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La111úsiea

e los Incas
Y SUS SUPERVIVENCIAS
RAOULY
MARGUERITE
D'HARCOURT

..

--!
.,
1

LA MÚSICA DE LOS INCAS
Y SUS SUPERVIVENCIAS
RAOUL Y MARGUERITE D'HARCOURT
~

La tnúsica de los Incas


y sus supervivencias

PRESENfACIÓN
DE

LUIS ALBERTO SÁNCHEZ

ÜCCIDENI'AL PETROLEUM CORPORATION OF PERU


1990
LA MUSIQUE DES INCAS
et se5 5urvfoance.,
Primera edición: París, 1925
Uhnúrie Orienta!Jete Paul Geut.h.ner
Traducción general:
ROBERTO MIRO QUESADA
y traducción complementaria de
MARI-BLANCA GREGORI DE PINro y JAIME CAMPODÓNICO
Texto revtsado por:
Noticias previas
ENRIQUE ITURRIAGA (músico) y RAÚL ROMERO (etnomueicólogo)
Corrección:
C~ AUGUSI'O RÍOS ZAPATA (i)
MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ REA
Texto compuesto por: LA MÚSICA DE LOS INCAS
uxt.<>-tronic
Impresión:
INDUSTRIA¼,rd/lca S.A.
Edición grtilca:
CA.RLoS LIBNDO D.
de suyo muy importante y cuidadoso,

DI
Foto can1tula: STE LIBRO,
COLECCIÓN ARMAN00 LAZARTE tiene para mi que he cooperado en el proceso de
3575 Director general de la edición y editor:
ISMAEL PINro
publicación al castellano, un valor muy especial. Co-
meto la cursilería de referirme a mí en unas pocas líneas y
-o f1 agregarlas al presente volumen.
En 1925, cuando apareció en París La musique des
Incas et ses surv,t.vances, yo estaba embarcado en la empresa
ff ~ Jt de escribir la Historia de la Literatura Peruana; había pu-
blicado también un aburrido, pero bien documentado estudio
/97) sobre Los poetas de la Colonia, y estaba preparando otro
sobre Los prosistas que nunca apareció. Y no apareció por-
que dejando los trabajos de los prosistas nació el de los
C', } neolingüistas y juristas de nuestros siglos XVI al XVIII. Me
percaté entonces de que buena parte de los textos se referían
a la vida indígena prehispánica y que no se podían alejar de
..
C OXY - Occidental Petroleum Corporatlon of Peru
la historia las grandes actividades culturales de esa época .
Aquello me obligaba a romper el esquema que encuadraba
C Luis Alberto Stnchez r
C Ismael Pinto la literatura peruana sólo desde el siglo XVI a nuestros días.
Lima, Perú. 1990 No había explicación para los modismos y frases que las
La traducción original de lenguas aborígenes introdujeron en el castellano ni para la
La ml13ica de [o5 IncM y 5U5 5UpervivenciM vasta aportación de sentimientos, conceptos y canciones to-
fue rea!Jzada para Moeca Azul Editores.
talmente distintas a las de origen hispano.
PRESENfACIÓN XI
X U. MÚSICA DE LOS INCAS

Yo había leído entretanto, los trabajos del musicólogo que Raoul llegó al Perú como funcionario del Muelle Dársena
cusqueño Leandro Albiña y estaba entusiasmado con el libro del Callao en poder entonces de una compañía francesa
de Luis E. Valcárcel De la vida Inkaica publicado en 1925. hasta 1928. De regreso al Perú en 1919 los D'Harcourt
Además, en esa etapa habían surgido numerosos grupos de recomenzaron el trabajo de reunir el material musical fol-
folkloristas que formaron asociaciones literarias específicas klórico y ancestral peruano.
en Puno, Cusco, Apurímac, Tumbes, Moquegua, lea y Truji- Era un tiempo pacíFico para una tarea semejante. El
llo. La aparición de Amauta en 1926 y la sonada polémica nuevo gobierno peruano, el de Augusto B. Leguía, por segun-
que su director José Carlos Mariátegui sostuvo conmigo sobre da vez presidente de la República, a partir del IJ.de julio de
el indigenismo a comienzos de 1927, fue una feliz compro- 1919, había desencadenado una verdadera ofensiva provin-
bación de aquella innovación en nuestra vida cultural. Ese ciana sobre Lima. Coincidiendo con la llegada de la compa-
conjunto de opiniones, hipótesis y hechos me obligaron a ñia de teatro indigenista, ballets folklóricos, y finalmente
revisar mis puntos de vista, y fue entonces cuando se me con la proclamación del Día del Indio, el 2/J. de junio de
ocurrió escribir lo que del elemento indígena persistía en la 1928. Para entonces los D'Harcourt habían publicado en
literatura peruana. Con avidez conocida empecé a trabajar París la obra, ahora traducida al castellano. Previamente
el capítulo sobre literatura aborigen, con que inicio mi obra en 1922 en la serie titulada Enciclopedie de la Musique,
sobre el tema y luego el primer tomo publicado en 1928. Marguerite había insertado su importante trabajo sobre la
Se sabe poco sobre los D'Harcourt en lo referente a su música de los Incas, y ambos esposos habían dado a la
situación y obras. imprenta diversos estudios monográficos sobre el tema. La
Raoul D'Harcourt inicia su investigación tan nueva, aparición de La musique des Incas et ses survivances, marca
respecto a la música indígena, en 1912, fecha en que se una época en la historiografia peruana. Aunque el libro no
conoce la música de Daniel Alomía Robles en Lima en el circuló ampliamente en el Perú, sí fue conocido por los prin-
Teatro Mazzi donde estrena El cóndor pasa, con letra de cipales especialistas en la materia. Coincidió con el recrude-
Julio Baudouin (Julio de la Paz). Los D'Harcourt se entu- cimiento de la campaña indigenista en todo el Perú y la
siasmaron con el yaraví de dicha zarzuela y se dedicaron a publicación de curiosos poemarios incaicos vanguardistas
estudiar los vestigios de tonadas incaicas y del folklore mu- como Ande de Alejandro Peralta, la aparición del Boletín
sical quechua y aymara. En ello persistieron hasta 1914. La nttkaka, el combativo libro de Valcárcel Tempestad en los
Primera Guerra Mundial obligó a los nativos europeos a Andes y de la revista Amauta de José Carlos Mariátegui, el
regresar a sus respectivas patrias. En 1919 los D'Harcourt L'Empire Socialist des Incas, por Louis Baudin y, en general,
volvieron al Perú, recordando el impacto que la música de por un renovado y polémico retomo a la vieja polémica entre
Daniel Alomía Robles causó en ellos. No fue meramente una Vitoria y Sepúlveda en la Salamanca de 1520. Raoul D'Har-
moda o un capricho lo que comprometió su interés científico court parece que falleció en febrero de 1971, en la ciudad
y su vocación estético-histórica. Raoul D'Harcourt tenía en- de París, y Marguerite fallece en París en agosto de 1964.
tonces alrededor de treintaitrés años y Marguerite veintinue- Raoul D'Harcourt fue colaborador de Paul Rivet en el
ve años, según se desprende de los pocos seguros documentos Museo del Hombre, de París y lo reemplazó a la muerte del
que he tenido a la vista. Raoul nació en Orán (Argelia) en primero, además fue Secretario de la Sociedad de America-
1879 y Marguerite nació en París en 1883. Tengo entendido nistas de París y, a su muerte mereció un sobrio elogio de
XII LA MÚSICA DE LOS INCAS

Marcel Bataillon. Raoul D'Harcourt publicó, además de la


obra que publicamos ahora, dos importantes libros: Uno so-
bre La Medicina en el antiguo Perú y otro sobre Los textiles
en el antiguo Perú y su técnica, esta última traducida al
inglés. La obra de los D'Harcourt constituye sin duda uno
de los aportes más serios e importantes para conocer la
música del Perú prehispánico. Estamos seguros de que la
presente edición será recibida con amplio beneplácito, no
sólo por los eruditos en la materia sino por todos los estu•
diosos de la América precolombina.
Al publicar esta versión en castellano del libro de los
D'Harcourt quisiera agradecer a Mosca Azul Editores por la
disponibilidad del texto que mediaron para usar y perfeccio-
nar la traducción de esta reedición y a la empresa Occiden •
tal Petroleum Corporatlon of Peru por hacerse cargo de la
impresión y distribución de la obra, como una contribución
desinteresada a la cultura del Perú, en donde realizan tra•
bajos en pro de la cultura desde hace varios años.

Miraflores, 81 de enero de 1990

LUIS ALBERTO SANCHEZ

Eje.cut.ante de quena dd Cueco.


1 A nuestro amigo
1
el Dr. Paul Rivet

en homenaje de

afectuoso reconocimiento

1,
PROLOGO

DI
STE ESTUDIO DE MUSICA POPULAR abarca las regiones
correspondientes a lo que fue el antiguo imperio incaico:
Ecuador, Perú y parte de Bolivia. No pretende ser una obra
definitiva, y su meta estará cumplida si se puede ofrecer al lector,
con documentos a la mano, una visión actualizada de los conoci-
mientos al respecto.
A la investigación histórica, al examen del material sonoro
tanto antiguo como moderno -examen necesario para disipar errores
1Japoyar ciertas deducciones- se aunará el estudio de melod{as y
canciones indígenas, obtenidas en la mayor{a de los casos de la
audición directa y con total exactitud.
Si bien se habla y se escribe hoy en dla sobre la música peruana
con cierta asiduidad, tales disertaciones no se apoyan en nada
concreto. Se sabe, y esto muy recientemente, que existe un folklore
1 andino muy rico cuya principal caracteristica es la tristeza, y a
1 partir de esta fácil premisa los escritores sudamericanos, cuya
imaginación y estilo nadie discute, especulan porfiadamente. ¿Pero
d6nde se encuentran los documentos y los trabajos que les han
seroldo de guía? ¿Dónde se pueden leer y estudiar aquellos cantos
que, se dice, reflejan el alma angustiada de los vencidos en la Sierra?
Solamente una persona, el peruano Daniel Alom{a Robles, nos
hubiera podido responder en cierta medida; él ha recopi.lado can-
ciones populares auténticas, pero aparte de ciertas charlas pronun-
ciadas en el Perú, Argentina y los Estados Unidos, no ha escrito
PRÓLOGO XIX
XVIII LA MÚSICA DE WS INCAS

nada, e incluso se niega a publicar sus anotaciones por razones que Ya hemos dicho en otra parte (95) cómo, en 1912, detenidos
et' la Costa peruana ante la muralla opresora de los Andes que
no entendemos.
Paradójicamente, es precisamente en Buenos Aires, centro ar-
¡,orec_en querer esconder a los ojos indiscretos el corazón del país,
,..-tras primeras inoestigaciones fueron lentas y laboriosas. Alomia
tístico por excelencia en América Latina, pero totalmente despro-
visto de recursos musicales indígenas, donde puede verse a Jóvenes
Jlobles, al hacernos escuchar algunos aires originales que había
compositores que, como sus lejanos predecesores los rusos, sueñan ,.co11tdo en la Sierra, acrecentó nuestro deseo y nuestra resolución
con regenerar su arte a través del folklore indfgena. 1 Esta idea, de extender el campo de nuestra investigación. La guerra de 1914
noble en si misma, puede devenir quizá fecunda, pero -¡y hay un ,,,_ llamó de regreso a Francia, y nuestro trabajo no pudo ser
~ hasta 1919. Pensábamos hasta entonces que en la capital
"pero"!- si los Rimsky-Korsakov, los Borodin, los Mussorsgsky, los
Balakirev han producido obras de gran valor, cuyo mérito debe ser -,.ttan sólo cantos populares alterados, pero al regresar de un
visto en parte como una asimilación de los cantos de la tierra y ~o viaje por la Sierra, advertimos que había también en
1 del hecho de su pertenencia a esa tierra, es porque ellos conoc{an .iJa temas muy particulares, por ser el centro al que confluyen los
1
a fondo su ancestro. Nada de esto hay en Argentina: es más allá .,.dl1ws de todos los puntos del interior.
de sus fronteras septentrionales -pues la provincia de Salta no ha ¿Puede todavía uno asombrarse de la permanencia y de la vida
1
debido conservar de la influencia incaica sino vestiglos muy precisos _. intensa de un folklore musical andino personal? No, si tenemos
de una etnografía musical-, es en otros climas, bajo otros cielos, • cuenta la configuración del país y la manera como el problema
en donde hay que buscar sus fuentes de inspiración; lo que hay que ,. presenta históricamente.
precisar es lo que contienen de noble y personal, y entonces podrá Bl suelo del Imperio Incaico -aque1 de cuyas partes se han
soñarse, pero solamente entonces, en lleoar a cabo tal propósito. ¡,,.,noao las naciones actuales- no comprende más que los enormes
¡Cuán distintas son las problemáticas! No hay que extrañarse de _ .. :wa de la Cordillera, si abstraemos las regiones amazónicas
no poder comparar los resultados. ~ en la actualidad, como en aquel entonces, por individuos
Declaramos enfáticamente que existe un folklore musical an- lf!//JIIuna cultura muy rudimentaria. Es en los valles serranos, de
dino, lleno de carácter y de oida, un folklore que constituye hoy en altura de entre tres y cuatro mil metros, en donde nació y se
dia la Joya de toda América. Pero ¿quién lo conocía hace doce IMiarimllrd la cioilización de los quechuas. Durante el siglo XIv, sin
años? Los aires criollos publicados hasta entonces, las extrañas estos montañeses se apropiaron, por conquistas sucesivas,
melodlas declaradas indígenas no eran otra cosa que muestras la /rOll/4 costera donde vivían los yungas, imponiéndoles su
insípidas de las canciones peruanas que lleoaban claramente la -.:r-.:a.. A pesar de las luchas intestinas que dividían este país
marca de fórmulas europeas, al extremo que mucha gente bien , una unidad relativa, ya anunciada por cierto comercio,
informada cre{a que la ooz de los quechuas habla callado para por establecerse, hecho que se constata hasta en el dominio
siempre, ahogada por la influencia del alejo Continente. nadslca a traoés del empleo de instrumentos parecidos y del
Sin embargo, parec{a lógicamente imposible que los quechuas, • la.s mL,mas escalas.
tan numerosos todavía en los Andes, descendientes directos de los AJ,enas Puarro y su grupo de aventureros ocuparon la Costa
grandes alfareros y de los maravillosos tejedores, entre quienes la comprendieron que únicamente la conqut.,ta de la capital
música había ocupado un lugar preferencial, hubiesen perdido el Incas, defendida por aquellos montañeses, podla asegurarles
sentido tradicional de los sonidos y que, bajo un estilo incluso real del territorio. Por increíble que pueda parecer, sus
modernista e influenciado por los extranjeros, no se pudiese discernir se oieron cumplidos debido a la pereza de unos y a la
y aislar un fondo, una trama que les fuese propia. de otros. Los conquistadores renunciaron a hacer del Cu.seo
l. Ver a ate rapeceo w. an<cuw. recicl\tenu!nte publicoda. en BueMoS Alru °' ta. reolatas
pero tampoco lograron hacer de Jaqja, más central y de
mualcolu La Quena, Múelca de Amtrlca, etc.; igualme11c,, el prefacio tk El canto popular acceso, la sede del Virreinato. Se escogió un emplazamiento
N1m. 1 (87). '
PRÓWGO XXI
XX LA MÚSICA DE WS INCAS

cercano al mar y a la desembocadura del rlo Rimac, con un clima política -de lo que realmente sólo sufrió la clase dirigente- y acep-
dulce y relativamente saludable. As{ fue fundada Lima. Otras ciu- taron las formas de la religión católica, su vida de trabajadores
dades se sucedieron a lo largo de la Costa, ah{ donde el agua agrícolas no fue sustancialmente modificada. Se ve siempre al mismo
permitía luchar contra la aridez del suelo; la población española se hombre inclinado sobre el mismo campo, al mismo conductor de
concentró preferentemente en ellas, sirviendo las ciudades del inte- rebaños,al mismo pequeño artesano; se puede ver a la misma mujer
rior para el abastecimiento de las minas y para canalizar la riqueza hilando, tejiendo la~lana de su larga falda o del poncho rayado del
que iba hacia la Costa. De todo ello resultó que a pesar de los marido. La lengua ancestral no ha variado; apenas si se ha enri-
esfuerzos cada vez más fuertes de los conquistadores por expropiarles quecido con nuevos términos. El indio permanece como iletrado que
sus tierras, los pobladores indígenas, al amparo de sus montañas, lo recibe todo a través de la tradición oral, la que, como en el
pudieron mantener una cierta independencia en sus estilos de vida, pasado, le aseguran la transmisión de una cultura muy personal y
resultando las ordenanzas de Lima letra muerta en la mayoría de a gustos muy particulares, triunfando as{ de las arremetidas ex-
los casos debido a la falta de funcionarios que las hiciesen cumplir teriores.
fuera de las ciudades principales. Aquí nos encontramos con la Presentamos en este estudio alrededor de doscientas melodías,
cuestión de la población y de su baja densidad. Los doscientos casi todas inéditas, y de las cuales las tres cuartas partes fueron
conquistadores de los inicios aumentaron únicamente a unos cuantos recogidaspor nosotros directamente de la audición. Nos disculpa-
miles durante el siglo XVII. No nos sorprendamos. Hay que tener mos, ante un folklore tan rico y de contornos tan extendidos como
en cuenta la división del esfuerzo colonizador de España y Portugal loe al Ecuador, Perú y Bolivia, de no ofrecer al lector una docu-
que abarcaba la inmensidad del continente americano desde el Rtentación más abundante. Los medios y el tiempo de que dispusimos
extremo sur hasta California, as{ como la lentitud de los viajes y IIO lo permitieron. Somos los primeros en reconocer las lagunas de
el bajo tonelaje de los barcos. Dentro de esta corriente inmigratoria JIUestro trabajo; ciertos géneros musicales están insuficientemente
la parte femenina fue extremadamente pequeña: casi todas las representados, y algunas regiones apenas esbozadas. La Sierra
uniones dieron nacimiento a mestizos, pues la madre era india, lo andina guarda, para aquéllos que quisiesen continuar metódica-
cual demoró la evolución. En el presente, la rala población del Perú, llleftte nuestro trabajo, una bella cosecha que los compensará de
que se eleva a unos cinco millones, comprende cerca de cuatro m esfuerzos. Será necesario, además de una formación musical
millones de indios puros, estando el resto conformado por una fue nada puede reemplazar -ni siquiera el más perfeccionado fonó-
pequeña parte de blancos y algo más de mestizos y mulatos. Estos ~, recorrer los altos valles en pequeñas Jornadas, sin preocu-
últimos tienden a fundirse en el co'lfunto de la población, pues la jane de detenerse aquí o allá, incluso en los caseríos, siguiendo
importación de esclavos hace tiempo está prohibida y las razas lis/festas locales donde se mezclan las antiguas costumbres apenas
tienden a fusionarse en América del Sur más rápidamente que en dlaimuladas, y, anotando las canciones, recoger las leyendas y
los Estados Unidos. Traídos por los conquistadores para engrosar c!u'entos aún vigentes entre los indios.
el número de trabajadores manuales, los negros no pudieron habi- Permitasenos un consejo desde el punto de vista del texto:
tuarse al inclemente clima de la Sierra, quedándose confinados a conofene traducirlo y corregirlo en el terreno mismo. El quechua,
la Costa. Durante el siglo XIX se trató de reemplazarlos con chinos; lkiblado por millones de individuos desde los limites norteños del
pero fue muy reducido el número de inmigrantes chinos que pudo hasta la región sur de Sucre, en Bolivia, presenta múltiples
afincarse en la Sierra, y también en este caso las uniones produjeron ; las palabras no conservan en todas partes el mismo
únicamente mestizos. ~, siendo la interrelación entre los indios más apartados
Así a través de los siglos, los hombres andinos estuvieron ..., rara como para mantener en la lengua una unidad real. Dejando
preservados de los contactos exteriores y aún continúan estándolo lado una revisión inmediata de los textos, se corre el riesgo de
gracias a la barrera de los Andes. Si bien perdieron su independencia posiblemente insalvables. Esperamos que los quechuó-
XXII LA. KúsICA DE WS INCAS

logos, teniendo en cuenta nuestro esfuerzo y nuestra buena ooluntad,


no juzguen nuestros errores con much.o rigor, sobre todo aquéllos
concernientes a la sintaxis y a la ortografla que se pudiesen haber
deslizado en la transcripción de poemas. Nuestros conocimientos
no nos permiten refinar la sonoridad de la lengua. Nos contentamos
por eso con escribirla de manera fonética simple, de acuerdo al
alfabeto internacional generalmente aceptado en nuestros dlas. 2
Hechas las reseroas sobre la imperfección de nuestro estudio
-la primera, aquélla que se refiere al tema mismer creemos, no
obstante, que éste aportará una oisión de cortJunto del folklore
musical andino lo suficientemente exacta como para permitir com- PRIMERA p.AJ{'fE
prender su carácter personal y las bellezas intrínsecas que le son
propias, a las cuales se sumarán, en proporciones infinitamente
oariadas, las aportaciones españolas.
Cinco de las melodías peruanas se las debemos a AlomCa Los instnullentos
Robles. Entre las canelones ecuatorianas, mencionamos las que
fueron recogidas por Pauta y Dalgo, por encargo de Paul Rioet, .
durante su misión en el Ecuador, y que tuoo a bien poner a nuestra
disposieión; señalemos también algunos aires publicados por Jimé-
nez de la Espada en el informe al Congreso Internacional de Ame-
ricanistas Ueoado a cabo en Madrid en 1881, y que hemos creúJ.o
necesario presentar nueoamente aqu{, tanto por su utUidad como
para mostrar, en comparación con algunas de nuestras melodías,
de qué manera los aires son •J1Jados • y cómo la tradición oral es
un medio oálldo en los pa.Cses desprooistos de escritura.
Uno de nosotros ha publicado ya en la editorial Ricordi de
Milán una cincuentena de estos cantos y aires de flauta con armo-
nización de arpa o de piano. Agradecemos a la casa Ricordi el
habernos autorizado a reproducir en este libro las melodías.
Reciban la expresión de nuestra más sincera gratitud todos
aquéllos que nos han ayudado con sus conocimientos y sobre todo
con su excelente memoria musical.
Ojalá que el lector pueda percibir, a traoés de estas páginas,
un poco del afectuoso interés que no hemos dejado de profesar por
los indios, tratando de comprender y de hacer amar las manifesta-
ciones más altas de su sensibilidad y de sus corazones.
2. Reconü,- que a, b, e, d, e, f, l, h, 1, m, n, o, p, r, t, ..-,•• pronuncian como .,. ~; la
i a .,.,,.,,,_ /u.ru; e ti-c el .,,.U.O N (;; X tiew el •Ol\ldo N la j O N /a ch al.e111411Q; w
H pro,uuu:ú1 gu como flJ\ ltlglb; 11.como ¡n (como m "1111(¡"""•}; u H pronuncia ou; y a
IUl4 1 CONOftCINe que H pt'ONlltC:Úa~ a la ooccal que lea preceda O que lea sl(¡uc.
122 U MÚSICA DE LOS INCAS

pu~ de 1880 como marinera, nombre dado por un peruano que se


escondía bajo el seudónimo de El Tunante, como recuerdo de la
heroica conducta de la marina de su país durante el desdichado
confücto. 28 Parece que estuvi~emos lejos de lo autóctono, y sin
embargo no estamos tan lejos, pues en el Perú la música de la
marinera ha dejado penetrar algunas veces los ritmos y las fórmulas
melódicas queridas a los quechuas. ¡Tan fuerte es en este país la
influencia de la música indígena!

TERCERA PARTE

El folklore musical

28. «Sin acuerdo de ningún consejo de Ministros y desputs de meditar en el presente


titulo, resolvimos sustituir el nombre de chilena por el de marinera; tanto porque
en aquel entonces la marina peruana llamaba la atención del mundo entero y el
pueblo se hallaba vivamente preocupado por las heroicidades del Huáscar; cuanto
porque el balance o movimiento de popa de una nave gallarda dice mucho con el
contoneo y lisura de quien sabe bailar, como se debe, el baile nacional. Marinera
le pusimos y marinera se quedó•. (217, p. 25).
VISI'O, BASADOS en el estudio de los instrumentos
· las excavaciones han dado a luz, así como en la
111i1e1wizade los cronistas, que los indios de los Andes
mdsica propia; sus zampoñas y sus flautas saben cantar
'90Ce8, o mezclar notas vivas y ritmos apropiados a la
dejado esta míisica huellas entre sus descendientes
actuales pobladores de las regiones andinas de Ecua-
J Bolivia? ¿Y a falta de docwnentos escritos, podemos
dtcbas huellas? Es con la esperanza de recogerlas y
que hemos emprendido nuestra investigación.
Costa no es fácil distinguir el carácter singular de la
..,_.r, debido a la influencia española. Solamente después
fl9do y penetrado en la Sierra, en las altas mesetas,
DOtar la particularidad indígena al volver nuevamente a
Pongámonos a escuchar en las alturas de la Sie,rra,
protegida de los contactos exteriores, en el corazón
pafs; nuestro oído será atraído, desde la primera noche,
de un Uamero que guarda su rebaño; al día siguiente,
toa y danzas de ritmos precisos que salen de la tlnya.
lndtoe cantan, tocan la flauta, bailan, tanto en las grandes
es como en las soll tarias cumbres perdidas de la
~-IU.U•'- ¿Qué tocan, qué cantan? Debemos convencemos:
la que llevan en la sangre, que aman y transmiten de
en generación. Sólo basta saber escuchar para recoger
126 1A MÚSICA DE LOS INCAS
EL FOLKLORE MUSICAL 127
de la misma boca de los indígenas todos los elementos de un
folklore rico, viviente y completa.mente personal; debido a que la 811 manera de gustar la música tradicional, si uno se acostwnbra
impresión que se tiene no es la de una música europea, la influencia a ella después de una larga estadía en la Sierra.
africana, reducida al ritmo, no puede ser detectada, pues los Se percibe rápidamente que los indios se sirven de nuestros
esclavos nunca se afincaron en la Sierra. Antes de hacer un análisis intervalos, aunque no los emplean todos, y que la estructura de
técnico que diese una base más sólida a esta impresión, las carac- las líneas melódicas conlleva cadencias, reposos, una conclusión,
terísticas estéticas y emotivas de esta música que escuchamos tn que no corresponden a las que estamos acostumbrados a escuchar.
sttu nos llevaron a aftrma.r que nos encontrábamos en presencia Un análisis un poco más acucioso demuestra que los indios cantan
de un folklore propio de una raza. La suave línea melódica que todavía hoy en d1a a partir de una gama de cinco notas en la octava,
nos deja ofr la flauta de un indígena se diferencia de una melodia que les viene de muy antiguo, como nos lo han revelado la mayorla
española, en primer lugar, por su absoluta falta de sensualidad y de los instrumentos encontrados en las tumbas. La clasificación
por una fuerza expresiva sobria y contenida. Los cantos de las de nuestras melodías nos ha permitido comprobar el empleo pre-
alturas poseen, por otra parte, en casi todas las partes del mundo, dominante de la gama pentatónica; pero el hecho de que no sea
estas características de espiritualidad, ensoñación, ese noble des- coastante en todos los cantos, y que algunos de ellos, en los que
prendimiento que observamos aquf; los cantos españoles, tan ex- a menudo las palabras españolas reemplazan al texto quechua,
trovertidos y voluptuosos, pierden un poco de su dinamismo o de eean construidos en escalas particulares que definiremos más ade-
su languidez morbosa cuando escalan las al turas de los Pirineos o lante, nos ha llevado, para mayor claridad en el análisis, a distln-
de Castilla, pero sin abandonarlos completa.mente. En el Perú, plr dos géneros de música que se interpretan, aunque siempre
incluso cuando se trata de una alegria casi salvaje, como la que "1fe.renciables:por una parte, las monodias conservadas a través
anima a ciertas danzas de las que hemos sido testigos, éstas no ti& la tradición oral, que creemos poder presentar bajo el nombre
tienen nada de lascivo ni de festivo. Una especie de melancolía tle indígenas puras; por la otra, las melodias netamente posteriores
nativa, casta e inquieta, se agita en el fondo de gran número de • la Conquista y que resultan de la introducción, en las monodias
manifestaciones musicales significativas. Regresaremos luego so- ladfgenas puras, de elementos europeos, casi siempre españoles,
bre este punto tan especial. Es posible que un simple acercamiento • proporciones muy variables, melodías que llamaremos mestizas.
entre su modo menor y el nuestro provoque, para nosotros los
europeos, un sentimiento de tristeza, 1 que es aún más acentuado
cuando el elemento español se ha introducido. 8 Sea cual fuere la
explicación, lo cierto es que los indios no experimentan las mismas
emociones que nosotros al escuchar su música. Su modo menor no
traduce necesariamente los lamentos, sino también, en ocasiones,
la alegria o el movimiento de una danza, mientras su modo mayor
puede expresar a veces la desesperanza.
Se comprende mejor, e incluso puede llegarse a participar de

l. Scntlmie.nto muy diecutJble, y cuyo poder no ee reconocido por loe m'1sicoe mú


alerta.. •La triat.e%& del menor ee una concepción reciente; no "corresponde por
otra parte a nada exacto"•, eec.dbe Emmanuel en su Histolre de la langue mtUlcaui
(t. 11, p. 485).
2. Ver cap. rv; el "canto de amor".
CAPITULO PRIMERO

Monodias indígenas puras

LA.ESCALA PENTATóNICA
9\. To PREI'ENDEMOS ser los primeros en señalar el uso de la
'~ ~ escala pentatónica entre los quechuas. Frédéric Lacroix es-
ertbiOen 1843, en Univers Pittoresque: "Señalemos que los perua-
b no conocían los semitonos" (124, t. rv, p. 386). Más cerca a
~. L. Alviña. (6, p. 23) precisa esta escala. A. Robles (223,
»• 87) llega a las mismas comprobaciones. A. Friedenthal también
Meó a relucir este hecho (72, I., p. IX y III, p. 24). Por otra parte,
1>asta sOlo escuchar algunas canciones para darse cuenta del hecho.
' Si el indio permanece siempre fiel a la gama de sus ancestros
ta sus melodías tradicionales, todavía la utiliza en la actualidad
en la composición de nuevos cantos a partir de textos recientes. Y
isto no ocurre únicamente en la Sierra, sino incluso en la misma
llai,tta.1del Perú. Podemos citar a este respecto una anécdota típica:
lutante una de nuestras estadías en Miraflores, estación balnearia
\a los alrededores de Lima, diariamente venía un indio ciego que
CIÍntabade puerta en puerta pidiendo limosna. Poco tiempo antes,
11htroe peruano Jorge Chá.vez encontró la muerte en Domodossola
11efectuar por primera vez la travesía aérea de los Alpes. F,sta
► ,ria nacional fue celebrada con un gran lamento de versos lloro-
llta, y el mendigo, que poseía la íntima convicción de cantar un
ltre nuevo traído de Europa por el último barco, demarcó instin-
lhamente la canción dentro de los limites de las cinco notas
tradicionales! Más adelante daremos otros ejemplos muy intere-
lantes de la vitalidad que conserva la gama pentatónica. Sólo
130 LA MÚSICA DE LOS INCAS MONODIAS INDÍGENAS PURAS 131

hemos querido demostrar con este ejemplo la persistencia de un


sistema musical, que estudiaremos enseguida. Nuestro trabajo se señalado que en las monodias indígenas puras la escala
basará en las anotaciones directas tomadas durante el curso de n se presentaba bajo diferentes aspectos; es decir, que estas
nuestro viaje por la Sierra, así como en la audición de los cantantes Mlll88 implican un tipo de cadencias que no afectan los mismos
y flautistas indígenas. . No debemos dejar de admitir que estos diversos aspectos
La escala empleada por los indios antes de la llegada de la escala podrían estar asimilados a formas modales. Como
Pizarro, y que corresponde, como hemos dicho, a la revelada por loe griegos, y más tarde en la música eclesiástica, cada grado
un gran número de zampoñas y de flautas rectas antiguas, se tufa el punto de partida de disposiciones diferentes, cuya
compone de un conjunto de cinco sonidos en la octava, saltándose lt,e:ncila la comprobamos en nuestras melodías, aunque estos
los semitonos de nuestra escala moderna; es decir: do, re, mi, sol, , muy probablemente, no hayan sido discernidos por los
la, do. Esta gama ha sido empleada por muchos pueblos primitivos, 1188.
y los pueblos de Extremo Oriente, que todavía la emplean, la usan Ya hemos determinado la escala indigena primitiva, tomando
desde tiempos inmemoriales. En Europa la encontramos sobre todo padoe de la gama mayor moderna después de separar los
en el folklore de Escocia, pero, debe destacarse, es desconocida tonos. ·s1se evita la repetición del do en la octava superior,
en España. Felipe Pedrell, cuya autoridad en materia de música a¡ll;Ulll los cinco grados siguientes:
popular española está fuera de toda duda, dice al respecto: «lo que
no se encuentra, que yo sepa, en España, es el modo pentáfono ... » j
(165, t. I, p. 27). No tenemos el derecho, en el actual estado de J J J
nuestros conocimientos, de ex.tender a toda América el empleo de
esta escala pentatónica. Si rebasa largamente el país que alguna
' J
Pero, para presentar los modos, debe tenerse en cuenta la
vez estuvo bajo la autoridad del inca, si las ocarinas, los instru• laKle.n.Cia descendente de la escala (particularidad sobre la cual
mentos mexicanos, los flautines de barro, claramente parecen re• •1tuemoe más adelante), y, reinvirtléndola, escribirla así:
velarlo, si un cierto número de pueblos norteamericanos cantan
todavía a partir de gamas muy pobres, por el contrario ciertas
regiones, como la Amazonia, la parte meridional de América del J J J J
Sur, parecen escapar a su influencia. ' j
Entre los quechuas, la escala pentatónica parece haber sido &ta primera manera de ser tomará el nombre de modo A,
la única, al menos desde nuestro punto de vista. No tenía ni e; procediendo de izquierda a derecha, y según el ejemplo
modulación ni armonía. La teoría moderna del encadenamiento de 01', partimos de cada uno de los grados que siguen para formar
acordes nos ha conducido a descifrar solamente dos sucesiones nueva serie. Se tendrá entonces:
por tercera inferior y por tercera superior, ligando un acorde per• . 8
fecto mayor a otro menor y recíprocamente, de lo cual los quechuas A, mayor (4a. escala pentatónica):
no conocían ni siquiera los más elementales recursos. Cuando se
piensa en su música, exclusivamente monódica, según todas las
apariencias, y encerrada en un pequeño círculo, uno se extraña de
que la imaginación indígena supiese, a través de medios rudimen- V IV m D J
tarios, expresar los grandes movimientos del alma con tanta vera-
cidad y fuerza. l. Segdn Helmholu, Las aen.,aclones de tono como bwe pstcoMglca de la mdalca, Sa.
pvt.e, cap. XIV:
s 183
132 LA MÚSICA DE LOS INCAS MONODIAS INDIGENAS ~---------

3 p.te· Vamos a tratar de


Modo B, menor (2a. escala pentatónica): respecto, imponiéndose el modo clarame ernientes a la escala
~ o~C
resumir algunas ouservaciones generales e ~ste más generalmen-
indtgena, presentándola bajo la forma que f r.
110
te y que más nos sorprende, el modo B 111-e

Modo B, menor.
Modo C, mayor 4 (la. escala pentatónica): 3 ci6n, construidas en la
De las 168 monodias de esta colee rla recolectada sobre
escala pentatónica, 110 -impresionante mJJ-~ste modo; la tristeza
todo entre las melodías peruanas- empleDfl dio de expresión más
del alma indígena ha encontrado all1 su ifle;
V IV m O 1
profundo. 19-lectura de los cantos
3 Como puede verse muy fácilmente co1J. dígenas es netamente
Modo D, menor (5a. escala pentatónica):
anotados, la tendencia de las monodias ~traída hacia lo grave,
descendente. Su curva general se inclina~s que siempre vuelven
pe.ro ondula, se levanta en volutas expresi te que el recuerdo de
a caer trtstemente. 5 Esto es tan sorprendetl ~dos en los grandes
los cantos populares y de las danzas es& de ondas sonoras de
cie; ,
espacios an din os, se concreta en una espe eciéndose, llegando a
3
Modo E, (inusitado) (3a. escala pentatónica): bocanadas musicales que se apagan. des~esigual del viento. La

,·.::¡¡¡-
~

r r•s-cr
---4.
·•-4
!lit
los oidos como llevadas por el movimiento por sus proporciones
1fneamusical, cortada por pausas, nos sed~ce ubican generalmente
balanceadas y armoniosas. Estas pausas e,e, de su importancia
V IV m r f
D 1
~~
en e1 grado más grave del modo. A ca, el primero, y designare-
Consideramos este grado ~ grave como táJldolos de abajo hacia

Dos grados, sobre los cinco que comporta la escala defectiva, mos á. los otros, para más comodidad, co1l
juegan muy frecuentemente en nuestras anotaciones un rol de nota arriba, al contrario de la pendiente. 6 edido del segundo en
de apoyo (mejor no emplear aquí la palabra "tónica"): el do y sobre El primer grado está generalmaite pfeC absolutamente típico
todo el la; algunas melodías son asentadas sobre el reposo del sol un movimiento descendente de tercera me1l~~ menor dado al modo
y del mi; no hemos encontrado nada sobre el re. y que justifica por si solo la denominaciórl er grado, sea directa-
En efecto, el modo B es, sin duda, el más extendido en el B.7 El brusco salto desde el quinto al P~ do, forma el intervalo
Perú. El modo A se encuentra a menudo; el modo C algunas veces, mente o tocando a su paso el cuarto o el se~ parece gustar mucho
sobre todo en Ecuador, donde el modo D parece ser el más favo- del séptima menor en dos o tres notas, qtl~ con insistencia en el
recido. En cuanto al modo E, parece desconocido entre los que- a los quechuas; se presenta muchas vece,S doles un carácter muy
chuas, aunque empleado en otros lugares de América. Para deter- curso de nuestras melodías má.s típicas, dáJl
minar estos modos, recordémoslo, nos hemos basado en el modo
fá.cilrne.nte con la lectura de
general de la monodia, y sobre todo en las pausas y las conclusiones. l. F.etecomentarlo, de orden general, puede veriftc;
La mayoría de nuestras canciones son fáciles de clasificar a este lu llneas melódicas. Ver la Cuarta P~. ~"-
dOS en =as romanas.
8. Ver p. 182, el ejemplo donde loe gradoe eon nwnet'l d ta
., terminan e e& manera.
4. Para mayor comodidad, hemoe anotado loe tres <tltlmoe modos una octava mú alta. 7. • Casi todas las melodías indlgenu purae ai modo v
134 LA MÚSICA DE LOS INCAS
MONODIAS INDfGENAS PURAS 135

particular (núms. 46, 49, 53, 57, 60, 61, 66, 95, 98, 101, 130, etc.). compuestos, como se sabe, a partir de intervalos del acorde per-
Algunas veces el intervalo del séptima se produce entre otros fecto reunidos aquí y allá por una o dos notas de pasaje diatónicas;
es por lo tanto natural encontrar allí la sucesión de los grados de
grados que no son ni el primero ni el quinto (núms. 86, 119). En
el número 119, las dos relaciones del séptima, en los cuales está la escala pentatónica. Pero, en el tema del que hablamos, hay más,
basada la melodía, dan un efecto extremadamente curioso. Los y no es imposible que Wagner haya buscado, entre sus medios
grandes saltos melódicos constituyen, por otra parte, uno de los aprestvos, las sonoridades frustradas de una gama primitiva para
recrear la atmósfera de antiguas leyendas.
distintivos de los cantos populares indígenas, diferenciándolos cla-
ramente de nuestros cantos europeos, formados generalmente de
Modo C, mayor.
intervalos conjuntos. Se han señalado las pausas suspensivas 0
conclusivas que marcan el fin de las frases, formando una especie Entre las melodías peruanas de nuestra colección, ninguna
de cadencias; en el modo B; las pausas suspensivas tienen lugar está constituida de este modo C. En Ecuador, hemos podido cons-
a menudo en el segundo grado, con la conclusión en el primer tatar su empleo, pero es muy raro, por eso nos contentarnos con
grado (núms. 101, 104, 132, etc.). Algunas veces se encuentra una mencionarlo. El agrupamiento de notas bajo este modo tiene un
primera cadencia que reproduce la serie mayor A, o la de otro efecto muy agradable a nuestros oídos (núms. 14, 15, 189).
modo, si bien la cadencia final se establece en B (núms. 63, 60,
107, 116, etc.); no hay por qué asombrarse de estas concesiones Modo D, menor.
bastante naturales cuando se piensa en la pobreza de los recursos El modo D, muy empleado en Ecuador, especialmente en la
de la gama pentatónica, privada de toda modulación. reglón de Cuenca, presenta una sucesión de notas tan tlpicas como
en d modo B, al cual se aproxima por el gusto melódico de pasar,
Modo A, mayor. eobre todo en las frases conclusivas, del quinto al primer grado,
Este modo será llamado mayor en razón de las dos segundas ya sea directamente (núm. 29), o tocando el cuarto, lo que da una
mayores que la terminan. Se le emplea igualmente en el Perú, ee¡unda seguida de una sexta menor, es decir una séptima menor
Bolivia y Ecuador, y en innumerables harawi, que aunque de ca- en tres notas (núms. 24, 69, 71); o solamente del cuarto al primero
rácter triste y lento, se emparenta con este modo (núms. 48, 50, en forma directa, en un salto descendente de sexta menor, muy
61, 66, etc.). particular de este modo, dejando en nuestros oidos una impresión
La disposición de los intervalos en el modo A proporciona a interrogativa plena de misterio (núms. 3, 21, 22, 81, 147, etc.).
la melodía un cierto encanto de espontaneidad y frescura. La linea
melódica, generalmente más conjunta que en el modo B -tipo
peruano- y más civiliza.do, se acerca mucho más a las fórmulas CARACTERISTICAS DE LA MONODIA INDIGENA.
mayores europeas, con lo que pierde, para nosotros, un poco de su
originalidad. Las pausas principales que se detienen en el primer La monodia indígena pura, por estar basada en una escala sin
grado de la escala, son llevadas allí por el grado contiguo o por la medios tonos, no comporta, y nunca debió comportar, ni armonía
tercera mayor. Es divertido anotar que la disposición de las notas -en d sentido europeo del término- ni, por lo tanto, ninguna
del modo A, es precisamente la misma que el de uno de los temas modulación. Toda la actual tentativa de los cantos en partes, viene
principales empleados por Wagner en La tetralog{a. Este tema de la influencia española; ésta popularizó el gusto por ·una linea
representa a la vez, bajo aspectos rítmicos diferentes, a las Hijas Inferior sosteniendo la primera voz a intervalos de terceras en
del Rin. a Brunilda dormida y al Pájaro; posee las características largas,filas, tan lánguidos como pobres, y que desfigura extraña-
de la gama pentatónica e incluso la dirección descendente. Muchos mente la bella monodia indígena. Felizmente, en la Sierra, esta
otros leitmotiv, muy simples, sobre todo en La tetralog{a, han sido modalidad no ha penetrado mucho, y si aún se escucha en el Cusco
186 LA MÚSICA DE LOS INCAS MONODIAS INDÍGENAS PURAS 187

y aldeas del interior a coros, y en la región del Titlcaca a orquestas han visto totalmente reemplazadas por el idioma de los vencedores,
de flautas de Pan y de .flautas rectas de diferentes registros, esto la melodía nos llega con las marcas de su nueva vestimenta;
se debe a la unisonancia o a la octava, como simple refuerzo, por delimitar estas transformaciones es algo muy delicado. Sin embar-
razón al n<unero. Sin el apremio de la poli.forna, la línea melódica go, una línea melódica característica puede guardar, bajo el texto
indígena se desarrolla con una libertad, una franqueza que le dan, español que parece adaptarse a la fuerza, la manera general que
en parte, su gran encanto. Su curva general, como ya dijimos, se dicha melodía tiene con su poesía indígena; en este caso, la pro-
inclina hacia lo grave; a pesar de su fantasía, contiene fórmulas sodia sufre.
que se reproducen en un orden dado con un deseo evidente de En la m(lsica instrumental, el ritmo determina los acentos
equilibrio. El oyente queda sorprendido, tanto por la extensión ubicados generalmente en los tiempos, a manera de apoyo.
inusitada que debe recorrer, como por la frecuencia de saltos
melódicos. El ámbito general de un canto alcanza o sobrepasa a
menudo la duodécima (n<uns. 10, 167, 170), y los intervalos de LAS NOTAS ORNAMENfALES.
séptima, de décima y más, en el transcurso de una melodía, no Los cantos indígenas se adornan con notas que les dan un aire
son raros; los cantantes los ejecutan sin runguna dificultad (n<un. bastante particular, gracioso y flexible (n<uns. 12, 82, 87, 101).
51, 2o. y Ser. compás; n<un. 96, So. y 4o. compás; n<un. 166, 60. y &tas preceden a la nota principal a intervalos conjuntos o a inter-
7o. compás, etc.). La manera retozona, que contribuye a la origi- mosdisjuntos, algunas veces de gran dimensión, como por ejemplo
-nalidad de la monodia indígena, no se encuentra sino muy excep- a distancias de sexta o de séptima, disposición verdaderamente
cionalmente en el folklore. Tómese, por ejemplo, las antiguas me-
Upica (nÍlmS. 81, 95, 108, etc.).
lodías francesas, alemanas o rusas, y se verá cómo se pliegan sobre A menudo 9rupetti en.teros vienen a realzar la nota o a terminar
sí mismas, sosteniéndose muy a menudo en los limites de la octava una frase musical, sin crear mestizaje (núms. 10, 67, 87, 178, etc.).
o incluso de la simple quinta. Esta diferencia puede explicarse por Hay otros que resultan de una manera autóctona de cantar;
las características de estas civilizaciones -la europea y la indígena-, tatos consisten. en una especie de lamento deslizante, que se
la cultura de élite en la primera, que influye en el oído popular, convierte en un encaje alrededor de la nota que termina una frase
educado por simple imitación, mientras que nada de esto puede musical. Tendremos ocasión de ocuparnos nuevamente de este
ocurrir en la organización social, más rudimentaria, de los preco-
punto.8
lombinos. Sin embargo, si el lector está tentado de concluir que
la línea melódica es incoherente y bruscamente rota, se equivoca;
el gusto ingenuo, naturalmente refinado, de estas gentes simples
sabía evitar maravillosamente los "cuellos de botella" en los cuales
se encontraban, y esta línea alargada, con todo lo sorprendente
que esto parezca, es siempre elegante, fácil y llena de encanto,
como más adelante podrá comprobarse.
Los acentos expresivos de la monodia indígena en aquellas
regiones que hemos estudiado corresponden a los del lenguaje,
como en el canto popular en general. La mayoría de las melodías
indígenas puras todavía poseen su poesía en lengua quechua, muy
respetuosa de la prosodia. Mientras las palabras quechuas de aire
indígena han desaparecido en parte -las palabras o grupos de frases
restantes permanecep encerradas en el texto español- o bien se l. Ver cap. VI, "Cantante. e tnatrumcntlstu".
CAPITULO II

La música mestiza

J\L DESEMBARCAR en un puerto peruano, uno queda sorpren-


.1'"1...
dido al encontrar una diversidad tan grande de tipos hu-
manos, producto del cruce de razas. Junto a los indios de sangre
pura, muy numerosos todavía en la Costa y en las grandes ciudades,
viven numerosos mestizos, en quienes ciertos rasgos comunes re-
'Vdan la parte heredada de lo indígena.
En música, puede hacerse la misma acotación. Los elementos
extranjeros que ingresaron luego de la Conquista modificaron poco
a poco la monodia indígena primitiva, si bien la trama antigua
permanece a menudo visible. Así, en nuestra búsqueda de los
acentos tradicionales, que son muy numerosos, hemos encontrado
ejemplos llenos de vida, originales e interesantes; corresponden a
lás poblaciones cruzadas de las jóvenes repúblicas sudamericanas
de la costa occidental, de las cuales se puede decir que constituyen
Y constituirán en el porvenir cada vez más el folklore propiamente
Ílacional de las regiones que hemos estudiado. Puede atribuirse el
earlcter especial de estas melodías a su modalidad; aunque algunas
Wces encontramos en ellas durezas, fórmulas bastardas y algún
aal gusto, muchas de ellas son expresivas y muy bellas.

1
ESCALA MESTIZA Y WS MODOS
1
&i tiempo de los incas, como hemos visto, la parte ritual de la
lb.tísica en la religión solar era considerable; las ceremonias se
llevaban a cabo en el Cusco con gran pompa, tal que no pudo
140 LA MÚSICA DE LOS INCAS LA MÚSICA MESTIZA 141

escapar a los primeros misioneros, y fue precisamente por el lado aparece un destello, debido a dos curiosos artlculos sobre los cantos
religioso, a nuestro parecer, por donde comenzó en parte el mes- indígenas publicados en el Mercurio Peruano del 22 de diciembre
tizaje. de 1791 y del 16 de febrero de 1792 (139, núms. 101 y 107). Ellos
Son conocidos la crueldad y los medios de persuasión con los nos aclaran, sin saberlo sus autores, sobre el reino ya establecido
que los evangelizadores se esforzaron en sofocar el antiguo culto. en esa época de la música mestiza, al menos en IJma. El primer
Pero, junto a las prohibiciones drásticas, sacerdotes más entendi- articulo, titulado Rasgo sobre la música en general y particularmente
dos supieron conservar ciertas ceremonias indígenas, para apartar de los Yarav{es, exaltó exageradamente los méritos de los inimita-
mejor a los indios de su religión particular. Los quechuas, pasivos bles cantos peruanos, con lo que provocó una respuesta muy viva,
y resignados, y en quienes los recién llegados tenían un prestigio ftrmada por T. J. C. y P. En ella el autor analiza las melodias que
inmenso, aceptaron, al menos en apariencia, estas adaptaciones. habían sido dadas como ejemplo, de tal manera que aparecen, a
Al conocer los nuevos cantos litúrgicos que les fueron revelados, pesar de ciertas imprecisiones en el texto, como obligatoriamente
quedaron ciertamente maravillados y sorprendidos. A pesar de mestizas. A fines del siglo XVIII, como hoy en día, se daban en
permanecer fieles a su propia música, introdujeron modificaciones Urna aires indígenas en los que la influencia española se manifes-
en algunos de sus cantos tradicionales, incluso sintiendo que los taba claramente.
deformaban. La escala pentatónica, que resumía todos sus conoci- Creemos ser los primeros en describir con precisión las par-
mientos musicales de hasta entonces, se completó de manera Ucularidades de la escala mestiza. El examen de las melodias
curiosa a primera vista, pero al estudiarla mejor, resulta lógica y recogidas tanto en el Perú como en Ecuador y Bolivia nos ha
natural esta operación. Los grados añadidos fueron naturalmente pe.rm.itldo determinar la constante disposición. Reviste dos formas
los que encontraron en los modos eclesiásticos, aunque utilizándo- principales que derivan directamente de los modos indígenas puros
los de una manera muy especial. La antigua escala conservó, sin AyB:
embargo, sus privilegios, ya que la encontramos todavía muy en
uso; continuó viviendo su propia existencia al lado de la nueva Modo Aa mayorlO
gama nacida de ella inconscientemente. Si puede a.ftrmarse que
las primeras manifestaciones de la música mestiza se remontan r r J J i-J J J J
casi a la Conquista -¿Garcilaso no señala, acaso, que con ocasión
de las fiestas en el Cusco el organista de la catedral utilizaba
temas indígenas?-, 9 no hay que perder de vista que, con relación
a la masa indígena, los conquistadores no fueron más que un puñado
de hombres, y luego sólo unos cuantos miles durante largo tiempo;
'
Modo Bb menor

J J J J J
'
,J
y que aún hoy en día en el Perú los indios representan cerca del J ¾
ochenta por ciento de los cinco millones de almas de su población
total. En Bolivia, la proporción de indígenas es aún más fuerte. La
Modo Aa: mayor
música mestiza se desarrolló por lo tanto solamente en los centros,
mientras la inmensidad del país la ignoró totalmente. Esto explica La sucesión de intervalos en el modo Aa mayor reproduce el
la persistencia actual de la gama pentatónica. del viejo modo fa, en el cual se encuentra la delicada franqueza.
En el transcurso de la larga noche en la cual cayó la música Peroestas dos gemelas no tienen el mismo carácter, pues el modo
indígena, desde los relatos de los cronistas hasta nuestros días,
10. Hcmoe indicado mediante notas mta grueeaa 10&grad0& de los modoe ind1ge.naa
9. Ver Segunda Parte, p. 115. puroe A y B, y con nota& pequc.naa 10&gradoe añadidos luego de la Conquista.
142 LA MÚSICA DE LOS INCAS
LA MÚSICA MESTIZA 143

Aa conserva a menudo la escala descendente


del gusto de los indios (núms. 73, 74, 75, 105).
y los intervalos tan

.Este modo no se encuentra siempre completo, y muchas de


,•1·r· Ala! .ül
1 o' g ;, ..,
Loa.
J.
ta .re .
nuestras monodias han sido confeccionadas en escalas intermedias
de seis grados, privadas ya sea de la séptima, que raramente tiene
el carácter de sensible (núms. 11, 68, 105), ya sea de la cuarta.
,. r<r1C' r• i 1 [ r7'r·
Ala!
En este último caso, la supresión del intervalo característico de
tritono se acerca mucho al modo A indígena puro (núms. 17, 74).

All Je ....
...,__
Modo Bb: menor
Mientras la formación del modo Bb se remonta a una época
El modo Bb es también un antiguo conocido de todos aquellos
reciente, éste admite muy a menudo una alteración de su séptimo
que están familia.rizados con los modos eclesiásticos, ya que re•
grado, que elevado en un semitono, toma entonces el carácter
produce el antiguo modo re. Pero en su empleo sentimos constan-
europeo; modifl.cado de esta manera, este modo se confunde con
temente en la base el modo B menor, indfgena puro, al cual se la forma ascendente del modo menor del cual Bach se servia en
unen los aportes extranjeros; en el Perú, esto deviene particular- d siglo XVIII, y cuya estructura Justifica el arranque espiritual que
mente evidente. las melodías europeas que poseemos en ese modo ae le ha aplicado: "este inválido no puede descender como subió": 12
re revelan una flsonomfa distinta, como podrá juzgarse por esta
vieja canción francesa: 11
J J J J
'u•..
J.,60
•ºªºª
= ,.
11
e 11 e II e

Algunas veces las melodías son construidas en parte sobre el


modo Bb modifl.cado, o en un modo mestizo, en parte en un modo

fI a , "b 4
A.- ,.., et hu -,,,.ul/
fndfgenapuro, lo que es una prueba de lo que acabamos de decir:
F S , ;, J>. 1 loe modoe mestizos vienen directamente de sus ancestros indíge-
A.dica- bcr . &ae, •-dial bdl',
11118. ¿De la lectura, por ejemplo, de las curiosas canciones núms.
68, 100, no se desprende acaso su similitud con los ricos tejidos
que dejan relucir la trama?

na - la cm . drct te,
LOS DIFERENTES CARACTERES DEL MESTIZAJE
A~ D ~ p Ba.su origen, ciertas melodías, sobre las cuales hemos llamado la
atendón, reproducen los modos mestizos, cuyas escalas han sido
A. dJa,- ber . &ere. • .dica bell', je m'ea fts 1
ciadas,sin modulación ni alteración de ninguna especie. Pero, poco
a poco, en las líneas melódicas basadas en estos modos (que pueden
llamarsecoloniales, pues deben corresponder al período en el cual
11. Eeta canción fue recogida por Mauricc Emmanud: XXX Charuoru bourgulgnonnes
du paya de Beaune, p. 122, Parte, 1917. 11. Maurice Emmanud, Hl4toire de la lattgue miulcale, t. 11, p. 485.
144 LA. MÚSICA DE LOS INCAS LA.MÚSICA MESTIZA 145

los españoles buscaban asf.milarse a la población), se encuentran melódico bastante similar al del que acabamos de referimos. Entre
nuevas anomalías, mestizaje de mestizaje, adaptados los unos al loe antiguos cantos populares de la India, ciertas fórmulas meló-
gusto nacional ecuatoriano, peruano o bollviano, emparentados los dicas le son también parecidas; pero no hacemos sino señalar estos
otros cada vez más a las melodías españolas importadas. curiosos parecidos, de los cuales no se está autorizado a deducir
Entre las primeras, es un hecho típico que reinvierte, desde mngunaconclusión.
nuestro punto de vista, los valores modales. En efecto, se sabe que Poco a poco, las melodías indígenas, por sufrir más que otras
en el sistema tonal clásico, el modo mayor toma la prioridad sobre las influencias foráneas, vieron incorporarse en ellas un mestizaje
el modo menor; un solo acorde mayor que concluye una pieza de mestizajes cada vez más numeroso. Aparecieron ciertos artlfl-
enteramente escrita en modo menor basta para borrar completa- ctoa de la escritura europea, como las notas de paso y adornos
mente la impresión de este modo menor. Inversamente, en ciertas Simples o alterados, ast como algunas modulaciones, todo lo cual
melodías aquí citadas, en general de movimiento lento y expresivo, da testimonio de las sucesivas épocas a las que pertenecen.
se deja sentir de golpe la tercera del modo menor, ascendido un
semitono lo que la hace mayor, haciéndola seguir de un intervalo
muy próx:lmo a la misma tercera convertido en menor, especie de ENSAYO DE CLASIFICACIÓN IDSTÓRICA DE
cromatismo melódico muy frecuente en la Sierra andina: 18 LAS MEWDIAS, PRINCIPALMENTE SEGúN SU
BSTRUCTURA MODAL

6► 1,01J ffle r1ni etc


A partir de lo que antecede creemos poder ensayar una clasificación
hist.6rica 14 de los distintos tipos de melodías aquí reunidas,
COD&iderándolas desde el punto de vista de sus escalas modales.
Nuestro oído, habituado por tradición a la potencia del mayor, Aat encontramos:
se encuentra desorientado en un principio al escuchar una modu- 1) Las melodías indígenas puras, construidas únicamente a
lación mayor a partir de un cambio de modo, suplantada por el partir de la escala pentatónica, sin ningún mestizaje, y poseyendo
menor reinante (núms. 33, 41, 47, 123, 153). La influencia de este loe principales caracteres que hemos descrito (núms. 1, 8, 4, 5, 7,
mestizaje, que anteriormente debió constituir un medio expresivo S.9,10, 12, 18, 14, 15,19,20,21,22,26,28,29,81,34,36,37,
apreciado en los yaravtes, se extiende a otras notas del modo; de 18, 89, 40, 42, 44, 46, 49, 50 a 61, 63, 64, 65, 66, 67, 69, 77 a
ello encontramos muchas utilizaciones en nuestros cantos (núms. 99, 101, 102, 103, 104, 106, 107, 108, 109, 111, 113 a 121, 128,
16, 30, 32, 72). tao. 131, 132, 134, 135, 136, 138, 139 a 145, 147, 148, 149, 151,
¿Podemos atribuir este mestizaje al gusto criollo, o más bien 118, 164, 156 a 183, 185 a 197);
a una influencia antigua? Es dificil fonnarse una opinión al res-
pecto. Si, al desnudar el folklore español antiguo y moderno, no 2) Melodías indígenas puras que contienen uno o dos mestiza-
se encuentra ninguna fórmula que pueda parecérsele verdadera- A notas o accidentes que no modifican en nada el carácter de la
mente, analizando los cantos criollos de América Latina se com- llaea musical (núms. 2, 16, 23, 24, 27, 30, 48, 72, 99, 112, 125,
prueba que los tristes y las vidalitas de Argentina y Chile poseen J&O, 155, 184, 198).
esta particularidad, y hemos encontrado con sorpresa, entre las Las melodías de estas dos primeras categorlas son ciertamente
lineas musicales de los indios de la Patagonia, un cromatismo .- que se aproximan más a la antigua música de la época de los
lacas. Algunas incluso deben haberse conservado intactas; otras
18. Eate ~mplo reproduce loe primeros compaeea del nwnero 158; ea en .sol, modo
Bb menor. 11. Beta clas.l.O.cación,por supuesto, no debe ser considerada rtguroeamente.
146 LA MÚSICA DE WS INCAS LA MÚSICA MESTIZA 147

deben ser relativamente recientes, ya que el uso de la gama pen- algún tiempo después de su generalización en Europa. Las modu-
tatónica ha persistido en los indios actuales, aunque no guardan laciones y ornamentaciones alteradas, como aportes sucesivos de
un estilo tradicional, a menudo recreado por atavismo y que re- nuestra música, fueron introducidas más recientemente (núms. 32,
cuerda muy de cerca a las antiguas. SS, 47, 68, 72, 74, 112, 123, 124, 125, 146, 158).
Las melodías indígenas puras son, como vemos, las más nu- 6) La categoría que viene enseguida comprende las melodías
merosas en nuestra colección. Aunque no nos propusimos coleccio- construidas en parte en un modo mestizo, en parte en nuestra gama
narlas, éstas prevalecen todavía en la Sierra, lo que demuestra moderna. Estas, muy influenciadas por lo español, se ubican sobre
cuán grande es la supervivencia de la tradición indígena, así como todo en la Costa o en las grandes ciudades. Los habitantes del
el favor que conferían los quechuas a la música para que haya país las llaman indígenas o criollas, aunque, creemos, sin razón,
podido conservar su personalidad. Esta parte del folklore, la más pues el elemento indígena se encuentra en ellas muy encubierto,
interesante de ser conservada, es presentada aquí por primera vez debiendo trabajarse para descubrirlo. Sin embargo hemos intenta-
en su verdadero carácter. do cantar, delante de los españoles que conocen a fondo el folklore
Vienen enseguida: de su país, las canciones clasificadas al extremo llmite de nuestras
8) Las melodlas mestizas, construidas en parte en la gama investigaciones musicales, pues pensábamos que el carácter indí -
indígena pura, y en parte en uno de los modos mestizos descritos gena sólo estaba presente para los especialistas. Los oyentes, para
más arriba, pero sin contener modulación ni mestizaje de mesti- nuestra sorpresa, nos respondieron: "¡Pero esto no es español!".
zajes (núms. 25, 62, 100). Podemos decir, por lo tanto, al igual que las gentes del país, que
estos cantos son propiamente criollos, con lo cual quieren significar
4) Melodías mestizas, construidas enteramente en una de las
que si fueron importadas del extranjero, sobre todo de España, su
escalas mestizas, completa o incompleta, con su carácter modal
remota introducción en el país les impide que se modifiquen en
especial tan expresivo, sin mestizaje de mestizaje y sin modulación,
su nueva tierra de elección hasta el punto de adquirir una .figura
guardando a menudo el descenso, las fórmulas familiares melódi-
personal (núms. 35, 41). Su origen no rebasa el comienzo del siglo
cas y rítmicas, los grandes intervalos, las notas ornamentales del
XIX, ya que en parte se sostienen sobre la gama moderna. También
estilo indio y sus palabras en el lenguaje quechua (núms. 11, 17,
existen contemporáneas, pero puede hacerse esta misma acotación
18, 78,105,129,133,137).
para todas las categorlas que acabamos de enumerar, pues consti-
Las dos categorías anteriores pueden ser llamadas coloniales,
tujlm fórmulas familiares al folklore actualmente existente.
y posiblemente se remontan a los primeros siglos de la Conquista.
Pueden escucharse, sobre todo en la Costa donde los aportes
Provienen de la mezcla de las in.fluencias indígena y española, con
ae renuevan más a menudo, melodías extranjeras, españolas y otras,
dominio de la primera; mezcla muy curiosa, seductora en su re-
que no tienen nada de indígenas; si algunas conservan, en algunos
sultado musical.
aentJdos, un carácter criollo que las ubica en la categoría prece-
Por último, encontramos el grupo de las melodías más evolu- dente, no les reconocemos suflciente individualidad propia como
cionadas: para clasificarlas en nuestro estudio. Pueden descubrirse insípidos
5) Son particularmente las melodías ind(genas puras o mesti- ejemplos en todos los relatos de viajes por América del Sur, y su
zas, que contienen mestlzq/e de mestizajes; es decir, accidentes pobreza musical y etnográ.Oca nos dispensan, afortunadamente, de
extrañ.os a la escala mestiza -cromatismo ya descrito u ornamen- tomarlas en cuenta. Y sin embargo, es a través de estas canciones
tación alterada- y, algunas veces, modulaciones. En esta categoría que se conoce el folklore peruano. Solamente se nos ofrecen como
podrán encontrarse melodías más o menos antiguas, según la na- pruebas las melodlas anotadas por Paz Soldán en su Geograf{a del
turaleza de sus particularidades. El mestizaje cromático pudo ha- Perú (163, p. 16 y ss.), por Sooling en su Indienska Dans-melodler
ber nacido de la impresión de los modos modernos mayor y menor, (B08), por Rivero y Tschudi en sus Antigüedades peruanas (179,
148 LA MÚSICA DE LOS INCAS LA MÚSICA MESTIZA 149

p. 137), y por Osear Comettant en su comunicación al Primer indicados se refieren a dos o tres melodías características, 16 los
Congreso Internacional de Americanistas sobre La música en Amé- otros aires adolecen de personalidad, y su presentación como mú-
rica antes del descubrimiento de Cristóbal Colón (IJ6). Este último, sica militar o para pistón es lamentable. Evidentemente, pueden
además de dos aires consignados por Bemier de Valois, que hizo encontrarse hoy en día pistones en La Paz, al estilo de los de
armonizar para tres saxofones (1) por "el señor Ambroise Thomas, Neuilly, pero su interés etnográfico es reducido. El comentarista
miembro del Instituto", se contenta con reproducir las melodías Bdouard Fourdrinier pasó completamente de largo con respecto al
ya publicadas por sus antecesores Rivero y Tschudi y Sod.ling. tema.
Tuvimos ya ocasión de proporcionar los sabrosos comentarios Apreciando seriamente la musicalidad de ciertos cantos sobre
de estos autores a propósito de las quenas. Dichos autores opinan todo españoles, que se desarrollan actualmente en América La.tina,
sobre un material que desconocen totalmente, y que su insuficiencia debemos disipar el error de interpretación que este juicio podría
cultural no les permitió apreciar. Todo se reduce a una necedad despertar: queda claro que no tenemos la intención de menospre-
musical que va desde "el grave bemol, con un semitono elevado ciar ninguno de los verdaderos cantos populares españoles; el
muy dulce, y el becuadro agradable" que entran en la composición folklore musical de ese país es, para nosotros, uno de los más
de un "puro" canto peruano(!), seg{ln Paz Soldán, hasta el juicio ortginales, variados y emotivos de toda la vieja Europa.
siguiente de Comettant acerca del yaraví: "La expresión se mani-
fiesta ahí mediante intervalos cromáticos que agregan a la vague-
dad de la forma, la vaguedad de la tonalidad, como en ciertos aires LOS MEDIOS DE INVESTIGACION DE WS MESTIZAJES
de Lulli y ciertas elucubraciones de los compositores más avanza- Para llegar al intento de clasificación histórica propuesto ante-
dos de la nueva Alemania" (!!). El mismo Comettant añade más riormente, nos fue necesario analizar primeramente, y con cuidado,
adelante, a propósito de la armonización de Ambroise Thomas: cada línea melódica. He aquí, a manera de ejemplo, cómo proce-
"El hábito sonoro donde el compositor ha revestido la casta dimos: trasladémonos a la danza cantada del Ecuador, número 150.
desnudez de los temas peruanos, no es un falso hábito su- Toda la primera parte de este canto emplea la gama pentatónica
plantado al azar de la armonía en el gran vestuario del en su modo D, pero en el décimotercer compás aparecen los
contrapunto por una mano pesada y mal inspirada. Aquí, cada accidentes que, produciendo un semitono entre el la sostenido, y
nota del acompañamiento es un acento nuevo que presta a el al, acusan inmediatamente el mestizaje; el décimocuarto compás
los acentos de la melodía madre un color más vivo sin alterarle ca nuevamente indígena -parecido al sexto- pero, en las dos últimas
el sentido expresivo. El timbre, que juega un rol tan importante notas del décimoquinto compás, reaparece el mismo mestizaje.
en el efecto de estos aires, no ha sido de ninguna manera F.ncontramos muy claramente en los últimos compases el modo D,
descuidado. Al escribirlos para tres saxofones, el señor A. mdio puro. En realidad, este simple mestizaje es grosero, y se da
Thomas pensó acertadamente, pues su voz suave, simpática 8610en ciertos casos muy raros, como aquellos cantos en los que
y tan emotiva podía mejor que ning(in otro instrumento in- hemos creído notar, junto a la línea melódica escuchada, la línea
terpretar el pensamiento patético de estas extrañas melopeas" lndfgena primitiva supuesta. Se trata en este caso de un ejemplo
(IJ6, p. 293). lfmpido, pero que nos permite comprender cuán fácilmente pueden
discernirselos aportes europeos en una melodía indígena. La de
Nos contentamos con remitir al lector a estas ¡melopeas!, en nuestro ejemplo puede clasificarse, sin ninguna duda, en la cate-
la seguridad de que sabrá apreciar su "extrañeza". &orfanúmero 2 de nuestra clasificación general.
Más cerca de nosotros, en la Etnograjia boliviana de Chervin
(40, pp. 176-192), la cuestión de la música indígena no parece 11. Noe hem09 preocupado de n:produclrlas, y las encontrarán en la Cuarta Parte de
tampoco haber sido tratada muy felizmente. Si los textos musicales eateeatudio.
160 LA MÚSICA DE LOS INCAS LA MÚSICA MESTIZA 151

Tomemos un segundo ejemplo a partir de la melodía número en los cantos indigenas fue la in.fluencia de la poliforúa del siglo
105. ¿Por qué nos damos cuenta a primera vista de que es mestiza? XVI; la música vocal, en parte, importada por los conquistadores,
Porque por emplear seis grados, su escala es ya más completa que sedujo a la música instrumental, que devino poco a poco en el
la de la gama pentatónica. No obstante, si el final del canto repro- acompañamiento obligado de los cantos populares, incluso de las
duce bien la cadencia terminal del modo A. leyendo la línea me- antiguas y tradicionales monodias. Esta in.fluencia se dio como una
lódica en su integridad percibimos que posee una nota extranjera, estructura y como un sentimiento de la inesperada aparición que
un grado muy característico, añadida a la serie ind!gena, con el fa un modo bárbaro les verúa a infligir, y que no servia sino para
sostenido; ésta forma con el primer grado un intervalo de trítono deformarla.
que, como hemos dicho, caracteriza el modo mestizo Aa. He aquí Se verá en el capitulo siguiente que el elemento rítmico fue
la melod!a determinada modalmente, que nosotros clasificamos en sometido, también, a las variaciones muy numerosas y muy sutiles,
el modo mestizo Aa, pero incompleto, pues le falta su séptimo incluso más aún que la influencia sufrida por el elemento melódico.
grado; no contiene ningún mestizaje de mestizaje, y por todas estas A los ritmos españoles e incluso negros que el espíritu de imitación
razones puede ser ubicada históricamente en el período colonial. 16 intentaba reproducir, vinieron a añadirse las acciones menos apa-
Otro ejemplo, un poco más delicado, nos es proporcionado por rentes pero más pérfidas de la nueva lengua y sus acentos; esta
la canción Pitukacha, número 110. Considerémosla solamente des- vfa del mestizaje hace sentir sus efectos d!a a dia en la dislocación
de el punto de vista de su escala, sin considerar el ritmo, que está de los ritmos ind!genas. 17
muy influenciado por lo espaftol. Pensamos sobre todo, basados en
la primera frase, situar la melodía en un bello do menor moderno,
en razón del si natural del comienzo; pero un examen más juicioso
muestra que el si deviene bemol a partir de la segunda frase
musical, y que a lo más el la es natural. Este índice de la verdadera
forma modal se precisará más adelante y determinará el modo
mestizo Bb; aunque el si natural del comienzo pueda ser tomado
en cuenta, ya sea como una ornamentación del do, o como una
sensible accidental a la manera del Bb modificado. En la última
cadencia de la melodía, encontramos nuevamente el carácter ind!-
gena descendente y en la disposición de los intervalos, a pesar de
un re ornamentado que quizá toma el lugar de un fa primitivo, que
forma parte del modo mestizo Bb.
Este método de análisis modal, al forzarnos a profundizar la
estructura de las melodías, nos permite al mismo tiempo deducir
claramente las leyes a las cuales obedece.

EL ORIGEN DE WS MESTIZAJES
Dejando de lado las razones psicológicas nacidas del ambiente, de
la imitación directa, una de las causas más claras del mestizaje

16. Esta melodía debe clasificaree en la 4a. categoría de la claaificaciOn hietl>rlca.


17. Ver cap. III, p. 158.
152 1A MÚSICA DE LOS INCAS

CUADRO DE DISTRIBUCIÓN DE MODOS


Mooos NÚMERO DE MELODIAS CANrlDAD %

Modo A. 5, 7, 20, 48, 50, 51, 56, 68, 72, ...


91, 93, 102, 103, 106, 112, 113, 125,
149, 152, 164, 165, 167, 183, 23
Modo A
(conclusión > 15,6 CAPITULO III
en modo B). 86, 4-0, 108, 109, 143, 191, 6
Modo A
(conclusión
en modo C) 151 1 ..
Modo B. 4, 8, 9, 10, 26, 27, 28, 34, 37, ...
38,
55,
42,
57, "·
58,
46,
59,
49,
60,
52,
61,
53,
64,
54,
65,
Los ritmos
66, 67, 77, 78, 79, 80, 81, 82,
83, 84, 85, 86, 87, 88, 89, 90,
92, 94, 95, 96, 97, 98, 99, 101,
104, 107, 111, 114, 115, 116, 118, 119,
120, 121, 128, 130, 131, 132, 184, 135, ~ 56,15
186, 138, 139, 14-0, 141, 142, 144, 145,
154,
168,
155,
169,
156,
170,
159,
171,
161,
172,
162,
173,
168,
174,
166,
175,
·Us CONVENIENfE que comencemos por describir los ritmos
176, 177, 178, 179, 180, 181, 182, 184, ~ principales indígenas, que hemos podido extraer claramente
185, 186, 187, 188, 190, 192, 193, 194,
195, 196, 197, 198, 109 de los cantos de nuestra colección.
Modo B
(conclusl6n
en modo A). 117 1 .,
Modo C. 14, 15, 189 3 1 1,15
Modo D. 19, 21, 22, 23, 24, 25 ritmos indígenas del folklore andino pueden contarse entre los

Modo D
(conclusión
en modo A). 1,
con parte central en modo Bb,
29, 30, 31, 69, 71, 147,

2, 3, 148
150, 157 14

4
} 9
llds JJbres y variados de toda la música popular. Hemos dicho,
otra parte, cómo los habitantes de Arequipa se mostraban
-.Ullosos de que un gran pianista español haya sido incapaz de
ucir las particularidades rítmicas de su "música nacional".
Modo Aa.
ModoAa
incompleto
45,

11,
70, 75, 124, 126, 127,

17, 68, 78, 74, 105


187 7

6
} 6
prueba de qué manera estas particularidades difieren de las
Modo Bb 18, 32, 110, 122, 123, 129, 133, 153 8 caracterizan a los cantos españoles y europeos en general. Las
Modo Bb
lncom ple to
Modo Bb
modificado
88,

47,
43

100 combinado de modo D


2

2
} 6,6
del pueblo, indios o cholos analfabetos que en su mayoría
bailan o tocan la flauta, llevan estos ritmos en la sangre,
instinto, más seguro que la cultura musical de un pianista,
Modo Ce. 16, 1 0,6
Modo Dd. 76, 1
J)a'mite reproducirlos con fidelidad. Es a través de ellos que
146 2 1
Modos Indecisos 12, 18, 89, 158, 160 5 liemos podido aprehender, compenetrándonos con ellos; el
Modo menor
moderno 6 sobre las tres notas del acorde perfecto
menor, 85 con conclusl6n en el modo A, 41 con
la parte central en modo Aa, 62 combinado con
el modo A. 4
} 4,3
mOVimiento de los pies en el suelo, golpeando no el compás
bien los acentos rítmicos, nos ayudó a descubrir el secreto,
8U novedad nos desorientó. Aunque suaves y delicados, los
fndfgenas poseen habitualmente una gran franqueza. Co-
Total ... 198 100 por lo general por un fuerte ataque en los tiempos, solo
'VeCes o repetido produciendo una síncopa. El comienzo de
154 IA MÚSICA DE LOS INCAS LOS RITMOS 155

una línea melódica después del tiempo no se produce, por así en los Estados Unidos en las canciones indias y en los bailes de
decirlo, jamás. Este caso supondría, por otra parte, la influencia moda: tw<rstep, cake-walk, etc., así como en un baile sudamericano
de la música escrita y escolástica, que es precisamente lo contrario -de origen argentino y brasileño-, el famoso tango y sus derivados:
del libre trazo de la monodia indígena, ~rigen de la tradición oral. el fox-trot, el chimy, etc. Esta doble influencia indígena y negra se
hace sentir en estos ritmos ¿pero cuál de las dos predomina? No
hemos podido precisarlo. En Brasil, de Mello (138, pp. 30, 31 y
Ritmos binarios 36) considera estos ritmos, que se encuentran a menudo en su
país, como provenientes de Africa, ya que la música autóctona,
Los ritmos que pueden ubicarse en un compás de dos tiempos,
poco numerosa, es demasiado primitiva para poder creer en su
de división binaria o terciaria, son los más frecuentes.
acción sobre la de los nuevos moradores. Por otra parte, en el
Allí encontramos un gran número de acentuaciones y sacudidas
en 2/4. Este hecho no tiene nada de sorprendente, pues se en- Cusco, donde jamás se estableció una colonia negra, son estas
cuentra entre los más simples, derivándose de movimientos tan fórmulas rítmicas las que los jóvenes músicos del país introducen
naturales como la marcha. Estos ritmos, por indígenas que sean,
en sus composiciones cuando quieren imprimir un "estilo incaico",
o dar un aire indígena al baile tradicional llamado kaswa. ¿Qué
pueden considerarse humanos en el sentido general del término,
pensar entonces? ¿Fueron ritmos fuertemente acentuados en cues-
y pertenecen a todos los pueblos del Viejo o Nuevo Mundo. En el
tión, conocidos por ambas razas? Estamos seguros de ello, y los
folklore andino presentan un corte r~gular, apoyándose francamente
auponemos más netamente indígenas a medida que se presentan
en cada tiempo de una manera un tanto obsesiva (núms. 130, 134,
como una especie de apoyo en el tiempo, así como en el ejemplo
144, 146, 147, 148, 149, 150, 151, 160, 168, 169, 173).
precedente, donde resultan de un ordenamiento preestablecido.
Ciertos ritmos, que a menudo entran en el compás de 2/4
merecen una atención especial; éstos, marcando el tiempo, como
Bn ef~to, oponemos el ritmo de la melodía número 31, Pirucha,
cuyos primeros compases acaban de ser reproducidos, al del aire
los anteriores, redoblan el ataque de manera bravía y a sacudidas,
llo número 68 del cuaderno 6 de Friedenthal (72):
haciéndolo seguir de una síncopa. He aquí dos aspectos tlpicos de
estos apoyos rítmicos:

,, [T]tn1J:Jq1J etc.

ji tr m o· J itr m w A F.stosritmos entrecortados, y sobre todo el simple apoyo en


tiempos, se encuentran en los movimientos lentos de los yara-
asl como en los bailes.
(ver los núms. 7, 31, 65, 91, 99, 135, 140, 141, 148, 154, 156, 170, Ciertos ritmos de 2/ 4, menos marcados que los precedentes,
171, 176, 182, 192, algunos de los cuales no están ritmados en en flexibilidad (núms. 70, 84, 87, 88, 93, 94, 97, 100, 109,
2/4). Estas disposiciones nos son conocidas, sobre todo la primera; 164, 175). Otros movimientos vivos o moderados en 2/4
se la encuentra hasta en la música francesa moderna, aunque el ten la mezcla frecuente de tresillos de corcheas con corcheas
gusto por ella nos viene de América del Norte. 18 En efecto, siendo (núms. 11, 80, 185, 186, etc.).
familiar a todo el continente americano, la encontramos también movimientos vivos en 2/4 presentan algunas veces un
muy especial: están formados de grupos de compases donde
18. Eete ritmo tambié.n existe en el folklore inglts. mentos de igual duración, por ejemplo las corcheas, están
LOS RI1MOS 167
156 IA MÚSICA DE LOS INCAS

ritmadas tanto en seisillos (reunión de dos tresillos divididos en lidad no pueden conciliarse con el rigor de los compases simples.
corcheas de dos en dos), como en tresillos ordinarios, lo que Los hay lentos, moderados y rápidos.
produce, entre cada barra de compás, dos más tres tiempos rítmi- Entre los primeros, innumerables, es preciso sobre todo dis•
cos alternados (indicados por cruces en los ejemplos siguientes), ttnguir los ritmos indígenas sincopados y jadeantes, empleados en
sin que el movimiento general regular de la melodía sufra la menor los llantos o lamentaciones; se encuentran entre los más típicos
alteración (núms. 101, 131, 149, 153): (núms. 12, 13, 18). Como supervivencia del antiguo uso, los indios
conducen al cementerio los despojos de sus allegados cantando
1 1 1 lamentaciones que entrecortan con sollozos; la letra celebra las
1+ +1 1+ + +1 1+ +I

r7¡ l8if.1
virtudes del difunto. De estos llantos salieron -sobre todo en
1 J 1f9 J 1 J .¡de. Ecuador- ciertos cantos cuyo sentido poético y musical se ha des-
viado, y entre los cuales se encuentran los yarav{es o canciones de
amor tristes y lentas (núms. 4, 16, 20, 21, 29, 30, 45). Algunos
En un compás de 6/8, mientras la misma particularidad se otroe movimientos lentos o moderados en 6/8, menos típicos, me-
produce, la hemos notado reuniendo las corcheas por grupos de recen ser descritos por su encanto (núms. 52, 53, 60, 61, 63, 71,
dos y por grupos de tres (núm. 132). Con una ejecución precisa, 73, 74, 75, 76, 90).
el efecto producido es muy curioso: La extrema flexibilidad de los ritmos rápidos en ij/8 nos ha
confundido a menudo. Asf, en ciertos bailes las variaciones se
:, 1 producen a veces solamente en el lado rítmico; apenas si la melodía
I+ + +I I+ + 1

'►%a a µ lJ IJ. J. !etc. ea tocada, y sin embargo cuántas combinaciones felices se producen
con este único cambio del valor! (núms. 161, 166, 167, 178).

En Venezuela, el punto guajiro se deriva del mismo principio Ritmos ternarios


rítmico (72, 2o. cuaderno, p. 8). Estos ritmos existen en otros
lugares, aparte de la música sudamericana popular, como por ejem-
Las melodías capaces de ser encerradas en los compases de
tft& tiempos son casi todas de movimientos lentos, lánguidos y
plo en las danzas españolas de los siglos XVII y XVIII, donde la
melancólicos yaravfes o sus derivados. Su sentimiento permanece
escrib!an alternando los compases de 6/8 y 3/4, 19 y también en la
expresivo y emotivo, más que dramático (núms. 1, 2, 15, 17, 32,
música más antigua (como lo prueban los ritmos griegos). No puede,
88,35,37,38,41,42,49,54,55,57,58,62,65,67,68, 183,187).
por lo tanto, considerárseles únicamente indígenas. Lamentamos
Citemos, por excepción, algunos 3/8, en movimientos mode-
que el abuso del tiempo fuerte y de la barra de compás hayan, por
lados o vivos (núms. 48, 95, 139, 162, 172), asf como ciertos 9/8
un largo período, privado a la música clásica de estos recursos que
los primitivos sabían usar muy bien.
611lms.102, 104, 163).
También encontramos, entre los ritmos binarios, movimientos
lentos, como los de ciertos yaravíes célebres, si bien estas partes
conllevan sobre todo compases de tres tiempos (núms. 47, 50, 66, Raros son los ritmos contenidos en un compás de cuatro
81, 82, 137, 188, 190). tiempos. Sólo hemos encontrado cuatro ejemplos (la flexible y
Los ritmos de 6/8 son infinitamente numerosos y variados. .encantadora melodía número 31, Pirucha, ya citada, y los números
En éstos hemos podido encuadrar algunos, cuya sutileza y flexibi· 19, 40 y 51). Por el contrario, las de 5/4 aportan a menudo su
lmtasía., ya sea que estén ritmadas en dos o tres, o en tres y dos.
19. Ve.e MitJana, EncyclopMle ~ la mu.slque, t. IV; pp. 2098 y 2176.
l"knenun carácter vehemente y apasionado (núms. 69, 113), o más
158 U MÚSICA DE LOS INCAS LOS RITMOS 169

calmado en los números 46, la fuga del número 55, los números 94, 114, 115, 118, 121, 128, 174, 175). Lo contrario ocurre algunas
106, 138. veces: una melodía de ritmo indígena puede mestizarse en cuanto
La notación de las melodías indígenas, como la de todos los a su gama (núms. 11, 18, 73, 129, 133). Por último, nwnerosos
cantos populares del mundo entero, necesita a veces de frecuentes cantos presentan al mismo tiempo mestizajes en su escala y en su
cambios de compás (núms. 110, 112, 115, 121, 163, 166, 167). En ritmo(núms. 32,33, 35,41, 47, 62,68, 74, 75,99, 100,105,123,
fin. algunas de ellas parecen demasiado libres para sufrir el apre- 124, 128, 153).
mio de la barra del compás. Están gobernadas por una ley rítmica El ritmo indígena sólo se vio suplantado muy raras veces por
personal, que el intérprete siente perfectamente, y que nuestra d ritmo de una danza, la flexible habanera, o por un canto verda-
manera de escribir hará comprender, al menos así lo esperamos deramente español. Permaneciendo ftel a la gama tradicional o
(núms. 3, 8, 9, 10, 36, 64, 89, 92, 103, 107, 184). incluso a un modo mestizo, la melodía nos da muestras de una
orgullosa independencia. Aunque en efecto guarda sus caracteris-
ticas autóctonas, el ritmo se balancea con la voluptuosa curva
RITMOS MESTIZOS ( mezcla de elementos ind{genas, española. Como ejemplos típicos de este género sólo hemos encon-
españoles e hispano-negroides) trado dos, los núms. 122 y 123; en rigor puede también admitirse
Las modificaciones sobrevenidas a los elementos rítmicos, a través que en los ritmos de las canciones núms. 94, 118, 128, 174, queda
de las embestidas extranjeras son mucho más di.flciles de deter- bien poco de indígena. Los núms. 94, 118 y 128 contienen golpes
minar que las modificaciones sufridas por los intervalos melódicos; ndoblantes, prestados sin ninguna duda del acompañamiento de
no pudiendo ser orientadas con suficiente exactitud las investiga- la guitarra o la mandolina de los mestizos, y transferidos al canto
ciones precisas, éstas deben ser dejadas de lado en nuestro intento mismo. Esto se encuentra en muchos ritmos mestizos.
de clasificación histórica, a pesar de la importancia que les reco- De todas estas combinaciones resultan efectos variados, a
nocemos. Al lado de las fórmulas de las cadencias del gusto de
los españoles y que debieron grabarse poco a poco en la memoria
de los indios, no debe descuidarse una fuente de mestizaje más
disimulada, aunque más constante, como la de la intromisión del RITMOS DE ACOMPAÑAMIENfO
castellano en mucha de la poesía quechua cantada. A veces se trata Bl ritmo de la línea melódica, cantada o instrumental, es lo único
solamente de una palabra que se desliza por aquí o por allá, de ta aquí e.xa.minado. Sin embargo, el indio, dotado de una ilna·
una simple frase o de un corto refrán, pero también hay coplas musical muy viva, combina con esta línea otros ritmos a
pmac::i,On
enteras que se añaden al texto antiguo, al punto de sustituirlo o muy distintos, que confia al arpa, a los instrwnentos de
completamente. Sin embargo, los cambios métricos, sobre todo en 6n e incluso al batir de palmas. Los ritmos cruzados re-
los cantos silábicos desprovistos de vocalización, deben alterar tan.tes son singulares, vigorosos y sutiles a la vez. Así, mientras
fatalmente los ritmos. Estas sutiles modificaciones se sienten más indio canta la Wambrita (núm. 69), un 5/4 muy claro, bate con
que se demuestran, y para evitar perdernos en una disquisición palmas otro ritmo bastante similar, pero que mantiene su total
inútil, nos contentaremos con señalar los mestizajes rítmicos que llrllOllialidad, divirtiéndonos con sus dos divisiones iguales, cada
nos parecen más evidentes (núms. 67, 77, 78, 79, 80, 84, 88, 94, en dos tiempos y medio, sobre todo cuando nos damos cuenta
114, 115, 118, 121, 123, 124, 128, 174, 175). la melodía conserva su flexibilidad y su vivacidad sin preocu-
Si el ritmo, como la melodía, deben mestizarse, esto se dará de la proximidad que se le impone. Es dificil, aun para un
por lo general independientemente de él. Así, una melodía puede, m6sico, batir palmas con un ritmo y al mismo tiempo cantar
en lo que a su escala se refiere, permanecer pura y sin embargo melodía ... Para los indios, este ejercicio es tan familiar como
sufrir mestizajes en su ritmo (núms. 67, 77, 78, 79, 80, 84, 88, o caminar.
LOS RI1MOS 161
160 LA MÚSICA DE LOS INCAS

Bajo la melod!a mestiza Quién te dio (núm. 74), el cantante do por su promiscuidad. 2 º Adquiere su originalidad, que
bate palmas en un ritmo bien distinto al de la serenata. entonces como real, mientras se mezcla a una monodia
a plegarse a su flexibilidad, y que ha guardado su aire propio,
Naturalmente que también encontramos ritmos de acompaiia-
miento mestizos o españoles. a los arpegios del arpa.
pañamientos "colectivos" son a menudo aplicados bajo
Circulan algunos tipos favoritos, que el arpa de los mendigos
repite incansablemente. Son sobre todo arpegios que reproducen od1a ind!gena pura.
casos de polirritmia son numerosos. No habiendo podido
dos acordes perfectos, uno mayor y el otro menor, o simplemente
anotar aquéllos que se nos ofredan, ocupados como está-
sus quintas, basadas en las dos únicas sucesiones por terceras
en registrar la línea melódica de una manera rigurosa.
superiores o inferiores, proveídos por la gama pentatónica, con d
una vez más la atención de los investigadores sobre esta
ataviSmo jugando aquí su rol:
fecunda en observaciones.

El ritmo de este ejemplo es uno de los que más gustosamente


se han adaptado con el siguiente, recordando el balanceo de la
habanera:

A menudo estos dos ritmos son también aplicados a concep-


ciones armónicas más o menos correctas de nuestra gama moderna.
Otros, más simples, se adaptan a los instrumentos de percu-
sión, como la tinya o el bombo, con golpes regulares destacando
cada tiempo, y que en 2/4 ó en 3/4 marcan el ritmo siguiente:

o este mismo ritmo en 6/8, más flexible:

-tt-8
.,_J 4-'-iJ>
J>,,__.J---tl-+-J ~J--•
---.:.J>-.:--J> etc.

Este último ritmo en 6/8 se toca sobre todo en Ecuador, donde


ftcee lo hemoe encontrado en el Cancionero español de Felipe Pedrcll.
se le fuerza a seguir melod!as de otro carácter, que es influenciado
CAPÍTULO IV

Formas y géneros de la composición

LAS FORMAS

P OR LO GENERAL, uno no se detiene a describir las formas


del canto popular por considerarlo demasiado simple para
merecer una mención especial. Sin embargo, ante la novedad de
nuestro tema y su importancia etnográfica, hemos creído correcto
estudiar el mecanismo embrionario de la composición entre los
quechuas, dando de estas formas un análisis sumario, muy en su
sltlo en un trabajo como éste. Es preciso una presentación de la
monodia indígena primitiva, acerca de la cual buscamos descifrar
claramente sus caracteres, así como una comparación de esta mo-
nodia así definida con otros cantos menos evolucionados. 21
La construcción musical, por muy rudimentaria que sea, en
las melodías populares andinas de la Sierra, se divide en varios
tipos.
Distingamos primeramente las formas fijas, tradicionales, de
las formas movibles que la interpretación personal ha podido mo-
delar y transformar a su gusto.

Formas fijas
Entre estas formas, que son las más numerosas, se ubica en
primer lugar la más simple de las invenciones musicales, es decir
el tema único; esta sola idea puede repetirse dos o muchas veces,

11. Ver cap. VII.


164 U MÚSICA DE LOS INCAS FORMAS Y GfilffiROS DE U COMPOSICIÓN 165

portando como cadenzas-reposo, primero suspensivas y luego con- La línea musical que sigue a las palabras de una descripción
clusivas. Así son compuest.as, con una sola idea, las núms. 1, 2, 8, en un recitativo libre, ilustra muy a menudo un texto quechua
4, 5, 6, 7, 16, 21, 84, 40, 46, 48, 49, 50, 54, 55, 57, 58, 60, 61, (núms. 48, 64, 89, 184, etc.), o uno mezclado de español (núms.
62, 78, 85, 86,87, 90, 96, 97,100,102,105,106,107,108,128, 86, 51, etc.).
180,187,189,140,148,144,147,150,152,155,156,165,168, Las que se calcan en las figuras de una danza, las encontramos
169, 174, 177, 181, 184, 185, 186, 187, 188, 190, 191, 192. en los núms. 147, 148, 149, 151, 179.
Con mucha frecuencia la melodía contiene también dos frases
más o menos distintas, la segunda de las cuales es la conclusiva,
a veces ornada de una pequeña coda. De esta manera se comportan Formas no fijas
las núms. 8, 9, 10, 18, 14, 27, 29, 80, 81, 88, 85, 86, 38, 41, 47, La fant.asta del cantante ha aportado sólo cambios insignift-
66, 68, 69, 70, 71, 74, 78, 79, 81, 82, 83, 88, 89, 91, 92, 98, 94, cantes en las formas que acabamos de describir, sin desfigurar los
101,109,110,111,117,121,128,188,188,141,142,158,159, grandes lineamientos tradicionales; pero su poder se ejerce a veces
162, 175, 180. más fuertemente. Un tema es presentado de antemano en forma
Excepcionalmente existen algunas formas ternarias con dos desnuda, luego se le transforma ligeramente, condensándolo y
ideas, llamadas en Europa "formas lied", construidas de la siguien.- extendiéndolo, repetido en múltiples variaciones, todo esto bajo
te manera: una primera idea -una parte central diferente-, un una influencia colectiva o individual. Estas modificaciones se llevan
retomo de la primera idea para concluir. Esta disposición se da a cabo, algunas veces, en simples detalles; no hay que tomar las
únicamente en las melodías que con seguridad son tocadas por la "variaciones" como una forma que da lugar a recursos infinitos
influencia europea. ~emplos: núms. 23, 25, 67, 72, 124, 146. provenientes del oficio musical, en los cuales los improvisadores
Pueden considerarse los núms. 51, 112, 118, 125, 126, 146, ocasionales ignoran el sentido del término. Una forma tan vívida
como compuestos por cuatro pequeñas frases musicales distint.as. se ajusta sobre todo a los rapsodas, que un poco como en Rusia,
Otra forma, constante a veces en nuestros cantos más antiguos, vtven en la sierra andina, dejando a la imaginación vagar mientras
consiste en un corto preludio instrumental que precede el canto lanzan su voz a través de los espacios, o teniendo la quena en los
propiamente tal, conteniendo una o dos frases musicales. :&jemplos: labios. No contentos con variar los temas conocidos, componen
núms. 89, 68. 64, 65, 186, 170, 171. Expresamos en otra parte incluso melodías espontáneas que reflejan sus preocupaciones co-
nuestra opinión acerca de este corte particular, así como sobre Udianas -guerras, hechos de actualidad polltica o aventuras sen-
aquel, presumiblemente español, que hace seguir los movimientos timentales- prestándose a menudo, por simple atavismo o hábito
lentos de un movimiento vivo llamado por las gen.tes del país fuga, auditivo, la gama de los ancestros, limpia de todo mestizaje. 28
como es el caso de los harawi o de los yaravles. No debemos Como ejemplos de cantos pollticos de este esplritu, podemos
olvidarnos de esta costumbre en una nomenclatura de las formas. ~timos al núm. 99, un curioso Plkota Kasata, o a la melodía
:&,emplos: núms. 82, 87, 46, 52, 77, 80. ll6m. 102, que parece no haber sido compuesta sino ser más bien
Digamos también que, en muchos casos, la forma musical se 1m antiguo aire ligeramente transformado.
encuentra dictada por la forma poética, o por las figuras rltmicas La melodía para flauta nwn. 195, todo espontaneidad, que el ·
de la danza, no siendo la música popular sino una exteriorización, joven campesino Kapakuti suspiraba en su quena, puede catalogarse
una exaltación de la palabra o del gesto. Así ocurre en la forma entre las pastorales que los conductores de llamas o de mulas
rondó, que se fragmenta en coplas y refranes, aplicándose tanto a
las palabras quechuas como a las españolas, de tal manera que 11. La palabra rapsoda no debe su entendida en un sentido muy preciso; no ex.lst.t.n,
puede considerárseles como pertenecientes a las dos civilizaciones. huta donde 811bcmoe, cantant.ce profuionalee indlgcnae, pero cada pueblo posee
eue ..artistas" cant.ant.ce o flautistas. Unicamente d mendigo ciego, con su canto,
:&,emplos: núms. 11, 115, 148, 149, 164, 170, 172. MI arpa o su flauta, puede su asimilado a un profesional.
166 LA MÚSICA DE LOS INCAS FORMAS Y GÉNEROS DE U COMPOSICIÓN 167

improvisan al regresar por la tarde con su rebaño, o que simple- rustas, y wayno no es empleado), pero la wanka, que en nuestros
mente repiten, encontrando en el fondo de su memoria, más o días designa géneros muy diferentes, sólo es señalada como un
menos fiel, un aire aprendido desde siempre, y que transforman tipo de danza, 24 y Alviña, siendo el primero, se ve en apuros para
a su manera. La bella monodia núm. 194 y las interesantes varia- ilustrar su proposición.
ciones escuchadas en Palea (núms. 161), así como la kaswa núm. Ante estas dificultades, nos pareció preferible agrupar los
178, y los núms. 12, 17, 18, 19, 21, 24, 100, 103, 104, 129, 131, diferentes géneros de composición existentes según nuestra men-
133, 134, 135, 152, 163, 166, 167, 179, 194, 198, encajan en estas talidad europea, indicando los sentidos generalmente acordados a
formas flexibles y moldeables. Se encontrará aún entre éstas algu- las palabras en el país; así, podemos distinguir:
nos llantos o lamentaciones funerarias, muy a menudo basadas en
el canto religioso,
un tema que se reproduce ligeramente desigual.
las lamentaciones funerarias,
Todos estos cantos variados "viven", puede decirse, como si
el canto amoroso,
fueran personas que guardando los mismos rasgos de la cara y un
la canción,
aspecto reconocible, ven las células de su organismo modificarse
la danza cantada o instrumental,
y renovarse con el paso de los años.
los cantos de despedida,
la pastoral.
WS GÉNEROS DE COMPOSICIÓN En nuestro viaje no hemos encontrado canciones de cuna. Sin
Hasta el momento ha reinado una gran imprecisión en el empleo creer en su total ausencia, hay que convenir que el gesto de
de los términos indígenas o españoles que servían para designar acunación, propicio a la canción dulce, es muy raro entre las madres
las manifestaciones musicales populares de la Sierra andina. La peruanas que llevan a sus niños constantemente en la espalda,
ley del vencedor perturbó los hábitos adquiridos, algunos géneros envueltos en una pieza de paño anudada al pecho. ¡Cuántas veces
musicales desaparecieron, una religión diferente sustituyó a la hemos visto a una india consolar y arrullar a su niño ubicándolo
antigua, los indios empezaron a emplear ciertas palabras con nue- en su posición favorita!
vas acepciones, y que los españoles usaron erradamente a través Señalemos, para aquéllos que quieran continuar nuestra in-
de vocablos que ellos mismos no comprendían siempre muy bien. vestigación, los cantos referidos a los trabajos agrícolas. Hay inte-
De este conjunto nació una confusión en la terminología que todavía resantes investigaciones sobre este punto que debieran empren-
es dificil de dilucidar. Alviña sintió esa necesidad de precisión, de derse; muchas supervivencias antiguas podrían entonces ser
ahí que en su corta tesis, que la muerte le impidió sustentar, 23 se reconocidas.
esforzó por reunir toda la música indígena pasada y presente bajo
tres vocablos: la wanka, el harawi y el wayno. Bajo el primero
ubicó a la música oficial, que acompaña las ceremonias religiosas, El canto religioso
agrícolas, etc.; bajo el segundo agrupó a la música íntima, amorosa; Los cronistas nos han hecho saber que la religión del Sol
en el tercer vocablo reunió a la danza (7, pp. 11-29). Desgraciada- poseía cantos rituales importantes, algunos de los cuales subslsti-
mente el autor no nos dice en qué se basó para justlftcar el empleo rlan todavía no obstante la persecución de las autoridades católicas
de estos términos. Los dos últimos nos parecen rigurosos, si bien y la completa desaparición del antiguo culto, al menos en aparien-
el carácter que ahora se le reconoce al harawi y al wayno no es cia. Son los himnos al Sol, al Inti (núm. 10), o a las divinidades
muy antiguo (harawi tiene un sentido más general entre los ero- secundarias, al Agua, por ejemplo.

28. AlvJña fue victima de la gripe que diezmo a la población del Cusco en 1919. 24. Ver Segunda Parte, p. 115.
168 1A MÚSICA DE LOS INCAS FORMAS Y GtNEROS DE 1A COMPOSICIÓN 169

Después de la Conquista, los indios o los mestizos convertidos sorprendente cantidad de mendigos indígenas o mestizos, la ma-
al cristianismo tradujeron al quechua, con la ayuda de sacerdotes, yoría ciegos, cantando y tocando la flauta o el arpa, incluso el violín
las palabras de la liturgia romana, adaptándolas a veces a los y el acordeón. Observando a alguno de esos infelices, acurrucado
antiguos aires. Es así que puede leerse un curioso y muy bello De en su poncho rayado delante de una puerta, que da a un patio
Profundls ecuatoriano en quechua y en la gama pentatónica (núm. florido de estilo español, si se le preguntase qué es lo que toca o
1). Hemos podido recoger otros cantos religiosos, así como cánticos canta, responderla invariablemente: "Es un yaravi". Esta denomi-
indios (núms. 1 a 11), que son cantados actualmente en las iglesias nación, tan general, resume hoy en día para la mayoría del pueblo
católicas. toda la música nacional amorosa. El simple examen de la palabra
muestra que pertenece al quechua sólo de una manera imperfecta,
habiendo sufrido también el mestizaje. Ya dijimos en otra oportu-
Las lamentaciones funerarias nidad (95, p. 34) cómo, buscando una explicación, Friedenthal lo
Bajo el nombre de lamentaciones funerarias o llantos, hemos hace provenir de la exclamación semítica: ¡ Ya rabbi! ¡ Ya rabbi! que
podido reunir una serie de cantos provenientes, salvo tres, del los españoles habrían conservado de su largo contacto con los judíos
Ecuador. Estos cantos juegan en dicho país un rol muy importante, y árabes, habiéndolo aplicado a los cantos indígenas en razón de
al extremo que su influencia se deja sentir en casi todos los cantos au tristeza. A falta de otra cualidad, la explicación es al menos
populares, en los cuales los encontramos apenas deformados. De divertida. Para Cúneo Vidal, 96 el origen del término, que busca en
esta influencia preponderante nace una especie de monotonía, pu- el mismo país, serla menos lejano pero más aflictivo Después de
diéndose decir de manera general, al menos desde el punto de algunas frases obligadas sobre la melancolia, la desesperanza de
vista de nuestra investigación, que el folklore musical ecuatoriano los cantos populares peruanos, Cúneo Vidal encontrarla su expli-
parece menos variado que el peruano. cación en un acto fúnebre, agregando que yaravi debe descompo-
En estos llantos se percibe una especie de improvisaciones a nerse en aya-aru-hui, queriendo aya decir difunto y aru, hablar,
manera de oraciones fúnebres. El cantante que sigue al cortejo de tal suerte que el canto expresarla el diálogo con los muertos.
fúnebre de un pariente, amigo o algún ser querido, clama su dolor Desconfl.emos de los filólogos demasiado imaginativos. Yaravi es
contando los méritos del ausente, interrumpiendo sus lamentacio- la deformación española regular del término quechua harawi, el
nes con sollozos. Esta antigua costumbre que todos los cronistas cual signiflcaba en la época de los incas todo aire o todo relato
hacen notar en el tiempo de los incas, 25 persiste muy vivamente cantado.La palabra ha formado harawek, rapsoda o cantante oficial
hoy en día. El hecho de que demos pocos ejemplos de llantos de la corte. 27 En cuanto a harawi, se ha transformado a través de
penianos no significa que hayan desaparecido casi totalmente del loa siglos en harav{ o arab{, 28 luego en yarab{. El sentido se ha
país; la omisión debe ser atribuida a hechos fortuitos que han natrlngido, a medida que el dominio musical devino él mismo
impedido que nuestra búsqueda haya sido más fecunda. as estrecho, para conflnarse sobre todo en los cantos de amor;
-pero éstos se mantuvieron tan enraizados en el corazón de los
~dos, que ninguna presión ha tenido la posibilidad de arran-
El canto de amor
Es en el canto amoroso en donde la música antigua se ha
..C6aeo Vida!, Hl&torla tk la clvtluaclón peruana, capitulo consagrado a la míislca.
conservado en toda su originalidad. Cuando un extranjero llega a S6lo po&u.mos fragmentos copiados del manuscrito de esta obra, aCin lntd.ita en
Luna, y ansioso de impresiones se pasea por las calles, puede ~ 1919.
observar y oír, sobre todo en días de fiesta o domingos, a la • Ver Garcllaeo (79, l. n, cap. XXVII).

Ver Cobo (43, t. IV; l. XIV; cap. XVII tn fine), «Lo& que eran de regocfjo t alegr(a ae
25. Ver Segunda Parle, p. 100. d«tan •arabia"; en ello., referlan aus ha.sailas I co.,as pasadas, t dec(an lorea al Inca».
170 LA MÚSICA DE LOS INCAS FORMAS Y GtNEROS DE IA COMPOSICIÓN 171

carios de ahí. Constituyen, conjuntamente con algunas danzas can- característica. Mientras, la canción satírica o cómica aparece rara-
tadas -como la kaswa-, los géneros principales del canto popular mente y casi siempre con influencias exteriores.
indígena. Hemos podido anotar numerosos cantos de amor, probable-
El canto amoroso era confiado a una voz o a las flautas, antara mente antiguos, conservados a través de la tradición oral; éstos
o quena. Los cronistas hacen muchas alusiones a la significación reproducen toda la gama pentatónica, guardando, en la mayoría de
amorosa de estos aires de flauta, y nosotros hemos visto, a partir los casos, sus palabras quechuas puras o ligeramente mezcladas
de los relatos de Gutiérrez de Santa Clara y de Garcilaso, 29 cómo con el español. Son movimientos lentos de sentimientos tiernos y
un tema musical se halla ligado a una idea, hecho curioso que melancólicos. El ritmo, generalmente en 3/4, no es siempre cons-
debe recordarse y que prueba a la vez el poder de la música en tante ni obedece a menudo a las exigencias de la poesía (núms.
los indios y el grado de sensibilidad al que habían llegado. 29, 30, 36, 46, 48, 49, 50, 55, 57, 60, 63, 64, 66, 67, 68). Una
Ya que hablamos del canto de amor, tratemos de formular frase melódica distinta precede a algunos harawi, a la manera de
nuestra opinión acerca del carácter proverbial de tristeza que se un preludio instrumental, al menos es así como se hace hoy en
le ha adjudicado, y por extensión a todas las melodías de la sierra dfa. ¿Se remonta la costumbre al pasado? ¿Hasta dónde? No
andina; todos los viajeros emiten el mismo juicio, y nosotros mis- sabríamos decirlo, pero ha penetrado realmente en las costumbres,
mos nos hemos sorprendido de esta tendencia. so y sucede que un cantante, privado de su quena o de un arpa de
El sentimiento de los antiguos harawi ha sido ya ligado al acompañamiento, tararea sin palabras el preludio antes de ejecutar
carácter nostálgico de los paisajes serranos, y a la naturaleza la canción (núms. 39, 63, 64, 65).
taciturna y dulce del indio. Bajo el régimen de los conquistadores, Luego de la Conquista, como señalamos, el harawi se trans-
y luego que las nuevas naciones se configuraron a partir de la forma y acoge progresivamente las influencias extranjeras. Mientras
mezcla de razas\ el indio, el campesino, continuó viviendo y tra- tanto, guarda su carácter, pero a medida que asimila elementos
bajando la tierra, sufriendo de manera más o menos consciente su nuevos, y de manera despreocupada, su personalidad cambia, apa-
condición de desposeído; y estos cantos de amor devinieron aún reciendo el yaravi. Un bello ejemplo de yaravf, únicamente mestizo
más tristes. Los mestizajes introducidos en la música indígena, así en la forma y el ritmo, nos es proporcionado por Melgar (núm. 67),
como los nuevos modos resultantes, fueron medios poderosos de Delirio. Melgar, joven patriota y poeta de Arequipa, caído a los
expresión de los que el pueblo se servia naturalmente con un ffintitrés años bajo las balas españolas, al comienzo de la guerra
instinto muy inspirado. Así ocurrió también con el yarav{ colonial, que debió dar la independencia a su país (1814), compuso una
con sus curiosos acentos modales y sus mestizajes cromáticos, de serte de· poemas elegiacos, con el nombre de yaravfes. Ahí lloró
donde creemos nació su reputación de tristeza, achacada a las BUS amores desdichados, denunciando al mundo la ingratitud de
melodías peruanas. Silvia, su novia, quejándose amargamente de su suerte. Estos poe-
Pero si la nota triste domina, hay que confesarlo, en la gama ·DlaS, dotados de una cierta grandeza, si bien se deslizan en ellos
de valores expresivos, particularmente en el canto de amor, no hay a menudo una cierta mala impresión y un poco de la afectación
por qué generalizar de manera excesiva. Muchas danzas rítmicas criolla, nos interesan porque buscan unir la cadena tradicional de
y jubilosas, canciones finas y espirituales, e incluso algunos yara- loa Viejos cantos indios, no solamente a través del título, sino a
vfes, llevando el modo menor o mayor, son una excepción a esta través del sentimiento que encierran. Algunos poseen una música
adaptada, como se sabe, y hemos tenido la buena fortuna de poder
anotar en· la misma Arequipa el más célebre, ¡quizá el último! ¿Es
del mismo Melgar la melodía? A Robles parece creerlo, pero
29. Ver Primera Parte, p. 57. ldng6n documento sustenta su hipótesis. Nos parece más probable
80. Ver Tercera Parte, p. 126. que el poeta, o alguno de sus amigos, se haya servido de una vieja
FORMAS Y GÉNEROS DE IA COMPOSICIÓN 173
172 IA MÚSICA. DE LOS INCAS

copla para acompañar los nuevos versos, lo que explicarla en Delirio Puede decirse que juntamente con la vidalita, es sobre todo un
la supervivencia intacta de la gama pentatónica (no estudiada) con producto criollo, ya que los españoles, como hemos visto, no lo
sus cadencias indias, junto a una forma y a ritmos más civilizados. nconocen como suyo.si
Habiendo completado las influencias españolas la antigua es- Hay una gran distancia, por ejemplo, entre la melodía núm.
cala, los yaravíes tomaron tanto los modos indígenas como los •1, A las montañas, y los primeros harawt de esta colección; son
modos eclesiásticos que contienen mestizajes cada vez más nume- .iloaeslabones extremos de una larga cadena cuyo desenvolvimiento
rosos, pero conservan al mismo tiempo ciertos caracteres indígenas; -:klgico nos hemos esforzado en mostrar.
estas sabrosas mezclas hacen de los yaravíes los tipos más origi-
nales del folklore peruano actual (núms. 32, 33, 40, 47, 68).
El carácter contemplativo del alma indígena se exterioriza
naturalmente en los cantos amorosos, y nadie jamás le habría
Casi se podrían referir a los yaravíes los cantos titulados urpt
pedido romper el encanto triste que se le desprende. El español palomitas, -esta última palabra es la traducción española de la
quechua urpt, que quiere decir paloma- pero su movimiento
temía dejar al oyente o a él mismo bajo esta impresión deprimente,
conserva siempre el carácter triste y lento de los yaravíes. En
de donde vino el deseo de querer sacudir el sopor del espíritu
canciones, se compara a la mujer amada con la paloma, y
aumentando el movimiento. Así, ciertos harawt o yaravíes ya no
comparación más bien rara en España, aunque general en el
llevan un preludio, como lo señalamos anteriormente, sino un
o, parece gustar a los actuales peruanos, de la misma manera
pasaje, una especie de coda, de movimiento rápido, muy probable-
antes gustó a los quechuas (núms. 71, 77, 79, 85, 115, 117,
mente debida a la in.fluencia española, aunque sirviéndose siempre
8).
de notas de la escala pentatónica, incluso en los yaravíes más
mestizos (núm. 32). Esta coda lleva el nombre de fuga. No debe Junto a esta categoría se ubican las canciones sobre los temas
diversos: canciones callejeras (núms. 94, 111), expresiones
traducirse el nombre español fuga por el término francés "fugue",
ticas (núms. 99, 102), recitales (núms. 89, 112), improvisa-
cuyo sentido musical escolástico preciso conocemos, sino simple-
satíricas (núms. 80, 84, 110), canciones de viajeros o de
mente debe tomarse como un "movimiento más animado". En el
os (núms. 97, 121), etc. La forma de estos cantos se
núm. 32, la fuga recuerda en movimientos acelerados el tema del
yaraví, interviniendo sólo para concluir. Otras veces esta fuga se a veces al rondó europeo con coplas y estribillos.
ejecuta después de cada estrofa, a manera de estribillo, y puede
no tener ninguna relación con el tema de la melodía misma (númS. a cantada e instrumental
37, 46, 52). Se trata, en todo caso, de una costwnbre muy difundida El género de composición, que comparte con los harawt los
en todas las regiones que hemos estudiado. de la inspiración popular indígena, es la danza, o baile,
Por extensión, el hábito de agregar una fuga se aplicó a o confiado a los instrumentos (núms. 144 a 153, 155 a
numerosos cantos que no tenían el carácter de yaraví (núms. 77, '175,176,177). Una de las formas más difundidas corresponde
80). a la kaswa, que el padre Cobo, en el siglo XVII, describía
Poco a poco los elementos indígenas se borraron, y el yaravf &fguiente manera: «Es una rueda o corro de hombres y mujeres
evolucionado encuentra una nueva forma más mestiza, mucho máS de las manos, los cuales bailan andando al rededor» (43, t.
personal, en el moderno triste. Este guarda todavía un carácter XIv, cap. XVII). Pero esta danza sólo se ejecutaba en las
melancólico y lento, pero la influencia española domina (nwns. 85, fiestas. Contiene a menudo los ritmos apoyados en el
41). El triste, por lo tanto, tomó en el suelo americano un carácter
particular; saliendo de los límites del Perú, lo encontramos en d
norte, en Colombia y Venezuela, y tambi~n en la pampa argent.in&•
174 IA MÚSICA DE LOS INCAS
FORMAS Y GÉNEROS DE LA COMPOSICIÓN 175

tiempo y sincopados, de lo cual ya hemos hablado. Puede ser


de conocidas melodías bajo el nombre de wayno. Este nombre
solamente instrumental y con.fiada a la quena con acompañamiento
designa hoy en día, generalmente, piezas bailables o provenientes
de instrumentos de percusión (núms. 168 a 174 incluido, 178, 182).
de la danza, con un movimiento muy vivo o moderado en 2/ 4, con
El ttakteo, del verbo quechua ttaktanl, patear, es una danza 88 (núms. 126, 128 a 134 incluido, 141,
una expresión franca y clara
viva insertada a menudo en la kaswa, y que consiste en un rápido
142). Según Cúneo Vidal, wayno provendría de wayñ.uk, muerto, y
golpeteo de los pies sobre el suelo, sin cambiar de lugar; es una
entre los antiguos quechuas habría designado a una danza ritual
danza que a falta de gracia, exige una gran habilidad; los ejecu-
funeraria, correspondiendo al yaravi de los aymaras, pura suposi-
tantes bailan cada uno por su lado, separadamente. Los españoles
ciOn en la cual no podemos persistir. Los peruanos han formado
radicados en el Perú tradudan ttakteo por zapateo, contracción de
los diminutivos waynito y San Juanito (núms. 126, 139, 143) para
zapateado. Nos encontramos aquí frente a una investigación de
designar las piezas de corte más ligero. Se conoce igualmente el
origen muy delicado, tanto como la de los ritmos sincopados: ¿es
10C1yno-pasacalle(núms. 130, 140) y el wayno-trlste (núms. 136,
el ttakteo indígena? Creemos poder responder afirmativamente.
186, 137, 138), que son más lentos y graves, semejándose sobre
Considerando la manera cómo los bailarines aislados martillean el
todo al yaravi o al triste.
piso con pequeños golpes rápidos y entrecortados, el cuerpo incli-
La wanka parece confundirse muy a menudo con el wayno, en
nado hacia adelante y dando vueltas sobre si mismos, uno siente
cuyo caso conservaría su antigua acepción de danza; para Alviña,
que esta danza les pertenece por entero, que ha penetrado en sus
por el contrario, la wanka designarla, como ya hemos dicho, una
músculos a través de los siglos. 88 En algunas tribus norteamerica-
especie de relatos épicos descriptivos. 84 Nos limitamos sólo a
nas encontramos este mismo movimiento. Esto no impide que el
mencionarla.
zapateado sea conocido en España desde mucho tiempo atrás. El
bailarin golpea también el piso alternativamente con la punta y el
talón, pero de manera bien distinta a la de los indígenas. Esta
danza se extendió desde muy temprano en toda América; Frézier, Los cantos de despedida
durante su viaje por América del Sur en 1712 y 1713 vio esta danza El kacharpari, del verbo quechua kacharpayani, "despedirse",
en Chile y en el Perú (71, p. 232). Don Pernetty (166) la señala "decir adiós", y que generalmente se escribe erradamente kachas-
como ya establecida completamente en 1770 en Montevideo, donde pare, corresponde a la despedida española. Las piezas de este
la influencia indígena fue nula. Pero, se dirá, los negros también género se ejecutan al momento de una separación, de una partida.
poseen danzas de este tipo; ¿no podr1an los criollos haber imitado Algunas veces toman el carácter de la serenata o de la mañanita,
su zapateo? No lo creemos. Esta danza era bailada hasta por los recitada delante de la casa de aquel a quien se quiere honrar, la
blancos en las capitales, y los prejuicios de raza de los españoles noche anterior a su partlda. 85 Estas melodías se confunden algunas
les impedían absolutamente admitir una danza indígena o negra. veces con los pasacalles que acompañan al viajero, en su primera
La hipótesis más plausible nos parece ser la existencia simultánea cabalgata fuera de la ciudad.
de bailes y ritmos parecidos en muchas razas distintas. Nuestras anotaciones contienen algunos kacharparl (núms.
Podd. leerse con interés la música correspondiente a algunas 183, 184, 186, 186, 188); entre otros, el adiós de un amante a su
danzas guerreras (núms. 164, 179, 180, 181). bie.namada (núms. 183, 184), y la triste melodía que tocan los
Junto con estas danzas características, existe toda una serie acompañantes de un torero indio mientras se dirige a orar a la

82. Puede ve.rae en ttakteo una palabra que ~ <micamcnt.c de la onomatopeya dd 18. 7.egarrahace una oda deactiptlva (ver Cuarta Parte, nCunero 68).
pie golpeando d piso; tambitn ec puede vu la deformact611 de la palabra cap&Aola 14. Ver p. 166.
taconeo, baile dd talón.
85. Vu m'8 adelante la antcdota de la pégina 208.
176 LA MÚSICA DE LOS INCAS

iglesia antes de entrar en la plaza para la corrida (núm. 186). En


este gtnero de piezas, las influencias originarias españolas e indí-
genas se refuerzan mutuamente.

La pastoral
El llamero que conduce su rebaño a travts de las grandes CAPÍTUW V
extensiones de la puna, o el campesino que regresa de cultivar su
campo, expresan sus alegrías y sus penas con la quena mediante
una especie de pastorales de un gran encanto agreste (núms. 189
a 198). Est.as líneas de flauta, casi siempre en gama pentatónica, Los textos poéticos
reeditadas por tradición o bien improvisadas en forma de varia-
ciones, permanecen, para nosotros, inseparables de la visión aus-
tera y calmada de los altos valles. El alma misma del país se
expresa a travts de las débiles cañas.
TASÚNEAS MELÓDICAS que hemos reunido revelan, como he-
..1..¡ mos mostrado, una originalidad innegable; se trata de una
m1isica que pertenece propiamente a los quechuas actuales, de una
m1isica ~a llamada por nosotros pura o mestiza- que deriva
directamente de la antigua. Nos hemos olvidado de verificar si los
textos que dan sustento a esta música pueden merecer, ellos tam-
bitrt, el nombre de indígenas, si no serán simples transposiciones
del español, si no reflejan, más o menos encubiertos, los senti-
mientos profanos o religiosos de los conquistadores.
All1 también constatamos rápidamente que el pensamiento
tndfgena y sus expresiones fueron lo suficientemente fuertes como
para resistir y subsistir, y que los aportes europeos, ahí donde se
presentan, son lo suficientemente claros como para ser discernidos
fkilmente.
Los documentos antiguos son muy escasos; nuestro juicio tam-
bitrt se hace dificultoso, ya que al igual que en el caso de las líneas
melódicas, se funda sobre todo en el hecho de que la poesía
quechua presenta -puesta de lado la cuestión métrica- caracterls-
tlcas distlnt.as de la española. En ese caso, ¿qué serian sino indí-
genas?
Nuestros textos llegan a 142, repartidos de la siguiente ma-
nera: 81 en quechua y 61 en castellano puro o indigenizado.
Se sabe que los quechuas no tuvieron escritura. Los kipus, o
cuerdas anudadas, son solamente instrumentos de contabilidad y
178 LA MÚSICA DE LOS INCAS LOS TEXTOS POÉTICOS 179

para ayudar a la memoria, más o menos ingeniosos; la manera de Cusco (151, núms. 5 y 9); esta crítica opone a la versión de Valdés
interpretarlos varía de escuela a escuela, y por este motivo el la leyenda relatada por tres caciques del Cusco, donde la astuta
fanatismo religioso no los destruyó luego de la Conquista, 86 y su captura del héroe pone fin a la acción, sin el desenlace, severo o
desciframiento es hoy día tan dificil como en aquel entonces. clemente, del europeo. Después de esta época, la polémica estéril
La transmisión oral de los poemas épicos compuestos por los continúa sin grandes probabilidades de llegar a buen término, dada
harawek y los amautas se ha extinguido. Si a través de los relatos la ausencia de documentos nuevos y auténticos. Para nosotros, es
extraordinarios de los grandes sucesos llevados a cabo por Pacha- preciso reconocer, bajo una trama indígena, el aspecto netamente
cútec, referidos por Betanzos (23) o por Gamboa (77), se adivina europeo del carácter de ciertos personajes, así como en la conducta
que estos autores se dirigían a la memoria de sus contemporáneos general del drama adoptada según las leyes de nuestro teatro; en
indígenas, arrancándoles fragmentos de la epopeya conocida a fin, que la versificación, respecto a la métrica y a las rimas, se
través de sus padres, estos relatos, repensados por cerebros euro- relaciona muy de cerca con el castellano. Los más exigentes podrán
peos, se apartan definitivamente de su forma primitiva. concedemos que algunos fragmentos y episodios -como los textos
Esto puede decirse de la encantadora leyenda del campesino de las tres canciones populares reproducidas más adelante (núms.
Acoya-Napa y de la ñusta Chuqui-Uantu, contada por Morúa (150). 63, 64, 170)- han sido probablemente incorporadas en la obra de
En lo que se refiere al arte dramático, nos queda un monu- manera más respetuosa de la forma quechua que el resto del texto.
mento: Ollantay. Largas discusiones se han suscitado, y se suscitan Debemos a Garcilaso de la Vega las pocas poesías aisladas
aún, a propósito de esta tragedia. Hay acuerdo sobre la autenticidad que nos han llegado. 88 El las escuchó muchas veces cantar en su
del tema, que se desarrolla en una época anterior a la Conquista, infancia. Una de ellas, muy corta, es acerca de la advertencia que
pero las opiniones se dividen en cuanto a la magnitud de las hace el amante a su bienamada de su visita nocturna (79, l. II,
modificaciones debidas al transcriptor. Según Pacheco Zegarra, cap. XXVID:
traductor francés del Ollantay (230), el hallazgo de un viejo ma-
Caylla llapi Al cántico
nuscrito del drama, probablemente en el monasterio de Santo Pulluqui, dormirás,
Domingo del Cusco, habría permitido al abate Valdés, cura de Chaupituta a medianoche
Sicuani hacia fines del siglo XVIII, representar la obra. Esta obtuvo Sarnusac yo vendré.
tal éxito entre la población indígena, que contribuyó a fomentar
una revuelta que sólo terminó con la ejecución de Túpac Amaro en Simple cuarteto en versos alternos de cinco y tres pies. Gar-
1781, prohibiéndose toda representación de teatro quechua. s7 Ze- cilaso obtuvo la segunda poesía de los preciosos documentos que
garra reduce el rol de Valdés al de un simple copista; por otra le llegaron del P. Blas Valera y que incorporó en sus Comentarlos
parte, este sacerdote jamás se presentó como el autor del drama, cada vez que pudo; desgraciadamente, dichos documentos los ob-
no conociéndose de él runguna.composición poética. Un religioso tuvo en mal estado. El relato poético en cuestión tiene un carácter
del siglo XVI ó XVII habría asumido sin duda alguna la responsabi- religioso, donde se explica el misterio de la tormenta y de la
lidad de la transcripción primitiva, mejor dicho de la adaptación. fecundante lluvia. Se comprende, pues, su importancia para los
Con lo cual se aumenta la dificultad, lejos de resolverla. En 1837 habitantes de la Sierra. Garcilaso recuerda haber escuchado pet-
apareció una primera crítica del Ollantay en el Museo erudito del &onalmente este poema, el cual se compone de diecinueve versos
de cuatro pies, formando tres estrofas. He aquí tal como lo presenta
el cronista (79, l. n, cap. XXVIII):
36. Ver Segunda Parte, p. 114.
87. Hay que sa\al.ar que Frt.zier constató que ya e.n 1718, e.n el Perú, se habla suprimido,
luego de algunos aAos. d teatro tndlgena donde se representaba la muerte dd tnca, 88. Consideremos los textos de poeela quechua que Markham dijo haber leido en los
debido a problemas pollUcos (71, p. 24-9). manuscritos de Huamán Poma de Ayala (107).
LOS TEXTOS POÉTICOS 181
180 IA MÚSICA DE LOS INCAS

Sumac /i,uta, Hennoea prtnceaa, Chal jinam /'loca Yo tambitn (lloro)


Cam rlpunqut, cuando tú has partido,
Torallayquim Tu propio hermano,
Puyfluy quita El jarrón que tú llevas, Munacuscallayl ¡Oh! ¡Mi bien amada!
Paq_uir cayan. Qµ.iebra.
Hina montara Entonces La _poesía, cuyo sentimiento general se encontrará a menudo,
Cunullunum, El rayo relumbra, d trueno resuena., se compone de versos de cinco pies divididos en tres estrofas de
Rlapantac. cae la pólvora.
tres versos cada una. Las "g" relacionan la pieza a un dialecto
Camri, $,uta, Tú princesa
Unuy quita Tu lluvia quechua del nort.e.
Para munqut, N0& das. Le debemos al P. Cobo el texto de un canto que acompañaba
May flimpirl Tambitn a vues los trabajos de la cosecha. Se trata del t.ema de la paloma en vuelo
Chichi munqut, El granizo,
Riti munqui. La nieve.
(32, t. rv, l. xrv, p. 191):
liuca urplsi tullt, Mi dulce paloma,
Pacha rurac, El Creador dd mundo,
- Hahuay, hahuayl - ¡Hahuay, hahuay!
Pachacamac, El Di0& que lo anima,
Maipi charltian? ¿Dónde estA?
Viracocha, Viracocha,
- Hahuay, hahuayl - ¡Hahuay, hahuay!
Cay hinapac, Con esu f3.n
Mana ricurcant, Ya no la veo,
Churaaunqut, Te formó,
- Hahuay, hahuayl - ¡Hahuay, hahuay!
Cama&unqui. Te dio vida.
Xuinguni huacan, Mi corazón llora,
- Hahuay, hahuayl - ¡Hahuay, hahuay!
El lector captará, sin duda, la belleza y el int.erés de esta
poesía nútica. Se trata, a no dudarlo, de la unión fecunda del
hermano y la hermana, costumbre habitual y tradicional entre la Aunque Insuficientes, estas piezas son caract.erlsticas. Se en-
familia real del inca, y por extensión, de todos aquéllos que gozan cuentra ahí el cort.e regular del verso y de la estrofa, el ritmo
de poderes celestiales. El naturalismo desplegado, no obstant.e la reclamado por la música. Desde el punto de vista del idioma, se
forma concisa debida al caráct.er aglutlnant.e del quechua, se man• nota el empleo de epít.etos amorosos: yanallay, munakuskallay; el
tiene lleno de grandeza y nobleza. Es preciso notar que la primera refuerzo de la idea mediante la yuxtaposición de dos verbos de
estrofa tiene siet.e versos en lugar de seis, lo que podría provenir sentido similar el uno al otro: churasunkl, kamasunkl. En "Nube
de una simple -redundancia del íÜ.timo verso. La mflsica a veces de tormenta" se muestra el pant.eísmo de los quechuas, todavía
exige repeticiones del pensamiento, monotonía que los indios es- hoy ·dispuesto a deiflcar, a pesar del cristianismo, a todas las
quivan por medio de sinónimos, pero que no cuentan desde el fuerzas de la naturaleza. Por &timo, en la tercera y cuarta poesías
punto de vista métrico. Más adelant.e encontraremos frecuentes se reconoce ese sentimentalismo trist.e, resignado, y ese naturalis-
ejemplos a est.e respecto. mo tan frecuente que lleva a comparar la mujer con una paloma,
A estas dos piezas, el autor de Azucenas quechuas, pequeño o dos amant.es con una tierna pareja de pájaros.
libro que ya hemos citado, agrega una tercera como provenient.e Ant.es de analizar muestros t.extos, preguntaremos a Garcilaso
también de Garcilaso, o al menos de un antiguo cronista (221, p. lo que ha conservado de la poesía quechua; él se disculpa de no
XXIV). Héla aquí: haber reunido en su juventud, pasa.da en medio del campo, muchos
textos, lo que le resta a veces precisión.
Purum pampati En la deatrtica pampa Se pueden sin embargo relievar en sus Comentarlos las ense-
Pisccocunata Loe pajarill08 Aanzas siguientes: además de los relatos heroicos que los harawek,
Riccimicanchi.s; Mirá.bam0&;
poetas oficiales, recitaban en las grandes festividades, que debían
Que.saman ri.spa, A 8U8 nid0& Iban, t.ener una cierta duración, el pueblo cantaba sus amores en peque-
Yanallamanta sus compañeras
Cuyag huagata. amadas, llorando. • piezas de ''versos moderados". Garcilaso confirma un poco más
LOS TEXTOS POÉTICOS 183
182 IA MÚSICA DE LOS INCAS

Mientras tanto, si averiguamos cuáles son las formas más


adelante que los indios llegaban a componer poesías amorosas "en
usuales de la poesía popular en España, nos responderán por medio
versos cortos y largos de contadas silabas" (79, l. II, cap. XXVID.
Las estrofas eran concisas para que la memoria pudiera retenerlas de la autorizada voz del maestro Felipe Pedrell:
fácilmente. No se empleaba la rima. &tas poesías "en su mayoría •El tipo más puro del lirismo español, el más amado por el
se asemejan a las composiciones españolas llamadas redondillas•. pueblo, es aquel que el mismo pueblo llama de una manera
Finalmente, Garcilaso agrega que si la poesía recogida por Blas sintética la copla; copla de romance, estrofa octosílaba que
Valera es en versos de cuatro pies que tl llama "espondeos", los generalmente posee (porque aquí el pueblo es amo y árbitro)
harawek creaban "otra especie de versos". &to deja la puerta el primer y tercer verso libre, y segundo y el cuarto asonantes
abierta a muchas suposiciones; retendremos aquí solamente que o consonantes• (165, t. II, p. 16 y 17).
los versos eran silábicos, de metro variado y desprovistos de rima. Agrega que algunas veces la copla "forma una verdadera re-
Nuestros textos corresponden a esta definición. Los versos dondilla•. 40 Retenemos la palabra, pues ésa es precisamente la
se encuentran cortados regulannente, guardando, en general, un usada por Garcilaso. La copla, tan difundida en Galicta, Cataluña,
número constante de silabas en la misma poesía, y si encontramos Andalucía, las islas Baleares, etc., expresa todos los sentimientos:
supresiones aquí y allá, imputémoslas en la mayoría de los casos amor, felicidad, burla, mezclándose a los actos de la vida más
a los defectos de la memoria de los cantantes. atmples O más graves. Se baila y se llora al son de la copla.
La rima, cuando se produce, es fortuita y proviene de las Añadamos que la estrofa de cuatro versos no es siempre escrita
terminaciones gramaticales similares. en metros octosílabos; así, la seguidilla, también muy difundida,
La originalidad de los metros es todavía muy dificil de resol- afge versos de cantidades alternas, generalmente de siete Y cinco
ver. Sólo la abordaremos luego de haber intentado determinar las pies.
formas potticas de nuestros textos españoles. Además de estas formas primordiales, la musa popular espa-
Se sabe que los versos castellanos no se miden como antigua· Aola sabe acoger los versos más variados en cuanto a cantidad Y
mente en cortos y largos, que son silábicos, pero que exigen un disposición. No sabríamos entrar en más detalles. 41
armazón de acentos, por otra parte variable, que asegura el ritmo. El estribillo, sin ser constante, se muestra excesivamente fre-
Alú encontramos la rima o la asonancia, sin que sean una obliga- cuente, compuesto a menudo en metros de estrofas diferentes.
ción, sobre todo en las producciones populares. A fin de justificar Aceptando algunas licencias y teniendo en cuenta las disposi ·
nuestro a.rutlisis, permitasenos recordar la regla siguiente: los ver- clones particulares de los estribillos, hemos encontrado en nuestros
sos castellanos, a la inversa de los franceses, se denominan nor- textos españoles del Perú el empleo de los metros siguientes:
males, plenos, llenos, cuando el acento final cae en la penúltima
Poesías en versos de 6 pies ................................................. 3
silaba, lo que va de acuerdo con el genio de la lengua. Por el
Poesías en versos de 6 pies ................................................. 8
contrario, se les llama agudos cuando este acento coincide con la
Poesías en versos de 8 pies ............................................... 26
última silaba; en este caso, se supone que el verso posee la silaba
Poesías en versos de 9, 10, 11 ó 12 pies ............................ 8
átona que le falta, reconociéndosele un pie de más que aritmé•
Poesías en versos de cantidades regulares alternadas ........ 8
ticamente no tiene. En sustitución de esta regla, la llamada ley de
Poesías en versos de cantidades irregulares ....................... 8
Adolfo Mussafia admite la posibilidad de considerar como iguales Total ............................... 61
en número de silabas a dos versos, uno lleno y otro agudo, que
presenten de hecho el mismo número de pies. 89
Cuarteto donde el primer vereo rima con el cuarto y el segundo con el tercero.
89. Remitimoe al lector, para mú detalles, al muy fntueaant.e estudio de Pedro He.n· Caa.ultarHenrtquez UreAa (219, pp. 191, 228, 262, 280).
rlquez Ura\a &obre la veraificadlln irregular popular en Eepada (219).
184 LA MÚSICA DE LOS INCAS LOS TEXTOS POÉTICOS 185

Entre los metros alternados se encuentran las piezas en verso verso de cuatro pies, o de tres y de cinco pies alternados; cortados
de 7 y 5 pies, de 8 y 9 pies, de 8 y 12 pies, etc. de esta manera, estos versos se parecían a nuestros modelos an•
Todas las estrofas del Delirio de Melgar, formadas de ocho tiguos. Los versos de cantidades alternadas son má.s típicos que
versos, están dispuestas, en cuanto al número de las silabas, de los de nuestros textos españoles. Entre éstos, encontramos muchos
la manera siguiente: 8, 4, 8, 5, 6, 6, 8, 5. Hemos ubicado esta ejemplos de versos alternados de cinco y seis sílabas (núm. 8) o
poesía entre las irregulares, si bien sus cortes son constantes en viceversa, de seis y cinco sílabas (núms. 24, 29, 142); el núm. 98
cada estrofa. (dos versos de 5, un verso de 6) se aproxima a los anteriores. Estas
Si agrupamos estos mismos textos de acuerdo al número de formas parecen difundidas sobre todo en Ecuador.
versos de la estrofa, se obtiene la tabla siguiente: El análisis de los textos, en cuanto al número de versos de
las estrofas, da:
Poesías divididas en estrofas de 2 versos ............................. 8
Poesías divididas en estrofas de 3 versos ............................. 7 Poesías divididas en estrofas de 2 versos ........................... 11
Poesías divididas en estrofas de 4 versos ........................... 34 Poesías divididas en estrofas de 3 versos ............................. 7
Poesías divididas en estrofas de 6 y 8 versos ....................... 5 Poesías divididas en estrofas de 4 versos ........................... 47
Poesías divididas en estrofas de irregulares ......................... 7 Poesías divididas en estrofas de 5 versos ............................. 5
Total ................................ 61 Poesías divididas en estrofas de 6 versos ............................. 5
Poesías divididas en estrofas de irregulares ...................... ¿
Total ......................•......... 81
La conclusión más apropiada que se desprende de estos cua•
dros es que el peruano y el ecuatoriano han permanecido fieles en En este cuadro hay una sola cifra que se distingue de las
su gusto por la copla de la madre patria, por la estrofa octosílaba; demás, la 47, que corresponde a las poesías en estrofas de cuatro
la forma seguidilla está apenas presente. versos. Sobrepasa sensiblemente la mitad de nuestros textos que•
Examinemos ahora los textos quechuas desde los dos mismos chuas. Analizando la treintena de poemas que conforman las Azu•
puntos de vista. Encontramos: cenas quechuas, encontramos una proporción análoga. Una tal si•
militud entre nuestros textos españoles e indios, en cuanto a las
Poesía en versos de 5 pies ..................................................... 8 estrofas, podría hacer pensar, a primera vista, que los quechuas
Poesía en versos de 6 pies ................................................... 19 simplemente sufrieron allí, como en otras áreas, la ley del vencedor.
Poesía en versos de 8 pies ................................................... 25 Pero ¿no tiene Garcilaso la precaución de decimos que sus com•
Poesía en versos de cantidades alternadas .......................... 14 posiciones se asemejan mucho a las redondillas? Es por eso, que
Poesía en versos de cantidades irregulares o raras ............. 15 sin negar una influencia exterior muy probable, nos parezca má.s
Total .................................. 81 exacto admitir que los quechuas perfeccionaron, al contrario de
los españoles, una forma que ya les era familiar.
Aquí, como en los textos españoles, los versos octosílabos Podría hacerse una declaración parecida a propósito del es•
dominan, pero entre estos se encuentran poesías religiosas, rela• tribillo, que seguramente existió desde muy antiguo en la poesía
tivamente de poca antigüedad, donde la influencia eclesiástica es peruana. Como prueba tenemos los gritos repetidos haylli, haylli,
evidente; si las apartamos, vemos entonces que los versos hexasí• es decir "triunfo", "victoria", que acompañan a los cantos del
labos las sobrepasan-ligeramente, clasificándose en primer lugar. trabajo (79, I. V, cap. II), o aquéllos de hahuay para los cantos de
Los versos de ocho pies poseen algunas veces (núms. 46, 89, 91, la cosecha (43, t. N, l. xrv, p. 191). Nuestra propia colección
106, 170) una cesura muy clara luego del cuarto pie, muy raramente contiene muchos ejemplos a este respecto: en el núm. 29, la repe•
después del tercero, y uno se pregunta si no se está delante de un tlción de kuxniko, "comamos", "hagamos francachela"; en el baile
186 LA MÚSICA DE LOS INCAS LOS TEXTOS POÉTICOS 187

núm. 172, kay pipas, may pipas, "aquí o allá"; en la kaswa del "; raramente significa un sentimientotierno, pero, contraria•
Ollantay, núm. 170, el llamado del pájaro, tuyallay; en la poesta a lo que se dice, incluso en la costa del Perú, donde el
del arroyo (221, p. LXXXII) se le dice al agua: saruriy, sarurly, ha degenerado en razón de su empleo en la locución china
•penetra, entra•; en el juego del Chupanta-paki, es decir "la cadena U no existe en él nada de asiático; la palabra puramente
rota" (221, p. LXVIII), encontramos el estribillo wachakas, "enla- la encontramos en Garcilaso (79, l. II, cap. XXVII) y en
za", "sujeta bien". Estos ejemplos podrían multiplicarse. Ah1 tam- ros diccionarios quechuas con la significación que indi•
bién España ha tenido influencia; incluso en ciertos casos, un refrán
español, de lengua y espíritu, viene a interrumpir la más pura metáforas son abundantes, a menudo muy acertadas. La
poesía indígena, como el pecho traidor y el ya basta de amor, en es comparada a un ramo lozano (núm. 132), a una liana
el núm. 105, Ima ppuyu sakay ppuyu. Otras veces, la asimilaci<m enJa:ra (núm. 97), a una flor (núms. 65, 77, 123), a una
española se muestra más sutil. En cuanto a la fuga, como ya dijimos, retama (núm. 89), pero sobre todo a la paloma, urpi, o a
posee el carácter del estribillo castellano, como la sola música lo la, cucuU. Estas últimas comparaciones son tan usuales,
demuestra. El estribillo nos parece más indígena sobre todo cuando , que no necesitan ninguna explicación. Así, la palabra
se expresa a través de una frase corta, repetida, por un llamado, y BU diminutivo palomita aparecen tanto en la literatura
una palabra de coraje, de excitación, o incluso un nombre propio como en las traducciones de los textos del folklore europeo
repetido. , pero solamente en el Perú la hemos visto empleada con
Pero el poeta quechua retoma su independencia completa en tencta. Es cierto que en este país las tórtolas y otras
cuanto al pensamiento y a la manera de expresarlo. son muy numerosas, colmando los valles con su triste
La gran mayoría de nuestros cantos, como se ha visto, se y BUS costumbres y sus tiernos besos no pudieron escapar
refieren al amor. Es el hombre quien, a menudo, habla, y mientras observadores del indio. Esta comparación entre la mujer
la mujer se despoja de su pudor, no brinda su ternura sino muy dio nacimiento a un tema favorito, repetido cien veces
raramente, lamentándose generalmente de la infidelidad o del variantes, sobre todo después que la canelón de Ollantay
abandono de su compañero. A los ojos de los indios, todo ser "que ~~i,•ü~'-:u; es el tema del cuento "Dos palomas", de la paloma
no sabe amar" aparece como inferior; y hay que corregirlo. He aquf de la infiel que deja a su compañero solo en el nido.
dos tlpicos ejemplos: el pequeño San Juan-¡divertfda misión!- ser4 J que recorrer nuestros textos para comprobarlo!
encargado de dar un bastonazo a "aquél que no sepa amar" (n<un. 1111111U1a veces se interroga a la paloma, al pájaro, sobre el
125); la joven noble "que no sepa amar" será arrojada en las aguas de 8U8 quejas; "¿dolor de madre o contratiempo de aman•
de un lago, luego abandonada en un campo de nieve helada, y por el poeta (núm. 39).
último lanzada en el torrente fangoso "para que aprenda a amar" amores solicitado, negado o mendigado bajo formas que
(núm. 167). ftr1ar desde la simple proposición de matrimonio hasta el
La mujer, además de todos los epítetos naturales que se licante del amante más apasionado.
derivan de los verbos munay, kuyay, cuyo sentido es "amar", es el tema del amor desgraciado, del amor traicionado,
"encariñar", recibe a menudo el nombre afectuoso de yanallay. blapira las poestas más típicas, y es a1l1 donde vemos
Yana quiere decir "negro"; también desempeña la función de "sü· ,-clLarae los caracteres español y quechua. La tristeza, la pena
vienta", pero esta palabra no tiene ninguna significación peyorativa MDUda de la misma manera, no apela a los mismos senti•
en la poesía quechua amorosa del pueblo, ni por sirvienta ni por A la violencia de los hijos de Castilla, el indio opondrá
negro -todos los indios tienen los cabellos negros-; por el contrario, __ ,.,.,ón,dejando rodar sus lágrimas, a veces de "sangre"
es mejor traducir yanallay por una expresión simple y corriente,
como "amiga" o "tunada". La palabra china debe entenderse como
LOS TEXTOS POÉTICOS 189
188 LA MÚSICA DE LOS INCAS

( yawar weke); pondrá a la naturaleza como testigo de su dolor, O bien (núm. 104):
piditndole ayuda y protección. Solicitará al pakay, al saúco, escon- Sol, luna
derlo bajo su sombra (núm. 60), a la nube envolverlo u oscurecer Por la rendijita, alúmbrenme,
el camino de la vagabunda (núm. 95): Sol, luna,
Abríguenme
Nube que limitas la tierra, Con su calorcito.
Hazme el favor, ayúdame Estrella, estrella,
Mi amada se ha marchado Alúmbrame con tus rayos;
Ayúdame a conservarla. Estrella, estrella,
Para unirme en mi paloma amada.
Rezará al mayo, el torrente, tanto dejarla pasar como oponerle
Estas invocaciones tienen para nosotros algo de emocionante
algún obstáculo a la huida de la bienamada (núm. 93):
desputs de cuatro siglos de dominación. ¿Dónde encontrar en estas
Río grande de Warpo poesias una frase que pueda hacer creer en la más mínima com-
Río caudaloso, prensión del cristianismo por parte de estos católicos ya antiguos?
Que con mi llanto Fuera cánticos, en ninguna parte. La nueva religión se superpuso
Aumento tus aguas, a la antigua sin borrar el espiritu; las pomposas fiestas de la Iglesia
Impide que mi ama~te se vaya. reemplazaron a las ceremonias del culto incaico -¡y sabemos có-
mo!43- pero el espíritu panteísta permaneció intacto entre estos
Sus súplicas son hechas a seres considerados vivos, amigos o seres en constante contacto con las fuerzas de la naturaleza, par-
enemigos, a quienes se otorgan poderes y fuerzas especiales. El ticularmente poderosas y violentas en las alturas de los valles
amante desdichado osará incluso mirar más arriba. Implorará al andinos. Ciertas manifestaciones de la religión solar incluso sub-
Sol, a la Luna, llamándolos "padre" o "madre". Se dirigirá a ellos sisten todavia. Alomía Robles afirma haber escuchado el himno al
como a verdaderos dioses dispensadores de la luz y de la vida. Sol (núm. 10) cantado por un grupo de indios en secreto en una
Escuchemos (núm. 42): quebrada del centro peruano, lejos de toda conglomeración habi-
tada. Un hacendado de la frontera boliviana, al oeste de Puno,
Cuando a tu casa llegue, t.ema, hace años, un viejo cocinero aymara que cada mes le pedia
No me botes una tarde libre; partía solo, y no lejos de la propiedad, en un
Porque soy pobre y triste. terreno baldío, lo velan arrodillarse a la manera indigena, sentán-
Padre sol, madre luna, dose sobre los talones, y entonces, con la cara hacia el Sol, cerrados
Solamente ustedes ven loe ojos, hacia actos de adoración durante varias horas ...
Cuando lloro lágrimas de sangre. ¡Para el indio, el hombre no es libre, no dirige su propia vida!
Un hecho que cree conocer o que busca, pesa sobre todo su destino
Otro ejemplo (núm. 47): (núm. 91):
A una palomita he criado .. . Dicen que mi madre me alumbró
Ahora me ha abandonado .. . ¡Ay!
Padre, sol, me has de alumbrar, En medio de las nubes y de la lluvia,
Si es que nunca más me viera Para dar vueltas como las nubes
Con sus dos ojitos de estrellas
Sin ella todo se me oscurece. 43. Ver Segunda ~. p. 113 y siguiente&.
190 IA MÚSICA DE LOS INCAS
LOS TEXTOS POÉTICOS 191

O bien (núm. 106):


aiquiera el amo. Estas fiestas se convierten rápidamente, ¡ay!, en
¿Acaso mi madre me alumbró lamentables borracheras.
En el nido del Pukop-Pukop Con dos o tres excepciones, nuestros textos no reflejan este
Para que como el puko-puko carácter satírico, bastante dificil de captar, ya que por lo general
Llore yo día y noche? ee expresa en piezas improvisadas. Por el contrario, la influencia
española se deja sentir claramente en los estribillos alegres o
Este determinismo subsiste en el amor; si se ama, si no se burlones.
ama más, un suceso, un acto, una coincidencia, son los respon- En cuanto al idioma, se nota que las expresiones son simples
sables. los filtros, las prácticas de brujería conservan, desde luego, o apasionadas, pero Jamás triviales ni groseras; las comparaciones
todo su prestigio aún hoy en día: "¡Por qué, paloma, hacerme beber prdan a menudo la sinceridad de los paisajes que evocan. Las
un vaso del agua del olvido!" (núm. 50). Poéticamente, decirle a frases son cortas; los verbos, con sus numerosas formas, expresan,
la amada: "Necesito sembrar un helecho" (núm. 90), significa pcias a un simple sufijo, aquello que entre nosotros habría ne-
rompimiento o partida; pero algunas veces con menos franqueza, cesitado una perífrasis o un incidente, de ahí su gran concisión.
el amante se contenta con rechazar sobre el helecho la responsa- El pensamiento es a menudo reforzado por un preámbulo que
bilidad de sus sentimientos (núm. 10). En sentido inverso, se consiste en la yuxtaposición de dos términos de similar significado,
encontrará en el hombre esta fatalidad resignada mientras la aman- o incluso dos grupos de frases de parecida acepción.
te se ha ido, incluso en brazos de otro; no es que los celos no
torturen su alma, pero, en esto, y obrando con más lógica que el Número 139:
europeo, el indio se dice que suprimir al feliz sucesor no le devol-
As{ nomás,
verá la felicidad perdida. Reléase la poesía núm. 137 (ó 167): el
Muchacha, te he querido.
mensajero viene y confirma su desgracia al amante: "Ellos viven
En tu puerta te canto,
Juntos.", dice. Y concluye, ya en abandono: "¿Por qué reunirlos?
En tu puertecita.
¡Viéndolos Juntos, no tendré más que llorar!".
Esta amargura, que también existe en ciertos cantos populares Número 166:
españoles, ha hecho nacer en el Perú un florecimiento de la poesía
¿ Quién es el causante (bis)
criolla escrita en castellano, y que corresponde un poco, en lo que
Para nunca más unirnos
a los sentimientos expresados se refiere, a los mestizajes que
Para nunca más encontrarnos?
hemos descrito en la música. A este género se refieren, por ejemplo,
los núms. 23, 32, 35, 41, 155; la poesía refleja la más negra Más adelante:
desesperanza, y su grandilocuencia, su estilo ampuloso, que con-
trasta con la fuerte simplicidad indígena, nos la hacen insoportable. Por eso ya no aparece,
Aunque en menor proporción, se podría dirigir al poeta Melgar un Por eso ya no viene.
reproche de este tipo. Finalmente:
¿Tendría el indio sólo una cuerda en su lira, la tristeza? No
lo pensamos. Baila con frenesí, se divierte y, como un niño, ríe a Agua negra, ayúdame a cantar,
veces de nada, mostrando sus bellos dientes; posee también un Por favor, lloren conmigo,
sentido preciso de observación que le permite captar e imitar las Por favor, entristézcanse conmigo.
características de las personas. En las fiestas dadas por los ha-
Esta necesidad de reemplazar por sinónimos hace que el
cendados a los trabajadores agrícolas, nadie escapa a la crítica, ni
Poeta, a falta de otra palabra, emplee algunas veces, quechui-
LOS TEXTOS POÉTICOS 193
192 IA MÚSICA DE LOS INCAS

zándolo, un verbo español a fin de evitar una repetición. Se en- Las fábulas
cuentran ejemplos a este respecto en los núms. 58, 92, 95, etc. Además de los textos que la música y los versos obligan a
Puede igualmente hacerse notar, como procedimiento de com- guardar una forma definida, fija, existen en la tradición andina
posición, una cierta progresión, una especie de marcha ascendente fábulas muy antiguas, relatos en prosa cuyo interés está sobre todo
a saltos, como si la idea se apoyase sucesivamente en un grado en la inspiración y en la finura del que la dice. Ya Garcilaso nos
para trepar al siguiente. seftala estas fábulas que encierran en ellas un principio moral, una
tradición religiosa, un hecho legendario. Le reprocha a los espa-
Por ejemplo (núm. 168): ñoles no haber comprendido el sentido oculto, la alegoría, Y bur-
¿Dónde habrá un cuchillo ... ? larse tontamente. En nuestros días, la fábula continúa su acción
Para traspasar educativa. Numerosos viajeros han señalado estos cuentos al folk-
Este corazón que ama tanto. lorista. En Azucenas quechuas podrá encontrarse una docena de
Dividiéndolo en mil pedazos estas fábulas. Podrá dudarse de la originalidad de algunas de ellas;
Al rio lo echaría; pero si en ellas se deja sentir una influencia extranjera, quizá haya
Tirándolo al río, que acusar al transcriptor, en quien esta ligera traición a lo mejor
Al perro le diera de comer. fue involuntaria. Ahf se nota el peligro de fijar de memoria un
Se encontrará. una progresión análoga en la núm. 167. relato que se ha escuchado; seria útil poder taquigrafiar la narra-
Al contacto con el español, el quechua enriqueció su vocabu- ción. Estas piezas conllevan a menudo una moral simple e incluso
lario de términos nuevos que le eran necesarios, pero en algunos cruel en su lógica simplicidad; otras, más míticas, explican un
casos asimiló únicamente la raíz, siendo sus principios gramatica- fenómeno, el origen terrestre de un animal, etc. Como en las fábulas
les generalmente respetados, único punto importante para la con- de todos los pueblos, los animales ocupan el lugar principal, con-
servación de la lengua. Aún es hablada muy puramente en la parte cediéndoseles la palabra. El ambiente, bien conducido, permite en
sur del Perú. Al norte y en Ecuador, donde el quechua, en el tiempo general a los interlocutores mostrarse bajo sus aspectos particula-
de los incas, era el idioma impuesto, los dialectos se contaminaron res. Por turno aparece el puma, el zorro, el sapo, la serpiente, el
mucho, siendo los referentes castellanos más numerosos. ciervo, el cóndor, las tórtolas, por último el hombre. Esta compren-
Se encontrarán entre nuestros textos algunas piezas en un sión de los diferentes caracteres de los animales confirma lo que
español bastante deformado al modo indígena, tanto en la pronun- hemos avanzado acerca del agudo espíritu observador del indio.
ciación como en la sintaxis. Por ejemplo los núms. 51, 76, 110.
Si los españoles dicen yaraví por harawl, guano por wanu, etc.,
los indios, por su parte, pronuncian llwanta por levanta, wapo por
guapo, etc. La w no entró en la cabeza de los conquistadores,
reemplazándola por una v o una g dura, la misma v o g de los
quechuas. Estos poseen, sin hablar de las consonantes guturales,
de sonoridades tremendas, dos vocales intermediarias: la una entre
la e y la f, la otra entre la o y la u, llevando a confusiones reciprocas.
Hay que hacer notar, igualmente, en las poesías señaladas más
arriba, las inversiones debidas al quechua (principalmente en las
formas genitivas), tales como pan-pedazo, plata tengo, etc.
CAPITULO VI

Cantantes e instrumentistas.
Notaciones.

CANfANTES E INSTRUMENTISTAS
Tos INDIOS, QUECHUAS, aymaras o yungas, descendientes di-
..1.4rectos de individuos sometidos antiguamente a la familia
ft8l de los incas, forman todavía en la actualidad las cuatro quintas
partes de la población del Perú, Bolivia y Ecuador, proporción
IUBtanctal que no se percibe del todo desde lejos.
Si en general el indio ha aceptado sus condiciones de vida,
moetrándose a menudo olvidadizo de su pasado, en ciertas regiones
de la sierra donde la tradición está mejor conservada, habla, por
el contrario, con orgullo de sus amos del Tahuantlnsuyo, rememo-
iando los tristes episodios de la Conquista española; en algunos
flllorrtos a<m se llevan bellos vestidos negros bordados de azul en
~ de duelo, seg<m dicen, por la muerte de Atahualpa, el último
Íai:a. Entre las reliquias del pasado, le fue concedido al indio
~ una música original y bella que ha sabido conservar viva.
profundamente esta música, y su oido se siente atraído por
eabor especial que da a los cantos puros, mediante el empleo
la gama pentatónica.
En los caserlos andinos, acurrucados en las cavidades de los
, en los grandes poblados, centros comerciales indígenas
se almacena la mercaderla traída muchas veces desde muy
luego de varios dias de viaje, cerca de las estaciones de
lineas ftrreas de penetración lanzadas a travts del caos
_uau,co de la cordillera, en todas partes, nos encontramos con
tantee. En la plaza, la vendedora de chicha, el sastre ambulante
~__J\NTES E INSfRUMENTISf.b.S 197
196 IA MÚSICA DE LOS INCAS

otaS, separadas por un gran intervalo de la


con sus géneros en la espalda y su medida en la mano, el alcalde Otras pequeñas f1ser picadas, como lanzadas por una especie
paseándose, que es reconocido por su alto bastón sobrecargado de ta principal, debe:tl a.5pirada antes de recaer sobre el sonido que
ornamentos de plata; en la calle, el mendigo andrajoso, el chiquillo espiración o de h
que vagabundea, el obrero cuya fiel flauta le sirve para convocar a e:46
sus camaradas; en la cabaña, el cocinero, el muchacho doméstico;
en el campo, el trabajador agrícola, el campesino, el conductor de
llamas. Todos estos seres han sido criados por otros seres que
cantaban, bailaban o tocaban la flauta y la zampoña al igUal que ójl. del indio es flexible, sin delicadeza y con
ellos. Conservan en su memoria y se transmiten, mediante la voz La interpretad bsoluta.
,.._~,c9- s.
o los instrumentos familiares, cantos o líneas melódicas seculares precisión nu,u. oS preferidos continúan siendo los antiguos: la
para hacer agradable su rústica vida o exteriorizar sus penas. Los instrument en todas partes, y la zampoña, difundida
Las voces no ofrecen nada extraordinario, salvo en su exten- ta vertical, usad:oS valles bolivianos y en el sur del Perú. No
sión, que es grande para órganos vocales poco cultivados. Las voces re todo en los al l8- descripción de estos instrumentos. A pesar
masculinas pFesentan una rudeza que las sonoridades guturales ~emos sobre a de sus flautas, los instrumentistas hacen
del quechua hacen todavía más sorprendente; voces a todo pulmón la fabricación to: vtrtuosismo, pudiendo modificar perfecta-
aunque sin calidad especial en el timbre, opuesto al estilo del bel !ipla de un verdade fllediante los labios, para que suene con el
canto. En cuanto a las mujeres, es muy dificil vencer sus temores ,-ente wi intervalo 00 Por el oído. ·
y supersticiones y hacerlas cantar; sus voces nos han parecido más o justo reclama preciso añadir el arpa sin pedales, que sirve
bien dulces, un tanto plañideras, en correspondencia con su timbre A las flautas es acompañamiento, pero que también se toca
oral. Hombres, mujeres y niños cantan perfectamente afinados, y -pmoinstrumento d~aridurria y el charango son del gusto sobre
la única dificultad para imitarlos consiste en reproducir exacta- ladividualmente; la
mente la manera con que ejecutan cierto tipo de grupetto poco f¡od.o del mestizo. rtJ.cularmente en estos instrumentos indíge-
definido, ubicado en el final de las frases musicales como apoyo St insistimos Pª no significa que sean los únicos. El Perú y
conclusivo; hemos creído poder anotarlo de la siguiente manera: '88, o devenidos ta1e:;,tra época orquestas que no tienen nada que
Jtolivia conocen en 1111de los pueblos en nuestro país (Francia); el
fllV1d.iar a la músic9- el trombón, el pistón y el clarinete son los
ptrabajo de cobre~tos. Estas orquestas también presentan al
Este grupo ornamental se ejecuta deslizando rápidamente una p:incipales ins~ real, pues su repertorio contiene todavía,
5
nota sobre la otra, produciéndose de esta manera una especie de ,tnógrafo un tnter europeos o norteamericanos, piezas de ins-
5
lamento (núms. 62, 70). Hemos anotado de manera precisa los fdem.48 de elemento típicas. Una banda46 puede pasar muy bien
intervalos cantados de esta manera para que pueda reproducirse JdraciOn popular mv~ polka a un yaraví o a una kaswa, y esto
el pasaje tal cual lo escuchamos, aunque consideramos que no 4e un fox-trot o dt'; des importantes, como en la capital. El aire
forma parte de la línea melódica propiamente tal -es por ello que iP.duso en las ciuda rtmero que nos sorprendió por sus intervalos
no dimos ejemplos en la p. 137-. No sabemos si esta forma de IP.ifgena, que fue el ~zación tosca y sus chanzas expresivas, nos
cantar es la habitual desde hace mucho tiempo. ¿Proviene de una ~es, su arlll 0 punta, pequeña estación balnearia cercana a
influencia extranjera? Ornamentos similares encontramos al final ltlcte.ron bailar en V
de las frases de las canciones españolas populares, pero la ejecución
y el efecto producido son bien diferentes. 44 Vu el canto n. 10a.
44. Verp.137. • Grupo de músicos-
198 IA MÚSICA DE LOS INCAS NOTACIONES 199

Lima, durante las fiestas del carnaval de 1913; pero, ¿quiénes eran Arequipa o Cusco, luego de la ejecución de música europea más o
los ejecutantes? Los cobrizos soldados (indios o mestizos en su menos esmerada, mientras los invitados poco íntimos partían, que-
mayoña), que componen la banda de música de las tropas acanto- dándose un pequeño grupo de confianza, inmediatamente, pianista
nadas en El Callao. los músicos rodean lentamente la plaza, to- o cantante, atacaba un baile local o un triste, y entonces la audiencia
cando sus instrumentos, sin partitura escrita, haciéndonos escu- se enciende, Jocosa o emocionada hasta el fondo del alma; la
char un pasacalle, triste a nuestros oídos europeos, pero moderación ha sido desechada, dejándose la concurrencia llevar
seleccionado preferentemente para esos días de alegría y libertad por la exteriorización de sus sentimientos más íntimos y profundos.
por ser del gusto popular. Algunos meses después tuvimos la Se sucedían tanto aires criollos como indígenas, una marinera
oportunidad de escuchar una ejecución idéntica, una tarde de fiesta bailada con elegancia por una vieja pareja, pañuelo en mano, o bien
en San Mateo, en el valle del Rímac, por la banda local. el ritmo contrastante de una kaswa. Téngase en cuenta que en el
Las orquestas indígenas compuestas únicamente de flautas o país no se hace distinción entre la música indígena y la más o
de zampoñas de cañas diferentes, así como también de tlnyas y menos mestiza; por otra parte, como ya hicimos notar, estos géneros
de bombos, se encuentran sobre todo en la actualidad en los pe- se enlazan íntimamente y su punto de fusión permanece puramente
queños poblados de los altos valles del sur del Perú y de Bolivia ideal. El pueblo sabe especialmente reconocer su música, y eso
(ver láms. XXXV y XXXVID. En este último país, la zampoña es basta.
preferida a la flauta. 47 Estas orquestas raramente tocan diferentes Estas observaciones personales sobre el Perú, particularmente
voces o partes; generalmente se contentan con reforzar con más nos han sido confirmadas por otros observadores en términos
instrumentos a una octava de distancia, la única línea melódica. idénticos para la generalidad de Bolivia y Ecuador.
En ciertos casos harán un mal uso de la escritura moderna, agre-
gando, para doblar la parte superior, un rosario de terceras tan
lánguidas como insípidas. Pero los acompañantes, los arpistas, se NUESTRAS NOTACIONES
guían por un instinto más seguro, sabiendo limitar sus necesidades Dos métodos posibles se ofrecen, en el curso de nuestros viajes,
solamente a las dos sucesiones de acordes perfectos, mayor y para recopilar los cantos populares.
menor, a un tercio de distancia, equipados con la gama pentatónica El primero consiste en consultar a personas de todo rango,
cuando se trata de canciones puras, o con encadenamientos parti- indios, mestizos o blancos, que dicen conocer los aires de su país,
culares de los modos mestizos conteniendo dos terceras mayores y esto tanto en los pequeños poblados como en las grandes ciudades
consecutivas, lo que proporciona de golpe a sus acompañamientos como T-rujillo o Arequipa. Incluso en Lima nuestra· recolección fue
un color franco y típico; esto es una prueba de los verdaderos dones abundante; allí se encuentran de paso o establecidos como obreros
musicales populares, sobre todo cuando se piensa en la débil o domésticos, numerosos serranos, cuya memoria ha registrado
formación que su oído ha podido recibir en un país tan inmenso y fielmente las canciones escuchadas en su juventud o aprendidas
poco culturizado.
para ser cantadas en las fiestas. Toda esta gente nos presenta su
A menudo hemos podido constatar la importancia acordada a repertorio, como podñan hacerlo los campesinos de nuestras pro-
la música popular en el Perú, no solamente entre los indígenas, vm.ctas francesas, y que es muy rico y variado! Para hacer entrar
sino también entre los mestizos e incluso entre los criollos de los en con.fianza al tímido, a menudo usamos la artimaña siguiente:
medios sociales más elevados. Durante el transcurso de pequeñas cantamos nosotros mismos aires recogidos en nuestra anterior
reuniones musicales en casas de familias acomodadas, como en recolección y que ellos no conocen. Escuchando estas sonoridades
familiares, sienten que los agita un doble sentimiento, el de la
47. Se cncontrari. e.n la Anthropologie boliuienne de Chervin una interesante fotografla
atracción de la música tradicional y el que hace nacer su creencia
de la orqueata de flautas de Pan de Tolapampa (40, p. 177). en la superioridad de los aires que conocen personalmente. Desin-
200 LA MÚSICA DE LOS INCAS NOTACIONES 201

hibidos sus temores, termina por reír y burlarse un poco de Íos mos como por su capacidad comparativa con las notaciones tomadas
cantos vecinos, haciéndonos escuchar orgullosamente los suyos. La según el primer método. La muy frecuente repetición de los mismos
partida ha sido ganada. motivos permite a menudo un control inmediato, fijando de esta
Nos hemos ayudado para las notaciones de un fonógrafo, pero manera el folklore captado vivamente. Tal el caso, entre muchos
además de que no era muy bueno, su empleo no nos rindió los otros, del baile de Palea, núm. 161. Lo presenciamos en julio de
servicios que puede suponerse. Era preciso que el cantante o el 1919, de regreso de una larga excursión en el caluroso valle de
instrumentista, decidido por fin a seguirnos hasta nuestra vivienda, Chanchamayo. La oscuridad nos sorprendió en los senderos de la
se prestase a una cierta representación que a menudo lo descon- sierra, y conducidos por los lentos pasos de nuestras fatigadas
certaba. Todavía podemos oír el ¡Vamos a ver! lanzado con formi- cabalgaduras, llegamos a Palea hacia las nueve de la noche, en el
dable voz al comienzo de una grabación por un cantante que quiere momento en que luego de haber bailado y tocado todo el día, los
darse coraje, frase que el fiel instrumento reproduce en cada habitantes retomaban fuerzas para continuar la fiesta. En efecto,
audición para nuestro júbilo! Debemos también disponer, en el apenas nos habíamos acostado cuando los golpes del bombo se
momento deseado, de los rollos necesarios; sin embargo, no somos dejaron oír desde lejos, sordamente, y poco a poco la pequeña
lo suficientemente solventes como para financiar el precio del orquesta local salió de su sopor momentáneo. Aquella noche, el
transporte, con lo cual se dificulta el aprovisionamiento. Las líneas repertorio fue indígena puro. Los músicos, en grupo, tocaban la
de flauta se graban más fácilmente que los aires cantados; las flauta, el clarinete e instrumentos de percusión, describiendo un
palabras se comprenden mal y siempre deben ser transcriptas gran círculo en el pueblo, pasando y repasando bajo nuestra ven-
aparte. He aquí como procedemos habitualmente: apenas un rollo tana. Ca.minaban a pasos lentos, precedidos y seguidos de algunos
ha sido registrado, lo hacemos escuchar, tanto para controlar su portadores de antorchas humeantes, y rodeados de todos los bai-
calidad y sus lagunas como para interesar al ejecutante. Luego, por larines que, en medio de una nube de polvo, golpeaban el suelo
la tarde, gracias a audiciones sucesivas y a la necesidad de frag- con sus ágiles pies, y gritando de tiempo en tiempo, con voz de
mentar, fijamos en el papel, de manera rigurosa, la linea melódica falsete, chillidos de perro; los músicos, a pesar de sus robustos
escuchada. El rollo, cuya impresión se debilitará, es entonces pulmones de serranos, se veían obligados a reemplazarse mutua-
frotado con bencina a fin de poder usarlo en los días siguientes mente para que la danza no se interrumpiese. Las numerosas
para nuevas grabaciones. Se comprenderá, ahora, por qué no hemos repeticiones nos permitieron escribir exactamente todas las varia-
podido, a nuestro pesar, traer documentos fonográficos. Pero ase- ciones improvisadas por los flautistas a partir del tema inicial del
guramos la exactitud de nuestras notaciones personales; los inter- baile en cuestión.
valos, parecidos a los nuestros y conseguidos, como dijimos, me- Muchas anécdotas podrían contarse. Permita.senos recordar
diante voces precisas o instrumentistas de suficiente habilidad, no algunas al azar; a través de ellas comprenderemos mejor cómo y
ofrecen dificultades especiales para su notación. Algunos ritmos en qué circunstancias se enriquecía nuestra colección.
son más delicados de interpretar y escribir; hemos puesto todo En Lima, por ejemplo, tocamos a la puerta de un convento de
nuestro cuidado en expresarlos lo más fielmente posible. Ca.da aire jovencitas donde sabíamos que se educaban muchos niños de la
es recomenzado por el ejecutante tantas veces como sea preciso, sierra, algunos de ellos con un tinte cobrizo auténtico. El primer
luego lo repetimos delante de él para disipar toda duda. dta, y gracias a la complacencia de una religiosa que comprendió
Otro método consiste en escribir in situ los bailes y los cantos nuestro interés, la recolección fue abundante y de un estilo indígena
escuchados los días de fiesta o de francachela, en los casos en que puro; las jovencitas escogidas, todas quechuahablantes, estaban
la audición no nos ha sido especialmente concedida. Este método felices de poder cantar. La segunda sesión, en cambio, nunca tuvo
más aleatorio que el otro, nos proporcionó, cuando pudo realizarse, lugar: la superiora, intuyendo el peligro y temerosa de que nuestra
nuestros documentos más típicos e interesantes, tanto por sf mis- presencia despertase los aires paganos en su convento, los aires
NCYfACIONES 203
202 U MÚSICA DE LOS INCAS

prohibidos, nos impidió la entrada al paraíso mediante un San huyeron por turnos- fuimos objeto, por su parte, de una encantadora
Miguel... ¡en hábito! atención: muy tarde en la noche, nos pareció oír, bajo nuestra
Otro dfa, con ocasión de un almuerzo en casa de una familia ventana, ligeros ruic,los, cuchicheos misteriosos; luego, y de golpe,
amiga, nuestros anfitriones llamaron a sus sirvientes indios al una pequeña orquesta atacó un gracioso baile, ejecutando sucesi-
salón, los que se pusieron a cantar de buena gana; entre ellos se vamente una serie de aires indígenas y mestizos. Luego de un
encontraba un joven ayudante de cocina de unos doce años, cuya silencio, se dejó oír una música lenta y triste, de gran emotividad,
voz fresca y segura, así como su gran repertorio, fueron para con el mismo tema repetido muchas veces; a continuación, siempre
nosotros un regalo inesperado. tocando, el grupo se alejó, y el sonido se fue perdiendo en la calma
En la hacienda Naranjal (valle de Chanchamayo), la misma nocturna. Después de haber tocado los aires que les parecieron
feliz sorpresa nos fue reservada a través de un niño de la misma más apropiados para homenajearnos, este kacharpari .final tenia el
edad. significado de un adiós que los músicos del Cusco nos entregaban
He aquí un hecho que mostrará, una vez más, el amor que el como un recuerdo de nuestro paso por su ciudad y que nos gusta
indio siente por su música: en el albergue de Puno, al borde del revivir, con su perfume emotivo y discreto.
lago Titlcaca, escuchamos a nuestro ayudante, un aymara de rasgos
toscos, silbar todo el tiempo temas indios. Al solicitarle que can-
tara, sonrió tontamente y huyó sin decir palabra, pero regresó
inmediatamente aproximándose a nuestra puerta o a nuestro bal-
cón, retomando su silbido. Tratándolo como a los niños, decidimos
no prestarle atención, pero dejando sobre nuestro equipaje, como
olvidados, unos bellos ejemplares de zampoñas. El Joven, al regre-
sar a nuestro cuarto con algún pretexto, vio las flautas, tomó una,
y bruscamente se la llevó a los labios, tocando una corta frase;
dejó la flauta y huyó como un ladrón. El anzuelo funcionó. En la
noche, hacia las diez, echados en nuestro pequeño lecho de esa
inmensa y desnuda habitación, con sus ventanas descentradas de
marcos rotos, luchábamos contra el frío bajo nuestras mantas, a
cuatro mil metros de altura, tratando de calmar el soroche48 que
afligía a uno de nosotros, cuando escuchamos pasos en la pequeña
escalera de madera que daba acceso a nuestro balcón, y como
empujada por un huracán, se abrió la puerta; era el muchacho:
"¡Vengo para cantar!", nos dijo. Así, a la luz de una mala bujía,
comenzó algunas frases inaudibles, ¡tan extrañas como laboriosas!
Una vez más, habíamos llegado a nuestra meta.
Durante nuestra estad.fa en la región del Cusco, la recolección
fue particularmente fructífera. La víspera de dejar la antigua capi-
tal, donde permanecimos muchos días y se nos conocía como
aficionados a la música incaica -pues cantantes y flautistas contri-

48. Mal de altura.


CAPITUW VII

Comparación del folklore andino con


el folklore musical de América
y de España

D IJIMOS AL COMIENZO de este estudio que considerábamos al


folklore musical andino como la joya actual de toda América.
&ta afirmación debe ser justificada.
La comparación con los otros cantos indígenas analizados en
eus grandes lineamientos mostrará el carácter americano, pero más
evolucionado y pulido de nuestras notaciones, lo que es natural
cuando se piensa en la civilización quechua, y veremos que esta
superioridad de la música andina no es una consecuencia de los
aportes europeos -60bre todo españoles-, pues éstos son muy dis-
-u.ntos,habiendo formado una música particular que hemos deno-
minado "mestiza".
Tales son los dos puntos que nos esforzaremos en desarrollar;
la música aportará, así, su ayuda a la etnografla. :Este arte y esta
ctencia se ignoran todavía muy a menudo; el músico, al estudiar
d folklore, desdeña generalmente la historia de los pueblos que
los han concebido, mientras que el etnógrafo, en el polo opuesto,
ae pierde en tablas porcentuales y en nomenclaturas tan secas
como las plantas de un herbario; así, no debe tratarse a la divina
m1isica como si fueran objetos concretos. ¿No podrían, fructífera-
mente, reconciliarse estas dos tendencias?
Recordemos que la primera comprobación que se impone al
leer los cantos andinos, es la del empleo de una escala de cinco
&on.idos dentro de la octava, sin semitonos. Esta gama es familiar
a todos aquéllos que estudian las músicas primitivas. Se le da en
206 IA MÚSICA DE LOS INCAS EL FOLKLORE ANDINO Y EL DE AMÉRICA Y ESPAÑA 207

general al epíteto de "defectiva", muy erradamente a nuestro en- tribus que alguna vez poblaron las extensiones de Estados Unidos
tender. Por este término se entiende que la escala no utiliza todos y Canadá. Se sabe que sus escasos representantes viven en la
los grados de nuestra gama moderna, como si se debiesen referir actualidad en un estado de relativa libertad, en los territorios
las músicas del mundo entero a nuestra concepción europea; los llamados reservaciones. Es ahí donde pacientes folkloristas se han
conocimientos históricos del lenguaje musical se han desarrollado dirigido para recoger, antes de su desaparición, los cantos de una
grandemente en los últimos cuarenta o cincuenta años, y se debe- raza que se extingue. De los muchos trabajos y memorias publica-
rían dejar aparte las gamas primitivas de cinco sonidos -o menos dos en Estados Unidos, sólo retendremos las obras generales más
de cinco sonidos- reservando, por el contrario, la calificación de serias y documentadas. Luego de haber citado a Boas, Farwell,
defectiva para aquellas que habiendo sido más completas, se hu- Fewkes y Fillemore, tres nombres femeninos dominan el tema,
biesen restringido voluntariamente debido a inquietudes estéticas Alice Fletcher, Natalie Curtls y Frances Densmore, la primera con
de diversas color~ciones, como ha ocurrido en ciertas regiones de A study of Omaha Indian Muste (69), A Pawnee Ceremony (70) Y
Oriente y de la India. diferentes informes, la segunda con Indians' Book (51), que con-
Regresemos a la gama pentatónica primitiva -no defectiva, tiene cerca de ciento cincuenta melodías recogidas en una veintena
sino completa, para los pueblos que no conocieron otros grados-. de tribus de los Estados Unidos, y la tercera con estudios profundos
Siempre compuesta de los mismos intervalos, los de las teclas sobre la música de los Teton-Sioux (55), los Chipewas (54), los
negras del piano, continúa siendo muy difundida en el mundo. Si Utes (56), los Mandanes y los Hidatsas (57) (más de 800 melo-
la encontramos muy claramente establecida en ciertos puntos de dtas).51
Europa, en Escocia y en Bretaña, por ejemplo, si la encontramos Debido al abandono de su religión y a los cambios relativos
aquí y allá en los principales cantos del continente negro, es en en sus condiciones de vida, los indios de los Andes no han con-
Asia en donde parece haberse empleado sistemáticamente desde servado, como hemos visto, sino los cantos de amor y las danzas,
muchos siglos atrás; el Imperio Medio, que conquistó nuevos in- que aunque un tanto rituales, sobre todo son bailes de regocijo Y
tervalos, regresó, por motivos morales y austeridad voluntaria, a de fiesta. Incluso antes de la Conquista, como se puede uno dar
las cinco notas de sus ancestros, 49 a quienes Japón, Corea, Annam cuenta por los cronistas, la música del tiempo de los incas expre-
{Viet Nam), Camboya, etc. permanecen fieles. Sin embargo, la aaba a menudo, a través de la voz o la flauta, la exaltación de tm
escala pentatónica, viviente en el Perú, nos parece que es general- sentimiento o la emoción de un paisaje, función más elevada que
mente empleada en América, nuevo punto de contacto entre la raza la de acompañar una ceremonia o servir a un encantamiento. En
amarilla y la rama americana que parece habérsele desprendido los Estados Unidos, por el contrario, los cantos recogidos han
debido a las migraciones que pueblan el Nuevo Continente. Pero conservado primordialmente un cará.cter utilitario; son cantos re-
ah1 acabaría el hecho común; las formas melódicas y rítmicas y la ligiosos, ceremoniales, guerreros, de caza, de medicina, cantos que
misma concepción de la música, difieren esencialmente entre la deben contribuir por su propia virtud, debilitando al enemigo,
antigua y refinada Asia y la aún Joven América. propiciando la siembra, a ahuyentar los males, como si tuvieran
Examinemos el folklore musical americano; los documentos la potencia de un filtro, influyendo felizmente en una persona
recogidos, a pesar de sus imprecisiones, permiten una visión de amiga. Serán casi exclusivamente melodías vocales. A pesar de las
conjunto sobre la música autóctona. 80najas, raspadores y las panderetas de una sola membrana, el
Dejemos de lado a los esquimales 60 y detengámonos en las flauttn es el único instrumento capaz de reproducir una línea

49. Lou!s Laloy, La mu.,tque chtnot.se, pp. 21 y 54.


50. El lector interesado en d folklore musical esquimal podrA consultar loe importanue
11. Al ftnal de un estudio de J ulien Tiersot (B 12), se encontranl una bibliograJla completa
trabajos de F. Boas (27) y sobre todo loe de Thalbitzer (210 y 211). de las publicaciones coneagradll8 a la música indígena en loe Estados Unidos hasta
1908.
EL FOLKLORE ANDINO Y EL DE AMÉRICA Y ESPAÑA 209
208 IA MÚSICA DE LOS INCAS

melódica, y todavía lo vemos un tanto difundido, empleado en bitndolas escuchado en sueñ.os; nada más natural que se hayan
circunstancias especiales; quizá su jmportación de las regiones más deslizado elementos modernos.
meridionales sólo se remonte a algunos siglos. 52 La escala pentatónica no se presenta en los cantos del norte
Lo que asombra en primer lugar al leer los cantos recopilados con el mismo carácter que en· los cantos andinos, ni bajo formas
en la inmensidad del norte del continente, es su estrecho paren- modales tan claras. En nuestras notaciones, como se ha podido
tesco musical. Esto merece recordarse, pues hay gran distancia ver, hemos determinado los modos no solamente a partir del
entre los cazadores ribereños de los grandes lagos y las turbulentas aspecto general de la melodía, sino sobre todo a partir de los
tribus del suroeste o los sedentarios y pacíficos pueblos. Es a través reposos y de las cadencias conclusivas. Sin embargo, en los docu-
de ciertos giros melódicos, de simples detalles rítmicos, que estos mentos que hemos examinado, los reposos y las conclusiones, a
cantos se distinguen unos de otros, y es preciso haber vivido entre menudo, no son fijos en el transcurso de un mismo canto. Es más,
las mismas tribus para poder atribuirles su procedencia. Estas sucede que pueden encontrarse muchos modos claros que impiden
constantes relaciones nos permiten hacer un análisis general lo afirmar si la melodía pertenece más a un modo que al otro, pu-
suficientemente exacto. Por la misma razón, la música de las tribus diendo ocurrir que se distingan muchas series pentatónicas, a
canadienses, iroqueses, hurones, etc. no será e.xaminada separa- diferentes alturas, lo que constituye, de alguna manera, una o más
damente. modulaciones en el sistema pentatónico. Esta particularidad no se
Como primera característica, encontramos en ellas el empleo ha presentado nunca en nuestras notaciones. A este efecto, tome-
muy general de las escalas de cinco sonidos y de menos de cinco mos un canto de Dakota recogido por Curtis (51, p. 77):
sonidos; ciertas salmodias utilizan únicamente dos notas.58 De las
820 melodías recopiladas por Densmore (región de las planicies y
~ J ...
de los lagos), sólo la tercera parte presenta la gama pentatónica
(11% el modo By 22% el modo A); esta proporción sobrepasa la 'vna ro . .,.. . te wu
IF'IF'lf'
-• . le ca
mitad de las notaciones, si admitimos ahí las gamas de menos de
cinco sonidos que no llevan ningún semitono. En el Indians' Book
de Curtís y en los cantos del Hako de Fletcher, la proporción se
eleva a 63%. Pero si agregásemos a estas cifras todas las melodías ..,...... pt - .,. • - • ta . .,.. . lo • . • - pi
que, aunque poseyendo uno o dos semitonos, como notas de paso,
conservan claramente el carácter pentatónico, encontramos que al
menos las tres cuartas partes de las melodías dependen de la
escala de cinco sonidos. Estas not.as de pasaje son, en muchos
o. .,a- t•,,,.. wu - •• ca;

casos, asimilables a los mestizajes simples señalados en los casos


de las canciones andinas. Puede decirSe de unos lo que se dice de
los otros: son melodías vivas, contemporáneas, aunque de estilo Ya.,. pl. Ja - .ta . C• • lo • . • . ,o!
_ tradicional; los cantantes no siempre confiesan haberlas tomado
de sus ancestros, sino que dicen ser ellos los compositores, ha- f ¼gJ>l D J 1Bf Jtor ...,.
Yuba.ta-T• ..... ú-- la. •
1 J,
ca;

52. Noteee el ducubdmiento, en dlver808 lugares de Estados Unidos, de flautas ver•

,~ J HllJ 1)j lg Ji'¾.1l. 1f i1


Ucalea de hueao, de anUgua fabdcacl6n.
53. Ver las notaciones sobre tres y cuatro notas de la gama pentat6nlca pubUcada por
Sagard en 1626 (canto& Hurones del Canadd.) (191) y los del Durct en 1618· cita
de Marc El Escarbot (cantos de los Aoutmoln&, en Florida sin duda) (63). ' 1'• . u pi. ya . - . ka . CC. lo • - • • pi
..

210 LA MÚSICA DE LOS INCAS EL FOLKLORE ANDINO Y EL DE AM"ftRICA Y ESPAÑA 211

Constatamos que este canto está formado por dos series pen- otros cantos -menos numerosos y a veces má.s pobres en grado
tatónicas (la primera incompleta, no pudiéndose escuchar el fa): (tres o cuatro notas)- utilizan el semitono cromático.
La invención melódica, permi tlda para variar los escasos re-
fvv<r) r r r F
cursos de la gama pentatónica, que nos sorprendió tanto en nuestras
notaciones, deja aquí el lugar a una gran pobreza; los mismos

ft>J J J J l
intervalos son a1l1 repetidos con insistencia: la cuarta, la quinta,
luego la tercera y la segunda, algunas sextas que tienen el mismo
carácter que en el Pera, muy raras séptimas; el salto de la octava
Pero mientras el empleo de un solo modo aparece en varios ea empleado con bastante frecuencia. La melodía a menudo se
casos, a pesar de los cuatro modos utilizados en los Andes, no lo contenta, sin buscar más lejos, con pasar de un grado al otro de
hemos visto que se emplee en la misma proporción (el modo A la escala tal cual estos grados se presentan y en orden descendente
t tiene el primer lugar), 51 sobre todo en la colección de Densmore;55 -pues la pendiente de la línea musical va siempre del agudo al
el modo B y el modo C vienen a continuación, seguidos por el modo grave con más rigor todavía que en el Perú, mientras contiene
D, muy raro). El modo E aparece de manera bastante f:recuente; 56 mestizajes o reproduce la gama moderna-; pero en este descenso,
el canto siguiente, recogido por Fletcher entre los Pawnees, pro- hay un descanso en el camino. La melodía tipo comienza en lo alto
porciona un ejemplo sorprendente (70, p. 66): del registro medio, luego se detiene, y cada una de sus partes
evoluciona como si estuviese en una pequeña plataforma, de donde
' ► IJ,m
.J.. r ir r r r ir r J
Ha&.al Ka. üa wa.to.o: Ha. al H'an
IBJ JJ;
'" • ta • .,
se pasa a la siguiente, concluyendo en el grave. Los intervalos
grandes son ahí muy raros, y si su ámbito es tan extendido como
en el Perú, no se llega a transponerlo sino a través de sal tos

f► • J 11J J J J I UJ
Ita. •--to.o:
¿ IDU04
Ha.a!H"an wt. ta . al
sucesivos. Las notas ornamentales, menos elegantes y menos es-
peciales que en la sierra andina, se encuentran excepcionalmente,
no formando Jamáscon la nota principal intervalos superiores a la
cuarta.
r 11r r r r Ir .ri
Ka • alaa -.to. o: Ha. al H'an
11U AJ 1 Se nota una gran variedad de ritmos. En un canto corto, como
loe sonidos de los cantos populares en general, esta excesiva ri-
queza entraña una sobrecarga y una gran incoherencia; el pensa-
Independientemente de los cantos donde, seg(in nosotros, la miento musical, entre estos seres rudos como son los que consti-
escala se encuentra constituida por mestizajes ajustados a la escala tuyen las tribus del norte, se muestra incapaz de concebir una
pentatónica, se encuentran algunas gamas diatónicas modernas; forma, como veremos, así como de saber seguir los ritmos, de
llamarlos al equilibrio, o de coordinar los que emplea.
64. Eeta pnponduanci.a del modo mayor A es probableme.nte una de lu razones que Parece que delante de una inocente y completa libertad, siem-
hacen que no se tenga, al eecuchar loe cantoe del norte, la impresión general de pre hay que introducir las barras de compás; sin embargo, al querer
tristeza que ee sie.nte al olr loe cantos peruanoe, que ti= una predilección marcada
por el modo me.nor B, como ae ha Visto. encerrar aill la línea saltarina. ocurren cambios constantes de las
55. Lame.ntamoe que De.namore, en sus notaciones y anAlieis, no haya sabido lJberarse unidades, que impiden la lectura en lugar de facilitarla. Con esta
de una concepción eecolásUca actual demuiado eeu-echa de la múeica; ha relacio- &Imple sugerencia no pretendemos criticar las obras que hemos
nado loe cantos con la gama moderna y las funciones tonales de sus intervaloe,
utJ.lizando en su totalidad o e.n parte loe gradoe de esta gama, pe.ro ein tener nada anal.tzado por emplear esta notación; por el contrario, es preciso
que ver modalmmu con ella. De ello resultan e.rrorea e.n las armaduru de las
claves, faleaa indicaciones de la tonalidad, búsqueda de relaciones l.nexl8tentes.
olvidar este detalle y admirar sin reservas la presentación de los
56. Ver el quinto ejemplo muetcal de la p. 182.
cantos, tan exacta como era posible, inteligente y muy elegante,
,

212 L\ MúSICA DE LOS INCAS


EL FOLKLORE ANDINO Y EL DE AMÉRICA Y ESPAÑA 213
particulannente en los cantos de Curtis, que al dividir las melodías
También encontramos ritmos en tresillos y en corcheas, o en
en frases musicales, las hace inmediatamente comprensibles a la
mirada. corcheas punteadas seguidas de una semicorchea, pero Jamás en-
contraremos esos golpes rítmicos desplazados -binarios, luego ter-
Si nos referimos a los cantos andinos, se verá que, con raras
narios, en la misma unidad de tiempo- constatados en nuestros
excepciones, en general hemos podido encerrar los ritmos entre
cantos. 59
barras sin mayor dificultad. Esto se debe a un pensamiento musical
más civilizado, más claro.67 Los ritmos binarios son los más frecuentes, los de 3/ 4, en
movimientos lentos, comparables a los yaravies peruanos, no exis•
Las células rítmicas más típicas de los ejemplos de las obras
ten, aunque algunas veces hay, en 3/4, movimientos moderados
citadas más arriba, son encontradas muy a menudo en la música
bastante expresivos. Los 5/4 son raros, pero bastante característi-
peruana; quisiéramos hablar de las apoyaturas sobre los tiempos
en las notas redobladas, y luego sincopadas o no (medidas 1, 4, cos.
6, 9, 10, etc. del ejemplo siguiente):58 . El esmero en la composición es, desde nuestro punto de vista
europeo, muy simple en todas estas piezas, no pudiéndose casi
J •., f l r., definir la forma. El tema variado, que es la base del canto popular

,..,,, E ¡.f I f f ,r/fCrt!r Cf'IH I! peruano, no se encuentra aquí con el mismo espíritu, quedando la
música totalmente dependiente de la declamación. Las frases mu-
sicales, diferentes entre ellas como los ritmos, se agrupan nume-
rosamente en una misma melodía; mientras tanto, y debido a que
son pobres y compuestas con medios restringidos, producen a
menudo los mismos intervalos, de donde resulta que se tiene la
misma impresión paradójica de monotonía en el desorden.
Los cantos comienzan, y muy a menudo terminan, por una
exclamación sobre una misma nota repetida, según un ritmo en-
trecortado. Mientras la misma melodía es retomada luego de una
e.xcla.nmción, ésta se presenta bruscamente mediante un gran salto
1111
" ij· E.iitl} 11J en su agudo punto de partida, y luego de la conclusión salta al
punto grave. Esto no contradice lo que hemos avanzado acerca de
la pequeña dimensión de los intervalos, ya que el salto en cuestión
reesFIr u·1r
,,.,t.c;,cc 11
aólo se produce al retomar la melodía, y sólo tiene lugar en razón
de la indiferencia a relacionar las ideas musicales entre ellas.
Se ve, por estas razones, cómo hemos podido expllcar nuestras
impresiones sobre la superioridad de la música andina sobre la
de Estados Unidos y Canadá; esta comprobación es por otra parte
perfectamente lógica si se repara en el grado respectivo de cultura
a que llegaron los habitantes de estas dos regiones.
67. Qµe DO ec malinterprete nuestro pcnsamtaito. Nosotros DO constderamoe la barra Vayamos más al sur.
de compú como la regla de todoe loe rttmoe dvllizadoe, -puce con mucho gusto Geográficamente, la relación del folklore musical mexicano
verfamoa •u eu.preeIOn en la m6sica,. pero responde a una ncccstdad para ecparar
loa rltmoa •imples y francoe que ac reproducen a tntervaloe regularee. con el de Estados Unidos queda asegurada por los cuarenta y tantos
68. El tjcmplo musical ha sido tomado de una de las rccopilactones de Dcnsmore (66
p. 106). '
&9. Vu loa tjcmploe musicales de la p. 156.
214 LA MÚSICA DE LOS INCAS EL FOLKLORE ANDINO Y EL DE AMÉRICA Y ESPAÑA 215

cantos de la colección Curtls, recogidos entre los pueblos y los popular, publicando algunas notaciones en Las artes populares en
apaches, cuyos habitantes cabalgan la frontera norte de México. México (13, pp. 199-126); Pilet ha publicado aires indígenas
Llegamos así a las tribus del Estado de Jalisco, que viven en la guatemaltecos (167); Brasseur de Bourbourg, al final del drama
cadena montañosa de la Sierra Madre hasta la Sierra de Nayartt· Rabinal-Achi en donde aparece el texto quicht, proporciona la
los Tarahumaras, los Huicholes, los Coras, etc., tribus que todaví~ música que acompaña la representación, así como cuatro cantos
disfrutan de una cierta independencia y que no permitieron nunca populares de Nicaragua (30). Estos documentos no pueden ser
que los penetraran las corrientes civilizadoras antiguas o modernas. representativos del genio mexicano antiguo. Son modernos y de
Sobre estas tribus poseemos documentos musicales poco numero- ascendencia europea, sin ninguna discusión. Los cantos indígenas
sos pero serios: los cantos recogido~ por León D:iguet (58), Car1 de los Estados de Morelos y de Guerrero, publicados por Adan (3),
Lumholtz 028) Y Preuss (173). Pero aquí empieza nuestro desa- son en su mayoría de carácter español, incluso algunas veces fran-
cuerdo con respecto a México. Si las líneas melódicas del sur de cés; algunas melodías, en los Tecuanes, recuerdan un tanto el estilo
Estados Unidos poseen todas las características que nos han sido de los cantos de Dakota.
indicadas, si se encuentran entre las más típicas, las de la Sierra Pero hay todavía algo más grave: la Dirección de Antropología
de Nayartt sólo ofrecen un interés etnográfico mínimo. De acuerdo Mexicana ha emprendido vastas monografias correspondientes a
con las conclusiones de Hornbostel, quien las analizó, no vemos las regiones típicas del país; la primera de ellas, consagrada al
en los cantos coras de Preuss sino pálidas fórmulas, quizá incluso valle de Teotihuacán, acaba de ser publicada. El folklore pottico
europeas; los textos son ciertamente antiguos, pero ¿habrá conser- y musical se encuentra ahí bien ubicado; quince cantos han sido
vado el corte de las frases musicales, ligado a las palabras, una tomados de una población indígena numerosa; el trabajo parece
cierta analogía con lo que anteriormente fue? Nada puede decirse. serio, y los análisis han sido confiados a músicos especializados
Entre los cantos recogidos por Lumholtz encontramos a veces la de México. Uno de ellos retiene seis que contienen verdaderamente,
escala pentatónica con caracteres comunes a la música del norte según tl, las características de la música indígena (78, y. 11, p.
Y a la de nuestras notaciones, pero la mayor parte de estos cantos 295). Incluso en este último caso, no comprendemos las razones
sólo emplean tres o cuatro sonidos con disposiciones que podrían para considerarlas más indígenas que las otras; allí sólo se encuen-
hacer pensar en una influencia europea. tran fórmulas europeas de la más alta y desesperante banalidad.
Sin pretender juzgar la música mexicana a través de estos Como se ve, los documentos a los que hemos podido tener acceso,
restos, hemos analizado los documentos provenientes de la meseta escasos y poco significativos -ningún trabajo general ha sido hecho
de México, de Yucatán y de Guatemala, donde todavía viven nu- a este respecto- nos reafirman en nuestra creencia de que no puede
merosos descendientes de los antiguos pueblos civilizados de esas hablarse de la supervivencia de un arte musical verdaderamente
regiones. Manuel M. Ponce, en función de músico, se preocupó del indígena. ¿Es que México, país montañoso, muy extenso, de situa-
asunto; en una pequeña nota (169) y en artículos aparecidos en ción, en ciertos aspectos, parecida a la del Perú, y cuya población
Buenos Aires en una revista musical (170), se esforzó en detectar indígena, todavía predominante, no puede ser asimilada a los
los actuales caracteres de la música mexicana. Sus observaciones dispersos islotes de las reservaciones de los Estados Unidos, ha
en lo que respecta al folklore indígena, no nos aclaran gran cosa'. perdido todo su pasado musical?
Es preciso pasar de largo sobre las recopilaciones de E. Hague Vemos dos razones que podemos invocar para afirmarlo: la
(93) Y de Friedenthal (72, ler. cuaderno), pues no contienen más primera, es que la antigua cultura mexicana no habría tenido
que aires criollos, que además están muy lejos de ser los más suficiente personalidad, ni fuerza atávica, como para resistir la
típicos de la Amtrica española. Belmar (21), Starr (205), Morelet penetración de un arte europeo; la música del mitote, donde los
0 49) recogieron ciertos cantos indígenas en el sur de México 0 timbales ocupan el primer lugar, consistía quizá en ritmos simples
designados como tales; Atl ha consagrado un capítulo a la mús;ca que señalaban una melodía d~bil. La segunda razón provendría de
216 LA MÚSICA DE LOS INCAS EL FOLKLORE ANDINO Y EL DE AM~RICA Y ESPAÑA 217

una penetración española más profunda, de un yugo más duro; la


conquista de México, más sangrienta que la del Perú, significó
represalias terribles; por último, Cortés, huyendo del clima caliente
rteT1f?c,
===--
y malsano de la Costa, se afincó en México, capital de los aztecas,
centro topográfico del país, donde la influencia de los conquista-
dores se irradió extensamente, sin cesar enriquecida con los nuevos
aportes. Cualquiera sea la parte de verdad contenida en estas
razones, el hecho está ahí: los recientes documentos del folklore
musical mexicano no presentan casi ninguna personalidad. Encon-
tramos en ellos algunos caracteres españoles, incluso italianos,
.
Dlr@, -
=--
pero cuán pocas escalas, ritmos, fórmulas melódicas que revelen
el genio de los autóctonos! El indio mexicano siente mucho la
música; se le presenta como un gran amante de los bailes y los
cantos... Esperemos que las pocas, cortas y rudimentarias lineas
==
melódicas significativas percibidas en México -pues existen algu- En Venezuela, como en Colombia, tampoco hay ninguna nota-
nas- sean la prueba de la existencia de un folklore que está ción. Los pocos cantos que hemos podido leer tienen el mismo
esperando ser recopilado metódicamente. Pero habrá que apurarse.
carácter criollo español.
En las Antillas, la extinción de la raza indígena nos exime de Panhuys (162) y de Goeje (83) han anotado cantos indígenas
hablar de estas islas donde la música hispano-negra -es decir en Surinam; mientras la recopilación del primero presenta un
franco-negra en Haitl- ha tomado el lugar de la música indígena. origen europeo evidente, los del segundo pertenecen a la familia
El continente sur está lejos de haber sido estudiado comple- americana por el empleo casi constante de gamas sin medios tonos
tamente desde el punto de vista del folklore; a1l1 también faltan (4 notas dentro de la octava), por su movimiento general Y por su
informes para extensas zonas; estas razones nos obligan a ser
breves. descendente. 60
. En Brasil, la música de la región próxima al Atlántico no le
No conocemos casi nada de la música indígena de Colombia. debe nada a los indígenas. Como ha señalado Mello (188), al
Además del interés que habría por saber si los descendientes de comienzo de la época coloxµal la influencia que habrían ejercido
los chibchas han conservado algunos recuerdos de su antigua cul- las tribus costeras sólo pudo ser débil y pasajera; hoy en día, casi
tura, conoceríamos al mismo tiempo el lúnite de penetración, por ha desaparecido todo contacto con los indios, y los aires actuales
el lado ecuatoriano, de las influencias incaicas. He aqui el único resultan en gran parte de la introducción de ritmos negros en las
canto colombiano que hemos encontrado; fue recogido por el conde
melodías portuguesas o incluso españolas.
de Brette entre los Arahuacs-Kaggabas de la Sierra Nevada de En cuanto a la música de las tribus de la hoya amazónica Y
Santa Marta (31, p. 12); confeccionado sobre la escala pentatónica,
del conjunto del Chaco, encontraremos en el indice bibliográfico
modo C, es de factura simple pero bien americana:
los nombres de las obras en las cuales pudimos encontrar las lineas
Lento melódicas. Hasta aquí, estos documentos son demasiado sumarios,
'!11 r- tt 1 (21, 1 demasiado dispersos, y la exactitud de las notaciones demasiado
dudosa como para permitirnos emitir una opinión; algunos parecen

't U1Q,11 60. Una muestra mu del valor relativo de los documentos y de la prudencia
ec les debe utilizar para llegar a conclusiones.
con que
EL FOLKLORE ANDINO Y EL DE AMtRICA Y ESPAÑA 219
218 LA MÚSICA DE LOS INCAS

americanos; otros nos sorprenden. Por otra parte, entre los indios ocho de los diez cantos dejan aparecer un cromatismo extraño,
de escasa cultura, sólo es necesaria la influencia de un simple muy expresivo y muy diverso a todo aquello que hemos podido
misionero para modificar antiguos cantos, y dicha notación, hecha observar en la música indígena.
por un religioso, deja transparentar el insípido cántico que él No nos detendríamos sobre este carácter si no fuera porque
mismo les enseñó. lo encontramos en gran proporción en la importante colección de
Debemos considerar además los cantos recogidos por Koch- 51 cantos notados, gracias a Lehmann-Nitsche, del folklore de la
Grünberg entre los Makushis, los Taulipangas y los Yekuanas, Patagonia, en la tribu de los Aomukan (126). Estas líneas ameritan
recientemente transcritos y estudiados por Hornbostel (106, pp. un examen serio. En ellos encontramos características comunes
397-442). Sentimos que las notaciones han sido hechas con toda con los indios de Estados Unidos, sobre todo en el empleo de la
la precisión y la exactitud deseadas, y las características que de gama pentatónica pura o mestiza en su fisonomía indígena, a
ah1 se desprenden permiten relacionar esas melodías, sin duda menudo modal, incluso en escalas incompletas o en las que se
alguna, a los cantos indígenas ya conocidos. Con algunas excepcio- mezclan partes del espíritu de la gama moderna, como los pasos
nes, estos cantos poseen el carácter pentatónico, incluso aquéllos descendentes en los cinco primeros grados de la gama diatónica.
en los que encontramos medios tonos o que poseen intervalos de El ritmo apoyado en los tiempos, mencionado ya como propio de
la gama moderna; son numerosos los cantos relacionados con la la música indígena, hace ah1 su aparición. En tres cantos (núms.
escala pentatónica o que sólo contienen cuatro o tres grados de la 14, 16, 17) hemos encontrado, curiosamente, el mestizaje cromático
octava. Entre las excepciones señaladas más arriba, puede obser- tantas veces señalado en nuestras notaciones andinas: la tercera
varse un cierto cromatismo que interviene accidentalmente y que menor seguida de cerca por la misma tercera mayor. 61 Pero, si
se aproxima al que hemos observado en los cantos mestizos pe- debido a este parecido estos cantos patagónicos se aproximan en
ruanos, pero el a.ná.lisis, más que el efecto producido, conduce a cierta medida al folklore musical americano, la mayoría se aparta
dicha aprox:lmación, de la cual no sacamos ninguna conclusión. francamente -como constitución y como efecto producido en el
Nos faltan textos para conocer los límites actuales de la in- oyente- por la presencia de un cromatismo desordenado, desen-
fluencia incaica en el folklore musical de las tribus que pueblan frenado que aparece en más de la mitad de los cantos recopilados;
las fronteras del oeste brasileño. Se encontrarán dos cantos en la la melodía, de ámbito estrecho y con intervalos tan apretados como
cuarta parte de este estudio (núms. 14 y 69), uno para el Ecuador grandes son los de nuestras notaciones, se vuelve sobre si misma,
y el otro para el Perú, donde esta influencia es manifiesta, lo que recogida, monótona y obsesionante debido a la insistente repetición
nos ha inducido a su reproducción. de los mismos intervalos y de los mismos ritmos, lo que tiene por
Nos vemos obligados a no hablar sobre la zona más extensa resultado incidir en los nervios, como en muchos cantos de la
de Argentina, pues la influencia autóctona, debido a las mismas mdsica negra. Agreguemos que el efecto auditivo del cromatismo
causas señaladas en el caso del Brasil, no se dejó sentir en la es conseguido por una ejecución inSuftcientemente precisa del in-
música criolla. te.rvalo de medio tono, de donde resulta una especie de plañido,
En Chile ocurre casi lo mismo; sería muy interesante estudiar de lamento muy curioso, pero que constituye una manifestación
las supervivencias folklóricas entre los araucanos, sobre todo por musical de lo más primitivo y de lo más salvaje.
estar en proceso de extinción. Guevara, en su Historia de la civi- Hemos constatado el empleo, muy difundido entre los pata-
lización araucana (90, t. VII), reproduce diez fonogramas recogidos gones, del arco musical bajo una forma muy clara próxima a la de
por el P. Félix Augusta. Estos documentos tienen valor, pero ten-
drían que ser más numerosos; en cuatro de ellos (núms. 2, 3, 8,
10) se puede sentir la gama indígena en la base, si bien no se ha 61. Lo encontramoe tambitn en un viejo canto de los llanos de Ve.n~uela (78, cuaderno
mantenido pura -aquí, la influencia incaica nos parece cierta-; pero 2, número 24), cuyo carácter e:e muy próximo a ciertos airee mestizos del Ecuador.
220 LA MÚSICA DE LOS INCAS EL FOLKLORE ANDINO Y EL DE AM!RICA Y ESP.Am 221

Ocearua.
62 F.s preciso señalar que esta nueva particularidad, es particularidades rítmicas, un carácter propio como para conside-
e.xtraña a todo el resto de América. Se necesit.arlan otras notaci~ rarlas separadamente. Lo que marcará. la personalidad de los can-
nes, t.an precisas como las de Lehmann-Nitsche, para mostrar que tos españoles de Castllla será.n los ritmos más ligeros, más cerca
e.xi.ate la misma fisonomía en otras tribus de la Pat.agonia, y así de la danza que los nuestros, una vuelta más osada, una cierta
justificar una generalización. exterioridad de la expresión melódica; las pocas ornamentaciones
Mientras t.anto, R de Carfort, en Misión cient{fica del Cabo de características de las corcheas y los tresillos, encontradas por aquí
Hornos, dice que este cromatismo sorprendente e.xiste entre los 1 por allá. -sobre todo al final de las frases- y que, en general, dan
yahganes de la Tierra del Fuego. Notó, entre algunas otras, la línea a la melodía española una parte de su originalidad, provienen de
melódica siguiente, cuyo carácter es muy similar a los fonogramas la influencia mora, más perceptible en el sur, pero aún sensible en
de Lehmann-Nitsche: toda la península. He aquí un ejemplo; es una canción asturiana,
totalmente septentrional: 68 ·
AU~N'tlo

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&1a1►r er1r aP•
a1actr1~r
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El explorador nos dice de estos cantos que tienen un carácter Sor a Pra. 'ria.ao, M Pra . Yla, --
vago, inasible, y que no pueden ser reproducidos exactamente. El
motivo se repite indefinidamente, recordando el ruido monótono
del viento o del mar (148, t. I, cap. VI, pp. 209-211).
Nos falta ahora examinar aquello que los conquistadores es-
tJ1 P -~&)'
fui] Sor- de Pra.
D
91a,ao,•
1
Pra • Tia.--
1

•·· 6g¡ ffi ~ -;j •I•&u::::_g


1:1
pañoles aportaron musicalmente a los pueblos del Nuevo Continen-
te. 1 ' 1
Las tres recopilaciones de Inzenga (109), el Cancionero oosco Y- al - - •·-----
. dre ■ .u pra.
del P. Donostla (60), el Folklore de Castilla (156) de Omelda, los
cantos de Cataluña de Alio (4) y sobre todo el Cancionero de F. Pero, aunque ha irrumpido en el folklore de toda F.spaña, el
Pedrell (165) -que consideramos como el monumento moderno más cromatismo oriental, ya sea aparente, deformado o repensa.do, no
serio y más importante erigido a la gloria del folklore hispánico-, ha tenido, sobre todo en Castllla y en el norte, sino únicamente
todos estos documentos serán suficientes para permitirnos deducir 1111a acción muy limitada en las líneas melódicas y en los acompa-
las características distintivas de los cantos populares españoles. bmientos repetidos por tradición o nacidos bajo los dedos de los
Separemos rápidamente la música del norte de la del sur. La pltarrist.as. En esta música del norte, los antiguos modos, prove-
primera se asienta en Galicia, en los países vascos, en Cataluña y nientes de la tradición gregoriana, forman la trama de los prlnci ·
en toda la planicie de la Vieja y la Nueva Castllla; la segunda, en pales cantos y bailes; la influencia preponderante de la Iglesia en
Andalucía, en la provincia de Murcia, y en cierta proporción, en cae país se ha hecho sentir más que en otras partes.
las islas Baleares, lo que es históricamente explicable. En cuanto a la música del sur, o música andaluza, para muchos
Los cantos del norte se asemejan al folklore francés. Muchos ea símbolo de toda la música española, y hay en esto cierta razón,
aires catalanes son familiares en la Provenza, y viceversa; en cuanto pues debido a su originalidad, su riqueza y su vida, opaca el
a las melodías vascas, que provienen del lado meridional o sep- cadcter más discreto de la música del norte o del centro, absor-
tentrional de los Pirineos, no les reconocemos, no obstante ciertas

62. Ver p. 82. 18. PdJpe Pedrdl (16S, t. 11, p. 78 bi.,).


222
LA MÚSICA DE LOS INCAS
EL FOLKLORE ANDINO Y EL DE AMÉRICA Y ESPAÑA 223

biéndolas en su provecho. La música andaluza, brillante y compleja,


reciente adquisición. Quizá los géneros orientales y occidentales
es una verdadera slntesis debida a múltiples influencias que se
largo tiempo yuxtapuestos se fusionaron sólo tardíamente. En todo
disputaron España en el transcurso de los siglos. Es la misma caso, las recopilaciones de los cantos profanos del siglo XVI, con-
historia del país que se concreta en ella. F. Pedrell, empujado por servados en las bibliotecas, no acusan, por así decirlo, este carácter
un nacionalismo un poco limitado, reduce los aportes de la domi- afandangado, pero esto tiene para nosotros una importancia rela-
nación mora a casi nada, y nos incita a remontarnos más atrás y tiva, ya que la música escrita generalmente excluye la que se
encontrar los orígenes de los modos orientales de España en la
considera indeseable en la época, como era la de los infieles
Iglesia bizantina, es decir que descienden de la tradición helénica apu.Isados de la penlnsula! Por otra parte, se sabe que no existe
Y llegan a la península hacia el siglo VI. Según él, las notaciones
y que nunca existió ninguna notación de la música oriental,, escrita
mozárabes, suplantadas más tarde por las gregorianas de los mon- por los turcos o por los árabes, y esto debido a causas que aún
jes de Cluny, se afincan en la tradición de la Iglesia oriental• y los
permanecen en el misterio; sería vano buscar. Es por lo tanto debido
moros, lejos de haber sido agentes de transmisión, no h~rían
al pueblo, y sólo al pueblo, por lo que pudo darse la fusión de las
hecho otra cosa que tomar de España estas tradiciones bizantinas mÍlSicas. Hoy día, y tal como se nos aparece, el carácter melódico
(165, t. I, pp. 82-84). Esta tesis es muy improbable cuando se
y annónico de los acentos andaluces reside en el empleo del
piensa en el lugar importante que tenía la música bajo los califas cromatismo oriental puro o derivado, en las cadencias, en los flnales
con sus características tan netas y el desarrollo que tuvo en 1~ suspendidos sobre la dominante mayor, de un tono menor, con la
corte de Granada entre los reyes moros, amigos y protectores de característica descendente en esta dominante que dan los acom-
todas las artes. Contentémonos con señalar que los árabes encon- pañamientos de guitarra; por ejemplo, en la menor: 64
traron al arribar a España, un terreno muy bien preparado. Una
dominación de siete siglos no puede pasar sin dejar trazos profun-
dos. Al igual 4U:e en arquitectura, donde al puro estilo de los
palacios de Granada Y Sevilla, o de la mezquita de Córdoba siguió
luego de la expulsión de los moros, el delicioso estilo :rzudéjar.'
descendiente del anterior; podemos decir de la música del sur d;
España que fue hija de la música árabe, para devenir, de generación
en generación, la música andaluz actual. Todavía hoy basta oír
cantar a los campesinos montañeses de los alrededores de Málaga Si añadimos a estas particularidades los ritmos que han ad-
para descubrir, en la emisión nasal de la voz, en la manera de quirido derecho de ciudadanía desde hace poco, y que vienet1y sin
vocalizarla voluptuosamente, deslizándola sobre segundas awnen- lugar a dudas, de los esclavos africanos, de vuelta de América ~os
tadas, que a veces cortan con gritos guturales, toda la magia del referimos a los ritmos balanceados de la habanera cubana, del
Oriente. Pero este carácter oriental, incorporado luego de siglos tango argentino o brasileño- se tendrá aquello que constituye en
en la música española, se ha transformado. El empleo del croma- general, para los extranjeros, la música popular española.
tismo puro se encuentra raramente en nuestra época: su influencia No obstante, podemos preguntarnos si existen algunos de estos
se deja sentir sobre todo en cadencias particulares -basadas por caracteres en el folklore andino llamado puro o incluso mestizo
ejemplo, en la dominante mayor de un tono menor- en las ~rna- ¡Pues, no! Para nuestra sorpresa, puede decirse de manera general
mentaciones de las corcheas o de los tresillos citados más arriba que las analogias encontradas entre las melodías espaftolas y las
en los matices favoritos, en las formas de cantar. Esto Justifican~ melodías indfgenas no existen en la mayoría de los cantos indígenas
la opinión de Pedrell, a saber, que la característica actual del
fandango y sus derivados -malagueñas, soleares, polos, etc.- es de
64. Fdipe Pedrdl, final de la Malaqueila, número 810 (166, t. 11, p. 150).
EL FOLKLORE ANDINO Y EL DE A}IBRICA Y ESPAÑA 225
224 LA MÚSICA DE LOS INCAS

puros, y que cuando exist.en sólo consist.en en aproximaciones manifiesta bajo una forma más clara, en el mestizaje de la escala
superficiales y como añadidas. Incluso en los cantos que hemos y del ritmo, pensamos que esta marca es antigua. Ent.endemos por
considerado mestizos, y que adquirieron en el lugar una persona- ello que esta influencia se remonta a los primeros tiempos de la
lidad alejada de los cantos verdaderamente españoles, dando prue- ocupación española, o bien que proviene de las melodías españolas
bas de una originalidad innegable, 65 los caracteres tlpicamente que evolucionaron en el lugar después de mucho tiempo, no de-
andaluces están ausentes. biéndole nada a las fonnas contemporáneas; esta última hipótesis
Pero dado que ha habido una influencia constante de la civi- la tomamos en cuenta cuando encontramos un detalle en la escri-
lización española sobre la civilización quechua desde el primer tura que sitúa la melodía más cerca de nuestra concepción. Nuestra
momento de la Conquista, debemos precisar esta influencia. creencia se basa, en gran parte, en la ausencia total de caracteres
Al comparar el conjunto de nuestras notaciones indígenas andaluces; si algunos ritmos simples de la habanera balancean a
puras con el folklore español en general, la distinción primordial veces la línea melódica, no encontramos sin embargo mnguna.traza
que salta a la vista es la diferencia de las escalas tonales emplea- del cromatismo oriental, de cadenciaS es_peciales sobre la domi-
das. España, ya lo hemos dicho, es un país de Europa que ignora nante ni ritmos de Jotas o arpegios de guitarra. los mestizajes se
totalmente la gama pentatónica. 66 Esta diferencia fundamental llevar~ a cabo, pues, a través de la música española que se importó
nos ha llevado a basar en ella la gran división de nuestra colección en el siglo XVI, principalmente religiosa, la cual estuvo preservada
en cantos puros y cantos mestizos; estos últhnos usan escalas más de la influencia oriental y que por el contrario empleó los modos
completas, con otras modalidades, pudiendo contener, a priori, litúrgicos, todavía muy vivos en el folklore actual de Castilla. Ya
aportes extranjeros. Además del empleo de la escala pentatónica hemos señalado que una vez que se tapaban los "agujeros" de la
en modos precisos, la disposición de los intervalos, la extensión escala indígena, esta era utilizada según los dos modos eclesiás-
melódica, los saltos de sextas y sobre todo de sépthnas, las notas ticos del fa y del re, y que todas las melodías mestizas de nuestra
ornamentales y la mayoría de los ritmos, son propios del género colección obedecen a estos dos modos.
quechua en los cantos puros. No podemos, sin embargo, afirmar En el caso de esta música mestiza, se produce un hecho
que no se haya producido algún tipo de influencia indirecta al análogo al observado con respecto al vestido: al viajar por los altos
contacto con una civilización superior, manifiesta en una mayor valles de la sierra andina, uno se sorprende de encontrar a través
coordinación de las frases melódicas, por una persist.encia más de la diversidad de las formas y colores tan variados de una ciudad
precisa del ritmo, etc. Algunas veces, un toque de color español, a otra -como en nuestra Bretaña-, alguna pieza que nos recuerda
como una ornamentación en tresillo, aparece claramente en un las ilustraciones de algunas obras del siglo XVII ó XVITI; pero, al
canto cuyos intervalos están exentos de todo mestizaje; o bien se acercarse, uno descubre que ese poncho rayado está tejido a la
tratará. de un ritmo lánguido, de un batido de notas que evocan el manera indígena, que su decoración ha conservado el estilo de los
acompañamiento de la guitarra, algo muy poco indígena; pero estos mantos exhumados de las tumbas, que bajo el resist.ente sombrero
aportes, repethnos, son muchas veces añadidos a modo de int.er- de las alas anchas del viejo campesino español, se esconde el
calaciones, y pueden ser rápidamente discernidos y abstraídos del bonete de lana, el pasamontañas de toda la vida tan querido para
aná.lisis. En estos cantos, donde se deja sentir la influencia espa- los quechuas. En arquitectura ocurre lo mismo; las ciudades de la
ñola, a veces oculta, el texto español ha reemplazado al texto Sierra se han desarrollado muy poco luego que los conquistadores
quechua. tomaron violentamente el lugar de los dirigentes indios. El viajero,
En cuanto a los cantos donde la presencia del vencedor se incluso esté advertido, es seducido al llegar al Cusco al sentirse
de inmediato transportado tres siglos atrás en pleno periodo colo-
65. Remitf.ree a loe anAlisis de loe canto& meatizoe, p. 189 y ee. nial; el viajero se desplazará a través de estrechas y oscuras calles,
en medio de altos muros incaicos cuyas piedras maravillosas pa-
66. Vu p. 180.
226 LA MÚSICA DE LOS INCAS

recen desafiar a los siglos; y al levantar la vista, se encontrará. con


que encima de esos muros que parecen prisiones, se halla una casa
española, con su techo de tejas, sus pequeñas venta.nas o sus
balcones cerrados... ¡Qué reconocimiento debe el artista a la es-
pléndida e imponente barrera de los Andes, que ha sabido defender
a este país del modernismo, arrasador de la originalidad!
Esperamos con esta rápida descripción, haber justificado las
dos apreciaciones que expresamos al comienzo de este capítulo
sobre la superioridad y el carácter original de los cantos populares
andinos. Pero las líneas melódicas que hemos recogido y que
mostramos en las páginas siguientes, se encargarán de confirmar, CUARTA PARTE
elocuentemente, la exactitud de nuestros juicios.

Notaciones musicales y poéticas.


Su análisis.

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