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M A

ANGELES BELMAR MARCHANTE

LAUSO Y ELICIO: DIVERGENCIA PERSONALIZADORA


DEL AMOR EN C E R V A N T E S

Cervantes, en paralelismo temático con las narraciones del género


pastoril, supone en La Galatea la fijación de la actualidad idealizante
que lo identifica inmerso en la tensión personal de la experiencia
vivida.
La afirmación idílica del sentimiento amoroso constituye en la
novela pastoril española, un sistema narrativo, donde la expresión del
yo del autor aparece adecuada a la verosimilitud literaria que propone
la exteriorización descriptiva de lo perceptible.
Cervantes conecta, pues, con la fantasía literaria que le permite
desplazarse artísticamente y pertenecer como personaje al resultado
de un proceso creativo.
Ahora bien, la vinculación del autor con la inventiva facilitada por
el conocimiento de un mundo animado por el tópico de lo pastoril, no
implica que la actitud vital que reconoce al novelista en constante com­
plicidad con el lector, no pueda sucederse en conexión con el trata­
miento estético que prescribe el relato bucólico.
De modo que, Cervantes en el prólogo a los Curiosos Lectores,
incide en la presencia verdadera del yo, para codificar, en avanzada
ambigüedad, la impresión sensible del sentimiento amoroso que la
vida cotidiana le niega:

... no temeré mucho que alguno condene haber mezclado razones de filosofía entre
algunas amorosas de pastores, que pocas veces se levantan a más que a tratar cosas
del campo, y esto en su acostumbrada llaneza. Mas advirtiendo — c o m o en el
discurso de la obra algunas veces se hace — que muchos de los disfrazados pasto­
res de ella lo eran solo con el hábito, queda llana esta o b j e c i ó n .
1

1
Miguel de Cervantes, « L a Galatea», en Obras Completas, T o m o I, Madrid, Aguilar,
1986, p. 737. Con referencia a la cita señalada A. Valbuena Prat, advierte en el prólogo
que precede al texto de Cervantes que el autor: « S e disculpa de — haber mezclado razones
de filosofía entre algunas amorosas de pastores —, y da la clave de lo que pueda ser novela
de personajes encubiertos bajo la moda pastoril» p. 733. N o hay que olvidar, por ello, que
Cervantes está aludiendo, asimismo, a las características generales que conformaban las
antecedentes novelas pastoriles. A este propósito, responde la valoración auténtica de la
existencia de algunos de los personajes literarios que aparecen en la novela, condición

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Juicio que encontramos puesto de manifiesto en las palabras de
Elicio cuando dice:

Así que si la plática que los dos han tenido de más que de pastores te parece, con­
témplalos como fueron y no c o m o ahora son. Cuanto más, que hallarás pastores
en estas nuestras riberas que no te causarán menos admiración si los oyes que
los que ahora has oído, porque en ellas apacientan sus ganados los famosos y cono­
cidos Enanio, Siralvo, Filardo, Silvano... 2

Gil Polo, sin embargo, en la Diana enamorada, piensa que:

es bastante el Amor para hazer hablar a los más simples pastores avisos más
encumbrados, mayormente si halla aparejo de entendimiento v i v o e ingenio
despierto, que en las pastoriles cabanas nunca faltan . 3

Del mismo modo que Gálvez de Montalvo en El Pastor de Fílida,


implicado en la voz del narrador, alude al respecto que:

El segundo objeto podrá ser el lenguaje de mis versos. También darán mis Pastores
mi disculpa, con que todos ellos saben, que el ánimo del amado mejor se mueve,
con los conceptos del amador, que, con el viento, las hojas de los a r b o l e s . 4

Cervantes, por consiguiente, en función distinta a los autores men­


cionados, se concretiza supeditado a la compleja realidad interna que
le impide vivificar el amor desde la propia experiencia.
En este sentido, es interesante destacar cómo Cervantes en el
escrutinio de la librería de Don Quijote, donde se entiende la visión
crítica que el autor proyecta sobre diferentes creaciones pastoriles,
declara respecto a su primera novela , La Galatea, que: «es más ver-
5

sugerida ya en La Diana de Montemayor, cuando expresa, refiriéndose al « A R G U M E N T O


D E S T E L I B R O » que: «hallarán muy diversas historias, de casos que verdaderamente han
sucedido, aunque van disfrazados debajo de nombre y estilo pastoril» ed. de Asunción
Rallo, Madrid, Cátedra, 1991, p. 108.
2
Cervantes, La Calatea, op. cit., p. 846. Siralvo representaría, en la obra de Cervan­
tes, al propio autor Gálvez de Montalvo, identificado por él mismo en El Pastor de Fílida,
Valencia, 1792.
3
Gil Polo, Diana enamorada, prólogo, edición y notas de Rafael Ferreres, Espasa-
Calpe S.A., Madrid, 1973, p. 77. La teoría platónica del S. X V I en la que se defiende la
virtud cognoscitiva del amor, fue aceptada, en su mayoría, por los autores de novela pasto­
ril. Cervantes recrea la misma idea para aludir al personaje de Erastro, ya que: «aunque
rústico, era, como verdadero enamorado, en las cosas de amor tan discreto, que cuando
en ellas hablava, parecía que el mesmo amor se las mostrava y por su lengua las p r o f e r í a » ,
en op. cit., p. 740, aunque sometido a la innegable tentativa humana, como se irá revelando
a lo largo del texto narrativo.
4
Gálvez de Montalvo, op. cit., pp. 293-294.
En el prólogo a los Curiosos Lectores llama la atención acerca de « L a ocupación
de escribir églogas...», lo que significa para Avalle-Arce según se manifiesta en su intro­
ducción a La Galatea, Espasa-Calpe, Madrid, 1987, y siguiendo los comentarios de Fernando
de Herrera cuando expresa, refiriéndose a la égloga que: « L a materia desta poesía es las

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sado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena inven­
ción; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la segunda
parte que p r o m e t e » . 6

Creo que con esta afirmación el autor, de algún modo, nos está
acercando a la conceptualización idealista del sentimiento de amor que
expresará con el personaje femenino de Dulcinea.
De tal manera que Cervantes, inicia en La Galatea el sentido per­
manente de la «disfrazada» intimidad, enamorada de un deseo que, si
bien, configura la melodía de toda su creación artística, se sentirá, sin
embargo, exento de vida propia, con lo que se aleja de la impresión
realista que se sucede en la obra de su coetáneo Lope de Vega acerca
del conocimiento del amor:

¿Qué mayor riqueza para una mujer que verse eternizada? Porque la hermosura
se acaba, y nadie que la mira sin ella creo que la tuuo; y los versos de su alabanca
son eternos testigos que viuen con su nombre. La Diana de Montemayor fue una
dama natural de Valencia de Don Juan, junto a León, y Ezla, su río, y ella serán
eternos por su pluma. Assí la Fílida de Montaluo, la Galatea de Cervantes, ... 7

Cervantes, decepcionado por la incomprensión de una realidad


histórica que se vuelve contra é l , se aproxima a la transfiguración
8

poética característica de la novela pastoril, con la intención de interve­


nir en el fondo de la acción que evocaba la continuidad de la bucólica
greco-latina.

cosas i obras de los pastores» en Obras de Garcilaso de la Vega con anotaciones de Fer­
nando de Herrera, prólogo de Antonio Gallego Morell, Madrid, Clásicos Hispánicos,
C.S.I.C., 1973, que: «égloga tenía que ser La Galatea, en la nomenclatura de la época, para
su autor y sus lectores, ya que la voz novela sólo adquiría carta de ciudadanía en España
a partir de las Novelas Ejemplares del propio Cervantes (1613)» p. 6, dónde el mismo autor
en el prólogo p r o p o n e « Y o soy el p r i m e r o que he novelado en lengua castellana», ed. de
Juan Bautista Avalle-Arce, Madrid, Castalia, 1983, V. I, pp. 64-65.
6
Cervantes, El Quijote, ed. de John Jay Alien, Madrid, Cátedra, 1990, (I, V I ) , p. 137.
7
Lope de Vega, La Dorotea, ed., de Edwin S. Morby, Madrid, Castalia, 1980, Acto II,
escena II, pp. 153-154, donde el poeta exterioriza en Dorotea y don Fernando la actual
proyección que vive con Elena Osorio, pasión que le había costado «dos mil v e r s o s » , como
el propio autor dirá en el acto IV, escena I, pp. 321-322.
8
Entre los muy diversos estudios acerca de la figura de Cervantes, considero nece­
sario tener en cuenta la documentación histórico-social que manifiesta la obra de Luis
Astrana Marín, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid, Editorial
Reus, 1948-58, 7 vol.; del mismo modo que las interpretaciones facilitadas por A. Castro,
en Hacia Cervantes, Madrid, Taurus, 1967, El Pensamiento de Cervantes, nueva edición
ampliada y con notas del autor y de J. Rodríguez-Puertolas, Barcelona, Noguer, 1980, libro
éste último donde se valora como: « L o pastoril viene a su hora y sazón, guiado por motivos
intensos que afectan a lo íntimo de la sensibilidad y de la ideología coetáneas» p. 180; por
Fray Diego de Haedo en, Topograjía e Historia general de Argel, Madrid, Sociedad de Biblió­
filos españoles, 1927-29, donde se analiza el desventurado cautiverio de Cervantes y por
tanto es decisivo para entender al «Caballero de la Triste Figura», Don Quijote; y por J.
Canavaggio en Cervantes, Madrid, Espasa-Calpe, 1987, en cuanto que establece, a modo
de síntesis, la relación evidente entre arte y vida c o m o generadora de toda la producción
literaria del autor.

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De hecho, la realidad arcádica a la que el novelista aspira y que
sólo alcanzará de manera literaturizada, cómo nos los manifiesta en
el Coloquio de los Perros, donde recrea estilisticamente en ironía la
amarga derrota que lo separa de los sueños y ambiciones personales
que han dado sentido a la existencia del poeta:

Berganza: Lo más del día se les pasaba espulgándose o remendando sus abarcas;
ni entre ellos se nombraban Amarilis, Fílidas, Galateas y Dianas, ni había Lisardos,
Lausos, Jacintos ni Riseles; todos eran Antones, Domingos, Pablos o Llorentes, por
donde vine a entender lo que pienso que deben de creer todos que todos aquellos
libros son cosas soñadas y bien escritas para entretenimiento de los ociosos, y no
verdad alguna; que a serlo, entre mis pastores hubiera alguna reliquia de aquella
felicísima vida y de aquellos amenos prados, espaciosas selvas, sagrados montes,
hermosos jardines, arroyos claros y cristalinas fuentes, y de aquellos tan honestos
cuanto bien declarados requiebros, y de aquel desmayarse aquí el pastor, allí la
pastora, acullá resonar la zampona del uno, acá el caramillo del o t r o . 9

se estructura, en sus diferentes formas, en El Quijote y no se olvida 10

en la dedicatoria del Persiles a Don Pedro Fernández de Castro , 11

dónde promete la segunda parte del libro de la Galatea:

Si a dicha, por buena ventura mía, que ya no sería ventura, sino milagro, me diese
el cielo vida, las verá, y con ella fin de la Galatea, de quien sé está aficionado vuesa
Excelencia -
,2

Promesa que ya había sugerido al finalizar La Galatea, cuando anuncia


que:

El fin de este amoroso cuento e historia, con los sucesos de Galercio, Lenio y Gela-
sia, Arsindo y Maurisa, Grisaldo, Artandro y Rosaura, Marsilio y Belisa con otras
cosas sucedidas a los pastores aquí nombrados, en la segunda parte de esta historia

9
Cervantes, «Coloquio de los P e r r o s » en las Novelas Ejemplares, op. cit., 1983.
1 0
Recuérdense, entre otros los capítulos X I - X I V de la primera parte, que constituyen
la historia pastoril de Marcela y Crisóstomo, episodio que Valbuena, en el estudio prelimi­
nar a las Obras Completas, op. cit., de Cervantes, considera importante en cuanto que:
« m a r c a la evolución de la moda pastoril, fracasada en la Galatea, hacia una condensación
e interés de acción que marcan un hondo p r o g r e s o » p. 28, así c o m o el capítulo L X V I I de
la segunda parte, cuando Don Quijote decide «hacerse pastor y seguir la vida del c a m p o » :
« É s t e es el prado donde topamos a la bizarras pastoras y gallardos pastores que en él
querían renovar e imitar a la pastoral Arcadia, pensamiento tan nuevo como discreto, a
cuya imitación, si es que a ti te parece bien, querría, ¡Oh Sancho!, que nos convirtiésemos
en pastores, siquiera el tiempo que tengo de estar recogido. Y o compraré algunas ovejas,
y todas las demás cosas que al pastoral ejercicio son necesarias, y llamándome yo el pastor
Quijotiz, y tú el pastor Pancino, nos andaremos por los montes, por las selvas y por los
prados, cantando aquí, endechando allí, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes...»
p. 532. Sobre éste aspecto veáse el artículo de J.A. Tamayo, « L o s pastores de Cervantes»,
en R.F.E., X X X I I , 1948.
11
Don Pedro Fernández de Castro, séptimo conde de Lemos y mecenas del autor, a
quién están dedicadas las Novelas Ejemplares, las Ocho Comedias y Ocho Entremeses y
la segunda parte del Quijote.
1
Cervantes, Persiles, ed. de Avalle-Arce, Madrid, Castalia, 1969, p. 46.

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se prometen, la cual, si con apacibles voluntades esta primera viere recibida, ten­
drá atrevimiento de salir con brevedad a ser vista y juzgada de los ojos y entendi­
miento de las g e n t e s .
13

Y en la que es curioso observar, por otra parte, cómo Cervantes recor­


dando algunos de los personajes literarios, no menciona, sin embargo,
a Lauso, figura que evocará la imagen misteriosa del autor.
Ello supone confrontar los límites que comporta el género bucó­
lico con la amplitud constante del significado que anima la recreación
literaria del autor.
Cervantes, aunque acepta el dulce artificio de la pastoril, no puede
fingir la resonancia personal que alcanza con la reconstrucción artí­
stica de una existencia áspera, al mismo tiempo que soñadora.
Esta dualidad que impulsa, de manera decisiva, la clave comunica­
tiva de toda su obra literaria, inspira la brusca imagen que violenta
y acciona el escenario donde se trataba tradicionalmente:

de los pastores, mayormente sus amores; pero simples i sin daño, no funestos con
rabia de celos, no manchados con adulterios; competencias de rivales, pero sin
muerte i s a n g r e .
14

El autor mantiene, por tanto, el esquema esencial que le va a per­


mitir inscribir la inocencia amorosa como ideal estético, en armonía
con « E l dulce lamentar de dos p a s t o r e s » de Garcilaso.15

La acción que enriquece el agotamiento literario de la novela


pastoril, confirma, a su vez, la compleja melancolía que se sustrae del
recorrido amoroso de Cervantes.
El proceso apasionado que encarnan, en paralelismo funcional, los
personajes de Lauso y Elicio, compone la progresión creativa de la
actitud sensible del novelista frente a la verdadera e innegable historia
que lo explica, por un lado, casado con doña Catalina de Palacios
Salazar , y por otro lado, intérprete comparativo del amor soñado
16

conscientemente, en la delicada interioridad de su vida.


Pues bien, esta diferencia de perspectivas en la singular trayecto­
ria vital del poeta, distingue la adecuación proporcionada por la expe­
riencia que conjuga mito y realidad para crear un mundo de autocono-

1 3
Cervantes, La Galatea, op. cit., p. 917.
1 4
Fernando de Herrera, op. cit., p. 507.
1 5
Garcilaso de la Vega, Égloga I del Cancionero, ed. de Antonio Prieto, Madrid, Edi­
ciones B, 1988, p. 129, datada aproximadamente hacia 1534, y en la que se refleja el tiempo
pasado del poeta, a través de la dicotomía anímica que Garcilaso representa al implicarse
en los elementos actanciales de Salicio y Nemoroso.
1 6
Figura que según Valbuena Prat supuso en la vida de Cervantes; «... sin excesiva
sutileza de interpretación, un íntimo fracaso. Dejó eco de este galanteo y boda en su novela
pastoril La Galatea (1585), tan desabrida lánguida c o m o su m a t r i m o n i o » , en el estudio pre­
liminar de las Obras Completas de Cervantes, op. cit., p. 13.

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cimiento privado, en relación continua con las circunstancias limita­
das, que lo reconocen en un tiempo histórico concreto.
La idealización que simboliza el protagonista de Lauso se va for­
mando por la libre visión que aplica sobre la aparente formulación
simplista del personaje, en cuanto que:

N o cantó más el enamorado pastor, ni por lo que cantado había pudieron las pasto­
ras venir en conocimiento de lo que deseaban: que puesto que Lauso nombró a
Silena, en su canto, por este nombre no fue la pastora conocida, y así, imaginaron
que c o m o Lauso había andado por muchas partes de España, y aun de toda La
Asia y Europa, que alguna pastora forastera sería la que había rendido la libre
voluntad s u y a .
17

De lo que se deduce el desconocimiento creado por una aspiración


de vida, donde la verosimilitud se relaciona con el análisis literario
de Lauso, como representante del refinado mundo interno del poeta
y determinado en el recuerdo directo que hace Damón de una canción
de Lauso que expresa:

El vano imaginar de nuestra mente.


(...)
la Babilonia, el caos que miro y leo
en todo cuanto veo;
el cauteloso trato cortesano,
junto con mi deseo,
puesto han la pluma en la cansada mano.
(...)
Ya que a mis fuerzas esto es imposible
y el inútil deseo doy por muestra
de lo que encierra el justo pensamiento
veamos si, quizá, será posible
mover la flaca mal contenta diestra
a mostrar por enigma algún contento;
mas tan sin fuerzas siento
mi fuerza en esto, que será forzoso
que apliquéis los oídos
a los tristes gemidos
que un desdeñado pecho congojoso,
a quien el fuego, el aire, el mar, la tierra
hacen continuo guerra
todos en su desdicha conjurados,
que se remata y cierra
con la corta ventura de sus hados.
(...)
¡Oh vida, do se afina
en soledad el gusto acompañado!
¡Oh pastoral bajeza,
más alta que la alteza
del cetro más subido y levantado!
¡Oh flores olorosas, oh sombríos

1 7
Cervantes, op. cit., p. 830.

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bosques, oh claros ríos!
¡Quién gozar os pudiera un breve tiempo,
sin que los males míos
turbasen tan honesto p a s a t i e m p o !
18

En esta línea de interpretación, el encuentro literario del novelista


con la vida pastoril, a la que por un tiempo creativo se acerca, contri­
buye a concebir la imagen idealista del sentimiento de amor que Cervan­
tes humanizará en el desarrollo de la estructura actancial de Dulcinea.
Tanto la abstracción que caracteriza la figura imaginada de Silena:

Lauso: Si esto es verdad, Silena, ¿quien ha sido,


es ni sera que, con firmeza pura,
cual yo te quiera ni te habrá querido,
por más que A m o r le ayude y la ventura?
La gloria de tu vista he merecido
por mi inviolable fe; mas es locura
pensar que pueda merecerse aquello
que apenas puede contemplarse en e l l o . 1 9

cómo el significado verosímil que descubre la existencia reanimadora


de la duda generada por la aceptación de una atmósfera de la que sabe­
mos que:

De Galatea no se entiende que aborreciese a Elicio, ni menos que le a m a s e . 20

representan, asimismo, la introspección amorosa experimentada en el


fracaso del perfecto amor.
La simulada flexibilidad que explica el desarrollo del enamorado
Lauso, contemplativo de un ideal, al igual que sucede con Galatea, pre­
tende anunciar, de este modo, la imposición de las apariencias cotidia­
nas sobre las convicciones dictadas por la substancia profunda del sen­
timiento.
Cervantes, resuelto en la realidad que inspira a Elicio dispuesto
a casarse con Galatea, y transfigurado en la actualidad que sostiene
a Lauso, escribe La Galatea, porque según Farinelli:

L o que a él le mueve a escribir esta obra no es la necesidad de divagar y distraerse,


ni el tributo que paga el poeta a la nueva Arcadia, entonces de moda, llenos como
estaban los aires de los sones dulcísimos de las pastorelas que las flautas de Sanna-
zaro, de Montemayor, de Gil Polo y de Gálvez de Montalvo habían entonado, ni los
éxtasis de felicidad campestre de los más cultos ingenios del Renacimiento, tenta­
dores para los ojos, sino una necesidad imperiosa de su espíritu fatigado, ávido
de las sencillas expansiones de la vida íntima, un temperamento poético que le lle­
vaba a soñar, a fantasear... 21

8
Cervantes, op. cit., pp. 832-833.
1 9
Cervantes, op. cit., p. 866.
2 0
Cervantes, op. cit., p. 739.
2 1
Farinelli, «Cervantes y su mundo idílico», en R.F.E., X X X I I , 1948, p. 5.

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230 [8]

El personaje femenino de Galatea, simbolizaría el libre ideal poé­


tico ansiado por Cervantes durante toda su elaboración artística. La
compleja inseguridad que se trasluce de su poesía, se advierte, ya
desde la primera composición poética que canta Elicio al principio de
la obra:

Mientras que al triste lamentable acento


del mal acorde son del canto mío,
en eco amargo de cansado aliento
responde el monte, el prado, el llano, el río,
demos al sordo y presuroso viento
las quejas que del pecho ardiente y frío
salen a mi pesar, pidiendo en vano
ayuda al río, al monte, al prado, al l l a n o .
22

donde, a su vez, de manera oculta y en ambigüedad funcional, recoge


la expresión de vida de Salicio: «¡Oh más dura que mármol a mis que­
jas/ y al encendido fuego en que me quemo/ más helada que nieve,
G a l a t e a ! » , en los versos que estilizan el sentido análitico de la obra:
23

Creí que el fuego que en el alma enciende


el niño alado, el lazo con que aprieta
la red sutil con que a los dioses prende,
y la furia y rigor de su saeta,
que así ofendiera como a mí me ofende
al sujeto sin par que me sujeta;
mas contra un alma que es de mármol hecha
la red no puede, el fuego, el lazo y la
flecha . 24

Cervantes, La Galatea, op. cit., p. 738.


Garcilaso de la Vega, Égloga I en op. cit., p. 132.
Cervantes, La Galatea, op. cit., p. 739.

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