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CG II 19
CG II 19
... no temeré mucho que alguno condene haber mezclado razones de filosofía entre
algunas amorosas de pastores, que pocas veces se levantan a más que a tratar cosas
del campo, y esto en su acostumbrada llaneza. Mas advirtiendo — c o m o en el
discurso de la obra algunas veces se hace — que muchos de los disfrazados pasto
res de ella lo eran solo con el hábito, queda llana esta o b j e c i ó n .
1
1
Miguel de Cervantes, « L a Galatea», en Obras Completas, T o m o I, Madrid, Aguilar,
1986, p. 737. Con referencia a la cita señalada A. Valbuena Prat, advierte en el prólogo
que precede al texto de Cervantes que el autor: « S e disculpa de — haber mezclado razones
de filosofía entre algunas amorosas de pastores —, y da la clave de lo que pueda ser novela
de personajes encubiertos bajo la moda pastoril» p. 733. N o hay que olvidar, por ello, que
Cervantes está aludiendo, asimismo, a las características generales que conformaban las
antecedentes novelas pastoriles. A este propósito, responde la valoración auténtica de la
existencia de algunos de los personajes literarios que aparecen en la novela, condición
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Juicio que encontramos puesto de manifiesto en las palabras de
Elicio cuando dice:
Así que si la plática que los dos han tenido de más que de pastores te parece, con
témplalos como fueron y no c o m o ahora son. Cuanto más, que hallarás pastores
en estas nuestras riberas que no te causarán menos admiración si los oyes que
los que ahora has oído, porque en ellas apacientan sus ganados los famosos y cono
cidos Enanio, Siralvo, Filardo, Silvano... 2
es bastante el Amor para hazer hablar a los más simples pastores avisos más
encumbrados, mayormente si halla aparejo de entendimiento v i v o e ingenio
despierto, que en las pastoriles cabanas nunca faltan . 3
El segundo objeto podrá ser el lenguaje de mis versos. También darán mis Pastores
mi disculpa, con que todos ellos saben, que el ánimo del amado mejor se mueve,
con los conceptos del amador, que, con el viento, las hojas de los a r b o l e s . 4
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sado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena inven
ción; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la segunda
parte que p r o m e t e » . 6
Creo que con esta afirmación el autor, de algún modo, nos está
acercando a la conceptualización idealista del sentimiento de amor que
expresará con el personaje femenino de Dulcinea.
De tal manera que Cervantes, inicia en La Galatea el sentido per
manente de la «disfrazada» intimidad, enamorada de un deseo que, si
bien, configura la melodía de toda su creación artística, se sentirá, sin
embargo, exento de vida propia, con lo que se aleja de la impresión
realista que se sucede en la obra de su coetáneo Lope de Vega acerca
del conocimiento del amor:
¿Qué mayor riqueza para una mujer que verse eternizada? Porque la hermosura
se acaba, y nadie que la mira sin ella creo que la tuuo; y los versos de su alabanca
son eternos testigos que viuen con su nombre. La Diana de Montemayor fue una
dama natural de Valencia de Don Juan, junto a León, y Ezla, su río, y ella serán
eternos por su pluma. Assí la Fílida de Montaluo, la Galatea de Cervantes, ... 7
cosas i obras de los pastores» en Obras de Garcilaso de la Vega con anotaciones de Fer
nando de Herrera, prólogo de Antonio Gallego Morell, Madrid, Clásicos Hispánicos,
C.S.I.C., 1973, que: «égloga tenía que ser La Galatea, en la nomenclatura de la época, para
su autor y sus lectores, ya que la voz novela sólo adquiría carta de ciudadanía en España
a partir de las Novelas Ejemplares del propio Cervantes (1613)» p. 6, dónde el mismo autor
en el prólogo p r o p o n e « Y o soy el p r i m e r o que he novelado en lengua castellana», ed. de
Juan Bautista Avalle-Arce, Madrid, Castalia, 1983, V. I, pp. 64-65.
6
Cervantes, El Quijote, ed. de John Jay Alien, Madrid, Cátedra, 1990, (I, V I ) , p. 137.
7
Lope de Vega, La Dorotea, ed., de Edwin S. Morby, Madrid, Castalia, 1980, Acto II,
escena II, pp. 153-154, donde el poeta exterioriza en Dorotea y don Fernando la actual
proyección que vive con Elena Osorio, pasión que le había costado «dos mil v e r s o s » , como
el propio autor dirá en el acto IV, escena I, pp. 321-322.
8
Entre los muy diversos estudios acerca de la figura de Cervantes, considero nece
sario tener en cuenta la documentación histórico-social que manifiesta la obra de Luis
Astrana Marín, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid, Editorial
Reus, 1948-58, 7 vol.; del mismo modo que las interpretaciones facilitadas por A. Castro,
en Hacia Cervantes, Madrid, Taurus, 1967, El Pensamiento de Cervantes, nueva edición
ampliada y con notas del autor y de J. Rodríguez-Puertolas, Barcelona, Noguer, 1980, libro
éste último donde se valora como: « L o pastoril viene a su hora y sazón, guiado por motivos
intensos que afectan a lo íntimo de la sensibilidad y de la ideología coetáneas» p. 180; por
Fray Diego de Haedo en, Topograjía e Historia general de Argel, Madrid, Sociedad de Biblió
filos españoles, 1927-29, donde se analiza el desventurado cautiverio de Cervantes y por
tanto es decisivo para entender al «Caballero de la Triste Figura», Don Quijote; y por J.
Canavaggio en Cervantes, Madrid, Espasa-Calpe, 1987, en cuanto que establece, a modo
de síntesis, la relación evidente entre arte y vida c o m o generadora de toda la producción
literaria del autor.
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De hecho, la realidad arcádica a la que el novelista aspira y que
sólo alcanzará de manera literaturizada, cómo nos los manifiesta en
el Coloquio de los Perros, donde recrea estilisticamente en ironía la
amarga derrota que lo separa de los sueños y ambiciones personales
que han dado sentido a la existencia del poeta:
Berganza: Lo más del día se les pasaba espulgándose o remendando sus abarcas;
ni entre ellos se nombraban Amarilis, Fílidas, Galateas y Dianas, ni había Lisardos,
Lausos, Jacintos ni Riseles; todos eran Antones, Domingos, Pablos o Llorentes, por
donde vine a entender lo que pienso que deben de creer todos que todos aquellos
libros son cosas soñadas y bien escritas para entretenimiento de los ociosos, y no
verdad alguna; que a serlo, entre mis pastores hubiera alguna reliquia de aquella
felicísima vida y de aquellos amenos prados, espaciosas selvas, sagrados montes,
hermosos jardines, arroyos claros y cristalinas fuentes, y de aquellos tan honestos
cuanto bien declarados requiebros, y de aquel desmayarse aquí el pastor, allí la
pastora, acullá resonar la zampona del uno, acá el caramillo del o t r o . 9
Si a dicha, por buena ventura mía, que ya no sería ventura, sino milagro, me diese
el cielo vida, las verá, y con ella fin de la Galatea, de quien sé está aficionado vuesa
Excelencia -
,2
El fin de este amoroso cuento e historia, con los sucesos de Galercio, Lenio y Gela-
sia, Arsindo y Maurisa, Grisaldo, Artandro y Rosaura, Marsilio y Belisa con otras
cosas sucedidas a los pastores aquí nombrados, en la segunda parte de esta historia
9
Cervantes, «Coloquio de los P e r r o s » en las Novelas Ejemplares, op. cit., 1983.
1 0
Recuérdense, entre otros los capítulos X I - X I V de la primera parte, que constituyen
la historia pastoril de Marcela y Crisóstomo, episodio que Valbuena, en el estudio prelimi
nar a las Obras Completas, op. cit., de Cervantes, considera importante en cuanto que:
« m a r c a la evolución de la moda pastoril, fracasada en la Galatea, hacia una condensación
e interés de acción que marcan un hondo p r o g r e s o » p. 28, así c o m o el capítulo L X V I I de
la segunda parte, cuando Don Quijote decide «hacerse pastor y seguir la vida del c a m p o » :
« É s t e es el prado donde topamos a la bizarras pastoras y gallardos pastores que en él
querían renovar e imitar a la pastoral Arcadia, pensamiento tan nuevo como discreto, a
cuya imitación, si es que a ti te parece bien, querría, ¡Oh Sancho!, que nos convirtiésemos
en pastores, siquiera el tiempo que tengo de estar recogido. Y o compraré algunas ovejas,
y todas las demás cosas que al pastoral ejercicio son necesarias, y llamándome yo el pastor
Quijotiz, y tú el pastor Pancino, nos andaremos por los montes, por las selvas y por los
prados, cantando aquí, endechando allí, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes...»
p. 532. Sobre éste aspecto veáse el artículo de J.A. Tamayo, « L o s pastores de Cervantes»,
en R.F.E., X X X I I , 1948.
11
Don Pedro Fernández de Castro, séptimo conde de Lemos y mecenas del autor, a
quién están dedicadas las Novelas Ejemplares, las Ocho Comedias y Ocho Entremeses y
la segunda parte del Quijote.
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Cervantes, Persiles, ed. de Avalle-Arce, Madrid, Castalia, 1969, p. 46.
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se prometen, la cual, si con apacibles voluntades esta primera viere recibida, ten
drá atrevimiento de salir con brevedad a ser vista y juzgada de los ojos y entendi
miento de las g e n t e s .
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de los pastores, mayormente sus amores; pero simples i sin daño, no funestos con
rabia de celos, no manchados con adulterios; competencias de rivales, pero sin
muerte i s a n g r e .
14
1 3
Cervantes, La Galatea, op. cit., p. 917.
1 4
Fernando de Herrera, op. cit., p. 507.
1 5
Garcilaso de la Vega, Égloga I del Cancionero, ed. de Antonio Prieto, Madrid, Edi
ciones B, 1988, p. 129, datada aproximadamente hacia 1534, y en la que se refleja el tiempo
pasado del poeta, a través de la dicotomía anímica que Garcilaso representa al implicarse
en los elementos actanciales de Salicio y Nemoroso.
1 6
Figura que según Valbuena Prat supuso en la vida de Cervantes; «... sin excesiva
sutileza de interpretación, un íntimo fracaso. Dejó eco de este galanteo y boda en su novela
pastoril La Galatea (1585), tan desabrida lánguida c o m o su m a t r i m o n i o » , en el estudio pre
liminar de las Obras Completas de Cervantes, op. cit., p. 13.
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cimiento privado, en relación continua con las circunstancias limita
das, que lo reconocen en un tiempo histórico concreto.
La idealización que simboliza el protagonista de Lauso se va for
mando por la libre visión que aplica sobre la aparente formulación
simplista del personaje, en cuanto que:
N o cantó más el enamorado pastor, ni por lo que cantado había pudieron las pasto
ras venir en conocimiento de lo que deseaban: que puesto que Lauso nombró a
Silena, en su canto, por este nombre no fue la pastora conocida, y así, imaginaron
que c o m o Lauso había andado por muchas partes de España, y aun de toda La
Asia y Europa, que alguna pastora forastera sería la que había rendido la libre
voluntad s u y a .
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1 7
Cervantes, op. cit., p. 830.
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bosques, oh claros ríos!
¡Quién gozar os pudiera un breve tiempo,
sin que los males míos
turbasen tan honesto p a s a t i e m p o !
18
8
Cervantes, op. cit., pp. 832-833.
1 9
Cervantes, op. cit., p. 866.
2 0
Cervantes, op. cit., p. 739.
2 1
Farinelli, «Cervantes y su mundo idílico», en R.F.E., X X X I I , 1948, p. 5.
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