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Consejo Editorial
Dirección:
Klaus Zimmermann (Instituto Ibero-América de la Universidad de Bremen)
Asistente de redacción:
Christina Beitz
(Instituto Ibero-América de la Universidad de Bremen)
Coordinación de reseñas:
Lola Pons Rodríguez (Universidad de Sevilla)
Comité Asesor
Índice
Reseñas
Francisco Moreno Fernández: La lengua española en su geografía (Eva
Bravo) ................................................................................................................ 255
Joaquín Rubio Tovar: El vocabulario de la traducción en la Edad Media (Ángeles
Romero Cambrón) ............................................................................................ 258
Lola Pons Rodríguez: La lengua de ayer. Manual práctico de Historia del Español
(Mª Carmen Moral del Hoyo) ........................................................................... 261
Volker Noll/Wolf Dietrich: O português e o tupi no Brasil (Sebastian Drude) ....... 264
Miguel Ángel Quesada Pacheco (ed.): El español hablado en América Central.
Nivel fonético (Enrique Pato) .......................................................................... 269
Giovanni Parodi: Lingüística de corpus: de la teoría a la empiria (Margarita
Borreguero Zuloaga) ........................................................................................ 272
Eva Bravo-García/M. Teresa Cáceres-Lorenzo: La incorporación del indigenis-
mo léxico en los contextos comunicativos canario y americano (1492-1550)
(Elena Diez del Corral Areta) .......................................................................... 275
Heidi Aschenberg/Óscar Loureda Lamas: Marcadores del discurso: de la des-
cripción a la definición (Rodrigo Verano Liaño) .............................................. 278
Grupo Alfaqueque: Los límites de Babel. Ensayos sobre la comunicación entre
entre lenguas y culturas (Emma Martinell Gifre) ............................................. 283
Domnita Dumitrescu: Aspects of Spanish Pragmatics (Santiago del Rey
Quesada) ........................................................................................................... 288
Mónica Castilla Lluch/Lola Pons Rodríguez (eds.): Así se van las lenguas va-
riando. Nuevas tendencias en la investigación del cambio lingüístico en es-
pañol (Matthias Raab) ...................................................................................... 292
Óscar Loureda Lamas/Esperanza Acín Villa (coords.): Los estudios sobre
marcadores del discurso en español, hoy (Marta Albelda Marco) ................... 278
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ABSTRACT: This paper describes the process of formation of the nouns which designate
‘fruit tree’ by adding -o to the lexical base of the noun which designates the fruit (cereza
“cherry” + -o = cerezo “cherry tree”); likewise, this process connects with other morpho-
logical schemas of formation of nouns designating fruit trees, such as the suffixes -al,
-ero, -era (peral “pear tree”, albaricoquero “apricot tree”, higuera “fig tree”).
Fruit tree names in -o are usually derivatives from fruit names in -a, so we propose that
the marker -o is not an inflectional morpheme, but derivational. The derivational pattern
would be the following: -a (‘fruit’) → -o (‘fruit tree’); the binary opposition -a (cereza
“cherry”) / -o (cerezo “cherry tree”) is joined in the institutionalized oppositions -a, -o,
-e, Ø / -ero (albaricoque “apricot” / albaricoquero “apricot tree”); -a, -o, -e, Ø / -era
(higo “fig” / higuera “fig tree”); y -a, Ø / -al (pera “pear” / peral “pear tree”).
* Mario García-Page es catedrático de Lengua Española en la UNED (Madrid). Es autor, entre otros, de
los libros La lengua poética de Gloria Fuertes (UCM, 1988), El juego de palabras en la poesía de Glo-
ria Fuertes (UNED, 2003), Cuestiones de morfología española (CEURA, 2006/2008), Introducción a
la fraseología española. Estudio de las locuciones (Anthropos, 2008) y Poesía española contemporá-
nea (siglo XX). Ocho poetas, ocho estudios de lengua literaria (Axac, 2009), además de más de un cen-
tenar de artículos publicados en revistas nacionales e internacionales, actas, homenajes y otras obras
colectivas.
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1. Introducción
un árbol que produce un determinado fruto que le resulta nuevo o desconocido, recurre
preferentemente a este sencillo esquema de formación, como si se tratara de un automa-
tismo. Es el caso, por ejemplo, de la papaya, la chirimoya o la guayaba, que han dado
origen a las oposiciones papaya/papayo, chirimoya/chirimoyo, guayaba/guayabo.
La rentabilidad del esquema es tal que da lugar a oposiciones que podrían conside-
rarse superfluas al existir ya otras de contenido equivalente; es el caso de aceituna/acei-
tuno y oliva/olivo, frente a la oposición tradicional aceituna/olivo, o, incluso, a la del
tipo membrillo (‘fruto’) / membrillo (‘árbol’) o durazno (‘fruto’) / durazno (‘árbol’) –en
la que el nombre del fruto no acaba en -a, sino en -o, frente a las oposiciones existentes,
más naturales y frecuentes, membrillo/membrillero y durazno/duraznero–.
La productividad de la oposición -a (‘fruto’) / -o (‘árbol’) se aprecia asimismo en el
hecho de que se ha extendido a algunas denominaciones de flores y plantas, como ocurre
en lila / lilo, magnolia / magnolio, tila / tilo, camelia / camelio, gavanza / gavanzo y
aroma / aromo1, de modo similar a lo que ha sucedido con otros sufijos: rosa / rosal, jaz-
mín / jazminero, clavel / clavelera… Sin embargo, no parece haberse consolidado para la
distinción ‘fruto (hortaliza)’ / ‘planta hortícola’, lo que lo diferencia de los otros sufijos:
alcachofa → alcachofera, calabaza → calabacera, fresa → fresera, tomate → tomatera,
espárrago → esparraguera ~ esparraguero, etc.
El carácter productivo de este patrón permite suponer que se trata de un proceso deri-
vativo y no de una operación de naturaleza flexiva, similar al que tiene lugar con los
otros sufijos categorizadores de árboles, de significado idéntico: melocotón + -ero, higo
+ -era, pera + -al, cereza + -o. Su productividad en la actualidad es, probablemente,
mayor que la del resto de sufijos (como podría inferirse del gráfico 1); en el español
estándar, el sufijo menos productivo es -al, acaso por su homonimia con el sufijo -al de
significado ‘lugar donde abunda un árbol o una planta’ o ‘conjunto de árboles’: alcorno-
cal, robledal, naranjal, trigal, algodonal...
Cabe advertir que, en algunos casos, la oposición -a / -o no responde a la distinción
‘fruto’ / ‘árbol’, sino a una indistinta forma de denominar el fruto (calabaza / calabazo)
o el árbol, arbusto, etc. (carrasco/carrasca); se trata de los nombres llamados heterócli-
tos por algunos autores (Echaide 1969: 115, Romero Gualda 1989: 40). Tal indistinción
se da con frecuencia cuando el nombre en -o puede significar tanto ‘árbol’ como ‘fruto’,
venga o no determinada tal polisemia por una causa dialectal o de otra suerte, como es el
caso de membrillo, níspero y albérchigo, y de ahí las alternancias membrilla ~ membri-
llo, níspera ~ níspero, albérchiga ~ albérchigo para el nombre de la fruta. Una situación
1 Según el DRAE (2001), magnolia designa también el árbol y, además de la flor, el fruto; con la primera
acepción es, pues, sinónimo de magnolio. No registra, en cambio, la acepción de ‘fruto’ para aroma,
sino tan sólo la de ‘flor’, pese a indicar que el aromo es un árbol que produce vainas verdes como fru-
tos. El gavanzo designa tanto al árbol como al fruto (la gavanza es la flor). El tilo es el árbol, pero tam-
bién la tila; tila significa también ‘flor’ e ‘infusión’. El DRAE tampoco registra la voz clavelera, como
planta del clavel, denominación bastante extendida en el centro y el sur peninsular.
La oposición -a / -o afecta no sólo al significado ‘flor’ / ‘planta o árbol’, sino que se extiende a otros
más singulares: espina (‘espina’) / espino (‘arbusto’); quisca (‘espina’, y también ‘árbol’) / quisco
(‘árbol’); porrina (‘hojas verdes de la planta del puerro’) / porrino (‘planta’, y, además, ‘simiente del
puerro’); pámpana (‘hoja de la vid’) / pámpano (‘sarmiento’); quina (‘corteza del quino’) / quino
(‘árbol’); almáciga (‘resina’, y también ‘fruto’) / almácigo (‘árbol’)… Para Millán Chivite (1994: 58),
constituyen un subgrupo de la oposición -a (‘fruto’) / -o (‘árbol’).
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similar ocurre con otros sufijos, como es el caso de duraznilla ~ durazno (‘fruto’)/duraz-
no (‘árbol’).
Asimismo, parece oportuno indicar que a veces la distinción fonética -a/-o represen-
ta una distinción semántica de otra índole: olma ‘olmo más frondoso’, sauza ‘sauce o
sauz más grande’ (Cuervo 1950 [1874]: 98-99), escobo ‘entramado de escobas o reta-
mas’, garbanza ‘garbanzo más grande, blanco y de mejor calidad’… Otros sufijos esta-
blecen una distinción semántica similar: así, según el DRAE (2001), el robledal es un
robledo más extenso; de este modo, incluyendo una diferencia de énfasis, se bloquea la
rivalidad entre ambos sufijos, -al y -edo, sinónimos en su empleo estándar (‘conjunto de’
o ‘lugar donde existe’): hayedo, palmeral, etc.
Gran parte de la tradición gramatical española ha asociado la oposición -o (‘árbol’) /
-a (‘fruto’) con la oposición de género gramatical masculino/femenino, es decir, con los
procesos de flexión nominal, y, asimismo, la ha relacionado con otras nociones semánti-
cas en realidades asexuadas, como la de tamaño (huerto / huerta), forma (cuchillo /
cuchilla) y colectividad (huevo / hueva), nociones que vienen siendo descritas como sig-
nificados secundarios o connotados del género (Lenz 1920: 112-116; Fernández Ramírez
1986 [1951]: 112-114, Rosenblat 1962: 31 y 63, Echaide 1969: 104-108; RAE 1973: 179
y 2009: 91, Alcina/Blecua 1975: 523, Martínez García 1994 [1977]: 188-190, González
Calvo 1979: 48-49 y 55, Bosque 1983: 137, Romero Gualda 1989: 30 y 39, Almela Pérez
1994: 578-579, Millán Chivite 1994: 58, Alarcos Llorach 1994: 61-62...).
Son, en cambio, muy pocos los lingüistas que defienden el estatuto de morfema deriva-
tivo de -o (Geiger 1966; Ambadiang 1993: 95-101 y 1999: 4879-4882, Pharies 2002: 418,
Varela Ortega 2005: 109…); en algunos casos, se trata más bien de tímidas sospechas, sin
renunciar decididamente a la naturaleza flexiva y sin que se aporten criterios decisivos
(Varela Ortega 1990: 71, Alarcos Llorach 1994: 61-62, González Calvo 2000: 183…).
En esta línea, en algunos estudios gramaticales se defiende el valor derivativo del
morfema de género –y no solo de la vocal -o, ni solo en realidades asexuadas (García
1970, Zwanenburg 1988: 204-206…)–. Algunos autores (Moreno Fernández/Ueda 1986:
95 ss., Millán Chivite 1994) contrastan la naturaleza derivativa del morfema de género
con el valor flexivo del morfema de número, alegando como argumentos su escasa regu-
laridad formal (la diversidad de modos de expresar la noción de género en español y la
falta de correspondencia entre significante y significado, sobre todo en realidades no
sexuadas) y semántica (la diversidad de significados que puede comportar). Además,
algunos gramáticos apoyan la hipótesis sobre la naturaleza derivativa del género adu-
ciendo como argumento el valor aumentativo que dicha categoría comporta a veces,
especialmente el femenino, fenómeno ajeno a los intereses de este estudio y sobre el que
existe abundante bibliografía.
GRÁFICO 1
1) -a, -o, -e, Ø → -ero: lima / limonero, banana / bananero…; albérchigo / alberchigue-
ro, banano / bananero, coco / cocotero2, durazno / duraznero, madroño / madroñero,
membrillo / membrillero, pistacho / pistachero, plátano / platanero…; albaricoque /
albaricoquero, albercoque / albercoquero, alberge / albergero…; limón / limonero,
piñón / piñonero…
2) -a, -o, -e, Ø → -era: mora / morera, palma / palmera…; chumbo / chumbera, higo /
higuera, madroño / madroñera…; dátil / datilera, nuez / nuecera…
3) -a, Ø → -al: almendra / almendral, mora / moral, pera / peral, serba / serbal…; nuez
/ nogal…
4) -a → -o: aceituna / aceituno, acerola / acerolo, albérchiga / albérchigo, alcaparra /
alcaparro, algarroba / algarrobo, almáciga / almácigo, almendra / almendro, almeza
/ almezo, aroma / aromo, avellana / avellano, azufaifa o azufeifa / azufaifo o azufeifo,
bergamota / bergamoto, camuesa / camueso, canela / canelo, caoba / caobo, caram-
bola / carambolo, castaña / castaño, cereza / cerezo, cermeña / cermeño, chirimoya /
chirimoyo, cidra / cidro, ciruela / ciruelo, endrina / endrino, espina / espino, fram-
buesa / frambueso, granada / granado, guama / guamo, guanábana / guanábano,
guaranga / guarango, guayaba / guayabo, guinda / guindo, lúcuma / lúcumo, magno-
lia / magnolio, maguilla / maguillo, mandarina / mandarino, manzana / manzano,
manzanilla / manzanillo, naranja / naranjo, nectarina / nectarino, níspera / níspero,
oliva / olivo, palta / palto, papaya / papayo, paraguaya / paraguayo, parapara /
paraparo, pruna / pruno, serba / serbo, tapara / taparo, tila / tilo, toronja / toronjo,
totuma / totumo…
De acuerdo con este gráfico, uno podría pensar, a primera vista, que la distribución
de los sufijos es bastante estable, en el sentido de que cada nombre derivado de árbol se
corresponde con un único proceso formativo: los sufijos -ero, -era, -al y -o funcionarían
como variantes morfológicas o sufijos sinónimos, aunque no estén en relación de com-
plementariedad. Sin embargo, la elección de un sufijo no es, en general, libre o arbitraria,
sino que está prefijada, institucionalizada: granada → granado / *granadera, oliva →
olivo / *olival, pera → peral / *perero, lima → limero / *limo, etc.
Junto a estos cuatro patrones constructivos que generan denominaciones de árboles
mediante un sufijo, cabría señalar un quinto esquema de formación, muy productivo, que
prescinde de sufijo derivativo, basado en la identidad morfológica entre el nombre que
designa el fruto y el correspondiente nombre que designa el árbol (nombre de fruto =
nombre de árbol), tal como ilustramos a continuación:
2 La voz cocotero (< coco) es posiblemente uno de los pocos casos en que se recurre a un interfijo (-ot-)
para la formación sufijal del nombre de árbol.
Pensamos que cafeto ‘árbol del café’ puede ser un caso idéntico (cafeto < café), con interfijo -t- (o -et-)
y sufijo -o. En algunos países de América (Guatemala, El Salvador…), se prefiere cafetal ‘árbol’, con
sufijo -al. Si renunciamos a nuestro análisis, la derivación café > cafeto exigiría la apertura de otro
esquema formativo: -é → -eto, lo cual es, lingüísticamente, antieconómico. La situación cambiaría si,
como piensan algunos autores, cafeto fuera sinónimo de café, ‘simiente del cafeto’, es decir, si cafeto
denotase ‘árbol’ y ‘fruto’; de acuerdo con esta interpretación, cafeto se incluiría en el esquema 5) (véase
más abajo), y cafetal, en el 3).
El nombre de fruto almendrolón (= almendra) lleva también incorporado el interfijo -ol-, acaso para
evitar la homonimia con el aumentativo (almendrón).
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5) -a, -o, -e, -i, Ø → -a, -o, -e, -i, Ø: alcaparra / alcaparra, coloquíntida / coloquíntida,
gayuba / gayuba, lúcuma / lúcuma, manga / manga, oliva / oliva, pavía / pavía, piña /
piña, tuera / tuera, zarzamora / zarzamora…; alfóncigo / alfóncigo, albérchigo / albér-
chigo, banano / banano, durazno / durazno, lúcumo / lúcumo, madroño / madroño,
mango / mango, membrillo / membrillo, níspero / níspero, pero / pero, pérsico o pérsi-
go / pérsico o pérsigo, plátano / plátano, pomelo / pomelo, prisco / prisco…; aguacate
/ aguacate, cacahuete / cacahuete, palmiche / palmiche…; caqui / caqui, kiwi (kivi o
quivi) / kiwi (kivi o quivi)…; almendrón / almendrón, ananás / ananás (= ‘piña’)…
Este esquema es, al parecer, el menos restricto en cuanto a la terminación del nombre
base (respecto de los esquemas 1 y 2, aumenta el número de terminaciones vocálicas
receptoras al incluir la -i). Dicho esquema gobierna también la formación de algunas
denominaciones de plantas y frutos hortícolas (haba, judía, berenjena, remolacha, san-
día, zanahoria, nabo, pepino, trigo, arroz, maíz, caparrón, melón...) y de plantas de jar-
dinería y sus flores, posiblemente con un paradigma vocálico mayor (dalia, malva, viole-
ta, geranio, jazmín, alhelí…).
El primer problema que plantea este último esquema es averiguar si se trata, en reali-
dad, de un proceso derivativo o consiste, simplemente, en un fenómeno de polisemia al
no producirse ningún cambio formal en el tránsito semántico “fruto > árbol”; por ejem-
plo, membrillo significa ‘fruto’ y ‘árbol’. Si se conviene en que existe, en efecto, un pro-
ceso derivativo, el siguiente problema es determinar cuál es el sufijo que comporta el
significado léxico ‘árbol’, habida cuenta de que dicho sufijo no tiene siquiera expresión
fonética. Resultaría muy arriesgado suponer, de interpretarse como un proceso de natura-
leza no flexiva, que el sufijo que opera es el morfo cero. Otro problema es averiguar cuál
de los dos significados es anterior, esto es, si el nombre del árbol deriva del nombre del
fruto o es, por el contrario, el nombre del fruto el que deriva del nombre del árbol, justa-
mente en el sentido contrario al proceso más común, que va de la fruta al árbol (cf. Sec-
ción 3). Asimismo, si se demuestra que es un mecanismo derivativo que sigue el proceso
fruta > árbol, este quinto esquema representaría un fuerte contraejemplo a nuestra hipó-
tesis inicial según la cual los nombres de árbol en -o se construyen, en términos genera-
les, sobre nombres de fruto o fruta en -a, dado que el nombre de la fruta, según el quinto
esquema, puede no acabar en -a (alfóncigo, aguacate, caqui, etc.).
3. Casos especiales
Como acaba de mencionarse, la aparición de sufijos atípicos (-ina, -ón, etc.) hace
difícil defender la hipótesis de que sólo existen los cuatro esquemas regulares de sufija-
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ción presentados. Pero la situación es aún más compleja porque el sentido que sigue el
proceso de formación con los nuevos sufijos es completamente inusual: el nombre del
fruto es el que, con un sufijo atípico, distinto de -al, -ero, -era, -o, parece derivar, en unos
casos, del nombre del árbol –frente al habitual sentido inverso– y, en otros, del mismo
nombre del fruto. Son ejemplos de la primera situación los pares enebro (‘árbol’) / ene-
brina (‘fruto’) y lentisco (‘árbol’) / lentiscina (‘fruto’ [y ‘resina’]), mediante el sufijo -
ina; haya (‘árbol’) / hayuco (‘fruto’), mediante el sufijo -uco; alcaparra (‘árbol’) / alca-
parrón (‘fruto’), con el sufijo -ón; taparo (‘árbol’) / taparote (‘fruto’), con el sufijo -ote;
pino (‘árbol’) / pinocho (‘fruto’ = ‘piña del pino rodeno o negro’), con el sufijo -
(o)cho…; son ejemplos de la segunda situación los pares almendruco (‘fruto’) / almen-
dra (‘fruto’), con el sufijo -uco; fresón (‘fruto’) / fresa (‘fruto’), piñón (‘fruto’) / piña
(‘fruto’) y almendrolón (‘fruto’) / almendra (‘fruto’), con el sufijo -ón; naranjilla
(‘fruto’) / naranja (‘fruto’) y duraznilla (‘fruto’) / durazno (‘fruto’), con el sufijo -illa;
manzaneta (‘fruto’) / manzana (‘fruto’), con el sufijo -eta…
La formación mediante un sufijo de un nuevo nombre de fruto, paralelo al ya exis-
tente, puede deberse a una razón semántico-pragmática, como es el caso de almendruco
(< almendra) ‘almendra no madura, de cáscara verde’, de fresón (< fresa) ‘fresa oriunda
de Chile de tamaño mayor, color rojo amarillento y sabor más ácido’, de naranjilla (<
naranja) ‘naranja verde de pequeño calibre para conserva’, de manzaneta (< manzana)
‘Álava. Fruto de la gayuba’, y de piñón (< piña) ‘simiente o almendra del pino piñonero,
contenida en la piña’. La breva es, en realidad, un higo más tempranero; los dos son fru-
tos de la higuera. El doblete puede deberse a una razón de índole dialectal, como en
duraznilla (< durazno) o almendrolón (< almendra, Castilla-La Mancha). Las razones
pueden ser también de carácter histórico, etimológico, etc.
Dado que el nombre del fruto no se obtiene con la aplicación de un único sufijo, deri-
ve del nombre del árbol o del nombre del fruto, sino que los sufijos que aparecen en el
corpus son muy diversos, el patrón constructivo que, en todo caso, podría proponerse es
el siguiente (adoptamos convencionalmente las formas -a y -o como terminaciones de la
base porque son las más habituales; las demás pueden considerarse esporádicas):
A este grupo se deberían adscribir los derivados con sufijo atípico o especial que
resultan de la formación de dobletes, como es el caso de palma (‘árbol’) / palmito
(‘fruto’), junto a palmito (‘árbol’) / palmito (‘fruto’), o el citado durazno (‘árbol’) /
duraznilla (‘fruto’), junto a durazno (‘árbol’) / durazno (‘fruto’).
En cualquier caso, debe resaltarse que el esquema 6) no es agrupable con los esque-
mas 1)-4) porque el proceso de formación es distinto: en aquellos se crean nombres de
árboles y en este, nombres de frutos.
3.2. Heteronimia
La relación entre el nombre del fruto y el nombre del árbol es, desde la perspectiva
del léxico, aún más compleja porque, en algunos casos, la correspondencia morfológica
entre uno y otro es inexistente, dado que no existe ningún tipo de parentesco etimológi-
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co: el nombre del fruto y el nombre del árbol no comparten radical; pueden considerarse
heterónimos, creaciones idiosincrásicas: breva / higuera, aceituna / olivo, bellota / enci-
na ~ alcornoque ~ roble, uva / vid ~ parra, dátil / palma ~ palmera, pomarrosa / yambo,
manzaneta / gayuba, manzanita / acerolo…; si bien, como se ha indicado previamente,
algunas de estas formas extrañas han desarrollado una variante adaptada a un patrón
derivativo regular: aceituna (‘fruto’) / aceituno (‘árbol’), oliva (‘fruto’) / olivo (‘árbol’),
breva (‘fruto’) / [higuera] breval (‘árbol’), dátil (‘fruto’) / [palmera] datilera (‘árbol’),
acerola (‘fruto’) / acerolo.
La existencia de algunas de estas parejas se debe al hecho de que el árbol o el fruto
pueden denominarse de dos o más maneras diversas; así, el fruto del pistachero se llama
pistacho o alfóncigo, y el árbol que produce el pistacho, pistachero o alfóncigo; el alfón-
cigo puede, pues, designar tanto el ‘árbol como el ‘fruto’. Asimismo, junto a los pares
tuera (‘fruto’) / tuera (‘árbol’) y coloquíntida (‘fruto’) / coloquíntida (‘árbol’), pueden
formarse los pares tuera (‘fruto’) / coloquíntida (‘árbol’) y tuera (‘árbol’) / coloquíntida
(‘fruto’), habida cuenta de la sinonimia entre tuera y coloquíntida.
A mitad de camino, se sitúan los pares zarzamora (‘fruto’) / zarza (‘árbol’) y mora
(‘fruto’) / zarzamora (‘árbol’), junto al de zarzamora (‘fruto’) / zarzamora (‘árbol’):
existe una identidad morfológica en el radical, pero no interviene ningún proceso de afi-
jación. Como equivalente de zarzamora, la mora establece una relación idiosincrásica
con la zarza, según la oposición mora (‘fruto’) / zarza (‘árbol’).
En otros casos, tampoco existe parentesco etimológico alguno porque la denomina-
ción del fruto no dispone de su correspondiente denominación del árbol, como ocurre
con picota (*picoto, *picotero…), fresquilla (*fresquillo, *fresquillera…) o poma
(*pomo, *pomero…)3. La tápara, que carece de táparo, es sinónimo, en Aragón, de
alcaparrón (‘fruto de la alcaparra’), aunque, en otras zonas, de alcaparra (‘planta’).
3 El DRAE (2001) no registra la acepción ‘árbol’ para ciertas voces, como pomo (cuya fruta es la poma, o
manzana), paraguayo (cuya fruta es la paraguaya), mandarino (cuya fruta es la mandarina), nectarino
(cuyo fruto es la nectarina) o pomelo (acaso, pomelero, conforme a los derivados limero y limonero); ni
la de ‘fruto’, como manzanilla (fruto del manzanillo, clase de olivo), caoba (fruto del caobo o la caoba),
espina (fruto del espino) o calabazona (fruta del calabazón, o calabazona, tal como se conoce en Álava
una especie de cerezo). Unos y otros términos se usan con más o menos generalidad y son a veces reco-
gidas en algunos estudios.
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entre el nombre de un árbol determinado y un sufijo. El hecho de que, sin salir de las
fronteras del español de España, albergero, albaricoquero y albercoquero sean formas
diversas de denominar el mismo árbol, y que se hayan seleccionado cuatro sufijos equi-
valentes para identificar el árbol que produce la almendra (almendr-o, almendr-al,
almendr-ero, almendr-era), son una prueba contundente de lo que acabamos de afirmar.
(I) Los perros [se vendieron ayer] = El perro y la perra [se vendieron ayer].
Los cerezos [se vendieron ayer] ≠ El cerezo y la cereza [se vendieron ayer].
En español, el plural perros (I) admite la interpretación dual (perro + perra), pero no
cerezos (cerezo + cereza).
2) Significado léxico del sufijo. En la relación cerezo / cereza, la vocal -o es un mor-
fema derivativo porque tiene un significado léxico: incorpora el significado ‘árbol’ a la
base léxica a la que se adjunta, igual que los otros sufijos: melocotonero [← melocotón]
‘árbol cuyo fruto es el melocotón’, cerezo [← cereza] ‘árbol cuyo fruto es la cereza’.
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Además, este significado (‘árbol’) es constante: cerezo ‘árbol cuyo fruto…’, manzano
‘árbol cuyo fruto…’, naranjo ‘árbol cuyo fruto…’, etc.
Como en todo mecanismo derivativo, en la formación de cerezo se realiza la actua-
ción conjunta de un significante (el morfema -o) y un significado (‘árbol’); en otras pala-
bras, la adjunción del sufijo va asociada indisolublemente a la adjunción de un significa-
do. Tal correlación entre significante y significado no se produce en numerosos procesos
flexivos porque no existe expresión fonética del género: en las palabras fe, sed, sol,
poema, mujer, etc., la noción semántica de género no va asociada a ninguna marca for-
mal. En las realidades sexuadas del tipo perro / perra o maestro / maestra sí existe corre-
lación entre el género semántico y el género gramatical, pero, en estos casos, el signifi-
cado del morfema es meramente gramatical, no léxico. Ahora bien, la relación entre
género semántico y género gramatical en las realidades sexuadas tampoco es uniforme ni
sistemática, como ponen de manifiesto palabras como hombre / mujer (oposición del
género por heteronimia), águila (género epiceno), artista (género común), virago (feme-
nino en -o), profeta (masculino en -a), gallo / gallina o papa / papisa (formación del
femenino en -a mediante sufijo), etc. Este hecho pone, asimismo, de relieve que, en
español, la correspondencia género semántico / género gramatical, o noción de género
semántico / expresión morfológica de género, presenta muchas lagunas, más de las que
pudieran determinarse en los procesos derivativos. En estos, además, las posibles lagu-
nas se justificarían por otras causas, como, por ejemplo, el fenómeno de bloqueo que
actúa cuando se produce una redundancia léxica, esto es, cuando ya existe en el lexicón
otra palabra de significado idéntico.
Por otra parte, la oposición flexiva -o/-a puede connotar diversos valores semánticos
(tamaño, forma, colectividad…) en las realidades asexuadas –igual que el sexo en las
realidades sexuadas–, cosa que no ocurre con la oposición derivativa -o/-a.
En conclusión, puede decirse que los procesos flexivos se caracterizan por su escasa
sistematicidad, sobre todo en las realidades de género no sexuado, mientras que los pro-
cesos derivativos, del tipo cerezo / cereza, son más sistemáticos. La sistematicidad sería
mayor si se interpretara, como creen algunos autores (Ambadiang 1993: 101), que el
género semántico viene inducido por el género del sufijo: la -o de cerezo se describe
conjuntamente como marca derivativa y como marca flexiva de género, a modo de mor-
fema sincrético o cumulativo.
3) Insensibilidad sintáctica. Distintamente de la oposición maestro / maestra, la
oposición cerezo / cereza es insensible a la sintaxis; no tiene repercusiones en la concor-
dancia porque el género en los frutos y árboles –aunque pueda tener una explicación pri-
mero etimológica y luego analógica– es, en la perspectiva del español actual, tan arbitra-
rio o tan motivado como puede serlo en otros nombres de realidades asexuadas, como
libro o mesa.
4) Afinidad con otros modelos productivos. El esquema -a (‘fruto’) → -o (‘árbol’)
funciona exactamente igual que otros patrones morfológicos basados en la adjunción de
un sufijo derivativo con el significado léxico ‘árbol’, por lo que parece razonable inte-
grarlo en el mismo inventario de sufijos denominales (-ero, -era, -al, -o): lima + -ero →
limonero, higo + -era → higuera, pera + -al → peral, cereza + -o → cerezo.
5) Sinonimia. La creación del citado paradigma de sufijos da lugar a un fenómeno
semántico de sinonimia: los sufijos -ero, -era, -al, -o no son alomorfos, sino morfemas
sinónimos porque comparten el mismo significado (‘árbol’), del mismo modo que son
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sinónimos los sufijos derivativos -miento, -ción, -dura, -ado, -o, -e, -a, aje, al compartir
el significado ‘acción’ (ofrecimiento, actuación, rayado, voladura, asedio, amarre,
venta, aterrizaje) o los sufijos -ío, -erío, -ivo(a), -ado, -al, -edo(a), -aje, -ario, -ería, -
ata, al compartir el significado ‘colectividad’ (gentío, griterío, normativa, vallado, jun-
cal, hayedo, andamiaje, grifería, poemario, columnata).
Las formas -o (maestro), -e (conde) y Ø (pastor) son alomorfos del morfema flexivo
de género masculino. Su significado no es léxico, sino puramente gramatical.
La sinonimia (si se niega su existencia en los morfemas gramaticales) es un fenóme-
no ajeno a la morfología flexiva, totalmente atípico; la alomorfía es un fenómeno típico
de la morfología flexiva, pero en absoluto ajeno a la morfología léxica.
6) Unidireccionalidad del proceso de formación. Como se ha indicado al principio
(Sección 1), el proceso formador de nombres de árboles en -o tiene, básicamente, un
carácter unidireccional (Ambadiang 1993: 97; 1999: 4881), como sucede generalmente
con cualquier proceso de sufijación derivativa; comp.:
6. Conclusión
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