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REVISTA INTERNACIONAL DE LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA (RILI)


Iberoamericana Editorial Vervuert (Madrid/Frankfurt)
Instituto Ibero-América de la Universidad de Bremen
Instituto Ibero-Americano (Berlin)

Volumen X (2012) N° 1 (19)

Consejo Editorial

Alexandra Álvarez Muro (Mérida, Venezuela)


Ignacio Bosque (Madrid, España)
Johannes Kabatek (Tübingen, Alemania)
Emma Martinell (Barcelona, España)
Ulrike Mühlschlegel (Berlin, Alemania)
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Lola Pons Rodríguez (Sevilla, España)
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Dirección:
Klaus Zimmermann (Instituto Ibero-América de la Universidad de Bremen)
Asistente de redacción:
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(Instituto Ibero-América de la Universidad de Bremen)
Coordinación de reseñas:
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Comité Asesor

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Julio Calvo (Valencia, España)
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Luis Fernando Lara (México, D.F., México)
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Azucena Palacios (Madrid, España)
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Víctor Sánchez Corrales (San José, Costa Rica)
Otto Zwartjes (Amsterdam, Holanda)
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REVISTA INTERNACIONAL DE LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA (RILI)


Volumen X (2012) Nº 1 (19)
Política lingüística en el ámbito del español y de lenguas indoamericanas:
aspectos ideológicos, planificación y educación

Índice

I. Sección temática: Política lingüística en el ámbito del español


y de lenguas indoamericanas: aspectos ideológicos, planificación
y educación

Editor: Klaus Zimmermann

Klaus Zimmermann: Introducción: el contacto ........................................................... 9


Ángel López García: Modelos de planificación lingüística en Iberoamérica ............ 11
José del Valle/Laura Villa: La disputada autoridad de las academias: debate lingüís-
tico-ideológico en torno a la Ortografía de 2010 ............................................... 29
Francisco A. Marcos-Marín: Confluencia, divergencia y definición de la norma
hispana en los EUA .................................................................................................. 55
Talia Bugel: Buenas y no tan buenas variedades del español: opiniones y actitu-
des en Montevideo y Buenos Aires .................................................................. 83
Lenka Zajícová: La Ley de Lenguas paraguaya de 2010: evolución y análisis ..... 109
Carla Amorós: El pluricentrismo de la lengua española: ¿un nuevo ideologema en
el discurso institucional? El desafío de la glosodidáctica ................................... 127
Eva Salgado Andrade/Frida Villavicencio Zarza: Lenguas indígenas y las tecno-
logías de información y comunicación ............................................................. 149
Klaus Zimmermann: Diccionarios, identidad e ideología lingüística. Una reseña y
evaluación comparativa del Diccionario del español de México y del Diccio-
nario de mexicanismos ..................................................................................... 167
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II. Sección general

Kris Helincks: La variación social y estilística del voseo chileno en diferentes


géneros televisivos ............................................................................................ 185
Chase Wesley Raymond: La gramática de la alternancia de código: el uso del
indicativo y del subjuntivo en oraciones bilingües ........................................... 213
Mario García-Page Sánchez: El esquema de formación -a (‘fruto’) → -o (‘árbol’)
en español ......................................................................................................... 237

Reseñas
Francisco Moreno Fernández: La lengua española en su geografía (Eva
Bravo) ................................................................................................................ 255
Joaquín Rubio Tovar: El vocabulario de la traducción en la Edad Media (Ángeles
Romero Cambrón) ............................................................................................ 258
Lola Pons Rodríguez: La lengua de ayer. Manual práctico de Historia del Español
(Mª Carmen Moral del Hoyo) ........................................................................... 261
Volker Noll/Wolf Dietrich: O português e o tupi no Brasil (Sebastian Drude) ....... 264
Miguel Ángel Quesada Pacheco (ed.): El español hablado en América Central.
Nivel fonético (Enrique Pato) .......................................................................... 269
Giovanni Parodi: Lingüística de corpus: de la teoría a la empiria (Margarita
Borreguero Zuloaga) ........................................................................................ 272
Eva Bravo-García/M. Teresa Cáceres-Lorenzo: La incorporación del indigenis-
mo léxico en los contextos comunicativos canario y americano (1492-1550)
(Elena Diez del Corral Areta) .......................................................................... 275
Heidi Aschenberg/Óscar Loureda Lamas: Marcadores del discurso: de la des-
cripción a la definición (Rodrigo Verano Liaño) .............................................. 278
Grupo Alfaqueque: Los límites de Babel. Ensayos sobre la comunicación entre
entre lenguas y culturas (Emma Martinell Gifre) ............................................. 283
Domnita Dumitrescu: Aspects of Spanish Pragmatics (Santiago del Rey
Quesada) ........................................................................................................... 288
Mónica Castilla Lluch/Lola Pons Rodríguez (eds.): Así se van las lenguas va-
riando. Nuevas tendencias en la investigación del cambio lingüístico en es-
pañol (Matthias Raab) ...................................................................................... 292
Óscar Loureda Lamas/Esperanza Acín Villa (coords.): Los estudios sobre
marcadores del discurso en español, hoy (Marta Albelda Marco) ................... 278
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Mario García-Page Sánchez*

➲ El esquema de formación -a (‘fruto’) →


-o (‘árbol’) en español

RESUMEN: En el presente estudio intentamos dar cuenta del proceso de formación de


nombres que denotan ‘árbol frutal’ mediante la adjunción de la vocal -o a la base léxica
del nombre que designa el fruto (cereza + -o = cerezo); asimismo, establecemos una rela-
ción de dicho proceso con otros mecanismos morfológicos de creación de nombres desig-
nadores de árbol, como los sufijos -al, -ero, -era (peral, albaricoquero, higuera).
Dado que los nombres de árboles en -o se construyen, regularmente, a partir de nombres
de frutos en -a, proponemos que, en estos casos, el segmento -o no es un morfema flexi-
vo, sino derivativo. El esquema de formación sería el siguiente: -a (‘fruto’) → -o
(‘árbol’); la oposición binaria -a (cereza) / -o (cerezo) se suma así a las oposiciones insti-
tucionalizadas -a, -o, -e, Ø / -ero (albaricoque / albaricoquero); -a, -o, -e, Ø / -era (higo /
higuera); y -a, Ø / -al (pera / peral).

PALABRAS CLAVE: morfología, afijación, flexión, formación de palabras, sustantivo

ABSTRACT: This paper describes the process of formation of the nouns which designate
‘fruit tree’ by adding -o to the lexical base of the noun which designates the fruit (cereza
“cherry” + -o = cerezo “cherry tree”); likewise, this process connects with other morpho-
logical schemas of formation of nouns designating fruit trees, such as the suffixes -al,
-ero, -era (peral “pear tree”, albaricoquero “apricot tree”, higuera “fig tree”).
Fruit tree names in -o are usually derivatives from fruit names in -a, so we propose that
the marker -o is not an inflectional morpheme, but derivational. The derivational pattern
would be the following: -a (‘fruit’) → -o (‘fruit tree’); the binary opposition -a (cereza
“cherry”) / -o (cerezo “cherry tree”) is joined in the institutionalized oppositions -a, -o,
-e, Ø / -ero (albaricoque “apricot” / albaricoquero “apricot tree”); -a, -o, -e, Ø / -era
(higo “fig” / higuera “fig tree”); y -a, Ø / -al (pera “pear” / peral “pear tree”).

KEYWORDS: morphology, suffixation, inflection, derivation, word-formation, noun.


RILI X (2012), 1 (19), 237-251

* Mario García-Page es catedrático de Lengua Española en la UNED (Madrid). Es autor, entre otros, de
los libros La lengua poética de Gloria Fuertes (UCM, 1988), El juego de palabras en la poesía de Glo-
ria Fuertes (UNED, 2003), Cuestiones de morfología española (CEURA, 2006/2008), Introducción a
la fraseología española. Estudio de las locuciones (Anthropos, 2008) y Poesía española contemporá-
nea (siglo XX). Ocho poetas, ocho estudios de lengua literaria (Axac, 2009), además de más de un cen-
tenar de artículos publicados en revistas nacionales e internacionales, actas, homenajes y otras obras
colectivas.
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238 Mario García-Page Sánchez

1. Introducción

En español, algunas denominaciones de árboles se construyen mediante la simple


adjunción de la vocal -o al lexema que designa el fruto o la fruta, como ilustran las pare-
jas: avellana / avellano, castaña / castaño, cereza / cerezo, ciruela / ciruelo, granada /
granado, manzana / manzano, naranja / naranjo… (ver abajo gráfico 1).
Según nuestro corpus, en todos los casos que siguen este procedimiento, se observa
que la oposición -a (‘fruto’) / -o (‘árbol’) es la dominante. El nombre del fruto o la fruta
es siempre un sustantivo femenino en -a, frente a lo que ocurre con el resto de procesos
de formación de nombres que denotan ‘árbol frutal’ (-a, -o, -e, Ø / -ero; -a, -o, -e, Ø / -
era; -a, Ø / -al [ver gráfico 1]), y el nombre del árbol es siempre, salvo raras excepcio-
nes, un nombre masculino en -o (cf. Pharies 2002: 418).
Estas raras excepciones están representadas, entre otras posibles, por el préstamo
francés bergamote, frente a la forma castellanizada bergamoto, cuyo fruto es la berga-
mota; por la voz badián, posible adaptación fonética del fr. badiane, cuyo fruto es la
badiana; por anón, cuyo fruto es la anona; almez, variante de almezo, cuyo fruto es la
almeza; y por capulín, posible ultracorrección de capulí, cuya fruta es la capulina (‘clase
de cereza’). En el primer caso, el nombre del árbol acaba en -e y, en los restantes, en con-
sonante (Ø), frente a la vocal canónica -o. Según el DRAE (2001), badiana y anona pue-
den significar tanto ‘árbol’ como ‘fruto’, de modo que, en su acepción de ‘árbol’, son
sinónimos de los nombres masculinos badián y anón, respectivamente; como tales deno-
minaciones de árboles, constituirían, asimismo, una excepción a la regla general indica-
da, al no ser sustantivos masculinos en -o. Si prescindimos de la forma corrupta capulín
(podría tratarse de la derivación regresiva de capulina), la oposición capulí/capulina res-
pondería a otro esquema, también atípico (= nuestro esquema 6).
Si no tenemos en cuenta estas creaciones marginales, el esquema formativo básico
puede representarse como sigue: -a (‘fruto’) → -o (‘árbol’); dicho esquema consiste, lisa
y llanamente, en la adición de la vocal -o, previa cancelación –como es preceptiva– de la
vocal de la palabra base.
La oposición consolidada -a (‘fruto’) / -o (‘árbol’) ha funcionado, y funciona, en el
español contemporáneo como un molde productivo de acuñación de nuevas unidades
léxicas. La extrema sencillez del procedimiento o su carácter económico ha favorecido
su propia consolidación y uso recurrente.
La analogía es una prueba de la gran productividad del esquema. La formación de
nombres de árbol en -o tiene, en algunos casos, una explicación etimológica, además de
la motivación formal ejercida por la clase de vocal final: en latín los nombres de árboles
de la 2ª declinación en -us (> -o) eran femeninos y los plurales de los nombres de sus fru-
tos y flores, neutros en -a; en la mayoría de los casos las terminaciones -o, -a habrían
favorecido, respectivamente, el masculino en los nombres de árbol y el femenino en los
nombres de fruto o fruta, como es el caso de manzana/manzano, serba/serbo,
cereza/cerezo o piña (lat. pinĕa) / pino (lat. pinus). En otros casos, la explicación es pura-
mente analógica, pues han copiado el citado modelo de base etimológica, como es el
caso de naranja/naranjo, endrina/endrino, palta/palto, etc.
La simplicidad del esquema y acaso la analogía han favorecido su aplicación a nume-
rosas frutas exóticas o importadas de otros países, lo que constituye otra prueba del alto
grado de productividad de este esquema de formación: cuando el hablante ha de nombrar
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El esquema de formación -a (‘fruto’) → -o (‘árbol’) en español 239

un árbol que produce un determinado fruto que le resulta nuevo o desconocido, recurre
preferentemente a este sencillo esquema de formación, como si se tratara de un automa-
tismo. Es el caso, por ejemplo, de la papaya, la chirimoya o la guayaba, que han dado
origen a las oposiciones papaya/papayo, chirimoya/chirimoyo, guayaba/guayabo.
La rentabilidad del esquema es tal que da lugar a oposiciones que podrían conside-
rarse superfluas al existir ya otras de contenido equivalente; es el caso de aceituna/acei-
tuno y oliva/olivo, frente a la oposición tradicional aceituna/olivo, o, incluso, a la del
tipo membrillo (‘fruto’) / membrillo (‘árbol’) o durazno (‘fruto’) / durazno (‘árbol’) –en
la que el nombre del fruto no acaba en -a, sino en -o, frente a las oposiciones existentes,
más naturales y frecuentes, membrillo/membrillero y durazno/duraznero–.
La productividad de la oposición -a (‘fruto’) / -o (‘árbol’) se aprecia asimismo en el
hecho de que se ha extendido a algunas denominaciones de flores y plantas, como ocurre
en lila / lilo, magnolia / magnolio, tila / tilo, camelia / camelio, gavanza / gavanzo y
aroma / aromo1, de modo similar a lo que ha sucedido con otros sufijos: rosa / rosal, jaz-
mín / jazminero, clavel / clavelera… Sin embargo, no parece haberse consolidado para la
distinción ‘fruto (hortaliza)’ / ‘planta hortícola’, lo que lo diferencia de los otros sufijos:
alcachofa → alcachofera, calabaza → calabacera, fresa → fresera, tomate → tomatera,
espárrago → esparraguera ~ esparraguero, etc.
El carácter productivo de este patrón permite suponer que se trata de un proceso deri-
vativo y no de una operación de naturaleza flexiva, similar al que tiene lugar con los
otros sufijos categorizadores de árboles, de significado idéntico: melocotón + -ero, higo
+ -era, pera + -al, cereza + -o. Su productividad en la actualidad es, probablemente,
mayor que la del resto de sufijos (como podría inferirse del gráfico 1); en el español
estándar, el sufijo menos productivo es -al, acaso por su homonimia con el sufijo -al de
significado ‘lugar donde abunda un árbol o una planta’ o ‘conjunto de árboles’: alcorno-
cal, robledal, naranjal, trigal, algodonal...
Cabe advertir que, en algunos casos, la oposición -a / -o no responde a la distinción
‘fruto’ / ‘árbol’, sino a una indistinta forma de denominar el fruto (calabaza / calabazo)
o el árbol, arbusto, etc. (carrasco/carrasca); se trata de los nombres llamados heterócli-
tos por algunos autores (Echaide 1969: 115, Romero Gualda 1989: 40). Tal indistinción
se da con frecuencia cuando el nombre en -o puede significar tanto ‘árbol’ como ‘fruto’,
venga o no determinada tal polisemia por una causa dialectal o de otra suerte, como es el
caso de membrillo, níspero y albérchigo, y de ahí las alternancias membrilla ~ membri-
llo, níspera ~ níspero, albérchiga ~ albérchigo para el nombre de la fruta. Una situación

1 Según el DRAE (2001), magnolia designa también el árbol y, además de la flor, el fruto; con la primera
acepción es, pues, sinónimo de magnolio. No registra, en cambio, la acepción de ‘fruto’ para aroma,
sino tan sólo la de ‘flor’, pese a indicar que el aromo es un árbol que produce vainas verdes como fru-
tos. El gavanzo designa tanto al árbol como al fruto (la gavanza es la flor). El tilo es el árbol, pero tam-
bién la tila; tila significa también ‘flor’ e ‘infusión’. El DRAE tampoco registra la voz clavelera, como
planta del clavel, denominación bastante extendida en el centro y el sur peninsular.
La oposición -a / -o afecta no sólo al significado ‘flor’ / ‘planta o árbol’, sino que se extiende a otros
más singulares: espina (‘espina’) / espino (‘arbusto’); quisca (‘espina’, y también ‘árbol’) / quisco
(‘árbol’); porrina (‘hojas verdes de la planta del puerro’) / porrino (‘planta’, y, además, ‘simiente del
puerro’); pámpana (‘hoja de la vid’) / pámpano (‘sarmiento’); quina (‘corteza del quino’) / quino
(‘árbol’); almáciga (‘resina’, y también ‘fruto’) / almácigo (‘árbol’)… Para Millán Chivite (1994: 58),
constituyen un subgrupo de la oposición -a (‘fruto’) / -o (‘árbol’).
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similar ocurre con otros sufijos, como es el caso de duraznilla ~ durazno (‘fruto’)/duraz-
no (‘árbol’).
Asimismo, parece oportuno indicar que a veces la distinción fonética -a/-o represen-
ta una distinción semántica de otra índole: olma ‘olmo más frondoso’, sauza ‘sauce o
sauz más grande’ (Cuervo 1950 [1874]: 98-99), escobo ‘entramado de escobas o reta-
mas’, garbanza ‘garbanzo más grande, blanco y de mejor calidad’… Otros sufijos esta-
blecen una distinción semántica similar: así, según el DRAE (2001), el robledal es un
robledo más extenso; de este modo, incluyendo una diferencia de énfasis, se bloquea la
rivalidad entre ambos sufijos, -al y -edo, sinónimos en su empleo estándar (‘conjunto de’
o ‘lugar donde existe’): hayedo, palmeral, etc.
Gran parte de la tradición gramatical española ha asociado la oposición -o (‘árbol’) /
-a (‘fruto’) con la oposición de género gramatical masculino/femenino, es decir, con los
procesos de flexión nominal, y, asimismo, la ha relacionado con otras nociones semánti-
cas en realidades asexuadas, como la de tamaño (huerto / huerta), forma (cuchillo /
cuchilla) y colectividad (huevo / hueva), nociones que vienen siendo descritas como sig-
nificados secundarios o connotados del género (Lenz 1920: 112-116; Fernández Ramírez
1986 [1951]: 112-114, Rosenblat 1962: 31 y 63, Echaide 1969: 104-108; RAE 1973: 179
y 2009: 91, Alcina/Blecua 1975: 523, Martínez García 1994 [1977]: 188-190, González
Calvo 1979: 48-49 y 55, Bosque 1983: 137, Romero Gualda 1989: 30 y 39, Almela Pérez
1994: 578-579, Millán Chivite 1994: 58, Alarcos Llorach 1994: 61-62...).
Son, en cambio, muy pocos los lingüistas que defienden el estatuto de morfema deriva-
tivo de -o (Geiger 1966; Ambadiang 1993: 95-101 y 1999: 4879-4882, Pharies 2002: 418,
Varela Ortega 2005: 109…); en algunos casos, se trata más bien de tímidas sospechas, sin
renunciar decididamente a la naturaleza flexiva y sin que se aporten criterios decisivos
(Varela Ortega 1990: 71, Alarcos Llorach 1994: 61-62, González Calvo 2000: 183…).
En esta línea, en algunos estudios gramaticales se defiende el valor derivativo del
morfema de género –y no solo de la vocal -o, ni solo en realidades asexuadas (García
1970, Zwanenburg 1988: 204-206…)–. Algunos autores (Moreno Fernández/Ueda 1986:
95 ss., Millán Chivite 1994) contrastan la naturaleza derivativa del morfema de género
con el valor flexivo del morfema de número, alegando como argumentos su escasa regu-
laridad formal (la diversidad de modos de expresar la noción de género en español y la
falta de correspondencia entre significante y significado, sobre todo en realidades no
sexuadas) y semántica (la diversidad de significados que puede comportar). Además,
algunos gramáticos apoyan la hipótesis sobre la naturaleza derivativa del género adu-
ciendo como argumento el valor aumentativo que dicha categoría comporta a veces,
especialmente el femenino, fenómeno ajeno a los intereses de este estudio y sobre el que
existe abundante bibliografía.

2. Esquemas de formación de nombres de árbol en español

Si se acepta el valor derivativo de -o, el esquema -a (‘fruto’) → -o (‘árbol’) funciona-


ría como alternativa de aquellos otros esquemas regulares de formación en los que inter-
vienen los sufijos -ero, -era, -al. Tales patrones constructivos son, salvo acaso el 3),
menos restrictos en cuanto a la clase de terminación del sustantivo base, tal como ilustra
el siguiente gráfico:
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El esquema de formación -a (‘fruto’) → -o (‘árbol’) en español 241

GRÁFICO 1

1) -a, -o, -e, Ø → -ero: lima / limonero, banana / bananero…; albérchigo / alberchigue-
ro, banano / bananero, coco / cocotero2, durazno / duraznero, madroño / madroñero,
membrillo / membrillero, pistacho / pistachero, plátano / platanero…; albaricoque /
albaricoquero, albercoque / albercoquero, alberge / albergero…; limón / limonero,
piñón / piñonero…
2) -a, -o, -e, Ø → -era: mora / morera, palma / palmera…; chumbo / chumbera, higo /
higuera, madroño / madroñera…; dátil / datilera, nuez / nuecera…
3) -a, Ø → -al: almendra / almendral, mora / moral, pera / peral, serba / serbal…; nuez
/ nogal…
4) -a → -o: aceituna / aceituno, acerola / acerolo, albérchiga / albérchigo, alcaparra /
alcaparro, algarroba / algarrobo, almáciga / almácigo, almendra / almendro, almeza
/ almezo, aroma / aromo, avellana / avellano, azufaifa o azufeifa / azufaifo o azufeifo,
bergamota / bergamoto, camuesa / camueso, canela / canelo, caoba / caobo, caram-
bola / carambolo, castaña / castaño, cereza / cerezo, cermeña / cermeño, chirimoya /
chirimoyo, cidra / cidro, ciruela / ciruelo, endrina / endrino, espina / espino, fram-
buesa / frambueso, granada / granado, guama / guamo, guanábana / guanábano,
guaranga / guarango, guayaba / guayabo, guinda / guindo, lúcuma / lúcumo, magno-
lia / magnolio, maguilla / maguillo, mandarina / mandarino, manzana / manzano,
manzanilla / manzanillo, naranja / naranjo, nectarina / nectarino, níspera / níspero,
oliva / olivo, palta / palto, papaya / papayo, paraguaya / paraguayo, parapara /
paraparo, pruna / pruno, serba / serbo, tapara / taparo, tila / tilo, toronja / toronjo,
totuma / totumo…

De acuerdo con este gráfico, uno podría pensar, a primera vista, que la distribución
de los sufijos es bastante estable, en el sentido de que cada nombre derivado de árbol se
corresponde con un único proceso formativo: los sufijos -ero, -era, -al y -o funcionarían
como variantes morfológicas o sufijos sinónimos, aunque no estén en relación de com-
plementariedad. Sin embargo, la elección de un sufijo no es, en general, libre o arbitraria,
sino que está prefijada, institucionalizada: granada → granado / *granadera, oliva →
olivo / *olival, pera → peral / *perero, lima → limero / *limo, etc.
Junto a estos cuatro patrones constructivos que generan denominaciones de árboles
mediante un sufijo, cabría señalar un quinto esquema de formación, muy productivo, que
prescinde de sufijo derivativo, basado en la identidad morfológica entre el nombre que
designa el fruto y el correspondiente nombre que designa el árbol (nombre de fruto =
nombre de árbol), tal como ilustramos a continuación:

2 La voz cocotero (< coco) es posiblemente uno de los pocos casos en que se recurre a un interfijo (-ot-)
para la formación sufijal del nombre de árbol.
Pensamos que cafeto ‘árbol del café’ puede ser un caso idéntico (cafeto < café), con interfijo -t- (o -et-)
y sufijo -o. En algunos países de América (Guatemala, El Salvador…), se prefiere cafetal ‘árbol’, con
sufijo -al. Si renunciamos a nuestro análisis, la derivación café > cafeto exigiría la apertura de otro
esquema formativo: -é → -eto, lo cual es, lingüísticamente, antieconómico. La situación cambiaría si,
como piensan algunos autores, cafeto fuera sinónimo de café, ‘simiente del cafeto’, es decir, si cafeto
denotase ‘árbol’ y ‘fruto’; de acuerdo con esta interpretación, cafeto se incluiría en el esquema 5) (véase
más abajo), y cafetal, en el 3).
El nombre de fruto almendrolón (= almendra) lleva también incorporado el interfijo -ol-, acaso para
evitar la homonimia con el aumentativo (almendrón).
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242 Mario García-Page Sánchez

5) -a, -o, -e, -i, Ø → -a, -o, -e, -i, Ø: alcaparra / alcaparra, coloquíntida / coloquíntida,
gayuba / gayuba, lúcuma / lúcuma, manga / manga, oliva / oliva, pavía / pavía, piña /
piña, tuera / tuera, zarzamora / zarzamora…; alfóncigo / alfóncigo, albérchigo / albér-
chigo, banano / banano, durazno / durazno, lúcumo / lúcumo, madroño / madroño,
mango / mango, membrillo / membrillo, níspero / níspero, pero / pero, pérsico o pérsi-
go / pérsico o pérsigo, plátano / plátano, pomelo / pomelo, prisco / prisco…; aguacate
/ aguacate, cacahuete / cacahuete, palmiche / palmiche…; caqui / caqui, kiwi (kivi o
quivi) / kiwi (kivi o quivi)…; almendrón / almendrón, ananás / ananás (= ‘piña’)…

Este esquema es, al parecer, el menos restricto en cuanto a la terminación del nombre
base (respecto de los esquemas 1 y 2, aumenta el número de terminaciones vocálicas
receptoras al incluir la -i). Dicho esquema gobierna también la formación de algunas
denominaciones de plantas y frutos hortícolas (haba, judía, berenjena, remolacha, san-
día, zanahoria, nabo, pepino, trigo, arroz, maíz, caparrón, melón...) y de plantas de jar-
dinería y sus flores, posiblemente con un paradigma vocálico mayor (dalia, malva, viole-
ta, geranio, jazmín, alhelí…).
El primer problema que plantea este último esquema es averiguar si se trata, en reali-
dad, de un proceso derivativo o consiste, simplemente, en un fenómeno de polisemia al
no producirse ningún cambio formal en el tránsito semántico “fruto > árbol”; por ejem-
plo, membrillo significa ‘fruto’ y ‘árbol’. Si se conviene en que existe, en efecto, un pro-
ceso derivativo, el siguiente problema es determinar cuál es el sufijo que comporta el
significado léxico ‘árbol’, habida cuenta de que dicho sufijo no tiene siquiera expresión
fonética. Resultaría muy arriesgado suponer, de interpretarse como un proceso de natura-
leza no flexiva, que el sufijo que opera es el morfo cero. Otro problema es averiguar cuál
de los dos significados es anterior, esto es, si el nombre del árbol deriva del nombre del
fruto o es, por el contrario, el nombre del fruto el que deriva del nombre del árbol, justa-
mente en el sentido contrario al proceso más común, que va de la fruta al árbol (cf. Sec-
ción 3). Asimismo, si se demuestra que es un mecanismo derivativo que sigue el proceso
fruta > árbol, este quinto esquema representaría un fuerte contraejemplo a nuestra hipó-
tesis inicial según la cual los nombres de árbol en -o se construyen, en términos genera-
les, sobre nombres de fruto o fruta en -a, dado que el nombre de la fruta, según el quinto
esquema, puede no acabar en -a (alfóncigo, aguacate, caqui, etc.).

3. Casos especiales

La regularidad o sistematicidad de los esquemas de formación propuestos en la Sec-


ción 2 puede quedar extraordinariamente alterada si se tiene en cuenta la existencia de
nuevas oposiciones que se han formado al margen de dichos esquemas, bien porque se
recurre a un sufijo distinto de los cuatro regulares (-ero, -era, -al, -o), bien porque la opo-
sición fruto / árbol se establece no mediante sufijos, sino mediante lexemas (heteronimia).

3.1. Sufijos particulares

Como acaba de mencionarse, la aparición de sufijos atípicos (-ina, -ón, etc.) hace
difícil defender la hipótesis de que sólo existen los cuatro esquemas regulares de sufija-
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ción presentados. Pero la situación es aún más compleja porque el sentido que sigue el
proceso de formación con los nuevos sufijos es completamente inusual: el nombre del
fruto es el que, con un sufijo atípico, distinto de -al, -ero, -era, -o, parece derivar, en unos
casos, del nombre del árbol –frente al habitual sentido inverso– y, en otros, del mismo
nombre del fruto. Son ejemplos de la primera situación los pares enebro (‘árbol’) / ene-
brina (‘fruto’) y lentisco (‘árbol’) / lentiscina (‘fruto’ [y ‘resina’]), mediante el sufijo -
ina; haya (‘árbol’) / hayuco (‘fruto’), mediante el sufijo -uco; alcaparra (‘árbol’) / alca-
parrón (‘fruto’), con el sufijo -ón; taparo (‘árbol’) / taparote (‘fruto’), con el sufijo -ote;
pino (‘árbol’) / pinocho (‘fruto’ = ‘piña del pino rodeno o negro’), con el sufijo -
(o)cho…; son ejemplos de la segunda situación los pares almendruco (‘fruto’) / almen-
dra (‘fruto’), con el sufijo -uco; fresón (‘fruto’) / fresa (‘fruto’), piñón (‘fruto’) / piña
(‘fruto’) y almendrolón (‘fruto’) / almendra (‘fruto’), con el sufijo -ón; naranjilla
(‘fruto’) / naranja (‘fruto’) y duraznilla (‘fruto’) / durazno (‘fruto’), con el sufijo -illa;
manzaneta (‘fruto’) / manzana (‘fruto’), con el sufijo -eta…
La formación mediante un sufijo de un nuevo nombre de fruto, paralelo al ya exis-
tente, puede deberse a una razón semántico-pragmática, como es el caso de almendruco
(< almendra) ‘almendra no madura, de cáscara verde’, de fresón (< fresa) ‘fresa oriunda
de Chile de tamaño mayor, color rojo amarillento y sabor más ácido’, de naranjilla (<
naranja) ‘naranja verde de pequeño calibre para conserva’, de manzaneta (< manzana)
‘Álava. Fruto de la gayuba’, y de piñón (< piña) ‘simiente o almendra del pino piñonero,
contenida en la piña’. La breva es, en realidad, un higo más tempranero; los dos son fru-
tos de la higuera. El doblete puede deberse a una razón de índole dialectal, como en
duraznilla (< durazno) o almendrolón (< almendra, Castilla-La Mancha). Las razones
pueden ser también de carácter histórico, etimológico, etc.
Dado que el nombre del fruto no se obtiene con la aplicación de un único sufijo, deri-
ve del nombre del árbol o del nombre del fruto, sino que los sufijos que aparecen en el
corpus son muy diversos, el patrón constructivo que, en todo caso, podría proponerse es
el siguiente (adoptamos convencionalmente las formas -a y -o como terminaciones de la
base porque son las más habituales; las demás pueden considerarse esporádicas):

6) -a, -o → sufijo {-ón -ina, -illa, -uco, -ote, -ocho, -eta…}

A este grupo se deberían adscribir los derivados con sufijo atípico o especial que
resultan de la formación de dobletes, como es el caso de palma (‘árbol’) / palmito
(‘fruto’), junto a palmito (‘árbol’) / palmito (‘fruto’), o el citado durazno (‘árbol’) /
duraznilla (‘fruto’), junto a durazno (‘árbol’) / durazno (‘fruto’).
En cualquier caso, debe resaltarse que el esquema 6) no es agrupable con los esque-
mas 1)-4) porque el proceso de formación es distinto: en aquellos se crean nombres de
árboles y en este, nombres de frutos.

3.2. Heteronimia

La relación entre el nombre del fruto y el nombre del árbol es, desde la perspectiva
del léxico, aún más compleja porque, en algunos casos, la correspondencia morfológica
entre uno y otro es inexistente, dado que no existe ningún tipo de parentesco etimológi-
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co: el nombre del fruto y el nombre del árbol no comparten radical; pueden considerarse
heterónimos, creaciones idiosincrásicas: breva / higuera, aceituna / olivo, bellota / enci-
na ~ alcornoque ~ roble, uva / vid ~ parra, dátil / palma ~ palmera, pomarrosa / yambo,
manzaneta / gayuba, manzanita / acerolo…; si bien, como se ha indicado previamente,
algunas de estas formas extrañas han desarrollado una variante adaptada a un patrón
derivativo regular: aceituna (‘fruto’) / aceituno (‘árbol’), oliva (‘fruto’) / olivo (‘árbol’),
breva (‘fruto’) / [higuera] breval (‘árbol’), dátil (‘fruto’) / [palmera] datilera (‘árbol’),
acerola (‘fruto’) / acerolo.
La existencia de algunas de estas parejas se debe al hecho de que el árbol o el fruto
pueden denominarse de dos o más maneras diversas; así, el fruto del pistachero se llama
pistacho o alfóncigo, y el árbol que produce el pistacho, pistachero o alfóncigo; el alfón-
cigo puede, pues, designar tanto el ‘árbol como el ‘fruto’. Asimismo, junto a los pares
tuera (‘fruto’) / tuera (‘árbol’) y coloquíntida (‘fruto’) / coloquíntida (‘árbol’), pueden
formarse los pares tuera (‘fruto’) / coloquíntida (‘árbol’) y tuera (‘árbol’) / coloquíntida
(‘fruto’), habida cuenta de la sinonimia entre tuera y coloquíntida.
A mitad de camino, se sitúan los pares zarzamora (‘fruto’) / zarza (‘árbol’) y mora
(‘fruto’) / zarzamora (‘árbol’), junto al de zarzamora (‘fruto’) / zarzamora (‘árbol’):
existe una identidad morfológica en el radical, pero no interviene ningún proceso de afi-
jación. Como equivalente de zarzamora, la mora establece una relación idiosincrásica
con la zarza, según la oposición mora (‘fruto’) / zarza (‘árbol’).
En otros casos, tampoco existe parentesco etimológico alguno porque la denomina-
ción del fruto no dispone de su correspondiente denominación del árbol, como ocurre
con picota (*picoto, *picotero…), fresquilla (*fresquillo, *fresquillera…) o poma
(*pomo, *pomero…)3. La tápara, que carece de táparo, es sinónimo, en Aragón, de
alcaparrón (‘fruto de la alcaparra’), aunque, en otras zonas, de alcaparra (‘planta’).

4. Diversidad dialectal del español

En verdad, la distribución de esquemas constructivos expuesta en la sección 2, que


podría parecer estable, no se ajusta fielmente a la realidad, pues, por un lado, se produ-
cen numerosos solapamientos y rivalidades sufijales, y, por otro, existen denominacio-
nes, restringidas o endémicas de un área geográfica, que escapan a tales esquemas ge-
néricos.
Como se ha visto, algunos nombres de fruto admiten, en su uso estándar, dos o más
sufijos para la formación del nombre del árbol, por lo que este se integra en más de un
esquema: nuez / nogal ~ noguera, serba / serbo ~ serbal, madroño / madroño ~ madro-
ñero ~ madroñera, cidra / cidro ~ cidral ~ cidrera, alcaparra / alcaparro ~ alcaparra ~

3 El DRAE (2001) no registra la acepción ‘árbol’ para ciertas voces, como pomo (cuya fruta es la poma, o
manzana), paraguayo (cuya fruta es la paraguaya), mandarino (cuya fruta es la mandarina), nectarino
(cuyo fruto es la nectarina) o pomelo (acaso, pomelero, conforme a los derivados limero y limonero); ni
la de ‘fruto’, como manzanilla (fruto del manzanillo, clase de olivo), caoba (fruto del caobo o la caoba),
espina (fruto del espino) o calabazona (fruta del calabazón, o calabazona, tal como se conoce en Álava
una especie de cerezo). Unos y otros términos se usan con más o menos generalidad y son a veces reco-
gidas en algunos estudios.
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alcaparrera, almendra / almendro ~ almendral ~ almendrera ~ almendrero, etc.; los


dobletes derivativos se producen con extrema facilidad cuando una de las denominacio-
nes del árbol (comúnmente, la formada con -o) es idéntica a la del fruto o a la inversa:
membrillo / membrillo ~ membrillero, plátano / plátano ~ platanero, durazno / durazno
~ duraznero, durazno / durazno ~ duraznilla, albérchigo / albérchigo ~ alberchiguero…
Uno de los sufijos suele ser más frecuente o conocido, como ocurre con naranjo, frente a
naranjero, o con manzano, frente a manzanal y manzanera. La diferente sufijación puede
estar justificada semánticamente, como ocurre en amplias zonas de España entre moral
(‘el árbol que produce la mora de color morado’) y morera (‘el árbol que produce la
mora de color blanco amarillento’).
La diversidad dialectal del español es la principal causa de que resulte bastante artifi-
ciosa la distribución de esquemas, dado que se produce una gran proliferación de sufijos,
máxime si el estudio no se limita sólo al español peninsular o de España. Así, por ejem-
plo, existen áreas geográficas donde el sufijo estándar compite con otro propio y oriundo
del lugar. Por ejemplo, el sufijo -era es muy prolífico en Aragón, y así se han formado
nombres de árbol extraños al resto de España, como castañera (= castaño), cerecera (=
cerezo), perera (= peral) o ciruelera (= ciruelo); en la región de Castilla-León, es -al el
sufijo que ha extendido su acción a voces inusuales en otras zonas de la Península, como
cerezal (= cerezo), guindal (= guindo), manzanal (= manzano), castañal (= castaño),
ciruelal (= ciruelo), higal (= higuera), naranjal (= naranjo) o serbal (= serbo). Tal sufi-
jo ha conseguido desarrollar, atípicamente, el alomorfo -ar, colisionando ambos con el
valor característico del sufijo ‘conjunto de (árboles)’ o ‘lugar donde abunda (árbol)’:
higar (= higuera), castañar (= castaño), ciruelar (= ciruelo), etc. (Geiger 1966: 179-
180). Los desajustes son más numerosos y acusados si se tienen en cuenta las variantes
del español de América. Así, en Ecuador, el árbol de la manzana es el manzanero, que en
España también significa ‘manzano silvestre’; en Colombia, guama y guamo designan
indistintamente el árbol, y lo mismo ocurre en Cuba respecto de guanábana y guanába-
no; papayal y papayero es como se denomina en Guatemala y El Salvador, respectiva-
mente, el papayo (y mamón en numerosas zonas de Suramérica); en América -al consti-
tuye un sufijo altamente productivo en la formación de nombres de árboles: naranjal,
cafetal, granadal, etc.
La realidad lingüística es, además, más compleja porque se han creado denominacio-
nes marginales debidas a alteraciones fonéticas que quiebran todos los esquemas de for-
mación señalados: cirecera (por cerezuela ‘cerezo’) y ceruelera, cirolera o cigüelera
(por ciruelera ‘ciruelo’), ahigal y almelocotonal (por higal ‘higuera’ y melocotonal
‘melocotonero’), nuezal, nozal o ñozal (por nogal), caparra (aféresis de alcaparra),
almaizo (por almez o almezo), albericoque (por albaricoque)…
La determinación de esquemas y su distribución se ven también alteradas esporádi-
camente por la sufijación caprichosa que eligen algunos nombres de árbol, diferente de
los cuatro modelos sufijales regulares. Así, el sufijo -ana ha dado lugar a caobana
(‘árbol’), junto al regular caobo o caoba.
A tenor de la heterogeneidad dialectal del español en el mundo y la caprichosa idio-
sincrasia del idioma en el uso de los esquemas derivativos para formar nombres de árbo-
les y algunos nombres de fruto, la conclusión que podría extraerse, sin temor a incurrir
en un craso error, es que ningún patrón regular es capaz de establecer una relación biuní-
voca entre el nombre de un fruto determinado y el nombre de un árbol determinado o
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entre el nombre de un árbol determinado y un sufijo. El hecho de que, sin salir de las
fronteras del español de España, albergero, albaricoquero y albercoquero sean formas
diversas de denominar el mismo árbol, y que se hayan seleccionado cuatro sufijos equi-
valentes para identificar el árbol que produce la almendra (almendr-o, almendr-al,
almendr-ero, almendr-era), son una prueba contundente de lo que acabamos de afirmar.

5. Nuestra hipótesis: el esquema de formación -a (‘fruto’) → -o (‘árbol’)

Nosotros sugerimos que el esquema -a (‘fruto’) → -o (‘árbol’) no representa un pro-


ceso flexivo relacionado con el género gramatical, sino derivativo. Fundamentamos
nuestra propuesta con los siguientes argumentos:

1) Distinto referente. La primera y principal razón es de orden extralingüístico, refe-


rencial, y, consecuentemente, semántica. La oposición -o (cerezo) / -a (cereza) no rela-
ciona manifestaciones de una misma realidad diferenciadas por el sexo, como en las
oposiciones de género sexuado del tipo maestro / maestra y perro / perra, que son neu-
tralizables, sino referentes completamente distintos, un árbol y un fruto; tan diferentes
como los objetos designados en los pares libro / libra y puerto / puerta, pues entre los
miembros de cada par no existe ninguna relación extralingüística.
En una definición lexicográfica, las voces perro y perra compartirían los mismos
rasgos semánticos, hasta el punto de que el femenino perra pudiera definirse como ‘hem-
bra del perro’, es decir, con todas las propiedades asociadas al masculino más la caracte-
rística específica del sexo.
La diversidad referencial tiene reflejo en la morfología. Desde el punto de vista mor-
fológico, puede afirmarse que el par perro / perra representa una misma palabra flexio-
nada de dos modos distintos; esto no puede decirse del par cerezo / cereza, pues no hay
una única palabra, sino dos, un primitivo y su derivado. Se establece una relación formal
entre una base y un afijo.
Que la oposición cerezo / cereza relaciona referentes distintos queda probado con el
hecho de que el plural no puede consistir en la suma de individuos singulares, frente a lo
que ocurre en oposiciones del tipo perro / perra (I), y de que su conmutación en determi-
nados contextos produce secuencias semánticamente inaceptables (II):

(I) Los perros [se vendieron ayer] = El perro y la perra [se vendieron ayer].
Los cerezos [se vendieron ayer] ≠ El cerezo y la cereza [se vendieron ayer].

(II) El cerezo está frondoso → *La cereza está frondosa.


La cereza está ácida → *El cerezo está ácido.
El perro está contento → La perra está contenta.

En español, el plural perros (I) admite la interpretación dual (perro + perra), pero no
cerezos (cerezo + cereza).
2) Significado léxico del sufijo. En la relación cerezo / cereza, la vocal -o es un mor-
fema derivativo porque tiene un significado léxico: incorpora el significado ‘árbol’ a la
base léxica a la que se adjunta, igual que los otros sufijos: melocotonero [← melocotón]
‘árbol cuyo fruto es el melocotón’, cerezo [← cereza] ‘árbol cuyo fruto es la cereza’.
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Además, este significado (‘árbol’) es constante: cerezo ‘árbol cuyo fruto…’, manzano
‘árbol cuyo fruto…’, naranjo ‘árbol cuyo fruto…’, etc.
Como en todo mecanismo derivativo, en la formación de cerezo se realiza la actua-
ción conjunta de un significante (el morfema -o) y un significado (‘árbol’); en otras pala-
bras, la adjunción del sufijo va asociada indisolublemente a la adjunción de un significa-
do. Tal correlación entre significante y significado no se produce en numerosos procesos
flexivos porque no existe expresión fonética del género: en las palabras fe, sed, sol,
poema, mujer, etc., la noción semántica de género no va asociada a ninguna marca for-
mal. En las realidades sexuadas del tipo perro / perra o maestro / maestra sí existe corre-
lación entre el género semántico y el género gramatical, pero, en estos casos, el signifi-
cado del morfema es meramente gramatical, no léxico. Ahora bien, la relación entre
género semántico y género gramatical en las realidades sexuadas tampoco es uniforme ni
sistemática, como ponen de manifiesto palabras como hombre / mujer (oposición del
género por heteronimia), águila (género epiceno), artista (género común), virago (feme-
nino en -o), profeta (masculino en -a), gallo / gallina o papa / papisa (formación del
femenino en -a mediante sufijo), etc. Este hecho pone, asimismo, de relieve que, en
español, la correspondencia género semántico / género gramatical, o noción de género
semántico / expresión morfológica de género, presenta muchas lagunas, más de las que
pudieran determinarse en los procesos derivativos. En estos, además, las posibles lagu-
nas se justificarían por otras causas, como, por ejemplo, el fenómeno de bloqueo que
actúa cuando se produce una redundancia léxica, esto es, cuando ya existe en el lexicón
otra palabra de significado idéntico.
Por otra parte, la oposición flexiva -o/-a puede connotar diversos valores semánticos
(tamaño, forma, colectividad…) en las realidades asexuadas –igual que el sexo en las
realidades sexuadas–, cosa que no ocurre con la oposición derivativa -o/-a.
En conclusión, puede decirse que los procesos flexivos se caracterizan por su escasa
sistematicidad, sobre todo en las realidades de género no sexuado, mientras que los pro-
cesos derivativos, del tipo cerezo / cereza, son más sistemáticos. La sistematicidad sería
mayor si se interpretara, como creen algunos autores (Ambadiang 1993: 101), que el
género semántico viene inducido por el género del sufijo: la -o de cerezo se describe
conjuntamente como marca derivativa y como marca flexiva de género, a modo de mor-
fema sincrético o cumulativo.
3) Insensibilidad sintáctica. Distintamente de la oposición maestro / maestra, la
oposición cerezo / cereza es insensible a la sintaxis; no tiene repercusiones en la concor-
dancia porque el género en los frutos y árboles –aunque pueda tener una explicación pri-
mero etimológica y luego analógica– es, en la perspectiva del español actual, tan arbitra-
rio o tan motivado como puede serlo en otros nombres de realidades asexuadas, como
libro o mesa.
4) Afinidad con otros modelos productivos. El esquema -a (‘fruto’) → -o (‘árbol’)
funciona exactamente igual que otros patrones morfológicos basados en la adjunción de
un sufijo derivativo con el significado léxico ‘árbol’, por lo que parece razonable inte-
grarlo en el mismo inventario de sufijos denominales (-ero, -era, -al, -o): lima + -ero →
limonero, higo + -era → higuera, pera + -al → peral, cereza + -o → cerezo.
5) Sinonimia. La creación del citado paradigma de sufijos da lugar a un fenómeno
semántico de sinonimia: los sufijos -ero, -era, -al, -o no son alomorfos, sino morfemas
sinónimos porque comparten el mismo significado (‘árbol’), del mismo modo que son
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sinónimos los sufijos derivativos -miento, -ción, -dura, -ado, -o, -e, -a, aje, al compartir
el significado ‘acción’ (ofrecimiento, actuación, rayado, voladura, asedio, amarre,
venta, aterrizaje) o los sufijos -ío, -erío, -ivo(a), -ado, -al, -edo(a), -aje, -ario, -ería, -
ata, al compartir el significado ‘colectividad’ (gentío, griterío, normativa, vallado, jun-
cal, hayedo, andamiaje, grifería, poemario, columnata).
Las formas -o (maestro), -e (conde) y Ø (pastor) son alomorfos del morfema flexivo
de género masculino. Su significado no es léxico, sino puramente gramatical.
La sinonimia (si se niega su existencia en los morfemas gramaticales) es un fenóme-
no ajeno a la morfología flexiva, totalmente atípico; la alomorfía es un fenómeno típico
de la morfología flexiva, pero en absoluto ajeno a la morfología léxica.
6) Unidireccionalidad del proceso de formación. Como se ha indicado al principio
(Sección 1), el proceso formador de nombres de árboles en -o tiene, básicamente, un
carácter unidireccional (Ambadiang 1993: 97; 1999: 4881), como sucede generalmente
con cualquier proceso de sufijación derivativa; comp.:

cereza → cerezo / * cerezo → cereza


melón → melonar / *melonar → melón
ceniza → cenicero / *cenicero → ceniza

La unidireccionalidad queda confirmada semánticamente efectuando la paráfrasis


característica de la definición lexicográfica, en la que el nombre del fruto está incluido
en la definición del nombre del árbol: cerezo = ‘árbol cuyo fruto es la cereza’.
La unidireccionalidad se verifica en otros procesos derivativos: álamo → alameda =
‘lugar donde hay álamos’, melón → melonero = ‘persona que vende o cultiva melones’,
ceniza → cenicero = ‘recipiente para recoger la ceniza’, oficina → oficinista = ‘empleado
de una oficina’, etc.
Podría objetarse que el sentido del proceso derivativo [fruto → árbol] no es único,
sino que puede seguir el sentido contrario, árbol → fruto, como en enebro → enebrina;
ahora bien, aunque el sentido del proceso cambie, en ningún caso se produce bidireccio-
nalidad: o va del fruto al árbol o va del árbol al fruto (no tenemos en cuenta los pocos
casos de formación fruto → fruto, del tipo almendra → almendruco).
Por el contrario, el criterio de unidireccionalidad no se cumple en los procesos flexi-
vos, pero sí el de bidireccionalidad: es posible tanto maestro → maestra como maestra
→ maestro. El sentido de la dirección vendrá impuesto por la sintaxis o la semántica. No
es factible una paráfrasis similar a las previamente señaladas en los procesos derivativos.
Además, si se tienen en cuenta otras oposiciones en realidades asexuadas (cesto /
cesta, huevo / hueva, etc.), habría que proponer no una, sino varias paráfrasis.
El que el proceso flexivo es bidireccional queda probado con la formación y regula-
rización de nombres de cargos y oficios en los dos sentidos: abogado → abogada, juez
→ jueza; azafata → azafato, modista → modisto. También queda probado con la crea-
ción lúdica y festiva de nombres de género contrahecho, pues se recurre al modelo de
oposición -o / -a (González Ollé 1981, García-Page 1991 y 1996, Bravo 1992): sin dine-
ros ni dineras (Francisco de Quevedo) [-o → -a: dinero → dinera], ni ínsulos ni ínsulas
(Miguel de Cervantes) [-a → -o: ínsula → ínsulo]…
La preponderancia del modelo flexivo “masculino → femenino” en nombres de ofi-
cio tiene una explicación exclusivamente extralingüística, sociocultural. Quizá el único
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contraejemplo de la bidireccionalidad es la formación de nombres de cargos y oficios


femeninos mediante los sufijos -ina, -esa, -isa, dado que el sentido del proceso siempre
va del masculino al femenino: zar → zarina, barón → baronesa, sacerdote → sacerdoti-
sa. Pero la unidireccionalidad podría justificarse, en este caso, interpretando que la for-
mación del femenino lleva anejo un ciclo derivativo por sufijación.
Esta tendencia a la normalización del esquema -o / -a se advierte también en la crea-
ción de femeninos que ya disponen de otra forma sancionada por la comunidad, como es
el caso de actora (< actor), almiranta (< almirante), tigra (< tigre), etc., dando lugar así
a dobletes: actora / actriz, almiranta / almirantesa, tigra / tigresa, etc. Cabe advertir que
los femeninos normalizados no son productos recientes –aunque su uso esté más exten-
dido actualmente–, ya que tales registros están históricamente atestiguados. La forma-
ción de dobletes o series de más de dos es más propia de la morfología derivativa que de
la flexiva gracias a la relación de sinonimia que puede establecerse entre sufijos derivati-
vos: almendro / almendral / almendrera / almendrero, embotadura / embotamiento,
desembarco / desembarque / desembarcación, etc. En flexión, los dobletes más frecuen-
tes se producen en relación con el morfema de número: clubs / clubes, jabalís / jabalíes,
los currículos / los currículum, etc.
7) Asincretismo. Como sufijo derivativo, el morfema -o no representa ningún caso
de sincretismo (cf. Ambadiang 1993, prueba 3). El sincretismo es un fenómeno propio de
la morfología flexiva, como ocurre con la forma verbal -o, que representa persona (pri-
mera) + número (singular) + tiempo (presente) + modo (indicativo).
8) Polisemia. Tal como se ha indicado anteriormente, la morfología derivativa puede
originar hechos de polisemia: cuando un afijo derivativo comporta dos o más sentidos, la
palabra afijada puede considerarse polisémica. Es lo que ocurre con la -o en membrillo,
que puede significar ‘fruto’ y ‘árbol (= membrillero)’; y lo mismo podría decirse de otras
voces formadas con otros sufijos, como almendral: ‘árbol’ y ‘lugar cultivado de almen-
dros’, almendrero: ‘árbol’ y ‘persona que vende almendras o cultiva almendros’, etc. La
-o en maestro, por el contrario, no significa más que ‘masculino’, en correlación con el
sexo del referente.

6. Conclusión

La pareja cereza (‘fruto’) / cerezo (‘árbol’) no representa en español una oposición


de naturaleza flexiva relativa al género gramatical, como puede representar el par maes-
tra / maestro, sino una relación de tipo derivativo según la cual el nombre del árbol deri-
va del nombre del fruto mediante un proceso de afijación; bajo esta concepción, el seg-
mento vocálico -o es un sufijo denominal, con igual función y significado que los sufijos
-ero, -era y -al, con los que forma un paradigma cerrado. Las denominaciones de árbol
en -o se construyen regularmente sobre nombres de fruto o fruta en -a, frente a lo que
sucede con los otros sufijos. El esquema -a (‘fruto’) → -o (‘árbol’) resulta, en la sincro-
nía actual, un modelo de formación altamente productivo.
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