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El cine experimental, como cualquier otro formato que tenga este sufijo, busca ir más allá o

romper el lenguaje audiovisual tradicional, y aunque nunca ha sido dirigido a grandes públicos en
gran parte por su poca o ninguna convencionalidad en el lenguaje audiovisual siempre ha contado
con una cantidad importante de seguidores, normalmente también realizadores audiovisuales que
tratan de explorar, dentro de la subjetividad, las técnicas mixtas, los efectos plásticos y lo que
pueda brindar la tecnología del momento.

Como muchas artes y técnicas, sus inicios necesitaron un periodo de ensayo y error extenso y
practicado por miles de personas de forma individual y aislada con resultados diferentes, haciendo
que cada trabajo fuera tan único como sus autores y contextos, su evolución viene dada en gran
medida a cada uno de sus ambientes y las intencionalidades que se le han podido dar en el
transcurso del tiempo, existiendo un cine experimental muy lleno de técnicas artísticas no
convencionales, mezcla de formatos y efectos dando como resultado visiones surreales y poco
verosímiles en el mundo real, recrear experiencias psicotrópicas u oníricas, cosas que fueron
incorporándose al cine comercial de alguna u otra manera. y otro hecho con la pura intención de
transgredir lo establecido o alguna posición determinada sin más objetivos que ese.

El sufijo experimental normalmente es un lienzo amplio y sin mayores límites que lo económico, la
creatividad y otras condiciones dadas en la producción, también entran con fuerza los conceptos
del bajo presupuesto, el trabajo personal e intimo, las técnicas narrativas no lineales y en muchos
casos la interpelación, sátira, parodia del cine convencional o la industria cultural en general,
existiendo ejemplos bastante transgresores e irreverentes.

Palabras como “nicho” o “de culto” o “de autor”, “contracultural” también ayudan a definir el cine
experimental por ser aspectos íntimamente ligados a este, incluso hasta más ligados que el mismo
concepto del bajo presupuesto, aunque no siempre signifiquen lo mismo, el concepto de
experimental es bastante amplio, tan amplio como las intenciones del cineasta. También,
dependiendo de tal o cual realizador, puede estar ligado a relatos corrosivos, cortantes, chocante,
muchas veces repulsivos obviamente dirigidos a públicos maduros. Curiosamente, muchas de
estas características en menor medida también pueden encontrarse en el cine comercial pagando
por supuesto ciertas licencias y regulaciones estatales en sus determinados países, pero el cine
experimental al no tener mayor interés en el lucro, no obedece mayores regulaciones y
mayormente se muestra bastante contestatario y desafiante a estas desde su propio lenguaje y
trincheras de lucha dependiendo del caso.
Lo experimental y la vanguardia son dos conceptos muy vagos al aplicarse al cine, la vanguardia es
ir al frente, ser pionero en técnicas, temáticas o narrativas, algo que conforme pasan los años es
casi imposible ser, lo experimental es crear y aplicar estas nuevas narrativas, el importar técnicas
de otras artes al cine fue sin duda la primera oleada, cuando los pintores, escultores, fotográfos,
escritores y poetas empezaron a ver en el cine una forma mucho más compleja de expresión que
las suyas propias quisieron apropiarse de este, un buen ejemplo de esto fueron las experiencias de
Salvador Dalí y Luis Buñuel, un par de artistas conceptuales que experimentaron distintas
disciplinas y que terminaron llevando el surrealismo de los lienzos a las pantallas, “El perro
andaluz” sigue siendo unas de las obras mas remarcables en esta temática.

En Venezuela, el cine experimental, al contrario de otros países, siempre estuvo muy relacionado
al estado y a sus ministerios de cultura de turno y sus aportes monetarios a los artistas
emergentes y académicos, en su mayoría de una tendencia de izquierda propia de las
universidades autónomas en el siglo XX, el resto pudieron realizar cine fuera del país y con
recursos propios.

Aún así, fueron los nuevos (y mucho más económicos) formatos y el auge del documentalismo en
la década de 1960 los que hicieron estallar este interés en las universidades, críticas tímidas a lo
establecido, el status quo, narrativas aparentemente desconectadas, procesos cruzados y
performaces artísticos todo dentro de un rollo de película súper 8 exhibiéndose en auditorios de
universidades aprovechándose de la autonomía universitaria como salvoconducto medianamente
subversivo.

Aunque el siglo XX venezolano estuvo marcado con una fuerte censura a la izquierda y a las críticas
al bipartidismo socialdemócrata de la época, la academia siempre estimuló estas voces críticas y el
estado más que atacarlas, decidió ignorarlas confiando en la poca o nula difusión del cine
experimental frente a las producciones hollywoodenses o la industria cultural en general, además,
el cine, en general en el país nunca ha sido un asunto ni difundido ni democrático y siempre ha
sido dependiente del estado en su financiamiento.

Lo que empieza a ser “una ilusión de expansión democrática audiovisual” (Cine experimental y de
Vanguardia en Venezuela 1968-2015, Pablo Gamba, 2019) volcando la movida artística de moda
en la década de los sesentas, la geometría y el cinetísmo, el ambiente de política ascéptica
institucional, de progreso y de mediana bonanza económica que significaba ser el principal
proveedor de petróleo de la principal potencia occidental, “Imagen de Caracas” creada en
colectivo durante el gobierno de Raul Leoni involucrando críticas, una amalgama de temas,
urbanidad combinada con el informalismo propio de dos visiones de ciudad en la desigualdad que
ya era palpable en la Caracas puntofijista, cuando se exhibió rompió totalmente con lo
acostumbrado en el cine comercial al usar pantallas múltiples, distorsión de las imagénes
proyectadas e incluso usaron efectos de tridemensionalidad, narrativas disconexas.

En Venezuela, muchas veces el cine ha sido también un instrumento de investigación más que un
medio de expresión solamente, por el documental siempre ha estado, aunque muy por debajo de
la mesa en uno de los principales géneros que se realizaron y se realizan en el país, visibilizar,
escudriñar y analizar las problemáticas de una Venezuela que ya en su segunda década de social
democracia empezaba a convulsionar y a mostrar sus costuras, la desigualdad, la alienación, la
condena a los guetos urbanos que se habían convertido los cerros de Caracas contrastaban
totalmente con la idea de un país petrolero prospero y estable política y económicamente
hablando, la producción de 1968 “¡Basta!” del Uruguayo Ugo Ulive radicado en Venezuela en ese
momento trata precisamente, desde un punto de vista social, humanista y altamente cónsono con
la influencia cubana y de izquierda, sobre estos temas, incluso aborda sus orígenes y su contexto e
intenta explicarlos desde su visión inspirada en la filosofía soviética propia de los intelectuales de
esa década.

En la siguiente década el país gozó de una camada de cine nacional con mediano éxito en taquilla
(dentro de las posibilidades que el cine nacional podía ofrecer en ese momento) iniciando con
“Cuando quiero llorar no lloro” de Mauricio Walerstein, que aunque mexicano y con experiencia
en el contexto del cine de su país, logró combinar de forma equilibrada el cine de autor darle un
enfoque lo suficientemente comercial para conquistar las taquillas venezolanas y lograr el segundo
puesto en popularidad, esta película supuso no solo una nueva forma de hacer cine con miras a la
comercialidad, sino también animó a quienes estaban fuera de los círculos de financiación del
estado que habían hecho suyo los formatos pequeños y domésticos como el super 8, 16mm que
obligaban a narrativas rápidas, concretas y generalmente agresivas, más cercanas al reportaje o al
performance artístico personal pero con la ventaja de ser relativamente económicos y
relativamente accesibles, cosa que el 35mm nunca fue en ningún momento.
En la década de los ochenta, con la introducción de las nuevas tecnologías en film y video el cine y
video conceptual y experimental toma nuevos elementos, por ejemplo, las cónsolas de video, la
entrada del videoclip musical como producto para las masas da nuevos terrenos para la
experimentación artística, técnicas como el chroma key, la superposición de fuentes de video y las
nuevas transiciones estimularon nuevas formas de recrear el surrealismo, los colores y la estética
propia de esta década de forma cada vez más accesible en costos, pero aun muy lejos de la
mayoría.

A pesar de los formatos económicos e incluso domésticos usados, la década de 1980 estuvo llena
de premiaciones para cineastas venezolanos, como es el caso de Diego Rísquez exponiendo varios
largometrajes en 16mm y super 8 en Cannes y otros festivales prestigiosos de Europa y el mundo.

Actualmente, en plena era de la globalización y el 2.0 es difícilmente ver cine o video puramente
experimental, en gran parte por que esa misma intención fue absorbida totalmente tanto por el
cine comercial y la producción audiovisual dedicada a la publicidad o la propaganda, por lo tanto la
intencionalidad original se ha perdido, aunque gracias a las nuevas tecnologías y técnicas, al
menos el interés experimental de crear nuevas formas de contenido sigue estando bastante vivo,
curiosamente, a pesar de una cada vez mayor democratización a la hora de crear contenido
personal, lo experimental y de vanguardia, desde el punto de vista original, sigue siendo un asunto
de pequeños círculos, tal como en el principio.

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