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UN MODELO BICAMERAL

Empecemos con la invención técnica que acabo de describir: la pantalla. El finado antropólogo
Gregory Bateson habla, en Mind and Nature, de las ventajas de un formato bicameral: el salto
a una nueva perspectiva o surgimiento de posibilidades nuevas que siguió a la reunión de dos
ojos, dos manos, dos cámaras del cerebro. 1 este formato también se aplica a la pantalla en un
solo sentido. La pantalla convirtió la psicoterapia en una interacción bicameral que ofrecía una
oportunidad similar de explorar una dimensión totalmente nueva. Tenemos dos asientos.
Podemos adoptar una posición, y hacer que alguien más tome otra posición, para comentar o
revisar nuestra posición.

Así pues, no es extraño que la pantalla se convirtiera en un lugar aventajado desde el cual
pasar revista a la fauna de un reino que siempre había estado ante nosotros; y, sin embargo,
nunca lo habíamos visto. Uno de los tempranos descubrimientos hechos por quienes primero
analizaron las familias con esquizofrénicos fue que lo que se había considerado como
enfermedades mentales de individuos acaso no fueran enfermedades en el sentido médico.

De hecho, acaso no fuesen ni siquiera desórdenes; antes bien, se les podría considerar como
manifestaciones ordenadas, que tenían sentido en las familias o en otros marcos sociales en
que surgían. No sólo el proceso de evaluación, sino también el proceso de terapia aprovechó el
enfoque de dos cámaras. El empleo de las dos salas para dividir las tareas de la terapia —se
describa como se describa esta división— condujo a una nueva y mejor manera de organizar el
cambio de sistemas. Así fue posible abandonar el que estaba convirtiéndose, en opinión de
muchos, en un modelo ya caduco: el concepto del terapeuta como agente libre que actuaba
sobre un sujeto libre, el cliente o la familia.

¿POR QUÉ ESTABA CADUCANDO ESTE CONCEPTO? Para explicarlo habré de ensanchar el
campo de visión y describir un puñado de ideas que durante largo tiempo habían estado
meciendo nuestro universo aristotélico. El cambio a estas ideas está unido muy de cerca,
primero, a avances de campos como la física, la biología y las matemáticas, y, segundo, a las
ciencias cognoscitivas que han brotado de la tecnología de las computadoras. Las figuras que
parecen haber ejercido la mayor influencia sobre el campo de la familia en su infancia fueron,
de manera bastante extraña, no tanto psicoterapeutas cuanto científico, como el teórico de la
información Claude Shannon, el cibernético Norbert Wiener y el teórico de sistemas generales
Ludwing von Bertalanffy. Habremos de añadir a esta lista a Gregory Bateson, cuyo genio
sintetizador mostró cómo pueden ser útiles ideas de fuentes tan diversas para el
entendimiento de los procesos de comunicación, incluso aquellos asociados con la
psicopatología. Bateson fue uno de los primeros en introducir la idea de que una familia podía
ser análoga a un sistema homeostático o cibernético.

Sin embargo, lamentablemente para quienes gustan de la simplicidad, el campo de la familia


no se desarrolló en forma directa a partir de las ideas de estos primeros pensadores. Existen
hoy dos generaciones distintas de pensamiento en la terapia familiar. Edificando sobre el
modelo cibernético, teóricos como el finado psiquiatra Don Jackson, en el Instituto de
Investigación Mental en Palo Alto, California, subrayaron las cualidades (encaminadas a
mantener el equilibrio) de los comportamientos sintomáticos en las familias, como si fuesen
literalmente análogos a los elementos homeostáticos. Recientemente, teóricos como el
psicólogo de la Universidad de Texas, Paul Dell, han desarrollado un modelo evolutivo, antes
que homeostático. Derivando su epistemología evolutiva de la labor de un grupo de científicos
que surgieron a la fama durante los setenta, como el físico Ilya Prigogine, o el biólogo
Humberto Maturana, Dell conceptualiza las familias, así como todos los sistemas vivos, como
entidades en evolución y no equilibrio, capaces de transformaciones súbitas. Dell aplica este
paradigma evolutivo a una consideración de los sistemas familiares, en contraste con el
paradigma homeostático de los primeros pensadores sobre la familia.

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