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Pétalos en la piel

Adaptación de Pétalos color naranja de Roberto Acuña Orozco

Personajes

Fausto Noveno

Mefistófeles

Romina

Helena

Claudia

Sarah

Prefacio

Dada la segunda llamada aparece en escena Mefistófeles, quien canta


"Pensando en ti" de Mago de Oz.

FAUSTO NOVENO: Desde mi cama veo incontable colores y matices de luz


que contrastan con todo lo demás. Quiero ser alguien libre, capaz de
caminar como cualquier otro ser. Pero en verdad sé que no es posible, por
más que lo he intentado, ya que el día de ayer perdí toda capacidad de
hacerlo, de ser como cualquier otro sujeto. Amar y ser amado, gran enigma...
Es el objetivo de cualquier loco soñador como yo. Ahora contaré mi viaje
hacia los misterios inimaginables de la vida. He pasado gran parte mi
existencia buscando a la mujer ideal, buscando la compañía adecuada,
aquella dama en quien deseas incluirte en sus pensamientos para descubrir
cómo se deforma la realidad desde la perspectiva de cada individuo. Sin
embargo, permanezco aguardando un abrazo cálido que me ayude a
soportar las grandes tormentas de nieve. He pasado gran parte de mi vida
queriendo perder la razón en un maremoto adormecido de besos.

Salen.

Tercera llamada.

Se escucha Medley de 2Cellos

Acto I

Escena 1

Un lugar con apariencia de plaza pública. Fausto en una banca, entra Romina
intentando cubrirse del frío.

FAUSTO NOVENO: Hace un mal clima como para pasear a solas por el
parque, ¿no lo cree?

ROMINA: Lo sé...

FAUSTO NOVENO: ¿Y entonces por qué no va a su casa?


ROMINA: No tengo a dónde ir, mis padres ma han muerto y vengo de lejos,
cargando esta pena sin encontrar refugio alguno que pueda acogerme.

FAUSTO NOVENO: Siento pena por usted. Disculpe mi atrevimiento, ¿ha


comido?

ROMINA: No

FAUSTO NOVENO: ¿Cuánto tiempo ha pasado desde su llegada a la ciudad?

ROMINA: Un par de días

FAUSTO NOVENO: E imagino que no ha tenido la fortuna de encontrar un


lugar cálido donde dormir, ¿Me equivoco?

ROMINA: No se equivoca, lamentablemente en estos fríos tiempos no hay


quien se apiade de una mujer en desgracia.

FAUSTO NOVENO: Si mi ayuda no le parece inapropiada puedo brindarle la


misma.

ROMINA: ¿A qué tipo de ayuda se refiere caballero?


FAUSTO NOVENO: Un lugar seguro donde pasar la noche, un plato de
comida caliente y una ducha donde pueda asearse.

ROMINA: Agradezco su ayuda, sin embargo, debo preguntar, ¿qué es lo que


desea a cambio de su generosidad?

FAUSTO NOVENO: Nada, sólo pido una agradable compañía, alguien que me
brinde su opinión respecto a mis pinturas. Una nueva musa, tal vez. Mi
antigua modelo, Carmina, me ha dejado hace poco tiempo. Quizá usted tenga
la amabilidad y certeza de brindarme su consejo.

ROMINA: Disculpe caballero. Más no me siento preparada para tal acción.


Mis palabras no son buenas como consejo para un artista

FAUSTO NOVENO: Nuevamente ha de disculpar lo inoportuna de mi


pregunta, pero ¿acaso es eso una negativa?

ROMINA: No, negativa no es. Tan sólo he de advertirle que mis palabras no
tienen la elocuencia necesaria para llegar a un grado de consejo. Sin
embargo, agradecería infinitamente el alojamiento que me ofrece.

FAUSTO NOVENO: He de tomar cualquier riesgo viniendo de una musa tan


hermosa como usted. Sus palabras ya encierran un enigma que deseo
descifrar en mi estudio mientras pinto sus radiantes y profundos rasgos para
inmortalizarlos en un lienzo divino.
ROMINA: Me sonroja caballero, nunca pensé oír siquiera una palabra dulce
de boca de un hombre. Es usted muy gentil y educado.

FAUSTO NOVENO: Siendo así, he de pedirle me acompañe a mi hogar, donde


será recibida con el mayor gusto y sinceridad.

ROMINA: Grato será caminar de su mano. Pero ahora espero no ser


imprudente con el cuestionamiento que debo hacer. ¿Podría el caballero
revelar su nombre?

FAUSTO NOVENO: Fausto es de mi destino llevar tal. Y si mi dama pudiera


darme el suyo, mi felicidad completa estaría.

ROMINA: Romina es.

FAUSTO NOVENO: Ven Romina mía, descubramos los misterios de este


maravilloso mundo.

Salen

Escena 2

Estudio de Fausto, notamos que ha pasado tiempo. El cuarto se encuentra


en desorden. Los cambios en la escena serán visibles.
FAUSTO NOVENO: En la noche encuentro la paz soñada, donde los hombres
temen ser descubiertos en sus pésimos intentos de romper sus conciencias
y almas humanas. La deshonestidad que grita su desfachatez en las
nocturnales horas alimenta los pensamientos de seres obscuros y sin
forma... Me visitan, me susurran palabras sin sentido, tratando de corromper
mi esencia. Sin embargo, resisto su embate por la sola razón de estar a su
lado. Romina luz de mi vida, fuego de mis entrañas, mi pecado, mi alma.

Entra Romina, como modelo de pintura, en bata. Fausto se encuentra


pintando, se nota desesperado.

ROMINA: Fausto mío estoy aquí. He venido a tratar de ayudarte con tu


hermoso trabajo.

FAUSTO NOVENO: Amada Romina, musa de este mediocre pintor, por ti he


logrado mejorar mi arte, sin embargo, no es lo suficiente. Los grandes
pintores italianos aplastan mi trabajo como el Kraken a los barcos perdidos
en la mar.

ROMINA: Píntame Fausto, traza en ese lienzo mi alma, como lo habías


prometido. Matiza los tonos que reflejen mi corazón, que es tuyo desde el
mismo momento en que nuestras miradas se cruzaron. Aquella gélida noche
en que tus palabras abrazaron mi espíritu y este se tornó tuyo.

FAUSTO NOVENO: Amada mía me has dejado sin palabras que expliquen el
amor que siento por ti. Pintarte es lo que he de hacer. Muéstrame tu cuerpo
que ha de ser plasmado por estas manos en la tela que Friné me entregó en
tus manos.

Ella se quita su bata, Fausto comienza a pintar. Mefistófeles aparece en


escena. Romina se congela, parece que sólo pasa el tiempo en ella.

MEFISTÓFELES: La virtud en la piel te lleva a cometer actos de heroísmo o


vil cobardía. Los actos heroicos te llevan a la compasión. El intelecto te
debería ayudar a poner el freno ágilmente, antes de estrellarte contra las
paredes del fondo. Dios da albedrío, alegría. Dios les ha dado un cuerpo que
debe ser satisfecho, pero Dios ha prohibido el placer sin sentido.

FAUSTO NOVENO: ¿Quién eres tú que llega en la noche como ser espectral?

MEFISTÓFELES: Soy aquel que ha estado en tu familia por siglos. Mas


sabrás, nuevamente, de mí pronto.

Sale.

ROMINA: Amado Fausto, ¿qué pasa? ¿por qué has dejado de pintar? ¿acaso
es que la inspiración que dices he provocado, ahora se ha extinto?

FAUSTO NOVENO: No Romina, no es eso. Es sólo que... Olvídalo, no me


siento bien. Lo mejor será dejarlo por hoy.
Sale Fausto. Romina se pone la bata y lo sigue.

Escena 3

Un lugar en la nada, Mefistófeles reacomoda el espacio y comienza a tocar


Lugar común.

FAUSTO NOVENO: Dios da albedrío, alegría. Dios les ha dado un cuerpo que
debe ser satisfecho, pero Dios ha prohibido el placer sin sentido.

MEFISTÓFELES: Por eso necesitas decir ¨te amo¨ antes de decir ¨te quiero
follar¨. Por eso, en medio de la búsqueda de un sentido, muchas veces
mientes... Te mientes a ti mismo. Por eso, en medio de la noche, todas las
criaturas obscuras nos reunimos como si cometiéramos un acto lóbrego que
nos sirve para fusionar nuestra esencia en medio de la carne... Por eso
estamos aquí.

En este momento veremos ingresar una figura cubierta por una capa, es
Sarah, la mujer ¨perfecta¨ de Fausto.

FAUSTO NOVENO: ¡Demonio!

MEFISTÓFELES: Sí, ese soy...

FAUSTO NOVENO: ¡Demonio!


MEFISTÓFELES: Lo sé, la sangre llama, hierve, eriza la piel y endurece la
carne. Dime, ¿qué es lo que quieres de mí, aprendíz?

Sarah se quita la capucha del rostro para ser vista por Fausto, lo demas de
su cuerpo quedará oculto aún.

FAUSTO NOVENO: La quiero a ella.

MEFISTÓFELES: Tus palabras son serias mi neófito amigo, ¿de verdad la


quieres a ella?

FAUSTO NOVENO: Sí

MEFISTÓFELES: ¿La deseas?

FAUSTO NOVENO: Más que nada en este mundo

MEFISTÓFELES: ¿En serio?

FAUSTO NOVENO: ¡Por favor espíritu!

MEFISTÓFELES: Así me gusta, educadamente. Porque, aún en medio de todo


este asunto, no sobra decir ¨por favor¨...
FAUSTO NOVENO: ¡Por favor espíritu obscuro, deja caer esa capa de su
cuerpo!

Mefistófeles quita la capa de Sarah, revelando una figura muy hermosa en


ropa interior. Por otra de las piernas del teatro veremos a Romina quien
observa como Fausto besa a Sarah, al mismo tiempo Mefistófeles mira
fijamente a Romina mientras la escena se obscurece.

Escena 4

Nuevo cambio en el acomodo, Fausto deberá reorganizar su estudio.

FAUSTO NOVENO: La historia que estoy por contar es cierta. La soledad es


uno de los males más grandes que existen, si se suma con la desesperación,
ambas inician una jornada decadente que lleva al sujeto al borde del
precipicio. Arte decadente, carente, obtuso, obscuro... El arte es todo
aquello que me hace y me deshace. Con mis pinturas busco dar sentido a mi
gama de creencias. Busco darle vida a lo que tengo con estas manos
incansables.

Entra Romina con la misma bata, se coloca en la posición en que Fausto la


pinta, quedando desnuda.

ROMINA: Amor, creo que estás olvidando algo.


FAUSTO NOVENO: La contemplación quizá... Primer principio de la
creación.

ROMINA: No Fausto mío, tú reproduces, amor.

FAUSTO NOVENO: ¿Qué dices mujer?

ROMINA: Crear es un asunto divino, sólo los Dioses pueden hacerlo.


Nosotros somos humanos, creados por Dios para reproducir.

FAUSTO NOVENO: Bueno, si sólo reproducimos, entonces, ¿qué sería


creer?

ROMINA: Don humano también.

FAUSTO NOVENO: No Romina, te equivocas. No sólo los Dioses pueden


crear. Yo también lo sé hacer.

ROMINA: Fausto date cuenta, tú crees que creas.

FAUSTO NOVENO: No, yo no creo en nada.

ROMINA: ¿Dices esto en serio? Una vez me dijiste que crees que me amas
FAUSTO NOVENO: No Romina mía, yo sé que te amo.

ROMINA: ¿De verdad?

FAUSTO NOVENO: Yo sé que te amo. No hay más que discutir. Y, ahora, no


te muevas. Estoy trabajando.

ROMINA: ¿Con esta penumbra seguirás trabajando amado mío?

FAUSTO NOVENO: Las sombras no detienen mis talentos, es más, los


engrandecen.

ROMINA: Amo tu arrogancia.

FAUSTO NOVENO: Y yo amo el color de tu cabello.

ROMINA: Amo tu seguridad.

FAUSTO NOVENO: Yo amo que, a pesar de tanta obscuridad, tú me ames.

ROMINA: La luz de la vela es como tu genialidad, se manifiesta cuando la


noche se vuelve pesada, tan pesada que no es posible que sientas algo.
FAUSTO NOVENO: Romina, jamás habría de cambiarte.

ROMINA: Eso le dijiste a Carmina hace cinco años.

FAUSTO NOVENO: Eso es cierto.

ROMINA: Entonces, ¿qué me garantiza que tus palabras sean verdaderas?


¿qué existe entre nosotros que sea distinto a aquello que había con Carmina?

FAUSTO NOVENO: Cada respiración que das, cada parpadeo de tus ojos...
El momento que vivimos.

ROMINA: Jura por mi amor, por Dios, por nuestra vida y nuestra eternidad
juntos que no repites tus palabras como en una especie de obra dramática.

La escena queda en silencio unos segundos

ROMINA: ¿Cómo es posible que el hombre que no puede sentir nada le jure
amor a alguien?

FAUSTO NOVENO: Del mismo modo en que hago Arte.

ROMINA: ¿Cómo?
FAUSTO NOVENO: Por decisión, Decidí amarte, así como decidí pintar esta
noche.

ROMINA: Amar no es una cuestión de decisión si no de permitir sentir. A


veces sé que me mientes.

FAUSTO NOVENO: Y yo a veces quiero hacerte el amor.

ROMINA: ¿Amor?

FAUSTO NOVENO. Sí, hacerte el amor. Tan simple y complejo como es.

Fausto deberá dejar salir una parte bestial frente a Romina. La besará y
tomará su cintura con fuerza. Ella cede. Al terminar el beso la escena sólo
tendrá de fondo algunos violines.

ROMINA: ¿Cuánto tiempo llevamos juntos?

FAUSTO NOVENO: El tiempo que hemos querido.

ROMINA: ¿Me conoces lo suficiente como para saber todos mis secretos?

FAUSTO NOVENO: Te conozco el tiempo, y tú me has rebelado lo que has


querido. ¿Y tú, conoces todos mis secretos?
Romina está a punto de rebelar lo que ha visto con Sarah, sin embargo, se
contiene y cambia el tema.

ROMINA: ¿Cuál es el color que más amo?

FAUSTO NOVENO: Hace mucho tiempo encontré una dulce dama


cubriéndose del tempestuoso clima invernal, ella, sin esperanza, tan delgada
por el maltrato de la vida como hermosa. Tienes una belleza casi divina
Romina. Tan indescriptible como imposible. Eres eterna. Tu esencia... Tu
aroma es para mí embriagante, Extasiante, excitante.

ROMINA: Te juro mi amor que quisiera congelar este momento.

FAUSTO NOVENO: Y yo quiero derretirme en el fuego de mi infierno.

ROMINA: El infierno debe ser frío, como tus palabras. Frío como tus
acciones.

FAUSTO NOVENO: ¿Como el agua que cae sobre tu cuerpo?

ROMINA: Como el hielo. Tu amor es como un tempano de hielo

FAUSTO NOVENO: Entonces, encendamos las velas, una fogata en medio de


las ventiscas... Juro que el frío no nos entumecerá lo suficiente como para
que todo esto carezca de sentido.
ROMINA: Te amo Fausto, te amo desde esa primera noche. Desde el mismo
momento en que me salvaste de las desgracias.

El ambiente cambia para dar paso a Mefistófeles y Sarah, de nuevo con la


capa. Él tomará a Romina, que se encuentra congelada, mientras ella toma a
Fausto y lo seduce.

MEFISTÓFELES: El placer y el gozo de ser y estar. El raciocinio, la memoria


y la conciencia hacen la creación perfecta de un ser superior. ¿De quién? No
sé. Si en filosofar se va tu vida mi amigo. ¡Jamás podrás disfrutar las
ganancias que tienes a tu alrededor! Dios sabe callar, ignorar en medio de
un infinito silencio.

Mefistófeles toma la bata del suelo y cubre a Romina con ella.

MEFISTÓFELES: Sin duda alguna la idea de un creador que es como un


padre, será obsoleta. Despertar, coger, ir al baño a orinar, desayunar, ir a tu
estudio a pintar, hacer una pausa para comer, regresar a pintar, volver para
la cena, acostarte y volver a coger... Toda una rutina. Una blasfemia. En un
páramo desolado el calor del sol quemaba mi piel. El sentir y el creer,
cualquier ser engreído puede decir que el dolor es algo únicodel hombre, sin
recordar que hay cosas que van más allá de su entendimiento. Por ello te
daré, poco a poco, todo lo que deseas.

FAUSTO NOVENO: ¡El calor es insoportable! ¡Debo deshacerme de la carne


para ser libre al fin!
Sarah deberá volver a dejar caer la capa al tiempo que Romina es
descongelada por Mefistófeles para que vea caer a Fausto en el abrazo de
Sarah.

SARAH: ¡Tómame, sigue así eternamente, nunca me dejes Fausto!

Mefistófeles lleva a Romina fuera de la escena, ella va llorando. El espíritu


vuelve para dar su sentencia final.

MEFISTÓFELES: Así que la oferta está puesta sobre la mesa. Un pacto de


sangre, prometo ser tu guía... Toma mi mano que puedo llevarte a aquellos
lugares que no has visto, viajando a mi lado puedo mostrarte los bordes de
la realidad.

FAUSTO NOVENO: ¿Qué pides a cambio espectro nocturno?

MEFISTÓFELES: Mil placeres a cambio de mi libertad.

Sale Mefistófeles. Sarah y Fausto se funden en un abrazo mientras sale la luz.

Escena 5
Fausto en el mismo espacio, deberá mostrar cansancio y un cambio en su
apariencia para que sea notorio el cambio de tiempo. O bien puede hacerse
a vistas con un cambio escenográfico.

FAUSTO NOVENO: Cuando el atravesó el umbral de mi morada yo estaba


lleno de ideas, creencias y sueños. Completamente enamorado de una mujer
hermosa. El espíritu aclamó mi visión y mi suerte para estar dónde había
conflicto, llamó a todo eso ¨un don¨. Me dijo que soy un ser del caos. Me contó
acerca de un hombre que en su afán de sabiduría creó un linaje. Me dijo que
soy parte de esa estirpe y lo que me define ha sido siempre un enigma,
incluso para mí. Soy hijo de padres adoptivos, no recuerdo el nombre de mi
primer amigo. He visto lobos...

SARAH: ¿Lobos, has visto lobos?

FAUSTO NOVENO: He visto lobos a las afueras de mi casa esperando a que


salga solo y descuidado, como una oveja vulnerable que se ha alejado del
rebaño y del pastor. Mi primera novia se pegó un tiro cuando tenía quince
años.

SARAH: ¡Que horror! Lo lamento

FAUSTO NOVENO: No hay porqué. Mi mejor amigo desapareció


misteriosamente.

SARAH: Cuéntame más de ti.


FAUSTO NOVENO: Amo el color naranja, especialmente en los tulipanes,
porque me recuerda un regalo que le di a una musa que tuve, antes de ser
quien ahora soy. Recuerdo su rostro decidido a encontrarme cuando no me
salió la sorpresa... Resulta que era el único que sabía que le gustaban los
tulipanes. La noche que Mefistófeles llegó, me hizo promesas sobre una gran
vida, sobre un saber infinito y las instrucciones de las ciencias perdidas.
Promesas acerca de mí brillando en el Arte. Me ha dado tantas cosas que no
merezco.

Entra Mefistófeles

MEFISTÓFELES: Hora de irnos, se nos hace tarde.

FAUSTO NOVENO: Me pidió mi alma como derecho suyo, me exigió que


abandonara todo aquello que deseaba y a quienes amaba. Al principio me
negué, pero el Diablo siempre encuentra el modo de persuadir a sus
¨amigos¨. La mujer que me enloqueció se fue desbordando poco a poco como
un río al que la lluvia aumenta su caudal, y cuando yo comencé a abandonar
todo aquello que tenía, me enamoré... Y entonces él me quitó a esa mujer.

MEFISTÓFELES: No lo diré otra vez.

SARAH: ¿Cuál era el nombre de la mujer que al final te robó?


Sale Fausto seguido de Sarah. Mefistófeles bebe ajenjo. Suena el requiem de
Lacrimosa. Entra Helena.

HELENA: Toma estas manos que son buenas para... Nada. Pintores, músicos
y poetas, lo único para lo que servirá mi noche, entretenimiento. Para...
Nada. Durante siglos he visto a incontables hombres y mujeres perderse en
mí y conmigo. Con mi cabeza llena de canciones no recuerdo si en algún
momento me he sentido amada. Como una hija de la nada, nacida en medio
de una tormenta de fuego. Puedo sentir la presencia del que a tientas tienta
los corazones de los pobres ingenuos que lo alaban. Llevo muchos años
queriendo preguntarte mi ángel caído... ¿Por qué brindar infinita belleza a
alguien? ¿Alguna vez te has sentido amado? Yo quiero encontrar a quien es
mi destino, a quien mi madre vio, a quien mi padre trajo consigo.

MEFISTÓFELES: Las piezas en su lugar y el factor sorpresa. Las emociones


que florecen del ser se sacuden con el humor de una hermosa musa,
ferviente Galatea. El amor no es lo que todos piensan, es más un juego de
poderes entre humanos sin pensamientos, corazón mío. Y bajo mi propio
concepto de existencia, te respondo. Pero ¿cuál sería el propósito de tus
dudas? ¿Acaso piensas amarme?

HELENA: En realidad, sueño con un mañana diferente, con lograr romper las
cadenas que me atan a mi destino y lo que con ello conlleva.

MEFISTÓFELES: ¿Tu dulce tragedia?

HELENA: Mi dulce tragedia.


Se quedan unos segundos observándose.

HELENA: Nombre igual a destino, el mío viene de lejos, el mío viene de un


imperio que triunfo aplastando a otro tras sus murallas, mi nombre genera el
conflicto. Mi nombre es para el arte y la guerra como Dios lo es para las
causas sin rumbo.

MEFISTÓFELES: Dime, ¿me ves claramente?

HELENA: Sí.

MEFISTÓFELES: ¿Y bien?

Sale Helena. Méfistófeles en un estado de abstracción no se percata de la


llegada de Fausto.

FAUSTO NOVENO: ¿Por qué la prisa ángel del mal?

MEFISTÓFELES: Quisiera saber qué siente, mi amigo. ¿Qué es lo que tu piel


cuenta cuando el deseo se ha expresado por si mismo?

FAUSTO NOVENO: Y yo quiero saber Mefistófeles la razón de tu visita


MEFISTÓFELES: Imagina un escenario donde la gente vaya a verte, con todo
aquello que siempre has soñado. Quiero que veas un futuro lleno de oro y
con mil mujeres deseándote y tu disposición.

FAUSTO NOVENO: Me pides libertad a cambio, ¿acaso no la podías


conseguir con tus propios medios?

MEFISTÓFELES: Sí, pero eso no es divertido. Quiero un compañero, un


amigo a mi lado.

FAUSTO NOVENO: ¿Por cuánto tiempo?

Mefistófeles sonríe irónicamente y en silencio.

FAUSTO NOVENO: ¡Responde carajo!

MEFISTÓFELES: Por muy poco tiempo... 25 años. Pero ahora debemos


seguir adelante, pues, nuestro viaje ha sido largo, aunque sé que lo has
disfrutado.

FAUSTO NOVENO: A veces creo que, en lugar de enseñarme, vienes a joder


mi vida.

MEFISTÓFELES: Llevo nueve generaciones haciéndolo mi amigo.

FAUSTO NOVENO: Y en esta ocasión, ¿a quién visitamos?


MEFISTÓFELES: A una amiga muy especial.

FAUSTO NOVENO: ¿Su nombre?

MEFISTÓFELES: Claudia... Y espero que seas bueno con ella.

FAUSTO NOVENO: ¿Cuándo no lo he sido?

MEFISTÓFELES: Eso lo veremos mi amigo. Imagina a una mujer bella como


una estatua de mármol forjada en Atenas y colocada al lado del gran Zeus
por manos de los grandes artistas helenos, que al ser vista de cerca
convierte sus grietas en algo notorio. Ella es así, la estatua más fuerte, que
ha sobrevivido a las inclemencias de la vida, pero no subsistes a mil batallas
sin ninguna herida. Heridas que con el tiempo se vuelven cicatrices.

FAUSTO NOVENO: Pero algunas cicatrices se borran totalmente.

MEFISTÓFELES: Bueno, será mejor que lo mires por ti mismo.

Entra Claudia

CLAUDIA: Usted debe ser el señor Wagner

FAUSTO NOVENO: Sí, ese soy yo.


CLAUDIA: Interesante, mi nombre es...

FAUSTO NOVENO: Claudia.

CLAUDIA: No conozco a ninguna Claudia

FAUSTO NOVENO: Pero... Yo pensé que...

CLAUDIA: Silencio por favor.

FAUSTO NOVENO: Está bien... No me esperaba esto.

MEFISTÓFELES: Esto va a ser divertido.

FAUSTO NOVENO: No lo creo, es la primera vez que me traes a un lugar así


con una mujer de esta clase...

MEFISTÓFELES: ¿Qué ocurre, tienes miedo?

FAUSTO NOVENO: Sería normal tenerlo.

MEFISTÓFELES: Hay una lección que aprender aquí.


Fausto es golpeado por la madrota.

FAUSTO NOVENO: ¿Qué demonios?

MEFISTÓFELES: Exacto, los humanos son animales con un poco de


inteligencia y las complicaciones del lenguaje, pero animales, al fin y al cabo.
Entre los animales sólo hay una verdad, eres un depredador o eres una
presa.

FAUSTO NOVENO: ¿Esa era la lección que había que aprender aquí?

MEFISTÓFELES: No, la lección es... Nunca le des la espalda a una prostituta.

FAUSTO NOVENO: Esto es... Irreal.

CLAUDIA: Señor Wagner le pedí que callara

MEFISTÓFELES: Esto va a doler, pero recuerda... El dolor es otra forma de


placer.

CLAUDIA: Bien, te explicaré lo que haremos en este lugar para despejar


cualquier cuestionamiento que debes tener. Primero. Usted no puede hablar
a menos que yo lo permita, en caso contrario deberé tapar su boca con una
media. Segundo. Sólo podrá asentir o negar con su cabeza. Tercero. Será
azotado en el pecho, el rostro, las nalgas y la espalda. También utilizaré otros
implementos que me encanta usar con otros hombres que, como usted,
vienen buscando "nuevas experiencias". Objeto como la cera de una vela
que quemará sus brazos y piernas. Te orinaré en el rostro, me correré en tu
boca y durante esta noche, tú serás como el perro que me sigue por las calles
desiertas. ¿Entendido? Una cosa más antes de comenzar, pisaré tu miembro
y a cambio te permitiré llamarme con el nombre que más te plazca. Para
hacer más interesante este juego, voy a contarte la historia de cómo llegué
a ser lo que hoy presumo de ser. Nací hace tiempo en un poblado cercano a
un río, bello en verdad. Hija de una buena familia, quedé huérfana muy
pronto, no así desamparada ya que, mis tíos se hicieron cargo de mí. Buenas
personas, pensaba yo... Qué equivocada estaba, una noche después de que
cumpliera trece años Antoine entró a mi habitación y rasgo mis ropas de
dormir, introdujo su mano en mi sexo, mordió mis pechos y me golpeó hasta
casi dejarme muerta. Durante este proceso metió su miembro en mí,
repetidas veces, sin darme un respiro. Lo hizo muchas noches seguidas,
cada una peor que la anterior. Mi dolor y odio aumentaba con cada mordida
y cada penetración, mi alma se desquebrajaba... Un día tomé el cuchillo de
caza del desgraciado y le corté el cuello. Lo despedacé y se lo di de comer a
los perros. Por esas épocas llegó al pueblo un joven de veinte años,
aproximadamente, de nombre Bastián. Este caballero comenzó a
pretenderme, me hablaba de una forma en que jamás nadie me había
hablado. Por ello caí en sus brazos, esperando fuera el príncipe que me
salvara de las garras del abandono, nuevamente me equivoqué. Él me trajo
a esta ciudad a trabajar en lo que ahora ves y sientes. Tres años ocurrió lo
mismo, vejaciones, tortura... Hasta que una noche, en su vino puse una
mezcla de ajenjo y láudano. Mezcla mortal que lo mató al momento. Desde
entonces yo mando en este lugar. Te has portado bien, perro. Te daré 5
minutos de descanso, voy por más objetos.
Sale Claudia y Mefistófeles desatará a Fausto durante su siguiente texto.

MEFISTÓFELES: Creo que me excedí un poco, reconozco que no quería ni


esperaba verte en ese estado. Claudia es una mujer impresionante,
admirable y aterradora pero hermosa y sensual. Te repito, mi querido amigo,
que los humanos son animales, a fin de cuentas. Pero verte en la situación
en la que te encuentras me hace recordar la razón por la que te he traído. La
vida se trata de matar o morir, ser depredador o presa, y tú, mi querido
Fausto, te encuentras en ese preciso momento donde tendrás que decidir.
Ya veremos hasta donde le permites llegar para lograr salir bien librado de
aquí.

Claudia regresa con un collar para perros y una cadena.

CLAUDIA: Bien perro, vamos a dar un paseo.

Fausto se quita el collar en un arrebato de ira, golpea a Claudia, la arroja al


suelo y se abalanza sobre ella para intentar violarla.

MEFISTÓFELES: ¡Oh la humanidad!

Obscuro.

Fin del Acto 1


ACTO 2

Escena 6

Un lugar sin especificar, la nada. Fausto reajustará el espacio conforme


avance el texto.

FAUSTO NOVENO: La noche que conocí a Claudia pasó algo, un maremoto


de situaciones directas, indirectas, inciertas y fantasiosas… Más que eso.
Románticas, todo el erotismo es romántico hasta en sus modos más
enfermos. Ahora bien, enfermo no es lo que describe a los caprichos y esto
fue puro deseo. Fue una situación que cualquier loco quisiera realizar.
Claudia era una mujer impresionante, en eso no se equivocó Mefistófeles.
Una mujer fuerte, atractiva, sensual y salvaje. Su dolor le confería una
potencia exacerbada, como quien quiere comerse al mundo de una sola
mordida. Me hizo mantener imágenes en mi cabeza que ni Romina pudo
lograrme dar... Confieso que esto me asusta un poco. Mefistófeles sacó la
parte más bestial de mí, a través de Claudia. Ahí aprendí que sólo existen tres
formas reales del todo. Fuego, Piel y Deseo. ¿Es normal querer cerrar los
ojos para sentir de cerca un pensamiento que arde por el fuego? ¿Es normal
que cada poro del cuerpo desnudo de una mujer camine hacia un hombre
como una leona que avanza hacia su presa? En realidad, no sé qué estoy
esperando de este destino si lo he perdido todo. Después de Claudia,
Mefistófeles confesó que Romina se encontraba recluida en una institución
mental y eso me ha sumido en esta desesperación. Un vacío por saber que
la culpa de su mal es mi propio mal, mi perversidad. Caigo en un infierno...

Escena 7
La escena se centra en Fausto y Mefistófeles, este último se regodea de su
posible triunfo.

MEFISTÓFELES: ¡Pobre hombre roto! Tus lágrimas se han marcado como


acueductos construidos para el paso del agua sobre las ciudades. Líneas de
emociones humanas incomprensibles en lugares como este. En este sitio
eres como un gorrión en una jaula que, bajo la lluvia, se ahoga por el
descuido de los dueños. Un sujeto sin camino ni procedencia. Te lo advertí
¿¡No es así!? Te informé que el tiempo que pasas azotándote en las paredes
de tu hogar rompe tu espíritu, ese espíritu que te hace valioso para mí. El
amor y el desamor no sirven para nada. Quisiera ayudar a tu corazón roto,
pero sólo puedo ser una voz en tu cabeza. Sin nadie que crea en mí, nadie
puede crearme. El amor es como una espada de hierro frío que entumece los
dedos de los pobres que se atreven a tocarlo. Sé bien que ¨amabas¨ a
Romina, una de las dos mujeres que se detuvieron por un segundo a verte a
los ojos. Hermana en razón y protegida, la única dama que realmente te amó,
más allá de cualquier intención. Tu error, pensar en ti antes que en cualquier
otro. Fuiste egoísta y eso volvió loca a Romina. Aunque, bueno, quizá yo
tenga algo que ver con eso. La has perdido y ahora extrañas su recuerdo.
Ella supo porqué terminó tu relación con Carmina, supo cómo ayudarte
cuando fuiste humillado por los grandes pintores italianos, quienes llamaron
¨basura¨ a tu trabajo y percibió cómo apagar tu furia con los aprendices a los
que sobajaste cuando fueron por tu consejo. La verdad del porqué estás aquí
es tan fuerte como el hecho mismo de que nadie más te ama en este
momento. Cuando ella se fue para siempre de tu casa, terminaste en este
encierro. Quisiera burlarme... Pero, ni yo soy tan cruel. ¿Ves a la pobre de
Romina, encerrada en un manicomio, abusada por los celadores y con el
tormento que le aqueja? Es tu culpa, te vió tocarla, besarla y traicionarla con
Sarah, la dulce Sarah. Romina quiere ser amor de nuevo. Sé que no es el
momento de decir esto, pero deberías de tratar con un poco más de valor su
recuerdo, ya que está por caer la noche y con ella, una horrenda oscuridad.
Sálvate mi amigo. La realidad se redefinirá.

Sale Mefistófeles llevándose con él a Fausto.

Escena 8

Romina se encuentra en un estado de conciencia adormilada. Entra Helena.

HELENA: ¡Romina levántate!

ROMINA: ¿Quién eres tú, que avanzas hacia mí con parsimonia y tranquilidad
en tu alma?

HELENA: Soy una parte de ti, la que trata de no dejarte caer en los abismos
oscuros de la desolación. Sé bien que por Fausto es que estás así...

ROMINA: Fausto

HELENA: Sin embargo, debes luchar por salir de este encierro en el que tú
sola has caído. Tú eras una mujer fuerte con un espíritu que no se dejaba
vencer y, ahora encuentro en ti el cansancio y la desesperación.
ROMINA: ¿Cómo no estar cansada de tartar de hacer entender a un alma
necia lo que mi corazón encierra?

HELENA: El cansancio de paso a la furia, al odio y la destrucción...

ROMINA: Furia, sentimiento que tuve en el momento de verlo con esa mujer,
abrazados, besándose. Destrucción, la que me he ocasionado a mí misma en
este encierro, permitiendo toda clase de abusos sin oponer resistencia, y
odio, el mismo que le tengo a él, aunque lo amo con la misma intensidad.

Sale Romina. La escena permanece en silencio unos segundos. Por otra


parte del escenario aparece Mefistófeles.

MEFISTÓFELES: ¡Mi dulce dama! Por favor toma asiento.

HELENA: No, no estoy aquí por una visita social.

MEFISTÓFELES: ¿Entonces?

HELENA: Vengo a pedirte que termines con tu juego, Fausto y Romina ya han
sufrido demasiado.

MEFISTÓFELES: Lo siento, no sé de qué hablas.


HELENA: Como a mi padre, a Fausto lo has llenado de placeres que lo hacen
descender al infierno, rodando en una escalera sin final.

MEFISTÓFELES: Yo sólo ofrezco lo que la gente quiere.

HELENA: La última persona, antes de Fausto, que aceptó lo que ofreces,


terminó destrozando el cuerpo de todas sus amantes.

MEFISTÓFELES: Y en esa época naciste tú, mi dulce Galatea.

HELENA: Mi nombre es Helena

MEFISTÓFELES: ¡Genial, como la esposa del primer Fausto!

HELENA: Llevas demasiado tiempo causando tormento.

MEFISTÓFELES: ¿Y qué harás tú para detenerme?

HELENA: Lo que sea.

MEFISTÓFELES: Juega tú primero.

Helena besa a Mefistófeles, iniciando un juego sensual.


HELENA: ¿Así?

Mefistófeles quita la blusa y la falda de Helena.

MEFISTÓFELES: No, así...

HELENA: ¿Te gustan los placeres de la piel?

Mefistófeles deja el pecho descubierto de Helena.

MEFISTÓFELES: Me gusta la idea de tenerte en mi anaquel.

HELENA: ¿Te gusta lo que ves?

MEFISTÓFELES: Me gusta lo que eres, porque ambos somos seres eternos.

HELENA: Entonces, aquí me tienes. Sólo deja ir a Fausto.

Helena vuelve a besar a Mefistófeles.

MEFISTÓFELES: ¿Eso es lo que quieres?


HELENA: Sí.

MEFISTÓFELES: Pues, yo no

Mefistófeles toma del cuello a Helena y la arroja al suelo.

HELENA: ¿Qué? ¿Por qué?

MEFISTÓFELES: Mi belleza eterna, trataste de seducir al Diablo con tu


cuerpo, sin embargo, eso a mí no me interesa. Yo lo que quiero son almas y
eso, es algo que tú no puedes darme. Creatura artificial, los placeres de piel
son demasiado irrelevantes para mí. Los puedo obtener cuando yo desee.

HELENA: ¡No puedes hacerme esto! Siento como te exitas ante mi presencia.

Helena comienza a vestirse.

MEFISTÓFELES: Y no te equivocas Helena. Debido a tu naturaleza, suena


muy interesante la idea de poseerte, pero, Fausto no es un precio que esté
dispuesto a pagar. No ofreces lo suficiente para dejarlo ir. Conoces la salida.

HELENA: ¡Demonio!
Mefistófeles tira un beso a Helena, quien sale muy molesta del lugar. Un
segundo después veremos salir al Diablo, al mismo tiempo que Romina entra
a escena por otro punto del mismo.

Escena 9

ROMINA: No es la primera vez que acudo aquí. Se puede escuchar música,


beber y jugar a las cartas, nadie molesta a nadie, y él está cerca. He
escuchado que debes repetir las palabras en tu mente y hacerlo tres veces.
No soy supersticiosa, pero, una nunca sabe. Las mujeres del mundo pedimos
favores a Dios, sin embargo, es el Diablo el que responde. Ya llegó, ahora
sonrío. Lo vi mirándola. Sabía lo que estaba ocurriendo y debí largarme en
ese momento, pero... No pude moverme. No dije nada, si alguien sabe de
estas cosas es él. Después una mirada abrasiva, la recuerdo y me hace
temblar. Un día perfectamente igual a los demás hasta que unas manos
invisibles me tocaron.

Helena, Sarah y Claudia entraran a escena como tres marionetas guiadas


por el mismo titiritero.

ROMINA: Una mirada con capacidad de acariciar, saborear, lamer y


susurrar. Todo al mismo tiempo. Mi boca se abrió un poco sin que lo notara.
Se levantó de la silla y se sentó a mi lado, rodeándome con un brazo. Me
acarició la cara, el cabello, rozó mi cuello y, de inmediato, bajó su mano para
sentir mi pierna.

HELENA: ¿Fue algo así?


ROMINA: Sí

SARAH: Sabes cómo es, sabes que te puedes quemar, lo sentiste en aquella
mesa y también sabes que es el principio del fin.

CLAUDIA: Su mano seguía subiendo mientras hablaba. La respiración se


aceleró.

ROMINA: ¿Sólo el deseo de una imagen es lo que generaba mi curiosidad?


No, la imagen fue creada por mí. Una imagen que se transformó en sudor,
besos, gemidos y placer.

HELENA: Leyó tus pensamientos.

ROMINA: Su mano dentro de mí... Acercó su boca a mi oído y susurró...

SARAH: Eres hermosa, eterna, eres sólo mía.

ROMINA: Después, como es costumbre, no te ve, se sienta en su lugar y no


sabe por qué.

CLAUDIA: Había escuchado de este momento.


ROMINA: El encuentro.

CLAUDIA: Conocí a una fiera.

ROMINA: Y yo al amor.

CLAUDIA: Rasgó mis ropas con despecho, las arrancó de mí como si fuera
mi propia carne.

ROMINA: Pintaba sobre mí, me llamaba su lienzo divino.

SARAH: Me habló de ti.

ROMINA: Y a mí de Carmina.

CLAUDIA: Jadeaba, salía espuma de su boca.

ROMINA: Ese no es el hombre que conocí una vez

HELENA: ¿Intentas defenderlo?

ROMINA: No

SARAH: Él te trajo hasta aquí.


CLAUDIA: Y ahora estás en una repisa.

ROMINA: Fui su última apuesta.

HELENA: Menos mal que el Diablo quiere jugar de nuevo.

SARAH: ¿Algo te preocupa?

ROMINA: Sí, nunca he sido buena en los juegos.

CLAUDIA: Silencio, aquí viene.

Entra Mefistófeles y prepara todo para el juego de cartas que tendrán él y


Romina

MEFISTÓFELES: Como deseo ver cuánto lo amas, jugaremos una última vez.
Quien gane se queda con Fausto.

ROMINA: ¿Cuál es el juego?

MEFISTÓFELES: Sacaremos carta por carta. El que obtenga la más alta,


gana.
ROMINA: ¿Cuántos turnos?

MEFISTÓFELES: Es a ganar 15 de 20.

ROMINA: De acuerdo.

Mefistófeles barajea y coloca la torre de cartas frente a ellos. Ella saca la


primera carta. Se mantendrá el juego hasta el final de los siguientes textos.

MEFISTÓFELES: Dime Romina, ¿qué te hace querer salvar a Fausto, el


hombre que te traicionó y te dejó en el olvido?

ROMINA: Él fue el único que realmente se interesó por mí y, segura estoy


que, si tú no apareces en su vida, él no habría cambiado.

MEFISTÓFELES: Te equivocas niña, yo sólo doy lo que los humanos desean,


tomo las imágenes del alma del desdichado y le doy lo que quiere. Por lo
tanto, Fausto buscaba todo lo que obtuvo.

ROMINA: No es verdad, él es un alma pura y dulce...

MEFISTÓFELES: Bastante podrido por dentro, de las mejores almas para mí.
ROMINA: Me niego a creer que Fausto, mi amado Fausto sea un hombre de
esa calaña.

MEFISTÓFELES: No hay peor ciego que el que no desea ver.

ROMINA: ¡Mentiroso! Tú, ángel caído, sólo buscas que los seres humanos se
corrompan, das placeres que sólo llenan los espacios vanos. Buscas almas
débiles o vulnerables que te satisfagan, en un intento desesperado de
creerte con la misma fuerza de Dios.

En el siguiente texto Romina y Mefistófeles abrirán su última carta cada uno.

MEFISTÓFELES: Palabras ciertas, pero, con un error terrible. No busco


almas débiles... Ganaste. Fausto es tuyo.

ROMINA: ¿Así, sin más?

MEFISTÓFELES: ¡Oh no, querida!

ROMINA: ¿Entonces?

MEFISTÓFELES: El Diablo nunca pierde. Fausto es tuyo, pero, tú eres mía.


La escena se obscurece el tiempo necesario para que salgan de ella Romina,
Sarah, Claudia y Helena.

Escena 10

Espacio vacío, sólo se encuentran en el mismo, Fausto y Mefistófeles.

FAUSTO NOVENO: ¡Maldito seas ángel del mal! Te la has llevado, ese no era
el trato.

MEFISTÓFELES: En realidad, quería tu compañía. Creía que en ti se


terminaría tu linaje, que se perdería en el tiempo. Sin embargo, me
equivoqué.

FAUSTO NOVENO: ¿A qué te refieres?

MEFISTÓFELES: Creí que había conseguido mi libertad, pero, en el vientre


de Romina, la mujer que amamos, se encuentra el último fruto de tu simiente.
Es así que el juego no termina, cuando Romina dé a luz, el ciclo comenzará
de nuevo... Mientras tanto... El Diablo espera.

Obscuro

Fin de Pétalos en la Piel.

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