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Cátedra:
Sistema Bancario
Participante
Maryori Gutiérrez
C.I: 30301159
Según Harvey (2014, p. 32), una vivienda otorga estatus y pertenencia social, al
tiempo que puede ser un lugar para el delito. En conclusión, es prácticamente
ilimitado el valor de uso de una vivienda, y depende en gran medida de las
particularidades de sus habitantes. En contraposición, el valor de cambio de una
vivienda implica inicialmente su adquisición, sea por la vía de la compra o del
arriendo o del regalo, para poder ser utilizada, y así, darle un valor de uso. El dinero,
que es lo que otorga el valor de cambio a una vivienda, se convierte en un recurso que
limita las posibilidades del uso que esta tiene. Si quien adquiere una vivienda, solo
tiene para comprar o alquilar una con dos habitaciones, queda imposibilitado para
adquirir una de tres, adicionalmente el dinero permite determinar el sector, el tamaño
y el estrato de la vivienda, por tal motivo, su utilización y su valor se encuentran
relacionado con el valor de cambio que ésta tenga. El ejemplo de la vivienda conlleva
a comprender la relación entretejida entre valor de uso y valor de cambio, dejando en
claro que el valor de cambio es importante por su convertibilidad en dinero, el cual es
universalmente aceptado como medio de intercambio en una sociedad capitalista. No
obstante, alrededor del valor de uso y el valor de cambio, surgen todo tipo de
consideraciones sobre qué motiva el establecimiento del valor en uno u otro, y cómo
se entretejen, haciendo posible otras dinámicas del mercado.
En relación con el valor de uso, Haug (1989) argumentaba que este es el que
impulsa la compra y el consumo de mercancías, ya que “solo después de consumada
la venta, puede comenzar el consumo” (p.5). Considerar el valor de uso como
condición inicial del consumo y el disfrute de lo que se necesita, ya sea para
sobrevivir o no, implica tener en cuenta la condición en la que el valor de cambio es
la variable dependiente del intercambio capitalista, debido a que “la realización del
valor de cambio es condición de la realización del valor de uso” (Haug, 1989, p. 5).
Esto significa que el dinero solo puede ejercer su poder de compra, cuando el
consumidor decide acceder a una mercancía. El argumento de Haug (1989), sobre la
importancia del valor de uso para motivar el intercambio capitalista, es similar al de
García Canclini (1993), quien pide desechar “la concepción naturalista de las
necesidades y la visión instrumentalista de los bienes” (p, 80).
Esta concepción resume y reduce la cuestión del consumo, como algo destinado
a la satisfacción de un “paquete de necesidades” (p.80). Este enfoque no tiene en
cuenta el valor simbólico del cual están cargadas las mercancías en el mundo
moderno, y no obstante, es el enfoque conductual que acompaña las racionalidades
hegemónicas de la economía de mercado. Como consecuencia de esta postura
eficientista y optimizadora de los mercados, el valor de cambio, entendido en forma
de dinero, es central para los intercambios capitalistas, porque solo a través de su
utilización y circulación se puede cubrir ese “paquete de necesidades” que tiene cada
ser humano.
Sin embargo, el valor de uso, que parece ser menos relevante en la explicación de
la economía de mercado capitalista sobre la forma como se dota de valor a las
mercancías, adquiere una centralidad especial en el debate sobre los intercambios
alternativos, porque allí, el valor de uso es resignificado por variables que no
dependen exclusivamente de los costos de producción, sino que vinculan aspectos
simbólicos para facilitar los intercambios, cuando se aceptan como elementos
inherentes a las mercancías el tiempo que cuesta producirlas, el esfuerzo, el
conocimiento, entre otras. Esta carga simbólica contribuye a establecer el valor de
uso de una mercancía en un mercado de trueque, y en esa medida, condiciona lo que
en ese mercado alternativo se acepte como valor de cambio.
A manera de síntesis, el valor de uso y el valor de cambio son las dos partes de
un todo que es la determinación del valor de un bien o un servicio. Según sea la
racionalidad económica que esté presente en un mercado, las mercancías serán
valoradas según su valor de uso o valor de cambio. Cuando se trate de mercados con
fines capitalistas, las racionalidades asociadas a la ganancia, la inversión y la
acumulación del dinero estarán presentes y el valor de cambio será determinante para
el consumo de mercancías. En los mercados alternativos, como por ejemplo los
trueques, directos e indirectos, el valor de uso adquiere una connotación mayor para
el establecimiento del valor.