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Wolfang Amadeus Mozart

(1756-1791)

Wolfang Amadeus Mozart, nació en el seno de


una familia musical el 27 de enero de 1756, en
Salzburgo Austria. Su padre y creador Leopoldo
Mozart, fue el encargado de orientar y
promocionar artísticamente al pequeño desde
su infancia.
Apenas con 6 años de edad realizó una gira por
Europa, logrando un éxito avasallador; su
primera sinfonía la compuso a los 8 años y a los
11 años un drama y un oratorio. Recibió
educación musical logrando convertirse en
muy poco tiempo en uno de los mayores
prodigios musicales de toda la historia
No solo su padre fue el responsable de su educación musical, lo apoyaron
también Johann Christian Bach y el padre Martín, dos destacados maestros de
la época que supieron pulir en él, un talento innato que desde la cuna ya era
evidente.
Mozart empezó a escribir varias sinfonías, una misa, algunos lieder e
incursionó en el género operístico, en 1767 cuando la familia se estableció en
Viena. Con 13 años en 1769, fue designado como maestro de conciertos del
príncipe-arzobispo de Salzburgo, quien no reconoció el talento del joven.
En 1977 realizó un viaje por París e Italia, luego de recibir el permiso y despido
de su trabajo por parte del arzobispo. Allí estrenó varias óperas y aunque quería
quedarse un buen tiempo en aquellas tierras, no lo pudo hacer, pues su madre
murió y era quien lo acompañaba. Regreso nuevamente a Salzburgo y
recuperó nuevamente su trabajo con el arzobispo.
El éxito no se hizo esperar y Mozart pudo establecerse como músico libre en
Viena. En 1782 se casó con Constance Weber; la salud de la pareja no era la
mejor y todo el dinero que ganaba Mozart por conciertos, composiciones,
alumnos, encargos del emperador José II, entre otros, no era suficiente para
cubrir sus necesidades.
Rapto del Serrallo, Las bodas de Fígaro, Don Giovanni, son solo algunas de las
decenas de obras y óperas que Mozart continúo escribiendo. Más adelante
pudo realizar una gigantesca gira de conciertos por Múnich, Frankfurt,
Magunci y Mannheim.
Su espíritu inquieto y a pesar de su delicada salud en 1791, seguía escribiendo
ansiosamente partituras. La flauta Mágica y la Clemenza di Tito, le abrieron
las puertas y empezó a trabajar para una persona desconocida quien le
encargó un Réquiem. Pero no se trataba de un desconocido, era su propio yo,
anunciando su muerte. Algo confuso sucede allí y al parecer el conde de
Walsegg tuvo mucho que ver, para estrenar como suya dicho réquiem.
Antes de cumplir los 36 años, el 5 diciembre de 1791 muere Mozart. Infección,
envenenamiento, bronconeumonía o fiebre, son varias de las causas a las que
se les atribuye la muerte de este genio, quien fue enterrado en una fosa común.
Süssmayr su discípulo, se encargó de culminar la que fue su más bella
composición.

PRODUCCIÓN MUSICAL:
Son muchos los aspectos que hay que tener en cuenta a la hora de valorar la
música de Wolfgang Amadeus Mozart. El primero de ellos, además de lo
prolífico de su número, es la gran variedad de estilos que componen su
repertorio. Puede afirmarse que es el único de los grandes maestros de la
historia de la música culta que cultivó todos los géneros de su época con el
mismo interés.
Otro aspecto importante es la pasión por la composición que acompañó a
toda su vida. Fue un compositor tan precoz que traspasó los límites de lo que
se entiende por un niño prodigio. Sin embargo, lo verdaderamente llamativo
es que su nivel de producción no decayó a lo largo de su vida (lo más habitual
es que los niños tan aventajados pierdan del todo el interés al llegar a la
pubertad), lo que hace que prácticamente su vida como compositor se
equipare a su existencia real. Además, por lo que se infiere de lo mucho que
se ha escrito sobre el genio de Salzburgo, la intensidad del trabajo que le
acompañó toda su vida no le impidió tener una personalidad alegre y
desenfadada, incluso en la niñez, algo completamente alejado de otros de los
grandes nombres de la música mundial. De hecho, sus contemporáneos le
describen como un hombre de mundo, apasionado y degustador de los
placeres de la vida, consumado bailarín y preocupado por sus relaciones
sociales, lo que choca con la idea que podría tenerse de un compositor de su
talla, autor de tal magnitud de obras de calidad. Parece, pues, lógico pensar
que se creara a su alrededor una idea de que el Mozart mundano nada tenía
que ver con el Mozart que se sentaba al piano, como si un ser superior se
apoderase del hombre distraído y bromista que conocieron sus cercanos.
Algo similar ocurrió con su obra. Si al Mozart mundano no se le prestaba
especial atención, su música no despertaba tampoco el suficiente interés,
puesto que los músicos contemporáneos, centrados más en satisfacer los
gustos del momento (con menos talento, por supuesto) que en desarrollar un
nuevo mensaje musical, fueron alabados y agasajados abiertamente, mientras
que Mozart se perdía en el olvido, salvo en puntuales momentos de gloria. No
sería verdaderamente hasta La flauta mágica cuando el gran público
comenzara a fijarse en él (con anterioridad sólo había tenido éxito en la alta
sociedad), una obra casi póstuma. No demasiado tiempo más tarde Mozart se
convertiría en el ídolo de los jóvenes románticos, y el reconocimiento a su obra
pasaría en poco tiempo a convertirse en el culto que todavía hoy se le procesa
en todo el mundo.
Para comprender el universo musical de Mozart hay que tener en cuenta, en
primer lugar, tanto la ciudad donde nació, Salzburgo, encrucijada de
influencias artísticas (a medio camino entre los grandes centros italianos,
alemanes y Viena, la "capital europea de la música" en época de Glück y
Salieri), como la sólida formación cultural y musical de su padre, Leopold, que
sobre todo le familiarizó con los compositores del sur de Alemania. A esto hay
que sumar los viajes que Mozart realizara y que le pusieron en contacto con
los grandes maestros del momento, en especial los cercanos al otro gran
centro musical del momento, París. Además, Mozart fue un consumado
maestro del arte de la imitación, y supo sacar de cada maestro (por citar
algunos, Eberlin, Adlgasser o Haydn entre los germánicos, y Schobert, Eckardt
y Honauer entre los del círculo parisino) lo mejor para utilizarlo luego en su
propio provecho. Si a eso sumamos su inmenso talento y su capacidad de
trabajo (hasta la propia extenuación) podemos llegar a comprender el
inmenso legado que dejó tras su muerte.
Primera época: infancia y primer viaje a Italia (1773)
En sus primeras obras, simples frases cortas realizadas entre los 5 y los 7 años,
no se dejan todavía ver las cualidades del Mozart que vino después, pero dan
una idea de la precocidad de su genio. Sus primeras composiciones,
fundamentalmente sonatas en varios movimientos para piano, dejan ver las
influencias de su primer viaje a París, sobre todo la estructura melódica de
Johann Christian Bach.
Con apenas nueve años Mozart ya componía sinfonías (un total de treinta y
cuatro), lo que explica su afán por aparecer ante los ojos del mundo musical
de la época no sólo como un intérprete virtuoso, sino como un verdadero
compositor. Además, si fue capaz de componer obras de géneros más
cercanos a él, como serenatas o divertimentos, también se atrevió con formas
que empezaban a desarrollarse en esa época, como los cuartetos de cuerda,
en los que se puede observar la línea italianizante que también pesa en sus
primeras composiciones.
Otro corpus importante de su primera época de composición es la música
religiosa, que se enmarca dentro de la tradición salzburguesa. Así, escribió
cinco misas, dos "Regina Coeli", dos letanías y un gran número de obras de
menor entidad, además de seis sonatas para la epístola. Sin embargo, la
pujante composición italiana del momento hizo también mella en el joven
creador, que imprimió a sus obras un lenguaje cercano a la ópera, con líneas
melódicas exaltadas y una orquesta que ejerce de mero acompañante, todo
ello sin dañar la dignidad armoniosa de sus composiciones. Mucho que decir
para un compositor de menos de quince años.
A las demás obras hay que sumar los primeros ensayos de géneros de los que
luego se convertirá en maestro, como el singspiel, la ópera bufa o la ópera
seria. En este campo deben destacarse Apollo et Hyacinthus, Batian y
Bastuana y La finta semplice, mencionadas anteriormente. Dentro de la ópera
seria deben destacarse Mitridate, Ascanio in Alba, El sueño de Escipión y Lucio
Silla.
Segunda época: adolescencia y juventud
En este período de su producción la mayor parte de las obras corresponderán
a música religiosa y a instrumental. La ópera, género por el que Mozart
demostró mucha inclinación, apenas se desarrolló en esta época por la falta
de encargos. Sin embargo, sería una ópera, Idomeneo, rey de Creta, la
considerada más importante de esta etapa. Características propias del
universo musical mozartiano, como la introspección armónica y melódica, la
riqueza formal, el colorido instrumental y la profundidad en la interpretación
del texto, estuvieron ya muy presentes en esta obra, y fueron un adelanto del
Mozart maduro de su etapa vienesa. No obstante, la intensidad dramática no
es la misma que en sus grandes óperas posteriores, y es el aspecto que
fundamentalmente separa una de otras.
En este período compuso innumerables arias para concierto, las cuales
alcanzaron una intensa expresión tanto por la amplitud de su concepción
como por el carácter apasionado. La música religiosa, por su parte, continúa a
medio camino entre el estilo antiguo y el estilo moderno. Esto puede
comprobarse en las doce misas de este período, donde Mozart comienza a
dar una forma musical a los largos textos del "Gloria" o el "Credo",
particularmente en la KV 317 y 337.
Mozart. Concierto para oboe en do, KV 314.
En cuanto a las obras sinfónicas, Mozart se esforzó en este período en definir
el carácter de los diferentes movimientos y equilibrarlos en el corpus de la obra,
como puede comprobarse en las KV 183 y 201, que están cuidadosamente
acabadas. Precisamente, la influencia de la música parisina, que está muy
presente en sus obras sinfónicas de este período, puede comprobarse en
la Sinfonía "parisina" KV 297, que es más pomposa.
Donde, sin embargo, el talento de Mozart alcanzó su verdadera dimensión
como artista independiente en esta época fue en sus divertimentos y
serenatas. Esta música, alejada del boato y la seriedad de las obras religiosas
y sinfónicas y de las óperas, más indiferente y alegre, fue muy del agrado de la
sociedad de Salzburgo. Movimientos de carácter sinfónico, danzas populares,
movimientos concertantes y otras obras muestran su inventiva y su libertad
compositiva. Algo similar ocurrió en el campo del concierto, desde su primer
concierto para piano KV 175, donde se muestra ya la riqueza musical de su
arte, hasta las sonatas para piano, que se enmarcan en la misma línea de las
obras anteriores, aunque con más amplitud en cuanto a su exigencia técnica.
Por otro lado, los cuartetos de cuerda se inspiran en los de Haydn, y se alejan
de los primeros cuartetos italianizantes del período anterior.
Tercera época: madurez
Este tercer y último período tiene como primera característica el descenso
sintomático de la composición de obras religiosas. También se redujeron las
serenatas y sinfonías. No obstante, la producción escasa de este tipo de obras
no está reñida con un perfeccionamiento y un cuidado exquisito por parte del
compositor. Serenatas y sinfonías darán paso a conciertos para piano, donde
se registra la música más "mundana" de la producción mozartiana de esta
época. Por el contrario, el valor dado a las óperas y a la música de cámara en
este período es mucho mayor, casi excluyente, aunque Mozart también tuvo
interés en componer obras de circunstancias, arias, conjuntos y coros, lieder y
cánones.
Mozart partió de las piezas de su amigo Joseph Haydn y del estudio de las
obras de Bach y Händel. Sin embargo, si por algo se caracteriza este período
es por la apropiación de las fuentes, que son modificadas y moldeadas para
acoplarse por completo a los deseos del compositor, creando un lenguaje
musical completamente original y único. Del estudio de Haydn parten piezas
como los seis cuartetos de cuerda KV 387, 421, 428, 458, 464 y 465. En cuanto
a la influencia de Bach y Händel, se concreta en numerosas fugas y fantasías,
así como la huella de El Mesías, Acis y Galatea o la Oda a Santa Cecilia están
presentes en sus dos grandes obras religiosas de este período, la Misa en do
menor KV 427 y el Réquiem, inacabadas ambas.
La práctica ausencia de serenatas y divertimentos da una idea del escaso
interés de Mozart por la música de simple entretenimiento y el deseo de
centrarse en una música de cámara espiritualizada, como puede
comprobarse en las serenatas KV 361, 375 y 388, y especialmente en
la Pequeña música nocturna KV 525.
Por su parte, en las seis últimas sinfonías se aprecia el interés de Mozart por la
obra sinfónica de Haydn y su evolución en el trabajo contrapuntístico y
temático, además de ampliar la sonoridad sinfónica. Con todo, las últimas
sinfonías demuestran la profunda introspección con la que las dotó Mozart,
llevando este tipo de composición hacia una expresión más profunda que la
que tenía hasta entonces. Buenas prueba de ello son la Sinfonía Haffner KV
385, la Sinfonía "Linz" KV 425 y la Sinfonía "Júpiter" KV 551.
En el caso de los conciertos, Mozart dedicó mucho más tiempos a su
realización que en épocas anteriores. Compuso en esta etapa diecisiete
conciertos para piano, algunos en la línea de los anteriores, pero en otros se
acerca más a su trabajo para música de cámara (KV 449, 453 y 456), mientras
que en otros la brillantez y la frescura son las notas dominantes (KV 450, 451 y
459). La sonoridad está especialmente cuidada en los conciertos KV 482, 488
y 491, alcanzando cotas a las que Mozart no había llegado hasta entonces,
sublimadas ya en el KV 537, que contrasta con el Concierto "de la
coronación" KV 537 y el Concierto en Si Bemol KV 595, donde está más
presente la seriedad de la ocasión, que se aprecia en cierta ausencia de
contrastes. Además de estos conciertos para piano, Mozart escribió cuatro
para corno y un concierto para clarinete.
La música de cámara para piano, de la que Mozart cuenta como el primero en
hacer de ella un género independiente, dejó en esta época cinco tríos para
violín, piano y violonchelo; el trío "Kegelstatt" para clarinete, viola y piano KV
498; dos cuartetos para violín, viola, violonchelo y piano; y el quinteto para
cuatro instrumentos de viento y piano KV 452. La principal característica de
estas piezas es el estilo sobrio y cuidado, con una temática simple pero
cargada de gran intensidad. En ellas, a pesar de ser el piano el que domina,
las cuerdas adquieren una mayor importancia. Algo similar ocurre en el
divertimento KV 563, el quinteto con clarinete KV 581 y en los últimos cuatro
quintetos de cuerda KV 515, 516, 593 y 614; en todos ellos se conjugan la
majestuosidad, la delicadeza y la extrema sobriedad de las últimas
composiciones del de Salzburgo, también presentes en las numerosas arias
de concierto y los lieder de este período.
La ópera mozartiana en Viena
Las óperas de este período constituyen, sin duda, uno de los aspectos más
conocidos de la obra de Mozart. Fueron, además, la culminación de los
singspiel alemanes, las óperas bufas y las óperas serias que ya había cultivado
en su juventud.
Del primero de estos géneros destaca la obra que inició este período y que dio
a dicho género su independencia, El rapto del serrallo, donde la diversidad
estilística supera el corsé histórico del género. Es, además, la primera obra en
la que Mozart intervino decisivamente en la elaboración del libreto, tomando
por tanto un papel decisivo no sólo como músico, sino también como autor
dramático. Destacan sus aportaciones en las delicadas melodías en el canto
de los enamorados, y en las alegres conversaciones entre criados. Todo ello
alcanzó su plenitud en Las noches de Fígaro. A pesar de que se supone que
se trataba en un principio de una ópera bufa, el desarrollo de los caracteres de
los personajes la alejan de este género, pues alcanzan un componente
humano impensable en obras anteriores.
Don Giovanni introduce, por su parte, otros niveles de dramatización, al sumar
a los caracteres humanos otros de índole sobrenatural. La expresión musical
abarca entonces mayores matices, pues de las bufonadas de Leporello se
pasa a la altivez y desprecio por las leyes de don Juan, así como a su terror en
los últimos instantes, lo que contrasta con la escalofriante aparición del
espectro del Comendador, en una de las escenas de mayor intensidad
dramática de la ópera realizada hasta entonces.
Cosi fan tutte, sin embargo, lleva la trama, con las mismas bases, al puro juego.
La armonía en los cantos y en los numerosos conjuntos de personajes que,
realmente, sólo son marionetas con una ligera caracterización, alcanzan una
resonancia como en ninguna otra obra de Mozart. Puede decirse que es la
pieza en la que más se aleja de la realidad para entregarse al puro arte por el
arte. Todo ello contrasta con La clemencia de Tito, obra anacrónica y
denostada en la que, sin embargo, pueden encontrarse los elementos propios
del Mozart en la madurez de su arte. Quizá el motivo del encargo, la coronación
de Leopoldo II, pesara en el compositor a la hora de crearla, y pusiera en
escena una ópera mucho más "pesada" y pomposa que las anteriores.
El singspiel La flauta mágica cierra un ciclo vital. En ella, Mozart se centra en
una idea masónica de la humanidad a la que convergen todos los personajes,
por lo que puede decirse que es una obra más centrada en las ideas que en
la caracterización de éstos. La extrema simplicidad tonal de muchos pasajes
de la obra confieren a ésta de una espiritualidad sin parangón hasta ese
momento.
Discografía esencial
Misa en Do mayor KV 317 (Misa de la Coronación); intérpretes: Buckel, Mc
Kinnon, Winkler, Wollitz, Figuralchor der Gedächtniskirche Stuttgart, Bach-
Collegium Stuttgart; director: Hetmult Rilling.
Misa en Do menor KV 427 (Gran Misa); intérpretes: Cotrubas, Kanawa, Drenn,
Sotin, Coro John Alldis de Londres y New Philharmonic Orchestra; director:
Raymond Leppard. EMI 567-747 384-2.
Cuarteto de cuerda K 465 "Disonancias". Quinteto de cuerda K 614; intérpretes:
Cuarteto Lindsay (The Lindsays) y Louise Williams (viola) ASV CD DCA 1069.
Sonatas para fortepiano y violín D. 301-305; intérpretes: Fabrizio Cipriani (violín)
y Sergio Ciomei (fortepiano); Cantus, C 9602.
Notturni y canzonette a tres voces con tres corni di bassetto (o clarinetes
modernos) Mi lagnerò tacendo, Se lontan ben mio tu sei, Più non si
trovano, etc.; intérpretes: Schäfer, Hintz, Fischer-Dieskau y miembros de la
sección de viento de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Orf C 218 911.
BIBLIOGRAFÍA:
• https://www.biografiacortade.com/wolfgang-amadeus-mozart/
• http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=mozart-
wolfgang-amadeus

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