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El tungsteno

Obra escrita por el gran autor y poeta cesar vallejo, fue publicad en Madrid en el año 1931

La cual refleja una gran injusticia y explotación a los soras y el maltrato y violación a las
mujeres indígenas

Cuando la empresa norteamericana “Mining Society” logro porfin


adueñarse de las minas de tungsteno de Quivilca, en el departamento del
Cuzco, de inmediato llego al Perú la orden gerencial de Nueva York
disponiendo el comienzo de la extracción del mineral.

Una avalancha de indios procedentes de Colca lleno la mina en poco


tiempo para satisfacer las labores de minería.

En Quivilca se instalaron junto a los peones y mineros, míster Taik y


míster Weiss, gerente y subgerente de la “Mining Society”; el cajero de la
empresa, Javier Machuca; el ingeniero peruano Baldomero Rubio; el
comerciante José Marino, que había tomado la exclusiva del bazar y la
contrata de peones para la “Mining Society”.

el comisario del asiento minero, Baldazari y el agrimensor Leónidas


Benítez, indios de la región, fueron ingenuamente estafados por obreros,
peones y sobre todo por los inescrupulosos Marino, Machuca y
Baldazari.

Los soras cambiaban sus plantaciones y sus animales por cosas banales
como garrafas, franelas en colores, botellas pintorescas, paquetes
policromos, fósforos, caramelos, vasos transparentes etc. Los soras es
sentían atraídos por estos objetos, como ciertos insectos a la luz.

El primero en operar sobre las tierras de los soras para enriquecerse fue
José Marino, quien formo una sociedad secreta con el ingeniero Rubio y
el agrimensor Benites. Este contubernio tuvo que vérselas en apretada
competencia con Machuca,Baldazari y otros que también despojaban de
sus bienes a los soras.

José Marino adulaba a todo el que, de una u otra manera, podía serle
útil. Un día que Marino debía ir de Quivilca a Colca, se reunieron en su
bazar para despedirlo, Leónidas Benites, Míster Taik, y Míster Weiss, el
comisario Baldazari, Rubio y Javier Machuca.

La botellas de champaña fueron desfilando raudamente y en cada,


¡salud!, Marino no desaprovechaba la oportunidad para adular a todos
los presentes.

Cuando ya estaban ebrios Marino propuso jugar a “La rosada” a los


dados; esta era una de las queridas de Marino. Muchacha de 18 años,
serrana, ojos grandes y negros y empurpuradas mejillas candorosas, la
había traído de Colca, como querida, un apuntador de las minas, junto
con sus hermanas Teresa y Albina.

El ganador del “premio” fue el comisario Baldazari; Marino de inmediato


envió a su sobrino Cucho en busca de la muchacha, quien llego a los
pocos minutos. El exceso de licor provoco tal degeneración que “La
rosada”, que se llamaba Graciela, fue poseída por todos los presentes.

La muchacha se había negado a las exigencias de José Marino, pero


este le había dado una pócima que la embriago hasta privarla. La
muchacha no vio el amanecer y murió por efecto de la droga que le
administrara José Marino. Míster Taik exigió absoluta discreción.
 
La llevaron a su casa y dijeron a sus hermanas que le había dado un
ataque y que yace le pasaría. Al otro día la enterraron. Las hermanas de
la difunta fueron donde Míster Taik a pedirle justicia por que
consideraban que a su hermana la habían matado.

El gringo las boto y todo quedo archivado en el pasado.


En colca José Marino tenía otro bazar en sociedad con su hermano
Mateo; la firma se llamaba “Marino hermanos”.

Los hermanos Marinos eran originarios de Mollendo y hace ya unos doce


años que se habían establecido en la sierra. Poco apoco habían ido
escalando posiciones para llegar al lugar en que estaban, pero siempre
con la adulación y la falta de escrúpulos como armas.

Había en casa de Mateo una india rosada y fresca bajada de la puna a


los ocho años y vendida por su padre, un mísero apasero, al cura de
Colca; se llamaba Laura, y cuando José venia de Quivilca, Lura solía
acostarse también con el a escondidas de Mateo.

Laura en el fondo odiaba a su patrón y amante; cuarentón, colorado,


medio legañoso, redrojo, grosero, sucio y tan avaro como su hermano
José.
L a raíz de este enconoradicaba en el hecho
del desprecio encamisado e insultante que Mateo ostentaba por Laura
cuando había gente en casa de “Marino hermanos”, afín de que nadie
creyese lo que todo el mundo creía: que era su querida; esto le dolía
profundamente, a Laura.

José la retenía con la astucia y el engaño prometiéndole que la haría su


mujer ante todos, cuando el tono de su hermano Mateo la dejara como lo
hozo con la madre de su hijo Cucho. Esa noche fue Mateo el primero en
deslizarse hasta la cocina donde dormía Laura para ponérsela
brutalmente.

A los pocos minutos fue José, quien aprovechando que Mateo dormía,
visito a la joven india en la cocina.

Laura le confeso que estaba preñada de el; este se negó a tal


compromiso. José había contado a su hermano que Míster Taik le había
pedido cien peones mas para la mina de tungsteno que explotaba la
Mining Society.

Como no era fácil convencer a los indios para tan dura tarea, en la cual
ya habían casi desaparecido los soras, fueron a buscar al subprefecto
Luna para que les facilitara dos gendarmes.

Este les manifestó que carecía de personal y que el escaso que estaba a
su cargo los tenia ocupados “cazando” conscriptos. Dos yanaconas,
Braulio conchucho e Isidoro Yepez, fueron traídos desde Guaca pongo a
Colca, para ser enrolados en el servicio militar.

Sin sombrero, bajo un sol abrazador, los encallecidos pies en el suelo,


los brazos atados hacia atrás, amarrados por la cintura con un lazo de
cuero al pescuezo de las mulas, los yanaconas fueron arrancados de sus
hogares y atravesando ríos, quebradas y pedregales, fueron llevadas a
Colca ya casi agonizantes por dos crueles y sanguinarios gendarmes.

El pueblo, sediento de venganza, se vuelca contra la oficina del alcalde y


lideradas por el herrero del pueblo, Servando Huanco, exigen justicia.

Braulio Con chucos no pudo resistir mas tiempo y cayo muerto en la


oficina del alcalde Para, delante del prefecto Luna, el secretario boda, el
juez Ortega, el gamonal Iglesias y el medico Riaño quien certifico su
muerte.

Servando dio entonces un salto a la calle entre los gendarmes, lanzando


gritos salvajes, roncos de ira, sobre la multitud ¡un muerto! ¡Lo han
matado los soldados! ¡Abajo el subprefecto! ¡Viva el pueblo! La
confusión, el espanto y la refriega fueron instantáneos.

El enfrentamiento entre la persecución de estos últimos con el pretexto


de restablecer el orden publico. No se respeto ninguna vivienda; todas
fueron violentadas en busca de los “sublevados”. Los más encarnizados
en la represión fueron el juez Ortega y el cura Velarde.

En una reunión ofrecida por el alcalde Para, los hermano Marino llevaron
a un rincón al subprefecto Luna y lo convencieron para que este les
facilitara veinticinco indios que estaban en la cárcel, los cuales en la
madrugada, emprendieron viaje a las minas de Quivilca.

Pocas semanas después, el herero Servando Huanca conversaba en


Quivilca con Leónidas Benites, quien había sido arrojado de su puesto de
agrimensor. Perdiendo además su sociedad de cultivo y cría con José
Marino.

Con palabras desgarradoras, Huanca logro que Benites despertara del


letargo en que estaba sumido y se diera cuenta que los pobres indios
eran no solo explotados, sino también maniatados por los Yanquis y por
los malos hombres como José y Mateo Marino que servían
incondicionalmente a tipos sin escrúpulos como míster Taik.

Benítez proporciono un documento que demostraba que míster Taik no


era yanqui sino alemán, y que con esa evidencia podría fregar a la
“Mining Society”. Ambos hombres se unieron para iniciar la rebelión de
los indios contra sus opresores.

Lo que había terminado de decidir la actitud de Benites, era el amor que


sentía por la difunta Graciela a quien el recordaba y amaba en silencio.
El tunsgteno nos deja un gran mensaje para reflexionar sobre que todos merecemos respeto

E igualdad de los derechos que tenemos porque todo viene desde casa y si aprendemos a
valorar lo que nos dan nuestros padres, aprenderemos a valorar a las otras personas y
recompensarlas sin discriminar a nadie

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