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Índice

Sinopsis
Nota
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Epílogo
Sobre la autora
Próximamente

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Esta traducción fue realizada sin fines de lucro.
Única y exclusivamente para consumo de un reducido grupo de amigas.
Sin duda, es una labor que se basa totalmente en una realización personal y en echar
una mano a unas amigas que por la barrera del idioma no pueden leer todo lo que les
gustaría.
Y si el libro llega a tu país, y en tu idioma, apoya al escritor comprándolo.
Por favor, esta traducción no es oficial, no la compartas, solo
¡Disfruta la lectura!

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Sinopsis

Donna Grant, la autora de superventas del New York Times, regresa a


Texas, donde una leyenda de un pequeño pueblo podría encontrar el mejor
regalo de todos en The Christmas Cowboy Hero...

Esta es la estación para que el ex-Navy SEAL Clayton East vuelva a casa para
las fiestas –aunque el ambiente en casa sea todo menos festivo. Su padre está
enfermo. El East Ranch tiene problemas financieros. Y ahora le toca a Clayton, el
hijo pródigo, asegurarse de que su familia no lo pierda todo.
La testaruda Abby Harper es como una madre para sus hermanos menores, a
quienes ha ayudado a criar desde que era una adolescente. Mantenerlos a raya
no es tarea fácil mientras ella también trabaja para obtener su título
universitario. Y ahora que uno de sus hermanos ha sido arrestado por robar
ganado en el East Ranch, Abby está al borde del colapso. Pero hay un resquicio
de esperanza: Clayton East.
Clayton cree en las segundas oportunidades y está dispuesto a darle una a su
hermano esta Navidad.
Sin embargo, dejar que la hermosa Abby –y el ineludible anhelo en su
corazón– se libre del anzuelo, ya es otra historia.
¿Podría ser que la mujer de los sueños de este héroe local haya vuelto a casa
para quedarse?

—Una química fuera de serie y una trama que roba el aliento—.


Publishers Weekly (reseña destacada) en The Protector

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Prólogo

Sudáfrica.

Casa.
La palabra apareció en la pantalla del móvil de Clayton por cuarta vez en tres
días. Le dio la vuelta al teléfono como su método de ignorarlo.
Habían pasado más de seis meses desde la última vez que habló con sus
padres. No habían estado precisamente encantados cuando no regresó a casa
después de renunciar a su comisión en la Marina.
¿Cómo podría? Todos esperarían que fuera el tipo que era cuando se unió al
ejército. Y no lo era.
Ni siquiera se acercaba.
A veces se miraba al espejo y no reconocía al hombre que veía devolviéndole
la mirada. No estaba listo para volver a casa y que su familia descubriera
cuanto había cambiado.
Clayton se pasó una mano por el pelo y miró por la ventana. Se podía ver el
calor elevándose desde el suelo. Un grupo ya se estaba reuniendo para empezar
a patrullar la reserva durante el día.
Pocos de sus amigos entendieron por qué había elegido aceptar el trabajo del
contrato en Sudáfrica protegiendo a los animales en lugar de las otras ofertas
que había recibido. Francamente, estaba cansado de tanta matanza. No es que
no sucediera en su trabajo actual, pero estaban protegiendo a los animales de
los cazadores furtivos. Era diferente.
Se levantó de la cama mientras se guardaba el móvil y agarraba su gorra de
béisbol.
Clayton iba de camino a la armería a buscar sus armas para el día cuando
escuchó su nombre. Miró por encima del hombro y vio la puerta de la oficina de
su jefe abierta.
Retrocedió y asomó la cabeza en la habitación. Jim Collins le hizo señas para
que entrara. La aprehensión se hundió en la espalda de Clayton cuando vio que
Jim estaba al teléfono, pronunciando el ocasional –sí- de vez en cuando.

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Se quedó mirando a Jim.
Jim, un militar de carrera que se retiró del ejército, era alto y estaba en una
forma fenomenal para un hombre de cincuenta y tantos años. Muchos habían
considerado que las canas de su pelo negro significaban que era lento y débil.
No le tomó mucho tiempo demostrarles lo contrario.
Finalmente, su jefe le tendió el teléfono. —Cógelo.
—¿Quién es? —preguntó Clayton sin mirarlo.
Jim dejó escapar un suspiro y se puso en pie. —¡Coge el maldito teléfono! —
soltó en un áspero susurro.
Incluso mientras agarraba el receptor y se lo llevaba a la oreja, Clayton supo
que era su familia la del otro lado. Hubo un segundo de pánico cuando se dio
cuenta de que debía ser algo terrible para que ellos llegaran hasta su jefe.
—Hola —dijo.
—¡Clayton Randall East, no te crié para que me ignores! —fueron las
palabras imponentes de su madre.
De inmediato se alegró de escuchar su voz y se preocupó al mismo tiempo,
ya que percibió un ligero temblor en sus palabras. La única cosa que su madre
siempre había sido, es fuerte. Había crecido creyendo que ella podía impedir
que el sol saliera si tenía la intención de hacerlo. Justine East era ese tipo de
mujer...
Así que para que ese temblor estuviera allí, es que algo le preocupaba
mucho.
—¿Qué pasa, mamá? —preguntó.
—Es tu padre.
Tres palabras. Es todo lo que necesitó para reconocer que algo había
sucedido. Porque su padre era el tipo de hombre que sobrevivía a todos solo
porque podía. No había forma de que su madre llamara a menos que las cosas
estuvieran mal.
—¿Qué ha pasado?
Su madre respiró hondo y él lo oyó por el teléfono. —Sería mejor que
volvieras a casa antes de que te lo explique.
—Ma. Dímelo ahora.
—Eres igual que tu padre—murmuró—. Hubo un accidente.
Clayton cerró los ojos. —¿Pa está…?
Ni siquiera pudo terminar la frase.

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—No, cariño —dijo su madre con voz suave—. Tu padre está muy
vivo. Tuvo un ataque isquémico transitorio o AIT. Es un mini accidente
cerebro-vascular. Los doctores dijeron que era una advertencia. No hay daños
permanentes y ya se está recuperando, pero te necesito en casa.
Esto iba más allá de lo que había ocurrido con su padre. Y supo sin preguntar
que involucraba al rancho. —Cuéntamelo todo.
—Estamos al borde de la bancarrota, Clayton. Nuestra última esperanza
estaba en Cochise.
Se apretó el puente de la nariz con el pulgar y el índice. El East Ranch había
estado en funcionamiento desde 1893 y había pasado de generación en
generación de Easts.
Había habido veces en que el rancho había estado en una situación
desesperada, pero siempre se las arreglaron para sobrevivir. Cuando Clayton se
fue a la universidad y luego a la Marina, el rancho estaba más que bien.
Ben East era uno de los propietarios más frugales que el rancho había visto,
por lo que Clayton sabía que su padre no tenía la culpa. Lo que significaba que
algo más había sucedido, algo que su madre no estaba lista para compartir.
—¿Dónde está el toro? —preguntó.
Cochise había sido su elección. Clayton le rogó a su padre que comprara el
toro años atrás, y había sido una inversión inteligente que le valió grandes
ganancias al East Ranch.
Su madre vaciló un poco antes de decir: —Robado. Junto con un centenar de
reses que iban a parir pronto.
Clayton no podía creer que todo esto hubiera estado pasando en el rancho y
lo estuvieran llamando justo ahora. Por otra parte, no es que él respondiera a las
llamadas exactamente, ni a los mensajes de texto o correos electrónicos con
regularidad.
—Te necesito —dijo su madre.
Abrió los ojos y miró a Jim. —Voy de camino.
—Gracias, hijo.
El hecho de que escuchara lágrimas en su voz sólo le hizo enfadarse más
consigo mismo. Terminó la llamada y le devolvió el receptor a Jim.
—Ya te conseguí un vuelo mientras hablabas —dijo su jefe—. El helicóptero
saldrá en quince minutos para llevarte al aeropuerto.
Mientras Clayton estrechaba la mano de Jim, no pudo evitar la sensación de
que no iba a volver. Pero eso era algo con lo que lidiar más tarde. Ahora mismo,
tenía que ayudar a sus padres y averiguar quién había robado su ganado.

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Aunque el robo de ganado no era tan prolífico como lo había sido
cien años antes, todavía ocurría. Y le había sucedido al East Ranch.
A Clayton solo le llevó unos minutos juntar su ropa en su mochila. Miró
alrededor de la pequeña habitación con la cama gemela. A diferencia de los
demás, no tenía nada personal para decorar la habitación.
Se echó la mochila al hombro y caminó desde la habitación hasta el
helicóptero que lo esperaba para iniciar su viaje de regreso a Texas.

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Capítulo 1

Clearview, Texas.
Tres semanas antes de Navidad.

Esta mierda no podía estar pasando. El corazón de Abby Harper golpeaba


contra sus costillas mientras giraba hacia el estacionamiento del departamento
del sheriff. Aparcó y abrió la puerta del coche, solo para que se le cayeran las
llaves de sus manos temblorosas. Le tomó tres intentos recogerlas porque no
podía hacer que sus dedos escucharan lo que su cerebro les estaba diciendo.
Junto con el hecho de que su hermano había sido arrestado, su mente no
podía dejar de pensar en el dinero que estaba perdiendo por haber dejado su
trabajo antes de tiempo para averiguar lo que pasó. Lo que significaba que
había una posibilidad real de que tuviera que elegir entre pagar la electricidad o
la comida la próxima semana.
Se puso el abrigo y se preparó contra una ráfaga de aire frío mientras corría
hacia la puerta del edificio. Tan pronto como entró, el calor la envolvió.
A través de los altavoces del techo se escuchaba la vieja canción de Willie
Nelson y Waylon Jennings —Momma, Don't Let Your Babies Grow Up to be
Cowboys—Mamá, no dejes que tus bebés crezcan para ser vaqueros.
La ironía no se le escapó. El problema era que ella había hecho todo lo que
pudo. Pero Clearview estaba en la zona ganadera. Y eso significaba que había
vaqueros por todas partes –así como rodeos que ocurrían con demasiada
frecuencia como para contarlos.
Abby se mojó los labios y se acercó al mostrador y a la ventanilla de cristal.
Un hombre de uniforme deslizó el panel y levantó sus cejas rubias en muda
pregunta. Su mirada le dijo que no le importaba lo que la había llevado allí o la
triste historia que pudiera tener.
—Hola —dijo Abby. La voz salió en un graznido. Se aclaró la garganta y lo
intentó de nuevo—. Hola. Estoy aquí por Brice Harper.
—No pareces tener la edad suficiente para ser su madre —declaró el hombre
mientras buscaba un expediente.

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Después de todos estos años, Abby debería haberse acostumbrado a
tal respuesta. Pero ella no creía que una persona se acostumbrara a tales
cosas.
Forzó una media sonrisa. —Soy su hermana, pero también su tutora legal.
—¿Y tus padres?
Si no hubiera sido un ayudante del sheriff, Abby le habría dicho que no era
asunto suyo.
—Papá murió hace años y nuestra madre huyó. Pero no antes de que me
diera la tutela legal de mis hermanos.
Los oscuros ojos del hombre se abrieron de par en par. —¿Tienes otro
hermano?
—Sí.
Como si necesitara otro recordatorio de que estaba fallando en la crianza de
sus hermanos.
—Por esa puerta —dijo el ayudante mientras señalaba a su izquierda.
Se escuchó un fuerte pitido y Abby se apresuró a abrir la puerta. La atravesó
para encontrarse a otro oficial de policía esperándola. A pesar de la naturaleza
temeraria de Brice y del bullicioso grupo con el que se juntaba, esta era su
primera vez en una comisaría.
Y, francamente, rezó para que fuera la última.
Nada podía preparar a nadie para lo que les esperaba una vez que entraban.
Las paredes blancas, las gruesas puertas, las cerraduras y las cámaras en todas
partes la hacían sentir como si el edificio se le estuviera cerrando encima. Y eso
que ni siquiera tenía en cuenta a todos los agentes que la observaban mientras
pasaba.
No estaba segura de si ser llevada de vuelta a ver a Brice era algo bueno o no.
¿No se suponía que había algo sobre una fianza? No es que ella pudiera
pagarla.
Sus pensamientos se interrumpieron cuando el agente se detuvo junto a una
puerta y la abrió mientras se apartaba a un lado. Abby miró dentro de la
habitación antes de mirarle. Él sacudió su barbilla hacia la puerta.
Ella vacilante se acercó a la entrada. Su mirada se posó en una figura
familiar, y el alivio la inundó. —Danny.
—Hola, Abby —dijo mientras se levantaba de su asiento en la mesa en el
centro de la habitación.
Sus bondadosos ojos color avellana se arrugaron en las esquinas con su
sonrisa. Luego se dirigió hacia ella y la guió hasta la mesa. Toda su aprensión se

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desvaneció. Ni siquiera el hecho de que él también llevase un uniforme
de ayudante del sheriff la molestaba. Porque ella conocía a Danny
Oldman desde que estaban en la escuela primaria.
Se había relacionado con la multitud popular en la escuela porque había sido
una de las estrellas del equipo de fútbol, pero Danny nunca olvidó que había
crecido en la parte equivocada de la ciudad –al lado de ella.
—Estoy tan contenta de que estés aquí…—dijo.
Su sonrisa decayó un poco. —Lo que hizo Brice es serio, Abby.
Ella retiró la silla, el metal raspó el suelo como un chillido, y se sentó. —
Nadie me ha dicho nada. Brice se negó a hablar de ello. Solo me dijo que
viniera.
—Tal vez deberías ser más firme con él.
La voz profunda envió un escalofrío a través de ella. No se había dado
cuenta de que había alguien más en la habitación. Abby miró por encima de su
hombro para ver a un hombre alto y delgado alejarse de la esquina y caminar
hacia ella.
Su Stetson negro estaba demasiado tirado sobre su rostro, pero vislumbró
una mandíbula bien afeitada, un mentón cuadrado y unos labios anchos y
delgados. No fue hasta que se detuvo al otro lado de la mesa y aplanó sus
manos sobre la superficie que ella recordó respirar.
—Abby —dijo Danny—. Este es Clayton East. Clayton, Abby Harper.
Fue bueno que ya estuviera sentada porque Abby estaba segura de que sus
piernas no la habrían sostenido. Todo el mundo conocía a los East. Su rancho
era el más grande del condado. La familia era conocida por ser generosa y
acogedora, pero esa no fue la vibración que recibió de Clayton en ese momento.
Fue entonces cuando cayó. Lo que fuera que hubiera hecho Brice involucraba
al East Ranch. De toda la gente a la que su hermano podía cabrear, tenían que
ser ellos. No había manera de que pudiera competir con su riqueza o influencia.
En otras palabras, su familia estaba bien jodida desde el domingo.
Clayton levantó la cabeza empujando su Stetson hacia atrás con un dedo. Ella
vislumbró hebras de pelo rubio asomando bajo el sombrero. Su vista chocó con
unos ojos verde pálido que la fijaron con una mirada de acero. Hiciese lo que
hiciese, no podía apartar la vista. Nunca antes había visto tanta ira o angustia
contenida en la mirada de alguien.
La aturdió. Y sospechaba que no tenía nada que ver con su hermano o con el
rancho, sino con algo totalmente distinto. Y se preguntó qué podría ser.
—No —soltó.

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Lo que debería haber sido un diálogo interno salió. Las cejas rubias
de Clayton se fruncieron en un mar de confusión. Miró a Danny,
esperando que su arrebato fuera ignorado. No era como si Clayton necesitara
saber que su historia con los hombres era... bueno, mejor dejarla en el olvido.
Cuando volvió a mirar a Clayton se vio capturada por sus rasgos fuertes. No
solo era atractivo. Era despampanante. La piel, bronceada de un tostado
profundo por el sol, aún resaltaba más sus ojos. Sus rasgos angulosos no
deberían ser atractivos, pero lo eran ¡oh!, sí, muy atractivos.
Decidió apartar la mirada de su rostro para recobrar la compostura, pero se
dio cuenta de que había sido un error cuando su vista cayó sobre la camisa de
denim que abrazaba sus anchos y gruesos hombros. Las mangas estaban
enrolladas hasta sus antebrazos, mostrando el borde de un tatuaje que por poco
le pide que se lo enseñe.
Abby se reclinó en su silla, lo que le permitió ver mejor la parte inferior de
Clayton East. Los vaqueros color canela colgaban de sus caderas y envolvían
sus largas piernas.
Era un cowboy de los pies a la cabeza y, sin embargo, la sensación que
transmitía decía que no estaba del todo cómodo con ese atuendo. Lo cual no
podía ser cierto. Había sido criado en el rancho. Si alguien podía usar esa ropa
con autoridad, era Clayton East.
Danny se aclaró la garganta ruidosamente. Ella le lanzó un vistazo y vio su
penetrante mirada. Queriendo darse de bofetadas, Abby respiró hondo. Justo
cuando estaba a punto de comenzar a hablar, Clayton se le adelantó.
—El robo de ganado es un delito grave.
El bolso de Abby cayó de su mano al suelo. No debía haber oído bien. —
¡¿Robo de ganado?!
—Pillamos a Brice intentando cargar ganado con la marca East en un
remolque —dijo Danny—. Los que estaban con él huyeron.
Se estaba poniendo enferma. Abby miró a su alrededor buscando un cubo de
basura. Esto no podía estar pasando. Brice era un poco insensato, pero ¿no lo
eran la mayoría de los chicos de 16 años?
Aunque sabía que se estaba engañando. Supo desde el momento en que su
madre los abandonó que sería un milagro si Brice se graduaba en el instituto.
Portarse mal era su forma de lidiar con las cosas.
—Yo... yo... —Ella sacudió la cabeza.
¿Qué decirle en respuesta a tal declaración? ¿Lo siento? ¿No sé qué le pasa?

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Danny se apoyó en el borde de la mesa y la miró con aquellos ojos
color avellana llenos de preocupación. —Debiste haber acudido a mí si
Brice estaba descontrolado.
—Pero no lo estaba —argumentó. Y eso no era una mentira—. Las notas de
Brice han mejorado y realmente se ha enderezado mucho.
Danny dejó escapar un largo suspiro. —¿Hay alguien nuevo con quien haya
estado rondando?
—No —le aseguró—. No que yo haya visto.
Después del último incidente, cuando Brice estuvo a punto de entrar en una
casa en la que sus amigos habían entrado, juró que no se metería en más
problemas. Abby creía de verdad que el roce con la ley lo había enderezado.
Se le encogió el corazón al darse cuenta de que su hermano podría ir a la
cárcel. Sabía que era una pobre sustituta de su madre, pero lo había hecho lo
mejor que pudo.
—¿Qué pasará ahora? —preguntó, devanándose los sesos para recordar
programas antiguos que había visto para indicar lo que sucedería después—.
¿Hay una audiencia para fijar la fianza o algo así?
—Eso depende de Clayton.
Justo lo que necesitaba.
Pero Abby estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por sus hermanos. Se
enderezó y miró a Clayton a los ojos. —Mi hermano es joven y estúpido. No le
estoy dando excusas, pero lo ha pasado mal desde que nuestra madre se fue.
Hago todo lo que puedo para...
—¿Lo estás criando?
Se detuvo ante su interrupción antes de asentir. —Tanto a Brice como a
Caleb.
Él la miró fijamente durante un largo y silencioso minuto.
Abby no tenía orgullo a la hora de suplicar. Incluso se pondría de rodillas si
fuera necesario. —Por favor, no presente cargos. Devolveré lo que sea que haya
perdido con el robo.
—Abby —soltó Danny en un áspero susurro.
—¿En serio? —preguntó Clayton mientras cruzaba los brazos sobre su
pecho—. ¿De verdad vas a pagarle a mi familia?
Abby pasó la mirada de Clayton a Danny antes de volver a mirar a Clayton y
asentir. Un nudo obstruía su garganta porque sabía que la cantidad sería
enorme, pero si eso significaba que su hermano no iría a la cárcel, ella lo pagaría
con gusto.

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—Se llevaron cien vacas. Treinta de ellas fueron recuperadas cuando
tu hermano fue arrestado, lo que deja setenta sin contabilizar.
Redondeémoslo a 2000 dólares cada una. Son 140,000 dólares. Sin mencionar
que cada una de ellas está a punto de parir. Cada ternero vale un mínimo de
500 dólares cada uno. Eso son 35,000 dólares adicionales.
Oh Dios. Estaría pagando por el resto de su vida. Y estaba bastante segura de
que Clayton querría el pago ahora mismo. ¿Cómo demonios iba a conseguir esa
cantidad de dinero?
Pero Clayton East no había terminado. Todavía tenía que asestar el golpe
mortal.
—Luego está Cochise, uno de nuestros preciados toros. Vale 100,000 dólares.
Se puso una mano sobre la boca mientras su estómago se rebelaba.
Realmente iba a ponerse enferma y, en este momento, la idea de vomitar sobre
Clayton East sonaba tentadora.
No había forma de que pudiera conseguir 275 dólares, mucho menos 275,000.
Peor aún, Clayton lo sabía. Lo llevaba escrito en toda su cara.
Danny se puso de pie y se detuvo al final de la mesa. —Abby, tienes que
hacer que Brice te diga dónde está el resto del ganado.
Las palabras apenas penetraron en su mente. Miró fijamente la mesa de
metal, su mente estaba en blanco. Por lo general, era capaz de pensar en alguna
forma de sacar a sus hermanos de cualquier lío en el que se hubieran metido…
–y había habido más que unos pocos.
Trabajó en varios empleos hasta que consiguió un puesto en una Gestoría de
Contabilidad donde estaba empleada actualmente. A pesar del hecho de que
trabajaba sesenta horas a la semana, no la tenían en nómina porque eso
significaría que tendrían que darle seguro médico.
Incluso con esas horas y cada centavo que juntaba, no cubría sus cuentas
mensuales. Pero si algo les había prometido a sus hermanos, era que cuidaría de
ellos.
Y lo hizo.
Hasta hoy.
Recogió su bolso y se puso de pie antes de enfrentarse a Danny. —Me
gustaría ver a mi hermano ahora.
Le costó Dios y ayuda salir de la habitación sin soltarle al alto y poderoso
Clayton East lo que tenía en mente.

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Capítulo 2

Impresionante. Fue la única palabra que vino a la mente de Clayton cuando


Abby Harper entró en la habitación de la estación del sheriff.
Se alegró de haber estado en la esquina para tomarse su tiempo mirándola.
Era de estatura media, pero no había nada de ordinario en ella. Sus grandes ojos
azules parecían succionar su alma. Sus labios eran dúctiles y generosos, con un
tono rosa pálido de brillo labial que les aportaba luminosidad. Tuvo un ridículo
deseo de eliminar el color–no con sus dedos, sino con la boca.
Su pelo trigueño estaba recogido hacia atrás en una cola de caballo formando
una cascada de marrón profundo con un ocasional mechón color caramelo en la
mezcla. Le hizo preguntarse qué tan largo era su cabello. Y cómo se sentiría si
pasara sus dedos por toda su longitud.
El abrigo color leonado que llevaba le llegaba por encima de sus caderas. En
varios lugares el dobladillo estaba deshilachado y le faltaban botones en los
puños y uno en la cintura, lo que lo mantenía abierto. Eso le permitió
vislumbrar el suéter de algodón de azúcar rosa debajo.
Su necesidad de ver más fue lo que lo llevó desde su posición en el rincón de
la habitación a pararse frente a ella en la mesa. Y cuando vio los generosos
pechos que ni siquiera su amplio suéter podía ocultar, su polla se puso dura. Su
larga falda de tubo negra y sus botas altas escondían sus piernas, pero el
material de la falda se amoldaba a sus increíbles curvas como una segunda piel.
No había reaccionado así con una mujer desde... bueno, desde el instituto.
Clayton no se había preocupado de escuchar las cosas que Danny trató de
explicarle sobre los Harper. Hasta que ella entró. Entonces no pudo quitarle los
ojos de encima. Y quería saber cada detalle.
Abby tenía una deliciosa mezcla de fuerza y vulnerabilidad que le hizo
querer protegerla al instante.
No es que fuera a seguir con ese pensamiento. Estaba demasiado ocupado en
el rancho tratando de encontrar al contable que les había robado su dinero, así
como el ganado desaparecido.

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Clayton tenía la intención de presentar cargos contra Brice. Sin
embargo, cuanto más tiempo miraba a Abby, menos importaba.
Especialmente cuando ella declaró que lo devolvería todo.
Sus ojos se habían abierto como platos, y su tez –ya pálida– se quedó como el
papel cuando él le dijo el precio final. No había llorado ni suplicado. Sus
hombros se habían desplomado, pero había levantado la barbilla, el acero en su
columna vertebral la mantenía enfocada en su familia.
Clayton había observado su demanda de ver a su hermano antes de salir de
la habitación. Pero no se movió. No pudo. Estaba demasiado confundido con
respecto a toda la reunión.
—Traté de advertirte —le dijo Danny cuando regresó unos minutos
después—. Abby es una buena persona que está haciendo lo mejor que puede
con Brice.
Clayton dejó caer los brazos y enganchó un pulgar en la presilla del cinturón.
—El chico necesita una figura masculina en su vida.
—Estoy de acuerdo.
—¿Está saliendo con alguien? —Pero, ¿por qué le molestaba tanto pensar en
eso?
Danny apretó labios mientras sacudía su cabeza lentamente. —Tengo varios
amigos que la invitaron a salir. Demonios, incluso yo estaba interesado, pero
desde que su madre se fue cuando Abby tenía solo dieciocho años, se ha
centrado completamente en sus hermanos.
—¿Por qué no la invitaste a salir? —Clayton no sabía por qué su mente se
aferraba al hecho de que Danny estaba interesado en ella.
—Porque ella necesita un amigo —respondió Danny—. Y si la invito a salir,
ya no me considerará un amigo.
Ella pensaría en él como alguien que quería meterse en sus pantalones. Con
una belleza como era Abby, Clayton estaba seguro que tendría a alguien estable
o incluso estaría casada. Pero no había anillo en su dedo. De hecho, las únicas
joyas que llevaba eran un par de estrellas de oro en sus orejas.
Clayton no quería admirar a Abby Harper. Y ciertamente no quería que le
gustara, pero se encontró haciendo ambas cosas en contra de su buen juicio.
—¿Vas a presentar cargos? —preguntó Danny.
Clayton caminó hacia la puerta y miró en la dirección en que Abby había
desaparecido. No había rastro de ella, pero no era difícil imaginar cómo iba la
reunión con su hermano. Se frotó la mandíbula y escuchó mientras Danny
continuaba cantando sus alabanzas. Fue durante el discurso de Danny sobre
cómo Abby siempre cumplía con sus promesas cuando se le ocurrió una idea.

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—No tendrá el dinero para pagar la fianza de Brice, ¿verdad?
—No —dijo Danny.
Con su decisión tomada, Clayton se volvió hacia Danny. —Quiero hablar con
Brice.
—¿Qué planeas?
—Voy a hacer que trabaje para pagar su deuda en el rancho. Si no me dice
quiénes son los otros cuatreros, quizá pueda convencerle de que me lleve hasta
el ganado antes de que lo vendan o lo sacrifiquen.
Danny se balanceó sobre sus talones. —Es una buena idea. Además, todo el
mundo por aquí conoce la marca East. Nadie en su sano juicio compraría nada
de tu ganado sin que tu familia estuviera allí; pero especialmente no ahora que
ha corrido la voz sobre el robo.
—Es lo que espero.
Era una posibilidad remota, pero Clayton sabía que no obtendría nada si
Brice era procesado. Y, por alguna extraña razón, quería ayudar al chico. O tal
vez quería ayudar a Abby.
Danny le hizo un gesto para que lo siguiera al salir de la habitación y se
movió por los pasillos, girando a la izquierda y a la derecha varias veces. —
Brice estará de acuerdo. Es imprudente y temerario, pero en el fondo es un buen
chico. Adora a Abby. Los tres están muy unidos, apoyándose el uno en el otro
para superar el día a día.
—Entonces Brice debería mantenerse alejado de los problemas —Clayton
hizo un gesto de dolor al escuchar a su padre en sus palabras.
Danny le miró por encima del hombro, como si él también estuviera
sorprendido por lo que había dicho.
De todas las personas con las que Clayton se había encontrado desde su
regreso a Texas hacía tres días, Danny había sido el único que no había
presionado para saber sobre los años que había estado fuera. Y Clayton estaba
agradecido por eso. Había empezado a ser difícil esquivar las preguntas o
cambiar de tema.
Se detuvieron frente a una celda. Era la primera vez que Clayton veía a Brice,
pero en el momento en que puso los ojos en el adolescente, pudo ver el parecido
con Abby en los ojos azules y el pelo oscuro del adolescente.
El miedo en la mirada del chico le recordó a Clayton a él mismo cuando pasó
por ese período alborotador en su vida después de la muerte de su hermano.
Alguien le había dado una segunda oportunidad. Tal vez por eso se sentía
generoso con Brice.

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La boca del joven se aflojó al reconocer a Clayton. Brice se puso
lentamente en pie mientras la energía nerviosa le hacía hurgar en el
dobladillo de su camisa.
—Señor East —dijo Brice.
Clayton inclinó la cabeza. —Señor Harper.
Por un momento el chico pareció aturdido ante la respuesta, pero Clayton
decidió tratarlo como un adulto y ver cómo iban las cosas.
—Abby dijo que va a presentar cargos —continuó Brice.
Clayton inhaló profundamente y cruzó los brazos sobre su pecho. A su lado,
Danny permaneció en silencio y quieto. —Tu hermana se ha ofrecido a devolver
lo que el rancho ha perdido por el ganado y el toro robados.
—¿En serio? —preguntó Brice mientras se le formaba una sonrisa.
—Son 275,000 dólares.
La magnitud de la cantidad pareció golpear a Brice cuando se desplomó
sobre el banco. Su mirada cayó al suelo. —Abby puede hacer mucho. Se las
arregla para pagar nuestras cuentas y poner comida en la mesa mientras
procura que siempre tengamos ropa. Pero ella se queda sin. Lo único que hace
por sí misma es tomar una clase nocturna de la universidad de vez en cuando si
puede reunir el dinero. No hay forma de que pueda pagar eso.
Mientras el chico hablaba, algo se le ocurrió a Clayton. —¿Por qué robaste el
ganado?
Hubo una ligera vacilación cuando Brice lo miró. —El dinero que me
prometieron habría ayudado a Abby para que no tuviera que trabajar o
preocuparse tanto. Quería que –solo por una vez– se comprara algo para ella.
Después de escuchar eso, Clayton supo que había tomado la decisión
correcta sobre Brice. Lo que el chico había hecho estaba mal, pero lo había
hecho para ayudar a su hermana, no solo por la emoción de violar la ley.
—¿Me dirás quién está detrás del robo?
La manzana de Adán de Brice osciló de arriba abajo mientras sacudía la
cabeza.
Clayton lo dejó pasar. Por ahora. —Tengo una propuesta para ti, Brice. Es
una suma nada despreciable que el rancho no puede asumir. Eres el único que
ha sido atrapado, así que todo el peso recae sobre tus hombros.
—Lo sé —dijo Brice, levantando la barbilla de la misma manera que lo había
hecho Abby hacía unos momentos.
Clayton estaba impresionado de que el adolescente no hubiera intentado
librarse de la responsabilidad. Lo llevaba sobre sus hombros como un hombre,

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lo que era prueba de que Abby había hecho un buen trabajo criándolo—
. No presentaré cargos y puedes salir de esta celda hoy.
—¿Cuál es el truco?
—Trabajarás en el rancho. Durante la semana, llegarás directamente de la
escuela y harás tus deberes. Una vez que los hayas hecho, trabajarás hasta la
cena. Luego te llevaré a casa. Los fines de semana y cuando no estés en la
escuela, llegarás a las seis de la mañana y trabajarás todo el día, regresando a
casa para la cena. Si faltas un día por cualquier otra cosa que no sea una
enfermedad –que tendré que confirmar– haré que Danny te recoja y te traiga de
vuelta a esta celda.
—Trato hecho —dijo Brice mientras se levantaba y caminaba hacia Clayton,
metiendo la mano entre los barrotes.
Clayton vaciló. —¿No quieres hablar con Abby primero?
—Es mi mierda. Por una vez voy a arreglarlo yo mismo.
Todavía había esperanza para el chico. Clayton agarró su mano y cerraron el
trato con un apretón de manos. Tan pronto como se separaron, Danny abrió la
celda y Brice salió.
El adolescente era alto, casi tan alto como Clayton. Tenía una buena cabeza
sobre los hombros, pero necesitaba orientación. Clayton no quería exactamente
hacer ese trabajo. Sin embargo, de alguna manera, se encontró con que era suyo
–y se sentía bien.
Mientras salían de la jefatura, Clayton hizo un gesto hacia la camioneta
Chevrolet negra estacionada frente al edificio. —Sube. Te llevaré a casa.
Una vez que estuvieron en camino, Clayton notó cómo Brice intentaba mirar
el interior del vehículo sin hacerlo evidente.
—¿Conduces?
Brice sacudió la cabeza. —Solo tenemos un coche. Abby me enseñó y tengo
mi permiso, pero no he conseguido mi licencia todavía. No importa. No
necesito conducir.
—Claro que sí. Podrías compartir el coche y ayudarla haciendo la compra y
cosas así.
—No pensé en eso —murmuró.
Clayton echó una ojeada a Brice, quien se pasó la mano a través de su pelo
rapado. —Pareces un buen chico. No hagas que me arrepienta de haberte dado
una segunda oportunidad.

20
—No lo haré —dijo mientras volvía la cabeza hacia Clayton. —A
veces puedo actuar como un estúpido, pero no soy tonto. Sé lo que está
haciendo por mí, señor East.
—Mi padre es el señor East. Llámame Clayton.
—Gracias, Clayton —dijo Brice—. No te defraudaré.
Clayton asintió mientras se adentraban en un camino. —Deberías tener la
misma dedicación a tu familia.
—Lo sé —murmuró Brice y miró hacia afuera a través del parabrisas—.
Estuve enojado durante tanto tiempo… y me desquité con Abby. No se quejó.
Ni una sola vez. No se merece estar atrapada con nosotros y tenernos que
aguantar.
—Hijo, no conozco a tu familia, pero puedo garantizarte que tu hermana no
se siente atrapada contigo.
Eso trajo un toque de sonrisa a los labios de Brice. El silencio del resto del
viaje solo fue roto por el adolescente diciéndole cómo llegar a la casa.
Cuando Clayton se detuvo en el camino de entrada, vio la edad de la
pequeña residencia en su pintura descascarillada y el balanceo del tejado. Pero
todo estaba limpio y el pequeño patio segado.
—Abby dice que solo porque seamos pobres no significa que tengamos que
vivir en la mugre.
—Tiene razón —dijo Clayton mientras se daba cuenta de que no había
ningún otro coche en el camino—. Esperaba hablar con ella.
Brice se desabrochó el cinturón de seguridad y se encogió de hombros. —
Conociéndola, ha vuelto a la oficina a intentar trabajar un poco más para
compensar la hora que ha perdido. Lo veré mañana por la tarde, señor...
Clayton.
—Hasta mañana —respondió.
Vio como Brice caminaba hacia la puerta y fue recibido por un hermano
menor. Una vez que estuvieron dentro, Clayton se marchó, preguntándose por
el arrepentimiento que sentía por no haber tenido la oportunidad de hablar con
Abby una vez más.

21
Capítulo 3

—El universo está en mi contra —soltó Abby mientras tiraba del coche
atacado por bloqueos y espasmos hacia un lado de la carretera y lo estacionaba.
Sintió la amenaza de las lágrimas precipitándose hacia adelante y
quemándole los ojos, pero se negó a dejarlas caer. Si se rendía ahora, muy bien
podría llorar toda la semana siguiente con todas las cosas tratando de
aplastarla.
Parpadeando varias veces, se contuvo y tragó. Entonces abrió el capó y salió
del coche. El viento la azotó, enviando una ráfaga directamente bajo su falda
contra sus piernas desnudas.
Se estremeció y se apresuró a llegar al frente del Honda Accord blanco de
1990. La única razón por la que su madre no se lo había llevado cuando se fue,
fue porque Abby había quitado uno de los neumáticos para cambiarlo la noche
anterior. De lo contrario, Abby y sus hermanos se habrían quedado sin
vehículo.
El coche había sido una bendición, pero últimamente se estaba averiando
cada vez más. El hecho de que lo hiciera después de su horrible encuentro con
Clayton East en la oficina del sheriff y que decidiera intentar dejarla varada en
ese solitario tramo de la carretera fue la gota que colmó el vaso.
—Vas a funcionar —le dijo al auto mientras levantaba el capó.
Tenía las manos tan frías que apenas podía agarrar nada. Los guantes eran
un lujo que, literalmente, no podía permitirse, pero qué no daría por tener algo
caliente entre sus manos.
Con los dientes castañeteando, se inclinó sobre el capó y comenzó a revisar a
los sospechosos habituales: el convertidor y el interruptor de encendido. Todo
parecía estar en orden.
Si no estuviera tan helada, podría ser capaz de pensar. Dale un calor de
treinta y siete grados y estaba perfecta. Pero permitir que la temperatura cayera
por debajo de los quince grados y dejaba de funcionar. Y ya que hora estaban a
cinco grados, en lo único en lo que podía pensar era en una ducha caliente, una
sudadera y dos pares de calcetines mientras se acurrucaba bajo de un montón
de mantas.

22
Pero para conseguir todo eso, tenía que arreglar el estúpido coche.
—Piensa, Abby —se reprendió a sí misma.
Había reparado el Accord más veces de las que podía recordar. Debería ser
capaz hacer esto.
Después de dar un par de saltos para que la sangre fluyera mientras se
sostenía los brazos contra sí misma, en parte por el calor, en parte para sostener
sus tetas, se inclinó una vez más.
El sonido de un vehículo que se acercaba llegó hasta ella. Sin duda era un
ayudante del sheriff ya que patrullaban la carretera a menudo. El rugido del
motor se hizo más fuerte cuando se detuvo detrás de ella.
Miró por encima del hombro y vio una camioneta negra. Gimiendo
mentalmente porque sin duda era un machote que pensaba que era una
damisela en apuros, volvió a mirar el motor.
—Estoy bien, gracias —gritó, esperando que la oyeran en lugar de salir del
vehículo.
Comprobó un par de piezas más. Con la Navidad a la vuelta de la esquina, lo
último que necesitaba era gastar más dinero en el Accord.
Las lágrimas asomaron de nuevo mientras intentaba imaginar la mañana de
Navidad sin Brice. Aunque no podían permitirse unas navidades decadentes,
siempre habían estado juntos, a través de períodos difíciles, e incluso tiempos
más duros.
El sonido de la puerta de la camioneta cerrándose le hizo poner los ojos en
blanco. Se giró mientras decía: —De verdad, estoy bi…
El resto de las palabras se quedaron atoradas en su garganta mientras su
mirada se posaba en nada menos que en Clayton East. Era como una mala
moneda que seguía apareciendo.
Comenzó a abrir la boca, pero él rápidamente la atajó. —Si me dices que
estás bien una vez más, te lanzaré sobre mi hombro y te arrojaré a la parte de
atrás de mi camioneta.
La idea de todos esos músculos bajo sus palmas era intrigante. Parte de ella
quería probar que iba de farol. Sin embargo, se mantuvo en silencio, porque no
estaba segura de querer estar cerca de ese duro cuerpo suyo. Sobre todo, porque
sabía que le gustaría demasiado. Y no tenía tiempo para nada de eso.
Una vez que Brice y Caleb se hubieran graduado con empleos y –con suerte–,
yendo a la universidad, entonces tal vez lo consideraría. Pero no hasta entonces.
Clayton se quitó su sombrero de cowboy, mostrando una gran cantidad de
pelo dorado que caía largo y ondulado. Pasó una mano a través de la espesa
longitud, empujando una porción de la parte superior hacia un lado.

23
Ella tragó con fuerza, muy consciente de la forma en que su cuerpo se
calentaba con solo mirarlo. Sus pezones se fruncieron y no tenía nada
que ver con el frío. Y al igual que en la oficina del sheriff, se encontró
ahogándose en sus ojos verdes.
—¿Qué ha pasado? —preguntó.
Parpadeó, confundida. ¿De qué le estaba hablando? Su desconcierto debió
haberse mostrado porque él señaló detrás de ella. Abby se giró y miró el coche.
El hecho de que le tomara un segundo o dos recordar por qué el capó estaba
levantado, le hizo saber qué tipo de efecto tenía Clayton sobre ella.
—No lo sé. Pensé que podría ser el interruptor de encendido o el convertidor,
pero ambos se ven bien.
Se acercó a su lado y miró el motor expuesto. Sus ojos se encontraron con los
de ella. —¿Puedo? —preguntó, señalando el coche.
Se encogió de hombros y se rodeó la cintura con los brazos. No quería ayuda
del hombre que iba a enviar a su hermano a la cárcel. No importaba que Brice
hubiera infringido la ley. Y tenía claro que Clayton no sería capaz de arreglar el
vehículo. Nadie conocía su coche como ella.
—Adelante.
Se inclinó por la cintura y que el Señor la ayudara, sus ojos se dirigieron
directamente a su trasero y a la forma en que se le amoldaban los Wranglers.
Juntó los labios con fuerza y miró hacia otro lado, pero eso duró solo un
momento antes de que volviera a mirar. Estaba bastante segura de que no había
ni una sola parte de Clayton que no se viera magnífica.
Jugueteó con algunas piezas. Entonces le llegó su voz. —No te recuerdo de la
escuela.
—Soy cinco años más joven que tú.
Un gruñido fue su respuesta.
Ella puso los ojos en blanco. Estaba pensando en todas las formas en que
podría intentar ganar dinero extra para pagar la deuda de Brice para que no
fuera a la cárcel cuando Clayton se enderezó, la grasa cubriendo sus dedos.
—Pruébalo —instó.
La sacaría de la ventolera. Y esa fue la única razón por la que Abby lo hizo.
Abrió la puerta del coche y se hundió detrás del volante. Giró la llave,
esperando que no pasara nada, pero el coche rugió a la vida.
—Tu boca abierta me dice que estabas segura de que fracasaría.
Ella giró la cabeza para encontrarlo parado en la puerta abierta. Maldición,
pero qué rapidez. —Lo estaba.

24
—Todavía estás enfadada conmigo.
Ella lo miró con sorpresa y rabia. —Por supuesto que sí. Es mi hermano y no
quiero que su vida se arruine por ser un estúpido. ¿Nunca has sido tan tonto?
¿No crees en las segundas oportunidades?
—Sí. Y sí.
La pilló desprevenida con su respuesta. Estaba tan sorprendida que por un
momento no pudo responder. Entonces se dio cuenta. Si creía en darle otra
oportunidad a alguien, ¿por qué no lo había hecho con su hermano? Antes de
que ella pudiera formar las palabras, él estaba hablando de nuevo.
—Brice está en casa —dijo y cerró la puerta antes de pasar a la parte
delantera del coche y bajar el capó.
Ella lo miró fijamente mientras se subía a su camioneta y se iba. Durante
largos minutos, se quedó allí sentada, dejando que sus palabras se asimilaran.
Luego condujo como una loca para llegar a casa.
Una vez allí, salió corriendo del coche y cruzó la puerta principal para
encontrarse a Brice en la cocina empezando la cena mientras Caleb ponía la
mesa. Dejó caer su bolso y cerró la puerta con un portazo detrás de ella
mientras corría hacia sus hermanos y los tres se abrazaron en medio de la
pequeña cocina.
—Todo va a estar bien, Abby —dijo Brice.
Ella cerró los ojos con fuerza en un intento por detener las lágrimas por
tercera vez ese día. Inclinándose hacia atrás, besó la frente de Caleb antes de
mirar a Brice. —¿Qué ha pasado?
—Clayton fue a verle —dijo Caleb, no queriendo quedarse fuera. A los
catorce años, todo lo que Brice hacía era algo para ser copiado.
Brice hizo un gesto hacia la mesa. —Siéntate.
Ni una sola vez, ninguno de sus hermanos había hecho la cena, sin importar
cuántas veces se lo hubiera pedido. Ellos cocinaban para sí mismos, pero no
para ella. Así que no iba a discutir el punto.
Abby se acercó a la mesa y se quitó el abrigo antes de sentarse y mirar a
Brice. —¿Clayton vino a verte?
—Sip. Después de que te fuiste. Estaba cagado de miedo, para ser honesto.
Ella lo contempló mientras él continuaba dorando la carne al tiempo que
Caleb sacaba la pasta y la salsa de tomate para los espaguetis. La espera para
descubrir lo que le había dicho la estaba matando, pero ya había preguntado
dos veces.

25
Finalmente, la pasta estaba hirviendo en el agua y la carne picada y la
salsa estaban sofriéndose a fuego lento, lo que permitió que Brice se
volviera hacia ella. —Me ofreció una segunda oportunidad.
—Hay una trampa en alguna parte —soltó ella.
Caleb se detuvo junto a ella mientras colocaba las servilletas en la mesa. —
Eso es lo que yo dije.
—Eso es lo que hay —respondió Brice—. Tengo que trabajar en el rancho
para pagar la deuda a partir de mañana. Iré después de la escuela y haré los
deberes. Luego trabajaré hasta la cena. Los fines de semana y cuando no esté en
la escuela, tengo que estar allí a las seis de la mañana y trabajar hasta la cena.
Abby quería encontrar algún tipo de defecto en la propuesta –sobre todo
porque todavía estaba enfadada con Clayton. Podría haberle dicho todo esto en
las oficinas del sheriff en lugar de permanecer en silencio.
Pero la verdad era que esto sería bueno para Brice. Ella había querido que
consiguiera un trabajo desde hacía meses. No para traer dinero a casa, sino para
enseñarle responsabilidad y mantenerlo alejado del grupo de amigos que
constantemente se metían en problemas.
—Creo que tuve la misma reacción —dijo Brice—. Seguí esperando que me
exigiera algo más, pero me liberaron y me trajo a casa.
Abby se recostó en la silla. —Eso es bueno—. ¿No? Sí, muy bueno. En realidad,
genial.
De repente, la cara de Caleb estaba frente a ella, sus ojos marrones brillaban
mientras le sonreía, algo que rara vez hacía desde que le pusieron los brackets1.
—Preguntó por ti.
La emoción que atravesó a Abby no era deseada, pero no hubo forma de
detenerla. Entonces se encontró preguntando a Brice: —¿De verdad?
—Sip —dijo Brice con una sonrisa mientras removía la salsa de carne.
—Estoy segura de que solo quería ponerme al corriente las cosas. Pero no
dijo nada cuando lo vi.
—¿Acabas de verlo? —preguntaron sus hermanos al unísono.
Abby asintió, mirando entre los dos. —El Accord se averió.
—Y hace frío —dijo Caleb, arrugando la nariz.
Sus hermanos la conocían muy bien.

26
—Supongo que pasaba por allí —dijo ella encogiéndose de
hombros—. De todos modos, se detuvo y lo arregló antes de decirme
que estabas en casa. Luego se fue.
Un ceño fruncido empañó las jóvenes facciones de Brice. —Me pregunto por
qué no te lo dijo.
Fue porque estaba siendo una perra. Era su forma de vengarse de ella –y
había sido un golpe suave.
—El trabajo va a ser duro —le advirtió a Brice.
Sus ojos azules se encontraron con los de ella. —Realmente estoy deseando
que llegue. Oh, sé que me quejaré, pero siempre he tenido curiosidad por lo que
pasa en un rancho. Luego, cuando nos llevamos el ganado, me quedé fascinado
con ellos.
—¿Dónde está el resto del ganado? —presionó—. ¿Y el toro? ¿Sabes que ese
animal vale 100,000 dólares por sí solo?
Por el arrepentimiento en la cara de Brice, sabía que el animal valía un
dineral. —No puedo decirlo.
—¿No puedes o no quieres? —exigió.
Él se negó a mirarla. —No puedo.
—Podrías ahorrarle a todo el mundo muchos problemas si le dices a Clayton
dónde está el ganado y quién estuvo involucrado.
Caleb sacó la silla junto a la de ella y se sentó de lado, arrojando su brazo
sobre el respaldo del asiento. —Tiene esa mirada, Ab. Brice no va a decir nada.
Sip. Conocía demasiado bien esa mirada. Brice era una de las personas más
honorables que conocía. Si daba su palabra, la cumplía. Eso le serviría bien en
años posteriores, pero ahora mismo, la irritaba.
—Esta vez estoy resolviendo mi desastre —dijo Brice—. Tú ya has hecho
suficiente por mí. Es hora de que sea un hombre.
Se preguntó si fueron las horas de su hermano en la cárcel o el tiempo que
había pasado con Clayton, porque cuando hablaba, podía imaginarse la cara de
Clayton como si las palabras salieran de su boca.

27
Capítulo 4

La ira se cocinaba a fuego lento y hervía en sus entrañas. Clayton se frotó los
ojos cansados mientras revisaba los papeles de su último contable en la oficina
de su padre. Se sentía extraño estar sentado allí. Cuando sus ojos comenzaron a
cruzarse, se levantó y se sirvió un trago de bourbon.
Luego, se quedó mirando por la ventana hacia la noche. Debería pensar en
resolver el desastre que el contable les había dejado, pero no podía dejar de
pensar en Abby Harper. Realmente deseaba haber visto su cara cuando Brice le
dio la noticia.
—Estás sonriendo. Esa debe ser una buena señal.
Se giró al oír la voz de su madre. Mirando a sus suaves ojos marrones, se
encogió de hombros. —No estaba sonriendo.
—Reconozco una sonrisa cuando la veo —advirtió.
Caminó hacia él y envolvió sus brazos alrededor de su delgado cuerpo. La
gruesa túnica azul marino que llevaba era una de sus favoritas desde hacía
años. En muchos sentidos, sus padres habían nacido en el siglo equivocado. Su
madre mantenía su cabello largo, las hebras rubias mostrando ahora algo de
blanco y siempre peinado en un moño o trenzado, como ahora.
—¿Supongo que no has resuelto la tormenta de mierda de los libros?
Sacudió la cabeza antes de terminar el bourbon. —¿Qué pasó?
—Bill se retiró —respondió con un suspiro—. Fue nuestro contable durante
casi cuarenta años y su padre trabajó para tu abuelo y el suyo antes él.
—Negocio familiar —Clayton sabía todo eso.
Su madre caminó hasta el sofá y se sentó, metiendo las piernas de lado para
que su túnica cubriera sus pies descalzos. —Nathan se hizo cargo de su padre
como Bill lo había hecho con el suyo. Nathan había estado trabajando con Bill
durante los últimos cinco años. No teníamos dudas acerca de permitir que
Nathan continuara como lo han hecho todos los Gilroy durante casi doscientos
años.

28
—Mamá, solo tomé unas pocas clases de contabilidad en la
universidad y tan pronto como terminé, me olvidé de todo. Tenemos
que llevarle esto a Bill.
La compunción en la cara de su madre le dijo que no le iba a gustar lo que
escuchara después.
—Cuando el banco llamó porque no había fondos para pagar las cuentas,
fuimos allí para averiguar qué estaba pasando —Su madre se frotó las manos
arriba y abajo de los brazos—. Pensé que era un fallo del ordenador que se
solucionaría pronto.
Clayton volvió al escritorio y se sentó en la silla. Cuando regresó a casa,
inmediatamente se puso a tratar de encontrar el ganado. No había sido hasta
esta noche que intentó mirar los libros o hablar del desastre que tenían delante.
—¿Y? —preguntó cuando ella hizo una pausa.
—Nos mostraron cómo se había sacado el dinero de nuestras cuentas.
Clayton entrelazó las manos sobre su estómago. —¿Qué hay de las
inversiones? ¿Qué pasa con la cuenta de ahorros y las otras cuentas de
negocios?
—Desaparecidas.
Había una parte de él que pensaba –esperaba, realmente– que tal vez su
madre había exagerado las dificultades financieras de la familia. Ahora, sabía
que no.
—¿Cómo? —exigió.
Sus hombros se desplomaron cuando la preocupación se asentó en su cara.
—Nathan tenía acceso total a nuestras cuentas para trabajar nuestras
inversiones y mover el dinero como lo creyera conveniente. Igual que su padre
y su abuelo antes que él.
—¡De acuerdo! —dijo Clayton con fuerza—. Lo entiendo, pero las cosas han
cambiado, mamá. ¿Por qué le darías a alguien esa clase de control sobre tu
dinero?
—Así es como siempre hemos hecho las cosas. No teníamos ninguna razón
para pensar que Nathan no sería honorable.
Clayton estaba teniendo dificultades para controlar su furia. Siempre pensó
que sus padres eran inteligentes y estaban seguros con su dinero. Nunca se le
ocurrió verlo por sí mismo.
Como si le leyera la mente, su madre le dijo: —Sé que no quieres estar aquí.
No lo has hecho desde que Landon murió.

29
¡Dios! ¿Por qué todo siempre tenía que dar vueltas alrededor de la
muerte de su hermano? —No, no quiero estar aquí, pero no tiene nada
que ver con Landon y todo con que yo no esté listo para volver. De todas
formas, estoy aquí ahora y vamos a resolver esto.
—Fue el pensamiento de que tu padre pudiera ser el que perdiera el rancho
de sus antepasados lo que causó su derrame cerebral. No lo admitirá, pero sé
que esa es la razón.
Clayton también, pero Ben East era tan obstinado como una mula. —He
ahorrado mucho a lo largo de los años e hice algunas inversiones cuestionables
que me hicieron perder mucho dinero, pero a la larga gané más. He transferido
dinero a la cuenta principal de la empresa y me he asegurado de que todas las
facturas que fueron devueltas se hayan pagado. También me he asegurado de
que Nathan fuera retirado de todas las cuentas, así que ya no tiene ningún
acceso —Echó un vistazo a la pila de facturas en la esquina del escritorio—.
¿Supongo que esas eran cosas de las que Nathan debía ocuparse también?
Su madre asintió lentamente. —Yo pago nuestras tarjetas de crédito y cosas
así, pero los Gilroy siempre se han encargado de las cuentas del rancho.
En base a la cantidad que su familia había estado pagando a los Gilroy, no
era de extrañar que el East Ranch fuera su único cliente. Mientras que la mayoría
de contables solo manejaban impuestos para las S.A. y corporaciones y
ocasionalmente algún particular, los Gilroy también se habían encargado de las
cuentas por pagar y por cobrar del East Ranch. Eso significaba que sabían todo
lo que había que saber sobre los East y el rancho.
—A tu padre le gustaba que las facturas le llegaran a él, y luego se las llevaba
a Bill y Nathan —explicó su madre.
Clayton se pasó una mano por la cara. Gran parte de su cabreo se derivaba
del hecho de que estas eran cosas que habría sabido si hubiera regresado
después de la universidad.
Eran cosas que su hermano se habría asegurado de aprender antes de
graduarse en el instituto. Porque Landon no había querido nada más que
hacerse cargo del rancho algún día.
Clayton dejó a un lado esos pensamientos y se inclinó hacia delante para
apoyar sus antebrazos en sus rodillas. —Esto es lo que va a pasar. Se pagarán
todas las facturas. Vamos a encontrar el ganado robado y a Cochise. También
encontraremos a Nathan. Ya he llamado al FBI. De una forma u otra, todo va a
salir bien. No hay forma de que vayamos a perder el rancho.
—No uses todo tu dinero en nosotros, hijo —dijo con la frente surcada de
profundas arrugas.
—Tengo más que suficiente.

30
El silencio se extendió entre ellos. Sabía lo que ella estaba pensando
incluso antes de que las palabras salieran de su boca. Aún así, contuvo
la respiración, esperando que lo olvidara.
Debería haberlo sabido mejor.
Su padre era testarudo, pero nada que envidiar a su madre. Era como un
perro con un hueso. Determinada. Persistente. Tenaz. Todas esas palabras
describían perfectamente a su madre.
—Clayton —empezó.
Se incorporó. —¡No! —la advirtió.
—Me duele en el corazón que la primera conversación que tú y tu padre
habéis tenido en años terminara en una discusión.
No había sido exactamente una pelea. Más bien un desacuerdo porque había
habido instrucciones explícitas del doctor, una vez que su padre fue dado de
alta del hospital, de que nada lo molestara.
—Papá necesita descansar.
Su madre frunció los labios. —Cariño, ha estado a cargo del rancho durante
tanto tiempo que no conoce otra forma de ser. Necesita sentir que aún es parte
de él.
—Lo es.
Ella hizo una pausa, con expresión de derrota. —Así que Ben tiene razón. Te
irás.
—Centrémonos en lo que está pasando ahora mismo y en todos los
problemas a los que nos enfrentamos —No estaba de humor para hablar del
futuro o de por qué no podía quedarse en el rancho.
Para sus padres, siempre se trataría de Landon. Y la muerte de su hermano
tenía algo que ver, pero iba más allá de eso. La guerra había cambiado a
Clayton de demasiadas maneras como para intentar explicarlo.
No había noche en la que durmiera de un tirón. Cada vez que cerraba los
ojos, lo asaltaban las pesadillas de los hermanos de armas que había perdido –y
de los hombres a los que había matado para seguir vivo.
—No me disculparé por disfrutar de que estés aquí —dijo su madre—. Lo
creas o no, el rancho está en tu sangre. Siempre se transmite a través de la
familia.
Y probablemente ya lo habría hecho si Landon no hubiera sido asesinado.
Dos años mayor, su hermano había sido el único capaz de hacer cualquier
cosa que se propusiera, ya fuera en la universidad, el futbol o la ganadería.
Landon había sido intrépido en todo lo que hacía. Y había sobresalido en todo.

31
Brillaba tanto como el sol en Clearview. Pero nunca hubo celos entre
los hermanos. Clayton se había contentado con dejar que Landon
cargara con las responsabilidades del mayor que un día se haría cargo del
rancho porque eso le había permitido a Clayton hacer el vago.
Pero todo se había detenido una noche de verano despejada.
Incapaz de permanecer quieto por más tiempo, Clayton se levantó y volvió a
mirar por la ventana. —El chico Harper estará aquí mañana.
—¿Crees que aparecerá? —preguntó.
Agradecido de que le hubiera permitido cambiar de tema, Clayton asintió sin
mirar en su dirección. —Espero poder ganarme su confianza para que me diga
dónde está el resto del ganado y Cochise.
—Si aún no han sido vendidos.
—No por aquí, no. Eso significa que tendrían que llevarlos a algún lugar.
Todos los caminos están siendo vigilados por tal actividad.
Observó a su madre en el reflejo del cristal mientras jugaba con el extremo de
su trenza que caía sobre su hombro. —¿Entonces crees que el ganado todavía
está aquí?
—Sí —respondió.
—Entonces esperemos que funcione. Esos terneros podrían ayudarnos a
devolverte el dinero.
Su mirada se dirigió hacia uno de los graneros y más allá. —He puesto
hombres para vigilar las otras manadas. No van a robar más ganado del East
Ranch.
—No se puede detener a los ladrones si es algo que quieren lo suficiente.
Se volvió hacia su madre. —Este rancho se ha quedado bastante desfasado,
pero hay cosas que deben ser implementadas de inmediato.
—¿Cómo?
—Equipo de vigilancia.
Sus suaves ojos marrones se abrieron de par en par. —No podemos
permitirnos eso.
—Lo primero que hice cuando llegué fue darme una vuelta por el rancho y
marcar los puntos por donde alguien podría entrar en la propiedad sin ser
detectado. Antes de ver a papá, ordené todo lo que se necesita. La instalación
comienza mañana.
Su madre se alegró. —¿Así que habrá gente para la que cocinar?

32
Nunca había entendido por qué su madre sentía la necesidad de
cocinar para las masas, pero eso la hacía feliz. Y era fenomenal en ello. Y
luego estaba su horneado, que era incluso mejor.
—Sí, señora.
Se levantó de un salto, murmurando sobre los artículos que necesitaría de la
tienda de comestibles. No se necesitaba mucho para hacer sonreír a su madre.
Su mirada se dirigió hacia arriba cuando sus pensamientos se volvieron hacia
su padre. Las cosas no eran tan simples allí. En los cuatro años transcurridos
desde la última vez que vio a sus padres, su padre había envejecido mucho. La
preocupación y el estrés del rancho le habían pasado factura.
Ese fue el momento en que Landon habría empezado a asumir una mayor
responsabilidad, permitiendo que su padre se retirarse paulatinamente –no es
que hombres como Ben East se jubilaran alguna vez. Siempre tendría la mano
mezclada con el rancho porque era todo lo que sabía.
Clayton miró el ordenador una vez más. El rancho no estaba exactamente en
bancarrota. Todavía había ingresos provenientes de la venta de ganado, pero no
era suficiente para cubrir los gastos.
Cuando pusiera las manos encima de Nathan –porque lo haría– iba a
disfrutar mucho retorciéndole el cuello.
Y por alguna razón, eso le hizo pensar en Abby. Estaba bastante seguro de
que ella quería hacer eso y más con él cuando antes se detuvo para ayudarla.
Había algo en esa fierecilla que lo intrigaba. Quizás era su valiente intento de
controlar a sus hermanos. Tenía la cabeza firme sobre los hombros, pero el peso
de la responsabilidad le estaba pasando factura.
¿Y por qué diablos le importaba? Tenía que salvar el rancho, por lo que
necesitaba concentrarse en lugar de pensar en ojos azules y en una riqueza de
curvas que suplicaban ser tocadas.

33
Capítulo 5

Todo iba a salir bien.

Abby se fue a la cama repitiendo ese mantra y fue el primer pensamiento


cuando abrió los ojos a la mañana siguiente. Mientras se preparaba para ir al
trabajo, seguía pensando en todas las formas en que Brice podría equivocarse
en el East Ranch.
Entonces tuvo que detenerse y decir su mantra de nuevo. Eso ayudó. Un
poco. La verdad era que nada había sido fácil para ella o sus hermanos. Habían
estado arañando y luchando desde que llegaron al mundo. Y sabía que eso
nunca cambiaría.
Su estómago era un manojo de nervios cuando entró en la cocina y encontró
a Caleb comiéndose un gofre mientras intentaba esconderle una lata de Coca–
Cola.
—Jugo —dijo.
Caleb puso los ojos en blanco, pero fue a por una taza y echó un poco de
zumo de naranja. No había mucho en el vaso, pero era mejor que nada.
—Gracias —Le quitó el tetrabrik y vertió medio vaso antes de bebérselo.
—Esta es una de esas cosas de las que te agradeceré cuando sea mayor,
¿verdad? —preguntó.
Ella asintió mientras terminaba su último trago. —Así es.
—Síp, bueno, no me está gustando por ahora.
Ella sonrió. —De eso se trata, muchacho.
La tostadora se encendió con dos gofres más que su hermano agarró
rápidamente y sostuvo con los dientes mientras se ponía la chaqueta.
Fue entonces cuando se giró buscando a Brice. —¿Dónde está tu hermano?
—Consiguió que lo llevaran los Miller.
¿Brice, levantado tan temprano? Algo estaba mal. —¿A dónde se fue?
Caleb dio otro giro dramático de ojos. —Escuela.

34
—¿Qué? ¿Por qué?
—¿Cómo diablos voy a saberlo? —Caleb se encogió de hombros mientras se
inclinaba y recuperaba su mochila, arrojándola sobre su hombro. Luego puso la
lata de Coca–Cola sin abrir en el bolsillo de su abrigo y se dirigió hacia la
puerta—. Te veré después de la escuela, tata.
Abby abrió el congelador para agarrar un gofre, pero en su lugar encontró
una caja vacía. —Por supuesto —murmuró tirándola a la basura.
Con dos adolescentes, era difícil guardar comida en casa. Se dirigía a la
habitación delantera cuando escuchó el chirrido de los frenos del autobús y vio
a Caleb subir las escaleras de acceso.
Hubo un tiempo en que había contado los años hasta que se liberara de criar
a sus hermanos. Ahora ya casi estaba allí, y no estaba segura de qué hacer. Su
vida no había sido otra cosa más que criarlos. ¿Qué haría consigo misma una
vez que se hubieran ido?
¿Salir con alguien?
Eso la hizo resoplar. No había tenido una cita en mucho tiempo. Lo intentó
una vez, no mucho después de que su madre se fuera, y sus dos hermanos se
asustaron. Así que no había vuelto a pasar.
Abby suspiró y regresó a la cocina donde preparó el café. No quería pensar
en lo tranquila que estaría la casa cuando sus hermanos se fueran. Después de
una taza de café, recogió su abrigo y su bolso y se dirigió al trabajo.
El día se arrastraba y corría alternativamente antes de ralentizar de nuevo.
Cuando levantó la vista y vio que eran las cuatro, su estómago se hizo un nudo
de nervios.
Brice ya debería estar en el rancho. ¿Se habría presentado? Rezó para que lo
hubiera hecho, de lo contrario, estaría de vuelta en la cárcel. La siguiente hora
pasó a velocidad de tortuga. Cuando el reloj dio las cinco, se apresuró a recoger
sus cosas y condujo hasta el East Ranch, para asegurarse de que Brice estaba allí.
A medio camino del rancho, se detuvo. Fue entonces cuando deseó que su
mejor amiga, Jill, aún estuviera por aquí, porque realmente necesitaba hablar
con otra mujer. Sin embargo, un trabajo único en la vida se había presentado en
el camino de Jill, enviándola a California. La diferencia horaria les dificultaba
ponerse al día con Skype, así que Abby nunca fue más consciente de la ausencia
de su amiga de toda la vida como en estos momentos.
—¿Qué estoy haciendo? —se preguntó—. Brice se cabreará si aparezco.
Le había asegurado la noche anterior que había terminado de joderla. No
paraba de hablar de asumir responsabilidades y de ser un hombre. No tenía ni
idea de dónde había salido nada de eso, pero el cambio había sido refrescante.

35
Brice era inteligente, pero la ira que llevaba consigo por la partida de
su madre era algo con lo que nunca había tratado, y mucho menos
hablado de ello. Era como una astilla en su hombro que se había enquistado.
Abby sacó su móvil y comprobó cuántos minutos le quedaban para el mes
antes de llamar a casa. Eran demasiado pocos, pero necesitaba hablar con
alguien. Caleb respondió al segundo “ring”. —¡Hey! —dijo Abby—. ¿Todo
bien?
—Estás en el rancho, ¿no?
¿A dónde había ido el tiempo en que podía hacer una pregunta y su hermano
menor no sabía que estaba escondiendo algo? Había ocurrido sin que ella se
enterara. Lo cual apestaba.
—Me detuve en el camino —admitió.
Caleb hizo un ruido. —¿Cuánto tiempo llevas sentada a un lado de la
carretera?
—Lo suficiente para saber que debo volver a casa.
—Sabes que tengo catorce años, ¿verdad? Ya no soy un niño por el que
tengas que preocuparte.
—Siempre me preocuparé.
—Lo sé, pero no deberías tener que hacerlo. Ese es el trabajo de nuestra
madre.
Cerró los ojos, odiando cuando sacaba el tema de su madre. Caleb no
recordaba mucho de ella, pero Abby sospechaba que se guardaba muchas cosas
para sí mismo. —Bueno, tienes una hermana que te quiere como hermana y
como madre. Dos por el precio de una. No puedes superar eso.
—No cambiaría nada, Abby. Lo sabes ¿verdad?
Sintió las malditas lágrimas de nuevo. ¿Qué le pasaba? —Yo también te
quiero.
—Ve a ver a Brice. Empezaré la cena.
—¿Hay siquiera algo de comida para cocinar?
Se rió, su voz se hacía más grave a cada semana. —Vamos a tener mi
favorito.
—Sausage rise —adivinó, sonriendo.
—Exacto. Y va a ser picantísiiiiimo. Ahora deja de usar los minutos. Te
quiero. Adiós.

36
La línea se desconectó. Volvió a poner el móvil en su bolso y se
encontró riéndose. El Sausage rise no era más que freír salchichas en una
sartén con ajo y cebolla antes de añadir un poco de arroz y otros condimentos.
Era un plato al que recurría a menudo porque era bastante barato y se había
convertido rápidamente en el favorito de Caleb. Lo comería todas las noches si
pudiera. A Brice, por otro lado, no le gustaba tanto.
Abby miró el reloj en el tablero. Ahora mismo eran las 5:30. No tenía ni idea
de a qué hora consideraba Clayton la cena, pero en su casa, era entre las 6:00 y
las 6:30.
—A la mierda —dijo y volvió a salir a la carretera, en dirección al rancho.
Diez minutos más tarde, se encontraba girando hacia un camino muy largo.
Una enorme pared de ladrillo encalado se encontraba a ambos lados. Una
amplia puerta de hierro forjado negro estaba abierta, pero su mirada se dirigió
hacia las vigas de madera que salían del ladrillo y sostenía una viga aún más
gruesa con un simple letrero de hierro negro que decía East Ranch.
Condujo pasando por debajo del letrero y se sorprendió de que el camino
sinuoso no era solo calmante, sino también hermoso. Nunca había tenido
motivos para venir al rancho, así que no sabía qué esperar. Esto era... bueno, era
impresionante.
La cerca parecía continuar indefinidamente. Los caballos y el ganado que
divisó, reunido perezosamente, la hicieron querer parar y quedarse mirando.
Finalmente llegó a la casa y se alegró de estar sola porque se quedó con los
ojos como platos y la boca abierta. La vivienda era enorme. Tenía un estilo
rústico español con las paredes de estuco, amplios arcos y un techo de tejas de
arcilla roja, pero fueron la arquitectura y el diseño de la residencia lo que la dejó
sin aliento.
Las áreas alrededor de la casa estaban impecablemente cuidadas. Mientras se
detenía en el paseo curvo de la parte delantera de la casa, tuvo el impulso de
seguir adelante y fingir que nunca había venido. Pero la puerta principal se
abrió y una mujer salió con una sonrisa.
A regañadientes, Abby aparcó el coche y apagó el motor. Abrió la puerta y se
puso de pie, viendo mejor a la señora, que tenía el pelo rubio con sólo unas
pocas hebras blancas entrelazadas. Era pequeña y delgada, pero no era frágil.
En todo caso, la mujer parecía como si pudiera afrontar cualquier desafío que se
le presentara.
—Hola. Soy Abby Harper. Estoy aquí para recoger a mi hermano, Brice. Si
pudieras hacerle saber que estoy esperando una vez que haya terminado, sería
estupendo.

37
Cuando la mujer frunció el ceño y ladeó la cabeza, Abby se quedó
boquiabierta. —¡Oh Dios! ¿Necesito moverme? ¿Debería ir por algún
otro lado? Lo siento mucho. No fue mi intención venir por la parte delantera. Es
solo que no sabía a dónde más ir.
La mujer soltó una risa. —No pasa nada, cariño. Por favor, entra.
—Gracias, pero no quiero entrometerme.
La mujer puso su mano sobre la cadera y levantó una ceja, pero la sonrisa
nunca se desvaneció. —Nunca he dejado que un visitante se siente fuera de mi
casa y no voy a empezar ahora. Si no entras, saldré contigo.
¡Buen Dios! Esta era Justine East. Abby quería arrastrarse debajo del coche y
enterrar su cabeza. Pero conocía el tono. Justine no iba a aceptar un no por
respuesta. Abby enrolló su mano a través de las asas de su bolso y cerró la
puerta del coche detrás de ella mientras subía los pocos escalones que la
separaban de la puerta principal.
—Bienvenida, Abby Harper —dijo la mujer y le tendió la mano—. Soy
Justine East.
Abby estrechó su mano y sonrió, sintiéndose inmediatamente bienvenida. —
Hola, señora East.
—Justine, por favor. Vamos a calentarte —dijo y le hizo señas a Abby para
que entrara antes de cerrar la puerta tras ellas. Atravesaron el gran vestíbulo y
colgaron el abrigo de Abby antes de que Justine señalara a la izquierda—. Si vas
directamente por ahí, llegarás a la sala de estar. Hay un fuego esperando.
¿Quieres un café?
—Sí, por favor —respondió Abby mientras su mirada se fijaba en los altos
techos y en la lámpara de araña hecha de cornamenta.
Abby entró en la sala de estar y se encontró con la boca abierta una vez más.
Toda su casa podría caber fácilmente dentro de esta única habitación.
Las paredes estaban pintadas de un tono beige oscuro mientras que un techo
de catedral tenía tirantes de vigas de madera de color oscuro. Era a la vez
grandioso y hogareño. El suelo era de baldosas de un mármol blanco que sabía
que tenía que ser caro.
Había seis ventanas en arco –tres a cada lado– que tenían fácilmente tres
metros de ancho. Cada una de ellas tenía doble puerta de entrada. En la esquina
había un árbol de Navidad que sin duda medía casi cuatro metros de alto,
chorreando con adornos de color champán.
Y en el centro de la habitación, en la pared del fondo, estaba la chimenea más
grande que Abby había visto nunca. Tenía una gruesa guirnalda con luces

38
blancas y una serie de adornos de color champán en la repisa del hogar.
El ladrillo llegaba hasta el techo.
El mobiliario era igual de magnífico. Todo estaba dispuesto para centrarse en
la chimenea. Había dos sofás color crema uno frente al otro, mientras que un
enorme sofá curvo daba a la chimenea. En medio del piso, sobre una preciosa
alfombra en varios tonos –blancos, beiges y marrones– había una enorme mesa
de centro cuadrada. Una planta de hiedra se asentaba sobre la mesa en una
esquina con sus enredaderas derramándose sobre la maceta. En el otro lado,
varias astas estaban al revés conformando una obra de arte que le gustaba.
—Aquí tienes —dijo Justine mientras entraba en la habitación.
Abby, agradecida, tomó el café y envolvió sus frías manos alrededor de la
taza. Tomó un sorbo, dejando que el calor se extendiera a través de ella.
Dondequiera que mirara en la casa, había Navidad. Árboles, guirnaldas, Papás
Noel, campanas y trineos.
—¡Oh! —dijo Justine con un suspiro—. ¿Necesitas crema o azúcar? Estoy tan
acostumbrada a que mis hombres lo tomen negro...
Abby sonrió, no pudo evitarlo. Había algo en Justine que le gustó de
inmediato. La mujer no era para nada lo que esperaba. —Tomaré café de
cualquier manera que pueda conseguirlo.
—Siento lo mismo —confesó Justine mientras se hundía en uno de los sofás
más pequeños—. Toma asiento. No creo que Clayton y Brice terminen hasta
dentro de una hora más o menos.
Abby no se sentía cómoda bebiendo café en el salón, ya que la idea de
sentarse donde pudiera manchar algo la ponía nerviosa.
—Solo son muebles, querida. Se pueden limpiar si hay un derrame. Confía
en mí, los he limpiado incontables veces. No había nada limpio en esta casa con
dos chicos corriendo por ahí.
—¡Oh, lo sé! —dijo mientras se sentaba en el otro sofá—. Juro que creo que
mis dos hermanos tienen algún tipo de energía magnética que atrae la suciedad.
Ha mejorado, pero hubo un tiempo en que no creí que algo volviera a estar
limpio.
Compartieron una carcajada y entonces Abby encontró los oscuros ojos de
Justine mirándola fijamente.
—Me gustas —dijo Justine. Clayton me contó algo de tu historia. Entonces,
¿estás criando a tus hermanos? Es increíble.
Por un momento, Abby no pudo responder. Todo lo que podía pensar era en
las cosas horrendas que Clayton le habría contado a su madre sobre ella. —Sí,
es cierto.

39
—Háblame de ellos —instó Justine.
Este era un territorio seguro. Abby siempre estaba feliz de hablar de ellos.
Así que, después de una respiración profunda, comenzó a cantar las alabanzas
de sus hermanos.

40
Capítulo 6

Cabía reconocer la calma que caía a su alrededor tan silenciosa como la


nevada. Clayton había sido aprensivo en cuanto a ensillar al caballo y cabalgar
por el rancho todo el día.
Sin embargo, no le llevó mucho tiempo establecer un buen ritmo con los
jornaleros, así como con la compañía que contrató para establecer el sistema de
vigilancia que le estaba costando una fortuna. Pero era algo que debería haberse
hecho hacía años.
El tiempo se le había ido de las manos, por lo que Clayton se sorprendió
cuando su madre le llamó por teléfono para que volviera a casa a buscar a Brice.
Para cuando llegó, su madre ya le había dado al adolescente un sándwich y
galletas. Brice estaba bebiendo una botella de agua cuando Clayton entró en la
cocina. Tan pronto como Brice lo vio, se puso de pie.
—Gracias por la merienda, Sra. East —dijo el adolescente con una inclinación
de cabeza.
Clayton observó la forma en que los ojos de su madre se arrugaban en las
esquinas mientras una brillante sonrisa llenaba su rostro. —Fue un placer.
El adolescente se volvió hacia él. —Estoy listo.
—¿Terminaste alguna tarea? —preguntó Clayton.
—Lo terminé en la escuela.
—Entonces empecemos.
Salieron juntos. Tan pronto como Brice vio el alazán que Clayton había
montado, se acercó y acarició suavemente el cuello del animal.
Clayton observó la manera fácil en que el adolescente rodeaba al caballo. —
¿Montas?
—Nunca he estado cerca de un caballo —respondió Brice, con una amplia
sonrisa en los labios cuando el animal frotó su cabeza contra él.
—Tienes un talento innato —Clayton debería saberlo. Había visto a
suficientes personas que decían saber montar y no sabían nada.

41
Los ojos azules de Brice se encontraron con los suyos. —Siempre me
han gustado los caballos.
—Hay muchas cosas en el rancho que hacemos a caballo, así que tendrás que
aprender —Tal como esperaba, los ojos del adolescente se iluminaron ante la
perspectiva—. Hasta entonces, usarás esto —dijo y tiró un juego de llaves a
Brice antes de alejarse.
Brice las atrapó fácilmente. Después de mirar con anhelo al caballo, siguió a
Clayton. —¿De verdad me enseñarás a montar?
—Si quieres. Mi padre compró el SxS2 para mi madre cuando se rompió el
tobillo hace unos años. Muchos ranchos los usan en lugar de caballos.
—Ya veo por qué, pero prefiero el caballo.
Clayton ocultó su sonrisa cuando llegaron al Side by Side verde oscuro de dos
asientos, que tenía una pequeña base en la parte trasera para los aperos. Brice
caminó alrededor del vehículo todo terreno con tracción total, pasando las
manos por la parte superior e inspeccionando el parabrisas.
—Esto es genial —dijo.
—Sígueme, pero no te acerques demasiado porque asustarás al caballo.
Brice se sintió ofendido por haber mencionado algo así. —No lo haré.
Clayton giró sobre sus talones y se dirigió a su castrado. Puso el pie en el
estribo y balanceó la pierna derecha sobre la silla antes de acomodarse.
—Vamos, muchacho —le murmuró al caballo mientras movía su mano a un
lado, guiando al animal a girar a la derecha.
Cuando comenzó, Clayton escuchó el rugido del SxS cobrando vida. No miró
hacia atrás. Brice era un chico listo. Lo descubriría. Efectivamente, momentos
después, el sonido del motor se hizo más fuerte a medida que el adolescente lo
seguía.
Clayton los llevó de vuelta al equipo que instalaba el sistema de seguridad.
La forma en que Brice se puso nervioso era justo lo que Clayton quería.
—Muéstrame por dónde entraste —ordenó.
Brice tragó con fuerza y se subió el cuello de su chaqueta vaquera forrada de
lana. —Sí señor.
Clayton añadió mentalmente unos guantes a la lista de cosas que necesitaba
conseguir para Brice. El chico había aparecido, pero si quería que Brice hiciera
el trabajo, tendría que suministrarle los accesorios.

2Side by Side. Pequeños vehículos de tracción a las 4 ruedas.

42
—Mira bajo el asiento de la UTV3. Hay unos guantes. Encuentra un
par que te queden bien. No podrás usar tus manos si tus dedos están
congelados —dijo Clayton.
Sin decir palabra, Brice hizo lo que se le ordenó. Regresó, frotándose las
manos enguantadas. —Gracias. No los perderé.
Por alguna razón, Clayton le creyó. —¿En qué dirección?
Como estaban en el lado oeste de la propiedad donde Clayton vio muchas
oportunidades para que alguien se colara en el rancho, no se sorprendió cuando
Brice apuntó al norte.
Todos los ranchos tenían puntos ciegos. Y con los diversos caminos de
entrada y salida de la propiedad que conducían a varios pastos, habría sido fácil
para cualquiera entrar. Clayton estaba sorprendido de que no hubiera sucedido
antes.
En lugar de volver al caballo, caminó hasta la UTV y se deslizó en el asiento
del pasajero. Brice dudó por un segundo antes de apresurarse a seguirlo. Las
manos del adolescente estaban firmes mientras los llevaba al lugar a unos seis
kilómetros de distancia.
Clayton salió del vehículo y se quedó de pie, mirando la valla de madera
reparada. Se acercó e inspeccionó el camino de tierra que corría paralelo al
pasto. Todavía quedaban algunas huellas visibles, pero nada que sobresaliera.
Aun así, saltó la valla y fue a echar un vistazo más de cerca. Algunas de las
marcas de rodadura las reconoció como las del rancho. Demasiados vehículos
habían pasado por la zona desde el robo para que Clayton estuviera seguro de
algo.
Caminó por el espacio antes de girar hacia la valla y ponerse en cuclillas para
mirar más de cerca algunas huellas. Luego levantó la cabeza y clavó a Brice con
una mirada. Los ojos azules del joven le hicieron pensar en Abby. La audaz y
descarada mujer había plagado los pensamientos de Clayton durante la noche.
Era realmente irritante que no pudiera sacudirla.
—¿Cuántos estuvieron involucrados?
Brice miró hacia otro lado mientras metía las manos en los bolsillos de su
abrigo. —No lo sé.
Clayton se enderezó lentamente. —Lo único que no has hecho es mentirme.
¿Por qué empezar ahora?
—No me preguntes nada al respecto —dijo Brice, con la cabeza gacha.
—¿Por qué?

3 UTV: Se refiere a al SxS (Side by Side)

43
—No puedo decirlo.
—¿No puedes o no quieres?
—Ambos. Por favor. Te lo ruego, déjalo.
No se podía negar la angustia que asomaba en las palabras del adolescente.
No se necesitaba pensar mucho para concluir que el hombre o los hombres
habían amenazado a Brice.
Por mucho que Clayton quisiera respuestas, era inútil presionar a Brice
ahora. Seguiría con su plan original y se ganaría la confianza del chico. Una vez
que Brice supiera que Clayton lo cuidaría, todos los secretos se desvelarían.
El único inconveniente era que el tiempo era esencial. Las vacas empezarían
a parir pronto. Y cuanto más tiempo estuviera el ganado lejos del rancho, más
difícil sería encontrarlos.
Clayton saltó la valla de nuevo y volvió al SxS. Regresaron con los demás y
puso a Brice con algunos de los jornaleros más viejos que trabajaban en el
rancho, haciendo las tareas que nadie quería hacer.
Cuando el UTV desapareció en el camino de regreso a los graneros, los
pensamientos de Clayton se volvieron hacia Abby. ¿La vería esta noche cuando
dejara a Brice? Eso esperaba. Quizás se bajaría de la camioneta y entraría en
casa para asegurarse de tener un poco de tiempo cara a cara con la fierecilla.
Una hora y media más tarde, dio el día por finalizado. Mientras los
trabajadores se subían a sus camionetas y se marchaban y los peones del rancho
competían entre ellos de vuelta a los establos, Clayton dio un paseo tranquilo.
En el camino de regreso, se desvió hacia una cañada que había sido una de
las favoritas de su hermano y de él. Habían pasado incontables horas nadando,
pescando y hablando.
Clayton detuvo al castrado y miró hacia el desfiladero. La última vez que
estuvo allí fue el día del funeral de Landon. No había regresado porque era
demasiado doloroso. Y en lugar de enfrentar las cosas, tan pronto como Clayton
pudo, huyó.
No había más carreras para él.
Cuando la llovizna se convirtió en lluvia dio la vuelta al caballo y se dirigió
de nuevo al rancho. El agua se acumulaba y chorreaba del borde de su
sombrero de vaquero. El castrado sacudió la cabeza para desalojar las gotas que
caían en sus oídos.
A Clayton no le importaba el frío o la lluvia. Su abrigo de gamuza de color
rojizo estaba forrado con gruesa lana, al igual que sus guantes. A pesar de haber
luchado por no volver a casa, no podía negar que siempre había amado la
tierra.

44
El trabajo duro estaba tan arraigado en él como dar las gracias antes
de una comida. Cuidar la tierra, los caballos, el ganado e incluso la
gente que trabajaba allí era algo que le gustaba.
Pero nunca se pretendió que fuera suyo.
Estaba destinado a Landon.
Sin embargo, todo lo que se extendía a su alrededor algún día sería suyo.
Clayton no estaba seguro de cómo se sentía al respecto. No quería decepcionar
a sus padres –o a Landon para el caso– pero no le parecía bien.
Cuando llegó a las caballerizas, la llovizna se había convertido en un
aguacero. Escuchó a Brice en el galpón para aperos, haciendo preguntas a los
jornaleros mayores mientras trabajaba.
Clayton desmontó y llevó al castrado a su compartimento. Retiró la silla y la
brida antes de verter el pienso en un comedero. Luego comenzó a cepillar al
caballo con largos y lentos movimientos.
Echó un vistazo cuando escuchó acercarse a Brice. —¿Cómo ha ido todo?
—Es increíble —dijo el joven con una brillante sonrisa.
Clayton sabía que los hombres más viejos le habían dado a Brice los trabajos
más sucios y más duros y si el adolescente seguía sonriendo después de eso,
entonces había esperanza para él. —Me alegra oírlo.
—No puedo imaginarme crecer con todo esto.
—Es hermoso, te lo concedo. Pero es trabajo. Mucho trabajo.
Brice levantó la cabeza para mirar la parte superior del establo. Entonces
suspiró mientras bajaba su rostro hacia Clayton. —Sé que la he fastidiado y sé
que me estás dando una segunda oportunidad. Podría decirte gracias todos los
días, pero Abby me enseñó que las acciones dicen más que las palabras. Voy a
demostrarte que valgo esa segunda oportunidad.
—Bien —dijo Clayton y salió del compartimento, cerrando la puerta tras él
antes de deslizar el cerrojo en su lugar para cerrarla.
Brice se aclaró la garganta y movió los pies nerviosamente. —Espero que
después de haber saldado mi deuda –que entiendo perfectamente que serán
años– podrías contratarme.
Eso sorprendió a Clayton. Levantó una ceja hacia el adolescente. —Has
trabajado aquí un día. Ni siquiera un día completo, debo añadir. Es muy posible
que cambies de opinión después de un fin de semana.
—Ni de coña —dijo Brice sacudiendo la cabeza—. Abby siempre dijo que si
encuentras una ocupación que te haga feliz, deberías aferrarte a ella con ambas

45
manos, independientemente de lo que sea. Esto —dijo Brice, agitando
sus brazos para abarcar el rancho— me hace más feliz de lo que jamás
pensé.
Para Clayton, había mucho en sus palabras y acciones al hablar del rancho
que le recordaba a Landon. —Abby es una mujer inteligente.
—Oh, no tienes ni idea —dijo Brice con una risa.
Clayton podía ver el amor que el adolescente tenía por su hermana. Los
hermanos podrían haber soportado dificultades, sin embargo mantenían un
contacto estrecho, su amor los mantenía unidos.
—Abby siempre ha estado ahí para mí y para Caleb. Lo que sea que
necesitáramos, de alguna manera encontraba la forma de conseguirlo para
nosotros —La sonrisa se desvaneció—. Quería hacer algo por ella. En cambio, lo
arruiné todo.
—Nada ilegal es bueno. Recuérdalo. Abby solo quiere que estés a salvo, feliz
y amado. No me parece el tipo de mujer que quiere cosas.
Brice se encogió de hombros. —Todo el mundo quiere cosas. Abby lo
mantiene oculto, pero yo quería que ella pudiera abrir un regalo esta Navidad
que no fuera algo de la casa que envolvimos solo para que ella tuviera algo que
abrir.
Viniendo de la riqueza, Clayton no podía imaginar por lo que habían pasado
los tres hermanos. Aunque debería dejarlo ir, algo dentro de él se negó a
hacerlo.
—Ni tú ni Caleb tendrán que hacerlo este año. Le harás a tu hermana algo
aquí en el rancho.
Los ojos azules de Brice se abrieron de par en par. —Eso sería increíble,
Clayton. Gracias.
Le dio una palmada en la espalda al chico. —Vamos. Acabó el día. Abby sin
duda te querrá de vuelta en casa.

46
Capítulo 7

Los ricos colores se encontraron con la mirada de Abby cuando Justine la


llevó a la gran oficina para esperar a Clayton. Los suelos de madera oscura
raspados a mano marcaban la pauta. Las paredes eran de un gris profundo,
dando al espacio una sensación acogedora. El techo era un artesonado colocado
en una cuadrícula de paneles empotrados en un tono gris suave que se
acentuaba con el telón de fondo de vigas teñidas de un color profundo y
opulento. Otra araña de cuernos colgaba sobre ella, aunque era mucho más
pequeña que la de la sala de estar.
El escritorio parecía viejo y tenía la sensación de que había venido con el
primer East que comenzó el rancho. Pasó la mano por la madera, tratando de
imaginar cómo sería crecer con una familia así.
La conexión, la historia, el amor.
Eran cosas que ella reconocía, pero de las que no tenía un concepto para sí
misma. Las veía en los demás y las deseaba de todo corazón para sus hermanos.
El movimiento fuera de la ventana captó su atención. Rodeó el escritorio y se
paró detrás de la silla de oficina de cuero oscuro cuando vio a su hermano bajo
la lluvia. Estaba sonriendo.
Dejó escapar un profundo suspiro de alivio. Había habido un ligero temor de
que no apareciera, pero debería haberlo sabido mejor. Mientras intentaba
recordar la última vez que lo vio sonreír tan libremente, se dio cuenta de que
habían pasado años.
Cuando creció lo suficiente como para reconocer su situación y empezó a
escuchar sus conversaciones con los acreedores cuando llamaban, su sonrisa
infantil fue borrada de un plumazo. Parecía que había envejecido de la noche a
la mañana.
Sus dificultades eran algo que ella deseaba que ninguno de sus hermanos
supiera, pero tampoco creía en mentirles. Aunque se guardaba las mayores
preocupaciones para que no se empantanaran con cosas que no podían cambiar.
No era su culpa que no tuviera un trabajo mejor pagado o que las cosas
costaran demasiado para que ellos salieran adelante.

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Pero al estar aquí en el rancho, Brice estaba vislumbrando otra vida,
una que podría ser la suya si trabajaba lo suficiente y obtenía un título.
Enderezó la espalda cuando vio a Clayton. De alguna manera, se veía aún
mejor que el día anterior. Tal vez fuera porque estaba en su elemento, o tal vez
era sólo el hombre en sí mismo.
Clayton tenía todo el control cuando se trataba de su hermano, lo que la
dejaba en deuda con él. Y aunque a Abby le gustaba Justine, sea como fuere no
se sentía cómoda debiéndole a Clayton. Sin embargo, aquí estaba.
Sin quererlo, sus ojos se posaron en sus caderas. Caminaba con los largos y
seguros pasos de un hombre que sabía exactamente quién era y cómo encajaba
en el mundo. Clayton lucía con indulgencia una media sonrisa mientras
escuchaba a su hermano que la hizo contener el aliento.
¿Cuándo fue la última vez que un hombre se interesó por Brice? Nunca. Y
aquí estaba un hombre del que Abby estaba más que feliz de que le prestara
atención a su hermano. Independientemente de lo que ella pensara de Clayton,
este era honorable y confiable. Brice podría aprender mucho de él.
Porque por mucho que ella intentara ser hermana, madre y padre, no podía
ser todas las cosas.
Mientras el dúo se acercaba a la casa, Abby fue sacada de sus pensamientos.
Se dio la vuelta para volver sobre sus pasos y accidentalmente golpeó el ratón
del ordenador.
El salva–pantallas desapareció y aparecieron las páginas de contabilidad.
Sabía que debía alejarse, pero había una línea que llamó su atención. Mientras
intentaba averiguar dónde había sido asignado el dinero, se olvidó por
completo que estaba en una casa ajena.
—Encuentra algo de interés —dijo una voz profunda.
Su cabeza se alzó bruscamente mientras la vergüenza la consumía cuando su
mirada chocó con la de un color verde pálido. Clayton estaba parado justo al
otro lado del escritorio con una camisa negra y jeans. ¿Había estado tan absorta
que no lo había visto? Por lo visto sí.
El rostro de Clayton carecía de ira o irritación. De hecho, era ilegible. Pero su
expresión pétrea envió una fría advertencia por su columna vertebral para que
nunca lo enojara. Puede que no conociera a Clayton, pero reconoció a un
hombre que mantenía un férreo control sobre sí mismo –hasta que se soltaba.
—Oh Dios. Lo siento mucho. Sé lo que parece, pero juro que no estaba
fisgoneando —Miró por encima del hombro hacia la ventana—. Tu madre me
dijo que esperara aquí y os vi a ti y a Brice. Quería mirar más de cerca y cuando
me di la vuelta, golpeé el ratón —se apresuró a decir, y sus palabras salieron en
una carrera confusa.

48
Su stetson había desaparecido, dejándola una vez más contemplando
su largo y rubio cabello. Estaba pegado a la cabeza por el sombrero, la
lluvia, el sudor o las tres cosas.
Lentamente, levantó una ceja. —Efectivamente.
—Lo siento mucho —repitió y rodeó el escritorio.
Él bloqueó su retirada. —Estabas frunciendo el ceño.
Sus palabras la desconcertaron. Entonces recordó lo que había estado
mirando. —Sip.
—¿Por qué?
—Me di cuenta de que una de las partidas estaba codificada de forma
extraña.
Su expresión cerrada cambió en un santiamén a una de intriga. —¿Sabes de
contabilidad?
—Voy a clases nocturnas para obtener mi título de contable. Para acelerar un
poco las cosas, trabajo para una empresa de Contabilidad.
—Así que sabes de contabilidad.
¿No es eso lo que acabo de decir? Aunque en lugar de dejar que esas palabras se
le escaparan de la boca, asintió. —Sip. Así es.
—Si te dejo mirar los libros, ¿serías capaz de resolver las cosas?
Ella dio un paso atrás involuntariamente. —Creo que deberías contratar a
alguien para hacer eso. Alguien con un título.
—No estoy tratando de engañarte —respondió suavemente. Sus ojos verdes
la inmovilizaron—. Nuestro contable malversó casi cada centavo de mis padres
y del rancho. Y ha escapado.
—Eso es horrible, pero no es de extrañar.
Ambas cejas se levantaron esta vez. —¿Y eso por qué?
—Todos sabían que Nathan Gilroy era un mal tipo, pero nunca hubiera
pensado que haría algo así.
Clayton se limitó a mirarla.
Bien. —Um... ¿llamaste a la junta estatal? Todos los contables públicos están
obligados a mantener su licencia. Necesitas presentar una queja para que no
pueda establecerse en otro lugar.
—Con los fondos que robó, no creo que planee volver a trabajar.
—Claro —Asintió, tratando de pensar—. Oh. ¿Tenía seguro de mala praxis?
Es algo que los contables públicos han de tener en caso de ser demandados. No

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sé si se aplicará a su malversación, pero podrías comprobarlo —
Entonces, por alguna extraña razón, continuó:— O puedo hacerlo por ti.
La cabeza de Clayton se inclinó hacia un lado. —Eso sería de gran ayuda.
Gracias.
—Claro. Lo haré mañana.
¡Guau! Estaba sorprendida. Estaban siendo cordiales el uno con el otro. Olió
a cuero y caballo en él –y le gustó.
—No tenías que recoger a Brice. Planeaba llevarlo a casa.
Se encontró mordisqueando la uña de su pulgar. —Le estás dejando trabajar
para saldar su deuda. Lo menos que puedo hacer es llevarlo a casa.
El pecho de Clayton se expandió al inhalar profundamente. —Brice está
comiendo de nuevo, lo que hace que mi madre esté extasiada.
—Es un pozo sin fondo; como Caleb —dijo con una sonrisa.
—Abby, el que yo lo tenga trabajando aquí tiene doble función. Sí, está
pagando su deuda, pero espero que me diga quién robó el ganado, o al menos
que me diga dónde está retenido.
Abby asintió y echó una mirada hacia la puerta para asegurarse de que su
hermano no estaba allí. Bajó la voz y dijo: —Pensé que podría ser así. Le
pregunté, pero no me lo dijo.
—Yo también se lo pregunté hoy. Se puso nervioso. Creo que quienquiera
que sea lo ha amenazado.
El estómago de Abby dio un vuelco al pensarlo. Envolvió sus brazos
alrededor de su cintura, de repente quedó helada de nuevo. —Existe la
posibilidad de que, con él trabajando aquí, piensen que ha hablado.
—Sí. Pero mientras yo no vaya a por el ganado, él está a salvo.
—Mi único objetivo era que mis dos hermanos se graduaran sin antecedentes
en el instituto. Me esmeré tanto en seguir la pista de con quién andaba…
Una sombra pasó por la cara de Clayton. —A veces, los chicos no escuchan
razones, sin importar quién diga las palabras.
Había una historia allí. Quería saber cuál era, pero se abstuvo de preguntar.
—Intentaré hablar con Brice. Incluso le preguntaré a Caleb. A veces, comparten
cosas que no me dicen.
—Chicos —dijo Clayton con una ligera inclinación de sus labios.
Abby sabía que debía irse para que los East pudieran prepararse para la
cena, pero le resultaba difícil alejarse de Clayton.

50
Por un instante apartó su mirada de la suya para mirar al suelo. —
Gracias. Esa sonrisa en la cara de Brice antes…, no la he visto en años.
Sé que este trabajo se supone que es duro, pero está feliz. Nunca podré
compensarte por eso.
—Sí puedes.
—¿Cómo?
—Echa un vistazo a los libros conmigo. Enséñame.
No se atrevía con su propuesta porque no tenía licencia y no quería cometer
un error que podría costarle más dinero al rancho.
—Tengo que tratar de averiguar dónde escondió Nathan el dinero —
continuó Clayton—. Está en alguna parte, porque seguro que no pudo
llevárselo todo en efectivo. El banco no se lo habría permitido. Eso significa que
es rastreable si se envió por transferencia bancaria.
Tenía razón. Pero aún así, no estaba segura de involucrarse. Sin embargo,
¿qué daño haría ayudar? —Okey.
—No sabes negociar, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa—. Deberías
haberme pedido que te pagara, o que te rebajara parte de la deuda que tiene tu
hermano.
Ella le frunció el ceño. —¿Por qué iba a hacer eso? No presentaste cargos
contra Brice.
—¿Es por eso que estás dispuesta a ayudar?
El pequeño brillo en sus ojos se había ido y eso la puso triste. —En parte, sí.
Pero también me gustaría ayudarte aunque Brice no estuviera involucrado. Y
tampoco te pediría dinero si fuera ese el caso.
—¿Aunque lo necesites?
—Se llama Karma. Has hecho algo bueno por nosotros. Y yo estoy haciendo
algo bueno a cambio. Siempre hemos encontrado una manera de salir adelante
y seguiremos haciéndolo.
Sacudió ligeramente la cabeza. —No puedo entenderte, Abby Harper.
Ella apartó la mirada mientras empezaba a sonreír. Sus palabras la
complacieron inmensamente. Sobre todo porque las había susurrado a medias,
mirándola como si fuera un rompecabezas que quería descifrar.
—¿Empezamos mañana? —preguntó.
Y antes de que pudiera responder, Justine habló desde la puerta. —Y puedo
cocinar para todos vosotros.

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—¿Incluso Caleb? —preguntó Brice mientras caminaba a su lado, con
otra enorme galleta de virutas de chocolate en la mano.
—¡Brice! —dijo Abby avergonzada.
Pero Justine ya estaba mirando a su hermano. —Por supuesto. Quiero
conocer al más joven de los Harper. Dime, ¿cuál es tu comida favorita?
—Casi cualquier cosa —dijo Brice.
Esa era la verdad. Abby sonrió mientras veía a Justine envolverlo con un
brazo y alejarlo antes de guiñarle un ojo a Abby por encima del hombro.
—Voy a disculparme por adelantado —dijo mientras miraba a Clayton—.
Mis hermanos sin duda se atiborrarán.
—Dijiste que no habías visto a tu hermano sonreír en mucho tiempo. Bueno,
tampoco creo que mi madre lo haya hecho. Con el mini derrame cerebral de mi
padre...
—Oh, lo siento mucho —interrumpió.
Él se encogió de hombros. —Cosas que pasan.
—¿Fue recientemente?
—Sip.
Fue entonces cuando Abby se dio cuenta de que debía haber ocurrido
cuando robaron el ganado. —Clayton, lo siento.
—No tienes que seguir diciéndomelo —dijo y se dio la vuelta.
Se acercó a él y le puso una mano en el brazo. —Si tengo. La participación de
mi hermano significa que mi familia tiene la culpa.
Bajó la mirada hacia su mano. Ella la retiró al instante, pero él se acercó y le
dio un pequeño apretón. —Parece que nuestras familias están entrelazadas.
Sí, así era. Y Abby se preguntaba cuánto iban a cambiarles los East a todos
ellos.
O tal vez estaba más preocupada por la calentura que le causaba el toque de
Clayton.

52
Capítulo 8

Impaciencia. Sentimiento que dominó a Clayton al día siguiente. Había


pasado horas hablando por teléfono con la Junta de Contabilidad Pública del
Estado de Texas, presentando una queja contra Nathan Gilroy, antes de poder
encontrarse una vez más sobre el bayo castrado cabalgando a través de la
campiña.
El sistema de vigilancia estaba funcionando bien. Clayton había escogido una
de las pequeñas oficinas del granero delantero que no se había usado en años
para instalar los monitores. Se establecieron alertas y todos los que trabajaban
en el rancho serían notificados si alguien intentaba cruzar de nuevo las barreras
de la propiedad.
Mientras que esas cámaras solo podían hacer esto –y podían ser
desconectadas– únicamente Clayton, sus padres y el pequeño equipo que
instaló el sistema sabían que se estaba instalando otra línea alrededor de cada
centímetro de la cerca que rodeaba toda la propiedad. Si se derribara otra valla,
lo sabrían.
Pasaría otra semana antes de que toda la línea estuviera en funcionamiento y
los ordenadores instalados, pero Clayton ya se sentía mejor acerca de la
seguridad del rancho.
Si tan solo su padre sintiera lo mismo.
El hombre era exasperante, pero aunque lentamente, se estaba recuperando.
Clayton sabía que gran parte de ello era que su padre creía que todo era
culpa suya, cuando no lo era. Aunque Ben debería estar descansando, seguía
exigiendo saber todo lo que Clayton estaba haciendo. Y para evitar que su
padre se agitara más, Clayton comenzó a darle informes nocturnos.
Pero Ben East no era el tipo de hombre que se mantuviera de brazos
cruzados por mucho tiempo –dijeran lo que dijesen los médicos. No es que
Clayton pudiera culparlo. Él haría lo mismo.
Sin embargo, Clayton sabía que le daría a su madre algún alivio que su padre
continuara descansando. Ya era difícil, puesto que todos los días se presionaba
a sí mismo. Se levantaba de la cama y bajaba las escaleras amenazando ya con

53
volver a subirse a un caballo. Hasta ahora, Justine había mantenido a
Ben bajo control, pero ¿cuánto tiempo más podría durar?
Eso hacía que Clayton se preguntara sobre dejarla sola con su padre. Sus
padres, aunque fuertes y resistentes, se estaban haciendo mayores. ¿Qué pasaría
si les sucediera algo que podría haberse evitado si él se hubiera quedado?
De momento apartó ese pensamiento de su mente. Había un sinnúmero de
otras cosas que necesitaban ser atendidas antes de seguir por ese camino.
Gracias a Shane, el gerente del rancho durante los últimos veinticinco años, las
cosas seguían funcionando sin problemas con el día a día. Al menos esa era un
área por la que Clayton no necesitaba preocuparse.
Tenía la sensación de que habían pasado años antes de que viera a Brice
conduciendo el UTV hacia el pasto del oeste. Clayton sabía que solo faltaba un
poco más para que llegara Abby.
—¡Guau!, tu actitud cambió de golpe —dijo Shane.
Clayton giró la cabeza hacia el gerente del rancho. No sabía cuánto tiempo
llevaba Shane a su lado, pero por el brillo de sus ojos marrón oscuro, había
pasado algún tiempo. —¿Qué quieres decir?
—Estabas frunciendo el ceño como un oso con la pata atrapada. ¿Por qué
crees que todo el mundo mantiene las distancias?
Clayton miró hacia los demás, pero el equipo de seguridad estaba ocupado
trabajando. —Están haciendo su trabajo.
—No tan cerca de ti como estaban ayer —señaló Shane.
Se encogió de hombros. —Hay mucho que tengo que ver.
—Sobre eso —Shane se quitó el sombrero vaquero y se rascó la cabeza de
pelo castaño antes de volvérselo a colocar—. Ya hablé con tus padres, pero
también quería disculparme contigo.
—¿Por qué? —preguntó Clayton, confundido.
La cara de Shane se arrugó en un ceño fruncido. La mismísima
personificación de un vaquero, pasaba más tiempo al sol que en su oficina.
Shane era un hombre de acción, lo que lo hacía tan valioso para el rancho.
—Debí haber sabido que algo pasaba con Nathan.
Clayton puso su mano sobre el hombro del hombre. —No era tu trabajo
notarlo.
—Igualmente me siento responsable.
Miró a los ojos marrones de Shane y asintió mientras dejaba caer su mano.
Había sido el gerente del rancho quien lo había encontrado sosteniendo el
cuerpo roto de su hermano hacía tantos años.

54
Clayton nunca olvidaría cómo Shane había tomado gentilmente el
cuerpo de Landon y lo había dejado a un lado antes de abrazar a
Clayton mientras este lloraba lágrimas de remordimiento y vergüenza. Si bien
Shane era un empleado valioso, también era un amigo cercano de la familia.
—No te corresponde controlarlo —repitió Clayton las palabras que Shane le
había dicho una vez.
Los ojos del hombre se humedecieron antes de que mirara rápidamente hacia
otro lado, aclarándose la garganta. —Te has convertido en un condenado buen
hombre, Clay.
Viniendo de Shane, era todo un cumplido.
Antes de luchar contra las emociones, Clayton preguntó: —¿Qué tienes
planeado para Brice hoy?
—Las sillas de montar necesitan limpiarse.
Clayton hizo una mueca de dolor. Era una tarea que detestaba y una que su
padre siempre le daba cuando era joven y estaba siendo castigado. Clayton se
frotó el hombro distraídamente porque sabía que Brice estaría molido por la
mañana.
—Tendrás que ser indulgente con él mañana —dijo Clayton.
Shane sonrió abiertamente. —Me dijiste que me asegurara de hacer un
hombre del chico. Y dijiste que estaba trabajando para pagar su deuda.
—Me preguntó si lo contrataría una vez que pagara esa deuda.
Los ojos marrones de Shane se abrieron como platos en su bronceado rostro.
—Un vaquero en ciernes, ¿eh?
—Un adolescente que tiene una visión romántica de la vida en un rancho.
—Te preguntó esto ayer después de que lo hicimos trabajar duro hasta la
médula, ¿verdad?
Clayton asintió. —Lo hizo.
—Ambos sabemos que esta vida no es para todos. Quienes la viven lo hacen
porque lo llevamos en el alma. Un amor por la tierra y los animales que nos da
ese confort que no podemos conseguir en ningún otro lugar. Tal vez el chico
esté destinado a ello.
Las palabras de Shane hicieron que Clayton frunciera el ceño. Sobre todo
porque las creía. Había estado seguro de que pasaría su vida aquí mismo, en el
rancho, trabajando para su hermano. Pero las cosas siempre cambiaban cuando
menos lo esperabas.
—No quería abrir viejas heridas —dijo Shane en voz baja.

55
Clayton miró el cielo nublado. —No has hecho nada, viejo amigo.
Después de unos minutos de silencio, Shane le dio una ligera palmada en el
hombro y se dio la vuelta para montar su caballo y alejarse.
No pasó mucho tiempo antes de que Clayton silbara al castrado, que
masticaba la hierba a unos treinta metros de distancia. El caballo levantó la
cabeza antes de galopar hacia él.
Clayton desenganchó las riendas del cuerno de la silla, las agarró antes de
montar y señaló al animal en dirección a la casa. Luego hizo dos chasquidos. El
bayo saltó a la carrera. Cuanto más se inclinaba Clayton sobre el caballo, más
rápido corría.
El viento que soplaba sobre su rostro estaba helado y rugía en sus oídos. El
suelo estaba borroso debajo de él, pero fueron las vibraciones de los cascos al
encontrarse con la tierra lo que lo hizo sonreír. El poder del animal se podía
sentir en cada movimiento mientras corría sobre el terreno.
Se hizo uno con el caballo, sus cuerpos moviéndose al unísono, incluso
simbióticos. La adrenalina se disparó, corriendo a través de su cuerpo como un
rayo. Todas sus preocupaciones desaparecieron y comenzó a relajarse.
¿Cómo pudo haber olvidado lo bien que se sentía aflojar las riendas y dejar
que el caballo galopara libremente, a su antojo y correr? Clayton se sintió
realmente vivo por primera vez en mucho tiempo.
Cuando se incorporó y tiró ligeramente de las riendas, el castrado redujo su
ritmo. Para cuando llegaron al primer establo, todo parecía más luminoso, más
brillante que cuando llegó.
Por otra parte, la equitación siempre le había despejado la cabeza y le había
ayudado a ordenar sus emociones. Ahora que recordaba lo bien que se sentía,
planeaba montar así todos los días.
Después de darle a su caballo un buen cepillado y una zanahoria como
regalo, Clayton se encontró mirando hacia la casa y luego a su reloj. ¿Cuándo
llegaría Abby? Si salía a las cinco en punto, le tomaría unos diez minutos llegar
a casa. Dale otros diez minutos para recoger a Caleb y cambiarse si lo
necesitaba. Eso serían las 5:20.
Necesitaría veinte minutos para llegar al rancho. Asignando cinco minutos
extras por si las moscas. Lo que significaba que debería estar allí alrededor de
las 5:45.
Ahora eran las 5:43 y ella no estaba allí.
Clayton cerró los ojos y se dijo que fuera paciente, que Abby obtendría la
información que necesitaban.

56
Pero la verdad era que lo que lo tenía tan ansioso era algo más que lo
que ella pudiera encontrar con respecto a Nathan y su dinero. Era Abby.
No había estado buscando –y Dios sabía que no necesitaba una mujer en su
vida– pero no se podía negar que ella le había llamado la atención.
Normalmente podía olvidar a las mujeres con bastante facilidad, así que, el que
no pudiera dejar de pensar en ella, debería querer decirle algo.
Cuando su madre le dijo que Abby estaba en el rancho la noche anterior, el
estómago le dio un vuelco con nerviosismo y emoción. Había pensado que
tendría todo el camino hasta su casa para pensar en qué decirle, pero en cambio,
ella había acudido a él.
Se había tomado su tiempo mirándola en la oficina. Sus mechones morenos
colgaban a su alrededor como ondas sedosas que anhelaba tocar. ¡Y sus ojos!
Cada vez que ella lo miraba, él sentía como si le atravesara el alma. Su
mirada era directa, inquebrantable. En sus ojos azules vio su fuerza, su
determinación, su preocupación y sus miedos. Por encima de todo, vio lo
mucho que se preocupaba por su familia.
La comprendía. Tal vez fue esa conexión lo que lo llevó a darle a Brice una
segunda oportunidad. Cada vez que veía a Abby, lo impresionaba.
5:52.
Se pasó una mano por la cara. Debería estar aquí. ¿Habría tenido un
pinchazo? O peor aún, ¿un accidente? Tal vez debería coger el coche para ver si
podía encontrarla.
Mientras se encaminaba hacia su camioneta, pensando en todas las formas en
que podría haberse estrellado ahora que estaba anocheciendo, vio un cuerpo
delgado correr alrededor de la casa, yendo en línea recta hacia el pasto donde
pastaban algunos de los caballos.
—¡Caleb, espera!
Dos palabras fueron suficientes para que la opresión en su pecho
desapareciera. El sonido de su voz era música para sus oídos. Unos momentos
después, Abby rodeó la casa.
Incluso a la luz de las lámparas que colgaban en el exterior de la casa,
resplandecía. Se pasó una mano por sus lustrosos y oscuros mechones,
apartándolos de su cara. Llevaba el mismo abrigo que el otro día, abotonado
por delante, impidiéndole ver su camisa. Pero sonrió cuando vio el denim
descolorido que cubría sus piernas. Como solo la había visto vestida con ropa
de oficina, se había preguntado qué aspecto tendría en jeans.
Aunque no llevaba botas camperas, las botas negras en las que iban metidos
sus vaqueros subían más allá de sus pantorrillas y se abrochaban por el costado.

57
En su camino para seguir a Caleb, su mirada chocó con la de él y se
detuvo. Clayton no estaba seguro de qué hacer con la forma en que su
estómago se estremeció de la emoción o el modo en que sus bolas se apretaron
con la necesidad.
Conocía bien la lujuria, y no era esto.
Necesidad, sí.
Deseo, definitivamente.
Pero el hambre dentro de él era cruda, visceral.
Primigenia.
¿Cómo podía experimentar tal cosa con alguien a quien acababa de conocer?
Quería estar cerca de ella y cuando se le presentó una oportunidad, la
aprovechó.
Era un error. Cada instinto que había perfeccionado a lo largo de los años le
decía que no mezclara los negocios con el placer. Sin embargo, no había
escuchado. No podía.
Abby echó un vistazo a Caleb antes de cambiar de rumbo y dirigirse hacia
Clayton.
Las palmas de sus manos empezaron a sudar y el corazón le golpeó contra
las costillas… Maldición, esta mujer era hermosa. No podía creer que nadie la
hubiera atrapado y hubiera reclamado su corazón, pero la pérdida de ellos era
su ganancia.
—Hola —dijo con una tímida sonrisa cuando lo alcanzó.
Él le devolvió la sonrisa. —Hey.
Hubo un compás de silencio mientras ambos trataban de encontrar algo que
decir. Clayton se preguntaba si ella se sentía atraída por él. Esperando al mismo
tiempo que lo estuviera y que no lo estuviera.
—Siento lo de Caleb. Está emocionado de estar aquí.
—Vamos. Te daré un tour —dijo.
Sus cejas se juntaron. —No en un caballo.
—Esta vez no —bromeó.
Sus labios se curvaron en una sonrisa. —No me subirás a un caballo.
Aprendería muy pronto a no poner nunca tal desafío ante él –porque él
jamás perdía.

58
Capítulo 9

Abby finalmente entendió lo que significaba cuando la mente de alguien


daba vueltas como una peonza. Después del recorrido por los establos y
potreros más cercanos a la casa, se había quedado asombrada por todo y no
podía esperar para verlo a la luz del día. Tenía una idea de lo que hacía el
rancho, pero verlo de cerca y en persona era otra cosa.
Y solo le había echado un vistazo a un pedacito.
Acordarse de mirar las cosas que Clayton le mostraba en lugar de mirarlo a
él había sido la parte más difícil. Pero, ¿qué esperaba si cuando llegó lo vio allí
parado con la cerca de madera detrás de él y el ganado pastando más allá?
Había visto numerosas fotos de cowboys calientes frente a un paisaje así,
pero él los mandaba a tomar viento. Incluso si su pelo no estaba peinado y su
camisa no estaba medio desabrochada.
En muchos sentidos, era más sexy por ello.
Había inclinado hacia abajo su stetson negro para que no pudiera ver sus
ojos. Se había quedado inmóvil como una piedra, pero ella sabía que la estaba
mirando. Había un calor particular que la invadía cada vez que su mirada la
tocaba.
Su abrigo de gamuza estaba desabrochado, permitiéndole ver la camisa beige
de debajo que llevaba metida en el denim. Llevaba los guantes en una mano
como si se los hubiera quitado y hubiera dejado de hacer lo que estaba haciendo
cuando la vio.
Tan guapo como Clayton era, fue su tranquila quietud lo que ella vio en
primer lugar. Parecía inamovible, pero no rígido. Le recordaba a un gran roble,
estable y fuerte.
No había esperado tranquilidad, sabiendo algo de lo que el rancho estaba
pasando, sin embargo, y debido a su compostura, sospechaba que iría
tomándolo todo en cuenta metódicamente y lo enderezaría.
Le presentaron a Shane, quien luego le preguntó a Caleb si quería ver más
del rancho. La exuberante respuesta de su hermano la hizo sonreír. Cuando los
dos se subieron en el SxS y se marcharon, Clayton le hizo señas para que
entrara en uno de los otros establos.

59
El olor a heno, estiércol, cuero y caballo llenó sus sentidos. Se detuvo
para acariciar a una yegua blanca que inclinó su cabeza sobre la puerta
del cubículo. La nariz aterciopelada y la forma en que el caballo sopló contra su
brazo la mantuvo acariciándolo.
Clayton se apoyó contra el establo unos pasos más abajo, observándola
mientras frotaba el cuello de otro caballo. Sus orbes verde–pálido la estudiaban
tan intensamente que sentía como si estuviera leyendo sus acciones y
expresiones faciales.
Ella se encontró con su mirada, deseando saber lo que estaba pensando. Si
bien él pertenecía a este maravilloso e intimidante mundo, ella nunca fue más
consciente de que no tenía ni idea de ganadería como en este momento.
Sin embargo, eso no la molestó. Le estaba dando un vistazo a una forma de
vida que solía dominar Texas. Ahora, a medida que más y más ranchos se
hundían, casi parecía que hombres como Clayton eran una especie en extinción.
—Deduzco de tu comentario anterior que no montas —dijo arrastrando las
palabras.
Ella se rió y miró a los oscuros e insondables ojos de la yegua. —No. Los
caballos no me asustan, es solo que nunca he estado encima de uno.
—¿Quieres cambiar eso?
Su pregunta la hizo deslizar los ojos hacia él para ver si estaba bromeando.
La seriedad de su expresión decía que no. Estaba a punto de declinar, pero algo
la detuvo.
¿Por qué no podía divertirse un poco? Había trabajado tanto durante tanto
tiempo que no estaba segura de saber lo que significaba divertirse. Además, ¿no
se había recordado a sí misma que no iba a pasar mucho tiempo antes de que
sus hermanos se graduaran y se fueran? Necesitaba pensar en el futuro y
descubrir cosas que le gustaría hacer.
Si bien nunca podría pagar las clases de equitación, esta era una oportunidad
que solo un idiota dejaría pasar. Y Abby dejó de ser estúpida en octavo grado
después de dejar que Joey Ashworth la llevara al partido de fútbol de regreso a
casa.
—Di que sí —instó Clayton.
Se pasó la lengua por los labios y sonrió. —Okay.
Un lado de su boca se alzó en una sonrisa encantadora que le aflojó las
rodillas. —¡Bien!
—¿Por qué estás siendo tan amable? —Probablemente no era algo que
debería preguntar, pero no pudo evitarlo.

60
Él sacó algo pequeño y blanco de su bolsillo antes de ofrecérselo al
caballo, que rápidamente lo engulló. Luego se acercó a ella y le tomó la
mano.
El contacto de su grande y cálida palma sobre la de ella fue como un shock.
Su estómago se llenó de mariposas y no podía recuperar el aliento. Cuando él le
puso algo en la palma de la mano, ella miró hacia abajo para encontrar un
terrón de azúcar.
—Mantén los dedos planos para que el caballo no los muerda
accidentalmente —advirtió mientras acercaba su mano a la boca de la yegua.
Abby contuvo el aliento mientras los labios del animal mordisqueaban su
mano antes de tomar el terrón. Se rió de las cosquillas y al instante quiso
hacerlo de nuevo.
No era de extrañar que sus dos hermanos quisieran estar cerca de los
caballos. Eran increíbles. Dulces, gentiles, hermosas y poderosas criaturas que
hablaban con sus ojos.
—Estoy siendo amable porque quiero serlo —dijo Clayton.
Abby había olvidado su pregunta. Ahora, mientras lo miraba, se sentía como
una tonta. —La gente que conozco solo es amable cuando quiere algo a cambio.
Después de lo que Brice le ha hecho a tu familia...
—Está trabajando en ello —interrumpió Clayton—. Y tú también estás
ayudando. A menos que ofrezcas tu ayuda a cambio de algo —preguntó con los
ojos entrecerrados.
—No —le aseguró apresuradamente—. Simplemente no estoy acostumbrada
a este tipo de amabilidad.
Él no dijo nada más, simplemente la tomó de la mano y la arrastró tras él
mientras se alejaba. Abby miró con nostalgia a la yegua blanca mientras se
prometía en silencio que volvería con una caja de sus propios terrones de
azúcar.
No pasó mucho tiempo antes de que escuchara voces e identificara la de
Brice. Clayton ralentizó sus pasos hasta que se detuvieron ante una puerta
abierta. Se paró junto a Clayton y miró a través de la puerta para ver a Brice
sentado en un guadarnés, frotando vigorosamente algo en el cuero de una silla
de montar.
—¿Y luego qué? —preguntó Brice.
Un hombre de edad indiscernible, debido en parte a sus arrugas y a su rostro
curtido, continuó su instrucción sobre cómo acercarse a los caballos, tanto
quebrados como salvajes. Brice lo devoraba por completo como si fuera el aire
que lo sostenía. Mientras tanto, seguía trabajando.

61
Nunca lo había visto tan dedicado a nada antes. Se había ido a la
cama con una sonrisa en la cara la noche anterior y se había despertado
con ella todavía en su lugar. Abby estaba empezando a pensar que era un
accesorio permanente ahora.
Miró a Clayton para agradecerle y se dio cuenta de que sus cuerpos se
tocaban. Sus ojos parecían tragársela entera, como si al dejar de mirarla, pudiera
morir.
Y estaba bastante segura de que ella moriría si lo hacía.
El momento se suspendió mientras el tiempo se ralentizaba y los retenía
atrapándolos a ambos en un mundo propio. Sus sentidos cobraron vida con
Clayton. El calor de su cuerpo se la tragó mientras tomaba una bocanada
profunda de su aroma picante y terroso. La respiración de él se volvió irregular,
sus ojos dilatados. Sus dedos se deslizaron sensualmente de su mano a su
muñeca…
El deseo que vio en su mirada hizo que el estómago le cayera a los pies –y su
cuerpo se estremeciera ansiosamente en respuesta. Cada fibra de su ser estaba
enfocada en Clayton, en la necesidad que palpitaba atravesándola.
La voz de Justine llamando a Clayton los separó. Él le dirigió una mirada
llena de anhelo y promesas antes de girar sobre sus talones. Abby puso las
manos en puños, que de repente volvían a estar frías ahora que la había soltado,
y lo siguió hasta la entrada del establo.
—Supongo que será mejor que empecemos —soltó.
Ella sonrió y saludó cuando vio a Justine. —Supongo.
Tenía mucho que hacer, pero no había querido que su tour terminara. Había
sido demasiado corto, pero mágico de todos modos.
Caminaron en la oscuridad uno al lado del otro hasta que se encontraron con
Justine. Abby miró a su alrededor en busca de Caleb.
Como si le leyera el pensamiento, Clayton se inclinó y dijo: —Shane no
dejará que le pase nada. Mantendrá a Caleb ocupado por un tiempo.
Una vez dentro del calor de la casa, Justine tomó su abrigo y llevó a Abby a
la cocina. Se encontró mirando todas las guirnaldas que colgaban alrededor de
la casa y que le gustaría tener. Hacían que las cosas se sintieran mucho más
navideñas que el lamentable árbol artificial de metro veinte que ellos tenían.
—Mamá se vuelve loca por Navidad —dijo Clayton en un tono plano.
Justine se giró y lo sacudió con la toalla que recogió del mostrador de la
cocina. —Cierra el pico. Solo lo odia porque él y su padre son los que tienen que
cargar todas las cajas arriba y abajo de las escaleras.

62
Clayton ladró de risa. —Haces que suene como si solo tuvieras unas
pocas cajas —Luego se volvió hacia Abby—. ¿Sabes cuántos árboles hay
en la casa? Cinco.
—No puedo elegir qué color usar cada año —dijo Justine encogiéndose de
hombros.
Abby sonrió ante las bromas. Mientras Clayton se quejaba, lo hacía de
manera cariñosa porque era obvio que haría cualquier cosa por su madre.
—Déjame darte una pista sobre cuántas cajas hay —le dijo a Abby mientras
apoyaba un brazo en la isla—. Tiene rojas, plateadas, doradas, burdeos,
champagne, negras, rosadas, cobre y púrpura. Y cada uno de esos colores tiene
unas cinco cajas enormes de adornos y otras decoraciones.
Justine puso los ojos en blanco. —Organizamos muchas fiestas y la
decoración tiene que coincidir con el color que uso en cada habitación.
—Abby, incluso cambia los edredones de las habitaciones por los de
Navidad.
Esta se volvió con los ojos abiertos como platos hacia Justine. —¡No puede
ser! Siempre he querido hacer eso.
—¡Por fin! —dijo Justine y miró hacia el cielo—. Alguien que entiende el
amor por la decoración navideña.
Clayton emitió un sonido que estaba entre un gemido y un resoplido. —Se
supone que estás de mi lado, Abby.
—No, no, no —dijo su madre con un movimiento de su dedo—. Esta vez, yo
gano. Siempre has tenido a tu padre de tu lado. Ahora tengo a alguien —
declaró con orgullo.
Abby nunca se había sentido tan ... incluida. Por primera vez, no solo veía a
las familias interactuar, sino que era parte de ellas. Era una sensación increíble.
Y un recordatorio de todo lo que sus hermanos no tenían.
Justine abrió el horno y sacó un pan recién horneado que Abby sabía que
había hecho ella misma. —Abby, por favor, no pienses que me estoy
excediendo, pero me encantaría que tú y tus hermanos os unierais a nosotros
para la cena de Navidad.
Abby vaciló, no estaba segura de cómo responder. ¿Estaba Justine ofreciendo
la invitación por lástima o porque realmente quería que estuvieran aquí?
—Tenemos una gran fiesta la noche anterior —dijo Clayton—. La Navidad es
nuestra cena privada. Di que vendrás.
¿Cómo se esperaba que se negara ahora que él la estaba mirando con esos
preciosos ojos verdes y esa sonrisa torcida? —Estaríamos encantados.

63
—¡Oh, genial! —dijo Justine con un aplauso—. Y Ben se sentirá
mucho mejor para entonces. Se muere por conocerte. De hecho, va a
bajar a cenar esta noche.
—Mamá —respondió Clayton, la preocupación llenando su rostro y su voz.
Justine puso su mano en el brazo de Clayton. —Déjame a tu padre a mí. Ha
prometido volver a la cama cuando se lo diga.
Abby echó un vistazo a la enorme cocina. —¿Cómo puedo ayudar con la
cena?
—No es necesario —dijo Justine con una sonrisa—. Me encanta alimentar a la
gente. Es lo mío, cariño. Clayton, ¿por qué no la acomodas antes de ducharte?
No te sentarás en mi mesa oliendo así.
Él se rió entre dientes y puso su mano en la espalda de Abby mientras la
conducía fuera de la cocina y por un pasillo hacia la oficina.
—Tu madre es maravillosa.
La miró y asintió. —Es realmente especial.
—No tienes ni idea de lo afortunado que eres.
—¿Echas de menos a tu madre?
Abby se detuvo en la puerta de la oficina. —A veces, aunque son cada vez
menos a medida que pasan los años. ¿Por qué debería preocuparme por alguien
que no lo pensó dos veces antes de dejar a sus hijos sin dinero ni comida?
—¿Alguna vez te angustiaste?
Sintió esas malditas lágrimas de nuevo. ¿Qué tenía Clayton para que pudiera
hacerlas brotar tan fácilmente? —No tuve tiempo. Tuve que ayudar a mis
hermanos a lidiar con las cosas, encontrar un trabajo y manejar todos los
documentos legales que me convertían en su tutora.
—Has estado haciendo cosas para todos menos para ti misma. ¿Cuándo vas a
dejar que alguien haga algo por ti?
Abby estaba segura de que no se refería a él, pero realmente deseaba que lo
hiciera. Porque si alguna vez hubo alguien que la hacía querer olvidar sus
responsabilidades y hacer algo egoísta, era Clayton East.

64
Capítulo 10

—No lo sé —respondió.
Ni siquiera hablar de su madre podría arruinar el aleteo de mariposas en su
estómago. A Abby le gustaba la forma en que se sentía cerca de Clayton, pero
sabía que debía tener cuidado. No le haría ningún bien ir a buscar algo que no
estaba allí. Los East estaban siendo generosos a pesar de la situación en la que
Brice los había puesto.
Algunos podrían sospechar, pensando que Clayton la estaba usando para su
propio beneficio. Y podría ser. No era tan ingenua como para caer en su
encanto.
Bueno, algo sí.
Era condenadamente difícil dejarle fuera por completo. Sobre todo porque
era tan hermoso y oscuro y... herido. Luego la miraba con sus impresionantes
ojos verde–pálido y le mostraba esa sonrisa torcida. ¿Cómo se suponía que
alguien iba a resistirse a eso? Además, hacía mucho tiempo que nadie le
prestaba atención. No hacía daño a nadie que disfrutara del interés.
Luego estaba Justine East. La mujer era todo lo que una madre debería ser –
amorosa, devota, fuerte y decidida. Abby había bloqueado tanto a su propia
madre que era maravilloso estar cerca de alguien como Justine.
Y con Jill viviendo ahora tan lejos, donde la diferencia horaria les dificultaba
hablar, era agradable tener otra mujer con la que relacionarse.
—Deberías pensar en dejar que otros hagan lo mismo por ti —dijo Clayton.
No estaba segura de qué decir. El concepto era extraño para ella, pero no
dejaría pasar la oportunidad si algo llegaba.
Clayton caminó hasta el escritorio y sacó la silla para ella. Una vez que se
sentó, él puso un dedo en una pila de papeles. —Imprimí todo lo del año
pasado. Me gusta mirar a través de los papeles en lugar de en el ordenador,
pero todos los archivos están abiertos y listos si lo prefieres.
—A mí también me gusta el papel, pero estoy segura de que seguiré
necesitando el ordenador.

65
—Entonces te dejaré empezar. Necesito lavarme antes de que mamá
me patee el trasero.
Compartieron una sonrisa. Y luego él se alejó. Abby dejó caer su mirada en
su buen culo. Hasta Clayton, no se había dado cuenta de lo bien que los
Wranglers se veían en un hombre. Cuando desapareció a la vuelta de la esquina,
respiró hondo y tiró de los papeles hacia ella. Estaban apilados con el mes más
reciente encima.
Para poder orientarse, tendría que revisar los informes financieros línea por
línea, mes por mes. Le tomaría días, incluso semanas, pero lo haría con gusto ya
que se lo debía a los East.

Clayton apoyó las manos en la pared de la ducha y dejó que el agua caliente
golpeara su espalda. Las palmas aún le cosquilleaban de tocar a Abby.
Hubo un momento en el granero en el que quiso tirar de ella contra él y
besarla. Y si su madre no hubiera gritado su nombre, probablemente lo habría
hecho.
¿Le habría devuelto Abby el beso? Si bien parecía gustarle estar cerca de él,
también sentía que estaba recelosa. Aunque, por otra parte, asustada podría ser
un término mejor. No es que pudiera culparla. Llevaba todo el peso del mundo
sobre sus estrechos hombros, pero lo llevaba sin quejarse.
Se enderezó y se apresuró a lavar la mugre del día de su cuerpo antes de
enjuagarse. Después de secarse rápidamente con una toalla, se encaminó
desnudo hasta su armario. Mientras miraba dentro, sacudió la cabeza. Su madre
había ido de compras otra vez. Ella se había sorprendido por su falta de ropa
cuando regresó a casa, pero no era como si hubiera necesitado mucha mientras
estaba en la Marina o para su trabajo en Sudáfrica.
Clayton eligió una Henley de color crema y manga larga que dejó
desabrochada sobre sus jeans. Se peinó y bajó las escaleras sin zapatos ni
calcetines.
Desde que recibió la llamada de su madre, había estado pasando por los
movimientos de un hijo obediente. No es que no estuviera feliz de ver a sus
padres…, o al rancho. Pero volver a casa había sido tan difícil como había
pensado que sería. Por suerte, tenía algo en que pensar.

66
Ahora, se apresuró a bajar las escaleras sólo para volver con Abby.
Aunque no quería pensar mucho en el por qué, reconoció –y aceptó– la
emoción.
Se detuvo en la puerta de la oficina, apoyando un hombro en ella mientras la
observaba trabajar. Tenía un lápiz en la mano y garabateaba en un bloc de notas
mientras hurgaba entre los papeles y murmuraba para sí misma.
Levantó la cabeza de cabello brillante y oscuro para mirar la pantalla del
ordenador. Dejó el lápiz y, mientras su mano derecha hacía clic en el ratón, su
izquierda giraba un mechón de pelo alrededor de un dedo.
De repente, sus ojos se centraron en él. Tener esos orbes azules dirigidos
hacia él fue como un puñetazo en el estómago, un maravilloso y asombroso
golpe. No había amargura ni animosidad en sus ojos, ni resentimiento o
cinismo. Era tan diferente de lo que veía en el espejo cada día. Tal vez por eso se
sentía atraído por ella.
—¿Me estás vigilando? —preguntó con una sonrisa.
Se apartó de la puerta y caminó hacia ella. —No quería interrumpirte.
Estabas muy concentrada.
Suspiró y extendió las manos, con la palma hacia arriba como si estuviera
absorbiéndolo todo. —Lo estaba. ¡Oh! —dijo mientras giraba la silla para
mirarlo—. Olvidé decirte antes que llamé por lo del seguro de mala praxis.
Resulta que el padre de Bill Gilroy tenía la compañía asegurada con una fianza.
Bill siguió con eso y Nathan también.
—¿Qué significa eso?
La sonrisa de Abby creció. —Significa que puedes recuperar el dinero. El
seguro de mala praxis no cubrirá la malversación de fondos, pero la fianza sí.
Ya empecé el papeleo para el rancho durante mi hora de almuerzo de hoy.
No le era necesario ir tan lejos. El hecho de hacerlo le había dicho qué clase
de persona era.
—Gracias.
Abby se encogió de hombros y movió el lápiz para alinearlo con el bloc de
notas. —No fue nada. Solo unas pocas llamadas telefónicas y un par de hojas de
papel.
—Qué no tenías por qué hacerlo. Y te lo agradezco.
—Tarde o temprano alguien habría descubierto que los Gilroy tenían una
póliza de responsabilidad civil.
Apoyó sus dedos sobre el escritorio. —Tal vez. Pero probablemente dentro
de unos meses. Nos has ahorrado un montón de problemas.

67
Se quedaron mirándose el uno al otro durante mucho tiempo. Y algo
se encendió dentro de él.
En realidad, ese algo se desató en el momento en que vio a Abby en la
comisaría del sheriff. Había caos a su alrededor, pero ella era el centro de la
tormenta. Tranquila, serena, exquisita. Era como un rayo de esperanza de que
todo iba a funcionar.
Podía decirles eso mismo a sus padres todos los días, pero en el fondo de su
mente, Clayton había estado ideando diferentes planes para salvar el rancho.
Abby fue la primera en apartar la mirada. Se mojó los labios y se movió
nerviosa, lo que a él le pareció adorable. Todo en ella lo intrigaba. Quería saber
lo que pensaba y sentía, pero más que nada, quería que se sintiera cómoda en
su casa.
Unas luces brillaron a través de las ventanas de la oficina, indicando que
Shane había vuelto con Caleb. Poco tiempo después, se podían escuchar las
voces de los dos chicos.
Abby se levantó y fue a la ventana para contemplar a sus hermanos bajo las
luces del establo. Se abrazó a sí misma. —El rancho es lo mejor que le ha pasado
a mis hermanos en mucho tiempo.
—Siempre seréis bienvenidos aquí. Y tú también.
Ella le miró por encima del hombro. —¿Después de lo que hemos hecho?
¿Por qué dirías esto?
—Todo el mundo comete errores, Abby. El rancho ha estado en problemas
antes, pero va a estar bien gracias a ti. Algunos podrían llamarlo el destino.
—¿Crees en esas cosas? —preguntó mientras se volvía hacia él.
Se acercó hasta que estuvieron a menos de treinta centímetros de distancia.
—Mira todas las cosas conectadas que ocurrieron y que te trajeron a mi puerta.
Ninguna de las autoridades con las que hablé –incluyendo el FBI– preguntó
nada acerca de si Gilroy tenía algún tipo de seguro.
—Haces que suene como si hubiera hecho algo increíble.
—A mi modo de ver lo has hecho —dijo antes de que ella pudiera
continuar—. Te estoy dando las gracias. Por favor, acéptalas.
Se lo quedó mirando fijamente antes de decir suavemente: —De nada.
Sus ojos se posaron en sus labios. La sangre le hinchó la polla al pensar en
tomar su boca y saborear su dulzura… Justo antes de que estuviera a punto de
inclinarse hacia adelante, Brice y Caleb entraron en la casa con Shane.
El ruido de sus hermanos hizo que Abby mirara hacia otro lado. Clayton la
detuvo antes de que se alejara de él. Cuando sus miradas se encontraron, le dijo:

68
—Tus hermanos están bien. Mamá y Shane están con ellos. Puedes
tomarte un tiempo para ti misma.
—Lo sé —dijo en voz baja—. Estoy tan acostumbrada a ser la única que los
cuida… Brice parece haber crecido de la noche a la mañana. Creo que tú eres la
causa de eso.
Frunció el ceño ante la tristeza en su voz. —¿Estás feliz por eso?
—Sí —dijo con una pequeña sonrisa—. Eres un buen ejemplo para mis dos
hermanos.
—Tú también.
—¡Abby! —soltó Caleb al entrar en la oficina, con el pelo alborotado por el
viento y los ojos marrones iluminados de alegría—. ¡Madre mía! Este lugar es
increíble. Es mucho más de lo que Brice describió. Quiero decir que es... ¡guau!
Ella sonrió, riéndose del entusiasmo de Caleb. —Me alegro de que pienses
así.
Caleb entonces se volvió hacia Clayton. —Sé que Brice está trabajando para
pagar una deuda, pero ¿hay alguna manera de que pueda venir a trabajar con él
este fin de semana? Prometo que haré mi trabajo.
Clayton se sorprendió por la petición del chico. —¿Le has preguntado a tu
hermana primero?
—Abby, por favor —suplicó Caleb—. Puedes tener un fin de semana entero
para ti.
—No sabría qué hacer conmigo misma —dijo con un guiño—. En realidad,
de todas formas creo que estaré aquí revisando los libros. Me parece bien, pero
la decisión final es de Clayton.
Caleb volvió su oscura mirada hacia él, suplicándole en silencio. Como si
Clayton pudiera resistirse a tal fervor. Asintió, lo que hizo que Caleb gritara de
excitación antes de correr de regreso a la cocina con Brice.
—Espero que no te arrepientas de eso —dijo Abby, riéndose.
Pero lo único en lo que Clayton podía pensar era que ella estaría en el
rancho. Con él. Tragó el nudo, su mirada bajó a sus labios mientras pensaba en
besarla. Demonios, era en lo único en lo que había estado pensando durante
días.
Entonces se le ocurrió una idea. —¿Por qué no os quedáis los tres todo el fin
de semana? Venid el viernes por la noche.
Un pequeño ceño frunció su frente. —No lo sé.

69
—¿Por qué no? Tenemos mucho espacio. Los chicos pueden dormir
con los otros trabajadores si no quieren quedarse en la casa. Considéralo
como unas pequeñas vacaciones para ti. Ni siquiera tienes que trabajar.
Ella sacudió la cabeza mientras sonreía. —Estaré trabajando.
—No todo el tiempo. Di que sí, Abby.
—¿Por qué?
—Y, ¿por qué no? —le respondió. No quería decirle que la idea de que ella se
quedara en el rancho le complacía más que nada en años.
Abby dejó escapar el aliento mientras contemplaba su oferta. —No lo sé.
—¿De qué tienes miedo? ¿De pasar un buen rato? ¿De disfrutar de este
lugar? ¿O de dejar que alguien haga algo por ti? —la desafió.
—Sabía que ibas a sacar el tema.
Se encogió de hombros, sabiendo que era ella la que le hacía un favor al
mirar los libros, pero pretendía asegurarse de que Abby también se divirtiera.
—No me hagas ir con los chicos —dijo Clayton—. Si se lo menciono a ellos,
no pararán hasta que cedas.
Su mirada se entrecerró sobre él mientras intentaba ocultar su sonrisa. —Oh,
eso fue artero.
—Hago lo que sea necesario para conseguir lo que quiero —Y él la quería
allí.
Ella asintió con la cabeza- —Conforme.
Clayton hizo todo lo que pudo para no pegar un grito como el que Caleb
había dado antes.

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Capítulo 11

Hogar, dulce hogar.


Había vuelto hacía menos de una semana, pero finalmente parecía que había
vuelto a casa de verdad. ¿Por qué ahora? ¿Fue porque se dio cuenta de que
extrañaba a sus padres? ¿Fue porque recordó su amor por el rancho?
¿O había sido por Abby?
Esperó a que ella estuviera en la cocina con los demás antes de subir las
escaleras de dos en dos. Golpeó suavemente la puerta del dormitorio principal
que estaba abierta y miró dentro.
—¿Papá?
—Estoy aquí, hijo.
Clayton abrió la puerta para encontrarse a su padre de pie frente a la
ventana. Ben East permanecía recto y erguido. Su cabello castaño claro ahora
tenía una franja gris a cada lado de sus sienes, pero aún estaba en forma. Se
estaba abrochando el último botón de su camisa.
—Mamá te va a matar.
Su padre se rió entre dientes y se dio la vuelta lentamente. —¿Por qué crees
que he esperado a que estuviera liada en la cocina para vestirme? Además, me
siento muy bien.
Miró a los ojos verdes de su padre que aún brillaban. —Podrías haberte
quedado en batín.
—Lo sé, pero quería vestirme. Estoy cansado de sentarme aquí sintiéndome
como un inválido. Oh, no te preocupes —se apresuró a decir cuando Clayton
abrió la boca—. Por lo pronto no voy a volver a subirme a un caballo. Sé todo
acerca de asegurarme de no tener un derrame cerebral. No estoy listo para
dejarte a ti o a tu madre, así que no voy a ser estúpido.
Clayton asintió. —Bien. Porque yo no estoy listo para perderte.
El rostro de su padre, que ahora tenía más líneas de preocupación, se suavizó
al comprender. —Es bueno tenerte en casa.

71
—Por cierto —dijo Clayton mientras esperaba a que su padre lo
alcanzara en la puerta—. Abby me acaba de decir que los Gilroy tenían
seguro.
—¿Los CPA pueden hacer eso?
—Por lo visto sí.
Ben gruñó, con las cejas arqueadas. —Lo tomo como que eso es bueno para
nosotros.
—Significa que estaban asegurados contra el robo. Abby ya ha empezado el
papeleo de los trámites para recuperar el dinero.
Su padre hizo una pausa e inclinó su cabeza hacia un lado. —Creo que estoy
enamorado de esta chica.
—No dejes que mamá te escuche decir eso.
Ben se rió cuando llegó a la puerta. —Tal vez fue una suerte que Brice fuera
atrapado y tú le dieras una segunda oportunidad. Nos ha traído a Abby.
Clayton había estado pensando lo mismo. —Espero que esta noche no sea
demasiado para ti. Los muchachos son jóvenes y ruidosos.
—Justo lo que esta gran casa necesita —dijo su padre mientras salía por la
puerta y bajaba por el pasillo.
Clayton siguió el ritmo de su padre por el pasillo y mientras bajaban las
escaleras. Ben se estaba recuperando bien, pero el descanso jugaba un papel
importante. Clayton estaba aliviado de que su padre se tomara en serio el mini
accidente cerebrovascular. Ben había tenido la oportunidad de cambiar las
cosas para prevenir una verdadera apoplejía –no mucha gente tenía tanta
suerte.
—Los he invitado a los tres para el fin de semana —dijo Clayton antes de que
llegaran al pie de la escalera.
Su padre le echó una mirada, con una sonrisa. —Bien. Ahora llévame a
conocer a Abby.
Clayton la encontró colocando los cubiertos en la mesa mientras sus
hermanos traían tazones de comida y su madre les indicaba dónde colocar cada
uno. La escena le recordó tanto a sus años de juventud con Landon que tuvo
que detenerse y recuperar el aliento ante la sensación de pérdida que lo asaltó.
Su padre le puso una mano en el hombro y apretó. Cuando Clayton lo miró,
Ben parpadeaba rápidamente para contener las lágrimas mientras miraba a
Brice y Caleb. El silencio de la cocina le advirtió que Justine había visto a su
esposo. Un momento después, ella estaba parada frente a él, secándose sus
propias lágrimas.

72
Clayton respiró tembloroso. No había pensado en cómo se sentirían
sus padres acerca de Caleb y Brice, o cómo reaccionaría él al verlos en
su casa. Ciertamente no había esperado sentir la pérdida de Landon tan
agudamente después de todos estos años.
—¿Hemos hecho algo malo? —preguntó Caleb.
Clayton volvió la cabeza hacia Abby, que lo miraba con silenciosa
preocupación. —No —respondió.
Su madre y su padre compartieron un beso y hablaron en privado antes de
que ella se volviera hacia los demás, componiendo una sonrisa. —Para nada,
querido. Solo nos ha recordado el pasado cuando nuestro otro hijo, Landon,
estaba vivo.
Sin quererlo, Clayton estudió la cara de Abby mientras su madre le daba la
noticia. Los ojos de Abby se abrieron de par en par con pena y arrepentimiento.
—¿Quién tiene hambre? —preguntó su madre.
Como era de esperar, Brice y Caleb fueron los primeros en responder.
Mientras se sentaban, Clayton le hizo señas a Abby para que se acercara a él y a
su padre.
—Hola, señor East —saludó con una de sus dulces sonrisas mientras
extendía la mano.
Su padre la tomó y la cubrió con su otra mano, apretándola antes de soltarla.
—Ben, por favor. Es un placer conocerte, Abby. Eres una bendición que esta
casa necesitaba.
Su mirada se dirigió a Clayton. —Eh... gracias.
—Clayton me ha dicho que descubriste que los Gilroy estaban asegurados.
—Oh —Abby se llevó una mano al pecho mientras se reía—. Sí. Ha sido un
placer.
Ben sonrió. —Me alegra que Clayton te convenciera de mirar los libros. De
otra manera, nunca lo habríamos sabido. ¿Por qué no vienes a sentarte a mi
lado?
Clayton vio a Abby tomar asiento a la derecha de su padre mientras que
Brice se sentaba a la izquierda. Y Caleb se sentó junto a Abby, para decepción
de Clayton. Luego ayudó a su madre a sentarse en la silla del otro lado de la
mesa y se sentó a su lado, junto a Brice.
Tomó la mano de su madre y pronto, todos se unieron. Luego inclinaron sus
cabezas mientras su padre comenzaba a orar por el placer de la comida.
Después de un tenue coro de “Amens”, la comida se fue pasando de un lado a
otro mientras cada uno llenaba sus platos.

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Clayton vio las muchas miradas y sonrisas intercambiadas entre sus
padres. No se había dado cuenta de lo solos que debían haber estado
durante los últimos años. A pesar de que siempre había gente yendo y viniendo
del rancho, una vez que él se fue, la enorme casa debía haber estado
terriblemente silenciosa con solo ellos dos. A Clayton le sorprendió lo egoísta
que había sido al mantenerse alejado.
Era otra razón para que se quedara. Y cuanto más tiempo pasaba en el
rancho, más quería hacer precisamente eso.
Los muchachos mantuvieron la conversación mientras se contaban todo lo
que les había pasado en el rancho. En cuanto a Abby, comió lentamente
mientras miraba entre sus dos hermanos con tanto amor brillando en sus ojos
que Clayton se quedó sin palabras.
Nadie más que sus padres lo habían mirado así. No se había preocupado por
esas cosas en medio de la guerra..., o cuando había huido de sus
responsabilidades. Pero ahora, de repente, ansiaba algo igual de sólido y
hermoso.
No pasó mucho antes de que Ben compartiera con Justine la noticia de que
los Gilroy estaban asegurados. Clayton no podía apartar los ojos de Abby
mientras ella irradiaba orgullo al recibir los elogios de sus padres y sus
hermanos.
Clayton se preguntaba cuánto tiempo habría pasado desde que alguien le
dijera a Abby que había hecho algo bien. Se le había dado por sentado durante
demasiado tiempo y ya era hora de que eso cambiara.
Sus ojos azules se encontraron con los de él e intercambiaron una sonrisa
antes de que Brice le hiciera una pregunta. Clayton estaba contento de que los
Harper encajaran tan bien con su familia. Era justo lo que sus padres
necesitaban.
Y tal vez era lo que él necesitaba, también.
—¿Clayton ha compartido las noticias contigo, querida? —Le preguntó Ben a
su esposa.
Justine levantó una ceja rubia mientras perforaba a Clayton con su mirada. —
¿Tienes más noticias?
—Bueno, ha sido tan repentino que no he tenido la oportunidad de
compartirlo —soltó Clayton. Miró a Abby para descubrir que estaba
conteniendo la respiración hasta que su padre le dio unas palmaditas en la
mano. Clayton entonces dijo: —Vamos a tener tres invitados que se quedarán
con nosotros el fin de semana, a partir del viernes por la noche.
Sin vacilar siquiera, su madre miró a los chicos y dijo: —Sé exactamente lo
que voy a cocinar para vosotros dos.

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Caleb y Brice intercambiaron miradas antes de volverse hacia Abby.
Una lenta sonrisa se extendió por su cara antes de que se encogiera de
hombros ante ellos.
—¡No puede ser! —gritó Caleb—. La Navidad ha llegado pronto.
Brice se volvió hacia Ben y comenzó a hacer pregunta tras pregunta sobre el
rancho.
Clayton dejó el tenedor y puso una mano en el respaldo de la silla de Brice,
escuchándolo todo. Quería que Abby se quedara a pasar la noche por razones
puramente egoístas, pero sabía que los chicos estarían eufóricos al respecto.
Bueno, tenía que esperar tres días más para tener a Abby bajo el mismo
techo.
Una vez terminada la cena y los platos recogidos, Clayton llevó una taza de
café para Abby a la sala de estar. Se encontraba de pie ante el rugiente fuego,
mirando la serie de fotos familiares encima de la repisa de la chimenea.
—Los chicos están afuera, tomando chocolate caliente alrededor de la fogata
con mi gente —dijo.
Se volvió y aceptó la taza. —No sabía que tenías un hermano.
El asintió. —Murió hace mucho tiempo, cuando éramos niños.
—Lo siento.
Nunca sabía cómo responder cuando alguien le decía eso, así que en su lugar
se bebió el café.
Abby volvió a las fotos, mirando una en la que él y Landon habían estado
nadando en el río. Sus cabellos estaban aplastados contra sus cabezas, todavía
mojados. Sacaban sus lenguas, mostrando a la cámara los colores de los helados
de palo que tenía cada uno. La de Landon era púrpura, mientras que la de
Clayton era azul.
—Esa fue tomada un año antes de que Landon muriera —dijo.
Abby sonrió. —Tiene los ojos de tu madre y el pelo de tu padre.
—Mientras que yo tengo los ojos de mi padre y el cabello de mi madre.
Ella lo miró, una tierna sonrisa seguía ahí. —Lo echas de menos.
—Cada maldito día.
—Háblame de él. Si quieres.
Clayton volvió a mirar el despliegue de fotos. Había algunas de él y su
hermano juntos, una de solo él atando un ternero, otra de Landon marcando un
novillo, pero su favorita era de cuando él y su hermano habían montado en sus
caballos, como lo hacían cada año. Su madre había estado en la línea de meta,

75
cámara en mano. La había tomado mientras las narices de sus caballos
cruzaban al unísono.
Tomó la foto y se la quedó mirando fijamente. —Landon era un hermano
increíble. Era mi mejor amigo y alguien a quien admiraba. Todo lo que quería
era dirigir el rancho y hacer que mis padres se sintieran orgullosos.
—Me habría gustado conocerlo.
Clayton movió su mirada hacia ella. —Le habría gustado tu coraje. Y te
habría invitado a salir.
Abby echó la cabeza hacia atrás y se rió. —Eso no lo sabes.
—Sí, lo sé —le respondió con una sonrisa—. Conocía a mi hermano tan bien
como a mí mismo. Pensábamos igual.
Su sonrisa se desvaneció lentamente mientras sus miradas se entrelazaban.
Los únicos sonidos eran el crepitar del fuego y las voces distantes de sus
hermanos.
El calor se cocía a fuego lento a través de Clayton. Sería tan fácil ponerle una
mano en la cintura y acercarla, inhalar su limpio y atractivo olor y, tal vez,
deslizar sus dedos a través de sus densos bucles. La feroz e implacable
necesidad de saborear sus labios surgió a través de él, haciéndolo arder.
Haciendo que le doliera.
El pulso de ella latía rápidamente en su garganta. Santo Dios, quería sentirla
contra él. Sus manos temblaban con la fuerza de ello. Pero no era el momento
adecuado.
Reemplazó la imagen. —¿Te falta mucho para obtener tu título de contable?
—Demasiado. El hecho de que pueda hacerlo online lo hace más fácil, pero
no puedo tomar tantas clases como debería.
Debido al dinero. Ella no lo dijo, pero colgaba entre ellos. Clayton se
preguntó cómo sería su vida si hubiera podido ir a la universidad como él. Lo
más probable es que dirigiera su propia firma de contadores públicos y pateara
traseros mientras lo hacía.
—Se está haciendo tarde —dijo—. Debería llevar a los chicos a casa.
La felicidad que Clayton sentía desapareció tan rápido como si alguien
hubiera dejado salir el aire de un globo. Fue entonces cuando comprendió
plenamente el cambio que Abby producía en él. Hacía que los fantasmas que lo
perseguían desaparecieran. Lo hacía sentirse completo de nuevo. Quería
llamarla, rogarle que se quedara. En vez de eso, tomó su abrigo mientras ella
llamaba a sus hermanos.
Sus pies se sentían hundidos en plomo mientras la miraba alejarse. Bueno,
tendría que contar las horas hasta que regresara mañana por la noche.

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—Va a ser una larga y maldita noche —murmuró.

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Capítulo 12

Me siento una mujer.


Abby se miró en el espejo mientras jugaba con su cabello. Cogió un
pintalabios rosa y se lo aplicó antes de frotarse los labios. Luego añadió una
ligera capa de brillo labial.
—¡Hala! —dijo Caleb mientras se acercaba a ella por detrás—. Tienes buena
pinta.
Ella lo miró en el espejo. —Gracias.
—¿Significa algo que te hayas cambiado de ropa de trabajo y te hayas
maquillado?
—Yo... —suspiró. —Los East le están haciendo un gran favor a nuestra
familia. Son buena gente y quiero causar una buena impresión.
Caleb se cruzó de brazos y amplió su postura. —Ya lo has hecho.
En los últimos días, parecía como si sus dos hermanos se hubieran hecho
mayores de la noche a la mañana. Brice actuaba más como un hombre que
como un adolescente ruidoso. Caleb había empezado a notar otras cosas a parte
de a sí mismo… Y vio como los jeans le estaban volviendo a quedar demasiado
cortos y las camisas no le quedaban bien sobre sus hombros cada vez más
anchos.
—Tienes que empezar a usar algo de la ropa de Brice hasta que pueda
conseguirte de nueva.
Él levantó una ceja. —No cambies de tema y mi ropa está bien. Te vi anoche,
hermanita. Te gustan los East. O, lo que es más importante, te gusta Clayton.
—Es simpático —admitió.
Caleb resopló. —Y de “toma pan y moja”.
Abby vaciló. No quería que su hermano se hiciera ilusiones sobre nada, pero
tampoco quería mentir. —Sí, Clayton es guapo.
—Te estaba mirando fijamente.

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Su estómago se contrajo ante la revelación. —¿De verdad? —
preguntó, tratando de parecer desinteresada mientras revisaba su
maquillaje en el espejo una vez más.
—Me parece bien, ¿sabes? Pásatelo bien. Como si no te lo merecieras.
Abby se giró para mirar a su hermano. —Tú y Brice significáis el mundo para
mí. No me arrepiento de nada.
—Lo sé, pero quiero verte feliz.
—Lo estoy —dijo, sacudiendo la cabeza mientras fruncía el entrecejo—. ¿Qué
te hace pensar que no lo soy?
Caleb dejó caer los brazos y le dirigió una mirada plana. —Abby, nunca
sales. Ni con chicos, ni con amigos. Ni siquiera cuando Jill todavía estaba aquí.
Todo lo que haces es cuidarnos. Llenas tus días con trabajo y cosas por la casa
para no notar que estás sola.
Puso sus manos en el fregadero detrás de ella para ayudar a estabilizarse.
Todo este tiempo pensando que había estado ocultando las cosas muy bien a
sus hermanos. Aparentemente se había equivocado.
—Me gusta Clayton —continuó Caleb—. Me gustan el señor y la señora East
y me encanta el rancho. Coquetea con Clayton. Deja que ligue contigo.
¡Diablos!, bésalo, Abby. No tiene por qué ir más lejos. Pero recuérdalo, eres
bonita y debería haber tíos pirrándose por ti.
Abby miró al techo mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Luego
se apartó del fregadero y atrajo a Caleb hacia ella para darle un abrazo. Cerró
los ojos con fuerza. —Tengo a los mejores hermanos.
—Tienes condenadamente razón, sabes.
Compartieron una risa mientras se separaban. —Coge tu abrigo.
—Te ves genial. Solo sonríele. Y es todo lo que hará falta.
Pensó en las palabras de Caleb mientras se dirigían al rancho. Su corazón
palpitaba tan fuerte cuando llegaron a la casa que pensó que podría salírsele del
pecho.
Su hermano ya estaba fuera del coche antes de que el vehículo se detuviera
por completo. Lo miró alejarse con una sonrisa. Al menos aquí, sabía que sus
hermanos no se estaban metiendo en problemas. Pero ese pensamiento la llevó
a por qué Brice estaba trabajando en el rancho, para empezar.
Necesitaba mencionarle de nuevo a la gente que lo había involucrado en el
robo. Tal vez esta vez le dijera algo, lo que fuera. Aunque los East recuperarían
el dinero que su contable había malversado, deberían recuperar su ganado y el
toro, también.

79
Abby frunció el ceño mientras permanecía sentada en su auto aún en
marcha. ¿Fue una coincidencia que el dinero hubiera sido robado casi al
mismo tiempo que el ganado? Algo le dijo que estaba conectado. ¿Pero cómo?
Cuando mencionó a Nathan Gilroy a sus hermanos, ninguno de los dos mostró
cualquier tipo de reconocimiento.
Pegó un salto, agarrándose la garganta cuando alguien llamó a su ventanilla.
Y Abby se encontró mirando una silueta familiar en la oscuridad.
Apagó el contacto de su coche cuando Clayton abrió la puerta.
—¿Todo bien? —preguntó preocupado.
Alcanzó su bolso mientras se levantaba. —Solo pensando en cosas.
Él cerró la puerta del coche detrás de ella y la acompañó hasta el frente de la
casa. —¿Cómo qué?
—La malversación y el robo del ganado. Todo pasó de repente, ¿verdad?
—En menos de un día, sí. ¿Crees que podría estar relacionado?
Ella asintió con la cabeza mientras entraban en la casa.
Le puso una mano en la espalda y la condujo hacia la parte trasera de la casa.
Mientras lo hacía, se inclinó y dijo: —Yo llegué a la misma conclusión.
Una vez en la oficina, ella se volvió para mirarlo cuando él cerró la puerta. —
¿Tienes algo que vincule los dos crímenes?
—Nada. Por eso necesito alguna pista de Brice.
—Lo sé —Apretó los labios—. Hablaré con él de nuevo.
Clayton se quitó el sombrero y removió sus dedos por entre sus rubios
mechones. —Solo para advertirte, mamá ya planea que vosotros tres os quedéis
a cenar otra vez.
—Oh, no podemos.
—Le romperás el corazón si te niegas —declaró con rostro solemne.
Sabía que se estaba engañando, pero le gustaba estar con los East –en
especial con Clayton. —Y no querríamos eso, ¿no?
—Ciertamente no.
—Entonces estaremos encantados de quedarnos.
La sonrisa que le mostró podría haber iluminado una habitación. Se colocó el
sombrero e inclinó la cabeza. —Se lo haré saber. ¿Hay algo que necesites?
¿Por qué la primera respuesta que se le pasó por la cabeza fue"tú"?

80
Todo había sido culpa de Caleb. Si no le hubiera dicho que Clayton la
había mirado la noche anterior, no sería un manojo de nervios al estar
cerca de él. Ahora, era demasiado consciente de él.
En realidad, eso era una mentira. Fue consciente desde el momento en que se
dio cuenta de que estaba en aquella habitación con ella en la estación del sheriff.
La ceja levantada de Clayton le recordó que no le había respondido. Se
sacudió, avergonzada de encontrarse mirándolo embobada. Pero, ¡Dios mío!, el
hombre era tan condenadamente sexy que daban ganas de lamerlo.
Y eso la hizo pensar en miembros enredados, suspiros de satisfacción y
gemidos de placer.
Su cuerpo se calentó al instante, mientras su sexo se contraía.
—Estoy bien —dijo finalmente.
Pero salió como un pobre susurro.
Maldito fuera su cuerpo por revelar lo que intentaba tan desesperadamente
ocultar a todo el mundo –incluida ella misma. Se sentía sola. Sumamente sola.
Tener a alguien que la abrazara, que la consolara, era algo con lo que soñaba
todas las noches. No recordaba lo que se sentía al tener los brazos de un hombre
a su alrededor; y mucho menos el sabor y la sensación de un beso.
¿Besarse era como montar en bicicleta? ¿Recordaría cómo hacerlo? ¿O necesitaría
volver a aprender todo de nuevo?
Ese pensamiento la hizo gemir interiormente.
Era patética. En una escala épica.
—Debería trabajar —dijo y se volvió hacia el escritorio.
Se acercó a la silla y pronto se dio cuenta de que Clayton se había movido
con ella. Su rostro se levantó mientras se encontraba con su mirada. Él estaba de
pie, tan cerca, que ella podía inclinarse a un lado y frotar su hombro contra él. Y
fue una idea tentadora.
—Déjame quitarte esto de en medio —le dijo.
Abby miró hacia abajo para verlo alcanzar una pila de papeles. Y ella que
pensó que él quería estar a su lado.
Rápidamente se apartó del camino, mientras su vergüenza crecía por
momentos.
—Has trabajado duro todo el santo día —dijo Clayton—. Tal vez sea
demasiado pedirte que vengas todas las noches.
Sacudió la cabeza, forzando una sonrisa. —No es eso, pero gracias de todos
modos. Quiero hacer esto por ti y por tu familia.

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—¿Porque sientes que me lo debes?
Él sonrió, pero ella no pudo evitar sospechar que había más en sus palabras
de lo que dejó ver. —Está eso, claro. Aunque también es bueno ponerme a
prueba y poner en práctica lo que sé del trabajo y lo que estoy aprendiendo en
la universidad. Estoy tomando muchas notas para que las lleves al próximo
contable que contrates.
—Y un cuerno. Otro CPA —Clayton apartó la mirada y dejó escapar un
suspiro—. No tengo prisa por hacerlo después de lo que ha pasado con Gilroy.
—Pero yo no tengo licencia. Ni siquiera tengo el título. Este es el tipo de
trabajo que hago todos los días, pero mi jefa, el contador público autorizado,
revisa las cosas después de mí para asegurarse de que no me haya dejado nada.
La cabeza de Clayton se ladeó a un lado. —¿Quieres decir que tú haces su
trabajo y ella se lleva el mérito por ello?
—Bueno… síp. Ella es la que tiene el título y la certificación.
Él gruñó, lo que podría significar cualquier cosa. No lo conocía lo suficiente
como para comprender todas sus complejidades. Pero deseaba hacerlo.
—Deberías tener tu título —le dijo.
Se encogió de hombros, tratando de parecer tan indiferente como le fue
posible. —Ojalá lo tuviera, pero me las estoy arreglando. Lo lograré con el
tiempo.
—No tengo dudas.
La miró durante un largo minuto antes de inclinar su sombrero hacia ella,
dijo su nombre en un bajo murmullo y se fue.
Un escalofrío la atravesó. El hombre era perfecto.
—Maldición —susurró.
Le recordó a un plácido tigre que lo observaba todo con sumo interés. Pero si
alguien sacudía a la bestia, entonces habría una demostración de fuerza letal.
Abby se sentó y se las arregló para centrar su mente en los libros.
Solo había estado estudiándolos media hora antes de que llamaran a la
puerta abierta. Levantó la vista para encontrarse a Justine.
—Hola —dijo Abby, conminándola a entrar—. Debí haber venido a saludar,
pero Clayton me trajo directamente aquí.
Justine sonrió y puso una taza de chocolate caliente cerca de ella. —Es muy
mandón. Lo heredó de su padre.
Abby se rio entre dientes. —Quiero agradecerte la invitación a cenar otra vez,
pero no tienes por qué hacerlo.

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—Y, ¿por qué no? —preguntó Justine—. Estás aquí, tus hermanos
están aquí, y será la hora de la cena cuando terminen sus tareas. Tengo
que cocinar para mis dos hombres de todos modos, así que habrá mucha
comida. De esta manera, no tienes que preocuparte por cocinar después de
trabajar todo el día y luego venir aquí a trabajar un poco más.
Abby tenía la sensación de que no había muchas discusiones que Justine
perdiera. —Lo apreciamos. Y si hay algo que pueda hacer para ayudar,
hágamelo saber.
—Cariño, ya lo estás haciendo —dijo Justine con una sonrisa—. Y, confieso
que estoy casi contenta de que todo esto haya sucedido. No estoy feliz de que
mi esposo haya sido hospitalizado, pero eso lo ha hecho ir más despacio. Trajo a
mi hijo a casa y te ha traído a ti y a tus hermanos aquí.
Incapaz de poder evitarlo, Abby preguntó: —¿Dónde estaba Clayton?
—Sudáfrica —Justine suspiró y caminó hacia el sofá. Se sentó y cruzó una
pierna sobre la otra—. Clayton luchó por su país. Y aunque no me dirá mucho
al respecto, he leído lo suficiente en las noticias y visto películas para saber que,
como SEAL, hizo algunas cosas peligrosas.
Abby estaba tan sorprendida que apenas encontró las palabras para
preguntar: —¿Es un SEAL?
—Lo fue. Renunció a la Marina después de muchos re-enganches. Demonios,
ni siquiera conozco todos los lugares en los que estuvo destinado. Solo sé que,
de alguna manera, mi hijo sobrevivió. Y cuando pensamos que volvería a casa,
eligió en su lugar tomar un trabajo de guardia para proteger la vida silvestre en
Sudáfrica —Justine hizo una pausa cuando sus ojos se llenaron de lágrimas—.
El día que perdimos a Landon, aunque de otra manera, también perdimos a
Clayton por completo.
Abby se levantó y caminó hacia Justine. Tomó las manos de la mujer mayor
entre las suyas. —Lo siento mucho.
—Clayton no sonrió durante los primeros tres días que estuvo aquí. Entonces
llegaste tú. Él es diferente a tu alrededor. Casi como solía ser.
Abby no estaba segura de qué decir a esa declaración. —Yo no he hecho
nada.
—Esa es la gracia divina, querida. No es lo que tú has hecho o dicho. Eres tú.
Todos vosotros.

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Capítulo 13

La evocadora y suave melodía del violín en la distancia llenaba el aire.


¿Cuántas veces se había sentado Clayton en el porche trasero a escuchar a los
vaqueros tocando después de la cena?
—Es hermosa. Pero triste.
Volvió la cabeza al oír la voz de Abby mientras salía de la casa. —¿No te has
enterado? Todas las canciones country son tristes. Incluso cuando son alegres.
Abby sonrió y se desplazó parándose a su lado con las manos en los bolsillos
del abrigo. —Supongo que tienes razón. ¿Siempre tocan?
—Casi todas las noches.
—¿Cuántos viven en el rancho?
Se encogió de hombros y pasó un pulgar por la trabilla de su cinturón. —Solo
un puñado ahora. La mayoría tiene familias a las que regresan. Los que se
quedan son los divorciados o que nunca se casaron.
—¿Y Shane? —preguntó.
—Nunca se casó —Clayton miró a la distancia—. Es el que está tocando.
Guardó silencio durante un buen tiempo mientras escuchaba la música. —
Parece un buen tipo.
—Uno de los mejores. No está bien que esté solo.
Abby se giró para apoyarse en una de las columnas y mirarlo cara a cara. —
No puedes decir eso y dejarme con las ganas —respondió con una rápida
sonrisa.
Clayton se rio suavemente. —No, supongo que no —Se pasó la mano por la
mandíbula—. Shane se enamoró una vez. Demonios, apuesto a que todavía está
enamorado de Irene.
—¿Por qué no se casaron?
—Ya estaba casada. Con su hermano.
La cara de Abby palideció. —Oh Dios.

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Clayton asintió lentamente. —Ella quería dejar al hermano de Shane,
Paul, pero Shane no lo aceptó. Paul también estaba locamente
enamorado de Irene y Shane no quería interponerse entre ellos.
—¿Entonces todavía siguen juntos?
—Así es como debería haber terminado. Pero ella no podía dejar ir a Shane.
No pasó mucho tiempo antes de que Paul descubriera lo que estaba pasando y
se enfrentara a Shane aquí mismo, en el rancho.
Los azules ojos de Abby se abrieron de par en par. —¿Lo viste?
—Todo. Shane intentaba decirle a su hermano que no la había tocado, pero
Paul estaba más allá de atender a razones. No ayudó que Irene se hubiera
escapado de Paul y viniera aquí con Shane. Hubo una pelea, que fue bastante
mala, pero Paul también trajo un arma. Se impuso porque Shane no se defendía.
Entonces Paul fue a dispararle. Pero en lugar de eso, Irene se interpuso entre
ellos y recibió la bala. Murió en los brazos de Shane. Eso fue hace veinte años. Y
Shane y Paul no han vuelto a hablarse desde entonces.
—Es una tragedia.
—No creo que Shane se recupere nunca de ello.
Abby miró hacia el barracón de donde venía la música. —No creo que mucha
gente lo hiciera.
Clayton miró detrás de él a través de las ventanas para ver a su madre en la
cocina. —Mamá ha tratado de tenderle una encerrona varias veces. Cree que
debería encontrar a alguien y ser feliz.
—Estoy de acuerdo con ella. ¿Tú no?
—En realidad, sí —Ante las cejas arqueadas de Abby, Clayton se encontró
sonriendo—. ¿Te sorprende?
Riéndose, asintió con la cabeza. —Sí. Esperaba que dijeras algo como… “tal
vez el pasado no suelte a Shane”.
Clayton sabía a ciencia cierta que el pasado nunca soltaba a uno, pero no se
lo dijo. Abby tenía sus propias preocupaciones. No había necesidad de
arrastrarla al fango con las suyas.
—¿Has hecho muchos progresos esta noche con los libros? —preguntó,
queriendo cambiar de tema.
Arrugó la nariz mientras levantaba los hombros hasta las orejas. —Ojalá
pudiera decir que sí, pero tu madre entró en la oficina.
—No hay necesidad de decir más —la interrumpió—. A mamá le encanta
hablar.

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—Tuvimos una agradable charla hasta que se fue para hacer la cena.
Entonces me puse a trabajar un poco. Siento estar tardando tanto.
Él no lo pensaba. Cuanto más tiempo le llevara, más podría verla.
Probablemente no debería pedirle que viniera todos los días para que ella
pudiera descansar, pero Clayton no pudo pronunciar las palabras. —No pasa
nada.
—Trabajaré más duro este fin de semana.
Sonrió en respuesta porque no tenía intención de dejarla trabajar todo el fin
de semana. Pero no había necesidad de decirle eso. Abby solo discutiría.
—¿Me acompañas? —dijo mientras bajaba del porche. La miró, desafiándola
silenciosamente a encontrar una razón para objetar.
Para su sorpresa, le contestó: —Vale.
Esperó a que bajara del porche y luego pasearon tranquilamente por el
terreno en un cómodo silencio. Se detuvieron al lado de un potrero y
observaron algunos ejemplares de un año que se vendían para llenar las
existencias de otros rancheros.
—Tu madre me dijo que estabas trabajando en Sudáfrica antes de que
regresaras —dijo Abby—. ¿Planeas volver?
Si se lo hubiera preguntado hacía tres días, su respuesta habría sido un
rotundo sí. Ahora, no estaba seguro de lo que quería hacer. —Cuanto más
tiempo estoy aquí, más recuerdo lo mucho que amo este lugar.
—Entonces tal vez deberías quedarte —le dijo, mirándolo.
—Tal vez.
Se metió el pelo detrás de la oreja y se tragó el nudo que se le había formado
en la garganta. —Puede que me esté pasando de la raya al decir esto, pero
parece que perteneces a este lugar.
Él le sonrió y le hizo señas para que lo siguiera a una de las caballerizas.
Clayton la llevó de vuelta a la yegua blanca que había acariciado el día anterior.
Había visto la forma en que Abby se había conectado con el animal y quería
construir sobre ese vínculo.
Tan pronto como Abby vio a la yegua, la sonrisa que se dibujó en sus labios
mostró su alegría. —¡Ooooh! —exclamó con placer, mostrando una expresión
de sorpresa al ver el caballo.
—Su nombre es Diamond.
—Diamond —repitió Abby mientras acariciaba el cuello del animal—. Te
queda bien.

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La yegua se había enamorado de Abby casi de inmediato y Clayton
podía entender por qué. Había algo en la mujer que atraía a personas y
animales. Era tranquila y sin pretensiones. Sospechaba que eso podía ser
porque mucha gente la pasaba por alto. Ellos se lo perdían, porque había
mucho en Abby que era fascinante.
—Me estás mirando —dijo mientras le entrecerraba los ojos.
Clayton levantó un hombro en un encogimiento de hombros. —Me gusta lo
que veo.
Se detuvo en su caricia a la yegua. Luego dio un paso atrás y luego otro y
otro antes de darse la vuelta y alejarse.
Frunció el ceño cuando la ira se apoderó de él. Se había movido demasiado
rápido. Abby era como una yegua asustada. Debería haber ido paso a paso.
Ganarse su confianza primero.
Cuando Abby llegó a la parte trasera de la caballeriza, se detuvo y lo miró
por encima del hombro. Fue la seductora curva de sus labios la que detuvo sus
pensamientos. Tan pronto como dobló la esquina, él empezó a perseguirla.
Su sangre corrió a través de él en un frenesí antes de acumularse en su polla.
Con el corazón latiendo furiosamente, la encontró recostada contra el establo.
Clayton se paró frente a ella. Sus palmas se morían por sentir su piel, por
sostener sus gloriosas curvas contra él. Parecía que no podía recuperar el aliento
y mientras daba un paso más cerca de ella, se dio cuenta de que hacía años que
no tenía esa ansia por besar a alguien como la tenía por Abby.
Los labios de Abby se entreabrieron, atrayendo su atención hacia su boca. El
anhelo que había reprimido durante días lo consumía. Dio el último paso que
acercó sus cuerpos. La suave luz del establo no podía alcanzarlos en las
sombras.
Sostuvo su mirada y le puso una mano en su cintura antes de tirar
lentamente de ella. Las palmas de Abby cayeron sobre sus brazos. Entonces ella
levantó su rostro hacia él. Y eso fue todo lo que se necesitó para empujarlo al
límite.
Clayton bajó la cabeza, los ojos de ella se cerraron justo antes de que sus
labios se encontraran. Suavemente recorrió su boca con ligeros besos hasta que
sus manos se movieron por sus brazos y se enroscaron colgándose de su cuello.
Cuando ella suspiró, él deslizó su lengua contra sus labios.
Mientras abría su boca y sus lenguas se encontraban, la necesidad le recorrió,
atravesándolo. El deseo, el anhelo de tenerla aferrada a él, lo inundaron
mientras el beso se profundizaba. Enrolló una mano en su largo cabello
mientras con la otra se apoderaba de su espalda. Con cada lamida, cada suspiro,

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cada gemido…, el hambre crecía. Sin lugar a dudas, tenía que tenerla.
No porque estuviera necesitado, sino porque la deseaba.
Pero ahora no era el momento. No estaba dispuesto a que la primera vez
juntos fuera contra la parte trasera de un establo en sombras para que nadie los
viera. No se avergonzaba de Abby y quería que ella lo supiera. Se preocupaba
por ella.
Eso en sí mismo le sorprendió, pero lo aceptó. ¿Qué opción tenía, en
realidad?
Clayton sabía que tenía que terminar el beso en ese mismo momento, antes
de sobrepasar el punto de no retorno. Y ya estaba dando vueltas escurriéndose
por ese desagüe. Se obligó a retroceder. Entonces vio sus somnolientos ojos y la
forma en que su pecho se elevaba.
Pasó su pulgar sobre sus labios hinchados y pensó brevemente en levantarla
y cabalgar a algún lugar donde nadie pudiera encontrarlos. Afortunadamente,
le quedaba suficiente cordura como para mantener el dominio sobre su deseo.
—¿Por qué te has detenido? —le preguntó.
Se alegró de que ella no supiera con qué facilidad podría haber roto su
moderación con sólo bajar la cabeza para otro beso. Eso era todo lo que habría
hecho falta. La deseaba tanto que temblaba por ella.
—Ya estoy caminando por la cuerda floja, Abby —confesó—. Si sigo
besándote, no me detendré.
—No quiero que te detengas.
Él gimió ante sus palabras roncas. Si quería mantener el control, tenía que
razonar con ella y sabía exactamente lo que tenía que decir.
—No quieres que tus hermanos nos encuentren, ¿verdad?
Tal como esperaba, fue como si la hubieran rociado con agua fría. —O tus
padres.
Forzó una sonrisa incluso cuando ya echaba de menos a la mujer sexy que
había estado rogando por más besos unos momentos antes. Pero la encontraría
de nuevo muy pronto. —Exacto.
—Hace mucho que no beso a nadie.
—Ellos se lo pierden y yo lo gano —Y maldita sea si no sintió orgullo
masculino por tenerla en sus brazos.
Abby miró al suelo mientras sonreía. Luego su mirada se encontró con la de
él mientras bajaba las manos para apoyarse en su pecho. —Ten cuidado,
Clayton East, podría darme cuenta de que eres un buen tipo.
—Puedo prometerte que no lo soy.

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Su sonrisa se ensanchó. —Te equivocas.
Respiró hondo y dio un paso atrás, separando sus cuerpos. No se necesitaron
más palabras cuando comenzaron su caminata de regreso a la casa. Tan pronto
como llegaron al porche, sus hermanos abrieron la puerta trasera para buscarla.
—Estoy tan lleno que me duele el estómago —dijo Caleb, que se veía un poco
verde.
Brice puso los ojos en blanco. —No deberías haberte comido ese pedazo de
bizcocho después de la tarta y las cuatro galletas.
—Caleb —lo amonestó Abby con un giro de sus ojos.
Su hermano menor se puso una mano sobre su estómago mientras levantaba
la otra, con la palma hacia afuera. —Dame cinco minutos y me podré comer el
helado que me ofreció la señora Justine.
—Oh, no, ni soñarlo —dijo Abby—. Ya has tenido más que suficiente.
La cara de Caleb se desmoronó frunciendo el ceño. —Abby, eso no es justo.
Brice comió tanto como yo. Y se ha comido el helado.
Clayton ocultó su sonrisa mientras Abby dirigía su perturbada mirada a
Brice.
El adolescente simplemente sonrió y se encogió de hombros. —¿Qué? Puedo
controlar mejor mi comida.
—Oh, Dios mío, vosotros dos —murmuró Abby—. Coged vuestros abrigos.
Tenemos que irnos.
Cuando los chicos volvieron a la casa, Clayton la tomó de la mano antes de
que pudiera seguirlos. Abby se volvió hacia él. Cuando sus grandes ojos azules
se encontraron con los suyos, él sonrió.
Ella le hizo un guiño a cambio. Él soltó su mano de mala gana cuando
entraron en la casa. Hubo una ronda de despedidas con sus padres antes de que
la acompañara a la puerta.
Justo antes de que cerrara la puerta del coche, él le dijo: —Ten cuidado.
—Siempre —respondió.

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Capítulo 14

Besar nunca antes se había sentido tan bien. Abby se miró los labios en el
espejo del baño en el trabajo. O tal vez era que habían pasado más años de los
que quería pensar desde su último beso.
O podría ser porque Clayton East besaba como los dioses.
Realmente no podía decir cuál era la razón. Todo lo que Abby sabía era que
ese beso había sacudido seriamente su mundo. Sus rodillas se habían vuelto
flanes y los dedos de los pies se le habían enroscado.
Sus ojos se cerraron al recordar la noche anterior. El duro aliento de Clayton,
el gemido que había retumbado en su pecho. Sus manos… una sosteniéndola
como si fuera la cosa más preciada del mundo, y la otra agarrando en un puño
su cabello como para asegurarse de que no se escapara.
Resopló mientras abría los ojos. Como si eso fuera a suceder. Ella había
querido ese beso probablemente más que él. No había palabras para describir
cómo se había sentido al ser abrazada de nuevo. Por unos minutos, dejó de ser
Abby, la hermana/madre, la que tenía que tomar todas las decisiones.
Había podido ser Abby, una mujer besada por un guapo y encantador
cowboy. Y había sido glorioso.
Su cuerpo no se había sentido como el suyo propio. El deseo y el calor la
habían atravesado, haciendo que cada terminación nerviosa cobrara vida.
Haciéndola chisporrotear con conciencia y... necesidad.
Incluso ahora, ese anhelo la invadió, un recordatorio de que todavía estaba
muy viva y ansiosa por el toque de Clayton.
Un golpe en la puerta hizo que Abby saltara, torciéndose el tobillo por culpa
de los tacones. Se agarró al lavamanos tragándose una serie de palabrotas que
pugnaban por salir. —¿Sip?
—Llevas horas ahí dentro, Abby, y este es el único baño de la oficina.
Puso los ojos en blanco al oír la voz aguda de Jada. Era como las uñas
raspando en una pizarra, solo que peor por el hecho de que a Jada le encantaba
oírse hablar. Y estaba embarazada, lo que significaba que cada conversación

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empezaba con: —Por si no lo sabes, voy a tener un bebé —Luego
mostraba una amplia y falsa sonrisa con sus dientes blanqueados.
Abby tiró de la cadena del inodoro para que Jada no supiera que había
estado parada frente al espejo todo el tiempo. Luego abrió la puerta para
encontrarse a la recepcionista con la mano en la cadera y la cabeza ladeada.
—Huele mal —dijo Jada irritada.
Morderse la lengua fue todo lo que Abby pudo hacer para no llamarla
mentirosa. En cambio, sonrió y salió, obligando a Jada a quitarse de en medio.
Hubo un fuerte resoplido a su espalda antes de que Jada y su apenas pequeño
bulto se metieran en el baño.
Abby volvió a su escritorio y trató una vez más de centrarse en el archivo
que tenía delante. Cada noche que pasaba con Clayton en el rancho, se le hacía
más difícil concentrarse en el trabajo al día siguiente. Si solo unas pocas horas
con Clayton le estaban haciendo esto, ¿cómo sería el lunes por la mañana
después del fin de semana con él?
Tembló solo de pensarlo. Ese fin de semana empezaba en unas pocas horas.
Tenía tantas ganas que llevaba dos noches llenando maletas. Salvo que lo había
desempacado todo anoche, reevaluado lo que había planeado llevar y luego lo
había vuelto a meter en la maleta. Dos veces.
Sus hermanos habían puesto sus bolsas en el coche esa mañana. Durante
toda la semana, no hubo quejas sobre los deberes, los profesores o cualquier
drama en la escuela. No hubo peleas, ni comentarios cuando les recordó las
tareas y se habían levantado a tiempo cada mañana sin que tuviera que gritarles
para que se prepararan.
Conocía la causa… Clayton. O el rancho. O ambos. Clayton y el rancho eran
lo mismo a los ojos de sus hermanos. El cambio en ellos alivió un poco la
preocupación que envolvía su corazón.
Por primera vez en mucho tiempo, veía un futuro brillante para Brice y
Caleb. Y eso la hacía feliz.
Mentalmente se sacudió de encima los pensamientos sobre el fin de semana,
Clayton y sus hermanos, mientras leía el documento que tenía en la mano. Era
un registro en la oficina del secretario del condado para una nueva marca.
Como este era un país ganadero, no era la primera vez que un pedazo de papel
de este tipo pasaba por su escritorio.
Buscó el nombre de la compañía en el ordenador y notó que era bastante
nueva, como de unas pocas semanas. Introdujo el pago de la licencia, así como
el pago de la empresa que hizo la marca.

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Justo cuando iba a dejar el papel a un lado, vio una foto adjunta de la
marca. La marca 4B era simple, pero no tan simple como la marca Easts,
que era una sola E. Eso la hizo pensar en Clayton.
Por otra parte, todo le hacía pensar en Clayton.
Pasó al resto de las facturas. Cuando miró el reloj de su ordenador, solo
habían pasado veinte minutos. A este ritmo, el día no terminaría nunca.
Con las facturas diarias introducidas, pasó a la siguiente tarea. Abby
encontró una pila de papeles muy parecidos a los que estaba trabajando para
Clayton dentro de una carpeta de archivo verde. Se sumergió en el trabajo
cuando oyó a Gloria, la dueña de la empresa, levantar la voz.
Abby miró por encima de su monitor y a través de las cristaleras de la oficina
de Gloria para ver a su jefa de pie, tensa, junto a su escritorio con el móvil
pegado a su oído. Gloria tenía poco más de cuarenta años, sin hijos y tres ex
maridos. Trabajaba duro para mantener una figura delgada, a menudo usando
ropa ajustada que mostraba su esbelto cuerpo.
Y eso no era lo único de lo que Gloria presumía. Sus uñas siempre estaban
bien cuidadas y pintadas. Abby no había visto ni un solo descascarillado en las
uñas de Gloria en los cuatro años que llevaba trabajado allí.
El maquillaje de Gloria siempre estaba impecable, así como su larga y oscura
melena. Hoy, Gloria llevaba una pequeña trenza en el lado derecho de su
cabeza que se introducía en un moño lateral a la izquierda. Y unos cuantos rizos
sueltos para enmarcar su cara cuadrada y suavizarla.
Por los fuegos del infierno que disparaban los ojos negros de Gloria, alguien
había cruzado una línea. Contraía los labios y su pecho iba subiendo y bajando
lleno de cólera mientras murmuraba por lo bajo al teléfono. Al parecer, no hizo
efecto porque lo que fuera que la persona del otro lado de la línea dijo, rompió
el poco control que Gloria estaba luchando por mantener.
—¡No lo habrías hecho sin mi ayuda! —bramó a voz en grito.
Entonces levantó la vista, su mirada chocando con la de Abby. Gloria pateó
su puerta y la cerró de golpe antes de cerrar las persianas para que nadie
pudiera ver en su oficina.
No era la primera vez que Abby veía u oía una llamada así, pero en verdad,
eran raras las veces. Gloria era muy conocida y respetada en Clearview. Su
firma de contabilidad había prosperado porque obtuvo la mayoría de los
negocios en la ciudad y sus alrededores.
¿Por qué entonces Abby tuvo la sensación de que había algo en esa
conversación que Gloria no quería que escuchara? Abby sacudió la cabeza.

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Era una tontería dejar que sus pensamientos fueran por ese camino.
Gloria no quería que nadie escuchara esa conversación, no solo ella. Y
Abby estaba de mal humor porque quería que el día terminara para poder
empezar el fin de semana.
Quince minutos después, vio a alguien al lado de su escritorio. Levantó la
vista con una sonrisa que se congeló cuando vio que era Jada.
—¿Si?
Mientras se frotaba la incipiente barriga, Jada sonreía como el gato que se
comió la crema. —He oído que tu hermano fue arrestado por robo de ganado.
Del East Ranch —terminó, abriendo sus ojos de par en par.
El regocijo en la cara de Jada hizo que Abby quisiera arrearle un puñetazo.
Esta era una de esas veces en las que deseaba que Jill siguiera en la ciudad. —
¿Cómo te has enterado? —porque Abby sabía que Danny nunca se lo diría a
nadie.
—Oh, por favor —dijo Jada poniendo en blanco sus ojos azules—. Algo así
no se mantiene en silencio por mucho tiempo. Entonces ¿es verdad?
—Es cierto que Brice se mezcló con la gente equivocada.
—Lo sabía —dijo Jada con un pequeño aplauso—. Siempre dije que esos
hermanos tuyos estaban destinados a la cárcel.
Abby se recostó en su silla. Era hora de que sonriera ella. —Obviamente,
quien te haya dado esa información no te lo ha contado todo. Brice nunca fue
acusado de nada. De hecho, ahora está trabajando después de la escuela en el
East Ranch.
Y de golpe y porrazo, la sonrisa de Jada se desvaneció. La satisfacción que
Abby sintió fue eufórica. Solo eran cinco trabajando en la firma y a nadie le
gustaba realmente Jada, pero como era una de las reinas del chisme de
Clearview, nadie quería enemistarse.
Había sido lo mismo en el instituto donde Jada era dos años mayor que
Abby. Mientras que a Jada le gustaba burlarse del hecho de que Abby no tenía
un título, Abby no señaló nunca que Jada se había casado con el quarterback del
instituto que había llegado a la cima en la escuela, pero que ahora era incapaz
de mantener un trabajo en ningún lugar, mientras que Jada era simplemente
una recepcionista.
Porque, oye, Abby tenía sus propios problemas y no quería verse envuelta en
el drama de nadie más.
—¿Algo más? —pidió dulcemente Abby.
El rostro de Jada se agrió, sus mejillas se hundieron mientras fruncía los
labios haciendo un puchero. —No.

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—Puede que quieras mirarte haciendo esa cara. Pronto te van a salir
las primeras arrugas.
Abby no estaba segura de por qué había hecho ese comentario de despedida.
Definitivamente era algo que Jill habría dicho y después de tantos años como
amigas, debía habérsele pegado. Pero ver el horror en los ojos de Jada cuando
comenzó a alisarse la cara con las manos, era demasiado bueno.
Las siguientes horas transcurrieron sin incidentes. Abby mantuvo la cabeza
gacha y se ocultó bajo el montón de trabajo. Almorzó un sándwich, patatas
fritas y agua que había traído de casa y comió en su escritorio mientras
trabajaba. Entonces se sorprendió cuando Gloria la llamó a su oficina.
Independientemente del motivo, Abby siempre se sentía como si estuviera
siendo llamada al despacho del director cuando tenía que ir a ver a Gloria.
—¿Sí? —dijo desde el umbral de la puerta.
Gloria sonrió y señaló una silla antes de firmar un papel y dejarlo a un lado.
—¿Cómo te va, Abby?
Instantáneamente en alerta, Abby se encogió de hombros mientras se
sentaba. —Bien.
—Solo quería decirte que siento haberte hecho pasar un mal rato el lunes
cuando pediste marcharte. No tenía ni idea de que tu hermano había sido
arrestado.
Abby quería decirle a Gloria que cuando dijo que era una emergencia, no
había mentido. Y no debería importar si Brice había sido arrestado o llevado al
hospital. Una emergencia era una emergencia.
—Gracias —dijo con firmeza.
Gloria apoyó sus brazos en el escritorio. —¿Está todo en orden ahora?
—Síp. Claro como el agua.
—Bien. Eso es bueno —Gloria se sentó y cruzó una pierna delgada sobre la
otra antes de doblar las manos en su regazo. —Jada me ha dicho que Brice no
fue acusado de nada.
Abby se puso tensa. —No, no lo fue. ¿Puedo preguntar por qué me estás
interrogando sobre esto?
Gloria se echó a reír, emitiendo un sonido liviano y despreocupado. Pero
Abby no se dejó engañar.
—Lo siento. Debí haber dicho que estaba preocupada por ti. No quise decir
nada a principios de esta semana cuando me enteré de lo de Brice. Nadie dijo
que había sido liberado, así que asumí que iba a ir a la cárcel.

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Guau. Era posible que todos los meses tuvieran que reunir hasta el
último centavo con esfuerzo, y sí, sus hermanos no eran perfectos. Pero
ni una sola vez ninguno de ellos había tenido problemas con la ley. Esta había
sido la primera vez, y aun así, Gloria lo hizo sonar como si fuera algo habitual.
Abby se limitó a mirarla, esperando a ver qué era lo que Gloria realmente
quería.
Y no tuvo que esperar mucho.
Gloria se pasó la lengua por sus labios brillantes y rosados. —Jada me ha
dicho que Brice ahora trabaja en el East Ranch.
—Cierto —Y eso es lo que Abby continuaría diciendo. Ninguna de esas
zorras necesitaba saber que era para pagar su deuda.
—Bueno —dijo Gloria con una sonrisa—. Sé con certeza que los East
necesitan un nuevo contable. ¿Qué tal si me ayudas a traerlos a la empresa?
En el pasado, Abby habría asentido con la cabeza y eso habría sido todo.
Pero algo había cambiado en ella. No estaba segura de cuándo, dónde o cómo,
pero ahí estaba.
—¿Y qué hay para mí? —preguntó con una elevación de la barbilla. Jill
estaría más que orgullosa de ella.
Gloria levantó una ceja y su sonrisa creció. —Eso es lo que me gusta oír —
Apoyó un codo en el brazo de su silla—. ¿Qué tal un aumento del cinco por
ciento?
—Quince —respondió Abby.
Los ojos negros de Gloria se entrecerraron astutamente. —Diez.
—Trato hecho —dijo Abby y extendió la mano.
Debería haberse sentido mareada por la negociación, pero cuando estrechó la
mano de Gloria, se sintió sucia.

95
Capítulo 15

Clayton aprendió por las malas que no había dominado el arte de la


paciencia como creía. Esperar a que llegara el viernes por la noche fue el tipo de
tortura más lento y cruel.
Pero cuando vio las luces del coche de Abby, estaba nervioso y emocionado.
Para cuando llegó al frente de la casa desde los establos, Abby y los chicos
estaban ya fuera del Accord de pie junto al maletero abierto.
—¿Estás segura? —preguntaba Caleb, con el ceño fruncido profundamente.
Clayton se detuvo detrás de ellos. —¿Algo va mal?
Los tres Harper se dieron la vuelta. Tanto Brice como Caleb se encontraron
brevemente con su mirada. Clayton dirigió su atención a Abby y levantó una
ceja.
—Um —vaciló, mirando a sus hermanos—. Queríamos asegurarnos de que
la invitación sigue en pie.
Clayton sabía que se había incluido a sí misma para que los chicos no fueran
señalados. Y ese gesto le hizo querer besarla. Abby siempre sabía lo qué decir y
cómo manejar a sus hermanos.
—Por supuesto —respondió—. Creo que mi madre os perseguiría si trataras
de irte.
Caleb le dio un codazo a Brice, con una gran sonrisa en su cara. Brice miró a
Clayton y asintió antes de sacar su bolsa y la maleta de Abby del maletero. Una
vez que Caleb sacó su bolsa y cerró el maletero, Clayton los condujo a la casa.
Como de costumbre, su madre tenía el CD de Navidad de George Strait y la
música fluía de los altavoces por toda la casa. Cuando oyó cerrarse la puerta
principal, gritó a los chicos, que corrieron a la cocina.
—Ha estado horneando todo el día —dijo Clayton.
Abby cerró los ojos e inhaló. —Es increíble. Justo a lo que debería oler la
Navidad.
Se preguntó cómo habrían sido sus Navidades, pero entonces decidió no
preguntar. Quería que ella riera y sonriera, sin pensar en el pasado con su
madre –o sin ella.

96
—Te llevaré a tu habitación —dijo—. ¿Han decidido Brice y Caleb
dónde quieren dormir?
Se rió mientras se dirigían a las escaleras. —¿En serio? Debiste saber que
elegirían el barracón. Ambos han declarado oficialmente que van a ser vaqueros
y trabajarán en el rancho.
Él la miró mientras subían los escalones. —¿Cómo te sientes al respecto?
—Si los mantiene alejados de los problemas, estoy de acuerdo con ello.
La llevó por el mismo pasillo de su dormitorio. Su mirada estaba fija en su
cara cuando abrió la puerta de la habitación de invitados y le mostró el interior.
—Oh —murmuró suavemente mientras entraba y pasaba la mano por la
colcha roja con un reno blanco y copos de nieve. La mitad de la colcha estaba
doblada para mostrar unas sábanas blancas con copos de nieve rojos.
Tomó una almohada de forma rectangular con un fondo blanco y cuatro
medias y la sostuvo brevemente. La volvió a poner en su lugar y sonrió a otra
almohada cuadrada que era blanca con un Feliz Navidad garabateado en ella.
Clayton sabía que a Abby probablemente le encantaría cualquiera de las
habitaciones, pero por alguna razón, pensó en ella cuando miró esta habitación.
Había asumido, por los comentarios que ella y sus hermanos habían hecho, que
ninguno de ellos había tenido una Navidad en el sentido tradicional. Al menos
no en mucho tiempo.
Para él había sido algo que nunca se le había negado, y algo que había dado
por sentado. Ahora, quería darles a Abby y a los niños lo que él siempre había
tenido solo para poder ver sus sonrisas.
No para mostrar la riqueza de su familia, sino para compartir el amor que
siempre sintió. Los Harper se lo merecían, incluso lo necesitaban. En especial
Abby.
Ella se paró en el medio de la habitación y giró en un círculo lento,
absorbiéndolo todo. Se echó a reír cuando vio el árbol de Navidad blanco de
sesenta centímetros decorado con pequeños adornos rojos sobre una mesa.
Entonces Abby se giró de cara a él. —Esto es increíble.
—Disfrútalo —dijo mientras dejaba su maleta en el banco frente a la cama.
—Oh, eso planeo —respondió con una sonrisa.
Se acercó a ella mirándola fijamente a sus brillantes ojos azules. En lo único
que había pensado todo el día era en besarla de nuevo. Con las manos sobre sus
caderas, la atrajo hacia sí mientras su cabeza empezaba a bajar.
Fue el golpeteo de los pies por las escaleras lo que los separó segundos antes
de que Brice entrara en la habitación, seguido poco después por Caleb.

97
Brice soltó un largo silbido mientras miraba a su alrededor.
—Demonios —soltó Caleb.
—Caleb —advirtió Abby.
Su hermano menor puso los ojos como platos mientras se encogía de
hombros. —¿En serio? ¡Mira esta habitación!
—Lo sé —dijo en un susurro conspirador.
Brice se acercó a Abby y puso su brazo alrededor de sus hombros. Le dio una
sonrisa y un apretón antes de que su mirada se deslizara hacia Clayton.
En ese momento, Clayton vio que Brice era consciente de su interés en su
hermana. Lo que significaba que tendría que haber una conversación más tarde.
Era lo menos que le debía a Brice como hombre de la casa.
—El señor Ben está abajo —dijo Caleb—. Y la señora Justine dice que ha
estado robando galletas todo el día.
Clayton se echó a reír mientras pensaba en los años pasados. —Tienen una
tradición que se remonta a su primera Navidad juntos después de casarse. Él
trata de ver cuántas galletas puede robar mientras ella intenta atraparlo o
detenerlo.
—¿Quién gana? —preguntó Brice.
Clayton se encontró mirando a Abby. —Mamá le deja robarlas y papá lo hace
para estar con ella.
—Así que los dos ganan —dijo Caleb con un guiño.
Luego, los chicos salieron de la habitación hablando del fin de semana en el
rancho. Cuando se marcharon, Clayton vio que la mirada de Abby los seguía.
—Todo lo que Brice ha conocido fue el desfile de hombres que nuestra madre
trajo a casa después de la muerte de nuestro padre. Protegí a mis hermanos lo
mejor que pude, pero Brice los vio. Caleb también lo hizo, pero era tan joven
que realmente no lo registró. Ninguno de ellos recuerda a nuestro padre, así
que no saben lo que significa tener una verdadera relación —Sus ojos se
volvieron hacia él—. Tus padres les están mostrando eso.
Sus cejas se juntaron cuando vio las lágrimas en sus ojos. Mientras se
acercaba hacia ella, Abby parpadeó apresuradamente para contenerlas.
—Lo siento —dijo con un resoplido—. Es solo que todo lo que les decía de
cómo se supone que dos personas deben estar juntas caía en oídos sordos. No lo
han entendido hasta tus padres. Y no puedo decirte cuánto significa eso para
mí. Tal vez ahora, tengan el tipo adecuado de relaciones.

98
Ese era un aspecto en el que no había pensado con los chicos, pero
obviamente había pesado mucho en la mente de Abby. Y eso trajo
consigo otra pregunta.
—¿Es por eso que no has salido con nadie?
Apartó la mirada y respiró hondo. —En parte. No estaba segura de que sus
jóvenes mentes entendieran lo de las citas después de lo que hizo mi madre. Y
estaban tan asustados de que los dejara, que se hizo más fácil no pensar en ello.
—¿Y ahora? —probablemente no era lo correcto preguntar, pero Clayton
tenía que saberlo.
—Es diferente.
Eso era justo lo que quería oír.
Cuando volvieron a bajar las escaleras, Abby trató de ir al despacho, pero él
la agarró de la mano y la condujo a la sala de estar, donde todas las luces
estaban apagadas, excepto las del árbol de Navidad.
Con el centelleo de las suaves luces blancas y el resplandor rojo–anaranjado
del fuego, la habitación se veía atractiva y acogedora. Abby ni siquiera dudó en
caminar hacia el árbol.
—Este es mi favorito —declaró.
Él levantó una ceja. —¿Los adornos de color champán?
—Nop —dijo y lo miró—. Es el más grande. Siempre quise un enorme árbol
de Navidad que necesitara una escalera para poner la estrella en la cima.
—¿Qué más querías?
—Tantas luces que fuera cegador.
Él sonrió y caminó para pararse a su lado. —¿Luces blancas o de colores?
—No soy exigente —declaró—. Me gusta la idea de tu madre. A ella le
encanta todo, así que lo hace todo. Luces de colores en un árbol blanco con
adornos de púrpura. Luces blancas en un árbol verde con decoraciones rojas.
Clayton extendió la mano y tocó las puntas de su cabello. —Así que, ¿si no
tuvieras presupuesto y te soltaran en una tienda de adornos navideños…?
—Lo compraría todo —dijo con una sonrisa—. Mi casa derrocharía Navidad
en cada habitación.
—¡Oh, Dios! —soltó fingiendo asombro con la cabeza inclinada hacia atrás—.
No dejes que mamá te oiga.
La risa de Abby lo atrajo. Era cálida y muy acogedora, y cuando estaba con
ella, era como si estuviera viniendo del frío. Podía sonreír y reír y burlarse –
todas las cosas que no había hecho en meses.

99
Pero la sonrisa de Abby se desvaneció rápidamente. Clayton la
estudió, leyendo la tensión de sus hombros y el ceño fruncido que
significaba que sus pensamientos estaban una vez más en sus hermanos.
—Podría haber dejado que mis hermanos entraran en el sistema de acogida
—dijo en voz baja—. Mucha gente sugirió que lo hiciera. Dijeron que a los
dieciocho años no estaba preparada para cuidarlos —Su pecho se levantó al
inhalar—. Y no lo estaba. Lo sabía, así como sabía que sería más fácil dejarlos ir.
Podría preocuparme solo por mí.
—Y nadie te hubiera culpado.
Su boca se torció en un gesto a la vez que levantaba un hombro en un
encogimiento de hombros. —Vi lo que era el sistema de acogida. Si me
hubieran garantizado que mis hermanos se mantendrían juntos y enviados a un
hogar bueno y amoroso, lo habría hecho. Pero no era un riesgo que pudiera
correr.
—Porque los amas.
Lo miró y asintió con la cabeza; las luces del árbol brillando como mil
estrellas en sus ojos. —Durante los siguientes seis meses después de que mamá
se fuera, durmieron conmigo en mi cama. Hubo noches en que Brice no cerraba
los ojos por miedo a que me hubiera ido cuando se despertara. Agarraba mi
camisón en un puño toda la noche.
Eso hizo que Clayton quisiera localizar a su madre y decirle cuatro verdades.
Pero también sabía que el terceto estaba mejor sin esa mujer. Tal vez por eso los
había dejado. Al menos eso era lo que iba a decirse a sí mismo, y a ellos, si
alguna vez preguntaban.
—He tomado un día a la vez durante estos últimos ocho años. Ocho años —
repitió sacudiendo la cabeza—. No sé a dónde se fue el tiempo. Debí haberlo
planeado mejor. En este momento, debería haber conseguido un trabajo mejor
pagado para que pudiéramos respirar más fácilmente.
—El noventa por ciento de la población vive de sueldo en sueldo, Abby. No
seas tan dura contigo misma. Les has dado a esos chicos un hogar estable y
cariñoso.
Lo miró y sonrió tímidamente. —Nunca le he contado nada de esto a nadie
antes.
—Me alegra que me lo hayas dicho —Y lo decía en serio. Quería que ella
confiara en él, que compartiera detalles de su vida.
Porque quería estar con ella.
Y reconoció que, sin ella, era un desastre emocional. Pero Abby centraba las
cosas y lo estabilizaba.

100
Ahora le tocaba a él compartir. —No quería volver a casa porque no
soy la persona que era cuando me fui. He estado en la guerra y he visto
la muerte de cerca. He matado.
Se le acercó, frotando su mano por su brazo en una caricia. —Como dijiste,
estabas en la guerra.
—No todas mis misiones fueron durante la guerra.
—Eras un SEAL —dijo—. Os enviaban a ayudar a otros, así que todos teníais
un trabajo que hacer.
Tomó su mano y miró el árbol. —Veo a los hombres que he matado cada vez
que cierro los ojos.
—Y aquí nadie lo entendería.
Asintió y volvió la cabeza hacia ella. —Es un peso que cargaré por el resto de
mis días. Luché por mi país y salvé a gente. Pero también me enviaron a
misiones para eliminar a nuestros enemigos.
—El solo hecho de que estés aquí ya dice que eres un superviviente.
Desafortunadamente, a los supervivientes siempre nos toca llevar la carga de lo
que queda. Francamente, me alegro de que estés aquí. Te necesitaban y creo que
tú también necesitabas este lugar.
—Cierto —Pero era más que el rancho lo que su alma anhelaba.
Era Abby.

101
Capítulo 16

Clayton era definitivamente alguien a quien podía acostumbrarse a tener


cerca. A Abby le gustaba pensar en él, pero también sabía que no debía entregar
su corazón tan rápido. Además, había aceptado la soledad que había tratado de
ocultar, lo que la hacía anhelar a alguien –cosa que no era cierta. No anhelaba a
cualquiera. Quería a Clayton.
Luego estaba el hecho de que no sabía si él se iba a quedar o no. ¿De qué le
serviría enamorarse de alguien solo para que se fuera?
Se había protegido tan ferozmente durante tanto tiempo, que sabía que se
quedaría devastada si Clayton se iba. Así que, aunque ansiaba más besos suyos,
no podía permitirse pensar o soñar con nada más.
Eso era más fácil decirlo que hacerlo, y más cuando se sentó frente a él en la
mesa. Con una conversación sin esfuerzo y buena comida, era fácil imaginar
cómo sería la vida con él.
Cada vez que levantaba la mirada y encontraba sus ojos verde–pálido
capturándola, hacía que su corazón latiera más rápido.
Aunque no lucía exactamente una sonrisa, el semblante de Clayton se había
aflojado en varios grados. Estaba más relajado, una distensión que no había
visto de él antes.
Bueno, excepto cuando se besaron.
No pasó mucho tiempo antes de que Justine y Ben compartieran historias
sobre Clayton cuando era más joven. Cuando se mencionaba a Landon, los tres
pares de ojos East se llenaban de tristeza, pero la alegría de hablar de Landon lo
compensó.
Demasiado pronto, la comida se terminó. Mientras Abby ayudaba a limpiar
la mesa, Ben y Clayton hablaron con sus hermanos sobre qué esperar mientras
se quedaban en el barracón.
Brice y Caleb escucharon absortos, asintiendo con la cabeza mientras los
hombres hablaban. La forma en que sus hermanos se habían tomado a Ben y

102
Clayton hizo que Abby se diera cuenta de lo mucho que sus hermanos
necesitaban un hombre estable en sus vidas.
Se despidió con la mano mientras salían por la puerta donde Shane los
esperaba. —Portaos bien— les pidió.
—Lo haremos —respondieron al unísono.
Justine se acercó a su lado con una sonrisa. —Lo hiciste bien con ellos, Abby.
—Solo veo todas las formas en que la he fastidiado.
Justine se rió entre dientes antes de volverse para limpiar las encimeras. —
Por desgracia no hay un manual para criar niños. Lo hacemos lo mejor que
podemos. Cada padre o tutor trata de no cometer los mismos errores que sus
padres o madres y, en el proceso, cometemos otros nuevos. Así es como
funcionan las cosas.
—Me temo que los he jodido de por vida —confesó Abby, siendo esta una de
sus grandes preocupaciones.
—Oh cariño. Eso simplemente no es cierto.
Se volvió hacia Justine. —Tienen problemas de abandono.
—No son los únicos —dijo Justine, lanzándole una aguda mirada—. Y está
justificado. Abby, tu madre no solo abandonó a tus hermanos. Te dejó a ti
también. Siempre te lo saltas.
—Yo tenía dieciocho años.
—La edad no importa cuando un padre se va. Todo hijo siempre necesitará a
ese padre. Siempre.
Abby puso el corcho en la botella de vino. —Gracias por abrirnos tu casa.
Creo que voy a hacer algo de trabajo ahora.
—¿Estás segura? Ben y yo nos vamos arriba, pero tú y Clayton podríais ver
una película o algo así.
Eso sonó a las mil maravillas. —Esperaré y veré qué quiere hacer Clayton.
—Bien, cielo. Voy a llevar a mi hombre a la cama. Te veré por la mañana.
—Buenas noches.
Abby observó a Justine encaminarse desde la cocina hasta el pie de la gran
escalera. El amor entre los padres de Clayton era lo que Abby anhelaba. Ella
pensó que nunca lo lograría. Principalmente porque era difícil encontrar un
hombre cuando no se estaba dispuesta a salir al mercado, pero tampoco había
tantos hombres con los que quisiera salir.
Eso había sido hasta que conoció a Clayton.

103
De camino al despacho, se detuvo junto a una corona de abeto recién
cortado e inhaló el aroma. Aunque no era parte de la familia East, esta
era la mejor Navidad que jamás había tenido. Y aunque le costara más de lo
normal, empezaría a ahorrar para que sus hermanos tuvieran un árbol de
Navidad adecuado y quizás incluso una guirnalda.
En realidad, todo lo que ella quería eran las luces. Añadían magia a cualquier
habitación.
Abby se sentó detrás del escritorio y respiró hondo antes de meterse el pelo
detrás de las orejas y volver a sumergirse en la pesadilla contable del rancho.
No tenía idea de cuánto tiempo llevaba trabajando antes de que se pellizcara
el puente de la nariz y levantara la cabeza para estirar el cuello. Fue entonces
cuando se encontró a Clayton tumbado en el sofá, con el stetson cubriéndole la
cara.
—Empezaba a pensar que era invisible —murmuró somnoliento.
Sonrió a pesar de no quererlo. —¿Cuánto tiempo llevas ahí?
—Casi una hora.
Asombrada, soltó: —¿Hablas en serio?
Se levantó el sombrero con el pulgar y la miró sin mover la cabeza. —Sí,
señora. Cuando trabajas, te absorbes completamente.
—¿Por qué no dijiste algo? —preguntó, mortificada.
—No quería molestarte. Parecía como si hubieras encontrado algo.
Tiró el lápiz sobre el escritorio. —Lo he hecho. Bueno, creo que lo he hecho.
Pudo haber transpuesto números, pero creo que lo hizo a propósito. Quiero ver
con qué frecuencia ocurre esto antes de poder decir si fue de una forma u otra.
Clayton se sentó y balanceó las piernas sobre el costado del sofá mientras se
ajustaba el sombrero. —¿Crees que así es como Gilroy empezó a robar el
dinero?
—Sí. Aunque es un proceso largo. Al ritmo que voy, va a llevar meses.
—¿Y si trabajaras a tiempo completo?
Se encogió de hombros. —Yo diría que alrededor de un mes. Quisiera ser
minuciosa y puede que haya que mirar más atrás que cuando Nathan se hizo
cargo.
—Entonces quiero contratarte.
Abby estaba tan sorprendida que solo podía mirarlo fijamente.
—Hablo en serio —dijo Clayton—. Necesitamos a alguien en quien
confiemos para que mire los libros con ojo escéptico.

104
—Apenas me conoces.
Era su turno de encogerse de hombros. —Llámalo instinto visceral. Mis
padres sienten lo mismo.
—Pero ya hemos discutido esto. No tengo licencia.
—Dijiste que haces este tipo de cosas todos los días en tu trabajo.
Ella asintió. —Sí. Pero con Gloria después comprobando detrás de mí.
—¿Siempre? ¿Estás segura de que Gloria lo comprueba todo?
Abby comenzó a responder, pero dudó porque sabía que Gloria había dejado
de revisar su trabajo hacía más de un año.
—Eso es lo que pensé —soltó Clayton—. ¿Estás luchando contra esto porque
no quieres trabajar para mí?
¿Cómo se había metido en este berenjenal? —Para nada. Tú y tus padres
estáis siendo increíbles. Solo que creo que un rancho de este tamaño debería
trabajar con alguien de buena reputación. Alguien con influencia.
Clayton se inclinó hacia atrás, descansando sus brazos en la parte trasera del
sofá. —Gloria quiere nuestro negocio, ¿verdad?
—Sí —Santo cielo. Había olvidado que Gloria le había pedido que atrajera a
los East, lo que significaría un aumento del diez por ciento en la paga. No era
mucho, pero ese poquito podría hacer cosas increíbles. Es lo que les dijo a sus
hermanos en el camino, pero no le gustaba cómo se había sentido con la oferta
de Gloria. Así que también les había dicho que no iba a hacerlo.
—¿Qué te ofreció Gloria?
Al ver a Clayton en el rancho, era fácil olvidar que también conocía el
aspecto comercial de las cosas. Y, por lo visto, era astuto.
—Un aumento del diez por ciento.
Clayton levantó una ceja en expresión atónita. —¿Nada más? Con lo que el
rancho le traería en ingresos, debería duplicar tu salario.
—Desafortunadamente, Gloria no piensa como tú.
—Ella se lo pierde. Y yo salgo ganando.
Abby podía sentir el latido errático de su corazón y el nerviosismo que le
contraía las entrañas en una bola. —No puedes estar hablando en serio.
—Eso ya lo has dicho. Y sí lo hago.
—Pero... —Se devanó los sesos pensando en otros argumentos—. No has
hablado con tus padres al respecto.
—Eso no lo sabes —respondió.

105
Eso la hizo detenerse. —Oh. ¿Lo has hecho?
—Un poquito —Cuando ella se lanzó a hablar, él dejó caer sus brazos y se
deslizó al borde del sofá—. Detente, Abby. Escucho tus argumentos y estoy
seguro de que si te doy tiempo, se te ocurrirán un centenar más. El simple
hecho es que has hecho más por nosotros en las pocas horas que has mirado las
finanzas que la gente a la que pagamos por hacerlo a lo largo de los años.
Abby se enorgulleció por su cumplido.
—Seré honesto —continuó—. Llamé a Gloria cuando llegué a la ciudad y le
dejé un mensaje. No le he devuelto la llamada. Y no pienso hacerlo. Quiero que
trabajes aquí. Estás más que calificada. No solo has trabajado para Gloria
durante cuatro años, sino que ya estás a mitad de camino en tu carrera.
Obviamente, había hablado con sus hermanos acerca de cuánto tiempo había
trabajado para Gloria. A Abby le gustó que hubiera recopilado todos los datos.
Demostraba que lo había pensado detenidamente y que no era solo algo que se
le había pasado por la cabeza.
Se levantó y caminó hacia ella. —No tendrás que trabajar tan duro. Y con el
tiempo extra, podrás obtener tu título más rápido. Y para endulzar el trato,
doblaré el salario que ganes con Gloria.
—No puedes decirme eso cuando no sabes lo que gano —dijo; la conmoción
de sus palabras todavía reverberando en su mente.
Clayton se inclinó y apoyó sus manos en los brazos de la silla para que sus
ojos quedaran al mismo nivel. —Puedo. Lo he hecho. Y lo diré de nuevo.
—Pero el dinero fue robado.
Con una mano, Clayton presionó algunas teclas en el teclado y la pantalla se
llenó de información bancaria. Cuando vio la suma, sus ojos se abrieron de par
en par.
De un salto dirigió su mirada hacia él. —¿El dinero ya ha sido reemplazado?
—Ese es mi dinero. Lo puse en la cuenta hasta que se encontrara la suma
robada o se haga efectivo el papeleo del seguro de responsabilidad civil que
enviaste.
—Oh —Mierda. Era tan rico como sus padres.
Él le sostuvo la mirada. —No tenía nada en qué gastar mi dinero. Así que,
invertí. Mucho. Y esto es parte de la recompensa.
—¿Parte? —Inquirió en voz baja.
—Una pequeña parte.
Con él tan cerca, recordó su beso de la noche anterior. Había una
determinación despiadada en su mirada que reconoció al verla, tanto en la

106
comisaría del sheriff como cuando quiso que revisara los libros. No
cedería hasta que obtuviera lo que quería y, ahora mismo, quería que
trabajara para él.
¿Qué clase de tonto dejaría pasar esa oportunidad?
La pondría cerca de él. A diario. Tendría que luchar contra el deseo que se
enroscaba en su interior cada vez que él estaba cerca. ¿Y si hubiera más besos?
Ni siquiera podía pensar en eso, porque quería volver a probarlo en su lengua,
sentir su duro cuerpo contra ella.
Tener su mano agarrando su cabello de nuevo.
—No tendría un seguro de responsabilidad civil —dijo—. No puedo porque
no tengo licencia.
Sus labios se curvaron en una sonrisa satisfecha. —No tendrás acceso a las
cuentas. Al menos no hasta que tengas la licenciatura. Así que no es una
preocupación.
—¿No quieres saber lo que gano con Gloria?
—No. Espera. Sí. ¿Cuál es tu salario?
Abby se movió incómoda. —Todavía trabajo por horas. Gloria no quería
pagarme el seguro médico.
—¡Qué bien!, eso es una putada de su parte. ¿Tiene idea de lo
horrorosamente mal que está tratando a su mejor empleado?
—A ella no le importa.
Su mirada se dirigió a su boca. —Lo diré de nuevo: Ella se lo pierde. Y yo
salgo ganando.
A Abby le empezaban a gustar esas palabras. —Tal vez podrías pagarme por
horas hasta que me gradúe y obtenga la licencia. Eso me parece justo.
—Voy a tener que enseñarte a negociar, porque lo haces fatal.
Ella se rió hasta que él la tomó de la mano y la puso de pie… –y directamente
a sus brazos. Sus pechos presionados contra la dureza de su tórax.
Todo pensamiento se desvaneció cuando recordó la forma en que sus labios
se habían movido sobre los de ella, cómo hábilmente convirtió su suave beso en
uno que les arrasó incontrolablemente, quemándolos de adentro hacia afuera.
Porque en sus brazos recordaba que era una mujer. Una mujer con
necesidades. Una mujer que quería –y necesitaba– sentir deseo.
Y él era un hombre que la guiaría por ese camino con la promesa de un
placer indecible en sus ojos y en sus besos.

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Que Dios la ayudara, porque si fuera por ella lo seguiría fácilmente a
cualquier parte.
—No, Abby Harper, voy a pagarte lo que deberías haber estado ganando
todo este tiempo. Tú lo vales.
¿Cómo podría resistirse a tales palabras? —Apenas me conoces.
—Te conozco. Sé que tienes un corazón bondadoso, que eres ferozmente
protectora con tus hermanos y que piensas en todos menos en ti misma.
Conozco el sabor embriagador de tus besos y la forma celestial en que te sientes
en mis brazos.
Cualquier resistencia que le quedara se evaporó antes de que los labios de
Clayton reclamaran los suyos.

108
Capítulo 17

Clayton contempló el amanecer desde un lateral del establo; sus


pensamientos puestos en Abby. Casi lo había matado detenerse en un solo beso
la noche anterior. Pero tenían todo el fin de semana por delante.
Y tenía la intención de aprovecharlo.
Como sus padres eran madrugadores, ya les había hablado de contratar a
Abby. Ambos estaban de acuerdo con su decisión. No tenía claro qué habría
hecho si uno de ellos hubiera vacilado.
Afortunadamente, eso no había sido un problema.
—¿Estás completamente seguro de vincular a Abby al rancho? —dijo su
padre cuando se puso a su lado.
Hubo un codazo en su brazo y Clayton miró hacia abajo y vio la taza de café
que aceptó rápidamente. Cuando levantó la mirada, su padre estaba
contemplando el cielo rosado.
Clayton se llevó la taza a los labios, pero antes de beber, dijo: —Supongo que
sí.
—Un hombre hace eso cuando ve algo que quiere.
—Sip.
—¿Estás seguro?
Clayton se quedó por unos momentos en silencio mientras contemplaba la
pregunta. —Es la única cosa de la que estoy seguro.
—Entonces no la dejes escapar —Luego su padre se volvió hacia él—. No
creas que no hemos visto el cambio en ti desde que empezó a venir por aquí.
Ella ha hecho lo que nosotros no pudimos. Puede que te trajéramos de vuelta,
pero ella ha juntado los pedazos y te ha hecho completo de nuevo.
—¿Y si no me quiere?
Su padre sonrió. —Lo hace, pero si aún te preocupa, mi consejo es que le
cuentes tus secretos más oscuros. Déjala entrar, hijo. Muéstrale todo. Ella te
aceptará o no.
—Sip.

109
—Maldita sea, pero que bien se siente este clima —dijo su padre y
cerró los ojos mientras levantaba la cara—. Después de todos los días
fríos, uno cálido de vez en cuando es agradable.
Clayton solo pudo sacudir la cabeza. El clima de Texas podía cambiar en un
abrir y cerrar de ojos. Aunque las temperaturas rondaban los 10 grados en este
momento, se pronosticaba que estarían sobre los 15 al mediodía; pero un
sorpresivo frente frío podría entrar y bajar el termómetro a 4 rápidamente.
Su padre abrió los ojos. —Supongo que será mejor que me metas dentro a
hurtadillas antes de que tu madre me vea.
Clayton miró por encima del hombro y encontró a su madre de pie en el
porche con una mano en la cadera, mirando a Ben. —Demasiado tarde.
—Mierda —murmuró su padre, con la cara arrugada por la consternación.
—Benjamin East, trae tu lindo trasero de vuelta aquí. Se te enfrían los
huevos.
Clayton observó a su padre esbozar una gran sonrisa. Se inclinó y, con una
voz conspiradora, dijo: —Aparentemente, ya no estoy atado a la casa.
—No la empujes, o te atará a la cama —le advirtió Clayton.
—No le des ideas —Su padre dio un par de pasos y se detuvo—. Hmmm. Sin
embargo, eso podría ser divertido.
Clayton sacudió la cabeza, con una sonrisa en su rostro mientras veía a su
padre caminar de regreso hacia su madre antes de que desaparecieran –cogidos
del brazo– dentro de la casa.
Su mirada se dirigió a la ventana de la habitación de Abby. Como si sus
pensamientos la llamaran, una mano delgada movió a un lado la cortina antes
de aparecer ella.
Contempló el rancho antes de dejar caer su mirada.
En el momento en que sus ojos se encontraron, fue como recibir una patada
en el estómago. Pero eso era lo que Abby hacía con él. Lo excitaba, lo
zarandeaba. Le hacía anhelar y doler una vez más.
Con una sonrisa suave, desapareció detrás de la cortina de nuevo. Clayton se
apresuró en hacer sus tareas matutinas y regresó a la casa cuando Abby entraba
en la cocina.
—Buenos días. ¿Cómo has dormido? —preguntó mientras le daba una
vuelta.
Le gustaba la camisa de franela a cuadros rosas que llevaba, y le gustaba
mucho más cómo la llevaba metida en sus jeans, permitiéndole ver sus curvas.
Ella sonrió. —Muy bien.

110
—Tengo una sorpresa para ti.
—¿Antes o después de que trabaje en los libros?
Sabía que ella iba a decir eso. —No puedo convencerte de que te tomes el día
libre, ¿verdad?
—Me temo que no.
—Qué lástima —dijo mientras dejaba la taza—. Te daré hasta el almuerzo.
Pero después de eso, eres todo mía.
Lo que había estado a punto de contestar fue interrumpido por la llegada de
sus padres. Mientras su madre insistía en prepararle el desayuno a Abby,
Clayton se escabulló. O se iba entonces o no se iría en absoluto. Y como Abby
sentía que necesitaba trabajar, él solo la retrasaría si andaba cerca.
Así que la dejó trabajar para que no se sintiera culpable. Pero después, no iba
a dejarla acercarse a la oficina. Ni por el resto del día, ni el domingo. Sin
embargo, no tenía la intención de decírselo. Ella lo descubriría muy pronto.
Clayton se encaminó al establo donde Brice y Caleb seguían a Shane a todos
lados y escuchaban cada palabra que el capataz del rancho tenía que decir. Y a
Shane le encantaba cada minuto que pasaba con ellos.
A media mañana, las tareas estaban hechas y los jornaleros, junto con Shane,
Brice y Caleb, se reunieron alrededor de un potrero mientras Clayton sacaba un
caballo. Llamó a Brice primero y le enseñó al adolescente a poner la manta de la
silla, la silla de montar y la brida. Solo entonces permitió a Brice subirse al
alazán castrado para su primera lección de equitación.
Caleb apenas pudo contener su excitación cuando fue su turno. Y había
estado prestando atención. Clayton no tuvo que decirle mucho mientras
preparaba a la yegua baya. Ambos chicos montaban a caballo de forma natural.
Cuando llegó la hora del almuerzo, desmontaron con gran renuencia. Fue
solo la promesa de más cabalgatas lo que los hizo desmontar de los caballos.
Retiraron y colgaron los arreos, cepillaron a los caballos y los dejaron salir a
pastar.
Clayton estaba tan listo para llegar a la casa como los chicos, pero no para
comer. Quería a Abby y su tarde con ella. Durante la comida, ella y sus padres
escucharon atentamente mientras Brice y Caleb describían su primera lección.
La comida parecía extenderse indefinidamente. Clayton no podía recordar
haber estado tan ansioso por nada. Cuando el almuerzo terminó y la cocina
estuvo limpia, tomó la mano de Abby y la llevó al establo.
Diamond ya estaba ensillada y esperando junto al compartimento. Abby se
detuvo y lo miró, sus ojos abriéndose de par en par mientras se le formaba una
sonrisa.

111
—¿Vamos a cabalgar? —Preguntó.
—Sí.
Sonreía con entusiasmo cuando se acercó a Diamond y acarició el cuello de la
yegua en señal de saludo. —En el cercado como mis hermanos, ¿verdad?
—No.
—Pero Clayton, no sé montar.
Él acarició la melena de Diamond de su frente. —Esta yegua es uno de los
caballos más mansos que poseemos. No hay otro en el que te subiría. Diamond
te cuidará bien. Y yo también lo haré.
Abby encontró su mirada. —Sólo se vive una vez, ¿no? Confío en ti.
Eso era todo lo que necesitaba oír.
La ayudó a poner el pie en el estribo antes de que ella levantara su otra
pierna sobre el caballo y se sentara suavemente. Extendió la mano y aseguró el
pie derecho antes de incorporarse. Clayton le enseñó entonces cómo sostener las
riendas con ambas manos y cómo moverlas para que Diamond girara, se
detuviera y retrocediera.
En menos de treinta minutos, se alejaron del establo a caballo.
Miró a Abby para encontrarla sonriendo y ella le devolvió la mirada y se rió
alegremente.
—Siempre he querido montar —admitió.
—Puedes montar a Diamond cuando quieras.
Ella sacudió la cabeza. —Eres demasiado amable.
—Quizás es que me gustas.
Abby desvió la mirada, pero la sonrisa permaneció. La llevó a uno de los
mejores lugares del rancho. Tenía una vista increíble y ofrecía algo de
privacidad.
Se detuvieron y miraron hacia la profundidad del barranco. El sonido del
agua los alcanzó incluso a tres metros de altura. Desmontó y Abby lo siguió.
—¡Guau! —soltó mientras miraba el agua y luego sobre las ondulantes
colinas—. No pensé que nada pudiera ser más bonito que el área alrededor de
la casa. Me equivoqué. Este lugar es.…
—Mágico —le facilitó.
Abby volvió la cabeza hacia él y asintió. —Sí. Mágico.
Clayton desató la manta en la parte posterior de su silla y se la entregó a
Abby. Luego aseguró sin apretar las riendas de los caballos alrededor de los

112
pomos de las sillas de montar y los dejó pastar. No llegarían lejos, e
incluso si lo hacían, regresarían con un silbido.
Cuando se dio la vuelta, Abby había extendido la manta y estaba sentada
sobre ella con las manos alrededor de las rodillas. Sus ojos estaban cerrados y el
sol brillaba a su alrededor como si iluminara su belleza.
Clayton no necesitaba ayuda para darse cuenta de ello. Había visto su belleza
desde el principio. Y a pesar de que no quería interrumpirla, necesitaba estar
más cerca. El paseo había sido una pura tortura con sus rodillas rozándose
ocasionalmente.
—Siéntate —murmuró Abby.
Él se tumbó, estirando las piernas y apoyándose en los codos. No podía
quitarle los ojos de encima.
—Esto es lo que necesitaba —Y giró la cabeza para mirarlo—. ¿Cómo lo
supiste?
—No tenía ni idea, solo quería llevarte a uno de mis lugares favoritos. Y
deseaba estar contigo a solas.
Sus labios se arquearon en una sonrisa. —¿A solas?
—Sip. Para hacer esto —dijo mientras la alcanzaba, arrastrándola encima de
él al tiempo que saqueaba sus labios.
Clayton gimió cuando su boca se abrió para él. Cualquier pensamiento que
tuviera de ir despacio desapareció al primer sabor de ella. La hizo rodar,
tumbándola de espaldas, y se acomodó entre sus piernas mientras la sangre
corría hacia su polla.
La necesidad de estar en su interior, de conectar sus cuerpos, era tan grande
que tuvo que luchar para no arrancarle la ropa. Entonces, para su sorpresa, ella
le sacó de un tirón la camisa de la cintura de sus vaqueros y presionó la palma
de su mano contra su costado.
Un segundo más tarde, sus manos se movieron entre ellos mientras
empezaba a desabrocharle la camisa. Tan pronto como la tuvo abierta, se la
arrancó. Al momento se sentó y sus ojos lo devoraron mientras sus manos
vagaban lentamente por su cuerpo.
—¡Dios mío!, eres bellísimo —murmuró.
Él se tensó cuando sus manos pasaron por encima de una de sus muchas
cicatrices, pero no se detuvo ante ellas. Miró fijamente sus tatuajes, pero
tampoco dijo nada sobre ellos.
—Un guerrero y un cowboy —Se lo quedó mirando y sus ojos azules se
oscurecieron con el deseo. Luego le quitó el sombrero Stetson—. No creo que
haya nada que no puedas hacer.

113
Él deslizó una mano alrededor su nuca y la sostuvo mientras bajaba
la cabeza para besarla. Sus lenguas se batieron en duelo, el deseo se
elevaba más y más alto con cada toque y sabor. Antes de recostarla, le
desabrochó lentamente la camisa y la abrió suavemente.
Fue su turno de maravillarse con la impresionante mujer que tenía ante él.
Llevaba un sujetador nude con encaje negro ahuecando sus tersos senos.
Incapaz de evitarlo, deslizó un dedo por su cuello hasta su canalillo. Los ojos de
Abby se cerraron mientras su pecho se agitaba. Empujó su camisa sobre sus
hombros y la vio caer por sus brazos. Luego extendió la mano y le desabrochó
el sostén.
En el momento en que los gloriosos montículos fueron liberados, sus pelotas
se apretaron y su boca se hizo agua.
Los oscuros pezones se endurecieron formando pequeños guijarros bajo su
mirada.
Tomó un pecho, probando el peso del mismo en su mano antes de pasar el
pulgar sobre el nudo apretado. Ella gimió…, su cabeza echada hacia atrás. Verla
con tal expresión de placer en su rostro, lo hizo desesperar por mirarla mientras
se venía. Quería llevarla al éxtasis y hacerla gritar su nombre mientras
encontraba su liberación.
Le agarró el brazo y levantó la cabeza para mirarlo. Pero él no había
terminado con sus pechos todavía. Aún tenía el otro que pedía atención.
Sus miradas se entrelazaron cuando se inclinó y tomó un pezón en su boca. Y
cuando empezó a chupar, su respiración se volvió errática. La recostó en la
manta y se acomodó sobre ella, moviéndose de un pecho a otro. Mientras su
boca succionaba un pezón, sus dedos pellizcaban y hacían rodar el otro. Con
cada golpe de su lengua, sus gemidos se hacían más fuertes y sus caderas se
mecían suavemente contra él.
Él gimió mientras su polla se hinchaba, deseoso por estar en su interior y
sentir su humedad rodeándolo. Para que su cuerpo lo apresara con fuerza,
ordeñándolo mientras llegaban al clímax juntos.
Ella hundió sus dedos en su cabello al mismo tiempo que él alcanzaba la
cinturilla de sus jeans.

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Capítulo 18

El deseo se había desatado y la necesidad la consumía. Abby no podía


recuperar el aliento, pero no le importaba. La sensación de las manos y la boca
de Clayton en ella se sentía demasiado bien.
Las sensaciones que la recorrían detenían todo pensamiento, haciéndola
sentir cada golpe de su lengua y caricia de sus manos callosas. La conciencia de
su tacto y su respiración era increíble.
¿Cómo había olvidado el deseo y la pasión? El chisporroteante e inconcebible
apretón en su vientre al aumentar tan rápidamente su necesidad ya la tenía al
borde del orgasmo y él sólo le había tocado los pechos.
Con dedos rápidos, él desabrochó y bajó la cremallera de sus jeans. El aire
que rozaba su piel caliente la hizo comprimir el estómago. Empezó a temblar,
pero no por la brisa fresca, no. Tenía todo que ver con la mano de Clayton
extendida sobre su estómago y sus dedos acercándose cada vez más a su sexo.
Su aliento quedó atrapado en sus pulmones cuando su mano se deslizó bajo
la cinturilla de sus bragas y se movió más abajo. Y cuando ahuecó la mano, ella
pegó un brinco y el aire pasó entre sus labios mientras gemía.
—Dios mío —murmuró él con voz ronca y le chupó más fuerte el pezón.
Entonces, de repente, Clayton se fue. Abby forzó sus ojos a abrirse mientras
intentaba controlar la marea de deseo que la bombardeaba. No fue hasta que le
tomó el pie en la mano y le abrió la cremallera de la bota que se dio cuenta de lo
que estaba haciendo.
Mientras él le quitaba el calzado, ella comenzó a empujar sus jeans sobre sus
caderas y a quitárselos de una patada, junto con sus bragas. Y al momento,
estaba de rodillas ayudándolo a quitarse las botas de cowboy.
Sus dedos no la obedecían mientras torpemente trataba de desabrochar sus
jeans. Él se decidió a ayudarla antes de que finalmente se arrodillaran desnudos
a la luz del sol.
Antes había pasado sus manos sobre su cincelado pecho, dibujando los duros
tendones y los planos rígidos. Ahora, podía ver sus tatuajes y todas las
cicatrices de sus batallas.

115
Sus palmas habían encontrado muchas de las cicatrices antes.
Algunas eran pequeñas, otras grandes y dentadas. No podía imaginar el
dolor que había sufrido con cada una de ellas. Sin embargo, no era lo que lo
definía. No lo permitía.
Abby deslizó sus dedos a través del tatuaje tribal que corría sobre su hombro
izquierdo y bajaba por su antebrazo, así como por parte de su pecho. Una
cicatriz ovalada estropeaba ligeramente la tinta. Una herida de bala que había
estado muy cerca de su corazón.
Su cabeza se inclinó para mirar hacia abajo. Y se mordió el labio cuando
vislumbró su excitación sobresaliendo entre ellos, gruesa y dura. Incluso había
más cicatrices en sus muslos.
Su cuerpo simplemente demostraba que no había dudado en hacer lo que
tenía que hacer, incluso si eso significaba arriesgar su vida.
Cuando ella levantó la mirada hacia su rostro, fue para encontrar sus labios
suavemente curvados mientras él la contemplaba como si fuera la cosa más
preciosa del mundo.
E hizo que su corazón se saltara un latido.
—Eres la cosa más hermosa que he visto nunca —dijo mientras pasaba
lentamente sus manos por sus brazos, tocándola con reverencia.
Le era imposible pensar en suficientes palabras para contestar, así que se
decidió por la acción en su lugar. Abby le bajó la cabeza. En el momento en que
sus labios se encontraron, sus manos la agarraron de sus caderas y la llevaron
contra su polla.
Su cabeza cayó hacia atrás cuando los labios de Clayton se movieron a lo
largo de su mandíbula y luego por la columna de su garganta. Ella lo rodeó con
sus brazos, abrazándolo con fuerza incluso mientras suspiraba cuando sus
dientes rasparon ligeramente la piel de su hombro.
Sus músculos se movieron bajo sus manos mientras la levantaba hasta que
ella envolvió sus piernas alrededor de su cintura. Abby gritó cuando esto
provocó su excitación contra la carne sensible de su sexo.
Lo siguiente que supo fue que estaba tumbada de espaldas con las manos de
Clayton apoyadas a ambos lados de su cabeza mientras él se inclinaba sobre
ella.
Lo deseaba tanto en su interior que su cerebro dejó de funcionar.
Con sus ojos verde–pálido mirándola, rodeó su pezón con su dedo,
acercándose más y más, pero sin tocarla, antes de pasar al otro seno.

116
La tortura era exquisita y la hacía doler por él. Cuando alcanzó su
polla, él rápidamente le cogió las manos y las capturó por encima de su
cabeza con una mano.
La emoción se apoderó de ella mientras esperaba impacientemente a que él
la tocara.

Abby era como un festín presentado ante él y Clayton no podía decidir


donde tomar parte en primer lugar. Pero como tenían toda la tarde, eso
significaba que la podría tener cómo quisiera.
Dejó que sus ojos vagaran por su cuerpo. Tan suave. Sus curvas eran
deliciosas. Nunca le habían gustado las chicas con una figura como palo de
escoba. Quería una mujer de verdad, con todas las increíbles curvas que vienen
con un cuerpo tan hermoso.
Su escrutinio se detuvo en la unión de sus muslos. Sus piernas aún estaban
abiertas cuando él se arrodilló entre ellas. Su triángulo de rizos oscuros le
llamaba la atención, así como la vista de la carne hinchada y rosada de sus
labios inferiores.
Cuando antes la había ahuecado, su espalda se había arqueado y había
soltado un gemido bajo que hizo brincar su polla. ¿Qué haría cuando
atormentara su clítoris o hundiera un dedo dentro de ella?
Su cuerpo se sacudió sólo de pensarlo.
La miró para encontrar sus ojos azules entornados mientras le devolvía la
mirada. Sus labios estaban entreabiertos y su pecho subía y bajaba con rapidez.
Él deslizó su mano por su costado hasta la hendidura de su cintura y por
encima de la forma acampanada de su cadera hasta su muslo.
Su respiración se atoró cuando su mano se movió a través de su vientre hacia
el triángulo de rizos en la unión de sus muslos. Clayton sostuvo su mirada
mientras acariciaba lentamente hacia abajo y giraba ligeramente un dedo
alrededor de su clítoris.
Abby se mordió el labio y su cuerpo se tensó. Solo hizo falta una pasada más
antes de que ella susurrara su nombre mientras sus ojos se ponían en blanco.

117
La forma en que sus caderas se mecían al compás con su dedo lo
hipnotizó. Estaba tan concentrado en darle placer que no se dio cuenta
de que estaba a punto de llegar al clímax hasta que su cuerpo se sacudió y soltó
un grito.
Sin embargo, no se ablandó en su provocación. En medio del orgasmo, le
metió un dedo hasta el fondo. Y luego casi se corrió él mismo cuando sintió que
su vaina lo apretaba.
Clayton rechinó los dientes y comenzó a bombear su mano. Sus gritos se
hicieron más fuertes cuando sintió que otro orgasmo la reclamaba. El placer en
su cara y la forma en que su cuerpo se sonrojó eran cosas que nunca olvidaría.
Verla sacudir su cabeza de lado a lado y escuchar sus gemidos era
exactamente lo que él necesitaba. Pero también sabía que nunca tendría
suficiente de ella.
Incapaz de contenerse por más tiempo, Clayton retiró los dedos y
rápidamente sacó el condón de sus pantalones. Una vez puesto, se posicionó en
la entrada de su vagina y, al momento, empujó en su interior. Su calor húmedo
y apretado casi lo envió hacia su propio clímax.

Su toque fue el éxtasis. Abby apenas respiró antes de que el segundo clímax
la invadiera. Fue más intenso que el primero, lanzándola a un vórtice de placer
cegador.
Y luego él estaba dentro de ella.
Su cuerpo estaba más que listo y se estiró rápidamente para acomodarlo. Él
se movió lentamente, gradualmente, hasta que toda su polla estuvo dentro.
Fue entonces cuando Abby abrió los ojos y lo vio inclinado sobre ella con los
ojos apretados y los brazos temblorosos por el esfuerzo de no correrse.
Ella le acarició la cara y él se calmó al instante. Cuando sus ojos verdes se
encontraron con los de ella, algo se consolidó entre ellos, uniendo no solo sus
cuerpos sino también algo más profundo.
La asustó, pero no se alejó. No pudo. No con él mirándola tan tiernamente. A
pesar de la inquietud que sentía con lo que estaba sucediendo entre ellos, su
firmeza le impedía salir corriendo.
—He fantaseado con este momento desde la primera vez que te vi.

118
Estaba a punto de responderle cuando él se retiró y luego empujó a
fondo. Todas las palabras la abandonaron. Ella se agarró a sus brazos
cuando él comenzó a moverse, construyendo su ritmo con cada impulso de sus
caderas.
De alguna manera, este hombre la había visto. No el desastre de mujer en la
que se había convertido, la que intentaba hacer malabarismos con su vida, su
trabajo y sus hermanos. No, él había visto a la mujer que estaba debajo.
Se negó a dejarla retroceder, empujándola en nuevas y aterradoras
direcciones. Vio sus miedos y preocupaciones y los hizo suyos. Reconoció su
necesidad y despertó sus deseos.
Y parecía no tener intención de detenerse pronto.
Nunca se había sentido más hermosa o deseada que en ese momento. Le
había dado placer antes que a sí mismo, tocando su cuerpo como si fuera su
instrumento favorito en el universo. Sus hábiles dedos la habían arrojado sobre
el precipicio con facilidad.
Abby se aferró a él mientras él bombeaba en su cuerpo con largos y duros
golpes haciéndola alcanzar otro orgasmo. Dejó que el placer la llevara, dando la
bienvenida a la dicha mientras su duro cuerpo la llenaba una y otra vez, más
profundo…, más fuerte.
Él se movió ligeramente, haciendo que se frotara contra su clítoris. Y así
como así, otro clímax rugió a través de ella.
En un aturdimiento de éxtasis, miró a Clayton. Alcanzó a ver fugazmente su
placer, tan puro e inalterable mientras cruzaba su cara, que la dejó sin aliento.
Ella no podía apartar la mirada mientras él daba un último empujón,
arqueando la espalda al llegar. La vista era gloriosa. Su cara contraída, sus
músculos tensos y un brillo de sudor cubriendo su cuerpo.
Cuando su cabeza cayó hacia adelante, ella le echó el pelo hacia atrás y lo
miró a los ojos. Con su aliento todavía jadeante, se inclinó y puso sus labios
contra los de ella por un momento.
Le gustaba sentir su peso encima, así que lo rodeó con sus brazos,
sosteniéndolo abrazado. Permanecieron así hasta que su respiración se
normalizó. Entonces, se retiró de ella y le quitó el condón antes de rodar sobre
su espalda. La alcanzó y ella ansiosamente se movió contra él.
—Maldición —dijo, con una sonrisa en su voz—. Eso fue increíble.
Ella sonrió. —Sí. Lo fue.
Jugaba con las puntas de su cabello mientras se mantenían en silencio. Abby
cerró los ojos, contenta de acostarse sobre él, escuchando su corazón y los
pájaros.

119
—Te deseo.
Ella se rio sin abrir los ojos. —¿Otra vez?
—Siempre —respondió con voz solemne.
Sus ojos se abrieron de golpe cuando escuchó su respuesta. Luego se levantó
sobre su codo para mirarlo. —¿Qué?
—He dado la vuelta al mundo más veces de las que puedo contar. He
conocido a mucha gente, pero nadie ha llamado mi atención como tú.
Quería tanto creerle, y una parte de ella lo hizo. Pero no estaba lista para
hablar de esas cosas. Tal vez nunca lo estaría.
Todos estos años había estado sola, había afirmado que era por sus
hermanos, pero Justine la había hecho ver la verdad. Abby no había dejado que
nadie se acercara por su miedo al abandono. Y ahora este se alzó.
Como si intuyera que ella estaba pensando en volver a la casa, Clayton la
recostó sobre su pecho. —Quería que supieras cómo me sentía. No hay
necesidad de responder. Simplemente disfruta de la tarde y del buen clima que
se nos ha dado.
Eso podía hacerlo. Era pensar en el futuro lo que le daba urticaria. No. Era
pensar en un futuro con Clayton. Podía ver los años que se extendían ante ella
cuando estaba sola. Siempre lo había hecho. Desde que su madre se fue.
Clayton nunca dejó de tocarla. Acarició su espalda y sus brazos con
movimientos lentos que la arrullaron y finalmente permitió que sus músculos
se relajaran. Pero sus palabras se repetían en su cabeza.
Qué maravilloso sería si ella y Clayton pudieran estar juntos.
Pero, ¿cuánto tiempo le llevaría ver todos sus defectos? ¿Cuándo se volverían
molestas las cosas que ella hacía? ¿O sus hermanos? ¿Cuánto tiempo podrían
pasar sin meterse en problemas como siempre? Los East habían sido
indulgentes, pero todo el mundo tenía sus límites.
En realidad, no era una gran proeza pensar en todas las formas con las que
podría alejar a Clayton. Y se odiaba por ello, casi tanto como odiaba a su madre
por hacer que ella y sus hermanos tuvieran tanto miedo frente a la posibilidad
de que todos los dejaran.

120
Capítulo 19

El día quedaría grabado para siempre en la memoria de Clayton. Había


tenido que decirle a Abby cómo se sentía, pero una vez que la vio que
empezaba a retirarse, interrumpió la conversación. No estaba lista para
escuchar lo que él tenía que decir.
Después de otra hora al sol entrelazados uno en los brazos del otro, se
levantaron y se vistieron.
Luego la llevó al agua para caminar por la orilla.
—No puedo imaginarme tener toda esta tierra como un patio de recreo —
dijo y lanzó una piedra al agua.
Él miró a su alrededor, pensando en sus días de juventud. —Tuvimos
grandes aventuras.
—Déjame adivinar, ¿siempre ganabas? —preguntó descaradamente.
Clayton sonrió. —Siempre.
—No me lo creo —Abby se agachó y tomó agua en su mano antes de
arrojársela a él.
Clayton no lo esquivó. En su lugar, se abalanzó, la agarró por detrás cuando
trató de correr y la levantó contra él cuando se volvió. Su risa resonó, haciendo
eco a su alrededor. Le encantó el sonido de la misma. De hecho, se deleitó con
ella.
La puso de pie, pero no la soltó y por la forma en que ella apoyó la cabeza
sobre su hombro, parecía contenta de estar en sus brazos.
—Te sientes triste aquí —dijo Abby después de un momento.
Empezó a discutir hasta que se dio cuenta de que ella tenía razón. —Me
recuerda a Landon. Estábamos aquí todo el tiempo. A veces con mis padres, a
veces solos.
—Eso era muy peligroso.
—Sí. Mucho. Mis padres nunca lo supieron.
—¿Es aquí... es aquí donde murió?

121
—No —Clayton le besó un lado de la cabeza y tomó su mano
mientras la llevaba de vuelta a la cima. Silbó a los caballos y dobló la
manta.
—Lo siento —dijo—. No debí haber preguntado.
Él la miró y sacudió la cabeza. —Está bien. Es solo que no es algo de lo que
haya hablado en mucho tiempo.
No volvieron a hablar mientras él la ayudaba a montar y se subía a su propio
caballo. Le hizo un gesto para que lo siguiera mientras la conducía a través de
los pastos y alrededor de los rebaños de ganado. Ella no hizo ninguna pregunta,
simplemente lo asimiló todo.
Finalmente, llegaron al lugar. Clayton desmontó y caminó hacia el corral.
Apoyó sus manos a lo largo de la valla de madera que no mostraba signos de
ruina. Su mente fue instantáneamente transportada a ese horrible día.
—Landon siempre estaba intentando cosas nuevas —comenzó Clayton—.
Observaba a alguien hacer algo unas cuantas veces y luego tenía la habilidad de
imitarlo casi a la perfección. Era su don. Eso y que era la persona más agradable
que conocí.
Abby se paró a su lado, cruzando las manos delante de ella sobre la cerca.
Volvió la cabeza hacia él y apoyó la mejilla en sus manos.
Él la miró, pero su mirada se volvió hacia el corral. —Fue dos semanas
después del decimotercer cumpleaños de Landon. Había estado rogándole a
papá que lo dejara aprender a montar toros. Los dos fuimos capaces de enlazar
rápidamente poco después de estar en la silla de montar. Y aprendimos a
montar a caballo antes de que pudiéramos siquiera caminar.
—Papá dijo que había que aprender a enlazar, que la habilidad sería útil en el
rancho. Tenía razón. Sin embargo, sentía desdén por la monta de toros. Decía
que no tenía sentido y que demasiados hombres morían tratando de lucirse.
Había pocas cosas sobre las que mi padre tuviera una opinión tan firme, así que
Landon y yo sabíamos que no iba a cambiar de opinión. Pensé que el asunto
estaba zanjado. Durante una semana, Landon no lo mencionó.
—Entonces llegó el nuevo toro que mi padre había comprado. Era enorme.
Esa gigantesca bestia negra estaba en un lugar nuevo y no estaba nada contento
con ello. Así que papá lo trasladó aquí para que se adaptara a las cosas durante
unos días. El animal me aterrorizaba con sus resoplidos y sus estampidos, pero,
como siempre, papá tenía razón. El toro dejó de patear y de dar cabezazos a
todo después de un día más o menos. Incluso nos permitió acariciarlo.
—Ahí es donde todo cambió para Landon. Esa noche, vino a mi habitación a
buscarme. A menudo nos escabullíamos para jugar en el pajar o ir al barracón

122
con los hombres. Eso es lo que pensé que estábamos haciendo esa
noche, pero me trajo aquí.
Clayton tuvo que detenerse mientras un nudo apretaba su garganta por la
emoción. Abby puso su mano en su brazo. Su toque le dio la fuerza para
continuar por el camino de los recuerdos que habían cambiado el rumbo de su
vida de la manera más cruel.
Se mojó los labios y dijo: —Supe tan pronto como llegamos lo que Landon
había planeado. Intenté convencerlo de que no lo hiciera. Le sugerí todo tipo de
cosas para que hiciéramos, pero no me escuchó. Sabía que algo malo iba a
pasar. Debí haber regresado inmediatamente a buscar a papá o a Shane o a
alguien, pero no lo hice. No podía irme. Así que vi con horror cómo Landon
trepaba por la cerca y caminaba hacia el toro.
Los dedos de Abby se apretaron en su brazo.
Clayton estaba agradecido por su toque. —¿Puedes creer que el toro no se
movió ni siquiera un poco? Era como si no le importara. Incluso cuando Landon
lo acarició, el animal no se movió. Sinceramente, pensé que la noche podría
terminar bien. Landon normalmente solía ser tan sensato…. Siempre tomaba las
decisiones correctas. Pero esa noche, no quiso entrar en razón. Le rogué y
supliqué que regresara a casa. Enrolló una cuerda alrededor del cuello del toro
y luego caminó hasta la cerca y trepó antes de llegar al lomo del animal. Luego
se subió.
Cerró los ojos, recordando cómo su estómago había caído a sus pies cuando
su hermano había saltado al lomo del toro. Clayton se había preguntado si
quedarse con él o correr a buscar a alguien, porque sabía –un instinto que había
reconocido incluso a una edad temprana– que algo horrible estaba a punto de
suceder.
—Durante unos segundos, el toro no hizo nada —dijo Clayton y abrió los
ojos—. Le estaba gritando a Landon, pero estábamos tan lejos, incluso del
barracón, que nadie podía oírme. Todavía puedo ver la cara de mi hermano, la
luz de la luna brillando sobre él como un foco. Sonreía como hacía siempre. Me
dijo que todo iba a estar bien. Luego pateó al toro. Mi corazón saltó de mi
pecho, pero sorprendentemente, el toro no hizo nada.
—La noche habría terminado ahí mismo, pero uno de nosotros había
cometido un error, uno que nos habían enseñado a no cometer nunca. Cuando
atravesamos los pastos, no cerramos una de las puertas del todo. No sé si fue
Landon o yo quien lo hizo, pero algunas vacas lograron pasar. El toro las olió y
quiso llegar hasta ellas. Se volvió loco, corriendo y corcoveando. Se estrelló
contra la valla donde yo estaba. El sonido de la madera quebrándose fue tan
fuerte como un disparo.

123
—Landon comenzó a gritar mientras intentaba desesperadamente
aferrarse. Le seguí gritando que saltara. Apenas estaba aguantando
como estaba. Si el toro salía, Landon podría ser pisoteado. Nuestros ojos se
encontraron. Ambos supimos entonces que si iba a lograrlo, tenía que bajarse.
Intentó saltar sobre la valla. Demonios, estaba tan jodidamente cerca... Debería
haberlo logrado, pero se quedó corto por unos pocos centímetros. El toro ya se
inclinaba hacia la cerca, así que Landon quedó atrapado entre ella y el animal.
Un metro y medio y la valla, era todo lo que se interponía entre mi hermano y
yo.
—Landon me llamó por mi nombre —Clayton cerró los ojos por un
momento—. El terror en su voz era horrible. Mi sangre se sentía como si
estuviera hecha de hielo. Estaba sudando y muerto de miedo y todo parecía
moverse a cámara lenta. Sin embargo, no podía moverme. Intenté alcanzarlo,
pero se derrumbó en el suelo, gimiendo de dolor. El toro ni siquiera sabía que
Landon estaba allí cuando lo atropelló una y otra vez, tratando de salir del
corral. Todo lo que pude hacer fue quedarme allí y mirar impotente hasta que
finalmente la cerca se rompió y el toro corrió hacia el ganado. Me precipité
hacia el corral y recogí a Landon en mis brazos.
Clayton dejó caer la barbilla sobre el pecho y su estómago se agitó ante la
imagen mental de su hermano. Su garganta se apretó dolorosamente mientras
luchaba contra las lágrimas. —Ni siquiera podías reconocer su rostro. Estaba
desfigurado y ensangrentado. Intenté levantarlo y llevarlo de regreso a la casa,
pero yo era demasiado enclenque. Así que me senté allí y lo sostuve hasta que
Shane finalmente nos encontró.
Abby lo giró para quedar cara a cara. Había lágrimas rodando por sus
mejillas mientras lo empujaba contra ella. Clayton enterró su cabeza en su
cuello y simplemente se aferró a ella como si fuera un salvavidas.
Y en sus brazos, parte del dolor que había soportado desde aquella noche se
desvaneció. No importaba si era por compartir la historia o por la propia Abby,
pero se sentía más libre.
—Sabes que no fue culpa tuya, ¿verdad? —dijo resoplando.
—Debería haber conseguido a alguien.
—Entonces no habrías podido estar allí cuando murió.
Clayton se echó hacia atrás para mirarla. —Escuché a Shane decirle a mis
padres que el toro pasó corriendo junto a mí. Dijo que era un milagro que no
hubiera sido pisoteado yo también.
—Todos estos años has cargado con la culpa. Puedo verlo en tus ojos.
Desvió la mirada, hacia el corral. —Sí.

124
—Es hora de dejarlo ir. Erais niños y tu hermano no iba a escucharte.
Hiciste todo lo que pudiste.
Se apartó del corral y le pasó un brazo alrededor de los hombros. Ella le
rodeó la cintura y apoyó la cabeza contra él mientras caminaban hacia los
caballos.
—Gracias por compartir eso conmigo —dijo.
Él no estaba preparado para dejarla ir, así que se aferró a ella. —No he tenido
razones para hablar de ello en mucho tiempo. Desde que tengo memoria,
siempre supe que el rancho iba a ser de Landon. Mis padres decían que
podríamos trabajar juntos, cincuenta, cincuenta, pero entonces, un día, escuché
a mis padres hablar sobre lo que pasaría si nos peleábamos por algo. Les había
pasado a mi papá y a su hermana. Ella le vendió su parte después de una larga
e interminable pelea porque ella quería vender el rancho y él no. Yo no quería
eso, así que me dije entonces que el rancho sería de Landon.
—Y luego se convirtió en tuyo, lo que agravó tu culpa —dijo Abby en voz
baja—. Lo sé todo acerca de llevar la culpa.
Curioso, él bajó la mirada hacia la parte superior de su cabeza, pero ella miró
a la distancia. —¿Cómo?
—La noche en que mamá se fue, le dije que se fuera.
Estaba tan sorprendido que se quedó sin palabras por un minuto. —No
puedes creer honestamente que es tu culpa el que tu madre se marchara.
—Le dije que se fuera —Repitió Abby, luego dejó caer su brazo y caminó
hacia Diamond.
Él la miró, reconociendo que acariciar al caballo la calmaba. —¿Quieres
hablar de ello?
Medio se encogió de hombros. —No hay mucho que decir. Mamá se quejaba
de que yo debería asumir más responsabilidad y cuidar a mis hermanos para
que ella pudiera tener un poco de diversión, ya que nos había dado a luz y me
había criado. Yo estaba enojada porque se suponía que iba a tener una cita esa
noche. Fue dos noches después de la graduación y ella me había estado dando
la lata durante meses, diciéndome que consiguiera un trabajo bien pagado y
que la ayudara con dinero.
—Estaba tan cansada de oír la misma mierda que le solté que no iba a
ayudar. Le dije que ahora era adulta y que planeaba tener mi propia casa. Le
dije que ella era la que había tenido a los niños y que eran responsabilidad suya
—Abby tragó en seco—. Todo era mentira. No habría dejado a mis hermanos
con ella por nada del mundo, pero estaba enojada, así que arremetí. Le dije que
ella era la madre, no yo.

125
Abby tenía la cara triste cuando giró la cabeza hacia él, y sus ojos
azules tan llenos de dolor que le dolía. No estaba seguro de si ir hasta
ella o no. Parecía a punto de derrumbarse, pero ella le había dado consuelo
durante su historia.
Una vez tomada su decisión, Clayton caminó hacia ella. Lo suficientemente
cerca para tocarla si lo necesitaba.
—Salí esa noche —continuó—. Estuve de fiesta con mis amigos hasta las tres
de la madrugada. Me sentí bien al olvidar la pelea recurrente y todos los
problemas con mamá. Cuando llegué a casa, me fui directo a la cama sin ver a
mis hermanos. Fue Caleb quien me levantó a la mañana siguiente porque tenía
hambre. Le dije que fuera a buscar a mamá y él me dijo que ella no estaba allí.
—Me desperté al instante. Fui a su habitación y los cajones estaban medio
abiertos, lo que me permitió ver que habían sido vaciados. Corrí a la cocina y
encontré la nota sobre la mesa con los papeles que ella ya había firmado,
dándome la custodia de Brice y Caleb.
Abby intentó detener una lágrima que bajaba. —Brice había sido el primero
en encontrar los papeles. Estaba en un rincón de la cocina con las rodillas
pegadas al pecho, meciéndose de un lado a otro mientras lloraba en silencio.
Clayton la atrajo hacia él. Podía ver claramente el cuadro que ella pintaba.
Una joven con demasiadas responsabilidades, cargada aún con más, que dejó
de lado su propia angustia para lidiar con el dolor de sus hermanos.
—Tu bronca no hizo que tu madre se fuera —le dijo—. El hecho de que ya
tuviera esos documentos redactados, dice que lo había estado planeando
durante un tiempo.
Justo después de que Abby se graduara en el instituto.
Abby lo miró con las pestañas húmedas de sus lágrimas. —Pero si no le
hubiera gritado, tal vez no se hubiera ido esa noche.
—Preciosa, si no hubiera sido esa noche, habría sido otra.
Enterró su cabeza contra su pecho y lloró más fuerte. Él apoyó la barbilla
sobre su cabeza, sintiendo su cuerpo estremecerse por sus sollozos. Así no era
como había planeado el día, pero si esto era lo que Abby necesitaba para sanar
su alma, entonces la sostendría por el tiempo que fuera necesario. Porque ya era
hora de que finalmente dejara salir su pena.

126
Capítulo 20

Así que así era como se sentía la felicidad.


Incluso con su crisis de lágrimas y las historias compartidas, el día fue el más
increíble que había tenido. Él la había abrazado suavemente, calmándola hasta
que finalmente dejó de llorar.
Abby miró a Clayton mientras recorrían los pastos sobre los caballos.
Escuchó atentamente mientras él le contaba historias sobre el etiquetado anual
con el hierro de marcar o el reagrupamiento de ganado para vender. Era obvio
que estaba tratando de aligerar su estado de ánimo y estaba funcionando.
El ganado de la marca East era uno de los más buscados de la zona. Se les
conocía por sus sanos y fuertes stocks de ganado con líneas sanguíneas –al
parecer muy importantes– que se remontaban a toros con linaje de renombre.
Si antes había estado impresionada, ahora estaba asombrada. Saber que el
rancho estaba impregnado de historia y verlo de primera mano eran dos cosas
completamente diferentes.
Sobre esta tierra, contemplando los vastos paisajes de colinas onduladas con
enormes rebaños de ganado, era fácil imaginar cómo podría haber sido la vida
doscientos años antes. Estar atada a un lugar como ese le aturdía la mente y al
mismo tiempo la hacía desearlo.
Mientras Clayton contaba sus historias de cómo había sido crecer en el
rancho, ella compartía historias de momentos divertidos con sus hermanos. Era
fácil hablar con él y compartir cosas. Después de intercambiar tales relatos de
angustia, ahora eran capaces de reírse, como si el peso del pasado les hubiera
sido quitado a ambos.
Cuando recorrieron una pradera más alejada donde unos treinta caballos
corrían libres, no pudo apartar la vista de las hermosas criaturas. Pero la gran
bola anaranjada que descendía lentamente en el cielo le hizo desviar la mirada.
Deseó tener el poder de detener el tiempo.
—¿Qué te pasa? —preguntó Clayton.
No se preguntó cómo sabía que algo andaba mal. No podías compartir tus
heridas más profundas con alguien y que no te conociera. Y, de alguna manera,
eso la hizo sentirse bien.

127
—No estoy lista para que el día termine —confesó. Nunca se le
ocurrió mentir o no hablar desde el corazón.
Había un vínculo entre ellos ahora que era tan fuerte como el que habían
desarrollado al compartir sus cuerpos. Porque revelar las cosas que más
lastimaban a alguien creaba una conexión igual de fuerte.
—Yo tampoco.
Sus ojos se encontraron. Sería tan fácil enamorarse de él. Demonios, ya estaba
a mitad de camino. Si tan solo pudiera dejar de pensar en todas las formas en
que él podría dejarla...
Fue la primera en desviar la mirada. Recordó sus palabras después de que
hicieran el amor.
Abby, te quiero. Siempre.
Quería creerle, más que nada. No es que pensara que estaba mintiendo, pero
la gente cambiaba de opinión. Estaba segura de que él sentía algo por ella.
Ahora…. ¿Pero qué pasaba con la semana o el mes que viene? ¡Demonios!, ¿y el
año próximo?
Ni siquiera su propia madre se había quedado. ¿Y no se suponía que el amor
de un padre era incondicional? Entonces, ¿qué fue lo que hizo que incluso su
madre dejó de amarla?
—Estás dejando entrar el pasado de nuevo —dijo Clayton con voz suave.
—Ya lo sé.
Diamond se movió debajo de Abby y dio un fuerte relincho a los otros
caballos. Como uno solo, los caballos en el pastizal volvieron sus cabezas hacia
ellos y soltaron sus propios relinchos. Y así como así, el pasado se evaporó
como el humo.
Abby acarició el cuello de la yegua. —Creo que estoy enamorada de ella.
—Puedo verlo —respondió Clayton con una risita—. Creo que ella siente lo
mismo.
Continuaron cabalgando. Abby preguntó sobre la extensión de ganado
vacuno que vio y aprendió todo lo que pudo sobre la ganadería. No es que
necesitara saber nada de eso para ocuparse de los libros, pero quería saberlo.
El atardecer pronto se asentó sobre ellos, señalando que el día había
terminado. O eso creía ella.
—¿Quieres ir a ver a tus hermanos?
Su cabeza se giró hacia Clayton. —Sí. Pero no quiero que me vean.
—No hay problema —dijo con un guiño.

128
Giraron sus monturas hacia la casa, cabalgando en silencio mientras
se acercaban al barracón.
Ella tiró de las riendas para detener a Diamond cuando Clayton detuvo a su
caballo. No fue hasta que empezó a desmontar que sintió el tirón en los
músculos de sus piernas.
—Te tengo —susurró Clayton mientras se acercaba por detrás, rodeándola
con un fuerte brazo mientras la bajaba al suelo.
Hizo un gesto de dolor al tratar de ponerse de pie. Sus piernas eran de
gelatina; músculos que no sabía ni que tenía se estaban agarrotando y
palpitando de dolor. —Dios mío.
—Debí haberte advertido que te dolería.
¿Dolorida? Ella no estaba dolorida. Apenas podía moverse. Sin embargo,
sonrió porque se sentía muy bien montando. A pesar del dolor, quería volver a
Diamond.
—Se te pasará pronto. Prometido —dijo.
—No pensé que hubiera estado cabalgando durante tanto tiempo.
Sus labios rozaron su mejilla mientras la soltaba. —Solo espera hasta
mañana.
—Estás disfrutando con esto —dijo con una sonrisa.
Le hizo un guiño. —Tal vez un poco. Ven.
Su mano envolvió la de ella mientras la conducía rodeando el barracón hasta
la parte trasera del mismo. Un fuego rugía dentro de un círculo creado por
troncos de varios tamaños. Había varios hombres, incluyendo a Shane, que se
sentaban con sus hermanos alrededor de la fogata.
Uno de los hombres contaba una historia que tenía a sus hermanos
escuchando con gran atención. Verlos así le llenó el corazón. Estaban totalmente
fascinados, completamente felices. Los años de penurias y preocupaciones se
habían desvanecido. Sus rostros se veían jóvenes y vibrantes de nuevo.
Lo que sea que hubieran hecho ese día los había agotado. Caleb se frotó los
ojos mientras Brice seguía bostezando, pero ninguno de los dos parecía estar
listo para dar por terminado el día.
—Se dormirán en medio de la cena —susurró Clayton.
Abby casi deseaba poder verlo. —¿Crees que dormirán toda la noche?
Ella podía sentir más que ver el ceño fruncido de Clayton. —No hay nada
que temer aquí afuera. Shane y los hombres los cuidarán.

129
—No lo entiendes —dijo, volviendo la cabeza hacia él. Había
suficiente luz del fuego para que pudiera verle la cara—. Ninguno de
los dos ha dormido una noche entera desde que mamá se fue. Se vigilan
mutuamente y a mí para asegurarse de que todos siguen en la casa. Es por eso
que mis hermanos no tienen amigos ni van a las casas de los amigos.
En respuesta, Clayton tomó su mano y la apretó. —¿Deberíamos llevarlos a
la casa?
—Lo lograron anoche. No habrá problema.
—¿Por qué no dijiste algo ayer?
Se encogió de hombros, sacudiendo la cabeza. —No quería recordárselo.
Además, se tenían el uno al otro. No creo que se preocuparan anoche.
—No iba a decírtelo, pero vi a Shane esta mañana. Los chicos se negaron a ir
más allá del establo hasta que te vieron esta mañana. Solo entonces se pusieron
en marcha.
La noticia no fue sorprendente, pero aun así le dolió por sus hermanos. —Sin
embargo, están haciendo progresos. No entraron a la casa y me buscaron en mi
habitación.
—Creo que en sus corazones saben que no los vas a dejar.
Nada más que la muerte podría alejarla de Brice y Caleb. Les decía eso todo
el tiempo, esperando calmar sus miedos. Quizás algún día aceptarían sus
palabras. Observó a sus hermanos unos minutos más antes de señalar a Clayton
que podían irse. Cuando él le dijo que iban a llevar sus caballos paseando hasta
el establo, ella le lanzó una sonrisa agradecida.
—¿Y tú? —preguntó Clayton—. ¿Duermes toda la noche?
Sacudió la cabeza metiéndose el pelo detrás de una oreja. —Estoy tan
acostumbrada a despertarme por mis hermanos que ahora es un hábito.
—Querías verlos anoche, ¿no?
Ella le sonrió. —Quería, pero no salí de la casa.
—Una buena idea ya que la alarma habría sonado.
—Eso habría sido horrible.
Compartieron una risa. Y cuando su mano buscó la de ella otra vez, ella se
alegró de entrelazar sus dedos con los de él. No fue hasta que llegaron al
establo que la soltó.
Ella lo siguió, llevando a Diamond a su pesebre. Pero cuando Clayton
comenzó a desensillarla, ella lo detuvo. —Quiero aprender.

130
Sus ojos se arrugaron en las esquinas mientras asentía. Con sus
instrucciones, ella quitó la silla, la manta de debajo y la brida. Y se negó
a permitir que él llevara la silla de montar al cuarto de los arreos, queriendo
hacerlo ella misma. Pero a mitad de camino se arrepintió, ya que la silla era más
pesada de lo que esperaba y sus piernas la estaban matando.
Aun así, consiguió colocar la silla y la manta en su estante mientras Clayton
colgaba la brida. Luego le mostró dónde estaban los piensos. Ella estaba de pie,
con los ojos abiertos de par en par, ante los diferentes piensos dispuestos ante
ella.
Dado que cada caballo tenía diferentes necesidades alimenticias, cada uno
tenía diferentes asignaciones. Recogió la cantidad designada en el cubo y se la
llevó a Diamond, quien esperaba con la cabeza sobresaliendo por encima de la
puerta de su cubículo.
Excepto que Clayton le dijo a Abby que esperara a darle el pienso. En lugar
de eso, la llevó al henil donde ella tomó una brazada y la puso en el comedero.
Después, Clayton le dio un cepillo.
—Dime qué hacer —lo instó.
Él cerró el cubículo, encerrándola con Diamond, mientras apoyaba los brazos
en la puerta. —Preparas un caballo antes y después de una cabalgata. Antes
para asegurarte que el caballo está limpio. Después, consiste en eliminar
cualquier suciedad o sudor y para comprobar si hay lesiones. Como no hicimos
ninguna cabalgata dura y los caballos no sudaron, no hay necesidad de lavarlos
con manguera.
Ella asintió, escuchando incluso mientras pasaba suavemente el cepillo por el
cuello de Diamond pese a que el caballo masticaba el heno. —Entendido.
—Ahora, mientras la cepillas, busca cualquier roce o escoriación donde
estaban la silla, la cincha y la brida. A más a más, pasa las manos por las patas
de Diamond para detectar cualquier corte o bulto.
Abby siguió sus instrucciones, aprendiendo más sobre caballos en pocos
minutos de lo que creía posible. Montar uno era muy diferente a cuidarlo. Al
tocar a la yegua, Abby descubrió aún más al animal y fortaleció el vínculo que
ya habían formado.
—Camina hacia la pata trasera de Diamond. Mantén tu espalda en su cabeza
y apóyate en ella.
Abby le frunció el ceño, preguntándose qué le estaba haciendo hacer ahora,
pero no cuestionó a Clayton. Principalmente porque quería saber todo sobre los
caballos.
—Inclínate más —le aconsejó—. Cuando sientas que desplaza su peso de la
pierna trasera, entonces sabrás que has empujado lo suficiente.

131
Le tomó un par de intentos, pero finalmente Diamond se movió.
—Genial —dijo Clayton—. Ahora levanta su pezuña para comprobar su
casco.
Solo dudó un momento antes de agacharse y levantar la pata trasera. Con
Clayton mirando por encima de su hombro, él le dijo qué buscar. Después de
que terminó con esa pezuña, hizo lo mismo con las otras tres. Y cuando levantó
la vista, Clayton se había ido. Se detuvo y lo escuchó murmurar a su montura.
Abby permaneció con Diamond, cepillando suavemente al animal con trazos
largos y seguros. Cuando miró y vio al caballo parado allí con los ojos cerrados,
Abby sintió una especie de alegría que nunca antes había experimentado.
—Es bastante sorprendente, ¿no? —susurró Clayton desde la puerta del box.
Abby se agachó bajo el cuello de Diamond y caminó hacia él. —Lo es. Gracias
por esto. Las palabras nunca podrán expresar completamente lo que nos has
dado a mis hermanos o a mí hoy.
Él sonrió y abrió la puerta del pesebre para darle el pienso. Abby arrojó el
grano en el comedero y salió a regañadientes del box.
Juntos, ella y Clayton se dirigieron a la casa.
Tan pronto como entraron, el olor de la comida golpeó a Abby y su estómago
soltó un fuerte estruendo. Sin embargo, no fue nada comparado con el saludo
de Justine y Ben.
Abby se sintió parte de algo con Clayton y su familia. Y eso era algo muy
peligroso.

132
Capítulo 21

La explosión de una RPG4 a menos de seis metros de Clayton sacudió el suelo cerca
de sus pies. Los escombros llovieron sobre él, golpeando fuertemente contra su casco.
Levantó su rifle M4 y disparó tres disparos rápidos, golpeando a dos de los objetivos
en sus corazones. Sus oídos resonaban, pero aún podía escuchar los gritos de su equipo.
Una mirada a su derecha mostró a Conaway arrodillado sobre Cook al tiempo que
Ramírez y Sanders lo cubrían mientras intentaba detener la hemorragia en el costado de
Cook.
Clayton rápidamente se movió para ayudarlos y, junto con Price, formaron un
círculo alrededor de Conaway y Cook. En medio del fuego enemigo, Clayton miró a
Cook, que empezó a toser sangre y alzando sus brazos se aferró del brazo de Conaway;
sus ojos muy abiertos.
Sanders fue alcanzado en la pierna por una bala. Soltó una serie de maldiciones, se
dejó caer sobre su estómago y siguió disparando.
—¡Nos están rodeando! —gritó Ramírez por encima de los disparos.
Esta no era la primera vez que Clayton había sido superado por el enemigo y dudaba
que fuera la última.
Su hombro izquierdo se sacudió cuando una bala lo atravesó. —¡Joder! —rugió.
No tanto por el dolor, sino porque uno de los estúpidos imbéciles había conseguido
dispararle.
Clayton cambió el cargador de su rifle y descargó una ráfaga de balas en la dirección
donde estaba el tirador. Vio a un hombre volar hacia atrás después de ser alcanzado.
Detrás de él, Conaway llamaba para ordenar que tenían a un hombre caído en estado
crítico. El apoyo aéreo estaba a treinta minutos. Clayton sabía que Cook no duraría
tanto. Conaway le estaba administrando primeros auxilios, pero Cook necesitaba un
médico si es que iba a vivir.
Habían perdido a tantos miembros de su equipo en el último año, y Clayton estaba
cansado de ver morir a sus amigos mientras el número de terroristas seguía creciendo.

4Granada propulsada por cohete: es un lanzacohetes o arma antitanque portátil de origen


ruso, lanzable desde el hombro, capaz de disparar un cohete no guiado equipado con una ojiva
explosiva. Wikipedia

133
Se sentía como una batalla sin fin.
La lluvia de balas fue interrumpida por una granada que aterrizó a un metro y medio
de él. El golpe lo ensordeció y lo lanzó violentamente por el aire.

Los ojos de Clayton se abrieron de golpe mientras se agarraba a las sábanas.


Le llevó un minuto darse cuenta de que estaba a salvo en su cama en casa y no
en medio de la batalla.
Desenredó sus piernas de las sábanas y las balanceó sobre el lado de la cama
antes de sentarse, cubierto de sudor. Si no veía a los hombres que mató en sus
pesadillas, revivía las batallas.
Cada. Jodida. Noche.
Se frotó el hombro izquierdo, sintiendo el dolor de la bala que atravesó su
músculo y se clavó en el hueso como si acabara de suceder en lugar de hace dos
años.
Después de cerrar los ojos, Clayton miró el reloj. Eran las dos de la mañana.
Tres horas de descanso. Eso es todo lo que obtendría esta noche. Sabía que no
debía intentar dormir de nuevo. Se quedaba despierto, dando vueltas y vueltas
mientras las imágenes de la pesadilla se repetían en su mente.
Se tiró de la cama y se puso de pie antes de entrar en el baño de la suite y
abrir la ducha de agua fría. Luego permaneció bajo el chorro de agua helada
hasta que su cuerpo finalmente comenzó a enfriarse. Solo entonces se lavó el
sudor y salió.
Después de secarse, se puso un par de jeans, pero los dejó desabrochados.
Luego salió de su habitación. No podía quedarse allí. Un paseo por la casa,
revisando puertas y ventanas era su única opción.
Aunque no llegó más allá de la habitación de Abby. Se quedó fuera de su
puerta, mirando el pomo. Había sido un infierno sentarse frente a ella en la cena
y no alcanzar su mano.
Peor fue cuando se sentaron afuera con sus padres tomando café alrededor
de la fogata mientras un nuevo frente frío se asentaba. Había estado a su lado,
muy consciente de su olor, su sonrisa, su risa...
Había querido tirar de ella sobre su regazo y acariciar su cuello. Tirar de ella
contra él y besarla con todo el furioso deseo que tenía en su interior.
En cambio, de alguna manera se las arregló para mantener las manos quietas,
incluso cuando ella subió medio dormida las escaleras después de dar las

134
buenas noches. No ceder al anhelo desenfrenado por Abby que lo
consumía había sido lo más difícil que había hecho.
Ahora que estaba parado afuera de su habitación, estaba involucrado en esa
misma lucha. Y perdiendo.
Épicamente.
¿Qué clase de pervertido sería para entrar en su habitación y verla dormir?
Cerró los ojos y vio la batalla en su pesadilla, sintió el calor y el sudor de ese
horrible lugar –olió la sangre, la muerte y la pólvora. Clayton puso su palma en
la puerta. Necesitaba algo, cualquier cosa para sacar su mente de la pesadilla.
Con la frente contra la puerta, trató de auto–convencerse de dar la vuelta. En
cambio, su mano encontró el pomo y lo giró en silencio.
Incapaz de evitarlo, Clayton abrió los ojos mientras la puerta se abría sin
hacer ruido. Lo primero que notó fue que las cortinas habían sido abiertas de
par en par y la pálida luz azul de la luna inundaba la habitación.
Su mirada se dirigió a la cama, solo para encontrarla vacía.
En un santiamén, encontró a Abby de pie contra la pared, mirando
sombríamente por la ventana. Llevaba una bata corta de satén negro que
colgaba abierta, y debajo asomaba un camisón rosa brillante que rozaba la parte
superior de sus muslos y decía: Single All The Way5.
Una pierna estaba doblada, su pie apoyado contra la pared con los brazos
colgando a los costados. Quería saber en qué estaba pensando e incluso lo que
veía cuando miraba por la ventana.
¿Estaba reflexionando sobre su día juntos? ¿Cómo habían hecho el amor bajo
el sol, sus cuerpos encontrando pasión y placer? Porque, de repente, eso era lo
único que él tenía en mente.
Eso y el anhelo de reclamarla de nuevo.
Abrió más la puerta y entró. La cabeza de ella se volvió hacia él y sus ojos se
encontraron. Ella le tendió la mano. Fue toda la invitación que Clayton
necesitaba.
Cerrando la puerta suavemente detrás de él, caminó hacia ella y le tomó la
mano. Él se paró frente a ella, disfrutando de su belleza. Ansiaba tenerla en sus
brazos y sentir el consuelo y la calma que ella le daba.
Puso su mano contra su mejilla; y con esa acción, le dijo sin palabras que veía
su dolor y que estaba ahí para él. Estaba tan acostumbrado a ocultar su dolor y
agonía que lo había convertido en algo natural. Pero no cerca de Abby.

5Soltera hasta el final.

135
Ella había destruido estos muros sin ni siquiera saberlo. Demonios, él
ni siquiera se había dado cuenta hasta que fue demasiado tarde. Ahora,
ansiaba poseerla.
Deseaba tener las palabras para describir lo hermosa que se veía con la luna
tiñendo su piel de azul. Si tan solo tuviera la lengua de un poeta para hacerle
saber cómo su alma llamaba a la suya…, –y que él de buen grado respondía.
Pero si no tenía las palabras, podía mostrárselo.
Se acercó hasta que sus cuerpos casi se tocaron mientras su polla empezaba a
endurecerse. Con una palma en la pared cerca de su cabeza, usó su otra mano
para deslizar sus dedos sobre su mejilla y bajarla por su cuello.
El pulso en la base de su garganta latía salvajemente mientras sus labios se
separaban. Supo, sin duda, que ella sentía la misma necesidad indomable que lo
consumía a él, ese mismo anhelo primitivo que solo alguien que te correspondía
en todos los sentidos podría sentir.
Continuó moviendo su dedo hacia su hombro y el borde de su bata. Siguió
ese borde sobre su pecho, justo a través de su pezón. Ella dejó escapar un largo
suspiro y sus ojos se cerraron brevemente.
La punta de su dedo continuó hacia abajo, sobre su estómago y su cadera
hasta su muslo. Cuando llegó al dobladillo de la bata, se concentró en su ropa.
Deslizando su mano por debajo del camisón, pasó la palma por el muslo hasta
la cadera.
Ahora su pecho se agitaba y el deseo ardía en sus ojos. Entonces él ahuecó su
sexo. En el momento en que la encontró sin bragas y mojada, su vara se
endureció tanto que le dolió.
Mientras empujaba dos dedos en su interior, ella extendió sus manos sobre
su pecho y gimió. No pudo evitar que sus caderas se balancearan mientras sus
dedos entraban y salían con fuerza.
Entonces ella desabrochó sus jeans, metió las manos en sus pantalones y lo
envolvió con sus dedos. Él siseó en un suspiro. Un contacto sublime mientras
ella empezaba a deslizar su mano arriba y abajo a lo largo de su polla.
Se inclinó hacia adelante para rozar sus labios contra los de ella antes de
reclamar su boca mientras cada uno acariciaba al otro.
Era endemoniadamente sexy.
Pero no era suficiente. Necesitaba estar dentro de ella, tener sus cuerpos
conectados. Se bajó los jeans antes de levantarla, sosteniéndola sobre su polla.
Con las manos en su cabello y las piernas alrededor de su cintura, sus
miradas se entrelazaron y sostuvieron mientras la bajaba. Luego sus ojos se

136
desorbitaron cuando la cabeza de su vara encontró su entrada y empujó
hasta el fondo.
—Clayton —murmuró cuando él empujó otra vez, clavándose
profundamente dentro de ella.
Le pasó la mano por la larga longitud de su melena y atrajo su cabeza hacia
él para otro beso que era frenético por la necesidad ya que el deseo ardía como
un infierno dentro de él.
Ella se quitó la bata. Él pateó los jeans. Luego se dio la vuelta y se dirigió a la
cama. El único movimiento de su polla dentro de ella fue cuando caminó.
El suave grito que dio mientras separaba sus labios de los de él hizo que su
sangre, ya caliente, ardiera. Rápidamente se quitó el camisón, mostrándole su
hermoso cuerpo.
Él inclinó la cabeza y lamió un túrgido pezón. Ella balanceó sus caderas
mientras su cuerpo se apretaba alrededor de él.
Clayton siseó respirando bruscamente porque ese movimiento casi lo había
llevado al límite. Esta valiente y hermosa mujer le había robado el corazón de
alguna manera mientras rompía las cadenas del pasado que lo retenían.
Se giró y se sentó en la cama. Ella se inclinó sobre él hasta que no tuvo más
remedio que echarse hacia atrás. Él la miró mientras su melena de pelo oscuro
fluía a ambos lados de su cara.
Con las manos apoyadas en su pecho, ella comenzó a girar sus caderas
lentamente, moviéndose cada vez más rápido. Incluso mientras su cuerpo se
tensaba con el orgasmo que rogaba ser liberado, vio cómo sus ojos se cerraban.
Ella se enderezó y dejó caer la cabeza hacia atrás. Las puntas de su melena le
hacían cosquillas en las bolas y sus pechos se balanceaban con sus movimientos.
Sus caderas se mecían hacia atrás y hacia delante mientras sus gritos llenaban la
habitación.
La agarró de las caderas, instándola a ir más rápido. Sus uñas se clavaron en
su pecho justo antes de que su cuerpo se pusiera rígido. Clayton clavó sus
dedos en sus caderas mientras luchaba por no correrse mientras el cuerpo de
Abby pulsaba alrededor de su polla.
Cuando se volvió demasiado intenso, se salió de su interior y la levantó
colocándola a cuatro patas delante de él. Se zambulló en ella de nuevo,
martilleando profundamente.
Cada vez que la veía llegar a su clímax, satisfacía algo profundamente
masculino en su interior. Una parte de sí que nadie había tocado antes –ni
tocaría jamás.

137
Ella giró la cabeza y lo miró por encima del hombro. Sus labios
estaban hinchados por sus besos y sus ojos oscurecidos por el deseo.
Esta increíble mujer estaba destinada a ser suya. Lo sabía con una certeza que
no podía ignorar. No sabía cómo, pero tenía que hacerla suya, asegurarse de
que sus corazones y almas estuvieran atados para siempre.
No importaba cuánto tiempo le llevara, no importaba lo que tuviera que
hacer, la ganaría.
Clayton se salió casi por completo hasta que solo quedó la cabeza y entonces
se sumergió profundamente. Ella gimió ruidosamente mientras él empezaba a
bombear. Ella se movió hacia atrás contra él, encontrando cada uno de sus
movimientos y llevándolo más profundo, mientras le apretaba la polla.
Cada vez que él se estrellaba contra ella, ella se llevaba su control hasta que
ya no pudo retener su orgasmo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no
estaba usando un condón. Ambos habían estado tan envueltos en el deseo que
ni se les ocurrió a ninguno de ellos.
Clayton salió de ella y se tumbó de espaldas. Después, miró fijamente la
evidencia de su relación sexual y no podía creer lo cerca que habían estado de
cometer un error.
Sin decir una palabra, se levantó y se encaminó hacia el baño anexo para
mojar una toalla antes de volver y limpiarla.
Cuando él se giró para ir a colgar la toalla, ella le agarró la mano. Él se
encontró con su mirada mientras ella lo atraía hacia sí y levantaba las mantas
con su otra mano.
La toalla se le cayó de los dedos mientras se arrastraba a su lado.
Con sus cuerpos saciados y ella acurrucada contra él, Clayton encontró sus
ojos cada vez más pesados.

138
Capítulo 22

La felicidad siempre había sido algo que Abby reconocía en su vida diaria.
Ella y sus hermanos estaban sanos, tenían un techo sobre sus cabezas y dinero
para sobrevivir. Las cosas eran difíciles, sí, pero se tenían los unos a los otros.
Se concentraba en las cosas buenas y se aseguraba de que sus hermanos se
rieran todos los días. Cuando buscabas la felicidad y apreciabas las cosas que
tenías, era difícil pensar que tenías una mala vida.
Pero no fue hasta que Clayton entró en su vida que realmente entendió la
palabra felicidad.
Había pulsado un interruptor que la hacía sentir como si hubiera una luz
dentro de ella que irradiaba hacia afuera. Por otra parte, despertar en sus brazos
era una sensación embriagadora. Al abrir los ojos y mirar alrededor de la
habitación, todo parecía más brillante y se sentía más viva.
Anoche no pudo dormir porque sus pensamientos estaban llenos de Clayton,
su relación amorosa y su oferta de trabajo. Como si su mente lo hubiera
conjurado, lo encontró en su puerta.
¡Y vaya visión había sido! De pie allí, sin camisa, con el trabajado pecho a la
vista. Nunca había visto a un hombre tan sexy con nada más que un par de
vaqueros desabrochados colgando de sus caderas.
Lentamente, movió su cabeza sobre su pecho para poder verlo. Su cara
estaba relajada y vuelta hacia ella, su brazo la sostenía firmemente –incluso
mientras dormía. Sus rizos castaños estaban despeinados, dándole una mirada
infantil que encontró entrañable.
Anoche, había visto tanta angustia en sus ojos que le había roto el corazón.
No había preguntado qué era porque no había habido palabras entre ellos. Pero
no creía que fuera por su hermano.
Había una mirada entrecerrada que se apoderaba de Clayton cada vez que
pensaba en Landon. La noche anterior había sido diferente. No podía ocultar el
dolor, casi como si lo llevara puesto como una armadura.
Y entonces se dio cuenta de que debía tener que ver con su tiempo en el
ejército. Había dicho que las cosas que había presenciado y hecho le habían

139
cambiado. Lo habían convertido en el hombre que era hoy, pero
también le había dejado con cicatrices físicas, mentales y emocionales.
Le dio un beso en el hombro y poco a poco se alejó de los confines de su
abrazo. Aunque era reacia a dejarlo, quería empezar a preparar el desayuno
para todos.
Abby se vistió y se peinó antes de salir silenciosamente del dormitorio.
Faltaba poco para las seis y ya vio gente moviéndose afuera. Mientras buscaba
una receta online de galletas caseras que había hecho antes, vio a sus hermanos
entrar en el establo. Los vio sonreírse el uno al otro mientras corrían detrás de
Shane.
Forzando su atención a volver al desayuno, Abby buscó en los armarios de la
cocina y la despensa para encontrar todo lo que necesitaba. Luego hizo café.
Las galletas ya estaban en el horno y estaba friendo tocino y salchichas
cuando entraron Justine y Ben.
—Sabía que olía algo delicioso —dijo Ben con una sonrisa.
Justine terminó de atarse la trenza. —Cariño, no tenías que hacer esto.
—Quería hacerlo. Siéntate y disfruta de tu café mientras alguien más cocina
para ti esta mañana —dijo Abby.
Las cejas de Ben se levantaron mientras se reía. —Una mujer dando órdenes.
Encajará perfectamente —le dijo a Justine.
—¿Has visto a Clayton? —preguntó su madre.
Abby mantuvo la mirada en la sartén. —Fui la primera en bajar.
No era una mentira y no tenía que decirles que sabía que Clayton todavía
estaba durmiendo. Abby no estaba tratando de evitar que sus padres supieran
que estaban teniendo sexo Simplemente no estaba preparada para compartir
esa información. Con nadie.
Ben gruñó. —Eso es extraño.
—Déjalo —lo regañó Justine mientras les servía el café.
Estaba terminando los huevos cuando su piel de repente se calentó.
Levantando la mirada, sus ojos se encontraron con unos orbes de color verde
pálido. Su corazón dio un vuelco cuando miró a Clayton. Durante un largo
minuto, él la miró fijamente antes de que una lenta sonrisa se dibujara en sus
labios. Luego se acercó a ella, inclinándose. Su mano se apoyó en su cadera,
dándole un ligero apretón. Durante todo el tiempo, nunca apartaron la mirada
el uno del otro.
—Quería despertarme contigo en mis brazos —susurró.

140
Su estómago se llenó de mariposas ante sus palabras roncas. Y a ella
ni siquiera le importó que sus padres los estuvieran mirando. —Estabas
durmiendo tan profundamente que no quería molestarte.
—La próxima vez, no salgas de la cama —dijo con un guiño.
La próxima vez. Estaba tan seguro de que iba a haber otra vez… Con esas tres
palabras, algo se relajó en su interior. Porque a pesar de decirse a sí misma que
era temporal y que necesitaba prepararse para que terminara, no estaba lista
para dejarlo ir.
Su relación no estaba ni mucho menos definida todavía. Demonios, tal vez
nunca lo estuviera. Esto podría ser todo lo que ella alguna vez consiguiera.
Clayton la ayudó a llevar los platos a la mesa antes de llamar a sus padres al
comedor. Como solo eran los cuatro, se sentaron uno frente al otro. Mientras
todos se servían la comida en sus platos, Abby de repente descubrió que no
tenía hambre.
La comida de Justine era deliciosa. Y ahora, Abby se preocupaba de que su
comida no estuviera a la altura. ¿Y si había cocinado demasiado el tocino? O
peor, ¿y si les gustaba súper crujiente y no estaba bien hecho?
Luego estaban los huevos. Los había revuelto. ¿Y si odiaban ese tipo de
huevos? Debería haber preguntado. ¿En qué había estado pensando para querer
hacer el desayuno?
—Esto está muy bueno —dijo Justine mientras tragaba un bocado de huevos.
Ben asintió, gruñendo de acuerdo mientras se metía otro tenedor lleno de
salchicha y huevo en la boca.
—Es mejor que bueno —dijo Clayton mientras ponía más huevo en su plato
antes de alcanzar el tocino. —Es asombroso.
Justine levantó la galleta. —Necesito esta receta.
—Claro —dijo Abby con una sonrisa.
Sus elogios permitieron que el nudo apretado alrededor de su estómago se
aflojara lo suficiente como para poder comer. Después de unos minutos, se
había olvidado por completo de su ansiedad, ya que la conversación fácil
llenaba la habitación.
Cuando el desayuno terminó, esperaba con interés lo que Clayton tenía
reservado para ellos ese día. Pero su emoción se desvaneció cuando él y Ben
fueron llamados a uno de los pastos por algo.
Abby trató de ayudar a Justine con los platos, pero la matriarca la echó para
que fuera a “relajarse”.

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Relajarse. No sabía cómo relajarse. Especialmente no en el rancho. Le
habían dicho que se sintiera como en casa, pero no estaba segura de que
realmente lo dijeran en serio. Era una invitada y eso significaba que no iría
paseándose como si fuera la dueña del lugar.
Abby se dirigió a la oficina y se sentó detrás del escritorio. Esto era algo que
sabía y entendía. Los números en la página le eran tan familiares como el
ganado y los caballos a Clayton.
Los números eran sus amigos. Contaban una historia, si una persona sabía
cómo mirar. Y a Abby le encantaba desentrañar tales historias.
Estaba siguiendo una línea de pedido a través de meses y años cuando
encontró un montón de facturas que nunca se habían archivado. Adjunta a una
hoja había una foto de algunas reses, todas mostrando la gran E marcada en sus
cuartos traseros.
Abby frunció el ceño. Había algo en esa E que la preocupaba. Estaba justo en
el límite de su mente, pero no podía recordar qué podría ser o por qué la hacía
sentirse aprensiva. Lo dejó a un lado y siguió adelante, hundiéndose
profundamente en su trabajo.
Pero la marca seguía molestándola. Tenía la factura a la vista, con la
esperanza de que desencadenara lo que fuera que estuviera fuera de su alcance.
—Creo que debería poner un candado en la puerta y tirar la llave. Es la única
manera de mantenerte fuera de aquí.
Sonrió al oír la voz de Clayton y lo miró por encima de la pantalla del
ordenador. Él sostuvo su sombrero en sus manos mientras le sonreía. —Tu
madre me dijo que me relajara.
—¿Y no pudiste encontrar nada mejor que hacer?
Ella se encogió de hombros, arrugando su nariz. —No quería molestarte, así
que pensé que podría hacer algo de trabajo.
—Bueno, has terminado el día por hoy —dijo, volvió a ponerse el sombrero y
extendió la mano. —Vamos.
Abby no necesitaba que se lo dijeran dos veces. Empujó la silla hacia atrás y
se levantó para ir hacia él. Salieron de la casa y caminaron hacia donde estaba
Ben con sus hermanos. Se pararon frente a unos fardos cuadrados de heno con
cuernos de vaca falsos atados al frente.
—Están aprendiendo a enlazar —le dijo Clayton.
—Ah —Quería seguir viéndolos, pero Clayton siguió caminando, así que lo
siguió para ver a dónde la llevaba.

142
Se detuvieron en una cerca y miraron a su alrededor hacia un pastizal
donde Shane y otros dos hombres que reconoció como trabajadores del
rancho iban a caballo acorralando al ganado.
—¿Qué están haciendo? —preguntó.
—Cargándolos para la venta.
Su mirada se volvió hacia el sonido de un motor para ver un semi–remolque
que se detenía. —¿Venta?
—Sabes que la carne que se vende en las tiendas de comestibles viene del
ganado, ¿verdad? —Se burló.
Ella asintió con la cabeza. —Sí. Yo solo... bueno, no pensé en eso.
—Somos el mayor proveedor de la zona.
Eso significaba que parte de la carne que había comprado, cocinado y
comido probablemente provenía del East Ranch.
—No vas a convertirte en vegetariana, ¿verdad?
Ella se rió y le lanzó una mirada. —No. Me gusta demasiado la carne.
—Una vez que los becerros nazcan en enero, empezaremos el marcaje en
marzo. Es un acontecimiento importante que dura uno o dos meses,
dependiendo de cuántos terneros tengamos en los diferentes rebaños.
La Marca. Su mirada se fijó en la E en los cuartos traseros de una vaca en el
pasto. —Mencionasteis la venta de ganado a otros.
—No es nuestro mayor mercado, pero lo hacemos. La gente paga un buen
dinero por nuestro stock.
—¿Qué se hace con vuestra marca en el ganado?
Clayton puso un brazo sobre la cerca. —Hay papeleo de por medio para
demostrar que el nuevo propietario tiene derecho a cualquier ganado que nos
haya comprado.
—¿Y con la marca?
Frunció el ceño formando una pequeña mueca. —Si se trata de un pequeño
ranchero, puede dejar la marca. Hay algunos que renombran la marca del
ganado. ¿Por qué? Algunos desaprueban el cambio de marca porque se
remonta a los días del robo de ganado.
Su corazón comenzó a latir con fuerza cuando se dio cuenta de lo que la
había estado molestando. La marca que había visto en el papeleo de Gloria era
similar a la de los East.
—¿Abby?

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Forzó su mirada hacia él. Le zumbaban los oídos, le sudaban las
palmas de las manos…
—¿Qué ocurre? —preguntó Clayton con el ceño fruncido de preocupación
mientras la tomaba en sus brazos.
—La marca.
Giró la cabeza hacia el ganado antes de volver a mirarla. —¿Qué pasa con
eso?
—Todo el mundo conoce esa marca. Es sólo una E.
El ceño de Clayton se profundizó mientras se encogía de hombros. —No
puedes usar una marca compleja, o de lo contrario no se reconocerá con
respecto a la piel.
—No, no lo entiendes —Su mano temblaba cuando se la llevó a la frente—.
Es fácil de manipular.
Él se le acercó. —¿Qué estás tratando de decir?
Ella tragó con fuerza para deshacer el nudo. —La semana pasada, estaba
entrando facturas de uno de los clientes de Gloria. Registró una nueva marca.
4B.
—La gente registra marcas todo el tiempo —dijo Clayton.
Abby señaló a la manada. —Te han robado el ganado. ¿Qué tan fácil sería
cambiar la marca sobre la E con una B?
Los labios de Clayton se comprimieron en una línea mientras miraba al
ganado. —Jodidamente sencillo —Su cabeza se volvió bruscamente hacia ella—.
¿Quién era el individuo?
—No puedo recordarlo. No sacamos nombres, solo los números que
asignamos a los clientes.
Se quitó el stetson y se pasó una mano por el pelo con frustración.
—Averiguaré quién es —declaró—. Será fácil.
—Y puede meterte en serios problemas —dijo negando con la cabeza.
Ella levantó la barbilla. —Voy a hacerlo. Si es tu ganado, te lo han robado. La
persona o personas responsables deberían ir a la cárcel.
De repente, hubo un grito detrás de ellos. Abby se volvió para encontrar a
Brice con las manos en el aire, celebrando que había enlazado al heno con
cuernos.

144
Capítulo 23

Si alguien iba a ser puesto en una posición de peligro, debería ser él. Clayton
intentó decírselo a Abby, pero ella no quiso escuchar.
Cuando se sentaron con sus padres durante el almuerzo del domingo por la
tarde para contarles sus teorías, había sido su madre, no su padre, quien había
estallado de rabia. Los cuatro pasaron las horas restantes ideando un plan, una
estrategia que no incluía que Clayton hiciera el trabajo sucio al que estaba
acostumbrado.
Demasiado pronto, el fin de semana había llegado a su fin. Había sido un
infierno ver a Abby irse con sus hermanos. Y mientras que había dormido
profundamente entre sus brazos, el domingo por la noche no pudo dormir lo
más mínimo.
Vio el amanecer mientras peleaba consigo mismo sobre si ir a casa de Abby o
dejarla seguir con el plan. Cuando perdió la batalla y decidió que necesitaba
verla, descubrió que faltaban todas las llaves de todos los vehículos del rancho.
Y sabía quién era el culpable –su madre.
—Estará bien —dijo su padre cuando encontró a Clayton parado en la puerta
trasera, donde se guardaban las llaves en los ganchos.
—No lo hará. Necesito hacerlo yo.
—Pero no puedes, hijo. Para empezar, no sabrías qué hacer o qué buscar.
Y eso a Clayton le escocía en carne viva. Se dio la vuelta, acechando afuera
mientras buscaba algo que lo mantuviera ocupado. El plan era que Abby le
enviara un mensaje de texto a la hora del almuerzo con la información. Pero eso
estaba a horas de distancia.
Se iba a volver loco esperando y preocupándose. Porque pensó en los peores
resultados posibles, y cada uno de ellos ponía a Abby, Brice y Caleb en peligro.

145
Era solo otro día en la oficina. Por supuesto, sin importar cuántas veces se lo
dijera Abby, era todo menos eso. Cada vez que miraba la pantalla del
ordenador, empezaba a temblar.
Y ni siquiera había comenzado a buscar nada todavía.
Estaba claro que no estaba hecha para ningún tipo de fisgoneo. Se sentía
como si todos en la oficina la estuvieran observando. ¿Qué le hizo pensar que
podía hacer esto?
La respuesta era simple –Clayton.
Había querido hacerlo por él. Después de todo lo que él había hecho por ella,
quería devolvérselo dándole la información que él y su familia necesitaban.
Si no estaba equivocada.
Ese era su peor temor. Que había visto demasiados programas de televisión y
había sumado dos y dos y relacionado las dos marcas; solo que en realidad, no
era así. Pero la única manera de averiguarlo era que encontrara el nombre y la
dirección y dejara que Clayton lo comprobara.
Lo poco que había dormido había estado salpicado con sueños de Gloria
atrapándola o que la arrestaban por alguna estupidez no relacionada. Ese era su
cerebro trabajando horas extras, lo que no ayudaba en absoluto a la situación.
Mantuvo la cabeza baja y trabajó durante una hora. Fue todo lo que pudo
hacer antes de mirar la pila de archivos en la esquina de su escritorio en la que
había trabajado el viernes. No era raro que volviera a revisar algo, pero esta vez
estaba tan nerviosa que se cuestionaba cada acción que tomaba.
Finalmente, buscó entre los archivos y encontró el que estaba buscando.
Memorizó el número del cliente antes de llevar los archivos a un escritorio en la
parte posterior para el estudiante universitario a tiempo parcial que entraba y lo
archivaba todo.
Abby regresó a su escritorio y trabajó otras dos horas antes de que
introdujera el número de cliente. Estaba a punto de presionar enter cuando
Gloria gritó su nombre.
Borrando rápidamente el número, Abby se levantó y fue hacia la oficina de
Gloria.
—¿Y bien? —dijo su jefa con las cejas levantadas—. ¿Tienes algo que
decirme?
Abby tragó intentando deshacer el nudo de su garganta, su mente se quedó
en blanco, olvidando todas las grandes ideas que Clayton y sus padres le
habían ofrecido para decir si la atrapaban. —¿Qué?

146
—El East Ranch? —expuso Gloria, su voz alzándose con agitación.
Abby movió los pies inquieta cuando sus manos se pusieron húmedas y
comenzó a sudar. —¿Qué pasa con ellos?
—Debe haber sido un infierno de fin de semana si no puedes recordar el
trato que hicimos el viernes —dijo Gloria mientras se recostaba y cruzaba las
piernas. Miró a Abby—. Normalmente eres mucho más aguda que esto.
El alivio la invadió tan rápidamente que se mareó. Abby se agarró al
respaldo de la silla frente a ella y sonrió. —Lo siento. No dormí mucho anoche.
—¿Pasa algo entre Clayton y tú? He oído que es guapo —Gloria levantó los
hombros hasta las orejas mientras sonreía—. Todavía no lo he visto, así que
cuéntame todos los detalles.
Abby se alegró de no tener que mentir sobre lo que fuera que tenían ella y
Clayton. Gloria siguió adelante tan rápidamente que ahora estaba enfocada en
cómo era Clayton.
—Es tan guapo como dicen —dijo Abby.
Gloria le echó una mirada que decía que no se lo creía. —Vamos, Abby.
Puedes encerrarte con llave lejos de los hombres, pero incluso tú debes ver que
Clayton es un buen partido.
—Es amable —admitió—. Y bien parecido.
—Dime que tiene un lindo culo en Wranglers —suplicó Gloria—. Tengo
debilidad por los cowboys.
Abby sonrió. —No es lindo. Su culo es magnífico.
Gloria aplaudió y se inclinó hacia delante. —¡Lo sabía! No estás tan muerta
como pareces. Le echaste un buen repaso.
—Es difícil no hacerlo con alguien que se ve así —confesó.
Gloria soltó una carcajada antes de sentarse con una amplia sonrisa. —Dime
que lo atrapaste para la compañía, Abby. Estoy lista para hacer efectivo tu
aumento a partir de hoy.
Abby odiaba mentir. No importaba si le estaba diciendo a sus hermanos que
Santa Claus era real o mintiendo sobre que no se había comido el último trozo
de pastel de chocolate.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que no tenía que mentir.
—Hablamos de la empresa. Clayton me preguntó varias cosas con respecto a
ti y al negocio. Sé que están buscando llenar el puesto de CPA —dijo.

147
Gloria cogió un bolígrafo y jugó con él mientras miraba astutamente
a su ordenador. —Con el dinero que Gilroy les robó, los East van a
necesitar a alguien que pueda encargarse mejor de todo.
—¿Qué tal si miramos para ver si Gilroy estaba asegurado?
Gloria rechazó sus palabras. —Solo empresas como la mía tienen seguro de
responsabilidad civil. No hay forma de que los Gilroy hicieran eso.
—¿Pero no deberías mirarlo?
—Si se convierte en mi cliente ya lo haré.
No, en realidad, era algo que le hacía hacer a Abby. Y por alguna razón, eso
la molestó mucho. —Quizás sea mejor echar un vistazo ahora y así le
demuestras que estás dispuesta a hacer un esfuerzo extra.
—Oh, cariño —dijo Gloria con una risa falsa—. El tiempo es dinero y yo no
pierdo el tiempo con nadie que no sea un cliente. Es una lástima que no hayas
logrado hacer subir a bordo a los East este fin de semana.
En el pasado, Abby se había marchado, derrotada. Pero ahora, no hizo a un
lado la ira que la inundaba. Se quedó mirando fijamente a Gloria. —Haces que
suene como si no fuera a conseguir el aumento.
—No lograste conseguirme los East.
—No había límite de tiempo en nuestro trato —declaró—. Simplemente
dijiste que tenía que traerlos.
Gloria entrecerró sus ojos negros, sus labios fruncidos en un rictus,
mostrando líneas profundas alrededor de su boca. —Encontraste tus agallas, ya
veo. Tienes razón. No había un límite de tiempo en mi oferta. Así que asegúrate
de hacerlos entrar. Pronto.
Abby asintió con la cabeza y giró sobre sus talones para regresar a su
escritorio. Cuando miró el reloj, decidió esperar unos minutos más hasta que
fuera el almuerzo y casi todos hubieran salido de la oficina.
Siempre se quedaba atrás, comiendo en su escritorio mientras trabajaba, por
lo que nadie la miraría dos veces. Pues nunca lo habían hecho. Cuando ya solo
era una de las tres personas que quedaban en la oficina a la hora del almuerzo,
Abby todavía se encontró temblando cuando introdujo el número de cliente y le
dio al enter.
La pantalla parpadeó y mostró el archivo. Hicieron falta unos cuantos clics
más antes de que encontrara el nombre de la empresa, el nombre del
propietario –que reconoció– y la dirección, todo lo cual introdujo en su teléfono
y pulsó enviar.

148
Luego borró la pantalla y trató de comerse su almuerzo. No pudo
soportar el sándwich. En vez de eso, se comió el plátano. Pasaron otros
veinte minutos antes de que sus nervios se calmaran.
Su parte estaba hecha. Sólo tenía que esperar a que Clayton le dijera si había
encontrado al responsable del robo de su ganado. Sabía que podría tomar algún
tiempo antes de que averiguaran algo, así que rápidamente se puso a trabajar.
Cuando finalmente dieron las cinco, le faltaron piernas para llegar lo
suficientemente rápido a su coche. En poco tiempo estaba camino del rancho,
ya que Brice y Caleb se habían ido juntos después de la escuela.
Cuando detuvo el coche, Clayton se reunió con ella, abriéndole la puerta
antes de que apagara el motor. —¿Y bien? —Preguntó Abby.
Él sacudió la cabeza. —No entré en la propiedad, pero eché un vistazo. Es un
nuevo propietario que parece no tener ningún stock todavía.
Había pasado por toda la ansiedad del mundo por nada, pero al menos lo
habían comprobado. Aún así, había estado tan segura de que su corazonada era
correcta…
Las pocas horas con Clayton terminaron antes de darse cuenta, y luego ella y
sus hermanos volvieron al coche y se dirigieron a casa.
Los tres estaban apagados.
Echó un vistazo a Caleb, que iba delante de copiloto antes de mirar a Brice
por el espejo retrovisor. Ambos chicos miraban por la ventana, perdidos en sus
pensamientos. Desde que dejaron el rancho el domingo por la noche, habían
estado callados.
Abby estaba tratando pensar en formas de preguntarles si estaban bien sin
decir las palabras exactas, ya que sus hermanos se cerraban en banda en el
momento en que les preguntaba eso; cuando se detuvo en el camino de entrada,
los rayos de los faros delanteros aterrizaron en la puerta principal abierta.
Jadeó.
—¿Qué demonios? —soltó Brice mientras alcanzaba la manija de la puerta.
—¡Espera! —gritó Abby, pero él y Caleb ya estaban fuera del coche.
Soltó el coche en el aparcamiento y apagó el motor, pero dejó las luces
encendidas antes de saltar del vehículo mientras buscaba a tientas su teléfono.
Intentó llamar al 911, pero la llamada no se conectó. Fue entonces cuando vio
que su batería estaba muerta.
—¡Mierda! —murmuró y se dirigió hacia sus hermanos, que estaban parados
mirando a la puerta.
La luz del porche estaba apagada, dejando solo los faros del coche para
iluminar la zona. La puerta delantera había sido abierta de una patada por el

149
aspecto de los restos destrozados donde antes había estado el cerrojo.
Pensar que la cerradura con la que contaba todas las noches para
mantenerlos a salvo no había sido de más ayuda que un trozo de cinta adhesiva
le heló la sangre.
Caleb trató de alejarla cuando Brice entró en la casa. Ella sacudió la cabeza y
los siguió. Los brillantes rayos de las luces del coche a través de la ventana
delantera le permitieron ver que la casa había sido saqueada.
Jadeó ante la destrucción y la forma en que sus escasas cosas habían sido
arrancadas, desgarradas, cortadas o destrozadas como si los artículos no fueran
más que basura. Las lágrimas brotaron de sus ojos. ¿Por qué alguien haría esto?
No tenían nada de valor que un ladrón quisiera.
Hubo un grito de Caleb. Abby levantó la cabeza ante el sonido, pero todo lo
que vio fueron sombras. Luego vio a Caleb cuando lanzaba algo –un bate de
béisbol– contra alguien, antes de que se produjera un fuerte estallido y un
destello en la oscuridad.
Lo siguiente que supo fue que Brice se había unido a Caleb para atacar a
alguien, pero el intruso no estaba solo. Abby gritó cuando el arma se disparó de
nuevo. Intentó llegar a sus hermanos, pero seguía tropezando con las cosas.
—¡Abby! —gritó Brice.
Levantó la vista y se encontró un arma apuntando a su cara a menos de un
metro y medio de distancia. Algo se estrelló contra su costado al mismo tiempo
que el arma se disparaba.
Abby gruñó cuando se cayó sobre algo duro que le golpeó en el riñón. Y
empezó a pelear con quien estuviera encima de ella antes de oír a Caleb decir su
nombre.
Luego tiró de él hacia abajo para darle un abrazo. Hubo sonidos de pisadas y
gritos y luego Brice vino a arrodillarse a su lado. Algo hizo clic y ella se puso
una mano en la cara para proteger sus ojos del brillante rayo de la linterna.
—Abby? —dijo Brice, con la voz temblorosa.
Ella le sonrió. —Estoy bien. ¿Vosotros dos estáis bien?
Caleb se sentó cuando Brice volvió el haz de luz hacia él. La sangre que
cubría su camisa hizo que el corazón de Abby cayera a sus pies. Pero su
hermano dijo: —No es mía.
Fue entonces cuando Brice volvió la luz hacia ella y le dijo: —Es tuya, Abby.

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Capítulo 24

Clayton atravesaba las calles excediendo los límites de velocidad, con las
manos húmedas agarrando el volante de la camioneta mientras su estómago se
contraía en un nudo. Desde la llamada de Danny, el mundo se había movido a
cámara lenta con Clayton sintiéndose como si estuviera empantanado en
alquitrán.
Y todo lo que quería era llegar hasta Abby.
—No le harás ningún bien ni a ella, ni a los chicos si te hundes —dijo su
padre a su lado.
Clayton no se molestó en responder. No era capaz de juntar ni una palabra,
no cuando su mente seguía dando vueltas al hecho de que alguien había
irrumpido en la casa de los Harper.
Alguien había resultado herido. Clayton lo sabía. Lo había escuchado en la
voz de Danny. Después de años de dar esas noticias, Clayton reconoció el tono.
Lo que lo enojó fue que Danny no le dijera nada. Solo le dijo a Clayton que
llegara lo antes posible.
Clayton habría salido en calzoncillos si su madre no hubiera puesto la ropa
en sus brazos y le hubiera ordenado que se vistiera. Él era el que estaba
acostumbrado a estar en medio del peligro, el que sabía que cada respiración
podía ser la última.
Sabía cómo era un conflicto, lo conocía. Como olía. No se suponía que
estuviera aquí en Clearview. Sobre todo no en la casa de Abby.
La visión de luces intermitentes rojas y blancas se pudo ver segundos antes
de que las sirenas sonaran cuando una ambulancia pasó zumbando,
dirigiéndose hacia el hospital. Clayton giró la cabeza para mirarla antes de
verse obligado a usar su espejo retrovisor.
Su padre le puso una mano en el hombro. No era momento para palabras,
porque no había nada que nadie pudiera decir que lo hiciera mejor.
Segundos después, las luces rojas, azules y blancas de los coches patrulla
aparecieron a la vista. Un ayudante estaba en el lugar, apartando a los curiosos
que iban apareciendo. Clayton salió de la carretera detrás de un coche patrulla y

151
metió la camioneta en el estacionamiento. Con un movimiento suave,
apagó el motor y salió.
—Señor, no puede… —empezó un ayudante.
—¡Danny!!! —gritó Clayton, mirando alrededor del hombre que en ese
momento estaba bloqueándolo.
Danny salió de la casa y corrió hacia ellos. Le dijo algo a su compañero y
pronto dejaron que Clayton y su padre traspasaran la línea de la policía.
Los pies de Clayton se volvieron pesados cuanto más se acercaba a la puerta
principal de la casa. Había visto unos cuantos muertos durante su tiempo como
SEAL, pero esto era diferente. Esta era Abby. Y no estaba seguro de poder
manejarlo.
—…consiguió zafarse. Fue Brice quien corrió a los vecinos y les hizo llamar
al 911 —dijo Danny.
Clayton lo miró y su garganta se cerró dolorosamente. No entendía por qué
Brice no había usado el móvil de Abby. Y estaba demasiado asustado para
hacer la pregunta, incluso si hubiera podido hacer salir las palabras.
Cuando Clayton entró en la casa, vio la destrucción de cada mueble, cuadro
y objeto en la sala de estar y en la cocina. Las paredes tenían agujeros, los
cojines habían sido rajados y fragmentos de cristales cubrían el suelo.
Pero fue la sangre lo que atrajo su mirada. La había olido en el instante en
que cruzó la puerta. El familiar y metálico olor flotaba en el aire.
—¡Hijos de la gran puta! —murmuró su padre.
Danny se pasó una mano por la cara. —Sip. Alguien se estaba asegurando de
hablar a las claras.
—¿Dónde están? —preguntó Clayton en voz baja.
Danny sacudió la barbilla. Clayton miró a través de la sala de estar hacia la
cocina para encontrar tanto a Brice como a Caleb sentados a la mesa mirando al
espacio mientras los agentes estaban cerca de ellos.
Clayton no tuvo que preguntar para saber que Abby era la que iba en la
ambulancia.
—Ella va a estar bien —dijo Danny—. La herida es menor.
Clayton cerró las manos en un puño, cerrando los ojos con fuerza. Una
herida. Abby había sido herida. —¿Pistola o cuchillo? —Exigió. Sabía cómo se
sentían ambos y no quería que Abby conociera ese tipo de dolor.
Danny vaciló. —Pistola.

152
Clayton dejó caer la barbilla contra el pecho y luchó contra la neblina
roja de furia que lo atravesó.
—Los chicos te van a necesitar —dijo su padre—. Tienes que mantenerte
firme por ellos.
Su padre tenía razón. Clayton respiró hondo y levantó la cabeza al mismo
tiempo que abría los ojos, acorralando a Danny con una mirada. —¿Qué pasó?
Danny frunció los labios antes de poner las manos en las caderas. —La
puerta estaba abierta cuando llegaron. Brice y Caleb entraron en la casa con
Abby detrás de ellos. No se dieron cuenta de que había alguien dentro hasta
que uno de ellos golpeó a Brice.
—¿Y? —Instó Clayton cuando Danny se quedó callado.
Danny resopló y sacudió la cabeza. —Caleb se las arregló para agarrar su
bate de béisbol que estaba cerca de la puerta. Dijo que tuvo un par de buenos
golpes que conectaron con alguien porque escuchó los gruñidos. Fue entonces
cuando otro de ellos sacó un arma y disparó dos tiros de advertencia. Por
alguna razón, giraron el arma hacia Abby. Caleb logró sacarla del camino, pero
no antes de que la bala le rozara el hombro.
—¿Es esa su única lesión? —preguntó Ben.
Danny se encogió de hombros. —Aterrizó en un montón de cristales,
también.
Clayton pasó por delante de su amigo y se dirigió a la cocina. Cuando entró,
los chicos volvieron la cabeza hacia él. Para su sorpresa, se levantaron y
caminaron hacia él. Él extendió los brazos y los acercó.
Aunque ninguno de los dos emitió un sonido, sintió los sollozos que
clamaban por el estremecimiento de sus cuerpos. Los sostuvo durante varios
minutos antes de que Caleb retrocediera.
—Quiero ver a Abby —declaró.
Brice se alejó pero se negó a mirar a Clayton a los ojos. —Yo también.
—Recoged algo de ropa —les dijo—. Vamos al hospital, pero os quedareis en
el rancho hasta que resolvamos esto.
Cuando Clayton se volvió para verlos ir a sus habitaciones, encontró a su
padre y a Danny detrás de él. —Esto no fue un accidente.
—Estoy de acuerdo —dijo Ben.
Danny frunció el ceño. —¿Qué quieres decir?
—Los Harper no tenían nada de valor, Danny, y tú lo sabes —dijo Clayton—.
Mira a tu alrededor. Apuesto a que cada habitación se parece a la sala de estar y
la cocina. Diablos, rompieron todos los platos. Eso es furia.

153
Su padre dejó escapar un largo suspiro. —Esta destrucción podría
extenderse a la vida de alguien.
—¿Qué es lo que sabes? —exigió Danny.
—Abby nos dio el nombre de un nuevo rancho. La marca que registraron le
hizo pensar en lo fácil que sería cambiar la marca de nuestra E.
Danny cerró brevemente los ojos. —El ganado robado.
—Sip. Y hoy Clayton fue a echar un vistazo al rancho —dijo Ben.
Clayton sacudió la cabeza con frustración. —No vi nada, ni hablé con nadie.
Sin embargo, ¿solo horas después de que haga ese paseo alguien hace esto?
—Estoy de acuerdo —dijo Danny—. Esto no es una coincidencia. ¿Cómo se
llama el rancho? Puedo hacer algunas indagaciones por mi cuenta.
No es que Clayton no confiara en Danny, pero estaba en modo protección. Y
estaba acostumbrado a hacer las cosas de otra manera. Afortunadamente, no
tuvo que mentirle a Danny cuando Brice y Caleb salieron con sus bolsas en la
mano.
Clayton vio como su padre sacaba a los muchachos de la casa. Se quedó atrás
hasta que los hermanos estuvieron fuera del alcance del oído y entonces se
volvió hacia Danny. —Te diré quién es, pero no esta noche.
—Clayton, ya no estás en la Marina. No puedes ir tras esta persona por tu
cuenta —advirtió Danny.
Sonrió, pero no había alegría en ello. —Puede que no esté en el ejército, pero
siempre seré un SEAL. Todo lo que aprendí me será útil.
—Por favor, no vayas tras esta persona por tu cuenta.
Clayton se detuvo al empezar a alejarse y se dio la vuelta para mirar a
Danny. —Dame unas horas. Una vez que sepas el nombre, pulularás por el
lugar y posiblemente arruinarás cualquier posibilidad que tenga de descubrir
quién está involucrado.
—¿Qué te hace pensar que hay más de una persona?
—Se necesitó habilidad para robarnos la manada y el toro. Y se necesitaron
varios hombres y remolques. Una persona podría estar dirigiendo esto, pero
quiero a todos los implicados.
Danny levantó una ceja. —¿Y Brice? Es parte de eso y se negó a darnos nada.
—Tengo el presentimiento de que ahora puede cambiar de opinión. De
cualquier manera, el departamento del sheriff no puede irrumpir en tropel.

154
—Mierda —murmuró Danny mientras se pasaba una mano por el
pelo. Fulminó con la mirada a Clayton. —Te daré algo de tiempo, pero
no hagas que me arrepienta. SEAL o no, voy a meter tu culo entre rejas.
Clayton asintió. —Entendido.
Salió de la casa y se subió a la camioneta. Los chicos estaban en el asiento
trasero, callados como una tumba. Clayton miró a su padre antes de arrancar y
retrocedió antes de dar la vuelta al vehículo.
Aunque se sentía mejor sabiendo que Abby no estaba en peligro de muerte,
el hecho era que alguien la había disparado. E iba a descubrir quién había sido.
Y haría que la persona pagara.
Dolorosamente.
Para cuando aparcó la camioneta en el estacionamiento del hospital, había
pensado en doce formas diferentes de eliminar a las personas que habían
lastimado a Abby y a sus hermanos, cada una más satisfactoria que la anterior.
Clayton abrió el camino hacia el hospital y lo mandaron a urgencias donde
tenían a Abby. Sus pasos se ralentizaron cuando la vio acostada tan quieta en la
cama con la bolsa intravenosa y los monitores pitando. Cortinas azules colgadas
separaban la cama de Abby de las demás.
—Antes estaba despierta —dijo Caleb con una voz tensa por la preocupación.
Clayton puso su mano en el hombro del adolescente. —Lo más probable es
que sea la medicación para el dolor —le explicó.
Su padre hizo un gesto para que los chicos lo siguieran. —Vamos. Ya veréis
como se despierta pronto.
Clayton siguió lentamente a los tres hasta la cama. Brice tomó un lado y
Caleb el otro. Se quedaron mirando fijamente a su hermana durante un largo
momento antes de que la agarraran de las manos.
Vio una lágrima rodar por la cara de Brice. Clayton no podía presionarlo
para obtener información sobre los ladrones de ganado. Ahora no era el
momento. Pero pronto. Después de lo que esos tipos le habían hecho a la casa
de los Harper y a Abby, seguramente Brice hablaría.
—Voy a llamar a tu madre —susurró su padre antes de alejarse.
Clayton se paró a los pies de la cama observando lo pálida que se veía Abby.
El brillante vendaje blanco que asomaba de su bata de hospital era un
recordatorio de lo cerca que había estado de la muerte.
—Golpeé a uno de ellos —dijo Caleb—. Le pegué tan fuerte que le oí
maldecir. Y mi bate se rompió.
Clayton miró al más joven de los Harper. —Lo hiciste bien.

155
—Debí haber apuntado más alto. O más abajo. Las luces estaban
apagadas —dijo, y su respiración se volvió áspera—. Solo los faros que
atravesaban la sala de estar nos daban luz. Intenté darle al interruptor, pero las
luces no se encendieron. Fue entonces cuando los escuchamos.
Brice permaneció en silencio mientras otra lágrima rodaba por su mejilla.
Caleb respiraba con dificultad. —Si hubiera golpeado más abajo podría haber
derribado a uno de ellos e ir a por el otro. Diablos, ni siquiera sé cuántos eran.
—¡Eh! —dijo Clayton, atrayendo la mirada de Caleb—. Quiero que me
escuches. Hiciste un buen trabajo hiriéndolos. No importa cuánto pudieras
haber hecho, nunca es suficiente cuando alguien es lastimado. Confía en mí. Lo
sé.
—Casi vomito cuando vi su sangre —confesó Caleb.
Clayton miró de Caleb a Brice, esperando a que ambos muchachos lo
miraran. —Nadie volverá a haceros daño, ni a vosotros ni a vuestra hermana
Me voy a asegurar de ello.

156
Capítulo 25

Incluso en un sueño inducido por los fármacos, Abby seguía escuchando los
sonidos de los disparos en sus sueños, seguía sintiendo el impacto del cuerpo
de Caleb contra el suyo.
No quería dejar a Caleb y a Brice, pero los paramédicos no le dieron opción.
Así que mientras atravesaba la niebla de los analgésicos, su mente se centró en
ellos.
Cuando volvió en sí, sintió algo en cada mano. Sus ojos se abrieron y vio a
Brice primero. Estaba desplomado en la silla junto a la cama con el cuello en un
ángulo incómodo mientras le sostenía la mano.
Giró la cabeza hacia el otro lado y encontró a Caleb con la cabeza apoyada en
su brazo sobre la cama mientras él también le agarraba la mano. Sonrió, con el
corazón lleno, sabiendo que sus hermanos estaban a salvo e ilesos después de
tan horrible incidente.
Abby desplazó la vista a los pies de la cama mientras sentía un tirón. Fue
entonces cuando vio a Clayton. Una oleada de emoción la llenó, haciéndola
parpadear para contener las lágrimas. Él asintió, su propia cara tensa por la
emoción. Y supo sin necesidad de preguntar que era él quien había llevado a
sus hermanos al hospital.
—No iban a irse —susurró.
Apretó los labios, luchando contra el torrente de lágrimas. Cuando se dio
cuenta de que le habían disparado, puso una cara valiente para sus hermanos,
pero ahora que no miraban, podía dejar que su miedo se mostrara.
—Gracias —articuló.
Echó un breve vistazo a la cama. Y justo cuando sus labios se separaron como
si fuera a decir algo, Brice se movió. Vio como los ojos de su hermano se abrían,
mirando hacia ella antes de que se cerraran de nuevo. Un momento después, se
enderezó, con los ojos abiertos una vez más.
—Abby —soltó.

157
Caleb gruñó antes de levantar la cabeza y parpadear varias veces
hacia ella. Las lágrimas que creía tener bajo control llenaron sus ojos
cuando sus hermanos la abrazaron. Los sostuvo con fuerza mientras miraba a
Clayton, sin importarle que su brazo herido comenzara a palpitar
dolorosamente.
—Estoy bien —les dijo—. Pero vosotros dos necesitáis descansar.
Caleb se frotó el cuello rígido. —Clayton dijo que nos quedaremos en el
rancho.
—Eres muy amable —le dijo a Clayton.
Se encogió de hombros. —Tu hermana tiene razón. Deberíais descansar.
Papá estuvo aquí antes, pero mamá vino a buscarlo. Ya le he enviado un
mensaje para que venga a buscaros a los dos ahora. Se ha pasado toda la noche
cocinando y espera que os atiborréis cuando lleguéis.
—Guauuuu, ¿no hay escuela? —Le preguntó Caleb esperanzado.
Abby le apretó la mano. —Creo que todos merecemos los próximos días
libres.
—Alguien tiene que quedarse contigo —dijo Brice.
—Lo haré yo —anunció Clayton.
Abby observó a su hermano considerar las palabras de Clayton. Finalmente,
Brice hizo un gesto de aceptación. Estuvieron unos minutos más juntos, lo que
permitió a Abby mirar a sus hermanos para asegurarse de que ninguno de ellos
había sufrido daños físicos. Y luego Clayton los acompañó hasta la salida donde
Justine les esperaba para llevarlos a casa.
Una enfermera vino a comprobar los signos vitales y el vendaje de Abby
mientras Clayton no estaba. E hizo que Abby se sentara a un lado de la cama
mientras hacía su examen.
Abby odiaba los olores de los hospitales casi tanto como odiaba la vista de
uno. Le recordaba a su padre sufriendo durante meses de pruebas antes de que
descubrieran que tenía alguna enfermedad rara. Ni siquiera podía recordar lo
que era, sólo que le había carcomido lentamente, extendiendo su miseria hasta
que estuvo tan lleno de analgésicos que ya ni la recordaba.
—¿Cómo está? —le preguntó Clayton a la enfermera mientras se acercaba
sosteniendo una pequeña bolsa.
La enfermera sonrió a modo de saludo. —Es un rasguño, lo cual es bueno,
pero no por eso duele menos.
—Lo sé —dijo.

158
Abby había visto las cicatrices en su cuerpo. Si alguien sabía qué tipo
de dolor sentía, era Clayton. Empezó a acercarse a él, pero lo pensó
mejor. Sin embargo, él tenía otras ideas. Dejó la bolsa y se sentó a su lado,
envolviendo su mano derecha entre las suyas mucho más grandes. Su toque la
tranquilizó, la confortó.
La tranquilizó.
—Vas a tener algunos dolores durante unos días —dijo la enfermera
mientras quitaba la intravenosa del brazo izquierdo de Abby—. El médico ha
enviado una receta de analgésicos a la farmacia para que los tomes cuando los
necesites. No te muevas demasiado. Necesitas darle tiempo a tu cuerpo para
que se cure.
Abby frunció el ceño cuando la enfermera firmó algo en el historial que
llevaba. La retirada de la intravenosa era una buena noticia, o eso esperaba. —
¿Significa eso que me puedo ir?
—Sí. Estoy empezando con el papeleo ahora. Dame unos minutos. Mientras
tanto, puedes vestirte.
Abby no se podía ir del hospital lo suficientemente rápido.
No hablaron de lo que había pasado, pero él la mantuvo sujeta de la mano.
—Hay algo de ropa limpia —dijo Clayton mientras sacudía la barbilla hacia
la bolsa que estaba en una silla cercana.
Abby no sabía quién se la había dado, pero estaba agradecida ya que no le
apetecía para nada ponerse la camisa que estaba cubierta de sangre. De hecho,
ni siquiera estaba segura de dónde estaba su ropa.
Era media mañana cuando Clayton la ayudó a subir a su camioneta antes de
tirar de ella contra él. Ella respiró profundamente, dejando que su aroma a
hombre, cuero y fuerza la llenara. Su mano le acarició la espalda. No dijo una
palabra, solo la abrazó. Y eso fue todo lo que hizo falta para que las lágrimas
comenzaran a deslizarse.
Había estado aterrorizada de morir, de que sus hermanos fueran heridos…,
de tantas cosas. En sus brazos, podía dejar caer sus muros y permitirle que
cargara con sus preocupaciones y temores por unos minutos. Y una vez que
empezó a llorar, no pudo parar.
No sabía cuánto tiempo estuvieron allí sentados antes de que sus lágrimas se
secaran; levantó la cabeza para mirarlo. —Me alegro mucho de que estés aquí.
—Nunca he estado tan asustado como cuando Danny llamó para decirme
que algo había sucedido. No me dijo nada más que eso.
Le acarició la cara. —¿Por qué te llamó Danny?
—Brice le dijo que lo hiciera.

159
Tendría que agradecerle a Brice más tarde por eso. Si bien conocían a
los East desde hacía solo unos días, se sentía como si fueran años. —
Necesito ver lo que han robado de la casa.
Clayton negó con la cabeza mientras sus facciones se endurecían. —No vas a
volver allí. No necesitas ver eso.
—Tengo que hacerlo. Es nuestro hogar. Tengo que limpiarlo.
Pero él siguió sacudiendo la cabeza. —Contrataremos a alguien para hacerlo.
No quieres volver. Confía en mí.
—¿Qué es lo que no quieres que vea? —preguntó.
Soltó un suspiro y su cabeza se volvió por un momento. —La gente que entró
en tu casa no eran ladrones.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo destruyeron todo. Incluso rompieron las paredes.
Frunció el ceño, sin comprender lo que estaba escuchando. —Pero… ¿por
qué?
—Creo que se trata del ganado robado. Y del rancho 4B que fui a ver ayer.
Su estómago se contrajo como un puño de miedo. —Creía que no viste nada.
—Y no lo hice. Pero alguien debió verme.
Se reclinó en el asiento, con el estómago revuelto por el miedo. —Entonces sí
que encontraste el lugar correcto.
—Sí —respondió con un solo asentimiento de cabeza.
—Y esa gente cree que Brice te lo dijo.
Clayton tomó aire y lo soltó antes de asentir una vez más.
Se llevó una mano a la frente mientras miraba por el parabrisas. —Lo que
significa que estaban allí para llevar a cabo su amenaza contra él.
—No creo que él fuera el objetivo.
Su mirada saltó hacia él mientras su brazo caía a su costado. ¿Crees que era
yo? Te equivocas. Hicieron dos disparos antes de apuntarme.
—Tal vez. Tal vez no. Estoy pensando que quizás amenazaron a Brice con
haceros daño a ti o a Caleb si lo contaba.
Ya no estaba segura de qué pensar. Todo lo que sabía era que esos tipos
habían irrumpido en su casa, destrozado sus cosas y le habían disparado.
¿Realmente importaba a quién había amenazado esa gente?
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Abby.

160
Deslizó una mano alrededor de su cuello y la atrajo hacia si durante
un largo y prolongado beso que la hizo derretirse y olvidar todo el
horror de la noche anterior. Su cuerpo se volvió lánguido y no tenía nada que
ver con el medicamento para el dolor y sí todo que ver con el hombre
maravilloso y ardiente que la sostenía.
Su toque, su sabor, tenían la capacidad de borrar todo el horror de las
últimas horas y sustituirlo por un deseo ardiente que sólo él podía apagar. No
cuestionó sus sentimientos ni se permitió pensar en otra cosa que no fuera
Clayton. Porque por primera vez, no sólo se sentía segura, sino que sabía que
ella –y sus hermanos– estaban completamente protegidos por él.
Y eso hizo maravillas por su estado anímico.
Clayton terminó el beso y presionó su frente contra la de ella. —Voy a
llevarte a casa y a instalarte.
Ella sonrió cuando él dijo “a casa” y no lo corrigió. El rancho se sentía como
en casa, pero se advirtió a sí misma sobre el apego. Por el bien de sus hermanos,
así como por el suyo propio, necesitaba mantener las cosas en perspectiva.
Clayton le había pedido que trabajara para él. Le estaba dando a Brice una
segunda oportunidad. Y habían tenido sexo. Dos veces.
Eso no significaba que estuvieran manteniendo una relación.
Si bien su corazón argumentaba que ningún hombre habría ido a buscar a
sus hermanos y se habría quedado en el hospital si no le importara, admitió que
ella sí quería una relación con él. Lo quería… todo con él.
—Entonces —continuó Clayton— voy a ponerme a investigar el nombre que
me diste.
Ronald Baxter.
—Lo conozco. Bueno, lo conocía. Estaba delante de mí en la escuela.
Clayton sostuvo su mirada y prometió: —No te hará daño.
Ella puso su mano sobre el corazón de él y sintió que latía debajo de su
palma. —Lo sé.
Condujeron de vuelta al rancho con el sonido de la radio de fondo. Cada vez
que parpadeaba, veía las sombras de la noche anterior y el destello del arma.
Había dormido en el hospital gracias a los analgésicos, pero no estaba segura de
lo que pasaría más tarde esa noche. ¿Y si alguien hubiera ido a su casa no sólo
para destrozarlo todo, sino para herir a uno de ellos? Peor aún, ¿y si hubieran
disparado a uno de sus hermanos? ¿O asesinado?
Abby volvió la cabeza hacia Clayton. —¿Y si te equivocas al decir que fue
Baxter quien vino a mi casa?

161
—Es por eso que voy a investigar un poco.
—No quiero que te hagan daño.
La sonrisa que le dirigió fue fría y llena de intención letal. —Oh, espero que
vengan a por mí. Les mostraré a esos imbéciles una cosa o dos cosas.
—Clayton, por favor.
—Abby, te dispararon y dispararon dos veces más en el interior de la casa
con un arma que podría haber estado apuntando a Brice o a Caleb. Destruyeron
tu hogar. Y podrían ser las mismas personas que robaron nuestro ganado. No
voy a sentarme y no hacer nada.
Abby se mojó los labios. —La policía no pensará lo mismo.
—Síp. Lo sé —murmuró mientras frenaba la camioneta antes de entrar al
rancho.
—Brice podría darte las respuestas.
Clayton la miró. —Sí, podría. Lo observé durante horas antes de que se
durmiera en esa silla del hospital. Está asustado, sí, pero está más preocupado
por ti y por Caleb. Así es como sé que quienquiera que sea con quien estuvo
trabajando os amenazó a vosotros dos y no a él.
—Puedo hacer que te lo diga.
—Necesita venir a mí por su cuenta.
—No estoy tan segura de que lo haga —le dijo.
Clayton se detuvo en el garaje y apagó el camión. —Él sabe lo que tiene que
hacer. Está trabajando en ello. Dale algo de tiempo.
—Haces que suene como si pensaras que quienquiera que sea esa gente no
vendrá aquí.
—No creo que lo hagan. Fuiste un blanco fácil. Y si te quisieran muerta, lo
estarías. Lo de anoche fue una advertencia.
No pudo evitar el escalofrío que le recorrió la columna vertebral. —Para que
Brice mantenga la boca cerrada.
—Conduje alrededor de la dirección que me diste ayer, pero no busqué
demasiado. Eso podría ser lo único que te mantuvo con vida.
—Eso es una estupidez —dijo poniendo los ojos en blanco—. Si me
amenazaran para mantener a Brice callado, ¿matarme no haría lo contrario?
Los labios de Clayton se contrajeron mientras la miraba con tristeza. —Creo
que tienen el ganado en algún lugar que no se puede encontrar fácilmente, de lo
contrario, ¿por qué advertir a Brice? Pero creo que si el plan era hacer daño a
alguien, sería a Caleb. De esa manera, tú todavía estás ahí para cuidar de Brice.

162
Se cubrió la boca, descompuesta por la facilidad con que algunas
personas podían pensar en quitar una vida.
—Abby —dijo Clayton para llamar su atención. Una vez que lo miró, él dijo:
—Voy a husmear por ahí por mi cuenta. Espero que durante ese tiempo, Brice
se dé cuenta de que la mejor opción es decirme la verdad. De cualquier manera,
voy a averiguarlo todo. Sería más rápido y fácil con tu hermano, pero se hará de
todas formas.
—No te enfrentarás a esta gente tú solo, ¿verdad?
Dudó antes de sacudir la cabeza. —Le prometí a Danny que le informaría de
lo que averiguara.
Fue una pequeña concesión. Y era todo lo que ella iba a conseguir.

163
Capítulo 26

—Lo sabe.
Gus Lewis estrelló su lata de cerveza contra la isla de granito, sin importarle
que el alcohol le salpicara y miró a Terry Perez. —¡Basta, maldita sea!
Los ojos color avellana de Terry se estrecharon. —Niégalo todo lo que
quieras, pero estás tan asustado como yo.
—¿Qué puede hacer un solo hombre? —preguntó Berny desde el sofá
mientras se llevaba la botella de tequila a los labios.
Gus lanzó una mirada a Berny, que tenía un par de bolsas de guisantes
congelados en su brazo izquierdo y costillas. —Clayton East era un SEAL,
maldito idiota.
—¿Y qué? —dijo Berny antes de emitir un fuerte eructo.
—Está borracho —soltó Terry.
Gus gruñó. Si hubiera recibido la paliza que el chico le dio a Berny con el
bate, probablemente también se hubiera emborrachado. —Creo que tiene un
brazo roto.
—Esperaremos hasta que se desmaye antes de recolocárselo.
Gus se bebió lo último de la cerveza aunque ahora estaba sin gas. Se suponía
que iba a ser un trabajo sencillo. Robar algo de ganado del rancho más grande
de los alrededores. Los East tenían tantas cabezas que no se enterarían por un
centenar más o menos.
Joder. ¿Alguna vez se habían equivocado?
Entonces el chico tuvo que ser atrapado.
Gus bajó la barbilla hasta el pecho y se revolvió el pelo con una mano. Se
estaba arriesgando mucho, en todos los sentidos. Lo supo tan pronto como
Ronald Baxter le pidió ayuda. Pero Gus nunca había sido capaz de decirle que
no a Ronnie.
Y Ronnie lo sabía.
—¿Por qué le disparaste a Abby? ¿No se suponía que ibas a ir a por el otro
chico? ¿Caleb?

164
Gus levantó la cabeza para encontrarse con la mirada de Terry. —Le
dijimos a Brice que habría consecuencias si se lo decía a alguien. Le di a
Brice una advertencia.
—¿Así que crees que ha hablado?
—No sabemos si no lo ha hecho. ¿Necesito recordarte que Clayton se dio una
vuelta por el rancho ayer?
Los labios ya finos de Terry desaparecieron cuando los apretó. —Yo soy el
que os lo dijo a ti y a Ronnie, gilipollas. Así que, no, no necesito que me lo
recuerden. Todo lo que hizo East fue dar vueltas en el coche.
—Pero vino al rancho, Terry. Estuvo aquí —Gus golpeó la punta de su dedo
contra el mostrador un par de veces.
—Y no encontró el ganado. Ni lo hará.
Gus sopló un bufido que estaba lleno de frustración e irritación. Y miedo. —
Tuvimos suerte.
—Ronnie no dejará que nos pase nada —dijo Terry mientras apoyaba los
codos en el mostrador de la isla.
Gus no respondió. ¿Qué podía decir? Terry y Berny nunca habían visto a
Ronnie en su peor momento. Pero Gus sí. En dos ocasiones. Y no quería que esa
clase de ira se interpusiera nunca en su camino.
Gus aplastó la lata vacía en sus manos y la tiró a la basura antes de ir a la
nevera a por otra. Parado con la puerta del refrigerador abierta, abrió la lata y
se bebió la mitad antes de cerrar la puerta con el codo.
—Deberías haber disparado al más joven de los Harper. Eso es lo que Ronnie
quería —dijo Terry.
Gus no se molestó en responder. Apenas había sido capaz de disparar a
Abby. Había disparado los dos primeros tiros con la esperanza de que eso
asustara a los tres Harper para que salieran de la casa. En cambio, tanto Brice
como Caleb se habían vuelto locos.
No había forma de que pudiera matar al joven. Diablos, Caleb tenía la edad
de su sobrino. Y tampoco ayudó el que conociera a Abby.
—Cristo —murmuró y se bebió el resto de la cerveza.
Pero no había cantidad de alcohol que pudiera adormecerlo lo suficiente
como para continuar en el camino que Ronnie les había marcado.
Culpaba a Ronnie, pero al final, Gus sabía que era su culpa. Pudo haberle
dicho que no a su amigo. Debió haber dicho que no. No importaba que Ronnie
pudiese hablar de montones de pasta. Todo en esta operación estaba mal.
Y Gus lo sabía desde el principio.

165
Desde cuarto grado, cuando él y Ronnie se hicieron amigos, había
seguido a Ronnie a cualquiera que fuera el problema que les esperara.
Destrozar las cosas en casa de los Harper había sido fácil. Eran sólo cosas que
podían ser reemplazadas. Lo haría todo el día, en lugar de apuntar a alguien
otra vez. No importaba que fuera un negado con cualquier arma o rifle que
cogiera. Eso no significaba que tuviera derecho a quitar una vida.
Y tampoco Ronnie.
Ojalá Gus tuviera las suficientes pelotas para decirle eso a su amigo.
En realidad, si fuera el hombre que su padre quería que fuera –el hombre que
su hermana pensaba que era – entonces iría al sheriff en ese momento.
Gus tiró a un lado la lata vacía y salió de la casa dando un portazo a su
espalda. Pero cuando se subió a su camioneta, no pudo arrancar el motor.

Ronald Baxter. Había algo en ese nombre que le sonaba familiar a Clayton.
Buscó en su mente con la esperanza de hacer algún tipo de conexión. Por
último, se metió en su armario y sacó la caja del instituto.
Se sentó en el suelo y abrió la caja. Dejó a un lado los aplastados boutonnieres6
del baile de promoción, así como su toga y birrete y otros recuerdos de su
último año. Por último, llegó al fondo de la caja donde descansaban sus cuatro
anuarios del instituto.
Empezó con su primer año, pensando que quizás Ronald era mayor. No fue
hasta que estuvo revisando en su último anuario cuando encontró a Ronald
Baxter –un estudiante de primero.
Clayton miró fijamente al niño sonriente con su pelo negro y sus vívidos ojos
azules. Recordó que Ronald –Ronnie– era bastante popular. Ronnie había
estado en los equipos de fútbol y béisbol, así como en el de atletismo.
Su buena apariencia le llevó a ser el chico “de moda” de su curso. Todas las
chicas querían salir con él y todos los chicos querían ser él. Clayton sólo conocía
a Ronnie porque hacían deporte juntos. Aunque no había tenido problemas con
Ronnie, había otros que sí los tuvieron.

6Arreglos florales para el ojal

166
Ahora que Clayton tenía una cara que iba con el nombre, estaba listo
para indagar más profundamente en la vida de Ronnie y averiguar por
qué el bastardo le había robado su ganado.
Puso todo de nuevo en la caja y luego la devolvió al estante de su armario.
Estaba bajando las escaleras cuando escuchó la voz de su madre desde la sala
de estar, seguida de la de Abby.
—Brice no ha dicho mucho —dijo su madre.
Hubo una ligera pausa antes de que Abby hablara. —Siempre ha intentado
ser el hombre de la familia. Se esfuerza porque no puede hacer las cosas que
cree que debería hacer.
—Tú y los chicos sois bienvenidos a quedaros aquí todo el tiempo que
necesitéis.
—Eso es muy dulce de tu parte, pero no me quiero imponer.
Su madre sí lo hizo. —Nunca podrías hacerlo.
Clayton caminó hacia la sala de estar y se asomó dentro. Ambas mujeres
estaban en un sofá mirando por las ventanas hacia Brice que se encontraba
sentado en lo alto de la valla del corral mientras Caleb caminaba sin rumbo fijo
alrededor del establo.
—Me preocupan —dijo Abby después de un momento de silencio.
—Hablarán cuando quieran —dijo su madre—. No puedes presionarlos. Lo
sé por experiencia. Y, a veces, nunca hablan.
Clayton se dio cuenta de que su madre estaba pensando en la muerte de
Landon y de que Clayton se había negado a hablar de ello después de que él les
explicara lo que había pasado. Su madre había querido que él compartiera sus
sentimientos y lo mucho que le había herido.
Pero no pudo. No en ese momento. Demonios, ni siquiera ahora.
Clayton no estaba seguro de cómo se las arregló para contarle la historia a
Abby. Había algunas cosas que nunca se podrían poner en palabras –y ver a su
hermano morir ante sus ojos había sido una de ellas.
—Hablaré con ellos —dijo Clayton.
La cabeza de su madre se sacudió hacia él. Abby se movió más despacio,
pero la sonrisa de su cara fue todo lo que necesitaba ver.
—Si alguno de ellos te habla, será Caleb —dijo Abby.
Caminó hacia ella, luchando para no tocarla. Luego dejó de resistirse. Se
detuvo junto al sofá y le tocó el hombro. —¿Cómo te sientes? ¿Te duele mucho?
—Es soportable —confesó.

167
Su madre dejó su taza de café en la mesa junto a ella. —Puedo traerte
tus analgésicos.
—No, por favor —se apresuró a decir Abby—. No me gusta cómo me siento
cuando los tomo. Me las apañaré hasta que la cosa se ponga demasiado mal.
Entonces los tomaré de nuevo.
Su madre sonrió y le dio una palmadita en la pierna a Abby. —Sólo házmelo
saber, querida.
Clayton miró a su madre para encontrarse con su mirada conocedora en él.
Le guiñó un ojo y volvió su atención hacia Abby. —No te quiero en la oficina.
Tómatelo con calma hoy y descansa.
—¡Oh, Dios mío! —gritó, y sus ojos azules se abrieron de par en par—. No
llamé a Gloria.
Su madre se levantó del sofá para coger el teléfono. —Estoy segura de que ya
lo sabe, pero la llamaré y la pondré al corriente.
—Puedo hacerlo yo —dijo Abby.
Pero era demasiado tarde. Su madre ya había empezado a marcar. —Le gusta
mimar a los demás —le dijo Clayton a Abby.
—No estoy acostumbrada a eso.
—Si llega a ser demasiado, házselo saber.
Abby lo miró con recelo. —Nunca haría eso. Es tan amable. Nunca querría
herir sus sentimientos.
Se puso en cuclillas a su lado. —¿De verdad estás bien?
—No —admitió, apoyando su mano buena en el brazo del sofá.
Clayton cubrió su mano con la suya y la apretó. —Recuerda lo que te dije.
Nadie te va a hacer daño aquí. Tú y tus hermanos estáis a salvo.
—Lo sé —le respondió en un susurro.
Miró por la ventana y se aclaró la garganta. —Nunca aceptaste el trabajo que
te ofrecí.
Sus ojos se arrugaron en las esquinas mientras sonreía. —No estaba segura
después de que nosotros...
Ella se detuvo, pero él sabía exactamente a qué se refería. —No voy a mentir.
Te quiero aquí todo el tiempo y si darte un trabajo me da eso, entonces no le
veo ningún problema.
—¿Y qué pasa si las cosas se... estropean? —inquirió en voz baja, con la cara
compungida por la preocupación.

168
—Podría hacerte muchas promesas y podría decirte que, sin importar
lo que pase con nosotros, siempre tendrás un trabajo aquí. Pero no las
creerás. Las acciones son lo que necesitas.
Tragó el nudo que tenía y se mojó los labios. —La gente dice muchas cosas
que luego terminan siendo mentiras.
—Puedo hacer que se redacte un contrato que te proteja a ti y a mi familia.
—Me sentiría mejor con eso.
Asintió con la cabeza. —¿Y nosotros dos? Me gustaría hablar de eso.
—Yo…
La conversación quedó cortada por el regreso de su madre. Clayton se puso
de pie mientras escuchaba a su madre explicar la conversación que había tenido
con Gloria. De alguna manera, su madre había negociado la siguiente semana
de vacaciones para Abby –con sueldo.
Clayton sonrió interiormente. Había pocos que pudieran oponerse a la fuerza
arrolladora de Justine East. Con Abby en manos capaces, le dio otro apretón y
se puso de pie. Ella le tomó la mano con fuerza antes de que se fuera. Clayton se
detuvo en la puerta trasera y se puso su abrigo y su sombrero. Luego salió hacia
Caleb.
Estaba siguiendo el consejo de Abby, pero Clayton también sabía que a Brice
le iba a llevar más tiempo revisar todo lo que pasaba por su cabeza. Porque si el
adolescente era como él, Brice estaba tratando de encontrar una forma de decir
o hacer algo diferente que evitara que le dispararan a su hermana.
Una vez que aceptara que nada cambiaría el resultado, se abriría. Y Clayton
estaría allí cuando lo hiciera.

169
Capítulo 27

Sería tan fácil pensar que era parte de algo... Abby suspiró. ¿Cuántas veces
había deseado que su padre siguiera vivo? ¿O que su madre hubiera sido capaz
de ser realmente una madre?
Ahora que estaba con Justine y Ben, el anhelo que tenía por sus padres casi la
dejaba sin aliento. Con Clayton, que la ayudaba y cuidaba a sus hermanos, y
luego Justine y Ben, que la adoraban como si fuera su hija, Abby se dio cuenta
de lo que ella y sus hermanos se habían perdido todos estos años.
No había tenido exactamente el mejor ejemplo como madre, así que Abby
había seguido las indicaciones de lo que había visto en la televisión o leído en
los libros. Y sabía que eso la convertía en una pobre sustituta, pero no se había
dado por vencida.
Ni lo haría nunca.
Puede que no recordara el amor de su padre y que nunca hubiera tenido el
de su madre, pero se había asegurado de que sus hermanos fueran amados.
Mientras Abby veía a Clayton caminar hacia Caleb, se sentía más que
agradecida de que hubiera entrado en sus vidas. Era un buen hombre, a pesar
de los demonios que lo perseguían. Sin embargo Clayton no dejaba que
tomaran el control. Si tan solo supiera cómo hacer ese truco…
Miró a Justine para encontrar la mirada de la mujer fijada en su hijo, con
lágrimas en los ojos. Abby trató de mover su brazo izquierdo para consolarla,
pero el dolor la detuvo.
—Siento mucho lo de Landon —atinó a decir.
Justine sonrió y recogió un pedazo de pelusa imaginaria de su suéter. —
Siempre me pregunté por qué no hay una palabra para un padre que pierde un
hijo. Si hubiera perdido a Ben, sería una viuda.
—Creo que es porque no hay nada que pueda llenar el hueco después de
amar a un niño.
Justine giró la cabeza y sonrió a través de sus lágrimas, que se juntaron en la
comisura de sus ojos sin derramarse. —Tal vez. Un padre nunca supera la
pérdida de un hijo.

170
Abby notó el comienzo de sus propias lágrimas. Era difícil ver a
alguien sufrir así y no sentir el dolor del corazón. —No quiero traer a
colación viejos recuerdos.
—Oh, cariño, no lo haces —se apresuró a decir Justine, con el ceño
fruncido—. Ben y yo hablamos de Landon todo el tiempo. Hace que Clayton se
sienta incómodo, y lo entendemos. Pero por favor, no lo tomes a mal si no habla
de su hermano.
—Me dijo lo que pasó.
La cara de Justine era un poema —¿Ah, sí? —preguntó en un susurro de
sorpresa.
Abby asintió, esperando hacer lo correcto al transmitir la información. —
Clayton me llevó al lugar y me contó todo lo que pasó.
Las lágrimas finalmente cayeron. Justine se secó los ojos y parpadeó. —Por lo
que sé, no ha hablado de ello desde que nos lo dijo a nosotros y a la policía. Se
lo ha guardado todos estos años.
El sollozo que llenó la sala hizo que Abby parpadeara para mantener sus
propias lágrimas a raya. Se movió en el sofá para quedar frente a frente con
Justine. —Al igual que tú, siempre llevará eso con él.
—Me siento tan aliviada de que haya hablado de ello —Justine buscó un
pañuelo y se limpió la cara—. Perdí dos hijos esa noche. Uno con la muerte y el
otro en la oscuridad. Creo que quizás Clayton finalmente está caminando hacia
la luz de nuevo.
La forma en que Justine la miró le hizo saber, en términos inequívocos, que
creía que ella era la causa. Abby no estaba tan segura. Pero quería estarlo.
Realmente lo quería.
Justine sonrió, con los ojos rojos de tanto llorar. —Sé que hay algo entre tú y
Clayton. Ben y yo lo aprobamos, por cierto.
—Um... —empezó Abby, sin saber cómo continuar.
Justine apartó a un lado sus palabras con un gesto. —No buscaba una
respuesta. Sólo quería hacértelo saber. Y aunque no sé sobre tu pasado, me doy
cuenta de que has cargado con una tremenda responsabilidad a lo largo de los
años. Deberías estar orgullosa de ti misma.
Abby miró hacia otro lado. —Gracias.
—Solía decirle a Clayton que no dejara que el pasado lo definiera. Puede
moldearte de alguna manera, pero no puedes dejar que se aferre a ti y te impida
disfrutar del presente o mirar hacia el futuro.
Lo hacía sonar tan fácil, pero no lo era. El pasado tenía sus garras demasiado
profundas como para soltarlas.

171
Abby volvió a mirar a Justine. —Desearía que me hubieras dicho eso
hace ocho años.
—No es demasiado tarde para dejar atrás el pasado. Sólo tienes que querer tu
presente y el futuro —Justine dudó mientras sus cejas se juntaban
brevemente—. No quiero hacer que el pasado parezca intrascendente. Es
importante. Tú y tus hermanos habéis aprendido una dura lección.
—Una que desearía que nunca hubieran conocido.
Justine se rió suavemente. —Eso es algo que una madre diría. Te convertiste
en una en el momento en que empezaste a criarlos. Ser una hermana y una
madre no puede ser fácil, aunque haces que lo parezca. Pero me gustaría que
miraras el pasado de otra manera en vez de negativamente.
—¿Cómo?
—Otra lección que tú y tus hermanos habéis aprendido es que os tenéis los
unos a los otros. No importa cuál sea la situación, el vínculo entre los tres es
más estrecho y fuerte de lo que la mayoría de la gente nunca sabrá. Sois
afortunados en algunos aspectos.
¿Suerte? Nadie la había llamado afortunada, aunque lo que Justine decía
tenía mucho sentido.
Pero la mujer mayor no había terminado de impartir su sabiduría. —Luego
está la lección del amor incondicional. Vosotros tres os lo dais en dosis tan altas
que es increíble de ver. Pero no se detiene ahí. Les has enseñado a Brice y a
Caleb cómo seguir adelante, cómo ser fuertes, cómo amar y cómo seguir
luchando y esperando.
—¿Esperando? —dijo, ahogándose en la emoción que brotaba en su interior.
—Sí —dijo Justine asintiendo con la cabeza—. Puedes pensar que te estás
ahogando en el pasado, pero puedo ver la esperanza en tus ojos. Está en tus
palabras, en tus acciones y en la forma en que sonríes. Tus hermanos también lo
ven. Cuando tomas todo eso y lo comparas con un suceso en concreto, ¿no
supera lo malo?
—No solía pensar así. Solía creer que no había nada en esta vida que pudiera
compensar lo malo.
Justine inclinó su cabeza hacia un lado, su larga trenza cayendo sobre su
hombro. —¿Ves? Había esperanza en esas palabras. ¿Las has escuchado?
—Sí —confesó Abby.
—La vida os dio a ti y a tus hermanos un golpe horrible al principio. Habría
devastado a la mayoría de la gente, pero vosotros tres sois fuertes. De lo
contrario –podría añadir ahora mismo– no estaríais aquí juntos.

172
Abby tuvo que admitir que Justine tenía razón. Pero todavía había
preocupaciones persistentes. Se humedeció los labios. —Mis dos
hermanos tienen miedo al abandono. Me preocupa que el problema los afecte
para siempre.
—Cariño, ojalá pudiera decirte que nadie dejará a ninguno de vosotros nunca
más, pero no puedo. Sería una mentira. La muerte nos llevará a todos, tarde o
temprano. A veces hay que confiar en el corazón y rezar por lo mejor. ¿Cómo
conocerás el amor si no lo intentas? ¿Habrá dolor en el corazón? Sí. Pero
también habrá un amor tan brillante y pleno que te completará. Eso es lo que
debes decirles a tus hermanos —Justine hizo una pausa—. Y a ti misma.
Abby miró el cojín. —¿Y si no puedo? ¿Y si no puedo confiar en mi corazón?
—Entonces te perderás la vida. Parte de la vida es sentir las heridas y las
alegrías y todos los espacios intermedios. Vivir una vida plena no se trata de
mantenerse a salvo y escondido para que nada ni nadie pueda hacerte daño.
Terminarás sola y desolada. La vida consiste en ponerte ahí fuera para ver lo
que viene. Puede que te derriben, pero luego levantas el culo de nuevo y alzas
la barbilla, esperando lo que venga después.
Abby soltó un aliento tembloroso mientras levantaba la mirada hacia Justine.
—Eres una mujer increíble. Tu familia tiene suerte de tenerte.
—Por supuesto que sí, cariño. Y les digo eso cada vez que puedo —dijo
Justine con una sonrisa y un guiño.
—Gracias por la charla.
—Espero que sigas mi consejo.
Abby quería hacerlo. —Lo haré lo mejor que pueda.
—Bueno, eso es mejor que decirme que no puedes —Justine se rió y metió
una pierna debajo de ella—. Así que, dime. ¿Cuándo vas a dejar de trabajar
para Gloria y empezar aquí? Oh, sí, no te sorprendas. Clayton nos dijo que te
ofreció el trabajo.
Abby sacudió la cabeza con asombro. Si había una mujer que podía hacer
maravillas para ayudarla, era Justine.

Algunas cosas nunca cambiarían. Y Clayton estaba de acuerdo con eso. Se


miró en el espejo del barracón y extendió la pintura negra sobre su cara.

173
Había una sensación ominosa en la noche que se avecinaba. El
crepúsculo se asentó sobre la tierra con nubes pesadas en el horizonte y
el sonido de un trueno lejano. Los caballos estaban inquietos, pisoteando fuerte
en sus casillas del establo, mientras que otros en el pasto miraban fijamente
hacia la distancia.
Clayton guardó la pintura y se puso el gorro negro en la cabeza para cubrirse
el pelo. Con su camisa y pantalones negros sería casi imposible verlo en la
oscuridad. Deslizó una pistola en la funda de su cadera y metió el cuchillo en su
bota. Luego miró el visor que le ayudaría a ver a través de la distancia.
—Deberías llevar el rifle que va con eso —dijo Shane desde atrás.
Clayton lo miró en el espejo y se dio vuelta para enfrentarlo. —Voy solo.
—¿Porque soy demasiado viejo para seguir el ritmo?
—Porque puedo entrar y salir sin que ninguno de ellos sepa que estuve allí.
Shane se apoyó en la puerta mientras resoplaba. —Te están esperando.
—Esperan que entre con las autoridades.
—No —Shane sacudió la barbilla hacia él—. Están esperando esto. Saben que
eres un SEAL, aunque dudo que sepan todo lo que puedes hacer.
Clayton se encogió de hombros. —Ni tú tampoco.
—Sí. Mierda, no tengo ni idea de todo lo que puedes hacer. Lo que intento
decir es que te están buscando.
—Puedo prometerte, Shane, que nunca me verán venir.
—No sabes cuántos hay.
Clayton agarró la mira que había sacado de un rifle y la puso en el bolsillo
del muslo. —Por lo que estaré explorando el área. Y te necesito aquí —dijo
antes de que Shane pudiera dar otro argumento—. Ya hemos hablado de esto.
El sistema de seguridad aún no está en línea. Necesito que alguien vigile a mis
padres, a Abby y a los chicos.
—Conoces a los hombres y lo haré. Todos los demás están en su lugar. No
me gusta que entres solo.
Clayton normalmente tenía a su equipo con él, pero no le preocupaba estar
solo. No contra Ronnie y los hombres que había contratado.
—Ben y Justine no pueden perder otro hijo —dijo Shane—. Y Abby no puede
perderte a ti.
—No lo harán. No voy a ir allí buscando lastimar a nadie —Incluso si eso es
lo que quería hacer—. Voy a encontrar nuestro ganado. Y luego llamaré a
Danny.

174
Shane se puso el stetson en la cabeza y asintió. —Es un buen plan.
—Todavía estoy concienciando a Abby de que sea mía —dijo Clayton
mientras caminaba hacia Shane y le ponía brevemente una mano en el
hombro—. No voy a hacer nada para poner eso en peligro.
El gerente del rancho sonrió mientras se alejaba de la puerta. —Lo tienes mal,
¿eh?
—Síp. Creo que sí.
La sonrisa se desvaneció. —Ten cuidado, Clayton.
Este asintió con la cabeza y caminó en la oscuridad, corriendo hacia el
noroeste.
Iban a ser varios kilómetros de correr por las tierras de su propia familia y a
través de la propiedad de otros antes de que llegara a la de Ronnie, pero esto
era sólo un paseo por el parque comparado con algunas de sus misiones
anteriores.
No obstante, esta golpeaba demasiado cerca de casa.

175
Capítulo 28

Le era fácil ser uno con la noche. Estaba tan profundamente arraigado en él,
que Clayton podría hacerlo dormido y todo. Aunque habían pasado meses
desde que había corrido tal distancia, sólo le fatigó un poco. Pero aún así le
irritaba. Se había vuelto blando desde que dejó su equipo, y eso era evidente
ahora. Si todavía estuviera en condiciones de luchar, no estaría a punto de
perder el resuello.
Clayton se detuvo, apoyándose en un árbol lo suficiente para inspeccionar el
área a su alrededor y asegurarse de que nadie estaba cerca. Entonces corrió
cruzando a campo abierto los pastizales frente a él.
Había dejado las tierras de los East tres kilómetros atrás, y eso significaba
que tenía que ser más cauteloso. Los pastizales que tenía delante eran
propiedad de alguien que no conocía, y si bien hubiera preferido rodearlos, el
tiempo era esencial.
Los truenos de antes se acercaban, haciéndose más frecuentes.
Permaneciendo agazapado para pasar desapercibido Clayton se dirigió a la
cerca y hábilmente saltó sobre ella. Luego corrió para cubrirse una vez más.
Le llevó el doble de tiempo llegar a las tierras de Baxter que cruzar la suya
propia. Al menos, mientras estaba en su propiedad, había sido capaz de salir
corriendo sin preocuparse de ser visto. Cuando finalmente llegó a la frontera de
las tierras de Ronnie, Clayton se tiró sobre su estómago junto a unos arbustos.
Sacó el visor y lo usó para ver mejor la casa.
Anotó los mejores lugares para que alguien lo emboscara y se aseguró de que
no hubiera nadie. Poco a poco avanzó alrededor de la casa, tomando nota de las
dos furgonetas y las luces encendidas dentro de la residencia. Finalmente, se
acercó a la casa y revisó el interior. Vio a un hombre en el sofá, una botella vacía
de tequila sostenida flojamente en su mano, con bolsas de guisantes congelados
en su brazo y su costado.
Ese tenía que ser el gilipollas al que Caleb había golpeado con el bate. El
adolescente no pensó que hubiera hecho mucho daño, pero obviamente, lo
había hecho. Aunque Clayton no podía ver por todas las ventanas de la casa,
parecía que el hombre desmayado en el sofá era el único que estaba dentro.

176
Clayton miró hacia la parte trasera de la propiedad donde estaba el
establo cuando empezó a llover. Los demás estaban ahí fuera.
Probablemente con su ganado. Se mantuvo agachado y se dirigió a los establos.
No había caballos en la caballeriza. Se fijó que había tres yeguas en una pradera
colindante.
Cuando descubrió que Ronnie se había llevado su ganado, Clayton había
sacado el registro catastral con su ordenador para estudiar los terrenos. El
rancho 4B tenía poco menos de 486 hectáreas. Era diminuto comparado con el
Rancho East, pero había mucha tierra alrededor de la de Ronnie que podía ser
comprada para que el 4B pudiera crecer.
A medida que transcurrían los minutos, Clayton se abrió paso entre los
pastizales, agradecido por la cobertura de la noche y las nubes que mantenían la
luna oculta.
La lluvia caía con más fuerza. Y aunque el mal tiempo lo escondía, también le
hacía más difícil el ver.
Con la tormenta y el lejano destello de los relámpagos, el ganado estaría al
límite.
Pero la búsqueda en el rancho 4B fue un fracaso. No había nada allí, aparte
de un pequeño rebaño de 40 vacas que no eran suyas.
Pero, ¿dónde estaban el resto de los hombres? ¿Y dónde estaba su ganado?
Pensó en el mapa topográfico que había visto de las tierras que rodeaban el
4B. Había cien acres en venta hacia el oeste que habían permanecido
desocupados desde que fueron embargados hacía algún tiempo.
Clayton dio la vuelta y se dirigió en esa dirección. Se desplazó con rapidez
sobre el terreno, forzándose duramente. Esta noche era sólo un reconocimiento,
pero tenía que encontrar las vacas perdidas. Cuando finalmente saltó la barrera
que separaba las tierras del 4B de la propiedad embargada, Clayton se agachó
junto a la valla y miró a su alrededor.
Sus sentidos le dijeron que alguien estaba cerca. Escudriñó el área a través de
la lluvia. Y aunque sus ojos no vieron nada, confiaba en su instinto. Le había
salvado muchas veces. Sacó el visor otra vez y miró a través de él. Fue entonces
cuando vio un codo que sobresalía de detrás de un árbol.
Clayton se echó al suelo y se arrastró al estilo militar. Sólo había recorrido
unos 9 metros cuando oyó la primera serie de maldiciones. Se detuvo,
escuchando. Un momento después, lo oyó de nuevo. Miró a su derecha y luego
se movió en esa dirección. Después de unos minutos, encontró al hombre
apoyado en un árbol, acurrucado dentro de un impermeable mientras sostenía
un rifle. Su continuo refunfuñar, a la vez que miraba a lo lejos a través del

177
terreno baldío mientras trataba de mantenerse caliente y seco, confirmó
lo que Clayton había sospechado.
Con la atención del tipo más centrada en la lluvia y el frio, y el hecho de que
estaba de guardia a la intemperie, fue fácil para Clayton rodearlo sin que el
hombre se diera cuenta. Una vez pasado el guardia, se aplastó contra un árbol y
volvió a explorar el área. El estruendo de la lluvia era fuerte. Casi ahogaría
cualquier cosa.
Mientras que algunos podrían pensar que la lluvia impediría a otros buscar,
ese no era el caso de Clayton. Estaba acostumbrado a ir en misiones con todo
tipo de climas. Sin embargo, sus objetivos no eran SEAL. Eran ciudadanos
comunes que sabían de ganadería y caza. Eran del tipo que pensaban que el
clima lo mantendría en casa. Lo que significaba que no se preocuparían
demasiado por buscarlo, ya que su atención se centraría en el ganado exaltado
por los relámpagos y los truenos.
Aún así, Clayton se mantuvo a cubierto mientras se dirigía en la dirección
que el guardia había estado mirando. Unos cuatrocientos metros más allá,
escuchó los mugidos. Soltó un aliento que formó una nube ante él. Se acercó
sigilosamente hasta que llegó al pasto donde estaba su ganado. Tan pronto
como vio la marca E, la furia que había mantenido a raya le invadió.
Le sería muy fácil encontrar a los hombres que custodiaban el rebaño e
inutilizarlos para poder recuperar su ganado. Pero eso significaría trasladar la
manada a kilómetros por unas tierras que no eran suyas. Tendría que volver
con refuerzos ahora que sabía dónde estaba el ganado.
Justo cuando se estaba alejando, algo por el rabillo del ojo le llamó la
atención. Miró, encontrándose a Brice.
El adolescente estaba boca abajo, con un rifle apuntando a algo. Clayton
cambió de posición y vio al hombre a caballo. Su sombrero cowboy estaba bien
calado, haciendo sombra a su cara mientras que el cuello de su impermeable
estaba levantado.
Observó cuando Brice lo avistó por la mira del cañón. Clayton no podía dejar
que el chico matara a nadie. Empezó a arrastrarse hacia él cuando un rayo
crepitó en el cielo, iluminándolo todo como si fuera la luz del día, un segundo
antes de que se produjera un fuerte estruendo.
El ganado, ya asustado, comenzó a moverse buscando una vía de escape. Y
eso fue justo en la dirección de Brice. No había manera de que Clayton pudiera
llegar a él a tiempo. Gritó su nombre, pero la lluvia y los truenos ahogaron su
voz.

178
Clayton vio al adolescente salirse del camino antes de que la manada
se dirigiera hacia él. En el segundo siguiente, Clayton se había subido a
un árbol para mantenerse alejado.
El hombre que cuidaba del ganado se inclinó sobre su caballo mientras corría
para adelantarse a la manada y detenerla antes de que eso se convirtiera en una
estampida. Clayton observó al hombre durante mucho tiempo y notó que
calmaba lenta y constantemente a la manada.
Para cuando lo tuvo hecho, Clayton ya no vio a Brice. Echó un vistazo al
hombre para asegurarse de que su atención seguía estando en el ganado antes
de ir tras Brice.
Pero no había ninguna señal del muchacho.
Finalmente, comenzó a regresar al rancho, esperando que Brice también se
dirigiera hacía allí.

Tal y como Abby había predicho, fue incapaz de dormir. Se paseó por su
habitación antes de ir finalmente a la de Clayton. Excepto que él no estaba allí.
Y eso la hizo caer en una espiral de preocupación.
Bajó las escaleras, esperando que estuviera en los establos. Con las luces
apagadas, se sentó en la sala y miró hacia los corrales y los pastos durante
horas, pero no había ninguna señal de Clayton.
Fue una hora antes del amanecer cuando lo vio caminando hacia la puerta
trasera. Se detuvo en el porche y comenzó a quitarse la ropa empapada. Ella
pegó un brinco y corrió al baño de abajo a por una toalla.
Se reunieron en la puerta cuando él entró, en pelotas. Sus miradas se
encontraron. Vio los restos de pintura negra en su cara y le extendió la toalla. Él
se secó y se frotó la pintura de la cara, luego se envolvió la toalla alrededor de
su cintura y le extendió la mano. Sin decir nada, subieron las escaleras hasta su
habitación.
Había tanto que quería preguntarle, pero él dejó caer la toalla, levantó las
mantas y esperó a que ella se subiera a la cama antes de seguirla. Mientras la
empujaba contra él, sintió su piel fría.
Él miró fijamente al techo, aparentemente contento con sólo sostenerla,
aunque tuvo cuidado de no tocar su brazo herido. Después de varios minutos,

179
encontró que sus ojos se cerraban. Debió quedarse dormida, porque
cuando abrió los ojos, la habitación estaba más iluminada.
—Duerme —murmuró y le besó la frente.
Estaba caliente al tacto ahora. Sólido y reconfortante, comenzó a dormirse
cuando recordó cómo se lo había encontrado. —¿Qué ha pasado?
—Encontré la manada.
Dejó que su mente analizara lo que él había hecho. —¿Ronald Baxter?
—Sip. No hice nada. Sólo quería localizarlos.
—¿Y?
Clayton soltó un resoplido. —Lo conozco, aunque no lo he visto desde que
me gradué. ¿Cuál es su reputación?
—No he escuchado a nadie hablar de él en años —dijo. —Por otra parte, no
ando con los que me gradué. No es que estuviera entre la gente popular de
todos modos. Además, él estaba en el último curso cuando yo estaba en
segundo.
Mientras Clayton jugaba con su pelo, asentía con la cabeza. —Necesito saber
más sobre Ronnie.
—¿Por qué? ¿Por qué no vas a buscar tu ganado ahora que sabes quién lo
tiene?
—No están en sus tierras.
—Oh —Abby frunció el ceño; seguía sin comprenderlo—. ¿Pero sabes que
Ronald se los llevó?
Clayton puso su otra mano bajo su cabeza. —Lo sospecho. No le he visto.
Será difícil de probar que es él, a menos que la manada esté en sus tierras, o él
esté con ella.
—También está Brice.
—Sip —murmuró.
Abby frunció el ceño mientras movía la cabeza para mirarlo. —¿Hay algo
que no me estás diciendo?
—Todavía estoy evaluando las cosas.
—Lo que significa que hay algo que no me estás diciendo.
Achicó los ojos, entrecerrándolos. —No quiero preocuparte.
—Bueno, demasiado tarde. Ahora mismo ya estoy ahí. Y si no me dices que
pasa, mi mente dará vueltas a todo tipo de escenarios. Y créeme cuando te digo
que será peor para todos. Te molestaré, iré a Brice, yo...

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—Lo entiendo —dijo Clayton con una risita; y le besó la frente
mientras su sonrisa se desvanecía—. Sabes que ayer hablé con tus dos
hermanos.
Abby asintió con la cabeza, con el estómago hecho un nudo. Su preocupación
por sus hermanos se mezcló con su propio miedo… y la tenía tan al límite que
no podía desconectar su mente y dejar de imaginar todas las cosas que podrían
haber pasado.
—Caleb desearía haber podido hacer más. Está molesto porque no evitó que
te hicieran daño.
Abby sacudió la cabeza con incredulidad. —Es por Caleb que la bala no hizo
más daño.
—Le he dicho eso. Está hablando de todo un poco y está dispuesto a
escuchar. Le llevará algún tiempo, pero estará bien.
—¿Y Brice?
Los labios de Clayton se tensaron por un momento. —No quiso hablar
conmigo. Se encerró en sí mismo. Tal como sospechaba, está intentando
solventar ciertos aspectos para encontrar un resultado en el que él gane.
—¡¿Y?! —lo presionó.
—Pues que quiere arreglar las cosas por su cuenta.
Frunció el ceño confundida. —¿Cómo sabes eso si no habló contigo?
—Pues porque lo he visto esta noche con un arma apuntando a uno de los
hombres que cuidan la manada.

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Capítulo 29

Sólo se necesitaban unas pocas palabras para poner su mundo al revés. Abby
lo sabía por experiencia y, aún así, las palabras de Clayton la hicieron caer en
una vorágine descendente.
—No hizo nada —añadió Clayton rápidamente.
Abby se echó de espaldas e intentó controlar su respiración. —Iba a disparar
a alguien.
—No sé qué pasaba por la cabeza de Brice —dijo Clayton mientras se erguía
apoyándose en un codo para mirarla—. Te he dicho lo que vi.
Ella volvió su mirada hacia él. —Ni siquiera sabía que tuviera idea de cómo
manejar un arma.
—No vayas por ese camino. Concéntrate en el hecho de que no disparó.
Puedes hablar con él más tarde sobre eso.
—¿Dónde está? —preguntó, sentándose de golpe.
—De vuelta en el barracón.
—¡Oh, Dios mío! —dijo y se desplazó hacia el otro lado de la cama donde
consiguió levantarse, conteniendo una mueca de dolor cuando accidentalmente
usó su brazo herido. Caminó hacia la bolsa con ropa que sus hermanos le
habían preparado. —Necesito ir a verlo.
—Abby —dijo Clayton, de repente a su lado.
Dio un respingo sorprendida. —¿Cómo diablos te mueves tan rápido?
Un lado de sus labios se levantó con una sonrisa. —Hábito —Escucha, por
favor, cálmate.
—No puedo calmarme. Esta gente irrumpió en mi casa, disparó a mis
hermanos y luego me disparó a mí. ¡Y ahora me dices que Brice estaba allí con
un arma!
Clayton intentó agarrarla de los hombros y luego dejó caer sus manos. —Lo
busqué antes de regresar anoche. No hizo nada. Ahora está de vuelta.
Abby levantó la mirada al techo, rezando por paciencia. —Una vez que Brice
se propone algo, continuará, pase lo que pase, hasta que lo logre.

182
—Eso es diferente a quitarle la vida a otra persona —argumentó.
—A menos que esas personas hayan atacado a su familia.
Clayton frunció en el ceño. —¡Joder! —murmuró entre dientes antes de dar la
vuelta sobre sus talones—. Quédate aquí. Voy a hablar con él.
—Yo voy.
Sólo había dado un par de pasos cuando él se dio la vuelta. —Abby, ¿crees
que te hablará de ello?
—No —respondió. A su hermano le gustaba guardarse los sentimientos bien
adentro.
—¿Y si ha vuelto a irse? —preguntó Clayton.
Abby asintió con la cabeza en señal de comprensión. —Te irás a buscarlo y
yo no podré seguirte el ritmo.
—Exacto.
—Pero de cualquier manera tengo que saberlo —insistió.
Clayton dudó, un músculo en su mandíbula se movió en un tic. —¿Puedes
vestirte en cinco minutos?
—Dame dos.
Asintió con la cabeza y se fue.
Abby se apresuró a vestirse, se deshizo de su camisón y encontró un par de
jeans. Se mordió el labio cuando su brazo comenzó a latir, pero no tuvo más
remedio que usarlo porque no se podían subir un par de jeans con una sola
mano.
Eligió una sudadera de gran tamaño que era lo más fácil de ponerse, pero la
dejó cubierta de sudor y temblando de la agonía. Entonces se decidió por los
calcetines mientras metía los pies en sus botas Ugg grises ligeramente usadas
que había conseguido en Goodwill –la tienda de segunda mano.
Cuando llegó a la puerta, Clayton salía de su habitación completamente
vestido. La miró y sus labios se tensaron. —Te has hecho daño.
—Sobreviviré.
Caminaron uno al lado del lado por las escaleras hasta la puerta trasera.
Clayton se detuvo y la ayudó a ponerse el impermeable de su madre antes de
ponerse el abrigo y el sombrero. Cuando salieron de la casa, Abby se levantó la
capucha de la chaqueta en un esfuerzo por guarecerse de la lluvia.
No era el aguacero lo que no le gustaba. Eran el frío y la lluvia. Las
temperaturas habían caído en picado durante la noche, dejándola helada hasta

183
los huesos. Rechinó los dientes y prácticamente tuvo que correr para
seguir los largos pasos de Clayton.
La dirigió al Buggy. Se subió en el lado del pasajero y cerró la puerta,
agradeciendo el estar resguardada de la lluvia. Él arrancó el motor y apuntó el
vehículo hacia el barracón mientras ella se sostenía el brazo, tratando de que el
dolor disminuyera.
Cuando se detuvieron al lado del edificio, Clayton apagó el motor y giró la
cabeza hacia ella. —Quédate aquí. Voy a ver si está ahí dentro.
Clayton aún no había abierto la puerta cuando una figura salió de detrás del
barracón. Cuando Abby vio que era Brice, mojado y con un rifle colgado al
hombro, empezó a salir del SxS. Pero la mano de Clayton puesta en su pierna la
detuvo.
—Déjame a mí —le susurró.
Por alguna razón permaneció donde estaba, deseando haber hecho que sus
hermanos se quedaran en la casa principal anoche. Pero antes de la cena, Caleb
le había preguntado si él y Brice podían dormir en el barracón. Y ella no había
tenido corazón para negárselo.
Su mirada se movió de Brice a Clayton y de vuelta a Brice cuando su
hermano pasó andando junto al UTV antes de subirse a la caja de carga trasera.
Clayton se subió al vehículo y arrancó el motor.
Mientras se alejaban, le dijo: —No quiere hablarme. Pero lo convencí de
volver a la casa con nosotros.
Abby se desplomó en el asiento. Pero tan pronto como su mente comprendió
que su hermano estaba bien, supo que tenía que pensar en algo que decirle. El
problema era que no sabía cómo manejar la situación o incluso qué decirle a
Brice.
De vuelta a la casa, entraron los tres. Clayton acompañó a Brice arriba para
una ducha caliente y una muda de ropa.
Necesitando algo que hacer, Abby fue a la cocina, pero apenas podía mover
el brazo.
Mientras estaba allí con las lágrimas nublando su visión, preguntándose qué
hacer, un brazo relajante la rodeó. Justine la acercó y la sostuvo.
—Todo irá bien. ¿Por qué no te sientas mientras preparo el desayuno? Dios
mío, Abby, estás temblando. Siéntate, siéntate —ordenó mientras se quitaba el
impermeable—. Voy a buscarte una manta y a preparar un café.
Abby se sentó aturdida en la barra mientras Justine la cubría con una gruesa
manta. En cuestión de minutos, una taza de café con vapor saliendo del líquido
fue colocada frente a ella. Envolvió sus manos alrededor de la taza, dejando que

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el calor se filtrara a través de sus palmas. Y se quedó mirando fijamente
el mostrador de cuarzo mientras Justine se movía por la cocina.
Cada sorbo de café contribuía a calentarla. Y, por fin, Clayton regresó. Le
echó un vistazo y fue a por el frasco de analgésicos. Ella meneó la cabeza
cuando él lo levantó. Las píldoras le enturbiaban la mente y la hacían dormir. Y
ahora mismo, necesitaba pensar. Más tarde, ya se tomaría una.
Clayton soltó un resoplido, pero cedió. Regresó, sosteniendo una taza de café
para sí mismo. —El arma no ha sido disparada.
—Algo es algo —murmuró.
Justine batía la masa para panqueques, sosteniendo el cuenco contra ella. —
Clayton me ha dicho lo que pasó. No apruebo lo que Brice casi ha hecho, pero
tú eres su mundo, Abby. Se sintió indefenso cuando te dispararon.
—Y tiene miedo de contarme algo en caso de que Ronnie y sus hombres
lleguen a ti antes de que yo llegue a ellos —dijo Clayton.
Justine lanzó una sonrisa triste. —Así que trató de tomar el asunto en sus
propias manos.
—No sé qué decirle —admitió Abby.
Clayton puso su mano sobre la de ella. —Sólo has de estar ahí para él.
Escucharle si quiere hablar….
—Y no le empujes si no lo hace —añadió Justine.
Madre e hijo compartieron una mirada que hablaba mucho del pasado. Si
ellos podían superar la muerte de Landon, entonces Abby se aseguraría de que
ella, Brice y Caleb superaran esto.
Pasaron otros quince minutos antes de que Ben entrara en la cocina junto a
Brice. Los mechones castaño oscuro de su hermano aún estaban húmedos, pero
ya no temblaba. La ropa demasiado grande que llevaba era probablemente de
Clayton.
Abby se volvió hacia Brice y abrió sus brazos. Él se precipitó hacia ella,
abrazándola con fuerza. Ni siquiera le importó que le hiciera daño en el brazo.
—Casi hice algo estúpido —dijo.
La última vez que Brice lloró fue cuando su madre se fue, pero esta era la
segunda vez en dos días que escuchaba las lágrimas en su voz. —Pero no lo
hiciste. Y eso es todo lo que importa.
Se echó para atrás con un resoplido. —¡Mierda, Abby! Tu hombro. Lo olvidé.
—No he notado nada —mintió.

185
Le dirigió una mirada que decía a las claras que no la creía. —Estoy
listo para contároslo todo.
—Primero, comeremos —dijo Justine, y le hizo un gesto a Brice para que
fuera a buscar los platos.
Clayton se inclinó y dijo: —Mamá siempre piensa que las cosas se manejan
mejor con el estómago lleno.
—No te interpongas entre mi esposa y la comida —dijo Ben con las cejas
levantadas—. No creo que quieras ver lo que pasa.
Para su sorpresa, Abby se encontró sonriendo. Se deslizó del taburete y llevó
su café al comedor. Clayton le ofreció su silla antes de sentarse frente a ella.
Brice se quedó en silencio mientras colocaba los platos y cubiertos al tiempo
que Justine ponía la pila de panqueques y el sirope en el medio de la mesa. Tras
la bendición, se pasaron la comida unos a otros.
Una vez que todo el mundo hubo dado algunos mordiscos, Ben miró a Brice,
—Puedes empezar tu historia cuando estés listo, hijo.
Brice dejó el tenedor y se tragó el mordisco que tenía en su boca. Luego giró
la cabeza hacia Abby, sus ojos azul pálido se encontraron con los de ella. —Lo
siento. Todo esto es por mi estúpido error.
—Admitiste lo que pasó —dijo con una sonrisa—. Eso me enorgullece.
Miró hacia otro lado. —Conocí a Ronnie en la tienda de alimentación un día,
después de la escuela, cuando estaba tratando de encontrar un trabajo. Me
contrató para ayudar a limpiar el lugar que acababa de comprar. La paga no era
mucha, pero era algo.
—No tenía ni idea de que tuvieras un trabajo. Pensaba que te quedabas
después de la escuela para el entrenamiento de baloncesto.
Brice sacudió la cabeza, con los hombros caídos. —Me echaron del equipo
por mi actitud y mis bajas calificaciones. Iba a esperar hasta Navidad para
contarte eso y lo del trabajo cuando te sorprendiera con el dinero.
Abby dejó su tenedor, era incapaz de comer. —No me importa el baloncesto
o por qué no estás en el equipo. Lo único que quiero es honestidad entre
nosotros.
—Lo sé. Odié mentirte —dijo en voz baja. Brice entonces soltó un suspiro—.
Al principio, pensé que el trabajo con Ronnie había sido un golpe de suerte. No
tardé mucho en darme cuenta de que había oído hablar de la gente con la que
solía andar y de mis roces con la policía.
—Así que fue a buscarte —dijo Ben.

186
Brice asintió lentamente antes de encontrarse con la mirada de Abby.
—Ronnie vino a mí con un plan. Dijo que si me unía a ellos, me daría
cinco mil dólares. Todo lo que tenía que hacer era ayudarles a robar ganado.
Cuando le pregunté si eso lastimaría a quienquiera que robáramos, me dijo que
los ranchos tienen un seguro para esas cosas.
El rostro de su hermano se descompuso mientras luchaba por sacar las
siguientes palabras. —Sé que siempre me has dicho que el camino fácil de las
cosas rara vez es el camino correcto, pero estaba cansado de verte luchar para
pagar las cuentas y comprarnos comida. Trabajabas hasta la muerte y yo quería
darnos a todos un colchón en el banco para que nos pusiéramos al día con las
facturas atrasadas. Y realmente quería ir al supermercado y comprar lo que
quisiéramos.
Abby ni siquiera intentó detener las lágrimas. Se llevó la mano a la cara. —Tu
corazón tenía buenas intenciones. No puedo culparte por eso.
—No —Brice mordió el anzuelo—. Pero tomé otra decisión estúpida.
Clayton sacudió la cabeza. —Alguien se aprovechó de ti, Brice. Eso es
completamente diferente.
Su hermano tragó el nudo de su garganta y se frotó las mejillas que estaban
mojadas con sus lágrimas. —Ronnie me dijo que si decía algo a alguien,
matarían a Caleb y luego irían a por Abby. No podía arriesgarme a que algo le
pasara a mi familia. Entonces vinieron y yo no había dicho una palabra a nadie.
—Eso fue culpa mía —dijo Abby—. Encontré algo en el trabajo y até cabos.
Yo soy quien le dio la dirección de Ronnie a Clayton.
—Y anoche encontré el ganado. Fue cuando te vi —dijo Clayton.
Brice miró de uno a otro, con la determinación formarse en sus ojos. —¿Así
que ahora podemos acabar con ellos?
—Síp. ¿Quieres ayudar? —le preguntó Abby.
Su hermano se sentó más derecho. —Por favor.

187
Capítulo 30

La necesidad de acción para recuperar lo que les habían robado y enmendar


lo que se había roto ardió a través de Clayton. Por primera vez, su misión era en
beneficio de sí mismo y de su familia.
Mientras servía en el ejército, había participado en cientos de operaciones
que protegían a su país –y por lo tanto, a su familia. Pero esto era diferente. Este
servicio no era para nadie más que para aquellos que le importaban.
La música navideña sonaba y las luces en el árbol de Navidad y de las
guirnaldas estaban encendidas como si su madre quisiera recordarle que había
algo más que cazar a un ladrón. Clayton se paró en la puerta y observó a Abby
con Brice y Caleb mientras se sentaban ante el árbol de Navidad gigante en la
sala de estar. Durante la última semana, se habían puesto más regalos bajo el
árbol. Clayton sabía que su madre había comprado cosas para los Harper y lo
aprobó de todo corazón.
Desde que Brice transmitió su historia, el adolescente parecía como si se
hubiera quitado de sus hombros el peso del mundo. Ahora se reía y sonreía con
facilidad.
Cuando Clayton pensaba en lo cerca que había estado de perder a Abby, su
estómago se revolvía con saña. Supo nada más conocerla que era diferente a
cualquier otra persona. Y cuanto más la conocía, más le gustaba lo que veía.
No le había llevado mucho tiempo enamorarse de ella y caer rendido a sus
pies. Quería que ella supiera que sus sentimientos crecían rápido y
profundamente, porque no quería que pensara que era sólo un capricho
pasajero. No cuando ella significaba mucho más.
Veía un futuro con Abby. Y eso era especial dado que no había visto su
futuro en años. Con ella, sentía que finalmente había encontrado la otra mitad
de su alma.
Sin lugar a dudas sabía que amaba a Abby. Lo sospechó antes del tiroteo,
pero después de descubrir que estaba herida, supo que no podría vivir sin ella.
Faltaba poco más de una semana para la Navidad. Las vacaciones nunca
habían significado tanto para él, pero eso fue antes de Abby. Ahora, no podía

188
esperar a pasarlas con ella. Quería despertarse esa mañana y bajar con
ella a ver a Caleb y Brice abrir sus regalos.
Quería verla abrir sus propios regalos.
—¿Cuándo se lo vas a decir? —preguntó su padre mientras se acercaba a su
lado.
Clayton lo miró con el ceño fruncido.
Su padre sonrió. —Es obvio que estás enamorado de ella, hijo. Deberías
decírselo.
—¿Y si no siente lo mismo? —Eso había estado pesando en su mente desde
que ella se cerró cuando intentó contarle sus sentimientos después de haber
hecho el amor por primera vez.
—¿Cómo vas a saberlo si no le das la oportunidad de responder?
El timbre sonó, interrumpiendo su conversación. Clayton se encontró con la
mirada de Abby antes de abrirle la puerta a Danny y a otros dos ayudantes del
sheriff. Cuando Clayton se hizo a un lado para dejarlos entrar, Brice estaba a su
lado. El adolescente se puso de pie con la barbilla levantada y la resolución en
sus ojos azules.
—Me alegro de que por fin hayas entrado en razón —le dijo Danny a Brice
mientras él y los demás entraban.
Clayton cerró la puerta y se dirigía a la oficina cuando vio a Abby de pie en
el vestíbulo con Caleb. Caminó hacia ella y la empujó contra él para darle un
largo y lento beso. El deseo calentó su sangre, haciéndole anhelar llevarla arriba
a su cama y hacer el amor con ella todo el día.
Se apartó y le sonrió antes de ir a la oficina de su padre para empezar a
planear cómo acabar con Ronnie Baxter. Clayton cerró las puertas de la oficina
detrás de él y se encontró a los tres ayudantes, su padre, Brice y Shane
mirándolo. Sólo habían pasado dos horas desde que Brice les había contado su
historia, pero en ese tiempo, Clayton ya había hecho la mayor parte del trabajo.
—Deberíamos tener más hombres —dijo Danny mientras cruzaba los brazos
sobre su pecho.
Ben asintió con la cabeza. —Los tendremos. Shane llevará a otros diez de
aquí.
—No estoy seguro de que eso sea suficiente —argumentó Danny.
Clayton caminó hasta el mapa del área que había colgado en la pared. —
Probablemente no lo será. Pero no estoy seguro de en quién podemos confiar. Y
no quiero que Baxter se entere antes de que lleguemos allí.

189
Los brazos de Danny cayeron a los costados. —¿Me estás diciendo
que crees que hay alguien trabajando con Baxter en el departamento de
policía?
—Shane hizo la llamada sobre el ganado robado, pero no vino nadie. Fue por
pura casualidad que estuvieras en esa carretera secundaria y vieras lo que
estaba pasando. No he investigado si Ronnie tiene a alguien del departamento
del sheriff en su bolsillo, pero ahora mismo, no quiero arriesgarme.
Un músculo hizo un tic en la mandíbula de Danny. —Lo pillo —Y antes de
que empieces, tengo buenas noticias. Nathan Gilroy ha sido atrapado en
Galveston, en un barco con destino a Cuba. Parece que tenía un pequeño
problema de juego y deudas que no podía pagar.
—¿Así que usó nuestro dinero para pagar las deudas? —preguntó Ben.
Danny sacudió la cabeza. —No, Nathan sólo quería largarse.
—¿Y el dinero? —preguntó Clayton.
El oficial sacudió la cabeza antes de quitarse el sombrero stetson. —Gastó
mucho, pero sospecho que cuando el FBI termine con él, habrá renunciado a las
cuentas bancarias que ha usado.
—Bien —dijo Ben mientras miraba a Clayton—. Uno de los problemas
prácticamente resuelto.
Clayton asintió con la cabeza y luego se centró en el mapa. Señaló la tierra de
Baxter y la parcela adyacente que estaban usando para mantener el ganado. —
Están ansiosos —dijo—. Están esperando algo, así que tenemos que entrar sin
ser detectados. Ya he buscado lugares donde probablemente pondrán guardias
—Rodeó las secciones con un marcador rojo mientras todos miraban el mapa—.
Hay un camino a dos lados de la propiedad de Baxter, lo que les facilita saber si
alguien viene.
Danny resopló. —Sip, porque la otra opción es caminar a través de
kilómetros de tierra para llegar a ella.
—Eso es lo que hice —dijo Clayton.
Brice añadió —Yo también.

Abby se paró en la ventana viendo por la parte trasera de la casa a los


caballos que estaban siendo ensillados mientras pensaba en el beso de Clayton.

190
Él nunca había mostrado esa clase de afecto delante de otros antes, y
menos con sus hermanos.
—Me gusta, ya sabes —dijo Caleb.
Miró por encima del hombro a su hermano menor y sonrió. —A mí también.
Caleb caminó a su lado. —No es el rancho o esta casa, aunque ambos son
increíbles. Sus padres son buenas personas. Pero en realidad, es la forma en que
Clayton te mira.
—¿Y cómo me mira? —preguntó, queriendo saber.
Necesitando saber.
Caleb sonrió, con sus ojos marrones arrugándose en las esquinas. —Como si
fueras un bufé y él quisiera zambullirse.
Abby no pudo evitar reírse de la analogía de su hermano. —¿Es así?
—Igual que tú lo miras a él como si fuera el oro al final del arco iris y
esperaras a que desapareciera.
—Porque me siento así —admitió.
Caleb chocó su hombro con el de ella. —No lo hagas, hermana. Clayton no es
del tipo que se va.
—No es tan simple. A veces, las cosas suceden y las personas se separan.
—¿Pero no preferirías ver a dónde te lleva esto que preguntártelo por
siempre?
Si Abby pensaba que las palabras de Justine eran sabias, entonces se quedó
pasmada ante la sabiduría de su hermano de catorce años.
—Sí.
—Entonces deja de contenerte. Te gusta. Puedo verlo. Ve a por ello, Abby.
Brice y yo siempre te cubriremos las espaldas, pase lo que pase.
Ella descansó su cabeza en su hombro. —Da un poco de miedo.
—Estoy seguro de ello, pero no puedes dejar que la vida siga pasando. Ya
has hecho bastante por nosotros.
—Nunca será suficiente.
Él la rodeó con un brazo. —Y por eso te queremos tanto.
—Serás un marido maravilloso para alguna muchacha. O para un chico. Ya
sabes. Si estás en ese tipo de cosas.
Caleb se rió suavemente. —Me gustan las chicas, hermana. Son las tetas. Me
encantan.

191
—Vale, vale —se apresuró a decir mientras arrugaba la nariz—. Lo
entiendo. No tienes que decir más. Y yo no necesito saber más.
—No me importa si alguna vez encuentro a alguien o no. Si lo hago, genial.
Si no lo hago, no es el fin del mundo. Basta con mirar a Shane.
Abby levantó la cabeza para mirar a Caleb. No había compartido la historia
de Shane con él, pero lo haría algún día. Shane había amado, y amado mucho,
Sin embargo, no tenía a su mujer con él. Abby rezó para que no le pasara lo
mismo a Caleb o a Brice.
Sonrió, preguntándose qué les depararía el futuro a sus hermanos. —De
todos modos, eres demasiado joven para pensar en el matrimonio. Tienes
mucho tiempo.
—Exacto —soltó Caleb con un guiño.
La conversación pasó a otras cosas, cosas seguras como la escuela y el
béisbol. Dos horas más tarde, cuando la lluvia no era más que una fina neblina,
los hombres salieron de la oficina. Abby se levantó del sofá y caminó hacia la
puerta trasera y a los caballos que esperaban. Ben se detuvo junto a Justine
mientras miraban a los demás. Brice se acercó a ella y Abby vio que el chico que
conocía se estaba alejando convirtiéndose en un hombre ante sus ojos.
Nunca había estado más orgullosa de él.
—Voy a hacer esto bien —le dijo Brice.
Ella tiró de él hacia adelante para besarle la mejilla. —Ten cuidado y vuelve a
casa con nosotros.
—Lo haré. Te quiero, Abby.
—Yo también te quiero —le respondió.
Caleb se fue con Brice. Cuando Abby miró más allá de Clayton, sus padres
habían desaparecido. Dejándolos solos.
—Lo mismo va para ti —le dijo a Clayton mientras cerraba la distancia entre
ellos—. Necesito que estés a salvo y vuelvas a casa.
Acarició tiernamente su cara antes de que sus labios estuvieran sobre los de
ella. No se podía negar la profundidad de la emoción que vertió en ese beso,
que le hizo enroscar los dedos de los pies y le debilitó las rodillas.
Olvidó el dolor de su herida mientras se aferraba a él con su brazo derecho.
La mano de Clayton le acarició la nuca mientras la otra se abría en su
espalda.
Abby soltó un gemido cuando terminó el beso. Entonces sus ojos verde–
pálido la miraron como si memorizara su cara.

192
—Siempre volveré a ti —dijo—. Siempre.
Ella se quedó tan sorprendida por sus palabras que no pudo formar una
respuesta. Entonces retrocedió un paso y dio media vuelta, saliendo de la casa
hacia los demás.
Su mirada estaba clavada en él mientras montaba el bayo castrado. Él, Brice,
Shane, uno de los agentes y diez peones del rancho salieron cabalgando. Y no se
le escapó el rifle atado a la silla de Clayton.
Caleb volvió a la casa, mirando con anhelo al grupo. —El Sr. Ben y yo
estaremos cuidando del rancho —declaró.
—¿Dónde están Danny y el otro agente? —le preguntó Abby.
—Van por una ruta diferente en sus coches.
Abby devolvió su mirada a Clayton. Y se lo quedó mirando, a él y a Brice
hasta que dejaron de ser visibles.
Todo debería ir bien.
Por otra parte, Clayton iba tras los hombres que le habían disparado.
—No te preocupes —dijo Caleb—. Clayton se encargará de todo.
¿Pero a qué costo? —Sip.
—Era un SEAL —declaró Caleb.
—Lo sé.
Él puso los ojos en blanco. —¡Un SEAL, Abby! ¡¿Sabes qué clase de mierda
pueden hacer?!
—Cuida tu lenguaje. Y, sí. Bueno, más o menos.
Sus ojos se abrieron como platos. —Son tipos duros. Como los verdaderos
matones. Ojalá pudiera verlo en acción.
—Yo no. Ya es bastante malo que Brice esté en el meollo del asunto.
Caleb miró por la ventana. —Clayton no dejará que le pase nada. Nos
prometió a Brice y a mí que siempre nos cuidaría.
—¿Cuándo dijo eso?
—Ayer después de que te trajo a casa desde el hospital. Le creo, Abby. Como
dije, no es de los que se van.
No, estaba empezando a pensar que Clayton era del tipo de los de “para
siempre”.

193
Capítulo 31

Todo tenía que ir de acuerdo al plan. Clayton sabía que, si algo salía mal,
Baxter podría salirse con la suya con el robo de ganado. Clayton quería
atraparlo en lugar de poner a Brice en la posición de tener que testificar –
aunque de todos modos probablemente se reduciría a tener la cooperación del
adolescente.
Los catorce alcanzaron el límite de la tierra de los East. Sin embargo, todavía
había kilómetros de propiedad que cubrir. Afortunadamente podrían hacerlo
sobre los caballos.
Gracias al oficial que iba con él –que estaba por si algún propietario se ponía
intratable– fueron capaces de devorar los kilómetros. Clayton los mantuvo
ocultos tanto como fue posible, pero a veces, no tenían esa opción.
Cuanto más se acercaba al rancho de Baxter, más centrado estaba. Siempre
había sido así durante una misión. Aunque los hombres que estaban con él no
eran SEALs, confiaba en que cada uno de ellos hiciera su parte.
La mayoría de los hombres del East Ranch estaban allí simplemente para
evitar que el ganado fuera ahuyentado por los hombres de Baxter, pero eso no
significaba que los hombres de East no intervinieran si era necesario.
—Danny y Pete están en posición —dijo Roger, el ayudante del sheriff con
ellos, mientras guardaba su teléfono móvil.
Clayton asintió. Su grupo estaba a pocos kilómetros de las tierras del 4B. Se
estaba impacientando. Estaba listo para este enfrentamiento con Ronnie. Lo
único que le preocupaba era si Baxter estaría allí.

—¡Qué coño, Gus!


Gus ignoró a Terry mientras miraba a Berny. —Deberías ir al médico.

194
—Estaré bien —dijo Berny, su piel de un verde enfermizo.
—Estás hecho una mierda. Borracho y con un brazo roto. Diablos, por lo que
sabemos, tus costillas también.
Berny sacudió su cabeza pelirroja. —Mis costillas sólo están magulladas. Ya
he tenido una costilla rota antes, así que conozco el dolor.
Gus luchó por mantener la calma. —Como quieras. La cuestión es que no me
serás de utilidad.
—Querrás decir para nosotros, ¿no? —dijo una voz profunda detrás de él.
Gus se giró para ver a Ronnie acercarse. Su viejo amigo llevaba su Stetson
negro favorito y la gran hebilla del cinturón que lo declaraba “Steer Wrestling
Champion”, campeón de derribo de novillos del año anterior.
—No pareces feliz de verme —dijo Ronnie.
El problema que Gus siempre había tenido era deducir cuando Ronnie estaba
bromeando. Y cuando no. Porque pensar que Ronnie estaba bromeando cuando
estaba realmente enojado acarreaba dolor para quien fuera tan estúpido.
—Sabes que lo estoy —respondió Gus de forma neutral, por si acaso.
Ronnie mostró una amplia sonrisa y lo golpeó en el brazo. —¡Sólo te estoy
vacilando! ¡Joder, Gus! Cualquiera pensaría que después de conocerme durante
más de veinte años, reconocerías la diferencia.
—Estoy al límite.
—Ya lo veo —Ronnie miró por encima del hombro a Terry y Berny—. ¿Por
qué no te ocupaste del lastre?
Gus no necesitaba preguntar a qué se refería Ronnie. Aunque Gus podría ser
muchas cosas, no era un asesino. Ni se convertiría en uno. —Está herido, pero
Berny jura que puede hacer el trabajo.
—Más te vale que pueda —amenazó Ronnie en voz baja—. Porque acabas de
responder por él. Si Berny mete la pata, será tu pellejo el que esté en juego.
Gus miró a los orbes azules de Ronnie. —No.
—¡¿Perdón?! —Soltó Ronnie, la sorpresa parpadeando brevemente en sus
ojos antes de que estos se estrecharan sobre Gus.
—Tú elegiste a estos dos. Te dije mis reservas sobre ellos, pero me ignoraste.
Si el culo de alguien está en juego, es el tuyo.
Ronnie lo miró largo y tendido antes de soltar un resoplido y que sus labios
se curvaran en una sonrisa que no mostraba ni una pizca de humor. —Una de
las razones por las cuales seguimos siendo amigos después de tanto tiempo es

195
porque eras un adepto sin carácter. No te me pongas gallito ahora, Gus.
No te gustará el resultado.
—Tienes razón —dijo Gus—. Siempre te he seguido, pero también te he
salvado el culo varias veces. Tal vez necesites recordar eso. Porque ahora
mismo, necesitas amigos.
Ronnie miró hacia otro lado y respiró hondo. —Joder. Siempre odio cuando
tienes razón —Volvió a mirar a Gus—. No pierdas tu coraje entonces.
Se dirigió hacia su caballo y montó, dejando a Gus respirando
temblorosamente. Después de unos segundos, él también se subió a su caballo.
Gus miró a Berny, que aún se veía un poco verde, y ya fuera por la resaca o por
el dolor, a Gus no le importaba, siempre y cuando Berny se quedara en la silla e
hiciera su trabajo.
—Movamos el ganado —dijo Ronnie y espoleó a su caballo al galope.
Terry lo siguió rápidamente y luego Berny. Gus dudó. Aparentemente, él era
el único preocupado por Clayton. Terry había pensado que el SEAL aparecería
anoche y cuando no lo hizo, simple y llanamente creyó que lo habían logrado.
Pero Terry no conocía a Clayton. Y Gus sí.
Gus recordó lo decidido que Clayton podía llegar a ser cuando estaban en el
instituto. Eso probablemente había aumentado por diez después de que se
uniera al ejército. No había duda en la mente de Gus de que los East sabían
quién tenía su ganado.
Si Brice no los había delatado, entonces eso significaba que Clayton había
atado cabos por su cuenta. Lo que significaba que estaban realmente jodidos.
Gus empujó su caballo hacia adelante y alcanzó a los otros. Miró hacia atrás
por encima del hombro mientras los pelos de la nuca se le erizaban.

—Despacio —dijo Clayton a los demás—. No pueden vernos. Sólo está


comprobando para ver si alguien los está siguiendo.
Shane se acomodó sobre la montura. —No podemos seguirlos.
—No, pero sé a dónde se dirigen —dijo Clayton mientras esperaba que los
cuatro hombres, incluyendo a Baxter, desaparecieran sobre la colina antes de
hacer girar a su caballo. —En fila india.

196
Los otros se posicionaron detrás de él mientras se movían como
fantasmas por la tierra.

—¿No son las cosas más hermosas que hayas visto? —preguntó Ronnie.
Gus miró las setenta cabezas de ganado, con la mirada puesta en la marca E.
—Son un buen ganado. Es por eso que a los East les va tan bien.
—Es hora de un poco de competencia.
Pero, ¿era realmente competencia si Ronnie robaba los mismos animales con
los que pretendía enfrentarse a los East? Sin embargo, Gus se guardó sus
pensamientos para sí. No serviría de nada compartirlos con Ronnie.
—Me estás preocupando, Gus.
Este giró la cabeza para mirar a Ronnie. —No deberías estarlo.
—No estoy tan seguro. Antes del tiroteo con Abby, tenías la cabeza bien
puesta. Ahora, tu mente parece estar en todas partes menos conmigo.
—Si eso fuera cierto, no estaría aquí ahora.
Los ojos azules de Ronnie se entrecerraron. —Tienes miedo.
—Tienes toda la razón, lo tengo. No se trata de si viene Clayton East. Es
cuestión de cuándo.
Ronnie se rió mientras movía la cabeza. Volvió la mirada hacia el ganado. —
Clayton es sólo un hombre. No es nada más y yo tengo una bala con su nombre
para probarlo.
—¿Desde cuándo hablas tan fácilmente de quitarle la vida a alguien?
—Desde que me propuse convertirme en el mayor rancho en un radio de 160
km —La cabeza de Ronnie giró hacia él—. Te dije que estaba preparado para
hacer lo que fuera necesario para conseguir lo que quiero.
Gus estaba tan sorprendido que le llevó un momento encontrar las palabras.
—Robar ganado, sí. Ayudar a Gilroy a largarse de la ciudad con el dinero de los
East después de que te dijera el lugar más fácil para encontrar el ganado, por
supuesto. Usar a Gloria y su firma de contadores públicos para ayudarte,
definitivamente. Pero nunca dijiste nada sobre matar a nadie.

197
—Las cosas cambian —dijo Ronnie encogiéndose de hombros—. Si
vas a seguir cabalgando conmigo, tienes que estar preparado para
cualquier cosa. Y eso significa quitarle la vida a alguien si yo lo ordeno.
Durante sus años como amigo de Ronnie, Gus había hecho muchas cosas
ilegales. También se había convertido en un experto ladrón. Se habían divertido
mucho, se habían enfrentado a traficantes de drogas y evadieron a la policía en
numerosas ocasiones. Gus había estado preparado para ir a la cárcel por
cualquiera de esas cosas.
Sin embargo, había trazado la línea en el asesinato. Incluso si era Ronnie
quien le decía que lo hiciera.
—Estás conmigo, ¿verdad, Gus? —preguntó Ronnie en un tono bajo y
mortal.
Gus asintió con la cabeza. —Siempre.
Después de varios minutos de tenso silencio en los que Ronnie se lo quedó
mirando fijamente, Gus ya estaba planeando cómo escabullirse cuando llegara
el momento. No era tan estúpido como para ir a la policía, pero se alejaría de
Texas –y de Ronnie– tanto como pudiera.
—Sabía que podía contar contigo —dijo Ronnie finalmente.
Gus miró hacia atrás. No pudo evitar la sensación de que estaban siendo
observados. ¿Era su miedo a Clayton East lo que hacía que se manifestara esta
falsa sensación?
¿O era que el SEAL estaba ahí fuera en este momento?

—Están a punto de moverlos —susurró Shane.


Clayton asintió, sus labios se apretaron en una línea recta. —Es hora de
terminar con esto.
Shane se dio vuelta y le hizo señas a un grupo de tres de sus hombres que
rápidamente hicieron lo mismo al otro grupo que estaba de pie con los caballos.
Clayton contó los dos minutos hasta que estuvo seguro de que todos en su
grupo estaban listos para hacer el siguiente movimiento. Asumió que todos
estaban en posición. Si no lo estaban…, entonces todo podría irse jodidamente
al infierno en santiamén.
—Estaremos listos —dijo Shane.

198
Clayton asintió con la cabeza y se paró antes de salir de la maleza en
la que se había escondido para pararse en una pequeña colina. Tal como
esperaba, la mirada de Baxter lo encontró segundos después.
—Bueno, que me condenen —dijo Ronnie con una sonrisa arrogante—, si no
es Clayton East en carne y hueso. Había oído rumores de que habías vuelto a la
ciudad. Muy triste por tu padre, por cierto.
Clayton no respondió. Había tratado con hombres como Baxter en
numerosas ocasiones y sabía que Ronnie estaba buscando una discusión.
Quería mostrarle a Clayton que no tenía miedo –que era más listo.
Pero Clayton no iba a enfrentarse al maldito hijo de puta. En su lugar,
planeaba hacer enojar a Ronnie. Y si encima fuera realmente afortunado, Baxter
podría sentir una fracción de la rabia que estaba hirviendo en Clayton.
Gus miró apresuradamente alrededor antes de decirle a Ronnie —Creo que
está solo.
—Por supuesto que está solo —dijo Ronnie con una risa—. ¿Qué te ha traído
aquí, East?
Clayton se concentró en su respiración. Era eso o atacar a Ronnie.
—¿Clayton? —Llamó Gus.
Echó un vistazo a Gus antes de devolver su atención a Ronnie. Para entonces,
Clayton ya podía ver cómo su silencio se estaba metiendo bajo la piel de
Ronnie.
Eso ayudó a calmar algunas de las necesidades primarias de venganza que se
agitaban en Clayton. Pero era un arreglo temporal. Baxter no sólo había robado
parte del sustento del rancho, sino que, a sabiendas, se había confabulado con
un menor, poniendo a Brice en peligro. Y ordenó que dispararan a Abby.
Ronnie se inclinó hacia adelante en su silla de montar y apoyó su antebrazo
izquierdo en el cuerno de la silla. —Será mejor que te vayas a casa, Clayton.
Estás fuera de lugar aquí. Y, SEAL o no, estás en desventaja.
Tan pronto como Baxter soltó las palabras, otros dos hombres apuntaron a
Clayton. Él mantuvo su mirada en Ronnie, aunque notó que Gus no alcanzó su
arma –ni tampoco Ronnie.
—No voy a ir a ninguna parte sin mi ganado —declaró Clayton.
Como si fueran uno, Brice, Shane, los diez peones del rancho, Danny y los
otros dos ayudantes del sheriff salieron de sus escondites, con las armas
apuntando a los cuatro cuatreros.

199
Capítulo 32

Debería haber terminado ahí. Clayton había esperado que terminara allí.
Entonces vio esa mirada salvaje en los ojos de Ronnie y supo que se avecinaba
un baño de sangre.
La primera bala rebotó en el árbol a su izquierda. La corteza se astilló y le
golpeó. Clayton se lanzó al suelo, rodando hacia la derecha mientras Gus giraba
su caballo e intentaba huir.
No llegó lejos porque Ronnie le disparó por la espalda.
Clayton extendió la mano a Shane para que le lanzara su rifle. Shane se
mantuvo cerca de Brice para asegurarse de que el adolescente no saliera herido.
Sabiendo que Brice estaba a salvo, Clayton dirigió su atención a Ronnie. Sería
muy fácil dispararle al bastardo y terminar con todo, pero Clayton estaba
cansado de matar. Era una de las razones por las que había dejado la Marina. Y
ahora mismo no iba a traer eso a casa con él.
El sonido de los disparos estalló mientras Baxter y sus otros dos hombres
abrían fuego a la vez que el ganado empezaba a moverse, buscando alejarse del
ruido. En un corto espacio de tiempo, los otros dos cuatreros estaban tirando a
un lado sus armas y desmontando. Ronnie le disparó a Danny antes de disparar
contra Clayton.
Clayton apuntó y, de un solo disparo, hizo saltar el arma de la mano de
Ronnie. Baxter lanzó un grito cuando la manada atravesó una valla y empezó a
huir. Varios de los peones del rancho corrieron hacia los caballos y se
apresuraron a contener el ganado. Clayton sabía que recuperarían los animales,
así que mantuvo su atención en Baxter.
Caminó hacia Ronnie, quien sacó un cuchillo de la vaina que llevaba atada a
su silla de montar y saltó de su caballo. Clayton miró la larga hoja del arma
mientras le lanzaba el rifle a Shane. Luego con calma se agachó y sacó el
cuchillo de su bota.
—No te tengo miedo —dijo Baxter.
Clayton comenzó a rodearlo. —Bien.

200
—Crees que eres algo especial, ¿no? —Se burló Ronnie mientras
arrojaba lejos su sombrero—. Todo ese dinero y buena apariencia te
dieron mucho. Y entonces te convertiste en un héroe. Pero todo eso va a
cambiar pronto.
Cerca de Clayton, se podía oír a Danny y a sus ayudantes esposando a los
otros dos hombres de Ronnie. —Te va a ser muy difícil hacerlo tras las rejas.
—Oh, no voy a ir a la cárcel —Ronnie se fue pasando su cuchillo de un lado a
otro entre sus manos.
—¿Vas a jugar con esa cosa o vas a hacer algo con ella? —Lo desafió Clayton.
La cara de Ronnie estaba moteada de rojo por la rabia cuando atacó. Clayton
retrocedió, evadiendo los movimientos del cuchillo. Baxter era mejor de lo que
esperaba. Ronnie esquivó uno de los golpes de Clayton arremetiendo contra él
y le quitó el sombrero. Clayton se echó hacia atrás, encogiendo su estómago y
encorvándose cuando el cuchillo estuvo a punto de rebanarlo.
Una y otra vez, cada uno atacó; ambos a punto de derramar la sangre del
otro en numerosas ocasiones.
Baxter se rió mientras pateaba a Clayton en el pecho, empujándolo hacia
atrás. —Pensaste que me derribarías fácilmente, pero no me conoces.
—Y tú no me conoces a mí —le dijo Clayton.
Se unieron en un choque de fuerzas. Clayton bloqueó el arco descendente de
Baxter. Se enfrentaron cara a cara, cada uno tratando de dominar al otro. Ronnie
usaba la fuerza bruta, mientras que Clayton estaba entrenado para buscar la
debilidad del oponente y explotarla.
Clayton abrió la pierna antes de envolverla alrededor de la de Baxter e
inclinarse hacia él. La fuerza de su impulso tiró a Ronnie de espaldas al suelo
donde Clayton rápidamente lo despojó del arma y le puso su navaja en la
garganta.
Ronnie lo miró y se burló. —Nunca ganarás.
—Lo acabo de hacer hoy y eso es lo que importa.
—Sabía que ese pedazo de mierda te lo diría.
Clayton empujó la hoja de la navaja con más fuerza contra la garganta de
Ronnie, haciéndole sangrar. —Brice no nos dijo nada. Te creías una gran mente
criminal, cuando de hecho, dejaste un rastro de papel, Baxter. Fue Abby quien
lo descubrió.
—Gus debería haberla matado.

201
Sería tan simple cortarle la garganta. Todo lo que Clayton tenía que
hacer era desplazar su brazo mientras aplicaba presión. Entonces podría
ver a Ronnie desangrarse allí mismo.
—Clayton.
Fue la voz de Brice la que atravesó la roja neblina de furia de Clayton. Se
inclinó cerca de Ronnie. —Que sepas que hoy me debes tu vida, pero si dañas a
mi familia o a los Harper, o incluso si creo que enviaste a alguien a hacerles
daño, iré a por ti. Y te mataré.
Clayton se puso de pie y le dio la espalda a Ronnie. Escuchó a Danny
leyéndole a Baxter sus derechos mientras lo esposaba. Y miró a Brice, que
estaba de pie a su lado sosteniendo su sombrero vaquero.
—¡Lo logramos! —dijo Brice.
Clayton tomó su stetson y se lo puso en la cabeza. —Por supuesto que lo
hicimos.
Danny acudió a su lado. —Gus está muerto.
Shane se quitó el sombrero para pasarse las manos por el pelo. —Un cobarde
le disparó por la espalda.
—No puedo creer que pensara que podría aprender algo de estos hombres —
dijo Brice.
Danny respiró hondo y miró el rebaño de ganado que se acercaba. —
Lecciones, hijo. De eso se trata la vida.
—Vamos, Brice —dijo Shane—. Ayudemos a los demás a llevar el ganado a
los corrales para que podamos cargarlo en remolques y volver a las tierras de
los East —Shane se detuvo y miró a Clayton—. Por cierto, también han
encontrado a Cochise.
Realmente lo habían hecho. Clayton vio a Shane y a Brice montar sus
caballos y alejarse. De alguna manera, todo había funcionado, pero él sabía más
que nadie lo cerca que había estado de matar a Ronnie.
—Supongo que vendrás a comisaría y presentarás cargos —dijo Danny.
Asintió con la cabeza. —Sin duda.
—Lo hiciste bien hoy aquí, Clayton. Y si hubieras matado a Baxter, habría
sido en defensa propia.
Miró a Danny y sonrió. —Siempre seré un SEAL, pero esa parte de mi vida
quedó atrás. Tengo algo mejor esperando.
—Te refieres a otra persona —dijo Danny con un guiño.
—Sip. Así es.

202
Danny le dio una palmada en la espalda. —Bien por ti. Ahora, deja
que te lleve a casa para que puedas seguir adelante con eso. Supongo
que habrá una boda pronto.
Una boda. Clayton estaba parado allí como un pasmarote mientras una lenta
sonrisa se extendía por su cara.
—Supongo que eso significa que sí —dijo Danny riéndose.
Y su risa se hizo más fuerte mientras caminaba hacia el coche patrulla.

La espera era lo peor. Abby prácticamente podía sentir los años que le eran
arrebatados mientras ansiosamente esperaba alguna comunicación.
Cada vez que pensaba en Clayton saliendo herido, se sentía enferma por
dentro. En poco tiempo, había llegado a significar mucho para ella. Había
tratado de ignorarlo e incluso intentó huir de él. Pero no había forma de escapar
de alguien como Clayton, y tampoco quería.
Fue entonces cuando supo lo que sus hermanos aparentemente ya habían
visto –que estaba enamorada de Clayton East. La aterrorizaba, pero peor era la
idea de que él no estuviera con ella…, de que no compartieran sus vidas juntos.
Cuando ella y Justine vieron a Ben subirse a su camioneta, Abby abrió la
puerta para preguntarle a Caleb qué estaba pasando. Pero antes de que pudiera
abrir la boca, su hermano menor corrió hacia el vehículo.
—¡Caleb! —gritó cuando él se subió a la camioneta que salió a toda
velocidad.
Justine suspiró ruidosamente. —Deben ser buenas noticias. Ben estaba
sonriendo.
—Solo que me hubiera gustado saberlo —dijo Abby mientras entraba en la
casa y cerraba la puerta.
—Deberías tomarte una de tus pastillas para el dolor. Puedo ver que estás
sufriendo.
Abby negó con la cabeza. —No puedo. Aún no.
—Has estado diciendo eso desde el amanecer.
—Estoy bien —insistió.

203
Francamente, lo estaba. Estando tan preocupada por Brice y Clayton,
no sentía tanto el dolor en su brazo. Lo que, probablemente, más tarde
volvería para pegarle dentellada, pero por el momento, daba gracias.
Para que el tiempo corriera más aprisa, ayudó a decorar otro lote de galletas.
Luego fue a la oficina. No había forma de que pudiera mirar por la ventana,
dejando que todo tipo de escenarios corrieran por su mente.
Una forma de despejar su mente de todo era sumergirse en los libros del
rancho. Así que respiró hondo y sacó el formulario con el que había estado
trabajando, así como los papeles. Luego se puso a trabajar.
Para su sorpresa, mientras trabajaba, encontró tres casos en los que parecía
que Gilroy había transpuesto números a propósito. Mil dólares aquí, dos mil
allá, y así sucesivamente, que se sumaron rápidamente.
Ahora que sabía qué buscar, Abby fue capaz de escanear rápidamente a
través de cada mes y localizar los lugares más fáciles donde el contable había
empezado a llevarse el dinero. Pero quedaba una pregunta. ¿Por qué? Los East
le pagaban un buen salario, así que ¿por qué necesitaría llevarse más? Eso la
hizo tomar el teléfono y llamar al banco.
Como técnicamente todavía trabajaba para Gloria, el banco estaba
acostumbrado a que llamara para ver ciertos clientes y cuántas cuentas tenían
abiertas. En cuestión de minutos, se enteró de que Nathan Gilroy había abierto
otra cuenta en la sucursal tres años antes.
Abby calculó rápidamente unos meses de sumas que habían desaparecido y
preguntó si esos depósitos exactos se habían hecho en cada uno de esos meses.
Una vez que el banquero lo confirmó, Abby supo con seguridad cómo Gilroy
había empezado a malversar dinero. Pero algo debió haber pasado que le hizo
necesitar una suma mucho mayor. O simplemente se volvió codicioso.
Colgó el teléfono y se recostó en la silla. Al levantar los ojos, su mirada chocó
con la de Clayton. Su corazón dio un vuelco mientras pegaba un salto y se
levantaba de golpe.
Su pelo estaba pegado a su cabeza con sudor y estaba cubierto de polvo, pero
estaba sonriendo y a salvo. Se apartó de la puerta y se dirigió hacia ella. Abby
corrió alrededor del escritorio y lanzó su brazo alrededor de él.
Presionó sus labios contra la parte superior de su cabeza y la besó. —Se
acabó. Baxter y sus hombres están en la cárcel, el ganado está de vuelta en
nuestros pastos y ya no hay una amenaza pendiendo sobre tu familia.
Se inclinó hacia atrás para mirarlo. —He estado tan preocupada...
—Te dije que todo estaría bien y siempre cumplo mi palabra.

204
Abby asintió y lo abrazó de nuevo. —Dios, es tan bueno tenerte de
nuevo en mis brazos.
Sus manos acunaron ambos lados de su cara mientras le inclinaba su cabeza
hacia arriba para que lo mirara. —Tú y yo tenemos que hablar. Hay cosas que
necesito decirte.
—Y hay cosas que necesito decirte yo —le dijo ella.
Levantó una ceja. —¿Ahora?
—Sí —susurró.
Sus ojos verde-pálido se abrieron cargados de deseo mientras su cabeza
bajaba a la de ella. Justo antes de que sus labios se tocaran, Brice y Caleb
comenzaron a gritar su nombre.
Entraron atropelladamente en la oficina, hablando los dos a la vez.
—Abby, deberías haber visto a Clayton pelear. Fue increíble.
—Tengo que arrear ganado, Abby. Encima de un caballo. Quiero un caballo.
¿Puedo tener un caballo?
—Realmente quiero trabajar en el rancho. Incluso lo haré gratis.
—Yo también. Gratis.
Tenía problemas para escuchar a ambos hablar del uno al otro, así que
asintió y sonrió. A su lado, Clayton mantuvo su brazo alrededor de ella
mientras miraba entre los dos adolescentes.
—Creo que necesito un trago de tequila ahora mismo —dijo cuando
finalmente se calmaron.
Pero todo lo que hizo fue dirigir la atención de los hermanos hacia él.
Empezaron a hablar de nuevo, esta vez bombardeándolo con preguntas sobre el
rancho. Mientras Abby observaba a los tres hombres más importantes de su
vida, finalmente pudo admitir para sí misma que era feliz y que esta era la vida
que quería.

205
Capítulo 33

La charla que Clayton había querido tener con ella, y ella con él, no sucedió.
No es que no hubiera oportunidades, pero Abby siempre se acobardaba.
Además, no estaba muy segura de qué decir. Y como él no lo hizo, ella tenía
miedo de hacerlo.
Durante la semana siguiente, antes de la Navidad, ella y sus hermanos
permanecieron en el rancho. Brice y Caleb tenían habitaciones en la casa, pero
continuaron durmiendo con Shane y los otros trabajadores del rancho en el
barracón. Aún así, estaban despiertos y listos a tiempo cada mañana para ir a la
escuela.
En cuanto a Abby, había renunciado oficialmente a su puesto con Gloria y se
había inscrito en un montón de clases a partir del próximo semestre de
primavera. Y continuó trabajando como contable del rancho. Aunque se negó a
usar las siglas de Contador público autorizado –CPA– hasta que tuviera el título
y la certificación.
Con el dinero extra que ganaba en el rancho, rechazó la oferta de Clayton y
pagó a un equipo para que entraran con ella y la ayudaran a limpiar la casa. Les
había llevado varios días y, por desgracia, iban a terminar ese mismo día. Lo
que significaba que ya no había razón para quedarse en el rancho después de
Navidad.
Guardó la hoja de cálculo en la que había estado trabajando y pensó en los
días –y noches– en el rancho. Todos se habían acostumbrado a la rutina.
Por la mañana, todos ellos se juntaban y Justine preparaba el desayuno. Los
chicos tragaban tanta comida como podían después de pasar tanto tiempo con
tan poco. Clayton comía casi tanto como ellos, pero Abby no era mucho de
comer por las mañanas, así que se contentaba con una taza de café.
Ben llevaba a los chicos a la escuela mientras Justine limpiaba la cocina.
Clayton le daba a Abby un prolongado beso y un guiño antes de salir a
encontrarse con Shane. Y ella se dirigía a la oficina.
Llevar los libros para el rancho era un trabajo a tiempo completo. Había
mucho que la mantenía ocupada hasta el almuerzo, y luego otra vez hasta que
sus hermanos volvían de la escuela y ella ayudaba a Justine con la cena.

206
La mayoría de las noches, Ben y Justine desaparecían juntos en algún
lugar y sus hermanos se iban con Shane, haciendo lo que podían para
pasar tiempo con los caballos. Eso la dejaba a ella y a Clayton con mucho
tiempo juntos que aprovechaban para hacer el amor.
Abby se apartó del escritorio y se quedó de pie. Su brazo estaba mucho
mejor, aunque todavía tenía algo de dolor. Caminó hasta un armario en la
oficina para sacar las bolsas de regalos que había comprado para sus hermanos.
Era lamentable como los estaba malcriando ferozmente este año. El dinero
extra que consiguió lo había gastado para ponerse al día con la mayoría de las
facturas, pero se había quedado con algo para darles a sus hermanos una
Navidad como nunca la habían tenido.
Había envuelto los regalos esa mañana temprano y necesitaba llevarlos al
maletero de su coche para que sus hermanos no los vieran. Porque no planeaba
sacar nada hasta la mañana de Navidad.
Sin embargo, cuando abrió la puerta, los paquetes ya no estaban. El corazón
de Abby le dio un vuelco. Se giró y salió de la oficina para ir al encuentro de
Justine.
—Hola, querida —dijo Justine cuando levantó la vista del glaseado de un
pastel.
—Hola. yo... ah... ¿encontraste por casualidad unas bolsas llenas de regalos
que guardaba en el armario de la oficina? Las puse ahí esta mañana.
Justine sonrió y giró el pastel, inclinándose para verlo mejor. —Las encontré.
Están bajo el árbol de la sala de estar.
—Oh—. Bueno, ¿qué podía decir a eso? —En realidad iba a ponerlos debajo
de nuestro árbol—. No importaba que no hubiera comprado un árbol nuevo ni
adornos todavía. Eso era algo que, si era necesario, se quedaría hasta el
amanecer haciendo.
Justine la miró por encima del pastel que estaba haciendo. —¿Quieres decir
que te vas?
—Bueno, la casa está lista.
—¿Y qué?
Abby tragó, devanándose los sesos para saber qué decir. —No hay razón
para que nos quedemos ahora, y yo...
—¿No hay razón para quedarse? —Repitió Justine, levantando una ceja
mientras se enderezaba—. ¿Estás segura de eso?
Abby miró hacia otro lado. Había todo tipo de incentivos para quedarse,
pero Clayton no se lo había pedido. Y para ser justos, ella no había tenido las
agallas de hablar con él al respecto.

207
Sin embargo, en su mente, esta era su familia, su casa. Debería ser él
quien le pidiera que se quedara. Y no lo había hecho. De hecho, no había
mencionado nada en absoluto acerca de una relación o sus sentimientos hacia
ella. Sabía que se preocupaba. Se lo mostraba todos los días de muchas
maneras....
—No te vayas —dijo Justine—. De todos modos, prometiste quedarte a cenar
esta noche. Así que, ¿por qué no te quedas para que podamos pasar la Navidad
juntos?
Eso sería dentro de dos días. Y no había nada que quisiera más que despertar
la mañana de Navidad en los brazos de Clayton. En realidad, quería hacerlo
cada mañana.
Si Ben o Justine sabían que estaban compartiendo cama, ninguno de ellos lo
dejó ver. Abby había hecho grandes esfuerzos para que no lo supieran, y
Clayton decidió secundarla, sonriendo y sacudiendo la cabeza.
—Ahora eres familia, Abby —dijo Justine.
Bajó su mirada a la encimera. —Han sido tan buenos con nosotros.
—Entonces déjanos seguir.
No había manera de que Abby pudiera negarse, y Justine lo sabía. Además,
Abby quería quedarse. Esto le dio la excusa. Clayton conocía el progreso en su
casa. ¿Y si esperaba que se fuera esta noche? ¿Y si sus miedos se hubieran hecho
realidad y sus sentimientos hubieran cambiado?
—Vale —dijo Abby, aunque su estómago fuera un cúmulo de nudos con
todas sus incertidumbres y terrores.
De alguna manera, pasó el resto de la tarde hasta la cena. Clayton entró por
la puerta trasera y la saludó con una sonrisa y un beso antes de subir a
ducharse.
Abby había buscado en su cara cualquier signo de que no estaba feliz de
verla, pero no descifró nada. Incluso pensó en subir tras él para que pudieran
hablar. Pero sus dudas la frenaron.
Si realmente quisiera terminar su tiempo juntos, ¿por qué querría ella saberlo
antes de Navidad? ¿Por qué no esperar hasta después para que al menos ella,
Caleb y Brice pudieran tener unas vacaciones maravillosas?
Se apartó de las escaleras y fue a la oficina para hacer más trabajo hasta que
fuera la hora de comer. Y cuando llegó la cena, se encontró mirando a su
alrededor, tratando de recordar cada detalle…
Por si acaso.

208
—Necesitas esmerarte —dijo Justine a la mañana siguiente.
Clayton miró tras él para buscar a Abby. Y frunció el ceño a su madre. —
Shhh.
—Quería irse ayer.
Se paró con el café a medio camino de su boca e inmovilizó a su madre con
una mirada. —¿Por qué no me lo dijiste anoche?
—¿No pudiste ver que había algo diferente en ella?
—Sip. Y cuando le pregunté, me dijo que estaba cansada.
Su madre puso los ojos en blanco. —Señor, dame fuerzas —Luego lo miró—.
Tu plan no va a funcionar.
—Lo hará.
—Se está alejando, Clayton. Mira a tu alrededor —dijo Justine, extendiendo
sus brazos—. Nunca se pierde un desayuno, pero no está aquí. Está en la
oficina.
Clayton dejó su taza y soltó un suspiro de desaliento. —Maldición.
—¡Ajá, sip! —Explotó su madre.
—Pero si no le he dado ninguna indicación de que quisiera que se fuera.
Su madre le lanzó una mirada inexpresiva. —Tampoco le has dicho que
quieres que se quede.
—Lo tengo planeado.
—Hijo, ya deberías habérselo dicho en vez de esperar. Te advertí que esto
podría pasar.
Sí, pero Clayton estaba seguro de que Abby vería sus acciones por encima de
sus palabras. Y se había encargado de hacer todo lo posible para dejarle saber
que, no sólo quería que se quedara, sino que la amaba –todo, salvo decir
realmente las palabras.
Se levantó del taburete de la barra y se encaminó a la oficina, ignorando a su
madre, que trató de llamarlo. Entró en la habitación y se encontró a Abby de pie
en la ventana mirando a Caleb y Brice.
—¿Te sientes bien? —preguntó mientras se paraba a su lado.

209
Ella lo miró y sonrió. —Sip, sólo quería empezar temprano hoy.
Entonces vi a mis hermanos. ¿Sabes que solía hacer falta la ayuda divina
cada mañana para sacarlos de la cama y meterlos en la ducha? Después de la
ducha, volvían a dormirse. Tenía que levantarlos dos veces. Cada mañana —
dijo con una sonrisa, que fue desdibujándose—. Y míralos ahora.
—¿Y esto es lo que te aflige?
—Sólo pensaba en el futuro.
—Lo que te molesta —adivinó.
Dio un ligero resoplido a lo que siguió una media sonrisa. —Tengo mucho
que agradecerte a ti y a tu familia. Y no creo que pueda devolveros nada de
todo ello.
—¿Quién dice que queremos que lo pagues? —preguntó y la abrazó.
Ella apoyó su cabeza en su hombro. —Luchamos durante tanto tiempo,
aferrándonos a cada pequeña chatarra que nuestras manos pudieran conseguir.
Este es un mundo tan diferente.
—Si el dinero es el problema, puedo dejar de pagarte —Sonrió cuando la oyó
reír.
Quería hacerla reír todos los días, porque el sonido calentaba su corazón
como su sonrisa tocaba su alma. Ella había curado partes de él que él no sabía
que estaban rotas.
—Tengo el hábito de asumir que sabes lo que quiero —le dijo—. Es por eso
que no te pedí que te quedaras para Navidad. Pensé que lo sabías.
Ella lo miró y le soltó una sonrisa genuina. —Me quedaré. Para ser honesta,
no creo que consiga que mis hermanos se vayan nunca.
—A mí ya me va bien con eso. Siempre y cuando te quedes con ellos.
Ella trató de buscar en su cara. Y Clayton casi le contó todo en ese momento,
pero llevaba planeándolo desde hacía una semana y prácticamente estaba casi
todo.
—Mi casa está terminada —dijo.
Él se encogió de hombros. —Está limpia. Pero no está amueblada. En caso de
que lo hayas olvidado, rompieron y desgarraron la cama y los colchones. Te he
hecho trabajar bastante duro aquí, así que a menos que hayas comprado camas
de repuesto por internet, no tienes un lugar para dormir.
—No sería la primera vez que dormimos en el suelo.
Esas palabras le rompieron el corazón. La abrazó más fuerte. —No volverás a
dormir en el suelo si tengo algo que decir al respecto.

210
—Vivir aquí, trabajar aquí es como un sueño. Es difícil no
preguntarse cuándo comenzará la pesadilla.
La besó en la sien. —Podría decirte que eso no va a pasar, pero no creo que
me creas.
—Mira a mis hermanos —le dijo—. Su tiempo aquí ha borrado el pasado.
La giró para que lo mirara. —Querían dejarlo ir. ¿Y tú?
—Sí. Mucho —dijo con un gesto de asentimiento.
—Entonces, suéltalo.
—No es tan fácil.
Le acarició el pelo oscuro, echándoselo hacia atrás, y miró sus hermosos ojos
azules. —Lo es, cuando tienes a alguien para cogerte —Clayton quería
dispararle a Shane cuando empezó a llamarlo desde la cocina—. Me tengo que
ir. ¿Vas a estar bien?
—Por supuesto —le dijo—. ¿Por qué no iba a estarlo?
Decidió no responder a esa pregunta. —Te veré más tarde.
Clayton la besó apasionadamente, atizando los fuegos del deseo entre ellos.
Cuando él retrocedió, los ojos de Abby estaban brillantes y sus labios
hinchados.
Si no podía decirle lo que quería –todavía– sí podría dejarla pensando en él.
—Hasta luego —susurró.
Ella asintió, sonriendo. —Te tomo la palabra.
—No hará falta —Le guiñó el ojo y fue a empezar su día.

211
Capítulo 34

Nochebuena.

Nunca había estado más nervioso en su vida. Clayton tiró de las mangas de
su camisa roja de cuello abotonado.
Como estaba previsto, su madre mantuvo a Abby ocupada todo el día para
que no lo viera.
Un golpe en su puerta lo hizo mirar el reloj antes de que les invitara a entrar.
Se giró cuando Brice y Caleb entraron en la habitación. Clayton notó que ambos
llevaban las nuevas botas camperas que sus padres les habían comprado.
Incapaz de esperar hasta mañana, su madre tenía los regalos esperándoles en el
desayuno. Y los chicos habían estado usando las botas desde entonces.
—¿Querías vernos? —dijo Brice.
Caleb cerró la puerta tras él. —No hemos hecho nada malo, ¿verdad?
—No —dijo Clayton con una sonrisa—. Quería preguntaros algo. Debí
hacerlo a principios de semana, pero no quería que vuestra hermana supiera
nada.
Brice asintió con la cabeza. —Y no creías que pudiéramos guardar un secreto.
—No quería arriesgarme —dijo Clayton. Y se aclaró la garganta—. Lo que
pasa es que me gusta que viváis aquí. Quiero que los tres sigáis viviendo en el
rancho. Y quiero hacerlo oficial. Amo a Abby y me gustaría que los dos me
dierais vuestro consentimiento para pedirle que sea mi esposa.
Brice se limitó a mirarlo, pero Caleb se puso a sonreír. —¡Mierda! ¡Lo sabía!
Estoy a favor, Clayton, y no sólo porque me encanta el rancho y quiero
quedarme aquí para siempre. Sino también porque haces feliz a Abby y eso es
suficiente para mí.
Clayton dirigió su mirada a Brice. —¿Y tú?
—Abby siempre lo negó, pero yo la oía llorar en su habitación por la noche.
Estaba estresada por todo y se sentía sola. Todo cambió cuando entraste en
nuestras vidas. He visto una verdadera sonrisa en la cara de mi hermana estas
últimas semanas y he visto todas las preocupaciones desvanecerse lentamente

212
—Brice enganchó un dedo en la trabilla del cinturón de sus jeans—. No
sólo la haces feliz, la proteges. Mientras sigas haciéndolo, entonces te
daré mi bendición.
Clayton inclinó la cabeza ante Brice. La amenaza tácita pendía entre ellos y
Clayton no tenía ninguna duda de que, si alguna vez se pasaba de la raya, Brice
estaría más que feliz no sólo de clavarle la bronca, sino también de tomar
medidas.
—¿Cuándo vas a pedírselo? —preguntó Caleb.
Clayton metió la mano en el bolsillo delantero de sus vaqueros donde
descansaba el anillo. —Esta noche.
—Por eso colgasteis los farolillos —dijo Brice con una sonrisa—. Shane dijo
que eran para la fiesta anual.
Caleb sonrió mientras agitaba la cabeza. —Ojalá pudiera estar allí. Hazlo que
sea especial para ella. Abby se merece lo mejor.
—Pues sí —estuvo de acuerdo Clayton.
Brice le dio un codazo a Caleb. —Si bajamos ahora y ayudamos a la Sra.
Justine, quizá nos permita algún dulce.
—Bien. Me muero de hambre —respondió su hermano.
Brice puso los ojos en blanco. —Siempre tienes hambre.
—Tú también.
Ahí fue cuando el mayor de los hermanos sonrió. —Sip. Lo sé.
Los dos fueron hacia la puerta, pero se detuvieron y miraron a Clayton.
—Buena suerte —dijo Brice.
Caleb se encontró con la mirada de Clayton. —Estaré orgulloso de llamarte
hermano.
A Clayton le sorprendieron las palabras de Caleb. Vio un atisbo del hombre
en el que se convertiría el Harper más joven.
Ambos hermanos habían mostrado valor, tenacidad y persistencia en las
últimas semanas, aludiendo a los hombres en los que se estaban convirtiendo.
Era un poco abrumador saber que había tenido algo que ver, y mientras que por
un lado le aterrorizaba meter la pata, por otro estaba orgulloso de los cambios
que veía en los adolescentes.
Una vez que se fueron, Clayton volvió a mirarse al espejo. Se pasó las manos
por el pelo, tratando de conseguir que se comportara. Y al final se dio por
vencido y agarró su sombrero.

213
Cuando bajó las escaleras, escuchó la voz de Abby. Sólo oírla le hizo
sonreír. Lo supieran o no, ella y sus hermanos se habían convertido en
parte de la familia East. Sus padres adoraban a los tres Harper y Clayton
también quería a los chicos.
Pero estaba total y completamente enamorado de Abby.
Llegó al pie de las escaleras y se dirigió a la cocina. Era el centro de la casa, el
lugar donde todo el mundo se reunía a cualquier hora del día. Y eso era debido
a su madre y su increíble cocina.
Sin embargo, no estaba mirando a su madre sino a Abby. La mujer que
sostenía su corazón tenía sus hermosos, largos y oscuros rizos fluyendo
libremente por su espalda. Miró con aprecio sus apetitosas curvas que
resaltaban el vestido de cuerpo ceñido y terciopelo verde, de manga larga, que
se detenía a unos centímetros de sus tobillos. Llevaba tacones negros de tiras
que se sumaban a su look sexy.
Abby se inclinó hacia un lado, revelando una hendidura que recorría su
pierna derecha hasta el muslo. Se puso duro al instante. Clayton hizo todo lo
que pudo para no echársela sobre el hombro y llevársela arriba.
Entonces, ella se dio vuelta y lo vio. La sonrisa que iluminaba su rostro hizo
que el corazón de Clayton se acelerara. ¿Cómo era posible que una mujer como
ella hubiera entrado en su vida? Cuando pensaba en todo lo que había ocurrido
sólo para que se conocieran, no pudo evitar sentir que estaba predestinado.
Ella dijo —Hola.
Caminó hacia ella y puso sus manos en sus caderas. —Te ves guapísima para
las palabras.
Radiante, le contestó. —Y tú te ves increíblemente guapo.
—Mamá, ¿lo tienes todo cubierto? —preguntó sin apartar la vista de Abby.
—Sí —contestó su madre.
—Sip —dijo su padre con la boca llena de cookies con chispas de chocolate.
Al unísono, Caleb y Brice se metieron un par de albóndigas en la boca y
dijeron: —¡Mmhm!
—Bien —dijo Clayton.
Abby levantó una ceja. —¿Por qué creo que lo has hecho a propósito?
—Porque vamos a dar un paseo.
Sus cejas se juntaron al fruncir el ceño. —¿Ahora? ¿No están por llegar los
invitados?
Justine sonrió y dijo: —Creo que olvidé decirte que cancelamos la fiesta.

214
—Vamos. Sólo por un ratito —la persuadió Clayton.
Abby sonrió y juguetonamente puso los ojos en blanco. —Como si pudiera
decirte que no.
Puso su mano en la espalda de Abby y se la llevó de allí.
Miró a sus espaldas, guiñando un ojo a los demás antes de ayudar a Abby a
ponerse el abrigo. Luego se puso la chaqueta y tomó su mano mientras la
acompañaba afuera.
—Me estoy congelando —murmuró ella.
Él se rió. —No por mucho tiempo. Confía en mí.
Le siguió cuando él tiró de su mano.
Clayton la llevó a la parte trasera del establo donde Shane había enganchado
uno de los caballos a un pequeño carruaje.
—¡Oh, Dios mío! —dijo con una alegre risa.
—Perteneció a mis bisabuelos.
Abby caminó a su alrededor, tocando e inspeccionando el carruaje. —¿Me
estás llevando a dar un paseo?
—Lo hago —dijo y extendió su mano.
Se mordió el labio mientras él la ayudaba a subir al carruaje antes de unirse a
ella y cubrirla con la manta. Entonces tomó las riendas y, con un pequeño
movimiento, puso al caballo en marcha.
—Esto es increíble —dijo ella, mirando las estrellas.
Era una noche clara y hermosa. Clayton miró a la media luna y asintió con la
cabeza.
Cabalgaron en silencio por un tiempo. Abby entonces apoyó su cabeza en su
hombro. —No hay nada en el mundo que pueda superar el día que he tenido.
—¿De verdad? —preguntó, ocultando su sonrisa.
Su cabeza se sacudió mientras lo miraba con los ojos bien abiertos. —Es como
si me hubiera adentrado en una película o en un libro. La casa con todos los
adornos, la música navideña, los regalos –que parecen multiplicarse de la noche
a la mañana bajo todos los árboles, debo añadir– y no olvidemos los increíbles
olores que constantemente vienen de la cocina. Y ahora esto. Ha sido mágico.
—Hay más por venir.
Ella sacudió la cabeza. —Esto es todo lo que necesito. Estar rodeada de
amigos y tener a mis hermanos experimentando una Navidad tan hermosa.

215
La miró y sonrió antes de darle un beso rápido. —Me alegro de que
lo estés disfrutando.
Estaba a punto de responder cuando miró hacia delante y entrecerró los ojos.
—¿Eso son luces?
—Sip.
—¿Aquí?
—Sip.
Giró la cabeza hacia él y lo miró fijamente por un momento. —¿Vamos allí?
—No te quepa duda.
Abby no dijo nada más a medida que se cerraba la distancia. Mantuvo su
mirada hacia delante, contemplando los farolillos, pero Clayton se moría por
saber qué le pasaba por su cabeza.
Esperaba que ella dijera que sí a su propuesta, pero también estaba
preparado por si declinaba. No había duda en su mente de que ella se
preocupaba por él, y estaba dispuesto a darle tanto tiempo como necesitara
para darse cuenta de que él no iba a ir a ninguna parte. Se lo preguntaría un
millón de veces si eso era lo que hacía falta.
Cuando finalmente llegaron a la zona, tiró hacia atrás de las riendas para
detener al caballo y echó un vistazo a su trabajo. Tuvo que admitir que la zona
tenía un aspecto encantador.
Colgados entre tres árboles había docenas de farolillos navideños. En un
círculo alrededor de los árboles había cuatro calentadores inalámbricos que
había comprado específicamente para esto. Y en el medio de todo había una
manta de lana tendida en el suelo con varios almohadones de diferentes
tamaños.
También había un cubo de champán y dos vasos.
—Clayton —dijo en un susurro mientras contemplaba el escenario.
—Todo es para ti, cariño.
Cuando Abby dirigió su mirada hacia él, había lágrimas brillando en sus
ojos. —Es asombroso.
Él enrolló las riendas alrededor del freno y saltó antes de tenderle una mano.
—Ven a ver.
Abby no necesitaba que se lo dijeran dos veces.
Él la ayudó a bajar y caminaron hacia la manta. Ella miró hacia arriba,
sonriendo a las luces. Él la miraba, asombrado por cómo las pequeñas cosas
significaban tanto para ella. Estaba agradecido de que los calentadores

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estuvieran generando el suficiente calor para que ella no temblara. Su
mujer tenía una clara aversión al frío.
—Las luces habrían sido suficientes —dijo mientras se daba la vuelta para
quedar de cara a él. —¿Pero también calefactores?
—No podía tener a tus dientes castañeteando.
—Eres increíble —dijo y lo abrazó.
La atrapó, sosteniéndola cerca. —Sólo por ti.
Permanecieron uno en brazos del otro un minuto más antes de que él se
echara hacia atrás y la tirara sobre la manta.
—Incluso la manta está caliente —dijo Abby riéndose.
Él se encogió de hombros, pero sonreía por dentro. —Climatizada.
Echó la cabeza hacia atrás y se rió mientras doblaba sus piernas bajo su
cuerpo y se apoyaba en una mano. —¿Cuánto tiempo llevas trabajando en esto?
—Toda la semana.
—Astuto furtivo… pero lo apruebo de todo corazón. Nadie ha hecho nada
como esto por mí.
—Me gustaría tener la oportunidad de hacerlo a menudo —soltó.
Ella lo miró. —¿Es esta tu manera de decirme que quieres salir conmigo?
—Es mi manera de decir que te amo y que te quiero en mi vida —Se levantó
sobre una rodilla, pero le costó dos intentos poder sacar el anillo de su bolsillo
porque su mano temblaba. Con su corazón latiendo un millón de veces por
segundo, le ofreció el anillo—. Abby Harper, no sabía cuánto cambiaría mi vida
después de conocerte, pero agradezco a Dios que lo hiciera. Soy un hombre
mejor contigo a mi lado y no puedo imaginarme la vida sin ti. ¿Te casarías
conmigo?

217
Capítulo 35

¿Estaba sucediendo esto realmente? Abby se pellizcó para asegurarse de que no


fuera un sueño.
Su sangre corría por sus venas con tanta fuerza que apenas podía oír. Y ahí
fue cuando Clayton se levantó sobre una rodilla. Jadeó, y su estómago dio un
vuelco cuando lo vio sacar el anillo de su bolsillo. Mientras escuchaba su
declaración y sus palabras de amor, en lo único en lo que podía pensar era en
cómo se sentía con Clayton.
Segura. Especial. Bella.
Amada.
—¿Me amas? —preguntó.
Él sonrió, riendo suavemente. —Mucho. ¿Pero has oído el resto?
—No sabía que me amabas. Quiero decir, sé que yo te amo, pero tú nunca
dijiste nada —contestó ella.
Sus ojos verdes se arrugaron en las esquinas. —Tampoco tú.
—Estaba asustada.
—Yo también. Pensé que podrías salir corriendo.
Ella sacudió la cabeza. —No podría.
—¿Y el resto de lo que he dicho? —preguntó esperanzado—. ¿Te casarías
conmigo?
Abby se quedó mortificada al darse cuenta de que él había estado de rodillas,
sosteniendo el anillo durante toda su conversación. Se puso de rodillas y
acarició su cara. En ese momento, fue como si estuviera envuelta en amor, el
amor de Clayton.
—Sí —le respondió.
La atrajo contra sí, su boca tomando la suya en un beso salvaje lleno de
deseo, necesidad y esperanza. Ella se aferró a él mientras él cambiaba de
posición hasta dejarla tendida de espaldas. A pesar de que ella trataba de seguir
besándolo, él se echó atrás.
—Ah, mujer, lo que me estás haciendo.

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—¿Entonces por qué te detienes? —preguntó sin aliento.
—Para esto —Se inclinó hacia un lado y tomó su mano izquierda antes de
deslizar la banda en su dedo.
Abby levantó su mano izquierda y miró al anillo con las luces brillando sobre
ella.
—Perteneció a mi abuela y a su abuela antes que ella —dijo Clayton.
Contempló con asombro el anillo. Era como si se hubiera hecho exprofeso
para ella. El delicado “anillo de la eternidad” en oro rosado tenía una grácil
banda de diamantes engarzados simbolizando el amor sin fin y que le daba un
aspecto elegante y atemporal que le encantaba.
—Si prefieres un diamante nuevo, puedo conseguírtelo —dijo Clayton.
Abby sacudió la cabeza. —Es perfecto. Absolutamente perfecto.
—Al igual que tú.
Abby lo empujó hacia abajo encima de ella. —Tú estabas destinado para mí.
Y yo para ti.
—Sí. Sé que no importa lo que nos depare el futuro, lo superaremos juntos. Y
te aseguraré cada día que no te voy a dejar.
Eso la hizo sonreír. No estaba molesto por sus miedos. Los reconocía y estaba
dispuesto a trabajar con ella. Pocos hombres habrían hecho tal cosa.
—Los problemas de abandono que una vez tuve ya no tienen un fuerte
dominio sobre mí —le dijo—. Ni siquiera sé cuándo dejaron de tener el control,
sólo que el miedo es ahora como una voz diminuta en lugar del rugido que una
vez fue.
Clayton acarició su mejilla mientras la miraba con el amor brillando en sus
ojos. —Voy a amarte para siempre, Abby Harper. Te voy a amar tan ferozmente
y tan duro que nunca dudarás de nosotros ni un instante.
—Me robaste el corazón, pero me has dado un amor tan puro y maravilloso
que has arreglado todo lo que estaba roto dentro de mí. Contigo, puedo hacer
cualquier cosa.
Se inclinó y la besó. —Feliz Navidad, cariño.
—Feliz Navidad.
Abby estaba a punto de estallar de tan llena de alegría como estaba. Y esto
era sólo el inicio de una vida de amor maravilloso ante ella. Una vida con el
hombre que era su guerrero y héroe –Clayton East.

219
Epílogo

Cuatro meses después...

—Es hora, Abby —dijo Brice.


Se volvió del espejo y le sonrió a él y a Caleb, que estaban parados en la
puerta. —Vosotros dos os veis guapísimos.
Al oír sus palabras, Caleb le sonrió y le apuntó con su sombrero de vaquero,
mientras Brice jugueteaba nervioso con el cuello abotonado de su camisa. Los
tres nunca se fueron del “East ranch”.
Cuando ella y Clayton regresaron a la casa en Nochebuena, hubo una gran
celebración por su compromiso.
Y durante los siguientes meses, sus hermanos se habían convertido en unos
auténticos vaqueros. Ambos montaban a caballo como si hubieran nacido para
ello, y su felicidad se extendía a otras partes de sus vidas. Sus calificaciones
eran excelentes y ambos habían empezado a salir con diferentes amigos, pero su
atención estaba en el rancho. Hacían sus tareas de buena gana todos los días sin
que se les tuviera que decir nada.
—Abby, estás preciosa —dijo Caleb entrando en la habitación.
Miró hacia abajo, a su vestido de novia. Aunque no le había importado tener
uno, Clayton y Justine insistieron en que comprara algo. Sorprendentemente,
había encontrado el perfecto. El vestido de encaje vintage combinaba
perfectamente con el ambiente de la boda en el rancho.
El vestido tenía largas mangas de encaje y un corpiño que abrazaba su figura
antes de que el encaje cayera al suelo en una falda en forma acampanada. El
velo era en realidad el de Justine, de su boda. Nunca antes Abby se había
sentido tan hermosa o especial.
Con un hermano en cada brazo, caminó desde su habitación, bajó las
escaleras y salió por la parte de atrás de la casa justo cuando el sol se estaba
poniendo. El patio se había convertido en una escena de un cuento de hadas.
Las flores se desbordaban todas partes.
Había una enorme carpa con pequeños farolillos de luz colgados en la parte
superior para imitar el lugar donde Clayton se le había declarado. Pero eso era

220
para la recepción. Ahora, sus hermanos la llevaron hacia un arco de
flores y más luces diminutas donde Clayton la esperaba.
Todavía llevaba su pelo rubio largo a petición de ella y sus ojos verde-pálido
estaban fijos en su cara. Su sonrisa era sexy mientras asentía con la cabeza en un
guiño de aprobación cuando la vio. Su traje negro le quedaba perfecto. Abby
pensó que tendría que encontrar otras razones para que lo llevara, porque le
quedaba muy bien.
Y de golpe estaba de pie ante él. Sus hermanos la entregaron, cada uno de
ellos besando su mejilla antes de ir a sus asientos. Y Clayton tomó su mano en
la suya mientras le daba un pequeño apretón.
—Dios mío, mujer. Has avergonzado a las estrellas, brillas más que ellas—
susurró.
—Y tú vas a tener que ponerte ese traje otra vez. No puedo dejar de mirarte.
—Entonces lo usaré cada maldito día —dijo con un guiño de complicidad.
Abby nunca apartó la vista de Clayton mientras intercambiaban votos y
anillos. Antes de que se diera cuenta, Clayton la estaba besando. El fuerte
alboroto de alegría que se elevó hizo que ambos sonrieran y recordaran que no
estaban solos.
—Eres mía ahora —dijo Clayton mientras apretaba su frente contra la de ella.
—Soy tuya.
Su sonrisa torcida le puso mariposas en el estómago. —Salgamos de aquí y
comencemos nuestra luna de miel.
—No podemos —dijo ella con una risa. —Y tenemos que caminar por el
pasillo hasta la recepción.
—Tiene una hora, Sra. East. Luego la arrojaré sobre mi hombro y la sacaré de
aquí.
Ella sonreía cuando se volvieron para enfrentar a sus invitados. Mano a
mano, caminaron por el pasillo para comenzar sus nuevas vidas. Abby no sabía
lo que el futuro le deparaba, pero sabía que lo que viniera valdría la pena, ser
amada por Clayton East –y amarlo.
Su héroe.
Su cowboy.

Fin
221
Biografía dela autora

Autora de superventas del New York Times y USA Today,


Donna Grant, ha sido elogiada por sus historias "totalmente
adictivas, únicas y sensuales".
Es autora de más de cuarenta novelas que abarcan múltiples
géneros del romance incluyendo los bestsellers Dark King,
Dark Craving, Night's Awakening y Dawn's Desire.
Su aclamada serie, Dark Warriors, presenta una
emocionante combinación de Druidas, dioses primitivos y Highlanders
inmortales que son oscuros, peligrosos e irresistibles.
Nació y se crió en Texas, pero le encanta viajar. Sus aventuras la han llevado
por todo Estados Unidos, así como a Jamaica, México y Escocia. Creció en la
frontera de Texas con Louisiana; el lado cajún de la familia le enseñó el lado –
picante– de la vida.
A pesar de los plazos y la lectura voraz, Donna se las arregla para
mantenerse al día con sus dos hijos, cuatro gatos, tres peces y un chihuahua de
pelo largo. Ha sido bendecida con un marido orgulloso, que la apoya y al que le
encanta leer y viajar tanto como a ella.
Para descubrir más sobre Donna y sus libros, por favor visita:

www.DonnaGrant.com
www.facebook.com/AuthorDonnaGrant
www.twitter.com/donna_grant
www.goodreads.com/donna_grant/

Títulos de la Serie“Heart of Texas”:

01 – The Christmas Cowboy Hero


02 – Cowboy, Cross My Heart
03 – My Favorite Cowboy
04 – A Cowboy Like You

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Próximamente

Cowboy, Cross My Heart

Serie Heart of Texas, 02

Donna Grant, escritora de superventas del New York Times, te adentra en la escena
del rodeo de Texas en el segundo libro de su serie Heart of Texas, donde peligro y deseo
cabalgan lado a lado...

Naomi Pierce no es del tipo que deja que un vaquero la arrastre. No es su


primer rodeo, después de todo. Pero cuando regresa a su ciudad natal de Texas,
no puede evitar ser arrastrada de nuevo al mundo de brusquedad, de monta
dura de caballos salvajes y de jinetes rudos y gatillo fácil que le gustaban
cuando era niña. Puede que esté aquí para fotografiar a su mejor amiga de
Reina del Rodeo. Pero es un vaquero muy guapo el que realmente captura su
ojo...
Brice Harper es todo hombre, todo músculo y todo corazón. Desde el
momento en que llega al estadio, no puede dejar de notar a la hermosa
desconocida con una cámara observándolo desde las gradas. No hace falta un
teleobjetivo zoom para ver las chispas de la atracción instantánea. Pero las cosas
realmente se calientan cuando conoce a Naomi de cerca y descubre que alguien
está acechando a su amiga.
Brice no sería ningún vaquero si no se ofreciera a ayudar a las damas en
apuros. Pero, ¿puede el jinete rudo mantener a esta enérgica fotógrafa amateur
fuera de peligro, sin arriesgar su corazón?

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