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“ANTECEDENTES DE LA CIUDADANIA”

Ciudadanía en la Antigüedad
Como ya sabes, Grecia , y concretamente Atenas, fue la cuna de la democracia
(entre los siglos VI y V a.C). Allí aparece por primera vez la idea de ciudadano,
basada en tres principios:

Igualdad : ante la ley (todos los ciudadanos son iguales ante la ley) y en el ágora
(todos los ciudadanos pueden ejercer sus derechos en la plaza pública).

-Libertad : para expresarse en la asamblea ante el resto de ciudadanos y votar en


la toma de decisiones políticas. Este era el fundamento de la democracia
ateniense, una democracia participativa y directa.

Participación : era un derecho y un deber de los ciudadanos participar en la


asamblea y en los tribunales de justicia (sus miembros eran elegidos por sorteo).
En Roma (heredera de Grecia en tantas cosas), el concepto de ciudadanía se
restringe bastante, y queda reducido a una mera figura jurídica.
En los tiempos de la república, en un principio solo tienen derechos ciudadanos
los patricios (la clase privilegiada), algo que con el tiempo llegará a alcanzar a los
plebeyos (la clase social más baja)

La ciudadanía es sobre todo la igualdad ante la ley, aunque se permite cierta


participación política. Los ciudadanos estaban obligados a pagar impuestos y a
formar parte del ejército, y vestían de forma exclusiva la toga (puedes verla en la
imagen de la derecha), algo prohibido para los que no fueran ciudadanos.

Durante la época del imperio la condición de ciudadano se llegó a extender,


aunque de forma limitada, a los habitantes de los territorios conquistados. Pero en
ningún caso alcanzó a los esclavos, los extranjeros o las mujeres. Éstas gozaron
de algunos derechos, como el derecho a la propiedad, pero en general estaban
bajo la protección del pater familias (el padre de familia) que podía obligarlas a
casarse y a divorciarse. Tampoco podían votar ni ser elegidas para cargos
públicos.

Ciudadania en la Edad Media y Renacimiento


En la Edad Media (siglos V-XV), sobre todo en sus primeros siglos, el concepto de
ciudadanía se perdió por completo. Entre otras razones porque la población era
fundamentalmente campesina, y los campesinos son, en el sistema feudal
dominante, siervos o vasallos, subordinados al señor feudal a través de un vínculo
de pertenencia ligado a la tierra. El señor feudal es el propietario de la tierra, y los
siervos viven en ella, la trabajan, pero no son dueños de sus frutos.
La sociedad medieval está fuertemente jerarquizada y cualquier idea de igualdad o
de derechos ciudadanos es descabellada.

En los siglos finales de la Edad Media (baja Edad Media, siglos XI-XV) se produce
un importante desarrollo urbano: es la época de las grandes catedrales góticas y
de una incipiente burguesía, que irá paulatinamente recuperando la idea de
ciudadanía.

El nacimiento del ciudadano moderno


Los primeros siglos de la modernidad (siglos XVI-XVII) contemplan la aparición de
los Estados nación (como España, Francia o Reino Unido). Es la época de las
monarquías absolutas, en la que Hobbes escribe su obra Leviatán. En las
monarquías absolutas no existen ciudadanos, sino súbditos: su único derecho
consiste en ser protegidos por parte de los monarcas.

Pero la burguesía, que desde finales de la edad Media había ido adquiriendo
paulatinamente un mayor protagonismo económico, luchará por hacer valer sus
derechos políticos y civiles. El filósofo inglés John Locke (1632-1704) contribuirá a
justificar desde el plano teórico las reivindicaciones burguesas. Para Locke todos
los hombres poseen unos derechos naturales (a la vida, la propiedad y la libertad)
que ningún Estado puede violar. De esta manera se ponen las bases filosóficas de
la ciudadanía moderna.

Las ideas de Locke inspirarán los dos movimientos revolucionarios burgueses que
durante el siglo XVIII (el siglo de la Ilustración) cambiarán el curso de la historia en
Occidente dando lugar a la ciudadanía moderna: la revolución americana y la
Revolución Francesa.

La ciudadanía contemporánea

Se instituye sobre las demandas de reconocimiento de las diferencias y el pleno


ejercicio de las identidades. Son diferencias que trascienden los límites nacionales
y que reclaman un derecho universal. Albergando en sí los contenidos históricos,
nuevos tiempos y nuevos escenarios obligan a que la ciudadanía sea pensada e
inscrita en otros espacios. El ciudadano deja de ser solo un depositario de
derechos para convertirse en un sujeto que, a partir de los derechos que le
permiten, busca participar en ámbitos de empoderamiento que va definiendo
según su capacidad de gestión y según, también, cómo evalúa instrumentalmente
el ámbito más propicio según el tipo de demanda que quiere realizar 

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