madres:
“Mientras haya mujeres que en los últimos y más penosos meses de
embarazo estén obligadas a trabajar en el campo, lavar en los arroyos,
encargarse de las pesadas faenas que constituyen el deber de una “asistenta”,
laborar en las fábricas hasta el último momento; luego, cumplir con su misión,
y dos, tres días más tarde, a veces con el breve intervalo de unas horas
solamente, volver a la lucha débiles, extenuadas y con un hijo, cuya vida, por
espacio de algunos meses, dependerá exclusivamente de la suya; mientras
veamos casos como estos y no tengamos leyes que eviten tales crueldades ni
renglón en el presupuesto nacional que asegure a toda madre una pensión que
la ponga al abrigo de cualquier dificultad económica en tanto su hijo no pueda
valerse por sí mismo, puede decirse que no se ha conseguido nada” (pp. 21-22).

Proseguía afirmando que si escaso había sido el auxilio material dispensado a las
madres, mucho menor había sido la ayuda en lo que a lo espiritual se refería,
aludiendo a la falta de instrucción de las mujeres, tan necesaria para educar, a su
vez, a los hijos.
El libro se dividía en dos partes. En la primera, la autora analizaba los “defectos
morales” que los padres podían encontrar en sus hijos tales como la vanidad, la
terquedad, la curiosidad, la ira, la envidia, el egoísmo o la mentira. En la segunda
parte se planteaba cómo abordar temas como el sentimiento patriótico, religioso, el
instinto de libertad o el sentido de la lógica, el castigo, los juegos, la risa o el llanto.

440Oyarzábal, I., El alma del niño…, op. cit., p. 13.


441Eiroa San Francisco, M., “Una visión de España en la obra de Isabel Oyarzábal de
Palencia”, Bulletin Hispanique, 116-1 (2014), pp. 363-380.
247

La edición de 1921 concluía con varios juicios críticos que, sobre el libro emitían
personalidades relevantes del panorama intelectual español, algunas de las cuales
acompañaban a Isabel Oyarzábal en la lucha por los derechos de la mujer: María de
Maeztu, Benita Asas Manterola, José Francos Rodríguez y el pedagogo Rufino
Blanco Sánchez.
María de Maeztu definió la obra como “un conjunto de finas observaciones que,
como mujer y como madre, ha recogido de los niños que en torno a ella han
vivido”.442 Añadía que el libro interesaba a todos aquellos que se preocupaban por
la educación humana y, en especial, a los maestros. Por su parte, Benita Asas
Manterola fue más lejos y afirmó que si existiese en España el título de doctora en
Pedagogía, sin duda, la autora de El alma del niño, se hubiera hecho acreedora de él,
ya que Isabel Oyarzábal, “guiada por un elevadísimo espíritu fijaba su atención en
el niño para realizar un análisis antropológico admirable” y recomendaba la lectura
del ensayo a los educadores y a los padres.443
A su vez, José Francos Rodríguez, después de alabar a la autora, reconocía que el
problema de la niñez era el más importante y que “el triunfo futuro del alma
española será indiscutible si se sabe difundir a las generaciones que nacen la fuerza
necesaria para que sean dignas de su origen histórico”. 444 Por último, Rufino
Blanco, recordaba que el ensayo de nuestra autora tenía el mismo nombre que el de
Wilhelm T. Preyer (de 1882),445 pero que, sin embargo, ella no había pretendido
desarrollar un estudio científico. Por ello, “el nuevo volumen es un estudio
psicológico y social, sin más aparato científico que el espíritu delicado de una mujer
de talento, dedicada a observar atentamente al niño para referir el estudio a su
educación provechosa y al mejoramiento del medio en que el admirable fenómeno
se produce”.446 Se trata, pues, de un ensayo de gran modernidad y validez, que
observaba al niño como individuo con alma propia.
Para E. Bosch y V. A. Ferrer,447 esta obra abordaba la formación moral del niño
desde un punto de vista crítico con respecto a las costumbres y creencias de la
época. Es una obra basada en la fina observación y análisis de la sociedad del

442 Oyarzábal, I., El alma del niño…, op. cit., pp. 189-190.
443 Ibidem, pp. 193-195.
444 Ibidem, pp. 195-196.
445 Wilhelm T. Preyer escribió El alma del niño. Observaciones acerca del desarrollo psíquico en

los primeros años de la vida en 1882, obra que se considera inaugura la psicología evolutiva.
446 Oyarzábal, I., El alma del niño…, op. cit., pp. 197 y 198.
447 Bosch Fiol, E.y Ferrer Pérez, V. A., “El alma del niño. Ensayos de psicología infantil. Una

obra olvidada de una autora olvidada”, Revista de Historia de la Psicología, Vol. 21, 2-3
(2000), pp. 85-94.
248

momento y que, tal vez, reflejaba también aspectos de la autobiografía de la autora,


especialmente aquellos relacionados con la formación religiosa y con toda su carga
punitiva y represora hacia la que Oyarzábal se mostraba particularmente crítica.
En este sentido, la autora desaprobaba el uso de la violencia o la humillación con
fines pedagógicos, y aconsejaba, por el contrario, la necesidad de dar explicaciones
razonadas, potenciar la creatividad y generar confianza. Más específicamente, en
cuanto a la educación religiosa, afirmaba que entrañaba más que otra cosa, una
restricción de todas las facultades, por medio del temor.448
Del éxito de esta obra dio fe una reseña que sobre la publicación de El alma del
niño apareció en el periódico El Sol:
“El alma del niño. Consejos de una madre para la educación de los hijos, por
Isabel de Oyarzábal, Beatriz Galindo. Editores V.H. Sanz Calleja: 4 pesetas.
Reúne ahora Beatriz Galindo algunos artículos publicados en El Sol a otros
inéditos, todos ellos guiados del pensamiento común que indica el subtítulo de
la obra. No tiene esta la pretensión de ser una contribución científica a la
pedagogía; sin embargo, resulta una aportación útil de que pueden obtener
buenos resultados las personas que, fuera de la escuela, en el hogar, hacen la
labranza más continua en el espíritu infantil. […] La idea fundamental que
corre por todos los capítulos del libro de la señora Oyarzábal es, que todos
esos instintos infantiles que a los padres suelen parecer de necesaria
extirpación, son precisamente los impulsos más vitales del niño, y al
reprimirlos, se comete el terrible riesgo de cegar las fuentes más honda de la
vitalidad del hombre futuro. En la corriente de estos impulsos una derivación
hacia un lado es acaso un vicio, un defecto, pero una derivación hacia el otro es,
de seguro, una virtud, una cualidad positiva. ‘Encauzar, no reprimir; fortalecer,
no desarraigar’, dice la autora, y en otro lugar: ‘Nos empeñamos en atemorizar
al niño, haciéndole creer que todo lo que emana de su voluntad es malo’. Pero
esa voluntad es, precisamente, el resorte central del niño; lo que hay que hacer
es no suprimirla, sino darla objetos deseables. Y Beatriz Galindo cita la frase de
Goethe: ‘los defectos son las cáscaras que engendran el germen del bien’, y aun
la reforma más a su gusto diciendo que los defectos son ‘el germen mismo de
la bondad’ […]

448 Oyarzábal, I., El alma del niño…, op. cit., p. 120.


249

Estas ideas inspiradas se derivan en diversos capítulos en que se estudian


con amorosa observación maternal los que se llaman defectos del niño: la
terquedad, la curiosidad, la envidia, la ira, el egoísmo, etc., y sentimientos
diversos en la época de la infancia”.449

Otra reseña, esta del 30 de mayo de 1922, y que destacamos por ir firmada por la
también escritora y periodista Colombine, alababa el libro:
“Es el suyo un libro de gran educadora, de gran profesora de Pedagogía, en
donde pueden aprender las profesionales, porque el trabajo de Beatriz Galindo
no es un trabajo didáctico sólo, inspirado en normas vulgares; ella, en El alma
del niño ha puesto su ternura de madre, su alma de artista, sus dotes de mujer
buena, dulce, observadora. Es un libro que sintetiza su subtítulo de “Consejos
de una madre para la educación de sus hijos”. Esa mano fina, cuidada, que en la
portada presenta el niño invitando a leer el libro, es una mano de hada, guiada
por una hermosa inteligencia, para llegar a tocar los corazones infantiles. Se
necesitaría un libro entero para analizar y comentar las bellezas de este”.450

Retomando el hilo vivencial, nuestra autora y su marido habían viajado a París


justo antes del golpe de estado de Primo de Rivera, en lo que parecía ser una
segunda luna de miel, aunque la razón era entrevistarse con las distintas
publicaciones para las que trabajaban y con las personas más influyentes en el
campo de la cultura. La experiencia le sirvió a la autora para acercarse de nuevo a
su marido después del ya citado episodio de infidelidad: “El terrible sentimiento
reseco, que se había apoderado de mí, estaba empezando a desaparecer, dando lugar
a una extraña y nueva ternura que estaba tomando el lugar de todo lo que había
sucedido antes” (p. 86).
Isabel Oyarzábal relataba en su autobiografía la situación del país, una vez vuelta
a casa, explicando las consecuencias del desastre de Marruecos, la responsabilidad
del rey Alfonso XIII y los primeros pasos del golpe de estado de Primo de Rivera:
“Cuando Cefe y yo llegamos a casa, encontramos a España en un tumulto. El
desastre de 1921 no había sido, ni podía ser olvidado. Todo el país había
tomado la determinación de que debía saber la verdad de lo que había pasado y
castigar a aquellos que habían sido responsables. […] En lugar de volverse al

449 El Sol, Madrid, 29-12-1921, p. 8.


450 Colombine, “Libros de mujeres”, Heraldo de Madrid, 30-5-1922, p. 2.
250

pueblo para buscar apoyo, el Rey Alfonso acarició y mimó a los oficiales. El
país había soportado esto por mucho tiempo, en casi absoluto silencio, pero
ahora la copa de la amargura estaba llena. Por primera vez en la historia de
España, toda la nación se unió para pedir luz y justicia. […] Por fin, un
pequeño comité militar fue formado y enviado a África a investigar. Sus
primeros resultados se mantuvieron en secreto. Sin embargo, trascendieron
suficientes noticias, para que cayera una fuerte sospecha sobre los altos
mandos militares y el rey. Una mayor presión, entonces, recayó en el gobierno
liberal de parte de los socialistas y de los más progresistas miembros del
parlamento y se decidió finalmente que un comité interparlamentario sería
nombrado para llevar a cabo una completa investigación. […] Se recopilaron
importantes documentos y, cuando el parlamento estaba a punto de reunirse,
España se levantó una buena mañana para descubrir que un golpe de estado
del General Primo de Rivera había puesto a todo el país bajo control militar.
No hay la más leve duda de que el dictador español hizo esto con la exclusiva
intención de salvar al rey” (p. 89).

España estuvo sometida a una dictadura desde 1923 hasta 1930, época en la que
se estableció una férrea censura en la prensa, por lo que Isabel y Ceferino
decidieron marchar primero a París y posteriormente a Londres. 451 En el
extranjero, Ceferino Palencia preparó una exposición de cuadros e Isabel comenzó
otra de sus múltiples facetas: las conferencias sobre arte popular español:
“También preparé la conferencia sobre arte popular español, que había sido
invitada a pronunciar bajo los auspicios de la Duquesa de Rohan. […]
Mientras yo esperaba para dar mi conferencia, el comité de la Asociación
Anglo-Hispánica me escribió para pedirme que fuera a Inglaterra y hablara allí
después de que hubiera terminado en París.
Gran parte de mi tiempo esos días lo pasé posando para Leonetto Cappiello,
el pintor italiano, que había visto algunos de los trajes que tenía la intención
de mostrar para ilustrar mi charla y había delirado con ellos. Me pidió pintar
mi retrato con el vestido de novia de las mujeres de Segovia” (p. 91).

451 La prensa destacaba que el matrimonio viajaría en el verano de 1924 a Italia y después

se trasladarían a París. El Imparcial, Madrid, 10-7-1924, p. 3.


251

Por aquel entonces ya era notable la labor de Isabel Oyarzábal como


conferenciante, y así, una de las conferencias a la que más líneas dedicó nuestra
autora en su autobiografía fue aquella que impartió en Salamanca en octubre de
1922452 a instancias del Ateneo, titulada “Mujeres en el pasado”, estancia en la que
compartió inquietudes con Miguel de Unamuno:
“Nunca había estado en Salamanca y fue maravilloso cuando una invitación
para hablar allí, me dio la oportunidad no solo de ver la sorprendente ciudad y
su universidad, sino también de escaparme con Cefe para tener un corto
descanso y unas vacaciones. Salamanca era el lugar de nacimiento de Beatriz
Galindo, la institutriz de la Reina Isabel la Católica y una genial erudita del
latín. Yo había usado su nombre como pseudónimo para alguno de mis
artículos, así que los miembros del Ateneo de Salamanca pensaron que sería
interesante para mí, dar una conferencia desde la misma silla que la verdadera
Beatriz Galindo había acostumbrado a ocupar. […] El rector de la
universidad, Don Miguel de Unamuno, y los miembros del comité ejecutivo
del Ateneo vinieron a buscarnos a la estación de Salamanca […] Di mi
conferencia la noche siguiente a nuestra llegada, en el gran auditorio de la
universidad. Hablé de las mujeres en el pasado. Unamuno y la mayoría de la
facultad estaban allí y un gran número de estudiantes y de forasteros. Me
sentía muy nerviosa, no obstante, todos se mostraron encantadores y pasé la
prueba sin desfallecer.
‘¿Crees que deberían darle a las mujeres los derechos que piden?’, me preguntó
Unamuno a la mañana siguiente, cuando vino a recogernos al hotel para hacer
un recorrido por la ciudad. Habíamos hablado de la influencia de la mujer en
general.
‘¿Por qué? Sí’, respondí.
‘No lo crea’, dijo, moviendo la cabeza. ‘Mi experiencia es que las mujeres sin
derechos consiguen su propio camino mucho mejor que nosotros los hombres,
que se supone que los tenemos todos. Al menos en mi familia, siempre ha sido
éste el caso. Mi abuela gobernaba a mi abuelo. Mi madre gobernaba a mi padre
y a sus hijos, y mi mujer gobierna a toda nuestra familia. Si le damos
‘derechos’ encontraremos que pierden sus privilegios’.
No pude evitar reírme. Yo no conocía a la Señora Unamuno pero, a menudo,
había oído que era una de las mujeres más prudentes y reservadas.

452 Según una carta enviada por la autora a Unamuno, fechada el 29 de enero de 1923.
252

[…] ‘¿Sabe en qué destacan las mujeres?’, dijo de repente, mientras


estábamos allí. ‘¿Sabe algunas de las cosas en que son superiores a los
hombres?’
‘En varias’, respondí riendo.
‘Sí, lo admito. Pero donde realmente sobrepasan la mente masculina es en la
escritura de novelas. No hay mejor novelista en el mundo que Emily Brönte, al
menos en mi opinión. Habría preferido escribir este libro’, dijo, cogiendo una
copia de Cumbres borrascosas de una estantería, ‘más que ningún otro libro de
ficción del mundo’.
‘Lo cual demuestra que las mujeres son capaces de crear, aunque los
hombres siempre lo niegan’, contesté.
‘Son capaces de todo’, dijo Unamuno sonriendo’ (p. 73).453

Las conferencias acerca del arte popular y las costumbres españolas le


proporcionaron no solo una fuente de ingresos en una época difícil para el
matrimonio, sino también una cierta fama que le facilitó nuevos compromisos en
este sentido. De hecho recorrió, con esta serie de conferencias no solo París o
Londres, sino también le proporcionó contratos para una segunda gira por
Inglaterra y por varias ciudades de Estados Unidos y Canadá en al menos otras dos
giras. Desde noviembre de 1921, la prensa atestiguó los viajes de la autora para
impartir conferencias y así La Correspondencia de España citaba las impartidas en
París y Londres en noviembre y diciembre bajo el título “El indumento español
como primera manifestación de nuestro arte popular, y los bailes y la música
regionales”.454
Muchas veces las conferencias estaban ilustradas por bailes y música, e incluso
utilizaba el novísimo cinematógrafo, como ocurrió en la Anglo-Hispania
Association, 455 además de que algunas artistas acompañaron a Isabel en sus

453 La relación con el escritor bilbaíno se prolongó en el tiempo, como lo demuestra la


carta enviada por la autora el 29 de enero de 1923, en la que le hablaba de una confusión en
el envío de su libro El sembrador sembró su semilla, a la vez que le pedía su opinión sobre él.
454 La Correspondencia de España, Madrid, 14-1-1922, p. 3. Fueron impartidas en el idioma

correspondiente a cada uno de los países en los que se celebraron y tuvieron mucho eco en
la prensa inglesa y francesa. El éxito de las mismas quedó acreditado con el proyecto de
otras conferencias en la siguiente primavera. Otros medios también dieron cuenta del
evento y así el Heraldo de Madrid especificaba que: “la Señora de Palencia describió los
trajes de las diversas regiones de España, haciendo resaltar las influencias ejercidas en
ellos por judíos y árabes”, Heraldo de Madrid, 5-12-1921, p. 3.
455 Rodrigo, A., Mujer y exilio…, op. cit., p. 268.
253

disertaciones, casos de La Argentina, Antonia Mercé o Laura de Santelmo. Y así


recordaba la autora sus primeras conferencias en París y Londres:
“El día de mi conferencia, Cefe estaba tan nervioso, que rechazó sentarse en
la sala donde yo iba a hablar. Muchas personalidades del mundo literario y
artístico de París estaban presentes, pero yo estaba bastante tranquila; me
encantaba el tema de mi charla. Esos vestidos que iba a mostrar, eran parte de
la España que yo amaba, la España del pueblo, de los niños de una hermosa
tierra. Antes de subir a la plataforma alguien tocó las Danzas de Granados.
Edmond Jaloux, uno de los escritores franceses que más querían a España, se
levantó para decir después, ‘Era la apropiada introducción a su lectura,
Madame Palencia’.
Al día siguiente nos fuimos a Londres. Me dijeron que se le había pedido al
embajador español, el Señor Merry del Val, que fuera el patrocinador de la
conferencia que iba a dar en Leighton House.456 Yo nunca lo había visto.
Llegamos a Londres con la niebla más espesa que he visto nunca. Nuestro
tren llegó dos horas tarde y en la Estación Victoria nos resultó
extremadamente difícil conseguir un taxi. Era un fastidio, pues mi conferencia
había sido fijada a las tres de la tarde y eran la una y media cuando llegamos a
la casa de nuestra amiga, Beatrice Erskine, que iba a presentarme. Tuvimos un
apresurado almuerzo. Beatrice estaba muy nerviosa, temiendo que la niebla
ahuyentara a la gente. Afortunadamente se levantó un poco antes de la hora de
mi charla y el hall de Leighton House estaba lleno.
El embajador habló unas palabras después de la presentación de Mrs.
Erskine y después se sentó en un sitio reservado en la primera fila. Al
principio parecía tan preocupado que casi me enfadó, pero poco a poco, se
relajó, y cuando mostré los trajes estuvo aplaudiendo y hablando con un
hombre grande sentado detrás de él, a quien me presentó después de la
muestra. Era el pintor americano, John Singer Sargent.
‘No puedo decirle, Madame Palencia,’ dijo el gran artista, ‘lo que su
conferencia ha significado para mí. Adoro España y usted me ha traído todos
los recuerdos de su maravilloso país, tan fuertemente que, siento como si

456 La conferencia en Leighton House tuvo lugar el 1 de diciembre de 1921. Archivo

Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687,
Registro 1812).
254

acabara de estar allí’. Después, un poco nostálgico añadió, ‘Me gustaría haber
estado’.
Cuando le pregunté al embajador qué le hacía parecer tan nervioso, rio. ‘He
tenido que estar presente en tantas charlas de gente que decía que sabía hablar
inglés y a quienes nadie podía entender, que tenía miedo de que fuera su caso’.
Las noticias de mi conferencia en la prensa de Londres fueron
extremadamente buenas y me pidieron volver a Inglaterra en la primavera,
para dar charlas en el Aeolian Hall y en el Victoria and Albert Museum” (pp.
91-92).

Al año siguiente, entre mayo y junio de 1922, viajó de nuevo a Londres, donde
disertó de nuevo sobre el traje regional español. Impartió dos conferencias en el
Aeolian Hall de Londres, bajo el título “Spanish costume and folklore and old
spanish legends”, los días 26 de mayo y 2 de junio, patrocinadas por el embajador
de España Merry del Val. Las conferencias versaron sobre la España pintoresca y
se proyectaron vistas de las ciudades y monumentos más importantes de la
península.457 A Isabel le reconocieron un talento especial como conferenciante y
ella misma explicaba que su amor por la actuación había encontrado su cauce en las
charlas:
“Durante nuestra segunda visita a Inglaterra, me había dado cuenta de que
mis charlas no solo eran un verdadero éxito, sino que eran algo único. Uno de
los periódicos de Londres dijo que yo había descubierto una nueva forma de
dar conferencias. Lo que había ocurrido es que mi amor por la actuación había
encontrado expresión en esas charlas, y se habían convertido en
interpretaciones, de una forma muy simple, de los diferentes tipos de mujer
española. Ciertamente ayudaba a hacer mi trabajo más interesante y
evidentemente mi audiencia las disfrutaba. Como no leía mis discursos, ni me
los aprendía de memoria, podía improvisar e introducir cambios donde lo
considerara oportuno y esto lo hacía todo más interesante” (p. 92).

457El Sol, Madrid, 17-5-1922, p. 5. También reseñaba las conferencias el diario La Época,
que señalaba que la primera de las conferencias que la autora había impartido era “El alma
del niño”, y que había disertado también sobre los encajes españoles en el Victoria and
Albert Museum bajo el patronazgo de la princesa Beatriz y organizada por los miembros
del Gremio de Bordadores. La Época, Madrid, 1-7-1922, p. 5.
255

El mensaje de la autora era: “[…] el de la belleza: la belleza de un pueblo que había


dado instintivamente expresión a sus sentimientos con el color, el trazo y el ritmo
de sus telas caseras, con sus bordados, con sus vistosos vestidos y maravillosos
bailes”. (p. 94). Sobre esta experiencia daba cuenta el artículo titulado, “Una
conferencia de Beatriz Galindo”:
“Bajo los auspicios del embajador de España, la señora de Palencia, más
conocida por el pseudónimo de Beatriz Galindo, ha dado su última conferencia
en el Aeolian Hall.
En correcto inglés, la conferenciante disertó sobre interesantes temas
relativos a indumentaria y costumbres populares españolas y sobre las
antiguas leyendas de su país.
Por el escenario desfilaron bellas ‘maniquíes’, vistiendo los trajes populares
de las diversas regiones de España. También se proyectaron numerosas vistas
de ciudades y monumentos artísticos españoles, entre los aplausos de la
concurrencia.
La Prensa comenta muy favorablemente otra conferencia dada ayer en
Victoria and Albert Museum por Beatriz Galindo, ante la antigua Corporación
de Bordadores ingleses, y presidida por la infanta Doña Beatriz, donde la
conferenciante, que expuso gran variedad de mantillas y mantones españoles,
e indicó el arte de lucirlos, obtuvo otro éxito.
Nótanse en Inglaterra cada día más tendencias de españolismo, cuyo
movimiento encauza el Spanish Travel Bureau, establecido en esa capital para
el fomento del turismo en España”.458

En 1924 y 1925 viajó a Estados Unidos y Canadá en dos ocasiones con el mismo
propósito. Para la gira por el nuevo continente, escribió al Instituto de Educación
Internacional en Nueva York y acordó varias charlas, la primera de las cuales tuvo
lugar en el Vassar College de Nueva York. Recorrió desde Montreal a Miami y
desde Nueva York a San Francisco, desde la helada Dakota del Norte a la soleada
Nueva Orleans. Según la correspondencia enviada por Isabel Oyarzábal a su hija
Marissa, el 8 de febrero de 1925 se encontraba en el Smith College, Northampton,
Massachusetts; el 19 de marzo de 1925, en Chicago, el 5 de abril de 1925 se hallaba

458 “Una conferencia de Beatriz Galindo”, Heraldo de Madrid, 3-6-1922, p. 4.


256

en Columbus y hacia el 10 de mayo volvió a Chicago.459 Los escenarios en los que


disertaba eran de lo más variado:
“Un día hablaba en el lujoso estrado de un club de mujeres, otro día en una
galería de arte, como hice en San Luis, otras veces en el auditorio de una
universidad o incluso en una iglesia. Nunca sabía dónde iba a llevarse a cabo la
conferencia, pero todos los sitios parecían apropiados” (p 94).

Pero Oyarzábal no solo impartió conferencias en el extranjero en esa época,


sino que también lo hizo en España y así ofreció una conferencia titulada “El traje
regional y su representación en la moderna pintura española” en el Museo de Arte
Moderno de Madrid, el 29 de marzo de 1924.460
El corpus de sus conferencias dio lugar en 1926 a la publicación del volumen
El traje regional de España. Su importancia como expresión primitiva de los ideales
estéticos del país. Tuvo dos versiones, una en español, editada en Madrid por la
editorial Voluntad y otra en inglés: The regional costumes of Spain. Their importance
as a Primitive Expression of the Aesthetic Ideals of the Nation, publicada por la editorial
Batsford (Londres) en el mismo año. La obra se enmarca dentro del grupo de
aquellas que reivindicaba el folclore y la artesanía, el gusto por lo popular,
reivindicado por la Institución Libre de Enseñanza.461
El volumen estaba ilustrado con escenas de costumbres, grabados a cargo de
Loygorri y fotografías. 462 El prólogo, firmado por Luis Pérez Bueno, que fuera
conservador del Museo Nacional de Artes Industriales, afirmaba sobre la autora:
“Isabel de Palencia (Beatriz Galindo), hace discurso en la obra y habla a solaz
con los lectores, sirviéndoles el tema con pulcro y deleitoso lenguaje. A través
de las páginas culmina la amenidad y, para su mayor encanto, la erudición, tan
indispensable en estos estudios, pierde su notoria sequedad al diluirse
sutilmente entreverada en las descripciones de usos y costumbres y fiestas

459 La correspondencia se encuentra en el Museo de Teatro de Almagro y aparecen


numerados: documentos 1139, 1147, 1136, 1141, respectivamente.
460 El Sol, Madrid, 29-3-1924, p. 1. La conferencia fue analizada con posterioridad por

Cristóbal de Castro en un artículo bajo el título “Psicología, lógica y ética del traje
regional español”, en La Esfera, Madrid, 17-5-1924, p. 14.
461 Samblancat Miranda, N., “Isabel Oyarzábal Smith, una mujer moderna”, en Díez Torre,

A., et alii (eds.) Ateneístas ilustres, Vol. II, Madrid, Ateneo de Madrid, 2007, pp. 529-538. En
las memorias del Luis Azcárate se recordaba que Isabel Oyarzábal frecuentaba la tienda de
artesanía de la que era propietaria Zenobia Camprubí y Constancia de la Mora (p. 534).
462 El libro fue reseñado en periódicos como El Imparcial, Madrid, 12-8-1926, p. 3 o Abc,

Madrid, 13-7-1926, p. 3.
257

populares. Son atinados juicios que explican en muchos casos el


mantenimiento de propias y extrañas tradiciones que arraigaron en España en
los escenarios de la madre Naturaleza, con singularidades de acción, color y
luz.
Isabel de Palencia cumple ahora, a nuestro juicio, por modo insuperable, el
propósito de describir, en sus aspectos reales, objetivos las ricas y varias
manifestaciones que el traje popular ofrece “actualmente” en las regiones de
España. Es historia, circunscrita a exponer las características más interesantes
del indumento regional, desde el punto de vista estético. ¿Acomodará algún
día insigne escritora la gran obra de historiar el proceso del indumento
español hasta el siglo XIX? Implícitamente sería reivindicadora de algunos
juicios que, en el curso de los siglos, tuvieron que sufrir las damas españolas,
por achaques de lujo desmedido. […] Isabel de Palencia, que hoy es honra de
las letras españolas, podría llevar a feliz término esa ‘historia’ que algunos
comenzaron y nadie terminó”.

En la narración de sus vivencias, de nuevo la memoria le jugaba una mala pasada


a la autora y una serie de acontecimientos de su vida se hallan mezclados y, en
apenas dos páginas, rememoraba sus vivencias desde 1921 hasta 1929. Además de
las conferencias impartidas desde 1921, la autora empezó ese año a colaborar con
La Esfera de Madrid y en la dirección de Mundo Femenino, órgano de expresión de
la ANME. En 1922, comenzó a colaborar en la publicación Nuevo Mundo hasta el
año siguiente. En 1923, publicó su primera novela El sembrador sembró su semilla,463
integró la comisión que pidió el voto femenino a Primo de Rivera y asistió como
conferenciante al Congreso Nacional de Pediatría celebrado en San Sebastián en
septiembre de ese año,464 mientras que el día 1 de junio intervino en la Sociedad
Económica de Amigos del País para dar a conocer sus impresiones sobre el
Congreso Feminista celebrado en Roma. 465 Ese año también participó en la
Sociedad Abolicionista dando mítines, como el que ofreció junto a María Lejárraga,
Julia Peguero o Eduardo Marquina, entre otros, el 30 de diciembre,466 aunque esta

463 Palencia, I. de, El sembrador sembró su semilla, Madrid, Librería Fernando Fé, 1923. La
segunda edición se publicó en 1926.
464 La Voz, Madrid, 25-5-1923, p. 4.
465 El Sol, Madrid, 1-6-1923, p. 1
466 La Correspondencia de España, Madrid, 31-12-1923, p. 1.
258

actividad se prolongó durante toda su vida en España.467 En 1924, la autora publicó


en la revista Elegancias y en La Correspondencia de España y en 1925 comenzó a
colaborar en el semanario Blanco y Negro, participó en distintas actividades de la
Agrupación Femenina Socialista de Madrid, como en el acto en el que se solicitaba
al gobierno la investigación de la paternidad 468 y dentro de su activismo en la
Sociedad Española de Abolicionismo, participó, junto a María Lejárraga, entre
otros, en el mitin bajo el título “El delito sanitario” que tuvo lugar en el teatro
Eslava.469 Dentro de su labor en la Sociedad Protectora de Animales y Plantas
participó el 30 de mayo de 1926 en un mitin en el teatro Alkázar en favor del
caballo y el toro y en contra de las corridas.470 Por otro lado, tras la fundación del
primer club de mujeres de España, el Lyceum Club, ostentó el cargo de
vicepresidenta y también participó en el grupo teatral El Mirlo Blanco. En 1927
además de colaborar con varios medios de prensa: Heraldo de Madrid, Blanco y
Negro, Ondas, España Forestal, etc., siguió impartiendo conferencias sobre diversos
temas y así, en enero dio una conferencia en la Residencia de Señoritas a las
universitarias norteamericanas sobre la “aparente falta de lógica de las costumbres
religiosas, morales y estéticas de la mujer del pueblo español”; 471 el 4 de abril
participó en el ciclo organizado por la ANME en la Academia de Jurisprudencia
sobre las reformas de los códigos legislativos en relación a la mujer y el niño 472
donde también disertó en 1928 a favor de una reforma del Código Civil que
concediera la plena personalidad jurídica a la mujer, en un ciclo organizado por la
ANME;473 publicó en España Forestal y la revista Ondas y se integró en la Liga
Femenina por la Paz y la Libertad. Del 18 de enero de 1928, data la petición de un
pasaporte para viajar Francia, Estados Unidos y Cuba, donde inició otra gira de

467 Valgan como ejemplos las siguientes reseñas de la prensa de esos años acerca de su

participación en actos abolicionistas: El Sol, Madrid, 26-2-1924, p. 4, mitin en el que habló


sobre el servicio doméstico; Heraldo de Madrid, 14-12-1925, p. 4; La Época, Madrid, 9-5-
1927, p. 2, mitin celebrado bajo su presidencia; Abc, Madrid, 29-4-1930, p. 33; El Sol,
Madrid, 29-5-1932, p. 4; Luz, Madrid, 2-6-1932, p. 4.
468 El acto se anunció en el Heraldo de Madrid, 22-4-1926, p. 4.
469 La Libertad, Madrid, 16-3-1926, p. 5.
470 El Imparcial, Madrid, 1-6-1926, p. 3.
471 La Época, Madrid, 17-1-1927, p. 4.
472 La Época, Madrid, 1-4-1927, p. 3.
473 Di Febo, G., “Isabel de Palencia: una republicana en la Sociedad de Naciones”, en Nash,

M. (coord.), Ciudadanas y protagonistas históricas. Mujeres republicanas en la II República y la


Guerra Civil, Madrid, Cuadernos del Congreso de los Diputados, 2009, p. 132.
259

conferencias sobre el arte popular español,474 el envío de sus artículos a la prensa


nacional dan cuenta de ello.475 La correspondencia enviada por la autora a su hija
Marissa revelaba que el 11 de febrero de 1928, la autora había recalado en Nueva
York; el 23 de mayo de 1928, en las cataratas del Niágara y el 31 de mayo se
encontraba en el Western College de Oxford, Ohio. 476 En el mes de junio se
trasladó a Cuba, donde invitada por la Institución Hispano-Cubana, impartió una
serie de cuatro conferencias, una de las cuales versó sobre los orígenes de la danza
en España.477 Otra de sus conferencias fue “La mujer de nuestro tiempo en el amor
y el dolor”, en la que explicaba que el origen de la campaña por la liberación de la
mujer radicaba en imperativos de economía, al igual que en el caso de la
emancipación de los obreros, pues los contratos matrimoniales habían constituido
una suerte de esclavitud. Se hacía necesario que la mujer compartiera con el
hombre “la responsabilidad de la gobernación de los pueblos”. Cada uno debía,
desde su posición, combatir la falta de cultura, la guerra y la post-guerra. La mujer
y el hombre habían sido enemigos inevitables, pero dejarían de serlo “el día que,
sabiéndose distintos, respetándose en su diversidad, supriman las fronteras
colocadas entre ellos por la ignorancia, como habrá terminado entre los pueblos la
costumbre de guerrear cuando se borren las barreras de las nacionalidades”. En lo
referente al amor, lo importante era saber para qué era necesario y en qué consistía,
si no se sabía amar, el amor devenía en mucho sufrimiento. La mujer, en su
condición de madre era quien mejor entendía el dolor, pues todas las mujeres
tenían dentro de sí el elemento de compasión y cariño y si el dolor era una verdad,
la compasión era una de las más bellas virtudes. La maternidad era la suprema
volición de la mujer, pero la mujer futura tendría el derecho absoluto de ser madre
y de elegir al padre de su hijo y no tardando mucho, la mujer asida de la mano del
dolor impondría su criterio a las razas futuras, combatiendo las guerras y las
enfermedades.478
Volvió a principios de julio al puerto de La Coruña, donde era esperada por su
marido Ceferino Palencia, de allí viajarían a Santiago de Compostela desde donde

474 Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario
núm. 687, Registro 1812).
475 Heraldo de Madrid, 5-3-1928, p. 1; Heraldo de Madrid, 16-3-1928, p. 1.
476 Museo de Teatro de Almagro, documentos 1142, 1143 y 1145, respectivamente.
477 Diario de la Marina, La Habana, 10-6-1928, s. p. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo

documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).


478 Diario de la Marina, La Habana, 8-6-1928, s. p. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo

documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).


260

regresarían a Madrid para tomar posesión del cargo de presidenta del Lyceum
Club, cargo para el que fue nombrada estando en América.479 Según la narración de
la propia autora cuando volvió a España encontró que la salud de su suegro
Ceferino Palencia, era bastante débil y que no le quedaba mucho tiempo de vida.
Un mes después de su regreso murió, hecho que ocurrió el 22 de julio de 1928.
Como causa de la muerte, el Heraldo de Madrid en su edición del 23 de julio,
señalaba la uremia. Fue duro golpe para toda la familia, pero nuestra autora
destacó la impresión que la muerte de su padre causó en su marido, al que por
primera vez retrataba como a un niño:
“Su muerte afectó a mi marido incluso más de lo que lo había hecho la
pérdida de su madre. La vida hablaba a través de Cefe. La tristeza, nacida de la
desilusión, estaba empezando a agriar su feliz y abierta naturaleza de niño. Las
desilusiones eran inevitables. Eran el resultado del contacto con el mundo
exterior” (p. 95).

Inmediatamente después de la narración de estos acontecimientos, recordaba la


publicación de su segundo libro, la novela El sembrador sembró su semilla que, en
realidad, tuvo lugar en 1923. De él poco comenta en su autobiografía:
“Ese invierno fue publicado mi segundo libro, una novela titulada El
sembrador sembró su semilla. Trataba del problema de la herencia. Fue bien
recibido y conseguí un gran número de cartas alentadoras de médicos, además
de buenas críticas de prensa” (p. 95).

Lo cierto es que todos estos trabajos le proporcionaron una mejoría en la


situación económica familiar, ya que, por ejemplo, le permitieron adquirir un
automóvil, con el que ese verano, según cuenta, la familia viajó por los Pirineos.

7.1. El Lyceum Club


Un aspecto de la biografía de Isabel Oyarzábal en el que hemos de detenernos es
en su participación en el Lyceum Club, en el que la autora tuvo un decisivo papel. La
importancia de este club radica en que constituyó un paso más en la asociación de
las mujeres progresistas españolas con la finalidad de mejorar la vida de muchas

479 El Siglo Futuro, Madrid, 3-7-1928, p. 1.


261

otras. Fue un catalizador cultural que continuó su labor hasta 1939. 480 Así lo
recordaba en su autobiografía:
“Dos o tres años después del coup d’etat de Primo, habíamos arrancado el
primer club de mujeres en Madrid. 481 Todas las mujeres inteligentes y
progresistas, así como las esposas de los mejor conocidos hombres de ciencia,
escritores y artistas, pertenecían a él.482 Era el único sitio en Madrid donde se
podía respirar, pero en consecuencia recibía un mal nombre. El club tenía seis
divisiones: literatura, arte, música, ciencia, y secciones internacionales y
sociales. Durante los primeros años, no había un extranjero distinguido que
viniera a España y no visitara el club o diera una conferencia en nuestro
pequeño auditorio.
La sección de servicio social encontró muchas entusiastas trabajadoras entre
los miembros, y tantos generosos apoyos externos que, muy pronto fue
posible poner en marcha una guardería de día para los niños de las madres
trabajadoras. Bajo la dirección de la Señora Bastos, la esposa de uno de los
principales cirujanos españoles, fue construida una pequeña casa en un terreno
cedido por el municipio. Los pequeños eran todo lo felices que podían ser, y
bien cuidados. Desafortunadamente, los elementos reaccionarios de Madrid lo
atacaron enseguida. Declararon que ninguna institución laica de ninguna clase
podía ser apoyada, que solo la iglesia podía ser el cauce de todos los
movimientos filantrópicos. Se alegó que el club era una organización
antirreligiosa, una acusación basada en el hecho de que una de las reglas
prohibía la polémica religiosa o política, ¡como si eso no fuera una de las reglas
fundamentales de cualquier club! A pesar de la oposición, sin embargo, el

480 Rodrigo, A., María Lejárraga…, op. cit., p. 238.


481 Con el título “Club de Señoras en Madrid”, comenzaba una crónica firmada por Magda
Donato que daba cuenta de la creación de un club de señoras: “Un grupo numeroso -dice
Magda- de mujeres inteligentes, cultas y de ideas amplias -de sus aptitudes organizadoras
aún no cabe decir nada- se ha reunido para fundar el primer club femenino de Madrid […]
Entre esas damas figuran María de Maeztu, Victoria Kent, Isabel Oyarzábal de Palencia,
María L. de Martínez Sierra, Zenobia Camprubí de Jiménez, las señoras de Pérez de Ayala,
Salaverría, Riaño, Gorbea, Araquistáin, y no hay dudar que la propia Magda Donato. Este
club será semejante a los muchos que existen en los Estados Unidos y en Inglaterra, y
acaso más especialmente al Lyceum Club, fundado en Londres por miss Constance
Smedley en los primeros años de este siglo y que tiene sucursales en Berlín, París, Roma,
Florencia, Estocolmo, Bruselas y Atenas”. La Época, Madrid, 30-3-1926, p. 2.
482 A este respecto decía Concha Méndez: “Al Liceo acudían muchas señoras casadas, en su

mayoría mujeres de hombres importantes: la mujer de Juan Ramón, Zenobia Camprubí,


Pilar Zubiaurre y otras. Yo las llamaba las maridas de sus maridos”. Ulacia Altolaguirre, P.,
Concha Méndez: memorias habladas, memorias armadas, Madrid, Mondadori, 1990, p. 49.
262

hogar de los niños prosperó. Yo fui presidenta del club durante algunos años y
nunca olvidaré el sincero apoyo dado al trabajo por muchos devotos católicos”
(p. 96).

El Lyceum Club se fundó en Madrid en 1926, durante el directorio militar de


Primo de Rivera y constituyó, y de ahí su importancia, la primera asociación
feminista de cultura del país. 483 Tal como afirma S. Mangini, 484 el Lyceum se
convirtió en un “centro de sociabilidad” donde las mujeres podían desarrollar su
actividad creativa e intelectual e iba a proporcionar a las mujeres en Madrid tres
posibilidades inauditas en la historia: cultivar una vida social y cultural de
convivencia entre mujeres, demostrar sus talentos y capacidades en un foro propio
y proponer cambios en la situación política y social de la mujer.485 El periódico
Heraldo de Madrid, publicó un artículo titulado “Queremos, dice su presidenta,
suscitar un movimiento de fraternidad femenina”, con el antetítulo “El primer club
de mujeres de España”, destacaba su inauguración el día anterior junto con las
palabras de la presidenta María de Maeztu, quien explicaba su razón de ser:
“-Aunque, naturalmente, tratamos de proporcionarnos con este club un
lugar cómodo y agradable, en el que entretenernos algunos ratos, es algo más
que un centro de recreo lo que se pretende hacer. Se intenta facilitar a las
mujeres españolas, recluidas hasta ahora en sus casas, el mutuo conocimiento
y la mutua ayuda. Queremos suscitar un movimiento de fraternidad femenina;
que las mujeres colaboren y se auxilien…Por ejemplo: asistir a las muchachas
que en cualquier campo de la actividad estén pugnando por abrirse camino y
luchen con los obstáculos con que siempre se tropieza al empezar a
trabajar…En este sentido, el club, cuyas asociadas, unas por el propio esfuerzo
y otras por su parentesco con eminentes figuras del Arte y de la Ciencia,
tienen indudable influjo en la sociedad española, puede hacer buenas obras.
También deseamos intervenir activamente-con ánimo pacífico y ajeno a
“tendencia política o religiosa”-en los problemas culturales y sociales de

483 Hurtado, A., “El Lyceum Club Femenino (Madrid, 1926- 1939)”, Boletín de la Institución
Libre de Enseñanza, diciembre, 36 (1999), p. 23.
484 Mangini, S., “El Lyceum Club de Madrid: Un refugio feminista en una capital hostil”,

Asparkia, (17) 2006, p. 127.


485 Desde finales de la segunda década del siglo XIX, la mujer había comenzado a invadir

espacios sociales de los que hasta entonces había estado excluida. Mangini, S., “Relaciones
de género y el papel…”, art. cit., p. 56.
263

nuestro país.486 Un guión de lo que ambicionamos hacer son los títulos de las
seis secciones del Club: “Social”, “Musical”, “Artes Plásticas e Industriales”,
“Literatura”, “Ciencias” e “Internacional”.
Estoy convencida-dice finalmente la señorita Maeztu-de que las mujeres
españolas son tan capaces como las extranjeras de realizar una obra común.
Nuestro Club saldrá adelante”.487

De acuerdo con el artículo, la idea de formar el Club se habría gestado medio año
antes: en marzo se habrían reunido algunas de las socias para formar una Junta
Directiva y empezar a aportar una cuota mensual de diez pesetas. Además, habrían
recaudado fondos con algunas representaciones teatrales del grupo El Mirlo
Blanco488 y la rifa de un cuadro de Ramón Zubianrre.489 En ese momento, el Club
contaba con 150 socias, con larga lista de espera para ingresar en él, y la
procedencia de todas ellas fue de lo más variada, incluyendo socias de varios países
extranjeros. En 1928, el número de socias ascendía a cuatrocientas cincuenta.490
El primer acto celebrado en el Lyceum Club apareció consignado en la primera
página de La Época, con fecha del 17 de noviembre de 1926. Se trataba de una
exposición de arte de María y Elena Sorolla, una de pintura y otra de escultura,
organizada por la sección de arte del club, dirigida por Carmen Baroja de Caro.
Señalaba la reseña: “Quede aquí la referencia de un suceso que viene a testimoniar
la vida de un centro que brindará grata hospitalidad a la dama extranjera que
pueda visitarnos y dará ocasión de trato y expansión a muchas señoras madrileñas”.

486 A este respecto José María Salaverría destacaba la dificultad de organizar un club de

estas características al margen de toda imposición confesional o partidista y que tampoco


fuera feminista. También apuntaba que la vida de la mujer en la capital de España se podía
calificar en esos momentos de revolucionaria y que la creación del Club marcaba una línea
de extraordinario avance en el camino de incorporación a las corrientes universales.
Salaverría, J. M., “El primer club femenino”, Abc, Madrid, 12-11-1926, pp. 5-6.
487 Sánchez-Ocaña, V., “Queremos, dice su presidenta, suscitar un movimiento de

fraternidad femenina”, Heraldo de Madrid, 5-11-1926, p. 1.


488 Así lo recordaba Carmen Baroja: “Efectivamente, se preparó el mismo programa de

Ligazón, Arlequín y el cuento vasco, se pusieron los asientos a 20 pesetas, se llenó el salón
de Carmen, y se reunieron más de cuatro mil pesetas”. Baroja Nessi, C., Recuerdos de una
mujer de la Generación del 98, Barcelona, Tusquets, 1998, p. 90.
489 A este respecto, según señalaba María Martos en un artículo de La Estampa publicado

el 5 de junio de 1928, en su página 9, titulado: “Una visita al Lyceum Club Femenino”, se


había llegado a afirmar que el capital necesario para la constitución del club había sido
aportado por la comunidad judía.
490 Aldecoa, L. E. de, “Una visita al Lyceum Club Femenino”, La Estampa, Madrid, 5-6-

1928, p. 9.
264

Por su parte, Carmen Baroja también recordaba aquella primera exposición, ella
era la responsable de la Sección de Arte: “Recuerdo que la primera exposición que
se hizo, después de una de flores, fue la de las dos hijas de Sorolla, y sobre todo
María vendió algo. Esto daba además del 10% al Club, una gran cantidad de
meriendas de personas que se quedaban después de ver la exposición”.491
El primer Lyceum Club fue fundado en Londres, por la escritora británica
Constance Smedley-Armfield, en 1903, aunque fue inaugurado oficialmente el 20
de junio de 1904, con la intención de que las pocas mujeres de su época que tenían
un trabajo remunerado y que no aspiraban al matrimonio como único fin de sus
vidas, pudieran apoyarse unas en otras y solventar los muchos problemas que les
acuciaban por querer llevar las riendas de sus vidas. Pensó en ello después de
publicar su primera novela e inscribirse en el Writers’ Club, donde conoció a
mujeres que desempeñaban un trabajo remunerado que podía garantizar su
independencia. Así pues, concibió la idea de una asociación que fuera centro de
reunión para mujeres con intereses artísticos e intelectuales y, para ello, buscó
apoyo financiero y una amiga suya le propuso bautizarla con el nombre de Lyceum,
del griego, que se usaba en Nueva York para designar al lugar donde se celebraban
conferencias y debates. Así surgió el Lyceum Club moderno, un centro cultural no
comprometido política ni confesionalmente, que funcionaba como plataforma
profesional, donde mujeres de todos los medios y profesiones podían conocerse y
reunirse, organizar conferencias, dar recepciones y fiestas; todo un universo para
mujeres que se hubieran dedicado o estuviesen interesadas en el arte, la ciencia y el
bien público.492
En años posteriores, se produjo la expansión del Club en otros países,
coincidiendo con el apogeo del movimiento femenino en Europa.493 La intención

491 Baroja Nessi, C., Recuerdos de una mujer…, op. cit., p. 90.
492 Hurtado, A., “El Lyceum Club Femenino…”, art. cit., p. 24.
493 En cuanto al funcionamiento de estos clubs en Europa, el de París fue fundado en 1907

por la duquesa de Uzés, con el nombre completo de “Association fémenine


d’encouregement aux lettres, aux arts, aux sciencies, et aux œuvres humanitaires dite
Lyceum de France”, situado en un inmueble de la Rue Bellechase, 17 y que contaba con
amplios salones, biblioteca, sala de té, comedor y dormitorios de distintos precios.
Curiosamente, a dicho club acudía con asiduidad la presidenta de una asociación femenina
española que, en España, se “ha distinguido por su hostilidad al Lyceum español”. En 1927,
el Club francés tenía unas ochocientas asociadas y las actividades eran básicamente las
mismas que llevó a cabo el Club español. Este Club había sido declarado de utilidad pública
en 1926 y estaba dotado de una subvención pública.
Distintos fueron los indicios del Club belga, fundado en 1908, y no obstante sus difíciles
comienzos por falta de medios económicos, fue amparado por la Unión Patriótica de
Mujeres Belgas, que se reorganizó en 1923, y se ubicó en un hotel en la place de l’Industrie,
265

era no sólo fomentar las relaciones personales entre mujeres afines, sino también la
comprensión internacional entre ellas: Berlín, París, Bruselas, Nueva York, Roma,
Estocolmo…por lo que pronto surgió la necesidad de crear una Federación
Internacional de Clubes Lyceum. En el año en que se fundó el Lyceum Club en
Madrid, 1926, la Federación integraba a veintiocho liceos. En cualquiera de ellos,
una socia de número que estuviera de viaje, o residiera transitoriamente en una
ciudad con sede, tenía plenos derechos en calidad de “asociada visitante”.
Ni que decir tiene que el caldo de cultivo para la creación del Lyceum Club
existía ya desde finales del siglo XIX. A finales de ese siglo y primeras décadas del
siglo XX apareció en los núcleos urbanos un nuevo tipo de mujer que se negaba a
permanecer, por más tiempo, alejada de los espacios públicos, profesiones y
universidades. La difusión de este modelo de identidad femenina entre las clases
medias y altas dio lugar a la aparición de un grupo de intelectuales que fueron
punta de lanza en las manifestaciones artísticas y culturales de la modernidad
española.494
El derecho de la mujer a tener libre acceso a la educación había sido preconizado
por instituciones como la ILE y, posteriormente, la Residencia de Señoritas, sin
olvidar las Conferencias Dominicales para mujeres promovidas por Fernando de
Castro, el Ateneo de Señoras y la Escuela de Institutrices... Sin embargo, no cabe
duda de que el Lyceum Club fue el primer lugar de reunión enteramente femenino,
con protagonistas femeninas y objetivos feministas, independiente de cualquier
otra institución y ajeno a planteamientos políticos y religiosos.
Ejemplo de la notoriedad adquirida fueron las palabras de Cristobal de Castro,
quien firmó un artículo titulado “Casino de Señoras”, con un subtítulo muy
elocuente: “La hora de la mujer”, en el que daba cuenta de la verdadera evolución
que estaba viviendo la mujer en ese momento, tomando partido en la vida pública
del país y abandonando su papel de ama de casa. Con “alma y cerebro militantes”
no se extrañaba el autor de que las mujeres necesitasen un lugar en el que
intercambiar inquietudes. El casino de señoras, como lo llamó, no fue fruto de la
improvisación, sino la consecuencia lógica de un cambio social hondísimo. Los

22. Sus instalaciones incluían comedor, salón de té y habitaciones de 35 a 50 francos para


las asociadas que eran en esa fecha unas cuatrocientas, presididas por Madame Brignole.
Cfr. “Los Lyceum Club de París y Bruselas”, El Sol, Madrid, 27-10-1927, p. 8. El citado
artículo se escribió como consecuencia de las acusaciones hacia la naturaleza maliciosa,
hereje y masona del Lyceum Club Femenino de España.
494 Kirkpatrick, S., Mujer, modernismo y vanguardia…, op. cit., p. 9.
266

estatutos del Lyceum Club Femenino Español, afirmaba, se inspiraban en “esa


evolución de la mujer, aislada y subalterna, hacia la mujer social e independiente” y
por ello sus fines eran:
a) Fomentar en la mujer el espíritu colectivo, facilitando el intercambio de
ideas y encauzando las actividades que redunden en beneficio de la
colectividad.
b) Aprovechar todos aquellos esfuerzos personales que hoy dan un
rendimiento mínimo, por su disposición, aunando todas las iniciativas y
manifestaciones de índole benéfica, artística, científica y literaria, en beneficio
de la colectividad, siendo por completo ajeno al fin de la Asociación todo acto
con tendencia política o religiosa. 495

Efectivamente, la necesidad de organizarse, de dotarse de un lugar de reunión, de


coordinar actividades para las mujeres y ampliar el círculo del hogar fueron las
razones por las que se fundó el Lyceum, aunque no faltaron voces masculinas que
comparaban el Club con un nuevo hogar en el que “una nueva madre” daría a luz a
unos hijos que España esperaba hacía ya mucho tiempo 496 o la propia María
Lejárraga que, entrevistada en relación al Club, lo consideraba como “hogar
maternal” u “hogar sentimental”.497 En definitiva, un hogar en el que cultivar la
sociabilidad y la fraternidad femeninas.

7.1.1. Funcionamiento y actividades del Lyceum Club


La revista La Esfera se adentró en la sede del Lyceum Club para informar a sus
lectoras acerca de la asociación y después de prevenir a las socias de que no debía
convertirse en una agrupación donde predominara la catedralicia o la marisabidilla,
sino que debía ser el hogar posible de todas las mujeres españolas, realizó una
entrevista a Isabel Oyarzábal. Esta apuntaba que desde hacía tiempo venían
proyectando un lugar en el que pudieran reunirse y traer a sus amigas extranjeras,
que se lamentaban de la falta de espacios de esta clase que, sin embargo, abundaban
en Europa. Las actividades que llevarían a cabo serían de índole benéfica, artística,

495 Castro, C. de, “Casino de señoras”, La Esfera, Madrid, 4-12-1926, p. 12.


496 Tal fue el caso de Eusebio Gorbea, esposo de Elena Fortún, en el artículo “La vida
femenina. Lyceum Club Femenino Español, La Libertad, Madrid, 20-11-1926, p. 3. Cfr.
Aguilera Sastre, J., “Las fundadoras del Lyceum Club Femenino Español”, Brocar, 35
(2011), p. 69.
497 Ibidem, p. 75.
267

científica y libertaria, orientadas en bien de la colectividad. En noviembre de 1926,


ya existían más de cien socias fundadoras y tenían gran cantidad de solicitudes de
ingreso, que pagaban 25 pesetas de cuota de entrada y 5 pesetas de mensualidad.
Oyarzábal recordaba cómo habían conseguido el dinero para la instalación del Club
y además de una cuota que llevaban pagando varios meses, El Mirlo Blanco, por
ejemplo, había representado una función teatral con la que se habían recaudado
4.000 pesetas y habían rifado un cuadro, aunque la autora señalaba que las socias
eran ambiciosas y aspiraban a tener local propio.498
Muchas mujeres con gran peso intelectual en la época, también valoraron lo que
había supuesto el Lyceum Club, tal como nos decía Maria Teresa León:
“¡Mujeres de España! Creo que se movían por Madrid sin mucha conexión,
sin formar un frente de batalla, salvo algunos lances feminísticos, casi siempre
tomados a broma por los imprudentes. Ya había nacido La Residencia de
Señoritas, dirigida por María de Maeztu, y el Instituto Escuela inaugurado sus
clases mixtas, hasta poner los pelos de punta a los reaccionarios mojigatos.
Pero las mujeres no encontraron un centro de reunión hasta que apareció el
Lyceum Club. Por aquellos años comenzaba el eclipse de la dictadura de Primo
de Rivera. En los salones de la calle de las Infantas, se conspiraba entre
conferencias y tazas de té”.499

Y apuntaba, que “el Lyceum Club no era una reunión de mujeres de abanico y
baile. Se había propuesto adelantar el reloj de España”. Mientras que Carmen
Baroja Nessi recordaba así los inicios del Club:
“Por entonces veníamos reuniéndonos unas cuantas mujeres con la idea, ya
muy antigua en nosotras, de formar un club de señoras. Esta idea resultaba un
poco exótica en Madrid y la mayoría de las que la teníamos era por haber
estado en Londres, donde eran, y supongo que siguen siendo, tan abundantes.
La que presidía nuestras reuniones era María de Maeztu, que además había
puesto a nuestra disposición los salones de la Residencia de Señoritas de la
calle Fortuni, inaugurada por la Institución Libre de Enseñanza en 1915, se
integró el Instituto Internacional, llamado también Instituto de Boston,
creado por la misionera norteamericana Alice Gulick para “trabajar por la

498 “Lyceum. El primer Club femenino inaugurado recientemente en Madrid”, La Esfera,


Madrid, 20-11-1926, pp. 12-13.
499 León, Mª. T., Memoria de la melancolía, Madrid, Castalia, 1999, pp. 514-515.
268

educación de las niñas y de las mujeres españolas”. 500 Allí se alojaban las
profesoras extranjeras. Las reuniones iban siendo cada vez más numerosas y
allí nos juntábamos todas o casi todas las mujeres que en Madrid habían hecho
algo y que por ellas o por sus maridos tenían una representación. [...]
Se nombró una junta y se tomó un local muy bonito en la calle de las
Infantas [número 31], en la casa llamada de las Siete Chimeneas. Esta casa es
de las pocas, quizá la única en Madrid, que tiene un fantasma, una dama
blanca”.501

En abril de 1926 se celebró la asamblea constituyente del Lyceum Club


Femenino, presidida por María de Maeztu y se inauguró oficialmente el 4 de
noviembre. Las vicepresidentas fueron Isabel de Palencia y Victoria Kent; la
secretaria, Zenobia Camprubí; la vicesecretaria, Helen Phipps, 502 directora
residente del Instituto Internacional; tesorera, la señora de Salaverría. En la lista
de las socias fundadoras del Club aparecían los nombres de las señoras de Díez
Canedo, de Pérez de Ayala, de Araquistáin, de Ucelay, de Besteiro, de Ortega y
Gasset, de Baeza, de Marañón, Álvarez del Bayo, Fabra Ribas, Mesa, Baroja, Caro
Raggio, Elorrieta, etc. 503 Fueron presidentas de honor del Lyceum, la reina
Victoria Eugenia y la duquesa de Alba. Y se instalaron inicialmente en un edificio
de la calle Infantas 31, aunque posteriormente, y debido al éxito en el número de
asociadas, hubieron de trasladarse a la calle San Marcos, número 44.504
La propia Isabel de Palencia publicó un artículo en Blanco y Negro titulado “La
mujer y la vida moderna” y cuyo antetítulo era “El club para señoras”505 en el que
explicaba la necesidad de la creación de un espacio de esta índole, a pesar de los
argumentos en contra de los enemigos del progreso y en el que apuntaba que una

500 Cfr. Piñón Varela, P., “El Instituto Internacional”, en Alcalá Cortijo, P., et alii (coord.),
Ni tontas ni locas. Las intelectuales en el Madrid del primer tercio del siglo XX, Madrid, Fecyt,
2009, pp. 36-43.
501 Baroja Nessi, C., Recuerdos de una mujer…, op. cit., Barcelona, Tusquets, 1998, p. 89.
502 En realidad Helen Phillips, aunque aparecía mal transcrito en la prensa. Cfr. Aguilera

Sastre, J., “Las fundadoras del Lyceum…”, art. cit., p. 69.


503 Sánchez-Ocaña, V., “Queremos, dice su presidenta, suscitar un movimiento de

fraternidad femenina”, Heraldo de Madrid, 5-11-1926, p. 1.


504 En el diario El Sol, con fecha 7 de febrero de 1931, p. 3, se daba cuenta del té que se

daría para celebrar la inauguración de los nuevos locales. El 11 de septiembre de 1930,


Oyarzábal había anunciado a las socias que habían surgido problemas de alquiler que
forzaban el traslado. Fagoaga, C., “El Lyceum Club…”, art. cit., p. 156.
505 Palencia, I. de, “La mujer y la vida moderna”, Blanco y Negro, Madrid, 28-11-1926, pp.

111-114.
269

de las necesidades que se habían impuesto a la mujer en su tiempo para poder


ganar la lucha por la vida era la de salir del “sagrado hogar”. Y añadía, “medio para
facilitar esta ímproba tarea es la fundación que acaba de inaugurarse en Madrid con
el nombre de “Lyceum” o Club Femenino Español […] punto de convergencia de
muchos ideales”. Un club que no era “simplemente un lugar de esparcimiento y
recreo, en el que puedan las mujeres formar relaciones sociales y disfrutar de los
encantos de una charla amena y una exquisita taza de té, cosa, a fin de cuentas,
perfectamente lícita y natural, sino de un punto de convergencia de muchos ideales
que, aislados, no lograron realidad y que allí se vigorizarán por medio de una
acción mancomunada, y podrán llegar a convertirse en hechos positivos. Es la
biblioteca seleccionada para la hambrienta de buena lectura, el salón de
conferencias para las que desean seguir la trayectoria que en materias
innumerables va trazando el pensamiento humano, la sala de exposiciones en donde
poder disfrutar de las bellezas creadas por la mano ajena o ver impulsada,
desinteresadamente, la propia obra; el incomparable placer de oír buena música y
de ampliar la cultura artística; es, por último, todo esto unido y más que todo, la
posibilidad de extender los bienes de la cultura y del arte, los medios de la lucha
digna y la ayuda material a los que se hallen necesitados de estas cosas”.
Tales eran algunas de las actividades que impulsaron este grupo de mujeres en
pro de la cultura y el progreso femeninos. Así, el periódico La Libertad publicó una
serie de artículos en los que, bajo el título, “Las fundadoras del Lyceum Club
Femenino Español”, se entrevistaba a las fundadoras. La primera de las
entrevistadas fue Amalia G. de Salaverría, tesorera del Club, profesora e impulsora
de la coeducación, preguntándole por qué había nacido el Lyceum, qué
representaba en la cultura española y cuál creía que era su porvenir. El Lyceum
había nacido “para devolver a la palabra ‘sociabilidad’ su verdadero sentido,
haciendo que convivan personas que puedan disentir en ideas que, por encima de
ellas, contribuyan en todos los trabajos y afanes de la vida moderna que se
relacionan con la mujer”. Terminaba afirmando que el cumplimiento del programa
que se habían propuesto sería un triunfo para la sociedad española.506
Por su parte, Zenobia Camprubí, entrevistada sobre el mismo asunto tres días
más tarde, señaló que el Lyceum había nacido como resultado inevitable de la vida
moderna. El Club era un centro activo en el que la mujer podía encontrar apoyo

506“Las fundadoras del Lyceum Club Femenino Español”, La Libertad, Madrid, 11-12-1926,
p. 3.
270

para cualquier ideal que afectase a su bienestar colectivo. Se trataba de una


colectividad de mujeres útiles y cultas que, sin distinción de religión, nacionalidad,
política ni clase, estaba dispuesta a servir cualquier causa noble (La Libertad, 14-
12-1926, p. 5).
En la misma línea, se manifestaron en sus entrevistas Aurora L. de Riaño (17-12-
1926, p. 3), Pilar Bolivar de Tapia (21-12-1926, p. 3), Pura de Ucelay (24-12-1926,
p. 3), Julia Peguero (1-1-1927, p. 5) y Carmen Gallardo de Mesa (5-1-1927, p. 3).
Al tiempo que Benita Asas Manterola señalaba en la misma serie de artículos:
“La mujer española se ha dado cuenta de que no debe seguir haciendo el
ridículo, yendo cojeando por las anchurosas vías del progreso mundial; se ha
convencido de que es absurdo tener envuelto el espíritu en las telarañas de los
siglos pasados, y haciendo preterición de los gestos atávicos masculinos que
tratan de flagelarla con la maledicencia, cuando no con la calumnia, ha
adoptado la estética y digna postura que le corresponde en este siglo XX.
Laborar por la mayor felicidad nacional y universal en la medida que su
gran devoción por el perfeccionamiento humano le permita: este es el noble
motivo que ha dado vida al Club Femenino Español.
Hoy representa, en la cultura de España, el haber introducido ya en ella las
frescas brisas de un feminismo ideal-que es el único que se cultiva por las
entidades feministas de nuestro pueblo-; brisas capaces de apagar los candiles
que alumbraban los cerebros del bello sexo, para sustituirlos por arcos
voltaicos que hacen huir las intensas sombras que producían su frágil
mentalidad. Representa una respetable dosis de europeización que da
verdadera honra a nuestra patria y ofrece margen a fundadas esperanzas de
encumbramiento nacional.
Y si la española no claudica; si continúa elevándose a la altura del prestigio
que debe tener; si ella sabe hacer perenne el fuego sagrado de las levantadas
aspiraciones que hoy caldean el Lyceum Club Femenino Español, entonces
“creo yo que este centro puede llegar a ser” un magnífico florón para la
cultura y para el progreso nacionales, así como también un elemento
valiosísimo para la cordial convivencia espiritual y material
internacionales”.507

507 La Libertad, Madrid, 28-12-1926, p. 5.


271

Pese a las opiniones contrarias, también tuvo el Lyceum apoyo en sus primeros
pasos, tal y como lo demuestra, por ejemplo, el artículo titulado “El Club
Femenino”, 508 donde se valoraba positivamente la creación de un club de esta
índole en Madrid y analizaba someramente, a modo de diálogo, el porqué de su
fundación: si la mujer en la Primera Guerra Mundial había ocupado puestos de
trabajo en campos y fábricas, también podía reunirse “en un círculo para charlar,
tomar el té, celebrar exposiciones, dar conferencias y hasta para bailar un rato si se
presenta la ocasión”.
Pero el Lyceum Club, a tenor de los datos recogidos en la prensa, superó con
creces estas previsiones. Tuvo, sin duda, un importante papel en la vida femenina
madrileña, aglutinando en su andadura, no solo cientos de actividades en pro del
desarrollo de la mujer, sino también a importantes personalidades que de una u
otra forma colaboraron en el proyecto. Prueba de ello es que el artículo titulado
“La reforma del Código y los derechos de la mujer”,509 daba a conocer el primer año
de vida del Club y señalaba que la primera institución internacional que le había
distinguido con su confianza había sido la International Health Board de la
Rockefeller Foundation y esperaban del gobierno español que reconociera en breve,
tal como había hecho el francés, la utilidad pública de la institución. Entre los
motivos de satisfacción, el mayor de todos era que un pequeño grupo de mujeres de
elevado espíritu cívico hubiera conseguido reunir en el Club a tantas mujeres de
rectos ideales y amantes del progreso en España para “el fomento de las ciencias,
las artes, las letras y las obras humanitarias”. Una de las secciones del reportaje se
titulaba: “Las clases sociales se unen en el Lyceum”, y en él se decía que, a pesar de
que las asociadas fueron desde un principio de todas las clases sociales,
predominaban las intelectuales y esposas de los más importantes hombres de letras,
de arte y de ciencia de España. Nombraba a varias aristócratas: la duquesa de Alba,
la condesa de Yebes, la de San Luis, la vizcondesa de Llanteno y a María de Echarri.
A estas y otras mujeres, como la del torero Juan Belmonte, se habían unido mujeres
de clase media, de clases proletarias y las universitarias. Después de referirse a las
primeras actividades que había llevado a cabo el Club, se reproducían los artículos
de los estatutos del Club, que establecía la composición de la Junta directiva, otra

“El Club Femenino”, La Época, Madrid, 29-11-1926, p. 1.


508

“La reforma del Código y los derechos de la mujer”, La Prensa, Madrid, 29-4-1927, s. p.
509

Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario


núm. 687, Registro 1812).
272

serie de normas de funcionamiento interno y se organizaba en secciones en su


artículo 30: Social, Musical, Artes Plásticas e Industriales, Literatura, Ciencias e
Internacional, siendo cada una de ellas compuesta por comités directivos formados
por una presidenta y dos vocales.

Las actividades llevadas a cabo en el Club fueron de lo más diversas: salón de


exposiciones y conferencias; biblioteca creada por María Martos de Baeza; salón de
té o guardería infantil. Pura de Ucelay se encargó de la decoración; Carmen Monné,
Aurora Lanzarote, Eulalia Lapresta y miss Baker se ocuparon de las finanzas y
gestionaron asimismo, la obtención de fondos, por medio de subastas y fiestas, ya
que las fundadoras se encontraban con toda clase de escollos económicos para
llevar a cabo su labor.
Zenobia Camprubí fue secretaria y activa colaboradora y había conocido a
Victoria Kent, vicepresidenta del Club, al solicitar una beca de la Junta de Becas de
Mujeres Españolas para estudiar en Estados Unidos, becas de estudios que ella
misma promovió posteriormente en el Lyceum Club para conocer la filosofía
pedagógica en los colleges americanos de Barnard, Bryn Mawr y Smith,510 centro
este último, en el que Isabel Oyarzábal impartió conferencias. Según Zenobia, la
idea de fundar el Lyceum Club, habría sido de la propia Victoria Kent.511
Benita Asas Manterola recordaba en un reportaje en 1929 que el Club había
contado en un principio con noventa asociadas y que en ese momento se acercaban
a quinientas y analizaba la “tipología” de mujeres asociadas: esposas de escritores,
de artistas, de médicos o figuras destacadas de la intelectualidad femenina, o
señoras de la aristocracia. Asimismo describía la vida diaria del Club: abría de diez
de la mañana a diez de la noche, siendo la hora de mayor afluencia hacia las siete
de la tarde, diariamente asistían cincuenta o sesenta asociadas y los eventos que
más público concentraban eran los conciertos y conferencias. Las asociadas
pagaban para pertenecer al Club veinticinco pesetas y diez o cinco mensuales,
según voluntad de la asociada y no gozaban de subvenciones externas.512

510 Mangini, S., Las modernas de Madrid. Las grandes intelectuales españolas de la vanguardia,
Barcelona, Ediciones Península, 2001, p. 83.
511 Gutiérrez Vega, Z., Victoria Kent. Una vida al servicio del humanismo liberal, Málaga,

Universidad, 2001, p. 84.


512 “El Lyceum Club Femenino entra en el cuarto año de su vida”, Nuevo Mundo, Madrid,

15-11-1929, p. 13.
273

El reglamento del Lyceum Club pretendía defender los intereses morales y


materiales de la mujer, desarrollando todas aquellas iniciativas y actividades que
redundasen en su beneficio; fomentar el espíritu colectivo, facilitando el
intercambio de ideas y la compenetración de sentimientos y organizar obras de
carácter social y celebrar sesiones, conferencias, cursillos, concursos, excursiones y
fiestas privadas y públicas.513
Para la admisión como socia era necesaria la producción de obras periodísticas,
literarias, artísticas o científicas y no se tenía en cuenta otras variables, como la
clase social o las creencias y tan solo se denegaba el ingreso si se había hecho gala
de una conducta “non sancta”.514 C. Fagoaga ha elaborado un censo de las socias
del Club, que en su composición inicial provenían, de una parte, del Instituto
Internacional, que representaron el apoyo decisivo para poner en marcha el
Lyceum; y de otra, de la Institución Libre de Enseñanza, a través del Instituto
Escuela y la Residencia de Señoritas y, por último, el segmento más numeroso
provenía de mujeres que militaban en asociaciones sufragistas. El estrato social del
que provenían era mayoritariamente de clases adineradas y nacidas en las dos
últimas décadas del siglo XIX o en la primera del XX. Un cuarenta por ciento de
las socias tenían una ocupación liberal o, en cualquier caso, una actividad
ocupacional alta: profesoras, médicas, farmacéuticas, periodistas, abogadas,
traductoras o psicólogas y otras que encontraron en el Lyceum un ámbito propicio
para el desarrollo de su profesión.515
Así las cosas, el Lyceum Club reunió a un nutrido grupo de mujeres que querían
trabajar por la mujer: Victoria Kent, Matilde Huici, Mercedes Gaibrois, María Luz
Morales, Maruja Mallo, Concha Méndez, Dolores Cebrián, Constancia de la Mora,
Josefina de la Torre, Carmen Conde, Pura Máortua, Ernestina de Champourcin…
Junto a otras tantas mujeres cultas de la generación anterior: Carmen Baroja,
Isabel Oyarzábal de Palencia, Halma Angélico, Clara Campoamor, Elena Fortín,

513 Lyceum Club Femenino, Reglamento, Madrid, Imprenta de Ramona Velasco, 1929, pp. 2-4.
Cit. en Hurtado, A., “El Lyceum Club Femenino…”, art. cit., p. 31.
514 A este respecto, decía Carmen Baroja de Margarita Nelken: “Margarita tenía un

horrible odio al Lyceum. [Unos] decían que era muy antifeminista; otros aseguraban que
no había intentado entrar porque temía que no se la admitiera por antiguas aventuras que
había tenido, ya que en el Lyceum lo único que no se toleraba era la conducta non sancta”.
Baroja y Nessi, C., Recuerdos de una mujer…, op. cit., p. 105.
515 Fagoaga, C., “El Lyceum Club de Madrid, élite latente”, en Bussy Genevois, D. (ed.),

Les Espagnoles dans l’histoire, une sociabilité démocratique (XIXème-XXème siècle), SaintDenis,
Presses Universitaires de Vincennes, 2002, p. 148-150. Para conocer el censo aproximado
de socias véanse este artículo, y el de Aguilera Sastre, J., “Las fundadoras del Lyceum…”,
art. cit., pp. 65-89.
274

María Martínez Sierra (María Lejárraga), María Luisa Navarro de Luzuriaga,


Zenobia Camprubí, Matilde Ras, María Goyri, y María de Maeztu. Se convirtieron
en una nueva corriente de opinión,516 comprometidas en una doble lucha feminista
y política.
El periódico La Época 517 bajo el título “El Club Femenino” hablaba de sus
fundadoras: María de Maeztu, a quien se presentaba como “profesora, conferencista,
viajera, mujer de gran cultura y comprensión”. De Isabel Oyarzábal se decía que
había escrito un libro sobre el traje que juzgaba muy interesante y sobre el que dio
conferencias en inglés en los Estados Unidos, dejando allí un excelente recuerdo,
pues “allí creían que las mujeres españolas no se ocupaban de esas cosas de la
inteligencia”. Calificaba al grupo, más que como Junta Directiva de un círculo de
recreo, como Academia, estilo Goncourt y afirma que el Club sería beneficioso
también para las mujeres extranjeras que vivían en Madrid, pues necesitaban un
lugar de reunión al ser muchas de sus integrantes extranjeras. Y, finalmente,
añadía: “Leen todas cada vez más. Se ven llenas de señoras las recepciones
académicas y las conferencias que se celebran a diario. Asisten cada año mayor
número de señoritas al Instituto y a la Universidad”. Terminaba augurando al Club
un gran futuro en vista de la gran cantidad de mujeres que formaban parte de él y
de las que solicitaban su entrada continuamente.
En cuanto a la presencia masculina, aunque, de hecho, los hombres tenían acceso
a parte de las instalaciones: sala de exposiciones, conferencias y salón comedor,
previa invitación de una asociada, la entrada les estaba vedada. En principio,
algunas de las fundadoras, como Victoria Kent, Trudy Araquistáin y Mabel Pérez
de Ayala, preferían que el club fuese mixto, 518 lo cual, sin duda, les hubiera
favorecido posteriormente, al evitar las duras críticas que recibieron. Pero llegaron
a la conclusión de que si otras instituciones, como el Ateneo o el Club de Bellas
Artes no lo eran, tampoco habría de serlo esta. Ello les confirió “un leve prurito de

516 Hurtado, A., “El Lyceum Club Femenino…”, art. cit., p. 31.
517 “El Club Femenino”, La Época, Madrid, 29-11-1926, p. 1.
518 En este sentido, preguntada María Martínez Sierra por este matiz societario, señalaba

que habían preferido la prohibición de la participación masculina en el club para “asegurar


el lujo de la sinceridad absoluta, y evitar la intolerable tolerancia, la galantería desdeñosa
con la cual el varón acoge toda manifestación de inteligencia femenina”. La Libertad,
Madrid, 7-1-1927, p. 3.
275

revancha que tiñó al Lyceum de cierto matiz enrarecido de ‘cotarro’, que lo


perjudicó”.519
En este sentido, ya en un artículo publicado en El Imparcial, se prejuzgaba, más
que se juzgaba, con un tono condescendiente, el carácter femenino del club,
afirmando que si este se convirtiese en feminista, sería un remedo de la
espiritualidad varonil y la masculinización de la feminidad.520
En el Lyceum se crearon seis secciones, emulando a los otros clubes: social, de
música, de artes plásticas e industriales, de literatura, de ciencias e internacional.521
Todas ellas muy activas en la promoción de distintas actividades.
Pero, sin duda, uno de los méritos más importantes de la asociación fue la
creación de la Casa del Niño, una especie de guardería que acogía a niños de
madres trabajadoras y más tarde la Asociación Auxiliar del Niño, que capitaneada
por algunas ilustres socias, como Matilde Huici, Constancia de la Mora o Luisi
Graa, entre otras, estableció bibliotecas infantiles en diversos puntos de Madrid,
además de talleres donde aprender oficios elementales, música, escritura...
De hecho, el Lyceum ya se había preocupado anteriormente del bienestar infantil,
cuando en febrero de 1927 pidió al alcalde de Madrid, el Conde de Vallellano, la
creación de parques infantiles.522 Isabel Oyarzábal abordó alguno de estos temas en
prensa, caso de su artículo titulado, “Cooperativas maternales”,523 en donde hablaba
de los problemas de la mujer de clase media y reivindicaba un salario para el ama
de casa, ya que “el hogar es el factor esencial de la vida moral y espiritual del
mundo”. Daba noticia de la existencia de cooperativas maternales en los países más
avanzados y más cultos. En ellas los niños eran cuidados por las madres por
turnos.524
La Casa del Niño se puso en marcha en 1927, en la calle Bravo Murillo, 32,525 de
mano de la Sección Social del Club. 526 Su objetivo era la creación de hogares

519 Martín Gaite, C., “Elena Fortún y su tiempo”, en Pido la palabra, Barcelona, Anagrama,
2002, p. 65.
520 “La colmena sin zánganos”, El Imparcial, Madrid, 19-11-1926, p. 1.
521 En ocasiones, aparecieron nuevas secciones, como fue el caso de la sección de recreos

que organizó una fiesta para conmemorar el centenario del Romanticismo. Cfr. El Sol,
Madrid, 2-2-1930, p. 10.
522 “Una petición del Club Femenino”, El Imparcial, Madrid, 6-2-1927, p. 4.
523 “Cooperativas maternales”, Blanco y Negro, Madrid, 25-12-1927, pp. 99-101.
524 En la misma revista, en el artículo titulado “La mujer bibliotecaria”, defendía la cultura

y en concreto, la fundación y conservación de bibliotecas infantiles y animaba a la mujer a


ayudar en esta tarea que redundaría en la alfabetización del país. Blanco y Negro, Madrid,
23-1-1927, pp. 99-100.
525 “La Casa de los Niños”, La Época, Madrid, 8-3-1929, p. 4.
276

infantiles en los barrios más populosos de Madrid, donde las madres pudieran dejar
a los niños durante la jornada de trabajo, y donde los infantes pudieran jugar y
comer. La edad de admisión de los niños era de dos a seis años y las organizadoras
querían “reemplazar los hogares tristes sin pan y sin sol, por otro más sano, más
limpio y más alegre, durante doce horas: de ocho de la mañana a ocho de la noche”.
El alcalde del momento les ofreció un pabellón de madera y un jardín, mientras que
la asociación gestionó la cesión de un solar y unos pabellones Docker. Según el
artículo se estimaba un presupuesto de treinta y cinco mil pesetas y un
mantenimiento mensual de tres mil para constituir nuevas Casas del Niño en caso
de que el resultado de la primera fuera satisfactorio. Rápidamente se pusieron
manos a la obra y al mes siguiente se anunciaba la celebración de una fiesta para
contribuir a la puesta en marcha de la Casa.527
El proyecto fue elogiado por notables expertos y autoridades de la ciudad, caso
del doctor Palanca, quien en 1929, en una conferencia en La Sociedad Española de
Higiene, elogió la labor realizada por el Lyceum en este sentido y apoyó la
idoneidad de promover la creación de guarderías para paliar la mortalidad
infantil. 528 En el mismo sentido se manifestaba un artículo de La Época, que
elogiaba la labor de La Casa del Niño ante la visita del ministro de Gobernación,
quien fue recibido por la presidenta de la Casa, la señora Bastos y otras
asociadas.529
En 1933, cuatro años después de su fundación, un artículo de La Libertad
destacaba la labor realizada por la institución. 530 En él se señalaba que el
dormitorio tenía cabida para cuarenta o cuarenta y cinco cunas. Gloria de Luna y
Corral, la secretaria de la Casa, apuntaba que estaban albergando la idea de crear
un segundo recinto.531

526 “La Casa de los Niños”, La Época, Madrid, 9-4-1927, p. 1.


527 “Notas de sociedad”, La Época, Madrid, 9-5-1927, p. 2. Carmen Baroja también
recordaba la puesta en marcha de la Casa del Niño: “Se hizo una exposición de juguetes
populares, con venta para beneficio de la Casa del Niño. Primo de Rivera cedió un local
cerca de los Cuatro Caminos y [allí] se construyó una casita preciosa en donde unos
cuantos chiquillos vivían como príncipes. Regentaban aquello Consuelo Bastos, mujer del
médico, y las de Gancedo entre otras. Se dieron bailes, uno romántico, precioso en el
Ritz…” Cfr. Baroja Nessi, C., Recuerdos…, op. cit., pp. 91-92.
528 “Las guarderías infantiles”, El Imparcial, Madrid, 6-4-1929, p. 2.
529 “La Casa de los Niños”, La Época, Madrid, 8-3-1929, p. 4.
530 “En la Casa de los Niños”, La Libertad, Madrid, 20-8-1933, p. 5.
531 Otras referencias acerca de La Casa del Niño en la prensa son las de los artículos: “Vida

espiritual de Lyceum”, Heraldo de Madrid, 24-8-1928, pp. 8-9, en el que Emilio Fornet
dedicaba un extenso reportaje a dar a conocer el Lyceum, elogiando la labor de la Casa del
Niño y hacía un balance de las actividades realizadas en el último año: exposiciones,
277

Por otra parte, la Asociación Auxiliar del Niño, que se cristalizó en 1931, se
puede considerar una prolongación de este proyecto, que según su presidente,
Ángel Ossorio y Gallardo, se trataba de “un modelo de autoeducación infantil”.532
En sus memorias, rememoraba cómo se habían organizado bibliotecas y círculos
donde los chicos se movían libremente. Se había instalado una biblioteca infantil en
el Puente de Vallecas en la que los jóvenes lectores entraban libremente y cogían
los libros que más les gustaban. En vista de ello, crearon un círculo en el otro
extremo de la ciudad, en la barriada de La Prosperidad, donde había biblioteca,
talleres, sala de música… Aún establecieron una tercera biblioteca infantil en las
instalaciones del Grupo Escolar Juan B. Justo, en el Puente de Extremadura.
Todos ellos gozaron de muy buena acogida.
Otra encomiable labor llevada a cabo por el Lyceum Club fue la contribución a la
mejora de las condiciones de las personas ciegas.533 En un artículo publicado en El
Sol, se elogiaba su labor en este sentido, además de señalar que, había sido desde el
Lyceum Club desde donde más se ha hecho por este colectivo. El artículo también
lamentaba que las instituciones públicas no hubieran adoptado las medidas
oportunas para mejorar su situación, pues en vez de mejorar la vida de los
invidentes, habían llenado los bolsillos de otros.534 Este elogio se vio refrendado en
otro artículo de La Voz en 1931, donde se entrevistaba a las mujeres que dictaban
libros para ser transcritos al sistema Braille, al tiempo que se lamentaban de
carecer de medios y calificaban de vergonzosa que la única medida que se hubiera
adoptado para la mejora de las condiciones de vida de los invidentes fuera la
autorización para que pudiesen pedir limosna.
Por otra parte, la sección Internacional puso en funcionamiento una oficina de
información tanto para mujeres españolas o extranjeras acerca de establecimientos
benéficos, asilos, hospitales, bolsas de trabajo, consulados, sanatorios, consultorios
gratuitos, casas de huéspedes, residencias, etc. Tuvieron lugar numerosos actos
destinados a crear lazos con distintos países. Como ejemplos, el ministro de

conferencias, recitales, conciertos; y “La Casa de los Niños”, Heraldo de Madrid, 6-3-1929, p.
2, donde calificaba la labor realizada por el Lyceum de un gran valor social y abogaba por
la creación de casas semejantes.
532 Hurtado, A., “El Lyceum Club…”, art. cit., p. 34.
533 Isabel Oyarzábal fue nombrada durante la II República miembro del Patronato para la

Reforma de la Enseñanza de los Centros de Sordomudos.


534 “Pensiones y bibliotecas para los ciegos”, El Sol, Madrid, 1-3-1930, p. 1. La contribución

a esta labor, también consistió en la creación de una biblioteca ambulante para ciegos, para
la que el Comité Español del Libro para el Ciego pedía colaboración en el periódico. El Sol,
Madrid, 18-12-1930, p. 3.
278

Finlandia dio una conferencia en el Club, tal como destacaba el diario La


Libertad.535 En 1931, tuvo lugar una velada “hispanochecoeslovaca”, país con el que
el club desarrolló estrechas relaciones. En sendos artículos de El Sol y Crisol,536 se
daba cuenta de este evento en el que Isabel Oyarzábal disertó sobre “El traje
regional checoeslovaco relacionado con la vida del pueblo y comparado con los
trajes regionales españoles”, con proyecciones. Otro acto en honor al presidente de
Checoslovaquia, el señor Masaryk, fue reseñado por los periódicos El Sol y el
Heraldo de Madrid.537 En el primero se destacaba que el acto estuvo presidido por el
ministro de Estado, Luis de Zulueta y en el que tomó la palabra Isabel de
Palencia.538
En 1930, se creó una sección Hispanoamericana con el objetivo de estrechar
lazos con las asociaciones femeninas de aquel continente. 539 La primera referencia
a este hecho se consignó en La Época,540 en un artículo en el que se señalaba que el
Lyceum se había comunicado telefónicamente a través de su presidenta Isabel
Oyarzábal con la presidenta del Consejo Nacional de Mujeres de la Argentina. Con
posterioridad a esta fecha, la sección organizó numerosas actividades recogidas por
la prensa.541
La sección Social promovió distintas actividades con la finalidad, entre otras, de
animar a la mujer en la intervención política, que culminaría años después en la
consecución del voto femenino. En este sentido, se impartieron cursos y
conferencias y dentro de los primeros, destacaremos el que impartió Matilde Huici
para incentivar a las mujeres a la participación en la vida pública y a la
comprensión de la situación de desigualdad legal que vivían con respecto a los
hombres. 542 Ello produjo un debate sobre la reforma de los Códigos Penales y
Civiles que fue posteriormente llevada al gobierno para su estudio. De ahí el
comentario de Luis E. de Aldecoa, cuando declaraba en un artículo que: “El
Lyceum es un defensor constante del mejoramiento de la condición jurídica de la

535 La Libertad, Madrid, 19-4-1928, p. 8.


536 El Sol, Madrid, 19-12-1931, p. 2 y Crisol, Madrid, 21-12-1931, p. 2.
537 El Sol, Madrid, 10-3-1933, p. 3 y Heraldo de Madrid, 10-3-1933, p. 13.
538 Oyarzábal recibió una distinción de parte del presidente Masaryk, la medalla de la

Orden del León Blanco, el 27-3-1933, por sus estudios sobre el arte popular checoslovaco.
539 Véanse La Época, Madrid, 10-2-1927, p. 4; El Sol, Madrid, 31-5-1932, p. 8; La Libertad,

Madrid, 31-5-1932, p. 9; La Libertad, Madrid, 15-6-1934, p. 8.


540 La Época, Madrid, 18-6-1930, p. 3.
541 Véanse La Libertad, Madrid, 30-5-1931, p. 8; La Libertad, Madrid, 3-6-1931, p. 2; El Sol,

Madrid, 31-5-1932, p. 8; La Libertad, Madrid, 15-6-1934, p. 8.


542 “Derecho público”, El Sol, Madrid, 6-4-1930, p. 6.
279

mujer española, y expresó el año pasado sus aspiraciones en un escrito que elevó a
la comisión de Códigos, redactado por las señoritas Victoria Kent y Benita Asas
Manterota”.543
Dicho escrito que, a decir de sus autoras, no constituía un estudio completo, sino
un conjunto de peticiones esquemáticas, revelaban los fervientes anhelos de
reforma, cuya finalidad era conseguir una mayor dignidad para la mujer y una
nivelación de deberes y derechos en la familia. De hecho, a lo largo de once puntos
solicitaban que la patria potestad fuera ejercida por ambos cónyuges y que la mujer
la conservara en segundas nupcias; que se reconocieran sin limitaciones la facultad
de la mujer soltera o casada para ser testigo en los testamentos, formar parte del
Consejo de Familia; ser tutor, protutor, curador, albacea…; la posibilidad de
administración y gobierno en común de los bienes gananciales; que los motivos de
desheredación fueran idénticos para el hombre y para la mujer; que se reconociera
el derecho de la mujer casada a disponer libremente del producto de su trabajo; la
supresión del artículo 57 del Código Civil, sustituyéndolo por este otro: “El marido
y la mujer se deben protección y consideración mutuas”; que la mujer casada
conservara su nacionalidad; supresión del número 3 del artículo 603 del Código
Penal; supresión del artículo 438 del Código Penal e investigación de la
paternidad.544
Acorde con este proyecto se impartió la conferencia del jurisconsulto Ángel
Ossorio y Gallardo sobre “La mujer en el nuevo Código Penal”.545 El Lyceum Club
también participó en iniciativas colectivas como la que destacaba el periódico El
Imparcial, en un artículo titulado “Los derechos de la mujer”, en el que se exponía la
entrega de una instancia, con peticiones similares a las de 1927, al jefe de gobierno,
Dámaso Berenguer, firmada por la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, con
la adhesión del Lyceum Club Femenino, la Asociación Universitaria Femenina, el
Comité Femenino de Mejoras Sociales de Barcelona y el Consejo Supremo
Feminista de España demandando:
“- Reconocimiento de la personalidad jurídica para todos los efectos de la
mujer casada.

543 Aldecoa, Luis E. de, “Una visita al Lyceum Club Femenino”, Estampa, Madrid, 5-6-1928,
p. 10.
544 “La reforma del Código y los derechos de la mujer”, La Prensa, Madrid, 29-4-1927, s. p.

Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario


núm. 687, Registro 1812).
545 Cfr. La Época, Madrid, 3-11-1928, p. 4.
280

- Conservación de la propia nacionalidad para la española al contraer


matrimonio con un extranjero.
- Que la madre comparta con el padre la patria potestad sobre los hijos.
- Investigación de la paternidad.
- Que la causa de desheredación sean iguales para hombre y mujer.
- Que los emigrantes queden obligados, bajo sanciones, a contribuir con sus
ganancias al sostenimiento de la familia”.546

En definitiva, demandaban que desaparecieran todos los artículos que establecían


diferencias de derechos entre hombres y mujeres. También le pedían que se
reconociera a todas las españolas, sin excepción de estado civil, el voto político
integral. 547 Isabel Oyarzábal firmaba como presidenta del Lyceum y como
presidenta del Consejo Supremo Feminista de España unido a la Alianza
Internacional para el Sufragio y la Acción cívica y política de las mujeres. En la
particular cruzada que llevaron a cabo las mujeres progresistas a favor de la
abolición de la reglamentación de la prostitución, el Lyceum Club también apoyó
las acciones que se llevaron a cabo en la Semana Abolicionista, organizada ante la
lentitud con la que se tramitaba la solución del problema por parte del Ministerio
de Gobernación. Entre otros lugares en los que se realizaban dichas actividades
estaba el Lyceum Club, y a su cargo, se encontraban Isabel Faz, Matilde Huici e
Isabel de Palencia.548 El artículo titulado “Campaña abolicionista” daba cuenta del
segundo acto de la campaña en el que tomó la palabra Isabel Oyarzábal de Palencia,
que dedicó un recuerdo a Josefina Butler, quien logró la abolición de la
reglamentación en Inglaterra desde 1886 y recordó la historia de las luchas
abolicionistas en España haciendo un llamamiento a hombres y mujeres en nombre
de la injusticia de la reglamentación. 549 En su defensa por los derechos de las
madres y sus hijos, El Sol anunciaba una conferencia, organizada por la sección
social y a cargo de Isabel Oyarzábal, titulada “El niño en el siglo XX y el sentido

546 “Los derechos de la mujer”, El Imparcial, Madrid, 9-4-1930, p. 2.


547 En este sentido María Lejárraga advertía que “los entusiasmos de las afiliadas” al
Lyceum Club y, posteriormente, a la Asociación Femenina de Educación Cívica no eran
sino “un esnobismo de buen tono” y que la masa de mujeres de clase media o campesinas
no tenían ninguna preparación para ejercer el derecho al voto y ni siquiera tenían idea de
lo que significaba votar. Cfr. Lejárraga, Mª de la O, Una mujer por los caminos de España,
Madrid, Castalia, 1989, p. 65.
548 El Sol, Madrid, 29-5-1932, p. 4.
549 Luz, Madrid, 2-6-1932, p. 4.
281

universal de la maternidad”.550 Posteriormente, el Heraldo de Madrid comentaba la


conferencia en la que Isabel Oyarzábal había exhortado a los padres a defender a
sus hijos de los males que les acechaban, entre los que se encontraba la guerra,
peligrosísima para su juventud. Había instado a las mujeres a defender al niño con
el voto que la República les concedió y terminó diciendo que el niño tenía derecho
al amor y protección de la familia y el Estado.551
La sección de Ciencias organizó innumerables actividades con el fin de difundir
nociones de salud, Psicología, Biología, e incluso Geología tales como las
conferencias siguientes: “La psicopatología y los cuentos infantiles”, a cargo de José
Sanchís Banús; 552 “Ensayo sobre psicología de la vida”, por José Goyanes; 553
“Psicología de la adolescencia” por María Luisa Navarro de Luzuriaga sobre los
problemas pedagógicos de la infancia y los nuevos sistemas de educación; 554
conferencia de la doctora en Medicina Nieves González Barrios sobre dietética,
“Principios de higiene en el régimen alimenticio de las diferentes edades”; 555
conferencia sobre las enfermedades de la piel por el dermatólogo Sanz Beneded,
“Comentarios de higiene y patología de la piel y cabello femenino”;556 conferencia
del doctor López Lacarrere, jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital Niño
Jesús sobre “La electrodiafaquia”, procedimiento eléctrico de curación de la catarata,
con proyecciones fijas y un film cinematográfico;557 “Indicaciones de la cura de aire
y de sol”, a cargo del profesor del Instituto Rubio, Adolfo López Durán;558 o la que
impartió sobre la estancia en playas o montañas para la mejora y profilaxis de
diversas enfermedades.559 La propia Isabel Oyarzábal impartió una conferencia en
el Lyceum con el título, “La mujer y la higiene mental”, en la que la autora expuso
la importancia de la madre en el desarrollo psíquico del niño, llamando al mismo
tiempo la atención a las consecuencias deplorables que conocimientos adquiridos
superficialmente y mal asimilados podían tener en la formación del menor.560

550 El Sol, Madrid, 5-6-1932, p. 7.


551 Heraldo de Madrid, 7-6-1932, p. 10.
552 El Imparcial, Madrid, 17-2-1928, p. 7.
553 El Imparcial, Madrid, 18-4-1928, p. 8.
554 La Época, Madrid, 19-12-1928, p. 2.
555 El Sol, Madrid, 5-2-1930, p. 3. En el mismo diario del día posterior se hacía una reseña

de la conferencia (p. 3).


556 Luz, Madrid, 5-4-1934, p. 5.
557 Mundo Femenino, Madrid, 1-7-1934, p. 35.
558 El Sol, Madrid, 22-3-1928, p. 8.
559 La Época, Madrid, 22-3-1928, p. 2.
560 La Libertad, Madrid, 17-5-1933, p. 6 y La Voz, Madrid, 18-5-1933, p. 4. Oyarzábal

siempre se preocupó de los cuidados que debían recibir tanto la mujer como el niño, como
282

La sección de Arte, por su parte, fue impulsada y organizada por Carmen Baroja
y Nessi, como ella misma explicó en sus memorias. Esta sección organizó
numerosas exposiciones de todo tipo, pintura, caricaturas, fotografías, juguetes
populares, tejidos…:
“Yo tenía la sección de arte, con un saloncito para exposiciones donde se
hicieron gran cantidad de ellas, la mayoría bastante malitas, pero, como era
para que las mujeres expusieran sus obras sin gasto, y como, mediante unas
tazas de té y un poco de palique con halagos a su vanidad, engatusaba a los
críticos de arte más conspicuos, resultaba que los artículos más encomiásticos
menudeaban en los principales periódicos de Madrid y hasta se vendían
obras”.561

La sección de Música organizó a lo largo de la vida del Club diversos eventos


musicales que incluían conciertos, recitales, pero también bailes, estos últimos casi
siempre con un carácter recaudatorio para distintos fines. Por otro lado, el espacio
que proporcionaba el Lyceum era el escaparate perfecto para que muchas mujeres
desarrollaran su actividad científica o artística y consiguieran así la notoriedad que
merecían. Así se llevaron a cabo bailes clásicos y españoles a cargo de Doris y
Cornelia Niles, primeras bailarinas de este tipo de bailes en Estados Unidos;562 un
concierto de canto y piano a cargo de Emilia Quintero y Dolores Muñoz de la
Riva; 563 un recital poético-musical a cargo de Greta Bravo; 564 otro de Herminia
Peñaranda, profesora de declamación del Lyceum con poesías y texto de Jacinto
Benavente, Abuela y nieta; un concierto de piano de Josefina Toharia;565 otro de la
soprano Lola Rodríguez-Aragón;566 o el dirigido por María Rodrigo.567 También se
programaron actividades a cargo de figuras masculinas conocidas, como un recital
de Joaquín Turina que se celebró en 1933568 o se daba cabida a actividades que

legatarios del futuro de la patria. Así lo demuestran los artículos publicados por la autora
en El Sol, “El cuidado de los niños. Las conferencias organizadas por la Escuela de
Maternología”, en el que se hacía eco de la creación en nuestro país de los institutos
denominados La Gota de Leche, “Curso elemental de Maternología y Puericultura” o el
titulado “El baño”. Cfr. Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., pp. 79-80; 95-97; 113-115.
561 Baroja y Nessi, Carmen, Recuerdos…, op. cit., p. 90.
562 El Imparcial, Madrid, 30-5-1928, p. 4.
563 El Sol, Madrid, 1-2-1929, p. 2.
564 El Sol, Madrid, 2-2-1932, p. 6.
565 El Sol, Madrid, 26-5-1933, p. 4.
566 La Libertad, Madrid, 19-5-1933, p. 9.
567 El Sol, Madrid, 30-5-1934, p. 4.
568 El Sol, Madrid, 20-5-1933, p. 2.
283

destacaban por su modernidad como el baile que se celebró en 1931, que consistía
en una mascarada con varios grupos representando el cubismo, el jazz, el deporte,
la prensa, “Boys and girls”…569
Pero sin duda, la sección de Literatura fue una de las secciones más activas y
contó para sus propuestas con la colaboración de importantes escritores e
intelectuales de la época. Algunas de las actividades de la sección de literatura
fueron: un té en honor del dramaturgo Lenormand y Margarita Xirgú, recibidos
por la presidenta Isabel de Palencia, pues el autor acudía a Madrid por el estreno
de su obra Los fracasados; 570 una conferencia de Marinetti sobre “La teoría del
futurismo” en la que afirmó, entre otras cosas: “El artista no necesita de maestros,
pues las fuentes de su arte las lleva en sí mismo, en su sensibilidad creadora. Lo
importante es el desarrollo de la personalidad. […] El papel de la mujer es
importante como vehículo para inculcar en el niño la audacia conveniente para
desenvolverse en la vida, cada vez más complicada”;571 la representación de Fábrica
de estrellas, entremés a lo divino, de Ernestina Champourcín con decoración de
Maruja Mallo y Égloga de Juan del Encina;572 otra representación, esta vez de El
ángel cartero de Concha Méndez Cuesta, obra con decorado modernista;573 la de una
versión modernizada del viaje de los Reyes Magos en el que un avión los
transportaba;574 la lectura de la comedia de Lope de Vega, El remedio en la desdicha
a cargo de Cipriano Rivas Cherif;575 una conferencia de Pedro Salinas, “Moros y
cristianos en la literatura del XVI”;576 un té y recital en honor a Alfonsina Storni y
la recitadora Blanca Colorado de Vega;577 un acto conmemorativo de Gabriel Miró

569 El Sol, Madrid, 25-1-1931, p. 4.


570 Abc, Madrid, 25-10-1928, p. 21. El mismo acto fue reseñado por La Época: “Recibidos
por la presidenta Isabel de Palencia y la presidenta de la Sección de Literatura, Pilar
Zubiaurre. Les acompañaron María Maeztu, Azorín, Eduardo Gómez de Baquero, José
María Salaverría, Enrique Díez Canedo, Cipriano Rivas-Cherif, Jacinto Grau, Ceferino
Palencia, Hernández Cató, Ricardo Baeza, marqués de Valdeiglesias… y otras
personalidades de la vida intelectual madrileña”. La Época, Madrid, 25-10-1928, p. 2.
Lenormand explicó la forma en que el artista creaba sus personajes. Estos encarnaban los
estados en los que el autor no había querido o no se había atrevido a expresar en su vida.
También afirmó que se sentía deudor de la mujer, pues cada una de sus obras le fue
inspirada por un carácter femenino. Cfr. La Voz, Madrid, 25-10-1928, p. 4.
571 La Época, Madrid, 18-2-1928, p. 4.
572 Abc, Madrid, 8-1-1929, p. 29.
573 La Época, Madrid, 8-1-1929, p. 1.
574 Nieva de la Paz. P., “Las escritoras españolas y el teatro infantil de Preguerra: Magda

Donato, Elena Fortún y Concha Méndez”, Revista de Literatura, 109 (1993), pp. 113- 128.
575 El Imparcial, Madrid, 9-3-1929, p. 2.
576 Abc, Madrid, 7-4-1929, p. 32.
577 Heraldo de Madrid, 25-1-1930, p. 12.
284

en el que tomaron parte Pedro Salinas, Salvador de Madariaga y O. Esplá;578 una


sesión de cine educativo;579 un recital de poesía y canto de Josefina de la Torre;580
la audición de una nueva modalidad teatral denominada “monodramas” a cargo de
la actriz Elvira Morla581 o un té literario en honor a Rosa Arciniega, que disertó
sobre “El feminismo como concepto histórico”. 582 La prensa de la época, y en
concreto El Sol anunciaba la inauguración del curso literario de 1933-1934 con una
fiesta teatral ofrecida por el Teatro Escuela de Arte fundado por Rivas Cherif, en el
que se representaría el drama en un acto de Eugene O’Neill, traducido por Ricardo
Baeza, Antes del desayuno, interpretado por Amparo Reyes, entre otras
actividades.583 En 1935 se llevó a cabo un programa dedicado íntegramente a Lope
de Vega en el que se representó El acero de Madrid y escenas de La corona de
merecida a cargo de la TEA (Teatro Escuela de Arte); la compañía Xirgú-Borrás
representó escenas de Fuenteovejuna y Carmen Baroja de Caro impartió la
conferencia “Amuletos y adornos del tiempo de Lope de Vega” con proyecciones,
mientras que María Valero de Mazas disertó sobre “La cocina en el tiempo de Lope
de Vega” y Cipriano Rivas Cherif cerró el programa con la conferencia:
“Actualidad del teatro de Lope de Vega”;584 la lectura del libro de Halma Angélico,
Santas que pecaron-psicología del pecado de amor en la mujer;585 la lectura de teatro
infantil El carbón y la rosa de Cóncha Méndez a cargo de Luis Cernuda586 o la de la
obra Espejo de avaricia, de Max Aub.587
Por último, nos referiremos a otras conferencias que destacamos por su
naturaleza o por la importancia de sus autores. Carmen Baroja comentaba en sus
memorias la aceptación que estas tenían:
“Otro éxito fue el de las conferencias. Todos se pirraban por el Lyceum. No
hubo intelectual, médico o artista que no diera una, menos Benavente que dijo
que no quería hablar ‘a tontas y a locas’. Pío fue un día, aunque no para hablar,
y Ricardo dio una [conferencia] sobre grabado por una exposición de
aguafuertes que hizo María Cardona. El gran falange y mayor majadero

578 La Libertad, Madrid, 14-11-1931, p. 10.


579 El Sol, Madrid, 22-11-1931, p. 4.
580 La Libertad, Madrid, 11-11-1932, p. 11.
581 La Voz, Madrid, 24-11-1933, p. 3.
582 Mundo Femenino, Madrid, 1-7-1934, p. 35.
583 El Sol, Madrid, 9-12-1934, p. 2.
584 La Voz, Madrid, 20-3-1935, p. 3.
585 Mundo Femenino, Madrid, 1-5-1935, p. 14.
586 El Sol, Madrid, 7-2-1936, p. 5.
587 El Sol, Madrid, 22-4-1936, p. 2.
285

Ernesto Giménez Caballero tenía un periódico futurista, que se decía entonces,


que se llamaba La Gaceta Literaria, en donde todos los números tenía que
hablar de los Baroja y del Lyceum, poniéndonos a todas por las nubes. No paró
hasta que consiguió dar una conferencia en mi sección, que debió [de] ser
sobre algo de pintura. Luego, las señoras me reprocharon su pesadez y creo
que hasta algo de incorrección”.588

Como anécdota, Carmen Baroja recordaba cómo preparaba las conferencias y


conseguía a los conferenciantes, pero no se quedaba a escucharlas porque tenía que
volver a casa antes de la cena pues, si no su marido Rafael se “ponía hecho una
furia”.589
Entre los conferenciantes de Lyceum podemos destacar a Pío y Ricardo Baroja;
Pedro Salinas; Benjamín Jarnés; Ernesto Giménez Caballero; Federico García
Lorca que pronunció una conferencia sobre la imaginación y la inspiración,
“Imaginación. Inspiración. Evasión”;590 María Martínez Sierra, quien impartió la
conferencia “Ideas de mujer”;591 Isabel Oyarzábal, que disertó sobre “La mujer de
nuestro tiempo en el amor y el dolor”;592 Benita Asas Manterola que habló sobre el
“Panorama escolar” 593 o Julia Moret, que impartió la conferencia “Estampas
mitológicas y románticas de la primera mitad del siglo XIX”.594
Otros destacados conferenciantes fueron Cipriano Rivas Cherif, Miguel de
Unamuno, Gregorio Marañón, cuya conferencia sobre el amor y la eugenesia
provocó gran escándalo, y Rafael Alberti, quien también hizo lo propio con la
conferencia, “Palomita y galápago (¡No más artríticos!)”, que pronunció disfrazado
con una gran levita y portando una paloma y una tortuga, tal y como él mismo
recordaba: “Estaba dispuesto a vengarme de todo, a poner bombas de verdad, o casi

588 Baroja Nessi, C., Recuerdos…, op. cit., p. 91.


589 También recordaba en relación a las conferencias: “Lo trágico solía ser cuando el
conferenciante se disponía a empezar y la sala estaba vacía y la infeliz presidenta de la
reunión que le había invitado tenía que ir reclutando gente para no quedar mal con el
docto personaje”. Ibidem, p. 91.
590 La Gaceta Literaria, Madrid, 1-3-1929, p. 8.
591 Heraldo de Madrid, 29-3-1929, p. 2.
592 La Gaceta Literaria, Madrid, 1-4-1929, p. 3.
593 Heraldo de Madrid, 17-1-1930, p. 2.
594 Mundo Femenino, Madrid, 1-7-1934, p. 35. En la misma publicación se mencionaban

otras conferencias como la de María Pi de Folch. “¿Qué podemos esperar de la cultura?”;


las de Langlois du Feu: “¿Qué es la educación” y “Condiciones que debe tener la mujer para
llenar su misión de educadora o la de Rosa Lusester, escritora dominicana, quien disertó
sobre “La Hispaniola de ayer y de hoy”.
286

de verdad, como aquella que entre burlas y veras coloqué una tarde en aquel
Lyceum femenino”.595
Alberti criticó duramente a conocidos escritores, como Ramón Pérez de Ayala,
Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Eugenio D’Ors, Enrique Díez Canedo,
Gregorio Martínez Sierra, Ramón M. Valle- Inclán…, cuyas esposas se hallaban
presentes y ello provocó tal escándalo, que parte del público abandonó la sala,
excepto Pilar Zubiaurre, Ernestina Champourcín, Pepita Pla, Maruja Mallo,
Concha Méndez y algunas otras. Champourcín explicó en La Gaceta Literaria que
Alberti había “asesinado” a las vacas sagradas de la literatura española,
congratulándose de la herejía. Parece ser que la intención de Alberti era
desconcertar a las socias del Lyceum y según Shirley Mangini, Alberti dejaba así
entrever cierto desprecio, cierto temor a verse amenazado por las mujeres que se
habían atrevido a asociarse.596

También se llevaron a cabo distintas actividades relacionadas directamente con el


fomento de la asociación de la mujer, la mejora en su educación y el logro de
derechos fundamentales, así como la relación con agrupaciones extranjeras y
nacionales. Así, fueron frecuentes los homenajes a distintas personalidades que
habían luchado por la mujer en distintos ámbitos, como el té en honor a Paulina
Luisi, representante de Uruguay en la Comisión de trata de mujeres y niños en la
Sociedad de Naciones;597 el té en honor de las congresistas del XII Consejo de la
Federación Internacional de Mujeres Universitarias; 598 un homenaje a María
Martínez Sierra,599 otro de gratitud a Clara Campoamor por haber conseguido la
igualdad de derechos políticos para la mujer600 y un banquete –homenaje posterior
por su labor parlamentaria en pro de la igualdad de sexos ante la ley, que firmaron
entre otras personalidades, Isabel Oyarzábal,601 o el té en honor a Magda Donato
por su reportaje de investigación, realizado en un manicomio en el que ingresó
como enferma para estudiar sus condiciones de vida.602 También se llevaron a cabo

595 Alberti, Rafael, La arboleda perdida, Barcelona, Seix Barral, 1975, pp. 281-290. En el
periódico El Sol, Madrid, 10-11-1929, p. 12, se anunciaba para ese día la conferencia.
596 Mangini, S., Las modernas de Madrid…, op. cit., pp. 91-92.
597 El Imparcial, Madrid, 25-4-1928, p. 7.
598 La Época, Madrid, 19-9-1928, p. 1.
599 La Libertad, Madrid, 4-7-1931, p. 6 y Heraldo de Madrid, 3-7-1931, p. 2.
600 El Sol, Madrid, 14-10-1931, p. 2 y Heraldo de Madrid, 9-10-1931, p. 9.
601 Heraldo de Madrid, 11-5-1932, p. 12.
602 Heraldo de Madrid, 11-5-1932, p. 12.
287

conferencias directamente relacionadas con la mujer y protagonizadas por mujeres,


como la de María Luisa Navarro de Luzuriaga, “Madres e hijos”;603 la conferencia
de Clara Campoamor, “Deberes de la madre”, dentro del cursillo “Deberes de
mujer”;604 la de Irene Falcón sobre el trabajo y la libertad de la mujer inglesa605 o la
de María de Maeztu, “Mujeres fundadoras”. 606 La propia de Isabel de Palencia
disertó sobre: “La mujer y el desarme mundial”.607
Otras actividades llevadas a cabo perseguían mantener contacto con grupos y
asociaciones de mujeres que realizaban una labor semejante en diversos lugares del
mundo, como la visita de Miss Helen Varick, presidenta del Women’s Forum y el
Comité Femenino Republicano de Nueva York, de objetivos y conformación
parecida a la del Lyceum; 608 o la conferencia que impartió Louise Van Eeghen,
secretaria general del Consejo Internacional de Mujeres y representante en
Ginebra, sobre el espíritu y la obra del Consejo Internacional de Mujeres.609

Por último, el Lyceum Club organizó o se adhirió a propuestas de distinta índole


social, política y cultural a lo largo de su andadura. Por ejemplo, envió una súplica
al presidente del Consejo de Ministros para pedir clemencia para los acusados de
Jaca;610 en 1931, una comisión del Lyceum Club visitó a Azaña para hablarle de un
concierto que se celebraba a beneficio de los obreros parados. 611 El artículo
publicado en 1932, “Un movimiento nacional. España contra la guerra” daba cuenta
del movimiento que estaban desarrollando un grupo de mujeres, entre las que se
encontraban las socias del Lyceum, en contra de la guerra y explicaba que
movimientos por toda España clamaban contra ella. De hecho, las entidades
femeninas madrileñas se reunirían para constituir una Federación contra la guerra,
entre ellas: La Liga Femenina por la Paz y la Libertad, fundada en 1929 por
feministas tan prestigiosas como Isabel de Palencia, Carmen G. de Baroja, Carmen
de Mesa, Amalia de Salaverría, Rosario de Elorrieta, Clara Campoamor, María de
Baeza y Carmen de Gorbea; la Cruzada de Mujeres Españolas, fundada por Carmen

603 El Sol, Madrid, 13-12-1929, p. 3.


604 El Sol, Madrid, 16-2-1930, p. 3.
605 La Voz, Madrid, 26-3-1930, p. 3.
606 La Época, Madrid, 28-4-1930, p. 6.
607 Heraldo de Madrid, 16-11-1932, p. 2.
608 Heraldo de Madrid, 8-6-1929, p. 28.
609 La Libertad, Madrid, 18-10-1933, p. 7.
610 La Época, Madrid, 16-3-1931, p. 6. El documento estaba firmado por la presidenta,

Isabel O. de Palencia y la secretaria, María Hurdisan.


611 La Correspondencia Militar, Madrid, 10-5-1931, p. 4.
288

de Burgos, y cuya vicepresidenta era Hildegart Rodríguez; la Asociación Femenina


de Cultura Cívica, instituida y presidida por María Martínez Sierra; el Lyceum
Club, presidido por Isabel de Palencia; la Asociación de Mujeres Españolas,
presidida por Julia Peguero; la España Femenina, presidida por María del Valle
Mantilla de los Ríos; la Unión Republicana Femenina, presidida por Clara
Campoamor y los grupos femeninos del partido radical, del partido radical
socialista, del partido progresista, del partido republicano liberal demócrata.612 Una
vez se hubo producido el estallido de la Guerra Civil, el Lyceum daba las gracias a
sus asociadas y simpatizantes por los donativos recaudados para el frente. 613 Por
último, destacaremos el homenaje del que fue objeto Valle-Inclán de parte de un
grupo de escritores y la compañía Nueva Escena en el que colaboró activamente el
Lyceum. El homenaje estuvo presidido por Antonio Machado con palabras
preliminares de María Teresa León e intervinieron: Manuel Azaña con el ensayo
Valle-Inclán; sonetos de Rubén Darío a Valle-Inclán y prólogo a la tragedia Voces de
gesta, leídos por Federico García Lorca; Luis Cernuda leyó Don Ramón María del
Valle-Inclán (castillo de Quema), de Juan Ramón Jiménez y se estrenó el esperpento
Los cuernos de Don Friolera a cargo de la compañía Nueva Escena.614
Estos datos son solo una muestra de las innumerables actividades realizadas por
el Lyceum Club y que, desde luego, desmienten la acusación de que se trataba de
un local para el juego.615 Isabel Oyarzábal fue entrevistada en el cuarto aniversario
del Lyceum donde hacía un recorrido por la vida del Club, resumiendo los logros
conseguidos. Así, el texto recogía que el Club contaba con cerca de quinientas
asociadas en aquel momento y destacaba tres acciones de las que se enorgullecía
especialmente: la creación de la Casa del Niño, la promoción del monumento a
Cervantes y la presentación de un escrito en solicitud de la mejora de la situación
de la mujer en España en el Código Civil. También destacaba la formación de la
biblioteca para ciegos, el proyecto de cursos especializados en Pedagogía familiar y
la formación de una “Liga de Amas de Casa”, entre otras cosas, para fomentar el
cooperativismo y recordaba que el Lyceum había recogido las primeras firmas para
la constitución de una Liga Femenina por la Paz. Y además señalaba:

612 La Libertad, Madrid, 24-11-1932, p. 1.


613 El Sol, Madrid, 5-8-1936, p. 4.
614 Heraldo de Madrid, 13-2-1936, p. 8.
615 En el Lyceum había una sala para jugar al bridge y esto fue aprovechado por los

detractores para tildarlo de casino. Mangini, S., “El Lyceum Club de Madrid…”, art. cit., p.
133.
289

“Se han dado aquí más de cincuenta conferencias por figuras muy conocidas
españolas y extranjeras. Entre los extranjeros que por aquí han pasado, están
Marinetti, Lenormand, Enrique González Martínez, Benjamín Fernández
Medina, la presidenta de la Asociación de Clubs de mujeres de Norteamérica,
madame Plaminkowa… Ha habido fiestas de arte, a cargo de Antonia Mercé,
La Argentina; Laura de Santelmo, Gloria Bayardo, Elena Magalhaes de
Castro… Y más de treinta conciertos por grandes maestros de aquí y del
extranjero. Entre nuestras fiestas deben recordarse las organizadas con
motivo del Congreso de Mujeres Universitarias y del Congreso de
Asociaciones pro Sociedad de Naciones”.616

Con posterioridad, en 1932, en una entrevista a Oyarzábal, se congratulaba del


esperanzador futuro del Club:
“Es una agrupación en que la mujer se vigoriza por momentos. ‘Tenemos un
grupo juvenil de estudiantes que me hace pensar con orgullo en la nueva
generación’. […] La nueva generación está magníficamente preparada. Tengo
toda mi fe puesta en ella. Toda su exuberante energía intelectual es un puntal
vigoroso para un futuro espléndido”.617

La reprobación e incluso el escándalo debidos a la formación del club debieron


producirse inmediatamente después de su fundación, pues aunque la crítica más
pertinaz tuvo lugar al año siguiente de su fundación, sobre todo desde las posturas
más conservadoras y los foros de opinión católicos, ya el 2 de diciembre de 1926, el
diario La Libertad, recogía en su primera página un artículo de descargo de
Antonio Zozaya, defendiendo la creación del Lyceum: “La fundación del primer
Liceo Femenino (club me parece palabra inadecuada y nada castiza) ha
escandalizado a algunos escritores, quienes a vueltas de elogios a sus ilustres
fundadoras, doña María de Maeztu, doña Victoria Kent, las señoras de Palencia,
Baroja, Martínez Sierra y otras no menos merecedoras de reverencia y
ensalzamiento, expresan claramente, como D. Adolfo Marsillach, o con
circunlocuciones, cual otros admirables cronistas, su antipatía al feminismo”. El
artículo arremetía contra la idea extendida de que el feminismo era de procedencia

616 “El Lyceum Club Femenino entra en el cuarto año de su vida”, Nuevo Mundo, Madrid,

15-11-1929, p. 12.
617 “Una hora de charla con Isabel O. de Palencia”, La Libertad, Madrid, 22-4-1932, p. 5.
290

extranjera, y defendía que era una lícita reivindicación femenina; recordaba las
obras y autores que a lo largo de la historia habían reivindicado el papel de la
mujer en la sociedad, así como las mujeres que habían sobresalido en algún campo
aparentemente vedado para ellas. El artículo terminaba dando la bienvenida al
centro a la vida intelectual y moral y subrayaba su necesidad.
Precisamente, y según las propias socias, 618 el hecho de que el Club se
mantuviera al margen de cualquier tendencia política o religiosa, constituyó la
excusa perfecta que, desde distintos frentes, se esgrimió para atacar al club. En
primer lugar, hay que destacar que la iniciativa no tuvo aceptación, en general, en
la sociedad madrileña del momento, ni siquiera entre las mujeres que,
presumiblemente, la habrían acogido con entusiasmo, aunque sin duda el ataque
más acre se produjo desde las filas del catolicismo.619
Así, en un artículo titulado: “La Unión de Damas del Sagrado Corazón”,620 se
criticaba la actitud de esta asociación, reproduciendo una circular en contra del
Lyceum. En ella se arremetía contra aquellos “centros de recreo y cultura
femeninos, neutros,” abiertos a todas las creencias, por lo que para la Unión de
Damas se hacía preciso luchar “con la bandera de Cristo desplegada” contra los
enemigos de la Iglesia, en clara alusión al Lyceum Club. Denunciaba esta
conservadora asociación que en estos centros se facilitaban toda clase de lecturas,
“desde el Corán al Ripalda”. Para ella, este tipo de centros y los centros extranjeros
de los que provenían eran “activos perseguidores de la Iglesia Católica” y por tanto,
animaban a todas las damas católicas que pertenecieran a algunos de estos centros
“neutros” a que se dieran de baja y no contribuyeran de ninguna manera a su
sostenimiento.
A esta circular contestaron desde el Lyceum Club, en el mismo periódico, con un
artículo bajo el título: “El Lyceum Club Femenino no quiere la lucha contra
ninguna otra Asociación”621 y firmado por su Junta Directiva, incluida Isabel de
Palencia, en el que se defendían aludiendo a sus nobles propósitos y aclarando,
como rezaba el título, que no querían polemizar con ninguna asociación.622

618 “Una visita al Lyceum Club Femenino”, La Estampa, Madrid, 5-6-1928, pp. 9-11.
619 Aguilera Sastre, J., “Las fundadoras del Lyceum Club…”, art. cit., p. 66.
620 “La Unión de Damas del Sagrado Corazón”, Heraldo de Madrid, 12-8-1927, p. 1.
621 “El Lyceum Club Femenino no quiere la lucha contra ninguna otra Asociación”, Heraldo

de Madrid, 21-9-1927, p. 1.
622 El mismo contenido, pero con el título “Unas aclaraciones de la Junta Directiva del

Lyceum Club Femenino Español”, apareció un día después en el periódico La Libertad,


Madrid, 22-9-1927, p. 5.
291

Por su parte, Ricardo Baeza rompió una lanza a favor del Club en un artículo
publicado en El Sol, 623 en el que el autor calificaba la fundación del Lyceum como
un hecho trascendental en la historia social de la mujer española y añadía que el
retraso general que sufría España en relación con Europa era más patente en la
esfera femenina. La fundación del Club, a criterio del escritor, había sido casi
milagrosa, teniendo en cuenta que se había debido, sin ninguna ayuda externa, a la
labor y esfuerzo de sus socias. Hablaba de la “implacable persecución” de la que
había sido objeto por elementos clericales y que estos habían criticado su labor por
ser la primera asociación en España que no estaba bajo las sotanas.
Junto a los ataques descritos, señalaba que las “Hijas de María” habían sido
puestas en la tesitura de devolver su medalla o darse de baja del Club y Baeza
señalaba, por cierto que, muchas de ellas habían devuelto sus medallas de
congregacionistas. Pero, para el autor, la campaña difamatoria más acre había
venido de parte de Iris de Paz, órgano oficial de la Archicofradía del Inmaculado
Corazón de María y del Comité Ejecutivo de la Obra de la Buena Prensa, que atacó
al Club en cuatro números consecutivos -del 26 de junio al 17 de julio-, en boca de
“un clérigo o clericaloide”, bajo el pseudónimo de “Lorven”. Este calificaba a las
socias del Club de “mujeres sin virtud ni piedad, con las piernas al aire” y al
Lyceum como un casino en el que la mujer perdía el sentimiento de la propia
dignidad. 624 Se le tildó de “verdadera calamidad para el hogar y enemigo natural
de la familia, y en primer lugar del marido”, cuya autoridad se invocaba para poner
coto a tantos males. Se aseguraba que los hijos de estas señoras eran muy
desgraciados: “Desgraciados niños los que tienen una madre liceómana”; la
institución era un “gravísimo peligro que amenaza nuestra fe y a nuestra sociedad”
y concluía apuntando que “la sociedad haría muy bien recluyéndolas como locas o
criminales, en lugar de permitirles clamar en el club contra las leyes humanas y las
divinas. El ambiente moral de la calle y de la familia ganaría mucho con la
hospitalización o el confinamiento de esas féminas excéntricas y desequilibradas”.
Concluyía Baeza reconociendo que quienes tales improperios proferían se
retrataban a sí mismos y que, afortunadamente, la consecuencia de estos no sería
otra que la recolección de más medallas, pues la mujer española había despertado.

623 Baeza, R., “El blanco y el negro. Una lanza por Lyceum”, El Sol, Madrid, 21-8-1927, p.
12.
624 Recordemos que en el Lyceum había una sala para jugar al bridge.
292

Isabel Oyarzábal, como miembro fundador del Lyceum y vicepresidenta 625


defendió la imagen del Club en dos artículos publicados en el Heraldo de Madrid.626
En el primero de ellos se contestaba a la acusación de estar gobernado por
organizaciones no católicas y recordaba a las mujeres que, en tal caso, debían
abandonar todas las instituciones y asociaciones cercanas a su estatus social a las
que pertenecieran. En el segundo, atacaba la intransigencia de las católicas que se
negaban a tratar con personas de creencias distintas a las suyas y denunciaba los
ataques a la biblioteca del Lyceum: “El temor a las lecturas llamadas perniciosas, es
decir, aquellas en que se exponen ideas diversas, es fruto de la misma
preocupación”.627
Pero no todos los ataques se produjeron exclusivamente en la prensa, ni por los
grupos ultracatólicos. El escritor José Díaz Fernández hizo una parodia del club en
su novela La venus mecánica:
“-¿A dónde?
-Al Club Femenino.
-De ningún modo. Me voy al Ritz. Tu club es insoportable. No hay más que
loros.
-También van jovencitas.
-No, si no les digo loros sólo porque sean viejas. Es que son charlatanas y no
hablan siquiera de vestidos. Que os aproveche.
En el Club Femenino, el hombre solo tenía acceso a la sala de té. Las asociadas
se esforzaban en demostrar que el otro sexo no les era necesario y que
preferían el trato entre sí para gastar alegremente las horas de ocio. Pero
como casi todas eran esposas, madres o hijas de intelectuales, en realidad lo
que llevaban allí eran las opiniones de sus maridos, de sus padres o de sus hijos,
expuestas aún con más encono y con mayor agresividad. La independencia de
aquellas señoras consistía en tumbarse despreocupadamente en sus divanes,
fumar egipcios e inventar fiestas artísticas para que acudiesen personas del
otro sexo. Es cierto que había algunas damas que velaban por la pureza de sus

625 En la práctica, a pesar de que María de Maeztu fue la presidenta desde 1926 hasta 1928,
Isabel Oyarzábal ya dirigía el Club en 1926, debido a las absorbentes ocupaciones de
aquella, y así lo hizo hasta 1934, siendo la presidenta que más tiempo ocupó el cargo.
Después de ella, lo hizo Ángeles García-Mauriño Campuzano, de 1934 a 1936. Fagoaga, C.,
“El Lyceum Club…”, art.cit., pp. 149-150.
626 “Contestación a una circular. De nuestra colaboración”, Heraldo de Madrid, 15-8-1927,

p. 1 y “Comentando una circular. Las lecturas prejuiciosas o desde El Corán al Ripalda”,


Heraldo de Madrid, 16-9-1927, p. 16.
627 Quiles Faz, A., “El oficio de escribir…”, art. cit., pp. 155-179.
293

estatutos y mantenían respecto al hombre una absoluta intransigencia, hasta el


punto de no penetrar jamás en el salón de té; pero las demás aseguraban que
tal actitud no provenía tanto del odio al hombre como del cariño por las
jovencitas, a las que atraían vorazmente a los rincones más íntimos y
silenciosos. […] La originalidad era la suprema aspiración de las
asociadas”.628

En un artículo de este mismo autor se destacaba el ambiente que se respiraba en


la sala de té del Club, insistiendo en que las mujeres que allí pasaban su tiempo
eran civilizadas y casi asexuales:
“Antes la mujer buscaba el amor, ahora el lujo, la distracción y el placer
valen por sí mismos. […] La moral ha sido salvada por la civilización. […]
Una mujer de hoy está demasiado atareada con el té, el “tennis”, las visitas, los
teatros, etc., para que tenga tiempo de saludar al amor”.629

Entre los ataques al Lyceum, también surgió la voz de la periodista Teresa de


Escoriaza en sus artículos de La Libertad, donde desde posturas progresistas,
criticaba a esta institución.630 Las acometidas a la asociación, aunque mermaron en
su iracundia, no cejaron hasta el final de su andadura y así, en un artículo en el
Heraldo de Madrid, la poetisa y nadadora Ana María Martínez Sagi suspendió un
recital que tenía previsto dar en el Lyceum porque:
“Encontré aquello un poco frío, un poco ¿cómo decirle?...catalogado. Eso es,
catalogado en ‘vanguardista’. Yo no soy ni vanguardista, ni ultraísta, ni
clasicista, ni feminista… Me fastidian mucho los ‘istas’ y los ‘ismos’. De tener
algún “ista” puede que sea sindicalista únicamente”.631
En los primeros años de la II República también se arremetió contra el club.
Desde La Gaceta Literaria, su director, Ernesto Giménez Caballero que participaría
más tarde en la fundación de la Falange, atacó al Lyceum con artículos como “La
feminidad en mi República” y “Las mujeres de Cogul”, o “¡Bandera blanca al

628 Díaz Fernández, J., La venus mecánica, Madrid, Moreno-Ávila Editores, 1989, pp. 104-
105.
629 Díaz Fernández, J., “En la sala de té”, Ondas, Madrid, 21-11-1926, p. 7.
630 Escoriaza, T. de, “Crónica. El verdadero club de las mujeres”, La Libertad, Madrid 12-1-

1926, p. 1 y “Crónica, ¡Abajo todos los clubs”, La Libertad, Madrid, 14-1-1927, p. 1.


631 Heraldo de Madrid, 19-6-1930, p. 8.
294

divorcio!”, 632 donde denostaba a la mujer progresista en general y al grupo de


mujeres del Lyceum Club en particular, pues según él, eran revolucionarias
irredentas y se quejaba de que la República había sido el “triunfo de la niña”, por lo
que había que frenar “el avance de la España ginecocrática”.
Más tarde, en otro artículo recordaba pasadas polémicas contra el Lyceum,
cuando fue acusado de anticatólico e incluso enemigo del catolicismo: “El Lyceum
Club, por el que algunas católicas dejaron las medallas y distintivos, ha resultado
ser un centro, ya sin careta, enteramente laico, anticatólico”.633
Finalmente, otro artículo recordaba la acritud con que se había atacado al Club:
“Sin duda, no pesa ya sobre el Lyceum el veto de las huestes católicas que impedía a
algunos críticos musicales hacer información en sus periódicos o tomar parte de los
conciertos del simpático Club femenino”.634
Este tipo de críticas sarcásticas, a las que por otro lado, las socias se
acostumbraron, se convirtieron, sin embargo, en una amenaza al terminar la
Guerra Civil española. Estuvo inactivo durante ella y en 1939, Serrano Suñer
decretó el cierre del Lyceum Club y cedió el local a Falange Española, que lo
reconvirtió en el Círculo Cultural Medina, de talante radicalmente diferente. Una
circular de la Asociación Internacional de Lyceum Clubs de 1954 certificó el final
del club madrileño: “Lyceum Club de Madrid: cerrado por causas políticas del país”.
Carmen Baroja recordaba el fin del Club en sus memorias:
“Ahora, al cabo de diez años, por casualidad me han venido hablando del
Lyceum. Cuando vine yo [a Madrid] el año 39, me encontré con algunas de
estas señoras: a la de Sangróniz y a la de Valentín Coca, buena y simpática
como pocas, y a Nieves Pi. Esta última me dijo que durante la guerra [en el
Lyceum] había quedado todo intacto, no faltaba ni una cucharilla. Vinieron los
nacionales y el señor creo que Serrano Suñer obligó a entregarlo todo a una
delegada de Falange. […] Este marinerito parece ser que entraba con otros
por ser del grupo teatral y arramblaba con todo lo que podía, libros,
almohadones, cornucopias. La delegada, que se llamaba Carola no sé cuántos,
con pretexto de que tenía que ver los libros de la biblioteca, se los llevaba a su
casa; otras veces, eran las copas o las tazas de tomar el té las que se llevaban a
cierta casa de la calle de la Palma, que parece que las pagaba bien. […]

632 Giménez Caballero, E., “¡Bandera blanca al divorcio!”, La Gaceta Literaria, Madrid, 1-
12-1931, pp. 5-6.
633 Fray Junípero, “Mesa revuelta”, El Siglo Futuro, Madrid, 13-5-1933, p. 3.
634 El Sol, Madrid, 20-5-1933, p. 2.
295

Esperemos que todavía resucite con gente que no sea tan sinvergüenza como
la actual”.635

Tal como apuntan S. Mangini y A. Rodrigo, si bien el Lyceum mantuvo una


actitud indiferente hacia los ataques calumniosos, al final recurrieron a los
tribunales “a través de la intervención heroica de las abogadas y socias del Lyceum,
Victoria Kent y Matilde Huici.636
Ciertamente, el Lyceum Club fue la punta de lanza, el precursor del
asociacionismo femenino en España que propició el intercambio de experiencias y
la acción social y política. Debido, precisamente, a su desvinculación de tendencias
políticas y religiosas y por su carácter pionero fue objeto de ataques desde las filas
católicas y de mala prensa desde otros ámbitos, fundamentalmente con voz
masculina. Para los sectores más conservadores, “la cuestión femenina” era un
peligro, y el Lyceum Club, un escándalo.
Se insistió en ver el lado mundano del Club, sugiriendo que sus socias solo
querían emular las tertulias de sus maridos, sin embargo su fundación supuso para
estas mujeres el reconocimiento de su capacidad para actuar y el establecimiento de
un espacio creado por y para ellas, donde poder desarrollarse en los más diversos
aspectos; un universo visible que hasta entonces les había sido vetado y donde
crear una vanguardia de mujeres progresistas.
El Lyceum Club había intentado cambiar el estatus de la mujer y uno de los
prejuicios que había intentado hacer desaparecer fue el de la asociación entre las
palabras “feminista” y “adefesio” o “mujer infecunda”, ya que el intento de
independencia de la mujer se unía precisamente a un tipo de solteronas feas, que
por no haber encontrado el amor se dedicaban a pedir el voto como los hombres.
Además pronto se extendió por Madrid la denominación “el club de las maridas”.
En palabras de María Teresa León, se había convertido en “un hueso duro de
roer”.637
En cualquier caso, la participación activa de casi todas las artistas, intelectuales o
políticas de la época, situó al Lyceum Club como un importantísimo foro de la vida
cultural española de los años veinte, seguramente como el signo más llamativo de

635 Baroja Nessi, C., Recuerdos de una mujer…, op. cit., pp. 108-110.
636 Mangini, S., “El Lyceum Club de Madrid…”, art. cit., p. 132. Rodrigo, A., Mujeres de
España (Las silenciadas), Barcelona, Plaza y Janés, 1979, p. 136.
637 León, M. T., Memoria de la melancolía…, op. cit., p. 515.
296

la irrupción de las mujeres en los espacios públicos 638 y como “lugar de


sociabilidad” que la élite emergente necesitaba para impulsar la modernidad y
prepararse para gobernar la República.639

7.1.2. El fortalecimiento del asociacionismo femenino. El alcance del Lyceum


Club
Se puede afirmar que el Lyceum Club constituyó el impulso decisivo para las
asociaciones que desde la segunda década del siglo XX se llevó a cabo en las
capitales españolas más importantes y, en este sentido, hay que destacar la
participación de Isabel Oyarzábal en las agrupaciones de mayor influjo en la
sociedad española. Así, ya ha quedado consignada su participación en la ANME
que, incluso, en 1934 intentó su conversión en partido político bajo el nombre,
Acción Política Feminista Independiente e intentó formar parte del Frente Popular
en las elecciones de febrero de 1936, sin alcanzar el éxito;640 la Liga Española por
la Paz y la Libertad o el Consejo Feminista, este último presidido por nuestra
autora.
Otra de las asociaciones con las que Isabel Oyarzábal estuvo vinculada, si bien,
no ejerció en ella cargos directivos, fue la Asociación Femenina de Educación
Cívica, “La Cívica” que surgió como consecuencia de la influencia del Lyceum Club.
Efectivamente, en 1931, se empezó a fraguar la idea de otro foro en el que se
continuara la labor del Lyceum. Se podría decir que el Lyceum Club ya había
cumplido su misión como precursor del activismo y el asociacionismo femenino y
se consideraba necesario ir más allá, y que las mujeres pertenecientes a la clase
media trabajadora, la más alejada de los movimientos sociales, tuvieran acceso a la
cultura. De similar espíritu que el Lyceum, este nuevo proyecto, la Asociación
Femenina de Educación Cívica, acogía a todas las mujeres sin distinción de credos
religiosos ni matices políticos y comenzó a funcionar el 11 de marzo de 1932 en la
Escuela Superior de Magisterio de Madrid, gracias a la hospitalidad del director,
Luis Hoyos. En ella se impartían clases de idiomas, taquigrafía, corte y confección,
música y declamación (a cargo de la compositora María Rodrigo y Pura de Ucelay),
conferencias, cursillos a cargo de profesores y juristas como Luis Jiménez de Asúa,

638 Castillo-Martín, M., “Contracorriente: memorias…”, art. cit., p. 31.


639 Fagoaga, C. “El Lyceum Club…”, art. cit., p. 155.
640 Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., p. 148.
297

Benita Asas Manterola, Clara Campoamor, Isabel de Oyarzábal, María de Maeztu,


Dolores Nogués, Matilde Muñoz y la propia presidenta, María Lejárraga.
En junio de ese mismo año se instalaron en su sede definitiva, el número 8 de la
Plaza de las Cortes, primer piso, donde, siguiendo las pautas del Lyceum Club, las
dependencias eran amplias y elegantes, repartidas en salones de “conversación”, en
donde se servía té, sala de conferencias y una biblioteca creada en colaboración con
autores, editores y las propias socias, a quienes al adherirse a la Asociación se les
sugería la aportación de un libro. Llegó a tener la nada desdeñable cifra de mil
quinientas asociadas y en ella muchas mujeres oyeron hablar por primera vez de
colectivismo, pacifismo, internacionalismo, abolicionismo, de problemas sociales, de
formas de gobierno... en abundantes cursillos y conferencias.
Con el título “Eva prepara sus huestes”, el periódico La Voz, avisaba de que la
clase media femenina se estaba movilizando y recordaba que se habían creado
círculos y sociedades a semejanza del veterano Lyceum, reconociendo la
importancia de prestar la atención que se merecían los actos públicos organizados
por estas asociaciones femeninas.641
Las principales colaboradoras de María Martínez Sierra en esta empresa fueron
Julia Peguero, Mercedes Sardá y Pura Ucelay, Clara Campoamor, Matilde de la
Torre o María de Maeztu e Isabel Oyarzábal, quien impartió allí conferencias como
la titulada “Seguro de maternidad”.642
Algunas de las actividades más destacadas que realizaron en pro de la mujer
fueron, por ejemplo, la reorganización del comité que se encargaba de la trata de
blancas o el Patronato de Protección de la Mujer. Por último, destacaremos el
interés de la Asociación por el teatro, ya que puso en marcha el Club Anfístora, un

641 “Eva prepara sus huestes”, La Voz, Madrid, 16-4-1932, p. 1. La revista Crónica también
publicó un artículo en el que se analizaba la fundación y constitución de la Asociación
Femenina de Educación Cívica, que había nacido con 600 asociadas y tenía dos finalidades:
crear una especie de hogar material y espiritual para las mujeres de clase media que
trabajaban y crear una Escuela de Estudios Sociales para la mujer española, bajo el lema de
la reivindicación de los derechos de la mujer y la preparación para la vida fuera de sus
casas. Vid. “María Martínez Sierra funda una Asociación feminista de acentuado perfil
europeo y de amplias orientaciones modernas”, Crónica, Madrid, 19-6-1932, p. 9.
642 En nombre de la Agrupación Socialista Madrileña, nuestra autora había disertado sobre

este tema en la Casa del Pueblo, para dar a conocer el régimen de Seguro de Maternidad,
que recientemente había sido implantado en España y organizado por la Agrupación de
Matronas, la Asociación de Obreras de la Aguja y la Asociación de obreras del hogar. El
Sol, Madrid, 22-11-1931, p. 4.
298

intento de renovación teatral, encabezado por Pura Ucelay y Federico García


Lorca. El club teatral funcionó en 1933 y hasta el año siguiente.643
Prueba de que el Lyceum Club fue el modelo para el asociacionismo femenino, lo
demuestra el hecho de que en 1932 varias asociaciones femeninas se unieron para
formar la revista Cultura Integral y Femenina: Unión Republicana Femenina, España
Femenina, Asociación Femenina de Educación Cívica y el Lyceum, cuyas
presidentas fueron Clara Campoamor, María del Valle Mantillas de los Ríos, María
Martínez Sierra e Isabel de Palencia. 644 Aunque sus medios eran humildes, su
programa era ambicioso: “Saber científico para la defensa de nuestra salud. Saber
cívico para la defensa de nuestros derechos y el cumplimiento de nuestros deberes.
Saber práctico y profesional para triunfar en la lucha diaria de la vida. Saber
especulativo para los goces del alma y del corazón.645
Por otro lado, la Liga Femenina Española por la Paz y la Libertad se reunió en el
Lyceum para comenzar su labor -cultural, con fines universales y sin actuación
política alguna- organizando sus doce secciones o comités: Deportes, Arte y
Literatura, Economía, Orden Interior, Educación Primaria, Educación Secundaria,
Educación Superior, Derecho de la mujer, Derecho del niño, Espectáculos,
Feminismo, Sufragio, Prensa y Propaganda, y con la finalidad de ayudar a la
mejora de la colectividad y ante cualquier problema de tipo médico, jurídico y
social que la mujer pudiera padecer. Después comenzaría sus trabajos con un gran
acto público de propaganda. El comité directivo estaba formado por Isabel
Oyarzábal de Palencia, Carmen Baroja de Caro, Margarita Gorriti, Carmen
Gallardo, viuda de Mesa, María Luisa Luzuriaga, Amalia de Salaverría, Rosario
Lacy de Elorrieta, Clara Campoamor, Matilde Huici, Benita Asas Manterola,
Encarnación de Gorbea.646

643 Mangini, S., Las modernas…, op. cit., pp. 190-191.


644 La Voz, Madrid, 3-12-1932, p. 2.
645 Rodrigo, A., María Lejárraga…, op. cit., p. 260.
646 Luz, Madrid, 26-11-1932, p. 7. Isabel Oyarzábal presidió la Liga Femenina Española

por la Paz y la Libertad desde 1929. Así lo demuestran las actas de los días 16 y 24 de
octubre de 1929, que agradecemos a la generosidad de Antonina Rodrigo y que
informaban de lo acordado en dichas reuniones, presididas por Isabel Oyarzábal de
Palencia. En el acta correspondiente al día 16, se acordó la adhesión a la Asociación
Nacional pro Sociedad de Naciones y a la Asociación “Paneuropa” y la cantidad anual de
abono. Las asistentes, además de la presidenta, fueron María Baeza, Margarita Vasseur,
Matilde Huici, Carmen Baroja, Carmen Gallardo de Mesa, Benita Asas Manterola y Clara
Campoamor. En el acta del día 24 se informaba de que habían sido presentados los
Estatutos en la Dirección General de Seguridad, se acordaba dar una nota de prensa para
el general conocimiento de la Liga y se invitaba a otras asociaciones a adherirse al
movimiento. Las asistentes, en esta ocasión, fueron Isabel Oyarzábal, Carmen Gallardo,
299

Por último, Isabel Oyarzábal perteneció a la Agrupación de Mujeres Antifascistas,


que también se denominó Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, originada en
1933, cuando un delegado del Comité Internacional de la organización visitó
España para estudiar la posibilidad de crear un comité español.647 A él perteneció
Oyarzábal junto a Irene Falcón, Constancia de la Mora, Margarita Nelken, Aurora
Arnáiz y Victoria Kent y su presidenta, Dolores Ibarruri. La Agrupación pasó a la
clandestinidad después de la revolución de Asturias bajo la denominación
Organización Pro-Infancia Obrera, con la presidencia de Clara Campoamor.
El triunfo del Frente Popular en 1936 provocó un aumento en la afiliación,
llegando a contar con cincuenta mil afiliadas y durante la Guerra Civil, la Comisión
de Auxilio Femenino, dependiente de la AMA y a la que Isabel Oyarzábal
perteneció, fue la encargada de organizar a las mujeres en la retaguardia y
mantener el contacto con el Ministerio de Guerra. En dicha organización, nuestra
autora se ocupó de los Hogares de la Mujer Trabajadora en Madrid y Bilbao.
Asimismo formó parte del comité de redacción de su periódico, Mujeres. Portavoz de
las mujeres antifascistas.648

Margarita Vasseur, Margarita Robles, Benita Asas, Matilde Huici, Hertha Grimm, María
Baeza y Clara Campoamor. La Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad se
creó en mayo de 1915, durante la Primera Guerra Mundial. A la iniciativa se unieron
mujeres de catorce países, con el fin de concienciar a las mujeres de todo el mundo para
que se opusieran a todas las guerras, la explotación del hombre y a cualquier forma de
opresión. Su sede se estableció en Ginebra. Cfr. Rodrigo, A., Mujer y exilio…, op. cit., p. 271.
647 Scanlon, G. M., La polémica feminista…, op. cit., p. 297.
648 Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., pp. 169-171.
8. La Dictadura de Primo
de Rivera bajo la mirada
de Isabel Oyarzábal
303

8. La Dictadura de Primo de Rivera bajo la mirada de Isabel


Oyarzábal
La Dictadura de Primo de Rivera fue consecuencia de varios acontecimientos que
se produjeron en los años inmediatamente anteriores en España, de entre los cuales,
el que puede ser considerado como detonante fue, sin duda, el desastre de Annual,
tal como lo recordaba Isabel Oyarzábal en su biografía, quien relataba el momento
en que este se produjo, estando con sus hijos en Alhaurín. Tal desastre tuvo lugar
el 22 de julio de 1921, tras una larga guerra contra Marruecos que había llevado a
España a una situación económica deplorable y que concluyó con una batalla
desigual en la que murieron miles de soldados españoles por la imprudencia de los
oficiales. El hecho provocó la caída del gobierno y justo antes de que se investigara
en las Cortes, Miguel Primo de Rivera perpetró un golpe de estado el 13 de
septiembre de 1923.
A medida que la Dictadura de Miguel Primo de Rivera se asentaba en España, la
situación en el país se iba agravando:
“España nos golpeó a ambos con el mismo desánimo. El dictador había
empezado a perseguir a la gente que se oponía a su régimen y había legiones
de ellos. Afortunadamente, los españoles tenían un agudo sentido del humor y
no tardaron en aprovechar cualquier oportunidad para atizar la diversión
contra él, a través de panfletos y hojas clandestinas. Primo de Rivera estaba,
en ese momento, ansioso por cambiar la dirección de la política internacional
española. Su plan era deshacerse de la tradicional influencia francesa y
británica y estrechar lazos con la Italia fascista, así que acompañó al rey en su
visita oficial al monarca italiano.
Se dijo que Alfonso, que nunca pensaba en los otros, sin embargo debía
haberlo hecho, había presentado al dictador ante el rey Umberto, diciendo:
“Este es mi Mussolini”.
El chiste recorrió España y en lo sucesivo Primo fue llamado “General
Percalini”, una versión italiana de percal, uno de los más pobres y endebles
materiales textiles que se podían encontrar en España, con el que son
realizados los decorados y trajes baratos para la escena” (p. 92).

El matrimonio Palencia-Oyarzábal, especialmente Ceferino, temía que el dictador,


que odiaba a los intelectuales, arremetiese de alguna manera contra ellos. Sus
304

peores temores se vieron cumplidos cuando, a la vuelta de las vacaciones, se


encontraron con que el dictador había detenido a varios amigos de la familia:
“Volvimos a Madrid por Jaca y Huesca y llegamos a casa para descubrir que
el general dictador había arrestado a varios de nuestros amigos y les había
enviado a la cárcel. La brecha entre Primo de Rivera y los intelectuales
españoles se hacía más amplia cada día. Los profesores de Universidad, los
hombres de ciencia, y escritores de todas clases estaban siendo constantemente
perseguidos. Los poetas eran su aversión preferida. El número de panfletos
clandestinos que circulaban, crecía cada día. Muchos de ellos estaban escritos
en verso y, como el autor nunca fue descubierto, Primo sospechaba de todo el
mundo que pudiera coger una pluma en su mano y escribir dos palabras
rimadas” (p. 96).

Isabel Oyarzábal reconocía que, en esos momentos el matrimonio estaba tan


dedicado al trabajo que no tomó parte activa en política contra el régimen. Sin
embargo, poco después, Ceferino fue arrestado, mientras que la situación del país se
hacía cada vez más insostenible:
“Se podía ver claramente que todo el país estaba hirviendo. Primo estaba
conduciendo a España a la ruina económica. Las nuevas carreteras construidas
en ese tiempo eran enormemente admiradas por los turistas, pero los
españoles querían otras cosas también: escuelas y centros de salud y, sobre
todo, ese preciado regalo llamado libertad. La censura era mortificante. La
prensa era controlada por el gobierno y toda la atmósfera estaba tan cargada
con sospechas y desconfianzas, que hacía muy difícil la vida.
Todo el tiempo la situación política se hacía más y más insostenible. En el
mes de enero oímos que el ex primer ministro, el Señor Sánchez Guerra, había
tomado tierra en Valencia para encabezar un movimiento contra el dictador.
Parte del ejército, supuestamente, estaba implicado en este intento. Sin
embargo, el movimiento falló. Sánchez Guerra fue arrestado y sometido a un
consejo de guerra” (p. 96).649

La razón del arresto de Ceferino fue la firma, junto a otros demócratas, de un


manifiesto contra la dictadura. A su vez, también fue detenido Enrique de Mesa, el
jefe de Ceferino en la Biblioteca Nacional. Isabel Oyarzábal intentó saber adónde se

649 El golpe de estado se produjo el 29 de enero de 1929.


305

llevaban a su marido, pero en un primer momento, nadie sabía nada y aunque


muchos amigos acudieron en su ayuda, entre ellos Ramón María del Valle-Inclán,
no quiso pedir favores. La autora relataba la angustia que sintió en las horas
posteriores a la detención de su marido:
“Por fin, no pude soportar más el silencio. Salté de la cama y fui a la ventana
de la biblioteca. Hacía un frío áspero. Las calles estaban vacías. Un gran reloj,
perteneciente al edificio del periódico derechista, el Abc, dio las tres de la
mañana. A pesar de las tendencias reaccionarias y sus lectores de la clase alta,
este diario era anti-Primo de Rivera. Después de un rato, encontré el silencio
que me rodeaba insoportablemente opresivo. Miré hacia las parpadeantes
estrellas, hacia el pavimento gris, nada excepto el silencio, el vacío. […]
Entonces, recordé que cientos de mujeres en España estarían probablemente
gritando en la noche, también, llamando a sus maridos, sus padres o sus hijos.
Deseé saber quiénes eran y dónde estaban. Podíamos formar un ejército, abrir
las prisiones y sacarles. Me pregunté qué le diría a los niños por la mañana.
¿Qué plan podría contarles que había preparado?, cómo se iban a reír de todo
lo que les había enseñado en el pasado. Siempre habíamos dicho que ningún
hombre tenía nada que temer si era honesto y fiel a sus principios. Ahora
resultaba que eran los hombres honestos y observadores de la ley los que
tenían todo que temer de aquellos que habían acabado con la legalidad y los
derechos constitucionales del pueblo” (pp. 98-99).

La mañana posterior al arresto, la prensa reflejó el despido de Ceferino Palencia


y Enrique de Mesa de sus puestos en la Biblioteca Nacional.650 Como afirmaba
Oyarzábal, no solo les detuvieron, sino que también intentaron que “pasaran

650 El periódico El Sol titulaba en primera página: “Por hostilidad y difamación contra el
gobierno son destituidos Enrique de Mesa y Ceferino Palencia”. “La Gaceta publica la
siguiente Real Orden: Vistos diversos informes, de los que resultan las persistentes y
reiteradas manifestaciones de hostilidad y difamación contra el Gobierno que vienen
haciendo los funcionarios de este ministerio (Instrucción) D. Enrique de Mesa y Rosales,
jefe de Administración (ilegible) y D. Ceferino Palencia y Álvarez Tubau, oficial de
Administración de segunda clase, ambos con destino en Madrid. Considerando que este
proceder, intolerable en funcionarios públicos, se halla comprendido en los preceptos del
Real Decreto-Ley de la Presidencia del Consejo de Ministros de 16 de mayo de 1926,
siéndoles aplicables las excepcionales sanciones disciplinarias y gubernativas que el mismo
contiene, Su Majestad el Rey (q.D.g) conforme a lo acordado por el Consejo de Ministros,
a propuesta del de Instrucción Pública y Bellas Artes, se ha servido disponer que los dos
referidos funcionarios queden destituidos y dados de baja en el escalafón de los de su clase”.
Cfr. El Sol, Madrid, 1-2-1929, p. 1. El mismo texto aparecía en La Voz, Madrid, 31-1-1929,
p. 1.
306

hambre” y aunque la autora intentó, sin éxito, averiguar el paradero de los dos
hombres, la prensa había sido obligada a omitir cualquier noticia sobre el arresto.
Después de un tiempo, recibió una nota de su marido indicándole que iba a ser
trasladado y que le llevara ropa y dinero a los cuarteles de la policía, pues fue
trasladado a Logroño.
En esos momentos Oyarzábal tuvo que resolver muchos problemas, y entre ellos,
el económico fue el más importante. Sin el sueldo de Ceferino en la Biblioteca
Nacional, solo le quedaban los ingresos procedentes de sus libros y los cheques
que había traído de América, a decir de la propia escritora. Pero gracias a la oferta
de escribir para el Daily Herald de Londres se produjo una mejora en su economía
familiar y, además, siguió impartiendo conferencias como la titulada
“Responsabilidad de la mujer hasta en los problemas de la infancia”, que dio el 3 de
junio de 1929 en la Círculo Mercantil e Industrial.651
Cuando la situación, ya de por sí difícil, se había estabilizado, nuestra autora
recibió un nuevo golpe. En el mes de mayo, su hermana Inés y su madre, Ana
Smith, volvieron de América: a Inés le habían ofrecido ayudar en la creación de un
centro de enfermería, avalado por el Instituto Rockefeller, en Cáceres, una ciudad
especialmente deprimida y azotada por las enfermedades. Tres meses después de
su llegada, la madre, Ana Smith Gurthie cayó enferma y murió el 10 de enero de
1930.
Cuando se produjo el fallecimiento, Ceferino se encontraba en París, ya que
después de su excarcelación de la prisión de Logroño, decidió marchar a Francia
para buscar trabajo, pues en España nadie se lo procuraba y además, era vigilado
en todos sus movimientos.652 Por su parte, Enrique de Mesa, poco después de su
excarcelación, murió en su casa, el 27 de mayo de 1929.653
Al poco tiempo de llegar a París, a Ceferino le ofrecieron un trabajo como
traductor de historias americanas al español y allí se trasladó Isabel Oyarzábal
durante un tiempo, pero tuvo que volver a España porque, como corresponsal del
Daily Herald tenía que dar cobertura a los sucesos que anunciaban el final de la
dictadura, como el ocurrido en diciembre de 1930, cuando se produjo un
levantamiento contra esta por parte del general Dámaso Berenguer que había sido
nombrado por el rey en sustitución de Primo de Rivera, y que también estuvo

651 Abc, Madrid, 2-6-1929, p. 33.


652 Algunos medios gráficos apoyaron desde sus páginas la reintegración de Ceferino
Palencia en su puesto. Tal fue el caso de La Libertad, Madrid, 2-3-1930, p. 1.
653 El Imparcial, Madrid, 28-5-1929, p. 1.
307

encabezado por parte del ejército y un grupo de civiles que, provenientes de


distintos partidos, estaban determinados a derrocar el régimen:
“El levantamiento fue sofocado, por supuesto, pero dejó una huella. Algunos
de los líderes civiles pudieron escapar. Otros, como el señor Alcalá Zamora,
que iba a convertirse en presidente de la República; Largo Caballero,
secretario general de los sindicatos españoles; el profesor Fernando de los
Ríos; Miguel Maura, hijo del gran estadista conservador, Don Antonio Maura;
Álvaro de Albornoz, fueron arrestados y llevados a la cárcel. En Jaca dos
jóvenes oficiales formaron sus tropas, como habían prometido y marcharon a
Huesca a lo largo de la misma carretera por la que habíamos viajado en
nuestro coche, un año y medio antes. Estas tropas fueron atacadas después de
una corta lucha y los dos oficiales, Galán y García Hernández, fueron juzgados
por un consejo de guerra y asesinados. La nueva república tenía ahora dos
nuevos mártires.
En Madrid, varios oficiales del ejército también dieron su apoyo al
movimiento, entre ellos, el General Queipo de Llano; Ramón Franco, hermano
del general rebelde que iba a llevar al país a una guerra civil e iba a permitir
que fuéramos invadidos por dos poderes extranjeros; Ignacio Hidalgo de
Cisneros; y otros. Todos pudieron escapar a París, y allí Cefe se reunió con
ellos” (pp. 101-102).

Dos años después de su exilio, Cefe volvía de París. Había sido una época muy
dura para Isabel Oyarzábal, pues al tema económico, de nuevo, se unía la
preocupación que tenía por sus hijos, involucrados en la lucha contra la dictadura y
su régimen represivo, que después del último intento de revocamiento, se había
tornado más acre:
“Nuestras vidas, de hecho, habían sido vueltas del revés. Habían dado
preferencia a la espada frente a la cultura, al uniforme sobre la toga académica.
La mentira había sustituido a la verdad. La gente decente estaba en la cárcel y
los usurpadores y violadores de la ley disfrutaban de libertad” (p. 103).

Isabel Oyarzábal tuvo la oportunidad de entrevistar en la cárcel al que más tarde


sería presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, encarcelado por los sucesos
de Jaca y su artículo fue publicado en el Daily Herald:
308

“El Herald me mantenía muy ocupada. Había hecho otra buena exclusiva,
siendo la primera corresponsal extranjera que se las había arreglado para
entrar en la prisión de Madrid, para ver a los presos políticos después de la
sublevación de diciembre. Me uní a las hijas del Señor Alcalá Zamora, a
quienes habían permitido ver a su padre y me llevó una de ellas. Alguien debía
ser capaz de meter a hurtadillas una cámara de bolsillo y tomar algunas fotos.
Esto hizo posible que el Herald publicara una historia, en primera página, con
una fotografía del futuro presidente de la República, mirando desde los
barrotes de la celda de la prisión” (p. 103).

La autora se percató en esta visita de que, a pesar de las circunstancias, en el


ambiente carcelario existían signos de esperanza, pues los presos políticos se
afanaban por preparar programas para afrontar el futuro, seguros de que la
situación cambiaría. Y así ocurrió: el rey, Alfonso XIII, viendo en peligro su trono,
nombró un gobierno provisional con la tarea de restaurar la normalidad y una de
las consecuencias fue que muchos de los destituidos de sus empleos y exiliados
fueron reintegrados a sus puestos. Y entre ellos, Ceferino pudo volver a casa.
Una vez que Ceferino hubo regresado de París, la familia emprendió el proyecto
de construir una casa que estuvo situada en la antigua villa de Chamartín de la
Rosa, al norte de Madrid, concretamente en Arrabal Magdalena.654 Las palabras de
la autora parecen premonitorias, pues no sería en tierra española en la que
descansaría:
“El primer día que vi a los trabajadores echando los cimientos de nuestro
futuro hogar, sentí un extraño estremecimiento bajando mi columna vertebral.
El profundo corte en la tierra, las piedras y el mortero abriéndose como
grandes vetas, todo mi ser respondió a la ancestral llamada de la tierra a la que
algún día volvería a descansar” (p. 104).

Paralelamente, Oyarzábal consiguió un gran éxito al ser puesta en escena su


traducción de la obra teatral Anna Christie de Eugene O’Neill, estrenada el 20 de
enero de 1931 por la compañía de Lola Membrives y de la que se dieron doce
representaciones en el teatro Fontalba de Madrid.

654Capdevila-Argüelles, N. (trad. y ed.), He de tener libertad, Madrid, Horas y Horas, 2010,


p. 214.
309

Políticamente, se abría a partir de este momento un proceso que desembocaría en


la Segunda República. El rey, tras el fracaso de la “dictablanda” de Berenguer,
nombró en febrero de 1931 al almirante Juan Bautista Aznar, presidente de un
gobierno de “concentración monárquica” quien convocó elecciones municipales
para el 12 de abril de ese año, aunque este plebiscito no solo decidía a los concejales
del país, sino la continuidad de la monarquía.
Por mismas fechas, tuvo lugar el juicio de los sublevados de Jaca, lugar donde se
había levantado el ejército contra el gobierno de Berenguer. Los capitanes
considerados cabecillas de la sublevación, Fermín Galán y Ángel García, fueron
condenados a muerte inmediatamente, otros militares655 y los firmantes del Pacto
de San Sebastián656 fueron juzgados con posterioridad. Dicho juicio comenzó el 20
de marzo de 1931:
“El juicio de los prisioneros políticos dio también origen a especulaciones.
Fueron llevados ante un tribunal militar. Su presidente, el General Burguete,
era según parecía, simpatizante de los prisioneros. Los abogados que llevaron
la defensa, entre ellos una mujer, la señorita Victoria Kent, eran personas de
prestigio. 657 Ellos pretendían hacer uso de un irrefutable argumento: los
hombres arrestados solo habían buscado la restauración de la legalidad.
Yo estuve presente en todas las sesiones del juicio. Se adoptaron grandes
medidas de seguridad. Evidentemente, el gobierno tenía miedo de las
manifestaciones, quizá incluso de las tentativas de liberar a los prisioneros.
Esta era otra prueba de su falta de visión. La gente de Madrid estaba
convencida de que el caso de los líderes del levantamiento debía ser rechazado,
sin necesidad de prisión para nadie. Si la gente ocupaba las calles desde la
prisión al tribunal y centenares de personas se apostaban alrededor de la
entrada, era simplemente para expresar su respeto por los prisioneros […] En

655 El Lyceum Club pidió clemencia para los condenados, adhiriéndose a otras peticiones,
en comunicado dirigido al presidente del Consejo de Ministros y firmado por la presidenta,
Isabel de Palencia y la secretaria, María Hurdisun. Cfr. La Época, Madrid, 16-3-1931, p. 6
y Heraldo de Madrid, 16-3-1931, p. 11.
656 Aunque elaborado antes, fue hecho público en diciembre de 1930. Se había planeado una

huelga general, acompañada de una insurrección militar, que “metería a la Monarquía en


los archivos de la Historia”. Sin embargo la huelga general no llegó a producirse y los
sublevados de Jaca se precipitaron al levantarse dos días antes del previsto, el 15 de
diciembre. Los procesados fueron: Niceto Alcalá-Zamora, Miguel Maura, Francisco Largo
Caballero, Fernando de los Ríos, Álvaro de Albornoz y Santiago Casares Quiroga.
657 Los abogados defensores fueron, además de Victoria Kent, Ángel Ossorio y Gallardo,

Francisco Bergamín, Felipe Sánchez Román y Luis Jiménez de Asúa. Abc, Madrid, 21-3-
1931, p. 29.
310

el momento en que fueron liberados, tenían perfectamente asentados sus


planes. En las elecciones que se avecinaban o en las siguientes, la monarquía
debía ser derrocada. Nadie dudaba de que en tanto que el rey estuviera en
España, existiría una dictadura más o menos disfrazada” (p. 105).

Iniciada la campaña electoral, los partidos de derecha y de izquierda persuadían a


los votantes de muy distintas maneras, los de derecha prometiendo todo aquello de
lo que ellos mismos habían privado a la gente, y los de izquierda, apelando a la
conciencia de los ciudadanos. Isabel Oyarzábal relataba en su autobiografía la
anécdota que dio lugar al título de una de sus novelas, En mi hambre mando yo:
“A veces, un rico propietario recibía la arrogante respuesta que solo un
campesino es capaz de dar cuando su orgullo está herido. El caso de cierto
oprimido labrador andaluz no es poco habitual. Este hombre era presionado
por el alguacil de una gran propiedad para votar por el ‘señor’. Los
argumentos del alguacil eran siempre los mismos: ‘No seas tonto. Vota por
nosotros. ¿Qué pueden darte los otros? Nada. No tienen nada, nosotros
podemos ayudarte. Darte trabajo. Tienes hambre. Nosotros te podemos dar
comida. No seas tonto. Tienes hambre...’
‘Y ¿qué tiene eso que ver conmigo?’, interrumpió el campesino, “En mi hambre
mando yo” (p. 105).

La campaña electoral, a pesar de las reservas, transcurrió con normalidad.


Llegado el día de la votación, el 12 de abril de 1931, las candidaturas republicanas
consiguieron la mayoría en cuarenta y una capitales de provincia. La monarquía
había perdido y el rey estaba condenado:
“El lunes por la mañana, todo el mundo sabía que la monarquía había sido
derrotada. Mientras la gente en España se preparaba para la gran tarea que se
mostraba ante ellos, muchos de los cortesanos y sus esposas empaquetaban sus
pertenencias y desaparecían. El pueblo de España esperaba calmadamente; los
hombres que habían sido sometidos a juicio ante el tribunal militar y otros
pocos, representando a los partidos republicanos y socialistas, publicaron un
manifiesto declarando que habían decidido constituirse en gobierno
provisional y expresando su determinación de llevar a cabo los deseos del
pueblo. El rey aún intentó dialogar. El conde de Romanones le aconsejó darse
311

por vencido. La poderosa Guardia Civil y la gran mayoría de la Armada


rehusaron luchar por él” (p. 106).

En esas fechas, Isabel Oyarzábal comenzó a militar en el PSOE, partido al que se


afilió el 1 de junio de 1931.658 Se tiene constancia de su pertenencia a la Agrupación
madrileña de Chamartín de la Rosa, que contaba con 160 afiliados y fue la afiliada
con la tarjeta número 1.639 659 y al sindicato UGT con el número de afiliación
2.753, fechada el 1 de enero de 1931.660 Ceferino Palencia hijo, en una entrevista
realizada en 1988, explicaba la ideología política de sus padres:
“Mi madre entró en el partido socialista, y mi padre fue republicano, entre
otras razones porque era muy amigo de Marcelino Domingo, que era un
republicano muy antiguo. […] Mi madre entró en el Partido Socialista y nos
arrastró a mi hermana y a mí. […] Mamá siempre pensó que había que hacer
una labor social entre el elemento obrero. Mi padre, aun cediéndole a los
obreros todo lo que fuera necesario, es decir, dándoles todas las facilidades
desde el punto de vista de salario, de prestaciones, etc., no era socialista, era
republicano”.661

658 Certificado de pertenencia a la Agrupación Socialista Madrileña desde el 1 de junio de


1931 hasta el 30 de septiembre de 1933, causando baja por traslado. Fondo documental
Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812), Archivo Nacional de
Cataluña.
659 Archivo de la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español 1931-1940. Cfr.

Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit. p. 167.


660 Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812),

Archivo Nacional de Cataluña.


661 Entrevista a Ceferino Palencia Oyarzábal. Archivo de la Palabra de los Refugiados

Españoles. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 1988. Reproducida por


Martínez Gutiérrez, J., Exiliadas. Escritoras…, op. cit., pp. 155-156.
9. La II República y la
Guerra Civil
315

9. La II República y la Guerra Civil


El 14 de abril de 1931, Isabel Oyarzábal fue conocedora, de manera paulatina, de
la proclamación de la II República en diversas ciudades españolas. Se preparaba la
huida del rey y, finalmente, la reina se marcharía algún día después. Ya empezaban
a enarbolarse banderas republicanas en edificios oficiales y casas particulares y
Oyarzábal recordaba en su autobiografía que no hubo altercados, tan solo gente
feliz que expresaba su júbilo pacíficamente en las calles de la ciudad. El pueblo
volvía a tener confianza y el gobierno no perdió un solo momento en ponerse a
trabajar para hacer progresar a un país, hasta ese momento, inmerso en el atraso:
“Con la esperanzadora confianza del convaleciente, después de una larga y
seria enfermedad, España se alzó para afrontar la vida con una energía casi
increíble. Durante años y años había intentado librarse a sí misma, del peso
letárgico de la ignorancia y la pobreza y ahora, de repente, toda posibilidad de
curación de ambos males estaba delante de ella” (p. 108).

La autora analizaba en su autobiografía los problemas más acuciantes de la


sociedad española, el primero de los cuales era la educación. Las estadísticas de la
época arrojaban un 52% de población analfabeta en España, aunque en algunas
regiones como Andalucía, Extremadura y Castilla, este superaba el 80%. El pueblo
quería escuelas: “¡Escuelas! ¡Queremos escuelas!, era el grito desde todas partes del
país. Antes de agua o comida o un incremento de los salarios, lo que los españoles
querían era conocimiento” (p. 108).
Así lo hizo saber el ministro de Educación, Marcelino Domingo, quien recibía
miles de cartas pidiéndolas. La República contestó a esta petición con un plan de
cinco años para dotar a España de las escuelas que necesitaba: en dos años se
abrieron doce mil quinientas escuelas y se contrataron veintiocho mil profesores.
El trabajo en pos del desarrollo del país se extendió a todos los campos:
“Las medidas adoptadas por el gobierno de la República Española, en los
primeros dos años de su existencia fueron suficientes por sí mismas para
justificar el cambio de régimen. Paso a paso pero irremisiblemente, se
adoptaron medidas para la extensión, difusión y conservación de la cultura
española. Unos cuantos años más de semejante preocupación y el plan hubiera
sido completado. Desafortunadamente, fue echado el freno a este plan en el
momento en que el gobierno cambió.
316

La vida realmente merecía la pena ser vivida entonces. Todos los días La
Gaceta Oficial nos daba pruebas de la febril actividad, con la que todos los
departamentos gubernativos estaban trabajando por el bien de España. Se
elaboraron planes para el riego de tierras estériles hasta entonces, otros para
la creación de centros de salud pública, más para el desarrollo de las
posibilidades industriales del país y para la preservación de nuestro
patrimonio artístico” (p. 108).

Precisamente, el trabajo de nuestra autora se incrementó considerablemente en


esta etapa: Isabel Oyarzábal y su marido también se pusieron a trabajar en pos de
la República, comenzando así para ella la etapa más activa de su vida política:
“Pronto fui nombrada miembro de varias juntas. Una junta, para redactar las
reglas de una nueva escuela nacional para sordomudos; otra, para controlar y
supervisar el hospital de trabajadores mutilados. Una más, para cuidar de
antiguas donaciones que habían sido escondidas y debían ser debidamente
empleadas para el fin por el que habían sido solicitadas a los donantes. Y aún
otra, para dirigir las actividades de la Sociedad para la Protección de Animales
y Plantas” (p. 109).

Efectivamente, en tales momentos se intensificó la actividad pública de Isabel


Oyarzábal y así, además de las ocupaciones que ella misma enumeraba, formó parte
de la candidatura socialista para diputada a las Cortes Constituyentes, aunque
finalmente no fue elegida.662 Su compromiso con la República se hizo patente desde
el primer momento, como lo demuestra su adhesión a la presidencia de la
manifestación del primero de mayo el mismo año de la proclamación, junto a
Miguel de Unamuno. 663 Unos días después de instaurada la II República, Luis
Araquistáin, subsecretario del Ministerio de Trabajo, la telefoneó para que formase
parte de la delegación para la Conferencia Internacional de Trabajo, que él mismo
encabezaba: fue nombrada por el Gobierno provisional de la República Española,
consejero técnico de la delegación gubernamental en la XV Conferencia
Internacional del Trabajo convocada para el día 28 de mayo de 1931 en Ginebra,

662 Rodrigo, A., Mujer…, op. cit., p. 272.


663 Heraldo de Madrid, 2-5-1931, p. 8.
317

como consta en un documento con fecha del 12 de mayo de 1931. 664 Le fue
encomendado todo lo relacionado con el trabajo de mujeres y niños. La Liga de
Naciones, de la que dependía la Conferencia, mostraba ya algunos signos de
desmoronamiento, pese a que su prestigio se había incrementado por la solución
pacífica del incidente de Corfú y del protagonizado por Bulgaria y Grecia. La
Organización Internacional del Trabajo era la “más interesante de la Liga; los
conflictos entre el capital y el trabajo son conflictos mundiales. Era como un
enorme laboratorio, en el que los expertos de cada nación trataban, y con buenos
resultados en Ginebra, de encontrar una manera de solucionar la estela de
dificultades y abusos, que el sistema económico que gobierna el mundo, deja a su
paso” (p. 109). Isabel Oyarzábal tomó parte en las deliberaciones de la comisión
para la defensa de los niños trabajadores, aunque no tuvo demasiado éxito: “Me
temo que escandalicé bastante a mis colegas, planteando la propuesta de limitar las
horas de los monaguillos por debajo de cierta edad. Nadie promovió ningún
argumento convincente contra la moción, pero no fue aceptada” (p. 109).665
En esa misma época fue también designada traductora por el Comité
Organizador de la XX Sesión del Instituto Internacional de Estadística, tal como
refleja un documento con fecha de 14 de mayo de 1931;666 vocal del Consejo del
Patronato del Instituto de Reeducación Profesional en documento con fecha de 18
de mayo de 1931;667 vocal del Patronato del Museo del Traje Regional e Histórico
y de la Comisión artística del mismo en documento con fecha de 13 de noviembre
de 1931.668 Al tiempo, seguía impartiendo conferencias, como la que pronunció en
el Ateneo y en el local de La Única a favor del voto femenino.669

664 Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812),

Archivo Nacional de Cataluña. Sobre las intervenciones y trabajo de Isabel Oyarzábal en


las Conferencias Internacionales de Trabajo, véase Paz Torres, O., Isabel Oyarzábal Smith
(1878-1974): una intelectual en la República española. Del reto del discurso a los surcos del exilio,
Sevilla, Consejo Económico y Social de Andalucía, 2010, pp. 245 y ss.
665 Propuso la reducción de jornada de trabajo de los niños que trabajaban como

monaguillos y cantantes de coro en las iglesias. Después, en una alocución, quiso explicar
la propuesta en la que analizaba la situación de los niños que, empleados en las iglesias,
trabajaban durante muchas horas, realizando a veces duros trabajos y desatendiendo a sus
estudios, por lo que proponía fijar el límite de edad para estos trabajos en los catorce años.
Paz Torres, O., Isabel Oyarzábal Smith…, op. cit., p. 249.
666 Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).

Archivo Nacional de Cataluña.


667 Ibidem.
668 Ibidem.
669 Heraldo de Madrid, 30-11-1931, p. 11.
318

En el terreno de la militancia feminista, hay que destacar la participación de


Isabel Oyarzábal en una nueva asociación, la Agrupación Femenina de Acción
Republicana, nacida al amparo del advenimiento de la República y que nació para
“estimular en la mujer el espíritu de ciudadanía” con el fin de construir un Estado
cada vez “más justo y perfecto”. 670 Además, la autora se afilió a la Agrupación
Socialista Madrileña el 1 de junio de 1931.671
Pocos días después de la instauración de la República, Isabel Oyarzábal fue
entrevistada para el diario La Voz acerca de sus impresiones sobre la nueva etapa
que se abría en España. En ella, la autora manifestaba que la primera obligación de
los republicanos era trabajar por la consolidación del nuevo sistema, y como
ejemplo, proponía que las mujeres que integraban la Agrupación al servicio de la
República, visitaran los pueblos de España para que las mujeres rurales tomaran
conciencia de la necesidad de participar en la vida política del país. A fin de que se
corrigiera la injusticia de mantener a la mujer alejada de la actuación directa en la
vida de la nación, se había de establecer, en primer lugar, la igualdad jurídica y los
mismos derechos que el hombre, puesto que la mujer tenía las mismas
responsabilidades. Creía también necesaria una nueva legislación referente al
divorcio, la investigación de la paternidad o las pensiones a madres con pocos
recursos. Preguntada por la enseñanza laica, Oyarzábal, a pesar de ser creyente,
opinaba acertada la medida, puesto que la religión era una cuestión de hogar, donde
los hijos habían de ser educados en libertad de creencias y los padres debían ser
guías en la educación de sus hijos para concienciarles de sus responsabilidades y, en
este sentido, las hijas debían ser educadas con la misma libertad que los hijos. Al
hilo de esta respuesta fue preguntada por el peligro sexual, a lo que Oyarzábal
respondió que este era un peligro creado por los prejuicios: los hijos habían de ser
informados desde la infancia, con delicadeza, del “misterio de la reproducción” y
finalizaba manifestando su complacencia y orgullo por la educación recibida por sus
hijos. La entrevista terminaba con unas palabras de la periodista: “Nos despedimos
de la exquisita mujer, tan femenina, tan inteligente, que educada en un colegio de
monjas y en ambiente de burguesía provinciana, supo reaccionar tendiendo su
pensamiento como una flecha lanzada al porvenir”.672

670 El Imparcial, Madrid, 3-5-1931, p. 8. La autora firmó el manifiesto fundacional.


671 El Heraldo de Madrid, 16-6-1931, p. 2, daba cuenta de los intelectuales que se habían
sumado a las filas del partido socialista.
672 La Voz, Madrid, 5-5-1931, p. 3.
319

Por su parte, la revista Crónica inició una serie de entrevistas a las mujeres más
relevantes del feminismo español. La pregunta que daba título a las entrevistas era:
“¿Cuál debe ser la labor de la mujer en la República?” En el número del 26 de abril
de 1931, las entrevistadas eran Clara Campoamor, Carmen de Burgos e Isabel
Oyarzábal. Las tres mujeres insistían en la necesidad de dar a conocer los
proyectos del nuevo sistema y de que la mujer colaborara en esa tarea. Oyarzábal,
además, insistía en la idea de llevar al hogar “un alto espíritu cívico” que sirviera de
base a la educación de las futuras generaciones. Se reiteraba en la idea de la
entrevista anterior, afirmando que, una vez asentado el régimen republicano, la
mujer debía colaborar con plenitud en la vida nacional, “exigiendo sus derechos,
aplicando estos primordialmente a la imposición de normas administrativas pulcras
y decentes, al fomento del desarrollo de la cultura, a la desaparición de irritantes
desigualdades sociales, al bienestar del niño y al aseguramiento de la paz por medio
del desarme”, resumiendo así sus principios ideológicos.673
En septiembre de 1931, según la narración de la propia autora, fue nombrada
miembro suplente de la delegación española en la Asamblea General de la Sociedad
de Naciones, presidida por Lerroux y en la que participaron, entre otros, Salvador
de Madariaga y Clara Campoamor. 674 El compromiso contraído por Isabel
Oyarzábal no carecía de complejidad. Había de exponer sus dotes diplomáticas,
dominar el derecho interno de los estados y el Derecho Internacional y establecer
un equilibrio entre las soberanías nacionales y la cooperación internacional,
compartiendo espacio con reconocidos intelectuales como Salvador de Madariaga,
Luis de Zulueta o Rafael Altamira.675 Se lamentaba de las intrigas que observaba
entre los integrantes de la misma, aunque reconocía que, de vez en cuando, volvía a
aparecer el espíritu con que la Sociedad de Naciones había sido fundada:
“Estaba orgullosa de sentir que España siempre respondía- quizá Don
Quijote. ¿Quién sabe? Pero necesitábamos no sentirnos avergonzados de que
siempre defendía lo que era justo, a China frente a Japón, a Etiopía frente a
Italia, y a todos los oprimidos y pisoteados contra los opresores. Que siempre
fuera traicionada después de todo, no importa. Miraba fijamente a los
delegados, les escuchaba y deseaba que todo lo que decían de una manera tan
elocuente, pudiera traer mejores resultados. Conocí a muchos hombres

673 Crónica, Madrid, 26-4-1931, p. 7.


674 Paz Torres, O., Isabel Oyarzábal Smith…, op. cit., p. 256.
675 Di Febo, G., “Isabel de Palencia: una republicana…”, art. cit., p. 137.
320

famosos. Beneš de Checoslovaquia, hábil y ágil; Edouard Herriot y Paul


Boncour de Francia, que eran siempre encantadoramente educados; el ministro
Rickard Sandler de Suecia; Sir John Simon y Mr. Anthony Eden de Gran
Bretaña; el barón Aloisi de Italia; Engelbert Dollfuss, el dictador de bolsillo de
Austria; el inteligente Mr. Litvinoff, comisario soviético de Asuntos
Exteriores; y Mr. Wellington Koo, el gran apoyo de los derechos de China.
Algunos países siempre enviaban mujeres delegadas. Suecia nunca fallaba, así
que tuve la oportunidad de renovar mi amistad con Fröken Kerstin
Hesselgren, quien había sido indudablemente, una de las mejores
colaboradoras que la liga había tenido, Madame Malaterre Sellier, siempre en
armas para defender los derechos de las mujeres, Helene Vacarescu, a quien
había conocido en París mucho tiempo antes y cuyos discursos sonaban como
poemas” (p. 111).

El peso e importancia de la figura de Isabel Oyarzábal iba en aumento con el paso


de los años, así como el aumento de sus responsabilidades. La relevancia de la
figura de la autora se hizo patente en la página de Teresa Escoriaza en Mundo
Gráfico, donde en enero de 1932, la nombraba en primer lugar entre las diez
españolas más relevantes, junto con Victoria Kent, Colombine, y junto a Marie
Curie, Helen Keller o Alexandra Kollontay, de entre las mujeres más célebres del
mundo.676 En su compromiso con la sociedad, continuó su labor en 1932, fecha en
la que fue nombrada vocal del Patronato Central para la Protección de Animales y
Plantas, en documento con fecha de 18 de enero de 1932;677 consejero técnico de la
Delegación gubernamental en la XVI Conferencia Internacional del Trabajo
convocada para el 12 de abril, nombramiento que aparece en un documento fechado
el 21 de marzo de 1932;678 socia de La Sociedad Malagueña de Ciencias, el 9 de

676 Escoriaza, T., “Página de la mujer”, Mundo Gráfico, Madrid, 26-1-1932, p. 21.
677Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario
núm. 687, Registro 1812).
678 Ibidem. La prensa daba cuenta de sus intervenciones en la institución: Isabel Oyarzábal

había intervenido sobre la educación humanitaria de las generaciones futuras en la que


hizo resaltar que ya en 1929 la Federación Ibérica de Sociedades Protectoras de Animales
y Plantas expuso al Congreso de las Naciones Unidas que era imposible obtener la paz
colectiva de los pueblos, mientras en estos no se atenuase la crueldad de los individuos y se
estableciera un organismo internacional que regulase la protección de los animales.
Heraldo de Madrid, 22-4-1932, p. 3.
321

abril de 1932.679 Además impartió la conferencias: “El sentido estético en la vida


diaria” en la Asociación Femenina de Educación Física 680 y “El valor social del
trabajo de la mujer” en conmemoración del 30 aniversario de la fundación de la
Sociedad de Lavanderas y Planchadoras.681 Asimismo formó parte del Patronato
Central de Fundaciones benéfico-docentes682 y fue nombrada vocal del Consejo del
Patronato del Instituto de Reeducación Profesional en documento fechado el 1 de
julio de 1932.683
El 4 de junio de 1932, Isabel Oyarzábal aceptó formar parte del Comité de
Expertos para el Trabajo Femenino, de carácter consultivo, cuyas tareas
principales consistían en estudiar los aspectos sociales y económicos de los
problemas que planteaba la incorporación de la mujer a los centros de trabajo
industriales. 684 Con anterioridad recibió una misiva de la Organización
Internacional de Trabajo de la Sociedad de Naciones fechada en Ginebra, el 26 de
mayo de 1932 en la que se aclaraba la finalidad del Comité. Los puntos de
investigación eran: estudio estadístico sobre la evolución del trabajo femenino en
distintas profesiones, el desempleo femenino, las instalaciones para la formación
profesional de las mujeres, los salarios femeninos y los problemas de igualdad de
salarios, la situación familiar de las trabajadoras y la responsabilidad que pudieran
tener respecto a personas dependientes.685
Más tarde, fue nombrada delegada suplente de España en la XIII Asamblea de la
Sociedad de Naciones en Ginebra, el día 26 de septiembre, documento fechado el 16
de septiembre de 1932. 686 El 29 de septiembre, como parte de la delegación
liderada por Madariaga, tomó la palabra para defender el establecimiento de una
colaboración oficial de las asociaciones feministas con la Liga de Naciones, cuestión
ampliamente debatida en ese momento y tratada ya el año anterior. Propuso una
reforma del estatuto para que la implicación de las mujeres en la Liga se produjera
en un sentido igualitario. En la sesión del 5 de octubre se trató el tema de la
esclavitud, para lo que era necesario la creación de una comisión permanente y en

679 Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario
núm. 687, Registro 1812).
680 Heraldo de Madrid, 2-4-1932, p. 2.
681 Heraldo de Madrid, 13-5-1932, p. 10.
682 Heraldo de Madrid, 16-4-1932, p. 9.
683 Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario

núm. 687, Registro 1812).


684 Ibidem.
685 Ibidem.
686 Ibidem.
322

su discurso se apoyó en las ideas que nunca le abandonaron: “la libertad es un bien
tan grande que en el mundo, en el momento actual, hay millares de hombres
hambrientos que no cederían su libertad a cambio de medios de subsistencia”. En la
intervención del 7 de octubre trató sobre la libertad de prensa, asunto para el que
proponía que el único control fuese moral, a la vez que abogaba por la
transparencia.687
El documento que acreditaba la incorporación de Isabel Oyarzábal a la comisión
encargada de estudiar la colaboración de las mujeres en la Sociedad de Naciones
está fechado el 4 de octubre de 1932,688 momento en el que en España ya se había
otorgado el voto a la mujer, de ahí que fuese la delegada española la que insistiera
en que para que la labor de las mujeres en el supremo organismo internacional
fuese eficaz se tenía que solventar antes, en cada país, la igualdad de los hombres y
de las mujeres en el terreno de los derechos políticos.
Efectivamente, la República había concedido el derecho de sufragio a las mujeres
sin ninguna restricción. Las Cortes Constituyentes habían sido convocadas el 14 de
julio de 1931 y el 30 de septiembre se había abierto el debate sobre el sufragio
femenino, personificado y defendido por Clara Campoamor, diputada del Partido
Radical. Su postura difería de las otras dos diputadas femeninas en la Cámara,
Margarita Nelken, socialista y Victoria Kent, diputada del partido Radical-
Socialista, que mantenían sus reservas ante la concesión del voto. 689 Clara
Campoamor defendió los principios democráticos que debían garantizar la
aplicación de la igualdad y la eliminación de cualquier discriminación de sexo en la
Constitución republicana. Finalmente, la votación que otorgó el sufragio a las
mujeres se produjo el 1 de octubre de 1931 y arrojó el resultado de 161 votos a
favor, 121 en contra y 188 abstenciones, datos que reflejan la falta de compromiso e
incluso el rechazo de gran parte de la Cámara al sufragio femenino.

687 Di Febo, G., “Isabel de Palencia: una republicana…”, art. cit., pp. 140-142.
688 Participó también en la sesión de la Asamblea donde se discutía el tema de “la
nacionalidad de las mujeres casadas”, el 22 de noviembre de 1932, en el que se debatió el
derecho de la mujer a mantener la nacionalidad de origen y no la dela marido. Paz Torres,
O., Isabel Oyarzábal Smith…, op. cit., p. 252.
689 Victoria Kent proponía el aplazamiento de la concesión del voto hasta que se hubiera

despertado la conciencia popular femenina. Después de la aprobación del voto femenino, el


día 1-10-1931, el 1 de diciembre se intentó revisar el artículo aprobado mediante una
disposición transitoria que pretendía revocarlo durante varios años. Cfr. Ríos Izquierdo, P.,
y Rueda Roncal, A., “Mujer, voto y prensa (Madrid. Octubre-Diciembre 1931)”, Torre de
los Lujanes, 19 (1992), pp. 105-122.
323

La Constitución republicana, sancionada el 9 de diciembre de 1931, establecía el


principio de igualdad universal en su artículo 2: “Todos los españoles son iguales
ante la ley”, y garantizaba la eliminación de cualquier tipo de discriminación por
razón de sexo en el artículo 25: “No podrán ser fundamento de privilegio jurídico,
la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas ni las
ideas religiosas”.690
En este sentido, Concha Peña, periodista de El Liberal, publicó en su periódico
una entrevista a Isabel Oyarzábal, en su calidad de presidenta del Lyceum Club
para pulsar su opinión sobre el voto femenino. Para Oyarzábal “el derecho a ejercer
el sufragio es, de todas las reivindicaciones femeninas, la más necesaria y elemental;
sin él seguiría careciendo la mujer de independencia y personalidad jurídica, aun
cuando se le otorgaran otras libertades y medios de defensa”. Oyarzábal agradecía
la aprobación del sufragio femenino a los socialistas y se mostraba en desacuerdo
con aquellos que creían que con él se le entregaba una poderosa arma a los
elementos clericales y de extrema derecha.691
Las mujeres intelectuales de la época secundaban mayoritariamente la postura de
Isabel Oyarzábal, como lo demuestra el homenaje a Clara Campoamor que tuvo
lugar el 14 de octubre de 1931, por su denodado esfuerzo en la consecución del
voto femenino y en el que participaron las asociaciones femeninas en su conjunto y
algunos de los más importantes nombres, no solo femeninos, sino también,
masculinos de la República. 692 Paralelamente, la fama de Isabel Oyarzábal iba
aumentando, como lo muestra un artículo que, bajo el título “Un futuro gobierno

690 Nash, M., “Forjar la ciudadanía en femenino: igualdad y derechos de las mujeres
durante la II República y la Guerra Civil”, en Ciudadanas y protagonistas históricas…, op. cit.,
pp. 24-27.
691 Peña, C., “El voto a la mujer”, El Liberal, Madrid, 25-6-1932, p. 4. En términos

parecidos se había expresado anteriormente en El Liberal, (24-4-1931) en una entrevista


concedida a Pedro Massa. Cfr. Aguilera Sastre, J., “1931: Las mujeres españolas ante la
República”, Cuadernos Republicanos, 64 (2007), p. 129.
692 Se adhirió al acto, entre otras, el Consejo Supremo Feminista en la persona de Isabel

Oyarzábal. La prensa se hizo eco del homenaje ampliamente y anunciaba que tendría lugar
el 14 de octubre a las 6:30 en los Salones del Hotel Nacional, aunque fue homenajeada
también con posterioridad. Vid. “El voto femenino”, El Imparcial, Madrid, 8-10-1931, p. 2;
“Un homenaje a Clara Campoamor”, Heraldo de Madrid, el 13-10-1931, p. 2, El Imparcial,
Madrid, 12-5-1932, p. 6. Efectivamente, las organizaciones feministas llevaron una
campaña de apoyo al voto femenino. La ANME, por ejemplo, repartía panfletos entre los
diputados en los que se leía: “Señores Diputados: No manchen ustedes la Constitución
estableciendo en ella privilegios. Queremos la igualdad de derechos electorales. Viva la
República”. Vid. Aguado, A., “Entre lo público y lo privado: sufragio y divorcio en la
Segunda República”, Ayer, 60 (2005), pp. 105-134.
324

femenino” hablaba del avance que las mujeres habían conseguido en cuanto a la
dedicación política y nombraba a nuestra autora como ministra de Estado.693
Sin duda, la consecución del voto estimuló la incorporación de muchas mujeres a
organizaciones femeninas y su compromiso con la vida política, pero la República
trajo también cambios legislativos en otros ámbitos que contribuyeron al
desarrollo de la sociedad, en general, y a la igualdad de la mujer respecto del
hombre, en particular. Así, por ejemplo, la Constitución establecía la implantación
de la escuela laica y el artículo 43 de la Constitución establecía el modelo de
matrimonio y se reconocía derecho de divorcio.694
La República también estableció un tratamiento igualitario en la legislación
laboral, 695 y en este sentido fue muy importante la figura de Francisco Largo
Caballero, a quien Oyarzábal elogió desde las páginas de su autobiografía,696 en su
cargo del Ministerio de Trabajo donde trabajó duramente para conseguir una
avanzada legislación laboral: ejemplos de ella fueron el artículo 46 de la
Constitución donde se hacía referencia a la protección de la mujer en el trabajo; el
artículo 40 que garantizaba la no discriminación en puestos oficiales y cargos
públicos por razón de sexo y un decreto del 29 de abril de 1931 que permitía a las
mujeres opositar para notarías y registradores de la propiedad, y posteriormente
otras leyes desarrollaron la incorporación de la mujer a los cuerpos de la
Administración del Estado. 697 Estas nuevas disposiciones permitieron a Isabel
Oyarzábal materializar su siguiente proyecto:
“Cuando volví a España decidí dedicar el mayor tiempo posible al estudio del
derecho internacional y la legislación laboral. Me las arreglaba para hacerlo
mientras cubría las noticias para el Herald, cuidando de la casa y atendiendo
las reuniones de las diferentes juntas, pero me relacionaba socialmente lo
menos posible. Los fines de semana los pasábamos siempre con Cefe en

693 Cuevas F. V., “Un futuro gobierno femenino”, Heraldo de Madrid, 15-11-1932, p. 13.
694 El desarrollo de este artículo se materializó posteriormente con la Ley de divorcio del 2
de marzo de 1932 y la Ley de matrimonio civil del 28 de junio de 1932. En la ley de
divorcio tuvo mucha responsabilidad, de nuevo, Clara Campoamor, junto con el diputado
radical-socialista Luis López Dóriga, que había sido excomulgado y privado de su canonjía
en la catedral de Granada. Clara Campoamor había señalado que la ley debía asentarse
sobre los principios de libertad y laicismo, debido a la presión que ejercería la iglesia en su
contra. Tras la promulgación de la ley de divorcio se materializaron sonoros divorcios de
mujeres notorias del panorama cultural e intelectual: Concha Espina, Josefina Blanco,
Constancia de la Mora o Pastora Imperio.
695 Aguado, A., “Entre lo público…”, art. cit., pp. 105-134.
696 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 108.
697 Aguado, A., “Entre lo público…”, art. cit., p. 114.
325

Guadalajara, donde había sido destinado después de Almería. En el mes de


enero, un decreto del ministro de Trabajo anunció la creación de una junta de
inspectores de fábrica, que iban a ser seleccionados por un tribunal, después de
unos duros y competitivos exámenes. En el momento en que lo supe, me hice a
la idea de que podía intentarlo.
Quería hacer algo útil por la República y esta era una buena oportunidad.
Algunos de mis amigos trataron de disuadirme. ‘Va a ser muy duro y no eres
lo suficientemente fuerte’, decían. Pero continué. Durante meses, apenas pude
dormir o descansar, a pesar de todo, yo realmente no creía que nada que
hubiera hecho me agradara más que aprobar esos exámenes. Fui la única
mujer que tuvo éxito y enseguida me puse a cargo de todo lo relacionado con
el trabajo de mujeres y niños. Esto era mucho más interesante, pensé, que el
plan de enviarme como ministro plenipotenciario a Holanda, como querían
hacer” (p. 111).

En 1932, Isabel Oyarzábal tradujo del inglés la obra del sociólogo finlandés,
Edward Westermarck, Historia del matrimonio, trabajo que fue reseñado en la
prensa de la época.698
Tras su participación en las oposiciones, fue nombrada Inspectora de Trabajo con
carácter interino en Madrid, el 1 de abril de 1933, con un sueldo anual de siete mil
pesetas, siendo la primera vez que una mujer ocupaba este cargo. 699 Poco se conoce

698 Luz, Madrid, 20-5-1932, p. 2. Curiosamente, Luis Araquistáin, basándose en los datos

que exponía Westermarck en el libro mencionado, analizaba la evolución del matrimonio,


llegando a conclusiones tales como que el matrimonio era más habitual en las zonas
rurales que en las urbanas, debido a los entretenimientos que ofrecía la ciudad; que,
contrastando los datos de países de toda Europa, cuanto más desarrollado era el país,
menos matrimonios se celebraban y más alta era la edad para celebrarlos y que otros
factores influyentes eran la emigración, la guerra y la incorporación de la mujer a la vida
laboral. Cfr. El Sol, Madrid,16-10-1931, p. 2
699La instancia que Isabel de Palencia elevó al Tribunal del Concurso oposición alegaba las

circunstancias para ser considerada aspirante en el concurso oposición para cubrir las
plazas de Inspectores provinciales de Trabajo convocado por el Ministerio. Tales
circunstancias eran:
-El haber sido enviada dos años consecutivos como consejera técnica de la Delegación
Gubernamental en las XV y XVI Conferencias Internacionales del Trabajo celebradas en
1931 y 1932.
-El haber trabajado en la preparación del Congreso de Estadística anejo a ese Ministerio
durante más de un año.
-El ser vocal del Patronato del Instituto de Reeducación de Inválidos cuando dependía de
Trabajo y en la actualidad.
-El ser miembro correspondiente de las Academias de Ciencias de Cádiz y de Málaga y de
la de Ciencias Sociales de Norte América.
326

de la actividad que Isabel Oyarzábal desarrolló en el puesto, aunque se tiene


conocimiento de algunas intervenciones en conflictos entre empresarios y
trabajadores en la rama de la hostelería, por las que fue criticada, pues a decir de
los trabajadores había arbitrado a favor de la patronal. Por esta razón, cuando fue
nombrada delegada por la UGT para asistir a la Conferencia Internacional de
Trabajo en 1935, un grupo de trabajadores protestó.700
En su autobiografía, Oyarzábal resumía los logros que la República había
realizado en poco tiempo: el reconocimiento del derecho de voto sin restricciones a
la mujer, la separación de Iglesia y Estado, una legislación laboral progresista que
devolvía la dignidad a los trabajadores, la reorganización del ejército con el fin de
hacerlo más eficiente o la reforma agraria. Recordaba cómo, a pesar de los
esfuerzos realizados por el gobierno republicano, pronto la Iglesia, el ejército y la
aristocracia comenzaron a conspirar contra el nuevo régimen, para lo que se
valieron de la clase media fomentando la confusión entre la gente. Este clima
propició los acontecimientos posteriores:
“En 1933, estos elementos de desorden, encabezados por Alejandro Lerroux,
el líder de uno de los partidos republicanos que formó parte de una
monstruosa alianza con el señor Gil Robles, representante de los grupos más
extremadamente reaccionarios y apoyado por los Jesuitas, persuadieron al
señor Alcalá Zamora, Presidente de la República, de que las Cortes
Constituyentes debían ser disueltas o en cualquier caso, que el gobierno del
señor Azaña debía dimitir” (p. 112).

Según palabras de la autora, Alcalá Zamora, finalmente, retiró su apoyo a Azaña,


quien dimitió y Lerroux formó un gabinete de un solo partido con su propio grupo.
Un día antes de la presentación del nuevo gobierno, Manuel Azaña, Largo
Caballero y Marcelino Domingo se reunieron en casa de Isabel Oyarzábal para

-El haber escrito y publicado en el Daily Herald de Londres trabajos acerca de las
condiciones del trabajo en España.
-El haber sido nombrada vicepresidenta del Jurado Mixto del Vestido y Tocado según
consta en la Gaceta de Madrid del día 28 de julio de 1932.
-El haber sido nombrada miembro del Comité de Técnicos del Trabajo Femenino que con
carácter consultivo fue constituido por el Consejo de Administración de la Oficina
Internacional del Trabajo de Ginebra en su 56. Sesión celebrada en el mes de enero de
1932.
Cfr. Archivo Nacional de Cataluña, Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario
núm. 687, Registro 1812).
700 Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., p. 176.
327

ultimar el discurso que el primero daría al día siguiente. A pesar del secretismo, la
prensa de la oposición lo averiguó y ello dio mucho que hablar:
“El discurso de Azaña causó tal impresión en las Cortes, que Lerroux estaba
totalmente derrotado y tuvo que dimitir. Para llevar a cabo sus planes, los
reaccionarios, entonces, persuadieron al presidente Alcalá Zamora de que
disolviera las Cortes. Débil, y celoso también de la popularidad de Azaña, el
presidente cedió y se convocaron elecciones generales para el mes de
noviembre de 1933” (pp. 113-114).

En 1933 Oyarzábal fue designada de nuevo en varios puestos en órganos


internacionales. Así, fue nombrada representante del Gobierno en la LXII Reunión
del Consejo de Administración de la Oficina Internacional del Trabajo de Ginebra
el 25 de abril de 1933; miembro de la Comisión de expertos en materia de
esclavitud, como delegada de España en la Conferencia Internacional del Trabajo y
en la Asamblea de la Sociedad de Naciones; obtuvo también una designación para
que, durante el transcurso de su permanencia en Ginebra para asistir a la XVII
Conferencia Internacional del Trabajo, acudiera a la Conferencia Técnica de
Colocación que tuvo lugar el 9 y 10 de junio, en documento con fecha de 20 de
mayo de 1933 y, por último, fue nombrada consejero técnico en la Delegación
Española en la XVII Conferencia Internacional de Trabajo con fecha de 30 de
mayo de 1933, 701 donde fue autorizada a firmar una convención en nombre del
gobierno, convirtiéndose en la primera mujer que actuaba en la Sociedad de
Naciones como ministro plenipotenciario. 702 También fue requerida como
representante de la Howard League for Penal Reform de Londres para participar
en un congreso relacionado con la administración penal desde un punto de vista
internacional, como consta en una carta con fecha del 19 de julio de 1933. En
octubre de 1933 intervino en la Sociedad de Naciones, y habló sobre la trata de
blancas y el tráfico de niños, asunto sobre el cual el gobierno español estaba
preparando una nueva legislación y sobre las cárceles, que habían sido sometidas a
una profunda reforma por parte de Victoria Kent. Con posterioridad, habló del

701 Archivo Nacional de Cataluña, Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario
núm. 687, Registro 1812). Oyarzábal escribía en el Heraldo de Madrid proporcionando
información sobre su actividad. En esos momentos se discutía la prohibición de las
agencias de colocación privadas, el establecimiento de oficinas estatales en su lugar,
creación de convenios sobre seguros sociales, de orfandad, viudedad, enfermedad y vejez y
con posterioridad se discutiría sobre el paro juvenil. Heraldo de Madrid, 19-7-1933, p. 16.
702 Rodrigo, A., Mujer y exilio…, op. cit., p. 273.
328

abandono de familia, defendiendo la causa de los hijos ilegítimos, para los que la
Constitución española había establecido la igualdad de condiciones con los
legítimos.703 En el ámbito nacional, ese año y desde marzo participó en el comité
organizador del Congreso de Lucha Científica y Social contra el Cáncer que se
celebró en Madrid del 25 al 30 de octubre y del que era vocal704 y en el terreno
personal, en noviembre de ese mismo año, fue operada de una catarata por el doctor
Poyales.705
Oyarzábal recordaba que ese año había sido difícil para la Asamblea de la
Sociedad de Naciones, pues la hostilidad de la delegación alemana, encabezada por
Goebbels, presagiaba muchos problemas. Reconocía en sus memorias que se sintió
halagada por haber sido autorizada a firmar una asamblea en nombre del gobierno,
pero ello no compensaba el temor de que el fascismo y el nazismo terminaran por
avocar al mundo a la guerra, ante la aquiescencia de Francia y Reino Unido. 706
Isabel Oyarzábal iba a tomar la palabra en una conferencia que se había organizado
a favor del desarme e inesperadamente, le fue comunicado que Alemania iba a
abandonar la Sociedad de Naciones, mientras que el político inglés John Simon la
tranquilizó asegurándole que el gobierno inglés no permitiría que nada
ocurriera.707
En esa misma intervención en la Sociedad de Naciones, Isabel Oyarzábal fue
elegida miembro del Comité de Expertos en Esclavitud, institución en la que
participó desde enero de 1934 hasta 1938. El cometido de la Comisión era la
abolición de la esclavitud en los países en los que aún persistía. Y así, en las
primeras sesiones se concentraron en la elaboración de un informe que recogiera el
concepto de “trabajo” y los límites de la esclavitud. Oyarzábal defendió la supresión
de este modelo económico que atentaba contra los derechos de mujeres, niños y los
elementos más débiles de la sociedad. Otros puntos de su discurso fueron la trata
de mujeres y el tráfico de niños; las reformas del funcionamiento de las cárceles que

703 Di Febo, G., “Isabel de Palencia…”, art. cit., pp. 142-143.


704 La Voz, Madrid, 6-2-1933, p. 12.
705 Heraldo de Madrid, 4-11-1933, p. 4.
706 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., pp. 112-113.
707 En este sentido, la autora firmaba un artículo en Mundo Femenino, titulado “De regreso

de la Asamblea de Naciones” (febrero de 1933), en el que se hacía eco de la preocupación de


la opinión pública sobre la posibilidad de que estallara una guerra. Isabel Oyarzábal
tranquilizaba a los lectores asegurando que la Sociedad de Naciones trabajaría para que
ello no ocurriera y afirmaba tajante que eran los intereses económicos los que veían en la
guerra la posibilidad de enriquecerse. La solución era trabajar por el desarme, para lo cual
debían trabajar también las asociaciones de mujeres. En este sentido, La Liga Femenina por
la Paz y la Libertad recogería firmas pidiendo el desarme para enviarlas después a Ginebra.
329

se habían llevado a cabo en España y el abandono familiar, para el que sugería un


consenso con el fin de perseguir a los individuos que tal acto cometieran fuera el
que fuera el lugar al que escaparan. La sesión del 4 de abril de 1935, por ejemplo,
trató sobre la privación de libertad por “deudas” y que Isabel Oyarzábal aprovechó
para referirse a las mujeres retenidas en prostíbulos. En 1936, se puso el foco en las
razzias y las formas de adquisición de esclavas, la esclavitud infantil y otras formas
de explotación. La intervención de Oyarzábal proponía una mayor vigilancia en el
tráfico ilegal de personas, comentó la situación de la esclavitud en las colonias
francesas y las prácticas matrimoniales que aún persistían en algunas civilizaciones,
por las cuales, la mujer era considerada como objeto de compra y venta.
La última sesión de la que Oyarzábal formó parte fue la del 2 de abril de 1938,
siendo cesada después.708
Por otra parte, el Real Instituto de Asuntos Internacionales de Londres solicitó
expresamente en 1933 la presencia de la autora para que expusiera las reformas
realizadas por la República y sus planes de futuro, celebrándose la conferencia el 8
de mayo de 1933.709 Ese mismo año, con fecha de 27 de marzo,710 Isabel Oyarzábal
fue condecorada por el presidente de Checoslovaquia, Tomáš Masaryk, con la
Medalla de la Orden del León Blanco, por sus estudios y trabajos sobre el arte
popular checoslovaco.711
Desde 1931 y hasta 1933, fecha de la convocatoria de las primeras elecciones en
las que participaron las mujeres, su actividad y participación en la vida política
aumentó considerablemente. De entre ellas, Oyarzábal ingresó en 1933 en la
Asociación de Mujeres Antifascistas, presidida por Dolores Ibárruri y a la que
también pertenecían otras conocidas activistas como Victoria Kent o Margarita
Nelken.712 En aquellas fechas, el triunfo de la derecha se atribuyó, precisamente, a
la concurrencia femenina a las urnas, pese a que, ya Clara Campoamor en su obra
Mi pecado mortal. El voto femenino y yo, había desmentido este punto y
posteriormente, la historiografía lo ha corroborado. La causa del triunfo de los

708 Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., pp. 182-185.
709 Ibidem, p. 111.
710 Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario

núm. 687, Registro 1812).


711 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 152.
712 Llevaron a cabo una intensa actividad contra las medidas reaccionarias de los gobiernos

cedistas y en contra de la represión de las víctimas del nazismo que acababa de producirse
en Alemania. Oyarzábal intervino en 1934 en el Congreso Internacional de Mujeres contra
la Guerra y el Fascismo en París. Cfr. Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit.,
p. 43.
330

partidos de derechas fue, más bien, la desunión de los partidos de izquierda,


republicanos y socialistas, y a los dos años de desgaste del gobierno.713 Este hecho
fue constatado también por Isabel Oyarzábal en su autobiografía: “La negativa de
socialistas y republicanos de unir sus fuerzas en las elecciones españolas, ese
invierno, fue responsable de muchos males” (p. 114).
En este sentido, Oyarzábal se negó a acudir a las XVIII Conferencia
Internacional de Trabajo en 1934 y a la XIX Conferencia en 1935, en nombre del
gobierno de la CEDA y asistió como delegada obrera.714
La formación de gobierno se le encargó a Lerroux, pero la dimisión del ministro
de gobernación, Martínez Barrio el 3 de marzo de 1934, provocó su caída. La
inestabilidad política creciente tuvo como consecuencia la revolución de Asturias:
“los mineros asturianos y los partidos republicanos de izquierda de Cataluña, con el
apoyo de los sindicatos generales de Madrid, Bilbao y otras grandes ciudades […]
se alzaron contra Lerroux y su gobierno” (p. 114). A la insurrección siguió una
dura represión por parte del ejército, al que se unieron las tropas marroquíes para
sofocar la sublevación:
“La represión fue brutal. Lluis Companys, presidente del estado autónomo
de Cataluña, y su gabinete y el señor Azaña, que casualmente estaba en
Barcelona en ese momento, pero en absoluto había tomado parte en el
movimiento, fueron arrestados. En Asturias, toda crueldad concebible fue
infligida a la desafortunada población trabajadora. Hombres y mujeres fueron
disparados, golpeados y sometidos a tortura. Un espíritu demoníaco parecía
haber poseído a los organizadores de la represión. En Madrid, Largo
Caballero, secretario General de la U.G.T (Unión General de Trabajadores),
fue apresado con otros cientos” (pp. 114-115).

Oyarzábal y su familia también sufrieron la represión policial, al ser su casa


registrada. Una mañana recibió la visita de “catorce guardias civiles, seis miembros
de la policía secreta y dos camiones llenos de tropas de asalto” (p. 115) y sufrieron
registros periódicos durante tres meses. También se impuso una fuerte censura,
por lo que su labor como corresponsal extranjera se vio dificultada e, incluso,
corrió peligro en el ejercicio de su compromiso con la verdad y la libertad:

713 Cfr. Aguado, A., “Entre lo público…”, art. cit., pp. 118-119.
714 Paz Torres, O., Isabel Oyarzábal Smith…, op. cit., p. 255.
331

“Un día, fue arrestado un corresponsal británico. Gracias a los esfuerzos de


su embajada, no permaneció en la cárcel, pero fue forzado a abandonar el país.
En respuesta a algunas preguntas de los reporteros españoles que cubrían el
caso, el primer ministro Lerroux contestó:
‘Le hemos dejado libre tan fácilmente, porque oí que no escribió el artículo
que le habíamos censurado. Era de otro periódico de Londres, el Daily Herald’.
Me pregunto qué me hubiera ocurrido. Yo era la autora de ese artículo.
Durante algunos días, cada vez que los perros ladraban, me imaginaba que
sería la policía. De todos modos, nada de esto ocurrió. Quizá pensaron que no
merecía la pena investigar el asunto” (p. 115).

Oyarzábal adquirió un nuevo compromiso para ayudar a los represaliados de


Asturias, especialmente a mujeres y niños. Cada partido creó un comité de ayuda
clandestino, con el fin de recoger fondos, pues estaba prohibido prestar ayuda a los
“rebeldes”. En su comité trabajaban otros nombres conocidos de la República como
Julio Álvarez del Vayo, María Martínez Sierra, el abogado Rufilanchas o el
diputado Andrés Manso.
Después de la revolución de Asturias, el Comité Mundial de Mujeres contra la
Guerra y el Fascismo pasó a la clandestinidad, con el nombre de Organización Pro-
Infancia Obrera, bajo la presidencia de Clara Campoamor, al que también
pertenecieron Victoria Kent, Dolores Ibarruri y la propia Isabel Oyarzábal.715
En 1935, el Ateneo de Madrid celebró unas elecciones para distintas secciones y
la autora fue elegida secretaria de la sección de Pedagogía.716 Un mes más tarde,
firmaba un manifiesto de la Asociación de Amigos de la Enseñanza Popular,
promovida según parece por su marido y en él se hacían eco de la elevada
mortalidad infantil en España, un niño cada cinco minutos, el doble que países
como Noruega, Dinamarca o Países Bajos.717
Su narración autobiográfica se situaba después en 1935, fecha en la que “nadie
dudaba de que el presidente sería forzado a disolver el Parlamento, que estaba ya
desunido, y a convocar otras elecciones generales” (p. 116). A la tensión creciente
en la sociedad española se oponía la cotidianidad familiar de la autora, quien refería
cómo sus hijos formaron, en 1936, un grupo de teatro de arte llamado “El

715 Rodrigo, A., Mujer y exilio…, op. cit., p. 273.


716 Heraldo de Madrid, 22-6-1935, p. 7.
717 Heraldo de Madrid, 10-7-1935, p. 6.
332

Tingladillo”, que según sus propias palabras dejó caer el telón cuando se precipitó
la sublevación rebelde que condujo a los españoles a una cruenta guerra civil. La
celebración de las elecciones generales de 1936 venía precedida de la represión y la
censura que habían caracterizado los años precedentes. La autora elevaba a
cuarenta mil los detenidos por haber apoyado a la República los dos últimos años.
Oyarzábal reflejó en su autobiografía la fotografía de aquellos que se alinearon
con el ejército rebelde para asestarle un golpe a la democracia: grandes
terratenientes, oficiales del ejército, jerarcas de la iglesia, aristócratas, los bancos,
hombres de negocios, grandes industriales, hombres y mujeres de clase media, cuyo
mayor atributo era el miedo, y nombraba expresamente al empresario Juan March,
cuya financiación fue clave para el éxito del golpe (p. 117). Las elecciones generales
tuvieron lugar el 16 de febrero de 1936, bajo el control del gobierno republicano
derechista:
“Dos grupos de coalición se enfrentaban cara a cara. De una parte, los
derechistas liderados por Gil Robles, cuyo apetito de poder se había agudizado
en sus dos años y medio de despacho. El eslogan de su partido fue paseado por
todo el país, debajo de grotescas fotografías a color de tamaño gigante del
líder: “Por los trescientos”. Su significado era que su campaña luchaba por
trescientos escaños en el parlamento. Dejarían que, generosamente, los
restantes ciento setenta y tres fueran divididos entre republicanos de todas las
tendencias, monárquicos, socialistas y comunistas” (p. 118).

A pesar de la presión, la izquierda ganó las elecciones: la represión sufrida los


años anteriores había provocado un cambio en el voto de la población. Azaña formó
un gobierno republicano, sin presencia socialdemócrata o comunista, aunque,
precisamente se adujo la presencia de comunistas en el Parlamento como una de las
excusas del levantamiento.
Isabel Oyarzábal fue, junto con otros compañeros, encargada de una de las
comisiones que se crearon, mediante decreto, para la readmisión de los obreros
condenados en la revolución de 1934, como había prometido el partido republicano
en la campaña electoral. Concretamente, fue la presidenta de la comisión arbitral
333

encargada de los trabajos relacionados con la confección, vestido y tocado e


higiene:718
“Fui nombrada presidenta de uno de los consejos de Madrid, que se ocupaba
de todos los casos que afectaran al trabajo de las mujeres, especialmente, de
aquellos relativos al sindicato de costureras. Solo en Madrid, había miles de
hombres y mujeres que habían estado sin trabajo durante casi dos años. No
perdimos el tiempo en ponernos a la tarea. Durante semanas mi consejo se
sentó desde las ocho de la mañana hasta las diez u once de la noche. No me
atrevía a perder un minuto, sabiendo que esa gente se moría de hambre
mientras esperaba.
Hacia mitad de junio había terminado con el último caso. La mayoría de ellos
habían sido resueltos satisfactoriamente, pero yo era continuamente
atemorizada por los empresarios y sus consejeros legales -ellos no podían
hacer nada, puesto que la ley era clara” (p. 119).

Oyarzábal fue llamada para intervenir en la Conferencia Internacional de Trabajo


de 1936. En esa ocasión se discutíala jornada semanal de cuarenta horas que,
finalmente, a pesar de los esfuerzos de Francia, Estados Unidos y España, no fue
aprobada. Abandonó Ginebra a finales de junio y el 17 de julio de 1936 se
encontraba participando en un congreso de enfermeras en Madrid con el discurso
de clausura, cuando fue informada de que el ejército se había sublevado en
Marruecos. 719 Ceferino Palencia pudo averiguar en la sede del periódico La
Libertad, a cuya plantilla pertenecía, que el general Franco encabezaba el
movimiento. Pronto, la lucha contra la sublevación se extendió por varias ciudades
españolas. El presidente de la República, Manuel Azaña, nombró un nuevo
gobierno para aplastar el movimiento y el 18 de julio comenzó la lucha en Madrid.
Isabel Oyarzábal tuvo muchas dificultades para enviar información a Londres ya
que, establecido un férreo control de las comunicaciones, no podía telefonear desde
su casa y se trasladaba tres veces al día desde Chamartín al edificio de la Telefónica
en el centro de la capital.
El general Fanjul encabezaba a un grupo de rebeldes que se había atrincherado
en el cuartel de la Montaña y los rumores apuntaban que, desde allí, iban a

718 Siglo Futuro, Madrid, 12-3-1936, p. 23 y La Época, Madrid, 4-3-1936, p. 2, hablaban de

tres comisiones, de una de las cuales, la de trabajo femenino y a domicilio sería la


encargada a Isabel Oyarzábal, en su calidad de inspectora de trabajo.
719 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., pp. 120 y ss.
334

bombardear la capital. La angustia se apoderó de nuestra autora cuando empezaron


los ataques y su hijo Cefito no había vuelto a casa, pues nada más estallar el
conflicto, se puso al mando de una ambulancia. La noticia de que el hijo se
encontraba bien llegó a la vez que la de que los rebeldes del cuartel de la Montaña
habían sido reducidos. Pronto se supo que Cataluña y Valencia también habían
sofocado la sublevación.
Mientras, por decreto de la Presidencia del Consejo de Ministros, del 28 de
agosto de 1936, Oyarzábal fue nombrada “miembro de un comité a cargo de
organizar la asistencia social”: la Comisión de Auxilio Femenino, organismo
delegado del Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, para
cooperar con los Ministerios de la Guerra, de Industria y Comercio en el
abastecimiento de los frentes de la capital720 y el 3 de septiembre de 1936, vocal del
Consejo Superior de Protección de Menores. 721 Al tiempo, enviaba noticias al
Herald, pues la autora no podía dejar escapar la oportunidad que le ofrecía el
periódico de contar lo que estaba ocurriendo en España que, además, era uno de los
pocos medios que hacía justicia a la causa republicana. Pronto supo también que los
gobiernos de los países democráticos abandonaban a su suerte al gobierno español,
negándose a venderle armas, mientras los alemanes e italianos ya estaban actuando
en España a favor del ejército sublevado.
Julio Álvarez del Vayo, ministro de Asuntos Exteriores, le encomendó en
septiembre de 1936 su asistencia a la XVII Asamblea de la Sociedad de Naciones,
como delegada suplente de España722 para después hacerse cargo de la Legación de
España en Estocolmo, como ministro plenipotenciario de segunda clase, cargo para
el que fue nombrada por decreto del Ministerio de Estado el 23 de octubre de
1936.723 El 21 de octubre se reunió en Ginebra con el propio Álvarez del Vayo,
Fernando de los Ríos, Ángel Ossorio y Gallardo, Pascual Tomás, Carlos Esplà y

720 Rodrigo A., Mujer y exilio…, op. cit., p. 274. El nombramiento para este cargo tiene fecha
del 3 de septiembre de 1936. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel
Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).
721 Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario

núm. 687, Registro 1812).


722 En documento fechado el 9 de septiembre de 1936 se notificaba su permiso para auxiliar

en los trabajos del representante de España en la reunión del Consejo de la Sociedad de


Naciones. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith
(Inventario núm. 687, Registro 1812).
723 El nombramiento establecía que era “enviada extraordinaria y ministra plenipotenciaria

de 2ª clase en Suecia. Su sueldo sería de 17.000 pesetas, más 35.000 en gastos de


representación”. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith
(Inventario núm. 687, Registro 1812).
335

Cipriano Rivas Cherif, secretario general de la delegación, miembros todos de la


delegación española ante la Sociedad de Naciones.724
Isabel Oyarzábal decidió llevarse consigo a su hija Marissa y también les
acompañaban Isabel García Lorca, hermana del poeta asesinado y Laura de los
Ríos, que iban a reunirse con el padre de esta, Fernando de los Ríos, embajador de
España en Washington. Fue él quien le informó de la decisión de que antes de ir a
Suecia, iniciara una gira por Estados Unidos y Canadá para informar al público de
la situación española y recabar apoyos.
El ambiente en la Asamblea de la Sociedad de Naciones era de indiferencia, si no
de hostilidad ante el conflicto español. Álvarez del Vayo puso encima de la mesa el
hecho de que la guerra en España no era una guerra civil, sino una invasión
extranjera. México y Rusia fueron los únicos países que apoyaron la petición de
España de conseguir armas para defenderse, pero el resto del mundo tenía miedo.
De hecho, cualquier movimiento podía hacer estallar un conflicto mundial y
Francia y Gran Bretaña no querían apoyar a España, de ahí la creación del Comité
de No-Intervención, 725 que reconocía implícitamente la injerencia de Alemania e
Italia en el conflicto español, pero, a la vez, se inhibían de cualquier acción.
La hostilidad hacia España de la que habló Isabel Oyarzábal se hizo patente en la
recepción en honor de las mujeres que asistían a la Asamblea que, como todos los
años promovían las organizaciones internacionales de mujeres representadas en
Ginebra. Algunas de las delegadas no disimulaban su simpatía por España: Kerstin
Hesselgren y Katheleen Courtney o la que se convertiría en su entrañable amiga,
Alexandra Kollontay. Sin embargo, la delegada de Portugal aprovechó para
exponer una invectiva contra España, que fue acogida con indignación por casi
todas las asistentes.
Después de una semana de estancia en Ginebra, Álvarez del Vayo le sugirió que
comenzara su gira por Estados Unidos: se iría en el Queen Mary el 15 de octubre,
y le acompañarían Marcelino Domingo, líder del ala izquierda del gobierno
republicano y el padre Sarasola, un fraile franciscano que se encontraba en ese
momento en París. Pero antes de comenzar su gira, le fue encomendada otra
misión: volar a Edimburgo para informar de la situación española en la Conferencia

724Rodrigo, A., Mujer y exilio…, op. cit., p. 274.


725A este respecto, puede consultarse la prensa de la época para constatar la situación de
indefensión a la que se vio avocado el gobierno democrático español ante la injerencia de
las fuerzas totalitarias y la inacción de los demás países democráticos. Cfr. La Vanguardia,
Barcelona, 30-10-1936, p. 11.
336

del partido laborista que iba a tener lugar allí y debía ser expuesta, antes de su
discusión, la cuestión del Pacto de No-Intervención. Voló desde París con Jiménez
de Asúa, diputado y miembro del partido socialista y sorprendentemente, fueron
retenidos en el aeropuerto de Croydon, desde el que partirían a Edimburgo.
Finalmente, llegaron después de que el Pacto de No-intervención hubiera sido
discutido y aprobado en el Usher Hall de Edimburgo. 726 De cualquier forma,
pidieron poder exponer el tema y lo hicieron antes de la asamblea del día posterior.
Jiménez de Asúa explicó cómo el gobierno de León Blum, primer ministro de
Francia, había sido intimidado por el embajador británico en París y que las armas
que España había encargado a Francia mucho antes de la guerra, y por las que
había pagado, no habían sido enviadas. Isabel de Palencia tomó la palabra y explicó
la situación, lamentando la imagen que parte de la prensa había dado de los
republicanos como monstruos que habían atacado a miembros de la Iglesia y
aclaraba que muchos miembros de la Iglesia católica estaban a favor del gobierno
republicano. Apuntó también que las tropas marroquíes llevadas por el ejército
rebelde a España estaban causando mucho daño en la población, pues tenían carta
blanca para saquear y destruir lo que quisieran de las ciudades que iban tomando.
También habló de la situación del Alcázar de Toledo, baluarte del ejército fascista,
que los rebeldes habían ocupado, de manera cobarde, con mujeres y niños para que
no fuera bombardeado. El presidente, Charles Trevelyan, tras escuchar a los
oradores exclamó que quizá el primer acto que debía realizar el ejecutivo era hacer
algo por el pueblo español.
Los asistentes se vieron conmovidos por las palabras de la oradora y clamaron
por “armas para el pueblo español”, exigiendo también al Consejo que se reuniera y
discutiera de nuevo el asunto.727 El líder del partido laborista, Clement Attlee, y el

726 La intervención tuvo lugar el 7-10- 1936, como constató el diario Abc, Madrid, 8-10-
1936, p. 8.
727 The Evening Dispatch, el 7-10-1936, s. p. resumía el contenido del discurso: Jiménez de

Asúa, expuso la gravedad de los bombardeos fascistas sobre la población con el uso de
gases tóxicos. Concretamente apuntó que desde la firma del Pacto de No-Intervención, el 7
de septiembre, habían llegado a los rebeldes 23 aviones y 360 toneladas de material de
guerra; el 9 de septiembre había llegado también un avión de Alemania y el 29, gas tóxico.
Clamó por la posibilidad de conseguir armas y especificó que España tenía dinero para
comprarlas: “Ayúdennos a comprar armas con las que podamos ganar la batalla para la
democracia y la paz en el mundo”. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental
Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).
Los discursos pronunciados por Isabel de Palencia y Jiménez de Asúa fueron publicados
con el título The agony of Spain por el partido laborista. Un resumen de las citas más
relevantes se puede ver en Bados Ciria, C., “Isabel Oyarzábal Smith: la escritura como
337

líder de los diputados, Arthur Greenwood, fueron a Londres para entrevistarse con
el gobierno y exponer la información que habían conocido de parte de los dos
oradores.728 En palabras de la autora, la prensa del día siguiente hablaba de su
visita a Edimburgo y un diario conservador de Londres la tildó de “una nueva
Duse”. Ella atribuyó el éxito del discurso a su “corto entrenamiento en la escena”.
Después de la visita a Edimburgo volvieron a Ginebra, donde pudieron pasar unos
días con Ceferino, al que habían nombrado ministro de España en Letonia y Cefito,
quien iba a ayudarle a establecerse en Riga.729
Y así, Isabel Oyarzábal partió en octubre de 1936, junto con Marcelino Domingo,
el padre Sarasola y Marissa, rumbo a Estados Unidos en el Queen Mary,730 viaje
que destacó en su autobiografía por la expectación que su llegada despertó en los
medios de prensa, que les preguntaban insistentemente si pretendían persuadir a
los Estados Unidos para que les apoyara en la guerra. En aquellos momentos, los
periódicos anunciaban que Azaña había tenido que abandonar Madrid, lo cual
podría significar que la capital estaba a punto de caer en manos rebeldes.
La gira fue auspiciada por una organización llamada Canadian and North American
Committee to Aid Spanish Democracy, dirigida por el canadiense A.A. MacLeod y
cuya participación en actividades en ciudades concretas eran patrocinadas, sin
embargo, por organizaciones filiales, como la Greater Boston Committee to Aid
Spanish Democracy o la Friends of the Spanish Republic, INC de Nueva York. El
primer destino de la gira fue Toronto,731 Ottawa y Quebec y Montreal, en donde
los católicos boicotearon el acto. Después partieron hacia Nueva York, lugar en el
que congregaron a cerca de veinticinco mil personas en el Madison Square
Garden,732 y donde recaudaron 30.000 dólares para la causa republicana. Volvieron

compromiso social y político”, en Porro Herrera, M. J. y Sánchez Dueñas, B., Escritoras


andaluzas y exilio, Universidad de Córdoba, 2010, pp. 134-138.
728 La prensa española titulaba “El congreso laborista pedirá también que se levante el

embargo de armas, ante las elocuentes declaraciones de Jiménez de Asúa e Isabel de


Palencia: Abc, Madrid, 9-10-1936, p. 8.
729Allí fue nombrado secretario de primera clase y encargado de negocios, nombramiento

que fue publicado en la Gaceta de Madrid, el 20-9-1936, p. 1895.


730 The New York Sun (19-10-1936), anunciaba la llegada de los enviados de la República en

el Queen Mary y su gira por América.


731 Toronto Daily Star, 20-10-1936. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental

Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).


732 Isabel Oyarzábal habló de la batalla de Guadarrama, donde las mujeres habían

construido barricadas con sus propias manos ensangrentadas y habían parado las armas
del ejército rebelde. Marcelino Domingo y la autora pusieron el acento en la legalidad del
gobierno. En este caso, la prensa señalaba, como en otros muchos, los ataques a los que fue
sometido el Padre Sarasola, tildado de apóstata. Fue una constante la autodefensa que tuvo
338

a Canadá, donde la gira les llevó a visitar todo el país de este a oeste: Saskatoon,
Edmonton,733 Port Arthur, Winnipeg, lugar en el que tuvieron tres mítines en un
día, o Vancouver. En Estados Unidos recorrieron Seattle, 734 Portland, 735 San
Francisco, donde Oyarzábal habló en el Congreso de Escritores del Oeste y
conoció a Upton Sinclair, John Steinbeck, Humphrey Cobb, Dorothy Parker o
Haakon Chevalier.736 También visitaron Los Ángeles,737 Denver,738 Florida,739 San

que llevar a cabo el sacerdote en varias de las ciudades que visitaron. Como curiosidad, el
periodista señalaba que muchos de los asistentes que dieron sus donativos pensaban que el
dinero se invertiría en comprar armas y no suministros para la población civil. El 9 de
septiembre de 1936 se organizó otro evento en Nueva York para recaudar fondos para la
República, organizada por la Friends of the Spanish Republic, INC. The New Republic.
Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario
núm. 687, Registro 1812).
733 Marcelino Domingo explicó que el gobierno democrático había llevado la democracia a

España a través de la cultura, construyendo escuelas, bibliotecas, dándole tierras baldías a


los trabajadores. Isabel Oyarzábal narró los dramáticos episodios del conflicto de los que
había sido testigo. El padre Sarasola, atacado de nuevo, se defendió afirmando que apoyaba
al gobierno republicano porque era demócrata y católico. En esta ciudad se consiguieron
600 dólares. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith
(Inventario núm. 687, Registro 1812).
734 En una reseña fechada en Seattle (10-11-1936), se anotaba que Marcelino Domingo

habló de educación: en el primer año de gobierno de la República se habían levantado en


España 7.000 nuevas escuelas. El padre Sarasola también habló de las iglesias convertidas
en arsenales y que esta no era una guerra religiosa, recordando lo que había dicho el Papa
en 1934: “Ninguna iglesia católica tomará partido por la subversión contra un gobierno
legalmente constituido”.
735 Cfr. The Morning Oregonian de Portland (12-11-1936). El periódico destacaba las

palabras de los oradores referentes a las tropas marroquíes, la ayuda alemana e italiana y la
entrada de armas de estos dos últimos países a través de Portugal.
736 La conferencia en San Francisco había reunido a 200 autores. En el acto se leyó un

escrito de Tomas Mann, que afirmaba: “Somos humanistas y el humanismo es por su


naturaleza, lo opuesto al fanatismo. Pero la tolerancia humanista debe terminar en el
momento en el que los más sagrados valores tienen que ser defendidos contra la invasión
de la brutalidad irresponsable”. Isabel Oyarzábal declaró que las mujeres del mundo
podían parar la guerra.
737 La conferencia en esta ciudad tuvo lugar el 17 de noviembre de 1936.
738 En Denver también se produjeron acres ataques contra el padre Sarasola. Cuando

Isabel Oyarzábal afirmó que las iglesias habían sido convertidas en arsenales, la gente se
levantó gritando que tal afirmación era falsa. Sin embargo, la prensa extranjera ya había
investigado el asunto y dado veracidad a tal afirmación. El autor del artículo se planteaba
por qué la Iglesia Católica se había aliado con Franco, pues si ganaban los republicanos, la
Iglesia perdería sus propiedades y poseía un tercio de todas las de España. Archivo
Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687,
Registro 1812).
739 A la conferencia de Tampa acudieron 3.000 personas. En este caso, los oradores

destacaron la presencia de tropas y ayuda extranjera al ejército rebelde y aclararon que los
leales estaban luchando por la democracia, no por el comunismo. Isabel Oyarzábal matizó
que la palabra comunismo se estaba utilizando para describir cualquier cosa opuesta a
fascismo. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith
(Inventario núm. 687, Registro 1812).
339

Luis,740 Philadelphia,741 Pittsburgh,742 Wisconsin, Phoenix,743 Chicago, Boston744 y


Washington, último destino de la gira, donde fueron recibidos por Eleanor
Roosevelt y donde Oyarzábal asistió a una fiesta celebrada por la Sociedad de
Mujeres Geógrafas, de la que era miembro. La autora destacaba que muchísimos
americanos hicieron verdaderos esfuerzos para apoyar económicamente a la causa.
En definitiva, la gira duró alrededor de dos meses, en los que hablaron a los
ciudadanos de cuarenta y tres ciudades, poniendo el acento en que la española no
era sino una lucha entre los defensores de la legítima constitución y de la
democracia y los que querían derribarla, y que la victoria estaba cerca. Además de

740 St. Louis Post-Distpatch (20-11-1936). El padre Sarasola afirmó que la Iglesia se había
separado del pueblo y alineado con los ricos y los opresores de los pobres, pero muchos
sacerdotes estaban luchando al lado de los demócratas. Por su parte, Isabel Oyarzábal
aclaró que los gobiernos de derechas habían frenado el progreso logrado por la República
los dos primeros años de gobierno. Habían cerrado miles de centros de salud públicos,
habían eliminado los tribunales que se habían establecido para las disputas entre
empresarios y trabajadores, habían abolido las leyes de salario mínimo y de la jornada de
ocho horas, y frenado también el desarrollo de la educación. Por su parte, en el Saint Louis
Star Times (20-11-1936) se podía leer que el padre Sarasola había sido acusado de ser
expulsado de la orden franciscana y tuvieron que desmentirlo. Les preguntaban, por
ejemplo, si el gobierno de Madrid era apoyado por el gobierno de Rusia o si el gobierno
era comunista. Oyarzábal tuvo que puntualizar que solo 15 de 470 miembros del
parlamento eran comunistas. Se refirió también a los avances para la clase trabajadora que
había conseguido la República y puntualizó que los obreros que habían sido remunerados
con veinte céntimos por una jornada de doce horas, pasaron a cobrar un dólar al día, pues
la República hizo que aumentara el salario mínimo y esta era una de las razones por la que
los grandes industriales se habían alzado contra ella.
741 En Evening Public Ledger Philadelphia (10-12-1936), se publicó que, en un almuerzo en

honor de los oradores, se leyó un telegrama de Albert Einstein apoyando la causa: “Las
grandes democracias deben darse cuenta del hecho de que la defensa de los derechos
políticos de los ciudadanos es una tarea internacional de la más apremiante importancia”.
De nuevo los ataques al padre Sarasola se hicieron patentes, tildándole de apóstata y
afirmando que representaba a un gobierno que con el dinero de Rusia ha estado asesinando
monjas y sacerdotes inocentes y saqueando iglesias y destruyéndolas.
742 Por su parte, The Pittsburgh Press (9-12-1936) resumía el mitin apuntando que se

mostraban seguros de la victoria de los leales: los rebeldes tenían armas y munición, pero
los leales eran apoyados por el pueblo de España. Otro de los puntos en los que insistieron
fue que la de España no era una guerra civil, sino una invasión. Mientras que en Pittsburgh
Post- Gazette (10-12-1936), se destacaban las palabras de elogio de Isabel Oyarzábal hacia
las mujeres y el trabajo que estaban realizando en la guerra. Además, anunció que la
semana siguiente partiría a Suecia.
743 Star Phoenix (6-11-1936) destacaba que Isabel Oyarzábal había expuesto sus quejas por

el Pacto de No-Intervención y el apoyo extranjero a Franco. Mientras que Marcelino


Domingo había hablado de lo que había hecho la República. De nuevo, fueron interpelados
acerca de la posible ayuda de la URSS al gobierno republicano.
744 Anuncio de la gira patrocinada por el Greater Boston Committee to Aid Spanish Democracy,

con fecha 14-12-1936.


340

conseguir miles de adhesiones para la causa, lograron reunir alrededor de 200.000


dólares. Ella misma destacaba las impresiones sobre dicho periplo:
“Las semanas anteriores habían mostrado que, en el extranjero, España
había, tan solo, empezado a cubrir la gran distancia entre la incomprensión, el
temor, la desconfianza y el completo entendimiento, que millones de personas
de todo el mundo todavía ignoraban los principales hechos de la lucha que
ocupaba a nuestro país, que una persistente e ingeniosa propaganda había
llevado a muchos a creer que el conflicto español, la rebelión, era un esfuerzo
para aplastar el ‘comunismo’. De otro lado, podía ver también la otra parte del
cuadro, percibir el maravilloso sentimiento envolvente de universal
hermandad, en el cálido estrechamiento de manos preparado para luchar por
España. No mucho tiempo antes, nos habíamos dado cuenta de que ‘la cuestión
española’, como nuestra causa era normalmente llamada, era uno de esos raros
casos de unanimidad entre la gente de todo el mundo que se había posicionado
en abierta oposición a sus gobiernos. La gente, los niños, tenían un arraigado
sentido de la justicia y no tardaban en averiguar, que España era la víctima de
uno de los más flagrantes casos de injusticia de los que jamás hemos sido
testigos. La injusticia de ser privada de su derecho de obtener medios de
defensa, la injusticia de estar atada de pies y manos, mientras sus enemigos
eran libres de actuar para destruirla.
En los Estados Unidos, la gran mayoría de la gente quería que el embargo
de armas fuera levantado. En Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Holanda y los
países escandinavos, la gente estaba en contra del Pacto de No-intervención
establecido por los gobiernos. Los torrentes de donaciones de comida, dinero y
medicinas que entraba en España durante la guerra, no era solo la expresión
de un sentimiento de compasión por el sufrimiento humano, era también el
desahogo de la conciencia agitada del mundo, una reparación de los pecados de
omisión contra la democracia, la democracia por la que España estaba
muriendo, para mantenerla y defenderla. Las propias Brigadas Internacionales,
¿qué eran sino una protesta contra la indiferencia oficial y un deseo de mostrar
que los hombres de alrededor de cincuenta países estaban con España, y leales
hasta la muerte?” (pp. 134-135).
341

Inmediatamente después de la gira americana, Oyarzábal tenía órdenes de


presentarse en Estocolmo, aunque durante su gira por Estados Unidos y Canadá
había tenido dudas acerca de la idoneidad de su nombramiento:
“¿Para qué sirve la justicia? ¿Para qué sirve la razón?, y ¡Ay de mí! ¿Para qué
sirve la diplomacia? Y en los talones de estos pensamientos, nació, de repente,
la idea que se convirtió casi en una obsesión: ¿Debía aceptar el nombramiento?
¿Estaba cualificada para semejante trabajo?
Sabía lo suficiente sobre diplomacia, como para darme cuenta de que mi
trabajo no iba a ser fácil, que muchos factores entrarían en juego para no
cometer un fallo. Indagué en mi conciencia. ¿Tenía miedo por España o por mí
misma? En cualquier caso, no había otra alternativa sino obedecer, y entre
tanto, hacer lo que pudiera para neutralizar los efectos de la propaganda
rebelde en América” (p. 132).

Su labor iba a ser muy dura como miembro de la diplomacia española, además de
que la situación era crítica en la embajada española en Suecia: su antecesor Alfonso
Fiscowich y Gullón, había tomado posesión de la embajada cambiando súbitamente
el objeto de su lealtad745 y amenazaba con permanecer en ella hasta que Franco
ganara la guerra. Pero el viaje con destino a Estocolmo no iba a estar falto de

745Al inicio de la Guerra Civil, todos los diplomáticos recibieron comunicaciones emitidas
del gobierno de la República (Orden circular número 23, de 24 de julio de 1936 del
Ministerio de Estado), por la que se requería a los miembros de los cuerpos diplomáticos la
identidad de aquellos que se mostraban leales al gobierno legalmente constituido. También
recibieron notificaciones de la Junta de Defensa Nacional destituyendo a los embajadores
por ser leales a la República y ordenando al diplomático inmediatamente inferior que
informara de la toma de poder. Desconocedores del alcance del alzamiento, la mayoría se
mantuvo leal a la República, los menos se declararon afines a los rebeldes y un tercer
grupo se mantuvo a la expectativa de los acontecimientos, declarando algunos su fidelidad
a los dos bandos. Se conservan telegramas en los que 128 funcionarios diplomáticos se
mantuvieron leales y 59 dimitieron de su cargo. El gobierno de Largo Caballero provocó,
después, la renuncia de otros diplomáticos. Posteriormente, el Ministerio de Estado
decretó el 21 de agosto de 1936 la disolución de la carrera diplomática con el fin de
integrarla de funcionarios leales a la República, la mayoría profesores universitarios e
intelectuales.
Alfonso Fiscowich y Gullón envió el siguiente telegrama de adhesión a la República el 27
de julio de 1936: “Consecuencia ideales máxima lealtad a lo largo de mi dilatada carrera,
los mantengo íntegramente hacia régimen republicano establecido y representado por las
instituciones actuales”. Cfr. Casanova, M., La diplomacia española durante la Guerra Civil,
Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1996, pp. 28-31 y 45. Esta reorganización
impulsó la ocupación de puestos diplomáticos por parte de alguna de las mujeres más
notorias de la República. Así, además de Isabel Oyarzábal, Victoria Kent fue nombrada
secretaria de la Embajada de París, María Lejárraga, agregada Comercial en Berna,
Matilde Huici, secretaria de 2ª clase en Washington. Cfr. Eiroa San Francisco, M., Isabel de
Palencia…, op. cit., p. 201.
342

peligros. El 24 de diciembre de 1936 Isabel Oyarzábal y su hija Marissa llegaron a


Bruselas donde debían esperar instrucciones y esperar hasta el día después de
Navidad, pues no había vuelos a Suecia. Ese día viajaron a Amsterdam, donde
estaban seguras de conseguir un vuelo hasta Copenhague y Malmö, sabiendo que
no debían, bajo ningún concepto, hacer escala en Hamburgo, pues se expondrían a
un arresto seguro, por lo que finalmente, eligieron un vuelo directo a Dinamarca,
en el que viajaban también algunos pilotos alemanes. En el transcurso del vuelo, el
avión paró súbitamente y nuestra autora temió por su vida y la de su hija, pues,
además, tenía en su haber unos documentos que no podían caer en manos alemanas.
Afortunadamente, los temores de Oyarzábal eran infundados y prosiguieron el
viaje sin incidentes. Desde Copenhague volaron a Malmö, su primera parada en
Suecia, de allí viajaron en tren hacia Estocolmo.
El asunto Fiscowich levantó un gran revuelo en la prensa sueca, que estaba
pendiente de cada uno de los movimientos de Oyarzábal. Fueron acogidas con
expectación y cariño por los hijos del estadista sueco Branting, Sonja y Georg,
presidente del Comité Nacional Sueco de Ayuda a España, 746 el embajador
mexicano, Alexandra Kollontay y muchos “amigos de España”, gracias a los cuales
se sintieron reconfortadas. Además contaba con la inestimable ayuda de Ernesto
Dethorey Camps, corresponsal de El Socialista en Escandinavia, traductor y
canciller de prensa y de Luis Martínez Feduchy, secretario de 2ª clase en la
embajada.747

La delicada situación a la que se enfrentaba Isabel Oyarzábal debía ser resuelta de


la manera más armónica posible y el primer paso que se decidió fue que el ministro
de Asuntos Exteriores hablara con Fiscowich. Al margen de ello, nuestra autora se
dispuso a trabajar urgentemente con el fin de afianzar relaciones comerciales con
Suecia.

746 El Comité Sueco de Ayuda a España, Svenska Hjälpkommittén för Spanien, estaba
formado por sesenta miembros, incluida la Premio Nobel, Selma Lagerlöf. A este comité se
unieron la Federación de Sindicatos Noruegos y otras organizaciones sociales.
Organizaban actos culturales como la “Semana de España”, y publicaron revistas como
Storm över Spanien, Solidaritet y el periódico Tormklockan. Cfr. Eiroa San Francisco, M.,
Isabel de Palencia…, op. cit., pp. 219-220.
747 Ibidem, p. 211.
343

El 4 de enero de 1937, Isabel Oyarzábal presentó sus credenciales ante el rey


Gustavo V de Suecia, 748 aunque la prensa española declaró que había tomado
posesión de la legación española el 29 de diciembre de 1936.749 Aun así, el tiempo
pasaba y la situación se iba enconando, pues Fiscowich seguía negándose a
abandonar la embajada:
“Pero yo era ministro sin una embajada, pues el Señor Fiscowich estaba
todavía fortificado en la propiedad del gobierno español y rehusaba escuchar la
petición del Ministro de Asuntos Exteriores de que la abandonara. También
había negado que su mujer estuviera enferma y mantenía su negativa a
abandonar la embajada, ya que él, como representante del general rebelde, era
el único autorizado a ocupar.750 La prensa sueca continuó sirviendo columnas
completas de la situación con gran placer. Pero incluso los más reaccionarios
periódicos empezaban a rechazar la actitud belicosa del ex-ministro” (p. 153).

Para poner fin al problema, decidieron entregar una petición al gobernador civil
para que diera la orden de expulsión de los “intrusos”, con fecha de 26 de enero de
1937 y se hizo un requerimiento para que Fiscowich desocupase la sede oficial.751
Finalmente, abandonó la embajada, el Palacio de Djurgärden del Príncipe Karl,
edificio que había sido comprado durante la dictadura de Primo de Rivera para que
el rey visitase la ciudad dos o tres días. Desgraciadamente, la nueva ministra se
encontró con los archivos vacíos y la bandera de España hecha trizas en el salón.
Además, se produjo otro incidente que afectó a la tarea de la ministra: en la
embajada sueca en Madrid se habían refugiado 174 personas ideología de
ultraderecha que podían vender armas o trasladar personal a la zona franquista,

748 La prensa sueca se hizo eco de la noticia en portada. El diario Dagens Nyheter, (5-1-
1937), titulaba “El señor Fiscowich ha hecho las maletas” y narraba el recorrido que la
nueva embajadora realizó en la carroza de las siete ventanas, como se llamaba al carruaje
habitual para tales ocasiones. El periódico Stockholms Tidningen, en esa misma fecha, bajo el
título, “La crisis ministerial española en Estocolmo”, apuntaba que el ministro Fiscowich
aún se encontraba en la embajada mientras la ministra Palencia presentaba sus
credenciales ante el rey.
749 Abc, Madrid, 31-12-1936, p. 5.
750 El 24 de julio de 1936, el Presidente de la Junta de Defensa Nacional, general

Cabanellas, había enviado telegramas a los gobiernos extranjeros para que establecieran
relaciones con el nuevo régimen y Franco se dirigió expresamente a los diplomáticos
durante un discurso para que trabajasen como agentes oficiosos en sus destinos. Cfr.
Casanova, M., La diplomacia española…, op. cit., pp. 32-33.
751 Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., p. 209.
344

posibilidades que el Ministerio de Estado quería evitar a toda costa. Finalmente,


todos ellos fueron evacuados.752
Los cometidos fundamentales a los que debían hacer frente Isabel Oyarzábal y
sus colegas en el cuerpo diplomático eran, principalmente, establecer o consolidar
lazos comerciales con los países de destino y la República española, contrarrestar la
información y propaganda rebelde y buscar adhesiones ideológicas a fin de
minimizar las consecuencias del Pacto de No-Intervención. A finales de 1936 fue
cuando el gobierno republicano se planteó la urgencia de establecer un servicio de
información, pero las circunstancias provocaron que las embajadas y consulados
realizaran su labor sin los medios más adecuados, tanto humanos como económicos
y de una manera descoordinada, tal como criticaba Luis Jiménez de Asúa,
representante español en Checoslovaquia.753
El hecho de que los países nórdicos comerciaran con armas hizo que enseguida se
propusieran establecer relaciones comerciales con la zona rebelde. Esto, unido a la
necesidad de evitar que más agentes franquistas se instalaran en capitales europeas,
urgió a Isabel Oyarzábal a tomar pronto posesión de su cargo para ponerse a
trabajar. Lo hicieron enseguida, intentaron comprar armas defensivas y ofensivas,
un negocio que en nada agradaba a Isabel Oyarzábal, descubriendo, además, varios
intentos de traición por parte de supuestos aliados, como por ejemplo, desvíos de
cargamentos de armas pagados por la República que caían en manos de Franco.
Otro de los cometidos que debía realizar era contrarrestar la información falsa
que reflejara la prensa,754 debiendo transmitir información positiva sobre la España
leal para desmontar las acusaciones de violencia y filo-comunismo de los medios
fascistas y hacer patente la participación de los poderes totalitarios de Italia y
Alemania en la guerra.755 En este sentido, Isabel Oyarzábal fue sorprendida, tras
aparecer su foto en una publicación hostil al gobierno español, con el título “La
verdad sobre España”, simulando que la autora había escrito un libro al respecto.
Así descubrió que el autor de tal fechoría no había sido otro que Goebbels.

752 Ibidem, p. 210. La propia Oyarzábal apuntaba el dato en su autobiografía, muchas


embajadas habían permitido que los rebeldes se refugiaran en ellas. Oyarzábal de Palencia,
I., I must…, op. cit., p. 145.
753 Así se lo confesaba a Álvarez del Vayo en una carta. Cfr. Casanova, M., La diplomacia

española…, op. cit., p. 32.


754 A pesar de que Suecia había suscrito el Pacto de No-Intervención, el gobierno sueco

mostró su afinidad al gobierno republicano, sin embargo, la prensa derechista arremetió


contra Oyarzábal asegurando que el gobierno de Valencia no representaba a España e
Isabel de Palencia solo representaba a su partido.
755 Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., p. 228.
345

Otra de sus tareas fue colaborar con el Comité Sueco de Ayuda a España,
capitaneado por Georg Branting.756 Por último, también se ocupaba de la vigilancia
de las costas en relación al tráfico de armas. El 29 de mayo de 1937, por ejemplo,
habría informado de que un barco llamado Amalienburg, de propiedad alemana y
rebautizado con el nombre de Acma, iba cargado de armas para los rebeldes. Para
la prensa franquista, el barco, que recaló en Vigo, era una captura de armas
destinadas al ejército republicano. Posteriormente, en julio de 1938, habría
notificado la gestión de venta de armas en Tallín.757
El trabajo de la ministra se vio normalizado por la llegada de un nuevo secretario,
Rafael Romeo, desde marzo hasta noviembre de 1937, a pesar de la escasez de
fondos y los retrasos en el pago a proveedores que obstaculizaban su labor. 758
En la capital sueca fue donde Oyarzábal tuvo conocimiento del ataque de la
aviación y la armada italiana a su querida ciudad natal:
“En verdad, el heroísmo era enteramente superfluo en esta acción,
considerando que la ciudad no se defendió y los únicos ataques fueron aquellos
llevados a cabo contra la población civil, que fue bombardeada desde el mar y
ametrallada desde el aire, mientras huían de la ciudad en busca de refugio. Los
cuerpos de los ancianos indefensos, las mujeres y los niños cubrían
literalmente grandes porciones de la carretera entre Málaga y Almería, que
envolvían la costa en una línea ondulada” (p. 167).

Pero también tuvo conocimiento de la victoria del ejército republicano en


Guadalajara, donde el ejército italiano había sido derrotado. En esas circunstancias,
la autora recordaba quiénes, de entre los representantes de los distintos países con
los que tenía que relacionarse, eran afines a la causa republicana y quiénes no. Así,
la causa del gobierno español legítimamente constituido despertaba antipatía entre
los representantes de Gran Bretaña, Bélgica y Rumanía, fervientes católicos y
amigos de Fiscowich, sin embargo se mostraban cordiales y afectos a la causa
española el representante de China, Dr. Wang King-Ky y su familia y los ministros

756 Aunque la solidaridad con el pueblo español se hizo evidente en muchos países europeos,
merece especial mención la tarea de Suecia y Noruega en este sentido, que llevó incluso a
la creación de un hospital sueco-noruego en Alcoy, inaugurado en abril de 1937 que llegó a
tener 650 camas y funcionó hasta octubre de 1938. Cfr. Beneito Lloris, A., El hospital sueco-
noruego de Alcoy, Alcoy, Visual Producciones, 2004. Como recordaba la propia Isabel
Oyarzábal, además de este proyecto, se planeó la creación de hogares para niños.
757 Eiora San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., p. 218.
758 Ibidem, p. 212.
346

franceses, noruegos y daneses, como aquellos de las repúblicas sudamericanas que


tenían representantes en Estocolmo, particularmente México y el ministro
finlandés, Mr. Paasikivi:
“Por último, Madame Kollontay. Más que una colega. Me gusta pensar en
ella como en una amiga, una mujer con una extraordinaria inteligencia, una
aguda visión y voluntad invencible, unido a un cálido corazón. […] Me sentí
arrastrada por ella desde el momento en que nos conocimos en Ginebra.
Alexandra Kollontay es, sobre todas las cosas, idealista. Sus creencias políticas
no serían del gusto de todo el mundo, pero uno se ve forzado a respetarla por
su absoluta lealtad ante lo que ella juzga que es lo mejor para el bienestar del
mundo. Nosotras muy raramente mencionábamos estos asuntos. Ella sabía que
yo no era comunista, pero había muchos otros lazos que nos unían” (p. 169).

En abril de 1937, Isabel Oyarzábal tuvo que acudir a Ginebra a la reunión del
Comité de Expertos en Esclavitud. Tras recibir el permiso para viajar a España, se
reunió con su hijo Ceferino en Valencia, donde se entrevistó con el presidente
Azaña y aprovechó para visitar el Hospital sueco-noruego. Con posterioridad
volvió a Estocolmo, donde prepararon la boda de su hija Marissa y Germán
Somolinos, antes de que este tuviese que volver a España, como médico de la fuerza
aérea.
En junio de 1937, Antonio Fabra Ribas, delegado permanente para la Liga de
Naciones y el Departamento de Trabajo telefoneó a Oyarzábal para que asistiera a
la apertura de la XXIII Conferencia Internacional de Trabajo en Ginebra, el 3 de
junio.759 Mientras, el gobierno español había sido reformado debido a los sucesos
de mayo de 1937: 760 Largo Caballero había sido reemplazado por Juan Negrín,
como presidente del gobierno, José Giral seguía siendo ministro de Asuntos
Exteriores, mientras que “el resto del gobierno había sido formado con tres
socialistas, dos republicanos, dos comunistas, un representante del partido de
Cataluña y uno del partido de los vascos” (p. 180).

759 Fue nombrada a tal efecto, delegado gubernamental suplente y consejero técnico de la

Delegación Española en la XXIII reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo.


Nombramiento del 27 de mayo de 1937. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental
Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).
760 El enfrentamiento en Cataluña entre el 3 y el 8 de mayo de 1937 entre grupos

anarquistas y troskistas y el gobierno republicano provocó esta crisis durante la Guerra


Civil.
347

Isabel Oyarzábal tenía ese año una responsabilidad adicional en la Conferencia


Internacional de Trabajo. España era miembro semi-permanente en la Junta de
Administración del Departamento Internacional de Trabajo y, para favorecer la
posición española en momento tan delicado de su historia, era necesario que se
ganaran las elecciones que tuvieron lugar en esos días como, afortunadamente,
sucedió. Allí se enteró del bombardeo al que fue sometida Almería, como respuesta
al ataque de un bombardero alemán en Ibiza: poco a poco, los poderes totalitarios
tomaban posiciones privilegiadas en el Mediterráneo. En el terreno personal, supo
que Marissa había sido operada de apendicitis, razón por la cual, viajó
inmediatamente después a Valencia. Durante su estancia allí, la ciudad fue
bombardeada: en las nueve noches que Oyarzábal estuvo en Valencia, sufrió seis
ataques.
José Giral informó a Isabel Oyarzábal de la ampliación de su mandato a Finlandia,
debido a que se hacía necesario afianzar el mercado de productos básicos:
importación de mantequilla, carne, queso y leche y exportación de fruta. Además,
se debía alcanzar un acuerdo comercial urgente pues otro ex-ministro rebelde se
había atrincherado en la embajada. El 29 de julio de 1937, Oyarzábal fue nombrada
por José Giral, encargada de Negocios en el país finés. El gobierno socialdemócrata
finlandés también quería mantener la neutralidad ya que a su ministro de Asuntos
Exteriores, Rudolf Holsti, que había defendido a la República en la Asamblea de la
Sociedad de Naciones, le interesaba permanecer en el poder, además de que en
Finlandia circulaba la idea de que el instigador de la política republicana era Stalin
y contaba con el rechazo de los grupos conservadores.761 Isabel Oyarzábal pospuso
su viaje con el fin de evitar que se produjera una campaña mediática contra él y,
consecuentemente, una reacción contraria a la República. Finalmente, el 10 de
diciembre de 1937 presentaba sus credenciales ante el presidente de la República,
Kyösti Kallio. Por valija diplomática recibió también la orden de supervisar las
relaciones con Noruega y Dinamarca.762 Oyarzábal había enviado varios despachos
recalcando la importancia de tener representantes en los países nórdicos y bálticos,

761 Finlandia fue el país escandinavo que más simpatizó con la rebelión fascista debido a su
postura anticomunista. Algunos hechos lo testifican; por ejemplo, el hecho de que Isabel de
Palencia fuera excluida de los actos oficiales de la celebración del día de la Independencia
de Finlandia el 6 de diciembre de 1937 o que se negara el visado a intelectuales finlandeses
interesados en acudir al Congreso Internacional de Escritores Antifascistas celebrado en
Valencia en 1937, al que finalmente acudieron con pasaporte sueco. Cfr. Yraola, A., “La
repercusión de la Guerra Civil española en los países nórdicos con especial referencia a
Islandia, 1936-1939”, Cuadernos de Historia Contemporánea, 16 (1994), pp. 131-149.
762 Rodrigo, A., Mujer y exilio…, op. cit., p. 278.
348

ya que su ausencia favorecía a los rebeldes y a Alemania. En los tres casos tuvo
problemas para presentar sus credenciales como había ocurrido en Suecia. En
Noruega, el ministro Juan Manuel de Aristegui y el secretario Felipe Campuzano
habían pronunciado su lealtad a la República a finales de julio de 1936 y una
semana después habían cambiado de opinión. La embajada noruega quedó en
manos del vicecónsul honorario hasta que en diciembre enviaron al encargado de
Negocios Joaquín Álvarez Pastor, al frente de la cual estuvo dos años. Pero
Campuzano se había negado a darle el archivo a Álvarez Pastor y finalmente,
Oyarzábal se hizo cargo de la Legación en Oslo el 2 de mayo de 1938.763
En Dinamarca se repitió la situación ya que el Encargado de Negocios, Miguel
Salvador Carreras había mostrado su adhesión a la causa republicana, pero no el
resto de la legación y fueron separados de la carrera diplomática. Allí Oyarzábal se
encontró con un gran despliegue propagandístico de los sublevados; por ejemplo,
se vendía o se repartía gratuitamente el periódico Abc y boletines de noticias que se
enviaban a los periódicos y, lamentablemente, la legación republicana carecía de los
medios necesarios para contrarrestar esta propaganda. A pesar de ello, el pueblo
era solidario con la causa republicana y así, los sindicalistas daneses compraron
barcos para ayudar y 500 voluntarios viajaron para luchar en la guerra. España era
un buen cliente de Dinamarca para la navegación, la maquinaria y el bacalao, hecho
que era la mejor excusa para que, a finales de octubre de 1938, se acordara el
intercambio de agentes entre el gobierno danés y la zona franquista.
El nombramiento de un agente del gobierno de Burgos en Finlandia se produjo a
finales de noviembre de 1938, fecha en la que Oyarzábal viajó a la capital para
entrevistarse con el ministro de Asuntos Exteriores que le explicó que este hecho
no implicaba su reconocimiento. 764
Entretanto, Oyarzábal conocía la intensa y desigual lucha que se estaba llevando
a cabo en España y así conoció las victorias, que para la autora se debían
exclusivamente al valor demostrado por el ejército leal, en Pozoblanco, Brunete y
Belchite, aunque con un coste insoportable en vidas.

763 El gobierno español había firmado un tratado comercial con Noruega el 13 de junio de
1936 que, finalmente, no había sido puesto en marcha. Por otro lado, el apoyo de la
población noruega también fue generalizado, pues, por ejemplo, en diciembre de 1937 se
organizó en Oslo, una Semana de Ayuda a España, cuyas actividades se extendieron por
110 localidades noruegas, y a principios de 1938 la Asamblea General del Partido
Laborista Noruego aprobó una ayuda a España de cien mil coronas. Cfr. Yraola, A., “La
repercusión de la Guerra Civil…”, art. cit., pp. 131-149.
764 Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., pp. 253-257.
349

En el aniversario de la resistencia de Madrid, en noviembre de 1937, Isabel


Oyarzábal, junto con el Comité Sueco de Ayuda a España, planearon la celebración
de la “Semana de España”:
“En el momento en que el plan fue conocido, las ofertas de ayuda vinieron de
gente de todas clases. Todos los periódicos de Estocolmo que no eran
abiertamente fascistas publicaron titulares con las palabras “Spanska Veckor”
(La Semana Española) día tras día, dando cuenta de las diferentes actividades.
Los más conocidos escritores de Suecia enviaron contribuciones, que fueron
recopiladas en un folleto dedicado a Madrid. Estaba encabezado por un poema
de Erik Blomberg, seguido de artículos, poemas y dibujos de hombres y
mujeres de las más variadas opiniones políticas, pero todos movidos por el
corazón del heroísmo del pueblo español. La novelista, Marika Stjernstedt,
que después se convirtió en una buena amiga mía, también contribuyó con un
artículo.
El rey Gehrard ofreció su teatro cortésmente para una representación en la
que él tomó parte. Allí se mostró la magnífica película de Ernest Hemingway,
La tierra española, y una tarde, las conocidas actrices, Naima Wifstrand, Anna
Flygare, Manda Bjorling y Sickan Karlsoon, dieron una representación de una
pequeña obra mía traducida al sueco.
La muestra fue un gran éxito. Congregó a cientos de personas que
escucharon las diferentes conferencias dadas en el salón donde se mostraban
las pinturas, con un interés creciente. Sentí que la palabra España estaba, de
hecho, abriéndose al mundo para la comprensión de nuestra tragedia y del
acechante peligro del futuro” (p. 191).

Oyarzábal recordaba en su autobiografía que después de la “Semana de España”,


se multiplicaron las noticias que indicaban que los industriales suecos veían la
necesidad de establecer relaciones con la zona de Franco a través de un agente
comercial. En sus propias palabras, la idea había partido de un miembro del
personal del exagregado comercial que estaba actuando para Franco en Estocolmo
y estaba además en contacto con los representantes rebeldes en otros países.
Algunas naciones ya habían mandado un representante a la zona de Franco, pero
no así Suecia, al menos, hasta ese momento. Sin embargo, la prensa esa vez inició
350

una campaña para conseguir que el país hiciera lo propio.765 El ministro de Asuntos
Exteriores, Richard Sandler, le había asegurado que Suecia ni siquiera se había
planteado esa posibilidad. De cualquier modo, los productos que Suecia podía
importar de España estaban en la zona republicana, por lo que Oyarzábal se puso a
trabajar enseguida en un nuevo acuerdo comercial.
Llegado el momento de la toma de posesión de su cargo en Finlandia, Isabel
Oyarzábal enseguida entendió que su actividad en el país iba a ser más complicada
de lo que había sido en Suecia, ya que a pesar de su neutralidad, había estado bajo la
influencia alemana desde la revolución rusa. El antecesor de Oyarzábal también se
había atrincherado en la embajada. Fernando Careaga, secretario de la Embajada
ya había agotado la vía del diálogo con el anterior encargado y decidieron que
pondrían el asunto en manos de un abogado. A la mañana siguiente de la
presentación de credenciales ante el ministro de Asuntos Exteriores, Rudolf Holsti,
se pusieron a trabajar en la redacción de un acuerdo comercial entre los dos países,
que era uno de los objetivos que se había marcado el gobierno de España. El
segundo objetivo consistía en observar la actitud del gobierno finés hacia Franco y,
lamentablemente, en una entrevista con el ministro de Finanzas, Väinö Tanner,
pudo comprobar que, a pesar de su simpatía por el gobierno leal, mantenía sus
dudas acerca de la victoria del bando republicano.
En las Navidades de 1937, Isabel Oyarzábal recibió la visita de su marido y
conoció de su mano las operaciones militares que se estaban llevando a cabo en
Teruel, con victoria de las fuerzas republicanas.
En marzo de 1938, le volvieron a encomendar la asistencia a la reunión del
Comité de Expertos en Esclavitud, que le ocupó casi dos meses, del 11 de marzo al
2 de mayo de 1938. Su estancia en Ginebra provocó una desagradable situación, ya
que su ausencia de Suecia incitó a Gabriel Dafonte a filtrar la noticia de que
Oyarzábal abandonaba Suecia convencida de la victoria de Franco. En el mismo
sentido, el periódico ultraconservador Nya Dagligt Allehanda anunciaba el 8 de abril
de 1938 que la embajada iba a ser vendida para comprar mercancías. Además,

765 La empresa más hostil hacia la República era la naviera Svenska Lloyd SIC que se había
negado a fletar barcos con productos para la zona republicana, pero sí lo hacía a la zona
rebelde. En noviembre de 1937, Gabriel Dafonte, ex agregado comercial y encargado de
los contactos comerciales del gobierno de Burgos, informó de los deseos de los productores
y exportadores suecos de entablar relaciones a fin de normalizar el intercambio comercial
y se había formado un Comité para ello. Cfr. Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…,
op. cit., pp. 240-241.
351

Oyarzábal fue objeto del espionaje franquista durante su viaje, pues fue seguida a
Bruselas, donde visitó a sus hermanas y a París, en el trayecto que le llevaba a
España para reunirse con su familia.766 Precisamente en París conoció la terrible
situación de Barcelona, que estaba siendo aislada por los rebeldes. En una cena en
honor del ministro de Asuntos Exteriores en la embajada de París y ante las
noticias que en ese momento llegaban de Barcelona, Oyarzábal estalló y recriminó
la apatía y la ceguera de los gobiernos de los países democráticos, entre ellos, el
francés. En esos momentos el ejército rebelde había tomado el municipio de Tremp
y su central eléctrica, condenando a Barcelona a la oscuridad.
En España se había producido una remodelación del gobierno: Indalecio Prieto,
que había sido ministro de Defensa fue excluido del gabinete y Álvarez del Vayo se
hizo cargo de nuevo de la cartera de Asuntos Exteriores, en lugar de Giral. Fue
Álvarez del Vayo quien autorizó a Oyarzábal a ir a España después de su trabajo en
Ginebra y a permanecer en el país hasta el 14 de abril de 1938, fecha en la que le
fue encomendado ir a Londres para hablar ante la Cámara de los Comunes. Antes
de su partida, se despidió de su hijo Cefito que iba a luchar al frente de Aragón, al
sector de Segro y cenó con Negrín, quien le manifestó su preocupación por
conseguir alimentos para España, pues a menudo los barcos provistos con víveres
para la zona republicana eran bombardeados por los rebeldes.
La conferencia ante la Cámara de los Comunes, sin duda, constituía un último y
desesperado intento del gobierno democrático de España por hacerse oír por parte
de aquellos que hasta ese momento habían mirado para otro lado. Oyarzábal les
habló de las dificultades con las que se habían encontrado hasta entonces, de las
consecuencias de una victoria fascista y de la necesidad de anular el Pacto de No-
Intervención. La autora se sorprendió de la ignorancia que mostraban los
miembros del Parlamento inglés. Ante la pregunta de uno de ellos que, ya daba la
victoria a Franco, acerca de la influencia de Hitler y Mussolini en España,
Oyarzábal contestó:
“Si Franco gana, repetí, Alemania e Italia ciertamente mantendrán la
influencia por la que están luchando tan duramente. Permanecerán en las Islas
Baleares para cortar, o al menos impedir, las comunicaciones de Francia con
sus posesiones de África del Norte. Controlarán Ceuta y Algeciras para hacer
del Estrecho de Gibraltar un punto peligroso para Gran Bretaña. Instalarán
cañones a lo largo de los Pirineos para amenazar a los ejércitos aliados y

766 Ibidem, p. 215.


352

aproximarse a Francia por el sur. Permanecerán en Coruña y Vigo para tener


buenos puestos de observación sobre el Atlántico. Se establecerán en Bilbao,
Huelva y Almadén para asegurar el hierro, el cobre y el mercurio de las minas
en esos lugares, y mantendrán su dominio sobre Barcelona y Valencia para
tener acceso a las frutas y campos de esas regiones” (p. 213).

Después de dar también algunas conferencias en clubes privados,767 Oyarzábal


partió de nuevo hacia Suecia. En junio de 1938, otra nueva amenaza se cernía sobre
la paz de Europa: Suecia y Finlandia decidieron fortificar las islas Åland debido al
acecho de Alemania, que quería disputar con Rusia la hegemonía en el Báltico.768
En el contexto de la guerra, durante la batalla del Ebro, en julio de 1938, el
extenuado ejército republicano había obtenido una nueva victoria, cruzando el río,
arrebatando el control de varios pueblos a los italianos y utilizando barcas de
pescadores, con el fin de parar la ofensiva sobre Valencia. Entre tanto, la vida tenía
reservada a la autora un triunfo personal: el 18 de agosto de 1938 Marissa dio a luz
un niño, Juan Enrique, aunque, como había nacido en Suecia, todos le llamarían Jan.
Por otra parte, la embajada en Letonia iba a ser suprimida y, por tanto, Ceferino
tenía que dejar su puesto, así que decidió que su lugar era España. Isabel Oyarzábal,
por su parte, debía permanecer en Suecia y hacerse cargo también de asuntos
relevantes en Dinamarca y Noruega, donde el gobierno estaba dispuesto a enviar
un agente comercial a la zona de Franco. Los rumores de guerra se hacían cada vez
más patentes en Europa teniendo en cuenta la ocupación de Checoslovaquia por
parte de Alemania y su posterior rendición.
Los acontecimientos se precipitaban y una mañana a finales de 1938, el ministro
Sandler le comunicó que el gobierno había decidido enviar un agente comercial a la
zona de Franco: la prensa sueca señalaba la presión que estaban ejerciendo las

767Ibidem, p. 236.
768Este episodio de la tensión creciente en Europa, anterior a la Segunda Guerra Mundial,
aparece reseñado ampliamente en Palencia, I. de, Alexandra Kollontay, Ambassadress from
Russia, Longman, Green and Co., Nueva York, 1947, pp. 247-250. La Liga de Naciones
había decidido veinte años antes poner las islas bajo el control de Finlandia. El acuerdo
tenía una cláusula por la cual no se podían fortificar sin el acuerdo de los países firmantes.
El interés de los alemanes por las islas suponía un fácil acercamiento a Leningrado, que
ponía nerviosa a Rusia. Suecia y Finlandia sentían que las islas en otras manos que no
fueran las suyas constituirían una amenaza para la paz. Así, ambos países decidieron
fortificar las islas, para lo que necesitaban el consentimiento de los demás países, y todos
accedieron menos Alemania y Rusia. Por una parte, Rusia sospechaba que Alemania
utilizaría las islas en contra de la URSS, por otro, Alemania estaba dispuesta a que las islas
fueran fortificadas pero sin la participación de Suecia. Poco después la evidencia mostró
que Hitler no solo utilizó esas pequeñas islas, sino toda Finlandia para atacar a Rusia.
353

empresas.769 Ello se producía después de la retirada de Suecia del Comité de No-


Intervención, por ser incompatible con “una política exterior democrática”, como
señaló Sandler en un discurso el 8 de diciembre de 1938.770
Las dificultades para el desarrollo de la labor diplomática de Oyarzábal se
acentuaban. Estas, aunque no exclusivamente, eran sobre todo de tipo económico,
propiciadas por el bloqueo económico de los bancos europeos a la República
española. Un informe de la ministra del año 1938 atestiguaba la difícil situación de
la embajada debido al déficit que encontró a su llegada y la tardanza en la recepción
del dinero para el pago de gastos corrientes e incluso de la ausencia de sus
honorarios durante varios meses.771
En diciembre de 1938, Oyarzábal acudió, en uno de sus últimos actos públicos
como ministra en Suecia, a la ceremonia de entrega de los Premios Nobel, donde se
le otorgaba el premio entre otros a la escritora Pearl S. Buck, y al físico, Enrico
Fermi, a quien la autora recordó en su autobiografía. Otro de sus últimos actos fue
la asistencia a la cena que todos los años ofrecía el rey Gustavo al cuerpo
diplomático. El rey brindó por la “representante de la heroica República Española”
y Pearl S. Buck le dedicó un breve discurso.772
A pesar de que la situación era ya muy complicada, Oyarzábal se las arregló para
que un barco lleno de naranjas llegara a Suecia, hecho que se produjo
simultáneamente a la noticia de la caída de Barcelona. A partir de entonces las
líneas republicanas comenzaron a retroceder. Negrín anunció que las Cortes se
reunirían en los primeros días de febrero en Figueras. Estaba dispuesto a ofrecer
condiciones de paz, pero necesitaba el consentimiento de los miembros del
Parlamento. Tales condiciones eran: “primero, que la independencia y la soberanía
de España estuviera garantizada; segundo, que toda la presión extranjera cesara y
que se permitiera un plebiscito para que el pueblo eligiera su propio gobierno;

769 Ante el nombramiento de Fernando Valdés, conde de Torata, como agente comercial de
la zona franquista, Isabel Oyarzábal expresó su queja, pero si Suecia quería seguir
comerciando con Alemania tenía que dejar de hacerlo con la República española. El canje
de agentes se hizo el 27 de noviembre de 1938, después de que el gobierno sueco decidiera
retirar a su representante del subcomité de No Intervención de Londres, una medida
calificada de positiva, aunque tardía, por la opinión pública. Los sindicatos también
expresaron sus quejas por el acuerdo y el gobierno de Hansson se vio obligado a explicar
que este hecho no significaba el reconocimiento al gobierno de Burgos. Toda esta situación
se producía además en el momento en que Negrín anunciaba ante la Asamblea de Naciones
la retirada de las Brigadas Internacionales, el 21 de septiembre de 1938. Cfr. Eiora San
Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., pp. 242-244.
770 Yraola, A., “La repercusión de la Guerra Civil…”, art. cit., pp. 131-149.
771 Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., p. 217.
772 Ibidem, p. 245.
354

tercero, que no se tomaran represalias contra la población”. Si la oferta era


rechazada, seguirían luchando: “Sí, continuarían luchando por cada pulgada de
tierra, aunque hubiera sido destruida, bombardeada y marchitada por el fuego, pues
estaba consagrada por la sangre de los hombres que habían muerto antes que
permitir que España perdiera su libertad”.773

La suerte que estuvieran sufriendo Ceferino, Cefito y Germán atormentaba cada


vez más a la autora. Supo, por ejemplo, que Vic, donde Cefito había sido destinado
últimamente había caído y ninguna noticia se tenía de él. El 5 de febrero de 1939
recibió un telegrama de Germán informándole de que tras haber huido a Francia,
había sido llevado junto con su hermano Alejandro y con todos los que huyeron de
España a un campo de concentración. Ceferino Palencia le comunicó que estaba a
salvo, pero que no sabía nada de Cefito. Dos días más tarde, Ceferino Palencia, que
había localizado a los hermanos, le comunicó que Germán y Alejandro habían sido
liberados. Supo, finalmente, que su hijo estaba en Figueras, donde se estaba
desarrollando un combate que duró once días y tras el cual también Cefito fue
conducido a un campo de concentración en el sur de Francia. Mientras, en medio
de la confusión de los últimos días de la guerra, Oyarzábal, sin instrucciones que
seguir, actuaba por intuición y pensó que lo mejor que podía hacer era conseguir
alimentos para España en el momento en que más se necesitaban.
En esos últimos momentos de su mandato, el 17 de marzo de 1939 recibió una
carta de Julio Álvarez del Vayo instándola a que permaneciera en la embajada hasta
que se produjera el reconocimiento de Franco:
“Por difícil que le resulte a V. sostenerse ahí, mi consejo y mi ruego, es que
no deje V. eso hasta que se produzca el reconocimiento de Franco. Habrá
todavía un momento en el que hará falta tratar de movilizar la opinión pública
escandinava y será el de la entrada de las fuerzas rebeldes en Madrid. Va a ser
una masacre espantosa. Lea V. si lo consigue ahí, el New Statesman de mañana
18 de marzo. Supongo que lo recibirán en Estocolmo, de Londres. Trae un
artículo mío fijando que es lo que perseguía el gobierno Negrín al volver a la
zona central: hacer la paz, pero sin entregar a la gente y sin que antes se
mataran los antifascistas entre sí. Todos sus esfuerzos quedaron yugulados
por el insensato golpe casadista, en el que se unieron la traición, la estupidez y

773 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., pp. 229-230.
355

el resentimiento. Pero, pese a todo lo ocurrido yo siento el orgullo del pueblo


español y la confianza más absoluta en su renacer. Seguro.
La escribo como un superviviente inverosímil. Solo por media hora escapamos
de que nos constituyeran en rehén para entregar a Franco…”774

El 1 de abril, Isabel Oyarzábal respondía notificando el traspaso de la Embajada


que, en vista del reconocimiento del gobierno de Franco por el gobierno de Suecia,
tuvo que llevar a cabo el día anterior:
“El Señor Ministro de Negocios Extranjeros teníame advertida desde hacía
unas semanas del propósito de su gobierno de reconocer a los rebeldes cuando
las circunstancias dieran tal fuerza a las presiones políticas dentro del país que
no fuera posible oponer más resistencia .
La caída de Madrid y del resto de nuestra zona puso fin a esa resistencia y
oficialmente se me comunicó el miércoles por la noche que en una reunión del
Gabinete celebrada aquella mañana se había decidido que el viernes siguiente
y en una nueva reunión del Gobierno se adoptaría formalmente la resolución
de dicho reconocimiento.
El Señor Sandler que así como todo el Gobierno ha tenido para esta
Representación las máximas consideraciones y respetos preguntó en qué
forma me sería menos molesto hacer la entrega. Yo le contesté que deseaba
como en París y Londres hacerlo por mediación del Ministerio de Negocios
Extranjeros y en efecto en la tarde de ayer entregué a un representante de
dicho Ministerio las llaves del Palacio Legación y todo el mobiliario de
acuerdo con el inventario que como recordará V. E. había hecho el notario de
Estocolmo al tomar yo posesión de los mismos por haberse llevado mi
antecesor el Señor Fiscovich el inventario que debía obrar en su poder.
Obedeciendo las órdenes recibidas de V. E., con fecha 13 de febrero del
corriente año tomé las precauciones necesarias respecto al archivo reservado.
Se me ha notificado que el Gobierno sueco me concede durante algún tiempo
privilegios de inmunidad diplomática.
Obra en mi poder copia del inventario firmada por el presidente del
Ministerio de Asuntos Extranjeros en el que consta hallarse todo en orden al
entregarse la Legación”.775

Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario


774

núm. 687, Registro 1812).


356

De las palabras de la autora en su autobiografía podemos colegir que su misión


como representante diplomática de España en los momentos en los que tuvo que
hacerse cargo de tan difícil cometido, le reportó mucho sufrimiento y frustración,
tal y como lo expresaba en varias ocasiones en su obra:
“Ya empezaba a sentirme fastidiada, atada. Los rodeos nunca me han
gustado. Además, odio toda la parafernalia que rodea a estos puestos; los
impedimentos y los fingimientos. Lo último no es necesario, por supuesto. El
silencio puede ser sustituido, el largo y profundo silencio, en el que el alma, al
fin es libre (p. 142). […]
Así era mi vida, día tras día. Una vida llena, sí, pero una se siente estorbada
por los requerimientos sociales, por las limitaciones diplomáticas, por la
necesidad de ser siempre cuidadosa con la ropa, con su discurso, con su
comportamiento (p. 173). […]
Una buena cosa, en verdad. ¡Una diplomática! Una figura de paja. Vestida
con etiqueta diplomática. Incapaz de expresar lo que pensaba. Incapaz de
advertir, no a los insensibles burócratas, sino al pueblo, el corazón generoso de
la gente del mundo, que no se daban cuenta de que, también ellos estaban en
peligro de ser vendidos, de perder su libertad” (p. 185).

Entre tanto, Negrín trató de convencer a Azaña de que rendirse era dejar a miles
de españoles en las manos de Franco, que debía ir a Madrid y resistir lo que
pudiera hasta que se pudiera acordar una paz honorable. Además la rendición
provocaría el reconocimiento de Franco por parte de Francia y Alemania, lo cual
fortalecería a Franco y debilitaría su posición aún más. Pero insistía en que su
deber como presidente de la República era procurar la paz. En cualquier caso, el
gobierno voló a Madrid, hecho que dio nuevas esperanzas a Oyarzábal.
Lamentablemente, el 5 de marzo de 1939, las noticias anunciaron que la flota
republicana debía abandonar el puerto de Cartagena, debido a que los oficiales de
artillería se habían rebelado y amenazaban con quemar los barcos.
Simultáneamente, supieron que el general Casado se había levantado en Madrid
contra Negrín con el apoyo del socialista Julián Besteiro.
Oyarzábal recibió el beneplácito del ministro Sandler para que su familia se
reuniera con ella en Suecia, y permaneciera el tiempo necesario hasta que

775 Ibidem.
357

decidieran qué hacer con sus vidas. En cualquier caso, el 21 de marzo acudió, como
representante de España, a una cena en el Palacio Real en la que el rey tenía la
costumbre de invitar a cinco o seis miembros de los cuerpos diplomáticos y
personalidades de distintos campos. Sin embargo, la situación había dado un vuelco
con los últimos acontecimientos y casi todos los países en Europa, excepto la
República Soviética, y América, con la excepción de México, habían reconocido a
Franco y Oyarzábal intuía que pronto Suecia haría lo mismo, hecho que se produjo
días después, el 1 de abril de 1939. Era su último acto oficial aunque el gobierno
sueco y el gabinete británico tuvieron la cortesía de reconocer su estatus
diplomático durante el resto de su estancia en el país.
El balance de la actuación de Isabel Oyarzábal al frente de la representación de
España en los países nórdicos no puede ser más positivo, a pesar de las
circunstancias. Así, a finales de 1937, la ministra calculó que se habían recolectado
alrededor de cinco millones de coronas suecas, que se habían invertido en la
prestación de auxilio a los niños evacuados, que eran atendidos en siete hogares
con capacidad para 400 de ellos y habían garantizado el sustento de otros 300 en
Bayona. Además se preparaba la instalación de un hogar infantil en el Hospital
sueco-noruego de Alcoy para 1938 y se consiguió recaudar dinero con el que se
adquirió una ambulancia que se envió a España.776 Otro de los cometidos a los que
se dedicó intensamente fue el reclutamiento y envío de voluntarios. Alrededor de
500 hombres, en su mayoría de los partidos comunista, socialista y sindicatos
participaron en la Guerra Civil, en la XI Brigada Internacional, y de los cuales, un
tercio murieron en el frente. Esta tarea también contó con la desaprobación de la
derecha sueca que intentó evitarlo y en febrero de 1937 prorrogó una ley que
prohibía a los suecos alistarse como voluntarios. A pesar de ello, Oyarzábal había
animado desde los primeros días al enrolamiento de forma encubierta. En octubre
de 1937, se había creado el Fondo de Ayuda para los Voluntarios Suecos en el
Frente y cuando el Presidente Juan Negrín anunció la retirada de las Brigadas
Internacionales, el gobierno sueco envió una delegación para organizar su regreso.
La Compañía Georg Branting, con alrededor de 74 combatientes, fueron aclamados
a su regreso en diciembre de 1938.777
La dedicación a la labor de propaganda ocupó, asimismo, una gran parte de su
actividad ministerial. Según los informes que envió en el primer semestre de 1938,

776 La Vanguardia, Barcelona, 19-3-1937, p. 11.


777 Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., pp. 221-225.
358

había distribuido hasta entonces 4.193 envíos de material diverso, 190 fotos para
los periódicos y 200 ejemplares de folletos al Comité de Ayuda a España.
Aprovechaba todos los encuentros sociales y culturales para dar a conocer la
marcha de los acontecimientos de la guerra, y de hecho impartió conferencias en
Malmö, Gotemburgo778 y Oslo. Su conocimiento sobre el arte y la cultura española
tuvieron gran aceptación entre la opinión pública sueca, y le llevó, por ejemplo, a
organizar la Semana de España en Estocolmo. Durante 1937 y 1938 se
organizaron exposiciones de arte español, distribuyó folletos y catálogos en
legaciones y centros oficiales e, incluso, organizó una exposición permanente
accesible al público. Escribió artículos para las revistas suecas: Morgonbris, el
periódico de las mujeres socialdemócratas; Arbetarkvinnan, periódico de las mujeres
comunistas; Solidaritet y algunas publicaciones de la Juventud Socialista y
Comunista. Con una estrategia establecida de antemano para hacer más efectiva su
tarea, Oyarzábal dispuso la información teniendo en cuenta los temas más
impactantes entre el público. Así, remitió varios informes que trataban temas
sensibles para los americanos, como la persecución de las autoridades a los
protestantes y judíos por parte de los franquistas, para que su hermana Ana, que
residía en Estados Unidos, los diera a conocer a la prensa. Informó a las
asociaciones femeninas de Suecia y Noruega sobre los bombardeos en la
retaguardia que habían causado la muerte de mujeres y niños. Remitió a la
Biblioteca Nacional de Suecia y a varios intelectuales libros con imágenes de
edificios destruidos de gran valor artístico e informó de las obras de arte rescatadas
y de los discursos de Juan Negrín. Divulgó también el folleto “Children’s colonies”,
el libro Homenaje a Madrid y varias memorias sobre la lucha contra el
analfabetismo y la educación de los trabajadores, a los directores de museos,
artistas, intelectuales y periodistas. A su vez, proporcionó a los bancos suecos el
balance del Banco de España e informes de otros bancos y dio a conocer varios
folletos sobre la religión en España: “Catholicisme et loyalisme”, “l’Espagne et la
paix”, artículos del Servicio de Información como “The government of the Republic
and the Catholic Church”, y el boletín “Noticias sobre la vida religiosa a los
miembros de la Iglesia”. Al tiempo, las publicaciones relacionadas con cultura, arte
y política se remitieron a los miembros de la Academia del Premio Nobel y la
publicación L’Agence Espagne, de la que recibía seis copias servía como fuente de

778 La publicación Göterborgs-Posten afirmaba sobre estas charlas: “Es difícil imaginar un

mejor abogado para la España republicana que la Sra. de Palencia”. Ibidem, p. 237.
359

información para la prensa y también era enviada a personajes influyentes. En


noviembre de 1937, Oyarzábal invitó a Madrid, para que observaran la situación
real del conflicto, a una delegación sueca compuesta por una abogada de la
organización femenina socialdemócrata, una redactora del periódico liberal Dagens
Nyheter, el de mayor tirada de Estocolmo; un pastor que había publicado sus
impresiones en el Stockolms Tidningen; una redactora del órgano de las iglesias
libres de Suecia y un periodista de la UGT sueca. 779
En el terreno personal, al menos toda su familia estaba con ella, si bien en
condiciones deplorables. En esos momentos, recibió ofertas de ayuda de amigos.
Ella y su familia pasaron unos días invitada en Saltsjöbaden y luego otra
temporada en Fågel Stad, invitados por Elisabeth Tamm.
Cada vez se dibujaba más cerca la partida de Oyarzábal y su familia de Suecia y
debían decidir adónde ir. Ceferino opinaba que lo mejor era permanecer en Europa
-París o Estocolmo-, pero los hijos tenían que trabajar y además, tenían que pensar
en las dificultades derivadas de las leyes de inmigración de la mayoría de los países,
teniendo en cuenta que los refugiados españoles eran “los rojos”. México era el
único país que había declarado su intención de abrir sus puertas a los españoles y,
además, era seguro que la guerra estallaría en Europa, por lo que se decidieron a
aceptar la oferta de México. A este respecto, el ministro de México en Francia le
comunicó el 11 de mayo de 1939 que ya tenía listos los siete pasaportes para la
familia con el fin de viajar al país que les acogería definitivamente.780 En una carta
sin fechar a Juan Larrea le confesaba que estaría muy agradecida si México les
aceptara y pudieran “tener la ocasión de seguir laborando por nuestra España en
México”, donde podría aportar sus conocimientos sobre legislación obrera y
reformas sociales.781
Antes de su partida, Oyarzábal tuvo que hacerse cargo de liberar a su sobrino
Juan, comandante de la Marina, que estaba en Túnez y que fue internado en un

779 La labor de propaganda fue fructífera en relación a la visita, pues el Comité de Ayuda a
España organizó la compra de alimentos por valor de cien mil coronas para los hogares en
Francia y cincuenta mil para los niños refugiados de Bayona. El Comité Ejecutivo de la
UGT sueca entregó cincuenta mil coronas al Comité de Ayuda para el mismo fin. También
contribuyeron a la compra de comida las organizaciones obreras y la Federación de
Mujeres Socialdemócratas de Suecia instó al gobierno a permitir la compra de armas y
municiones al gobierno legal de España. Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op.
cit., pp. 230-236.
780 Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario

núm. 687, Registro 1812).


781 Ibidem.
360

campo de concentración. Después de dos meses de gestiones y gracias a las ayudas


de Elisabeth Tamm, del ministro Sandler, del embajador francés en Estocolmo,
Maugras, y del Comité de Ayuda a España, Juan Oyarzábal fue liberado.
El 1 de junio de 1939 abandonaron Suecia con destino a Nueva York en el
Drottningholm, de la línea sueca-americana. Mucha gente acudió a despedirla,
dándole las últimas muestras de afecto. Ya en el barco, por primera vez desde que
había llegado a Suecia, lloró. Una vez en Nueva York, pasaron doce días en los que
Isabel Oyarzábal proyectó su vuelta en otoño para dar una serie de conferencias y
publicar un par de libros. De allí, partieron a Veracruz y Ciudad de México. La
primera tarea en el país azteca era buscar un apartamento para todos:
“Alquilar una vivienda en nuestras circunstancias no es siempre fácil. Los
propietarios de las casas son, por regla general, desconfiados con los
refugiados. Temen que, en el más favorable de los casos, no puedan pagar su
renta, pero también hay razones políticas. Los refugiados, hoy día, debido a la
destrucción de todos los valores morales, no son mirados con el compasivo
respeto del que solían gozar en otros tiempos. Ahora son considerados
proscritos de alguna clase, cuando, como en el caso de los refugiados españoles,
habían tenido que ir al exilio porque habían observado y defendido la ley en su
tierra” (p. 238).

Isabel Oyarzábal había expresado la incertidumbre que le provocaba enfrentarse


a la nueva situación, en un país extraño, sin ningún bien material, aunque libres. La
esperanza, sin embargo, empezó a despertar en la autora en el mismo momento en
que estuvieron instalados en el nuevo apartamento:
“La primera mañana que abrí mis ojos en nuestro nuevo hogar no vi los
suelos ni las paredes desnudas, ni las habitaciones vacías. Solo vi el cielo
mexicano iluminado por el sol y convirtiéndose en una gema de muchos
colores- colores de rubí, esmeralda, ópalos y topacio. Tuve esa misma
sensación cada día desde entonces. Nunca me ha fallado ni me he cansado de él.
Espero que nunca me canse” (p. 238).

Incluso, a veces, la autora creía retrotraerse a su infancia en Málaga, dado lo


similar del paisaje y del paisanaje y, además, en México habían recalado muchos de
los amigos que la familia había tenido en España. Sin embargo, a veces el desánimo
se instalaba, sobre todo en los hijos, que tenían necesidad de trabajar lo antes
361

posible y en Ceferino, que no se adaptaba a su nueva vida. Poco a poco,


encontraron su sitio: Alejandro encontró trabajo en una panadería primero y en
una fábrica como dibujante, después; Germán instaló un laboratorio en el piso
inferior al apartamento y Germán y Marissa una consulta médica; Juan, por su
parte, empezó a escribir la historia de la marina española y realizó traducciones.
Las últimas líneas de I must have liberty, están dedicadas a la reflexión acerca de
los sentimientos humanos: el odio, la esperanza y sobre todo, la libertad:
“El odio es la más destructiva fuerza que las naciones pueden sufrir y la
libertad es el más preciado de los regalos. No solo me refiero a una libertad
política que es, por supuesto, esencial. También me refiero a la libertad
económica y esa otra libertad que permite al hombre crecer y desarrollarse de
acuerdo con los deseos de su corazón. Hay muchos modos de ser esclavizado y,
no el menos degradante es aquel que nos impide usar nuestras posibilidades
creativas.
Ninguna democracia es digna de su nombre si no proporciona a los seres
humanos la posibilidad de crear... grandes obras de arte o simples
manifestaciones de belleza, pero propias del hombre. Creo firmemente que
vendrá un día en el que esto será posible, y porque creo esto, estoy convencida
que la vida merece la pena. A pesar de toda la lucha y el sufrimiento y las
esperanzas insatisfechas con que mis años pasados, como la mayoría de la
gente, habían sido cargados, estoy agradecida de haber sido y de ser” (p. 241).

Expresaba su agradecimiento por tener a todos sus seres queridos con ella y creía
firmemente que llegaría el día en que la situación en España cambiaría. Por último,
confesaba que los sentimientos que le producía la observación de la naturaleza, que
habían estado dormidos durante la guerra, habían vuelto a despertar en ella:
“Otro gran regalo me ha sido dado últimamente, más bien me ha sido
devuelto. Cuando miro por la ventana y veo las grandes montañas que se
levantan alrededor de la ciudad y los volcanes cubiertos de nieve, Ixtaccihuatl
y Popocatepetl, siento mi corazón fundirse bajo la influencia de la naturaleza
otra vez. El sentimiento de indiferencia de todo lo bello que la tierra tiene que
ofrecernos, ese entumecimiento que había experimentado a lo largo de la
guerra, está desapareciendo. Ya no estoy atada con un nudo. No es que me
haya resignado. La resignación es el fruto de la desesperanza y yo tengo
esperanza y también fe. Por tanto, puedo aceptar lo que vino antes y lo que ha
362

venido ahora: lo bueno y lo malo, la luz y la sombra. Puedo mirar fuera de mí y,


mano a mano con Cefe, empezar la vida otra vez: pensando en España, segura
de España, y con mi corazón lleno de gratitud por México” (p. 241).
UNIVERSIDAD DE MÁLAGA
Departamento de Filología Española, Italiana,
Románica y Teoría de la Literatura

Isabel Oyarzábal Smith:


una intelectual de la Edad de Plata.
Nuevas aportaciones para una
biografía literaria
II
Tesis doctoral dirigida
por la Profª. Dra. Amparo Quiles Faz

María del Mar Mena Pablos

Málaga
2015
10. Obra dramática
369

10. Obra dramática


10.1. Inicios teatrales
En este apartado analizaremos las experiencias de Isabel Oyarzábal relacionadas
con el teatro, tanto en lo que se refiere a su actividad profesional, como a
circunstancias vitales que influyeron en la concepción personal que, sobre el teatro,
tenía nuestra autora. De toda su febril actividad, si hay una dedicación que le
acompañó de una u otra forma durante casi toda su vida: el teatro.
Sus primeras incursiones en la actuación tuvieron lugar en el hogar familiar de
Málaga. Efectivamente, era costumbre de la alta sociedad malagueña dar bailes y
mascaradas en las casas particulares y fue en una de estas fiestas, donde nuestra
autora hiciera sus primeros pinitos en la escena.
El periodista Carlos Bruna se hacía eco de la vida social de la burguesía
malagueña en el periódico La Unión Mercantil. Como ya consignamos
anteriormente, la crónica de los años que corresponden a la primera juventud de la
autora se halló plagada de fiestas a las que acudían los miembros más jóvenes de las
burguesas familias malagueñas. Coincidiendo con la edad en la que nuestra autora
fue impelida a la vida social, las fiestas se hicieron más asiduas en la casa familiar.
Tal es así que no solo tuvieron cabida los consabidos bailes, sino que se atrevieron
incluso a celebrar soirées, funciones dramáticas privadas, más ambiciosas que los
bailes y que se celebraban, a veces, con la colaboración de aficionados locales
contratados para la ocasión.782 La primera que constataba el periodista Bruna tuvo
lugar el 29 de diciembre de 1895. Debido a razones de espacio, se celebró en tres
noches: la primera, dedicada a los niños; la segunda, a los matrimonios y la tercera,
a los solteros. El cronista no valoraba el conjunto de la actuación, pues:
“Donde se busca un rato de esparcimiento entre amigos y no la sanción de
un porvenir artístico, ante el público, parece como traspasar los límites de la
conveniencia entrar en un juicio crítico, que ni puede ser exacto respecto a
quien se juzga en una sola obra, ni de utilidad para los que no piensan
dedicarse al teatro”.783

782 Se representaban piezas cortas o “juguetes cómicos”. Otra modalidad eran la Tableaux

vivants, representaciones estéticas sin diálogos. Ballesteros García, R., “Una malagueña en
la corte…”, art. cit., p. 121.
783 Bruna, J. C., “Soirée dramática”, La Unión Mercantil, Málaga, 29-12-1895, p. 2.
370

A pesar de ello, Bruna afirmaba haberse encontrado ante verdaderos artistas.


Isabel Oyarzábal actuó en el juguete cómico titulado De tiros largos, en el que hacía
el papel de Eloísa y se aseguraba que la joven estuvo admirable en el monólogo y
recibió el aplauso del público. Acompañada de su hermano Juan, también
representó una pieza titulada Una casa de fieras que, asimismo recibió elogios por
parte del cronista.
El 8 de enero de 1896, Bruna describía otra soirée celebrada en casa de los
Oyarzábal para celebrar la fiesta de la Epifanía como una de las más brillantes de
las que se habían realizado en Málaga. Se trataba de una “soirée de las cabezas
fantásticas”, y en la que:
“Ella Oyarzábal presentaba un lindo busto de folie, palabra que traducida
por locura, perdería su verdadera acepción ultra-pirenaica. Era la
manifestación de un carnaval festivo y culto a la vez; de una alegría expansiva,
y de un feliz augurio para la velada en cuestión”.784

La segunda aproximación de la autora al teatro se produjo con motivo de la


celebración de sesiones teatrales por parte de aficionados con el fin de recaudar
fondos para los maltrechos soldados que volvían de la guerra contra Cuba:
“Nuestra casa siempre estaba llena de hombres pidiendo comida y un poco de
dinero para llegar a casa. Algunos empezaron un movimiento para hacer
espectáculos con el fin de conseguir fondos. Me pidieron unirme al grupo
teatral y conseguimos un poco de dinero para los soldados evacuados. Estaba
encantada con las alabanzas acerca de mi actuación por parte de los
profesionales que vinieron desde Madrid para formarnos”.785

Así, Bruna informaba el 10 de noviembre de 1898 de la reunión que había tenido


lugar en casa de los señores Baquera para acordar el programa que el 8 de
diciembre ofrecerían en el teatro Cervantes a beneficio de la Cruz Roja. El
espectáculo se compondría de tres juguetes, canto, pavana y dos monólogos y en
los que participó Oyarzábal.786 La noche del lunes 19 de diciembre de 1898 actuó
en la función teatral que se celebró en el teatro Cervantes de la capital malagueña a
beneficio de la Cruz Roja y cuya organización, según Bruna, no estuvo exenta de

784 Bruna, J. C., “Notas de sociedad”, La Unión Mercantil, Málaga, 8-1-1896, p. 2.


785 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 25.
786 Bruna, J. C., “Para la Cruz Roja”, La Unión Mercantil, Málaga, 10-11-1898, p. 1.
371

obstáculos. Además de referir los detalles de la representación, el cronista elogiaba


a Isabel Oyarzábal: “¿Cómo no estar de acuerdo en que Ella Oyarzábal estuvo así
como María Baquera, hecha una verdadera actriz, sin que la emoción interna se
trasluciese al exterior ni en el más insignificante detalle?”787
Parece que nuestra autora estaba destinada a dedicarse de uno u otro modo al
teatro, pues en uno de sus posteriores viajes a Inglaterra y Escocia, conoció al actor
inglés Sir Henry Irving, cuyas conferencias sobre teatro traduciría después, a la
actriz Helen Terry y a la gran bailarina Anna Pavlova:
“Volví a Inglaterra y Escocia, los dos o tres veranos siguientes y llegué a
conocer a más gente interesante. El gran actor inglés Sir Henry Irving -cuyas
conferencias, The theatre such as it is y The art of acting, yo he traducido- me
pidió una noche que fuera a cenar con él y con un grupo de amigos. Yo
temblaba de emoción cuando me senté a su lado. No esperaba que tuviera un
aspecto tan frágil, pero era maravilloso mirar cómo su cara se iluminaba
cuando hablaba de teatro. Como en el escenario, parecía crecer más y más.
Todavía conservo una carta que él me escribió en la que me agradecía la
traducción de sus conferencias ‘que’, decía ‘estaba seguro de que eran más
interesantes en su traje español que en el original’. Ese encuentro con Irving
me despertó a un nuevo concepto de teatro. Hasta entonces yo lo había
considerado principalmente como una fuente de entretenimiento. Desde
entonces, lo empecé a ver como un gran arte.
Esta impresión se hizo más fuerte cuando algún tiempo después, conocí a la
famosa actriz inglesa, Ellen Terry, que estaba representando a Shakespeare en
Londres y me recibió en su pequeño camerino después de la función. Era aún
hermosa. Sus ojos bailaban con alegría cuando hablaban de su edad.
‘Los años no son nada’, decía, ‘si tu vida es lo suficientemente interesante
como para hacerlos olvidar’. Cuando hablaba de las dificultades de su
profesión, siempre añadía, ‘es igual, es la mejor del mundo. No sería otra cosa
sino actriz, si empezara a vivir otra vez’. El día que la vi por última vez, me dio
dos de sus fotografías.
A través de amigos en común, llegué a conocer a Anna Pavlova aquel mismo
año. Primero la vi bailar en uno de los grandes teatros de Londres y quedé

787 Bruna, J. C., “Velada excepcional”, La Unión Mercantil, Málaga, 21-12-1898, p. 2.


372

fascinada. Su interpretación de La muerte del cisne me dejó un recuerdo


imborrable.
Pavlova estaba ansiosa por conocer algo del auténtico baile español y me
pidió que fuera a su casa, cerca de St. John’s Wood, para hablar sobre ello. Le
enseñé mis castañuelas y las toqué para ella”.788

A raíz de este hecho, se despertó su interés por el teatro, de tal manera que,
durante un tiempo aprendió de memoria los diálogos de los clásicos del teatro de
nuestro Siglo de Oro:
“Poco a poco, mi viejo interés por el teatro revivió. Empecé a aprender
alguno de nuestros dramas clásicos de memoria. Calderón de la Barca y Lope
de Vega me ofrecían un amplio campo. Mi madre me pilló un día recitando
delante del espejo, pero pensé que no debía decirle nada todavía”.789

Oyarzábal volvió a actuar en una velada benéfica en septiembre de 1902, esta vez
en El Liceo y con la obra La Rebotica por lo que Bruna volvió a elogiar a la joven
actriz y dos años después, en febrero de 1904 fue de nuevo distinguida en otra
celebrada en la casa de la familia Scholtz de Málaga, en la que se representó Dulces
memorias.790
Pero el punto de inflexión para la autora tuvo lugar con motivo de la visita de la
actriz María Álvarez Tubau a Málaga en mayo de 1905. En efecto, la actriz realizó
una gira por Málaga, como lo reseñaba el diario La Correspondencia de España,
dejando constancia del éxito de la autora en la ciudad, que había celebrado su
beneficio la noche anterior, representando la obra Francillón.791 La compañía de
Ceferino Palencia y María Álvarez Tubau ofreció en Málaga veintidós
representaciones en el teatro Cervantes de la ciudad.792
Ceferino Palencia era en ese momento uno de los más reputados dramaturgos y
productores teatrales, cuya afición al teatro había despertado muy tempranamente,
a pesar de haber estudiado Medicina.793 Había nacido en 1858 y había contraído
matrimonio con la actriz María Álvarez Tubau en 1881, fue empresario, entre

788 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 33.


789 Ibidem, p. 34.
790 Bruna, J. C., “La velada en El Liceo”, La Unión Mercantil, Málaga, 17-9-1902, p. 3 y

“Notas de sociedad”, La Unión Mercantil, Málaga, 28-1-1904, p. 1.


791 La Correspondencia de España, Madrid, 15-5-1905, p. 3.
792 La Unión Mercantil, Málaga, 18-5-1905, p. 1.
793 Palencia, C., “Cosas de mi vida”, Los Contemporáneos, Madrid, 5-11-1909, s. p.
373

otros, del Teatro Español, y obtuvo grandes éxitos tanto en España como en
América. No solo se dedicó a la dramaturgia, sino que también fue traductor.794
La relación con la actriz María Álvarez Tubau había comenzado cuando esta
estrenó la obra del autor El cura de San Antonio, convirtiéndose en la primera actriz
de la compañía del empresario teatral. Ceferino Palencia era “capaz de hacer
negocio teatral donde otro perdería dinero”795 y así, la compañía Palencia-Tubau
fue la titular de varios teatros madrileños, como el teatro Princesa, “centro de
aclimatación del teatro extranjero”, donde estrenaron obras un tanto atrevidas para
la mentalidad de la época: Magda, de Hermann Sudermann; Infiel, de Roberto
Bracco; Resurrección, de León Tolstoi y varias obras de Alejandro Dumas: Dionisia,
Francillon, La dama de las camelias… y de Victoriano Sardou, La corte de Napoleón.
Por su parte, María Álvarez Tubau era considerada una “gran actriz en tono
menor”, comedida, elegante señoril y entonada, una verdadera actriz moderna, en
palabras de Eduardo Zamacois y comparada con las grandes actrices del siglo XIX
como María Guerrero y Rosario Pino y fue reconocida con el título de “Doctora en
Bellas Artes”.796
Isabel Oyarzábal fue invitada por su primo Rafael a una fiesta que se iba a
celebrar en honor de la actriz en los jardines del hotel Hernán Cortés en el verano
de 1905. Después de este primer encuentro, Isabel acudió al teatro cada noche que
la compañía estuvo en Málaga. Le había confesado a su primo Rafael que quería
dedicarse al teatro y este le consiguió una prueba para la siguiente temporada en
Madrid en la compañía de Ceferino Palencia:
“Hacia el final de su estancia, mi primo Rafael, a quien había confiado mi
deseo de dedicarme al teatro, le preguntó a Don Ceferino Palencia si él se
haría cargo de mis esperanzas en ciernes y me haría una prueba durante la
siguiente temporada de teatro en Madrid” (p. 37).

794 Entre sus comedias más importantes se pueden destacar: El cura de San Antonio (1879),

Carrera de obstáculos (1880), El guardián de la casa (1881), Cariños que matan (1882), La
Charra (1884), La bella Pinguito (1884), Hasta mañana, Nieves, Pepita Tudó (1891),
estrenada en 1901 en Madrid en el Teatro Principal, ¡Qué vergüenza…!, Decíamos ayer,
Comediantes y toreros o La Vicaría (1897), Las alegres comadres (1907), La Nube (1908), El
amor de la lumbre (1910) y Las sorpresas del divorcio. Además fue coautor de La deseada, con
Luis Fernández Ardavín, y de La joven Turquía, con Emilio González del Castillo. Cfr.
Gómez García, M., Diccionario del Teatro, Madrid, Akal, 1998, p. 624.
795 La Correspondencia Militar, Madrid, 1-1-1906, p. 2.
796 Deleito y Piñuela, J., Estampas del Madrid teatral fin de siglo. I. Teatros de Declamación,

Madrid, Editorial Saturnino Calleja, 1930, pp. 234-241.


374

Efectivamente y tal como señalaba la prensa local, Isabel Oyarzábal superó la


prueba para formar parte de la compañía Palencia-Tubau: “Es probable que en el
próximo otoño debute con una compañía dramática de primer orden una apreciable
y distinguida señorita de la buena sociedad malagueña, cuya vocación, además de
sus notables aptitudes y su talento la impulsan por los derroteros del difícil
arte”.797
Después de su estancia en Málaga, María Álvarez Tubau debutaría en Granada
con la función Divorciémonos. El 16 de mayo de 1905, la compañía abandonó
Málaga con destino a Granada en el tren de las 12.30, donde fueron despedidos en
la estación por “la viuda de Oyarzábal y su hija Ella”,798 mientras los hijos de la
actriz y Ceferino Palencia, Ceferino y Julio, marcharían a Madrid, tal como
destacaba también la prensa local malagueña.799
En esta nueva empresa, Oyarzábal fue apoyada por su madre, Ana Smith, quien
la acompañó a la capital, para evitar la crítica de la encorsetada sociedad malagueña,
hecho que igualmente se produjo. Incluso su hermano Juan se disgustó tanto, que
se negó a hablar a su madre y hermana durante días. Parte de su familia intentó
convencerla de que abandonara la idea, ya que la carrera teatral no era adecuada
para la gente de su estatus social. Pero, a pesar de ello, y contando con el absoluto
apoyo de su madre, quien respetaba la decisión de su hija María de dedicar su vida
a Dios, tanto como la de su hija Isabel de dedicar la suya al teatro, viajaron a
Madrid. A mediados de diciembre de 1905, la prensa anunciaba la apertura de Gran
Teatro (antiguo teatro Lírico) en los días 20 y 21 de diciembre de 1905, junto con
el elenco artístico de la compañía Tubau-Palencia, así como el programa de
estrenos que realizarían esa temporada, que abrirían con la obra Nuestra juventud de
Alfredo Capus. En la lista de actrices participantes en la compañía aparecía el
nombre de Isabel Aranguren,800 pseudónimo que adoptó Oyarzábal en su dedicación
como actriz.801

797 La Unión Mercantil, Málaga, 13-5-1905, p. 6.


798 La Unión Mercantil, Málaga, 17-5-1905, p. 2.
799 La Unión Mercantil, Málaga, 13-5-1905, pp. 1 y 6.
800 La Época, Madrid, 16-12-1905, p. 4.
801 La Unión Mercantil, Málaga, 1-9-1906, p. 3. En la breve noticia se hacía referencia al

accidente que había sufrido en Escocia Ella Oyarzábal, conocida en el mundo del arte como
Isabel Aranguren.
375

Según la propia autora, Ceferino Palencia ofreció a Isabel un pequeño papel en la


obra Pepita Tudó, elegida para la noche de apertura de María Álvarez Tubau.
Además de la vocación hacia el arte de la interpretación, sin duda movía a Isabel el
incontestable espíritu de rebeldía que la acompañaba. Pero, el primer ensayo la
defraudó. Consistió en la lectura de la obra, y resultó muy diferente a como ella
había imaginado. No obstante la decepción, la experiencia le resultó excitante:
“Yo estaba encantada de ver a toda su familia otra vez. El día después de su
llegada, Don Ceferino me oyó recitar varias piezas de poesía y prosa. Entonces
me hizo sentir muy orgullosa, diciendo que me iba a dar un pequeño papel en
una de sus propias obras que había sido elegida para la noche de apertura de
María. Pensaba que yo no necesitaría ningún entrenamiento especial.
‘Aprenderás a medida que vayas avanzando’, dijo.
El día de mi primer ensayo, mi madre y yo bajamos al teatro en un estado de
intensa excitación. Estoy segura de que sentía como yo, que íbamos a hacer
algo meritorio para desafiar los prejuicios y las convenciones. El ensayo había
sido fijado para las dos de la tarde. Era la primera vez que estábamos dentro
del teatro, de día. La puerta del escenario estaba abierta y nos deslizamos
conteniendo nuestro aliento. El único peligro que encontramos era la
posibilidad de romper nuestras narices en los largos pasajes oscuros que
llevaban al escenario.
Mi primera experiencia en esta, supuestamente peligrosa profesión, resultó
ser muy sosa. Había dos semicírculos de sillas encima de un escenario
pobremente iluminado y una mesa con una lámpara eléctrica en el centro.
María y otras mujeres de la compañía se sentaban a un lado, los actores al
otro. Don Ceferino, con un hombre que resultó ser el apuntador, estaba
absorto con el manuscrito dispuesto sobre la mesa.
María se acercó a saludarnos y Don Ceferino nos presentó al resto de la
compañía. Los hombres fueron muy cordiales, pero las mujeres, a excepción de
una gruesa mujer mayor, nos miraban por debajo de sus narices.
Nos sentamos y esperé. Un hombre me alargó un papel con la parte que se
suponía que debía estudiar. No tenía ni pies ni cabeza. En los teatros privados
nuestras líneas iban precedidas de entradas, pero evidentemente, en el teatro, a
los actores se les daba solo el guión de sus propios diálogos. Leí mis líneas
nerviosamente. El ensayo fue muy diferente de como lo había imaginado.
Como era simplemente una obra de repertorio nadie hizo otra cosa que decir
376

sus líneas entre dientes. Cuando llegó mi turno, estaba tan aturdida que casi
no podía hablar. El apuntador leyó las palabras delante de mí e incrementó mi
confusión. Don Ceferino trató de animarme.
‘Llévate esto a casa contigo’, dijo cuando el ensayo se acabó, tendiéndome el
manuscrito. ‘Léetelo muy cuidadosamente hasta que conozcas a todos los
personajes. Te ayudará” (pp. 39-40).

Aunque en un primer momento había dudado de sus dotes como actriz, a medida
que se sucedían los ensayos fue creciendo en seguridad y así llegó el día del estreno
de la obra Pepita Tudó,802 escrita por Ceferino varios años antes y que trataba sobre
la vida de una actriz en los tiempos de Goya:
“Dejé el teatro con sentimientos mezclados. El ensayo no había probado
nada, pero había sido excitante. Lo sentía por mi madre, sentada en la
penumbra todas esas horas. Además, yo empezaba a sentirme dudosa de mis
propias habilidades. La manera en que había actuado aquella tarde no parecía
prometedora. ¿Se suponía que había fracasado después de toda la charla y
discusión?
Pero a medida que los días pasaban, me sentía más confiada. Podía decir mis
líneas sin vacilación e incluso haciendo los gestos adecuados. Don Ceferino era
un espléndido director de escena. Podía hacer que un actor volviera sobre sus
líneas veinte veces si era necesario, con tanta energía y conocimiento que,
estimulaba positivamente el menor talento hacia una acción inteligente. Él
tenía un genio muy vivo, pero los actores le aguantaban porque se daban
cuenta de que tenía razón. Me dieron un pequeño camerino todo para mí y, mi
madre y yo nos divertimos mucho arreglándolo. […] La noche de inicio de
temporada y la de mi debut, el teatro estaba lleno. No había la excitación
normal de la primera representación, pero un gran número de autores y
artistas fueron en bandada al salón de María Álvarez Tubau para expresarle
sus respetos. La obra, Pepita Tudó, escrita por Don Ceferino varios años antes,
trataba de la vida de una actriz española en tiempos de Goya. Era la gran

802La obra había sido estrenada con anterioridad, en 1901, en el teatro Principal de Madrid.
La reprise se anunciaba en la prensa para el 31 de enero de 1906, aunque el Heraldo de
Madrid, el 10-1-1906, p. 3, anunciaba para dos días después la reprise de Pepita Tudó.
Estuvo en cartel hasta el 4 de febrero según anunció el diario La Época, Madrid, 3-2-1906,
p. 3. Con posterioridad se volvió a poner en escena, como lo consignaba La Correspondencia
de España, Madrid, 2-7-1907, p. 3.
377

favorita del público de Madrid y siempre bien recibida, así que nadie estaba
nervioso, excepto yo. Cuando salí, mis rodillas temblaban y tenía la sensación
de que todo el teatro se iba a caer sobre mi cabeza. Don Ceferino me miró
desde los bastidores y cuando hice mi primera salida, me acarició la espalda,
animándome, mientras Ceferino y Julio sonreían dándome la enhorabuena.
‘Muy bien’, dijo Don Ceferino, ‘lo has hecho bien. Sigue adelante y no tengas
miedo’. Evidentemente no estaba preocupado por mí, pues volvió al salón y no
regresó hasta que la obra hubo acabado.
Mi pequeño camerino también estaba lleno. Ninguna de mis amigas se
acercaron a nosotras, pero los hombres aparecieron gritando enérgicamente y
recibí muchos ramos de flores”.803

El éxito de la actriz en ciernes fue rotundo. Al día siguiente, todos los periódicos
consignaron su debut, aunque predominaban las alusiones a su coraje por oponerse
a las convenciones más que a su talento, según la propia Oyarzábal.
Después de este estreno, empezaron a ensayar otra obra que en nada agradaba a
Isabel. Los carteles anunciaban obras de escaso nivel y a la joven actriz le parecía
que había que elevar el gusto del público, no rebajarlo para adaptarse a él. La
respuesta era sencilla: los directores eran hombres de negocios antes que artistas:
“Hay muy pocas obras buenas estos días’, dijo moviendo su cabeza, ‘y las
decentes que hay no le gustan al público. ¿Has visto algo que merezca la pena
escuchar en otros teatros?’
Era verdad. Parecía que era una ruina para el arte dramático. Todas las
obras que entonces estaban en cartel eran estúpidas o enormemente absurdas.
María Álvarez Tubau no podía rebajarse a aceptar la farsa.
‘No entiendo por qué el gusto del público no puede ser elevado a un plano
más alto’, dije.
‘Demasiado caro’, contestó el actor, encogiendo los hombros. ‘Los directores
deben ser hombres de negocios primero y luego artistas” (p. 41).

803 En el diario La Época y en septiembre se nombraban los actores que formarían parte de

la compañía de Ceferino Palencia en el teatro Lírico en la siguiente temporada. Entre los


miembros de la compañía hablaba de dos actrices, sin desvelar sus nombres, de las cuales,
una era inglesa. Cfr. La Época, Madrid, 1-9-1905, p. 2.
378

La prensa destacó la participación de Isabel Aranguren en diversas obras a lo largo


del año 1906, como su elogiosa actuación en Mater Dolorosa, de Leopoldo Cano,804
así como en las funciones que se llevarían a cabo en Bilbao.805
La situación de la compañía era cada vez más incierta. A la precaria situación
económica había que sumar la frágil salud de la primera actriz. Todos temían que el
teatro 806 tuviera que cerrar, hecho que finalmente se produjo, cuando María
Álvarez Tubau enfermó de neumonía.807
Al disolverse la compañía, los actores se apresuraron a firmar otros contratos,
pero Isabel no estaba segura de qué debía hacer, pues pensaba que María Álvarez
Tubau y su compañía eran lo mejor que el mundo teatral le podía ofrecer en
España. Por otro lado, se dio cuenta de que el teatro no era la absorbente pasión
que ella había esperado:
“A medida que pasaba el tiempo, la situación empeoraba. María Tubau, que
estaba muy delicada, actuaba solo en las representaciones de la noche.
Don Ceferino estaba irritable. Sus hijos se mantenían lejos de allí. Los
actores refunfuñaban todo el tiempo, se temían que nuestro teatro tuviera que
cerrar, como otros habían hecho.
La nueva obra no mejoró las cosas. La primera noche, la audiencia pasó por
alto la estupidez de la pieza, gracias a la magnífica actuación de María Tubau,
pero en las sucesivas representaciones, la taquilla disminuyó de una manera

804 La Época, Madrid, 9-2-1906, pp. 1-2.


805 Abc, Madrid, 14-4-1906, p. 5.
806 La dirección de Gran Teatro por parte de Ceferino Palencia tuvo lugar hasta finales de

mayo de 1906, fecha en la que se anunciaba en prensa que el autor teatral dejaría la
gerencia de dicho teatro. (Ilustración Artística, Barcelona, 28-5-1906, p. 2). Ya ese mismo
diario (25-6- 1906, p. 2) anunciaba que dejaría el Gran Teatro y había recibido ofertas para
ir a Cuba. El diario La Época informaba de que la compañía Tubau-Palencia probablemente
haría una gira por provincias, empezando por una ciudad andaluza, para volver
posteriormente a Madrid en la primavera siguiente, donde Ceferino se haría cargo del
teatro Princesa (La Época, Madrid, 25-10-1906, p. 3). Por último, La Correspondencia de
España, anunciaba que, efectivamente Ceferino Palencia se haría con el teatro Princesa en
la siguiente temporada, y que aunque la compañía no estaba ultimada, había tres estrenos
programados, entre los que se encontraba Las alegres comadres del propio autor. Vid. La
Correspondencia de España, Madrid, 11-12-1906, p. 3.
807 No hemos encontrado en toda la prensa de 1906 ninguna alusión a una enfermedad de

María Tubau, sin embargo, sí se aludió a ella en el diario La Época el año anterior, año en
que Isabel conoció a María Tubau en Málaga y decidió emprender su aventura teatral. El
periódico se congratulaba de la mejoría de la actriz de su grave afección bronquial. Cfr. La
Época, Madrid, 25-11-1905, p. 3.
Después de Pepita Tudó, se pusieron en escena Mater Dolorosa de Leopoldo Cano cuyo
estreno se anunció para el 8 de febrero (Heraldo de Madrid, 6-2-1906, p. 4); Divorciémonos
de Sardou y la comedia Pascual Cordero cuyo estreno se anunciaba para el 18 de febrero
(Diario Oficial de Avisos de Madrid, 16-2-1906, p. 3).
379

alarmante y un buen día nos encontramos en la entrada de artistas con la


noticia de que María Tubau había caído enferma de neumonía y que el teatro
sería cerrado indefinidamente. Todo el mundo se apresuró hacer nuevos
contratos. Yo dudaba acerca de lo que debía hacer. Si continuaba siendo actriz
era inútil unirme a otra compañía. Yo quería lo mejor que el arte dramático
pudiera ofrecerme en España y María Tubau era su mejor exponente.
Así que decidí que la única cosa que debía hacer era esperar. Estaba
sorprendida al descubrir que no estaba demasiado decepcionada.
Evidentemente el teatro no se había convertido en la absorbente pasión que yo
había supuesto” (p. 41).

Y fue en estos momentos, cuando encontramos la respuesta a una carta, fechada


el 21 de marzo de 1906, con dirección de Londres, remitida a la autora como
respuesta a una anterior de Isabel, en la que el remitente, cuya firma es ilegible, le
desaconsejaba ir al país a probar suerte con el teatro.808 Según quien escribía, la
escena estaba saturada de actores esperando una oportunidad que muchas veces no
llegaba y le sugería que se pensara mucho el paso que quería dar, que no
emprendiera la aventura inglesa, ya que tenía éxito en España, pero que si, a pesar
de todo, quería probar suerte, le daría cartas de presentación con las que empezar a
moverse por el mundillo teatral. Sin duda nuestra autora estuvo explorando la
posibilidad de seguir dedicándose al teatro fuera de España.
A pesar de todo, María Tubau pidió a Isabel que actuara en una obra que se iba a
representar en honor del casamiento del rey Alfonso XIII y Victoria Eugenia de
Battenberg, el 29 de mayo de 1906.
“María Tubau, que estaba casi recuperada, me preguntó si me importaba
actuar en la gala que iba a tener lugar en el Palacio de El Pardo, para celebrar
la boda del Rey Alfonso y la Princesa Ena de Battenberg. Acepté y me dieron
un pequeño papel, en una de las obras de Don Ceferino, que había sido elegida
para la ocasión.
El teatro de la residencia real era tan pequeño que la audiencia tenía que ser
limitada. No creo que las reglas de prioridad y etiqueta hubieran sido más
discutidas de lo que fueron durante aquellos días en Madrid. Todo el mundo
que era alguien, pensaba que tenía derecho a ser invitado. Pero era inútil. Las

808Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario núm. 687, Registro 1812,
(Correspondencia general, 1900-1919).
380

peticiones de los grandes de España, los altos oficiales del gobierno y los
dignatarios de palacio eran rechazadas con las implacables palabras “no hay
sitio”. Muy poca gente, aparte de los miembros de todas las dinastías reinantes
de Europa, que habían llegado para la boda y la familia real española, pudo ser
incluida” (pp. 41-42).

Efectivamente, para tan solemne acontecimiento, la madre del rey le había


encargado a María Tubau y a su esposo Ceferino Palencia la disposición de lo
necesario para llevar a cabo una representación teatral en el Palacio de El Pardo,
en el que no se había realizado ninguna desde la época de Carlos IV,809 y cuyos
espectadores serían los miembros de casas reales que acudieran a la boda y su
servidumbre. Las obras elegidas para tan solemne ocasión fueron una comedia de
Miguel Echegaray, Echar la llave, y el sainete Comediantes y toreros o La Vicaría,
escrita por el propio Ceferino Palencia.810 Los actores que actuaron fueron además
de María Tubau, las señoritas Oria, Acosta, Arnau, Garrigó, Aranguren,
Teblaeche, Guerra, Xifrá, García Cabrera, Gil y Azúa y los señores, Altarriba,
Vega, Miralles, Perrín, Barona, Portillo, Sepúlveda, Valle, Calderón, Aguado,
Paniagua Mentaberry, Casanova, Lucio, Jorge y Arco.811 Isabel Aranguren actuó en
la obra Comediantes y toreros o La vicaría en el papel de “Comedianta 2ª”, 812
distinguiéndose por su actuación junto con María Tubau y las demás “señoritas”.813
Al terminar cada una de las obras, se leyeron sendos poemas compuestos para la
ocasión, uno de Ricardo de la Vega y otro de Ceferino Palencia.814
Parece ser que, con posterioridad a la boda real, nuestra autora volvió a Málaga,
pues en junio la prensa malagueña anunciaba el viaje a Madrid de las señoritas
Oyarzábal.815

809 La revista El Arte del Teatro realizaba una retrospectiva del salón-teatro, mandado
construir por Carlos IV, en el que se llevó a cabo la función. Cfr. Bergerac, “El teatro del
Real Sitio de El Pardo”, El Arte del Teatro, Madrid, junio 1906, pp. 15-16. Del mismo modo,
La Correspondencia de España, hacía una descripción pormenorizada del teatro, así como de
la función real, el reparto, el argumento de las obras puestas en escena y del público
asistente. La Correspondencia de España, Madrid, 30-5-1906, p. 3.
810 La Época, Madrid, 30-4-1906, p. 1.
811 Bergerac, “El teatro del Real Sitio de El Pardo”, art. cit., pp. 15-16 y El Imparcial,

Madrid, 30-5-1906, p. 1.
812 El Imparcial, Madrid, 30-5-1906, pp. 1-2.
813 La Época, Madrid, 30-5-1906, p. 1.
814 El Año Político, Madrid, 1906, pp. 274 y ss.
815 El Popular, Málaga, 26-6-1906, p. 3.
381

Por otro lado, es un hecho que Isabel Oyarzábal había adquirido en poco tiempo
cierta fama como actriz, como lo demuestran las reseñas de sus actuaciones y la
publicación en prensa de noticias como la siguiente que apareció en el diario Abc:
“Sensible accidente. La bellísima actriz Isabel Aranguren, que durante la
última temporada fue objeto de muchos aplausos en el Gran Teatro, cuando
formaba parte de la compañía de María Tubau, ha sido víctima de un sensible
accidente, que le ha ocasionado la fractura de un brazo. Deseamos el pronto
restablecimiento de la distinguida artista”.816

Tras la actuación en la boda real, y según la narración de Oyarzábal, María


Álvarez Tubau regresó al campo e Isabel no supo qué hacer: algunos directores le
ofrecieron contratos, pero los rechazó, pues no eran del tipo de teatro al que quería
dedicarse y decidió abandonar el arte de Talía y centrarse por completo en la
escritura.
Paralelamente a las representaciones, en diciembre de 1906 817 fue invitada a
impartir una conferencia en el Ateneo de Madrid, en el marco de las conferencias
para obreros en la Extensión Universitaria, para hablar de Sir Henry Irving y de
sus ideas teatrales. Isabel tradujo las conferencias del actor: The theatre such as it is y
The art of acting, impartidas en el Instituto Filosófico de Edimburgo. 818 El
conocimiento de las ideas teatrales Irving cambiaron el concepto que nuestra
autora tenía del teatro, pues según sus propias palabras, hasta entonces lo había
considerado puro entretenimiento, y desde entonces comenzó a verlo como un gran
arte. También conoció a la actriz inglesa Ellen Terry que, sin duda, le contagió la
pasión por la profesión de actriz.
En la conferencia de nuestra autora se desarrollaban las líneas maestras de la
concepción teatral de Irving, destacando los aspectos más importantes de este arte.
Una de las ideas del dramaturgo tenía relación con la dedicación actoral y la baja

816 Abc, Madrid, 23-8-1906, p. 15. El periódico malagueño La Unión Mercantil, 1-9-1906, p.
3, también aludía a este hecho, aclarando que el accidente se había producido en Escocia
donde la actriz estaba veraneando, que se había trasladado a Londres y que su estado era
satisfactorio.
817 Según la revista del Ateneo, la conferencia tuvo lugar el 2 de diciembre de 1906, aunque

aparece consignada con fecha de marzo en otras fuentes. Ateneo, revista mensual, Madrid,
julio 1906, pp. 534-541. La Unión Mercantil, destacaba que Oyarzábal disertaría en
noviembre en el Ateneo de Madrid con una conferencia sobre Mr. Harvin. (La Unión
Mercantil, Málaga, 27-11-1906, p. 2). La misma confusión con el nombre del autor
dramático se produjo en el diario Abc, donde se afirmaba que Isabel Oyarzábal había
impartido la conferencia el día 2 de diciembre de 1906. Abc, Madrid, 4-12-1906, p. 16.
818 Ateneo, Madrid, julio 1906, pp. 534-541.
382

estima de la que, tradicionalmente, habían gozado estos profesionales. Reflexión


que convenía particularmente a nuestra autora por los problemas que había sufrido
por su empeño en dedicarse a las bambalinas. Comenzaba su alocución recordando
que la labor del actor era fundamental para el teatro, ya que mientras solo había
existido un Shakespeare, sin embargo, una buena proporción del trabajo dramático
se adaptaba admirablemente a la representación, dispensando al espectador buenas
dosis de placer estético, instrucción y estímulo mental. Respecto a la contaminación
moral que tradicionalmente se le había achacado al teatro, aducía que, el teatro
había sido ya reformado y que:
“En conjunto, nunca está por debajo del sentido moral del tiempo y en que
toda producción dramática sube el tono dominante del teatro al nivel más alto
que la moralidad general del tiempo puede alcanzar. Esto es así por la
extendida educación y a la unión de gustos en todas las clases sociales y al casi
absoluto divorcio entre la escena y las clases más poderosas y elevadas. […]
Ahora el teatro es propiedad de las gentes cultas y tiene que satisfacerles o
morir olvidado” (pp. 536-537).

Según Irving, la dedicación teatral debía ser reconocida y elevada pues “no hay
ningún asunto que el juicio humano por común consentimiento juzgue
ennoblecedor que hasta aquí y de un período a otro no haya sido revestido de
brillante ropaje y recibido expresión, del ardiente lenguaje de la representación
teatral” (p. 537). Atrás habían quedado los tiempos de los “pobres cómicos” y la
escena se nutría ya entonces de jóvenes de excelente educación y buena familia.
Aseguraba que la mejor escuela para un actor era la práctica sobre las tablas, sin
olvidar que el artista había de tener buenas cualidades y poseer una cultura
considerable, ya que “quien no sienta los impulsos de la bondad y de la grandeza no
alcanzará jamás los efectos morales más elevados de su arte” y por tanto, el teatro
había sobrevivido a la censura y los actores, a las prevenciones que les excluían de
la sociedad (p. 538).
Otra de las reflexiones de Irving que Oyarzábal puso de manifiesto se refería a la
siempre nombrada reforma que el espectáculo teatral necesitaba. Irving afirmaba
que esta no era necesaria y que si lo fuese, vendría de la mano de la opinión pública.
Aquellos que se arrogaban la tarea de reformar el teatro desconocían que una
empresa teatral tenía que sostenerse como un negocio y cultivar al mismo tiempo
un arte: “El teatro es el arte de la naturaleza en acción, pintoresca o característica”.
383

Si las personas sensatas seguían acudiendo al teatro en proporción creciente, la


escena sería lo que tenía que ser, cumpliendo el deseo de los más exigentes.
Por último, Oyarzábal expuso que era propia de la naturaleza humana la afición a
representar. No negaba la existencia de “exhibiciones de inmoralidad deliberada”,
pero:
“¡Nuestra causa es buena! Apercibidos para la lucha, con las armas que nos
forjó el genio, salimos á batallar con la grosería, la ignorancia, la apatía, contra
toda forma de vicios y maldades.
Solo el teatro puede hacernos ver lo que Shakespeare fue para su tiempo,
Si sostenéis el teatro lealmente, con liberalidad y sabia distinción, la escena
sostendrá en el porvenir, como lo ha hecho en el pasado, la moralidad de
nuestras costumbres, la grandeza de nuestra literatura y el legítimo carácter
de nuestra tierra.
¡Y cómo consuela el recordar que habrá siempre teatro, mientras sea este la
representación viva de cuanto ha habido de grande y hermoso en el mundo!”
(p. 541).

Con posterioridad, a lo largo del año 1907 y a pesar de las palabras de la autora
en su autobiografía, la prensa proporcionaba referencias de la participación de Isabel
Aranguren en la compañía Palencia-Tubau. Así, sabemos que el 23 de febrero de
1907, la actriz comenzó a trabajar junto al resto de la compañía en el teatro
Princesa y que, entre otras, pondrían en escena La corte de Carlos IV, basada en el
Episodio Nacional del mismo título de Benito Pérez Galdós o la obra original de
Ceferino Palencia, Las alegres comadres.819 Precisamente, en esta obra, crítica con la
sociedad madrileña y que fue estrenada el 18 de marzo de 1907 con gran éxito,820
Isabel Aranguren representó el papel de Miss Mary.821

819 La Época, Madrid, 12-2-1907, p. 2 y La Correspondencia de España, Madrid, 12-2-1907, p.


2.
820 La Época, Madrid, 19-3-1907, p. 1.
821 Heraldo de Madrid, 16-3-1907, p. 3.
384

10.2. El teatro y la prensa en Isabel de Oyarzábal


10.2.1. El mundo teatral en La Dama
Como vimos, en la publicación dirigida por Isabel de Palencia desde 1907 hasta
1911, La Dama y la Vida Ilustrada,822 fueron habituales los artículos dedicados al
teatro. En ellos, la pluma de Isabel Oyarzábal expresaba ideas interesantes acerca
de su concepción del teatro y describía los eventos teatrales más destacables del
momento. 823 Su sección se ocupaba de elogiar a actrices y actores, haciendo
también un recorrido por sus vidas y éxitos. En el primer número, el 8 de
diciembre de 1907, y bajo el epígrafe “El teatro en España y en el extranjero”, se
elogiaba, de manera general, a las actrices españolas que por sus aptitudes estaban
llamadas a tener un papel importante en la historia del teatro moderno y
manifestaba el anhelo de que las actrices españolas pudieran mostrar su arte en el
extranjero, como lo hacían las compañías extranjeras en España. La actriz que más
había hecho por dar a conocer el teatro español era María Guerrero, al representar
a nuestros autores clásicos en los escenarios de todo el mundo. La propia Ellen
Terry le había comentado a Oyarzábal cómo le gustaría que los ingleses pudieran
ver a las actrices españolas -su gesticulación natural, etc.- de la que ellos adolecían.
Una de las primeras actrices reseñadas no podía ser otra que, María Álvarez
Tubau, de la que elogiaba su personalidad delicada y sugestiva y de la que
destacaba sus grandes facultades dramáticas. Era definida como la mejor actriz de
España y comparada con las mejores actrices francesas que, según Isabel
Oyarzábal, eran las mejores del mundo.824 En números posteriores también destacó
las figuras de las grandes actrices reconocidas mundialmente, caso de Sarah
Bernhardt,825 Conchita Oria,826 Carmen Cobeña,827 Violet Vanbrugh828 y Eleonora
Duse.829
En la nueva etapa de la revista en 1908, refundada bajo el título La Dama y la
Vida Ilustrada, siguió la sección y el recorrido por las figuras más importantes de

822 En relación con la revista La Dama, véanse los artículos de Bados Ciria, C., “Isabel
Oyarzábal Smith, editora y redactora: La Dama…”, art. cit., p. 15-44 y Quiles Faz, A.,
“Periodismo y mujer: Isabel Oyarzábal…”, art. cit., pp. 111-132.
823 Los artículos aparecen firmados por Thalie, I. de O. (diciembre de 1908, enero de 1909,

febrero de 1909) y Uno (a partir del número de agosto-septiembre de 1909).


824 La Dama, Madrid, 21-12-1907, p. 6.
825 La Dama, Madrid, 21-12-1907, p. 6.
826 La Dama, Madrid, enero, 1908, p. 6.
827 La Dama, Madrid, invierno, 1908, p. 3.
828 La Dama, Madrid, invierno, 1908, p. 3.
829 La Dama, Madrid, febrero, 1908, p. 10.
385

los escenarios mundiales. Y así se consignaron los nombres de Julia Martínez,830


Concha Ruiz y la actriz inglesa Ellaline Terriss,831 la actriz Sara Yacco, llamada la
Sarah Bernhardt japonesa,832 Mercedes Pérez de Vargas,833 Matilde Asquerino,834
La Rejáne, afamada actriz francesa, 835 Lola Bremón, la actriz francesa
Mademoiselle Mars 836 y Leocadia e Irene Alba. 837 También fueron objeto de
consideración algunos reputados actores españoles del momento: Javier
Mendiguchía, José de la Calle (marido de la actriz Concha Ruiz), Ricardo Calvo,
Ernesto Vilches, Francisco García Ortega y José Santiago.838
Del mismo modo, se realizaban críticas a las producciones teatrales del momento
o a la cartelera de los teatros. Así destacaremos las realizadas a las obras de teatro
de los autores españoles más relevantes del momento, como Los intereses creados o
La fuerza bruta de Jacinto Benavente; distintas obras de los hermanos Álvarez
Quintero; Gerineldo, La primavera, de Ceferino Palencia; El caballero Lobo y El buen
demonio, de Linares Rivas; Calixto y Melibea, texto refundido por Fernández
Villegas, Doña María la Brava, de Eduardo Marquina; El diablo con faldas, de
Sinesio Delgado; La luna de la sierra, de Cristóbal de Castro, Casandra, de Benito
Pérez Galdós; El amo de la casa y Canción de cuna, de Martínez Sierra; El jilguerillo
de los parrales, de Pedro Muñoz Seca o En Flandes se ha puesto el sol, de Eduardo
Marquina, entre otras. Oyarzábal no solo realizaba las reseñas de obras teatrales,
sino también de óperas y zarzuelas, así como del desarrollo de la temporada en los
teatros extranjeros, sobre todo de París y Londres.
Sin duda, lo que resulta más interesante de la sección es la difusión, por primera
vez, de las ideas de la autora sobre el teatro y el desarrollo del espectáculo teatral
en España en la primera década del siglo XX. La autora valoraba la mejora que se
había producido en los últimos tiempos en cuanto al recinto en el que se llevaban a
cabo los espectáculos, aunque reconocía que aún se podían mejorar las condiciones
y proponía que no se vendieran periódicos en el recinto, que los vendedores de

830 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, s.f., 1908, p. 4.


831 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, marzo, 1908, p. 6.
832 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, mayo, 1908, p. 8.
833 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, febrero, 1909, p. 3.
834 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, marzo, 1909, p. 5.
835 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, abril, 1909, p. 4.
836 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, junio, 1909, p. 5.
837 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, enero, 1910, p. 5.
838 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, marzo, 1909, p. 5; abril, 1909, p. 4; octubre, 1909, p.

4 y febrero, 1910, p. 5. Los cuatro primeros actores y los dos últimos aparecieron en el
número de marzo de 1910, p. 5.
386

bombones no fueran tan estrepitosos y que “lindas muchachas” vendieran


programas a un precio módico como se hacía en otras capitales.839 En un número
posterior, pedía que bajasen la calefacción de un “aristocrático teatro”.840
En relación a la puesta en escena, en el primer número, ya había puesto de
manifiesto la mejora que se había logrado en cuanto a los decorados y atrezzo, más
evolucionados que en el pasado. En este sentido, se mostraba favorable a los
escenarios realistas “como lo son las obras y como debe ser la interpretación”.841
En otro artículo posterior, y con motivo del estreno de una ópera de Chapí,
Margarita la Tornera, estrenada el 24-2-1909, reconocía el valor de la puesta en
escena: “la mise en scène hasta aquí para nosotros materia despreciable, es de
importancia capitalísima para el buen resultado del conjunto”.842
En cuanto a la sempiterna y declarada crisis teatral, Oyarzábal aludía a varios
motivos que coadyuvaban a perpetuar la situación. Así, por ejemplo, ya en el
primer número de la revista, criticó la elección de obras para la temporada en el
teatro de la Comedia: “Los estrenos se suceden sin interrupción, y no sé si esa
rapidez misma, que no permite ensayar lo suficiente, es la causa de que caigan por
tierra o si el mal está exclusivamente en las mismas obras elegidas”.843 En 1908, se
lamentaba de la baja calidad de las obras del año anterior en los teatros españoles y
del ínfimo nivel de las obras extranjeras que se representaban, sobre todo de
aquellas que venían de Francia, atestiguando que casi todas ellas eran vodeviles: “Si
hay ingenio y sal de sobra en nuestra tierra, ¿por qué buscarla con tan arraigado
empeño en los productos de otros países?”844
La moda, los gustos del público eran los responsables de la deriva que estaba
tomando el teatro, opinión plasmada en numerosos artículos sobre este tema. Así,
en el número de enero de 1908, hacía una valoración del teatro inglés: en el país de
Shakespeare comenzaban a cansarse de las obras ligeras que “por lo visto, aquí

839 La Dama, Madrid, 8-12-1907, p. 5.


840 La Dama, Madrid, enero, 1908, p. 8.
841 La Dama, Madrid 8-12-1907, pp. 7- 8.
842 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, febrero, 1909, pp. 3- 4.
843 La Dama, Madrid, 8-12-1907, p. 6.
844 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, septiembre 1908, p. 4. En este mismo artículo,

señalaba la preparación del estreno de La Nube de Ceferino Palencia, con María Tubau
como protagonista, calificando al autor como: “Escritor de gran ingenio, de sátira mordaz
y delicada ironía. Ceferino Palencia, jamás causa una desilusión a sus públicos. Tienen sus
obras toda la fuerza que lleva aquello que se escribe sintiendo, y es seguro que La Nube
procurará un nuevo e indiscutible triunfo a su autor. Así lo deseamos, celebrando que otra
vez figure su nombre en la lista de los que pueden ser y son mantenedores del teatro
esencialmente español”.
387

jamás van a causarnos hastío”. Se refería sobre todo a comedias musicales y farsas
cuyos argumentos eran tan limitados que acabarían agotándose, pues cuando se
repetían temas, el público se rebelaba, tal y como había pasado con el tema del
divorcio, por ejemplo:
“Beerbohm Tree 845 que es el empresario-actor que después de Sir Henry
Irving ha hecho más por sostener el tono elevado del teatro inglés,
demostraba, no hace mucho, su satisfacción de que los gustos del público
británico se inclinen de nuevo al drama serio y a las representaciones de las
maravillosas obras de Shakespeare, porque deseándolo el público es cosa
hecha.
En ningún país del mundo se preocupan tanto los empresarios como en
Inglaterra de halagar el gusto de sus auditorios, no solo procurando satisfacer
todas sus exigencias sino evitando, en lo posible, herir las susceptibilidades de
unos y otros. Hasta tal punto consideraba Sir Henry Irving, esto último, que al
poner en escena por primera vez la comedia de Shakespeare, Much ado about
nothing (Mucho ruido y pocas nueces), suplicó a un sacerdote católico se
encargase de dirigir la escena de la boda, con el objeto de suprimir en el altar y
en los ornamentos sacerdotales que se emplearan todo lo que tuviera una
especial significación espiritual, y cuya presencia en el escenario pudiese herir
los sentimientos de las personas que en el auditorio profesaran las creencias
católicas”.846

Uno de los males que la autora atribuía al público español era su predisposición a
juzgar de antemano cuál había sido la idea original del autor, el objeto de la obra.
Así lo expresaba en relación con el estreno de la Casa de muñecas de Ibsen, y a la
que auguró que no duraría mucho en cartel:847

845 Empresario de Teatro Haymarket en el West End de Londres que también ayudó a
financiar el teatro Her Majesty.
846 La Dama, Madrid, enero, 1908, p. 6.
847 En este sentido, afirmaba Luis Araquistáin que el teatro de Henrik Ibsen había sido

acogido con indiferencia por el público español y del que se habían dado, en general, pocas
representaciones. Solo sería acogido con entusiasmo por el pueblo que era el que entendía
la pureza de los sentimientos expresados por el autor, cuyos personajes encarnaban la
insurrección del individuo, más concretamente, la mujer contra la moral burguesa en la
familia y en la sociedad. Araquistáin, L., La batalla teatral, Madrid, Compañía
Iberoamericana de Publicaciones, 1930, pp. 63 y 77. Otras referencias en prensa juzgaban
la representación de Casa de muñecas, traducida al español por Francisco Fernández
Villegas: El Imparcial, Madrid, 17-1-1908, p. 2, recordaba que en Copenhague el final se
había alterado, lo que había provocado que el público lo considerara ordinario y vulgar, y
388

“Aquí no puede decir un autor: ‘Voy a escribir esto con tal o cual objeto’.
¿Para qué, si es el público el que se cree con derecho a decidirlo? Si yo tuviese
talento suficiente para hacer obras teatrales, no perdería el tiempo en elegir
una lección moral de mi predilección: ¡al fin y al cabo habían de
trastornármelo!”848

Siguiendo con la comparación con el teatro inglés, Oyarzábal afirmaba que en


países como Inglaterra se representaban verdaderas comedias que no eran
vodeviles ni farsas, dando a entender, que esto sí ocurría en teatro español. 849 Más
adelante, volvía a elogiar el teatro inglés contraponiéndolo al que se realizaba en
España y explicaba las dificultades con las que se encontraban los actores españoles
para desarrollar su carrera, ensalzando, también, la encomiable labor que el teatro
tenía, como medio de enseñanza y civilización. Añadió a ello una agria invectiva
contra algunos empresarios y autores:
“¿Quién dudará hoy de la misión que en sí encierra el teatro, de su
importancia como elemento de enseñanza y civilización? Pocos deben ser; pero
aun reconociendo en él estos atributos, hay todavía muchísima gente que se
obstina en considerarlo exclusivamente como diversión, o lo que es aún peor,
como negocio.
Raro es el empresario que une a su natural deseo de obtener un éxito
financiero, el de lograr también un triunfo artístico.
Raro es ver a un autor, aspirar tan solo a la gloria literaria, y mucho más
raro aún ver a un crítico teatral asistir a los estrenos sin llevar su concepto
preparado de antemano. Por lo general, en todos tres elementos
indispensables a la representación de una nueva obra influye más que nada lo
positivo: solo los actores dedican al arte lo que realmente importa, aquello que
nace a impulsos de su temperamento artístico sin más miras que la de

en España, a pesar de respetar la versión original, había sido acogida con frialdad por el
público pues, de cualquier forma, el drama no tenía una solución plausible; por su parte, en
La Época, Madrid, 16-1-1908, p. 1, el propio traductor de la obra reconocía que “la sobria
austeridad de Ibsen y el brumoso ambiente de sus dramas” chocaban con el público español
y que había dudado si cambiar el final, pero había considerado que desvirtuaba el
pensamiento del escritor noruego. De análogo contenido eran las críticas en La
Correspondencia de España, Madrid, 17-1-1908, p. 2, Heraldo de Madrid, 17-1-1908, p. 1 y La
Ilustración Española y Americana, Madrid, 22-1-1908, p. 13.
848 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, invierno, 1908, p. 3.
849 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, marzo, 1908, p. 6.
389

interpretar a conciencia, y según sus medios, el personaje que por el momento


representan.
Es la vida del actor harto dura para que haya quien a ella se dedique si no es
por verdadero amor al arte. Por eso es tan repulsivo cuando con ellos se
ensañan autores, críticos y empresas que, anteponiendo a sus respectivos
deberes miras bien poco respetables, no reparan en exponer a un artista
concienzudo (haciéndole representar papeles imposibles), a las iras y
desaprobación de un público que la paga siempre con el menos fuerte, o en
sacrificar cruelmente su reputación artística en la columnas de periódicos
cuyos lectores, en la mayoría, no saben apreciar el verdadero motivo del
ensañamiento crítico.
Lo extraño es que en circunstancias tales haya en España quien se atreva a
emprender carrera tan llena de trabajos, tan pródiga en desengaños y tan
pobre en ganancias como la de nuestros actores”. 850

Ya en otro número, había constatado las quejas de los empresarios teatrales, a los
que ella responsabilizaba, junto al público, de la situación del teatro en ese
momento:
“Culpa tienen las noches de moda que ahora nos imponen y que son
perjudiciales a todos los teatros; culpa tienen los abusos que se permiten los
revendedores; culpa tienen los empresarios por tolerar que se rebajen sus teatros
con la representación de obras que son un insulto para el público”.851

En ese mismo artículo, la elogiaba la labor que realizaban algunos teatros, como
el teatro Price que, con su programación, entretenía, elevaba e instruía, o el teatro
Lara que apoyaba a jóvenes autores. Argumentos estos que la autora proponía
como solución para mejorar la crisis teatral española.
Por otra parte, a la volubilidad del gusto del público se refirió en varias
ocasiones, tal y como lo hacía cuando afirmaba:
“Vaya usted a saber; es tan imposible contar con el gusto del público”. […]
¿Cuál va á a ser en la próxima temporada el punto de reunión predilecto de los

850 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, enero, 1909, p. 3. Artículo firmado por I. de O.
851 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, octubre, 1908, p. 4.
390

madrileños elegantes? Qui vivra verra, todo depende del capricho de lo que en
este particular también mande…la moda”.852

En este sentido, lamentaba que, por ejemplo, la talentosa actriz Lola Bremón no
pudiera desarrollar toda la “versatilidad y exquisito arte” que podría desplegar en
la alta comedia, porque el teatro Lara, en el que trabajaba esa temporada, no
cultivaba ese género. A tal punto llegó la situación, que algunos de los teatros
cerraron sus puertas, como ocurrió con el teatro La Zarzuela: “Y vamos con los que
aún no han desaparecido materialmente, aun cuando moralmente hayan muerto, y
de puñalada trapera”.853
La autora criticaba también la mala gestión de la cartelera teatral: en los meses
de abril a junio, cuando en Madrid había más movimiento, los empresarios
“desaparecían” de la ciudad y tan solo existía la posibilidad de acudir a la zarzuela.
Por último, Oyarzábal lamentaba la clasificación moral con la que se etiquetaban
las obras teatrales, como buenas o malas, costumbre superficial asentada en el
público.854
Elevar el nivel de las obras teatrales, no sucumbir a las modas, apostar por
jóvenes dramaturgos… En definitiva, valorar el teatro como arte, no como
negocio. Estas eran algunas de las ideas que proponía Isabel Oyarzábal para
mejorar la situación teatral. Pero también apostaba por la creación de teatros que
cambiaran el horizonte de la escena española, caso de El Teatro de los Niños,855 un
proyecto ideado y gestionado por Jacinto Benavente en 1909 y secundado por el
actor Porredón. Según el artículo, que reseñó la creación de este proyecto, se
inauguró con la representación de dos obras del propio Benavente: El príncipe que
todo lo aprendió en los libros y Ganarse la vida, de las que Isabel comentaba: “obras
ambas de saludable enseñanza y tierna poesía, bellísimas en su forma y en su fondo,

852 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, mayo, 1909, pp. 3-4.


853 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, noviembre, 1909, p. 5.
854 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, noviembre, 1908, p. 4.
855 Creado en 1909, el proyecto tuvo una corta existencia, escasamente un año y en él Jacinto

Benavente contó con la colaboración de Valle-Inclán para desarrollarlo. Además de las obras
arriba indicadas, se representaron también: El nietecito de Benavente; La mala estrella de
Ceferino Palencia; El último de la clase de Felipe Sassone; Cabecita de pájaro de Sinesio Delgado;
La muñeca irrompible de Eduardo Marquina; El alma de los muñecos de Francisco de Viu y La
cabeza del dragón de Valle-Inclán. Cfr. Hormigón, J. A., “Los teatros íntimos y experimentales
en Barcelona y Madrid (1900-1936)”, Ade Teatro, 77 (octubre 1999), p. 121.
391

obras para aprender y para distraer, base fundamental del Teatro creado por
Jacinto Benavente”.856
A las obras de Benavente siguieron los estrenos de Los pájaros de la calle de López
Marín, basado en el cuento Hansen y Gréthel; El último de la clase de Sassone, y La
mujer muda, una traducción del francés, realizada por Ceferino Palencia Tubau. La
empresa contaba, además, con obras originales de Rusiñol, Valle-Inclán, Martínez
Sierra, Marquina, Ceferino Palencia (padre), entre otros, que contribuyeron a
conseguir que este teatro fuera “la mejor escuela y el mejor libro”.
De hecho, la revista La Dama y la Vida Ilustrada apoyó activamente el proyecto
convocando un concurso en el que se premiaría a la mejor obra teatral destinada al
Teatro de los Niños. 857 La obra debía constar de un acto y tres cuadros como
máximo, con fin moral y de enseñanza para los niños. El premio consistía, además
de la representación de la obra, en cien pesetas y el jurado estaba compuesto por
Jacinto Benavente, Ceferino Palencia (padre) y Ricardo Catarineu.
Desafortunadamente, en el siguiente número de la revista se anunciaba el
término de la temporada para el Teatro de los Niños, que sería definitivo, pues el
proyecto no había tenido el éxito esperado entre el público.858
La apuesta de la autora por la mejora en la escena española incluía también la
creación de un Teatro Nacional. Así se desprende del último de los artículos de la
revista que reseñamos, escrito con motivo de la creación de un proyecto de Teatro
Nacional en Estados Unidos:
“Mientras aquí, en España, se arman discusiones sin límites, suscitadas con el
exclusivo y malévolo fin de impedir, por razones mezquinas e individuales, que
se lleve a cabo un proyecto de Teatro Nacional, que sería sin embargo primera
piedra y paso importantísimo hacia el logro de un deseo, muy natural por
parte de los españoles, de tener, como todos los demás países de cierta cultura,
un teatro propio, fomento de las letras y arte nacional, en los Estados Unidos
se reúnen de la noche a la mañana, unos cuantos millonarios yanquis animados
de ese mismo deseo, altamente loable y honroso, y sin preámbulos ni
discursos, en menos tiempo que tardo en contarlo, recogen un fondo de dos
millones de dollars [sic], y acto seguido comienzan a construir en el Central
Park West un edificio, que a juzgar por lo que ha de costar, será admiración

856 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, enero, 1910, p. 5.


857 Ibidem, p. 1.
858 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, febrero, 1910, p. 5.
392

del mundo entero. Se empleará en este colosal templo de Talía el sistema de


repertoire, como en el Teatro de la Comedia Francesa. Y como sus generosos
iniciadores no desean reembolsar su millonada, sino que la regalan íntegra y
libre a la ciudad de Nueva York, todos los ingresos de este magnífico negocio,
al que apoyarán los newyorquinos [sic] de todas clases, serán destinados al
sostenimiento, gloria y esplendor de la escena americana. Claro está que no es
de esperar que en nuestra España, país de clásica y reconocida pobreza, ocurra
lo que en Estados Unidos, donde los millonarios brotan al primer llamamiento
patriótico y filantrópico, ansiosos por encauzar por nuevos caminos el raudal
de oro que día tras día vierten en los cofres, siempre abiertos y siempre
hambrientos de las mil instituciones, sociedades y empresas que forman y
constituyen la civilización moderna.
No, eso no puede pedirse a España; pero lo que sí puede exigirse, lo que es
justo, lógico y natural, es que cada cual ponga de su parte para que, a la menor
iniciativa de mejora y engrandecimiento, se aúnen todas las voluntades y, con
concentración de fuerzas, se logre que es idea se convierta en acción, y lo que
es proyecto pase a ser un hecho. ¿Tan difícil es esto? No lo sería en otro país,
ciertamente; pero -por no sé qué motivo- en España estas deseables
transformaciones jamás se llevan a cabo. Las ideas brotan, eso sí; ideas buenas,
grandes, elevadas y realizables; pero… de ideas no pasan. No sé si porque se
ventilan y discuten demasiado, si porque un mal entendido orgullo obliga a
cada cual a sostener su opinión en contra de la de los demás y le impide ceder,
aun en momentos en que ceder significa triunfar; el caso es que, a poco de
iniciarse un proyecto y de nombrarse una comisión, comienzan las
divergencias; luego, el desaliento y, al fin, el desbarajuste total de una empresa
comenzada con nobles y poderosos bríos. El proyecto actual de Teatro
Nacional fue recibido con unánime aprobación y aplauso. ¿Por qué, después, se
han suscitado tantas dificultades? ¿Será posible que pequeñas rencillas y
pasiones mezquinas por parte de concejales, de actores, de autores, de algunos
representantes de la Prensa, basten para sofocar el noble anhelo de la
mayoría? ¿Y será posible que esos que dificultan la obra antepongan su pueril
vanidad, su deseo de provecho, a la realización de un proyecto que enaltecería
el arte, la escena y las letras españolas? Increíble parece, y más aún, en vista de
la serie de ridículas proposiciones ofrecidas en contra del excelente proyecto
del Sr. Cavestany, como lo son el que se edifique enseguida un edificio propio,
393

para el cual no ofrecen dinero; el que se utilice el Teatro Real fuera de la


temporada oficial, es decir, cuando la gente no tiene ganas de teatro; el que se
funden cargos innecesarios, etc., etc.; me sostengo esperanzada de que al fin,
todos serán generosos y colaborarán a la colocación de esas miles de piedras,
grandes y pequeñas, que deben constituir la base del discutido proyecto, y que
antes de que pase mucho tiempo podremos enorgullecernos de poseer en
España un Teatro Nacional, que aun cuando no pueda competir con los de
otros países en lo referente al gusto y grandeza del edificio, sí pueda hacerlo en
lo que al verdadero arte alcanza. […]”859

También arremetió contra la crítica teatral que muchas veces no juzgaba


seriamente el trabajo de los autores y actores y se centraban en nimiedades:
“Yo no dudo ni por un momento que nuestros amables críticos teatrales
posean las susodichas cualidades; de lo que me quejo es de que algunos de
ellos no las ejerzan, que se dejen influir por causas completamente ajenas al
oficio y se permitan el lujo de ser a veces altamente injustos en su apreciación
de la labor de nuestros autores y actores. Eso cuando se toman la molestia de
ocuparse de tan nimio asunto, porque hay ocasiones en que-yo lo he visto más
de una vez- nos describen el aspecto de la sala, las toilettes de las elegantes
que ocupan los palcos, el decorado, el atrezzo, etc., etc., añadiendo que de la
obra y los artistas no se ocupan por falta de espacio [...]. Es preciso algo más
que intuición, arte y cultura; se impone una recta conciencia. Por eso he dicho
en otra ocasión que no nos fiemos de los críticos para determinar la obra que
podemos ver”.860

10.2.2. El teatro en El Día de Madrid


El interés de la autora por los asuntos teatrales continuó y así lo mostró en la
serie de artículos que escribió en el diario El Día entre diciembre de 1916 y octubre
de 1917. 861 Dentro de la sección titulada “Presente y porvenir de la mujer en
España”, en la que analizaba el trabajo de la mujer y la viabilidad de ciertos oficios

859 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, diciembre, 1908, p. 4. Firmado por I. de O. Sobre
la creación de un teatro nacional, vid. Aguilera Sastre, J., El debate sobre el teatro nacional en
España (1900-1939). Ideología y estética, Madrid, Centro de Documentación Teatral, 2002.
860 La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, diciembre, 1908, p. 4.
861 Cfr. Quiles Faz, A., “El porvenir de la mujer española: Isabel Oyarzábal y El Día…”, art.

cit., pp. 34-49.


394

en los que habitualmente se empleaban las mujeres de la época, encontramos en


1916 un artículo titulado “Las actrices”.862 En él se describía la visita de la autora al
Real Conservatorio de Música y Declamación de Madrid y con este motivo hacía
un bosquejo de la situación de las actrices españolas y cuáles eran los aspectos
mejorables de la profesión. Adentrándose en el Real Conservatorio, anejo al teatro
Real, se preguntaba cuántos de los actores en cartel habían seguido los tres años de
curso que se impartían allí. Concluía que muy pocos o ninguno, por lo que se
lamentaba que fuera así en un momento en que los teatros estaban “encomendados
a personas cuyo fin principal es el negocio”. Frente a esta situación, apostaba por
los beneficios de unos años de bien encauzado estudio, “después de los cuales se
halle no solo en posesión de la fase especial de su temperamento artístico, sino
provisto de la cultura general y de la técnica, indispensables para el eficaz
desarrollo de su talento”.
Isabel Oyarzábal apreció en el profesor que le atendió un tono de desaliento, pues
docentes y estudiantes carecían de tiempo y espacio propio para llevar a cabo su
labor. Los estudios no estaban bien estructurados y nuestra autora proponía un
ordenamiento de los mismos: “un año preparatorio de cultura general; año primero,
recitación y declamación; año segundo, acción y dialogación; año tercero,
conjunto”. Del mismo modo, recalcaba que los diversos cursos deberían incluir
Historia del Arte Dramático, Caracterización, Cultura Física y, para las chicas
sobre todo actitud, gesto y, en general, todo lo referente a saber moverse en escena.
También se hacía necesario, a decir de la autora, ampliar la clase de indumentaria,
teniendo en cuenta también la indumentaria moderna, “ya que es indispensable a la
actriz de hoy un exquisito buen gusto y perfecto conocimiento del arte de vestir”.
Por otro lado, admitía que si los autores presionaran a los empresarios para que
contrataran a los alumnos con el título de declamación, la carrera teatral, “hoy un
tanto desprestigiada, se revestiría de la dignidad y brillantez que en otros países”.
Sobre los salarios que ostentaban las actrices, decía:
“[…] tras breve temporada de prueba, obtienen sueldos mínimos de cinco o
seis pesetas diarias; de ahí ascienden rápidamente a diez, quince, y hasta
veinticinco pesetas. Luego el ascenso es algo más lento, siendo preciso
destacarse mucho para lograr los ocho, diez y doce duros de la primera actriz,
y los veinticinco y treinta de la estrella dramática”.

862 El Día, Madrid, 23-12-1916, p. 1.


395

Como conclusión, aportaba algunas acciones que, a su juicio, mejorarían el


panorama teatral en España:
“Es, pues, necesario, para la gloria y dignidad de nuestro arte dramático las
reformas de la Escuela de Declamación, la presión de los autores, la buena
voluntad de los empresarios, y la paciencia y decidida vocación de nuestras
futuras actrices, y me refiero a la paciencia porque como decía la más grande
comedianta de nuestros tiempos: Muchas fracasan en el teatro por su deseo de
sentar plaza de capitán general”.

10.2.3. El teatro en El Sol


En diciembre de 1917 Isabel Oyarzábal comenzó a escribir para el periódico El
Sol,863 donde además de encargarse de varias secciones de interés general para la
mujer, otro de los cometidos de Isabel fue el de hacer una crónica sobre los
vestuarios y decorados de cada una de las obras teatrales que se representaban en
Madrid. Debido a la gran cantidad de teatros, las dobles sesiones y la continua
renovación de los programas, su tarea no fue sencilla. Fueron objeto de sus críticas
autores tan importantes como Jacinto Benavente o Gregorio Martínez Sierra, y así
recordaba la autora su labor en El Sol:
“Una de las tareas que me asignaron en el periódico, fue la de enviar un
escrito sobre el vestuario y los decorados de cada una de las obras de cierta
categoría, producidas durante la temporada teatral en Madrid. Como había un
gran número de teatros, y los productores estaban continuamente renovando
los programas, mi trabajo no era precisamente algo fácil. Los teatros en
Madrid daban dos actuaciones al día. Lo que se llamaba la matinée, tenía lugar
a la seis p.m. La segunda actuación a las diez cuarenta y cinco de la noche, que
rara vez terminaba antes de la una de la madrugada. Las nuevas producciones,
casi de manera invariable, tenían lugar entonces, en la segunda actuación y
todos los reportajes sobre las nuevas obras, supuestamente, tenían que
aparecer publicados en la edición de la mañana, así que tenía que escribir mi
columna inmediatamente después de salir del teatro. Raramente me acostaba
antes de las tres o las cuatro de la mañana.
Normalmente escribía mi crónica en un café, mientras disfrutaba de una tardía
taza de chocolate con un montón de amigos que se sentaban en la misma mesa,

Los artículos de El Sol han sido analizados por Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit.,
863

Véanse los artículos titulados: “El comunismo en el teatro” (pp. 176-179 y 186-188).
396

charlando y comentando la obra que acabábamos de ver. Manuel Azaña a


veces estaba allí, también el gran poeta Don Ramón María del Valle-Inclán,
que se acariciaba la larga barba, mientras daba expresión a los más amplios
caprichos poéticos, filosóficos o literarios”.864

El primer artículo con temática teatral databa del 5 de enero de 1918, 865 pero aún
no aparecía con el nombre llevaría después, “Revista de trajes”,866 sino dentro de la
sección “Diario de la mujer”, que albergaba una temática más amplia. Supone un
corpus teatral de setenta y tres crónicas breves, casi exclusivamente dedicadas a la
crítica del vestuario, no solo de los protagonistas de la obra, sino también en
ocasiones del coro, el atrezzo, la escenografía o la idoneidad del decorado en
relación a la época. Salvo contadas ocasiones, la crónica de nuestra autora iba
precedida de otra más amplia sobre los aspectos generales de la obra a cargo del
crítico José Alsina. En su autobiografía, además de resaltar la dificultad que
entrañaban estas crónicas, describía el dilema en el que solía encontrarse cuando
autor o actores eran amigos:867
“Para mí no siempre era fácil ser sincera con los actores o con el autor,
quienes a menudo, eran amigos personales, que se tomaban la más ligera de las
críticas muy a pecho. Pensaban, erróneamente a mi entender, que la crítica
afectaría al éxito de la obra.
Sin embargo, no creo que en ninguna ocasión permitiera que mis sentimientos
personales me apartaran del sendero de la justicia. Ni siquiera cuando Don
Ceferino intercedió a favor de algún colega, como Jacinto Benavente, quien era
un gran amigo de todos nosotros. Yo pensaba que un hombre que poseía el
Premio Nobel no tenía por qué preocuparse sobre mis pequeños esfuerzos a
favor de la precisión histórica o los efectos de la luz sobre el escenario. Y, por
supuesto, no lo hacía.
Gregorio Martínez Sierra -co-autor junto con su mujer de la obra Canción de
Cuna y en aquel tiempo, director de uno de los principales teatros de Madrid-
era quizá el más apreciado de todos, pero entonces, era maravillosamente

864 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 72.


865 “Diario de la mujer. El arte de vestir en el teatro”, El Sol, Madrid, 5-1-1918, p. 3.
Firmaba como Beatriz Galindo, o más comúnmente como B.G.
866 La sección “Revista de trajes” apareció en las páginas de El Sol a partir del 5-9-1918.
867 La crítica contemporánea no era independiente. Estaba condicionada por el mundo de

los afectos-simpatías y antipatías- que unía o separaba a los hombres. Cfr. Araquistáin, L.,
La batalla teatral…, op. cit., p. 207.
397

cuidadoso con su mise en scène y supervisaba personalmente los más pequeños


detalles.
Al principio, disfrutaba enormemente de este trabajo. Por algún motivo, me
volvía a llevar a una atmósfera que me encantaba, y, aunque una buena obra
era todavía una excepción, la noche de estreno en Madrid, siempre era
excitante. La gente gritaba su aprobación o desaprobación de la manera más
abierta y los debates acerca de una nueva producción, a veces duraban días”.868

En efecto, de la considerable cantidad de crónicas que dejó escritas destacaremos


las realizadas a obras de los autores más importantes de la época: Felipe Sassone,869
Pedro Muñoz Seca, 870 Pedro Pérez Fernández, 871 Jacinto Benavente, 872 Manuel
Linares Rivas,873 Gregorio Martínez Sierra,874 Eduardo Marquina,875 Rabindranath
Tagore876 o Joaquín Montaner.877
Junto a otras obras menores, como operetas o zarzuelas del género lírico, la
autora acudió también al estreno de autores clásicos, como Lope de Vega o
Calderón de la Barca 878 y algunas obras extranjeras, entre las que destacó La

868 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 72.


869 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 19-10-1918, p. 6. La obra puesta en escena era La
señorita está loca.
870 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 22-12-1918, p. 8, en la que reseñaba la obra La

venganza de Don Mendo; “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 1-1-1919, p. 6, donde analizaba
la obra, La verdad de la mentira; “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 18-9-1919, p. 9, donde
comentaba la obra Faustina; “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 11-11-1919, p. 3, en la que
criticaba la obra La razón de la locura.
871 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 6-1-1920, p. 9, en la que se analizaba el astracán

compuesto junto a Muñoz Seca titulado Pepe Conde o el mentir de las estrellas; “Revista de
trajes”, El Sol, Madrid, 10-4-1920, p. 9, en la que comentaba la obra El clima de Pamplona.
872 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 6-3-1919, p. 3. La obra reseñada en esta ocasión fue

Por ser con todos leal, ser para todos traidor; “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 24-12-1918, p.
6, La ley de los hijos; “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 2-4-1919, p. 2, La vestal de Occidente;
“Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 24-12-1919, p. 10, Y va de cuento; “Revista de trajes”, El
Sol, Madrid, 4-4-1920, p. 3, donde se reseñaba la obra Una pobre mujer.
873 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 17-1-1919, p. 6, donde hacía la crítica de la obra

Cobardías.
874 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 2-2-1919, p. 2, donde se reseñaba la adaptación de la

obra Julieta y Francina.


875 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 4-4-1920, p. 3, donde analizó La princesa juega.
876 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 7-4-1920, p. 3, donde criticó El cartero del rey.
877 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 15-4-1920, p. 3, donde hacía la crítica de la obra Los

iluminados.
878 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 6-10-1919, p. 10, donde comentaba el estreno de El

castigo sin venganza; “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 29-2-1920, p. 9, donde comentaba
la obra La vida es sueño.
398

importancia de llamarse Ernesto de Oscar Wilde,879 y sobre todo obras francesas que
se representaban en Madrid. Asimismo, fue objeto de sus críticas el vestuario de las
mejores actrices del país: María Guerrero, 880 María Gámez 881 o Catalina
Bárcena.882
Además de la prolija descripción de la escenografía y vestuario teatrales, los
artículos de “Revista de trajes” permiten analizar interesantes ideas de nuestra
autora acerca de cómo habían de concebirse los aspectos más plásticos de la
representación y, por ende, acerca de su concepción teatral.
En las primeras crónicas realizadas se hacía evidente la preocupación de la autora
por el vestuario en las obras españolas. Se lamentaba del desinterés en este
elemento de la representación por parte de las actrices españolas, contraponiéndolo
al de las actrices francesas o inglesas. Las francesas fueron precursoras en el arte de
vestir en el teatro y “sus actrices fueron las primeras del mundo que tuvieron a
gala lanzar en la escena las modas que en los talleres creaban los artistas del traje
más afamados”. Y al hilo de ello, recordaba la preocupación de sir Henry Irving
“por convencer a los artistas de su compañía de la necesidad de vestir las obras con
la debida propiedad y riqueza, pues allí ni siquiera las figuras preeminentes del
teatro se preocupaban entonces de su vestuario, presentándose en algunos casos
como las primitivas y modestas figurantas”. 883 Apostillaba además la escasa
flexibilidad y elasticidad de talle de las actrices españolas, que conservan “una
rigidez, no solo antiestética, sino completamente contraria a la moda de hoy”. En
una crónica posterior reiteraba la hegemonía de las actrices francesas en materia de
vestuario y anunciaba que, a partir de ese momento, dedicaría una sección del
periódico a describir trajes y tendencias vistas en los escenarios, debido al interés
que estas innovaciones estaban despertando. 884 Afortunadamente, al año

879 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 6-10-1919, p. 10.


880 Galindo, B., “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 2-4-1919, p. 2, donde analizó la obra La
vestal de Occidente de Jacinto Benavente, en la que María Guerrero interpretó el papel de la
reina Isabel de Inglaterra.
881 Galindo, B., “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 18-3-1920, p. 1, con la obra Prisionera,

adaptación de la comedia de Orestes Poggio por parte de Augusto Martínez Olmedilla.


882 Galindo, B., “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 19-10-1918, p. 6, con la obra La señorita

está loca, de Felipe Sassone; “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 2-2-1919, p. 2 con la obra
Julieta y Francina, adaptada por Gregorio Martínez Sierra y “Revista de trajes”, El Sol,
Madrid, 8-3-1919, p. 6, con la obra Bridge.
883 “Diario de la mujer”, El Sol, Madrid, 5-1-1918, p. 3.
884 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 5-9-1918, p. 6. Se trata de la primera vez que la

sección es denominada de esta manera.


399

siguiente,885 celebraba que las actrices españolas iban dando muestras de interés
por el vestuario. Por otro lado, Isabel Oyarzábal no pudo sustraerse a comentar la
situación de muchas de las segundas actrices y el mérito que demostraban al
hacerse con un vestuario de más de doce trajes en pocas semanas, con un exiguo
salario de diez o quince pesetas diarias. Asimismo las comparaba con las actrices
inglesas cuya situación difería de las españolas, pues aquellas eran contratadas para
una sola obra que, a veces, duraba mucho tiempo en cartel. 886 Recordemos que
Oyarzábal había conocido a Henry Irving, Ellen Terry o Anna Paulova en
Inglaterra y que por ello había tenido conocimiento de primera mano de las
opiniones de estos acerca del mundo teatral y artístico.
Una de las inquietudes de la autora en este sentido fue la adecuación en el
vestuario, en cualquier tipo de obra, pero sobre todo en las de época. Para la autora,
el vestuario y la puesta en escena eran elementos de primordial importancia para
dotar a la obra de la emoción estética que se deseaba transmitir al público:
“Hasta hace poco tiempo la dirección escénica de nuestros teatros se
preocupaba más- en las obras de época- de la propiedad y carácter de cada
traje que del efecto y entonación del conjunto, cosa esta última tan
indispensable como la primera para la realización del ideal estético.
Actualmente, una visión más amplia y comprensiva del arte teatral ha traído
consigo una reconstrucción, sino más fiel, más acertada y bella de ambientes
pretéritos”.887

A pesar del avance experimentado en el teatro español en lo referente al


vestuario teatral, a veces Oyarzábal se lamentaba de que, por ejemplo, en obras en
las que se recreaban ambientes de tipos populares, los trajes eran nuevos y su
pulcritud restaba credibilidad a la obra.888 En la representación de obras de épocas
pretéritas, recomendaba que los artistas “se inspiraran en cuadros de la época, de
modo que los personajes produjeran una mayor sensación de realidad a la par que
una emoción estética”:889
“Es indudable que, bien por imposición del público o por el estímulo natural
de las empresas en cuanto se refiere a la mise en scéne, de los teatros de nuestra

885 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 26-2-1919, p. 6.


886 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 29-9-1918, p. 6.
887 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 4-4-1920, p. 3.
888 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 5-11-1919, p. 9.
889 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 15-4-1920, p. 3.
400

capital, va depurándose, hasta poder competir cumplidamente con los de las


grandes poblaciones extranjeras.
Otra fase accesoria del arte del teatro moderno, de la que debidamente
empiezan a cuidarse estos artistas, es la que se refiere a la composición de
tipos”.890

Oyarzábal proponía algunas pautas para mejorarla: en la creación de personajes


que en las obras adoptaban conductas extranjeras, sus modales habían de adaptarse
con pulcritud a la costumbres del país que se quería reproducir:
“Resulta curioso observar, y más que en lugar alguno en el teatro, cómo los
autores de espíritu cosmopolita se empeñan en hacer adoptar a los personajes
de sus obras modalidades y costumbres que, por se extranjeras, juzgan
elegantes, sin cuidarse de si encajan con el ambiente del país que tratan de
representar; a ello nos referimos, extrañadas de ver trasplantada un castillo
español de la provincia de Salamanca, ocupado por individuos de una familia
de rancio abolengo, cuyo jefe y cabeza ha logrado reunir una cuantiosa fortuna
en América del Sur, una costumbre puramente inglesa, que no ha sido
adoptada, sobre todo para la vida de campo, por los demás países del orbe. Nos
referimos a la costumbre de vestirse de etiqueta para cenar, que en el estreno
del Eslava nos presenta el autor como cosa corriente, nada menos que en la
provincia de Salamanca…”891

En el mismo artículo, valoraba el esfuerzo que los actores y el director de escena


habían de realizar para poner en escena las obras situadas en épocas pasadas:
“Las obras referentes a épocas de leyenda son, tanto para el actor como para
el director de escena, de una dificultad casi insuperable, por la justeza a la que
hay que atenerse en su presentación y lo embarazoso que resulta el uso de
tales vestiduras. Felizmente, lo remoto de esos tiempos, evita que el público
pueda darse cuenta exacta de la fidelidad de su reconstrucción y, por otra
parte, goza infantilmente viendo moverse las figuras en ese ambiente de
romance…”

890 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 9-11-1918, p. 2.


891 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 30-3-1919, p. 3.
401

En una crónica posterior siguió la línea de estas ideas: por un lado, alababa el
decorado de la obra de Lope de Vega, El castigo sin venganza, que estaba inspirado
en el Renacimiento italiano, en la estética de Tintoretto, Tiziano o Boticelli, pero a
la vez, y con motivo de la crítica al estreno de La importancia de llamarse Ernesto, de
Oscar Wilde, comentaba:
“Convendría que todos los artistas que se dedican a hacer obras extranjeras
se preocuparan un poco más de los detalles que caracterizan precisamente la
modalidad de cada país. Ningún hombre de sociedad en Inglaterra saluda a
una señora con los guantes puestos. Y como esta podríamos citar otras
minucias que restan fuerza y realidad a los tipos que pretenden crearse”. 892

En el estreno de otra de las pocas obras clásicas programadas en los teatros


madrileños, La vida es sueño de Calderón de la Barca, juzgaba positivamente el
resultado: “El tributo rendido al nombre de Calderón, poniendo al servicio de su
genio todos los adelantos de la estética teatral moderna, es un acierto más de la
dirección de nuestro clásico teatro”.893
Sin embargo, y con motivo de la puesta en escena de una obra de Benavente, Y va
de cuento, advertía que tan digno de tener en cuenta era el aparato de las obras
históricas, como de las producciones teatrales simbólicas, fantásticas o de magia.894
Con posterioridad, realizó unas manifestaciones, que creemos clave, la evolución
de la escena hacia un teatro del arte:
“Cada vez se arraiga más entre nosotros la idea de considerar el arte del
teatro, no solo desde el punto de vista histriónico, sino como conjunto de
manifestaciones estéticas: el color, la forma, el movimiento de las que pueden
derivarse emociones varias. A tales emociones contribuye la intervención de
artistas, bajo cuya dirección en la escena se componen fondos y tipos de más
razonada y perfecta belleza”.895

Podríamos comparar este último comentario con un curioso artículo escrito dos
años antes y titulado “Los pequeños abusos” en el que la autora se lamentaba de la
costumbre de anunciar una obra de teatro como si fuera un jabón, hecho que

892 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 6-10-1919, p. 10.


893 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 29-2-1920, p. 9.
894 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 24-12-1919, p. 10.
895 “Revista de trajes”, El Sol, Madrid, 7-4-1920, p. 3. Con motivo del estreno de El cartero

del rey de Rabindranath Tagore.


402

desconcertaba a las familias que quisieran acudir al teatro. Cada crítico valoraba
una obra de manera contraria a sus colegas, por lo que el padre de familia se veía
impelido a comprar las entradas para toda la familia haciendo caso a alguno de sus
miembros que a su vez seguían el criterio de otros. Al final todo el mundo acababa
decepcionado en sus expectativas por el nulo interés de la obra, por lo que la autora
terminaba asegurando que “la cosa es lamentable y lógica al propio tiempo; el arte
dará grandes chascos mientras como a arte no se le respete y sostenga”.896
Por último, habremos de señalar dos artículos: en el primero de ellos, titulado “El
arte de la comedianta”897 se informaba de que la Asociación Nacional de Mujeres
Españolas898 había enviado una instancia para que se reconociera el esfuerzo de las
actrices, que “ennoblecen un arte que tanta significación tiene en la vida espiritual
de un pueblo”. En concreto, proponía entregar a María Guerrero la Gran Cruz de
Alfonso XII, distinción que había sido creada para honrar a hombres y mujeres de
letras. A la vez, se preguntaba por qué no se había distinguido con este
reconocimiento a nadie del mundo del teatro. Este gesto mostraba el interés no
solo de Isabel Oyarzábal, sino, en general, de las intelectuales de la época por
ennoblecer esta manifestación del arte, tradicionalmente tan denostada.
El segundo artículo, titulado “El comunismo en el teatro”, mostraba de nuevo la
preocupación de nuestra autora por la mejora de la situación laboral de los actores
y se trataba de un artículo posterior a otro con el mismo título en el que se hacía
eco de la llegada de las ideas igualitarias a todos los ámbitos de la vida y también al
arte escénico.899 Abogaba por la unión de los artistas del teatro “en pro de sus
intereses y en contra de la rapacidad de los empresarios industriales” y ponía como
ejemplo a los artistas franceses:
“[…] Ha sido preciso para ello, que el artista abandonara el falso pedestal
sobre el que pretendió erigirse cuando se creyó superior al resto de la
humanidad por su arte, olvidando que el arte no se manifiesta sino por el
esfuerzo, y que el esfuerzo implica labor, esta, trabajo, y que la condición de
obrero, de trabajador, es precisamente el motivo de su superioridad. […] Así

896 “Diario de la mujer”, El Sol, Madrid, 7-3-1918, p. 3.


897 “Crónicas femeninas”, El Sol, Madrid, 7-5-1920, p. 2.
898 La ANME fue fundada por María Espinosa de los Monteros en 1918 e Isabel Oyarzábal

desempeñó en ella el cargo de vocal y a ella pertenecieron también Dolores Velasco de


Alamán, Julia Peguero, Ana Picar, Benita Asas Manterola, María Valero de Mazas, María
Martos de Baeza y un largo etcétera. Fagoaga C., La voz y el voto de las mujeres..., op. cit., pp.
127-129.
899 El Sol, Madrid, 14-4-1919, p. 5. Recogido por Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., pp.

176-179.
403

lo han entendido los artistas de teatro de la nación vecina, uniéndose, para


lograr sus aspiraciones, los actores y actrices a los colaboradores más
humildes del arte escénico: tramoyistas, carpinteros y maquinistas,
comúnmente tenidos por obreros. Así unidos, han manifestado su deseo de
entrar en la Confederación General del Trabajo, para ver reivindicados sus
derechos a la Carta Internacional del Trabajo que elabora la Conferencia la
Paz, y ello no mermará el valer de su arte, más bien lo acrecentará, ya que
permitirá a los artistas vivir con el decoro que su condición requiere, como de
aquí en adelante vivirán todos los trabajadores. […] Anima a los artistas
españoles a unirse también porque su situación es mil veces peor que la de los
artistas franceses (cobran mucho menos). […] No se dejen embaucar por la
pretensión de los empresarios de mejorar la condición de los más humildes a
costa de los sueldos de las “estrellas”. […] Como los obreros que trabajan en
condiciones que limitan su tiempo de utilidad, el artista de teatro debe buscar
una compensación a lo efímero de su arte, asegurando la vejez mediante la
creación de un Montepío debidamente garantizado, y al que podría destinarse
parte de lo recaudado como beneficios de un negocio que hoy aprovecha solo al
empresario.
El momento es crítico, las reivindicaciones de los explotados serán un hecho si
estos saben valerse de las circunstancias. ¿Lo harán nuestros actores, nuestras
actrices? Solo hace falta unión, solidaridad y empeño: valor social, en una
palabra, y desgraciado del que no lo sienta nacer espontáneamente”.900

En este sentido se manifestaban los autores y directores adscritos al “teatro


comprometido”, caso de Piscator quien admitía que lo distintivo del teatro solo se
podía sostener mediante una dirección espiritual y no por medio de la organización
del negocio de taquilla.901 Otro artículo del mismo periódico que profundizó en este
tema, tuvo por título “El sindicalismo en el teatro” y en él se refería a la reunión de
más de cinco mil trabajadores del teatro y el cine y a las mejoras que se habían
conseguido recientemente: la promesa de un contrato tipo y de un salario mínimo,
para lo que la única arma era la sindicación.902

900 “Crónicas femeninas”, El Sol, Madrid, 7-5-1919, p. 3. Este artículo ha sido analizado por
Quiles Faz, A., Mujer, voto…, op. cit., pp. 186-189.
901 Sánchez, J. A. (ed.), La escena moderna. Manifiestos y textos sobre teatro de la época de las

vanguardias, Madrid, Akal, 1999, p. 253.


902 El Sol, Madrid, 5-4-1919, p. 6.
404

10.2.4. El teatro en Blanco y Negro


Aunque puedan parecernos escasos, sin duda, los artículos teatrales escritos por
Isabel Oyarzábal en la publicación semanal de Abc, no carecen de interés por
cuanto revelan, tanto la concepción teatral de la autora, como sus reflexiones sobre
distintos aspectos de esta rama artística que observaba en sus viajes.903
Así, destacamos un artículo, en el que la autora, además de mostrar su
preocupación por la consabida crisis teatral, analizaba el caso de dos mujeres en
Estados Unidos que habían conseguido lo que tanto la escritora española como sus
coetáneos aspiraban a lograr para el teatro español: elevar el gusto del público,
dignificando la labor de todos aquellos que participaban en el noble arte y
ofreciendo al auditorio obras de calidad de todos géneros y temas. Así, dos
compañías estadounidenses dirigidas por mujeres estaban obteniendo un rotundo
éxito, del que se hacía eco Isabel de Palencia, como firmaba el artículo. Una de las
mujeres era Margaret Anglin, actriz de obras de teatro griego y a quien Isabel
elogiaba, pues el esfuerzo de la compañía arrastraba masivamente al teatro a un
público más proclive a reír que a ser espectador de tragedias. Por otro lado, Eva Le
Gallienne organizaba un “teatro de repertorio” en el subcontinente americano con
gran éxito. Oyarzábal mantenía que la decadencia del teatro se debía al afán de
lucro de los empresarios, al ofrecer obras con el único objeto de vender entradas.
La solución pasaba por ofrecer todo tipo de piezas a precios razonables, siempre
que en ellas anidara “un afán de arte”. También se hacía necesario formar una
compañía de actores que, más allá de obtener un beneficio económico, estuvieran
movidos por el arte.904
En el segundo artículo, bajo el epígrafe “Influencia femenina. En el Teatro
Norteamericano”, analizaba el nuevo impulso que el arte dramático estaba
recibiendo en Estados Unidos, a pesar de la crisis acentuada por el auge del cine.
Este nuevo avance se debía, entre otras cosas, a la labor femenina, que había
elevado el “arte puro” por encima de la codicia empresarial. Recordaba las
aportaciones de diversas agrupaciones, como las de “Little Theatre”, que tenía
representación en muchas ciudades norteamericanas o “Provincenton Players”,
también llamado “El Teatro de los Gremios”. Este último estaba dirigido por

903 La autora comenzó su participación en Blanco y Negro en 1925 con la sección “La mujer
y la casa”.
904 Palencia, I. de, “La mujer actual. Su opinión acerca del teatro”, Blanco y Negro, Madrid,

14-8-1927, pp. 86-88.


405

Theresa Helburn y con la dirección artística de otras notables mujeres, como Anita
Brock. Oyarzábal también se congratulaba de la existencia en todo centro docente
o universidad de una cátedra de arte dramático, con el fin de infundir en los jóvenes
el gusto por la belleza y de entre todos, los que más éxito tenían eran aquellos
regidos por mujeres. Por último, lamentaba que esta inclinación hacia el arte
teatral no se hubiera extendido a nuestro país.905

10.2.5. El teatro en el Heraldo de Madrid


En el periódico Heraldo de Madrid solo hemos encontrado un artículo dedicado al
arte dramático. Se trata de “El teatro moderno y sus accesorios”.906 En él la autora
abordaba el tema de la escenografía del teatro de su tiempo y apuntaba que los
directores de escena abogaban por lograr una síntesis entre las tendencias
modernas en cuanto a la dirección y la puesta en escena realista. Y como ejemplo
de ello, mencionaba la dirección del teatro Infanta Beatriz, cuyas escenografías, a
pesar de su carácter realista, destacaban por su avanzada vanguardia, al dividir, por
ejemplo, el escenario en tres ambientes, hecho novedoso en los escenarios
españoles.

10.3. Hacia un teatro de arte


Hacia 1921, el matrimonio Palencia-Oyarzábal, después de superar una profunda
crisis en su matrimonio,907 decidieron viajar a París. En dicho viaje se rodearon de
los intelectuales y escritores más relevantes de la vanguardia francesa, con los que
compartieron veladas: André Suarès, Camille Mauclair, Henri Barbusse, Francis de
Miomandre, las escritoras Colette, Rachilde, Lucie Delarue-Mardrus o la condesa
de Noaille, y del mundo del teatro, con los dramaturgos Jean Cocteau, Jaccques
Copeau o al actor y director de escena Gémier.908 Estos últimos le confesaron el

905 Palencia, I. de, “Influencia femenina. En el Teatro Norteamericano”, Blanco y Negro,


Madrid, 23-12-1928, pp. 69-71. Un estudio sobre los artículos de Isabel Oyarzábal en
Blanco y Negro puede leerse en Mateos Ruiz, M. L., “Isabel Oyarzábal de Palencia…”, art.
cit., pp. 205-218.
906 Palencia, I. de, “El teatro moderno y sus accesorios”, Heraldo de Madrid, 18-10-1929, pp.

5-6.
907 La crisis matrimonial se produjo debido a la infidelidad de Ceferino Palencia, lo cual

provocó que Isabel Oyarzábal considerara, incluso, pedir el divorcio de su marido.


908 Gémier, actor y director de escena, fue discípulo de André Antoine en el Théâtre Libre.

Antoine abogaba por un teatro literario y económico, un teatro popular pero con criterios
de calidad. Se proponía asimismo, estrenar una nueva obra cada quince días. El Thèâtre
Libre de París fue fundado en 1887, para llevar a la práctica escénica los presupuestos
naturalistas de Zola. Siguiendo la estela de esta agrupación nacieron otras en Europa,
406

malestar que sentían por el rumbo que estaba tomando el mundo teatral, y al igual
que nuestra autora, consideraban que el teatro en ese momento se caracterizaba
por la frivolidad y el mal gusto, por lo que no podían sustraerse a la idea de elevar
el gusto del público:
“El gran actor, Gémier, estaba igualmente desconsolado acerca de sus
esfuerzos para elevar el gusto de la gente a través del drama elegante. Pensé
en mi propia, aunque corta, experiencia en Madrid. Evidentemente era igual
en todas partes. ¿Podía ser que el teatro estuviera definitivamente
condenado?”909

Por su parte, Jacques Copeau era uno de los hombres de teatro más notables en
Francia y de importante influencia también en Inglaterra y América. Fundó un
nuevo teatro en 1913, Théâtre du Vieux Colombier Copeau, en el que apostó por
redescubrir el verdadero sentido del arte teatral en un momento en el que este
estaba en su punto más bajo.910 Los Palencia-Oyarzábal habían visitado el Vieux
Colombier en su estancia en París:
“Una de las cosas que más disfrutamos durante nuestra estancia fue el teatro
Vieux Colombier. Era muy bueno, arte verdadero. Jacques Copeau, no
obstante, me dijo que estaba muy descorazonado. […]
‘Los turistas vienen a vernos’, dijo, ‘pero no quiero que el teatro sea una
pieza de espectáculo. Quiero que atraviese el actual mal gusto y frivolidad
hacia el corazón de la gente”.911

como la Die Freie Bühne, fundado por Otto Brahm en Berlín en 1899; el Independent
Theatre londinense de Greim, entre 1891 y 1897; el Teatro de Arte de Moscú, creado por
Stanislavsky y Danchenko, en 1897. Rubio Jiménez, J., “Valle-Inclán y los teatros
independientes de su tiempo”, Letras de Deusto, 20 (1990), pp. 49-71.
909 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 87.
910 El pequeño teatro de Vieaux Colombier se ubicaba en la calle del mismo nombre en

Saint-Germain- des Prés. Pretendía restituir la belleza al espectáculo escénico y constaba


de quinientas localidades con las que Copeau esperaba cubrir los gastos. El público
destinatario de los espectáculos en el teatro era “un público ‘menor’ compuesto en parte de
aficionados inteligentes, en parte de personas que no quieren soportar las banalidades y
falsedades del teatro comercial, en parte por un nuevo contingente de humanidad”.
Sánchez J. A. (ed.), La escena moderna…, op. cit., pp. 370-371.
911 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 87. Coupeau fundó entre 1920 y 1924

la escuela Vieux Colombier en un entorno rural para liberarse de la necesidad comercial de


llenar un teatro. La escuela se cerró por falta de medios, pero fundó Les Copiaus, con
antiguos miembros de la escuela y de la compañía Vieux Colombier. Durante cinco años,
desde 1924 a 1929, hasta su disolución, crearon piezas únicas.
407

Jacques Copeau mantuvo contactos con Gordon Craig912 en Italia y con Adolphe
Appia 913 en Suiza para comparar con ellos sus ideas sobre el futuro del teatro,
considerándose los impulsores de la innovación teatral europea.
Copeau sentía la necesidad de establecer un verdadero arte popular y notaba que
el teatro se estaba quedando atrás respecto a otras artes ante el nuevo siglo.
Abogaba por un teatro que pudiera competir con el comercial, pero limitado en
cuanto al público y prefería un teatro íntimo que se mantuviera puro. La Vieux
Colombier alternaba producciones clásicas semanales con la reposición de éxitos
contemporáneos y nuevas obras y para ello, elegía a autores que tenían en común
ser poetas. La compañía contó con actores jóvenes, sin experiencia y Copeau se
dejaba llevar por su intuición para elegirlos considerando solo que su única
ambición fuera servir al arte.914

912 Edward Gordon Craig (hijo de Ellen Terry y actor en la compañía de Henry Irving)

proponía, como Copeau, volver a las antiguas tradiciones, pero no compartía su concepción
teatral. Tampoco estaban de acuerdo en lo relativo a la función del director artístico, que
Copeau consideraba relativa, no absoluta, como la juzgaba Craig. Sin embargo, sí
compartían su visión del actor como un elemento plástico más, “el actor no es un artista”.
Vid. Rudlin, J., Jacques Copeau, Director in perspective, London, Cambridge U. Press, 1986.
913 Adolphe Appia, junto con Craig, fue uno de los artífices de la innovación teatral europea.

Para Appia el arte dramático llegaría a ser un acto social en el que todo el pueblo
participaría. Abogaba por la eliminación del decorado ilusorio, bidimensional, tan común
en el teatro naturalista, construyendo elementos tridimensionales entre los que concedía
gran importancia a la luz. Rechazaba toda decoración inanimada en la escena, pues la
escenografía se debía basar en la presencia del actor. Otra de sus ideas consistía en romper
las barreras entre la sala y la escena. En sus ideas se basa el teatro moderno, desde Copeau
a Artaud. Appia, A., “Cómo reformar la puesta en escena (1904)”, en Sánchez J. A. (ed.), La
escena moderna…, op. cit., pp. 55-64.
914 El trabajo teatral había de ser sólido, concienzudo, bien intencionado, incluso más que

el original. Debía ser de modestas proporciones, tan conveniente y bien presentado como
fuera posible, sin grandes lujos o excesiva decoración, con cierta apariencia adusta. En la
compañía no tenían cabida las estrellas y los actores debían afrontar el trabajo con
absoluta disciplina.
La maquinaria debía ser lo más rudimentaria posible, de manera que obligara a
concentrarse en el verdadero significado de las emociones de los personajes: la escena
desnuda. Había compartido con Gordon Craig la posibilidad de adoptar una “escena móvil”
en la representación. Los ensayos se llevaban a cabo en un ambiente propicio para crear
una atmósfera en la que el actor pudiera desarrollarse como hombre y como artista. Una de
las novedades de la compañía era la dedicación de un tiempo del ensayo a la improvisación.
Muchas de las escenas estaban basadas en improvisaciones, composiciones musicales,
simultaneidad de escenas, mezclando palabra y mímica. El actor era un elemento plástico
más de la representación, en este sentido, por influencia de Henry Irving y, después de un
encuentro con Gordon Craig, Copeau empezó a usar máscara en los ensayos con los
actores: la máscara neutra.
Otro de los aspectos que nos interesa destacar era su gusto por la commedia dell’Arte, por
la relación que el grupo El Mirlo Blanco tuvo con este género. Proyectó con un grupo de
actores la creación de una nueva comedia del arte, “comédie nouvelle”, con otros
personajes y mediante la improvisación. Su intención era volver a popularizar la comedia
408

Estos autores que Isabel Oyarzábal conoció y que, sin duda, tuvieron una
influencia decisiva en la concepción teatral de la autora, compartían un afán común,
la renovación de la escena y la experimentación de nuevas formas que se alejaran
del teatro realista del momento. Todos ellos se relacionaron y conocieron,
mostrando un horizonte distinto en las tablas de toda Europa.
Todas estas consideraciones se vertieron en uno de los proyectos más
innovadores de renovación teatral de principios del siglo XX en España,
capitaneado por el dramaturgo y director de escena Cipriano Rivas Cherif,
heredero de la concepción teatral de los autores mencionados y en el que también
participó Isabel Oyarzábal, cuyo teatro muestra la influencia de los dramaturgos
europeos más innovadores, como se evidencia en sus Diálogos con el dolor.

10.3.1. El proyecto teatral de El Mirlo Blanco


El proyecto teatral El Mirlo Blanco que se desarrolló a partir de 1926, fue
denominado por sus integrantes teatro de arte, teatro de cámara, por su ubicación,
o teatro íntimo.915 La repercusión que tuvo el proyecto se debió a la búsqueda de
nuevas posibilidades en la representación escénica, a pesar de la escasez de medios
técnicos.
Las palabras de Antonio Espina resumían la situación del teatro español en la
época que nos ocupa:
“Cuando el teatro se somete a la influencia de la ‘multitud plebeya’, se
avillana. Los escritores aumentan la producción de baja calidad y los cómicos
se entregan al efectismo ramplón, porque se aplaude y gusta. Al cabo de unos
años este bello sistema, el teatro llega a tal penuria de emociones, de ideas y
hasta de buen sentido, que se convierte en simple colector de mecánicos trucos
y de mero verbalismo”.916

En sentido parecido se manifestaba Lorca que, tras el estreno de Yerma en 1934,


afirmaba:

del arte, cuyos personajes habían perdido vigencia. Vid. Rudlin, J. Jacques Copeau…, op. cit,
pp. 95 y ss.
915 Rubio Jiménez, J., “Tendencias del teatro poético en España (1915-1930)”, en

Dougherty, D., y Vilches de Frutos, M. F., (coord.), El teatro en España: entre la tradición y
la vanguardia 1918-1939, Madrid, CSIC, 1992, pp. 255-264.
916 Espina, A., “Las dramáticas del momento”, Revista de Occidente, 30 (1925), p. 327.
409

“El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la


edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso. Un
teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al
vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo, y un teatro
destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y
adormecer a una nación entera”.917

Los años posteriores a la Primera Guerra Mundial supusieron momentos de


gran actividad teatral pues el teatro era el único modo de entretenimiento de una
sociedad que comenzaba a modernizarse. 918 De hecho, Dougherty y Vilches
resumen los cambios que tuvieron más influencia en la escena, como “el despliegue
de un costumbrismo de lo moderno, la presencia del feminismo como tema
palpitante en la escena, la competencia entre el teatro y el nuevo arte del
cinematógrafo -ya parlante-, el auge de la revista moderna como género de moda,
la especial irrupción de los temas sociopolíticos y la conciencia de crisis”.919
En Madrid abundaba una clase burguesa, adinerada, ociosa, en muchos casos, que
llenaba su tiempo acudiendo a los espectáculos con el único fin de entretenerse y
abierta a las tendencias que venían del extranjero, precisamente movidos por ese
afán de modernidad.
El entretenimiento, en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, fue el
objetivo fundamental del público teatral, puesto que, pretendían olvidar, la
convulsa situación europea, tal y como Galdós había sentenciado al afirmar que el
público iba al teatro para divertirse, no para ver “miserias, dolores y agonías”.920
Los críticos coincidían en señalar al público como uno de los elementos que
determinaban los derroteros por los que caminaba el teatro. De ahí que las obras
más exitosas no tuvieran grandes pretensiones sociales ni políticas, sobre todo al
principio de los años veinte y que los autores más representados fueran siempre
aquellos que proponían un teatro ligero, amable, y en muchos casos cómico.921 De

917 García Lorca, F., “Charla sobre teatro”, en Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1954, p. 34.
Cit. en Dougherty, D., “Talía convulsa. La crisis teatral de los años 20”, Cuadernos de la
Cátedra de la Universidad de Murcia, 11 (1984), pp. 87-94.
918 Vid. Dougherty, D. y Vilches, M. F., La escena madrileña entre 1918 y 1926. Análisis y

documentación, Madrid, Fundamentos, 1990; La escena madrileña entre 1926 y 1931. Un lustro
de transición, Madrid, Fundamentos, 1997.
919 Dougherty, D. y Vilches, M. F., La escena madrileña entre 1926 y 1931…, op. cit., p. 15.
920 Pérez Galdós, B., Nuestro teatro. Obras inéditas, Madrid, Renacimiento, 1923, p. 196.
921 Araquistáin analizaba cuál era el público que acudía al teatro: la pequeña burguesía. “A

atraerla y mimarla se dirigen los afanes de casi todos los teatros españoles. El teatro que
410

hecho, las obras más representadas, como veremos, eran subgéneros de la comedia
que estaban dotadas con frecuencia de elementos “líricos” (música, canto, baile). Las
formas más exitosas eran la comedia sentimental, el juguete cómico, la zarzuela, el
sainete lírico y la revista.
La intelectualidad abominaba del teatro que se hacía: “Lo consideraban
ignominioso para la salud de la patria y para su porvenir vital”.922 Y. a pesar de las
intenciones de renovación, no existían verdaderos planes de reforma: “A nadie se le
ocurrió pensar que si no se modificaba el modo de producción teatral existente, era
imposible que un teatro con motivaciones estéticas y sustentador de ideologías
progresistas, pudiera difundirse y construir su espacio propio en el tejido social”.923
Fue una constante, en la crítica de la época, la convicción de que el teatro estaba
en crisis. De hecho, Azorín achacaba tal crisis a un cambio en la organización del
“negocio” teatral. Para Azorín, el hecho de que se hubiera impuesto una función de
tarde por criterios económicos, habría llevado al fin de las obras largas, densas,
pues ni los actores, ni el público serían proclives a sobrellevar tres horas,
multiplicadas por dos funciones y en muchos casos por tres: una función se
realizaba a las cuatro de la tarde, otra a las siete y otra a las diez de la noche:
“Toda la literatura dramática actual tiende a la ligereza, a la rapidez. Y ya
que, por tantas causas, se impone esta modalidad, tal forma debe ser
aprovechada por las generaciones nuevas para la empresa necesaria de renovar
el arte escénico. A los escritores jóvenes toca esa obra; si en la novela y en la
poesía lírica han entrado ya con ímpetus innovadores, entren también en el
teatro”.924

El crítico Luis Araquistáin en La batalla teatral afirmaba que el público que acudía
al teatro era escaso, incluso eran siempre los mismos y pertenecían a la clase
burguesa. Una de las razones era la carestía del precio de la entrada y finalizaba
que: “el ‘verdadero pueblo’ acude al cinematógrafo”. No obstante, también

quiere la burguesía es un teatro que le haga reír y le ayude a la digestión, fundándose en


que para quebraderos de cabeza sobran con los de la propia vida”. Apuntaba además, que el
éxito de Pedro Muñoz Seca se debía precisamente a la adaptación del teatro del autor al
público que demandaba ese tipo de obras. Cfr. Araquistáin, L., La batalla teatral, op. cit., p.
55 y ss.
922 Hormigón, J. A, “Los teatros íntimos y experimentales en Barcelona…”, art. cit., p. 120.
923 Ibidem, p. 120.
924 Azorín, “El porvenir del teatro”, Abc, Madrid, 22-10-1926, p. 3.
411

aseguraba que el teatro de su época no estaba en decadencia y que pocas veces


había sido tan fecundo como entonces.925
Si hubo crisis teatral, no fue en cuanto a la oferta, que era variadísima y que en
algunos meses alcanzaba más de mil representaciones, como también lo demuestra
la proliferación de secciones fijas en los diarios de mayor tirada, noticias, gacetillas,
etc., como hemos comprobado en las críticas teatrales de Isabel Oyarzábal en El Sol.
Esto también provocaba la especialización de la crítica e incluso la aparición de
recopilaciones de artículos por parte de los más importantes críticos teatrales,
Federico Navas, Enrique de Mesa, Luis Araquistáin, Felipe Sassone, etc. El
descontento de los intelectuales de la época era debido a la escasa calidad de las
obras, a causa sobre todo del afán recaudatorio de los empresarios teatrales que
descuidaban los aspectos más artísticos de las producciones. De hecho, Valle-Inclán
confesaba que en quince años no había ido más que una vez al teatro.926 Por su
parte, Ricardo Baeza hacía constar la inferioridad de nuestro teatro, no solo
respecto al teatro europeo, sino respecto a otras actividades artísticas. 927 Sin
embargo, no todos los intelectuales estaban de acuerdo: Benavente afirmaba que
nunca había habido tantos autores, artistas y un público tan dispuesto a disfrutar
de ese arte. Los que insistían en la crisis, sobre todo juzgaban caduco y perjudicial
el teatro que se ponía en escena. Ramón Pérez de Ayala veía lógico que el público
cambiara el teatro por el cinematógrafo, los circos y music-halls, pues estos
suscitaban sensaciones estéticas más complejas de la mejor pieza teatral 928 y en
definitiva, la fórmula teatral vigente hasta entonces estaba acabada.929
Ricardo Baeza aseguraba que los autores habían degradado su oficio, habían
dejado de inspirarse en elevados conceptos y su única motivación era pecuniaria. Se
había industrializado la escena, muchas veces, a instancias de los empresarios que
deseaban un nuevo estreno con el que salvar la temporada, apostando siempre por

925 Araquistáin, L., La batalla teatral…, op. cit., p. 3.


926 Heraldo de Madrid, 14-8-1926, p. 4. Cit. en Rebollo Calzada, M., “La crisis teatral de los
años veinte en España”, Teatro. Revista de Estudios teatrales, 20 (2004), Universidad de
Alcalá, pp. 55-68.
http://dspace.uah.es/dspace/bitstream/handle/10017/4740/La%20Crisis%20Teatral%20
de%20los%20A%C3%B1os%20Veinte%20en%20Espa%C3%B1a.pdf?sequence=1
927 El Sol, Madrid, 19-10-1926, p. 1, Cfr. Dougherty, D., “Talía convulsa: La crisis

teatral…”, art. cit., pp. 87-155.


928 Pérez de Ayala, R., “La crisis teatral”, Obras completas, tomo III, Madrid, Aguilar, 1963,

pp. 524-525.
929 Dru Dougherty resume en ocho los factores en los que residía el problema: los autores,

los empresarios, la organización farandúlica, el público, el cine, la escenificación, los


actores y la crítica. Dougherty, D., “Talía convulsa…”, art. cit., pp. 93 y ss.
412

los mismos autores, lo cual hacía imposible la irrupción de otros novedosos y


tampoco se apostaba por la representación de los clásicos. Es por ello que Ricardo
Baeza propusiera a los autores consagrados que “apadrinaran” a los noveles y
proscritos.930
La necesidad de apoyar a los autores noveles promovió, en la Página Teatral del
Heraldo de Madrid, una sección titulada “Examen de obras no admitidas” que
recogía las obras de autores noveles rechazadas por los empresarios. La Asociación
de Autores Noveles estrenó en abril y mayo de 1921 doce obras inéditas en el
teatro Español.931 Y en este sentido, Ricardo Baeza mantenía que hasta que no se
considerara el teatro como una actividad docente no se comprendería la función
genuina de la escena en el complejo social.932
Por otra parte, los empresarios se lamentaban de los excesivos gastos de la
empresa teatral, sobre todo en lo que se refería a los impuestos que habían de
satisfacer, por lo que consideraban que si la obra no obtenía un éxito
extraordinario, el empresario perdía dinero y por ello, algunas voces clamaban por
la creación de compañías sostenidas por el estado y, de hecho, existió en la
dictadura de Primo de Rivera un Teatro Nacional por decreto, pero no estaba
dotado de fondos. Además de la ayuda pública para la creación de un Teatro
Nacional, también reivindicaban un Conservatorio bien organizado y la reducción
de impuestos y alquileres. Ante la posible burocratización de un teatro estatal,
otras opciones que se barajaban incluían la creación de un teatro de arte, “un
laboratorio dramático”, pero incluso, los ejemplos que surgieron, como El Mirlo
Blanco, El Caracol o El Cántaro Roto, fueron puestos en duda por la crítica.
Además, el público también formaba parte del problema, ya que la burguesía media
había encontrado géneros con los que se sentía a gusto, como la comedieta
burguesa, a la que acudían a verlas en masa, aunque lo cierto es que, cuando se
iniciaron años más tarde proyectos como La Barraca o las Misiones Pedagógicas,
para llevar al público obras menos superficiales o comerciales, tuvieron una
estupenda acogida.
La influencia del cine también constituía un factor de decadencia del teatro ya
que era un espectáculo más plástico que este y, por ello, algunas voces auguraban
el fin del teatro en pos del nuevo arte y otros, como Azorín apostaba por hacer

930 El Sol, Madrid, 15-12-1926, p. 1.


931 Dougherty, D. y Vilches, M. F., La escena madrileña entre 1918 y 1926…, op. cit., pp. 40 y
50.
932 Dougherty, D. y Vilches, M. F., La escena madrileña 1926- 1931…, op. cit., p. 65.
413

evolucionar al teatro imitando los recursos del cine. 933 Unamuno, por su parte,
pronosticaba que, para ganar la batalla al cine, el teatro tendría que volver a su
primitiva desnudez clásica. 934 Para otros, la escenografía en España también se
había quedado anticuada, y no debía copiar la realidad, sino crear un contexto que
invitara al ejercicio de la imaginación y la fantasía.
Otro de los factores que ayudaban al declive del teatro eran los actores a quienes
se les achacaba falta de preparación profesional y excesivo “divismo”, propiciado
por la idiosincrasia de las compañías que se fundaban alrededor de una figura. Por
último, aquellos que se encargaban de realizar la crítica teatral tampoco se libraban
de ser desacreditados: se les achacaba falta de objetividad en sus crónicas, debido a
la amistad con autores y actores o falta de criterio intelectual o de cultura teatral.
En definitiva, se debía devolver al teatro su significación religiosa -tal como
propugnaba André Antoine- y civil; tal y como aseguraba Cansinos-Assens, el
teatro se concebía como un fenómeno orgiástico “en un pueblo propenso a
sugestionarse voluntariamente y retornar a la inconsciencia del instinto”. 935 A este
respecto analizaba Araquistáin:
“Los abastecedores del arte dramático sueñan con que una comedia alcance,
por lo menos, cien representaciones seguidas, y como está confirmado que solo
cinco o seis autores son capaces de esa hazaña, en ellos piensan las compañías
teatrales.
La organización económica del teatro contemporáneo necesita también en
España un capital enorme, y no quiere estar a merced de ensayos más o menos
extravagantes, de éxitos problemáticos y de autores todavía poco o nada
populares. La creciente industrialización del teatro obliga a reducir al mínimo
el riesgo de los estreno. La firma del autor ha de ser una garantía casi absoluta
contra el fracaso, si no por la calidad de la obra, por el respeto que al público le
merecen los cinco o seis comediógrafos favoritos. No son los autores
consagrados, como suelen creer los inéditos, los que les cierran el paso de la
gloria y de la taquilla, sino el temor explicable de las empresas ante todo novel
y la probada eficacia de las viejas firmas, que por este motivo se ven asediadas
a solicitudes de obras y forzadas a una constante y fatal sobreproducción para

933 Abc, Madrid, 1-9-1927, pp. 9-10.


934 España, Madrid, 28-3-1918, p. 12.
935 Cosmópolis, Madrid, septiembre, 1920, pp. 9- 21. Cfr. Dougherty, D. “Talía convulsa…”,

art. cit., pp. 93 y ss.


414

dar abasto al mercado de teatros. El éxito es el peor enemigo de la


espontaneidad creadora del artista dramático en España, y a veces se le trata
como a la fabulosa gallina de los huevos de oro.
La competencia entre las empresas en torno de la media docena de
productores populares es causa también del casi estado de quiebra en que
viven muchos teatros. Cuando dan con la comedia apetecida, la que llena el
teatro de espectadores durante un centenar de representaciones, el negocio es
redondo. Pero este caso ocurre con poca frecuencia. De diez comedias puede
asegurarse que nuevo no logran la popularidad. La compañía que espera una
obra de firma acreditada repondrá, mientras llegan todos los actos, otras obras
harto conocidas del mismo autor, ya para estimular su diligencia con ese
homenaje a su repertorio olvidado, ya por expresa exigencia del propio
comediógrafo. Si el estreno tiene éxito económico, todo puede darse por bien
empleado. Pero si la obra no gusta y el público deja de asistir, el dispendio
previo de la compañía teatral habrá sido inútil, y de añadidura se verá obligada
a nuevos y más dolorosos sacrificios, manteniendo la comedia en el cartel a
teatro vacío, durante un número de representaciones que puede oscilar entre
cincuenta y ciento, según la categoría del autor, para que este no se agravie si
retiran inmediatamente la obra frustrada y se niegue a suministrar otra en
plazo venidero”.936

Afirmaba también que el teatro en España, al contrario que en Europa y Estados


Unidos, era un “teatro de muchedumbres”, que requería por ello una organización
económica muy costosa: edificio lujoso en un lugar céntrico, compañía numerosa y
bien pagada, decorados nuevos y elegantes o por lo menos ostentosos, “no hay que
olvidar que mucha gente va al teatro a copiar las modas de los comediantes y a
tomar lecciones de decoración interior, etcétera”. El encarecimiento de los costes
teatrales solo podían sufragarlo las muchedumbres que, por otra parte, solían ser
conservadoras: “la musa de la gran industria teatral es la rutina”. Por ello el teatro
de muchedumbres estaba acaparado por media docena de autores que se habían
plegado al gusto del público:
“Pero este proceso lleva en sus entrañas los gérmenes que tienden a
destruirlo y que están en el fondo de ese fenómeno de que oímos hablar tanto

936 Araquistáin, L., La batalla teatral…, op. cit., pp. 63 y ss.


415

todas las temporadas y casi todos los días: la crisis teatral, esa famosa crisis
teatral que nadie se explica en España, donde es tan grande la producción de
comedias y tan arraigada la afición al teatro”.

Otro de los factores que apuntaba Araquistáin era la supremacía del actor, ya
que el público muchas veces acudía al teatro a ver a los actores más que las
obras.937 Esto supuso que las obras se escribían para ellos y la inercia provocaba
que el resultado final fueran obras de mediana calidad. Por último, valoraba la
labor del director de escena, sin el que no podía haber renovación, como ejemplo
Antoine. En Europa, sobre todo en Gran Bretaña, no así en España, se extendían
los teatros de repertorio, “para combatir los vicios inevitables del gran teatro
industrial”.938 En el mismo sentido se expresaba Cipriano de Rivas Cherif, uno de
los artífices de los intentos más exitosos de renovación del arte teatral:
“Mientras subsista la organización actual de la sociedad, corresponde al
artista mantener el fuego sagrado del arte puro, es decir, trascendente. […]
Para ello es preciso luchar sin tregua contra el rebajamiento industrial del
teatro. Hay que orear la escena, organizar espectáculos al aire libre, fundar
cooperativas de cómicos y autores en sustitución de las empresas explotadoras
del negocio teatral, reeducar al cómico y al espectador libertándolos de los
hábitos adquiridos en una rutina ayuna de ideal”. 939

De hecho, Rivas Cherif proponía el teatro experimental como única alternativa


válida para “reeducar” tanto al actor como al espectador ideal, con una
organización radicalmente diferente, basada en el cooperativismo y con nuevos
moldes artísticos. La visión de un nuevo teatro no debía competir con el teatro
comercial, pues apostaba por la formación de grupos reducidos de aficionados con
el fin de recuperar la dignidad artística del teatro, dando cabida a nuevos autores,
formando un tipo de actor diferente, fresco, dúctil y no viciado, para captar a un
público amplio, ávido de espectáculos de calidad que hubiera desertado de los
ínfimos productos que ofrecían las carteleras habituales.

937 Ibidem, p. 253.


938 Ibidem, p. 258.
939 Rivas Cherif, C. de, “Divagación a la luz de las candilejas”, La Pluma, Madrid, 3-8-1920,

pp. 113-119. Cit. en Aguilera Sastre, J. y Aznar Soler, M., Cipriano de Rivas Cherif…, op. cit.,
pp. 88- 89.
416

A su vez, Isabel Oyarzábal también se pronunciaba respecto del afán


mercantilista del teatro del momento y de la dificultad de los teatros de arte que
solían arrastrar “una mísera existencia”:
“Hay obras tan buenas como en otras épocas y actores y público; pero faltan
empresarios. En su lugar, unos industriales asociados a unos pseudoartistas
campan por sus respetos y convierten los templos de Talía en fábrica de hacer
comedias, impidiendo que los utilicen los que anhelan a hacer arte
verdadero”.940

Para la autora, la clave era la cooperación que había llevado, en muchos lugares
del mundo, a la creación de grupos de aficionados. En este sentido, analizó el
funcionamiento del Gremio de Arte Dramático (Theatre Guild) de Estados
Unidos,941 fundado en 1919. Explicaba que cuantos formaban el Gremio, desde el
primer actor al último tramoyista, trabajaban por un mismo ideal, siendo todos
necesarios, pero ninguno indispensable, de manera que se acababan con los
“irritantes privilegios del divo, que ha sido una de las causas primordiales de la
decadencia teatral”.942 A decir de nuestra autora, para que el teatro desarrollase su
alta misión educadora, era necesario que estuviera al alcance de todos, para ello
debía ser económico, y si era económico no cubría gastos. Este problema había sido
solventado por el Gremio americano mediante la compra de acciones y abonos por
parte del público. Oyarzábal se preguntaba si un tipo de gestión similar, que

940 Palencia, I. de, “La civilización industrial en el teatro”, Abc, Madrid, 26-7-1928, pp. 11-
14.
941 En Europa también surgieron proyectos similares: el Freie Volksbühne de Berlín,

mantenido con suscripciones o el Abbey Theater de Dublin. Enrique Díez Canedo recorrió
los teatros de este tipo que surgieron en Europa y Estados Unidos tras el ensayo del
Vieaux Colombier de Copeau, que había fracasado económicamente, pero había provocado
una estela seguida en otros lugares. Así, Díez Canedo destacaba a Jouvet, Dullin, Baty y
Pitoeff. Señalaba el crítico y escritor que del fracaso de uno de estos teatros, nacía otro.
Este tipo de teatros estaban concebidos como laboratorios de experimentación de obras
dramáticas de acceso difícil a las escenas regulares. Por último, destacaba en nuestro país
El Teatro mínimo en Las Palmas, capitaneado por Josefina de la Torre. “Hace falta, cada
día más, la disciplina del pequeño teatro, aunque sea tan pequeño que para acentuarlo se
llame ‘mínimo’ ”. Cfr. Díez Canedo, E., “El teatro mínimo”, El Sol, Madrid, 2-11-1928, p. 8.
942 Recordemos que además de su función actoral, el primer actor normalmente realizaba

las funciones de director de escena, por lo que la factura de la obra quedaba en sus manos.
En el afán de conciliar las exigencias mercantilistas y los ideales del arte fue fundamental
la moderna concepción del director de escena, que venía a garantizar la calidad estética de
la representación. Esta se basaba en la labor de los grandes directores de escena europeos:
Gordon Craig, Antoine, Reinhardt, Gemier… y que venía a contraponer valores de
carácter estético a otros de índole comercial. Cfr. Dougherty, D., “Talía convulsa…”, art.
cit., pp. 103 y ss.
417

resolviera el conflicto teatral, no sería posible en España. La propia autora


consideraba que sí podría hacerse, “si nos propusiéramos interpretar bien el
significado de la palabra cooperación”.
En Europa, junto a los teatros organizados como gran industria, también
coexistieron los teatros de minorías, con escaso presupuesto y poco público, que
tuvieron una función renovadora, eran los teatros de arte:943
“La curiosa atención de las minorías en que se apoyan basta para sufragar los
experimentos del arte dramático, aunque no siempre sean felices. La única
condición del sostén que prestan será la solvencia intelectual de los
organizadores y la renovación frecuente del cartel, hasta cuando una obra
logra un éxito resonante, teniendo en cuenta lo reducido del público habitual.
Naturalmente, estos teatros experimentales requieren una buena dosis de
espíritu de sacrificio en sus directores, autores y comediantes; el negocio rara
vez es brillante, y la gloria popular, si llega, tampoco suele ser inmediata. Pero
de estos teatros de minorías salen a la larga los directores, autores y
comediantes que han de renovar los teatros de muchedumbres cuando el
público se ha fatigado de la monotonía e insustancialidad de los valores
tradicionales.
¿No habrá llegado el momento de que en España se intente también un
teatro de minorías?”

Luis Araquistáin alabó los intentos de Adriá Gual en Barcelona en este sentido y
consideraba que sería posible el sostenimiento en el tiempo de este tipo de teatros
en Madrid. Efectivamente, existieron en Madrid propuestas, aunque breves, que
muchas veces no repercutieron más allá del entorno familiar y de amistades que los
protagonizaban.944 Era un teatro aficionado que celebraba funciones esporádicas y
que tenía el apoyo de asociaciones benéficas o sociales. Tampoco hay que olvidar
las representaciones del teatro social, llevadas a cabo en las Casas del Pueblo y en
el Ateneo de Madrid, con importante influencia extranjera en cuanto a obras
estrenadas.

943 Adriá Gual definió lo que entiendía por teatro de arte en el primer número de su revista

teatral Teatrón: “El Teatre Intim hoy, como ayer, como mañana, es un teatro de excepción,
un laboratorio de arte, en donde estudiamos y buscamos las nuevas formas o en las formas
de ayer las de mañana”. Cfr. Dougherty, D., “Talía convulsa...”, art. cit., p. 111.
944 Hormigón, J. A. “Los teatros íntimos y experimentales…”, art. cit., p. 120.
418

En 1899, Benavente creó en Madrid el Teatro Artístico, con la colaboración de


Valle Inclán y cuyo repertorio se guiaría exclusivamente por el arte. Su referente
más inmediato era el Teatro Libre de André Antoine. En 1908, Alejandro Miquis
fundó el Teatro del Arte.945 Su manifiesto fundacional fue firmado por numerosos
escritores y artistas: Benito Pérez Galdós, Jacinto Benavente, Ramón María del
Valle Inclán, Felipe Trigo, Enrique Díez Canedo, Jacinto Grau o Ramón Gómez de
la Serna. Pretendían crear un “público de vanguardia” que abriera horizontes
nuevos al arte escénico. Entre sus logros se encontraba la representación por
primera vez en España de una obra de Bernard Sahw, Trata de Blancas (La profesión
de la señora Warren) y la representación de la obra Sor Filomena de los hermanos
Goncourt, con escenografía móvil. El proyecto continuó hasta 1911, constituyendo
una referencia para el futuro. En 1909. Gregorio Martínez Sierra en 1916 fundó
otro Teatro de Arte y Ricardo Baeza fundó la compañía Atenea en 1919 y Cipriano
Rivas Cherif, La Escuela Nueva.946
Varios fueron los intentos de renovación, antes de que en 1926 hiciera su
aparición El Mirlo Blanco, con el que se asistió a la transformación del teatro
privado y palaciego del siglo XIX -descrito por Galdós en La corte de Carlos IV- en
teatro experimental.947 Juan Antonio Hormigón destaca de este proyecto el nuevo
concepto que del espectáculo y del trabajo del actor impusieron este y otros
pequeños teatros marginales “al mezquino caletre teatral de la época”. De entre

945 Realizó dos campañas una en 1908 y 1911. Su pretensión era, crear un teatro de arte al
lado del teatro industrial, un laboratorio donde se pusieran en práctica las nuevas formas
de arte. Supuso la representación, por primera vez en España, de obras de Oscar Wilde,
George Bernard Shaw o Gabriele D’Annunzio. Ibidem, p. 120.
946 Fue creada por Manuel Núñez de Arenas en 1919 quien le encargó a Rivas Cherif las

actividades teatrales. Su fin era acercar los principios de un teatro de élite a la clase
proletaria, siguiendo la estela del Teatre Intim de Adrià Gual en Barcelona. Pretendía
promover un teatro social y quiso reproducir los principios de Firmin Gèmier y Otto
Brahm. Su primera representación tuvo lugar en junio de 1920, con Un enemigo del pueblo
de Ibsen, con motivo del congreso de la UGT. Después de largos avatares reapareció en
marzo de 1921 y logró dar una breve serie de programas, en los que se escenificaron La
guarda cuidadosa de Cervantes, Jinetes hacia el mar de John B. Synge, El rey y la reina de
Rabindranath Tagore, Manolo de Ramón de la Cruz y Compañerito de Luis y Agustín
Millares. Participaron, junto a Rivas Cherif, que fue el director de escena del teatrito,
Magda Donato, su principal colaboradora, Francisco Vighi, Francisco Mantecón, Fernando
García Bilbao, José de Benito, Pepita Serrano, Asunción Ruiz Medrano, Adela y Mercedes
Barrio, Pablo Luis Mendizábal, Fernando Ballestero, Esther Azcárraga, Otilia Solera, etc.
Las representaciones tuvieron lugar en el Ateneo y en el salón de actos del hotel Ritz. El
pequeño teatro fue cerrado por orden gubernativa y por dificultades económicas
insalvables. Cfr. Aguilera Sastre, J., “La labor renovadora de Cipriano de Rivas Cherif en el
teatro español: El Mirlo Blanco y El Cántaro Roto (1926-1927)”, Segismundo, 39-40 (1984),
pp. 233-245.
947 Hormigón, J. A., “Los teatros íntimos y experimentales…”, art. cit ., pp. 120 -121.
419

todos estos proyectos de renovación teatral, El Mirlo Blanco constituyó uno de los
más innovadores y un proyecto experimental excepcional.948
Junto a otros proyectos como El Cántaro Roto o El Caracol, constituyó un teatro
de minorías que pretendía ponerse a la altura de la escena europea, con escasos
medios económicos, pero de los que surgieron posteriormente directores, autores y
actores que renovarían el teatro comercial. Hormigón949 apunta la relación entre
aquellos y los actuales teatros experimentales. Desde el principio se concibió como
un proyecto de equipo con un objetivo común: el arte. La crítica especializada
afirmó sobre El Mirlo Blanco que: “el hogar de los Baroja, en que todas las artes
han hallado siempre cultivo, se ha convertido en un laboratorio dramático”.950
Sin embargo, hay que destacar que este tipo de grupos no constituían los típicos
de aficionados de barrio que representaban los éxitos comerciales. El Mirlo Blanco
fue “un pequeño teatro de arte en casa del escritor Pío Baroja, su hermano y
cuñada”. Era un teatro amateur en el que todo el mundo que lo desease podía
“contribuir con una obra de un acto y actuando en él, a menos que el director
creyera que era imposible”.951
Su origen tuvo lugar en las tertulias de la residencia de los Baroja en el número
34 de la calle Mendizábal, donde y a causa del “aburrimiento dominical”, germinó
la idea de representar alguna comedia,952 y se representó el Tenorio, donde Valle-
Inclán, envuelto en un paño negro, daba vida a doña Brígida.953 Carmen Baroja de
Caro recordaba el carácter lúdico del proyecto en un artículo de La Gaceta Literaria
en la que afirmaba que las mejores obras eran, para los integrantes del grupo,
aquellas que más les divertían preparar.954 Posteriormente, en febrero de 1926,955

948 Hurtado, A., “Prólogo”, en Carmen Baroja y Nessi. Recuerdos de una mujer…, op. cit., pp.
24-25.
949 Hormigón, J. A., “De El Mirlo Blanco a los teatros independientes”, Cuadernos

Hispanoamericanos, 260 (febrero de 1972), pp. 349-355.


950 Andrenio, “El Mirlo Blanco”, La Voz, Madrid, 14-5-1926, p. 1. Rafael Marquina

afirmaba que El Mirlo Blanco “llevó a casa de los señores Baroja a toda la intelectualidad
madrileña, y fue poco a poco abriendo surco y marcando una estela en el precario ámbito
teatral de Madrid”. Marquina, R., “El Mirlo Blanco”, Heraldo de Madrid, 27-3-1926, p. 4.
951 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 189.
952 “Ricardo nos leyó algún ensayo dramático de sus Minerva, y ello fue causa de que a mí

se me ocurriera organizar un escenario de cámara en aquel mismo lugar…” Cfr. Aguilera


Sastre, J., “La labor renovadora…”, art. cit., pp. 233-245.
953 Ricardo Baroja, sin embargo, recordaba esta representación del Tenorio, no en su

génesis, sino algo después y Melchor Fernández Almagro la sitúa al final de su andadura.
Cfr. Aguilera Sastre, J. y Aznar Soler, M., Cipriano de Rivas Cherif…, op. cit., p. 110.
954 Baroja, C., “Memorias íntimas de un teatro de cámara. Desde el nido del Mirlo Blanco”,

La Gaceta Literaria, Madrid, 15-4-1927, p. 5.


955 Martín Gaite, C., “Elena Fortún y su tiempo”, art. cit., pp. 52 y ss.
420

se iniciaron otros proyectos en tono más serio, lo que fue recordado por Carmen
Baroja:
“Aquel año, que debió de ser el 25, debimos ir Carmen [Monné] y yo a París
y a Londres. Al volver de Vera en el otoño, se le ocurrió a Ricardo que debía
representar en su casa alguna comedia. La idea fue acogida por los contertulios
con verdadero entusiasmo y empezó a reunirse gente por las tardes, todos
muy ilusionados con representar. [...] Comenzaron los ensayos, en donde
Rivas era el alma de todo”.956

El nombre, como afirmaba Cipriano de Rivas Cherif, parodiaba los de los teatros
de arte europeos, especialmente los rusos y alemanes, que elegían nombres de
pájaros para sus proyectos y así con el nombre de El Mirlo Blanco se le conoció a
partir de la segunda función, el 7-2-1926.957
Por tanto, lo que en su origen fue una divertida ocurrencia, se convirtió, en poco
tiempo, gracias al talento de los participantes en ella, en un magnífico escenario
colectivo de experimentación e investigación teatral. Ello se logró, sin duda debido
a la gerencia de Cipriano de Rivas Cherif, para quien El Mirlo Blanco supuso “la
iniciación de un género de arte teatral ajeno a las prácticas en vigor y que exige
cierta libertad artística, incompatible con el llamado profesionalismo”, 958 y las
colaboraciones de Ricardo Baroja, Carmen Monné, Ramón María del Valle-Inclán,
Pío Baroja, Edgar Neville, Claudio de la Torre, Magda Donato, Azorín, Enrique
Díez Canedo, Manuel Azaña, Natividad González, Josefina Blanco, además de
Isabel Oyarzábal.
Se trataba de un verdadero teatro de cámara, hecho por y para intelectuales,
donde las localidades, que se ponían al precio de 20 pesetas, eran escasas, y nunca

956 Baroja y Nessi, C., Recuerdos de una mujer…, op. cit., pp. 84-85.
957 Hurtado, A., “Memorias de un teatro: El Mirlo Blanco, Madrid, 1926-27”, en Los Baroja
en Madrid, Museo Municipal de Madrid/Círculo de Lectores, 1997, p. 128.
958 Rivas Cherif C. de, “El teatro ¿es arte o industria? Aficionados y profesionales”, Heraldo

de Madrid, 24-7-1926. Rivas Cherif era amigo de Ricardo Baroja. Según contaba él mismo
le introdujo en casa de los Baroja su amigo Juan Bautista Amorós (Silverio Lanza). Las
pretensiones del teatro eran en principio muy inferiores a las de otros intentos, por su
carácter casero y familiar. Fue un verdadero teatro de cámara. Pero las representaciones
tuvieron tal eco en la prensa que incluso llegó a ocupar un lugar propio en las páginas de
crítica teatral de los periódicos más importantes. No hay que olvidar que muchos
colaboradores y asistentes al teatro tenían secciones de crítica teatral a su cargo en varios
periódicos. Cfr. Aguilera Sastre, J., “La labor renovadora de Cipriano de Rivas Cherif…”,
art. cit, pp. 233-245.
421

superaban las cincuenta butacas.959 El proyecto, que tuvo gran acogida entre la
intelectualidad madrileña, obtuvo grandes elogios también en la prensa
especializada, como comprobaremos en este trabajo.
Cipriano de Rivas Cherif fue, sin duda, una de las figuras que aglutinó las ideas
renovadoras que en Europa se estaban desarrollando, mientras que Isabel
Oyarzábal tuvo una participación directa en los distintos proyectos del infatigable
autor, director de escena y, ocasionalmente actor, además de artífice de las más
exitosas empresas que se llevaron a cabo en la escena española durantes las tres
primeras décadas del siglo XX. Fue un profundo conocedor de las teorías teatrales
de los principales renovadores de la escena europea, se familiarizó en Italia con la
obra de Gordon Craig, que Cherif considera su evangelio y el de los principales
directores europeos.960 Gordon Craig había publicado en 1905, El arte del teatro, y
Cherif conoció su concepción del teatro a través de los artículos de la revista The
Mask. Craig defendía, frente al naturalismo y el realismo, el simbolismo en la
escena, la estilización teatral.961 Esta necesidad de estilización escenográfica llevó a
Rivas Cherif a vincular a sus grupos experimentales a artistas plásticos con sentido
renovador, tal fue el caso de Ricardo Baroja, Carmen Monné y Mignoni en El
Mirlo Blanco. La regeneración del teatro se había de conseguir a través de un
cambio en la perspectiva: la materialización del texto en la escena se hallaba por
encima del texto teatral, y en este sentido, el director de escena era el creador del
espectáculo. Rivas Cherif coincidía también con Craig en la importancia de la
decoración y en la necesidad de hacer desaparecer las acotaciones, pues si el
director de escena sabía su oficio, estas eran innecesarias.962
El autor español sostenía que Copeau era el más peculiar realizador de las teorías
de Gordon Craig y tomó el teatro de Vieaux Colombier como modelo para su
proyecto en España. La principal innovación de Copeau consistía en desnudar la
escena, simplificar lo accesorio en el escenario. Además, en el teatro parisino, el
escenario incluso había cambiado su disposición, eliminando la separación que la
elevación del tablado, la batería, las bambalinas y los bastidores determinaban la
división entre la sala y el palco escénico, deshaciéndose de todo lo arbitrario y
superfluo. En Vieux Colombier los cambios de ambiente se lograban solo con el

959 Aguilera Sastre, J. y Aznar Soler, M., Cipriano de Rivas Cherif…, op. cit., p. 110.
960 Ibidem, p. 21.
961 Ibidem, p. 62.
962 Ibidem, pp. 21-29.
422

empleo de la luz.963 Esta novedosa concepción de la puesta en escena, fue calificada


por Gémier, como mise en scène psicológica que “consiste en crear un ambiente que
sea como una proyección sensible del espíritu del drama, una especie de fondo a
tono con las pasiones y sentimientos que se agitan en el drama, un paisaje
psíquico”.964
Otro de las necesidades del teatro del momento era la “reteatralización”, de la que
Rivas Cherif se hizo eco. Esta teoría sintetizaba las de los principales directores
europeos, sobre todo, Craig y Appia y enunciada en España por Ramón Pérez de
Ayala en la revista España. El objetivo era hacer un teatro “teatral”, diferenciando
claramente el arte teatral del arte dramático. Pérez de Ayala recordaba que “los
mejores ejemplos de arte dramático de los últimos años no pertenecían al arte
literario, sino a la danza, la pantomima y la ópera, que caían dentro del arte teatral.
La reteatralización era “la unión estrecha en un todo de seis elementos que andaban
separados: la obra teatral, la manera de poner en escena, la manera de representarla,
los actores, la decoración o elemento decorativo (color y línea), la música y el
espectador. En otras palabras, la resolución de seis individualidades en una sola
individualidad, la del espectador”. La solución era la búsqueda del perfecto
ensamblaje de componentes.965
La reteatralización constituyó la base teórica para el trabajo de Rivas Cherif
como director de escena, tal y como afirmaba: “El arte es estilo. Un Teatro de Arte
quiere decir, pues, que hay que volver a la reflexión de la vida, y lejos de imitarla en
sus detalles nimios, representarla por alegorías y síntesis”.966
En su andadura, la primera representación de El Mirlo Blanco tuvo lugar el 7 de
febrero de 1926 y la promotora de la idea fue Carmen Monné.967 A pesar de su
éxito, tuvo una vida breve, de la misma manera que otros proyectos semejantes,
pues su última representación fue el 7 de agosto de 1927. Entre las dos fechas se
presentaron cinco programas diferentes, compuesto cada uno por varias obras
cortas.

963 Ibidem, p. 36.


964 Las palabras proceden de Andrenio, en un artículo titulado “El director de escena”,
Fantasio, Barcelona, 25-8-1925, p. 102. Cit. en Aguilera Sastre, J. y Aznar Soler, M.,
Cipriano de Rivas Cherif…, op. cit., p. 43.
965 Pérez de Ayala, R.,”Las máscaras. La retreatalización”, España, Madrid, 25-11-1915, p.

4.
966 Sánchez Casado, M. J., “Ideas teatrales de Don Cipriano de Rivas Cherif”, Teatro:

Revista de Estudios teatrales, 1 (1992), pp. 141-146.


967 Baroja, C., “Memorias íntimas…”, art. cit., p. 5.
423

De cada espectáculo se hacían tres representaciones únicamente: la primera, el


sábado, llamada “avant-première” o estreno; la segunda, el domingo por la tarde,
llamada “première o matinée”, y la última, el domingo por la noche, denominada, de
forma socarrona, “centième”.
La primera representación puso en cartel dos estrenos y una obra de Pío Baroja,
que ya había sido puesta en escena en el teatro comercial, concretamente en el
teatro Cervantes a principios de 1923:
“La primera representación, en febrero del año pasado, nos llenó a todos de
entusiasmo; nadie se hubiera figurado que personas, muchas de ellas que nunca
han trabajado como actores, pudieran hacerlo de una manera tan divertida y
agradable. Se destacaba, sobre todos, la primera actriz del Mirlo Blanco, Nati
González, la primera por ser quien lo inauguró y quien ha hecho un papel,
quizá el más perfecto de su género. ¡Imposible dar mayor gracia a una
interpretación!
Era muy difícil encontrar un compañero que secundara a esta peregrina actriz
en el diálogo sentimental de Adiós a la bohemia. Lo intentó mi hermano Pío,
pero le daba un aire demasiado triste; lo intentó Ricardo, pero resultaba un
hombre despreocupado; lo intentó Rivas Cherif, pero parecía un señorito
atildado y no un bohemio; lo intentó Bagaría, y venía ‘achicando’ a la compañía
por haber representado en Barcelona Edipo Rey.
Por fin, Sindulfo de la Fuente, este simpático amigo, animado por todos, se
decidió a acompañar a nuestra graciosísima damita y quedó a una gran
altura”.968

Comenzó el espectáculo con el prólogo y epílogo de Los cuernos de Don Friolera de


Valle-Inclán. Francisco Vighi hizo de “Compadre Fidel”, Rivas Cherif dio su voz a
los muñecos, e hizo de “fantoche”; Fernando García Bilbao recitó el romance de
ciego del epílogo y Julio Caro Baroja, todavía niño, había pintado un gran cartel
con la historia del romance, quien recordaba que se había representado con “brío”:
“De ciego de cartelón y romance hizo Bilbao, Vighi de hombre del ‘bululú’.
Detrás de él, escondido en la capa, actuaba Rivas Cherif, que llevaba el diálogo
adelante. En la parte de mujer imitó de modo descarado la voz y habla de una

968 Ibidem, p. 5.
424

escritora conocida, Magda Donato, hermana de Margarita Nelken. Era una de


sus especialidades”.969

La segunda obra de este primer espectáculo fue Marinos vascos de Ricardo Baroja,
obra perdida durante la guerra, estando aún inédita, y en la que intervinieron el
propio autor, Francisco Vighi, Sindulfo de la Fuente y Fernando García Bilbao, a
los que seguía un coro dirigido por Carmen Baroja y Juan de Echevarría. Con esta
obra terminó la primera parte del programa.
En la segunda se representó solamente una obra, Adiós a la bohemia de Pío Baroja,
estrenada con anterioridad en el teatro Cervantes y que fue interpretada por él
mismo, en el papel de “el señor que lee el Heraldo”, su hermano Ricardo, Sindulfo
de la Fuente, Francisco Vighi, Natividad González, Gustavo Pittaluga (hijo), quien
tocó al violín unos fragmentos de la Cavalleria rusticana de Mascagni que
interrumpían el diálogo en un momento de la obra; María A. de Abréu y Rivas
Cherif. El origen de la obra es el cuento Caídos de Vidas sombrías del mismo Pío
Baroja. Fue estrenada también en el teatro Cervantes y publicada en El Cuento
Semanal en 1911.
La única escena de la obra tenía lugar en un café madrileño donde, un artista
fracasado, que volvía al pueblo del que salió ilusionado, y su antigua amante, se
habían citado para verse por última vez. Recordaban el pasado y decían adiós a la
bohemia, símbolo de la juventud y los sueños irrealizados.
Para la representación de El Mirlo Blanco se pretendió dar un carácter realista, de
café fin de siglo, a la decoración. La imaginación suplía la falta de espacio ya que
mediante efectos visuales se sugerían amplios espacios después del primer plano.
El Mirlo Blanco causó expectación y obtuvo muy buenas críticas por parte de los
periódicos más relevantes: El Sol, La Voz, Abc o el Heraldo de Madrid. Y en este
sentido, Enrique Díez Canedo, después de la primera representación definía así al
grupo:
“Porque se trata, en verdad, de un teatro que no es teatro de aficionados.
Más bien es todo lo contrario. Los aficionados son personas muy simpáticas y
respetables que gustan de poner privadamente en escena lo mismo que se
aplaude en público a las compañías formales. El teatro que podía salir de la
repetición de unas cuantas fiestas como las de los señores Baroja sería,

969 Caro Baroja, J., Los Baroja, Madrid, Taurus, 1972, p. 187.
425

cabalmente, un teatro apenas representado, desdeñado un poco, tal vez, por los
teatros grandes. Sería, al pronto, entretenimiento de unos cuantos, y quizá
luego el círculo se ensanchara lo bastante para permitir, frente al teatro
grande, y sin disputarle su vuelo industrial, ni aún sus propios atractivos, un
teatro pequeño, libre, vivo, que fuera germen de públicos más exigentes en
materia de arte que los grandes públicos de ahora”.970

La segunda serie de representaciones se celebró el 20 de marzo de 1926 971 e


indudablemente, surgió gracias al éxito de la primera, que fue mucho a tenor del
numeroso público asistente y pese a lo elevado del precio de las entradas que se
vendían a veinte pesetas, mientras que una butaca en un teatro cualquiera oscilaba
entre las cinco y las seis pesetas y reservaban unas cincuenta butacas en cada
función.972
En el programa figuraban cuatro obras: la segunda representación de Miserias
comunes de O’Henry, diálogo interpretado por Ricardo Baroja, quien encarnó a El
reumático y Fernando García Bilbao, quien encarnó a El ladrón; Diálogo con el dolor
de Isabel Oyarzábal, bajo el pseudónimo de Beatriz Galindo, definido por Rafael
Marquina como “esbozo de esquema de teatro sintético” e interpretado por su
autora, Fernando García Bilbao, José de Benito, Carmen Baroja y el señor
Gallego:973
“Incluso había podido hacer algo de teatro, no como profesional, sino en un
pequeño teatro de arte en la casa del escritor, Pío Baroja, y su hermano y
cuñada. Todos éramos amateur y el teatro había sido llamado El Mirlo Blanco,
para mostrar lo excepcional que iba a ser. Todo el mundo que quisiera, podía
contribuir con una obra de un acto y actuando en él, a menos que el director
de escena creyera que era imposible. Una pequeña pieza de mi colección,
Diálogos con el dolor, fue aceptada y producida la misma noche que obras de Pío

970 Díez Canedo, E., El teatro español de 1914 a 1936. Elementos de renovación teatral, México,
Joaquín Mortiz Ed., vol. IV, 1968, p. 150.
971 José Cordón daba como fecha del estreno, el 11 de marzo, pero todos los periódicos del

momento aseguraban que fue el día 20.


972 González Olmedilla, J., “Un estreno de Valle-Inclán en casa de Baroja”, Heraldo de

Madrid, 11-5-1926, p. 4.
973 Marquina, R., “El Mirlo Blanco”, Heraldo de Madrid, 27-3-1926, p. 4: “Esbozo de

esquema de intento de teatro sintético, de una emoción contenida y de un fuerte humor


polémico, que con sobriedad notable interpretó la autora, Sra. Isabel de Palencia (Beatriz
Galindo), muy bien secundada por los Sres. Bilbao (que harto de ser ladrón “se había
metido a cura”), Gallego (un poco cohibido: era debutante) y Benito (genial en el estertor
agónico), y la señora de Caro”.
426

Baroja y nuestro gran Valle-Inclán. Ambos insistieron en que yo también


tomara parte de sus piezas”. […] Fue muy divertido, los ensayos
especialmente. Pío Baroja, que tenía que representar el papel de un boticario
en su obra, se lo tomó tan en serio, que solía aparecer con un chaleco de seda
floreada, que su madre había hecho para él varios días antes de su primera
actuación. Decía que tenía que acostumbrarse a llevarlo. Se divertía tanto con
sus propios chistes en la obra que todo lo que yo podía hacer era procurar no
reírme, mientras esperábamos nuestra llamada detrás del escenario”.974

Junto a estas obras se representó Trance de Rivas Cherif, cuadro de gran guiñol
publicado anteriormente por La Pluma e interpretado por el propio autor en el
papel de profesor y Carmen Juan de Benito en el de neófita.975
Cerraba el programa una obra de Pío Baroja, Arlequín, mancebo de botica o Los
pretendientes de Colombina, actualización del esquema de la commedia dell’arte italiana.
La obra estaba protagonizada por Colombina, a quien daba vida Raymonde de Back
de Goldenberg, después de la negativa de Natividad González a participar en ella.
El papel de Arlequín estaba protagonizado por Rivas Cherif, cuyo traje había sido
diseñado por el famoso Mignoni, escenógrafo de gran renombre en el teatro de la
época. El resto del reparto era: la duquesa Sermonetta, Carmen Baroja de Caro; la
señora Petra, María Arisqueta de Abreu; Brígida, Isabel Oyarzábal de Palencia; el
señor Pantalón, Pío Baroja; el Sargento, Fernando García Bilbao; el veterinario,
Francisco Vighi; Don Perfecto, Sindulfo de la Fuente; el doctor Bartolo, Ricardo
Baroja; el lacayo de la duquesa, Gustavo Pittaluga y Pío Baroja, como el Licenciado
Pantalón, en un papel hecho a su medida, según comentó José Ortega y Gasset y
cuya interpretación fue objeto de especial atención en las reseñas de prensa. El
director de escena fue Rivas Cherif, el decorado corrió a cargo de Carmen Monné y
Ricardo Baroja, el vestuario y el atrezzo fueron obra de Carmen Baroja de Caro y el
apuntador fue José de Benito.
“Pío, muy entusiasmado con la intérprete de su obra [Nati González],
escribió una mañana el sainete Arlequín Mancebo de botica, o los pretendientes de
Colombina, para que la colombina fuera esta misma señorita, y Arlequín fuera
Rivas Cherif; pero ella, un poco asustada por el éxito que había tenido, y otro

974 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 189.


975 La Pluma, Madrid, mayo de 1923, pp. 384-389.
427

poco por las frases algo atrevidas que tenía que oír de boca del enamorado
Arlequín, se negó a hacerlo.
Íbamos a trabajar toda la compañía. Pío se había hecho, según decía Ortega y
Gasset, un papel a medida, con latines y todo; había varias levitas y fracs viejos
preparados, chalecos floreados, corbatas de muchas vueltas; yo tenía un
flamante vestido de mi abuela, ¡pero no teníamos Colombina!
En casa de Salaverría encontré una de aquellas tardes a la preciosa señora de
Goldemberg, Raymonde de Back. Me dijo que había leído algo de estas
representaciones y que le divertiría tomar parte en ellas; en seguida fue
llamada por la empresa y pasó a hacer la más bonita de las Colombinas.
Teníamos otra dama joven de extraordinario mérito, Marichu Arisqueta de
Abreu, pero, según ella, no encajaba bien en la hija del Licenciado Pantalón y,
en su modestia, prefirió hacer un papel insignificante de vieja; aun así, los
espectadores apreciaron mucho su labor, y, más tarde, hizo un papel
delicadísimo en El Viajero, de Claudio de la Torre”.976

La obra destacaba por la sencillez del argumento: Arlequín, enamorado de


Colombina, era el atolondrado ayudante del boticario Pantalón, padre de su amada,
quien tenía una larga lista de pretendientes: el sargento, el veterinario, Don
Perfecto, el Doctor Bartolo, y desfilaban por la botica con objeto de hacerle la corte.
Arlequín se encargaba de espantarlos a todos a medida que iban llegando y la obra
concluía con el descubrimiento de que Arlequín era hijo de una ilustre duquesa y la
consiguiente boda con Colombina.
En esta obra, Pío Baroja daba vida de nuevo a los personajes de la commedia
dell’arte de larga tradición literaria, que enlazados con una anécdota insignificante,
se mostraban estereotipados y caracterizados por sus gestos, lenguaje y actitudes y
que manifestaban una tendencia en la literatura dramática de los primeros años del
siglo veinte, como lo demuestra la aparición de estos personajes en obras artísticas
y literarias, como La marquesa Rosalinda de Ramón María del Valle-Inclán y Así que
pasen cinco años de Federico García Lorca.977 En este sentido, el texto de la obra

976Baroja de Caro, C., “Memorias íntimas…”, art. cit., p. 5.


977Rey Faraldos, G., “Pío Baroja y El Mirlo Blanco”, Revista de Literatura, 93 (1985), pp.
111-127. La commedia dell’arte suponía una crítica a los valores establecidos y costumbres
de la sociedad. Cfr. García Lorenzo, L., (ed.), El personaje dramático. VII Jornadas de teatro
clásico español (Almagro, 1983), Madrid, Taurus, 1985, pp. 267 y ss.
428

respondía claramente a la teoría de Pío Baroja de que solo era posible crear teatro
sobre personajes “teatrales”:
“Una obra siempre es más fácil de hacer cuando los personajes son más
falsos y amanerados. Una obra es más difícil de hacer cuando los personajes
están copiados de la realidad. [...] Pensar que se pueden llevar figuras de
hombres reales al teatro, creo que es una ilusión con que se engaña un poco a
la gente joven”.978

Los periódicos de los días posteriores al estreno de esta segunda serie de


representaciones hacían mención al programa de El Mirlo Blanco y elogiaban el
buen hacer del grupo y, en particular, de la obra de Isabel Oyarzábal: Diálogos con el
dolor. Así, Melchor Fernández Almagro, afirmaba en su reseña en el periódico La
Época:
“Los autores escriben lo que buenamente les dicta la inspiración, libres de
todas esas pequeñas trabas que tantos esfuerzos invalidan. Isabel Oyarzábal
estrena Diálogo con el dolor, mediante el cual conocemos las distintas
reacciones ante la muerte de la mujer que ama, de la mujer amada, del
sacerdote y del científico. El cuadrito es de sencillez esquemática, la emoción
muy directa”.979

Otros diarios, como el Abc también elogiaban la obra de Pío Baroja y la actuación
del autor.980 Por su parte, el periódico El Sol destacaba la obra de Oyarzábal como
“apunte dramático muy esquematizado”, 981 mientras que el Heraldo de Madrid
también destacaba la obra de nuestra autora:
“Se ofreció la primera representación de Diálogo con el dolor, esbozo de
esquema de intento de teatro sintético, de una emoción contenida y de un
fuerte humor polémico, que con sobriedad notable interpretó la autora Sra.
Isabel de Palencia (Beatriz Galindo)”.982

Uno de los críticos más importantes del momento, Enrique Díez Canedo,
apuntaba que los participantes en la obra se habían revelado como actores de

978 Baroja, P., Entretenimientos, Madrid, Caro Raggio, 1926, p. 7.


979 “Nueva función en el teatro de los Barojas”, La Época, Madrid, 22-3-1926, p. 1.
980 “El Mirlo Blanco”, Abc, Madrid, 25-3-1926, p. 31.
981 “Teatro del Mirlo Blanco”, El Sol, Madrid, 23-3-1926, p. 2.
982 “El Mirlo Blanco”, Heraldo de Madrid, 27-3-1926, p. 4.
429

mérito: “Un mérito muy sencillo, al parecer, aunque bastante raro: el mérito de
saber lo que dicen, que es, acaso, más de la mitad del arte perfecto”.983
La tercera serie de representaciones se estrenó el día 8 de mayo de 1926,
organizada a beneficio del Lyceum Club Femenino, y en ella solo se incluía una
obra nueva, Ligazón “Auto para siluetas”, de Ramón María del Valle-Inclán, escrito
expresamente para el teatro de los Baroja.984 Julio Caro Baroja recordaba de los
actores: “En cambio, Carmen Juan, mi ‘antigua’ profesora de párvulos, haciendo de
moza en Ligazón, de Valle-Inclán, y la mujer de este, Josefina Blanco, y Ela
Palencia haciendo de comadres, obtuvieron éxito señalado. La decoración que pintó
mi tío contribuyó también mucho a él”.985 La puesta en escena de Ligazón, que
posteriormente también fue representada a cargo del grupo teatral El Cántaro
Roto, supuso la reivindicación por parte de Valle Inclán de un teatro experimental,
poético, simbólico e intelectual.986
Juan G. Olmedilla comentó la puesta en escena que hizo Rivas Cherif en la reseña
del estreno: “escrupulosamente respetuoso como director de escena”. En este “auto
para siluetas”, drama epitalámico, el director de escena otorgó dos dimensiones de
la silueta a los personajes, sacrificando el mayor lucimiento corpóreo
tridimensional de los actores que, por fortuna, “pertenecen a un mundo escénico en
el que, con dos dimensiones solamente, se logra dar vitalidad intensa e imborrable
a lo que otros miles de actores, aún poseyendo la inaccesible cuarta dimensión del
hombre bicuadrado, no lograrían jamás”.987 Ligazón, junto con otras obras como
Trance de Rivas Cherif, Arlequín, Mancebo de botica, de Ricardo Baroja o El gato de la
Mère Michel, de Carmen Baroja, surgieron en el contexto del “Gran Guignol”: obras
que mezclaban lo truculento y lo cómico. Valle-Inclán se mostraba interesado en
esta estética, que surgió en 1896, con la fundación por parte de Maurice Magnier
en París, del Thèâtre du Grand Guignol.988

983 Díez Canedo, E., El Sol, Madrid, 23-3-1926, p. 2.


984 Ricardo Baroja pintó la decoración de la obra. Cfr. Baroja de Caro, C., “Memorias
íntimas…”, art. cit., p. 5.
985 Caro Baroja, J., Los Baroja, op. cit., pp. 186-187.
986 Antonio Lepina realizó una reseña en la que destacaba que “no es un teatro para todos,

aunque a todos conmueva”. El Imparcial, Madrid, 21-12-1926, p. 4. Cit. en Angulo Egea,


M., “De Moratín a Valle-Inclán. Más de cien años de batalla teatral”, Cuadernos dieciochistas,
5 (2004), p. 201.
987 González Olmedilla, J., “Un estreno de Valle-Inclán en casa de los Baroja”, Heraldo de

Madrid, 11-5-1926, p. 4.
988 Rubio Jiménez, J., “Valle-Inclán y los teatros…”, art. cit., pp. 49-71.
430

Los actores en esta ocasión fueron Carmen Juan de Benito, Josefina Blanco de
Valle-Inclán, Beatriz Galindo, Fernando García Bilbao y el propio Cipriano de
Rivas Cherif. Ricardo Baroja se ocupó de la escenografía, que consistía en un fondo
con paisaje nocturno, una tapia y una casa en primer término, con una puerta y una
ventana, tras de la cual se veía una habitación en la que ocurría una de las escenas.
Los efectos de luz y sombra, tan importantes en este auto para siluetas, los realizó
Carmen Monné y González Olmedilla destacó que la obra tenía en su concisión y
simplicidad, las características superiores de “nuestro teatro primitivo”.
El programa repuso Marinos Vascos, estrenada en el primer espectáculo, al tiempo
que en el intermedio, Rivas Cherif recitó poesías de Valle-Inclán y Francisco Vighi
y otras de su propio repertorio. Tras la representación de Ligazón también
recitaron algunos poemas Antonio Riaño y Herminia Peñaranda de Grau y se
terminó esta serie de representaciones con Arlequín, mancebo de botica de Pío Baroja,
que volvió a obtener un gran éxito.
Los días 20, 21 y 22 de junio de 1926 tuvo lugar el cuarto espectáculo de El
Mirlo Blanco, que anunciaba una etapa de descanso para el verano, lo que convirtió
esta en la última serie de representaciones de la temporada. Se estrenaron tres
obras: La primera, El viajero, cuento en dos cuadros de Claudio de la Torre,
interpretado por Herminia Peñaranda, María A. de Abréu, Carmen J. de Benito,
Raymonde de Back, Carmen Baroja, Cipriano de Rivas Cherif, Fernando García
Bilbao y Gustavo Pittaluga, con decorados de Ricardo Baroja y de su esposa
Carmen Monné, como casi todos los anteriores.
“La acción tiene lugar a mediados del siglo último; se reúnen hasta siete
personas en escena; es decir, en un rincón de la parte reservada a los actores
en la sala que hace las veces de teatro; este seudoescenario, que está en el
mismo plano que el resto de la habitación, es de tan exiguas dimensiones que
tiene de fondo apenas lo que puede abarcar un hombre con los brazos
extendidos; la batería no existe, naturalmente; los juegos de luces (¡y hay hasta
una aparición irreal!) son los que pueden llevarse a cabo en cualquier casa
particular; los trajes de época, hasta las levitas de los hombres, han sido
confeccionados a domicilio con tejidos modestos. Los cuadros y miniaturas que
adornan la estancia romántica son figurados y han sido pintados con toda
ingenuidad sobre el papel de embalaje que sirve de pared; los muebles se
431

reducen a un diván, dos o tres sillas o butacas, una chimenea con un par de
floreros y una mesita sobre la cual aparece… ¡una lamparita eléctrica!” 989

La segunda obra del programa era Eva y Adán de Edgar Neville de un solo acto,
con tres personajes: los protagonistas (la señora Goldenberg y Gustavo Pittaluga)
y un ángel (Ricardo Baroja). La obra fue reseñada por Enrique Díez Canedo:
“Eva y Adán es un capricho humorístico a grandes brochazos, en el que los
tres personajes obligados, Eva (señora de Goldenberg), Adán (G. Pittaluga) y
el Ángel (R. Baroja), representan el acto primero de la tragedia de la
humanidad. La intervención del guardián del Paraíso, que sorprende en delito
de contravención a la primera pareja, da a este apunte sus mejores matices
cómicos. El diálogo desenfadado y ocurrente, salva todos los peligros, incluso
el de las más amenazadoras reminiscencias”.990

Cerró el espectáculo la guiñolada en dos cuadros de Carmen Baroja, El gato de la


Mére Michel que se representó con actores mudos en la escena y otros parlantes
fuera de ella: a la mímica de Carmen Baroja, María A. de Abréu, Fernando García
Bilbao (el señor Polichinela), Ricardo Baroja (el guardia), José López Rubio
(Arlequín), Gustavo Pittaluga (Pierrot), Raymonde de Bach de Goldenberg
(Rosita), Francisco Vighi y Julio Caro Baroja, prestaban sus voces Cipriano de
Rivas Cherif, Agustín Amor y Carmen Monné de Baroja (la mére Michel) y el
vestuario y atrezo corrió a cargo de esta última. Respecto a esta obra recordaba
Julio Caro Baroja:
“Mi madre compuso una pequeña farsa, que se representó como si los actores
fueran muñecos de ‘guignol’, sobre la canción de La mère Michel. Aún recuerdo
que entre la gente joven Edgar Neville dio una pieza humorística sobre el
Paraíso terrenal, en que mi tío Ricardo hacía de ángel expulsor y Claudio de la
Torre una obra dramática bastante lúgubre”.991

Una reseña de esta obra apareció en Blanco y Negro tiempo después, tras una
representación en el hotel Ritz: “Se trata de una farsa muy ingeniosa escrita con

989 Donato, M., “Lo decorativo en la escena. El Mirlo Blanco”, Heraldo de Madrid, 26-6-1926,

p. 4.
990 Díez Canedo, E., Artículos de crítica teatral…, op. cit., p. 153.
991 Caro Baroja, J., Los Baroja, op. cit., p. 187.
432

gracia y soltura por la hermana del insigne autor de El gran torbellino del mundo,
que es a juzgar por las muestras, digna del nombre que lleva, largamente
ovacionada”.992
El descanso veraniego se prolongó hasta marzo del año siguiente y el 28 de
marzo de 1927 tuvo lugar la última representación en Madrid, en la que
colaboraron el escritor mexicano Eduardo Villaseñor con El café chino, drama
sintético, y Ricardo Baroja con dos obras, El maleficio y El torneo. Esta última era
una escenificación del prólogo de Idilios y Fantasías de su hermano Pío, publicada
por Blanco y Negro:
“El maleficio, avispado diálogo de Ricardo Baroja, en dos actos y tres cuadros,
sostenido entre dos personajes, que permitió a Raymonde de Back de
Goldenberg y a Cipriano de Rivas Cherif mostrar su excelente porte de
actores comprensivos y eficaces, y El torneo, un acto del mismo autor […] que
interpretaron admirablemente la señorita Consuelo Treviño y los señores
Baroja (R.), López Rubio, Vighi, De la Fuente, Pittaluga, Gorbea, Bilbao y
Rivas. Las decoraciones de ambas obras, pintadas por el señor de la casa,
situaron perfectamente la atención; y es de advertir que uno de los actos de El
maleficio ocurre a orillas del mar, en una plaza transportada sin omitir detalle
al reducido ámbito de aquel escenario minúsculo. Con decorado y atrezo de
Carmen Monné se representó asimismo El café chino, drama sintético del joven
escritor mexicano Eduardo Villaseñor, episodio sombrío en el que el efecto
principal está encomendado a la sugestión de ambiente y al gesto y actitud de
los actores, más que a la palabra. Las señoras de Peñaranda y De Back, y los
señores Bilbao, De la Fuente, Gorbea y Baroja le dieron adecuada expresión
[…]”.993

Tras la representación que, con carácter extraordinario, se ofreció en Irún el 27


de agosto de 1927 a beneficio del Hospital de esta ciudad, no volvió a aparecer en
prensa ninguna referencia sobre El Mirlo Blanco y esa fue la única salida del grupo
fuera de Madrid. La representación de Irún no ofreció novedad alguna en el
programa y se escenificaron obras del repertorio: El gato de la Mère Michel, El café
chino, y El torneo. Tan solo hubo innovaciones en los decorados, que fueron
elaborados por pintores iruñeses. La representación fue reseñada por La Voz de

992 “Una fiesta de arte angloamericana”, Blanco y Negro, Madrid, 13-2-1927, pp. 56-57.
993 Díez Canedo, E., Artículos de crítica teatral…, op. cit., pp. 154-155.
433

Guipúzcoa, el 28 de agosto de 1927 y en la sección de actualidades teatrales de la


revista Blanco y Negro, que realizó una buena crítica sobre la representación y en la
que se apuntaba el reparto: Carmen Monné de Baroja, Consuelo Pérez de Barradas,
Fernando García Bilbao, Ricardo Baroja, Laserna y Cipriano de Rivas Cherif.994
Esta representación extraordinaria puso punto y final al proyecto, a pesar de que la
tertulia en casa de los Baroja continuó aún durante algún tiempo.
La repercusión de El Mirlo Blanco fue extraordinaria, si tenemos en cuenta la
precariedad de medios que, sin embargo, fue suplida con creces por el talento, la
originalidad y buen hacer de sus componentes. Así, una de las principales
dificultades con la que contaron fue la falta de espacio. La sala en que se celebraba
el espectáculo era el comedor de la casa de los Baroja. Martín Luis de Guzmán en
Crónicas de mi destierro recordaba:
“Los espectadores nos instalamos en montón, pero alegre y cómodamente,
en la parte de la sala que se nos reserva. Es incalculable la suma de talento y
buena voluntad que ha debido desplegar la señora de Baroja -tan amable, tan
acogedoramente hospitalaria- para hacer que sus invitados quepamos bien en
el reducidísimo espacio. Sobre cojines y almohadones se sientan unos en el
suelo, en la boca del escenario, luego siguen, en sofás y sillones, las damas;
luego, en sillas, apretadas líneas de varones, y, por último, varios asientos
elevados sobre mesas y bancos superpuestos. A los sitios más altos se
encaraman Díez Canedo, Azaña, Marquina. Más abajo veo a Ricardo Baroja, a
Maeztu, a Grau, el autor dramático, a Echevarría (el pintor)...” 995

Por su parte, Julio Caro Baroja recordaba:


“Los amigos de mi tía y los de mi tío se reunían los sábados en el comedor de
la planta baja de la calle de Mendizábal. Era un cuarto grande, rectangular,
con techo alto. […] Al fondo, en otro de los lados más cortos, la habitación
quedaba dividida en dos partes: una superior, la otra inferior. […] En la
superior, a la que se subía por una escalerilla de madera, que quedaba a la
izquierda, quedaba el departamento, que el tío Ricardo llamaba ‘el chiscón’ y
que era donde escribía y dibujaba, según he dicho antes. El chiscón tenía tres
arcos que daban sobre el comedor, con unas cortinillas verdes, amén del de

994Blanco y Negro, Madrid, 4-9-1927, pp. 84-86.


995Luis de Guzmán, M., “Una velada literaria”, en Crónicas de mi destierro, México,
Empresas Editoriales, 1964, p. 55-56. Cit. en Rey Faraldos, G., “Pío Baroja y El Mirlo
Blanco”, art. cit., pp. 111-127.
434

ingreso y una ventana pequeña que daba a la parte inferior de la terraza.


Resultaba así, que lo que quedaba debajo del chiscón podía pasar por un
pequeño escenario”. […] Los días en los que se estrenaba una obra en El
Mirlo Blanco, la sala baja o comedor de la casa de mi tío Ricardo, se llenaba de
bote en bote de críticos, literatos y gente más o menos conocida de la sociedad
de Madrid. Y no faltaban los censores, los que iban con aviesas intenciones
pues sabidas son las pasiones que se forman en torno al teatro, aunque sea este
un teatro de aficionados”.996

El Mirlo Blanco contaba con un espacio tan exiguo que el escenario era un “poco
más alto que un hombre puesto en pie”997 y el fondo era apenas lo que abarca un
hombre con los brazos extendidos,998 tal y como Carmen Baroja lo describía:
“El escenario, pequeñísimo y en muy malas condiciones, no tiene salidas ni
puertas laterales, la única entrada es la de la embocadura. Por esta tienen que
pasar todos los actores antes de empezar el acto, con la luz apagada, para no
perder el efecto de la caracterización. En un rincón de un metro escaso hemos
estado hasta seis personas, asfixiadas de calor, esperando el momento de salir a
escena. Todas estas molestias, lejos de incomodar, han divertido mucho a la
complaciente compañía”.999

El problema del espacio impidió el montaje de algunas obras que estaban en


proyecto como El Pedigree de Ricardo Baroja. 1000 Otro aspecto que se ha de
destacar y que era un elemento poco valorado en el teatro comercial era la
escenografía, a cargo de Ricardo Baroja, con la colaboración puntual de otros
escenógrafos. 1001 Todos los intentos de renovación teatral otorgaron una gran
importancia a la dirección de escena y, sin duda el éxito de El Mirlo Blanco se
debió entre otros factores a la participación en el proyecto de Cipriano de Rivas
Cherif. Efectivamente, la novedosa labor escenográfica, caracterizada por el ingenio
y la modernidad, y achacable a Ricardo Baroja, Carmen Monné y Mignoni y la

996 Caro Baroja, J., Los Baroja, op. cit., pp. 183-184 y 187.
997 Díez Canedo, E., Conversaciones literarias (Tercera serie 1924-1930), México, Joaquín
Mortiz, 1964, p. 157.
998 Donato, M., “Lo decorativo en la escena…”, art. cit., p. 4.
999 Baroja de Caro, C., “Memorias íntimas…”, art. cit., p. 5.
1000 Rey Faraldos, G., “Pío Baroja…”, art. cit., pp. 111-127.
1001 Magda Donato afirmaba que solo en El Mirlo Blanco se encontraba la esencia y que

consistía en: “la compenetración con el espíritu de la obra” que permitía que este cobrase
forma plástica. Donato, M., “Lo decorativo en la escena…”, art. cit., p. 4.
435

dirección escénica de Cipriano de Rivas Cherif, provocaron la admiración de los


críticos teatrales de la época. 1002 Enrique Díez Canedo concluyó que lo más
destacado del grupo teatral era la “tendencia sintetizadora”, eliminando lo
superfluo, y dando gran importancia al colorido y la luz, junto con unos decorados
basados en juegos de claroscuro.1003
Magda Donato destacaba la innovación y buen gusto en la elección de los colores,
luces y accesorios, a pesar de la escasez de medios y espacio,1004 incluyendo algunos
de los rudimentarios recursos utilizados que no carecían de ingenio:
“Un tambor de papel lleno de lentejas, manejado con habilidad, daba la
sensación de las gotas de lluvia azotando los cristales, en Marinos Vascos, y el
ruido de un pequeño motor eléctrico, de un aparato de secar el pelo, mitigado
por un almohadón de plumas, era la lejana sirena del buque pidiendo auxilio en
medio de la tempestad.
La pequeñez del escenario hace que sea más fácil de conseguir efectos, y la
unión de este con el resto de la sala, reconcentra el interés y la atención de los
espectadores. ¡Ventajas de los inconvenientes!” 1005

Por su parte, Díez Canedo valoraba la tendencia simplificadora, que no solo se


debía a la limitación escénica, sino también a la concepción moderna de la
decoración. 1006 En este sentido, el crítico valora las conquistas artísticas de El
Mirlo Blanco:
“Claro está que la tendencia simplificadora impuesta no solo por la limitación
del local, sino por el sabor moderno que se ha intentado dar a las decoraciones
era predominante. Y esta se ha conseguido tanto por la buena combinación de
colores valientemente modulados (en la botica), como por sordas entonaciones
de interior (en la sidrería vasca), o por juegos de claro-oscuro, casi de
aguafuerte (en la cámara del moribundo). Bien se ve que no son meros
aficionados los que han llevado a efecto, sino pintores capaces de realizar en
grande las obras que el teatro grande no juzga necesarias entre nosotros,

1002 Aguilera Sastre, J. y Aznar Soler, M., Cipriano de Rivas Cherif…, op. cit., p. 111.
1003 Hurtado, A., “Memorias de un teatro…”, art. cit., p. 126.
1004 Donato, M., “Lo decorativo en la escena…”, art. cit., p. 4. Las modernas teorías teatrales

abogaban por un decorado esquemático o sintético. Vid. la teoría dramática de Jacques


Copeau. Rudlin, J., Jacques Copeau…, op. cit.
1005 Baroja de Caro, C., “Memorias íntimas…”, art. cit., p. 5.
1006 Aguilera Sastre, J. y Aznar Soler, M., Cipriano de Rivas Cherif…, op. cit., p. 112.
436

atento, con muy contadas excepciones, al concepto cuyas normas estéticas no


rebasan el nivel marcado por las revistas ilustradas burguesas”.1007

El éxito de la puesta en escena se debía, en gran medida a la colaboración de


Carmen Monné, que actuaba como electricista, tramoyista y escenógrafa. Tal era el
cuidado y primor en los detalles que: “La decoración de un drama de nuestra
simpática y culta amiga Ella Palencia producía tal sensación de realidad que
muchas entraron después de la representación a cerciorarse si los cuadros y el
Crucifijo que había en la pared eran o no verdaderos”.1008
Los textos tampoco eran los representados habitualmente. Pónganse como
ejemplos los textos de Valle-Inclán quien había encontrado dificultades para
representar su teatro y que “tenía que contentarse con actuaciones domésticas”1009
o de Pío Baroja con las obras Adiós a la bohemia -representada con antelación- y
Arlequín, mancebo de botica o Los pretendientes de Colombina, expresamente escrita
para El Mirlo Blanco y Pedigree de Ricardo Baroja, obra de teatro de ciencia-
ficción, utópica.1010 Algunos críticos como Enrique Díez Canedo se preguntaban si
esta era una obra apta para el gran público y apuntaba que, siendo Pío Baroja un
autor que ya había sido representado y con gran éxito, como con su obra Adiós a la
bohemia, su Arlequín, “bufonada que toma de la cantera inagotable de la comedia
italiana caracteres eternos que lanza a nuevas aventuras”, no subió a los escenarios,
encontrando la misma resistencia que una obra de Jacinto Grau, también arraigada
en la Commedia dell’ arte, El señor Pigmalión. Una lectura del texto de Pío Baroja
bastaba para notar, al lado de los chistes y retruécanos del personaje de Arlequín, el
alto nivel cultural de su comicidad: los juegos con el latín de Pantalón, la verborrea
retórica de Don Perfecto, la estirpe cultural de los propios personajes, etc.
Condición esta que lo alejaba de la comedia común y corriente cuyo público era
menos culto que los asistentes a las sesiones de El Mirlo Blanco. Además, la obra
carecía prácticamente de acción, y su sorpresa final -Arlequín era descendiente de
nobles- estaba muy lejos de la realidad de la época, concluyendo que a esta obra
intemporal le faltaban claves para pactar con el gran público de su día y recordaba

1007 Díez Canedo, E., Artículos de crítica teatral…, op. cit., pp. 150 y ss.
1008 Baroja de Caro, C., “Memorias íntimas…”, art. cit., p. 5.
1009 Caro Baroja, J., Los Baroja, op. cit., p. 185. Julio Caro Baroja nombraba también a los

autores de más éxito comercial: Jacinto Benavente, los hermanos Álvarez Quintero, Carlos
Arniches y Pedro Muñoz Seca.
1010 Hurtado, A., “Memorias de un teatro…”, art. cit., p. 125.
437

las declaraciones del propio autor sobre la condición arcaica del teatro moderno:
“El crear algo nuevo en el teatro me parece imposible […] El teatro […] ha
agotado su materia;[…] desde hace mucho tiempo, ha dejado de inventar para
repetirse”.1011
Por su parte, Carmen Baroja no olvidaba la autocrítica y valoraba cuáles fueron
las obras más exitosas, a la vez que aludía también a la consabida crisis teatral:
“Algunos salieron bien, de duración, variados y animados. Las obras que
mejor resultan son, en general, las de un acto. En cuanto a su mérito artístico,
nosotros no podríamos juzgar, porque aquellas que más nos han divertido en
los ensayos, preparación, etc., son las que nos parecen las mejores.
Proyectos, creo que hay muchísimos, y en cuanto a la crisis teatral, nosotros
no la notamos porque siempre está la sala llena.
¡Cómo, pues, no tener entusiasmo por el Mirlo Blanco!”1012

A pesar de las limitaciones del proyecto, El Mirlo Blanco constituyó uno de los
grupos teatrales más exitosos de cuantos surgieron al abrigo de esta nueva
concepción dramática. Rivas Cherif ensalzaba la labor del grupo que había supuesto
la iniciación de un género de arte teatral, basado en la libertad artística y, por
tanto, incompatible con el profesionalismo.1013
Pero El Mirlo Blanco no fue el único proyecto que se llevó a cabo en este
contexto. En noviembre de 1926, se puso en marcha El Cántaro Roto, grupo
liderado por Valle-Inclán y Rivas Cherif. La iniciativa pretendía trasladar el
espíritu de El Mirlo Blanco a un lugar de mayor proyección pública, siendo el
elenco de actores básicamente el mismo que en aquel.1014 El escenario en el que se
llevarían a cabo las representaciones sería el Círculo de Bellas Artes, de mayor
envergadura que el escenario de la casa de los Baroja, pero más apropiado para
conciertos que para la representación de obras teatrales.1015

1011 Palabras de Pío Baroja citadas en Monleón, J., El teatro del 98 frente a la sociedad
española, Madrid, Cátedra, 1975, p. 186.
1012 Baroja de Caro, C., “Memorias íntimas…”, art. cit., p. 5
1013 Aguilera Sastre, J. y Aznar Soler, M., Cipriano de Rivas Cherif…, op. cit., p. 112.
1014 Rivas, García Bilbao, Vighi, Bartolozzi, López Rubio, Carmen de Juan, Isabel de

Palencia, Herminia Peñaranda, Josefina Blanco, etc. Cfr. Hormigón, J. A., “Los teatros
íntimos y experimentales…”, art. cit., p. 122.
1015 El reducido escenario solo era apto para representaciones de teatro clásico lopesco o

shakesperiano y para nuevos intentos artísticos. Cfr. Aguilera Sastre, J. y Aznar Soler, M.,
Cipriano de Rivas…, op. cit., p. 115.
438

Este teatro del Círculo de Bellas Artes se inauguró el 8 de noviembre de 1926 y


el 11 de noviembre se preparó una velada artística para inaugurar el teatro recién
construido, configurada por poemas y retazos de obras teatrales. Las primeras
noticias que tenemos sobre El Cántaro Roto aparecieron en el Heraldo de Madrid,
periódico en el que colaboraba asiduamente Rivas Cherif y días más tarde, el mismo
periódico anunciaba el programa de espectáculos que el grupo tenía previsto dar en
las fiestas navideñas:
“El lunes 20, por la tarde, se repetirá el programa de mañana domingo: El
café, de Moratín y Ligazón de Valle-Inclán. La tarde de Navidad, la del
domingo 26, la del 28, festividad de los Inocentes; la del día de Año Nuevo y la
de Reyes se sucederán las siguientes novedades: Paso de las aceitunas, de Lope
de Rueda; estreno de El café chino, del mexicano Villaseñor; La cabeza del
dragón, de Valle-Inclán; El hombre que se casó con mujer muda, de Anatole
France, traducido por Ceferino Palencia Tubau; Arlequín, mancebo de botica o
Los pretendientes de Colombina de Pío Baroja”.1016

El Cántaro Roto solo logró dar dos espectáculos, el primero de los cuales se
celebró los días 19 y 20 de diciembre de 1926, en que se representaron Ligazón, y
La comedia nueva o El café de Leandro Fernández de Moratín. La decoración corrió
a cargo de Salvador Bartolozzi y Francisco López Rubio y actuaron Carmen Juan
de Benito, Isabel Oyarzábal de Palencia, Salvador Bartolozzi, Josefina Blanco y
Eduardo de Gorbea, entre otros. Posteriormente, el día 23, se realizó un recital de
poesía y música y el día 28 tuvo lugar la última representación de El Cántaro Roto,
poniendo, de nuevo en escena La comedia Nueva y El Arlequín de Pío Baroja, con
idéntica presentación a la que habían hecho en El Mirlo Blanco, aunque la labor de
Valle-Inclán se redujo prácticamente a la obra de Moratín, porque las otras dos
fueron ensayadas y estrenadas ya bajo la dirección de Rivas Cherif.
Días después, en el Heraldo de Madrid apareció una nota en la que se anunciaba la
suspensión de las funciones, pues el director del Círculo de Bellas Artes había
negado a Valle-Inclán la posibilidad de representar cada obra más de una vez.1017
Así terminó la andadura de El Cántaro Roto y con ella el intento de aumentar el
número de espectadores para un teatro que, en su modesta presentación, se

1016 “¿Un teatro escuela? Los ensayos de Valle-Inclán en el Círculo de Bellas Artes”,
Heraldo de Madrid, 18-12-1926. Cit. en Aguilera Sastre, J., op. cit., pp. 115 y ss.
1017 Heraldo de Madrid, 31-12-1926, p. 6.
439

autocalificó de “ensayo de teatro”, pero que para más de un crítico fue “teatro
integral y modelo de buen teatro”.
Poco después de finalizadas las actividades del Cántaro Roto, Rivas Cherif sufrió
un ataque de reúma neurasténico, mal de carácter nervioso, y le recomendaron
reposo. Con posterioridad, pensó dirigir su trabajo hacia horizontes más
consistentes, consciente de las limitaciones de El Mirlo Blanco, que como había
señalado Rafael Marquina, era cada día más “un juego de artistas” y avisaba del
peligro: “No son para todas las manos ni para todas las imaginaciones”. 1018 El
Caracol -Compañía Anónima Renovadora del Arte Cómico Organizado
Libremente- hizo su presentación en un local llamado Rex, de la Calle Mayor, el 24
de noviembre de 1928, convencido el artífice de que después de sus tres ensayos
anteriores, El Teatro de la Escuela Nueva, El Mirlo Blanco y El Cántaro Roto, lo
único que le faltaba a sus proyectos era un local apropiado. Según sus propias
palabras, solo se necesitaba una sala pequeña donde la conferencia, el concierto de
cámara y el teatro íntimo tuvieran lugar adecuado. Para llevar a cabo su propósito
pidió la colaboración de sus amigos escritores y artistas: Ramón María del Valle-
Inclán, los Baroja, Azorín, Ramón Gómez de la Serna, Manuel Azaña, Isabel de
Palencia, Pastora Imperio. También contó con la cooperación de Magda Donato,
Esther Azcárate, Natividad Zaro, Carmen de Juan, Regina, Josefina Hernández,
Salvador Bartolozzi, Eusebio de Gorbea, Felipe Lluch, Ernesto Burgos y Antonio
Ramón Algorta para conformar un grupo teatral renovador. Azorín inauguró la
“Sala Rex”, llamada así por el apellido del empresario que les cedió el local, Rey, y
por las siglas de lo que se pretendía lograr: Repertorio de Experimentos
X=infinito.1019 Entre sus logros se pueden mencionar las representaciones de Un
duelo -El oso en otras versiones castellanas- de Antón Chejov, el prólogo y dos
obritas de Lo invisible de Azorín (Doctor Death de 3 a 5 y La arañita en el espejo),
Orfeo de Jean Cocteau, Asclepigenia, diálogo filosófico-moral de Juan Valera, Dúo de
Paulino Masip, Si creerás que es por mi gusto de Jacinto Benavente y Un sueño de la
razón del propio Rivas Cherif. 1020

1018 Aguilera Sastre, J. y Aznar Soler, M., Cipriano de Rivas Cherif…, op. cit., p. 120.
1019 Rivas Cherif, C. de, “El mito de la compañía de Azorín e historia fabulosa de un cierto
‘Caracol’ cifrado en Rex”, Heraldo de Madrid, 5-11-1928, p. 5. Cit. en Aguilera Sastre, J. y
Aznar Soler, M., Cipriano de Rivas Cherif…, op. cit., p. 123.
1020 Otras obras programadas por el grupo fueron: El terno del difunto de Ramón María del

Valle-Inclán; Los libreros de viejo de Pío Baroja; A las puertas del cielo de Jacinto Benavente;
La criolla de Joaquín Zugazagoitia; La curiosa imaginación de César Falcón; Ifigenia de
Alfonso Reyes; El rapto de las Sabinas de Leónidas Andreiev y obras sin determinar de
440

La sala programó no solo representaciones teatrales, también conciertos y


conferencias, como lo mostraba la programación de la sala, entre las que destacaba
una conferencia de Isabel de Palencia sobre “El traje regional español”:
“Natividad Zaro, gentil recitadora, será parte principal en una Despedida a
Rubén Darío –‘fiesta anticuada de poesía, música y danza’-, con el concurso del
excelente actor González Marín, la afamada bailarina Pilar, el violinista Rafael
Martínez y el pianista Enrique Aroca, de probados méritos. Pastora Imperio
explicará una conferencia coreográfica, ‘Cómo se baila’. El gran escritor
Manuel Azaña disertará sobre ‘La experiencia amatoria de D. Juan Valera’,
como prólogo a la representación de su Asclepigenia. Isabel de Palencia hablará
sobre ‘El traje regional español’. Regino Sáinz de la Maza hará una
demostración de ‘Vihuela y guitarra’. Se estrenará además el Orfeo, de Cocteau,
traducido por Corpus Barga, y Un sueño de la razón -‘del museo secreto’-
original de Rivas Cherif…” 1021

De nuevo, una orden gubernativa cerró este teatrito, precisamente cuando


preparaba el estreno de Amor de don Perlimpín con Belisa en su jardín de Federico
García Lorca y tras el proyecto, Rivas Cherif, decidido a renovar la escena española,
reconocía los obstáculos con los que se había tropezado: trabas económicas, el
carácter minoritario del público, la inestabilidad de los grupos y la falta de
profesionalidad de los actores.1022

Otros grupos surgidos al abrigo del éxito de El Mirlo Blanco fueron: Fantasio
(1928), de Rafael Martínez Romarate y Pilar de Valderrama, por impulso de
Carmen Monné y Carmen Baroja y que nació como teatro para niños. Se trataba de
un teatro también familiar que estaba situado en Rosales, junto al Guadarrama y
para poner en marcha el proyecto Martínez Romarate y Pilar de Valderrama
derribaron la pared del fondo del salón biblioteca, en donde cabían cien
espectadores, a la que unieron otra estancia con el escenario. La primera obra
representada fue El príncipe que todo lo aprendió en los libros de Jacinto Benavente,
que acudió al estreno y en la que los actores fueron los tres hijos del matrimonio y
otros jóvenes, confirmándose un rotundo éxito. Según Díez Canedo, lo más

George Bernard Shaw, Molière, Carlo Goldoni, August Strindberg, Eugene O’Neill, etc.
Ibidem, p. 123.
1021 La Voz, Madrid, 13-11-1928, p. 2.
1022 Aguilera Sastre, J. y Aznar Soler, M., Cipriano de Rivas Cherif…, op. cit., p. 90.
441

reseñable de Fantasio fueron los efectos de luz y los juegos escenográficos 1023 y
por su parte, el crítico Luis Araújo-Costa consideraba que este junto a El Mirlo
Blanco y El Caracol, mantenían “los principios verdaderos del arte y la belleza en el
teatro”.1024
Un tercer grupo teatral fue Anfístora (1932), que tuvo siempre como meta la
dignificación del teatro. Anfístora era la sección femenina de Cultura Cívica
(dirigida por María Martínez Sierra y María Rodrigo), que a su vez procedía de la
escisión del Lyceum Club, cuyo objetivo era democratizar, de alguna manera, el
acceso a este tipo de asociaciones permitiendo que las socias con menos recursos,
pero con interés por la cultura, pudieran tener acceso a la universidad.1025 Pura
Maortúa de Ucelay y Federico García Lorca fueron los directores y promotores de
dicha sección teatral. El empuje de Pura Maortúa Ucelay consiguió rescatar de la
censura y llevar a la escena Amor de don Perlimpín, que se representó junto con La
zapatera prodigiosa el 5 de abril de 1933. También representaron Peribáñez y el
comendador de Ocaña de Lope de Vega, Liliom, de Ferenc Molnar, Los títeres de
cachiporra, que fue puesta en escena de forma póstuma después del asesinato del
autor granadino y también se ensayó Así que pasen cinco años y que, sin embargo, no
se llegó a representar. 1026
Durante la República, y con el objetivo de llevar la cultura a todos los pueblos de
España, surgieron sucesivos proyectos teatrales: la TEA (Teatro Escuela de Arte),
que fue uno de los proyectos más duraderos en el tiempo -estuvo en marcha hasta
1937-, auspiciado por la República y cuyo artífice, Rivas Cherif concibió la idea de
crear una escuela de arte teatral como base para la creación de un Teatro Nacional
en 1931, poniéndola en marcha al año siguiente con la colaboración de la compañía
Xirgú-Borrás, y que no sin dificultades, llevaría a escena numerosas obras clásicas
españolas y extranjeras. 1027
Otro importante proyecto fueron Las Misiones Pedagógicas, proyecto
materializado a raíz de la promulgación de un decreto de creación el 29 de mayo de
1931, y que surgió como necesidad del gobierno de la República de promover la
cultura en todos y cada uno de los pueblos de España, por muy alejados que se

1023 Hormigón, J. A. “Los teatros íntimos y experimentales…”, art. cit., p. 123.


1024 Cfr. Dougherty, D. y Vilches de Frutos, M. F., La escena madrileña 1926- 1931…, op. cit.,
p. 198.
1025 Sánchez Casado, M. J., “Dramaturgas sin generación (A la sombra de los dramaturgos

en flor)”, Ínsula, 557 (mayo 1993), pp. 7-9.


1026 Hormigón, J. A., “Los teatros íntimos y experimentales…”, art. cit., pp. 123 y ss.
1027 Aguilera Sastre, J. y Aznar Soler, M., Cipriano de Rivas Cherif…, op. cit., pp. 300 y ss.
442

encontrasen. Al frente del Teatro de las Misiones se nombró a Rafael Marquina,


pero pronto se alzó como figura fundamental del proyecto Alejandro Casona, quien
dirigía a un grupo de universitarios que se dedicaban en su tiempo libre a hacer
teatro por los pueblos, con la finalidad de recuperar el lazo entre el pueblo y la
cultura mediante un repertorio clásico: Lope de Rueda, Juan del Encina, Entremeses
de Cervantes, jácaras y mojigangas de Calderón, sainetes de Ramón de la Cruz,
adaptaciones de El conde Lucanor o El Quijote, etc., con el que recorrieron 286
pueblos de toda España. 1028
La Barraca, fundada por el gobierno de la Segunda República, a instancias de
Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública, fue dirigida por Federico
García Lorca y Eduardo Ugarte, secretario de la Unión Federal de Estudiantes
Hispanos. La primera representación del grupo de jóvenes estudiantes
universitarios que componían La Barraca tuvo lugar el 10 de julio de 1932 en
Burgo de Osma y funcionó hasta 1936. Pretendían buscar a un espectador que no
estuviera contaminado, “los verdaderos receptores del arte teatral” que, unidos al
público culto, hicieran frente al teatro burgués, que tanto daño había hecho al arte
teatral, según los intelectuales de la época.1029
Los creadores de La Barraca suscribieron las palabras que un año antes había
escrito Cipriano de Rivas Cherif en el artículo “La cultura teatral universitaria en
los Estados Unidos” de la revista Filosofía y Letras, y en el que analizaba los teatros
universitarios de repertorio clásico y los que experimentaban nuevas tendencias en
la escena, a la vez que abogaba por la creación de un modelo similar en Europa.
Proyectaron la representación de obras clásicas: El caballero de Olmedo de Lope de
Vega; los Entremeses de Cervantes; La vida es sueño, Eco y Narciso y La púrpura de la
rosa de Calderón o El desengaño en un sueño del Duque de Rivas y más tarde
pondrían en marcha obras de teatro alemán, ruso o judío.1030
Durante la Guerra Civil, la zona republicana se caracterizó por una intensa
actividad cultural a la que el teatro no fue ajeno.1031 Así, surgieron grupos como la

1028 Fernández, J. R., “Años de primavera”, Revista Ade Teatro, 77 (octubre de 1999), pp.
127-128.
1029 Paco, M. de, “Un nuevo público para una nueva escena: Los teatros de la República”,

Stichomythia, 5 (2007), pp. 150-159.


1030 La Voz, Madrid, 1-2-1932, p. 9. Cit. en Aguilera Sastre, J. e Lizárraga, I., “Primeros

ensayos de La Barraca: Una entrevista olvidada de Lorca”, Boletín Fundación García Lorca,
16 (diciembre de 1994), pp. 44-63.
1031 Torres Nebrera, G., “Las guerrillas del teatro (urgencia, propaganda, compromiso)”,

Revista Ade Teatro, 77 (octubre de 1999), p. 144.


443

Agrupación Nueva Escena, del que formaban parte Rafael Alberti, María Teresa
León, Felipe Lluch y miembros de la TEA, La Barraca o el Teatro del Pueblo.1032
El primer programa se presentó en el teatro Español de Madrid el 20 de octubre de
1936, formado por La llave de Ramón Sender, Al amanecer de Rafael Dieste, y Los
salvadores de España de Rafael Alberti y su propósito era dar cabida a la poesía civil,
incluir una pieza dramática actual que ejerciera un saludable influjo sobre el pueblo,
así como divulgar la labor de los ejemplos más renovadores del momento.1033
Otro de los grupos surgidos fue el Teatro de Arte y Propaganda, fundado a raíz
de la creación del Consejo Central del Teatro, el 22 de agosto de 1937, dirigido por
el pintor Josep Renau y cuyos vicepresidentes fueron Antonio Machado y María
Teresa León -a título honorífico-, y como vocales actuaron Jacinto Benavente,
Margarita Xirgú, Enrique Díez Canedo, Cipriano de Rivas Cherif, Rafael Alberti o
Alejandro Casona, entre otros. Instalado en el teatro de La Zarzuela, durante la
temporada 1937-38 se estrenó el teatro político antifascista de mayor calidad de la
España republicana.1034 Y, por último, por nombrar los proyectos más importantes,
nos referiremos a Las Guerrillas de Teatro, creado el 14 de diciembre de 1937, bajo
los auspicios del Consejo Central del Teatro, que abrió un concurso público para
conseguir un repertorio de obras que contribuyeran a exaltar el espíritu de la lucha
antifascista 1035 aunque, de hecho, funcionaban ya como compañía de teatro a
instancias de María Teresa León, actuando en los frentes, la retaguardia, las
fábricas o los palacios.1036

10.3.2. El Tingladillo
Ya en 1924, los hijos de Isabel Oyarzábal habían participado en un evento teatral
llevado a cabo en el teatro del Conservatorio a beneficio del Taller de Nuestra
Señora de Lourdes -Asociación de Santa Rita-, celebrada el 31 de diciembre de
1924 y consignada al día siguiente por el periódico Abc. 1037 El periódico, que
observaba que la compañía de niños había eclipsado a muchos profesionales,
apuntaba también que en la función actuaron tanto Marissa, como Cefito, junto a
otros niños de su edad.

1032 Fernández, J. R., “Años de primavera”, art. cit., p. 132.


1033 Aznar Soler, M., “María Teresa León y el teatro español durante la Guerra Civil”,
Revista Sticomythia, 5 (2007), p. 42.
1034 Aznar Soler, M., “María Teresa León…”, art. cit., pp. 37-54.
1035 Torres Nebrera, G., “Las guerrillas del teatro…”, art. cit., pp. 144-145.
1036 Aznar Soler, M., “María Teresa León…”, art. cit., pp. 52 y ss.
1037 Abc, Madrid, 1-1-1925, p. 32.
444

Años más tarde, en 1936, organizaron en la casa familiar un teatro de cámara al


que llamaron El Tingladillo,1038 y del que apenas se tienen noticias: solo se dieron
dos programas, en los que se representó La mujer que no conoció el amor, de nuestra
autora y en el que fueron actores sus propios hijos:
“En casa Cefito, Marissa y sus amigos pasaban su tiempo libre intentando
levantar una pequeña compañía de teatro de arte, que esperaban poner en
marcha algún día como canal de cultura. Solo pudimos hacer dos funciones.
Los acontecimientos políticos interrumpieron nuestros planes. El reparto fue
preparado por Victoria Casares Quiroga, hija del ministro del interior en el
gobierno de la Primera República; Paz, Sara y Maria Luisa Vilches, las tres
hijas del conocido actor español; Carmina Llopis, la nieta del vicesecretario de
Educación; Cefito y Marissa.
Fue tal el éxito, que tuvimos que dar una función especial de tarde y, por una
extraña coincidencia, algunos de los hombres que serían los más prominentes,
en los futuros gobiernos de España, estaban presentes. Azaña, Casares
Quiroga, Marcelino Domingo, Fernando de los Ríos, y otros.
El telón cayó en nuestro pequeño teatro. No sabíamos que pronto se
levantaría en otra escena, esta vez, una más trágica. El preludio a esa tragedia
serían las siguientes elecciones generales”.1039

10.4. La mujer y el teatro. Las autoras teatrales


Este teatro de ruptura con la tradición comercial supuso también un nuevo
horizonte para la mujer. El repertorio y la concepción dramática de estos grupos,
incluido El Mirlo Blanco, nos dan ejemplo de un teatro basado en la vanguardia, en
que las mujeres jugaban un papel importante, como muestran las obras
representadas por el grupo: Diálogo con el dolor o El gato de la Mére Michel. Pero
también otras obras escritas por mujeres como las representadas en el Lyceum
Club: El ángel cartero de Ernestina de Champourcín, o Fábrica de estrellas de Cóncha
Méndez Cuesta con decoración de Maruja Mallo el 8 de enero de 1929. En
Fantasio, Pilar de Valderrama puso en escena Sueño de las tres princesas en 1929 y
no hay que olvidar que fue el empuje de Pura Ucelay el que consiguió que se
representara El amor de don Perlimpín con Belisa en su jardín de Federico García
Lorca. A diferencia del teatro comercial, en los grupos de teatro de arte, las autoras

1038 Hormigón, J. A., “Los teatros íntimos y experimentales…”, art. cit., p. 124.
1039 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 116.
445

y actrices, o bien representaban sus propios textos, o bien daban voz a otros
autores que se apartaron del teatro convencional, como en Ligazón de Valle-Inclán;
Dúo de Paulino Masip; Un sueño de la razón de Rivas Cherif; Orfeo de Cocteau o
Amor de don Perlimpín de Federico García Lorca.1040
Existía, asimismo, otro factor que no se daba en los teatros comerciales:
solidaridad entre los distintos grupos. Por ejemplo, el dinero en las funciones de El
Mirlo Blanco se remitía al grupo teatral del Lyceum y Carmen Monné organizó
funciones y rifas de cuadros para recaudar fondos para dicho Club.
La existencia de estos grupos de teatro al margen de los comerciales provocó la
visibilidad de la mujer en un género que, por tradición, no había sido cultivado por
ella. Efectivamente, era inhabitual que las escritoras se dedicaran al teatro, por
razones sociológicas -dependencia familiar o matrimonial, bajo nivel educativo,
escasa participación en la esfera extradoméstica- y también por razones inherentes
a la actividad teatral, como su carácter empresarial. Así lo afirmaba Cristóbal de
Castro en su obra Teatro de mujeres: “Los hombres de teatro […] consideran a las
autoras, como Schopenhauer, ‘sexu sequor’. Pese a todas las conquistas sociales,
políticas y económicas del feminismo, ellos persisten en que la mujer es, como
autora, algo inferior, por no decir algo imposible”. 1041 Cristóbal de Castro se
refería, elocuentemente, a los obstáculos que las autoras noveles tenían que salvar
para ver su obra representada:
“¿Hemos de referir ‘el calvario de las autoras’? Tan público y notorio es que
huelga exponerlo. Más aún si se trata […] de escritoras ya conocidas:
entonces el ‘calvario’ es peor. Todavía las absolutamente inéditas pueden,
aprovechando la ocasión, colocar una obra, siempre a título de rareza o de
extravagancia y siempre ‘por una sola vez’. Porque con estas no hay cuidado.
Mas las escritoras de firma ofrecen ya serios peligros. ¿Y si, por dejarlas
entrar, se avecindan definitivamente? […] Ante tanta dificultad para estrenar
sus obras, no les queda sino un camino: publicarlas. Puesto que el empresario
no busca a las autoras, las autoras por medio del libro, van en busca del
empresario”.1042

1040 Sánchez Casado, M. J., “Dramaturgas sin generación…”, art. cit., pp. 7-9.
1041 Cit. en Nieva de la Paz, P., “Mujer, sociedad y política en el teatro de las escritoras
españolas del primer tercio de siglo (1900-1936)”, Boletín de la Fundación Federico García
Lorca, 19-20 (1996), pp. 87-105.
1042 Castro, C. de, Teatro de Mujeres. Tres autoras españolas, Madrid, Aguilar, 1934, pp. 10-11.

Cristóbal de Castro también abogaba por la creación de un teatro de mujeres, que tuviera
446

Por su parte, el escritor Manuel Bueno, a propósito de la publicación de la obra


Al margen de la ciudad de Halma Angélico, afirmaba que no se pondría en escena
hasta que hubiera un empresario resuelto a sacar al teatro de su ignominia:
“La comedia de Halma Angélico viene a confirmar una vieja creencia mía; y es
que hasta que las mujeres se han decidido a hacernos sus confesiones, a través
de la literatura, la psicología de su sexo nos era casi desconocida. Dígase lo
que se quiera en contrario, y aunque sufra un poco la presunción del hombre,
este rara vez penetra en las interioridades espirituales de la mujer. De lo
femenino, solo percibe lo muy somero; lo que aflora por la piel […] El
hombre y la mujer se unen; pero, no se compenetran jamás. Eso explica el
estado de paz armada en que conviven los sexos, cumpliendo el precepto
divino y la ley biológica que han concertado esa cooperación, a beneficio de la
especie. No es porque la mujer haya asumido el deber que le asigna la
estulticia de ciertos misóginos, de intranquilizarnos con sus perfidias. La
mujer, de una manera general posee, en potencia todas las virtudes del
hombre, más el sentido de la medida y de la oportunidad que a nosotros suelen
faltarnos frecuentemente”.1043

Es por ello que muchas autoras se unieron a las propuestas renovadoras del
teatro de arte. Entre ellas y junto a Isabel Oyarzábal se encontraban Carmen
Baroja, Zenobia Camprubí o Magda Donato.
Pero también hemos de referirnos a otras muchas autoras como: Pilar de
Valderrama, Pilar Millán Astray -una de las autoras de mayor éxito-, Sofía Blasco,
María de la O Lejárraga (María Martínez Sierra), Abedel (Adelina Aparici Ossorio),
Halma Angélico (M. Francisca Clar Margarit), Dolores Ramos de la Vega, Carmen
Monné, Matilde Ras, Carmen Díaz de Mendoza, María Teresa León, Ernestina de
Champourcín, Concha Méndez Cuesta, Pilar Algora de Dupous… Mujeres autoras
que desafiaron los obstáculos para dedicarse a la creación teatral.
Entre las causas de la escasa dedicación de las mujeres al género dramático, se
podrían aducir la influencia de la falta de modelos femeninos en un género en el
que la presión por la oferta y la demanda era mayor que en otros; la tendencia

como centro “la tragedia biológica de la mujer” y sus derivados de toda índole: problemas
de amor, problemas del hogar, problemas de la economía, problemas de la política… Cit.
en Nieva de la Paz, P., Autoras dramáticas españolas entre 1918 y 1936…, op. cit., pp. 25 y ss.
1043 Bueno, M., “Teatro femenino”, Abc, Madrid, 7-6-1934, p. 14.
447

femenina a lo tradicional y, por tanto, su escasa afición a las innovaciones que se


daban en la escena, hipótesis que, desde luego no conviene a las mujeres que
participaron en los teatros de arte; la especificidad del discurso femenino, con
predominio de los modelos confesionales, más habituales en los géneros narrativo y
lírico y, por último, el hecho de que la narrativa y la lírica no necesitan
conocimientos técnicos, como sí ocurría en el género dramático.1044
Junto a las autoras que participaron en los teatros renovadores, otras cultivaron
los subgéneros que tenían éxito en el teatro comercial -comedias, sainetes y
juguetes cómicos-, como Pilar Valderrama, cuyo éxito sirvió para alentar a otras
autoras.1045 La nómina alcanzaba la cifra de sesenta autoras dramáticas y treinta y
siete adaptadoras y traductoras que representaron o publicaron sus producciones
teatrales entre 1918 y 1936. 1046 Sin contar las reposiciones, los títulos
representados superaron los sesenta en el intervalo de esas fechas y en cuanto al
teatro impreso, los títulos ascienden a noventa y uno y doce de estas autoras
llevaron sus obras a escena antes de la temporada 1925-1926 y el resto en las
temporadas posteriores.1047
A pesar de ello, algunos de los hombres de teatro ignoraron totalmente la
influencia de las autoras teatrales, como ocurrió en el caso de Federico Navas,
quien en Las esfinges de Talía o Encuesta sobre la crisis del teatro (1928) no
encuestaba a las autoras o Enrique Jardiel Poncela en Lectura de cuartillas. Ensayo
sobre el teatro actual (1933) quien sobre los rumores de autoría de la obras de
Gregorio Martínez Sierra, por parte de su mujer María de la O Lejárraga,
apuntaba que el sentimiento y la poesía nacen del hombre y no de la mujer.1048 A
ello se unía la edición de catálogos sobre las obras teatrales que el público femenino
debía tener en cuenta. Así, el padre Amado de Cristo publicó Representaciones
escénicas malas, peligrosas y honestas; De teatros, ¿Qué obras podré ver yo? (1925) que
consistía en un catálogo de obras de los tres años anteriores, y escrito por

1044 Mañueco Ruiz, A., La mujer en el teatro español de la II República, Madrid, Publicaciones
de la Asociación de Directores de Escena de España, 2008, pp. 492 y ss.
1045 Sánchez Casado, M. J., “Dramaturgas sin generación…”, art. cit., pp. 7-9.
1046 Nieva de la Paz, P., “Tradición y vanguardia en las autoras teatrales de preguerra:

Pilar Millán Astray y Halma Angélico”, en Dougherty, D. y Vilches de Frutos, M. F. (eds.),


El teatro en España. Entre la tradición y la vanguardia (1918-1939), Madrid, Tabapress, 1992,
pp. 429 y ss.
1047 Nieva de la Paz, P., “Las autoras teatrales españolas frente al público y la crítica (1938-

1936)”,
http://digital.csic.es/bitstream/10261/9377/1/LAS%20AUTORAS%20TEATRALES%
20ESPA%C3%91OLAS.pdf, 1992, pp. 129-139.
1048 Nieva de la Paz, P., Autoras dramáticas españolas…, op. cit., p. 301.
448

“discretas jóvenes, asociadas a la Acción Católica de la Mujer, cuyo objetivo era la


orientación moral de las potenciales espectadoras e incluía solo cuatro obras de
autora. En el mismo sentido, El teatro español en su aspecto moral y religioso (1942) de
Felipe N. Garin Martí aportaba también información sobre el teatro representado
en los años previos a la Guerra Civil y emitía un juicio moral acerca de 29 obras
escritas por nueve autoras y tres adaptadoras, entre las que figuraba Isabel
Oyarzábal de Palencia, quien aparecía como adaptadora de Anna Christie de Eugene
O’Neill.1049
Por otro lado, la recepción en prensa de las obras estrenadas oscilaba entre varias
actitudes, pero los calificativos con los que se valoraba tradicionalmente toda
actividad femenina casi siempre demostraban una condescendencia paternalista. Si
algunos críticos animaban en su ímproba labor a las autoras, otros consideraban las
obras como exóticos productos del aburrimiento y los menos dejaban de lado los
prejuicios para juzgar de manera ecuánime las representaciones teatrales. En
general, las críticas teatrales de la época se mostraban más proclives a las obras
frívolas y sentimentales que a las más serias: comedias dramáticas, dramas…1050
También son significativas las publicaciones impresas de las obras de estas
autoras, pues si bien algunas de ellas vieron publicadas sus obras en recopilaciones
semanales que recogían los éxitos recientes. Así, Halma Angélico, Magda Donato o
Pilar Millán publicaron las suyas en colecciones como La Farsa, Comedias, La
Comedia o El Teatro Moderno, que fueron muy celebradas entre las clases
burguesas. Sin embargo, la mayoría tuvo que conformarse con las ediciones de la
Sociedad General de Autores Españoles o con ediciones autopublicadas, mientras
que en el lado opuesto se encontraba la labor encomiable de Cristóbal de Castro,
quien se dedicó a publicar muchas de las obras de autoras, que de otro modo no
hubieran visto la luz.1051
Los géneros más cultivados por las autoras fueron -paralelamente a lo que
ocurría en el teatro escrito por hombres dentro del teatro comercial- los de
“diversión intrascendente”. De manera global, la comedia sentimental de ambiente
elevado, orientada hacia el juguete cómico y el astracán o hacia las modalidades
dramáticas, fue el subgénero más cultivado, seguido de la comedia costumbrista de
corte popular y el sainete. Por otro lado, las autoras coparon gran parte del teatro

1049 Ibidem, pp. 301 y ss.


1050 Ibidem, pp. 287 y ss.
1051 Nieva de la Paz, P., “Las autoras teatrales españolas frente al público...”, art. cit., pp.

129-139.
449

para niños, en relación con sus compañeros masculinos, siendo menor la dedicación
de estas autoras al drama y la tragedia, así como a las piezas de un acto:
monólogos, diálogos, farsas, apropósitos, revistas, pasos, entremeses…
En definitiva, y a pesar de que algunas autoras actuales han renegado de la
concepción de un teatro especial hecho por mujeres, bien es cierto que la
contribución de las mujeres al teatro nacería de la propia identidad, de “la mirada
que lancemos a ese mundo intentando desentrañar sus riquezas, sus carencias, sus
conflictos, etc”. 1052 Si bien los temas vértice de la “esencialidad” femenina eran
familia, matrimonio y maternidad, amor, con sus variantes: celos, infidelidad,
separación, esterilidad, adopción…, no se trataba de temas exclusivamente tratados
por las autoras. 1053 Así Araquistáin, en su obra La batalla teatral, se extrañaba, por
ejemplo, de que los hermanos Álvarez Quintero, solteros empedernidos,
glorificaran la vida matrimonial y familiar.1054

10.5. El teatro de Isabel Oyarzábal


10.5.1. Diálogos con el dolor
Diálogos con el dolor fue publicado en 1944 muchos años después de la
representación por vez primera en la casa de los Baroja, junto al grupo teatral El
Mirlo Blanco. Se trataba de nueve piezas teatrales: La mujer que no conoció el amor,
El miedo, La que más amó, La ceguera, La mujer que dejó de amar, La vejez, Madre
nuestra, Gestas el mal ladrón, La cruz del camino y el cuento Alcayata.1055
Tanto el volumen original, como el estudio y reedición que se realizó en 1999,1056
contienen un prólogo en los que la autora hablaba del dolor y en él analizaba las
dos vertientes del dolor: el físico y el espiritual, el dolor del cuerpo y el del alma y
la autora concluía que mientras que el primero era amortiguado con el paso del
tiempo, el dolor del alma no se podía atenuar, pues ello significaba “dejar de sentir”.

1052 Serrano, V., “Hacia una dramaturgia femenina”, Anales de la Literatura Española
Contemporánea, 19, 3 (1994), pp. 343-364.
1053 Nieva de la Paz, P., “Mujer, sociedad y política…”, art. cit., pp. 87-105.
1054 Lentzen, M., “En torno a la discusión sobre el teatro en España a principios de los años

treinta”, en Actas del X Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Centro Virtual


Cervantes, 1989, pp. 43- 51.
1055 Palencia, I. de, Diálogos con el dolor. Nueve ensayos dramáticos y un cuento, México,

Leyenda, 1944.
1056 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor. Ed. Carlos Rodríguez Alonso, Madrid,

Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena de España, 1999. Seguiremos esta


edición.
450

Para no sufrir un dolor espiritual, sería necesario no amar a nada ni a nadie, ni


albergar ningún tipo de ilusión:
“Desterrar el dolor del espíritu, caso de que ello fuera posible, sería poblar el
mundo de seres insensibles.
¿Hay quien pueda visualizar tal cosa?
Privados del impulso animador de la lucha y del padecimiento que esta
produce languidecerían y acabarían por morir todas las artes.
Las familias se disgregarían.
El hombre y la mujer no podrían unirse en forma duradera”.1057

Más adelante, la autora aspiraba a que esta situación no se produjera en el futuro


pues, “el progreso no puede significar esterilidad como fuerza y fuerza joven
tenderá siempre hacia la realización de una expresión cada vez más vital de la
existencia humana”.1058 El don de la vida tenía que estar formado por “emociones,
impulsos y deseos antagónicos” y eran esos contrastes los que producían “la
alegría, el bienestar, la dicha y el dolor” y aún más, el dolor no debía ser apetecido,
ni ser objeto de temor, “basta con aceptarlo” y la manera de aceptarlo era: “siendo”.
El amor y el dolor constituían, así, piezas esenciales de la vida.
El dolor se ejemplificaba en Diálogos con el dolor en nueve situaciones
protagonizadas en su mayoría por mujeres: el amor no correspondido, la
imposibilidad de tener hijos, la muerte del hijo, el dolor físico, el desamor, la
juventud perdida y la enfermedad, la incomprensión y la guerra. Todos estos
asuntos fueron enfocados desde una perspectiva positiva y con una visión
esperanzadora. La perspectiva existencial contrastaba con otras obras dramáticas
que mostraban una visión más realista de la vida y del amor.1059
La maternidad constituyó uno de los temas principales de las obras que formaron
el tomo. Es esta una de las cuestiones más comúnmente tratada en las obras de las
autoras dramáticas de la época, pues formaba parte de la esencialidad femenina. En
este sentido, las mujeres que no se adaptaban a la visión de la mujer tradicional en
las obras teatrales eran sistemáticamente denostadas por las propias autoras. No
obstante, Pilar Nieva de la Paz apuntó un cambio en relación con el modelo
tradicional. Oyarzábal habría utilizado la identificación de los sentimientos

1057 Ibidem, pp. 55-56.


1058 Esta visión positiva del futuro se encuentra en obras de otras autoras de la época. Vid.
Nieva de la Paz, P., Autoras dramáticas españolas entre 1918 y 1936…, op. cit., p. 145.
1059 Ibidem, p. 104.
451

maternos femeninos para introducir a las mujeres españolas en una dimensión más
social. Para Isabel Oyarzábal, la condición de madre llevaba a las mujeres a trabajar
por la justicia social, por la igualdad, contra la guerra, en un contexto en el que las
grandes guerras sufridas en la primera mitad del siglo XX hacían temer a las
madres por la vida de sus hijos, como ocurría en la obra de la autora, La cruz del
camino. Por tanto, y dado que la maternidad iba indefectiblemente unida a la
esencialidad femenina, el feminismo trataba de vincular aquella a la actividad de la
mujer en el seno de la vida social.1060
Oyarzábal no se centró, sin embargo, en los problemas sociales concretos de las
mujeres, que sí se trataron ampliamente en el teatro escrito por otras autoras. El
planteamiento de Diálogos con el dolor era de tipo antropológico y exponía
problemas existenciales y políticos de manera general. De hecho, las piezas
teatrales que conforman el tomo son denominadas “ensayos dramáticos”, en los que
la autora planteaba distintas tesis, relacionadas con el dolor y la mujer y cuyas
protagonistas se encontraban ante situaciones existenciales extremas.1061
De este modo, nuestra autora ofreció en este conjunto de obras una visión
positiva de la mujer y de su valiosa influencia en la esfera social. Así, la mujer
contribuiría, como madre, al mantenimiento de la paz, argumento utilizado por el
feminismo y su lucha por el voto y la participación política. No olvidemos que,
además, Oyarzábal fue una activa defensora del pacifismo.1062 La modernidad de los
planteamientos de la autora se observa también en la exposición del tema de la
construcción de la identidad personal, núcleo del diálogo La ceguera. Así pues, nos
encontramos ante un conjunto de obras dramáticas, que más allá de su aspecto
formal, temáticamente conformaron una concepción transformadora de la visión
tradicional del papel de la mujer en la sociedad.

Formalmente, Rodríguez Alonso destacó su carácter de “fábula moral”, con


voluntad didáctica, no solo por las situaciones esquemáticas, sino también por la
propia naturaleza de los personajes y en las que existía un mismo lenguaje escénico.
A excepción de una de ellas, todas presentaban una situación única, con gran peso
de la palabra frente a la acción, y con un lenguaje poético que alejaba a estas obras

1060 Nieva de la Paz, P., “Cambios y permanencias de la maternidad en Diálogos con el dolor
(1944), de Isabel Oyarzábal Smith”, Estreno, 37.1 (2011), pp. 42-56.
1061 Ibidem, p. 46.
1062 Isabel Oyarzábal militó en la Liga por la Paz y la Libertad y su pacifismo se hizo

evidente también en sus artículos, y su participación en la Liga de Naciones y en la


organización Mujeres contra la Guerra y el Fascismo a partir de 1933.
452

del realismo imperante en la escena comercial, aspecto que se acentuaba por el


hecho de que muchos personajes tenían nombres genéricos. Se trataba de
personajes arquetípicos, anónimos que se caracterizaban “por su funcionalidad en el
drama o por su relación con otro personaje: el enfermo, la que ama, la que él ama”.
A veces el apelativo con el que se nombraba a los personajes hacía referencia a una
actitud vital: la escéptica, la idealista… En otras tomaban un sustantivo como
definidor de su esencia “la madre, la niña, la soltera” y en otras ocasiones introducía
seres abstractos, tal es el caso de “La tierra” en La mujer que no conoció el amor, “La
oscuridad”, en La ceguera o “La voz del odio”, en La cruz del camino. Estos
personajes carecían de presencia física y solo se manifestaban a través de la palabra.
Esta utilización de personajes alegóricos remite a las fábulas clásicas1063 y en este
sentido, decía Ramón María del Valle-Inclán que el teatro español se caracterizaba
por ser un teatro “escolástico”, que no ponía en escena tanto las fuerzas de la
naturaleza como la representación de unas ideas. Ya las preceptivas clásicas
abogaban por la búsqueda de verdades generales en la poesía y desde entonces
hasta la coincidencia entre el teatro alegórico o abstracto y las comedias de capa y
espada, los personajes abstractos eran el resultado de una forma de entender la
realidad, elementos de una suerte de teatro didáctico o doctrinal que trataba de
influir en los espectadores ya que el personaje presente escenográficamente, pero
ausente escénicamente generaba significado.1064
Otra interpretación es la influencia del auto sacramental en Diálogos con el dolor.
Isabel Oyarzábal era conocedora del teatro áureo, especialmente de las obras de
Lope de Vega y Calderón de la Barca, tal y como afirmaba en su propia
autobiografía:
“Poco a poco, mi viejo interés por el teatro revivió. Empecé a aprender
alguno de nuestros dramas clásicos de memoria. Calderón de la Barca y Lope
de Vega me ofrecían un amplio campo. Mi madre me pilló un día recitando
delante del espejo, pero pensé que no debía decirle nada todavía”.1065

Lo cierto es que durante las primeras décadas del siglo XX se produjo una
revitalización del subgénero que se mantuvo durante toda la centuria, debido al

1063 Ibidem, pp. 7-50.


1064VV.AA., El personaje dramático…, op. cit., pp. 27-37.
1065 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 34.
453

gusto por lo abstracto y alegórico y al deseo de reteatralización de la escena.1066


Valbuena Prat definió el auto sacramental como una “composición dramática (en
una jornada), alegórica y relativa, generalmente a la comunión”.1067 Los autos de
las primeras décadas del siglo XX solían mantener la dimensión alegórica, dejando
de lado la eucaristía y en algunos casos, se seguía fielmente el fondo y la forma
clásicos y, en otros, se circunscribían a coincidencias externas. Frecuentemente se
cuestionaba en ellos el significado de la existencia humana y, contrariamente al
sentido original, “la alegoría sirve para mostrar la desaparición de Dios en un
mundo en el que también se han mudado los valores”.1068
Azorín escribió en 1926, año en el que se representó por primera vez un diálogo
de nuestra autora, que se asistía en Europa al renacimiento de la fórmula
calderoniana, como ejemplo del teatro más abstracto e intelectual y que este era el
camino seguido por la literatura dramática más vanguardista. El propio Azorín,
sobre su obra Angelita, calificada por él mismo como auto sacramental, afirmaba:
“un auto sacramental en el que hemos saltado por encima de la realidad cotidiana
para acercarnos al verdadero símbolo”. 1069 Mientras que, Rodríguez Alonso
destacaba, además, en algunos de los diálogos, la presentación de los personajes en
tríadas.1070
En cuanto al espacio en el que se desarrollan las obras se trataba, en su mayoría,
de espacios abiertos, en los que los personajes, también a menudo, recorrían un
camino, símbolo del devenir vital. Otro aspecto destacable es la importancia de la
luz en el conjunto de las obras: la autora aludía en las acotaciones iniciales a la luz
y abundan las obras en las que el sol inundaba el escenario frente a otras en las que
el crepúsculo hacía alusión al estado anímico de los personajes. En este sentido,
Oyarzábal se unió a la vanguardia teatral, si tenemos en cuenta que Craig y Appia
ya habían experimentado con la luz y habían aprovechado ampliamente sus
posibilidades. De hecho, Craig siempre utilizó la iluminación como medio para

1066 Paco, M. de, “El auto sacramental en el siglo XX: Variaciones escénicas del modelo
calderoniano”, www.uclm.es/centro/ialmagro/publicaciones/pdf/.../11_2000/16.pdf, ‎pp.
365- 388.
1067 Valbuena Prat, Á., “Los autos sacramentales de Calderón: Clasificación y análisis”,

Revue Hispanique, LXI (1924), pp. 301-302. Cit. en Paco, M. de, “El auto sacramental…”,
art. cit., pp. 365-388.
1068 Ibidem, p. 383.
1069 Azorín, “Dos autos sacramentales”, en Ante las candilejas. Obras Completas, IX, Madrid,

Aguilar, 1954, pp. 154-155. Cit. en Paco, M. de, “El auto sacramental…”, art. cit., pp. 365-
388.
1070 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos…, op. cit., p. 27.
454

crear atmósferas y sugerencias, destacando su poder de sugestión. 1071 Y, por su


parte, Appia sostenía que la luz en escena debía dar vida al espacio y llegar al
espectador como un signo dinámico que poseía un poder de evocación y sugestión,
constituyendo el elemento más integrador de todos los que se ponían en escena
para lograr la unidad de sentido global.1072
Para Rodríguez Alonso las dos obras más innovadoras de Oyarzábal son El miedo
y Gestas, el mal ladrón, donde la diversidad de técnicas -elementos narrativos,
monólogos interiores, superposición de planos-, le otorgan un carácter
vanguardista.1073
A pesar de que solo se puso en escena una de sus obras en Madrid para un
público más o menos amplio, Isabel Oyarzábal aparecía reseñada en el 50% de las
referencias periodísticas en las que se destacaba las producciones del teatro
íntimo. 1074 En total, las obras de Oyarzábal que llegaron a escena en distintas
épocas fueron solo dos: la primera de las cuales, fue titulada Diálogo con el dolor,
aunque corresponde al título de la obra La que más amó, también traducida al
inglés, publicada en 1931 en una revista malagueña1075 y que se representó en casa
de los Baroja. La segunda obra, La mujer que no conoció el amor, fue estrenada en
1934 en el Lyceum Club de Londres, puesta en escena también por El Tingladillo
en 1936 y en Estocolmo en noviembre de 1937 en el Folkens Theater, con motivo
de los actos para celebrar el primer aniversario de la resistencia de Madrid.

10.5.1.1. La que más amó


Fue estrenada por el grupo de teatro El Mirlo Blanco, el 20 de marzo de 1926,
con el título Diálogo con el dolor. El cartel anunciaba tres funciones: una, el día 20 a
las diez y media de la noche y otras, el día 21, a las cinco de la tarde y a las diez y
media. Isabel Oyarzábal representó el papel de “La mujer que le ama”; Carmen
Baroja, el de “La mujer que él ama”; Fernando García Bilbao, el de “El sacerdote”;
José Luis Gallego, el de “El hombre de ciencia” y José Benito, el de “El enfermo”.

1071 Sánchez, J. A., (ed.), La escena moderna…, op. cit., p. 89.


1072 Bobes Naves, M. C., Semiología de la obra dramática, Madrid, Arcolibros, 1997, pp. 164
y ss.
1073 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor…, op. cit., p. 28.
1074 Nieva de la Paz, P., Autoras dramáticas…, op. cit., p. 299.
1075 “Diálogos con el dolor por Isabel de Palencia”, Málaga, Sociedad Económica de Amigos

del País, 1-8-1931, pp. 6-7.


455

De las reseñas sobre el estreno de la obra, se puede desprender el carácter


esquemático de la obra.1076 La crítica más elocuente la firmaba Rafael Marquina:
“esbozo de esquema de intento de teatro sintético, de una emoción contenida y de
un fuerte humor polémico, que con sobriedad notable interpretó la autora, Sra.
Isabel de Palencia (Beatriz Galindo)…”1077 La denominación de “teatro sintético”
remite al teatro futurista 1078 y salvando las distancias, existen coincidencias en
ciertos postulados del teatro futurista y el modo de hacer teatro de Isabel de
Palencia. Para los futuristas, el teatro debía ser sintético, brevísimo: “comprimir en
pocos minutos, en pocas palabras y en pocos gestos innumerables situaciones
sensibilidades, ideas, sensaciones, hechos y símbolos”. De este modo, se hacía
necesario destruir todo lo que se consideraba ornamento inútil, pues solo aquello
que tenía valor era teatral y la escenografía al uso debía ser sustituida por un
cuadro emotivo que despertase las sensaciones necesarias para el desarrollo teatral
que contaría con la intuición del público. Estas características bien se pueden
atribuir a la obra que nos ocupa y, en general, a la mayoría de las que componen la
producción de Oyarzábal.
El calificativo “esquemático” se puede aplicar a varios aspectos de la obra: la
acción, los personajes, la escenografía… Hormigón apunta el esquematismo y la
abstracción como dos de sus características más notables. 1079 Los personajes
representan ideas, meros arquetipos sin individualidad y conceptos de lo que
defienden. Del mismo modo, el escenario se muestra desnudo, con escasos
elementos sobre él y pintado totalmente de blanco, iluminado por la luz que entra
por la ventana. La acción y el movimiento son casi inexistentes, sustentados
fundamentalmente por la palabra.
Esta brevísima pieza es, además, de una increíble modernidad, como afirma Pilar
Nieva. 1080 La escena nos presentaba la agonía de un hombre a punto de morir,
flanqueado por “La que le ama”, “El sacerdote” y “El médico”. El hombre mantenía,
en esos últimos momentos, la esperanza de despedirse de “La que él ama”. El
sacerdote y el médico se mostraban parciales, incompletos, incapaces de

1076 “Cuadrito de sencillez esquemática, de emoción muy directa”, La Época, Madrid, 22-3-
1926, p. 1; “Apunte dramático muy esquematizado” en El Sol, Madrid, 23-3-1926, p. 2.
1077 Heraldo de Madrid, 27-3-1926, p. 4.
1078 Marinetti, F. T., “El teatro futurista sintético (1915)”, en La escena moderna…, op. cit.,

pp. 121-127.
1079 Hormigón, J.A. (dir.), Autoras en la Historia del Teatro Español (1500-1994), Volumen 2,

Madrid, Publicaciones de la Ade, 1997, pp. 976- 987.


1080 Nieva de la Paz, P., Autoras dramáticas españolas…, op. cit., p. 145.
456

comprender el dolor ajeno, pero no así “La que le ama”, que en su primera
intervención señalaba, en relación al dolor que el hombre sufría: “cada nervio de su
cuerpo es un conductor de dolor en lugar de ser un transmisor de energías”.1081
El médico recordaba que la misión de la ciencia era conservar la vida y tan solo
pretendía lograr nuevos conocimientos con la vida del moribundo. “La mujer que le
ama” clamaba por una muerte digna para el enfermo, sosteniendo que los latidos de
su corazón no conducían a nada, sino a prolongar una existencia sin finalidad y
defendiendo así una idea muy próxima a la que hoy se entiende como eutanasia
pasiva: “El conocimiento en el terreno de la medicina, cuando se ha perdido toda fe
en el alivio de un mal debe emplearse para evitar sufrimientos y no para poner un
cerco al lecho de un moribundo e impedir que huya” (p. 80). Mientras que El
sacerdote, por su parte, sostenía que “la ciencia no sirve de nada sin la voluntad
omnipotente de Dios, que conserva la vida para sus altos fines” (p. 80).1082
Los personajes de la obra tienen un significado simbólico y categorial, seres
genéricos que carecen de individualidad, hecho que se aprecia ya en su
denominación. Son meros conceptos que materializan una serie de dicotomías que
se ven reflejadas en la obra: amor/desamor, religión/ciencia. 1083 Esta última
dicotomía encuadraba la obra, haciéndose patente al principio de ella, pero también
al final, con el lamento del médico y el sacerdote: el primero, tras la muerte del
enfermo, se lamentaba de que no había podido realizar el último experimento, el
segundo, de que había muerto sin confesión. Ambos, junto con “La que él ama”
demostraban la dureza de sentimientos, la falta de empatía que solo mostraba “La
que le ama”, haciéndose pasar, incluso, por el otro personaje femenino, que se
revelaba egoísta e insensible.1084

1081 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., pp. 79. A fin de evitar excesivas
notas en este apartado, todas las referencias a Diálogos con el dolor, se señalarán en el
cuerpo, anotando las páginas correspondientes de la edición a cargo de Carlos Rodríguez
Alonso.
1082 La concepción de la religión en la autora, como exigencia máxima de justicia y verdad

se aparta totalmente de que exponen las autoras más conservadoras. En sus obras, la
religión se presenta como incontestable argumento para rebatir innovaciones legales o de
conducta que atentan contra las normas tradicionales. Para la mujer la religión es el
bálsamo para soportar mejor las desgracias. Cfr. Nieva de la Paz, P., Autoras dramáticas
españolas…, op. cit., pp. 143-144 y 145.
1083 Ibidem, p. 273.
1084 Muchas autoras ponen el énfasis en mostrar la diferenciación de los distintos tipos de

amor. Ibidem, p. 93.


457

En este sentido, se recoge en la obra una visión clásica de la evolución del amor
de pareja hacia el maternal, más profundo.1085 El amor maternal, simbolizado por
“La que le ama” se contrapone al amor pasional, egoísta, representado por “La que
él ama”, quien declaraba:1086 “Por eso puedes perdonar; pero el amor, tal como yo lo
entiendo, no es eso. No es abnegado, es absorbente, es egoísta. Ese es el que yo
quiero sentir […] El tuyo…es un amor maternal” (p. 83).
La obra finalizaba con “La que le ama” arrullando en sus brazos al enfermo, ya
difunto cual si se tratase de un niño y mostraba una expresión, efectivamente,
maternal: “Duerme, mi niño, duerme” (p. 84).
En cuanto al marco espacial, este es igualmente esquemático. Se trataba de una
estancia pintada de blanco, con una cama encuadrada en cortinas blancas y el
resplandor del sol entrando por la ventana y en él la luz jugaba un papel
importante, pues a la claridad que se advertía en la estancia, se contraponía la
oscuridad que, a pesar de ello, percibía “El enfermo”, como símbolo de su cercana
muerte, a la vez que la levedad y fragilidad de su existencia se hacía notar en la
descripción que del personaje hacía la autora, dibujándolo como una silueta.
En la representación realizada por El Mirlo Blanco los días 20 y 21 de marzo de
1926, todos los detalles se cuidaron con verdadera precisión, y recordemos cómo
causaron estupor entre los asistentes a la representación por su realismo. Y de
hecho, por su esquematismo en el espacio y la naturaleza simbólica de los
personajes, la obra ha sido comparada con la obra de Azorín, Doctor Death, de 3 a 5,
que forma parte de la trilogía Lo invisible (1928).1087

10.5.1.2. La mujer que no conoció el amor 1088


Se trata de la primera obra que aparece en el volumen que seguimos para este
estudio. Fue representada en tres ocasiones, la primera, en el Lyceum Club de
Londres en 1934, con posterioridad en 1936 por el grupo teatral que fundaron los

1085 La transferencia del amor filial al hombre amado, es tema común en obras de autoras
de la época. Son mujeres enérgicas, que buscan cumplir la función maternal. Cfr. Mañueco
Ruiz, Á., La mujer en el teatro español…, op. cit., p. 69.
1086 Nieva de la Paz, P., “Cambios y permanencias de la maternidad…”, art. cit., pp. 42-56.
1087 Nieva de la Paz, P., Autoras dramáticas españolas entre 1918 y 1936…, op. cit., p. 273.
1088 Este “diálogo con el dolor” apareció publicado en la revista Blanco y Negro, Madrid, 22-

8-1926, pp. 87-88, bajo el título La mujer soltera, más explícito, aunque menos poético. El
texto es básicamente el mismo que el que apareció en la colección de las obras, si bien, el
personaje de la madre era denominado, en este caso, “La matrona” y la intervención de “La
soltera”, que cerraba la obra variaba, aunque con el mismo sentido que la versión definitiva.
El texto se acompañaba de un dibujo de Méndez Bringa.
458

hijos de la autora, El Tingladillo, 1089 y por último, en Estocolmo en el Folkens


Theater, en 1937, en el marco de los actos celebrados para conmemorar el primer
aniversario de la resistencia de Madrid, durante la guerra.1090 El reparto estuvo
formado por Naima Wifstrand, Anna Flygare, Manda Bjorling y Sickan Karlsoon y
la obra había sido traducida al sueco para la ocasión y también lo fue al inglés,
francés y alemán:1091
“Justo en ese momento, un representante del Comité Sueco de Ayuda a
España, vino a verme por una exhibición de dibujos y pinturas hechas por
artistas españoles durante la guerra, que iban a ser mostrados en Estocolmo y
en otras ciudades suecas. Me consultó acerca de las fechas. Después de hablar
del asunto, llegamos a la conclusión de que en vez de hacer la exhibición en
una ocasión, conferencia sobre cultura española en otra y así sucesivamente,
como habían venido haciendo, sería mejor tener toda una semana dedicada a
España. En el primer aniversario de la resistencia de Madrid, que era en
noviembre, se decidió elegir la primera semana de ese mes para los diferentes
actos en honor a la capital española.
En el momento en que el plan fue conocido, las ofertas de ayuda vinieron por
parte de gente de todas clases. Todos los periódicos de Estocolmo que no eran
abiertamente fascistas publicaron titulares con las palabras Spanska Veckor (La
semana española) día tras día, dando cuenta de las diferentes actividades.
Los más conocidos escritores de Suecia enviaron contribuciones, que fueron
recopiladas en un folleto dedicado a Madrid. Estaba encabezado por un poema
de Erik Blomberg, seguido de artículos, poemas y dibujos de hombres y
mujeres de las más variadas opiniones políticas, pero todos movidos por el
corazón del heroísmo del pueblo español. La novelista, Marika Stjernstedt,
que después se convirtió en una buena amiga mía, también contribuyó con un
artículo.
El rey Gehrard ofreció su teatro cortésmente para una representación en la
que él tomó parte. Allí se mostró la magnífica película de Ernest Hemingway,
La tierra española, y una tarde, las conocidas actrices, Naima Wifstrand, Anna

1089 La autora declaró que uno de sus diálogos había sido puesto en escena en 1936. En él
demostró sus extraordinarias facultades la gran actriz María Casares, que contaba con
trece años, y que tuvo que luchar contra la voluntad de su madre, que insistía en que era
muy pequeña para la actuación. Excelsior, México, 29-7-1953, s. p. Archivo Nacional de
Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).
1090 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., p. 60.
1091 Declaraciones de la autora en la publicación Excelsior, art. cit., s. p.
459

Flygare, Manda Bjorling y Sickan Karlsoon, dieron una representación de una


pequeña obra mía traducida al sueco”.1092

La prensa sueca describió ampliamente el acto celebrado en el local de


exposiciones en la casa Esseltes junto a la calle Vasagatan. El discurso inaugural lo
había dado el abogado Georg Branting, quien explicó el objetivo de la semana
cultural. Después, los asistentes visitaron la exposición artística, organizada por el
intendente Ragnar Hoppe, que incluía la exposición de carteles y fotografías sobre
la defensa de Madrid. Se anunciaba, asimismo, que a las cinco y cuarto de la tarde,
tendría lugar una gala en el Folkan, donde se podría visionar la película de
Hemmingway y la obra de Isabel Oyarzábal, además de las actuaciones del
guitarrista Francisco Alonso y el bailaor Joselito.1093
El carácter esquemático de la obra se evidencia en su brevedad, acción y
personajes. De hecho, comparte las características principales de todos los ensayos
dramáticos que componen el volumen: personajes arquetípicos, personificación de
la naturaleza, lenguaje cargado de simbolismo y acción escueta sustentada en la
palabra.1094 El asunto de la obra es el drama de la mujer por no haber tenido hijos,
“La soltera”, personaje que ha sido uno de los más denostados de la literatura desde
el siglo XIX hasta bien entrado el XX. La soltera más criticada socialmente era la
perteneciente a la clase burguesa, pues la de clase obrera se aferraba a su trabajo y
la de la clase alta a su dinero,1095 mientras que la burguesa era considerada una
carga social. 1096 Por otro lado, era creencia generalizada que la mujer solo se
realizaría completamente en el matrimonio y la maternidad y, por tanto, muchas
mujeres buscaban en el casamiento la única salida a sus míseras existencias.1097 Sin
embargo, en la época que nos ocupa, se produjo un descenso en los índices de
matrimonios, que junto al crecimiento de la población y una mayor longevidad
femenina, despertaron la preocupación por la soltería femenina y la incorporación
al mundo laboral también de las mujeres de la clase media. 1098 En fin, la mujer
soltera era considerada en la literatura una paria, una parásita, la personificación de

1092 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., pp. 190-191.
1093 Aftonbladet, Estocolmo, 31-10-1937, p. 1.
1094 Hormigón, J. A. (dir.), Autoras en la Historia…, op. cit., pp. 976-987.
1095 Quiles Faz, A., “Soltera tenía que ser…”, art. cit., pp. 185-201.
1096 Martín Gaite, C., Usos amorosos del dieciocho en España, Barcelona, Anagrama, 1987, p.

115.
1097 Nelken, M., La condición social de la mujer…, op. cit., pp. 51-52.
1098 Nieva de la Paz, P., Autoras dramáticas españolas…, op. cit., p. 111.
460

la desgracia. 1099 Siempre descrita como un ser poco agraciado y en algunas


ocasiones casi monstruoso, la descripción que hacía nuestra autora del personaje de
su obra resulta benevolente: “Mujer delgada de aire cansino y rostro pálido de
expresión desilusionada” (p. 61). Este personaje corresponde a una tipología de
solterona descrita literariamente como madre sustituta de los hijos de otra, como
sostenía la tesis de Oyarzábal en la pieza teatral. Este asunto también fue tratado
por Lorca en Yerma pero, mientras en esta obra el desenlace es trágico, en la obra
de nuestra autora, se observa una evolución del tema de la maternidad,1100 ya que, a
pesar de ser esta el pilar de la “esencialidad” femenina, lo cierto es que en las obras
teatrales de la época, la adopción y la maternidad sustitutiva constituyeron una
solución para este tipo de problemas. De esta manera, la mujer podía ser madre
hasta cuando no tenía hijos, como sucedía en obras como Canción de cuna, El ama de
casa de María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra o La hermanastra de Adela
Carbone, en las que la idea de entrega al prójimo las redime de una vida vacía.1101
Por otra parte, en la obra se hace patente la idea de que la mujer es la responsable
de la regeneración del país.1102
La acción de la obra comenzaba en el campo “inundado de luz otoñal”, por el que
los tres personajes de la obra caminaban, de vuelta de sus quehaceres en el campo:
“La madre”, caracterizada con formas opulentas y ojos serenos; “La niña”,
adolescente, grácil, de ojos curiosos y doradas trenzas y “La soltera”, cuya
caracterización contrastaba con las otras dos mujeres: enjuta, de aire cansino,
pálido rostro y expresión desilusionada. “La madre” representa la maternidad
pasada, ya realizada; “La niña”, la maternidad futura, llena de esperanza y vida y
“La soltera” representa la desesperanza, la infructuosidad de la vida de una mujer.
Las mujeres pararon para descansar, y la niña inició un baile, que mostraba la
alegría que albergaba, pues la vida le daría la oportunidad de amar. De repente, la
madre, comenzó a oír ruido de campanas, que extrañó a las mujeres. Ambas, “La
madre” y “La niña”, sintieron temor por cuál sería la razón por la que las campanas
repicaban, pues era un repique triste que hacía presagiar alguna desgracia: la madre
temía por la suerte que hubieran podido sufrir sus hijos, “La niña” se inquietaba por
la suerte de sus pretendientes, sin embargo, “La soltera” no oía el repique de las

1099 Quiles Faz, A., “Soltera tenía que ser…”, art. cit., pp. 185-201.
1100 Nieva de la Paz, P., “Cambios y permanencias…”, art. cit., pp. 42-56.
1101 Mañueco Ruiz, Á., La mujer en el teatro español…, op. cit., pp. 70-74 y Nieva de la Paz, P.,

“Mujer, sociedad y política en el teatro…”, art. cit., pp. 87-105.


1102 Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal de Palencia (1878-1974)…”, art. cit., p. 90.
461

campanas pues ella no amaba y los sonidos que percibía eran expuestos en
gradación: tan solo oía el viento, cuervos y carros:
“¿Por qué oyen ellas lo que yo no distingo? ¿Campanas que anuncian dolor?
¿Campanas que avisan males? ¿Por qué a mí nada me dicen…? ¿Será que se
me han atrofiado los sentidos, como atrofiadas tengo las entrañas porque no se
me ofreció, con el amor… la ocasión de ser madre? Fui joven; pero en mi
corazón no llegó a florecer, jamás, una esperanza. […] Quiero vivir en otras
vidas y transmitirles el vigor que atesoré para los hijos… que no me dieron.
Quiero que otras existencias dependan, en parte al menos, de la mía; […]
porque adivino que solo de esta manera…se vive… (Se echa totalmente sobre
la tierra)” (p. 65).

En ese momento, el personaje simbólico y abstracto de “La tierra” tomó la


palabra, dándole la respuesta a su desesperación:
“Tú no oíste las campanas, porque estas suenan en el corazón antes de
llegar a los sentidos. Las agita el temor y este nace del amor de un ser para
otro. Hay muchas maneras de ser madre y tú podrás serlo si en lugar de
escucharte a ti misma, pones tus manos en el corazón del mundo para sentir
sus latidos. (La soltera pone sus manos abiertas sobre la tierra). Cada uno de
ellos es la queja de alguna criatura hambrienta de cariño o ávida de ciencia.
Los hijos que deseaste y que no te dieron pueden ser los que, en un momento u
otro, te necesiten… (La tierra enmudece)” (p. 66).

De repente, “La soltera” oyó las campanas y salió corriendo, dejando la carga que
llevaba, correlato de la liberación del lastre que le suponía no ser madre, gritando
los nombres de “sus hijos”, de aquellos que le necesitaban. Además, la tierra
adquiría en esta obra la importancia que tenía para la autora, tal como se apreciaba
también en la obra narrativa En mi hambre mando yo:
“LA NIÑA. -¿Y de quién es la era, madre?
LA MADRE.- Es de todos y de ninguno; porque su amo es el pueblo” (pp. 61-
62).

Los personajes vuelven a ser categoriales en esta pieza y, en este caso,


sustantivos que definen su esencia, exceptuando el personaje de “La tierra” y todos
ellos femeninos y ligados al mundo rural.
462

El espacio, a diferencia de la obra anterior, es un espacio abierto: el campo y los


personajes recorren un camino como símbolo del devenir vital. 1103 De especial
importancia en esta obra es el código sonoro, el lenguaje escénico no verbal: las
campanas, el sonido del viento, el graznar de los cuervos, el chirrío de los
carros…1104 En este sentido, cabe también destacar un mecanismo que utilizó la
autora, característico del teatro de Antonio Buero Vallejo, el efecto de inmersión: el
sonido de la campana, con todo su simbolismo, solo era apreciado por el público,
cuando, a la vez, lo escuchaba “La soltera”, en el que la conciencia del personaje, en
su descubrimiento de la importancia del amor solidario, evolucionaba a la vez que
lo hacía el espectador.1105

10.5.1.3. El miedo 1106


A partir del episodio de la crucifixión de Cristo, Isabel Oyarzábal escribió este
ensayo dramático que fue representado en su domicilio familiar por el grupo El
Tingladillo, en 1936.1107
El texto está precedido por unas líneas de Gabriel Miró de su obra Figuras de la
Pasión del Señor, obra publicada en 1917. Estas palabras recuerdan que María es,
ante todo, madre: “[…] olvidándose que siendo Hijo de Dios era hijo de entrañas
de mujer, hijo también, todo de dolor suyo y sufriendo, amándole, sentía miedo de
todo” (p. 69).
La obra comenzaba tras la muerte de “El hijo del hombre”, con el que se había
apagado la luz que iluminaba a la humanidad. María, en una especie de ensoñación,
observó primero a una figura infantil, por la que sentía temor ante lo que le pudiera
sufrir en su vida futura. La imagen se desvaneció y apareció en su lugar, una figura
adolescente que le interrogaba sobre el porqué de su destino: María no podía
“rasgar el velo que oculta el destino”. Por último, se le apareció el hombre y era
María quien interrogaba. Las imágenes desaparecieron y la voz de su Hijo le

1103 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., p. 28.
1104 Nieva de la Paz, P., Autoras dramáticas…, op. cit., pp. 273 y ss.
1105 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., p. 31:
1106 Una versión primigenia de la obra apareció publicada en Blanco y Negro, Madrid, 28-3-

1926, pp. 50-54. El título de la obra era en la publicación, “Las mujeres del Evangelio”, en
un número dedicado a la Semana Santa. El texto reproducido tenía una estructura
narrativa, hecho que parece haber influido en la versión definitiva, pues la pieza teatral se
halla en la frontera entre lo narrativo y lo teatral. En la versión impresa de Blanco y Negro
“El hijo del hombre” no tomaba la palabra salvo al final del relato, ni aparecían los
personajes de Lázaro, Juan o Nicodemus, tan solo las mujeres que significaron algo en la
vida del Cristo. En definitiva, una versión menos desarrollada que la teatral.
1107 Nieva de la Paz, P., “Cambios y permanencias…”, art. cit., p. 42-56.
463

reconfortó: mientras su alma albergase el amor al prójimo y se estremeciera ante el


dolor de todos los seres humanos, el miedo no tendría lugar en ella. El hambre, en
este caso de justicia, es el enemigo mortal del miedo:
“Ten hambre y sed de Justicia y serás más fuerte que todos los que lleven
armas contra ella. Contra los explotadores, los usureros, los que están
dominados por ambiciones ruines, los falsos, los hipócritas, que harán el mal
amparándose en mi nombre, los usurpadores de la tierra que es patrimonio de
todos. No temas. Y aunque sean muchos los que se alcen contra la justicia, no
temas. Rechaza el miedo y acepta el Hambre” (p. 70).1108
Diversas figuras bíblicas aparecían en escena, todas ellas desesperadas, clamando
por el auxilio del maestro ante el “temor, desfallecimiento o espanto” que se
albergaba en ellos tras su muerte: María de Magdala, María de Cleofás, Marta,
Lázaro, Nicodemus, Juan… Entre los personajes de la obra prevalecían las mujeres,
aquellas que estuvieron al lado de la Cruz hasta el final, y cuya valentía contrastaba
con el abandono de los discípulos varones, moderna lectura de la tradición
evangélica.1109
María transmitió el mensaje que su Hijo le había comunicado, instando a los que
la escuchaban a tener hambre para amar a todos los que padecían de ella:
“Tenéis miedo porque habéis acallado, en vuestros corazones, el hambre de la
Justicia y frente a vosotros se ha formado el ejército de los que no la acatan ni
persiguen, y se aprovechan de la debilidad y el dolor de sus hermanos. Es un
ejército poderoso. En sus filas se hallan los ansiosos de poder, de dominio y de
opresión, de adquirir bienes de quien sea y por los medios que fueren. Mirad
luego en torno y hallaréis millones de víctimas causadas por ese ejército”.

Tras las palabras de María, la multitud se mostró avergonzada, y ante ellos, se


levantaron espectros que simbolizaban el dolor en sus muchas formas: la injusticia,
la guerra, la opresión, la tiranía, la ignorancia, el hambre (simbolizada por el
espectro de un niño desnutrido y el de los campos yermos), y frente a ellos, el

1108 Recordemos en este mismo sentido, las declaraciones de la autora en una larga
entrevista en la prensa mexicana: “El hambre es la causa por la que avanza el mundo o por
la que retrocede. Lo que hace avanzar a la gente es el hambre. Hay muchas hambres
distintas: de alimentos, de dinero, de hijos, de gloria. Lo que nos hace retroceder es el
miedo y el que tiene hambre no tiene miedo.” Excelsior, México, 29-7-1953, s. p. Archivo
Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario núm. 687,
Registro 1812. Esta idea también se apreciaba en la novela de la autora En mi hambre
mando yo.
1109 Nieva de la Paz, P., “Cambios y permanencias…”, art. cit., p. 42-56.
464

egoísmo, el olvido y el afán de poder. Hombres y mujeres se unieron en ese


instante al unísono para hacer llegar hasta los últimos confines de la tierra la
justicia, “de la que ya se sentían hambrientos”.
María se mostraba como madre y no solo para los discípulos y aquellos que la
acompañaban en esos últimos momentos de su Hijo: “NICODEMUS.- “Madre”, le
dice a María con acento vibrante, y ella recuerda que el Hijo antes de morir
instauró esa Maternidad para todos los que le seguían” (p. 74).
María es, además, el símbolo de la suma maternidad, madre de toda la
cristiandad. Se trata la recreación de una figura arquetípica de la Madre en nuestra
tradición cultural. En este caso, el rol materno deriva hacia el compromiso con la
justicia social,1110 tan presente en el sistema de valores de la autora en una línea de
pensamiento de gran modernidad.
Se aprecia en este caso, un mayor número de personajes que en las obras
anteriores y cuyo marco espacial está más delimitado: el lugar exacto en el que
Cristo murió, donde se encontraban María y los personajes que la acompañaron a
ella y a Jesús en el momento de su muerte y el posterior duelo. Estos personajes y
el miedo que les embargaba parecen constituir los únicos tintes de realidad de la
obra, pues el espacio se volvía irreal, como de ensoñación, por las apariciones que
se simultaneaban y las visiones espectrales. En este sentido, el marco se podría
relacionar con uno de los postulados del teatro futurista que apostaba por la
simultaneidad de escenas, de manera que favoreciera el dinamismo mediante la
compenetración de ambientes y tiempos diversos, lo cual se ajusta a esta obra en la
que distintas apariciones oníricas se simultanean.1111
Por último, estamos ante una obra entre lo narrativo y lo dramático, debido
sobre todo al discurso de las acotaciones que parecen trascender el límite de su
función como texto espectacular, formando parte del texto literario y del diálogo
de la autora con el público, y por la abundancia de monólogos de María en estilo
indirecto y directo libre. Por tanto, las acotaciones traspasan la función habitual en
cualquier obra teatral. Este procedimiento parece llevar implícito una técnica
cinematográfica, en la que los planos marcarían tanto el punto de vista alternante,
como las líneas narrativas de la acción y los tiempos en que se desarrolla. En toda
la obra, de ambiente onírico, se simultanean las apariciones, los recuerdos, las

1110 Nieva de la Paz, P., “Cambios y permanencias…”, art. cit., pp. 42-56.
1111 Marinetti, F. T., “El teatro futurista sintético (1915)”, art. cit., p. 124.
465

sensaciones…, lo cual convierte a El Miedo en uno de los ensayos teatrales más


modernos de la dramaturgia de su época.1112

10.5.1.4. La ceguera
Esta pieza teatral se desarrollaba en un hospital donde una mujer recientemente
operada de la vista era interpelada por el doctor quien le recomendaba reposo
absoluto durante las siguientes cuarenta y ocho horas que serían decisivas para su
curación. En la habitación se hallaban también el hijo, la hija y la hermana de la
enferma y más tarde el marido, justo antes de que el médico les aconsejase a todos
que abandonaran la habitación para dejar descansar a la mujer, que, ya en soledad,
expresaba sus cuitas, que recibían respuesta de “La oscuridad”. Se iniciaba así un
diálogo en el que este personaje simbólico intentaba tranquilizarla ante el miedo
que sentía de que la ceguera fuera para siempre: aunque así fuera, los sentidos que
le quedaban se acuciarían compensando la pérdida de la vista. Para la mujer, nada
podría compensar ese vacío y no entendía su existencia sin el sentido de la vista:
“Nada podría compensar este vacío, este apartamiento de todo. Yo no
concibo la vida así. No quiero vivir si no puedo ver al sol inundando de alegría
los campos y el mar zalamero e inquieto, misterioso en sus terribles cambios
como en su profunda quietud. En los días de tormenta como en los de
bonanza. Yo no puedo vivir si no veo todos los tonos que la luz hace surgir de
lo que nos rodea” (pp. 91-92).

De repente, la protagonista empezaba a oír sonidos lejanos y reconocía


claramente su procedencia, algunos de ellos correspondían a los pasos de sus
familiares que volvían a visitarla y a los que advertía que quería estar sola para
encontrarse a sí misma “en ese mundo extraño”, ya que así podría también
encontrar todo lo que creía haber perdido, como así ocurría finalmente: una luz en
su interior hacía que pudiera observar los perfiles y distinguir los sonidos. La obra
terminaba cuando la protagonista ya tranquilizada, dormía.
De nuevo, Oyarzábal reducía al mínimo la acción y el diálogo con el personaje
simbólico “La oscuridad” asumía todo el peso de la obra. La protagonista
vivenciaba una evolución desde la desesperación y el dolor hasta la aceptación
como vía de serenidad interior, que evidenciaba el monólogo final. El dolor,

1112 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., p. 33.
466

explorado en sus diversas vertientes por la autora en estas obras, aparece aquí
relacionado con el aspecto físico, y el personaje abstracto intervenía como
interlocutor en la soledad de la protagonista para guiar ese camino de
evolución.1113 Por otro lado, se ponía de manifiesto en la obra la necesidad de la
mujer de encontrar su espacio personal al margen de su vida familiar. Es decir, la
ceguera de la protagonista provocó su necesidad de resolver el conflicto que se
planteaba en su vida ante una situación tan crítica. La autora proponía en esta obra
la idea novedosa de que la maternidad debía ser conjugada con el desarrollo
personal de la mujer: “Quiero estar sola. Necesito pensar, encontrarme a mí misma
en este mundo extraño. Estoy segura de que encontrándome yo, encontraré todo lo
que, hasta hace unos instantes creía haber perdido. Marchaos. Marchaos y volved
luego” (pp. 93-94).1114
La ceguera eventual servía a la protagonista para asumir una nueva situación
vital, que se comparaba con la venida al mundo de un recién nacido:
“Este deseo de estar sola ¿os sorprende? Se me antoja que este afán deben
experimentarlo también los recién nacidos, los que entran en un mundo
ignorado, cuando la presencia de otros seres, aun los más próximos y más
queridos; los más afines, aumentan la confusión” (p. 93).

La comparación se observaba también en el monólogo final, en el que la


protagonista oía primero ruidos, y después distinguía el sonido del mar que se
convertía en una canción de cuna, pues en su ensoñación, ella se hallaba en el mar
donde era mecida, mientras escuchaba la melodía infantil que la adormecía.1115
El marco espacial es, de nuevo, una habitación de hospital inundada de luz, que
trata de simbolizar el contraste entre la luz exterior y la oscuridad interior que
sufre el personaje protagonista. 1116 Los personajes que, exceptuando a la
protagonista y la abstracta oscuridad, apenas intervenían en el desarrollo de la
obra, cumplían tan solo la función de refrendar la condición de madre, esposa y
hermana de la protagonista en el papel tradicional de la mujer, frente a esa nueva
mujer que reivindicaba su espacio, aunque los personajes femeninos miraban de

1113 Ibidem, p. 35.


1114 Nieva de la Paz, P., “Cambios y permanencias…”, art. cit., p. 42-56.
1115 Recordemos la vinculación de la autora con el mar, al haber nacido en una ciudad

costera.
1116 Hormigón, J. A., (dir.), Autoras en la Historia…, op. cit., p. 984.
467

frente al dolor, al contrario que el marido.1117 Es paradigmático el papel del esposo


que no se encontraba en la habitación cuando la enferma despertó y que, cuando se
acercó a su esposa, la miró con espanto, actitud a la que ella respondió:
“Eres un cobarde. ¿Dónde has estado?
El Esposo.- Paseando. Yo no podía soportar la vista de tu cuerpo tendido en la
cama de operaciones.
La ciega.- (Adivinando el sentimiento mitad de angustia, mitad de repulsión
que le causa la vista). Bueno. Vete ahora. Voy a dormir. Salid todos. Quiero
estar sola” (p. 89).

Finalmente, la introspección de la protagonista le llevó a un mejor conocimiento


personal y a una mayor comprensión del dolor de los semejantes. El lenguaje
cuidado y poético con el que la mujer afrontaba la oscuridad sirve para conseguir
una obra profunda y llena de sugerencias.1118

10.5.1.5. La mujer que dejó de amar


En esta obra, Isabel Oyarzábal abordó el tema del amor como fuente de dolor,
pero también de vida, sosteniendo la tesis de que sin sufrimiento, no hay vida.1119
El diálogo vuelve a ser el protagonista de la pieza, en este caso, entre los tres
personajes que intervenían: “La que dejó de amar”, “La idealista” y “La escéptica”.
Los nombres identifican la postura vital de los personajes: “La idealista” y “La
escéptica” planteaban posturas antagónicas ante la vida, que se sintetizaban en “La
que dejó de amar”, único de los tres cuyas palabras eran evidencia de su experiencia
vital. La tesis de la protagonista, depositaria de la de la autora, era que el dolor y el
sufrimiento eran indicaciones de vida, pues el desamor provocaba, en el personaje,
la sensación de estar muerta en vida: “Son la vida y quiero vivir o morir de una vez.
A veces desearía maldecir del amor que me convirtió en cenizas y, sin embargo,
doime cuenta de que ese amor me hizo vivir también” (p. 103).
La mujer idealista sostenía que la razón suprema de la vida era la belleza y la
mujer escéptica, por su parte, sostenía que era el dinero y lo que podía

1117 Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal…”, art. cit., pp. 91-92. Oyarzábal habría
escrito esta obra como respuesta al esencialismo de Gregorio Marañón, quien ante el
estreno de Casa de muñecas de Henrik Ibsen en Madrid había comentado en prensa que el
público español no entendía la decisión de Nora de marcharse de su hogar, abandonando
también la misión esencial de la mujer española.
1118 Hormigón, J. A., (dir.), Autoras en la Historia…, op. cit., p. 984.
1119 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., p. 35.
468

proporcionar, mientras que la mujer que dejó de amar admitía que la razón de vivir
era el amor, aunque provocara sufrimiento:
“La idealista.- El amor también es belleza.
La escéptica.- Cuando no es molestia, humillación y dolor.
La idealista.- (Alzando la cabeza). Aun siéndolo. Quizá más aún por ser todo
eso.
La que dejó de amar.- Tiene razón. A pesar de todo, yo antes vivía; pero ahora
todo ha cambiado dentro de mí” (p. 98).

La escéptica iba más allá, y sostenía que el amor no era sino una dolencia del
espíritu y del cuerpo. El diálogo finalmente quedaba abierto, enmarcado por una
sentencia del personaje que daba nombre a la obra y que refrendaba la tesis de la
autora: “Sí, sufrir mil veces antes que este no ser; este seguir existiendo después de
haber muerto” (p. 103).1120

Carlos Rodríguez Alonso en el estudio preliminar de la obra destaca, en este caso,


el espacio, de nuevo cargado de significación y de simbolismo.1121 Tampoco carece
de simbolismo el marco temporal elegido para ella. El espacio es un jardín “donde
los árboles se deshojan lentamente a impulsos de una suave brisa otoñal” y la
protagonista se hallaba sentada “al borde de una vieja fuente en cuya taza superior
se desgrana el agua lentamente”. Rodríguez Alonso encuentra esta imagen
altamente evocadora, si se suma además el momento del día en el que transcurre el
diálogo, era la hora de “vísperas”, vocablo cuya elección marcaba desde el principio
el sentido poético del texto. La hora del ocaso del sol en la estación otoñal y la
lentitud con la que caía el agua de la fuente, se corresponden con el estado anímico
de la protagonista.
Por último, la caracterización de los personajes también es digna de mención. “La
escéptica” era una mujer cuarentona, sin ilusiones, sin aspiraciones, más allá de las
que ya había podido conseguir. La caracterización de este personaje contrastaba
con la de “La idealista”, que era una joven exaltada, de mirada de visionaria para la
que las cosas terrenales no tenían atractivo. Ambos personajes se parecían, de

1120 Recordemos las palabras de la autora en su autobiografía con motivo de la infidelidad


de su esposo: “No recuerdo demasiado los días siguientes. Todo a mi alrededor parecía
muerto. Había deseado librarme del dolor y ahora hubiera dado cualquier cosa por volver a
pasarlo. Todo el sufrimiento pasado era mejor que este terrible vacío, este sin sentir”.
Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 79.
1121 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., p. 36.
469

alguna manera, al personaje de “La soltera” y “La niña”, respectivamente del


diálogo La mujer que no conoció el amor. Frente a ellas, se encuadra “La que dejó de
amar”, de aire fatigado y desilusión en los ojos, estado de ánimo provocado por la
imposibilidad de volver a sentir amor.

10.5.1.6. La vejez
Traducida al inglés, esta obra se caracteriza, de nuevo, por la simbología. En este
caso, el protagonista era un anciano que, falto de fuerzas, esperaba en un valle a
que alguien le ayudase a subir a la cima, pues el sol era el único que podía curar sus
males y reconfortar su cuerpo aterido. Una madre y su hijo alcanzaron al hombre
que les pidió ayuda. Ante la curiosidad del niño que estaba a punto de ofrecerle su
hombro para que subiera con ellos, la madre le apremió para que continuaran su
marcha, instándolo a que olvidase al viejo. El hombre maldecía su suerte, cuando
apareció un poeta que también ignoró al viejo y corrió en busca de la mujer y el
niño. La pieza terminaba con un monólogo del anciano lamentándose de la
juventud perdida.
Este es el primer diálogo de los estudiados hasta aquí, en el que el protagonista
no es femenino y más aún, en el que, claramente, el personaje femenino reúne los
valores negativos de la obra. La maternidad no es aquí considerada como símbolo
de generosidad y de transmisión de valores humanos, pues la mujer no hizo caso a
las súplicas del viejo y fue especialmente dura en su concepción de la vejez,
explicada al niño para saciar su curiosidad:
“¿Ser viejo? Ser viejo es no servir para nada. Andar y no avanzar nunca.
Tener brazos y necesitar valerse de los otros. Cuerpo y no poder gozar,
corazón y no lograr despertar amores. Ojos y no ver. Boca y no poder reír.
(Con tono autoritario). Pasa de largo, hijo mío” (p. 108).

El viejo, incluso, ofreció a los dos caminantes la posibilidad de servirse de su


experiencia, pero la madre la rechazó pues el niño perdería su inocencia, guiándose
solo por su impulso de protección maternal, lo que la hacía insensible a todo lo
ajeno a su hijo:1122
“No le hagas caso, hijo mío. Si él te hablara de esas cosas tu corazón perdería
su perfume, desaparecería tu inconsciencia, y tu mente perdería la facultad de
albergar quimeras. (Con voz sombría y triste). Serías un niño con el alma de

1122 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., p. 38.
470

un viejo. (Dirigiéndose al anciano que se ha puesto de pie y tiene asido al niño


por un brazo) Suelta… suelta. No quiero que entorpezcas la marcha de mi hijo.
No quiero que seas un peso sobre sus débiles espaldas” (p. 110).

En un momento de la conversación, el anciano avisó a la madre de que ella


también sería un lastre para el que llevaba en la mano. Por otro lado, “El viejo”
lamentaba no haber aprovechado los años buenos y haber ahorrado fuerzas para
subir ahora la montaña, recordando los tópicos sobre la brevedad de la vida: “Van
tan aprisa como fui yo. (Amenazador) Pues como yo se verán dentro de poco” (p.
110).
El otro personaje, “El poeta”, caracterizado por la autora con antipatía, hacía su
aparición en escena tras la negativa de la mujer de ayudar al anciano. Intentó
persuadirle de subir con un discurso fútil, alabando la belleza de las sombras. Sin
embargo, realizaba una aseveración que puede resumir la tesis de la obra: “Es
preciso ver la belleza de la vida en todos los momentos” (p. 112), lo cual se
relaciona con las palabras de la madre que reprendía al anciano, pues este quería
contar al niño lo que había visto en la cumbre y si así lo hubiera hecho, el niño
tendría alma de viejo, es decir, no viviría como debía esa etapa de la vida.
En efecto, la obra se desarrollaba a lo largo de un camino que se identifica con la
vida. El camino era un valle lleno de sombras, pues se situaba en el atardecer y el
destino último de los personajes era la cumbre bañada por el sol. El viejo ya había
vivido la experiencia de alcanzar la cumbre, pero quería volver a hacerlo ya que
ello podía hacerle apreciar mejor lo que viera; la madre quería avanzar sin pausa
por el bien de su hijo; el poeta era, simplemente, un hombre que más que dirigirse
claramente a un destino, paseaba por ese mismo camino y que cuando vio a la
mujer y al niño después de identificarlos con la belleza y el amor, imagen
mitológica, corrió en su pos:
“No es una mujer. Es la belleza misma y el amor es lo que veo a su lado. Me
voy tengo que seguirla. Es la hora del amor. Mañana podré seguir mi canto a
la vida” (pp. 112-113).

La última intervención de la obra la constituía un monólogo del anciano que ante


las palabras del poeta, había replicado: “¿Mañana? ¡Insensato! El momento que
pasa ya no vuelve nunca” (p. 113).
471

10.5.1.7. Madre nuestra


El tema de la obra radica en la maternidad, en la que el dolor, que recorre todas
las páginas del volumen, aflora ante la muerte del hijo.
Al atardecer, un hombre y una mujer caminaban hacia la tumba del hijo muerto
que está cavando un campesino al lado de un manzano. La mujer, rota de dolor, se
negaba a entregar a su hijo a la tierra:
“Sí…sí. Tienes prisa. Quieres que entregue a mi hijo. (Abrazando
fuertemente al niño) ¡Pero yo no he de dárselo a nadie! (Volviéndose de nuevo
al hombre y escudriñando su rostro en una interrogación suprema) ¿Podrías
tú dar el corazón? ¿Podrías dar tu aliento? ¿Podrías dar la
vida…sin…perderla?” (p. 118).

Ciertos pasajes de la obra evocan la novela El sembrador sembró su semilla, donde


la madre se negaba a entregar al hijo muerto y como en esta obra dramática, se
mostraba convencida de que nada le hubiera ocurrido a su pequeño si no se hubiera
separado un momento de él al nacer:
“¡Mi niño, mi niño…! Cuando le llevaba dentro de mí no sentía frío y ahora
sus carnes están yertas. Saltaba como un pajarillo que se tuviera entre las
manos y ahora (levantando un poco al niño para mostrarlo) está inmóvil…
(Acercando el niño otra vez a su pecho). Su corazón latía como el mío y ahora
está terriblemente quieto. (Irguiéndose y mirando al hombre iracunda). Dime,
¿qué le hicisteis cuando yo, liberándole de mí misma, os lo entregué un
momento?” (p. 119).

Las palabras de la mujer estaban llenas de dramatismo ante la pérdida del hijo:
“Quedé vacía por nutrir al mundo […] Y ahora también el mundo está vacío” (p.
121).
Efectivamente, para la madre, el mundo se había quedado vacío con la muerte del
hijo, no quería desprenderse de él y era reconfortada por “El campesino”, quien
comparaba la tierra que iba a albergar su cuerpo con una madre, símil que también
aparecía en la novela En mi hambre mando yo:
“La mujer.- (Palpando la tierra también e indicando el hoyo) ¿Ahí? (Con voz
lastimera) Tendría frío.
El campesino.- (Con convencimiento) Nada hay tan caliente como la tierra.
La mujer.- ¿Más que las entrañas de una madre?
472

El campesino.- Entrañas tiene Ella también.


La mujer.- ¿Más que el corazón mío?
El hombre.- (Interrumpiéndola e interponiéndose entre los dos) Más, porque
en tu corazón diríase que se han apagado el calor y la luz” (p. 122).

Finalmente, a pesar del rechazo que hacia su marido producía el dolor de la


mujer, se abría un camino a la esperanza. Como ocurriría en La que más amó se
producía una transferencia del sentimiento materno filial hacia el marido, que hacía
esperar una futura maternidad:
“El hombre.- (Interrumpiéndola) ¿Tu niño? (Mirándose a sí mismo) ¿Y yo?
(Suplicando) También yo lo soy.
La mujer.- ¿Tú?
El hombre.- Sí. Sin ti no vivo. (Súbito) Dormiré yo también con él.
La mujer.- (Irguiéndose) No. ¿Es verdad lo que dices? Tú y él. Él y tú… ¿Sois
acaso el mismo?
El hombre.- (Más animoso) Sí, sí. Somos el ayer y el hoy.
La mujer.- (Poniendo una mano sobr el pecho del hombre e indicando con la
otra al niño) El ayer y el hoy.
El hombre.- (Cogiéndole la mano) Sí, y el mañana” (p. 123).

Para la mujer, desesperada, no existía el mañana, pero el hombre le anunciaba


que existiría y que ella le daría vida: “Pero existirá. ¡Existirá porque surgirá del
ayer y del hoy y tú…madre nuestra, le darás vida!” (p. 124).

Carlos Rodríguez Alonso ha calificado la obra como una de las más bellas de la
producción teatral de la autora. Los diálogos, compuestos en un tono de dramático
lirismo, contienen resonancias trágicas y las figuras arquetípicas de otras obras se
transforman en personajes de profunda raíz humana, golpeados por un sentimiento
de dolor del que surgen con fluidez las palabras y reacciones. Es sobre todo
destacable el personaje femenino, cuya evolución psicológica presentaba a un ser
complejo, cuyos primeros diálogos, centrados en la ensoñación de que su hijo
dormía, evolucionaban hacia la aceptación del dolor y la esperanza futura a través
del amor maternal.1123

1123 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., pp. 39-40.
473

10.5.1.8. Gestas, el mal ladrón


Es este un diálogo en el que, de nuevo, son abundantes los elementos narrativos.
Se trata de la recreación de los últimos momentos de la crucifixión de Cristo pero,
esta vez, poniendo el foco en los ladrones ajusticiados junto a él, Dimas y Gestas.
La autora reprodujo en gran medida los diálogos que aparecían en los Evangelios,
centrándose en la figura de Gestas, conocido como “El mal ladrón”. La trama se
situaba en el momento en el que Gestas y Dimas ya habían sido condenados y este
pedía al Rabbí, como se denominaba a Jesucristo, que le salvara, mientras la
multitud le increpaba. Dimas, entonces, abordaba la tesis de la obra: se preguntaba
la causa de la mala conducta de Gestas, que atribuía a su mala crianza, al abandono
o al desamor materno. Tras la muerte de los reos, la autora utilizaba las
acotaciones para reflexionar sobre la injusticia con la que se había tratado al
personaje, ya que la historia nunca se había detenido a “sondar el corazón” de
Gestas que, “víctima de la injusticia humana, fue condenado por los mismos que
directa o indirectamente, eran responsables de su infortunio” (p. 130). Es decir, la
autora transfería la responsabilidad maternal respecto a la educación de los hijos a
la responsabilidad de la sociedad en su conjunto: “¡Gestas, Gestas! ¿Quién trocó en
hiel la natural dulzura de tu alma? […] ¿Fuiste acaso engendrado sin amor?
¿Criado sin piedad? ¿Faltáronte quizá, el blando regazo y los tibios pechos de una
madre amorosa? (p. 128).

La condenación de Gestas es doble, por un lado, sufrió el castigo del juicio


humano, que le sentenció a muerte, por otro, sufrió la maldición cristiana
transmitida a través de los siglos.1124
De nuevo, Isabel Oyarzábal acudía en esta obra al Nuevo Testamento, y
concretamente a la crucifixión de Jesucristo como tema de un diálogo y, en la que
texto secundario era más narrativo que dramático. La acción, en este caso, se
restringía a los últimos momentos de vida de Jesucristo y los condenados con él a
los que se añadían las voces de la multitud que lloraban la muerte de los
condenados y que ambientaban dramáticamente la crucifixión de los tres
personajes.1125 Todo el texto gira en torno a la idea de injusticia que recaía sobre la

1124 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., p. 40. Recordemos en la

autobiografía de la autora, el episodio que describe sobre la impresión que le causó, en su


niñez, la injusticia que, a su juicio, la historia había cometido con Judas. Oyarzábal de
Palencia, I., I must have…, op. cit., pp. 12-14.
1125 Hormigón, J. A., (dir.), Autoras en la Historia…, op. cit., p. 983.
474

figura de Gestas, pues la autora hacía recaer la responsabilidad en la colectividad,


siendo imposible juzgar al personaje moralmente, en una línea de pensamiento que
se podría calificar como “humanismo cristiano”:1126
“¿Tuviste que habértelas, a solas y en un mundo hostil contra todo lo que te
rodeaba? ¿Mostróse cruel la Sociedad que debió acogerte en su seno como uno
de sus miembros? ¿Quién es el responsable de tu iniquidad? […] ¿Quién te
obligó a violar las leyes de tu destino?” (p. 128).

10.5.1.9. La cruz del camino


Es la última obra del tomo de Diálogos con el dolor y la más extensa, estructurada
en cuatro escenas, con un espacio cambiante y una escenografía más compleja.1127
El argumento giraba en torno a la guerra, cuyos efectos eran sufridos por tres
personajes femeninos: María Antonia, María Gracia y María de la Cruz. La primera
escena transcurría en una mañana del mes de mayo, las mujeres y los niños estaban
adornando una Cruz, ya que celebraban la fiesta de las Cruces de Mayo. Mientras,
revelaban su veneración por ella y la relación malograda que María Gracia había
tenido con el hijo de María de la Cruz, que estaba “sembrando el trigo de la
verdad”, luchando en la guerra. María Antonia, por su parte, tenía cuatro hijos
pequeños y, María Gracia le reprochaba sus quejas, pues ella no tenía a nadie, ya
que su marido había muerto y su propia madre la había abandonado. En la segunda
escena, los habitantes del pueblo abandonaban sus casas, atemorizados por las
explosiones que se oían a lo lejos. Las protagonistas decidía marchar al monte,
todas, excepto María Gracia que se negaba a abandonarlo en tanto no apareciera el
hijo de María de la Cruz, del que seguía enamorada. La escena tercera comenzaba
con María de la Cruz, María Antonia y los hijos de esta en el campo, durmiendo a
la intemperie, discutiendo si volver al pueblo, pues los bombardeos habían cesado.
La escena IV mostraba la desolación del camino hacia el pueblo, socavado por las
bombas y regado de cadáveres de paisanos y cuando llegaban a la Cruz del camino,
observaban con estupor que los brazos habían sido transformados en una esvástica,
a cuyos pies se encontraba el cadáver de María Gracia. María de la Cruz se
preguntaba atónita quién había podido partir los brazos de la cruz y una voz que
simbolizaba el fascismo respondía que el perdón debilitaba, la resignación hacía
cobardes y el amor no existía. María de la Cruz se enfrentaba a la voz,

1126 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., p. 41.
1127 Hormigón, J. A., (dir.), Autoras en la Historia…, op. cit., pp. 976-987.
475

manifestando su fe en el amor y la verdad y declarando que los cuerpos podían


haber sido asesinados, pero no las almas y en ellas se asentaba “la piedra de la
Justicia”.
Isabel Oyarzábal recogía en este texto muchas de las ideas expuestas en obras
anteriores. Así, la maternidad estaba ampliamente tratada en la obra, incidiendo en
la vocación protectora de las mujeres y su capacidad de sacrificio, así como la
impotencia de las madres para evitar el peligro que acechaba a sus vástagos:1128
“No era yo quien para impedirlo. Llega un momento en que las mujeres no
podemos ni debemos hacer nada para cerrarle el paso a un hijo. Cuando son
chiquitos con ponernos delante de ellos basta. Más allá de nosotros no pueden
ver cosa alguna. Pero cuando crecen, cuando ya pueden mirar por encima de
los hombros de la madre; cuando ya pueden ver sin empinarse, a nosotras no
nos queda más que esperar” (p. 139).1129

También se abordaba el tema del abandono de los hijos, que no había sido tratado
en ninguna de las obras anteriores, pues uno de los personajes, María Gracia, fue
abandonada por su madre. Tal como sucediera en La mujer que no conoció el amor en
relación con el tema de la esterilidad, la autora lo resolvía magníficamente, pues el
personaje había optado por otorgarle la categoría de “madre” a María de la Cruz:
“María de la Cruz.- ¿No me llamas a mí madre?
María Gracia.- (Nuevamente sombría). Por darle el nombre a alguien, y… ¿a
quién mejor que a ti? Yo que nunca tuve madre, porque no lo es la que deja a
su hija abandonada” (p. 136).

Para Oyarzábal, como para otras mujeres de la época, la maternidad debía ser
objeto de especial protección, pues los hijos constituían el futuro de la nación y de
la humanidad y venían al mundo para cumplir una misión de mejora de la raza:
“María Gracia.- Esperar ¿a qué?
María de la Cruz.- (Titubeando) A que cumplan su misión…A que terminen la
obra…” (p. 140).

Nieva de la Paz, P., “Cambios y permanencias…”, art., cit., pp. 42-56.


1128

Recordemos el angustioso episodio en la vida de la autora, cuando su propio hijo, que


1129

conducía una ambulancia vivió el peligro de un ataque en la sierra de Madrid, sin que ella
pudiera hacer nada salvo esperar que estuviera a salvo. Oyarzábal de Palencia, I., I must
have…, op. cit., p. 19.
476

Más adelante, cuando, a pesar del peligro, María Gracia había decidido
permanecer en el pueblo por si volvía el hijo de María de la Cruz, reiteraba la idea:
en el fondo de su corazón sabía que el hijo no volvería porque había de cumplir su
destino, hecho que la madre aceptó con resignación: “No vendrá, hija mía…No
vendrá…Tiene que cumplir su destino y…” (p. 142).

La actitud abnegada y generosa de María de la Cruz, que había entregado a su


hijo a una causa justa, contrastaba con la de María Antonia, para quien la vida no
valía nada, a pesar de tener a sus hijos consigo:
“María de la Cruz.- No hables así mujer. Cualquiera al oírte creería que
tienes muchos y muy fundados motivos de queja. Y en realidad…
María Antonia.- En realidad ¿qué?...
María de la Cruz.- (Serena pero firmemente). No hables así. Ya te reconvino
por ello María Gracia. Tienes tus hijos.
María Antonia.- (Con tono un poco burlón). ¡Ah! Eso sí. Hijos no me han
faltado. […]” (p. 145).

María de la Cruz lo expresaba claramente: “Amar… es dar vida”. Y la vida era lo


más importante, aunque estuviera llena de desesperanza:
“María Antonia.- Pues por eso me los traje aquí. Lo que no sé, ahora que lo
pienso, es si merece la pena el que hayamos salvado la vida. Tal vez a la larga
estén mejor los que hayan muerto.
María de la Cruz.- Nuestra obligación siempre es salvar la vida. (Con acento
reflexivo). Siempre que no deba sacrificarse por algo que valga más que ella”
(p. 145).

La tierra, tantas veces identificada por Oyarzábal con la madre, se convertía en la


obra en una mujer estéril cuando había sido pasto de las bombas:
“María Antonia.- En la tierra hay sitios en que parece como si la hubiesen
vaciado. Como si la hubiesen arrancado las entrañas. (Exaltada a María de la
Cruz). ¿Cómo vamos a vivir en una tierra sin entrañas…?” (p. 150).

Finalmente, “La voz”, personaje que representaba el fascismo, preguntaba a las


mujeres de qué había servido la muerte de sus hijos por una verdad que no existía,
a lo que María de la Cruz respondía:
477

“Matan los cuerpos pero no las almas… (Dirigiéndose otra vez a la voz y sin
mirar a María Antonia que abrazada a sus hijos permanece junto al cadáver de
María Gracia). Cuanto has dicho carece de fundamento. Yo sé que todo sigue
subsistiendo. Sí, mi hijo y los hijos de los demás; los cuerpos destrozados y las
cabezas erguidas de los que creyeron en la verdad, siguen subsistiendo. Están
asentados sobre la piedra de la Justicia. Tú no puedes verlo porque lo oculta de
tu vista ese garabato; pero yo sí lo veo. Ellos siguen en pie como lo estaban
antes y cada uno trae dentro del corazón una llama encendida. (Con aire de
iluminada). La llama que no se apaga, porque se nutre de lo inmortal, de lo que
no se acaba, de lo que no tuvo principio. De lo que estaba vivo, mucho antes de
que tú nacieras” (p. 155).

En esta obra como en El Miedo, la autora reflejó su defensa de la justicia y la


igualdad valiéndose de sus ideas cristianas, quedando superadas por su concepción
de justicia social. Oyarzábal, de nuevo, nos presentaba a tres personajes que
remitían a las tres Marías del Nuevo Testamento y se podría identificar a María
Gracia, enamorada del hijo de María de la Cruz y con un pasado que no se
explicita, con María Magdalena; María Antonia se identificaría con María de
Cleofás, que como ella tenía cuatro hijos y por último, María de la Cruz, se
identificaría con María, la madre de Jesús ya que como ella, su hijo había muerto
por defender sus creencias y también era una madre para María Gracia, por lo que,
tal como sucede en El Miedo, su maternidad es genérica.1130 Los tres personajes
eran caracterizados por la autora con muy diversas personalidades. Por un lado, la
generosa maternidad de María de la Cruz, que a pesar de la guerra y la muerte,
mantenía la esperanza de un mundo más justo; la mujer apasionada, encarnada por
María Gracia, era capaz de morir por su pasión. Y, por último, y quizá, el personaje
más controvertido, dado que se trataba de una mujer desesperanzada, es el de
María Antonia, quien constituye el contrapunto de María de la Cruz, pues, por
ejemplo, mientras para esta, “los niños son el espíritu del bien”, para María Antonia
el espíritu del mal se apoderaba de ellos bien pronto. A pesar de sus hijos se
mostraba vacía y desdichada y se preguntaba si no hubiera sido mejor morir en los
bombardeos y en su boca, el sol, la luz, vivificadora de otras obras, hieren:
“María Antonia.- Todavía no. Esperemos a que llegue la noche. Le he
tomado miedo al día. La luz me espanta. Nunca me he sentido segura en la

1130 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., p. 42.
478

oscuridad hasta ahora. El sol hace tiempo que hiere, no consuela.


Caminaremos como las sombras; porque a las sombras no pueden “esos”
hacerles daño” (p. 147).

El esfuerzo de la autora en la ambientación de la obra fue importante: sonidos de


bombas, obuses, disparos, la grabación en la que se oía la voz del fascismo, los
cuerpos sin vida en el camino que emprendían los personajes, el humo, la luz
tenebrosa, coadyuvaban a lograr una atmósfera que mostraba el sufrimiento de los
que padecían la guerra.1131
Finalmente, nos encontramos ante otra obra en la que el escenario era un camino,
si bien, en este caso, un camino de destrucción y muerte, a pesar de lo cual, al final,
se abría una puerta a la esperanza y la libertad.

10.5.2. Lo que se lleva el mar o Sangre del mar 1132


El diario Heraldo de Madrid en 1928, en la sección de rumores acerca de los
estrenos teatrales, señalaba que nuestra autora había terminado recientemente una
obra de teatro, “originalísima y muy fuerte”, titulada Lo que devuelve el mar que, con
alguna modificación en el título, se trata de la obra que nos ocupa.1133
Nos encontramos ante una obra de mayor extensión que las que componen
Diálogos con el dolor. Está compuesta por tres actos, el primero, dividido en tres
escenas; el segundo, en seis y el tercero, en cuatro escenas y dos cuadros,
encabezados por un prólogo que la autora llama “Cuadro plástico”, del que aclaraba
que se podía prescindir si era necesario. En este cuadro, aparecía el mar al fondo y
el escenario lo constituía una playa por la que caminaba un marinero de rasgos
nórdicos, que avanzaba hasta el final del cuadro con una niña en los brazos y una
cabrilla sujeta con un cordel.
El primer acto tenía como marco una cabaña de pescador en la que vivía desde
hacía diecisiete años, Yann, un marinero noruego, que era ya un anciano ciego.
Junto a él, una mujer, Dolores, vestida como cualquier mujer de campo de la época.
Visitaba la choza Antonio que, con cierto misterio, para que Yann no se enterase, le
hablaba a la mujer, que a la sazón era su tía, de su deseo de que mediara ante

1131 Hormigón, J. A., (dir.), Autoras en la Historia…, op. cit., p. 981.


1132 Se trata de una obra inédita, conservada en un manuscrito mecanografiado, depositado
en el Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith
(Inventario núm. 687, Registro 1812).
1133 Heraldo de Madrid, 15-12-1928, p. 5.
479

Marta, hija de Yann, de quien estaba totalmente enamorado. Después de la visita


de Antonio, Dolores hablaba a Yann de la necesidad de buscar pareja para Marta,
estando como estaba el noruego tan desvalido y mayor. En la escena segunda
irrumpía Marta, que llegaba con Toñuelo, un niño de diez u once años. Toñuelo
era el hermano de Miguel, que también estaba secretamente enamorado de Marta y
que era quien manejaba la barca de Yann. Marta le narraba a su padre una hermosa
ensoñación que revelaba el amor que esta sentía hacia el mar: unos caballos de mar
habían salido a buscar a una rubia sirena. La narración solo era comprendida y
compartida por Yann, mientras Dolores, que escuchaba la historia, la consideraba
una locura. De la historia, lo único que lamentaba Yann es que su hija hubiera visto
vestida a la sirena y aseguraba que ese hecho era portador de mala suerte. Al final
de la escena, Dolores y Marta se quedaban solas, y la primera abordaba el encargo
que Antonio le había hecho: él le esperaría fuera para hablar con ella hasta que
Yann se acostase. Dolores comenzaba a alabar las virtudes de su sobrino ante la
inicial indiferencia de Marta y le proponía también, que si se casaba con Antonio,
vendiera la barca y marcharse con su padre a la aldea, tierra adentro, pero Marta
no quería ni oír hablar del tema y aseguraba que su padre se quedaría en la playa.
Más tarde, Marta y Yann recordaban los orígenes de este, cómo había llegado a la
playa y de la madre de Marta, cuyo destino, que ella desconocía, constituía un
misterio hasta el final de la obra. Finalmente, Marta, ante el disgusto de su padre,
le confesaba que estaba enamorada de Antonio y este le avisaba de que casarse con
Antonio, un hombre de tierra, les traería la desgracia. Para convencer e ilustrar a
su hija sobre el peligro que podía correr, le contó una historia, que también
ejemplificaba lo que le había pasado a él con su mujer, asegurando que el mar
siempre reclamaba lo que se le quitaba y vaticinaba que si contraía matrimonio con
Antonio, algún día lo aborrecería.
En el segundo acto, la escena se desarrollaba en el campo, diez y ocho años
después. A pesar de vivir en tierra, Marta no se parecía a las mujeres campesinas de
su edad, ni siquiera en su indumentaria. En la escena, Marta se encontraba en la
puerta de la casa con su hijo Adrián, de 17 años. Este había vuelto de la playa,
donde había estado ayudando a Miguel con la barca y le confesaba que quería vivir
en el mar, para lo cual, Marta debía convencer a Antonio, padre del joven, de que
diera su permiso para acompañar a Miguel en un viaje. La escena segunda
comenzaba con la presencia de José, padre de Antonio, quien había oído
parcialmente la conversación entre madre e hijo y le aconsejaba a Marta que
480

tuviera cuidado con la reacción de Antonio. Su conversación era interrumpida en


ese momento por una aldeana que atajaba por el rancho de Marta y Antonio de
camino a la casa de un moribundo, Pepe el Cajero. Cuando Antonio llegó, Marta le
comentó la decisión de su hijo de hacerse a la mar y el alegato a favor del hijo se
convirtió en una reivindicación propia, después de lo cual Antonio comenzó una
dura disputa con Adrián, que acabó con la amenaza de matarle. El acto tercero
transcurría al día siguiente a las seis de la tarde. El abuelo José hablaba con
Dolores sobre Marta, quien parecía haber perdido el sentido. A decir de José,
Marta era tan temperamental como su padre y Dolores, entonces, le relataba el
rumor que se había extendido en el pueblo: Yann habría asesinado a su mujer.
Después, Marta entraba en escena, en efecto, afectada por los acontecimientos.
Dolores y José, junto a algunas mujeres, se preparaban para el velatorio de Pepe el
Cajero y el abuelo encomendaba a Adrián el cuidado de la madre en su ausencia.
Miguel llegaba a la casa de Marta con el fin de que ella diera su consentimiento
para que Adrián se fuera con él y, a la vez, le confesaba a Marta su amor por ella.
Antonio entraba en escena enzarzándose en una agria discusión con Miguel, que le
respondía que él se llevaba lo más valioso para Marta, a su hijo.
En el cuadro segundo, a telón corrido, aparecían una mujer anciana y una joven
que mantenían un poético diálogo sobre la luna y el mar.
El cuadro tercero transcurría en la choza del primer acto, donde Marta aparecía
con los cabellos alborotados y la ropa mojada, como en el primer acto. Dolores,
José y varias vecinas acusaban a Marta de haber empujado a Antonio al mar. Yann
le reprochaba que no hubiera hecho caso de la advertencia de que caería sobre ellos
la desgracia. Los campesinos querían llevársela a la aldea, pero ella se resistía, el
padre lo impedía y buscaban ayuda. Marta quería dirigirse al mar para unirse con
Antonio, Yann la quería acompañar, pero ella le recordaba que tenía que quedarse
para esperar a que el mar le devolviera lo que se llevó: a su esposa, madre de Marta:
“Sí, sí, ahora recuerdo. Por eso yo me voy. ¡Yo me voy, padre! Y tú esperará
a que el mar que nos llevó a todos, a madre… a Antonio y a mí…devuelva lo
que se le dio…”

La obra, de poéticas evocaciones lorquianas, es una bella pieza en la que la autora


volvía a tratar algunos de sus temas predilectos. En primer lugar, se establecía,
como tema principal que anticipaba el trágico final, una dicotomía entre tierra y
mar: los seres que pertenecen a una u otro mundo se muestran irreconciliables. Los
481

personajes que “tienen querencia por el mar”, Yann, Marta, Adrián, Miguel,
gozaban de la simpatía de la autora, que incluso eran diferenciados de los
personajes de tierra en su vestimenta y así, las mujeres de la tierra aparecían
caracterizadas con una vestimenta oscura, mientras Marta, mujer de mar, vestía
con brillantes colores.1134
Marta estaba envuelta en un halo de espiritualidad y más que una mujer de carne
y hueso, parecía hecha, en palabras de Antonio, “de luz de luna”, e incluso de agua,
hecho refrendado por las palabras de este que, ya al principio de la obra, exponía a
su tía Dolores que las olas del mar era las que le quitaban a Marta. La vinculación
de Marta con el mar, más allá de una simple preferencia por él, solo era
comprendida por su padre y luego por su hijo. Marta, en su primera intervención,
relataba una ensoñación a su padre, quien la comprendía perfectamente por haber
vivido también experiencias similares, ante la perplejidad de Dolores, mujer de la
tierra:
“Marta (Acercándose con paso lento y aire de iluminada): Es que vengo de la
Roca Negra, padre. ¡Se han desbocado los caballos del mar!
Yann: ¿Los caballos del mar? ¿Tú los has visto, hija?
Dolores (Estrujando los bordes de la falda de Marta): ¡Válgame la Virgen! ¡Si
estás chorreando!...
Marta: ¡Sí, los he visto yo! Salieron en busca de la sirena rubia y la trajeron a
la roca.
Yann (Con exaltación): ¿De veras la viste, hija?
Dolores: ¿Ya empiezan ustedes con los cuentos de siempre?
Marta (sin hacerla caso): La vi. Levantó los brazos del agua. ¡Blancos los tiene
como rayos de luna!...”

Más adelante, Yann confesaba a su hija que había visto en numerosas ocasiones a
las sirenas, que a su juicio, alejaban del peligro a quien las avistase:
“[…] Las sirenas son como la luz, son como la verdad, que cuando se oculta
nos deja a todos rodeados de peligro. (Exaltado) Y yo no quiero que a ti te
amenace ninguno, hija. ¿Será verdad que la viste? Di, ¿será verdad?

1134 Al igual que en las obras de Henrik Ibsen, el mar embrujaba a los personajes y al igual

que el autor, Isabel Oyarzábal contraponía los personajes de la tierra a los personajes del
mar, que recibían todas las cualidades positivas, al contrario que los de la tierra.
482

Marta (Riendo): No lo sé, padre. Cuando entré aquí sí me parecía cierto todo lo
que contaba, y ahora se me antoja que han sido figuraciones…”

A Dolores, mujer de la tierra, la forma de vida de Marta y Yann le parecía


extravagante:
“Dolores: Déjame…déjame…que hay veces en que se antoja que estás un
poco loca, como tu padre (perdiendo la exaltación que la sostenía).
Marta: ¿Loca yo? ¿Qué dice usted?”

La mujer no comprendía la fijación que Marta sentía por el mar que, sin
embargo, suponía la vida para ella y su padre, como ponía esta de manifiesto
cuando aquella le proponía vender la barca dado que iba a vivir tierra adentro:
“Marta: ¡Vivir mejor lejos del mar!... Señora Dolores usted no sabe lo que se
dice. Mi padre se moriría si le alejáramos de aquí…
Dolores: ¿Y cómo ibais a dejarlo solo? Antonio no conoce estos oficios, es
hombre de tierra.
Marta (con cierta repugnancia): ¡Hombre de tierra!...”

La perspectiva del casamiento con Antonio no solo alejaba a Marta del mar
físicamente, sino también espiritualmente. Tal sensación se observa también
cuando escuchaba el caramillo que tocaba Antonio cuando bajaba de la tierra y que
provocaba a la protagonista un sentimiento de tristeza. Tampoco Yann veía con
buenos ojos que Marta se casara con Antonio, precisamente por ser un hombre de
tierra, apuntando la contraposición entre la espiritualidad que representaba el mar,
frente a la materialidad de la tierra:
“Yann: ¿El sobrino de Dolores? ¿Uno de la aldea? (Marta asiente con la
cabeza y él, furioso) ¡Ah no! ¡No puede ser! La tierra es eso…tierra…Espíritu
el mar (Sacudiendo la cabeza) No puede ser. ¿No comprendes que labrarías tu
desgracia como yo lo hice?”

El padre de Marta avanzaba en ese momento la tragedia final y explicaba la causa


de su propia desdicha a la vez que la justificaba, en una exposición que descifraba el
título de la obra:
“Yann: Naciste en una ciudad muy grande, cerca de aquí, donde vivía…tu
madre…
483

Marta: Y donde murió. ¿Verdad?


Yann: ¿Dónde murió? (Furioso de repente) ¿Quién te ha dicho?... ¿Esa
picotera?
Marta: No padre, no. Me lo has dicho tú muchas veces. Pero lo que no sé es
cómo murió y dónde está enterrada.
Yann (Misterioso): Está en el mar…Por eso estoy yo aquí, esperándola.
Marta: ¿Esperándola?
Yann: Sí… Ella volverá. Tiene que volver. ¿No sabes que el mar devuelve lo
que se lleva? Lo lava, lo purifica, y luego nos lo trae. (Exaltado) Sí…sí…y
más… (Misterioso) aquello que se le dio (Soñador). El mar nos devuelve lo
que se llevó…”

Para ilustrar la imposibilidad de que el matrimonio de Marta y Antonio fuera


dichoso, Yann narraba a Marta una historia sobre la desgracia que acaeció a un
hombre casado con una mujer anteriormente comprometida con otro. Los hijos de
ambos fueron fruto del egoísmo de la carne y no del espíritu y Dios convirtió al
hombre en tierra y a ella en agua, condenándolos a toda una vida de lucha. Sus
hijos poblaron el mundo, unos, hijos del mar y otros, de la tierra, sin que desde
entonces pudieran unirse si no era con la desgracia cerniéndose sobre ellos:
“[…] y lo mismo te digo yo hija…yo que lo hice y he padecido tormento por
haberlo hecho. ¡Un tormento inútil, porque tarde o temprano, escúchalo bien,
el mar reclama lo que se le quita!”

Yann también explicaba a su hija la peculiaridad de carácter de los hijos del mar:
“Eres todavía muy joven; pero cuando seas mayor tendrás el carácter que
tenemos los hijos del mar; el del mar mismo. Piensa cómo esas olas que ríen y
cantan en torno a la tierra algunos días, otros se enfurecen y se lanzan sobre
ella destrozándola. Eso hacemos nosotros hija, con aquellos que se oponen a
nuestro deseo porque no nos comprenden”.

Incluso, el propio Antonio aludía a la naturaleza dispar de ambos con una bella
metáfora: “Pues y ¿tus carnes?... Míralas junto a las mías. Tú eres de nácar… yo de
madera…”
484

El simbolismo que impregna toda la obra se hace patente también en los diálogos
que, por otro lado, parecen anticipar el trágico final. Así, Marta había echado raíces
cuando decidió casarse con Antonio:
“Yann: Ven, que es Miguel quien te llama.
Marta: (Poniéndose de pie, de puntillas y torciendo el cuerpo mientras
extiende los brazos a Yann). ¡Padre! ¡Padre! No puedo; si parece que he echado
raíces en la tierra.
Yann: ¿Raíces en la tierra? ¿Es que reniegas de tu casta? Infeliz de ti”.

Así terminaba el primer acto, mientras que el segundo marcaba una elipsis de
dieciocho años, en el que Marta, ya casada con Antonio, tenía un hijo de 17 años,
Adrián. Este, hijo de la mar, discutía vehementemente con su madre el deseo de
hacerse pescador:
“Marta (meditabunda): ¡Qué mala, qué dura es la vida del pescador!
Adrián: Dura y mala es… pero con todo y eso, yo quiero serlo; madre…
(Impulsivo) ¡Quiero vivir en el mar!
Marta: (Aterrorizada, bajando la voz) ¿Otra vez la misma querencia?
¿Sabiendo que a tu padre le disgusta?
Adrián: No puedo remediarlo. ¡Convence tú a papa. (Suplicante) Mira que si no
me deja… si me obligáis a quedarme aquí…voy a morirme de pena. Tú no
sabes la angustia que siento cuando me veo aprisionado por estas montañas,
el asco que me da la tierra cuando arando, la revuelvo… (Con pavor). Hay días
en que me acuerdo de que entierran en ella a los muertos y me parece que
huele a su carne podrida…que todo el campo está amasado con ella”.

Este sentimiento era compartido también por Marta que, sin embargo, se había
resignado a vivir lejos del mar y se comprometía a hablar con Antonio para
convencerle de que dejara a su hijo hacerse a la mar. Pero la negativa del marido
tenía visos de ser rotunda, pues en el pasado ya había utilizado la fuerza contra él.
Cuando marido y mujer discutían sobre el tema, la propia Marta le confesaba que
se sentía encarcelada:
“Marta: Ni Adrián ni yo estamos contra ti, pero los dos tenemos ansias que
tú no conoces y queremos satisfacerlas.
Antonio (Celoso): ¿Ansias? ¿De qué? Mira bien lo que dices…
485

Marta: ¡De aire!... ¡De luz!... ¡De libertad!... Aquí estamos encerrados entre
montes, como en una cárcel. Hasta tu cariño me tiene presa…
Antonio (Con infinito dolor): ¡Padre! ¿Has oído?
José: ¿Como en una cárcel?
Antonio: Es decir, que has estado conmigo a la fuerza, ¿verdad? (Rencoroso y
con pasión) ¿Que nunca has sido de veras mía?
Marta (Sin hacerle caso): ¡He estado sin saber lo que pasa por el mundo! ¡Sin
oír y sin ver que es peor que tener sed y hambre! ¡Y que yo padezca…bien
está! ¡Pero que padezca mi hijo…!”

Finalmente, Antonio sentenciaba que mataría a su hijo antes que dejarle marchar.
En el acto tercero se producía el enfrentamiento entre Antonio y Miguel y una
vez que Miguel se había llevado con él a Adrián, la acción se interrumpía con el
cuadro segundo, ajeno a la trama de la obra. Este cuadro se debía representar a
telón corrido, y los personajes eran una anciana y una joven, abuela y nieta. La
abuela no quería volver a casa hasta que viera asomar a la luna y le cantaba para
que saliera pues, de lo contrario, la tierra no podría dormir y el mar no se
amansaría.
En el cuadro tercero, la acción seguía en la choza de Yann. Marta había vuelto
desmadejada del mar, pues, según sus propias palabras, las sombras de la tierra le
acechaban. Dolores, José y las vecinas la seguían, acusándola de haber provocado el
ahogamiento de Antonio, acusación ante la que ella se defendía: “¡No!, es que él
quería impedir que se fuese Adrián en la barca de Miguel, luego…
(Misteriosamente) ¡El mar lo llamó y hubo que dárselo!”
Ante la acusación, Yann defendía a su hija con fiereza, mientras Marta sostenía
que el mar se lo había llevado, declarando que, finalmente, Antonio era suyo y del
mar: “No está allí… Ahora ya no es de la tierra. Lo tiene el mar, se lo he dado yo.
(Soñadora) Ahora sí es mío… ¡Es mío y del mar! (A los vecinos)”.

El personaje axial de la obra, el de Marta, es además el que tiene mayor carga


simbólica.1135 Marta era hija del mar, su padre era pescador, y además, el mar se
había llevado a su madre. La autora le ha conferido de un carácter etéreo, poco
apegado a lo terrenal en el sentido más amplio de la palabra. En ella, Oyarzábal

En ciertos aspectos, el personaje recuerda a la Marisalada de La gaviota de Fernán


1135

Caballero.
486

quiso también representar a la mujer libre que no se ajustaba a los


convencionalismos y las costumbres, e incluso era capaz de escandalizar a las
vecinas con su desapego por la religión:
“Antonio: Es que les choca el que hables y vivas a tu manera sin conformarte
a todo lo que por aquí es usanza.
Marta: ¿A qué no me conformo yo?
Antonio: Qué sé yo…a lo que todas…a hacer labores y estarte metida toda la
mañana en la casa o en la iglesia”.
[…]
“Josefa: No somos nosotras las madres las que podemos disponer. ¡La Virgen
se los guardará!
Mujer 2ª: ¡Como guarda los míos!
Marta (Interrumpiendo): ¿Y si no los guarda?
Dolores: Será la voluntad de Dios y hay que acatarla.
Marta: ¡Dios!... ¡Dios!... ¿Qué tiene que ver? (Con desdén) (Todas se persignan
asustadas)”.

Sin embargo, en el temperamento del personaje, el único aspecto en el que se


mostraba terrenal era el de la maternidad, tema que, como en otras obras,
impregnaba esta. Así, Marta sentía que su hijo se hacía mayor y añoraba su niñez,
pues ahora se escapaba de sus manos, a pesar de lo cual, como cualquier madre,
deseaba su felicidad:
“Adrián: ¿No querías que creciera?... ¿Que fuese hombre?
Marta: Lo he deseado siempre; pero ahora, hay momento en que casi te
extraño… (Tocándole el rostro). Este vello que empieza a salirte me parece
que te quita la flor de la cara. Y estos brazos tan duros…tan fuertes…
[…]
José (Interrumpiendo): ¿Y tú consentirías? ... ¿Serías gustosa de que se
marchase de tu vera?
Marta: No será gustosa pero… Quiero que sea feliz (Con vigor) ¡Que viva!”

Pero los hijos no eran propiedad de las madres, como sostenía, a veces
vehementemente, Marta:
“José: En esta vida nada es de nadie. Nadie puede decir que cosa alguna es
suya.
487

Marta: Un hijo sí.


José: Tampoco un hijo. ¡Mírate en mi espejo! Tuve campos, y se los llevó
la…otro hijo, y lo mató la guerra, una hija, y fue de su marido… ¿Sabes lo
único que puedo decir que es mío? Estas ropas, que como son viejas y pobres
no las quiere nadie…Eso es lo que es de uno, lo que nadie más quiere.
Marta: ¡Mi hijo es mío!... ¡Se parece todo a mí!
Antonio (Furioso): ¡Todo a ti y a tu casta!
Marta (Alzando la voz): ¡A mí…! ¡Sí, a mí!...
[…]
Marta: ¿Matarte? … Pero como va a matarte Adrián, si aunque él no lo quiera
tú eres mío… mío… mío…”

Incluso, se producía una identificación entre madre e hijo en el discurso de


Miguel ante Antonio para llevarse a Adrián. Este era una parte de Marta y no
estaría completa sin el hijo:
“Miguel: Me voy... (Dirigiéndose al poyete) Me voy, pero… no creas que te
la dejo toda entera como antes (Subiendo al poyete) Me llevo de ella lo que
más vale.
[…]
Miguel: Para todo (Con acento de triunfo) Para impedir que pueda llevármela.
¿Lo oyes?...Pero ya nada podrían porque su pensar, su sentir, su alma, ¿lo
oyes? ¡Su alma entera va conmigo! Pregúntaselo. ¿Su cuerpo?... Ahí se
queda…”

Del mismo modo que en otras obras, la autora identificaba en esta los conceptos
madre/tierra:
“Antonio (Con ira reconcentrada): Y los campos que se sequen, ¿verdad?
Que se sequen y se pierdan, y que los sudores y fatigas que yo he echado en
ellos queden enterrados sin dar su fruto como el cuerpo de la mujer que no ha
podido dar hijos. ¡Pues no, y no!
[…]
Antonio (Exaltado): ¿Asco?... ¿Asco la tierra? ¡Que no lo diga delante de mí!
¡Asco lo que nos da pan y vino para nuestra fortaleza, árboles para nuestra
sombra, y flores para nuestro recreo? ¿Acaso lo que ha de ser nuestro
488

descanso cuando muramos? ¿Lo que es como una madre? ¡Como una madre,
sí!”

A lo largo de la obra quedaba patente la dura situación de la mujer en el medio


rural. La constricción de las costumbres que sufría se mostraba no solo en los
diálogos, sino también, por ejemplo, en el vestuario de las mujeres del campo,
vestidas de negro casi por completo, indumentaria que contrastaba con la libertad
en el vestir que exhibía Marta: descalza y vestida de colores vibrantes, hecho por el
cual era mal vista por las aldeanas. Este encorsetamiento también se observaba en
los diálogos, como cuando Dolores hablaba de la murmuración de los vecinos por
la soltería de Marta, tema que también había sido tratado extensamente en la
novela de la autora El sembrador sembró su semilla:
“Dolores: Yo no lo digo por eso, sino por lo que se pueda hablar de ella, las
mocitas son delicadas y por muchas maneras y la murmuración es como el aire
que en levantándose no descansa ínterin no ha recorrido todos los rincones,
hasta los más apartados”.

El siguiente diálogo resulta elocuente, pues observa la dura situación que sufrían
las humildes mujeres de la clase trabajadora que, como en el caso de “La mujer 3ª”
desconocía dónde se encontraban sus hijos, que habían marchado del pueblo para
ganarse la vida:
(Ante la muerte de Pepe el Cajero).
“Josefa: ¡Quedarse viuda!
Mujer 3ª: Se queda viuda pero…tiene a sus hijos…
Dolores: ¡Mujer!
Mujer tercera (Con acento de reproche): ¿Y la que se queda sin ellos como me
ha pasado a mí?
(Marta la escucha con atención, hasta entonces ha estado paseando nerviosa y
Dolores ha hecho señal a las otras de que no está buena de la cabeza).
Mujer 2ª: Eso es verdad…
Dolores: ¿Dónde están los tuyos ahora?
Mujer 3ª: ¡Qué sé yo! (Con rabia) Donde quiso su padre.
Dolores: ¿Y sabes de ellos?
489

Mujer 3ª: Sé por cartas (Súbitamente furiosa) ¿y qué es eso?... ¿qué es eso?
Papeles que ni ellos escriben, ni yo leo porque ninguno sabemos leer ni
escribir.
Dolores: ¡Mujer, por Dios!
Mujer 3ª: Entre carta y carta. ¿Quién sabe lo que puede pasar? (Llorosa) Hay
veces que creo que no voy a volver a verlos. Y todo porque tienen que ganar.
¡Por el maldito dinero!”

Por último, ya hemos aludido al simbolismo de ciertos aspectos de la obra,


muchos de los cuales tienen como fin poner de manifiesto el antagonismo entre la
tierra y el mar, que vertebra la obra. Así, los caracteres de los protagonistas, el
vestuario de los personajes… pero también los sonidos de la obra. En efecto, la
autora identificaba como sonido de la tierra, el del caramillo, que tocaba
habitualmente Antonio y, como sonido del mar, el del tocador de la barca. Ya desde
el principio de la obra, Marta escuchaba con cierta tristeza el sonido del caramillo,
hecho que presagiaba, de alguna manera, el trágico final. Esta tristeza contrastaba
con el anhelo de Yann de escuchar el remo retumbando en la barca:
“Marta: ¿El caramillo? (Soñadora) A mí también me gusta oírle, pero no
siento alegría sino tristeza un…no sé qué, que tira de mí como en un sueño.
[…]
Yann: No…no…eso no. Quiero oír el primer redoble del remo en la cubierta
de mi barca. Ya que no puedo ver cómo han echado las redes, he de ser el
primero que oiga el aviso que dé Miguel a tierra”.

Al final de la obra, ambos sonidos se solapaban. Sin embargo, el ruido del remo se
hacía más patente, mientras el del caramillo se iba desvaneciendo. En el desenlace
del acto, el sonido del caramillo se apagaba por completo y el remo retumbaba,
mientras por la ventana entraba un rayo de sol, ahondando en la importancia que la
autora otorgaba a la luz en sus obras teatrales.
La obra nunca fue representada aunque la autora sí había hecho gestiones para
ponerla en escena, como lo demuestra una entrevista en la que la autora señalaba
que “escribió un drama que pensaba poner Margarita Xirgu, Sangre del mar”.1136
Otra de las referencias a Lo que se llevó el mar o Sangre de mar se encuentra en una

1136Excelsior, México, 29-7-1953, s. p. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental


Isabel Oyarzábal Smith, Inventario núm. 687, Registro 1812.
490

carta personal dirigida a la autora por el famoso artista Miguel de Molina, fechada
en Buenos Aires en enero de 1955, en la que lamentaba que, en esa coyuntura y
debido a la vanidad y esnobismo imperantes en el ambiente teatral, las compañías
no se embarcaban en producciones que no fueran infalibles, sobre todo de autor
conocido, a la vez que la animaba comentando que a una actriz amiga suya, le había
encantado la obra.1137
Otra de las alusiones a la obra la encontramos también en la correspondencia
personal de la autora. Esta vez se trata de una carta fechada un 21 de agosto, sin
especificar el año, remitida por Julio César Rodríguez Fernández, el actor y
director español, casado con la famosa actriz mexicana, María Tereza Montoya. En
ella se refería a la magnífica impresión causada por la obra y la intención de que en
la primera oportunidad que tuvieran la valorarían para su representación y
apuntaba que María Tereza había quedado “presa” de la atracción del mar.1138

10.5.3. Yunque y martillo o Semillas de odio


Junto al manuscrito de Lo que se llevó el mar, encontramos el resumen de una
película firmada por el matrimonio Palencia de título Yunque y martillo o Semillas de
oro. En él se narraba la historia de Prudencia, joven de vida dura, que desde una
choza a las afueras de un poblado minero en la que se ganaba la vida lavando la
ropa de los trabajadores, se fue labrando un futuro prometedor después de
abandonar su aldea natal y conseguir diversos trabajos en los que destacaba
siempre el desprecio y maltrato de los que la rodeaban y su talento para los
negocios. Sus contactos y aptitudes le hicieron labrarse una considerable fortuna y
consiguió ver vengados todos los ultrajes de los que había sido objeto y ver caer a
todos aquellos que la habían atropellado. El último personaje objeto de su
venganza fue un antiguo amante al que visitó y encontró enfermo y abandonado de
todos. Después de una conversación con él llena de reproches en la que le
aseguraba que todos habían sembrado en ella “semillas de odio” y la confesión del
hombre de que ella había sido la única razón de su vida, la joven abandonaba la
casa, escuchando detrás de ella una detonación.

10.5.4. El gran delito

Ibidem.
1137

Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario


1138

núm. 687, Registro 1812.


491

Se trata de una obra inédita,1139 encontrada en los archivos de la Unión Nacional


de Artistas de México, con registro fechado el 10 de agosto de 1960, anotado en la
hoja 127 del Libro número 2, con número 7840. En la primera hoja y bajo el título
se puede leer: “Obra en tres actos. Época actual”, firmado por Isabel de Palencia.
La obra se puede enmarcar dentro del drama realista burgués y su factura es de
índole bien distinta a las obras anteriores, aunque la autora no se alejó totalmente
de los temas tratados en ellas. Se estructura en tres actos que se componen, a su
vez, de cinco, tres y una escenas, respectivamente.
El primer acto se desarrollaba en un apartamento amueblado con pocos medios,
del que destacaba un piano de cola, en una tarde de verano a las seis de la tarde y
nuevamente, la autora hacía uso de la luz de la sala, que estaba iluminada
totalmente por el sol poniente que se filtraba por la ventana. El segundo acto tenía
lugar en un escenario teatral sin decorado y el tercero, en un camerino del mismo
teatro.

Los personajes son Paulina, esposa de Daniel, mujer bella y elegante, de carácter
firme, pero que otorgaba demasiadas concesiones a los deseos de su marido, Daniel
Salazar, hombre delicado de salud, un intelectual. Ambos estaban resueltos a
alcanzar el éxito profesional, y para ello, Paulina estaba dedicada a escribir cuplés,
que les catapultarían a la fama y les sacarían de la modesta situación económica en
la que se encontraban. Al inicio del primer acto, Roberto Laguardia, cirujano y
amigo del matrimonio, charlaba con Paulina, acerca de la idoneidad de sus planes.
Roberto sostenía que un género tan “ligero” como los cuplés eran un desperdicio
del talento de Paulina y le confiaba la impresión de que le hacía demasiadas
concesiones a su marido confesando que siempre había creído que su marido era
mucho más débil que ella. A pesar de estas confidencias, Paulina no se sentía
merecedora de las alabanzas de Roberto a su talento y firmeza y le reiteraba que el
de los cuplés era un medio para conseguir popularidad, y que les llevaría al éxito
económico. Tras tres años desde la boda de Paulina y Daniel, Roberto creía que
habían perdido mucho tiempo en el terreno profesional y ella le confesaba que no
habían albergado la posibilidad de tener hijos. Después una conversación que
derivaba por diversas consideraciones sobre el arte, la escena segunda comenzaba
con una llamada telefónica de Daniel para comunicarle a Paulina que había

Agradezco a Carlos Rodríguez Alonso quien amablemente me cedió una copia del
1139

manuscrito.
492

encontrado un empresario que quería hacer su proyecto realidad. En la escena


tercera irrumpía ilusionado Daniel, que extendía la noticia del hallazgo del
empresario, cuya única condición para financiarles era colocar a su “ahijada”, Berta,
una muchacha joven, bella y apocada, pero firmemente decidida a triunfar en el
mundo de la canción. En la cuarta escena, Berta y su madre se presentaban ante los
antedichos para tratar sobre el debut de la joven y tras la visita, todos quedan
impresionados por la ingenuidad que mostraba Berta y se felicitaban por la
convicción de que todo resultaría como ellos deseaban. A pesar de ello, Roberto les
advertía que asumían una gran responsabilidad atrayendo a la chica a su mundo y
reiteraba que el proyecto era demasiado poco para ellos. Finalmente les anunciaba
que había decidido arriesgar parte de su fortuna en su proyecto, pero que en vez de
la música, debían poner en escena una obra de teatro de Paulina, quien ya había
escrito dos y Berta debía ser la protagonista de la obra, ya que daba el tipo de
ingenua.
En el acto segundo, ya en el teatro, los actores estaban terminando de ensayar. Se
habían visto obligados a comenzar de nuevo los ensayos, pues Daniel había
aportado algunos cambios a la obra que, sin embargo habían tenido que eliminarse
posteriormente. Junto a Paulina, se encontraban Daniel y Luz (de Mar), nombre
con el que habían rebautizado a Berta por motivos comerciales, varias actrices de
reparto que murmuraban sus dudas acerca de la primera actriz y Pepa, la criada de
Paulina, contrapunto cínico de su señora. Paulina confesaba a Roberto que sentía
que la obra era como un hijo para ella, sustituyendo a los hijos que no había tenido
con Daniel, quien se había negado a tenerlos debido a la inseguridad económica que
atravesaban. La escena segunda solo contenía un diálogo entre los cuatro
protagonistas: Luz, Daniel, Paulina y Roberto, sobre el arte. En la tercera, Daniel
se quedaba a solas con Luz con la excusa de ensayar una escena y, tras un breve
coqueteo, se abalanzaba sobre ella, siendo todo presenciado por Roberto y, más
tarde, por Paulina, quien enseguida sospechó lo que había pasado, pero prefirió
ignorarlo para no perjudicar el estreno de la obra.
El acto tercero, en el camerino el día del estreno, comenzaba con Luz
preparándose para el tercer y último acto. La obra estaba siendo un éxito y aún
quedaba, lo que a juicio de Paulina, era la parte más contundente de la obra. Luz,
tras un episodio de nervios por el que parecía haber olvidado las frases, salió
repuesta a escena y, finalmente, la obra recibió una gran ovación. En ese momento,
Roberto estuvo a punto de declararse a Paulina, pero se contuvo. Paulina salió a
493

saludar, pero Luz sufrió un desmayo, después del cual el doctor que la atendió les
comunicó que estaba embarazada. En ese instante, Daniel confesaba a su esposa
que él era el padre y Paulina, desesperada, reclamaba al hijo de Luz como propio.
En el enfrentamiento, Daniel culpaba a su esposa de haberle echado a los brazos de
la joven Luz y ambos se marchaban juntos. En la última escena Roberto intentaba
consolar a Paulina, que se lamentaba profundamente de haber sacrificado su
maternidad por la vanidad profesional y se consideraba autora del delito de haberse
robado a sí misma y a Daniel la posibilidad de tener un hijo.
Escrita al final de su vida, compartimos con Carlos Rodríguez Alonso la idea de
que la obra se resiente en la presentación de los hechos y el uso recurrente de
escenas entre Paulina y Roberto con carácter meramente informativo. Para el
investigador, Oyarzábal acudía con demasiada frecuencia a unos diálogos cargados
de prolijidad, con un lenguaje convencional que los hace poco verosímiles, lo cual
constituye su mayor lastre. La obra no suscita el mismo grado de interés que las
anteriores pues, la autora no hace gala de la misma pericia que en el resto de su
dramaturgia.1140
A pesar de estas apreciaciones, creemos que la obra hacía un guiño irónico a
varios aspectos de la vida de la autora y, en general al mundo del arte. Para su
expresión, son habituales los diálogos entre Roberto y Paulina, más que entre
Paulina y su marido Daniel y versaban sobre el mundo del teatro y, por extensión,
del arte, defendiendo la verdad y autenticidad que había de presidir cualquier
manifestación artística cuando, por ejemplo, Paulina y Daniel admitían
francamente que escribían canciones para montar un espectáculo que les salvara del
estancamiento económico:
“Paulina: No comprendes Roberto. Esto de los “cuplés” no es una finalidad, es
sencillamente un medio para darnos a conocer, él como Director y
Compositor, y yo como escritora y con ello salir, del estancamiento económico
en que nos hallamos”.

La finalidad de la dedicación de la pareja a la canción ligera era, tan solo, la de


ganar dinero, como lo demuestran diversas intervenciones de Paulina, que le
servían también a Oyarzábal para tratar cuestiones como el verdadero talento o el
divorcio entre el gusto del público y el arte, así como la incidencia de los medios
modernos en el ámbito artístico, que no siempre favorecían la calidad de las obras:

1140 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., p. 97.
494

“Paulina: Te diré, para mí tu parecer en esta como en otras cosas más, sí lo


tiene.
Ahora bien, en este momento concreto, la opinión del público tiene que ser lo
que a nosotros más nos importe.
[…]
Roberto: Nada de eso. De la masa vivimos y…con ella se hace el pan.
[…]
Paulina: Ganar dinero, sí Roberto, ganar dinero es cuestión fundamental para
nosotros, y creo que este camino “coupletístico” nos llevará al triunfo”.
Roberto: Naturalmente, hoy, muchos de los que se dedican al arte, no son
como los de antes, los verdaderamente dotados, sino los audaces y como los
que tienen verdadero talento carecen casi siempre de esa cualidad, se quedan
atrás y ¿para qué hablar de los medios que la ciencia moderna ponen al alcance
de esos audaces? La cinematografía, la radio, la televisión se utilizan para
algunas manifestaciones no siempre nobles unas veces y para la publicidad en
sus distintas formas casi siempre”.

Roberto se convertía en numerosas ocasiones en la voz de la autora, el


contrapunto a la futilidad de Paulina y su marido, como lo demuestra el siguiente
pasaje, que recuerda aquellas palabras que la autora le dirigió a su marido en el
mismo sentido: “Pero tú crees, Paulina, ¿que hay quien logre triunfar sin
sufrir?”1141
La frivolidad y mediocridad del ambiente artístico, en el que solo tenía validez el
dinero, quedaba en evidencia con las palabras de Paulina y, en el mismo sentido,
Daniel aseveraba que el talento no era condición indispensable para triunfar:
“Paulina: Lo sé. Hemos sido imbéciles pero es que tú no sabes lo que exige
hoy la vida en nuestro medio. El artista sufrido y abnegado de antes, ya no
existe.
Roberto: (interrumpiéndola) Existe, pero nadie quiere saber de él.

1141“ ‘No sé lo que voy a hacer’, me dijo un día (Ceferino). ‘Me han dicho que nadie puede
llegar a ser un gran artista, a menos que sufra. Me esfuerzo por ser infeliz, pero no logro
conseguirlo’. Le tranquilicé. El sufrimiento, le dije, te llegará en el mejor momento, sin
tener que pedirlo. Me pregunto si este habrá sido su caso”. Oyarzábal de Palencia, I., I must
have…, op. cit., p. 71.
495

Paulina: (reflexiona) Tal vez tengas razón, pero lo cierto es que todos los que
hoy se dedican al arte, tienen necesidades que antes solo acosaban a los que
contaban con buenos medios económicos.
[…]
Roberto: Y carecían de lo más esencial, el poder creador. (Suspirando) Desde
luego, pero esa armonía ya no existe, la lucha se hace cada vez más despiadada
y el único remedio, por lo visto, es el dinero.
[…]
Paulina: (interrumpiendo) Lo has dado a entender y créete que siento en el
alma el que no esté conforme con nuestros propósitos. Claro tú tienes medios
de fortuna y no puedes darte cuenta de lo feroz que es hoy la lucha para
sobrevivir en medios como el nuestro. Los medios artísticos… (Con tono
burlón) el maravilloso ambiente del arte en el que los que triunfan son los que
menos consideración guardan para su arte. […]
[…]
Roberto: ¿Crees que esa joven podrá tener la belleza y talento bastante para
triunfar?
Daniel: Por Dios Roberto, hoy en día el talento sobra”.

Estas apreciaciones se refieren al mundo del arte en general, pero respecto al


teatro, la autora también exponía sus reflexiones en la obra, y de nuevo, el
personaje de Roberto ofrecía el contrapunto juicioso a los proyectos de Paulina,
pero sobre todo a las apreciaciones de Daniel, como declaraba cuando, al principio
de la obra, le comunicaban su intención de dedicarse a la canción ligera y su
consejo de que representaran una de las obras de Paulina:
“Roberto: ¿Me permites que te hable con franqueza? (Daniel hace un signo
afirmativo) ¿Sí?, pues a mí me parece un proyecto mediocre, vulgarísimo
indigno del talento de Paulina y del tuyo, y por lo tanto disparatado.
Daniel: (abatido) Roberto, me parece que exageras. ¿Cómo puedes decir que es
mediocre y hasta vulgar?
Roberto: Para otras personas no lo será y podrá resultar hasta admisible, pero
¿para vosotros dos? ¿Cómo vais a contentaros con ser dueños o representantes
de un cabaret? […]
Roberto: Tomando un teatro, formando una compañía y estrenando obras
buenas. La primera, una de tu mujer.
496

Paulina: ¿Mía?... ¿Cómo sabes?


Roberto: Por ti misma. Haciéndome un día el honor de confiarme tus
proyectos antes de pensar en esto de los cuplés me dijiste que habías escrito
dos obras de teatro, que quienes las conocían las habían alabado mucho, pero
que en vista de que el teatro es un negocio muy arriesgado y Daniel tenía la
ilusión por el “cabaret” estabas decidida a apoyarle y dejar a un lado tus
propias ilusiones.
Daniel: (Un poco avergonzado) Las obras son buenas, muy buenas pero casi
imposible encontrar un loco dispuesto a exponer su dinero haciendo teatro en
serio”.

A pesar del apoyo de Roberto y Daniel, en otro momento de la obra, Paulina


creía estar cometiendo una locura al dedicarse al teatro y Oyarzábal aludía, a la
dificultad del verdadero arte de abrirse paso, encontrando un empresario que
arriesgara su fortuna y de que la obra, finalmente, fuera del gusto del público:
“Paulina : […] Roberto, ¿por qué habré cometido esta locura?
Roberto: (Tranquilo sonriendo) ¿Locura? ¿Cuál?
Paulina: Esta de meterme a escribir para el teatro. […]
Daniel: (abrazándole) Con toda el alma (a Paulina). Tiene razón Roberto. ¿Por
qué no ha de triunfar lo bueno?”

Una vez que la obra estaba en marcha, Roberto era quien hacía ver a Paulina que
los cambios que Daniel había propuesto para el texto eran un error, que la verdad
que inspiraba su obra era la que había de inundar el espíritu de cualquier obra
teatral y que esta ahondaba en los sentimientos humanos que era lo que hacía el
arte verdadero, pues el teatro debía interpretar la vida, representando sentimientos
y pasiones reales:
“Paulina Desde luego fue una suerte el que vinieras porque nadie al parecer se
había enterado de que la cosa no marchaba, de que ninguno de los intérpretes
se había dado cuenta del significado de su papel. Yo no comprendo a qué se
debía eso.
Roberto: (sonriendo) ¿Cómo que no lo comprendes? Tu obra tal y como la
escribiste y como ha vuelto a quedar ahora es magnífica. Te lo digo yo que he
visto mucho teatro y si no hubieras dejado que Daniel pusiera en ella sus
497

pecadoras manos y su disparatado concepto de lo que es el verdadero teatro ya


podíais estar a punto de estrenar.
[…]
Roberto: (interrumpiéndola) Es posible y eso puede aceptarse cuando se trata
de otro tipo de obra, de un género menos elevado y hecha solo para reír. No
cuando se ha ahondado como haces tú ahí (señalando los papeles que ha
recogido Paulina) en el corazón humano. El corazón humano que por más que
se quiera no cambia es y ha sido siempre el mismo. Los que creen que el
sentimiento puede modernizarse es… que no sienten.
Paulina: Sea como sea y afortunadamente ahora parece que todos estáis
satisfechos.
[…]
Roberto: Naturalmente. (Con indignación) El teatro tiene que ser una
interpretación de la vida, de un mundo poblado por seres humanos y no por
muñecos como pretenden los que no son capaces de escribir una sola línea con
sentido común ni presentar un solo personaje que tenga interés porque
representa pasiones reales, sentimientos auténticos.
Paulina: Si tienes razón…pero hoy en día el éxito no se logra con la verdad, lo
consiguen precisamente los que no buscan a través de ella el sentimiento o la
emoción.
Roberto: (Con desprecio) Esas son modas que a la larga desaparecen como
ocurre con los trajes, los perfumes y los muebles”.

En este mismo sentido, Roberto y Daniel mantenían una discusión sobre las
distintas concepciones que ambos tenían del teatro:
“Daniel: (Complacido y algo vanidoso) Bueno es que yo veo el teatro en una
forma muy ¿cómo diríamos?
Roberto: (Interrumpiendo) Muy disparatada.
Daniel: (Un poco dolido) ¿Disparatada? No distinto a lo que se ha hecho
durante años y años. ¿Qué quieres? Lo moderno es lo que yo siento. Soy
hombre de mi tiempo y en cambio para ti, Roberto, es malo todo aquello que
no huela a viejo.
Roberto: Estás muy equivocado. Para mí el arte verdadero no tiene edad. No
puede clasificarse como viejo ni como nuevo. Lo único que sí tiene que ser es
bueno.
498

[…]
Roberto: Naturalmente. Hoy lo mismo en teatro que en pintura; en la danza y
en la literatura lo que llaman nuevos es sencillamente un remedo de lo viejo,
de lo arcaico.
Daniel: También en ello puede haber mérito.
Roberto: Sí cuando es auténtico y cuando por su autenticidad es eterno, pero
no cuando se la aprovecha arrancándole su verdad”.

En otro momento de la obra, la autora aprovechaba también para reflexionar


sobre la profesión actoral valiéndose del personaje de Luz del Mar y en una
conversación posterior entre Daniel y Luz, plasmaba algunas claves de la
actuación:
“Paulina: ¿Verdad que sí? (desenrollando un rollo y alzándolo vuelta a él con
ambas manos) Mira qué bien hace (leyendo) Luz del Mar y así es la chiquilla
una luz que brillará sobre el mar.
Roberto: (Riendo) Pues que esa luz os traiga buena suerte y a ti el éxito que te
mereces al lanzarte a ese mar inmenso, a veces peligroso de la opinión pública
(iniciando la marcha). ¿Vamos?
Paulina: Sí, pero pasemos antes por el camerino de Luz. Daniel la está
ayudando a decorarlo; pero yo quería que durante mi ausencia la hiciera leer
aquí su papel.
Roberto: Tienes razón. Conviene que se dé cuenta de lo que es el vacío de un
escenario que ella tendrá que llenar con un personaje; creado por ti pero que a
la postre le deberá la vida a ella.
Paulina: Es cierto (mirando meditabunda en torno suyo). ¿Habrá en el mundo
algo que dé tan desoladora impresión de vacío (mirando en torno suyo) como
esto?
Roberto: Realmente resulta deprimente, pero…ahí de los creadores. Ahora lo
sois tú y ella. Ya verás cómo entre las dos disipáis las tinieblas y dais vida a lo
que ahora nos parece tan callado…tan muerto… (Breve silencio, luego con
animación) En cuanto Luz logre eso que llaman tener tablas…
Paulina: Ya lo creo. Hay que ver lo necesario que es eso y lo contadas que son
las artistas que consiguen tenerlas jamás.
[…]
499

Luz: Hay veces en que por el contrario siento que ella llegará a dominarme a
mí.
Daniel: Buen augurio. Es que tu personalidad desaparece frente a la del
personaje. ¿Qué escenas son las que hasta ahora encuentras más difíciles?
[…]
Daniel: ¿No te aburrirá el repetir las mismas frases noche tras noche?
Luz: No lo creo; porque siempre que las repito me parecen nuevas”.

En el tercer acto de la obra, que coincidía también con el tercero de la obra que
representaban los personajes, el público refrendaba con sus aplausos el éxito
conseguido, lo cual permitía a Oyarzábal ensalzar la interpretación de los actores
mexicanos:
“Pepa: La obra decían, ahí afuera, que es de lo mejor.
Mamá: ¿Y qué me dice de la interpretación? Para que vengan artistas del
extranjero a enseñarnos.
Pepa: ¿A enseñarnos? (Burlona) y lo mismo ocurre con todo lo que traen.
Mamá: Son unos pretenciosos y tienen que enterarse que aquí en México, a
Dios gracias, no nos falta nada de nada”.

Por último, debemos destacar el curioso personaje de “la madre de la artista”. En


este caso se trataba de la madre de Luz, la neófita actriz, que intervenía en contadas
ocasiones de las que, sin duda, la que mejor definía su carácter era la que
protagonizaba al final de la obra, que sucedía en el crítico momento en el que Luz
se preparaba para salir en el acto final y se lamentaba de no recibir de su hija las
atenciones que ella merecía:
“Mamá: (Resentida) y...a mí ni un beso.
Pepa: Pero señora, ¿cree Ud. que estamos para remilgos?”

Como en otras obras, la maternidad tiene en esta un importante papel, que se


hacía patente sobre todo en el desenlace del tercer acto. En algunos pasajes
también se hacía referencia al matrimonio, como el sardónico diálogo entre Paulina
y Roberto, en el que Roberto arremetía contra el género femenino:
“Paulina: (riendo) Entonces…todos los que lo que nos dicen de la luna de miel,
los días de la ilusión, etc., etc., es mentira, un juego nada más.
500

Roberto: Claro que sí y es cosa que debería de hacerse saber a la incauta


juventud que tan alegremente se lanza al matrimonio. Por lo que se refiere al
hombre, en la mayoría de los casos le impulsa la… ¿cómo diríamos? La pasión
o el compromiso familiar y a la mujer…
Paulina: Y a la mujer…acaba hombre, di lo que te parezca.
Roberto: Pues para la mujer, salvo raras excepciones, el gran atractivo del
matrimonio reside en la esperanza de una situación económica asegurada y
además en las participaciones de la boda, los regalos y sobre todo el traje de
novia.
Paulina: (reflexiva) ¿Y los hijos?
Roberto: Ah ese es otro cuento….
Paulina: Y tanto (en tono ligero) Pues bien yo me casé con traje de viaje, sin
regalos y sin recepciones”.

Para Paulina su obra era como un hijo, es decir, de alguna manera suplía la
ausencia de hijos en su matrimonio con su obra literaria, hecho que al final de la
pieza teatral se mostraba tan fútil, como vana su unión a Daniel y de lo que, en otro
momento, hablaba con la mayor amargura, adelantando así la resolución del drama:
“Paulina: Ya me intranquiliza bastante el entregarla indefensa al capricho del
público (de pronto tomando a Roberto del brazo). Si vieras Roberto cuán
extraño es el sentimiento que me inspira esta obra.
Roberto: ¿Extraño?
Paulina: Sí, siento por ella algo de lo que toda mujer debe sentir por un hijo.
Por ese algo que nace dentro de una, algo al que le damos forma y que luego
se desprende de nuestro ser y queda en posesión de gente extraña.
Roberto: (Conmovido) Entre todos defenderemos este fruto de tu inteligencia.
Paulina: (Medio ausente) Así lo espero.
Roberto: (Titubeando) Bueno y ¿por qué estando tan deseosa de emplear en
algo tu caudal de amor maternal no has tenido un hijo?
Paulina: (Se detiene y guarda silencio mirando a Roberto fijamente) Daniel
nunca lo ha querido. Nuestra vida según dice es demasiado insegura para que
traigamos a otros seres a padecer en ella.
Roberto: Y tú estás conforme?
501

Paulina: (Titubea y luego hablando aprisa) Ya te he dicho que esta obra es


como una hija (insistiendo). Sí, como una hija con la ventaja de ser más
completamente mía que si…
[…]
Paulina: En la obra este es el momento definitivo ¿no te parece?
Roberto: Sí, es…algo así como el de un ser que estuviera naciendo.
Paulina: (Mirándolo con angustia) ¿Un ser que estuviera naciendo? (Con
dolor) ¿Por qué has dicho eso? ¿Por qué recordarme el que yo pude dar vida a
un ser y no lo hice”.
En las palabras de Paulina quedaba patente la negativa de Daniel a crear una
familia, decisión que este reprochaba egoístamente a su mujer al final de la obra,
cuando ya se había descubierto la verdad y Paulina había enloquecido:
“Paulina: ¿Faltarme? (Con exaltación) ¡No! Lo que has hecho ha sido robar...
quitarme lo que era mi derecho (exaltadísima indicando a Luz). Ese hijo,
(gritando) mi hijo. Me lo ha robado (acercándose y bajando la voz con terrible
rencor). Pero yo no voy a dejarme robar. (Acercándose a Daniel) ¿Lo oyes?
Daniel: ¿Robar?
Paulina: Es lo que quieres hacer; pero escúchame.
Daniel: (Altivo) Di lo que quieras.
Paulina: (Amenazadora haciendo una indicación a Daniel para que se aleje) No
voy a dejarme robar (mirando a Luz acusadora) Eso que llevas en el vientre no
es tuyo es mío (acercándose más y apartando de sí a Daniel que pretende
estorbar su avance).
[…]
Escúchame lo que tienes dentro de ti es mío, ¡tendrás que dármelo!
Daniel: (Tratando de agarrar a Paulina por los brazos) ¡Paulina! ¡Deja a Luz!
Paulina: (Con resolución) Me lo dará… (Vuelve con angustia a acercarse a
Luz).
Sí me lo dará.
Luz: (De pronto se yergue y con gran altivez) Está Ud. completamente
equivocada. Lo que llevo aquí (golpeándose el vientre) ¡Es mío! Totalmente
mío (acusadora) ¿Y sabe Ud. por qué?
Paulina: (Con rencor) No es de nadie…no es legítimo.
Daniel: ¡Paulina! ¡Calla! (amenazando a Paulina).
Luz: (Alzando la voz) No necesita serlo.
502

Paulina: Yo soy la esposa de Daniel, su hijo me pertenece.


Luz: (Con desprecio) La legitimidad la da la madre. Ella es la única que puede
decir con autoridad “este es mi hijo” y más aún (acercándose) cuando, óigalo
Ud., cuando ha tenido el deseo de tenerlo. Cosa que Ud. por lo visto no tuvo
jamás.
Paulina: (Desconcertada) ¿Yo…? (con énfasis) ¡Yo sí! Fue Daniel…
Daniel: (Dando un paso hacia delante con dignidad) Nunca procuraste
convencerme… (Indicando a Luz) Como lo hizo ella.
Luz: Es cierto, reconozco que tal vez no sea yo la única responsable. No la
única (acercándose). Pero sí la principal y no me arrepiento. ¿Lo oye Ud.?
(Con firmeza) ¡No me arrepiento!
Paulina: ¿No se arrepiente? Claro ¿cómo va a arrepentirse? Ah si yo… (Triste)
hubiese sospechado, si me hubiese dado cuenta.
Luz: Tenía Ud. que haber visto las cosas de modo distinto a como las veía.
Para mí el trabajo, el arte, el éxito no han sido nunca lo más importante. En
cambio para Ud. sus comedias (con leve desprecio) eran por lo visto
(afirmando) desde luego lo que más le interesaba”.

Isabel Oyarzábal hacía alusión al tema de la descendencia ilegítima, en boca de


Paulina, quien recibía la contundente respuesta de Luz. Por otro lado, las últimas
palabras de Luz en el anterior diálogo manifestaban que el sueño de la joven de
convertirse en artista no era su principal objetivo y Daniel arremetía contra su
mujer, reprochándole que, por motivos egoístas, no hubiera impedido que él
sedujera a Luz, a la vez que apelaba a su generosidad para que le perdonase:
Daniel: Lo que hiciste fue en beneficio propio. En beneficio de tu comedia.
[…]
Daniel: La prueba suprema de un cariño va a dármela ella. […] Tú y yo
fuimos buenos compañeros. Tú siempre más leal y más eficaz que yo, lo
reconozco. Sé también generosa…perdóname”.

En las obras teatrales de dramaturgas en la época de Oyarzábal, la actitud o


reacción de la mujer ante la infidelidad del esposo era variada. En un primer
momento, Paulina, que sospechaba la infidelidad del marido, optó por el silencio,
actitud muy común en el teatro de la época, mezcla de expresión de dignidad y de
503

sentido del deber de mantener a salvo su hogar,1142 una infidelidad que en el caso
de Daniel era doble, puesto que a la seducción de Berta, se unía la deslealtad ante la
idea de vida en común que él y Paulina habían proyectado. Lo sorprendente y
novedoso en la obra es la resolución del conflicto que proponía nuestra autora.
A pesar del carácter de Paulina, más firme, decidida e inteligente que su marido,
él había dispuesto de su vida, quebrantando su lealtad y fidelidad hacia ella.
Afortunadamente, Roberto reconocía la superioridad de Paulina:
“Roberto: Sí, tú lo has dicho. Sin conocerte a fondo, pero adivinando en ti, la
firmeza que le falta a él.
[…]
Roberto: Sí, no te hagas la inocente. Acaso no sientes y sabes que tu cerebro es
mucho más sólido que el de Daniel, y que tú eres capaz de realizar cosas de
más importancia que las que él te propone”.

Daniel, al final, había rehecho su vida deshaciendo a la vez la de Paulina tal como
intentara hacer con la obra que habían de representar, demostrando así su egoísmo,
que tanto le reprochaba a su mujer y la inconsistencia de su compromiso con ella y,
por ende, de su proyecto de vida. Por otro lado, Daniel parecía alejarse de su mujer
a medida que se demostraba la superioridad de esta en todos los aspectos en los que
podían contender. El matrimonio fracasó cuando Paulina dejó de depender de él,
era un matrimonio equilibrado hasta que Paulina tuvo éxito y la deslealtad de
Daniel remitía a otro tema de la obra, el engaño, del que la autora tenía
conocimiento en carne propia. Por boca de Paulina, consideraba la infidelidad como
una derrota y como el más cruel de los delitos, en palabras de la protagonista de la
obra que ensayaban:
“Paulina: Ten cuidado…no te dejes dominar por la vanidad de hacer una…
(Con intención) una conquista…
Daniel: ¿Una conquista?
Paulina: Así llamáis los hombres a ciertos lances que en realidad son derrotas.
[…]
Irene: (a Lorenzo) Di ¿por qué me engañaste? El engaño es el peor, el más
cruel de los delitos”.

1142 Mañueco Ruiz, Á., La mujer en el teatro español…, op. cit., pp. 211 y ss.
504

La interlocución final de la obra se producía entre Paulina y Roberto, quien


después del enfrentamiento con Daniel, intentaba animarla, haciéndole ver que sus
hijos eran sus obras, pero ella se encontraba derrotada y se acusaba de haber
cometido el delito de robarse a sí misma:
“Roberto: (Suavemente) Tus hijos son tus obras.
Paulina: (Con desprecio) ¿Mis obras? ¿Cómo puedes comparar unas hojas de
papel con un ser palpitante y vivo como el que lleva luz en las entrañas.
Roberto: No te atormentes…
Paulina: Y pensar que yo he podido también ¿por qué le hice caso a Daniel?
(Agarrando las manos de Roberto) Porque convenimos ambos que un hijo
sería para nosotros un obstáculo… ¿un obstáculo? ¿Te das cuenta Roberto?
¿Por qué no le convencí yo como lo ha hecho ella?
Roberto: Teníais formado un plan de vida…
Paulina: ¿Y qué? (Triste) Menudo plan, ¿el de ganar dinero él y yo? No
discutamos. Yo dejé que me cegara la vanidad. ¡Sí! La vanidad de ser autora.
¡Autora! (Riendo histérica) ¡Autora! (de pronto seria) Sí, sí, pero ¿sabes de qué?
Crees que de una comedia, ¿verdad? ¡Pues no! Soy autora de un delito (le mira
desesperada).
Roberto: ¿Un delito?
Paulina: (Como si volviera en sí) Sí, un delito… y ¿sabes cuál? El de robar a
Daniel y lo que es peor, el de robarme a mí misma”.

La obra está construida sobre la contraposición de los personajes femeninos,


Paulina y Berta/Luz, quienes representan dos concepciones diferentes de la vida:
Paulina había desechado la idea de tener hijos, si bien, con la aquiescencia de su
marido, y para Luz la maternidad era lo más importante. Finalmente, Oyarzábal
tomaba partido por la maternidad, al dejar a la mujer que no era madre destrozada
y vacía, a pesar de haber alcanzado el éxito profesional. Así se evidencia de nuevo la
sacralización de la maternidad femenina, 1143 pues la ausencia de hijos en el
matrimonio de Paulina le había conducido al desapego de su marido y la sensación
de frustración vital, que finalmente terminaba en locura.
De alguna forma, los personajes masculinos también establecen una dicotomía,
aunque definidos como meros agentes del drama, se contraponían en sus

1143Nieva de la Paz, P., “Mujer, sociedad y política en el teatro de las escritoras…”, art. cit.,
p. 95.
505

caracteres: Roberto, como ayudante de la protagonista y Daniel, como instrumento


de su destrucción.1144
Uno de los aspectos más curiosos de la obra es la utilización de procedimientos
metateatrales. El metateatro fue un procedimiento común, sobre todo, en el Siglo
de Oro, aunque en el teatro contemporáneo no son escasos los ejemplos de esta
técnica. El germen de lo metateatral se halla en el reconocimiento por parte del
espectador de la ruptura de la ilusión de que se encuentra ante la vida misma y no
ante una representación.1145
Para Lionel Abel, 1146 el primer teórico del metateatro, los metadramas son
“piezas sobre la vida como ya teatralizada”. En ellos se produce un conflicto entre
la ficción la realidad, en la que el dramaturgo analiza la esencia del teatro, los
problemas metafísicos de la vida y la naturaleza de la identidad humana, mientras
que el espectador observa los vínculos entre la vida y el arte. Cuando el espectador
reconoce la presencia de un texto dentro de otro, se produce la interrupción del
mundo ficticio producido en escena y la obra marco adquiere un desdoblado tinte
de realismo. Para Richard Hornby1147 el uso de la técnica del drama dentro del
drama expresa el cinismo de la sociedad hacia la vida.1148
La introducción en El gran delito de procedimientos metateatrales, opera como
espejo de la ficción desarrollada en la obra marco que, a su vez, representa una
metáfora de la vida, que evoca la concepción del teatro del mundo.

10.5.5. Yo quiero vivir mi vida


Nos encontramos ante una obra nunca estrenada de Isabel Oyarzábal. En 1928,
el diario Heraldo de Madrid, en sus páginas teatrales y bajo el epígrafe “Sección de
rumores”, se anunciaba que la colaboradora del periódico Isabel O. de Palencia
estrenaría en el teatro Eslava una obra titulada Yo quiero vivir mi vida, a cargo de la
compañía de María Palou y Felipe Sassone y que probablemente y por consejo de
este, la obra se titularía de otro modo. Del mismo modo anunciaba el estreno de la

1144 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, op. cit., p. 47.
1145 Hermeregildo, A., “Más allá de la ficción teatral: el metateatro”, Teatro de Palabras.
Revista sobre teatro áureo, 5 (2011), pp. 9-16.
1146 Ibidem, p. 1.
1147 Ibidem, p. 4.
1148 Larson, C., “El metateatro, la comedia y la crítica: Hacia una nueva interpretación”, en

Actas del X Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Barcelona, Promociones y


publicaciones universitarias, 1992, pp. 1013- 1020.
506

traducción de la obra de O’Neill, Anna Christie.1149 Ese mismo año y durante la gira
de conferencias que la autora impartió en Cuba, fue entrevistada y entre sus obras
nombraba Yo quiero vivir mi vida, comedia que se estrenaría en breve y que ya había
sido traducida al inglés.1150
Dos años más tarde, en 1930, Cipriano de Rivas Cherif anunciaba la creación de
la Compañía Clásica de Arte Moderno junto con la actriz Isabel Barrón. Además de
los clásicos, proyectaron la puesta en escena de obras “correspondientes a la
sensibilidad contemporánea”. Entre ellas, Yo quiero vivir mi vida de Beatriz Galindo,
que finalmente no se llevó a las tablas.1151
La presentación de la compañía fue anunciada como inminente en provincias a
finales de enero de 1930. Concretamente el debut estaba previsto en Salamanca el
20 de febrero, en el teatro Liceo, con La moza de cántaro de Lope de Vega. Además
se incluían en el repertorio, Sombras de sueño de Miguel de Unamuno; Pitusa
(Blanchette) de Eugéne Brieux, traducida por el propio Rivas Cherif; Señorita gata de
Agustín Ramón y Roberto Gache; Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas; La
corona de Manuel Azaña; La frontera de Paulino Masip; La casa de naipes de
Eduardo Ugarte y José López Rubio; Tic, tac de Claudio de la Torre; La obsesión de
Mariano Benlliure; La criolla de Joaquín de Zugazagoitia; Yo quiero vivir mi vida de
Isabel Oyarzábal de Palencia (Beatriz Galindo) y Laberinto de Rivas Cherif.1152 La
compañía se disolvió meses después, por discrepancias entre Barrón y Rivas Cherif
en lo referente a la selección de obras que poner en escena y poco después, el
director inició otro proyecto con Margarita Xirgú, sin que la obra inédita de
nuestra autora llegara a ver la luz.
El proyecto con Xirgú se prolongó desde 1930 a 1936, y además de las cinco
temporadas en el teatro Español, la compañía realizó giras por provincias. En la
temporada de 1932, que se inició el 20 de febrero, Rivas Cherif ofrecía novedades,
ya que, además de los espectáculos teatrales, se programó un ciclo cultural,
propuesto a instancias de Margarita Xirgú. El ciclo incluía conciertos y

1149 Heraldo de Madrid, 4-8-1928, p. 5.


1150 “En charla rápida, Isabel de Palencia nos habló de la España intelectual de hoy”.
Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario núm.
687, Registro 1812.
1151 Aguilera Sastre, J., y Aznar Soler, M., Cipriano de Rivas Cherif y el teatro…, op. cit., pp.

160-162.
1152 Abc, Madrid, 6-2-1930, p. 12.
507

conferencias, entre las que Isabel Oyarzábal daría su conferencia sobre el traje
español.1153

10.5.6. Traducciones y adaptaciones teatrales


10.5.6.1. Anna Christie de Eugene O’Neill
El estreno en Madrid el 20 de enero de 1931 de la traducción de la obra teatral
Anna Christie de Eugene O’Neill, obra que ya había sido galardonada con el premio
Pulitzer en 1922, tuvo una gran repercusión y gran éxito de crítica y público.
Propulsor del moderno teatro americano, Eugene O’Neill fue discípulo del
profesor George Pierce Baker, quien apostaba por estudiar las obras dramáticas en
laboratorios y el grupo teatral al que perteneció, el Provincetown Player de Nueva
York, catapultó a la fama al dramaturgo con la obra Rumbo a Cardiff, en 1916. Su
teatro arrancó del naturalismo, pero evolucionó a tendencias diversas como el
expresionismo, el simbolismo y el psicologismo. 1154 Anna Christie fue escrita en
1921 y llevó en algún momento el nombre de Chris Christopherson, y también el de
The old devil.1155
El argumento de la obra parte, en el acto primero, con la presencia en escena de
Chris Christopherson, anciano marinero, patrón de una gabarra carbonera a las
afueras de Nueva York, y cuya vida transcurría dividida entre la gabarra y la
taberna portuaria. Se había separado de su hija, pues quería protegerla de las
inclemencias del mar, pero no había perdido contacto epistolar con ella que se
encontraba en una granja en la que había vivido últimamente con unos familiares.
Inesperadamente, Anna regresaba con su padre para hallar consuelo y curación
pues, tras haber sido víctima de abusos por parte de uno de los miembros de su
familia, se había dedicado a la prostitución. En el segundo acto, Anna conocía a
Mat Burke, un marinero naufragado del que se enamoraba. En el tercero, tras
haberse enamorado, Mat pedía matrimonio a Anna, a lo que el padre se negaba, y
tras ello, la protagonista confesaba a ambos su pasado. El desenlace del cuarto acto
se resolvía favorablemente para la pareja, que solventaban sus diferencias, con el

1153 “Informaciones teatrales”, El Sol, Madrid, 18-2-1932, p. 8. Las conferencias se


proyectaron para el mes de marzo.
1154 Oliva, C. y Torres Monreal, F., Historia básica del arte escénico, Madrid, Cátedra, 2006,

pp. 307-308.
1155 Díez Canedo, E., “Anna Christie de Eugène O’Neill, traducción de Isabel O. de Palencia”,

El Sol, Madrid, 21-1-1931, p. 5.


508

perdón por parte de Mat por el pasado de Anna, y de Anna, para con su padre, por
haberla abandonado.
La versión de la obra en castellano traducida por Isabel Oyarzábal se estrenó el
20 de enero de 1931 en el teatro Fontalba, a cargo de la compañía de Lola
Membrives y se ofrecieron doce representaciones. 1156 Lola Membrives
representaba el papel protagonista, Anna Christie; Ricardo Puga, el del padre,
Chris Christopherson; Luis Roses, actuó en el papel de Mat Burke y Amparo
Astort representaba a una prostituta ligada al padre de Anna. Otros actores que
participaron en distintos papeles fueron José Marco Davó y Enrique Suárez. La
escenografía, uno de los éxitos de la obra, corrió a cargo de Fernando Mignoni.
La traducción de la obra se había realizado algunos años antes, y se mantenía a la
espera de ser representada, tal como revelaba un artículo de prensa,1157 en el que la
actriz María Palou anunciaba que uno de sus inmediatos proyectos sería la
representación de la obra traducida por Isabel de Palencia, que obraba en su poder
desde hacía dos años pero que, a pesar de sus deseos, no había estrenado todavía.
Díez Canedo en el mismo sentido, lamentaba que la versión cinematográfica,
estrenada en 1930, con Greta Garbo como protagonista, se hubiera conocido antes
que la traducción de Oyarzábal, a pesar de haber anunciado en alguna ocasión su
estreno y que esto había dificultado la aceptación del papel por parte de la actriz
encargada de interpretar a la protagonista.1158 En la comparación con la película,
algunas críticas consideraban la versión teatral española superior a aquella, pues el
crítico aducía que seguía estrictamente las acotaciones escénicas de O’Neill, en vez
de recrear la obra y se lamentaba de la abundancia de diálogos con cámara fija,
aunque alababa el trabajo de Greta Garbo, quien había protagonizado la cinta. 1159
La propia Isabel Oyarzábal destacaba el valor de la dramaturgia del autor y la
cantidad de matices en el lenguaje de sus obras:
“Puesta la mano sensible sobre el pulso del Mundo, atento a sus latidos más
fuertes como a los más débiles, Eugéne O’Neill ha ido desgarrando
violentamente todos los velos con que la hipocresía o la reserva puritana había
tratado de ocultar y disimular el verdadero ritmo del sentir americano. Que es

1156 Dougherty, D. y Vilches de Frutos, M. F., La escena madrileña 1926-1931…, op. cit., p.
395.
1157 “El nuevo teatro Muñoz Seca y los proyectos de María Palou”, Abc, Madrid, 4-9-1930,

p. 14.
1158 Díez Canedo, E., “Anna Christie…”, art. cit., p. 5.
1159 Díaz Plaja, G., Heraldo de Madrid, 24-1-1931, p. 5.
509

lo mismo que decir mundial, ya que está formado con pulsaciones de los
hombres más diversos.
La desconcertante algarabía de su obra ‘El mono velludo’, la magnífica
estructuración de caracteres en ‘Anna Christie’, la tajante sordidez del
ambiente en ‘El deseo bajo los álamos’, la trágica belleza de ‘Más allá del
horizonte’, la emoción humorismo de ‘Marco Millions’, la novedad e intensa
poesía de ‘Lázaro se rió’, el humorismo de ‘Emperor Jones’, el terrible
patetismo de ‘Antes del desayuno’ y el desgarrador afán de indagación de ‘El
extraño interludio’, ‘La paja’ y otras muestran bien a las claras el desbordante
afán de revelación, el ansia de verdad que padece el autor. […] Respecto del
lenguaje es incalculable el tesoro de matices que encierra la obra del gran
dramaturgo.
El acre acento del americano del norte, el habla dulce y plañidera del hombre
de color, la inmensa variedad de vocablos que son materia desgajada y
corrompida de todos los idiomas, acuden a la pluma de Eugene O’Neill con
una precisión extraordinaria, dando vida a sus personajes, enriqueciendo y
aumentando el valor de su producción literaria y uniendo a esta más
estrechamente con el resto del Mundo…”1160

La primera traducción de una obra de O’Neill, The Emperor Jones había sido
realizada en España por Ricardo Baeza en 1929, y apareció en la Revista de
Occidente.1161 Antes de ello, O’Neill solo había aparecido en la prensa asociado a sus
innovaciones teatrales. En 1928, fue considerado por el Abc como el único autor
norteamericano que había triunfado en la escena europea y el creador del drama en
los Estados Unidos y Anna Christie fue definida como una lucha para establecer una
“filosofía de la conciliación”. Enric Gallén observó que Anna Christie fue también la
primera obra de O’Neill estrenada en Barcelona el 17 de mayo de 1924 y, con
posterioridad, tan solo una obra más del autor había sido puesta en escena, el
monólogo en un acto Before Breakfast, traducido por Ricardo Baeza, que fue
producido en 1934, primero por Elvira Morla y más tarde, por el grupo Teatro
Escuela de Arte, dirigido por Cipriano de Rivas Cherif.1162

1160 Palencia, I. de, “El internacionalismo espiritual”, Heraldo de Madrid, 19-1-1931, p. 5.


1161 Dougherty, D. y Vilches de Frutos, M. F., Eugene O’Neill in Madrid, 1918-1936,
Philadelphia, Penn State University Press, 1993, pp. 157-164.
1162 Ibidem, pp. 157-164.
510

Dougherty y Vilches señalan que no fue una sorpresa que Anna Christie fuera la
primera obra de O’Neill estrenada en Madrid ya que se ajustaba a los gustos del
público y como había observado Ricardo Baeza esta era la primera obra del autor
que terminaba bien. El público madrileño gustaba de dramas y comedias que no
defraudaran sus expectativas y, por tanto, el “final redentor” de Anna Christie
proporcionaba un clímax que llenaba de satisfacción los corazones de la audiencia.
Sin embargo, algunos de los críticos de la época fueron más contundentes respecto
del estreno de esta obra de O’Neill y por ejemplo, Bernardo G. de Candamo
lamentaba que esta obra no ofrecía al público ninguna de las innovaciones técnicas
del autor:
“No ofrece la obra de O’Neill que Isabel de Palencia ha traducido en enjuta y
sobria prosa castellana, ninguna de las novedades de técnica teatral a que tan
aficionado es el dramaturgo americano, con obras como El emperador Jones o
El extraño intermedio”. 1163

En el mismo sentido, José de la Cueva sostenía que ni el tema de la prostituta


redimida ni el realismo que impregnaba la obra ofrecían nada nuevo a un público
familiarizado con la cuestión, gracias a Ibsen o Strindberg. En la misma línea y con
mayor contundencia se manifestaba Luis Araújo-Costa quien comenzaba su crítica
señalando que no era la pieza más característica de O’Neill, y la definía como una
comedia naturalista con dejes románticos:
“Como se ve la obra no deja de ser comedia naturalista con dejes románticos.
La redención de la mujer caída, la influencia del mar y de la naturaleza brava
en la obra del rescate, el amor verdad, más del alma que de las serátidas, la
lucha interior entre la honradez y el oprobio ¿no responden acaso a las
fórmulas del romanticismo que la escuela naturalista tomó por suyas? Añádase
a este fondo teatral, ya un tanto gastado, la fuerza de Strindberg y el
simbolismo nebuloso de Ibsen, y se tendrá una idea bastante aproximada de lo
que es la obra. No hay allí las osadías de técnica y de análisis psicológico que
dan valor a las producciones de O’Neill. Todo, por el contrario, discurre con la
placidez relativa que lo violento del tema permite. La acción peca de lenta; los
caracteres de uniformes; el influjo del mar sobre las almas, las ideas y las
costumbres no se manifiestan tampoco con una sacudida, con un relámpago

1163 El Imparcial, Madrid, 21-1-1931, p. 6.


511

genial. El conflicto dramático se presenta también gastado y viejo. Es una de


esas comedias que se servían hace treinta años, cuando O’Neill era niño
todavía, pues nació en 1890, para acostumbrar a los burgueses al simbolismo
de los pueblos del norte, a lo estridente y desagradable y a buscar sensaciones
de arte legítimo bajo formas distintas y aun contrarias a las de costumbre. En
1931 Anna Christie carece de interés. El naturalismo ya no se lleva; la
sensiblería romántica ha pasado de moda, y la obra de O’Neill que ayer
representó Lola Membrives, viene a ser un ensayo de un teatro nuevo sin
novedad. Se trata de una comedia discreta, de la que se dice con frase
consagrada que ‘está bien’, pero en la que el público se fatiga y donde el
curioso de sensaciones y procedimientos nuevos se ve defraudado”.1164

El crítico de El Solicialista (E.M.A), sin embargo, explicaba que la obra tenía un


significado especial en España, ya que los conflictos y pasiones que surgían del
amor, habían sido poco tratados en nuestro teatro y el sincero tratamiento que
O’Neill hacía de la prostitución y su voluntad de elevar el amor por encima de la
moralidad, constituían una ampliación de horizontes para el público español.1165
Para Melchor Fernández Almagro se trataba de una obra romántica y la
protagonista era la heroína del romanticismo más genuino. Recordaba también que
cuatro generaciones de novelistas y dramaturgos habían tratado ya el tema de la
salvación estética y ética de la mujer caída en toda la literatura mundial y aunque el
tema aparecía tratado según la estética detallista del naturalismo, el rasgo
innovador de la obra de O’Neill se hallaba en la inclusión de un personaje “que no
articula palabra, pero que hace casi de continuo acto de presencia en escena. El
mar”:
“En Anna Christie el mar es mucho, casi todo. Fondo, desde luego. Fatalidad
y liberación. Pero Anna es la cifra de un mundo abierto y limpio, que orea su
alma, que la purifica, batiendo las penosas memorias de la ciudad y del burdel
y de los hombres al acecho de su carne”. 1166

Efectivamente, el mar es un elemento de vital importancia en la obra. Guillermo


Díaz Plaja recordaba que habían sido escasas las descripciones del mar en nuestros

1164 La Época, Madrid, 21-1-1931, p. 1.


1165 Cfr. Dougherty, D. y Vilches de Frutos, M. F., Eugene O’Neill…, op. cit., pp. 157-164.
1166 La Voz, Madrid, 21-1-1931, p. 2.
512

clásicos y contemporáneos y citaba a Eduardo Marquina como uno de los pocos


autores que había situado en la costa catalana algunas obras.1167 Para Fernández
Almagro, Anna Christie recogía temas marinos de obras anteriores y “preludia otros
de mayores desenvolvimientos, gracias a ingredientes de carácter simbólico e
imaginativo”. El mar, además actuaba en la obra como elemento regenerador del
cuerpo y reparador del alma de Anna, tras haber sido explotada por uno de sus
propios parientes y avocada después a la prostitución. 1168 Anna encontraba
consuelo y esperanza en el mar, del que su padre la había mantenido alejada con el
fin de protegerla, pues para el viejo marino, el mar era un ente maléfico y así era
denominado por Chris, “the old devil”, título que tuvo el drama en principio. Más
lejos llegaba la apreciación de Luis Gabaldón en su reseña, para quien el mar era el
protagonista de la obra1169 y, por su parte, la crítica de El Imparcial abundaba en la
importancia que el mar tenía en las obras de O’Neill:
“Irlandés de origen, conserva Eugenio O’Neill en sus obras dramáticas el
espíritu de vaga superstición, de vagos anhelos ante lo misterioso, de vagos
terrores ante la Naturaleza, que caracteriza al alma celta. Hay en él un druida
que en vez de adorar a la selva es al mar al que adora. El mar está presente en
casi todas las obras de Eugenio O’Neill, un mar hosco e inhóspito, cruel e
irascible; pero es el mar la gran fuerza de sugestión infinita, con sus senderos
innúmeros, camino hacia lo ignoto; el mar siempre viejo y que no sabe sonreír.
No es el mar de Homero, es el mar de Conrad. Conrad, el gran novelista
polaco-inglés, ha creado una visión del mar que advertimos ahora reflejada en
la retina del dramaturgo de América. “El mar le fascina” dice uno de sus
biógrafos. “El mar embruja a sus personajes”,1170 escribe luego. “La tierra les
aburre”. Según Régis Michoud, que es el escritor al que nos referimos, “todos
los anatemas de O’Neill son para las gentes de tierra adentro; todas las
bendiciones para las gentes del mar”. El barco moderno, con sus mecanismos
y sus automatismos, no es el barco de los personajes de O’Neill, como no es el
barco de los marineros de Conrad. Buen cuidado tiene Conrad en hacer
constar por boca de uno de los suyos que solo puede llamarse marino el que
navega en veleros y que no conoce el mar quien no ha soportado los

1167 Díaz Plaja, G. “Teatro cinematográfico [Anna Christie]”, Heraldo de Madrid, 24-1-1931,
p. 5.
1168 El Sol, Madrid, 21-1-1931, p. 5.
1169 Abc, Madrid, 21-1-1931, pp. 41-42.
1170 Véase la relación con la obra Sangre de mar de nuestra autora.
513

inacabables días de calma, las jornadas que nunca terminan, en espera de que
el viento abombe las velas en una curva de fecundidad. Rechaza Conrad la
imagen del mar que es como un recién nacido a cada amanecer. “No es cierto -
escribe, aproximadamente-, jamás el mar me ha producido una sensación de
cosa juvenil, siempre me pareció viejo”. Y viejo, torvo y malhumorado le
parece al padre de Anna Christie, que en todo momento le amenaza y maldice,
y que es suyo, del mar, como su esclavo irredimible.
En la comedia que hemos visto representar anoche, el mar limpia las almas
pecadoras a manera de un agua bautismal”.1171

La mayoría de las reseñas de la obra coincidían en su alabanza de dos aspectos de


la puesta en escena, además de la actuación de Lola Membrives: la escenografía de
Mignoni y la traducción de Isabel de Palencia.
Respecto a la puesta en escena, lo más destacado fue sin duda la concepción
escenográfica del acto segundo, que en el estreno, fue cálidamente ovacionada. Luis
Araújo-Costa, lo explicaba en su reseña: “Irá con su padre a vivir en la gabarra y
allí la encontramos en el acto segundo, prodigio de plasticidad escénica, con el
juego de luces rojas y las gasas que simulan la niebla”. En general, todas las
reseñas estaban de acuerdo en señalar que el paisaje marino simbólico del segundo
acto, que se desviaba de la estética realista, había conseguido grandes elogios por
parte del público.1172
En relación con la traducción, Isabel Oyarzábal concentraba las mejores críticas a
la obra, tal y como el crítico del Heraldo de Madrid afirmaba en una pequeña
entrevista con la autora:
“Versión escrupulosa y cuidada de Isabel de Palencia, la interesantísima
escritora y una interpretación excepcional.
Isabel de Palencia, que conoce a O’Neill y sabe cuán exigente es con los
intérpretes de sus obras famosas -al punto de haber puesto reparos epistolares
a Greta Garbo después de filmarle esta Anna Christie-, se muestra
entusiasmada con la presentación y la interpretación que se le da a la obra en
el Fontalba:

1171 G. de Candamo, B., “Los estrenos de anoche”, El Imparcial, Madrid, 21-1-1931, p. 6.


1172 Dougherty, D. y Vilches de Frutos, M. F., Eugene O’Neill…, op. cit., pp. 157-164.
514

¡Si O’Neill estuviera aquí, a pesar de sus exigencias estoy segura de que se
mostraría encantado. ¡Es admirable esta Lola, como actriz y como directora de
escena!
Llevo aparte al palco del marqués a la traductora, que me dice:
- Por su obra de artista, una de las más interesantes y trascendentales de la
literatura dramática universal; por su audacia de pensamiento y su hondura de
concepción; acaso también por afinidad étnica, ya que O’Neill y yo tenemos un
común origen céltico, pues él es hijo de un irlandés y yo de una escocesa, yo
venero a Eugene O’Neill, y le he puesto el mayor fervor en la versión de su
obra Anna Christie.
Técnicamente, además, es de una gran dificultad el traducirla, pues no puede
darse el trasunto fiel, sino la equivalencia, ya que el autor ha puesto en ella no
solo tipos de distintas razas, sino modalidades distintas en el diálogo. Todos
hablan inglés en su obra; pero cada personaje se expresa en un inglés propio,
con los defectos y el acento de su torpe versión mental y fonética a su peculiar
idioma. Así, Christopher Christopherson, el padre de Anna Christie, habla el
inglés de Norteamérica como un sueco que es. (Por cierto que también es
estupenda la creación escénica que del personaje hace Ricardo Puga). Y Anna
Christie, hija de sueco, pero criada en Norteamérica y en contacto con los
peores medios sociales habla otro inglés distinto, aunque respondiendo
también en el fondo a la morfología escandinava. (No quiero decirle a usted
nada de la intérprete, porque pudiera parecer interesado mi elogio; pero ya lo
está usted viendo: portentosa de caracterización, de ademanes, de voz. Parece
una auténtica muchacha de los bajos fondos norteamericanos.) En cambio
Marta, la amigota del padre -que valdrá seguramente un gran triunfo personal
a Amparo Astort- habla con el acento yanqui auténtico, y Mat Burke (muy
bien visto por su intérprete Luis Roses) es un marinero irlandés que, sin dejar
de ser irlandés, tiene el dejo cosmopolita de los hombres de mar que viajan
mucho… ¡Póngase usted a traducir con fidelidad todo esto!
El propio O’Neill ha querido que sea Anna Christie la primera obra suya que se
conozca por los públicos de lengua española, ya que le parece la menos
anglosajona, la de valores más universales, por la claridad con la que están
dibujadas en ella las almas y lo definido de los caracteres. No se trata -ya lo
saben muchos de nuestros lectores- de una obra de vanguardia ni tampoco de
515

un drama simplemente realista. Es una obra de realidades profundas,


sencillamente.
-Lo esencial en Anna Christie -me dice su traductora- es el ansia de elevación
de la protagonista, su lucha por ser buena, por salirse del medio ruin que la
amenaza, por purificar su alma de tanto lodo como la rodea…
-Sí; una agonía de pureza en el fango.
-Exacto. El acto primero -indispensable para la comprensión de la obra-
transcurre en un bar de la peor especie de Nueva York. En él se encuentran
por primera vez Anna Christie y su padre, que no la conoce siquiera. Por el
afán de bondad de ella todo empieza a dignificarse a su entorno… El acto
segundo culmina en el encuentro de Anna Christie con el náufrago irlandés en
el mar, Mat Burke, brutal, pero noblemente brutal, como los animalitos del
Señor, sin maldad, puro y simple. Él ignora su fuerza, y ni sabe que ama a la
muchacha, ni que es amado por ella, en su sencillez, en su ingenuidad olímpica.
Por eso se explica que súbitamente caiga de rodillas ante Anna Christie, y en
adoración primitiva le diga: ‘Perdona, yo soy un bárbaro; pero esta es la
primera vez que hablo con una muchacha honrada…’
El tercer acto, en el interior de la misma gabarra ya atracada a los muelles de
Boston, culmina en la magnífica escena desesperada de la revelación que hace
Anna Christie a su amado y a su padre de la amarga verdad de su vida. Y el
cuarto acto, con el mismo decorado, es más bien un epílogo rápido y necesario
para el remate de la obra…Yo creo que no debo decirle más para sus lectores.
-Gracias, Isabel, con eso es bastante”.1173

Enrique Díez Canedo ponía de manifiesto la dificultad de la traductora para


verter al español, una obra con tantos matices idiomáticos:
“Este final del juramento aparece un poco debilitado en la traducción, que
también por necesidad, pierde colorido con respecto al original por el hecho de
los giros dialectales, característicos de cada personaje, que el autor emplea con
maestría, en esta obra como en otras suyas, y muy en particular en aquellas
cuyos personajes son negros. Christopherson es sueco de nacimiento; Mat
Burke, irlandés. Los personajes accesorios, cuya intervención es en general
muy breve, también están así caracterizados.

1173 Heraldo de Madrid, 20-1-1931, p. 5.


516

El problema de hacer pasar a otro idioma estas características es insoluble: o


se acude como ha hecho la traductora, a una expresión uniforme, o se buscan
equivalencias en el habla de la versión, que no serían tales equivalencias, sino
cambios quizá más que la omisión de ese elemento de colorido. Si se tiene esto
en cuenta, se reconocerá el espíritu de fidelidad en que se ha mantenido la
señora de Palencia al seguir el texto original, limitándose a atenuar la energía
de ciertas expresiones a que el autor es muy dado”.1174

En el mismo sentido se manifestaban Melchor Fernández Almagro y Luis


Gabaldón, que destacaban que la traductora solo había suavizado algunas crudezas
del diálogo.
Luis Araújo-Costa calificaba la traducción como versión correcta y bien entonada
y alababa la labor de la traductora y la actriz principal:
“…y lo que no dice la letra de O’Neill, escrupulosamente vertida al
castellano por Isabel de Palencia, para quien fue la de anoche noche de
legítimo triunfo, lo pone Membrives con el gesto. […] El telón se alzó varias
veces al fin de cada acto; pero Isabel de Palencia -honestamente limitada a su
cometido de fiel traductora- no quiso compartir, en nombre del autor, los
aplausos que recibieron Lola Membrives y sus huestes”.

En esta reseña se daba cuenta de algunos de los notables asistentes al estreno,


entre los que se encontraban Ramón María del Valle-Inclán, Gregorio Marañón,
Cristóbal de Castro, el doctor Juarros… El propio Valle-Inclán expresó en el
Heraldo de Madrid su interés por al obra en su condición de “obra rectilínea” y
Antonio Machado destacó la claridad de su estructura, la firmeza de sus caracteres,
la belleza del medio y el juego pasional “llevado en un admirable crescendo”.1175
Eugene O’Neill fue considerado uno de los autores extranjeros mejor valorados
en cuanto a recepción del público en la década de los veinte. 1176 Dougherty y
Vilches recuerdan que Azorín consideraba que las traducciones de obras
extranjeras permitían la formación de una nueva estética dramática y en este
sentido, algunos críticos y autores de la época consideraron la necesidad de

1174 Díez Canedo, E., “Anna Christie de Eugène O’Neill, traducción de Isabel O. de
Palencia”, El Sol, Madrid, 21-1-1931, p. 5.
1175 Vilches, M. F. y Dougherty, D., La escena madrileña 1926-1931…, op. cit., pp. 281 y ss.
1176 Ibidem, p. 277. Otros autores son: Luigi Pirandello, Lenormand, Edouard Bourdet,

Nicolai Evreinov, Leonid Adreev y Luigi Chiarelli.


517

traducir y adaptar tanto obras maestras del repertorio universal, como algunos
ejemplos del teatro más renovador.1177 Durante el lustro que analizan en su obra
apuntan que los profesionales del teatro buscaron los textos más idóneos del teatro
extranjero para llamar la atención sobre los cambios sociopolíticos que se estaban
gestando y denunciar la grave situación española, sin perjuicio de que se
representaran también obras con un lenguaje escénico renovador.1178

10.5.6.2. Otras traducciones


Pese a que, no se tiene constancia del estreno de ninguna otra obra dramática
traducida por Isabel de Palencia, sin embargo, sí se conocen otras traducciones
realizadas por la autora. Así la prensa anunciaba el estreno de la obra de Eugene
O’Neill, Más allá del horizonte, a cargo de la compañía de Luisa Rodrigo y afirmaba
que Oyarzábal les había prometido la exclusiva de otras obras del autor, aunque
evidentemente, el proyecto no llegó a buen puerto. 1179 Existe, además, otro
documento, una carta del Archivo Nacional de Cataluña, remitida por Julio César
Rodríguez, que daba cuenta de la misma traducción.1180
Otra de las traducciones realizadas por nuestra autora fue The gay lord quex de
Arthur Wing Pinero, como se desprende de una carta de la editorial William
Heinemann enviada con fecha del 16 de noviembre de 1923, como respuesta a otra
de Isabel, donde afirmaba que sería puesta en escena en breve por el teatro Rey
Alfonso. Sin embargo no hemos encontrado ninguna referencia de su puesta en
escena en la prensa de la época.1181

1177 Luis Araquistáin tradujo Volpone de Ben Johnson; Manuel Azaña, La carroza del
Santísimo de Prosper Merimée; Azorín, Maya de Simon Gautillon y El doctor Frégoli o La
comedia de la felicidad, de Nicolai Evreinov; Ricardo Baeza, Oriente y Occidente de W.
Somerset Maugham y Antes del desayuno de Eugene O’Neill; Enrique Díez Canedo,
Siegfried de Jean Giraudoux; Benjamín Jarnés, Volpone de Ben Johnson y La voz humana de
Jean Cocteau; Gregorio Martínez Sierra, Topacio de Marcel Pagnol; Francisco Viu,
Casanova de Lorán Orbok; Joaquín Montaner, Los fracasados de Herin-René Lenormand;
Corpus Barga, Orfeo de Jean Cocteau, etc. Ibidem, pp. 266 y ss.
1178 Ibidem, p. 286.
1179 “Sección de rumores”, Heraldo de Madrid, 31-7-1929, p. 5.
1180 Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario

núm. 687, Registro 1812.


1181 Ibidem.
11. Obra narrativa
521

11. Obra narrativa


La vocación por la escritura y el impulso creador surgieron en Isabel Oyarzábal a
una temprana edad, tal y como lo expresaba en su autobiografía:
“También intenté escribir y me di cuenta de que podía perderme en los
personajes que intentaba retratar. Una tentativa de novela casi me hizo
abandonar la idea del teatro. Hice a un socialista, el héroe de la historia, pensé
que esto justificaría el hecho de que él y su hija hicieran y dijeran todo lo que a
mí me hubiera gustado hacer y decir si me hubiera atrevido.
Nadie sabía lo que estaba haciendo. Escribía por la noche y escondía el
manuscrito en el cajón secreto de un viejo armario árabe, donde mi marido lo
encontró mucho después.
Gracias a todo esto, sentí que estaba haciendo algo que finalmente me
separaba de la gente que yo conocía. A veces estaba asustada y me preguntaba
si no sería mejor y más seguro no tratar de nadar contra corriente. Pero la
respuesta era siempre ‘no’ ”.1182

Teniendo en cuenta que su primera novela fue publicada en 1923, Oyarzábal


adquirió pronto fama como novelista, pues su nombre aparecía en el Heraldo de
Madrid en 1926 en una lista de 196 novelistas, junto a tan solo diez mujeres
escritoras entre las que se encontraban Sofía Casanova, Carmen de Burgos, Blanca
de los Ríos, Angelina Alcaide de Zafra, Margarita Nelken, Magda Donato o Sara
Insúa. 1183

11.1. El sembrador sembró su semilla


En 1923, Oyarzábal publicó su primera novela, El sembrador sembró su semilla, una
narración que tenía como tema principal la incidencia de la herencia biológica en la
descendencia. Se trataba de un tema del que la autora conocía sus derivaciones
debido a su traducción, en 1913, de las obras de Havellock Ellis, los volúmenes
cuatro y seis de su Estudios de Psicología Sexual, y de una cuestión provocadora para
la sociedad de la época, pues las enfermedades de transmisión sexual eran
consideradas, además de vergonzosas, un mal provocado por almas pecadoras, y su
prevención, una reivindicación feminista.

1182 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 34.


1183 Heraldo de Madrid, 2-3-1926, p. 5.
522

Isabel Oyarzábal se hacía eco en esta novela de una problemática, tratada, por
supuesto, en los estudios médicos, pero silenciada casi por completo en la literatura
europea -aunque existieron algunas novelas en Europa con esta temática- y
absolutamente ignorada en la española.
Havelock Ellis en el tomo sexto de Estudios de psicología sexual,1184 traducido por
Oyarzábal, citaba al venerólogo francés Jean Alfred Fournier, quien consideraba la
sífilis, el alcoholismo y la tuberculosis como modernas plagas y a Arthur
Schopenhauer quien pensaba que la primera había envenenado la vida e introducido
elementos hostiles e incluso diabólicos en la relación entre los sexos, que afectaban
indirectamente a las relaciones sociales.
Ellis destacaba que la importancia de la sífilis no radicaba solo en los efectos que
producía en el enfermo, ni tan siquiera en las personas contagiadas por vía sexual,
sino también en los que provocaba en la descendencia y en la posibilidad de tenerla.
La enfermedad atacaba a hombres y mujeres en la etapa central de su vida y
provocaba esterilidad, aborto o enfermedades en el concebido, para concluir que la
sífilis era, probablemente, la mayor causa del debilitamiento de la raza. Apuntaba
que del 5% al 20% de la población europea a comienzos del siglo XX estaba
contagiada por la enfermedad y más aún, en Nueva York, un estudio revelaba que
al menos un tercio de los hijos de familias acomodadas habían tenido sífilis.
La gonorrea, otra de las enfermedades venéreas más extendidas, resultaba menos
dañina y frecuente que la sífilis y en una época fue casi totalmente ignorada. Esta
producía esterilidad en ambos sexos y enfermedades inflamatorias en los órganos
genitales de la mujer; en el caso de los recién nacidos, una de las consecuencias era
la ceguera y su frecuencia era mayor entre las clase trabajadoras que entre la clase
alta.
Estas eran consideradas enfermedades vergonzantes y sus afectadas femeninas -
en su mayoría prostitutas- vistas como culpables y no como víctimas. Sin embargo,
los médicos aseguraban que la mejor forma de prevenirlas era dejar de estigmatizar
a las enfermas y hacerles ver que eran enfermedades ordinarias que se podían
tratar y curar. En cualquier caso, Ellis exponía los datos de un estudio realizado en
Estados Unidos que revelaba que el 50% de las mujeres contraían sífilis de manera

1184Hemos traducido el capítulo dedicado a las enfermedades venéreas de Ellis, H., Studies
in the psicology of sex, vol. 6, http://www.readcentral.com/chapters/Havelock-
Ellis/Studies-in-the-Psychology-of-Sex-Volume-6-of-6/011
523

inocente, principalmente de sus maridos, aunque Fournier, elevaba el número al


70% en Francia.
La edad de contagio más habitual entre las mujeres era de 20 años y en los
hombres, 23 años. La mayoría de los hombres que contagiaban la enfermedad a sus
mujeres la habían contraído antes del matrimonio y se casaban pensando
erróneamente que estaban curados y que habían dejado atrás la enfermedad.
Havelock Ellis veía la necesidad de informar sobre las enfermedades de
transmisión sexual desde la primera juventud, pues el tratamiento de estas
enfermedades había de considerarse bajo un punto de vista exclusivamente médico,
sin prejuicios morales o religiosos: como enfermedades, no crímenes o pecados. En
su época, se comenzaba a tener en cuenta el reconocimiento de que la transmisión
de una enfermedad venérea era un tema digno de ser tenido en cuenta en los
tribunales ingleses, si bien ya se había establecido que la infección de la mujer por
parte del marido debía ser considerada como constituyente de crueldad legal -trato
inhumano infligido deliberada y maliciosamente-, y se podía aducir, junto con el
adulterio, como causa de divorcio del marido y aún más, en 1777 Restif de la
Bretonne había propuesto en su obra Gynographes que la comunicación de una
enfermedad venérea debía ser en sí misma un motivo suficiente para el divorcio, lo
que, sin embargo, no era, en esa época, aceptado.
En Francia el tema había sido tratado por novelistas y dramaturgos. Joris Karl
Huysmans inauguró el movimiento con su primera novela Marthe (1876), que fue
prohibida, Edmond de Goncourt publicó poco después La Fille Elisa (1877) que
encaraba el problema social de la prostitución y, más tarde, Victor Margueritte,
publicó Prostituée en 1907, que mostraba la condición de la mujer en la sociedad, y
más concretamente, la de la prostituta y representaba la crueldad, indiferencia e
hipocresía mostrada a menudo hacia las mujeres por parte de los hombres. Una de
las más notables obras fue Les Avaries de Eugène Brieux, de 1902, cuyo autor,
también médico, dedicó la obra a Fournier, uno de los mejores investigadores sobre
la sífilis y, de acuerdo con él, consideraba que la sífilis sería mucho menos
perniciosa en el momento en que fuera posible hablar abiertamente de ella, sin
vergüenza, y cuando aquellos que la sufrían, sabiendo el mal que podían propagar,
entendieran su deber hacia los demás y hacia ellos mismos.
Las medidas que resumía al final de su obra eran la consideración de las
enfermedades venéreas como cualquier otras, si bien más agudas y que podían
atacar a cualquiera; adoptar medidas para informar de ellas a la población y
524

proporcionar establecimientos gratuitos para su tratamiento; concienciar a la


comunidad de su responsabilidad moral y difundir el conocimiento de la higiene,
medidas que mejorarían el futuro de la raza humana.
De este modo, con esta tesis, Isabel Oyarzábal creó una novela en la que todos los
elementos se ordenaban para llevar al lector hacia el trágico final, apenas esbozado
a lo largo de la obra. Todos los mimbres que componen la obra se aúnan de manera
extraordinaria para dar al lector una visión clara de una sociedad que, por permitir
tal desenlace, se halla tan enferma como los protagonistas.
La obra enlazaba con las teorías regeneracionistas para las que era imprescindible
el estudio de la gestación y nacimiento de los miembros de la sociedad con el fin de
lograr su progreso y desarrollo facilitando a la mujer el acceso al conocimiento que
haría que la nación se regenerase.1185
La misma preocupación expresaba también Margarita Nelken, quien creía
imprescindible la educación de las jóvenes en este sentido, tal como se hacía en
Alemania y Francia:
“¡Cuántas calamidades se evitarían si las muchachas al casarse supieran que
el estado de salud de su marido es un factor que debe ser considerado ante
todo! Pero de nada han de servir las lecciones de maternología y de
puericultura mientras esté bien decirle a una muchacha: ‘No le hagas caso a
Fulano, que es un perdido, que se gasta todo el dinero con las cocottes’, y no
esté bien decirle: ‘Piensa que Fulano está sifilítico y que, por lo tanto, los hijos
que te dé serán unos desgraciados”.1186

La autora describía un marco espacial en el que transcurría la acción que


compartía rasgos con el paisaje y costumbres de Málaga, un marco familiar y
querido en el que localizaba la acción y, por otro lado, la sociedad malagueña era lo
suficientemente provinciana, cerrada y pacata -tal como la propia Oyarzábal
admitía en su autobiografía-, como para constituir el marco ideal en el que
desarrollar su argumento. Tan solo se salvaba del crítico análisis de la sociedad
mostrada en la novela, el paisanaje de Gazul, poblado en el que se instalaba
periódicamente la protagonista cuando se hallaba ahíta de sus relaciones
personales.

1185 Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal de Palencia…”, art. cit., pp. 53-94.
1186 Nelken, M., La condición social de la mujer…, op. cit., p. 122.
525

El nombre de la localidad elegida para ubicar la acción fue Medina de las Torres.
La pequeña ciudad ofrecía datos sobre los hábitos sexuales de la época, como el
lapso de seis meses entre el anuncio de un compromiso y el matrimonio para
asegurar la honorabilidad de la novia. A pesar de ello, Capdevila-Argüelles observa
en la sociedad descrita por Oyarzábal, cierto grado de modernidad y cambio,
representados en la protagonista y Spencer, el amigo extranjero y confesor de la
protagonista. Estos “ecos de cambio” se aprecian en el gusto por la lectura de la
protagonista, el tedio que provocaba en ella el matrimonio y la moderna
preocupación por la delgadez.1187
Mónica, también compartía rasgos con la autora malagueña. Su madre, Doña
Margarita Russel, de origen irlandés, estaba casada con el cabeza de familia, Don
Florencio González de la Roca, un terrateniente arruinado, aristócrata y caballero
de la Orden de Santiago. Huérfana de madre desde muy pequeña,1188 padre e hija
compartían casa y vida con Doña Rosario González de la Roca, tía de Mónica.
Debido a la situación precaria de la familia, Mónica se vio abocada a casarse con
Felipe Sáinz, apuesto joven heredero de un acaudalado comerciante. Además de su
propia familia, las relaciones personales que había establecido la protagonista eran,
fundamentalmente, con las hermanas y madre de Felipe y dos queridas amigas de
la infancia: Cristina y Solita Lacuesta, además, del primer pretendiente de Mónica y
primo, a la sazón, José María, que jugaba un papel preponderante en la novela.
Como cabía esperar, la protagonista no encajaba con la personalidad resignada y
dócil que se pudiera esperar de una mujer de su época. Su descripción destacaba la
compleja sensibilidad de Mónica:
“(…) mezcla de exaltación mística y meditabunda inclinación, de rebeldes
impulsos y de sumisa aceptación para todas aquellas enseñanzas que en su

1187Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal…”, art. cit., p. 79.


1188La sociedad medinense no había podido aceptar el origen extranjero de la madre de
Mónica, Margarita que había sido: “[…] objeto de las suspicacias y maledicencias de una
parte de la comunidad que recelaba de su condición de extranjera, sobre todo en el terreno
de lo religioso; y eso que Margarita, como sus padres, también de origen irlandés,
profesaba la fe católica, faltáronle fuerzas para imponerse a un ambiente que se le hacía
cada vez más irrespirable, perdió toda ansia de vivir, y habiendo coincidido su malestar
moral con un parto dificilísimo, murió pocas semanas después de haber dado a luz una
hija…” Cfr., O. de Palencia, I., El sembrador sembró su semilla, Madrid, Editorial
Rivadeneyra, 1923, p. 32.
Así, Mónica poseía una personalidad diferente a la de sus conciudadanas, el estereotipo
de la vinculación entre diferenciación y origen nacional ya había sido puesta de manifiesto
por otras autoras como Hildegart Rodríguez o María Martínez Sierra. Cfr. Capdevila-
Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal…”, art. cit., p. 74.
526

alma iban depositando cuantos lograron influir en su desarrollo espiritual,


aprovechándose de aquel su ilimitado afán de renunciamiento” (p. 22).1189

Mónica y José María habían mantenido una breve relación que acabó
abruptamente por una razón nada común, probablemente ideada por la autora para
crear aún más contraste con el desenlace final de la obra: tras un tiempo de mutua
admiración idealizada, ella sucumbió a los encantos del joven y dejó a un lado el
“pesado fardo de consideraciones abstractas que hasta entonces fueron la norma de
su vida”, hasta que el primo besó a la muchacha y esta inició, quizá con el fin de
expiar la culpa del acercamiento carnal, una cruzada para catequizar y convertir al
primo, de manera que, o el chico claudicaba y aceptaba lo que la fe de sus mayores
le exigía, o terminaban sus relaciones, como ocurrió finalmente. A raíz de esta
ruptura fue cuando Mónica comenzó a frecuentar la sociedad medinense, que
culminaría en su casamiento con Felipe.1190
Mónica siempre había tenido una inclinación especial hacia la religiosidad y ya en
el internado, ella y su amiga Cristina se enviaban cartas llenas de exaltación
religiosa. Cartas que “dejaban entrever una candorosa tendencia a la vanidad y en
las que declaraban estar dispuestas a emprender las más arduas y espinosas
empresas, llegar hasta el martirio si necesario fuera”. 1191 La actitud de la
protagonista era paralela a la de nuestra autora en cierto momento de su vida:
“…comprendió que aquella caridad, como las mortificaciones corporales que
voluntariamente se imponía en aquella época de misticismo, eran muchas veces
consecuencia de un sentimiento de soberbia, disfrazado tras continuas y
aparatosas protestas de humildad. En el fondo habíase creído entonces
superior a otras chicas de su edad...” (p. 41).

1189 A fin de evitar excesivas notas en este apartado, todas las referencias a la obra El
sembrador sembró su semilla, se señalarán en el cuerpo, anotando las páginas
correspondientes.
1190 La figura de Felipe representaba al “caduco patriarca español” que consideraba que

cualquier juicio que emitiera su esposa era inaceptable. Cfr. Capdevila-Argüelles, N.,
“Isabel Oyarzábal…”, art. cit, p. 77.
1191 “Mónica recordaba, un poco avergonzada de la efímera fuerza de aquellos sus juveniles

propósitos, los días en que, ya fuera del colegio, había empleado el tiempo en visitar
enfermos y remediar sus necesidades, y lo íntimamente que había gozado cuando por
casualidad se veía obligada a desempeñar, para con ellos, los más penosos y humildes
menesteres, y eso que algo serenado su criterio luego, comprendió que aquella caridad,
como las mortificaciones corporales que voluntariamente se imponía en aquella época de
misticismo, eran muchas veces consecuencia de un sentimiento de soberbia, disfrazado tras
continuas y aparatosas protestas de humildad” (pp. 40-41).
527

Cuánto recuerdan estas palabras a otras que formulaba Isabel Oyarzábal en su


obra autobiográfica cuando caminaba por las calles malagueñas con piedras en los
pies o con los ojos en el suelo: “Por supuesto, no me daba cuenta de que no había
nada sino vanidad detrás de esta muestra aparente de sacrificio y realmente
disfrutaba pensando en mi propia superioridad”.1192
En lo que se refiere a las ideas de la protagonista sobre el matrimonio, también
reflejaban el sentir de Oyarzábal en muchos aspectos. En primer lugar, tal como le
sucediera a la autora en su momento, llegado el crucial trance de la boda, Mónica
se había planteado dudas. Y más aún, Mónica sintió miedo a ser dominada por su
futuro marido, ante lo que se rebeló:
“-Pero, ¿le quiero acaso? ¿Si se fuera para siempre…?” (p. 51)
[…]
“Hoy mismo me ha escrito diciéndome que no podía salir esta tarde, y que
esperaba, por lo tanto, que no me movería de la casa
-¿Y has salido?
-Naturalmente. ¿Por qué? ¿Con qué derecho puede mandar en mí?” (pp. 79-
80).

Del mismo modo, el personaje de Felipe había reaccionado ante las dudas de la
novia de semejante manera a como lo hiciera Ceferino: “-¡Mónica!... ¿Me dejarás
que te quiera?... […] –Si no me dejas que te quiera, no sé que va a ser de mí.
Tengo miedo de volverme loco, hacerme malo…”1193
Las dudas que asaltaron a Mónica no solo se circunscribieron a su boda con
Felipe, sino al concepto de matrimonio tal como era sobrellevado por las mujeres
de la época, de modo que, las palabras de la protagonista resultaban una proclama
feminista bastante elocuente:
“Después de todo -replicó Mónica escandalizada de aquel prosaísmo-, no
siempre es una suerte casarse […] Antojábanse cada vez más incomprensibles
y contrarias a la ética pura, los preceptos que rigen a la sociedad, sobre todo en
lo concerniente al matrimonio. […] El matrimonio en aquella forma, era

Oyarzábal de Palencia, I., I must…, op. cit., p. 31.


1192
1193Ibidem, p. 61. En el mismo sentido, Ceferino le había dicho a Isabel Oyarzábal:
“Perdóname, dijo, pero no puedo soportar la idea de estar mucho tiempo sin verte, sin
saber si estás enamorada de mí al fin”. Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 51.
528

sencillamente una transacción comercial, más o menos disimulada, en la que se


ensalzaba la mercancía para estimular la curiosidad y apetitos del hombre y
llevarle así a cerrar el trato. […] Y ahí convenía Mónica en que su tía tenía
razón. Si la mujer tuviese libertad para declararse, para elegir…; pero escoger
lo menos malo de lo que se presentaba, no era ejercer el derecho de elección.
-Todas las ventajas son para el hombre -se decía; y luego: Pero ¿acaso por ello
tenemos derecho nosotras al engaño?...
De buena gana se hubiera opuesto por su parte a la malsana costumbre
establecida, pero ¿cómo? No era dueña de sus actos. Y, además, faltábale valor
no sólo para hacer frente al mundo, sino a su conciencia, encauzada ya por
sendas trilladas.
-Cuando todas lo hacen, es que no hay mal en ello -repetía, buscando consuelo
en el infantil remedio…” (pp. 38, 82-83).

En general, la visión que los caracteres femeninos de la obra tenían acerca de los
hombres no era muy halagüeña, como lo demostraban las palabras de doña Rosario
para quien eran egoístas, mandones y “más aficionados a dar que hacer que un
alguacil” (p. 253).
Una vez casada, Mónica recordaba las impresiones que le habían provocado su
nueva situación. Tal como manifestaba Isabel Oyarzábal en su autobiografía, las
mujeres contraían matrimonio sumidas en la ignorancia incluso en lo referente a
los aspectos cotidianos de su existencia.1194 En este sentido, no debemos olvidar la
importancia que Havelock Ellis concedía a la información a los jóvenes acerca de
los asuntos sexuales, a fin de evitar inconvenientes posteriores:
“Cuando años más tarde Mónica, presa entonces de angustioso afán, quiso
repasar los incidentes de aquella jornada, buscando una justificación a su

1194 “Como la mayoría de las mujeres de aquella época en España, me habían mantenido en

una ignorancia total acerca de los hechos básicos de la vida, de hecho, me mantuvieron al
margen de este tipo de información hasta la fecha de mi matrimonio. Incluso después de
convertirme en esposa, muchas cosas siguieron ocultas en la oscuridad, cosas tales como
enfermedades concretas y aberraciones de todo tipo. Havelock Ellis me abrió los ojos de un
modo tan repentino, que durante meses estuve muy impactada e impresionada”. Oyarzábal
de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 61. A este respecto, avisaba Margarita Nelken: “…
pues de nada han de servir dispensarios, gotas de leche, y hasta cursos especiales de
higiene infantil, si las muchachas siguen llegando al matrimonio con la idea de que es
deshonesto -cuando no pecado- pensar siquiera en ciertas cosas”. Nelken, M., La condición
social…, op. cit, p. 118.
529

matrimonio, admiróse de ver que ni siquiera adquiría relieve en su mente el


acto mediante el cual había hecho cesión de su libertad toda.
Como casi todas las mujeres, pasó de la doncellez al estado marital sin
experimentar más sensación que un rubor intenso, dominado en ciertos
momentos por la curiosidad. Dejóse poseer por el hombre… con la silenciosa
aquiescencia de la que cumple un deber, y a lo sumo, realiza un acto de cuyo
cumplimiento espera, vagamente, obtener una nueva autoridad; turbada,
además por la idea de que tal acto es en el fondo reprobable, pues no en vano
se procura inspirarla temor y repugnancia hacia las manifestaciones carnales
del amor. […] En realidad, una vez pasado el primer momento de dolorosa
sorpresa, para el que nadie se cuidó de prepararla, el matrimonio, en cuanto a
su aspecto íntimo, no la produjo sino desencanto. Sentíase defraudada, sin
saber a ciencia cierta por qué, y herida por la supremacía concedida al hombre
en el matrimonio, de la que Felipe hacía perpetua gala, exteriorizando tal
convencimiento con una actitud de risueña superioridad.
Desconocedora de la fuerza básica de las relaciones sexuales, el fin altísimo de
estas y el verdadero significado cooperativo de su propia gestión dentro del
matrimonio, no la era posible oponerse a los derechos de su marido ni siquiera
combatir el orgullo, en cierta manera infantil, de Felipe, que se creía dueño
absoluto de aquella mujer tan ardientemente deseada” (p. 100).

Por otra parte, la maternidad es, por supuesto, un tema sustancial en la obra, una
maternidad fallida, debido a la enfermedad que portaba Felipe, y que cambió por
completo la vida de la protagonista. La autora trató este tema desde varios puntos
de vista. En primer lugar, abordaba el malestar que en Mónica provocaba la
posibilidad de ser una mujer estéril, tal como se abordaría con posterioridad en
Yerma de Federico García Lorca:1195
“Mónica inclinó la cabeza, anonadada por la impresión que en ella producía
aquella manifestación de universal preñez, frente a la que sentíase, mujer
estéril aún, reducida a la ínfima condición de átomo desprendido del bloque
macizo, de acorde que pierde contacto con la general armonía, de esfuerzo
aislado que se apartó del plan trazado por una sola voluntad. Honda y

1195 Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal…”, art. cit., p. 78. Muchas de las imágenes

que se exponen en la obra sobre la concepción, gestación y alumbramiento son similares a


las expuestas en Yerma, de Federico García Lorca, estrenada en 1934.
530

perturbadora tristeza inundó su ser. ¿También allí, en el retraimiento y la


soledad del campo, iba a perseguirla su constante preocupación? Realmente la
idea de su esterilidad había arraigado en forma tan aguda en su ánimo, que
había terminado por convertirse en morboso sentimiento de desprecio por sí
misma. El paso del tiempo, lejos de aminorar su pena, la aumentaba; ya se
habían cumplido dos años de su matrimonio, sin ver logradas las esperanzas
que desde hacía algún tiempo antojábansele como el único bien deseable. Más
de una vez habíase iniciado la ansiada realización, pero sin lograr completarse,
y cada nuevo desencanto había resultado en una merma de sus fuerzas físicas y
un mayor desequilibrio moral” (p. 167). 1196

Cuando, por fin, la protagonista se había quedado embarazada, la autora, a través


de ella, mostraba al lector las sensaciones que provocaba la maternidad, el
conocimiento de que una nueva vida había germinado en sus entrañas:
“¡El primer latido de la vida!... Es decir, una condensación de cuanto es y
tiene significación vital. Todo lo que en la naturaleza vibra en obediencia a una
misteriosa fuerza motriz. El brotar del agua, la inquietud de las olas, el
estampido del trueno, el empuje del viento, las pulsaciones aquellas de la tierra
germinadora que le fueron reveladas en Gazul… La percepción de Mónica se
agudiza. Dentro de sus entrañas se opera una nueva manifestación de esas
fuerzas. Ya late con impulso propio y es algo más fuerte que todos los
elementos de la tierra, puesto que tendrá capacidad para dominar a estos…”
(pp. 244-245).

Incluso narraba los momentos anteriores al parto, los sentimientos que


embargaban a la protagonista, el dolor que sentía, y que todos los personajes que la
rodeaban aseguraban que era necesario que sintiera y para el que, de cualquier
forma, se encontraba preparada:
“Próximamente dos horas más tarde vuelve a despertarse. Esta vez no le
cabe la menor duda. Ha sentido algo… algo así como el eco de una dolorosa
punzada. ¿Es que repercute en sus entrañas o que emana de ellas? ¿Será…?
Una sensación indescriptible, mezcla de gozo y de temor, la impulsa a abrir los
ojos, y ahuyenta definitivamente el sueño. ¿Será que ha llegado la hora que
espera con ansias infinitas? Hace… no ya nueve meses sino muchos más…

1196 Tal malestar, como se sabrá luego, no era sino el contagio de la enfermedad.
531

Mónica piensa a veces que el deseo de tener un hijo surgió en ella con el
primer brote de su conciencia razonadora.
Pero antes de ver lograda su aspiración, tiene que sufrir, que padecer un
tormento corporal inenarrable, según unos; según otros, llevadero como todo
aquello que no violenta las leyes naturales.
Cierto que los que tal opinión sostienen: Felipe, los médicos, la comadrona,
Pepita..., no pueden fundar sus palabras en la experiencia personal. De todos
modos, sea como sea, ella se siente con fuerza para afrontar cualesquier peligro
y dolor, a cambio de ver realizados sus anhelos” (p. 256).

Tal como hiciera en su autobiografía, Isabel describió pormenorizadamente los


rituales que, siguiendo la costumbre, se llevaban a cabo para que todo se
desarrollara de manera óptima en el parto: velas, imágenes, agua del Jordán…1197
Y del mismo modo que en su obra autobiográfica, allí simplemente esbozado,
trataba el tema del dolor en el parto. En este caso, el médico que había atendido a
la parturienta se había negado a aliviar su dolor:1198
“-Tú que tan religiosa eres, hija mía, debes de saber que este es el destino de
la mujer. ‘Parirás con dolor, dijo Dios’. Mónica le mira espantada. ¿Será
posible que toda mujer esté predestinada a sufrir de ese modo? Tal idea
encauza sus pensamientos hacia el hijo, cuya imagen desterró
momentáneamente la fuerza de su trastorno. ¡Que no sea hembra entonces!
Por nada del mundo quiere ser ella causa de que otro ser pueda sufrir así. Pero
pronto lo olvida todo. Feroz, inaplazable, se ha establecido en ella una lucha
que la despedaza interiormente y desencaja sus huesos, bañándola en sudores
fríos.
Toda su carne torturada protesta contra aquel castigo indecible, en alaridos
que se extienden y luego se unen, formando como una atmósfera de dolor que
la envuelve y enloquece más aún. Es el momento supremo de dar expresión a

1197O. de Palencia, I., El sembrador sembró…, op. cit., pp. 266-268.


1198“Ninguna mujer en España, en esos años, era aliviada en semejante momento. Nadie,
excepto la Reina que, se rumoreaba, había insistido en ser ayudada con algún novedoso
método, cuando el Príncipe de Asturias y después, su segundo hijo, habían nacido, pero
semejante procedimiento había encontrado la desaprobación general. Mi doctor era
demasiado anticuado para ceder en este punto, durante tres días y sus noches me vigiló con
atención, sin descanso, pero cuando le imploré que me diera algo que facilitara la tortura,
movió su cabeza y murmuró: Toda mujer está destinada a traer a sus hijos al mundo con
dolor”. Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 59.
532

la materia, y esto no se consigue con la exaltada serenidad con que toma forma
en nosotros la obra del espíritu, ni siquiera con el resignado aplanamiento que
precede a la liberación por la muerte, sino con agresiones brutales, con la
ferocidad y empuje de una fuerza primitiva que todo lo arrastra, y arrolla, y
descuaja para llegar a su término. Cada nuevo dolor hace temblar la cama
sobre la que Mónica se retuerce con animal abandono” (p. 270).

El dolor en el parto habría sido dado por bueno si su hijo hubiera nacido sano.
Pero a las pocas horas de vida, el recién nacido murió. El dolor de la madre fue aún
mayor, si se tiene en cuenta que le ocultaron la muerte de su propio hijo y además,
cuando hubo conocido la noticia, se mostró convencida de que ello no habría
ocurrido si hubieran dejado que ella misma atendiese a su hijo, pero le había sido
arrancado de los brazos justo al nacer.
Es en este punto en el que se desarrolla la tesis de la novela, que, por otro lado,
ya había sido apuntada mucho antes: ante la boda de su amiga Solita con un
hombre enfermo, Mónica había hablado del tema sin sospechar que ese era su
propio destino:
“¡Cómo alegrarse de una boda en la que era razón primordial el deseo de
resolver el porvenir y entrañaba además un peligro de contagio para Solita y
para los hijos que de ella nacieran!” (p. 134)

En una época en la que los estudios genéticos apenas habían comenzado a


desarrollarse, la autora aludía en la novela a la ignorancia de la mujer y su
despertar sobre su cuerpo y su relación con el entorno. Otro de los hitos de
Oyarzábal fue mostrar cómo los personajes impedían que la protagonista alcanzase
la conciencia sobre su propia sexualidad, debido a que tanto la madre como el hijo
que había gestado eran susceptibles de ser controlados, como sucedía en la época de
Oyarzábal. 1199 Posteriormente, cuando Mónica había demandado a su familia
información acerca de las causas de la muerte de su hijo, había salido a la luz toda
la verdad sobre la enfermedad del marido y la aquiescencia y complicidad de la
familia, ya que incluso del médico que la había atendido le había ocultado la verdad.
Fue la tía de Mónica la que reveló la sustancia de la novela en una frase. El diálogo
posterior ponía de manifiesto también los postulados de Havelock Ellis acerca del

1199 Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal…”, art. cit., pp. 78-81.


533

tratamiento social que debían tener este tipo de enfermedades, postulados que
estaban lejos de la ocultación y el silencio:
“Cosas que pasan…Ya ves tú como la niña de Solita; males que se heredan…
[…]
- ¿Qué se heredan? Pero ¿qué mal puede haber heredado mi hijo?
- Cosas de hombres, hija mía… ya puedes suponer, cosas de hombres -bajando
mucho la voz-. Para mí que no hay uno que esté sano.
-¿Cómo? ¡Tía! ¿Qué dice usted? ¿Felipe enfermo? Y de…-vagas ideas de una
mal terrible y misteriosos se agolpan a su mente; mas no es eso lo que la
importa saber ahora…- Pero ¿y esto lo sabíais?...- y sin esperar la contestación
de su tía, cerciorada por lo que la dice el rostro asaz expresivo de doña
Rosario-. ¿Desde cuándo?- pregunta con gesto duro, dominante. […]
- Y me dejasteis tener un hijo- la voz de Mónica se alza amenazadora-. ¡Para
matarle! […] Tenéis la culpa todos. […] Lo que sé es que me habéis dejado
tener un hijo para matarle… ¡Mi niño!... ¡Mi niño! […]
- ¿La voluntad de Dios? ¡Hipócritas!, si no lo ha mandado. Él ¿cómo iba a
mandar esto? -mirando con infinita compasión al niño-. Si hemos sido
nosotros, nosotros, que le hemos dejado nacer para matarle…” (p. 208).

Incluso el médico, manifiestamente conservador, se mostraba proclive a la


educación del individuo respecto a este tema, “en forma que no se convierta en un
agente propagador de ciertas enfermedades perniciosas para la raza” (p. 291),
simbolizando de este modo, la nueva medicina influida por las corrientes
europeizantes.1200 A pesar de ello, el “código moral” establecido por los hombres
obligaba a callar este tipo de problemas, un código que, de ser quebrantado,
incurriría en la indiscreción y amenazaría la intimidad de la familia. Ni que decir
tiene que tal argumento no había convencido en absoluto a Mónica, que había sido
contagiada:
“-En el fondo tiene usted razón, hijita -dice a Mónica el viejo doctor, que ha
sostenido muchas luchas con su conciencia por casos como este-. Tiene usted
razón; pero ya ve usted: la costumbre, y el mismo código moral establecido por
los hombres, imperfecto como ellos, nos obliga a ocultar cosas de índole
especial y delicada como ésta… El secreto profesional es tan sagrado y obliga
tanto como el de la confesión.

1200 Ibidem, p. 80.


534

- Pues no deberían obligar, ni el uno ni el otro, cuando se trata de la vida de un


ser…
-Tiene usted razón; pero hay que tener en cuenta muchas cosas…- su voz se
hace más paternal y dulce. Al fin y al cabo, nosotros tenemos que medir
muchas cosas antes de exponer a destruir un hogar, porque una indiscreción
podría motivar tal desgracia. […] Don Narciso cree, por el contrario, que se
refiere al contagio que también ella padece.
[…] No es eso…no es eso. ¿Qué me importa lo que pueda ocurrirme a mí? Es
que, entonces, soy yo…, yo quien ha hecho el daño -con los ojos dilatados por
la angustia-” (pp. 291-292).

En la ensoñación febril producida por la enfermedad, Mónica veía a su marido


convertido en un perro. En este sentido, la novela presenta un nuevo tratamiento
del amor, como ya se planteó en otras novelas de autoras coetáneas, en el que la
mujer se sentía decepcionada ante el ideal masculino y mostraba su rechazo ante el
hombre, lo cual constituía una transgresión frente a la sociedad. 1201 La
animalización del marido constituye una plástica metáfora con la que la autora
quiso mostrar el terrible dolor al que había sido sometida la protagonista debido a
la ignominia de los que la circundaban:
“Mónica se había levantado, y, al verla de pie, el perro se había lanzado sobre
ella enseñando los dientes, la había derribado, forcejeando con ella, y súbito
había resultado que no era un perro, sino Felipe, el que así luchaba con ánimos
de morderla. Ella había sentido con precisión escalofriante el dolor causado
por los dientes largos y blancos de su marido al clavarse en su vientre,
rasgándole la carne, y luego, a dentadas feroces, a bocados crueles,
arrancándole de las entrañas, miembro a miembro, el cuerpo de su hijo.
Mónica había luchado por librarse de la rabiosa acometida y salvar al niño por
medio de golpes, de empellones, de llantos y de súplicas, que se habían tornado
en aullidos como los de la Lobina, cuando la ahogaron a sus hijos” (p. 297).1202

1201 Ena Bordonada, Á., “Jaque al ángel del hogar: escritoras en busca de la nueva mujer del
siglo XX”, en Porro Herrera, Mª J. (ed.), Romper el espejo: La mujer y la transgresión de
códigos en la literatura española: Escritura. Lectura. Textos, Universidad de Córdoba, 2001,
pp. 90-110.
1202 O. de Palencia, I., El sembrador sembró…, op, cit., p. 297. La Lobina era una perra a la

que los colonos de la finca que poseía Mónica en Gazul ahogaban a los cachorros de la
primera camada, por la creencia de que contraían la rabia. La autora narraba prolijamente
535

Antes de morir, de lo que la autora denominó “una prolongada enfermedad”,


Felipe, el marido de la protagonista, que había hecho gala de un enorme egoísmo,
frivolidad y casi de una actitud infantil a lo largo de la trama, aún le reprochaba a
Mónica que le hubiera ocultado que José María, su primo, había sido su primer
amor. A partir de ese momento, Mónica se sintió estigmatizada y acabada como
madre y como mujer, pues a pesar del ofrecimiento de José María de retomar la
relación, había renunciado a rehacer su vida, marcada por el estigma:
“Que como ella, como el niño, como Tobalito, lleva en su cuerpo un estigma
infamante que le priva de sus derechos, y obliga a formar parte de ese ejército
incontable de criaturas humanas que no deberán transmitirse porque fueron
víctimas de inadmisibles silencios y complicidades” (p. 313).

Un ser inocente había sufrido las consecuencias de un engaño: Mónica se sentía


doblemente culpable, primero, por su hijo, y segundo porque finalmente había
acatado su destino, sin luchar contra él, ya que el hijo era quien había aplacado “los
pujos de rebeldía que surgieron en su alma”, lamentándose de haber recogido la
tardía enseñanza y percatándose de que quienes la rodeaban eludían su
responsabilidad.
Para Mónica, como para Isabel Oyarzábal, la maternidad era la obra culminante
de creación de la mujer, su formidable aportación a la “obra común”, con la
capacidad creadora que tanto se le había discutido y, no solo ello, sino capaz de
llevar a cabo una obra suprema de creación que favorecía el desarrollo de las
generaciones:
“Y aún se dice que la mujer no crea; que es admirable y constante evocación,
y feliz inspiradora del cerebro masculino, pero que sus facultades mentales son
limitadas; que carecen de la fuerza necesaria para llevar a cabo una gestación
espiritual; como si, aparte de los estados de ánimo que ella provoca y con los
que fecundiza el sentir y el pensar del hombre, no llevara a cabo una obra
suprema de creación, dando forma externa y perfecta al espíritu, y uniendo
unas a otras todas las generaciones. Y Mónica era una de esas mujeres para las
que el ser madre, significa dar vida por medio del amor y del dolor a todas las
emociones, con tal desinterés, por lo que a su propia acción se refiere, que se

este episodio para poner de manifiesto el dolor de la madre al perder a sus crías (pp. 208-
210).
536

contentan con la realización de la obra y no buscan ni necesitan


reconocimiento alguno de esta” (p. 259).

En el personaje de Mónica, la autora quiso plasmar a un tipo de mujer a la que,


precisamente por su rebeldía, le resultaba mucho más difícil aceptar su destino.
Esta actitud del personaje no era tan solo un atributo personal, sino que, de alguna
manera, le venía dado, pues su abuelo William Russell y su madre habían
participado en la lucha por la independencia de Irlanda, razón por la cual, habían
sido repudiados por la familia y habían ido a parar a Medina de las Torres. Este
rasgo de la personalidad de la protagonista es verificado a lo largo de la novela en
diversos pasajes que retrataban a una mujer poco resignada con el papel que le
había tocado vivir y por ello, los hechos que se narraban al final de la novela eran
aún más injustos y conmovedores.
Para empezar, la de Medina de las Torres era una sociedad tradicional y cerrada
en la que la protagonista se sentía ahogada y escapaba, para sentirse libre, a unas
tierras de su propiedad en Gazul. La clase social a la que pertenecía era aún más
opresiva. La autora describía las prácticas que se llevaban a cabo para que la clase
pudiente se perpetuase, sostenida por sus miembros:
“Por tal sistema habíase conseguido seleccionar de entre las personas de
determinada categoría económica, un número de familias que, por guardar las
condiciones antedichas, se juzgaban dignas de intimar entre sí, convirtiendo
luego su amistad en parentesco por medio de frecuentes enlaces
matrimoniales.
Dichas familias tenían a gala el mantenerse aisladas del resto de la comunidad,
y eran calificadas de “gente conocida” o de “la manteca” 1203 nombres que
respectivamente les atribuían las personas que formaban la sociedad selecta y
las que se hallaban fuera de ella”.1204

1203 Se llamaba “los de la manteca” a los extranjeros que vivían en Málaga y podían
permitirse comprar mantequilla de Hamburgo, que adquirían en la tienda Hodgson en una
zona de Málaga llamada Puerta del Mar. “El extranjero en su patria imprime carácter a
toda una clase, cuya mayoría constituye lo que el vulgo ha bautizado con el nombre de la
Manteca, que en su tierra es el alto comercio y que constituye una especie de patriciado en
la población, de ahí que ese término sea el nombre con el que el pueblo malagueño ha
bautizado a estos extranjeros”. Cerda Gariot, E. de la, Tipos de mi tierra, op. cit., p. 60.
Citado por Quiles Faz, A., Málaga y sus gentes…, op. cit., p. 95.
1204 O. de Palencia, I., El sembrador sembró su semilla…, op. cit., p. 14. Esta práctica

endogámica entre las clases pudientes era una costumbre habitual en la tierra natal de la
autora.
537

Otro elemento opresivo era el clero, pilar fundamental de la sociedad de la época,


que también se manifestaba en la novela, dando cuenta de la importancia que le
otorgaban las familias piadosas y mostrando el peso específico que tenía en la vida
de las mujeres la figura del director espiritual:
“Cuando a ellos volvieron con el tiempo los expulsados religiosos; edificando
en lugar de su antigua casa, y con el auxilio de las familias piadosas, una nueva
y amplia vivienda…” (p. 12) […] -¿A las diez y media? Pero si a las nueve se
marcha a la Residencia-dijo Pepita, que, como la mayoría de las chicas de
Medina, tenía por confesor al jesuita en cuestión.
Ese es el inconveniente de tener un director espiritual fijo -dijo Clotilde, que
se las echaba un poco de rebelde a los convencionalismos-. Lo mejor es hacer
lo que yo: confesar con el padre Topete, o sea con el primero que encuentro. Y
así se evita una el tener que esperar.
-¡Ah, pero no se logra verdadero provecho!-dijo con afectada humildad Clarita.
-No se consigue enmienda -doña Mercedes.
-Ni se alcanza perfección- Felipe” (p. 130).

Otra muestra de la rebeldía de Mónica era su gusto por la lectura, actividad que
no era del agrado de su familia política:
“Unas veces eran las máximas de los Santos Padres, San Agustín, San
Ambrosio y San Isidoro, las que se adueñaban de su mente; otras, las
sentencias del coloso del pensamiento y de la forma; las que, encarnadas en un
Hamlet, un Otelo o un rey Lear, la embriagaban de belleza o acicataban su
imaginación.
Tanto Felipe como su madre se inquietaron sobremanera por estas nuevas
aficiones de Mónica, a las que inmediatamente pretendieron poner coto.
-No hay que dejarla, no hay que dejarla -repetía de continuo doña Mercedes a
su hijo-. Tanta lectura puede serle muy dañina y aumentar su nerviosidad.
[…] Pues te advierto que no le conviene tanta sabiduría. Las mujeres,
mientras menos enteradas están de las cosas, más felices y, sobre todo, más
buenas son” (p. 172).

Tampoco era la protagonista muy aficionada a las típicas murmuraciones


pueblerinas muy del gusto de las sociedades pacatas y, por supuesto, de la familia
538

política de Mónica y así, de las calumnias opinaba que: “La persona que comenta la
calumnia, aún negándola, se hace cómplice de ella porque la propaga” (p. 138) y
exponía sus ideas sobre la reputación de la mujer:
“Esa es siempre la disculpa de la maledicencia. Pero, aparte de todo, resulta
incomprensible y absurdo el que se dé tanta importancia a la buena reputación
de una mujer para luego con una frase arrebatársela. No he visto jamás
contradicción más ridícula” (p. 143).

No es extraño pues, que una mujer como Mónica que no era del tipo conformista,
y a la luz de lo anterior, se sintiera ahogada en Medina de las Torres y, que para
escapar de esa atmósfera hubiera instalado temporalmente su residencia en sus
tierras de Gazul, donde se sentía más feliz. En cierta forma este sentimiento es
paralelo al que en un momento de su vida, experimentó Isabel Oyarzábal cuando, la
sociedad malagueña se le figuraba un corsé que la constreñía, por lo que decidió
marcharse a Madrid.
Los personajes artífices de la densa atmósfera que ahogaba a la protagonista eran
el propio Felipe, su suegra y su cuñada Pepita. Esta última le provocaba tal
animadversión que pensaba: “¿Vería el extranjero lo que ella en el rostro de su
cuñada? ¿Adivinaría su falta de delicadeza moral y la inclinación hacia el vicio, mal
contenido por una incesante vigilancia?” (p. 198).
Y, por otro lado, uno de los personajes que le proporcionaba a Mónica ciertas
dosis de libertad y bienestar era Spencer, un inglés que vivía en Medina de las
Torres, con quien hablaba abierta y sinceramente y con el que llegó a tener una
sincera amistad:
“Por primera vez habla libre de todo escrúpulo y temor con un hombre, e
insensiblemente le revela, más de lo que piensa tal vez, acerca de su estado de
ánimo, del desconsuelo que la produce la falta de hijos y la incomprensión que
existe entre ella y su marido” (p. 180).

Y otro personaje que proporcionaba a la protagonista el respiro espiritual que


necesitaba era “hermano Pedro”, un labriego, patriarca de la familia de colonos que
habitaban la finca de Mónica, quien encarnaba a una suerte de sabio, con el que la
protagonista mantenía jugosas conversaciones. Hermano Pedro representaba la
dignidad del labriego y despertaba en ella admiración y cariño. Por ejemplo, había
mantenido con él una conversación acerca del determinismo, del destino que regía
539

inapelablemente la vida de los seres humanos y que había afectado a la


protagonista:
“-Siempre y cuando no sea contrariando lo que pa nosotros tié dispuesto su
Divina Majestad. A mí lo que me paece es que a este mundo toos vienen
mandaos y cá uno trae un cacho e terreno que labrar, y el que no lo labra o
quié labrá el de otro, pues Dios le enseña los caminos hasiéndole pensar. […]
Y pa que osté vea cómo es verdá que cá uno trae señalao su destino y no se
pué uno meté a torcello- prosiguió el viejo sin reparar en la abstracción del
ama-, […] Mónica hablaba cual si el matrimonio suyo fuera el término y meta
de su destino, el límite improrrogable de su gestión en el mundo; cual si las
almas dependieran, para su desarrollo, única y exclusivamente de influencias
externas y de un ambiente determinado, y la espiritualidad de cada individuo
no tendiera casi irremisiblemente a operar en contradicción abierta con los
factores que componen su vida exterior, aislándole de ésta a tal punto, que no
parece sino que en ese continuo renacer de las almas, y en el avance y
consiguiente aislamiento del espíritu, está la clave de la universal
incomprensión y tristeza.
-¡Ah, sí!, el destino. Un destino que no es ciego y brutal impulso nacido de
necesidades circunstanciales, sino ordenador de las posibilidades humanas, es
el que nos rige a nosotros-insistió para sí, hallando cierto consuelo en esta
exoneradora idea, que lo explicaba y justificaba todo” (pp. 147-148 y 183).

Pedro le había explicado que en una ocasión se había empeñado en tener un haza
de tierra, en la que estuvo trabajando, descuidando todo lo demás, pero por más
que sembraba en ella, nada crecía, hasta que tuvo que malvenderla. En sus
conversaciones, Pedro daba cuenta de una sabiduría tal, que resulta el ser más
espiritual y sabio de la novela.
El personaje de José María también tiene un peso específico en la obra. Constituía
la encarnación del amor que, finalmente, le fue vedado a la protagonista, el único
que había provocado en la protagonista la pasión, tal como revela el siguiente
fragmento:
“Del amor mundano, el que nos revela nuestra capacidad para el mal y para
el bien; el que pujante, avasallador, nos impulsa a realizar las más formidables
empresas, y transforma toda la razón de ética y de derecho, porque puede, en
nosotros, más que todas las fuerzas acumuladas por la experiencia y el saber,
540

multiplica y diversifica nuestro sentir y rotura nuestra alma, sacando a flor de


tierra sus fibras más sensibles, no tenía la más leve idea. Uníanla a los que la
rodeaban sentimientos basados en consideraciones de gratitud o de lástima;
pero únicamente en lo que a José María se refería había logrado aproximarse a
las cumbres y a los abismos de la emoción” (p. 116).

Ya casada con Felipe, Mónica había sentido celos de los requiebros que, a su
parecer, José María lanzaba a Pepita, proceder que desconcertaba a Mónica, lo que
demostraba que sus sentimientos por el joven no habían desaparecido (p. 217). Sin
embargo, y a pesar de este sentimiento amoroso, después de la muerte del hijo y su
propia enfermedad, había vetado cualquier posibilidad de relación con él.
La ignorancia y la necesidad de erradicarla subyacen en toda la obra; un tema que
preocupaba a la autora profundamente y que daba muestras de su afán
regeneracionista:
“Ese azote maldito de la humanidad, causa de casi todos nuestros males.
[…] La ignorancia fomenta el desarrollo de todas las malas inclinaciones;
permite nefastas complicidades; hasta impide el aprovechamiento de las
fuerzas de Dios -exclama el inglés con exaltado ademán y prosiguiendo-. Es
motivo de que se malbaraten los esfuerzos más nobles, de que se desvirtúen los
más altos conceptos. Si desterrásemos la ignorancia -prosigue en vista de que
nadie le contesta-, si la substituyésemos con la sinceridad más escueta, con la
verdad bajo todos los aspectos: en la fe, en la ciencia, en el arte y en la moral…
yo estoy seguro de que no tardaríamos en ver implantado el reino de la
justicia. Ahora no es posible; nuestra ignorancia nos hace cómplices
inconscientes, los unos de los otros. Estamos rodeados de vallas
infranqueables, envueltos en una red tejida por la superstición y el miedo, y no
podemos defendernos… Es cruel… cruel…” (pp. 232-233).

El sembrador sembró su semilla se cerraba con un pensamiento clave en la autora, la


necesidad de que todos los hombres y mujeres se esforzaran conjuntamente por un
futuro mejor y del que se desterraran de una vez la ignorancia y el miedo. Estas
palabras sintetizan la tesis de la novela:
“Todos los hombres -la decía siempre que ella hablaba de sus indecisiones y
temores- se necesitan unos a otros y tiene la obligación de aportar a la obra en
común: aquél, la belleza; este, su fe en el triunfo; el uno, su impulso de
541

combatividad; el otro, sus conocimientos científicos; muchos el fruto amargo


de su experiencia personal. Todos tienen su puesto en el campo humano, y
algunos, como nosotros, tiene que llevar a cabo, en éste, una tarea más ardua
que los demás: la de abrir tierras incultas a la labranza. El destino pone entre
nuestras manos un arado forjado por el dolor y nos manda preparar el terreno
a toda prisa, porque detrás de nosotros vienen las generaciones encargadas de
la siembra, y la culpa será nuestra si, por desidia, no hacemos los surcos
bastante profundos o dejamos en barbecho la tierra, con lo que sucedería lo
que en la parábola del sembrador, que perdió su semilla; porque la ignorancia
y el miedo son: el pedregal y las espinas del Evangelio que secaron y sofocaron
el fruto luego de nacer” (p. 315).

Para Oyarzábal, era precisa la aparición de un sembrador, la mujer, que


regenerara la sociedad, consciente de la “mediocridad patriarcal” burguesa.1205
La novela acababa con la protagonista de cara a la luz, a la verdad, lejos de la cual
había permanecido hasta ese momento: “La cabeza, echada hacia atrás, se baña en la
claridad del ambiente. Así quiere verla Spencer: aleccionada ya por el dolor, de cara
a la luz, aunque ésta la ciegue; de frente a la verdad, cueste lo que cueste” (p. 326).
Tal es la semilla que ha sembrado el sembrador.

Por último, nos referiremos a las notas autobiográficas que se observan en la


obra, sobre todo en lo que se refiere a la ubicación geográfica de la novela,
homenaje a la tierra natal de la autora, Málaga. Así, en Medina de las Torres
ubicaba la autora un paseo, la Alameda, que tiene su gemelo en Málaga. 1206 Las
biznagas,1207 la celebración de la festividad del Carmen,1208 descrita en la obra, pero
sobre todo, la expresión de la fe religiosa de los habitantes del pueblo de Gazul
recordaban la descripción que la autora hacía en su autobiografía de la del pueblo
malagueño de Alhaurín:
“Verdaderamente la fe religiosa de los gazuleños no había tenido, hasta aquel
entonces, más objetos de devoción que dos imágenes: la de Jesús de Nazareno
y la del Santo Cristo de las Agonías, convertidas en rivales por la vanidad de
sus respectivos cofrades, los que gastaban sin duelo en procesiones y novenas,

1205 Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal…”, art. cit., pp. 84-85.


1206 O. de Palencia, I., El sembrador sembró…, op. cit., p. 34.
1207 Ibidem, p. 52.
1208 Ibidem, p. 50.
542

y se mostraban tan intransigentes en sus apreciaciones, que el pueblo había


quedado dividido en dos bandos enemigos: el formado por los de “abajo”, que
eran devotos de Jesús; Ecce Homo, cuya efigie ocupaba el puesto de honor en
la Iglesia Parroquial, y el de los de “arriba”, o del Santo Cristo, partidarios de
una antiquísima imagen del Crucificado, que desde tiempo inmemorial se
veneraba en la ermita situada junto a la carretera de la sierra.
Los cofrades de Jesús, que eran todos los que vivían en la parte baja del
pueblo, distinguíanse por su preferencia por el color morado, el mismo de la
túnica de su Patrono, y por su predilección por el tono verde, sin duda a causa
de la relación de éste con el Leño Santo, lo que formaban en las filas del Cristo
de las Agonías” (pp. 204-205).

Por último, resulta anecdótica, la utilización de otras vivencias propias de la


autora en la novela, como por ejemplo, la descripción del ambiente en una corrida
de toros a la que dedicaba el capítulo V1209 o que compartiera con la protagonista la
ruta del viaje de novios a Inglaterra y Francia.

11.1.1. Recepción de la obra


La novela fue bien acogida por la prensa y el público, llegando a ser objeto, en
1926, de una segunda edición. Muchas de las críticas analizadas coincidían en la
valentía de la autora al abordar un tema tan espinoso y la verdad que trascendía de
las páginas que describían la maternidad y el momento culminante del parto. La
primera de las menciones que hemos recogido en la prensa, databa de enero de
1923 y se pronunciaba en esa línea:
“Los primeros capítulos de esta novela, primera a su vez de su autor,
conocidísimo por su pseudónimo de periodista, no predisponen, pese a su
facilidad, por su misma facilidad sin duda, a favor de la heroína. Hija de
malagueño e irlandesa, rebelde por atávico instinto a los usos ridículos a que
vive condenada en Medina de las Torres, ciudad de ambiente parecidísimo al
de Málaga, no puede resistir al medio en que se ha criado… ni a la menor
objeción crítica del lector sano.

1209 Ibidem, pp. 69 y ss. El capítulo se titula “¡A los toros!”. Recordemos que la autora fue

miembro de la presidencia de una corrida de toros, tal como recuerda en su autobiografía,


Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 27.
543

Entiéndanse estas palabras en toda su extensión y precisamente. Porque


descubriendo harto su propósito la novelista, el lector, que no la lectora, el
hombre sano y no el enfermo es quien ha de poner el dedo en el punto flaco de
la historia. A saber, la inconsistencia, como tal hombre, del primero que
enamora a la protagonista. Ello hace que los capítulos iniciales adolezcan de
falta de pasión, fiel pintura, eso sí, de la sociedad provinciana en que la acción
transcurre.
Mónica se casa con un hombre vulgar y da a luz un monstruo, triste cuanto
fugaz heredero de la liviandad juvenil de su padre. Muertos uno y otro,
Mónica rechaza a su primer cortejo, contemplando cara a cara el sol de la
verdad, confortada por un amigo extraño, que huyendo de los mismos
espectros ibsenianos, ha venido a defenderse de la muerte en la costa azul de
España, y a proclamar los derechos de la humanidad a la salud.
Aparte la propaganda, a que no puede menos de prestar adhesión todo
espíritu generoso, la última parte de El sembrador sembró su semilla, revela en la
señora Palencia una cualidad de novelista de raza: el prurito de la verdad. Los
que pudiéramos llamar misterios dolorosos de antes, en y después del parto,
no sólo justifican, por la emoción conseguida, la novela, sino que señalan a las
escritoras españolas un rico venero, inexplorado todavía”. 1210

La segunda de las reseñas aludía a la importancia de la novela, en cuanto que


ponía de manifiesto una realidad sufrida por muchas mujeres, y que podría haber
abierto un debate en relación, no solo a la protección de la mujer ante este tipo de
enfermedades, sino también al estado jurídico de la mujer respecto al matrimonio.
Calificaba la novela de “ponderada y armónica, noble y amena en la expresión, de
elocuente sobriedad en la pintura del paisaje y los caracteres, de hábil progresión
en el interés y vibrante de realidad y sentimiento”.1211
Otra de las reseñas destacaba la maestría de la autora al tratar temas tan
delicados, sin caer en la procacidad o en la mojigatería, a la vez que ponía de
manifiesto la necesidad de aflorar y poner coto a estas tragedias personales. La vida
estaba reflejada con gran emoción y humanidad y concebía esperanzas fundadas en

1210 España, Madrid, 13-1-1923, p. 13.


1211 Abc, Madrid, 4-2-1923, p. 31.
544

la escritora primeriza que, en esta primera novela, había abordado un tema de


interés tanto para hombres como para mujeres.1212
La revista La Esfera ponderaba las cualidades de la autora y los aciertos de la
novela que le valieron un homenaje:
“Beatriz Galindo es un espíritu sutilísimo y una inteligencia bien preparada.
En el grupo de insignes feministas contemporáneas destaca su obra simpática,
de gran sensibilidad y certeza. Nueva fase del talento de la señora de Palencia
es la novela El sembrador sembró su semilla, que acaba de publicar, y donde se
plantea -desde el punto de vista importantísimo de la mujer- el grave
problema social de las taras fisiológicas por la herencia. Tema difícil, terrible,
y al mismo tiempo altamente educador este que Beatriz Galindo ha sabido
plantear y resolver muy bien y que le ha valido un homenaje…”1213

Dicho homenaje, en forma de un té en honor a la autora, aparecía consignado en


muchas de las publicaciones consultadas. Tuvo lugar el 5 de marzo de 1923 a las
cinco y media de la tarde en el hotel Palace. La comisión organizadora estaba
formada por las señoras de Calzado, Pérez de Ayala, Baeza, Araquistain,
Echevarría y Gutiérrez Abascal.1214

1212 Martos, B. de, “Revista de libros”, El Sol, Madrid, 9-2-1923, p. 2.


1213 La Esfera, Madrid, 17-3-1923, p. 17.
1214 Heraldo de Madrid, 1-3-1923, p. 4. También se reseñaba este acto en La Libertad,

Madrid, 3-3-1923, p. 4 y Abc, Madrid, 2-3-1923, p. 24. El diario El Sol, Madrid, 6-3-1923, p.
4, resumía las palabras de María de Maeztu, quien tomó la palabra en el acto, para destacar
la importancia de la novela: “María de Maeztu historió la labor que en la prensa extranjera
y nacional ha realizado Beatriz Galindo, y destacó con singular acierto el valor literario y
social de la novela motivo de la fiesta. Hizo un llamamiento a la mujer española para que
alcance el grado de cultura indispensable, con el fin de que no puedan repetirse dramas
como el que sufre la protagonista de El sembrador sembró su semilla, víctima no sólo de
prejuicios y tradiciones, sino también de su propia ignorancia. Terminó diciendo que el
estado no ‘pensiona’ a las mujeres porque éstas se casan y no producen ciencia; pero
debiera pensionárselas, y precisamente a las que se casan, porque con ello, al aumentar su
cultura, las pondría en mejores condiciones para la crianza de los hijos, y lo que no dieran a
la ciencia lo darían a la raza”. El acto aparecía también consignado en el diario Abc, Madrid,
6-3-1923, p. 9 y en el diario Heraldo de Madrid, 6-3-1923, p. 1, donde aparecían los
nombres de algunos de los asistentes: los señores Hernández-Catá, Eugenio Hermoso,
Zaragoza, Juan Ignacio Luca de Tena, Rivas Cherif, Pérez de Ayala, Benlliure y Tuero,
Ruiz de Velasco, Goy de Silva, Araquistain, Diego San José, Mateo Inurria, Wenceslao
Fernández-Flórez, Ballesteros de Martos, Verdugo, García Lara, Soldevilla, Ceferino
Palencia (padre), Romero y el director general de Bellas Artes, D. Fernando Weyler y
María de Maeztu.
En el Archivo Nacional de Cataluña se conservan las invitaciones al té, que en su parte
posterior, contienen una serie de nombres, que suponemos constituyen la lista de invitados
al mismo, así como notas manuscritas de aquellos que no pudieron asistir al evento.
Algunos de los nombres destacados que aparecen en ellas, son: Benita Asas Manterola,
545

La prensa malagueña también se hizo eco de la publicación de la novela y en una


entrevista firmada por Fidel Cabeza exponía las claves de su éxito:
“Tiene la literatura de Beatriz Galindo un doble encanto de emoción y
naturalidad, todas sus páginas son jirones de vida, que rezuman sangre al
estrujarlas, que manchan de pus, que nos hace pensar en lo árido páginas faltas
de poesía pero llenas de luminosidad, páginas en la que la vida no aparece
disfrazada, sino retadora mostrando todas sus lacerías y crueldades…”1215

Para el autor de la entrevista, la autora había abordado un tema lleno de


escabrosidades que había podido salvar con el verbo cálido de su pluma y
comparaba su prosa con la de Emilia Pardo Bazán.
Sin duda, una de las críticas más profundas de la obra la realizó la revista The
Saturday Review of Literature,1216 haciendo referencia a la temática de la novela que
se consideraba el inicio de una campaña que acababa de comenzar en España. Se
planteaba también si la novela debía haber sido escrita, y más, escrita por una
mujer y añadía que para quienes pensaban que conocer el “pecado” y sus
consecuencias ayudaba a que la enfermedad fuera erradicada, sin duda, la novela

Victoria Kent, Luisa de Gorostidi, Mabel Pérez de Ayala, Trudi Araquistain, Concha
Espina, María de Hazas, Pilar Navarro, etc. Gracias a estas invitaciones conservadas
conocemos también el menú del agasajo: Té, café, chocolate, sándwiches, churros
madrileños, patisserie parisiense, biscuit glace boheme y Jerez.
1215 Cabeza, F., “Escritoras españolas. Beatriz Galindo”, La Unión Ilustrada, Málaga, 15-7-

1923, p. 8.
1216 The Saturday Review of Literature, 18-4-1925, p. 696: “Esta novela de Isabel O. de

Palencia, quien está en nuestro país en una gira de conferencias por distintas
universidades, no dejará de suscitar debate. Tratando como lo hace de la influencia de la
herencia, será uno de los primeros impulsos a una campaña sanitaria que acaba de empezar
en España. ¿Debía haberse escrito El sembrador sembró su semilla? ¿Debía haber sido escrita
por una mujer? Aquellos que crean que debe favorecerse el conocimiento de un mal y sus
consecuencias para que sea erradicado, afirmarán que la Señora Palencia ha conseguido un
noble trabajo contando la historia de Mónica y Felipe. Desafortunadamente, hay en todas
partes tipos como los protagonistas, que llevan vidas desgraciadas y engendran hijos que
heredan el mismo mal, no solo en España, sino en todo el mundo. El estudio de la higiene
no es todavía tan común como debería para disuadir a las huérfanas y necesitadas Mónicas
de casarse Felipe, rico pero enfermo, tipo que se puede encontrar en cualquier ciudad,
incluso en un país preparado como el nuestro. Felipe, el devoto hijo de unos padres que
habían hecho dinero con el comercio, cortejó a Mónica, y el noviazgo había sido apoyado
por el padre y la tía de Mónica con quienes vivía. Todo ocurre en Andalucía, y a medida
que la historia se desarrolla, con las fascinantes descripciones del paisaje, con el retrato de
la vida en los pueblos pequeños y las pintorescas quintas o haciendas, el que ha viajado a
España revive sus impresiones. La historia comienza como un simpático cuento sobre la
vida española, y a medida que avanza, aumenta en intensidad y se convierte en una
tragedia potente. Revela de manera dramática una intensa pasión de amor maternal. Por su
índole poco convencional, no se le podrá nunca calificar deshonrosamente como
victoriana”.
546

constituía un noble intento. El artículo resumía el argumento de la novela y


ponderaba la destreza de la autora al hacerlo progresar hacia una intensidad tal que
se convertía en una tragedia de gran fuerza. Valoraba también las certeras
descripciones del paisaje y la intensa pasión con que se ponía al descubierto el amor
maternal.
Por otra parte, y en 1926 La Época reseñaba la obra con motivo de la aparición de
la segunda edición y en ella se destacaba que se trataba de una notable novela con
fines educadores y que desarrollaba el drama de una mujer -en el amplio sentido de
la palabra- que había visto truncados sus anhelos de madre y esposa por “la
ocultación de enfermedades que debieran incapacitar a los hombres para contraer la
grave responsabilidad del matrimonio”.1217
A su vez, y con motivo de la impartición de una serie de conferencias, la revista
Excelsior, hablaba del feminismo de la autora, de su preocupación por la educación
de la mujer y, por último destacaba el tema de la novela que nos ocupa, insistiendo
en la necesidad de la creación de leyes que protegieran a las víctimas de las
enfermedades de transmisión sexual:
“La resonancia que han despertado sus libros y sus conferencias en
sociedades tan avanzadas como las de París, Londres y Nueva York -de donde
viene- nos advierten a la mujer de talento, que sabe guiarse por entre las
asperezas egoístas que adueñan la voluntad del hombre, para buscarle a su
feminismo sin estridencias, horizontes y remansos más acogedores. Su “centro
psíquico” -pudiéramos decir- lo constituye la vulgarización educativa de la
mujer. El hogar no debe ser una previsión interesada. Tampoco puede
aceptarse que las prerrogativas que conquiste la mujer, sin buscarlas por
caminos de exaltadas utopías, y las audacias de innovación que encarnan su
sentido contemporáneo, la lleven lejos del hogar. Beatriz Galindo, toca en esa
“Casa de muñecas”, donde tantas Noras sutiles y encantadoras roen la
inutilidad de los días, y advierte que es otra su función esencial; pero al mismo
tiempo pide que se arme a la mujer con una educación eficiente, y que se
desvirtúe la leyenda de su incapacidad, dándosele ventajas éticas y sociales
[…] Después con una novela El sembrador sembró su semilla despierta la
curiosidad de los intelectuales madrileños, trayendo a la palestra un tema de
suma trascendencia: el contagio y la necesidad indubitable en que se hallan los

1217 La Época, Madrid, 3-5-1926, p. 4.


547

gobiernos de crear leyes que protejan a la mujer contra los individuos


afectados por la predisposición hereditaria”.1218

En el Archivo Nacional de Cataluña se conservan también las misivas que


familiares, amigos y conocidos de la autora le enviaron con motivo de la
publicación de la novela.1219 En general, valoraban el coraje que Isabel Oyarzábal
mostró al tratar un tema tan espinoso y otras destacaban, por ejemplo, la
ambientación de la novela, plena de color local. En una de las epístolas, con
membrete del hotel Lafayette de La Habana, y sin firma, el remitente reconocía
haber tenido noticias de casos como los que Oyarzábal describía, que habían sido
cuidadosamente ocultados y agradecía, a la vez que se enorgullecía, de que Isabel
Oyarzábal hubiera tenido el coraje de expresar esta problemática. Otra de las
cartas, firmada por su hermana Anita, felicitaba a la autora por el coraje de sacar a
la luz un problema que había sido silenciado. Para la firmante, “toda chica que
piense en el matrimonio debería leer su libro ya que podría salvarlas del horror y la
pena”. La autora era una benefactora de la humanidad a quien todo el mundo debía
estar agradecido.
El doctor Márquez, catedrático de Oftalmología de la Universidad de Madrid, en
una carta que le dirigió, resaltaba el profundo sentido social de la obra, que se
apartaba de los frívolos asuntos habituales en las publicaciones de “estos tiempos”.
Comparaba la obra con la Pepita Jiménez de Valera, y le había hecho meditar
hondamente el problema médico social de la herencia morbosa desarrollado con
tanto tino.
El doctor Ángel Pulido aplaudía su valentía y Alfredo Gómez de la Vega, en una
misiva con fecha de mayo de 1923, le dedicaba especial atención a los capítulos XV,
XVI y XVII que eran en su opinión magistrales:
“[…] un asunto tan escabroso, sobre todo para una mujer, ha sabido
conservar una gran nobleza en la forma y alta expresión en la idea, sin dejar de
aferrarse con insospechada y admirable serenidad de pulso al agudo estilete de

1218 Lohengrin de, C., “Frívolas. Beatriz Galindo”, Excelsior, México, 1-6-1928. Archivo
Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario núm. 687,
Registro 1812. Había sido invitada por la Institución Hispano-Cubana para impartir una
serie de conferencias. La autora participó también en un mitin de la Sociedad Española de
Abolicionismo que defendía la necesidad de establecer leyes que penaran la transmisión de
enfermedades. Vid. “El delito sanitario”, La Libertad, Madrid, 16-3-1926, p. 5.
1219 Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario

núm. 687, Registro 1812.


548

la observación en la pasión viva y en la carne enferma, es decir, en la entraña


misma de la vida”.

Por último, nos referiremos a una de las tías de la autora, cuya firma resulta
ilegible, que ensalzaba la descripción de la maternidad y el parto que “están
descritos tan admirablemente y con tanta realidad que llegan a todas las
inteligencias y puede conmover cualquier corazón”.

11.2. En mi hambre mando yo


La segunda novela de Isabel Oyarzábal de Palencia, si exceptuamos su
autobiografía, I must have liberty y sus memorias Smouldering freedom fue publicada
en 1959.1220 En este tiempo, nuestra autora contaba con ochenta y un años de edad,
por lo que se trata de una obra de madura factura, tanto si tenemos en cuenta este
hecho, como si tomamos en consideración el enorme lapso de tiempo con respecto a
su novela anterior. Nos referimos sobre todo a la arquitectura de la acción y los
personajes: la autora demuestra su maestría en cada capítulo de la novela. Un
reciente estudio la considera una mixtura de estética naturalista y costumbrista,
rayana con la novela rosa, si no fuera por su contenido ideológico.1221 También ha
sido definida como una novela de tema social e ideas socialistas en la que los
problemas de clase se unen al conflicto amoroso y que constituye un retrato de la
sociedad andaluza. 1222 En sentido contrario se manifiesta otro brevísimo apunte
sobre la obra que afirma que en ella se expone el conflicto español por encima de
cualquier ideología, con el objetivo de la reconstrucción de la patria sin importar el
bando de militancia.1223 En ella une ontológicamente el problema de la tierra al
problema de la mujer, como también ocurriera en sus obras teatrales reunidas en el
volumen Diálogos con el dolor. La identificación de las ideas tierra/madre, que era
utilizado por la derecha para reducir el papel de la mujer en la sociedad, sin
embargo es explorado por la autora desde la perspectiva de que la igualdad de
derechos debía hacerse visible. Es decir, elevaba a la mujer a una posición de

1220 Matilde Eiroa apunta que en una carta de 22 de junio de 1959, enviada por Isabel
Oyarzábal a su amigo Luis Araquistáin (conservada en el archivo del autor), la autora
financió parte de la edición. Cfr., Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia. Diplomacia…,
op. cit., p. 141.
1221 Bados Ciria, C., “Isabel Oyarzábal Smith: la escritura como…”, art. cit., pp. 125-147.
1222 Martínez Gutierrez, J., Las intelectuales de la Segunda República…, op. cit., p. 46.
1223 Arias Careaga, R., Escritoras españolas (1939-1975): poesía, novela y teatro, Madrid,

Ediciones del Laberinto, 2005, p. 163.


549

coparticipación en la sociedad y evidenciaba su importancia como responsable de


las generaciones futuras y pieza clave en la regeneración nacional.1224
El título de la novela fue explicado por la autora con la frase del labriego andaluz
que contestó a quien le instaba a votar en unas elecciones a favor de un cacique
reaccionario que, a cambio, le ofrecía mitigar su hambre: “A veces, un rico
propietario recibía la arrogante respuesta que solo un campesino es capaz de dar
cuando su orgullo está herido. El caso de cierto oprimido labrador andaluz no es
poco habitual. Este hombre era presionado por el alguacil de una gran propiedad
para votar por el ‘señor’. Los argumentos del alguacil eran siempre los mismos: ‘No
seas tonto. Vota por nosotros. ¿Qué pueden darte los otros? Nada. No tienen nada,
nosotros podemos ayudarte. Darte trabajo. Tienes hambre. Nosotros te podemos
dar comida. No seas tonto. Tienes hambre...’ […] ‘Y ¿Qué tiene eso que ver
conmigo?’, interrumpió el campesino, En mi hambre mando yo”.1225
El tema de la novela es, en sí mismo, apasionante, ya que expone algunas de las
causas del conflicto de la Guerra Civil, su estallido y término, encarnado en unos
personajes, que simbolizan a los distintos litigantes en pugna. Y, sin embargo, el
mayor acierto de la autora sea quizá el haber dotado de humanidad a todos ellos,
con sus luces y sus sombras, de manera que incluso aquellos personajes que, en
principio, pudieran parecer infames, son tratados con comprensión y humanidad.
La guerra es el tapiz en el que se desarrolla la acción principal: la relación
amorosa de los protagonistas. Como en El sembrador sembró su semilla, la acción
comenzaba en Málaga, concretamente en Alhaurín, pueblo en el que se
concentraban todos los males de la clase campesina. En la publicación prístina, la
obra estuvo dividida en cuatro partes.1226
Diana de la Vega, perteneciente a una familia acomodada, se había visto obligada
a casarse con un hombre mayor y “solvente”, después de haber conocido a Ramón
Gallardo, un ingeniero que vivía en Madrid y que pasaba sus vacaciones en el
pueblo malagueño. 1227

1224 Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal…”, art. cit., pp. 86 y 93.


1225 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 105. La anécdota que da título a la
novela tuvo lugar en la Alpujarra granadina, según le contó Fernando de los Ríos a su hija
Laura. Cfr. Rodrigo, A., Mujer y exilio…, op. cit., p. 281.
1226 Bersandin, “Un buen libro. En mi hambre mando yo”, España Libre, Nueva York, 4-3-

1960. Dice estar dividida en cuatro partes, con un prólogo y un epílogo. En el año 2005 la
novela fue reeditada por la editorial Mono Azul y es la versión a la que vamos a hacer
referencia.
1227 La autora pasaba temporadas en la casa familiar de Alhaurín. Su conocimiento del

lugar es, pues, autobiográfico.


550

La tía de Diana, Dolores, resumía la actitud de la familia respecto al joven


ingeniero: sus ideas políticas impedían su unión, ya que era “un socialista”. El padre
de Diana era, en cambio, conservador, “una persona decente”. 1228 Tras sufrir el
desengaño de ver cómo Ramón se iba alejando definitivamente de ella, había
accedido a su boda con Don Lorenzo del Álamo. Al poco tiempo, el marido había
muerto. Dos años después la joven tuvo que sufrir también la muerte de su padre y
decidió ir a vivir con su tío Clemente a Alhaurín. Más tarde, volvió a retomar el
contacto con Ramón, con el que entabló una relación amorosa, mientras este
luchaba por la República. Y sería en el pueblo malagueño donde constataría, de
primera mano, la situación del campesinado, que se había radicalizado
políticamente en las zonas latifundistas:
“También Justina tenía aspecto desnutrido y de haber envejecido
prematuramente. Su marido había muerto dos años antes y comoquiera que
ella era huérfana la había recogido su suegro, cuyo otro hijo Antonio era el
único que ganaba para el sustento de todos. ¿Qué ganaba…? Trabajaba con
otros del pueblo en una finca próxima a la de Clemente, desde la salida del sol
hasta anochecido, por un mísero jornal. Pero no todos los días. Sólo cuando
había que podar los olivos o sembrar y recoger el trigo, o en la época de la
vendimia, cuando las cargas de uvas se convertían, a fuerza de pisadas, en el
rico mosto que luego pasaba a las bodegas del ‘amo’. No todos los días, ni
muchos días. Únicamente cuando el dueño de la finca necesitaba de braceros,
por modo que las pesetas logradas a cambio del trabajo, de quizá cien jornadas,
tenían que estirarse para atender a las necesidades de los trescientos sesenta y
cinco días del año.
El ‘amo’ era rico y podía haber suministrado labor en abundancia; pero no el
interesaba la finca. Su administrador Macario era el único que se ocupaba de
ella y como tenía aspiraciones a ser ‘señorito de ciudad’ y no labriego, se
contentaba con ir sosteniendo las tierras al menor costo posible dejando
muchas sin cultivar” (pp. 27-28).1229

1228 Oyarzábal Smith, I., En mi hambre mando yo, Madrid, Mono azul Editora, 2005, pp. 20-
21.
1229 A fin de evitar excesivas notas en este apartado, todas las referencias a la novela En mi

hambre mando yo, se señalarán en el cuerpo, anotando las páginas correspondientes.


551

Oyarzábal abordaba en la obra el problema de la tierra, consciente de que el


miedo a la reforma agraria había sido clave en el estallido de la Guerra Civil.1230
En este punto de la obra, aparecía el personaje de Antonio, quien encarnaba de
nuevo el personaje del “hermano Pedro” de El sembrador sembró su semilla. Este
encierra y expresa el amor por la tierra y la honda sabiduría que solo pueden tener
sus gentes, pero también y debido a su juventud, la pasión, la rabia y el ansia de
lucha por cambiar una situación a todas luces injusta. La falta de trabajo provocaba
el hambre y los días que había comida, esta se componía de pimientos fritos y
gazpacho:
“-¡Ah! ¿Es que tampoco se trabaja hoy?
-No. No hay trabajo -los ojos de Antonio se oscurecieron aún más, a efectos de
una interna y concentrada rabia- este es uno de los tantos días del año en que
nada se hace porque tal es el gusto del amo. […]
-Yo no sé si existe Dios o no -prosiguió Antonio- pero a mi entender si
existiera no dejaría que lo que Él creó estuviera en manos de gentes que no lo
estiman. Mientras que otros… ¿Dios? ¿Dios? ¿Cómo puede usted creer en Él
cuando se ven tales cosas?” (p. 34).

El hambre en toda la extensión de la palabra es el motivo central de la obra, y es


explicado parcialmente en este parlamento:
“-¿Hizo Dios también el hambre?- preguntó Antonio con tono burlón.
-¿El hambre?- preguntó Diana.
-Sí… sí… ¿la hizo Él? ¿Hizo ese vacío que se padece en el estómago y que
enloquece a la gente? Pero la señora, claro, no sabe lo que es eso. La señora no
ha tenido hambre nunca. Nunca… Ella ha tenido que comer siempre de sobra;
pero nosotros sí lo sabemos. Pregúntele a Justina y a todos los del pueblo.
Ellos sí saben lo que es sentir algo así como un perro rabioso dentro de la
barriga, comiéndosele a uno las entrañas -exclamó Antonio rematando sus
palabras con un juramento. Y luego- disculpe usted, pero es que parece que
cuando pienso en ello pierdo el sentido. […]
-Cuando hablaste antes no te quejaste del hambre sino de la tierra.
-Todo es uno y lo mismo. Unos tienen hambre de pan y otros, sed de agua,
pero hay quien tiene hambre y sed por lo que no se come ni se bebe.

1230 Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal…”, art. cit., pp. 92-93.


552

-Tú ambicionas el tener tierra porque ella puede darte pan -dijo hermano
Juan- de modo que viene a ser igual: hambre de comida.
-No lo es… No lo es…-gritó Antonio- yo no quiero que la tierra me dé nada.
La quiero por lo que es. Porque está ahí para que se la abra en surcos y la
fecunde el sol y el arado permita que entre en ella la semilla para luego dar
fruto y eso -dijo con infinito desprecio- es lo que “el amo” no deja hacer. ¿Para
qué la quiere entonces? ¿Por qué no deja que hagan otros lo que no hace él?
¿Por qué no nos la da a mí y a otros para labrarla? Usted dice que cree en
Dios. ¿Hizo Dios las bardas que rodean a las tierras? ¿Hizo las leyes que a
unos dan y a otros no? A mí me parió una mujer como una mujer parió al amo
y los dos nos pudriremos algún día de la misma manera. ¿Por qué no es lo mío
lo que no quiere él? ¿Lo que a él le sobra…? […]
Levantó los ojos y [Diana] se dio de repente cuenta de que algo indefinible
y misterioso, un lazo, una corriente de súbita comprensión, la unía a Antonio y
los lanzaba a entrambos hacia la misma meta” (p. 34).

En ese momento, Diana comprendió la situación del pueblo y nació en ella un


sentimiento de solidaridad, tal como le había ocurrido a nuestra autora, cuando
conoció la realidad de sus conciudadanos:
“De no hablar con Antonio aquella mañana, Diana hubiera quizá seguido
algún tiempo con el mismo concepto de antes. Firme en la creencia de que
siempre hubo ricos y pobres tratando de aliviar a los que padecían; pero
aquellas apasionadas protestas del hijo del casero habían hallado un eco
inesperado dentro de su alma. Un eco extraño de comprensión: más aún -se
dijo, entre asustada e incrédula- de solidaridad. Solidaridad… ¿con qué…?
¿Con la rabia y el hambre de Antonio?” (p. 38).

La propia Isabel Oyarzábal explicaba años antes lo que constituía el motivo


central de la obra, consciente de que los seres humanos se paralizaban por el miedo
cuando no tenían hambre. Sin embargo, el hambre era, para la autora, lo que movía
al mundo:
“El hambre es la causa por la que avanza el mundo o por la que retrocede. Lo
que hace avanzar a la gente es el hambre. Hay muchas hambres distintas: de
553

alimentos, de dinero, de hijos, de gloria. Lo que nos hace retroceder es el


miedo y el que tiene hambre no tiene miedo”.1231

En este sentido, y a lo largo de la novela, se iba desgranando el tipo de hambre de


cada uno de los personajes, así como los miedos de aquellos otros que están
saciados.
La acción de la novela comenzaba pocos años después del advenimiento de la
República, y en ella la autora reflejaba las diferencias de criterio de aquellos que no
tenían hambre física y no veían en las protestas de los hambrientos más que
protestas políticas:
“Pasaron por su mente recuerdos de las rebeldías que, de vez en cuando,
regaban con sangre los campos andaluces. En muchas ocasiones había oído
hablar a su padre y a su marido y a los amigos, de lo bravíos que eran aquellos
labradores delgados y harapientos, pero nadie disculpaba el que, llevados de
sus desesperación, incendiaran las mieses o segaran las ricas cosechas y hasta
las vidas humanas con sus hoces afiladas. En el mundo de Diana todos los
condenaban achacando su actitud no al hambre; sino a ‘motivos políticos’.
‘Esos malditos anarquistas’ solían decir los bien nutridos terratenientes desde
sus butaconas del casino en donde se pasaban el día jugándose el dinero que
ninguno de ellos había ganado con ‘el sudor de su frente” (p. 37).

Frente a los personajes acomodados, la autora llamaba la atención sobre aquellos


que como Antonio no tenían otro horizonte que la tierra que no le dejaban trabajar,
circunstancia que iba unida indefectiblemente al hambre de la clase campesina y
junto a ella, los sindicatos y el gobierno de la República que eran vistos como una
amenaza a la situación privilegiada de unos pocos:
“-Ojalá pudiera marcharme. Pero ¿cómo? No tengo carrera ni quien quiera
emplearme. Aquí no hay nada que hacer más que labrar la tierra y eso el que la
tenga… […] Don Jaime frunció el ceño. Siendo burgués y andaluz
desconfiaba de tales organizaciones. ¡Miren que acercarse a él al amparo de un
Sindicato…un Sindicato de trabajadores de la Tierra! […] La maldita
república como él la llamaba, pues como toda persona ‘de buen tono y alta
cuna’ era enemigo del sistema republicano de gobierno” (pp. 61 y 64).

Entrevista de la autora al periódico Excelsior, México, 29-7-1953, s. p. Archivo


1231

Nacional de Cataluña.
554

Don Jaime era otro tío de Diana, hermano de don Clemente, un hombre bien
posicionado que llegaría a tener un puesto importante a raíz del alzamiento militar.
Era completamente opuesto a don Clemente, caracterizado este como un hombre
de ciencia, una mente científica que opinaba que había cosas que importaban más
que el dinero y que había necesidades más hondas que la falta de pan. (p. 69). Así se
expresaba ante la insistencia de su hermano de que comercializase unas fórmulas
que le harían muy rico. Finalmente, claudicó y las vendió, lo cual favoreció de
manera decisiva a los intereses políticos de su hermano y provocó una espiral de
locura y desequilibrio en el anciano.
Don Jaime personificaba la posición más reaccionaria, contraria a que la situación
de miles de campesinos cambiara. En una ocasión se había reunido con tres
campesinos que clamaban por la tierra, mientras él se reía:
“No obstante, lo que le decían no era para inspirar risa. Que la situación era
grave y que los trabajadores tenían ‘hartura de hambre’.
-Es mucha hambre ya…-le repetían.
-Pues nada, yo veré a los diputados por este distrito, los reuniremos y veremos
lo que puede hacerse.
¿Los diputados…? ¿Todos…? No le creyeron. De sobra conocían las
martingalas con que el jefe político de don Jaime trataba de evadir los
compromisos adquiridos en las campañas electorales.
-Lo que querríamos que nos dijesen esos diputados amigos de usted, es cuándo
van a permitir que se repartan las tierras.
Por el rostro de don Jaime pasó un gesto de incredulidad que se convirtió en
otro burlón. [...]
Diana sintió un profundo dolor, ansias de llamarles y de estrechar sus
manos; pero se detuvo y se volvió a mirar a don Jaime, que en aquel momento
se le antojó más que nunca la personificación de la buena vida”. […]
“-Están en juego muchas cosas de interés -dijo de pronto- y necesitamos
dinero.
-¿Qué cosas?
-El orden y la prosperidad de España; el bienestar del pueblo y, sobre todo, la
propiedad privada.
-No comprendo…
555

-¡Claro! Eres mujer…-insinuó su tío como si ello fuera suficiente disculpa para
aquella ignorancia- y has vivido alejada de nuestros centros políticos; pero no
puede ocultarse a tu buen juicio, que hay gran inquietud en todo el país. […]
-Sin embargo -interrumpió don Jaime- no es posible ignorar que nos hallamos
al borde de un abismo. -Luego muy serio, agregó-: Escucha Diana, ha llegado
el momento de que hagamos algo. Se acerca la hora de que nosotros, los
hombres fuertes, inteligentes y enérgicos nos encarguemos de dirigir el país.
Para ello estamos dispuestos a los mayores sacrificios. Se trata de la sagrada
causa de España. […]
Lo único que puedo adelantarte es que hay preparado un alzamiento y se
necesita mucho dinero” (pp. 77-79 y 89-90).

Ese dinero, en el caso de don Jaime, se lo proporcionaría don Clemente utilizando


todo tipo de argucias para obtenerlo. Más tarde, Diana se enteró de que su tío era
un miembro destacado del nuevo partido político y constituía su médula
económica. (p. 126).
Poco a poco el partido al que pertenecía don Jaime logró los apoyos personales y
materiales con los que derrocar al régimen legítimamente constituido y estaban
seguros de ganar las siguientes elecciones. El tío de Diana, como quienes habían
apoyado a la Falange, creía que la República era la que había traído el hambre a
España (p. 105). La autora explicaba las razones del auge del partido, apoyado
sobre todo por “algunos magnates de la industria, banqueros, terratenientes y los
caciques pueblerinos que la República democrática había desplazado de los puestos
de favor” y muchos miembros de la Iglesia, a los que se iban sumando hombres
mediocres dispuestos a ejercer su autoridad. Otro de los atractivos de la formación
eran el fundador y el misterio que rodeaba los actos del partido. Los partidarios de
la caída de la República se mostraban seguros de reconducir al país, ya que
lograrían hacerlo apelando a todos los medios posibles, incluso la guerra (pp. 109-
110 y 127).
La Falange y las clases pudientes veían en la política que llevaba a cabo la
República un ataque a sus intereses. En la novela, su posición quedaba clara en lo
referente a la reforma agraria:
“En aquellas cartas, desde la capital, don Jaime insistía acerca de la mala
impresión que le había producido la actitud de los labradores en la entrevista
556

que con ellos celebrara en casa de don Clemente, y que correspondía a la que
según se decía estaban adoptando los campesinos de otros lugares del país.
‘Ingratos, levantiscos, soberbios…’ había dicho y luego: ‘Quieren ser los amos
y no tienen ellos la culpa sino quienes los soliviantan, quienes les prometen
que se les dará la tierra’. […] ¿Por qué no habían de tener tierra los que la
deseaban? ¿Por qué aquellos labriegos de blancas camisas y requemada piel
tenían, por fuerza, que padecer hambre? (p. 86).

Don Jaime y los suyos se oponían a estas reformas, pues les molestaban las
reivindicaciones de los campesinos y la posible nacionalización de los bancos. En el
ánimo de la gente, se había instalado la creencia de que si Falange perdía las
elecciones habría guerra. Frente a la opción conservadora, para quienes la
izquierda era “la canalla” (p. 130), se levantaba un sentimiento de adhesión a la
causa republicana que era representado por Diana, y que nuestra autora comparaba
con el amor maternal:
“¿Ella? ¿Qué podía hacer? Todo. Lo podría todo; porque súbito sintió nacer
dentro de sí una fuerza inesperada y desconocida. Una fuerza que era a la vez
tierna y firme. “Como el sentimiento maternal” se dijo. Amor de madre no por
una sola criatura, sino por algo vasto e impalpable que la hacía creerse
invencible. Ese sentimiento parecía unirla más íntimamente a Ramón” (p. 143).

La lucha por la libertad y la justicia, personificada en la República, era depositaria


de la lealtad del pueblo, que se posicionaba en la lucha por sus principios dispuesto
a dar la vida por defenderla. La autora narraba la búsqueda de armas por parte de
los republicanos, lo que de manera idéntica, era descrito por ella en su
autobiografía:1232 los ciudadanos clamaban por armas para la defensa de la ciudad
de Madrid, pero las únicas armas que tenían eran unos cuantos rifles, pistolas,
palos y piedras:
“-Es muy raro lo que pasa- le dijo el ama más tarde cuando volvió de la calle.
Todo el mundo anda loco buscando armas, sean las que sean. Con decirte que
nuestro carnicero ha ido a la Casa del Pueblo a ofrecer algunos de sus
cuchillos…” (p. 145).

1232 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., pp. 120-121.
557

En los capítulos VI y VII se producía una elipsis narrativa de varios meses, que
colocaba la acción en el desarrollo de la guerra. La autora se centraba, al comienzo
del capítulo, en los bombardeos alemanes que castigaban a la ciudad de Madrid:
“Los aviones de bombardeo alemanes, al servicio del general Francisco Franco,
hacían certeros blancos a diario en la antes risueña capital española” (p. 149). Tal
como había pronosticado uno de los personajes de la obra, Don Jaime había dado
dinero a la Falange y ya era uno de sus prebostes que se encontraba en Salamanca,
una de las ciudades bastión del ejército rebelde.
En el capítulo siguiente, el gobierno republicano ya estaba en Valencia. Isabel
Oyarzábal recreaba también la milagrosa resistencia de la capital madrileña, en la
que sus habitantes se mostraban esperanzados, a pesar de la amenaza y de la
escasez de medios para combatir. Lo cierto era que la República estaba siendo
defendida con uñas y dientes por los demócratas que carecían de cualquier ayuda de
los países extranjeros, mientras ya habían aterrizado las tropas procedentes de
Marruecos y cuyo ataque había sido impedido por el pueblo madrileño:
-Y lo estamos haciendo casi solos -exclamó-. Cierto que en todos los países
hay muchos simpatizadores con nuestra causa, miles de seres que tratan de
aliviar los sufrimientos de nuestro pueblo con envíos de comidas y
medicamentos; incluso hay quienes toman las armas y se unen a nuestras
tropas formando una Brigada Internacional y muchos de ellos han muerto;
pero ¿los Gobiernos? Salvo México, todos nos han abandonado. Es
vergonzoso el que países que se llaman demócratas, se nieguen incluso a
dejarnos adquirir las armas a las que tenemos derecho por la ley internacional”
(pp. 164-165).1233

La guerra seguía y la autora narraba el devenir del conflicto y la angustia de los


civiles que soportaban los ataques contra las ciudades, insistiendo en la ignominia
que constituyó el ataque conjunto de italianos, alemanes y el ejército franquista:
“Llegaban sin cesar a España nuevos contingentes de tropas italianas para
ser lanzadas contra el pueblo español y centenares de aviones alemanes e
italianos que asesinaban, a mansalva, a las mujeres y a los niños españoles;
pero el pueblo republicano se mantenía firme, convencido de que, porque

1233 Isabel Oyarzábal inició una gira por Estados Unidos en octubre de 1936, acompañada

de Marcelino Domingo y el padre Sarasola, con el fin de recabar apoyos para la República
española.
558

luchaba por el derecho y la justicia, no tenía más remedio que vencer, y el


enemigo quedar derrotado. Todavía esperaba que los países democráticos le
ayudarían, pero esperaba en vano. Los bombarderos extranjeros surcaban el
cielo azul dejando estelas de muerte y destrucción. La capital, como las demás
ciudades españolas gubernamentales, carecía, casi en absoluto, de defensas
antiaéreas. No quedaba, pues, más remedio para los habitantes, que confiar en
su buena suerte y guarecerse en los pocos refugios de que se disponía cuando
daba tiempo a ello” (p. 171).

A pesar de las dificultades, de la situación dramática que les tocaba vivir, de las
penalidades a las que tenían que hacer frente en el cotidiano vivir, los madrileños se
mostraban generosos y gallardos:
“Nunca como entonces, se había mostrado la gente tan generosa. Lo que era
de unos era de todos, ya fuese ropa, comida, utensilios de casa o leña. […] Los
combustibles faltaban a tal extremo que había que apelar a los medios más
primitivos e inesperados para poder guisar. Hasta estiércol seco se empleaba a
veces al objeto de conseguir una llamita sobre la que colocar el menguado y
pobre guiso. […] Admiraba verdaderamente el que dado el frío reinante, las
gentes no asaltaran las bibliotecas públicas, ni quemaran los muebles de las
casas que habían quedado abandonadas.
Los ateridos habitantes de Madrid se mostraban en verdad respetuosos con
exceso para los enseres caseros de aquellas personas que habían salido de
España, luego de poner a salvo sus fortunas, sin preocuparse de la suerte que
pudieran correr los que quedaban atrás.
A tal punto llegó, en fin, la escasez de combustible en Madrid, que tan pronto
como terminaba un bombardeo, las gentes se lanzaban a la calle para recoger
la madera, todavía humeante, de los edificios destruidos por el ataque aéreo”
(p. 172).

La autora aludía someramente a los sucesos más destacables de la conflagración,


como por ejemplo, la esforzada resistencia republicana en el Ebro y anunciaba más
adelante la pérdida de posiciones del ejército leal, exhaustas ya las fuerzas. La
derrota era ya casi un hecho:
“Has de saber que el enemigo está avanzando rápidamente en Cataluña y, al
paso que van, estarán en Barcelona en seguida. Nuestra gente está extenuada.
559

¡Dios! ¡Hay que pensar en lo que están aguantando en ese frente del Ebro. Y
resisten todavía; pero ¿qué más se va a hacer sin medios, sin artillería ni
aviación?” (p. 193).

Finalmente, Barcelona, que era, sin duda, uno de los últimos bastiones
republicanos, cayó en manos fascistas. A la derrota se unió el bloqueo de armas en
la frontera francesa, lo que provocó que la lucha fuera aún más desigual e injusta:
“Ramón se hallaba en Albacete cuando llegó allí la noticia de la caída de
Barcelona. Comprendía que, con ello, la situación se agravaba mucho, pero no
creía que, necesariamente, hubiese de ser el fin de la guerra. Madrid y Levante
podían resistir, por lo menos, seis meses más, siempre que los leales recibiesen
las armas y aviones que Francia tenía detenidos en la frontera” (p. 207).

En este punto, se narraba uno de los capítulos más dramáticos de la novela,


protagonizado por Ramón. Se hallaba en Valencia, donde estaba previsto que
llegara un vapor para trasladar y poner a salvo a los republicanos que allí se
encontraran. Sin embargo, no quedaba claro si víctimas de una encerrona o,
simplemente, un golpe de mala suerte, los cientos de republicanos que esperaban en
el puerto, habían sido sorprendidos por los fascistas:
“La masa de aglomerados en los muelles retrocedía empujada por la
vanguardia de insurrectos. Ramón se levantó sobre la punta de sus pies. En
vista de que aún le faltaba altura se encaramó sobre unos bultos que había allí
cerca. […] Sí; allí estaban las banderas y pendones falangistas cercando a los
fugitivos a retaguardia y ante ellos el mar… Solo el mar. Un mar sin
barcos…innavegable para quienes no disponían de más embarcación que la
forjada en su imaginación por esperanzas y deseos.
‘He caído en una trampa’, se dijo Ramón” (pp. 220-221).

Cuando la derrota fue un hecho, la siguiente maniobra de los facciosos fue la


persecución y el intento de exterminio de aquellos que habían luchado
legítimamente por un sistema político elegido por el pueblo. La represión de los
fascistas causó horror en la prensa extranjera:
“Una de las obligaciones de Sagrario, dentro de la organización, era la de
leer la prensa extranjera y no tardó en darse cuenta de que, incluso los
periódicos que habían simpatizado, en un principio, con el movimiento, se
560

mostraban ahora más que parcos en sus comentarios. Muchos de ellos no


ocultaban el horror que les había causado la bárbara represión de la Falange.
Aseguraban que cientos de miles de hombres, mujeres y niños se pudrían en
las cárceles del país y que el número de ejecutados aumentaba diariamente.
Y…es verdad…-se decía Sagrario con infinita angustia” (p. 271).1234

Por otro lado, la represión falangista incluía la prohibición de la salida al


extranjero para evitar que se revelase la verdadera situación de España. Además, la
policía alemana tenía el cometido de detener a los republicanos españoles.1235 Así
las cosas, muchas personas, incluidos monárquicos e incluso aquellos que se habían
unido a la Falange antes de la conflagración, se mostraban indignados e
intranquilos ante los acontecimientos:
“Le aseguró que el descontento contra el régimen ‘cundía’ incluso entre los
monárquicos, los que se mostraban indignados de que España hubiera sido
‘vendida a Alemania’ y de la presencia de las tropas marroquíes “guardando el
orden”. […] ‘Sagrario estaba en la Falange por un ideal: …y los que, como
ella, se habían sumado a la Falange a impulsos de un ideal, iban quedando
desplazados’. […] Sí, era verdad… Tal vez pensaba buscando disculpas, en un
principio fuese necesario aquel rigor, pero después ¿por qué? Ella lo achacó a
los nuevos. A los que se habían afiliado al Partido después de la victoria y
faltos de toda razón procuraban mantenerse a horcajadas sobre el pueblo
mediante los más espantosos castigos; destruyéndolo todo, hundiéndolo todo y
con sus actos proclamando la derrota de un sistema que tantas seguridades de
prosperidad y dicha había ofrecido a sus adictos. ¿Dónde estaban esa
prosperidad y esa dicha? Ciertamente no en las cárceles; ni en las casas
abandonadas, ni en los hogares deshechos, ni en el corazón de los fugitivos, ni
en los miles y miles de niños que, por todas partes, atronaban los oídos de las
gentes pidiendo a gritos pan…pan…pan” (pp. 271 y 285).

1234 Tanto Isabel Oyarzábal como Constancia de la Mora ejercieron como periodistas,
traductoras y corresponsales a favor de la II República. Vid. I must have liberty de nuestra
autora, Mora, C., de la, Doble esplendor, op. cit., Quiles Faz, A., “Dos mujeres modernas…”,
art. cit., pp. 93-117.
1235 Oyarzábal Smith, I., En mi hambre…, op. cit., p. 285: “Como que parece ser -añadió en

voz baja- que los que detienen a los republicanos y los mandan matar son los de esa policía
alemana que no sé cómo les llaman.”
561

Tras la derrota y debido a la terrible represión, se instaló en el pueblo un


sentimiento de angustia y desasosiego: cualquiera podía ser denunciado por el
vecino. La delación era frecuente, no solo realizada por falangistas sino por
aquellos que, movidos por el miedo, intentaban así salvarse a sí mismos. Las
detenciones se realizaban de madrugada, lo cual aumentaba el grado de angustia:
“Las tres de la madrugada… La madrugada… hora fatídica… en la que solía
sacarse a los republicanos de sus casas para fusilarles” (p. 318).
Tales prácticas hacían que los ciudadanos, movidos por el pánico, se forjaran una
identidad ficticia, que apoyaba a los falangistas en público, a veces, de una manera
rayana en el fanatismo, mientras escondían a familiares republicanos en casa. Este
es el caso de una de las vecinas de Diana, Valeriana, que escondía a su hijo herido.
Incluso Diana se planteaba la posibilidad de acudir al desfile triunfal en Madrid
para no levantar sospechas:
“¿Qué le importaba a Valeriana que fueran o no fueran al desfile y a qué
venía aquella intromisión en los actos de Diana? ¿Sería que tenía el encargo de
enterarse quién iba y quién no a ver el desfile? ¿Convendría, quizás, hacer acto
de presencia en la Castellana? Consultaría con alguna vecina de los interiores”
(p. 267).

A pesar de todo lo anterior, y sin duda, imbuidos de un elevado espíritu, los


republicanos no se achantaron y, como sabemos, poco tiempo después de la derrota,
ya se estaban organizando para oponer resistencia a la barbarie franquista. Los
republicanos henchidos de esperanza y coraje no dudaron en seguir luchando
aunque tuvieran ser sacrificados, en pos de un futuro mejor. Otros, dada la terrible
represión que estaban sufriendo, decidieron marchar al exilio:
“-No sabes cómo nos estamos organizando -prosiguió el otro sin darse
cuenta de las sospechas de Ramón-. Todo el mundo está ocupando su puesto…
hay que salvar a los compañeros que están pudriéndose en las cárceles. Y a lo
mejor expuestos a morir. Tú no puedes faltar, Ramón… Tú no faltaste nunca
en tu puesto… […] Tú, por lo visto, no te has dado cuenta de lo que hay…-
siguió diciendo el agente-. La represión es terrible, pero a pesar de todo -sus
ojos brillaron y añadió con firmeza-: a pesar de todo seguiremos hasta vencer.
[…] Algunos de nosotros tendremos que ser sacrificados -siguió diciendo el
hombre-. Pero, ¿qué importa eso? Los que vengan detrás, como tus hijos si los
tienes, y los míos, gozarán del fruto de nuestro esfuerzo” (p. 336 y 337).
562

Estas palabras fueron pronunciadas por un conocido de Ramón en el tren que


Diana, que estaba embarazada, y él habían tomado con destino a Portugal y
posteriormente a México, operación para la que les había facilitado el camino
Sagrario, arreglándoles la documentación pertinente. Precisamente, fueron estas
palabras las que hicieron que la acción diera un giro insospechado y Ramón
decidiera quedarse en España a luchar, no sin antes convencer a Diana de que
siguiera el camino que habían planeado por el hijo que esperaban. Ya en otro
momento de la novela Ramón se había planteado la posibilidad de huir o quedarse a
luchar:
“Podría ocultarse quizás, pero ¿con qué objeto? ¿Para vivir como un animal
perseguido? Huir significaba sumarse a las legiones de refugiados que vagaban
por el mundo: hombres sin patria y sin nombre; o acabar, quizás, en un campo
de concentración. Ser detenido o muerto en España sería tal vez lo menos
intolerable, pero, en todo caso, no tenía derecho a ofrecerle ninguna de las tres
posibilidades a Diana, ni mucho menos, comprometerla a ella también” (p.
188).

Esta disyuntiva había sido expresada con anterioridad por la autora respecto a su
propia vida en Rescoldos de libertad, pues había experimentado la sensación de que,
de alguna manera, los que se habían marchado habían abandonado la lucha aunque
esta hubiera sido infructuosa:
“Nosotros y todos los que escapamos vivos y libres hemos tenido que pagar un
alto precio. Durante años no se nos ha permitido habitar en nuestra tierra
natal. Algunos nunca volverán. Pero el más alto precio es el sentimiento,
latente o activo en nuestros corazones, de que abandonamos a España”.1236

Fue Sagrario, la hermana de Ramón, la que comunicó a Diana su muerte tiempo


después. Ella y Diana se instalaron, finalmente, en México para empezar una nueva
vida:
“Ella no había sabido nada hasta después de cometido el asesinato que se
pretendió disimular bajo los conceptos de siempre: ataque a la Guardia Civil e
intento de fuga. Ni siquiera ella había logrado saber el lugar del

1236 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de Libertad, op. cit., p. 96.


563

enterramiento. ‘En una barranca con otros’, le habían dicho unos confidentes y
en seguida su propia salida de España para preparar a Diana y acompañarla
para su futura residencia en México.
Poco tiempo después se instalaban Diana y Sagrario en la bella y luminosa
capital del único país del mundo que había mantenido y seguía manteniendo
las leyes internacionales en lo referente al conflicto de España. ¡México!, sí;
¡México! Allí había dicho Ramón que fueran… allí donde quería que naciera lo
que él había depositado en sus entrañas. ¡Su hijo! Y así fue…” (p. 347).

Por otro lado, los personajes de la novela están perfectamente dibujados y, entre
ellos, es destacable la figura de Sagrario, miembro de la Falange, movimiento
político que merecía toda la repulsa de la autora 1237 y que, sin embargo,
personalizado en la hermana de Ramón, se humaniza y adquiere significación al
contraponerse a la figura de Ramón quien sostenía ideas totalmente antitéticas a
las de su hermana. De alguna manera, Sagrario ahondaba en la idea de la guerra
fraticida.1238
Sagrario aparecía en escena en la segunda parte de la novela para ayudar a su
hermano, pues dada su posición dentro del partido, podía ofrecerle cierta cobertura
para no ser descubierto por los correligionarios del movimiento, quienes eran sus
propios compañeros. Se sentía consternada por la terrible represión que sufría el
bando republicano después de la derrota, puesto que la prosperidad que habían
prometido los dirigentes del partido se había esfumado y solo existía miseria y
destrucción. Sagrario se mostraba avergonzada de lo que ella llamaba “el fracaso de
la victoria” (p. 272). Aún así no culpaba exclusivamente a los “directores del
movimiento”, sino a la policía alemana que infligía crueles escarmientos a los
derrotados. Para Sagrario, la Falange se había fundado para servir al país y
confesaba que muchos de los afiliados a la causa se habían apartado de ella y otros
muchos la habían traicionado (p. 328). Tal era su descontento, que Ramón le pidió
que les acompañara al exilio:
“-Pero ¿para qué quedarte aquí? El movimiento ha fallado Ha fallado -
añadió- desde el punto de vista tuyo. Nada de lo que hoy se hace aquí es lo que
esperabas. El día menos pensado, España se ve envuelta en una guerra

1237 Véanse los capítulos V, XIII y XVII de Rescoldos de Libertad.


1238 Oyarzábal Smith, I., En mi hambre…, op. cit., pp. 230 y ss.
564

mundial y el yugo extranjero la estrangulará más. ¿Por qué no te vienes?


Diana y yo te necesitamos” (pp. 316-317).

En el personaje de Sagrario la autora personificaba, en cierto modo, las


reivindicaciones femeninas de la época:
“-Y la otra hermana de la señorita Luisa, ¿se casa también?
-¿Quién, Sagrario? No. Ella gusta de otras cosas. A mí no me sorprendería el
que resultase escritora o diputada; ya sabes que ahora pueden serlo las
mujeres.
-¡Ah, sí! por la República -replicó el ama.
-Por todos, ama, por todos. La Iglesia no se opone a que las mujeres se
dediquen a la política y voten y todo” (pp. 106-107).

Así aludía nuestra autora a la concesión al voto de la mujer y la pugna de los


partidos en la campaña electoral:
“Y no tuvieron que esperar mucho para poner en práctica el derecho al
sufragio que la República había concedido a la mujer. En Madrid la
convocatoria de elecciones había creado un ambiente de excitación rayano en
histerismo. Luchaban, de un lado los partidos de tendencia izquierdista y
liberal agrupados en un frente común; del otro, los de la derecha, todos unidos
también. Se sucedían los actos y manifestaciones políticas de toda índole;
llovían las candidaturas repartidas por las juventudes de los dos bandos, unas
veces a mano, otras en autos y, por las derechas que tenían más dinero, desde
el aire por medio de un avión alquilado al efecto. Carteles multicolores eran
colocados en cuantos muros y rincones se tenían al alcance. Los de las
derechas, más agresivos que los otros, hasta revelaban amenazas que no
ofrecían garantías de paz para el porvenir. Las izquierdas se manifestaban de
forma más equilibrada, pero no menos firme” (p. 128).

Por último, la mayor preocupación de Sagrario era el hambre que había dejado la
guerra, el hambre que representa el tema principal de la novela:
“Sagrario tenía, por fuerza, que saber que la deuda contraída con los
alemanes y los italianos era causa de la horrenda pobreza y hambre de los
españoles. […] Lo que más me preocupa es el hambre -exclamó Sagrario
disponiéndose a marchar-. El hambre y el odio. ¡Si supieras lo que sufro viendo
565

lo que veo en torno mío! Tratando de aliviar a unos y a otros y no provocando


más que resentimiento. A veces se me antoja que esos sentimientos son como
una marea que va subiendo cada vez más y que pretende ahogarnos. Es el odio
de los hombres que no tienen trabajo y el de las mujeres que no encuentran
que dar de comer a sus hijos, y el de los niños mismos que creen que nosotros
tenemos la culpa de que no haya pan ni leche, ni nada” (p. 307).

Tal como ya se ha consignado, para Isabel Oyarzábal, el hambre era la causa que
hacía avanzar el mundo y esta se manifiestaba en múltiples facetas, muchas de las
cuales están representadas en cada uno de los personajes de la novela:
“Diana le dejó ir sin decir palabra. Se había marchado con su hambre. ¿Sería
verdad lo que había dicho?... Sí… era cierto que las gentes padecían de afanes
y hambres distintas… Los labriegos de Alhaurín tenían hambre de pan,
Antonio de tierra, don Clemente de ciencia. Jaime de poder y Lucas de dinero.
¿Y Lucila? Lucila estaba hambrienta de amor carnal. ¿Ramón? Antonio lo
había dicho. Ramón estaba hambriento de justicia y quizás Sagrario
también…a su manera; en cambio otras personas que estaban hartas, solo
tenían miedo, como tía Dolores y sus hijas y muchas más. ¿Y ella?, Diana ¿de
qué tenía hambre?
Aquella extraña sensación dolorosa que con frecuencia experimentaba ¿a qué
obedecía? Era hambre de Ramón o de otro ser más vago, impalpable. Un ser
que podría provenir de Ramón. Ser él y no él…Diana no quiso en aquel
momento pensar más en ello” (p. 159).

Efectivamente, en el grupo de personajes secundarios, Don Jaime tenía hambre


de poder, Don Clemente, hambre de ciencia, Lucila tenía hambre de pasión por
Eladio, quien era precisamente, el único personaje que no parecía tener hambre de
nada. Hijo de Don Clemente, era un tipo anodino que vivía sin trabajar y aunque
no era, en absoluto, un personaje pasional, sucumbía a la pasión que por él sentía
Lucila, la mujer casada con su padre.
El retrato que la autora hacía de Lucila era preciso. Casada con Clemente por
conveniencia, era mucho más joven que él y, debido a su escasa educación, no había
sido aceptada por la sociedad malagueña y no se le había permitido alternar con
señoritas educadas en el extranjero quienes formaban el núcleo de amistades de
doña Dolores, hermana de Clemente en Málaga (p. 29). En una de sus
566

conversaciones, la propia Lucila le contaba a Diana cuáles eran sus sentimientos


hacia Eladio y la situación en la que se encontraba por estar casada con un hombre
anciano y que, por otro lado, le prestaba nula atención:
“No fue culpa mía el que me casaran con un viejo. Mi padre me obligó a ello
y yo tuve que obedecerle. No fue mía la culpa ni la tuya tampoco al casarte con
quien te casaron. Tú quizás no te hayas dado cuenta aún de lo que has
perdido… tal vez algún día te enteres como me he enterado yo… Ahora que
no pienso seguir como hasta aquí… ¿Lo oyes?” (p. 81).

Finalmente, saciada su hambre de pasión, surgía en ella un terrible sentimiento


de pánico, lo cual era, precisamente, otra de las tesis que defendía la novela y que la
autora ponía en boca de Antonio:
“¿Cambiar…? ¡Ah…sí! Estaba claro. Clarísimo. Antonio tenía razón. Lucila
ahora sentía miedo. Miedo a todo; a Clemente, a las bombas, a los tiros, porque
había saciado su hambre por Eladio” (p. 170).

Otro personaje digno de mención es Vicenta, la nana de Diana que llegaba a ser
una segunda madre para la protagonista. Vicenta se podría comparar con el
personaje de doña Rosario en El sembrador sembró su semilla y representa la figura
maternal y cierta sabiduría popular, junto a la tozudez que en ocasiones adornaba a
este tipo de mujeres de gran carácter y escasa formación.
Otro de los personajes más destacados y que más simpatía provoca en el lector es
Antonio, por su verdad y la sabiduría de sus palabras y gestos. Era Antonio quien
explicaba la tesis de la novela:
“En mi escasa sabiduría he llegado a la conclusión de que no hay más que
una cosa en el mundo que haga valientes a los hombres. Y a las mujeres
también. Una cosa que nos empuja hacia adelante sin temor y hasta sin pensar
si se podrá perder.
-¿Y qué es eso? -preguntó Vicenta que asistía a la conversación y estaba
deseando meter el cuezo.
- Pues es…el hambre…
-¡Ave María!... ¿El hambre? ¡El hambre mata, Toñico!- exclamó Vicenta.
-No; el hambre nos empuja para adelante y sólo cuando queda satisfecha se
siente miedo. ¿Por qué están siempre asustados los ricos y los que están
hartos? Pues porque no tienen hambre. En cambio el hombre que no tiene que
567

comer se expone a todo. […] Sólo que… -añadió Antonio- hay muchas
hambres. Y no es la peor la que pide de comer. Yo, por ejemplo, no le pondría
la mano encima a nadie por llenarme la barriga. En cambio, cuando pienso en
la tierra me vuelvo loco. […] Y mientras las gentes tengan hambre, habrá
lucha y habrá odio-prosiguió-porque hay hambres que pueden quedar
satisfechas, pero otras… […] -Si quedaran satisfechas todas las hambres… -
¿Y cuándo será eso, señorita Diana? Si llegase ese día no se lucharía porque
habría justicia y el hambre de justicia es la que más hace sufrir de todas. Eso
tardará en llegar pero cuando sea se lo deberemos a los que han sabido mandar
en su hambre. A los que no traicionaron su conciencia. A los que fueron más
grandes y más fuertes que su hambre y porque no se entregaron a ella y no se
quedaron hartos, no tuvieron nunca miedo” (pp. 157 y ss).

De Antonio se puede destacar su amor por la tierra: su hambre de tierra, para él


más intensa y digna de lucha que el hambre física. Incluso la constante analogía
que Isabel Oyarzábal establecía entre la tierra y la mujer, también era puesta en
boca de Antonio, cuando comparaba la tierra sin trabajar con la mujer infértil. Ello
está relacionado con la convicción de la autora de que el poder patriarcal era
corrupto y peligroso para la tierra y para la mujer:1239
“Dirigiéndose otra vez a su padre- ¿Usted cree en Dios padre y a cuenta de
Él pone usted cuanto nos ocurre, pero ¿es que si existiera iba a consentir que
la tierra que dice usted que Él nos da, se secase año tras año, como el cuerpo
de la mujer que no ha podido tener hijos…?
Hermano Juan musitó algo ininteligible” (p. 34).

Más allá de su amor a la tierra, Antonio pertenecía a la tierra, como lo


demostraban estas palabras que le dirigía a Ramón:
“-No se preocupe usted, don Ramón. Sólo le pido que usted piense alguna
vez en nosotros. Estos años atrás, en que hemos trabajado juntos, han sido
buenos, a pesar de todo. Buenos, porque se defendía una buena causa; pero
hace algún tiempo que yo… me vengo sintiendo así como fuera de lugar.
Como si el sudor que me caía de aquí -dijo tocándose la frente con sus manos
nervudas- y mojaba nada más que papeles, debería de estar cayendo sobre la

1239 Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal…” art. cit., p. 93.


568

tierra. Para la tierra nací y no puedo desapartarme de ella, ni tampoco de mi


padre. Debe de estar muy acabado el pobre abuelo” (p. 217).

Antonio, una vez que comenzara la guerra, se convirtió en un leal compañero de


Ramón y un contumaz defensor de los republicanos, debido a lo cual fue finalmente
asesinado:
“En Jaén…al aire libre…regando con su sangre aquella tierra que tanto
quería… aquella tierra pálida de sed y ahora enrojecida por sus venas abiertas
violentamente” (p. 305).

Ramón, el protagonista masculino de la novela y miembro de una familia


acomodada, era juzgado continuamente por sus ideas por parte de su familia y
conocidos, pero explicaba cuál era la finalidad de estas y su concepción de la
política y la justicia social:
“Y es natural, ¿quién le manda meterse en política con quienes lo hace, ni
qué le importan ciertos problemas a hombres de buena posición como él? […]
Pues bien, mis ideas, esas terribles ideas que se me achacan no tienen más
finalidad que la de ayudar a que pueda implantarse un régimen de justicia que
acabe con toda esa miseria. Para ello he ingresado en un sindicato de
trabajadores. ¿Es que voy a negarme a ayudar a los que padecen? ¿Desearías
tú que me negara? La gente tiene hambre. Necesita comida, tierra y escuelas, y
no conseguirán nada si no luchan. ¿Te parecería bien que yo, sabiendo de lo
que carecen no me uniese a ellos y los dejase luchar solos?” (pp. 79 y 119).

Ramón había conocido a Diana después de haber salido esta del internado y había
iniciado una relación que era mal vista debido a sus ideas. Como sabemos, la pareja
había roto y vuelto a encontrarse tiempo después de que Diana hubiera enviudado.
Ambos siguieron unidos hasta el final de la vida de Ramón, aunque muchas veces
separados por la lucha política del protagonista. El hambre de Ramón era hambre
de justicia, libertad y humanidad:
“-Te diré- contestó Ramón, luego de reflexionar- lo que siento por ellos y
por ti es en cierto modo lo mismo y al propio tiempo diferente. No sé
explicarme bien. Cuando de ti se trata, eres toda tú, tu alma y cuerpo lo que
deseo. Cuando pienso en…-dijo remendando la frase de Diana- ‘esa gente’ lo
que me embarga, lo que me domina y corroe el corazón es su hambre” (p. 120).
569

Para Ramón, Diana se hallaba entumecida por todas las ideas que le habían sido
inculcadas. Sus palabras se podrían extrapolar a la mayoría de las mujeres de la
época:
“-No sé lo que me pasa- murmuró Diana.
-Yo sí. Estás toda tú hecha un nudo. Has tenido atado el cerebro, la voluntad y
el corazón a la voluntad, el cerebro y el corazón de otras personas, y el único
remedio es que te desligues totalmente de todas ellas.
-¿Yo?
-Si nadie puede hacerlo por ti, ¿por qué permites que seres ajenos traten de
imponer su criterio al tuyo? Nadie sino tú puede ser responsable de lo que
hagas” (p. 118).

Ramón protagonizaba dos episodios que constituían sendos sucesos dramáticos


dentro de la trama de la novela. En el primero leemos la espera agónica de Ramón
del barco que habría de rescatar de la muerte segura a cientos de republicanos en
un muelle del puerto de Valencia. En este momento de duda reflexionaba si huir o
quedarse luchando, aunque finalmente la realidad resolvería por él:
“Mientras hubiese algo en el mundo que valiese la pena salvar, había que
quedarse en él. Y había mucho que arreglar… Mucho… Lo peor era el horror
con que se enfrentaban en el momento aquel. Era inútil el pretender ignorarlo.
Miles de seres leales y buenos serían encarcelados y muertos y… ¡Ese
barco…!” (p. 220).

En ese momento, Ramón fue retenido y sospechaba que sería fusilado junto con
otros de los republicanos que esperaban a un barco que nunca llegó. Quiso hacer
llegar a su familia el reloj de su padre y preguntó cómo y, por fortuna, al nombrar a
Don Jaime de la Vega, marido de su hermana, fue liberado inmediatamente.
Este hecho, junto con el sentimiento de derrota por la pérdida del último bastión
republicano en Valencia, provocó una reacción entre la aflicción, el coraje y las
ganas de lucha por la libertad. Este sentimiento podría extrapolarse a todos
aquellos que habían luchado por ella:
“Con ímpetu arrollador surgió de pronto dentro de su ser el instinto de
conservación. Había escapado hasta entonces; pues bien, afrontaría lo que
fuese, lucharía, se defendería y lograría, tal vez, la libertad. ¿La libertad?
570

Aquella palabra trajo consigo el recuerdo punzante de los que, hasta hacía
poco tiempo, habían estado con él y habían seguido su camino hacia la muerte.
¡Ah, no! Aunque él se salvara no podría ser feliz nunca ya. Nunca; porque no
serían ellos los únicos; había cientos y cientos de miles, los que por diversos
caminos serían conducidos a los campos de la muerte. ¿No sería preferible
morir también? No tener que seguir viviendo con el peso de tales recuerdos”
(p. 249).

El segundo episodio dramático que protagonizaba Ramón en la novela es aquel


en el que acompañaba a Valencia a la mujer embarazada de un compañero para que
se reuniera con él. Finalmente asesinaban al compañero y la mujer y el niño
morían. La autora hacía una analogía en este punto de la historia entre la muerte
de Soledad, que así se llama la mujer, y el ocaso de una República agonizante:
“-Está acabando.
Ramón se apartó de su lado y se aproximó al lecho. Suavemente oprimió las
manos de Soledad que reposaban sobre las sábanas.
-Sole.
Los negros ojos de la muchacha se abrieron desmesuradamente; pero Soledad,
evidentemente, no le veía. Su quietud era tan intensa que Ramón sintió
sobrecogido el ánimo. A una indicación suya una de las mujeres se acercó.
-Otro desmayo -dijo-; pronto, un poco de coñac.
-¿Para qué?- Contestó la otra-. Si es cuestión de minutos” (p. 214).

Ayudado por su hermana Sagrario, después del fallido intento de huida en


Valencia y después de haber formalizado su situación con Diana, Ramón había
trazado un plan para esquivar a la Falange. Se escondió en casa de Diana, mientras
Sagrario le proporcionaba un salvoconducto con el fin de que ambos huyeran a
México. Como hemos visto, Ramón decidió, en el último momento, regresar para
continuar la lucha y reconquistar la libertad, renunciando a un nuevo comienzo con
su familia y enfrentándose a una muerte segura:
“Diana vio cómo Ramón se apeaba del tren con la dignidad de aquellos que
mandan en su hambre: ¡Qué derecho y erguido estaba…! Como quien es dueño
y señor de algo. ¿De qué? ¡Ah, sí! Ya lo dijo Antonio… Dueño de su
hambre…” (p. 342).
571

Diana es el otro personaje protagonista. En primer lugar, se enamoró del hombre


equivocado, porque, a pesar de su posición acomodada, poseía unas ideas poco
convencionales. Después de los obstáculos que encontró en el noviazgo con
Ramón, Diana se había visto impelida a casarse, pues en el pueblo a los veinte años,
la mujer era considerada “mocita vieja”.1240 En este sentido, en muchos pasajes de
la novela se identificaba a la mujer con la tierra y se contraponían los calificativos
fértil/estéril, siguiendo los postulados del esencialismo biológico que tanto
predicamento tuvo en la época de la autora y por el que la mujer, por ser creadora
de vida era “tierra viva” y que Isabel Oyarzábal utilizaba para reivindicar el
importante papel de la mujer en la sociedad.1241 Ya al principio de la obra se ponía
de manifiesto este hecho: “Era una tierra llena de promesas. Hambrienta; pero no
estéril. Como aquellas mujeres junto a la fuente: fecundas; pero necesitadas, llenas
y vacías a un tiempo” (p. 77).
Diana tenía, como casi todos los personajes de la novela, hambre. En su caso era
hambre de maternidad, un hecho que se hacía recurrente en el desarrollo de la
historia y que fue saciada cuando tuvo un hijo de Ramón:
“Lo ocurrido aquella tarde había sido como un aldabonazo a su sensibilidad,
¡aldabonazo que la dejaba entrever horizontes tétricos y tristes de hambre!
¡Hambre en Antonio y otros del pueblo, hambre en Lucila, hambre en ella
misma! En ella sí; porque ¿qué otra cosa, sino hambre de algo que no sabía
definir, era aquella sensación de vacío que sentía dentro y que las palabras de
su tío habían hecho subir a flor de tierra en un rebrotar de ansias y deseos
vagos, en los que parecía anegarse su razón? […] No es hambre de comida.
Es hambre de lo que llevan o han llevado en las entrañas otras mujeres:
Justina y las mujeres de Alhaurín y Socorro y Soledad… Sí, Soledad, la que va
por la carretera con Ramón y con el niño que va a tener. […] Sí… lo que he
deseado hasta sentir hambre de él, está aquí…dentro de mí. […] Ya no estoy
vacía -se dijo recordando a las mujeres aquellas de Alhaurín que esperaban que
se llenasen sus cántaros junto a la fuente del pueblo, en la calle de los Reyes-,
ya no tendré hambre -se dijo-, ya no estoy vacía” (pp. 83; 182; 313-314).

1240 Ibidem, p. 49. Sobre la visión de la solterona en la sociedad de la época, véase Quiles

Faz, A., “Soltera tenía que ser: una imagen…”, art. cit. pp. 185-201.
1241 Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal…”, art. cit., p. 11 y ss.
572

Pero Diana sufrió también en propia carne el hambre física en los peores
momentos de la guerra en Madrid y observó, conmovida, cómo quienes la
rodeaban, padecían más hambre aún:
“¿Que qué hay…? -contestó Diana con pasión- ¡Hambre… ama, hambre…!
¡Solo que tú no te das cuenta! […] ¡Qué espantoso tener esa hambre! -dijo
Diana mientras los beneficiados por su generosidad se retiraban a toda prisa”
(pp. 299 y 341).

Diana, como cualquier madre, se mostraba preocupada por el futuro de su hijo y


se lamentaba de que su hijo tuviera que de crecer lejos de una tierra, que era por
derecho, suya:1242
“¿Qué diría ese ser cuando creciera y se enterase de que la tierra y la bóveda
eran suyas? Ambas cosas le pertenecían por ley de herencia. Había sido
concebido en España eran suyas como de los demás españoles, aun cuando a
veces pareciera como que no era así; aun cuando, a veces, tuvieran que
contentarse, como Antonio, sólo con un montoncito de tierra y nada más. ¿Y
él? Ramón y Diana se marchaban, abandonaban sus derechos y quizás ni
siquiera les quedaría como a los muertos, ese montoncito de tierra bajo el cual
dormir” (p. 333).

El exilio para Diana, como para tantos y tantos hombres y mujeres suponía la
libertad, pero también la pérdida de identidad y raíces: “Claro es que, en su caso,
esa libertad no suponía el volver a lo suyo. Significaba el destierro” (p. 328).
A pesar del dolor, los exiliados mantendrían la esperanza de volver a la tierra por
la que lucharon. Sagrario estaba convencida de que su hermano volvería algún día,
“España necesita de hombres como él” (p. 328). Y así, en el párrafo final de la

1242En este sentido, Soledad, la otra madre de la historia, con gran dignidad, expresaba, al
igual que lo hiciera la autora en su autobiografía, sus temores por el incierto futuro del hijo:
“-¿Mi hijo? ¿Este?- dijo golpeándose el vientre-. No quiero tenerlo. ¿Lo oyes? ¿Crees que
merece la pena tener un hijo para que lo maten? Te digo que no quiero tenerlo. No
quiero…no quiero…” Ibidem, p. 208. Texto que se podría comparar con I must have liberty,
donde la autora recordaba los sentimientos que le había inspirado el nacimiento de su hija
Marissa: “Solía mirar a la cunita con su pequeña ocupante y pensaba que, como mujer, mi
niñita tendría que superar, quizá, grandes pruebas. Tendría que sufrir el dolor para dar
vida, pero, al menos no estaría obligada a perder su vida para dar muerte a otros en la
guerra.” Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 69.
Pero Soledad, el personaje más desafortunado y desposeído de la novela, también alude a
la dignidad que todo ser humano debe tener: “¿Tú crees que está bien que algunos tengan
nombre y otros no?” (p. 190).
573

novela, la propia Diana se mostraba convencida de su vuelta a España, aunque solo


volvería para reencontrarse con los que habían sido “dueños de su hambre”:
“Había algo que iba dentro de ella y que, algún día, con ella volvería a
España y a Ramón…y a todos los hambrientos…Pero…no, no a todos. Los
que no habían sabido ser fuerte. Los que no habían sabido mandar en su
hambre como don Clemente y Lucila, y Lucas y Eladio, y don Jaime y muchos
otros, no estarían allí. Por lo menos no estarían como pueblo. Ella solo se
encontraría a Ramón y a Valeriana, a Soledad y a su hermano, a todos los que
habían sabido ser amos de sí mismos, los que habían mandado en su
hambre…Ella también…Ella llevaba su hambre dentro de sí…dentro…muy
dentro; y la estaba cuidando, atendiendo, dándole vida…” (p. 342).

11.2.1. Recepción de la obra


Fueron numerosas las reseñas aparecidas en prensa tras la publicación de En mi
hambre mando yo. De ellas destacamos aquellas que aportan alguna crítica relevante
acerca del argumento o de los personajes. La primera en la que nos detendremos es
la que apareció en el periódico España Libre de Nueva York el 4 de marzo de 1960.
Bajo el epígrafe, “Un buen libro. En mi hambre mando yo” el periodista realizaba
uno de los más profundos análisis publicados en la prensa. En él, afirmaba que la
obra “transpiraba humanidad”, de cuantas se habían escrito sobre la Guerra Civil
era la más “ponderada, centrada y fecunda” y catapultaba a su autora como una de
las mejores novelistas de la época. De ella, destacaba los personajes de Antonio,
Diana y Ramón, aunque no le quitaba mérito a la construcción del tipo de señorito
andaluz, personificados en Eladio, don Clemente o don Jaime. Finalmente,
aseguraba que el libro estimulaba, aleccionaba y estaba escrito con la corrección y
buen gusto del que hacía gala la autora por su sensibilidad y formación
intelectual.1243
El 4 de agosto de 1959 se celebró en el Ateneo Español de México un homenaje a
nuestra autora con motivo de la publicación de En mi hambre mando yo. En él tomó
la palabra el doctor Joaquín d’Harcourt, quien después de elogiar la figura de Isabel
Oyarzábal, ponderó la novela que les había reunido, cuyo lema explicaba la
dignidad y tragedia de un pueblo acorralado, pero nunca vendido ni conforme y

1243Bersandin, Cuadernos, México, marzo-abril 1960, s. p.; El Nacional, México, 21-6-1959,


s. p.; Excelsior, México, 26-6-1959, s. p. Las reseñas se hallan en el Archivo Nacional de
Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario núm. 687, Registro 1812.
574

destacaba el valor humano de los personajes de una obra que debía ser leída por los
desterrados como “recordatorio espiritual, como un revulsivo que haga tengamos
presente lo que no debemos olvidar.”
En una reseña posterior se daba cuenta del homenaje en el que la autora había
agradecido con unas palabras las del doctor d’Harcourt y se enumeraban a los
asistentes al acto: José Luis de la Loma y esposa; el ingeniero Felipe C. Mauriño,
Arturo S. de Calzada y esposa, Luis de Tapia, Daniel Tapia y esposa; Álvaro
Custodio, doctor José García Borrás, profesor Manuel Castillo e hijos: Hernández
Barroso, Manuel Díaz de Lizaúr y esposa; licenciado Manuel Álvarez del Río,
doctor Acosta y esposa: doctor Palencia, doctor Alaña Hez, Bernardo Giner de los
Ríos, doctor Somolinos y esposa y otros muchos.
Las reseñas de la obra coincidían en destacar la humanidad de los personajes, así
como la emoción y la vida que surgían de las páginas de la novela. También se
subrayaba que el argumento de la novela mostraba la retaguardia de la guerra, la
vida de aquellos que habían sufrido su desarrollo y consecuencias y que la
importancia de la novela radicaba en el hecho de mostrar la lucha de un pueblo, y
aunque escrita veinte años después, una lucha que no debía ser olvidada.
En la misma línea se expresaba la reseña aparecida en el Suplemento de El
Nacional en la que se destacaba que la obra constituía una acusación contra el
régimen que esclavizaba a España. También se subrayaba la maestría de la autora
en las descripciones y el diálogo que había sido capaz de transmitir emoción a
través de la acción y agradecimiento hacia México, único país que había respetado
las leyes internacionales en lo referente al conflicto español. En mi hambre mando yo
estaría entre las obras más importantes sobre la tragedia republicana española.
“Se ha dicho que la historia la escriben los vencedores; esto podrá ser de
aplicación a la historia oficial, pero afortunadamente también los vencidos
pueden escribir la historia, como en este caso, y dejar oír su voz de verdad en
contra de la falsedad de los que, atropellando la razón, quieren sin embargo
decir que cuentan con ella, que tal fuerza tiene”.1244

De manera análoga, Rosario Sansores valoraba la novela en el periódico


Novedades, (16-8- 1959). Para ella, Isabel Oyarzábal había narrado con mano

1244 El Nacional, México, 9-8-1959, s. p.


575

maestra los hechos de los que había sido testigo y había sabido imprimirles la
fuerza necesaria, dotando a los personajes de gran humanidad.
Otras críticas se habían mostrado menos entusiastas con la novela, aunque no
podían sino reconocer su mérito. Así, el suplemento de Novedades (27-6-1959),
reconocía la sobriedad y equilibrio en la narración de ciertas escenas, aunque
consideraba que se trataba de una novela de corte tradicional y que los
protagonistas a veces actuaban con cierto engolamiento teatral. El periódico
Excelsior (11-7-1959), calificaba la obra de romántica y sostenía que su final
imprevisto imprimía un rasgo trágico en una novela ya trágica. La última crítica de
la que nos ocupamos clasificaba En mi hambre mando yo dentro de las novelas
amorosas, reconociendo la valía de los personajes que exhalaban el heroísmo de
aquellos que estuvieron en la retaguardia de la población civil.1245
Los amigos de la autora que valoraron la novela fueron numerosos. 1246
Destacaremos algunas de las cartas que le escribieron, bien por la notoriedad del
remitente, bien por el interés propio de la valoración. La primera de ellas es una
misiva de José Bergamín fechada en enero de 1946 (trece años antes de la
publicación del libro), con membrete de la editorial Séneca que él mismo fundó, en
la que hacía una concienzuda crítica a la obra, y en concreto a los personajes. A
Bergamín, Sagrario le parecía estar pintada con mucha más viveza y simpatía que
Ramón, quizá como un reproche involuntario de la autora hacia la causa
republicana. Pese a ello, “…su lectura [le hizo] el efecto del sol cuando nos abre
antiguas lesiones cicatrizadas reavivándolas. Y esto, bueno o malo, me parece, en
este caso, sobre todo ahora, en vísperas de nuestra vuelta a España, eficacísimo”.
A su vez y por su curiosidad, destacamos también un fragmento de la carta
remitida por Miguel de Molina considerando la autenticidad de los caracteres y
situaciones planteadas en la novela:
“He gozado y he sufrido por la gran similitud de situaciones exactas vividas
por mí. Sus personajes maravillosos, encuadrados de mano maestra, mi
preferido a pesar de ser episódico Antonio, de una autenticidad que inunda
ternura a pesar de su seca reciedumbre. […]

“Libros. Con dignidad ibérica”, Tiempo, México, 27-7-1959, s. p.


1245

Conocemos sus impresiones gracias al epistolario de la autora en Archivo Nacional de


1246

Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario núm. 687, Registro 1812.
576

Diana, la heroína espléndidamente dibujada, Sagrario de gran fuerza


dramática. El ama encantadora, todos, todos los personajes está prendidos al
interés del relato, incluso el desdibujado padre Don Rafael, tiene su aquel”.1247

Por su parte, la escritora Margarita Nelken señalaba en una carta fechada el 4-8-
1959, la emoción que le había producido “la evocación tan nuestra y tan de lo
nuestro” que brotaba de cada página de En mi hambre mando yo. No solo la
consideraba una buena obra, sino una obra buena, pues revivía una situación que
merecía recordarse y obtener la adhesión de cuantos llevaban dentro una España
que perduraba a pesar de aquellos que habían intentado desvirtuarla y venderla.
La esposa de Bernardo Giner de los Ríos destacaba, en una carta fechada el 1-7-
1959 desde Middlebury (Vermont), la verdad de los personajes, como figuras de
carne y hueso:
“Has logrado, mi querida Isabel, no solo mantener el interés creciente de la
obra desde la primera a la última página, sino pintar de mano maestra
ambientes tan opuestos como el de Alhaurín y el Madrid de la guerra y el
espeluznante de la noche de Alicante. Todo le llega a una al alma, porque lo ha
vivido, pero estoy segura que ha de llegar al alma de todo lector, por la belleza
de la exposición del tema y porque el tema, por desdicha, a nadie es ajeno.
Creo, Isabel que has escrito una gran obra y que has hecho también una buena
obra al recoger tan fidedignamente hechos y personas y estados de ánimo muy
peculiares”.

En fin, muchas otras personas cercanas a la vida de la autora celebraron la


publicación de la obra, elogiando la realidad de los personajes,1248 la creación de
caracteres, la emoción de los recuerdos personales1249 y otros no solo apreciaban un
valor literario, sino también histórico y destacaban el personaje de Sagrario que

1247 Carta de Miguel de Molina a Isabel Oyarzábal, fechada en enero de 1955 desde Buenos

Aires.
1248 Es el caso de Matica, profesora de español en la universidad sueca y amiga con la que

coincidió en durante su estancia en el país escandinavo, que en una carta fechada el 1-10-
1959, además concluye: “al leer el libro da la impresión de que usted ha escrito no un par
de novelas sino un par de docenas”.
1249 Carta de Pedro Urbano González, fechada en México, el 18-7-1959.
577

consideraban un acierto por la comprensión y admiración hacia su hermano, a


pesar de la diferencia de ideas.1250

11.3. Amellali
Se trata de un manuscrito inédito y que no ha sido citado hasta ahora en los
estudios sobre la autora.1251 De marcado carácter autobiográfico, comienza con las
siguientes palabras:
“Breve relato de un rancho situado en el estado mexicano de Michoacán base
de iniciación en los problemas de la tierra para quienes no habiendo nacido en
ella, obligados a salir de su patria se habían trasladado allá buscando un
refugio”.1252

A ellas les sigue una introducción subtitulada “Epílogo de la Guerra Civil de


España”, en el que, sin tapujos, se resumían los últimos momentos de la Guerra
Civil, la desolación, la huída de los perdedores, apuntando también a la
responsabilidad de los que, a juicio de la autora, habían traicionado a un gobierno
legalmente establecido:
“La Guerra Civil que, durante tres años, había asolado a España, tocaba a su
fin. Tres años de sangrienta lucha, se veían rematados con glorificación de los
traidores, asistidos por secuaces extranjeros y, la muerte, la prisión o el
destierro, de los leales a su patria y sus libertades […] Francia, Inglaterra y
Portugal habían faltado a las obligaciones contraídas en tratados formales y
vigentes. Alemania, Italia y Portugal ayudaban a un nuevo dictador a
traicionar a su patria y, porque así lo habían querido aquellos, España estaba
quedando sin sus mejores hombres, sin las más esclarecidas mentes, sin los
forjadores más abnegados de su desarrollo. Si algunos no lograban salir
terminarían sus días en las cárceles de su propia tierra” (p. 1).1253

Más adelante, y a modo de declaración de intenciones, leemos:

1250 Tal es el caso de una carta firmada por Pablo, del que se desconoce el apellido, con
fecha de 20-1-1961, desde Ginebra.
1251 Amellali, ms., Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal

Smith, Inventario núm. 687, Registro 1812.


1252 Ibidem, p. 1.
1253 A fin de evitar excesivas notas en este apartado, todas las referencias a Amellali, se

señalarán en el cuerpo, anotando las páginas correspondientes.


578

“Lo que ahora a nosotros nos interesa es narrar las experiencias de una
familia arrojada a esta hospitalaria tierra mexicana por sucesos políticos que le
arrebataron con la libertad de pensar, su patria, su cuna y sus derechos” (p.
22).

La trama central se ve constantemente interrumpida por cuentos e historias


cortas que salpican la narración central, y ni tan siquiera la breve introducción es
ajena a la técnica narrativa que utiliza la autora, pues narra la anécdota que vivió
un político que, junto con el resto de los exiliados, andaba los últimos pasos que les
separaban de la frontera con Francia, cuando se acercó a una mujer que se hallaba
recostada en el suelo y que había dado a luz un hijo, aún en suelo español. Algunos
de los exiliados fueron acogidos por gentes del país y los más, fueron empujados a
los campos de refugiados que se extendían por el sur de Francia.1254
La autora daba cuenta de la incertidumbre que sentían Marissa y ella misma en
los primeros momentos de la derrota republicana, ante la falta de noticias de
Ceferino, Cefito y Germán. Una noche había recibido la llamada de Ceferino en la
que le confirmaba que se encontraba bien. Gracias al pasaporte diplomático había
podido huir a Francia y podía seguir buscando a sus hijos. Poco después supieron
que Germán Somolinos y su hermano Alejandro habían sido localizados por
Ceferino y al poco tiempo, Ceferino hijo fue rescatado de Argelès-sur-Mer y todos
se encontraron en Estocolmo. Sin embargo, la alegría estaba empañada por la
incertidumbre del paradero de Juan, sobrino de la autora y comandante de un
buque de guerra republicano. Finalmente Isabel logró liberarle de una mina
abandonada en el Norte de África, donde había sido internado.
Tras otorgar el gobierno sueco su reconocimiento al gobierno franquista, y pasar
unos días en Saltzsjöbaden, la familia se planteó el futuro. Fueron tentados con el
regalo de una casa en el país escandinavo, y la posibilidad de que los dos médicos
de la familia pudieran ejercer su profesión, pero debido a la dificultad del idioma
decidieron aceptar la oferta que México ofrecía a todos los republicanos españoles,
a los que les facilitaba incluso poder entrar en el país sin documentación. Así pues,
marcharon a Nueva York desde donde tomaron rumbo al puerto mexicano de
Veracruz. Después de estas páginas, comienza el relato:

1254 Experiencia vivida por el hijo de la autora, Cefito, quien fue confinado al campo de

Argelès-sur-Mer y su yerno y el hermano de este, Germán y Alejandro, fueron recluidos


en Prats de Molló.
579

“Relato o historia de una experiencia a la que se lanzaron unos desterrados


de su patria de origen, por ser incompatibles con la política impuesta a su
tierra natal por opresoras fuerza extranjeras.
El relato en cuestión nada contiene de actos heroicos ni de luchas violentas
como las que en un tiempo habían presenciado aquellos.
Es sencillamente la narración verídica de una experiencia, vivida por seres
que, arrancados de su natural centro de vida, encauzan una nueva etapa de
existencia por senderos que les conducen a un gran conocimiento: el que nos
ofrece la tierra a quienes queremos aprender de ella” (p. 8).

La autora presentaba a los personajes de la historia como si de una comedia se


tratase. Gracias a ello, conocemos que la propiedad del rancho era de Germán y
Marissa y que Alejandro también se dedicó a las labores del campo. Junto a estos
“personajes” y a Juan, heredero de Amellali, nombre del rancho que da título a la
narración, la autora nombraba a unos personajes mudos: la tierra, las rocas, el agua,
el viento, los árboles y frutos de estos, las hierbas, caballos, perros, aves, abejas e
innumerables insectos, que sin duda, eran también protagonistas de la obra, pues
ocupaban muchas de sus líneas.
La obra aparece dividida en dos partes, el final de la primera de las cuales fue
denominado “fin del primer acto” y aunque la autora identificó la narración con la
acción teatral, también la calificó como un cuento (p. 126): “Desde luego ocurre en
el escenario de la vida como a veces en los del arte teatral, que intérpretes
modestos cumplen su cometido en forma tan perfecta que dejan empequeñecido al
de las primerísimas figuras” (p. 132).
Los capítulos fueron denominados jornadas, y así en la primera, la autora narraba
la situación de la familia una vez transcurridos diez años desde el asentamiento en
tierra mexicana. 1255 Germán y Marissa, regentaban un laboratorio de análisis
clínicos. Juan estaba vinculado con el Departamento de Ciencias del Instituto
Tecnológico de la Universidad de México y Cefito, por su parte, trabajaba para una
casa importadora y fabricante de productos médicos. Ceferino seguía pintando y
nuestra autora escribiendo y dando conferencias en Estados Unidos, mientras que
Alejandro Somolinos, el hermano de Germán, anhelaba dedicarse a la vida

1255 Parece evidente que, dadas las fechas consignadas en la narración, esta abarca al menos

una década de la vida de la autora, desde 1949, fecha en la que se adquirió el rancho hasta,
al menos 1961, última fecha que aporta la autora.
580

campestre y así surgió la idea de adquirir un rancho. Este se situó en el estado de


Michoacán, en la carretera a Morelia y a ciento setenta y tres kilómetros de Ciudad
de México. El primer contacto con la propiedad se produjo en enero de 1949 y la
impresión que dicha tierra causó en Isabel se expresaba convincentemente en el
siguiente párrafo:
“Tan prometedor que poco faltó para que, en la misma entrada, yo cayese de
rodillas ante un arbusto cuya vista y nombre eran punzante recuerdo de mi
tierra: ¡un granado en flor! Para mayor atractivo un arroyuelo cantarín y junto
a él vertía sus aguas en un tosco pilón de ladrillo” (p. 11).

La propiedad, que se inscribió a nombre de Marissa y Germán el día 24 de mayo


de 1949, estaba constituida por alrededor de catorce hectáreas y se pagaron por ella
veinticinco mil pesos. Sin duda, contribuyeron a la decisión de la adquisición, la
proximidad del balneario de San José Purúa y de la histórica ciudad de Zitácuaro,
que ofrecía los servicios de una ciudad moderna. Esta, a su vez se hallaba a tan solo
doscientos kilómetros del Pacífico y desde el rancho se podía divisar el volcán
Coatepec. Se decidió el nombre del rancho, Amellali, 1256 por la voz otomí
encontrada en un diccionario y cuyo significado es “donde brota el agua”. A partir
de ese momento comenzó la tarea de adecuación de la propiedad a los deseos y
necesidades de la familia.
A la vez que explicaba la extensión de la finca y sus características, la autora
informaba sobre la distribución de la tierra en México. Salvo algunas excepciones,
las tierras mexicanas se hallaban parceladas debido a la fuerte presión de los
movimientos sociales, a la absorción de trabajadores por parte de la industria y la
subida de los jornales en el campo, lo cual dificultaba el mantenimiento de las
propiedades de gran tamaño. Para Oyarzábal, lo sensato era la explotación de una
finca de pocas hectáreas, para que dueños y labriegos compartieran trabajo y
beneficios.
Los primeros trabajos de la granja consistieron en la adecuación de la vivienda
donde se construyó una casa para el encargado de la propiedad y a la casa principal
se le añadió una estancia que funcionara de sala para reunir a la familia. Lo
siguiente que se decidió fue que, dadas las características de la propiedad, no debían
dedicarse los esfuerzos a una sola actividad, sino diversificar las fuentes de
ingresos: diversos cultivos y cría de animales. La crianza de aves de corral fue la

1256 El nombre aparece indistintamente escrito con y y con ll.


581

primera de esas actividades. Al coincidir estas decisiones con la época navideña, se


compraron algunos guajolotes, ave muy apreciada en la tierra mexicana para las
comidas de esas fechas, pero una epidemia dio al traste con las ilusiones. A pesar de
los conocimientos que Marissa pudiese tener sobre el mundo avícola, pues había
pasado largas temporadas en la finca de su tío dedicada a la cría de aves en España,
el clima, la tierra y las circunstancias eran distintos en el país mexicano.
Para la autora, los problemas que debían resolver se solucionaban con “ayuda de
la experiencia, el conocimiento y el amor”:
“La tierra es ubérrima o estéril según ponen en ella el calor de sus manos
unos u otros hombres. Pródiga para el que la ama y la trata como debe,
ingrata y adusta para quienes no la comprenden. El labrador que cultiva la
viña sabe más de esta que quien es su dueño o el que paga un sueldo para que
se la cultiven. Existe otro motivo que debemos tener presente. La mera
posesión de la tierra no es motivo suficiente para amar a esta. El tamaño de
una propiedad no es lo que importa. Lo esencial es vivirla” (p. 21).

Son numerosas las alusiones a la tierra, lugar común tanto en la narrativa como
en la obra dramática de la autora. A ella se refería en un doble sentido, por un lado,
incluía distintas alusiones a la tierra como ser vivo que, a su vez, otorgaba vida y
por otro, aludía a la tierra mexicana que había proporcionado a la autora y a su
familia un lugar en el que plantar sus raíces. En este sentido, afirmaba que en el
exilio habían hallado un lugar “muy nuestro”, recordando, al tiempo, a aquellos
que, como ella, tuvieron que abandonar su tierra:
“Un lugar en tierra ajena en el que las raíces de nuestro origen y de nuestro
sentir perviven y renacen en pruebas fehacientes y en emociones que ayudaron
a formar su actual contextura y su esencia. […] Por lo que se refiere al propio
Estado de Michoacán en el que se halla enclavado Amellali, rico en
sustanciosos recuerdos y muy nuestro porque nada hay que tanto ate, o por lo
menos deba atar, los sentimientos posesivos como un trocito del ‘vasto mundo’
en el que uno pueda fincar su casa, chica o grande, modesta u opulenta pero
SUYA. […] Hoy en día existen millones de seres que por la fuerza del destino
se han marchado del lugar adonde debían de haber alcanzado madurez: que se
han apartado voluntaria o involuntariamente de la tierra que creían siempre
suya” (pp. 23, 65 y 177).
582

Finalmente, la autora mostraba su agradecimiento a la tierra que le había


proporcionado paz y salud, por lo que así se refería a Amellali:
“[…] pero ¿qué de particular tiene esto cuando existen motivos personales
de gratitud hacia personas o lugares que nos han proporcionado el don
incomparable de la salud? La salud y la vida que se han estado en peligro de
perder y que se han recuperado gracias a la paz, al aire puro y a la quietud de
un rincón como el que estamos describiendo” (p. 156).

La autora evocaba la nostalgia de la tierra perdida a través de uno de los


numerosos cuentos que jalonaban el hilo principal de la narración. El relato en
cuestión trataba de una venada llamada Ofelia que, habiéndose quedado huérfana,
fue regalada por un amigo a la familia. El animalillo desahogaba su tristeza y
añoranza con un pájaro, lamentándose de que la tierra que pisaba no era la suya,
por lo que la autora afirmaba: “Sabía por su propia experiencia que la libertad de
que tanto se habla y se apetece nunca existe en su esencia. Todo el mundo está
sujeto a la cadena de circunstancias que es la vida” (p. 101).
A lo largo de la obra, la tierra adquiría para la autora una dimensión humana y
magnífica que volvía a identificar con la mujer, como había hecho en otras obras
como En mi hambre mando yo o Diálogos con el dolor. Parte importante de la tierra
era el agua, que también adquiría en la narración una importancia destacable,
teniendo en cuenta las características del rancho e incluso su nombre:1257
“¡Agua! Bien se comprende cuando tras larga sequía se recibe ese
incomparable beneficio el que en la ‘Triple Ciencia’ reverenciada por el pueblo
hindú se otorgue al agua el primer lugar entre las obras de la Creación.
El agua según dicha creencia es la emanación misma de la palabra” (p. 71).

La imagen de la madre tierra cuyo vientre es receptor del ser humano en su


último viaje era evocada en el relato de la muerte de un vecino del rancho:
“Los entierros en las grandes ciudades causan pavor, pero aquel sencillo acto
en el suave ambiente campesino, confortaba el espíritu. Juan, hijo de la tierra
volvía a ella sin alharacas, ni vanidades, ni ruidosos y a veces fingidos
lamentos” (p. 147).

1257 El agua es el elemento femenino por excelencia, recurrente en la narrativa femenina,

pues refleja la reconfortante seguridad del útero materno. Moi, T., Teoría literaria feminista,
Madrid, Cátedra, 1988, p. 126.
583

La narración se hallaba jalonada por varias fábulas protagonizadas por animales,


que le sirvieron para expresar sus creencias acerca de diversos aspectos de la vida,
en un momento en el que la autora, creemos, se encontraba en una situación serena,
superadas ya las dificultades sufridas. De entre estas narraciones, destacamos, por
ejemplo, el cuentecillo de las cochinillas de San Antón que sirvió a Oyarzábal para
afirmar: “Es notoria la irascibilidad de los que espiritual o mentalmente, carecen de
auténtico mérito y tienen miedo de verse despreciados por sus semejantes” (p. 115).
Por otra parte, tras una epidemia de fiebre aftosa, que puso en peligro la cría de
vacas que se llevaba a cabo en el rancho, la autora creó un diálogo entre las propias
vacas, aludiendo a la fuerza del toro semental, Romeo, y la supuesta inferioridad
del sexo débil:
“La vacuna que iba a salvarnos no se fabrica a fuerza de puños sino de
talento ‘y no del suyo por supuesto’. Romeo al oír a sus compañeras sintió que
la sangre se le subía a la cabeza. Tenía un concepto muy elevado de la
superioridad del sexo fuerte sobre el llamado ‘débil’. Llamado así por la
costumbre más que por convencimiento porque si la superioridad como
generalmente se cree depende del poder de aguantar, ¿cómo van, en ese
terreno, a compararse los de uno y otro bando?
Entre los seres humanos es indiscutible y así lo reconocen los científicos que la
mujer aguanta el dolor físico con mucho más valor y entereza que el hombre
[…] no se había dado cuenta de que los músculos siendo muy necesarios no
superan en verdad el valor del cerebro” (pp. 115 y 107).

A su vez, el cuento de la camelia le sirvió para tratar de nuevo el tema de la


tierra, en un episodio en el que una bella flor, proveniente de Holanda, observaba el
flirteo amoroso de una pareja de pájaros y no entendía, dada su inocencia, el desdén
de la hembra hacia el macho en el cortejo. El despertar de esa inocencia en la
camelia y el conocimiento del amor provocaron sus celos, quemaron sus hojas, que
se volvieron oscuras y la flor murió: “Nadie se dio cuenta de que moría en tierra
extranjera; pero esta que es madre de todos y no tiene en verdad confines, la arropó
dulcemente” (pp. 148 y ss).
La historia del rosal y el pino ahondaba en la idea de que la fuerza de todo ser
humano, cualquiera que esta fuera, era válida para la consecución del bien común.
Reprodujo en el texto un diálogo entre las dos plantas en la que el rosal se sentía
584

orgulloso de la paternidad de una flor tan bella, mientras el pino le reprochaba el


poco esfuerzo que había realizado para ello, a la vez que se mostraba orgulloso de
su tamaño, aunque reconocía que no siempre era una ventaja: “El rosal iba a
esponjarse al oírle pero no quiso ceder a una tentación de vanidad. ‘Yo creo que
cada uno en su esfera puede ser útil’ dijo al fin” (pp. 157 y ss).
En el mismo sentido, destacaba también la historia del maguey, conocido en
España como cactus, planta opulenta de la que se extrae el pulque y que iba a ser
trasladado desde el rancho. Ante la visión de las pobres raíces de la planta, la
autora reflexionaba:
“Al ver estas llegué a la conclusión de que al maguey le ocurría lo que a
algunos seres humanos cuya corpulencia y fuerza física, se ha desarrollado a
costa de su poder cerebral y la intensidad de sus sentimientos.
Aquella noche los árboles de Amellali comentaban el suceso. Uno de ellos
exclamó asombrado: ‘¿Tanto orgullo y tanta fachada y tener unas raíces tan
pobres como esas?” (pp. 170 y ss).

Uno de los cuentos más entrañables tiene como protagonista a “Granito de


arena”, una cochinilla tan pequeña que su madre le había bautizado con ese nombre.
A pesar de su pequeño tamaño era muy capaz: poseía una gran curiosidad y afán de
saber, además de una generosidad tal que ayudaba a todos los que en el rancho
necesitaban su auxilio. Su inexperiencia le llevaba a la sorpresa ante la negativa de
algunos de los animales del rancho a recibirla. El arroyo de Amellali calmaba los
lamentos de “Granito de arena” y su sed de conocimiento.
Por otra parte, el manuscrito de Amellali constituye sobre todo un documento
impagable acerca de la última etapa de la vida de nuestra autora y su entorno. Nos
ofrece también algunas pinceladas de sus ideas sobre distintos asuntos y describe la
vida cotidiana del rancho, que es, a su vez, una historia de superación de
dificultades, de adaptación a las circunstancias y de amor a la vida.
La vida cotidiana del rancho aparece largamente documentada y a lo largo de la
narración, Oyarzábal revelaba las distintas actividades económicas que se llevaban
a cabo para su sostenimiento. Así, en las primeras páginas, narraba la siembra del
maíz, al tiempo que se sorprendía de la prohibición de sembrar trigo en toda la
zona: “Tras leve pausa empezaron a avanzar todos muy lentamente. Así lo exigía la
obra del arado hundido en la tierra y abriéndola en surcos para que en ellos
585

quedaran depositados los puñados de maíz portadores de las esperanza del mañana”
(p. 39).
Pero este no era el único plan de trabajo para la finca. El clima de Michoacán
brindaba la posibilidad de una “siembra ubérrima de vegetales y frutas” que, sin
embargo, no encontraban la demanda esperada en el mercado de Zitácuaro. Tras
un primer intento de criar gallinas, se decidieron a venderlas y, como en el
imperecedero cuento de la lechera, pero con un final diametralmente opuesto,
compraron vacas que posteriormente fueron excluidas de la actividad económica,
pues su leche no les proporcionaba beneficios, dado que la gente de la zona no
podía costearla. Más tarde criaron cerdos, otra vez gallinas, esta vez con las
condiciones adecuadas para el mejor desarrollo de la crianza y sembraron naranjos,
tomates, etc.
Las dificultades fueron siempre numerosas. A los intentos, a veces fallidos, de
nuevas actividades, se unían los reveses vitales. Así, por ejemplo, la postración en
cama de Alejandro debido a una afección reumática provocó que los sostenedores
del rancho perdieran, en cierta medida, su ilusión por él, aunque enseguida
renacieron nuevas esperanzas. Más adelante, confesaba que el rancho había sido
abandonado durante un tiempo por sus dueños, debido a varias razones, entre ellas
una enfermedad que afectó a Marissa (p. 132).
A pesar de ello, la vida del rancho se hallaba llena de la fuerza de las personas que
lo habitaban y trabajaban en él. Isabel Oyarzábal desvelaba detalles de la vida de
sus hijos y nietos, sin olvidar a los vecinos que ayudaban en las tareas agrícolas y
ganaderas: Silvestre Soto y su esposa Carmen, su hijo Beto y Juan Baca, el
hortelano.
Tampoco olvidaba a los amigos que les acompañaron en diversos momentos en el
rancho, en visitas que eran muy del agrado de los propietarios. Les frecuentaron
importantes personalidades tanto mexicanas como españolas. De ellas destacaron
las de Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí; Cantinflas, quien era oriundo de
Michoacán; el pintor, Rufino Tamayo quien les regaló un poco de tierra de España;
el doctor Santiago Villanueva y su esposa; Paquita Velasco; el arquitecto Arturo
Calzada y su esposa; Ramón Araquistáin, hijo de Trudy, quien había muerto en
Londres; la actriz de teatro mexicana Blanca de Castejón; la bailarina Tamara
Gavina; Julio Álvarez del Vayo; el poeta Emilio Petere, colaborador de la OIT;
Luis Buñuel y su compañera Jeanne; Gloria de los Ríos; Ricardo Téllez, ingeniero
586

de la Organización Mundial de la FAI y su esposa Macar y así como el doctor


Carlos Martínez y la actriz María Douglas.
También les visitaron en la finca otros miembros de la familia como su sobrino
Juan Oyarzábal; la madre de Germán y Alejandro, María Ardois de Somolinos y la
hermana de nuestra autora, Anita Oyarzábal, quien pasó una temporada con ellos
tras tomarse un descanso de su trabajo de profesora de español en el Wellesley
College en Estados Unidos.
Nuevas incorporaciones a la familia llenaron de júbilo a todo el rancho, como
cuando desvelaba que Cefito y Carmen habían adoptado un niño. Gracias a Amellali
conocemos algunos datos de la vida familiar de la autora, como que su nieto Jan,
siendo niño, pudo provocar una desgracia prendiendo fuego con unas cerillas a las
hierbas secas del rancho aunque, afortunadamente, todo quedó en un susto (p. 59);
que sufrieron un accidente de coche, producido por una lluvia torrencial,
afortunadamente sin consecuencias (p. 103) o que la autora pasó en el rancho la
convalecencia de una grave enfermedad que no especifica, si bien, sabemos que
Isabel Oyarzábal sufría una dolencia cardiaca, o la manera en la que su hija
Marissa, a la que dedicaba unas hermosas palabras acerca de su valía y fortaleza, la
había cuidado:
“El regocijo en la fecha a que aludimos era grande y yo convaleciente en
aquellos días de una grave enfermedad me sentí dichosa de que la dolencia que
me había retenido varios meses en Amellali, viéndose obligada por ello
Marissa en su amor filial a hacerme compañía, le había otorgado a ella la
compensación de ver premiados sus esfuerzo en pro de un mayor desarrollo de
la finca. […] Desde luego no cabía duda de que los éxitos que se iban
consiguiendo eran debidos, en su mayor parte, al esfuerzo personal y a la
conciencia del deber que anidan en el corazón de ella y en ese frágil cuerpo que
tan completamente se desgasta para el bien ajeno” (pp. 161-162).

También dedicó unas páginas a su nieto Jan, que había estudiado Medicina. Creó
un consultorio en San Felipe e instruyó a varias jóvenes para que ejercieran la
enfermería, organizó bibliotecas y salas de lectura en el pueblo, hechos por los
cuales era muy apreciado por los paisanos, quienes, cuando Jan dejó estas
dedicaciones le dedicaron un corrido, que la autora reproduce en el manuscrito y lo
interpretaron en su despedida del pueblo el 14 de diciembre de 1961 (p. 165).
587

Como ya hemos exupesto, la narración revela algunos datos biográficos de


nuestra autora, así como sus reflexiones sobre la vida, a veces puestos en la boca de
los personajes de sus fábulas. Como curiosidad, Oyarzábal se confesaba poco amiga
de las máquinas. (p. 45), tal vez por lo que para ella significaban, como se
desprendía de las siguientes palabras:
“El hermoso derecho a encararse con la vida, llevando erguida la cabeza no
es aprovechado hoy por los humanos. El hombre de esta época ya no ‘afronta’
las dificultades que se atraviesan en su camino; las evade, huye de ellas en un
vehículo impulsado por medios mecánicos en el que se cobija como ratón
asustado” (p. 135).

Respecto a las reflexiones que vertió en la narración, hay que considerar que la
autora se encontraba en la etapa final de su vida -tenía alrededor de ochenta y tres
años-, una etapa ya de serenidad en la que, sin duda, la autora podía echar una
mirada retrospectiva y descubrir que, a pesar de todos los contratiempos y el dolor,
había cumplido con su deber:
“Si miles y miles de seres, invisibles para el hombre emiten día tras día
tenues vibraciones de esperanza, de dolor o desesperación los que aún cuando
nosotros carecemos de sensibilidad para advertirlo mantienen vivo el
ambiente, perforado y disuelto el silencio. Unidos están todos los elementos de
la creación. Nada ni nadie puede romper esa cadena. ¿Nuestro deber? Hacer lo
que el arroyo del rancho: avanzar cantando. La vida así sería más agradable
para los demás” (p. 97).

En Amellali algunas de sus afirmaciones remitían a su constante preocupación por


el dolor. Para la autora, “la ausencia de lágrimas es la angustia del no sentir” y el
sentir intensamente requiere tiempo” (pp. 61 y 175).1258
Al tiempo, echaba la vista atrás cuando afirmaba que “la afirmación del presente
es tan solo una corroboración del pasado con enmiendas no siempre afortunadas”
(p. 61).
Lo que siempre fue una constante en el pensamiento de la autora fue su acendrado
pacifismo del que daba numerosas muestras también en esta obra, como se hace

1258 La referencia a este sentimiento se halla reflejada en sus obras teatrales, Diálogos con el

dolor o en sus conferencias, como la titulada “La mujer en nuestro tiempo en el amor y el
dolor”, impartida en Cuba bajo los auspicios de la Institución Hispano- Cubana de cultura.
Cfr. Eiroa San Francisco, M., Isabel de Palencia…, op. cit., p. 107.
588

patente en su referencia a la bomba atómica, no sin dejar abierta una puerta a la


esperanza y a la vida:
“Amanecía cuando de todas las máquinas de todos los grandes noticieros del
mundo salían planas encabezadas por la misma noticia. Decían estas: Una
nueva bomba atómica. ¿Una nueva bomba atómica? Para entonces por doquier
millones y millones de seres nacían a la vida” (p. 43).

Su defensa de la paz se hacía patente, asimismo, en los cuentos que jalonaban la


narración, como en el de la venada Ofelia, en el que afirmaba que “siempre matan
los que tienen más fuerza” y realizaba otra afirmación aún más rotunda: “A mí, dijo
el otro con cierta ira ‘lo que me intriga y me irrita es el ver que los hombres hablan
siempre de la paz y no cesan de inventar cosas para hacer la guerra” (p 102).1259 En
relación a los valores del ser humano, afirmaba: “Entre los seres humanos son con
frecuencia los menos generosos aquellos que han sido dotados de más abundantes
bienes” (p. 136).
Por último, las postreras líneas del manuscrito reflejaban la profunda fe cristiana
de la autora y remitían, en cierta manera, a la obrita teatral La cruz del camino: “La
blanca cruz de madera del monte cuyos brazos están siempre abiertos para dar
cobijo a quienes buscan asilo en ellos” (p. 178).

Finalmente, una de las fotos que incluimos en el anexo documental muestra a la


autora sentada en una silla, mirando el paisaje, con rostro sereno y acariciando a
uno de sus perros. Sin duda, esta foto se realizó en el rancho de Amellali, por lo que
se podría considerar el correlato visual de las siguientes palabras de Isabel
Oyarzábal en las páginas finales del manuscrito:
“Una vuelta ocasional por el huerto, un paseo en el auto para comprar
alguna cosa en Zitácuaro y nada más, pero esa súbita limitación de actividades,
ese silencio no es significativo de aburrimiento, lejos de ello puede decirse que
se trata de la grata e inefable sensación que produce la obtención de un
descanso bien merecido.

1259Isabel Oyarzábal fue miembro de la Liga por la Paz, enviada por España a la Liga de
Naciones y fueron numerosos los artículos que escribió sobre la paz mundial, como los que
escribió para los distintos periódicos con los que colaboró, de los que los titulados “El
feminismo y la paz” (El Sol, Madrid, 17-12-1917, p. 3) o “Apostillas al Congreso Católico.
No se ha hablado en él del más alto concepto de la moral cristiana: la paz” (Heraldo de
Madrid, 28-11-1929, p. 12), son solo dos de los muchos textos de la autora.
589

Justo es respetar este, dejar también en reposo papel y pluma y gozar de ese
inapreciable don que solo nos procura la sensación del deber cumplido, la
grata esperanza de que surgirán otros motivos para alejar de todos el excesivo
afán de quietud. Pero el aguijón de la conciencia no tardará en inquietarnos, en
presentarnos tentadoras ofertas de más conocimientos, más logros y… a la
postre nuevos descansos” (p. 163).

11.4. Alcayata
Alcayata es el título del cuento que fue publicado junto a las obras teatrales en el
tomo Diálogos con el dolor.1260 Se trata de una breve narración en cuya portada la
autora afirmaba que se trataba de: “La historia de dos almas que se equivocaron al
elegir morada corporal”.1261 Por su léxico grotesco y dramático, Concepción Bados
lo sitúa en la línea del naturalismo del siglo XIX.1262
El texto narraba la desgarradora historia de Basilio, un muchacho corcovado,
cuyo apodo desde la infancia es “Alcayata” por el defecto físico que le caracterizaba:
“El buen hombre [el padre] no sufría, por lo visto, en su orgullo paternal
ante el espectáculo que ofrecía aquel cuerpecillo desmedrado, encogido bajo el
peso de la enorme chepa entre cuyas protuberancias emergía, con dificultad, la
cabeza de pelos raídos y rostro envejecido prematuramente…” (p. 121).1263

Mientras que el padre obviaba el problema físico, sin embargo, la madre, de la


que Alcayata había heredado sus defectos, sufría por partida doble: “En realidad
padecía por dos conceptos: en su vanidad, de mujer, por ser, él corcoveta, perenne
recuerdo de sus imperfecciones físicas y en la de su madre por no haber logrado el
molde de su vientre, plasmar una obra bella” (p. 122).1264
Pese a las taras físicas de Basilio, todos eran conscientes de su inteligencia,
sensibilidad e imaginación. Antonio, el hermano menor de Basilio era, por el

1260 La obra apareció publicada con el mismo nombre en El Imparcial de Madrid, el 12-12-
1926, p. 6. Calificada como novela corta, su argumento es el mismo, aunque la autora no
desarrolló el final del relato, y en el caso que nos ocupa, los personajes de Basilio y Luisa
apenas comenzaron su noviazgo, cuando ella le mostró su predilección por Antonio.
1261 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con…, op. cit., p. 120.
1262 Bados Ciria, C., “Isabel Oyarzábal Smith: La escritura…”, art. cit., pp. 125-147.
1263 A fin de evitar excesivas notas en este apartado, todas las referencias a Alcayata, se

señalarán en el cuerpo, anotando las páginas correspondientes en la edición de 1944, pp.


120-154.
Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos con el dolor, México, Ed. Leyenda, 1944, p.
1264 De nuevo aparece el tema de la herencia genética, que la autora había tratado en El

sembrador sembró su semilla.


590

contrario, un muchacho gallardo y apuesto, pero, también antitético a su hermano


en inteligencia y don de palabra.
Con el tiempo Basilio se convirtió en el ángel de la guarda de su hermano
pequeño, que intentaba suplir en todo lo que podía la falta de inteligencia del otro.
El padre, que era cochero segundo del Ayuntamiento de Madrid, consiguió un
puesto de trabajo para Basilio. Antonio, en cambio, trabajaba en los talleres de una
empresa ferroviaria.
Basilio se enamoró de Luisa, una de las vecinas del piso inferior, ocupado también
por su hermana Trini, la tía y el padre de ambas. Poco a poco intimó con la familia
y con Luisa, quien contra todo pronóstico, sucumbió ante la oratoria de Basilio. Al
poco tiempo, Basilio formalizó su relación con la muchacha y el padre de esta
estableció un periodo de seis meses de noviazgo, tras el cual, podrían pasar por la
vicaría. El noviazgo no fue comprendido por nadie, dadas la fisonomía del novio y
la donosura de la chica, por lo que Luisa evitaba por todos los medios salir con él
con el fin de no acrecentar las murmuraciones. El interés de la chica fue
disminuyendo a medida que se acercaba la fecha de la boda, a la vez que parecía que
su atención se centraba entonces sobre Antonio, por lo que las dudas sobre el amor
de la novia atormentaban cada vez más al corcovado.
Un día, el padre de Luisa, cuando faltaban pocas semanas para la boda, decidió
que las dos familias salieran a festejar un negocio que había logrado. Durante la
comida, Basilio contemplaba sobrecogido cómo su hermano se acercaba a Luisa y
ante su mirada atónita los dos jóvenes bailaban:
“¿Qué era aquello?... ¿Pero qué era aquello…?
Trató de ver los rostros de los bailarines por si le revelaban algo. Antonio
tenía la cabeza un poco inclinada y sus ojos devoraban la cara pálida de Luisa,
los labios encarnados y sensuales, los ojos entornados.
Basilio se levantó de un salto y dio unos pasos hacia la pareja. Luego se
detuvo.
Luisa miraba a Antonio con una intensidad tal que sus ojos parecían
ensombrecerse bajo el reflejo de las negras pupilas de él, mientras los dos
cuerpos iban y venían automáticamente, en el más completo abandono” (p.
150).

Basilio no pudo aguantar más la visión y se marchó del lugar. Los pensamientos
le atormentaban, mientras la fiebre se apoderaba de su cuerpo:
591

“El jorobado se sintió enloquecer. Quería incorporarse y no podía. Pero sí,


tenía que huir… huir de aquel lugar, de aquella boca… Se ahogaba… Súbito
se acordó nuevamente de lo que había dicho el aficionado a la metempsicosis,
asegurando que las almas de los dos hermanos… la suya y la de Antonio, se
habían equivocado al elegir su morada carnal. Era cierto. Si Antonio con su
carácter retraído, su indiferencia por el buen parecer y el lujo hubiera tenido
un cuerpo deforme como el suyo, no hubiese sufrido lo que él, con su alma
ardiente y sus ansias de gloria y de popularidad aprisionada en aquel montón
de carne deforme que solo invitaba a burlas despiadadas y, a lo sumo, a una
conmiseración humillante. Pero la cosa no tenía ya remedio. Él sufría las
consecuencias de aquel descuido, error o lo que fuese. ¿Y había de seguir
atormentado por más tiempo? ¿Era forzoso que continuase existiendo años y
años? ¿Yendo de fracaso en fracaso? ¿Pasando de un amor malogrado a otro?
¿Perseguido siempre por la imagen de Luisa, de la que ahora le destrozaba, la
que a dentelladas, parecía estarle arrancando el corazón o de otra que seguiría
maltratando los pobres restos de su cuerpo innoble? ¡Ah! ¡No! ¡No! Mejor
morir en aquel momento. Liberar, él mismo, su pobre alma encadenada para
que pudiese hallar otra forma humana deshabitada donde anidar… Su alma…
su pobre alma… presa en aquel pecho contraído” (p. 153).

Al día siguiente un guarda del parque encontró a Alcayata colgado de un árbol:


“Las piernas parecían habérsele alargado desmesuradamente y entre las
deformes protuberancias de pecho y espalda asomaban el pelo raído, el rostro
amoratado y la punta de una lengua ennegrecida que parecía burlarse de
todos” (p. 154).

En el cuento, la autora abordaba de nuevo el tema de la herencia, esta vez


añadiendo otros matices como la rebeldía del protagonista, que se negaba a aceptar
el dolor del desamor del que había sido objeto. Se trataba, sin duda, de una nueva
indagación por parte de la autora en el dolor y la injusticia.1265

1265 Oyarzábal de Palencia, I., Diálogos…, op. cit., pp. 43-44.


592

11.5. Saint Anthony’s Pig


El cerdo de San Antón es un cuento infantil dedicado al nieto de la autora, Jan
publicado en 19401266 que tomaba como base la ancestral tradición que aún se lleva
a cabo en algunos pueblos de España, consistente en la suelta de un marrano por
las calles del pueblo y la posterior ofrenda a alguna persona que lo necesite. 1267
La acción, por tanto, transcurría en España. Pinky, una pequeña cerdita era
separada de su familia pues los dueños la ofrecían a San Antón por haber
intercedido ante la enfermedad de sus hijos. Después de acicalar a Pinky y colocarle
un lazo morado, como era costumbre, habían llevado a la cerdita a la plaza del
pueblo, donde la soltaron hasta el día de la festividad del santo, tiempo durante el
cual todo el mundo cuidaría y alimentaría al cerdo pues nada se le podía negar.
Pinky encontró a varios amigos que se fueron uniendo a ella, el hambriento y
huérfano pato, Duckie; el hambriento gato Kitti, cuya madre no podía dar de comer
a todos sus hijos y la tortuga, Slowpace, a quien encontraron volteada sobre su
caparazón, incapaz de dar la vuelta y que después de ser auxiliada por los animales,
les siguió. Los cuatro amigos pasaban su tiempo felices, no solo porque comían lo
que querían, sino porque jugaban y retozaban sin que nadie les molestara, a pesar
de lo cual vivieron algunas experiencias desagradables que superaron con
inteligencia y ayuda mutua. Llegado el día de la festividad del santo, Pinky fue a la
iglesia donde fue adjudicado a una anciana, Antonia, que parecía ser muy pobre y
que se lo llevó a su casa en lo alto de la colina. A pesar de la pobreza de la mujer,
fabricó un habitáculo para los cuatro amigos, que colocó debajo de una higuera, de
manera que Pinky ni siquiera tenía que moverse para tomar su desayuno. Pinky,
Duckie, Kitty y Slowpace planearon vivir felices para siempre y así fue hasta que,
una mañana, los cuatro amigos estaban tumbados al sol cuando oyeron a dos niños

1266 Palencia, I. de, Saint Anthony’s Pig, Nueva York, Longmans, Green and Co, 1940.
Edición en inglés que ha sido traducida por mí. El libro está ilustrado por Ceferino
Palencia y dedicado al nieto de ambos, Juan o Jan, como era llamado por la familia. El
contrato de los derechos del libro para la publicación tiene fecha de abril de 1940 y aparece
firmado también por Ceferino Palencia. Le pagaron por adelantado 100$ y cada ejemplar
se vendió por 75 centavos. Cfr. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel
Oyarzábal Smith, Inventario núm. 687, Registro 1812.
1267 Era una costumbre muy extendida por los pueblos de España que aún perdura hoy en

día, por ejemplo en La Alberca (Salamanca). A esta tradición, la autora malagueña no era
ajena, pues en Málaga la tradición consistía en la cría de un cerdo durante un año y su
venta posterior para celebrar el día de San Antón, como se conoce a San Antonio Abad, el
santo protector de los animales, el 17 de enero. Cfr. Quiles Faz, A., Málaga y sus gentes…, op.
cit., p. 295.
593

que hablaban de que la vieja Antonia mataría pronto al cerdo y vendería su carne
por la que le darían mucho dinero. Ante los quejidos de los animales por la noticia,
Antonia salió de su casa y los animales, asustados, salieron espantados hacia la
cima de la colina. Pinky comunicó a sus compañeros su decisión de huir si es que
iban a matarle y acordaron que huirían todos. Después de todo, no se marcharon,
porque esa noche Duckie puso un precioso huevo marrón e hizo tanto ruido que
Antonia salió a ver qué pasaba. Cuando los vio allí a todos, los abrazó una y otra
vez y comprendieron que nunca había tenido intención de matar a ninguno de
ellos. Algunos días después, Pinky se convirtió en la madre de nueve cerditos.
Antonia mostró los cerditos con orgullo a los vecinos, cogió el lazo morado que
Pinky había llevado en su cuello y lo ató al llamador de la puerta, así todo el mundo
sabría que la buena suerte había llegado a ella a través del regalo del cerdo de San
Antón.
En los personajes de este sencillo cuento habitan los valores que la autora quería
transmitir a los más jóvenes lectores: la camaradería, la generosidad y la
solidaridad encarnados en unos personajes que, a pesar de presentarse
desprotegidos en la narración, se apoyaban y conseguían superar las circunstancias
más adversas. Así, Pinky que fue separado de su familia; Kitti, cuya madre no podía
proporcionarle alimentos; el pato Duckie, hambriento y huérfano y la solitaria
tortuga Slowpace, se ligaban a Antonia, que a pesar de su pobreza no dudaba en
proporcionar a los animales cobijo y alimento, constituyendo una suerte de familia.
Diversas reseñas del cuento aparecieron en periódicos de Estados Unidos, entre
ellas, la del Herald Tribune que destacaba el carácter alegre del relato y los dibujos
de Ceferino que ayudaban a crear para los niños la atmósfera de un pueblecito
español.1268
Por su parte, The Argonaut 1269 destacaba los mismos aspectos y Library
Journal1270 resaltaba que estaba escrito para ser leído en alto para niños de cuatro a
seis años, o de ocho, si lo quisieran leer por ellos mismos; The New York Times
reseñaba el libro con similares apreciaciones, mientras que The Boston Herald,1271
bajo una foto de Isabel Oyarzábal con otros autores, Hilda van Stockum, Richard

1268 “St. Anthony’s Pig”, Herald Tribune, Nueva York, 1-9-1940. Archivo Nacional de
Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario núm. 687, Registro 1812.
1269 “This little pig”, The Argonaut, Los Ángeles, 13-9-1940. Archivo Nacional de Cataluña.
1270 Mullan, Eunice G., “Saint Anthony’s Pig”, Library Journal, Boston, 1-9-1940, s. p.
1271 The Boston Herald, Boston, 10-12-1940. Archivo Nacional de Cataluña.
594

Bennett y Maribelle Cormack, destacaba la participación de la autora en la Feria


Pro Parvulis Book Club, celebrada el día anterior.

11.6. Juan: son of the fisherman1272


Esta es una novela para jóvenes lectores, pero a diferencia de Saint Anthony’s Pig,
estaba dirigida a receptores de mayor edad y se la podría enmarcar dentro de las
novelas de aprendizaje o bildungsroman. 1273 En ella, de nuevo, como en la obra
teatral Lo que se lleva el mar, aparecía la contraposición entre el mar y la tierra,
espacios donde transcurría la historia de Juan, un niño de ocho años, que vivía en
Bellavista, cerca de Torre del Mar, al que en el día de su cumpleaños, el día de San
Juan, le dejaron por primera vez en su vida echar la red para ayudar a los
pescadores de su aldea. Hasta ese momento se había conformado con jugar a
vender pescado, pero ahora, con ocho años, podía ayudar a echar el copo, la red
grande.1274
Juan, que era huérfano, vivía con su abuela, pues su padre había muerto ahogado
en el mar años antes. Además de su abuela, el único referente para el niño era
Pedro, quien, a decir del niño, era el mejor pescador. Este era quien gobernaba la
“Santa María”, el barco que era del padre de Juan, y que este estaba destinado a
heredar cuando fuera mayor.
La autora realizaba una detallada descripción de los trabajos de la pesca, como
luego haría con el trabajo en el olivar y la siega del trigo, lo cual dejaba patente el
conocimiento personal de la autora sobre estas tareas.
Por encima de todas las cosas, Juan quería ser el dueño de la “Santa María”, y
recordaba lo que su abuela le decía: “Juan, recuerda, antes de ser un hombre,
tendrás que descubrir para qué te han sido dados los pies, las manos y la voz, y
sobre todo, lo que vas a hacer con tu corazón. Hasta que no sepas estas cosas, no
serás mayor realmente” (p. 15).1275

1272 Palencia, I. de, Juan: son of the fisherman, Nueva York-Toronto, Longmans, Green and
Co., 1941.
1273 Se trata de novelas de formación, concepto al que remite el término, en las que el

protagonista experimenta nuevos aprendizajes y la transformación de la conciencia


generalmente en el paso de la infancia a la infancia a la adolescencia. Cfr. Rodríguez
Fontela, Mª. A., La novela de autoformación. Una aproximación teórica e histórica al
‘bildungsroman’ desde la narrativa hispánica, Kassel, Edition Reichenberger, 1996, pp. 29 y ss.
1274 Tanto estos términos geográficos, como la labor de “echar o sacar el copo” son

elementos característicos de la costa este mediterránea, y más concretamente de Málaga.


1275 A fin de evitar excesivas notas en este apartado, todas las referencias a Juan: son of the

fisherman se señalarán en el cuerpo, anotando las páginas correspondientes.


595

La abuela le comunicó que debían abandonar el mar, pues no tenía lo suficiente


para darle de comer y, además, el niño tenía que ir a la escuela. Se irían al pueblo
sevillano de El Olivar, donde vivían tía Dolores, hija de la abuela, y tío Antonio con
sus dos hijos, Joselito y Solita. Efectivamente, la abuela básicamente se alimentaba
de café, porque así, decía, había más para Juan y su padre, mientras este había
vivido. La mayoría de los días almorzaban y cenaban pimientos fritos y fruta,
comían pescado cuando no podía venderse, lo que no era muy a menudo; carne, una
vez al año, el Domingo de Resurrección, y leche, cuando la cabra que tenían no la
necesitaba para amamantar a sus crías. Ahora que su padre no estaba, tenían aún
menos para comer, pero a pesar de todo ello, Juan no quería abandonar el mar.
Durante el verano, el niño ayudó a Pedro en la barca. Pero llegó el otoño y
empaquetaron sus enseres rumbo a Sevilla. En el traslado a la estación, en una
carreta tirada por bueyes, la abuela le dijo estas palabras que se convertirían en el
núcleo de la obra: “Mira el mar, Juanito, míralo bien, para que no lo olvides. No
volverás a verlo hasta que hayas descubierto para qué sirven tus manos y pies y,
sobre todo, tu corazón” (p. 38).
La casa de la tía Dolores en El Olivar era objeto de una precisa descripción que
daba cuenta de la pobreza y escasez de medios de la familia:
“Entraron en una especie de sala de estar, mitad pavimentada con piedras,
mitad con azulejos rojos. Enfrente de la puerta de la calle había otra, que
llevaba a un pequeño corral, donde unas pocas gallinas revoloteaban y un
pequeño burro gris tenía un pequeño establo con un tejado de paja. Al final de
la sala había una chimenea y colgadas sobre ella, varias cacerolas de cobre y
ollas” (pp. 46-47).1276

El tío tenía una pequeña plantación de olivos, razón por la cual, los niños no
comenzarían inmediatamente a ir a la escuela, ya que habían de ayudarle en la
recogida de la aceituna. La autora demostraba su conocimiento sobre la vida rural,
como lo hiciera en otras obras, como En mi hambre mando yo.
Joselito, el primo de Juan, era muy aficionado a los toros, pormenor que
desencadenaría el desenlace de la historia. De hecho, estaba obsesionado con los
toreros y, en concreto admiraba, como todo el pueblo, a Don Alonso, dueño de la

1276 Fernán Caballero, años antes, había plasmado este ambiente beatífico de una familia

rural en su novela La Gaviota.Vid. Quiles Faz, A., “Ideología y personajes en Fernán


Caballero”, en Actas del III Congreso Internacional de Hispanistas, Málaga, Edit. Algazara,
1998, pp. 517-536.
596

finca en la que su padre tenía el olivar, y que en su día había sido torero. Antonio,
portador de las ideas de nuestra autora al respecto, estaba en contra de la fiesta:1277
su madre le había enseñado que había que ser bueno con los animales. Ambos,
padre e hijo, mantenían la reiterada discusión en nuestro país acerca del asunto:
Joselito defendía que los toreros eran los hombres más valientes ya que a veces
morían a mano de los toros, lo cual se contraponía a las ideas de su padre.1278
Juan, mientras tanto, en su primer día de trabajo, había trabajado como el que
más, pues sabía que tenía que hacerlo si quería ser un hombre. Y los hombres que
trabajaban la tierra eran tan grandes y fuertes como lo eran los pescadores. La
reciedumbre y sobriedad de los hombres de campo se reflejaba en su alimentación:
a mediodía solían comer un poco de pan con aceite: “Con esto, y una granada y un
racimo de uvas y la bendición de Dios, podemos decir que somos afortunados” (p.
58).
Cuando volvió a casa, Juan entró cojeando y su abuela lavó sus pies con agua
salada mientras le decía: “Tu tío me ha dicho que has trabajado muy bien. […]
Quizá has averiguado para qué sirven tus pies” (p. 62).
Juan echaba de menos el mar y a los pescadores y no entendía a los hombres de la
tierra, pues solo hablaban de toros y toreros. Ante la admiración que don Alonso
despertaba por su valentía, el niño le había preguntado a Joselito si había salvado a
mucha gente de morir ahogada, pues eso era lo que se consideraba valiente en su
pueblo natal. Sin embargo, el torero era valiente porque se había salvado a sí
mismo miles de veces con una sola estocada de su espada. Juan no veía nada
valiente en el hecho de matar animales. Para él, su propio padre era la encarnación
de la valentía y ante estas dudas, el niño había preguntado a su abuela que, como
mujer sabia, conocía todas las respuestas importantes de la vida. Efectivamente, su
padre fue valiente y sabía para qué le había sido dado su corazón.
Juan vivió experiencias que nunca había vivido antes en El Olivar. Acudió al
pueblo vecino a ver la fiesta de la vendimia o celebró por primera vez la Navidad,
festividad para la que su tía Dolores hacía dulces que vendía a los únicos hombres

1277 De igual modo, Fernán Caballero era contraria a los toros, tal como lo expresa en La
Gaviota. Vid. La gaviota, Madrid Castalia, 1990, pp. 193-201.
1278 Isabel Oyarzábal era contraria a la fiesta de los toros y recordemos que perteneció a la

Federación Ibérica de Sociedades Protectoras de Animales y Plantas (sección de Madrid)


desde el 13-7-1926 y fue nombrada 8 de enero de 1932, vocal del Patronato Central para la
Protección de Animales y Plantas el 8-1-1932. Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith
(Inventario núm. 687, Registro 1812), Archivo Nacional de Cataluña.
597

del pueblo que se podían permitir celebrar fiestas: el cura, el médico y el boticario y
ganaba así algún dinero que compartía con aquellos que le ayudaban. Fue a la
escuela también por primera vez, e incluso participó junto a Joselito la aventura de
“torear”, simulando una corrida de toros en la que Juan fue herido.
Tras cantar en una fiesta, el cura se fijó en él y le propuso ir a Sevilla, a la escuela
de la catedral, con el fin de entrar en el coro y convertirse en “seise”. Nadie en el
pueblo sabía lo que eso significaba y por ello su abuela creía que debía ser algo
importante. Juan le preguntó si volvería a ver el mar, quizá cuando fuera mayor:
“Juanito, tus pies te han llevado sobre la arena para tirar del copo y ayudar a
Pedro, y sobre los caminos y campos para ayudar a tu tío. Por eso pienso que
debes saber que te fueron dados para correr por los demás. Tus manos han
agarrado las amarras de los pescadores y han enganchado los bueyes para
Pedro y has limpiado de maleza los campos de olivos para Antonio y me has
llevado a la iglesia cada domingo. Por eso debes saber que tus manos están
hechas para trabajar para los demás. Tu voz… Debes averiguar ahora para
qué sirve. Es por lo que vas a Sevilla.
¿Y mi corazón, abuela? ¿Y mi corazón? Preguntó Juan.
¡Ah, eso será lo último que sepas!
Pero, ¿Cuándo?
Cuando lo sepas, serás un hombre” (pp. 121 y ss).

Juan marchó a Sevilla y fue acogido Don Andrés, quien era canónigo de la
catedral de esa ciudad. En Sevilla se sentía muy solo y era la primera vez que
pasaba tanto tiempo encerrado. Tan solo había congeniado con un viejo zapatero,
también llamado Pedro, que arreglaba zapatos en la parte trasera de la casa donde
Juan vivía y que le enseñaba muchas cosas. También encontraba afecto en la criada
de la casa, Eulalia, quien era muy buena con él.
Las lecciones de canto iban bien, y pronto tendría el honor de cantar en el coro el
día de la Inmaculada Concepción, en calidad de “seise”. Llegado el día de la fiesta, el
director del coro les dijo que era el mejor grupo de seises que había tenido jamás y
que Juan era el mejor de todos. En una carta de su abuela, escrita por el cura del
pueblo, le refería que Pedro el pescador conservaría su barca para Juan, porque
tarde o temprano, tenía que volver a su pueblo. Pero, ¿cómo iba a volver si estaba
en Sevilla y se esperaba de él que fuera cantante o canónigo? Decidió que tenía que
convertirse en un hombre y la única forma de hacerlo era averiguar para qué le
598

había sido dado su corazón. Cuando volvió a El Olivar en verano, todo había
cambiado. Se sentía muy solo y no le dejaban hacer lo que había hecho tiempo
atrás, porque ahora era un “seise”.
De vuelta en Sevilla, un día encontró que Joselito se había escapado y estaba en
su casa. José Manuel, uno de los hombres de la cuadrilla del torero Miguel
González, le había invitado a Sevilla para verle torear y retado a bajar a la arena.
Joselito estaba dispuesto a ello, pues no quería trabajar toda su vida en el campo,
como lo hacía su padre. Sería torero y Juan le acompañaría a la plaza, quien el día
de la corrida tuvo miedo al pensar en lo que iba a hacer, pero decidió que tenía que
ser valiente, pues seguramente eso era para lo que su corazón le había sido dado.
Joselito y él saltaron a la plaza, y, casi inmediatamente, les sacaron a los dos de la
arena. Un torero había sido herido por su culpa y la policía estaba decidida a
llevarlos a sus casas. Juan dijo que su casa estaba en Bellavista, a donde les
escoltaron, les dejaron en una posada y unos pescadores les acompañaron a la
aldea. Se acercaba una gran tormenta y lo primero que hizo Juan fue preguntar por
Pedro, que en esos momentos se encontraba en el mar en medio de la tormenta.
Juan sintió que debía ayudar a Pedro para que no terminara como su padre y, sin
dudarlo, se echó al agua, repitiéndose que debía tener mucho valor. Una ola cubrió
su cabeza y cuando despertó estaba en la cama, junto a la que se encontraba Pedro.
Este le preguntó por qué había arriesgado su vida, pero Juan solo quería tener
mucho valor y convertirse en un hombre. Pedro estaba seguro de que podría
manejar la “Santa María” mejor de lo que él lo había hecho. Antonio y Dolores
traerían a su abuela a Bellavista, pues nunca había sido feliz en El Olivar y ahora
vivirían junto al mar, pues Juan era ya mayor para cuidar de ella. Al día siguiente
se levantaría temprano para ayudar a tirar el copo, ya que había demostrado para
qué servía su corazón.
Es esta una novela de aprendizaje en la que el protagonista abandonaba
definitivamente la infancia, ayudado de otros personajes como Pedro, el pescador o
Pedro, el zapatero, pero sobre todo gracias a la figura de su abuela.
Se trata, sin duda, de una obra escrita para lectores de habla inglesa,
desconocedores de las costumbres más populares de nuestro país, la mayoría de
ellas relacionadas con el mundo rural. Así, la autora relataba los trabajos
relacionados con la cosecha de trigo, las celebraciones después de la siega (pp. 111-
112), las fiestas navideñas, tal como se vivían en las zonas rurales, la recogida de la
599

aceituna, los trabajos de la pesca, o las celebraciones eclesiásticas de la Inmaculada


Concepción en Sevilla.
De nuevo, la autora retomaba la dicotomía tierra/mar, patente ya en otras de sus
obras, entre las que destaca la obra teatral, Lo que se lleva el mar. Así, cuando la
abuela de Juan le anunció que tenían que irse de Bellavista, este le respondió:
“Nunca dejaré el mar” (p. 18). De hecho, durante su estancia en Sevilla, su único
anhelo era volver a su pueblo. En cambio, y en contraste con la obra teatral antes
mencionada, Juan, disfrutaba de la tierra y aprendía; los hombres de la tierra
conseguían finalmente despertar en él tanta admiración como los pescadores,
llegando a pensar que los hombres que trabajaban la tierra eran tan grandes y
fuertes como los que trabajan en el mar (p. 57).
En relación con los jornaleros, Oyarzábal reivindicaba en la novela la mejora de
su situación. En este sentido, era elocuente el episodio en el que Juan se preguntaba
por qué algunos olivos no tenían aceitunas y un jornalero, amigo de Antonio, le
contestaba:
“Los olivos son más sabios que los hombres […] trabajamos todo el tiempo
y nos preocupamos cuando no tenemos nada que hacer.
Pero los olivos no tienen que trabajar para comer.
Y nosotros no tendríamos que hacerlo si todos los hombres trabajaran juntos
en turnos, pero no es el caso” (p. 69).

De hecho, la autora ponía de manifiesto el exiguo jornal que ganaban los


hombres del campo. Don Alonso, dueño de la tierra, pagaba solo una peseta al día
a los hombres y tres céntimos1279 a las mujeres y niños por un largo día de trabajo.
A veces los hombres se quejaban por ello, pero Juan estaba seguro de que si Don
Alonso hubiera sido un terrateniente cualquiera le hubieran expuesto sus quejas,
pero como era un torero, no decían nada.
En definitiva, se trata de una obra que, a pesar de la simplicidad del argumento y
la sencillez de los personajes destila la sabiduría, amor a la tierra y lealtad a los
altos ideales de los que la autora es portadora.

La palabra inglesa que utiliza la autora es threepence, “tres peniques”, la traducimos


1279

como tres céntimos.


600

Las reseñas de la novela en distintas publicaciones 1280 la recomendaban para


lectores de 10 a 16 años. El NY Times Book Review 1281 comentaba la atmósfera
auténtica, el estilo sencillo y las ilustraciones de Ceferino Palencia. Mientras que
bajo el epígrafe “Spanish Harvest”,1282 la propia autora resumía un fragmento de la
novela, con ilustraciones de Ceferino Palencia.

11.7. Alexandra Kollontay: Ambrassadress from Russia


Se trata de una biografía publicada en 1947,1283 en la que Isabel Oyarzábal hacía
un recorrido por la vida de su querida amiga, Alexandra Mijáilovna Domontovitch,
Alexandra Kollontay.
En Ginebra se encontraron por primera vez Isabel Oyarzábal y Alexandra
Kollontay, donde la primera había sido nombrada, con el advenimiento de la
República, delegada de la Conferencia Internacional de Trabajo y de la Asamblea
de la Liga de Naciones, de las que se hizo cargo desde 1931 hasta principios de
1939, mientras que Kollontay era delegada por su país en las mismas instituciones.
Previamente, Oyarzábal conocía el trabajo de la rusa, pues había leído sus libros y
estaba informada de sus brillantes campañas por los derechos de las mujeres.1284
Pero el destino quiso que se reencontraran de nuevo como representantes de sus
respectivos países entre 1936 y 1939, años en los que Isabel Oyarzábal fue
embajadora de la República española en Estocolmo. 1285 Estos años fueron
suficientes para forjar una amistad que se extendió en el tiempo y en el espacio y,
que estuvo asentada, sin duda, en la mutua consideración, como lo demuestra la
correspondencia entre ambas. De la profunda admiración hacia la política rusa
nació la biografía de la que nos ocupamos.
Oyarzábal hacía un recorrido por la vida política, y en menor medida, personal,
de Alexandra Kollontay, que en algunos pasajes se conviertía casi en una
hagiografía y en la que Oyarzábal nos ofrecía, asimismo, algunos datos sobre su

1280 Hartford, Conn. Courant, 31-8-1941; “Books for young people”, New York Herald
Tribune Books, 12-10-1941; “Spanish Fisherman’s Son”, Springfield Sunday Union-
Republican Springfield, Mass, 12-10-1941; Catholic University Bulletin, 31-10-1941; “For Boys
and Girls”, Tellegram Worcester Mass, 28-12-1941. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo
documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario núm. 687, Registro 1812.
1281 “A Spanish Boy”, NY Times Book Review, 2-11-1941. Archivo Nacional de Cataluña.

Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario núm. 687, Registro 1812.
1282 Palencia, I. de, “Spanish Harvest”, American Junior Red Cross News, octubre 1941.
1283 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay, Ambassadress from Russia, Longman, Green and Co.,

Nueva York, 1947.


1284 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay…, op. cit., p. 192.
1285 Alexandra Kollontay fue representante de Rusia en Suecia desde 1930.
601

propia experiencia en Suecia. Pero la obra también ahondaba en las circunstancias


políticas que rodearon la vida de la revolucionaria rusa hasta 1944, año en el que
terminaba la narración y en el que esta se retiró de la vida pública por problemas
de salud.
Como se ha dicho, la biografía también contiene parte de la correspondencia que
Kollontay envió a Oyarzábal desde el exilio de esta en tierras mexicanas entre 1939
y 1946.1286
Además de enaltecer y facilitar la comprensión de la figura de Kollontay, la obra
es un homenaje a las mujeres que, como ella, contribuyeron de forma decisiva a la
mejora de las condiciones de la vida femenina, a la nivelación de los derechos de
esta respecto al hombre y a la cimentación de la identidad de una “mujer nueva”,
construcción con la que tituló una de sus obras Kollontay. 1287 También es un
homenaje a las mujeres que lucharon por el bienestar y la seguridad de toda la
sociedad, tal como se desprende de la dedicatoria que inicia la obra:
“A todas las mujeres del mundo quienes, como Alexandra Kollontay,
hicieron todo lo que pudieron, generosa y valientemente, de manera altruista
para aliviar los males de la sociedad producidos por la desigualdad, el hambre
y la ignorancia, y que promovieron la causa de la justicia para el bienestar de
toda la humanidad con independencia de la raza, las creencias y la
nacionalidad”.1288

Hay que tener presente también que este no era el primer acercamiento a la
figura de Alexandra Kollontay, pues ya habían sido publicadas las obras de Louis
Bryant, John Reed y Catherine Anthony sobre su implicación en la revolución rusa,
hecho que señalaba Isabel Oyarzábal en su obra, al tiempo que destacaba la
colaboración en la biografía de amigos de Kollontay, como el profesor Silva
Herzog, con quien la diplomática rusa coincidió en México.
La obra consta de dos partes, la primera de las cuales trataba sobre la infancia y
adolescencia de Kollontay a lo largo de cuatro capítulos, desde 1872 hasta 1905 y

1286 Las cartas que Alexandra Kollontay dirigía a Isabel Oyarzábal se encuentran en el
Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario, número 687, Registro 1812, del
Archivo Nacional de Cataluña. Se extienden desde 1939 hasta 1948.
1287 Kollontay fue una de las pocas mujeres que aunaron feminismo y marxismo y la única

política bolchevique que los integró dentro de la lucha revolucionaria. Cfr. Paz Torres, O.,
“La ‘mujer nueva’de Alexandra Kollontay: aproximación a través de su biografía, Isabel
Oyarzábal Smith”, en Suárez Suárez, C. (ed.), Maternidades (De) construcciones feministas,
Oviedo, KRK Ediciones, 2009, pp. 91-108.
1288 La traducción es mía.
602

la segunda, de veintidós, se extendía desde su primer exilio en 1905 hasta 1946,


concluyendo la semblanza con un epistolario entre las dos mujeres.
Al margen de que ambas escritoras compartieron la responsabilidad de
representar a sus respectivos países en el extranjero, existieron otros puntos en
común en la biografía y la personalidad de estas ilustres mujeres. Y debido a ello y
a la relación personal entre ambas mujeres, a pesar de que la voz de la narradora es
omnisciente, se aprecia cierto tono subjetivo con la utilización de la primera
persona o la forma impersonal, artificios que intensifican uno de los aspectos
fundamentales de la obra, la identificación entre biografiada y biógrafa.1289
Así, al igual que Oyarzábal, Kollontay provenía de una familia acomodada, pues
sus padres pertenecían a la antigua nobleza rusa, como ella misma recordaba en su
autobiografía. 1290 Sus padres no quisieron que acudiera al colegio, según cuenta
Oyarzábal, porque no les gustaba que se uniera a niñas de otras clases sociales,1291
aunque en palabras de la propia Alexandra, ello se debió a la preocupación de su
madre por su salud y por la “aversión ante las influencias liberadoras con las que
hubiera podido tomar contacto en el colegio”. Este hecho, sin embargo, fue decisivo
en su futuro, ya que al haber sido educada por María Strachova, una profesora
contratada por sus padres, hizo que se aproximara a los problemas de la sociedad
rusa, pues esta estaba vinculada a las capas revolucionarias de Rusia. 1292 Los
padres, de mentalidad progresista,1293 le facilitaron el acceso a la cultura y en casa
de su abuelo, donde pasaba algunas temporadas, había una nutrida biblioteca bien
provista de libros rusos, franceses e ingleses, con los que aprendió, por ejemplo, a
detestar la intolerancia religiosa.1294 Sin embargo, no veían con buenos ojos que su
hija entrara en la universidad, pues temían la influencia de ideas avanzadas en la
mentalidad de Alexandra.1295
Como nuestra autora, el afán de justicia social de Kollontay se manifestó
tempranamente:

1289 Bados Ciria, C., “Isabel de Palencia y la escritura en México: la biografía de Alexandra

Kollontay”, en Porro Herrera, M. J. y Sánchez Dueñas, B. (eds.), El exilio literario andaluz


de 1939, Diputación Provincial de Córdoba, 2011, pp. 89-104.
1290 Kollontay, A., Autobiografía de una mujer emancipada, Barcelona, Editorial Fontamara,

1978, p. 75.
1291 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay…, op. cit., p. 25.
1292 Kollontay, A., Autobiografía de una mujer…, op. cit., p. 76.
1293 En este sentido, es curioso que la madre de Kollontay apoyaba a las autoridades

médicas que luchaban contra los corsés de las mujeres. Palencia, I. de, Alexandra
Kollontay…, op. cit., p. 27.
1294 Ibidem, p. 30.
1295 Ibidem, p. 28.
603

“Mis padres eran personas adineradas. En casa no había lujos, pero nunca
supe lo que significaba renunciar. Y sin embargo, veía cómo otros niños tenían
que renunciar; a este respecto, los que más pena me daban eran los pequeños
campesinos, por entonces mis compañeros de juegos (vivíamos casi siempre en
el campo, en la finca de mi abuelo, que era finlandés). Yo criticaba ya de
pequeña la injusticia de los adultos. […] Tempranamente adquirí clara
conciencia de las injusticias sociales que imperaban en Rusia”.1296

Pero la rebeldía hacia lo establecido, afloró también en otros aspectos más


íntimos:
“Quizá por ello surgió en mí, a una edad temprana, un sentimiento de
protesta contra todo lo que me rodeaba. Hacían demasiadas cosas para verme
feliz y yo no tenía libertad de movimiento ni en mis juegos infantiles ni en mis
deseos”.1297

Su hermana, muy admirada por Alexandra, fue obligada a casarse con un hombre
de sesenta años, hecho que afectó enormemente a Alexandra quien, en 1893 se casó
por amor, lo cual constituyó un primer enfrentamiento a las normas sociales de la
época, por lo que significaba de desobediencia al padre y desatención a las
conveniencias sociales. Sin el consentimiento familiar, se casó con un primo
segundo, el ingeniero Vladimir Kollontay, del que tomó el apellido.
La rebeldía de la joven se dirigió, pues, hacia la lucha contra la injusticia social y
la mejora de la condición de la mujer, en una sociedad en la que esta se hallaba
desprovista siquiera de personalidad civil.1298
Oyarzábal apuntaba que Kollontay nunca fue muy aficionada a las cuestiones que
tradicionalmente se consideraban femeninas, como el matrimonio o el amor y que
prefería el estudio. En su autobiografía, precisaba que el amor y el matrimonio
estuvieron ahí, pero si se unía a alguien, un sentimiento inconsciente le hacía huir
para no perder su propio yo.1299
Al año siguiente de su casamiento, nació su hijo y afloraron las primeras
diferencias con su esposo. Sobre la maternidad, aclaraba que: “[...] aunque yo

1296 Kollontay, A., Autobiografía de una mujer…, op. cit., p. 75.


1297 Ibidem, p. 75.
1298 Ibidem, p. 23.
1299 Kollontay, A., Autobiografía de una mujer…, op. cit., p. 79.
604

misma eduqué a mi hijo con gran empeño, la maternidad nunca fue el punto central
de mi existencia”.1300
Alexandra Kollontay no quiso renunciar al cometido que creía tener y finalmente
decidió separarse de su marido en 1897. Se centró en el estudio de la Psicología
infantil y la educación, sobre lo que tenía sus propias convicciones: el desarrollo del
niño tenía relación con lo que le rodeaba y no con sus características innatas. Un
estudio sobre los principios de la educación apareció en la revista Educación.
Tanto, Isabel Oyarzábal en el relato de la vida de la revolucionaria rusa, como la
propia Alexandra señalaban como hecho decisivo en su vida la visita en 1896 a
Narva, una fábrica textil en Krengolm, que “decidió su destino”. Allí comprobó las
condiciones deplorables de doce mil trabajadores e hizo que se uniera a un grupo
de escritores interesados en las doctrinas marxistas, cuyo líder era “un joven
Lenin”. Todavía Alexandra no era marxista en el sentido estricto de la palabra,
pero creía que era la solución a los problemas que el capitalismo y la revolución
industrial habían provocado.
Tras una estancia en Zurich, donde junto con su amiga Zoja Sharduskaja estudió
Economía, Política y Estadística bajo la dirección del profesor H. Herkner, volvió a
Rusia y puso sus conocimientos al servicio del partido socialista al que se unió
oficialmente.1301
Sus escritos sobre Economía, en esa época, causaron sorpresa y confusión, pues
tuvo que convencer a la audiencia e incluso a algún editor, de que ella era la autora,
tan inhabitual era que una mujer escribiera sobre Economía.
Pasado el tiempo, su compromiso con la revolución proletaria en Rusia se hizo
cada vez más firme, a la vez que lo era también con su lucha por la emancipación de
la mujer. En 1906, formó junto con un grupo de camaradas el primer club para
mujeres de San Petersburgo. Tras la revolución de 1905, su actividad política se
incrementó. Afiliada ya al partido socialdemócrata, sin embargo, tomó conciencia
de lo poco que este se interesaba por el destino de las mujeres de la clase
trabajadora y por la liberación de la mujer. 1302 Después de la represión que
comenzó en 1908, se vio forzada al exilio, con el que daba comienzo la segunda
parte de la obra. Isabel Oyarzábal aseguraba que no solo escapó de la policía, sino
también de algo que podía ser más peligroso para ella: de las ataduras familiares y

1300 Ibidem, p. 77.


1301 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay…, op. cit., pp. 34-37.
1302 Kollontay, A., Autobiografía de una mujer…, op. cit., p. 80.
605

de las tradiciones que estaban en franca oposición con los principios que había
adoptado. Viajó a Stuttgart, aparentemente como turista, pero en realidad, lo hizo
como delegada del Congreso Internacional de Mujeres Socialistas y de la
Conferencia Internacional Socialista y allí colaboró con el periódico Gleichheit de la
mano de Clara Zetkin.1303
A partir de ese momento creció la fama de Kollontay como oradora y pronto se
convirtió en uno de los más conocidos miembros del movimiento ruso. Viajó por
toda Europa defendiendo el antimilitarismo, difundiendo las ideas socialistas ante
la inminencia de la I Guerra Mundial y trabajando por la mejora de las condiciones
de trabajo y vida de las mujeres.
Fue después de la Revolución en su país, cuando comenzó la etapa de mayor
actividad política. El 8 de noviembre de 1917, después de la Revolución de Octubre
y depuesto el gobierno de Kerensky, se estableció un nuevo gabinete soviético y
Alexandra Kollontay fue nombrada comisaria de Bienestar Social, puesto que
desempeñó hasta marzo de 1918.
Kollontay empezó a trabajar, pero el Ministerio de Bienestar Social era
especialmente difícil de gestionar. Debía ocuparse de las pensiones de las viudas y
la asistencia de los inválidos de guerra, la caja de pensiones, los asilos de ancianos,
hospitales y orfanatos, talleres de fabricación de prótesis, clínicas de ginecología y
la administración de las fábricas de naipes, cuyos beneficios eran destinados para el
sustento del fondo de bienestar social.
Su tarea principal como comisaria del pueblo fue mejorar, mediante un decreto, la
situación de los inválidos de guerra, suprimir la enseñanza de la religión en los
colegios de chicas que dependían del Ministerio, trasladar a los curas a actividades
civiles, transformar los antiguos orfanatos en residencias estatales para niños, crear
los primeros alojamientos para pobres y niños vagabundos y organizar un comité
de médicos para elaborar un sistema de sanatorios gratuitos en todo el país. Pero el
trabajo que siempre consideró más importante fue la constitución legal de una
central para la protección de la maternidad y del recién nacido.1304
Otro de sus proyectos, que fue saboteado, fue la creación del Palacio de la
Maternidad. El Consejo de Comisarios aprobó una medida según la cual las madres
tendrían cuidados gratuitos antes, durante y después del embarazo. El proyecto
que estaría ubicado en un antiguo palacio, fue incendiado. Sus esfuerzos en este

1303 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay…, op. cit., p. 51.


1304 Kollontay, A., Autobiografía de una mujer…, op. cit., pp. 105-107.
606

campo despertaron, como otras muchas veces, los ataques contra ella y tuvo que
soportar insidias que hablaban de la “nacionalización de las mujeres rusas”. Los
huérfanos y escuelas públicas, fueron objeto de sus siguientes proyectos, pues
Alexandra aspiraba a que todos los niños en Rusia tuvieran una educación.
Uno de sus esfuerzos más importantes se concentró en la creación de un hogar
para los inválidos de guerra, para lo que encontró que el monasterio de Alexander
Nevsky era el lugar idóneo. Los simpatizantes del antiguo régimen y la Iglesia
montaron en cólera, a pesar de que los monjes estaban de acuerdo. Este hecho fue
utilizado por los contrarrevolucionarios contra los bolcheviques y los soviets.
Kollontay tenía además otras ocupaciones: era miembro de gobiernos locales,
primero, de la República de Siberia, después y Comisaria de Propaganda del pueblo
en el Gobierno Ucraniano.
Además de estas tareas y otras que tenía por delante, había una acuciante para
ella y, en palabras de Oyarzábal, era la de interesar a las mujeres rusas por la vida
pública.1305 No era lo que se suele llamar feminista, quería más bien que hombres y
mujeres trabajaran juntos como camaradas. Consideraba que, excepto en la
cuestión de la maternidad, las mujeres debían ser absolutamente iguales a los
hombres. Organizó el primer Congreso de Mujeres Campesinas y Trabajadoras, el
19 de noviembre de 1918, en el que Lenin dio un histórico discurso sobre los
derechos de las mujeres.1306 En este sentido, en junio de 1919, Lenin afirmó que en
ningún país se había hecho más por las mujeres que en un año de gobierno
comunista.1307
En un artículo en Pravda, el 6 de noviembre de 1919, Lenin afirmaba: “para
conseguir una completa emancipación de la mujer y hacerlas realmente iguales a
los hombres, se ha de conseguir una economía social y la participación de la mujer
en el trabajo productivo. Entonces la mujer tendrá el mismo sitio que el hombre”.

1305 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay…, op. cit., pp. 114-115.


1306 El objetivo del Congreso era conseguir la igualdad de derechos de la mujer como
elemento productivo en la economía nacional y como ciudadana en el sector público, a
condición de que la maternidad fuera considerada como función social y, por tanto,
protegida y sustentada por el Estado. Cfr. Kollontay, A., Autobiografía de una mujer…, op.
cit., p. 110.
1307 Bajo la dirección de Kollontay, la Central de Mujeres, creó un periódico comunista,

convocó congresos y conferencias, estableció las bases para el trabajo con las mujeres del
Este (mahometanas), organizó en Moscú dos conferencias mundiales de mujeres
comunistas y fue dictada una ley que eximía de castigo al aborto. Cfr. Kollontay, A.,
Autobiografía de una mujer…, op. cit., p. 111.
607

Gracias a Alexandra Kollontay y con el apoyo del secretario-general Sverdlov, el


partido aceptó la creación de un plan para crear el Departamento Central de
Educación Femenina, del que fue la directora desde 1919 a 1922.
En el verano de 1921, el partido, simultáneamente al Congreso de la Tercera
Internacional, convocó la Conferencia Internacional Comunista de Mujeres. Bajo
su guía, se abrieron clubs para mujeres y departamentos para la mujer en todos los
distritos. El Congreso, en opinión de Kollontay, era absolutamente necesario para
el desarrollo de Rusia, pues las mujeres campesinas que acudieran serían instruidas
en higiene y educación, y llevarían ese conocimiento a sus pueblos.
En 1920, en el octavo Congreso Soviético Ruso, fue presentada una moción para
que las mujeres obtuvieran un mayor número de puestos de responsabilidad y se
hizo popular el slogan de Kollontay: “Sé madre no solo de tu hijo, sino de todos los
hijos de las trabajadoras y campesinas”.
Publicó numerosos panfletos, folletos y artículos en la prensa y en periódicos
femeninos. En 1920, dio una serie de conferencias en la universidad del Partido, “la
universidad Sverdlov”, que fueron publicadas y traducidas posteriormente al sueco.
Su trabajo conocido como La nueva mujer y la clase trabajadora fue quizá su trabajo
más divulgado. En él hablaba de la evolución de la mujer en las tres últimas
décadas y señalaba la rapidez con la que la mujer se había incorporado al mundo
industrial:
“Hace menos de medio siglo solo había unos miles de mujeres en los países
civilizados incorporadas al empleo. En el presente [1918] el número de
mujeres ha superado al crecimiento del de los hombres. Como los hombres,
están ejerciendo una enorme presión en el mercado laboral. Hoy hay millones
de mujeres trabajadoras. En Europa y Norteamérica hay casi 60 millones de
mujeres trabajadoras. Este gran ejército de mujeres independientes se
compone de más del 50 por ciento de mujeres solteras, que dependen única y
exclusivamente de su propia fuerza y no pueden seguir la vieja costumbre de
esconderse detrás de la espalda del ‘marido proveedor”.1308

Las mujeres trabajadoras provenían de todas las clases, pero la mayoría, de la


clase más oprimida. Alexandra Kollontay hacía hincapié en el hecho de que la
transformación de la mentalidad de las mujeres, su nueva estructura espiritual,

1308 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay, op. cit., p. 127.


608

emanaba de lo profundo de la sociedad donde la lucha era muy dura y donde las
necesidades humanas de todas clases ejercían una presión lo suficientemente
poderosa como para que hubieran prevalecido maneras de pensar y sentir que
habían reprimido a las mujeres durante siglos. La acción colectiva, el sentimiento
de camaradería se desarrollaba más fácilmente entre las mujeres de la clase obrera
que entre las de la burguesía.
En palabras de Oyarzábal, que el ideario de Kollontay estaba en lo cierto fue
ampliamente confirmado después, pues la URSS no hubiera alcanzado su desarrollo
sin la cooperación generosa de las mujeres.
Oyarzábal dedicaba un capítulo a la concepción que Alexandra Kollontay tenía de
la familia comunista.1309 Paralelamente a los esfuerzos expuestos, intentaba hacer
ver no solo a su país, sino al mundo, lo que el régimen soviético quería transformar
en relación a otros aspectos de la vida humana, y entre ellos, la institución social de
la familia. Kollontay escribió El comunismo y la familia que fue publicado por la
Federación de Trabajadores Socialistas de Londres. Lejos de destruir la familia, lo
que pretendía era fortalecer la institución mediante un reforzamiento de la moral
de las mujeres y del bienestar de los niños:
“La vida está cambiando ante nuestros ojos. Algunos hábitos y costumbres
están desapareciendo y toda la existencia de la familia proletaria está siendo
organizada de una manera diferente. La familia en la que la mujer no tenía
nada pertenece al pasado. […] No debemos asustarnos de la idea de que
nuevas formas sean introducidas en la relación entre el hombre y la mujer.”

Hacía hincapié en que el capitalismo era el que había empujado a la mujer a


trabajar fuera de casa, debido a las necesidades producidas por los altos precios. Al
principio de la Guerra Mundial se había hecho un estudio que mostraba que el
número de mujeres que vivían de su trabajo era de 60 millones, la mitad de ellas
casadas y de este modo, la vida familiar se resentía. Pero Kollontay aspiraba a que
las mujeres trabajadoras tarde o temprano dejaran de cuidar de su casa. Este
trabajo, en la sociedad comunista, sería desempeñado por una categoría especial de
mujeres trabajadoras que no harían nada más. Esto había sido así para la clase
pudiente y en la sociedad comunista todas las mujeres podrían gozar de este
servicio.

1309 Ibidem, pp. 129 y ss.


609

La sociedad comunista también acudiría en ayuda de los padres. Gracias al


Comisariado de Educación Pública y Bienestar Social se habían dado muchos pasos
en este sentido: guarderías, enfermerías, campamentos para niños, centros de salud,
desayunos gratis en el colegio, libros de texto gratis, ropa y calzado cuando fueran
necesarios.
En definitiva, en opinión de Kollontay, la familia debía estar construida en la
unión de dos iguales, ambos libres, ambos independientes, ambos trabajadores. La
mujer no dependería más del hombre, sino de sus propias fuerzas. Personalmente,
Alexandra Kollontay siempre pensó que, si el amor quebraba las alas de la mujer,
esta debía liberarse1310 y en este sentido sus escritos sobre el amor y el matrimonio
fueron muy criticados por defender posturas licenciosas, a decir de Isabel
Oyarzábal, de manera infundada.1311
Uno de los capítulos de la biografía estaba dedicado a una de las grandes
aspiraciones de Alexandra Kollontay: ser una gran novelista. En sus novelas, el
compromiso con la emancipación de la mujer y la revolución iban indisolublemente
unidos. Oyarzábal exponía los argumentos e ideas de obras como Red Love, A great
love, las narraciones cortas Sisters y The Love of Three Generations; A letter to a young
comrade, esta última traducida al español y publicada en Madrid, obras en las que
exponía su punto de vista sobre la emancipación de las mujeres, en contra del
matrimonio y a favor de la libertad en las relaciones.1312
Para la biógrafa, la pluma de Alexandra siempre tuvo una alta intención y sincero
deseo de elevar la condición de la mujer en todas las esferas, para defender su
derecho a vivir en libertad y a desarrollar su personalidad.
Por otra parte, la primera misión diplomática de Kollontay se produjo en febrero
de 1918, cuando fue comisionada a Suecia, en la cabeza de la primera delegación
oficial del Soviet para tratar diversos asuntos sobre economía nacional y

1310 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay…, op. cit., p. 137.


1311 Los rumores acerca de las leyes que en este sentido iban a ponerse en vigor respecto a
la mujer fueron malinterpretadas. El matrimonio civil sería celebrado por la autoridad civil.
Su procedimiento era simple. La pareja se registraba en el Departamento de matrimonios y
divorcios. Los requisitos eran muy pocos: los hombres habían de tener 18 años, las mujeres,
16; no estaba permitida la bigamia, ni el matrimonio entre parientes. El divorcio era aún
más simple y esto escandalizaba fuera de Rusia. Un decreto de 1917, hizo posible el
divorcio no solo para los ricos, sino para todo el mundo. Se acortaron los plazos para
obtenerlo. Si había hijos de por medio, el cónyuge con más dinero se haría cargo de la
mayor parte de su manutención. Ibidem, p. 140.
1312 Bados Ciria, C., “Isabel de Palencia y la escritura en México…”, art. cit., p. 100.
610

política. 1313 Los capítulos XV al XXI narraban las actividades diplomáticas de


Kollontay entre 1922 y 1940. En 1922, había sido destinada a Noruega y el hecho
de que una mujer hubiera sido nombrada jefa de la delegación diplomática con
poderes absolutos causó una gran conmoción en el mundo. Después de conseguir
que el gobierno de Noruega reconociera a la URSS, el 15 de febrero de 1926, fue
destinada a México. Los rumores maliciosos, que acompañaron al personaje
durante toda su vida política, afirmaron entonces que Alexandra había sido la
responsable de la ruptura de relaciones entre Rusia y México, hecho que se
demostró alejado de la verdad, pues dichas relaciones se rompieron años después,
cuando ella ya había sido sustituida. De hecho, Isabel Oyarzábal supo que el
gobierno de México tenía intención de condecorar a Alexandra y así lo hicieron,
pues le concedieron la Medalla Azteca, una condecoración muy raramente
concedida.1314
De vuelta en Noruega, y debido a su delicada salud, le fue encomendado el puesto
de encargada de Negocios en Suecia. En 1930, fue ascendida a ministra
Plenipotenciaria1315 y enviada especial en Suecia, donde trabajó intensamente para
conseguir tratados comerciales cruciales para la economía soviética. El 8 de marzo
de 1935 fue distinguida con la Orden de Lenin, la más alta distinción de su país.
En los capítulos siguientes, Isabel Oyarzábal rememoraba la estrecha relación
personal que estableció con Alexandra Kollontay a raíz de su estancia en Suecia
como diplomática. Oyarzábal conoció a la política rusa en Ginebra donde las dos
mujeres eran delegadas de sus respectivos países en la Conferencia Internacional
del Trabajo y en la Asamblea de la Liga de Naciones. A menudo, en esas reuniones
Alexandra Kollontay había hablado a favor de la causa española para hacer
comprender a los delegados la cerrazón del Comité de No-Intervención, creado en
contra de todos los principios democráticos y con la finalidad de aislar el conflicto
español, que pronto se demostraría inútil para prevenir la guerra mundial.
Cuando en 1936, Isabel Oyarzábal llegó a Estocolmo como ministra
Plenipotenciaria del gobierno de la República española, tuvo que sufrir el molesto

1313 Según sus propias palabras, comenzaba en Rusia “el periodo oscuro”. Debido a las
diferencias de opinión con la política que se estaba llevando a cabo, renunció al cargo de
Comisario del Pueblo y poco a poco fue relevada de otros cargos. Se puede decir que sus
puestos diplomáticos eran una manera de mantener lejos a un elemento incómodo. Centró
sus fuerzas, entonces, en lograr la emancipación de la mujer. Cfr. Kollontay A.,
Autobiografía de una mujer…, op. cit., pp. 107-108.
1314 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay…, op. cit., p. 184.
1315 Fue la primera embajadora de la historia.
611

episodio de la negación por parte del ministro de Franco de abandonar la embajada,


a pesar de que el gobierno sueco se lo había requerido en varias ocasiones. Este
hecho provocó que Oyarzábal tuviera que alojarse momentáneamente en el Gran
Hotel y allí le esperaba “un ramo de rosas con una nota disculpándose por no
recibirme en persona. Desde entonces nunca dejó de hacerme sentir que podía
contar con ella para lo que fuera”. 1316 De hecho, la apoyó y aconsejó sobre el
estricto protocolo que había de observar en la ceremonia de presentación de
credenciales ante el rey de Suecia.
Otro de los momentos evocados fue el respaldo de Kollontay a la causa española
cuando, en el otoño de 1937, el Comité Sueco organizó “La Semana Española”, con
el fin de recabar apoyos para la causa republicana. Kollontay se volcó en el evento e
incluso, nuestra autora afirmaba que algunos de los trabajadores de la Legación
Soviética donaron parte de su salario para las mujeres y niños españoles.1317
Las dos mujeres forjaron una relación de amistad y apoyo mutuo a partir de
entonces:
“Alexandra se convirtió en parte de nuestra existencia diaria. Cada pequeño
incidente en la vida de nuestra familia era importante para ella. Ninguna
hermana podía haber sido tan amable, como lo fue en el nacimiento de mi
nieto, cuando Marissa, cuyo marido estaba en España, en el frente, como mi
hijo, dio a luz a Jan en una de las maternidades de Estocolmo. No pasaba un
día sin que Alexandra tuviera algún detalle para con ella”.1318

Una de las actividades que más disfrutaban las dos diplomáticas eran sus paseos
por los alrededores de Estocolmo. Ambas compartían el amor por la naturaleza y a
este respecto, Oyarzábal reproducía una conversación que mantuvo uno de esos
días con la diplomática rusa, en la que nuestra autora le confesaba que había sufrido
cambios fundamentales en su actitud hacia la naturaleza. Hasta entonces Isabel se
había tenido por una amante de la gran madre de los hombres y se había
emocionado a menudo, más que con ninguna otra manifestación de la belleza -
incluso con las relacionadas con el arte-, con algunas expresiones especiales de la
naturaleza. Pero cuando se desarrolló la tragedia en España y el sufrimiento del

1316 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay…, op. cit., p. 202.


1317 Ibidem, p. 204.
1318 Ibidem, p. 206. De hecho Alexandra tenía una especial predilección por Marissa, con la

que pasaba muchas veladas, cuando las obligaciones de la embajadora se lo permitían.


612

pueblo se hizo más y más agudo, parece que perdió ese sentimiento hacia el mundo
exterior que tanto había significado para ella.
Alexandra Kollontay trataba de animarla y cuando, las muchas obligaciones de
ambas lo permitían, iba a buscarla a la embajada en su coche y daban un paseo
durante las semanas de junio sin noche, o en los ríos días de invierno, conversando
y acercando posturas sobre temas en los que tenían posicionamientos divergentes:
“ ‘Sí, es todo muy bello’, como si estuviera tratando de examinar un trabajo de
arte de acuerdo a las reglas establecidas para el análisis. ‘Pero, ahora mismo no
significa nada para mí, me siento como si estuviera atada por dentro’. ‘Te
sientes como un barco atrapado en el hielo, pero algún día ese hielo se
derretirá’, era invariablemente su respuesta”.1319

En uno de los pasajes, Oyarzábal centraba la atención en las asiduas discusiones


con Kollontay en relación a las cualidades que debía tener un diplomático y quién
era más indicado para desarrollar esta labor, el hombre o la mujer. Kollontay no
tenía ninguna duda de que la mujer podía ocupar cualquier puesto para servir a su
país e iba más allá y afirmaba que las mujeres eran más indicadas para la
diplomacia que los hombres. En su opinión, la mujer era más flexible, más
comprensiva y tenía una mayor intuición que los hombres.
“La intuición puede ser peligrosa -le había contestado Isabel.
Un diplomático ha de tener un perfecto control de sí mismo. ¿Hay algo más
encantador para un diplomático, más habilidoso que tener sentido del humor?
Y sin embargo, esa inclinación, no controlada puede ser lo peor que se puede
tener. Una broma en diplomacia puede ser más devastadora que un puñetazo.
Los hombres tienden a pensar que poseen las cualidades que les describen
habitualmente: coraje, generosidad, audacia, también odio y espíritu de
revancha, por no hablar de los dones mentales.
Exacto, pero se olvidan de lo que más se necesita en diplomacia -tacto y
discreción- contestó Alexandra. […] Hay hombres y mujeres que no tienen
ninguna de ellas o las tienen en su más alto grado. Con tacto y conocimiento
de tu país, su cultura y necesidades y el suficiente autodominio para evitar
cometer un desliz. Con estos elementos un diplomático puede estar seguro de
tener éxito”.1320

1319 Ibidem, p. 234.


1320 Ibidem, p. 209.
613

Otro asunto que se planteaba Oyarzábal era si la diplomacia era una actividad
interesante. Con frecuencia se le atribuía a la vida en una embajada cierto glamour,
pero para la autora, esta podía ser terriblemente aburrida o extremadamente
interesante. Todo dependía de la misión que se tuviera que desempeñar.
Teniendo en cuenta que Alexandra Kollontay fue la primera mujer europea
dedicada a la labor diplomática e Isabel Oyarzábal la primera mujer española y una
de las primeras del continente, obviamente se encontraron con la barrera de la
prevención hacia las mujeres que desempeñaban cargos públicos de
responsabilidad. Tanto una como otra coincidían en pensar que los prejuicios hacia
una mujer que desempeñaba una labor diplomática eran muy fuertes y que a veces
podían ser un serio obstáculo y, por tanto, su labor les suponía un mayor esfuerzo
que al hombre. A pesar de ello, Oyarzábal reconocía que no fue consciente de estos
prejuicios en propia carne, pues sus colegas nunca mostraron que hubiera
diferencias entre ella y ellos y, además, contaba con la total confianza de su
gobierno, opinión que compartía su homóloga rusa. De todas formas, Isabel
reconocía que una mujer debía cuidar de cada mínimo detalle y que cualquier
aspecto de su imagen podía ser objeto de crítica. 1321 Lo cierto es que los países
escandinavos, quizá por sus auténticas tendencias democráticas y pacifistas, quizá
por tratarse de pequeños países, fueron considerados el campo de pruebas de lo que
fue llamada “la diplomacia femenina”.1322

Otro de los aspectos que revelaban la profunda amistad entre las dos
diplomáticas lo constituía el hecho de que Kollontay fue quien ayudó a Oyarzábal a
decidir el lugar del exilio. En principio, y como recordaba la propia autora, se
negaba a ir donde algún aspecto le recordara su “ahora inaccesible lugar de origen”,
pero Kollontay le recomendó justo lo contrario, un destino en el que se hablara su
idioma, a la vez que le relató algunas de sus vivencias durante su estancia en
México. Oyarzábal se inclinaba por un país que estuviera cerca de su tierra natal,
para paliar, en la medida de lo posible, la inevitable añoranza, pero Alexandra le

Ibidem, pp. 210-211.


1321

Oyarzábal hacía un repaso por las mujeres destinadas en las legaciones de los países del
1322

norte de Europa: las jefas de misión designadas por USA: Mrs. Ruth Bryan Owen Rhode y
Mrs. J. Borden Harriman, enviadas a Escandinavia, la primera a Dinamarca y la segunda a
Noruega; Alexandra Kollontay, de Rusia; la señorita Palma Guillén de México a
Dinamarca, mientras que el gobierno republicano envió a nuestra autora a Suecia y
Finlandia. Ibidem, p. 214.
614

recordó que el estallido de un conflicto bélico a nivel mundial era cuestión de


meses, quizá semanas y lo útil y justo para su familia, que ya había sufrido tanto,
era ir a un sitio donde hubiera paz y de esta manera, prepararse para ser útil a
España: “La libertad es imprescindible si se quiere ayudar, y España necesita a
todos los españoles dispuestos a alejarla del abismo de la miseria”.1323
Alexandra continuó pintándole el mejor cuadro de México que se pudiera
concebir: la gente, el paisaje, la flora, los sonidos, todo les iba a hacer tan felices
como pudieran en semejantes circunstancias. “Además era nuestra responsabilidad
aceptar la calurosa invitación de México a los miles de españoles sin hogar a
quienes otros muchos países habían negado su hospitalidad”.1324

El capítulo veinticinco del libro estaba dedicado a la correspondencia que


Alexandra Kollontay dedicó a Isabel Oyarzábal entre 1939 y 1946.1325 Esta escogió
las que le resultaron más interesantes para incluirlas en el libro, y algunas de ellas,
muy breves, son una revelación de su consideración y profunda ternura y
comprensión”.1326
Reproducimos, por su significación dos de ellas, la primera escrita varios días
antes del fin de la guerra española y la segunda de ellas, justo después de la
“tragedia”, como califica nuestra autora a la Guerra Civil.
Estocolmo
“Mi querida amiga:
A veces me he sentido como si la vida me hubiera robado el don de las
lágrimas, pero esta mañana cuando he leído las noticias sobre el heroismo del
gran pueblo español, su tenacidad, sus esfuerzos y sorprendentes sacrificios,
no he sido capaz de refrenarlas. Y mis pensamientos se dirigieron hacia ti con
admiración y amistad. Un amigo mutuo que te conoce bien, piensa como yo,
que con solo mirarte uno puede sentir España, su coraje y su penosa y
sorprendente resistencia.

1323 Ibidem. pp. 265-267.


1324 Ibidem, pp. 265-266.
1325 La correspondencia entre ambas se extendió hasta 1948, como lo atestiguan las cartas

conservadas en el Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel Oyarzábal


Smith, Inventario núm. 687, Registro 1812.
1326 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay, op. cit., p. 267.
615

Querida, te mando dos pequeñas cajas de fresas, una es para Marissinka, y la


otra para ti. También te mando café de una marca que me gusta. Esta noche
voy estar en Saltsjöbaden,1327 hasta el domingo, pero el lunes te veo.
Atentamente,
Alexandra.

Saltsjöbaden, 4 de abril de 1939


“Mi querida Isabel:
Pienso en ti constantemente.
La reacción se pondrá en marcha ahora y temo por tu salud. ¿Podrías cuidarte
un poco?
Todo el mundo me habla de ti con una admiración y entusiasmo, que son poco
habituales entre la gente del norte. Te has ganado todos los corazones para ti
y para tu heroico país. Te acompaño en la tristeza y la preocupación, y pienso
en todos vosotros.
Si pudiera hacer algo más en este momento, pero tengo la absoluta convicción
de que las fuerzas vivas que llevan la antorcha de la libertad y la justicia no
pueden ser estranguladas. Algún día, estaré contigo en Madrid… estoy segura
de ello, casi puedo verlo.
Me entristece estar fuera estos días cuando sé que me necesitas, pero Isabel
querida, estaba al límite de mis fuerzas. Un desafortunado ataque al corazón y
230 de presión arterial. Creo que he hecho bien viniendo aquí, donde estoy
sola y descansando todo el día. Cuando vuelva, en ocho o diez días, retomaré
mi vida, rejuvenecida, e intentaré ayudarte con todo mi cariño y amistad.
¿Cómo están Marissinka y su pequeño? Mi cariño y apoyo a todos los
chicos.1328

Tuya siempre.
Alexandra

Efectivamente, Alexandra Kollontay, cuya salud ya había dado muestras de estar


resquebrajándose, escribía muchas de estas misivas desde el sanatorio en el que
pasaba sus periodos de convalecencia. De ellas, se desprende sobre todas las cosas,

1327 Lugar de veraneo cercano a Estocolmo.


1328 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay…, op. cit., pp. 267-268.
616

la admiración y respeto que profesaba a Isabel, a la vez que le enviaba palabras de


ánimo, teniendo en cuenta que esta se estaba estableciendo en el país que le
acogería en el exilio. Es constante, en este sentido, la valoración de nuestra autora
como “símbolo” de su país. En otra carta fechada en Estocolmo en 1939, le decía:
“La vida es exigente contigo en sus demandas. Te pide no solo un enorme
coraje, sino también una ilimitada energía para superar las dificultades y
obstáculos de la vida. Una cosa es segura. Eres un símbolo viviente de tu país.
Tu sufrido país…”1329

Asimismo, son elocuentes las palabras de Alexandra Kollontay cuando, en una


carta fechada el 5 de julio de 1943, recordaba las palabras de Isabel que defendía la
idea de que el pueblo español estaba solo en la lucha por la democracia, contra los
totalitarismos:
“Cuántas veces recuerdo tus palabras cuando repetías que el pueblo español
estaba combatiendo en la vanguardia de la lucha por la democracia y contra el
nazismo. ¡Cuánta razón tenías, mi querida Isabel! Ahora, al fin, el mundo está
empezando a entender el significado de la invasión de España, y estoy segura
de que la victoria de los Aliados os dará la oportunidad de volver a vuestro
querido país”.1330

Por otro lado, la correspondencia entre Isabel y Alexandra, que conocemos a


través de las respuestas de esta, nos revelaban hechos concretos del devenir vital
de aquella. Así, gracias a una carta fechada en Estocolmo el 4 de junio de 1939,
sabemos que el embajador de Francia en Estocolmo, Maugras, ayudó a sacar al
sobrino de Isabel, Juan, de un campo de concentración en Túnez, en el que había
sido confinado.1331 En enero de 1940, una misiva fechada el 24 de ese mes, nos
revelaba que Isabel estaba pensando en escribir sus memorias. 1332 Sabemos por
otra, fechada en Saltsjöbaden, el 15 de mayo de 1940, que nuestra autora había
estado en Nueva York;1333 en 1942, Oyarzábal había estado dando una serie de

1329 Ibidem, p. 273.


1330 Ibidem, p. 283.
1331 Ibidem, p. 270.
1332 Ibidem, p. 275.
1333 Ibidem, p. 276.
617

conferencias por Estados Unidos,1334 y ese mismo año, había estado postrada en
cama por un problema en un pie,1335 que un año después, meses antes del 5 de julio
de 1943, fecha de la carta, sufrió un terrible accidente mientras limpiaba las
manchas de un traje con gasolina y cuyas graves quemaduras que casi le costaron
la vida.1336
Una epístola fechada en Saltsjöbaden, el 20 abril de 1944 informaba de que Isabel
le había pedido datos para su biografía, y que había estado dando conferencias por
Estados Unidos1337 y por último, en carta fechada en Moscú, el 18 de junio de 1946,
Alexandra le anunciaba que I must have liberty había tenido un gran éxito allí.1338
Tras un éxito diplomático de Kollontay, que se zanjó con la petición de un
armisticio a Rusia por parte de Finlandia, su compromiso de ruptura de relaciones
con Alemania y la aceptación de las condiciones de Rusia, el 4 de septiembre de
1944, prácticamente acababa la carrera de Alexandra Kollontay.1339 Después de un
descanso, por otra recaída en su salud, volvió a ocupar el puesto de jefe de la
Misión Rusa en Estocolmo. Pronto fue ascendida a embajadora y, de nuevo,
condecorada. Poco después de que Isabel Oyarzábal terminara el manuscrito del
libro, otro ataque al corazón hizo que el gobierno ruso le invitara a descansar
definitivamente de sus tareas políticas.
Las últimas páginas del libro estaban dedicadas a valorar la figura Alexandra, “la
rosa roja de la revolución”, como se la llamaba, otra de las mujeres que
contravinieron las reglas del juego y lucharon por la dignidad y progreso de la
mujer:
“Me encanta imaginármela como envuelta en una atmósfera conciliadora,
pues creo que el deseo de paz ha sido una de las dominantes pasiones de su

1334 Carta del 16 de junio de 1942. Ibidem, p. 281. Kollontay aprovechaba también para
alabar la autobiografía, I must have liberty.
1335 Carta fechada en Estocolomo en noviembre de 1942. Ibidem, p. 281.
1336 Ibidem, p. 282. También daba cuenta del inicio de una serie de exposiciones de pintura

de Ceferino en Estados Unidos, en esta ocasión en Washington.


1337 Ibidem, p. 284. Por su parte, Ceferino había expuesto sus pinturas en Nueva York.
1338 Ibidem, p. 285. En una carta fechada en Moscú el 24 de febrero de 1947, escrita en

francés e inglés decía: “Para estar más cerca de ti he leído por tercera vez I Must Have
Liberty. Y cada vez, el libro me revela nuevas e interesantes páginas. (Aún no tengo tu
segundo libro sobre España, aunque me lo prometiste). Esta vez me ha cautivado el modo
en que evocas un sentimiento tan fuerte sobre España y su valiente lucha por la
democracia sin perder la línea de una apasionante autobiografía. El dramatismo de tu amor
por España y la inquebrantable confianza en la victoria de la democracia son maravillosas
y emocionantes. Te siento muy cerca cuando leo [I must have] Liberty y hablo contigo
desde el cariño y la admiración”. Carta procedente del Archivo Nacional de Cataluña.
Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith, Inventario núm. 687, Registro 1812.
1339 Ibidem, p. 286.
618

vida. […] Alexandra nunca ha sido lo que el todo el mundo supone que tiene
que ser un revolucionario, un hombre o mujer que se implica en acciones
subversivas con actitud encolerizada o en un frenesí de desesperación.1340 […]
El hambre y el frío no habían mordido sus entrañas, como les pasó a otros,
sino que le urgieron a luchar por conseguir cambios en la estructura social y
económica, no para ella, sino para otros. […] No le movió la fama, sino que
luchó para conseguir las mismas oportunidades para todos. 1341 Su ardiente
deseo de justicia y de equilibrio de la riqueza de todos los seres humanos es la
principal característica de Kollontay, el factor determinante en el que su
personalidad está basada.1342 […] Como mujer ha demostrado una y otra vez,
que se siente orgullosa de ser una de ellas, no sufre ningún complejo de
inferioridad y es firme en creer que las mujeres pueden ser femeninas sin ser
débiles, inteligentes sin ser pedantes, tiernas sin ser sensibleras. […] Estas
cualidades, y su energía y experiencia, se necesitarán mucho, cuando el mundo
comienza a recobrarse de los terribles golpes que ha sufrido. Aquellos que la
conocen bien saben que ni la enfermedad ni el cansancio la apartarán de la
primera línea donde la mujer debe encontrarse con el hombre para construir
una nueva era de justicia y paz”.1343

En definitiva, la semblanza de Alexandra Kollontay desde las tres facetas


analizadas en la obra -mujer, revolucionaria y diplomática- nos permite conocer los
acontecimientos que cambiaron Europa en el siglo XX.1344
Fueron numerosos los periódicos que reseñaron la publicación de la obra en
Estados Unidos. Teniendo en cuenta las circunstancias políticas de la época, este
hecho ya constituye un logro por sí mismo, aunque por otro lado, no todas las
críticas fueron amables, precisamente por el personaje biografiado. Así, el Hartford
Times de Connecticut, (25-1-1947), después de hacer un breve recorrido por la vida

1340 Ibidem, p. 292.


1341 En su autobiografía, Kollontay manifestaba: “Aunque poseía cierta ambición, nunca me
vi impulsada por el deseo de obtener ‘un puesto’. Siempre me ha parecido menos valioso lo
que soy que ‘lo que puedo’, lo que estoy en condiciones de realizar.” Cfr. Kollontay, A.,
Autobiografía de una mujer…, op. cit., p. 85.
1342 Palencia, I. de, Alexandra Kollontay…, op. cit., p. 293.
1343 Ibidem, p. 294. En su autobiografía señalaba Kollontay: “Estoy convencida de que el

objetivo más importante de mi trabajo y de mi vida, en cualquier actividad que siga


desempeñando seguirá siendo la emancipación de la mujer trabajadora y la creación de las
bases para una moral nueva”. Kollontay, A., Autobiografía de una mujer…, op. cit., p. 115.
1344 Bados Ciria, C., “Isabel de Palencia y la escritura en México…” art. cit., p. 104.
619

y obra de biógrafa y del personaje, afirmaba que la obra era un resumen de la


historia rusa del último medio siglo, presentada con comprensión y sin ningún
sentido crítico. El New York Herald Tribune, (26-1-1947), dedicaba al libro su
página de literatura comentando, en un tono más amable, algunos aspectos de la
vida de Kollontay.1345 Muchas de las reseñas coincidían en sostener que la biografía
estaba escrita como tributo a la política rusa.1346 El Daily Worker de Nueva York,
(5-2-1947), bajo el título “A Spanish woman writes about Soviet’s Kollontay”,
realizaba una amplia crítica al libro, que para el autor del texto carecía de brillantez
literaria, pero tenía una gran dignidad y calidez. El Worcester Telegram de
Massachusetts (9-2-1947), dedicaba una amable reseña, en la que se destacaba que
los lectores valorarían el libro como el tributo de una mujer a otra y por el hecho
de que era un documento valioso para conocer la historia rusa en un mundo en
conflicto, que ayudaría al entendimiento entre rusos y americanos. De tono distinto
era la reseña en el Columbia Missourian, (27-2-1947), que afirmaba que el libro
carecía de profundidad y autoridad y que se echaba de menos un estudio más
completo del trabajo en el campo del desarrollo de la mujer, a fin de que los
americanos hubieran entendido mejor la cultura rusa. El Chicago Sun, por su parte,
(2-3-1947), destacaba que era inusual que una escritora escribiera la vida de otra1347
y que la biografía, más que un estudio de su vida, es una importante visión de la
historia internacional.1348

11.8. Las edades del amor


Incluimos en este apartado una narración corta, publicada por entregas en la
revista Elegancias, revista quincenal en la que colaboró la autora. Se trata de cinco
entregas que aparecieron en sendos números de la revista desde septiembre de
1924 a febrero de 1926. En ellas hacía un recorrido por los sentimientos de una

1345 Defendía la imagen de la diplomática, por ejemplo, al referir que fue retratada por la
prensa como símbolo del amor libre y desmentía el uso que le atribuían de joyas y pieles.
Era mostrada como inspiración de otras mujeres, como Julia Lathrop y Grace Abbott,
quienes lucharon por mejorar la vida de los niños.
1346 Es el caso de la crítica en el Newark Evening News, el 2-9-1947.
1347 Olga Paz Torres destaca también este hecho, recordando dos ejemplos en la literatura

española, el de Cecilia G. de Guilarte quien escribió la biografía de Sor Juana Inés de la


Cruz y Luisa Carnés hizo lo propio con Rosalía de Castro. Paz Torres, O., Isabel Oyarzábal
Smith (1878-1974)…, op. cit., p. 346.
1348 Todas estas reseñas se hallan en el Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental

Isabel Oyarzábal Smith, Inventario núm. 687, Registro 1812.


620

mujer que se encontraba en el momento en que abandonaba la juventud y se


encaminaba a la vejez.
La narración comenzaba bajo el epígrafe “Séptima edad”. La protagonista,
Margarita, mujer de clase acomodada, discutía con su hijo pequeño que no quería
ponerse ropa de abrigo y le negaba un beso. El marido conseguía finalmente que el
niño recapacitara. Ante la situación, ella se alejaba apenada, pues era la primera vez
que su hijo le negaba un beso y en su camino se encontraba con un joven que
despertaba en ella ciertos sentimientos.1349
En la segunda entrega, Margarita comenzaba su edad madura. Ya viuda, se había
recobrado del duro golpe aferrándose a su hijo. Viajaban por Europa, asistían a
actos culturales, leían juntos a los clásicos universales, disfrutaban de la pintura y
la música. Pero llegó el día en que su hijo, con el que había quedado para ir a uno
de esos actos, se retrasó y mediante una nota le comunicó que pronto sería “un
marido modelo”:
“¡Compuesta y sin novio! Y de repente Margarita se sintió por primera vez
en su vida, total y absolutamente sola. Por primera vez experimentó la
desconsoladora impresión de que ya no era necesaria a nadie…”1350

En una nueva entrega Margarita sentía una terrible soledad, mientras veía a los
amigos de su hijo jugando un partido de tenis: ella que siempre había sido, hasta
ese momento, el centro de atención. Uno de los amigos de su hijo le había relatado
una confidencia y ella se había sentido apenada por no ser el objeto amoroso del
muchacho.1351
Más adelante, la protagonista se encontraba enferma, por unos achaques de
índole psicológica. El médico que la visitaba era su único apoyo y le confesaba que
ella era la única comparable al otoño; afirmación que la había llenado de alegría al
comprobar que interesaba a alguien en “su edad otoñal”. Se lamentaba, sin
embargo, de que se acercara el invierno, su invierno, y que quizá no volvería a
despertar ningún sentimiento.1352
En otro capítulo, Margarita había envejecido, una realidad a la que se resistía. A
pesar de su edad, aún era bella y se afanaba por renovar sus esfuerzos para
aparentar juventud. Además, la nuera de Margarita iba a ser madre y, por tanto,

1349 Galindo, B., “Las edades del amor”, Elegancias, Madrid, septiembre de 1924, p. 51.
1350 Palencia, I. de, “Las edades del amor”, Elegancias, Madrid, mayo de 1925, p. 17.
1351 Palencia, I. de, “Las edades del amor”, Elegancias, Madrid, septiembre de 1925, p. 43.
1352 Palencia, I. de, “Las edades del amor”, Elegancias, Madrid, diciembre de 1925, p. 58.
621

ella se convertiría en abuela. El médico que atendía a su nuera en el parto le


confesaba que había estado enamorado de ella y en ese momento, Margarita se
daba cuenta de que no se volvería a enamorar: “Al fin había llegado a una edad en
que el hombre tiene infinitamente menos valor y atractivo que un niño”.1353

1353 Palencia, I. de, “Las edades del amor”, Elegancias, Madrid, 1-2-1926, p. 35.
12. I must have liberty y Smouldering Freedom
625

12. I must have liberty y Smouldering Freedom


Isabel Oyarzábal recibió a sus sesenta y dos años el encargo de escribir uno o dos
libros en Estados Unidos, según afirmó en I must have liberty:
“Antes de que nos marcháramos de Nueva York, acordé que volvería a los
Estados Unidos en otoño para dar algunas conferencias y hablar por España.
La posibilidad de escribir un libro, quizá dos, también fue discutida. Mi vida,
para mi gran alivio, parecía estar amoldándose otra vez alrededor de los viejos
lazos familiares”.1354

Este hecho condicionó la naturaleza de sus escritos autobiográficos: I must have


liberty1355 y Smouldering Freedom. The Story of the Spanish Republicans in Exile1356 son
fuentes impagables para reconstruir la arqueología personal y pública de la autora
y comparten con otros textos memorialísticos muchas características y notables
diferencias: poseen ciertos rasgos específicos que tienen relación con su género, la
condición de exiliada y el hecho diferencial de que la publicación de las dos obras
obedeció al encargo de una editorial, con la finalidad de que Oyarzábal diera a
conocer en los Estados Unidos la verdad sobre España. En su título, ambas obras
contienen el término libertad, que la autora deseaba convertir en práctica y forma
de vida y que enfocó desde dos sentidos, el de la política y el género.1357
Si tomamos en consideración la definición de autobiografía de Philippe Lejeune:
“relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia,
poniendo énfasis en su vida individual y, en particular, en la historia de su
personalidad”,1358 I must have liberty se ajusta a ella pues, sin duda, la obra ofrece
una clara descripción de la personalidad de la autora, a pesar de que como sostiene
Ciplisjauskaité, el lector ha de recomponer los fragmentos presentados. 1359
Smouldering Freedom, sin embargo, no se ajusta tan visiblemente a las
características de la autobiografía pues, como también manifiesta Lejeune, aunque

1354 Oyarzábal de Palencia, I., I must have…, op. cit., p. 237.


1355 Oyarzábal de Palencia, I., I must have.., op. cit., De la obra se ha publicado la traducción
al español: Capdevilla-Argüelles, N., He de tener libertad, op. cit.
1356 Oyarzábal de Palencia, I., Smouldering Freedom. The Story of the Spanish Republicans in

Exile, Longmans, Green and Co., Inc. New York-Toronto, 1945. De la obra se ha
publicado mi traducción al español: Rescoldos de Libertad, Málaga, Alfama, 2009.
1357 Eiroa San Francisco, M., “Una visión…”, art. cit., pp. 363-380.
1358 Lejeune, P., El pacto autobiográfico y otros estudios, Madrid, Megazul-Edymion, 1994, p.

50.
1359 Ciplisjauskaité, B., La novela femenina contemporánea (1970- 1985). Hacia una tipología de

la narración en primera persona, Barcelona, Anthropos, 1988, p. 126.


626

la crónica y la historia social y política pueden formar parte de la autobiografía,1360


ha de existir una proporción entre estas y la vida personal, que pesan más en la
segunda obra, por lo que siguiendo al mismo autor, se ajustaría más a la definición
de memorias, en las que se narran hechos ajenos al narrador.1361 Otro de los rasgos
propios de la autobiografía es el pacto referencial que también se cumple pues, los
hechos narrados son verificables. Por otro lado, hay que tener en cuenta que el
objetivo último de I must have liberty o de Smouldering Freedom, no era la narración
de la vida privada de la autora, sino como lienzo de la historia, como hilo conductor
de los episodios de la reciente historia de España. La narración, empero, no pierde
interés por las continuas elipsis, aunque dejan incompleta, en cierta manera, la
construcción personal de la autora, que podemos recomponer a través de otras
fuentes. A pesar de todo, Oyarzábal sí narra los episodios más íntimos de su vida
familiar: noviazgo, nacimiento de sus hijos o infidelidad del marido, destacados al
tratarse de una mujer quien escribe la autobiografía o tal vez como consecuencia,
tal como afirma Monserrat Roig, de que la existencia humana se compone de
múltiples fragmentos superpuestos, mientras “el tiempo se convierte en una
dimensión que no puede ser medida con nada tangible”.1362
Respecto al relato autobiográfico, los estudiosos del género coinciden en destacar
que el autobiógrafo ofrece siempre una justificación de lo que cuenta, dotando a la
narración de unidad.1363 Por otro lado, el género autobiográfico se constituye como
el género idóneo para dar expresión a los grupos oprimidos y ha sido utilizado
tradicionalmente por la mujer para dar expresión al discurso femenino, que se
caracteriza por el autoconocimiento y la justificación, 1364 centrado en detalles
íntimos y domésticos de su vida, diferenciándose así de las autobiografías escritas
por hombres, que se centran en la vida profesional o el éxito intelectual o social.1365

1360 Lejeune, P., El pacto autobiográfico…, op. cit., p. 52.


1361 Ibidem, p. 129.
1362 Rodrigo, A., Mujeres de España…, op. cit., p. 18.
1363 Duero, D. G. y Limón Arce, G., “Relato autobiográfico e identidad personal: un modelo

de análisis narrativo”, AIBR, Revista de Antropología Iberoamericana, 2 (2007), pp. 232-275.


Sidonie Smith afirma que la autobiografía es el proceso y el producto de asignar significado
a una serie de experiencias, por lo cual, tal vez, las escritoras revivan en sus memorias las
mismas o parecidas experiencias. Cit. en Castillo-Martín, M., “Contracorriente:
memorias…”, art. cit.
http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero17/memor_20.html
1364 Del mismo modo se manifiesta Anna Caballé, para quien el acto autobiográfico

conlleva una tentativa de auto-conocimiento y autorepresentación. Cfr. Caballé, A., “¿Una


escritura transitiva?”, Boletín de la Unidad de Estudios Biográficos, I (1996), p. 6.
1365 Ballesteros, I., Escritura femenina y discurso autobiográfico en la nueva novela española,

Nueva York, Peter Lang Publishing, 1994, pp. 30-31.


627

En la misma línea, Toril Moi afirma que la creatividad de la mujer ha de partir de


la toma de conciencia de la propia identidad1366 y así sucedió desde el siglo XIX,
momento en el que la mujer venció su “ansiedad de autoría, rechazó las reglas
machistas… y encontró el poder propio de la mujer”,1367 de manera que la tarea de
la escritura la convirtió en un ser inmensamente poderoso.1368
No hay que olvidar que el auge de la autobiografía y otros escritos personales se
produjo en el momento en el que el yo auténtico se vio amenazado. Los esquemas
sobre los que se asentaba el género excluían a aquellos grupos minoritarios, entre
los que se encontraba el de la mujer, por lo que sus escritos biográficos se pueden
estudiar como textos reivindicativos en la lucha contra el poder establecido. 1369
Para algunos autores, además, la modernidad de la autobiografía reside en la
empatía antropológica, ya que el lector se pone en lugar del otro al acceder a la
intimidad y a la problemática humana del autobiógrafo, comprendiendo
motivaciones profundas y modelos culturales distintos. Las manifestaciones
autobiográficas suelen darse como respuesta a una situación crítica que reflejan un
momento convulso en los planos históricos, sociales, políticos… Así, proliferan este
tipo de textos tras revoluciones, guerras o cambios políticos o sociales
significativos. De este modo, la Guerra Civil y los consecuentes exilio y represión
franquista provocaron la aparición de numerosos textos autobiográficos, muchos
de los cuales no vieron la luz hasta la muerte de Franco,1370 y de hecho, el exilio fue
el detonante de la aparición de estos textos. 1371 De gran valor documental, su
intención es preservar en la memoria la situación sufrida para evitar escenarios
futuros de intolerancia, convirtiéndose así en el género del porvenir y de la
esperanza.1372

1366 También coincide en este punto Ciplisjauskaité, B., La novela femenina…, op. cit., p. 34.
1367 Moi, T., Teoría literaria feminista, op. cit., pp. 43-69.
1368 Ibidem, p. 126.
1369 Es una teoría de Julia Kristeva sobre la marginalidad, citada por Moi, T., Teoría

literaria…, op. cit, p. 171.


1370 Puertas Moya, F. E., Los orígenes de la escritura autobiográfica. Género y modernidad,

Universidad de La Rioja, 2004, pp. 77-79 y 95-98. Para ver la nómina de autobiógrafos en
el exilio y trabajos a este respecto, véanse los trabajos de Romera Castillo, J., “La memoria
histórica de algunas mujeres antifranquistas”, http://www.uned.es/centro–investigacion–
SELITEN@T; Alberca Serrano, M., “Autobiografías del 27. Memorias del exilio”, en
Cuevas C., (coord.), El universo creador del 27. Literatura, Pintura, Música y Cine, Málaga,
Publicaciones del Congreso de Literatura Española Contemporánea, 1997, pp. 289-306 o
Lizárraga Vizcarra, I., “Isabel Oyarzábal Smith: Autobiografía y memoria”, Brocar, 35
(2011), pp. 39-63.
1371 Alberca Serrano, M., “Autobiografías del 27…”, art. cit., pp. 289-306.
1372 Puertas Moya, F. E., Los orígenes de la escritura…, op. cit., pp. 99-101.
628

Son abundantes los ejemplos de mujeres relevantes de la II República que


escribieron memory texts, denominación con la que Shirley Mangini denomina a
todo tipo de memoria escrita y texto transcrito.1373 Las mujeres que habían luchado
por la República sufrieron una doble tragedia al final de la guerra: la desaparición
de una democracia efímera en la que muchas habían invertido sus esperanzas por la
igualdad social y la privación de sus derechos económicos, sociales y políticos. Se
trata, por tanto, de sujetos en estado de opresión. La intención de estos textos es
moral; son una protesta, desde la perspectiva femenina, por el destino de la España
republicana y debido, precisamente a eso, no se trata de autobiografías
convencionales en un país que, por otro lado, nunca ha tenido una gran tradición
autobiográfica, principalmente entre las mujeres.1374 Estas, que habían roto con las
normas del patriarcado, fueron castigadas después de la guerra, pero hicieron oír su
voz al escribir o hablar en sus memorias. Shirley Mangini las denomina mujeres
“fuera de la ley”. En cuanto a la veracidad de los hechos narrados, la autora cita a
Robert Jay Lifton, para quien la memoria en las autobiografías de estas mujeres se
convierte en algo secundario, pues los recuerdos son selectivos debido al “bloqueo
psicológico” provocado por la guerra. 1375 A este bloqueo se refiere también
Mangini en relación a la falta de distancia crítica con que los españoles se
enfrentaron a las narraciones de la Guerra Civil aunque, en el caso de las mujeres,
quisieron insertarse en la historia de España y denunciar la represión de sus
ciudadanos y sobre todo de sus ciudadanas y no se permitieron la arbitrariedad de
la memoria o su selección engañosa y por ello, sus textos memorialísticos sirvieron
para cambiar su “estatus fantasmagórico” en los anales de la historia española
contemporánea.1376
El exilio dota a las autobiografías de aquellos que lo sufrieron de unas
características específicas, ya que al desdoblamiento psíquico y temporal que se
produce en el autobiógrafo, se suma la distancia espacial a la que es sometido,
produciéndose una fractura íntima que cuestiona su propia identidad, de modo que
la memoria constituye para el exiliado la “columna vertebral” de su identidad.1377
Así lo expresa Paloma Ulacia Altolaguirre en la introducción a las memorias de
Concha Méndez Cuesta, razón por la cual sus recuerdos son doblemente

1373 Mangini, S., Recuerdos de la resistencia…, op. cit., pp. 63 y ss.


1374 Ibidem, pp. 68-72.
1375 Ibidem p. 67.
1376 Ibidem, pp. 73-77.
1377 Alberca Serrano, M., “Autobiografías del 27…”, art. cit., pp. 296-297.
629

importantes.1378 Más aún, aquellos que narran sus experiencias en los represivos
años después de la derrota democrática poseen cierto “ansia de poseer la historia”
para hallarle un sentido al mundo. Y de esta manera, la memoria no solo serviría
para recuperar su identidad, sino para dotar al sujeto de una especie de plenitud
moral.1379
En los primeros años de la dictadura franquista se publicaron fuera de España
algunas autobiografías escritas por mujeres, como las escritas por Constancia de la
Mora o Isabel Oyarzábal. 1380 De estas mujeres, algunas consiguieron llegar
enseguida a América: Constancia de la Mora, María Teresa León, Silvia Mistral o
Isabel Oyarzábal mientras que otras sufrieron reclusión en campos de
concentración franceses. La mayoría pertenecía a la clase acomodada y al círculo
cultural de Madrid y refieren en sus relatos vitales ciertos rasgos comunes. Así, es
común en todas ellas la temprana concienciación de su propia singularidad,
destacando las restricciones a las que eran sometidas como miembros de una clase
social determinada y la referencia a su interés por la lectura y la actitud de la
familia ante tal hecho, ante su determinación de tomar la rienda de sus vidas y los
obstáculos a los que hacían frente por el hecho de ser mujeres. También es una
constante en ellas la toma de conciencia de la desigualdad y del “hambre social”.
Fueron mujeres que iniciaron relaciones de camaradería con sus compañeros
masculinos, lo cual contribuyó a favorecer colaboraciones que hicieron del
ambiente intelectual y cultural del Madrid de la época un momento irrepetible.1381
Las autobiografías escritas por mujeres recogen experiencias diferentes a las de
los hombres dado que, tradicionalmente y, debido a la los esquemas patriarcales, ha
existido una rigurosa división de las esferas pública y privada. 1382 De hecho,
constituyen la subversión de la convención patriarcal, aunque parcial, por las
limitaciones culturales que siempre favorecieron a la posición masculina. 1383 Se
distinguen también de las autobiografías masculinas por un distinto tratamiento

1378 Ulacia Altolaguirre P., Memorias habladas…, op. cit., p. 176.


1379 Tébar Hurtado, J., “Biografías, autobiografías y testimonios ‘por la memoria…’ de la
represión franquista”, Hispania Nova, 6 (2006), p. 8,
http://hispanianova.rediris.es/6/dossier/6d020.pdf
1380 Vid. Quiles Faz, A., “Dos mujeres modernas…”, art. cit., pp. 93-118.
1381 Castillo-Martín, M., “Contracorriente…”, art. cit.
1382 Nieva de la Paz, P., “Voz autobiográfica y esfera pública: el testimonio de las escritoras

de la República”, en Nieva de la Paz, P., Wright, S., Davies C. y Vilches de Frutos M. F.


(coords. y eds.), Mujer, literatura y esfera pública: España 1900-1940, Philadelphia, Society of
Spanish and Spanish-American Studies, 2008, pp. 139-157.
1383 Ballesteros, I., Escritura femenina…, op. cit., p. 22 y Ciplisjauskaité, B, La novela

femenina…, op. cit., pp. 18 y ss.


630

del tiempo y en que se otorga mayor importancia al yo frente a la norma


colectiva 1384 a diferencia de las mujeres que restan énfasis a su propia
relevancia.1385 Para Pilar Nieva, estas obras ofrecen “las imágenes en el espejo” de
un sector femenino de las clases medias y acomodadas de la España anterior a la
guerra y son un valioso testimonio de la importancia que la creación artística tuvo
en la construcción de la identidad de las autoras.1386
Las autobiografías femeninas suponen una suerte de novela de concienciación, en
las que las autoras buscan su propia identidad. Comparten, en general, una serie de
aspectos, como el hecho de que la narración no siempre es lineal, sino que es
habitual la yuxtaposición de fragmentos, pues los acontecimientos se relatan por el
significado que adquirieron en la vida y no por el orden en que se produjeron; se
destacan los años juveniles, años de despertar de la conciencia femenina; las
relaciones familiares; la maternidad analizada desde la perspectiva de la madre
como “espejo de generaciones”; el despertar de la conciencia de la niña, que incluye
las denuncias por la educación recibida, sobre todo, en relación a los colegios
religiosos; las reflexiones sobre la mujer independiente y su emancipación e
inclusión en la vida pública. En la relación de acontecimientos de la vida adulta, la
maternidad es un tema desarrollado en muchas autobiografías bajo distintos
prismas: puede ser vista como destructora de la independencia o como “la
continuidad de un poder mítico, aunque este implique más dolor que alegría”. Por
último, la concienciación político-social refleja las dificultades de la mujer para
erigirse como miembro independiente de la sociedad.1387
Por otra parte, el exilio posterior a la guerra supuso una fractura espacial y
temporal, una experiencia traumática para quienes lo sufrieron y constituyó una
pérdida en varios aspectos: no solo de la tierra, sino también de sus señas de
identidad y de las líneas de continuidad del yo. La ruptura temporal lleva al
exiliado, o “transterrado”, como decía Vicente Gaos, 1388 a escribir textos
memorialísticos, entre la idealización del pasado y la esperanza, sin la cual no
podrían vivir, del regreso.

1384 Ciplisjauskaité, B., La novela femenina…, op. cit., pp. 206-209.


1385 Tal afirma Carolin Heilbrun, citada por Castillo-Martín, M., “Contracorriente…”, art.
cit.
1386 Nieva de la Paz, P., “Voz autobiográfica y esfera…”, art. cit., p. 143.
1387 Ciplisjauskaité, B., La novela femenina…, op. cit., pp. 34-68.
1388 Vicente Gaos acuñó el término “transtierro” para designar la situación de los exiliados

que se instalaron en países con cuya cultura y lengua tenían alguna familiaridad. Cfr.
Alberca Serrano, M., “Autobiografías del 27…”, art. cit., pp. 299-300.
631

Sin embargo, la escritura de estos textos autobiográficos no es tan solo


consecuencia de sentimientos nostálgicos, sino también de un deber, de un
compromiso político que merecía ser transmitido a generaciones futuras.1389 Por
otro lado, el exilio era considerado un estado transitorio y, en este sentido, la
literatura debía servir para recuperar la identidad nacional y reivindicar
históricamente el proyecto político que había sido cercenado por la guerra y así se
presentó también ante la opinión internacional, proclive en aquellos momentos a
escuchar la voz de sus protagonistas.1390 En el caso de las autobiógrafas, debido a
su militancia política, las obras se convierten en “memorias de combate”, escritas
como respuesta al “monologuismo fascista” que las arrinconó por su actividad
política y por su género.1391 Además, muchos de estos trabajos fueron doblemente
marginados por su condición de obras de circunstancias y por formar parte de la
“contramemoria” en la denominación de Foucault, de un discurso contrario a la
historia hegemónica.1392
Josebe Martínez ha resumido cuáles fueron las constantes del exilio que
influyeron en la escritura femenina: la precariedad existencial y económica del
exiliado y su lenta adaptación a la nueva situación, ya que fueron las mujeres
quienes se ocuparon de asentar la familia y construir una nueva cotidianidad; la
dedicación a la causa republicana, pues el transtierro provocó la sensación de
comunidad, con el nacimiento de editoriales y centros culturales,1393 la desaudiencia
y el amateurismo literario de las autoras, ya que la producción femenina en el exilio
tuvo un carácter coyuntural motivado por las circunstancias, que hizo que el exilio

1389 Alberca Serrano, M., “Autobiografías del 27…”, art. cit., pp. 300-304 y Niemöller, S.,

“Recuerdos de un sueño perdido. Las memorias de las intelectuales republicanas”, en


Gómez Blesa, M. (ed.), Las intelectuales republicanas. La conquista de la ciudadanía, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2007, p. 72.
1390 Martínez Gutiérrez, J., Las intelectuales de la Segunda República…, op. cit., p. 8.
1391 Niemöller, S., “Recuerdos de un sueño perdido…”, art. cit., pp. 73-74.
1392 Martínez Gutiérrez, J., Las intelectuales de la Segunda República…, op. cit., p. 7.
1393 Así en México, donde recabó la familia Palencia-Oyarzábal, su presidente, Lázaro

Cárdenas, fundó la Casa de España en 1938 en el Distrito Federal que se convirtió en 1940
en El Colegio de México, donde los intelectuales españoles pudieron reunirse. La capital
de México fue uno de los núcleos más importantes de la vida intelectual española en
América y se establecieron varias editoriales de prestigio que perviven hasta nuestros días.
Se fundaron varias organizaciones culturales y refundaron otras de las que existían en
España antes de la guerra, como el Ateneo de Madrid y no hay que olvidar que en México
se estableció la sede del gobierno español en el exilio, bajo el liderazgo de Indalecio Prieto
entre 1939 y 1950. Cfr. Mangini, S., Recuerdos…, op. cit., p. 170.
632

literario fuera un espacio casi exclusivamente masculino, por lo que el interés por
las obras de estas mujeres es más histórico-testimonial que literario.1394

12.1. I must have liberty


Shirley Mangini considera las obras de Isabel Oyarzábal como una suerte de
tratado político sobre las injusticias de España.1395 Y así, la publicación de I must
have liberty por parte de la autora se vio favorecida por el interés que la causa
republicana había despertado, no solo en Estados Unidos, sino en todo el
mundo.1396 Ello se debió a dos hechos: por una parte, la creciente corriente liberal,
como reacción a la amenaza nazi y que en Estados Unidos se produjo durante el
gobierno de Roosevelt1397 -no hay que olvidar que la simpatía hacia la República en
Norteamérica tuvo como consecuencia la creación de la Brigada Abraham Lincoln
que luchó en el bando leal- y a la relación que la autora tenía con la editorial que le
encargó la obra, así como su fama como conferenciante, no solo durante la Guerra
Civil, sino en ocasiones anteriores y en sendos viajes en 1924 y 1928. Ese es, pues,
el destinatario de la obra y por tanto, ya está solucionado el primer problema de la
autobiografía, que es saber a quién va dirigida.1398
Nuria Capdevila-Argüelles afirma que I must have liberty contiene “una narrativa
de la Guerra Civil y un análisis político” de la España republicana y de la posterior
guerra. Un texto nada desdeñable que, por un lado, contextualiza la historia
española en el marco internacional y que contrasta, por otro, con “la visión
existencialista de España”, en boga en la época de la autora. En estas líneas se
asiste a la socialización de una mujer que se sabe “disidente” y en desacuerdo con el
entorno, por lo que adopta una visión crítica de la vida. Se trata de una mujer

1394Ibidem, pp. 9-10 y 19. A pesar de ello, Anna Caballé afirma que “el memorialismo del
exilio tuvo voz femenina”. Cfr. Caballé, A., “Memorias y autobiografías escritas por
mujeres (siglos XIX y XX)”, en Zavala, I. M. (coord.), Breve historia feminista de la literatura
española (en lengua castellana), V, Barcelona, Anthropos, 1998, pp. 111-137.
1395Mangini, S., Recuerdos…, op. cit., p. 26.
1396 La obra también fue traducida al sueco: Jag máste ha frihet, Estocolmo, Albert Bonniers

Fórlag, 1941.
1397 Martínez Gutérrez, J., “I must have liberty. Para una arqueología sobre la recepción

internacional de la Guerra Civil”, en Aznar Soler, M. (ed.), Escritores, editoriales y revistas del
exilio republicano de 1939, Sevilla, Renacimiento, 2006, pp. 807-813.
1398 Alberca Serrano, M., “Autobiografías del 27…”, art. cit., pp. 289-306. Francisco Ayala

se preguntaba quién era el destinatario de los escritos del exilio, teniendo en cuenta que la
Guerra Civil lo había desdibujado. Ayala, F., “Para quién escribimos nosotros”, Cuadernos
Americanos, 1 (1949), pp. 46-58.
633

extraña, pero libre y esa libertad se aprecia desde las primeras líneas de la obra y a
lo largo de toda ella.1399
El contrato entre la editorial Longmans Green & Co. e Isabel de Palencia se
materializó el 3 de mayo de 1940, cinco meses antes del comienzo de la II Guerra
Mundial, lo cual convierte a esta obra en una de las más tempranas que
compusieron las escritoras exiliadas. El ambiente propicio para una obra de estas
características se debió a la labor de los intelectuales y la prensa norteamericana
que popularizaron la causa republicana. I must have liberty fue presentada ante el
público estadounidense en un momento en que su horizonte de expectativas exigía
una obra de este tipo.1400 Tal fue la repercusión de la obra que obtuvo menciones en
decenas de publicaciones periódicas de diversa ideología a lo largo y ancho del
subcontinente norteamericano.1401 De entre ellas: Democrat and Chronicle Rochester
N.Y., 24-11-1940; Springfield Mass, 26-11-1940; The New York Times, 27-11-1940;
The New York World Telegram, 28-11-1940; The New York Sun, 28-11-1940;
Republican Herald, 28-11-1940; The New Yorker, 30-11-1940; Buffalo N.Y. News,
30-11-1940; New York Herald Tribune, 30-11-1940 y 1-12-1940; Philadelphia
Record, 1-12-1940; Dallas Times Herald, 1-12-1940; St. Louis Post-Dispatch, 6-12-
1940; NY Post, 6-12-1940; New York Times Book Review, 8-12-1940; Roanoke, VA.
Times, 8-12-1940; Los Angeles Times, 8-12-1940; The Towsman Wellesley Mass, 13-
12-1940; The Saturday Review, 21-12-1940; PM’S Weekly, 22-12-1940; Boston
Transcript, 28-12-1940; Baltimore Sunday Sun, 29-12-1940; Houston Post, enero de
1941; Worcester Sunday, 12-1-1941; The Nation, 25-1-1941; The Wellesley Magazine,
febrero de 1941; Kansas City Star 11-1-1941; The H.W. Wilson Company NY, mayo
1941; Boston Mass Christian Science Monitor, 30-10-1943 y Chicago Tribune, 12-12-
1943.
Asimismo, la autora fue objeto de una recepción en el hotel Savoy Plaza de Nueva
York, (27-11-1940) y de un almuerzo, junto con otros autores en el hotel Astor de
Nueva York, (11-3-1941) y, en ese mismo mes, el día 14, fue invitada a The
Women’s National Book Association and The Bookseller’s League of New York.
También, recibió misivas del periodista Marquis Childs, quien elogiaba la obra; de

1399 Capdevila-Argüelles, N., “Isabel Oyarzábal de Palencia (1878-1974)…”, art. cit., pp.
53-94.
1400 Martínez Gutiérrez, J., Las intelectuales… op. cit., p. 26, citando a Jauss, según las

premisas expuestas en su obra Experiencia estética y hermenéutica literaria, Madrid, Taurus,


1986.
1401 En el Archivo Nacional de Cataluña se conservan cuarenta y siete.
634

la misma Señora Roosevelt, del autor William James Fadiman, el 8-11-1940; de la


directora del periódico The Nation, Frida Kirchwey, o de la autora Frances
Parkinson Keyes, quien, como curiosidad, refería la persistencia de los rumores en
Estados Unidos acerca de que el padre Sarasola había sido expulsado de su orden
religiosa.1402
Por centrarnos en algunas de las reseñas señaladas, destacaremos, por ejemplo, la
extensa reseña de The New York Time Book Review (8-12-1940), que no solo
destacaba el coraje y determinación del personaje del que hablaba la autobiografía,
única en su tiempo, sino también la intensidad y el coraje con los que estaba
narrada. En la reseña de The New York Sun (28-11-1940) se señalaba que la autora
estaba segura de que España sería libre otra vez, así como lo serían todos los
territorios bajo el yugo fascista en aquel momento. The H.W. Wilson Company NY
(mayo 1941) realizaba una reseña más amplia en la que señalaba que las críticas
comparaban esta obra con las de Constancia de la Mora1403 y la de Álvarez del
Vayo.
Por último, hacemos alusión a una crítica aparecida en la revista mexicana
Romance bajo el título “Yo quiero libertad”, con el que se tradujo la obra del inglés.
La obra, a juicio del crítico, ofrecía una lección de humanidad y feminidad que
narraba dos historias, la de la mujer que escribía sus recuerdos y la de un mundo
agitado y poliforme, a través del cual la autora era conducida debido a su activa y
fructífera inquietud:
“Su humanidad la lleva a considerar la vida y los hombres con una benévola
indulgencia y una curiosidad afectuosa que le ayudan a comprender lo ajeno,
porque en todos los caminos hay siempre un signo-clave, un símbolo de todos
y para todos, que llega al corazón más endurecido, suavizándolo sin doctrinas,
ni argumentos, ni dictados… el pozo, la fuente, el álamo, etc… ¿por qué alzar
barreras ene las múltiples rutas de la vida para cerrar el paso a los que
dejamos lejos, pero que quizá ahora se quieran acercar?”1404

A pesar de su claridad expresiva, el crítico lamentaba que la autora hubiera


callado acontecimientos personales que, tras leer la autobiografía, habían
despertado su curiosidad.

1402 Documentación conservada en Archivo Nacional de Cataluña, Fondo documental

Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).


1403 Vid. Quiles Faz, A., “Dos mujeres modernas...”, art. cit., pp. 93-118.
1404 “Yo quiero libertad”, Romance, México, 15-3-1941, p. 19.
635

Nos encontramos, por tanto, ante una autobiografía apologética, escrita con fines
políticos, 1405 en defensa de la República por una mujer republicana en el exilio,
intentando evidenciar a la opinión pública que la guerra española no había sido sino
una invasión de las potencias fascistas alemanas e italianas, favorecida por la
política no intervencionista de Reino Unido, Francia y Estados Unidos, que se
vieron después abocadas a luchar contra ellas. Isabel Oyarzábal apelaba con su obra
a la sensibilidad de la opinión pública para que reaccionara ante la inminente
amenaza fascista, convencida de que “la democracia es el único sistema político bajo
el cual el pueblo puede ser feliz”.1406 Además del compromiso político y ético a la
hora de dejar su testimonio al público de la época y de los lectores de generaciones
futuras, Isabel Oyarzábal, a través de su autobiografía, presenta la reconstrucción
de su propia personalidad,1407 llevada, como sucede en los exiliados, por un “ansia
de poseer la historia” para encontrar un sentido al mundo y así, los recuerdos no
solo aseguran la continuidad del sujeto, dado que el exilio supone la muerte de la
vida anterior, sino que le otorgan una suerte de plenitud moral.1408
El vínculo que une a los escritores exiliados es “la urgente voz solitaria del
testimonio colectivo”1409 y la de Isabel Oyarzábal comparte con las autobiografías
de otras escritoras algunos elementos comunes, tales como el origen familiar
elevado, el malestar que les provocaba su limitada vida como señoritas de principio
de siglo, las restricciones que la sociedad les imponía y el hecho de que muchas de
las autobiógrafas tuvieran una educación políglota, que en el caso de nuestra autora
favoreció su faceta como escritora y conferenciante en los países de habla inglesa.
Otro rasgo común a todas ellas, pero que, sin embargo, no compartió Oyarzábal es
la imposibilidad de estudiar o trabajar, para lo cual siempre tuvo el apoyo de su
madre Ana Smith.1410
I must have liberty está narrado siguiendo un orden lineal, con escasas
discontinuidades, en la que la faceta más íntima de la vida de la autora no

1405 No se trata de la primera autobiografía de este tipo escrita por una mujer. Josebe
Martínez nombra otros dos ejemplos: el Libro de la vida, de Santa Teresa, escrita a
instancias de sus confesores para defender la vida de la mujer religiosa y la de Leonor
López de Córdoba, que trataba de justificar desde prisión sus luchas y las de su familia al
servicio del rey Pedro I. Cfr. Martínez Gutiérrez, J., Las intelectuales…, op. cit., pp. 27-29.
Martínez la considera un “proyecto patriótico”. Cfr. Martínez Gutérrez, J., “I must have
liberty…”, art. cit., p. 810.
1406 “Current Biography”, The H.W. Wilson Company NY, mayo 1941.
1407 Paz Torres, O., Isabel Oyarzábal Smith…, op. cit., p. 391.
1408 Tébar Hurtado, J., “Biografías, autobiografías…”, art. cit.
1409 Mangini, S., Recuerdos de la Resistencia…, op. cit., p. 175.
1410 Niemöller, S., “Recuerdos de un sueño…”, art. cit., pp. 74-79.
636

constituye en absoluto el foco central de la narración, y sí lo es la cuestión


española, pues la renuncia a la intimidad constiuye un rasgo común de los autores
del exilio.1411 Por otro lado, contradice los preceptos de la autobiografía, según los
cuales, las mujeres escribirían en tiempos de paz, al contrario que los hombres. En
definitiva, no se trata de una narración intimista, sino que la autora ha narrado la
historia de una nación en los años de los que ella fue testigo.
En relación a la vida personal es significativo el hecho de que son muy escasas las
fechas de la vida de la autora que son puestas en conocimiento del lector, quien ha
de realizar un esfuerzo para reconstruir la cronología de los hechos que relata
relacionados con la intimidad del personaje. Así, la autora omite una de las señas de
identidad de la persona, su fecha de nacimiento, hecho habitual en las memorias y
autobiografías femeninas, lo cual puede constituir una “estrategia retórica”, un
grado cero cronológico de la escritura autobiográfica, variable común a las obras de
esta época. La ausencia casi absoluta de fechas en la vida de Oyarzábal contrasta
con el relato de otros aspectos íntimos: los duros años de internado, sus temores y
sufrimiento en la maternidad1412 o la infidelidad del marido, lo cual constituye una
excepción en este tipo de relatos.1413 Pero, a la vez que describe estos episodios,
extrapola sus vivencias a las de la sociedad española, transponiendo su caso al
ámbito social1414 y realizando así, un análisis de la España de la época. Suponemos
que ello es consecuencia de la intención última de la obra que es, ubicarse a sí
misma y, por extensión, a las mujeres que tomaron protagonismo en los
acontecimientos que vivieron hasta la guerra española, presentándose como
ciudadanas. A pesar de las omisiones referidas, I must have liberty revela una
sinceridad nada desdeñable y no muy común en las autobiografías, que hace del
texto un referente de la época en la que se inscribe lo narrado y ello unido a la
cercanía de su publicación a los hechos, así como la relevancia del personaje, la
convierten en un valiosísimo testimonio para la memoria de una época que ha
permanecido silenciada.

1411 Alberca Serrano, M., “Autobiografías del 27…”, art. cit., p. 305.
1412 Hurtado, A., “Mirando con lentes el certificado que prueba que nació…”, art. cit. La
autora señala también las autobiografías de Carmen de Burgos, Carmen Baroja o María
Martínez Sierra.
1413 Mangini, S., Recuerdos de…, op. cit., p. 186.
1414 Martínez Gutiérrez, J., Las intelectuales de la Segunda República…, op. cit., p. 129.
637

12.2. Smouldering Freedom. The Story of the Spanish Republicans in Exile


Smouldering Freedom. The Story of the Spanish Republicans in Exile fue publicado en
1945,1415 cinco años después de I must have liberty y, por tanto, cuando la autora
contaba con sesenta y siete años de edad. En esta obra, más cercana a las memorias
que a la autobiografía, la autora abandona la primera persona, la esfera personal y
amplía su narración a lo colectivo.1416
El estilo de la narradora recuerda al de una cronista ya que, a pesar de que
incluye episodios en los que hace referencias personales y familiares, describe la
situación de los exiliados en México y de aquellos que aún permanecían en España,
la vida en las cárceles españolas o la de los maquis y todo ello desde un punto de
vista objetivo. 1417 Ya desde la introducción que antecede a la narración, son
múltiples las referencias periodísticas o editoriales que corroboran las afirmaciones
que la autora vierte en ella, lo cual constata su objetividad. Además de la
introducción, el libro está compuesto por veintidós capítulos breves, el último de
los cuales es un epílogo, en los que Oyarzábal hace un recorrido por los efectos de
la represión franquista, el avance de la II Guerra Mundial y la situación de los
exiliados, todo ello jalonado de vivencias personales, que trascienden el interés
individual para formar parte de la historia colectiva.1418
La introducción titulada “Sumario de la guerra” hace un análisis de las
circunstancias que rodearon el golpe militar que originó la Guerra Civil española,
aclarando algunos de los aspectos más controvertidos y los rumores
malintencionados de la propaganda franquista que pudieron haber influido en la
opinión pública americana. En primer lugar, la autora repasaba la reciente
situación social y económica de España, en relación a aspectos como la agricultura
o la educación. Otro de los temas que trataba la autora en esta introducción era la
situación del ejército, la intervención de los generales en la sublevación y aclaraba
los rumores propagados por la derecha de que las elecciones generales del 16 de

1415 Oyarzábal de Palencia, I., Smouldering Freedom…, op. cit. En adelante, seguiremos la
traducción realizada por mí: Oyarzábal Smith, I., Rescoldos de Libertad…, op. cit. El contrato
establecido con la editorial Longmans, Green & Co., está fechado el 27 de diciembre de
1944 y establece unos honorarios de 750 dólares para la autora. Archivo Nacional de
Cataluña, Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).
Se publicó también en Londres en 1946 y se tradujo al holandés y fue publicado por la
editoral Uitgeverij Elmar.
1416 Así opina también Lizárraga Vizcarra, I., “Isabel Oyarzábal Smith…”, art. cit., pp. 39-

63.
1417 Mangini, S., Recuerdos de…, op. cit., p. 186.
1418 Lizárraga Vizcarra, I., “Isabel Oyarzábal Smith…”, art. cit., p. 58.
638

febrero de 1936 habían sido ilegales, incluyendo cartas del Arcipreste de Toledo y
reseñas de prensa. Entre ellas se encontraba la que contenía unas palabras de
Franco en la Revue Universelle, que reconocían la victoria de los partidos de
izquierdas. Otro aspecto muy controvertido en la opinión pública mundial fue la
afirmación de que el Parlamento y el Gobierno republicanos estaban formados por
comunistas, ante lo que Oyarzábal recordaba que tan solo 15 diputados de 474 eran
comunistas en el Parlamento español y que ni estos ni socialistas y tan solo dos
republicanos formaban parte del Gobierno. En este sentido, Oyarzábal recordaba
los extendidos rumores de que Franco estaba llevando a cabo una guerra cristiana
contra el comunismo ateo y, en relación con ello, desmentía, por medio de
testimonios de escritores extranjeros, las informaciones que hablaban de
destrucción de iglesias y matanzas de sacerdotes y monjas a manos de los
republicanos. La autora recordaba cómo habían sido los primeros días de la
rebelión y la terrible represión de la población civil, así como la censura impuesta a
la prensa, que incluía arrestos a periodistas extranjeros y asesinatos de reporteros
españoles, y aún más, para ahondar en su argumento, reproducía una entrevista
realizada a Franco en la que aseguraba que avanzaría hacia Madrid a cualquier
precio.
Otro de los aspectos en los que insistía la autora y que ya había manifestado en I
must have liberty era la convicción de que la guerra había sido una invasión
extranjera en la que, a la indiferencia, cuando no complacencia de las potencias
democráticas, se unía el apoyo italiano y alemán a las fuerzas franquistas. Así,
Alemania tenía el control completo sobre las defensas antiaéreas y el material de
guerra y el número de soldados era mucho mayor que el ejército republicano, por
ejemplo, la proporción en relación al material de guerra era de uno contra siete a
favor de las potencias fascistas. Para la autora, el Comité de No-Intervención fue
contrario a la ley internacional, provocando la II Guerra Mundial a la vez que se
produjeron claras violaciones del Pacto por parte de Alemania e Italia, mientras la
República española luchaba sola, pues si bien Rusia aportó ayuda al ejército leal,
esta llegó muy poco a poco.
En las páginas siguientes Oyarzábal hacía una crónica de la guerra, destacando la
heroica resistencia de Madrid y deteniéndose en la fecha del 1 de mayo de 1938,
cuando el gobierno republicano redactó un programa conocido como los “Trece
puntos de Juan Negrín”, que contenía los objetivos por los que luchaban los
republicanos. Por último, hacía alusión a la última sesión de las Cortes republicanas
639

celebrada en Figueras el 1 de febrero de 1939, en la que se estableció que la lucha


republicana era una guerra por la independencia respecto del fascismo en la que el
ejército leal se hallaba en situación de desamparo por la imposibilidad de adquirir
medios de defensa. El gobierno pedía la independencia de toda influencia
extranjera, en clara alusión a la injerencia alemana e italiana, la libre elección de
sistema político por parte del pueblo español y la paralización de persecuciones y
represalias después de la guerra. Esta fue la última sesión del gobierno, después de
la cual de los 474 diputados electos, 127 fueron asesinados por orden de Franco.
La mayoría de los capítulos presentan una estructura dividida en tres partes, una
de ellas trata del desarrollo de la guerra mundial, otra, que nos acerca a la vida
personal de la autora y una última que analiza la situación de los exiliados y los
represaliados españoles. Las experiencias personales de Oyarzábal se combinan con
la vida del resto de los exiliados “en una suerte de círculos concéntricos”, en los que
del “yo” salta al “nosotros” con “la certeza de que las vivencias personales
trascienden el interés individual para formar parte de la historia colectiva”.1419
El capítulo primero, titulado “Éxodo”, comenzaba en Suecia, donde la autora
recibía noticias de Cataluña y hacía una crónica del éxodo de la población catalana
y los ataques del enemigo contra ella. El destino del éxodo catalán fue Francia, que
recibió con hostilidad a los refugiados. A pesar de la crudeza de los hechos
narrados por la autora, si hay algo que se puede destacar de sus palabras, reiteradas
a lo largo de toda la obra, es la esperanza en el futuro de una España libre.
El contenido del capítulo también hacía referencia a su vida personal, relatando la
situación que vivía la autora junto con su hija Marissa, ante la incertidumbre del
paradero de Cefito y Germán, marido de Marissa, ambos médicos en el frente
republicano. Germán Somolinos y su hermano Alejandro, oficial de artillería,
habían sido trasladados al campo de concentración de Prats de Molló. Ceferino
Palencia Tubau había dejado Letonia en octubre de 1939 y estaba a salvo en
Perpiñán; buscó a su yerno y se unió a él y a su hermano y consiguió sacarlos del
campo. Cefito se encontraba confinado en el campo de Argelès-sur-Mer y fue
liberado posteriormente a través de un amigo de su padre.
El capítulo segundo, “Francia, un coto de caza”, comenzaba aludiendo a su vida
personal. Ceferino estaba a la espera de que le confirmaran si el ejército iba a ser
evacuado y reorganizado. Germán y Alejandro fueron evacuados y enviados a
París, donde consiguieron la documentación para viajar a Suecia, asumiendo el

1419 Lizárraga Vizcarra, I., “Isabel Oyarzábal Smith…”, art. cit., p. 58.
640

peligro de ser denunciados, pues los republicanos estaban siendo sometidos a una
cacería y tratados como criminales. La razón de la persecución que aducía la autora
era que la Quinta Columna francesa estaba esperando subirse al carro del Eje y
Franco aprovechaba la situación para instar a Francia a que detuviera a los
republicanos que hubieran ostentado algún cargo político y se los entregara.
Finalmente, su hijo y yerno llegaron a Suecia. El gobierno sueco informó a la
autora de que la prohibición de practicar la Medicina a los médicos extranjeros iba
a ser levantada y que, por tanto, su hijo y Germán podían hacerlo. Sin embargo, la
imposibilidad de aprender el idioma antes de un año de estancia en el país, les
disuadió de la idea, pues necesitaban ponerse a trabajar a la mayor brevedad
posible, ya que Franco había mandado confiscar todos los bienes de los
republicanos y, por tanto, la situación económica de la familia era acuciante. Fue
por todo ello que decidieron aceptar la oferta de México. Saldrían hacia el nuevo
continente cuando, inevitablemente, Suecia reconociera al gobierno franquista,
hecho que se produjo en abril de 1939. Paralelamente, Isabel Oyarzábal se las
arregló para liberar a su sobrino Juan Oyarzábal de un campo de concentración en
Túnez quien, en una carta a su tía anterior a la liberación, afirmaba que no tenía
miedo al futuro y que lo único que quería era vivir como un hombre libre. Por
último, la autora aludía a los niños, los más damnificados de la guerra, que Franco
quería captar para su causa, trasladándolos desde los campos de Francia para ser
educados bajo el ideario franquista. La autora hacía alarde de su carácter pacifista
al desear que esos niños pudieran construir junto con aquellos que sufrieron
después la II Guerra Mundial, un mundo nuevo y pacífico.
El capítulo tercero, “Es este nuestro refugio”, comenzaba con la descripción de
los campos de concentración en el sur de Francia. La autora hacía alusión a los
remordimientos que sentían los exiliados españoles y explicaba su motivación:
“¿Remordimiento por lo que ni podía haber evitado, ni prevenido? No, no
por eso. Lo que motivaba el remordimiento que tantos de nosotros aún
sentimos es el hecho de que poseemos lo que otros han perdido. […]
Nosotros y todos los que escapamos vivos y libres hemos tenido que pagar un
alto precio. Durante años no se nos ha permitido habitar en nuestra tierra
natal. Algunos nunca volverán. Pero el más alto precio es el sentimiento,
latente o activo en nuestros corazones, de que abandonamos a España”.1420

1420 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de libertad…, op.cit., pp. 95-96.


641

A pesar de estos sentimientos, la autora reconocía que permanecer en España


hubiera sido inútil.
En “De camino al nuevo mundo”, título del capítulo cuarto, hacía referencia, de
nuevo, a los refugiados, quienes tenían el convencimiento de que cuanto más lejos
fuera el destino que eligieran para vivir, más dificultades tendrían en volver, pues
este era el anhelo de todos ellos: regresar a una España libre. Por otro lado,
América era un destino plausible para ganarse la vida fácilmente y adecuado por la
amenaza de la guerra sobre Europa. Esta huida no hubiera sido posible para
muchos sin los comités de ayuda y los fondos republicanos, pero sobre todo, sin el
apoyo y hospitalidad de México, que daría visados y ciudadanía a los refugiados
que lo solicitasen.
La autora relataba que Estados Unidos permitía entrar en el país tan solo a
doscientos cincuenta ciudadanos españoles al año y la propaganda franquista había
hecho que aumentara la vigilancia ante un “inexistente comunismo”, por lo que a la
familia de Isabel Oyarzábal se le otorgó un visado de tránsito en el país. La autora
recordaba un episodio que ilustra el miedo al comunismo y cuál había sido su
reacción:
“Pero a menudo recuerdo con una sonrisa cómo se sorprendían los
funcionarios de inmigración cuando a su pregunta: “¿Es usted comunista?”,
contestaba: “No, ni fascista tampoco” Me miraban como si mi respuesta no
fuera relevante”.1421

Junto a la reticencia de Estados Unidos y a excepción de México, las repúblicas


iberoamericanas no fueron propicias a admitir refugiados, tal era el caso de
Argentina, Costa Rica o Brasil. En Europa, Rusia acogió a unos cinco mil
refugiados y Gran Bretaña a varios cientos. Al hilo de estos datos, la autora
recordaba que en Estados Unidos y antes de embarcarse en el vapor de la Ward
Line que les llevaría a Veracruz, les recibieron en Nueva York sus hermanos, Anita
y José Luis, quienes eran ciudadanos norteamericanos. También pudieron volver a
ver a Álvarez del Vayo y a Negrín, que volvían a París, donde una comisión
intentaba resolver los numerosos problemas de los refugiados. Este Comité de
Cultura Española, que así se llamaba, estaba intentando localizar a distinguidos
hombres de ciencias, arte y cultura para facilitarles su entrada en las nuevas tierras.

1421 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de libertad…, op. cit., p. 100.


642

Desde su llegada a México a Oyarzábal le pareció que de alguna manera estaba


cerca de España:
“¿Era porque estábamos acercándonos a un rincón del mundo donde España
había dejado recuerdos, tradiciones y costumbres con las que estábamos
familiarizados? ¿Era, quizá, que el más fuerte de todos los vínculos, el
lenguaje, estaba ya tejiendo sus hilos a nuestro alrededor?”1422

La autora se sentía también esperanzada por la fuerza que sentía en todos


aquellos que se estaban organizando para resolver los problemas tanto de los
refugiados como de los que se habían quedado en España. El sentimiento de culpa
de los exiliados1423 se mezclaba con el deber que la autora atribuía a los exiliados de
trabajar por un nuevo orden de cosas. La libertad de los exiliados debía servir para
dar voz a los que no podían alzarla y dar a conocer la tremenda injusticia que se
había cometido con una sociedad que solo había aspirado dicha libertad y al
progreso, y así lo hizo:
“El primer deber que los refugiados tenían por delante no era desatender sus
propias vidas sino recordar a aquellos otros que habían tenido la misma suerte.
La visión de aquellos desafortunados sería un recuerdo constante, necesario
para aquellos de nosotros que teníamos la libertad de actuar, pensar y hablar
en el Nuevo Mundo por su libertad, la libertad de España […] Por supuesto,
yo me daba cuenta del camino que se extendía ante nosotros. No iba a ser un
camino de rosas. Además de los obstáculos que se presentarían, haciendo
esfuerzos a menudo inútiles por salvar vidas de republicanos, también
tendríamos que luchar contra la amargura, las decepciones, incluso las
ambiciones que parecen desarrollarse inevitablemente entre los exiliados.
Sabíamos, también, que cada individuo, cada uno de nosotros, debía luchar

1422 Ibidem, pp. 104-105. Recordemos que la sensación de estar viviendo en un lugar
cercano al exiliado, se repite en otros refugiados. Así, Juan Rejano afirmaba que al
contemplar Veracruz por primera vez, no pudo evitar ver su Córdoba natal”. Cfr. Alberca
Serrano, M., “Autobiografías del 27…”, art. cit. pp. 299-300. Por otro lado, Oyarzábal
declaraba en una entrevista en prensa que su primera impresión de México fue negativa, ya
que venía de Suecia y los signos de pobreza, indiferencia, y general desorden en México
eran deprimentes e instaba a Estados Unidos a que ayudara a México a desarrollarse.
Archivo Nacional de Cataluña, Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario
núm. 687, Registro 1812).
1423 Mangini, S., Recuerdos…, op. cit., p. 173.
643

contra la confusión dentro de su propio corazón, pero una cosa era cierta: la
primera consideración era y debía ser la libertad de España”.1424

Bajo el tílulo “El domino fascista en España” comenzaba el capítulo cinco de las
memorias, en el que antes de tratar la terrible represión que Franco estaba
ejerciendo sobre los republicanos, señalaba la impresión que causó en la autora la
ciudad de Veracruz: “Veracruz nos hizo sentir como si estuviéramos soñando. El
azul mar que baña sus costas, el español hablado en tono alto y rápido, que tan
característico es del sur de España, me recordaban a Málaga”.1425
La impresión de estar en un lugar familiar aumentaba gracias a la cantidad de
conocidos que recalaron en México. La familia Palencia-Oyarzábal alquiló un
apartamento con vistas a las colinas, con dos terrazas, una de las cuales era de uso
casi exclusivo de Jan, y con vistas a los dos volcanes que rodean la ciudad.
A México llegaban las noticias de las ejecuciones que Franco utilizaba como
instrumento de represión, en un ambiente en el que se alentaban las denuncias y
delaciones. Cientos de intelectuales fueron asesinados por el resentimiento de la
Falange hacia la superioridad intelectual. La autora ejemplificaba estos hechos con
la referencia a dos ejecuciones, la del rector Leopoldo Alas, rector de la
Universidad de Oviedo e hijo del famoso escritor asturiano, asesinado en 1937 y la
de Federico García Lorca, del que aseguraba que murió, entre otras razones, por
las envidias de escritores menores. Isabel Oyarzábal narraba un episodio en el que
Lorca le firmó una petición para frenar el ataque de Italia en Abisinia. El objetivo
de los fascistas era destruir la cultura desde su raíz y, de ahí, la persecución que se
perpetró contra profesores de los que un sesenta o setenta por ciento fueron
encarcelados y la mayoría de ellos ejecutados. Como contraposición, la autora
recordaba la fundación en 1938 en México de la Casa de España, dirigida por
Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas con el fin de extender la cultura española.
Los intelectuales que la formaban eran científicos y eruditos que habían visto
peligrar sus vidas y que después fueron miembros del Colegio de México, una
fuerte organización intelectual, cuya editorial, el Fondo de Cultura Económica, se
convirtió en el instrumento de cultura más importante de Iberoamérica.
Mientras, en España, la represión se extendía rápidamente a todos los sectores de
la cultura y la ciencia, donde incluso los médicos eran perseguidos y se habían

1424 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de libertad…, op. cit., p. 106.


1425 Ibidem, p. 107.
644

cerrado escuelas convertidas en cárceles. La autora estimaba que en algún


momento después de la guerra, un millón de personas habían permanecido en las
cárceles y en 1945, el número de prisioneros políticos era de medio millón. La
persecución se extendía también a los sacerdotes, como señalaba la revista Anayak,
publicada por el clero católico en el exilio. El abuso de autoridad provocó la
pérdida de confianza de muchos que en un principio habían apoyado a Franco,
entre ellos la aristocracia, que pronto le dio la espalda por ser un advenedizo, y al
que no le perdonaban, por ejemplo, que utilizara la sala del trono para sus
recepciones. Tales signos de rebelión contra la tiranía hacían observar señales de
esperanza.
En el capítulo seis, “La vida en un campo de concentración francés” hacía un
recorrido por los principales campos en Francia: Sept Fonds, Prats de Molló,
Barcares, St. Cyprien, Gurs y Argelès-sur-Mer, donde los hombres eran separados
de mujeres y niños, donde los soldados republicanos fueron tratados de manera
irrespetuosa y a los que incluso la Cruz Roja se negó a socorrer. La tasa de
mortalidad en los campos era muy alta, de manera que, Oyarzábal apuntaba que en
un solo día habían muerto treinta y cinco niños en Argelès-sur-Mer. Al hambre y
el frío se unían las enfermedades como la disentería, la neumonía, la gripe o las
enfermedades mentales. También nombraba varios campos de castigo franceses
como Château près Collioure y Vernet d’Ariège.
La emergencia de la situación poco a poco se fue paliando con la ayuda no oficial
que llegaba, entre otros, de los comités americanos, noruegos y británicos de
Ayuda a España. Por otro lado, los departamentos del Servicio de Evacuación de
los Republicanos Españoles en París, que aún conservaba algunos fondos ayudaron
en la evacuación de algunos refugiados de los campos de concentración con destino
a América, labor que, por otro lado, era dificultada por las autoridades francesas.
También la autora desmentía las falsedades que sobre la República se vertían en
la prensa extranjera, como la supuesta razia a la que fueron sometidos los médicos
o profesores de Universidad de Madrid a principio de la guerra.
En el capítulo séptimo, “Guerra para otros”, Oyarzábal repasaba el avance de las
hostilidades en Europa, aunque dedicaba buena parte del capítulo a su vida
personal, recordando que llevaba dos meses en México cuando Hitler atacó
Polonia. Cefe hijo, Germán y Marissa habían puesto en marcha un laboratorio
clínico y una consulta en el apartamento inferior en el que vivían en la Avenida de
México, 113. Ceferino había vuelto a pintar, la editorial Longmans Green había
645

propuesto a nuestra autora que escribiera un libro para niños y preparaba una gira
de conferencias. 1426 William B. Feakins le estaba organizando una tourné por
Estados Unidos y debido a que empezaban a asentarse, la familia no quería en esos
momentos la separación que suponía la gira de conferencias, pero la autora
reconocía que eran ocho personas que mantener y no tenían nada, ya que todas sus
posesiones les habían sido confiscadas en España. El Tribunal de
Responsabilidades Civiles había condenado a Ceferino Palencia a la pérdida de
nacionalidad, al exilio durante quince años y al pago de una multa de diez millones
de pesetas, que incluía la confiscación de todos los bienes para cubrirla. Isabel
Oyarzábal se planteaba la “maliciosa intención” de la elevada cantidad de la multa,
que a su juicio no era otra sino inducir a pensar a la opinión pública que ellos, como
otros republicanos, habían robado. Y así llegaron las primeras navidades en el
exilio, sin duda las más duras para la familia:
“En casa decidimos que no nos dominarían los recuerdos de otras
Nochebuenas en nuestra querida España; en su lugar consideramos las
primeras navidades en el exilio como el punto de partida de nuestro regreso.
¡Constituiría el paso inicial hacia la reconquista de España!”.1427

Esas primeras celebraciones navideñas fueron compartidas con amigos como el


editor Harry Block y su mujer Malu Cabrera, Constancia de la Mora 1428 y su
marido, el general Hidalgo de Cisneros o el doctor Carlos Martínez:
“Antes de terminar la fiesta, después de medianoche, intercambiamos buenos
deseos, y después nos pusimos en pie para cantar el himno republicano
español. No resultó ser una interpretación perfecta. Estuvo muy lejos de ser
un canto tan perfecto como lo habían sido las otras canciones. No por falta de
práctica o pérdida de memoria. Sino porque más de una voz se quebró o se

1426 En el Archivo Nacional de Cataluña se halla un documento en el que aparecen los


títulos de las conferencias que la autora llevaba en su repertorio: “The truth about Spain”,
“Women of our time: their hopes and problems”, “Modern diplomacy, Women in
diplomacy”, “Spanish songs and dances”, “Spanish costumes and customs (with
illustrations)”, “Modern Spanish literature”, “Wearing and embroidering in Spain”,
“Cooperativism”, “The education of the child today”, así como algunos de los lugares en los
que las había impartido: Buffalo, Nueva York y Washington D.C., Brooklyn Museum of
Art, Columbia University, Indianapolis Council on International Relations, Women’s Club
of Central Kentucky, Lexington, College Club, Louisville, Ky, Smith College, Vassar
College, Wellesley College y la Universidad de Wiskousin. El mismo documento señala
algunas de las encomiables críticas recibidas como oradora.
1427 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de libertad…, op. cit., p. 136.
1428 Vid. Mora, C. de la, Doble esplendor…, op. cit. y Quiles Faz, A., “Dos mujeres

modernas…”, art. cit., pp. 93-118.


646

volvió ronca como si estuviera a punto de sollozar. Sin embargo, pudimos


cantarlo entero y terminar con tres entusiastas vivas a la República que se
debieron oír por toda la casa”.1429

La autora recordaba cómo habían sido otras Navidades y se veía a sí misma en


todas las etapas de su vida:
“Podía verme a mí misma siendo niña, emocionadísima con lo que la
Nochebuena pudiera traerme; y siendo joven en Madrid con mi madre, mi
hermana Anita y Ceferino pasando la noche con nosotros; luego era una joven
esposa y madre en el hogar construido por Ceferino y por mí. Otra vez estaba
ante los asuntos españoles en Suecia, y ahora, exiliada…
El círculo familiar de mi niñez se había dispersado hacía mucho tiempo. Mi
padre, mi madre, Ricardo y los padres de Ceferino podían salir del pasado
ocasionalmente, pero pertenecían al pasado, y no ya a nosotros. Anita y José
Luis en los Estados Unidos, como mis hermanas, María e Inés, en el convento
en Bélgica, parecían estar muy lejos; más lejos incluso que nuestros queridos
amigos en España”.1430

El capítulo terminaba con una reflexión en la que, a raíz de la celebración de la


Navidad, la autora hacía alarde de su profundo pacifismo y humanismo cristiano.
La autora pedía “hombres de buena voluntad” para que no ni una gota de sangre
más fuera derramada:
“Una y otra vez grupos de seres humanos, hombres y mujeres de buena
voluntad, habían intentado traer la razón al mundo a través del amor y la
fraternidad y una y otra vez habían sido perseguidos y destruidos por aquellos
que usaban la fuerza en vez del amor, los golpes en vez la razón”.1431

El capítulo octavo, “Asturias, la valiente”, recalaba en esta población del norte de


España para narrar los hechos acaecidos en 1934, la revuelta y posterior represión
de los trabajadores que provocó la victoria de 1936. Gracias a la resistencia
asturiana que, a decir de Oyarzábal en 1944 aún seguía luchando y que servía de

1429 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de libertad…, op. cit., p. 138.


1430 Ibidem, p. 139.
1431 Ibidem., p. 140.
647

inspiración a otras regiones, se albergaba la esperanza de vencer a Franco, ya que


el desafío a su poder militar nunca acabaría.
Con el elocuente título de “Manos a la obra”, en el capítulo noveno hacía un
extenso recorrido por las distintas actividades, organizaciones y dificultades a las
que hicieron frente los exiliados en México. Se estimaba que unos doce mil
españoles habían conseguido asilo en el país. Una de las organizaciones que
ayudaba a los refugiados era SERE, Servicio de Evacuación de Refugiados
Españoles, dirigida por José Puche, antiguo rector de la Universidad de Valencia, y
que tenía un programa de financiación de una granja colectiva donde fueron
empleados muchos de ellos. Por otro lado, la autora destacaba la labor de las
editoriales que fueron creadas: Séneca, cuyo editor jefe era José Bergamín; Xochitl,
dirigida por Eduardo Ontañón; Atlante, que publicaba libros científicos y Leyenda.
Actores, escritores, pintores y profesores fundaron también centros educativos,
trabajando codo con codo con los mexicanos.
En su familia, Juan Oyarzábal y Alejandro Somolinos estaban trabajando como
delineantes para dos empresas de ingeniería, mientras Ceferino Palencia era el que
peor se adaptaba a su nueva situación, pues sus únicos pensamientos estaban en
España, a lo que la autora le respondía:
“Pero ese no es el modo de ayudarla -insistí-. Nuestro principal deber es hacer
cosas, estar activos todo el tiempo, para hacer a España conocida y amada a
través de nuestro trabajo. ‘Eso es lo que estoy intentando hacer’, respondió
humildemente”.1432

El espíritu emprendedor e incansable de la autora se hace patente en estas


páginas: “Y sin embargo es un gran consuelo hacer un nuevo nido, entregarse al
trabajo creativo, incluso del tipo más humilde”. Isabel Oyarzábal hacía un balance
de su actividad realizada en el exilio durante esos años:
“Ciertamente he sido más que afortunada al adecuarme a mi nueva vida y
trabajo enseguida. Primero, al haber podido retomar la escritura otra vez; hay
muchos que se hubieran contentado con cualquier tipo de empleo, incluso el
más desagradable. Terminé un librito para niños para Longmans & Green,
Saint Anthony’s Pig, una historia basada alrededor de una divertida costumbre
española. Convencí a Ceferino de que hiciera las ilustraciones, por lo que

1432 Ibidem, p. 162.


648

pudimos dedicarnos a esta primera empresa conjunta para Jan. Este pequeño
libro fue seguido por otro libro para niños, Son of Fisherman, después de lo
cual, Longmans & Green me encargó escribir mi autobiografía”.1433

En el otoño de 1939 y la primavera de 19401434 Oyarzábal emprendió dos giras


de conferencias por Estados Unidos. Para la autora fue decepcionante comprobar

1433Ibidem, p. 163.
1434Son muchas las reseñas de prensa que se publicaron acerca de la gira de ese año. Así,
The Winter Park Herald, 16-2-1940, señalaba que la señora Palencia había disertado sobre
la lucha que las mujeres habían llevado a cabo por sus derechos en España. La autora había
terminado su conferencia declarando que el odio es creado por el miedo y, por tanto, había
que desterrar el miedo para salvar la democracia. Otra reseña fechada en febrero de 1940,
apuntaba que la autora hablaría para el Winter Park Woman’s Club el 21 de febrero sobre
las costumbres y vestuario españoles. Había sido llevada a Florida bajo los auspicios de la
sección de Florida del Spanish Institute. Otra de las reseñas, The Sunday Sentinel Star, 18-
2-1940, de Orlando daba cuenta del mismo acto. El rotativo Times Herald, 12-3-1940,
destacaba los actos en honor de Isabel Oyarzábal quien iba a dar una conferencia esa noche
para recaudar fondos para los refugiados y que ya contaba con cuatrocientas reservas. En
una de las reseñas conservadas en el Archivo Nacional de Cataluña, que no conserva el
nombre de la publicación y en la que aparece el año de 1940, se señalaba que viajaría con
posterioridad a Boston y Nueva York. Otra de estas reseñas que lamentablemente no
conserva el nombre de la publicación, pero está fechada en 1940, apuntaba que Mrs.
Roosevelt, había sido invitada al evento para recaudar fondos para los refugiados españoles
en el National Press Club, y aunque no había podido acudir, había mandado su aportación.
El artículo concretaba que los fondos favorecerían el traslado de los refugiados desde los
campos de Francia a los países latinoamericanos. The Washington Post, 13-3-1940 indicaba
que la autora había disertado ante una audiencia de cuatrocientas personas ante el National
Press Club. Ese mismo periódico había informado el día anterior de que cuarenta mil
soldados habían sido ejecutados por Franco después de haber sido expulsados de los
campos de refugiados franceses. The Arizona Daily Star, 12-10-1940, reseñaba la
conferencia disertada por Oyarzábal, titulada “La verdad sobre España”. The Milwaukee
Journal, con fecha de octubre de 1940, destacaba las palabras de la autora, henchidas de
optimismo y fe en la democracia. Milwaukee Post, 31-10-1940, subrayaba algunas de las
declaraciones de la autora, relacionadas con la lucha que aún se estaba llevando a cabo en
las regiones montañosas de España y con el error que había cometido Inglaterra al
denegar su ayuda al gobierno legal en España. Además informaba al público americano de
la situación de sus compañeros de la gira que realizó por los Estados Unidos en 1936,
Marcelino Domingo y el padre Sarasola, del que indicaba que estaba exiliado en un
monasterio en Cuba. Un artículo en el Christian Science Monitor, fechado en 1940, resaltaba
el papel de la coeducación y que había sido eliminada de la educación española. También
señalaba que Oyarzábal sería la invitada de honor de la cena que se llevaría a cabo en el
Women’s City Club, auspiciado por el Comité para España de Amigos Americanos. En el
periódico Woman’s Centennial Congress, fechado en 1940, la autora valoraba la lucha por los
derechos de la mujer en España y su situación durante la guerra. Destacaba que Franco
gobernaba España junto con Hitler y Mussolini. Había declarado: “No tengo tierra. No
tengo hogar, pero estoy absolutamente henchida de esperanza y fe por el futuro”. El New
York Post, 1940, presentaba la conferencia que la autora impartiría en el Rockefeller Centre
sobre el traje español y en la que se mostrarían trajes regionales y mantillas coleccionados
por la autora, su madre y suegra durante generaciones. Además, en varias de estas notas de
prensa se apuntaba que Oyarzábal estaba terminando un libro sobre su vida como
diplomática en Suecia.
649

que en la mayoría de los lugares donde iba a disertar, preferían asuntos que no
tenían que ver con la causa que defendía, sobre todo en el caso de la conferencia
titulada “La verdad sobre España”, que siempre figuraba en lugar prominente entre
las demás y con la que la autora quería prevenir al público americano de los
peligros del fascismo. Los temas favoritos en esa ocasión habían sido “Las mujeres
en la diplomacia”, 1435 “El mundo hoy” y “Mujeres de nuestro tiempo, sus
esperanzas y problemas”.
A su vuelta, la autora reconocía que su familia se hallaba bien instalada a
excepción de Cefe hijo, así que, finalmente, decidieron abrir una pequeña farmacia
que gestionaría junto a Juan con el dinero que había conseguido Isabel Oyarzábal
de sus conferencias y libros. Desafortunadamente, el negocio no fue satisfactorio y
hubieron de cerrar la tienda, reconociendo que ella, personalmente, no volvería a
dedicarse a los negocios. Por suerte, Juan se reincorporó a su trabajo anterior y
Cefe comenzó a trabajar en el Departamento de Investigación Médica de México,
dirigido por el doctor Ruiz Castañeda.
El capítulo finalizaba con la preocupación por la caída de los Países Bajos y el
temor ante el futuro acuciante.
El capítulo décimo, “La derrota de Francia”, glosaba la rendición del país vecino
en junio de 1940. Oyarzábal mostraba su admiración por los soldados republicanos
españoles que habían formado una legión de combatientes y habían luchado en el
frente francés. También manifestaba su preocupación por los amigos que se
hallaban en Francia: Cipriano Rivas Cherif y su mujer, Carmen, que vivían en la
zona ocupada por los alemanes; Victoria Kent, Picasso y Adelaida Segovia, que
vivían en París, así como, Rafael Altamira o Largo Caballero, entre otros exiliados.
Varios de los españoles que se hallaban en campos de concentración habían sido
tratados como animales de trabajo y de nuevo México había vuelto a tenderles la
mano, consiguiendo que los españoles de la zona de Vichi fueran puestos bajo la
protección de la bandera mexicana. Cuando Francia fue ocupada ya había doce mil

1435Una reseña del boletín Wellesley College, 23-11-1939, destacaba la conferencia que daría
la autora al día siguiente en Pendleton Hall, con el título “Las mujeres en la diplomacia” y
anunciaba que el 1 de diciembre abandonaría Wellesley hacia Nueva York, después de lo
cual volvería a México a pasar la Navidad y volvería en enero donde comenzaría una gira
por el sur y el medio oeste impartiendo conferencias en distintas universidades. También
revelaba que estaba ultimando un libro titulado La mujer diplomática, describiendo su vida
en Suecia y que esperaba publicar en primavera. Durante su estancia en Wellesley tuvo
ocasión de pasar unos días con su hermana Anita y algunos amigos norteamericanos.
Archivo Nacional de Cataluña, Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario
núm. 687, Registro 1812).
650

republicanos en el país amigo. En esos momentos se había fundado la JARE (Junta


de Auxilio a los Republicanos Españoles), gracias a los fondos que estaban en
poder del gobierno republicano español, bajo la dirección de José Giral, Indalecio
Prieto y Álvaro de Albornoz y que fueron enviados a México. Este comité abrió un
centro médico, proporcionó pensiones a viudas y ancianos y becas para estudiantes,
fundó el Colegio Madrid y, en definitiva, suministró medios a quien los necesitara.
Por otro lado, los comités de ayuda extranjeros seguían paliando las carencias de
los refugiados, sobre todo los de Estados Unidos, cuyas contribuciones, sin duda,
fueron más cuantiosas gracias a la difusión de la causa española que Isabel
Oyarzábal llevó a cabo por toda la geografía norteamericana. La autora terminaba
el capítulo destacando la terrible represión llevada a cabo contra los republicanos
españoles, que fueron aniquilados en masa. Para ilustrarlo, destacaba el caso de un
tren cargado de mujeres y niños republicanos con rumbo a España que habían
preferido el suicidio al destino que les esperaba. La autora personalizaba la
persecución franquista en el dramaturgo Cipriano Rivas Cherif, que junto a su
familia habían sido detenidos: su mujer e hijos habían sido confinados en su casa y
liberados más tarde, mientras el autor había sido conducido y encarcelado en
España. La autora recordaba también que la muerte de Azaña fue silenciada por las
autoridades francesas y había sido enterrado bajo la bandera mexicana.
Con la misma temática daba comienzo el capítulo undécimo, “Mártires de la
libertad”, en el que se hacía una semblanza y narraba la ejecución del presidente de
la Generalitat, Luis Companys, detenido en Francia y entregado a los agentes de la
Falange. La autora volvía a incidir en el paradigmático caso de Cipriano Rivas
Cherif que fue condenado a cadena perpetua, después de haber sido acusado de
rebelión militar:
“Fueron acusados -como casi todos los republicanos- ¡de ‘rebelión militar’!
¡La población civil, leal al régimen constitucional, era acusada de rebelión
militar por oficiales insurgentes que en realidad habían encabezado un
alzamiento militar contra la República! ¿Hay algo más cruelmente
irónico?”1436

Peor suerte corrieron el escritor Francisco Ruiz Salido y Julián Zugazagoitia,


miembro del gobierno de Negrín, juzgados junto a él y condenados a muerte. La
autora reproducía una carta del primero y otras, que ahondaban en la misma idea:

1436 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de libertad…, op. cit., p. 186.


651

aquellos que así se despedían de sus seres queridos antes de la muerte revelaban un
ánimo y una falta de temor encomiables y todos hacían un llamamiento a los
destinatarios de las misivas al perdón y a la serenidad. Como cierre del capítulo,
Oyarzábal no daba tregua a la desesperanza:
“La República española será reinstaurada una vez más- por tercera vez- por
la voluntad del pueblo. Nunca, ni siquiera en los felices días de abril de 1931,
cuando pensábamos que España se liberaría al fin del dominio autocrático
estuvo esto tan fuera de duda como ahora.
No son necesarias elecciones, pues nunca el voto del pueblo ha sido
expresado por tantos como en los últimos años. En las cárceles, en tierra
extranjera, ante los pelotones de fusilamiento, el grito es unánime:
¡Viva la República! ¿No es esto una votación?”1437

La marcha de la II Guerra Mundial proseguía en el siguiente capítulo “Gran


Bretaña resiste”, en el que expresaba sus temores ante el avance de los ataques, que
parecían alejar la posibilidad del restablecimiento de la República, aunque la
resistencia de Gran Bretaña le hacía albergar cierta esperanza, acrecentada por la
unión de los Estados Unidos al bando aliado a finales de 1941. Alemania era
apoyada por Franco en todo momento, permitiendo repostar a sus submarinos en
los puertos españoles del Atlántico, especialmente en Vigo.
En el verano de 1941, Oyarzábal aceptó la invitación del historiador Hubert
Herring para participar por segunda vez en el congreso que este organizaba en
México, concretamente en Morelia. La autora reconocía que, por primera vez,
había sentido paz en mucho tiempo recorriendo el Desierto de los Leones, de
camino a su destino. Mientras tanto, y ante el avance del frente, Inés había sido
evacuada del convento en el que se encontraba cerca de Ramsgate hacia Sidmonth.
Ese mismo año, Oyarzábal solicitó la carta de naturalización mexicana, el 7 de
enero de enero de 1941, haciendo renuncia de la nacionalidad española y
adquiriendo los derechos y deberes de cualquier ciudadano mexicano.1438
Una vez al año, a veces dos, la autora reanudaba su gira de conferencias en
Estados Unidos, en las que para su contento, la opinión pública demandaba, cada

Ibidem, p. 193.
1437

Con número 62/41. Expediente 521.2 (46)/0-5-1. Archivo Nacional de Cataluña,


1438

Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).
652

vez con más asiduidad, el tema de la cuestión española y su conferencia “La verdad
sobre España”:
“Fuera de mi lista de temas, la petición del titulado ‘La verdad sobre España’
era entonces casi unánime. Era reconfortante ver cómo en Los Ángeles y San
Francisco, Minneapolis y San Pablo, Milwaukee y Chicago, Kansas City y
Detroit, Boston, Washington y Nueva York, la gente decía: ¡Oh, cuánto me
alegro de saber al fin la verdad!”1439

Oyarzábal comenzaba el capítulo décimo tercero, “Otras tierras de exilio” con


una relación de los países que habían asilado a los republicanos españoles, entre
ellos, muchos de sus ilustres colegas. Así, en Argentina se encontraban el abogado
Osorio y Gallardo, Jiménez de Asúa, Ricardo y María Baeza, Gorbea y Elena
Fortún, donde se había fundado el Club Republicano Español que funcionó hasta
que la dictadura impidió el desarrollo de sus actividades. En Estados Unidos se
hallaban Navarro Tomás, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Concha de Albornoz,
Fernando de los Ríos y su hija Laura, Francisco García Lorca, Juan Ramón
Jiménez, Pittaluga, Álvarez del Vayo y la esposa e hijos de Negrín. Otros destinos
de asilo eran Chile, Colombia, Cuba, la URSS o Reino Unido, en Londres se
hallaban Negrín y Luis Araquistáin, entre otros.
La autora valoraba como un error el desprecio y persecución a los intelectuales
españoles por parte de Franco. Para contrarrestar la buena impresión que habían
causado en Latinoamérica, el dictador había fundado una “absurda” institución,
“Hispanidad” que, como Oyarzábal misma había publicado en 1944 en la revista de

1439 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de libertad…, op. cit. p. 204. Una reseña sin título,

fechada en marzo de 1941, anunciaba la conferencia “La verdad sobre España” en Evanston
Collegiate Institute, con motivo de su 10º aniversario. El New York Herald Tribune, 12-3-
1941, anunciaba un almuerzo en su honor organizado por la American Booksellers’
Association. New York World Telegram, 26-3-1941 reseñaba la conferencia de Oyarzábal
sobre los refugiados españoles. El Boletín de Barnard College, con fecha de 8-4-1941,
destacaba la conferencia de la autora “La mujer en nuestro tiempo”. El New York Herald
Tribune, 19-5-1941, entrevistaba a Oyarzábal en el marco de la gira de conferencias en la
que estaba inmersa. En ella, expresaba su convencimiento de que el pueblo era unánime al
pensar que algo debía cambiar y que quizá se establecería en Europa una federación de
estados, en el que ninguno desempeñara una posición de supremacía y que nacería un gran
movimiento espiritual o quizá surgiría un nuevo líder espiritual. Declaraba que no tenía
ninguna intención de participar en la política mexicana. Archivo Nacional de Cataluña,
Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).
653

Washington, Interamerican, en un artículo titulado “Falange in the new world”, no


era sino un eufemismo para la Falange Exterior.
A sus 74 años, Largo Caballero se había negado a abandonar Francia con el fin de
estar cerca de España. Franco no se había atrevido a sentenciarlo a muerte y fue
confinado en Alemania. Posteriormente, Oyarzábal narraba un suceso que causó
gran alboroto en la prensa extranjera: muchos de los republicanos que habían
logrado alcanzar las posesiones francesas en el norte de África habían sido
obligados a trabajar en el ferrocarril que cruzaba el Sáhara, sometidos a trabajos
forzados y torturas, como le había relatado Eduardo Cortés, magistrado y miembro
de Izquierda Republicana, quien lo había sufrido. Afortunadamente, tras la llegada
de los Estados Unidos a África muchos habían podido escapar y unirse a los
maquis.
En un sentido análogo, describía la autora en el capítulo décimo cuarto, “La vida
en las cárceles españolas”, las terribles represalias que habían sufrido miles de
españoles. Centrado su relato en uno de esos presos al que no nombraba por las
consecuencias que pudiera sufrir, tal vez por la distancia del conflicto y ante la
constatación de que la situación española no iba a cambiar de signo, estableció en
su obra una autocensura, mostrándose recelosa a consignar datos de personas que
pudieran ser perseguidas por la dictadura franquista.1440 Describió el día a día de
los condenados en cárceles atestadas. Habían sido concebidas para seiscientos
presos y albergaban a seis mil, por lo que solo la mitad de ellos podían dormir
tumbados, mientras los otros esperaban su turno. Con una frecuencia de una noche
de cada doce, los carceleros se llevaban a dos o tres para fusilarlos después de
obligarles a cavar su propia tumba. En definitiva, según un informe del Comité
Americano, las condiciones en las prisiones y campos eran indescriptiblemente
“inhumanas”. A pesar de ello, la moral de los prisioneros siempre era espléndida,
seguros de la victoria final sobre el fascismo.
El capítulo décimo quinto, “Desde dentro y desde fuera” comenzaba con una
referencia a la vida personal de la autora. El laboratorio de Marissa había sido
desvalijado, pero volverían a empezar de nuevo y esta creencia le llevaba a hacer la
siguiente reflexión:
“La convicción de que merece la pena volver a empezar ha prendido de
nuevo en los corazones de los republicanos, algo lógico tras la humillación

1440 Quiles Faz, A., “Dos mujeres modernas…”, art. cit., pp. 93-118.
654

temporal que sufrieron. Se sienten así por la causa republicana. ‘Empezaremos


otra vez’, y eso es lo que se está haciendo, en todo el mundo, donde quiera que
haya un republicano español”.1441

La familia había alquilado varios pisos en un edificio de la plaza George


Washington, más céntrica que su anterior hogar. Allí vivieron todos, hasta que
tiempo después Cefe hijo se marchó a Michoacán, lugar donde adquirieron el
rancho Amellali.
En esa época, nuestra autora sufrió un accidente muy grave mientras limpiaba las
manchas de un traje con gasolina que, tras una explosión, la dejaron envuelta en
llamas.1442 Poco podían hacer para aliviar su dolor, debido al estado de su corazón.
Una vez más, este triste episodio revela el elevado espíritu de Isabel Oyarzábal:
“Si al menos mi propio dolor hubiera sustituido el suyo…, pero era inútil.
Bueno, no es eso, pues cuanto mayor soy, más convencida estoy, de que el
sufrimiento nunca es en vano, sino que enriquece el espíritu. Indudablemente
el mío tenía un significado, quizá dotarme de más paciencia, más comprensión,
más compasión, más resistencia y valor, y sobre todo un deseo todavía mayor
de paz, paz para evitar futuras guerras, paz para evitar en el futuro la
angustiosa multiplicación de estas terribles muertes por el fuego”.1443

Para su recuperación sus hijos alquilaron una casa en el estado de Morelos,


concretamente en Cuernavaca, donde permaneció tres meses, después de lo cual,
confesaba que ya estaba preparada para otra gira de conferencias por Estados
Unidos:
“Y eso no fue todo. Siempre en mi mente estaba el pensamiento de la guerra
y la esperanza de la victoria. Una amiga me dijo que cuando estaba aún muy
enferma le permitieron pasar a mi habitación un momento. La había
reconocido y le había dicho con voz débil:
‘¿Por qué me mantienen con vida?’
‘Para que veas la Victoria’, había contestado. Entonces levanté la cabeza de la
almohada y contesté convencida:

1441 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de libertad…, op. cit., p. 240.


1442 El accidente se produciría algunos meses antes de julio de 1943, fecha de una carta
enviada por la autora a Alexandra Kollontay en la que le relataba lo ocurrido. Cfr. Palencia,
I. de, Alexandra Kollontay, Ambassadress…, op. cit., p. 282.
1443 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de libertad…, op. cit., p. 242.
655

¡Bueno, merece la pena!”1444

El capítulo también abordaba el desencanto por las prácticas franquistas sufrido


por los mismos que le habían apoyado en un principio y contraponía este hecho con
la creciente actividad de los grupos de ayuda a España, como la Federación de
Organizaciones de Ayuda a los Refugiados Españoles o la Unión de Mujeres
Antifascistas y añadía:
“La mayoría de estas organizaciones tiene una doble misión: asistir a los
republicanos españoles en España y Francia, y hacer que el conflicto español
sea cabalmente entendido. Trabajan a través de diarios como República
Española, El Socialista, Izquierda Republicana, España Popular, Independencia,
España Peregrina, España al día, todos publicados en México, Nuestra España,
publicada en Cuba, y otros en la República Argentina”.1445

El capítulo décimo sexto, “Los guerrilleros españoles”, daba cuenta de la lucha


que aún se llevaba a cabo en algunos lugares de la geografía española, Asturias,
León, Sierra Morena o Huelva, por parte de los guerrilleros republicanos españoles
y analizaba también la situación de Rusia y la actitud de Gran Bretaña en la II
Guerra Mundial.
Con el elocuente título “El hambre acecha España”, comenzaba el capítulo décimo
séptimo, en el que la autora aseguraba que el primer juicio que todo el pueblo
español había tenido que soportar era el hambre y relataba algunos casos conocidos
por ella. Mientras, Franco y las instituciones de la Falange, esto es, Auxilio Social
y su filial, la Sección Femenina, poco hacían para remediarlo. Además, al tiempo
que la comida era distribuida de manera irregular en toda España y a razón de unas
exiguas cantidades de alimentos de primera necesidad por persona y mes,1446 frutas
y verduras españolas partían en camiones hacia Alemania e Italia, de ahí que la
desigualdad cada vez fuera mayor y se generalizaran el comercio negro y el
estraperlo.
Al final del capítulo, la autora expresaba el malestar y remordimientos que los
refugiados padecían por su situación, que se podía considerar privilegiada si se
comparaba a la de sus compatriotas en España:

1444 Ibidem, p. 243.


1445 Ibidem, p. 250.
1446 Ibidem, p. 264.
656

“Nosotros, no obstante, no podemos resignarnos a eso. Viviendo en la


abundancia comparados con los republicanos en España, nosotros, los
refugiados, estamos a menudo llenos de remordimientos cuando miramos
nuestros sencillos pero abundantes platos de comida y pensamos en aquellos
que tienen tan poco que comer y tan pocas ropas para protegerse del frío.
A veces uno siente como si las pequeñas tortillas rellenas de delicioso
guacamole, los tamales de pollo y otras exquisiteces, características de la
cocina mexicana, se vuelven cenizas en la boca pensando en los hombres y
mujeres que pasan hambre, nuestros propios hermanos y hermanas, y flacos y
hambrientos niños, el eco de cuyos gritos parece llegar a nosotros a miles de
millas de tierra y océano”.1447

El capítulo décimo octavo, “La batalla de Europa”, comenzaba con referencias a


su vida personal. Cefe que había expuesto sus pinturas en las Galerías de Arte
Mexicano en Ciudad de México, y donde había obtenido un gran éxito, recibió
varias peticiones para exponer en Estados Unidos, país en el que también había
expuesto posteriormente, en Washington y en el Brooklyn Museum y la Biblioteca
Pública de Nueva York. Oyarzábal insistía en que su misión era hacer conocida y
querida a España a través de los canales del arte y de las letras.
Unas merecidas vacaciones en 1943 en Oaxaca le hicieron evocar las últimas de
las que había disfrutado en 1934, en las que sus hermanas Anita e Inés, Marissa y
ella habían pasado unos días con su hermano Ricardo en el pueblo malagueño de
Benajarafe, donde este regentaba una granja de pollos y recordaba cómo ya en
aquella época se observaban los primeros brotes de fascismo en España, pues su
hermano había sido encarcelado por regalar su barca a unos pescadores y compartir
una taza de café con los trabajadores que pasaban por su propiedad, acusado de
“supuesta colaboración en actividades subversivas”.
Oyarzábal aceptó con entusiasmo la propuesta de una amiga de pasar un tiempo
en Oaxaca, pues ella misma reconocía el duro trabajo que había llevado a cabo:
había escrito dos libros para niños, su autobiografía, varios artículos, había
traducido tres libros del inglés y había viajado siete veces a Estados Unidos con
sus giras de conferencias.1448 En la localidad mexicana había disfrutado del paisaje

1447Ibidem, p. 269.
1448 El Archivo Nacional de Cataluña, Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith
(Inventario núm. 687, Registro 1812) conserva varias reseñas en prensa de las conferencias
657

y del paisanaje, pero destacaba sobre todo el arte popular que había podido
contemplar. Ello le había llevado a recordar la estupenda colección de cerámica
popular que su familia tenía en España, quizá la mejor colección privada, a decir de
la autora, y que había sido expuesta en parte en la feria de París en 1938, donde
había permanecido. Del resto de la colección nada sabía, pues su casa en Madrid
había sido ocupada por un oficial franquista del Cuerpo de Aviación.1449
Un hecho que llenaba de orgullo a la autora era que su conferencia “La verdad
sobre España” era cada vez más solicitada, como demostraba el hecho de que Irita
van Doren, quien le había pedido por segunda vez que acudiera a los almuerzos de
“El libro y su autor” del Herald Tribune de Nueva York, le había asegurado “España
es de lo que quieren oír hablar”.1450
Los años 1943 y 1944 habían sido años muy fructíferos para los grupos de
refugiados españoles, que habían levantado editoriales y librerías españolas en
México y habían llevado a cabo estudios y proyectos culturales de importancia tal,
que muchas de las ediciones realizadas por los exiliados eran publicadas de manera
espuria en España, omitiendo los datos de los autores.
El capítulo décimo noveno, “Los maquis españoles” narraba la liberación de
Francia en junio de 1944, en la cual habían participado los maquis, que habían
desfilado por París después de liberar muchas ciudades fronterizas. 1451 Esto

impartidas a partir de 1942. Así The Montreal Gazette, 4-11-1942, destacaba su conferencia
sobre trajes regionales; The Montreal Daily Star, 3-12-1942, reseñaba “La verdad sobre
España” y señalaba que esa misma noche hablaría sobre “España y el mundo hoy” y al día
siguiente sobre “Trajes y costumbres españolas”; St. Paul Pioneer Press, 3-12- 1942,
detallaba la conferencia impartida para el Women’s Institute of St. Paul ante diez mil
mujeres; Minneanapolis Star Journal, 8-12-1942, la calificaba como la más grande
comunicadora en el mundo; Chicago Daily News, 27-11-1943, se hacía eco de la formación
de un gobierno provisional en el exilio y su postulado para ser reconocidos por las
Naciones Unidas, declaraciones que había formulado Isabel Oyarzábal en una charla ante
el Consejo para las Relaciones Internacionales de Chicago; El St. Paul Pioneer Press, 8-12-
1943 recordaba las palabras de la autora en un almuerzo organizado la Foreign Policy
Association, quien apostó por un plebiscito para instaurar la democracia; Milwaukee
Sentinel, 21-3-1944 reseñaba la conferencia “The truth about Spain”; The New York Herald
Tribune, 5-4-1944, refería una conferencia organizada por el periódico y la Asociación de
Libreros, en la que Oyarzábal aseguró que la única esperanza para el pueblo era poder
elegir libremente su sistema de gobierno cuando acabara la guerra; el Kansas City Star,
fechado en 1944, entrevistaba a la autora con motivo de la conferencia “The truth of Spain”.
En ella, la autora señalaba el creciente descontento con las políticas franquistas en España.
1449 El gusto por la artesanía se extendía a otras de sus coetáneas como Constancia de la

Mora y Zenobia Camprubí, quien regentaba una tienda en Madrid. Cfr. Mora, C. de la,
Doble esplendor…, op. cit., p. 125.
1450 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de libertad…, op. cit., p. 278.
1451 Victoria Kent también describió este capítulo de la posguerra. Kent, V., Cuatro años en

París (1940-1944), Universidad de Málaga, 1997, pp. 133-136.


658

alentaba las esperanzas para España, aumentadas también por las misivas recibidas
en clave por la autora, que se hacían eco de rumores que aseguraban que Franco
iba a abandonar España. La esperanza en una España libre de fascismo se
acrecentaba con estas últimas noticias:
“Tenemos mucho que hacer antes de que acabe la lucha. Intento pensar que
nuestro pueblo ‘continúa’ en muchos, muchos países. En escuelas y
universidades, en hospitales, clínicas y centros de investigación, en estudios y
editoriales, en plantas eléctricas, en minas o en granjas, están haciendo lo que
es mejor para España y la República”.1452

El capítulo vigésimo, “La lucha por España”, abordaba la necesidad de que, ante
el desarrollo de la guerra, los republicanos estuvieran preparados para una nueva
España. Indalecio Prieto había intentado el año anterior formar un comité,
siguiendo las líneas del Comité de Liberación francés, que no había sido bienvenido
por todos, pues excluía a comunistas y miembros de CGT. Isabel Oyarzábal
aseguraba que para que este tuviera éxito debía ser una organización
multipartidista. De hecho, cuando fue presentado como gobierno español en el
exilio con derecho a recibir el reconocimiento internacional se plantearon diversos
problemas, pues había conseguido representación de la mitad de los grupos
catalanes, de un tercio de los republicanos de izquierda, de la mitad del PSOE, de
menos de un tercio del movimiento sindical y el rechazo de los comunistas, del
PNV o del Partido Federal Republicano. Paralelamente, una formación
multipartidista se había constituido en España para derrocar a Franco, la Unión
Nacional que incluía a la CEDA, los monárquicos y los católicos. Un tercer grupo
veía a Juan Negrín y su gobierno multipartidista como representante
constitucional de la República española. Oyarzábal era partidaria de este tercer
grupo ya que Negrín reunía las cualidades necesarias para asumir el liderazgo del
gobierno en el exilio. La autora reiteraba a lo largo de todo el capítulo la necesidad
y su propio anhelo de que los republicanos españoles se unieran para liberar a
España del yugo franquista y veía como única solución razonable para España que,
en el ámbito internacional, se le concediera reconocimiento al gobierno en el exilio
y tanta ayuda como fuera compatible con el derecho internacional.
A finales de 1944 fue anunciado un intento de acuerdo promovido por Miguel
Maura, hijo de Antonio Maura, con apoyo de algunas potencias extranjeras como

1452 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de libertad…, op. cit., p. 293.


659

Francia e Inglaterra para entrar en el país y restablecer la República, pero días


después el propio Miguel Maura se desdijo. Paralelamente, Franco estaba
modificando su táctica y anunció la liberación de sesenta mil prisioneros con la
intención de obtener el apoyo de los monárquicos y su posible colaboración con el
pretendiente al trono, don Juan de Borbón.
“Las cortes en la ciudad de México” es el título del capítulo vigésimo primero
donde relataba la convocatoria, en diciembre de 1944, de una sesión de las Cortes
españolas a instancias de Martínez Barrio, que había dimitido como presidente de
las Cortes después de la caída de Madrid, y que había provocado bastante
descontento, pues el último gobierno republicano, encabezado por Negrín, no había
sido consultado. A pesar de ello, Martínez Barrio siguió con su plan y la reunión se
llevó a cabo el 10 de enero de 1945. A ella acudieron 72 de los 474 diputados y no
acudió ningún miembro del último gabinete de Negrín, al que se le notificó la
reunión ese mismo día, lo cual hizo imposible su asistencia al encontrarse en
Londres, aunque paradójicamente, en las actas se reflejó el voto de confianza a su
gobierno.
Un grupo de diputados propuso que la siguiente reunión se celebrara con la
presencia del presidente y la moción fue parcialmente aprobada, con el reparo de la
mayoría de refugiados que estaban a favor de la unión y de no llevar a cabo
ninguna acción hasta que Negrín pudiera asistir. A pesar de las presiones de
Indalecio Prieto para que se celebrara una segunda reunión, esta fue aplazada sine
die y se llevó a cabo otra asamblea pública de todos los partidos por la unidad a la
que acudió Isabel Oyarzábal. España debía recibir el apoyo de los países
democráticos para recuperar la libertad. En estas últimas páginas del libro,
Oyarzábal no se mostraba optimista ante el futuro político, pues era un error
considerar que después de que Alemania e Italia hubieran sido sometidas, Franco
ya no fuera considerado un peligro:
“Una actitud diferente por parte de los países democráticos podría no solo
acelerar la liberación de España, sino provocar el cambio de un modo
ordenado y pacífico. Su falta de comprensión y respeto por los derechos del
pueblo español, el mantenimiento de sus relaciones con el dictador español,
solo puede acarrear agitaciones y violencia para nuestra sufrida tierra, pues los
660

españoles están determinados a recuperar su país y libertad pase lo que


pase”.1453

Lamentablemente, esa actitud indolente de los países democráticos provocó la


perpetuación del dictador en el poder hasta su muerte, solo un año más tarde que el
fallecimiento de la escritora.
El epílogo, “In memoriam. Aquellos que nunca volverán” sirvió a la autora para
recordar a todos los refugiados que murieron y descansaban en las tierras
mexicanas. Las últimas palabras del libro son elocuentes:
“Siempre me parece ver en los cansados ojos de los refugiados ancianos una
mirada melancólica, indagadora, como si siempre estuvieran preguntándose si
volverán a ver España. Ninguno de nosotros puede saberlo. Nuestro deber es
creer, pase lo que pase, que hay cosas por hacer, y algo es seguro: muchos de
nosotros viviremos para verlo.
En cualquier caso, el recuerdo de los refugiados españoles que descansan
bajo el cielo mexicano será un lazo que mantendrá unidos a los dos países. Nos
han pasado la antorcha que debemos mantener encendida para conseguir la
felicidad de nuestro pueblo. Aquellos que sobreviven deben responder con
convicción a esa llamada, y de esta forma pagar su deuda con los que han
muerto. Así, después de su larga y agotadora lucha, descansarán en paz”.1454

Las reseñas a esta obra en la prensa norteamericana fueron abundantes. Así, el


Christian Science Monitor, 8-9-1945; New York Herald Tribune, fechado en
septiembre de 1945; Greensbora Daily News, 2-9-1945; Charlotte N.C Observer, 2-9-
1945; Atlanta Journal, 5-9-1945; Startford Times, 8-9-1945, que desmentía la falsa
creencia difundida por la propaganda de que la guerra española había sido una
cruzada y aseguraba que había sido la primera batalla contra el fascismo en Europa;
El Chicago Sunday Tribune, 9-9-1945, afirmaba que Oyarzábal escribía con el fervor
de una mujer para quien la libertad lo significaba todo en la vida; Sacramento Unión,
9-9-1945; Lexington Kentucky Sunday Herald Leader, 9-9-1945; The Chicago Sun Book
Week, 9-9-1945, titulaba su reseña sobre el libro “Manifiesto contra el fascismo de
Franco”; New York Herald Tribune Weekly Book Review, 9-9-1945; Newsweek, 10-9-
1945; The New York Times, 13-9-1945; The Saturday Review and Literature, 22-9-

1453 Oyarzábal de Palencia, I., Rescoldos de libertad…, op. cit., p. 316.


1454 Ibidem, pp. 320-321.
661

1945, cuya reseña destacaba que era el primer documento que narraba los hechos
desde la Guerra Civil hasta ese momento y señalaba que el lector echaría en falta
más experiencias personales de la autora que había omitido en pos de una mayor
claridad para ofrecer un claro retrato de la lucha de los españoles por la libertad y
contra las fuerzas que habían intentado destruirla en el mundo; Tulsa Daily World,
23-9-1945; The New York Times Review, 23-9-1945; Nashville Tenessean, 30-9-1945;
Sthartford Courant, 7-10-1945; Boston Evening Globe, 17-10-1945; Coast Artillery
Journal, sep-oct-1945; The American Mercury Review, nov. 1945; The Courier Journal
Louisville, 4-11-1945; San Jose News, 6-11-194 o la reseña radiada del Book of the
month Club de Nueva York, 1-10-1945.

A pesar de sus problemas de salud, pues ya en 1945 confesaba en una entrevista


que padecía una seria dolencia de corazón y que había tenido tres recaídas el año
anterior,1455 Isabel Oyarzábal tuvo una vida larga y creemos que, a pesar de que
nunca volvió a España, ya que murió tan solo unos meses antes que Franco, logró
sentirse en paz en la tierra que tan generosamente la había acogido.
Desde 1945 hasta su muerte el 28 de mayo de 1974, 1456 aún mediaron varias
décadas de trabajo y lucha que habrán de ser investigadas en posteriores trabajos,
con el anhelo de que la autora sea restituida en el lugar que se merece en la
historia.

1455 New York Post, 24-9-1945. Archivo Nacional de Cataluña, Fondo documental Isabel
Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).
1456 Excelsior, México, 29-5-1974. Fue enterrada en el cementerio español en México. El

acta de defunción reveló que había muerto en su domicilio a las 3’20 horas del día 28 de
mayo de 1974 y como causa de la muerte se aducía un edema pulmonar agudo. Libro 2/a
del Registro Civil, hora 246. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel
Oyarzábal Smith (Inventario núm. 687, Registro 1812).
13. Conclusiones
665

13. Conclusiones
La figura de Isabel Oyarzábal Smith es, sin duda, una de las más interesantes y
polifacéticas del panorama español del siglo XX. En este sentido, y partiendo de la
premisa de que un análisis del personaje en profundidad en todas esas facetas es
harto complicado y rebasa los límites de un único trabajo, en este estudio, hemos
analizado sus datos autobiográficos y, sobre todo, su obra literaria, un aspecto
escasamente abordado en los trabajos de investigación que nos han precedido. Y
así, partiendo de su propia autobiografía I must have liberty hemos intentado arrojar
luz sobre aquellos momentos de la vida de la autora que no se hallaban ordenados
cronológicamente o aparecían confusos, tal vez por la separación temporal entre
los hechos y su narración o tal vez por la falta de interés de la autora en
consignarlos en la línea del tiempo. Ello ha sido posible, sobre todo, gracias a la
prensa, gracias a la cual hemos podido fijar dichos datos cronológicos, analizando
cuatrocientos cincuenta artículos de la época y doscientos catorce de la autora.
En primer lugar y en referencia al primer apartado titulado “Infancia”, hemos
analizado los hechos más relevantes de los primeros años de la autora, así como las
especiales características de su familia. Sus padres constituían un matrimonio
mixto, poco habitual en la España del momento y supusieron una influencia
decisiva en su personalidad, y más concretamente, el temperamento indisciplinado
de la madre, Ana Smith Guthrie, quien, en buena parte, forjó la rebeldía de la hija
ante las normas impuestas. Otro de los aspectos dignos de tener en cuenta en la
vida de Isabel Oyarzábal lo constituye su paso por el internado religioso en el que
pasó su infancia y pubertad, hasta los catorce años, por lo que se hacía
imprescindible conocer las condiciones de la institución religiosa en la que estuvo
ingresada siete años de su vida. Este tipo de formación y la religiosidad de la
familia paterna, que provocó la conversión de Ana Smith al catolicismo, marcaron
la personalidad de la autora, si bien, más que un ferviente catolicismo fraguaron en
ella un humanismo cristiano, aspecto apreciable en sus obras y concretamente en
algunas de sus piezas teatrales. La imposibilidad de formación académica posterior
a los catorce años provocó, por un lado, un total autodidactismo, digno de encomio,
pues le llevó incluso a aprobar unas oposiciones a la Inspección de Trabajo, sin
perjuicio de otros cargos institucionales que desempeñó y para los que tuvo que
prepararse con denuedo y, por otro, su preparación para la vida burguesa, para lo
cual fue introducida en las fiestas de su círculo social y de las que la prensa de la
666

época también dio buena cuenta, a través del cronista de la burguesía malagueña,
José Carlos Bruna.
A partir de un análisis de la educación de la mujer en el sentido más amplio de la
palabra: formación académica, creación de instituciones, prensa femenina, etc., se ha
expuesto cómo Isabel Oyarzábal estuvo a la vanguardia de todas las acciones
feministas con el fin de alcanzar un progreso que estaba siendo tan demandado en
España. En este sentido, el feminismo de la autora sobrepasó las aspiraciones de
este, pues su mayor preocupación fue la mejora de las condiciones sociales,
jurídicas, educativas y políticas de la mujer, pero con el fin de lograr una mejora
global de la sociedad de su tiempo, no solo a nivel nacional, sino también a nivel
internacional.
A partir de 1913, fecha en la que la autora se involucró definitivamente en el
movimiento feminista, Oyarzábal trabajó en muy diversos ámbitos con el fin de
hacer realidad sus reivindicaciones y así, trabajó para la mejora de los derechos
políticos y más concretamente el derecho al voto femenino, los derechos civiles, en
cuanto al matrimonio y al divorcio, la protección de la maternidad, los derechos
reproductivos y la infancia, la abolición de la prostitución y el avance en los
derechos laborales.
En este sentido, fueron muchas las intervenciones de la autora y, en relación a la
reivindicación del derecho al voto de la mujer, se han plasmado en este trabajo
muchos ejemplos de ello. Así, hemos de destacar su intervención en la serie de
conferencias programadas por la Agrupación Femenina Socialista de Madrid en
1919 para apoyar la petición de voto. Fue un 28 de noviembre de ese año y bajo el
título de “Responsabilidad de la mujer ante el sufragio”, cuando Oyarzábal expuso
los argumentos que demostraban que la mujer española estaba tan capacitada como
el hombre para ejercer el derecho de sufragio, resaltando también la necesidad de
emancipar a la mujer de la tutela a la que estaba sometida, la promulgación de leyes
protectoras de la maternidad y la infancia, la implantación del divorcio para
determinados casos y la idéntica remuneración del trabajo del hombre y la mujer.
También es destacable la participación de la autora en la ANME, asociación que
llegó a entrevistarse con el dictador Primo de Rivera en 1923 para solicitar el
sufragio femenino, así como su presidencia en el Consejo Supremo Feminista de
España o en el Lyceum Club, en calidad de lo cual, concedió una entrevista a
Concha Espina en 1932 en la que aseguraba que “el derecho a ejercer el sufragio es,
de todas las reivindicaciones femeninas, la más necesaria y elemental; sin él
667

seguiría careciendo la mujer de independencia y personalidad jurídica, aun cuando


se le otorgaran otras libertades y medios de defensa”. A su vez, mostró su
desacuerdo con aquellos que sostenían que con él se le entregaba una poderosa
arma a los elementos clericales y de extrema derecha, creencia que dejó patente
cuando participó en el homenaje que las principales asociaciones feministas
rindieron a Clara Campoamor el 14 de octubre de 1931. En sus artículos
periodísticos, la autora también reivindicó las aspiraciones que demandaban las
mujeres de su tiempo y, así en el periódico El Sol publicó varios artículos en este
sentido, como el titulado “El sufragio femenino II. Por lo que debe votar la mujer”
(20-12-1917) en el que exponía que la mujer debía tener la posibilidad de votar
para elegir a los representantes del pueblo que la defendieran, tanto a ella como a la
infancia.
Asimismo, reclamaba la legalización del trabajo femenino, la regulación del
trabajo fabril y la prohibición del trabajo domiciliario en condiciones de esclavitud
y, del mismo modo, abogó por la protección de la mujer embarazada o lactante, la
implantación del derecho al divorcio en algunos casos o la abolición de la
prostitución.
En relación a los derechos civiles de la mujer y la consecución de la igualdad
respecto del hombre, el Consejo Supremo Feminista, presidido por Isabel
Oyarzábal abogó por el reconocimiento de la personalidad jurídica de la mujer
casada a todos los efectos, la conservación de la propia nacionalidad para la
española al contraer matrimonio con un extranjero, la posibilidad de ostentar
también la patria potestad sobre los hijos o la investigación de la paternidad.
Su preocupación por la mejora de las condiciones de la mujer también se hizo
patente en los Congresos de Ginebra en 1920 y el Congreso de Roma en 1923, en
los que se trataron todos los temas anteriores, entre otros, la concesión del voto, la
igualación del salario con el hombre y una preparación académica similar, la
posibilidad de acceso a trabajos administrativos y judiciales, la educación sexual, la
supresión de la trata de blancas y niños, la seguridad económica para las mujeres
casadas y sus hijos, la pensión para las viudas y huérfanos, la investigación de la
paternidad, la abolición de la esclavitud, la prohibición del casamiento de la mujer
al menos hasta los dieciséis años, y preferiblemente a los dieciocho o la protección
de la mujer durante el embarazo y lactancia. En este sentido, la protección de la
maternidad se convirtió en una de las reivindicaciones más importantes de la
autora. De este modo, abogó por la creación de cooperativas maternales en un
668

artículo publicado en Blanco y Negro y titulado “Feminismo mundial. La mujer


sigue extendiendo su radio de acción” (25-12-1927), mientras que un año después
reconocía que, si bien la maternidad era un fin primordial para la mujer, esta
función la había mantenido retenida en una condición de inferioridad respecto al
hombre y que su relativa emancipación había desmentido tal incapacidad, aunque la
formación de las generaciones futuras era un cometido superior a todos. Para ello,
la educación de las mujeres, preocupación constante para Isabel Oyarzábal, era
prioritaria, de manera que la mujer ejerciera una maternidad consciente en todos
los sentidos y, asimismo, abogaba por la protección de la maternidad por parte del
Estado. Y así lo apuntó en su estudio de psicología infantil, El alma del niño, donde
afirmaba que mientras las mujeres en los últimos días de embarazo tuviesen que
realizar duros trabajos y tras el parto, en muchos casos tras solo unas horas
tuvieran que volver a él, sin que el Estado asumiera su responsabilidad y asegurara
una pensión que amparase a la madre y los primeros meses de la vida del hijo, nada
se habría conseguido. También la autora llevó esta preocupación a sus conferencias,
como la que impartió en la Casa del Pueblo de Madrid en 1931 y en nombre de la
Agrupación Socialista Madrileña, donde dio a conocer el seguro de maternidad que
había sido recientemente implantado por el gobierno republicano o la que ofreció
en el Lyceum Club en 1932 en defensa de los derechos de las madres y los hijos,
titulada “El niño en el siglo XX y el sentido universal de la maternidad”, donde
también apeló a la necesidad de protección del Estado.
Pero no solo la maternidad fue objeto de interés de la autora, sino que su
compromiso se extendió a la educación de la sexualidad femenina, con la traducción
de las obras de Havelock Ellis y la publicación de su primera novela El sembrador
sembró su semilla, en la que trató el tema de las enfermedades de transmisión sexual,
asunto casi nunca explorado, no solo en la literatura española, sino en la literatura
europea. En este sentido la autora afirmaba que mientras el matrimonio no dejara
de ser una transacción económica, la mujer nunca podría igualarse al hombre. Al
hilo de ello, en 1931, varios días después de la instauración de la II República,
Oyarzábal exponía en una entrevista en el diario La Voz la necesidad conseguir la
igualdad jurídica de hombres y mujeres y de educar a los hijos e hijas de manera
clara sobre “los misterios de la reproducción”, desde la infancia y con delicadeza,
dejando de lado los prejuicios que habían existido sobre el tema.
Relacionado con ello, la autora abordó el problema de la prostitución y fue una
activa abolicionista, como lo demuestran su militancia en la ANME, que ya exponía
669

esta postura en su manifiesto fundacional y sus artículos periodísticos desde los que
se lamentó de la hipocresía de la sociedad ante el asunto, como el publicado en el
Heraldo de Madrid, titulado, “El desnudo El pudor. La hipocresía” (16-8-1929).
Otro de los compromisos más fervientes de la autora fue con la paz, tal y como se
hizo evidente en su participación en los congresos de Ginebra y Roma, y donde los
concurrentes visibilizaron la necesidad de crear una Alianza Internacional que
promoviera una legislación para evitar conflictos armados. A ello se sumaron sus
militancias en la Liga por la Paz y la Libertad, fundada en 1929 y en la
organización Mujeres contra la Guerra y el Fascismo en 1933, su participación en
la comisión de Expertos en Esclavitud de la Liga de Naciones, así como sus
artículos periodísticos en favor de la paz mundial.
Por último, hemos de destacar la defensa destacada de la autora hacia la
preservación y protección de la naturaleza. Ello se evidenció en su participación en
la Federación Ibérica de Sociedades Protectoras de Animales y Plantas en 1926, de
cuya Junta directiva formó parte con el cargo de bibliotecaria y participó en mítines
como el que tuvo lugar ese mismo año en contra de las corridas de toros. Fruto de
este compromiso fue su colaboración en la publicación del libro La fiesta taurina y su
urgente e inexcusable dulcificación, firmado por Luis Lozano Rey, en el que la autora
afirmaba que “España no sería una nación culta hasta que no fueran dominados los
instintos perversos y crueles que llevaban a celebrar las fiestas taurinas”, o su
nombramiento en 1932 como Vocal del Patronato Central para la Protección de
Animales y Plantas.
En definitiva, una vida dedicada al activismo y a la lucha en pro del progreso, no
solo de las condiciones de vida y derechos de las mujeres, sino de todos sus
conciudadanos, labor que culminó en 1931, con su nombramiento en diversos
puestos de relevancia dentro del gobierno republicano, llegando a ser su
representante en la Liga de Naciones y diplomática en Suecia, labor que,
lamentablemente, se vio interrumpida con el golpe militar que provocó su salida de
España.
Otro de los apartados del presente trabajo lo constituye la labor periodística de la
autora, y en el que hemos analizado sus colaboraciones en las principales
publicaciones de la época y que nos han servido para poner de manifiesto las líneas
principales de la lucha ideológica que llevó a cabo durante su vida. De este modo,
además de analizar la revista La Dama y su continuación La Dama y La Vida
Ilustrada de las que fue editora, publicadas desde 1907 a 1911, hemos investigado
670

su participación en los diarios, El Día, El Sol, Heraldo de Madrid y el semanario


Blanco y Negro, así como otras colaboraciones en las publicaciones La Esfera, Nuevo
Mundo, La Correspondencia de España, Elegancias, La Época, Mundo Femenino,
Cultura Integral y Femenina, El Imparcial, Cosmópolis, Ondas, España Forestal o Línea,
así como sus intervenciones en Radio Sevilla y Unión Radio.
Por otro lado, hemos establecido cronológicamente la relación de cargos que
desempeñó la autora sobre todo a partir de la instauración de la II República, datos
que hemos obtenido de los fondos documentales del Archivo Nacional de Cataluña.
Entre otros nombramientos fue traductora del Instituto Internacional de
Estadística (1931), vocal del Consejo del Patronato del Instituto de Reeducación
Profesional (1931), consejera técnica de la delegación gubernamental en las
Conferencias Internacionales de Trabajo celebradas en 1931 y 1932, vocal del
Museo del Traje (1931), vocal del Patronato del Instituto de Reeducación de
Inválidos o miembro de las Academias de Ciencias de Cádiz y de Málaga y de la de
Ciencias Sociales de Norteamérica. Además fue nombrada Inspectora de Trabajo en
1933, después de aprobar unas oposiciones, convirtiéndose así en la primera mujer
que accedía a ese puesto.
Otra de las facetas a las que la autora se dedicó a lo largo de su vida fue la de
conferenciante, labor que comenzó en 1906 en el Ateneo de Madrid, con la
conferencia sobre las ideas teatrales de Henry Irving. En sus charlas trató temas
diversos; además de aquellos que estaban relacionados con las reivindicaciones en
pro de los derechos de la mujer y la defensa de la República española, versaron
sobre el arte, los trajes regionales y el folclore, y con ellas acrecentó
paulatinamente su fama debido a la modernidad de las exposiciones, que contaban
con proyecciones cinematográficas, música y baile.
Por último, hemos abordado el estudio de la obra literaria de Isabel Oyarzábal,
un ámbito apenas tratado con anterioridad por la crítica académica. En primer
lugar, su obra teatral, que hemos aunado a su dedicación de actriz en su juventud y
para lo que hemos investigado en la prensa de la época, desde la de su Málaga natal,
en sus primeras incursiones como aficionada, a su participación en la compañía
teatral de Ceferino Palencia en Madrid, bajo el pseudónimo de Isabel Aranguren. Sus
vínculos con este dramaturgo y director teatral y con María Tubau, así como su
conocimiento de figuras del teatro tan relevantes como Henry Irving, del que
tradujo sus ideas teatrales en El arte tal cual es y el arte de representar, Jacques
Copeau, Gémier o Jean Cocteau, entre otros, sin duda influyeron definitivamente
671

en la creación de su propia dramaturgia. A ello se sumó su trabajo como crítica de


teatro en El Sol, y los análisis del panorama teatral en su publicación La Dama y La
Vida Ilustrada, El Día, Heraldo de Madrid o Blanco y Negro y su participación en los
teatros de arte de El Mirlo Blanco y El Cántaro Roto, que convirtieron a Isabel
Oyarzábal en la autora de un teatro alejado de los convencionalismos, conceptual y
muy personal, como se evidenciaba en sus Diálogos con el dolor, pues se trataba de
una dramaturgia que, tanto en las tramas y personajes como en la concepción
escenográfica, rechazaba lo accesorio, ajustándose a lo esencial y llegando a
alcanzar verdaderas cotas poéticas en muchas de sus obras. Dos de estas obras
fueron puestas en escena, tal es el caso de La que más amó, estrenada por el grupo
El Mirlo Blanco en 1926, con un importante éxito de crítica, y donde la autora
actuó también como actriz y La mujer que no conoció el amor que se representó en
tres ocasiones, en el Lyceum Club de Londres en 1934, en 1936 por El Tingladillo:
grupo teatral que fundaron los hijos de la autora; y por último, en el Folkens
Theater de Estocolmo en 1937.
Hemos incluido también el análisis de obras inéditas como Lo que se lleva el mar o
Sangre de mar, que la autora había escrito para Margarita Xirgú; El gran delito, el
guion cinematográfico Yunque y Martillo y su traducción de la obra de Eugene
O’Neill, Anna Christie, así como la repercusión que esta última tuvo en la prensa del
momento.
En relación con su producción narrativa, hemos abordado sus novelas publicadas:
El sembrador sembró su semilla, que trataba el controvertido tema de la herencia
genética; En mi hambre mando yo, publicada en 1959, con la Guerra Civil como
trasfondo, además de la recepción de ambas en la prensa de la época; los cuentos
Alcayata y Saint Anthony’s Pig, este último dedicado a su nieto Jan; la novela corta
Juan: son of the fisherman; la biografía Alexandra Kollontay: Ambassadress from Russia
y la narración Las edades del amor, que publicó por entregas en la revista Elegancias.
Asimismo, hemos analizado el manuscrito inédito Amellali, que escribió en el exilio
y a través del cual hemos conocido su vida cotidiana en el rancho que llevaba ese
nombre, así como sus dos obras autobiográficas I must have liberty y Smouldering
Freedom, estudiando su contexto en relación con otras autobiografías escritas por
los exiliados de la Guerra Civil y que fueron encargadas por una editorial
norteamericana.
672

Con todo ello, nos encontramos ante la figura de una mujer comprometida, de
gran sensibilidad, pero sobre todo valiente, pues supo romper todas las barreras
que por su posición, formación y la época en que le tocó vivir, se habían erigido
frente las mujeres. Y así, en su obra I must have liberty afirmaba que el miedo era
una de las maldiciones de su tiempo:
“El miedo a sufrir, el miedo a morir, el miedo a perder, el miedo a tener que
resistir, el miedo del miedo en sí mismo, ha llevado al mundo al caos. La
recomendación ‘lanzar el miedo fuera de nuestros corazones’, muestra que esta
es una de las grandes debilidades del hombre y, cuando se permite que enraíce
no en un corazón, sino en millones, el resultado es catastrófico”.
Sirvan para concluir las palabras de Ceferino R. Avecilla sobre Isabel Oyarzábal
Smith:
“Es quizá la mujer más interesante de España. […] Cultiva la inteligencia con
la perseverancia de las gentes del Norte. […] El día en que hayamos de
ofrecerla un homenaje yo no propondré ni una fuente, ni una lápida, ni siquiera
un árbol con su nombre. No. Yo propondré que se regale a las mujeres de
España unos espejos. Y que en estos espejos se escriba el nombre de Beatriz
Galindo”. 1457

1457Avecilla, C. R., “Mistress Beatrice Erskine o el hispanismo”, Heraldo de Madrid, 5-10-


1929, p. 16.
14. Bibliografía
675

14. Bibliografía
14. 1. Obras de Isabel Oyarzábal Smith
El alma del niño. Ensayos de psicología infantil, Madrid, V. H. Sanz Calleja, 1921.
---, Madrid, V. H. Sanz Calleja, 1923.
---, México, Ed. Aztlan, 1958.
---, Barcelona, Octaedro, 2014. Edición de C. Bados Ciria.
El sembrador sembró la semilla, Madrid, Rivadeneyra, 1923.
El traje regional en España. Su importancia como expresión primitiva de los ideales
estéticos del país, Madrid, Voluntad, 1926.
---, The regional costumes of Spain, Madrid, Voluntad, 1926.
I must have liberty, Nueva York, Longmans, Green & Co., 1940.
---, He de tener libertad, Madrid, Horas y horas, Colección La cosecha de nuestras
madres 9, 2010. Traducción y ed. de N. Capdevila-Argüelles.
---, Hambre de libertad. Memorias de una embajadora republicana, Málaga, Alfama,
2010. Traducción de Andrés Arenas y Enrique Girón.
---, Hambre de libertad. Memorias de una embajadora republicana, Granada, Almed,
D.L. 2011. Traducción de Andrés Arenas y Enrique Girón.
Juan, son of the fisherman, Nueva York-Toronto, Longmans, Green & Co., 1940.
Saint Anthony´s pig, Nueva York, Longmans, Green & Co., 1940.
Diálogos con el dolor. Nueve ensayos dramáticos y un cuento, México, Editorial
Leyenda, Colección Atalaya, 1944.
---, Madrid, Asociación de Directores de Escena de España, 1999. Edición de C.
Rodríguez Alonso.
Smouldering Freedom: The Story of Spanish Republicans in Exile, Nueva York,
Longmans, Green & Co., 1945.
---, Rescoldos de libertad. Guerra civil y exilio en México, Málaga, Alfama, 2009.
Traducción de Mª del Mar Mena Pablos.
Alexandra Kollontay: Ambassadress from Russia, Longman, Nueva York, Green & Co.,
1947.
Del diario comer. Cocina hogareña, México, Editorial Patria, 1951.
En mi hambre mando yo, México, Libro Mex Editores, México, 1959.
---, Sevilla, Mono Azul, 2005.
676

14. 2. Obras inéditas


El gran delito. Registro de la Unión Nacional de Artistas de México, 10-8-1960,
hoja 127, libro núm. 2, núm. 7840.
Amellali, Archivo Nacional de Cataluña.

14. 3. Traducciones
Irving, H., El teatro tal cual es y el arte de representar, Madrid, R. Velasco, 1905.
Brandon, M., Violeta y la vida por amor, Madrid, V. H. Sanz Calleja, s. f.
Havelock Ellis, H., Estudios de psicología sexual, Madrid, Ed. Reus, 1913.
Eliot, G., Silas Marner, Madrid, Calpe, 1919.
---, Madrid, Imp. Clásica Española, 1919.
---, Madrid, Espasa Calpe, 1935.
---, Madrid, Espasa Calpe, 1999.
---, Madrid, Espasa Calpe, 2000.
---, Madrid, Espasa Calpe, 2006.
Conan Doyle, A., La nueva revelación, Madrid, Editorial Pueyo, 1920.
Austen, J., La abadía de Northanger, Madrid, Tip. Renovación, 1921.
---, Barcelona, Plaza & Janés, 1998, 1ª edición.
---, Barcelona, Debolsillo, 2002. 1ª edición.
---, Barcelona, Debolsillo, 2003.
---, Barcelona, Debolsillo, 2009.
---, Barcelona, Random House Mondadori, 2010.
---, Barcelona, Penguin Clásicos, 2015.
Broughton, R., Como las flores: novela, Madrid, Rivadeneyra, 1922.
Merrel, C., Julia aprovecha la ocasión, Madrid, Rivadeneyra, 1929.
Hackett, F., El Rey Barba Azul: Enrique VIII y sus seis mujeres, Madrid, Edit. España,
1931.
---, Enrique VIII y sus seis mujeres, Barcelona, Juventud, 1937.
---, Barcelona, Planeta-De Agostini, 1996.
O’Neill, E., Anna Christie. Obra teatral. Estreno 20-1-1931.
Westermarck, E., Historia del matrimonio, Madrid, Edit. España, 1932.
---, Barcelona, Laertes, D. L. 1984.
Maupassant, G. de, El buen mozo, México, Editorial Leyenda, 1945.
677

Rossi Lodome, V. y Matricardi, F., La cuchara de plata: libro de cocina, México,


UTEHA, 1965.

14. 4. Narrativa publicada en la prensa


“Las edades del amor”, Elegancias, Madrid, septiembre de 1924, p. 51.
“Las edades del amor”, Elegancias, Madrid, mayo de 1925, p. 17.
“Las edades del amor”, Elegancias, Madrid, septiembre de 1925, p. 43.
“Las edades del amor”, Elegancias, Madrid, diciembre de 1925, p. 58.
“Las edades del amor”, Elegancias, Madrid, 1-2-1926, p. 35.
“Las mujeres del Evangelio”, Blanco y Negro, Madrid, 28-3-1926, pp. 50-54.
“La mujer soltera”, Blanco y Negro, Madrid, 22-8-1926, pp. 87-88.
“Alcayata. Por Beatriz Galindo”, El Imparcial, Madrid, 12-12-1926, p. 6.
“Diálogos con el dolor por Isabel de Palencia”, Málaga, Sociedad Económica de
Amigos del País, 1-8-1931, pp. 6-7.
“Spanish Harvest”, American Junior Red Cross News, octubre 1941.

14. 5. Otras obras registradas en México


Colibrí. Resumen de una película por Isabel de Palencia.
El vendedor de humo
Final de mujer.
La Güera Rodríguez. Argumento cinematográfico inspirado en la obra del mismo
nombre, original de Artemio de Arizpe.
La historia del ballet. 140 cartillas y un prólogo.
La joven América.
La mulata de Córdoba.
Lo que lleva al mar o sangre del mar. Drama original en 3 actos y un cuadro plástico.
Los muñecos del señor Desiderio.
Mujeres en la historia y en la leyenda. Manuscrito original por Isabel de Palencia.
Mujeres mexicanas en la historia.
Sor Juana Inés de la Cruz.
Un beso a tiempo.
Yunque y martillo o semillas de odio. Resumen de una película por Isabel de Palencia
678

14. 6. Artículos periodísticos de Isabel Oyarzábal


“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama, Madrid, 8-12-1907, pp. 5-6.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama, Madrid, 21-12-1907, p. 6.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama, Madrid, enero, 1908, pp. 6-8.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
invierno de 1908, pp. 3-4.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama, Madrid, febrero, 1908, p. 10.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
marzo, 1908, pp. 6-7.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, s.f.,
1908, pp. 4-5.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
marzo, 1908, pp. 6-7.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
mayo, 1908, p. 8.
“El niño”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, mayo 1908, p. 15.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
septiembre 1908, p. 4.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
octubre, 1908, p. 4.
“Impresiones. La sufragista”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, octubre de 1908,
p. 9.
“La Dama y la moda”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, octubre de 1908, p. 10.
“Ecos de acá y de allá. Feminismos”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, octubre
de 1908, p. 12.
“Ecos de acá y de allá. Las que quieren votar”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
noviembre de 1908, p. 15.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
noviembre, 1908, p. 4.


Pese a que la autora firmó sus artículos de diversas formas: Beatriz Galindo, Isabel de
Palencia, I. de Palencia, etc., hemos considerado unificar todos sus artículos bajo el nombre
de Isabel Oyarzábal de Palencia, para evitar la dispersión. Del ingente corpus de artículos
de Isabel Oyarzábal, consignamos solo aquellos que son soporte de este estudio.
679

“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,


diciembre, 1908, pp. 4-5.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
enero, 1909, pp. 3-4.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
febrero, 1909, pp. 3-6.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
marzo, 1909, pp. 5-6.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, abril,
1909, pp. 4-5.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
mayo, 1909, pp. 3-4.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid, junio,
1909, pp. 4-5.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
octubre 1909, pp. 4-5.
“El Rincón de las lectoras. Feminismo”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
octubre 1909, p. 6.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
noviembre, 1909, p. 5.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
enero, 1910, pp. 5-6.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
febrero 1910, pp. 5-6.
“El teatro en España y en el extranjero”, La Dama y la Vida Ilustrada, Madrid,
marzo de 1910, pp. 5-6.
“El presente y el porvenir de la mujer. Audiencia con S.M. La Reina”, El Día,
Madrid, 5-12-1916, p. 1.
“El presente y el porvenir de la mujer. Las actrices”, El Día, Madrid, 23-12-1916, p.
1.
“El presente y el porvenir de la mujer. La bibliotecaria”, El Día, Madrid, 29-12-
1916, p. 1.
“El presente y el porvenir de la mujer. La telegrafista”, El Día, Madrid, 13-1-1917,
p. 6.
680

“El presente y el porvenir de la mujer. La enfermera”, El Día, Madrid, 16-1-1917,


p. 6.
“El presente y el porvenir de la mujer. La Residencia de Estudiantes”, El Día,
Madrid, 29-1-1917, p. 6.
“El presente y el porvenir de la mujer. La alumna de la Escuela de Estudios
Superiores de Magisterio”, El Día, Madrid, 14-2-1917, p. 6.
“El presente y el porvenir de la mujer. La Doctora en Medicina”, El Día, Madrid,
15-3- 1917, p. 6.
“El presente y el porvenir de la mujer. La señora de compañía”, El Día, Madrid, 29-
3-1917, p. 6.
“El presente y el porvenir de la mujer. La periodista”, El Día, Madrid, 14-4-1917,
p. 5.
“La conferencia de anoche”, El Día, Madrid, 15-4-1917, p. 1.
“El presente y el porvenir de la mujer. Centro Ibero-Americano de Cultura Popular
Femenina”, El Día, Madrid, 6-5-1917, p. 6.
“El presente y el porvenir de la mujer. La esposa”, El Día, Madrid, 4-6-1917, p. 1.
“El presente y el porvenir de la mujer. La madre”, El Día, Madrid, 24-6-1917, p. 4.
“La mujer y el hogar. Elección de la vivienda, su orientación, situación y reparto”,
El Día, Madrid, 13-7-1917, p. 4.
“El presente y el porvenir de la mujer. La mujer colonizadora”, El Día, Madrid, 23-
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15. Índice
727

15. Índice

1. INTRODUCCIÓN 9

2. INFANCIA 17
2.1. Los orígenes de “una pequeña rebelde” 17

2.2. La familia Oyarzábal-Smith 22

2.3. El convento y la religión 33

2.4. Sociedad y costumbres de la alta burguesía malagueña 47

2.5. Educación y juventud 59

2.6. El despertar de la conciencia. De la infancia a la juventud 64

2.7. La evolución social y política de Isabel Oyarzábal 80

3. EL ANHELO DE UNA VIDA INDEPENDIENTE 89


3.1. La Dama y La Vida Ilustrada (1907- 1911) 93

3.2. Ceferino Palencia Tubau 118

3.3. Primeros años de matrimonio y maternidad 121

4. ACTIVISMO. MUJERES EN ACCIÓN 141


4.1. El debate feminista en España 141

4.2. El estado de la “cuestión femenina” 146

4.3. Los derechos civiles de la mujer 158

5. EL COMPROMISO FEMINISTA DE ISABEL OYARZÁBAL 173


5.1. La ANME tras el Congreso de Ginebra 188

5.2. La lucha por del voto 189

6. ACTIVIDAD PERIODÍSTICA 195


6.1. El Día 195

6.2. El Sol 207

6.3. Blanco y Negro 225

6.4. Heraldo de Madrid 232

6.5. Otras colaboraciones periodísticas 238


728

7. UNA ÉPOCA DE GRAN ACTIVIDAD 245

7.1. El Lyceum Club 260


7.1.1. Funcionamiento y actividades del Lyceum Club 266
7.1.2. El fortalecimiento del asociacionismo femenino. El alcance del Lyceum Club 296

8. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA BAJO LA MIRADA DE


ISABEL OYARZÁBAL 303

9. LA II REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL 315

10. OBRA DRAMÁTICA 369

10.1. Inicios teatrales 369

10.2. El teatro y la prensa en Isabel de Oyarzábal 384


10.2.1. El mundo teatral en La Dama 384
10.2.2. El teatro en El Día de Madrid 393
10.2.3. El teatro en El Sol 395
10.2.4. El teatro en Blanco y Negro 404
10.2.5. El teatro en el Heraldo de Madrid 405

10.3. Hacia un teatro de arte 405


10.3.1. El proyecto teatral de El Mirlo Blanco 408
10.3.2. El Tingladillo 443

10.4. La mujer y el teatro. Las autoras teatrales 444

10.5. El teatro de Isabel Oyarzábal 449


10.5.1. Diálogos con el dolor 449

10.5.1.1. La que más amó 454

10.5.1.2. La mujer que no conoció el amor 457

10.5.1.3. El miedo 462

10.5.1.4. La ceguera 465

10.5.1.5. La mujer que dejó de amar 467

10.5.1.6. La vejez 469

10.5.1.7. Madre nuestra 471

10.5.1.8. Gestas, el mal ladrón 473

10.5.1.9. La cruz del camino 474

10.5.2. Lo que se lleva el mar o Sangre del mar 478

10.5.3. Yunque y martillo o Semillas de odio 490

10.5.4. El gran delito 490

10.5.5. Yo quiero vivir mi vida 505


729

10.5.6. Traducciones y adaptaciones teatrales 507

10.5.6.1. Anna Christie de Eugene O’Neill 507

10.5.6.2. Otras traducciones 517

11. OBRA NARRATIVA 521


11.1. El sembrador sembró su semilla 521
11.1.1. Recepción de la obra 542

11.2. En mi hambre mando yo 548


11.2.1. Recepción de la obra 573

11.3. Amellali 577

11.4. Alcayata 589

11.5. Saint Anthony’s Pig 592

11.6. Juan: son of the fisherman 594

11.7. Alexandra Kollontay: Ambrassadress from Russia 600

11.8. Las edades del amor 619

12. I MUST HAVE LIBERTY Y SMOULDERING FREEDOM 625


12.1. I must have liberty 632

12.2. Smouldering Freedom. The Story of the Spanish Republicans in Exile 637

13. CONCLUSIONES 665

14. BIBLIOGRAFÍA 675


14. 1. Obras de Isabel Oyarzábal Smith 675

14. 2. Obras inéditas 676

14. 3. Traducciones 676

14. 4. Narrativa publicada en la prensa 677

14. 5. Otras obras registradas en México 677

14. 6. Artículos periodísticos de Isabel Oyarzábal 678

14. 7. Fuentes generales 687

14. 8. Fuentes hemerográficas 704

15. ÍNDICE 727

16. ANEXOS DOCUMENTALES 733


16. Anexos documentales
733

16. Anexos documentales


734

Partida de nacimiento. Archivo Nacional de Cataluña.


Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith.
Inventario núm. 687, Registro 1812
735

Ana Smith Guthrie y Juan Oyarzábal Bucelli. Padres de la autora


www.orueta.net
736

Isabel Oyarzábal en su juventud. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo documental Isabel


Oyarzábal Smith. Inventario núm. 687, Registro 1812
737

Isabel Oyarzábal disfrazada de napolitana.


Archivo Nacional de Cataluña

Isabel Oyarzábal preside las regatas de las fiestas malagueñas en 1895


Real Club Mediterráneo de Málaga 1873/1998. Edición de Amparo Quiles Faz
738

Isabel Oyarzábal en el Lyceum Club


La Esfera, Madrid, 4-12-1926, p. 12
739

Estreno de Diálogo con el dolor


El Mirlo Blanco
Archivo Nacional de Cataluña
Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith.
Inventario núm. 687, Registro 1812
740

Programa de El Mirlo Blanco


Archivo Nacional de Cataluña.
Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith.
Inventario núm. 687, Registro 1812
741

Isabel Oyarzábal con Ana Smith, Marissa


y sobrinos en Alhaurín. Archivo familiar de José Fernández Oyarzábal

Isabel Oyarzábal visita a Dolores Ibárruri


en la cárcel de Ventas de Madrid. 1936.
Archivo Nacional de Cataluña
Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith.
Inventario núm. 687, Registro 1812
742

The Daiy Mail Empire, Toronto, 21-10-1936, p. 1.


Con Marcelino Domingo en Toronto
Archivo Nacional de Cataluña
Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith.
Inventario núm. 687, Registro 1812

La familia Palencia Oyarzábal en la embajada de España en Suecia en 1938: Marissa, Cefito


Palencia Oyarzábal, Ceferino Palencia Álvarez-Tubau. Josebe Martínez, Las intelectuales de
la Segunda República al exilio, Alcalá de Henares, Ayuntamiento, 2002
743

Tarjeta del Servicio de Migración de México


Archivo Nacional de Cataluña
Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith.
Inventario núm. 687, Registro 1812
744
745

Carta de naturalización mexicana


Archivo Nacional de Cataluña
Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith.
Inventario núm. 687, Registro 1812
746

Isabel Oyarzábal y Frida Khalo en Méjico en 1950


Josebe Martínez, Las intelectuales de la Segunda República al exilio,
Alcalá de Henares, Ayuntamiento, 2002

Isabel Oyarzábal en su exilio mexicano


Archivo Nacional de Cataluña
Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith.
Inventario núm. 687, Registro 1812
747

Isabel Oyarzábal y Ceferino Palencia en su exilio en México


Archivo Nacional de Cataluña
Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith.
Inventario núm. 687, Registro 1812

Isabel Oyarzábal en la finca familiar de Amellali en México


Archivo Nacional de Cataluña
Fondo documental Isabel Oyarzábal Smith.
Inventario núm. 687, Registro 1812

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