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JESÚS, FORMADOR DE DISCÍPULOS.

P. Carlos G. Álvarez , Eudista

Recuerdo que hace unos años me pidieron para una revista especializada una reflexión, más
que un estudio sobre el tema “Jesús, formador de discípulos”. Lo hice con gusto y desde mi
experiencia de más de 40 años en la tarea de la formación, esperando colaborar en algo en éste
que es un servicio de Iglesia. Hoy retomo muchos de estos elementos y los comparto con
gusto.

Desde 1974 nos lanzamos con un compañero de comunidad, Pedro Drouin, en una experiencia
de formación que llamamos el “Discipulado”, y ha marcado nuestra vida y la vida de muchos
hermanos en América Latina y en Europa. Fueron semanas enteras de estudio orante y de
observación desde la praxis formativa para tratar de encontrar los fundamentos de una
pedagogía con criterios evangélicos. Lo que trabajamos se convirtió en una experiencia de
cuatro días que ofrecemos a nuestros estudiantes y a muchos laicos de comunidades cristianas
comprometidas. Pero a partir de allí se volvió una vivencia formativa que nos ha marcado con
su sello indeleble en el estilo y en la manera de actuar como formadores. Después se ha escrito
bastante sobre el tema1 y solamente voy a recoger algunos datos que orienten nuestro trabajo de
formación.

Agreguemos a esto que la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y celebrada


en 2007, en Aparecida, fue precisamente sobre el tema del discipulado. Para nosotros fue una
oportunidad de gracia que confirmó todo nuestro esfuerzo formativo y un espaldarazo a todo el
trabajo que habíamos realizado por años en la formación. Ahora, en nuestra Iglesia
latinoamericana es común hablar de “discípulos misioneros” al servicio del Evangelio.2

Por otra parte, el Sínodo de Obispos de 1990 y el documento posterior de Juan Pablo II
(“Pastores dabo vobis”) trabajaron el tema de la formación sacerdotal y, al hablar del seminario
como lugar de la formación, volvieron su mirada a la Escuela de Jesús para encontrar en ella
una orientación y una exigencia de vida. Allí se dice que el Seminario ha de configurarse como
“una comunidad de discípulos del Señor que celebra la Liturgia (oración – Palabra –
Eucaristía), que vive la praxis de la caridad fraterna y de la justicia, que testimonia el Espíritu
1
Por años estuvimos colaborando en la CRC con experiencias de Discipulado que marcaron a muchos religiosos
en su vida personal. Sólo para refrescar algunos autores que escribieron sobre el tema, quiero recordar a
BOUWMANN G. El seguimiento en la Biblia, Verbo Divino,, Estella, 1970; CASTILLO J.M. El seguimiento de
Jesús. Sígueme, Salamanca, 1998; OÑORO F. ¿Cómo formó Jesús a sus discípulos?, PIB. Roma, 1998;
MESTERS C. “Jesús formador”, En Vida Religiosa, 89 (2000), pag. 405-414; y 90 (2000), pag. 426-433; MEIER
J. Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico, III, compañeros y competidores, Verbo Divino,
Estella,2003, pag. 83-143.
2
Por petición de las directivas del Celam, yo mismo escribí un librito preparatorio a la V Conferencia
sobre el discipulado de María: María, discípula y mensajera del Evangelio. Celam, Bogotá, 2006.
Después del Documento de Aparecida, y de nuevo por petición del Devym, trabajé 8 folletos sobre el
tema: Discípulos y misioneros en la Escuela de Jesús, Bogotá, 2010.

1
de Cristo y el amor a la Iglesia, no sólo de forma comunitaria sino en cada uno de sus
componentes” (PDV. 60). Y reafirma, entonces, que el Seminario es una Escuela de
Evangelio en la que se revive
 la experiencia formativa de Jesús con los Doce,
 la vida de trato íntimo y prolongado con Jesús,
 las exigencias del Evangelio : desprendimiento del ambiente, del trabajo ordinario y de
los afectos.

Lo que se dice allí sobre la formación sacerdotal es lo mismo que se puede decir sobre la
formación en una casa religiosa. Por eso mismo la formación es, en la Iglesia de hoy, la
continuación de la íntima comunidad apostólica en torno a Jesús, en la escucha de la Palabra,
en camino hacia la experiencia de la Pascua, a la espera del don del Espíritu Santo para realizar
la Misión. Tal es el ideal formativo que estimula al Seminario a encontrar su realización
concreta, fiel a los valores evangélicos en los que se inspira y capaz de responder a las
situaciones y necesidades de los tiempos (n. 60).

De ahí que vivir en el Seminario (o en la vida religiosa) es


 Vivir en el seguimiento de Jesús, como los Apóstoles ,
 Dejarse educar por Él, para el servicio del Padre y de los hombres, bajo la conducción
del Espíritu Santo,
 Dejarse configurar con Cristo, Buen Pastor, para el servicio de la Iglesia y del mundo ,
 Aprender a dar una respuesta personal al Amor que llama en su seguimiento (n.42).

Hoy la Iglesia propone el reto de buscar la santidad como tarea básica del tercer milenio, con la
convicción de que “si el Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios, sería un
contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una
religiosidad superficial”. Por eso hemos de hacer de la Iglesia “la casa y la escuela de la
comunión” (NMI. n. 31.43). Para nosotros, los Eudistas, el seminario y la vida comunitaria son,
de acuerdo a la enseñanza de san Juan Eudes, una Escuela de santidad donde todos somos
discípulos y estamos a la escucha del Maestro para vivir y actuar como Él al servicio del
Reino.

Pues bien, en esta escuela de comunión y de santidad, en esta escuela de vida y de misión,
tenemos un Maestro maravilloso que es Jesús y vamos a tratar de contemplar algunos
elementos que ayuden nuestra acción como formadores en este tercer milenio.

1. Jesús, el único Maestro.

Una lectura sencilla de los Evangelios nos permite encontrar una primera realidad: Jesús es
llamado con frecuencia “Maestro”. Doce veces en el Evangelio de Marcos con el término
griego de didaskalos, tres veces con el término hebreo de rabbi y una con el término arameo de
rabbouni, nos está diciendo que para el Evangelio más antiguo éste es el título cristológico más
importante en esa comunidad griega que comienza a creer en Jesús 3. Ellos han descubierto a
Jesús como el Hijo de Dios (1,1; 15,30) y el Cristo o Mesías (1,1; 8,29), pero curiosamente lo
que más subrayan es que también sea para ellos maestro de vida.

3
Puede verse didaskalos en Mc. 4,38 ; 5,35 ; 9,17.38 ; 10,17.20.35 ; 12,14.19.32 ; 13,1 ; 14,14 ; Rabbi en 9,5 ;
11,21 ; 14,45 ; y Rabbouni en 10,51.

2
Después de Marcos, los otros Evangelios continúan la misma experiencia. Mateo nos habla de
Jesús como didaskalos 10 veces, Lucas 14 veces y Juan 7 veces; el término rabbi es aplicado a
Jesús 2 veces en Mateo y 8 en Juan, y el de rabbouni una vez en Juan 20,16.4

Este título de “Maestro” no lo podemos entender en el contexto y la mentalidad actual sino en


los de la época. Es el jefe y el responsable de un grupo de discípulos, que lo siguen a donde
quiera que vaya; es el guía y el orientador de la vida para estos discípulos; es para ellos el
testigo por excelencia de Dios, con su palabra y con su vida. Pero Jesús no es “un maestro”
más, un maestro como los de su época. La comunidad de Mateo, un poco más tarde que la de
Marcos, profundiza en el conocimiento y en la experiencia de Jesús y llega a decir que Jesús es
“el Maestro” y el único (“Uno solo es vuestro Maestro”: Mat 23,8). Esta afirmación va seguida
de otra parecida en el mismo Evangelio: “Uno solo es vuestro instructor, el Cristo”(Mat.
23,10). El término griego es katheghethes y sólo aparece aquí en todo el Nuevo Testamento.
Viene de kat egeomai e indica alguien que conduce por un camino, un orientador y un maestro
que nos indica el camino de la vida.5

Con todo, así como al estudiar el sacerdocio de Jesucristo, tenemos que decir que Jesús ni era
ni podía ser sacerdote a la manera del Antiguo Testamento (cfr. Heb.8,4 ), así también aquí, al
hablar de Jesús como Maestro, tenemos que afirmar que no lo era ni podía serlo a la manera de
los maestros de la época. Lo veremos más adelante.

Agreguemos que el tercer Evangelio tiene también una palabra diferente para dirigirse a Jesús
como Maestro, es el término epistates , utilizado sólo por Lucas y en contextos de confianza y
de súplica a Jesús: Lc. 5,5; 8,24(2 veces); 9,33.49; 17,13. En cambio, nunca se le dice a Jesús
que sea paidagogos, ni paideutes, que son términos propios de educadores de niños.6

El recorrido por el vocabulario de los Evangelios nos ofrece, pues, una riqueza de contenido y
un proceso de profundización en la experiencia de Jesús como Maestro. Lo curioso es que en
las cartas y en los Hechos de los Apóstoles no vuelva a darse este título a Jesús. Pero nos
queda claro que en cuatro comunidades cristianas diferentes, con estilos y culturas también
distintas, la persona de Jesús es entendida y asumida como un Maestro de vida, un orientador y
un guía, hasta llegar, en la comunidad hebrea de Mateo, a confesar que Jesús es el Único
Maestro (23,8) y en la comunidad joánea que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida (14,6).

2. Los maestros y las escuelas.

Surgieron en Israel de una manera oficial durante la deportación a Babilonia (siglo VI a.C.) y
en la experiencia dolorosa del exilio. El pueblo había perdido todo: tierra, casas, templo,
gobierno... y hasta la fe en Dios, en medio de tanto desastre. Fue entonces cuando surge el
sacerdote Ezequiel y con un grupo de piadosos judíos, preocupados por mantener vivas las
tradiciones y guardar la fe en el Dios de Israel, recogen los esquemas fundamentales de la
Tradición oral y comienzan a transformarla en Tradición escrita, dando así lugar a la Escritura.

4
Didaskalos : Mat. 8,19 ; 9,11 ; 12,38 ; 17,24 ; 19,16 ; 22,16 .24.36 ; 23,8 ; 26,18 ; Lc. 3,12 ; 7,40 ; 8,49; 9,38 ;
10,25 ; 11,45 ; 12,13 ; 18,18 ; 19,39 ; 20,21.28,39 ; 21,7 ; 22,11 ; Jn. 1,38 ; 3,2 ; 8,4 ; 11,28 ; 13,13.14 ; 20,16.
Rabbi : Mat. 26,25.49 ; Jn. 1,38.49 ; 3,2.26 ; 4,31 ; 6,25 ; 9,2 ; 11,8.
5
Para MEIER J. El uso del término “Maestro”, aplicado a Jesús, se dio en un sentido no técnico y tuvo la
influencia del modelo del Bautista y de sus discípulos. Op.Cit. III, pag. 67-68.
6
El primero sólo aparece en 1 Cor. 4,15 y Gal. 3,24.25 ; el segundo en Rom. 2,20 ; y Heb. 12,9

3
Israel aprende a escribir, recupera sus tradiciones, organiza esquemas de catequesis y
constituye centros de enseñanza que son vitales para la permanencia de la fe común. Surgen,
entonces, los rabinos y doctores de la Torah: laicos del pueblo pero profesionales de la teología
en Israel, que ponen su vida y obras al servicio del estudio y la enseñanza de la Ley. Como
Esdras, que “era un escriba versado en la Ley de Moisés que había dado el Señor Dios de
Israel... La mano bondadosa del Señor su Dios estaba con él, porque Esdras había aplicado su
corazón a escrutar la Ley del Señor, a ponerla en práctica y a enseñar en Israel los preceptos
y las normas”(Esd. 7,6-10).

Pero surgen también las escuelas, que más que lugares de enseñanza y de aprendizaje son una
experiencia de vida alrededor del maestro. Ellas son llamadas ‘Bet-midrash’ o “casa de
instrucción” y en ellas habita el maestro, encargado de instruir a los discípulos y enseñarles los
caminos para vivir de acuerdo a la Torah. Con él y junto a él, los discípulos aprenden a
conocer la Ley, la aplican a su vida y disciernen los mejores caminos para vivir de acuerdo a la
Voluntad soberana de Dios. Largas horas de diálogo y aprendizaje, esfuerzos intensos por
aprender las normas de vida y las prohibiciones, vida plena al servicio del maestro, van
transformando la mentalidad y la actividad de los discípulos hasta hacer de ellos otros maestros
de la Ley.7

Un ejemplo precioso de este esfuerzo lo encontramos en Eclo. 6, del que tomamos sólo un
trozo:
´Hijo, desde la juventud acumula instrucción,
y hasta la vejez encontrarás sabiduría...
Acércate a ella como quien ara y siembra,
y espera sus mejores frutos.
Cultivándola te fatigarás un poco,
pero bien pronto comerás de sus productos.
Mete los pies en su cepo,
y el cuello en su coyunda.
Doblega la espalda y carga con ella,
no te rebeles contra sus cadenas.
Acércate a ella con toda tu alma,
y con toda tu fuerza guarda sus caminos.
Síguela, búscala, y se te dará a conocer,
cuando la tengas, no la sueltes.
Porque al final hallarás en ella descanso,
y ella se convertirá en tu alegría.” (Eclo 6,18.24-29).

El vocablo hebreo para expresar esta enseñanza es “lamad” cuyo sentido básico es:
“acostumbrarse, adiestrar”.8 De donde concluimos que lo importante no era tanto el contenido
y la materia enseñada sino la convivencia con el maestro, acompañándolo, observándolo,
imitando su comportamiento en las diversas situaciones. La vida del maestro era, en sí misma,
la escuela donde se aprendía.

Cuando un discípulo conocía y practicaba ya “la carga”9 del maestro (el conjunto de normas,
leyes y prohibiciones para vivir de acuerdo a la Ley), y daba muestras de madurez, abandonaba
7
Puede verse, por ejemplo, Eclo. 6,18-37 y 51, 13-30, que son textos del siglo II a.C. y expresan muy bien todo
este esfuerzo de aprendizaje.
8
De esta palabra se deriva “talmud” = la enseñanza , y “talmidah” = el discípulo, o el que aprende.

4
la escuela, se convertía en escriba y pasaba él mismo a ser maestro de la Ley. Colaboraba así
en la continuidad de la enseñanza de la Torah.

Entendemos porqué, en un pueblo pobre y poco ilustrado, los maestros fueron adquiriendo
prestigio, poder y honor. Sus excesos fueron fustigados más tarde por el mismo Jesús:
búsqueda de imagen, abuso de poder, intriga, incoherencia de vida, orgullo... (cfr. Mat. 23,1-7).

Cuando Jesús inicia su ministerio en Galilea, cinco siglos de experiencia en las escuelas habían
dado una estructura y un estilo propio a las escuelas en Israel. El mismo Jesús se había
integrado, posiblemente, a la escuela de Juan el Bautista y con él había aprendido una manera
concreta de comprometerse con su Dios10: sumergiéndose en el agua del Jordán, él había
pedido ser “bautizado” en una experiencia fuerte y especial de Dios y había comprometido su
vida al servicio de la Alianza (Mc. 1,9-11 pp.).

De esta experiencia fuerte y transformante nos hablan casi todos los evangelistas y nos dicen
que fue la que impulsó a Jesús a una vivencia nueva del desierto de Israel y a una dedicación
total al servicio de la Buena Noticia de Dios en los tiempos finales (Mat 3,13; cfr Mc 1,9-12).

3. Jesús llama discípulos a su escuela.

“Tenía Jesús, al comenzar (su ministerio), unos treinta años”, nos dice Lucas 3,23. Pero este
ministerio de predicación y enseñanza está bien descrito y estructurado por el evangelista
Mateo:
“Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena
Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama llegó
a toda Siria; y le trajeron todos los que se encontraban mal, con enfermedades y
sufrimientos diversos, endemoniados, lunáticos y paralíticos, y a todos los curó. Y le
siguió una gran muchedumbre de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado
del Jordán” (Mat 4,23-25; cfr 9,35).

Es la actividad propia de un rabino al servicio de la Ley, pero con una diferencia grande frente
a Juan: Mientras éste permanecía en el desierto y para escucharlo había que acudir a él saliendo
de la ciudad, Jesús se mete de lleno en las ciudades y pueblos de Israel, hasta en las casas, para
anunciar con hechos y palabras la presencia novedosa y salvadora de Dios, que sana, libera y
llena de bendiciones, porque quiere hacerse “Emmanuel” para su pueblo. En esta actividad
evangelizadora, Jesús llama discípulos, es decir, convoca hombres y mujeres en su seguimiento
y va organizando su propia escuela.
“Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando
las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: Vengan conmigo y yo haré que
lleguen a ser pescadores de hombres. Al instante, dejando las redes, le siguieron” (Mac
1,16-18)

9
“Carga” o “yugo” son palabras técnicas para indicar este conjunto de normas y prohibiciones. Cfr. Eclo. 6,24-
25.29-30; 51,26. Con el tiempo, esta carga se llegó a organizar y estructurar en un conjunto de 613 mandamientos
(248 son positivos y corresponden a los huesos del cuerpo humano; 365 son prohibiciones y representan los días
del año). Puede verse: Jewish Value. Jerusalem, 1974, pag. 208-235.
10
Es lo que deducimos de las expresiones técnicas de Jn. 1,15.27.30. Puede verse MEIER J. Op.cit.,III, pag. 68-69
y II/1,pag. 159-175.

5
Dos visiones sobre el llamamiento:

Hay en los evangelistas dos visiones teológicas sobre el llamamiento:


 Marcos, que es el más primitivo de los escritos sobre Jesús, nos dice que el llamamiento de
los primeros discípulos se hizo al puro comienzo del ministerio apostólico de Jesús (Cfr.
Mc. 1,16-20), inmediatamente después de la doble experiencia del bautismo y de la prueba.
Diríamos que este ministerio se inicia llamando discípulos y constituyendo una escuela. Es
como si la creación y constitución del discipulado fuera la primera urgencia en función de la
evangelización: para poder proclamar como conviene la Buena Nueva de Dios en la historia
es preciso constituir primero un grupo de discípulos que le colaboren a él en esta obra de
salvación. Jesús es el Hombre nuevo que crea hombres nuevos para una nueva creación.
Algunos han visto los primeros capítulos de Marcos como una relectura de Gén. 1-2 para
insistir en que, con Jesús (el Hombre nuevo) se inicia una nueva creación, a partir de la
palabra y la acción de Jesús, que crea, libera y transforma, en un proceso que hace de sus
discípulos una familia nueva (cfr. Mc. 3,34-35).

 Lucas, en cambio, tiene otra línea teológica. Después de la experiencia del bautismo y de la
prueba, Jesús se dedica plenamente a la predicación y a la obra de la liberación : va a su
pueblo de Nazaret, enseña en la sinagoga, se enfrenta con sus paisanos (Luc 4,16-30); sigue
a Cafarnaum, está allí un tiempo, enseñando los sábados en la sinagoga de la ciudad (4,31-
32); visita las casas y las familias, atiende a toda clase de enfermos, busca momentos fuertes
de oración y descubre que no puede quedarse en un solo lugar(4,33-42); por eso se vuelve
“itinerante del Evangelio” por las sinagogas de Judea (Cfr. Lucas 4, 43-44). Sólo después de
toda esta actividad llama discípulos (Lucas 5,1-11). Es como si la creación del discipulado
fuera una consecuencia de la misión y no una exigencia inicial. Los discípulos son
convocados tardíamente para continuar y colaborar en la obra salvífica de Jesús.

Las dos visiones no se oponen, pero son complementarias. Y bastante tienen para decirnos a
nosotros en la comprensión y vivencia del ministerio apostólico.

¿A qué llama Jesús a los discípulos?

La respuesta sintética de Marcos es simple pero concreta: a seguirlo (Mc. 1,17 ; 2,14). Y este
verbo es técnico en la época: significa ingresar en una escuela para estar al servicio de un
maestro y tener una experiencia totalmente integrada con la vida del maestro. Quien sigue a
alguien va detrás de él siempre, recorre su mismo camino y une su vida y su actividad a las del
maestro. Pero este seguir externo era, al mismo tiempo, un símbolo del seguimiento interior. El
discípulo todo lo ve y lo aprende del maestro.

Bien lo entendió Mateo cuando en su evangelio utiliza más de 20 veces el verbo “seguir
(akolouqew) y siempre con relación a Jesús: Es que al único que vale la pena seguir en la vida
es a Jesucristo, el Señor.11 Todo esto implica una confianza y entrega total a él y a sus planes.
Pero es, al mismo tiempo, lo más difícil del discipulado porque implica seguir a Jesús hasta
Jerusalén y hasta el Calvario, asumiendo la Cruz, el abandono y el fracaso de una vida
entregada por amor.

11
Cfr. Mat. 4,20.22.25 ; 8,1.10.19.22.23 ; 9,9.19.27 ; 10,38 ; 12,15 ; 14,13 ; 16,24 ; 19,2.21.27.28 ; 20,29.34 ;
21,9; 26,58 ; 27,55.

6
Hay un texto programático de Marcos en el que se explica mejor lo que significa este seguir a
Jesús en una experiencia de discipulado (Mc 3,14): “Constituyó doce para que estuvieran con
él y para enviarlos a predicar con poder de expulsar demonios”. Lo que nuestra traducción
dice como “constituyó”, en el griego es el mismo verbo poieo de la primera creación. Cuando
Jesús llama y establece una escuela de discípulos está “creando”y haciendo algo nuevo. De
acuerdo con esto, el seguir a Jesús implica:

 Un “estar con Él”: una presencia física, una compañía permanente y estable junto a Jesús, y
esto es mucho más que una adhesión intelectual. Es lo mismo que “seguirlo”.Tan importante
y, más aún “marcante”, fue esta experiencia que “los que le seguían”pasó a significar la
realidad de ser “discípulo de Jesús” (cfr. Mc. 4,10 ; 10,32). Igualmente, en Mc 14,67, en el
momento de la negación de Pedro, entendemos la oposición entre la afirmación de la sierva
del sumo sacerdote (“¡Tú estabas con él!”) y la afirmación de Pedro (“¡Ni sé ni entiendo lo
que dices!”). Mientras ella le reafirma su propia identidad de discípulo, Pedro la rechaza
tajantemente. Por eso mismo hemos dicho siempre que “negar a Jesús es negar la propia
identidad”.

 Un “ser enviados” a predicar y a sanar, pero con una autoridad y un poder que vienen de El
y no de los discípulos. Es la misma misión de Jesús que es compartida con nosotros por
donación libre y amorosa del Maestro y Señor. Misión inherente al discipulado, misión que
compromete la vida misma del seguidor de Jesús al servicio del Evangelio y del Reino. Por
eso la Misión crea también una identidad del discípulo, cuya vida toda se pone a su servicio:
los discípulos son servidores.

Las dos realidades están íntimamente unidas entre sí. El contacto íntimo con Jesús está
estrechamente unido a la misión que les va a confiar de anunciar el Evangelio. No basta que le
conozcan externamente, es necesario que estén con él, que vivan con él, que él pueda iniciarles
progresivamente en los misterios del Reino y enviarles al mundo y al ambiente en que viven. 12
Seguimiento y servicio son, pues, dos características concretas que ofrecen la identidad de un
discípulo en una escuela. A la base de esta experiencia está el texto de 1 Reg. 19,19-21, donde
Eliseo recibe la llamada del profeta Elías, se despide de los suyos con un banquete, se va tras
de Elías y entra a su servicio.13

Si el seguimiento y el servicio dan la identidad del discípulo, nos corresponde a nosotros


subrayar estas realidades en el trabajo de formación, de tal manera que nuestros jóvenes
puedan asumir su vida como un proceso continuo de encuentro y de camino tras las huellas de
Jesús, pero también como un gastarse gozoso al servicio de los hermanos, sobre todo los más
pobres, como Jesús. Y esto no podrá darse si Jesús, el Maestro, no llega a ser alguien que nos
fascine, nos llene, nos atraiga y nos comprometa en su servicio.

4. La formación en la escuela de Jesús.

Con lo visto hasta ahora, entendemos mejor cómo Jesús va constituyendo lentamente su propia
escuela de discípulos y va apareciendo ante la gente de su pueblo como un maestro dedicado a
12
Por eso el mismo nombre hebreo de los discípulos es preciso : “talmidim” = los que aprenden. Tal riqueza la
conservó el griego con mathetes, el latín con “discipuli” y el español con “discípulos”.
13
Flavio Josefo dirá que Eliseo siguió a Elías y se convirtió en discípulo y servidor del profeta : Antigüedades
Judías 8,13.7

7
la instrucción sobre la Torah de Israel. Sin embargo, lentamente se va dando el cambio y la
impresión que queda al escucharlo y al verlo es otra. Su palabra y sus acciones impactan a la
gente que lo ve y lo escucha y hacen surgir un interrogante: “¿Qué es esto? ¡Una doctrina
nueva expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen” (Mc 1,
27) El comentario de Mateo es más concreto: “La gente quedaba asombrada de su doctrina;
porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas” (Mat 7, 28-29).

Ya aquí comienza a aparecer una comparación con los maestros de la Ley, que eran numerosos
en la época y que habían tenido una estricta formación conforme a los criterios del momento.
La comparación y hasta la oposición era normal, porque para llegar a ser maestro de la Ley
había unos requisitos que Jesús no cumplía necesariamente : participar en una escuela,
aprender y vivir unas normas (la “carga” que ya vimos), hacer todo un proceso formativo que
era muy largo, tener la edad propia de la madurez (los cuarenta años) y ser instituido
oficialmente como maestro mediante la imposición de manos de otros tres maestros de Israel
(lo que plantea una continuidad oficial del servicio de la formación en el pueblo). Jesús no
tenía la edad suficiente y no había recibido la investidura oficial.

Con todo, sus gestos, sus actitudes, su palabra misma le dejan entender al pueblo sencillo que
en él hay “algo especial” que les permite sentir la presencia y la cercanía de Dios. Es lo que la
comunidad de Mateo va a recalcar cuando insiste en el nombre de Jesús como cumplimiento de
la palabra profética de Isaías sobre el Emmanuel (Mat 1, 21-23) y cuando presenta a Jesús
como el Único Maestro de la comunidad (Mat 23, 1-12).14

Jesús, pues, como Maestro del Pueblo nuevo es un formador. Pero digamos de una vez que el
término “formar” no aparece en los Evangelios y casi tampoco en los demás escritos del Nuevo
Testamento. Sólo Pablo, en la carta a los Gálatas, reflexionando sobre su propia experiencia
pastoral al servicio del acompañamiento de esta comunidad, que tantas dificultades le dio, llegó
a crear un verbo concreto: morfoo. “¡Hijitos míos! Por quienes sufro de nuevo dolores de
parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros”(Gal. 4,19).15 Pero si no está el verbo sí
encontramos la realidad de “enseñar”16 propia de los maestros y la calidad de su “enseñanza”,
que admiraba a todos.17

Jesús asume las tácticas de formación propias de los rabinos de la época, pero agrega unas
características muy propias que lo presentan como el Maestro por excelencia de la Nueva Ley

14
“Lo sorprendente, dice Meier, no es que Jesús fuese Maestro, sino que combinase la función de maestro con
otras no asociadas comúnmente a un maestro judío palestino del primer tercio del S. I d.C.: profeta escatológico y
taumaturgo”. Op.Cit. III, pag. 114, en Nota 19.
15
Es la única vez que aparece el verbo en el Nuevo Testamento. Anotemos, de paso, que fue este texto el que
tanto marcó a San Juan Eudes en el tema de “la formación de Jesús en nosotros”
16
El verbo didasko (de donde viene didaskalos), aplicado a Jesús está 47 veces en el Nuevo Testamento. En
Mateo 4,23 ; 5,2 ; 7,29 ; 9,35 ; 11,1 ; 13,54 ; 21,23 ; 22,16 ; 26,55 ; en Marcos 1,21.22 ; 2,13 ; 4,1.2 ; 6,2.6.34 ;
8,31 ; 9.31 ; 10,1 ; 11,17 ; 12,14.35 ; 14,49 ; en Lucas : 4,15.31 ; 5,3.17 ; 6,6 ; 11,1 ; 13,10.22.26 ; 19,47 ;
20,1.22(2 veces) ; 21,37 ; 23,5 ; en Juan : 6,59 ; 7,14.28.35 ; 8,2.20 ; 18,20 ; y en Hechos 1,1.
17
De la didaché de Jesús se habla en Mat. 7,28 ; 22,33 ; Mc. 1,22.27 ; 4,2 ; 11,18 ; 12,38 ; Lc. 4,32 ; Jn. 7,16.17 ;
18,19 . En total 11 veces.

8
y de la Buena Nueva de Dios en los tiempos finales. 18 Las estrategias comunes de la época
eran:

1) La instrucción y formación teórico-práctica


Como el seguimiento y la convivencia de los discípulos con el maestro eran continuos, pues le
quedaba más fácil a Jesús integrar la teoría y la praxis, el comentario y la acción, en los
diferentes momentos de la actividad apostólica. Con su propia vida de misionero itinerante del
Reino, con su Palabra eficaz y valiente y con sus acciones de poder, Jesús iba formando a los
suyos en la actividad salvífica que el Padre le había encomendado. A su vez, con el
acompañamiento permanente al Maestro, con la escucha atenta de su mensaje y la experiencia
inmediata de sus acciones, los discípulos van aprendiendo en la vida misma de su Maestro.

Esto lo notamos, por ejemplo, cuando los discípulos comentan admirados un hecho que los
impresiona y Jesús aprovecha el momento para ayudarlos a profundizar (las piedras inmensas
del Templo: Mc. 13,1-2; la higuera secada por la palabra de Jesús: Mc. 11,20-25); o cuando
Jesús llama la atención sobre el sentido más profundo de sus acciones (Mc. 8,14: la levadura de
los fariseos); o cuando sucede algo en el pueblo y el Maestro lo aprovecha para ofrecer una
lección (Lc. 13,1: la caída de la torre de Siloé).

Pero hay una forma muy concreta de formación que es la instrucción a solas. Con ella, Jesús
dedica un mayor tiempo a la formación del grupo y puede hacer un verdadero acompañamiento
en el proceso de maduración del mismo. Tan importante es que Marcos, desde 4,10, lo vuelve
un estribillo (Cfr Mc 4,33-34; 7,17; 8,13-21; 8,27-30; 9,28-29; 9,33-34; 10,10; 10,32-34;
10,10; 10,41-42; 13,1-4; etc). En esta instrucción a solas, Jesús puede revisar la vida de los
discípulos, ampliar la enseñanza dada a la multitud, pero, sobre todo, abrir perspectivas hacia
el futuro, así los discípulos no entiendan plenamente sus palabras. Es un saber sembrar para el
futuro, con la seguridad de que sólo más tarde entenderán el contenido pleno de la instrucción
impartida. Es el sentido , por ejemplo, de los llamados “tres anuncios de la pasión” (Mc 8,31-
33; 9,30-32; 10,32-34). Marcos insiste en la importancia de este acompañamiento y dedicación
de Jesús a los suyos: “Iban de camino; El no quería que se supiera, porque iba enseñando a
sus discípulos” (Mc. 9,30). Es tiempo especial, de entrega generosa a los suyos para formarlos,
así haya muchas otras actividades por hacer entre la gente. Es tiempo de calidad.

2) El envío a misión y la entrega de responsabilidades.


La formación que se va recibiendo es preciso compartirla en una actividad apostólica que se
manifiesta al servicio del pueblo. En Marcos encontramos un primer envío oficial de los
discípulos en 6,7-13; pero hay luego envíos sucesivos a misión (cfr Mc 6,45: a Betsaida;
9,14ss: los envía al pueblo, mientras él va al monte con Pedro, Santiago y Juan; 9,38-40:
durante otra misión, en la que Juan encuentra alguien que “no va con ellos”; 11,1-2: antes de
entrar a Jerusalén) que nos ayudan a entender cómo la táctica formativa es ir integrando los
períodos de instrucción con los momentos de acción y de compromiso. Igualmente, podemos
leer Mc. 14,12ss, cuando los envía a buscar un lugar para celebrar la Pascua salvadora. Este
envío constante a misión es un criterio de acción muy importante para nosotros en la obra
pedagógica de la formación al ministerio.
18
“Tener en cuenta que a lo largo del período grecorromano, múltiples figuras de la filosofía y de la religión
reunieron en torno a sí personas que podrían ser calificadas de seguidores, adeptos, estudiantes o discípulos. Ese
público receptivo absorbía y cultivaba las enseñanzas de sus maestros, iniciando así la formación de diversas
corrientes intelectuales o religiosas que luego pasarían de generación en generación”. MEIER J. Op. Cit. III, pag.
70

9
Pero Marcos agrega otro detalle simbólico y es la entrega de la responsabilidad de la nueva
comunidad que va surgiendo de su ministerio. El texto de la primera multiplicación de los
panes es una catequesis muy bien construida, a partir de algunos textos del Antiguo
Testamento (por ejemplo Exodo 18; 2 Reg 4,42-44; Salmo 23; Ezequiel 34) y en él se subraya
cómo Jesús es el jefe del nuevo pueblo de Dios y constituye una comunidad, a partir de la
Palabra y el Pan. A esta comunidad la coloca bajo la dirección de los Doce. Por eso vendrá más
tarde la formación sobre cómo dirigir la comunidad: no como lo hacen los demás, con
despotismo y autoridad falsa, sino como siervos y esclavos de los demás (Mc. 10,41-45).

3) La evaluación del trabajo apostólico.


Culmina el proceso formativo y lo vuelve a relanzar: instrucción - misión - evaluación. En el
evangelio de Marcos podemos encontrar hasta tres momentos de evaluación: 6,30-32 (después
del primer envío); 9,28-29 (cuando no pudieron curar al niño epiléptico) y 9,38-40 (cuando se
evalúa una misión y surge una dificultad sobre la participación de otros que no pertenecen al
grupo).

La evaluación cristiana, según Marcos 6,30-32, es un encuentro de discípulos y enviados con


Jesús para compartir con él y poner en común la palabra predicada y la acción realizada. Pero
si le preguntamos a Lucas 10,17ss acerca del contenido de la misma evaluación, podemos
deducir algunos elementos prácticos.  Al inicio del capítulo (10,1-2) están las dos primeras
estrategias formativas: la instrucción (vv. 2-16) y la misión (v. 1); luego viene la evaluación
(vv. 17-24)19. El texto completo dice así:
17 Regresaron los setenta y dos, y dijeron alegres: «Señor, hasta los demonios se nos someten
en tu nombre.» 18 Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 Mirad, os he
dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada
os podrá hacer daño; 20 pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de
que vuestros nombres estén escritos en los cielos.»
21 En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo y dijo: «Yo te bendigo,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y
se las has revelado a ingenuos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. 22 Mi Padre me lo
ha entregado todo, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el
Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»
23 Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! 24
Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo
vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.»

Leyendo detenidamente el texto, podemos deducir hasta cinco elementos propios de una
evaluación cristiana, al estilo de Jesús:
 La puesta en común del resultado de la misión. En ella, como dice Marcos (6,30), se
comparte la dicho y lo hecho: palabras y acciones, enseñanza y obras. Es lo que
deducimos del verso 17;
 El asumir serenamente lo sucedido. No simplemente compartir sino asumir y aceptar el
resultado de la misión, cualquiera sea. Tal es la actitud de Jesús en el verso 18;

19
Lastimosamente, casi todas las traducciones olvidan que el conjunto del texto (Lc. 10,17-24) es una evaluación
y lo dividen en diferentes trozos con subtítulos que dañan el sentido completo del texto.

10
 El deducir elementos formativos a partir de los hechos. Es lo que hace Jesús en los
versos 19-20, haciendo caer en cuenta de cómo el principio cristiano de una evaluación
no es “la efectividad” (vales tanto cuanto hagas) sino “la identidad” (lo que somos para
el Padre: sus amados). “Nuestros nombres escritos en el cielo”significa que estamos en
el Corazón del Padre y somos sus amados. Por eso Dios confía en nosotros y nos
entrega una misión.
 La acción de gracias, sea cual sea el resultado (versos 21-22). Aquí todo salió bien; en
el caso del niño epiléptico todo salió mal; por todo hay que dar gracias al Padre. Y es
una acción de gracias promovida por el gozo del Espíritu que actúa en el corazón del
discípulo .
 El estímulo y la animación hacia el futuro para mantenerse firmes en la misión recibida
(versos 23-24). Toda evaluación cristiana, hecha en Jesús y con Jesús, concluye en una
animación y en un impulso para seguir adelante en la construcción del Reino.

5. Rasgos propios de la Escuela de Jesús.

El análisis que venimos haciendo nos dice que, en el contexto de la época, Jesús creó una
experiencia propia y única de discipulado que, necesariamente, tenía que hacer brotar
expectativa y admiración en unos y rechazo y protesta en otros.

Los estudios exegéticos actuales nos dicen que el término “discípulo” tiene unas connotaciones
propias en los Evangelios, pero que Lucas, en los Hechos apostólicos, es el primero en ampliar
el sentido del término para incorporar a él a los cristianos de su tiempo junto con los discípulos
de Jesús propiamente dichos.20Por lo tanto, lo que Lucas se atrevió a hacer en la segunda
generación de la fe, lo podemos continuar nosotros hoy. Y, aplicado al proceso de formación
que vivimos con los candidatos al ministerio y a la vida religiosa, es una manera de fortalecer
la espiritualidad cristiana, fundamentada hoy en el seguimiento de Jesús.

Los rasgos comunes del discipulado en la Escuela de Jesús, como aparecen en los Evangelios
son:
 El llamamiento a la Escuela es total iniciativa de Jesús. En las costumbres de la
época, sólo los varones podían participar en una escuela y a ella ingresaban por petición
libre que hacían al maestro para que los acogiera en su estilo y en su familia. El
creyente se hacía discípulo por decisión libre, por petición directa y por ingreso
voluntario en la escuela del maestro.
Con Jesús no sucede así. Los textos más primitivos nos hablan de cómo en su Escuela
las cosas son diferentes: es Él quien llama con plena libertad e invita a seguirlo para
constituir con Él un grupo especial y diferente. Así lo vemos en los cuatro primeros
discípulos (Mc. 1,16-20), Leví (Mc. 2,14) y el hombre rico (Mc. 10,17-22) que resultó
un fracaso porque no fue capaz de responder a Jesús con el abandono de sus bienes.
Más tarde, la comunidad joánea lo expresará así con palabras de Jesús: “No me habéis
elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que
vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca” (Jn. 15,16).

Por lo mismo, en la Escuela de Jesús el ser discípulo es primero una vocación y sólo
después una opción de vida. Porque se escucha internamente la llamada del Maestro, la
respuesta es libre y voluntaria, pero si alguien la da, toda su vida se convierte en una

20
Puede verse el planteamiento y la bibliografía en MEIER J. Op. Cit. III, pág. 70-98 y 114-135.

11
opción decidida por el Maestro y el Evangelio. Para san Juan esta opción desata una
reacción en cadena que se va ampliando y multiplica el grupo de discípulos: Andrés
llama a Simón su hermano, Felipe a Natanael (Jn. 1,35-51).

Tan importante es esto que, Marcos (2,15), como Juan (,2) comienzan a hablar de
“discípulos de Jesús” sólo después de estas vocaciones. Y cuando los llamados
responden, se integran no sólo a una experiencia con el Maestro sino en una comunidad
de discípulos que gira toda ella alrededor de Jesús, como su casa, su familia, sus
hermanos (Mc. 3,35-36).

Esta vocación tiene el carácter de radical y definitiva: se pertenece a la Escuela de Jesús


para siempre, así haya la libertad para abandonarlo y alejarse de él (Jn. 6,66-71). Pero
quien se queda y permanece en la Escuela de Jesús (cfr. Jn. 1,39; 15,1-10), será siempre
su discípulo, conocerá la verdad y la verdad lo hará libre (cfr. Jn. 8,31-32).

 El seguimiento de Jesús y el abandono de seguridades. Aceptada la invitación del


Maestro, el discípulo se insertaba en “un camino” y un proceso de vida que implicaba
un “ir detrás de Jesús” para aprender de Él una vida, un estilo, una manera: el Reino de
Dios hecho presente en la historia de los hombres y capaz de transformar todas las
realidades. Pero esto implicaba dejar atrás casa, familia y medio de vida, porque el
estilo del Maestro Jesús era el de un itinerante por el Reino. Tal era una diferencia
concreta frente a Juan, como ya lo vimos. En la Escuela de Jesús, quien ingresa a ella
hace de la Misión de evangelizar el Reino un criterio de vida y esto lo conduce a ser
“itinerante”por el Reino como Jesús.

Para eso es fundamental ejercitar la capacidad de dejar y abandonar, si es preciso, casa,


familia y medio de vida. Es lo que deja entrever Mc. 10,28-31.

Pero agreguemos que el objetivo principal de Jesús, al llamar a los discípulos, no era
enseñarles la Torah sino hacerles experimentar y proclamar el Reino de Dios y este
servicio comprometía al discípulo en una actividad permanente.

 La posibilidad de encontrar peligros y hostilidad por seguir a Jesús. Seguir y servir


a Jesús en la Escuela tiene unos costes concretos, a menudo difíciles. Porque en la
medida en que hay un compromiso de toda la persona con el Evangelio y la lucha por
hacer presente el Reino entre los hombres, es factible que aparezcan conflictos
divisiones, persecuciones y hasta la oportunidad de ofrecer la vida por el Evangelio
(Mc. 8,35).

En la segunda característica hablábamos de abandono de seguridades, aquí hay algo


más y mucho más profundo: es la negación de sí mismo y la toma de la propia cruz,
como Jesús, para llegar a ser verdadero discípulo (Mc. 8,34). El discípulo ha de negarse
a sí mismo, abandonar totalmente sus intereses, decir “no”a su persona como norma y
objeto fundamental de su propia vida. Pero, más aun, ese “tomar a cuestas la propia
cruz” es un lenguaje crudo e impresionante para indicar el desapego de todo lo que
constituya la propia vida en el presente, el pasado de los lazos familiares y el futuro con
los planes y proyectos, con tal de seguir a Jesús.

12
Normalmente estas características hacían del grupo de discípulos una especie de círculo
cerrado, exigente y alejado de los demás. Con todo, la paradoja de Jesús está en que, tanto él
como sus discípulos, llevan dentro una capacidad de apertura y disponibilidad que los lleva a
compartir la vida y la mesa con toda clase de personas, especialmente los publicanos y
pecadores (cfr. Lc. 15,1-2). Y esto sorprende a todos.

De esta manera, firmes y fuertes en el seguimiento de Jesús, exigentes en el abandono de


seguridades y en la negación de sí mismos, pero abiertos y generosos con todos, los discípulos
de Jesús son testigos de una vida nueva que atrae y libera.

6. Jesús el formador.

El desarrollo que llevamos hasta ahora nos puede ofrecer una visión todavía teórica de la labor
formadora de Jesús: Un Maestro especial, lleno de actividades y compromisos, con unas
tácticas concretas y unas exigencias de vida para ser discípulos. Pero eso no lo es todo.

Una lectura de los Evangelios, desde la praxis formativa de varios años, me permite descubrir
que hay algo más profundo y fundamental en el Maestro Jesús, que es lo verdaderamente
marcante de su Escuela: su persona. Es Él, su estilo, sus sentimientos, su modo de actuar y
enfrentar la vida, su palabra y sus gestos, su cercanía y su presencia; todo esto es lo que atrae,
lo que fascina a los discípulos y oyentes, lo que impacta el corazón de tantos, lo que produce
un efecto transformador en la vida de los que entran en contacto con Él.21

“Jesús es el eje, centro, modelo y punto de referencia de la comunidad de discípulos. Por sus
actitudes, es un signo del Reino: transparenta y encarna el amor de Dios y lo revela (Mc. 6,31;
Mt. 10,30; Lc. 15,11-32). Jesús es una persona “significativa”para ellos. Los dejará marcados
para siempre.”

“A lo largo de tres años, Jesús acompaña a los discípulos. Convive con ellos, come con ellos,
camina con ellos, se alegra con ellos, sufre con ellos. A través de esa convivencia es como se
forman. Desde el primer momento de la llamada, Jesús les implica en la misión... La
participación en el anuncio del Reino forma parte del proceso formativo, dado que la Misión es
la razón de ser de la vida comunitaria en torno a Jesús”.22

Jesús tenía su propio estilo y con él daba forma humana a la experiencia que él mismo tenía del
Padre; por eso aparecía ante los discípulos y la gente como:
 Una persona de paz, que inspira paz y reconciliación . Su presencia serena y segura era
capaz de ofrecer firmeza, seguridad y confianza en medio de los problemas, los
fracasos y las crisis que parecían socavar la vida comunitaria (cfr. Mc. 6,47-52; 9, 24-
27).
 Una persona libre y liberada, que despierta y anima a la libertad . No se coarta ante nada
ni nadie. Es libre para actuar y amar, porque la única presión que experimenta es la de
anunciar el Reino y hacer presente la misericordia del Padre (cfr. Lc. 13,31-33).
 Una persona de oración, a la que se le ve orando continuamente y en todos los
momentos importantes de su vida, y es capaz de despertar en los otros las ansias de
orar: “¡Señor, enséñanos a orar!”(Lc. 11,1-4). Es que su vida toda estaba en función
21
Nos ayuda mucho para este apartado el pensamiento y la exposición de MESTERS C. Jesús formador. En Vida
Religiosa, 90 (2000) pg. 426-433.
22
Idem, pag. 426.

13
del Padre y en él se sumergía frecuentemente para conocer su Voluntad y su proyecto
(Lc. 6,12-13).
 Una persona afectiva y cariñosa, que inspira fuertes respuestas de amor; por eso es
capaz de acoger a los pecadores y a los débiles y hacerse presente en sus vidas con una
palabra o una acción de misericordia (Mt. 19,13-15 ; Lc. 7,37-50; 15,1-2).
 Una persona realista y observadora, que se fija en detalles y en los signos de la creación
y es capaz de orientar la atención de los discípulos hacia las realidades más hondas de
la vida y hacia la presencia salvadora de Dios en los acontecimientos (Mc. 12,41-44;
13,28-32; Lc. 8,43-48; Mc. 8,14-21).
 Una persona atenta, preocupada por los discípulos en detalles tan diarios e importantes
como su comida, su descanso y el compartir de todos en la obra del Reino (Jn. 21,9;
Mc. 6,31).
 Una persona comprensiva, que acepta a los discípulos como son, los corrige, los
instruye y no los rechaza cuando huyen o lo traicionan (Mc. 14,26-31; 9,28-29; Mt.
26,47-50 ; Lc. 9,51-56).

En síntesis, Jesús es una persona “muy humana, tan humana como sólo Dios podría ser
humano”.

Conclusión

Al llegar aquí nos ha de quedar clara la exigencia actual de volver al Evangelio y tratar de
encontrar en él los rasgos más fundamentales de Jesús como formador, para tratar de vivirlos
en nuestro propio ministerio como formadores de presbíteros.

Con relación esta exigencia de volver al Evangelio, quiero subrayar algunos elementos más
sobresalientes:
 Poner a la base de todo que lo que constituye la originalidad de toda vocación y lo que
construye nuestra identidad y nuestra gloria es el ser discípulos de Jesús. El discipulado
como criterio de acción, el ser discípulos como máxima aspiración de la vida y el ser
llamados por Jesús en su seguimiento: tales elementos han de marcar nuestro estilo
formativo. No la búsqueda de un status ni de un título o un puesto de responsabilidad en
la Iglesia y en el mundo.
 Asumir el proceso formativo como una experiencia de seguimiento en la Escuela de
Jesús, pero también de una lenta “configuración”con Cristo, Buen Pastor.
 Darle la importancia que se merece al trato íntimo y prolongado con Jesús, en la
oración personal y comunitaria, pero también en la contemplación y la escucha de su
Palabra.
 Descubrir y vivenciar la persona de Jesús como el Único Maestro y Señor de la vida
para centrar en Él todo lo que somos y hacemos.
 Hacer del seguimiento a Jesús y del servicio a Él y a los hermanos las características
que marquen la vida diaria y moldeen la identidad de los jóvenes que desean llegar a
ser Pastores al estilo de Jesús.
 Ofrecer a los jóvenes que están a nuestro cargo un verdadero, serio y constante
“acompañamiento”, al estilo de Jesús. Lo cual implica un tiempo de calidad ofrecido
con amor y un “estar con ellos” y ser “para ellos”una presencia viva de Jesús que
orienta y guía.

14
 Ofrecer también un estilo de formación basado en la confianza y la entrega de
responsabilidades para asumir la Misión. “Libertad con responsabilidad” y “envío
constante a la Misión del Reino”serán dos criterios básicos de formación.
 Evaluar constantemente y enseñar a evaluar a los jóvenes para fortalecer y afirmar el
proceso formativo pero también para lograr una acción más concreta al servicio del
Evangelio: tal será una exigencia permanente para nosotros como formadores. Pero una
evaluación con las características propias del Evangelio de Jesús.
 Marcar a los jóvenes con una característica muy evangélica: la apertura a todos y el
amor misericordioso por todos, como Jesús.
 La visión de la vida cristiana como un “continuar y completar la vida de Jesús”, siendo
otros tantos Jesús sobre la tierra, dejándonos animar de su propio espíritu, viviendo su
misma vida, caminando tras sus huellas, revistiéndonos de sus sentimientos y
realizando todas nuestras acciones con sus mismas disposiciones e intenciones (O.E.
pág. 131-134).
 La invitación a buscar decididamente la santidad en la vida diaria porque “ser cristiano
y ser santo es la misma cosa” y hacer de nuestras comunidades una “escuela de
santidad”.
 El asumir la formación de los presbíteros como una tarea y un trabajo salvífico que
supera a las demás obras del ministerio: “Significa salvar a los que salvan, dirigir a los
que dirigen, enseñar a los que enseñan, apacentar a los que apacientan, iluminar a los
que son la luz del mundo, santificar a los que son la santificación de la Iglesia.”(O.C.
X, pág. 417). A eso estamos llamados como formadores, por pura misericordia y
confianza, sin merecerlo jamás.

15
1. Jesús, el único Maestro.
Una lectura sencilla de los Evangelios nos permite encontrar una primera realidad : Jesús es llamado
con frecuencia “Maestro”. Doce veces en el Evangelio de Marcos con el término griego de didaskalos ,
tres veces con el término hebreo de rabbi y una con el término arameo de rabbouni , nos está diciendo
que para el Evangelio más antiguo éste es el título cristológico más importante en esa comunidad
griega que comienza a creer en Jesús 23. Ellos han descubierto a Jesús como el Hijo de Dios (1,1 ; 15,30)
y el Cristo o Mesías (1,1 ; 8,29), pero curiosamente lo que más subrayan es que también sea para ellos
maestro de vida.

Después de Marcos, los otros Evangelios continúan la misma experiencia. Mateo nos habla de Jesús
como didaskalos 10 veces, Lucas 14 veces y Juan 7 veces; el término rabbi es aplicado a Jesús 2 veces
en Mateo y 8 en Juan, y el de rabbouni una vez en Juan 20,16.24

Este título de “Maestro” no lo podemos entender en el contexto y la mentalidad actual sino en los de la
época. Es el jefe y el responsable de un grupo de discípulos, que lo siguen a donde quiera que vaya; es
el guía y el orientador de la vida para estos discípulos ; es para ellos el testigo por excelencia de Dios ,
con su palabra y con su vida . Pero Jesús no es “un maestro” más, un maestro como los de su época. La
comunidad de Mateo, un poco más tarde que la de Marcos, profundiza en el conocimiento y en la
experiencia de Jesús y llega a decir que Jesús es “el Maestro” y el único (“ Uno solo es vuestro
Maestro”: Mat 23,8). Esta afirmación va seguida de otra parecida en el mismo Evangelio : “Uno solo es
vuestro instructor, el Cristo”(Mat. 23,10). El término griego es katheghethes y sólo aparece aquí en
todo el Nuevo Testamento. Viene de kat egeomai e indica alguien que conduce por un camino, un
orientador y un maestro que nos indica el camino de la vida. 25

Con todo, así como al estudiar el sacerdocio de Jesucristo, tenemos que decir que Jesús ni era ni podía
ser sacerdote a la manera del Antiguo Testamento (cfr. Heb.8,4 ), así también aquí, al hablar de Jesús
como Maestro, tenemos que afirmar que no lo era ni podía serlo a la manera de los maestros de la
época. Lo veremos más adelante.

Agreguemos que el tercer Evangelio tiene también una palabra diferente para dirigirse a Jesús como
Maestro, es el término epistates , utilizado sólo por Lucas y en contextos de confianza y de súplica a
Jesús : Lc. 5,5 ; 8,24(2 veces) ; 9,33.49 ; 17,13. En cambio, nunca se le dice a Jesús que sea
paidagogos, ni paideutes , que son términos propios de educadores de niños.26

El recorrido por el vocabulario de los Evangelios nos ofrece, pues, una riqueza de contenido y un
proceso de profundización en la experiencia de Jesús como Maestro. Lo curioso es que en las cartas y
en los Hechos de los Apóstoles no vuelva a darse este título a Jesús. Pero nos queda claro que en cuatro
comunidades cristianas diferentes, con estilos y culturas también distintas, la persona de Jesús es
entendida y asumida como un Maestro de vida, un orientador y un guía, hasta llegar, en la comunidad
hebrea de Mateo, a confesar que Jesús es el Único Maestro (23,8) y en la comunidad joánea que Jesús
es el Camino, la Verdad y la Vida (14,6).

2. La formación en la escuela de Jesús.


23
Puede verse didaskalos en Mc. 4,38 ; 5,35 ; 9,17.38 ; 10,17.20.35 ; 12,14.19.32 ; 13,1 ; 14,14 ; Rabbi en 9,5 ;
11,21 ; 14,45 ; y Rabbouni en 10,51.
24
Didaskalos : Mat. 8,19 ; 9,11 ; 12,38 ; 17,24 ; 19,16 ; 22,16 .24.36 ; 23,8 ; 26,18 ; Lc. 3,12 ; 7,40 ; 8,49; 9,38 ;
10,25 ; 11,45 ; 12,13 ; 18,18 ; 19,39 ; 20,21.28,39 ; 21,7 ; 22,11 ; Jn. 1,38 ; 3,2 ; 8,4 ; 11,28 ; 13,13.14 ; 20,16.
Rabbi : Mat. 26,25.49 ; Jn. 1,38.49 ; 3,2.26 ; 4,31 ; 6,25 ; 9,2 ; 11,8.
25
Para MEIER J. El uso del término “Maestro”, aplicado a Jesús, se dio en un sentido no técnico y tuvo la
influencia del modelo del Bautista y de sus discípulos. Op.Cit. III, pag. 67-68.
26
El primero sólo aparece en 1 Cor. 4,15 y Gal. 3,24.25 ; el segundo en Rom. 2,20 ; y Heb. 12,9

16
Con lo visto hasta ahora, entendemos mejor cómo Jesús va constituyendo lentamente su propia escuela
de discípulos y va apareciendo ante la gente de su pueblo como un maestro dedicado a la instrucción
sobre la Torah de Israel. Sin embargo, lentamente se va dando el cambio y la impresión que queda al
escucharlo y al verlo es otra. Su palabra y sus acciones impactan a la gente que lo ve y lo escucha y
hacen surgir un interrogante :”Qué es esto ? Una doctrina nueva expuesta con autoridad ! Manda
hasta a los espíritus inmundos y le obedecen” (Mc 1, 27) El comentario de Mateo es más concreto :
“La gente quedaba asombrada de su doctrina ; porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no
como sus escribas” (Mat 7, 28-29).

Ya aquí comienza a aparecer una comparación con los maestros de la Ley, que eran numerosos en la
época y que habían tenido una estricta formación conforme a los criterios del momento. La
comparación y hasta la oposición era normal, porque para llegar a ser maestro de la Ley había unos
requisitos que Jesús no cumplía necesariamente : participar en una escuela, aprender y vivir unas
normas (la “carga” que ya vimos), hacer todo un proceso formativo que era muy largo, tener la edad
propia de la madurez (los cuarenta años) y ser instituido oficialmente como maestro mediante la
imposición de manos de otros tres maestros de Israel (lo que plantea una continuidad oficial del servicio
de la formación en el pueblo). Jesús no tenía la edad suficiente y no había recibido la investidura oficial.

Con todo, sus gestos, sus actitudes, su palabra misma le dejan entender al pueblo sencillo que en él hay
“algo especial” que les permite sentir la presencia y la cercanía de Dios. Es lo que la comunidad de
Mateo va a recalcar cuando insiste en el nombre de Jesús como cumplimiento de la palabra profética de
Isaías sobre el Emmanuel (Mat 1, 21-23) y cuando presenta a Jesús como el Único Maestro de la
comunidad (Mat 23, 1-12).27

Jesús, pues, como Maestro del Pueblo nuevo es un formador. Pero digamos de una vez que el término
“formar” no aparece en los Evangelios y casi tampoco en los demás escritos del Nuevo Testamento.
Sólo Pablo, en la carta a los Gálatas, reflexionando sobre su propia experiencia pastoral al servicio del
acompañamiento de esta comunidad, que tantas dificultades le dio, llegó a crear un verbo concreto :
morfoo . “Hijitos míos! Por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en
vosotros!”(Gal. 4,19).28 Pero si no está el verbo sí encontramos la realidad de “enseñar” 29 propia de los
maestros y la calidad de su “enseñanza”, que admiraba a todos. 30

Jesús asume las tácticas de formación propias de los rabinos de la época, pero agrega unas
características muy propias que lo presentan como el Maestro por excelencia de la Nueva Ley y de la
Buena Nueva de Dios en los tiempos finales.31 Las estrategias comunes de la época eran :

2) La instrucción y formación teórico-práctica

27
“Lo sorprendente , dice Meier, no es que Jesús fuese Maestro, sino que combinase la función de maestro con
otras no asociadas comúnmente a un maestro judío palestino del primer tercio del S. I d.C. : profeta escatológico y
taumaturgo”. Op.Cit. III, pag. 114, en Nota 19.
28
Es la única vez que aparece el verbo en el Nuevo Testamento. Anotemos, de paso, que fue este texto el que
tanto marcó a San Juan Eudes en el tema de “la formación de Jesús en nosotros”
29
El verbo didasko (de donde viene didaskalos) , aplicado a Jesús está 47 veces en el Nuevo Testamento. En
Mateo 4,23 ; 5,2 ; 7,29 ; 9,35 ; 11,1 ; 13,54 ; 21,23 ; 22,16 ; 26,55 ; en Marcos 1,21.22 ; 2,13 ; 4,1.2 ; 6,2.6.34 ;
8,31 ; 9.31 ; 10,1 ; 11,17 ; 12,14.35 ; 14,49 ; en Lucas : 4,15.31 ; 5,3.17 ; 6,6 ; 11,1 ; 13,10.22.26 ; 19,47 ;
20,1.22(2 veces) ; 21,37 ; 23,5 ; en Juan : 6,59 ; 7,14.28.35 ; 8,2.20 ; 18,20 ; y en Hechos 1,1.
30
De la didaché de Jesús se habla en Mat. 7,28 ; 22,33 ; Mc. 1,22.27 ; 4,2 ; 11,18 ; 12,38 ; Lc. 4,32 ; Jn. 7,16.17 ;
18,19 . En total 11 veces.
31
“Tener en cuenta que a lo largo del período grecorromano, múltiples figuras de la filosofía y de la religión
reunieron en torno a sí personas que podrían ser calificadas de seguidores, adeptos, estudiantes o discípulos. Ese
público receptivo absorbía y cultivaba las enseñanzas de sus maestros, iniciando así la formación de diversas
corrientes intelectuales o religiosas que luego pasarían de generación en generación”. MEIER J. Op. Cit. III, pag.
70

17
Como el seguimiento y la convivencia de los discípulos con el maestro eran continuas, pues le quedaba
más fácil a Jesús integrar la teoría y la praxis , el comentario y la acción, en los diferentes momentos de
la actividad apostólica. Con su propia vida de misionero itinerante del Reino, con su Palabra eficaz y
valiente y con sus acciones de poder, Jesús iba formando a los suyos en la actividad salvífica que el
Padre le había encomendado. A su vez, con el acompañamiento permanente al Maestro, con la escucha
atenta de su mensaje y la experiencia inmediata de sus acciones, los discípulos van aprendiendo en la
vida misma de su Maestro.

Esto lo notamos, por ejemplo, cuando los discípulos comentan admirados un hecho que los impresiona
y Jesús aprovecha el momento para ayudarlos a profundizar (las piedras inmensas del Templo : Mc.
13,1-2 ; la higuera secada por la palabra de Jesús : Mc. 11,20-25); o cuando Jesús llama la atención
sobre el sentido más profundo de sus acciones (Mc. 8,14 : la levadura de los fariseos) ; o cuando sucede
algo en el pueblo y el Maestro lo aprovecha para ofrecer una lección (Lc. 13,1 : la caída de la torre de
Siloé).

Pero hay una forma muy concreta de formación que es la instrucción a solas. Con ella, Jesús dedica un
mayor tiempo a la formación del grupo y puede hacer un verdadero acompañamiento en el proceso de
maduración del mismo. Tan importante es que Marcos , desde 4,10, lo vuelve un estribillo (Cfr Mc
4,33-34 ; 7,17 ; 8,13-21 ; 8,27-30 ; 9,28-29 ; 9,33-34 ; 10,10 ; 10,32-34 ; 10,10 ; 10,41-42 ; 13,1-4 ;
etc). En esta instrucción a solas, Jesús puede revisar la vida de los discípulos, ampliar la enseñanza dada
a la multitud, pero, sobre todo, abrir perspectivas hacia el futuro, así los discípulos no entiendan
plenamente sus palabras. Es un saber sembrar para el futuro, con la seguridad de que sólo más tarde
entenderán el contenido pleno de la instrucción impartida. Es el sentido , por ejemplo, de los llamados
“tres anuncios de la pasión” (Mc 8,31-33 ; 9,30-32 ; 10,32-34). Marcos insiste en la importancia de este
acompañamiento y dedicación de Jesús a los suyos : “Iban de camino; El no quería que se supiera,
porque iba enseñando a sus discípulos”(Mc. 9,30). Es tiempo especial, de entrega generosa a los suyos
para formarlos, así haya muchas otras actividades por hacer entre la gente. Es tiempo de calidad.

3) El envío a misión y la entrega de responsabilidades.


La formación que se va recibiendo es preciso compartirla en una actividad apostólica que se manifiesta
al servicio del pueblo. En Marcos encontramos un primer envío oficial de los discípulos en 6,7-13 ;
pero hay luego envíos sucesivos a misión (cfr Mc 6,45 : a Betsaida; 9,14ss : los envía al pueblo,
mientras él va al monte con Pedro, Santiago y Juan ; 9,38-40 : durante otra misión, en la que Juan
encuentra alguien que “no va con ellos” ; 11,1-2 : antes de entrar a Jerusalén ) que nos ayudan a
entender cómo la táctica formativa es ir integrando los períodos de instrucción con los momentos de
acción y de compromiso. Igualmente, podemos leer Mc. 14,12ss, cuando los envía a buscar un lugar
para celebrar la Pascua salvadora. Este envío constante a misión es un criterio de acción muy
importante para nosotros en la obra pedagógica de la formación al ministerio.

Pero Marcos agrega otro detalle simbólico y es la entrega de la responsabilidad de la nueva comunidad
que va surgiendo de su ministerio. El texto de la primera multiplicación de los panes es una catequesis
muy bien construida , a partir de algunos textos del Antiguo Testamento (por ejemplo Exodo 18 ; 2 Reg
4,42-44 ; Salmo 23 ; Ezequiel 34) y en él se subraya cómo Jesús es el jefe del nuevo pueblo de Dios y
constituye una comunidad, a partir de la Palabra y el Pan. A esta comunidad la coloca bajo la dirección
de los Doce. Por eso vendrá más tarde la formación sobre cómo dirigir la comunidad : no como lo
hacen los demás, con despotismo y autoridad falsa, sino como siervos y esclavos de los demás (Mc.
10,41-45).

4) La evaluación del trabajo apostólico.


Culmina el proceso formativo y lo vuelve a relanzar : instrucción - misión - evaluación. En el evangelio
de Marcos podemos encontrar hasta tres momentos de evaluación : 6,30-32 (después del primer envío) ;
9,28-29 (cuando no pudieron curar al niño epiléptico) y 9,38-40 (cuando se evalúa una misión y surge
una dificultad sobre la participación de otros que no pertenecen al grupo).

18
La evaluación cristiana, según Marcos 6,30-32, es un encuentro de discípulos y enviados con Jesús para
compartir con él y poner en común la palabra predicada y la acción realizada. Pero si le preguntamos a
Lucas 10,17ss acerca del contenido de la misma evaluación, podemos deducir algunos elementos
prácticos.  Al inicio del capítulo (10,1-2) están las dos primeras estrategias formativas : la instrucción
(vv. 2-16) y la misión (v. 1) ; luego viene la evaluación (vv. 17-24) 32. El texto completo dice así :
17 Regresaron los setenta y dos, y dijeron alegres: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu
nombre.» 18 Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 Mirad, os he dado el
poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer
daño; 20 pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres
estén escritos en los cielos.»
21 En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor
del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a
ingenuos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. 22 Mi Padre me lo ha entregado todo, y nadie
conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar.»
23 Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! 24 Porque os
digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que
vosotros oís, pero no lo oyeron.»

Leyendo detenidamente el texto, podemos deducir hasta cinco elementos propios de una evaluación
cristiana, al estilo de Jesús :
 La puesta en común del resultado de la misión. En ella, como dice Marcos (6,30), se comparte
la dicho y lo hecho : palabras y acciones, enseñanza y obras. Es lo que deducimos del verso 17 ;
 El asumir serenamente lo sucedido . No simplemente compartir sino asumir y aceptar el
resultado de la misión, cualquiera sea. Tal es la actitud de Jesús en el verso 18 ;
 El deducir elementos formativos a partir de los hechos . Es lo que hace Jesús en los versos 19-
20, haciendo caer en cuenta de cómo el principio cristiano de una evaluación no es “la
efectividad” (vales tanto cuanto hagas) sino “la identidad” (lo que somos para el Padre : sus
amados). “Nuestros nombres escritos en el cielo”significa que estamos en el Corazón del Padre
y somos sus amados. Por eso Dios confía en nosotros y nos entrega una misión.
 La acción de gracias , sea cual sea el resultado (versos 21-22). Aquí todo salió bien; en el caso
del niño epiléptico todo salió mal; por todo hay que dar gracias al Padre. Y es una acción de
gracias promovida por el gozo del Espíritu que actúa en el corazón del discípulo .
 El estímulo y la animación hacia el futuro para mantenerse firmes en la misión recibida (versos
23-24) . Toda evaluación cristiana, hecha en Jesús y con Jesús, concluye en una animación y en
un impulso para seguir adelante en la construcción del Reino.

3. Rasgos propios de la Escuela de Jesús.


El análisis que venimos haciendo nos dice que, en el contexto de la época, Jesús creó una experiencia
propia y única de discipulado que, necesariamente, tenía que hacer brotar expectativa y admiración en
unos y rechazo y protesta en otros.

Los estudios exegéticos actuales nos dicen que el término “discípulo” tiene unas connotaciones propias
en los Evangelios, pero que Lucas, en los Hechos apostólicos, es el primero en ampliar el sentido del
término para incorporar a él a los cristianos de su tiempo junto con los discípulos de Jesús propiamente
dichos.33Por lo tanto, lo que Lucas se atrevió a hacer en la segunda generación de la fe, lo podemos
32
Lastimosamente, casi todas las traducciones olvidan que el conjunto del texto (Lc. 10,17-24) es una evaluación
y lo dividen en diferentes trozos con subtítulos que dañan el sentido completo del texto.
33
Puede verse el planteamiento y la bibliografía en MEIER J. Op. Cit. III, pág. 70-98 y 114-135.

19
continuar nosotros hoy. Y, aplicado al proceso de formación que vivimos con los candidatos al
ministerio y a la vida religiosa, es una manera de fortalecer la espiritualidad cristiana, fundamentada
hoy en el seguimiento de Jesús.

Los rasgos comunes del discipulado en la Escuela de Jesús, como aparecen en los Evangelios son :
 El llamamiento a la Escuela es total iniciativa de Jesús. En las costumbres de la época, sólo
los varones podían participar en una escuela y a ella ingresaban por petición libre que hacían al
maestro para que los acogiera en su estilo y en su familia. El creyente se hacía discípulo por
decisión libre, por petición directa y por ingreso voluntario en la escuela del maestro.
Con Jesús no sucede así. Los textos más primitivos nos hablan de cómo en su Escuela las cosas
son diferentes : es Él quien llama con plena libertad e invita a seguirlo para constituir con Él un
grupo especial y diferente. Así lo vemos en los cuatro primeros discípulos (Mc. 1,16-20), Leví
(Mc. 2,14) y el hombre rico (Mc. 10,17-22) que resultó un fracaso porque no fue capaz de
responder a Jesús con el abandono de sus bienes. Más tarde, la comunidad joánea lo expresará
así con palabras de Jesús : “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a
vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca ”(Jn.
15,16).

Por lo mismo, en la Escuela de Jesús el ser discípulo es primero una vocación y sólo después
una opción de vida. Porque se escucha internamente la llamada del Maestro, la respuesta es
libre y voluntaria, pero si alguien la da, toda su vida se convierte en una opción decidida por el
Maestro y el Evangelio. Para san Juan esta opción desata una reacción en cadena que se va
ampliando y multiplica el grupo de discípulos: Andrés llama a Simón su hermano, Felipe a
Natanael (Jn. 1,35-51).

Tan importante es esto que, Marcos (2,15), como Juan (,2) comienzan a hablar de “discípulos
de Jesús”sólo después de estas vocaciones. Y cuando los llamados responden, se integran no
sólo a una experiencia con el Maestro sino en una comunidad de discípulos que gira toda ella
alrededor de Jesús, como su casa, su familia, sus hermanos (Mc. 3,35-36).

Esta vocación tiene el carácter de radical y definitiva: se pertenece a la Escuela de Jesús para
siempre, así haya la libertad para abandonarlo y alejarse de él (Jn. 6,66-71). Pero quien se queda
y permanece en la Escuela de Jesús (cfr. Jn. 1,39; 15,1-10), será siempre su discípulo, conocerá
la verdad y la verdad lo hará libre (cfr. Jn. 8,31-32).

 El seguimiento de Jesús y el abandono de seguridades. Aceptada la invitación del Maestro,


el discípulo se insertaba en “un camino”y un proceso de vida que implicaba un “ir detrás de
Jesús” para aprender de Él una vida, un estilo, una manera: el Reino de Dios hecho presente en
la historia de los hombres y capaz de transformar todas las realidades. Pero esto implicaba dejar
atrás casa, familia y medio de vida, porque el estilo del Maestro Jesús era el de un itinerante por
el Reino. Tal era una diferencia concreta frente a Juan, como ya lo vimos. En la Escuela de
Jesús, quien ingresa a ella hace de la Misión de evangelizar el Reino un criterio de vida y esto
lo conduce a ser “itinerante”por el Reino como Jesús.

Para eso es fundamental ejercitar la capacidad de dejar y abandonar, si es preciso, casa, familia
y medio de vida. Es lo que deja entrever Mc. 10,28-31.

Pero agreguemos que el objetivo principal de Jesús, al llamar a los discípulos, no era enseñarles
la Torah sino hacerles experimentar y proclamar el Reino de Dios y este servicio comprometía
al discípulo en una actividad permanente.

 La posibilidad de encontrar peligros y hostilidad por seguir a Jesús. Seguir y servir a Jesús
en la Escuela tiene unos costes concretos, a menudo difíciles. Porque en la medida en que hay

20
un compromiso de toda la persona con el Evangelio y la lucha por hacer presente el Reino entre
los hombres, es factible que aparezcan conflictos divisiones, persecuciones y hasta la
oportunidad de ofrecer la vida por el Evangelio (Mc. 8,35).

En la segunda característica hablábamos de abandono de seguridades, aquí hay algo más y


mucho más profundo: es la negación de sí mismo y la toma de la propia cruz, como Jesús, para
llegar a ser verdadero discípulo (Mc. 8,34). El discípulo ha de negarse a sí mismo, abandonar
totalmente sus intereses, decir “no”a su persona como norma y objeto fundamental de su propia
vida. Pero, más aun, ese “tomar a cuestas la propia cruz” es un lenguaje crudo e impresionante
para indicar el desapego de todo lo que constituya la propia vida en el presente, el pasado de los
lazos familiares y el futuro con los planes y proyectos, con tal de seguir a Jesús.

Normalmente estas características hacían del grupo de discípulos una especie de círculo cerrado,
exigente y alejado de los demás. Con todo, la paradoja de Jesús está en que, tanto él como sus
discípulos, llevan dentro una capacidad de apertura y disponibilidad que los lleva a compartir la vida y
la mesa con toda clase de personas, especialmente los publicanos y pecadores (cfr. Lc. 15,1-2). Y esto
sorprende a todos.

De esta manera, firmes y fuertes en el seguimiento de Jesús, exigentes en el abandono de seguridades y


en la negación de sí mismos, pero abiertos y generosos con todos, los discípulos de Jesús son testigos de
una vida nueva que atrae y libera.

4. Jesús el formador.
El desarrollo que llevamos hasta ahora nos puede ofrecer una visión todavía teórica de la labor
formadora de Jesús : Un Maestro especial, lleno de actividades y compromisos, con unas tácticas
concretas y unas exigencias de vida para ser discípulos. Pero eso no lo es todo.

Una lectura de los Evangelios, desde la praxis formativa de varios años, me permite descubrir que hay
algo más profundo y fundamental en el Maestro Jesús, que es lo verdaderamente marcante de su
Escuela : su persona. Es Él, su estilo, sus sentimientos, su modo de actuar y enfrentar la vida, su
palabra y sus gestos, su cercanía y su presencia; todo esto es lo que atrae, lo que fascina a los discípulos
y oyentes, lo que impacta el corazón de tantos, lo que produce un efecto transformador en la vida de los
que entran en contacto con Él.34

“Jesús es el eje, centro, modelo y punto de referencia de la comunidad de discípulos. Por sus actitudes,
es un signo del Reino : transparenta y encarna el amor de Dios y lo revela (Mc. 6,31 ; Mt. 10,30; Lc.
15,11-32). Jesús es una persona “significativa”para ellos. Los dejará marcados para siempre.”

“A lo largo de tres años, Jesús acompaña a los discípulos. Convive con ellos, come con ellos, camina
con ellos, se alegra con ellos, sufre con ellos. A través de esa convivencia es como se forman. Desde el
primer momento de la llamada, Jesús les implica en la misión ... La participación en el anuncio del
Reino forma parte del proceso formativo, dado que la Misión es la razón de ser de la vida comunitaria
en torno a Jesús”.35

Jesús tenía su propio estilo y con él daba forma humana a la experiencia que él mismo tenía del Padre;
por eso aparecía ante los discípulos y la gente como :
 Una persona de paz, que inspira paz y reconciliación . Su presencia serena y segura era capaz de
ofrecer firmeza, seguridad y confianza en medio de los problemas, los fracasos y las crisis que
parecían socavar la vida comunitaria (cfr. Mc. 6,47-52 ; 9, 24-27).
34
Nos ayuda mucho para este apartado el pensamiento y la exposición de MESTERS C. Jesús formador. En Vida
Religiosa, 90 (2000) pg. 426-433.
35
Idem, pag. 426.

21
 Una persona libre y liberada, que despierta y anima a la libertad . No se coarta ante nada ni
nadie. Es libre para actuar y amar, porque la única presión que experimenta es la de anunciar el
Reino y hacer presente la misericordia del Padre (cfr. Lc. 13,31-33).
 Una persona de oración, a la que se le ve orando continuamente y en todos los momentos
importantes de su vida, y es capaz de despertar en los otros las ansias de orar: “Señor,
enséñanos a orar!”(Lc. 11,1-4). Es que su vida toda estaba en función del Padre y en él se
sumergía frecuentemente para conocer su Voluntad y su proyecto (Lc. 6,12-13).
 Una persona afectiva y cariñosa , que inspira fuertes respuestas de amor; por eso es capaz de
acoger a los pecadores y a los débiles y hacerse presente en sus vidas con una palabra o una
acción de misericordia (Mt. 19,13-15 ; Lc. 7,37-50 ; 15,1-2).
 Una persona realista y observadora, que se fija en detalles y en los signos de la creación y es
capaz de orientar la atención de los discípulos hacia las realidades más hondas de la vida y
hacia la presencia salvadora de Dios en los acontecimientos (Mc. 12,41-44 ; 13,28-32 ; Lc.
8,43-48 ; Mc. 8,14-21).
 Una persona atenta, preocupada por los discípulos en detalles tan diarios e importantes como su
comida, su descanso y el compartir de todos en la obra del Reino (Jn. 21,9 ; Mc. 6,31).
 Una persona comprensiva, que acepta a los discípulos como son, los corrige, los instruye y no
los rechaza cuando huyen o lo traicionan (Mc. 14,26-31 ; 9,28-29 ; Mt. 26,47-50 ; Lc. 9,51-56).

En síntesis, Jesús es una persona “muy humana, tan humana como sólo Dios podría ser humano”.

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