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El año en que comenzó el gran cambio en mi existencia fue el 2017.

En marzo de ese año llegué a trabajar a la Escuela N°7 La Dehesa de Cunco, lo cual ha marcado
muchísimo mi vida. Además he caminado junto con la escuela en los años más significativos de mi
proceso de crecimiento personal y espiritual.

En abril de 2017 vivo lo que yo llamo “mi primer divorcio”. No estaba legalmente casada, pero
convivía con Román, quien era mi pareja en aquel entonces. A Román lo conocí el 2008, éramos
compañeros en la carrera de psicología. Recuerdo que me llamaba la atención, alto, delgado, aire
dark y sombrío. Un día yo estaba en el pasillo del edificio de psicología, en un sillón que había allí,
junto con mis amigas, él pasó y no sé porqué se detuvo a conversar con nosotras un momento, a
regañadiente me dio la impresión, no era muy hábil socialmente, creo que se detuvo porque una
de mis amigas le habló. Él iba escuchando música y yo le pregunté que oía, “Anabantha”,
respondió. En ese tiempo yo escuchaba música del espectro del metal y gótico, así que al escuchar
que oía una banda que a mí me gustaba me llamó la atención. Desde allí que comenzó una historia
de amor bien de la volá romántica. Fue una relación bien dramática incluso cuando no éramos
pareja. La verdad es que no quiero detenerme a contar tanto drama. Pero en resumen, nos
conocimos el 2008, nos gustamos desde entonces, pero recién en diciembre de 2013 comenzamos
una relación, la cual en algún momento se convirtió en convivencia, periodo que duró
aproximadamente tres años.

Por Román yo sentía todo lo del amor romántico. Sentía que su existencia en mi vida le daba
sentido a mi ser, que sin él yo no era nada, que sin su compañía yo no era capaz de hacer las cosas
por mi cuenta. A pesar de que tenía un discurso feminista, inconscientemente tenía muy
instaurado en mi sentir la idea de que era una naranja incompleta que al fin había encontrado su
otra mitad. Por eso me resistí por mucho tiempo a soltar esa relación. Porque a pesar de lo tóxica
que era y de lo mal que lo pasaba, mi creencia profunda en que el amor lo puede todo, que por
amor hay que soportar cualquier cosa, incluso los maltratos, me llevó a sostener con todas mis
fuerzas aquel vínculo. No concebía mi vida sin él a mi lado. Finalmente fue él quien decidió poner
fin a lo que teníamos y hoy agradezco mucho que lo haya hecho. Creo que el mayor acto de amor
que él hizo por mí fue ese, soltarme y liberarme de la jaula que yo misma me había creado para
estar con él. En ese momento el mundo se me vino encima. La ideación suicida volvió a mí
inmediatamente. Sentía que la vida sin él no tenía ningún sentido, solamente quería desaparecer y
ya no sentir el dolor de su ausencia. Afortunadamente tuve amigos acompañándome en esos
momentos y resistí a la tentación de la autodestrucción.

Todo el dolor que sentí tras mi primer divorcio me llevó a descubrir los senderos que me han ido
mostrando el camino. Comencé a sentir las sincronías cada vez con más frecuencia. Pude notar
como el universo me hablaba de tantas maneras y aprendí a poner atención a los mensajes que
me iba entregando en mi cotidiano. A través de personas, animales, plantas, lugares, situaciones,
etc. Los mensajes están en todas partes. Constantemente. Simplemente hay que atender. Las
respuestas están frente a tus ojos. Simplemente hay que observar la vida a través de los ojos del
corazón. Cuando ves a través del amor toda duda se aclara, toda nubosidad se disipa.

En aquellos años fui intelectualmente consciente de. Recién este año me di cuenta de que a pesar
de que tenía en mi intelecto y en mi mente instaladas varias ideas, aun seguí comportándome en
el modo antiguo.
El otro día iba en bicicleta con la idea de recorrer una breve ruta de mi agrado que hay cerca de mi
hogar.

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