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Hegel y el espíritu objetivo


George Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), a quien ya nos
referimos al tratar sobre la naturaleza, es uno de los grandes
críticos al tratar sobre la naturaleza es uno de los grandes críticos
del individualismo filosófico y político. Hegel comprendió en su
juventud la inconsistencia de las concepcions clásicas del sujeto:
las filosofías subjetivistas e idealistas de su tiempo convertían al
sujeto individual en una realidad última e inconmovible, de la cual
no se podía en modo alguno dudar. Hegel, dotado de una fina
sensibilidad para las relaciones humanas y sociales, subraya que el
individuo, lejos de ser un absoluto, es un producto social. Todo
conocimiento, lejos de ser algo constituido ante un sujeto in-
temporal, es un producto histórico, un momento de la marcha de la razón hacia el saber
absoluto. En realidad, para Hegel, como sabemos, naturaleza e historia son estadios del
desenvolvimiento de la Idea hacia su reencuentro final consigo misma en ese estadio
último del saber. Particularmente importante en ese camino es el "Espíritu objetivo," esto
es, el conjunto de costumbres, creencias, deberes, lenguaje de un pueblo, que trasciende a
los individuos y los hace participar de la razón universal en la cual se hallan inmersos. En
esta perspectiva, las tesis de Hegel se acercan a un colectivismo en el cual el individuo no
es más que una resultante de lo que el "espíritu del pueblo" hace con él. La consecuencia es
el conformismo.

La historia universal es la exposición del proceso del Espíritu, en sus formas supremas; la
exposición de la serie de fases a través de las cuales el Espíritu alcanza su verdad, la
conciencia de sí mismo. Las formas de estas fases son los espíritus de los pueblos históricos,
las determinaciones de su vida moral, de su constitución, de su arte, de su religión y de su
ciencia. Realizar estas fases es la infinita aspiración del Espíritu universal, su irresistible
impulso, pues esta articulación, así como su realización, es un concepto. (...). Los principios
de los espíritus de los pueblos, en una serie necesaria de fases, son los momentos del Espíritu
universal único, que, mediante ellos, se eleva en la historia (y así se constituye a una totalidad
i que se comprende a sí misma . (...).
El valor de los individuos descansa, pues, en que sean conforme al espíritu del pueblo, en
que sean representantes de este espíritu, pertenezcan a una clase en los negocios del conjunto.
(...). La moralidad del individuo consiste, además, en cumplir los deberes de su clase. Y esto
! es cosa fácil de saber; los deberes están determinados por la clase. Lo sustancial de semejante
\ relación lo racional, es conocido; está expreso en aquello que se llama precisamente el deber,
i Es inútil investigar lo que sea el deber (...). Todo individuo tiene su clase y sabe lo que es
i una conducta justa y honrada. (...). Los individuos tienen su función asignada y, por tanto, su
: deber señalado, y su moralidad consiste en portarse conforme a este deber.
(...). Los sujetos activos tienen fines finitos e intereses particulares en su actividad; pero
i son también seres cognoscentes y pensantes. El contenido de sus fines está, pues, entrelazado
i con determinaciones universales del derecho, del bien, del deber, etc. Los simples apetitos, la
I barbarie y la rudeza de la voluntad caen fuera del teatro y de la esfera de la historia universal,
i Esas determinaciones universales, que son a la vez directivas para los fines y las acciones,
tienen un contenido determinado. Todo individuo es hijo de su pueblo, en un estadio
determinado del desarrollo de este pueblo. Nadie puede saltar por encima del espíritu de su
pueblo, como no puede saltar por encima de la tierra. La tierra es el centro de gravedad.
Cuando nos representamos a un cuerpo abandonando este centro de gravedad, nos lo
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imaginamos flotando en el aire. Igual sucede con los individuos. Pero el individuo es
conforme a su sustancia por sí mismo. Ha de traer en sí a la conciencia y ha de expresar la
voluntad de este pueblo. El individuo no inventa su contenido, sino que se limita a realizar en
sí el contenido sustancial.
(Tomado de sus Lecciones sobrefilosofíade la historia, 1837.)

a) ¿Qué ea para Hegel la historia universal?


0) ¿Cuál a» l a c a f a d o » e r & * el Espíritu o Razón universal y loa ea~
pfrttus de tos pueblos?
o} ¿Oué valor tiene en esta visión Idealista el individuo?
d) ¿Se reconoce a loa hombres reales algún papel en la transformación
de la sociedad?
e) ¿Considera Hegel adecuada la división social en clases?
t) ¿Hay en Hegel escisión entre al sentir—apetitos» voluntad— y ei m~
tefíglr— lo universal?
g) ¿Cual es ei aporte positivo de Hegel con respecto a Locke?
h) ¿Cueles son sus limitaciones?
1) ¿Es para Hegel el hombre rea) un ser creador y activo o meramente
pasivo y receptor?
I) ¿Legitima Hegel una sociedad totalitaria que anule las responsa-
bilidades Individuales?

6.4. Marx y Engels o la dialéctica hombre-sociedad


Presentamos a continuación varios textos de Karl Marx y de
Friedrich Engels que pueden ayudar a desmentir algunas concep-
ciones vulgares y dogmáticas sobre los mismos. La visión de
Marx sobre el papel del hombre en la sociedad es netamente
dialéctica. Ello significa negar, contra los idealistas como Hegel
y también contra muchos materialistas mecanicistas de su
tiempo, que el hombre, lejos de ser un mero producto de la
sociedad, de las circunstancias, de la educación, es también quien
construye y modela el mundo en que vive. Esto implica la
afirmación de la actividad creadora del hombre en la historia y
también la negación de todo determinismo: lo que acontece en la
historia humana no está determinado por misteriosas leyes universales que todos los indivi-
duos y pueblos tienen que obedecer. En este sentido, es menester consiguientemente
relativizar la importancia de la producción y de la economía: la praxis humana en el campo
sociopolítico e ideológico puede influir retroactivamente sobre las actividades productivas,
introduciendo cambios significativos en las mismas. La sociedad y la historia son, por
tanto, procesos abiertos, libres de un destino ciego. Los primeros textos son de Marx; el
último es de Engels.

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