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El objeto de la interpretación jurídica son todas las normas que integran el ordenamiento
jurídico: las normas legales (leyes, reglamentos,, decretos, ordenanzas municipales, etc.);
las negociales (contratos, testamentos, etc.); las consuetudinarias (usos y costumbres);
las contenidas en los principios generales del Derecho; y las individualizadas (sentencias,
laudos arbitrales, resoluciones administrativas). Si falta la norma jurídica no hay
interpretación, sino integración del Derecho.
Siendo la ley, en un sentido material (constitución, ley, tratado, reglamento, decreto, etc.)
la fuente formal más importante del Derecho, la teoría de la interpretación esta
esencialmente referida a ella. Pero también se interpreta la costumbre y los principios
generales del derecho cuando son llamados por la ley a cumplir la misión de fuentes
supletorias de primer y segundo grado, respectivamente, además de las normas
particulares y las individualizadas.
Se interpretan las normas jurídicas para establecer su sentido y alcance ante el hecho
concreto a que han de aplicarse. Cossío critica esta conclusión afirmando que las leyes
son conceptos que , como tales, no se explican, ni se interpretan o comprenden, sino que
se inteligen, pues lo que se interpreta es la conducta por medio de la ley. No obstante la
autoridad intelectual de Cossío, acerca de una realidad concreta, el intérprete
forzosamente tiene que valorar la norma, primero, eligiéndola de entre las que integran el
ordenamiento y luego seleccionando, de entre los varios sentidos que presenta, el más
justo para resolver el caso concreto. La valoración de la norma la hace a fin de valorar la
realidad social (realidad de conducta social) cuyo sentido jurídico en cuanto a orden,
seguridad y justicia tiene que establecer.