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Victor Frankl
José Antonio Saucedo Hernández
Tania Naomi Garzón Rosales 1 B
29/04/2020
El libro está redactado de forma autobiográfica por Víctor Frankl en el narra sus
experiencias como psicólogo en un campo de concentración una lista de
tormentos diarios. En el campo existían dos tipos de prisioneros el corriente y los
kapos quienes gozaban de ciertos privilegios y que a veces trataban a los
prisioneros aún peor que los soldados, era hasta cierto punto de esperarse ya que
los kapos era seleccionados entre prisioneros cuyo carácter y actitud eran
agresivos y si no cumplían las expectativas para lo que fueron colocados eran
sustituidos.
Todos los prisioneros tenían asignado un número y no los trataban como más que
eso, el autor narra que no trabajo como un psiquiatra en el campo ni como un
médico solo hasta las últimas semanas, pero el resto del tiempo fue un prisionero
ordinario que tendía traviesas para los ferrocarriles, en una ocasión se le dio la
tarea de cavar un túnel debajo de la carretera sin ninguna ayuda lo que le hizo
acreedor de dos cupones ya que las autoridades los habían vendido
prácticamente como esclavos, los dos cupones de regalo podían ser canjeados
por seis cigarrillos que a su vez podían ser cambiados por doce platos de sopa lo
cual aliviaba el hambre por un par de semanas, aquellos que habían perdido las
esperanzas y ganas de vivir se fumaban los cigarrillos para disfrutar sus últimos
días de vida mientras que los que aun tenían ganas de vivir preferían la comida.
Cuando por fin llegaron a la estación vieron a los otros reclusos quienes vestían el
traje típico de rayas y llevaban las cabezas rapadas, pero aparentaban estar bien
alimentados incluso parecían tener un toque de humor a lo que Frankl intentando
ser positivo pensó que el tal vez podría legar a ser uno de ellos.
Metieron a unas mil cien personas en una barraca acomodada para doscientas en
la que no había espacio ni para estar en cunclillas estaban tiritando de frio y con
mucha hambre lo que recibieron fueron ciento cincuenta gramos de pan que fue
su único alimento por cuatro días.
Después en la ducha ya que les habían quitado todo hasta los pelos del cuerpo a
todos los prisioneros los embargó un humor extraño y una sensación se apodero
de ellos: la curiosidad, que suele aparecer ante ciertas circunstancias extrañas o
de incertidumbre. Se tenía ese ánimo como medida de protección, todos
deseaban saber que pasaría a continuación. La curiosidad los distraía de sus
verdaderos miedos y preocupaciones.
La esperanza se iba perdiendo poco a poco aun con unos días de estar ahí ya que
no existía compasión alguna hacia nadie.
El hecho de que estuvieran en constante amenaza de muerte dia tras dia, minuto
tras minuto provocaba desesperación a su vez la idea del suicidio una forma de
renunciar a todo ese sufrimiento.
Con el paso de los días en ese lugar las cámaras de gas dejaban de causar el
mismo impacto y miedo al igual que la cerca eléctrica pues ya consideraban la
idea del suicidio y ya había superado la etapa de shock de cuando recién llegaron.
A todos los prisioneros o al menos a la mayoría les invadía una apatía enorme que
llegaba a ser una muerte emocional, esta apatía era un mecanismo necesario de
autodefensa, ya que el prisionero olvidaba todo dolor y sufrimiento y se centraba
en un único objetivo, el conservar la vida propia y la de otros compañeros.
Los deseos más primitivos de los prisioneros, como comida, un baño caliente,
cigarrillos, no eran más que sueños que en algún momento pudo ser su realidad
está ya había cambiado completamente y se encontraban ya adaptados a su
nueva realidad y la única que ya conocían.
Hubo una vez que Frankl pretendía despertar a un compañero que estaba
teniendo una pesadilla. Pero al final lo dejo porque por muy horrible que fuera la
pesadilla siempre sería mejor que la realidad en el campo.
La desnutrición y la ausencia de sentimiento provocaba que el deseo sexual se
esfumaba eso dejaba de ser una necesidad humana ya que las verdaderas eran
alimentarse y sobrevivir.
Si bien algo anhelaba los prisioneros era la soledad puesto que vivían en una
sociedad comunitaria impuesta, no tenían ocasión de estar a solas consigo
mismos. Frankl encontró un lugar destinado a ello cuando lo trasladaron a un
campo de reposo.
Los prisioneros eran un juguete en todos los sentidos carecían de valor por sí
mismo a excepción del valor del trabajo que podían hacer. Los prisioneros no
dejaban de ser un simple número, no contaban con personalidad.
Si bien los prisioneros también era juego del destino Frankl fue trasladado a otro
campo en el cual conoció el canibalismo lo que le hacía recordar el relato de
‘‘muerte en Teheran’’, los prisioneros temían tomar cualquier tipo de decisión y
deseaban que el destino lo hiciera por ellos así cuando llegaba el momento de
hacer algo no sentían tanta culpa. Como cuando tenía que decidir entre escaparse
o no escaparse del campo. Frankl junto con otro compañero tuvo oportunidad de
escapar en un momento, pero por algunas dificultades no pudo. Sin embargo, en
ese intento se agenció una mochila y un cuenco. Él tenía un plan que podía
funcionar y cuando estaba a punto de llevarlo a cabo apareció un camión color
aluminio con una gran cruz roja pintada que empezó a descargar medicinas y
alimento lo que le hizo creer que no merecía la pena escapar. Después llegaron
los camiones de las SS diciéndoles que serían enviados a un campo en Suiza
para ser canjeados por prisioneros de guerra. El medico jefe empezó a hacer
grupos de trece para los camiones, sin embargo, Frankl y su compañero no
estaban entre ellos. Frankl y su compañero estaban muy decepcionados pues
habían renunciados a escapar en vano.
Al ser liberados, los prisioneros, por extraño que parezca, no se sentía feliz.
Habían perdido el sentimiento que llamamos felicidad, y lo tendrían que ir
recuperando poco a poco, había desperdiciado parte de su vida esa parte le había
sido arrebatada y era imposible recupera.
Esta fase provocaba también un sentimiento que era la desilusión. Desilusión que
llevaba al prisionero a la casa con la que tanto había soñado y había descubierto
que, aquello por lo que había mantenido la esperanza durante tanto tiempo, ya no
estaba allí además de la vida que les habían quitado les habían quitado también la
razón por la cual resistían el sufrimiento.
Sin embargo para todos los liberados llego el día en que todo el dolor y el
sufrimiento tanto mental como físico habían llegado a su fin y no sería más que la
más cruenta de las pesadillas de lo que habían vivido, ya no había nada que temer
excepto a Dios.
Este libro me hizo reflexionar sobre todas las atrocidades y sufrimiento por el que
tenían que pasar los prisioneros y que para muchos la única esperanza que
conservaban de ser libres era por su familia y amigos, a veces cuando en la vida
se nos presenta un obstáculo nos rendimos antes de siquiera intentarlo, es
interesante el papel que juega nuestra mente cuando estamos en problemas.