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TEXTO PARA SELECTIVIDAD_DESCARTES

« Así, a causa de que nuestros sentidos nos engañan algunas veces, quise
suponer que no había ninguna cosa que fuera como las imágenes que ellos nos
transmiten de esa cosa. Y como hay hombres que se equivocan al razonar, incluso
en cuanto a las cuestiones más simples de la geometría y cometen en ellas
razonamientos falsos, juzgando que yo estaba expuesto a equivocarme como
cualquier otro, rechacé como falsas todas las razones que había tomado antes por
demostradas. En fin, considerando que todos los pensamientos que tenemos
cuando estamos despiertos nos pueden venir también cuando dormimos, sin que
haya ninguno que, por tanto, sea verdadero, resolví fingir que todas las
percepciones que hasta entonces habían entrado en mi mente no eran más
verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero enseguida me di cuenta de que,
mientras quería pensar así que todo era falso, era necesario que yo, que lo
pensaba, fuese algo. Y notando que esta verdad pienso luego existo era tan firme y
tan segura que hasta las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran
capaces de hacer tambalear, juzgué que la podía recibir sin escrúpulo como el
primer principio de la filosofía que buscaba»
R. DESCARTES, Discurso del método, IV

ESQUEMA DE RESPUESTA.
Responde a la primera cuestión del nuevo modelo de examen en su triple
contenido:
a) Situación del autor en su época; (0,25 puntos)
b) Indicación del tema o problema abordado en el texto; (0,25 puntos)
c) Exposición de las ideas principales, (0,5 puntos)
 Mostrando las relaciones entre ellas (0,5); y
 Explicándolas (1 punto)

El alumno debe responder en este mismo orden las cuestiones de esta


pregunta.

a) Situación del autor en su época

René Descartes nace en 1596. De familia noble y acomodada, se educó en el colegio


de los jesuitas de ‘La Flèche’. Dedicó su vida al estudio, a la ciencia y a la filosofía. Sus
obras más señaladas son el Discurso del método (1637) y Meditaciones metafísicas (1640).
Con él empieza verdaderamente el profundo giro que toma la filosofía moderna,
inaugurando la corriente llamada racionalismo. Su filosofía contiene ya todos los rasgos
generales del racionalismo, que son los siguientes:
1. la razón es la única fuente de conocimiento verdadero
2. la razón se opone a los sentidos, a la imaginación y a las pasiones
3. la razón es capaz por sí sola de sacar de sí misma las primeras verdades (las ideas
innatas) a partir de las cuales, y por deducción, es posible obtener todas las demás
verdades, con las que construir el sistema o edificio del mundo
4. la razón es sistemática y se corresponde con la realidad

b) Indicación del tema o problema abordado en el texto

El texto recoge el momento en que la reflexión cartesiana, tras la duda, llega


al descubrimiento de una primera verdad: ‘pienso, luego existo’, tan firme y
segura, que no duda en poner como el primer principio de su filosofía.

c) Exposición de las ideas principales

1. A causa de los engaños que a veces originan los sentidos, supuse que ninguna
cosa es como nos la muestran

Julián López Camarena. Texto comentado Descartes. 1


2. A causa de de los errores de los hombres al razonar, supuse que podía
considerar falsas todas las razones que antes tomaba por demostradas
3. A causa de que los pensamientos que tenemos despiertos pueden darse
también en el sueño, supuse que todas las percepciones que había entrado en
mi mente no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños.
4. Estando en estas dudas sobre la verdad de mis conocimientos, caí en la cuenta
de que era necesario que yo que pensaba así, fuese algo.
5. Notando que esta verdad ‘pienso, luego existo’ es tan firme que supera toda
duda, juzgué que podía tomarla como el principio de la filosofía que buscaba.

d) Relación entre las ideas

Las tres primeras ideas del texto representan otros tantos actos del
pensamiento, en la terminología cartesiana. Cada uno de ellos es condición
suficiente y necesaria para realizar otro acto que se sigue necesariamente:
suponer —lo que en Descartes equivale a un modo del pensamiento.
Así pues, si cada acto del pensamiento que tiene lugar en mi entendimiento
con claridad me lleva necesariamente a suponer, a pensar, entonces resulta algo
indubitable y revestido de la misma claridad y distinción: que pienso y, al
pensar, existo como pensamiento. Esta cuarta idea es la conclusión a que le
llevan las tres ideas anteriores. Y que, al considerarla atentamente, está
convencido de poder afirmar en la quinta idea que puede erigirla en punto de
partida incontrovertible de toda su filosofía.

e) explicación de las ideas

El texto recoge el momento en que la reflexión cartesiana alumbra la


primera verdad absolutamente cierta que anhela como base sólida para la
realización de su proyecto filosófico: la unificación de las ciencias en una ciencia
universal, según la imagen del árbol con la que compara su proyecto: «toda
filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física y
las ramas... todas las demás ciencias,... que pueden reducirse a tres principales: la
medicina, la mecánica y la moral».
Encontrará esta verdad en la propia razón, pero ello requiere una tarea previa.
Someterá al juicio de la razón todas sus ideas y creencias, y desechará toda verdad
que ofrezca la más mínima sombra de duda. Es ésta una duda puramente
metodológica, un recurso intelectual para alcanzar la más radical certeza. No es que
Descartes no tuviera motivos para confiar en algunas verdades, pero sólo dudando
inicialmente de todos sus conocimientos, podrá después alcanzar la certeza absoluta.
La primera instancia sobre la que lleva su duda es los conocimientos que se
originan en nuestros sentidos. Los sentidos producen conocimientos engañosos, falaces,
que nos inducen a error. Aunque es improbable que esto ocurra siempre, Descartes busca
una certeza absoluta e improbabilidad no es igual necesidad. Es preciso que nuestra primera
verdad sea necesaria, no sólo probable. Así pues, como es posible dudar de los sentidos,
rechaza su testimonio.
El segundo motivo de duda lo pone Descartes en la existencia misma de las
cosas que percibimos por los sentidos. Que el testimonio de los sentidos sea engañoso
nos permite dudar que las cosas sean como las percibimos, pero no nos permite dudar que
existan las cosas que percibimos. Ahora Descartes aporta una razón más radical para dudar:
no siempre podemos distinguir nuestros estados de vigilia de nuestros estados de
ensoñación. Con frecuencia en nuestros sueños aparecen objetos y vivencias de absoluta
viveza, pero al despertar comprobamos que no tienen existencia real. La pregunta es: ¿cómo
alcanzar certeza absoluta de la realidad del mundo que percibimos? Como antes se dijo es
improbable que la existencia de las cosas sea irreal, pero improbabilidad no equivale a
certeza absoluta. Esta segunda fuente de nuestros conocimientos es rechazada también.
Una tercera instancia sobre la que Descartes lleva su duda es ciertas verdades
de nuestra razón, como las matemáticas. Estas verdades parecen no verse afectadas por
la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño. La suma de los ángulos internos de un
triángulo vale 180º (en la geometría de Euclides). Pero, en una muestra más radical aún del
carácter metodológico de la duda, Descartes supone la existencia de un genio maligno,

Julián López Camarena. Texto comentado Descartes. 2


«de extremado poder e inteligencia que pone todo su empeño en inducirme a error»
(Meditaciones, I) Es lo mismo que decir, tal vez mi entendimiento es de tal naturaleza que,
siempre que piensa haber captado la verdad, se equivoca necesariamente.

La primera verdad

Siéndole imposible aceptar como absolutamente ciertas ninguna de las fuentes de


verdad tradicionales, cae durante un tiempo en el escepticismo: tal vez no sea posible una
verdad absolutamente cierta. Pero Descartes acaba por encontrar una verdad a la que no
afecta de ningún modo la duda —momento que recoge el texto—. Puedo dudar de la
veracidad del conocimiento de los objetos que me aportan mis sentidos, puedo dudar de la
existencia de los propios objetos y de que sean como yo los pienso, pero algo escapa a toda
duda, que dudo, que pienso. He aquí una primera verdad indubitable: «Advertí enseguida
que aun queriendo pensar que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba,
fuese alguna cosa. Y al advertir que esta verdad —pienso, luego soy— era tan firme y
segura... podía aceptarla sin escrúpulos como el primer principio de la filosofía que
buscaba». He aquí la base de la filosofía de Descartes y, por extensión, de toda la filosofía
moderna: la indubitabilidad de la existencia del pensamiento como actividad; el pensar es lo
cierto y seguro, es lo indudable. Es el principio firme del que surgen todas las cosas, la
condición de su posibilidad. Pensar y ser coinciden.

Criterio de toda verdad

Pero, ¿cuál es la garantía de la total coincidencia entre pensar y ser? La evidencia:


«En la proposición ‘pienso, luego existo’, lo único que me asegura que digo la verdad es que
veo muy claramente (evidentemente) que para pensar es necesario ser»1.
Al considerar esta proposición, primera verdad del sistema cartesiano, la presencia
del “luego” nos induce a pensar que estamos ante un razonamiento, nada más lejos. No es
esta una deducción sino una intuición, un conocimiento directo e inmediato que garantiza la
certeza absoluta. Un conocimiento con tal claridad y distinción que se decide a aceptarlo
como criterio de certeza y, en adelante, a aceptar todo lo que perciba con la misma
evidencia.
—Descartes define evidencia como el ‘modo de conocer’ con claridad y distinción lo que
puede estar presente ante el espíritu (mente). Claro, por su parte, es algo que se presenta
al espíritu de tal modo que basta contemplarlo para que sea conocido sin sombra de duda.
Distinto es aquello que capto de tal modo que lo puedo diferenciar con precisión de
cualquier otra cosa. Distinción implica claridad, pero no viceversa.
Este criterio de verdad elimina anteriores modelos tales como la autoridad, la
tradición, la experiencia misma, situando a la razón como instancia y garantía última de
verdad.

1
Discurso, parte 4ª

Julián López Camarena. Texto comentado Descartes. 3

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