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EL QUIJOTE: FIN DEL AMOR CORTÉS

Ana Isabel Espejo Madrigal

A Ángel Gómez Moreno,


por su magisterio y apoyo constante.

Es evidente la necesidad de ridiculizar el amor cortés si se pretende parodiar los


libros de caballerías, ya que es un elemento indispensable dentro de este tipo de
obras, pero esto no tendría por qué significar forzosamente el preludio o la constata-
ción de su inminente desaparición. A nadie se le escapan las numerosas y distintas
veces en que este leitmotiv había sido objeto de burla, pues siempre que un género
determinado toca a su fin la propia consumación por agotamiento de formas, temas
y léxico lleva a la parodia; de este modo, encontramos voces burlescas en los pro-
pios cancioneros tanto provenzales como catalanes, gallego-portugueses o castella-
nos l . En la misma Celestilla vemos cómo el personaje de Calisto sirve para hacer
mofa de esta visión en una clara reacción contra la novela sentimental y, a pesar de
su efectividad para acabar con el género, no termina con esta convención amorosa.

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De hecho, el escarnio periódico del que era objeto llevaba a una renovación tanto de
composiciones y géneros como de campos semánticos y maneras de tratamiento, lo
que permitía la adaptación de la idea general quc tenían los provenzales sobre cl
amor y la amada a los cambios sociales y a las corrientes filosóficas del momento.
Tanto más extraño debe resultamos que un escritor educado en el siglo XVI, ad-
mirador de Garcilaso, Boscán, Castillejo, Figueroa, Aldana o Acuña 2 , del que con-
servamos poemas tanto de cancionero 3 como petrarquistas 4 y que, incluso, escribió
una novela pastoril, desprestigie el amor cortés en el Quijote, pues más adelante ve-
remos que no sólo hace burla de él sino que muestra el absurdo que encierra este
concepto. Por todo esto cabe preguntarse qué motivos tuvo Cervantes para llevar a
cabo una crítica de esta visión amorosa y por qué llegó a ser más afortunada que las
anteriores.

Valga de ejemplo esta estrofa en gallego-portugués de una composición de la segunda mitad del
siglo XIII, en la que Pero Garcia Burgales se burla del tópico "morir de amor" que emplea su co-
lega Roy Queymado:
"Roí Queimado morreu con amor
en seus cantares. par Santa Maria,
por úa dona que gran ben quería;
e, por se meter por mais trobador,
por que Ih'da non quiso ben fazer,
feze-s' el en seus cantares morrer;
mais resugiu depois, ao tercer día,"
(Cito por CARLOS ALA V AR Y VICENTE BELTRÁN, Antología de la poesía gallego·porru·
guesa [Madrid: Alhambra. 1985], p. 20S).
2 La musa Calíope se presenta en La Gala/ea con las siguientes palabras: "Soy [ ... ] la que en es/a
patria VI.les/ra tuvo familiar amistad con el agudo Boscán )' COIl elfamo.w Garcilaso. con el doc-
to y sabio CaslÍ[/~io y el artificio.w Torres Nahor/'O. con cuyos ingenios. y con los frutos dellos,
quedó vuestra patria enriquescida y yo satisfecha. Yo soy la que moví la pluma del celebrado Al-
dana. y la que /lO dejó jamás el lado de don Fernando de A ClUla " (La Galatea, ed. de FLOREN-
CIO SEVILLA ARROYO Y ANTONIO REY HAZAS [Madrid: Alianza Editorial, 1996], pp.
372-73).
3 El oxímoron en los dos primeros versos, el tópico de la muerte en vida y el uso del octosílabo
sitúa esta estrofa más cerca de los cancioneros del siglo XV que de la poesía italianizante:
"Aborrezco lo que quiero,
y por lo que vivo muero,
y yo me fabrico y pinto
un revuelto laberinto
de do salir nunca espero."
(Cito por FLORENCIO SEVILLA ARROYO Y ANTONIO REY HAZAS. La Galatea [Madrid:
Alianza Editorial, 1996], p. 198).
4 Baste recordar el primer soneto que aparece en "El curioso impertinente".

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Si Cervantes hubiera querido ridiculizar los tópicos del amor cortés sólo como
parte de su parodia a la novela de caballerías. se hubiera basado únicamente en la
chanza y en el juego de equÍvocos que rige todos los actos de don Quijote; sin em-
bargo, al igual que encontramos en diversas partes del libro críticas serias con argu-
mentos tanto literarios como morales hacia el género que pretende desterrar,
hallamos razonamientos que nos muestran el amor cortés como algo falto de sentido
y, por lo tanto, difícil de creer.
Precisamente éste es el motivo por el que Cervantes no admite esta visión amo-
rosa, ya que, por imaginario que sea el argumento de un libro, le parece imprescindi-
ble que éste sea verosímil. AsÍ, en la conversación que sostienen el cura y el
canónigo sobre literatura, este último afirma:
"[ ... ] la mentira es mejor cuanto más parece verdadera, y tanto más agrada cuanto
tiene más de lo dudoso y posible [ ... 1y todas estas cosas no podrá hacer el que hu-
yere de la verosimilitud y de la imitación, en quien consiste la perfección de lo
que se escribe,,5.

De este modo, Cervantes muestra que incluso a una persona carente de cultura
como la hija del ventero le cuesta aceptar que ciertos supuestos del amor cortés ten-
gan cabida en la realidad:
"[ ... ] sólo sé que hay algunas señoras de aquéllas tan crueles, que las llaman tigres
y leones y otras mil inmundicias. Y, ¡Jesús!, no sé qué gente es aquélla tan desal-
mada y tan sin conciencia, que por no mirar a un hombre honrado, le dejan que se
muera, o que se vuelva loco. Yo no sé para qué es tanto melindre: si lo hacen de
honradas, cásense con ellos, que ellos no desean otra cosa,,6.

Debido a la influencia de la moral cristiana, hacía tiempo que se había desterrado


el adulterio como único marco donde el amor era posible, por lo que, como bien in-
dicaba la hija del ventero, nada impedía que la historia amorosa se resolviese con
una boda, salvo el desdén de la dama, lo cual no era demasiado comprensible desde
el punto de vista femenino, ya que un caballero solía ser un com~endio de virtudes
nada desdeñables para las ensoñaciones de las mujeres de la época.

5 DQ. I, 47; ed. de MARTÍN DE RIQUER (Barcelona: Planeta, 1980), pp. 518-19.
6 DQ, I, 32 (ed. cit., p. 348).
7 "-Así es la verdad -dijo Maritomes-; y a buena fe que yo también gusto mucho de ofr aquellas

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De hecho. los libros de caballerías tuvieron que recurrir a los matrimonios secre-
tos para mantener la tensión amorosa, puesto que con ellos se justificaban moral-
mente las uniones sexuales sin anular la condición clandestina de las relaciones; sin
embargo, la lírica no podía contar con un apoyo argumentativo similar, por lo que
tuvo que valerse de las teorías neoplatónicas para justificar y sustentar la fidelidad a
un amor sin esperanza de realización. No es de extrañar que Cervantes atacara tam-
bién esta visión amorosa, ya que, si es un problema de verosimilitud lo que le mue-
ve a rechazar la imagen de la dama desdeñosa, menos sostenible aun es creer en la
intensidad y perdurabilidad de un amor condenado a priori a la frustración. Así. a
pesar de que Cervantes utiliza el código estético que cultivaba esta poesía (como se
puede apreciar en las canciones y sonetos no burlescos que aparecen en las historias
de amor de Grisóstomo a Marcela. Cardenio a Luscinda o don Luis a doña Clara). es
claro que lo admite sólo como tópico establecido para expresar los sentimientos ha-
cia la amada, ya que tras esa aparente idealización no late en absoluto un amor pla-
tónico, sino un amor real que persigue alcanzar el objeto de sus desvelos.
Encontramos una crítica aún más explícita en el teatro cervantino, puesto que
este género también requiere verosimilitud. En El laberinto de amor, la decidida
Porcia deja bien claro que no es posible la subsistencia de un auténtico amor sin la
creencia de que éste será posible:
"Si al fuego natural no se le pone
materia que en la tierra le sustente,
volveráse a su esfera fácilmente,
que así naturaleza 10 dispone.
y el amante que quiere que se abone
su fe con afirmar que no consiente
en su alma esperanza, poco siente
de amor. pues que a su ley justa se opone.
Cual sin el agua quedaría la tierra,
sin sol el cielo. el aire sin vacío.
el mar en tempestad, nunca en bonanza,
y sin su objeto, que es la paz, la guerra.
forzado sin su gusto el albedrío,
. ,,8
taI que dara amor SIn esperanza .

cosas, que son muy lindas, y más cuando cuentan que se está la otra señora debajo de unos na-
ranjos abrazada con su caballero. y que les está una dueña haciéndoles la guarda, muerta de envi-
dia y con mucho sobresalto. Digo que todo esto es cosa de mieles." DQ, 1, 32 (ed. cit .. p. 347).
8 Laberinto de amor. en Obras cOll1pletas. ed. de ÁNGEL VALBUENA PRAT (Madrid: Aguilar,
1962) p. 424.

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Otro género, a parte de los libros de caballerías y la poesía, que tenía como base
el amor cortés era la novela pastoril. El hecho de que en el Quijote aparezca en nu-
merosas ocasiones la figura del pastor para mostrar un amor desgraciado lleva a
pensar, en principio. en la plena aceptación de los presupuestos del género por parte
de Cervantes; sobre todo, si se tiene en cuenta que éste escribió La Galatea.
Cuando leemos atentamente el prólogo a "los curiosos lectores" de su novela
pastoril, llama la atención que justifique continuamente su libro como si de poesía
se tratara:
"La ocupación de escrebir églogas en tiempo que, en general, la poesía anda tan
desfavorescida, bien recelo que no será tenido ~or ejercicio tan loable que no sea
necesario dar alguna particular satisfación [... ]"

A pesar de ser éste un género que mezclara verso y prosa, me inclino a pensar
que Cervantes, efectivamente. lo incluía dentro de la esfera de 10 lírico, puesto que
en este mismo prólogo recurre a la autoridad de Virgilio y sus églogas 10, aunque nos
conste que la novela pastoril recoge también la figura del pastor que aparecía en
otros géneros como el teatro o la novela de caballerías I1 . La inmersión en el mundo
poético justifica que, al igual que hace en las composiciones líricas, acepte los pre-
supuestos amorosos establecidos como parte de un código, aunque le siga parecien-
do inverosímil como argumento. No es éste lugar para extenderme en la
complejidad de La Galatea, pero sí me gustaría dejar apuntado que la inclusión de
representaciones teatrales, debates académicos, celebraciones de boda y funeral, y
un largo recorrido por diferentes poetas, además de una gran variedad de personajes
e historias secundarias, hace que más de un crítico considere ~ue Cervantes "trasla-
dó. en buena medida, la bucólica al duro suelo de la realidad" 2.
En el Quijote, sin duda, se acaba con la idealización del género. Ya en la primera
historia de pastores Cervantes rompe con el tópico de la dama cruel y desdeñosa,
porque Marcela no alberga mal corazón, ni se complace en el dolor ajeno; simple-

9 La Galatea, ed. de FLORENCIO SEVILLA ARROYO Y ANTONIO REY HAZAS (Madrid:


Alianza Editorial, 1996), p. 16.
10 "pues el príncipe de la poesía latina [Virgilio] fue calumniado en alguna de sus églogas por ha-
berse levantado más que en las otras". (La Galatea, ed. de FLORENCIO SEVILLA ARROYO
Y ANTONIO REY HAZAS [Madrid: Alianza Editorial, 1996], p. 18.
11 En 1530. Feliciano de Silva incluye ya una pareja de pastores, Darinel y Silvia, en su libro Ama-
dí" de Grecia.
l2 Introducción de FLORENCIO SEVILLA ARROYO Y ANTONIO REY HAZAS en su edición
de La Galatea (Madrid: Alianza Editorial, 1996), p. IX.

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mente, reclama con bien razonados argumentos su derecho a rechazar el amor como
parte integrante de su vida. Además, desmantela el sustento filosófico neoplatónico
mediante el personaje de Grisóstomo, ya que éste, una vez asume la imposibilidad
de materializar su amor, sólo encuentra el suicidio como vía de escapar a su dolor.
Por otro lado, vemos cómo contrapone las consecuencias negativas de los "destie-
rros" amorosos en los personajes de Cardenio y Dorotea, puesto que el primero en-
loquece y la segunda se encuentra desamparada, frente al beneficio que obtienen
cuando abandonan el marco pastoril y se ponen en acción para lograr su amor, ya
que ambos lo conseguirán.
También se crítica este género con el mismo argumento que se esgrime contra
los libros de caballerías, pues en el escrutinio son tratados de la misma manera que
éstos y considerados igualmente peligrosos 13, juicio que se confirma cuando don
Quijote decide hacerse pastor.
Este cambio en don Quijote le permite a Cervantes parodiar la novela pastoril
como hasta ahora había hecho con la de caballerías, lo que automáticamente sitúa a
ambos en el mismo nivel; de hecho, así lo entendieron sus coetáneos, pues Tirso de
Molina en su Fingida Arcadia (1621) escribe:
"¡Miren aquí qué provecho
causan libros semejantes I
Después de muerto Cervantes,
la tercera parte ha hecho
de Don Quijote. ¡Oh civiles
pasatiempos de estos días!
¡Libros de caballerías
y quimeras pastoriles
causan estas pesadumbres,
y, asentando escuela el vicio.
o destruyen el jüicio
o corrompen las costumbres!" 14

Además no es éste el único lugar donde Cervantes hace hincapié en la falta de

13 "-¡Ay señor! -dijo la sobrina- Bien los puede vuestra merced mandar quemar, como a los demás;
porque no sería mucho que. habiendo sanado mi señor tío de la enfennedad caballeresca. leyendo
éstos se le antojase de hacerse pastor y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo, y lo
que sería peor. hacerse poeta, que. según dicen. es enfermedad incurable y pegadiza.
Verdad dice esta doncella -dijo el cura- ( ... )". DQ. l. 6 (ed. cit., p. 78).
14 Vid. la ed. de BLANCA DE LOS Ríos (Madrid: Aguilar. 1989), p. 225.

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realidad que estas historias tenían, pues en El coloquio de los perros Berganza pone
en ridículo estos fingimientos al contrastarlos con la realidad:
"[ ... ] porque si los míos cantaban, no eran canciones acordadas y bien compues-
tas, sino un "Cata el lobo dó va, Juanica" y otras cosas semejantes; y esto no al
son de chirumbelas, rabeles o gaitas, sino al que hacía el dar un cayado con otro o
al de algunas tejuelas puestas entre los dedos; y no con voces delicadas, sonoras y
admirables, sino con voces roncas, que, solas o juntas, parecía, no que cantaban,
sino que gritaban o gruñían. Lo más del día se les pasaba espulgándose o remen-
dando sus abarcas: ni entre ellos se nombraban Amarílis, Fílidas, Galateas y Dia-
nas, ni había Lisardos, Lausos, Jacintos ni Riselos; todos eran Antones,
Domingos, Pablos o L1orentes; por donde vine a entender lo que pienso que de-
ben de creer todos: que todos aquellos libros son cosas soñadas y bien escritas
..
para entretemmlento de osIOCIOSOS,
' y no verd ad a1guna ,,15'.

Si a todas estas críticas se suma la parodia del amor cortés encamada en los amo-
res de don Quijote y Dulcinea, en la que Cervantes desarticula uno a uno todos los
tópicos por los que se regía, no es de extrañar que este leitmotiv sucumbiera sin re-
medio. Para empezar, el tema del amor ya se nos presenta como algo falso y fingido,
al ser planteado por el propio don Quijote como un requisito indispensable para ser
l6
caballero y no como un sentimiento real: de este modo, no resulta extraño que
Sancho, en la elegía que hace a su señor cuando le cree muerto por el disciplinante,
le llame "enamorado sin causa" 17, pues incluso una mente tan simple como la suya,
crédula para otras cosas tocantes a las locuras de su amo, percibe esa falta de susten-
to y base para su amor. La misma Dulcinea se va difuminando a lo largo de la obra,
ya que en el capítulo primero se la presenta como una moza de la que anduvo ena-
morado don Quijote hacía tiempo; en el capítulo vigésimoquinto nuestro caballero
andante afirmará haberla visto sólo cuatro veces y, en el trigésimo, reconoce no ha-
berla visto nunca, confesión que mantendrá en el resto de la obra. Obedezca esto o
no a un descuido de Cervantes, delata de igual forma su intención de presentamos
un amor cada vez más idealizado que le permitirá en su segundo libro introducir el

15 Cito por la ed. de las Novelas ejemplares de JUAN BAUTISTA AVALLE-ARCE (Madrid: Cas-
talia, 1982) pp. 253-54.
16 "Limpias. pues. sUs amws. hecho del morrión celada, puesto nombre a sU rocín y cOl1firnuíndose
a sí miSil/O. se <lió {/ el11endel" que 110 le (altaba otra cosa sino buscar UlliI dama de quien enamo-
rarse: porque el caballero andante sin amores cm árbol sin hojas y sin frulo y cuerpo sin alma."
(DQ,I, I [ed. cit., p. 38]).
17 DQ, 1, 52 (ed. cit., p. 555).

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tema del enamoramiento de oídas 18; por ello, no es de extrañar que la duquesa lle-
gue a la conclusión de que Dulcinea no exista:
"[ ... ] della se sí mal no me acuerdo, que nunca vuesa merced ha visto a la
señora Dulcinea, y que esta tal señora no es en el mundo, sino que es dama fan-
tástica, que vuesa merced la engendró y parió en su entendimiento, y la pintó con
todas aquellas gracias y perfeciones que qUiso.,,19

Si Cervantes se molesta en informar al lector de la existencia real de Dulcinea, o


al menos de Aldonza Lorenzo, es para llevar su burla aun más lejos. Mediante el re-
curso de que Sancho ha oído hablar de ella, se descubre que esa de "hermosura, so-
brehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y
quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos
son de oro. su frente campos eJ[seos. sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus
mejillas rosas. sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su
1 SIlS malLOS, su b
pec J10. mar)·/','l l'
al/cura /lleve ,,20 ,no es otra que una " d e capa.
moza h
hecha y derecha y de pelo en pecho, )' que puede sacar la barba del lodo a cual-
. ca ba II ero an d allte ,,2J
qlller
Tampoco el caballero sale bien parado en comparación con los grandes héroes,
pues es descrito como un cincuentón "seco de carnes" y "enjuto de rostro". Las
aventuras que lleva a cabo, que en los libros de caballerías tienen como finalidad úl-
tima conseguir el amor de su dama, son todas un fracaso: amén de que la única fama
y honra que le proporcionan es la de loco o mentecato.
En general, los actos en los que don Quijote trata de demostrar su amor se nos
presentan eomo absurdos, ya que. al mantener el amor en la esfera de lo platónico,
no obedecen a causa alguna. Por eso Sancho no comprende los motivos que llevan a
su amo a retirarse a Sierra Morena:
"-Paréceme a mí -dijo Sancho- que los caballeros que lo tal ficieron fueron provo-
cados y tuvieron causa para hacer esas necedades y penitencias, pero vuestra mer-
ced, ¿qué causa tiene para volverse loco? ¿Qué dama le ha desdeñado, o qué

18 ¿no te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea. ni ja-
más atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oídas y de la gran fama
que tiene de hermosa y discreta? (DQ, 11. 9 ledo cit., p. 640).
J9 DQ, n. 32 (ed. cit.. p. 829).
20 DQ. I, 13 (ed. cit.. pp. 131-32).
21 DQ. 1, 25 (ed. cit., p. 265 J.

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señales ha hallado que le den a entender que la señora Dulcinea del Toboso ha he-
cho alguna niñería con moro o cristiano?
-Ahí esta el punto -respondió don Quijote- y ésa es la fineza de mi negocio; que
volverse loco un caballero andante con causa, ni grado ni gracias: el toque está
desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que si en seco hago esto, ¿qué
· .
h IClera . d o.?,,22
en mOJa

Sus "hazañas" como amante tienen aun menos éxito que las realizadas como ca-
ballero, pues al ser su única función provocar la risa del lector o son ridículas en sí.
como el poema que escribe, o acaban en burla, como la carta que tan mal transcribi-
rá Sancho. Se trata de una simple ecuación de coherencia: a un amor estéril sólo le
pueden corresponder acciones estériles. De todos modos, no deja de ser casual que,
tocando el tema amoroso, no haya ni una sola situación que se salve con un acto me-
ritorio o loable; al menos como caballero, a pesar de no llevar a buen término ningu-
na de sus empresas, se pueden alabar sus buenas intenciones.

III

Ya hemos visto que la crítica al amor cortés no era algo novedoso, pues el des-
gaste de las formas y las imágenes usadas por los poetas había provocado, desde la
misma literatura, un ataque hacia éstas; no obstante, al basar esta crítica en la paro-
dia, se produce un rechazo más hacia lo puramente formal que hacia el contenido.
Las renovaciones que se producían una y otra vez modificaban las metáforas o el en-
foque, pero mantenían intacta la visión amorosa idealizada (dama perfecta, amor in-
condicional, sufrimiento amoroso ... ). Los creadores de nuevas poéticas eran los que
dejaban de lado las burlas para atacar seriamente a sus antecesores, mas la única
acusación que les hacían al margen de aspectos formales era la falta de sinceridad en
sus sentimientos. Así ocurrió con la escuela gallego-portuguesa, que creía haber en-
contrado en la experiencia dolorida la auténtica expresión del amador y tachaba a los
provenzales de fingidores; o con los petrarquistas, que pensaron hallar en la historia
amorosa un aval de la autenticidad de sus sentimientos frente a la impersonalidad de
la literatura trovadoresca; y cómo no recordar a Ausias March, que, con sus imáge-
nes violentas y su ruptura con los códigos formales, se alejaba de ambas visiones
para alcanzar la definitiva y convincente angustia amorosa. Todo esto se resume en
una sencilla cuestión: no era un problema de fondo si se amaba o no, lo verdadera-
mente importante era encontrar una vía en la que fueran creíbles esos sentimientos

22 DQ. I. 25 (ed. cit.. p. 259).

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amorosos. Cuando Cervantes escribió el Quijote, ya Hurtado de Mendoza o Baltasar
de Alcázar habían compuesto poemas de tono jocoso en los que se apreciaba una
clara desmitificación del amor; sin embargo, como ya hemos visto, el humor no sir-
ve como argumento para acabar con una visión amorosa, especialmente si ésta se
encuentra tan enraizada como lo estaba el amor cortés. Por supuesto, había ataques
formulados de manera seria, pero el hecho de estar basados en cuestiones morales
hacía que tuvieran una escasa influencia en los escritores. El acierto de la crítica cer-
vantina radicó en el uso de la verosimilitud contra este concepto amoroso, pues ésta
era una sólida razón literaria al margen de lo formal.
No quiero decir con esto que el escritor complutense tuviera un decidido empeño
en acabar con el amor cortés, puesto que lo aceptaba como parte del código que re-
gía la poesía; sin embargo, es innegable que sentía un hondo rechazo a la hora de
considerarlo como un argumento verosímil en una novela o en una obra teatral. Al
recluirlo dentro de los márgenes de la lírica, convertía automáticamente sus supues-
tos en tópicos que, una vez admitidos como tales, perdían su fuerza convincente. Sin
pretenderlo. Cervantes encontró el verdadero talón de Aquiles de este concepto
amoroso, pues si el lector consideraba que esos sentimientos no eran posibles que-
daba af/ulada la capacidad de conmoverle con ellos; por esto, aunque el Quijote no
acabara directamente con el amor cortés, sí que es el responsable de su fin último,
ya que cerró la vía que quizá hubiera permitido su evolución.

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