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Calidad total.
La calidad de un producto se puede ver desde dos enfoques tradicionales que son:
Feigenbaum, citado por Torres S., Ruiz A., Solís O. y Martínez B. (2012) define la calidad total
como: “un eficaz sistema de integrar el desarrollo de la calidad, su mantenimiento y los
esfuerzos de los diferentes grupos en una organización para mejorarla y así permitir que la
producción y los servicios se realicen en los niveles más económicos que permitan la
satisfacción del cliente” (Miranda, Chamorro & Rubio, 2007 p. 258).
Por otra parte, el concepto de Control de calidad total, se adopta en Japón, entre 1969-1970,
como calidad en toda la empresa. Este mismo término se volvió popular en las empresas
estadounidenses, pero como Calidad Total. De esta manera, la calidad total no solo se refiere
al producto o servicio en sí, sino que es la mejoría permanente del aspecto organizacional;
donde cada trabajador, desde el gerente, hasta el empleado del más bajo nivel jerárquico está
comprometido con los objetivos empresariales.
Hoy en día, la Calidad Total es el compendio de las mejores prácticas que se suelen denominar
los 8 principios de la Calidad Total:
Dicho lo anterior, se entiende que el concepto de Calidad Total ha sido otro de los
componentes que se adoptó paulatinamente del sector empresarial en la educación, aunque
con el “suavizante” que implica trabajar con niños, niñas y adolescentes, en tal sentido, la idea
original ha sufrido transformaciones tanto en su nomenclatura técnica como en sus conceptos.
Aun así, no ha podido disipar la desconfianza que suscita en el ámbito educativo por su origen
empresarial, tanto que algunos docentes miran con recelo los sistemas de gestión de la calidad
de sus instituciones bajo la premisa de que por más aportes que pueda suministrar un modelo
empresarial de gestión de la calidad, es poco probable que asimile a plenitud los principios que
inspiran un modelo personalizado de gestión educativa.
Pese a esto, las políticas educativas trazadas desde los entes internacionales a través de los
diferentes gobiernos no escatiman esfuerzos para implementar, gestionar y medir las
instituciones educativas con bases a los resultados de calidad del servicio, pues el concepto de
calidad permite ser aplicado a cualquiera de los elementos que conforman su estructura; se
puede hablar de calidad del docente, de calidad de los aprendizajes, de calidad de la
infraestructura, de calidad de los procesos.
De acuerdo con Hernández M. (2012), la calidad total en la educación debe redundar en los
sujetos, en la administración, la dirección y en los productos. Hago un énfasis en los “sujetos”
por ser en este componente donde se encuentran nuestros estudiantes, considerados la razón
de ser del currículo. Sobre todo, porque, señala el autor, “… éste debe atender a su formación
como persona libre, crítica, auto crítica y dueña de sí misma, mediante el desarrollo de las
capacidades intelectuales físicas, éticas y estéticas, así como el desarrollo de valores y
convicciones que permitan el ejercicio pleno de su condición humana. Debe contribuir a su
preparación para integrarse a la vida productiva”.
Entre los aspectos que diferencia la calidad total y la calidad educativa se encuentra que la
primera hace referencia a cualquier producto que pueda ofrecer una empresa o institución
principalmente de manera objetiva al relacionarse específicamente con las propiedades del
producto, mientras que la calidad educativa se enfoca en el sujeto que es el producto final y se
determina su éxito a partir del éxito alcanzado por sus egresados, es decir, los resultados de
los alumnos contribuyen para determinar la calidad de la educación ofrecida en la institución,
porque desde la educación los estudiantes van construyendo su historia al experimentar
situaciones, organizando las relaciones entre sus pares, creando cultura como modo de vida y
actuando a partir de ellas; la calidad de la educación tiene en cuenta valores como la crítica la
autocrítica, consensos, relevancia para el análisis y resolución de problemas, justicia al buscar
la manera de que todos los alumnos alcancen los objetivos trazados, exige creer en nuestros
alumnos y sus capacidades y por último la calidad se comparte sin reservar logros y la manera
de cómo fueron alcanzados.
Entre las semejanzas se encuentran que tanto las instituciones educativas como las empresas
del sector productivo ofrecen un producto final que debe ir a satisfacer las necesidades
culturales y sociales de un país y para alcanzar su éxito necesita que todos contribuyan desde
su saber al engranaje que va a permitir que el producto tenga unos requerimientos mínimos y
puedan satisfacer al cliente final y ser comprados satisfactoriamente con otros productos de su
misma especie cuando llegue al mercado y así lograr ser competitivos.
Referencias bibliográficas
ADAM, E. Jr., Hershauer, J. C., y Ruch, W. A. (1985). Productividad y Calidad. México: Editorial
Trillas.
Torres Saumeth, Ruiz Afanador, Solís Ospino y Martínez Barraza. (2012), “Calidad y su
evolución: una revisión” Dimens. empres. - Vol. 10 No. 2, Julio - diciembre de 2012, págs. 100-
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