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En un momento como el actual, en el que los sistemas universitarios están siendo

sometidos a profundos cambios, y puesto que entre las funciones de la educación


superior se encuentra la capacitación para el ejercicio de actividades profesionales, es
ineludible revisar los aspectos de la formación profesionalizadora –las competencias
para la empleabilidad– que las universidades han de proporcionar. En este trabajo se
defiende la necesidad de capacitación científico–técnica, pero se considera que un
modelo exclusivamente intelectual y tecnicista resulta limitado si ha de capacitar
también para un desempeño laboral que sea fuente de crecimiento personal, de
satisfacción para las empresas y de progreso social, más allá de la mera productividad
y del rendimiento económico; ambos imprescindibles, pero insuficientes desde un
punto de vista humanizador.

Por otra parte, la calidad de la educación superior no se resuelve en el logro de un


producto coherente con sus imputs y procesos (calidad = eficiencia) y de un producto
acorde con sus metas y objetivos (calidad = eficacia); sino que, además, debe haber
coherencia de las metas/imputs/procesos/productos con los valores, las expectativas y
las necesidades sociales (calidad = funcionalidad) (De la Orden et al., 1997).

En este sentido, tanto la revisión de la literatura científica como las exigencias de los
empresarios ponen de manifiesto el peso de la eticidad en las expectativas, las
necesidades y los valores que se encuentran en el núcleo de la funcionalidad. Por ello,
desde una perspectiva axiológica sobre formación integral de cada persona, y desde
una perspectiva de calidad de vida y de progreso para los individuos y para las
sociedades, en este trabajo no sólo se asume que los valores éticos forman parte de la
estructura de las competencias, sino también que es necesario planificar expresamente
competencias éticas como parte de la formación de los universitarios. En consecuencia,
los objetivos del presente artículo son:

a) Mostrar que el trabajo, como fuente de desarrollo personal, de satisfacción de las


empresas y de progreso social, no sólo requiere desarrollo de capacidades científicas y
técnicas, sino también éticas.

b) Fundamentar, de modo teórico y empírico, las necesidades y demandas sociales de


ética profesional.

c) Mostrar que un modelo de competencias para la empleabilidad ha de contemplar


explícitamente la formación en competencias éticas que contribuyan a la madurez
moral.

d) Contribuir a la expansión y consolidación de modelos formativos para la


empleabilidad, que contemplen competencias éticas.

I. La función profesionalizadora de la universidad

Una de las funciones esenciales de la universidad es capacitar para el ejercicio de


actividades profesionales, junto al desarrollo científico, técnico y cultural, los cuales,
por otra parte, han de encontrarse en el fundamento de las acciones emprendidas por
un profesional competente. La interpretación de la formación universitaria
como capacitadora de futuros profesionales se encuentra en la educación superior
como expectativa y necesidad del propio mundo laboral, que trasciende a la misma
universidad y pone de manifiesto uno de los compromisos que la sociedad le demanda.
Así, junto a los gobiernos, a los alumnos y a los profesionales directamente implicados
en la educación superior, también se preocupan de ésta los empresarios –en definitiva,
los empleadores–, quienes consideran los centros universitarios como lugares de
"capacitación de profesionales de alto nivel y de producción de conocimiento y
tecnología esenciales para mantener el ritmo de desarrollo económico" (De la Orden et
al., 1997, Secc. La calidad de educación universitaria, párr. 6).

Esta preocupación por la profesionalización ha sido reconocida en leyes y otros


documentos que afectan la ordenación de los estudios universitarios y los
planteamientos en los que éstos se fundamentan. En el caso de España, entre las
funciones de la universidad reconocidas en la Ley Orgánica 6/2001 se encuentra: "La
preparación para el ejercicio de actividades profesionales que exijan la aplicación de
conocimientos y métodos científicos" (Art. 1.2.b).

Es innegable, en efecto, que las universidades, en el cumplimiento de su


responsabilidad social, han de elaborar sus planes de estudios atendiendo a
necesidades reales del mercado de trabajo. Actualmente, en la sociedad de la
globalización, los espacios educativos se expanden formalmente hacia lo supranacional
y, mientras en Europa se construye el Espacio Europeo de Educación, Iberoamérica
desarrolla el Espacio Iberoamericano del Conocimiento.

Europa avanza hacia el cada vez más próximo Espacio Europeo de Educación Superior
(EEES) e Iberoamérica hacia el Espacio Iberoamericano de Educación Superior
(EIBES). En ambos casos, una de las tendencias y finalidades más claramente
explicitadas es la inserción de los egresados no sólo al mercado laboral, sino a un
mercado laboral globalizado. La identificación de perfiles profesionales que guíen las
titulaciones y programas, el establecimiento de objetivos acordes con el empleo, la
empleabilidad de los egresados son aspectos contemplados tanto en el Proyecto Tuning
europeo como en el de América Latina. Así, mediante la formación universitaria de
grado, los titulados habrán desarrollado todo un elenco de competencias dirigido
fuertemente a su empleabilidad (González y Wagenaar, 2003; Beneitone et al., 2007).

II. El enfoque de competencias y su relación con el mundo del trabajo

El interés por las competencias y su aparición en el lenguaje especializado surgieron a


finales de los años sesenta y principios de los setenta del pasado siglo XX. Su
surgimiento se originó a raíz de una serie de investigaciones centradas
fundamentalmente en el ámbito de la psicología industrial y de las organizaciones
(Haire, Ghiselli y Porter, 1971; Mischel, 1968, entre otros). Estos estudios se
enfocaron en los rasgos de la personalidad de los trabajadores y su desempeño
profesional, como método para medir la eficiencia en un puesto de trabajo.

Una de las primeras investigaciones que estableció una relación causal entre
personalidad y desempeño se debe al profesor de Psicología del Trabajo de la
Universidad de Harvard, David McClelland, considerado el creador del análisis de las
competencias. En 1973, utilizó por vez primera este término ligado, sobre todo, al
ámbito empresarial, al publicar en la prestigiada revista American Psychologist un
artículo titulado "Medir la competencia en vez de la inteligencia" (Testing for
competence rather than Intelligence). McClelland señalaba que ni el cociente
intelectual (CI) que medían los test de inteligencia utilizados hasta la fecha, ni los
expedientes académicos evaluados a través de exámenes y calificaciones escolares
permitían medir con precisión la manera en que las personas se adaptan a los puestos
de trabajo, es decir, no predecían con fiabilidad el buen desempeño en el trabajo y,
por ende, la consecución del éxito profesional.

McClelland (1973) buscaba las variables para explicar un desempeño excelente en el


trabajo. Para ello, estableció un conjunto de características que permitían diferenciar
los distintos niveles de rendimiento de los trabajadores, por medio de una serie de
entrevistas y observaciones. Con ellos, mostró las competencias de los profesionales
que desempeñaban con eficacia y talento las tareas y funciones propias de su puesto
de trabajo (Martínez–Rodríguez, 2008a).

Actualmente, en el contexto universitario, los proyectos Tuning, que surgieron para


contribuir eficazmente a la creación de los espacios supranacionales de educación
superior, consideran y desarrollan con especial énfasis los resultados del aprendizaje
en forma de competencias. Esto se considera ventajoso en varios sentidos, entre los
que se encuentran, precisamente la transparencia y evaluación de los perfiles
profesionales y el acceso al mundo del trabajo, así como la contribución al crecimiento
de los niveles de empleabilidad y a una predicción más confiable de rendimiento y
productividad en el trabajo (González y Wagenaar, 2003; Beneitone, 2007).

En estos proyectos se enfatiza el binomio empleo–competencias:

La reflexión sobre la relación entre competencias y empleo es muy antigua. La


búsqueda de una mejor manera de predecir un desempeño productivo en el lugar de
trabajo más allá de medidas de inteligencia, personalidad y conocimientos, se
considera a menudo como el punto de partida de la reflexión sobre competencias
(Gonzealez y Wagenaar, 2003, p. 35).

En el polo opuesto, el rechazo al modelo competencias/empleabilidad proviene, en


buena medida, de lo que tiene de planteamiento economicista, que busca
exclusivamente potenciar la máxima eficiencia y productividad de los trabajadores. Las
críticas están vinculadas a la idea de tecnocracia, a la de reproducción capitalista
(García Fernández, 2006), a los intereses de las políticas neoliberales que subordinan
la educación a las demandas del mercado y a la gestión de los recursos humanos
(Guerrero, 2005; Escudero, 2007). O bien, proceden de posiciones como la de Barnett
(2001), quien sostiene que las capacidades y competencias buscan mejorar la
competitividad, dejando de lado otras cualidades humanas, como la amistad, el
altruismo, la preocupación ética o la generosidad. En este mismo sentido, también
parece apuntar Santos (2009), en la medida en que sugiere un estilo educativo antes
relacionado con la transformación radical y básica de nuestra sociedad, que con la
promoción de (anti)valores propios de la existente como es, según él, la competitividad
entre los individuos que subyace en nuestros sistemas educativos. Este autor trae a
colación enfoques pedagógicos en los que lo fundamental no es la adaptación a un
modelo económico existente, sino su crítica distanciada desde horizontes
marcadamente utópicos.

En definitiva, ¿la función de formar universitarios que dominen competencias que


harán de ellos buenos profesionales, puede plantearse al margen del conocimiento
científico, la innovación, la formación humanística, el desarrollo humano? ¿La
universidad ha de preparar a los estudiantes para que desarrollen una profesión,
convirtiéndose en meros eslabones de una cadena en la que su quehacer está
desprovisto de sentido? ¿Es razonable –o prudente– marginar o dejar al azar el
aprendizaje ético y moral en la universidad? (Esteban y Buxarrais, 2004). ¿Es posible –
o deseable– un enfoque basado en competencias al margen de la ética? ¿Hemos de
amoldarnos a "un modelo de formación universitaria más economicista que moral
basado en la adquisición y desarrollo de competencias profesionales"? (Mínguez, 2005,
p. 313), ¿No hemos de considerar igualmente importantes los valores y competencias
éticas?

III. De las competencias a los valores para el desarrollo profesional

Desde la perspectiva del pensamiento complejo, las competencias deben asumirse:

Como una compleja estructura de atributos necesarios para el desempeño en


situaciones diversas, donde se combinan conocimientos (tácitos y explícitos),
habilidades, actitudes y valores, con tareas que se tienen que desempeñar en
determinadas situaciones (... ) las competencias (... ) constituyen una categoría
específica de características individuales que tienen lazos estrechos con los valores y
con los conocimientos adquiridos (Jover, Fernández–Salinero y Ruiz, 2005, p. 68).

Esta vinculación entre competencias y valores también está presente en la


conceptualización de las competencias profesionales como las de Mertens, y Martínez y
Sauleda (como se citan en García Manjón y Pérez López, 2008). Para Mertens, una
competencia profesional es toda capacidad de trabajo constituida por conocimientos,
aptitudes, actitudes, hábitos, motivaciones y valores encaminados al desempeño
profesional. Martínez y Sauleda consideran que se trata de la capacidad de respuesta
que permite actuar de manera adecuada ante demandas complejas, en la que se
conjugan el saber hacer procedimental con los conocimientos, las motivaciones,
los valores éticos, las actitudes y las emociones; así como con otros elementos
sociales y de comportamiento que emergen simultáneamente en el logro de acciones
eficaces. Como indica Ibarra (2006, pp. 199–200) "el cambio sustancial que trae
consigo la competencia es que integra como un componente sustancial a las cualidades
personales del sujeto, así como su comportamiento y sus valores que adquieren el
rango de calificaciones profesionales". Con base en Rojas (2000, pp. 48–49), añade:

La concepción de "competencia como relación holística e integrada" (...) se plantea


como un conjunto estructurado de atributos generales (conocimientos, actitudes,
valores y habilidades) requeridos para interpretar situaciones específicas y
desempeñarse en ellas de manera inteligente. De acuerdo entonces con esta noción
integradora, las competencias involucran no sólo conocimientos y técnicas, sino que
además comprometen la ética y los valores como elementos del desempeño
competente, la importancia del contexto y las posibilidades de demostrarlo de
diferentes maneras. Es en este sentido como puede hacerse énfasis en que las
competencias apuntan más bien hacia una formación integral de los sujetos para la
ciudadanía y para la productividad.

En este trabajo, se considera que toda competencia que se actualiza, ineludiblemente,


ha de actualizar al mismo tiempo algún valor. Desde un punto de vista ético, el valor
ha de dar fundamento a la competencia, de manera que si éste falta entonces la
competencia será inadecuada en el contexto, indeseada e indeseable. Por tanto, se
defiende que la formación universitaria ha de comprometerse con el desarrollo moral
de los estudiantes de una manera mucho más intencionalmente pensada,
determinada, decidida y planificada, que la mera mención del compromiso ético como
competencia personal. A ello han de dirigir conjuntamente su esfuerzo todos los
sectores implicados: los responsables y actores del mundo universitario; los
representantes de la vida social y cultural; los empresarios, las administraciones,
etcétera (Esteban y Buxarrais, 2004). Por tanto:

El aprendizaje universitario no debería ser la formación de un médico, arquitecto o


maestro cualquiera, son la formación de un médico, arquitecto o maestro con altura
moral. El uso de la medicina, la arquitectura o el magisterio sin moralidad puede ser
desastroso para la comunidad y penoso para aquellos que de tal modo ejerzan su
profesión (...). El aprendizaje que nos permite ejercer una profesión debería ir
acompañado del aprendizaje ético que nos permite ejercer la ciudadanía (Esteban y
Buxarrais, 2004, p. 93).

El profesional ha de ser un experto competente en su especialidad y, al mismo tiempo,


una persona moralmente madura. Competencia y moralidad, unidas, están dotadas de
una fuerza muy potente como motor de las personas, en la misma medida en que
configuran y determinan la necesidad de autoestima positiva. Esto no sólo está
vinculado a los sistemas de actitudes y valores (Escámez, 1986), sino que, además, es
nuclear en la construcción de la propia identidad (Casares, 2008). El desarrollo de
ambos aspectos –competencia y moralidad, retroalimentándose mutuamente– vendrá
a revertir en el crecimiento humano y en la satisfacción personal, al mismo tiempo que
en el desempeño laboral y en el cumplimiento de los objetivos de las empresas.

En consecuencia, frente a otros modelos centrados en el saber técnico y excluyentes


de valores relacionados con el desarrollo personal y moral, la formación universitaria
ha de contemplar el crecimiento de la persona en todos los aspectos mencionados. En
el marco de la educación superior, la formación profesionalizante ha de implicar a la
persona entera, lo que es tanto como decir que debe desarrollar las diferentes
dimensiones humanas, en lugar de centrarse únicamente en aspectos técnicos. Desde
un punto de vista axiológico e integral, los valores han de fundamentar y guiar el
desarrollo de competencias para la empleabilidad que las universidades han de
procurar, de cara a una formación igualmente satisfactoria para la sociedad, para el
mundo laboral y para los individuos, desde un punto de vista humano.

IV. Valores profesionales en la sociedad del conocimiento

Los estudios sobre valores y profesión ofrecen diferentes líneas temáticas, entre las
que se encuentran:

1) Los que se interesan en la valoración de la profesión frente a los demás aspectos de


la vida o frente a los valores humanos restantes.

2) Los que buscan medir el peso de los valores que intervienen en el ejercicio o la
adquisición de la profesión.

3) Los que asocian valores a la ética de las profesiones.


Los primeros estudios han tratado de registrar el grado de importancia atribuido a la
profesión, en comparación con otras áreas de la vida de las personas como la familia,
el ocio, la cultura o la política. Los resultados de estas investigaciones muestran que
profesión y trabajo ocupan un lugar relevante entre los aspectos más valorados de la
vida (Tamayo y Oliveira, 2001), mientras la importancia que se atribuye al hecho de
tener trabajo presenta mayor estabilidad valorativa que la profesión concreta en la que
éste se realice, ya que su apreciación está asociada a un número más amplio de
variables.

Respecto a la segunda línea de investigación, muchos de estos estudios se han


orientado a evaluar los valores en el ámbito laboral, o los valores asociados a la
profesión, y se han desarrollado en el marco conceptual de la Teoría general de los
valores humanos (Schwartz, 2001). En ella el valor aparece como meta deseable, de
importancia variable, que sirve como principio en la vida de las personas o de las
entidades sociales. En este sentido, los valores adquiridos a través de la socialización
en el grupo dominante o a través del aprendizaje personal, tienen impacto al menos en
dos sentidos igualmente relevantes: a) motivan las acciones dándoles dirección,
sentido e intensidad emocional, y b) actúan como criterios para juzgar y justificar la
acción.

Para Schwartz (2001), el tipo de orientación motivacional que expresan los valores es
decisivo, ya que representan, en forma de metas conscientes, las respuestas que todos
los sujetos y sociedades deben dar a los requisitos universales, como:

• Necesidades en cuanto seres vivos.

• Necesidades de la interacción social.

• Necesidades para el buen funcionamiento y la supervivencia de los grupos humanos.

Del estudio de Schwartz (1992) sobre 97 muestras de 44 países, de distintos


continentes, se desprende que todos los ítems encontrados en las listas de valores de
distintas culturas se pueden incluir en 10 tipos motivacionales de valores: poder, logro,
hedonismo, estimulación, autodirección, universalismo, benevolencia, tradición,
conformidad, seguridad. Cuestión distinta es su desarrollo en la práctica, en la que
unos y otros pueden entrar en conflicto, por ejemplo, el intento de mantener valores
tradicionales choca con la búsqueda de la estimulación y la novedad. Así, las
investigaciones sobre valores humanos relacionados con la profesión muestran
diferencias notables como consecuencia de tal bipolaridad.

Ros y Grad (1991) y Ros, Schwartz y Surkis (1999) encontraron que los egresados que
se habían preparado para ser profesores entendían el ejercicio profesional como
relacionado potencialmente con todos los valores humanos básicos. En cambio, el
profesorado en ejercicio, conocedor de los límites que les mostraba su experiencia,
asociaban la profesión a valores que expresan abnegación y resignación a las
circunstancias de la vida. Asimismo, Grad, Ros, Álvaro y Torregrosa (1993)
compararon personas con puestos directivos, técnicos, profesionales medios y
trabajadores básicos, procedentes de familias profesionales diferenciadas (industriales,
servicios, financieros), y encontraron que, mientras los trabajadores básicos y los
técnicos valoraron la profesión como medio de subsistencia y protección de sus
familias, los profesionales medios definieron la actividad laboral como una cuestión de
logro; por otra parte, para los trabajadores básicos, su puesto correlacionó
negativamente con promoción social, y para los técnicos la correlación fue positiva con
la tendencia a buscar el bienestar de todos (universalismo).

En el marco de esta segunda línea de investigación se encuentra el estudio de


Carmona, Entrena, Martínez–Rodríguez y Sánchez (2004), realizado en el entorno
inmediato de la Universidad de Granada (España), cuyo enfoque muestra los valores
que el empresariado granadino considera que ha de poseer el candidato a un puesto
de trabajo, y que pesan en la decisión de contratarlo o no. A través de un cuestionario,
los empresarios mostraron su preferencia por contratar a aquellos candidatos que
reuniesen las condiciones de ser "Alguien en quien se puede confiar" y "Alguien
susceptible de ser formado en las normas, creencias, y valores de la empresa".

Por lo que se refiere a los valores personales para el empleo, el estudio de Carmona et
al. (2004) mostró que son los valores morales, junto con los sociales, las categorías
que obtuvieron una media más alta. La jerarquía quedó como sigue: valores morales
(9.03); valores sociales (8.57); valores individuales (8.29); valores intelectuales
(8.16); valores corporales (8.09); instrumentales/económicos (7.68); estéticos (7.16);
ecológicos (6.58); afectivos (6.39); religiosos (4.33). Específicamente, las medias de
los valores morales fueron: honradez (9.57); responsabilidad (9.48); fidelidad (8.74);
obediencia (8.33).

En síntesis, los valores morales fueron los más apreciados, por encima de las
competencias instrumentales del saber y del saber hacer. Incluso el cuidado personal,
que corre parejo al saber ser y al saber estar, quedó por encima de otros factores de
carácter instrumental (Carmona y Casares, 2005).

La tercera línea de investigación muestra grandes principios en la ética profesional, en


los que los valores aparecen como puntos de referencia: beneficio, autonomía, justicia,
evitación del daño, fidelidad, veracidad, confidencialidad, honestidad, dignidad,
libertad, igualdad, derechos humanos, responsabilidad profesional, información (Cobo,
2003; Hirsch, 2003). La vía de investigación que ahonda en las competencias éticas
(Hirsch, 2005; Hirsch y Pérez Castro, 2006) resulta interesante, no sólo por la riqueza
que aporta al conocimiento, sino por la visibilización, a través del lenguaje, de
las competencias éticas que se derivan del uso de la propia expresión. Mientras, en
términos generales, hablar de competencias tiende a la asociación mecánica entre
competencias y saberes técnicos, introducir la noción de competencia ética supone una
necesaria visibilización del saber y del saber hacer ético–profesionales que, desde
nuestro punto de vista, han de incorporarse a la formación universitaria.

En el marco de esta tercera línea, otras investigaciones abordan los valores


relacionados con la ética de profesiones específicas. En efecto, si bien en la ética
profesional pueden considerarse grandes principios o valores como directrices
comunes, también ha de plantearse su desarrollo en la especificidad de diferentes
profesiones y puestos profesionales. En esta dirección se ubican buena parte de los
trabajos recogidos en Educación, valores y desarrollo moral (Hirsch, 2006), sobre
valores y ética en diferentes profesiones: el mediador familiar (Escámez); el educador
profesional (García López y Martínez Usarralde), el médico cirujano –trabajo de campo
en salud comunitaria– (Rodríguez Ortiz), el ecólogo (Ibarra), odontólogo (Álvarez,
Sánchez, Orozco et al.) y psicólogo (Rosado).

Dichos estudios permiten comprender los rasgos que van configurando la noción del
profesional, entendido éste como persona que hace lo bueno para lograr lo mejor para
una vida moral (Cortina, 2000). Es preciso, pues, no sólo atender las cualidades
cognitivas y técnicas, sino también los aspectos personales, sociales y morales que
actualmente se demandan en la vida profesional. En este sentido, desde la necesidad
del análisis histórico–concreto de la formación de valores en general, se tiene en
cuenta que cada sociedad, de acuerdo con sus necesidades, crea un sistema de
representaciones cuya significación social se expresa en ideales, principios y metas, y
se considera que cada individuo, a través de la aprehensión mediante la práctica
educativa, conforma su propio sistema subjetivo de valores. Es preciso pues, conocer
los aspectos básicos de la sociedad del conocimiento que, según Willke (1998), se
configura cuando las operaciones basadas en conocimiento se hacen imprescindibles
en las estructuras y en los procesos de reproducción material y simbólica, de tal
manera que el tratamiento de la información, el análisis simbólico y los sistemas
expertos se convierten en dominantes respecto a los otros factores de reproducción.

Lo anterior puede llevar a pensar, en un primer momento, que la formación de un


buen profesional requiere, sobre todo, de desarrollar las competencias cognitivas y
técnicas con los valores asociados a las mismas, mientras que los valores ético–
morales quedarían relegados a un segundo plano en la jerarquía de prioridades
formativas. Sin embargo, en este trabajo se considera que el distanciamiento entre
competencias profesionales y la dimensión ética en los procesos de formación no sólo
conllevan el riesgo de descuidar las capacidades y habilidades relevantes que la
evolución de los campos laborales están requiriendo, sino también las cualidades
sociales y morales que contribuyen al desarrollo de la profesionalidad en sintonía con
la sociedad contemporánea (Gardner, Csikszentmihalyi, y Damon, 2002).

En este punto adquiere significado la ética aplicada al campo de las profesiones,


concebida como un conjunto de principios, códigos y normas que constituyen el
comportamiento moral de la profesión (Cortina, 2001). Esto permite plantearse la
necesidad de formar a los profesionales en las competencias técnico–cognitivas que
requieren, y también en los aspectos personales que los predispongan moralmente a
convivir y mejorar su campo, así como los ámbitos de la sociedad donde sus saberes y
habilidades tienen efecto. Tal como señala Cortina (2000), lo profesional y su ejercicio
trascienden la actuación técnico–económica y el beneficio particular, para convertirse
en una acción dirigida al bienestar de la comunidad.

V. Conclusión

En la sociedad actual, de forma predominante y en ocasiones exclusiva, la actividad


profesional se ha asociado con el saber técnico y la eficacia en la actuación
práctica. Sin embargo, en el presente trabajo se ha señalado que para bien de la
funcionalidad de las universidades es imprescindible compaginar las competencias
técnico–cognitivas con el desarrollo de facultades y valores personales en los alumnos
–incluidos los éticos– y con la satisfacción de las demandas sociales –incluidas las
éticas–, y evitar diseñar sistemas de formación dirigidos exclusivamente a la
capacitación técnica (Casares, 2000).

En el fondo de la concepción aquí se defiende, del buen profesional que ha de


desarrollarse en las universidades está la eticidad en cuanto conjunto de principios,
rasgos y convicciones que adquieren los estudiantes de manera general para la
sociedad y singularmente para cada una de las familias profesionales. Esta eticidad se
constituye y expresa como derechos y deberes válidos para la acción de los
profesionales (Yurén, 2005).

Tanto la reflexión como la investigación empírica avalan la necesidad de una formación


ético–profesional en los estudios universitarios. El conocimiento que generan la
reflexión y la investigación acerca de los valores éticos relacionados con la
empleabilidad permitirá deducir competencias, criterios y procedimientos que deben
tenerse en cuenta en las acciones docentes dirigidas a los alumnos.

La difusión del enfoque sobre la formación ética en la educación superior puede


generar un efecto de refuerzo en quienes la suscriben, abrir nuevas vías a otros
docentes e investigadores, crear redes de intercambio y sugerir iniciativas de acción. Al
mismo tiempo, así como el resto de estudios e investigaciones, se espera que sea una
línea que, al menos en el sentido explicado por Latapí (2008), vaya calando en las
decisiones de quienes tienen en sus manos las políticas de educación.

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LOS VALORES EN EL DESARROLLO DE COMPETENCIAS PROFESIONALES

Martha Arana Encilla, Nuria Batista Tejeda y Álvaro Ramos Castro

Educar en valores es como tallar un diamante. Para que despliegue la plenitud de su


esplendor debe ser tallado íntegra y armónicamente. Dejar una de sus facetas sin
tallar le impedirá cualificarse con todos sus visos, belleza y perfección como diamante.
Una persona a quien no se le proporcione una intencionada, adecuada y oportuna
educación en valores, no podrá realizarse a plenitud como humano. (A. Ramos)

Introducción

El estudio sobre el comportamiento humano ha sido y es el interés de diferentes


ciencias que comparten un objetivo común, el de comprender e interpretar los porqués
de las actuaciones de los seres humanos, para orientar su comportamiento dentro de
los requerimientos que impone la sociedad, de ahí que, en el centro de sus análisis se
hallen los conflictos y las soluciones entre el ser y el deber ser, y, derivado de ello,
entre el saber hacer y saber ser y valer.

La educación en valores se refiere al aprendizaje como cambio de conducta. La


competencia no se determina sólo por lo que las personas saben, sino por lo que saben
hacer, lo que tienen el valor de hacer y, fundamentalmente, por lo que son.
Esta ponencia está basada en trabajos de investigación que concluyeron como tesis
doctorales en temas de Educación en Valores y Educación Científico-Tecnológica
desarrolladas en universidades cubanas y que han resultado aplicados en la práctica
educativa.

Esta ponencia fue presentada en un panel sobre educación en valores en el IV


Congreso Iberoamericano de Superdotación y Talento, realizado en Bogotá (Colombia)
en octubre de 2002.

La educación en valores

Todo proceso educativo tiene un para qué explícito o implícito. Cualquier acto
educativo se realiza con una finalidad, pero no siempre esa finalidad ha respondido a
los ideales del humanismo; existen muchos ejemplos en la historia de la civilización,
como el fascismo, el consumismo y el individualismo, por sólo poner algunos ejemplos.
Los problemas económicos, políticos y sociales que atraviesa la humanidad son
generados por sujetos “educados”.

Es ampliamente conocido que la sociedad global y en particular la nuestra vive una


crisis de trascendencia que supera aspectos económicos, científicos, tecnológicos e
industriales. Un error en cualquiera de ellos se puede corregir en corto tiempo (quizás
con la excepción del medio ambiente). Pero los errores en lo social tardan decenas de
años, siglos en solventarse, y manifiestan sus contradicciones durante varias
generaciones.

Uno de ellos en el ámbito de la educación es el poco desarrollo del humanismo, sobre


el cual las concepciones filosóficas de todos los tiempos en sus fundamentos y
objetivos buscan el bien común, promover y vivir una cultura de paz hacia una
sociedad de paz con justicia, equidad y bienestar. Lejos estamos de ser congruentes
como humanos con los principios humanistas.

“El humanismo es sencillamente un intento y una actitud del espíritu humano en


permanente proceso de evolución, que se inicia en el momento en que tomamos
conciencia de nuestra diferencia con las demás especies biológicas, que busca el
respeto, la dignidad y los derechos del ser humano para la formación integral de su
individualidad y de su personalidad, lo cual requiere y conlleva condiciones sociales
que propicien su transformación y realización como ser humano” (Arana-Ramos).
En un sentido amplio se puede definir la educación en valores como un proceso
humanizador, individual, social, vertical y horizontal a lo largo de la vida de las
personas, determinando su personalidad desde su nacimiento hasta la ancianidad
(Ramos, 2000); en dicho proceso intervienen diversos factores cuyos sistemas
complejos conllevan contradicciones en dependencia de las políticas educativas.

Razones que justifican la educación en valores:

Intencionar: encaminar el proceso docente-educativo hacia el modelo ideal de


formación. Desarrollar el vínculo con la realidad mediante lo socialmente significativo
de ésta en el proceso docente-educativo, dando sentido a la formación sociohumanista.

Explicitar: connotar lo socialmente significativo de la realidad hacia el


redimensionamiento humano en todos los componentes del proceso. Precisar los
contenidos de los sistemas de valores a formar y desarrollar según la aspiración social.

Particularizar: integrar las particularidades de la formación y el desarrollo de los


valores a la didáctica del proceso de formación (conocer las particularidades del sujeto
y sus relaciones y evaluar las condiciones para llevar a cabo el proceso). Enriquecer la
didáctica del saber y del saber hacer; del contenido y del método, etc., así como
apoyarse en ellas. Determinar estrategias didácticas que involucren a los sujetos del
proceso en una actividad consciente, protagónica y comprometida.

Lo anterior comprende las particularidades de la formación y el desarrollo de los


valores y sus relaciones en el proceso docente-educativo. Integrar los valores al
aprendizaje de manera intencionada y consciente significa no sólo pensar en el
contenido como conocimientos y habilidades, sino en la relación que ellos poseen con
lo afectivo.

La educación en valores no debe limitarse a lo ético; también debe tener presente que
en el proceso hay que desarrollar otros valores que son importantes como los valores
estéticos, los políticos, los intelectuales, que en su conjunto contribuyen al desarrollo
de la personalidad. Es por ello por lo que la educación en valores es pluridimensional.

Visto así, el proceso de enseñanza-aprendizaje adquiere un nuevo contenido por su


carácter integral. La reflexión del profesor sobre el valor educativo de las acciones en
el proceso, significa de igual modo intencionar y valorar el método de aprendizaje, no
como simple procedimiento, sino pensar en la comunicación, las relaciones
interpersonales, y también analizar el componente sociohumanista de la ciencia que se
enseña y de cómo hacerlo, lo que representa brindar un enfoque integral y dialéctico al
aprendizaje, es decir, reconocer que no existen “dos culturas” separadas, sino
reflexionar sobre la totalidad de ésta, en su historia, en sus contradicciones, en su
actualidad, en sus métodos, en sus consecuencias e impactos y, por supuesto en su
ética.

La educación en valores contribuye a definir un proyecto de vida efectivo y eficaz,


convirtiéndolo en un proyecto real, haciendo corresponder las posibilidades internas
del individuo y las del entorno, mediante el desarrollo de los valores, la concepción del
mundo, la capacidad de razonamiento, los conocimientos, la motivación y los
intereses.

La educación en valores integra el humanismo en dos sentidos. Acerca la realidad al


proceso de educación para que pueda ser valorada y transformada; así mismo, moldea
y adecua los intereses, motivaciones y disposiciones de los educandos para que
puedan establecer las necesarias interrelaciones humanas que permitan la
correspondencia entre el proyecto de vida individual y social.

La educación en valores incide en los siguientes aspectos:

Desarrolla la capacidad valorativa en el individuo y contribuye a reflejar


adecuadamente el sistema objetivo.

Desarrolla la capacidad transformadora y participativa con significación positiva hacia


la sociedad.

Desarrolla la espiritualidad y la personalidad hacia la integralidad y el


perfeccionamiento humano.

La educación en valores ha estado condicionada a la propia evolución de las


concepciones filosóficas de la educación y de la teoría del valor, a la axiología, a las
cuestiones relacionadas con el sentido de la vida y de la historia, a la orientación y
base del conocimiento, a la relación entre el individuo y la sociedad, y al objetivo y
justificación de la actividad humana. En general, a la visión del mundo y de su
transformación.

Es difícil encontrar oposición en el plano de la educación sobre la necesidad de incidir


en los valores a través de los procesos educativos de manera explícita; por lo general
es aceptado que ello es parte inseparable de una coherente filosofía educativa acerca
de la integración de lo humano a la formación. La polémica está en asuntos
relacionados sobre qué valores se forman y desarrollan, existiendo una fuerte
tendencia hacia lo ético y lo moral. Otras posiciones jerarquizan lo ético, aceptando
valores políticos, estéticos, científicos, etcétera. Otro asunto que se debate es cómo
educar en valores, sus modelos y estrategias.

Los modelos trabajados se identifican como: proceso de socialización o de adaptación y


asimilación a las normas sociales existentes; proceso de clarificación personal,
encaminado al esclarecimiento y desarrollo de los valores con que se identifica el
sujeto, según sus preferencias y cultura; proceso de desarrollo de las capacidades de
juicio, que permite valoraciones y razonamientos acordes al deber ser; y el modelo de
proceso de formación del carácter o del conjunto de hábitos virtuosos asociados a una
cultura propia del contexto y el de desarrollo de la personalidad.

El modelo de la construcción de la personalidad moral, que no se tratará en este


trabajo, se denominará desarrollo de la personalidad.

El modelo de desarrollo de la personalidad requiere de:

Un proceso de adaptación del individuo hacia la sociedad y hacia sí mismo.

La adquisición por parte del sujeto de elementos culturales, que tienen una
significación positiva y que constituyen horizontes normativos, que han sido deseados
por la humanidad en todos los tiempos: justicia, solidaridad, igualdad.

Determinadas capacidades de juicio, comprensión y autorregulación que permitan la


autonomía del sujeto ante determinadas situaciones y conflictos.

En este modelo se entiende a los valores como un producto cultural, busca alcanzar
una preparación para la vida y para la realización personal en un contexto
determinado, con la condición clara de que se trata de formar no para la aceptación,
sino también la transformación en busca del redimensionamiento humano.

El proceso real de formación de la personalidad debe partir de las posibilidades que


ofrece la sociedad, para que ésta ocupe un lugar adecuado dentro de la actividad social
y pueda constituirse en sujeto social, que influya por supuesto en la transformación de
estas posibilidades.

Valoración del modelo:


Se centra en el desarrollo de la personalidad.

Tiene en cuenta las necesidades y motivaciones de los estudiantes.

Le confiere gran importancia a los contenidos y al papel del maestro y a la


comunicación en el desarrollo de las valoraciones.

Destaca la unidad dialéctica entre lo social y lo individual y lo afectivo y lo cognitivo en


el proceso de enseñanza aprendizaje.

Considera el valor como significaciones positivas que el sujeto asume, incorpora o


construye en el proceso de su actividad y de sus relaciones intersubjetivas.

Por ello, este modelo resalta el valor del contenido y del maestro y de la motivación
que éstos producen como aspectos de singular importancia en la educación en valores.

Los valores en la formación profesional

El acelerado avance científico y tecnológico genera nuevas complejidades en las


organizaciones y sistemas productivos, las cuales producen transformaciones en todos
los ámbitos y sectores de la sociedad, originando un cambio social y cultural
irreversible. Costumbres arraigadas se debilitan, normas y modelos de conductas se
transforman con relativa celeridad hacia nuevas relaciones sociales que es preciso
afrontar con valores y actitudes que den respuesta al cambio orientándolo hacia el
progreso humano.

De lo anterior se deduce que la universidad tiene que formar un profesional con


capacidad para enfrentar el reto de la época contemporánea, con conocimientos
científicos y técnicos idóneos, portador de valores humanos para un óptimo
desempeño como miembro de la sociedad, con una proyección vivencial y laboral que
combine las competencias laborales con las cualidades personales.

La educación en valores en la Educación Superior debe encaminarse


fundamentalmente a la formación y al desarrollo de valores profesionales, entendidos
éstos como los valores humanos contextualizados y orientados hacia la profesión. Sus
significados se relacionan con los requerimientos universales y los particulares de la
profesión. Constituyen rasgos de la personalidad profesional y contribuyen a definir
una concepción integral del ejercicio de la profesión.

La educación en valores en la formación profesional es el proceso de humanizar e


intencionar lo social de la profesión en las competencias profesionales. Significa
desarrollar la personalidad profesional integral, mediante la modelación del ejercicio
profesional en el proceso docente y en toda la vida universitaria para el desarrollo de
los futuros modos de actuación profesionales.

Para ello el modelo o aspiración de competencias y actitudes profesionales debe estar


definido y debe tener un carácter pluridimensional, que abarca las siguientes
dimensiones a desarrollar: intelectual, técnica, ética, estética, política y otras según la
profesión, y de otros factores a considerar.

Algunas de las razones que justifican la educación en valores en la formación


profesional son:

La imagen que de la ciencia y de la tecnología existe en los futuros profesionales, que


varía según las concepciones y paradigmas con que se interpreten y comprendan
dichos procesos, producto de los contenidos de la carrera: conocimientos, enfoques,
habilidades, relaciones, comportamientos de los docentes, estilos y maneras de
determinar y solucionar problemas de la vida universitaria en general.

La adaptación de los diseños curriculares de las carreras a los cambios científico-


tecnológicos y sociales, y su reflejo en los objetos y de los modos de actuación de los
futuros profesionales.

El contenido de la formación profesional se refiere a la cultura que debe alcanzar un


profesional para ejercer adecuadamente su profesión, y que abarca no sólo los
conocimientos científicos y tecnológicos necesarios que respondan a esa rama y objeto
del saber y saber hacer específicos, sino a una cultura profesional como resultado de
un tipo específico de educación científico-tecnológica, entendida ésta como: el proceso
continuo de adquisición de conocimientos teóricos y prácticos y de formación de
valores en relación con la práctica tecnocientífica, que propicie una actitud crítica de
los aspectos contradictorios presentes en las relaciones entre la actividad científico-
tecnológica y las otras formas de actividad social.

La cuestión no estriba en la mayor o menor información que un profesional posea, sino


en los principios y las concepciones que éste posea para comprender a la sociedad y,
en ella, el lugar de su profesión para gestionar adecuadamente la ciencia a la
tecnología.

En estas condiciones la formación integral y especializada son dos pilares de la


profesionalidad. De ahí que la formación sociohumanista en particular adquiera mayor
significado en cuanto a la creación de una cultura que permita interpretar el paradigma
vigente y lograr el desarrollo sustentable.
La solución se halla en concebir la formación sociohumanista a partir del modelo del
profesional, que integre como un todo las posibilidades que brindan las ciencias
sociales, naturales y exactas, así como las técnicas, desde enfoques interdisciplinarios
y a lo largo de todo el proceso de formación profesional.

La formación sociohumanista es parte del desarrollo de la personalidad, por lo que no


puede estar separada ni simplemente añadida al modelo del profesional, sino que es
parte intrínseca del desarrollo de valores.

Los estudios CTS en la formación de valores profesionales

La búsqueda de una manera diferente de hacer ciencia y tecnología no sólo es


preocupación de países de menor desarrollo, sino también de países desarrollados, lo
cual se manifiesta en programas de enseñanza en ingeniería de tecnología apropiada y
de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS).

La búsqueda de una cultura integral es un objetivo estratégico en el mundo de hoy;


así, un humanista que no sepa de los avances científicos tecnológicos puede poseer
una elevada cultura humanista y ser un ignorante ante las nuevas formas de vida
imperantes. De la misma manera, un científico o un técnico que posean elevados
conocimientos y habilidades profesionales, tienen que saber conducirlas desde y para
la sociedad, lo que se expresa en saber trabajar en grupo, interpretar social y
económicamente las necesidades y demandas; dirigir procesos mediante la
participación, el diálogo y la comunicación, en busca de información valiosa para la
competitividad.

Una concepción diferente de la relación entre los contenido sociohumanistas y


científico-tecnológicos en la formación de los profesionales tiene su fundamento en los
estudios CTS, que tienen como objeto de estudio la vinculación existente entre: la
ciencia, la tecnología y la sociedad, en aspectos tales como:

La comprensión de la naturaleza social de la ciencia y la tecnología, es decir, la


sociedad como condicionante, incluyendo la reflexión sobre las consecuencias sociales,
económicas, ambientales y políticas de la actividad científica y tecnológica.

Poseer una conciencia crítica en virtud de un enfoque multidisciplinario y fomentar la


participación social en la toma de decisiones.
Desarrollar la capacidad de valorar contextos en cuanto a recursos y necesidades para
así brindar alternativas a la solución de problemas.

Existen diferentes maneras de abordar los estudios CTS en el currículo. Son las
siguientes:

Inclusión de módulos o unidades CTS en materias disciplinarias.

Enfoques CTS en las materias ya existentes mediante repetidas inclusiones puntuales a


lo largo del currículo.

Creación de una asignatura CTS.

Transformación de temas y asignaturas integrando sus contenidos a lo largo de su


currículo.

En la concepción que se presenta la novedad está en superar las anteriores formas de


abordaje curricular; ello consiste en que se parte del objeto de estudio y las funciones
o modos de actuación del profesional. Es decir, los estudios CTS no se circunscriben a
un tipo de contenido, ni a su organización, sino a penetrar en el objeto de la profesión
con un sentido de integración de la cultura humanista y científico-técnica, en la
concepción de la formación de la personalidad del profesional, a través de los diseños
curriculares de las carreras, para lograr la incidencia en todo el montaje curricular
desde los objetivos para el alcance de los modos de actuación esperados para el
ejercicio de la profesión, siendo el asunto de la educación de valores una necesidad
intrínseca a la formación del profesional.

El objetivo a alcanzar es desarrollar en los futuros profesionales una nueva imagen de


la ciencia y de la tecnología, que exprese los nexos con la economía, la política, la
moral, las relaciones con la naturaleza, coadyuve a la capacidad valorativo y a la
actuación con responsabilidad social en el ejercicio de la profesión.

La educación en valores en jóvenes con capacidades excepcionales

Revisando en Internet, varias asociaciones de padres manifiestan su extrañeza y


preocupación por la carencia de trabajos sobre el tema de superdotación con relación a
los jóvenes. Y más aún sobre los jóvenes en formación profesional.

Fue una sorpresa leer la reflexión que al respecto hacia un joven con estas
características: “Sinceramente, pensamos que lo único que necesita la persona
superdotada es tener como amigos a otras personas superdotadas. Entonces estará en
paz con el mundo, con las personas que no son como ella; porque, por así decirlo,
pedirá y dará, a cada parte, lo que cada parte puede darle y recibir de ella, y no más.
Y éste será el camino, aunque pueda sonar paradójico, para que se integre en la
sociedad”.

Dicha reflexión se contrapone al principio de que el ser humano es más feliz dando que
recibiendo, que depende de la entrega, la solidaridad, la responsabilidad, el amor, la
amistad y el respeto a la diferencia de otros. La esencia de la creatividad es vivir
creativamente y su éxito principal se halla en que el proyecto de vida que se defina
brinde felicidad hacia sí mismo y a los demás.

Se evidencia la preocupación de padres de jóvenes y de éstos porque se les tenga en


cuenta como personas, así como aparecen algunos problemas de irrealización y
conflictos personales por no haberse incidido mejor a través de la educación en sus
actitudes y conductas.

Es difícil responder qué es lo propio para jóvenes excepcionales, pues éste puede ser
considerado como lo general a desarrollar en todo ser humano, porque lo propio del
hombre consiste en aprender lo humano de sus congéneres.

Al mismo tiempo, lo propio puede referirse a lo particular de un conjunto de personas


con capacidades excepcionales, que tienen sus rasgos específicos pero que no excluye
lo general. Lo propio también contiene lo singular de cada individuo, en cuanto a sus
motivaciones, intereses, rasgos de la personalidad, contexto en que se desarrolla,
etcétera.

Es menester tener en cuenta la armonía de estos tres componentes para poder definir
estrategias coherentes de formación valorativa y actitudinal.

Por lo general, en las definiciones dadas sobre talento éstas se dan a partir de las
aptitudes que sobrepasan claramente la capacidad media de jóvenes de su edad y por
tener un talento creador en uno o varios campos; entonces se habla de
excepcionalidad en competencias, capacidades y potencial excepcional sobre todo en la
capacidad científica y creativa, es decir, el talento se refiere a la existencia de
predisposiciones reales para enfrentar problemas más complejos.
La caracterización de un estudiante talentoso depende de su identificación como tal y
de la concepción que al respecto se tenga, influyendo ello en las particularidades de la
formación en valores.

La formación valorativa y de actitudes es sólo un aspecto de la educación en valores,


pues actitud es sólo una predisposición a un comportamiento, es una organización
duradera de creencias, cogniciones, sentimientos que, por tanto, conforman una
tendencia. No siempre existe una correspondencia entre la actitud y el comportamiento
por diferentes factores.

La educación en valores debe promover una actitud y capacidad estimativa, y una


conducta consciente en el educando. Es decir, conocer qué es la responsabilidad, saber
valorar sobre la responsabilidad en hechos concretos y actuar con responsabilidad.

Lo expuesto son consideraciones generales que atañen a toda la educación, incluida la


de niños y jóvenes talentosos. Se infiere que quienes tienen superioridad intelectual,
por esta misma razón sus convicciones y valores deberán corresponder a las
condiciones de excepcionalidad.

La superioridad intelectual no entraña como condición necesaria y suficiente el éxito o


el logro acelerado de la personalidad. Por su propio carácter sí debe poner sus
capacidades excepcionales acorde con el desarrollo de la sociedad y para su
correspondiente autorrealización. La superioridad intelectual pocas veces está
preparada para aceptar el fracaso, pues se le inculca constantemente su superioridad y
no sus capacidades excepcionales, que no es lo mismo, lo cual impide que se
acomoden a una realidad que va más allá de su individualidad y que puede influir en
su realización.

La educación en valores debe coadyuvar en los jóvenes talentosos al desarrollo de esa


personalidad desarrollada a una mayor adaptación a los entornos, a comprender y
saber transformar con criterio colectivo, social y humano la participación social de
ellos, una mayor motivación e interés en ser reconocido y en reconocer las diferencias
humanas alcanzando la tolerancia necesaria para compartir y comunicarse
adecuadamente.

La falta de paralelismo entre capacidad intelectual y madurez psicosocial afectiva


puede suponer una inadaptación interna y social e incluso evitar el éxito en su
actividad.
Las predisposiciones innatas tienen una estrecha relación con la madurez biológica;
unas se expresan en edades más tempranas que otras.

En la universidad cubana se lleva acabo un trabajo diferenciado de formación


profesional con estudiantes de alto rendimiento, o talentosos, asociándolos a equipos
de investigación profesional o científicos, de la práctica social, a tareas complejas de
liderazgo, a la labor docente de la academia como alumnos ayudantes, buscando
entrenar sus capacidades excepcionales con actitudes del mismo carácter por su
contenido de entrega y consagración responsable, pero en tareas de importancia
social, desarrollando así su independencia, creatividad, originalidad, flexibilidad,
objetividad acompañada de la comunicación, solidaridad, etcétera.

Por lo general se trabaja con ellos en pequeños grupos en un entrenamiento tutorial


por los profesores más destacados y que son ejemplo por sus capacidades y
conductas. Éstos son los jóvenes que luego la sociedad selecciona como los integrales,
los talentos que se incorporan a los centros de ciencia e innovación tecnológica del
país, además a la academia, etcétera.

En este sentido la concepción de talento no sólo está asociada a la predisposición para


una actividad por capacidades excepcionales, sino al desarrollo de una integralidad de
esa personalidad, para una conducta excepcional.

Conclusiones

La educación en valores en la formación profesional requiere:

Un modelo del profesional pluridimensional, desde una concepción de la profesión que


interrelacione la ciencia, la tecnología y la sociedad, haciéndolas portadoras de una
cultura integral que revitalice los valores humanos.

Una metodología de diseño curricular que parta de un sistema de valores


profesionales.

Una didáctica que integre los valores al aprendizaje de manera intencionada y


consciente, destacando en el contenido el valor como un componente a desarrollar, es
decir, el significado valorativo de los conocimientos, habilidades y capacidades, del
mismo modo que la reflexión del profesor sobre el valor educativo de las acciones en el
proceso a través de métodos y técnicas que propicien la participación, la comunicación,
las relaciones interpersonales, la autorregulación, etc.

Una vinculación entre la actividad académica, la laboral y la investigación en el proceso


de formación profesional.

Un desarrollo pedagógico, profesional e investigativo del profesor que le permita actuar


a través del valor del ejemplo.

Un ambiente universitario que propicie la educación.

Es necesario investigar las particularidades de la educación en valores en los jóvenes y


en su etapa de formación profesional para definir las estrategias pedagógicas que
correspondan.
Los diferentes puntos de vista acerca de la Educación en valores están relacionados
a interrogantes como: ¿qué son los valores?, ¿qué es la valoración?, ¿qué relación
existe entre la educación en valores y el proyecto educativo?, ¿es tarea de la
Universidad formar valores?, ¿cómo podrá la Universidad medir la formación y el
desarrollo de valores profesionales? Estas preguntas si bien no agotan las
inquietudes y preocupaciones existentes, al menos introducen el análisis de los
valores en la formación profesional.

Muchas de estas preocupaciones acompañan al mundo actual de modo más general,


se habla de crisis de identidad, de fe y de epistemología. De identidad por la
ausencia de un sentido claro de pertenencia y por la carencia de proyectos comunes
unificadores; de fe, por la incapacidad de creer en algo, por la imposibilidad de
cambio y la falta de confianza en el futuro y; epistemólogica, por la supremacía del
conocimiento y la razón, que se expresa en una racionalidad instrumental-
administrativa-gerencial, capaz de aplastar lo afectivo y sentimental.

Algunos afirman que vivimos en una sociedad sin valores; otros que han aparecido
nuevos valores asociados al nuevo paradigma socioeconómico y cultural; también
hay quien dice que el problema está en la existencia de multivariedad de valores, lo
que produce confusión y desorientación en la actuación y valoración de los seres
humanos. Quizás esté ocurriendo todo ello, valdría la pena abordar el asunto
teniendo en cuenta que en todas las sociedades y en las diferentes épocas el hombre
como guía ha tenido que enfrentar sus propios retos de desarrollo, ¿por qué no
podría hacerse ante el acelerado desarrollo científico-tecnológico y la globalización
del mundo actual?

No obstante a esta realidad, no es ajeno el hecho de que existen cuestiones no


resueltas en la comunicación y en la vida de los hombres, en su educación, en su
calidad de existencia, que impiden el desarrollo de una personalidad integral y
adecuada a la sociedad en que ésta se despliega.

El estudio sobre el comportamiento humano ha sido y es interés de diferentes


ciencias: la filosofía, la psicología, la sociología y la pedagogía, las que desde sus
diferentes objetos de estudios enfocan su campo de acción. Así los debates pueden
ser desde los distintos puntos de vista. No obstante, el objetivo común está en la
comprensión e interpretación de los porqué de las actuaciones de los seres
humanos, para lograr orientar el comportamiento humano hacia las tendencias más
progresistas y desenajenantes de la humanidad, su crecimiento espiritual y material,
todo ello dentro de los requerimientos que impone la sociedad, de ahí que, en el
centro de su análisis se hallen los conflictos entre el ser y el deber ser, y derivado de
ello entre el hacer y el saber hacer.

Por otro lado a partir de los diferentes enfoques científicos existen disímiles
concepciones, que expresan la complejidad del fenómeno, su carácter multilateral,
sistémico y contradictorio, pero que de igual manera contribuyen a avanzar en el
esclarecimiento de su alcance.

La comprensión de ¿qué son los valores?, ha sido objeto de reflexión y polémica por
los más relevantes filósofos hasta la actualidad. El objetivismo y el subjetivismo como
corrientes axiológicas son expresión de ello, manifiesto en “si el hombre crea el valor
o lo descubre” (Guervilla, 1994; 31). “El valor como el poliedro posee múltiples caras
y puede contemplarse desde variados ángulos y visiones, desde una posición
metafísica, los valores son objetivos: valen por sí mismos; desde una visión
psicológica, los valores son subjetivos: valen si el sujeto dice que valen; y desde el
aspecto sociológico, los valores son circunstanciales: valen según el momento
histórico y la situación física en que surgen” (Guervilla, 1994, 32). Por supuesto que
con ello no se puede concordar, es necesario integrar todas las posiciones científicas
en una concepción única y coherente, puesto en cada uno existe una verdad.

Entender el valor como la significación socialmente positiva (Fabelo, 1989) es verlo


contribuir al proceso social, al desarrollo humano. Esto quiere decir, que la
significación socialmente positiva del valor está dada por el grado en que éste
exprese realmente un redimensionamiento del hombre, de las relaciones en que vive,
y no de sujetos aislados, grupos o clases sociales particulares. Esta objetividad del
valor trasciende los intereses particulares, para ubicar en el centro al hombre como
género. Pero ello no es suficiente, pues su objetividad depende de la subjetividad y
su carácter social, de la individualidad, y viceversa, quiere decir, que en el centro de
la comprensión de los valores están las relaciones entre lo objetivo y lo subjetivo y
entre lo individual y lo social.

Muchos de los intentos y experiencias por lograr una pedagogía que eduque en
valores (entendido el término como educar subrayando los valores, intencionándolos
dentro de las acciones formativas), pueden fracasar cuando no se tiene claridad de lo
antes expuesto, ya que podría desvirtuarse el objetivo de la propia educación,
ejemplo de ello:

 Cuando se piensa que explicando hechos históricos y actuales de la realidad, o


incorporando nuevas asignaturas por sí sólo, su conocimiento produce valores o
cambios en la conducta y personalidad del sujeto, es decir, que sólo mediante
saberes se forman y desarrollan los valores.
 Cuando se buscan comportamientos en hechos aislados, como participación en
actividades orientadas, sin objetivos bien definidos, ni comprendidos y asumidos
por el sujeto tanto en lo racional como en lo emocional.
 Cuando se piensa que formar y desarrollar valores sigue las mismas reglas del
aprendizaje de conocimientos y habilidades.
 Cuando se considera que no es necesario incorporarlos como un componente de
la labor educativa de manera explícita e intencional en el proceso de formación,
pues ellos se forman y desarrollan automáticamente a través de la correcta
relación alumno-profesor.

Los valores no son pues el resultado de una comprensión y, mucho menos de una
información pasiva, ni tampoco de actitudes conducidas sin significación propia para
el sujeto. Es algo más complejo y multilateral pues se trata de la relación entre la
realidad objetiva y los componentes de la personalidad, lo que se expresa a través de
conductas y comportamientos, por lo tanto, sólo se puede educar en valores a través
de conocimientos, habilidades de valoración, reflexión en la actividad práctica con un
significado asumido. Se trata de alcanzar comportamientos como resultado de
aprendizajes conscientes y significativos en lo racional y lo emocional.
El fenómeno de cómo desarrollar y formar valores es un proceso de enculturación
(Aguirre, 1995; 498), que dura toda la vida, en el que inciden los cambios sociales
que se producen y que provocan transformaciones en las interrelaciones humanas,
en las percepciones, y en las condiciones materiales y naturales de vida, es decir, en
la calidad y sentido de la vida. Los valores son razones y afectos de la propia vida
humana la que no se aísla de la relación de lo material y lo espiritual y, entre lo social
y lo individual.

¿Qué es valor?. Para entender este concepto se deben tener claro un conjunto de
aspectos que contribuyen a una definición en sentido amplio.

 Los seres humanos establecen relaciones con el medio natural y social en que
ellos se desenvuelven.
 A través de su actividad (productiva, intelectual, artística, deportiva...) se ponen en
contacto con objetos materiales e ideales (un producto tangible, una cualidad de la
personalidad, una concepción, un sentimiento...)
 En este proceso de la actividad humana, en permanente comunicación social,
surgen en el ser humano necesidades materiales y espirituales, que al concretarse
en objetos materiales y espirituales que las satisfacen, se convierten en valores.
 Los valores se identifican con cualquier objeto material o espiritual (o sea,
productos tangibles, cualidades de la personalidad, concepciones, sentimientos...)
que al satisfacer una necesidad humana, son interiorizados y aprehendidos a
través de su propia experiencia vital, esto da un sentido personal a las
significaciones del mundo exterior a él.
 Cada ser humano interioriza aquello que satisface sus necesidades personales y,
sobre esta base posee intereses (los intereses son las necesidades hechas
conciencia), forma convicciones, precisa sus aspiraciones futuras y llega a analizar
las posibilidades que tiene de alcanzarlas: así se manifiestan los valores.
 Dirigen y orientan las acciones humanas de forma consciente y a la vez, como
proceso individual, permite diferenciar a unos hombres de otros como entes únicos
e irrepetibles. Dos personas pueden realizar una misma actividad y estar
impulsados por valores diferentes. De ahí que se afirme que son significados
subjetivos que poseen un fuerte componente individual. Por ejemplo: dos
estudiantes pueden realizar esfuerzos similares por asimilar los contenidos
necesarios para ser un buen profesional, pero uno puede hacerlo porque se siente
identificado con la profesión, aprecia su función social y otro porque esa profesión
puede darle beneficios económicos, prestigio social y otras ventajas.
 Los valores se forman en el proceso de socialización bajo la influencia de diversos
factores (familia, escuela, medios masivos de comunicación, organizaciones
políticas, sociales, religiosas, etc. )
 No son inmutables ni absolutos, su contenido puede modificarse por
circunstancias cambiantes y pueden expresarse de manera diferente en
condiciones concretas también diferentes.
 En la medida en que los seres humanos se socializan y la personalidad se regula
de modo consciente, se va estructurando una jerarquía de valores que se va
haciendo estable, aunque puede variar en las distintas etapas de desarrollo y
situaciones concretas.
 Son significaciones sociales que poseen las cosas, las personas, etc. Dicha
significación se refiere al grado en que se expresa el progreso y el
redimensionamiento humano en cada momento histórico o circunstancia particular.
 Son cualidades reales externas e internas al sujeto. “ No es un objeto, ni una
persona, sino que está en ellas”. (Xavier Zubiri)
 No sólo son cualidades reales externas e internas que expresan las cosas,
personas, fenómenos, etc., sino que también componen la estructura de la
personalidad, en tanto, que permiten captar esos significados reales a través de la
capacidad de los sentidos en su actividad de valoración o estimación, que
permiten asumirlos o no, es decir funcionan a su vez como filtros en el proceso de
socialización, incidiendo así en la función reguladora de la conducta y por tanto en
las actitudes hacia el mundo circundante, actitudes que están dirigidas e
intencionadas por motivaciones e intereses, y que expresa una correspondencia
entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace en el plano individual, y que
posee una correspondencia con la sociedad.
 Al ser la personalidad un sistema de formaciones psicológicas, el valor puede
manifestarse en toda su estructura: el carácter, las convicciones, las capacidades,
etc., pues se manifiesta en la actuación humana.
 “Son guías y principios de conducta que dan sentido a la vida hacia la
autorrealización, el progreso y el redimensionamiento humano” (García, 1996).

Por lo tanto, una definición en sentido estrecho de los valores sería:

Se identifican:

 Con lo material o espiritual (cosas, hechos, personas, sentimientos y relaciones).


 Con cualidades reales externas e internas al sujeto, de significación social. Dicha
significación se refiere al grado en que se expresa el redimensionamiento humano.
 Con cualidades de los componentes de la estructura de la personalidad, en tanto
permiten captar los significados a través de la capacidad de los sentidos en la
actividad humana.

Se manifiestan:

 A través de la actividad humana, la que permite interiorizar de la realidad aquellas


cualidades que satisfacen necesidades e intereses individuales y sociales.
 En guías y principios de conducta que dan sentido a la vida hacia la
autorrealización, el progreso y el redimensionamiento humano.

Se estructuran:

 Por las circunstancias cambiantes de la realidad, por lo que puede su contenido


expresarse de manera diferente en condiciones concretas.
 Se jerarquizan en dependencia del desarrollo de la personalidad y del desarrollo
social del contexto.

Es impreciso y absurdo hablar de una Pedagogía de los valores como algo


independiente, dado que el valor es parte del contenido y éste es uno de los
componentes de la didáctica, pero sí es necesario comprender las particularidades
de la formación y el desarrollo de los valores y sus relaciones en el proceso docente-
educativo.
Integrar los valores al aprendizaje de manera intencionada y consciente significa no
sólo pensar en el contenido como conocimientos y habilidades, sino en la relación
que ellos poseen con los valores. El conocimiento posee un contenido valorativo y el
valor un significado en la realidad, el que debe saberse interpretar y comprender
adecuadamente a través de la cultura y por lo tanto del conocimiento científico y
cotidiano, en ese sentido el valor también es conocimiento, pero es algo más, es
sentimiento y afectividad en el individuo. Así el aprendizaje de un conocimiento
matemático, físico o profesional debe ser tratado en todas sus dimensiones: histórica,
política, moral, etc., es decir subrayando la intencionalidad hacia la sociedad, donde
se exprese la relación ciencia, tecnología, sociedad, y estén presentes los análisis
cualitativos, los enfoques de procesos y la motivación. Del mismo modo que es
posible tratar un valor desde el contenido, también lo es desde el saber hacer de éste
(la habilidad y la capacidad). Visto así el proceso de enseñanza-aprendizaje adquiere
un nuevo contenido por su carácter integral.

La reflexión del profesor sobre el valor educativo de las acciones en el proceso,


significa de igual modo intencionar y valorar el método de aprendizaje no como
simple procedimiento sino pensar en la comunicación, las relaciones interpersonales,
es analizar el componente sociohumanista de la ciencia que se enseña y de cómo
hacerlo, lo que representa brindar un enfoque integral, holístico, complejo y dialéctico
al aprendizaje, es reconocer que no existen “dos culturas” separadas, sino reflexionar
sobre la totalidad de ésta, en su historia, en sus contradicciones, en su actualidad, en
sus métodos, en sus consecuencias e impactos y, por supuesto en su ética. Se trata
de reflexionar en el valor de la Educación.

Los caminos y las vías no pueden justificar los fines, es evidente que un buen uso del
diálogo, de los métodos participativos, del ejemplo del profesor, son condiciones
necesarias para una adecuada labor de formación, pero también son condiciones, la
precisión en el diseño curricular de las intenciones a través del análisis del contenido,
los objetivos propuestos, etc., es decir, tener claro los fines que se proyectan en lo
educativo y diseñar la realización del proceso de formación. La formación
sociohumanista tiene su propia significación y lógica y, de lo que se trata es de
incorporarla como parte del sistema educativo, no separarla de la realidad a que se
enfrenta el estudiante como aprendizaje, y en este sentido, el profesor debe
prepararse y dirigir el proceso en esa dirección, intención que no depende de la
casualidad ni de los criterios particulares de éste, sino de todo el proceso de
formación, y de la necesidad que lleva implícita como exigencia de la sociedad.

Alrededor de la educación en valores está la idea de negar la necesidad de una


pedagogía propia de los valores, puesto que consideran que los valores están
siempre presentes en el proceso de formación, siendo suficiente una buena relación
alumno-profesor, el ejemplo de éste, la comunicación eficaz, etc. Es cierto que el
proceso de enseñanza-aprendizaje siempre forma y desarrolla valores, el asunto a
reflexionar está: ¿en qué valores se quiere incidir en el proceso, para qué, y cómo?
La dificultad consiste entonces en eliminar el llamado “curriculum oculto” o “contenido
oculto”, la cuestión radica en la necesidad de explicitar, sistematizar e
intencionalizar en el proceso de enseñanza-aprendizaje, “lo educativo”, que por
supuesto integra el proceso formativo.

Entre las razones para desarrollar una Pedagogía de la Educación en Valores están:
Intencionar: Encaminar el proceso docente-educativo hacia el modelo ideal de
formación. Desarrollar el vínculo con la realidad a través de lo socialmente
significativo de ésta en el proceso docente-educativo, dando sentido a la formación
sociohumanista. Determinar estrategias didácticas que involucren a los sujetos del
proceso en una actividad consciente, protagónica y comprometida.

Explicitar: Eliminar el curriculum oculto, precisando la cualidad orientadora del


proceso docente-educativo. Connotar lo socialmente significativo de la realidad hacia
el redimensionamiento humano en todos los componentes del proceso, identificando
el modelo educativo a alcanzar con la eficacia del proceso. Precisar los contenidos
de los sistemas de valores a formar y desarrollar según la aspiración social.

Particularizar: Integrar las particularidades de la formación y el desarrollo de los


valores a la didáctica del proceso de formación (conocer las particularidades del
sujeto y sus relaciones, y evaluar las condiciones para llevar a cabo el proceso).
Enriquecer la didáctica del saber y del saber hacer; del contenido y del método, etc.,
así como apoyarse en ellas.

Visto de otro modo, es la reflexión del profesor sobre el valor educativo de sus
acciones en el proceso, de sus intenciones, de lo valorativo en los contenidos, del
valor del método, etc. lo que implica establecer prioridades. “la justificación de los
contenidos debe basarse, no sólo en criterios disciplinares, derivados del lugar que
esos contenidos ocupan en la estructura de esa disciplina, sino también en las metas
educativas fijadas para esa materia en esa etapa (Pozo,1998: 46).

Los caminos y las vías no pueden justificar los fines, es evidente que un buen uso del
diálogo, de los métodos participativos, del ejemplo del profesor son condición
necesaria para una adecuada labor de formación, pero, es condición también
necesaria su precisión en el diseño curricular, en el análisis del contenido, en los
objetivos propuestos, etc., es decir, tener claro los fines que se esperan en lo
educativo. La formación sociohumanista tiene su propia significación y lógica y, de lo
que se trata es de incorporarla como parte del sistema educativo, no separarla de la
realidad a que se enfrenta el estudiante como aprendizaje, y en este sentido el
profesor debe prepararse y dirigir el proceso en esa dirección, intención que no
depende de la casualidad ni de los criterios particulares de éste, sino de todo el
proceso de formación, y de la necesidad que lleva implícita por la sociedad.

Intencionalizar los valores en el proceso de enseñanza-aprendizaje se refiere a:

 Determinar los sistemas de valores y sus contenidos en el diseño curricular.


 Precisar los principios didácticos que condicionan una manera especifica de
planificar, ejecutar y evaluar el proceso de enseñanza-aprendizaje, que influyen en
un nuevo tratamiento de las relaciones de los componentes de la didáctica.

La dirección pedagógica no puede entenderse como una relación mecánica estímulo-


reacción: se trata mas bien de la sistematización de las influencias educativas sobre
la base del encargo social que persigue la formación de un modelo de hombre o
mujer. (Viciedo:1999)
“La didáctica es la disciplina que explica los procesos de enseñanza-aprendizaje para
proponer su realización consecuente con las finalidades educativas.” (Contreras,
1990;19) Si se acepta dicha definición, entonces, intencionalizar y explicitar a través
de la didáctica el proyecto educativo significa definir y profundizar en los valores y por
tanto en lo educativo, haciendo que las finalidades educativas expresen el
compromiso con la realidad.

Por tanto, la didáctica se desarrolla con una u otra intencionalidad, en dependencia


de la práctica educativa que se quiera alcanzar, y del compromiso del profesor. Pero
no basta con la claridad de la intencionalidad, sino hay que hacerla explícita y
sistematizarla en la propia didáctica, de ahí que deban precisarse un conjunto de
principios teórico-metodológicos, para dicha educación comprometida, valorativa,
reflexiva y en valores, los que deben tenerse en cuenta en las diferentes estrategias
a desplegar.

La educación en valores es un proceso sistémico, pluridimensional, intencional


e integrado que garantiza la formación y el desarrollo de la personalidad
consciente; se concreta a través de lo curricular, extracurricular y en toda la
vida universitaria. La forma de organización es el proyecto educativo.

La personalidad es “un sistema de alto nivel de integración de funciones síquicas del


individuo, un complejo de formaciones estructuradas sobre ciertos principios que
funcionan dirigidos a un objetivo” (D’Angelo, 1996:1).

El objetivo constituye el sentido fundamental de la actividad del individuo, se expresa


en el proyecto de vida que es “el conjunto de representaciones mentales
sistematizadas sobre cuya base se configuran las actitudes y disposiciones teóricas
del individuo, y que para ejercer una dirección autentica de la personalidad, este
modelo debe tomar una forma determinada en la actividad social del individuo y en
las relaciones con las personas. Es decir, la característica directriz de este modelo
ideal se expresa no sólo en lo que el individuo quiere ser, sino en su disposición real
y sus posibilidades internas y externas de lograrlo y de darle una forma precisa en el
curso de su actividad” (D’Angelo, 1996:3).

Si se quiere incidir a través de la educación en la personalidad es necesario


adentrarse en el porqué de los objetivos de la actividad, que lo hacen componer un
proyecto de vida. Si la educación concibe el proyecto de vida no como un modelo
ideal-individual solamente, sino que lo relaciona a su vez con un modelo real-social,
entonces podrá acercarlo a su realización.

La educación en valores debe contribuir a que el proyecto de vida se convierta en “un


modelo de vida sobre la base de aquellas orientaciones de la personalidad que
definen el sentido fundamental de su vida, y que adquieren una forma concreta de
acuerdo con la construcción de un sistema de actividades instrumentadas, las que se
vinculan con las posibilidades del individuo y, de otro lado las posibilidades objetivas
de la realidad externa para la ejecución de esas orientaciones de la personalidad”
(D’Angelo, 1996:3).

La educación debe y puede incidir en el GAP que existe entre lo que se quiere ser y
se quiere hacer y lo que se puede ser y se puede hacer en cada momento de la vida
o al menos es más factible, lo que al final es decisión del individuo. La posibilidad de
ayudar a adecuar estos dos aspectos, se halla en la comprensión de la relación entre
lo individual y lo social en la personalidad, siendo éste uno de los objetivos
fundamentales de la educación en valores.

La dinámica y la armonía de la personalidad desarrollada y adulta en una sociedad


se halla en el equilibrio que se alcance entre la satisfacción de los intereses y
necesidades y de los deberes sociales. Por tanto deber ser conjuga lo que se quiere
y lo que se puede y es objeto de la educación en valores.

La educación debe preparar al individuo para el logro en cada momento de la


autorrealización, entendida ésta como: “la orientación de la personalidad que se
dirige al desarrollo de las potencialidades, a la realización de valores e intereses
fundamentales del individuo en la actividad social” (D’Angelo, 1996:4).

La educación puede ayudar a definir un proyecto de vida efectivo y eficaz,


convirtiéndolo en un proyecto real, haciendo corresponder las posibilidades internas
del individuo y las del entorno, mediante el desarrollo de los valores, la concepción
del mundo, la capacidad de razonamiento, los conocimientos, la motivación y los
intereses.

La educación en valores tiene como objetivo el alcance de una personalidad


desarrollada o en desarrollo, la que se entiende, “al caracterizar a un individuo
concreto donde el sistema de procesos y funciones que la forman se encuentran
estructurados de manera armónica, en un proyecto de vida realista, donde predomina
la autodirección consciente de los esfuerzos del individuo para lograr el desarrollo de
sus potencialidades en forma creadora, así como su participación en la actividad
social de acuerdo con valores de contenido progresista” (D’Angelo, 1996:4).

Educar en valores significa contribuir a la función integradora del individuo mediante


la valoración de las contradicciones de la motivación, los intereses, etc.

La educación en valores debe coadyuvar a la tendencia interna de la personalidad a


integrar y armonizar los factores internos y externos y a la autonomía de ésta, es
decir, a la autorregulación sobre la base de fines conscientes, lo que está por
supuesto, en interacción y en dependencia de la realidad social.

Los valores interiorizados conforman la esencia del modelo de representaciones


personales, constituyen el contenido del sentido de vida, y de la concepción del
mundo, permiten la comprensión, la interpretación y la valoración del sujeto y brindan
la posibilidad de definir el proyecto de vida, integrado por objetivos y finalidades para
la actividad social.

Los valores no se enseñan y aprenden de igual modo que los conocimientos y las
habilidades, y la escuela no es la única institución que contribuye a la formación y
desarrollo de éstos. Otra peculiaridad de la educación en valores es su carácter
intencional, consciente y de voluntad, no sólo por parte del educador, sino también
del educando, quien debe asumir dicha influencia a partir de su cultura, y estar
dispuesto al cambio. De ahí la importancia y la necesidad de conocer no sólo el
modelo ideal de educación, sino las características del estudiante en cuanto a sus
intereses, motivaciones, conocimientos, y actitudes, las que no están aisladas de las
influencias del entorno ambiental. Una comprensión clara de los límites objetivos del
entorno, del modelo a que aspira la sociedad y de la subjetividad del estudiante
permite dirigir mejor las acciones educativas y dar un correcto significado al
contenido de los valores a desarrollar.

Son tres las condiciones para la educación en valores:

Primera: conocer al estudiante en cuanto a: determinantes internas de la


personalidad (intereses, valores, concepción del mundo, motivación, etc.);
actitudes y proyecto de vida (lo que piensa, lo que desea, lo que dice y lo que
hace).
Segunda: conocer el entorno ambiental para determinar el contexto de actuación
(posibilidades de hacer).
Tercera: definir un modelo ideal de educación.

Incidencias de la educación en valores:

 Desarrolla la capacidad valorativa en el individuo y permite reflejar adecuadamente


el sistema objetivo.
 Desarrolla la capacidad transformadora y participativa con significación positiva
hacia la sociedad.
 Desarrolla la espiritualidad y la personalidad hacia la integralidad y el
perfeccionamiento humano.
 Transforma lo oficialmente instituido a través de las normas morales, los sistemas
educativos, el derecho, la política y la ideología.

Los valores no son pues el resultado de una comprensión, y mucho menos de una
información pasiva, ni tampoco de actitudes conducidas sin significación propia, por
el sujeto. Es algo más complejo y multilateral pues se trata de los componentes de la
personalidad, sus contenidos y sus formas de expresión a través de conductas y
comportamientos, por lo tanto sólo se puede educar en valores a través de
conocimientos, habilidades de valoración-reflexión y la actividad práctica.

La educación en valores en la Universidad está dirigida hacia el desarrollo de la


cultura profesional. Los nuevos fenómenos y procesos que la sociedad
contemporánea engendra, las interrogantes, expectativas e incertidumbres sobre el
futuro de la humanidad, hacen del análisis y la reflexión un imperativo para definir
desde una perspectiva estratégica y coyuntural el desarrollo social de cada nación.
Ello reclama y exige de una cultura integral en la formación profesional de las futuras
generaciones. Es por ello que entre los temas más trascendentes que hoy se
analizan en la Educación Superior en el mundo está el vínculo universidad-
sociedad-desarrollo.

La causa de que promueve este debate, y la búsqueda del perfeccionamiento de las


Universidades, se halla en la estrecha relación que existe entre el nuevo patrón
tecnológico, guía del desarrollo, y la educación, cuyo propósito es la formación, la
recalificación o la capacitación de los recursos humanos que requiere la totalidad del
sistema de desarrollo científico-tecnológico para su funcionamiento.
Los cambios científico-tecnológicos determinan que las Universidades transformen
sus misiones y objetivos, para poder cumplir responsablemente con la preparación,
recalificación y formación continua de los recursos humanos que exige la
reestructuración económica de cada país. Es decir, aquella calificación que logre la
capacitación para la investigación, el desarrollo, la aplicación y la transferencia de
tecnologías adecuadas, por lo tanto una formación que responda a la magnitud de
los cambios y, permita un rápido accionar con criterio propio y compromiso social.

Las Universidades tienen la responsabilidad de identificar con precisión la dirección


del cambio, y la transformación a realizar, para proyectarse prospectivamente hacia
el futuro y así promover el cambio necesario en la sociedad, tales como: las nuevas
profesiones e investigaciones, los modelos de formación de los futuros
profesionales, las nuevas formas de colaboración con las empresas, centros de I+D,
comunidad, etc., así como, asumir la transformación necesaria de la calificación y
la cultura de los profesionales del presente para promover los cambios.

Para los países en vías de desarrollo significa el alcance de una mentalidad diferente,
que sea capaz de enfrentar la transición hacia el paradigma tecnoeconómico actual
con optimismo, compromiso, creatividad, solidaridad, sentido práctico, desinterés y
modestia, que permita ver una oportunidad en dicha ruptura tecnológica para el futuro
de estos países.

La sociedad requiere algo más que personas adiestradas para la función específica
del mundo del trabajo. Necesita profesionales con motivaciones y capacidades para
la actividad creadora e independiente, tanto en el desempeño laboral como
investigativo, ante los desafíos del conocimiento e información científico-técnica y de
la realización de su ideal social y humano. El fortalecimiento de la formación integral
de los futuros profesionales es impostergable, porque la sociedad necesita de la
ciencia y la tecnología como factores estratégicos del desarrollo.

La Educación Superior debe tributar a la sociedad con la formación de hombres


capaces de identificar, asimilar, utilizar, adaptar, mejorar y desarrollar
tecnologías apropiadas, que brinden soluciones adecuadas en cada momento,
formación que debe combinar la calificación técnica, social y humana.

La sociedad actual o la llamada “sociedad de la información” provoca una saturación


del conocimiento como información, facilitando su acceso y la rapidez del cambio del
conocimiento científico-técnico, ello justifica cada vez más el hecho de que la
transmisión del conocimiento no puede seguir siendo la función principal de las
instituciones educativas, no sólo por el costo social que ello produce en el proceso de
formación de los seres humanos, sino porque se impone un nuevo modelo de
formación donde lo instructivo, lo capacitativo y lo educativo constituyan un todo,
donde su función principal sea la valorativa para organizar, interpretar, seleccionar,
estimar, criticar y asumir con criterios de por qué y para qué la información. Dar
sentido a la información significa hacer más consciente y duradero el conocimiento y
desarrollar la capacidad de realizar juicios propios, de saber elegir lo esencial y lo
duradero del conocimiento: desarrollar el interés por el saber, desarrollar el amor por
el trabajo, desarrollar la creatividad y el criterio propio, desarrollar el amor por la
profesión.
En estas condiciones la formación integral y especializada son dos pilares de la
profesionalidad. De ahí que la formación sociohumanista en particular adquiera
mayor significado en cuanto a la creación de una cultura que permita interpretar el
paradigma vigente y lograr el desarrollo sustentable y humano.

La Universidad se halla ante el reto de asumir la propuesta de una formación integral


de los profesionales, donde la cultura sociohumanista debe ser ampliada y los
valores intencionados y explicitados en el proceso docente-educativo.

Si bien se han obtenido valiosos resultados en la Educación Superior Cubana en el


logro de la vinculación entre la actividad académica y la laboral-investigativa, es
decir, entre el estudio y el trabajo, aún existe una dicotomía entre la formación
sociohumanista y la tecnológica en las carreras de Ciencias Técnicas que se expresa
tanto en los planes y programas de estudio como en el propio proceso de enseñanza-
aprendizaje y en la cultura integral de los profesores de Ciencias Técnicas y de
Ciencias Sociales al abordar los contenidos propuestos.

La actividad ingenieril en las condiciones actuales de gran impacto social de la


ciencia y la tecnología, requiere de una cultura para su práctica tecnológica, que
exige del ingeniero una serie de conocimientos y habilidades que permitan una mayor
especialización en su saber técnico, y al mismo tiempo una formación humanista
contraria a la ideología ingenieril de una supuesta neutralidad técnica y un marcado
pragmatismo. La formación de los ingenieros reclama de un fuerte componente
sociohumanista sistematizado en los planes y programas de estudio para el
cumplimiento de su encargo social en las condiciones del paradigma técnico-
económico-social vigente.

La definición de una concepción integral de la profesión en este sentido, permitirá


que lo sociohumano traspase, atraviese y sea sustrato de los contenidos y los
objetivos de estudio de la carrera. Dicha concepción debe responder a las preguntas:
¿qué ingeniero se quiere formar? y, ¿qué Ingeniería se quiere desarrollar?

La concepción de Tecnología Apropiada atraviesa diferentes dimensiones en busca


de la integralidad profesional, e incorpora valores humanos a la profesión en cada
una de estas dimensiones.

Una tecnología es apropiada cuando responde como una alternativa a un fin,


cuando corresponde a un objetivo, y se acomoda a determinada solución, con
eficiencia, eficacia y pertinencia. Es aquella tecnología idónea, la que sus usos
se adecuan a los fines que valoren el contexto social y medio ambiental.

Las fuentes que posibilitan el desarrollo de tecnología apropiada están en todas las
tecnologías existentes, tanto en uso, como precedentes, independientemente del
lugar de donde provengan, y de su grado de desarrollo. Lo decisivo está en la
capacidad tecnológica existente que permita una gestión tecnológica adecuada a los
procesos de innovación, donde se identifiquen necesidades, oportunidades, y se
planifiquen diseños, desarrollen e implanten soluciones técnicas. Pero no cualquier
solución técnica, sino aquella que responda a una pertinencia e idoneidad, por lo que
es necesario incorporar una metodología de solución de problemas tecnológicos
diferente en todo el proceso de innovación, donde el enfoque integral de todos los
factores que intervienen en la solución al problema esté evaluado sistemáticamente
en todas las fases del proceso, es decir, lo técnico, organizativo, económico,
socioambiental y sociocultural.

La formación de los profesionales de Ingeniería y Arquitectura requiere de estos


enfoques para la innovación tecnológica.

La búsqueda de una manera diferente de hacer tecnología no sólo es preocupación


de países de menor desarrollo, sino también, de países desarrollados, lo que se
expresa en programas de enseñanza en ingeniería de tecnología apropiada y de
ciencia, tecnología y sociedad.

La educación en ciencia tecnología y sociedad (“Science, Technology and Society”,


STS) o “Science and Technology Studies” (Estudios en Ciencia y Tecnología) en
Estados Unidos y Europa respectivamente, coinciden en resaltar la dimensión social
de la ciencia y la tecnología, aunque, la primera enfatiza las consecuencias sociales
con un carácter práctico y evaluativo, la segunda resalta la forma en que los factores
sociales antecedentes contribuyen a la génesis del desarrollo científico-tecnológico
con un carácter más teórico y descriptivo” (Ursúa, 1993: 35).

Ambas fuentes van encaminadas a eliminar las llamadas dos culturas que en el


desarrollo de la humanidad se han enfrentado, la científico-técnica y la
sociohumanista, ejemplo de ello lo vemos en la propia evolución de la Universidad
como institución social y el desarrollo de sus modelos.

La búsqueda de una cultura integral es un objetivo estratégico en el mundo de hoy,


así un humanista que no sepa de los avances científicos tecnológicos puede poseer
una elevada cultura humanista y ser un ignorante ante las nuevas formas de vida
imperantes. De la misma manera un científico o un tecnólogo que posea elevados
conocimientos y habilidades profesionales, tiene que saber conducirlas desde y para
la sociedad, lo que se expresa en saber trabajar en grupo, interpretar social y
económicamente las necesidades y demandas; dirigir procesos a través de la
participación, el diálogo y la comunicación, en busca de información valiosa para la
competitividad.

La idea central de estos programas está en que “todos pueden aprender cómo la
ciencia, la tecnología y la sociedad se relacionan e interactúan entre sí y podrán
hacer uso de este conocimiento en su toma de decisiones en una época en que
nuestros asuntos están dominados por la ciencia y la tecnología”. (Ursúa, 1993: 35).
Sin embargo un obstáculo para lograr dicho objetivo se halla en el vínculo que dichos
estudios de CTS puedan establecer con el modelo del profesional a alcanzar; ya sea
para enriquecerlo en cuanto a la cultura profesional o para concretar dichos
conocimientos en una práctica específica.

Haciendo abstracción de los debates teóricos acerca del término tecnología


apropiada (TA) que hoy existen, en estos programas, el mismo significa:

Elegir con sencillez y sensibilidad la tecnología en beneficio del hombre y su


contexto.
Un cambio de actitudes y un nuevo examen de valores en la Ingeniería y en su
enseñanza.

La idea que se destaca en su fin educativo es la de revitalizar los valores que debe
poseer la profesión de Ingeniería, hacia sus fundamentos básicos como profesión
que tiene una fuerte relación con la sociedad. (Ver Figura Nº 1).

"Si los ingenieros utilizan tecnologías que no son apropiadas, es que son negligentes;
si no saben lo que es apropiado es que son ignorantes; y si no se preocupan de lo
que es apropiado pierden todo derecho a la consideración profesional". (Brancher,
1983: 125)

Los valores profesionales son entendidos como aquellas cualidades de la


personalidad profesional que expresan significaciones sociales de
redimensionamiento humano y que se manifiestan relacionadas al quehacer
profesional y modos de actuación. Los valores profesionales no son más que los
valores humanos contextualizados y dirigidos hacia la profesión. Sus significados se
relacionan con los requerimientos universales y particulares a la profesión. Los
valores profesionales constituyen a su vez rasgos de la personalidad profesional y
contribuyen a definir una concepción y sentido integral de la profesión.

La personalidad profesional se manifiesta a través del conjunto de rasgos presentes


en el individuo, en la actividad profesional, en los marcos de determinada comunidad
y contexto, ejemplos de ello:

 Amor a la actividad profesional.


 Sentido de respeto socioprofesional.
 Estilo de búsqueda profesional creativo-innovador.

La formación y el desarrollo de valores profesionales debe partir del modelo del


profesional, de la cultura profesional. El modelo de formación del profesional debe ser
sistémico y pluridimensional, conteniendo en sí el sistema de valores de la profesión.

Modelo de formación del profesional

Dimensiones Valores que se forman


Intelectual Saber
Técnica Eficacia
Ética Dignidad
Estética Sensibilidad
Político-Ideológica Patriotismo

En cada una de estas dimensiones se forman valores estrechamente vinculados


unos con otros.

La dimensión cognitiva supone que a través de los conocimientos que el estudiante


va adquiriendo, se pasa del nivel reproductivo al creativo. Para lograr este tránsito es
necesario que exista una apropiación del conocimiento, lo que implica una
identificación con el objetivo del conocimiento científico, alcanzar la verdad se
convierte en valor porque ella compulsa a la búsqueda infinita del conocimiento,
infiriéndose una actitud cuestionadora del estudiante ante los contenidos impartidos.
La verdad como valor induce por tanto a la búsqueda infatigable del saber. Pero el
saber interactuando con los valores de las otras dimensiones permite revelar de éste
su contenido valorativo al estudiante.

La dimensión técnica enfatiza en la necesidad de intervenir a partir de los


conocimientos científicos e ingenieriles de manera eficiente y eficaz en la actividad
productiva. La eficacia como valor apunta al hecho de poder precisar la incidencia
técnico-económica de la acción ingenieril en el proceso productivo con menor costo
natural y humano, y con máxima calidad, como también en el cumplimiento de los
objetivos y las finalidades; del mismo modo, en un sistema de valores, ella adquiere
nuevos significados en tanto que no se realiza en sí misma, sino eficacia con
creatividad, responsabilidad, modestia, etc.

La dimensión ética subraya la responsabilidad que contrae el profesional con su


entorno natural y social. Aquí se destaca la dignidad profesional como valor supremo
a alcanzar teniendo en cuenta que a través de ella se patentiza el respeto hacia la
profesión, pero un respeto que se significa en relación con una comprensión de la
realidad en que se vive y de un compromiso con ella.

La dimensión estética propicia el fomento del gusto y la sensibilidad por la actividad


profesional. La belleza como valor destaca el desarrollo de la preocupación estética
por los resultados de la profesión así como la satisfacción por la obra a realizar. Todo
ingeniero debe ser un creador y como tal en él estará presente la sensibilidad del
artista.

La dimensión político-ideológica tributa a la formación del valor patriotismo y de


poseer una identidad nacional.

En este modelo de valores profesionales se consideran valores supremos o nucleicos


a formar los que aparecen en las dimensiones ética y político-ideológica a través de
la dignidad profesional entendiéndose por ello: la actitud moral del individuo hacia sí
mismo, y de la sociedad hacia él. Es el conjunto de actitudes de respeto a sí mismo,
a la Patria y a la Humanidad. Es un modo de comprender su deber y su
responsabilidad ante la sociedad y de regular el respeto y el reconocimiento de la
sociedad a su personalidad, y por tanto sus derechos. Es una manifestación de
ejemplaridad. La Dignidad Profesional se refiere al desarrollo del ejercicio de la
profesión.

El modelo de valores a formar y desarrollar en el estudiante de Ingeniería y


Arquitectura lo constituye un sistema de valores a partir de la Concepción de
Tecnología Apropiada en la profesión, la que se expresa en diferentes
dimensiones: intelectual, técnica, ética, estética y político-ideológica en el
modelo del profesional. Dichas dimensiones de la formación del profesional se
complementan e interactúan entre sí en forma de sistema.

El sistema de valores que se deriva de la concepción de Tecnología Apropiada, se


expresa en un todo caracterizado por una cualidad sistémica, que viene dada por el
propio contenido de la DIGNIDAD PROFESIONAL cualidad de carácter ético que
interpenetra al sistema en su conjunto, indicando la búsqueda de la profesionalidad
para el real éxito profesional con sentido de identidad nacional.

Precisamente interpretado así el sistema de valores a través de las dimensiones y


jerarquizando los valores éticos y político-ideológicos representados por la Dignidad
Profesional, permite cambiar el contenido y el significado a valores como creatividad,
belleza, eficiencia, etc. Del mismo modo que la interpenetración del resto de las
dimensiones, como puede ser la técnica y la intelectual, con un contenido profesional,
ejemplos: eficiencia, creatividad, saber, innovación, etc., permite dar un contenido
profesional a los valores éticos, como honestidad, modestia, solidaridad, etc.

Las dimensiones son los ejes del modelo de formación de valores y se nutren de un
conjunto de valores a desarrollar, según el espacio pedagógico de que se trate, y por
sí mismas cada una conforma un subsistema que se integra al sistema en su
totalidad. Por lo que identificar dicho sistema y sus contenidos son pasos esenciales
para la formación y el desarrollo de valores en la profesión, es decir, definir un
modelo en correspondencia con la sociedad. Así un modelo definido puede ser:

Modelo de formación de valores del profesional de ingeniería y arquitectura

El esquema trata de expresar cómo cada dimensión de la formación del profesional,


en el plano de los valores, se interrelaciona como parte del sistema en su conjunto, y
en dichas conexiones se conforman subsistemas que en dependencia de los
entornos y finalidades actúan. La idea es representar cómo cada dimensión se nutre
de la otra para su fortalecimiento y el cumplimiento de su finalidad propia y la del
sistema, que no es otra que el logro del profesional integral.

El modelo pedagógico de Educación en valores que se propone para la formación


profesional tiene además como fundamento un conjunto de principios teórico-
metodológicos que permiten definir las estrategias a seguir en la planificación, la
ejecución y la evaluación del proceso docente-educativo, ellos son:

 La relación entre el individuo y la sociedad.


 La relación entre lo cognitivo y lo afectivo.
 La relación entre lo normativo y lo significativo-motivacional.
 La relación entre valor y valoración.
 El carácter relativo, histórico y dinámico de los valores en el tiempo y el espacio.
 La determinación de un modelo de valores jerarquizados.
 La interrelación entre la ciencia, la docencia y la profesión que permita modelar lo
profesional en la actividad de estudio.
 El proyecto educativo como forma de organización.
 La interrelación armónica y adecuada de la personalidad, el entorno ambiental y el
modelo de educación que permita la autorrealización.

La relación entre el individuo y la sociedad

En el proceso de interacción del hombre con la realidad, se destaca su capacidad


interpretativa hacia todo lo que adquiere significación y por tanto, valor para él. En
este proceso el hombre actúa como sujeto y la realidad como objeto de asimilación,
comprobación y evaluación infiriéndose por tanto como dialéctica constante. Las
percepciones realizadas de la realidad, se incorporan al hombre en calidad de
referentes que guían la conducta. En este sentido, las condiciones existentes en la
sociedad constituyen patrones referenciales del ser humano. Sin embargo estos
patrones se convierten en objeto constante de crítica por parte del sujeto. O sea, si
bien la sociedad establece a partir de condiciones histórico-concretas determinadas,
códigos y significados que actúan sobre el hombre, es en la realidad práctico-
cognitiva, donde este recibe e incorpora en calidad de contenido propio esa realidad,
a través de la percepción que supone la valoración de la realidad incorporada.
Podemos afirmar entonces que el hombre no es un sujeto pasivo que recibe los
valores que socialmente están vigentes. Los valores predominantes en una época
pasan a través de la consciencia social, lo individual por tanto actúa como un filtro
selectivo y asuntivo, es así como podemos entender la conformación de los valores
sociales y su diferenciación en no pocas ocasiones de los valores individuales.

La personalidad del profesional se forma y desarrolla en el abigarrado mundo de las


relaciones sociales, del cual también forman parte las relaciones profesionales,
significa que se modela no sólo en los estrechos marcos de la actividad profesional
sino en su vasta actividad social. “...la base real de la personalidad del hombre es el
conjunto de sus relaciones sociales por su naturaleza con respecto al mundo,
relaciones que hallan su realización mediante la actividad, mediante el conjunto de
actividades diversas”. (Leontiev, 1983:150). Por tanto, para contribuir de modo
efectivo a la formación de una personalidad plena en el ingeniero hay que
desentrañar los avatares y regularidades de su actividad tanto profesional como
social en general.

El término personalidad ha recibido diversas interpretaciones:


En el campo de la Filosofía se define como la que caracteriza al individuo humano
como sujeto de las relaciones y la actividad cognoscitiva; es la persona en el sentido
amplio de la palabra.

Una segunda acepción es la que identifica la personalidad con el sistema estable de


rasgos sociales significativos, importantes, que caracterizan al individuo como
miembro de una determinada sociedad o comunidad.

En la Psicología general se piensa la personalidad como cierto núcleo o principio


integrador que relaciona en una unidad diversos procesos psicológicos del individuo
infiriéndole la conducta, consecuencia y estabilidad necesarias. Las diversas teorías
psicológicas sobre la personalidad se diferencian, en buena medida, a partir del
contenido de ese principio integrador.

La Sociología por su parte centra la atención no en las particularidades individuales


del hombre, sino en el sistema social donde el hombre se encuentra inmerso, y los
roles y funciones sociales que desempeña en el mismo, así por ejemplo estudia la
personalidad en la organización, en las regularidades que rigen la interacción social
de los individuos, en los grupos sociales, etc.

En esta investigación se asume por personalidad una formación humana especial


“producida”, creada por las relaciones sociales en las cuales el individuo entra a
través de la actividad en el sistema de rasgos sociales significativos, incluidos los de
la comunidad profesional.

El profesional forma su mundo interior mediante la apropiación, la interiorización, de


las formas y tipos de actividad, a la vez que exterioriza en la actividad sus procesos
psicológicos. De esta manera lo social (incluido lo profesional) y lo psicológico se
estructuran en el individuo, en la actividad, de forma contradictoria e interconectados
uno con otro de modo genético y funcional.

Pretender modelar la personalidad del ingeniero sólo explicándole al estudiante el


encargo social que tiene ante sí como futuro profesional es algo quimérico. Se
requiere estructurar un sistema de actividades que le permitan interiorizar su papel en
la sociedad.

La relación entre lo cognitivo y lo afectivo

El proceso de enseñanza aprendizaje sólo es eficaz si se da a través de la relación


entre lo cognitivo y lo afectivo. Los sujetos que participan en el proceso tienen
necesidades, intereses y motivaciones que influyen en la relación alumno- profesor.
Por un lado, no basta con que el profesor domine el contenido a impartir sino que
sepa comunicarlo de manera afectiva, debe conocer las necesidades e intereses de
sus alumnos, dándole una participación activa en el proceso, escuchando sus
sugerencias, opiniones y problemas. Por otro lado, los alumnos deben estar
motivados por la actividad de estudio, para que tenga lugar en ellos un proceso eficaz
de asimilación del conocimiento. Para lograrlo la comunicación que se desarrolle
debe ser dialógica, participativa, reflexiva y con empatía. “Por eso sólo el diálogo
comunica. Y cuando los polos del diálogo se ligan así con amor, esperanza y fe uno
con el otro, sólo así hay comunicación” (Freire, 1976:104).
En lo anterior expuesto se denota que el método actúa como facilitador de la
comunicación y de la educación emocional, entendida ésta como “la habilidad que
implica la comprensión de nuestras emociones y de las de los demás y de cómo se
las puede expresar mejor para lograr el desarrollo personal.” (Steiner,1998:250). El
método no sólo contribuye a la realización de los valores del contenido, sino que al
permitir la actividad, la relación interpersonal hace coherente el comportamiento
mediante diferentes técnicas que el profesor debe conocer y utilizar en dependencia
de los objetivos a alcanzar y de las características del grupo.

El sujeto del aprendizaje coincide con el sujeto de la valoración, pues ambos


procesos coexisten en un proceso de reproducción ideal de la realidad. En el
contenido (conocimiento, habilidad y actitud) se expresa esa realidad, la que en sí
misma posee un significado social y humano y por supuesto el profesor debe
conocer, planificar, seleccionar y enseñar en el proceso, desarrollando la capacidad
de valoración para que el estudiante se apropie de lo mejor de su cultura. Es
importante que el profesor haga explícito en el proceso al estudiante el valor
educativo de cada contenido.

Conocer las condiciones previas del alumno tanto desde el punto de vista cognitivo
como afectivo es de suma importancia para que el profesor pueda a partir de éstas
encaminar su trabajo futuro en ese estudiante o grupo, y darle un nuevo sentido a
sus relaciones, teniendo siempre presente “que el conocimiento trata siempre de lo
general y las circunstancias son particulares y con frecuencia las conexiones entre
ambos casos no son evidentes, al menos para el alumno.” (Broudy. 1977; 194) De
ahí la importancia del diagnóstico participativo de manera permanente como parte del
proceso.

La relación entre lo normativo y lo significativo motivacional

La relación entre lo normativo y lo significativo-motivacional en el individuo, como


principio, parte de la estrecha relación entre la norma y la obligación , y el significado
y el motivo, por lo que en el proceso educativo se debe de ir en busca de esta
relación. “Si experimentamos algo como un deber y no sólo sabemos abstractamente
que rige como tal, el deber se convierte en objeto de nuestras aspiraciones
personales. Lo socialmente significativo se convierte en personalmente significativo”.
(Rubenstein; 1967: 700).

Las normas se establecen socialmente con el objetivo de lograr una actuación


determinada en situaciones específicas, tienen un carácter obligatorio, pero éste se
pierde cuando se actúa de forma consciente, cuando se asume el valor que los
fundamenta.

En las actuaciones puede aparecer una contradicción, pues es muy difícil cuando
éstas se realizan por factores internos, conscientes, produciendo cierta satisfacción,
o cuando se actúa bajo determinada presión externa por temor a ser castigado o para
estar a tono en una situación. Sin embargo, detrás de estos dos tipos de actuación
hay una actitud positiva que permite la socialización del individuo en determinada
circunstancia, dicho de otra manera, hay cierta dosis de respeto (por las normas, por
uno mismo, por la sociedad). Cumplir las normas es una premisa para la educación
de valores, “en ambos casos está presente la norma, en el primer caso como
obligación y en el segundo como deber, aunque no existen acciones que se basen
puramente en uno de ellos”. (Galbán, 1988, 93)

Cuando se habla de valores, de su formación y desarrollo, se refiere al aprendizaje


como cambio de conducta. La competencia no se determina sólo por lo que las
personas saben o entienden, sino por lo que pueden hacer (capacidades),lo que
tienen el valor de hacer y lo que son ( personalidad y actitud). No siempre una
persona inteligente es la más idónea y de mayor éxito en la profesión y en las
relaciones sociales. En la conducta de los seres humanos se manifiestan estos
elementos como un todo en la actividad. (Swieringa;1992:21)

El objetivo del proceso de enseñanza-aprendizaje es incidir cada vez más en la


calidad de las acciones de los futuros profesionales, es decir, en la calidad de sus
modos de actuación que debe contemplar a los valores para el éxito y la competencia
social y profesional.

Según Swieringa el aprendizaje puede ser de tres tipos: informal, formal y consciente.
Los dos primeros son aquellos aprendizajes que ocurren por imitación, o por
recompensas y castigos, los que están menos asociados a las emociones y a los
sentimientos y más a las experiencias. El aprendizaje consciente, consiste en
ocuparse de manera consciente en aprender.

El ejemplo del profesor dirigido intencionalmente, la norma de disciplina en una clase,


la exigencia en la entrega de tarea, etc., cuando se acompañan de una reflexión, son
aprendizajes conscientes, es decir, que un “aprendizaje” del valor o de otro modo, la
formación y el desarrollo del valor lo acompaña un proceso de enseñanza-
aprendizaje donde se expresen las diferentes vías de éste. Dichas vías deben
interrelacionarse en un proceso consciente e intencionado por los sujetos que lo
integran en busca de una conducta consciente no sólo en el proceso de aprender a
aprender, sino en la direccionalidad e intencionalidad valorativa de los contenidos de
éste.

La relación entre valor y valoración

En cuanto a la relación entre valor y valoración, la valoración se ejecuta a través de


los valores que posee el sujeto, y es la acción más directa en que éstos se
manifiestan; ello se expresa al valorar cada objeto, suceso, idea y conducta. “La
valoración conforma el propio sistema subjetivo de valores”. (Fabelo, 1996). Sólo se
valora mediante los valores propios, es decir a través de contenidos valorativos, que
se expresan en un constante proceso de valoración.

¿Qué debemos entonces desarrollar en la educación, los valores o la capacidad


valorativa? ¿Es posible enseñar a valorar sin hacerlo? Es evidente que a la
educación en valores la acompañan los valores y la valoración, ya que para valorar
se requiere significados de valor que permitan saber apreciar dicho valor, caracterizar
el objeto de valoración, establecer los criterios de valoración, comparar el objeto con
los juicios de valor establecidos, refutar y criticar.

La interrelación entre la ciencia, la docencia y la profesión que permita modelar lo


profesional en la actividad de estudio.
El análisis de la relación ciencia-docencia como regularidad da respuesta a la
interrogante qué de la ciencia necesita el estudiante con qué lógica y sistema de
conocimientos. Sin embargo, ante la pregunta para qué y por qué, tiene que
precisarse a qué profesional se dirige dicho contenido y realizar entonces una nueva
relación y adecuación de éstos a la necesidad de su perfil profesional.

Toda profesión existe con el fin de resolver determinado problema o encargo social,
que debe ser respondido por un sujeto con capacidades y habilidades para darle
solución. Es precisamente a partir de los problemas profesionales que se determinan
los propósitos y aspiraciones a alcanzar en el estudiante, de éstos se derivan el
objeto de la profesión y el objetivo de su formación, expresado en el modelo del
profesional, como forma de materializar la relación Sociedad- Universidad.

Al asumir el hacer como la manera de formar a los hombres, la relación sociedad-


profesión se torna núcleo central para la selección y estructuración del sistema de
conocimientos, habilidades y valores profesionales que se deben formar en los
estudiantes, no sólo en la actividad académica, sino en la de investigación y la
práctica laboral.

El proyecto educativo como forma de organización.

El proyecto educativo debe comprenderse como parte del diseño curricular y de los
objetivos estratégicos de la Universidad, todo ello como un sistema que integre los
siguientes componentes: la misión de la Universidad, el objetivo estratégico de
formación profesional, el modelo de formación de valores del profesional, los modelos
de formación profesional, el diseño curricular de las disciplinas y asignaturas, los
proyectos educativos de los años, grupos e individuales de los estudiantes. Ello
requiere y exige una alta preparación de los profesores y de los trabajadores en
general de la Universidad.

El proyecto educativo es la forma organizativa de la educación en valores, formula las


finalidades educativas que se pretenden conseguir; debe estar dotado de coherencia
y personalidad propia asociada a los centros estudiantiles, a los colectivos y a los
estudiantes de manera individual; donde deben participar en cada instancia de su
elaboración los representantes de todos los sectores de la comunidad educativa.
(Ruíz, 1996: 137).

Su estructura debe estar conformada por dos aspectos: los componentes


organizativos y el contenido educativo a alcanzar. Los componentes educativos son:
el curricular, la extensión universitaria y la vida universitaria. El contenido educativo
está compuesto por las dimensiones del modelo de valores del profesional; éstas
son: ética, estética, cognitiva, técnica, político-ideológica, las que expresan lo que se
desea alcanzar en el educando.

Con el objetivo de mostrar algunas ideas que existen referentes a los valores en la
formación profesional a partir del modelo expuesto, es que se resume en la siguiente
metodología los resultados de aplicaciones en el diseño curricular de diferentes
carreras de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Superior Politécnico José Antonio
Echeverría de Cuba.
Metodología para la determinación de los valores a desarrollar en la carrera,
año, disciplina y asignatura

Primero: Definir la concepción de la profesión integrando lo sociohumanista y lo


técnico y, derivar el sistema de valores profesionales.

Segundo: Definir para cada carrera el modelo de valores y su sistema, según la


concepción de la profesión.

Cada carrera posee sus peculiaridades y rasgos específicos dado su objeto de


actuación y su encargo social, de ahí que su diseño curricular o su modelo del
profesional presente particularidades en los significados, sistemas y jerarquías de los
valores profesionales. Por lo que debe darse un nivel de concreción de los
significados de estos sistemas de valores a desarrollar.

Procedimiento para las comisiones de carrera:

1. Definir un modelo de profesional integral en la carrera, a partir de un enfoque


sistémico y pluridimensional (dimensiones de la formación: ética, estética, político-
ideológica, técnica e intelectual), donde quede explícito el modelo y el sistema de
valores en sus objetivos. Ejemplos:

Desarrollar la comunicación interpersonal. Compañerismo


Profundizar en el sentimiento de identidad nacional. Patriotismo
Elevar la calidad profesional en la solución de los problemas del país.
Responsabilidad

2. Definir los contenidos del sistema de valores de la carrera. Un momento importante


es la definición de cada valor, puesto que para poder incidir en ellos, una definición
clara de éstos es la primera orientación que se brinda para trabajar en las diferentes
estrategias, no sólo en cuanto a su significación y contenido (que por supuesto
depende del contexto), sino la relación con otros valores. Ejemplos:

En este trabajo se partió de las conceptualizaciones mas generales de los valores y


se interpretaron en relación con la sociedad concreta y sus objetivos, del mismo
modo, dicha conceptualización general se relacionó con la profesión desde sus
modos de actuación y sus diferentes códigos de ética establecidos, determinándose
además un conjunto de principios básicos para la actuación profesional como un
paso hacia la operacionalización de los valores en las diferentes estrategias
didácticas en busca de modelar lo profesional en la actividad de estudio: Entre
algunos de ellos:

Honestidad: Cualidad de la persona que refleja rectitud en el proceder, compostura


adecuada ante lo justo, el honor y la honradez. Significa actuar con sinceridad,
sencillez y la verdad.

 Verdad
 Receptividad
 Honradez
 Sinceridad
 Autenticidad
 Valentía
 Confianza
 Fidelidad
 Responsabilidad
 Amistad

Principios:

 Establecer relaciones con honradez, fidelidad, sinceridad y verdad, así como el


respeto a las personas y al derecho intelectual y profesional de los demás.
 Poseer una actitud crítica y autocrítica en sus relaciones, basando sus criterios en
el conocimiento científico-técnico.
 Ser sincero, no ocultar ni tergiversar la verdad, siendo veraz en los informes que
realice.
 Fomentar y ampliar la disciplina, el respeto y la fidelidad a su Patria, a través del
cumplimiento de lo establecido en leyes, normas y obligaciones.
 Ser participativo en la toma de decisiones, brindando todos sus conocimientos
para determinar problemas, esclarecer situaciones o resolverlas.

Responsabilidad: Cualidad de la personalidad que implica libertad para decidir y


actuar asumiendo las consecuencias que se deriven de las acciones. Es la actuación
consciente y oportuna del cumplimiento cabal del deber contraído, y que brinda
satisfacción su cumplimiento. Es compromiso y obligación.

 Deber
 Organización
 Respeto
 Disciplina
 Sentido de pertenencia
 Crítica
 Colectivismo
 Optimismo
 Amor a la profesión
 Libertad
 Justicia
 Honradez
 Sinceridad

Principios:

 Ser exigente consigo mismo y con los demás, a través del ejemplo.
 Rechazar la pasividad, desarrollando la participación y el diálogo.
 Combatir lo mal hecho, el pesimismo y la indolencia, promoviendo el optimismo en
las soluciones.
 Desarrollar el colectivismo en el cumplimiento de las tareas combinando la
responsabilidad individual.
 Poseer sensibilidad humana para percibir en la comunicación con los compañeros
sus intereses, necesidades y sentimientos.
 Desarrollar la entrega, la consagración y el amor a la profesión en el desempeño
profesional.

Patriotismo: Sentido de amor a la historia y tradiciones de la nación, disposición


plena a contribuir con la Patria. Significa sentido de pertenencia, que contribuye a la
defensa de la independencia nacional y a la lucha por el desarrollo. Expresión de
fidelidad ante sí, los demás y la adhesión a la realidad nacional.

 Amor
 Responsabilidad
 Sentido de pertenencia
 Fidelidad
 Justicia
 Libertad
 Valentía

Principios:

 Contribuir con la responsabilidad profesional, al desarrollo de la sociedad cubana.


 Poseer una conducta digna de un ciudadano fiel a su identidad, participando
activamente en la solución de los problemas sociales.
 Conocer y hacer cumplir las leyes, códigos y normas que rigen su actividad
profesional y ser consciente de ello en su actuación.
 Comprender la realidad nacional y actuar en consecuencia en cuanto a lo
económico, lo tecnológico y lo social.
 Tener clara conciencia de la importancia de su profesión y, ponerla en función del
desarrollo económico y social, con eficiencia, eficacia y pertinencia.
 Estar dispuesto a defender con valentía y decoro las conquistas de la sociedad
cubana.
 Desarrollar el cuidado y la protección a la naturaleza y ,el respeto a la convivencia
ciudadana.
 Poseer sentido de independencia
 Reelaborar los objetivos del plan de estudio de la carrera y de los años
académicos, precisando las intenciones educativas. Ejemplos:
o Desarrollar una conciencia ecológica en la actuación profesional.
o Desarrollar una actuación ética durante su formación profesional.
o Profundizar en la historia de la profesión.
o Comunicar sus ideas oral y escrita correctamente.
 Definir programas directores a partir de contenidos transversales o incorporación
de nuevas asignaturas al plan de estudio que fortalezcan la formación
sociohumanista.
 Reelaborar los objetivos de la disciplina integradora.

Tercero: Determinar los subsistemas de valores de cada año académico.

El modelo del profesional de la carrera tiene definidos el sistema de valores del


profesional y, los objetivos y los contenidos por años, que constituyen períodos
educativos en la formación, de donde deben derivarse subsistemas de valores para
la etapa, que permitan alcanzar una coherencia de intenciones educativas por todas
las asignaturas y estrategias a realizar.
Procedimiento para la determinación del sistema de valores a formar y
desarrollar por el colectivo de año.

1. 1. Realizar el diagnóstico participativo a los grupos de estudiantes del año,


definiendo las potencialidades, las limitaciones, los problemas y sus causas, que
permitan llegar a conocer las características de los estudiantes, sus intereses,
proyecto de vida y los valores (como aspiración y como carencias), para poder
determinar un conjunto de influencias y acciones en el proceso de formación
profesional. Ejemplos:
1. Fortalecer las relaciones interpersonales, desarrollando actividades
grupales y utilizando métodos participativos en clases.
2. Fortalecer la motivación por la profesión, ampliando el intercambio con
especialistas de la producción, vinculando el trabajo social a soluciones
profesionales en la comunidad, potenciando el plan de estudio desde su
interior en lo referido a los principales avances de la ciencia y la tecnología
en su profesión.
2. Determinar el sistema de valores a formar y desarrollar en el año académico y
definir sus contenidos para ese nivel de formación desde un enfoque
multidisciplinario, a partir de: los objetivos del año propuesto por la carrera y los
resultados del diagnóstico.
3. Adecuar los objetivos del año académico a las características de los estudiantes y
a las particularidades del proceso.
4. Reelaborar y adecuar los objetivos y el contenido de las asignaturas del año.

Cuarto: Determinar el sistema de valores a desarrollar por la asignatura en el


proceso docente - educativo, teniendo en cuenta la profesión, la ciencia y el
diagnóstico.

Dichos subsistemas de valores del año, se concretan y realizan en el proceso


docente a través de los contenidos de las asignaturas del año: conceptual o cognitivo
(decir y pensar), procedimental o capacitativo (hacer) y actitudinal (comportarse, ser);
mediante los valores de la ciencia o ciencias que la conforman, los que deben ser
identificados a partir de un enfoque integral en la comprensión de la ciencia y de la
concepción filosófica con que esta se imparte. Los valores de la asignatura también
se concretan a partir del sistema de valores definidos en el año.

Estas propuestas deben fluir e insertarse de los propios contenidos de las ciencias
que se explican, es claro, que ello requiere una preparación y cultura del educador
que tribute a eliminar la separación ficticia entre lo humanista y lo tecnológico, así
como lo científico-cultural y lo político-ideológico. Ello requiere de un cambio en la
concepción en que hemos estado viendo el trabajo educativo y significa una
potenciación de éste desde la propia actividad docente-educativa cotidiana.

Por consiguiente cada profesor desde la ciencia que imparte tiene la posibilidad de
desarrollar una concepción del mundo determinada, cuando aborda el
condicionamiento histórico-social, el aspecto ético, jurídico, estético, sociológico y
político, con el fin de formar profesionales con una cultura integral y revolucionaria.

Procedimiento para la asignatura


1. Determinar el sistema de valores a desarrollar en la asignatura.
2. Adecuar los objetivos de la asignatura integrando en ellos lo instructivo y lo
educativo intencionando los valores en los contenidos (conceptual, procedimental
y actitudinal); en los métodos y la evaluación.
3. Incorporar al proceso contenidos y métodos que potencien lo socialmente
significativo definido en el modelo de profesional, reforzando así la formación
sociohumanista desde la profesión y el acercamiento al perfil profesional. Entre
algunos contenidos están:
o La ética profesional acorde a la realidad nacional e internacional.
o La concepción filosófica de la ciencia que se trata haciendo énfasis en su
no neutralidad.
o El conocimiento de la historia de la profesión.
o La preparación en metodología de investigación.
o Los principales avances de la ciencia y la técnica y sus impactos y
consecuencias en Cuba y en el mundo, en el orden ecológico, social,
político y cultural.
o Las reglamentaciones jurídicas y de derecho de la profesión, ejemplo: la
propiedad intelectual.
o Los desafíos de la economía cubana y el Sistema Nacional de Ciencia e
Innovación Tecnológica.
o Intervinculación de los avances de la ciencia y la tecnología con otras
formas del pensamiento social, ejemplo: el económico.

Quinto: Definir las estrategias didácticas de ejecución y evaluación en cada


asignatura.

Este aspecto se refiere a cómo llevar a cabo el aprendizaje a partir de un modelo que
pone énfasis en el proceso, en la relación, donde el estudiante es considerado una
individualidad a desarrollar en sus interrelaciones grupales y sociales

Se trata de aplicar una didáctica que se dirija a preparar al hombre para la vida.

El modelo didáctico que se propone es basado en una Educación Integrada, que


significa la integración de todos los procesos universitarios hacia la formación y el
desarrollo de los valores: en lo académico, lo laboral y lo investigativo; también en el
aspecto curricular, el extracurricular y la vida universitaria en general; del mismo
modo los procesos instructivos y educativos, así como, de los componentes del
proceso de enseñanza-aprendizaje, todos con el objetivo de incidir en la personalidad
del estudiante en la formación profesional.

Entre las cualidades de las estrategias a seguir están: problematizadora,


participativa, valorativa, creativa, integradora, sistémica, flexible y grupal. En estas
estrategias el diálogo, la reflexión, los sentimientos, las motivaciones son el ejes
centrales.

El aprendizaje grupal, basado en el desarrollo de la individualidad a partir del grupo


permite lograr la unidad entre lo afectivo y lo cognitivo, establecer la relaciones entre
lo social y lo individual de cada personalidad, teniendo como principios:

 La unidad de la comunicación y la actividad.


 El carácter social del aprendizaje.

Entre algunas de las estrategias tenemos:

 Establecer y consensuar en el colectivo estudiantil las normas de conducta a


seguir en las relaciones interpersonales, y mostrar éstas a través del ejemplo del
profesor.
 Desarrollar estudios de casos que permitan realizar juicios de valor y ejercer el
análisis crítico y reflexivo.
 Realizar la autoevaluación como forma de evaluación .
 Desarrollar la capacidad de valoración y de estimación, mediante los métodos y
técnicas participativas y problémicas.

Hasta aquí sólo se han expresado algunas ideas que se vienen aplicando en la
formación profesional en algunas Facultades de Ingeniería y Arquitectura, como
resultado de un fuerte trabajo de investigación educativa y metodológico, que ha
conducido a arduos esfuerzos en la preparación de los profesores, e incluso a definir
un modelo al cual se debe aspirar. Es menester aclarar que todo este
perfeccionamiento se enmarca en la Planeación Estratégica para el nuevo milenio
que tiene como uno de sus objetivos principales la Formación de Profesionales
Integrales capaces de dar respuesta a los nuevos retos que se imponen.

“La vida debe ser diaria, móvil, útil y el primer deber de un hombre de estos días, es
ser un hombre de su tiempo. No aplicar teorías ajenas, sino descubrir las propias. No
estorbar a su país con abstracciones, sino inquirir la manera de hacer prácticas las
útiles. Si de algo serví antes de ahora, ya no me acuerdo: lo que yo quiero es servir
más.”(José Martí)

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INTRODUCCION
Hablar actualmente de educación a nivel superior y más aún en el
campo de la salud es hacer referencia a los vertiginosos cambios de la
tecnología y el impacto de la globalización en el mundo educativo. La
formación que se le brinde al profesional de la salud debe partir de la
realidad circundante y responder a las necesidades que éstas implican.
La educación es la fuente de los valores donde se aprenden las grandes
virtudes. Su importancia consiste en que el hombre logre su propia
autodeterminación como persona.

Ahora vislumbramos la educación desde su contexto y desde los


diversos entes que influyen en la formación de los educandos, partiendo
de la realidad vertiginosa que nos exige una educación innovadora y
efectiva para alcanzar un profesional de la salud innovador, creativo y
efectivo.

Sabemos que la educación en valores y los valores que hay que resaltar
en la educación superior garantizan el futuro en la educación, nosotros
los educadores somos los amigos de esos pueblos. Esta tarea educativa
no es posible son la cooperación de las instituciones, en este caso la
universidad, por ello es imprescindible trabajar de la mano,
acompañando el proceso de formación integral desde un proyecto de
vida. Por eso, este estudio busca resaltar y aportar los valores que hay
que resaltar desde el quehacer educativo y aportar a la educación
superior un aspecto por seguir trabajando.

SIGNIFICADO DEL VALOR EN LA EDUCACION SUPERIOR


1.- Significado del Valor en el campo educativo
Para poder centrarnos en los valores que hay que resaltar en la
educación superior, específicamente en el sector salud, debemos definir
que es un valor, y la raíz etimológica de la palabra valor deriva del latín
valere, que significa ser fuerte, robusto, tener fuerza, energía o poder,
prevalecer, tener eficacia. Por lo que, tras esta definición existe un
empeño de extraer de la realidad algo que se encuentra dentro: la
fuerza, la potencia de un ser, cuya concientización se produce gracias al
hecho humano(1).

La noción de valor ha sido tomada de la economía. Desde la antigüedad


el término ha sido usado para indicar la utilidad o el precio de los bienes
materiales. Los griegos inventaron el vocablo "axios" que significa
"digno", lo de "gran valor, sin embargo su uso no tuvo la repercusión
que han tenido otras invenciones lingüísticas, probablemente, porque
pensaban que valores como bien, belleza, justicia, verdad, etc; se
encontraban, por lo general. El hombre se acerca a las cosas para
valorarlas, son buenas o malas, son bellas o feas, son verdaderas o
falsas, etc. Siempre realidad vale por igual, no es más o menos realidad,
más o menos ser, y su estimación está determinada siempre por el
sujeto. El valor no es, pero vale. Al reflexionar de este modo nos
proponemos considerar el carácter objetivo o subjetivo de los valores,
es decir, el hombre resalta o descubre los valores(2).

1
 Calzadilla, R. Ética y educación humanista, una reflexión para transformar la educación y apoyar la formación de la
persona humana. Fundadonex. Caracas, Venezuela.2005, p. 34texto

Los valores los expresamos en la convicción razonada de que algo es


bueno o malo, y una vez interiorizados se convierten en normas y
pautas de comportamientos. Los valores están íntimamente vinculados a
la idea que se tenga del hombre y de la sociedad; de ahí que hablemos
de valores individuales y colectivos, de ideales, de convicciones,
aspiraciones, sentimientos, actitudes y creencias compartidas.

Son los valores en relación a la educación lo que las bases estructurales


son a un edificio. Puede ser que los problemas que hoy presenta la
educación superior en el sector salud, se deban a que nos faltó un buen
fundamento en el proceso desarrollado; posiblemente nos hemos
fundamentado en arenas movedizas (conocimientos, memorización,
normas), y no hemos colocado el cemento armado de los valores y
principios fundamentales éticos y morales sobre los cuales tendrían más
sentido las normas y los conocimientos.

La falta de capacidad para asimilar estos vertiginosos cambios y la


carencia de mecanismos de sustitución capaces de reemplazar las viejas
estructuras, produjeron un tremendo vacío que afectó por igual a
dirigentes y dirigidos, a docentes y alumnos, que son en consecuencia,
quienes forman la sociedad actual, con una tergiversación de los valores
esenciales del hombre del hoy.

El autor Rivolta afirma que "el sistema educativo venezolano olvidó o


soslayó por incapaz, su misión más importante como es la de sentar
principios para lograr una auténtica educación para la libertad, para la
democracia, para la familia, para la trascendencia". Por eso es que
tenemos que empezar por establecer el perfil moderno del nuevo líder
educacional, acorde con la situación vertiginosamente cambiante del
tiempo que nos toca vivir. Delinear en forma precisa la diferencia
profunda entre profesor educador y profesor docente. Docente y
educador no son sinónimos. Son conceptos que se complementan. El
docente puede o no tener vocación de educador, puede contentarse con
transmitir conocimientos. Puede vivir de su docencia, puede comerciar
con ella. No así el educador, éste sembrará semillas que deberán
fructificar a su tiempo, para convertirse en normas de vida y en caminos
de libertad(3).

La educación superior en el área salud debe producir dicho perfil


necesario, debe estar fundamentada en la transmisión de los valores
que el educador posea, ya que el auténtico educador debe comenzar por
entender que su magisterio es ante todo una vivencia. No se trata de
hacer de educador, sino ser educador. Hoy más que nunca nuestra labor
de educador debe arrancar de la vivencia íntima, sincera, serena de los
valores que queremos transmitir, o seremos rechazados por hipócritas.

2
 Rodríguez, W. Apuntes Bioéticos desde el campo de la salud. Organización Gráficas Capriles. Caracas, 2004, p 34
3
Rivolta, Ch. Un maestro nuevo para una Venezuela en crisis. I.M.P.M. U.P.E.L, Valencia, 1990, p 39

De Viana expresa que los procesos económicos y las nuevas


negociaciones han precipitado en el mundo la necesidad de reconducir
los valores éticos, ya que se ha comprendido que la falta de ética es el
mayor desencadenamiento de la autodestrucción de la sociedad. Da la
impresión de que en el país hay un escaso desarrollo de la conciencia
ética, lo que no significa que en Venezuela no haya valores, pero sí que
los valores se distorsionan con facilidad.

Estamos en una época de deshumanización donde los valores éticos


entre profesores y alumnos se han perdido, debido a que el docente
solamente se interesa por dar información y descuida el crecimiento
personal. No es este un pensamiento aislado, forma parte de un
contexto nacional, así opinan jueces, economistas, políticos. Será
indispensable el esfuerzo para salir de la crisis.

La educación superior del sector salud ha de desplegar las posibilidades


mejores del educando en orden a su plenitud personal y a la mejor
integración, que no es sólo adaptación, sino también superación del
ambiente natural, social y cultural. Todo cuanto atente contra la
dignidad personal, psicológica, social o psicobiológica, es inmoral. Aquí
se incluye lo que atenta contra su salud y lo que pueda contribuir a
fomentar los antivalores, como la ignorancia, la violencia, la corrupción.
Es la educación el arma posible para la superación del hombre; la
educación no hace al hombre, sino que hace mejor al hombre, le da una
cualidad; la educación perfecciona al hombre y en definitiva es el
conjunto de hábitos operacionales bueno, que ayudan a desarrollar al
hombre en sus facultades; estos hábitos inciden sobre las facultades
específicamente humanas: la inteligencia y la voluntad.

2.- Valores que deben fomentarse en la educación superior


Nuestro punto de partida es que todos los valores deberían de partir de
la educación, se considera conveniente para una educación acertada de
los valores, tomar en cuenta los siguientes criterios: valorar la
responsabilidad, cambio, social, valorar la creatividad, la autonomía, la
cooperación, la comunidad contra el individualismo.

La educación de los valores en la educación superior en los profesionales


de la salud, en este momento actual así como es una exigencia social,
igualmente confronta vicisitudes por el hecho de tener que partir de la
realidad existente. La autoestima en sus niveles más bajos debido a la
crisis material y espiritual agobia a todos. La creatividad convirtiéndose
en picardía debido, unas veces a la viveza natural y otra motivada por la
necesidad. La ética convertida "en cuanto hay para eso" o "yo voté por
usted", es entre otras desventajas, el marco referencial donde el
docente debe ser el salvador de esta catástrofe moral. Con el fin de
facilitar la labor educativa, se presentan a continuación diversas formas
metodológicas para afrontar los mencionados problemas y cumplir así
con el espíritu de la ley que pretende el logro de hombres capaces de
superación ante las más grandes dificultades(4).

4
Guadalupe, M. Educar en Valores. Ed. Paulinas, Colección Vivir 1. Caracas, 2000, p 121.

A raíz de la experiencia como catedrático, los valores que deben


fomentarse en la educación superior son: amistad, creatividad, libertad,
alegría, autoestima, igualdad, humildad, respeto, dignidad, sensibilidad.

Uno de los valores a fomentar sería también la sabiduría, necesitamos


sabios, vivir sabiamente no significa saber muchas cosas, sino saber
vivir en plenitud, dando significado a la totalidad de la existencia. La
sabiduría no procede en el cultivo solamente de las capacidades
mentales o la acumulación de conocimientos, tampoco de las habilidades
corporales. La sabiduría procede más bien de despertar las múltiples
inteligencias que nos permitan conocer y conocerse para vivir
conscientes. San Agustín afirma "el ser humano suele tener una gran
estima por el conocimiento de las cosas, pero no sin duda más los
sabios que anteponen a esos conocimientos de sí mismo". La sabiduría
sentenciada por Agustín en el siglo IV es la interioridad del hombre, es
allí donde me descubro, donde habita la verdad del hombre.

En la medida que nuestros docentes interioricen su caminar en esa


medida ayudarán a sus alumnos a ser hombres y mujeres capaces de
interiorizar para ser plenos.

En otro valor es la verdad, no vive en la verdad quien simplemente


acepta y cree determinadas formulaciones de la misma. Como tampoco
vive en la ley quien solo vive bajo su peso. La verdad es algo externo al
hombre: es una realidad viviente y actuante en el corazón de cada
corazón. Vive verdaderamente quien, en consecuencia, es coherente con
su propio misterio interior. Quien es fiel a la verdad, cuya voz se deja oír
en la honestidad y la transparencia de la propia interioridad, es
simultáneamente fiel a sí mismo. Quien vive, concientemente o
inconcientemente, divorciado de su propio proyecto de vida personal, se
traiciona a sí mismo, no vive, se deja vivir.

Uno de los retos de la educación consiste en discriminar o distinguir


la felicidad del placer. Son muchos los que confunden felicidad con
suerte o alegría. Muchos son los que esperan ser felices, porque quienes
le rodean son buenos o agradables. La felicidad verdadera, en cambio,
es un valor irradiante del corazón: no depende de la clase de retos con
que la vida rodee al hombre, sino de localidad de la propia respuesta
interior a los mismos. Educar en este valor es ayudar al educando a
descubrir el propio secreto para responder al odio con amor, con paz a
la violencia, a la incomprensión con comprensión, a las tinieblas con la
luz y con el bien y al mal.

Cuando hoy se habla de amor, generalmente, se entiende sintonía


erótica. El amor que sostiene San agustín por ejemplo, es el amor del
alma de persona a persona. Es la sintonía de dos personas que se
funden en una sola. Su fundamentación está en la similitud de
convicciones, sentimientos, gustos, apreciaciones, modos de ser y
conducirse. Se trata de un amor altruista, desde este sentido las
personas va a orientar su proyecto de vida, su profesionalidad desde un
sentido más convincente.

La Trascendencia es un valor clave en las personas para que sean


plenas. Quien desconoce a Dios verdadero, se construye falsos dioses.
Hay muchas personas que internamente son un desastre y difícilmente
pueden alcanzar éxito, y menos aún mostrarse bondadosas y serenas.

Estos valores nos marcan un camino por recorrer y un proyecto de vida


para acentuar mas nuestro crecimiento y aportar al sistema educativo y
al país. Para que la educación a nivel superior parta de una educación
en valores.
Cuando el docente como persona y educador, se percata de la gran
misión que tiene entre sus manos, la educación adquiere una nueva
connotación y es cuando toma un nuevo sentido, el docente se
considera con una misión a cumplir, se acaban los discursos y se
comparten las propias vivencias. Esta manera de vivir la educación, de
debe estar enmarcada en una normativa, cuyo conocimiento se supone,
en quien está inmerso en una verdadera formación docente, ya que las
leyes y normas contienen en sí misma la filosofía que sustenta al
sistema educativo y determinan los valores que configuran el perfil
deseado. Cada día la sociedad demanda con más fuerza a las
Universidades, la formación de profesionales competentes. La calidad en
la formación del profesional depende no sólo de los conocimientos y
habilidades que desarrolle en el currículum universitario sino también de
los intereses y valores que regulan su actuación profesional.

El amor a la profesión, la responsabilidad, la honestidad constituyen


valores esenciales reguladores de la actuación de un profesional
competente.

VALORES A RESALTAR EN LA EDUCACION SUPERIOR


La formación de valores constituye un problema pedagógico complejo
solamente comprensible a partir de un análisis psicológico de la
naturaleza del valor en su función reguladora de la actuación humana.

En su conceptualización psicológica el valor debe ser analizado teniendo


en cuenta su naturaleza objetiva-subjetiva.

El valor en tanto significación de un hecho es al mismo tiempo objetivo


y subjetivo ¿Quién atribuye significado? El ser humano. Por tanto el
valor como significado atribuido tiene una naturaleza subjetiva toda vez
que existe individualmente en los seres humanos capaces de valorar;
pero al mismo tiempo tiene una naturaleza objetiva en tanto constituye
parte de la realidad social e histórica en la que se desarrolla el ser
humano.

En este sentido los valores tienen además de una existencia individual,


una existencia supraindividual toda vez que forman parte de la realidad
social como relación de significados entre los hechos de la vida social y
las necesidades de la sociedad, e histórica como sistema de valores
oficialmente instituidos en una sociedad concreta.

La comprensión de la naturaleza objetiva-subjetiva del valor es


fundamental para su educación.
Tanto los valores más trascendentes para una sociedad como la
igualdad, la justicia, la solidaridad, como los valores más específicos,
por ejemplo, en el orden profesional, el amor a la profesión, la
responsabilidad, son reflejados por cada persona de manera diferente en
función de su historia individual, de sus intereses, capacidades; quiere
decir que no siempre los valores jerarquizados oficialmente por una
sociedad como los más importantes (existencia objetiva del valor) son
asumidos de igual manera por los miembros de la sociedad (existencia
subjetiva del valor). Esto ocurre porque la formación de valores en lo
individual no es lineal y mecánica sino que pasa por un complejo
proceso de elaboración personal en virtud del cual los seres humanos,
en interacción con el medio histórico-social en el que se desarrollan,
construyen sus propios valores.

La diferencia entre la existencia objetiva y subjetiva del valor y su


expresión en la conciencia del hombre es explicada por A.N. Leontiev a
través de sus conceptos, significados y sentido personal.(5)

González Rey al referirse a la importancia de comprender la complejidad


de la naturaleza subjetiva del valor en su función reguladora de la
actuación del sujeto establece la diferencia entre lo que denomina
"valores formales" y "valores personalizados".

En este sentido plantea González:


Ningún contenido que no provoque emociones, que no estimule nuestra
identidad, que no mueva fibras afectivas, puede considerarse un valor,
porque este se instaura a nivel psicológico de dos formas: los valores
formales que regulan el comportamiento del hombre ante situaciones de
presión o control externos, y creo que no son los que debemos formar, y
los valores personalizados, expresión legítima y auténtica del sujeto que
los asume, y que son, en mi opinión, los valores que debemos fomentar
en toda la sociedad cubana de hoy(6).

Por tanto, si queremos comprender cómo los valores se constituyen en


reguladores de la actuación individual debemos detenernos en el análisis
de la naturaleza subjetiva del valor. El valor en su existencia subjetiva
individual se manifiesta como motivo de la actuación. Los valores, por
tanto, existen en el individuo como formaciones motivacionales de la
personalidad que orientan su actuación hacia la satisfacción de sus
necesidades.

De esta manera un estudiante universitario es responsable no porque


conozca la importancia del valor responsabilidad o las circunstancias lo
obliguen a ser responsable, sino porque siente la necesidad de actuar
responsablemente. La responsabilidad en este caso, deviene un motivo
de la actuación.

Por tanto, sólo cuando los valores constituyen motivos de la actuación


del sujeto se convierten en verdaderos reguladores de su conducta.

5
Leontiev, A.N. Actividad. Conciencia. Personalidad. Editorial Pueblo y Educación.1981, p 234
6
González, F. Un análisis psicológico de los valores. Su lugar e importancia en el mundo subjetivo. En: La formación de
valores en las nuevas generaciones. Una campaña de espontaneidad y conciencia. Editorial Ciencias, Colombia. 1996, p
64.

Este hecho tiene implicaciones importantes en el orden pedagógico,


sobre los cuales nos detendremos más adelante, toda vez que nos
permite comprender que la formación de valores en el currículum
universitario no se limita a un proceso simple, lineal y homogéneo de
transmisión de información del profesor al estudiante, donde el
estudiante es un ente pasivo en la recepción de significados, sino que se
produce en un proceso complejo de comunicación entre profesores y
estudiantes, en el proceso de enseñanza-aprendizaje, donde el
estudiante asume una posición activa en la apropiación individual de los
significados para la construcción de sus valores.

El valor como formación motivacional de la personalidad tiene diferentes


niveles de expresión funcional en la regulación de la actuación(7).

El nivel de desarrollo del valor como regulador de la actuación del sujeto


puede analizarse a partir de los siguientes indicadores:

1.1 Flexibilidad-rigidez con que se expresa el valor en la


regulación de la actuación.
El valor puede expresarse en la regulación de la actuación de manera
rígida o flexible. La flexibilidad se manifiesta cuando el valor regula la
actuación del sujeto no de forma mecánica y absoluta, sino a partir del
análisis de las situaciones concretas que se presentan y de la búsqueda,
por tanto, de alternativas diferentes de solución a los problemas que el
sujeto enfrenta en su actuación.

Por ejemplo, dos estudiantes pueden ser sinceros; sin embargo la forma
en que el valor sinceridad regula su actuación puede ser diferente; en
un caso puede manifestarse la sinceridad de manera rígida, ello implica
que el estudiante siempre dice la verdad sin tener en cuenta el lugar,
momento, y situación en que se encuentre. Esta forma rígida de
manifestar la sinceridad lejos de constituir una virtud puede ser un gran
defecto. Por el contrario el estudiante que manifiesta flexibilidad en la
expresión de su sinceridad sabe buscar el momento, la forma y las
condiciones propicias para expresar sus ideas y sentimientos.

La flexibilidad, por tanto, implica un nivel superior de funcionamiento del


valor en la regulación de la actuación.

1.2 Posición que asume el sujeto en la expresión de los valores


en la regulación de la actuación.
El sujeto puede asumir una posición activa o pasiva en la expresión de
sus valores. La posición activa en la expresión de los valores caracteriza
un nivel superior de desarrollo y se manifiesta cuando el sujeto actúa
espontáneamente, con iniciativas en la expresión de sus valores.

Este nivel se corresponde con lo que González Rey denomina valores


personalizados. La posición pasiva en la expresión de los valores se
correspondería entonces con los valores formales, es decir, cuando el
sujeto actúa no por convencimiento, por sentir la necesidad de actuar de
esa manera, sino por presiones externas.

7
 González, F. La personalidad, su educación y desarrollo. Editorial Ciencias Sociales. Colombia.1985, p 15.

Por ejemplo, dos estudiante pueden actuar solidariamente, sin embargo


uno lo hace sólo cuando siente una presión externa (posición pasiva)
mientras que el otro lo hace siempre que sea necesario (posición
activa).

1.3 Grado de mediatización de la conciencia en la expresión de


los valores.
Este indicador se manifiesta en la posibilidad del sujeto de argumentar
con criterios propios el por qué de su actuación.

Cuando existe un grado mayor de mediatización de la conciencia en la


regulación de la actuación, el sujeto manifiesta una reflexión
personalizada en la expresión de sus valores, quiere decir que es capaz
de argumentar y defender a partir de sus puntos de vista y criterios el
por qué actúa de una u otra manera.

En la medida en que el grado de mediatización de la conciencia en la


regulación de la actuación es menor, el sujeto es incapaz de argumentar
y defender con criterios propios el por qué de su actuación.

La reflexión personalizada en la expresión de los valores caracteriza un


nivel de funcionamiento superior en la regulación de la actuación.
1.4 Perseverancia-inconstancia en la expresión de los valores.
Los valores pueden regular la actuación de manera perseverante o
inconstante.

La perseverancia implica la disposición de llevar adelante los propósitos


y decisiones adoptadas independientemente de los obstáculos que haya
que vencer. La inconstancia caracteriza a los sujetos que abandonan el
camino tomado ante el surgimiento de obstáculos.

La perseverancia caracteriza, por tanto, el nivel funcional superior del


valor en la regulación de la actuación.

1.5 Perspectiva mediata-inmediata en la expresión de los


valores.
Los valores pueden regular la actuación de manera situacional
(perspectiva inmediata) o a más largo plazo (perspectiva mediata). Por
ejemplo: Dos estudiantes pueden manifestar responsabilidad en el
estudio. En un caso la responsabilidad se limita al cumplimiento de las
tareas relativas al estudio de las asignaturas que cursa (perspectiva
inmediata). En otro caso la responsabilidad puede manifestarse a más
largo plazo en la profundización en el estudio de contenidos que
trascienden las asignaturas que cursa pero que pueden ser de utilidad
para su futuro profesional (perspectiva mediata). Por supuesto que la
perspectiva mediata caracteriza el funcionamiento superior del valor en
la regulación de la actuación.

El conocimiento de los indicadores de funcionamiento del valor tiene


importancia no sólo para el diagnóstico de su nivel de desarrollo sino
también para su educación.

En la medida que el docente universitario conozca qué es un valor y


cómo regula la conducta del estudiante estará en condiciones de
propiciar su formación y desarrollo en el proceso de enseñanza-
aprendizaje.

Muchos de los errores que hemos cometido en la formación de valores


se explican por el desconocimiento del docente acerca de cómo se
forman y funcionan los valores en el estudiante.

2.- Actividades Curriculares para lograr una buena educación


valores
1. Los valores como formaciones motivacionales de la personalidad
se forman y desarrollan a lo largo de la vida del ser humano en un
complejo proceso educativo en el que intervienen la familia, la
escuela y la sociedad.

2. El estudiante universitario se encuentra en un período de


desarrollo de su personalidad, la edad juvenil, que constituye un
momento de tránsito de la niñez a la adultez, en el que tiene lugar
la consolidación del sistema motivacional y cognitivo que orienta
su actuación, al lograr la regulación de la misma, sus formas más
complejas de expresión en la autodeterminación. Por ello la
educación de valores adquiere en este período una importancia
extraordinaria ya que es en este momento que existen mayores
posibilidades para la consolidación de valores que funcionan con
perspectiva mediata, posición activa, reflexión personalizada,
flexibilidad y perseverancia en la regulación de la actuación.

3. La educación de valores en el Centro Universitario es


responsabilidad de todos los docentes y debe realizarse a través
de todas las actividades curriculares y extracurriculares que
desarrolla el Centro pero fundamentalmente a través del proceso
de enseñanza-aprendizaje.

4. La educación de valores en el estudiante universitario se realiza en


el contexto de su formación profesional, es por ello que la calidad
de la motivación profesional constituye un factor de primer orden
en la educación de valores del estudiante universitario.

En este sentido las investigaciones demuestran que una motivación


profesional sustentada en sólidos intereses profesionales puede actuar
como elemento rector en el desarrollo de la personalidad del estudiante
universitario y en particular en el desarrollo de valores morales y
culturales asociados a la actuación profesional(8).

Trabajar la educación de valores en el currículum universitario requiere


de una serie de condiciones:

8
Febles, M. (1997) Caracterización psicológica del estudiante de nuevo ingreso y su seguimiento. Tesis de Maestría en
Psicología Educativa. Facultad de Psicología. Universidad de La Habana.
González, F. Motivación moral en adolescentes y jóvenes. Editorial Científico-Técnica, La Habana, 1983.

3.- Formación psicopedagógica de los docentes universitarios.


Para nadie es un secreto que el docente universitario es un especialista
en su profesión pero carece de formación pedagógica. Esta
generalmente es adquirida a través de la educación de postgrado y no
siempre de forma sistemática.

Por tanto es imprescindible que el docente universitario reciba la


preparación psicopedagógica necesaria para diseñar, ejecutar y dirigir
un proceso de enseñanza-aprendizaje que propicie la educación de
valores.

3.1 Concepción del proceso de enseñanza-aprendizaje como un


proceso dialógico, participativo en el que docentes y estudiantes
asumen la condición de sujetos de enseñanza y aprendizaje.

En la medida que el estudiante deja de ser un objeto de aprendizaje que


repite mecánicamente la información que recibe y se convierte en un
sujeto que procesa información y construye conocimientos a partir de
sus intereses y conocimientos previos, sobre la base de un proceso
profundo de reflexión en el que toma partido y elabora puntos de vista y
criterios propios, está en condiciones de formar sus valores.

Por otra parte el desarrollo del estudiante como sujeto de aprendizaje y


de la educación de sus valores es posible en la medida que el docente
diseñe situaciones de aprendizaje que propicien que el estudiante asuma
una posición activa; reflexiva, flexible, perseverante, en su actuación.
Por ello es importante el carácter orientador del docente en la educación
de los valores.

3.2 Utilización de métodos participativos en el proceso de


enseñanza-aprendizaje como vía importante para el desarrollo
del carácter activo del estudiante como sujeto del aprendizaje y
de la educación de sus valores.

La utilización de métodos participativos en el proceso de enseñanza-


aprendizaje propicia la formación y desarrollo de la flexibilidad, la
posición activa, la reflexión personalizada, la perseverancia y la
perspectiva mediata de la expresión de los valores en la regulación de la
actuación del estudiante.

3.3 Una comunicación profesor-alumno centrada en el respeto


mutuo, la confianza, la autenticidad en las relaciones que
propicie la influencia del docente como modelo educativo en la
formación de valores en sus estudiantes.

El docente universitario debe ser un modelo educativo para sus


estudiantes. En la medida que el docente exprese en su actuación
profesional y en sus relaciones con los estudiantes valores tales como la
responsabilidad, el amor a la patria y a la profesión, la honestidad, la
justicia entre otros propiciará su formación como motivo de actuación en
los estudiantes.

Sólo creando espacios de reflexión en el proceso de enseñanza-


aprendizaje en los que el estudiante aprenda a valorar, argumentar sus
puntos de vista, defenderlos ante los que se oponen a ellos, en los que
el estudiante tenga libertad para expresar sus criterios, para discrepar,
para plantear iniciativas, para escuchar y comprender a los demás, para
enfrentarse a problemas con seguridad e independencia, para esforzarse
por lograr sus propósitos, espacios en el proceso de enseñanza-
aprendizaje en los que sean los docentes universitarios guías de sus
estudiantes, modelos de profesionales, ejemplos a imitar, sólo en estas
condiciones estaremos contribuyendo a la educación de valores del
estudiante universitario.

Tendríamos que preguntarnos los docentes universitarios. ¿Estamos


preparados para enfrentar este reto?

4.- Estrategias para la formación de valores en el proceso


docente.
Para poder decidir la estrategia a seguir con relación al trabajo
educativo el profesor deberá tener claridad en los siguientes elementos:

 Conocimiento del desempeño profesional de la profesión para la


que se debe educar a sus estudiantes.

 Conocimiento general de Plan de Estudios de la carrera.

 Correspondencia y lugar de la disciplina y asignatura con respecto


al Plan de Estudios.

 Definición de los objetivos y contenidos. Debemos entender por


método aquella forma ordenada y sistemática de conseguir un
objetivo. No podemos hablar de métodos únicos, existen métodos
generales que pueden flexibilizarse de acuerdo al profesor y las
características de los estudiantes.

 Formas de docencia y evaluación.

 Conocimiento de las características personales de sus estudiantes,


tanto en el grupo que conforman como de forma individual, ya que
tanto el aprendizaje como la educación son procesos
individualizados sin dejar de tener presente la influencia del grupo.
 Relación de la asignatura con los problemas del mundo real,
pertinencia de los contenidos en el contexto social.

 Búsqueda de lo multidisciplinario a través de la relación de los


contenidos que se imparten en otras materias.

 Desarrollo de una comunicación afectiva.

 Utilización de métodos participativos en la resolución de


problemas profesionales.

 Detección de los principales problemas en el proceso de


aprendizaje.

 Claridad de que los valores no se instruyen y trabajar por su


aprehensión.

VALORES A FOMENTARSE DESDE LA REALIDAD VENEZOLANA

1. Valores que debe fomentarse en la educación, dadas:

a. la situación internacional y sus tendencias

b. la situación económica, política y sociocultural del


país.

c. las normativas legales vigentes

No hay dudas de que las perspectivas fundamentales en la enseñanza


universitaria en los momentos actuales están basadas en una educación
a lo largo de la vida, con equidad y con una garantía de la calidad no
sólo en el orden competitivo profesional sino en el de elevación de los
valores humanos que le permita a los centros de enseñanza superior la
primacía histórica en el desarrollo social de la humanidad.

En este trabajo se aborda la problemática de trabajar por una formación


no sólo en el dominio de conocimientos científicos, sino también en el
dominio del proceso de generación de nuevos conocimientos, en el
desarrollo de habilidades y en la formación de valores. Se analizan las
características fundamentales del medio social con la que los
profesionales de la salud van a enfrentarse y las principales metas que
deben ser trazadas por el profesor para formar un profesional íntegro
con elevada educación y desarrollo de la personalidad que sea capaz de
las respuestas a las necesidades de nuestro entorno.
3.- La universidad en un mundo cambiante y las normativas
legales vigentes
"Como quién quita un manto y se pone otro, es necesario poner de lado
la universidad antigua, y alzar la nueva" como escribiera José Martí en el
siglo XIX este ha sido y será el mayor reto de nuestras universidades en
todos los tiempos, hoy cuando los cambios en las diferentes esferas de
la sociedad se hacen más notorios y relevantes, la universidad moderna
deberá hacerse abanderada de los nuevos cambios y transformaciones.

En la Declaración mundial sobre la educación superior en el siglo XXI:


visión y acción del 9 de octubre de 1998 se plantean las misiones y
funciones de la Educación Superior recogidas en 17 artículos en los que
se recogen importantes ideas que fundamentan la nueva visión de la
Educación en los planos Internacional, Nacional y de las Instituciones.

Es necesario ver a la universidad como la generadora del potencial


humano que se necesita para la transformación y desarrollo de la
sociedad. La gran demanda y diversificación que se presenta en los
momentos actuales en la Enseñanza Superior es debido a la toma de
conciencia de la importancia que tiene este tipo de Educación para el
desarrollo de la humanidad en las diferentes esferas de la vida, esto
hace que las instituciones tengan el gran compromiso de crear
programas que estimulen la creatividad y la solución de problemas.

Al respecto en la Comisión Internacional de la Educación para el siglo


XXI presidida por Jacques Delors significó que la educación no es
solamente aprender a conocer, aprender a hacer o aprender a ser, sino
que es también aprender a vivir juntos y a construir la sociedad del
futuro.

En los momentos actuales, la naturaleza cambiante del conocimiento y


la complejidad que tienen los problemas para ser resueltos, hacen que
el concepto de disciplina con el que se habían estado analizando los
problemas sea necesario cambiarlos y aparezcan nuevos conceptos
como los de interdisciplinariedad, multidisciplinariedad y
transdiciplinariedad, que apuntan a una mejor solución de los problemas
que están en constante cambio y transformación. Esto requiere de
trabajo en equipos, con especialistas de diferentes ramas del saber,
capaces de analizar la diversidad de factores relacionados con un
problema. Los profesionales deberán estar preparados para trabajar en
equipos que les permita desarrollar ideas, debatirlas y tomar las
decisiones más acertadas.
Como plantea Yarce en su artículo "calidad total en la educación" una de
las formas de afrontar el futuro es implantar la Calidad, donde el
servicio debe ser lo más perfecto posible y la entrega de un producto
con características de excelencia: La persona formación de la República
Bolivariana de Venezuela, reza: "La educación estará a cargo de
personas de reconocida moralidad y de comprobada idoneidad
académica". Más adelante al referirse al trabajo docente lo describe
como "...elevada misión" y obliga al Estado a establecer leyes que
regulen el ingreso, promoción, permanencia en el sistema educativo y
evaluación de méritos (Art. 104).

Los cambios políticos e institucionales que caracterizan a la Venezuela


de hoy obligan a los ciudadanos venezolanos dedicados a la docencia a
replantearse su rol en los centros educativos. Su "elevada misión" debe
enmarcarse dentro de los nuevos paradigmas o doctrinas que inspiran
los textos legales. No sólo es la Constitución y la Ley Orgánica de
Educación, sino también la Ley Orgánica para la Protección del Niño y
Adolescente (Título II: Derechos, Garantías y Deberes) y la Ley de
Universidades.

Un aparte de importancia se le asigna en la Educación Física y


Recreación; "como actividades que benefician la calidad de vida
individual y colectiva" (Art. 111).

En el título IV, Capítulo II, Art. 78 de la Ley Orgánica de Educación,


reza: "El ejercicio de la profesión docente estará a cargo de personas de
reconocida moralidad y de idoneidad docente comprobada, provistas del
título profesional respectivo. El Ejecutivo Nacional establecerá un
régimen de concursos obligatorios..."

El Art. 85 de la Ley de Universidad, reza: "Para ser miembro del


personal docente y de investigación se requiere: poseer condiciones
morales y cívicas que lo hagan apto para tal función..." (Lea
disposiciones y aspectos fundamentales de la ley en referencia). En las
nuevas leyes ya aprobadas y en plena vigencia, destacan la Doctrina de
los Derechos Humanos y los Derechos del Niño y el Adolescente. El
Docente no puede ignorar estos nuevos planteamientos; y, por el
contrario, deberá convertirse en un celoso defensor y promotor de los
Derechos. (Analicemos ampliamente el Reglamento del Ejercicio de la
Profesión Docente: Deberes y Derechos del Personal Docente.

Estos derechos tienen que ver con la educación: todos tienen derecho a
la Educación: "Toda persona tiene derecho a una educación integral, de
calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin
más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y
aspiraciones..." (Art. 103 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela).

Podemos resumir, que el papel del docente está delineado en la Carta


Magna y replanteado en los niveles educativos respectivos. El docente
en cualquier espacio, de su ejercicio, es un guía, un orientador...
Recordemos que el Docente no es el centro del proceso educativo, lo es
el alumno sujeto de deberes y derechos, pero el maestro puede
convertirse en un líder, en un paradigma de la ciudadanía universal, en
cuanto que su vida personal y profesional constituye un modelo de
ciudadano respetuoso de la dignidad humana y convencido defensor de
los Derechos Humanos, por un lado; y por otro, un profesional que
ponga muy en alto el orgullo de ser venezolano. Recordemos que
necesitamos instituciones y organizaciones formadoras de hombres y
hombres formadores de hombres. Recordemos también que el alumno
tiene sus derechos y sus deberes igual que las instituciones, y
asociaciones gremiales que agrupan a los profesionales en el ejercicio de
sus funciones. Recordemos la finalidad fundamental de la educación
(Art. 3, para su comentario) y de este contexto determinemos nuestros
deberes para dar respuestas como profesionales de la educación.

4.- La formación de valores en el contexto universitario.


La educación y formación de valores comienzan sobre la base del
ejemplo, pero éstos no se pueden reducir a los buenos ejemplos y el
modelo del profesor, por lo que la formación de valores es un proceso
gradual, donde es necesario buscar e indagar cuáles valores y por qué
vías se deben formar, desarrollar, afianzar y potenciar en diferentes
momentos de la vida, según las necesidades que se van presentando en
la formación de un profesional.

Plantea Fernando González Rey en su artículo Los valores y su


significación en desarrollo de la persona: "A diferencia de otras formas
de información aprendidas, los valores no se fijan por un proceso de
comprensión; por lo tanto; no son la expresión directa de un discurso
que resulta asimilado, sino el resultado de una experiencia individual, a
partir de las situaciones y contradicciones que la persona presenta en el
proceso de socialización del que se derivan necesidades que se
convierten en valores, a través de las formas individuales en que son
asumidas y desarrolladas dentro del propio proceso" .

Partiendo de esto la educación en valores debe estar en el contenido del


programa de cada disciplina.
Para lograr niveles superiores en la formación integral de los estudiantes
a través del desarrollo, con calidad y eficiencia del proceso docente
educativo, se hace necesario buscar nuevas vías y métodos que
permitan materializar la responsabilidad del profesor de desarrollar las
capacidades necesarias para formar un profesional con la capacidad
crítica y creativa que requiere el ejercicio de la profesión en el mundo
cambiante de hoy, es decir, con conocimientos técnicos y tecnológicos e
información de avanzada para asumir los grandes retos de la sociedad.

La formación de valores es tan importante como el propio contenido que


se imparte en cada una de las asignaturas, se trata, por lo tanto, que el
sistema de conocimientos y habilidades tengan implícito los valores que
se requieren formar.

La estrategia para la formación de valores debe quedar reflejada en los


objetivos de la disciplina y cada una de las asignaturas, no de forma
aislada, como en algunos casos se plantean objetivos educativos e
instructivos, sino como una unidad dialéctica y a partir de la forma en
que se trabajen los objetivos instructivos lograr el cumplimiento de los
objetivos educativos (valores y convicciones).

Dentro de los objetivos instructivos existen elementos que van a


contribuir al logro de los objetivos educativos, es decir a los valores que
se desean formar.

Si la educación para la paz es una educación en valores, debemos


definir un proceso que, partiendo de hacerlos explícitos, genere acciones
educativas concretas dirigidas a promover su interiorización entre
nuestros alumnos. Ya hemos reseñado que los valores poseen una
naturaleza abstracta e intangible y que sólo se hacen explícitos a través
de las conductas que manifiesta una persona o un grupo social ante
determinadas situaciones, por lo que la educación en valores implica
necesariamente la concreción de éstos en una serie de conductas que
pretendemos que manifiesten los alumnos y en la definición de una serie
de objetivos actitudinales relacionados con dichas conductas.

En este sentido, desde los diferentes ámbitos de intervención docente


reflejados en la definición de educación para la paz expuesta
anteriormente, planteamos una propuesta con objetivos prioritarios que
consideramos necesarios para favorecer el desarrollo personal, social y
ambiental de los alumnos y que presentamos en el siguiente cuadro:

Debemos destacar que los objetivos reflejados pueden ser esos u otros,
incluso pueden ser más o menos. Lo realmente importante es priorizar
aquellos que consideramos fundamentales, destacando la idea de que
puedan ser abarcables en un contexto educativo real y evitando al
mismo tiempo caer en la paradoja, por otra parte frecuentemente
extendida en las escuelas, de plantear una gran cantidad de objetivos
que conlleve no profundizar en ninguno.

La cuestión ahora es cómo concretar esas actitudes en conductas en el


aula y cómo hacerlo de forma coherente. Para ello, parece
imprescindible que el docente explicite una serie de líneas de actuación
para incidir en todos y cada uno de los objetivos propuestos. Líneas de
actuación que no sólo afectan a la introducción de un tipo u otro de
actividades sino que tiene que ver con toda la organización de las clases
y que incluso pueden conllevar modificaciones en las conductas
personales del docente.

De todo lo dicho hasta ahora, debemos destacar la necesidad de


trabajar los valores derivados de la cultura de paz desde un programa
global, basado en la interrelación entre los distintos elementos que lo
componen y, sobre todo, coherente con lo que defiende. Por desgracia,
en nuestras universidades es habitual la existencia de un proyecto
educativo donde se plasma una serie de ideales que en teoría persigue
el curriculum y que se concreta en dichos proyectos de las distintas
carreras del área salud, pero donde las acciones en la práctica resultan a
menudo incoherentes e incluso contradictorias con el modelo defendido.

Algunos ejemplos: ¿cómo podemos pretender que los alumnos regulen


autónomamente sus conflictos si lo habitual es que acudan al profesor
como figura que los dirime?, ¿cómo podemos educar para la ciudadanía
democrática si los alumnos no pueden participar en las decisiones que
les afectan?, ¿cómo podemos educar para la responsabilidad si las
clases se basan en la obediencia indiscutible a la autoridad centrada en
la figura del docente?, ¿cómo pretendemos que los alumnos trabajen
cooperativamente si los docentes no somos capaces de encontrar en los
claustros soluciones de consenso a los problemas que nos afectan?,
¿cómo promover los valores de la cultura de la paz, de la alteridad si en
ocasiones los docentes tienen dificultades para integrarse al colectivo de
una facultad?.

CONCLUSIONES
Vivimos en un mundo cambiante donde los referentes éticos y morales,
es decir, los valores socialmente dominantes tienden a variar y a
modificarse creando, en muchas ocasiones, contradicciones de difícil
resolución.

La educación superior, como reflejo de la sociedad de la que forma


parte, no es ajena a estos cambios y así, dentro de este contexto, en los
últimos años uno de los paradigmas de debate en torno a la educación
ha estado centrada en el ámbito axiológico.

Los valores, o más bien la educación en valores, se ha erigido como un


núcleo de análisis y discusión desde un universo heterogéneo de
planteamientos.

Los valores hacen referencia a modelos ideales de actuar y de existir


que el ser humano aprecia, desea y busca, y a través de los cuales
interpreta el mundo y da significado a su existencia.
Debido a su consideración de ideal, de algo a lo que se tiende, poseen
una naturaleza abstracta e intangible y sólo se hacen explícitos a través
de las conductas o los modos de comportarse que manifiesta una
persona ante determinadas situaciones. En este sentido, la tendencia (o
predisposición aprendida) a comportarse de una manera ante
determinadas realidades vividas: problemas, ideas, situaciones,
personas o acontecimientos, recibe el nombre de actitud.

De estas definiciones cabría destacar dos ideas fundamentales:

1. Los valores y las actitudes se aprenden y, por tanto, son


educables.

2. Para evaluar la interiorización de un determinado valor por parte


de una persona es necesario fijarse en las conductas que
manifiesta en diferentes situaciones.

Habría que reseñar también que valores y actitudes no se mantienen


independientes entre sí, sino que forman parte de una estructura, de un
sistema coherente y organizado que guía los principios de acción de la
persona.

Una segunda cuestión de relevancia es determinar cómo surgen los


valores.

Prácticamente, la totalidad de los autores están de acuerdo en afirmar


que la captación de los valores no se produce a través del intelecto, por
el contrario, responden a la lógica del sentimiento y no únicamente
desde un ideal de justicia sino también desde ideales de felicidad. Desde
este punto de vista, el papel y la actitud del docente como profesional
de la salud, constituye el agente más relevante en la transmisión de
valores en un aula de clase. Aspectos como la relación que establece
con los alumnos, el clima de clase que propicia, la metodología utilizada,
etcétera, cobran especial relevancia.

En este sentido, para favorecer una educación en valores en nuestras


clases, nuestro primer paso como docentes profesionales de la salud
debe ir dirigido a explicitar cuál es nuestra filosofía de vida y cuál es
nuestro modelo educativo, lógicamente derivado de ella.

En definitiva, debemos poner de manifiesto qué valores guían nuestras


acciones en la escuela y fuera de ella.
Nosotros nos vamos a situar en el marco de la cultura de paz, marco del
que emanan valores como la solidaridad, la justicia, el respeto, la
libertad, la responsabilidad, la cooperación, la tolerancia, etcétera.

Desde este marco axiológico vamos a plantear una serie de propuestas


que buscan la coherencia entre nuestro pensamiento y nuestras
acciones orientadas a promover entre los alumnos una formación en
valores desde las clases de educación física y, más concretamente,
profundizaremos en el papel que las actividades y metodologías
cooperativas pueden jugar en todo ese proceso.

Y es interesante resaltar y vamos concluyendo que unos años más


tarde, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró al año 2000
"Año Internacional de la Cultura de Paz" y como acto más representativo
podemos destacar la reunión en la sede de la UNESCO de París, en
marzo de 1999, de algo más de una docena de premios Nobel y su
llamamiento a la humanidad invitándola a crear un movimiento
internacional en pro de la cultura de paz. Este llamado se concretó en el
denominado "Manifiesto 2000", cuya firma implica el compromiso
personal y sincero a:

 Respetar la vida y la dignidad de cada persona, sin discriminación


ni prejuicios.

 Practicar la no violencia activa, rechazando la violencia en todas


sus formas: física, sexual, psicológica, económica y social, en
particular hacia los más débiles y vulnerables, como los niños y los
adolescentes.

 Compartir el tiempo y los recursos materiales, cultivando la


generosidad con el fin de terminar con la exclusión, la injusticia y
la opresión política y económica.

 Defender la libertad de expresión y la diversidad cultural,


privilegiando siempre la escucha y el diálogo, sin ceder al
fanatismo, ni a la maledicencia y el rechazo del prójimo.

 Contribuir al desarrollo de la propia comunidad, propiciando la


plena participación de las mujeres y el respeto de los principios
democráticos, con el fin de crear juntos nuevas formas de
solidaridad.

La cultura de paz supone, en definitiva, una nueva forma de concebir el


mundo en que vivimos, la cual, tomando como base la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, se caracteriza por el respeto a la
vida y a la dignidad de cada persona, el rechazo a la violencia en todas
sus formas, la defensa de un conjunto de valores como la libertad, el
respeto o el diálogo y el rechazo activo de otros como la injusticia, la
intolerancia o el racismo; la apuesta por la diversidad cultural y el
interculturalismo como medio de enriquecimiento común, el deseo de un
desarrollo que tenga en cuenta la importancia de todas las formas de
vida y el equilibrio de los recursos naturales del planeta y, en definitiva,
la búsqueda colectiva de un modo de vivir y de relacionarse que
contribuya a construir un mundo más justo y solidario en beneficio de
toda la humanidad.

REFLEXION CRÍTICA
En la Universidad se identifican de manera clara y objetiva cada uno de
los sujetos que intervienen en todo el quehacer educativo, siendo estos:
los alumnos, los profesores y el personal administrativo.

Cada uno de estos sujetos, tiene una función muy específica dentro de
la comunidad universitaria, y para su cumplimiento, es deseable un
perfil que se ajuste a dicha función, ya que ello garantiza que su
desempeño sea relevante y en consecuencia, que los objetivos
generales de la institución y del propio plan de estudios se cumplan
cabalmente.

Los alumnos son sujetos activos dentro de los procesos de enseñanza


aprendizaje, ya que su función, es cumplir con las tareas educativas que
le son encomendadas y preocuparse por participar activamente en todo
el proceso de construcción del conocimiento, pues su intervención como
alumnos, la hacen a una edad en la que, como ya se señaló, su madurez
emocional aún está en proceso de formación.

La Universidad, mantiene como criterio de selección de alumnos, la


aplicación de un examen diagnóstico mediante el cual, se busca que el
aspirante demuestre que posee actitudes, valores, habilidades y
conocimientos mínimos que deben de tener quienes aspiran a ingresar
profesionalmente al mundo de la salud.

Las actitudes deseables son: tener iniciativa para el desempeño de


tareas, demostrar perseverancia para el logro de objetivos, comprender
y respetar las ideas de los demás, demostrar mentalidad de éxito y
deseo de logro y superación y gran sensibilidad social.

Los valores por su parte que se consideran indispensables en el perfil del


alumno aspirante son: El respeto a sus semejantes, la honestidad, la
laboriosidad y espíritu de ayuda a los demás. Las habilidades que se
buscan tienen que ver con: Saber manejar relaciones interpersonales
efectivas, saber trabajar en equipo, tener la capacidad de discernimiento
para seleccionar la información adecuada y saber como sintetizarla.

El hombre es un ser histórico en su mismo ser. Ello implica que la


historia no es un mero accidente, pues él configura su ser y su
humanismo en la historia educativa y aún más en los valores. Así va
consolidando los atributos del ser-hombre y, consecuentemente,
definiendo su idea de bien y del mal, sus virtudes y valores en general,
dentro de una tradición cultural que es una especie de transmisión o
herencia filogenético, tan irrepetible como irrenunciable. La historicidad
conlleva, entonces, la necesidad permanente de cambio y renovación.

La historia de la educación es el modo propio en que la vida humana se


perpetúa, renovándose y también evolucionando; cada momento es
único. Los caracteres adquiridos se transmiten, pero no de manera
necesaria, uniforme y espontánea, como en la vida biológica, sino por
obra de la educación, entendida ésta como una tarea a la vez consciente
e inconciente, individual y colectiva, en la unidad y relatividad de los
contrarios, que tiene sus implicaciones éticas cifradas sobre todo en la
no exclusión ni absolutización de las cualidades morales; unidad y
relatividad que Sócrates expresa con la idea de que bien y mal remiten
a la misma búsqueda, al mismo propósito o voluntad.

Es necesario que el presente ensayo dé sus aportes para el proceso


histórico del profesional de la salud y el rescate de los valores y más en
la institución que lo ampara.

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