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5.

Marco referencial
5.1 Marco teórico
La personalidad materna, especialmente, incide en la atmósfera que cobija este
desarrollo; la madre tiene una realidad interna con su propia construcción de
maternidad, en la cual la historia de su infancia imprime un sello importante en la
propuesta que haga a su bebé y el desempeño de su maternidad. La compañía
amorosa y continente del compañero es indispensable para afirmar la maternidad
como experiencia emocional que afiance el nido que el bebé necesita para
encontrar la protección y la seguridad. Este estado mental puede lograrlo la mujer
con mayor tranquilidad y seguridad en compañía del padre, presente y ejerciendo
su paternaje. Él también gesta un bebé en su mente, y la pareja parental así
constituida, gesta en su seno ese producto de la emoción y el sentimiento mutuos.
El padre que abandona a la madre en estos momentos de inicios de vida del bebé,
activa en ella la situación de abandono (Botero, 1998). El vínculo afectivo es una
de las bases fundamentales del desarrollo emocional de niñas y niños. Los
sentimientos son el medio a través del cual las personas configuran la
personalidad y nos disponen a toda relación; en estos se construyen lazos,
uniones de cariño, comprensión, tolerancia, aceptación, apoyo y comunicación,
que se dan principalmente entre las relaciones que se establecen entre los padres,
los hijos y en toda la familia. El vínculo afectivo entre padre/madre e hijo se
establece principalmente durante el primer año de vida; sin embargo, continúa
desarrollándose durante todos los años. (Oliveros, L. 2004).
Tú puedes fortalecer el vínculo afectivo a través de diferentes manifestaciones, por
pequeñas que parezcan, como: Hablarle y cantarle con cariño, acariciar, consolar,
arrullar, dormir, jugar, con amor, brindarle los cuidados que necesita, como darle
de comer, vestirle, y bañarle, con alegría, aprender a reconocer las señales con
las que se comunica como sonrisas, y sobretodo diferenciar los tipos de llanto todo
esto le dará a tu bebé la seguridad y entereza que necesita para establecer
buenas relaciones con las demás personas durante toda su vida. También le
ayudará a desarrollar la suficiente confianza en sí mismo(a) para llegar a ser una
persona competente e independiente. El vínculo afectivo también incide en el
desarrollo mental del bebé, lo cual influirá la forma en que piense, aprenda, sienta
y se comporte durante toda su vida. (Oliveros, L. 2004).
Pérez y Barbosa (2007) explican que la personalidad del ser humano, está
influenciada por la genética, la herencia, el medio social y familiar; asimismo,
mencionan que acontecimientos importantes de la niñez pueden marcar
profundamente el desarrollo de la persona, por lo que se hace necesario fomentar
la unión madre-hijo (a) desde el momento en que la mujer se entera de que está
embarazada. El neurodesarrollo exitoso tiene estrecha relación no solo con la
genética, sino también con el ambiente de estimulación y afectividad que rodea al
niño, los cuales influyen decisivamente en la mayor producción de sinapsis
neuronales, lo cual implica, a su vez, en la mayor integración de las funciones
cerebrales (Medina, Caro, Muñoz, Leyva, Moreno y Vega, 2015, p.1)
Procesar información y regular emociones, en verdad, son vitales en las
relaciones de apego, pero más importante aún es la realidad en la cual el bebé
busca primordialmente esta vivencia en la experiencia de ‘compañía humana’.
Para comprender mejor el desarrollo de la consciencia del significado en el
mundo, debemos observar, sin prejuicios, cómo el bebé elige comprometerse con
el mundo percibido en su riqueza natural y con los Otros. (Stern, 2004; Tronick,
2005 citados por Redy y Trevarthen 2004). Durante el primer año de vida, el niño o
niña consolida sus relaciones de apego y aprende a utilizar las figuras de apego
como base segura en momentos de estrés. Rememorando a Bowlby en 1988 se
describe que el desarrollo del apego infantil se presenta gracias a una serie de
etapas (Witting, Ruiz y Ahnert, 2016). Al inicio tiene lugar la fase del pre-apego, en
la que el niño o niña empieza a diferenciar una persona de otra. La segunda etapa
consiste en 11 discriminación de figuras y comportamiento para identificar las
figuras de apego seguro. A los seis meses de edad, el bebé empieza a seguir su
figura de apego con el objetivo de mantenerla cerca y utilizarla como base segura
en momentos de estrés agudo y en situaciones de exploración activa del entorno.
Y en una cuarta fase, el niño o niña entiende las funciones de su figura de apego y
es capaz de predecir inconscientemente los comportamientos del cuidador
utilizándolos para satisfacer necesidades básicas y emocionales.
Comportamientos como llorar, sonreir, quejarse son componentes innatos del
repertorio de apego y son aplicables desde los primeros meses de nacidos en
neonatos nacidos a término. Se ha observado que estos componentes presentan
dificultades en neonatos prematuros (Witting, Ruiz y Ahnert, 2016). La importancia
vital de las huellas dejadas por las primeras relaciones del bebé con su madre, su
entorno inmediato, no es ya motivo de especulación. Nos sacude en este
momento un extraordinario impacto de muchos pensamientos ocurriendo al
tiempo: Neurociencias, Psicoanálisis, Psicología, Biología, Bioquímica con una
particularidad ‘actual’, y es que, cada vez más, estas disciplinas se comunican e
influyen unas a otras, y esto nos arroja un mejor conocimiento y comprensión de
cómo los seres humanos llegan a ser Humanos y cómo se Relación Madre-hijo
159 relacionan unos con otros. Una comprensión biológica de nuestro
comportamiento social se plantearía con base en la infancia y el desarrollo de
nuestro ‘cerebro social’ y los sistemas biológicos involucrados en la regulación
emocional. Se ubica así, este conocimiento científico de la infancia humana, en el
centro de nuestra comprensión de la vida emocional. La desinformación, la falta de
habilidades, y especialmente, experiencias tempranas desafortunadas de los
padres, demarcan handicaps en el cuidado y la crianza que, inevitablemente,
dañarán o perjudicarán a sus hijos y a otros. Comportamientos, enfermedades,
criminalidad, por ejemplo… son tomados, en muchos contextos, como que ‘están
en los genes’ predestinados e inevitables. Pero, si abordamos esta investigación,
este conocimiento, como nos propone W. R. Bion (1970), desde todos los vértices
posibles, para comprender en mayor medida el objeto de investigación, podríamos
plantearnos que todo aquello puede ser atendido, tratado y talvez evitado. Si la
voluntad y los recursos están disponibles “el dolor causado a una generación no
tiene por qué ser transmitido a la siguiente. Un niño dañado, abusado,
inevitablemente no tendría que convertirse en un padre dañado que a su vez
daña, abusa, abandona” (Gerhardt, 2004: 2).
5.2 Marco legal
La Constitución Política señala que la vida, la integridad física y la salud, entre
otros, son derechos fundamentales de los niños y las niñas. Gozar de buenas
condiciones de salud es para los niños y niñas un requisito esencial para que
puedan aprender, desarrollar sus capacidades y adquirir las aptitudes necesarias
para una vida en sociedad. La salud integral es un derecho impostergable de la
primera infancia; es un estado de bienestar físico, psíquico y fisiológico y no solo
la ausencia de enfermedad. La “salud integral, es la garantía de la prestación de
todos los servicios, bienes y acciones conducentes a la conservación y a la
recuperación de la salud de los niños, las niñas y adolescentes”, de acuerdo con el
Artículo 27 de la Ley 1098 de 2006, Código de la Infancia y la Adolescencia. La
Política Educativa Para La Primera Infancia del Ministerio de Educación Nacional
garantiza la atención como un proceso continuo y permanente de interacciones y
relaciones sociales de calidad, oportunas y pertinentes que posibilitan a los niños
potenciar sus capacidades y adquirir competencias para la vida en función de un
desarrollo pleno que propicie su constitución como sujetos.
Artículo 29: Derecho al desarrollo integral en la Primera Infancia. “… Son derechos
impostergables de la Primera Infancia, la atención en salud y nutrición, el esquema
completo de vacunación, la protección contra los peligros físicos y la educación
inicial. En el primer mes de vida deberá garantizarse el registro civil de todos los
niños y niñas.”
9 Artículo 204: Responsables de las políticas públicas de infancia y adolescencia:
gobiernos nacional, distrital y municipal.
CONPES 109 9Aprueba la Política Pública de Primera Infancia y define
estrategias, metas y recursos para MPS-ICBF – MEN.
Ley 1295 de 2009 9: Reglamenta la atención integral de los niños menores de 6
años de los niveles 1,2 y 3 del SISBEN
5.3 Marco conceptual
La afectividad es un tema que ha sido estudiado desde diferentes puntos de vista.
Los enfoques teóricos de la psicología han contribuido con el análisis de la
importancia de la afectividad en la vida funcional del ser humano como individuo,
así también la falta de afectividad en la primera infancia está relacionada con
dificultades emocionales, de conducta, y del aprovechamiento educativo. La
trascendencia de apoyar desde el contexto de la afectividad efectiva a los niños y
niñas y trabajar en ello con las madres que se encuentran en situación de
privación de libertad generará cambios significativos en la vida, los sentimientos y
el autoconcepto de sus hijos e hijas, puesto que modificará su perspectiva de vida.
“La formación de la afectividad está estrechamente ligada al trato que recibe el
niño en el núcleo familiar y en particular con las prácticas de crianza” (LAMBORN,
1991)

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