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Por un último aliento

Cada persona desde el momento en el que nace tiene derecho a estar vivo, a estar seguro y a
ser libre. A pesar de esto, es inhumano el hecho de pensar que es vida al momento de que una
persona pasa por un dolor qué va fuera de sí mismo. Cuando los medicamentos ya no hacen
efecto frente al dolor que llegan a sentir postrados en una cama sin siquiera poder expresarlo.
Entonces, en ese momento podría considerarse la eutanasia pasiva como una opción más
humana qué permitir que continúe el sufrimiento de esta.
La posición en la que viven los pacientes en estado vegetativo es deprimente, estos se
encuentran paralizados, no pueden moverse, no pueden comer por sí solos o ni siquiera
respirar por su cuenta. Muchas personas siguen estando consientes, tienen la capacidad
escuchar lo que está a su alrededor, y por ende pensar. Usualmente sus cuerpos pasan por
constantes calambres, en los que todos los músculos de su cuerpo se tensan, causándoles un
indescriptible dolor. Estas personas, se encuentran atrapadas en su propio cuerpo, sin poder
expresar que están sintiendo, si algo les duele, si están tristes o si sienten miedo.
Se mantienen respirando a través de un tubo en su garganta que lleva oxígeno a sus pulmones
desde una máquina, y logran alimentarse por un catéter que va directo a su estómago con los
nutrientes necesarios para mantenerse.
En algunos casos, uno o tal vez dos de los familiares se tratan de colocar en sus zapatos, y
piensan en el dolor que estos sienten. Entonces, se plantean la eutanasia pasiva como una
opción para permitirles una muerte justa. Pero, en la mayoría de estos casos los demás no lo
entienden de esa manera, y se oponen rotundamente a esto. Usualmente se desea luchar
contra la condición en la que existen, generalmente tienen casi toda una vida postrados en una
cama sufriendo constantemente, con tan solo la esperanza de algún día despertar de su
pesadilla, de la forma que sea.
Por otro lado, tenemos a la Iglesia, que se encuentra en total desacuerdo con esto, estos
expresan que esta simplemente mal. Se piensa que solo Dios tiene el derecho de acabar con la
vida. Que sólo él la da y la quita. Pero estas personas no están viviendo, no dependen de sí
mismos. Sus familias tampoco lo están. Las familias que pasan por este tipo de situación, pues
tienden a desmoronarse ya sea por el arduo trabajo, la carga emocional y la lucha constante
para hacerse cargo de las altas cuentas del hospital. Siempre viviendo en la esperanza de que su
ser querido algún día despierte. Pero todo esto sin entender el sufrimiento constante al que se
abstiene el paciente.
Sin duda alguna, este tema es de mucha controversia. Debemos de considerar todos los
principios bioéticos sociales y culturales implicados en la misma. Sin embargo, ante todo
debemos de valorar las necesidades de aquel que intentamos proteger. A pesar de que la ley no
contempla la eutanasia como una figura jurídica debería considerarse la eutanasia pasiva como
una opción más humana qué permitir que continúe el sufrimiento de estas personas.

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