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LICENCIATURA EN ENFEERIA FLORENCIA NIGHTINGALE

NOMBRE DEL ALUMNO


BRAYAN JOAB BARAJAS CASTILLEJOS
MATERIA
PSICOLOGIA DE LA SALUD
PROFESOR
DR. JUAN FERNANDO PÈREZ GARCIA

GRADO Y GRUPO
3C

MATRICULA
L-1663
“A PESAR DE TODO, DECIR SÍ A LA VIDA”
Un psicólogo vive el campo de concentración
Un psicólogo sufre el campo de concentración (Frankl). Como nos dice el autor, no es un
relato de los hechos y sucesos, sino de experiencias personales. Es la historia íntima contada
por uno de los sobrevivientes. No es para detallar los grandes horrores que ya han sido
expresados, sino para contar la multitud de los tormentos más pequeños y narrar que pasaba
en la mente del prisionero día a día. No relata los sucesos de los grandes y conocidos campos
de concentración, sino de los más pequeños. En los que hubo una mayor experiencia de
exterminio. Tampoco detalla la vida de los grandes héroes o mártires, sino de los sufrimientos
y la muerde de la gran cantidad de víctimas desconocidas y olvidadas.  
Había dos tipos de prisioneros en los campos de concentración: el prisionero corriente y los
llamados “capos”. El prisionero corriente era el que hacía los trabajos más duros, pasaba
hambre y eran maltratados por la crueldad de los soldados. Los “capos” eran prisioneros que
eran como una especie de administradores y tenían privilegios, los cuales frecuentemente
trataban a los demás prisioneros peor que los soldados. Los “capos” se escogían entre los
prisioneros que tenían el carácter para hacer estos procedimientos. Si no cumplían con lo que
se les pedía, de inmediato se le delegaba. Rápidamente se fueron pareciendo más a los
hombres de la SS y a los soldados de los campos ya que se les podía juzgar desde la misma
perspectiva psicológica y sociológicamente.
Al llegar al campo de concentración, a los prisioneros se les quitaba toda señal de su
identidad y objetos personales, resumiendo su vida a un simple número. Solamente el
pensamiento de mantenerse con vida para volver a ver a su familia les daba ánimo a los
prisioneros.
Los prisioneros eran divididos dependiendo sus capacidades. Hacían un grupo con los
enfermos, débiles o los que tenían algún problema para trabajar y los mandaban a los campos
centrales, en donde estaban las cámaras de gas.
Esta descripción trata sobre las experiencias de Frankl como un prisionero, el cual no estuvo
trabajando como psiquiatra, ni como médico, a excepción de las ultimas semanas. Era un
prisionero más, el número 119.104, que la mayor parte del tiempo que estuvo en el campo de
concentración estuvo cavando y poniendo las vías del ferrocarril.
El internamiento en el campo
Esta frase se caracteriza por el estado de shock, donde lo desconocido los hacía digerir cada
segundo en el momento, con la pregunta “¿qué sigue?” siempre en la cabeza.
En esta fase los prisioneros eran llevados a Auschwitz, en donde los prisioneros que se veían
bien alimentados y hablaban la mayoría de los idiomas de Europa, les dan la bienvenida, de
manera de hacer empatía con los nuevos. Esto les daba esperanza de que sus días no estaban
contados y que podían confiar en ellos para contarles su situación. En la psicología, hay un
estado de ánimo llamado “La ilusión del indulto”, que le da ilusión al que esta a punto de
morir. Esto les pasaba a los prisioneros de los campos, y se agarraban de los últimos destellos
de esperanza que les quedaba.
El grupo de la derecha (desde el punto de vista del espectador) eran los que hacían trabajos
forzados. En cambio, el grupo de la izquierda estaban los enfermos e incapaces de trabajar. A
los del grupo de la izquierda los mandaban a otro campo. El significado de vida para los
prisioneros era no ser mandado al grupo de la izquierda.
En este momento del proceso era donde les quitaban todas sus cosas personales, los afeitaban
de la cabeza a los pies y les daban un pedazo de jabón. Frankl perdió un manuscrito de alto
valor.
Después de este momento lo único que les quedaba era su existencia desnuda y un número
por nombre. No había ninguna unión material con su vida anterior.
Luego de la ducha a todos los prisioneros los secuestra un humor tétrico. Ya sabían que no
tenían nada que perder. Cuando las duchas empezaron a funcionar, los prisioneros intentan
bromear entre ellos. Aparte del humor tétrico que les daba un sentido de protección, también
les daba curiosidad por saber que pasará después.
La amenaza de perder la vida seguía día tras día. La situación los desesperaba ya que se
preguntaban quien sería el siguiente. Y en ellos nacía el pensamiento de suicidio o de
lanzarse contra la alambrada.
En la primera fase el prisionero no le tenia miedo a la muerte. Después de los primeros días,
las cámaras de gas perdían todo su horros ya que les ahorraba el acto de suicidarse.
La vida en el campo
La apatía, el no sentir de las emociones y el sentimiento de que no le importaría nada se
expresan en la segunda etapa de las reacciones psicológicas del prisionero que con el tiempo
lo hacían insensible a los golpes diarios.
Las reacciones de la fase anterior empiezan a desvanecerse con el tiempo, los prisioneros han
sido consumidos por la apatía, en la que llegaba a un nivel de insensibilidad que era como
una especie de muerte emocional. Desaparecen los sentimientos por las cosas tenebrosas que
pasan todos los días, hasta que se van acostumbrando a estas cosas.

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